Piaget y su presencia en la práctica educativa

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Sara Alonso Diez 1º de infantil Y TÚ, ¿VES A PIAGET EN TU AULA? No hay duda de que las aportaciones de Piaget siguen vigentes en nuestros días. Como dice Cesar Coll, muchas de las ideas que tienen su origen en la obra de Piaget han pasado a ser del patrimonio y pensamiento psicológico y educativo contemporáneo . Sus ideas están incorporadas al caudal general del conocimiento. La investigación de Piaget se basa en la concepción constructivista del acceso al conocimiento. Piaget buscó el relacionar la continuidad entre las raíces biológicas y las formas superiores del conocimiento. Los esquemas reflejos innatos (succión, agarrar con las manos…) son la base a partir de la que los bebés construyen sus primeros esquemas de acción. A través de estos y con la ayuda del lenguaje los niños construyen esquemas representativos, a través de los que acceden al conocimiento de la realidad y de ellos mismos. Pero, ¿dónde vemos esta teoría en nuestras aulas y cómo podemos utilizarla en el día a día? Piaget nos da muchas pistas sobre cómo debería ser la acción educativa. Podemos empezar situando a la experimentación como la base del desarrollo de los niños, mediante el ensayo y error. Visto desde la perspectiva piagetiana, los niños deben interactuar con el entorno, con los objetos, desde su propia afectividad (interés), y así asimilar la realidad a sus esquemas generales de conocimiento y ajustar estos cuando las exigencias del medio lo requieran. Es decir, acomodar sus esquemas de asimilación a los nuevos requerimientos particulares del objeto, y así, mediante un proceso de estabilidad dinámica (equilibración) ir construyendo unos esquemas cada vez más flexibles, móviles, que les faciliten la adaptación al medio y les proporcionen una progresiva mejora de la organización y complejidad de sus esquemas. Podemos ver esto de forma sencilla representada con un ejemplo en el aula. Un niño ha encajado una pieza redonda en un molde con esta misma forma. Ahora, la profesora cambia ese molde por uno cuadrado y el niño continúa tratando de encajar esa pieza redonda en el nuevo molde, pero esta no entra. Empieza a coger otras, y durante un rato trata de encajarlas sin suerte, hasta que finalmente encuentra una pieza que sí se adecua a ese nuevo

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Sara Alonso Diez1º de infantil

Y TÚ, ¿VES A PIAGET EN TU AULA?

No hay duda de que las aportaciones de Piaget siguen vigentes en nuestros días. Como dice Cesar Coll, muchas de las ideas que tienen su origen en la obra de Piaget han pasado a ser del patrimonio y pensamiento psicológico y educativo contemporáneo. Sus ideas están incorporadas al caudal general del conocimiento.

La investigación de Piaget se basa en la concepción constructivista del acceso al conocimiento. Piaget buscó el relacionar la continuidad entre las raíces biológicas y las formas superiores del conocimiento. Los esquemas reflejos innatos (succión, agarrar con las manos…) son la base a partir de la que los bebés construyen sus primeros esquemas de acción. A través de estos y con la ayuda del lenguaje los niños construyen esquemas representativos, a través de los que acceden al conocimiento de la realidad y de ellos mismos.

Pero, ¿dónde vemos esta teoría en nuestras aulas y cómo podemos utilizarla en el día a día? Piaget nos da muchas pistas sobre cómo debería ser la acción educativa. Podemos empezar situando a la experimentación como la base del desarrollo de los niños, mediante el ensayo y error. Visto desde la perspectiva piagetiana, los niños deben interactuar con el entorno, con los objetos, desde su propia afectividad (interés), y así asimilar la realidad a sus esquemas generales de conocimiento y ajustar estos cuando las exigencias del medio lo requieran. Es decir, acomodar sus esquemas de asimilación a los nuevos requerimientos particulares del objeto, y así, mediante un proceso de estabilidad dinámica (equilibración) ir construyendo unos esquemas cada vez más flexibles, móviles, que les faciliten la adaptación al medio y les proporcionen una progresiva mejora de la organización y complejidad de sus esquemas.

Podemos ver esto de forma sencilla representada con un ejemplo en el aula. Un niño ha encajado una pieza redonda en un molde con esta misma forma. Ahora, la profesora cambia ese molde por uno cuadrado y el niño continúa tratando de encajar esa pieza redonda en el nuevo molde, pero esta no entra. Empieza a coger otras, y durante un rato trata de encajarlas sin suerte, hasta que finalmente encuentra una pieza que sí se adecua a ese nuevo molde. Lo que hemos podido ver es que el niño utilizó (de forma automática e inconsciente) su esquema de asimilación para realizar la segunda tarea, debido a la similitud entre ambos cometidos, pero no funcionó. Por ello, al encontrarse con las nuevas exigencias del objeto, tuvo que acomodar ese esquema (modificándolo, ajustándolo) para resolver esa nueva situación con una nueva conducta que le proporcionó resultados satisfactorios. Al coger finalmente la pieza cuadrada y conseguir encajarla en ese espacio el niño produjo su propio mecanismo de adaptación constructiva, una equilibración de los dos mecanismos anteriores.

Vemos así como mediante la continua tensión entre los mecanismos de adaptación y asimilación se produce una adaptación al medio, y con ello una evolución de la inteligencia. En el ejemplo anterior he mencionado de pasada el papel del profesor en el proceso de construcción de conocimientos en los niños desde las actividades y el juego en el aula. Para Piaget el profesor debía tener un papel activo en todo el proceso de crecimiento de la inteligencia, proporcionando a cada niño, dependiendo de su grado de desarrollo cognitivo, los objetos y medios para la experimentación y con ella modificación y construcción de esquemas de conocimiento.

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Sin embargo, estos esquemas de conocimiento, referidos a contenidos específicos, son de naturaleza distinta a los esquemas y organizaciones de esquemas de los que se ocupa la psicología genética y en los que la equilibración tiende a ser mayorante (recuperar el equilibrio en un nivel superior, más flexible, con estructuras de pensamiento capaces de mantener el equilibrio en los intercambios con el entorno). Es por este motivo por el que el papel del profesor es fundamental para que se produzca esa equilibración constructiva y mayorante con los contenidos propios de la escuela y del aprendizaje escolar. El profesor es el encargado de conducir a los alumnos a un reequilibrio que sitúe los sitúe en un plano superior de conocimiento, en el que los esquemas previos estén superados (cognitivamente) por los nuevos. Sin la ayuda del profesor este equilibrio no se produciría. Debemos tener claro que lel profesor actúa como “adecuador” de las experiencias necesarias, adaptadas al nivel de cada alumno, para que este pueda utilizar sus propios esquemas de conocimiento y desde estos desarrollar su propio aprendizaje. No debemos olvidarnos de que es el alumno el protagonista del aprendizaje. El profesor puede ayudar, pero nunca sustituirle en la responsabilidad de atribuir significados a los contenidos escolares o construir los esquemas de conocimiento.

Por lo tanto, el niño en el aula va aprendiendo en función de sus conocimientos previos, que le permiten comprender la nueva realidad y modificar sus esquemas para adaptarse. A la hora de actuar en clase, creo que como profesores es fundamental que favorezcamos las oportunidades de aprendizaje individuales y prácticas para dar lugar a los descubrimientos, así como que planifiquemos una variedad de actividades que se adapten a los distintos estilos de aprendizaje, por ejemplo visual o auditivo. Los niños llegan a cada etapa del desarrollo en distintos momentos. En vez de presionar a todos para que se adapten a un modelo de aprendizaje, se debe prestar atención a las etapas de desarrollo de cada niño y adaptar las lecciones de acuerdo a esto. Es importante respetar los intereses, capacidades y limitaciones individuales de cada uno.

Encuentro muchas similitudes con la teoría de Piaget y la enseñanza adaptativa. De hecho, la base de esta está en centrarse en las necesidades de cada alumno individualmente, y trabajar desde sus propios intereses, motivaciones y nivel de desarrollo particular, casi como lo dicho en el párrafo anterior. Creo que la aportación de Piaget del mapa de los estadios de desarrollo de la inteligencia es una ayuda de gran valor en las aulas que nos permite situarnos aproximadamente en lo que “debería estar sucediendo” en cada niño y así adecuar y planificar nuestra acción para que el proceso de aprendizaje sea productivo y conduzca a un nivel de conocimiento superior. Es imprescindible que conozcamos a cada uno de nuestros alumnos, su desarrollo y sus necesidades específicas y que actuemos desde ahí con el objetivo de propulsar al máximo el desarrollo de su inteligencia.