Peter Pan - Cuentos infantiles...falta es abrigar la garganta con un calcetín. Hasta el fin de sus...

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Peter Pan ____________________________ James Matthew Barrie

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Peter Pan

____________________________ James Matthew Barrie

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1.AparecePeter

Todos los niños crecen, excepto uno. NotardanensaberquevanacreceryWendylosupode la siguientemanera.Undía, cuandotenía dos años, estaba jugandoenun jardín,arrancóunaflormásycorrióhastasumadrecon ella. Supongo que debía estarencantadora,yaquelaseñoraDarlingsellevólamanoalcorazónyexclamó:

—¡Oh, por qué no podrás quedarte así parasiempre!

No hablaron más del asunto, pero desdeentoncesWendy supo que tenía que crecer.Siempresesabeesoapartirdelosdosaños.Losdosañosmarcanelprincipiodelfin.

Comoesnatural, vivíanenel14yhastaquellegó Wendy su madre era la persona másimportante. Era una señora encantadora, dementalidad romántica y dulce boca burlona.Su mentalidad romántica era como esascajitas, procedentes del misterioso Oriente,que van unas dentro de las otras y que pormuchas que uno descubra siempre hay una

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más; y su dulce boca burlona guardaba unbeso que Wendy nunca pudo conseguir,aunqueallíestaba,bienvisibleenlacomisuraderecha.

AsíescomolaconquistóelseñorDarling:losnumerosos caballeros que habían sidomuchachos cuando ella era una jovencitadescubrieron simultáneamente que estabanenamorados de ella y todos corrieron a sucasa para declararse, salvo el señor Darling,que tomó un coche y llegó el primero y poreso la consiguió. Lo consiguió todo de ella,menos la cajita más recóndita y el beso.Nunca supo lo de la cajita y con el tiemporenunció a intentar obtener el beso. Wendypensaba que Napoleón podría haberloconseguido, pero yo me lo imaginointentándolo y luego marchándose furioso,dandounportazo.

El señorDarling se vanagloriabaanteWendyde que la madre de ésta no sólo lo quería,sino que lo respetaba. Era uno de esoshombresastutosquelosabentodoacercadelasaccionesy las cotizaciones.Por supuesto,nadie entiende de eso realmente, pero él

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daba la impresión de que sí lo entendía ycomentaba a menudo que las cotizacionesestabanenalzaylasaccionesenbajaconunairequehabríahechoquecualquiermujer lorespetara.

La señora Darling se casó de blanco y alprincipio llevaba las cuentas perfectamente,casiconalegría,comosifueraunjuego,ynose le escapaba ni una col de Bruselas; peropoco a poco empezaron a desaparecercoliflores enteras y en su lugar aparecíandibujos de bebés sin cara. Los dibujabacuando debería haber estado haciendo lasuma total. Eran los presentimientos de laseñoraDarling.

Wendy llegó laprimera, luego Johnypor finMichael. Durante un par de semanas tras lallegadadeWendyestuvierondudandosiselapodrían quedar, pues era una bocamás quealimentar. El señor Darling estabaorgullosísimodeella,peroeramuyhonradoysesentóenelbordede lacamade laseñoraDarling, sujetándole la mano y calculandogastos,mientrasellalomirabaimplorante.

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Ella quería correr el riesgo, pasara lo quepasara,peroélnohacíalascosasasí:élhacíalas cosas con un lápiz y un papel y si ella loconfundía haciéndole sugerencias tenía quevolveraempezardesdeelprincipio.

—No me interrumpas —le rogaba—. Aquítengo una libra con diecisiete y dos con seisen laoficina;puedoprescindirdel caféen laoficina, pongamos diez chelines, que hacendos libras, nueve peniques y seis chelines,con tus dieciocho y tres hacen tres libras,nuevechelinesysietepeniques...¿quiénestámoviéndose?...ocho,nueve,siete,comaymellevo siete... no hables, mi amor... y la libraque le prestaste a ese hombre que vino a lapuerta...calla,niña...comaymellevo,niña...¡ves, ya está mal!... ¿he dicho nueve libras,nuevechelinesysietepeniques?Sí,hedichonuevelibras,nuevechelinesysietepeniques;el problema es el siguiente: ¿podemosintentarloporunañoconnuevelibras,nuevechelinesysietepeniques?

—Claroquepodemos,George—exclamóella.PeroestabapredispuestaenfavordeWendy

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y, en realidad, de los dos, él era quien teníauncaráctermásfuerte.

—Acuérdatede laspaperas—leadvirtió casiamenazadoramentey sepusoa calcularotravez—. Paperas una libra, eso es lo que hepuesto, pero seguro que serán más bientreintachelines...nohables... sarampiónunacon quince, rubeola media guinea, eso hacedos libras, quince chelines y seis peniques...no muevas el dedo... tos ferina, pongamosquequincechelines...

Y así fuepasandoel tiempo y cada vezdabaun total distinto; pero al final Wendy pudoquedarse, con las paperas reducidas a docechelines y seis peniques y los dos tipos desarampiónconsideradoscomounosolo.

Con John se produjo la misma agitación yMichael se libró aúnmáspor lospelos, perosequedaronconlosdosyprontoseveíaalostres caminando en fila rumbo al jardín deInfancia de la señora Fulsom, acompañadosdesuniñera.

A la señora Darling le encantaba tener todocomo es debido y el señor Darling estaba

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obsesionado por ser exactamente igual quesus vecinos, de forma que, como es lógico,teníanunaniñera.Comoeranpobres,debidoa la cantidad de leche que bebían los niños,su niñera era una remilgada perra deTerranova, llamada Nana, que no habíapertenecido a nadie en concreto hasta quelos Darling la contrataron. Sin embargo, losniñossiemprelehabíanparecidoimportantesy losDarling laconocieronen los jardinesdeKensington,dondepasaba lamayorpartedesutiempolibreasomandoelhocicoalinteriorde los cochecitos de los bebés y era muyodiadapor lasniñerasdescuidadas,a lasqueseguíahasta suscasasy luegosequejabadeellasantesusseñoras.Demostróserunajoyade niñera. Qué meticulosa era a la hora delbaño, lo mismo que en cualquier momentode la noche si uno de sus tutelados hacía elmenorruido.Porsupuesto,superreraestabaenelcuartodelosniños.Teníaunahabilidadespecial para saber cuándo no se debe serindulgenteconunatosycuándo loquehacefalta es abrigar la garganta con un calcetín.Hasta el fin de sus días tuvo fe en remediosanticuados como el ruibarbo y soltaba

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gruñidos de desprecio ante toda esa charlatandemodasobre losgérmenesy cosasasí.Era una lección de decoro verla cuandoescoltaba a los niños hasta la escuela,caminando con tranquilidad a su lado si seportaban bien y obligándolos a ponerse enfilaotravezsisedispersaban.Enlaépocaenque John comenzó a ir al colegio jamás seolvidódesujerseyynormalmentellevabaunparaguasenlabocaporsillovía.Enlaescuelade la señorita Fulsomhay una habitación enel bajo donde esperan las niñeras. Ellas sesentaban en los bancos, mientras que Nanase echaba en el suelo, pero ésa era la únicadiferencia. Ellas hacían como si no la vieran,pues pensaban que pertenecía a una clasesocial inferior a la suya yelladespreciaba sucharla superficial. Le molestaba que lasamistades de la señora Darling visitaran elcuartodelosniños,perosillegaban,primerolequitaba rápidamenteaMichaeleldelantalyleponíaeldebordadosazules,learreglabaaWendylaropaylealisabaelpeloaJohn.

Ninguna guardería podría haber funcionadocon mayor corrección y el señor Darling lo

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sabía,peroavecessepreguntaba inquietosilosvecinoshacíancomentarios.

Teníaquetenerencuentasuposiciónsocial.

Nana también le causaba otro tipo depreocupación. A veces tenía la sensación dequeellanoloadmiraba.

—Sé que te admira horrores, George —leaseguraba laseñoraDarlingy luego leshacíaseñas a los niños para que fueranespecialmente cariñosos con su padre.Entonces seorganizabanunosalegresbailes,enlosqueavecessepermitíaqueparticiparaLiza, laúnicaotrasirvienta.Parecíaunapizcacon su larga falda y la cofia de doncella,aunque, cuando la contrataron, había juradoque ya no volvería a cumplir los diez años.¡Qué alegres eran aquellos juegos! Y la másalegre de todos era la señora Darling, quebrincaba con tanta animación que lo únicoque se veía de ella era el beso y si en esemomento uno se hubiera lanzado sobre ellapodría haberlo conseguido. Nunca hubofamilia más sencilla y feliz hasta que llegóPeterPan.

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La señora Darling supo por primera vez dePeter cuando estaba ordenando laimaginación de sus hijos. Cada noche, todabuena madre tiene por costumbre, despuésdequesusniñossehayandormido,rebuscarenlaimaginacióndeéstosyordenarlascosaspara lamañana siguiente, volviendo ameteren sus lugares correspondientes lasnumerosascosasquesehansalidoduranteeldía. Si pudierais quedaros despiertos (peroclaro que no podéis) veríais cómo vuestrapropia madre hace esto y os resultaría muyinteresante observarla. Es muy parecido aponerenordenunoscajones.Supongoquelaveríais de rodillas, repasando divertidaalgunos de vuestros contenidos,preguntándose de dónde habíais sacado talcosa, descubriendo cosas tiernas y no tantiernas, acariciando esto con lamejilla comosifueratansuavecomoungatitoyapartandorápidamenteestootrodesuvista.Cuandoosdespertáisporlamañana,lastravesurasylosenfados con que os fuisteis a la cama hanquedado recogidos y colocados en el fondode vuestra mente y encima, bien aireados,

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estánextendidosvuestrospensamientosmásbonitos,preparadosparaqueoslospongáis.

Nosésihabéisvistoalgunavezunmapadelamente de una persona. A veces losmédicostrazan mapas de otras partes vuestras yvuestro propio mapa puede resultarinteresantísimo, pero a ver si alguna vez lospilláis trazando el mapa de la mente de unniño, que no sólo es confusa, sino que nopara de dar vueltas. Tiene líneas en zigzagcomo las oscilaciones de la temperatura enun gráfico cuando tenéis fiebre y queprobablemente son los caminos de la isla,pues el País deNunca Jamáses siempreunaisla, más o menos, con asombrosaspinceladas de color aquí y allá, con arrecifesdecoralyembarcacionesdeaspectovelozenalta mar, con salvajes y guaridas solitarias ygnomos que en su mayoría son sastres,cavernas por las que corre un río, príncipesconseishermanosmayores,unachozaquesedescompone rápidamente y una señoramuybajitayancianaconlanarizganchuda.Siesofuera todo sería un mapa sencillo, perotambién está el primer día de escuela, la

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religión, los padres, el estanque redondo, lacostura, asesinatos, ejecuciones, verbos querigen dativo, el día de comer pastel dechocolate,ponersetirantes,dimelatabladelnueve, tres peniques por arrancarse undiente uno mismo y muchas cosas más quesonpartede la islao,sino,constituyenotromapa que se transparenta a través delprimero y todo ello es bastante confuso,sobretodoporquenadaseestáquieto.

Como es lógico, los Países del Nunca jamásson muy distintos. El de John, por ejemplo,tenía una laguna con flamencosque volabanpor encima y que John cazaba con unaescopeta,mientrasqueMichael,queeramuypequeño, teníaun flamencocon lagunasquevolabanpor encima. John vivía enunabarcaencallada del revés en la arena, Michael enunatiendaindia,Wendyenunacasadehojasmuy bien cosidas. John no tenía amigos,Michael tenía amigos por la noche, Wendytenía un lobito abandonado por sus padres;pero en general los Países de Nunca Jamástienen un parecido de familia y si secolocaran inmóviles en fila uno tras otro se

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podría decir que las narices son idénticas,etcétera. A estas mágicas tierras arribansiempre los niños con sus barquillas cuandojuegan. Tambiénnosotros hemos estado allí:aúnpodemosoír el ruidodel oleaje, aunqueyanodesembarcaremosjamás.

De todas las islas maravillosas la de Nuncajamás es la más acogedora y la máscomprimida:nosetratadeunlugargrandeydesparramado, con incómodas distanciasentre una aventura y la siguiente, sino quetodo está agradablemente amontonado.Cuandosejuegaenelladuranteeldíaconlassillas y elmantel, no da ningúnmiedo, peroen los dos minutos antes de quedarse unodormido se hace casi realidad. Por eso seponenlucesenlasmesillas.

Aveces,eneltranscursodesusviajesporlasmentes de sus hijos, la señora Darlingencontrabacosasquenoconseguíaentendery de éstas la más desconcertante era lapalabra Peter. No conocía a ningún Peter y,sinembargo,enlasmentesdeJohnyMichaelaparecía aquí y allá, mientras que la deWendy empezaba a estar invadida por todas

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partes de él. El nombre destacaba en letrasmayores que las de cualquier otra palabra ymientras la señoraDarling locontemplaba ledaba la impresión de que tenía un airecuriosamentedescarado.

—Sí,esbastantedescarado—admitióWendya regañadientes. Su madre le había estadopreguntando.

—¿Peroquiénes,mivida?

—EsPeterPan,mamá,¿nolosabes?

AlprincipiolaseñoraDarlingnolosabía,perodespués de hacer memoria y recordar suinfanciaseacordódeuntalPeterPanquesedecía que vivía con las hadas. Se contabanhistoriasextrañassobreél,comoquecuandolosniñosmoríanéllosacompañabapartedelcaminoparaquenotuvieranmiedo.Enaquelentoncesellacreíaenél,peroahoraqueerauna mujer casada y llena de sentido comúndudabaseriamentequetalpersonaexistiera.

—Además—ledijoaWendy—,ahorayaseríamayor.

—Oh no, no ha crecido—le aseguróWendymuyconvencida—,esdemitamaño.

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Quería decir que era de su tamaño tanto decuerpo como de mente; no sabía cómo losabía,simplementelosabía.

La señora Darling pidió consejo al señorDarling, pero éste sonrió sin darleimportancia.

—Fíjate en lo que te digo —dijo—, es unatonteríaqueNanaleshametidoenlacabeza;es justo el tipo de cosa que se le ocurriría aunperro.Olvídatedeelloyyaveráscómosepasa.

PeronosepasabaynotardóelmolestoniñoendarleunbuensustoalaseñoraDarling.

Los niños corren las aventurasmás raras sininmutarse. Por ejemplo, puede que seacuerdende comentar, una semanadespuésde que haya ocurrido la cosa, que cuandoestuvieron en el bosque se encontraron consu difunto padre y jugaron con él. De estaforma tan despreocupada fue como unamañanaWendyrevelóunhecho inquietante.Aparecieronunascuantashojasdeárbolenelsuelo del cuarto de los niños, hojas queciertamentenohabíanestadoallí cuando los

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niñossefuerona lacamay laseñoraDarlingse estaba preguntando de dónde habríansalido cuando Wendy dijo con una sonrisaindulgente:

—¡SeguroquehasidoesePeterotravez!

—¿Quéquieresdecir,Wendy?

—Estámuymal que no barra—dijoWendy,suspirando.Eraunaniñamuypulcra.

Explicóconmuchaclaridadqueleparecíaquea veces Peter se metía en el cuarto de losniñospor lanocheysesentabaa lospiesdesu cama y tocaba la flauta para ella. Pordesgracia nunca se despertaba, así que nosabíacómolosabía,simplementelosabía.

—Pero qué bobadas dices, preciosa. Nadiepuedeentrarenlacasasinllamar.

—Creoqueentraporlaventana—dijoella.

—Pero,miamor,haytrespisosdealtura.

—¿Noestaban lashojasalpiede laventana,mamá?

Era cierto, las hojas habían aparecido muycercadelaventana.

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LaseñoraDarlingnosabíaquépensar,puesaWendy todo aquello le parecía tan normalque no se podía desechar diciendo que lohabíasoñado.

—Hija mía —exclamó la madre—, ¿por quénomehascontadoestoantes?

—Se me olvidó —dijo Wendy sin darleimportancia.Teníaprisapordesayunar.

Bueno,seguroquelohabíasoñado.

Pero,porotraparte,allíestabanlashojas.Laseñora Darling las examinó atentamente:eran hojas secas, pero estaba segura de quenoerandeningúnárbolpropiodeInglaterra.Gateóporelsuelo,escudriñándoloalaluzdeuna vela en busca de huellas de algún pieextraño.Metióel atizadorpor la chimeneaygolpeó las paredes. Dejó caer una cintamétricadesdelaventanahastalaacerayerauna caída en picado de treinta pies, sin nisiquiera un canalón al que agarrarse paratrepar.

Desdeluego,Wendylohabíasoñado.

Pero Wendy no lo había soñado, según sedemostró a la noche siguiente, la noche en

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que se puede decir que empezaron lasextraordinariasaventurasdeestosniños.

Lanochede laquehablamostodos losniñosseencontrabanunavezmásacostados.Dabala casualidad de que era la tarde libre deNana y la señora Darling los bañó y cantópara ellos hasta que uno por uno le fueronsoltandolamanoysedeslizaronenelpaísdelossueños.

Tenían todos un aire tan seguro y apacibleque se sonrió por sus temores y se sentótranquilamenteacoserjuntoalfuego.

EraunaprendaparaMichael,queeneldíadesucumpleañosibaaempezarausarcamisas.Sin embargo, el fuegodaba calor y el cuartodelosniñosestabaapenasiluminadoportreslamparillas de noche y al poco rato la laborquedó en el regazo de la señora Darling.Luegoéstaempezóadarcabezadascongrandelicadeza. Estaba dormida. Miradlos a loscuatro,Wendy yMichael allí, John aquí y laseñoraDarling junto al fuego.Debería haberhabidounacuartalamparilla.

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Mientrasdormía tuvoun sueño.SoñóqueelPaísdeNunca jamásestabademasiadocercay que un extraño chiquillo había conseguidosalir de él. No le daba miedo, pues tenía laimpresióndehaberlovistoyaenlascarasdemuchasmujeres que no tienen hijos. Quizástambiénseencuentreenlascarasdealgunasmadres. Pero en su sueño había rasgado elvelo que oscurece el País de Nunca Jamás yvioqueWendy,JohnyMichaelatisbabanporelhueco.

El sueño de por sí no habría tenidoimportanciaalguna,peromientrassoñaba, laventana del cuarto de los niños se abrió degolpe y un chiquillo se posó en el suelo. Ibaacompañado de una curiosa luz, no másgrandeque un puño, que revoloteaba por lahabitacióncomounservivoycreoquedebióde ser esta luz lo que despertó a la señoraDarling.

Se sobresaltó soltando un grito y vio alchiquilloydealgunamanerasupoalinstanteque se trataba de Peter Pan. Si vosotros oWendy o yo hubiéramos estado allí noshabríamos dado cuenta de que se parecía

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mucho al beso de la señora Darling. Era unniñoencantador,vestidoconhojassecasylosjugos que segregan los árboles, pero la cosamás deliciosa que tenía era que conservabatodos sus dientes de leche. Cuando se diocuenta de que era una adulta, rechinó laspequeñasperlasmostrándolas.

2.Lasombra

La señoraDarlinggritóy, comoen respuestaa una llamada, se abrió la puerta y entróNana,quevolvíadesutardelibre.Gruñóyselanzó contra el niño, el cual saltó ágilmentepor la ventana. La señora Darling volvió agritar,estavezangustiadaporél,puespensóque se había matado y bajó corriendo a lacalle para buscar su cuerpecito, pero noestabaallí;levantólavistaynovionadaenlaoscuridad de la noche, salvo algo que leparecióunaestrellafugaz.

Regresó al cuartode los niños y se encontróconqueNanateníaunacosaen laboca,queresultó ser la sombra del chiquillo. Al saltar

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éste por la ventana Nana la había cerradorápidamente, demasiado tarde paraatraparlo,peroasusombranolehabíadadotiempo de escapar: la ventana se cerró degolpeylaarrancó.

Os aseguroque la señoraDarlingexaminó lasombra atentamente, pero era una sombrade lo más corriente. Nana no tenía dudassobre qué era lo mejor que se podía hacercon esta sombra. La colgó fuera de laventana, comodiciendo:«Seguroquevuelveabuscarla:vamosaponerlaenunsitiodondela pueda coger fácilmente sinmolestar a losniños.»

PeropordesgracialaseñoraDarlingnopodíadejarlacolgandodelaventana:parecíapartedelacoladaynoeradignodelprestigiodelacasa. Se le ocurrió enseñársela al señorDarling, pero éste estaba haciendo cálculospara los abrigos de invierno de John yMichael,conunpañohúmedoenrolladoenlacabezaparamantenerelcerebrodespejadoydaba penamolestarlo; además, ella ya sabíaperfectamenteloqueéldiría:

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—Todo esto ocurre por tener un perro deniñera.

Decidió enrollar la sombra y ponerla a buenrecaudo en un cajón, hasta que llegara unmomento adecuado para decírselo a sumarido.¡Ay,Diosmío!

El momento llegó una semana después, enaquelviernesdeamargorecuerdo.Teníaqueserviernes,cómono.Recordemosquesegúnlasupersticiónanglosajonaelvierneseseldíademalasuerte.

—Debería haber tenido especial cuidado porserviernes—ledecíadespuésasumarido,

mientras a lo mejor Nana estaba a su otrolado,sujetándolelamano.

—No, no, —le decía siempre el señorDarling—,yosoyel responsablede todo.Yo,George Darling, lo hice. Mea culpa, meaculpa.Había sido educado en el estudio de losclásicos.

Así se quedaban sentados noche tras nocherecordando aquel fatídico viernes, hasta que

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cada detalle quedaba grabado en suscerebros y salía por el otro lado como lascarasdeunaacuñacióndefectuosa.

—Si yo no hubiera aceptado esa invitaciónpara cenar con los del 27 —decía la señoraDarling.

—SiyonohubieraechadomimedicinaeneltazóndeNana—decíaelseñorDarling.

—Si yo hubiera fingido que me gustaba lamedicina—decíanlosojoshúmedosdeNana.

—Por culpa de mi afición a las fiestas,George.

—Porculpademinefastosentidodelhumor,mivida.—Porculpademisusceptibilidadportonterías,queridosamos.

Entonces al menos uno de ellos sederrumbabaporcompleto;Nanaporpensar:

«Es cierto, es cierto, no deberían habertenidounperrodeniñera.»Muchasveceserael señor Darling quien enjugaba los ojos deNanaconunpañuelo.

—¡Ese canalla!—exclamaba el señor Darlingy Nana lo apoyaba con un ladrido, pero la

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señora Darling nunca vituperaba a Peter:habíaalgoenlacomisuraderechadesubocaquenoqueríaqueinsultaraaPeter.

Se quedaban sentados en el vacío cuarto delosniños,recordandoconfervorhastaelmásmínimo detalle de aquella espantosa noche.Se había iniciado de una forma normal,exactamente igual que tantas otras noches,cuandoNanapreparóelaguaparaelbañodeMichaelylollevóhastaélsubidoenellomo.

—Noquiero irmea lacama—chillóél,comoquien piensa que tiene la última palabrasobre el asunto—. No quiero, no quiero.Nana, todavía no son las seis. Por favor, porfavor, ya no te querré más, Nana. ¡Te digoquenomequierobañar,noyno!

EntoncesentrólaseñoraDarling,vestidaconsu trajedenocheblanco. Sehabía arregladotempranoporqueaWendyleencantabaverlaentrajedenoche,conelcollarqueGeorgelehabía regalado. Llevaba lapulseradeWendyen el brazo: le había pedido que se laprestara. AWendy le encantaba prestarle lapulseraasumadre.

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Encontró a sus dos hijos mayores jugando aqueeranellamismay supadreeneldíadelnacimientodeWendyyJohnestabadiciendo:

—Señora Darling, me complace comunicarleque es ustedmadre—y lo dijo exactamenteen elmismo tono en que el señorDarling lopodríahaberdichoenlaauténticaocasión.

Wendybailódealegría,comolohabríahecholaauténticaseñoraDarling.

Luego nació John, con la pompaextraordinaria que según él se merecía elnacimiento de un varón yMichael volvió delbaño y pidió nacer también, pero John dijocruelmentequeyanoqueríanmás.

Michaelcasiseechóallorar.

—Nadiemequiere—dijo y, por supuesto, laseñoradeltrajedenochenopudosoportarlo.

—Yo sí —dijo—. Yo sí que quiero un tercerhijo.

—¿Niño o niña? —preguntó Michael, sindemasiadasesperanzas.

—Niño.

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Entonces él se echóen susbrazos.Qué cosatan insignificante para que se acordaran deellaahoraelseñorylaseñoraDarlingyNana,peronotan insignificantesiaquella ibaaserlaúltimanochedeMichaelenelcuartodelosniños.

Siguenconsusrecuerdos.

—Fue entonces cuando entré yo como unhuracán, ¿verdad? —decía el señor Darling,maldiciéndose a sí mismo y es cierto quehabíasidocomounhuracán.

Quizáspodríadisculpárseleunpoco.Tambiénélsehabíaestadoarreglandopara la fiestaytodoibabienhastaquellegóalacorbata.Esincreíble tener que decirlo, pero estehombre, aunque entendía de acciones ycotizaciones, no conseguía dominar lacorbata. A veces la prenda cedía ante él sinpresentar batalla, pero había ocasiones enque habría sido mejor para la casa si sehubiera tragado el orgullo y se hubierapuestounacorbatadenudohecho.

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Ésta fue una de esas ocasiones. Entrócorriendo en el cuarto de los niños con latercacorbatatodaarrugadaenlamano.

—Perobueno,¿quéocurre,papáquerido?

—¡¿Quequéocurre?!—aullóél,porqueaullóde verdad—. Pues esta corbata, que no seanuda.

Sepusopeligrosamentesarcástico.

—¡Alrededor de mi cuello, no! ¡Peroalrededor del barrote de la cama, sí! ¡Ya locreo, veinte veces he logrado ponerlaalrededor del barrote de la cama, peroalrededordemicuello,no!¡Que,porfavor,ladisculpe!

Le pareció que la señora Darling no habíaquedadodebidamente impresionada y siguiómuyserio:

—Teadvierto,mamá,quecomoestacorbatano esté alrededor demi cuello no salimos acenar esta noche y, si no salgo a cenar estanoche,novuelvoa laoficinaenmi viday, sinovuelvoalaoficina,túyyonosmoriremosde hambre y nuestros hijos se veránarrojadosalarroyo.

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Incluso entonces la señoraDarling noperdiólacalma.

—Déjame intentarlo, querido —dijo y enrealidad eso era lo que él había venido apedirlequehicierayconsussuavesyfrescasmanos ella le anudó la corbata,mientras losniñosseapiñabanalrededorparavercómosedecidía su destino. A algunos hombres leshabría sentado mal que lo hiciera con tantafacilidad, pero el señor Darling tenía uncarácterdemasiadobuenoparaeso:lediolasgracias descuidadamente, se olvidó alinstante de su furia y un momento despuésbailaba por la habitación con Michael a laespalda.

—¡Con cuánta alegríabailamos!—dijo ahoralaseñoraDarling,alrecordarlo.

—¡Nuestro último baile! —gimió el señorDarling.

—Oh, George, ¿te acuerdas de que Michaelme dijo de pronto: «¿Cómo me conociste,mamá?»

—¡Yalocreoquemeacuerdo!

—Eranmuybuenos,¿nocrees,George?

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—Yerannuestros,nuestrosyahorayanolostenemos.

Elbaile terminóalaparecerNanaypormalafortuna el señor Darling se chocó con ella,llenándose los pantalones de pelos. No sóloeran pantalones nuevos, sino que ademáseran los primeros que tenía en su vida contrencillas y tuvo que morderse el labio paraevitar las lágrimas.Comoes lógico, laseñoraDarling lo cepilló, pero él volvió a decir queeraunerrorteneraunperrodeniñera.

—George,Nanaesunajoya.

—No lo dudo, pero a veces me da ladesagradableimpresióndequevealosniñoscomosifueranperritos.

—Oh no, querido, estoy segura de que sabequetienenalma.

—Noséyo—dijoelseñorDarlingpensativo—,noséyo.

A suesposa leparecióqueera laocasióndehablarle del chiquillo. Al principio rechazó lahistoriacondesdén,perosequedómuyseriocuandoellalemostrólasombra.

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—No es de nadie que yo conozca —dijo,examinándolacuidadosamente—,perosíquetieneairedepillastre.

—¿Te acuerdas? Todavía estábamoshablando de ello —dice el señor Darling—,cuando entró Nana con la medicina deMichael. Nana, nunca volverás a llevar elfrascoenlabocaytodopormiculpa.

Siendo como era un hombre fuerte, no haydudadequetuvounaactitudbastantetontacon lo de la medicina. Si alguna debilidadtenía, ésta era creer que toda su vida habíatomadomedicinasconvalentíayporeso,enesta ocasión, cuando Michael rehuyó lacucharaqueNana llevabaen laboca,dijoentonoreprobador:

—Pórtatecomounhombre,Michael.

—No quiero, no quiero —lloriqueó Michaeldemalosmodos.LaseñoraDarlingsaliódelahabitaciónpara irabuscarleunachocolatinay al señorDarling le pareció que aquello eraunafaltadefirmeza.

—Mamá,nolomalcríes—legritó—.Michael,cuando yo tenía tu edad me tomaba las

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medicinas sin rechistar. Decía: «Gracias,queridos padres, por darme remedios paraponermebien.»

Él se creía de verdad que esto era cierto yWendy,queyaestabaencamisón,tambiénlocreíaydijo,paraanimaraMichael:

—Papá,esamedicinaquetútomasavecesesmuchopeor,¿verdad?

—Muchísimopeor—dijoelseñorDarlingcongallardía—, y me la tomaría ahora mismopara darte un ejemplo, Michael, si no fueraporqueheperdidoelfrasco.

No lo había perdido exactamente: se habíaencaramado enmedio de la noche a lo altode un armario y lo había escondido allí. Loque no sabía era que la fiel Liza lo habíaencontrado y lo había vuelto a colocar en elestantedesulavabo.

—Yo sédóndeestá, papá—exclamóWendy,siemprefelizporserútil—.Telotraeré.

Y salió corriendo antes de que pudieradetenerla.Alinstanteselebajaronloshumosdeunaformacuriosísima.

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—John —dijo, estremeciéndose—, es unpotingue asqueroso. Es esa cosa horrible,dulzonaypegajosa.

—Serácosadeunmomento,papá—dijoJohnalegremente y entonces entró Wendycorriendoconlamedicinaenunvaso.

—Me he dado toda la prisa que he podidodijojadeando.

—Has sidomaravillosamente rauda contestósu padre, con una cortesía vengativa que aellalepasóinadvertida.

—PrimeroMichael—dijoobstinado.

—Primero papá —dijo Michael, que era denaturaldesconfiado.

—Me voy a poner malo, ¿sabes? —dijo elseñorDarlingentonoamenazador.

—Vamos,papá—dijoJohn.

—Túcállate,John—leespetósupadre.

Wendyestabamuydesconcertada.

—Yocreíaquenotecostabatomarla,papá.

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—Nosetratadeeso—contestóél—.SetratadequeenmivasohaymásqueenlacucharadeMichael.

Su orgulloso corazón estaba a punto deestallar.

—Yesonoesjusto;lodiríaaunqueestuvieraa punto de darmi último suspiro: eso no esjusto.

—Papá, estoy esperando—dijo Michael confrialdad.

—Me parece muy bien que digas que estásesperando;yotambiénestoyesperando.

—Papáesuncobardica.

—Túsíqueeresuncobardica.

—Yonotengomiedo.

—Tampocotengomiedoyo.

—Puesentoncestómatela.

—Pues entonces tómatela tú. Wendy tuvounaespléndidaidea.

—¿Porquénooslatomáislosdosalavez?

—Claro —dijo el señor Darling—. ¿Estáspreparado,Michael?

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Wendy contó uno, dos, tres y Michael setomó la medicina, pero el señor Darling sepusolasuyadetrásdelaespalda.

Michael soltó un aullido de rabia y Wendyexclamó:

—¡Oh,papá!

—¿Quéquieresdecirconesode«Oh,papá»?—inquirió el señor Darling—. Deja de gritar,Michael.Melaibaatomar,pero...fallé.

Era espantoso cómo lo miraban los tres,comosinoloadmiraran.

—Escuchad todos—dijo en tono de súplica,tanprontocomoNanasehubometidoenelcuartodebaño—,semeacabadeocurrirunabroma estupenda. Pondrémimedicina en eltazón deNana y se la beberá, creyendo queesleche.

Era del color de la leche, pero los niños noteníanel sentidodelhumordesupadrey lomiraron con reproche mientras vertía lamedicinaeneltazóndeNana.

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—Qué divertido—dijo nomuy convencido yellos no se atrevieron a delatarlo cuandoregresaronNanaylaseñoraDarling.

—Nana,perrita—dijo,dándolepalmaditas—,te he puesto un poco de leche en el tazón,Nana.

Nanaagitó lacola,corrióhasta lamedicinayse puso a lamerla. Y luego, qué mirada leechó al señor Darling, no una mirada derabia:lemostróelgranlagrimalrojoquenoshaceapiadarnostantode losperrosnoblesysemetióarrastrándoseensuperrera.

ElseñorDarlingestabaavergonzadísimodesímismo, pero no cedió. En medio de unhorriblesilencio laseñoraDarlingolisqueóeltazón.

—PeroGeorge—dijo—,¡siestumedicina!

—Sólo era una broma —rugió él, mientrasellaconsolabaaloschicosyWendyabrazabaaNana.

—Pues sí que sirve de mucho —dijo élamargamente—,queyomematetratandodehacergraciasenestacasa.

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YWendyseguíaabrazandoaNana.

—Muybien—gritóél—.¡Mímala!Amínadiememima. ¡No, claro que no! Yo sólo soy elque trae el pan a esta casa, así que por quéhabríaquemimarme,¡averporqué,porqué,porqué!

—George —le rogó la señora Darling—, nogritestanto,quetenvanaoírloscriados.

Por alguna razón habían adquirido lacostumbredellamaraLizaloscriados.

—Pues que me oigan —contestó él sinmiramientos—. Que me oiga el mundoentero.Peromeniegoadejarqueeseperrosiga haciéndose el amo del cuarto de misniñosunahoramás.

Los niños se echaron a llorar y Nana corrióhastaélsuplicante,peroéllaapartó.Volvíaasentirseunhombrefuerte.

—Esinútil,esinútil—exclamó—,ellugarquete corresponde es el patio y allí es donde tevoyaatarenestemismoinstante.

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—George, George —susurró la señoraDarling—, recuerda lo que te hedicho sobreesechiquillo.

Pero,ay,élnolaescuchó.Estabadispuestoademostrar quién era el amo de esa casa ycuando las órdenes no consiguieron hacersalir a Nana de su perrera, la sacóengatusándola con dulces palabras yagarrándola bruscamente, la arrastró fueradelcuartodelosniños.Todoaquellosedebíaa su carácter demasiado afectuoso, queansiaba ser objeto de admiración. Cuando lahuboatadoenelpatiotrasero,eldesdichadopadre se fue y se sentó en el pasillo,apretándoselosojosconlosnudillos.

Entretanto la señora Darling había metido alos niños en la cama en medio de uninusitado silencio y había encendido suslamparillas de noche. Oían ladrar a Nana yJohndijolloriqueando:

—Es porque la está atando en el patio. PeroWendyeramásperceptiva.

—Ésenoesel ladridodequejadeNanadijo,sinsospecharloqueestabaapuntode

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ocurrir—, ése es el ladrido de cuando huelealgúnpeligro.

¡Peligro!

—¿Estássegura,Wendy?

—Oh,sí.

LaseñoraDarlingseestremecióyseacercóala ventana. Estaba bien cerrada. Miró haciaafuera y la noche estaba salpicada deestrellas. Estaban agrupándose alrededor delacasa,comosituvierancuriosidadporverloqueibaapasarallí,peroellanosediocuentade esto, ni de que una o dos de las máspequeñas le hacían guiños. No obstante, unmiedo impreciso seapoderóde su corazónylehizoexclamar:

—¡Ay,ojalánotuvieraqueiraunafiestaestanoche! InclusoMichael,queyaestabamediodormido, se dio cuenta de que estabapreocupadaypreguntó:

—Mamá, ¿es que hay algo que nos puedahacer daño, después de encender laslamparillasdenoche?

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—No,mi vida,—dijo ella—,,son los ojos queunamadredejaparaprotegerasushijos.

Fue de cama en cama cantándoles cosasbonitas y el pequeño Michael le echó losbrazosalcuello.

—Mamá —exclamó—, estoy contento detenerte.

Fueron las últimas palabras que le oiríapronunciardurantemuchotiempo.

El número 27 sólo estaba a unas cuantasyardas de distancia, pero había caído unaligeranevaday lospadresDarlingcaminaroncon cuidado para nomancharse los zapatos.Ya eran las únicas personas que había en lacalley todas lasestrellas losobservaban.Lasestrellas son hermosas, pero no puedenparticipar activamente en nada, tienen quelimitarse a observar eternamente. Es uncastigo que les fue impuesto por algo quehicieron hace tanto tiempo que ningunaestrellaseacuerdayadeloquefue.Porello,a las más viejas se les han puesto los ojosvidriososyraravezhablan(elparpadeoesellenguaje de las estrellas), pero las pequeñas

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todavía sienten curiosidad. No es que seanrealmente amigas de Peter, el cual tiene latraviesa costumbre de acercarsesigilosamentepordetrásytratardeapagarlasde un soplido, pero como les gusta tantodivertirse,estanochesepusierondesupartey estaban deseando que los mayores sequitaran de en medio. De modo que encuantolapuertadel27secerrótraselseñorylaseñoraDarlinghubounaconmociónenelfirmamento y la más pequeña de todas lasestrellasdelaVíaLácteagritó:

—¡Ahora,Peter!

3.¡Vámonos,Vámonos!

Duranteunratodespuésdequeelseñorylaseñora Darling se fueran de la casa, laslamparillasqueestaban juntoa lascamasdelos tres niños siguieron ardiendoalegremente. Eran unas lamparillasencantadoras y habría sido de desear quepudieranhabersemantenidodespiertasparaver a Peter, pero la lamparilla de Wendy

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parpadeóysoltóunbostezotalquelasotrasdos también bostezaron y antes de cerrar labocalastressehabíanapagado.

Ahora había otra luz en la habitación, milvecesmásbrillantequelaslamparillasyeneltiempoquehemos tardadoendecirlo, yahaestadoentodosloscajonesdelcuartodelosniños, buscando la sombra de Peter, harevuelto el armario y ha sacado todos losbolsillos. En realidad no era una luz: creabaesta luminosidadporquevolabadeun ladoaotroagranvelocidad,perocuandosedeteníaun segundo se veía que era un hada, deapenas un palmo de altura, pero todavía enetapa de crecimiento. Era una muchachallamada Campanilla, primorosamente vestidacon una hoja, de corte bajo y cuadrado, através de la cual se podía ver muy bien sufigura.Teníaunaligeratendenciaaengordar.

Unmomentodespuésdelaentradadelhadalaventanaseabriódegolpeporelsoplidodelas estrellitas y Peter se dejó caer dentro.Había llevado a Campanilla parte del caminoytodavíateníalamanomanchadadepolvillodehada.

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—Campanilla —llamó en voz baja, trasasegurarse de que los niños estabandormidos—. Campanilla, ¿dónde estás? Enesemomentoestabaenunjarro,disfrutandodelolindo:nohabíaestadoenunjarroensuvida.

—Vamos, sal de ese jarro y dime, ¿sabesdóndehanpuestomisombra?

Un tintineo maravilloso como de campanasdoradaslecontestó.Eseesel lenguajedelashadas. Los niños normales no lo oís nunca,pero si lo pudierais oír os daríais cuenta dequeyalohabíaisoídoenotraocasión.

Campanilla dijo que la sombra estaba en lacaja grande. Quería decir la cómoda y Peterse lanzó sobre los cajones, tirando lo quecontenían al suelo con las dos manos, delmismo modo en que los reyes lanzanmonedasalamuchedumbre.Alpocoyahabíarecuperadosusombrayconelentusiasmoseolvidó de que había dejado a Campanillaencerradaenelcajón.

Lo único que pensaba, aunque no creo quepensara jamás, era que su sombra y él,

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cuando se juntaran, se unirían como dosgotas de agua y cuando no fue así se quedóhorrorizado. Intentó pegársela con jabón delcuarto de baño, pero eso también falló. UnescalofríorecorrióaPeter,quesesentóenelsueloyseechóallorar.

Sus sollozos despertaron a Wendy, que sesentó en la cama. No se alarmó al ver a undesconocido llorando en el suelo del cuarto,sólosentíaunagradableinterés.

—Niño—dijoconcortesía—,¿porquélloras?Peter también podía ser enormementecortés, pues había aprendido los buenosmodalesen las ceremoniasde lashadasy selevantóyse inclinóanteellacongranfinura.Ellasesintiómuycomplaciday losaludóconeleganciadesdelacama.

—¿Cómotellamas?—preguntóél.

—WendyMoira AngelaDarling—replicó ellacon cierta satisfacción—. Y tú, ¿cómo tellamas?

—PeterPan.

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Ella ya estaba segura de que tenía que serPeter, pero le parecía un nombre bastantecorto.

—¿Esoestodo?

—Sí—dijoélconaspereza.Porprimeravezleparecíaqueeraunnombrealgocorto.

—Cómolosiento—dijoWendyMoiraAngela.

—No es nada —masculló Peter. Ella lepreguntódóndevivía.

—Segunda a la derecha —dijo Peter—, yluegotodorectohastalamañana.

—¡Quédirecciónmásrara!

Peter se sintió desalentado. Por primera vezleparecíaquequizássíqueeraunadirecciónrara.

—No,noloes.

—Quierodecir—dijoWendy,recordandoqueera la anfitriona—, ¿es eso lo que ponen enlascartas?

Éldeseóquenohubierahabladodecartas.

—Yonorecibocartas—dijocondesprecio.

—Perotumadrerecibirácartas,¿no?

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—Notengomadre—dijoél.Nosólonoteníamadre,sinoquenosentíaelmenordeseodeteneruna.Leparecíaqueeranunaspersonasa las que se les había dado una importanciaexagerada. Sin embargo, Wendy sintióinmediatamenteque sehallabaenpresenciadeunatragedia.

—Oh, Peter, no me extraña que estuvierasllorando —dijo y se levantó de la cama ycorrióhastaél.

—Noestaballorandoporcosademadresdijoél bastante indignado—. Estaba llorandoporque no consigo que mi sombra se mequedepegada.Además,noestaballorando.

—¿Setehadespegado?

—Sí.

Entonces Wendy vio la sombra en el suelo,toda arrugada y se apenó muchísimo porPeter.

—¡Qué horror! —dijo, pero no pudo evitarsonreírcuandovioquehabíaestadotratandode pegársela con jabón. ¡Qué típico de unchico!

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Porfortunaellasupoal instanteloquehabíaquehacer.

—Hay que coserla—dijo, con un ligero tonoprotector.

—¿Quéescoser?—preguntóél.

—Eresunignorante.

—No,nolosoy.

Pero ella estaba encantada ante suignorancia.

—Yote lacoseré,muchachito—dijo,aunqueéleratanaltocomoellaysacósucostureroycosiólasombraalpiedePeter.

—Creo que te va a doler un poco —leadvirtió.

—Oh,no lloraré—dijoPeter,queyasecreíaquenohabía lloradoensuvida.Yapretó losdientesynolloróyalpocoratosusombraseportaba como es debido, aunque seguía unpocoarrugada.

—Quizás debería haberla planchado —dijoWendypensativa,peroaPeter,chicoal finyal cabo, le daban igual las apariencias yestaba dando saltos loco de alegría. Por

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desgracia, ya sehabíaolvidadodequedebíasu felicidad aWendy. Creía que élmismo sehabíapegadolasombra.

—Pero qué hábil soy —se jactaba conentusiasmo—,¡peroquéhabilidadlamía!

Es humillante tener que confesar que esteengreimiento de Peter era una de suscaracterísticas más fascinantes. Para decirlocontodafranqueza,nuncahubounchicomásdescarado.

Pero por el momento Wendy estabaescandalizada.

—Peter, qué engreído —exclamó contremendo sarcasmo—. ¡Y yo no he hechonada,claro!

—Has hecho un poco —dijo Peterdescuidadamenteysiguióbailando.

—¡Unpoco!—replicóellaconaltivez—.Sinosirvoparanadaalmenospuedoretirarme.

Y semetió de un salto en la cama con todadignidadysetapólacaraconlasmantas.

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Parainducirlaamirarélfingióqueseibayalfallarestosesentóenelextremodelacamaylediogolpecitosconelpie.

—Wendy—dijo—, no te retires. No puedoevitar jactarme cuando estoy contentoconmigomismo,Wendy.

Pero ella seguía sin mirar, aunque estabaescuchandoatentamente.

—Wendy —siguió él con una voz a la queningunamujerhapodidotodavíaresistirse—,Wendy,unachicavalemásqueveintechicos.Wendy era una mujer por los cuatrocostados, aunque no fueran costados muygrandesyatisbófueradelasmantas.

—¿Deverdadcreeseso,Peter?

—Sí,deverdad.

—Puesme parece que es encantador por tuparte —afirmó ella—, y me voy a volver alevantar.

Y se sentó con él en el borde de la cama.También le dijo que le daría un beso si élquería,peroPeternosabíaaquésereferíayalargólamanoexpectante.

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—¿Pero no sabes lo que es un beso?preguntóella,horrorizada.

—Losabrécuandomelodes—replicóélmuyestiradoyparanoherirsussentimientosellaledioundedal.

—Yahora—dijoél—, ¿tedoyunbeso yo?Yellareplicóconciertoremilgo:

—Silodeseas.

Perdió bastante dignidad al inclinar la carahacia él, pero él se limitó a ponerle lacaperuzadeunabellotaenlamano,demodoque ella movió la cara hasta su posiciónanterior y dijo amablemente que se colgaríaelbesodelacadenaquellevabaalcuello.Fueuna suerte que lo pusiera en esa cadena, yaquemásadelantelesalvaríalavida.

Cuando laspersonasdenuestroentorno sonpresentadas,escostumbrequesepreguntenlaedadyporelloWendy,alaquesiemprelegustaba hacer las cosas correctamente, lepreguntó a Peter cuántos años tenía. Laverdad es que no era una pregunta que lesentaramuybien:eracomounexamenenelque se pregunta sobre gramática, cuando lo

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queunoquiereesquelepreguntenlosreyesdeInglaterra.

—Nosé—replicó incómodo—,perosoymuyjoven.

En realidad no tenía ni idea; sólo teníasospechas,perodijoalaventura:

—Wendy,meescapéeldíaenquenací.

Wendy se quedó muy sorprendida, perointeresada y le indicó con los elegantesmodales de salón, tocando ligeramente elcamisón, que podía sentarse más cerca deella.

—Fueporqueoí a papá ymamá—explicó élenvozbaja—,hablarsobreloqueibaaseryocuandofueramayor.

Sepusonerviosísimo.

—No quiero ser mayor jamás —dijo convehemencia—.Quiero ser siempreunniño ydivertirme. Así queme escapé a los jardinesde Kensington y viví mucho, mucho tiempoentrelashadas.

Ellaleechóunamiradadeintensaadmiraciónyélpensóqueeraporquesehabíaescapado,

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pero en realidad era porque conocía a lashadas. Wendy había llevado una vida tanrecluida que conocer hadas le parecía unamaravilla. Hizo un torrente de preguntassobre ellas, con sorpresa por parte de él, yaque le resultabanbastantemolestas, porqueloestorbabanycosasasíydehechoavecesteníaquedarlesalgúncachete.Sinembargo,engenerallegustabanylecontóelorigendelashadas.

—Mira,Wendy,cuandoelprimerbebéseriópor primera vez, su risa se rompió en milpedazos y éstos se esparcieron y ése fue elorigendelashadas.

Era una conversación aburrida, pero a ella,quenoconocíamuchomundo,legustaba.

—Y así —siguió él afablemente—, deberíahaberunhadaporcadaniñoyniña.

—¿Debería?¿Esquenohay?

—No. Mira, los niños de hoy en día sabentantascosasquedejanprontodecreerenlashadasycadavezqueunniñodice:«Nocreoenlashadas»,algúnhadacaemuerta.

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La verdad es que le parecía que ya habíanhablado suficiente sobre las hadas y se diocuenta de que Campanilla estaba muysilenciosa.

—Nosédóndesepuedehabermetido—dijo,levantándoseysepusoallamaraCampanilla.El corazón de Wendy se aceleró de laemoción.

—Peter —exclamó, aferrándolo—, ¡no medigasquehayunhadaenestahabitación!

—Estaba aquí hace un momento —dijo élalgoimpaciente—.Túnolaoyes,¿no?

Losdosaguzaroneloído.

—Loúnicoqueoigo—dijoWendy—,escomountintineodecampanas.

—Pues ésa es Campanilla, ése es el lenguajede las hadas. Me parece que yo también laoigo.

ElsonidoprocedíadelacómodayPeterpusocara de diversión. Nadie tenía un aire tandivertido como Peter y su risa era el másencantadordelosgorjeos.Conservabaaúnsuprimerarisa.

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—Wendy—susurró—, ¡creoque la hedejadoencerradaenelcajón!

Dejó salir del cajón a la pobre Campanilla yéstarevoloteóporelcuartochillandofuriosa.

—No deberías decir esas cosas —contestóPeter—. Claro que lo siento mucho, ¿perocómoibaasaberqueestabasenelcajón?

Wendynoloestabaescuchando.

—¡Oh,Peter!—exclamó—.¡Ojalásequedaraquietaymedejaraverla!

—Casi nunca se quedan quietas —dijo él,pero durante un instante Wendy vio larománticafiguritaposadaenelrelojdecuco.

—¡Oh,québonita!—exclamó,aunquelacarade Campanilla estaba distorsionada por larabia.

—Campanilla —dijo Peter amablemente—,esta dama dice que desearía que fueras suhada.

Campanillacontestóconinsolencia.

—¿Quédice,Peter?

Nolequedómásremedioquetraducir.

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—No esmuy cortés. Dice que eres una niñagrandeyfeayqueellaesmihada.

TratódediscutirconCampanilla.

Tú sabes que no puedes ser mi hada,Campanilla, porque yo soy un caballero y túeresunadama.

A esto Campanilla replicó de la siguientemanera.

—Cretino.

Ydesaparecióenelcuartodebaño.

—Esunhadabastantevulgar—explicóPeterdisculpándose—,se llamaCampanillaporquearregla las cacerolas y las teteras . Ahoraestaban juntos en el sillón y Wendy siguióimportunándoloconpreguntas.

—Si ahora ya no vives en los jardines deKensington...

—Todavíavivoallíaveces.

—¿Perodóndevivesmásahora?

—Conlosniñosperdidos.

—¿Quiénessonésos?

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—Sonlosniñosquesecaendesuscochecitoscuando laniñeranoestámirando. Si al cabodesietedíasnadielosreclamaselosenvíaalPaísdeNuncaJamásparasufragargastos.Yosoysucapitán.

—¡Quédivertidodebedeser!

—Sí —dijo el astuto Peter—, pero nossentimosbastantessolos.Esquenotenemoscompañíafemenina.

—¿Esquenohayniñas?

—Oh, no, ya sabes, las niñas son demasiadolistasparacaersedesuscochecitos.

EstohalagóaWendyenormemente.

—Creo —dijo—, que tienes una formaencantadoradehablarde lasniñas;Johnnosdesprecia.

Como respuesta Peter se levantó y de unapatada,deunasolapatada, tiróa Johnde lacama, con mantas y todo. Esto le pareció aWendy bastante atrevido para un primerencuentro y le dijo con firmeza que en sucasa él no era capitán. Sin embargo, John

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continuaba durmiendo tan plácidamente enelsueloquedejóquesequedaraallí.

—Ya sé que querías ser amable —dijo,ablandándose—, así que me puedes dar unbeso.

Sehabíaolvidadomomentáneamentedequeélnosabíaloqueeranlosbesos.

—Ya me parecía que querrías que te lodevolviera —dijo él con cierta amargura ehizoademándedevolverleeldedal.

—Ay, vaya —dijo la amable Wendy—, noquierodecirunbeso,merefieroaundedal.

—¿Quéeseso?

—Escomoesto.Lediounbeso.

—¡Quécurioso!—dijoPeterconcuriosidad—.

¿Tepuedodarundedalyoahora?

—Si lo deseas —dijo Wendy, esta vez sininclinarlacabeza.Peterledioundedalycasiinmediatamenteellasoltóunchillido.

—¿Quépasa,Wendy?

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—Es como si alguien me hubiera tirado delpelo.

—Debe de haber sido Campanilla. Nunca lahabíavistotanantipática.

Y, efectivamente, Campanilla estabarevoloteandoporahíotravez,empleandounlenguajeofensivo.

—Wendy,dicequetelovolveráahacercadavezqueyotedéundedal.

—¿Peroporqué?

—¿Porqué,Campanilla?

Campanillavolvióareplicar:

—Cretino.

Peter no entendía por qué, peroWendy sí ysequedóunpoquitodesilusionadacuandoéladmitió que había venido a la ventana delcuartode losniñosnopara verla aella, sinoparaescucharcuentos.

—Esqueyonoséningúncuento.Ningunodelosniñosperdidossabeningúncuento.

—Quépena—dijoWendy.

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—¿Sabes —preguntó Peter—, por qué lasgolondrinasanidanenlosalerosdelascasas?Es para escuchar cuentos. Ay, Wendy, tumadre os estaba contando una historiapreciosa.

—¿Quéhistoriaera?

—Ladelpríncipequenopodíaencontraraladamaquellevabaelzapatitodecristal.

—Peter—dijoWendyemocionada—,ésaeraCenicienta y él la encontró y vivieron felicesparasiempre.

Petersepusotancontentoqueselevantódelsuelo,dondehabíanestadosentadosycorrióalaventana.

—¿Dóndevas?—exclamóellaalarmada.

—Adecírseloalosdemáschicos.

—No te vayas, Peter—le rogó ella—,me sémuchos cuentos. Ésas fueron sus palabrasexactas, así que no hay forma de negar quefueellalaquetentóaélprimero.

Élregresó,conunbrillocodiciosoenlosojosquedeberíahaberlapuestoenguardia,peronofueasí.

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—¡Quéhistoriaspodríacontarlesaloschicos!—exclamó y entonces Peter la agarró ycomenzóaarrastrarlahacialaventana.

—Wendy, ven conmigo y cuéntaselo a losdemáschicos.Comoesnatural sesintiómuyhalagadadequeselopidiera,perodijo:

—Ay, no puedo. ¡Piensa en mamá! Además,nosévolar.

—Yoteenseñaré.

—Oh,quémaravillapodervolar.

—Teenseñaréasubirtealaventanayluego,allávamos.

—¡Oooh!—exclamóellaentusiasmada.

—Wendy. Wendy, cuando estás durmiendoenesaestúpidacamapodríasestarvolando

conmigo diciéndoles cosas graciosas a lasestrellas.

—¡Oooh!

—Y,oye,Wendy,haysirenas.—¡Sirenas!

¿Concola?—Unascolaslarguísimas.

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—¡Oh! —exclamó Wendy—. ¡Qué maravillaver una sirena! Él hablaba con enormeastucia.

—Wendy—dijo—, cuánto te respetaríamostodos.

Ellaagitabaelcuerpoangustiada.Eracomosiintentaraseguirsobreelsuelodelcuarto.

Peroélnoseapiadabadeella.

—Wendy —dijo, el muy taimado—, nospodríasarroparporlanoche.

—¡Oooh!

—A ninguno de nosotros nos han arropadojamásporlanoche.

—¡Oooh!—yletendiólosbrazos.

—Y podrías remendarnos la ropa y hacernosbolsillos.Ningunodenosotrostienebolsillos.

¿Cómopodíaresistirse?

—¡Ya lo creo que sería absolutamentefascinante!—exclamó—.Peter,¿enseñaríasavolaraJohnyaMichaeltambién?

—Si quieres —dijo él con indiferencia y ellacorrióhastaJohnyMichaelylossacudió.

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—Despertad—gritó—,havenidoPeterPanynosvaaenseñaravolar.

Johnsefrotólosojos.

—Entonces me levantaré —dijo. Claro queestabaenelsuelo—.Caramba—indicó—.¡Siyaestoylevantado!

Michael también se había levantado ya,completamente despabilado, pero de prontoPeter hizo señas de que guardaran silencio.Suscarasadquirieron la tremendaastuciadelosniñoscuandoescuchanporsioyenruidosdel mundo de los mayores. No se oía unamosca.Asípues, todo ibabien. ¡No,quietos!Todo iba mal. Nana, que había estadoladrandoconinquietudtodalanoche,estabaahora callada. Era su silencio lo que habíanoído.

«¡Apagad la luz! ¡Escondeos! ¡Deprisa!»,exclamó John, tomando el mando por únicavez en el curso de toda la aventura. Y así,cuando

entróLiza,sujetandoaNana,elcuartodelosniños parecía el mismo de siempre, muyoscuroysepodríahaber juradoqueseoíaa

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sus tres traviesos ocupantes respirandoangelicalmente mientras dormían. Enrealidadloestabanhaciendoengañosamentedesdedetrásdelascortinas.

Liza estaba de mal humor, porque estabahaciendo lamasadelpuddingdeNavidadenla cocina y se había visto obligada aabandonarlo, con una pasa todavía en lamejilla, por culpa de las absurdas sospechasde Nana. Pensó que la mejor forma deconseguirunpocodepazerallevaraNanaunmomento al cuarto de los niños, pero bajocustodia,porsupuesto.

—Ahí tienes, animal desconfiado —dijo, sinlamentarqueNanaquedaradesacreditada—,están perfectamente a salvo, ¿no? Cadaangelito dormido en su cama. Escucha conquésuavidadrespiran.

Entonces, Michael, envalentonado por suéxito, respiró tan fuerte que casi losdescubren. Nana conocía ese tipo derespiración y trató de soltarse de las garrasdeLiza.

PeroLizaeradurademollera.

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—Basta ya, Nana —dijo con severidad,arrastrándola fuera de la habitación—. Teadviertoquesivuelvesaladrariréabuscaralosseñoresy los traeréacasasacándolosdela fiesta y entonces, menuda paliza te va adarelseñor,yaverás.

Volvió a atar a la desdichada perra, ¿perocreéis queNana dejó de ladrar? ¡Traer de lafiesta a los señores! Pero si eso era lo quequería exactamente. ¿Creéis que leimportaba que le pegaran mientras sustutelados estuvieran a salvo? Por desgraciaLizavolvióasu«pudding»yNana,viendoquenopodíaesperarningunaayudadeella,tiróytiródelacuerdahastaqueporfinlarompió.Alospocosinstantesentrabacorriendoenelcomedor del número 27 y levantaba laspatas, la forma más expresiva que tenía dedar unmensaje. El señor y la señoraDarlingsupieron de inmediato que algo horriblesucedía en el cuarto de sus niños y sindespedirsedesuanfitrionasalieronalacalle.

Pero habían pasado diezminutos desde quelos tres pillastres habían estado respirando

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detrás de las cortinas y Peter Pan puedehacermuchascosasendiezminutos.

Volvamosahoraalcuartodelosniños.

—Todoenorden—anuncióJohn,saliendodesuescondite—.Oye,Peter,¿deverdadsabesvolar?

En vez de molestarse en contestarle Petervolópor lahabitaciónposándosealpasarenlarepisadelachimenea.

—¡Estupendo!—dijeronJohnyMichael.

—¡Encantador!—exclamóWendy.

—¡Sí, soy encantador, pero qué encantadorsoy! —dijo Peter, olvidando los modales denuevo.

Parecíamaravillosamentefácilylointentaronprimero desde el suelo y luego desde lascamas,perosiempre ibanhaciaabajoenvezdehaciaarriba.

—Oye, ¿cómo lo haces? —preguntó John,frotándose la rodilla. Era un chico muypráctico.

—Te imaginas cosas estupendas —explicóPeter—,yellastelevantanporlosaires.

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Selovolvióademostrar.

—Lo haces muy rápido —dijo John—, ¿nopodríashacerlounavezmuydespacio?

Peterlohizodespacioydeprisa.

—¡Yalotengo,Wendy!—exclamóJohn,peroprontodescubrióquenoeraasí.Ningunodeellos conseguía elevarse ni una pulgada,aunque incluso Michael dominaba ya laspalabras de dos sílabas, mientras que PeternosabíanihacerlaOconuncanuto.

ClaroquePeter leshabíaestado tomandoelpelo, pues nadie puede volar a menos quehaya recibido el polvillo de las hadas. Porsuerte, como ya hemos dicho, tenía unamano llena de él y se lo hechó soplando acada uno de ellos, con un resultadomagnífico.

—Ahora agitad los hombros así —dijo—, ylanzaos.

Estaban todos subidos a las camas y elvalienteMichaelselanzóelprimero.

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No tenía realmente intención de lanzarse,perolohizoeinmediatamentecruzóflotandolahabitación.

—¡He volado!—chilló cuandoaúnestabaenelaire.

Johnse lanzóysetopóconWendycercadelcuartodebaño.

—¡Maravilloso!

—¡Estupendo!

—¡Miradme!

—¡Miradme!

—¡Miradme!

NoteníannilamitaddeeleganciaquePeter,no podían evitar agitar las piernas un poco,perosuscabezastocabaneltechoynoexistecasinada tanmaravilloso comoeso.Peter ledio lamano aWendy al principio, pero tuvoque desistir, porque Campanilla se pusofuriosa.

Arriba y abajo, vueltas ymás vueltas. DivinoeraelcalificativodeWendy.

—Oye —exclamó John—, ¡¿por qué nosalimosfuera?!

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Por supuesto, era a esto a lo que Peter loshabíaestadoempujando.

Michael estaba dispuesto: quería ver cuántotardaba en hacer un billón de millas. PeroWendyvacilaba.

—¡Sirenas!—repitióPeter.

—¡Oooh!

—Yhaypiratas.

—¡Piratas! —exclamó John, cogiendo susombrerodelosdomingos—.Vámonosahoramismo.

Justo en ese momento el señor y la señoraDarlingsalíancorriendoconNanadelnúmero27.Corrieronhastael centrode lacalleparamirarhacialaventanadelcuartodelosniñosy, sí, seguía cerrada, pero la habitaciónestabainundadadeluzy,loqueeraaúnmásestremecedor, en la sombra de la cortinavieron tres pequeñas siluetas en ropa decamaquedabanvueltasyvueltas,peronoenelsuelo,sinoporelaire.

¡Tressiluetasno,cuatro!

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Temblando, abrieron la puerta de la calle. Elseñor Darling se habría lanzado escalerasarriba, pero la señora Darling le indicó quefuera con más calma. Incluso trató deconseguirquesucorazónsecalmara.

¿Llegarána tiempoal cuartode losniños?Sies así, qué alegría para ellos y todossoltaremos un suspiro de alivio, pero nohabrá historia. Por otra parte, si no llegan atiempo, prometo solemnemente que todosaldrábienalfinal.

Habrían llegado al cuarto de los niños atiempo de no haber estado vigilándolos lasestrellitas.Unavezmás lasestrellasabrieronla ventana de un soplo y la estrella máspequeñadetodasgritó:

—¡Ojo,Peter!

Entonces Peter supo que no había tiempoqueperder.

—Vamos —gritó imperiosamente y se elevóal momento en la noche seguido de John,MichaelyWendy.

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El señor y la señora Darling y Nana seprecipitaron en el cuarto de los niñosdemasiadotarde.Lospájaroshabíanvolado.

4.Elvuelo

Lasegundaaladerechaytodorectohastalamañana. Ése, según le había dicho Peter aWendy,eraelcaminohastaelPaísdeNuncaJamás,peroni siquiera lospájaros,contandocon mapas y consultándolos en las esquinasexpuestasalviento,podríanhaberloavistadosiguiendo estas instrucciones. Es que Peterdecíaloprimeroqueseleocurría.

Al principio sus compañeros confiaban en élsin reservas y eran tan grandes los placeresde volar que perdían el tiempo girandoalrededor de las agujas de las iglesias o decualquier otra cosa elevada que seencontraranenelcaminoylesgustara.

John yMichael se echaban carreras,Michaelcon ventaja. Recordaban con desprecio queno hacía tanto que se habían creído muy

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importantes por poder volar por unahabitación.

No hacía tanto. ¿Pero cuánto realmente?EstabanvolandoporencimadelmarantesdequeestaideaempezaraapreocuparaWendyseriamente.AJohnlaparecíaqueibanyaporsusegundomarysuterceranoche.

Avecesestabaoscuroyaveceshabíaluzydepronto teníanmucho frío y luegodemasiadocalor. ¿Sentían hambre a veces realmente, osólo lo fingíanporquePeter teníauna formatan divertida y novedosa de alimentarlos?Estaformaeraperseguirpájarosquellevarancomidaenelpicoadecuadaparaloshumanosy arrebatársela; entonces los pájaros losseguíanyselavolvíanaquitarytodosseibanpersiguiendo alegremente durante millas,separándose por fin y expresándosemutuamentesusbuenosdeseos.PeroWendyse percató con cierta preocupación de quePeter no parecía saber que ésta era unaforma bastante rara de conseguir el pan decadadía,nisiquieraquehabíaotrasformas.

Ciertamentenofingíantenersueño,loteníany eso era peligroso, porque en el momento

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en que se dormían, empezaban a caer. Loespantoso era que a Peter eso le parecíadivertido.

—¡Allá va otra vez! —gritaba regocijado,cuando Michael caía de pronto como unapiedra.

—¡Sálvalo,sálvalo!—gritabaWendy,mirandohorrorizada el cruel océano que teníandebajo.Por finPeter se lanzabaporelaireyatrapaba a Michael justo antes de que seestrellaraenelmarylohacíadeunamaneramuy bonita, pero siempre esperaba hasta elúltimo momento y parecía que era suhabilidadloqueleinteresabaynosalvarunavidahumana.Tambiénlegustabalavariedadyloqueenunmomentodadoloabsorbíadepronto dejaba de atraerlo, de modo quesiempre existía la posibilidad de que lapróxima vez que uno cayera él lo dejarahundirse.

Él podía dormir en el aire sin caerse, por elsimple método de tumbarse boca arriba yflotar, pero esto era, al menos en parte,porque era tan ligero que si uno se poníadetrásdeélysoplabaibamásrápido.

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—Sémáseducadoconél—lesusurróWendya John, cuando estaban jugando al«Sígueme».

—Puesdilequedejedepresumir—dijoJohn.Cuando jugaban al Sígueme, Peter volabapegado al agua y tocaba la cola de cadatiburón al pasar, igual que en la calle podéisseguir con el dedo una barandilla de hierro.Ellosnopodíanseguirloenestoconexcesivoéxito, de forma que quizás sí que fuerapresumir, especialmente porque no hacíamásquevolverseparavercuántascolasseleescapaban.

—Debéis ser amables con él —les inculcóWendy a sus hermanos—. ¿Qué haríamos sinosabandonara?

—Podríamosvolver—dijoMichael.

—¿Y cómo lograríamos encontrar el caminodevueltasinél?

—Bueno, pues entonces podríamos seguirdijoJohn.

—Eso es lo horrible, John. Tendríamos queseguir,porquenosabemoscómoparar.

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Era cierto: Peter se había olvidado deenseñarlesaparar.Johndijoquesipasabalopeor,todoloqueteníanquehacereraseguiradelante, ya que el mundo era redondo, deforma que acabarían por volver a su propiaventana.

—¿Yquiénnosvaaconseguircomida,John?

—Yolesaquédelpicountrocitoaeseáguilabastantebien,Wendy.

—Después de veinte intentos —le recordóWendy—.Yaunquesenos llegaraadarbienla cuestióndeconseguir comida, fijaoscómonos chocamos con las nubes y otras cosas siélnoestácercaparaecharnosunamano.

Efectivamente, se iban chocando todo eltiempo. Ya podían volar con fuerza, aunqueseguían moviendo demasiado las piernas,pero si veían una nube delante, cuantomásintentaban esquivarla, más certeramente sechocabancontraella.SiNanahubieraestado

con ellos ya le habría puesto a Michael unavendaenlafrente.

Peternoestabaconellosenesemomentoyse sentían bastante desamparados allí arriba

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por su cuenta. Podía volar a una velocidadtansuperiora ladeellosquedeprontosalíadisparado y se perdía de vista, para correralguna aventura en la que ellos noparticipaban. Bajaba riéndose por algodivertidísimoque lehabíaestadocontandoauna estrella, pero que ya había olvidado, osubíacubiertoaúndeescamasdesirenaysinembargo no sabía con seguridad qué habíaocurrido. La verdad es que resultaba muyfastidiosoparaunosniñosquenuncahabíanvistounasirena.

—YsiseolvidadeellastandeprisarazonabaWendy—,¿cómovamosaesperarquesesigaacordandodenosotros?

Efectivamente, a veces cuando regresaba nose acordaba de ellos, por lo menos no muybien. Wendy estaba segura de ello. Veíacómo le brillaban los ojos al reconocerloscuando estaba a punto de pararse a charlarun momento para luego seguir; en unaocasión incluso tuvo que decirle cómo sellamaba.

—SoyWendy—dijomuyinquieta.Élsesintiómuycontrito.

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—Oye, Wendy —le susurró—, siempre queveasquemeolvidode ti, repite todoel rato«soyWendy»yentoncesmeacordaré.

Como es lógico, aquello no era nadasatisfactorio. Sin embargo, para enmendarloles enseñó a tumbarse estirados sobre unviento fuerte que soplara en su dirección yesto supuso un cambio tan agradable que loprobaronvariasvecesydescubrieronqueasípodían dormir a salvo. Realmente habríandormido más tiempo, pero Peter se aburríarápidamentededormirynotardabaengritarconsuvozdecapitán:

—Aquínosdesviamos.

De modo que con algún que otro disgusto,peroengeneralcongrandiversión,sefueronacercando al País deNunca Jamás, y al cabodemuchaslunasllegaronallíy,loqueesmás,resulta que habían estado viajando sindesviarse todo el tiempo, quizás no tantodebido a la dirección de Peter o deCampanilla como a que la isla los estababuscando. Sólo así se pueden avistar esasmágicasorillas.

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—Ahíestá—dijoPetertranquilamente.

—¿Dónde,dónde?

—Dondeseñalantodaslasflechas.

En efecto, un millón de flechas doradas,enviadasporsuamigoel sol,quequeríaqueestuvieran seguros del camino antes dedejarlos por esa noche, indicaba a los niñosdóndesehallabalaisla.

Wendy, John y Michael se pusieron depuntillas en el aire para echar su primervistazo a la isla. Es extraño, pero todos lareconocieron al instante y mientras no losinvadió elmiedo la estuvieron saludando nocomoaalgocon loquesehasoñadomuchotiempoyporfinsehavisto,sinocomoaunavieja amiga con quien volvían para pasar lasvacaciones.

—John,ahíestálalaguna.

—Wendy,miraa las tortugasenterrandosushuevosenlaarena.

—Oye, John, veo a tu flamenco de la patarota.

—Mira,Michael,allíestátucueva.

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—John,¿quéesesoquehayenlamaleza?

—Es una loba con sus cachorros. Wendy,estoysegurodequeéseestulobezno.

—Ahí está mi barca, John, con los costadosllenosdeagujeros.

—No,noloes.Perosiquemamostubarca.

—Puesdetodasformas loes.Oye,John,veoelhumodelcampamentopielroja.

—¿Dónde?Enséñameloytediréporcómoseretuerceelhumosiestánenelsenderodelaguerra.

—Allí,justoalotroladodelRíoMisterioso.

—Ya lo veo. Sí, ya lo creo que están en elsenderodelaguerra.

Peter estaba un poco molesto con ellos porsaber tantas cosas, pero si quería hacerse elamodelasituaciónsutriunfoestabaalcaer,pues ¿no os he dicho que no tardó eninvadirloselmiedo?

Llegócuandosefueronlasflechas,dejandolaislaenpenumbra.

Antes, en casa, el País de Nunca Jamássiempre empezaba a tener un aire un poco

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oscuro y amenazador a la hora de irse a lacama. Entonces surgían zonas inexploradasqueseextendían,enellassemovíansombrasnegras,elrugidodelosanimalesdepresaeramuy distinto entonces y, sobre todo, unoperdía la seguridad de que iba a ganar. Unose alegraba mucho de que las lamparillasestuvieran encendidas. Era incluso agradableque Nana dijera que eso de ahí no era másquelarepisadelachimeneayqueelPaísdeNuncajamáseratodoimaginación.

Por supuesto que el País de Nunca Jamáshabíasidounafantasíaenaquellosdías,peroahora era real y no había lamparillas y cadavez estaba más oscuro y ¿dónde estabaNana?

Habían estado volando separados unos deotros, pero ahora se apiñaron junto a Peter.Elcomportamientodescuidadodeéstehabíadesaparecidoporfin, lebrillabanlosojos, lesentrabaunhormigueo cada vezque tocabansu cuerpo. Ya estaban encima de la temibleisla,volandotanbajoqueavecesunárbollesrozabalacara.

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Noseveíanadahorrendoenelaire,perosumarcha se había hecho lenta y penosa, igualquesiestuvieranabriéndosepasoatravésdeunas fuerzas hostiles. A veces se quedabaninmóviles en el aire hasta que Peter losgolpeabaconlospuños.

—Noquierenquebajemos—lesexplicó.

—¿Quiénes? —susurró Wendy,estremeciéndose.

Pero él no lo sabía o no lo quería decir.Campanilla había estado durmiendo en suhombro, pero ahora la despertó y le hizoponerseenvanguardia.

De vez en cuando se paraba en el aire,escuchandoatentamenteconunamanoenlaorejayvolvíaamirarhaciaabajoconlosojostan brillantes que parecían horadar dosagujeros en la tierra. Una vez hecho esto,seguíaadelantedenuevo.

Suvalorcasiproducíaespanto.

—¿Queréis correr una aventura ahora —lepreguntó a Johnmuy tranquilo—, o preferístomareltéprimero?

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Wendydijo«eltéprimero»apresuradamenteyMichaelleapretólamanoagradecido,peroJohn,másvaliente,titubeaba.

—¿Qué clase de aventura? —preguntó concautela.

—Tenemos un pirata dormido en la pampajustodebajodenosotros—ledijoPeter—.Siquieres,bajamosylomatamos.

—Noloveo—dijoJohntrasunalargapausa.

—Yosí.

—Imagínatequesedespierta—dijoJohnconlavozalgoronca.

Peterexclamóindignado:

—¡No pensarás que lo iba amatar dormido!Primero lodespertaría y luego lomataría. Esloquesiemprehago.

—¡Caramba!¿Ymatasmuchos?

—Miles.

Johndijo«estupendo»,perodecidiótomareltéprimero.Preguntósihabíamuchospira—

tas en la isla en esosmomentos y Peter dijoquenuncahabíavistotantos.

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—¿Quiénessucapitánahora?

—Garfio —contestó Peter y se le nubló lacaraalpronunciareseodiadonombre.

—¿Jas.Garfio?

—Sí.

Entonces Michael se echó a llorar e inclusoJohn sólo pudo hablar a trompicones, puesconocíanlareputacióndeGarfio.

—Era el contramaestre de Barbanegrasusurró John roncamente—. Es el peor detodos ellos, el único hombre al que temíaBarbacoa.

—Ésees—dijoPeter.

—¿Cómoes?¿Esgrande?

—Notantocomoantes.

—¿Quéquieresdecir?

—Lecortéunpedazo.

—¡Tú!

—Sí,yo—dijoPeterconaspereza.

—No pretendía faltarte al respeto.—Bueno,estábien.

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—Pero,oye,¿quétrozo?

—Lamanoderecha.

—¿Entoncesyanopuedeluchar?

—¡Vayasipuede!

—¿Eszurdo?

—Tieneungarfiodehierroenvezdelamanoderechaydesgarraconél.

—¡Desgarra!

—Oye,John—dijoPeter.

—Sí.

—Di«sí,señor».

—Sí,señor.

—Hay algo —continuó Peterque cada chicoqueestáamisórdenes tuvoqueprometerytú también debes hacerlo. John se pusopálido.

—Es lo siguiente: si nos encontramos conGarfioencombate,melodebesdejaramí.

—Loprometo—dijoJohnlealmente.

Porelmomentosesentíanmenosaterrados,porqueCampanillaestabavolandoconellosy

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con su luz podían verse los unos a los otros.Por desgracia no podía volar tan despaciocomo ellos y por eso tenía que ir dandovueltasyvueltas formandouncírculodentrodelcualsemovíancomounhalo.AWendylegustabamucho, hasta que Peter le señaló elinconveniente.

—Medice—dijoquelospiratasnosavistaronantesdequesepusieraoscuroyhansacadoaTomelLargo.

—¿Elcañóngrande?

—Sí.Y,porsupuesto,debendeversuluzysise imaginan que estamos cerca seguro queabrenfuego.

—¡Wendy!

—¡John!

—¡Michael!

—Dile que se vaya ahora mismo, Peterexclamaronlostresalmismotiempo,peroélsenegó.

—Cree que nos hemos perdido —replicófríamente—, y está bastante asustada. ¡No

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esperaréis que le diga que se vaya solacuandotienemiedo!

El círculo de luz se rompiómomentáneamente y algo le dio a Peter unpellizquitocariñoso.

—Entoncesdile—rogóWendy—,queapaguelaluz.

—Nopuedeapagarla.Esoesprácticamenteloúnico que no pueden hacer las hadas. Seapaga sola cuando ella se duerme, igual quelasestrellas.

—Entoncesdilequeduermainmediatamente—casileordenóJohn.

—No puede dormir más que cuando tienesueño. Es la única otra cosa que no puedenhacerlashadas.

—Pues me parece —gruñó John—, que sonlasdosúnicascosasquevalelapenahacer.

Entonces se llevó un pellizco, pero nocariñoso.

—Si al menos uno de nosotros tuviera unbolsillo—dijoPeterlapodríamosllevarconél.

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Sin embargo, habían salido con tantas prisasque ninguno de los cuatro tenía un solobolsillo.

Seleocurrióunabuenaidea.¡ElsombrerodeJohn!

Campanillaaceptaríaviajarensombrerosi lollevaban en la mano. John se hizo cargo deello,aunqueellahabíatenidolaesperanzadeque la llevara Peten Al poco rato Wendycogió el sombrero, porque Johndecíaque ledabagolpesenlarodillaalvolaryesto,comoveremos,trajodificultades,puesaCampanillanolegustabanadadeberleunfavoraWendy.

En la negra chistera la luz quedabacompletamenteocultaysiguieronvolandoensilencio. Era el silencio más absoluto quehabían conocido jamás, roto sólo por unoslametoneslejanos,quesegúnexplicóPeterloproducíanlosanimalessalvajesalbeberenelvado y también por un ruido rasposo quepodríanhabersidolasramasdelosárbolesalrozarse,peroéldijoqueeran lospielesrojasqueafilabansuscuchillos.

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Incluso estos ruidos acababan por apagarse.AMichaellasoledadleresultabaespantosa.

—¡Ojaláseoyeraalgúnruido!—exclamó.

Como en respuesta a su petición, el aire fuehendido por la explosiónmás tremenda quehabía oído en su vida. Los piratas les habíandisparadoconTomelLargo.

El rugido resonópor lasmontañasy losecosparecíangritarsalvajemente:

—¿Dónde están, dónde están, dónde están?De esta forma tan violenta descubrió elaterrorizado trío la diferencia entre una islainventadaylamismaislahecharealidad.

Cuando por fin los cielos volvieron a quedaren calma, John y Michael se encontraronsolos en la oscuridad. John caminaba en elaire mecánicamente y Michael, sin sabercómoflotar,estabaflotando.

—¿Te han dado? —susurró Johntemblorosamente.

—Todavía no lo he comprobado—susurró asuvezMichael.

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Ahora sabemos que ninguno fue alcanzado.Sin embargo, Peter fue arrastrado por elviento del disparo hasta alta mar, mientrasqueWendy fue lanzada hacia arriba sin otracompañíaqueladeCampanilla.

Las cosas le habrían ido bien aWendy si enese momento hubiera soltado el sombrero.Nosési la idease leocurrióaCampanilladerepente,osilohabíaplaneadoporelcamino,peroelcasoesqueinmediatamentesaliódelsombreroysepusoaatraeraWendyhaciasudestrucción.

Campanillanoera todamaldad:o,másbien,era todamaldadenesemomento,pero,porotrolado,aveceseratodabondad.Lashadastienen que ser una cosa o la otra, porque alser tan pequeñas degraciadamente sólotienen sitio para un sentimiento por vez. Noobstante,lesestápermitidocambiar,aunquedebe ser un cambio total. Por el momentoestaba celosísima de Wendy. Por supuesto,Wendy no entendía lo que le decía con suprecioso tintineo y estoy convencido de queparteeranpalabrotas,perosonabaagradabley volaba hacia adelante y hacia atrás,

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queriendodecirclaramente:«Síguemeytodosaldrábien.»

¿QuéotracosapodíahacerlapobreWendy?LlamóaPeter, a John y aMichael y lo únicoque obtuvo como respuesta fueron ecosburlones. Aún no sabía que Campanilla laodiaba con el odio feroz de una auténticamujer.Yporeso,aturdidayvolandoahoraatrompicones, siguió a Campanilla hacia superdición.

5.Laislahecharealidad

Al sentir que Peter regresaba, el País deNunca jamás revivió de nuevo. Deberíamosemplear el pluscuamperfecto y decir quehabíarevivido,peroreviviósuenamejoryeraloquesiempreempleabaPeter.

Normalmente durante su ausencia las cosasestántranquilas.Lashadasduermenunahoramás por la mañana, los animales se ocupande sus crías, los pieles rojas se hartan decomer durante seis días con sus noches ycuando los piratas y los niños perdidos se

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encuentran se limitan a sacarse la lengua.Peroconla llegadadePeter,queaborreceelletargo, todos se ponen enmarcha otra vez:sientoncespusierais laorejacontraelsuelo,oiríaiscómolaislabulledevida.

Esta noche, las fuerzas principales de la islaestabanocupadasdelasiguientemanera.LosniñosperdidosestabanbuscandoaPeter, lospiratas estaban buscando a los niñosperdidos, lospielesrojasestabanbuscandoalospiratasylosanimalesestabanbuscandoalos pieles rojas. Iban dando vueltas y másvueltas por la isla, pero no se encontrabanporquetodosllevabanelmismopaso.

Todos querían sangre salvo los niños, aquienes lesgustabapor logeneral,peroestanocheibanarecibirasucapitán.Losniñosdelaislavarían,claroestá,ennúmero,segúnlosvayan matando y cosas así y cuando parecequeestán creciendo, lo cual va en contradelas reglas, Peter los reduce, pero en estaocasión había seis, contando a los Gemeloscomo si fueran dos. Hagamos como si nosecháramos aquí entre las cañas de azúcar yobservémoslosmientras pasan sigilosamente

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en fila india, cadauno con lamano sobre sucuchillo.

Peterlestieneprohibidoqueseparezcanaélen lo más mínimo y van vestidos con pielesdeososcazadosporellosmismos,conlasquequedan tan redondeados y peludos quecuando se caen, ruedan. Por ello hanconseguido llegar a andar con un paso muyfirme.

El primero en pasar es Lelo, no el menosvaliente, pero sí elmás desgraciado de todaesa intrépida banda. Había corrido menosaventuras que cualquiera de los demás,porque las cosas importantes ocurríansiempre justo cuando él ya había doblado laesquina:porejemplo,todoestabatranquiloyentoncesélaprovechabalaoportunidadparaalejarse y reunir unos palos para el fuego ycuando volvía los demás ya estabanlimpiando la sangre. La mala suerte habíadadounaexpresióndesuavemelancolíaasurostro,peroenlugardeagriarleelcarácterselohabíaendulzado,de formaqueeraelmáshumilde de los chicos. Pobre y bondadosoLelo, esta noche te amenaza un peligro. Ten

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cuidado, no vaya a ser que se te ofrezcaahora una aventura, que, si la aceptas, tetraiga un terrible infortunio. Lelo, el hadaCampanilla, que esta noche está resuelta aprovocar daños, está buscando uninstrumentoypiensaquetúereselchicoquemásfácilmentesedejaengañar.CuidadoconCampanilla.

Ojalá nos pudiera oír, pero nosotros noestamos realmente en la isla y él pasa delargo, mordisqueándose los nudillos. Acontinuación viene Avispado, alegre y jovial,seguidodePresuntuoso,quecortasilbatosdelosárbolesybailaentusiasmadoalsondesuspropias melodías. Presuntuoso es el másengreídode los chicos.Secreeque recuerdalostiemposdeantesdequeseperdiera,consus modales y costumbres y esto hace quemire a todo el mundo por encima delhombro. Rizos es el cuarto: es un pillo y hatenido que entregarse tantas veces cuandoPeter decía con severidad: «El que hayahecho esto que dé un paso al frente», queahora ante la orden da un paso al frenteautomáticamente, lohayahechoélono.Los

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últimos son los gemelos, a quienes no sepuede describir porque seguro quedescribiríamos al que no es. Peter no sabíamuy bien lo que eran gemelos y a su bandano se le permitía saber nada que él nosupiera, de forma que estos dos no erannunca muy claros al hablar de sí mismos yhacían todo lo que podían por resultarsatisfactorios manteniéndose muy juntoscomopidiendoperdón.

Los chicos desaparecen en la oscuridad y alcabo de un rato, pero nomuy largo, ya quelascosasocurrendeprisaen la isla,aparecenlos piratas siguiendo su rastro. Los oímosantesdeverlosysiempreeslamismacanciónterrible:

Jalad,izad,pongámonosalpairo

alabordajesaltemos

ysiuntironossepara,

¡alláabajonosveremos!Jamás colgó en hilera en el Muelle de lasEjecuciones (Muelle deWapping donde eranejecutados los marinos criminales.) unabanda de aire más malvado. Aquí, algo

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adelantado, inclinando la cabeza hacia elsuelo una y otra vez para escuchar, con losgrandes brazos desnudos y las orejasadornadas con monedas de cobre, llega elguapo italiano Cecco, que grabó su nombreconletrasdesangreenlaespaldadelalcaidede la prisión de Gao. Ese negro gigantescoque va detrás de él ha tenido muchosnombresdesdequedejaraéseconelquelasmadres morenas siguen aterrorizando a sushijos en las riberas del Guidjomo. He aquí aBillJukes,tatuadodearribaaabajo,elmismoBill Jukes al que Flint, a bordo del Walrus,propinara seis docenas de latigazos antes deque aquél soltara la bolsa de moidores; yCookson, de quien se dice que era hermanode Murphy el Negro (aunque esto nunca seprobó); y el caballero Starkey, en otrostiempos portero de un colegio privado ytodavía elegante a la hora de matar; yClaraboyas (Claraboyas deMorgan); y Smee,el contramaestre irlandés, un hombrecuriosamenteafablequeacuchillaba,comosidijéramos, sin ofender y era el únicodisidente de la tripulación de Garfio; yNoodler, cuyas manos estaban colocadas al

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revés;yRobertMullinsyAlfMasonymuchosotrosrufianesbienconocidosytemidosenelCaribe.

En medio de ellos, la joya más negra y másgrande de aquel siniestro puñado, ibareclinadoJamesGarfio,o,segúnloescribíaél,Jas. Garfio, del cual se dice que era el únicohombre a quien el Cocinero temía. Estabacómodamente echado en un tosco carruajetiradoyempujadoporsushombresyenlugardemanoderechateníaelgarfiodehierroconel que de vez en cuando los animaba aapretar el paso. Comoa perros los trataba yles hablaba este hombre terrible y comoperros lo obedecían ellos. De aspecto eracadavérico y cetrino y llevaba el pelo enlargosbucles,quea ciertadistanciaparecíanvelas negras y daban un aire singularmenteamenazadorasuampliorostro.Susojoserandel azul del nomeolvides y profundamentetristes, salvo cuando le clavaba a uno elgarfio,momentoenquesurgíanenellosdospuntos rojos que se los iluminabanhorriblemente. En cuanto a los modales,conservabaaúnalgodegranseñor,deforma

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que incluso lo destrozaba a uno condistinción y me han dicho que teníareputación de raconteur. Nunca resultabamás siniestro que cuando se mostraba todocortés, lo cual es probablemente la mejorprueba de educación, y la elegancia de sudicción,inclusocuandomaldecía,asícomolaprestancia de su porte, demostraban que noera de la misma clase que su tripulación.Hombredevalorindómito,sedecíadeélqueloúnicoqueloatemorizabaeraversupropiasangre,queeraespesaydeuncolorinsólito.Ensuvestimentaimitabaunpocolosropajesasociados al nombre de Carlos II, por haberoído decir en un período anterior de sucarreraqueteníaunextrañoparecidoconlosdesventurados Estuardo y en los labiosllevaba una boquilla de su propia invenciónque le permitía fumar dos cigarros a la vez.Pero indudablemente la parte más macabradeélerasugarfiodehierro.

Matemos ahora a un pirata, paramostrar elmétodo de Garfio. Claraboyas servirá. Alpasar,Claraboyasdauntorpebandazocontraél, descolocándole el cuello de encaje: el

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garfio sale disparado, se oye un desgarrón yunchillido, luego seapartael cuerpodeunapatada y los piratas siguen adelante. Nisiquierasehaquitadoloscigarrosdelaboca.

Así es el hombre terrible al que se enfrentaPeterPan.¿Quiénganará?

Tras lospasosde lospiratas,deslizándoseensilencioporelsenderodelaguerra,quenoesvisible para ojos inexpertos, llegan los pielesrojas, todos ellos ojo avizor. Llevantomahawks y cuchillos y sus cuerposdesnudosrelucendepinturayaceite.Atadasa la cintura llevan cabelleras, tanto de niñoscomo de piratas, ya que son la tribupiccaninnyynohayqueconfundirloscon losdelawaresoloshurones,máscompasivos.Envanguardia, a cuatro patas, va Gran PanteraPequeña, un valiente con tantas cabellerasqueensuposturaactual le impidenunpocoavanzar. En retaguardia, el puesto demayorpeligro, va Tigridia, orgullosamente erguida,princesa por derecho propio. Es la máshermosa de las Dianas morenas y la beldadde los piccaninnis, coqueta, fría yenamoradiza por turnos: no hay un solo

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valiente que no quisiera a la caprichosa pormujer,peroellamantienea rayaelaltarconun hacha.Mirad cómo pasan por encima deramitassecassinhacerelmásmínimoruido.Lo único que se oye es su respiración algojadeante. La verdad es que en estosmomentos están todos un poco gordosdespués de las comilonas, pero ya perderánpeso a su debido tiempo. Por ahora, sinembargo,estoconstituyesumayorpeligro.

Los pieles rojas desaparecen como hanllegado, como sombras y pronto ocupan sulugar los animales, una procesión grande yvariada: leones, tigres, osos y lasinnumerables criaturas salvajes máspequeñas que huyen de ellos, ya que todaslas clases de animales y, en particular, losdevoradores de hombres, viven codo concodo en la afortunada isla. Llevan la lenguafuera,estanochetienenhambre.

Cuando ya han pasado, llega el últimopersonaje de todos, un gigantesco cocodrilo.No tardaremos en descubrir a quién estábuscando.

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El cocodrilo pasa, pero pronto vuelven aaparecer los chicos, ya que el desfile debecontinuar indefinidamente hasta que uno delosgrupossepareocambieelpaso.Entoncestodos se echarán rápidamente unos encimadeotros.

Todos vigilan atentamente el frente, peroninguno sospecha que el peligro puedaacercarse sigilosamente por detrás. Estodemuestralorealqueeralaisla.

Los primeros en romper el círculo móvilfueron loschicos.Se tiraronsobreelcésped,juntoa su casa subterránea.—Ojalá volvieraPeter —decía cada uno de ellos connerviosismo, aunque en altura y aúnmás enanchura eran todos más grandes que sucapitán.

—Yo soy el único queno tienemiedode lospiratas—dijoPresuntuosoenesetonoqueleimpedíaserapreciadoportodos,peroquizásun ruido lejano lo inquietara, pues añadió atoda prisa—, pero ojalá volviera y nos dijerasihaaveriguadoalgomássobreCenicienta.

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Se pusieron a hablar de Cenicienta y Leloestaba seguro de que su madre debía dehabersidomuyparecidaaella.

Sólo en ausencia de Peter podían hablar demadres, ya que había prohibido el temadiciendoqueeraunatontería.

—Lo único que recuerdo de mi madre—lesdijo Avispado—, es que le decía a papá confrecuencia: «Oh, ojalá tuviera mi propiotalonario de cheques.» No sé qué es untalonario de cheques, pero me encantaríadarleunoamimadre.

Mientras hablaban oyeron un ruido lejano.Vosotrosoyo,alnosercriaturassalvajesdelbosque,nohabríamosoídonada,peroellossílooyeronyeralaespeluznantecanción:

Viva,vivalavidadelpirata,

uncráneoydostibiasenlabandera

Vivalaalegríayunabuenasoga

yvivaelbuenSatánquenosesperaAl instante losniñosperdidos... ¿perodóndeestán? Ya no están ahí. Unos conejos nopodríanhaberdesaparecidomásrápido.

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Os diré dónde están. Con excepción deAvispado, que ha salido corriendo paraexplorar, ya están en su casa subterránea,una residencia muy agradable de la quepronto veremos muchas cosas. ¿Pero cómohan llegado a ella? Porque no se ve ningunaentrada, ni siquiera un montón de matojosque,siseapartaran,revelaríanlabocadeunacueva. Sin embargo, mirad con atención ypuede que os deis cuenta de que hay aquísiete grandes árboles, cada uno con unagujeroenel troncohueco tangrandecomounniño.Estassonlassieteentradasalacasasubterránea, que Garfio ha estado buscandoenvanodurantetantaslunas.¿Laencontraráestanoche?

Mientras los piratas avanzaban, la rápidamirada de Starkey descubrió a Avispado quedesaparecía en el bosque y al momento supistola brilló en la oscuridad. Pero una garradehierroloaferródelhombro.

—Capitán, suélteme —exclamó,retorciéndose.

AhoraporprimeravezoímoslavozdeGarfio.Eraunavoznegra.

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—Primero guarda esa pistola —dijoamenazadoramente.

—Era uno de los chicos que usted odia. Lopodríahabermatadodeuntiro.

—Sí y el ruido habría hecho que los pielesrojas de Tigridia cayeran sobre nosotros. ¿Esquequieresperderlacabellera?

—Capitán, ¿voy detrás de él —preguntó elpatético Smee—, y le hago cosquillas conJohnnySacacorchos?

Smee ponía nombres agradables a todo y susable era Johnny Sacacorchos, porque loretorcía en la herida. Se podrían mencionarmuchos rasgos encantadores de Smee. Porejemplo,despuésdematar,eransusgafas loprimeroquelimpiabaenvezdesuarma.

—Johnnyesunchicosilencioso—lerecordóaGarfio.

—Ahora no, Smee —dijo Garfiotenebrosamente—. Sólo es uno y quieroacabarconlossiete.Dispersaosybuscadlos.

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LospiratasdesaparecieronentrelosárbolesyalcabodeunmomentosucapitánySmeesequedaronsolos.Garfiosoltóunpro—

fundo suspiro y no sé por qué fue, quizásfuera por la delicada belleza de la noche,pero el caso es que lo invadió el deseo deconfiar a su fiel contramaestre la historia desuvida.Hablólargoytendido,perodequésetratabaSmee,queerabastanteestúpido,noteníaniidea.

PorfinoyóelnombredePeter.

—Sobre todo —decía Garfio con pasión—,quiero a su capitán, Peter Pan. Fue él quienmecortóelbrazo.

Agitóelgarfioamenazadoramente.

—He esperado mucho para estrecharle lamanoconesto.Ah,loharépedazos.

—Pero —dijo Smee—, yo he oído a usteddecir muchas veces que ese garfio valía porveinte manos, para peinarse y otros usosdomésticos.

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—Sí —contestó el capitán—, si yo fueramadrerezaríaporquemishijosnacieranconestoenvezdeeso.

Y echó unamirada de orgullo a sumano dehierro y una de desprecio a la otra. Luegovolvió a fruncir el ceño. —Peter le echó mibrazo —dijo, estremeciéndose un cocodriloquepasabaporallí.

—Yahenotado—dijoSmeesuextrañotemoraloscocodrilos.

—A los cocodrilos no —le corrigió Garfio—,sinoaesecocodrilo.

Bajólavoz.

—Legustó tantomibrazo, Smee,quemehaseguidodesdeentonces,demarenmarydetierra en tierra, relamiéndose por lo quequedademí.

—En cierto modo —dijo Smee—, es unaespeciedecumplido.

—No quiero cumplidos de esa clase —soltóGarfio con petulancia—.Quiero a Peter Pan,que fuequienhizoqueesebichometomaragusto.

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Se sentó en una gran seta y habló con voztemblorosa. —Smee —dijo roncamente—,ese cocodrilo ya me habría comido a estashoras, peropor una feliz casualidad se tragóun relojquehace tic tacen su interior yporeso antes de queme pueda alcanzar oigo eltictacysalgocorriendo.

Seechóareír,peroconunarisahueca.

—Algúndía—dijoSmee—,elrelojsepararáyentonceslocogerá.

Garfiosehumedecióloslabiosresecos.

—Sí —dijo—, ése es el temor que meatormenta.

Desdequesesentósehabíaestadosintiendoextrañamenteacalorado.

—Smee —dijo—, este asiento está caliente.Selevantódeunsalto.

—Pormildiablostuertos,quemequemo.

Examinaron la seta, que era deun tamaño yuna solidez desconocidos en el mundo real;intentaron arrancarla y se quedaron con ellaenlasmanosalinstante,puesnoteníaraíces.Yloqueesmásraro,almomentocomenzóa

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salir humo. Los piratas se miraron el uno alotro.

—¡Una chimenea! —exclamaron los dos.Efectivamente, habían descubierto lachimenea de la casa subterránea. Los chicostenían por costumbre taparla con una setacuandohabíaenemigosenlascercanías.

Nosólosalíahumoporella.Tambiénseoíanvoces de niños, pues tan seguros se sentíanlos chicos en su escondrijo que estabancharlando alegremente. Los piratasescucharon ceñudos y luego volvieron acolocar la seta. Miraron a su alrededor yvieronlosagujerosdelossieteárboles.

—¿HaoídoquedecíanquePeterPannoestáen casa? —susurró Smee, jugueteando conJohnnySacacorchos.

Garfio asintió. Se quedó largo ratoensimismado y por fin una sonrisa helada leiluminólacaramorena.Smeelahabíaestadoesperando.

—Desembuche su plan, capitán —exclamóansioso.—Regresar al barco—repitió Garfiodespacio y entre dientes—, y hacer un

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opíparo pastelón bien espeso con azúcarverde por encima. Sólo puede haber unahabitación allí abajo, porque hay una solachimenea. Esos estúpidos topos no hantenidola inteligenciadedarsecuentadequeno necesitaban una puerta por persona. Esodemuestra que no tienenmadre. Dejaremosel pastel en la orilla de la laguna de lassirenas. Estos chicos siempre están nadandoallí, jugando con las sirenas. Encontrarán elpastel y lo engullirán, porque, al no tenermadre, no saben lo peligroso que es comerunpastelpesadoyhúmedo.

Estallóen carcajadas,nouna risahuecaestavez,sinounarisaauténtica.

—Ja,ja,ja,morirán.

Smeehabíaestadoescuchandoconcrecienteadmiración.

—Es el planmásmalvado ymás bonito quehe oído nunca —exclamó y se pusieron abailarycantarentusiasmados:

Quietoscuandoyoaparezco,

pormiedoaseratrapados;

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nadaosquedaenloshuesos

siGarfioostieneenganchados.

Empezaron la estrofa, pero no llegaron aterminarla, pues se oyó otro ruido que leshizo callar. Al principio era un sonido tandébil que una hoja podría haber caído sobreél yhaberlo ahogado,peroal ir acercándosesefuehaciendomásfuerte.

Tictac,tictac.

Garfiosedetuvotembloroso,conunpieenelaire.

—El cocodrilo—dijo con voz entrecortada ysalióhuyendo,seguidodesucontramaestre.

Efectivamente era el cocodrilo. Habíaadelantado a los pieles rojas, que ahoraseguían el rastro de los otros piratas. SiguiódeslizándoseenposdeGarfio.

Una vez más los chicos salieron a lasuperficie,perolospeligrosdelanochenosehabían terminado aún, pues al poco rato sepresentó Avispado corriendo sin aliento,perseguido por una manada de lobos. Los

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perseguidores llevaban la lengua fuera; susaullidoseranespantosos.

—¡Salvadme, salvadme! —gritó Avispado,cayendoalsuelo.

—¿Pero qué podemos hacer, qué podemoshacer?

Fue un gran cumplido para Peter el que enese angustioso momento sus pensamientossevolvieranhaciaél.

—¿Qué haría Peter? —exclamaronsimultáneamente. Casi al mismo tiempoañadieron:

—Peter los miraría por entre las piernas. Yluego:

—HagamosloqueharíaPeter.

Eslaformamáseficazdedesafiaraloslobosycomounsolochicose inclinaronymiraronpor entre las piernas. El momento siguienteparece eterno, pero la victoria llegó rápido,ya que cuando los chicos avanzaron haciaellos en esta terrible postura, los lobosagacharonelraboyhuyeron.

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EntoncesAvispado se levantódel suelo y losotros creyeron que sus ojos desorbitadosseguían viendo a los lobos. Pero no eranlobosloqueveía.

—He visto una cosamaravillosísima exclamócuando se agruparon a su alrededorimpacientes—. Un gran pájaro blanco. Vienevolandohaciaaquí.

—¿Quéclasedepájarocreesquees?

—No sé —dijo Avispado perplejo—, peroparece cansadísimo y mientras vuela vagimiendo:«PobreWendy.»

—Recuerdo —dijo Presuntuoso al instantequehayunospájarosquesellamanWendy.

—Mirad,ahíviene—gritóRizos, señalandoaWendyenelcielo.

Wendyyaestabacasisobreellosypodíanoírsuquejidolastimero.PeromásclaraseoíalaestridentevozdeCampanilla. La celosahadaya había abandonado su fachada amistosa yse lanzaba contra su víctima por todasdirecciones, pellizcándola salvajemente cadavezquelatocaba.

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—Hola, Campanilla —gritaron losmaravilladosniños.

LaréplicadeCampanillaresonóconfuerza:

—PeterquierequematéisalaWendy.

No entraba en su forma de ser hacerpreguntascuandoPeterdabaórdenes.

—Hagamos loquePeterdesea—gritaron losingenuoschicos—.Deprisa,arcosyflechas.

TodosmenosLelobajarondeunsaltoporsusárboles.Élteníaconsigounarcoyunaflechay Campanilla se dio cuenta y se frotó lasmanitas.

—Deprisa, Lelo, deprisa —chilló—. Peter sepondrámuycontento.

Lelopusoemocionadolaflechaenelarco.

—Aparta, Campanilla—gritó y luego disparóyWendy cayó revoloteando al suelo con undardoenelpecho.

6.Lacasita

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El bobo de Lelo se erguía como unconquistador sobre el cuerpo de Wendycuando los demás chicos saltaron, armados,desusárboles.

—Llegáis tarde —exclamó con orgullo—. Hematado a la Wendy. Peter estará muysatisfechodemí.

PorencimaCampanillagritó:

—Cretino.

Y salió disparada a esconderse. Los otros nola oyeron. Se habían apiñado alrededor deWendy y mientras la miraban se hizo untremendosilencioenelbosque.SielcorazóndeWendy hubiera estado latiendo, todos lohabríanoído.Presuntuosofueelprimeroquehabló.

—Esto no es un pájaro —dijo en tonoasustado—.Creoquedebedeserunadama.

—¿Una dama? —dijo Lelo y se echó atemblar.

—Ylahemosmatado—dijoAvispadoconvozronca.Todossequitaronlosgorros.

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—Ahora lo entiendo —dijo Rizos—, nos latraíaPeter.Setiróalsuelodesconsolado.

—Unadamaparacuidarnosporfin—dijounodelosgemelos—,ytúlahasmatado.

Sentían pena por él, pero más por ellosmismosycuandoélseacercóunpocomásaellos levolvieronlaespalda.Leloestabamuypálido, pero ahora tenía un aire de dignidadqueantesnuncahabíaaparecidoenél.

—Yo lo he hecho —dijo, reflexionando—.Cuando seme aparecían señoras en sueños,yo decía: «mamaíta,mamaíta.» Pero cuandoporfinllegódeverdadlamaté.

Sealejódespacio.

—Notevayas—lollamaronapenados.

—Tengo que hacerlo —contestó él,temblando—,tengomuchomiedodePeter.

Eneste trágico instanteoyeronun ruidoqueles puso a todos el corazón en un puño.OyeronaPetergraznar.—¡Peter!—gritaron,puessiempreanunciabaasísuregreso.

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—Escondedla —susurraron y se agruparonrápidamenteentornoaWendy.PeroLelosequedóaparte.

SeoyóotravezaquelsonorograznidoyPeterseposódelantedeellos.

—Saludos,chicos—exclamóyellossaludaronmaquinalmente y de nuevo se hizo unsilencio.

Élfruncióelceño.

—He vuelto —dijo con vehemencia—. ¿Porquénoosanimáis?

Ellos abrieron la boca, pero no les salían losgritosdejúbilo.Éllopasóporaltoporlaprisadedarleslasmaravillosasnuevas.

—Grandes noticias, chicos —exclamó—. Porfinhetraídounamadreparatodosvosotros.

El silencio continuó, salvo por un golpecitosordoproducidoporLeloalcaerderodillas.

—¿No la habéis visto? —preguntó Peter,preocupado—.Volabahaciaaquí.

—Aydemí—dijounavozyotradijo:

—Ay,quétristeza.Lelosepusodepie.

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—Peter—dijoconcalma—,yotelaenseñaré.

Y como otros seguían queriendo ocultarladijo:

—Apartaos,gemelos,dejadquePeterlovea.

Deformaquetodosseapartaronyledejaronver y después demirar un rato no supo quéhaceracontinuación.

—Estámuerta—dijo inquieto—.Quizás estéasustadadeestarmuerta.

Se le ocurrió alejarse saltando cómicamentehasta perderla de vista y luego no acercarseal lugar nunca más. Todos se habríanalegradodeseguirlosilohubierahecho.

Peroestabalaflecha.Lasacódelcorazónyseencaróconsubanda.

—¿De quién es esta flecha? —preguntóseveramente.

—Esmía,Peter—dijoLeloderodillas.

—Oh,manoasesina—dijoPetery levantó laflechaparausarlacomodaga.

Lelonoretrocedió.Sedescubrióelpecho.

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—Clávala,Peter—dijo con firmeza—, clávalabien.

Dosveces levantóPeter laflechaydosvecescayósumano.

—No puedo clavarla—dijo admirado—, algodetiene mi mano. Todos lo miraronestupefactos, menos Avispado, que porsuertemiróaWendy.

—Es ella—gritó—, la señoraWendy; mirad,su brazo. Maravilla de maravillas, Wendyhabía alzado el brazo. Avispado se inclinósobreellayescuchóreverentemente.

—Creoquehadicho«pobreLelo»—susurró.

—Está viva —dijo Peter lacónicamente.Presuntuosogritóalinstante:

—LaseñoraWendyestáviva.

Entonces Peter se arrodilló junto a ella ydescubrió su caperuza. Recordaréis que ellase la había colgado de una cadena quellevabaalcuello.

—Mirad—dijo—,laflechachocóconesto.Eselbesoqueledi.Lehasalvadolavida.

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—Yomeacuerdode losbesos—interrumpióPresuntuosorápidamente—,déjameverlo.Sí,esoesunbeso.

Peter no lo oyó. Estaba rogándole a Wendyque se pusiera bien deprisa, para poderenseñarle las sirenas. Por supuesto, ella nopodía contestar aún, pues seguía totalmentedesmayada, pero por encima se oyó unlamento.

—Escuchad a Campanilla—dijo Rizos—, estállorandoporquelaWendyestáviva.

Entonces tuvieron que contarle a Peter elcrimende Campanilla y casi nunca lo habíanvisto con un aspecto tan serio. —Escucha,Campanilla —gritó—, ya no soy tu amigo.Aléjatedemíparasiempre.

Ellaseposóensuhombroysuplicó,peroéllaapartódeunmanotazo.HastaqueWendynovolvió a alzar el brazo no se ablandó losuficientecomoparadecir:

—Bueno, para siempre no, pero sí unasemana entera. ¿Creéis que Campanillaestaba agradecida a Wendy por levantar elbrazo?Claroqueno,jamástuvotantasganas

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de pellizcarla. Las hadas son realmenteextrañas y Peter, que era quien mejor lasconocía,lasgolpeabaconfrecuencia.

¿Pero qué hacer con Wendy en su delicadoestadodesalud?

—Bajémoslaalacasa—propusoRizos.

—Sí —dijo Presuntuoso—, eso es lo que sehaceconlasdamas.

—No,no—dijoPeter—,nohayquetocarla.

Noseríalobastanterespetuoso.

—Eso —dijo Presuntuoso —es lo que yopensaba.

—Perosisequedaahítumbada—dijoLelo—,se morirá. —Sí, se morirá —admitióPresuntuoso—, pero no se puede hacer otracosa.

—Sí, sí se puede —exclamó Peter—.Construyamosunacasitaasualrededor.

Todosquedaronencantados.

—Deprisa —les ordenó—, que cada uno metraiga lomejorde loquetenemos.Destripadnuestracasa.Moveos.

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Al momento estuvieron tan atareados comounos sastres en la víspera de una boda.Correteabandeunladoaotro,abajoabuscarcosas para la cama, arriba para coger leña ymientras estaban en ello, hete aquí queaparecieron John y Michael. Mientrasavanzaban penosamente por el suelo sequedaban dormidos de pie, se detenían, sedespertaban, daban otro paso y se volvían adormir.

—John,John—llorabaMichael—,despierta.

¿DóndeestáNana,John?¿Ymamá?

Y entonces John se frotaba los ojos ymurmuraba:

—Escierto,hemosvolado.

Os aseguroque se sintieronmuy aliviados alencontraraPeter.

—Hola,Peter—dijeron.

—Hola —replicó Peter amistosamente,aunque se había olvidado de ellos porcompleto. Estaba muy ocupado en esemomento midiendo a Wendy con los piesparavereltamañodelacasaquenecesitaría.

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Por supuesto, tenía intención de dejar sitiopara sillas y una mesa. John y Michael loobservaban.

—¿EstádormidaWendy?—preguntaron.

—Sí.

—John —propuso Michael—, vamos adespertarlaparaquenoshagalacomida.

Pero cuando lo estaba diciendo algunos delosdemáschicosllegaroncorriendocargadosderamasparalaconstruccióndelacasa.

—¡Míralos!—gritó.

—Rizos —dijo Peter con su voz máscapitanesca—, ocúpate de que estos chicosayudenaconstruirlacasa.

—Sí,señor.

—¿Construirunacasa?—exclamóJohn.

—ParalaWendy—dijoRizos.

—¿Para Wendy? —dijo John horrorizado—.Perosinoesmásqueunachica.

—Por eso —explicó Rizos—, somos susservidores.

—¿Vosotros?¡ServidoresdeWendy!

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—Sí —dijo Peter—, y vosotros también.Lleváoslos.

Se llevaronarastrasa losatónitoshermanosparaquecortaran,talaranycargaran.

—Lo primero sillas y una valla —ordenóPeter—. Luego construiremos la casa a sualrededor.

—Sí —dijo Presuntuoso—, así se construyeunacasa,yameacuerdo.

Peterestabaentodo.

—Presuntuoso—ordenó—,traeaunmédico.

—Sí —dijo Presuntuoso al momento ydesapareció,rascándoselacabeza.Perosabíaquehabíaqueobedecer aPeter y regresóalcabo de un rato, con el sombrero de John yexpresiónsolemne.

—Por favor, señor—dijo Peter, acercándoseaél—,¿esustedmédico?

La diferencia entre los demás chicos y él enun momento como ése era que ellos sabíanquetodoerafingido,mientrasqueparaél lofingidoy lo realeranexactamente lomismo.

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Esto a veces tenía sus inconvenientes, comocuandoteníanquefingirquehabíancomido.

Si dejaban de fingir él los golpeaba en losnudillos.

—Sí, jovencito —replicó muy apuradoPresuntuoso, que tenía los nudillosagrietados.

—Por favor, señor —explicó Peter—,tenemosaunadamamuyenferma.

Estabatumbadaasuspies,peroPresuntuosotuvoelsentidocomúndenoverla.

—Vaya, vaya, —dijo—, ¿dónde está? —Enaquelclaro.

—Le pondré una cosa de cristal en la bocadijo Presuntuoso y fingió hacerlo, mientrasPeter aguardaba. Hubo un momento deangustiacuandoretirólacosadecristal.

—¿Cómoestá?—preguntóPeter.

—Vaya,vaya—dijoPresuntuoso—,estolahacurado.

—Quéalegría—gritóPeter.

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—Vendréaverlaotravezporlanoche—dijoPresuntuoso—; dele caldo concentrado decarneenunatazaconpitorro.

Pero tras haberle devuelto el sombrero aJohnsoltógrandesresoplidos,queeraloquetenía por costumbre al escapar dedificultades.

Entretanto el bosque había estado plagadodelruidodelashachas;casitodolonecesariopara una vivienda acogedora estaba ya a lospiesdeWendy.

—Ojalá supiéramos—dijouno—qué tipodecasalegustamás.

—Peter—gritó otro—, se está moviendo ensueños.

—Se le abre la boca —exclamó un tercero,mirandodentrorespetuosamente—.¡Oh,québonito!

—AlomejorseponeacantarensueñosdijoPeter—.Wendy,cántanoseltipodecasaquete gustaría tener. Inmediatamente, sin abrirlosojos,Wendysepusoacantar:

Megustaríatenerunabellacasita

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lamáspequeñaquehayáisadmirado

conlindasparedesderojocolor

ydemusgosoverdoreltejado.Gorjearon de alegría ante esto, pues porincreíblefortuna lasramasquehabíantraídoestabanuntadasdesaviarojaytodoelsueloestaba cubierto de musgo. Mientrasmontaban la casita a martillazos, ellosmismossepusieronacantar:

Hemoslevantadolasparedesyeltejado

yhemoshechounapuertaencantadora

asíquedinos,madreWendy,

¿hayalgomásquequierasahora?

Aestoellacontestóconciertaavidez:

Ademásdetodoesoyocreo

quealegresventanasquisiera,

conrosasasomandohaciadentro

ybebésasomandohaciafuera.

Con unos buenos puñetazos hicieron lasventanas y unas grandes hojas amarillashicierondepostigos.Pero,¿ylasrosas?

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—Rosas—gritóPeterimperiosamente.

Rápidamente fingieron que las rosas máshermosascrecíantrepandoporlasparedes.

¿Bebés?

Para evitar que Peter pidiera bebés seapresuraronavolveracantar:

Hemoshecholasrosasqueasoman

enlapuertaestánlosbebés,

nopodemosvolveranacer,

puesnacimoshaceaños,yavesPeter, dándose cuenta de que esto era unabuena idea, fingióalmomentoqueerasuya.La casa era muy bonita y sin duda Wendyestaba muy cómoda dentro, aunque, claroestá, ya no podían verla. Peter se movió deunladoaotroencargandolostoquesfinales.Nada se escapaba a su vista de águila. Justocuandoparecíatotalmenteacabadadijo:

—Lapuertanotienealdaba.

Se quedaron muy avergonzados, pero Leloentregó la suela de su zapato, que seconvirtió en una aldaba excelente. Ya estátotalmenteacabada,pensaron.

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Nimuchomenos.

—No hay chimenea—dijo Peter—, tenemosqueponerunachimenea.

—Sí que le hace falta una chimenea —dijoJohn dándose importancia. Esto le dio unaidea a Peter. Le arrancó a John el sombrerode la cabeza, lo desfondó y colocó elsombrero sobre el tejado. La casita se pusotan contenta de tener una chimenea tanbuena que, como para dar las gracias,inmediatamente empezó a salir humo delsombrero.

Ahora ya estaba realmente acabada. Noquedabanadamásquehacer, salvo llamar alapuerta.

—Poneos guapos —les advirtió Peter—, lasprimerasimpresionessonimportantísimas.

Se alegró de que nadie le preguntara quéeranlasprimerasimpresiones:estabantodosdemasiadoocupadosponiéndoseguapos.

Llamó a la puerta cortésmente y ahora elbosqueestabatansilenciosocomo losniños,noseoíaniunruido,salvoaCampanilla,que

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estaba observando desde una rama ymofándosesindisimulos.

Lo que los chicos se preguntaban era,¿contestaría alguien a la llamada? Si fueraunadama,¿cómosería?

La puerta se abrió y salió una dama. EraWendy.Todossequitaronelgorro.

Parecía debidamente sorprendida y así erajustocomohabíanesperadoqueestuviera.

—¿Dóndeestoy?—dijo.

Naturalmente,Presuntuosofueelprimeroenmeterbaza.

—Señora Wendy —dijo rápidamente—,hemosconstruidoestacasaparati.

—Oh, di que estás contenta —exclamóAvispado.

—Qué casa tan bonita y agradable —dijoWendy y eran las palabras justas que elloshabíanesperadoquedijera.

—Y nosotros somos tus niños —gritaron losgemelos. Entonces todos se pusieron derodillasyalargandolosbrazosexclamaron:

—Oh,señoraWendy,sénuestramadre.

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—¿Debería?—dijoWendy,todaradiante—.

Naturalmente, es fascinante, pero es que yosólo soy una niña. No tengo experiencia deverdad.

—Eso no importa —dijo Peter, como si élfuera el único presente que lo sabía todoacerca del tema, aunque en realidad era elquemenos sabía—. Loquenoshace faltaessimplemente una persona agradable ymaternal.

—¡Vaya!—dijoWendy—. ¿Sabéis? Creo queesoesexactamenteloqueyosoy.

—Sí, sí —gritaron todos—, lo notamos alinstante.

—Muy bien —dijo ella—, haré todo lo quepueda. Entrad inmediatamente, diablillos,estoyseguradequetenéislospiesmojados.

Y antes de meteros en la cama tengo eltiempo justo de terminar el cuento deCenicienta.

Allá fueron; no sé cómo había sitio paratodos, pero uno se puede apretarmucho enel País de Nunca jamás. Y aquélla fue la

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primera de las muchas noches felices quepasaronconWendy.Mástardelosarropóenla gran cama de la casa de debajo de losárboles, pero ella durmió esa noche en lacasita y Peter montó guardia fuera con laespada desenvainada, pues se oía a lospiratas de parranda a lo lejos y los lobosestabanalacecho.Lacasitateníaunairemuyacogedor y seguro en la oscuridad, con unaalegre luzfiltrándoseatravésdelospostigosy la chimenea humeando estupendamente yPetermontandoguardia.

Al cabodeun rato sequedódormidoyunashadas tambaleantes tuvieron que trepar porencimadeélalvolveracasadespuésdeunafiesta. A cualquiera de los otros chicos quehubieraobstruidoelsenderodelashadasporla noche le habrían hecho algomalo, pero aPetersólolepellizcaronlanarizypasarondelargo.

7.Lacasasubterránea

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Una de las primeras cosas que hizo Peter aldía siguiente fue tomar medidas a Wendy,John y Michael para unos árboles huecos.Recordaréis que Garfio se había burlado deloschicosporcreerquenecesitabanunárbolpor persona, pero lo hizo por ignorancia, yaque amenos que el árbol se adecuase a lasmedidas de uno costaba subir y bajar y nohabíadoschicosquefueranexactamentedelmismotamaño.Unavezqueseencajaba,unotomabaalientoenlasuperficieybajabajustoa la velocidad apropiada, mientras que paraascender se tomaba aliento y se soltabaalternativamente y de esta forma se subíaserpenteando. Naturalmente, cuando unodomina el asunto se pueden hacer estascosas sin pensarlas y entonces nada resultamáselegante.

PerosencillamentehayqueencajaryPeterletoma a unomedidas para el árbol con tantocuidado como para un traje: la únicadiferenciaesquelasropassehacenparaqueleencajenauno,mientrasqueunotienequeestar hecho para encajar en el árbol. Por logeneral es muy fácil hacerlo, por ejemplo

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poniéndosemuchasropasomuypocas,perosiunoabultaenlugarespocoapropiadososiel único árbol disponible tiene una formaextraña, Peter le hace a uno una serie decosas y tras eso uno encaja. Una vez que seencaja, hay que tener mucho cuidado paraseguirencajandoyesto,segúnibaadescubrirWendy encantada, mantiene a toda unafamiliaenperfectascondiciones.

WendyyMichaelencajaronensusárbolesalprimer intento, pero a John hubo quealterarlounpoco.

Tras unos cuantos días de práctica podíansubirybajarconlafacilidaddeunoscubosenun pozo. Y cómo se encariñaron con su casasubterránea,especialmenteWendy.Consistíaenunaestanciagrande,comodeberíantenertodas las casas, con un suelo en el que sepodíacavarsisequeríapescaryenestesuelocrecíangruesassetasdebonitoscolores,quese empleaban como taburetes. Un árbol deNunca jamás se esforzaba por crecer en elcentro de la habitación, pero todas lasmañanas serraban el tronco, a ras del suelo.Hacia la hora del té siempre tenía unos dos

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piesdealtoyentoncescolocabanunapuertasobre él, con lo cual aquello se convertía enunamesa;tanprontocomolorecogíantodo,volvían a serrar el tronco y así tenían másespacio para jugar. Había un hogar enormequeseencontrabacasiencualquier lugardelahabitacióndonde sequisieraencenderlo yencima Wendy tendía unas cuerdas, hechasde fibra, donde colgaba la colada. De día lacamasedejabaapoyadacontra laparedysebajaba a las 6.30, momento en el queocupaba casi media habitación y todos loschicosmenosMichaeldormíanenella,comosardinas en lata. Había una norma estrictaqueprohibíadarselavueltahastaqueunonodiera la señal y entonces todos se daban lavuelta al mismo tiempo. Michael tambiéntendría que haberla usado, pero Wendyqueríatenerunbebéyéleraelmáspequeñoy ya sabéis cómo son las mujeres y, enresumidas cuentas, el caso es que dormíacolgadoenunacesta.

Eraun lugartoscoysencillo,nomuydistintode lo que unos oseznos habrían hecho conuna casa subterránea en las mismas

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circunstancias. Pero había un hueco en lapared, no más grande que una jaula depájaro, que era el apartamento privado deCampanilla. Se podía aislar del resto de lacasamedianteunacortinita,queCampanilla,que era muy quisquillosa, siempre teníaechada al vestirse o desvestirse. Ningunamujer, por grande que fuera, podía habertenido una combinación de tocador ydormitorio más primorosa. El canapé, comolo llamaba ella siempre, era un auténticoReinaMab, de patas gruesas y cambiaba lascolchassegún las floresde temporadade losárboles frutales. Su espejo era un Gato conBotas,delosque,quesepanlostratantesdelmundo de las hadas, sólo quedan tres, sindesperfectos; el lavabo era un MoldePastelero reversible, la cómodaun auténticoEncantadorVIylaalfombraylasesterasdelamejorépoca(laprimera)deMargeryyRobin.HabíaunaarañadeTiddlywinksporcuestiónde efecto, pero naturalmente, ella mismailuminaba la residencia. Campanillamenospreciaba mucho el resto de la casa,como realmente quizás fuera inevitable y su

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aposento, aunque bonito, tenía un airebastanteengreído,depermanentedesprecio.

Supongo que todo aquello le resultabaespecialmente cautivador a Wendy, porqueesos alocados chicos suyos le dabanmuchísimo que hacer. Realmente habíasemanasenterasenlasque,salvoquizásconun calcetín al atardecer, nunca subía a lasuperficie. Os aseguro que la cocina lamantenía atada a las cazuelas. Su comidaprincipal era fruto del pan asado, batatas,cocos, cochinillo asado, frutos de mamey,rollosdetapayplátanos,todoelloremojadocon zumo de papaya, pero nunca se sabíaexactamente si habría una comida real osimplemente una fantasía, dependía de loqueaPeter leapeteciera.Élpodía comerdeverdad,siesoerapartedeunjuego,peronopodía atiborrarse sólo por el placer desentirse atiborrado, que es lo que más legustaalamayoríadelosniños;detrásdeesolo que más les gusta es hablar de ello. Laficción le resultaba tan realqueduranteunacomidadeese tiposepodíavercómose iballenando. Naturalmente esto resultaba

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molesto,perosencillamentehabíaquehacerlomismoque él y si uno le podía demostrarque se estaba quedando demasiado delgadoparasuárbolélpermitíaqueseatiborrara.

ElmomentopreferidodeWendyparacoseryzurcir era cuando ya estaban todos en lacama. Entonces, según sus propias palabras,teníaun ratopara respirar y lo empleabaenhacerles cosas nuevas y poner rodilleras,puesdestrozabanmuchísimolasrodillas.

Cuando se sentaba ante un cesto decalcetines, todos con un agujero en el talón,levantabalosbrazosyexclamaba:—Diosmío,estoy convencidadequea veces las solterassondeenvidiar.

La cara le resplandecía al exclamar esto.Recordaréis a su lobo mascota. Pues bien,éstenotardóendescubrirquehabía llegadoa la islay laencontróyambosse lanzaronelunoenbrazosdelotro.Trasestoél laseguíaportodaspartes.

Amedidaquepasabaeltiempo,¿seacordabamucho ella de los amados padres a los quehabía abandonado? Ésta es una pregunta

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difícil, porque es imposible saber cómo pasael tiempo en el País de Nunca jamás, dondese calcula por lunas y soles y siempre haymuchosmás que en elmundo real. Perometemo que Wendy no estaba realmentepreocupadaporsupadrey sumadre:estabaabsolutamente convencida de que siempretendrían la ventana abierta para que ellaregresara volando y estola tranquilizaba porcompleto. Lo que a veces la inquietaba eraque John se acordaba de sus padresdifusamente, como unas personas a las quehubiera conocido en otra época, mientrasque Michael estaba bien dispuesto a creerqueellaerasumadredeverdad.Estascosaslaasustabanunpocoyconelnobledeseodecumplir con sudeber, intentabagrabarles suantigua vida en la cabeza poniéndolesexámenessobreello,queseparecían lomásposible a los que ella hacía en la escuela. Alos demás chicos esto les parecíainteresantísimo y se empeñaron enparticipar; se hicieron pizarrines y sesentabanalrededordelamesa,escribiendoypensando con ahínco en las preguntas queellahabíaescritoenotropizarrín y leshabía

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ido pasando. Eran preguntas de lo másnormal: «¿De qué color eran los ojos demamá?

¿Quiéneramásalto,papáomamá?¿Mamá

era rubia o morena? Contestar las trespreguntas si es posible.» «(A) Escribir unaredaccióndenomenosde40palabrassobrecómo pasé mis últimas vacaciones, ocomparación del carácter de papá y mamá.Hacersólounadelasdos.»O«(1)Describirlarisademamá;(2)Describirlarisadepapá;(3)Describir el vestido de fiesta de mamá; (4)Describirlaperrerayasuocupante.»

Eransimplementepreguntascorrientescomoéstas y cuando uno no sabía contestarlashabía que hacer una cruz y realmente erahorrible la cantidad de cruces que hacíainclusoJohn.Porsupuesto,elúnicochicoquecontestaba todas las preguntas eraPresuntuoso y nadie tenía mayoresesperanzas de sacar la mejor nota, pero susrespuestaseranabsolutamenteridículasyenrealidadsacabalapeor:algomuytriste.

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Peternoconcursaba.Porunladodespreciabaa todas las madres excepto a Wendy y porotroeraelúnicochicodelaislaquenosabíanileerniescribir,nilamásmínimapalabra.Élestabaporencimadeesetipodecosas.

Por cierto, las preguntas estaban todasescritasenpasado.Dequécoloreranlosojosdemamá,etcétera.EsqueaWendytambiénselehabíaidoolvidando.

Las aventuras, claro está, como veremos,ocurríantodoslosdías,perohaciaestaépocaPeter se inventó, con ayuda de Wendy, unjuegonuevoqueloteníafascinadísimo,hastaque de pronto dejó de interesarse por él,cosaque,comoyaseoshadicho,era loquesiempreocurríaconsusjuegos.Setratabadefingir que no corrían aventuras, de hacer loque John y Michael habían estado haciendotodasuvida:quedarsesentadosentabureteslanzando pelotas al aire, empujarse, salir adar paseos y volver sin haber matado ni unoso gris. Ver a Peter sin hacer nada en untaburete era todo un espectáculo: no podíaevitar tener aire de solemnidad en talesocasiones, estar sentado sin moverse le

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parecía una cosamuy cómica. Se jactaba dehaber ido a dar un paseo por el bien de susalud.

Durante varios soles éstas fueron para él lasaventuras más originales de todas y John yMichael tenían que fingir estar tambiénencantados: si no, los habría tratado conmanodura.

Salía solo con frecuenciay cuando regresabanuncaseteníalaabsolutacertezadesihabíacorrido una aventura o no. Podía haberlaolvidadotanporcompletoquenodecíanadasobre ella y luego cuando uno salíaencontrabaelcadávery,porotraparte,podíadecirmuchascosassobreellay,sinembargo,unonoencontrabaelcadáver.Avecesvolvíaa casa con la cabeza vendada y entoncesWendyledabamimosyselalavabaconaguatibia, mientras él contaba una historiadeslumbrante. Pero la verdad es que ellanunca estaba convencida del todo. Sinembargo, habíamuchas aventuras que sabíaque eran ciertas porque ella mismaparticipabaenellasyhabíaaúnmásqueeranverídicas por lo menos en parte, pues los

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demás chicos participaban en ellas y decíanque eran totalmente ciertas. Para describirtodas ellas haría falta un libro tan grandecomo un diccionario de inglés—latín, latín—inglés y lo más que podemos hacer espresentarunacomoejemplodeunmomentocualquiera en la isla. Lo difícil es cuál elegir.¿Tomamos el enfrentamiento con los pielesrojasenelBarrancodePresuntuoso?Fueunasunto sanguinario y especialmenteinteresante por mostrar una de laspeculiaridades de Peter, que era que enmediodelarefriegaderepentecambiabadebando. En el Barranco, cuando la victoriatodavía no estaba decidida, inclinándose aveces hacia un lado y a veces hacia el otro,gritó:

—Hoy soy indio. ¿Tú qué eres, Lelo? Y Lelocontestó:

—Indio. ¿Tú qué eres, Avispado? Y Avispadodijo:

—Indio.¿Túquéeres,Gemelo?

Yasí sucesivamente,hastaqueal final todoseran indios y, por supuesto, esto habría

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acabado con la pelea si no fuera porque losauténticosindios,fascinadosporlosmétodosde Peter, aceptaron ser niños perdidos poresavezyporellotodosselanzaronalataquedenuevo,conmásfierezaquenunca.

El resultado extraordinario de esta aventurafueque...peroaúnnohemosdecididosiéstaes la aventura que vamos a contar. Quizásuna mejor sería el ataque nocturno que lospieles rojas lanzaron sobre la casasubterránea, cuando varios de ellos sequedaron atascados en los árboles huecos yhuboquesacarloscomosi fuerancorchos.OpodríamoscontarcómoPeter lesalvólavidaaTigridiaenlaLagunadelasSirenasydeestaformalaconvirtióensualiada.

O podríamos hablar de ese pastel quehicieron los piratas para que se lo comieranlos chicos y perecieran y de cómo lo fueroncolocando de lugar apropiado en lugarapropiado, peroWendy siempre lo apartabade las manos de los niños, de modo queacabóporperdersusuculencia,sepusodurocomo un pedrusco, fue empleado como

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proyectil y Garfio tropezó con él en laoscuridad.

OpongamosquehablamosdelospájarosqueeranamigosdePeter,especialmentedel

ave de Nunca Jamás que hizo su nido en unárbol que colgabapor encimade la laguna yde cómoel nido cayó al agua y el ave siguiósentadasobreloshuevosyPeterdioórdenespara que no fuera molestada. Ésa es unahistoria bonita y el final muestra loagradecido que puede ser un pájaro, pero silo contamos también tenemos que contartoda la aventura de la laguna, cosa querealmente sería contar dos aventuras en vezde una. Una aventura más corta e igual deemocionante fue el intento de Campanilla,con ayuda de unas hadas callejeras, detrasladaraladurmienteWendyalmundorealenunagranhoja flotante.Por suerte lahojasevencióyWendysedespertó,creyendoqueera la hora del baño y regresó a nado. Otambién podríamos escoger el desafío dePeter a los leones, cuando trazó un círculoalrededor de sí mismo en el suelo con unaflecha y los desafió a que lo cruzaran y

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aunque esperó durante horas, mientras losdemáschicosyWendyobservabansinalientodesdelosárboles,ningunodeellosseatrevióaaceptarelreto.

¿Cuál de estas aventuras elegiremos? Lomejorseráecharloacaraocruz.

Helanzadolamonedayhaganadolalaguna.Esto casi le hace a uno desear que hubieraganado el barranco o el pastel o la hoja deCampanilla.Claroquepodríavolverahacerlotres veces más y elegir la aventura que serepitiera;noobstante,quizáslomásjustoseaquedarseconlalaguna.

8.Lalagunadelassirenas

Si uno cierra los ojos y tiene suerte, puedever a veces un charco informe de preciososcolores pálidos flotando en la oscuridad;entonces, si se aprietan aúnmás los ojos, elcharco empieza a cobrar forma y los coloresse hacen tan vívidos que con otro apretónestallaránen llamas.Pero justoantesdequeestallenen llamas se ve la laguna. Estoes lo

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más cerca que se puede llegar en el mundoreal, unmomento glorioso; si pudiera haberdosmomentossepodríavereloleajeyoíralassirenascantar.

Los niños solían pasar largos días de veranoenestalaguna,nadandooflotandocasitodoelrato,jugandoalosjuegosdelassirenasenel aguay cosasasí.Nodebéis creerporestoque las sirenas tenían buena relación conellos:porelcontrario,unodelospesaresmásduraderos de Wendy era que en todo eltiempoqueestuvoen la isla jamás logróquealgunadeellasledirigieraniunasolapalabracortés. Cuando se acercaba sigilosamentehasta la orilla de la laguna podía llegar averlasamontones,especialmenteen laRocade los Abandonados, donde les encantabatomarelsol,peinándosecongestoslánguidosque la fastidiabanmucho;o incluso llegabaanadar, de puntillas como si dijéramos, hastaponerse a una yarda de ellas, pero entoncesla veían y se zambullían, probablementesalpicándola con la cola, no por accidente,sinocontodaintención.

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Trataban a todos los chicos de la mismaforma, menos a Peter, claro está, que sepasaba horas charlando con ellas en la RocadelosAbandonadosysesentabaensuscolascuandoseponíandescaradas.LedioaWendyunodesuspeines.

El momento más hechizador para verlas escuandocambialaluna;entoncessueltanunosextraños gritos lastimeros, pero la laguna espeligrosa en esas circunstancias para losmortalesyhastalanochequevamosarelatarahora,Wendynolahabíavistonuncaalaluzde la luna, no tanto por miedo, ya que porsupuesto Peter la habría acompañado, comoporquehabíainstauradolanormaestrictadequetodoelmundoestuvieraenlacamaalassiete. Sin embargo, iba con frecuencia a lalagunaenlosdíassoleadosdespuésdellover,cuando las sirenas emergen en enormescantidadespara jugar conburbujas.Empleancomo pelotas las burbujas multicoloreshechas con agua del arco iris, pasándoselasalegrementelasunasalasotrasconlacolaytratandodemantenerlasenelarco irishastaque estallan. Las porterías están a cada

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extremodel arco iris y a lasporteras sólo seles permite usar las manos. A veces haycientos de sirenas jugando en la laguna a lavezyesunespectáculomuybonito.

Pero en el momento en que los niñosintentaban participar tenían que jugar solos,pues las sirenas desaparecíaninmediatamente. No obstante, tenemospruebas de que observaban secretamente alos intrusos y eran capaces de tomar algunaidea de ellos, porque John introdujo unaforma nueva de golpear la burbuja, con lacabeza en lugar de la mano y las porterassirenas la adoptaron. Ésta es la única huellaque John ha dejado en el País de Nuncajamás.

Tambiéntienequehabersidomuybonitovera los niños reposando en una roca durantemediahoradespuésdelalmuerzo.Wendyseempeñabaenque lohicierany teníaqueserun reposo auténtico aunque la comida fueraficticia.Deformaquesetumbabanalsol,quehacía relucir sus cuerpos, mientras ella sesentabaasuladoconairedeimportancia.

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Eraundíadeestetipoyestabantodosen laRoca de los Abandonados. La roca no eramucho mayor que su gran cama, peronaturalmente todos sabían ocupar pocoespacio y estaban dormitando, o por lomenosestabanechadosconlosojoscerradosy se tiraban pellizcos cuando creían queWendy no miraba. Estaba muy ocupada,cosiendo.

Mientras cosía se produjo un cambio en lalaguna. Unos pequeños temblores larecorrieron, el sol se escondió y las sombrasse extendieron sobre el agua, enfriándola.Wendy ya no tenía luz suficiente paraenhebrar la aguja y al levantar la vista, lalaguna, que hasta entonces siempre habíasido un lugar tan alegre, tenía un aireformidableyamenazador.

Sabíaqueno sehabíahechodenoche, perohabíallegadoalgotanoscurocomolanoche.No,peorqueeso.Nohabía llegado,sinoquehabía enviado ese estremecimiento por elmarparaanunciarqueestaballegando.¿Quéera?

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Lainvadierontodaslashistoriasquelehabíancontado sobre la Roca de los Abandonados,llamada así porque los capitanes malvadosabandonanalosmarinerosenellaylosdejanallí para que se ahoguen. Se ahogan cuandosube la marea, porque entonces quedasumergida.

Como es lógico, tendría que haberdespertadoa los chicosalmomento,no sólopor aquella cosa desconocida que avanzabaacechantehacia ellos, sinoporque yanoerabueno que durmieran en una roca que sehabía puesto fría. Pero era una madreinexperta y no lo sabía: creía quesimplemente había que atenerse a la normade media hora de reposo después delalmuerzo. Por eso, aunque el miedo laatenazabaydeseabaoírvocesmasculinas,noquisodespertarlos.Nisiquieracuandooyóelruido de remos envueltos en tela, aunquetenía el corazón en la boca, los despertó.Montó guardia para que echaran la siestacompleta.¿NofueWendymuyvaliente?

Fue una suerte para aquellos chicos quehubiera uno entre ellos que podía oler el

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peligro incluso estando dormido. Peter seirguió de un salto, tan despierto al instantecomo un sabueso y con un grito deadvertencia despertó a los demás. Se quedóinmóvil,conunamanoenlaoreja.

—¡Piratas!—exclamó.Losotrosseacercaronmásaél.UnasonrisaextrañalebailabaenlacarayWendylavioyseestremeció.Mientrassonreía de esta manera nadie se atrevía ahablarle, loúnicoquepodíanhacereraestarpreparados para obedecer. Dio la ordenbruscaytajantemente:

—¡Alagua!

Hubo un destello de piernas y al instante lalaguna pareció desierta. La Roca de losAbandonados se alzaba sola en las lúgubresaguas, como si ella misma estuvieraabandonada.

Labarcaseacercó.Eraelbotepirata,contresfigurasdentro,Smee,Starkeyylaterceraunacautiva,nadamásynadamenosqueTigridia.Iba atada de pies y manos y conocía eldestinoqueleesperaba.Laibanadejarenlaroca para que pereciera, un fin que para los

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de su raza eramás horrible quemorir en lahoguera o bajo tortura, pues ¿acaso no estáescrito en el libro de la tribu que no hay unsenderoenelaguaquellevealparaísodeloscazadores?Sinembargo, teníaunaexpresiónimpasible: era hija de un jefe, debía morircomolahijadeunjefeyconesobastaba.

Lahabíanatrapadoabordandoelbarcopirataconuncuchilloen laboca.Enelbarconosehacía guardia, puesGarfio se jactaba de quela famadesunombrebastabaparaprotegerel barco en unamilla a la redonda. Ahora eldestino de ella también contribuiría aprotegerlo. Un quejido más aumentaría sufamaesanoche.

En la penumbra que traían consigo los dospiratasnovieron la rocahastaquechocaronconella.

—Orza, palurdo—exclamóuna voz irlandesaque era la de Smee—, aquí está la roca.Ahora, loquetenemosquehaceres izara laindiahastaallíarribaydejarlaahíparaqueseahogue.

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No tardaron ni un momento en depositarbrutalmente a la hermosa muchacha en laroca: era demasiado orgullosa para oponerunaresistenciainútil.

Muycercade laroca,perosinquesevieran,flotaban dos cabezas, la de Peter y la deWendy, siguiendo el vaivén de las olas.Wendy estaba llorando, pues era la primeratragedia que veía. Peter había visto muchastragedias, pero se le habían olvidado todas.No sentía tanta pena por Tigridia comoWendy, loque loenfurecíaeraqueerandoscontra uno y tenía intención de salvarla. Lofácil habría sido esperar a que los piratas sehubieran ido, pero él nunca optaba por lofácil.

NohabíaprácticamentenadaquenosupierahaceryahoraimitólavozdeGarfio.

—Eh vosotros, matalotes —gritó. Era unaimitaciónmaravillosa.

—El capitán—dijeron los piratas,mirándoseelunoalotrosorprendidos.

—DebedeestarnadandohacianosotrosdijoStarkey,despuésdebuscarloenvano.

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—Estamos colocando a la india en la rocagritó Smee. —Soltadla —fue la asombrosarespuesta.

—¡Soltadla!

—Sí,cortadlelasatadurasyquesevaya.

—Pero,capitán...

—Ahoramismo,meoís—gritó Peter—,uosclavoelgarfio.

—Quéraro—dijoSmeeentrecortadamente.

—Serámejor que hagamos lo que ordena elcapitán—dijoStarkeynervioso.

—Sí —dijo Smee y cortó las ligaduras deTigridia. Inmediatamente ésta se deslizócomounaanguilaentrelaspiernasdeStarkeyysezambullóenelagua.

Naturalmente Wendy estaba encantada porla inteligencia de Peter, pero sabía quetambién él estaría encantado y que eramuyprobable que se pusiera a graznar y setraicionara de ese modo, por lo que alinstantealargó lamanopara taparle laboca.Pero no llegó a hacerlo, porque por toda lalaguna resonó«¡Ahdel bote!» con la voz de

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Garfio y esta vez no era Peter quien habíahablado.

Puede que Peter hubiera estado a punto degraznar, pero en cambio su cara setransformó como para dar un silbido desorpresa.

—¡Ahdelbote!—volvióaoírse.

Entonces Wendy comprendió. El auténticoGarfioestabatambiénenelagua.

Iba nadando hacia el bote y como sushombressacaronunfarolparaguiarloprontollegóhastaellos.A la luzdel farolWendyviocómosugarfioaferrabalabordadelbote,viosu malvada cara morena al alzarse del aguachorreando y, estremeciéndose, habríaquerido alejarse nadando, pero Peter no semovía. Estaba vibrante de energía y ademáshinchadodevanidad.

—¿A que soy genial? ¡Ah, pero qué genialsoy! —le susurró y aunque ella también locreía, se alegraba mucho por su reputacióndequenadielooyeraexceptoella.

Éllehizoseñasdequeescuchara.

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Los dos piratas teníanmucha curiosidad porsaber qué había traído a su capitán hastaellos,peroélsequedósentadoconlacabezaapoyadaenelgarfioenungestodeprofundoabatimiento.

—Capitán, ¿ocurre algo? —preguntarontímidamente,peroélcontestóconunquejidosepulcral.

—Suspira—dijoSmee.

—Vuelveasuspirar—dijoStarkey.

—Ysuspiraporterceravez—dijoSmee.

—¿Quépasa,capitán?

Entonceshablóporfinconvehemencia.

—Seacabóeljuego—exclamó—,esoschicoshanencontradounamadre.

Asustada como estaba, Wendy se llenó deorgullo.

—Oh,díafatídico—soltóStarkey.

—¿Qué es una madre? —preguntó elignorante de Smee. Wendy se quedó tanpasmadaqueexclamó:

—¡Nolosabe!

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Yapartirdeentoncessiempreleparecióquesi se pudiera tener un pirata mascota Smeeseríaelsuyo.

Peter la sumergió en el agua, porque Garfiosehabíalevantado,gritando:

—¿Quéhasidoeso?

—Yo no he oído nada —dijo Starkey,levantandoelfarolporencimadelasaguasymientras los piratas miraban contemplaronunaextrañavisión.Eraelnidodelqueoshehablado,queflotabaen la lagunayelavedeNuncaJamásestabaposadaenél.

—Mirad —dijo Garfio contestando a lapreguntadeSmee—,esoesunamadre.¡Quélección!Elnidodebedehabercaídoalagua,

¿peroabandonaría lamadre loshuevos?No.Selequebrólavoz,comosiporunmomentorecordara tiempos inocentes en que... peroapartóestadebilidadconelgarfio.

Smee, muy impresionado, contempló al avemientraselnidopasabaconlacorriente,peroStarkey,mássuspicaz,dijo:

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—Si es unamadre, a lomejor está por aquíparaayudaraPeter.

Garfiohizounamueca.

—Sí —dijo—, ése es el temor que meatormenta.

La voz agitada de Smee lo sacó de suabatimiento.

—Capitán —dijo Smee—, ¿no podríamosraptaralamadredeesoschicosyconvertirlaennuestramadre?

—Es un plan estupendo —gritó Garfio y almomento cobró forma factible en su grancerebro—. Atraparemos a los niños y losllevaremos al barco: a los chicos lospasaremos por la plancha y Wendy seránuestramadre.

Wendyvolvióaperderelcontrol.

—¡Jamás!—gritóysesumergió.

—¿Quéhasidoeso?

Perono vieronnada.Pensaronquenohabíasidomásqueunahojamovidaporelviento.

—¿Estáis de acuerdo, muchachotes míos?preguntóGarfio.

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—Aquíestámimano—dijeronlosdos.

—Yaquíestámigarfio.Juremos.

Todos juraron. Para entonces ya estaban enla roca y de pronto Garfio se acordó deTigridia.

—¿Dónde está la india? —preguntóbruscamente.

Avecesteníaganasdebromaycreyeronqueéstaeraunadeesasveces.

—No pasa nada, capitán —contestó Smeecomplacido—,lahemossoltado.

—¡Quelahabéissoltado!—exclamóGarfio.

—Ésas fueron sus órdenes —titubeó elcontramaestre.

—Ustednos llamódesdeelaguaparaque lasoltáramos—dijoStarkey.

—Portodoslosdemonios—vociferóGarfio—,

¿quetraiciónesésta?

Selepusolacaranegraderabia,perosediocuentadequeestabanconvencidosdeloquedecíanysesintióalarmado.

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—Muchachos —dijo, algo tembloroso—, yonohedadoesaorden.

—Pues es muy raro —dijo Smee y todos seagitaroninquietos.Garfiolevantólavoz,perolesaliótemblorosa.

—Espíritu que esta noche rondas por estaoscuralaguna—gritó—,¿meoyes?

Como es lógico, Peter debería habersequedadocallado,peronaturalmentenolo

hizo. Inmediatamentecontestócon lavozdeGarfio:

—Pormildiablostuertos,teoigo.

En ese momento culminante Garfio no seamedrentó, ni siquiera un poquito, peroSmeeyStarkeyseabrazaronaterrorizados.

—¿Quién eres, desconocido? Habla —exigióGarfio.

—SoyJamesGarfio—replicólavoz—,capitándelJollyRoger.

—Noescierto,noescierto—gritóGarfioconvozronca.

—Portodoslosdemonios—contestólavoz—,repiteesoytepasopordebajodelaquilla.

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Garfioprobóunaactitudmásconciliadora.

—Si eres Garfio —dijo casi con humildad—,dime,¿quiénsoyyo?

—Un bacalao —replicó la voz—, nada másqueunbacalao.

—¡Un bacalao! —repitió Garfio sincomprender y entonces y sólo entonces, suorgullosedesmoronó.Viocómosushombresseapartabandeél.

—¿Noshaestadodirigiendounbacalaotodoeste tiempo?—mascullaron—.Esdenigranteparanuestroorgullo.

Suspropiosperrossevolvíancontraél,pero,por muy trágica que se hubiera vuelto susituación, apenas les hizo caso. Ante unaspruebastanpavorosasnoeralaconfianzadeellos lo que necesitaba, sino la suya propia.Sentíaquesuegoseleescapaba.

—No me abandones, muchachote —lesusurró roncamente. En aquella oscurapersonalidadhabíauntoquefemenino,comoentodoslosgrandespiratasyésteavecesledaba intuiciones. De pronto optó por jugaralasadivinanzas.

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—Garfio—llamó—,¿tienesotravoz?

Peter jamás podía resistirse a un juego ycontestóalegrementeconsupropiavoz:

—Sí.

—¿Yotronombre?

—Sí.

—¿Vegetal?—preguntóGarfio.

—No.

—¿Mineral?

—No.

—¿Animal?

—Sí.

—¿Hombre?

—¡No! —la respuesta resonó cargada dedesprecio.

—¿Niño?

—Sí.

—¿Niñocorriente?

—¡No!

—¿Niñomaravilloso?

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Para disgusto deWendy la respuesta que seoyóestavezfue:

—Sí.

—¿EstásenInglaterra?

—No.

—¿Estásaquí?

—Sí.

Garfioestabatotalmentedesconcertado.

—Preguntadle algo vosotros —les dijo a losotros,enjugándoselafrentesudorosa.

Smeereflexionó.

—No se me ocurre nada —dijoapesadumbrado.

—No lo saben, no lo saben —canturreóPeter—. ¿Os rendís? Por supuesto, porvanidad estaba llevando el juego demasiadolejosylosbellacosvieronsuoportunidad.

—Sí,sí—contestaronimpacientes.

—Puesmuybien—gritóél—,soyPeterPan.

¡Pan!

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AlmomentoGarfiovolvióasereldesiempreySmeeyStarkeysusfielessecuaces.

—Ya lo tenemos —gritó Garfio—. Al agua,Smee. Starkey, vigila el bote. Cogedlo vivo omuerto.

Daba saltos mientras hablaba y al mismotiemposeoyólaalegrevozdePeten

—¿Estáislistos,chicos?

—Sí—contestarondesdediversos puntos delalaguna.

—Puesdadlesunapalizaalospiratas.

La lucha fue breve y cruenta. El primero encobrarse una víctima fue John, que subióvalientemente al bote y agarró a Starkey.Hubo una dura pelea, en la que al pirata lefuearrebatadoelsable.SetiróporlabordayJohnsaltótrasél.Elbotesealejóaladeriva.

Aquíyallá surgíaunacabezaenelaguay seveíaundestellometálico,seguidodeungritoo un alarido. En la confusión algunosatacaban a los de su propio bando. ElsacacorchosdeSmeehirióaLeloenlacuartacostilla,peroélfueheridoasuvezporRizos.

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A mayor distancia de la roca Starkey hacíasudaraPresuntuosoyalosgemelos.

¿Dónde estaba Peter a todo esto? Estabapersiguiendounapresamásgrande.

Todoslosdemáseranchicosvalientesynoseles debe echar en cara que se apartaran delcapitánpirata. Su garra dehierro trazabauncírculo demuerte en el agua, del que huíancomopecesasustados.

Pero había uno que no lo temía: unodispuestoapenetrarenesecírculo.

Por raro que parezca, no fue en el aguadonde se encontraron. Garfio se subió a larocapara respirar y en esemismomomentoPeter la escaló por el lado opuesto. La rocaestabaresbaladizacomounbalónymásbientenían que arrastrarse en lugar de trepar.Ninguno de los dos sabía que el otro seestaba acercando. Al tantear cada unobuscandounasiderotropezaronconelbrazodel contrario: sorprendidos, alzaron lacabeza; sus caras casi se tocaban; así seencontraron.

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Algunos de los héroes más grandes hanconfesado que justo antes de entrar encombate lesentróunmomentáneotemor.Sien ese momento eso le hubiera ocurrido aPeteryoloadmitiría.Alfinyalcabo,ésteerael único hombre al que el Cocinero habíatemido.PeroaPeternoledioningúnmiedo,sólo sintió una cosa, alegría, y rechinó losbonitosdientesconentusiasmo.Rápidocomoun rayo le quitó a Garfio un cuchillo delcinturón y estaba a punto de clavárselo,cuando se dio cuenta de que estaba situadoen la roca más arriba que su enemigo. Nohabríasidounaluchajusta.Lealargólamanoalpirataparaayudarloasubir.

EntoncesGarfiolomordió.

No fueeldolor, sino lo injustodelasunto, loque atontó a Peter. Lo dejó impotente. Sólopodía mirar, horrorizado. Todos los niñosreaccionan así la primera vez que los tratancon injusticia. A lo único que piensan quetienenderechocuandoseleacercanaunodebuenafeesauntratojusto.Despuésdequeuno haya sido injusto con ellos seguiránqueriéndolo, pero nunca volverán a ser los

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mismos. Nadie supera la primera injusticia:nadieexceptoPeter.Setopabaamenudoconella, pero siempre se le olvidaba. Supongoque ésa era la auténtica diferencia entretodoslosdemásyél.

De formaquecuandoahoraseencontróconello fue como la primera vez y lo único quepudo hacer fue quedarse boquiabierto,impotente. Lamano de hierro lo golpeó dosveces.

Pocos minutos después los demás chicosvieron a Garfio en el agua nadandofrenéticamente hacia el barco; su carapestilenteyanoestaballenaderegocijo,sóloblanca de miedo, pues el cocodrilo le veníapisando los talones. En una ocasión normallos chicos habrían nadado al lado soltandogritos de entusiasmo, pero ahora se sentíaninquietos, porque habían perdido tanto aPetercomoaWendyyestabanrecorriendolalaguna buscándolos, gritando sus nombres.Encontraronelboteyregresaronacasaenél,gritando«Peter,Wendy»porelcamino,perono se oía ninguna respuesta salvo la risaburlonadelassirenas.

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—Deben de estar volviendo a nado o por elaire—decidieron loschicos.Noestabanmuypreocupados, por la fe que tenían en PetenSe echaron a reír, como niños que eran, alpensar que se irían tarde a la cama ¡y todoporculpademamáWendy!

Cuando sus voces se apagaron cayó un fríosilenciosobrela lagunayentoncesseoyóundébilgrito.

—¡Socorro,socorro!

Dos figuritas golpeaban contra la roca; lachica había perdido el conocimiento y yacíaen los brazos del chico. Con un últimoesfuerzo Peter la subió a la roca y luego seechó junto a ella. En el momento en quetambién él se desmayaba vio que el aguaestaba subiendo. Supo que pronto estaríanahogados,peronopodíahacermás.

Mientras yacían el uno junto al otro unasirenaagarróaWendydelospiesysepusoatirardeellasuavementehaciaelagua.Peter,al sentirquesesoltabadeél,volvióensídegolpe y llegó justo a tiempo de rescatarla.Peroteníaquedecirlelaverdad.

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—Estamos en la roca, Wendy—dijo—, perose está cubriendo. El agua no tardará encubrirladeltodo.

Nisiquieraentoncesloentendióella.

—Tenemos que irnos —dijo casi conanimación.

—Sí—respondióéldébilmente.

—¿Nadamosovolamos,Peter?

Nolequedómásremedioquedecírselo.

—Wendy, ¿crees que podrías nadar o volarhastalaislasinmiayuda?

Ella tuvo que admitir que estaba demasiadocansada.Élsoltóungemido.

—¿Qué te ocurre? —preguntó ella,preocupadaporélalinstante.

—No tepuedoayudar,Wendy.Garfiomehaherido.Nopuedonivolarninadar.

—¿Quieresdecirquenosvamosaahogar losdos?

—Miracómosubeelagua.

Setaparonlosojosconlasmanosparaevitaraquella visión.Pensaronqueno tardaríanen

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morir. Mientras estaban así sentados unacosarozóaPeterconlalevedaddeunbesoyse quedó allí, como preguntandotímidamente:«¿Puedoservirparaalgo?»

Eralacoladeunacometa,queMichaelhabíaconstruido unos días antes. Se le habíaescapado de las manos y se había alejadovolando.

—La cometa de Michael —dijo Peter conindiferencia, pero un momento después latenía agarrada por la cola y tiraba de lacometa hacia él—. Levantó a Michael delsueloexclamó—,¿porquénopodría llevarteati?

—¡Alosdos!

—Nopuedelevantaradospersonas,MichaelyRizoslointentaron.

—Echémoslo a suertes —dijo Wendy convalentía.

—¿Unadamacomotú?Nihablar.

Ya le había atado la cola alrededor. Ella seaferróaél:senegabaapartirsinél,peroconun«adiós,Wendy»,laapartódeunempujón

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de la rocaya lospocosminutosdesapareciódesuvistapor losaires.Petersequedósoloenlalaguna.

Larocaeramuypequeñaya,prontoquedaríasumergida. Unos pálidos rayos de luz sedeslizaron por las aguas y luego se oyó unsonido que al mismo tiempo era el másmusicalyelmástristedelmundo:lassirenascantandoalaluna.

Peternoeracomolosdemáschicos,peroporfin sentía miedo. Le recorrió unestremecimiento, como un temblor quepasaraporelmar,peroenelmaruntemblorsucedeaotrohastaquehaycientosdeellosyPeter sintió solamente ése. Al momentosiguiente estaba de nuevo erguido sobre laroca,conesasonrisaen lacarayun redoblede tambores en su interior. Éste le decía:«morirseráunaaventuraimpresionante.»

9.ElavedeNuncaJamás

Lo último que oyó Peter antes de quedarsesolo fue a las sirenas retirándose una tras

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otra a sus dormitorios submarinos. Estabademasiado lejos para oír cómo se cerrabansus puertas, pero cada puerta de las curvasde coral donde viven hace sonar unacampanita cuando se abre o se cierra (comoen lascasasmáselegantesdelmundoreal)ysíqueoyólascampanas.

Las aguas fueron subiendo sin parar hastatocarlelospiesyparapasarelratohastaquedieranel trago final, contempló loúnicoquesemovíaenlalaguna.Pensóqueerauntrozodepapelflotante,quizáspartedelacometayse preguntó distraído cuánto tardaría enllegaralaorilla.

Al poco notó con extrañeza que sin dudaestabaenlalagunaconalgúnclaropropósito,ya que estaba luchando contra lamarea y aveces lo lograba y cuando lo lograba, Peter,siempre de parte del bando más débil, nopodíaevitaraplaudir:quétrozodepapel tanvaliente.

En realidad no era un trozo de papel: era elave de Nunca Jamás, que hacía esfuerzosdenodadospor llegarhastaPeterensunido.Moviendolasalas,conunatécnicaquehabía

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descubierto desde que el nido cayó al agua,podíahastaciertopuntogobernarsuextrañaembarcación, pero para cuando Peter lareconoció estaba ya muy agotada. Habíavenido a salvarlo, a darle su nido, aunquetenía huevos dentro. La actitud del aveextraña bastante, porque aunque Peter sehabíaportadobienconella, tambiénaveceslahabíamartirizado.Meimaginoque,aligualque la señora Darling y todos los demás, sehabía enternecido porque conservaba todoslosdientesdeleche.

Le explicó a gritos porquéhabía venido y éllepreguntóagritosquéestabahaciendoallí,pero por supuesto ninguno de los dosentendíael lenguajedelotro.Enlashistoriasimaginarias las personas pueden hablar conlospájarossinproblemasyenestemomentodesearíapoderfingirqueéstaesunahistoriade ese tipo y decir que Peter contestó coninteligencia al ave de Nunca Jamás, pero esmejordecir laverdady sóloquierocontar loque pasó en realidad. Pues bien, no sólo nopodían entenderse, sino que ademásacabaronporperderlacompostura.

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—Quiero—que—te—metas—en—el—nido—gritóelave,hablandolomásclaroydespacioposible—, y—así—podrás—llegar—ala—orilla, pero estoy—demasiado—cansada—para—acercarlo—más—así—que—tienes—que—tratar—de—nadar—hasta—aquí.

—¿Qué estás graznando? —respondióPeter—.

¿Por qué no dejas que el nido flote comosiempre?

—Quiero—que —dijo el ave y lo volvió arepetir todo. Entonces Peter trató de hablarclaroydespacio.—¿Qué—estás—graznando?—ytodolodemás.

ElavedeNuncaJamásseenfadó:tienenmuymalgenio.

—Pedazodezoquete—chilló—,¿porquénohacesloquetedigo?

A Peter le dio la impresión de que lo estabainsultando y se arriesgó a replicar convehemencia:

—¡Esoloserástú!

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Entonces, curiosamente, los dos soltaron lamismafrase:

—¡Cállate!

—¡Cállate!

Noobstante,elaveestabadecididaasalvarlosipodíayconunúltimoyfenomenalesfuerzoarrimó el nido a la roca. Entonces levantó elvuelo, abandonando sus huevos, para hacerclarasuintención.

En ese momento por fin lo entendió él yagarró el nido y saludó dando las gracias alave mientras ésta revoloteaba por encima.Sin embargo, no era por recibir suagradecimientoporloqueflotabaenelcielo,ni siquiera era para ver cómo semetía en elnido:eraparaverquéhacíaconloshuevos.

HabíadosgrandeshuevosblancosyPeterloscogióy reflexionó.Elave se tapó la caraconlasalas,paranoverelfindesushuevos,peronopudoevitaratisbarporentrelasplumas.

Norecuerdosioshedichoquehabíaunpaloen la roca, clavado hacíamucho tiempo porunos bucaneros para marcar el lugar dondeestabaenterradountesoro.Losniñoshabían

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descubierto el reluciente botín y cuandotenían ganas de travesuras se dedicaban alanzar lluviasdemoidores,diamantes,perlasy monedas de cobre a las gaviotas, que seprecipitaban sobre ellos creyendo que eracomidayluegosealejabanvolando,rabiandopor la faena que les habían hecho. El paloseguía allí y en él había colgado Starkey susombrero, un encerado hondo eimpermeable,dealamuyancha.Petermetiólos huevos en este sombrero y lo echó alagua.Flotabaperfectamente.

El ave de Nunca Jamás se dio cuenta alinstante de lo que pretendía y le soltó unchillido de admiración y, ay, Peter graznómostrando su acuerdo. Luego semetióenelnido, colocó en él el palo como un mástil ycolgó su camisa como vela. En ese mismomomento el ave bajó volando hasta elsombrero y una vez más se posóconfortablementesobresushuevos.Sefueala deriva en una dirección y Peter se alejóflotando en otra, ambos soltando gritos dejúbilo.

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Porsupuesto,cuandoPeterllegóatierravarósu embarcación en un lugar donde el avepudiera encontrarla fácilmente, pero elsombrero funcionaba tan bien que éstaabandonó el nido. Éste fue flotando a laderivahastahacersetrizasyStarkeyllegabaamenudo a la orilla de la laguna y, lleno deamargura, contemplabaalave sentadaensusombrero. Como ya no volveremos a verla,puede que merezca la pena comentar queahora todos los pájaros de Nunca Jamásconstruyensusnidosdeesaforma,conunalaanchaenlaquetomanelairelospolluelos.

HubogranalegríacuandoPeterllegóalacasasubterránea casi tan pronto comoWendy, aquien la cometa había llevado de un lado aotro. Cada uno de los chicos tenía unaaventuraquecontar,peroquizás laaventuramás grande de todas fuera que se les habíapasadoconmucho lahorade irsea lacama.Esto los envalentonó tanto que intentarondiversos trucos para conseguir quedarselevantadosaúnmástiempo,talescomopedirvendas,peroWendy,aunqueseregocijabadetenerlos a todos de nuevo en casa sanos y

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salvos,estabaescandalizadaporlotardequeerayexclamó:«A lacama,a lacama»enuntono que no quedaba más remedio queobedecer. Sin embargo, al día siguienteestuvocariñosísimaylespusovendasatodosy estuvieron jugando hasta la hora deacostarse a andar cojeando y llevar el brazoencabestrillo.

10. Elhogarfeliz

Una consecuencia importante de laescaramuza de la laguna fue que los pielesrojas se hicieron sus amigos. Peter habíasalvado a Tigridia de un horrible destino yahoranohabíanadaquesusbravosyellanoestuvieran dispuestos a hacer por él. Sepasaban toda la noche sentados arriba,vigilando la casa subterránea y esperando elgran ataque de los piratas queevidentementeyanopodía tardarmuchoenproducirse. Incluso de día rondaban por ahí,fumando la pipa de la paz y con el airemásamistosodelmundo.

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Llamaban a Peter el Gran Padre Blanco y sepostraban ante él y esto le gustabamuchísimo,por loque realmenteno lehacíaningúnbien.

—El Gran Padre Blanco—les decía con airesde grandeza, mientras se arrastraban a suspies—, se alegra de ver que los guerrerospiccaninnisprotegensutiendadelospiratas.

—Yo Tigridia —replicaba la hermosamuchacha—. Peter Pan salvarme, yo buenaamiga suya. Yo no dejar que piratas hacerledaño.

Era demasiado bonito para rebajarse de talforma,peroPeterpensabaque se lodebíayrespondíacontonodesuperioridad.

—Estábien.PeterPanhahablado.

Siempre que decía «Peter Pan ha hablado»,quería decir que ahora ellos se tenían quecallaryellosloaceptabanhumildementeconesaactitud,peronoerannimuchomenostanrespetuosos con los demás chicos, a quienesconsideraban unos bravos corrientes. Lesdecían: «¿Qué tal?» y cosas así y lo quefastidiaba a los chicos era que daba la

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impresión de que a Peter esto le parecía locorrecto.

En el fondoWendy los compadecía unpoco,peroeraunamadecasademasiadolealparaescucharquejascontraelpadre.

—Papá sabe lo que más conviene —decíasiempre, fuera cual fuera su propia opinión.Supropiaopinióneraque lospieles rojasnodeberíanllamarlasquaw.

Ya hemos llegado a la noche que seríaconocidaentreelloscomolaNocheentre lasNoches, por sus aventuras y el resultado deéstas. El día, como si estuviera reuniendofuerzascalladamente,había transcurridocasisin incidentes y ahora los pieles rojasenvueltos en sus mantas se encontraban ensus puestos de arriba, mientras que, abajo,los niños estaban cenando, todos menosPeter, que había salido para averiguar lahora. La manera de averiguar la hora en laisla era encontrar al cocodrilo y entoncesquedarse cercadeélhastaqueel relojdieralahora.

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Dabalacasualidaddequeestacenaerauntéimaginario y estaban sentados alrededor dela mesa, engullendo con glotonería y, laverdad, con toda la charla y lasrecriminaciones, el ruido, como dijoWendy,eraabsolutamenteensordecedor.Claroqueaellano le importabael ruido,peronoestabadispuestaatolerarquesepegaranyluegosedisculparan diciendo que Lelo les habíaempujado del brazo. Había una normaestablecida por la que jamás debíandevolverse los golpes durante las comidas,sino que debían remitir el motivo de ladisputa aWendy levantando cortésmente elbrazo derecho y diciendo: «Quiero quejarmede Fulanito», pero lo que normalmenteocurría era que se olvidaban de hacerlo o lohacíandemasiado.

—Silencio —gritó Wendy cuando les hubodichopor enésima vez queno debían hablartodos almismo tiempo—.¿Tehasbebido yalacalabaza,Presuntuoso,miamor?

—No del todo, mamá —dijo Presuntuoso,despuésdemirarunatazaimaginaria.

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—Nisiquierahaempezadoabeberselaleche—cortóAvispado.

Esto era acusar y Presuntuoso aprovechó laoportunidad.—QuieroquejarmedeAvispado—exclamó rápidamente. Pero John habíalevantadolamanoprimero.

—¿Sí,John?

—¿Puedo sentarme en la silla de Peter, yaquenoestá?

—¡John! ¡Sentarte en la silla de papá! —seescandalizóWendy—.Porsupuestoqueno.

—Noesnuestropadredeverdad—contestóJohn—. Ni siquiera sabía cómo se comportaunpadrehastaqueyoseloenseñé.

Aquelloeraprotestar.

—QueremosquejarnosdeJohn—gritaronlosgemelos.

Lelolevantólamano.Eracontantadiferenciaelmáshumildedetodos,enrealidadelúnicohumilde, que Wendy era especialmentecariñosaconél.

—Supongo—dijo Lelo con timidez—, que yonopodríahacerdepapá,¿verdad?

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—No,Lelo.

Una vez que Lelo empezaba, lo cual noocurría muy a menudo, seguía como untonto.

—Ya que no puedo ser papá —dijotorpemente—,nocreoquetúmedejarasserelbebé,¿verdad,Michael?

—No, no me da la gana—soltóMichael. Yaestabaensucesta.

—Ya que no puedo ser el bebé —dijo Lelo,cadavezmástorpe—,¿creéisquepodríaserungemelo?

—Claroqueno—replicaronlosgemelos—,esdificilísimosergemelo.

—Yaquenopuedo sernada importantedijoLelo—,¿osgustaríavermehaceruntruco?

—No—replicaron todos. Entonces por fin lodejó.

—En realidad no tenía ninguna esperanzadijo.

Las odiosas acusaciones se desataron denuevo.

—Presuntuosoestátosiendoenlamesa.

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—Los gemelos han empezado con frutos demamey.

—Rizos está comiendo rollos de tapa ybatatas.

—Avispadoestáhablandoconlabocallena.

—Quieroquejarmedelosgemelos.

—QuieroquejarmedeRizos.

—QuieroquejarmedeAvispado.

—Dios mío, Dios mío —exclamó Wendy—.Estoyconvencidadequeavecesloshijossonmásunproblemaqueunabendición.

Lesdijoquerecogieranysesentóenlacestade la labor: como de costumbre, unmontóndecalcetinesytodaslasrodillasagujereadas.

—Wendy —protestó Michael—, soydemasiadograndeparaunacuna.

—Tengoqueteneraalguienenunacunadijoella casi con aspereza—, y tú eres el máspequeño. Es de lo más hogareño tener unacunaencasa.

Mientras cosía se pusieron a jugar a sualrededor, formando un grupo de carasalegres y piernas y brazos danzantes

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iluminados por aquella romántica lumbre.Había llegado a convertirse en una escenamuy familiar en la casa subterránea, pero laestamoscontemplandoporúltimavez.

Se oyó una pisada arriba y os aseguro queWendyfuelaprimeraenreconocerla.

—Niños, oigo los pasos de vuestro padre. Legustaquelorecibáisenlapuerta.

Arriba, los pieles rojas estaban arrodilladosantePeter.

—Vigiladbien,valientes,hedicho.

Y luego, como tantasotrasveces, losalegresniños lo sacarona rastrasde su árbol. Comotantasotrasveces,peroyanuncamás.

Había traídonuecespara loschicosasí comolahoraexactaparaWendy.

—Pero, los estás malcriando, ¿sabes? —dijoWendyconlababacaída.

—Sí,mujer—dijoPeter,colgandosurifle.

—Fuiyoquienledijoquealasmadresselasllamamujer—lesusurróMichaelaRizos.

—QuieroquejarmedeMichael—dijoRizosalinstante.ElprimergemeloseacercóaPeter.

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—Papá,queremosbailar.

—Pues baila, baila, jovencito —dijo Peter,queestabademuybuenhumor.

—Peroqueremosquetúbailes.

En realidad Peter era el mejor bailarín detodosellos,perofingióescandalizarse.

—¡Yo!Perosiyanoestoyparaesostrotes.

—Ymamátambién.

—¡Cómo!—exclamóWendy—.¡Yo,madredetodaestacatervadechiquillos,quemepongaabailar!

—Pero en un sábado por la noche... insinuóPresuntuoso.

En realidad no era sábado por la noche,aunque podría haberlo sido, ya que hacíatiempo que habían perdido la cuenta de losdías, pero siempre que querían hacer algoespecialdecíanqueerasábadoporlanocheyentonceslohacían.

—Claro, que es sábado por la noche, PeterdijoWendy,cediendo.

—Unaspersonasdenuestraposición,Wendy.

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—Pero es sólo delante de nuestra propiaprole.

—Cierto,cierto.

Asíqueselesdiopermisoparabailar,aunqueprimerodebíanponerseelpijama.

—Bueno, mujer —le dijo Peter a Wendy enun aparte, calentándose junto al fuego ycontemplándolamientras ella remendabauntalón—,nohaynadamásagradableparatiyparamí por la noche, cuando las faenas deldía han acabado, que descansar junto alfuegoconlospequeñoscerca.

—Es bonito, Peter, ¿verdad? —dijo Wendy,enormemente complacida—.Peter, creoqueRizos ha sacado tu nariz. —Pues Michael separeceati.

Ella se acercó a él y le puso la mano en elhombro.

—QueridoPeter—dijo—,conunafamiliatangrande,comoes lógico,yanoestoy tanbiencomo antes, pero no deseas cambiarme,¿verdad?

—No,Wendy.

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Claroquenodeseabauncambio,perolamiróinquieto, parpadeando, ¿sabéis? Como si noestuviera seguro de estar despierto odormido.

—Peter,¿quétepasa?

—Estaba pensando —dijo él, un pocoasustado—. Esmentira que yo sea su padre,¿verdad?

—Oh,sí—dijoWendyremilgadamente.

—Esque—continuóélcomoexcusándose—,sersupadredeverdadmeharíasentirmetanviejo.

—Perosonnuestros,Peter,tuyosymíos.

—Peronodeverdad, ¿no,Wendy?preguntóangustiado.

—Si no lo deseas, no —replicó ella y oyóclaramenteelsuspirodealivioquesoltóél.

—Peter—lepreguntó,tratandodehablarconvoz firme—, ¿cuáles son tus sentimientosconcretoshaciamí?

—Losdeunhijofiel,Wendy.

—Me lo figuraba—dijo ella y fue a sentarsealotroextremodelahabitación.

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—Qué rara eres —dijo él, francamentedesconcertado—,yTigridiaesigual.Dicequequiereseralgomío,peronomimadre.

—No, claro que no —replicó Wendy contremendoénfasis.Ahorayasabemosporquéteníaprejuicioscontralospielesrojas.

—¿Entonces,qué?

—Esonolodebedecirunadama.

—Puesmuybien—dijoPeter,algomolesto—.

AlomejormelodiceCampanilla.

—Sí,Campanilla te lodirá—contestóWendycondesprecio—.Notienemodales.

Entonces Campanilla, que estaba en sutocador,escuchandoaescondidas,chillóalgoconinsolencia.

—Dice que le encanta no tener modalestradujo Peter. De pronto se le ocurrió unaidea.

—¿A lo mejor Campanilla quiere ser mimadre?

—¡Cretino!—gritóCampanillaenfurecida.

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Lo decía tan a menudo que a Wendy no lehizofaltatraducción.

—Casi estoy dé acuerdo con ella —soltóWendy. Imaginaos, Wendy hablando conbrusquedad. Pero ya había sufrido mucho yno tenía lamenor ideade loque ibaapasarantesdequeterminaralanoche.Silohubierasabidonohabríahabladoconbrusquedad.

Ninguno de ellos lo sabía. Quizás fue mejorno saberlo. Su ignorancia les dio una horamás de felicidad y como iba a ser su últimahora en la isla, alegrémonos de que tuvierasesenta minutos. Cantaron y bailaron enpijama. Era una canción deliciosamentehorripilanteenlaquefingíanasustarsedesuspropias sombras:quépoco sospechabanquebien pronto se les echarían encima unassombras ante las que se encogerían conauténticotemor.¡Québailetandivertidísimoy cómo seempujabanen la camay fueradeella! Era más bien una pelea de almohadasque un baile y cuando se terminó, lasalmohadasseempeñaronenvolveraellounavez más, como compañeros que saben quepuede que jamás se vuelvan a ver. ¡Qué

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historias se contaron, antes de que fuera lahoradelcuentodebuenasnochesdeWendy!Incluso Presuntuoso trató de contar uncuento aquella noche, pero el principio eratan enormemente aburrido que incluso élmismo se quedó horrorizado y dijo contristeza:

—Sí, es un principio aburrido. Mirad,hagamoscomoqueeselfinal.

Y entonces por fin se metieron todos en lacama para escuchar el cuento deWendy, elquemás les gustaba, el quePeter aborrecía.Por lo general cundo se ponía a contar estecuentoélse ibade lahabitaciónosetapabalos oídos con las manos y posiblemente siesta vez hubiera hecho una de estas cosas,puedequetodavíaestuvieranen la isla.Peroestanochesequedóensuasientoyveremosloquesucedió.

11.ElcuentodeWendy

—A ver, escuchad —dijo Wendy,acomodándose para el relato, conMichael a

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lospiesysietechicosenlacama—.Habíaunavezunseñor...

—Yo preferiría que fuera una señora —dijoRizos.

—Y yo que fuera una rata blanca —dijoAvispado.

—Silencio —los reprendió su madre—.Tambiénhabíaunaseñoray...

—Oh, mamá—exclamó el primer gemelo—,quieres decir que también hay una señora,¿verdad?Noestámuerta,¿verdad?

—Oh,no.

—Cómo me alegro de que no esté muertadijoLelo—.¿Notealegras,John?

—Claroquesí.

—¿Notealegras,Avispado?

—Bastante.

—¿Noosalegráis,Gemelos?

—Nosalegramos.

—Diosmío—suspiróWendy.

—A ver si hacemos menos ruido —exclamóPeter, dispuesto a que las cosas le fueran

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bien a Wendy, por muy espantoso que leparecieraelcuentoaél.

—El señor—continuóWendy—,erael señorDarlingyellaeralaseñoritaDarling.

—Yo los conocía—dijo John,para fastidiar alosdemás.

—Yo creo que los conocía—dijoMichael nomuyconvencido.

—Estaban casados, ¿sabéis? —explicóWendy—,¿yquéosimagináisquetenían?

—Ratasblancas—exclamóAvispadocongraninspiración.

—No.

—Qué misterio —dijo Lelo, que se sabía elcuentodememoria.

—Calla,Lelo.Teníantresdescendientes.

—¿Quésondescendientes?

—Bueno,puestúeresuno,Gemelo.

—¿Oyeseso,John?Soyundescendiente.

—Los descendientes no son más que niñosdijoJohn.

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—Dios mío, Dios mío —suspiró Wendy—.Veamos, estos tres niños tenían una fielniñerallamadaNana,peroelseñorDarlingseenfadóconellay laatóenelpatioyporesolosniñosseescaparonvolando.

—Quéhistoriatanbuena—dijoAvispado.

—Seescaparonvolando—continuóWendy—, al País de Nunca Jamás, donde están losniñosperdidos.

—Eso es lo que yo pensaba —interrumpióRizosemocionado—.Nosécómo,peroesoesloqueyopensaba.

—Oh,Wendy—exclamó Lelo—, ¿se llamabaLeloalgunodelosniñosperdidos?

—Sí,asíes.

—Estoy en un cuento. Hurra, estoy en uncuento,Avispado.

—Silencio. Bueno, quiero que penséis en loque sintieron los desdichados padres al verquetodossusniñossehabíanescapado.

—¡Ay!—gimieron todos, aunqueen realidadnoestabanpensandoni lomásmínimoen loquesentíanlosdesdichadospadres.

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—¡Imaginaoslascamasvacías!

—¡Ay!

—Es tristísimo —dijo el primer gemeloalegremente.

—Nomeimaginoquepuedaacabarbiendijoelsegundogemelo—.¿Ytú,Avispado?

—Estoypreocupadísimo.

—Si supierais lo maravilloso que es el amorde una madre —les dijo Wendy en tono detriunfo—,notendríaismiedo.

Había llegado ya a la parte que Peteraborrecía.

—Amísíquemegustaelamordeunamadre—dijo Lelo, golpeando a Avispado con unaalmohada—. ¿A ti te gusta el amor de unamadre,Avispado?

—Yalocreo—dijoAvispado,devolviéndoleelgolpe.

—Veréis—dijoWendycomplacida—,nuestraheroínasabíaquelamadredejaríasiemprelaventana abierta para que sus niñosregresaran volando por ella, así que

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estuvieronfueraduranteañosyselopasaronestupendamente.

—¿Llegaronavolver?

—Ahora—dijoWendy,preparándoseparaelesfuerzomásdelicado—,echemosunvistazoalfuturo.

Y todos segiraronde la formaquehacequelosvistazosalfuturoresultenmásfáciles.

—Hanpasadolosaños¿yquiénesesaseñorade edad indeterminada que se apea en laestacióndeLondres?

—Oh, Wendy, ¿quién es? —exclamóAvispado, tan emocionado como si no losupiera.

—Puedeser...sí...no...es...¡labellaWendy!

—¡Oh!

—¿Y quiénes son los dos nobles y orondospersonajes que la acompañan, ahora yahechos hombres? ¿Pueden ser John yMichael?¡Sí!

—¡Oh!

—Mirad, queridos hermanos —dice Wendy,señalandohaciaarriba—,ahísiguelaventana

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abierta.Ah,ahoranosvemosrecompensadospor nuestra fe sublime en el amor de unamadre.

—De forma que subieron volando hasta sumamá y su papá y no hay pluma que puedadescribir la feliz escena, sobre la quecorremosunvelo.

Esoerauncuentoysesentíantansatisfechoscon él como la bella narradora. Es que todoera como debía ser. Nos escabullimos comolos seres más crueles del mundo, que es loque son los niños, aunquemuy atractivos, ypasamosunratototalmenteegoístaycuandonecesitamos atenciones especialesregresamos noblemente a buscarlas, segurosdequenosabrazaránenlugardepegarnos.

Efectivamente, tan grande era su fe en elamor de una madre que pensaban quepodían permitirse ser un poco más crueles.Pero había alguien que tenía más claras lascosasycuandoWendyterminósoltóunsordogemido.

—¿Qué te pasa, Peter? —exclamó ella,corriendo hasta él, creyendo que estaba

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enfermo. Lo palpó solícita más abajo delpecho.

—¿Dóndeteduele,Peter?

—No es esa clase de dolor —replicó Peterlúgubremente.

—¿Entoncesdequéclasees?

—Wendy, estás equivocada con respecto alasmadres.

Se agruparon asustados a su alrededor, tanalarmante era su inquietud y con totalfranquezaél lescontó loquehastaentonceshabíamantenidooculto.

—Hace mucho tiempo —dijo—, yo creíacomo vosotros que mi madre me dejaría laventanaabierta,asíqueestuvefueradurantelunasylunasylunasyluegoregresévolando,pero la ventana estaba cerrada, porquemamá se había olvidado de mí y había otroniñodurmiendoenmicama.

No estoy seguro de que esto fuera cierto,peroPeterlocreíaylosasustó.

—¿Estássegurodequelasmadressonasí?

—Sí.

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Así que ésta era la verdad sobre lasmadres.¡Lasmuycanallas!

Aunasí esmejor tener cuidado ynadie sabetandeprisacomounniñocuándodebeceder.

—Wendy, vámonos a casa—gritaron John yMichaelaltiempo.

—Sí—dijoella,abrazándolos.

—No seráestanoche, ¿verdad?preguntaronperplejoslosniñosperdidos.Sabíanenloquellamaban el fondo de su corazón que unopuedearreglárselasmuybiensinunamadreyquesólo son lasmadres lasquepiensanquenoesasí.

—Ahora mismo —replicó Wendy decidida,puesselehabíaocurridounaideaespantosa:

«A lo mejor mamá está ya de medio luto.»Este temor le hizo olvidarse de lo que debíade estar sintiendo Peter y le dijo en tonobastantecortante:

—Peter,¿teocupasdehacerlospreparativosnecesarios?—Siesloquedeseas—replicóélconlamismafrialdadquesilehubierapedidoquelepasaralasnueces.

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¡Nidecirseun«sientoperderte»!Siaellanole importaba laseparación,él,Peter, le ibaademostrarqueaéltampoco.

Pero, por supuesto, le importaba mucho yestaba tan lleno de ira contra los adultos,quienes, como de costumbre, lo estabanechando todo a perder, que nada másmeter—

se en su árbol tomó a propósito aliento eninspiraciones cortas y rápidas a un ritmo deunas cinco por segundo. Lo hizo porque hayundichoenelPaísdeNunca Jamássegúnelcual cada vez que uno respira, muere unadulto y Peter los estaba matando envenganzalomásdeprisaposible.

Después de haber dado las instruccionesnecesariasalospielesrojasregresóalacasa,donde se había desarrollado una escenaindigna durante su ausencia. Aterrorizadosante la idea de perder a Wendy, los niñosperdidos se habían acercado a ellaamenazadoramente.

—Será peor que antes de que vinieragritaban.

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—Noladejaremosmarchar.

—Hagámoslaprisionera.

—Eso,atadla.

Entalapurouninstintoledijoacuáldeellosrecurrir.

—Lelo—gritó—,teloruego.

¿Noesextraño?RecurrióaLelo,elmástontode todos. Sin embargo, Lelo respondió congrandeza. Porque en ese momento dejó suestupidezyhablócondignidad.

—Yo no soy más que Lelo —dijo—, y nadieme hace caso. Pero al primero que no secomporte con Wendy como un caballeroingléslecausaréseriasheridas.

Desenvainó su acero y en ese instante Lelobrillóconluzpropia.Losdemásretrocedieronintranquilos. Entonces regresó Peter y sedieron cuenta al momento de que él no losapoyaría. Jamás obligaría a una chica aquedarseenelPaísdeNuncaJamásencontradesuvoluntad.

—Wendy—dijo,paseandodeunladoaotro—,leshepedidoalospielesrojasqueteguíen

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a través del bosque, ya que volar te cansamucho.

—Gracias,Peter.

—Luego —continuó con el tono tajante dequien está acostumbrado a ser obedecido—,Campanilla te llevará a través del mar.Despiértala,Avispado.

Avispadotuvoque llamardosvecesantesdeobtener respuesta, aunque Campanillallevaba ya un rato sentada, en la camaescuchando.

—¿Quién eres? ¿Cómo te atreves? Fueragritó.

—Tienesque levantarte,Campanilla—ledijoAvispado—,yllevaraWendydeviaje.

Por supuesto, a Campanilla le habíaencantado enterarse de que Wendy se iba,peroestabamásquedecididaanosersuguíay así lo expresó con un lenguaje aún másinsultante. Luego fingió haberse dormido denuevo.

—Dice que no le da la gana —exclamóAvispado, horrorizado ante tal

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insubordinación, por lo que Peter se acercóseveroalaposentodelajoven.

—Campanilla—espetó—, si no te levantas yte vistes ahora mismo abriré las cortinas ytodos te veremos en négligé. Esto le hizosaltaralsuelo.

—¿Quiénhadichoquenomeibaalevantar?—gritó. Entretanto los chicos contemplabanmuytristesaWendy,queyaestabaequipadaparaelviajeconJohnyMichael.

Para entonces se sentían abatidos, no sóloporque estaban a punto de perderla, sinoademás porque les parecía que iba aencontrarseconalgoagradablealoqueellosnohabíansidoinvitados.Comodecostumbrela novedad los atraía. Atribuyéndoles unossentimientosmásnobles,Wendyseablandó.

—Queridos—dijo—,siqueréisvenirconmigoestoycasiseguradequepuedohacerquemipadreymimadreosadopten.

La invitación iba dirigida especialmente aPeter, pero cada chico pensabaexclusivamenteensímismoyalmomentosepusieronadarsaltosdealegría.

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—¿Pero no pensarán que somos muchos?preguntóAvispadoamediosalto.

—Oh, no —dijo Wendy, calculandorápidamente—, simplemente habrá queponer unas cuantas camas en el salón: sepuedentaparconbiombosendíasdevisita.

—Peter, ¿podemos ir? —exclamaron todossuplicantes. Daban por supuesto que si ellosse iban él también se iría, pero la verdad esquelesimportabamuypoco.Asíescómolosniños están siempre dispuestos, cuandoaparece una novedad, a abandonar a susseresqueridos.

—Está bien —replicó Peter sonriendo conamargura e inmediatamente corrieron arecogersuscosas.

—Yahora,Peter—dijoWendy,pensandoqueya lo había arreglado todo—, voy a darte tumedicinaantesdequetevayas.

Leencantabadarlesmedicinasysinduda lesdaba demasiadas.Naturalmente, no eramásque agua, pero la servía de una calabaza ysiempre agitaba la calabaza y contaba lasgotas, lo cual le daba cierta categoría

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medicinal.Enestaocasión,sinembargo,noledio a Peter esta dosis, pues nada másprepararla, le vio una expresión en la caraque la desanimó.—Prepara tus cosas, Peter—exclamó,temblando.

—No—contestó él, fingiendo indiferencia—,yonovoyconvosotros,Wendy.

—Sí,Peter.

—No.

Parademostrarque sumarcha lo ibaadejarimpasible,sepusoabrincarporlahabitación,tocandoalegrementesucruelflauta.Ellatuvoqueirdetrásdeél,aunqueresultarabastantepocodigno.

—Para encontrar a tu madre —dijoengatusadora.

Pero si Peter había tenido alguna vez unamadre, ya no la echaría de menos. Podíaarreglárselas muy bien sin una. Habíapensado sobre ellas y sólo recordaba susdefectos.

—No, no —le dijo a Wendyterminantemente—, a lomejor dice que soy

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mayoryyosóloquierosersiempreunniñoydivertirme.

—Pero,Peter..

—No.

Yporesohubodedecírseloalosdemás.

—Peternoviene.

¡Que Peter no venía! Lo miraron sincomprender,conelpaloechadoalhombroyen cada palo un petate. Lo primero quepensaron fue que si Peter no ibaprobablemente habría cambiado de opiniónconrespectoadejarlosmarchar.

Peroélerademasiadoorgullosoparaeso.

—Si encontráis a vuestras madres —dijolúgubremente—,esperoqueosgusten.

Elgrancinismodesuspalabraslescausóunasensaciónincómodaycasitodosempezaronadar muestras de inseguridad. Después detodo, delataban sus expresiones, ¿acaso noeranunostontosporquerersemarchar?

—Bueno, bueno—exclamó Peter—, nada deescenas.Adiós,Wendy.

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Y le ofreció la mano alegremente, como sirealmente tuvieran que irse ya, porque élteníaalgoimportantequehacer.

Ellatuvoquecogerlelamano,yaquenodabaseñalesdepreferirundedal.

—Teacordarásdecambiarte laropa interior,¿verdad,Peter?—dijo,sinprisaspordejarlo.Siempre había sidomuy particular con lo delaropainterior.

—Sí.

—¿Ytetomaráslamedicina?

—Sí.

Noparecíaquehubieranadamásquedecirysehizounsilencio tenso.Sinembargo,Peternoeradelosquesederrumbandelantedelagente.

—¿Estáspreparada,Campanilla?—exclamó.

—Sí.

—Puesmuestraelcamino.

Campanilla subió disparada por el árbolmáscercano, pero nadie la siguió, ya que fue enesemomentocuandolospiratasdesataronsutremendo ataque sobre los pieles rojas.

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Arriba,dondetodohabíaestadotranquilo,elaire se llenó de alaridos y del choque de lasarmas. Abajo, había un silencio total. Lasbocas se abrieron y se quedaron abiertas.Wendy cayó de rodillas, pero tendió losbrazoshaciaPeter. Todos losbrazosestabantendidos hacia él, como si de pronto unvientoloshubierallevadoenesadirección:lerogabansinpalabrasqueno losabandonara.EncuantoaPeter,tomósuespada, lamismacon laquecreíahabermatadoaBarbacoa,ysus ojos relampaguearon con el ansia debatalla.

12.Elraptodelosniños

Elataquepiratahabíasidounatotalsorpresa:una buena prueba de que el desaprensivoGarfio lo había llevado a cabodeshonestamente, pues sorprender a lospielesrojaslimpiamenteesalgoquenoentraenlacapacidaddelhombreblanco.

Según todas las leyes no escritas sobre laguerra salvaje siempre es el piel roja el que

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ataca y con la astucia propia de su raza lohacejustoantesdelamanecer,horaenlaquesabequeel valorde losblancosestápor lossuelos. Los blancos, entretanto, hanlevantadounatoscaempalizadaenlacimadeaquelterrenoondulado,acuyospiesdiscurreun riachuelo, ya que estar demasiado lejosdel agua supone la destrucción. Allí esperanel violento ataque, los inexpertos aferrandosus revólveres y haciendo crujir ramitas,mientras que los veteranos duermentranquilamente hasta justo antes delamanecer. A través de la larga y oscura.noche los exploradores salvajes se deslizan,como serpientes, por entre la hierba sinmoverniunabrizna.Lamalezasecierra trasellos tan silenciosamente como la arena porlaquesehaintroducidountopo.Noseoyeniun ruido, salvo cuando sueltan unaasombrosa imitación del aullido solitario deun coyote. Otros bravos contestan al grito yalgunoslohacenaúnmejorqueloscoyotes,aquienes no se les da muy bien. Así vanpasando las frías horas y la largaincertidumbre resulta tremendamenteagotadoraparaelrostropálidoquetieneque

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pasar por ella por primera vez, pero para elperro viejo esos espantosos gritos y esossilenciosaúnmásespantososnosonsinounaindicación de cómo está transcurriendo lanoche.

Garfiosabía tanbienqueésteerael sistemahabitual que no se le puede disculpar porpasarloporaltoalegandoquelodesconocía.

Los piccaninnis, por su parte, confiaban sinreservasen su sentidodelhonory todos susactos de esa noche presentan un clarocontraste con losdeél.Nodejarondehacernada que no fuera consecuente con lareputación de su tribu. Con esa agudeza delos sentidos que es al mismo tiempo elasombro y la desesperación de los puebloscivilizados, supieron que los piratas estabanen la isla desde el momento en que uno deellos pisó un palo seco y al cabo de un ratoincreíblementecortocomenzaronlosaullidosde coyote. Cada palmo de terreno entre elpunto donde Garfio había desembarcado asusfuerzasylacasadedebajodelosarbolesfueexaminado sigilosamenteporbravosquellevaban los mocasines calzados del revés.

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Sólo encontraron una única colina con unriachuelo a los pies, de forma queGarfio noteníaelección:aquídebíainstalarseyesperarhasta justoantesdel amanecer. Yaque todoestabaorganizadodeesta forma conastuciacasidiabólica,elgruesoprincipaldelospielesrojas se arropó en sus mantas y con esaflemática actitud que para ellos es laquintaesencia de la hombría se sentaron encuclillas encima del hogar de los niños,aguardandoelfríomomentoenquetendríanquesembrarlapálidamuerte.

En este lugar, soñando, aunque biendespiertos, con las exquisitas torturas a lasque lo someterían al amanecer, fueronsorprendidos los confiados salvajes por eltraicionero Garfio. Según los relatosfacilitados después por aquéllos de losexploradores que escaparon a la carnicería,no parece que se hubiera detenido siquieraen la colina, aunque es seguro que debióverlabajoaquellaluzgrisácea:noparecequeenningúnmomentoselepasaraporlaastutacabeza la idea de esperar a ser atacado, nisiquieraaguardóaquelanocheestuvieracasi

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acabada: siguió adelante sin otros principiosque los de entrar en batalla. ¿Qué otra cosapodían hacer los desconcertadosexploradores, siendocomoeranmaestrosentodas lasartesde laguerramenosésta, sinotrotar indecisos tras él, exponiéndosefatalmente, mientras soltaban una patéticaimitacióndelaullidodelcoyote?

Alrededor de la valiente Tigridia había unadocenadesusguerrerosmásresueltosyde

prontovieronalospérfidospiratasqueselesechabanencima.Cayóentoncesdesusojoselveloa travésdel cualhabíancontemplado lavictoria.Yanotorturaríananadieenelposte.Ahora los esperaba el paraíso de loscazadores. Lo sabían,peroseportaroncomodignos hijos de sus padres. Incluso entoncestuvierontiempodeagruparseenunafalangeque habría resultado difícil de romper si sehubieran levantadodeprisa,peroestono lesestabapermitidopor la tradiciónde su raza.Está escrito que el noble salvaje jamás debeexpresar sorpresa en presencia del blanco.Aunque la repentina aparición de los piratasdebíadehaber resultadohorriblepara ellos,

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sequedaronquietosunmomento,sinmoverunsolomúsculo,comosielenemigohubierallegadoporinvitación.

Ysólo entonces, habiendo mantenido latradiciónvalientemente,tomaronlasarmasyel aire vibró con el grito de guerra, pero yaerademasiadotarde.Noesnuestrocometidodescribir lo que más fue una matanza queunalucha.Asíperecieronmuchosdelaflorynata de la tribu de los piccaninnis. Pero nomurieronsinserenpartevengados,puesconLoboFlacocayóAlfMason,queyanovolveríaa perturbar el Caribe, y entre los quemordieron el polvo se encontraba Geo.Scourie,Chas. Turleyyel alsacianoFoggerty.Turley cayó bajo el tomahawk del terriblePantera, que finalmente se abrió paso entrelos piratas con Tigridia y unos pocos quequedabandelatribu.

Hastaquépunto tieneGarfio la culpapor sutáctica en esta ocasión es algo que tocadecidiraloshistoriadores.Dehaberesperadoen la colina hasta la hora correctaprobablementesushombresyélhabríansidodestrozados y a la hora de juzgarlo es justo

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tener esto en cuenta. Lo que quizás deberíahaber hecho era informar a sus adversariosdequeseproponíaseguirunmétodonuevo.Por otra parte, esto, al eliminar el factorsorpresa, habría inutilizado su estrategia, demodoquetodalacuestiónestásembradadedificultades.Unonopuedealmenosreprimircierta admiración involuntaria por el talentoquehabíaconcebidounplantanaudazyporlacruelgenialidadconquesellevóacabo.

¿Cuáles eran sus propios sentimientos haciasí mismo en aquel momento de triunfo?Mucho habrían deseado saberlo sus perros,cuando, mientras jadeaban y limpiaban sussables,seagrupabanaunadiscretadistanciade su garfio y escudriñaban con sus ojos dehurón a este hombre extraordinario. En sucorazón debía de latir el júbilo, pero su carano lo reflejaba: siempre un enigma oscuro ysolitario, estaba apartado de sus seguidorestantoencuerpocomoenalma.

Latareadelanocheaúnnohabíaterminado,puesnoeraalospielesrojasaquieneshabíavenidoadestruir: éstosnoeranmásque lasabejas que había que ahuyentar para que él

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pudiera llegar a la miel. Era a Pan a quienquería, a Pan, a Wendy y a su banda, perosobretodoaPan.

Peter era un niño tan pequeño que uno nopuedepormenosdeextrañarseanteelodiode aquel hombre hacia él. Cierto, habíaechado el brazo de Garfio al cocodrilo, peroni siquiera esto, ni la vida cada vez másinsegura ala que esto condujo, debido a lacontumaciadel cocodrilo, explicanun rencortan implacable y maligno. Lo cierto es quePeter tenía un algo que sacaba de quicio alcapitán pirata. No era su valor, no era suatractivo aspecto, no era... No debemosandarnos con rodeos, pues sabemos muybien loqueeraynonosquedamásremedioquedecirlo.EralaarroganciadePeter.

Esto le crispaba los nervios a Garfio, hacíaquesugarradehierroseestremecierayporla noche lo atosigaba como un insecto.Mientras Peter viviera, aquel hombreatormentado se sentiría como un leónenjauladoencuyajaulasehubieracoladoungorrión.

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El problema ahora era cómo bajar por losárboles, o cómo hacer que bajaran susperros. Los recorrió con ojos ansiosos,buscando a los más delgados. Ellos seremovían inquietos, ya que sabían que notendría el menor escrúpulo en empujarloshaciaabajoconunaestaca.

Entretanto,¿quéesdeloschicos?Loshemosvisto cuando el primer choque de armas,convertidos, como si dijéramos, en estatuasde piedra, boquiabiertos, apelando a Petercon losbrazosextendidosyvolvemosaelloscuandosusbocassecierranysusbrazoscaena los lados. El infernal estruendo de encimaha cesado casi tan repentinamente comoempezó,hapasadocomounaviolentaráfagade viento, pero ellos saben que al pasar hadecididosudestino.

¿Québandohabíaganado?

Los piratas, que escuchaban con avidez anteloshuecosde losárboles,oyeroncómocadachico hacia esa pregunta y, ¡ay!, tambiénoyeronlarespuestadePeter.

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—Si han ganado los pieles rojas —dijo—,tocarán el tamtam: ésa es siempre su señaldevictoria.

Ahorabien,Smeehabíaencontradoel tam—tamyenesemomentoestabasentadoenél.

—Jamásvolveréisaoíreltam—tammasculló,aunqueentonoinaudible,claro,ya

que se había exigido estricto silencio. Conasombro por su parte Garfio le hizo señaspara que tocara el tam—tam y poco a pocoSmeefuecomprendiendolahorrendamaldadde la orden. El muy simple probablementejamáshabíaadmiradotantoaGarfio.

Dos veces golpeó Smee el instrumento yluegosedetuvoaescucharregocijado.

—¡El tam—tam! —oyeron gritar a Peter losbellacos—.¡Unavictoriaindia!

Los desafortunados niños respondieron conun grito de júbilo que sonó comomúsica enlos negros corazones de arriba y casi alinstantevolvieronadespedirsedePeter.Estodesconcertó a los piratas, pero todos susotros sentimientos estaban dominados porun regocijo malvado ante la idea de que el

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enemigo estaba a punto de subir por losárboles. Se sonrieron satisfechos los unos alosotrosysefrotaronlasmanos.RápidoyensilencioGarfiodiosusórdenes:unhombreencadaárbolylosdemásdispuestosenunafilaadosyardasdedistancia.

13.¿Creéisenlashadas?

Cuanto antes nos libremos de este espanto,mejor. El primero en salir de su árbol fueRizos.SurgiódeélycayóenbrazosdeCecco,que se lo lanzó a Smee, que se lo lanzó aStarkey,queselolanzóaBillJukes,queselolanzó a Noodler y así fue pasando de uno aotro hasta caer a los pies del pirata negro.Todos los chicos fueron arrancados de susárbolesdeestaformabrutalyvariosdeellosvolabanpor losairesalmismotiempo,comopaqueteslanzadosdemanoenmano.

AWendy, que salió la última, se le dispensóun trato distinto. Con irónica cortesía Garfiose descubrió ante ella y, ofreciéndole elbrazo, la escoltó hasta el lugar donde los

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demás estaban siendo amordazados. Lo hizocon tal donaire, resultaba tan enormementedistingué,quesequedódemasiadofascinadapara gritar. Al fin y al cabo, no eramás queunaniña.

Quizás sea de chivatos revelar que por unmomento Garfio la dejó extasiada y sólo ladelatamos porque su desliz tuvo extrañasconsecuencias. De haberse soltadoaltivamente (y nos habría encantado escribiresto sobre ella), habría sido lanzada por losaires como los demás y entonces Garfioprobablemente no habría estado presentemientrasseatabaa losniñosy sinohubieraestado presente mientras se los ataba nohabríadescubiertoelsecretodePresuntuosoysinesesecretonopodríahaberrealizadoalpocotiemposusucioatentadocontra lavidadePeter.

Fueron atados para evitar que escaparanvolando, doblados con las rodillas pegadas alas orejas y para asegurarlos el pirata negrohabía cortado una cuerda en nueve trozosiguales. Todo fue bien hasta que llegó elturno de Presuntuoso, momento en que se

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descubrió que era como esos fastidiosospaquetesquegastantodoelcordelalpasarloalrededorynodejancabosconlosquehacerun nudo. Los piratas le pegaron patadasenfurecidos, como uno pega patadas alpaquete (aunque para ser justos habría quepegárselas al cordel) y por raro que parezcafue Garfio quien les dijo que aplacaran suviolencia. Sus labios se entreabrían en unamaliciosa sonrisa de triunfo. Mientras susperros se limitaban a sudar porque cada vezque trataban de apretar al desdichadomuchacho en un lado sobresalía en otro, lamente genial de Garfio había penetrado pordebajo de la superficie de Presuntuoso,buscando no efectos, sino causas y su júbilodemostraba que las había encontrado.Presuntuoso, blanco de miedo, sabía queGarfio había descubierto su secreto, que erael siguiente: ningún chico tan infladoemplearía un árbol en el que un hombrenormal se quedaría atascado. PobrePresuntuoso, ahora el más desdichado detodoslosniños,puesestabaaterrorizadoporPeterylamentabaamargamenteloquehabíahecho. Terriblemente aficionado a beber

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agua cuando estaba acalorado, comoconsecuencia se había ido hinchando hastaalcanzar su actual gordura y en lugar dereducirse para adecuarse a su árbol, sin quelosdemáslosupieranhabíarebajadosuárbolparaqueseadecuaraaél.

Garfio adivinó lo suficiente sobre esto comoparaconvencersedequeporfinPeterestabaa sumerced, pero ni una sola palabra sobrelososcurosdesigniosqueseformabanen lascavernassubterráneasdesumentecruzósuslabios; se limitó a indicar que los cautivosfueran llevados al barco y que quería estarsolo.

¿Cómo llevarlos? Atados con el cuerpodoblado realmente se los podría hacer rodarcuesta abajo como barriles, pero la mayorparte del camino discurría a través de unpantano.UnavezmáslagenialidaddeGarfiosuperó las dificultades. Indicó que debíautilizarselacasitacomomediodetransporte.Echaron a los niños dentro, cuatro fornidospiratas la izaron sobre sus hombros y,entonando la odiosa canción pirata, laextrañaprocesiónsepusoenmarchaatravés

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del bosque. No sé si alguno de los niñosestaballorando,sieraasí,lacanciónahogabaelsonido,peromientraslacasitadesaparecíaen el bosque, un valiente aunque pequeñochorrodehumobrotódesuchimenea,comodesafiandoaGarfio.

GarfiolovioyaquellojugóunamalapasadaaPeter.Acabóconcualquiervestigiodepiedadpor él que pudiera haber quedado en elpechoiracundodelpirata.

Loprimeroquehizoalencontrarseasolasenla noche que se acercaba rápidamente fuellegarsedepuntillasalárboldePresuntuosoyasegurarse de que le proporcionaba unpasadizo. Luego se quedó largo ratomeditando, con el sombrero de mal agüeroenelcésped,paraqueunabrisasuavequesehabía levantado pudiera removerlerefrescante loscabellos.Aunquenegroseransuspensamientossusojosazuleserandulcescomolapervinca.Escuchóatentamenteporsioía sonido que proviniera de lasprofundidades, pero abajo todo estaba tansilencioso como arriba: la casa subterráneaparecía ser una morada vacía más en el

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abismo. ¿Estaría dormido ese chico o estabaapostadoalpiedelárboldePresuntuoso,conelpuñalenlamano?

Nohabíaformadesaberlo,exceptobajando.Garfio dejó que su capa se deslizarasuavemente hasta el suelo y luego,mordiéndose los labioshastaqueunasangreobscenabrotódeellos, semetióenelárbol.Era un hombre valiente, pero por unmomentotuvoquedetenerseallíyenjugarsela frente, que le chorreaba como una vela.Luego se dejó caer en silencio hacia lodesconocido.

Llegósinproblemasalpiedelpozoysevolvióaquedarinmóvil,recuperandoelaliento,quecasi lo había abandonado. Al írseleacostumbrando losojosa la luzdifusavariosobjetos de la casa de debajo de los árbolescobraronforma,peroelúnicoenelqueposósu ávida mirada, buscado durante tantotiempoyhalladoporfin,fuelagrancama.EnellayacíaPeterprofundamentedormido.

Ignorando la tragedia que se estabadesarrollando arriba, Peter, durante un ratodespués de que se fueran los niños, había

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seguido tocando la flauta alegremente: sinduda un intento bastante triste dedemostrarseasímismoquenoleimportaba.Luego decidió no tomarse la medicina, paraapenar a Wendy. Entonces se tumbó en lacama encima de la colcha, para contrariarlatodavía más, porque siempre los habíaarropadoconella,yaquenuncasesabesinose tendrá frío al avanzar la noche. Entoncescasi se echó a llorar, pero se imaginó loindignada que se pondría si en cambio seriera, así que soltó una carcajada altanera ysequedódormidoenmediodeella.

A veces, aunque no a menudo, teníapesadillasyresultabanmásdolorosasquelasde otros chicos. Pasaban horas sin quepudiera apartarse de estos sueños, aunquelloraba lastimeramente en el curso de ellos.Creoqueteníanqueverconelmisteriodesuexistencia. En tales ocasiones Wendy habíatenido por costumbre sacarlo de la cama yponérselo en el regazo, tranquilizándolo conmimos de su propia invención y cuando secalmabalo

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volvía a meter en la cama antes de que sedespertaradeltodo,paraquenoseenteraradel ultraje a que lo había sometido. Pero enesta ocasión cayó inmediatamente en unsueñosinpesadillas.Unbrazo lecolgabaporelbordedelacama,teníaunapiernadobladay la parte incompleta de su carcajada se lehabía quedado abandonada en la boca, queestabaentreabierta,mostrandolaspequeñasperlas.

IndefensocomoestabaloencontróGarfio.Sequedó en silencio al pie del árbolmirando através de la estancia a su enemigo. ¿Seestremeció su sombrío pecho con algúnsentimientodecompasión?Aquelhombrenoera malo del todo: le encantaban las flores(segúnmehandicho)ylamúsicadelicada(élmismonotocabanadamalelclavicémbalo)y,admitámoslo con franqueza, el carácteridílico de la escena lo conmovióprofundamente.Dehabersidodominadoporsupartemejor,habríavueltoasubirdemalagana por el árbol si no llega a ser por unacosa.

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Loqueledetuvofueelaspectoimpertinentede Peter al dormir. La boca abierta, el brazocolgando, la rodilla doblada: eran talpersonificación de la arrogancia que, enconjunto, jamás volverá, esperamos, apresentarse otra igual ante sus ojos tansensibles a su carácter ofensivo.EndurecieronelcorazóndeGarfio.Sisurabialohubierarotoencienpedazos,cadaunodeéstoshabríahechocasoomisodelpercanceysehabríalanzadocontraeldurmiente.

Aunque la luz de la única lámpara iluminabala cama débilmente, el propio Garfio estabaen la oscuridad y nada más dar un pasofurtivo hacia delante se topó con unobstáculo, la puerta del árbol dePresuntuoso.Nocubríadeltodolaaberturayhabíaestadoobservandoporencimadeella.Al palpar en busca del cierre, descubrió conrabia que estaba muy abajo, fuera de sualcance. A su mente trastornada le dio laimpresión entonces de que la molestacualidad de la cara y la figura de Peteraumentabavisiblementeysacudiólapuertay

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setirócontraella.¿Acasose le ibaaescaparsuenemigodespuésdetodo?

Pero,¿quéeraaquello?Porel rabillodelojohabíavisto lamedicinadePeter colocadaenuna repisa al alcance de lamano. Adivinó loqueeraalinstanteyalmomentosupoqueeldurmienteestabaensupoder.

Para que no lo cogiera con vida, Garfiollevabaencimaunterribleveneno,elaboradopor él mismo a partir de todos los anillosmortíferos que habían llegado a sus manos.Los había cocido hasta convertirlos en unlíquidoamarillodesconocidoparalacienciayque probablemente era el veneno másvirulentoqueexistía.

Echó entonces cinco gotas del mismo en lacopadePeter.Letemblabalamano,peroerapor júbilo y no por vergüenza. Mientras lohacíaevitabamiraraldurmiente,peronoportemor a que la pena lo acobardara, sinosimplemente para no derramarlo. Luego leechó una larga y maliciosa mirada a suvíctima y volviéndose, subió reptando condificultadpor el árbol. Al salir a la superficieparecía el mismísimo espíritu del mal

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surgiendo de su agujero. Colocándose elsombrerodeladodelaformamásarrogante,seenvolvióenlacapa,sujetandounextremopordelantecomoparaocultarsedelanoche,que estaba en su hora más oscura y,mascullandocosasrarasparasusadentrossealejósigilosoporentrelosárboles.

Peter siguió durmiendo. La luz vaciló y seapagó,dejando laviviendaaoscuras,peroélsiguiódurmiendo.Nodebíandesermenosdelasdiezporel cocodrilo, cuando se sentódegolpe en la cama, sin saber qué lo habíadespertado. Eran unos golpecitos suaves ycautelososenlapuertadesuárbol.

Suaves y cautelosos, pero en aquel silencioresultabansiniestros.Peterbuscóatientassupuñalhastaquesumanoloagarró.Entonceshabló.

—¿Quiénes?

Durante un buen rato no hubo respuesta;luegovolvieronaoírselosgolpes.

—¿Quiénes?

Nohuborespuesta.

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Estaba sobre ascuas y le encantaba estarsobre ascuas. Con dos zancadas se plantóante la puerta. A diferencia de la puerta dePresuntuoso ésta cubría la abertura, así quenopodíaver loquehabíaalotro lado,comotampoco podía verlo a él quien estuvierallamando.

—Noabrirésinohablas—gritóPeter.

Entonces por fin habló el visitante, con unapreciosavozcomodecampanas.

—Déjameentrar,Peter.

Era Campanilla y rápidamente le abrió lapuerta. Entró volando muy agitada, con lacara sofocada y el vestido manchado debarro.

—¿Quéocurre?

—¿A que no lo adivinas? —exclamó y leofreciótresoportunidades.

—¡Suéltalo! —gritó él; y con una sola fraseincorrecta, tan larga como las cintas que sesacan los ilusionistas de la boca, le contó lacapturadeWendyyloschicos.

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El corazón de Peter latía con furia mientrasescuchaba. Wendy prisionera y en el barcopirata, ¡ella,aquientanto legustabaque lascosasfuerancomoesdebido!

—Yo la rescataré —exclamó, abalanzándosesobresusarmas.Alabalanzarsese leocurrióuna cosa que podía hacer para agradarla.Podíatomarselamedicina.

Sumanoseposósobrelapócimamortal.

—¡No!—chilló Campanilla, que había oído aGarfiomascullandosobreloquehabíahechomientrascorríaporelbosque.

—¿Porquéno?

—Estáenvenenada.

—¿Envenenada?¿Yquiénibaaenvenenarla?

—Garfio.

—Noseastonta.¿CómopodríahaberllegadoGarfiohastaaquí?

¡Ay! Campanilla no tenía explicación paraesto,porquenisiquieraellaconocíaeloscurosecreto del árbol de Presuntuoso. Noobstante, las palabras de Garfio no habían

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dejado lugar a dudas. La copa estabaenvenenada.

—Además —dijo Peter, muy convencido—,nomehequedadodormido.

Alzólacopa.Yanohabíatiempoparahablar,eraelmomentodeactuar: y conunode susveloces movimientos Campanilla se colocóentresus labiosyelbrebajey loapuróhastalasheces.

—Pero, Campanilla, ¿cómo te atreves abebertemimedicina?

Pero ella no contestó. Ya estabatambaleándoseenelaire.

—¿Quéteocurre?—exclamóPeter,asustadodepronto.

—Estaba envenenada, Peter —le dijo elladulcemente—,yahoramevoyamorir.

—Oh, Campanilla, ¿te la bebiste parasalvarme?

—Sí.

—Pero,¿porqué,Campanilla?

Las alas ya casi no la sostenían, pero comorespuesta se posó en su hombro y le dio un

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mordiscocariñosoenlabarbilla.Lesusurróaloído:

—Cretino.

Luego, tambaleándosehasta su aposento, setumbóenlacama.

La cabeza de él llenó casi por completo lacuarta pared de su pequeña habitacióncuando se arrodilló angustiado junto a ella.Su luz sedebilitabapormomentosyél sabíaquesiseapagabaelladejaríadeexistir.Aellalegustabantantosus lágrimasquealargóunbonitodedoydejóquecorrieranporél.

Tenía la voz tan débil que al principio él nopudo oír lo que le decía. Luego lo oyó. Leestabadiciendoquecreíaquepodíaponersebiendenuevosilosniñoscreíanenlashadas.

Peterextendió losbrazos.Allínohabíaniñosyeraporlanoche,perosedirigióatodoslosque podían estar soñando con el País deNunca Jamás y que por eso estaban máscercadeéldeloquepensáis:niñosyniñasenpijamaybebésindiosdesnudosensuscestascolgadasdelosárboles.

—¿Creéis?—gritó.

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Campanilla se sentó en la cama casi conviveza para escuchar cómo se decidía susuerte.

Leparecióoírrespuestasafirmativas,peronoestabasegura.

—¿Quéteparece?—lepreguntóaPeter.

—Sicreéis—lesgritóél—,aplaudid:nodejéisqueCampanillasemuera.

Muchosaplaudieron.Algunosno.

Unas cuantas bestezuelas soltaron bufidos.Los aplausos se interrumpieron de repente,comosiincontablesmadreshubieranentradocorriendoenloscuartosdesushijosparaverqué demonios estaba pasando, peroCampanilla ya estaba salvada. Primero se lefue fortaleciendo la voz, luego saltó de lacamaypor finsepusoarevolotearcomounrayopor lahabitaciónmásalegree insolentequenunca.Noselepasóporlacabezadarlasgracias a los que creían, pero le habríagustadodarles sumerecidoa losquehabíanbufado.

—YahoraarescataraWendy.

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La luna corría por un cielo nublado cuandoPeter salió de su árbol, cargado de armas ysinapenasnadamás,paraemprendersu

peligrosaaventura.Nohacíaeltipodenocheque él hubiera preferido. Había tenido laesperanza de volar, no muy lejos del suelopara que nada inusitado escapara a suatención, pero con aquella luz mortecinavolarbajohabríasupuestopasarsusombraatravés de los árboles, molestando así a lospájaros y notificando a un enemigo vigilantequeestabaencamino.

Lamentaba que el haber puesto unosnombres tan rarosa lospájarosde la isla leshicieraahorasermuyindómitosydifícilesdetratar.

Noquedabamásremedioqueiravanzandoalestilo indio, en lo cual por fortuna era unmaestro. Pero, ¿en qué dirección, ya que noestabasegurodequelosniñoshubieransidollevados al barco? Una ligera nevada habíaborrado todas las huellas y un profundosilencio reinaba en la isla, como si laNaturaleza siguiera aún horrorizada por lareciente carnicería. Había enseñado a los

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niños algo sobre cómo desenvolverse en elbosque que él mismo había aprendido porTigridiayCampanillaysabíaqueenmediodeuna calamidad no era probable que loolvidaran.Presuntuoso, si teníaoportunidad,haría marcas en los árboles, por ejemplo,Rizos iría dejando caer semillas y Wendydejaríasupañueloenalgúnlugarimportante.Peroparabuscar estas señales eranecesarialamañanaynopodíaesperar.Elmundodelasuperficie lo había llamado, pero no lo iba aayudar.

El cocodrilo pasó ante él, pero no habíaningún otro ser vivo, ni un ruido, ni unmovimiento;sinembargosabíamuybienquelamuertesúbitapodíaestaracechandojuntoalpróximoárbol,osiguiéndolelospasos.

Pronuncióesteterriblejuramento:

—EstavezoGarfiooyo.

Entonces avanzó arrastrándose como unaserpiente y luego, erguido, cruzó como unaflechaun claroenel que jugaba la luna, conun dedo en los labios y el puñal preparado.Eraenormementefeliz.

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14.Elbarcopirata

Una luz verde que pasaba como de soslayopor encimadel Riachuelo de Kidd, cercano ala desembocadura del río de los piratas,señalaba el lugar donde estaba el bergantín,el Jolly Roger, en aguas bajas: un navío demástiles inclinados,de casco sucio, cadabaoaborrecible, como un suelo cubierto deplumas destrozadas. Era el caníbal de losmares y apenas le hacía falta ese ojovigilante,puesflotabainmuneenelterrordesunombre.

Estaba arropado en elmanto de la noche, atravésdelcualningúnruidoprocedentedeélpodríahaberllegadoalaorilla.Apenasseoíanadayloqueseoíanoeraagradable,salvoelzumbido de la máquina de coser del barcoante la cual estaba sentado Smee, siempretrabajador y servicial, la esenciade lo trivial,elpatéticoSmee.Noséporquéresultabataninmensamente patético, a menos que fueraporque era tan patéticamente inconsciente

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de ello, pero incluso los hombres másaguerridosteníanqueapartarlamiradadeélapresuradamente y en más de una ocasión,en las noches de verano, había removido elmanantial de las lágrimas de Garfio,haciéndolas correr. De esto, como de casitodo lo demás, Smee era totalmenteinconsciente.

Unoscuantospiratasestabanapoyadosenlasbordas aspirando el malsano aire nocturno,otros estaban echados junto a unos barrilesjugando a los dados y las cartas y los cuatrohombres agotados que habían transportadola casita yacían sobre la cubierta, dondeincluso dormidos rodaban hábilmente de unladoaotroparaapartarsedeGarfio,nofueraa ser que les atizara maquinalmente unzarpazoalpasar.

Garfio pasaba ensimismado por la cubierta.Quéhombretaninsondable.Eralahoradesutriunfo. Peter había sido apartado parasiempre de su camino y todos los demáschicosestabanabordodelbergantínapuntodeserpasadospor laplancha.Erasuhazañamás siniestra desde los tiempos en que

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vencióaBarbacoaysabiendocomosabemoslo vanidoso que es el hombre, ¿noshabríamos sorprendido si hubiera caminadopor la cubierta con paso vacilante, henchidodelagloriadesuéxito?

Pero en su paso no había júbilo, lo cualreflejaba el derrotero de su mente sombría.Garfiosesentíaprofundamenteabatido.

Con frecuencia se sentía así cuandoconversabaconsigomismoabordodelbarcoen laquietudde lanoche.Eraporqueestabahorriblementesolo.Estehombreinescrutablejamássesentíatansolocomocuandoestabarodeado de sus perros. ¡Eran tan inferioressocialmenteaél!

Garfionoerasuauténticonombre.Inclusoenestos días revelar quién era en realidadprovocaría un enorme escándalo en el país,pero como aquellos que leen entre líneashabrán adivinado ya, había asistido a unfamoso colegio privado y las tradiciones deéste seguían cubriéndolo como ropajes, conlos cuales efectivamente están muyrelacionadas. Por ello aún le resultabaofensivo subir aunbarco con lamisma ropa

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con que lo había capturado y todavíaconservaba en su caminar el distinguido airedesgarbado de su colegio. Pero sobre todoconservabaelamoralabuenaeducación.

¡La buena educación! Por muy bajo quehubiera caído, todavía sabía que esto es loquerealmentecuenta.

Desde su interior oía un chirrido como deportalonesoxidadosyatravésdeellosseoíaun severo golpeteo, como martillazos en lanoche que impiden dormir. Su eternapregunta era: «¿Te has comportado hoy conbuenaeducación?»

—Lafama,lafama,brillanteoropel,esmía

—exclamabaél.

—¿Es realmente de buena educaciónsobresalirenalgo?—replicabaelgolpeteodesucolegio.

—Yo soy el único hombre a quien Barbacoatemía—insistíaél—,yelpropioFlinttemíaaBarbacoa.

—Barbacoa, Flint... ¿A qué casa pertenecen?—eralacortanterespuesta.

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La idea más inquietante de todas era si nosería de mala educación pensar sobre labuenaeducación.

Se le revolvían las entrañas con esteproblema. Era una garra que llevaba dentromás afilada que la de hierro y mientras lodesgarraba, el sudor resbalaba por su rostrocetrinoylemanchabaeljubón.Amenudosepasaba la manga por la cara, pero no habíaformadedetenerelgoteo.

Ah,noenvidiéisaGarfio.

Le sobrevino un presentimiento sobre suprontofinal.Eracomosielterriblejuramentode Peter hubiera abordado el barco. Garfiosintió el lúgubre deseo de pronunciar suúltimodiscurso,nofueraaserqueprontoyanohubieratiempoparaello.

—HabríasidomejorparaGarfio—exclamó—habertenidomenosambición.

Sóloen susmomentosmásnegros se referíaasímismoentercerapersona.

—Losniñosnomequieren.

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Es curioso que pensara en esto, que antesjamáslohabíapreocupado:quizáslamáquinade coser le diera la idea. Estuvo largo ratomascullando para sus adentros,contemplando a Smee, que cosíaplácidamente, convencido de que todos losniñosteníanmiedodeél.

¡Que tenían miedo de él! ¡Miedo de Smee!Nohabíaun soloniñoabordodel bergantínesa noche que no le tuviera cariño ya. Leshabía dicho cosas espantosas y los habíagolpeadoconlapalmadelamano,porquenopodía golpearlos con el puño, pero ellossimplemente se habían encariñado aún másconél.Michaelsehabíaprobadosusgafas.

¡Decirle al pobre Smee que lo encontrabansimpático! Garfio ardía en deseos dedecírselo, pero le parecía demasiado brutal.En cambio, dio vueltas en la cabeza a estemisterio:

¿por qué encuentran simpático a Smee?Rastreó el problema como el sabueso queera.Si

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Smeeerasimpático,¿quéera loque lehacíaser así? De pronto surgió una horriblerespuesta:«¿Buenaeducación?».

¿Es que el contramaestre era bien educadosin saberlo, lo cual constituye la mejoreducación?

Recordó que uno tiene que recordar que nosabequeseesasíantesdepoderoptaraserelegidocomomiembrodelPop.

ConungritoderabiaalzósumanodehierrosobrelacabezadeSmee,peronodescargóelgolpe. Lo que le retuvo fue esta reflexión:«¿Qué sería matar a un hombre porque esbieneducado?¡Malaeducación!».

ElinfelizGarfiosesentíatanimpotentecomosudoroso y cayó de bruces como una flortronchada.

Alpensarsusperrosque ibaaestarfueradecirculaciónporun rato, ladisciplinase relajóal instanteysepusieronabailarcomolocos,cosaqueloreanimóalmomento,sinunsolorastro de humana debilidad, como si lehubieranechadouncubodeaguaencima.

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—Silencio, patanes —gritó—, u os paso pordebajodelaquilla.

Eljaleoseapagódeinmediato.

—¿Están todos los niños encadenados paraquenopuedanhuirvolando?

—Sí,señor.

—Puessubidlosacubierta.

Sacaron a rastras de la bodega a losdesdichados prisioneros, a todos menos aWendy, y los colocaronen filadelantedeél.Porunratopareciónoadvertir supresencia.Se acomodó sin prisas, tarareando, sindesafinar, por cierto,pasajesdeuna cancióngrosera y jugueteando con una baraja. Decuandoencuandolabrasadesucigarrodabauntoquedecolorasucara.

—Bueno, muchachotes —dijoenérgicamente—,estanocheseisdevosotrosseréis pasados por la plancha, pero tengositio para dos grumetes. ¿Quién de vosotrosquiereserlo?

—No lo irritéis sin necesidad —les habíarecomendadoWendyenlabodega,deforma

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que Lelo dio un paso adelante cortésmente.Leloaborrecía la ideadeservira lasórdenesdesemejantehombre,perouninstintoledijoqueseríaprudenteatribuirlaresponsabilidada una persona ausente y, aunque era algotonto, sabía que sólo las madres estánsiempre dispuestas a hacer de parachoques.Todoslosniñossabenquelasmadressonasíy lasdesprecianporeso,peroseaprovechandeelloconstantemente.

AsíqueLeloexplicóconprudencia:

—Veráusted,señor,esquenocreoqueamimadre le gustara que yo fuera pirata. ¿Legustaría a tu madre que fueras pirata,Presuntuoso?

Le guiñó un ojo a Presuntuoso, quien dijoapesadumbrado:

—Nocreo—comosidesearaquelascosasnofueranasí—.Gemelo,¿atumadrelegustaríaquefueraspirata?

—No creo —dijo el primer gemelo, tandespabilado como los otros—. Avispado, ¿atumadre...?

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—Basta de cháchara —rugió Garfio y losportavocesfueronarrastradosasusitio.

—Tú, chico —dijo, dirigiéndose a John—,parecequetútienesalgodeagallas.¿Nohasquerido nunca ser pirata, valiente? Ahorabien,aveces Johnhabíaexperimentadoestedeseo al luchar con las matemáticas deprimeroylechocóqueGarfioloeligiera.

—UnavezpenséenllamarmeJackManoRoja—dijocontimidez.

—Un buen nombre, ya lo creo. Aquí tellamaremosasí,siteunes,muchachote.

—¿Túquécrees,Michael?—preguntóJohn.

—¿Cómo me llamaríais si me uniera?preguntóMichael.

—JoeBarbanegra.

Naturalmente, Michael se quedó muyimpresionado.

—¿Quéteparece,John?

Queríaque Johndecidieray Johnqueríaquedecidieraél.

—¿Seguiremos siendo respetuosos súbditosdelrey?—preguntóJohn.

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Garfiocontestóentredientes:

—Tendríaisquejurar«Abajoelrey».

Quizás John no se había comportado muybien hasta entonces, pero ahora estuvo a laalturadelascircunstancias.

—Entonces no quiero —exclamó, golpeandoelbarrilqueteníaGarfiodelante.

—Yyotampoco—gritóMichael.

—¡VivaInglaterra!—chillóRizos.

LosenfurecidospirataslespegaronenlabocayGarfiorugió:

—Eso será vuestra perdición. Traed a sumadre.Preparadlaplancha.

Sóloeranunosniñosysequedaronblancosalver a Jukes y a Cecco preparar la planchamortal. Pero trataron de parecer valientescuandotrajeronaWendy.

Nada de lo que yo pueda decir os dará unaidea de cómodespreciabaWendy a aquellospiratas. Para los chicos había por lo menosciertoatractivoen lavocaciónpirata,pero loúnicoqueellaveíaeraqueelbarconohabía

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sido fregado desde hacía años. No había niunasolaportillasobrecuyomugrientocristalnosepudieraescribir«Guarro»coneldedoyellaya lohabíaescritoenvarios.Pero,comoes natural, cuando los chicos se agruparon asualrededornopensabamásqueenellos.

—Bueno, hermosa mía —dijo Garfio,hablando como si tuviera la boca llena decaramelo, vas a ver cómo tus niños sonpasadosporlaplancha.

Aunque era un refinado caballero, laintensidad de sus meditaciones le habíamanchado la gorguera y de pronto se diocuentadequeellalaestabaobservando.Conun movimiento apresurado trató de taparla,peroyaeratarde.

—¿Vanamorir?—preguntóWendy,conunamiradadedesprecio tanolímpicoqueél casisedesmayó.

—Sí —gruñó y exclamó relamiéndose—:silencio todo el mundo; oigamos las últimaspalabras de una madre a sus hijos. En estemomentoWendyestuvomagnífica.

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—Éstas son mis últimas palabras, queridosdijo con firmeza—. Creo que tengo unmensaje para vosotros de parte de vuestrasmadres auténticas y es el siguiente:«Esperamosquenuestroshijosmuerancomocaballerosingleses.»

Incluso los piratas se quedaron sobrecogidosyLeloexclamóhistéricamente:

—Voy a hacer lo que espera mi madre. ¿Túquévasahacer,Avispado?

—Lo que espera mi madre. ¿Tú qué vas ahacer,Gemelo?

—Lo que espera mi madre. John, ¿tú quévas...?

PeroGarfiohabíarecuperadoelhabla.

—Atadla—gritó.

FueSmeequienlaatóalmástil.

—Escucha, rica —susurró—, te salvaré siprometessermimadre.

PeronisiquieraporSmeeestabadispuestaaprometertalcosa.

—Casi preferiría no tener hijos —dijo condesdén.

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Es triste saberqueniunsolochico laestabamirando mientras Smee la ataba al mástil:todos tenían losojos clavadosen laplancha,el último paseo que iban a dar. Ya noconseguíantenerlaesperanzadecaminarporella con gallardía, pues habían perdido lacapacidad de pensar, sólo podían mirar ytemblar.

Garfio sonrió con los dientes apretadosburlándose de ellos y dio un paso haciaWendy.Suintencióneravolverlelacaraparaque viera a los chicos caminando por laplanchaunoporuno.Pero jamás llegóhastaella, jamás oyó el grito de angustia queesperaba arrancarle. En cambio, oyó otracosa.

Eraelhorribletictacdelcocodrilo.

Todos lo oyeron: los piratas, los chicos,Wendy; e inmediatamente todas la cabezasse volvieron en una dirección: no hacia elagua, de dondeprocedía el ruido, sino haciaGarfio. Todos sabían que lo que estaba apuntodeocurrir sólo le concerníaaél yquede actores habían pasado de repente a serespectadores.

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Fue espantoso observar el cambio que lesobrevino. Era como si le hubieran cortadotodas las articulaciones. Cayó hecho unguiñapo.

El ruido se fue acercando sin parar y pordelante de él surgió este horrendopensamiento: «El cocodrilo está a punto deabordarelbarco.»

Incluso la garra de hierro colgaba inerte,como si supiera que no era parte intrínsecade lo que quería el atacante. De habersequedado tan tremendamente solo, cualquierotro hombre habría yacido con los ojoscerrados en el lugar donde cayera, pero elpoderoso cerebro de Garfio seguíafuncionando y guiado por él se arrastró acuatro patas por la cubierta alejándose todoloquepudodelruido.Lospiratasleabrieronpaso respetuosamente y sólo cuando se vioarrinconadocontralascuadernashabló.

—Escondedme—gritóroncamente.

Seapiñaronentornoaél,apartandolosojosdeloqueestabasubiendoabordo.Noselesocurriólucharcontraello.EraelDestino.

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SólocuandoGarfioquedóocultolacuriosidadaflojó los miembros de los chicos y asípudieron correr hasta el costado del barcopara ver al cocodrilo trepando por él.Entonces se llevaron la sorpresamayorde laNoche entre lasNoches: pues no era ningúncocodriloloqueveníaensuayuda.EraPeter.

Les hizo señas para que no soltaran ningúngrito de admiración que pudiera levantarsospechas.Luegosiguióhaciendotictac.

15.«EstavezoGarfiooyo»

Atodosnosocurrencosasextrañasalolargodenuestravidasinqueduranteciertotiemponos demos cuenta de que han ocurrido. Así,por ejemplo, de pronto descubrimos quehemosestado sordosdeunoídodesdehaceni se sabe cuánto, pero digamos que mediahora.Puesbien,unaexperienciadeestetipohabía tenido Peter aquella noche. Cuando lovimos por última vez estaba cruzando la islasigilosamente con un dedo en los labios y elpuñal preparado. Había visto pasar al

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cocodrilo sin notar nada especial en él, peroluego recordóquenohabíaestadohaciendotic tac. Al principio esto le pareció extraño,pero no tardó en llegar a la acertadaconclusióndequealrelojselehabíaacabadolacuerda.

Sin pararse a pensar en lo que podría sentirun prójimo privado tan bruscamente de sucompañero más íntimo, Peter se puso apensar al momento en cómo podríaaprovecharsedelacatástrofeydecidióhacertic tac, para que los animales salvajescreyeran que era el cocodrilo y lo dejaranpasar sin molestarlo. Hizo tic tacmagníficamente, pero con un resultadoinsospechado. El cocodrilo estaba entre losque oyeron el sonido y se puso a seguirlo,aunque ya fuera con el propósito derecuperar lo que había perdido, ya fuerasimplemente como amigo creyendo quehabíavueltoahacertictacporsucuenta,esalgo que jamás sabremos con certeza, pues,comotodoslosquesonesclavosdeunaideafija,eraunanimalestúpido.

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Peter llegó a la playa sin problemas y siguióadelantesinpararse,metiendolaspiernasenel agua como si no se diera cuenta de quehabíaentradoenunelementonuevo.Deestaformapasanmuchos animales de la tierra alagua, pero ningún otro humano que yoconozca. Mientras nadaba sólo pensaba enuna cosa: «Esta vez o Garfio o yo.» Llevabatanto tiempo haciendo tic tac que seguíahaciéndolo sin percatarse de ello. Si lohubierasabidosehabríaparado,yaquesubiralbergantínconayudadeltictac,aunqueeraunaideaingeniosa,noselehabíaocurrido.

Porelcontrario,creíaquehabía trepadoporsu costado silencioso como un ratón y sesorprendióalveralospiratasapartándosedeél, conGarfio enmedio de ellos tan abatidocomosihubieraoídoalcocodrilo.

¡El cocodrilo! Tan pronto como Peter lorecordóoyóel tic tac.Alprincipio creyóqueel ruido sí que procedía del cocodrilo ymiróhacia atrás rápidamente. Luego cayó en lacuentadequeloestabahaciendoélmismoyalinstantesehizocargodelasituación.«Quélisto soy», pensó de inmediato y les hizo

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señas a los chicos de que no prorrumpieranenaplausos.

En ese momento Ed Teynte, el furriel, saliódel castillodeproa y avanzópor la cubierta.Ahora, lector,cronometracontureloj loquepasó.Peterleclavóelpuñalbienhondo.Johntapólabocaalmalhadadopirataparaahogarel gemido de agonía. Cayó hacia adelante.Cuatrochicoslocogieronparaevitarelgolpe.Peterdiolaseñalylacarroñafuelanzadaporlaborda.Seoyóunchapuzónyluegosilencio.¿Cuántohadurado?

—¡Uno!

(Presuntuoso había empezado a llevar lacuenta.)

Menos mal que Peter, todo él de puntillas,desapareciódentrodelcamarote,yaquemásdeunpirataestabaarmándosedevalorparamirar atrás. Ya podían oír la respiraciónentrecortada de los demás, lo cual lesdemostraba que el ruido más terrible habíapasado.

—Sehaido,capitán—dijoSmee,limpiándoselas gafas—. Ya está todo en calma otra vez.

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PocoapocoGarfio fuesacando lacabezadela gorguera y escuchó tan atentamente quepodríahabercaptadoelecodeltictac.Noseoíaniunruidoyseirguiócompletamenteconfirmeza.

—Puesa lasaluddeJohnnyPlanchaexclamócon descaro, odiando a los chicos más quenunca porque lo habían visto achantarse. Sepusoacantarestavilcancioncilla:

¡Jo,jo,jo,vivalaplancha:porellatepasearáshasta que baje y tú también a reunirte conSatanás!Para aterrorizar aún más a los prisioneros,aunque con cierta pérdida de dignidad, sepuso a bailar por una plancha imaginaria,haciéndoles muecas mientras cantaba ycuandoterminógritó:

—¿Queréis probar el gato de nueve colasantesdecaminarporlaplancha?

Anteestocayeronderodillas.

—No, no —exclamaron tan lastimeramentequetodoslospiratassonrieron.

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—Traeelgato, Jukes—dijoGarfio—,estáenelcamarote.

¡El camarote! ¡Peter estaba en el camarote!Losniñosintercambiaronmiradas.

—Sí, señor—dijo Jukes alegremente y entróen el camarote. Lo siguieron con la mirada;apenassedieroncuentadequeGarfiohabíareanudado su canción y que sus perros se lehabíanunido:

Jo,jo,jo,vivaelgatoquearaña

tiene nueve colas, ya veis y al marcarte laespalda...

Nunca sabremos cómo era el último verso,puesdeprontolacanciónseinterrumpióporun horrendo chillido procedente delcamarote. Resonó por todo el barco y seapagó. Luego se oyeron unos graznidos quelos chicos entendieron muy bien, pero quepara los piratas resultaban casi másespeluznantesqueelchillido.

—¿Quéhasidoeso?—gritóGarfio.

—Dos—dijoPresuntuosoconsolemnidad.

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El italiano Cecco vaciló unmomento y luegose lanzó hacia el camarote. Saliótambaleándose,blancocomounasábana.

—¿Qué le pasa a Bill Jukes, perro? —siseóGarfio,irguiéndoseanteél.

—Lo que le pasa es que está muerto,apuñalado—replicóCeccoconvozsepulcral.

—¡Bill Jukes muerto! —exclamaron losatónitospiratas.

—Elcamaroteestáoscurocomolapez—dijoCecco, casi farfullando—, pero hay algohorribleahídentro:loqueoímosgraznar.

El júbilodeloschicos, lasmiradasfurtivasdelospiratas,todoestonotóGarfio.

—Cecco—dijoconvozmásacerada—,vuelveytráemeaesepajarraco.

Cecco,valienteentrelosvalientes,seencogióantesucapitán,exclamando:

—No,no.

Pero Garfio le estaba haciendo carantoñas asugarra.

—¿Hasdichoqueirías,Cecco?—dijoconairedistraído.

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Cecco fue,despuésde levantar losbrazosenun gesto de desesperación. Ya no habíamáscánticos,todosescuchabanydenuevoseoyóun chillido agónico y de nuevo un graznido.NadiehablóexceptoPresuntuoso.

—Tres—dijo.

Garfiollamóasusperrosconungesto.

—Por lasbarbasdeSatanás—bramó—,

¿quiénmevaatraeraesepajarraco?

—EspereaquesalgaCecco—gruñóStarkeyylosdemásseunieronaél.

—Mehaparecidooírqueteofrecías,Starkey—dijoGarfio,ronroneandodenuevo.

—¡No, por todos los demonios! —gritóStarkey.

—Mi garfio cree que sí —dijo Garfioacercándose a él—. ¿No crees que seríaconvenientedarlegustoalgarfio,Starkey?

—Que me cuelguen si entro ahí —replicóStarkeyempecinado,ylatripulaciónlovolvióaapoyar.

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—¿Así que un motín? —preguntó Garfio enun tono más agradable que nunca—. YStarkeyeselcabecilla.

—Piedad, capitán —gimoteó Starkey, ahoratodotembloroso.

—Choca esos cinco, Starkey —dijo Garfio,alargandolagarra.

Starkey miró a su alrededor en busca deayuda, pero todos lo abandonaron.Mientrasretrocedía,Garfioavanzabaconlachisparojaen losojos.Conungritodedesesperaciónelpirata saltóporencimadeTomel Largoy seprecipitóenelmar.

—Cuatro—dijoPresuntuoso.

—Y ahora—preguntó Garfio cortésmente—,¿hay algún otro caballero que quieraamotinarse?

Cogiendo un farol y alzando el garfio congestoamenazador,dijo:

—Yomismosacaréaesepajarraco—yentrócorriendoenelcamarote.

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«Cinco.»CómodeseabaPresuntuosodecirlo.Sehumedecióloslabiosparaestarlisto,peroGarfiosaliótambaleándose,sinelfarol.

—Algo ha apagado la luz —dijo un pocotembloroso.

—¡Algo!—repitióMullins.

—¿Qué ha sido de Cecco? —preguntóNoodler.

—Está tan muerto como Jukes —dijo Garfiosucintamente. Su poca gana de regresar alcamarote produjo una mala impresión entodosellosylosgritosrebeldessedejaronoírde nuevo. Todos los piratas sonsupersticiososyCooksonexclamó:

—Dicen que la mejor forma de saber si unbarco está maldito es cuando hay unapersona más a bordo de las que deberíahaber.

—Yo he oído decir —murmuró Mullinsquesiempreacabaporsubirabordodelosbarcospiratas. ¿Tenía cola, capitán? —Dicen —dijootro, mirando a Garfio con rencor—, quecuando llega lo hace con el aspecto delhombremásmalvadodeabordo.

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—¿Teníagarfio,capitán?—preguntóCooksoncon insolencia y uno tras otro fueronrepitiendo:

—Elbarcoestámaldito.

Anteesto losniñosnopudieronevitar soltaruna ovación. Garfio había poco menos queolvidado a sus prisioneros, pero al volverseahora hacia ellos se le volvió a iluminar lacara.

—Muchachos —gritó a su tripulación—,tengouna idea.Abrid lapuertadelcamarotey metedlos dentro. Que luchen contra esepajarraco para salvar su vida. Si lo matan,tanto mejor para nosotros; si él los mata aellostampocohemosperdidonada.

PorúltimavezsusperrosadmiraronaGarfioy cumplieron fielmente sus órdenes.Metieron a empujones en el camarote a loschicos,quefingíanresistirse,ylescerraronlapuerta.

—Y ahora, a escuchar—gritó Garfio y todosescucharon. Pero ninguno se atrevía amirarhacia lapuerta.Sí,uno,Wendy,quedurantetodo este tiempo había estado atada al

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mástil.Noestabaesperandoniungritoniungraznido:esperabalareaparicióndePeter.

No tuvo que esperarmucho. En el camarotehabía encontrado lo que había ido a buscar:la llave que liberaría a los niños de susgrilletes y entonces todos avanzaron ensilencio, con las armas que pudieronencontrar. Después de indicarles que seescondieran, Peter cortó las ataduras deWendy y entonces nada les habría sidomásfácil que salir volando todos juntos, perohabía una cosa que impedía la marcha, unjuramento:«EstavezoGarfiooyo.»Demodoque cuando hubo liberado a Wendy, lesusurró que se ocultara con los demás y élmismo ocupó su lugar en elmástil, envueltoen su capa para poder pasar por ella.Entonces tomó aliento con fuerza y soltó ungraznido.

Para los piratas era una voz queproclamabaque todos los chicos yacían muertos en elcamaroteysequedaronaterrorizados.Garfiointentó animarlos, pero como los perros enque los había convertido le enseñaron los

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dientes, supo que si ahora apartaba la vistadeellosseleecharíanencima.

—Muchachos—dijo,dispuestoaengatusaroa golpear según hiciera falta, pero sinacobardarse ni por un instante—, lo heestadopensando.Hayungafeabordo.

—Sí—gruñeronellos—,untipoconungarfio.

—No,muchachos, no, es la niña. Jamás tuvosuerte un barco pirata con una mujer abordo.Todoirábiencuandoellasehayaido.

Algunos recordaron que eso había sido undichodeFlint.

—Se puede intentar —dijeron no muyconvencidos.

—Tiradalaniñaporlaborda—gritóGarfioyseabalanzaronsobre la figuraenvueltaen lacapa.

—Ya nadie te puede salvar, mocita —siseóMullinsburlonamente.

—Síquehayalguien—replicólafigura.

—¿Yquiénes?

—¡Peter Pan el vengador! —fue la terriblerespuesta y al hablar Peter se quitó la capa.

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Entoncestodossupieronquiéneraelque loshabía estado aniquilando en el camarote yGarfiotratódehablardosveces,ydosvecesfracasó. Creo que en aquel espantosomomentolefallóelvalor.

—Abridlo en canal —gritó por fin, pero sinconvicción.

—Vamos, chicos, a ellos —resonó la voz dePeter y en un momento el choque de lasarmas retumbaba por todo el barco. Si lospiratas se hubieranmantenido agrupados esseguroquehabríanganado,peroelataqueseprodujocuandoestabantodosdispersosysepusieron a correr de un lado a otro, dandogolpes a tontas y a locas, cada uno de elloscreyendo que era el último superviviente delatripulación.Hombreahombreeranlosmásfuertes, pero ahora sólo luchaban a ladefensiva, lo cual permitía a los chicos cazarpor parejas o elegir su presa. Algunos de losvillanos saltaban al mar, otros se ocultabanen rincones oscuros, donde los descubríaPresuntuoso,quenoluchaba,sinoquecorríapor todas partes con un farol con el que lesiluminaba la cara, de forma que quedaban

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deslumbrados y se convertían en presa fácilparalasespadasensangrentadasdelosotroschicos.Apenasseoíanadamásqueelchoquede las armas, algún chillido o chapuzón queotro y la voz de Presuntuoso que contabamonótonamente cinco, seis, siete, ocho,nueve,diez,once.

Creoquenoquedabaniunocuandoungrupode chicos enardecidos rodeó a Garfio, queparecía tener más vidas que un gato,mientraslosmanteníaarayaenaquelcírculode fuego. Habían acabado con sus perros,pero parecía que ni todos juntos podían conaquelhombresolo.Unayotravezseechabancontra él y una y otra vez limpiaba él unespacio a zarpazos. Había levantado a unchico con el garfio y lo estaba empleandocomo escudo cuando otro, que acababa deatravesar a Mullins con su espada, saltó enmediodelarefriega.

—Envainad las espadas, chicos —gritó elreciénllegado—,estehombreesmío.

De esta forma tan repentina se encontróGarfio cara a cara con Peter. Los demás

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retrocedieron y formaron un círculo a sualrededor.

Durante largo rato los dos enemigos seestuvieron mirando, Garfio estremeciéndoseligeramente y Peter con una sonrisa extrañaenlacara.

—Bueno,Pan—dijoGarfiopor fin—,asíquetodoestoesobratuya.

—Sí,JamesGarfio—fuelaseverarespuesta—

,todoestoesobramía.

—Jovenzuelo vanidoso e insolente —dijoGarfio—,disponteamorir.

—Hombre oscuro y siniestro —contestóPeter—,defiéndete.

Sin mediar más palabras entraron encombateyduranteuntiemponingunade lasdos espadas llevó ventaja. Peter era unsoberbioespadachínyparabaaunavelocidadvertiginosa;decuandoencuandocombinabaunafintaconunaestocadaqueatravesabaladefensa de su enemigo, pero su menorenvergadura no le hacía buen servicio y noconseguía hundir el acero. Garfio, apenas

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menoshábilqueél,peronotandiestroeneljuegode lamuñeca, loobligabaa retrocedergracias al peso de sus embestidas, con laesperanza de terminar de golpe con todomediante una de sus estocadas preferidas,queBarbacoalehabíaenseñadotiempoatrásen Río, pero ante su asombro descubría queesta estocada era desviada una y otra vez.Entoncestratódeacercarseydarelgolpedegracia con su garfio de hierro, que durantetodo este tiempo había estado dandozarpazos al aire, pero Peter lo esquivóagachándose y, embistiendo con fuerza, lohirióen las costillas.Al ver supropia sangre,cuyo peculiar color, como recordaréis, leresultaba repugnante, la espada cayó de lamano de Garfio y éste quedó a merced dePeter.

—¡Ahora! —gritaron todos los chicos, perocon un gesto magnífico Peter invitó a suadversarioarecogersuespada.Garfiolohizoal instante, pero con la trágica sensación dequePeterseestabacomportandoconbuenaeducación.

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Hasta entonces había pensado que quienluchaba contra él era una especie dedemonio, pero ahora lo asaltaron sospechasmássiniestras.

—Pan, ¿quién y qué eres? —exclamóroncamente.

—Soy la juventud, soy la alegría—respondióPeterpordeciralgo—,soyunpajarilloreciénsalidodelhuevo.

Esto, claro está, no eran más que tonterías,pero le demostró al desdichado Garfio quePeter no tenía ni la más mínima idea sobrequién o qué era, lo cual es el colmo de labuenaeducación.

—Enguardia—gritódesesperado.

Luchabaahoracomounlátigohumanoycadagolpe de aquella terrible espada habríapartido en dos a cualquier hombre omuchachoquesehubierapuestopordelante,pero Peter revoloteaba a su alrededor comosi elmismovientoque levantaba loapartarade la zona de peligro. Y una y otra vezembestíayhería.

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Garfioluchabayasinesperanza.Aquelpechoapasionado ya no pedía vivir, pero sí queanhelaba un solo favor: antes de enfriarsepara siempre, ver a Peter haciendo gala demalaeducación.

Abandonando la lucha corrió hasta lasantabárbarayleprendiófuego.

—Dentro de dos minutos —gritó —el barcosaltaráenmilpedazos.

Ahora, pensó, ahora se verán los auténticosmodales.PeroPeter salióde la santabárbaracon la bomba en las manos y la tiró por labordatranquilamente.

¿Qué clase demodales estabamostrando elpropio Garfio? Aunque era un hombreequivocado, podemos alegrarnos, sinsimpatizar con él, de que al final fuera fiel alas tradiciones de su estirpe. Los demáschicosestabanvolandoahoraasualrededor,burlándose con desprecio y mientrastropezaba por la cubierta lanzándolesestocadasimpotentes,sumenteyanoestabaconellos:estabaganduleandoporloscamposde juego de antaño, o recibiendo los elogios

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deldirector,ocontemplandoelpartidodesdeuna famosa pared. Y los zapatos erancorrectos, el chalecoera correcto, la corbataeracorrectayloscalcetineserancorrectos.

Adiós, James Garfio, personaje no sinheroísmo. Pues hemos llegado a sus últimosmomentos.

AlveraPeterqueavanzabadespaciosobreélpor el aire con el puñal dispuesto, saltó a laborda para tirarse al mar. No sabía que elcocodrilo lo estaba esperando, ya queparamos el reloj a propósito para evitarleeste conocimiento: una pequeñamuestra derespetopornuestrapartealfinal.

Tuvo un triunfo final, que no creo quedebamos quitarle. Mientras estaba de piesobre labordavolviendo lavistahaciaPeter,queflotabaporelaire,loinvitóconungestoaqueemplearaelpie.EstohizoquePeter ledieraunapatadaenlugardeapuñalarlo.

Por fin Garfio había conseguido el favor queanhelaba.

—Esoesmalaeducación—gritóburlándoseycayósatisfechohaciaelcocodrilo.

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AsíperecióJamesGarfio.

—Diecisiete —proclamó Presuntuoso, perono había llevado bien la cuenta. Quincepagaron el precio de sus crímenes aquellanoche,perodosalcanzaron laorilla:Starkey,que fue capturado por los pieles rojas,quienes lo convirtieron en niñera de todossus niños, una triste humillación para unpirata,ySmee,quienenadelantesededicóavagabundear por el mundo con sus gafas,ganándose la vida precariamente contandoque él era el único hombre a quien JamesGarfiohabíatemido.

Wendy, lógicamente, había estado a un ladosin participar en la lucha, aunquecontemplabaaPeterconojosbrillantes,peroahoraquetodohabíaacabadovolvióacobrarimportancia. Losalabóa todospor igualy seestremeció encantada cuando Michael lemostróel lugardondehabíamatadoaunoyluegolosllevóalcamarotedeGarfioyseñalósu reloj, que estaba colgado de un clavo.¡Marcaba«launaymedia»!

Lo tarde que era resultaba casi lo mejor detodo. Os aseguro que los acostó en los

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camastrosdelospiratasbiendeprisa;atodosmenos a Peter, que estuvo paseandopavoneándosepor lacubierta,hastaqueporfin se quedó dormido junto a Tom el Largo.Esa noche tuvo una de sus pesadillas y lloróensueños largoratoyWendy loabrazómuyfuerte.

16.Elregresoacasa

Por lamañana,aldar lasdoscampanadasyaestaban todos en marcha, pues había margruesayLelo,elcontramaestre,estabaentreellos, con un cabo en la mano y mascandotabaco. Todos se pusieron ropas piratascortadaspor larodilla,seafeitaronmuybieny subieron a cubierta, caminando con elauténtico vaivén de los marineros ysujetándoselospantalones.

No hace falta decir quién era el capitán.Avispado y John eran el primer y segundooficiales.Habíaunamujerabordo.Losdemásservíancomomarinerosyvivíanenelcastillode proa. Peter ya se había atado al timón,

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pero llamóatodosacubiertay lesdirigióunbreve discurso, en el que dijo que esperabaque todos cumplieran con sus obligacionescomounosvalientes,peroquesabíaqueeranlaescoriadeRíoydelaCostadeOroyquesise insubordinaban los haría trizas. Susbravuconas palabras eran el lenguaje quemejorentiendenlosmarinerosyloaclamaroncon entusiasmo. Luego se despacharon unascuantas órdenes e hicieron virar el barco,poniendorumboalmundoreal.

El capitán Pan calculó, después de consultarla carta de navegación, que si el tiempocontinuaba así deberían arribar a las Azoreshacia el 21 de junio, tras lo cual ganaríantiempovolando.

Algunosqueríanque fueraunbarcohonradoyotrosestabanafavordequesiguierasiendopirata, pero el capitán los trataba como aperros y no se atrevían a exponerle susdeseos ni siquiera con una propuestacolectiva. La obediencia instantánea era loúnico sensato. Presuntuoso se llevó unadocena de latigazos por parecerdesconcertado cuando se le dijo que echara

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la sonda. La impresióngeneraleraquePetererahonradosóloporelmomentoparaacallarlas sospechas de Wendy, pero que podríaproducirse un cambio cuando estuviera listoeltrajenuevo,que,encontradesuvoluntad,le estaba haciendo con algunas de las ropasmás canallescas de Garfio. Se susurrabadespuésentreellosquelaprimeranochequese puso este traje estuvo largo tiemposentado en el camarote con la boquilla deGarfioenlabocaytodoslosdedosapretadosen un puño, menos el índice, que teníacurvado y levantado amenazadoramentecomoungarfio.

Sin embargo, en lugar de observar lo quepasa en el barco, ahora debemos regresar aaquella casa desolada de donde tres denuestros personajes habían huido sin elmenor miramiento hace ya tanto. Nos dapena no haber hecho caso al número 14durante todo este tiempo y sin embargopodemos estar seguros de que la señoraDarlingnonosloechaencara.Sihubiéramosregresado antes para mirarla con apenada

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compasión, probablemente habríaexclamado:

—No seáis tontos, ¿qué importancia tengoyo?Volvedacuidardelosniños.

Mientraslasmadressigansiendoasísushijosseaprovecharándeellas:puedencontarconeso.

Aun ahora nos aventuramos a entrar en eseconocidocuartode losniñossóloporquesuslegítimos inquilinosvienendecaminoacasa:simplemente losadelantamosparaver si suscamas están debidamente aireadas y si elseñor y la señora Darling no salen por lasnoches.Nosomosmásquecriados.¿Porquédemonios deberían estar debidamenteairea—

das sus camas, después de que los muydesagradecidos se fueran con tantas prisas?¿No se lo tendrían muy bien merecido siregresaran y se encontraran con que suspadresestánpasandoel finde semanaenelcampo? Sería la lección moral que les haestado haciendo falta desde que los

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conocimos, pero si tramáramos las cosas asílaseñoraDarlingnonosloperdonaríajamás.

Hay una cosa que me gustaría muchísimohacer y que es decirle, como hacen losescritores, que los niños están regresando,que de verdad que estarán de vuelta deljuevesenunasemana.Estoecharíaaperdercompletamente la sorpresa que estánesperando Wendy, John y Michael. Lo hanestado imaginandoenel barco: el éxtasis demamá,elgritodealegríadepapá,elsaltoporlos aires de Nana para ser la primera enabrazarlos, cuando para lo que tendrían queestarpreparándoseesparaunabuenapaliza.Qué delicioso sería estropearlo todoadelantando lanoticia,demodoquecuandoentren con aire imponente la señora DarlingpuedanodarlenisiquieraunbesoaWendyyel señor Darling pueda exclamarmalhumorado:

—Vaya por Dios, ya están aquí estos chicosotravez.

Sin embargo, no nos darían las gracias nisiquieraporesto.Aestasalturasyaestamosempezando a conocer a la señora Darling y

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podemosestarsegurosdequenoscensuraríaporquitarlesalosniñoseseplacer.

—Pero, mi querida señora, faltan diez díaspara el jueves y explicándole cómoestán lascosas, podemos ahorrarle diez días deinfelicidad.

—Sí, ¡pero a qué precio! Quitándoles a losniñosdiezminutosdeplacer.

—Bueno,siesasícomoloveusted.

—¿Ydequéformasepuedever?

¿Veis? Esa mujer no tenía el genio debido.Tenía intención de decir cosasagradabilísimassobreella,peroladesprecioyya no diré nada. Además realmente no hacefaltadecirlequepreparelascosas,porqueyaestán preparadas. Todas las camas estánaireadas y ella nunca se va de la casa y,mirad, laventanaestáabierta.Para loqueleservimos, podríamos volver al barco. Sinembargo, ya que estamos aquí tambiénpodemosquedarnosyseguirmirando.Esoeslo único que somos, mirones. Nadie nosquiere. Así que vamos a mirar y a soltar

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mordacidades, con la esperanza de quealgunahagamella.

El único cambio que se observa en el cuartode losniñosesqueentre lasnuevey lasseislaperrerayanoestáallí.Cuandolosniñossefueron volando, el señor Darling sintió en lomás profundo de su alma que toda la culpaerasuyaporhaberatadoaNanayquedesdeel principio ella había sido más inteligentequeél.Naturalmente,comohemosvisto,eraun hombre muy simple; en realidad habríapodido volver a pasar por un chiquillo sihubiera podido quitarse la calvicie, perotambién teníaunnoble sentidode la justiciay un valor indomable a la hora de hacer loque le parecía correcto y, después de haberpensadosobreelasuntoconenormecuidadotras la huida de los niños, se puso a cuatropatas y se metió en la perrera. A todas lascariñosasinstanciasdelaseñoraDarlingparaque saliera replicaba él triste perofirmemente:

—No, mi bien, éste es el lugar que mecorresponde. Amargado por losremordimientos juró que jamás saldría de la

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perrera mientras sus hijos no volvieran.Lógicamente, era una pena, pero hiciera loque hiciera el señorDarling siempre lo teníaque hacer en exceso, si no no tardaba endejar de hacerlo. Y nunca hubo un hombremás humilde que el en tiempos orgullosoGeorge Darling, mientras se pasaba la tardesentadoenlaperrerahablandoconsumujerde sus hijos y de todos sus detallesencantadores.

Era muy conmovedora su deferencia haciaNana.Noladejabaentrarenlaperrera,peroen todas las demás cuestiones cumplía susdeseossinrechistar.

Todas la mañanas la perrera, con el señorDarling dentro, era transportada hasta uncoche,que lo llevabaa laoficinayregresabaa casa de la misma forma a las seis.Notaremospartede la fuerzade carácterdeeste hombre si recordamos lo sensible queera a la opiniónde los vecinos, este hombrecuyomásmínimomovimiento llamabaahorala atención por lo sorprendente. Por dentrodebía de estar sufriendo un tormento, peromantenía una fachada de calma incluso

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cuandolosjóvenesseburlabandesucasitaysiempre se descubría cortésmente antecualquierseñoraquemiraradentro.

Puede que fuera una quijotada, pero eramagnífico. No tardó en conocerse elsignificado que aquello encerraba y el grancorazón del público se sintió conmovido. Lasmultitudes seguían al coche, aclamando confervor; chicas bonitas trepaban a él paraconseguir su autógrafo, se publicabanentrevistasenlosmejoresperiódicosylaaltasociedad lo invitabaacenar,añadiendo:«Nodejedevenirenlaperrera.»

En aquel jueves lleno de emoción la señoraDarling esperaba en el cuarto de los niños aqueGeorgevolvieraacasa:eraunamujerdeexpresión muy triste. Ahora que la miramosde cerca y recordamos su animación de díaspasados, desaparecida ahora porque haperdido a sus niños,meparecequedespuésde todo no voy a ser capaz de decir cosasdesagradables de ella. La pobre no podíaevitar sentir demasiado cariño por esosmonstruitos.Miradlaahíensubutaca,dondese ha quedado dormida. La comisura de su

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boca, que es lo primero que uno mira, estácasi marchita. Su mano se mueve inquietasobre el pecho como si le doliera. A algunosles gusta más Peter y a otros les gusta másWendy, pero yo la prefiero a ella.Supongamos que, para hacerla feliz, lesusurramosensueñosquelosmocososestánencamino.

En realidad están ya a dos millas de laventana y vienen volando fuerte, pero loúnico que hace falta que susurremos es quevienendecamino.Vamos.

Esunalástimaquelohayamoshecho,yaquese ha despertado sobresaltada gritando susnombresynohaynadieenlahabitaciónmásqueNana.

—Oh, Nana, he soñado que mis pequeñoshabían vuelto.Nana tenía los ojos húmedos,pero lo único que pudo hacer fue ponersuavementelapataenelregazodesuamayasíestabansentadas lasdoscuando trajeronlaperreradevuelta.CuandoelseñorDarlingsacalacabezaparabesarasuesposa,vemosque tiene la caramás avejentada que antes,peroconunaexpresiónmásdulce.

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Le dio el sombrero a Liza, que lo cogió condesprecio, ya que no tenía la más mínimaimaginación y era totalmente incapaz decomprender los motivos de este hombre.Fuera, lamultitud que había acompañado alcochehastacasatodavíaseguíaaclamandoy,naturalmente,estonodejabadeconmoverlo.

—Escúchalos —dijo—, es muy gratificante.Sonunapandadecríos—semofóLiza.

—Hoy había varios adultos —le aseguró élruborizado, pero cuando ella sacudió lacabezaconsornaélno ledijoniunapalabrade reproche. El éxito social no lo habíaechadoaperder, lohabíadulcificado.Estuvounratosentadoconmediocuerpofueradelaperrera,hablandoconlaseñoraDarlingsobresu éxito y estrechándole la mano paratranquilizarla cuando ella le dijo queesperaba que no se le fuera a subir a lacabeza.

—Perosillegoaserunhombredébil—dijo—.

¡Diossanto,sillegoaserunhombredébil!

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—Y, George—dijo ella con timidez—, siguestan lleno de remordimientos como siempre,¿verdad?

—¡Tan lleno de remordimientos comosiempre, mi amor! Mira mi castigo: vivir enunaperrera.

—Peroesuncastigo,¿noesasí,George?

¿Estás seguro de que no estás disfrutandoconello?

—¡Peromiamor!

Osaseguroqueella lepidióperdóny, luego,soñoliento,élseacurrucóenlaperrera.

—¿Me tocas algo en el piano de los niñosparaquemeduerma?—lepidió.

Y cuando ella se dirigía al cuarto de jugarañadiósinpensar:

—Ycierraesaventana.Haycorriente.

—Oh, George, no me pidas nunca que hagaeso. La ventana debe estar siempre abiertaparaellos,siempre,siempre.Entoncesletocóa él pedirle perdón y ella fue al cuarto dejugar y tocó el piano y pronto se quedó

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dormido y, mientras dormía, Wendy, John yMichaelentraronvolandoenlahabitación.

Oh, no. Lo hemos escrito así porque ése erael bonito plan que tenían ellos antes de quenos fuéramosdelbarco,perodebedehaberpasado algo desde entonces, porque no sonellos losquehanentradovolando, sonPeteryCampanilla. LasprimeraspalabrasdePeterlorevelantodo.

—Deprisa, Campanilla —susurró—, cierra laventana,échaleelpestillo.Así,bien.AhoratúyyotenemosquehuirporlapuertaycuandoWendy llegue creerá que su madre la hadejadofueraytendráquevolverconmigo.

Ya comprendo lo que hasta ahora me veníaescamando: por qué cuando Peter huboexterminadoa lospiratasnoregresóa la islaydejóqueCampanillaguiaraalosniñoshastael mundo real. Había tenido planeada estatrampadesdeelprincipio.

En lugar de pensar que se estaba portandomal se puso a bailar de alegría; luego atisbóen el cuarto de jugar para ver quién estabatocando.LesusurróaCampanilla:

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—Ésa es lamadre deWendy. Es una señoramuy guapa, pero no tan guapa como mimadre. Tiene la boca llena de dedales, peronotantocomolateníamimadre.

Porsupuesto,élnosabíanadadenadasobresumadre,peroavecessejactabadeella.

Noconocíalamelodía,queera«hogar,dulcehogar», pero sabía que estaba diciendo:«Vuelve,Wendy,Wendy,Wendy» y exclamóentusiasmado:

—Señora, jamás volverá a ver a Wendy,porquelaventanaestácerrada.

Volvió a atisbar para ver por qué se habíainterrumpido lamúsicayentoncesvioque laseñoraDarlinghabíaapoyadolacabezaenlacajadelpianoyqueteníadoslágrimasenlosojos.

«Quiere que abra la ventana», pensó Peter,«peronoloharé,noseñor.»

Volvióaasomarsey las lágrimas seguíanallí,uotrasdosquehabíanocupadosulugar.

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—Quiere muchísimo a Wendy—se dijo.Entonces se enfadó con ella por no darsecuentadeporquénopodíateneraWendy.

Larazóneratansencilla:

—Yo también laquiero.Nopodemos tenerlalosdos,señora.

Pero la señora no se conformaba y eramuydesgraciada.Dejódemirarla,peronisiquieraasí lo dejaba ella en paz. Se puso a darbrincos y a hacer muecas, pero cuando sedetuvo era como si ella estuviera dentro deél,llamando.

—Bueno,estábien—dijopor finy tragócondificultad.Luegoabriólaventana.

—Vamos, Campanilla —exclamó, burlándosecruelmentede las leyesde lanaturaleza—,anosotros no nos hace falta ninguna madretonta.

Ysefueronvolando.

Por esoWendy, John yMichael encontraronla ventana abierta para ellos después detodo,locual,porsupuesto,eramásdeloque

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merecían.Seposaronenelsuelo,sinsentirseavergonzados en absoluto y eso que el máspequeñoyasehabíaolvidadodesuhogar.

—John —dijo, mirando a su alrededor conincertidumbre—, creo que he estado aquíantes.

—Claroquesí,tonto.Estaestuantiguacama.

—Ah, sí —dijo Michael, sin demasiadaconvicción.

—¡Oye! —exclamó John—. ¡La perrera! Ycorrióhastaellaparamirarla.

—AlomejorestáNanadentro—dijoWendy.

PeroJohnsoltóunsilbido.

—Caramba—dijo—,sihayunhombremetidoahí.

—¡Espapá!—exclamóWendy.

—Dejadme ver a papá —rogó Michael conansiayloexaminóatentamente.

—Noestangrandecomoelpirataquematé

—dijoconunadesilusióntanpatentequemealegro de que el señor Darling estuvieradormido: habría sido muy triste si ésas

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hubieran sido las primeras palabras que leoyeradecirasupequeñoMichael.

Wendy y John se habían quedado algopasmados al encontrar a su padre en laperrera.

—Pero—dijoJohn,comoquienhaperdidofeensumemoria—,élnodormíaenlaperrera,

¿verdad?

—John—dijoWendyconvozentrecortada—,quizás no recordamos nuestra antigua vidatan bien como creíamos. Se quedaronheladosybienmerecidoqueselotenían.

—Qué poco delicado por parte de mamá—dijo el bribonzuelo de John— no estar aquícuando regresamos. Entonces la señoraDarlingsepusoatocardenuevo.

—¡Esmamá!—exclamóWendy,asomándose.

—¡Puessí!—dijoJohn.

—¿Entonces tú no eres nuestra madre deverdad, Wendy? —preguntó Michael, queestabamuysoñoliento.

—¡Dios mío! —exclamó Wendy, con susprimeros remordimientos auténticos—.

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Desde luego, ya iba siendo hora de quevolviéramos.

—Vamos a entrar sin hacer ruido—propusoJohn—,yataparlelosojosconlasmanos.

Pero a Wendy, que se dio cuenta de quedebían dar la grata noticia con algo más desuavidad,seleocurrióunplanmejor.

—Vamos a meternos todos en la cama y aquedarnos ahí cuando entre, como si nuncanoshubiéramosido.

Y por eso cuando la señora Darling volvió alcuarto de los niños para ver si su esposoestaba dormido, todas las camas estabanocupadas. Los niños aguardaban su grito dealegría,peroéstenoseprodujo.Losvio,perono se creyó que estuvieran allí. Es que losveíaensuscamastanamenudoalsoñarquese pensó que aquello no era más que elsueñoqueseguíarondándoleporlacabeza.

Se sentó en la butaca junto al fuego, dondeenotrostiemposloshabíaamamantado.

Ellos no lo entendían y un miedo helado seapoderódelostres.

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—¡Mamá!—gritóWendy.

—Ésa es Wendy —dijo ella, pero seguíaconvencidadequeeraelsueño.

—¡Mamá!

—ÉseesJohn—dijo.

—¡Mamá! —gritó Michael. Ya la habíareconocido.

—Ése es Michael —dijo ella y alargó losbrazoshacialostresniñosegoístasaquienesjamás volverían a estrechar. Pero sí que lohicieron, rodearon a Wendy, a John y aMichael, que sehabíandeslizado fuerade lacamayhabíancorridohastaella.

—George, George —exclamó cuando pudohablar y el señor Darling se despertó paracompartirsudichayNanaentrócorriendo.Laescena no podría haber sido másencantadora, pero no había nadie paracontemplarla, excepto un extraño chiquilloque miraba por la ventana. Tenía alegríasinnumerablesqueotrosniños jamás lleganaconocer, pero estaba contemplando por laventana la única felicidad a la que jamáspodríaaspirar.

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17.CuandoWendycreció

Espero que queráis saber qué había sido delos demás chicos. Estaban esperando abajoparaqueWendytuvieratiempodeexplicarloque ocurría con ellos, y después de contarhasta quinientos subieron. Subieron por laescalera, porque pensaron que causaríamejor impresión. Se pusieron en fila ante laseñora Darling, con los gorros en la mano ydeseando no estar vestidos de piratas. Nodijeronnada,perosusojos lesuplicabanquese los quedase. Deberían haber miradotambién al señor Darling, pero se olvidaronde él. Por supuesto, la señora Darling dijoinmediatamente que se los quería quedar,pero el señor Darling estaba extrañamentedeprimido y se dieron cuenta de que seis leparecíaunacantidadbastantegrande.

LedijoaWendy:

—Debo decir que las cosas no se hacen amedias—uncomentariopocogenerosoquealosgemeloslesparecióqueibaporellos.

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El primer gemeloerael atrevido ypreguntó,ruborizándose:

—¿Creequeseríamosdemasiados,señor?

Porquesiesasínospodemosir.

—¡Papá!—gritóWendy,horrorizada,peroélseguía malhumorado. Sabía que se estabacomportando demanera indigna, pero no lopodíaevitar.

—Podríamos dormir de dos en dos —dijoAvispado.

—Yomisma les corto el pelo siempre—dijoWendy.

—¡George! —exclamó la señora Darling,dolida por ver a su amor haciendo gala deunaconductatanreprochable.

Entoncesélseechóallorarysalióarelucirlaverdad. Estaba tan contento como ella detenerlos,dijo,perocreíaquedeberíanhaberpedidosuconsentimientoademásdeldeella,en lugar de tratarlo como un cero a laizquierdaensupropiacasa.

—Yonocreoqueseaunceroalaizquierda—exclamó Lelo al instante—. ¿Tú crees que es

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unceroa la izquierda,Rizos?—No,nomeloparece.¿Atitepareceunceroalaizquierda,Presuntuoso?

—Pues más bien no. Gemelo, ¿a ti qué teparece?

Resultóqueaningunodeellos leparecíauncero a la izquierda y él se sintióabsurdamente gratificado y dijo queencontraría sitio para todos ellos en el salónsicabían.

—Síquecabremos,señor—leaseguraron.

—Pues entonces seguid al jefe —gritóalegremente—.Escuchad,noestoysegurodeque tengamosun salón, peroharemos comosilotuviéramosyserálomismo.¡Adelante!

Se fue bailando por la casa y ellos gritaron:«¡Adelante! » y lo siguieron bailando, enbusca del salón y no me acuerdo de si loencontraron, pero en cualquier casoencontraronrinconesytodoscupieron.

EncuantoaPeter, vioaWendyunavezmásantes de marcharse volando. No es quellegara a la ventana exactamente, pero la

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rozó al pasar, para que ella la abriera siqueríaylollamara.Esofueloqueellahizo.

—Hola,Wendyyadiós—dijoél.

—Ay,¿tevas?

—Sí.

—¿No crees, Peter —dijo ella vacilando—,que te gustaría decirles algo a mis padressobreunacuestiónmuybonita?

—No.

—¿Sobremí,Peter?

—No.

LaseñoraDarlingllegóalaventana,puesporel momento estaba vigilando a Wendyestrechamente. Le dijo a Peter que habíaadoptado a todos los demás chicos y que legustaríaadoptarloaéltambién.

—¿Memandaría a la escuela?—preguntó éltaimadamente.

—Sí.

—¿Yluegoaunaoficina?

—Supongoquesí.

—¿Yprontoseríamayor?

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—Muypronto.

—Noquiero ir a la escuela a aprender cosasserias—ledijoconvehemencia—.Noquierosermayor.Ay,madredeWendy,¡quéhorrorsimedespertaraynotaraquetengobarba!

—¡Peter! —dijo Wendy, siempreconsoladora— . Me encantaría verte conbarba.

Y laseñoraDarling le tendió losbrazos,peroéllarechazó.

—Atrás, señora, nadie me va a atrapar paraconvertirmeenunapersonamayor.

—¿Perodóndevasavivir?

—ConCampanillaenlacasaqueconstruimosparaWendy. Lashadas lapondránen loaltodelacopadelosárbolesenlosqueduermendenoche.

—Qué bonito —exclamó Wendy con tantoanhelo que la señora Darling la sujetófirmemente.

—Yo creía que las hadas estaban todasmuertas—dijolaseñoraDarling.

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—Siempre hay muchas jóvenes —explicóWendy, que era ahora toda una experta—,porque, verás, cuando un bebé nuevo se ríeporprimeraveznaceunanuevahadaycomosiemprehaybebésnuevossiemprehayhadasnuevas. Viven en nidos en las copas de losárboles y las de colormalva son chicos y lasde color blanco, chicas, y las de color azul,unastontuelasquenosabenmuybienloqueson.

—Lo voy a pasar estupendo —dijo Peter,observandoaWendy.

—Estarás bastante solo por la noche —dijoella—,cuandotesientesjuntoalfuego.

—TendréaCampanilla.

—Pues Campanilla no es que sea muchaayuda,quedigamos—lerecordóellaconalgodeaspereza.

—¡Chivata!—gritó Campanilla desde el otroladodelaesquina.

—Esonoimporta—dijoPeter.

—Oh,Peter,túsabesquesíimporta.

—Puesentoncesvenalacasitaconmigo.

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—¿Puedo,mamá?

—Porsupuestoqueno.Te tengootravezencasayestoydecididaaconservarte.

—Peroesquelehacetantafaltaunamadre.

—Atitambién,miamor.

—Oh, está bien —dijo Peter, como si lohubiera pedido sólo por cortesía, pero laseñoraDarlingviocómoletemblabalabocaylehizoestabellaoferta:queWendysefueraconélduranteunasemanatodoslosaños

para hacer la limpieza de primavera.Wendyhabría preferido algo más permanente y leparecíaque laprimavera ibaa tardarmuchoen llegar, pero esta promesa hizo que Peterse volviera a poner muy contento. No teníanoción del tiempo y corría tantas aventurasquetodoloqueoshecontadosobreélnoesmás que una mínima parte. Supongo queporqueWendy lo sabía, las últimas palabrasqueledirigiófueronentonoquejumbroso:

—Peter, ¿verdad que no te olvidarás de míantesdequelleguelalimpiezadeprimavera?Naturalmente, Peter se lo prometió y luegose alejó volando. Se llevó consigoel besode

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la señora Darling. El beso que no había sidopara nadie más Peter lo consiguió con granfacilidad. Curioso. Pero ella parecíasatisfecha.

Por supuesto, todos los chicos fueronenviadosalaescuelaycasitodosentraronenla clase III, pero Presuntuoso fue colocadoprimeroenlaclaseIVyluegoenlaclaseVLaclase I es lamásalta.Despuésdeasistir a laescueladuranteunasemanasedieroncuentadelotontosquehabíansidopornoquedarseen la isla, pero ya era demasiado tarde y notardaron en acostumbrarse a ser tannormales como vosotros, yo o cualquier hijodevecino.Estristetenerquedecirquepocoa poco fueron perdiendo la capacidad devolar.AlprincipioNanalesatabalospiesalosbarrotes de la cama para que no salieranvolandoporlanocheyunadesusdiversionesdurante el día era fingir que se caían de losautobuses,peropocoapocodejarondetirarde sus ataduras en la cama y descubrieronque se hacían daño cuando se soltaban delautobús. Al cabo de un tiempo ni siquierapodíansalirvolandodetrásdesussombreros.

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Faltadepráctica,decíanellos,peroloqueenrealidad quería decir aquello era que ya nocreían.

Michael creyó más tiempo que los demás,aunqueseburlabandeél:poresoestabaconWendy cuandoPeter fueabuscarla a finalesdelprimeraño.SefuevolandoconPeterconelvestidoquehabía tejidoconhojasybayasen el País de Nunca Jamás y lo único quetemía era que él pudiera notar lo pequeñoque se le había quedado, pero no se diocuenta, pues teníamuchas cosas que contarsobresímismo.

Ella había estado esperando con ilusiónmanteneremocionantes charlas conél sobrelosviejostiempos,perolasnuevasaventurashabían ocupado el lugar de las viejas en sucabeza.

—¿Quién es el capitán Garfio? —preguntócon interés cuando ella habló delarchienemigo.

—¿Pero no te acuerdas —le preguntó,asombradadecómolomatasteynossalvasteatodoslavida?

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—Me olvido de ellos después de matarlosreplicóéldescuidadamente.

Cuando expresó una esperanza incierta dequeCampanillasealegraradeverla,éldijo:

—¿QuiénesCampanilla?

—Oh, Peter —dijo ella, horrorizada, pero nisiquiera se acordaba después de que se lohubieraexplicado.

—Es que hay tantas —dijo—. Supongo quehabrámuerto.Supongoqueteníarazón,pues

las hadas no viven mucho tiempo, pero sontan chiquititas que un breve espacio detiempolesparecemuylargo.

WendysesintiódolidaaldescubrirqueelañoquehabíapasadoeracomosifueraayerparaPeter: a ella le había parecido un año deespera muy largo. Pero él seguía siendo tanfascinante como siempre y pasaron unaprimavera maravillosa haciendo la limpiezadelacasitadelacopadelosárboles.

Alañosiguientenovinoporella.Esperóconun vestido nuevo porque el viejo

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sencillamente ya no le entraba, pero él nollegó.

—A lo mejor está enfermo —dijo Michael.Sabesquenuncaestáenfermo.

Michael se acercó a ella y susurró, con unescalofrío:

—¡Alomejornoexistetalpersona,Wendy!YentoncesWendy se habría echado a llorar siMichaelnohubieraestadollorandoya.

Peter llegó para la siguiente limpieza deprimaverayloraroeraquenoeraconscienteenabsolutodequesehabíasaltadounaño.

Ésa fue la última vez que la niña Wendy lovio.Duranteciertotiempotratóporéldenotener dolores de crecimiento y sintió que leera desleal cuando obtuvo un premio porculturageneral.Perofueronpasandolosañossin que apareciera el descuidado chiquillo ycuando volvieron a encontrarse Wendy eraunamujercasadayPeternoeramásparaellaque el polvillo del baúl donde habíaconservado sus juguetes. Wendy era adulta.No tenéis que apenaros por ella. Era de lasque les gusta crecer. Al final crecía por su

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propia voluntad un día más deprisa que lasdemásniñas.

A estas alturas todos los chicos eran yamayores y se habían estropeado, así queapenasmerecelapenadecirnadamássobreellos.Podéis ver cualquierdíaa losgemelos,aAvispadoyaRizos ir a laoficina, cadaunocon una cartera y un paraguas. Michael esmaquinista. Presuntuoso se casó con unadamade lanoblezayporesoseconvirtióenlord.¿Veisaesejuezconpelucaquesaleporlapuertadehierro?ÉseeraLelo.Esehombre

conbarbaquenosesabeningúncuentoparacontárseloasushijoseraantesJohn.

Wendysecasódeblancoconunfajínrosa.Esraro pensar que Peter no se posara en laiglesiaparaprohibirlasamonestaciones.

LosañosvolvieronapasaryWendytuvounahija.Estonodeberíaescribirsecontinta,sinoconletrasdeoro.

La llamaron Janeysiempre tuvounaextrañamirada interrogante, como si desde elmomento en que llegó al mundo quisierahacerpreguntas.Cuandotuvoedadsuficiente

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parahacerlaseranensumayoríasobrePeterPan.LeencantabaoírcosasdePeteryWendylecontabatodoloquerecordabaenelmismocuartodelosniñosdondeseinicióelfamosovuelo. Ahora era el cuarto de Jane, pues supadreselohabíacompradoaltresporcientodeinterésalpadredeWendy,alqueyanolegustaba subir escaleras. La señora Darlingestabayamuertayolvidada.

Ahora sólo había dos camas en el cuarto, lade Janey ladesuniñeraynohabíaperrera,puesNanatambiénhabía fallecido.Muriódevejez y hacia el final había tenido un tratobastante difícil, pues estaba firmementeconvencidadequenadiesabíacómocuidaralosniñosexceptoella.

UnavezalasemanalaniñeradeJaneteníalatarde libre y entonces le tocaba a WendyacostaraJane.Éseeraelmomentodecontarcuentos. Jane se había inventado un juegoque consistía en levantar la sábana porencima de su cabeza y la de su madre,formando así una especie de tienda ysusurrarenlasobrecogedoraoscuridad:

—¿Quévemosahora?

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—Me parece que esta noche no veo nadadiceWendy,con lasensacióndequesiNanaestuviera aquí se opondría a que laconversacióncontinuara.

—Sí, sí que lo ves—dice Jane—, ves cuandoerasunaniña.

—De eso hace ya mucho, mi vida —diceWendy—.¡Ay,cómovuelaeltiempo!

—¿Vuela —pregunta la astuta niña—, comotúvolabascuandoeraspequeña?

—¡Comoyovolaba!¿Sabes,Jane?Avecesmepreguntosirealmentevolaba.

—Sí,síquevolabas.

—¡Quédíasaquelloscuandopodíavolar!—

¿Porquéyanopuedesvolar,mamá?

—Porque he crecido, mi amor. Cuando lagentecreceseolvidadecómosehace.

—¿Porquéseolvidandecómosehace?

—Porque ya no son alegres ni inocentes niinsensibles. Sólo los que son alegres,inocenteseinsensiblespuedenvolar.—¿Quéesseralegre, inocentee insensible?Ojaláyofueraalegre,inocenteeinsensible.

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O quizásWendy admita que sí ve algo. Creo—dicequeesestecuarto.—CreoquesídiceJane—.Sigue.

Están ya metidas en la gran aventura de lanoche en que Peter entró volando en buscadesusombra.

—El muy tonto —dice Wendy—, intentópegársela con jabón y al no poder se echó alloraryesomedespertóyyoselacosí.

—Te has saltado una parte —interrumpeJane,quesesabeya lahistoriamejorquesumadre—.Cuandolovistesentadoenelsuelollorando,¿quéledijiste?

—Me senté en la cama y dije: «Niño, ¿porquélloras?»—Sí,esoera—diceJane,conungransuspiro.

—YluegonosllevóatodosvolandoalPaísdeNunca Jamás con las hadas, los piratas, lospielesrojasy la lagunade lassirenas, lacasasubterráneaylacasita.

—¡Sí!¿Quéeraloquemástegustaba?

—Creoqueloquemásmegustabaeralacasasubterránea.

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—Sí,amítambién.¿QuéfueloúltimoquetedijoPeter?—Loúltimoquemedijofue:

«Espérame siempre y una noche me oirásgraznar.»

—Sí.

—Pero, fíjate qué pena, se olvidó demí dijoWendysonriendo.Asídeadultaera.

—¿Cómo era su graznido? —preguntó Janeunanoche.

—Eraasí—dijoWendy,tratandode imitarelgraznidodePeter.

—No,asíno—dijoJanetodaseria—,eraasí.

Y lohizomuchomejorquesumadre.Wendysequedóunpocosobrecogida.

—Miamor,¿cómolosabes?

—Looigoamenudocuandoestoydurmiendo—dijoJane.

—Ah, sí, muchas niñas lo oyen cuandoduermen, pero yo fui la única que lo oyódespierta.

—Quésuerte—dijoJane.

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Yentoncesunanocheseprodujolatragedia.Era primavera y ya se había acabado elcuento por esa noche y Jane estaba yadormida en su cama.Wendy estaba sentadaenel suelo,muycercadel fuego,parapoderver mientras zurcía, pues no había ningunaotraluzenelcuarto,ymientraszurcíaoyóungraznido.Entonces laventanaseabriódeunsoplocomoenotrostiemposyPeterseposóenelsuelo.

Estaba exactamente igual que siempre yWendy vio al momento que todavíaconservabatodossusdientesdeleche.Éleraun niño y ella era una persona mayor. Seacurrucójuntoalfuegosinatreverseahacer

ningún movimiento, impotente y culpable,unamujeradulta.

—Hola, Wendy—dijo él, sin notar ningunadiferencia,puesestabapensandosobre todoensímismoyalaescasaluzsuvestidoblancopodríahabersidoelcamisónconquelahabíavistoporprimeravez.

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—Hola, Peter —replicó ella débilmente,encogiéndose todo lo posible. Algo en suinteriorclamaba:«Mujer,mujer,suéltame.»

—Eh, ¿dónde está John? —preguntó él,echandoenfaltaderepentelaterceracama.

—John ya no está aquí —dijo ella con vozentrecortada. —¿Michael está dormido?preguntó él, echando un vistazo por encimadeJane.

—Sí —respondió ella y entonces sintió queestaba siendo desleal a Jane además de aPeter.

—Ése no es Michael —dijo rápidamente, nofueraasercastigada.

Petermiróconmásatención.

—Eh,¿esalguiennuevo?

—Sí.

—¿Chicoochica?

—Chica.

Ahoratendríaqueentenderlo,peronada.

—Peter—dijo,vacilando—,¿estásesperandoquemevayavolandocontigo?

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—Claro,poresohevenido.Añadióconciertaseveridad:

—¿Has olvidado que hay que hacer lalimpiezadeprimavera?

Ella sabía que era inútil decirle que se habíasaltadomuchaslimpiezasdeprimavera.

—Nopuedoir—dijoentonodeexcusa—.Semehaolvidadocómovolar.

—Notardonadaenvolveraenseñarte.

—Oh, Peter, no malgastes el polvillo de lashadas enmí. Se había levantado y por fin loasaltó un temor. —¿Qué pasa? —exclamó,encogiéndose.

—Voy a encender la luz —dijo ella—, yentoncesloverás.

Casi por única vez en su vida, que yo sepa,Petersesintióasustado.

—Noenciendaslaluz—gritó.

Ella revolvió con lasmanos el pelo de aquelniñotrágico.Yanoeraunaniñadesoladaporél:eraunamujeradultaquesonreíaportodoello,peroconunasonrisallorosa.

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Luegoencendió la luzyPeter lovio.Soltóungrito de dolor y cuando aquel ser alto yhermosose inclinóparacogerloenbrazosseapartórápidamente.

—¿Qué pasa?—volvió a exclamar. Ella tuvoquedecírselo.

—Soy mayor, Peter. Tengo mucho más deveinteaños.Crecíhacemuchotiempo.

—¡Prometistequenoloharías!

—No pude evitarlo. Soy una mujer casada,Peter.

—No,noescierto.

—Síyesaniñadelacamaesmihija.

—No,noloes.

Pero supusoque lo era y se acercó a la niñadormida con el puñal levantado.Naturalmente, no lo clavó. En cambio, sesentóenel sueloy seechóa lloraryWendynosupocómoconsolarlo,aunqueentiempospodría haberlo hecho con gran facilidad.Ahora no era más que una mujer y saliócorriendo de la habitación para tratar depensar.

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Peter siguió llorando y sus sollozos notardaronendespertar a Jane. Se sentóen lacamaylepicólacuriosidadalinstante.

—Niño—dijo—,¿porquélloras?

Peter se levantó y le hizo una reverencia yellalehizounareverenciadesdelacama.

—Hola—dijoél.

—Hola—dijoJane.

—MellamoPeterPan—ledijo.

—Sí,yalosé.

—He venido a buscar a mi madre —explicóél—,parallevarlaalPaísdeNuncajamás.

—Sí, ya lo sé —dijo Jane—. Te he estadoesperando.

Cuando Wendy regresó tímidamente seencontróaPetersentadoenelbarrotede lacama graznando a pleno pulmón, mientrasJane volaba en camisón por el cuarto ensolemneéxtasis.

—Es mi madre —explicó Peter y Janedescendió y se puso a su lado, con laexpresión

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en la cara que le gustaba que tuvieran lasdamascuandolomiraban.

—Lehacetantafaltaunamadre—dijoJane.

—Sí, lo sé —admitió Wendy bastanteabatida—,nadielosabemejorqueyo.

—Adiós—ledijoPeteraWendyysealzóporlosairesy ladesvergonzada Janesealzóconél: para ella ya era la formamás cómodademoverse.

Wendycorrióalaventana.

—No,no—gritó.

—Es sólo para la limpieza de primavera dijoJane—. Quiere que le haga la limpieza deprimaveraparasiempre.

—Ojalá pudiera ir con vosotros —suspiróWendy.

—Peroesquenopuedesvolar—dijoJane.

Naturalmente, al finalWendy los dejó partirjuntos.Nuestraúltimamiradanoslamuestraen la ventana, contemplándolos mientras sealejan por el cielo hasta hacerse tanpequeñoscomolasestrellas.

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Amedida queobserváis aWendypodéis vercómo se le va poniendo el pelo blanco y sufiguravuelveaserpequeñita,puestodoestopasóhacemucho tiempo. Janees ahoraunapersonamayorcorrienteconunahijallamadaMargaretyalllegarlalimpiezadeprimavera,salvo cuando se le olvida, Peter viene abuscar a Margaret y se la lleva al País deNunca jamás, donde ella le cuenta historiassobre él mismo, que él escucha con avidez.CuandoMargaretcrezcatendráunahija,queasuvezserálamadredePeteryasíseguiránlas cosas, mientras los niños sean alegres,inocenteseinsensibles.

FIN

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