Peronismo Parte 2

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P eronismo José Pablo Feinmann Filosofía política de una obstinación argentina Suplemento especial de P ágina I 12 “Buenos días, General, su custodia personal” 63

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

“Buenos días, General, su custodia personal”

63

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LA INSTITUCIONALIZACIÓN

El año 1972 tiene que dar respues-ta a la pregunta crucial, definiti-va, la pregunta que todos sehacen, la que resolverá 15 años dela política del país: ¿Vuelve o no

vuelve Perón? En medio de esta coyuntura, seestablece algo que los analistas políticos llaman“ajedrez”. Se trata de una pulseada. El ajedrezentre Lanusse y Perón. Pienso que se trata deun curioso ajedrez en que los dos jugadoressobreactúan, ya que los dos –cada uno a sumanera– quieren lo mismo. La institucionaliza-cion del país. A Lanusse le costaba mucho deciresa palabra que –para colmo– tenía que decir acada momento. Empezaba acentuando larga-mente la “i” y esto le daba aire para largar cui-dadosamente el resto. Íns... titucionalización, asílo decía. Se rumoreaba que, para sus adentros,maldecía: “¡Maldita palabra peronista!” Peronunca falló, siempre la dijo bien. Al querer lainstitucionalización el que mayor precio pagabapor ese paso estratégico era Lanusse. Todo elsector gorila del Ejército se enfurecía. El generalToranzo Montero, símbolo de la Libertadora,protagonista de muchos de los célebres “plante-os militares” que se le hicieron a Frondizi,exclama: “¡Esto es una traición al espíritu deseptiembre del ‘55!” Notable frase. El “espíritude septiembre de 1955” era el que había preva-lecido durante todos esos años. Las FuerzasArmadas fueron quienes lo cuidaron, quienes lopreservaron. A cada gobierno civil y subalternoque ponían le habrán dicho sin duda: “Ustedesestán ahora en el Gobierno. Gobiernen. Loúnico que no vamos a tolerar nunca es que seviole ‘el espíritu de septiembre de 1955’”. Se lodijeron a Frondizi, al mínimo Guido y al buenviejito Illia. Cada uno de ellos –lo hemos visto–asumió con la esperanza de poder hacer algopropio. De no someterse por completo a eseespíritu. Frondizi lo violó antes de asumir elGobierno con el pacto con Perón. Illia con suvoluntad de democratizar el país, con algunosgestos, tenues, de dialogar en serio con el pero-nismo. Lo notable es que Toranzo Montero–aun en 1972– le echara en cara a Lanusse unatraición al espíritu del ‘55. ¿Cuánto suponía queese “espíritu” –cuyo eje fundamental era excluiral peronismo– podía durar? Para Lanusse habíaterminado. Y nadie podría decir que Lanusse noera gorila. ¡Qué gorila era Lanusse! Joven, a los33 años, ya es parte esencial del golpe del ‘51, elde Benjamín Menéndez contra Perón. Un golpepor el cual Perón –desoyendo los consejos deEvita– no fusila a nadie. Decreta el Estado deGuerra Interno. La Libertadora, apenas tieneuna intentona cuartelera, se descuelga con loscélebres fusilamientos. Los historiadores, sinembargo, hablan del Perón dictatorial, delPerón fascista que decreta el Estado de GuerraInterno y omiten la causa: el golpe de Menén-dez. Sólo hablan del Estado de Guerra Internoque le permite ganar las elecciones del ‘51. ¡Nolo habría decretado si Menéndez no hace esegolpe! Pero total, mentir es gratis: suprimimosel golpe de Menéndez (respaldado por todos lospolíticos opositores y luego grandes “democráti-cos” de la Libertadora: Balbín, Frondizi, Ghiol-di, Palacios y la mar en coche), ¿y qué tenemos?Que una buena mañana Perón se despiertamedio torcido y decreta el Estado de GuerraInterno. Bien, de ese golpe de Menéndez formaparte Lanusse. Ahí, en 1951, ya está anotado.La cosa le sale cara: se come cuatro años de pri-sión en el sur. Lo liberan en 1955. Porque loslibertadores liberan a todos los presos del pero-nismo. Tomemos el caso de Lanusse. Estabapreso por alzarse en armas contra las institucio-nes de la Nación. Y uno se dice: ¿no era por esemotivo que estaban presos los combatientes (losque practicaban la lucha armada y los que no)que liberó Cámpora? No hay cierta incómodasimilitud entre los dos acontecimientos. ¿Porqué es totalmente legítimo y hasta un canto a lalibertad abrirle las puertas de la cárcel a Lanusseque se había alzado en armas contra un Estadodemocráticamente elegido (¡y era liberado porun gobierno de facto!) y es una aberración, unagravio que costará la sangre de muchos, queservirá para justificar la matanza del ‘76 (“No

podemos dejar vivo a ninguno porque si no des-pués los van a liberar como en el ‘73”), abrir laspuertas de las prisiones el 25 de mayo de 1973?En estas cosas que algunos, en la Argentina,pueden y deben hacer y otros no, está el secretomás hondo de las leyes que rigen nuestra histo-ria. Lanusse era un general de la nación. Era unhombre de bien. Se había levantado en armas,no contra un gobierno constitucional, sino con-tra una dictadura populista que había avanzado,por medio del poder del sufragio que un puebloignorante le había conferido, sobre las libertadesde los ciudadanos dignos de la República. Elgolpe del ‘55 es un golpe contra una tiranía y sehace en nombre de la libertad. ¿Cómo no libe-rar a Lanusse, que había dado el ejemplo delevantarse antes que todos contra ese ordendemagógico? Por otra parte, los liberados el 25de mayo eran subversivos, enemigos de la Repú-blica, soltarlos era una irresponsabilidad. Erademostrar que el nuevo gobierno (al que sólodesdichadas circunstancias de la política y esanecia y persistente adhesión de ese pueblo debrutos a ese general tiránico) estaba con los gue-rrilleros. Esto se sigue pensando hoy. Hoy másque en otras etapas de nuestra vida democrática.Sigue vigente este pensamiento. Y adhieren a éllos nuevos intelectuales no progresistas. Orgu-llosos de no serlo. Orgullosos de diferenciarsede esos jóvenes de ayer, extraviados y violentos.Y de los populistas de hoy que todavía los respe-

tan y piensan que –acaso sí– muchos estabanequivocados, muy equivocados. Pero que eneste país los grandes asesinos están de un sololado. Los grandes, eh. Los que aprendieron conlos paras franceses, con la inteligencia fría, conla racionalidad instrumental que los herederosde Descartes aplicaron en Argelia. Ya desde1958 empezaron a llegar. Los militares argenti-nos los acogieron con fervor. Consideraron sustécnicas como las mejores en contrainsurgencia.En esta tragedia (porque no olvidemos jamásesto: todo lo que está ocurriendo es el caminosinuoso, acaso evitable, pero si lo era fracasóestrepitosamente en serlo, hacia una tragedia dedesmedidas proporciones) no es fácil señalarquiénes fueron los que podemos llamar “ino-centes”. Cuando algo así ocurre todos hicieronlo suyo para que el camino no pudiera desviarsedel abismo hacia el que conducía. Hay, sinembargo, una diferencia: algunos son culpablesde no haber podido evitar el rumbo, otros sonculpables por haberlo deseado casi enfermiza-mente, de haber hecho lúcida y eficazmente loque había que hacer para llegar a él.

DICTADURA DELPROLETARIADO

Como sea, queremos dejar clara una tesis cen-tral de este libro: el Decreto 4161 destila sangre.Los odios que despertó la Argentina Gorila desde1955, el país al que maniató durante 18 años

tenía que generar lo que generó. Perón, es cierto,era autoritario. Él diría que, sin haberlo sido, nohabría podido hacer lo que había hecho a favor delos pobres. ¿Cómo no prestarle atención? Todoslos teóricos del socialismo plantean una dictaduracomo etapa fundamental para vencer la resistenciade la burguesía. Marx llega a decir que el mayoraporte de su filosofía política es el de la dictaduradel proletariado. Durante los primeros meses de2008, el gobierno de Cristina Fernández –sinduda con ineficacia o torpeza o con mala trasmi-sión de sus intenciones– intentó tocar algo de lasgrandes ganancias del sector más tradicional de laArgentina. Estuvo a punto de ser volteada. Tuvo atodos los sectores sociales en contra. Nunca repri-mió. No censuró a nadie. La democracia no sufrióningún daño. Al contrario, los que se dieron ellujo de ocupar tácticamente el país fueron los due-ños de la tierra, seguidos por los pequeños pro-ductores. Un símbolo perfecto de los tiempos dedesconcierto o vaguedad ideológica en que se vive.El gobierno siguió sin reprimir, calmo y, por fin,cedió. Todo se resolvió, por fin, por medio de unavotación en el Senado de la Nación que permane-cerá como uno de los episodios más bizarros denuestra historia. ¿Qué habría hecho Perón? Prepá-rense: ahora vamos a entender tal vez más queotras veces por qué Perón los injurió tanto. Perón–como era un dictador– les sacó todos los mediosde comunicación a sus opositores. “Ustedes, seño-res, no hablan más. Las radios son del Estado y

están a su servicio. Como elEstado somos nosotros, losmedios de comunicación sonnuestros.” La oposición decisivaal gobierno de Cristina Fernán-dez provino de los medios decomunicación, que están enmanos de algunas pocas empre-sas. Desde los medios un perio-dismo eficaz se dedicó a denos-tar al Gobierno y a ejercer unpersistente, exitoso ejercicio depenetración ideológica. Resulta-do: todos terminaron porhablar un mismo lenguaje, elque recibían desde los medios.Con Perón, eso no. Porque eraun dictador.

Un autoritario. No era undemócrata. Demócratas fueronlos del ‘55 que ni de lejos lesmostraron un micrófono a losperonistas. Pero esto no se dis-cute. Aquí, cuando algunoshacen una cosa está mal. Cuan-do la hacen otros, está bien. Yel motivo es claro: unos defien-den la libertad y la democracia,

los otros o son populistas o demagógos o subversi-vos. Perón, a los dueños de la tierra, les quita elpoder de comercializar sus cosechas. Es el Estadoel que compra y vende. ¿Cómo es posible hacereso? Porque Perón era un dictador. Perón aumen-ta un 33% la participación de la clase trabajadoraen el producto bruto nacional. ¡Ese hombre es unmago! ¿Cómo lo logró? Era un dictador. En Elavión negro, una obra de 1970 de Cossa, Somi-gliana, Halac y Talesnick, un negrazo con bomboy todo le habla a Perón (que no está en escena, setrata de un monólogo del morocho): “General, nohay caso. ¡Hay que meterlos en cana a los oligar-cas! Si no, no se puede hacer nada. Porque cuandoellos pueden –y casi siempre pueden– nos metenen cana a nosotros. ¡No podemos estar los dosafuera, general! O ellos están afuera y nosotrosadentro. O ellos están adentro y nosotros afuera.Hágame caso, general. Si quiere gobernar tranqui-lo, ¡meta a todos los oligarcas en cana! Y algo más.Tiene que dictar una ley general. Una ley nueva.No, ya sé que los ferrocarriles son nuestros. Lo delIAPI también lo sé. La Fundación de la señoraayudó, sí. Yo digo algo más importante, general.Una ley definitiva: ‘A partir del día de hoy y parasiempre, ¡se prohíbe joder a los negros en todo elterritorio de la Nación!’”. Más ceñida a los paísesmarginales, a los países pobres o periféricos, unaposible filosofía de la historia sería la siguiente: a)Gobiernan, como siempre, las clases dominantes.Hay cierta democracia pero para los poseedores.

II

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Los pobres tienen que trabajar duro y comenpoco. Los diarios que funcionan son los de lasempresas poderosos. Y uno que otro medio “zur-dito” para cubrir ese espacio. Respalda al Gobier-no el país imperial y el Occidente cristiano; b) Pormedio de una revolución, o golpe de mano, ocoyuntura inesperada, sube al poder un gobernan-te socialista o populista. Se acabó la democraciapara los ricos. Hay democracia para los pobres, alos que el régimen expresa. Censura a la prensa.Relaciones difíciles con el Imperio. Apertura aotras geopolíticas. Distribución del ingreso.Expropiación de las superganancias de los dueñosde la tierra. Nacionalización del sistema bancario.Grandes concentraciones populares. El pueblo yel líder populista o socialista se expresan su amor,su mutuo reconocimiento. El pueblo, al fin, vivehoras de verdadera felicidad. El líder empieza averse rodeado por un gran aparato de protección.Su seguridad lo obsesiona. Se establece una doctri-na. Un Partido de afiliación masiva. Una gigan-tesca burocracia crece a la sombra del Partido y seinstala en el Gobierno. Culto a la personalidad dellíder. Su rostro, su figura cubren el país. Cerradoen sí mismo, sofocado por su grupo privilegiado,el líder se aleja de las masas. El Ejército comienzaa desconfiar de él. El líder responde con unarepresión considerable. Hasta que los ricos, las cla-ses tradicionales, el Imperio, el Ejército descon-tento, los burócratas traidores, voltean al líder. Elpueblo permanece pasivo pues si algo no les hadicho nunca el líder es cómo defenderse. Empie-za, otra vez, con sus adecuados protagonistas, osea: los ya conocidos, (a). Se trata de uno de losmecanismos más reiterados de la Historia.

LANUSSE: “SI LO TRAIGO, LO MATO”

Habrá otras interpretaciones, otras conjeturas,pero no dudaría en afirmar que Lanusse se empe-ñó en traerlo a Perón. A veces pareciera que noporque El Cano tenía un carácter podrido y sesalía a menudo de sus casillas. En la década del‘90 se largó una frase que probablemente expresa-ra su más hondo sentir, su verdad: “Tengo paramí que no se puede ser buena persona y ser pero-nista”. Algunos salieron a responderle esgrimiendonombres prestigiosos del peronismo: RamónCarrillo, Jauretche, Manzi, Scalabrini. Nadie dijo:“Perón”. Lanusse se hubiera retorcido de la risa.No lo quería nada. Por eso quería destruirlo. Yaera hora. Elige la metodología del enfrentamientodirecto: “A ver, venga”. No lo dice así, pero lodice así. Creo que Lanusse es ese militar que des-cubre el único modo de terminar con Perón: tra-erlo al país. Aramburu no quería traerlo para ter-minar con él, sino para transparentar la legalidadinstitucional. Controlar a Perón con la asimilaciónal régimen. Lanusse no quiere controlarlo. Quiereerosionarlo, deteriorarlo y, si es posible, destruirlo.Sabe el alto costo de gobernar un país, y más aúnla Argentina. Ese viejo de mierda, piensa, la juegade vivo allá en Madrid. Todos le hacen el juego.Lo van a ver. Y él juega con todos. Bueno, venga.Vamos a ver cómo se las arregla.

El paso decisivo lo da en un discurso excepcio-nal. Ante mil oficiales, en el Colegio Militar de laNación, el 27 de julio de ese año de 1972, enhoras del atardecer, Lanusse toma largamente lapalabra: “Creo que nadie podrá dudar que esteindividuo (Perón) es una realidad, nos guste o nonos guste. Puede haber gente a la que le gusteJuan Domingo Perón y a esta gente la respeto. Nome respetaría a mí mismo si hoy, delante de uste-des, les dijera que a mí me gusta Juan DomingoPerón. Repito que nadie puede dudar que Perónes una realidad que juega un papel singular (...) APerón se lo pretendió combatir en el terreno en elque considero que sin duda es el más fuerte: latrampa, el engaño, la intriga, los procedimientososcuros o algunos, como el avestruz, pretendiendoignorarlo”. Dice que su Gobierno va a procederde otra manera. Que se acabó la proscripción deEvita. Que ya la tiene en sus manos. Que la tieneguardada en su casa, donde “vive con su terceraesposa”. (Este toque es inefable: Perón es, comosiempre, un promiscuo. Un militar no tiene “tresesposas”. Tiene una y listo. Para colmo, se sabe,Perón tuvo amores con la menor Nelly Rivas.Aquí Lanusse desciende a la moralina de lo peordel gorilismo.) Sigue: ¿por qué tiene a Evita en su

casa y no la puso en algún cementerio? Porqueteme que las peregrinaciones ya no vayan a Puertade Hierro sino a donde yacen los restos “de laseñora”. (Aquí levantó la puntería.) Sigue: se refie-re ahora al “retorno de Perón”. El famoso retornode Perón. Dice: “Señores: o regresa antes del 25de agosto o tendrá que buscar un buen pretextopara mantener el mito de su eventual e hipotéticoretorno”. Hasta ahora, afirma, no vino por razo-nes de seguridad o para mantener su condición deconductor estratégico. No hay necesidad de estara miles de kilómetros para distinguir la conduc-ción estratégica con la táctica. Eso lo sabe hasta uncadete de primer año. Yo digo que nada reempla-za “la presencia física del comandante”. “Si hastaCristo, que era Dios, vino a dar la cara, no semantuvo en el puesto de ‘comandante de conduc-ción estratégica’, vino acá. Claro, terminó en laCruz, pero triunfó estando en la Cruz”. Y semanda a fondo: “Dije que si necesita fondos parafinanciar su venida, se los voy a dar. Pero aquí queno me corran más a mí, ni voy a admitir quecorran más a ningún argentino diciendo que noviene porque no puede. Permitiré que digan ‘por-que no quiere’ pero en mi fuero interno diré ‘por-que no le da el cuero para venir’”. Observemos eltono personal del discurso. Si necesita fondos, “selos voy a dar”. No se los dará el Estado Argentino.Él se los va a dar. Como de su propio bolsillo. Y lafrase “no le da el cuero” fue dicha para la historia.Tenía, en alguna medida, razón. No es que aPerón no le diera el cuero para venir. Que notuviera coraje para hacerlo. De hecho, vino. Perono sólo era cuestión de “venir”. Era venir y gober-nar. Venir y ordenar el movimiento justicialista.Venir y ordenar el país. Para eso (y Lanusse sinduda lo sospechaba) no le dio el cuero. En suma,el Plan Lanusse podría resumirse así: “Si lo traigo,lo mato”. Le salió. El final del discurso es de unaenorme virulencia personal. Está cargado de odio.Si Lanusse juega al GAN (Gran Acuerdo Nacio-nal), si ésa es su estrategia, la frase de su discursola niega por completo: “La República no puedeseguir viviendo extorsionada por los caprichos deun hombre que está muy próximo a que quededemostrado que no tiene mucho interés en servira su patria, sino por el contrario; lo digo levantan-do la voz (aquí ya estaba a punto de gritar, JPF) yhaciéndome plenamente responsable de lo quedigo: de lo que tiene interés es de seguir sirviéndo-se de la patria, como lo hizo toda la vida”.

“¡SIAMMO TANTI!” Se armó un lío espectacular. Era una bofetada y

había que contestarla. “La fecha del regreso lapone Juan Perón.” “Perón vuelve cuando se lecanten las pelotas.” Tato Bores ironiza sobre eldiscurso de Lanusse: “Nunca se sabe cuánto cuerohay en un país como la Argentina. En una de ésashay más del que algunos piensan”. Poco antes deregresar, Perón habla desde la televisión italiana.Es la primera vez que se lo escucha hablar en ita-liano. Todos se sorprenden: ¡qué bien habla italia-no el Viejo! Perón enfrenta las cámaras con unaseguridad pasmosa. Ni que fuera Perón. ¿Cómono vamos a triunfar?, se pregunta. Sonríe, mira acámara, abre los brazos y dice: “¡Siammo tanti!”Ni Sordi habría estado tan gracioso. Lanusse nopodía contra eso. Perón, quién no lo sabe, era unmilico especial, sabía aflojarse, sabía no ser milicocuando no había que serlo. Esa noche, en Polémi-ca en el bar, que estaba en su mejor momento, queera un programa formidable, notablemente hechopor actores de gran talento, han llegado todos albar menos Minguito Tinguitella. A la mesa estánJorge Porcel (que era muy gracioso en 1972),Fidel Pintos, nada menos, alguien más que lamen-tablemente no recuerdo y Gerardo Sofovich, queno era lo que fue después. Al contrario, era el tipoque había ideado ese programa esencialmente por-teño, entrañable, argentino al mango. MinguitoTinguitella era Juan Carlos Altavista, el personajemás popular de la mesa, no por ser el más conoci-do, sino porque era el que expresaba al “pueblo”.Vestía con pantuflas agujereadas, llevaba un som-brero que le quedaba chico, una bufanda quesiempre era la misma y un escarbadientes que nocesaba de mordisquear. A medida que el peronis-mo se acercaba al poder, que el regreso de Perónse presentía más cercano, Minguito, sin vueltas, seasumió como peronista. “Ahí viene el Mingo,

che”, dice uno de los de la mesa. Y entra Mingui-to reventando de orgullo. Y así, orgulloso, feliz,desbordante, saluda a todos: “¡Buona sera!” El paísentero largó la carcajada.

Al día siguiente del discurso de Lanusse, Perónresponde asumiendo el papel del razonador frío,sensato, del político ajeno al desborde: “Despuésdel discurso descompuesto de Lanusse en el Cole-gio Militar, si es que a eso se le puede llamar así,no me siento inclinado a comentar sus incon-gruencias. La calumnia, la diatriba y el insultoson, en casos como éste, homenajes que se rindena un mérito o a un valor (...) Habla de GranAcuerdo y pacificación nacional e inicia una gue-rra abierta contra todos los que no sienten o pien-san como él, a los que amenaza violentamente”. Yahora viene la injuria más dura, la que más lehabrá dolido a Lanusse: “Indudablemente se sien-te como si estuviera al frente de su escuadrón en laformación de la tarde, sin percatarse siquiera deque ahora el asunto es un poco más grande”(Galasso, Ibid., p. 1109. El Perón de Galasso esuna obra monumental, de necesaria consulta. Loúnico que yo le reprocharía –con todo el cariñoque tengo por este viejo y fiel y honesto militantede las causas populares, un ejemplo ante el alud de“conversos” que nos azotan– es su amor porPerón. Porque o yo me equivoco o Galasso no eraperonista cuando estaba en la izquierda nacional,con Enea Spilimbergo y Ramos. Editó, en plenofuego cruzado, un pequeño libro en el que optabafuertemente por la “patria socialista”, después de

Ezeiza. Que fue la “patria” que Perón rechazó másque con vehemencia. Ahora, esta obra monumen-tal, que merece gran respeto, se presenta casicomo una hagiografía. Galasso, incluso, lo llama“Juan” a Perón, como se llama a un amigo o a unhermano. Se ve que lo quiere mucho. No podríadecir que este cariño deteriore el enorme materialque entrega la obra. Acaso sus opiniones persona-les. Pero eso nos pasa a todos. Yo no lo quiero aPerón como Galasso. No sé si alguna vez lo quisea Perón o fue siempre la contraseña para estar enciertos lugares donde quería estar. Como sea, pre-fiero leer a Galasso que tolerar el odio mediocrede un periodista como Gambini. O las constantesagresiones de Luna que deterioran –aunque éldiga que no– un libro como Perón y su tiempo,que pudo ser mejor. A Perón, a veces se lo quiere,pero a veces no. Absolutamente no. Sin embargo,se trata de asumir esa dificultad (a Dorrego, sinmás, se lo quiere, por ejemplo) y trabajar por sumedio la complejidad de la Historia, que no tieneuna sola cara, que no es el lugar donde se enfren-tan “buenos” y “malos”. En Perón reside la difi-cultad para entender el peronismo. Era un tiporaro, urdido por muchas contradicciones. Si unoquiere puede simplificarlo todo y decir: “Lo ama-ron los humildes y lo odiaron los poderosos”. O“lo amó el pueblo y lo odió la oligarquía”. Deacuerdo, eso fue algo que Perón provocó. QuePerón conquistó. Pero un balance definitivo no estan simple. Y no es éste el momento de hacerlo.

III

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Ya –por otra parte– lo venimos haciendo larga-mente. Seguiremos haciéndolo. Pero quererlo “alo Galasso” nos resulta imposible. Es difícil “que-rer” a Perón. Perón no es un tipo para ser queri-do. Irigoyen lo era, pese a su hermetismo, pese asu autismo. Perón es sinuoso. Puede perder elcontrol. Pero no es un apasionado. Rep hizo enuna de las tapas de estos suplementos un dibujoimpecable: le dibujó un cerebro en la cabeza y uncerebro en el corazón. Y es todo por ahora. Por-que las peores cosas de Perón aún están muylejos, y van a ser duras de entender, de integraren una figura armónica. Salvo que uno busqueuna totalización simplista: “nazi”, “facho”, “líderpopular antIimperialista”, “viejo hijo de puta”,“milico represor”, o “ese viejo hijo de puta quenos recontracagó”, algo que la militancia juvenille ha dicho no pocas veces luego de su muerte.¿Con razón, sin ella? Hay que seguir.)

ORTEGA PEÑA EN NUEVA CHICAGO

La respuesta más dura que recibió Lanusse searmó con una rapidez notable. Fue el extraordi-nario acto en Nueva Chicago. Era el 28 de juliode 1972, era una noche espléndida y toda lamilitancia llenó las gradas con estrépito, confuria. Es una de las primeras veces que la consig-na Luche y vuelve suena atronadoramente. Sehabía levantado una plataforma en medio de lacancha y, sobre ella, se veían los protagonistas.Algunos, muy pronto, habrían de agarrarse a lostiros. Porque estaban Norma Kennedy y RodolfoGalimberti, ya a esta altura el líder de la Jotapé.Hablarían esa noche, todos. Pero el que habríade entregar un discurso inolvidable, inclusoespectacular sería Rodolfo Ortega Peña. Fui conmi amigo Arturo Armada, que dirigía nuestrarevista Envido. Arturo y yo éramos tranquilos ybuscamos, según costumbre, un lugar de buenavisual y cierta seguridad. O sea, que tuviera unapuerta cerca para salir rajando. La primera luchade consignas (empezó en ese acto) fue la que sedio entre la Patria Peronista y la Patria Socialista.Con Arturo decíamos: “Es lo mismo. Es lomismo”. La Jotapé ya tenía una buena consigna:“La Patria Peronista es la Patria Socialista” y ten-dría aún otra mejor: “Vamos a hacer la PatriaPeronista/ Vamos a hacerla/ Montonera y Socia-lista”. Había cerca de 20.000 personas. Cerraría elacto Héctor Cámpora. El Luche y vuelve ya erauna realidad incontrastable. Todos lo voceaban.Era lo que daba unidad a todas las fuerzas dife-renciadas que desbordaban las tribunas de Mata-deros. Hay una muy buena de foto de Galimber-ti en este acto. Se lo ve con su sacón de cueronegro. La mano en alto remarcando alguna frase.Los ojos grandes y claros y el pelo bien a la gomi-na. Nunca se me hubiera ocurrido que se parecíamucho a un tacuara. Simplemente porque mehabía olvidado por completo de esos personajesdel pasado. Todos los que nos rodeaban canta-ban empecinadamente: “FAP, FAR y Montone-ros, son nuestros compañeros”. Lo cantabandemasiado. Le daban distintos ritmos. Saltaban omovían los brazos y las manos. No eran militan-tes de Montoneros, organización que aún no sehabía dado una política de superficie pues,obviamente, debía seguir en la clandestinidad.Pero tenía vigencia ese deslumbramiento por lalucha armada. “Lucha armada/ Perón en la Rosa-da”, “Fusiles y machetes por otro diecisiete”. Alpoco tiempo, la derecha responderá: “Yo hice eldiecisiete/ sin fusil y sin machete”. Algo ciertopero que poco incomodaba a la Jotapé. Este 17,el de hoy, el que habría de traerlo a Perón, seríacon fusiles y machetes, porque el 45 había que-dado muy atrás y estos eran tiempos duros, revo-lucionarios. El Che no existía en 1945. Hoy,señalaba el camino. Una consigna homofóbica–de esas que indignan a Sebreli– se canta luegode algo que dice Norma Kennedy: que Lanusse“hace gala de una hombría que no tiene”. Y detodas las tribunas, 20.000 voces gritan: Atención,atención/ se corre la bolilla que Lanusse es maricón.Decirle “maricón” a un general de la Nación eraun agravio serio. Además, en 1972, todo elmundo decía “maricón” o “puto”. No había sur-gido la valoración de las diferencias. De modoque si quieren decir que la Jotapé era homofóbi-ca podríamos decir que los empleados de Casa

Tía también lo eran o los de la Franco Inglesa olos de Casa Muñoz. No era privativo de los jóve-nes militantes. Era privativo de los tiempos. Másadelante, analizaremos la célebre consigna: Nosomos putos/ no somos faloperos/ somos soldados dePerón y montoneros que es totalmente coyuntural.Al día siguiente de Ezeiza, los fachos sacan unaenorme solicitada en todos los diarios en la quese dice: Los drogadictos y los homosexuales contraOsinde. Ahí surge esa consigna en que la comu-nidad gay argentina –al calor de los análisis deSebreli y de una aceptable novela del periodistaOsvaldo Gallone, La más maravillosa música, quepresenté en la Feria del Libro, y lo digo para quevean que de homofóbico no tengo nada–encuentra el pecado de homofobia de los mili-tantes de los ‘70. Pobres: los boletearon a casitodos y ahora, además, les dicen homofóbicos.Sin embargo, lo que hay que rescatar de la con-signa “homofóbica” es la creatividad que habíaen las tribunas de Nueva Chicago. Nadie habíaido con esa consigna preparada. Surgió al calordel discurso de Norma Kennedy. Cuando dice:Lanusse compadrea con una hombría que no

tiene... Ahí nomás se arma la consigna. (Atención,atención/ se corre la bolilla/ que Lanusse esmaricón). Era un diálogo entre los oradores y lastribunas, que respondían creando consignas. Oque imponían temas con sus cánticos. Si vocea-ban: Ni votos ni botas/ fusiles y pelotas daban testi-monio de su rechazo a las elecciones (“ese recur-so del régimen”) y su apoyo a la lucha armada, ala toma del poder por medio de la violencia.(Algo que ni remotamente pasaba por la cabezade Perón aun cuando en ese momento les envia-ra cartas incendiarias.)

Pero el gran discurso es el del brillante Rodol-fo Ortega Peña. ¡Cómo admiraba, en 1972, aOrtega Peña! Lo seguí admirando pero ya en ladisidencia por su adhesión excesiva –según loveía yo– a la lucha armada. Pero en 1972 Orte-ga Peña era la cumbre de la inteligencia al servi-cio de la militancia. Él y Duhalde (da bronca,hoy, tener que aclarar “Eduardo Luis”) habíancreado la editorial Sudestada y editaban librosque ellos escribían y de otros autores. Pero losde ellos eran excepcionales. Facundo y la monto-nera y Felipe Varela contra el Imperio Británicoeran dos joyas totales. Más adelante voy a anali-zar Felipe Varela contra el Imperio Británicosegún la hermenéutica del segundo Heidegger.Nos vamos a sorprender, pero Heidegger habríaadmirado ese libro. Y sobre todo su título. ¡Quédesafiante es! Ortega Peña y Duhalde se dancuenta de la disparidad enorme de las fuerzasque están enfrentando, pero saben que es así:que contra quien peleaba Felipe Varela era con-tra el Imperio Británico. Contra la apropiacióntécnica de la naturaleza a manos de la extraviadarazón occidental. Varela era el agónico defensorde un mundo que se resistía a ser arrasado por larazón técnica, por el hombre occidental que haolvidado al ser en su conquista de los entes.

Buenos Aires era la civilización del capital, de laburguesía tecnocapitalista que arrasaba elmundo hasta llegar a ese día en que Heideggerdirá: “Esto en lo que el hombre vive ya no es latierra”. ¿Y, quién podría todavía decir que elneocolonialismo llevó al progreso y a la igualdadcon los países metropolitanos a los países subal-ternos, periféricos? ¡No, señores! Eternizó suatraso. Por eso Felipe Varela, absurdamentequizá, guerreaba contra el Imperio Británico. Enel Nº 2 de Envido yo había publicado un breveensayito sobre Felipe Varela. Se llamaba: FelipeVarela y la lógica de los hechos. Alguien, ciertanoche, me dice: “Che, lo vi a Ortega Peña. Estáhaciendo una huelga de hambre en (me dice ladirección). Cuando le dije que era amigo tuyome pidió que te felicitara por tu trabajo sobreVarela y que quería hablar con vos”. Me fuirajando a la dirección que tenía. Y Ortega habíalevantado la huelga de hambre. Se había ido amorfar, el turro. Nos cruzamos sólo un par deveces. Esa noche, en Nueva Chicago, la peladale brillaba como nunca. Se larga a hablar. Unaoratoria poderosa. Representaba a la Asociación

de Abogados Peronistas.Dice: “Esta juventud de hoytomará las armas y seguirá lalucha, sin pedir y dar cuar-tel, hasta el triunfo final (...)Hay que apoyar la consigna‘Luche y vuelve’ y Perónserá traído por el movimien-to pronto, muy pronto, yhay que tener presente loque Perón dijera a todosaquellos que quieren entre-gar la Argentina a los mono-polios extranjeros, que sonvendepatrias, nosotros lesdecimos a esos que son hijosde puta” (Felipe Celesia,Pablo Waisberg, La ley y lasarmas, Biografía de RodolfoOrtega Peña, Aguilar, Bue-nos Aires, 2007, p. 223). ElEstadio estalló unánime.Pero eso no fue todo. Ni fuelo más importante. OrtegaPeña apeló a un recursovisual poderoso. Ahí, seadueñó de todos. Dijo: “Encuanto al discurso de Lanus-

se ante los mil afiliados del Partido Militar... Encuanto a ese discurso, compañeros... Lo quehago, ¡es esto!” Y de algún lado sacó una pode-rosa cantidad de papeles hechos trizas y los arro-jó al campo de juego. Como soplaba ya un vien-tito nocturno los papelitos fueron largo rato deun lado a otro mientas las tribunas lo vivaban,lo aplaudían y llenaban de puteadas a Lanusse.Ese era Ortega Peña. Había nacido en septiem-bre de 1935. Estudió fuertemente filosofía, fuecompañero de Ernesto Laclau. Estudió con elmítico Raúl Sciarreta. Pero se decidió por laabogacía. Ahí, con perdón, le faltaron pelotas.Porque a todos los que estudiamos filosofía nosponen la alternativa de hierro: “Mirá, te vas amorir de hambre. Mejor estudiá Derecho ymantenés la filosofía como un hobby”. A mí nome pasó. Pero, en cambio, me faltaron pelotaspara muchísimas de las cosas que hizo. Sóloquiero recordar un momento suyo. Despuéshablaremos más. En 1972, lo encuentro en unbar. Está con dos tipos más. Habla y habla ymaneja papeles, pone unos arriba de otros y des-pués los cambia de nuevo y sigue hablando.¡Qué vivo estaba ese hombre! ¿En qué andaba?Quería extraditarlo a Krieger Vasena, ese eternoservidor del gran capital. Sabía que había come-tido delitos económicos graves y quería que se lojuzgara. En ese momento era un acto casidemencial.

Krieger era un intocable. No pudo extraditar-lo. A él, en cambio, lo asesinó la Triple A. Krie-ger siguió asesorando exitosamente a todos lospoderosos de este país. Y a los del exterior.Nadie, nunca, lo molestó. Así estamos.

Colaboración especial:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 1° de febrero de 2009

PROXIMO DOMINGO

“Buenos días, General, su custodiapersonal” (II)

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

El Día de la Militancia62

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ACTUALIZACIÓN,TRASVASAMIENTO, SOCIALISMO NACIONAL

Si bien es cierto que Perón acomo-da a su visión ancestral del pero-nismo los conceptos nuevos quele tiran Solanas y Getino –o queelaboran en colaboración con él–,

no lo es menos que toman vida propia en lapalabra y la escritura de los militantes. Quierodecir: si Perón dice del socialismo nacional pocoo nada que pueda unirlo con algún rigor alsocialismo (menos aún al socialismo que laRevolución Cubana, como acontecimiento fun-dante, echa a rodar por América latina), la mili-tancia revolucionaria sabe que el concepto espara ella. Socialismo nacional es claramente unsocialismo que debe crearse a partir de la luchade quienes están contra el imperialismo y susaliados internos. No es el socialismo soviético.Al ser latinoamericano, está cerca del socialismode Cuba. Al ser tercermundista forma parte delos movimientos de liberación del TercerMundo. Walsh (en Quién mató a Rosendo) lopone en boca de uno de sus personajes: el pero-nismo es “un movimiento de liberación”. Ade-más, la juventud traducía las cosas que largaba elViejo al lenguaje que requería su militancia.Socialismo nacional podía transformarse senci-llamente en “socialismo” sin que nadie se opu-siera. De hecho lo expresa la célebre consigna:“Perón, Evita, la patria socialista”. Luego, eldesengaño la transformará en “Perón evita lapatria socialista”. Aunque, para expresar desen-gaños, la mejor habrá de ser una que ya se pintahacia fines del ’73: Volvé Lanusse, te perdonamos.Era tan divertida como dolorosa. (Nota: Porquehay algo que acaso sea el momento de decir: haygente que se divierte con esta tragedia. Gentepara la cual se trató de una comedia entre unageneración de jóvenes pelotudos y un viejo hijode puta, del que esos jóvenes, de puro pelotu-dos, nunca averiguaron cómo había sido en elpasado. Cierta vez, en la redacción de Clarín,me crucé con el notable dibujante Hermenegil-do Sábat y le di un ejemplar de mi libro LópezRega, la cara oscura de Perón. Sería el año ’87,fecha en que ese libro se publicó. El libro abordauna serie de cuestiones decididamente trágicas.Ezeiza, la Triple A, López Rega, la muerte dePerón, en fin: todo el descalabro del peronismoa partir del 20 de junio de 1973. Poco despuésme cruzo de nuevo con Sábat y le pregunto quéle pareció el libro. “Ah, sí –dice–, me divertímuchísimo.” “¿Te divertiste?” Me hablaba ysonreía, como alguien que recuerda un buenchiste. “Sí, me reí muchísimo.” Me despedí deél y me fui algo turbado, confundido. Caramba,me decía, ese libro cuenta una tragedia. Despuésme dijeron que Sábat era muy antiperonista.Pero, ¿tanto? También me dijeron que no se lopuede ni debe criticar. Diga lo que diga. Porquees muy talentoso. Caramba, Heidegger fue ungenio y muchos perseveran en decir que fuenazi. Pero está bien, acepto. Me alegra haberlehecho pasar un momento divertido al maestro.Me sucedió (no exactamente igual) otras veces.Con un director de cine. Era radical y odiaba alperonismo por algo que el peronismo le habíahecho a su viejo. Había sido, en efecto, unainjusticia, una afrenta. De todos modos, uno nopuede tomar una posición política propia poralgo que le pasó a su viejo. Tal vez debiera teneren cuenta (o poner en la balanza para darle unfundamento más serio a su decisión) qué le pasóal resto del país. La cuestión es que –cierta vez–estoy con este cineasta cenando en Chiquilín yhablando del guión sobre un film que íbamos ahacer y no se hizo. De pronto sale el tema de larepresión y los desaparecidos. De pronto el tipodice: “Pobres pibes ésos, ¿no? Morir por bolu-dos. Por Perón. Por no haberse calentado enaveriguar que ese hijo de puta era un nazi”.Estas cosas son habituales. Y son dolorosas. Enla Argentina se muere sin gloria. Son muchoslos que piensan que los jóvenes peronistas del’70 fueron unos pelotudos que no sabían nadade Perón. Como saben ellos, los que dicen eso.Porque ellos sí saben qué fue Perón. Lo supie-ron siempre. Fue un facho. En general son radi-cales los que piensan así. La derecha-derecha no

piensa que fueron unos boludos. Al menos, lostoman más en serio: fueron el “foco marxista”que denunció en mayo de 1973 el general Sán-chez de Bustamante. Hay cosas de las que losradicales no se curarán nunca. Como los pero-nistas, desde luego. Pero los radicales se creenalgo así como los dueños de la democracia y lasinstituciones y grandes enemigos del fascismo.Que, en la Argentina, es el peronismo. Y esosboludos de los ’70 quieren hacer de ese viejofacho un socialista. Qué boludos, ¿no? “Medivertí mucho.” Claro: ¿algo puede ser másdivertido que la historia de un viejo fascista y deunos jóvenes idiotas que lo siguen como si fueraLenin? Sólo esto: ¿por qué los mataron enton-ces? ¿Tan peligrosos son los boludos? ¿Por quéesa masacre? ¿Para qué matar 30.000 boludos enlugar de 30.000 radicales piolas enemigos delfascismo? Pero es así: en la Argentina se mueresin gloria. El líder que esos jóvenes levantaban–al margen de lo que antes hubiera sido– era unanciano rodeado de un círculo siniestro. LaConducción “revolucionaria” a la que muchosadherían era lamentable, demencial, los mandóa morir bajo estrategias y tácticas terriblementeequivocadas, sólo posibles por un iluminismoinhumano, por un desdén inmenso por la vidade sus militantes. Cuando uno mira la foto enque Salvador Allende se prepara a vender cara suvida, a defender su causa hasta el fin, en LaMoneda, al frente de los pocos que ya quedan asu lado, el respeto lo invade, la envidia también.¡Qué digno ha de haber sido luchar y hastamorir con un hombre como ése! Los pibes deMalvinas, lo mismo. Fueron a una guerra queno entendían. Los maltrataron, los estaquearonsus propios jefes. Los ingleses los cazaron comoa liebres. Al volver, no los esperaba nadie. Hoy,ya son tantos los que se han suicidado desdeentonces como los que murieron en las islas. Semuere sin gloria en la Argentina. Para colmo,después vienen los lúcidos, los que se las sabentodas, y a los que murieron les dicen boludos,ingenuos, o se callan, o se ríen.) Seguimos: si elsocialismo nacional se leía como la lucha por latoma del poder era claro que la consigna habíasido radicalizada. En ningún momento de “Actua-lización política y doctrinaria para la toma delpoder” Perón habla de quitarle el poder a la bur-guesía. De establecer un gobierno basado en laclase obrera. De llevar a los obreros a la toma delpoder. El socialismo se inventó para eso. Paraque la clase obrera dejara de ser la clase explota-da por el capitalista y se adueñara del poder.Para eso era necesaria una dictadura y un férreocontrol del Estado y el Partido, que expresabanlos intereses de los obreros revolucionarios. Sepodía hacer ahora o paulatinamente pero –pormás nacional que sea– el socialismo no puedeprescindir de un decisivo traslado del poderdesde las clases dominantes hacia las dominadas.Pero no por eso dejaba de recibirse con beneplá-cito un concepto como el de “socialismo nacio-nal”. Al cabo, el Viejo tiene que decir “eso” parano asustar tanto. Una vez con la manija en lamano la historia va a ser otra. El trasvasamientogeneracional se complementaba con el socialis-mo. Como muchas veces dijo Perón “no eratirar todos los días un viejo por la ventana”,pero una aceptación de un evolucionismo bioló-gico necesario. Los jóvenes debían reemplazar alos viejos. Con lo cual Perón les decía a los mili-tantes que –poco a poco o no tanto– el Movi-miento quedaría en sus manos. Son los jóveneslos que tienen que realizar el socialismo, a secaso nacional. Todo era parte de un juego de “darmanija”. Era el momento del “ala dura”. Habíaque golpear a los milicos. Y Perón sabía que esono lo iban a hacer los sindicatos. Ni los políti-cos. Los sindicatos tenían que cuidar lo suyo yno podían arriesgarse en una lucha incierta.Desde Onganía que venían negociando con estallamada “Revolución Argentina” y lo seguiríanhaciendo siempre que fuera necesario. Para jugar ala rebeldía estaba la CGT de Ongaro, que todoel tiempo hablaba de los “traidores”. Los sindi-catos eran factores de poder. Tenían que asegu-rarles muchas cosas a los obreros y no era cues-tión de perderlas si a Perón se le ocurría no vol-ver porque sí nomás o porque estiró la pata, cosaque todos siempre tenían muy en cuenta. Del

trasvasamiento generacional se pasaba a la actuali-zación doctrinaria. Era otra bandera que el Viejoles daba a los jóvenes. Claro que sí, ¡hay queactualizar la doctrina! Los nuevos tiempos loexigen. El mundo ha cambiado. Todos sabemosque marcha hacia el socialismo. ¿Cómo nosvamos a quedar en las 20 verdades? Eso era parala década del ’40. Estuvo perfecto pero quedóatrás. Ahora, actualizar la doctrina. Que era untrámite muy sencillo. Era pasar del peronismodistributivo y nacional y popular de los ’40 y los’50 al peronismo de hoy, el peronismo tercer-mundista, el peronismo que requiere la Américalatina de la Revolución Cubana. Todo estabaclaro. Todo armonizaba. Todo era para la“juventud maravillosa”. Trasvasamiento genera-cional: los jóvenes son la vanguardia. Actualiza-ción doctrinaria: al ser los jóvenes –precisamen-te– la vanguardia del Movimiento hay queactualizar la doctrina, aggiornarla. Una doctrinajoven para una generación joven. Socialismonacional: es el resultado del encadenamientoconceptual. Si los jóvenes (trasvasamiento)actualizan la doctrina (actualización doctrinaria)inevitablemente lo harán llevando la doctrinaperonista al socialismo (socialismo nacional).

“SI LA JUVENTUD NO SALVA ESTO, NO LO SALVA NADIE”

A un par de meses de las elecciones del 11 demarzo del ’73, Perón dará un reportaje incendiarioa Mayoría, periódico que había sido casi fundadopara la campaña electoral y que dirigía MarceloSánchez Sorondo. El momento es así: las eleccio-nes no están aseguradas, Perón quiere golpear algobierno de Lanusse, irritarlo. Adelanta, entonces,sus piezas duras. Nunca, como en este reportaje, ledio toda la manija a la juventud. “O ellos llaman aelecciones o provocan una guerra civil”, decíaPerón. Y aclaraba que una guerra civil “es lo peorque puede pasar, pero también suele ser el único yúltimo remedio”. No se puede amenazar con unaguerra civil y no adelantar las tropas más temidaspor el enemigo. Perón, además, sabe que se estápor largar la campaña electoral y sabe también quequienes realmente la harán serán los jóvenes. Demodo que todo el peso de la tarea lo pone ahí: “Ola juventud toma esto en sus manos y lo arregla,aunque sea a patadas, pero lo arregla, o no se lo vaa arreglar nadie”. No dice: “No lo arregla nadie”.Dice: “No se lo va a arreglar nadie”. Que significa:“Esto hay que arreglarlo para ustedes. Y son uste-des quienes lo tienen que arreglar”. Luego es toda-vía más claro: “Los viejos no van a arreglar esto; losviejos no están en la evolución. Es un mundo quecambia, y los muchachos tienen razón. Y si tienenrazón hay que dársela y hay que darles el gobierno(...) Si la juventud no salva esto, no lo salva nadie”(Mayoría, 11 de enero de 1973, las cursivas nospertenecen). Cinco meses después, en junio de eseaño, la juventud pasará a ser la “juventud cuestio-nada” y los peronistas tienen que volver a la con-ducción del movimiento y “somos lo que las vein-te verdades peronistas dicen”. “Usted es uno de lostantos otarios que andan por ahí, mi amigo”, diríael general. Es un giro muy lindo que usa en Con-ducción política: “La otra vez vino a verme un ota-rio. Uno de los tantos otarios que andan por ahí”.Creemos que nos diría eso. Y también: “¿Qué pre-tende? Yo digo lo que hay que decir en el momen-to que hay que decirlo. Cuando le tiré a Lanussecon ‘los muchachos’ por la cabeza necesitaba pre-sionarlo. Y a fondo. Usted sabe que en enero de1973 decir ‘los muchachos’ era más que decir sen-cillamente ‘la juventud’. ‘Los muchachos’ se lesdecía a los de las formaciones especiales. Había quegolpear y lo hice. Conseguí resultados inmediatos.¡Otra vez los imbéciles me prohibieron! El ComitéFederal de Radiodifusión prohibió que se propaga-ra mi palabra por cualquier medio: radio, televi-sión, gráfico. En la otra situación que usted men-ciona ¡el país había cambiado por completo! Era-mos gobierno y teníamos que ordenar la patria.Un país no se ordena con los duros. Hay quenegociar, hay que hablar, hay que unir. ‘Losmuchachos’ no servían para eso. Si el ataque fron-tal terminó usted retrocede esa pieza. Y avanzaotras. ‘Los muchachos’ no supieron entenderlo. Yeso que yo lo dije claro: ni apresurados ni retarda-tarios. Todo en su medida y armoniosamente”. El

II

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reportaje de Mayoría sacudió al país. Lanusseaprovechó para –según creía– asustar a la gente:“Van a gobernar Perón y la Juventud Peronista”.O sea, un viejo y la subversión. Pero no asustó anadie. El país estaba con el peronismo y la clasemedia amaba a la juventud. Todos los jóvenes semetían en la Jotapé. Los otros partidos perdíanafiliados a patadas. La historia iba por otro lado.Ser joven era ser Jotapé. Un tipo que conozco–que deambula entre la política, los medios, loslibros, sin cerrar nunca en nada pero siempreentretenido–, sin preocuparse por su homofobia,suele decir: “Hoy, si un hijo te sale rebelde se tehace puto. En los ’70 se te hacía montonero”.Cierto o no, la juventud peronista era un imán.Parecía incontenible. Su propio entusiasmo lahacía ser vista así. ¿Dónde está el fervor, el fuego,el compromiso, lo nuevo, el riesgo? Estaba en laJotapé. En el ’73 yo vivía en un lindo departamen-to de la calle Virrey Loreto. Cierta noche, en unareunión del Consejo de Redacción de Envido,oímos unos cánticos atronadores. Salimos al bal-cón. Sería enero o febrero del ’73. La campañaelectoral. La noche era cálida, con brisa, con luna,con todo. No sabíamos de dónde, pero de algúnlado nos llegaba un coro enorme de voces demuchachos y de chicas que cantaban las estrofasJotapé de la marcha peronista: “Ayer fue la Resis-tencia/ Hoy Montoneros y FAR/ Y mañana elpueblo entero/ en la lucha popular”. ¿Quién iba adetener eso? ¿Quién podía negarse al deseo de serparte de esa fiesta? “Si Perón y Evita, en los cin-cuenta, hubieran tenido este respaldo masivo de lajuventud no los paraba nadie”, me comentó acasoesa misma noche una socióloga brillante, unamujer de una inteligencia privilegiada. Puedojurar, sin duda alguna, que era diez veces más inte-ligente que el cineasta que me dijo: “Murieron porboludos”. O por no saber que el Viejo había sido yera nazi. Ella sabía de sobra quién había sido elViejo. Pero lo que estaba pasando iba más allá deeso. No importaba qué era o no era el Viejo. El fer-vor revolucionario de toda una generación de jóvenes,un fervor que encontraba su cohesión en torno delperonismo, que el peronismo y el líder prohibido, ylas masas postergadas, y la torpeza de la Argentinagorila, conservadora, reaccionaria y macartista, habí-an nucleado, habían dado forma de rebeldía, habíantransformado en descontento revolucionario, enambición de una sociedad más justa, esto era lo queimportaba. Cuando se les reprocha a los jóvenesdel ’70 no haber averiguado si Perón era o no nazi

(un reproche que hasta una mujer inteligentecomo Alicia Dujovne Ortiz hace en su libro sobreEva Perón) es porque se desconoce la interioridaddel fenómeno. La juventud se sentía protagonista.Sentía que era parte de la historia y hasta que laestaba haciendo. Se burlaba de la bronca de susviejos. De sus consejos llenos de sabiduría gorilonasobre “lo que de verdad fue el peronismo y vos nosabés porque sos muy joven”. Ni les importabasaberlo. O tenían mejores lugares donde averiguar-lo. La plenitud estaba ahí. Era irresistible. Habíaque ser parte de ella. De aquí que mi amiga soció-loga estuviera metida en eso. No por boluda, sinopor buscar los caminos de la vitalidad histórica. Sí,todo se fue a la mierda. Pero, ¿hay algo que no sehaya ido a la mierda en este país? ¿Hay algo que nose haya ido a la mierda en el mundo? Sí, mi amigaestá muerta. Nunca estuvo en la guerrilla, pero dioclases en la Universidad del Sur, en Bahía Blanca,y los matarifes del general Vilas la mataron. Habrásido porque le descubrieron uno o dos libros deMarx en la bibliografía de la materia que dictaba.Sí, el cineasta que dice que todos fueron “unosboludos” está vivo. ¿Saben algo? Es un viejo bolu-do. No hizo una buena en su vida. Hará una o dospelículas malas todavía. En medio del resentimien-to y la amargura porque –para colmo– lo agarróesta ola de directores-autores-jóvenes-geniales.Que se joda. Y después de esas dos películas se va amorir. Como vivió: como un boludo. Pero zafó detodas. No se metió en ninguna. Tal vez, un poco,en la más obvia: el alfonsinismo del ’84. Pasó porla vida sin dejar la más mínima huella. Tampocola vida trazó en él una marca. Pero era un piolabárbaro. Se las sabía todas. No como esos boludosque se hicieron matar por nada. Como mi amigasocióloga: ¡morir por meter dos libros de Marx enla bibliografía! A quién se le ocurre. Y algo más: lamatanza fue tan descontrolada, la sed de venganzatan impiadosa, tan enorme la necesidad del “casti-go ejemplar”, tan deliberado el plan de introyectarel terror en la sociedad para dominarla durantedécadas, tan asesinas las bandas que ejercieron larepresión, que miles, miles de jóvenes y obreros yprofesionales e intelectuales murieron por nada.Porque no habían hecho nada. Nada como paramorir. Nada para morir, además, como murieron.Porque no debieron haber muerto. Murieron víc-timas de un delirio represivo, de una matanzaparanoica, de una locura de muerte y de crueldadque se desató desde el poder. Entre los aterradosque permanecían en el país, o porque aún no se

habían exiliado, o porque no podían hacerlo oporque no querían, solían hacerse cautelosas reu-niones para evaluar la seguridad. Nunca se llegabaa ninguna conclusión. Sólo a una: se mataba amansalva. La frase que se decía era: “A cualquierapor cualquier cosa”. Nadie esperaba algo así. Nin-guna juventud pagó más caras sus rebeldías. Siaceptamos eso que se dice, que siempre se paga unprecio por los pecados de juventud, el precio quepagaron los jóvenes del ’70 fue –cuanto menos–demasiado alto. Seguramente pecaron demasiado,se excedieron en sus pecados. Pecaron, antes quecomo jóvenes, como sujetos, como protagonistasde un cambio histórico, revolucionario. Y eso, lospadres terribles de este país de orden lo castigaronhasta más allá del horror.

“SÁNCHEZ, SALLUSTRO, AL PUEBLO LE DA GUSTO”

Con el empuje de las palabras fuertes del Viejoen Mayoría, Galimberti se anima a una declara-ción que, sin duda, estaba destinada a herir a losotros sectores del Movimiento: “La JuventudPeronista está dando en este momento una políti-ca para el conjunto del Movimiento”. Fue elmomento de mayor romance entre el Viejo y lajuventud: la campaña electoral de febrero de 1973.Fue un febrero inolvidable: todos eran jóvenes y elfuturo esperaba por ellos, los requería. Había queganar las elecciones, ocupar el gobierno y empezarla revolución. José María Rosa –que tenía asegura-do el Ministerio de Educación y que, desde luego,no lo tuvo– decía exultante: “Apenas asuma man-damos un barco a Southampton y lo traemos alRestaurador”. Cada uno imaginaba su mejor futu-ro. Cada uno imaginaba lo que no habría de tener.Lo “mejor” –en la Argentina de comienzos del’73– no pertenecía al futuro. Estaba en el presente.Y no volvería a estar en ninguna otra parte.

El año ’72 se define por la pulseada entre Peróny Lanusse. Cierto es que poner dos nombres fuer-tes para encerrar una época tan sobredeterminadala empobrece. Estaban llenos de sujetos actuantesesos meses. Había un exceso de historicidad.Todos sentían el peso de la coyuntura. ¿Cómopodría definirse esto? No hay quien no conozcaesa sensación. Sobre todo en un país tan agitadocomo la Argentina. Es levantarse cada mañana ysentir que ese día no va a terminar sin que pasealgo inesperado. Un hecho o muchos. Sentir quetodas las fraguas desbordan fuego. Sentir, también,que todo lo desborda a uno. Que miles de cosas

III

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–que pueden afectarlo seriamente– están fuerade su alcance o de su conocimiento. Y del detodos. Que hay demasiados sujetos. Demasiadaspraxis diferenciadas. El 10 de abril de ese 1972volvía al hotel, en Córdoba, cansado, con miattaché (que me había sacado un callo en lapalma de la mano y provocaba las cargadas demi hermano y socio: “¡Al fin sos un trabaja-dor!”) y miro, como siempre, los diarios y lasrevistas de los kioscos. Leo: “Fueron asesinadosel general Sánchez y el empresario Sallustro”.No me alegraban para nada esas noticias. Opensaba: “Los milicos no negocian más y salen ameter bala por todo el país”. O que se venía unaguerra civil y que todas nuestras discusionessobre la movilización y la organización popular,sobre la política de masas, sobre el entrismo en elmovimiento peronista para trabajar desde aden-tro, desde las convicciones reales de la claseobrera, se iban al diablo. Habían sido por com-pleto inútiles.

La tapa de Gente era catastrófica. Los títulosgigantescos del diario Córdoba aterraban. Nadiedecía nada. Los de los kioscos voceaban lasnoticias. En un mismo día. Por qué. OberdanGuillermo Sallustro fue secuestrado por el ERPel 21 de marzo. Era el gerente general de FiatConcord. “El capo de la Fiat.” Casi nada. Lotenían en cautiverio y negociaban. Ese 10 deabril la policía encuentra el lugar en que loguardan. Hay un tiroteo infernal. Hay, tam-bién, dos versiones. Una: los del ERP, al huirdel lugar, le pegan un tiro a Sallustro para queno lo recuperen vivo. Otra: son tantos los bala-zos que arroja la policía que son ellos mismoslos que matan a Sallustro. Días antes, el segun-do de Sallustro, el que lo sucede en la conduc-ción de la Fiat, les habla a los del ERP enmedio de un reportaje que le hace la televisión.El hombre sorprende porque era un reportaje aél. Y de pronto empieza a hablarles a los secues-tradores. “Si ustedes luchan contra el fascismo–dice–, tienen que saber que Oberdan Sallustroy yo también lo hicimos. Fuimos partisanos.Luchamos para echar a los nazis de Italia.” Inú-til esfuerzo. Cualquier militante del ERP lehabría dicho: “Sí, pero ahora son dos capitalis-tas de mierda que se afanan la guita de nuestropaís”. Boleta. En cuanto a Sánchez no cabeduda de que el hombre no habrá sido un custo-dio de los derechos humanos. Era el comandan-te del Segundo Cuerpo de Ejército en Rosario.Se lo había visto un par de veces por la TVhaciendo declaraciones durísimas. Ese hombreestaba lleno de odio. Se lo acusaba de dar auto-rización a torturas de presos políticos o de par-ticipar en ellas. Pero responderle borrándolo delmapa era llevarlo todo al terreno de las armas.Echaba a perder el trabajo de base porque siem-pre había represalias. Cierta vez, Miguel Hurst,en una reunión, comenta: “Ayer, en la UnidadBásica de Palermo, bien de noche, unos tipostrataron de levantar la cortina metálica y entrar.Qué macana”. “¿Por qué? –dijo otro–, tenemosque estar preparados. Contestar”. “Sí –le dijoMiguel–, pero eso es la guerra y nosotros esta-mos con el laburo de base. En la guerra lasbases se retraen. Y el peronismo siempre fue unmovimiento de masas. No un ejército.” Esto notenían por qué compartirlo los del ERP. Y no locompartían. Ellos no hacían trabajo de base.Tenían cierta estructura de superficie, pero lamilitancia barrial, sindical, universitaria, etc.,no era lo de ellos. De aquí que fuera una para-doja que se llamaran a sí mismos Ejército Revo-lucionario del Pueblo. ¿De qué pueblo? Res-puesta: una vanguardia armada, una estructuramilitarista actúa por afuera del pueblo. Insertar-se en el pueblo es lo propio del populismo. Esolo hacen los Montoneros con el peronismo.Porque son populistas. Nacionalistas burgueses.¡Cómo usaban esto los del ERP y la izquierdaantiperonista en general! En muchas unidadesbásicas de la Jotapé se planteaba la cuestión unay otra vez: “Vino un tipo de la izquierda y nosdijo que el peronismo no era revolucionario.Que era un movimiento nacionalista burgués.Nadie supo qué decirle”. Hasta una vez me lodijo un pibe salteño, fuera de la ciudad, preocu-pado, casi angustiado, sin saber qué respuestatenía eso. ¡Si los habremos puteado! Se metían

entre los militantes y les decían un par de estasfrasecitas y casi los arruinaban o los llenaban deamargura. “Nacionalismo burgués.” “Concilia-ción de clases.” “Bonapartismo.” “Populismode transclase.” “Populismo demagógico y mani-pulador.” “Heteronomía de la conciencia obre-ra.” Todo esto eran capaces de decírselo a unospibes salteños para llenarles la cabeza de confu-siones y escupirles el asado.

Lanusse le pide a Perón que condene los asesi-natos de Sánchez y Sallustro. Se lo pide, enMadrid, el embajador Rojas Silveyra. Perón, niloco. “Los muchachos que sigan dando.” Esto,luego, se le volverá en contra. Al menos muchagente se lo echará en cara. Es cuando tenga susenfrentamienmtos con las guerrillas: “¡Ah, él lesdio alas, ahora que no se queje! Los hubieraparado antes”. ¿Podía Perón desautorizar a lasguerrillas, aun a la del ERP? Difícil. Era muyprobable que el temible general Sánchez fueraun torturador de presos políticos. Los abogadosde esos presos habían hecho las correspondientesdenuncias y Lanusse no podía alegar descono-cerlas. ¿Por qué no lo destituyó en un acto claro,ejemplar? Lanusse estaba al frente del país. Nopodía presentarse como víctima de cosas atrocesque hacían los otros. Sánchez torturaba y losmarinos de Trelew cometían una masacre.Perón podría haberle dicho: ¿Por qué no condenausted lo de Trelew? ¿Por qué no releva a los mari-nos de la base Aalmirante Zar? ¿Por qué no ponepreso al capitán Sosa? Así que Perón no condenalo de Sánchez ni lo de Sallustro. Están dentro desu ajedrez. Se sabe: “los muchachos” golpeanduro. Aunque en este caso los muchachos hayansido los del ERP, que no reconocían ni locos sersus muchachos. Sin embargo, era Perón el quecapitalizaba sus acciones. Era Perón el que se pre-sentaba ante el régimen como la garantía parafrenar a la guerrilla. “A la violencia se la comba-te con la justicia social”, había dicho con muchotino. Pero esto significaba algo evidente: A laviolencia se la frena conmigo. Él era la justiciasocial. De esta forma, cada acto de los “troskos”antiperonistas del ERP jugaba objetivamente afavor del esquema de Perón. Lo fortalecía.“Denle duro, muchachos. El que recoge lasfichas soy yo.” La alternativa del ERP era terri-ble: o suspender las acciones armadas o servir alajedrez de Perón, ser funcionales a él. Difícil queesto se le haya escapado a Santucho, pero es evi-dente que decidió pagar ese costo. No teníaotra.

Perón no podía desautorizar a las formacionesespeciales. ¿Cómo habría de hacerlo si los mili-tantes de la Jotapé quedaban deslumbrados porsus acciones? Eran tiempos de violencia. Lalucha armada tenía –sobre todo a través delChe– un aura romántica. La estética del fusil.Después de las muertes del general Sánchez y deOberdan Sallustro, en los actos masivos de lajuventud se canta una consigna abiertamentedura. Sobre todo se la canta en el de la Federa-ción de Box, del 9 de junio, fecha recordatoriade los asesinatos de José León Suárez. La consig-na es: “Sánchez, Sallustro, al pueblo le da gusto”.Y hay otra (en la que se toma al teniente Azúa,también liquidado durante ese año): “Sánchez,Azúa, la lucha continúa”. ¿Cómo iba Perón adesautorizar a las formaciones especiales si leinformaban que entre ocho y diez mil jóveneshabían voceado esa consigna en la Federación deBox?

HERNÁN BENÍTEZ: “PERÓN NO DEBE CONDENARA LA GUERRILLA”

Durante esos días los de Envido nos reunimoscon el padre Hernán Benítez. Había sido elconfesor de Eva Perón. El que oficio la últimamisa por su recuperación... junto a VirgilioFilippo, el que escribía los libelos paranoicoscontra la hidra del comunismo internacional.Benítez dijo una hermosa oración en el sepeliode Fernando Abal Medina. Estaba jugado afavor de la juventud. Era ya un hombre viejopero tenía una energía espléndida: “Va a hacermuy mal Perón si condena a la guerrilla”, nosdijo claramente. “Esos muchachos son lo máspuro que tenemos y los que más luchan por elpueblo.” En el sepelio de Fernando Abal su

enfoque había sido ajustado y sensible: un paísque había acorralado a su pueblo, que lo habíaperseguido, hambreado, no había hecho sinoconseguir la rebelión de sus mejores hijos. Eranlos hijos de los gorilas del ’55. “Estos jóvenes(dice en un testimonio que recoge NorbertoGalasso) sienten, con una fuerza que no senti-mos los viejos, la monstruosidad de que unquince por ciento posea más bienes que elochenta y cinco por ciento restante. Viven enun estado de indignación y de irritación (...)Por eso son fervorosos del socialismo. No por feen el sistema sino por castigar con él a suspadres individualistas. Por eso ven con buenosojos al peronismo Y reaccionan en contra de laspestes oídas contra él (...) Esos jóvenes presencia-ron el regocijo exultante de la oligarquía en elfestín de sangre de junio del ’56” (Galasso,Ibid., p. 1110, tomo II). Era un viejo apasiona-do, un cura hermoso. Se ven pocos de ésos.Hoy, casi ninguno. Pero hoy –para qué negar-lo– de todo lo bueno se ve poco. Entre tantascosas que ya no hay no hay un cura como Her-nán Benítez. De pronto nos dice: “Leo mucho aRodolfo Puiggrós. ¿Lo leen ustedes?” Le deci-mos que sí, que por supuesto. Admirativo, dice:“¡Qué hombre ése!, ¿no? ¡La chorrera de librosque ha escrito!” Esa frase de Benítez me marcó.¿No es hermoso que se le agradezca a un escri-tor haber escrito una “chorrera” de libros? ¿Quése quiere decir con eso? Lo que Benítez le reco-nocía a Puiggrós: que el tipo había sido genero-so con sus lectores, que se había arriesgado, quealgunos de sus tantos libros serían mejores queotros, que algunos serían mediocres y otrosdecididamente formidables o malos o apenasbuenos, pero que el tipo seguía dándole a suoficio de escritor. Oficio que consiste, precisa-mente, en eso: en escribir. Además, era fantásti-co que un cura admirara a un escritor marxista.Era un símbolo de los tiempos. Aún no hemoshablado del diálogo entre marxistas y católicos.Pero habrá que hacerlo. Fue importante. De ahísalen los Sacerdotes del Tercer Mundo. Y noso-tros tuvimos en Envido a uno excepcional:Domingo Bresci. Al que quiero y admiro desdeel día en que lo conocí. Nadie me pareció máscercano a la santidad que él, que Domingo.Durante la dictadura, la revista Para Ti, de Edi-torial Atlántida, lo denunció con nombre y apelli-do. Aquí, en esta parroquia, da misa un curasubversivo. Ya hablaremos de Domingo. Sepuede consultar el libro de Lucas Lanusse: Cris-to revolucionario, la Iglesia militante, Vergara,Buenos Aires, 2007. Hay un largo capítulodedicado a Domingo.

Ya estamos cerca del 17 de noviembre de1972, el Día de la Militancia. El del primerregreso de Perón, que fue muy lindo, no comoel otro, el de la espantosa memoria. Antes habráque analizar el discurso de Lanusse en el ColegioMilitar, el 27 de julio, ante mil uniformados.De donde saldrá la frase sarcástica: “Los mil afi-liados del Partido Militar”. El acto en NuevaChicago y el espectacular discurso de RodolfoOrtega Peña. Y luego, el primer regreso delViejo.

“José.” “Qué hacés, Miguel.” “¿Sos boludo ote hacés?” “No me jodás, Miguel. Recién llego ami casa. Catorce horas en tren. No pegué unojo. Estoy fundido. Ni un paso puedo dar.”“Oíme.” “Sí.” “Vuelve Perón, flaco.”

–Vuelve Perón, flaco –dice Miguel. Yo era flaco en 1972. Y Miguel estaba vivo. Y

sí, carajo, volvía Perón. –¿Dónde nos vemos? –pregunté.–En ninguna parte –dice–. Vos andá a bus-

carlo a Domingo. Está en su parroquia con cua-tro curas más. Después nos buscan a nosotros.

Me dio una dirección. Me metí en el Renault12 y fui en busca de Domingo Bresci y los otroscuras del Tercer Mundo. Creo que no fuimosmuy heroicos ese 17 de noviembre. Al menos–cuando me llamó a la noche– Miguel merecontraputeó. Creo que no es por Domingo nipor mí ni por los otros cuatro curitas del TercerMundo que le dicen el Día de la Militancia.Pero la pasamos muy bien.

Colaboración:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 25 de enero de 2009

PROXIMO DOMINGO

“Buenos días, General,su custodia personal”

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

El paraguas de Rucci como concepto61

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TRELEW, LA EXPLICACIÓN DE LA MASACRE

Trelew es un escándalo. Todo el paísreacciona con indignación. Lo que sedice desde los distintos sectores es: asíno. Eso es un asesinato en masa. Losmilitares ofrecen una inmediata

explicación. Nadie les cree. La “explicación” corre acargo del contraalmirante Hermes Quijada, quehasta acude a un pizarrón para demostrar lo inde-mostrable. El ERP 22, un desgajamiento del ERP,se cobrará la vida de este marino en 1973. Precisa-mente el 30 de abril de 1973. Una fecha excepcio-nalmente oportuna para que todo se pudriera bienpodrido y entonces se abrieran las puertas de una“situación revolucionaria”. Pensemos que Cámporagana las elecciones el 11 de marzo. Que los militarestienen que entregar el gobierno el 25 de mayo. ¿Quémejor fecha que el 30 de abril para boletear a un exjefe del estado mayor conjunto? Ahora es posibleacariciar esa utopía: que no haya traslado del gobier-no. Que los militares se enfurezcan, no lo entregueny las masas salgan a las calles a hacer la revolución.Los militares estuvieron a punto de darle el gusto alERP 22. Se alimentan mutuamente. Los que noquerían entregar el gobierno brindaron con cham-pagne la noche del asesinato de Hermes Quijada. Loenterraron en medio de amenazas terribles. La máspoderosa fue la del almirante Horacio Mayorga, dela línea más feroz de la Marina. Dijo: “Cuestamucho resistir la tentación de ordenar antes el país yentregarlo después”. O sea, la ESMA ahora. No per-damos tiempo. Basta de joder con Perón. Ese viejono va a arreglar. El Ejército en pleno puede liquidara todos estos guerrilleros y a toda esta ola subversivaen poco tiempo. Lo que proponía Mayorga –al fin yal cabo– era sólo adelantar en unos meses el golpe deChile. El ERP 22 le facilita el juego. ¿Que HermesQuijada no era precisamente una buena persona?¿Que, sin duda, había tenido responsabilidad en lamasacre de Trelew? ¿Y eso qué significaba? El pue-blo había votado. El justicialismo había ganado lim-piamente el gobierno en las urnas. Se esperaba–entre dudas, con incertidumbres– la entrega delgobierno. ¡Y estos heroicos centuriones acribillan aun tipo porque fue el que “explicó” la masacre deTrelew! Pero el motivo era otro: que no se entregarael gobierno. Que no se instalara la “democracia bur-guesa”. El mismo, el exacto motivo del almiranteMayorga. Se logra algo más: Lanusse y la Junta deComandantes en Jefe declaran “zonas de emergen-cia”. Nada menos que Buenos Aires, Córdoba,Santa Fe, Tucumán y Mendoza. ¡Establecen conse-jos de guerra y juicios sumarios! A pocos días deltriunfo peronista en las urnas. A pocos días de entre-gar el gobierno. Si analizamos lo que metodológica-mente buscaba la guerrilla es lo que busca en suspeores momentos de enajenación política: que nadase estabilice institucionalmente, que las contradic-ciones de clase se tornen visibles, que las FuerzasArmadas sigan reprimiendo para que el pueblo vea asu verdadero enemigo en acción, sin la careta demo-crática. De aquí en más, esta enajenación de las gue-rrillas (enajenación respecto de las masas, sus intere-ses y sus opciones, las cuales las guerrillas suelen des-conocer por completo) se irá acentuando. “Vamos aobligarlos a sacarse la careta”. Cuando los militaresse la sacan matan a todos: a los combatientes arma-dos, a sus familiares, a sus amigos, a los sindicalistasy a cualquier perejil que ande por ahí. Pero eso sí: seha demostrado que no son democráticos. Que usa-ban una careta. Lo que indigna de esa acción mili-ciana del ERP 22 es que se trata de la negaciónabsoluta de lo que la mayoría del pueblo esperaba enese momento. Se esperaba la entrega del gobierno.Se habían ganado las elecciones. No importa lo quevino después. Todos sabemos lo que vino después.En ese momento nadie lo sabía. Se vivía en mediode una esperanza. Y esa esperanza era principalmen-

te de los sectores humildes. De los obreros, de losvilleros, de las clases medias bajas. Con Cámpora enel Gobierno regresaría Perón. Ése era el sueño. Nomás balas y más muertos.

Lo de Trelew fue, sin duda, un asesinato en masa.“El 15 de agosto (escribe Jorge Luis Bernetti) se pro-duce la evasión, de la cárcel de Rawson, de presos delas organizaciones Montoneros, FAR y ERP, con latoma del aeropuerto de Trelew, la captura de unavión y el exilio a Chile de 10 integrantes de aquellosgrupos armados. Una semana después, el país se estre-mece cuando el 22 los fugados que se habían rendidoa las autoridades en el aeropuerto de Rawson, sonametrallados en la base Naval Almirante Zar: 16 gue-rrilleros son muertos y tres gravemente heridos. Unagran cantidad de organizaciones populares y sindicalesplantearon sus dudas o su franco rechazo por la expli-cación brindada por el Estado Mayor Conjunto de lasFuerzas Armadas” (revista Envido, octubre de 1972,pag. 61. La nota está firmada como “Claudio Ramí-rez”, seudónimo que Bernetti usaba para escribir ennuestra revista y no perder el puesto en Panorama.Espero no equivocarme. Para nosotros era un honorque un periodista como Jorge nos escribiera las notasde actualidad).

“Los minutos de terror se avecinaban en la BaseAlmirante Zar de Trelew. Eran las 3.30 de la madru-gada del 22 de agosto cuando se les impartió a losprisioneros una orden insólita: salir de sus celdas conla vista fija en el piso y detenerse ante la puerta decada uno de sus calabozos en dos hileras. ‘¡El mentóncontra el pecho! ¡La mirada en el suelo!’, gritó elcapitán Sosa.

“Por sus cabezas pueden haber pasado muchas con-

jeturas, pero seguramente ninguna se acercaba a lo queocurrió segundos después. De forma imprevista losuniformados comenzaron a disparar sus ametrallado-ras. La balacera duró 20 minutos. Los presos, indefen-sos, nada podían hacer frente a las balas militares. Loscuerpos caían de a uno. Algunos, aún con vida, seretorcían de dolor en el suelo del penal; Sosa y compa-ñía no dudaban en darles el tiro de gracia en la nuca.Entre los gritos de los heridos y moribundos, JorgeAlejandro Ulla alcanzó a gritar a los militares ‘hijos deputa’, antes de ser rematado. María Antonia Bergerescribió en la pared de la celda con su propia sangrelomje (libres o muertos, jamás esclavos)” (ChristianPetralito, Alberto Alderete, Trelew, Nuestra América,2007, p. 65.). Los libros sobre Trelew que deben leer-se son el que acabo de citar, el de Humberto Costanti-ni, Libro de Trelew, y el de Tomás Eloy Martínez, Lapasión según Trelew. Tomás presentó este libro en1973, en plena campaña electoral de Perón-Perón.Una etapa de momentánea elasticidad. Me llamó laatención que un periodista tan exitoso se metiera enun lío tan comprometido. Además, no tenía trayecto-ria militante en la izquierda peronista ni en la marxis-ta. Y en la foto que exhibía La Opinión se lo veía conuna barba intempestiva. Más allá de esto o más acá, ellibro es excelente, está tan bien escrito como sóloTomás y algunos otros pueden escribir en este país y lecostó lo que sin duda habría de costarle: persecución yexilio.

UN BUEN POLICÍATrelew se transformó en un símbolo de la venganza.

Los faenadores del ‘76 no dejaron vivo a uno que sehubiera expresado elogiosamente sobre los mártires o

II

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condenatoriamente sobre los asesinos. Mataron a losque hicieron obras de teatro. A los que simplemente,en un reportaje, mencionaron condenatoriamente elhecho. “¿Dijiste algo contra la matanza de Trelew?Rajate, hermano. Eso solo cuesta la vida”. ¿Por qué?¿Por qué esa saña? Porque condenar Trelew era conde-nar la metodología que, ahí, ya se decidió para comba-tir a la guerrilla no bien se diera la oportunidad, quelos militares veían cerca dada la edad de Perón y laslíneas terriblemente antagónicas dentro del justicialis-mo. Trelew, entre los militantes y entre la guerrilla, nofue la feroz advertencia que debió haber sido. Era sóloun acto de barbarie de la Marina. Uno más. Expresa-ba, es cierto, “El carácter desafiante, la soberbia repre-siva de los altos mandos, la técnica de la ‘masacredisuasora’” (Envido, Ibid., p. 4 de la sección Situación,casi siempre brillantemente escrita por Horacio Gon-zález). Pero todo eso habría de ser controlado apenasel pueblo llegara al poder y el General Perón a lapatria. Hubo bronca con lo de Trelew, pero no hubomiedo. O muy poco. Se enfrentaba a un enemigocruel, brutal. Pero las fuerzas propias eran tantas quelo dominarían fácilmente. Por fin, Trelew fue concep-tualizado como un acto de desesperación de la Marinareaccionaria. Para algunos exaltados: la declaración dela guerra civil. Yo estaba en Córdoba, en la oficina deun defensor de presos políticos. Ahí nos enteramos losdos. El tipo empezó a dar zancadas por el escritorio yaullaba: “¡Esto es la guerra civil!” Seguía: “Basta,basta”. Y de pronto larga la frase de Ghioldi: “Se acabóla leche de la clemencia”. Le di los números de Envidoque le había llevado y partí de regreso a Buenos Aires.Todos concordaban en que ése no era el camino.

Los muertos de Trelew fueron velados en la sede delPartido Justicialista. Pero el sanguinario, el brutalcomisario Alberto Villar arrasó la puerta ¡con una tan-queta! Cagó a palos a todo el mundo. Familiares,madres, ancianos, jóvenes. Se llevó los féretros y desa-pareció. Este señor –el tipo que hizo esta bestialidad–fue nombrado por Perón al frente de la Policía Federalen 1974. Cuando le objetaron la medida dijo: “¡Peroes un buen policía!”

Se hacen actos importantes. Uno, memorable, en elSindicato de Prensa. Para honrar la memoria de Emi-lio Jáuregui. Cada uno estaba por una revista. RodolfoWalsh por el periódico de la CGT de los Argentinos.José Ricardo Eliaschev por Nuevo Hombre, que dirigíaSilvio Frondizi, publicación muy ligada al ERP. Algu-no más que olvidé. Y Horacio González por Envido.Eliaschev dijo algo patético y trágicamente divertido:“A los de Nuevo Hombre ya nos amenazaron, nospusieron varias bombas. No sé, ¡sólo falta que nosmaten!”. Por supuesto: sólo eso faltaba. Y eso pensa-ban hacer. Walsh estaba como hundido en su silla.Malhumorado, rojo como si tuviera 30 de presión.Dijo dos o tres cosas y al diablo. Horacio estuvo for-midable y fue el único que evocó a Jáuregui y reflexio-nó sobre la decisión última del militante: poner enriesgo su vida. Apareció alguien de la revista La Comu-na y anunció la adhesión “del intelectual DavidViñas”. Hubo varias bromas. “¡Pobre Viñas, si se ente-ra que lo definieron como un intelectual lo mata alsalame éste.” ¿Intelectuales? No, todos debíamos sermilitantes. Soldados de la causa nacional y popular. Eltipo debió decir “del militante David Viñas”. No “delintelectual”. “Intelectual” no daba riesgo, no dabacompromiso, no daba militancia. Daba Torre de Mar-fil. Lejanía, demasiados libros y poca praxis. Así eranlos tiempos. Ahora, que estamos a punto de ver elencandilamiento con la guerrilla y con las armas loentenderemos mejor.

Los que ya dábamos charlas o éramos profesoresaliados de la JUP no nos privábamos de la petulanciade los años jóvenes. Cierta vez llego a un sindicato –norecuerdo cuál– y saludo a los compañeros, todos másjóvenes que yo, y me dispongo a empezar la charla.Alguien me dice: “En la otra sala está Hernández Arre-gui”. Me doy vuelta y leo una placa de bronce queidentifica la sala: Sala para jubilados. Me río y digo:

“Está bien, déjenlo ahí”. ¡Insoportable! Pero era así. Lajuventud, en sí, era un valor. Se hablaba de los funda-dores de la corriente nacional y se nombraba a los desiempre. A Hernández Arregui, Puiggrós, Jauretche,Scalabrini, etc. Pero uno ya los había dejado atrás.Siempre respeté a Cooke. A Milcíades. Y siempre reco-mendé Revolución y contrarrevolución en la Argentinadel Colorado Ramos. Pero poca bola a los demás. Sinembargo... ¡Ah, sin embargo! Había otros, que no lajugaban de teóricos, y nos barrían alevosamente. Nohabía nada que pudiera igualarlos. Ni la mejor de lascharlas sobre metodología revolucionaria. O sobre lacuestión nacional y social. O sobre el Estado y la luchade clases. O sobre las contradicciones internas del con-cepto de “Pueblo”. Esta vez sí recuerdo dónde era: laFacultad de Arquitectura. Llego y tengo que subir a unescenario. Me presenta un pibe que termina con elconsabido: “Si Evita viviera sería Montonera, compa-ñeros”. Y todos aplaudían. Era la perfecta forma deredondear cualquier discurso cuando a alguien se leacababa el rollo. Decía eso y listo, cerraba y lo aplaudí-an. El otro era: “Porque luchamos por el regreso delgeneral Perón y el triunfo de la Patria Justa, Libre ySoberana, ¡la Patria Socialista, compañeros!” Aplausosy se acabó, el ñato zafaba. No me pasó eso aquellanoche en Arquitectura. Primero, porque yo no decíaesas consignas. Eran más para los pibes. Y segundo,porque había algo contra lo cual ninguno de nosotros,los tipos de superficie, podía competir: la lucha arma-da. Doy mi charla. Hasta tenía puesto mi sacón decuero marrón, que me hacía sentir bravo, comprome-tido. Hablo y hablo y nada. Termino. Algunos aplau-sos. Nada mal. Pero nada del otro mundo. Ahí nomás.Le pregunto a uno de los que me invitó: “Che, quétibios estuvieron. ¿Me mandé alguna cagada?” “No,pero, qué querés, flaco. El jueves pasado estuvo PacoUrondo. Y durante una hora y media les explicó a los

pibes cómo se carga un rifle. Una metralleta. Cómocargás una pistola. Cómo se limpia. Dónde te la guar-das cuando salís a la calle. Comprendelos a los compa-ñeros. No es que no les interese lo que les dijiste, pero¡no vas a comparar!” No hace mucho, en Canal 7, lededican un programa. La gacetilla decía: “Paco Uron-do, el hombre que encontró para el poema el arma dela palabra justa”. (Cito de memoria, pero era casi así.)Contra esa fascinación nada se podía. Al año siguiente,lo vuelvo a ver a Paco. Fue en la concentración enAvenida Maipú para “romper el cerco del Brujo LópezRega”. Tenía puesto un sobretodo y parecía como sihubiera engordado 15 kilos. Sonreía con su irresistiblesonrisa, andaba con ese bigotazo amarronado que eracomo un uniforme y estaba paradito, quieto. No pare-cía con ánimos de caminar mucho, o de poder hacer-lo. Los pibes, con admiración, decían: “Miralo, mira-lo, ¡sabés la de fierros que debe tener abajo de esesobretodo!”. Tal vez siga siendo algo inexplicable lafacilidad con que las Orgas (sobre todo Montoneros)se adueñaron de la Jotapé, pero no tanto. Este enamo-ramiento con la lucha armada. Esta admiración porsus combatientes. Considerarlas “el lugar más riesgosode la lucha” y, por tanto, el más privilegiado, ése enque la vida más se arriesgaba, tuvo mucho que ver.También concebir la militancia como esa forma devida que exige los extremos, dar la vida. Si morir es laforma extrema, perfecta, inapelable del ser del militan-te, los que más arriesgan la vida son quienes merecenser la vanguardia.

De aquí que las otras expresiones del Movimientofueran despreciadas. Su estamento político. Y su esta-mento sindical. La CGT era la traición. Sus dirigentes,lejos de arriesgar la vida, robaban, engañaban a losobreros, negociaban con los patrones, eran parte delcapitalismo corrupto y entreguista. Y el pueblo era esaentidad amada, en nombre de la que todo se hacía. Y

III

Page 12: Peronismo Parte 2

que era –y esto es muyimportante– valor deverdad. La concepción delpueblo como valor de verdad –unacaracterística típica de los movimientospopulistas– era constitutiva del espíritu y la teo-ría de la izquierda peronista. El populismo habíanacido en Rusia y el ruso Herzen, padre del popu-lismo, fue su creador. La palabra, en ruso, se lee:narodnichestvo y proviene de narod. O sea, pue-blo. Entre los jóvenes de los ’70 no se da conlas características de misticismo y religiosidadprofundos con que se da en Rusia. Ni conlos aditamentos raciales, de sangre y detierra con que se da en Alemania. Deaquí que compararlos mecánica-mente carezca de sentido y hastade honestidad. La entidad“populista” queprivó en la Argen-tina de fines de lossesenta y comienzosde los setenta fue algo a lo que se llamó: puebloperonista. Este pueblo se caracterizaba por su des-pojamiento. Se le había quitado lo esencial. Suparticipación en la riqueza de la patria. Su amadavirgen, su santa, su compañera, su guía, su ado-rada Eva Perón. Y su líder. Su palabra se expresa-ba en el modo de la pasividad. Era un todo. Erael “pueblo peronista” y su palabra tenía valor deverdad. Todo lo que debía hacerse se debía haceren su nombre. Todos lo representaban. “Lomejor que tenemos es el pueblo”. “Defendemosun solo interés: el del pueblo”. Con claridad, condureza, la juventud siempre aclaró que “el pue-blo” no eran “todos”. Que había, interna a la“cuestión nacional”, una “cuestión social” y queuna no se resolvía sin la otra. O sea (y que quedeclaro para los que nunca lo entienden), la cues-tión nacional no estaba destinada a oscurecer lacuestión social. Este populismo revolucionariotenía muy claro que el imperialismo sólo podíadominar al país por su complicidad con su aliadointerno: la oligarquía y todos los sectores aliadosa ella. La Iglesia preconciliar y el Ejército. Laliberación nacional y social de la patria era una yla misma: no existía una sin la otra. Esto lo soste-nía la Jotapé. No lo sostenían los sindicatos. Ahíse hablaba de la “liberación nacional”. TampocoPerón hablaba de “la liberación nacional y socialde la patria”. Nunca. Perón siempre habló de la“liberación de los dos imperialismos dominan-tes”. Lo cual era una falacia. Porque la Argentinano dependía del “imperialismo soviético”.Dependía del norteamericano. Motivo por elcual a veces Perón sólo decía “el imperialismonorteamericano”. Pero su fórmula conceptual era“los dos imperialismos¨. De ella salía la vieja ideade la Tercera Posición de la que, muy oportuna-mente, Perón extraía la del Tercer Mundo que,de ese modo, terminaba por haber sido inventa-da por él.

Lo más que consiguen sacarle Solanas y Geti-no al Conductor es la idea del socialismo nacio-nal, que Perón había embarrado seriamente aldecir que él, en su viaje por Europa a fines delos ‘40, había encontrado en Italia y Alemania.Encontré, dijo, “formas de socialismo nacional”.Los jóvenes se querían morir. Los que buscába-mos el aggiornamento del peronismo nos quería-mos morir. Además, cuando Perón hablaba delsocialismo nacional, hablaba siempre de la justi-cia social. Creo que le gustaba jugar al pícaro.Acaso cuando se iban los jóvenes cineastas lesdijera a Isabelita o a López: “Estos me quierenhacer decir fracesitas marxistas. Me quierenhacer hablar como Castro. Van a tener que espe-rar sentados”. Si Pino Solanas (con loable empe-

ño patriótico y, en rigor, poniendo lomejor de sí) le preguntaba por el socialis-

mo nacional, Perón, casi siempre luego deese “¡Natural!” que ahora interpretaremos,

decía: “Nuestro Movimiento, en ese sentido,es mucho más simple, es indudablemente de

base socialista. ¿Por qué? Porque pivotea sobrela justicia social, que es la base de toda nuestrapromoción revolucionaria”. ¡General, eso casi es

lo que decía Esteban Echeverría en el DogmaSocialista, de 1838! “Mucho tiempo haceque andamos como todos en busca de

una luz de criterio socialista (...) Un puebloque esclaviza su inteligencia a la inteligen-

cia de otro pueblo es estúpido y sacrílego (...)Todo privilegio es un atentado a la igualdad”(Esteban Echeverría, Dogma Socialista y otraspáginas políticas, Estrada, Buenos Aires, pp. 100/116/ 119. Las cursivas son de Echeverría).General, lo que Solanas le pregunta es si elsocialismo nacional es, por lo menos, elemental-mente socialista. Es decir, si va a hacer una refor-ma en el régimen de propiedad de la tierra. Si vaa intervenir decididamente en el régimen banca-rio. Si va a avanzar en la expropiación de lasriquezas abusivas. Sabemos de memoria que elperonismo pivotea sobre la justicia social. Perouna cosa es la justicia social entendida como unaredistribución más piadosa del ingreso en bene-ficio de los pobres. Y otra es la justicia social dela que habla Echeverría: “Todo privilegio es unatentado a la igualdad”. ¡Y eso que Echeverríapertenece por completo a lo que usted llama“tradición anglosajona” de nuestra historia! Y él,ese liberal amigo de Lavalle y los franceses, largafrases más duras que las suyas. “No hay caso”,me decía Miguel. “No larga nada el Viejo.” ElViejo daba más manija en las cartas y en las cin-tas grabadas. Y a las formaciones especialesnunca les dijo: “Cautela”. No, el mensaje fueclaro: “Sigan dando, muchachos”. Pero, en elplano teórico, Perón nunca fue más allá de símismo. De Conducción política. Un par de frasesaltisonantes, sólo eso.

LOS TEÓRICOS DE LASCÁTEDRAS NACIONALES

Los teóricos de las Cátedras Nacionales tuvie-ron más influencia en el ámbito de la militancia.La misión era tironear para la izquierda las frasesdel Viejo. Pero mucho más también. Y aquí mevoy a permitir expresar una sorpresa que haceaños me domina. Que los socialdemócratas anti-peronistas del Club Socialista hayan ignoradopor completo a las Cátedras Nacionales y a lasrevistas Envido y Antropología del Tercer Mundose puede llegar a entender. Hicieron cosas peo-res. Pero que los nuevos periodistas que se lanzana investigar los ‘70 no hayan encontrado todavíaesas dos revistas que bajaron línea durante añosdecisivos es inexplicable. Larraquy trabaja muybien en su López Rega, que se ve documentado. YLucas Lanusse (que se jacta de haber leído todosobre los ‘70) traza un buen retrato de la Iglesiamilitante en Cristo revolucionario. Pero lo incluyea Domingo Bresci e ignora que una de las princi-pales tareas militantes que hizo Domingo la hizocon nosotros, los pendejos “inteligentes” deEnvido. Domingo era nuestro Sacerdote del Ter-cer Mundo. No voy a hablar de él ahora porque

le tengo reservado un lugar de importancia enesta historia, a él y a sus compañeros. Bueno, elque no pasó por encima nada de eso fue RichardGillespie, a quien Lanusse da por “superado”.(Ojo: Lucas Lanusse es un tipo de primera. Nadaserio con él.) Gillespie se leyó toda la colecciónde Envido, de Antropología del Tercer Mundo yhasta cita mi primer libro, de 1974, El peronismoy la primacía de la política. Que, por supuesto, esun libro peronista. Más exactamente: un libroJotapé. Y fue escrito al calor de los hechos. Seedita en 1974 (lo edita Miguel) pero sus materia-les van del ‘71 al ‘73. Lo escribí entre mis 27 ymis 29 años. Más escrito “al calor de los hechos”imposible. Gillespie lo toma en cuenta para mos-trar cómo tratábamos de manipular las fraseslicuadas que mandaba el Viejo. (¡Que hasta cita aConfucio! ¡Citarle a Confucio a la juventudperonista!) Cito a Gillespie: “Ante la vaguedadde sus ideas sobre el significado del ‘socialismonacional’, algunos, de acuerdo con José PabloFeinmann, creían que tal tendencia y el justicia-lismo eran ‘conceptos equivalentes’; que no setrataba de una Cuarta Bandera del Justicialismo,sino de la ‘síntesis más profunda del proyectopolítico de poder popular que animó al peronis-mo desde sus orígenes” (Gillespie, Ibid., p. 100).Se trataba de demostrar que socialismo nacionalimplicaba poder popular. En suma, injerenciacreciente del pueblo en los mecanismos del Esta-do. Gillespie, con razón, dice: “Todos ellos, sinembargo, crearon un Perón a su propia imagen ysemejanza” (Ibid., p. 100). Por supuesto. Tam-bién cita (sólo Gillespie los cita y fue un librofundamental, ¿qué les pasa a los ensayistas argen-tinos?) el libro Peronismo: antecedentes y gobiernode Juan Pablo Franco y Fernando Alvarez, edita-do por Cuadernos de Antropología del TercerMundo. Y de Juan Pablo Franco: Notas para unahistoria del peronismo, un suplemento que publi-có Envido en junio de 1971. El libro de Franco yAlvarez (Peronismo: antecedentes y gobierno) fuefundamental para los militantes. Era el responde-todo del peronismo. Todos los puntos que losgorilas señalaban Franco y Alvarez los respondí-an. De ahí sacaban las respuestas los militantes yganaban las discusiones. En esa época demostrarque Perón había desarrollado o no la industriapesada era una cuestión de vida o muerte. ¿Porqué no hizo la Reforma Agraria? Fue gatopardis-ta, fue nacionalista burgués, fue bonapartista,fue... Alvarez y Franco respondían todo. Era unatarea abrumadora inventarlo al peronismo. Perola Jotapé tenía que poder ponerse esa máscara.Cuando (hacia 1967) emergí de las páginas deEl Capital o de Lire Le Capital (de Althusser,no traducido aún) pregunté: “¿Dónde estánuestro proletariado británico?” Me dijeron:“No tenemos proletariado británico aquí”.“¿Qué tenemos?” “Lo tenemos a Perón y a susnegros, que lo aman.” “Bueno, ¡seamos peronis-tas!”. La izquierda peronista fue todo lo peronistaque pudo ser. Y Perón fue todo lo socialista que lepareció necesario. Pero no eran uno para el otro.En algún momento eso habría de estallar.Alguien se sacaría la máscara. Perón, en su dis-curso del 21 de junio de 1974, al día siguientede Ezeiza, se la arrancó de un tirón. “¡Este soyyo, imberbes! Soy lo que las 20 verdades pero-nistas dicen.” Al día siguiente, aún aturdida, lajuventud se preguntaba: “¿Qué mierda son las20 verdades peronistas?”. Entre otras cosas, eranel paraguas de Rucci. El sindicalismo (la colum-na vertebral) custodiando al líder del Movi-miento.

Colaboración especial:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 18 de enero de 2009

PROXIMO DOMINGO

El Día de la Militancia

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

Trelew, la prefiguración de lo porvenir60

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EL “MOVIMIENTISMO”

Perón no cesa de hablar. Es untorrente de palabras. No duda anteninguna pregunta. ¡Por supuesto! Seconoce ese Evangelio desde hace lar-gas décadas. Para ser claros: Perón,

en “Actualización política y doctrinaria para la tomadel poder” no dice nada esencial que no haya dichoen “Conducción política”. Su propuesta no pasa dela vieja propuesta –que figuraba ya en las VeinteVerdades del Justicialismo – acerca de “humanizarel capital”. Siempre que sus entrevistadores le pre-guntan por el socialismo, él responde, ante todo,“¡Natural!” o “¡Naturalmente!” Luego resuelve lacosa muy fácil: El justicialismo es socialista porquepivotea sobre la justicia social. Si S y G preguntanpor la eliminación de la explotación capitalista,Perón responde que en la comunidad organizadano habrá explotación porque todos trabajan parala comunidad, obreros y capitalistas. Se elimina elegoísmo del capital. Y se elimina el sometimientodel individuo al Estado marxista. ¿Qué queda ahí?La Tercera Posición. Una comunidad justa en laque todos realizan. En que la economía se pone alservicio del hombre y no el hombre al servicio dela economía. S y G se formulan ciertas preguntasmás irritativas: “Pero, la economía, general, ¿enmanos de quién está, en manos del pueblo o enmanos de la burguesía capitalista?” Perón tambiéntiene una respuesta para eso. La economía está enmanos del Estado. El Estado administra y estable-ce el equilibrio. Ese equilibrio es el de la comuni-dad. Los patrones no tienen que ganar tanto. Losobreros tienen que ganar más y sentir que el Esta-do los protege. “Pero, general, ¿ése es el socialismonacional?” “¡Naturalmente! Porque es el socialis-mo nuestro. No es el socialismo del mujik soviéti-co sino el de nuestros paisanos. Son cosas distin-tas. Nuestro socialismo tiene que ser argentino. Yel socialismo es nacional por ese motivo. Es nacio-nal porque es justicialista. Porque responde a lajusticia social. A que el obrero sienta que debeesforzarse en su trabajo pero que nadie lo esclavi-za. A que el capitalista gane lo suyo y ceda el restoal Estado para que éste haga las obras que benefi-ciarán a todos. Nosotros, no lo olviden, estamostan lejos de uno como del otro de los imperialis-mos dominantes.” Es un diálogo de sordos. S y Gquieren que Perón les diga que el socialismonacional implica expropiar a las clases explotado-ras, a los grandes terratenientes, a las empresasmultinacionales. Hacer un gobierno con hegemo-nía obrera, popular, nacional y revolucionaria.Perón a todo eso les dice, ante todo, “¡Natural!” ydespués les larga las concepciones de siempre: Elperonismo es la humanización del capital. Una con-cepción simple, cristiana y humanista de la vida.Scalabrini Ortiz, en un esfuerzo imaginativo, dijoque “humanizar el capital” era proponer destruirloporque el capitalismo era “inhumano”. No, paraPerón el capitalismo puede humanizarse. Lahumanización del capital es la comunidad organiza-da. Perón dice todo esto con gran fluidez. Y legusta tanto escucharse hablar que cuando redon-dea una frase con precisión sonríe. Todo el tiempodice: “Todo esto es muy sencillo, señores”. Gustacitar a Mao Tsé Tung. No ve en el líder chino aun burócrata soviético, sino a un compañero delos países que deben hacer su liberación nacional.Su opción por China en lugar de la URSS es clarí-sima. “Dice Mao Tsé Tung que el que lucha con-tra un compañero es que se ha pasado al bandocontrario.”

Es de alta relevancia que veamos cómo concibePerón la unidad del Movimiento Peronista. ¿Lopodrá hacer una vez que arribe a la patria? Para élno puede haber contradicciones internas: “El quedefiende un ideal no puede tener controversiascon otro que defiende el mismo ideal (...) por eso

el justicialismo creó un apotegma que dice quepara un peronista no puede ni debe haber nadamejor que otro peronista. Entonces, ¡cómo es posi-ble que un señor que está en la misma lucha estéluchando contra otro peronista cuando tiene unenemigo contra quien naturalmente debe luchar!(...) de manera que no hay que mirar al costadopara ver qué hace el compañero, hay que mirar alfrente para ver qué hace el enemigo (...) Todosestán luchando por lo mismo, porque el dispositi-vo de la lucha táctica necesita estar articulado:unos están en una acción contemplativa, otros estánen una acción de superficie, otros están en unaacción violenta y activa, otros se están preparandopara la futura acción con estudios tecnológicos, etc.Cada uno de ellos está trabajando por lo mismo”(Todas las cursivas son nuestras, JPF). Esto no lesdecía nada a los que Solanas y Getino queríandestinar el film. Era sencillamente la vieja mezco-lanza que nucleaba a todos en un Movimiento(“ni sectario ni excluyente”) en manos de unaconducción estratégica que les daba unidad a losproyectos antagónicos que podían existir en él. Elperonismo estaba lleno de contradicciones irreso-lubles ya en 1971, fecha del reportaje fílmico aPerón, y esas contradicciones, aunque el Mago dela Historia creyera que serían arcilla fácil en susmanos, no lo serían. Acaso en 1971 se sintierafuerte como acometer esa tarea de unidad. Pero losantagonismos de 1971 eran mucho más poderososque los de los dos primeros gobiernos peronistas. Nohubo formaciones especiales entre 1946 y 1955. Notantos habían dado su vida por la causa de Perón.Nadie se sentía autorizado a pasarle ningunacuenta. Nadie podía decir: Pusimos la sangre y losmuertos, somos los que más poder merecemos. Laecuación: sangre por poder sólo la plantearían losMontoneros. Víctimas también de una soberbiaque los llevaba a una equivocación mortal: “APerón lo trajimos nosotros”. Hagamos una pre-gunta incómoda: ¿y si se demostrara que aPerón lo trajo más Lanusse y el Ejército dialo-guista que la lucha de la guerrilla? ¿Y si lotrajo justamente para eso: para que frenaraa esas formaciones especiales que tantohabía alentado? Todavía Lanusse creíaque Perón (al que odiaba y al quemurió odiando, como a todo elperonismo: “Tengo para mí queno se puede ser peronista ybuena persona”) podría frenara los muchachos de los fierroscon un costo bajo. Y si no losfrenaba se arruinaría, naufra-garía en su fracaso. El almi-rante Mayorga, por el contra-rio, hombre ligado al espíritude las soluciones tipo Trelew,habría deseado barrer a la gue-rrilla y entregar luego elgobierno. Lo dirá, como vere-mos, en el entierro de HermesQuijada, el “explicador” de lamasacre al que nadie creyó unapalabra de lo que dijo. Notable: suexplicación de la masacre no hizomás que confirmarla.

AL ENEMIGO, NIJUSTICIA

Perón, por fin, otorga algo.Una frase desdichada que –sinembargo– es festejada con vítorespor parte de los jóvenes cuando venel film de S y G. La pregunta es:“¿Cómo identificamos al aliado y al ene-migo?” Perón dice: “Bueno, un aliado es elque trabaja por la misma causa que trabaja-mos nosotros. También lo dice Mao: ‘Lo pri-

mero que el hombre ha de discernir cuando con-duce es establecer, claramente, cuáles son susamigos y sus enemigos. Y esto ya no lo dice Mao.Lo digo yo: al amigo todo, al enemigo ni justicia”.Algunos niegan que Perón haya dicho esta frase.

Pavadas de programas televisivos. Una vezmencioné en uno que Sarmiento había dichoalgo que notoriamente dijo: “No ahorré san-gre de gauchos. Es lo único de humano quetienen esos bípedos”. Y algún otario queandaba por ahí, un “invitado a dialogar”,dijo: “Esa es una frase sacada de contex-to”. Dale que va. Así se fabrican unSarmiento-Billiken que no sirve paraentender nada. (No hay que ir a pro-gramas de TV y menos a “debatir” concualquier mongui que invitan. Mejorestar en casa y escribir. No quedatiempo para perder.) En Mi defensa,texto escrito durante su exilio enChile en 1843, este gigante escribe:“Ya he mostrado al público mi fazliteraria; vea ahora mi fisonomía polí-tica; ¡verá al militar, al asesino!” (Sar-miento, Civilización y Barbarie, Pró-logo de Alberto Palcos, El Ateneo,Buenos Aires, 1952, p. 552). Si unocita estas cosas, algunos nabos, delos que está llena la cultureta oficial,lo acusan de “revisionista”. Medio-cres, yo los acuso de traidores a Sar-miento, de reducir su grandeza, dejibarizarlo como el “educador”, el“maestro del aula”. Ese titán eramás que eso. Pero bueno: sigamoscon lo nuestro. Perón, en efecto,dice la frase fuerte que buscabanSolanas y Getino. Y para aquellosque aún buscan disculparlo dicien-do que la frase es de Mao, pues no,señores: el mismo Perón aclara quees suya. Porque, el que dice algo así,tiene motivos para sentirse orgullosode eso. No es una frase como cual-

quier otra. Es una frase poderosa. Esuna consigna brutal. Exige violencia y

crueldad y la alienta por su forma breve, porsu expresión directa, algo así como un bala-

zo, como sacar el revólver y hacerfuego. Al amigo todo, al enemigo ni

justicia. La Jotapé vivaba estemomento del film. Lejos esta-

ba de sospechar que esa frasevolvería sobre ella, les seríaaplicada a sus desdichadosmilitantes, a los cautivosdel horror militar. Acomienzos de 1977, en

medio del desamparo, dela indefensión absoluta, un com-

pañero me dice: “Hay que lograr porlo menos que se aplique la justicia bur-guesa”. No le dije nada. Estaba demasia-do abatido. Debí decirle: ¿ahora pedísla justicia burguesa?, ¿no era esa justi-cia la del Estado burgués capitalista?,¿no era la justicia que expresaba losintereses de una clase?, ¿una claseadueñada de un Estado al que habíaque derrocar y llevar al socialismo? Ypeor: ¿ahora pedís justicia? ¿Vos, quegritabas “Bravo, general” cuando elViejo se mandaba esa atrocidad de “alenemigo ni justicia”? Bueno, compa-ñero, hay que joderse: estos milicosasesinos están haciendo exactamentelo que Perón recomendó a lamuchachos: “Al amigo todo, al ene-migo ni justicia”. Y, en efecto, nos

jodimos todos. Esa frase, además, hace de la gue-rra un acto de masacre. Si no rige una “justicia deguerra” para los prisioneros esto significa la consa-gración de la orden más terrible de todas las gue-rras: “No tomar prisioneros”. O sea, la matanzaextrema. Perón comete una irresponsabilidadimperdonable al ofrecer al Movimiento ese apo-tegma (como él gustaba decirles a sus frases “tras-cendentes”). La Triple A, el C. de O., la CNU, los“verdes” de los sindicatos, Osinde, Villar, fueronlos asesinos desmadrados que aplicaron el apoteg-ma. Porque la guerrilla no incurrió (salvo un parde ejemplos desdichados) en las brutalidades delos escuadrones de la muerte. Atar con alambresde púa a los que habrían de matar, torturarlos ydespués fusilarlos con ochenta y un balazos comoa Atilio López. Cuando llegue el momento hare-mos un análisis de importancia: cómo trató la gue-rrilla a sus víctimas y cómo las trataron los milita-res. Ninguna organización armada empaló a nadieni lo cocinó vivo ni la tortura figuraba entre susmétodos. Este es un punto esencial para negar deplano la teoría de los dos demonios. El dolor apli-cado al otro, pasado un punto, da un salto cualita-tivo: se transforma en eso que Walsh llamará la“tortura metafísica”. No hubo dos demonios tam-poco en eso: ese demonio habitó sobre todo en laESMA y en todos los otros campos de detención.Lo digo ahora, anticipándome, para los que supo-nen que mis críticas a la violencia (contra la cual,en efecto, estoy, y a las organizaciones armadas)me puede velar la visión crítica y caer en la teoríade los dos demonios. Hubo uno solo. En rigor, elde siempre. El que mencionó hace poco un rura-lista torpe o ingenuo o demasiado sincero: el Ejér-cito, la Iglesia y la oligarquía, las clases que domi-naron el país, las que lo dominan. “Eso me enseñómi maestra de Historia”, dijo el sincero agro-diri-gente. Claro que te enseñó eso. Y a ella le enseña-ron que eso te tenía que enseñar. Y vos lo apren-diste con entusiasmo. Porque, antes de que te loenseñaran, ya creías en eso. Siempre ganaron.Siempre fueron el verdadero poder de este país.Cuando una generación –con errores, torpezas oingenuidades, pero con una gran valentía y sinceraentrega a la causa de los humildes y del país– se lesenfrentó en serio, la masacraron con una impiedadque debía servir de enseñanza a todas las porvenir.

Volvemos a la frase de Perón. Además, ¡cómo ladice! Con una convicción, con una firmeza temi-bles. Y cuando emite el durísimo “ni justicia”quiebra la boca en un gesto desdeñoso que no leimpide mostrar los dientes. “Ni justicia” se llevó acabo por medio de la política de las desaparicio-nes. Así como el “cinco por uno” se transformó en“cincuenta por uno”. Las otras frases de Perónsobre la violencia no tienen la misma fuerza, nohay en ellas un elemento de crueldad. “La violen-cia de arriba genera la violencia de abajo” es unafrase justa, perfecta para definir lo que ocurrió enla Argentina desde el golpe del ‘55 en adelante. Lohemos desarrollado largamente. Y “a la violenciaresponderemos con una violencia mayor” es unafrase de manual de estrategia militar, muy a loClausewitz. Es el ni justicia lo que marca el gradode latente fiereza, la exigencia de crueldad que hayen esa frase estremecedora. (Algunos filósofos uti-lizan este verbo –estremecer– para calificar algunasfrases de Nietzsche. Hablan, así, de las frases estre-mecedoras de Nietzsche. Hay también unas cuan-tas frases estremecedoras de Perón. No las ignora-ron nunca sus enemigos. Cuando veamos un largotexto que publicó en los diarios la Comisión deHomenaje a la Revolución Libertadora hacia1973, en plena campaña electoral, ciatremos algu-nas. Como sea, ese informe anti-Perón sirve máspara condenar a los obstinados gorilas que lo per-geñaron que a Perón, a quien llegan a acusar... de

II III

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haberse acostado con el boxeador african-american (o sea, negro, escupamos sobre lopolíticamente correcto) Archie Moore. Seríadivertido que Perón respondiera con ese girosuyo habitual y sarcástico: “Sí, ¿por qué no?”Hoy se ganaría muchísimos votos. Quedaclaro, supongo, que Perón ha sido superior atodos sus adversarios. No necesitaba dema-siado para eso. Él mismo lo decía (lo dijomuchas veces): “No es que nosotros haya-mos sido buenos, los otros fueron peores”.Que está tomado de una frase formidable–un refrán español– que él también cita:“Detrás de ti vendrán los que bueno teharán”.)

TODOS SON IGUALES EN LA LUCHA

Solanas y Getino llevan la cosa con inteli-gencia. Sucede que a este Viejo zorro (másVizcacha que Fierro) no se le gana de ningu-na manera. Le preguntan por la solidaridadque se les debe a “aquellos compañeros queestán realizando una lucha activa y armada”.Perón da una respuesta formidable. Nohabía más que leer esto sin anteojeras paradarse cuenta de lo que pensaba. Respondeque sí, que naturalmente hay que ser solida-rios con “esa gente que se está sacrificando”,pero que todos los peronistas luchan en todaspartes, en el puesto que sea. “Nosotros (dicecon total transparencia) somos solidarioscon todos los que están en el dispositivoluchando cada uno a su manera, porqueaquí cada uno lucha de acuerdo a las condi-ciones que tiene para luchar (...) Para noso-tros, todos los que luchan contra los enemi-gos de nuestro país son nuestros amigos”.

Esta es la concepción que Perón tiene delMovimiento. Esto es lo que muchos encua-dramientos de la juventud discutieron conlos que ponían a la lucha armada comovanguardia de la lucha. El slogan “Si Evitaviviera sería Montonera” era agresivo hastacon el propio Perón. ¿Por qué habría Evitade ser Montonera? Hay, aquí, una concep-ción vanguardista que se antepone al Movi-miento. No todas las luchas son iguales. Hayuna que es la más riesgosa y en ella estánlos más comprometidos. Hay un plano desuperioridad que se basa en el riesgo, en lasangre, en la decisión de perder la vida yhasta en la dura decisión de matar. De aquíque la vanguardia se asuma como vanguar-dia armada. Durante los años en que lasformaciones especiales empiezan a actuarya hay montones de teóricos que explicanla consigna sobre el montonerismo de Evitadiciendo que, si viviera, estaría en el lugarmás arriesgado de la lucha. Los Montonerosse apropiaron de la Jotapé no sólo por suenlace con Galimberti. Había una fascina-ción por la lucha armada. Siempre me pare-ció peligrosa. Nunca la compartí. Pero eraimposible luchar contra ella. Perón nopudo ser más claro y lo dijo muchas veces:el peronismo enfrentaba al régimen comoMovimiento de Liberación Nacional. Den-tro de ese Movimiento estaban las forma-ciones especiales. Notemos que él las bautizóasí y les puso especiales. Eran a-típicas.Tenían gran importancia porque había quegolpear al régimen por todas partes, entodo lugar donde le doliera. Pero esa era latarea de todo el Movimiento. Perón nuncaadmitió la vanguardia. La noción de “van-guardia” negaba su concepción del lideraz-go. De aquí que cuando le preguntan porsu solidearidad con quienes están en lalucha armada él dice: “Sí, cómo no. Claroque vamos a ser solidarios con ellos”. Peroen seguida aclara: “Nosotros somos solida-rios con todos los peronistas”. Para Perónes tan importante un dirigente sindicalcomo un guerrillero. Incluso un dirigentesindical dialoguista, conciliador. Porque elMovimiento también tiene que dialogar. Éllo necesita tanto a Rucci como necesita alos Montoneros. Rucci fue mucho másvivo: jamás le discutió la conducción, jamásquiso compartirla con él. Más coherente era

el ERP. Cualquiera podía comprendercómo interpretaba Perón al Movimiento. Sihabía alguien que fuera movimientista, éseera Perón. El ERP, entonces, se abre delperonismo. No queremos someternos a laconducción de un líder burgués. No quere-mos compartir un espacio –el del Movi-miento Peronista– con burócratas, burgue-ses y traidores. Los Montoneros tenían quesaber que la política del entrismo tenía uncosto: ser parte del Movimiento Justicialis-ta y acatar la conducción de Perón. Dudoque no lo hayan entendido. Pensaban quepodrían generar los hechos revolucionariosque lograran un giro en Perón. Tambiénhay que tomar en cuenta que nunca care-cieron de la soberbia necesaria como paracreer que podrían imponerle al viejo líderla necesariedad de compartir la conduccióncon ellos. La idea de apoderarse de Perón yponerlo tras la causa montonera es esencialal tipo de conducción que estableció Fir-menich. Montoneros sobrevalora excesiva-mente el papel de la lucha armada en elpaís y los réditos que de ella obtendrá nobien el peronismo llegue al poder. Perónno piensa lo mismo. Para Perón es el Movi-miento en totalidad el que marcha hacia latoma del poder. Todos son iguales en lalucha. No hay peronistas privilegiados.Todos los que forman parte del Movimien-to tienen un lugar en la lucha. Y todo esecomplejo lleno de contradictorios que es elMovimiento Peronista tiene un conductor.El conductor realiza la síntesis. Todos pue-den estar en el Movimiento, pero lo esen-cial para poder hacerlo es aceptar la con-ducción de Perón. Un movimiento no tienevanguardia. Para Perón, no hay un lugarprivilegiado de la lucha. El mayor riesgo quecorren algunas de las partes no implica supe-rioridad sobre ninguna de las otras en tantotodas son necesarias. Montoneros nunca locreyó así. La Jotapé (sobre todo cuando setransforma en Tendencia Revolucionaria)tampoco. Esa autodenominación fue equi-vocada. Llevaba en sí la propuesta de laalternativa independiente. Afirmarse comoTendencia Revolucionaria implicaba mar-car una superioridad sobre los otros secto-res del Movimiento. Era un grave errorconceptual y un pecado de soberbia. Era,también, desconocer a Perón y hasta poner-se afuera de la historia del peronismo.Siempre fueron los sindicatos la columna ver-tebral del Movimiento. La Columna Verte-bral es más importante que la TendenciaRevolucionaria. Sin su Columna Vertebralel Movimiento se derrumba. Una “tenden-cia” puede diluirse, desaparecer. Una“columna vertebral” nunca. Jamás Peróndejó de decir que los sindicatos seguíansiendo la “columna vertebral”. Jamás dijoque la “tendencia revolucionaria” era lavanguardia. Pese a todos los elogios quetácticamente arrojó sobre la “juventudmaravillosa” nunca dejó de señalar que laestructura del Movimiento era la que élhabía pensado desde siempre. El movimien-to entendido como un todo en el que todas laspartes, en tanto cumplen una función necesa-ria, son iguales, valen lo mismo, ningunapuede ser privilegiada por sobre otra. Nobien la Jotapé se define como “tendencia”se define como “alternativista”. Se ponefuera del esquema del Movimiento, tancelosamente custodiado por Perón.

LA MASACRE DE TRELEWEn agosto de 1972 se produce un hecho

macabro, imperdonable. En Trelew, en labase Almirante Zar, son asesinados dieciséisguerrilleros. Los matan sus guardiacárcelespor órdenes sin duda emanadas de los altosmandos de la Marina. Dentro del esquemainterpretativo de la época el hecho avala lateoría de la guerrilla como lugar de máximoriesgo. Pero, más allá de esto, el horror estáen que prefigura la metodología criminalque habrán de seguir los militares argentinosa partir del golpe de 1976. No se juzga a

nadie. A los guerrilleros se los mata. Aquí,en Trelew, al menos entregan los cadáveres.Todavía no estaba perfeccionado el sistemade las desapariciones ni existía el poder paraaplicarlo. Los muertos son: Carlos HeribertoAstudillo (FAR), 28 años; Rubén PedroBonet (ERP), 30 años; Eduardo AdolfoCapello (ERP), 24 años; Mario Emilio Del-fino (ERP), 29 años; Alberto Carlos del Rey(ERP), 26 años; Alfredo Elías Kohon (FAR),27 años; Clarisa Rosa Lea Place (ERP), 24años; Susana Lesgart (Montoneros), 22años; José Ricardo Mena (ERP), 20 años;Miguel Angel Pólit (ERP), 21 años; Maria-no Pujadas (Montoneros), 24 años; MaríaAngela Sabelli (FAR), 23 años; Ana MaríaVillarreal de Santucho (ERP), 36 años;Humberto Segundo Suárez (ERP), 23 años;Humberto Adrián Toschi (ERP), 26 años;Jorge Alejandro Ulla (ERP), 28 años (Ver:Tomás Eloy Martínez, La pasión según Tre-lew, Aguilar, Buenos Aires, 2004).

¿Quién decidió la masacre de Trelew?Lanusse no la condenó, pero no fue unadecisión suya. Tampoco de su ministro delInterior, Arturo Mor Roig. Fue una decisiónde la Marina. El contraalmirante HermesQuijada tratará de explicar los hechos, paté-ticamente. Cada cosa que decía tornaba másevidente la realidad de la masacre. El ERP22 de Agosto lo asesina el 30 de abril de1973 y el asesinato sirve para que los milita-res más duros cuestionen la entrega delpoder. Cámpora deberá asumir el 25 demayo. En el sepelio de Hermes Quijada, unpersonaje del ala más dura de la Marina (sies que puede hablarse de algo así, la MarinaArgentina no tuvo jamás ala blanda), elalmirante Mayorga (vigente aún duranteestos días como fervoroso reivindicador delos horrores de la dictadura, condenados portoda la cultura occidental, por sus mejoresteóricos, sumados incluso a los grandesgenocidios del siglo XX, por Primo Levi, porejemplo, nada menos) dice que es muy difí-cil resistir la tentación de “ordenar el país ydespués entregarlo”. De modo que Mayorgadebe saber muy bien cómo se hizo lo deTrelew. Era el modo en que él y los suyospensaban “ordenar el país”. Era, sin más,enfrentar en serio a la guerrilla. El Ejércitoaún no lo había hecho. La Marina, en Tre-lew, señala el camino. Para ellos, habría sidodeseable hacer antes esa limpieza a fondo ydespués ver a quién le entregaban el país.Pero aún no podían. La apuesta de Lanusseera más inteligente: que se ocupara Perón.Apostar a su fracaso, a su desgaste, a sumuerte y, entonces sí, ordenar el país. Sinembargo, Lanusse nunca habría ordenado elpaís como Mayorga y Massera. Fue el únicomilitar de alto rango y prestigio presidencialque se enfrentó a las huestes de Videla.“Detenciones, señores. No secuestros.” Estafrase trascendió en el país aterrorizado de1976. Se la había dicho Lanusse a la JuntaMilitar. Lo agredieron fieramente. La revistaCabildo publicó una foto suya abrazándosecon Allende, en Chile. Secuestraron a su exsecretario de prensa Edgardo Sajón, quejamás apareció. Persiguieron a otros de suentorno. Curiosa figura la de Lanusse. Faná-tico antiperonista, se opuso sin embargo a lamacabra metodología de un Ejército que yano era el que él había presidido, o el que éldeseaba. “Detenciones, señores. No secues-tros.” Esto eliminaba la metodología de ladesaparición, esencial para Videla y lossuyos. Para Massera. Para la Marina, con sulínea impecable de operar: bombardeo del16 de junio, Trelew, la ESMA. Por eso con-jeturo –aun cuando sé que muchos se van aoponer– que, si bien Trelew ocurre bajo elgobierno de Lanusse, es algo que la Marinale hace para entorpecer su linea conciliadoracon el peronismo. Seguiremos tratando eltema.

Colaboración especial:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

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El paraguas de Rucci como concepto

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

“Actualización política y doctrinaria para la toma del poder”59

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HEIDEGGER Y PERON, FRIBURGO Y MADRID

La izquierda peronista no se desvivía porleer los textos de Perón. Los textos doctri-narios. Menos aún los de algún otro viejo“teórico” del Justicialismo tipo RaúlMendé. De Perón tenía suficiente con las

cartas que llegaban. O con las fuentes autorizadas delos popes de la “corriente nacional”. No había docu-mento de la JP que no nombrara a Jauretche, Hernán-dez Arregui, Scalabrini Ortiz, Puiggrós, José MaríaRosa o Jorge Abelardo Ramos. Pero del general nosabían un pito. Habían mirado un poco La hora de lospueblos. Y no mucho más. La bibliografía era otra.Lenin, Marx, Fanon, Guevara, Giap, etc. Era necesa-rio divulgar la palabra del líder. Casi nadie había leídoel llamado “Manual de Conducción, que, además, noestaba por ninguna parte. En Platero, una librería dela calle Talcahuano, yo me conseguí la edición origi-nal de Conducción política y me la devoré con sumointerés. Era de 1951. Clases que Perón había dado enla Escuela Superior Peronista.

Había, sin embargo, encuadramientos que exhibíanuna fuerte “formación doctrinaria”. Las huestes delGallego Álvarez eran brillantes en esos aspectos. LosDemetrios también. El FEN, de Roberto Grabois, unpoco menos. Pero Guardia de Hierro –el encuadra-miento que lideraba Álvarez– tenía una solidez doctri-naria que la tornaba invencible. Con el paso de losaños (y con el horror que fomentó el alfonsinismo aciertos meros nombres del peronismo de los ‘70) pasóa creerse que Guardia era no menos que las SA o lasSS. Falsedad total. Eran ortodoxos. No estaban con laviolencia, pero tampoco en contra. Decían algo intere-sante: “El guerrillero no puede hacer la tarea de adoc-trinamiento porque está demasiado preocupado por laseguridad. Eso corresponde a nosotros”. Manejabandos textos: Conducción política y, sobre todo, La comu-nidad organizada, la ponencia de Perón en el Congresode Filosofía de Mendoza escrita por Nimio de Anquín,un tomista arcaico y conservador (lo cual es un pleo-nasmo: ser tomista es ya ser arcaico y ya ser conserva-dor), y por, se dice, Carlos Astrada, algo que no meparece posible pues Astrada era un tipo inteligente, lonecesario al menos como para no haber metido manoen ese fárrago que leyó Perón, en que se citaban todoslos grandes nombres de la filosofía, de Platón a Hei-degger. Como sea, los de Guardia de Hierro se devora-ban La comunidad organizada. Para nosotros era hoja-rasca del pasado. “La comunidad organizada –solíamosdecir– no dice más allá de lo que dice su título: quehay que organizar la comunidad.” De todos modos,para un “republicano” la palabra “comunidad” tieneun perfume fascistoide que lo desagrada por completo.Para nosotros era una pavada. Pero, insisto, la gente deAlejandro “Gallego” Álvarez se sabía el texto dememoria. El “Gallego” Álvarez era un personaje céle-bre pero secreto de la época. Yo no lo vi nunca. Se diceque todavía transita los caminos de este mundo, inclu-so los de este país. “Guardia de Hierro” se puso al ser-vicio de la ortodoxia peronista cuando volvió Perón yse dio la lucha ideológica contra la “infiltración mar-xista”. Fueron los principales animadores de un Con-greso ideológico que se organizó hacia mediados de1973 en el Teatro San Martín y que tuvo por granfigura a Amelia Podetti, una mujer de gran talento dela que ya hablaré.

Formaban parte de Guardia los peronistas heidegge-rianos. Algunos de cuyos nombres me guardaré. Peroeran tipos sólidos, profesores de filosofía y antimarxis-tas, desde Perón y desde Heidegger. Algunos lo saben,la gran mayoría no, pero Heidegger fue el primer teó-rico de la Tercera Posición. De aquí que los profeso-res heideggerianos de Guardia de Hierro lo asumie-ran. Heidegger y Perón, un solo corazón. Estos hei-deggerianos de Guardia ni se molestaban por prestarlealguna atención a Fanon. La cosa era otra. Ojalá no seaburran con estos temas porque son centrales paraentender la época y dudo que sean conocidos por loslaboriosos periodistas que se ocupan de ella. PeroGuardia de Hierro movía muchos militantes ymuchos de los que luego hicieron carrera políticadurante la democracia vinieron de ahí. Negaban lateoría de la vanguardia armada. Aceptaban la violen-cia en tanto la aceptara el Conductor, pero sus librosy su interpretación del peronismo nada tenían que vercon el marxismo. Incluso habían elaborado una con-signa para oponer a la de la izquierda que afirmabaque Evita sería Montonera si viviera, una consigna deenorme arraigo entre la JP que implicaba una glorifi-cación de la vanguardia armada: Evita, al ser la más

pasional y la más decidida en la lucha, estaría, si vivie-ra, en el lugar más arriesgado de ella. O sea, sería Mon-tonera. “Guardia” respondía con una consigna pocoinspirada, algo larga, pero conceptualmente clara:Evita, Evita vive/ en la revolución/ Evita es peronista/ yestá junto a Perón. Señalaba bien que Evita no estaríacombatiendo en la Argentina en tanto Perón negocia-ba desde Madrid. Que el peronismo era un Movi-miento y no tenía “vanguardias”. El concepto de“vanguardia” no era peronista. Perón podría haberdicho: el que fija las grandes líneas estratégicas es elconductor. ¿No es eso la vanguardia? Lo veremosmejor en Actualización política, etc.

Volvamos a los heideggerianos de “Guardia”. Eraduro discutir con ellos. Sólidos en filosofía, grandeslectores de Heidegger, habían encontrado en la Intro-ducción a la metafísica del filósofo de la Selva Negrala conexión indiscutible con el peronismo.Heidegger dicta ese curso en 1935. Ya no esrector de la Universidad de Friburgo. Perose presenta ante los alumnos y les habla delos destinos trascendentes de la Alemaniade ese momento histórico. Habermas dirá(en 1953) que Heidegger no les decía nadadistinto a lo que luego les exigirían comooficiales. El texto “peronista” de Heideggerera el siguiente: “Esta Europa, en atrozceguera y siempre a punto de apuñalarse así misma, yace hoy bajo la gran tenaza for-mada entre Rusia, por un lado, y América,por el otro. Rusia y América, metafísica-mente vistas, son la misma cosa: la mismafuria desesperada de la técnica desencadena-da y de la organización abstracta del hombrenormal” (Heidegger, Introducción a la metafísica,Nova, Buenos Aires, 1959, p. 75. No sé si debieradecir esto, pero uno dice tantas cosas que ya ignoracuáles pueden caer bien o mal. Acaso ésta pueda serútil. Los 55 fascículos de filosofía que –tan laboriosa-mente escritos como éstos– publiqué en este diario delocos fantásticos que aceptaron la empresa formanhoy un voluminoso y no barato libro. Se llama comose llamaron los fascículos: La filosofía y el barro de lahistoria. Son 814 páginas. Como dije, no es barato.Pero piensen en cuántas huevadas gasta uno la guita.Por ejemplo: en comprar un ejemplar de la revistaGente con Los personajes del año. Uno mira eso y sequiere morir. No es la Biblia junto al calefón porqueahí no hay ninguna Biblia. El que se mete en esa fotose mete en la ética y la estética del calefón. Perobueno: yo ya ni la miro. Un actor amigo me decía:“Cada vez que la miro tengo que tachar la mitad demi agenda de teléfonos”. Bueno, si no compran esabasura y alguna otra, ya está. Se compran milibro de filosofía. No tendrán a Miguens,Buzzi, De Angeli y las infaltables musas de lapatria, Legrand y Giménez, pero se van aencontrar con Foucault, Sartre, Heidegger,Hegel, Deleuze y Baudrillard. No creo quese arrepientan. Y lo juro: no quiero vendermás libros. Sólo desearía que la muchedum-bre de la patria, engañada, manipulada,sofocada su inteligencia por los culos y lastetas del embrutecimiento, emergiera unpoco, olfateara que hay otra cosa, y que vale lapena buscarla.) Como vemos, este Heideggerde 1935, que, en la Universidad de Friburgo,habla de una Alemania atenazada por la UniónSoviética y Estados Unidos, es un precursor delPerón de la Tercera Posición, de la teoría de losdos imperialismos. Los filósofos de “Guardia” leagregaban luego otros textos de Heidegger a éste yeran imbatibles en ciertas discusiones doctrinarias.También los Demetrios eran doctrinariamente sólidos.Pero un poco monguis. A los dos “Demetrios” (eradifícil saber quiénes eran) los encontraron boleteadosdentro de un auto en plena época de la Triple A.“Arreglo de cuentas”, se dijo. El “Gallego” Álvareztambién era inhallable. Yo nunca lo conocí. Pero“Guardia” era el encuadramiento más sólido delos que se diferenciaban de esa Jotapé que luegofue la Tendencia. No eran cookistas. Una diferen-cia esencial. Cierta vez le dije a Amelia Podetti:“Cooke es, para mí, un ideólogo fundamental delperonismo”. Hosca, seca, pero aun así sonriente, conuna sonrisa que te hería, dijo: “El único ideólogo delperonismo es Perón”. Siguiendo este apotegma (pala-bra abusivamente utilizada por Perón) es que Solanasy Getino viajan a Madrid y filman Actualización polí-tica y doctrinaria para la toma del poder.

ATENCIÓN, HABLA EL GENERAL PERÓN

Empecemos. Perón –de movida– se manda unafrase, por decirle de algún modo, desmoralizante.Sucede que fue sincero. Y no se trataba de eso. Se tra-taba de que hablara para las bases combatientes delmovimiento. Dice: “La concepción justicialista quenace en 1945 es una concepción simple con una basefilosófica firme, y que obedece a un concepto cristianoy humanista de la política”. ¿Cómo? ¿Qué hacemoscon eso? ¿Qué hacen los militantes de las fábricas, losjóvenes que hacen trabajo barrial, los universitarios,las comisiones internas de los hospitales? ¿Qué somos?Cristianos y humanistas. ¿Eso qué quiere decir en laépoca de las revoluciones, del nacionalismo popular yrevolucionario, del antiimperialismo, del TercerMundo? Perón (ya en pleno enfrentamiento con laJotapé) va a repetir esta fórmula en uno de esos dis-cursos (muchos, en verdad) que dio durante 1973 enla CGT y que pronto tendremos el displacer de anali-zar. (Honestamente: nada de lo que pasa en 1973 leproduce a uno mucho placer. Más bien ganas de llo-rar.) Pero desde la CGT –para enfrentar la concepción“trosca” del peronismo que denunciaban los sindica-listas con Rucci a la cabeza– Perón dijo que nadie sellamara a engaño, que el justicialismo era un movi-miento cristiano y humanista, eso y ninguna otracosa. En las siguientes movilizaciones la Jotapé largóuna consigna muy jodona y muy buena: No somostroscos no somos comunistas/ somos cristianos/ cristianos yhumanistas. ¡La cara que habrán puesto Solanas yGetino cuando el Viejo empieza decir sus frases“duras” con esta huevada del humanismo cristiano!¿Mejora? Veamos: “Entonces es necesario que ofrezca-mos a los pueblos la posibilidad de que trabajen felices(...) Pueblos felices, trabajando por la grandeza de unmundo futuro, pero sin sacrificios y sin dolor. Queeso es lo humano, que eso es lo natural, y que es tam-bién lo científico”. Lo humano. Lo natural. Y lo cien-tífico. Perón mezclaba todo. Cuando quería hablar sindecir nada no había quién lo superara. Supongamosque, hasta aquí, está calentando los motores. Ahorahabla de la tercera posición. “Entonces debe haberuna tercera posición que es la que concibe el justicia-lismo, donde el hombre, en una comunidad que serealiza, pueda también realizarse como ente humano.Esa es la verdadera concepción justicialista que veni-mos expresando desde hace 25 años.” La frase quepropone la realización del hombre dentro de la comu-nidad Perón la toma de Clausewitz, que la toma deHegel. La comunidad en la que el hombre se realizaes, para Hegel, el Estado. Clausewitz lo sigue. Y Perónelabora una buena frase: Nadie se realiza en una comu-nidad que no se realiza. Ojalá fuese así, pero el capita-lismo (más aún: el neoliberalismo post-Muro) pruebaque en la comunidad no se realiza nadie salvo unospocos que acumulan tremendas riquezas y no lesimporta si la comunidad se realiza o no. Porque noquieren una comunidad. O sí: pero la quieren pararapiñarla. Las comunidades –tal como hoy se nos pre-sentan– se forman por una casta de factores de enor-

me poder que vampirizan a la comunidad sin impor-tarle su realización o no. Para esos poderes no hay

comunidad. Sólo hay territorios que saquear.Pero en el momento en que Perón habla la ideade nación y de Estado son muy fuertes y élquiere decir que un Estado debe garantizar laposibilidad de que todos se realicen en él.Perón era un político genuinamente populis-ta. Lo fue siempre. Lo que su populismo sepropone es la humanización del capital, nosu eliminación. Es un keynesiano sincero.Un distribucionista convencido. Seguimosleyéndolo. El título que ponen S y G

(Solanas y Getino) es ahora: El antiimperia-lismo del Tercer Mundo. Aquí Perón les da

un poco el gusto. Dice: “Tan distante deuno como de otro de los imperialismosdominantes, lógicamente el Tercer Mundoestá en la Tercera Posición”. No dejen depasar esa frase: Tan distante de uno como deotro de los imperialismos dominantes. ¡La tena-

za heideggeriana! Perón y Heidegger, un solocorazón. Algún gorila melancólico, de esos quetodavía le dan manija a la cuestión del nazis-

mo, dirá: “No en vano Heidegger fue nazi,como Perón”. No perdamos tiempo en esto.La cosa va más allá. Heidegger decía: “EstaEuropa, en atroz ceguera y siempre a puntode apuñalarse a sí misma, yace hoy bajo la

gran tenaza formada entre Rusia, por un lado, y

América, por el otro”. Europa es, para el genial autorde Ser y tiempo, Alemania, la razón más centralmenteubicada de Occidente. Ocupa su mismo centro. Lanación que ha heredado a los griegos. En nosotros,dice, “el pasado es aún”. Grecia late en nosotros.Debemos encarnar su grandeza porque ella ya ha pasa-do por sobre nosotros, es ahora nuestra meta. Estegenial trazado del eje Atenas-Berlín sólo Heideggerpudo hacerlo tan brillantemente. No obstante, Peróntambién logra lucirse. Al vuelo atrapa el concepto demoda: el Tercer Mundo. Y dice: Lo inventamos noso-tros, los justicialistas. ¡La Tercera Posición ya era elTercer Mundo! ¡Gran jugada ideológica! Si hasta setorna creíble. ¿Por qué no? ¿O no se opuso Perón a“los dos imperialismos”. Lo mismo ahora.

Luego plantea una consigna que a él, al menos, leagrada mucho: la del Continentalismo. Dice: “Ahoraustedes vivirán la etapa del Continentalismo, y es posi-ble que sus nietos y sus bisnietos lleguen a la futura yúltima integración, que es el universalismo como aspira-ción de una humanidad realizada”. ¿Qué gansada eraésta? ¿Para qué quería la Jotapé el Universalismo?General, queremos la lucha de clases, la señalización delenemigo: las corporaciones financieras, los terratenien-tes, la camarilla militar, la Iglesia. ¿Por qué mier-conperdón-da nos habla del Universalismo? Pero era así:Perón solía irse a los caños. De pronto, sin embargo,desciende hacia la historia. ¡Se pone revisionista! S y Gacercan su Cámara, ansiosos. Vamos, que ya viene lobueno. “Nosotros, colonia española, pasamos a sercolonia inglesa”. ¡El Viejo había leído a don Pepe Rosa!Sigue: “Por eso en la Argentina ha habido una líneaanglosajona y una línea hispánica. La línea hispánica fuela que siguió con la idea independentista, la otra es lalínea colonial”. Hum, ya se está por ir otra vez a loscaños. ¿Qué es esto de la “línea hispánica”? ¿No se lehabrá pegado de estar tanto tiempo tan cerca de Fran-co? “Y en nuestro país la línea nuestra es la línea, dire-mos, de la Primera Junta, que era independentista. DeRosas que defendió eso, de Yrigoyen, que fue otrohombre que defendió eso. Y de Perón. Todos los demásgobiernos argentinos han pertenecido a la línea anglo-sajona y la han servido de una manera directa o indirec-ta”. A ver, ¿qué se podía sacar de aquí? La línea Rosas,Yrigoyen, Perón. Lástima que el Viejo no mencionó aSan Martín. Pero ahí está la línea nacional: Rosas, Yri-goyen, Perón. Sin embargo, ¿la Primera Junta? ¿Cómova a estar la Primera Junta dentro de la línea hispánicasi Moreno y Castelli y Belgrano los rajaron a patadas alos gallegos? Y bueno, será una genialidad del Viejo. Aseguir. Se manda su célebre frase: “El año dos mil nosencontrará unidos o dominados”. Es buena. Marca unpunto para la lucha. Hay que ganar antes del dos mil. Ysólo se gana con la Unidad Latinoamericana. CuandoPerón vuelve –Ezeiza– se hace correr una bola: durantelos primeros días el general se consagrará al Continen-talismo, a la unidad de América Latina. Eso lo decíaCámpora todo el tiempo. Y por medio de Cámpora, losMontoneros. Lógico: se lo querían sacar de encima.Vaya, general, haga la Unidad de América Latina asínosotros manejamos tranquilos el país. No era posible-mente la política que convocaba primariamente al Tío,pero el buenazo del Tío estaba jugado con los Monto-neros, con la Jotapé, de modo que no le disgustaba elproyecto. Además, creía sinceramente en él. Perón se lohabía hecho creer. Y no porque el Tío fuese un inge-nuo, sino porque Perón seguía siendo capaz de conven-cer a cualquiera de cualquier cosa. Del Continentalis-mo había hablado lo necesario como para que cualquie-ra se lo comprara. Era un producto medio absurdo: unpolítico que apenas ha conseguido volver a su paísahora se va a encargar de unir a América Latina. Esto loponía por encima de todos. Hablaba de un no-dichopero sí-dicho liderazgo continental. Pero, ¿quién iba adiscutirle algo a Perón? También se le daba por hablarde la ecología. Para nosotros, en 1970, la ecología remi-tía más a los enanitos de jardín que a la revolución. Undía, sin embargo, entro en el Departamento de Filoso-fía y encuentro a uno de los genios de Guardia de Hie-rro leyéndose un libraco de ecología, “porque el generallo dice”. Se lucía el Gallego Alvarez con la ortodoxiamongoloide. Para la Jotapé la ecología era la SierraMaestra y eran un montón de plantas abundantes yhúmedas que habían reventado los pulmones del Cheen Bolivia. O sea, la ecología era reaccionaria. O no eranada. Era una de esas huevadas con las que rompíaPerón. “Ojo, mirá que el Viejo vive en Europa. Debesaber mucho sobre cómo viene la mano en algunascosas”. La ecología modernizaba a Perón. Tonterías: laJotapé ardía por escucharlo hablar del socialismo, delpoder, de la revolución latinoamericana.

II III

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¿QUÉ ES LO QUE DEFINE AUNA PERSONA COMOPERONISTA?

A esa tarea siguen consagrados Solanas yGetino. Le preguntan y le preguntan y las res-puestas del Viejo nunca resultan del tododuras. Cuando habla del “Movimiento Justi-cialista” es claro y trasparente: “La única fuerzacívica que conserva su estructura y su potenciaes el peronismo y dentro de él la clase trabaja-dora. Estas fuerzas representan el eje del movi-miento revolucionario nacional”. Aquí estátodo. Perón no mentía tanto. Sin duda esascartas a la Juventud o a las formaciones espe-ciales o el lamento ante la muerte del Che (“sefue el mejor de nosotros”) eran marcadamentetácticas, decían lo que él tenía que decir paratener de su lado a los combativos. Pero en elfilm de Solanas y Getino Perón apenas si vaalgo más allá de “Conducción política”. Son tan-tas las frases que repite de sus viejas clases de1951 que es lícito preguntarse si leyó algo másen la soledad del exilio. Clausewitz, Licurgo,Napoleón y sus propios apotegmas. Observe-mos que ha hablado del eje del movimiento dela revolución nacional. No es la militancia juve-nil. Mucho menos las formaciones especiales.Es el peronismo. Así, en totalidad, como (recu-rrimos otra vez a la fórmula de Laclau) granreferente vacío. Y “dentro de él” el único conte-nido que admite es “la clase trabajadora”. Sola-nas y Getino formulan la pregunta del millón.Lo sigue siendo. Todavía hoy (hoy, luego detantos años y tantas idas y vueltas, menos quenunca) no tiene respuesta. Preguntan: ¿Pero,¿qué es lo que define hoy, en la Argentina, a unapersona como peronista? Perón va a dar su res-puesta. Hay, sin embargo, que reconocer.“Algo” debe definir a una persona o a unadeterminada política como “peronista” por-que, de lo contrario, serían vanos los enconosde tantos antiperonistas como han florecido enlos últimos años. Hay gente que ha vividoodiando al peronismo. Alguien que vive odian-do otra cosa de la que él es hace de ella el senti-do de su existencia, o uno de sus principalessentidos. Hipótesis de trabajo: para saber quées el peronismo mejor preguntarles a los anti-peronistas que a los peronistas. MagdalenaRuiz Guiñazú, Beatriz Sarlo, Morales Solá,Sebreli podrían tal vez decir más sobre el pero-nismo que aquellos que, sencillamente, adhie-ren a él. Por el momento, veamos qué dicePerón. Adelanto algo: es la indiferenciaciónmisma. Lo que esencialmente dijo Perón delperonismo es que era un movimiento ni secta-rio ni excluyente. Un movimiento no es un par-tido. Un movimiento es una totalidad. Un par-tido es una particularidad en un régimen repu-blicano-democrático de particularidades que seexpresan por medio de las instituciones.(Observen qué bien conozco el verso republi-cano. ¡Qué bien les vendría si me pusiera enventa! Sin embargo, soy un adversario que aveces cultiva las buenas maneras. El conoci-miento profundo que tengo de su ideología ysu historia me ha permitido saber que son casiinvencibles y que nuestra tarea será, al menos,la de molestarlos. El mundo es irredimibleporque es de ellos y nosotros sólo podremosconseguir tornarlo algo menos brutal.) La ideade movimiento en tanto totalidad permite laausencia de la exclusión. Una totalidad noexcluye nada, incluye todo. Al entrar en latotalidad, lo que se incluye no pierde el senti-do que tenía en tanto particularidad, peroahora lo tiene como particularidad dentro deuna totalidad que la redefine constantemente.Cada una de las particularidades se relacionacon las otras por mediación de la totalidad. Yla totalidad, que totaliza a todas, es siempremás que la mera suma de sus particularidades.Pero en el Movimiento Peronista hay una reto-talización que está afuera de la totalidad. Estaretotalización o totalización totalizadora es laque hace el líder del Movimiento. El que endefinitiva totaliza es Perón. Los 15.000 kilóme-tros de distancia que su liderazgo mantuvo conel terreno de las operaciones permitió esta tota-lización totalizadora o totalización de la totali-zación (en tanto el líder totaliza a esa totalidad

que es el Movimiento) que dio a Perón el con-trol total del Movimiento. La distancia le evitóel desgaste de la historicidad. La imagen dePerón le estaba sustraída al país. Apareció porprimera vez en los kioscos de revistas cuando sepermitió exhibir un ejemplar de la revista “LasBases”. Recuerdo la sorpresa de muchos: “¡Quéviejo que está!” Otros descubrían sus manchasy sus marcas de viruela. Perón empezaba a his-torizarse. Levemente. Pero tenía ahora ciertocompromiso con lo real. No lo tuvo hastaEzeiza. Desde lejos, desde los 15.000 kilóme-tros, podía ejercer en plenitud su teoría de laconducción de lo heterogéneo o del desorden.

Volvamos a la pregunta de Solanas y Getino:¿Qué es lo que define hoy a una persona comoperonista? La respuesta de Perón es formidable.Si alguien quiere entender qué es el peronismoo por qué el peronismo ha sido y es así, presteatención: “En eso (dice Perón) no hay queextremar la cosa, el Movimiento Peronistajamás ha sido ni excluyente ni sectario. Nues-tro Movimiento, por ser de una tercera posi-ción, es un movimiento de gran amplitud, ésees el peronismo”. La lógica de la frase es deuna inexactitud fenomenal. Porque sucedetodo lo contrario. A ver, con permiso, general,veamos: el peronismo expresaba una terceraposición porque estaba opuesto a los dos impe-rialismos dominantes. No formaba parte delimperialismo soviético. No formaba parte delimperialismo yanqui. Lo que queda, en lugarde ser de una gran amplitud, es simplementelo que los dos imperialismos han dejado comoresto. Somos la tercera posición porque nosomos ni la primera ni la segunda. Al ser la pri-mera y la segunda los dos grandes imperialis-mos... ¿qué es lo que queda? No parecierapoder ser mucho. Queda lo que los dos impe-rialismos no se han preocupado por conquis-tar. Pero esto no amedrenta a Perón. Sigue congran empuje: “Ahora, dentro de la acción polí-tica que se desarrolla todos los días, vemosmucha gente que proviene de otros sectorespolíticos, que pueden ser del comunismo opueden ser del conservadurismo. Porque detodo hay en la huerta del señor. Por aquí hanpasado las más diversas tendencias, yo a todasles digo exactamente lo mismo: vean señores,cuando nosotros formamos el justicialismovinieron hombres conservadores como el doc-tor Remorino (era secretario de Julito Roca, asíque imagínese, el riñón de la oligarquía) y fueun gran peronista, un buen servidor y un granperonista. Del otro lado vinieron sectoressocialistas, como Bramuglia, como Borlenghi,como, en fin, un montón. Y también delcomunismo y todos esos hombres han demos-trado a lo largo de estos añosa que han sidobuenos peronistas (...) En este sentido, elMovimiento Justicialista, para ser realmentejusticialista, debe admitir que todos los hom-bres pueden ser buenos, y que todos puedentener razón, e incorporarlos a servir al Movi-miento”. Luego desliza esas frases regocijantesde Viejo Vizcacha que eran parte de su encan-to, de la seducción que sabía ejercer sobre laspersonas: “El bruto es siempre peor que elmalo, porque el malo suele tener remedio, elbruto no. He visto malos que se han vueltobuenos; jamás un bruto que se haya vueltointeligente”. Poco más adelante dice algo muyclaro: “Las pasiones y los intereses individualesson los que desvían y deforman la actuaciónperonista”. La pasión individual no se integracomo particularidad dentro de la estructuratotalizadora del Movimiento. La pasión indivi-dual lleva a querer imponer la propia particula-ridad como verdad del Movimiento. Una solaparticularidad quiere totalizar. Al querer totali-zar se propone hegemonizar a las otras, domi-narlas. Imponerles su propia concepción comoconcepción totalizadora del Movimiento. Saledel juego de las partes entre sí y de las partescon el todo. Su parte, sometiendo a las otras,quiere ser el todo. Al serlo, se enfrentará a lainstancia totalizadora final o a la totalizacióntotalizadora que es la que realiza el líder, yaque todas las totalizaciones remiten a la totali-zación final del líder, que para eso lo es. Deaquí que las “pasiones y los intereses individua-

les” sean la subversión misma del todo movi-mientista. Esto fue lo que intentaron los Mon-toneros. Cuando una parcialidad quiere ejercerla totalización le está discutiendo al líder nadamenos que la conducción del Movimiento.Conducción/ conducción/ Montoneros y Perón.Para colmo, las imposiciones de la “rima” lle-vaban a anteponer el nombre de Montonerosal de Perón. Un agravio.

FIRMENICH Y GALIMBERTIMEAN A PERÓN

Pero esto que ha dicho Perón es el estilo deconducción peronista. El conductor estratégi-co establece las grandes líneas tácticas. No semete en la conducción táctica a menos que seanecesario. Por ejemplo: cuando se forman dosbandos peronistas. Pero el peronismo, al serun Movimiento, al aceptar la más ampliadiversidad por tener un líder que, en última ins-tancia, podrá decidir en bien del conjunto,puede (y hasta debe para ser lo que es) integrartodo tipo de personajes. Muchos durante estosdías se desgarran las vestiduras por la incorpo-ración del carapintada Aldo Rico al Frente dela Victoria. Me han dicho que Kirchner sereunió con los intelectuales de Carta Abiertapara explicar la decisión. No es necesario.¿Qué hizo? Hizo peronismo. En 2003 (hacesiglos) yo le decía a Kirchner que no se defi-niera como peronista, que no tomara la jefatu-ra del partido, que creara algo nuevo, un par-tido de centroizquierda. No lo hizo, y posible-mente no haya podido. Hizo política impeca-blemente peronista. Se quedó con el aparato,con la presidencia del partido y ahora lo tienea Aldo Rico. ¿Justificarse? Puede recurrir acien ejemplos de Perón. Para neutralizar aRico pondrá a otro. Perón se reía de estascosas. Durante su primer regreso ofrece unaconferencia de prensa por televisión. Memora-ble. Un periodista le pregunta: “El generalLanusse dice que reza el Padrenuestro todaslas noches. ¿Y usted?” Perón lo mira de unmodo inolvidable, como si le preguntara: “¿Adónde me querés llevar, boludo?” Y le contes-ta: “¡Sí! ¿Por qué no?” Por qué no. Total, ¿dequé merda sirve rezar el Padrenuestro? Esoque lo haga el chupacirios de Lanusse. Luego,otro periodista le pregunta: “¿Qué opinión lemerece John William Cooke?” Perón: “Era uneminente argentino”. Había un par de pero-nistas de izquierda conmigo: “¡Bien!”, excla-maron. En seguida: “Algunos dicen que eramuy izquierdista. Pero tuvimos otros que eranmuy derechistas, como el doctor Remorino”.“Otra vez nos cagó”, dicen los pibes de laJotapé. Pero la hora de las definiciones tajan-tes llegará para el líder. Lo veremos elegir yelegir con saña, gente de lo peor, asesinos pro-fesionales. Todavía falta. Será cuando esaparte que se niega a ser parte y quiere ser todo(los Montoneros) le discuta la conducción. Laactitud de Perón no será la del Padre eterno.La de los Montoneros no le irá a la zaga enagresividad. Seguramente tuvieron una altaresponsabilidad en el pronto desgaste de lasalud del líder. De modo que nos atreveremosa una reformulación de ese chiste que conta-mos: que Firmenich y Quieto están enterra-dos, aparece Perón y mea sobre sus tumbas. Seva. Al rato, desde las tumbas se oye: “Che,Quieto”. “Qué.” “¿No te dije que el Viejo nonos iba a cagar?” El escenario es ahora otro.Perón es el que yace bajo tierra. Vienen Fir-menich y Galimberti y le recontramean latumba. Al tener próstatas jóvenes –y no lapróstata ya averiada del Viejo– los orines sur-gen con mayor intensidad. Después se van.Un momento de quietud. Silencio. Luego seoye la voz de Perón: “Siempre supe que losMontoneros no me iban a cagar”. La posibili-dad de los dos chistes marca el sentido profun-do de la tragedia. Uno de los temas que másvamos a tratar a partir de los sucesos de Ezeizaes el de la verdad. ¿Quién tenía la verdad?¿Dónde estaba la verdad? Y por último: ¿qué esla verdad?

Colaboración especial:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 4 de enero de 2009

PROXIMO DOMINGO

Trelew, la prefiguración de lo por venir

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Hacia el primer regreso de Perón58

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EL JUEGO DE MASCARAS

Hemos dicho que Fanon y Perón no teníansimilitudes, no había casi nada que losligara. Para la militancia de los ’70 eraindudable que sí: Perón era un líder delTercer Mundo. Perón, además, se había

puesto esa máscara. Una de las posibles lecturas de larelación entre Perón y la Jotapé es la de un juego en unbaile de máscaras. Yo me pongo la máscara que vos que-rés de mí. Sabemos que usted, general, nos quiere pero-nistas: aquí estamos, cantamos la marcha, vengamos aValle, matamos a Aramburu, hablamos todo el tiempodel pueblo peronista y decimos vivas por usted y juramosmorir por usted, como corresponde a buenos peronistas.Ya que así está establecido: no hay nada más peronistaque prometer dar la vida por usted, el conductor estraté-gico. Usamos su lenguaje: táctica, estrategia, cuadrosauxiliares de conducción, cuadros medios, bastón demariscal en la mochila de cada combatiente. Leemos aClausewitz. Somos –ahora crecidos y militantes– losniños privilegiados de su patria de la felicidad. Somos losautores de esa formidable pintada: “General, sus privile-giados de ayer somos sus combatientes de hoy”. Somosesos pibes de los que usted dijo: “La primera elección laganamos con los hombres, la segunda con las mujeres,cuando voten los pibes ¡pobre de ellos!” Amamos al pue-blo, vamos a las villas, pintamos las casas de chapa, alfa-betizamos, organizamos a los que no tienen cómo hacerloporque no tienen trabajo, compañeros. Militamos en losbarrios, nos peleamos con nuestros viejos, con frecuenciales ganamos y los hacemos peronistas (a ellos, que siem-pre nos hablaron pestes de usted y nos convirtieron, muya su pesar, por pura torpeza nomás, al culto maldito deadorarlo, de quererlo aquí, en la patria, para que les arrui-ne la fiesta a todos), polemizamos con la izquierda gorila,les robamos las bases a los comunistas, a esos bolches dela Fede que ven, desesperados, que se les rajan todos losmilitantes y se vienen con nosotros, porque, su imbatibleglamour de maldito, se nos pega, nos adorna, nos vuelvefascinantes.

Yo, muchachos, sé que ustedes me necesitan combati-vo y tercermundista. Yo los necesito y no los voy a per-der. Porque los sindicalistas tienen demasiados intereses yson parte de cualquier gobierno. Son burócratas, traido-res. Ustedes están llenos de ideales. Quieren usarme,claro. Los comprendo. Yo también a ustedes. ¿Cómo mequieren? Lo sé: duro y combativo. Bien, entonces digoque con el Che se fue el mejor de los nuestros y les entre-go las consignas de una “nueva etapa” que elaboré paraustedes. Tengo que darles manija y sé cómo hacerlo. Aver, qué les parece: Actualización Doctrinaria, Trasvasa-miento Generacional y Socialismo Nacional. Somos unMovimiento de Liberación Nacional del Tercer Mundo.Estamos contra los dos imperialismos: el yanki y el ruso.Estamos por la liberación nacional de la patria. Ustedesagreguen, también, “social”. Ustedes se ponen esa másca-ra para mí. Yo me pongo esta para ustedes. Todo va a irbien. Sospecho que en algún momento nos vamos a tenerque sacar las máscaras. Ahí quizás ustedes revelen lo queson: unos marxistas hijos de puta que quieren usarmepara implantar en la patria algo que nada tiene que vercon el peronismo. Ahí me saco yo la máscara. Se van asorprender, muchachos. Yo de gil no tengo nada. Sé quepiensan que estoy viejo. Que me voy a morir antes depoder sacarme la máscara que me puse para ustedes yque, entonces, me van a heredar. Son riesgos que hay quecorrer. Se lo digo a los míos. Sin los muchachos no volve-mos. Hay que darles lo que necesitan. ¿Necesitan estamáscara? La van a tener. ¿Y si te morís con esa máscarapuesta? Suele preguntarme Isabelita, que, lo sé bien, sólosabe decir lo que López le ha dicho antes. Entonces merío: ahí se van a tener que joder ustedes y los milicos. Nopuedo cambiar de máscara antes de estar en suelo argen-tino. Y los que me van a devolver a la patria son losmuchachos. A joderse y a correr el riesgo. Y para redon-dearlo les digo esa frase que tanto me gusta: “No hay quecambiar de caballo en medio del río”.

¿QUE ES EL “PUEBLO PERONISTA”?Fanon era un militante de la causa tercermundista y un

gran teórico. Pero está la cuestión de la violencia. Siempreaparece en estos análisis la cuestión de la violencia. Y hayque remitir este tema al pueblo peronista. Todo lo que sehacía fundaba su legitimidad en esa esencia. Toda la mili-tancia actuaba en nombre del pueblo peronista o por elpueblo peronista. Toda la lucha era una lucha de libera-ción por la clase obrera cuya identidad política era elperonismo. Se dibujó entonces un perfil del pueblo pero-nista que respondiera a los ánimos revolucionarios de laépoca. Se decía que el pueblo peronista era combativoporque ahí estaba, a la mano, el ejemplo de la Resistencia.

También luego se daba un salto al Cordobazo. Esa erala prueba: el pueblo de la lucha del Frigorífico Lisan-dro de la Torre, el pueblo del Cordobazo. Y se puedenañadir otros momentos de exaltación revolucionaria.O que abonaban esa hipótesis: que el pueblo de Perónera revolucionario. Bien, hemos llegado, no casual-mente, a una frase importante: el pueblo de Perón. Elque diga que el pueblo peronista no era el pueblo dePerón no entiende nada, no vivió la época, no conocióa los obreros peronistas o a los trabajadores peronistasrurales. Eran peronistas de Perón. Voy a decir algoterrible para algunos. Pero aquí hay que jugarse afondo en busca de la verdad. Que nunca va a ser una.Pero al menos que nadie se ahorre –a esta altura de lostiempos– el trabajo de buscarla hasta donde ya estéseguro de su ausencia. El pueblo peronista está máscerca de la interpretación que de él dieron artistas comoDaniel Santoro o Leonardo Favio que de la creada por laizquierda peronista, la Tendencia, la Jotapé de las Regio-nales o, directamente, los Montoneros. A mí Favionunca me cayó bien. Y si asegura dar por fin su defini-tiva versión del “palco de Ezeiza” sería deseable (poresa lucha necesaria en favor de cierta posible verdadhistórica) que lo haga cuanto antes. Pero Favio –en los’70– era un personaje que me era difícil entender. Nome importaba mucho porque era un “famoso”. O eraun “actor”. O un “cantante”. O un “director de cine”.A mí me agradaba –a mediados de los ’60– escucharlocantar Fuiste mía un verano. O una que refería a lospantalones cortos y esa rueda que llevábamos con unalambre y la hacíamos girar hasta hartarnos. ¡No tení-amos juegos nosotros! Otra que videogames. La figuri-ta, los barriletes, los autitos con plastilina. La jodaloca. Bué, algo de esto decía la canción de Favio. Paramí, era un huevón más del “mundo del espectáculo”.(Ahora el “mundo del espectáculo” reina y los huevo-nes somos nosotros. La “revolución” fue a parar amanos de Tinelli. Perdón por la franqueza.) Nuncame creí que fuera un genio o un gran director. (Enfin, ya escribí sobre esto: ver Retrato del artista primiti-vo en Escritos imprudentes II.) Cierto día, ya cerca del’73, lo veo aparecer en un programa de TV junto aPalito Ortega, que de peronista nada, nada. Palito eraPalito y punto. Hubo un huevón del “espectáculo”que buscó acercarse al calor peronista de los tiempos yno fue Palito, sino Donald. No Donald el Pato. Sinoun cantante que se llamaba Donald. No era un nom-bre para la época. Y el joven no había leído el libro deAriel Dorfman y su amigo francés, eso se notaba.También había un miembro de El Club del Clan quellevaba por nombre Johnny Tedesco. Fue aniquiladopor Palito y sobre todo por el gran artista de grantalento que dio ese grupo: Chico Novarro. (SaludChico: gloria eterna a tus obras maestras Algo contigo yCuenta conmigo y muchas otras, ¡hasta El orangután esinmortal!) Pero cierto día llegó la guerra de Malvinas yJohnny, el Tedesco, vio la posibilidad de retornar aprimer plano. ¿Luchábamos contra los ingleses? Bravo:él le daría a la patria un ejemplo de entrega, de fervor.Sacó (o aceptaron sacarle) en los diarios un sueltitoque decía: “A partir de ahora el cantante Johnny Tedescocomunica a sus compatriotas que ha decidido llamarseJuan Tedesco”. La Thatcher casi frena a los gurkas. Regre-so a Donald. Era célebre por una canción bastante pelo-tuda que, por consiguiente, todo el mundo cantaba: “Lasolas y el viento y el frío del mar”. Pero, entre frase y frase,había que decir: “¡Sucundum, sucundum!” La gilada dela época –si uno no hacía alguna piolada que le proponí-an– te decía: “A vos te falta sucundum, flaco”. En las his-torietas de Isidoro Cañones era posible verlo al insoporta-ble garca de Dante Quinterno bailando la tonadita deDonald y diciendo “Sucundum, sucundum”. Donald, sinembargo, acepta incorporarse a los nuevos tiempos pero-nistas y se une a Hugo del Carril. El gran Hugo, que ter-minó bien pobre, andaría detrás de algunos mangos yacepta grabar con el opa nuevaolero (que hasta flequillogastaba) un tema que se llama: Compañeros. Y –muy ins-piradamente– dice: “Compañeros, compañeros, compa-ñeros, siempre fuimos compañeros, compañeros, compa-ñeros”. Girri, Perlongher, Pizarnik y Gelman abandonanla poesía. (No quiero lastimar a quien no lo merezca: deEl Club del Clan salió también Raúl Lavié, un notablecantante de tangos.) Vuelvo a Palito. No, a Favio. De ahívenía. Cierta vez lo veo en un programa de TV. Sería(¿cuál podría ser?) el de Mirtha Legrand. (¡Sólo lo verda-deramente grande perdura en este país!) O el de “LaChona”. Que era la actriz Haydée Padilla. Hacía Almor-zando con la Chona y su touch de originalidad residía encerrar cada bloque diciendo “un provechito y volvemos”.¿Qué tiempos ingenuos, no? Hoy habría que hacerAlmorzando con la Negra Vernacci. La Negra diría: “Voy a

vomitar toda la mierda que me tuve que comer en esteprimer bloque y vuelvo”. Así, con ese talento que –si demujeres hablamos– uno sólo encuentra en una GriseldaGambaro o esa gracia, esa exquisitez que entrega NaomiWatts en cada película que hace. Bien, supongamos queera el programa de Mirtha. Ahí los veo a Palito y Favio.Se los presentaba un poco como antagonistas. Favio eramuy peroncho y Palito, qué sé yo, otra cosa. Pero Favio–ante mi genuina estupefacción, dejándome aturdido yhasta algo turulato– se larga a hablar en un idioma queyo desconocía o creía ya parte del pasado. Dice: “Porfavor, Palito y yo no tenemos diferencias. Somos gente depaz. ¿A quién hacemos mal tocando, él y yo, la guitarrachanga, changa, changa, changa?” Changa changa era elsonido de la guitarra. Favio decía changa changa y se ras-caba, más menos, la panza como si tocara ese instrumen-to. Y siguió: “Yo soy peronista y él no, pero los dossomos argentinos. Y el general Perón viene para unir a losargentinos. Para que el pueblo vuelva a ser feliz. Para quetenga trabajo, comida, educación. El general vuelve parala felicidad de la patria. El general vuelve para que losargentinos nos demos un gran abrazo de amor. Eso es loque quiere el pueblo. Y el general lo sabe”. Bien, aquíquería llegar: Favio tenía más razón que nosotros. A mí, enese momento, su discurso me pareció pura melaza fascis-toide. Negaba la lucha de clases. Ni hablaba de la luchadel pueblo por la toma del poder. Ni hablaba del poder.Sólo hablaba de la felicidad, de la unión de los argentinosy de todo lo que recuperaría el pueblo de Perón con elretorno de su líder. Eso eran –para Leonardo Favio– “lascasas peronistas”. Eran lugares de gente de trabajo y de

paz. Eran esos lugares en que –como diría impecablemen-te Lorenzo Miguel– los peronistas, definiendo qué eraserlo, comían tallarines los domingos con la vieja. Casas degente que no pasaba apuros. Que tenía una vivienda digna(la casa de la vieja o la casa de la familia o la nueva casa delhijo o la hija que se casan y traen al mundo un nuevogronchito peronista, como genuinos gronchitos eran Pali-to y Favio, algo que nadie puede negar: lo eran, no eranblanquitos del Nacional Buenos Aires, ni judíos marxistas)un trabajo digno, unas vacaciones dignas y un líder al queamaba. Esas casas no eran “fortines montoneros”. Una con-signa como “Sánchez, Salustro, al pueblo le da gusto”habría irritado a Favio. ¿Cómo al pueblo le iba a gustar laviolencia, la muerte de un trabajador (aunque fuera jerár-quico) y de un militar (que Perón lo era)? En esas casasperonistas de Favio –que eran, insisto, casas de gente detrabajo y de paz y no fortines de guerra– es donde hay queubicar la otra gran frase de este tipo de peronismo. La que–como ya dijimos– dijo Lorenzo Miguel: “Ser peronista escomer tallarines los domingos con la vieja”. Favio jamás seacercó a la Jotapé. Siempre tuvo claro su peronismo. Creoque sabía más de Perón que todos nosotros juntos. Sóloeso: lo conocía. Después veremos dónde lo ubicó su inter-pretación. Porque, aunque basada en un conocimientoprimario de las bases y de Perón, no era al cabo más queotra –o la primitiva, la más elemental, silvestre– interpre-tación de un movimiento que había cambiado como todocambia con los tiempos. Desde este punto de vista, escorrecto que Firmenich reivindique a la Tendencia comolegítima hija de Perón. “Le guste o no, somos sus hijos”,dijo varias veces. Pero no sólo de Perón eran hijos. No

sólo de él herederos. Eran herederos de Perón y deErnesto Guevara. Quiero decir: no exactamente Firme-nich, que era “catolicuchi”, sino la enorme masa de losmilitantes de izquierda que vieron en el peronismo elmás que posible giro a la izquierda de un movimientonacional y popular que llevaba ya –contando desde el’45– 25 años de existencia. Si 25 años atrás se habíapodido tanto, ahora había que avanzar al calor de losnuevos tiempos. Al calor del Che, de Fanon, de Viet-nam, de Ho Chi Minh, de Giap, de Cooke, etc. Eracorrecto. Pero había algo que no pertenecía a la tempora-lidad en que la izquierda peronista se incluía. Y atención,esto es complejo. Alguna vez escuché que el Comandan-te Guevara había fracasado porque no había leído a Alt-husser. En fin, una exageración. Pero nosotros debimospensar en Althusser. Al menos quienes lo habíamosleído. Igual era poco lo que habríamos podido conseguir.¿Qué nos ofrecía Althusser? Algo importante: no hay unatemporalidad lineal. No hay una historia lineal. Este fueuno de los grandes errores de la militancia en los ’60 ylos ’70. La Historia no cambia toda al mismo tiempo.Hay temporalidades diferenciadas. Eso que está en lasTesis de Filosofía de la Historia de Walter Benjamin. Alt-husser habla de la diferente temporalidad de las esferasde una estructura. Michel Foucault –en un trabajo genialsobre Nietzsche y la genealogía y la historia– destruye lainterpretación, propia del marxismo, sobre una historialineal, que progresa linealmente. Gran parte de su traba-jo está dedicado a esto. Sartre –pese a que la Crítica de larazón dialéctica es la negación de la tesis de la linealidadnecesaria– cae en ella en el Prólogo a Fanon y fue esetexto el que seguimos. Por decirlo concretamente: laclase trabajadora peronista pertenecía a otra temporali-dad ideológica que las clases medias nacionalizadas,socialistas. Si hacemos eso que Althusser llamaba cortesincrónico, podríamos decir que la radicalización de lossectores medios (y su expresión armada) se insertaba enuna distinta línea temporal que la de la clase trabajadoraperonista. Creo que esta clase no fue más allá –enmuchas cuestiones organizativas, modalidades de luchay, sobre todo, en la aceptación de la violencia– de lahuelga del Lisandro de la Torre. El Cordobazo fue muyescasamente obra de la clase trabajadora peronista y sí delos sectores del sindicalismo de clase cordobés más lamilitancia de los estudiantes. Ni Tosco ni Salamancaeran peronistas. Rucci (“argentino y peronista”) obscena-mente insultaba a Tosco con los insultos del más crudomacartismo: “Zurdo, comunista, marxista, trosco”. ARucci elige Perón. Rucci estaba en la misma esfera tem-poral de la clase trabajadora peronista. Fueron muchosde estos trabajadores los que gritaron a los Montonerosque abandonaban la Plaza el 1º de mayo del ’74:“¡Vayansé, zurdos de mierda!” En suma, no todo cambiaal mismo tiempo. La radicalización política de los sectoresmedios no se correspondió con una radicalización de la claseobrera peronista. Cuando la clase obrera se radicalizóPerón había muerto, gobernaban Isabel, López Rega yla Triple A. Fue la clase obrera de Villa Constitución.Esa clase obrera fue aplastada por los metalúrgicos deLorenzo Miguel y todo el aparato criminal del Estadoterrorista de Isabel Perón. Era la nueva clase obrera quesurgía después de la muerte de Perón. No pensaba en lacomunidad organizada, pensaba, combativamente, endefender su autonomía (sin unirse a ningún otro sectorsocial en ningún otro frente “nacional antiimperialis-ta”). Ahí, lo vieron todos, estaba el peligro verdadero.Estudiaremos (ocurrió en marzo de 1975) esa historiacuidadosamente porque, en lo conceptual, su impor-tancia es decisiva. Es cierto que la quiere copar el ERP.Pero es una huelga. Una huelga –lo hemos dicho sobra-das veces– no es una operación miliciana, no requieregrupos armados minoritarios. Requiere bases, organiza-ción y dirigentes honestos y combativos. Algunos diránque se pueden complementar. Que la guerrilla puede“ayudar” a la huelga. Falso de toda falsedad. ¿En quépuede ayudar la guerrilla a un obrero que subvierte elsistema no acudiendo al trabajo? ¿Hay acaso una herra-mienta más subversiva que suspender la producción?Los fierreros no lo van a entender nunca. En un cursoque dicté en 2007 aparecieron algunos diciendo que sila guerrilla ponía algunos caños podía colaborar con loshuelguistas. Sí, sólo a que se declare ilegal la huelga porapelar a la violencia. Que se llame al Ejército ante unestado de guerra. ¿Cuándo van a entender algunos ota-rios algo de filosofía política? Piensan con los fierros enla cabeza. Villa Constitución es una huelga de la claseobrera no peronista, revolucionaria. La primera huelgacon Perón muerto. No necesita más que eso. Se perjudi-ca más al capitalismo paralizando la producción quecometiendo la cruelmente inútil imbecilidad de matarpolicías. Y si esto no se entiende no se entiende nada.

EL REGRESO DE LA PATRIA DEL “PULQUI”

Volvemos al punto en que estábamos. Dijimos: Laradicalización política de los sectores medios no se correspon-dió con una radicalización de la clase obrera peronista. Enese curso agitado y numeroso que –como dije– dicté en2007 sobre Qué es el peronismo todos los que rompían (yaimaginan qué) levantando la mano a cada rato para dar suimprescindible opinión sobre cualquier cosa, lo hacíanbajo el pretexto, al parecer inapelable, de: “Yo estaba ahí”.A uno le dije: “¿Y dónde creés que estaba yo? ¿En el livingde mi casa?” Significa que hay hechos históricos sustancialesen la historia trágica de estos años en los que todos, losque estamos vivos todavía, estuvimos. Entonces, ¿noescucharon a los obreros peronistas gritarles a los Monto-neros “zurdos de mierda, troscos, infiltrados”, etc.? Porsupuesto. Esto es así. Tan cierto como que la plaza noquedó vacía. Ni siquiera la mitad se fue. Se fue un tercio,que no es poco. Pero no es lo que se pretende. O sea“Aserrín, aserrán, es el pueblo que se va” las pelotas. Alpueblo lo tenía Perón. Y el pueblo quería, como siempre,carnaval y no “asamblea popular”. ¿O no habíamos escu-chado a Hugo del Carril cantar la versión peronista delDía del Trabajo? Jornada de protesta, no. Ni mártires deChicago ni ninguna de esas cosas siempre lloronas ymacabras de los “zurdos”. Fiesta del peronismo. Fiesta delos trabajadores. Festejo por tener trabajo, casa, aguinal-do, vacaciones, festejo por haber llegado al 53% de parti-cipación en el producto bruto, cosa que se veía en la inva-sión proletaria a Gath y Chaves, en los veraneos, en lascomidas de los domingos, en la alegría del fútbol, en loscarnavales. Hugo del Carril lo decía claro: “Esta es la fies-ta del trabajo/ unidos por el amor de Dios”. La clase tra-bajadora peronista había permanecido peronista. Era loque decía Favio. Es lo que Daniel Santoro pinta. Santorotiene rasgos de crueldad en esas imágenes de Evitacomiéndose las tripas del Che. No las entiendo. En ver-dad, entiendo poco. Acepto más de lo que entiendo. Esun gran artista y el film sobre el “Pulqui” es conmovedor.Y sí: ahí está. El regreso de la patria del “Pulqui”, eso quiereel verdadero peronista. (El “Pulqui” era el avión del primerperonismo.) Con dolor, con rabia, frustrados, como sequiera (total: si a algo hemos tenido que acostumbrarnoses a aceptar los desengaños y las derrotas, pero al menoscontemos honestamente nuestra historia), tendremos queadmitir que Favio y Santoro tenían y tienen razón: ése, elde ellos, era el pueblo peronista. Por el contrario, la tem-poralidad revolucionaria, que incluía inevitablemente laviolencia, cabalga en la temporalidad insurreccional de laRevolución Cubana, del cookismo, de la guerrilla vietna-mita. El Ejército seguía en la misma esfera temporal gori-la del ’55: Lanusse. La Marina (como para dejar todobien claro) revive, en Trelew, el terrorismo de Estado dela matanza de José León Suárez. El único que ha cambia-do –¡oh, sorpresas de la historia!– es Aramburu. Pero sóloen busca de una solución pactada que pueda abrir la sali-da conciliadora. Nada de esto lo quiere ver la Jotapé. Setoman dos deserciones (¡solo dos!) como las de Licastro yFernández Valoni a modo de signo de una desbandada enel seno del Ejército. Los curas del Tercer Mundo oblite-ran una adecuada visión de la eternamente reaccionariaIglesia Católica. La clase media estaba harta de los añosde prohibición del peronismo y quería el retorno del líderausente. O sea, la clase media sí, en efecto, estaba de partedel regreso de Perón. Admiraba a los guerrilleros. Lesdecía “los muchachos”. Grupos líderes como “el clan Sti-vel” estaban con Perón. ¡La clase media estaba contra laoligarquía, contra la Sociedad Rural, contra La Prensa,contra La Nación, contra los militares y a favor de laJuventud Peronista! (Nota: Notable, en verdad. Escriboesto en las Navidades de 2008 y sucede todo lo contrario.Faltan los militares. No hay tanques, pero hay tractores. Yun señor –que es un poco frontal, un poco rústico diga-mos– declaró: “No bien volvamos a las rutas no salimosmás”. Bué, no voy a perder el tiempo en esto. Pero esinteresante ver cómo en el esquema golpista de hoy losagraristas –con sus herramientas de trabajo– podríanreemplazar al antiguo poder militar. Ya que han declara-do también que –debido a sus tareas– tienen necesidad deandar siempre armados. En suma, tractores –que algo detanques tienen– y armas. Más una clase media llevada a lamilitancia combativa por un periodismo que –como dije-ra Nicolás Casullo– es “el verdadero partido de la dere-cha”, todo eso sumado ofrece un interesante modelo de“Golpe siglo XXI”. Acaso este país se encuentre más cercade un choque violento de lo que nos animamos a creer.Ojalá me equivoque. Pero no veo demasiada lucidez niresponsabilidad democrática en los cerebros a-neuronalesde los dos carnavalescos dirigentes de la FAA. Ni en elglorioso vicepresidente de las traiciones patrióticas. Ni enninguno de los periodistas cuyo odio les impide pensar.

II III

Page 21: Peronismo Parte 2

El esquema que manejan es simple. ¿Cómo per-mitir que siga adelante un gobierno conducidopor una pareja desde la “intimidad de su alco-ba”? Esto me preguntó un periodista que vienedel alfonsinismo. Un mediocre que me prome-tió un reportaje sobre mi libro de filosofía –elque acaba de salir– y terminó, desde luego, pre-guntándome esa bobería patológica. Le dije:“¿Por qué desde ‘la intimidad de su alcoba’?¿Qué erótico suena eso, no? ¿No lo puedenhaber decidido en el comedor o en la cocina?”Escuché, a través del teléfono (era telefónico elreportaje), las risas de las asistentes del “periodis-ta libre” que hacía las preguntas de sus patrones.Me pareció sugestiva la connotación sexual deubicar la “decisión” en “la intimidad de la alco-ba”. Recordé el texto célebre en que Cané seentrega a la paranoia de proteger a las vírgenesde su clase, inocentes todas, ante el ataque de lachusma ultramarina. Y bueno, es así.)

Sigamos con lo nuestro: sólo los sectoresmedios y el estudiantado se han unido al pero-nismo. Todo el resto del establishment siguedonde estaba. Pero –y he aquí lo esencial– lasclases medias y el estudiantado sueñan con unproceso político perfectamente diferenciado alde la clase obrera peronista. Sucede que losobreros peronistas no se manifiestan. Esperan aPerón y siguen en sus casas, van a sus trabajos ose reúnen en sus sindicatos. Y los sindicatosexhiben una notable cautela. Insistamos: los sin-dicatos no arriesgan. ¿Por qué esa cautela? Lógi-co: no querían arriesgar lo que tenían por unaposibilidad como cualquier otra, eso era paraellos el regreso de Perón. Sólo la CGT de Onga-ro y los sindicatos de la izquierda cordobesapeleaban contra el régimen. Los otros llevabanaños negociando y seguirían así. Ellos podíanvivir con Perón o sin Perón. De aquí la broncaque despierta ese paraguas que agarra Rucci paracubrir a Perón. Lo pone a Perón bajo el paraguasde un movimiento obrero que muy poco habíahecho por su retorno. Se jugó más el anciano curaHernán Benítez por el regreso de Perón y porrecomendarle que no renegara de la guerrillaque los mandamás de los sindicatos. Quienes–una vez de regreso Perón– se arrojan a la luchacontra la militancia juvenil. Con el apoyo francodel líder, que es lo que los autoriza y también losdesboca.

“UNA ACCION DESEADA PORTODOS LOS PERONISTAS”

Pero hay una inmensa pequeña burguesía quevive una temporalidad propia. Una temporalidadrevolucionaria. A esa pequeña burguesía, que esactiva, que es lo que Perón necesita en esta etapade enfrentamiento al régimen, hay que darlemanija. Hay que darle elementos que la entu-siasmen. Hay que darle el Perón que necesita. Enresumen, la situación es la siguiente: lo que seestablece entre Perón y los sectores militantes ycombatientes de la Argentina es un juego al quepodríamos llamar: “Te digo lo que necesitás quete diga”. Buscar inteligir esto a través del dualis-mo verdad/mentira es absurdo. Estamos hablan-do de un período de intensa creatividad política.Muy torpemente, un periodista del alfonsinismo(durante los ’80) sacó una nota llamada Elmalentendido. Era Pablo Giussani. Todos losradicales de esos años la jugaban de grandes pio-las que no se habían tragado las mentiras dePerón. ¿Por qué? Porque ya sus papis les habíanadvertido que era nazi y malo. En cambio, losjóvenes de la izquierda peronista habían perpe-trado un malentendido. Creer que Perón era unrevolucionario. Mario Wainfeld, en Unidos,supo decirlo bien: “Lo que querían decir era quetodos habíamos sido unos boludos”. Hay genteque todavía piensa así. Llevando esto al terrenode los desaparecidos queda claro que habíanmuerto “por boludos”. Así lo decían. Bien, el“enfoque mongui” ya está planteado. Vayamosen busca de algo más serio. Dejamos de lado,como dijimos, el dualismo verdad/mentira. Eljuego era “Te digo lo que necesitás que te diga”.De parte de la militancia juvenil revolucionariahabía otra expresión paralela a ésta: “Decime loque necesito que me digas; si no, no puedojugarme la vida por vos. Y si esperás venir sólopor la lucha de los burócratas de los sindicatos

estás liquidado”. Es posible que los militantes dela UES creyeran ciegamente que Perón era unrevolucionario socialista. Pero los que estaban enla elaboración de las estrategias o el trazado delas líneas ideológicas no se planteaban esto. Perónera un pragmático y habría de ser lo que fueranecesario ser para ganar la batalla. Era entoncesnecesidad de la militancia llevar las cosas a unestado en que Perón no tuviera más remedioque dar cobertura a una situación revolucionariasi quería volver. Esa situación revolucionaria erala que se estaba creando. Perón, a su vez, advertíaque su arma más poderosa era la caudalosa mili-tancia juvenil (hecho único en nuestra historia:nunca se vio un movimiento social y estudiantiltan numeroso, tan desbordante, de jóvenes mili-tando detrás de una misma causa) y las llamadasformaciones especiales, temor obsesivo de los sec-tores “de orden”, algo que debían detener paraque el país pudiera funcionar o corrían el riesgode que ningún empresario extranjero se instalaraen la Argentina, además de la inseguridad de lasclases altas y la policía y hasta los cuadros delEjército, blancos frecuentes de esas formaciones.Perón lo sabía: Si vuelvo, vuelvo montado en estaola. La militancia de la izquierda peronista losabía: O lo traemos nosotros o no lo trae nadie.Creía también: si lo traemos nosotros le vamos aimponer nuestra política. Aquí había una sobre-valoración de la propia lucha y una subvalora-ción del poder del propio líder, por anciano queestuviese.

Perón hizo su trabajo impecablemente. Enagosto de 1972, desde Madrid, envía un Mensa-je a la juventud. Dice: “Yo no sé si es la insensa-tez o la ignorancia lo que enceguece a los queusurparon el poder para no comprender a unajuventud que no quiere ser un simple númeroen los cálculos comerciales de los monopoliosextranjeros. Y es una pena que sea necesario queuna parte de ella comience a decirlo a tiros, perotambién es un aviso serio (...); Esa juventud queha aprendido a morir por sus ideales es lo únicoque puede salvar al país en su futuro preñado deacechanzas y peligros (...). Hagan llegar mirecuerdo y mi homenaje a todos los compañerosque han caído, como a los que han sufrido vejá-menes y torturas físicas y morales en manos dela canalla entronizada” (Perón, Mensaje a lajuventud, en Envido Nº 7, p. 74). Ya en febrerode 1971 había enviado su primera carta a Mon-toneros. Les decía que en nada habían interferi-do sus planes. Esta había sido una versión del“partido militar”: que los Montoneros, al matara Aramburu, habían interferido importantes pla-nes de Perón. Se dejaba traslucir que Perónandaba en algo con Aramburu, versión que,muerto Aramburu, Perón desmiente sin ningúncosto: “Estoy completamente de acuerdo yencomio todo lo actuado. Nada puede ser másfalso que la afirmación que con ello ustedesestropearon mis planes tácticos porque nadapuede haber en la conducción peronista que pudie-ra ser interferido por una acción deseada por todoslos peronistas”. La frase es importante: Unaacción deseada por todos los peronistas. Este deseoperonista de la muerte de Aramburu es lo que for-talecerá siempre la tesis del montonerismo de loscomienzos acerca de visualizar esa acción comoparte de la “justicia popular”. Ese deseo y lasituación de profunda ilegalidad institucionalque ya hemos exhaustivamente analizado. Loverdadero es que la frase de Perón revela el acier-to de Montoneros en la elección de “la muerte”que necesitaban para aparecer ante el puebloperonista como los que venían a cumplir con“una acción deseada por todos los peronistas”. Estafrase de Perón era, para ellos, un respaldo pode-roso. Más adelante, Perón les entrega unos con-sejos a propósito de las Fuerzas Armadas. ¿Eranatinados? Veamos: 1) “La mayoría de los subofi-ciales son nuestros”. 2) 20% de la oficialidad esfavorable al campo popular, 20% no. El resto esindiferente. 3) El 60% restante es también indi-ferente. Es “legalista”, pero su legalidad radicaen “servir al que gana”. Si vamos ganando“podremos contar con ellos”. Pareciera serdemasiado optimista este encuadre de Perónsobre la situación de las FF.AA. ¡Qué lejos esta-ban todos de imaginar al monstruo que en esasentrañas se estaba gestando!

ACTUALIZACIONDOCTRINARIA/TRASVASAMIENTOGENERACIONAL/ SOCIALISMONACIONAL

Pero la verdadera “manija” que Perón les daráa sus muchachos revolucionarios será una opera-ción cuidadosamente planeada y realizada. Es laque lleva a cabo el Grupo Cine Liberación enMadrid entre junio y octubre de 1971. Es elfilm de Octavio Getino y Fernando “Pino”Solanas. El proyecto –según se decía entre losmilitantes– era “ir a sacarle frases duras alViejo”. Veremos qué dijo el Viejo. Qué delica-do, inteligente trabajo de “organización” del tra-bajo hicieron Solanas y Getino, sobre todo pormedio del titulaje de los temas. También algu-nos militantes –que no estaban en contra sinoque decían esto casi admirativamente– pondera-ban ese titulaje porque a veces decía o “lo que elViejo no había dicho” o “le daba una orienta-ción de izquierda a lo que el Viejo decía”. Comofuere, el Viejo se despachó con todo. El film fuevisto masivamente por la militancia y llevó portítulo el famoso que casi todos conocen: Actuali-zación política y doctrinaria para la toma delpoder. Desarrollaba los tres temas centrales quePerón había elaborado para su ala izquierda:Actualización doctrinaria, trasvasamiento genera-cional y socialismo nacional. En el discurso del 21de junio de 1973, al día siguiente de la tragediade Ezeiza, cuando Perón dijo: “Nosotros somosjusticialistas (...) No creo que haya nuevos rótu-los que califiquen a nuestra doctrina y a nuestraideología. Somos lo que las veinte verdadesdicen”, muchos entendieron que a la actualiza-ción doctrinaria se la iban a tener que meter sinhesitación alguna en el más profundo socavónde sus culos revolucionarios, y, si entraban, tam-bién ahí habrían de introducir al trasvasamientoy al socialismo nacional. ¿Pensó en serio Perónque un freno tan brutal habría de ser posible?¿Qué creía, que venía, pegaba cuatro gritos y lasesperanzas, los años de lucha, los muertos, todose iba a tirar por la ventana? “Vean, muchachos,no se los dije porque quería volver. Pero, desocialismo nada, eh. Lo único que puedo ofre-cerles es un proyecto manejado en lo económi-co por la pequeña y la mediana burguesía, en losindical por esa burocracia que no movió undedo para que yo volviera y en la conducciónyo, por supuesto yo, como siempre yo. A eso lepongo el nombre de pacto social. Y llamo a launidad de todos los argentinos. Ustedes espe-ren. Gracias por los servicios prestados.” Peroesto –que vamos a desarrollar hasta el extremode la trágica y sangrienta comedia que fue, por-que sin duda fue el más macabro de los chistes–sería recién en 1973. Entre junio y octubre de1971, Perón ofrece a sus militantes sus mejoresfrases, sus más fervorosas justificaciones de laviolencia. Y esas tres categorías que tan biensonaban: actualización doctrinaria, trasvasa-miento generacional, socialismo nacional. Lasanalizaremos a fondo. Ahora, ¿no hay algo queno pareciera funcionar tan eficazmente en laconducción del “conductor genial”? ¿Era nece-sario ofrecer tanto si se corría el riesgo de luegotener que quitarlo todo? O también: si tanto sehabía ofrecido, ¿qué justificaba sacarlo todo?¿No era una amputación exagerada, impolítica,no había otro camino más moderado, integra-dor, político? Para los fachos cavernícolassedientos de sangre que rodeaban al líder todoera una fiesta. Pero se suponía que Perón era elsabio, el “Padre Eterno”, que sabía conducir eldesorden. Aquí no condujo el desorden. Direc-tamente le cortó la cabeza a una de sus alas. Asíle fue. Así nos fue. Como sea, recordemos: aquíno hay santos ni herejes. Hay una infinita can-tidad de gente que se equivoca porque creetener la verdad. Eso es lo que transforma en tra-gedia al gran relato peronista. Esperando que esatragedia devorara a sus protagonistas estaban loscarniceros, los matarifes. Todo llevaba haciaellos. Todos parecían hacer lo necesario comopara entregarles el país en bandeja a los másgrandes asesinos de su sangrienta historia.

Colaboración especial:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 28 de diciembre de 2008

PROXIMO DOMINGO

Actualización política y doctrinaria para latoma del poder

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

Fanon y Perón, ¿un solo corazón?57

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ORDEN COLONIAL Y ORDENNEOCOLONIAL

La película de Gillo Pontecorvo fue mundial-mente aclamada. Todos salían con la certeza dehaber visto un documental. No, era un film deficción. Con actores, con una asombrosa foto-grafía de Marcello Gatti, con un montaje per-

fecto de Mario Serandrei y Mario Morra, con una produc-ción de Yacef Saadi, que había sido líder del Frente deLiberación Nacional. Es una de las más grandes películasde guerra. En 1966 no podía ya causar demasiados proble-mas en Francia. Esos problemas habían sido patrimonio dela genial película de Kubrick Paths of Glory (traducida conel absurdo título de La patrulla infernal). La peli deKubrick (que tiene guión del gran Jim Thompson) es de1957, en pleno conflicto de Argelia. ¡Hacerle a Francia estapelícula en 1957! Una película en que el alto mando delejército francés es visto como una caterva de cínicos, trepa-dores, cobardes y hasta asesinos. La gloriosa patria de SaintJust y Bonaparte la prohibió durante casi 20 años. El filmde Pontecorvo, no. Aclaremos: los dos fueron acentuandocon los años su enorme prestigio. Hoy son de visión obli-gatoria en todo el mundo para cinéfilos, estudiosos, teóri-cos de la guerra, analistas de la condición humana y su pul-sión de muerte.

La batalla de Argelia conquista su realismo documentalpor las influencias (lúcida, deliberadamente incorporadas)del neorrealismo de Rossellini y las técnicas de edición deEisenstein. Hay un solo actor profesional: Jean Martin, elque interpreta al coronel Mathieu. Vamos al grano: losperiodistas siguen a Mathieu, son franceses, quieren sabercómo va la lucha, si el ejército francés avanza o Argelialogrará su liberación nacional. Mathieu contesta vagamen-te. De pronto pregunta: “¿Qué novedades hay en Francia?”Un periodista le informa (observemos: le informa sólo eso,eso sólo como lo más importante que ha ocurrido en Fran-cia): “Sartre publicó un nuevo artículo”. Mathieu reflexio-na. Luego dice: “¿Por qué los Sartre están siempre en lavereda de enfrente?” El periodista pregunta: “¿Eso quieredecir que lo admira?” Mathieu responde: “No, pero megustaría tenerlo de mi lado”. Eduardo Grüner, que será lar-gamente citado en este capítulo, escribe: “Ser Sartre es estarsiempre en la vereda de enfrente”. Luego Mathieu ofreceuna conferencia de prensa. Sé que he citado este ejemploen otros trabajos o en mis cursos, pero lo cito aquí por unmotivo muy simple: aquí no lo cité nunca. Los periodistasle hacen al coronel preguntas más o menos banales. Depronto, uno, juntando todo su coraje, le dice que “se dice”que se aplican torturas a los detenidos argelinos. Mathieuresponde: “Usted no me tiene que preguntar si nosotrostorturamos. Usted tiene que preguntarse si Francia tieneque quedarse o no en Argelia. Si lo quiere, no me preguntepor los métodos que yo aplico para conseguirlo”.

Un breve párrafo sobre la situación argelina: el Frente deLiberación nacional –a partir de 1954– se arroja sin retro-ceso posible a una confrontación abierta con el colonizadorfrancés. Señalemos lo siguiente: los franceses estaban enArgelia. Un argelino veía un francés y veía un enemigo. Notenía más que mirar el color de su piel o sus ropas parasaber que era un colonizador. todo francés que estuviera enArgelia pertenecía al bando enemigo: el de los colonizadores.Es, sin más, la colonización directa, sin mediación alguna.Los franceses tienen que “llegar” a Argelia. Hay colonosfranceses, desde luego, pero ésa no es su tierra. Es la tierrade los argelinos que ellos están usufructuando para sí.Hacia 1956, para defender y sostener esta situación, Fran-cia necesita tener 400.000 soldados en Argelia. O sea, elejército que hay en Argelia no es argelino, es francés.

La extrema derecha colonialista se expresa por medio delos colonos franceses a los que el ejército apoya. Sus genera-les son tenaces, obstinados y sanguinarios: son Massu (enquien se inspira el Mathieu de La batalla de Argelia), Salany Challe. Hace unos años (en un documental de una cine-asta francesa al que recurriremos en su momento), el gene-ral Salan admitió haber instruido a los militares argentinos.Esta gente funda una organización terrorista (con semejan-zas con la Triple A) a la que llaman OAS (Organization dela Armée Secret). Le ponen una bomba a Sartre, que, sinofuscarse, sigue adelante. El portero de su edificio comen-ta: “Qué raro que le hayan puesto una bomba al señor Sar-tre. Es un hombre de costumbres muy tranquilas”. BenBella, el fundador del Frente de Liberación Nacional, quehabía sido arrestado en 1954, es liberado: Francia exhibe subuena voluntad. Hay un período de movilizaciones popu-lares muy potentes, al margen del FLN. Francia decideretirarse de Argelia. Les ofrece a sus colonos que se quedeno fijen un plazo para retirarse. Sabiamente, los colonos sevan de inmediato. Sin el poderoso ejército de ocupaciónque los protegía con sus tácticas “de inteligencia” se sientenmuy desprotegidos. Argelia alcanza su soberanía en 1962.

Lo que había en Argelia (algo que debió ser advertido

por los que establecían la identidad Argelia = Argentina)era una colonización directa. El colonizador estaba en ellugar de los hechos. El ejército de colonización era el ejér-cito francés, ejército extranjero. Aquí no: era el ejércitoargentino. De aquí que cuando llega la democracia y elEjército debiera apartarse de la escena una de las frasesmás dichas fuera: “El ejército argentino de ocupación esun ejército que no tiene dónde retirarse”. Sí: los francesesse volvieron a Francia. Los militares argentinos debíanadaptarse al nuevo país que hasta hacía poco colonizaban.

A esta altura de los tiempos no hay teórico serio queacepte al colonialismo del siglo XIX como progresivo. Losvalores de la civilización, del progreso fueron la bandera deese colonialismo y también la de las clases altas que losaceptaron. Toda la burguesía de la periferia, de la subal-ternidad (uso este término de Gayatri Spivak) planteó quenada se podría hacer en los países que no pertenecían a lacentralidad del mundo sin ingresar en la teleología impe-rialista de Europa. El esquema era simple: unirse a Europaera unirse al tren de la historia. Implicaría para los paísesneo-coloniales (como el nuestro) un desarrollo tan potenteque habrían de alcanzar o sobrepasar a los países de lacentralidad europea. Esto es lo que Tulio Halperin Don-ghi (a quien nadie puede acusar de revisionista histórico,algo que lo horrorizaría) llama orden neocolonial. Ensuma, lo que aquí se constituyó desde mayo de 1810 enadelante fue un orden neocolonial. Un orden neocolonialno es un orden colonial. De aquí que la traslación mecánicade “Argelia” a “Argentina” resultara abusiva. Escribe Hal-perin Donghi: “Las nuevas funciones de América Latinaen la economía mundial son facilitadas por la adopción depolíticas librecambistas (...) El librecambio (rodeado deprestigio excepcional no sólo porque ofrece a las áreasmetropolitanas, como gustan recordar amargamente losestudiosos de las marginales, un admirable instrumentoideológico de penetración económica en estas últimas,sino también porque promete cumplir dentro de aquéllasuna función de reconciliación social en el marco delorden capitalista) es la fe común de dirigentes políticos ysectores altos locales” (Tulio Halperin Donghi, Historiacontemporánea de América Latina, Alianza, Buenos Aires,1997, p. 223. Halperin Donghi publicó este ensayo porprimera vez en 1967). Este “prestigio excepcional” dellibrecambio (penetración de las áreas metropolitanas enlas marginales) se arropa a sí mismo con valores irrenun-ciables. Roma conquistaba en nombre de su grandeza.Territorio que el gran Imperio ocupaba tenía el orgullo, elhonor de pertenecer a la magnificencia de Roma. Eso eratodo: pertenecer al Imperio era la gloria de todo territorioque el Imperio ocupara. No es así con la expansión colo-nial o neocolonial europea. Donde entra el capital inglés(por medio del librecambio) o la cultura de Franciaentran también una serie de valores. Las “áreas metropoli-tanas” seducen a las “marginales” con los grandes valoresque dicen representar: la Civilización, el Progreso, laCiencia, la Historia, la Cultura y el Hombre que esa cul-tura produce. El hombre que la sostiene. El hombre occi-dental. Occidente es, así, la cultura encargada (por mediode su razón) de incorporar a los valores de su racionalidad(que es, al mismo tiempo, la verdad) a las áreas margina-les. Esta penetración de Occidente fue vista (por los secto-res liberal-capitalistas) como el necesario desarrollo de laHumanidad. Donde entraba Occidente entraba el Hom-bre.

Así, cuando en 1830 Francia entra en Argelia, lo queentra es el Hombre Occidental. La razón iluminista. Larazón europea. El decurso necesario de la Historia. ¿Cómooponerse a eso? Si el general Bougeaud (“el conquistadorde Argelia”, tal es su título) quema vivos a 500 argelinoseso es sólo un costo del Progreso. Era necesario. La histo-ria, dice Hegel, avanza por su lado malo. Avanza dolorosa-mente. Tiene precios que pagar. Esa Argelia reconocería enel futuro que las luces de Francia se encarnaban en el gene-ral Bougeaud y, aunque éste cometiera atrocidades, era unerror considerarlas de ese modo. Eran el modo de abrir elpaís a las nuevas fuerzas de la civilización.

¿CUÁL FUE EL “PROGRESO DELNEOCOLONIALISMO”?

Queremos ver la influencia de Francia en la culturaargentina para mostrar nuestro caso. La Revolución deMayo es hija de la Revolución Francesa. El grupo ilustradoporteño admiraba el rigor, la decisión, la voluntad de losjacobinos, de Robespierre, de Saint Just. Se habían educa-do –secretamente, en Chuquisaca, Moreno– leyendo a losEnciclopedistas. Estaban hartos de España, esa naciónajena a la agresividad del espíritu del capitalismo; admira-ban a Francia y su gran revolución burguesa, a Inglaterra ysu Revolución Industrial. Moreno traduce a Rousseau. Elcontrato social alienta las jornadas de Mayo y los ejércitosque la Junta envía al Interior semejan –según la entusiasta

descripción de José Ingenieros– a los de la RevoluciónFrancesa. A fines de 1810, Vicente López y Planes escribe,no el Himno Nacional, sino lo que sigue: “Gloria al grandeBalcarce; eterna gloria/ a su legión guerrera/ que enrojecióla espada carnicera/ con sangre de rebeldes”. El espíritu delpaís de Descartes y Voltaire lleva a nuestros próceres aderrotar al godismo arcaico, reaccionario y a entrar en lamodernidad, en la peculiar modernidad periférica a la queaccedimos: cambiar la globalización española por la france-sa y la inglesa, las grandes naciones del Progreso. Nunca sedudó de este Progreso. No se dudó en ninguno de los paí-ses de la marginalidad. Alcanzarían todos la grandeza de lospaíses metropolitanos al solo costo de complementarse conellos.

A partir de 1830 Echeverría regresa de París, trae elromanticismo, se consolida la generación romántica, lalibrería de Marcos Sastre, el Salón Literario, la Asociaciónde Mayo. Alberdi escribe el Fragmento Preliminar al Estu-dio del Derecho (1837) y aborda la cuestión del idioma.Estamos en un punto decisivo. La modernidad periféricaargentina se hizo hablando en francés. De esta forma,claro, contundente, Alberdi escribe: “Nuestras simpatíaspor la Francia no son sin causa”. Bien, aquí voy a correr unriesgo: creo que esta frase pudo haberla dicho –agradecien-do las tácticas en contrainsurgencia– el general Díaz Besso-ne. El riesgo –que me resultaría repugnante e imperdona-ble si se realizara– es el de suponer que algo tienen que verel joven y brillante Alberdi del Fragmento... con el citadogeneral. No, lo que rastreamos es otra cosa. Es la presenciade la cultura francesa en nuestra patria, su lado luminoso,sus catacumbas de horror. Nosotros fuimos de Alberdi a

Díaz Bessone porque Francia fue de Descartes a Bigeard yAussaresses. Como Alemania fue de Goethe y Bramhs aHitler. Somos, así, parte de la tragedia de la modernidad.Del sueño monstruoso de la razón. Si nuestra Revolución sehizo bajo las luces de la razón iluminista no veo por quéhabríamos de eludir la dialéctica de esa razón que explicita-ron Adorno y Horkheimer y cuya trama profunda condujode la instrumentalidad en el dominio de la naturaleza (queimpone el Iluminismo) a los campos de exterminio en Ale-mania. Si el racionalismo de Descartes y el iluminismo delos Enciclopedistas desembocan en Auschwitz, ¿por qué nopensar en una dialéctica argentina del Iluminismo que par-tiría del Plan de Operaciones y llevaría a la ESMA? Se tratade una hipótesis de trabajo sobre nuestra historia, nuestracultura, pero no creo que ningún estudioso de la Escuela deFrankfurt, ningún lector atento de Dialéctica del Iluminismola desdeñe. Como sea, si la mayoría de la filosofía europeade los últimos treinta años denuncia a la razón instrumentalcomo la que termina por instalar los campos de exterminio,no sería sorprendente que un país que ha vivido en lo ideo-lógico reflejando los vaivenes del pensamiento europeo hayaseguido un itinerario semejante. El Ejército Argentino del‘76 demostró un alto grado de racionalidad instrumental,de cartesianismo exterminador al “importar” el métodofrancés de contrainsurgencia aplicado en Argelia. Tan fran-ceses nosotros. Tan franceses, siempre, nuestros liberales. Seinspiraron en Francia, no en Alemania. El que leía a Clause-witz y a Colmar von der Goltz era Perón y eran también lossimpatizantes nazis del GOU. Los liberales del ‘76 –herede-ros de la racionalidad iluminista de Moreno y Rivadavia yde toda la cultura de la Francia exquisita, racional, cartesia-

na– pidieron consejo a los generales expertos en torturarargelinos, en masacrar insurgentes. Aquí es imposible sosla-yar un aporte propio, nuestro, esencial a esta maquinariadel horror. La picana eléctrica la inventa el hijo del poetaLeopoldo Lugones y la aplica ferozmente bajo el gobiernodel fascista Uriburu, que duró poco, porque entre nosotrosel fascismo (su terror, sobre todo) se realiza por medio delos liberales oligárquicos, los dueños de la tierra. Pero hayalgo –una oscura relación de causa y efecto– que es cruel-mente insoslayable entre el “poeta nacional” Lugones y suhijo torturador. El padre, en 1924, en Lima, en el Centena-rio de la batalla de Ayacucho, proclama la llegada de “lahora de la espada”. Y su hijo, en los sótanos lúgubres de lascomisarías, en Buenos Aires, inventa la picana eléctrica,“su” espada, el instrumento que él desenvaina cuando supadre reclama la espada de la “última aristocracia”, el Ejér-cito. Esta relación entre padre poeta e hijo torturador, entreespada como símbolo de lucha gloriosa y picana como reali-dad sucia de esa lucha, es una metáfora –ineludible, creo–de la relación entre la racionalidad y el terror.

Vuelvo a Alberdi. Lo habíamos dejado diciendo que“nuestras simpatías con la Francia no son sin causa”. Siguey explica: “Nuestras instituciones democráticas no son sinouna parte de la historia de las ideas francesas. El pensamien-to francés envuelve y penetra toda nuestra vida republica-na”. No es relevante aquí trazar toda la relación entre lossectores dirigentes argentinos y la cultura francesa. Nuestraoligarquía habla en francés. El viaje a París es el viaje a lacentralidad, al origen, al sentido. No, el propósito es otro.La masacre argentina fue salvaje en sus resultados, en sucrueldad. Pero fue racional en su aplicación. Nuestros mili-tares no fueron unas bestias incomprensibles, inhumanas.Trajeron el espíritu francés a esta tierra tal como lo trajoEcheverría, el poeta, a partir de 1830. No trajeron elromanticismo, claro. Sino otra faceta, la que necesitaban en1976. La periodista Marie-Monique Robin le pregunta algeneral López Aufranc, encargado de interpretar y traducira la “realidad nacional” la doctrina francesa: “¿Es cierto quelos Estados Unidos estaban celosos?” “Claro –responde elgeneral–, querían que los franceses se fueran. Veían con malojo el rol de Francia. Pero los americanos no sabían nada deguerra revolucionaria.” Los franceses, sí. De modo que losgenerales argentinos (en la lucha por defender al Occidentecristiano que hegemonizaba Estados Unidos) recurren alviejo, venerable tutor francés. “La Europa nos pondrá elremo en la mano hasta que aprendamos el arte de la navega-ción”, dice Sarmiento en Facundo. Y el libro (el gran librode nuestra literatura) se inicia con una anécdota que inclu-ye, decisiva, una frase en francés. Sarmiento huye a Chileperseguido por la “barbarie federal” y escribe “On ne tuepoint les idées”. Frase que atribuye a Fortoul, que PaulGroussac, un petulante intolerable que dirigía la BibliotecaNacional y era venerado por su irrefutable origen francés,dice que pertenece a Volney –injuriando a Sarmiento comoun bárbaro más– y que los federales no entienden, no sabentraducir, lo que revela su barbarie: no pertenecen al espíritude lo nuevo, al republicanismo que Francia expresa y el paísdebe incorporar. Los generales argentinos entendieron lacuestión incurriendo en la racionalidad instrumental delterror: las ideas se matan porque los hombres son infinita-mente exterminables. Ya no es necesario que la Europa nosponga el remo en la mano, ya aprendimos el arte de la nave-gación. Ahora lo que hace falta es que el general Bigeardnos entregue su picana y nos inicie en el arte de la tortura,del interrogatorio. De eso que –impecablemene– los masa-cradores llaman “el trabajo de inteligencia”. Aquí el análisisestremece. Primero: al trabajo de “información” (absoluta-mente central en la lucha de contrainsurgencia) se le llama“de inteligencia”. Segundo: el trabajo “de inteligencia” radi-ca en el interrogatorio al detenido. Tercero: la metodologíadel interrogatorio es la tortura, siempre.

La Dialéctica del Iluminismo es un libro que Adorno yHorkheimer escriben, exiliados en Santa Monica, EstadosUnidos, entre 1940 y 1944. Demuestran que la filosofía delas luces (a través del dominio técnico de la naturaleza) con-duce a la racionalidad instrumental, a la planificación de loscampos de concentración. El afán por el dominio de lanaturaleza se habría extendido al de los hombres y por fin asu exterminio. En 1940 era inevitable que vieran que unsuceso iniciado en Francia (la “culpa” originaria se retrotraea Descartes) se realiza en Alemania. Pero no necesariamen-te. También se realiza en Argelia. La “razón instrumental”iluminista lleva a la “razón instrumental” de la “inteligen-cia” de los paracaidistas torturadores, a Bigeard, a Aussares-ses. Nosotros, ahí estamos. “El pensamiento francés penetray envuelve toda nuestra vida republicana”, escribía JuanBautista. ¿No hay entonces una dialéctica argentina del Ilu-minismo? ¿No lleva del Contrato Social, traducido porMoreno, a la traducción de Bigeard y Aussaresses por DíazBessone y López Aufranc? La razón instrumental o la racio-nalidad técnica (por decirlo con Heidegger) no se detendrá

ante nada. Heidegger nada ha escrito sobre las operacionespunitivas, sobre las operaciones de exterminio en –porejemplo– nuestro país, pero habría dicho que era así comoactuaba la técnica capitalista. Habría dicho que ése no era elProgreso. Y hasta posiblemente se hubiese interesado máspor los gauchos federales como hombres unidos a la tierraque por los “racionales librecambistas”. Pero Heidegger esel filósofo que dice que el hombre ha olvidado al ser y se haconsagrado a la conquista de los entes y que esta conquistala realiza la razón, la razón del capitalismo en su expresiónmás despiadada y mercantilista. ¿Cuál es el “progreso” quedejó el colonialismo? ¿Cuál el que dejó el “imperialismobueno”? Cualquiera nos acusaría de ser “revisionistas histó-ricos”. No, no nos basamos en esos textos que han quedadotan atrás como los libracos liberaloides de, pongamos,Ricardo Levene o Ricardo Rojas. Adorno, Horkheimer,Heidegger y todo el pensamiento filosófico contemporáneocondenan la expansión colonialista (o, en nuestro caso, neo-colonialista) por su rapiña y por haber debilitado a estospaíses en lugar de conducirlos al progreso. Esto es totalmen-te visible en nuestros días. ¿Quién podría decir en nuestrosdías que Inglaterra jugó un papel “progresivo” o “progresis-ta” en la Argentina? ¿Quién que seguimos el progreso britá-nico como parte del tren de la historia? ¿Quién es todavíaincapaz de ver que los planes de las clases ilustradas de Bue-nos Aires nos dieron un país atrasado, perdedor, marginal,pobre? No hablemos aquí de esa vieja cuestión: si otrocamino hubiera sido posible. No importa. Pero seremos cla-ros (junto con muchos de los mejores y más honestos filóso-fos europeos) en decir no hubo imperialismo “bueno”. No lohubo en ningún lado. Las relaciones entre las metrópolis ylas neocolonias sólo beneficiaron a las metrópolis y conde-naron a un atraso miserable a las neocolonias. Que algunas–hoy– estén emergiendo (como China, como India) causapánico en el Occidente colonialista. Las otras siguen balbu-ceando algunas palabras de autonomía. América latinarecién se arriesga a un tibio populismo agredido brutalmen-te por las clases altas no bien se sienten perjudicadas enalgo.

Incluso es parte de ese neocolonialismo que los francesesde Argelia hayan instruido a los genocidas argentinos entácticas de contrainsurgencia. Es otra vez la razón instru-mental, son las luces de Europa. La cultura de Francia en elPlata. Si Mitre, Sarmiento (que lo conoció) y Roca han dehaber tenido muy presente al general Bougeaud, sin dudaVidela tomó lecciones de los paracaidistas franceses. El yLópez Aufranc y el resto de la gavilla.

GRÜNER ESCRIBE SOBRE EL “PRÓLOGO” DE SARTRE

Siempre es bueno admirar a alguien. Limar a fondo lasenvidias, las competencias, reconocer la calidad, la honesti-dad o el talento cuando uno lo encuentra en otro. Creoque hay –en este momento– en la Argentina algunos inte-lectuales de mérito que están coincidiendo en ciertas cosas.Voy al punto: siempre leo con agrado los textos de Eduar-do Grüner. Salvo algunas referencias a Lacan, algo excesi-vas tal vez, me sería difícil decir en qué discrepo con él.Coincidimos, en cambio, en algo que nos aleja de la cultu-ra académica, de las modas filosóficas, de la omnipresenciade la French Theory. Somos dos bichos raros. Quedanpocos de los nuestros. Creo que somos los últimos sartrea-nos. O, sin duda, ya que acaso no se pueda ser hoy “sartre-ano” como tampoco se pueda ser nada salvo un tipo abier-to a un mundo preapocalíptico, que se resiste a ser abarca-do por “una” filosofía, aunque sea una de lo “múltiple”(que ya estamos hartos de ellas) o una de lo “uno” (queviven en la modalidad del fundamentalismo bélico, nortea-mericano o islámico, occidental o musulmán). Sin embar-go, encuentro en lo que escribe Grüner algo que a mí mepasa: una gran admiración por Sartre. Una lectura apasio-nada de todos sus textos. Una convicción acerca de suactualidad. La “ausencia” de Sartre, la “negación” de Sartregrita su “presencia”. Leí por ahí que Barthes dijo: “Cuandovolvamos a pensar en una moral vamos a volver a pensar enSartre”. Es hora de pensar en una moral. Grüner escribecon fluidez, con claridad, con fuertes convicciones. Tal vezse encuentre menos neuróticamente que yo consagrado aconstruir una obra “oceánica” casi como homenaje almaestro. Porque él lo hizo así, voy a seguirlo. Porquenunca paró de escribir, de opinar, de comprometerse, deapelar a todos los recursos necesarios para expresarse, trata-ré de hacer lo mismo, dentro de mis límites. Pero voy aseguirlo. Digo esto porque voy a transcribir largamente untexto de Grüner. Me hubiera gustado escribirlo. Y hastapodría haberlo hecho. Pero sucede que él ya lo hizo. Y lohizo muy bien y lo comparto por completo. De modo quelo que sigue de aquí en más está escrito por Eduardo Grü-ner. No voy a poner comillas. Es parte de este texto.Empezará a renglón seguido y va a terminar cuando cite lafuente de donde lo tomé. Es así:

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A los que –había unos cuantos, y éste es undebate de “los setenta” no terminado de saldar–no comulgábamos ideológicamente, o nos pare-cía directamente un disparate suicida, con la“política-guerra” de las “formaciones especiales”(por convicciones políticas basadas en la “orga-nización de las masas” y no en las “vanguardiasiluminadas”, o por dejos de un eticismo filosó-fico que nos hacía repugnante el “atentadoindividual”, o por lo que fuere), ya nos habíapreocupado, en el pasado inmediato, cierta lec-tura de un cierto Sartre que hacían ciertos mili-tantes de la izquierda más o menos peronista.Era obvio –aparte de sus innumerables declara-ciones o artículos de coyuntura– el caso ya cita-do del Prólogo a Fanon, que se nos aparecía(...) como un llamado un tanto irreflexivo a lacelebración de la libertad (y más: del pasaje aun nuevo estado de humanidad del colonizado,y en esto Sartre parecía seguir casi literalmentea Fanon) mediante la violencia, incluso la“terrorista”, contra el colonizador. Por supues-to: entendíamos, o creíamos entender, perfecta-mente, porque tratábamos de seguir las ense-ñanzas del maestro respecto de la puesta ensituación, que Sartre hablaba de Argelia –y, porextensión, de todo el Africa colonial–. Es decir:de un territorio ocupado militarmente por unapotencia expoliadora y extranjera, tal como a sumanera lo había estado en su momento Francia–la propia potencia colonial que ahora era laocupante–, y a la que había opuesto la “heroi-ca” Resistencia en la que el propio Sartre (...)había participado. Y ése no era el menor de susargumentos: el cinismo canalla con el que losadalides de la LibEgFrat no sólo condenabancomo victimarios lo que habían glorificadocomo víctimas, sino que utilizaban ellos mis-mos el terror, la tortura, los asesinatos clandes-tinos (solo mucho después, incluso hoy mismo,se “desayunaron” muchos de cuánto tenían quever esos humanitarios franceses con lo queentonces era nuestro próximo, casi inmediato,futuro). Pero además, para colmo, Sartre eratambién, precisamente, francés. Tenía quehablar por las víctimas de su propio país, delpropio Estado del cual él era citoyen, y por lotanto, de alguna involuntaria manera, cómplice.Eso, necesariamente, redoblaba su virulencia, suelocuencia retórica (proverbial, pero potentehasta lo sublime en el prólogo de marras), suestrategia argumentativa en el elogio, incluso elpanegírico, de los resistentes argelinos. Teníapor consiguiente que demostrar, a los gritos sihacía falta, que a los “violentos” del FLN no leshabían dejado otra salida. Cosa, por otra parte,no muy difícilmente demostrable, como sucedecon harta frecuencia en toda guerra de libera-ción colonial. Pero, eso era Argelia. Sin embar-go, aquellos ciertos militantes de los que hablá-bamos hace un momento leían allí –y no sóloapelando a chistes homofónicos facilongos–Argentina. O sea: aun leyendo a Sartre / Fanonen castellano, traducían: la Argentina tambiénera una “colonia” (“Patria sí”, etcétera), y tam-bién estaba “ocupada militarmente” (por elEjército que de “Nacional” sólo tenía el nom-bre), que también había torturado y asesinado(ahí estaban Vallese, Pampillón, Jáuregui, todosellos): para ellos, las referencias comparativas sehabían literalizado por fuera de los sesudos aná-lisis políticos, sociológicos, histórico-culturalesque procuraban detectar con la mayor precisiónposible la diferencia argentina y latinoamerica-na para pergeñar la mejor estrategia de resisten-cia, o incluso de “toma del poder”. Y esa lecturade Sartre –lo decimos así porque estamoshablando de Sartre: era por supuesto algomucho más vasto, de una importancia vital , yno sólo filosófica– nos preocupaba, porque deella no podía desprenderse otra cosa que el FLNy sus tácticas. La política-guerra, y no la guerrapolítica. (Otra viñeta de época: a fines de 1969,a la salida de otra sempiterna proyección tras-nochada de La batalla de Argelia en el Lorraine,me encuentro con un compañero de facultad,militante del entonces FEN –sigla sugestiva-mente cercana a la argelina–, que portaba elinfaltable Fanon prologado por Sartre bajo elbrazo. Entusiasmado una vez más con el film,me espetó: “¿Viste? ¡Esto es lo que hay que

hacer en la Argentina!” No hice mayor esfuerzo,por intuirlo inútil, de convencerlo de otra cosa.Pero pensé: Sonamos. ¿Esto es lo que hay quehacer? ¿En Argentina? ¿En un país que no esformalmente una colonia ocupada por unapotencia extranjera, que no tiene una poblaciónde 90% de campesinado paupérrimo comoArgelia, donde hay –como lo había entonces–un comparativamente alto nivel de industriali-zación, donde hay –como la había entonces–una clase obrera fuertemente sindicalizada, conprofundísimas tradiciones de lucha organizada?¿Qué acaba –como acababa entonces– de hacernada menos que el Cordobazo? Esto puede serel desastre.) Que se entienda bien: no pretendo,retroactivamente, haber acertado desde elvamos. Mucho menos haber tenido la lucidezpremonitoria que tantos, ahora, se autoadjudi-can en su nuevo entusiasmo de arrepentidos:era, simplemente, una posición política (ylamento, en cierto modo, tener que seguir pen-sando que entonces fue la más correcta: la otracostó demasiado). Mucho menos pretendo cul-par a los que pensaban así entonces –puede serque tengan sus culpas, y con toda seguridad susresponsabilidades: yo, hoy, no soy quién paraexigir cuentas–. (Y también había otras manerasde pensar cierto “sartre–fanonismo” –aun sinnombrar explícitamente esos autores, ni seguir-los puntualmente en sus ideas– que pudieranmantener la diferencia: sin internarnos en análi-sis, Rozitchner lo ensayó en, por ejemplo, SerJudío o en Moral Burguesa y Revolución, Fein-mann algo más tarde en, por ejemplo, Filosofíay Nación, y así) Y sin duda que esa lectura noera culpa de Sartre: hay que insistir, él, equivo-cado o no, hablaba de otra “situación”, desdeotro lugar. Se podrá decir: sí, pero él no eracualquiera; tenía la obligación de prever que supalabra podía ser, por ejemplo, abusivamenteuniversalizada. Puede ser. Es muy cierto, nadiepuede controlar los efectos de lo que escribe,pero tampoco tiene el derecho de desentendersecuando lo que escribe produce efectos. Eso eséticamente obvio. Al mismo tiempo, no obstan-te, y recíprocamente, no puede endilgársele alescritor cualquier cosa que uno quiera entenderpor otras razones que las que están allí escritas.Porque –es lo que pienso hoy– ésa era una malalectura (y no en el sentido más inofensivo de la“deslectura creativa” de Harold Bloom) de Sar-tre, incluida la del prólogo a Fanon.

Al prólogo a Fanon puede dársele, no cabeduda, un alcance “universal”: pero está en elmétodo de pensamiento, no en el tema. El“tema”, como siempre en Sartre, está del ladodel universal–singular. Argelia (o Africa, si sequiere extenderlo lo más posible) era allí el com-ponente de la singularidad: servía para hacer lacrítica de una falsa universalidad, la de Europa.Al “universalizar” abstractamente –puesto quetrasladar Argelia a la Argentina, un país tan dife-rente, era hacer eso– lo que Sartre decía de Arge-lia, era traicionarlo sin querer (Eduardo Grüner,Prólogo inédito a El idiota de la familia, de JeanPaul Sartre).

FANON Y PERÓN, ¿UN SOLO CORAZÓN?

En suma, el gran error consistía en trasladarmecánicamente “Argelia” a “Argentina”. Sartrehabía opuesto una singularidad (la del coloniza-do) a una universalidad (la del colonizador euro-peo). Y no se equivocaba: el colonialismo siem-pre presenta sus valores como valores universa-les. Lo que le entrega al colonizado son los valo-res universales de la civilización. Sartre criticabaeste esquema y se ponía del lado de la singulari-dad, del lado del colonizado. Avanzaba más ydecía que, a través de su lucha, el colonizado ibaa crear su propia “universalidad”, ya que el Pró-logo termina diciendo: “Pero eso, como sueledecirse, es otra historia. La historia del hombre.Estoy seguro de que ya se acerca el momento enque nos uniremos a quienes la están haciendo”.O más todavía: que el colonizado –al lucharcontra la falsa universalización del colonizador–no sólo crea su propia autonomía, su propia“universalidad”, sino que lucha por una nuevahistoria, la historia del hombre, y convoca a suscompatriotas franceses a unirse a ella. La histo-

ria, entonces, se escribe en la periferia, se escribeen las luchas de liberación de los pueblos colo-niales. Esta “universalidad” –agregamos noso-tros– debe tener la “particularidad” de no some-ter a ninguna otra “particularidad”. Se trataríade crear una nueva forma de la historia en queunas naciones no colonicen a otras. De la libera-ción de la marginalidad surgiría una historialibre, una historia del hombre. Como vemos, noera demasiado demencial tomar muchos ele-mentos de Sartre/Fanon para el esquema de“lucha antiimperialista” que se proponía en laArgentina y en América latina. Pero Argelia noera Argentina. No era una colonia. Era una neo-colonia. Y todo traspaso mecánico de una situa-ción histórica a otra corre serios riesgos. Grünerlos señala: 1) Argentina no era una colonia ocu-pada por una potencia extranjera; 2) No teníauna población del 90% de campesinado en esta-do de extrema pobreza como Argelia; 3) Argen-tina tenía entonces un alto nivel de industriali-zación comparado con la nulidad que exhibíaArgelia en ese nivel; 4) Argentina tenía una claseobrera fuertemente sindicalizada, con profundí-simas tradiciones de lucha organizada; 5) EnArgentina acababa de hacerse el Cordobazo.Una lucha autónoma de la clase obrera ligada ala industria de automóviles, con conciencia declase, con movilización popular, con sindicatos ylíderes combativos.

Esa lucha de la clase obrera cordobesa entron-caba con el peronismo pero no exactamente consu larga tradición. Lo que no advirtió el “entris-mo” de la izquierda peronista es que el puebloque esperaba y amaba a Perón vivía recordandolos años de “la patria de la felicidad”. No era unpueblo combativo. La lucha nunca iba a ser lade un pueblo armado más una guerrilla acompa-ñándolo. Perón no había formado a su pueblopara eso. Lo había formado para ser un puebloprotegido por el estado de bienestar. Y asídemostró ser. Los argelinos sufrían una doblehumillación distinta de la del pueblo peronista.Una humillación nacional, clasista y racista.Tenían al ejército francés en su territorio. Deaquí que incurrieran tanto en el terrorismo (quees la violencia indiscriminada). Si ponían unabomba en un bar de franceses sabían que ahí nohabía inocentes, porque eran todos franceses. Yellos eran enemigos de todos los franceses. Elguerrillero argelino podía decir: “todo francés esmi enemigo”. El guerrillero argentino jamáshabría podido decir: “todo argentino es mi ene-migo”.

Reflexionamos sobre estas cuestiones y sobreSartre y sobre Fanon porque fueron esencialeslecturas de la militancia revolucionaria de laépoca. Y esa época fue una de las caras más fasci-nantes del peronismo. Si Favio, en un film deseis horas, le dedica diez minutos, allá él. Hayuna concepción ideológica detrás de eso y yaveremos cuál es. Pero Fanon estaba en manos detodos. Y las palabras “sublimes” de Sartre seleían con devoción. Era difícil, para muchos,leer “el arma de un combatiente es su humani-dad” y no exaltarse. Y los textos más terribles,más exasperados y guerreros se leían entre estre-mecimientos, parecían clarinadas: “Porque, enlos primeros momentos de la rebelión, hay quematar: matar a un europeo es matar dos pájarosde un tiro, suprimir a la vez a un opresor y a unoprimido: quedan un hombre muerto y unhombre libre; el superviviente, por primera vez,siente un suelo nacional bajo la planta de lospies” (la cursiva es de Sartre). Esto se discutíaardientemente. Tendremos que seguir analizán-dolo. Por ahora respondamos a la pregunta deeste capítulo. Aunque, formalmente, Argelia yArgentina o Argelia y América latina, mostrarancoincidencias, la equiparación (que tenía comocorolario la elección de la lucha armada comométodo: he aquí la gravedad de la cosa) era peli-grosa. En suma, ¿Fanon y Perón un solo cora-zón? No. Y hasta por otro motivo que aún nohemos mencionado. Fanon y Perón no teníannada, pero nada en común. También estoimporta. Y mucho.

Continuaremos.

Colaboración especial:Virginia Feinmann – Germán Ferrari

IV Domingo 21 de diciembre de 2008

PROXIMO DOMINGO

Hacia el primer regreso de Perón

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

“La Casa de Gobierno cambió de dirección”

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LA OTRA VERTIENTE DE LAJOTAPÉ

Pero la marejada vino de otros lados.De montones de lados. Y hasta detodos lados. Ese pequeño grupo de“catolicuchis” que se cargó a Aram-buru hizo una operación espectacu-

lar y deseada por muchos, por incontables pero-nistas y hasta no peronistas hartos de las dictadu-ras, de los militares. Lejos de desautorizarla,Perón la aplaudió. Pero aplaudió también a lamarejada. A partir del ’68 se da el fenómeno dela “nacionalización de los sectores medios” y deuna gran cantidad de la clase obrera. Nace laJuventud Peronista de los ’70. La “maravillosaJP”. Vamos a ver que sus orígenes, sus lecturas,sus pasiones por la militancia de superficie, sudecisión de no elegir la clandestinidad sino eltrabajo a la luz del día, definirán su caudalosorostro. Es esta militancia la que muchos recuer-dan como parte de los años más apasionados yapasionantes de su vida. Los jóvenes y los no tanjóvenes y hasta los ya no jóvenes se iban de todaspartes y se metían en el peronismo. El glamourde lo prohibido los deslumbraba. Estaban hartosde militares, de curas, de cardenales, de políticosde derecha, de gobiernos radicales cómplices(sabemos que no son lo mismo Frondizi e Illia,que Illia era un buen tipo y es un ángel al ladode cualquiera de los asesinos del ’76 o de losmercenarios del lopezreguismo, pero no debióprestarse a la farsa antidemocrática), de econo-mistas antipopulares, de la brutalidad represiva,del asalto a las universidades y de la prohibicióndel peronismo y de Perón. Para muchos, la pre-gunta surgía con fuerza: ¿qué pasaba con el hom-bre de Puerta de Hierro? ¿Por qué era intragablepara el régimen? En esos años nadie se pregunta-ba si Perón había sido nazi o no. Recuerdo unpasaje de la biografía de Eva de Alicia DujovneOrtiz (que pareciera, durante estos días, noseguir el camino alfombrado hacia el establish-ment que otras señoras de la cultura han elegido)en que ella, Alicia, se pregunta si la JuventudPeronista sabía algo sobre la entrada de nazis enla Argentina o el periplo europeo-mussolinianode Perón de fines de los ’30. Más o menos dice:no, ésas eran historias de viejos. Claro que sí: losjóvenes que eligen el peronismo a fines de los ’60están hartos de oír hablar pestes de Perón. Har-tos de sus padres gorilas. Desde niños les han lle-nado la cabeza sobre las canalladas del tiranoprófugo. ¿Que se trata de una rebelión contra lospadres? Por supuesto, ¿hay algo de malo en eso?Con una gracia de porteño atorrante irredimibleescuché cierta vez a un político peronista decir:“En los ’70 un pibe rebelde se te hacía montone-ro. Hoy se te hace gay”. (Nota: No dijo “gay”,dijo algo más fuerte, más “homofóbico”, pordecirlo en ese lenguaje tan cuidadoso que hayque usar en estas cuestiones para no entrar en esazona de sospecha que acecha a los “héteros” deeste tiempo: ser homofóbicos por ser homose-xuales reprimidos o, más aún, aterrorizados. Enrigor, el político dijo “puto” que –me dispongo ademostrar más adelante– no tenía en ciertas per-sonas una carga de negación sino de integraciónafectuosa, festiva, hasta jubilosa. En la marchahacia Ezeiza, cuando Néstor Perlongher, el poetaque armó el Frente de Liberación Homosexual,se une para ir con la Jotapé –los comunistas loshabían sacado a patadas y otros, muchos, tam-bién–, los pibes los reciben con aplausos, conalegría y con cánticos. Los cánticos decían: “¡Losputos con Perón!”. Eso se dijo con la mejoronda, yo lo vi. No existía la palabra “gay” enton-ces. Y Perlongher fue con la izquierda peronista.Esto se puede leer en una novela que escribió unpersonaje ya algo indescifrable de la Argentinaque, alguna vez, fue un escritor. La novela sellama: Los reventados y su autor es Jorge Asís.) LaJotapé estaba de moda. Perón se pone de moda.A los guerrilleros la clase media les dice “losmuchachos”. Para colmo, los chicos de los “fie-rros” reparten alimentos, que se afanaron de“supermercados del imperialismo”, en las villasde los pobres, las llamadas “miseria”, y estoderrite el corazón del medio pelo. Pero la Jotapées un gran momento (creo que el más grande) dela pequeña burguesía argentina, de su clasemedia. Se meten en el corazón del riesgo, de la

generosidad social. Baschetti lo ha resumidobien: “Ahí iban los secundarios organizando alos suyos y convirtiendo a los turnos noche enforos de discusión y acción; peleaban los univer-sitarios para lograr que la facultad estuviese tam-bién abierta para los hijos de los obreros; losmuchachos en los barrios organizaban a los veci-nos para que hicieran valer sus derechos; otrosiban a las villas para que también a estos lugareseternamente postergados llegaran la educación yla salud, el progreso y un futuro digno. Lasfábricas dejaron de ser cotos de caza de patronesy burócratas desde el mismo momento en que seorganizó una juventud que aglutinó a los secto-res sindicales más combativos y revolucionarios.A tal punto llegó esta efervescencia y decisión decambiar las cosas en Argentina, que por primeravez –en gran número– jóvenes pertenecientes alos sectores más poderosos y oligárquicos denuestra sociedad se convirtieron en “renegadosde clase” y pasaron a engrosar con su inteligenciay decisión la causa peronista, nacional, popular yrevolucionaria”. (Baschetti, La memoria de los deabajo, ed. cit., p. 24).

PERONISMO, MOVIMIENTO DE LIBERACIÓN DEL TERCER MUNDO

Había, sin embargo, un encuadre filosófico ypolítico que pugnaba por ir más allá de este entu-siasmo. Era necesario. Lo que aquí ocurría eraexcepcional, pero no único. La Argentina y elperonismo revolucionario formaban parte de unmovimiento liberacionista mundial: el TercerMundo. En sus entregas para el diario de la CGTde los Argentinos, Walsh dibuja tenuemente loque sucede. Raimundo Villaflor habla de lasenseñanzas que les dispensó, a él y a sus compa-ñeros, alguien a quien llamaban “El Viejo”,“Mingo”, “El Griego”, “El Químico” y eraDomingo Blajaquis y les habló, por primera vez,del peronismo y los movimientos de liberaciónnacional. Vamos a tratar de explicitar el marcoteórico que se le dio al peronismo para que tuvie-ra –además de lo obvio: su prohibición y la de sulíder, su aura formidable de fruta prohibida delParaíso de las clases dominantes– una contun-dencia en el campo conceptual, y pudiera pole-mizar con todo el aparato teórico de la izquierda“marxista” que se le oponía. Ahí, en esos tiem-pos, los cuestionamientos de la oligarquía, delgorilaje tradicional, eran totalmente ineficaces,pero no los de la izquierda que buscaba demos-trar lo de siempre: que el peronismo era un movi-miento nacional burgués, que no era revolucio-nario y que, por tanto, no haría la revolución. Sí,quién no lo sabe. Hoy cualquiera dice: “Teníanrazón”. Pero hoy, caballeros, todos tienen razón.El mundo se ha ido a la mismísima merde, larevolución no la hizo nadie, la burguesía enterróal proletariado y estamos navegando entre borras-cas apocalípticas. De modo que si algún revolu-cionario “marxista” de los ’70 cree que ganó esadiscusión será atinado decirle que esa discusiónno la ganó nadie, la perdieron todos. Pero no sal-temos etapas. Eso, en los ’70, decían los ayudan-tes de trabajos prácticos de Juan Carlos Portan-tiero. Lo decía el ERP, con Ernst Mandel deguía, y lo decía, mejor que nadie, Milcíades Peña.Pero eso, a los que se metían en el peronismo, lesimportaba poco. El peronismo era el lugar paraestar. Ahí se jugaba la historia. Eso era lo que lemolestaba al régimen. Porque no sé si lo hanadvertido: en la Argentina, al Poder siempre lemolestó más el peronismo que la izquierda, elperonismo que el PC. Por alguna causa que nosería arduo explicitar nunca las izquierdas de laArgentina convocaron a los pobres, a la negritud.Y no porque el peronismo se los robara. ¡Quépobre argumento! Sino porque no supieron cap-tarlos. El peronismo los retuvo desde el Gobiernoy desde el llano, desde la proscripción, la difama-ción y aun bajo el padecimiento de los aparatosrepresivos de todos los gobiernos que se empeña-ron en borrarlo del mapa del país.

Vuelvo a Walsh. Raimundo Villaflor cuentalo que escuchó de labios de su maestro Domin-go Blajaquis: “Porque él (Blajaquis, J. P. F.) nossacó todos esos berretines que teníamos, de serperonistas por el solo hecho de serlo, y no com-prender que el peronismo es un movimiento

parecido al de otros pueblos que luchan por suliberación. El no, él siempre fue un revoluciona-rio, siempre tuvo una concepción del destino dela clase trabajadora. Y él nos explicó las causaspor las que estábamos derrotados, el papel delimperialismo, el papel de la oligarquía, y elpapel de la burocracia en el peronismo: esosrecitadores de los días de fiesta. Aprendimos loque significaban los movimientos de liberaciónen el resto del mundo, y por qué nosotros tenía-mos que desembocar en un movimiento de libe-ración” (Rodolfo Walsh, ¿Quién mató a Rosen-do?, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1984, p.22. Esta non-fiction de Walsh es uno de susmás admirables trabajos. Aparece como textocombativo en el combativo periódico de laCGT de los Argentinos. Se propone desenmas-carar la acción contrarrevolucionaria del sindi-calismo vandorista. Pero recoge la pasión delautor por el género policial. El título –¿Quiénmató a Rosendo?– rinde homenaje al policial deenigma, a la inglesa, en el que descubrir al asesi-no lo es todo. La novela dura de los yanquis esdistinta: importa más la descripción de unmundo sombrío, lleno de perdedores sin reden-ción, en que el problema habrá de planteársele aldetective. Walsh empezó escribiendo ficciones ala inglesa: sus Variaciones en rojo. Pero a sus tex-tos comprometidos, políticos, de denuncia,llevó el andamiaje del policial duro. Sin embar-go, el título de esta novela responde al clásicoWhudunit de los británicos. Al clásico quién lohizo. Es notable cómo el talento de este escritordestellante de nuestra literatura distribuía susmateriales. Título de policial inglés, prosa denovela negra, personajes populares, temáticapolítica, asesinatos entre sindicalistas. Observe-mos la perfección hammetiana, la prosa impeca-ble de este fragmento: “A José Petraca no le gus-taba cómo lo estaba mirando ese hombre deojos oscuros y cara angulosa. Ya no le habíangustado algunas cosas que le pareció oír de laotra mesa. Y cuando aquella gente pagaba parairse, el hombre lo seguía estudiando, con esegesto, medio de burla y de desprecio” (Walsh,Ibid., p. 59). Debió corregir la cacofonía entre“angulosa” y “cosa”, pero sin duda trabajabacon apuro. Además, ¿qué importa una cacofoníacuando el ritmo de la prosa es tan infrecuente,tan personal, una caricia a los oídos del lector?El lenguaje es arisco, indomeñable. Le reprochola cacofonía entre “angulosa” y “cosa” y apenasun renglón abajo escribo “prosa”. ¡Tenía queescribir “prosa”! Ahí, cuando la cacofonía vacontra el concepto, optar por el concepto, y sialgo no suena tan bien como lo habríamos dese-ado, mala suerte. No seguimos porque dedicare-mos cuanto menos un capítulo entero a Walsh.Este artista de excelso talento, a pocos días de sumuerte, aún está discutiendo con la conducciónde Montoneros, Firmenich, Vaca Narvaja, Per-día, cuestiones elementales de política, de tácti-ca y estrategia, de sobrevivencia. Como si fuerana entenderlo. Y esta es sólo una cara de esta grantragedia que estamos narrando).

¿Qué establece el peronista Walsh? (Porque,para qué negarlo, el entrañable guerrero irlandés,este hombre de sangre caliente y opciones extre-mas, se compró y contribuyó a imprimir todoslos boletos del peronismo revolucionario, con losque viajó hasta el final, con el último que le que-daba. Era el mejor de todos y ya no era un boletosino una carta memorable que tallaría su perdu-rable, incluso venerada, posteridad.) Que el pero-nismo, dice, es un movimiento de liberaciónnacional. Aquí entra la cuestión del TercerMundo. La revolución se había deslizado a estazona del planeta. La guerrilla vietnamita derrota-ba al poderío bélico norteamericano. La Revolu-ción Cubana postulaba su condición de vanguar-dia en la lucha por la liberación de América lati-na. El Che moría en Bolivia. Pero su mensaje eraclaro: el foco puede crear las condiciones del pro-ceso revolucionario, no necesita esperarlo. Tam-poco necesita esperar a las masas. El foco puedeconvocarlas. En Chile, la Unidad Popular de Sal-vador Allende era incontenible. Francia habíasido derrotada en Argelia. Y Gilo Pontecorvohabía filmado una película que todos veían. VerLa batalla de Argelia y leer Los condenados de latierra de Frantz Fanon y, muy especialmente, el

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“sublime” (la expresión es de Eduardo Grüner yla comparto) Prólogo que Jean Paul Sartre lehabía escrito en una noche en que acaso tuvierafiebre o se le hubiese ido fuertemente la manocon las anfetaminas, eran obligaciones de laépoca.

EL HOMBRE ES EL CENTRO DE LA POLÍTICA

Estas lecturas no eran las frecuentadas por los“cristianuchis”. Todo ese polo del cristianismorevolucionario leía a Teilhard de Chardin, vene-raba a Camilo Torres, gestó Cristianismo y revo-lución y, sin duda en uno de sus mejoresmomentos, recibió clases de Conrado EggersLan en Córdoba. En verdad, sólo el grupo origi-nario de Montoneros –y algunos otros sectoresdesde luego, pero restringidos– puede calificarsecomo “católico”, “clase alta” y de origen tacua-rista con la evolución que ya hemos señalado:MNRT y luego el peronismo. Los que recibie-ron clases de Eggers Lan en Córdoba formaronuna importante escisión crítica de Montonerosque se llamó los “Sabinos”. Habrían de publicar,en julio de 1972, el llamado “DocumentoVerde” donde tempranamente realizan críticasmuy atinadas a la conducción de la orga “hege-mónica”. Bien, por un lado los católicos ymuchos de ellos, como Conrado Eggers, buscan-do afanosamente una integración entre cristia-nismo y marxismo que condujera por fin alperonismo. Eggers Lan jamás tuvo nada que vercon la lucha armada. Sus pasiones eran Cristo yMarx. Como sea, llevó a muchos de los católicoscordobeses al estudio de los Manuscritos del ’44,bellísimos textos de Marx que Eggers amabaprofundamente y en los que veía esa unión entrecristianos y marxistas. Pero la otra vertiente veníade la lectura de El capital y de la Fenomenologíadel espíritu. Conocía de memoria el Prólogo deSartre a Fanon y la obra de Fanon. Había vistomiles de veces La batalla de Argelia. No partici-paba de la lucha armada sino que se asumíacomo productora de elementos ideológicos quefortalecieran al peronismo en sus discusiones yen su “actualización doctrinaria”, fórmula quePerón tiró para los que buscaban el socialismodesde las veinte verdades.

Su expresión más poderosa se dio en el debatede ideas y tuvo lugar en los claustros universita-rios. Fueron las Cátedras nacionales. Sobre estaotra vertiente de la juventud que adhiere al pero-nismo es importante señalar que nadie se preocu-paba mucho por la fe, por Cristo, por la CiudadTerrena o la Ciudad Celestial. El diálogo entremarxistas y cristianos les importaba poco porquevenían del marxismo y no eran cristianos. Comomuchos de ellos eran judíos (que fueron luegoespecialmente flagelados en los campos de concen-tración de la dictadura) me atrevería a una bouta-de. Es la siguiente: si la primera vertiente de laJotapé es católica, la otra, la que va del marxismoal peronismo, es judía. O atea. O agnóstica. En laAMIA hay un mural de importantes dimensio-nes. Cierta vez (bajo la administración anterior ala presente) me invitaron a almorzar. Les digo:“Pero ustedes no pueden hablar sólo del genoci-dio del pueblo judío. Hubo otros. El armenio. Yel nuestro. La ESMA es nuestro Auschwitz.¿Cómo no hablan de eso?”. Por toda respuestame llevaron a ver el mural. Es una gran placa dehierro forjado. En ella se lee: “En memoria de los30.000 detenidos-desaparecidos de la Argentina.2000 de ellos eran judíos”. Les dije que sí, que asídebía ser porque yo había conocido infinidad demilitantes con apellidos judíos en la Jotapé. Meatreví, amable pero algo provocador, a decirles:“La mayoría de ellos pensaba que el Estado deIsrael es un enclave del imperialismo yanqui enMedio Oriente”. Me respondieron: “No importa.Igual eran judíos”. En suma, es exagerado decirque la vertiente que viene del marxismo es“judía”, pero interesa señalar que la militancia delos ’70 no fue sólo la montonera con ese origencatólico preconciliar que tanto gustan señalaralgunos. No, los Montoneros empezaron siendodiez, veinte o cuarenta tipos. No importa. Pero elhuracán generacional que se vuelca al peronismorevolucionario tiene orígenes de todo tipo.Muchos de católicos no tenían nada. Eran judíos.O provenían de familias judías, ya que ellos, con

el judaísmo, poco que ver. Los judíos de la Jotapéno eran como los católicos que le seguían rezan-do a la Virgen. Olvidaron a Jehová, a Moisés, aAbraham y a quien fuera. Eran más bien tirandoa ateos y descifraban apasionadamente a Hegel, aMarx, a Sartre, a Fanon y a Mariátegui. La “cues-tión nacional” la empezaron a analizar sin dema-siados apoyos. Es bastante mitológica esa “delan-tera” de héroes del pensamiento nacional quesuele enunciarse: Hernández Arregui, Jauretche,Puiggrós, Scalabrini, Ramos. Se los leía, sí. Perodesde las Cátedras nacionales los jóvenes profeso-res empezaban a escribir sus propios textos.(Nota: Sería una injusticia no confesar el placercon que leí Revolución y contrarrevolución en laArgentina de Jorge Abelardo Ramos en la gloriosaedición en dos tomos de Plus Ultra que todavíaconservo. ¡Qué buena pluma! Qué uso del sarcas-mo, qué gloriosas patadas para el stalinismo en elPlata, qué manejo virtuosístico de textos deMarx, Engels, Lenin y Trotsky. Qué saludablefalta de respeto, deliberada rudeza y hasta tosque-dad por las figuras egregias de la oligarquía: Sur,Borges, Victoria, Bioy. Qué dislate los capítulossobre Roca. Qué placer me produjo leer ese libro.Hernández Arregui escribía mal y su marxismono lo llevaba a ningún puerto, a ninguna pleni-tud. Scalabrini como literato, no gran cosa.Como investigador de los ferrocarriles, y bueno,no estaba mal. Puiggrós era pesado, su prosa ahu-yentaba. Y Jauretche se hacía el piola todo eltiempo. Tenía ingenio. Sabía pelear. Pero nomucho más. El gran teórico que leí en esos añosfue John William Cooke. Peronismo y revoluciónera un texto brillante. Voy a decir un exceso: eradigno de Sartre, que había inspirado al GranGordo en ese libro. La prosa de Cooke mordía,cortaba, era la exhibición impecable de la lucidezmilitante. Después leímos –no digo todos, peromuchos– muchísimos de los libros que editabaHachette, esos azules y blancos, los de la colec-ción El pasado argentino. Y a Pepe Rosa, cómono. Eramos capaces de discutir durante horas si laLey de Aduanas de 1835 había protegido o no alinterior mediterráneo. Y leí, concienzudamente,el manual de Conducción política de Perón. Losubrayé, lo anoté, con regla, con lápices de distin-tos colores. Escribí sus márgenes. Tomé notas enmis cuadernillos. No lo podía creer: ¡estabaleyendo al tirano prófugo con la seriedad con quehabía leído a Hegel o a Heidegger! Volveremossobre estas cuestiones.)

Pero era Fanon el que más nos convocaba.Fanon, el Prólogo de Sartre y la película de Pon-tecorvo. ¿Qué hacían los otros profesores de filo-sofía? Lo habitual: el estructuralismo arrasaba.Eran todos etnólogos con Lévi- Strauss, lingüistascon Saussure, marxistas con Althusser y los suyos,ya se leía a Foucault y su consigna de “la muertedel hombre” (¿qué podía significar eso para losque en América latina militaban u ofrecían suvida por el hombre nuevo?), Barthes y la muertedel autor y del estilo, empezaba a entrar Lacan dela mano de Masotta, el Di Tella andaba en losuyo (alejado totalmente de este mundo, como lamilitancia ignoraba por su parte las exquisiteces ylas verdaderas muestras de talento que ofrecía elDi Tella junto con las idioteces habituales queabundan en esos lugares de intelectuales y artistasexquisitos) y la filosofía europea exaltaba aNietzsche y a Heidegger en tanto sepultaba a Sar-tre. La tarea del estructuralismo era la de salir delsujeto. Liquidar la idea del hombre. Entre noso-tros, un insólito y excepcional artículo de Hora-cio González era leído por todos o, sin duda, pormuchos: Humanismo y estrategia en Juan Perón.Su título tenía algo de desafiante: tratar a Peróncomo un autor “académico”. Ese “en JuanPerón” parodiaba el giro predilecto de tantasmonografías que se escribían durante esos días.“El dionisismo en Nietzsche”, “Lo práctico-inerteen Sartre”, “El concepto de sobredeterminaciónen Althusser”, “El análisis de ‘Las Meninas’ enFoucault” y así. La fórmula central que proponíael texto de Horacio era: El hombre es el centro dela política. Entre nosotros, lejos de morir, lossujetos prácticos de la historia, los hombres con-cretos de la política, estaban en la centralidad, esa“centralidad” que la deconstrucción postestructu-ralista vendría a destruir. Ya se sabe: detrás de lanaciente French theory estaba Heidegger, omni-

presente. Aquí, Heidegger era propiedad de losmilitantes de Guardia de Hierro, el encuadra-miento de Alejandro “Gallego” Alvarez. Ya vere-mos eso.

“LA BATALLA DE ARGELIA”Vamos a La batalla de Argelia. Junto a La hora

de los hornos, el film de Pino Solanas y OctavioGetino, la obra de Gilo Pontecorvo fue vista portoda la militancia de la época. El film se realizóen 1966, era una producción entre Italia y Arge-lia. En los cines o en los secretos lugares en que seproyectaba, cada vez que un argelino mataba aun francés o el Frente de Liberación NacionalArgelino volaba un bar colmado de colonialistas(franceses y argelinos cómplices de la domina-ción), el auditorio estallaba en aplausos y en vivasa la revolución, a la lucha contra los opresores y alos guerrilleros (o terroristas en el caso de Argelia;ya estudiaremos la diferencia entre guerrilla yterrorismo) que la encarnaban. Pero esto no es loprincipal que me propongo analizar. Créase o no(y, sin duda, se creerá), La batalla de Argelia esuna película fundamental para la formación delos sofisticados cuadros militares de la contrain-surgencia. Voy a citar largamente (por su impor-tancia, por la fascinante paradoja que encierra)un fragmento del libro Terrorismo y contraterro-rismo, comprendiendo el nuevo contexto de la segu-ridad, de Russell D. Howard (coronel deEE.UU.) y Reid L. Sawyer (mayor, EE.UU.). Latraducción pertenece al capitán de fragata ArturoGuillermo Marfort y ha sido editado por el Insti-

III

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tuto de publicaciones navales del Centro Naval.Fecha de edición: 2005. Recuerden que la repre-sión del “Proceso” se hizo en la Argentinasiguiendo el modelo que aplicaron los francesesen Argelia. Quiero decir: La batalla de Argeliatenía dos caras. Por un lado, mostraba las accio-nes del FLN, que entusiasmaban a la militanciade la izquierda peronista. Por el otro (algo queesa militancia, en pleno triunfalismo, desechópor completo), detallaba los métodos que losparacaidistas franceses pusieron en práctica paraderrotar a los guerrilleros argelinos. La batalla...termina con la liberación de Argelia, pero luegode un salto en el tiempo y a causa de la apari-ción fulminante de las masas, que no pudieronser contenidas. Además, la acción represivasufría un fuerte desgaste cuando este aconteci-miento se produjo. El libro de Russell y Sawyer(editado por la Marina, hoy) asume para sí laslecciones del film de Pontecorvo. Esas lecciones–de aquí, nos permitimos insistir, que no seacasual que sea la Marina la que edite el libro: fueella la institución que aplicó en la ESMA esaslecciones– son centrales para la enseñanza de lalucha contrainsurgente. Ni los Montoneros ni elERP ni nadie pudo leer, en los setenta, un libroasí. Es probable que hubiesen sosegado susímpetus. Aunque tampoco nadie se ocupó deaveriguar la metodología del general francésMassu a fondo. Ni siquiera se ocuparon de asu-mir lo que el film, claramente, exhibía. El triun-falismo no cedía espacio para estas conductas.

El artículo que tomamos del libro está escritopor Bruce Hoffman; no un militar, un civil, unexperto internacional en terrorismo y violenciapolítica. Esto permitirá explicar que nos exhibaun rostro sensible y preocupado ante las atroci-dades de la contrainsurgencia. De hecho, su tra-bajo se titula Un trabajo repugnante. Algo queseguramente provocaría la hilaridad de los tortu-radores franceses, muy seguros y orgullosos desu imprescindible tarea para “salvar vidas ino-centes”. Escribe Hoffman: “Muchas veces les hedicho a los soldados, a los espías y a los estu-diantes que si quieren entender cómo combatiral terrorismo miren The Battle of Algiers (...). Ladifunta Pauline Kael, decana de los críticos decine estadounidenses (lo cual es cierto, se tratade una mujer que pudo haber destruido la carre-ra de Woody Allen, algo que sin duda intentó,ya que no dejó film sin erosionar, sin atacarimpiadosamente; es temible, tiene mucho podery es muy inteligente, J. P. F.), siete años despuésde su estreno, todavía parecía embelesada cuan-do en una crítica de 900 palabras describía lapelícula como una “epopeya bajo la forma de undocumental”, “la publicidad revolucionaria másgrande de los tiempos modernos” y “el llamadoa la revolución más apasionado y astuto jamásrealizado”. Sin embargo, las mejores críticas hanvenido de los terroristas –miembros del IRA, delos Tigres de Tamil en Sri Lanka y de los revolu-cionarios afro-estadounidenses de la década de1960– que la han estudiado asiduamente. Enuna época en la que el ejército de Estados Uni-dos ha enrolado a libretistas de Hollywood paraayudar a concebir escenarios de futuros ataquesterroristas, no parece tirado de los pelos apren-der las dificultades de combatir al terrorismomediante una película que los mismos terroristashan estudiado” (Ibid., pp. 328/329).

Hasta donde yo sé tampoco Perón mencionóeste film ni las tácticas contrarrevolucionariasque los generales franceses habían elaborado enIndochina y aplicado ferozmente en Argelia. AlPerón madrileño lo enfrentaba un Ejército que,al final de la lucha, cayó en manos del generalLanusse. Este hombre, al que le decían “Elcano” por su pelo blanco y hasta plateado, esta-ba en contra de estos métodos. Durante la carni-cería del videlismo trascendió una frase que dijoa sus compañeros de armas: “Detenciones, seño-res. No secuestros”. Esto le valió la muerte de suamigo Edgardo Sajón y la impiadosa persecu-ción de Malek, otro de su grupo. Y si no lomataron a él fue porque era Lanusse, pero lodeben haber insultado rabiosamente en todoslos lugares donde se elaboraban los métodos de“inteligencia”. Contra Lanusse, Perón se podíalucir, como lo hizo. Se podía guerrear, como sehizo. Sucedió lo de Trelew. Pero eso, a Lanusse,

se lo hizo la Marina. Una típica “apretada”. Untípico peñasco sanguinario para impedir la acti-tud negociadora ante Perón. El “general herbí-voro” peleaba serenamente desde su bunker dePuerta de Hierro. En verdad, la consigna –alta-mente imaginativa– que la Jotapé larga en Gas-par Campos durante el primer regreso de Perón(La Casa de Gobierno cambió de dirección/ está enVicente López por orden de Perón) pudo ser apli-cada desde el momento en que el líder del movi-miento se instala en Puerta de Hierro. A partirde ese momento la política argentina empieza adecidirse más en Madrid que en el país, aunqueles doliera aceptarlo a los héroes del EstadoGorila.

“LA BATALLA DE ARGELIA”COMO MANUAL DECONTRAINSURGENCIA

Sin embargo, con el paso del tiempo duelecomprobar que el espíritu triunfalista de la mili-tancia juvenil y de los combatientes de la guerri-lla les impidiera ver El otro rostro de “La batallade Argelia”: el de la ferocidad de la contrainsur-gencia. No se detiene ante nada. Hoffman cuen-ta que está en Sri Lanka y, al saber que es unespecialista en terrorismo y contraterrorismo, lollevan a conocer a un oficial del ejército al quellaman “Terminator”. Conversan largamente.Terminator le dice: “‘Uno no puede combatir alterrorismo recorriendo todos los procedimientoslegales’. Creía que el terrorismo podía ser com-batido solamente ‘aterrorizando’ concienzuda-mente a los terroristas (...). Thomas (el nombreficticio que el autor le pone por fin Terminator,J. P. F.) no confiaba en que yo pudiera entenderlo que él estaba diciendo” (Ibid., p. 332). Ustedes un académico, le dice Thomas, no entiendede esto. Esto lo sabemos nosotros. Los que tene-mos que proteger la vida de nuestros ciudada-nos. Le voy a dar un ejemplo sobre cómo sehacen estas cosas. Lo lleva a un lugar secreto dela ciudad. Hay tres terroristas. Pareciera quesaben dónde ha sido colocada una bomba enalgún lugar de la urbe agredida. Thomas se lesacerca. Les pregunta dónde está la bomba. No leresponden. Les dice que hará una vez más lapregunta y luego los matará. Hoffman, entreincrédulo y asustado, presencia la situación.Thomas saca la pistola de su cartuchera, laapoya en la frente de uno de los terroristas yhace fuego. Los otros dos confiesan. La bombaes desactivada y se salvan numerosas vidas. Tho-mas, luego, le cuenta peores torturas. Pero, allado del Tigre Acosta o del general Camps, se vecomo un hombre humanitario. Thomas, aHoffman, le exhibe la tortura como medio paraobtener un fin. Una vez logrado el objetivo, seacabó el procedimiento. En los campos deArgentina la tortura era constante y no sólo obe-decía a fines “de inteligencia”. Era por el merocastigo. O por la execrable vehiculización delsadismo de los verdugos. Thomas no le confiesaa Hoffman haber empalado a nadie. O haberlodespellejado en vida. O haberlo quemado vivotambién (“el asadito”). De todas formas, uno nosabe dónde puede detenerse Thomas. Si unterrorista se le resiste más de lo deseado el casti-go será cada vez mayor y más truculento. Entrenosotros existió la venganza, el ultraje, el sadis-mo sin límites y la tortura por la tortura misma.No podemos, sin embargo, saber si EstadosUnidos no habrá ya llegado o superado (si esposible) esos límites. El mismo civilizado, acadé-mico, Hoffman confiesa haber mirado fotos demuchísimos de los cadáveres de las 5000 perso-nas que murieron el 11 de septiembre (el nineeleven) y se sincera descarnadamente: “Recuerdoal enemigo despiadado que Estados Unidosenfrenta, y me pregunto hasta dónde deberemosllegar para derrotarlo” (Ibid., p. 333). Cuandoesa pregunta surge, cuando el sujeto se atreve aformulársela es tarde, la decisión está tomada: Sedeberá llegar hasta cualquier parte, hasta el másinimaginable de los horrores. Hoy ya se empieza aconsiderar su posibilidad y a elaborar su justifi-cación, basada siempre en la crueldad superior(e injustificada) del enemigo. La condiciónhumana cada vez más indaga en sus abismos, enaquellos agujeros negros cuya existencia ni sospe-chaba. Ahí, en ellos, todo respeto por la vida

humana habrá de perderse. Será el espacio delodio y la vejación. “Massu y sus hombres (escri-be Hoffman) no tenían problema alguno (...).Justificaron los medios para la obtención deinteligencia con argumentos de costo-beneficio.La filosofía exculpatoria adoptada por los para-caidistas franceses se resume mejor en la creenciaintransigente de Massu de que “el inocente (estoes, las próximas víctimas de los ataques terroris-tas merece más protección que el culpable”(Hoffman, Ibid., p. 330).

Perón parecía no ver estos peligros. Parecía, sialgún conocimiento de ellos poseía, despreciar-los. El peronismo era un movimiento de masas.Las Formaciones especiales sólo formaban el alaarmada del mismo. El, como líder supremo,como Padre Eterno amado por el pueblo, habríade dominarlas cuando quisiera. Ahora, a darlesmáquina. Luego se vería. Era “la violencia deabajo”. Era causa, no efecto. La causa era la“violencia de arriba”. La violencia fue aceptada ymotorizada con entusiasmo. “Si Evita vivierasería montonera” significaba que estaría “en elpuesto más arriesgado de la lucha”. ¿Quiénhabía determinado eso? No, señores. El peronis-mo era un movimiento. No tenía “vanguardia”.Todo el movimiento era el puesto más avanzado dela lucha. Los Montoneros, desde la muerte deAramburu, exigieron sangre por poder. “La san-gre la pusimos nosotros. Ahora queremos en elpoder un reconocimiento proporcional a esesacrificio.” Querían –ya bajo esa conducción deFirmenich– compartir la conducción con Perón.Hubo, lamentablemente –trágicamente– unasobrevaloración de los “fierros” que llevó a laguerrilla a creerse “más” que todos. Y a exigirle aPerón compartir el poder. Compartir nadamenos que algo que Perón jamás había compar-tido ni compartiría: la conducción del movimien-to. Perón se habrá indignado: “Estos tipos estánlocos. Por unos cuantos muertos que tiraronsobre la mesa creen igualarme a mí, que soyquerido y reclamado por el pueblo desde 1955,que nadie puede hacer política al margen de minombre coreado por las masas de un extremo aotro del país”. Nadie le discutiría la conduccióna Perón. Nadie la compartiría con él. Nadie, asu lado, podría asumirse como “vanguardia”.Todo eso lo era Perón. Los Montoneros parecie-ran no haberlo comprendido nunca. Como noentendieron la naturaleza del pueblo peronistaque Perón había forjado. Es posible que lostiempos fueran, hoy, otros. Que muchos pue-blos giraran al socialismo. El pueblo peronista,no. Seguía siendo el del ’45-’55. Y quería lo quetuvo entonces. La Argentina de los años felices.Eso que Daniel Santoro llama “la patria de lafelicidad”. Los Montoneros querían la guerra, larevolución. El choque era inevitable. Otra con-ducción habría comprendido: Nosotros fuimosvanguardia durante la etapa de lucha, de asalto algobierno. Ahora nuestro lugar es la retaguardia. Esel momento de reconstruir el Estado y pacificar elpaís. Perón no viene sólo por nuestra lucha.Viene condicionado por el poder militar, queaún es temible, vigoroso, una fuerza compacta ysuperior. A esperar. Nuestra tarea, hasta aquí,está hecha. Es la hora de dialogar, de pactar y deir lentamente avanzando. Firmenich estaba adistancias siderales de entender algo así. Y cuan-do enfrentó a Perón, el viejo líder les contestódel peor modo posible. Narramos una tragedia.Sin malos ni buenos. Una historia que terminaen una masacre inhumana no tiene héroes, notiene gloria. Todos hicieron lo suyo. De otromodo, la catástrofe se habría evitado. Cierto esque el principal error de Perón no pudo evitarlo:morirse. Pero, para volver así, casi moribundo,¿debía volver? Para aguantar unos pocos meses ydejar todo en manos de los asesinos que lo rode-aban, ¿se justificaba su aterrizaje en el campo debatalla, en los campos de las feroces contradic-ciones, donde él, lejos de ser el que podía conci-liarlas desde la lejanía, desde Madrid, era sólouna más? Esa Casa de Gobierno que tenía enMadrid, ¿sirvió que la trasladara a Buenos Aires?

Continuaremos.

Colaboración: Virginia Feinmann – Germán Ferrari

IV Domingo 14 de diciembre de 2008

PROXIMO DOMINGO

Fanon y Perón, ¿un solo corazón?

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

“Vuelve Perón, flaco”55

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“DESAUTORICE A LA GUERRILLA”

No sería aconsejable creer en el fer-vor democrático de Aramburu ode Lanusse. No era por “demó-cratas” o por “patriotas” o porquebuscaban la “unidad y la concor-

dia nacional” que aceptaban el diálogo con losperonistas y hasta el negociado regreso de Perón.Seguían siendo tan gorilas como siempre. Quizámi pintura de Aramburu haya sido algo benigna.O no. Pero habría que comprender lo siguiente yyo debo explicarlo bien: el planteo de Aramburu–más allá de lo que él interiormente sintiera–tendía a una democratización de la sociedad.Pero, ¿por qué había llegado a ese punto? Porqueno se podía avanzar más con la proscripción delperonismo. Aramburu es el que dice: “Nos equi-vocamos. O damos marcha atrás o nos hundimostodos”. Muerto Aramburu, Lanusse es el encarga-do de llevar adelante esa tarea. Hacen política.No la hacen por bondad. No la hacen por mal-dad. Actúan según –al fin– una certera visión dela encrucijada argentina. Lo intentaron todo conel peronismo: bombardeos, fusilamientos, matan-zas clandestinas, torturas, desprestigio, ataqueideológico intenso, educación en las escuelas (los“libertadores” fueron tan lejos o más que el pero-nismo en meter propaganda en las mentes de losestudiantes) y nada resultó. Han pasado 15 años.Es necesaria la jugada más riesgosa. Ellos no pue-den arreglar el país. Aramburu todavía podía pro-poner una tarea de conjunto. El Cordobazo lotenía bien alerta sobre los conflictos sociales quese avecinaban si el rumbo seguía siendo el desiempre, el del Estado Gorila. Lanusse ya actúaen un país altamente crítico, caldeado. Al bordedel enardecimiento. Hay que traerlo a Perón.Esto lo tiene que arreglar Perón. En rigor, el rela-to es instructivo: lo echaron a Perón en 1955, loagraviaron incesantemente, no lo dejaron llegaren 1964, y a partir de 1970 empiezan a soñar consu regreso. Lanusse, más que soñarlo, lo lleva acabo. (Por supuesto: es la lucha popular la queacorrala al Estado Gorila y lo atemoriza al puntode obligarlo a negociar.) Pero la cosa –en resu-men– es así: “Venga y arregle el desastre que hici-mos por echarlo a usted y tenerlo prohibidodurante 15 años”. Perón lo dijo: “No es que yohaya sido bueno. Los otros fueron peores”. Granfrase irónica. La frase desdeñosa de un ganador.Si Aramburu aún habría podido negociar, Lanus-se escasamente. Sabía que su tarea era hacer untraspaso del gobierno. Pero había algo en lo queno iba a ceder. No sólo él. El Ejército al querepresentaba: Perón tenía que desautorizar a laguerrilla. Si volvía era para hacer un país demo-crático. “Gobierno de las mayorías con respetopor las minorías”. El único gran miedo del Ejér-cito –y de las clases dirigentes, propietarias– eraese “foco marxista” que señalaría Sánchez de Bus-tamante. (Nota: Observemos que para el Ejército–Sánchez de Bustamante es perfectamente claro–la izquierda peronista, con su expresión armada:las formaciones especiales, no era, como tanto des-pistado dijo, ya fuesen los erpianos o los “izquier-distas” o los “socialdemócratas” o los “comunis-tas”, la pequeña burguesía nacionalizada, no erala juventud que adhería a un proyecto burguésnacional, era el marxismo. Acaso no el marxismoteórico. De esto sabían más los de Pasado y Pre-sente que los militantes de la Jotapé. Sino el mar-xismo político, el subversivo, el que agredía laseguridad nacional. El marxismo que buscabaaniquilar el orden occidental y cristiano. No seequivocaba Sánchez de Bustamante: el verdaderomarxismo, el de extrema peligrosidad, estaba enel peronismo. Era ése, no otro. No les preocupa-ba el Negro Portantiero. Ni Horacio Sueldo. NiJuan Carlos Coral. Ni Ismael Viñas (si es queaún no había partido hacia Israel). Ni ningunode los prestigiosos izquierdistas que provenían dela revista Contorno, siempre bien mirada por losámbitos cultos, en tanto que Envido es “populis-ta”, o sea, “grasa”. A los milicos les preocupaba laizquierda peronista. Las otras no. Eran impoten-tes. No molestaban a nadie. Pero los “zurdos” dela Jotapé habían tenido la nefasta idea, para elrégimen, de meterse en el peronismo. Y los acep-taban. Las bases y Perón. Porque hacían trabajoen las villas, en los barrios, en las universidades y

hasta en los sindicatos. Y Perón les mandaba susamables cartas, validándolos. No hay por qué noentenderlos: aceptamos a Perón, pero no a su“núcleo marxista”. Para peor, el “núcleo” crecíasin cesar. Pronto “núcleo” en lugar de significar:“sector pequeño pero agresivo”, iba a significar loque significa “núcleo”: el punto central de unaesfera, de una totalidad, de un movimiento polí-tico. Si la JP pasaba a ser el “núcleo” reemplazaríaa Perón. De lo cual los militares deducían queharían suyo al Movimiento y lograrían su temidogiro al “marxismo”. Contra el que, según cual-quiera sabe, Occidente, durante la Guerra Fría,estaba en guerra, y de las fronteras hacia adentroesa guerra la libraban los ejércitos nacionales. Ensuma, negociamos todo menos la guerrilla.Usted, si quiere volver, desautorícela ya mismo.Seguían sin conocerlo a Perón. Si Drácula lo visi-taba en Madrid y le decía que quería ser peronis-ta, Perón lo sumaba. A Drácula y al mismísimoPríncipe de las Tinieblas, el bebé de Rosemary. Silos sumaba y le obedecían, ni loco los iba adesautorizar. Eso pasaba con la guerrilla. El temade la des-autorización (prefiero escribir así estapalabra-concepto) empezó apenas encontraron elcadáver de Aramburu. Pero aun antes –el domin-go 31 de mayo– Perón declara que nada tieneque ver con el secuestro del ex presidente y queningún grupo peronista, que él sepa, se halla enesa cuestión. Pero se detiene y arroja una fraseurticante: él no puede hacer declaraciones sobrelos sucesos del país porque es un expulsado, care-ce de ese derecho. Aparece Aramburu, aparece enTimote cubierto de cal. Hay solemnes funerales.Y Héctor Sandler, de Udelpa, quiere decir undiscurso que Levingston, ya a cargo de la Presi-dencia, impide. En Munro, cerca de la fábrica deconductores eléctricos que tenía con mi hermanoy mi viejo, cultivaba yo la costumbre de almorzarcon los obreros, serían unos quince, de la peque-ña planta. Uno de ellos dice: “Yo no les creonada. A ellos se les pierde. Ellos lo encuentran. ¿Ynosotros? Giles de la popular. Miramos el partidode lejos y no entendemos una mierda”. Munro,hermoso feudo de la pequeña y mediana indus-tria nacional, no derramó una sola lágrima porAramburu. Hacia fines de 1971, los obreros yahabían puesto grandes fotos de Perón y Evitadentro de la fábrica. Yo, ningún problema. Mihermano refunfuñaba. Pero era inútil. Era la granola peroncha y no se podía parar. “¿Lo mataron aAramburu? Mirá vos. ¿Qué querés? ¿Que llore? Aése se la tenían jurada. Hizo méritos de sobrapara ganársela, y se la ganó.”

LA CIUDAD TERRENA Y LA CIUDAD CELESTE

No públicamente sino en voz baja, en la tona-lidad de lo secreto, se le exige a Perón que conde-ne la muerte de Aramburu. El “asesinato” dicenclaramente los hombres del Régimen. Perón, no.No les da el gusto. No cede. Supongo que pode-mos entenderlo: si condena la muerte de Aram-buru condena a sus “muchachos” de la guerrilla.Y no lo va a hacer nunca. Salvo cuando lo jodana él. Pero falta. Mientras liquiden a tipos comoAramburu, Perón les dará manija. Se estableceentonces la rica relación epistolar. Los sectorescombativos del Movimiento tienen todavía untemor: que Perón se eche atrás. Que reniegue deellos. El sepelio de Fernando Abal Medina,muerto en la localidad de William Morris apa-rentemente por una delación, genera un velatorioy un entierro conmovedores. Habla el PadreBenítez: “Vivimos en una nación para el goce depocos y el sacrificio de muchos. A los ojos deDios, los que juzgan preguntando si has dado debeber al sediento son respondidos por CarlosGustavo (Ramus) y Fernando Abal (Medina) quedieron sus vidas, con acierto o con error, paraque en el mundo no hubiera más sed ni hambre”.Ese 10 de septiembre de 1970, el viejo confesorde Eva Perón llega más hondo que nunca cuandoexplicita descarnadamente que los jóvenes quehan sido abatidos vivieron en una Argentina dic-tatorial, injusta, de proscripciones. Una Argenti-na que los ahogó hasta hacerlos explotar. UnaArgentina que los arrojó a la violencia. Benítez notiene dudas, nosotros tampoco: es el empecina-miento gorila, la ceguera, la bobería, lo que tapatodos los canales de participación. Borges, com-

padreando, cuando el gobierno de Perón lo“asciende” en el rango municipal de su insignifi-cante puesto en la Biblioteca “José Mármol” de lacalle Carlos Calvo a inspector de aves y huevosen los mercados municipales, se siente muy incó-modo. Esto no habría ocurrido con la fórmularadical Tamborini-Mosca, “la fórmula de labosta”. ¡Semejante afrenta de la barbarie a seme-jante escritor! “Días después, la Sociedad Argen-tina de Escritores, presidida por el narradorcomunista Leónidas Barletta, tenaz enemigo deBorges desde los días de Martín Fierro, organizóun nuevo desagravio. En la mesa de homenaje,después de que Barletta elogiara el coraje cívicodel renunciante, habló el homenajeado. En sudiscurso precisó: “Las dictaduras fomentan la opre-sión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dic-taduras fomentan la crueldad: más abominable es elhecho de que fomenten la idiotez...” (HoracioSalas, Borges, una biografía, Planeta, BuenosAires, p. 221). ¡Oh, qué exquisito! La idiotez. Esoagredía a las inteligencias patricias. La idiotez delos torpes, de los inferiores, de los ignorantes, delos bárbaros. ¿Qué otra cosa sino la idiotez podí-an exhibir? Bien, Borges, créame: también lasdictaduras de Aramburu y el energúmeno deRojas, de Onganía el leporino, de Levingston elcaído del Cielo y de Lanusse fomentaron laidiotez. Ante ellos, ese a quien usted acusaba defomentarla en el pasado, se lució como un estra-tega y un líder que condujo a todo un complejomovimiento de voluntades acaso bélicamentediferenciadas hacia un mismo fin. Ustedes eranaprendices al lado de Perón. ¿Sabe por qué? ¿Estálisto para sorprenderse? Porque Perón era másmalo, pensaba peor de los hombres que ustedes, yhabía estudiado estrategia, para lo cual habíaleído muy bien a Clausewitz. Que a nadie altereque diga que Perón era más malo que sus enemi-gos. En política, como en fútbol (deporte tácticoy estratégico si los hay), la maldad es parte centraldel asunto. Lo dice Perfumo, que sabe. Si vieneun delantero con pelota dominada, podrá pasarla pelota, el delantero no. Como ninguno deustedes tuvo estatura moral, el único elementocon el que habrían podido ponerse por encima dePerón estaba en el campo del pragmatismo políti-co, el viejo león herbívoro los barrió. Tenía, ade-más, al pueblo y a los fierros con él. ¡Ustedes, consus increíbles torpezas, se los habían entregado!

En el entierro de Fernando habla su hermanoJuan Manuel, que pronto llegará a ser secretariogeneral del Movimiento Justicialista. Habla nocomo un amigo, no como un hermano, sinocomo un camarada. Habla de un solo deber quea todos convoca: el de una guerra justa por unatierra carnal. Dice, también, con intensa expresi-vidad, que una muerte sólo se agota en esemomento en que las causas que la llevaron aenfrentarla son para siempre barridas. Y recurre aSan Agustín. Y, emocionado, dice: “Frente a laArgentina melancólica de ahora, estos cuerpos–montoneros de la Ciudad Terrena que hanalcanzado ya la Ciudad Celeste– representan a laArgentina Prometida, que Dios quiso que nacieradel amor de su coraje y su silencio”.

LA CONDUCCIÓN DE “MONTONEROS” CAE ENMANOS DEL “NEFASTO”

¿Cómo llegan los Montoneros a Perón? Fácil:por medio del gran aventurero de la izquierdaperonista. El líder de JAEN (Juventud Argentinapor la Emancipación Nacional), el inefable Rober-to Galimberti. El que terminaría haciendo nego-cios con Susana Giménez, asociado a los Born, elque se casaría en Punta del Este, en medio de lafastuosidad, de la frivolidad y de la abierta burla atoda una generación, de una inmensa carcajadaante los muertos, con una hija de Jorge Born,que acepta a su secuestrador como socio y miem-bro de su familia. Difícil averiguar qué clase delocura tenía. Pero hacia fines de los ‘70, comien-zos del ‘71, Galimba, fascinado por la guerrilla,se acerca a los Montoneros y, diciéndoles queviaja a Europa y va a entrevistarse con el General,les pregunta si quieren que le lleve algo. LosMontoneros le dan una carta. La primera que leescriben al león herbívoro madrileño. Galimbertiviaja, se ve con Perón y le da la carta. De pasosaca patente de Correo de los Zares. El Zar de la

conducción. Y el Zar de lalucha armada. Que todavíano lo era tan decididamen-te Firmenich porque vivíael mitológico Negro Sabi-no Navarro. Son dosmuertes, la de FernandoAbal Medina y la delNegro Sabino, las que lle-van la conducción deMontoneros a manos deFirmenich. Lástima. JoséSabino Navarro no veníade Tacuara ni del Movi-miento Nacionalista Revo-lucionario Tacuara (suescisión por izquierda) nidel catolicismo ni su fami-lia tenía fortuna. Al con-trario: el viejo del NegroSabino era analfabeto. El,que había nacido en 1942,tampoco había conocidode pibe el Barrio Norte nihabía ido al Nacional deBuenos Aires. (Nota: Peronunca hay que olvidarlo:¡cuántos pibes asesinarondel Nacional de BuenosAires! Ya hablaremos deeso. Leer entre tanto: Laotra Juvenilia de SantiagoGaraño y Werner Pertot.Y el gran trabajo fotográfi-co de Marcelo Brodsky,hecho a partir de la desa-parición de su hermano,Buena memoria, con textosde Gelman, Caparrós ymíos. Pronto haremos unanálisis de esos jóvenesdesaparecidos. Veremos lainmensa cantidad dealumnos judíos. En suma,no hay que confundirse:los Montoneros podríantener, como tuvieron, suorigen católico y tacuaris-ta, pero la Juventud Pero-nista estuvo llena demuchachos judíos. Todosse movilizaron juntos en lalucha por traer a Perón ydespués eligieron su desti-no en medio del desastreque fue gestándose comouna maldición irrefrena-ble. Analizaremos esto.) ElNegro era correntino.Llega a Buenos Aires a losdoce años. Vive en unaprefabricada en SanMiguel. Está entre elgrupo fundador de Mon-toneros. Es incierto si par-ticipó o no en el secuestro de Aramburu. Parecie-ra que no. Pero no es seguro. Al morir FernandoAbal Medina en William Morris (el 7 de sep-tiembre de 1970) asume la conducción de Mon-toneros. Pero no le dura mucho. Cuenta Baschet-ti: “En julio de 1971 Navarro es sancionado conuna despromoción y enviado a Córdoba. Dichadecisión tiene que ver con su labia y su pinta,aunque parezca mentira. Es que a las mujeres noles resultaba indiferente ese trabajador metalúrgi-co con ciertos aires a Emiliano Zapata. Por loque el ‘Negro Sabino’ tenía una amante llamadaMirta Silvia Silecki, de 25 años de edad, ajena ala militancia y al ámbito político...” (RobertoBaschetti, La memoria de los de abajo, hombres ymujeres del peronismo revolucionario, 1945-2007,De la Campana, 2007, vol. II, p. 80). Ciertanoche la cana lo encuentra en un Peugeot 404,¡rojo!, apretando con la piba Silecki, que debíaestar buenísima y al Negro le importaba pocoque militara o no militara; total: para salvar a lapatria estaba él. Tenía la captura recomendada,de modo que le era necesario cuidarse, y mucho,posiblemente más que cualquiera. Pero se ve quea Sabino las hormonas lo podían. O que sumujer era medio bagayo y la Silecki no le hablaba

ni por casualidad de la liberación nacional ysocial de la patria pero lo hacía demasiado feliz.Feliz hasta el riesgo y la perdición. Les dice a loscanas que tiene sus documentos en el baúl delcoche, en un maletín. Abre el baúl, abre el male-tín, saca un 38 largo y apunta hacia los canas.Uno se le tira encima. El Negro lo elude y des-pués –veloz, decidido, mientras la Silecki veía lasmaravillas que podía hacer su varón metalúrgicoy morocho– los liquida a los dos, sin asco. Toda-vía más: les saca las armas, va al patrullero y sequeda con la metralleta que ahí encuentra. Subea su Peugeot rojo y se va. El episodio aparece en“una revista montonera de la Juventud Peronista,pero nada se dijo en el relato de la mujer que loacompañaba; según ese relato todo lo acontecidole había ocurrido a él solo. Es que resultaba muydifícil de explicar para la moral montonera y‘cristianuchi’ de la época, que el ‘HombreNuevo’, el ‘Guerrillero Heroico’, se encamaracon otra mujer que no era su esposa...” (Baschet-ti, Ibid., p. 81). Por tal motivo... el Negro Sabino–en julio de 1971– es sancionado por la Organi-zación. ¡El, que en ese momento era el jefe! Lomandan a que se haga cargo de la Regional Cór-doba. Se lo sacan de encima. Desdichado

momento para la historia argentina, y no exage-ro. El 22 de julio anda por Río Cuarto. Tiene unoperativo en vista. Necesita un par de automóvi-les. Se los está afanando cuando aparece la cana yempiezan los tiros. El Negro –y los que lo acom-pañan– huye. Lo persiguen. Lo hieren en unhombro, en una pierna y lo obligan a retrocederhasta la zona serrana. “Antes de morir desangra-do, tiene tiempo para ordenar a un compañerosuyo (Jorge Alberto Cottone) que se escabulla;como éste no quiere dejarlo solo, le ordena: ‘Yosoy el Jefe y ordeno que usted se salva’ (...).Navarro fallece el 28 de julio de 1971 a la edadde 29 años” (Baschetti, Ibid., p. 81.)

Con la muerte de Fernando Abal Medina y delNegro José Sabino Navarro (que no era “cristia-nuchi”, gran anotación de Baschetti) sucede lopeor: la conducción de Montoneros cae mansa-mente en manos... del Nefasto. (Por eso dije quela destitución del Negro y, más aún, su posteriormuerte, implican un desafortunado momentopara la historia argentina.) El Nefasto no tiene lapinta de endemoniado dostoyevskiano de Fer-nando Abal, de jacobino alucinado a lo Castelli.No tiene la pinta bien nacional y popular, el ori-gen humilde, el trajinar metalúrgico del Negro

II III

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Sabino Navarro. Nada de eso. Es más bientirando a gordito. Tiene la cara del “Manolito”de Quino. (Y, en efecto, le dicen “Manolito”.)No tiene talento, no tiene una inteligenciaremarcable, sino apenas una memoria privilegia-da, que es, de algún modo, la antítesis de la inte-ligencia, cuya cualidad fundante es pensar. Peroes frío y ambicioso. Es –lo sabemos– Mario Fir-menich. Y ahora es el jefe de Montoneros y loseguirá siendo.

CUESTIONES DE ESTRATEGIAEn William Morris y en la soledad serrana se le

abrió la posibilidad de la jefatura. Es innegableque la conducción de Fernando Abal Medinahabría sido fría y hasta despiadada. El era capazde ser despiadado consigo mismo. Pero tenía unainteligencia superlativa y habría llevado las cosascon mayor habilidad. Un tipo inteligente sabecuándo no envanecerse, cuándo no ir al choqueinútilmente, cuándo avanzar, cuándo retroceder.En la revista Militancia del 6 de septiembre de1973 (un momento en que el Viejo estaba ama-ble con la JP porque los necesitaba para la campa-ña electoral, y hasta había hecho el patético desfi-le de “unidad del Movimiento” del 31 de agosto,en que pasaron ante él los que se habían enfrenta-do en Ezeiza y los que se masacrarían a partir desu muerte) hay una nota que se titula “El manda-to político de Fernando Abal Medina”. Presumoque la hicieron Rodolfo Ortega Peña y EduardoLuis Duhalde. Tiene algo muy valioso. Un resu-men del proyecto político de Fernando Abal.“Sus pautas esenciales (dicen Ortega Peña yDuhalde) podemos sintetizarlas en: 1) asunciónde la guerra popular; 2) adopción de la luchaarmada como la metodología que hace viable esaguerra popular, mediante formas organizativassuperiores; 3) absoluta intransigencia con el Siste-ma; 4) incansable voluntad de transformar la rea-lidad; 5) identificación de la burocracia, comoformando parte del campo revolucionario; 6) en-tronque efectivo en las luchas del pueblo; 7) con-fianza ilimitada en la potencialidad revolucionariade la clase trabajadora peronista; 8) caracteriza-ción del General Perón como conductor estraté-gico; 9) correcta evaluación sobre los ampliosmárgenes posibilitantes de actuación dentro delMovimiento Peronista; 10) decisión de lucharhasta el costo de la propia vida...” (Militancia, Nº13, 6/9/1973, p. 11). Ortega Peña y Duhaldeseñalan que Fernando aún no tenía claro si unaorganización guerrillera debía definirse comobrazo armado, foco irradiador de conciencia uorganización revolucionaria de masas. Aquí esdonde radica la diferencia que (creo, ojo: creo)habría establecido Fernando de haber vivido. Fir-menich –a partir del asesinato de Rucci y delpasaje de la organización a la clandestinidad–rechaza la opción de la “organización revolucio-naria de masas”. Elige la del brazo armado y la delfoco irradiador de conciencia. Ya veremos adónde lo conduce esto. Cosa que muchos cono-cen. Fernando habría advertido –pese a su jacobi-nismo pero a causa de su inteligencia– que una“organización revolucionaria” o es “de masas” ono es “revolucionaria”. Y si la situación evidenteque se detecta es la de un reflujo de masas, esereflujo debe ser acompañado por la organización,y bajo ningún punto de vista debe ésta continuarlas acciones por su cuenta bajo el riesgo de con-vertir su violencia en una violencia de aparato quesólo servirá al régimen tiránico. Por si la palabra“reflujo” necesitara algún acompañamiento quecolabore a su necesaria, traslúcida comprensión,entrego algunos sinónimos: descenso - merma -reducción - disminución. Estas son anotacionesmomentáneas de temas calientes que trataremosextensivamente cuando llegue su momento, aun-que tal vez los venimos afrontando desde el iniciode este trabajo. Pero no somos sólo nosotros losque pensamos así. Hay tipos muy valiosos, degran conocimiento estratégico-político que handicho lo mismo: Rodolfo Walsh, por ejemplo.Sigamos a Ernesto Salas, que escribe en LuchaArmada un excepcional trabajo titulado: “Eldebate entre Walsh y la conducción montonera”.Salas se refiere a dos informes que Walsh escribiócon fecha 2 de enero de 1977, cuando, en efecto,estaba trabajando su Carta de un escritor a laJunta Militar. Cita un texto al que define como

“una verdadera clase de estrategia” (revista LuchaArmada, año 2, Nº 5, p. 11). Y lo es: una verda-dera clase de estrategia que la conducción monto-nera no entendió, o no quiso entender o, conperdón, se la pasó por las pelotas, así de bruta era.Escribió Walsh: “Cabe suponer que las masasestán condenadas al uso del sentido común. For-zadas a replegarse ante la irrupción militar, seestán replegando hacia el peronismo que nosotrosdimos por agotado (...). En suma, las masas no serepliegan hacia el vacío, sino al terreno malo peroconocido, hacia relaciones que dominan, haciaprácticas comunes, en definitiva hacia su propiahistoria, su propia cultura y su propia psicología,o sea los componentes de su identidad social ypolítica. Suponer, como a veces hacemos, que lasmasas pueden replegarse hacia el montonerismo,es negar la esencia del repliegue, que consiste endesplazarse de posiciones más expuestas haciaposiciones menos expuestas” (citado por Salas,Ibid., p. 11). Formidable clase de estrategia. Lás-tima que Walsh haya esperado al 2 de enero de1977 para acercársela a esa conducción extravia-da, perdida por su soledad, su egolatría y sumesianismo. Lástima que recién el 13 de diciem-bre de 1976 le haya dicho que la “situación de lasmasas” es “de retirada para la clase obrera, derrotapara las clases medias y desbande en sectores inte-lectuales y profesionales” (Lucha armada, propues-tas de Rodolfo Walsh al Documento de la Conduc-ción, Ibid., p. 136. Cursivas nuestras). Cierto:más vale tarde que nunca. Pero, para muchoscombatientes enviados por esa Conducción a unalucha desigual, sin ningún anclaje de masas, a laque ellos no se negaron a ir, pero que –al haberseatrevido– merecían una información más real dequienes debían darla, es decir, de sus conduccio-nes estratégicas, tarde fue trágicamente nunca.“Muchas veces (escribe Horacio Verbitsky entexto que de buen grado firmaría) me he pregun-tado cómo fue posible que personas de notableaptitud e incluso brillo intelectual se sometieran alos dictados de un liderazgo paupérrimo” (Hora-cio Verbitsky, Prólogo a Cristina Zuker, El Trende la Victoria, Sudamericana, Buenos Aires, 2003,p. 9). ¿Cómo es posible que Walsh discutiera conpersonajes como Firmenich, Vaca Narvaja y Per-día? ¿Saben por qué el libro de Cristina Zuker sellama El Tren de la Victoria? Porque “reproduceuna expresión con la que Roberto Perdía recluta-ba militantes para ingresar en forma clandestinaal país subyugado por la dictadura militar. Nodebían perder ‘El Tren de la Victoria’, les decíaen las narices de los servicios de informacionessembrados en las colonias del exilio. Después, unasistente recogía en una bolsa los papelitos con losdatos de quienes accedían a esa conscripción”(Verbitsky, Ibid., p. 8). “El Tren de la Victoria”llega a la Argentina en 1979. No quedó uno desus militantes. Se repetiría la operación en 1980.

“VUELVE PERÓN, FLACO” Con fecha 9 de febrero de 1971, los Monto-

neros envían su primera carta a Perón. Dicen:“Al pueblo le queda claro que el sistema es siem-pre el mismo cualquiera sea la fachada que pre-sente (...). Por todo esto es que a diario cosecha-mos, en el apoyo popular creciente, los frutos deeste ajusticiamiento histórico” (Baschetti, Ob.cit., 1970-1973, Tomo I, p. 124). No se equivo-caban en esto. Formaban parte de un enormemovimiento popular que pedía una sola, simplecosa: que Perón regresara al país. De aquí quetodo lo que se hiciera (en medio de una dictadu-ra, de un país cuya ilegitimidad llevaba ya casi16 años) le caía bien al pueblo peronista, queaceptó con beneplácito la muerte de Aramburu.Perón tenía que volver. Los militantes de lasFormaciones especiales empiezan a ser llamados“los muchachos” no sólo por las clases bajasperonistas, sino por la clase media, por los inte-lectuales, por los artistas. Su aceptación –algoque ya en ese momento les costaba entender–dependía de su inclusión en ese anhelo amplia-mente popular. Es difícil trasmitir a las nuevasgeneraciones lo que significaba “el regreso dePerón”. No, es imposible. Sólo bastará pregun-tarse cómo fue posible que marcharan a Ezeizados millones y medio de personas. Acaso tres.¿Qué eran? ¿Eran todos Montoneros? No. ¿Fueuna gigantesca equivocación? No. ¿Quién podía

saber cómo iban a salir las cosas? Fue una mar-cha de fe, un enorme gesto de esperanza, el deseo deuna patria generosa, para todos, que todos anhela-ban, querían, una apuesta al futuro, el deseohumano nunca satisfecho de la felicidad, de la ple-nitud. Desear estas cosas tan intensamente con-lleva el enorme riesgo de una frustración pro-porcional al deseo. “Perón” había terminado porsignificar tanto que inevitablemente su historiza-ción, su abandono de la patria del mito y su ate-rrizaje en la realidad debía ser traumático.

No lo fue el primer regreso. Pero ya ahí todossintieron el poder que tenía el aterrizaje del míti-co avión negro. Cuento una breve historia: Eranlas 7.30 del 17 de noviembre de 1972. Acababade llegar de Córdoba en El Rayo de Sol. No habíapodido tomar el avión de la noche anterior. Nome importó. Siempre me gustó viajar en tren.Fue un viaje difícil. El país vivía en un absoluta-mente inédito estado de exaltación. El trendemoró 13 o 14 horas en llegar a Buenos Aires.Siempre era un viaje de 10 horas. Fundido, entroen mi casa. Dejo la valija, caigo en un sillón y...suena el teléfono. Es mi amigo Miguel Hurst. Yavoy a hablar (y quizá bastante) de él. Era el dueñode la mítica librería Cimarrón, de la calle Inde-pendencia. Ahí se editaban las clases de las Cáte-dras Nacionales. Nos editaba Envido. “José.”“Qué hacés, Miguel.” “¿Sos boludo o te hacés?”“No me jodás, Miguel. Recién llego a mi casa.Catorce horas en tren. No pegué un ojo. Estoyfundido. Ni un paso puedo dar.” “Oíme.” “Sí.”“Vuelve Perón, flaco.” Y había que ir a buscarlo.Desafiar el cerco represivo de Lanusse (“No tole-raremos ninguna ‘pueblada’”). Hasta hubo quecruzar el río Matanzas. Y yo con 14 horas de viajeencima, soñoliento, abombado. Pero esto noimporta. De otra cosa quiero hablar: el tono. Eltono de Miguel. Nunca lo voy a olvidar. No alzóla voz. No le puso ninguna emotividad. Simple-mente lo dijo: “Vuelve Perón, flaco”. Nada másincreíble podía ser dicho en la Argentina. Nadamás negado. Nada más deseado. Era el aviónnegro. Lo que nunca iba a pasar. Lo que no podíapasar. Ese viejo general de Madrid se iba a morirahí. Pero volver, nunca. Habían pasado 17 años.Habíamos crecido escuchando que Perón algunavez volvería al país. Habíamos crecido escuchan-do que no, que nunca. Habíamos escuchado anuestros viejos decir que sí o que no. En 1955 yoestaba en sexto grado de la primaria, colegio JoséHernández, en Pampa casi avenida Forest. CayóPerón y entró en el aula el señor Grassi, el direc-tor del colegio. Nuestro maestro le cedió su lugar.Grassi habló toda la hora. Que el país habíareconquistado sus libertades democráticas. Que eltirano había huido. Que teníamos suerte, ymucha. Que creceríamos en una Argentina libre.Que los mediocres se quedarían al borde delcamino. (¡Cómo me asustó esta frase! Doce añosdel ‘55 no son los de ahora. Yo era un boludo alos doce años. Me pregunté: ¿y si soy un medio-cre, y si me quedo a un costado del camino?) Quelos laboriosos, los que supieran usar la libertadahora reconquistada, los que lucharan por la dig-nidad de la República, por la democracia, por losvalores que nuestros próceres nos habían legado yque el Tirano agravió, llegarían al triunfo en lavida. “Son libres. Son jóvenes. El país de lademocracia los aguarda. Vivan por él y luchenpor él. Nunca jamás permitan que sus libertadessean pisoteadas. Nunca jamás permitan queregrese un Tirano como Perón para someterlos asus mentiras, a su demagogia, a su enfermizodeseo de poder, a su régimen tiránico.” El señorGrassi se fue. ¡Qué feliz estaba ese hombre! Y noshabía venido a ver a nosotros, los pibes de sextogrado, porque éramos los mayores y nos íbamosdel colegio hacia otros horizontes, al secundario, ala vida. Pensé: “Ojalá nunca vuelva Perón y sea-mos felices para siempre”. Todos pensamos eso.Hasta mis viejos lo pensaban. Y eso que nuncame parecieron muy antiperonistas. Pero ahorahablaban pestes del Tirano.

–Vuelve Perón, flaco –dice Miguel. Yo era flaco en 1972. Y Miguel estaba vivo. Y

sí, carajo, volvía Perón. –¿Dónde nos vemos? –pregunté.

Colaboración especial:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 7 de diciembre de 2008

PROXIMO DOMINGO

“La Casa de Gobiernocambió de dirección”

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

Las “genialidades” del Viejo54

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LAS DOS MINAS DEL GENERALCARCAGNO

APerón, los veteranos le decían “el general”.Pero los muchachos de la JP –afectuosamen-te– le decían “el Viejo”. El Viejo era sabio. ElViejo se las sabía todas. Había una cierta fas-cinación con ese “viejo” que a la distancia

manejaba el caos inherente al justicialismo. Perón asume esacondición de genio de la política. Su “ajedrez madrileño”tiene ese talante. Es el hombre que, desde la lejanía, desde elotro lado del océano, maneja todos los hilos. Hay dos chistesmemorables. Llevo años diciendo que los chistes añadenconocimiento, que revelan más que algunos hechos el sabor,el colorido, la intransferible atmósfera de una época histórica.Cuando Perón colisiona con la conducción de Montoneros,cuando, luego de Ezeiza, cuestiona a la ex “juventud maravi-llosa”, aparecen dos chistes que surgen de la militancia desuperficie o tal vez de esa usina crítica poderosa que era larevista Militancia, que dirigían Ortega Peña y Duhalde. Unode ellos decía que Firmenich y Quieto estaban siendo ahorca-dos por una gavilla de fachos. Y que Firmenich, sereno, con-fiado, le decía a Quieto: “No te preocupes. Debe ser otragenialidad del Viejo”. El otro es más divertido. Quieto y Fir-menich están bajo tierra, enterrados en sus tumbas. VienePerón, se abre la bragueta y mea feliz sobre ellas. Luego sealeja. Se escucha, entonces, la voz de Firmenich: “Che, Quie-to”. “¿Qué?” “¿No te dije que el Viejo no nos iba a cagar?”

Los chistes intentaban decir que Perón manejaba todo a suantojo. Que los Montoneros eran unos tarados que le creíanhasta el fin, hasta muertos y enterrados se admiraban de quesólo los meara. Sólo eso, porque cagarlos, nunca. Sin embar-go, todo estaba muy lejos de ser así. Perón, es cierto, los que-ría cagar y era evidente que hacía todo para hacerlo. Pero losMontoneros ya no le creían. Le matan a Rucci y le arruinanel Pacto Social. Lo que Perón quería hacer con los Montone-ros los Montoneros lo querían hacer con Perón. Sería inge-nuo creer que los Montoneros tenían esa fe extrema en él.Un chiste es un chiste. Y los que conté provenían seguramen-te de la izquierda erpiana, que reprochaba a los “nacionalistasburgueses” montoneros su fe en Perón. Así, cuando la Ten-dencia hace con el Ejército, por medio del general Carcagno,adicto a la orga, el Operativo Dorrego, aparece en Militanciael que acaso sea el mejor de los chistes de Tendencio, un per-sonaje con el que en la revista de Ortega Peña y Duhalde sereían de la Jotapé y sus planes con Perón. Se ve a Tendencio(que era sólo una línea sólidamente trazada que daba la ima-gen de un hombrecito tonto, terriblemente cándido) atado aun árbol. Frente a él, tres tiradores. Junto a los tres tiradores,un coronel con un sable dispuesto a dar la orden de fusila-miento. Tendencio pregunta: “Entonces, general, ¿así termi-na el ‘Operativo Dorrego’?” No sería apropiado olvidar queel segundo de Carcagno en la cuestión era nada menos que elque sería ministro del Interior de Videla, el sarcástico, el cíni-co y sanguinario Albano Harguindeguy. Carcagno –este datodisfrútenlo porque es una de las cosas increíbles de la época–le había otorgado un reportaje a El Descamisado. Los delDesca lo titularon con una frase que, presumimos, se le habráescapado al general en un arranque de sinceridad demencial:“Se acabó la época en que los yankis nos metían dos minas enla cama para comprarnos”. El Ejército seguramente se habráincomodado: la frase no era expresión de eso que se llamauna virtud sanmartiniana. Tal vez, del modo en que vienenlas cosas y los sorprendentes descubrimientos, se encuentrealguna frase de San Martín parecida. Por qué no. Por ejem-plo: “Se acabaron los tiempos en que los españoles nos metí-an dos gallegas en la cama para que no cruzáramos LosAndes”. Pero se aclararía que San Martín siempre rechazó aesas dos gallegas y por eso es el Padre de la Patria. Los genera-les argentinos, en cambio, aceptaban a las dos rubias yankis yasí fue como entregaron el país. Eso es lo que parecía decir(o, en rigor, decía) Carcagno. Ese día, en algún lugar delgeneralato, se habrá decidido el fin de su carrera. La manio-bra de los Montoneros para comprometerlo con ellos habíasido un poco extrema. El pobre Carcagno, al leer su frase, sehabrá aterrorizado. Probablemente pensó en los costos demeterse con esos guerrilleros imprudentes y malhablados.Porque –es el momento de anotar esto– los Montos se jacta-ban de sus malas palabras. El grito de guerra: “¡Montoneros,carajo!” ya era fuerte y pegaba. Pero lo trágico y patético y ala vez inevitablemente divertido ocurre durante el ’73. Serumoreaba que Perón andaba mal de salud, algo que eramucho más que cierto. El Desca saca una tapa memorable.Decía así:

Siempre fue de gorilas hablar de la salud del general,pero compañeros...¡Qué cagaso!

Glorioso momento del periodismo argentino. Esa “horri-ble” palabra jamás había aparecido en la tapa de una revista.Y, para colmo, mal escrita. Recuerdo, por ejemplo, a Miguel

Brascó haciéndose un banquete en una radio, analizando lasdiferencias entre “Cagaso” y “Cagazo”. Trágico era asimismoque la mayoría de los afilados analistas no podían lucirsedemasiado porque les era imposible decir por radio la palabra“cagazo”. No eran los tiempos del fascismo guarango de hoyo de las minas liberadas que putean a diestra y siniestra. Nose decían esas cosas. Pero los Montos eran –además de todo–“niños terribles” y otra de sus modalidades subversivas eraapelar a las palabras negadas por el “buen gusto” de la bur-guesía. Hoy, eso no asusta a nadie. Hasta se escriben largos yacaso pretenciosos ensayos apelando a las malas palabras.Este, por ejemplo. Pero, cómo no. Es parte de la materia tra-tada la habitualidad carajeadora. (Escribimos sobre el pero-nismo, carajo.) Lo que llevó a lo sublime la tapa del Desca fueel error de ortografía. No faltará quien diga que fue delibera-do. Si lo fue, la idea rozó lo genial: nadie, durante un tiempo,habló de otra cosa. Y, según vemos, todavía hablamos de ella.Había gente con talento en la orga. ¿A quién se le habrá ocu-rrido si el error fue deliberado? Hay genios para elegir.Walsh, Urondo, Gelman y, desde luego, Oesterheld, nadamenos que él. Que ya tenía casi lista La guerra de los antartes.Nos ocuparemos adecuadamente del querido viejo y su trage-dia peronista, montonera, argentina. El Eternauta II es untexto imprescindible para analizar el peronismo revoluciona-rio de los ’70. Expresado, ahí, por un creador, por un escritorgenial. Vayamos desde ya rogando a las musas que nos otor-guen el don de estar a la altura de esa historieta trágica, extra-viada, sólo comparable –en su demencia creativa– a los másaltos momentos del Nietzsche de La voluntad de poder.

ARAMBURU-LANUSSE-PERÓN: LA BÚSQUEDA DEL GRAN ACUERDO NACIONAL

Falta para eso. Como sea, los chistes también revelan la feque se tenía en el Perón madrileño. El Perón de la lejanía.Ese Perón era imbatible. Su palabra era Ley. Todos necesita-ban ser validados por él, el Padre Eterno. Esto alimentó unatrágica megalomanía en Perón. Supongo que debe ser bastan-te inevitable, si se es Perón, creérsela. También, si se esPerón, si se es, como pretendía serlo, un viejo sabio, esa sabi-duría debiera prevenirlo, decirle que existen obstáculos en larealidad, que no todo se somete a los arbitrios de un líder pormás respaldo popular que tenga. Ese general sabio, ese políti-co genial, que todo podía contenerlo, controlarlo y totalizar-lo, se veía muy favorecido por estar fuera del sistema políticoargentino, fuera de la escena. Todo se unificaba en Perón.(Nota: Esto es lo que Ernesto Laclau llama significante vacío,pero yo le tengo cierta aversión a la semiología y no me caebien Lacan, o no me cae tan bien como a Laclau. Digamosque me pasa de costado. De modo que me manejo con otrascategorías. De las que Laclau, por suerte, no deja de haceruso: recurre bastante a Spinoza, Hegel y Marx en el parágrafo“La dialéctica de la universalidad”, por ejemplo. El que quie-ra adueñarse bien del concepto de significante vacío, que noes complejo, puede consultar Emancipación y diferencia, p.101 de la edición de Ariel. Postula que la “exterioridad” dePerón le permitía asumir el momento de la “universalidad”del que el movimiento carecía por su dispersión organizativae ideológica. Escribe: “En tales circunstancias, él estaba en lascondiciones ideales para pasar a ser un ‘significante vacío’ queencarnara el momento de la universalidad en la cadena deequivalencias que unificaba el campo popular”. Esto se quie-bra dramáticamente cuando Perón regresa: “Perón ya no eraun significante vacío sino el presidente del país, y tenía quellevar a cabo políticas concretas. Pero las cadenas de equiva-lencias construidas por las distintas facciones de su movi-miento habían ido más allá de toda posibilidad de control–incluso por parte de Perón–. El resultado fue un sangrientoproceso que condujo a la dictadura militar de 1976” (Laclau,Ibid., p. 102). En mi ya lejano libro Ignotos y famosos, de1994, en los trabajos “La invención de Perón”, “La realidadde la razón” y “La muerte mítica de Perón” abordo estascuestiones. De todos modos, en este ensayo volveré a ocupar-me de ellas y espero que aún mejor, algo que tal vez no seademasiado difícil. (Lo digo para no se molesten en buscar eselibro, que no creo que lo merezca.) Y había una consigna quetambién daba una identidad a todos, la misma: Perón vuelve.El general creyó que las cosas podrían funcionar del mismomodo aquí. Veremos.

Hay una linealidad que nos vamos a animar a seguir. LosMontoneros le reprochan a Aramburu –y es uno de los prin-cipales motivos por los cuales lo matan– estar armando unGAN (Gran Acuerdo Nacional), nombre que le puso Lanus-se al proyecto que él impulsó. Las propagandas del GAN seveían abrumadoramente en la tele y en los diarios. Eran dosjugadores de fútbol disputando una pelota. Se les notaba laalegría de jugar. La limpieza. El locutor, voz en off, decía:“Gran Acuerdo Nacional: un partido que debemos jugarlotodos”. O algo muy parecido. También así se leía en los dia-rios o en los afiches que se pegaban en las paredes de lascalles. El peronismo crea el Frente Cívico de Liberación

Nacional. Tenía nombre de antibiótico: Frecilina. Desde esefrente se opone al GAN de Lanusse. Quienes buscan acercar-se al GAN son denunciados como “integracionistas”, “conci-liadores”, “dialoguistas”. Horacio González inventa una pala-bra: “lanusardos”. ¿Qué buscaba Lanusse? Una propuesta deintegración. Pretendía manejarla él y el peronismo ya estabamuy fuerte como para cederle ese privilegio. Pero es impor-tante establecer, lo más claramente posible, la diferencia entre“gorilas” e “integracionismos”. Escribe Horacio González, encaliente, en pleno octubre de 1972, a un mes del primerregreso de Perón: “La herencia de la Revolución Libertadorase compone de la disputa sobre si quien conduce la luchacontra el peronismo ha de ser el gorilismo o el integracionis-mo. El enfoque gorila supone básicamente una visión delperonismo en términos de ‘ilegalidad’, lo que en el plano delas formas de procedimiento político se traduce en una per-cepción de ‘guerra civil’, precio indispensable para depurar yrecuperar el control de todos los mecanismos del Estado quehabían sufrido una radical transformación durante el poderperonista (...). El integracionismo resuelve condicionar la lega-lidad del peronismo en la misma medida que éste se muestre‘responsable’ para acompañar estrategias de ‘crecimiento eco-nómico’ o de ampliación de la base de consenso del Estado.La ‘percepción de guerra civil’ no forma parte de la metodo-logía integracionista, para la cual lo crucial es la captación dediversos ‘factores’ del peronismo, desintegrándolo como tota-lidad política, social e histórica, para poder captarlo comofacción” (Horacio González, Gorilas, integracionistas y lanu-sardos, reflexiones a propósito de la maldición peronista y de larevolución peronista, Envido, Revista de Política y CienciasSociales, octubre de 1972, N 7, p. 35). Muerto el proyectogorila se impone el integracionista. Tambiénel regreso de Perón (y no sólo tambiénsino muy especialmente) debe leerse comoel triunfo del proyecto integracionistasobre el proyecto gorila dentro de lasluchas intestinas de la Libertadora.

Era el proyecto que Aramburuhabía explicitado a sus secuestra-dores. Al tercer día de su secues-tro, el domingo, sale en la revistaCriterio un reportaje en que lo aclarasin vueltas. El reportaje se había hechoantes, como es lógico, sólo es llamativoque apareciera precisamente cuandoAramburu estaba en manos de suscaptores y siendo juzgado por elproyecto que ahí enunciaba.Ese proyecto –según ahoraveremos– era muy similar al deLanusse, tal como se lo dicenlos Montoneros. Pero (¡y ésta esla complejidad que hay quepensar!) era también similar alque Perón, en el ’73, intentaplasmar con Gelbard yRucci. ¿Por qué Peróncambia una de las verda-des peronistas en plena“etapa dogmática”? Aldía siguiente de Ezeiza,en su discurso del 21de junio, Perón inau-gura la “etapa dog-mática”: “Somos loque las veinte verda-des peronistasdicen”. O sea, el quequiera cambiar ladoctrina que se vaya,es un “zurdo con lacamiseta peronista”.No obstante, Perón (¿yquién sino él?) se da ellujo de violar la “etapa dog-mática” y cambiar una de las“veinte verdades peronistas”. Esla que dice: “Para un peronistano debe haber nada mejor queotro peronista”. Perón dice: ahoracambiamos. Ahora decimos: “Paraun argentino no debe haber nadamejor que otro argentino”. Una con-signa de unidad nacional. UnGAN. La “salida democrática”de Aramburu. La consigna“para un argentino no debehaber nada mejor que otroargentino” cae mal, horrible-mente mal, en la militancia delperonismo de izquierda. Enton-

ces, ¿para Tosco no debe haber nada mejor que Rucci? ¿Paraun villero no debe haber nada mejor que el policía que lorevienta a palazos? ¿Para un militante no debe haber nadamejor que un empresario? ¿Para un torturado no debe habernada mejor que un torturador? ¿Para un obrero no debehaber nada mejor que su patrón? La consigna del Viejo erainsostenible. Eso lo sabían todos. Teóricamente, lo sabía muybien Perón, que era un maestro de las antinomias irreducti-bles: patria y antipatria, pueblo y antipueblo, peronistas yantiperonistas, propios y contreras, leales y traidores, etc.Pero no le importaba: él daba órdenes. Decía a quién amar ya quién no. Ahora, de golpe, debían amarse todos. La izquier-da no peronista disfrutaba la cosa: ¿cómo se hace una revolu-ción en un país donde para cada uno de sus habitantes nodebe haber nada mejor que otro? ¿Ya no hay contradicciones?¿No más régimen y pueblo? ¿Y la lucha de clases? ¿Ya no haylucha de clases? ¿Ya no hay patrones? ¿No hay oligarquía,empresas transnacionales, Ejército? Perón proponía el pactosocial, que era su versión del GAN. De donde podemosdeducir esto: El regreso de Perón se debe a que las clases domi-nantes, el Ejército y la Iglesia advierten que el único que puedehacer el GAN es Perón. Sin duda se decidió lo siguiente: nostenemos que jugar la última carta, no hemos podido destruirni controlar ni integrar al peronismo desde 1955. El GranAcuerdo Nacional es una apuesta de Lanusse que él no estáen condiciones de llevar a cabo. El único que puede hacer elGAN es Perón. Hay que negociar su regreso sobre esa base:usted vuelve, pero no para hacer la revolución socialista quepiden sus muchachos, sus formaciones especiales, sus curasrebeldes. A ellos los viene a controlar. Nosotros lo respalda-mos si nos hace el GAN. Sólo usted lo puede hacer. Y es lo

que hay que hacer o el país cae en el abismo de la gue-rra civil. Su gente lo pide. El pueblo que lo sigue.

Los sindicatos. La clase media no violenta. Elempresariado nacional y hasta los más sensatos de

nosotros. Más no podemos hacer. Sabe que usted nonos gusta ni nos va a gustar, pero alguien tiene quedar el paso. Nos equivocamos. Ya no más: vuelva.Pero vuelva para la unidad de la nación. Para elGAN.

PERÓN: “UNA SOLA CLASE DE ARGENTINOS”

De aquí que ya el 21 de junio –al día siguiente deEzeiza– Perón diga con brutal claridad: “El Justicia-lismo, que no ha sido nunca ni sectario ni excluyen-te, llama hoy a todos los argentinos, sin distinción debanderías, para que todos, solidariamente, nos pon-

gamos en la perentoria tarea de la reconstrucciónnacional, sin la cual estaremos todos perdi-

dos. Es preciso llegar así y cuanto antes auna sola clase de argentinos: los que

luchan por la salvación de la patria”(Ver: Baschetti, Documentos, 1973-1976, volumen I, ed. cit., p. 106.Las cursivas son nuestras.) En rigor,

cómo no decir esta sencilla ver-dad, esa clase de argentinos

nunca faltó en el país. Siem-pre estuvimos colmados de“esa clase de argentinos”. Elcoronel Varela, cuandomataba esquiladores en laPatagonia, creía luchar por

“la salvación de la patria”.Ramón Falcón, cuando lesdecía a sus cosacos quehicieran fuego sobre losanarquistas de la FORA,creía luchar por la salva-ción de la patria. Rado-witzky, cuando le tiró unabomba, también. Wilc-

kens, cuando le tira subomba a Varela, también.

(“Dos bombas cargadas de amor”,dice un poema libertario que citaBayer en La Patagonia rebelde.) Uri-buru, cuando lo tira a Yrigoyen, lohace por la salvación de la patria.Justo, cuando lo aparta a Uriburu, lomismo. Los que torturaban en laESMA lo hacían por la salvación de lapatria. Los que matan a Rucci ni quéhablar. Los que derrocan al primerPerón, por la salvación de la patria. Losque ultrajan y esconden el cadáver deEva, por el mismo motivo. Valle se levan-

ta contra Aramburu por la salvación dela patria. Aramburu lo fusila por elmismo motivo. Aquí, nadie hizo nada

sino por la salvación de la patria. Si es por eso, no hay pueblomás unido que el argentino. La frase de Perón era otra vez lavieja frase de la unión nacional de todos, de todos los quenunca se han unido ni pueden ni podrán unirse porque vivenbajo un sistema que postula la necesaria desigualdad entre loshombres. Y no sólo la postula sino que la aplica. Funcionaasí: des-igualando a los hombres. Perón ni siquiera recurría ala unidad de todos aquellos “objetivamente enfrentados alimperialismo”, que fue siempre la consigna de la “causanacional” que logra unir a las burguesías nativas con sus cla-ses pobres en los países periféricos. No: Perón pide la unidadimposible. La unidad del congelamiento. La que beneficia alos dueños del poder. Y eso lo descubría cualquiera. Más aúnla izquierda peronista y sus críticos erpianos, que bien podíandisfrutar de este Perón burgués, amigo del régimen, quevenía a dar la mano que se le pedía. Una mano para la estabi-lidad burguesa, para la integración, para frenar la violencia,para establecer en lo posible una incipiente democracia luegode tantos años de luchas sin frutos, o con frutos muy amar-gos. Aún vendrían peores.

Hay, así, una continuidad. Aramburu-Lanusse-Perón. Unira los argentinos. El que lo va a hacer es Videla, asesinando atodos los que están contra él. Así sí: esa unión es posible. Launión de los cementerios, del terror. Videla supo cómo solu-cionar esa cuestión. Los que estaban contra él, morían. Losque no, vivían y aceptaban. Muertos y cómplices: he aquí lafórmula para la unión de los argentinos. La otra es la de lademocracia y su respeto por el “diferente”. Una democraciasin justicia social no es la “unidad de los argentinos”. Unademocracia con justicia social no existe. Es una utopía. Seríael socialismo. Pero ni eso. El socialismo buscó imponer launidad desde el Estado y desde el Partido. No funcionó. Elúnico ente libre termina siendo el Estado, en manos de laburocracia y todo sometido a la persona del dictador, al cual,para colmo, se le rendirá culto.

Pero nadie buscaba tanto. El Pacto Social de Perón habríainstrumentado un Estado distribucionista, una fuerza sindicalpoderosa, habría custodiado los intereses de los grandes capi-tales (aunque fijándoles topes en las superganancias y obli-gándolos a la reinversión y al distribucionismo), habría nego-ciado con los dueños de la tierra, alentado entusiastamente eldesarrollo de la pequeña y mediana industria y habría prote-gido, dentro de la larga tradición del movimiento, a los traba-jadores. De traje blanco, en la cabecera de una larga mesa,aún lo recuerdo a Perón reunido con empresarios y diciéndo-les: “En nuestro país no puede haber sumergidos. Eso no lopodemos tolerar”. Era 1973. El evento se televisó.

Volvamos a Aramburu. El fusilador del ayer proponía laarmonía de los argentinos en 1970. Es el domingo 31 demayo de ese año y, posiblemente, los Montoneros, en Timo-te, hayan leído las declaraciones que Aramburu hiciera a larevista católica Esquiú. Ese día empezaba también el campeo-nato mundial de fútbol en Perú, para el que Argentina, en1969, no había conseguido clasificarse. El DT de Onganíaera Adolfo Pedernera, no Menotti. Aunque nadie veía aPedernera como DT de Onganía ni pensaba que un triunfoargentino podía favorecer a la dictadura, que no era tanespantosa como para merecer tanta pena. Que uno desearaque la selección nacional perdiera, digo. Habría venido bienjugar esa copa, que fue la última que jugó Pelé y en la quehizo maravillas inigualadas. Habría sido lindo verlo atajar aCejas, que estaba en su mejor momento. Pelé se lo llevó alSantos y estuvo ahí 5 años. El primer partido del Mundialdel ’70 lo jugaron México y la Unión Soviética. ¿Lo habránvisto los Montoneros en Timote mientras decidían cómomatar a Aramburu? Difícil saberlo. Más probable es quehayan leído el reportaje de Esquiú. “La violencia es el resul-tante de un mal social”, decía Aramburu. “El pueblo no esescuchado ni participa del gobierno. Los actuales gobernantesle han asignado un papel totalmente pasivo, de simple espec-tador. Este estado de cosas debe por fuerza generar violencia (...).Y esto no se resuelve con leyes represivas, sino gobernando encomunión con el pueblo” (Cfr.: Felipe Pigna, Lo pasado pen-sado, entrevistas con la historia argentina (1955-1983), Plane-ta, Buenos Aires, 2008, p. 172. Pigna es un excelente entre-vistador. Deja hablar al entrevistado, casi no repregunta y elmaterial que queda es un testimonio desnudo en el que, antela pasividad del entrevistador, el entrevistado se entrega másde lo que pensaba y termina por decir cosas que acaso, conun entrevistador más “estrella”, de esos que sobran, de losque se mueren si no meten un bocadillo a cada rato, nohabría dicho. Habrá que defender a Pigna de sus muchos ata-cantes, cuyas posturas políticas no tienen el riesgo de lassuyas, y que no saben llegar a los lectores del modo directo yhonestamente ilustrativo con que él lo hace.) ¿Y ahora quédirán los que claman que los Montoneros, el 29 de mayo de1970, iniciaron la violencia en la Argentina? No, señores.Escuchen hablar a la mismísima víctima de esa jornada. Es elpropio Aramburu el que les dice: “Este estado de cosas debepor fuerza generar violencia”. Les habría dicho, de poderhacerlo: “Aquí lo ven. Mi muerte es la prueba de lo que digo.

Si el pueblo no es escuchado, si no participa del gobierno, sies pasivo, si sólo se lo reprime en lugar de comprenderlo, laviolencia surge inevitable”. Sigue el reportaje de Esquiú: “Loque hace falta es destruir una estructura social injusta y obso-leta y reemplazarla por una estructura social construida sobrebases justas y equitativas” (Pigna, Ibid., p. 172). Hablabacomo un peronista: “Una estructura social construida sobrebases justas y equitativas” es una frase peronista. Aramburu seles había extraviado. Estaba, para sí mismo, en un lugar exce-sivamente peligroso. A la izquierda del régimen gorila que élinauguró y a la derecha de los jóvenes rebeldes que su régi-men gorila engendró. Pareciera alguien que selló su propiasuerte. Ya no les hablaba a los gorilas con el lenguaje deAramburu, sino con el de Perón. Y les hablaba a los Monto-neros con el lenguaje de Perón, pero era Aramburu. En losdos lados era el hombre inadecuado en el momento inadecuado.Esto selló su tragedia. Sólo dejemos que diga algo más: “Losdisturbios sociales se desencadenan por enfoques políticosdesacertados. El gobierno no escucha al pueblo”. ¡Esto, a unaño del Cordobazo! Hablaba acerca de los disturbios sociales,no del Día del Ejército. Vestía siempre de civil, claro. Algomás: “Hay que buscar la salida democrática que devuelva elgobierno al pueblo. El poder debe descansar en la soberaníapopular” (Pigna, Ibid., p. 172). Decir esta última frase y decir“hay que llamar a elecciones democráticas, con el peronismoy con Perón si es necesario” era lo mismo. Aramburu buscabael Gran Acuerdo Nacional. Lo inventó él. Se le adelantó aLanusse. Porque Levingston no hizo nada en ese sentido. Lollamó a Aldo Ferrer y desató una campaña de tintes naciona-listas contra “los monopolios”. Tapa de Panorama: “Mono-polios, ¿quién tira la primera piedra?”. De pronto, todo elpaís hablaba de los monopolios. Nadie se lo tomó en serio.Lo tiraron de un bofetón, de una cachetada desdeñosa.“¿Para qué te pusimos ahí, monigote? ¿Para que la jugués demilico nacionalista que viene a salvar la soberanía de lapatria?” Asume Lanusse y larga su GAN. Pero le pasa lomismo que a Aramburu. Perón dice: “No me vengan con la‘soberanía popular’ ni con el ‘Gran Acuerdo Nacional’ uste-des que hace 15 años que pisotean eso. Se acordaron tarde. Elúnico que puede hacerlo soy yo. ¿Quién fue la víctima delarrasamiento de la soberanía popular? Yo. ¿A quién quiereincorporar ese Gran Acuerdo Nacional? A mí. Bueno, no semolesten. Esas tareas me corresponden. Soy yo el que debeprotagonizarlas y desmantelar la Argentina gorila y excluyen-te que ustedes crearon”. ¿Qué podía decir Lanusse? Que sí,como lo hizo. Pero con una condición: “Usted, Perón, viene,de acuerdo. Viene y hace en la Argentina lo que hay quehacer”. Lo que había que hacer (para Lanusse como paraAramburu) era el GAN. Una Argentina occidental, capitalis-ta, con su movimiento de masas incluido en la democracia,en el sistema de partidos. Que Perón negoció este retorno esindudable, totalmente lógico. Si no, el general Sánchez deBustamante, que comandaba el Primer Cuerpo de Ejército,no les habría dicho a sus subordinados de elite lo que les dijopocos días antes de las elecciones del 11 de marzo.

GENERAL SANCHEZ DE BUSTAMANTE:LA “AGRESIVIDAD MARXISTA” DEL PERONISMO

Primero analiza la estructura militar. La disciplina es elvalor prioritario. La instrucción debe ser intensiva, poderosa.Debe crear “el hábito de la obediencia mecánica”. Este es el“hábito” que más valora este militar de 1973, representanteunívoco de la esencial formación antidemocrática y antihu-manista de las Fuerzas Armadas. El “hábito de la obedienciamecánica” es lo que debe constituir esencialmente a un solda-do. La disciplina y la instrucción existen para lograr esa clasede hombres: los de la “obediencia mecánica”. Pero no nosdesviemos. No es nuestro tema. Sánchez de Bustamante va ahablar del peronismo. Acepta que regrese. Pero no aceptaráque se retorne “al pasado”. ¿Qué significa esto? “Cuandohablamos de un no retorno al pasado nos estamos refiriendoal peronismo, al peronismo como régimen, al peronismocomo expresión política de la arbitrariedad en el ejercicio delgobierno” (J. P. F., El peronismo y las fuerzas armadas, RevistaEnvido, N 9, Buenos Aires, ps. 23/24). ¿Cómo lo quiere alperonismo este general de altísima, inestimable importanciaen el esquema militar de poder en 1973 y que habrá, luego,de decidir, entre tantas otras cosas, la expulsión de OsvaldoBayer del país con el golpe del ’76? A lo que dijo ese día Sán-chez de Bustamante nadie le dio importancia. Seguramente elERP o los Montoneros daban alguna conferencia de prensa ytodos creían que la historia (la historia del Poder en la Argen-tina) transitaba por esos rumbos. No: era Sánchez de Busta-mante el que estaba expresando eso que sería posible y esoque no, eso que de ningún modo lo sería. Sigamos. Elcomandante del Primer Cuerpo quiere un peronismo queactúe “como partido justicialista sujeto a las reglas del juegoque están expresadas en el estatuto de los partidos políticos”.Pero... no cree que sea posible. No fácilmente, al menos. Sán-chez de Bustamante señala el motivo diabólico, inintegrable,

II III

Page 34: Peronismo Parte 2

con que se presenta ahora el peronismo: “Se presentacon un ingrediente de nítida fisonomía marxista y deuna tremenda agresividad, que llama a preocupacióna los hombres de armas y a los hombres de orden, ytambién a los hombres de orden que hay dentro desus propias filas”. Esta era la contundente, la latentey macabra preocupación –que podría transformaseen ira en cualquier momento– que el poderoso Ejér-cito Argentino de entonces (¡tan mal valorado por lamilitancia revolucionaria, heredera del voluntarismodel Che!) cobijaba acerca del peronismo. “Un ingre-diente de nítida fisonomía marxista y de una tremendaagresividad.” La izquierda peronista –acusada dereformista y burguesa por el ERP– era irrefutable-mente marxista para el comandante del PrimerCuerpo. Eso, jamás lo aceptarían. Sánchez de Busta-mante dice entonces que la única garantía frente aeso es “que las FF.AA. se comprometan consigo mis-mas a hacer que determinados valores y determina-das pautas continúen rigiendo en el país, más allá dela transferencia del poder” (J. P. F., Ibid., p. 24). Laguerra, su hipótesis central de conflicto, quedabaperfectamente dibujada: si la agresiva fisonomía mar-xista del peronismo, por medio de su tremenda agre-sividad, atacaba los valores y las pautas que regían elpaís, las FF. AA. habrían de intervenir. Trasferenciao no del Poder. Porque el poder no se transfería. Sán-chez de Bustamante, con sinceridad inequívoca,supo decirlo: “Frente al slogan de ‘Cámpora alGobierno, Perón al Poder’, yo le antepongo este:‘Cámpora al Gobierno, el Ejército al Poder’” (J. P.F., Ibid, p. 24). El texto se publicó en Nueva Plana yyo lo incluí en mi trabajo sobre las FF.AA. de mayode 1973. Ahí está todo. Dentro de ese encuadreviene Perón. Vamos a decirlo de una vez por todas:Perón no regresa para hacer la patria socialista, nisiquiera regresa para hacer la patria peronista. Regresapara hacer el Gran Acuerdo Nacional con toques dela genuina sensibilidad popular que define al movi-miento. Gran Acuerdo Nacional más Estado de Bie-nestar keynesiano. Pero sobre todo, general Perón,usted regresa para conjurar el demonio que ha desa-tado, que ha alimentado, al que le ha puesto el nom-bre sonoro y algo pomposo de Formaciones especiales.A usted lo aceptamos. A usted con sus marxistas, no.Es más: lo aceptamos porque acaso pueda frenarlossin sangre. Comprométase a eso. De lo contrario, lomandamos de vuelta a Madrid y los frenamos noso-tros. Pero el costo es un baño de sangre que porahora queremos evitar.

¿Por qué creen ustedes que los de Kirchner yCristina son dos gobiernos tan odiados por la dere-cha y por las clases altas? Con esos gobiernos, porprimera vez desde 1955, regresó el peronismo queles molesta. Lo explico: cae Perón en 1955. Todobien. Se aniquila a Lonardi, salida negociadora, yempieza la persecución gorila. Perón los había inco-modado seriamente. No lo aguantaban un minutomás. Quieren borrarlo del mapa. No pueden. Ladesperonización es imposible. Aramburu, en 1970,propone la primera salida racional: respeto por la“soberanía popular”. Integrar al peronismo al siste-ma democrático. Los Montos lo matan. Aparecía elefecto más indeseado de la proscripción gorila: “lafisonomía marxista del peronismo”, una fisonomíade “tremenda agresividad”. Santucho se sorprende-ría: “Marxistas o trotskistas o zurdos verdaderossomos nosotros”. No, Santucho. El marxismo preo-cupa en serio cuando prende en las masas. Cuandogana “el corazón de las masas”, como decía Marx, aquien tal vez leíste escasamente. Los Montos, pese alorigen monaguillesco de su conducción, habíantenido la sagacidad de mezclarse con las masas. Ahíse torna peligrosa una vanguardia. Si no, no pasarájamás de ser un conjunto de locos, de aventurerosaturdidos por la teoría del foco insurreccional, esadesgracia. Por eso los Montoneros, para Sánchez deBustamante, que sabía lo que decía, sabía haciadónde apuntar sus cañones y hacer fuego, “el mar-xismo”, la fisonomía de “tremenda agresividad” quepresentaba el peronismo era su ala izquierda. Perónpacta su regreso y viene a frenar lo que alentó. LasFormaciones especiales. ¿No fueron arcilla blanda enmanos del viejo genial? ¿Cómo negar que alguna“genialidad del Viejo” los va a desarmar no bien ate-rrice en la patria? El “ala izquierda”, en su expresiónarmada, eran los Montoneros, pero la Jotapé teníauna masividad y hasta un estado interno deliberati-vo de gran riqueza. Era temible. Eran demasiados.Eran todos los sectores medios estudiantiles (enFrancia esos sectores habían hecho el Mayo del ’68),

los médicos, los psiquiatras, las comisiones internasde las fábricas que rehuían a la burocracia cegetista,los militantes de las villas. ¿Qué se puede decir? Dosmillones y medio de personas fueron a Ezeiza a bus-car a Perón. No eran todos Montoneros. Eran partede esa globalidad que era la Jotapé, hegemonizada,sí, por Montoneros, pero autónoma y muy creativaen miles de aspectos. Todo esto era marxismo puropara los militares. Subversión, alzamiento, situaciónpre-revolucionaria. No podían permitirlo. Era tareade Perón frenar esa marejada. Poner orden. No hayunidad nacional sin orden. Perón tenía que hacer lamás excepcional de sus jugadas de Mago de la His-toria: Pasar del “al amigo todo, al enemigo ni justicia”al “para un argentino no hay nada mejor que otroargentino”. ¿Quién ha desatado semejantes fuerzaspara llegar podrá frenarlas para mantenerse?“Perón”, dice Jorge Antonio, testigo privilegiado silos hay, “estaba convencido de que los Montonerosle iban a responder siempre. Yo le aseguré que no,porque yo tenía mucho más contacto con los Mon-toneros que él” (Pigna, Ibid., p. 245). Jorge Anto-nio había comprado Primera Plana y se la dio a losMontoneros. Era una joda: de pronto, teníamosPrimera Plana, la revista de los exquisitos de lossesenta. Hasta salimos los de Envido en una notaque nos hizo el luego desaparecido Leonardo Betta-nín. Leonardo la tituló: “Los jóvenes lúcidos”. ¡Paraqué! Las cargadas fueron infinitas: “Che, José, yocreía que eras un tipo piola, no un joven lúcido”. Lacosa es que todos salían en Primera Plana. Guiller-mo Gutiérrez por Antropología del Tercer Mundo.Alcira Argumedo, que hablaba de los curas del Ter-cer Mundo y de Mugica y le pusieron como títuloirónico: “De curas y ricuras”. La “ricura” era Alcira,que era muy bonita, en serio. Flaca inteligente degrandes ojos verdes. La cuestión es que Jorge Anto-nio los conoce bien a los Montos. En una tapa losacan a Martín Fierro con una metralleta cargada ala espalda, un símbolo un tanto directo. Algunoslectores de la vieja Primera Plana se horrorizaban:“Pero, ¡esto es una mierda facho peronista!”. Fachono era. Era bien agresiva y marxista Primera Plana.Eso que preocupaba a los hombres de orden de laArgentina, según Sánchez de Bustamante. SigueJorge Antonio: “El tenía contactos, les daba directi-vas, pero ante él no se explayaban. Ante mí se expla-yaban con más claridad. Yo le advertí a Perón:‘Mire que esto es riesgoso. No les dé tantas alas enel país porque después usted va a tener un proble-ma’. El me dijo: ‘No, Jorge, quédese tranquilo quecuando lleguemos al país y lleguemos al poder, si losmuchachos se ponen ariscos –fueron textuales pala-bras– yo voy a agarrar un vaso de agua, micrófono,hablaré y se irán tranquilos a su casa’. Le dije: ‘Ahí seva a llevar la primera gran desilusión. Ahí se va a lle-var usted el primer susto que le van a dar las juven-tudes actuales, y lo comprometo a que me lo recuer-de’. Me dice: ‘No. Quédese tranquilo que eso lomanejo muy bien’” (Pigna, Ibid., p. 245. Cursivasnuestras).

KIRCHNER: OTRA VEZ EL“PERONISMO INTOLERABLE”

En suma (y por el momento), Perón no puedeorganizar el país y muere en medio de un esfuerzoque ya era demasiado para él. Ahora se trata de loprincipal: frenar el “foco marxista de tremenda agre-sividad”. Lo intenta Lopecito con la Triple A. Peroes ineficaz, desordenado. Los militares esperan.Dejan que todo se pudra, se caiga a pedazos. Contri-buyen al caos. Y dan el golpe. Se acabó el peronis-mo. Perón está muerto. El foco marxista es aniquila-do con una celeridad humillante. Los meten y losmasacran en los campos de concentración. La Argen-tina ha solucionado el problema que arrastraba desde1955. Recién se resuelve en 1976 con una masacreque se lleva treinta mil vidas. Luego viene la demo-cracia y el peronismo pierde en las urnas por primeravez. No hay problema. Gobierna Alfonsín. Cuandose hartan de él le hacen un golpe de mercado y... ¡leentregan el gobierno a un peronista! Que el Poder enla Argentina haga esto es impensable. Pero no: elPoder se lo ceden a Carlos Menem, quien, con lacomplicidad del justicialismo, lleva a cabo el progra-ma del establishment. El neoliberalismo arrasa con laArgentina peronista. Se desmontan las nacionaliza-ciones del Estado keynesiano. Se aniquila el Estadode Bienestar que constituyó la identidad del puebloperonista (algo cuya importancia veremos en deta-lle). Menem se convierte en un hombre del esta-

blishment, del Poder. Es uno de ellos. Al establish-ment ya no le importan los malos modales, las tos-quedades de quienes le sirven. Al muñeco le permi-ten todo. Hasta que lo ponga a Rosas en los billetesde veinte pesos. Luego De la Rúa. Luego la transi-ción de Duhalde. Y luego... la desagradable sorpresa.El peronismo retorna. Néstor Kirchner, para colmo,no sólo recupera el rol del Estado, los toques keyne-sianos, el intento de redistribución del ingreso, sinoque incorpora a su gobierno a muchos de los queformaban, en el pasado, el “foco maléfico”, el “ejemarxista del mal”. Con Kirchner el peronismo vuel-ve a ser intolerable. De aquí tanto odio. Las divisio-nes. Las peleas. Caramba, ¡después del Perón del ’45-’55 no hubo un gobierno más podridamente pero-nista que éste! ¡Abran fuego como en los viejos tiem-pos! Creíamos tenerlo dominado al peronismo. Yéstos se atreven a cualquier cosa. Nos juzgan a losmilitares del Proceso, que hicieron su tarea de unmodo desprolijo, pero la hicieron. Había que hacer-la. ¡Hasta Perón, de haber vivido, la habría hecho!(Mentira: Perón estaba muy lejos de Videla. No eraun asesino. Bajo su gobierno murió Ingalinella enmanos de la policía de Rosario. Hubo torturas, peromuchas menos que en la Libertadora y en el Conintesde Frondizi. Nada justifica nada. Ni una simple tor-tura. Pero el gobierno que menos muertos tiene es elde Perón. ¿Qué habría hecho para frenar a las forma-ciones especiales? Algo se vio y no fue precisamenteagradable. Alzó contra ellas a una canalla delictiva.Pero estaba sorprendido. Como sea, sobre este temasólo conjeturas se pueden hacer. Nada podría con-vencerme –de todos modos– de que Perón habríasido capaz ni del 2% de las atrocidades del Proceso.Acaso su muerte se deba a que veía que esa tarea –lade la represión intensiva de las formaciones especia-les– le sería inevitable y se sintió sin fuerzas ni con-vicciones para hacerla. Es una suposición, sólo eso.Pero agradecería su cuidadoso tratamiento. Perónpodía gritar y amenazar con fuerza. No era un asesi-no. Videla, Massera, Bussi, Saint-Jean, Vilas eranmatarifes. Y los sectores civiles que los apañaron y...Mejor, por ahora, nos detenemos aquí. No tenemosespacio para analizar problemas como el de la culpacolectiva. Si llegamos, sería deseable, a la dictaduraprocesista, lo haremos.)

Dijimos, de Perón, “estaba sorprendido”. Anali-cemos esta sorpresa. ¿Qué le pasó al “Viejo Genial”cuando aterrizó en la patria? Se acabaron las “genia-lidades”. La cantidad de torpezas que cometió fueconsiderable. Cierto es que tenía que frenar lo irre-frenable. Lo que él había lanzado al frente de guerracon furia incontenible. ¿Qué creía el Viejo? ¿Quehablaría y se le someterían? Cuánto Ego, general.Qué costo tan alto el de ese Ego. Qué mala, inexac-ta versión de la realidad le entregó. Usted no estababien. En febrero de 1973 lo operan de próstata.Durante la operación tiene un infarto. Al pocotiempo, en Madrid, lo visita Juan Manuel AbalMedina, secretario del Movimiento Nacional Justi-cialista, que usted puso con buen tino y muchoagrado. Veintisiete años tenía Juan Abal. Se sientafrente a usted, que está reponiéndose. “¿Cómo está,general?” “Bien, doctor. ¿Qué novedades me trae?”Abal Medina es un personaje querido por la JP. Esel hermano de Fernando. Que él esté donde está,como secretario del Movimiento, es una garantía.Tal vez debió sacarle el paraguas a Rucci durante elprimer regreso de Perón, allá, en Ezeiza, cuando ellíder bajó del avión. ¿Qué derecho tenía Rucci, queno había hecho casi nada para traerlo a Perón, decubrirlo ahora, protegiéndolo, con ese paraguas, queera, súbitamente, un símbolo poderoso? JuanManuel debió haber hecho eso. Pero Rucci estabaagrandado. Ya Perón le había dicho: “Me voy a res-paldar en ustedes. En el sindicalismo organizado”.Pero a Juan Manuel se lo quería. La JP, en sus mar-chas, cantaba una consigna fuerte y clara: “AbalMedina/ el nombre de tu hermano/ es fusil en laArgentina”. Ahora, Juan Abal, está frente a Perón,que acaba de preguntarle “¿Qué novedades metrae?” El joven Juan Manuel empieza a hablar. Seconcentra en lo que dice. De pronto, lo mira Perón.El Viejo se ha quedado dormido. ¿Así, general, que-ría usted frenar a la izquierda peronista? ¿En eseestado de salud? Cossio y Taiana se lo dijeron: “Sino vuelve a la Argentina podrá vivir dos años. Sivuelve, seis meses”. Así ocurrió.

Colaboración especial: Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 30 de noviembre de 2008

PROXIMO DOMINGO

“Vuelve Perón,Flaco”

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

Las dos vertientes de la Juventud Peronista (II)

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EXCURSO: ALGUNOSDOCUMENTOS

Un interregno acaso necesario, pero tal vez no tanto.Documentos, fuentes, versiones, verdades, mentiras,complejidades, dificultades. Lo arduo, lo difuso, loensombrecido, las mentiras que se cruzan, la utopía deestablecer una verdad, o su abierta imposibilidad, sufrustración. Del modo que sea, los que siguen son docu-mentos. No son inhallables. Pero hay que buscarlos.Después, más adelante, intentaremos establecer entreesta maraña algunas certezas. Porque algunas tiene quehaber. No puede morir tanta gente sólo por merasdudas, por hipótesis contrapuestas. Arriesgar la vidarequiere creer en una verdad, y esa creencia debe serfuerte. ¿Cómo se consolidaron esas verdades? ¿Cómo lasconsolidó cada uno de los protagonistas?

“MUNDO ISRAELITA” ENTREVISTAA TACUARA

En octubre de 1962 la revista MundoIsraelita realizó un reportaje conjunto alos dos principales líderes del movimien-to Tacuara, Ezcurra y Baxter. El perio-dista que protagonizó la entrevista, Ariel

Zafran, fue acompañado por su colega Rogelio Gar-cía Lupo, quien había trabado una relación con Bax-ter a partir de que éste, en su trabajo como telefonis-ta internacional del turno nocturno de la compañíaestatal de comunicaciones, lo conectara con losmedios de prensa del exterior.

La nota, escrita con un clima intimista, describiótodas las sensaciones que Zafran tuvo en la casa deTacuara:

“Llegamos con García Lupo a la casa colonial dela calle Tucumán, donde tiene su sede Tacuara. Enla semipenumbra subimos las escaleras que condu-cen a los altos. Allí nos encontramos, en un corre-dor, frente a varias puertas herméticamente cerra-das. Golpeamos a una de ellas y alguien nos observópor una pequeña mirilla practicada en la puerta.Reconocido mi acompañante, se nos franqueó elacceso a una habitación en la que un calentador dealcohol hacía irrespirable el ambiente. La estancialucía una más que franciscana pobreza de medios.Sobre una de las paredes se ubicaba un históricoretrato del abrazo de José de San Martín con Ber-nardo O’Higgins flanqueado por un retrato de JuanManuel de Rosas y la efigie de José Antonio Primode Rivera con un escudo de Falange en el ángulosuperior derecho. Un joven rubio, que hablaba cas-tellano con un marcado acento alemán, nos invitó asentarnos. García Lupo lo hizo sobre un sillóncubierto por un poncho rojo, cuyas gradas estabancompuestas íntegramente por esvásticas negras. Yo,a mi vez, sobre un destartalado mueble, cubiertopor arpilleras, procedí a acomodarme (...)

”Estimé que las edades de los jóvenes que vagabanpor el departamento aquel día oscilaban entre los 13y los 22 años. Uno de ellos era Rodolfo Galimberti.Me asombré de que no se tutearan entre ellos. Yahabía pasado una hora desde nuestro arribo. GarcíaLupo, hechas las presentaciones, se había retirado. Ala habitación entraban y salían camaradas. Hacían elsaludo nazi a su jefe y se retiraban. Pero ahí ya no sepodía hablar con tranquilidad. De manera que sedecidió continuar el reportaje en un café cercano alcomando de Tacuara. Mientras bajábamos las esca-leras nuevos imberbes camaradas saludaban a sujefe, quien respondía displicentemente. Los genera-les no dan demasiada importancia a la venia... Sen-tados a una mesa comenzó la segunda parte de laentrevista. Baxter y Ezcurra apuraron sus doblesginebras y respondieron a todas las preguntas delextenso cuestionario.

”Los dos repitieron durante la entrevista algunosde los latiguillos habituales de Tacuara. Que noeran antisemitas sino antisionistas, porque el sionis-mo, decían, es una forma de imperialismo. Tam-bién amenazaron con que el movimiento todavíano había comenzado a agredir y que el día que lohiciera los resultados serían terribles. A su vez, ata-caron verbalmente a la Guardia RestauradoraNacionalista ya que, según ellos, predicaba unaespecie de nacionalismo conservador, mientras queTacuara por el contrario representaba el nacionalis-mo revolucionario. Para ellos, Nasser era marxista yun soldado de la liberación nacional, egipcia yárabe. El panarabismo decían que era un ejemplopara el movimiento, ya que quería de la mismaforma que ellos la unidad latinoamericana. Finali-zaron expresando que estaban completamente de

acuerdo con la tercera posición tal como Nasser laentiende.”

En 1967, en Montevideo, nada menos que Cooke llevaa cabo una encendida defensa de José Luis Nell ante elintento de la dictadura de Onganía de extraditarlo.

Queda claro que Onganía, legalmente, no teníaderecho a nada. Ni a gobernar el país. Que haya hechoredactar un “Estatuto de la Revolución Argentina”para hacerlo valer como “Constitución Nacional” esmeramente una payasada de un tiempo constitucional-mente enfermo, acostumbrado a su propia ilegalidad,que confundiendo con el derecho y la justicia su totalfalta de derecho y de justicia, se permitiera pedir extra-diciones, dictar leyes, encarcelar personas, prohibirmovimientos de masas, líderes populares, llevar a cabotorturas, avasallamientos a la educación, a la prensa, ala libre opinión y a la expresividad democrática de losciudadanos. Culpables de esto son el Estado gorila ytodos quienes colaboraron con él y vieron como algo“normal” esa Argentina ilegítima que sólo podía gene-rar lo que generó: una violencia del hartazgo, que odia-ba a la democracia y a todas las instituciones del paísburgués por mentirosas, represivas y huecas.

Pasamos a ver el texto de John Willian Cooke.

EL CASO NELL, CLAVE PARA ELPROCESO POLÍTICO ARGENTINO

Por John William Cooke (1967)

“En estos días ha de expedirse la Justicia del Uru-guay con respecto a la extradición de José Luis Nell,requerido por las autoridades argentinas como pre-sunto integrante del comando del MovimientoNacionalista Revolucionario Tacuara que asaltó elPoliclínico Bancario de Buenos Aires en agosto de1963. A los efectos de ese pronunciamiento, es irre-levante el que Nell haya o no cometido los hechosque se le imputan: lo que se discute es si fueron per-petrados con fines políticos, puesto que las leyesexcluyen expresamente la extradición por delitospolíticos o por delitos comunes conexos con lo polí-tico, ya sea que formen parte de la ejecución del actopolítico o ejecutados en forma aislada pero con obje-tivos políticos. Es un principio intangible y universalque tutela los derechos humanos del asilado, y quelos despotismos buscan burlar fraguando procesoscomunes a sus enemigos expatriados.

”La requisitoria de la dictadura argentina es tancristalinamente improcedente que presupone magis-trados uruguayos carentes del más elemental buensentido o susceptibles de ser inducidos a violentar lospreceptos legales y la tradición jurídica de su país.

”No pretendo leer en la brumosa interioridad delas mentes gorilas: cabe también la hipótesis de queesa demostración de menosprecio no refleje una con-vicción real sino que sea una astucia primitiva con lafinalidad de prolongar la detención de Nell y some-terlo a los perjuicios de una tramitación semejante.Aparte de que estamos seguros de que esa tentativacorrerá la suerte que se merece, para nada podemosgravitar en un litigio que se dirime en el ámbitoforense. Pero precisamente porque es un problemapolítico, nos interesa exponer sus datos esenciales,que contribuirán a la comprensión de la realidadargentina, velada aún por tenaces equívocos y malen-tendidos.

”Así mientras basta la existencia de un móvil polí-tico para que la extradición sea ilegal, independiente-mente de cuál sea la concepción ideológica sustenta-da esto es lo más importante para nosotros. La tra-yectoria de Nell ejemplifica la de muchos jóvenesque iniciaban su vida política hace más o menos unadécada, en medio de las frustraciones de una Argen-tina manejada por una minoría rapaz que abdicabanuestra autodeterminación política y económica,mientras el pueblo, superexplotado y proscripto, nolograba traducir su protesta en una lucha efectivapor la toma de poder. Debo omitir referirme al com-plejo de circunstancias que llevó a un sector de lajuventud a ver en las organizaciones nacionalistas deextrema derecha el camino para terminar, por mediode la acción directa, con este estado de cosas. Pero,en la medida que los impulsaba un auténtico fervorpopular y patriótico, fueron percibiendo la naturale-za de ese nacionalismo violento, reaccionario y fol-klórico, que tras el fuego de su retórica no ofrecía unprograma revolucionario sino saldos y retazos ideoló-gicos trasplantados a los fascismos europeos. Sus

núcleos paramilitares, lejos de ser dispositivos decombate revolucionario, eran engranajes del ‘Esta-blishment’, que fustigaban al imperialismo pero loservían con una práctica inspirada en las consignasdel ‘occidentalismo’ y orientada por energúmenos desacristía, rezagados del milenio corporativo, nostálgi-cos medievales y agentes de los Servicios de Informa-ción.

”Nell, ligado directamente a la lucha de la masatrabajadora y capaz de asimilar críticamente los datosde la realidad contemporánea, fue uno de los prime-ros en tomar conciencia de que, en nuestras nacionesdependientes, no hay nacionalismo de derecha posi-ble, y, con ese punto de partida, concluir que a estaaltura ni siquiera es posible un nacionalismo bur-gués. Esa evolución determinó que un grupo se sepa-rase de Tacuara –que en 1963 era la más poderosaorganización derechista– para formar el MovimientoNacionalista Revolucionario Tacuara (pronto cono-cido como “la Tacuara de izquierda”), del cual Nellfue figura destacada y miembro de la delegación queviajó a China y otros países revolucionarios; rápida-mente se completa el tránsito hacia los planteos másradicales: el carácter global de la lucha liberadora delTercer Mundo, la Revolución Social y la liberaciónnacional como aspectos indisociables de un procesoúnico, el papel de la Revolución Cubana, etc.

”Teniendo presente esta ubicación ideológica, el‘caso Nell’ entra en su verdadera perspectiva, desdela praxis insurreccional hasta el ensañamiento repre-sivo y este pedido de extradición en base a funda-mentos que, por el contrario, demuestran su impro-cedencia.

Los barullos del surrealismo jurídico

”El juez argentino que condenó al grupo delMNRT sostiene que no son delincuentes políticossino ‘seres inadaptados que con el pretexto de móvi-les sociales o patrióticos dan rienda suelta a pasionescriminales realizando acciones que algunos tratan depersuadirse a sí mismos como de carácter epopéyicoo justiciero...’.

”Ese buceo en la psiquis de los procesados estáreñido con las normas de imparcial administraciónde justicia y constituye una fuga hacia la arbitrarie-dad de las afirmaciones infundadas. Por lo pronto,son los propios protagonistas quienes deben estar‘persuadidos del carácter epopéyico o justiciero...’ de

sus acciones, eso es lo que distingue a los activistasrevolucionarios, y no la prueba de que son personali-dades aberrantes. El ideal perseguido puede parecerhorroroso a los que pertenecen al sistema de valoresatacado, pero el rebelde tampoco concibe como‘normal’ el acondicionamiento espiritual en el senode una estructura socio-política injusta y deforman-te, ni que esas almas frígidas sean la pauta, paramedir los ‘desajustes’. No pretendemos que nuestrossalomones aborígenes compartan ese punto de vistade los marginales, pero aun dentro de la juridicidaddel statu quo, el inconformismo integral no puedereducirse a fenómeno de patología psicológica; y unainfracción a la ley es política o no de acuerdo concriterios elaborados por la ciencia penal, y no deacuerdo con requisitos que un magistrado fije por sucuenta para que una concepción merezca la calidadde lo político.

”Para sustentar ese frívolo diagnóstico, ¿qué ele-mentos de juicio objetivos permiten afirmar que losmóviles invocados son simples ‘pretextos’, ‘unacobertura supuestamente ideológica?’. Cabría supo-ner que se apoya en la constancia de que los MNRTinvirtieron el producto del atraco para fines persona-les, o en bienes suntuarios, timbas, orgías, perfumefrancés, mulatas incandescentes y otras delicias de laopulencia. Pues, no: el mismo juez se encarga deinformarnos, en otro pasaje de su fallo, que ‘se tratade una verdadera sociedad criminosa que ora conpropósitos de índole insurreccional, ora con el pro-pósito de allegar fondos, armas, municiones, y otroselementos para la consecución de objetivos declara-dos por sus integrantes, proyectó y llevó a cabohechos de carácter delictivo...’. Como señala el letra-do defensor de Nell, es imposible hacer una descrip-ción más exacta de lo que la doctrina penal consideradelitos políticos conexos. La raíz de las contradiccio-nes e incongruencias es política, y está explícita enotro parágrafo del dictamen judicial. Esta especie deorganización delictiva es más peligrosa y amenazatomar un incremento mucho mayor por los recursosde que se vale y los medios que emplea, que las sim-ples bandas criminales que actúan sin esa coberturasupuestamente ideológica, razón por la cual debecombatírsela más severamente porque hace peligrarlos cimientos de nuestra sociedad.

”Primero eran delincuentes comunes; luego resul-tó que eran comunes pero no tanto, y hubo quefijarles un limbo clasificatorio que los separaba delhampa pero sin entreverarlos con los políticos; por

fin, estamos en que son peores que los criminales.Igualmente errátil es la lógica que descalifica comosimulaciones los fines subversivos proclamados; paraluego señalar que su práctica pone en peligro elorden constituido. Lo que equivale a decir que losMNRT lograban como revolucionarios los fines quesimulaban como pseudo revolucionarios. Bravo.Finalmente, los tribunales argentinos pueden confi-nar a quienes atentan contra los cimientos de lasociedad al octavo círculo del infierno carcelario; loque no pueden es hacer de eso una causal de extradi-ción, pues si en algo coinciden los juristas de todo elmundo es en que ese tipo de infracciones son políti-cas por excelencia.

Violencia sagrada y violencia desfachatada

”Veamos qué régimen inefable de convivenciaestuvieron por corroer las modestas hazañas de estosreos. Cuando delinquieron, en la Argentina estabancerradas las vías legales de expresión popular, y laacción directa era la única política que quedaba. Fueese carácter falseado de la representatividad demo-crática la que invocaron las Fuerzas Armadas paradar el golpe de junio de 1966. Al fin y al cabo, lomismo que se planteaban Nell y los suyos, con ladiferencia de que, no disponiendo del instrumentalbélico del Estado, tuvieron que recurrir al asalto paraarmarse. Pero desde el punto de vista técnico, esotampoco rompe la similitud de ambas situacionesjurídicas: el dinero del Policlínico Bancario pertene-cía a los tacuaras tanto como pertenecen a los milita-res las armas que paga el pueblo para defender susoberanía y que ellos utilizan para despojarlo de esasoberanía y hacer con el país lo que se les da la gana.

“Las FF.AA., responsables de la deformaciónrepresentativa durante once años, no vacilaron enhacer mérito de esa anomalía para justificar el alza-miento contra el gobierno civil (elegido en comiciospresididos por los militares y con proscripción de loscandidatos mayoritarios). Lo sorprendente es que elgolpe triunfante, en lugar de redimir esos vicios de lapráctica política, arrasó con todo el dispositivo departicipación ciudadana en la elección de los manda-tarios del estado, disolvió los partidos y convirtió endelito toda actividad política, aún pacífica y tradicio-nal. Como caso de ‘simulación’, éste alcanza propor-ciones de maravilla. Detrás de este atropello está lacrisis permanente del sistema capitalista argentino,

que ya no permite disimular la violencia clasista trasla legalidad –siquiera formal– del gobierno democrá-tico representativo; los órganos encargados de aplicarla coerción resolvieron asumir el poder, del cual eransostén exclusivo y visible, liquidar el dispositivo yainoperante de la política clásica e integrar directa-mente a los grupos económicos predominantesdesignando para las altas funciones administrativasdel estado a los directivos y apoderados de los gran-des consorcios locales y extranjeros.

”La usurpación no es novedad sino lo habitual através de 80 de los 104 años de vigencia de nuestraConstitución. Pero por primera vez la práctica de laviolencia no se recubre con los siete velos de la legali-dad republicana: la actual dictadura militar no pidió,como las anteriores, reconocimiento como gobierno‘de facto’, justificado como necesidad transitoria conel fin de restablecer el normal funcionamiento de lasinstituciones, sino que se títuló emanada de unalegalidad propia que cancela la preexistente. Loscomandantes en jefe de las tres armas declararon queasumían el ‘poder constituyente’ y fijaron los impre-cisos objetivos de la ‘revolución’, que tienen preemi-nencia por sobre los textos constitucionales; designa-ron presidente a Onganía, otorgándole tambiénfacultades legislativas y sin término a su mandato, yreemplazaron a los miembros de la Suprema Corte.Por consiguiente el gobierno no prestó juramentoante el alto tribunal sino que los integrantes de éstejuraron acatamiento a la nueva juridicidad (...)

”En un país donde los aviones navales han bom-bardeado a una multitud obrera indefensa en Plazade Mayo –y mañana lanzarán rocíos de napalmcon idéntico ánimo alegre–, donde se movilizanlos tanques contra la protesta obrera, donde cadaprócer castrense moviliza ‘su’ guarnición o ‘su’barco en las confrontaciones internas por el poder,la única violencia que causa escándalo es la deNell, mala plusvalía.

”Desde la Argentina, una regencia de bayonetasque tutela los privilegios de dentro y de fuera exige laremisión de un prisionero de guerra que escapó a susguardias de hierro. Las saturnales revanchistas soncatarsis para estas ciudadelas del Occidente imperial,acechadas por hordas oscuras cuya irrupción presa-gian signos intranquilizadores.

”Además, Nell es un militante revolucionario, esdecir, un subversivo que pretende esconder que elpoder económico y el poder de fuego son monopo-lios sagrados en ese mundo de pequeños déspotas sincabeza, de arcángeles blindados que vigilan la insu-misión de las masas hambreadas, de adoradores defetiches, de payasos solemnes, de respetuosos de larespetabilidad, de púrpuras y togas tendidas para queno se vean las verdades peligrosas”.

John W. CookeAcción Revolucionaria Peronista

[Publicado en Marcha, 1967]

La pluma brillante de Cooke (qué bien escribía esegordo inteligente, asertivo, corajudo y sarcástico, ¿no?)explica lo esencial del caso Nell. Nosotros, en el final dela entrega anterior, le reprochamos las dos muertes delPoliclínico. Bien, insistimos. Toda muerte es un escán-dalo. Pero atención: que nadie crea que Onganía teníamás derecho a matar que Nell. Onganía encabezabaun orden subversivo, ilegal. Era el jefe retrocatólico,cursillista, adorador bobo de la Virgen María, queasaltó un Estado vacío, que vino a seguir manteniendoen la ilegalidad del oprobio a las mayorías y a su jefe.

Vamos a decirlo claro: todas las muertes que generóel Estado gorila, que reinó desde 1955 hasta 1973,fueron asesinatos. Ese Estado no podía asumir la jus-ticia porque era la negación de la misma. Porquehabía surgido de la injusticia. Toda muerte –aun ladel más desdichado y triste delincuente– era un asesi-nato. Porque a ese hombre lo mataba un Estado ile-gal. Una dictadura anticonstitucional. Suponemosque esto habrá de golpear fuerte en los corazones libe-rales y antiperonistas, pero es hora de que lo sepan:gobernaron en medio de la más profunda inconstitu-cionalidad desde 1955. Su reino fue el del decreto4161. Todos: los gorilas como Aramburu y Rojas, los“inteligentes” y pactistas como Frondizi, los sumisos einsignificantes como Guido, los buenos y dulces comoIllia, los brutos y los toscos como Onganía, los caídosdel cielo, los alien como Levingston y los furiososnegociadores como Lanusse gobernaron en medio dela ilegalidad constitucional. En medio de la proscrip-ción de las mayorías. Son los grandes culpables de la

II III

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violencia. Los que la generaron desde el sofocamientode la libertad social y política.

JOE BAXTER, SÍMBOLO DE UNA ÉPOCAPor Esteban Crevari, en PaísGlobal, 2003.

“Los episodios vinculados al fenómeno de la insu-rrección armada protagonizados por las organizacio-nes guerrilleras argentinas cuentan –al menos desdeel retorno de la democracia– con abundante infor-mación literaria y documental.

”Aquellos que cuentan con un particular interéssobre esta compleja e intrincada etapa de la historiaargentina, pueden llegar a coincidir en una cuestiónsingular: toda vez que se procede a releer a las diferen-tes y profusas publicaciones, siempre ofrecen algúnnuevo detalle desde donde resulta posible repensar auno de los ciclos de mayor movilización social y demayor virulencia que registramos como país.

” Las primeras impresiones que se establecen aladentrarse en dicha temática, coadyuvadas por losestigmas y la cristalización de la historia convencional,tienden a reafirmar los esquemas políticos y doctrina-rios de las diferentes organizaciones juveniles (junta-mente a los modos de operar en materia de accióndirecta), como a los perfiles de los máximos protago-nistas y responsables políticos en un parcializado con-texto político de época. Es que probablemente lo másatinado se vincule con empezar a pensar la historiadesde lo que fue: una verdadera tragedia.

”Como bien se desprende de los diversos trabajospublicados por el Doctor Arnoldo Siperman, funda-mentalmente aquel en donde analiza el pensamientotrágico desde la óptica de Isaiah Berlin, la tragediagriega fue un recurso desde el cual se canalizabanrepresentaciones concretas de determinados conflic-tos de los que la política como actividad esencial dela vida pública no alcanzaba a dar cuenta. La vida yla muerte; la vejez y la juventud; el complejo deEdipo; constituyen algunos ejemplos en los que ladramatización griega daba cuenta de ciertas díadaspropias de la condición humana.

”Los sucesos comprendidos en el período quetranscurre entre 1955 y 1983 merecen ser vistos deacuerdo a dicha óptica. Así como la tragedia delfenómeno insurreccional se inscribe fundamental-mente en términos ambientales, la violencia consti-tuye el fluido que se deriva directamente de uncontexto en el que la convulsión fue la regla másque la excepción, junto a un colectivo desdén portoda forma asimilable a la democracia como formade vida.

”Es lógico suponer que en aquel medio turbulen-to surgieran individuos motivados existencialmentepor una pulsión primordial: el protagonismo comoderivado de la acción directa; o como se solía afir-mar: la primacía de la praxis. Lo que probablementehoy pueda ser incluido dentro de los cánones de uncomportamiento eminentemente errático, al menosa la luz de cierto eclecticismo ideológico, resultó enaquellos tiempos un fenómeno muy usual. Es elcaso que se desprende de un singular personajecomo Joe Baxter.

”Sus primeros pasos de actividad política fueronen la organización Tacuara, de neto corte naciona-lista, católica anticomunista, antidemocrática yantisemita del que surgirían años después destaca-dos cuadros de Montoneros; fundamentalmente enla agrupación Tacuara del Colegio Nacional deBuenos Aires.

”En 1962 y desde dicha organización, Joe Baxter–también conocido con el nombre de guerra Rafael–cobraría cierta notoriedad a partir del millonario atra-co perpetrado al Policlínico Bancario. Aunque nuncadel todo aclarado, lo extraído habría sido destinado aacrecentar los fondos de la causa nacionalista.

”Con idéntico compromiso, Baxter posteriormen-te asumiría posiciones opuestas –aunque similar-mente radicalizadas– que lo llevarían a revistar cercadel Movimiento Tupamaros del Uruguay, funda-mentalmente como consecuencia de un obligadoexilio en Montevideo mientras huía de la Justiciaargentina.

”Sin embargo el verdadero desenfreno reciéncomenzaba. Uruguay sólo sería un punto de perma-nencia transitoria mientras se volcaba a viajar por elmundo con pasaporte falso a fin de preservar eficaz-mente su identidad. Desde esa vida extremadamentevertiginosa, donde la ideología sólo representaba un

transporte hacia la acción, Baxter llevaría a cabo unperiplo increíble entrevistándose con Perón enMadrid, con Nasser en El Cairo y con Ben Bella enArgelia. En su paso por España tendría un romancecircunstancial con la actriz Ava Gardner, y nueva-mente en Uruguay (en la localidad de Punta Carre-tas) procedería a reunirse con el ex presidente brasi-leño Joao Goulart, quien en ese momento tambiénse encontraba en Montevideo en calidad de exiliado.

”Su peregrinar no terminaría allí. Viajaría a Chinapara recibir entrenamiento militar y posteriormentese haría presente en Vietnam, donde disfrazado demilitar ingresaría al club de oficiales del ejército nor-teamericano acantonado en Saigón. Por tal sucesoHo Chi Minh lo condecoraría con una medalla alvalor. En 1968 viajaría a Cuba con su compañeraboliviana Ruth, y allí nacería su hija Mariana.

”En junio de 1970 Joe Baxter llevaría a cabo unnuevo giro. A partir de la amistad con Mario Rober-to Santucho viajaría a las islas Lechiguanas en elextremo norte del Delta del Paraná, para formarparte de la fundación del Ejército Revolucionario delPueblo durante el desarrollo del V Congreso del Par-tido Revolucionario del Pueblo. Su participación noestaría limitada a una mera presencia física: junto aSantucho modificarían sustancialmente el documen-to original que previamente había redactado Urteagapara la consideración del plenario de delegados.

”En septiembre de 1970, se daría lugar al ‘bautismode fuego’ de la nueva organización portadora de unaestrella roja de cinco puntas como estandarte. El blan-co elegido sería la Comisaría 24 de Rosario, y endicho acto morirían dos agentes policiales. Dicho epi-sodio dio lugar a la primera crisis interna de la organi-zación, donde Baxter criticaría ácidamente el procederpor las bajas ocasionadas. Dicha crítica no quedaríainadvertida ya que la animosidad hacia Rafael seincrementaría. Al desdén del que resultaba objeto porsu eventual inconsecuencia y charlatanería, se agrega-ría ahora el calificativo de ‘morenista’ (propio de quie-nes expresaban una ‘línea blanda’ semejante a la quedesde Palabra Obrera esgrimiese Nahuel Moreno entiempos de organización del PRT).

”Aunque permanecería un tiempo más como res-ponsable de ciertos operativos delegados por la con-ducción central del ERP, con destinos internos y enel exterior (Chile), poco a poco Baxter sería margina-do de los ámbitos de decisión. En 1971 sería separa-do del Comité Ejecutivo acusado de ineficiencia. Lacrisis se incrementaría aún más como consecuenciade las críticas propinadas a los fugados del penal deRawson, a los que responsabilizaba de haber abando-nado a sus pares posteriormente asesinados.

”Víctima del descrédito y probablemente tambiénpreso de una singular ansiedad, Baxter abandonaríael ERP luego de una escisión interna de la que surgi-ría la fracción ERP-22 de Agosto (que cobraría cele-bridad a partir del asesinato del almirante HermesQuijada en 1973) y PRT Fracción Roja, a la que elincansable personaje en cuestión se sumaría porpoco tiempo más.

”Joe Baxter fue sorprendido por la muerte de unamanera que probablemente pueda ser absolutamentehomologable al desenfreno de su vida. El 11 de juliode 1973 el avión que lo conducía a Francia se estre-llaría en el aeropuerto de Orly”.

Alejandra Dandan y Silvina Heguy han emprendi-do la loca tarea de biografiar la vida de Baxter.“Loca”, digo, porque hay que tener ganas para meter-se con semejante tipo que, al fin, no pasó de ser uncolorido símbolo de época. Pero es cierto que la reflejaen muchas aspectos. Creo que el Baxter que siguióadelante –al no morir absurdamente como el verda-dero– fue Galimberti, que cumplió un periplo aúnmás sorprendente.

En la biografía de Dandan y Heguy hay un pasajeexzcepcional en el que Baxter logra visitar a a Perón enPuerta de Hierro. Justo ese día, Perón recibe una invi-tación de Ho Chi Minh para enviar a uno de los suyosa un encuentro de guerrilleros en Hanoi. (Como vemos:también Ho Chi Minh consideraba a Perón de sulado.) Perón no tiene nadie a mano y, de pronto, repa-ra en Baxter. “¿Usted es guerrillero, no?” “¡Por supues-to, General!” Y ahí va Baxter hacia Vietnam.

Llega a Hanoi, que era una fiesta. Desbordaba derevolucionarios, de hombres dispuestos a cambiar elmundo por medio de las armas. Baxter está como pezen el agua. Entra en contacto con la delegaciónchina. Les dice que él es un peronista marxista, unerudito en el pensamiento de Mao Tse-tung. Que

conoce a fondo su pensamiento teórico. Seduce a todoel mundo. Debió haber sido arrollador el gordo.¡Guerrillero y amante de Ava Gardner! A ver, ¿quiéniguala eso? Lo invitan a China. Tiene seis meses deentrenamiento a su disposición.

Baxter, se insiste, es un personaje cinematográfico.Hay que filmar su vida. En verdad, los personajes cine-matográficos en toda esta historia sobran. El motivo essimple: toda la historia es cinematográfica. Es unaenorme tragedia. Pero Baxter podría poner eso que loscineastas y los editores de las editoriales llaman el“comic relief”. El alivio del momento cómico, el toquede comedia. Aquí lo tenemos, invitado por los vietna-mitas, recorriendo el frente de combate. Viste un uni-forme verde que le dieron. Está feliz, en su salsa. Semete en la selva espesa del Vietcong en busca de nortea-mericanos. De pronto, ¡un ruido ensordecedor! Sonaviones de la marina yanqui que arrojan sus bombas.Desde las trincheras, los vietcong responden con susmorteros. Siempre una guerra desigual. El combatienteque está junto a Baxter ¡muere! La esquirla de unabomba le borra la cara. Baxter no duda un instante:ocupa el lugar del soldado y empieza a disparar contralos yanquis. Aquí lo tenemos: de cagar judíos a cadena-zos, de apedrear sinagogas, de empezar a descifrar elperonismo, a disparar furiosamente contra los avionesnorteamericanos en plena selva vietcong. Todo termina.Agarra un casquillo de mortero y después, en Montevi-deo, se lo regala a Gladys Pérez de Iriarte, apellido quepopular no da, en cuya casa se hospeda en Montevideo.

Pero falta lo mejor. Lo sublime. Su hazaña corre deboca en boca entre los combatientes heroicos de Viet-nam del Norte. Ese gordo argentino tiene un corajeexcepcional, dicen. No sé cómo se dirá “pelotas deacero” en vietnamés, pero algo así le deben haber dichoa Ho Chi Minh. Y aquí viene lo increíble. ¡Ho ChiMinh lo condecora por su coraje! ¡El gordo Baxter sevuelve a América latina con una condecoración de HoChi Minh! Créase o no, éstos eran también símbolos dela época (Alejandra Dandan, Silvina Heguy, Joe Bax-ter, del nazismo a la extrema izquierda. La historiasecreta de un guerrillero, Norma, Buenos Aires, 2006,pp. 218/219).

En fin, es una pena. Baxter “terminó muy lejos deAlberto Ezcurra Uriburu, el otro fundador deTacuara, quien finalmente se ordenó como cura enel seminario de Paraná. Desde el púlpito fue undefensor del golpe militar de 1976 y un crítico dequienes pedían por los desaparecidos de la dictadu-ra” (Dandan y Heguy, cuyo trabajo es, hay quedecirlo, excelente, algo lateral porque Baxter se late-ralizó, pero una investigación de gran nivel, Ibid., p.399). Acaso este vertiginoso personaje no encuentrala muerte que merecía. Viaja en un Boeing de laempresa brasileña Varig y, el 21 de julio de 1973,cinco minutos antes de aterrizar, el Boeing se comela pista y todo termina en una tragedia que se lleva lavida de Baxter. Siempre que un activista revolucio-nario tiene una muerte “no gloriosa” se impone pos-tular la existencia de una mano negra en el evento.Lo mismo con Juan García Elorrio, el director deCristianismo y revolución, que lo atropelló un auto yse acabó. Todos, aún, dicen: “circunstancias sospe-chosas”. También de Baxter: habría sido “sospecho-so” el accidente del avión de Varig. Qué se puededecir. Si se muere un escritor o un profesor de socio-logía nadie ve manos negras por ningún lado. Elboludo cruzó mal la calle o tomó el avión que nodebía tomar. Aunque hayan sido militantes revolu-cionarios. Nadie dice que Barthes fue víctima dealguna conjura. No, él, un semiólogo, no vio elsemáforo y cruzó mal: lo liquidó el camión de unalavandería. Murió como un boludo. Un pensadorpuede morir así. Precisamente por eso: porque piensademasiado y se distrae. Pero, ¿un revolucionario?Nunca. A un revolucionario lo tienen que matar.Tenemos que poder llorar sobre su cuerpo otra infa-mia del imperialismo. Hay una negación algo infan-til ante la muerte errática de estos personajes. Comosi todos merecieran el calvario de Guevara y la espec-tacular foto del piletón de Vallegrande. Y bueno, no.También los grandes aventureros se mueren porcualquier cosa. Hasta por pisar el jabón en el baño yromperse la cabeza con el filo del bidet.

Nos espera otra cara de la Juventud Peronista. Nomenos fascinante, no menos estridente, no menossobredeterminada, poderosa. Con menos armas, conmenos tiros, pero con más ideas, creo.

Colaboración especial: Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 23 de noviembre de 2008

PROXIMO DOMINGO

Las “genialidades” del viejo

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

Las dos vertientes de la Juventud Peronista

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LOS CHICOS DE TACUARA Y LAVIOLENCIA CATÓLICA

Los que andamos por los sesenta y hasta uncachito más solemos recordar muchascosas. No sé quién anda vaticinando quehoy la expectativa de vida es hasta los qué séyo cuántos años, pero juro que a lo largo de

estos seis u ocho meses esa aseveración se me ha vueltocuestionable. Del modo que sea, todos sabemos que laHuesuda es implacable y que, en algún momento, ten-dremos que discutir con ella. Discusión que es absurdaporque Ella suele ganarla con el simple trámite dematarnos. Nada de pedirle unos años más. De repro-charle que su decisión de retirarnos del show ha sidoprematura. Que aún teníamos muchos planes. Quetodos nos decían: “¡Estás hecho un pibe!” No. Cuandola Huesuda te dice: “Vení”, lo mejor es que vayas. Tetocó y te jodés. Pero durante estos meses se ha empeci-nado en aumentar nuestra soledad quitándonos la cer-canía cálida de algunos amigos sólo por la arbitrariadecisión de hacerlos crepar, manía que Ella tiene y en laque se especializa. De aquí que en amables reunionescon amigos que aún andan por aquí surge con frecuen-cia el tema de los viejos tiempos. Cuando éramos jóve-nes y de la Huesuda nada sabíamos o se llevaba a otragente: a viejos de mierda, por ejemplo, que ya habíanvivido lo suyo y nada habían dejado que justificara supaso por el mundo. Cuando hablamos del pasado sueleaparecer el recuerdo de los años escolares. De la prima-ria. De la secundaria. La otra vez alguien largó una pre-gunta:

–¿Se acuerdan de Tacuara?–Eran jodidos esos tipos. Yo les tenía un cagazo que

ni te cuento.Alguien, que la tiene más clara, dice:–Siempre me asombró algo. Tenían nuestra edad

pero tenían una ideología construida. Tenían forma-ción. Parecían mayores que nosotros.

Unánime: todos les tenían miedo a los militantes deTacuara. Eran, en rigor, un grupo de choque ultracató-lico. Tenían el estilo de las pandillas nazis que asolabanBerlín y otras ciudades de Alemania hacia 1931. Tuveuna cercana relación con esos muchachos. La vida mepuso en un lugar que me permitió verlos surgir y pade-cerlos. En 1957 yo me reunía con unos amigos en laPlaza Castelli de Belgrano R. Estaba en segundo añodel bachillerato. A esa edad era un perfecto boludo.Quiero decir: era un pibe. Leía revistas de historietas y–por esas marcas tempranas de la vida– leía a Kafka yescribía. Pero de Kafka entendía poco y escribía sobrecowboys y piratas y hasta sobre gauchos. Con los pibesque se reunían en la plaza empezamos a organizar algu-nas fiestitas. Eran en la casa de un chico que –sólorecuerdo esto– se llamaba David. Pero vivía en unquinto piso de Conde y Echeverría y era un amplio,muy lindo departamento. Los padres se lo cedían siem-pre que se armaba una fiestita. Ahí estaba yo: empezan-do una adolescencia normal. La adolescencia de losaños cincuenta. Fiestitas, bailar, alguna noviecita. Megustaba una piba. Cristina, se llamaba. David era judío.Pero esto no parecía preocuparle a nadie. La mayoría delos pibes de la Plaza Castelli eran tibiamente antisemi-tas. Cosas que les habían dicho los padres. Las de siem-pre: que los judíos habían “matado a Dios”. Pero nopasaba nada. Además, acudiendo a mis dotes de tem-prano charlatán, yo les había aclarado que mi vieja eracatólica y eso te hace católico y que yo era católico yque no me jodieran más. Hasta que llegaron los Tacuara.

Tendrían dos años más que nosotros. En seguida fas-cinaron a todos. David, solito, dejó de aparecer. Creoque un tacuara le dio una piña. Algo así. Metían tantomiedo que el poseedor del hermoso departamentodonde hacíamos nuestras fiestitas desapareció. Nuncamás las fiestitas. Pero mis otros amigos no lo lamenta-ron. Rodeaban a los tacuaras y escuchaban sus historias.Hablo de 1957, eh. Recién aparecían. Había dos her-manos que estaban cerca de lo siniestro o tal vez másallá. Eran adecuadamente rubios y sonreían amenaza-doramente. Yo, en seguida, les largué el asunto demamá católica y yo católico y no me jodan. Me acepta-ron. Pero con pocas ganas.

Se sentaban en los bancos verdes de la plaza y noso-tros los rodeábamos. No recuerdo todo lo que nos hací-an saber, el mundo del que nos llevaban a participar.No recuerdo nombres. Lamento eso. Pero hablaban desus reuniones. Se reunían a menudo en un caserón deno sé dónde. En ellas un cura les hablaba. Y después unhistoriador los sumergía en los torrentes deslumbrantesdel Tercer Reich. Hablaban de Hitler como de Dios. Ydespués pasaban a Rosas. Y después a los judíos. Termi-naban cada encuentro rindiendo un homenaje a dos

caídos de la organización. Decían sus nombres y alza-ban la mano al estilo nazi. No pude escuchar muchasotras cosas. Todas eran parecidas. Algunas incluíanalgún ataque a una sinagoga o la paliza a un judío.Hablaban de la patria. De su gran defensor: Rosas. Y deuno que otro tema. Llevaban la estrella federal en lasolapa. Y cruces.

Cierto día aparezco por la plaza y uno de los dosrubios se me acerca. Después vi esa cara en muchaspelículas. Es la del nazi perverso que se ríe porque sabeque te va a reventar. La risa tiene un toque de locura yotro de crueldad. Una crueldad que, aunque aún noejercida, el tipo ya la disfruta por anticipado, con sólopensar en ella, con sólo planearla. El rubio me dice:“Qué hacés, Fainman”. Nadie, jamás, había pronuncia-do así mi apellido. No hasta 1957 al menos. Pero decir“Fainman” y decir “judío de mierda, no nos tragamosmás la historia de tu vieja católica o no nos interesaporque con ese apellido vos, para nosotros, sos una ratasemita” era lo mismo. Me di vuelta y me fui. Ahí dejépara siempre un posible camino que pudo tener miadolescencia. Ahí quedaron las fiestas en lo de David.Los bailes. Cristina. Nunca supe bailar bien. Siemprefui un tronco. Con Cristina hubiera aprendido. Comola vida siempre te abre puertas me metí por otro cami-no y sobreviví. Pero hubiera preferido el anterior. Ade-más, era la primera vez (y creo que acaso fue la única otambién, y esto es importante, creo que luego supedefenderme y hasta dejar en ridículo al facho de turno)que sentí qué era ser un desplazado, un marginado. Noun judío. Pero también un judío. Porque hay pocascosas más difíciles que defenderte de algo que no sos,que no sentís. Bueno, este es otro tema. En algunanovela lo debo haber narrado. Pero pensemos enDavid. El estaba contento. Nos daba su casa. Queríaser nuestro amigo. Hacer las fiestitas. De pronto, losnazis.

En los colegios la cosa era peor aún. En el Roca deBelgrano. Aquí eran una peste. En el Sarmiento. Notanto en el Manuel Belgrano. Casi nada en el Avellane-da. Y mucho en el Nacional Buenos Aires. En Dere-cho, más tarde, se adueñaron del sindicato y, sé queconté esto que, además, es muy conocido, una nocheentraron al comedor y cagaron a cadenazos a todos.Judíos o no judíos. Como locos, gritaban: “¡Vivan losgenerales Valle, Tanco y Cogorno!”. Una chica murióbaleada. Porque sí nomás. Porque a algún canallatacuarita, a algún chico malo católico nacionalista, se leocurrió practicar tiro.

Se discute o se oculta el origen tacuara de algunosmontoneros. Pero cuando se anda tan cerca de algo lacercanía se torna peligrosa. Hubo una evolución. Perohabrá que ver si en todos. La semejanza de símbolos estotal. Entre la tacuara, que era el arma primitiva y máspura de combate de la montonera gaucha, y la elección,sumamente correcta, del nombre Montoneros paraexpresar la continuidad de una lucha popular que vienede lejos y que estuvo encarnada, en el siglo XIX, por elfederalismo del Interior, por sus caudillos y sus masas, yuna actual que prolonga esa guerra que los gauchos per-dieron, hay una simetría impecable. Aquí es donde senotan las lecturas que hicieron los pibes tacuaras ya enlos cincuenta. Los pandilleros que aparecieron por laplaza Castelli en 1957 ya tenían las cosas claras. Pero nopor Jauretche, ni por Jorge Abelardo Ramos ni aun porJosé María Rosa. Ellos habían leído a los hermanos Ira-zusta, la biografía de Rosas de Carlos Ibarguren, la deManuel Gálvez y La unidad nacional de Ricardo FontEzcurra. De aquí les venía la unión entre el rosismo y elcatolicismo. Luego, el siniestro padre Julio Menvielle,que estaba bastante chiflado, hizo lo suyo.

La acción más importante de los Tacuara, la que loslleva al conocimiento público, es decir, el de aquellos aquienes aún no habían reventado a cadenazos en algúnlugar de la ciudad, dado que los otros jamás podríanolvidarlos, es el célebre asalto al Policlínico Bancario,que hasta mereció que se filmara una película, bastanterigurosa, con Alfredo Alcón y Mirtha Legrand. Peroantes me permitiré redondear algo. Para ellos, lo “mili-tar” era tan importante como lo “católico”. Y esto lohabían encontrado de modo espléndido en la figura deJuan Manuel de Rosas. La biografía que más frecuenta-ron fue la del fascista Carlos Ibarguren, hombre delgobierno de Uriburu entre muchas otras cosas (Nota:El libro en que Ibarguren desarrolla casi mejor que elpropio Duce la ideología del fascismo es La inquietudde esta hora. De 1934. Debiera reeditarse.) Don Carlosinicia su biografía de Rosas, coherentemente, narrandosu nacimiento. Al hacerlo, expresa la inefable, sublimeunión que se da entre el catolicismo y lo militar: nobien “el párvulo” echa a llorar su padre corre al cuartel

en busca del capellán de su batallón “para que bautizaraen seguida al recién nacido. Como estuviera ausente sucapellán, y nadie diera razón de él en ese momento,llamó al del batallón tercero, doctor Pantaleón de Riva-rola. El teniente pensaba que el vástago de un Ortiz deRozas debía, el primer día de su vida, ser ungido a lavez católico y militar, y por ello empeñose en que fueracastrense el sacerdote que pusiera óleo y crisma a la cria-tura” (Carlos Ibarguren, Juan Manuel de Rosas, su vida,su drama, su tiempo, Ediciones Theoria, Buenos Aires,1972, p. 7. En la portadilla, la editorial –que editabaautores de la derecha nacionalista aunque también alsiempre querible Fermín Chávez– describe a Ibargurencomo sigue: “Católico por bautismo y militancia, dioejemplo de vida familiar, amó a su prójimo y siempreprestó testimonio de su fe”. Amén.)

No es complejo descifrar el andamiaje ideológico delos muchachos tacuaristas. Era elemental. Hay un soloaspecto sobre el que me propongo detenerme: la violen-cia. Estaban dotados para la violencia. Durante la presi-dencia de Frondizi se desata el conflicto entre la “laica”y la “libre”. La “laica” era la educación liberal, no reli-giosa. La “libre” era la de los colegios religiosos. La delos chicos chupacirios. Surgieron luchas muy duras en

distintas geografías de la ciudad. La izquierda, loscomunistas, defendía la “laica”. Los tacuaritas, la“libre”. Acusaban a comunistas, judíos y masones dequerer borrar la identidad católica e hispánica de lanación. No había un solo judío que peleara por la“libre”. Todos estaban con la “laica”. De modo que fuefácil para los tacuara identificar a la “laica” con el juda-ísmo. Hubo muchas piñas, cadenazos, insultos entre“fachos” y “judíos bolches”. Para los tacuaras todo eraclaro: el judaísmo internacional, el sionismo, tenía queborrar la identidad de la nación para apropiarse de ella.¿Cómo no iba a proponer alejar a la religión de los pla-nes educativos, de las escuelas, de los colegios, cómo noiba a agredir a los colegios religiosos? Se ponían unosbrazaletes verdes y salían a dar palos. (Años después,otros fachos, los de la Juventud Sindical, organizadospor los sindicatos en 1973, también se identificaríanpor el color verde y se les diría “los verdes”.) Joe Baxterandaba metido en todas esas bataholas. Cierta vez, enfebrero de 1960, llega Ike Eisenhower a la Argentina.Lo previsible: Tacuara y también la izquierda salen arepudiar al embajador del imperialismo yanqui. Luego,en la cárcel de Las Heras, Baxter conoce a GuillermoPatricio Kelly. ¡Qué momento! Como le dijo Gatica al

general: “Dos potencias se saludan”. En fin, no tanto.Los que aquí se saludan son, más bien, dos piantadosdescomunales, dos aventureros que irían de lo risible alo abiertamente ridículo. Uno (Rambo Kelly) duraríamás que el otro, mucho. Pero, ahora, en Las Heras,están juntos. Baxter le habla pestes de los judíos, delsionismo como agente del imperialismo anglo-yanquiinternacional. Kelly, que había sido el líder de la Alian-za Libertadora Nacionalista, y que, créase o no, era másvivo que Baxter, le dice que no, que no es así. Baxter nolo puede creer. Kelly, sin más, le dice que el sionismono es un agente del imperialismo. Ya se había apartadodel racismo retrógrado que practicaban los tacuaristas.(Ver: Daniel Gutman, Tacuara, historia de la primeraguerrilla argentina, Vergara, Buenos Aires, 2003, p. 83.)

Pero era difícil que los tacuaras pudieran hacer algoasí fácilmente. Su maestro había sido Julio Menvielle.No dudo de que el cura que mencionaban los tempra-nos tacuaras que aparecieron en la plaza Castelli era jus-tamente este personaje penoso pero siniestro. No hayque olvidar que esta clase de tipos dio muchas leccionesa las Fuerzas Armadas de este país; no es casual quedurante la represión del Proceso del ‘76 el ensañamien-to con el judío fuera particularmente intenso. Como

paradoja (y es sólo una anotación momentánea) diga-mos que muchos de los jóvenes peronistas de origenjudío a los que torturaban creían más que ellos y conmás fundamentos y convicciones que el sionismo eraagente del imperialismo yanqui y que Israel era el encla-ve de Occidente en Oriente medio. Eran los judíos dela JP. Sobre ellos volveremos en detalle. Volvamos aMenvielle. Fue el que tempranamente formó a lostacuaristas. ¿Qué pensaba este tipo?

En Independencia y Salta había un convento. Eraviejo, de aspecto austero. Hacía él iba Ezcurra Uriburu,jefe de los Tacuara, y junto con él los tacuaristas. Suenabien Ezcurra Uriburu como apellido de un jefe tacua-rista. Ezcurra remite a la feroz mujer de Juan Manuelde Rosas, Encarnación Ezcurra, que le organiza a Rosasla “revolución de los restauradores” de 1834, algo asícomo el 17 de octubre de Rosas que habrá de llevarlohacia su segundo gobierno, el de 1835, el de las faculta-des extraordinarias, el de la Ley de Aduanas, el de laMazorca, el del bloqueo del Almirante Leblanc en1838, el de la invasión de Lavalle en 1840, el de laVuelta de Obligado, el del levantamiento de Urquiza yla batalla de Caseros en 1852. Y Uriburu remite al jefedel golpe fascista de 1930, con Lugones como ideólogo

II III

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y Lugones hijo con la picana eléctrica para ejemplificara qué tipo de espada se refería su padre cuando decíaque su hora había llegado.

En el convento de Independencia y Salta había unaCasa de Ejercicios Espirituales. Aquí “los recibía el másimportante teórico del antisemitismo que existió en laArgentina: el presbítero Julio Menvielle. Doctor enFilosofía y teología, Menvielle escribió en la mayoría delas revistas nacionalistas y escribió numerosos librosdonde repudió la democracia, el liberalismo, el comu-nismo y el judaísmo. El se convertiría en un referentecentral de los primeros años de Tacuara” (Gutman,Ibid., p. 60). La amistad entre Ezcurra y Menvielle eraestrecha. Compartían una cosmovisión, que el segun-do, sobre todo, se había encargado de explicitar. Hayun libro del cura energúmeno (que, sin embargo, fasci-nó a estos muchachos destinados a mejores cosas) lla-mado El judío en el misterio de la historia. Todo antise-mita es un paranoico: ve judíos por todos lados. Tam-bién hay judíos que ven antisemitas por todos lados ymás si alguien les reprocha las políticas belicistas yrepresivas del artillado Estado de Israel. ¿Qué veránmuchos en Daniel Barenboim: ¿un gran músico o unhombre al servicio del terrorismo? Pero Menvielle eraun bicho detestable. Un enfermo. Pensemos en el títulode esa obra. Por un lado: el judío. Por el otro: el miste-rio de la historia. ¿Dónde está el judío? En el misterio dela historia. En su centro. Es su matriz explicativa. Es talel odio por el objeto abominado que se termina porhacerlo el factor fundamental de la historia humana.Menvielle, que también era escuchado por los jóvenestacuaristas en las charlas de la librería Huemul, lesexplicaba su teoría de la historia. Paganos, judíos,musulmanes y cristianos se estaban disputando desdehacía siglos el dominio del mundo. Otras civilizacionesno contaban en el desarrollo de la humanidad. Así, porejemplo, los africanos “serán un pueblo pero siempreun pueblo inferior, disminuido, siempre a remolque deotros pueblos”. (Muchas influencias de Hegel en esto.Aunque también de Alfred Rosenberg, que decía queFrancia terminaría por ser un atolón de Africa goberna-do por judíos, JPF.) “En cuanto a los que sí movían elmundo, Menvielle tenía la esperanza de que paganos ymusulmanes pasaran al mundo de los cristianos. Estosafrontarían la lucha ‘irreductible y decisiva’ contra losjudíos, de quienes no sólo los separaba la religión sinotambién ‘concepciones opuestas en política, en econo-mía y en todos los aspectos de la vida’. En ese contextodebe entenderse el comentario que escribió Menvielleen 1949, acerca de la creación del Estado de Israel unaño antes: ‘Los planes milenarios de un universo domi-nado por los judíos parecieran en vías de firme cumpli-miento’ (...). Muchas de esas concepciones de la histo-ria, de la política y de la vida fueron incorporadas porlos tacuaristas en el convento de la avenida Indepen-dencia” (Gutman, Ibid., ps. 60/61).

JOSÉ LUIS NELL, DEL POLICLÍNICOBANCARIO AL SUICIDIO

En esa cárcel de Las Heras en que Guillermo PatricioKelly le dijo a Joe Baxter que no odiaba al sionismo,también estaba otro personaje que habría de ser impor-tante en la JP que provino de Tacuara. Se crió en elbarrio de Flores. Tiene 15 años cuando su madre resul-ta herida en los bombardeos de Plaza de Mayo. Esto,desde luego, habrá de ser decisivo en las elecciones quetomará en su vida. Una vida excesivamente desdichada.Vale decir: injustamente desdichada. Se trata de JoséLuis Nell, “que como muchos tacuaristas había estudia-do en un colegio de curas, se había incorporado a laUNES en 1958, cuando Tacuara todavía estaba en suetapa embrionaria” (Gutman, Ibid., p. 83). Vean quétemprano me los encontré yo en la plaza Castelli, a los14 años, en 1957. Los que conocí, aunque Tacuaraestuviera en su etapa embrionaria, no eran embriona-rios para nada. Tenían todo claro. Sobre todo lo quesiempre me desagradó, o para ser más claro: me repug-nó, de Tacuara: el matonismo, la violencia, la violenciade las cadenas y las manoplas al modo de las SA deRöhm en las calles de Berlín reventando bolcheviques yjudíos. Pero José Luis Nell es un caso excepcional decambio político-ideológico. Es posible (y lo es) que,luego de la caída de Perón, la juventud argentina –o unimportante sector de ella– no tuviera otra salida paraexpresar su rechazo al régimen que la violencia de ultra-derecha. Es posible. El caso es que así se dio. Estos jóve-nes empezaron su rechazo a lo establecido por mediodel odio fascista. Cierto es que hay que engañarsemucho para creer que el odio fascista implica un recha-zo a lo establecido. Creo que les fascinaba la violencia,

que el catolicismo los entregaba en manos de curassiniestros y, también, en manos del racismo antisemita(Los judíos mataron a Dios). La fascinación por la vio-lencia conllevaba una pasión por las armas que la mayo-ría jamás habría de abandonar. Y no menos cierto esque existía en la mayoría de ellos un factor de clase quelos hacía sentir especiales: pertenecían, en general, afamilias pudientes, los dueños de la tierra y de la patria.

La aparición espectacular de Tacuara, el que es consi-derado como “el primer operativo urbano de la guerri-lla argentina”, es el Operativo Rosaura. Sigo, central-mente, el relato de Gutman y también el de AlejandraDandan y Silvina Heguy en su biografía de Joe Baxter.También el film de Luis Barone (Los malditos caminos)y el primero de todos: el de Fernando Ayala, Con gustoa rabia. El “Operativo Rosaura” (al que se le pone asípor la conocida novela de Marco Denevi Rosaura a lasdiez) se lleva a cabo el 29 de agosto de 1963. Es un díadesafortunado. Al menos para dos personas.

La noche anterior, Nell y dos de sus compañerosestaban cambiando la chapa de uno de los autos queutilizarían en el asalto cuando aparece un patrullero dela Federal. Suben al auto y huyen a alta velocidad. Talcomo en una de tiros. Van en un Valiant. Desde él,uno de los hombres de Nell, Duaihy, “bajó los sietetiros del cargador de una 45 y logró frenar al coche dela Policía, pinchándole una de las gomas delanteras. Sinembargo, Nell, que manejaba, no pudo controlar elvolante, chocó contra un auto estacionado y los trestuvieron que escapar corriendo” (Gutman, Ibid., p.175).

Al día siguiente: el “Operativo Rosaura”. Nell y dosmás van de guardapolvo blanco. “Todos estaban arma-dos con pistolas 45, menos uno: Nell cargaba una ame-tralladora PAM, robada un tiempo atrás en el TiroFederal” (Gutman, Ibid., p. 175). También los Monto-neros habían robado en el Tiro Federal las armas queatesoraban en el sótano de Timote, donde mataron aAramburu. El “Operativo Rosaura” es complejo de des-cribir. Esto da una imagen de la ambición que lo ani-maba. Nunca se había visto un operativo así. Estoasombró a la prensa cuando dio la noticia del hecho.Pero todo se desarrollaba tranquilamente, con preci-sión, hasta que ocurrió lo inesperado: “De pronto, unavoz grave y potente, de estilo militar, paralizó a todos.‘¡Alto!’, gritó José Luis Nell, que había bajado de laambulancia y se acercaba. Había emergido detrás de unpequeño arbusto. Un pañuelo de colores le cubría lacara, mientras los apuntaba con la ametralladora (...). Alos que estaban en la playa de estacionamiento y a losque escucharon desde sus habitaciones, esa única pala-bra de José Luis Nell les pareció capaz de paralizar almundo entero (...). La forma en que los hechos se desa-rrollaron a partir de entonces esconde una circunstanciaque nunca fue aclarada. El sargento Martínez era elúnico que estaba armado de todas las personas que Nelltenía enfrente. ¿Hizo un movimiento de uno de susbrazos como para sacar la pistola de su cinturón? Elpolicía juraría que no. Nell, y también Rossi, asegurarí-an que sí” (Gutman, Ibid., p. 178). Es evidente que elpolicía no movió una sola de sus manos. Nell lo teníacubierto con una PAM. El tipo no era un suicida. Yaunque hubiera hecho un movimiento, ¿necesitabaNell descargar su ráfaga de ametralladora? ¿No pudodecirle “Quieto o te quemo”, “Quieto o sos boleta” osimplemente “Quieto, boludo”? No, lo que hizo fuedescargar casi sin ton ni son su PAM. Causó estragos.Dos muertos y varios heridos. Disparó porque sus ner-vios estaban alterados. No bien vio algo que le parecióraro usó su PAM. Se llevaron la guita. “La ambulanciavoló por la avenida Gaona hacia el lado de Flores,haciendo sonar la sirena” (Gutman, Ibid., p. 179). Serajaron. Se alzaron con 14.000.000 de pesos. Todo unéxito. En el Policlínico el panorama era distinto: “NellyCulasso y Bóvolo sólo tenían heridas menores en losbrazos y el sargento Martínez sería operado en elmismo Policlínico para sacarle una bala del hombro”.

“A otros les había ido peor.“Cogo, el chofer, había recibido un tiro a la altura de

la tetilla izquierda, prácticamente en el corazón. Murióinstantáneamente. Morel, el ordenanza-quinielero,había sido alcanzado por un balazo en la espalda, que ledejó un orificio de salida en el centro del pecho. Apenasalcanzaron a recibirlo en la guardia cuando falleció”(Gutman, Ibid., p. 180).

El “Operativo Rosaura” tuvo tal impacto que demovida se llevó al cine. A Nell se lo describe como “unmuchacho provinciano, miembro de un grupo terroris-ta de ultraderecha”. Es Alfredo Alcón. Peinado a lagomina, siempre de malhumor y rasgando una guitarra.Canta el muchacho. Canta folclore. Los que hicieron la

película estaban bien documentados. Tacuara surgejunto con un revival del folclore. Los chicos malos delas familias de guita se reúnen entre ellos y cantan sam-bas, chacareras, vidalitas. Hay una samba que cantanmucho. Doy fe. Estuve en una reunión y apareció unguapito de estos. Perfecta cara de malo, peinado a lagomina, brillante. Trajeado y con guitarra. Ahora quelo recuerdo: les había perdido el miedo. Esto ya seríapor 1962 y en 5 años un muchacho crece mucho. Meparecían patéticos, rufianes, compadritos de clase alta.Fachos que encarnaban hoy a los pendencieros de laLiga Patriótica, a los niños bien de Manuel Carlés. Elcaso es que el tipo cantó El indio poeta. “Ha muerto elindio poeta / silencio le hacen los cerros”. O “los cerroslo están velando”. Alguna huevada más y por fin: “Llo-ran los sauces su muerte”. Era patético: sus antecesoreshabían liquidado a todos los indios. Un genocidio alque David Viñas habría de llamar “la Segunda Con-quista de América”, pero los tacuaritas le cantaban al“indio poeta”. Coherente: era el único indio al queRoca habría aceptado. Un indio poeta, un indio ino-fensivo. No el indio de los malones. A ése, leña. Deesos no quedo casi ni uno. “Indios poetas” nadie sabe siexistieron, pero los patrones les cantaban canciones.

El film de Fernando Ayala está tan bien documenta-do que Luis Barone lo utiliza para ilustrar el asalto alPoliclínico. Si es así, entonces ahí está Nell ametrallan-do como un tarambana, como un principiante aturdi-do, a los que se le presenten, a los que estén a tiro, acualquiera, a todos. Barone sigue el recorrido de la vidade Nell. Que es detenido pero logra fugarse del Palaciode Tribunales. Conoce a Carlos Mugica. Luego viaja aChina, a entrenarse militarmente. Apenas si anda porlos 25 años. Vuelve por Montevideo, se entremete conlos Tupamaros. Cae preso y lo guardan en el penal dePunta Carreta. En 1972 coprotagoniza la fabulosa fugade los Tupamaros. Ciento once presos cavan túneles. Yse escapan. Los ejércitos se escandalizan. Alicia Eguren,en Nuevo Hombre, que dirige Silvio Frondizi, escribe:“Nada es imposible para la guerrilla urbana”. Nell seincorpora a Montoneros. Se enamora de Lucía Cullen,que había estado enamorada de Carlos Mugica, quienhabrá de casarlos. Se teje entre los tres una historiaentrañable, potente. Lucía queda embarazada. Y llegaEzeiza. Aquí, toda la mala suerte del mundo se descargasobre José Luis Nell. Lo hieren en la columna vertebraly queda cuadripléjico. El, un hombre de acción, unmilitante de primera línea, un guerrero, en una silla deruedas. No puede tolerarlo. Cerca de unas vías abando-nadas del Ferrocarril Mitre decide terminar con su vida.Hacia ahí se dirige. Es de noche. Alguien, un notableescritor y pensador, habrá de escribir en un libro perdi-do en la vorágine de los años y las desgracias: “¡Quiénlo ha visto pasar en su silla de ruedas!”. Así, con signosde admiración, marcadamente, como una exhalaciónpostrera. Nell se suicida. Lucía muere en la ESMA. Yde Carlos Mugica ya hablaremos. En su féretro, lanoche de su velatorio, su cara era de una blancuraasombrosa. Todos pasaban a su alrededor y la mayoríalloraba. Yo lloré cuando leí esa frase destinada a Nell:“¡Quién lo ha visto pasar en su silla de ruedas!”. Pudeverlo. Pude imaginar al guerrero caído, al militante cua-dripléjico, al hombre que va solo hacia la muerte arras-trándose en una silla de ruedas. Con una pistola, lasuya, cargada con balas para él. Con una. Con la defini-tiva. Aun así no puedo dejar de tener una bronca quedebo decir si quiero ser totalmente sincero. Asesinaste ados tipos, José Luis. A sangre fría. Ni justicia popular nipelotas. Un asesinato de punta a rabo. Por ahí eranperonistas. Laburantes peronistas y vos eras apenas untacuara que olfateaba el movimiento nacional. Uno esun boludo, un gallina, un blando al lado tuyo. No tuvoni tendrá tu coraje en ninguno de los actos de su vida.Pero difícil que asesine a dos tipos con una PAM. Tegustaba la PAM, se comprende. Hay tipos que nacencon la fascinación de los fierros. Otros les tienen miedo.O una cautela tan cautelosa que se parece mucho almiedo. Es que matar los volvería locos. No quiero decirque no puedan. Insisto: a todo hombre toda conductahumana le es posible. Algunos requieren condiciona-mientos extremos, otros todavía más. Pero vos hicistefuego demasiado rápido, José Luis. Tan rápido comotodo fue rápido en tu vida: la militancia, las armas, elasalto, el asesinato, China, Punta Carretas, Montone-ros, Lucía, Carlos Mugica, Dios, Ezeiza, la tragedia dela invalidez, el ferrocarril Mitre, la noche del final, tupropia pistola, el suicidio.

Colaboración especial:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 16 de noviembre de 2008

PROXIMO DOMINGO

Las dos vertientes de la JuventudPeronista (II)

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

Consideraciones teóricas sobre “El secuestro de Aramburu”

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LA ILEGALIDAD INSTITUCIONAL

Es hora de que la derecha en la Argentinase haga cargo de una realidad incuestio-nable. Ya que sigue llenándose la bocacon las palabras democracia, república,instituciones, tiene que asumir una aberra-

ción de la cual es responsable y que ha acarreadoenormes males para el país. Entre el 16 de septiembrede 1955 y el 12 de octubre de 1973 la República Argen-tina vivió en estado de ilegalidad institucional. Estaceguera, esta obstinación, este odio, parecieran a vecesno poder explicarse. Uno, que lo ha vivido, acaso sehaya acostumbrado al clima de esos tiempos y a esasmodalidades. “¿Por qué no puede venir al paísPerón?”, era algo que no se preguntaba. Todos sabíanla respuesta: “Porque los militares no lo dejan”. Nadiepreguntaba por qué. No hace mucho, sin embargo, vipor televisión al joven ensayista Lucas Lanusse expli-car la caída de Frondizi. Y cuando dio el motivodeterminante les dijo a los teleespectadores: “Ustedeshoy no lo van a creer. Pero todo fue porque el 18 demarzo de 1962 el peronismo había ganado las eleccio-nes provinciales y eso no podía ser tolerado por elEjército. Se anularon las elecciones y el día 29 Frondi-zi es arrestado y enviado a Martín García”. LucasLanusse tiene razón. Alguien, cualquier joven, aunquesea argentino, al que hoy se le dice algo así no lopuede creer. ¿Qué pasaba? Intentemos explicarle lasituación a un extranjero. “Vea, en la Argentina habíaun partido totalmente mayoritario. Pero su líder nopodía volver al país. Ni su nombre podía ser pronun-ciado. Los militares les cedían el gobierno a algunosciviles que lo aceptaban, transformándose en cómpli-ces. No bien estos civiles otorgaban nuevas eleccionesganaba el partido proscripto. Entonces los militaresechaban a patadas a esos civiles y empezaba de nuevola farsa.” Seamos insistentemente claros: obstinadaspor excluir al peronismo de la vida institucional, lasclases altas mantuvieron al país en situación de ilegali-dad durante 18 años. A ver si entienden esto los seño-res que se adueñan de palabras que han pisoteado.Había otros caminos. En principio, el general Lonardiya había dicho su célebre “Ni vencedores ni vencidos”no bien triunfó el movimiento sedicioso que encabe-zaba. Muchos sabían que el camino más racional erael de no proscribir al peronismo. Pero no. La trampaconsistió en identificarlo con el nacionalsocialismo y–de este modo– así como los nazis estaban prohibidosen todos los lugares del mundo debía estar prohibidoel peronismo en la Argentina. Esta ceguera pudohaber durado dos años, tres. Se eternizó. La Revolu-ción Libertadora se denominó a sí misma (además de“Libertadora”) “gobierno provisional”. Su nombrecompleto era: “Gobierno Provisional de la RevoluciónLibertadora”. No, de ninguna manera. Seamos, otravez, contundentemente claros: la “Revolución Liber-tadora” no sólo no fue un “gobierno provisional” sinoque gobernó el país durante 18 años. ¿Está claro?Tuvimos 18 años de “Revolución Libertadora”. Todo sehizo según la ideología de la Revolución Libertadora.Si Aramburu fue quien desplazó a Lonardi paraimplantar el feroz antiperonismo que se adueñó larga-mente del país, su determinación de desperonizarlo semantuvo inalterable. Ya sea para desperonizarlo comopara evitar que se peronice. El Decreto 4161 nunca sederogó. Siempre estuvo vigente. La Argentina vivió18 años bajo el imperio de ese decreto. Se pudo nom-brar a Perón, de acuerdo. Pero el peronismo no podíaingresar al ámbito institucional. Si lo esencial delDecreto 4161 era expulsar al peronismo de la polis esedecreto duró 18 años. Además, el repugnante escamo-teo del cadáver de Eva Perón se mantuvo inalterable.Todo esto lo determinaba el odio y el miedo. Evita enel país los hacía temblar. Las masas acudirían a cual-quier lugar en que la enterraran y sería imposible con-tenerlas. Las masas –a esta altura de la Guerra Fría, dela Doctrina de la Seguridad Nacional– no sólo eran elpeligro del “peronismo” sino el del camino al comu-nismo, ya que las masas para las clases altas y los mili-tares son sinónimo de marxismo, de disolución, depeligro. ¿Hay alguna autocrítica por esto? ¿Alguien hapensado la violencia extrema que esto implicaba? SiJosé Claudio Escribano quiere creer que con la muer-te de Aramburu “se abrió formalmente un largo perí-odo de violencia en la Argentina” puede creerlo. Peroestá equivocado o miente o elabora el esquema ideoló-gico que le permitirá defender los intereses quedefiende. La muerte de Aramburu no inaugura el perío-do de violencia en la Argentina. Lo inaugura, supo-niendo que la violencia se inaugura en algún momen-to en lugar de haber estado siempre presente, el bom-

bardeo de 1955. Pero sobre todo: es la violencia insti-tucional la que arroja a la juventud a la violencia.También a los obreros, a los sindicalistas, a los hom-bres del Cordobazo, del Rosariazo, del Mendozazo.¿Cómo es posible pretender amordazar a un país por18 años y que algo no estalle? ¿Cómo pudieron sertan torpes, tan brutos, cómo pudieron odiar tanto,temer tanto, perseguir tanto? El Sistema de Exclusióndel Peronismo (SEP) buscó mantenerse a cualquierprecio. Se burló de todos y de todo. Tuvo miles deresponsables. Todos son cómplices. Los que hicieron laJunta Coordinadora. Los que hicieron la ReformaConstitucional. Los “partidos del comisario” como laUnión Cívica Radical del Pueblo de Balbín. AlfredoPalacios y su porte de patriarca socialista. Todos losprotagonistas del SEP son cómplices de la tragedia a quese llegó. Ellos crearon la violencia. Que yo sepa (y algu-na vez hay que reconocerle algo a Sabato) fue ErnestoSabato el único que denunció las torturas de la Liber-tadora. Todos los demás fueron cómplices del errordemencial de la oligarquía terrateniente, del Ejército,de los grupos financieros que se fueron consolidandocon la entrada del Fondo Monetario Internacional yla Iglesia. Básicamente los sectores que el tosco, torpe,pero sincero Roulet (dirigente agrario) señaló comolos baluartes que en la Escuela le dijeron habíanhecho el país. “Mi maestra me dijo que el país lohicieron la Iglesia, el Ejército y el campo.” ¡Claro quesí! Eso se dice en la Escuela. Esa es la educación argen-tina. Eso se nos ha enseñado autoritariamente a todos.Una doctrina que atribuye la creación del “maravillo-so” país en que vivimos a sus sectores dominantes. Esaeducación –que tan abierta e ingenuamente enunciael señor Roulet– es el resultado de un hecho de poder.Es la educación de los ganadores de las guerras civilesdel siglo XIX. Todos creen que es “nuestra” educa-ción. No lo es. Es la educación que diseñaron las cla-ses altas para educarnos a todos según sus valores. SiLa razón de mi vida es un hecho educacional delezna-ble, no lo es más que la educación impuesta por la oligar-quía. ¿Por qué he tenido que leer Juvenilia, el libro deun tipo miserable como Miguel Cané que era unracista y que redactó la Ley de Residencia (para terrorde los inmigrantes) a la que llamó “deliciosa ley deexpulsión”? ¿Dónde estaría hoy Miguel Cané? Estaríaen alguna de esas radios repulsivas que hablan delpeligro de los inmigrantes, a los que llaman bolitas,brasucas, chilotes, yoruguas. Cané no es mejor que elseñor Hadad y su equipo de xenófobos. Era, desdeluego, un xenófobo. ¿Por qué tuvimos que leer eselibro? Porque narraba la educación de los jóvenes delas clases altas en el Colegio Nacional de BuenosAires. Hasta los chicos de las provincias más empo-brecidas tuvieron que enterarse de cómo se habíaneducado los señoritos de Buenos Aires, los que forma-rían la Generación del ’80, “la que hizo el país”.

“JÓVENES BIENINTENCIONADOS”Volvamos a la época del SEP. ¿Qué pretendía el

país que iba a surgir de ese amordazamiento?¿Por qué nadie pidió que se institucionalizaraen serio el país? ¿Por qué no lo pidieron losiluminados de Primera Plana? Porque eranestúpidamente gorilas. Incapaces de verque detrás de toda esa rusticidad que aellos les repugnaba del peronismo habíaun pueblo, el pueblo pobre, que genuina-mente esperaba a Perón. ¿Por qué la izquier-da no pidió el blanqueo inmediato de lasituación institucional? Porque también se habíacomido el verso del fascismo de Perón. Más aún:había sido central en su creación. Aun cuandoPerón fuese fascista había que permitirle volver.¿Cuántos fascistas había en la Argentina de lossesenta? ¿Cuántos hubo entre 1955 y 1973? ¿Porqué no los expulsaron a todos? ¿Onganía no erafascista? ¿Por qué se toleraban las dictaduras?¿Por qué se aplaudió el golpe de Onganía?Bueno, señores: en medio de ese país ile-gal, tramposo, dictatorial, prohibitivo,cavernícola, lleno de odio, idiotamen-te gorila, anticomunista según losvalores de la Escuela de las Américas,o “marxista” y gorila como lo erantodas las revistas de nuestra elegante yculta izquierda que seguían la línea deLa Vanguardia y veían en el peronismoa una manada de monos con navaja, enese país de la revista Sur, en ese país queOnganía consagró a la Virgen, en esepaís aparecieron los “montoneros”. Secues-

traron al tipo más lúcido en medio de esa caterva dedescerebrados. Al que había entendido la única posi-bilidad que el país tenía para salir antes de hundirseen un baño de sangre. Terminar con el SEP. Reem-plazar al Sistema de Exclusión del Peronismo por elSistema de Inclusión del Peronismo. Al SEP por elSIP. Ese tipo era Aramburu. Firmenich cuenta queentre sus ropas, luego de matarlo, encontraron unosescritos. Lo dice en el célebre artículo que publica en1974 en La causa peronista. Dice: “Después encontra-mos en el bolsillo de su saco lo que había estadoescribiendo la noche del 31. Empezaba con un relatode su secuestro y terminaba con una exposición de suproyecto político. Describía a sus secuestradorescomo jóvenes peronistas bien intencionados peroequivocados. Eso confirmaba a su juicio, que si elpaís no tenía una salida institucional, el peronismoen pleno se volcaría a la lucha armada”. ¡Jóvenesperonistas bien intencionados! Están a punto dematarlo y dice que sus intenciones son buenas. Unono sabe si esto es cierto. Lo cuenta Firmenich. Arros-tito, que figura en el reportaje, niega luego esa parti-cipación. O sea, el que habla todo el tiempo es Firme-nich. Hay algo notable. Aramburu sale de esa historiamuy digno. Hasta uno se sorprende: ¿Tan inteligenteera? ¿Tan tranquilo estuvo ante la muerte? Puede ser.Pero si dijo lo que Firmenich dijo que dijo. Si dijo: a)“Jóvenes peronistas bien intencionados”; b) “Peroequivocados”; c) Y si dijo que el país debía teneruna salida institucional o todo el peronismo sevolcaría a la lucha armada, esto bastaba para dife-renciar a Aramburu de toda la Argentina Gorila.De aquí que se postulen tantas teorías sobre sumuerte. En un país de imbéciles, ¿cómo no vana querer asesinar a un tipo inteligente? ¿Quiénlo mató? Sin duda, los Montoneros. Perohabrían deseado hacerlo muchos otros. ¿Y silos Montoneros no lo hubieran matado? ¿Ysi Aramburu lograba su salida institucionalen diálogo con Perón? ¿Perón habríaaceptado o sólo quería volver como“frutilla de la torta”, según me handicho? Teniendo en cuenta lo horri-blemente mal que salió todo, el costoaltísimo en vidas humanas que tuvo,la sangre que corrió incontenible,el GAN de Aramburu y Perón,de darse, habría frenado lamatanza. Perón volvía másjoven. Aún la gue-rrilla no se habíadesarrolladotanto. Lajuven-tud

II

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tampoco. En 1970 no querían el socialismo “parahoy”. Todo habría sido distinto. Mas, ¿quién puedesaberlo? ¿Podría haber conseguido Aramburu –pormedio de sus pactos con Perón y el Ejército–- unasalida electoral para 1971? De haber sido así se habrí-an ahorrado miles, decenas de miles de muertes atro-ces. La historia NO es tal como sucedió. Siemprepudo ser de otro modo. Pero la torpeza gorila, el odiode clase, los militares y los empresarios y la Iglesia ylos grandes medios de comunicación gestaron un paísque sólo dio espacio para un grito de furia, un gestoextremo de rebeldía. Sólo dio espacio para el sótanode Timote.

No más que algunas pequeñas notas en torno de la“verosimilitud” de la nouvelle. Llamamos nouvelle auna novela breve, que se desarrolla como una novela,que incorpora sus leyes y se aleja del cuento en la

medida en que tiene pocas de sus características. Si elcuento recurre al recorte de una situación, o a unatrama que no se resuelve o aun que no existe, o a lahabitual sorpresa final (el abuelo juntó kerosene duranteun mes para quemarnos a todos, sus familiares, nosotros,apareció un día, nos vació un bidón encima y nos arrojóun fósforo, pero el abuelo estaba muy viejo, medio idiotaya, y no juntó kerosene, sino agua, cuando arrojó el fósfo-ro todos reímos, todos lo humillamos, entonces enfureció,sacó un revólver que ignoro dónde habría conseguido ynos llenó de balas en tanto carcajeaba demoníacamentecon su boca desdentada, abuelo hijo de puta, quise decir-le, pero no pude, ya estaba muerto), que tiene mil for-mas posibles (una mujer visita a un fotógrafo. “Sáque-me hermosa”, le dice, “atrape con su cámara el azulcalmo de mis ojos, la tersura de mi piel, mis pezonesrosados que ahora le muestro, ¿los ve?, ¿alguna vez vioalgo así?, ¿quiere ver el misterio de mi ombligo?, ¿lamagia de mi vello púbico?, ¿apresará el rojo sangre demis labios?, ¿mis piernas largas, bien torneadas, perfec-tas? Espere, ahora se las muestro, apuesto a que nuncavio nada igual”, el fotógrafo, harto, seco, hirientemente,dice: “oiga, abuela, si quiere que saque la foto, quédesequieta, quiere”), el cuento de la sorpresa final es el másclásico, los dos que narré, arreglados por mí, son deHumberto Costantini; La noche boca arriba de Cortá-zar es también un ejemplo del cuento sorpresa. Perola nouvelle no busca la sorpresa. Busca una condensa-ción de los hechos. Una economía de las palabras.Decirlo todo en una extensión moderada. Acaso gol-pear, sí, pero por su brevedad. Esa brevedad le dacontundencia al relato. El lector tiene que decir: “Mela devoré”. Timote apuesta a eso. La escritura es breve.Frases cortas. Los adjetivos necesarios, pero no escati-mados. Apenas señalar algunos rasgos físicos de lospersonajes. Los otros, que los ponga el lector.

El relato parte del secuestro de Aramburu. Laausencia de custodia lleva a la tesis de una colabora-ción de los Montoneros con Onganía. Es un disparatey está fundada en las hipótesis de dos personajes pococreíbles. Son dos loquitos de la Libertadora, que estu-vo llena de loquitos. Uno es Aldo Luis Molinari, capi-tán de navío, subjefe de la Policía Federal que asumióla investigación de la Quema de Templos, Quema dela Bandera, Torturas y ¡el caso Duarte! Molinaripublica Aramburu, la verdad sobre su muerte, unmamarracho que buscaba unir a los servicios de inteli-gencia de Onganía con los Montoneros. El otro esmás loco, mucho más y más pintoresco. Es el famoso“Capitán Gandhi”. Decía llamarse Próspero GermánFernández Alvariño. Cuando, junto con Héctor Oli-vera, hice el guión del film Ay Juancito, basado en lavida de Juan Duarte, me di de narices con este perso-

naje. Vivía obsesionado por demostrar que JuanDuarte, lejos de haberse suicidado,había sido enviado a los cielos o alinfierno por los sicarios de Perón.Para hacerlo no tiene mejor ideaque desenterrar el cadáver, cortar-le la cabeza y pasearse con ella porla Jefatura de Policía. Segúninformaciones que hemos recogi-do solía aparecerse por el Con-greso Nacional para exhibir sutrofeo. Un día lo llama a Cám-pora, amigo de Duarte, y poneante él una bandeja de platacon algo sobre ella pudorosa-mente cubierto por una enor-me servilleta. “A ver, Campo-rita, si recordás esta cara.”Saca la tela y vemos la cabezasemiputrefacta de Juan Duar-te. El Capitán Gandhi intro-duce un lápiz en un agujero dela calavera. “Este agujero, ¿se lohicieron ustedes o él?” Cámpo-ra apenas si puede hablar, peroGandhi insiste: “Vamos, che,largá. ¿Lo suicidaron ustedes?”

Cámpora se pone de pie y confirmeza dice: “Juancito era mi

amigo. Se suicidó. Era el hermanode Evita. Nadie se habría atrevidoa matarlo”. Este paranoico, estedébil mental se encarga de investi-gar la muerte de Aramburu. Y ela-bora la teoría de la colaboraciónentre Onganía, Imaz y los Mon-toneros. Existe un excelente tra-bajo de Ernesto Salas, en la

revista Lucha Armada, que da por tierra con estaspatrañas: “El falso enigma del ‘Caso Aramburu’”, año1, Nº 2.

“LAS PAGÓ, JORGE”Despejada esta cuestión nos concentramos en el

viaje a Timote. Lo han planeado bien. Van por uncamino más largo pero más seguro. Bonasso dice quele meten cloroformo. Pero no parece probable. Aram-buru, desde el inicio, se porta como un caballero.Durante el viaje casi no hay diálogos. Llegan a Timo-te. Aquí, un inconveniente inesperado. Don Acébal,el capataz. He insistido en este personaje y acaso siemprendo una novela aparte de este ensayo lo hagamás. Acébal, el capataz, es el hombre fiel. En todaestancia hay un Acébal. Ramus sabe cómo tratarlo.Firmenich se le acerca también. Ramus se lo tiene quequitar de encima. Le dice que se vaya al pueblo. Le daunos pesos. Más de los habituales. Acébal se sorpren-de. Tómese unos buenos tragos, Acébal. Podríahaberle dicho: Quédese unos días por el pueblo. Fer-mín, el dueño del almacén, es su amigo, ¿no? Acébalasiente: claro que sí. Aquí tuve una tentación. QueRamus o Firmenich, más osado, caradura, le sugieraque se busque una hembra. Pero creo que Acébal sehabría ofendido. ¿Una hembra? Si hoy es viernes,Carlitos. Porque Acébal, a Ramus, lo tutea. Y le diceCarlitos porque lo conoce de pibe. Eso es así. Son lasleyes de las estancias. ¿Cómo va a andar Acébal conuna hembra en día viernes, que es laborable? Firme-nich insiste: ellos tienen una reunión especial. No lovan a necesitar. Acébal se va. Hay, en el relato, unaanotación: el único personaje realmente popular esexpulsado de inmediato de la trama.

Entran. Le dicen que lo han secuestrado para some-terlo a un Juicio Revolucionario. Por la muerte deValle y los militantes populares. Por el escamoteo delcadáver de Eva.

Aquí, es el momento de plantearlo con toda crude-za, queremos responder a este interrogante. ¿Lamuerte de Aramburu fue un asesinato? Si lo fue, nofue un acto de la Justicia Popular, como sostienen losMontoneros y como sostuvo toda la militancia de laizquierda peronista. Fue un asesinato político.¿Representaban los Montoneros al pueblo peronista?¿Actuaban legítimamente en su nombre o no? Si no,fue un asesinato. Ahora analicemos la otra cara.¿Recogían los Montoneros una corriente interna dela historia, un deseo del pueblo que se expresabasoterradamente pero no era por eso menos real? ¿Seencarnaron en él expresándolo? ¿Quería el pueblo lamuerte de Aramburu? Si es así, tomaron una causaque latía en los socavones de la historia, la encarna-ron y ejecutaron un acto justiciero, el acto que todoun pueblo deseaba. Lo realizaron además en mediode un régimen ilegal, ilegítimo, en medio de una dic-tadura represiva. Esto torna tan compleja la muertede Aramburu. Lo de Rucci es un asesinato. Nadiequería la muerte de Rucci. Y muere en medio de unademocracia. A dos días del triunfo aplastante dePerón en elecciones democráticas. Esto es fácil: asesi-nato y punto. Pero con Aramburu hay demasiadoselementos en juego. Yo estoy en contra de la pena demuerte. Matar es malo. Pero el hombre mata desde elprincipio de los tiempos y sigue matando. No puedoatarme a un ideal y no ver la realidad. Que Arambu-ru SE GANÓ la muerte, de esto no caben dudas.Esto no quiere decir que debía o merecía morir. Sóloque hizo todo lo necesario para ponerse en la línea defuego de los vengadores. Había despertado demasia-dos odios. Para colmo, su proyecto político demediador lo ubica entre dos fuegos, en pleno fuegocruzado. No hay lugar más peligroso que el de losconciliadores. Si los bandos no quieren conciliarse,los conciliadores fastidian, estorban, están de más.Hay que matarlos. Hasta en esa encrucijada se habíapuesto Aramburu. No había dejado una por hacer.

Cuando lo matan, Jorge Antonio lo llama a Perón aPuerta de Hierro y le da la noticia. Seco, frío, dura-mente, Perón dice: “Las pagó, Jorge”. ¡Qué frase parauna lápida!

Las posiciones de cada uno de los sujetos actuantesen la tragedia están expuestas en el relato. FernandoAbal le dice a su prisionero que él y la ArgentinaGorila lo han hecho ser lo que es. Ustedes me inven-taron. Soy lo que ustedes me hicieron ser. Esto esirrefutable. Hay, para validar el acto de Fernando,dos elementos centrales: esa generación fue arrojada ala violencia por la necedad del Estado Gorila, el quefundó Aramburu. La empecinada desperonización esAramburu quien la inicia, para eso lo echó a Lonardi.

III

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Su firma es la primera que aparece en el Decreto4161. Cada uno es responsable de lo que hace. Y siel Monstruo del doctor Frankenstein se vuelve con-tra él y lo mata no es del Monstruo la culpa, sinodel doctor alucinado que lo creó. El error, la cegue-ra, el odio clasista y racista del Estado Gorila esinaudito. ¿Qué podía surgir de ahí? La Argentinadel Decreto 4161 se prolonga demasiado. ¡Prohi-birle al candidato peronista asumir una goberna-ción que había ganado en libre juego democrático!Pero, ¿qué creían ser estos militares y los civiles quelos apoyaban? Los dueños del país, desde luego. Elperonismo había sido una derrota que castigaríanseveramente y que jamás volverían a padecer. Acasodeban pensar en esto los militantes de la izquierda.Por decirlo claramente, podemos decir mil cosasdel peronismo y de Perón y de Evita, pero, por laconducta que asumieron las clases altas, la Iglesia yel Ejército, pareciera que nadie en nuestra historiales metió más hondamente un dedo en el culo queellos. Y no nos vamos a arrepentir de esta expre-sión. Es nuestra. Pertenece a nuestra modalidad dehabla y es impecablemente expresiva. El dedo en elculo es el dedo no querido. Es el dedo que agrede,que injuria, que viola. El primer peronismo es elúnico Gobierno de nuestra historia que mete esededo en el culo de la oligarquía. Tal vez, un poco,Rosas. Pero con menos determinación, con menoslucidez, por pura picardía de gaucho malo y rebel-de. El peronismo los molestó mucho. No tantocomo pedía Milcíades Peña, es cierto. Pero no sé silo que pedía Milcíades habría sido posible. No seintentó y nunca lo vamos a saber. Sin embargo, laofensa tuvo que ser muy grande para generar tantoodio. La injuria tuvo olor a pata de morochos inso-lentes, llevó a los cabecitas hacia la falta de sumi-sión a los patrones, les hizo alzar la cabeza. Hubouna violación de las reglas elementales a que la oli-garquía estaba acostumbrada. El peronismo eragrasa. Era ignorante. Era la zapatilla contra el libro.Por eso la FUBA se unió a la Argentina oligarca.Los comunistas de los teatros independientes. Sólovieron la relación entre un coronel fascista y unamanga de negros que no sabían nada. Brutos, igno-rantes, manipulables “obreros sin experiencia sindi-cal anterior”. Y el mal gusto. Y la Yegua, la Puta, laTrepadora.

EVITA, EL CHE Y HOLLYWOODAhora Hollywood hace una película sobre el

Che. La de Benicio del Toro. ¿Por qué los yankisaceptan al Che y escupen sobre Evita? Porque elChe es un muchacho de buena familia. Un pibeurbano. Es hombre, no es mujer. No tiene un pasa-do sórdido. Si cogió, es un hombre y nada másnatural ni estimulante que un hombre coja. Eso lohace un macho. Si Evita cogió, es una puta. Sicogió para trepar, peor todavía. Es una mujer.Mujer que coge, mujer puta. Era populista y nomarxista. El Che tiene tras de sí Das Kapital. Evita,los folletines baratos que se leían en las provinciashacia 1930. El Che se llama Guevara de la Serna.Tiene una familia. Es hijo legítimo. Tiene padre,madre. Es culto. Ha estudiado. Conoce la Univer-sidad. Jugó al rugby. Evita es una bastarda. Hijailegítima de un viajante de comercio pobretón. Sedice que en la casa de su madre funcionaba un bur-del. Se rajó de Junín porque se acostó con el can-tante Magaldi, apenas a los dieciséis años. El Cherecorrió en moto América latina. Se emocionó enlos leprosarios como el mismísimo profeta deNazareth. Evita agredió, para trepar, a la lustrosaoligarquía argentina. El Che derrotó a un tiranosangriento, a un sargento bruto y bastante negrazo.Si le pulimos la ideología, si atenuamos sus rasgosantiimperialistas haremos de él lo que queremoshacer: un héroe, el símbolo del aventurero, del ide-alista. Total, ya no jode a nadie. A Evita que lahaga Faye Dunaway, que aparezca bastante desnu-da en el afiche y con una gorra militar en la cabeza.Se la sacó, para juguetear, al teniente o al coronelcon el que se acostó esa noche. Que la hagaMadonna, que da puta, que da loca, que canta y sepone la mano entre las piernas. ¿Por qué esta dife-rencia? ¿Por qué el imperialismo se traga al marxis-ta Guevara y escupe sobre la populista Eva? Por lodicho. Evita es el insulto, la agresión, la falta derespeto. Porque Evita es el Otro. El Che es de lamisma estirpe. Porque el Che es un muchacho declase alta, de linaje, educado. Evita es una rea, unabastarda y una trepadora que usa el sexo para su

incesante ambición. Cada polvo, un escalón más.El Che muere en la lucha, agotándose, es el asma elque lo agota. Se lo ve en el piletón de Vallegrande,con los ojos abiertos, como si aún viviera, como sinunca fuera a morir porque es inmortal. Evitamuere de cáncer y el cáncer lo tiene entre las pier-nas. Todo es sucio en ella, hasta eso. Evita les faltóel respeto. Más que el Che. Le añadió al odio elmal gusto y la bastardia y la mala vida.

Inaugura, ese primer peronismo, algo que nocesa. Que crece. Que no se puede frenar. El malditopaís no se desperoniza. Perón maneja todo desdeMadrid. No le van a dar nada. No van a tolerar quese venga con la nueva puta con que se juntó, esacabaretera. Porque el tipo es un enfermo. Elige,como compañeras, a prostitutas. No puede volver.Además, ¿quiénes lo reclaman? Los negros. Que sejodan. Para eso son negros, son brutos, son ignoran-tes. No entienden nada. El demagogo les dio un parde cosas y lo han hecho un dios. De modo que dic-taduras o gobiernos títeres. Y el que busque nego-ciar con el tirano se va. Y ponemos a otro. Y al finalnos ponemos nosotros. Pero la peste no cede. Depronto aparecen estos pibes. Chicos de nuestraclase. Católicos, cultos, educados. ¡Y son peronistas!¿Cómo es posible? ¿No entienden que es por ellosque hacemos lo que hacemos? ¿Que queremos dar-les un país limpio, gobernado por doctores, porgente bien, por gente educada, blanca, no pornegros de mierda, no por los sucios demagogos quelos cortejan, que los conquistan porque los negrosson brutos y cualquiera que les da un par de zapatoslos tiene con él?

¿QUIÉN DELEGÓ EN USTEDES LA JUSTICIA POPULAR?

En ese país mentiroso, autoritario, antidemocráti-co, en ese país que prohibía películas, libros, todo loque irritara a la Iglesia católica y a los grupos inqui-sitoriales católicos del poder, en ese país de milita-res, de cárceles, de persecuciones, de prohibiciones,creció Fernando Abal Medina. “Yo puedo contartecosas abominables de Perón”, le dice Aramburu.“Yo crecí escuchando cosas abominables de Perón”,le dice Abal. Hacían exposiciones de autos suntuo-sos. De pieles suntuosas. De joyas faraónicas. Ydecían: “Pertenecieron a Perón y a Evita”. “Soy loque ustedes hicieron de mí”, dice Fernando Abal.“Soy el fruto perfecto de la Argentina Gorila. Uste-des me inventaron. Ahora, jódanse.” Aramburuentiende que le salió el tiro por la culata. Que suodio hizo de Perón un dios. Ahora es tarde. Estosmuchachos saben lo que piensa el pueblo. Lo quepiensa de Aramburu. Saben que lo odia. Saben queha llegado el momento de llevar la lucha a los extre-mos. Porque no queda otra. Porque en Américalatina es la hora de la lucha armada. Del foco gueva-rista. De la guerrilla urbana. De todo lo que inau-guró la Revolución Cubana. La idea de matar, en1970, le era accesible a todo militante. La militanciaera parte de una guerra. Era la guerra del pueblopara traer a su líder. La consigna Perón vuelve ani-maba todas las acciones. Les daba vida. Les otorga-ba un sentido. Sólo eso hacía falta. “¿Vos por quéarriesgás tu vida? ¿Por el socialismo, por el comunis-mo, por la destrucción anarquista del Estado, poruna verdadera democracia?” “No me jodas. Yoquiero traerlo a Perón. Como todos. Queremos quePerón vuelva. Después vemos.” Pocas consignastuvieron tanta fuerza, tanto poder de unidad y, a lavez, tanta simpleza. “Perón Vuelve.” Si para las elec-ciones del ’46, el poeta popular Zoilo Laguna decía“Sin asco a darle cruzao/ que en esta patria el desti-no/ ya tiene un nombre argentino/ ¡Perón y asuntoarreglao!” El “Perón Vuelve” lo resumía todo. Vuel-ve Perón... y asunto arreglao.

Hay otra cuestión. Y la plantea Aramburu: ¿quiéndelegó en ustedes la justicia popular? ¿Por qué creenque encarnan la voluntad del pueblo? ¿Hicieronalguna asamblea? ¿Por qué creen pertenecer al pue-blo si son apenas unos cuantos chicos católicos debuenas familias? Ningún revolucionario ha pertene-cido a la clase por la que luchó. Las vanguardias loson porque sus integrantes van más allá que el pue-blo. A veces demasiado. A veces creen interpretar alpueblo y se equivocan. A veces giran en el vacío ydicen representar a un pueblo que no está o que losdesconoce. Pero Fernando Abal sabe que el puebloperonista odia a Aramburu. Pero, ¿quiere matarlo?La clase media argentina se caracteriza por una fraseterrible. Siempre que ve algo que le disgusta (pon-

gamos: una manifestación del orgullo gay) dice esafrase: “Hay que matarlos a todos”. También lo dijode los “subversivos”, muchos de los cuales pertene-cían a su propia clase. Volvamos: ¿habría querido elpueblo peronista matar a Aramburu? ¿No hemosvisto que es un pueblo pacífico, el pueblo del Wel-fare State? Hay una respuesta. La respuesta está enlo que hicieron al enterarse de la noticia: festejaron,bailaron, rieron, bebieron, fueron felices. El puebloperonista no festejaba la venganza por lo de Valle.Esto había quedado atrás, en el olvido. Simplemen-te odiaban a Aramburu y sabían que era quienhabía derrocado y expulsado a Perón. La situaciónes compleja. Los Montoneros se montan sobre elodio genuino de las clases populares. Pero, ¿era ésala única forma de castigar a Aramburu? ¿Matarlo enun sótano a menos de un metro de distancia? Pron-to se estrenará el film de César D’Angiolillo Gaby,la montonera. Por primera vez, veladamente, conmucha cautela, a través de un ventanal, se ve la eje-cución de Aramburu. Es dura de ver. Un hombrejoven eleva una pistola y, a menos de un metro, ledispara a quemarropa un balazo a un hombre deedad, que cae de inmediato. Un amigo que veíaconmigo el film dijo: “Si eso no es un asesinato...”.Se parece a la famosa foto en que un teniente deSaigón hace fuego apuntando a la cabeza de un viet-cong, que cierra los ojos y ya está muerto en elmomento en que la foto se toma. Otro dijo: “Quépelotas tenía ese pibe, eh”. Otro: “Eso no es justiciapopular. ¿Quién les había delegado la justicia popu-lar?” Otro dijo algo patético y tristemente gracioso:“¿Y qué querés que hicieran? ¿Qué recorrieran losbarrios y las villas preguntando en cada casa: ‘Per-dón, señora, usted quiere o no quiere que matemosa Aramburu?’”.

Al final de este trabajo trataré de esbozar una teo-ría de la violencia. Yo detesto la violencia. Desdepibe. En mi barrio vivíamos agarrándonos a laspiñas. Yo aceptaba eso como un modo de pertene-cer al grupo barrial, de no quedarme solo. Porquedespués jugábamos al fútbol o íbamos al cine. Peroya odiaba la violencia. Y odiaba sentirla en mí.Todos llevamos dentro a la violencia. Nadie puededecir si será capaz o no de matar a otro. Nadie.Dependerá siempre de las circunstancias. Asomarsea la propia violencia es un ejercicio temible. Aterraimaginar lo que podríamos ser capaces de hacer.

Años después, cuando revientan la lancha deVillar (el sanguinario policía que Perón pone alfrente de la Federal) los Montos pintan: “Villar, jus-ticia popular”. No es lo mismo. Eso es un asesinatoplaneado con un talento en el que se ve la mano delProfesor Neurus, de Walsh. O no: sólo lo supongo.Pero lo de Aramburu es distinto. Como sea, debodecir que todo acto que implique matar a un serhumano es un asesinato. Que los Montoneros notenían nada que ver con la clase social cuya justiciadicen asumir. Que esto no importa. Ni RosaLuxemburgo, ni Lenin, ni Trotsky, ni Marx ymucho menos Engels eran proletarios. Que losMontoneros se montan sobre un largo proceso his-tórico que Aramburu había iniciado y que acabódevorándoselo. Que podría defender con mil argu-mentos que la muerte de Rucci fue un alevoso asesi-nato. Que no tengo tantos argumentos con Aram-buru. Que tengo más comprensión por esos mucha-chos arrojados a la violencia por el régimen de laArgentina autoritaria que por los que siguieron conla violencia luego del 11 de marzo. De éstos, nada.Todo lo que se haya hecho después de esa fecha fueilegal, antipopular. Que es tan complejo el casoAramburu que puedo y debo decir que fue un asesi-nato y puedo y debo decir que fue un acto de vio-lencia largamente trabajado por la historia. Que notengo una respuesta contundente. Que no puedotenerla porque el hecho está supremamente sobre-determinado. Que sé que esa muerte, la de Aram-buru, es el disparador de la furia vengativa de losmilitares procesistas. Que, en ese sentido, la detestopor el mal que causó. Que la violencia fue trágicaen la Argentina. Que ese camino sólo llevó a justifi-car la masacre del Proceso y no consiguió nadaimportante. Que costó demasiado. Que su preciofue altísimo. Desde este punto de vista, no tengodudas: ojalá Fernando Abal Medina no hubiesehecho fuego en el escueto sótano de la estancia LaCelma, en Timote.

Colaboración especial:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 9 de noviembre de 2008

PROXIMO DOMINGO

Las dos vertientes de la JuventudPeronista

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

El secuestro de Aramburu (conclusión)

50

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5.

Un momento –se resiste Aramburu–. ¿Asínomás? ¿Ni afeitarme puedo? –¿Para qué quiere afeitarse? –dice,encrespado, Ramus–. Nadie lo va a ver.

–Yo me voy a ver. Nunca imaginé morir sucio. Pre-sentarme sucio ante Nuestro Señor. Tendrían que per-mitir que me bañara al menos.

–General –dice, con voz potente y algo irritada, Fer-nando–, basta de vueltas. Dios lo va a recibir en sus bra-zos llegue como llegue hasta El.

–Siempre pensé llegar limpio.–A nuestro Señor sólo le importa la limpieza del

alma. Piense si eso es lo que le ofrece. –Ni San Agustín le ofreció eso.–San Agustín era un pecador sufriente. Sólo su gran

dolor lavó sus pecados. No veo en usted un gran dolor. –Tampoco lo veo en ustedes y van a cometer un

pecado supremo. –Puede ser. Pero si nos arrepentimos no va a ser hoy.

Tenemos tiempo. –Fernando se pone muy serio. Suentrecejo se frunce y dos rayas verticales, muy marcadas,se dibujan entre sus cejas–. Le prometemos algo. Vamosa rezar por la salvación de su alma. Hoy mismo, general.

–Quiero un sacerdote –exige Aramburu.–No podemos –dice Firmenich–. No juegue con

nosotros. Usa trampas hasta el último instante. ¿Cómoquiere que traigamos un sacerdote aquí? Todas las rutasestán vigiladas. Lo seguirían. Nos encontrarían. Todohabría sido inútil.

–¿Cómo? –dice Aramburu, incrédulo–. ¿No tienenun sacerdote? ¿No se ocuparon de traer uno? ¿O detenerlo aquí, esperándonos? ¿Qué clase de católicos sonustedes? Yo no les hubiera negado un sacerdote. Dehaber tenido que fusilarlos, lo primero habría sido reser-varles uno. Sépanlo: Valle lo tuvo. Tuvo a su párroco, amonseñor Devoto. Pudo abrazarse a él. Descargar suspecados, tener su absolución. ¿Dónde está la mía? Valletuvo a su hija hasta último momento. Pasó ante el pelo-tón de fusilamiento, que la respetó. Uno de los solda-dos, un quebrado, llorando le dijo: “Te juro que yo nodisparo”. ¿Quién me va a decir eso a mí?

–¡Nadie! –estalla Fernando–. Deje de chantajearnos.¿Qué sacerdote tuvieron los masacrados de José LeónSuárez? ¿Qué sacerdote consuela a los obreros peronistasperseguidos, hambreados por su dictadura? ¿Qué sacer-dote tuvo Felipe Vallese? ¿Qué sacerdote tuvo cada unode los militantes populares que murió por Perón duran-te estos 15 años? –Se serena. No quiere quitarle solem-nidad a la ejecución. No quiere que, justo ahora, en elmomento culminante, se desbarranque todo. Calmosa-mente, dice–: Basta, general. Camine hacia ahí. Hacia elsótano.

–¿Y mi familia? –dice Aramburu–. ¿Qué va a pasarcon ella?

–Le vamos a enviar sus pertenencias. Y nada más,general. Su familia no corre riesgo alguno. El régimen lava a cuidar como un tesoro. Como víctimas sufrientes.Como los que van a llorar por el resto de sus vidas alverdugo de la Argentina de Perón. Vamos, camine.

Se asoman a la escalera del sótano. Es vieja, insegura.La baranda se bambolea. No hay mucha luz. El sótanoes tan viejo como la casa. Tiene setenta años o más. Setrata de un lugar estrecho y lúgubre. En febrero del ’69,buscando armamentos, el grupo originario de Monto-neros asaltó el Tiro Federal de Córdoba. Una operaciónsimple, pero les redituó más de lo esperado: un montónde fusiles que terminaron por guardar en este sótano.Ahora, la escalera se zarandea peligrosamente. Y si sepiensa que Aramburu está amarrado, la situación setorna alarmante. Firmenich baja delante del general,protegiéndolo, impidiendo que pueda caer.

Llegan al sótano. El lugar es estrecho y apenas simedia un par de metros de largo.

Entonces Aramburu dice:–¿Aquí me van a matar? ¿En este sótano?Fernando es un joven de convicciones firmes y res-

puestas rápidas.–Aquí, general. Aquí mismo. Supongo que lo siente

indigno de usted. Tendrá que aceptarlo.–¿Y ustedes me reprochaban haber fusilado a Valle en

la Penitenciaría Nacional? ¿Ustedes, que me van a fusi-lar en un sótano?

Es un diálogo violento. Nada importa la estridenciade las voces, los tonos. La violencia está en lo que sedicen. Son las últimas frases que intercambian y tienenel dramatismo de las cuestiones últimas, extremas, esasen que se discuten la vida, la muerte, el honor.

–Hay cosas que usted no puede entender, Aramburu–dice Fernando, quitándole, ahora sí, el cargo a su pri-

sionero–. Usted fusiló a Valle y era el presidente de laRepública. El hombre más fuerte del país. Lo pudomatar en la Casa Rosada si quería. Tenía todas las posi-bilidades. Al tenerlas, sólo la crueldad, sólo el odio expli-can que le haya destinado la pared de una penitenciaría.

–¿Y qué puede explicar que usted me mate en estesótano?

–Yo no lo mato, general –dice Fernando, seco y firmecomo siempre–. Lo ajusticio. Represento el deseo delpueblo. Somos la justicia popular.

–¡No me joda, Fernando! Usted es un pendejo demierda altanero. El pueblo ni sabe lo que está haciendo.Ni se enteró. No sé si ese pueblo al que usted tantoinvoca, el pueblo peronista, querría que mataran en unsótano a un general de la República. Es gente de trabajo,pacífica. Ustedes ni los conocen.

–No voy a discutir eso. –Discutamos otra cosa entonces –dice, encendido de

furia, Aramburu–. ¿Cuánto mide este sótano? ¿Dosmetros, dos metros y medio? Dígame, Fernando,¿dónde va a ubicar a sus tiradores?

–No va a haber tiradores. Entienda esto, Aramburu:somos una organización revolucionaria. Usted era elEstado. Podía darse el lujo de tener tiradores. Nosotrosno. Trabajamos en la clandestinidad. ¿Sabe qué es laclandestinidad? Es vivir en los sótanos. Usted muere amanos de clandestinos y su muerte es una muerte clan-destina. Sólo podemos ofrecerle este sótano.

Aramburu se sienta en una banqueta, contra la pared.Ahora parece cansado. Pero se recupera.

–No me van a poder matar con rifles. Con fusiles.Un fusilamiento se llama así por las armas que emplea.Fusiles, Fernando. Desde siempre.

–La ejecución será a pistola –dice Fernando–. No hayespacio para otra cosa.

–¿Quién se hará cargo?–Yo, el jefe del operativo. –Bien, Fernando. Ahora trate de entender esto: usted

no me fusila. Usted me da un tiro de gracia. Es el tirode gracia el que se da a la distancia desde la que usted sedispone a dispararme. El tiro de gracia es distinto alfusilamiento. El pelotón que hace fuego ignora quiénmató al condenado. Luego, alguien procede al tiro degracia. Es un acto muy impresionante. Porque el que lohace sabe que es él quien remata al condenado quequedó vivo. Es un tiro a quemarropa. A menudo esetiro se descarga sobre alguien que aún vive. Si usted mepermite, yo diría que se parece demasiado a un asesinatoa quemarropa. Eso va a hacer usted ahora. Va a asesinar-me.

–¡Viejo de mierda! –grita Firmenich–. ¡No nos vaenredar con esa dialéctica de milico cagón! ¿Dóndeaprendió eso, en la Escuela de las Américas?

–No –dice Aramburu–, lo acabo de aprender ahora.Ustedes me están asesinando.

Fernando sonríe apretando los dientes.–Usted fue juzgado por un tribunal revolucionario.

Usted es un asesino. Un enemigo del pueblo peronista.Un defensor del régimen de explotación que somete anuestra patria. Un hombre que injurió a Eva Perón,mujer que valía más que usted y que todos nosotros. Nome importa dónde ni cómo lo mato. Sólo sé que tengoque hacerlo. Y que ese acto es justo. Y yo, al hacerlo,también. –Gira hacia los suyos–. Váyanse. Vos, Pepe,ponete a golpear una morsa con una llave. Hay queahogar el ruido de los balazos.

Salen.Fernando y Aramburu quedan solos.Fernando saca la 9mm.–No va a sufrir, general –dice. –No me importa sufrir. Lamento perder mi vida.–Terminaron las palabras –dice Abal.Levanta la pistola y apunta hacia el cuerpo de Aram-

buru. A lo sumo, un metro escaso lo separa de él.–Voy a proceder, general.Aramburu se pone en pie. Se miran por última vez.

Aramburu dice:–Proceda.Fernando hace fuego. Le dispara al pecho. No al

corazón, no a la cabeza. Al pecho. Por ahí entra la bala. Aramburu sale despedido hacia atrás y queda en el

hueco entre la banqueta y la pared. Pero su sangre esta-lla en las paredes. Y hasta mancha la camisa de Fernan-do. Y su cara.

Fernando se le acerca. Y le tira, con la 9mm., dostiros más. Luego guarda la 9mm. y saca la 45. Le dispa-ra de nuevo. A la cabeza. Otra vez la sangre lo salpica.Acaso, aquí, piense sorprendido que el viejo tenía dema-siada sangre. No esperaba eso.

Lo saca del hueco en que está y lo acuesta sobre elsuelo. Pudorosamente, lo tapa con una manta. Esa

manta no está ahí por azar. Está por dos motivos. Fer-nando cree que los muertos merecen respeto. Que estánindefensos ante la mirada de los vivos. Que hay siempreuna indefinible sensación de superioridad en el quemira a un cadáver. No quiere ese deshonor para Aram-buru. Y también porque el de Aramburu no es un cadá-ver fácil de ver. Sobre todo si es uno el que lo mató. Pre-nuncia demasiadas cosas: venganzas, catástrofes, escán-dalos, persecuciones. Y la sangre. Este hecho ha sido,para él, inesperado. Como lo es que despierte en su con-ciencia, obsesivamente, como un timbal que no cesa,que marca un ritmo sistemático, acompasado y lúgubre,una de las tantas frases que dijo Aramburu, casi previsi-ble, pero que ahora esa sangre torna presagiosa, temible-mente profética: “Mi sangre va a reclamar la de uste-des”.

Se acerca hacia la escalera.–¡Vengan, carajo! –grita.Son las 7.30 de la mañana del 1º de junio de 1970.

Todos saben qué hacer. Empiezan a cavar un pozo.Cavan hondo. Como si los hubiera apresado ese viejotemor: que los muertos no regresen, para eso los ente-rramos, para que tengan paz y para que la tengamosnosotros. Terminan la tarea.

–Acérquense –dice Fernando, que está junto al cadá-ver. Dice–. Voy a retirar la manta. Quiero que todos loveamos muerto. Que llevemos esa imagen en nuestroscorazones. Ese cuerpo muerto de ese general asesino esnuestra obra. Nuestra primera gran operación. Exigió suvida y va a exigir la de otros. Estamos en guerra. Tal vezsea tan dura, tan larga, que exija también las nuestras.

Quita la manta y todos miran el cadáver de Arambu-ru. Fernando, otra vez, lo cubre. Lo depositan en elpozo. Lo cubren de tierra. A golpes de pala aplastan latumba. Luego apilan sobre ella tres bolsas de cal.

Fernando se concentra en sí mismo. Apoya su men-tón en su pecho. Con voz clara, sensible. Con cautela,con un inocultable sentimiento cristiano de piedad, suscompañeros lo escuchan decir:

–Que Dios, Nuestro Señor, se apiade de su alma.Amén.

–Amén –dicen todos.

6.Esperan la noche para volver a Buenos Aires.Durante el día, hablan poco. Fernando se la pasa dur-

miendo. A eso de las 20 se alejan de Timote.

II

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Van en la pick-up Gladiator. Es noche cerrada. Hayuna luna alta, tan perfectamente circular como el sueñode un compás infalible, perfecto. Hay estrellas. Es unanoche de otoño espléndida. Fernando se empeñó enmanejar. No le gusta a Firmenich. Lo ve asumiendotodo. Si él no lo hace, se hace mal o no se hace, o seestropea. Es el vicio, la altanería y hasta la demencia delos malos jefes: sentirse irremplazables. No delegar nada.Al final terminan jugándose la vida en todos los operati-vos y los revientan en el más pelotudo de todos. Habráque vigilarlo a Fernando. Nadie mata a Aramburu ysigue siendo el mismo tipo. Es posible que el Pepe tengarazón. Que Fernando se sienta la encarnación de la His-toria. El vengador de todos los mártires del peronismo.Sería una lástima. O no tanto. El Pepe es un tipo conambiciones, con demasiadas. El extravío de Fernandodejaría la jefatura en sus manos, algo que no le desagra-da. Lo mira a Fernando. Tiene la mirada fija en el cami-no. Es un camino de mierda. De tierra, poceado, húme-do. Patinás y te vas de cabeza a la banquina. Para colmo,Fernando no le hace asco a la velocidad.

–¿En qué pensás? –le pregunta.Fernando no contesta. Piensa en tantas cosas que no

oyó la pregunta de Firmenich. Muerto Aramburu,Montoneros adquiere un prestigio mítico entre losperonistas. No fue un asesinato. Hicimos lo que el pue-blo quería. Hicimos su justicia. La justicia del pueblo.Lo ajusticiamos al gorila sanguinario. Estaba en el espí-ritu de los tiempos. Está en el corazón de los pobres. Delos que tienen en su casa la foto de Evita, la de Perón enel caballo pinto. Los que a la foto de Evita todavía leponen velas. Porque, para ellos, es una santa. A esa santase la niega, la crueldad de Aramburu y los suyos. Ahoravan a aflojar. O nos dan a Evita o los seguimos amasi-jando a todos. Si nos dan a Evita, no se la damos aPerón. Nos vamos a las villas, a la 31 sobre todo, y laponemos en manos de los pobres, a los que ella ayudó.Es de ellos, les pertenece. Vivió para ellos y ellos la tie-nen que tener. Y después, nos damos una organizaciónde superficie. La juventud se va a enamorar de nosotros.La juventud quiere guerreros, tipos que se juegan laspelotas. Claman por vanguardias. Nosotros le vamos adar la mejor. A la mierda con los planes electorales delos milicos. Ni votos ni botas, fusiles y pelotas. Qué biensuena eso. Y así, a los tiros, lo traemos al Viejo. Y ledecimos: General, usted es el líder, pero nosotros somosla organización revolucionaria de vanguardia y, sinnosotros, usted no volvía. De modo que usted, por

supuesto, lleva la conducción estratégica, como siempre.Pero esa conducción, ahora, la comparte con nosotros.Es necesario, general. Por su edad. Porque hay que pen-sar en quién lo va a heredar. ¿Y quién sino nosotros? Losque lo trajimos. Los que pusimos las pelotas, arriesga-mos la vida, liquidamos gorilas al por mayor. Y si no legusta, le va a tener que gustar, vea. Porque son tantas lascosas que vamos a hacer. Es tanto el poder que vamos aacumular en este país, que, o se nos une, o se vuelve aMadrid, con los perritos bandidos, con las pantuflas,con esa puta de Isabelita, cabaretera de mierda, la ver-sión degradada, cómica, de Eva. La única. Que si vivieraestaría aquí, con nosotros. En esta pick-up, general.Rajándose de Timote. Feliz como nunca, porque en elmomento más álgido, cuando yo bajaba la escalera parareventarlo a Aramburu, me dijo: “Pará, pibe. No mesaqués ese gusto”. Y lo amasijó ella. Y si no me cree, lejuro algo, por mi honor se lo juro: cuando hice fuegosobre el gorila fusilador era ella la que estaba en mi cora-zón, dándome coraje. Mire qué hermosa noche, general.Las estrellas no caben en el cielo sin nubes. Y la luna esredonda, inmensa. Como si quisiera iluminar nuestrotriunfo de hoy y hasta los que vendrán. Entonces, casisin proponérselo, inesperadamente, le brota una fraseque oyen todos, porque le brota fuerte, plena, llena deesperanzas, comiéndose el futuro.

Supongamos que dice:–No nos para nadie.Acelera.

7.

MONTONEROSCOMUNICADO N° 41 de junio de 1970AL PUEBLO DE LA NACION:La Conducción de Montoneros comunica que hoy a las7.00 horas fue ejecutado Pedro Eugenio Aramburu.Que Dios, Nuestro Señor, se apiade de su alma. PERON O MUERTE - VIVA LA PATRIA

Fin de“El secuestro de Aramburu”

■ ■ ■

TESTIMONIOS El fragmento que reproducimos a continuación pertenece

al ya clásico que los Montoneros publicaran en La causaperonista, N° 9 del 3 de septiembre de 1974. La revistafue cerrada luego de este número, por lo cual – según ver-siones de la época– Montoneros habría publicado el relatopara lograr ese resultado y avalar el pase a la clandestini-dad de la organización. O sea, ya nada se podía hacer “ensuperficie”. El fragmento es el del final y narra el juicio y laejecución de Aramburu. Notarán los lectores que aún nohemos utilizado la palabra “ajusticiamiento” ni el conceptode “justicia popular”, así como tampoco la palabra “asesi-nato”. Requerirán cuidadosos análisis posteriores. Sé queesta actitud enfurecerá a los que sostienen –enfrentadas– lasdos posiciones (asesinato/ ajusticiamiento): ¿para qué tantos“cuidadosos análisis” ante un evidente asesinato o unaclara acción de justicia popular? Tampoco faltarán los queya empiecen a hablar de esa maquinaria de no pensar quees la “teoría de los dos demonios”. No jodan más: no haydos demonios. Hace rato que lo dijimos. Pero eso no nos vaa frenar para analizar los asesinatos de la guerrilla argenti-na. Acaso convenga ya decirlo aquí: en el relato que se haleído hay una sola frase que arrasa con la teoría de los dosdemonios. Y es cuando Abal Medina le dice a Aramburu:“Los montoneros no torturan”. Luego asesinarán alevosa-mente a Rucci, a Mor Roig y a muchos más. Pero es cierto:la tortura no formó jamás parte de la estrategia de la gue-rrilla. En tanto que llegó a niveles de crueldad indescripti-ble en las patotas militares, en sus repugnantes cuadrosgenocidas.

La “cuestión Aramburu” encuentra en el “juicio” sunivel más hondo. De aquí que, de La causa peronista,transcribamos ese fragmento.

Es el siguiente:

“Empieza el juicio

”Metimos a Aramburu en un dormitorio, y ahímismo esa noche le iniciamos el juicio. Lo sentamos enuna cama y Fernando le dijo:

”–General Aramburu, usted está detenido por unaorganización revolucionaria peronista, que lo va a some-ter a juicio revolucionario. Recién ahí pareció compren-der. Pero lo único que dijo fue:

”–Bueno.

”Su actitud era serena. Si estaba nervioso, se domina-ba. Fernando lo fotografió así, sentado en la cama, sinsaco ni corbata, contra la pared desnuda. Pero las fotosno salieron porque se rompió el rollo en la primera vuel-ta.

”Para el juicio se utilizó un grabador. Fue lento y fati-goso porque no queríamos presionarlo ni intimidarlo yél se atuvo a esa ventaja, demorando las respuestas acada pregunta, contestando: ‘no sé’, ‘de eso no meacuerdo’, etc.

”El primer cargo que le hicimos fue el fusilamientodel general Valle y los otros patriotas que se alzaron conél, el 9 de junio de 1956. Al principio pretendió negar.Dijo que cuando sucedió eso él estaba de viaje en Rosa-rio. Le leímos sílaba a sílaba los decretos 10.363 y10.364, firmados por él, condenando a muerte a lossublevados. Le leímos la crónica de los fusilamientos deciviles en Lanús y José León Suárez.

”No tenía respuesta. Finalmente reconoció: ‘Y bueno,nosotros hicimos una revolución, y cualquier revoluciónfusila a los contrarrevolucionarios’.

”Le leímos la conferencia de prensa en que el almi-rante Rojas acusaba al general Valle y los suyos de mar-xistas y de amorales. Exclamó: ‘¡Pero yo no he dichoeso!’ Se le preguntó si de todos modos lo compartía.Dijo que no. Se le preguntó si estaba dispuesto a firmareso. El rostro se le aclaró quizá porque pensó que la cosaterminaba ahí. ‘Si era por esto, me lo hubieran pedidoen mi casa’, dijo, e inmediatamente firmó una declara-ción en que negaba haber difamado a Valle y los revolu-cionarios del ’56. Esa declaración se mandó a los diarios,y creo que apareció publicada en Crónica.

”El proyecto de GAN’ (Gran Acuerdo Nacional)

”El segundo punto del juicio a Aramburu versó sobreel golpe militar que él preparaba y del que nosotros tení-amos pruebas, lo negó terminantemente. Cuando ledimos datos precisos sobre su enlace con un general enactividad, dijo que era ‘un simple amigo’. Sobre esto,frente al grabador, fue imposible sacarle nada. Pero ape-

III

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nas se apagaba el grabador compartiendo con noso-tros una comida o un descanso, admitía que la situa-ción del régimen no daba para más, y que sólo ungobierno de transición –para el que él se considerabacapacitado para ejercer– podía salvar la situación. Suproyecto era, en definitiva, el proyecto del GAN, queluego impulsaría Lanusse: la integración pacífica delperonismo a los designios de las clases dominantes.

”Eva Perón

”Es posible que las fechas se me confundan, porquelos que llevamos el juicio adelante fuimos tres: Fer-nando, el otro compañero y yo. Ramus iba y veníacontinuamente a Buenos Aires. De todas maneras yocreo que el tema de Evita surgió el segundo día deljuicio, el 31 de mayo. Lo acusábamos, por supuesto,de haber robado el cadáver. Se paralizó. Por medio demorisquetas y gestos bruscos se negaba a hablar, exi-giendo por señas que apagáramos el grabador. Al fin,Fernando lo apagó.

”‘Sobre ese tema no puedo hablar’, dijo Aramburu,‘por un problema de honor. Lo único que puedo ase-gurarles es que ella tiene cristiana sepultura’.

”Insistimos en saber qué había ocurrido con elcadáver. Dijo que no se acordaba. Después intentónegociar: él se comprometía a hacer aparecer el cadá-ver en el momento oportuno, bajo palabra de honor.

”Insistimos. Al fin dijo: ‘Tendría que hacer memo-ria’.

”‘Bueno, haga memoria’.

”Anochecía. Lo llevamos a otra habitación. Pidiópapel y lápiz. Estuvo escribiendo antes de acostarse adormir. A la mañana siguiente, cuando se despertó,pidió para ir al baño. Después encontramos algunospapelitos rotos, escritos con letra temblorosa. Volvi-mos a la habitación del juicio. Lo interrogamos singrabador. A los tirones contó la historia verdadera: elcadáver de Eva Perón estaba en un cementerio deRoma, con nombre falso, bajo custodia del Vaticano.La documentación vinculada con el robo del cadáverestaba en una caja de seguridad del Banco Central anombre del coronel Cabanillas. Más que eso no podíadecir, porque su honor se lo impedía.

”La sentencia”Era ya la noche del 1ro. de junio. Le anunciamos

que el Tribunal iba a deliberar. Desde ese momentono se le habló más. Lo atamos a la cama. Preguntópor qué. Le dijimos que no se preocupara. A lamadrugada Fernando le comunicó la sentencia:

”General, el Tribunal lo ha sentenciado a la penade muerte. Va a ser ejecutado en media hora.

”Ensayó conmovernos. Habló de la sangre quenosotros, muchachos jóvenes, íbamos a derramar.Cuando pasó la media hora lo desamarramos, lo sen-tamos en la cama y le atamos las manos a la espalda.Pidió que le atáramos los cordones de los zapatos. Lohicimos. Preguntó si se podía afeitar. Le dijimos queno había utensilios. Lo llevamos por el pasillo internode la casa en dirección al sótano. Pidió un confesor.Le dijimos que no podíamos traer un confesor porquelas rutas estaban controladas.

”‘Si no pueden traer un confesor’ –dijo–, ‘¿cómovan a sacar mi cadáver?’

”Avanzó dos o tres pasos más. ‘¿Qué va a pasar conmi familia?’, preguntó. Se le dijo que no había nadacontra ella, que se le entregarían sus pertenencias.

”El sótano era tan viejo como la casa, tenía setentaaños. Lo habíamos usado la primera vez en febrero del’69, para enterrar los fusiles expropiados en el TiroFederal de Córdoba. La escalera se bamboleaba. Tuveque adelantarme para ayudar su descenso.

”‘Ah, me van a matar en el sótano’, dijo. Bajamos.Le pusimos un pañuelo en la boca y lo colocamoscontra la pared. El sótano era muy chico y la ejecu-ción debía ser a pistola.

”Fernando tomó sobre sí la tarea de ejecutarlo. Paraél, el jefe debía asumir siempre la mayor responsabili-

dad. A mí me mandó arriba a golpear sobre unamorsa con una llave, para disimular el ruido de losdisparos.

”‘General’ –dijo Fernando–, ‘vamos a proceder’.–Proceda –dijo Aramburu.

”Fernando disparó la pistola 9 milímetros al pecho,Después hubo dos tiros de gracia, con la misma armay uno con una 45. Fernando lo tapó con una manta.Nadie se animó a destaparlo mientras cavábamos elpozo en que íbamos a enterrarlo.

”Después encontramos en el bolsillo de su saco loque había estado escribiendo la noche del 31. Empe-zaba con un relato de su secuestro y terminaba conuna exposición de su proyecto político. Describía asus secuestradores como jóvenes peronistas bienintencionados pero equivocados. Eso confirmaba, a sujuicio, que si el país no tenía una salida institucional,el peronismo en pleno se volcaría a la lucha armada.La salida de Aramburu era una réplica exacta delGAN de Lanusse. Este manuscrito y el otro en queAramburu negaba haber difamado a Valle, fueroncapturados por la policía en el allanamiento a unaquinta en González Catán. El gobierno de Lanusse nolos dio a publicidad.”

El otro testimonio que ofrecemos es el de un ideólogode la ratio militar. Un hombre que defendió con pasiónlas acciones del Proceso de Reorganización Nacional. Setrata de José Claudio Escribano. Esperemos que el señorEscribano tenga sentido del humor y disfrute del siguien-te chiste político. Se encuentran dos personas. Tomanunos tragos juntos en el lobby de un hotel. Empiezan aconocerse. Uno le pregunta al otro: “Y dígame, ¿cuál es suideología política?”. El otro responde: “¿Lo ubica aHitler?”. “Sí, claro.” “Bueno, yo, un cachito a la dere-cha.”

El escrito de José Claudio Escribano se publicó el lunes29 de mayo de 2000 en el diario La Nación.

Es el siguiente:

“La dimensión moral de un prisionero

”Los diarios se equivocan, y es así, simplemente,por la sencilla razón de que están escritos por hom-bres. Publican con mayor o menor frecuencia erroresinformativos y de apreciación, que enmiendan segúnla importancia acordada a cada traspié y al sentido deresponsabilidad profesional con el cual actúan en surelación con los lectores. Es un capítulo definido pornormas, estilos y tradiciones de conducción editorial.

”Otras veces –afortunadamente, las más– la relectu-ra de viejas piezas periodísticas no suscita en el almade un diario sino la convicción de que debería volvera ser escrito exactamente como lo había sido en sumomento. Eso no obsta para que gentes con diferen-tes criterios o compromisos ante la vida puedan pre-tender que un diario se rectifique de opiniones sobrelas cuales él siente que nada debe corregir respecto delo que en el pasado afirmó sobre instituciones o per-sonas.

”Ilustra, sobre tal tipo de observaciones, la repro-ducción de un fragmento de la desaparecida columnade opinión de La Nación ‘La semana política’, publi-cada en la edición del domingo 20 de octubre de1974. Ese fragmento está referido al robo del féretrode Aramburu, que la banda terrorista Montoneros,que lo había asesinado en 1970, acababa de perpetraren el cementerio de la Recoleta.

”En el periódico La causa peronista, los Montoneroshabían hecho poco antes, por añadidura, un relatopormenorizado del secuestro, ‘juzgamiento’ y ‘ejecu-ción’ del ex presidente provisional de la Nación. Elartículo con la reconstrucción por los propios actoresdel crimen con el cual se abrió formalmente un largoperíodo de violencia en la Argentina corresponde a laedición de La causa peronista, del 3 de septiembre de1974.

”Con prescindencia de la jerga utilizada por los ase-sinos para intentar teñir de legalidad ese hechohorrendo, La Nación opinó de la manera siguiente:‘...el grupo que secuestró a Aramburu actuó con lacerteza de que tenía en su poder a un hombre capazde influir en el curso de los acontecimientos más pro-fundos de la vida del país. Al parecer, al tenerlo cauti-vo y oír sus serenas razones para avanzar hacia la con-ciliación entre todos los argentinos, los secuestradoresresolvieron quitarle la vida como un modo de aceptarque la dimensión moral del prisionero hacía insosteni-

ble y ridícula la tarea de sus captores. Los que narra-ron el asesinato pretendieron ser cínicos al describirlos detalles, pero, como envueltos en una fuerza admi-rativa más rigurosa que el deseo de mostrarse desde-ñosos, no pudieron ocultar su impresión ante las acti-tudes de una víctima que los juzgaba desde la alturade su entereza. Tenían ante ellos a un hombre sobra-damente maduro que, con las manos atadas, antes dedar él mismo la orden para que el matador apretase elgatillo, le indicó al asesino que le atara los cordones delos zapatos. Era una manera de poner las cosas en sulugar y a los protagonistas en su respectivo nivel.Todo esto lo han contado los mismos que, arrastradospor un impulso irresistible, acaban de apoderarse delataúd en un acto que concluye por aproximarse a lanecrofilia y a la devoción patológica más que a unavenganza saturada por el vaho de los sepulcros’.

■ ■ ■

”Esa escena con el condenado pidiendo a quienesvan a disparar mortalmente contra su cuerpo que seocupen del aliño de zapatos que no tendrán más usoque en el acto de morir en apenas unos instantes, erapor sí misma suficientemente abarcadora del perfilmoral del teniente general Aramburu. Pero, en ver-dad, el ex presidente había requerido algo más: la visi-ta de un sacerdote, que hubiera clemencia con sufamilia y que le alcanzaran elementos para afeitarse.

”Eugenio Aramburu, su único hijo varón, recuerdahaber escuchado más de una vez de su padre la volun-tad de presentarse lo más decorosamente posible anteel Creador cuando le llegara la hora de la muerte.

”La confesión hecha públicamente por los Monto-neros confirmó que Aramburu había logrado ese pro-pósito en la trágica hora final. Menos conocido portodos es que El Vasco nunca consiguió visitar Españaa pesar de la intensidad de su anhelo por hacerlo.

”Se negó a pisar tierra española mientras rigiera ladictadura, que detestaba, del generalísimo FranciscoFranco. Quienes sí cultivaban, desde sus orígeneshasta el fin de la Guerra Civil Española, la amistadcon tamaña dictadura eran algunos de los fascistasvernáculos que habían inspirado al grupo originariode Montoneros, precisamente el que operó en elsecuestro y asesinato del teniente general Aramburu.

■ ■ ■

”En un viaje que realizó a Europa, después dehaber sido presidente, todo lo que Aramburu pudolograr fue reunirse con sus parientes del país vasco enSan Juan de Luz, en territorio francés, próximo a lafrontera franco-española.

”La Francia de la libertad, la fraternidad y la igual-dad era tan apropiada para la figura democrática deAramburu como la España de Franco lo fue para aco-ger al dictador que en 1955 recorrió sucesivos capítu-los del exilio y desde allí estimuló a esas ‘formacionesespeciales’ que, después de haber contribuido a suretorno y acceso al poder, recibieron de su parte, el 1ºde mayo de 1974, en la Plaza de Mayo de los grandesactos del peronismo, el puntapié histórico en el lugarinnombrable por ensoberbecidas e ‘imberbes’.

Así trató a las ‘formaciones especiales’ como Mon-toneros, desde el balcón que sería de Madonna en losnoventa, el general-presidente que ya veía asomarse lamuerte entre los arrumacos de su mujer, Isabelita, ydel poderoso ministro-mayordomo José López Rega.La Argentina, entretanto, se hundía aceleradamenteen uno de sus períodos más siniestros.”

(NOTA: Termina aquí la entrega N° 50. Son lasque habíamos prometido. Habrá, por supuesto,muchas más, dado que estamos recién dando fin a lacuestión Aramburu. Lo que resta es enorme. Ya pasóesto con “La filosofía y el barro de la historia”. Iban aser 20. Luego 35. Terminaron siendo 55. Hoy son unlibro de 814 páginas. No podemos calcular cuántasentregas faltan. Entramos en terrenos decisivos y terri-bles. Todos lo saben. Lo que se avecina es una trage-dia seguida de una catástrofe humanitaria. ¿Quiénpodría decir cuántas palabras, cuántas páginas haránfalta para narrarlas? Ojalá podamos hacerlo.)

Colaboración especial: Virginia Feinmann – Germán Ferrari

IV Domingo 2 de noviembre de 2008

PROXIMO DOMINGO

Consideraciones teóricas sobre “El secuestro de Aramburu”

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

El secuestro de Aramburu (V)49

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1.

Ramus llega para el juicio. Sabe quetiene que estar. Fue y vino de laCapital muchas veces. Se perdiótodo, o casi todo. Pero sabe quecumplió con su parte. Alguien

tenía que tender el lazo entre Timote y el mons-truo de mil cabezas, esa ciudad en la que todoadquiría dimensiones vastas, imponentes.

–El despelote es infernal –describe–. Nadiesabe nada. Todos saben todo. La cana andacomo loca por todas partes. Onganía no sabequé hacer. Sabe que esto se le cae encima. Quetodos van a creer que es el gran culpable. Directoo indirecto, pero culpable. O un asesino o unineficaz.

Se quedan en el comedor. Sentados a la mesaparecen lo que dicen ser, lo que están certeros deser: un Tribunal Revolucionario en funciones.

–Ya vengo –dice Fernando.–Estamos todos listos –dice Firmenich–.

Cuando quieras empezamos.–Eso le voy a decir. Que empezamos.Fernando entra en el dormitorio. Aramburu

está atado a la cama. Le exhibe sus manos. Pre-gunta:

–¿Es necesario esto? ¿Creen que me voy a esca-par? Ni sé dónde estoy.

–Medio país lo está buscando, general. Ustedlo sabe. No nos pida algo que no podemos hacer.

–Cualquiera puede hacer cualquier cosa siquiere. No es que no pueden. No quieren.

–¿Lo lastiman esas ataduras?–Lo que me lastima es estar así.–No se queje. No lo tratamos mal.–¿Le parece? Sacarme de mi casa, traerme

hasta aquí, interrogarme, no saber si me van amatar como a un perro o me van a tirar vivo porahí, en medio de la nada, ¿eso qué es? ¿Tratarmebien?

–Mejor que usted a Valle.–¿Seguro? Si mi mujer quisiera hablar con

usted, ¿qué le diría? ¿Que está durmiendo? Nieso le podría decir. La pobre no sabe dónde estáusted. Dónde estoy yo. Nada sabe. La de Valletuvo dónde ir para pedir clemencia. La mía, nieso.

–General, hay cosas que usted no entiende. Ofinge no entender. Resulta más que evidente quesu mujer debe ignorar dónde estoy yo. Si losupiera, tendríamos a medio ejército rodeandoesta propiedad. Con Onganía al frente. Haga elfavor. No diga macanas. Lo tratamos bien. Lonombramos siempre por su rango. Le dimos decomer. Nadie lo injurió. No sufrió castigos. Nose queje –Se detiene. Carraspea. Mira fijo algeneral. Siempre actuó de ese modo Fernando:mirándolo, hundiendo sus ojos en los de Aram-buru, como si buscara que éste descubriera enellos la certidumbre severa de sus actos. Seca-mente, dice–: Vine a hablar de otra cosa. El Tri-bunal Revolucionario está reunido. Comenza-mos a deliberar.

Aramburu, en voz baja, susurrando casi, bus-cando hacerle sentir a Fernando, a quien sabe eljefe del operativo, que el diálogo que ahora pro-pone es sólo entre ellos, íntimo, dice:

–Pibe, no seas tonto –Fernando se sorprende.No sólo lo ha tuteado. También le dijo pibe.Asumiendo, por primera vez, una realidad vela-da, que todos fingieron desconocer desde elcomienzo. Aramburu es un hombre grande, casiviejo. Ellos son demasiado jóvenes. Aramburu esun figurón de la República. Un general del Ejér-cito. Un bronce del país antiperonista. ¿Cómono va a tutearlos? ¿Cómo no va a decirle, ahora,a Fernando, pibe?

–¿Cómo dijo? –dice Fernando y una venaviboreante y abultada se dibuja en su frente.

–Que no seas tonto. Puedo ser tu padre. Escu-chame: no te arruinés la vida. No cargués sobretu espalda un cadáver como el mío. Te va a pesarmucho. Te van a perseguir siempre. Hasta que tematen. ¿Y esto, todo esto, se lo vas a dar a Perón?Si lo traés de vuelta, te va a cagar.

–Su lenguaje, general. Me sorprende. ¿Tanperdido se siente?

–Lo hago por vos, pibe. No vale la pena lo quehacés. Sacrificar tu vida así, por el anciano dePuerta de Hierro. Te lo juro, me cuesta enten-

derlo. Sabíamos que había pibes como vos.Hablamos varias veces de ustedes en el CírculoMilitar.

–Qué honor.–¿Qué quieren de ese viejo de mierda? Es un

vicioso, un canalla. No merece una sola de lasvidas jóvenes de ustedes. ¿Quién les llenó lacabeza? ¿Quién los convenció de todos los dispa-rates en que creen?

Fernando no responde. Aramburu transpira.Se lo ve agitado. Se lo ve, también, gastando susúltimas municiones. Si esto no resulta, se acabó.Podría decirle peores cosas de Perón. Podríadecirle cosas terribles. Cosas que él y sólo algu-nos más saben. Fernando lo mira impasible,siempre los ojos en los suyos.

–Pibe, ¿vos qué sabés de Perón? ¿Querés que tehable de él? ¿Querés saber por qué mierda detipo me vas a matar? Te puedo decir cosas abo-minables de Perón.

–No se gaste, general. Desde hace 15 añosescucho cosas abominables de Perón. Yo y todoslos míos. Todos los pibes como yo. Toda migeneración. Por eso estamos con él. Usted pre-gunta quién nos convenció de todos los dispara-tes en que creemos. Ustedes, general. Ustedeshicieron de nosotros lo que somos. Nos inventa-ron. Somos el fruto perfecto del país gorila.Ahora, jódanse. –Camina hacia la puerta. Sedetiene. De espaldas, dice–: Cuando termineel juicio voy a venir a decirle el veredicto.–Gira con brusquedad. Otra vez lo mira–.Le ruego evite tutearme de aquí en más. Siconservamos las formas hasta ahora, noveo motivo para abandonarlas. Ni ustedes mi padre ni yo soy su hijo. Usted esmi prisionero. Yo me propongo some-terlo a juicio. Esa, no otra, es nuestrarelación.

Cierra la puerta.

2.–Es hábil el general –dice Fernan-

do–. Esto le juega en contra. ¿Raro,no? Si fuera lento, torpe, milicobruto, eso podría salvarle la vida.Pero apeló a tantos recursos paraevitar su muerte que se condenó.Sólo un tipo inteligente puedeargumentar con tantas falacias,con tantas celadas, con tantosargumentos sagaces, aunque fal-sos, para no morir.

Firmenich chasquea la lengua,con fastidio.

–Con tantas patrañas –dice–.Cree que puede tomarnos porboludos. Que su edad lo autori-za. Su experiencia. No hay caso:tenemos proyectos que no pue-den armonizar. No hay unidadnacional. No hay pacificaciónnacional. Lo quieren a Perónpara contener a las masas sinreprimirlas.

Ramus golpea la mesa. Un vasocae y estalla contra el piso.

–Tranquilo, compañero –diceFirmenich.

–Tranquilo las pelotas. Todo estádemasiado claro. No pueden reprimirmás. No después del Cordobazo. Unregreso de Perón controlado por el régi-men es la última carta que les queda.Aquí hay una disyuntiva de hierro, compa-ñeros. Lo traen ellos. O lo trae la lucha delpueblo peronista. Si lo traen ellos es para eleterno cuento chino de la unidad nacional.Con perdón, me cago en la unidad nacional. Essencillamente sumar al proletariado al proyectode la burguesía, como socio menor. Esto tieneun riesgo enorme. Pero con Perón ese riesgo sereduce. Puro gatopardismo, compañeros. Ceda-mos algo para que todo quede igual. No pudi-mos vencer al peronismo en 15 años, hagámoslonuestro. ¿Quién no lo sabe? Si no podés derrotara tu enemigo, te le unís. Esa es la historia en queestá Aramburu. La nuestra es otra.

–Los cargos –dice Abal Medina.–¿Qué cargos? –dice Firmenich–. Vinimos a

Timote con los cargos bien estudiados. No

II

Page 51: Peronismo Parte 2

vamos a empezar a repasarlos ahora. Pajerías no.Este juicio ya se hizo. Ese juicio decidió elsecuestro.

De pronto, “el otro compañero”, ese al quearbitrariamente hemos decidido llamar “Julio”dice algo que nadie dijo hasta ahora:

–Hay que matarlo. Por todo, por lo que yasabemos. Pero por algo que aún no dijimos. Queno hicimos explícito. Nuestra organización

tiene que aparecer espectacularmente. Ennuestro debut en la escena política argenti-

na. Eso nos va a dar prestigio, podersobre los otros grupos armados, el pue-

blo nos va a ver como a vengadoresmíticos. Matamos al Vasco y venga-mos a Valle, a Eva, frustramos laintentona de burocratizar al pero-nismo y, de la noche a la maña-na, somos célebres. Ya todo elpaís habla de nosotros. Somosla rebelión y somos la justiciarevolucionaria. Somos jóve-nes. Somos lo nuevo. Eso vaa entusiasmar a las basesperonistas. Cumplimos sudeseo.

–Eso es decisivo –diceFernando–. El puebloperonista va a festejar. Eljefe de la fusiladora pagósus pecados. Lo merecía.Y lo castigaron unosmocosos con pelotas parahacerlo.

–Suficiente –dice AbalMedina–. Voy a hablarcon él.

–¿Lo ajusticiamos enel sótano? –dice Ramus.

–No hay otro lugar–dice Fernando–. Esestrecho, oscuro, sórdi-do. Pero no se merecealgo mejor. Los compa-ñeros de José León Suá-rez murieron en los basu-rales. No hay por quédarle a Aramburu lo queellos no tuvieron. Si lopensamos bien, igual lo

tiene. A los de José LeónSuárez los mataron canas

mercenarios. Asesinos delsistema. El va a ser ajusticia-

do por un grupo revoluciona-rio. Con ideales. Por jóvenesque luchan por el pueblo. Ypor el retorno de su líder. –Fer-nando se detiene. Bebe algo másde Coca Cola. Después se sirve

un vaso de cerveza. Los mira atodos, uno por uno. Dice, muy

firme–: Le voy a comunicar la sen-tencia.–¿Quién la va a ejecutar? –pregun-

ta Ramus.–¿Cómo quién? –dice Firmenich,

algo ofuscado–. Fernando, por supuesto.Hace rato que decidimos eso. El es el jefe. –Y si hace rato que se decidió, ¿para qué el

juicio?–Entendeme, Carlos. No te hagas el distraído.

¿Qué querés demostrar? No hubo juicio. Sólonos dijimos lo que sabíamos. Nada de lo queargumentó Aramburu cambió nuestras decisio-nes. Estaba condenado desde que decidimossecuestrarlo.

–Basta de boludeces –dice Fernando, malhu-morado–. Voy a hablar con él.

Sale del comedor.

3.Aramburu lo mira entrar. ¿Qué le va a decir

este afiebrado? Cada vez le ve más cara de loco,de jacobino. De jacobino sin pueblo. Sin Revo-lución Francesa. Se la inventó él a la Revolu-ción. No puede contenerse. Dice:

–¿Y? ¿Qué decidieron? ¿Se suman a mi pro-yecto o se hunden en las letrinas de la clandesti-nidad?

III

Page 52: Peronismo Parte 2

–Qué frase, general –ironiza Fernando–. Lavoy a recordar.

–¿Cuándo?–Cuando lo recuerde a usted.–Me matan entonces.–¿Cómo puede suponer que nos vamos a

incorporar a su proyecto?–Porque no puedo suponer que quieran sui-

cidarse. Le voy a hablar claro, Abal Medina.Aunque sea la última vez que lo haga.

–Hable. Nadie nos escucha. Nunca se va asaber lo que nos dijimos en esta habitación.

–Yo estoy pagando por la sangre derramadade Valle. La historia es eso. Una cadena devenganzas. Mi sangre va a reclamar la de uste-des. Matándome se condenan a morir, a quelos maten. Alguien me va a vengar. No lodude. Alguien, alguna vez, se va a sentir contanto derecho como ustedes ahora. Este paístodavía no conoce la furia del Ejército Argenti-no. Tenemos un Ejército formado por la OASy por la Escuela de las Américas. Si ustedsupiera en serio, a fondo, lo que se enseña allí,vacilaría.

–Nosotros también nos formamos para laguerra. Pero no nos formaron torturadores sinorevolucionarios. No se equivoque. No va aconseguir que tenga miedo. Ni que vacile.

–Hágase esta pregunta. Se la hizo Gutiérrezde la Concha a Castelli, cuando éste se prepa-raba para fusilar a Liniers. Le preguntó...

–No se gaste, general. Hace tiempo que yome hice esa pregunta. Me sorprende que ustedla conozca.

–Son sus prejuicios. Cree que los militaressomos brutos.

–Podría pasarme la noche ofreciéndole prue-bas. Volviendo a Castelli: Castelli era abogado.Gutiérrez de la Concha le preguntó qué juris-prudencia era la que lo autorizaba a matar pri-sioneros. Una pregunta tonta. Castelli era unrevolucionario. El y su amigo Moreno. Lajurisprudencia eran ellos. Toda revolución creasu propia jurisprudencia. ¿O ustedes hicieronotra cosa? También la contrarrevolución creasus propias leyes. O deroga las de los revolucio-narios.

–Gutiérrez de la Concha dijo algo más. –A ver, general. Dígalo. ¿Lo leyó en Billiken?–Voy a dejar de lado esa ofensa. Olvidemos a

Castelli. Si cree que mis citas vienen del Billi-ken voy a evitarlas. La cuestión se la voy a plan-tear yo. Con mis palabras. Porque son misideas.

–Soy todo oídos.–Usted se me presenta como un revoluciona-

rio. Quiere cambiar el régimen al cual yo pre-tendo integrar a Perón. Usted, por el contrario,quiere usar a Perón para destruirlo. TambiénCastelli quería cambiar un régimen. Fusilar aLiniers era parte de ese cambio.

–Parte sustancial de ese cambio.–Gutiérrez de la Concha le pregunta: doctor

Castelli, ¿qué clase de sistema es el que empiezade este modo? ¿Qué clase de sistema empiezafusilando prisioneros indefensos?

–No busque conmoverme, general. Sondemasiados argumentos para defender apenasuna vida. Aunque sea la suya. Gutiérrez, aquien llamo así para evitar la parte incómodade su apellido, decía boludeces, con perdón.Una revolución tiene el derecho de matar aquienes quieren impedirla. Si empieza así,empieza bien. Usted me plantea una cuestiónde ética política. Una mariconada liberal. Todosistema que empieza matando empieza mal.¿Usted me plantea eso? ¿El fusilador Arambu-ru? Toda revolución que empieza y no matacuando tiene que matar está perdida.

–Van a matarme entonces.Fernando no responde. Se toma un tiempo

que a Aramburu le parece eterno. Después, sinsolemnidad, pero con cierto aire marcial o conuna clara dureza, dice:

–General Aramburu, el Tribunal lo senten-ció a la pena de muerte. Va a ser ejecutado enmedia hora.

Aramburu busca romper sus ataduras. Se las-tima las muñecas. Le brota sangre.

–Ese nudo está muy bien hecho, general–dice Fernando–. Y aunque lograra desatarse,

¿qué lograría? Le fallaron los suyos. No loencontraron a tiempo. ¿Lo habrán buscado enserio?

–¿Quién puede saberlo? Hay muchos creti-nos detrás de Onganía. Gente que me odia.Que le repugna mi plan de negociar conPerón. Quieren verme muerto. Ustedes les vana hacer ese favor.

–A nosotros también nos repugnan sus pla-nes de arreglar con Perón. Pero por otro moti-vos.

–Sin embargo, coinciden.–De ningún modo. Ellos quieren sostener el

Estado Gorila. Nosotros queremos destruirlo.–Pero los dos quieren matarme. –Por distintas razones. Grave sería si fuera

por lo mismo. Usted se puso en un lugar peli-groso. El de los conciliadores. Si las partes noquieren conciliar, los matan. Fuego cruzado.Pero usted nos incomoda más que Onganía, elotro que podría querer su vida. Usted no quie-re sostener el Estado Gorila. Quiere crear unnuevo régimen con el peronismo adentro. Losgorilas son brutos. Ni piensan en eso. Sólopiensan en seguir con la represión. Su plan esel más hábil. Es hacer de Perón un generalmanso dominado por la burguesía. Eso nunca.

Aramburu regresa al tuteo. Siempre que lohace es porque se siente perdido. Porque es suúltima carta.

–Sos un idiota, pibe.–Le exigí que no me tuteara.–¿Cómo no te voy a tutear si sos un pendejo?

Vas a arruinar tu vida. Tu idealismo de losveinte años te va a costar muy caro. Yo tam-bién tuve veinte años. También tuve sueños dejuventud. Pero esos sueños no exigían la muer-te de nadie.

Fernando lo mira con desdén. Arambururecibe de pleno esa mirada. Acaso nunca lomiraron así. No con odio, sino como a unpobre tipo. Lleva 15 años recibiendo halagos,homenajes, reconocimientos. Pero este pibe sepermite mirarlo con menosprecio, con unarepulsa tan extrema que hiere, que deshonra. Ycon una altanería, con un irreverencia que,recién ahora, aparece en estado puro, sin losvelos, sin las cortesías forzadas entre captores yprisioneros. Ese menosprecio se expresa feroz-mente, lejos de toda civilidad, de todo tratoentre caballeros cuando le dice:

–General, perdone mi franqueza. Pero usted,a los veinte años, ya era un milico de mierdacon alma de asesino.

Fernando abandona la habitación. Cierra deun portazo.

4.Se reúne con los suyos. Firmenich lo recibe

mal.–¿Tanto tardaste en decirle algo tan sencillo?

General, lo vamos a amasijar. Eso era todo.–No es un tipo común –dice Fernando. Aga-

rra un pedazo de pan y le pone manteca. Nosabe por qué, pero hablar con Aramburu le diohambre. ¿Qué pasa? ¿Le incomodó algo de loque dijo el condenado? No sabemos esto. Sabe-mos que se acerca el final y que será Fernandoel que tendrá que matarlo. Tal vez no haya sidoconveniente que lo conociera más allá de lonecesario. Aramburu era, para Fernando, unaconstrucción ideológica: el que lo tiró a Perón,el que lo fusiló a Valle, el que escondió a Evita,el gorila, el hombre de reserva del régimen.Ahora corre el peligro de convertirse en un serhumano. Debiera haberlo previsto. Es más fácilmatar a un rival ideológico que a una simplepersona. Le impresionó cuando quiso librarsede las ataduras. Cuando se lastimó las muñe-cas. Cuando le salió sangre. Ahí, el miedo delgeneral se le volvió traslúcido. Se tenía prohibi-da la piedad. Había leído bien a Clausewitz:“Toda consideración de humanidad os harámás débiles”, algo así. ¿Fue por eso que hablócon Aramburu, que se arriesgó a escucharlo?¿Por una consideración de humanidad? Si poresa boludez le llegara a temblar la mano en elmomento decisivo, no se lo perdonaría. Y ade-más: esa frase. Esa frase sobre el EjércitoArgentino. No pudo evitar que se alojara enalgún punto oscuro de su conciencia. Entre el

temor y los malos presentimientos, los peores.Este país todavía no conoce la furia del EjércitoArgentino. Y lo que vimos hasta ahora, ¿quéfue? ¿Una muestra gratis? ¿La cola de una pelí-cula de terror que todavía no se estrenó? Mal-dito viejo, habría sido mejor decirle el fallo ylisto. General, vamos a matarlo. Y se acabó.Firmenich tenía razón. Ahora dice:

–Yo creo que te equivocás. Que es un tipocomún. Un gorila más. Importante, pero unomás. Hacenos un favor: terminemos con esto.Si volvés a hablar con él voy a tener que amasi-jarlo yo.

–Tranquilo, Pepe –dice Fernando, y esa venavuelve a viborearle en la frente. Firmenich losabe: es peligroso cuando le pasa eso. Más deuna vez dijo: “Si a Fernando lo ves con la venahinchada, rajá”. Fernando dice–: Al general loejecuto yo. Y nadie más. –Agarra dos pistolasque hay sobre la mesa. Una de 9 mm. La otraes una 45. Dice–: Vamos.

Empieza a amanecer.Aramburu los mira entrar. Ahí están: vienen

a matarlo. Se acabaron las palabras. Cada unosabe dónde está el otro. Qué piensa. Qué quie-re hacer. Sobre todo –en su caso– qué hizo.¿Pensará Aramburu en Valle? Difícil. No mematan por lo de Valle. Soy un símbolo. El tipoque lo tiró a Perón. Uno sabe los riesgos quetoma. Debió prever esto. Pero nunca imaginóque podrían aparecer pibes así. Revolucionariosy peronistas, vengativos, irresponsables ovalientes, lo mismo da. Pero con cojones.Carajo, quién lo hubiera dicho.

Le quitan las ataduras de las manos. Aram-buru se restriega las muñecas. Las tiene hincha-das, hay algo de sangre.

–Sentimos mucho eso, general –dice Fernan-do–. De haber podido, lo habríamos evitado.

–Está dentro de las reglas –concede Arambu-ru–. Siempre se amarra a los prisioneros. Pri-sionero que se escapa deja de serlo. Secuestra-dor sin prisionero, también.

–Somos muchos más que sus secuestradores–dice Firmenich.

–¿Por qué?–Somos sus jueces. Lo juzgamos y decidimos

que era culpable. –Y ahora van a ejecutarme.–Exactamente.–¿Puede pedirle algo, juez Firmenich?–¿Dice eso con ironía?–¿Hubo ironía en mi voz?–No me pareció.–Porque no la hubo.–¿Qué quería pedirme, general?–Una tontería. Pero no querría caminar

hacia la muerte con el riesgo de cometer unatorpeza que me ponga en ridículo. ¿Me com-prende, verdad?

–Por completo, general. ¿De qué se trata?–Ateme los cordones de los zapatos. –Disculpe. No lo había notado.Firmenich apoya una rodilla en tierra y ata

los cordones de Aramburu. Se pone en pie. Lomira. Aramburu no dice nada.

–Tenemos que atarle las manos a la espalda–dice Fernando.

–¿Otra vez atarme las manos? Vieron mismuñecas. Están a la miseria.

–No tanto, general –dice Fernando–. Sólo atono con las circunstancias. Así son las cosas.Los que enfrentan a un pelotón de fusilamien-to lo hacen siempre con las manos atadas a laespalda.

–¿Me espera un pelotón de fusilamiento?–No haga preguntas cuya respuesta conoce. –No por completo. Sé que no habrá pelotón.

¿Cómo me van a matar entonces?–Falta poco para lo sepa –Fernando mira a

sus compañeros. Con su habitual parquedad,con aspereza, con ese tono acerado con quesabe dar órdenes, dice–: Al sótano.

(Continuará)

Colaboración:Virginia Feinmann – Germán Ferrari

IV Domingo 26 de octubre de 2008

PROXIMO DOMINGO

El secuestro de Aramburu (conclusión)

Page 53: Peronismo Parte 2

PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

El secuestro de Aramburu (IV)48

Page 54: Peronismo Parte 2

1.¿Qué podía decirles de Evita? ¿Podíanellos, mocosos entre 20 y 23 años,entender algo de lo que él les explica-ra? ¿Ustedes creen conocerla? Yo la vide cerca, la vi caminar, la vi sentarse,

pararse, estreché su mano incontables veces, vi susvestidos carísimos, sus zapatos, la escuché hablar,la vi sonreír, nunca la vi llorar. Después vi su rode-te, ese traje sastre que se puso como un uniforme,como un soldado en la batalla. La vi empezar amorir y poco faltó para que la viera muerta. La vivolverse pálida. La vi perder la redondez, la saludespléndida, bella, de su cara. Le salieron unospómulos como rocas. Se le afinaron los labios.Hasta los tobillos se le afinaron, porque los teníagruesos y eso la atormentaba. Se le transparentaronlos huesos de las manos. Su voz se hizo dura. Sóloparecía saber dar órdenes. Hasta que se murió.

Después, pese al circo que montó Perón, vi queel pueblo la lloraba de verdad. Ya les voy a hablardel pueblo de Evita. Pero que la quería, la quería.Con ganas, con humildad y hasta con sometimien-to, sin vergüenza, sin honor. No se puede quererasí a una persona. No le queda a uno lugar paraamarse a sí mismo. No le queda orgullo. Vi a esepueblo entregarse a ese amor hasta perderse, hastano tener presencia, hasta inmolarse. Si uno leshubiera preguntado qué eran. Qué eran ellos,entienden. Habrían dicho: somos nuestro amor aEvita. Así, ella podía manejarlos como quería. Séque ustedes dirán: “Fueron tan lejos en su amor aella por el odio con que ustedes siempre los trata-ron. Era la primera vez que recibían amor. ¿Cómono iban a entregarse a él? ¿Cómo no iban a amar aEva hasta el punto de no amarse a sí mismos? Séque ustedes dirán: estaban llenos de amor. Nuncaun pueblo amó tanto. ¿Qué les importaba darletodo su amor si tenían el de ella? No necesitabanamarse a sí mismos porque ella los amaba. Con esoera suficiente. Con eso les bastaba”. Como veránhe pensado la cuestión. Pero hay otro aspecto.

Aramburu jamás les dirá lo que él llama el otroaspecto. Aramburu piensa que ese pueblo amótanto a Eva porque era un pueblo ignorante. Por-que eran mestizos recién llegados del interior.Cabecitas negras, grasitas, como ella les decía. Unpueblo culto no puede amar así a un gobernante.Un pueblo culto no pierde su dignidad crítica.Nadie puede extraviarse, ahogarse en otro. Sóloun pueblo de brutos, de fanáticos, pudo llegar aun amor tan extremo. ¿Qué puede esperarse deese pueblo? Demasiado, lo peor. El amor de losfanáticos arrasa con todo. No hay decretos contralas pasiones de los ignorantes. Quien no ha sidopulido, trabajado por la cultura, sólo atesora lapasión, la furia de la barbarie. Sé qué me van apreguntar: por qué la escondimos. ¿Qué espera-ban? ¿Que les dejáramos a esos brutos su DifuntaCorrea? Para peor, una Difunta Correa vengativa,borrascosa, bélica. No, no estábamos locos. Evita,en la Argentina, habría hecho estallar el país.Habría sido el punto de concentración de todaslas rebeliones. El altar de todos los odios. Habría-mos vivido limpiando de flores su tumba. Paraempezar de nuevo al día siguiente. Y al otro. Y alotro. Habrían ido los curas populares. Habríancelebrado misas tumultuosas. Los más fanáticosvivirían esperando que se levantara de esa tumbapara llevarlos a la batalla, al triunfo. Habríamostenido que cagarlos a palos. O que matarlos. Hoyme estarían juzgando por muchas otras muertes.No por las de Valle y sus compañeros. No por lasde los basurales de José León Suárez. Por muchasotras. Por las muertes de montones de negros demierda, fanáticos, indignos de un país culto comoéste. Ya la habíamos aguantado viva. Por suerte, sefue pronto. Aguantarla muerta habría sidodemencial. Sé que ahora me preguntarán dóndeestá. Que la van a querer para ustedes. Para dárse-la al pueblo. Para iniciar una gran pueblada con elcadáver de la Yegua como bandera. No, ni unapalabra sobre eso. No voy a traicionar a mi país.Ni a los míos. La Puta, lejos.

2.Arrostito esperaba algo así. Los servicios no des-

cansan nunca. Reaccionan rápido. Aparecieronvarios “comunicados” de “organizaciones arma-das”. A Aramburu lo secuestró medio mundo.Hay que añadir un dato más penoso, pero no

menos inesperado. Un montón de giles, de aven-tureros han de haber largado carne podrida porarmar despelote nomás. El país está ardiendo.Nadie sabe nada. Pero los “héroes” no cesan desurgir. De derecha, de izquierda. Hay que parar lamano. Cerrarles la boca. Todavía no se puededecir la verdad. Decir: fuimos nosotros. Somos ungrupo armado de cristianos y peronistas. Nos lla-mamos Montoneros y lo hicimos boleta a Arambu-ru. Cualquier otro boludo que ande escupiendocomunicados por ahí, miente. La verdad –y nosólo en esto– es nuestra. Por ahora, Gaby decideescribir otro comunicado.

Perón vuelveComunicado Nº 2

Al pueblo de la Nación:Ante la difusión de falsos comunicados atribui-

dos a organizaciones armadas proclamando ladetención de Pedro Eugenio Aramburu e impo-niendo condiciones para su rescate, la Conduc-ción de nuestra Organización se ve en la obliga-ción de aclarar las siguientes declaraciones:

1) El día 29 de mayo a las 9.30 horas nuestrocomando Juan José Valle procedió a la detenciónde Pedro Eugenio Aramburu.

2) Para demostrar la veracidad de esta afirma-ción, daremos los siguientes detalles:

a) Pedro Eugenio Aramburu no lleva en supoder ninguna documentación.

b) Los efectos personales que llevaba enci-ma comprenden: una medalla llavero con la ins-cripción “El Regimiento 5 de Infantería al Gral.Pedro Eugenio Aramburu - Mayo de 1955”; dosbolígrafos Parker; un calendario plastificado delBanco del Interior; un pañuelo; una traba de cor-bata de oro y un reloj pulsera automático.

c) La detención se produjo en la salacomedor de su domicilio.

3) Por la naturaleza de los cargos que decidie-ron la detención de Pedro Eugenio Aramburu, afines de someterlo a Juicio Revolucionario, resultatotalmente descartada la posibilidad de negociarsu libertad con el régimen.

4) Que solicitamos a las organizaciones cuyosnombres han sido utilizados la pronta desmentidade los falsos comunicados.

¡Perón o muerte! ¡Viva la Patria!MONTONEROS

3.–No tengo mucha información sobre eso. Pasó

por otras manos.Firmenich niega con la cabeza. Se toma su

tiempo para decir:–No le creemos. Todo pasaba por sus manos.Aramburu finge sorprenderse.–¿Con Rojas al lado? ¿Con el odio de la Marina

en la vicepresidencia?–Ni Rojas podía hacer algo que usted no supie-

ra –dice el otro compañero. El que hemos decidi-do llamar Julio.

Aramburu dice:–Agradecería un cigarrillo.–Esto es un juicio –dice Fernando–. No se

fuma aquí. ¿Dónde está Eva?Aramburu pareciera impacientarse.–¿Qué tienen ustedes con Evita? –dice, malhu-

morado–. Ni la conocieron. Son jóvenes de fami-lias pudientes. No creo que le deban nada. Ni unacasa. Ni un juguete. Ni una botella de sidra y unpedazo de pan. Esas cosas con que se ganaba elcorazón sencillo de los pobres.

–Tendríamos respuestas para esas infamias queusted farfulla –dice Fernando–. General, ni elcorazón de los pobres es sencillo. Ni se lo compracon una sidra y un cacho de pan. Insisto: ¿dóndeestá Eva?

–¿Para qué la quieren?–El pueblo peronista la quiere. –¿Y ustedes se la van a dar?–Díganos dónde está y se la damos. No es nues-

tra. Es de ellos.–Es de Perón. –Perón y el pueblo son lo mismo. Si se la

damos a Perón, se la damos al pueblo. Si se ladamos al pueblo, reposará en las mismas manosque en las de Perón. Eso queremos: que repose.

–Ella reposa. La enterramos cristianamente.

II

Page 55: Peronismo Parte 2

Fernando lo mira con furia. Le brillan los ojoscuando mira así, frunce el ceño y se le pone tiran-te la cara. Aprieta los dientes.

–Tiene una idea extraña de un sepelio cristianousted –dice–. Se entierra cristianamente a alguiencuando lo entierran los suyos, sus familiares, susamigos, sus camaradas. No sus enemigos. Cuandoun sacerdote dice palabras del Evangelio. Unsacerdote elegido por la familia. Cuando el cadá-ver fue velado durante una larga noche en quenadie durmió. Cuando las manos que alzaron elféretro fueron las de familiares, o las de esos ami-gos o hermanos tramados por el dolor, por elamor y por el adiós irreparable. Eva habrá tenidoun entierro clandestino. Un operativo secreto dequienes la odiaban. De quienes quisieron quitár-sela al pueblo. Y hasta hoy lo lograron.

–No podíamos enterrar a Eva Perón en laArgentina. Ustedes tienen que entenderlo.

–Si muere, usted va a ser enterrado en laArgentina.

–No es lo mismo. Escuché que le decían Fer-nando. ¿Se llama así?

–Si escuchó eso.–Hay muchas diferencias entre Evita y yo, Fer-

nando –es la primera vez que Aramburu lo llamapor su nombre. Se arrepiente: una muestra másde que –si vive– los denunciará con lujo de deta-lles. Sus nombres, sus ropas, sus caras, el tono desus voces. De ésta no salgo, piensa. También sesorprende: ¿por qué cometió un error tan torpe,tan pueril? Tampoco a Fernando le interesó des-mentirlo: “No, escuchó mal. No me llamo así.No va a saber mi nombre”. Habría sido más lógi-co. Si lo soltaban, él lo diría: “Uno se llamabaFernando. O no lo negó cuando se lo pregunté”.No había, en sus secuestradores, una técnica, unamínima lógica del ocultamiento. Esto es grave, sedice. Si no buscan ocultar sus identidades es por-que saben que yo no voy a vivir para denunciarlosa nadie. Ahora es tarde. Lo hecho, hecho está. Esmuy temprano aún. Vaya a saber qué rumbotomarán las cosas. Por ahí quieren proponerle quese una a ellos. ¿Por qué no? Todo es posible.Todo es imposible. Sigue:

–Yo soy un militar retirado. Eva es un mito.Un culto. Un objeto religioso. Puede convocarmultitudes.

–Que ustedes tendrían que matar. –Que reprimir. –Para ustedes reprimir es matar. –No estoy de acuerdo. Usted nos dibuja como

monstruos. ¿Qué país notable, no? Ustedes pien-san de nosotros lo mismo que nosotros pensamosde ustedes. ¿Sabe a cuántos radicales, conservado-res y comunistas torturó la policía de Perón?¿Sabe a cuántos católicos como ustedes? Durantelos últimos días del régimen. Los del conflictocon la Iglesia. Los jóvenes católicos estaban contraél entonces.

–Ahora no.–Sí, y me cuesta entenderlo. Pero si yo cambié,

¿por que no ustedes? Eso es lo extraño: cambiamospara el mismo lado. Para el lado del peronismo.Yo no me hice peronista, pero quiero entenderlo.¿Por qué no podemos entendernos nosotros?

–Por el pasado. –El pasado está atrás. Nadie quiere volver ahí.

Lo que murió, murió. Es hora de...–Ahórrese frases de discursos escolares –inter-

viene, muy veloz, Firmenich–. Usted no dejóatrás el pasado. Usted quiere retocarlo. Adecuarloa los nuevos tiempos. Integrar al régimen lo queno pudieron destruir. Pero sus intereses son siem-pre los mismos: los del régimen. Ahora, con elperonismo adentro. Usted, con su gorilismo inte-ligente, es el más peligroso de nuestros enemigos.

El rostro de Aramburu se ensombrece. Depronto, es el hombre que ha entendido todo. Lacompleta, la entera totalidad de la cuestión.

–Si lo mejor que tengo para ofrecerles metransforma en el más peligroso de sus enemigos,¿para qué seguir hablando, señores? Dicten sen-tencia y fusílenme ya mismo.

Los jóvenes católicos se quedan sin palabras.Para responder a esa frase, al menos. Tiene razónese general. Lo mejor que les ha ofrecido es traer aPerón. Lo que ellos y el pueblo peronista piden.Pero el Perón de Aramburu es un Perón para for-talecer al régimen. El de ellos, para hacer la revo-lución. O lo trae Aramburu o lo traen ellos. Si lo

III

Page 56: Peronismo Parte 2

trae Aramburu se consolida el sistema. Habrádemocracia burguesa con Perón dentro de ella.En medio de un mundo que marcha fatalmenteal socialismo, ¡usar al más grande líder de masasde América latina para el proyecto de la burgue-sía! Una locura, un sinsentido, un idiotismo his-tórico. De ahí que tenga razón Aramburu: loque les ofrece lo transforma en el más peligrosode sus enemigos. En su blanco prioritario. Sialguien debe morir, es él.

4.Al día siguiente lo interrogan sin grabador. La

barba de Aramburu está más crecida. Esto le dis-tingue aún más las arrugas. Y las mejillas se lehan caído por completo, son dos colgajos queenmarcan tristemente su cara. No parece conmuchas ganas de luchar. Sus jueces están ente-ros. Tampoco se han afeitado, pero tienenmenos barba. Detalle por el que, célebremente,años después, el líder que hoy defienden, busca-rá agredirlos: Imberbes, les dirá.

–¿Quieren seguir hablando de Evita? –pre-gunta.

–Nosotros hacemos las preguntas, general–dice Firmenich–. Aunque le cueste creerlo,aunque no nos vea rodeados por todo ese solem-ne carnaval con que la burguesía adorna a la jus-ticia, usted, aquí, está frente a un Tribunal.

–Lo sé muy bien. Sólo espero que esa justiciasea justa.

–Más justa que la de la burguesía, sin duda.No está al servicio de la oligarquía, ni de las cor-poraciones ni del imperialismo. Está al servi-cio...

–Del pueblo. Ya lo sé. Si me prohibió hacerdiscursos escolares. Ahórreme a mí los discursosrevolucionarios.

Firmenich sonríe de costado. Supongamosque piensa: gorila de mierda, todavía te das ellujo de compadrear, no sé qué debés creer, quesomos boludos, que en cualquier momento caela cana y te rescata, que nos vamos a cagar en lospantalones y te vamos a devolver a tu casa, sanoy salvo, con tu mujer y tus pantuflas.

Sin embargo, la esperanza de la salvación haido alejándose de Aramburu. Ya no busca ganartiempo. Se ve que no aciertan a encontrarlo. Oque la policía de Onganía no pone muchasganas. Esta certeza lo fue atrapando hora trashora: ¿para qué querría salvarlo Onganía? Debíasaberlo todo el leporino. Serenidad y pistas falsashabrá sido su consigna. Pero, ¿y sus amigos? ¿Ylos que estaban con él en la patriada de tirarloabajo? Nada, impotentes por completo. Leshabrán negado todo. No los habrán dejado par-ticipar en nada. ¿Se quedaron sin el líder, no?Jódanse, sin Aramburu no hay golpe. No haypieza de recambio. Sigue Onganía. Veinte otreinta años más. Como él dijo.

–General, por última vez –dice Fernando–.¿Dónde está Evita? El grabador está apagado. Loque diga, aquí queda.

Aramburu respira hondo y suelta sonoramen-te el aliento. Dice:

–Está en un cementerio de Roma. No mepregunten en cuál. Hay más de un cementerioen Roma. Sé que en alguno está Eva Perón. Nosé en cuál.

Fernando se pasa una mano por la cabeza,como peinándose. Imposible que se peine esepelo engominado, brilloso. Pero ese gesto le per-mitió ganar un par de segundos. Lo que pensóen esos segundos fue terrible. La idea cruzó sucabeza como un tornado. Se la dijo a Aramburu.

–General, voy a serle sincero. Este es elmomento, el preciso momento, en que un pri-sionero es sometido a la tortura. Repasemos lasituación: usted dice que Eva Perón está en uncementerio de Roma. Nosotros necesitamossaber en cuál. Saberlo, es de gran importanciapara nuestra organización. Si lo sabemos, enmenos de dos días el cuerpo de la abanderada delos humildes, de la mujer más amada de laArgentina, está en nuestra manos. Si lo está,hablamos con Perón. Nos volvemos milagrosos.Conseguimos lo que nadie pudo. El régimennos respeta. El pueblo nos ama. Perón nos nece-sita. Como verá, los motivos para conseguir esainformación son poderosos. Usted nos dice: Nome pregunten en qué cementerio está Eva Perón.

Nosotros nos preguntamos: ¿por qué, por quéno vamos a preguntarle eso, qué nos lo prohíe?Nos lo prohíbe usted. Usted, que dice: sé queestá en algún cementerio. No sé en cuál. ¿Y si nole creemos? Notará que usted se ubica demasia-do cerca de la verdad. Roma, cementerio deRoma, hay más de uno pero no muchos, nodemasiados, en uno de ellos está Eva Perón.Todo esto sabe usted. Lo que dice ignorar esmuy poco. Sólo ignora en qué cementerio está.¿Lo ignora o no nos lo quiere decir? Dígame,general, ¿cómo se sale de este problema?

–Por medio de la tortura.–En efecto.–Sé algunas cosas sobre la tortura –dice Aram-

buru–. Podrían serle útiles. –Hable. Pero quiero dejar algo establecido.

Mi posición sobre el tema ya está tomada. Nadade lo que usted diga podría cambiarla.

Pese a que esta frase lo intranquiliza, Arambu-ru no se detiene. Desarrolla su teoría:

–Descreo de la eficacia de la tortura. No digoque no dé sus resultados. Si no, no se acudiría aella con tanta abusiva frecuencia. Sin embargo,veamos. Hice cursos. Leí libros de contrainsur-gencia sobre esta cuestión. El torturador suponeque el torturado tiene una verdad que él deseaconocer. Extraerle. Para ello, lo tortura. El tor-turado puede tener o no tener esa verdad. Si latiene y es valiente... Valiente, si me permiten,aquí sólo significa tolerar el dolor.

–¿No cree que la firmeza en las propias con-vicciones ayuda a esa tolerancia? –pregunta Fir-menich, entrando en el diálogo.

–Sí, pero puede perjudicarlas. Voy a sincerar-me. No estoy hablando de cualquier tortura.Hablo de la que ustedes se sienten tentados aaplicarme a mí.

–De acuerdo, ¿para qué ser abstractos si esta-mos en la más concreta de las situaciones? –diceFernando.

–Supongamos que me torturan. Supongamosque soy valiente. Que tolero el dolor porque creodemasiado en la causa que represento. Ahí, fraca-samos los dos. Ustedes, no tienen la informa-ción. Yo, de puro valiente que he sido, me quedéen la tortura. Tienen una cosa y no tienen otra,precisamente la que querían. Tienen mi cadávery no tienen mi verdad. No se las he dicho. Vea-mos otro punto de vista. Ustedes me torturan yyo, que no tolero el dolor más allá de ciertopunto, les digo dónde está enterrada Eva Perón.Pero muero. Confesé, pero resistí demasiado.Confesé cuando era tarde. Cuando ya no podíanrevivirme. Es un problema para ustedes. Siemprees un problema para el torturador que el tortura-do muera. ¿Dije toda la verdad? ¿Me guardéalgo? ¿Morí antes de tiempo? ¿Morí antes deconfesar todo? ¿Les alcanza con lo que obtuvie-ron? Pasemos a otro aspecto de la cuestión. Escasi el más habitual y el más cruel. Aquí, el tortu-rador suele llegar a los límites de su barbarie.

–De su inhumanidad –dice Fernando. Peroluego, repentino, corrige–: Si es que creemosque es inhumano torturar. Yo diría que es unarte completamente humano. A cada rato deci-mos de alguien que es un bestia o una bestia. Opor su ignorancia o por su brutalidad. Estoyharto de oír que el torturador se hunde en labestialidad cuando tortura. Falso. Las bestias notorturan. Continúe, general. Está lograndoentretenernos.

–No es mi intención.–¿Cuál es, entonces?–Sigamos –dice Aramburu–. ¿Cuál es este

nuevo aspecto de la cuestión? El que definícomo el más habitual y el más cruel. Simple: eltorturado no tiene nada que ofrecer. No lleva en síla verdad que el torturador requiere. Esto nosconduce a los límites del horror. Si el torturadorle creyera al torturado, no sería así. Pero, para suenorme desgracia, el torturado nunca logra sertodo lo convincente que el torturador necesita.Además, cuando el torturador empieza su tareaes difícil que algo lo detenga. La situación puedeprolongarse interminablemente. El torturador,torturándolo, le exige al torturado una verdadque cree él atesora. Pero no es así. El torturadono tiene lo que el torturador necesita. Sólo queel torturador no le cree. Esto se resuelve de dosmodos. Aunque, finalmente, se desbarranque en

el mismo modo de siempre. Primer modo: loúnico que puede hacer el torturado es mentir. Siyo no tengo la verdad que me piden, si nopuedo convencerlos de que no la tengo, sólo meresta inventarla. Aquí, el torturado, miente.Segundo modo: el torturador no le cree. O por-que quiere seguir torturándolo. O porque no lesirve la verdad que el torturado ofrece. O por-que descubre que el torturado fabula, inventa. Aesta altura, delira. La tortura sigue sin detenerse.Sigue hasta el fin. El torturado muere. El tortu-rador se queda con las manos vacías. Y hay otraposibilidad. La más sencilla. Ustedes se dispo-nen a torturarme. Pero yo no tolero el dolor.Me aterroriza el sufrimiento. La vejación. Lacasi segura muerte. Confieso sin que me tortu-ren. Confieso todo. Ustedes han triunfado. Tie-nen lo que desean: la verdad que yo cobijaba. Ytienen un enemigo sano. Un enemigo al quedesprecian. Nada es más despreciable que uncobarde. Entonces me matan. O no. Puedesuceder que me dejen libre. Regreso a mi casa.Me encierro en mi habitación. Me pego un tiro.No puedo vivir con mi cobardía.

–En las cuatro posibilidades el torturadomuere –dice Fernando.

–Así es –dice Aramburu.–¿Cuándo pensó todo eso?–Vi demasiadas torturas. Bajo Perón. Bajo la

Libertadora. Sobre todo, como imaginarán, amanos de la Marina. Bajo el Conintes de Fron-dizi. Y en otros países también. Pude llegar aalgunas conclusiones.

–¿Qué otros países, general? Aunque tenemosnuestras sospechas.

–Las van a confirmar. En 1959 estuve enArgelia. Durante una entera semana hablé conun general de la OAS. El me enseñó todas esasteorías sobre la tortura. Tenía una posición des-piadada sobre el torturado: nunca debía quedarvivo. Después estuve en la Escuela de las Améri-cas. Los franceses son superiores. Los yanquis nomanejan la cuestión psicológica. Masacran alobjeto interrogable y listo. Creo, sin embargo,que son más efectivos que los franceses. Tengoalgunas otras teorías para contarles, pero noquiero aburrirlos. Ustedes sabrán cómo torturar.Tendrán sus propios métodos. Pese a los france-ses y a los americanos, créanme que a muchas delas teorías llegué solo. El tema me interesa.

–Hay una a la que no llegó, general –dice Fer-nando–. Si nos contó sus elaboradas teorías fuepara que no lo torturemos. Para llevarnos acomprender que en cualquiera de los casos posi-bles usted moriría. Supone que no queremoseso. Y tiene razón. No podemos quererlo toda-vía. Ni siquiera se ha reunido el Tribunal. Perohay algo que se le escapó. Que no tuvo en cuen-ta. Que no lo sabe. ¿Cómo podría tomarlo encuenta si lo desconoce por completo? Escuche,general Aramburu: usted no va a ser torturado.Porque existe otro punto de vista sobre la tortu-ra. Se lo dije: es el nuestro. También le dije:nada de lo que usted diga habrá de variarlo. Yese punto de vista es el de negarse a torturar.Nuestra organización no tortura, general. LosMontoneros no torturan. Si fuera por medio dela tortura que usted nos dice dónde está EvaPerón, nos sentiríamos indignos de ella. El tor-turador, usted lo sabe, es un ser ruin, miserable.Siempre termina odiándose a sí mismo. Noso-tros somos católicos, general. Creemos en Dios.Lo estamos juzgando por crímenes que ustedcometió. No queremos cometerlos nosotros.

Aramburu sabe que Fernando no miente. Leasombra salvarse de la tortura. Al salir el tema deEva Perón, dio el hecho por seguro. En algúnlugar de sus corazones –deduce–, pese al odioque los anima, está presente el torturado de laCruz y su fe de católicos, que ahora juzga since-ra, les impide torturar.

–Por ahora, suspendemos –dice Fernando.Salen de la habitación. Aramburu queda solo. El nudo que le sujeta

fieramente las manos a la cama arrasa con la pielde sus muñecas y ya brota la sangre. Se preguntasi ésa, aunque leve, no es una tortura.

(Continuara)

Colaboración especial:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 19 de octubre de 2008

PROXIMO DOMINGO

El secuestro de Aramburu (V)

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

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El secuestro de Aramburu (III)47

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1

Supongamos que Aramburu dice:–No es mucho lo que puedo decirlessobre el cadáver de Eva Perón.Supongamos que Firmenich dice:–No es el momento de hablar de eso.

Fernando se le acerca. Le gusta mirarlo fijo aAramburu. Sobre todo cuando le dice frases deimportancia. Como ahora.

–Usted está planeando un golpe de Estado. Si loniega, no se lo vamos a creer. Tenemos buenasfuentes.

–Cuáles.Fernando nombra un par de generales.–Usted confunde amigos con conspiradores

–dice Aramburu.Con un gesto veloz, Fernando apaga el grabador.

Es un Geloso que carga unos buenos años encima,pero ofrece esa seguridad de las cosas bien hechas.Dice:

–Ahora puede hablar tranquilo.Aramburu no habla. Sólo dice:–Tengo hambre.Organizan una comida leve, ligera. Nada de

vino. Sólo gaseosas. O agua. Cuando pone unaCoca Cola sobre la mesa, Firmenich –que suelesonreír más que Fernando– comenta:

–El mejor invento del imperialismo. Supongamos que Ramus –que va y viene, que

oficia de contacto con la realidad exterior– ironiza:–Para el general, el mejor invento del imperialis-

mo es el imperialismo.–Se equivocan conmigo –dice Aramburu–. No

soy un agente del imperialismo. Onganía, sí. Yosoy un demócrata.

–No nos tome por tontos –dice Fernando–. Undemócrata no fusila a un compañero de armas enla Penitenciaría Nacional. Como a un delincuente.Como a un perro.

–También se equivoca. Eso fue en 1956. Yo noera un demócrata. Presidía un gobierno revolucio-nario. Habíamos derrocado a un dictador y tenía-mos que ser duros con quienes quisieran reponerlo.–Aramburu hace una pausa. Uno por uno, los miraa todos–: Ahora soy un demócrata. Soy un generalque quiere un gobierno democrático y amplio parasu patria. Amplio, no sé si soy claro. Con el pero-nismo incluido. Para eso tengo que voltearlo albruto de Onganía. Para eso, no lo niego, conspirojunto a los generales que nombraron, todos hom-bres de bien, demócratas como yo.

–Gorilas como usted –dice Ramus, algo impru-dentemente.

–No soy un gorila. Los gorilas me odian. Soy elmenos gorila de los militares. Escuchen, Onganíase cae. No da más. Lo de Córdoba lo hundió. Sóloes cuestión de darle un empujón.

–¿Quién se lo va a dar? –pregunta Fernando, quelo sabe–. ¿Usted?

Aramburu come un poco de jamón crudo. Tam-bién hay un buen queso de campo en su plato.Bebe Coca Cola.

–Muy bueno el jamón crudo –comenta–. Biende campo. Estas cosas llegan degradadas a las ciu-dades. Son los intermediarios. Una de las desgra-cias de este país. Arruinan la pureza de los alimen-tos. O para venderlos más fácilmente o paraaumentar las ganancias.

–O para las dos cosas –dice Firmenich.–O para las dos cosas –acepta Aramburu.–Pero no son los intermediarios –dice Fernan-

do–. Es el capitalismo. El capitalismo no tienemoral.

–Vuelvo a lo de Onganía –dice Aramburu, igno-rando el comentario de Fernando. Con el que,desde luego, no concuerda–. Caído Onganía, loque hay que hacer es muy fácil. Un gobierno detransición.

–¿Otro más? –dice Fernando. Y ahora, burlón, seríe.

–Otro más, no –dice Aramburu–. El último. Silo presido yo es el último. Les doy mi palabra.Apenas si durará un par de meses. Sólo lo necesariopara convocar a elecciones. Con la inclusión delperonismo. ¿Se dan cuenta? Con el peronismoadentro. Lo que piden desde 1955.

–¿Adentro de qué, general? –dice Fernando.Aramburu suelta los cubiertos. Sorprendido,

clava sus ojos en los de Fernando.–¿Cómo de qué? –dice–. De la democracia.Supongamos que Fernando dice:

–Del sistema de partidos. De la partidocracia.Del régimen.

–Yo hablo de la democracia, no del régimen–dice Aramburu, firme.

–Ya conocemos la democracia de ustedes, gene-ral. Cuando es mansa, la respetan. Cuando no, latiran. Como a Perón.

–Perón no era la democracia –dice Aramburu–.Al menos, no como yo la imagino.

–¿Cómo la imagina usted? –pregunta otro com-pañero. Está sentado a la mesa, come. Habla poco.Su nombre no trascenderá. Nadie sabrá quién es,quién fue. No importa: sabemos que estuvo ahí.Podríamos, si quisiéramos, elegirle un nombre. Nohay relato confiable sobre lo que narramos. Ni lohabrá. Sólo hay narradores privilegiados. Firme-nich, sobre todo. El estuvo y él ofreció una narra-ción de la historia. Pero se contradice burdamentea veces. Dice que Aramburu bajó amordazado alsótano en que Abal habrá de matarlo. Luego omitedecir que le quitaron la mordaza. O no se la quita-ron o no hubo mordaza. Porque, ¿cómo podríadecir Proceda un hombre amordazado? Así que aeste personaje al que se le dice compañero le dire-mos Julio. Total, habla poco. Y de aquí en másprobablemente hable menos que poco. Una pala-bra o dos. Probablemente no hable. Ha dicho, sinembargo, algo importante.

–¿Cómo la imagina usted? –dice. Con ironía, talvez. Porque todos saben que la democracia queAramburu imagina no es la de ellos. Ellos, másbien, se cagan en la democracia. No les faltanmotivos: nunca la conocieron, sólo fue una palabraen boca del régimen para justificar sus atropellos,para negarle al pueblo sus derechos. También losyanquis se llenan la boca con esa palabra. Y son losyanquis. Son eso que el Che dijo que eran: los ene-migos del género humano.

–Hablo de una democracia que nadie conoce–dice Aramburu–. Que es nueva en este país. Queni yo ni ustedes vivimos nunca.

2La Gaby se ha sentado ante una máquina de

escribir. ¿Cuál podría ser? ¿Una Olivetti, unaRemington? Supongamos: una Lettera 32. ¿Escribeella los comunicados o ya estaban escritos? Raroque ya estuviesen escritos. Nadie puede escribir elfuturo. O prefigurarlo en comunicados. Probable-mente Ramus –es una posibilidad– que ha ido deLa Celma a la casa en que está Norma y luego haregresado. Que se mueve sin que sepamos muybien por dónde. Probablemente él sea quien le hainformado el desarrollo de los acontecimientos.Gaby redacta el primer Comunicado o le da formadefinitiva al boceto que ya había escrito Fernando.El resultado es lo que sigue:

“Perón VuelveComunicado N° 1

“Al pueblo de la Nación:Hoy a las 9.30 hs. nuestro Comando procedió a

la detención de Pedro Eugenio Aramburu, cum-pliendo una orden emanada de nuestra conduccióna los fines de someterlo a Juicio Revolucionario.

Sobre Pedro Eugenio Aramburu pesan los cargosde traidor a la patria y al pueblo y asesinato en lapersona de veintisiete argentinos.

Actualmente Aramburu significa una carta delrégimen que pretende reponerlo en el poder paratratar de burlar una vez más al pueblo con una falsademocracia y legalizar la entrega de nuestra patria.Oportunamente se darán a conocer las alternativasdel juicio y la sentencia dictada. En momentos tantristes para nuestra Argentina que ve a sus gober-nantes rematarla al mejor postor y enriquecerseinmoralmente a costa de la miseria de nuestro pue-blo, los Montoneros convocamos a la resistenciaarmada contra el gobierno gorila y oligarca,siguiendo el ejemplo heroico del general Valle y detodos aquellos que brindaron generosamente suvida por una Patria Libre, Justa y Soberana.

¡Perón o muerte! ¡Viva la Patria!Comando Juan José ValleMONTONEROS”

La Gaby se recuesta contra la silla. Repasa eltexto. No lo puede creer. Carajo, ¡lo que hicieron!El despelote que se va a armar en el país. Se van a

cagar en las patas cuando en las redacciones delcipayaje periodístico lean ese Comunicado. Se lovan a pasar de mano en mano. No van a saber si esauténtico o no. O peor: si es auténtico, no se van aanimar a publicarlo. Y si lo publican será con elculo a cuatro manos.

Arrostito no se equivoca. El Comunicado sacudeal país. Años después, en medio del terror de la dic-tadura de Videla, otro texto llegará a las redaccio-nes: la Carta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar.No asustó a nadie. En la revista Gente se la pasabande mano en mano y se ahogaban de la risa. ¡Míren-lo al loco éste! ¿Quién se cree que es? El solo contrala Junta Militar. Deben estar temblando losComandantes. Siempre fue un loquito ese irlandés.Ya lo deben haber metido en un horno. Esa revistaestaba llena de “verdugos voluntarios de Videla”.Se mata de muchas maneras. Cuando el Ejércitonecesite fraguar la muerte de Arrostito, en Gentesacarán una tapa que se estudia y se estudiará comoun ejemplo impecable de la banalidad del mal. Estála foto de la Gaby y –cubriéndola parcialmente–un sello burocrático, un sello de oficina estampadocon fuerza, con brutalidad. La palabra impresa es:Muerta.

Pero el Comunicado N° 1 de Montoneros estre-mece a todos.

La cosa es grave.En Gente acaso hayan repetido una frase dicha

años atrás a causa del secuestro de un embajadorextranjero en Guatemala: ¿En qué nos tendremosque transformar para sobrevivir?

Exactamente en lo que se transformaron. Para su desgracia, pocos habrán de averiguarlo

tan exhaustivamente como Norma Arrostito.Después del “aramburazo” se transforma en un

mito. De aquí su permanencia excesiva en laESMA. Su tortura se prolonga porque no quierenmatarla. Es un trofeo. La Marina la exhibe conorgullo. Ellos la tienen. Tienen a la “concha” de losMontoneros. Le dicen así: la concha de los Monto-neros. Hay secretas historias que la atrapan y leotorgan protagonismos sorprendentes. Que, en1974, Perón, buscando desarmar la conducción deMontoneros, le dice a Juan Manuel Abal Medinaque quiere hablar con ella. Pero, ¿cómo encontrar-la? Y también: ¿puede Perón, en 1974, hablar conNorma Arrostito sin que los suyos, ese poderosocírculo nazi-fascista que él fortaleció, se lo impi-dan? ¿Puede haber algo más loco para ese Perón ameses de morir que hablar con la Gaby?

3Aramburu sigue:–La democracia de Perón era incompleta: margi-

naba a los antiperonistas. La de los antiperonistastambién: lo marginó a Perón, los marginó a uste-des. Lo que nunca hubo fue una democracia paratodos. Peronistas y antiperonistas. Un Congresocon todos los partidos. Un Estado que gobiernecon sus tres poderes. Elecciones transparentes. Sintrampas, sin proscripciones. Esa es la democraciaque yo imagino.

Fernando chupa de la bombilla de un mate. Selo habrá pedido al Vasco Acébal. A Firmenich nole gusta que se le acerquen a Acébal. Fiel o no, elVasco nada debe saber. Hasta ahora lo han mante-nido lejos. O lo mandan al pueblo. O le dicen quehaga sus tareas lejos de la casa. Si no hay nada quehacer por ahí, que lo invente.

–Escuche la radio, don Acébal –le ha dicho Fir-menich. Casi sabe tratarlo mejor que Ramus. Letiene algún afecto. Siempre esa clase de afecto: ladel joven de privilegio que se acerca al gauchaje.No todos saben hacerlo. Hay que tener un par decosas claras. De ideas claras y de sentimientosgenuinos. No cualquier burguesito le da la mano aun capataz. O un abrazo, un abrazo de verdad,cálido. El Pepe, sí. Hasta llega a decirle algo quesorprende al Vasco–: Y si se aburre mucho váyaseal pueblo y búsquese una buena hembra. Total,nosotros vamos a estar ocupados uno o dos díasmás. Por la comida, olvídese. Nosotros nos arregla-mos. Aproveche, don Acébal.

El Vasco se va. No le dice que no ni que sí. Másbien lo avergonzó la propuesta de Firmenich.¿Cómo va a abandonar la estancia de los patrones?No es su día franco. Para colmo, por una hembra.Pero el Pepe lo quiere silencioso. Lo quiere ausen-te. Si se precipitó en algo, si metió alguna pata,motivos no le faltaron. Sabe algo terrible. Si don

II

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Acébal los descubre. Si por una de esas cosas lo vea Aramburu. Si lo reconoce. Lo van a tener quematar. Y nadie quiere hacer eso. Y casi nadie que-rría hacerlo. Pero sería necesario. Raje de aquí,don Acébal. No se arriesgue al pedo. Aquí se juegala Historia. Y un hombre simple como usted tieneque estar lejos. No se manche de sangre. Usted esun inocente. Un alma de Dios. Déjenos a noso-tros la carga pesada de hacer la tarea sucia. Bús-quese una hembra. No joda. Es por su bien que selo digo. De don Acébal ya no sabrán más. Seborra del relato.

–Le va a costar entenderlo, general –dice Fer-nando–. Pero esa democracia suya es lo que hacede usted el hombre más peligroso de la Argentina.Para nosotros, se entiende. ¿Habló ya con Perón?

–Todavía no. Pero tengo los mejores contactos.Gente fiel, honesta. Que me aprecia a mí. Que lorespeta a él. En cualquier momento, hablamos.

–Qué conmovedor, vea –dice Firmenich, ymuestra esos dientes saltones, que parecieran noacomodarse nunca en su boca–. Los enemigos deayer son los aliados de hoy.

–¿Qué hay de malo en eso? –dice Aramburu–.En política hay que tener grandeza. Los grandeshombres...

–No diga tonterías –se exalta Fernando–. Ustedno es un gran hombre.

–Jovencito, no olvide con quién está hablando.–Sé muy bien con quién estoy hablando.

–Exijo respeto. Soy el general Aramburu. Claroque saben con quién están hablando. De ustedes,en cambio, ni siquiera sé si les dicen Juan o Pedro.

–Ni lo va a saber. –Volvamos a la cuestión de su democracia –dice

¿Julio? ¿Por qué no? Si es un compañero, si estáaquí, algo ha de haber dicho. Es una tercera voz:Fernando, Firmenich y él. De tanto en tanto,cuando regresa, Ramus. No podemos desperdiciara Julio. Ha hecho, por de pronto, retornar el diálo-go a su cauce: la democracia. Veamos qué diceAramburu. Algo inesperado. Sorprende a sus inte-rrogadores:

–Díganme: ¿y Perón? ¿Es un gran hombre?–Perón es un gran líder de masas. Hay que tener

grandeza para serlo. El pueblo no elige a líderes debarro –dice Fernando.

–Disiento con eso. El pueblo se equivoca. ¿Tie-nen un cigarrillo?

–¿Usted fuma?–Cuando me están por matar, sí.–Nadie dijo que lo vamos a matar.–Entonces olvide lo del cigarrillo. Fernando se pone en pie y camina lentamente

alrededor de la mesa. La comida ha terminado.Probablemente se alargó más de lo razonable. Perohay algo que no quiere dejar pasar.

–Muy de usted decir que el pueblo se equivoca–dice–. Muy de alguien acostumbrado a gobernarsin el pueblo. O contra él.

–Nos llevaría lejos esa discusión.–¿Tiene apuro?–¿Qué cree? Nadie sabe nada de mí. Mi pobre

mujer, por ejemplo. ¿No piensan en ella? ¿Noexisten los demás para ustedes? Debe estar deses-perada.

–Volvamos adentro –dice Fernando.

4Otra vez Aramburu está sentado en la cama.

Así, en mangas de camisa, con el cansancio de lajornada en la cara, las arrugas que le marcan esossurcos profundos, sobre todo las dos que le salende las comisuras de la boca hacia abajo, las dosque le dibujan ese gesto de amargura. Con losojos tristes, con los pantalones arrugados, así, noparece Aramburu. Pero lo es. Y todo lo que estáocurriendo en la estancia La Celma y todo lo quehabrá de ocurrir es por eso, porque lo es. Y aun-que lo quiera, aunque cada vez con mayor certezacrea que serlo será morir, no tiene retroceso, nopuede dejar de serlo.

–Perón no va a arreglar nada con usted –diceFirmenich.

–Si ustedes me matan, no.–Habla más de la muerte usted que nosotros.–Muy simple: si alguien tiene que morir de los

que estamos aquí, soy yo. Estoy solo. No tengoarmas. –Cambia de tema. Como si no le interesa-ra hablar de algo tan evidente. Dice–: ¿De dónde

III

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sacaron que Perón no va a arreglar nada con-migo?

–General, la democracia que usted propone esla burguesa –dice Fernando–. La democracia delrégimen. El peronismo no es el régimen. Uste-des nunca lo van a poder integrar. Para hacerlotendrían que negarse a sí mismos. Que desapare-cer. Usted representa a las clases poseedoras.Perón, a los explotados. A la clase obrera. Nohay arreglo posible.

–Perón hizo ese arreglo. Durante su primergobierno los obreros y las clases altas convivie-ron. Después, perdió el rumbo.

–Justamente –dice Firmenich–. Porque elrumbo no es la conciliación. Ahora Perón losabe. El único rumbo es el de la revoluciónnacional antiimperialista. La destrucción de laoligarquía y del Ejército cipayo. No hay otrorumbo, general.

–¿Perón les dijo eso?–Todavía no hablamos con él –dice Julio.

¿Tendrá autoridad como para revelar algo así?Difícil. Será más acertado darle esta línea a Fer-nando.

–Todavía no hablamos con él –dice Fernan-do.

–A mí no me dijo eso. Igual, ya sabemoscómo es Perón. Si hablan con él, les va a decir loque ustedes necesiten oírle decir.

–¿También hace eso con usted?Aramburu lo piensa. Se rasca la nariz. De

pronto, estornuda. Se pasa una mano por lacara.

–Es posible. Pero si yo lo echo a Onganía. Simonto un gobierno de unidad nacional. Si lollamo a Perón, él viene.

–Por eso usted es tan peligroso para nosotros,general –dice Firmenich–. Si logra lo que dice,el peronismo como fuerza revolucionaria muere.Porque es cierto: Perón tiene sus años. Y si leofrecen el desagravio. El uniforme. Y eleccioneslimpias, por ahí se viene. Y consolida la demo-cracia del régimen. Estamos aquí para impedireso.

–El pueblo no quiere un peronismo de saco ycorbata –dice, ahora sí, Julio–. Quiere un pero-nismo que haga la revolución. Como Evita lopidió.

–¿Puede preguntarles algo? –dice Aramburu.Todos, muy seriamente, siguen mirándolo.Aramburu se siente autorizado–: ¿Cómo sabenustedes lo que quiere el pueblo? ¿Por qué hablanen su nombre con tanta certeza? Si esta estanciaes de alguien de ustedes, les comunico que elpueblo no tiene estancias. Y que ustedes no sonparte de él.

–Eso es una estupidez, general –dice Fernan-do, ofuscado–. Nosotros somos un grupo devanguardia. Ni Lenin ni Trotsky ni el Che eranproletarios. Pero sabían lo que el pueblo quería.Porque, a diferencia de usted y los suyos, loescuchaban, sabían de sus sufrimientos, de laexplotación a que ustedes lo someten. Ese dis-cursito que se nos endilga a los que tenemos másde diez pesos en el bolsillo, que dice que nopodemos entender al pueblo porque no somospobres es una infamia. Y una tontería.

–Creo que este es un diálogo de sordos –diceAramburu, fatigado por primera vez.

–Es posible –dice Firmenich–. Pero sepa esto,general: no habrá democracia del régimen. Nohabrá peronismo de saco y corbata. No van aintegrar nunca al peronismo. El peronismo y elrégimen no van juntos. Siempre los obreros vana pedir salarios que ustedes no quieren o nopueden pagar. Que no puedan es sólo un modode decirlo. Poder, pueden. Lo que no pueden esreducir los márgenes de ganancia. La gula capi-talista.

Aramburu se recuesta contra la pared. Lamen-ta no haberlo hecho antes. Ahora estaría menoscansado. Se lo impidió esa dignidad que losmilitares depositan en todo lo erecto. Firmes,vista al frente, fusil al hombro, mirar la bandera,arriba, en lo más alto. No doblarse jamás. Usarcalzoncillos de dos medidas menos: aprietanbien los huevos y uno alza la cabeza, eleva lamirada. Como Belgrano junto al Paraná. Y poreso tenemos bandera.

–Lo que daría por tenerlo aquí a Perón –dice,inesperadamente, Aramburu.

–Nosotros también –dice Firmenich–. Si losecuestramos fue para eso: para traerlo a Perón.

–No me interprete mal –dice Aramburu–.Yo digo tenerlo ahora. Aquí, entre nosotros.Podríamos hacerle un par de preguntas. Odos. Solamente dos. Por ejemplo... –Se detie-ne. Es visible que busca encontrar la formula-ción perfecta de las dos preguntas. No es fácil.Le cuesta tramar la pregunta de sus captores.Lleva horas escuchándolos. Algo aprendió desu lenguaje. Sabe que no son marxistas, nicomunistas. Son peronistas. Son cristianos. Ytambién –y esta faceta lo desconcierta, porquea veces le da esperanzas, pero otras se las quitapor completo– son idealistas. No son merce-narios. No obedecen a nadie. No son gente deOnganía ni de Imaz. Eso es impensable. Sondemasiado finos, se los ve cultos. Sus familiashan de ser gente honesta, gente de las clasesaltas. Pero el idealismo es la fuerza secreta delos fanáticos. No hay más grande idealista queun fanático. Nadie, como un fanático, encarnala certeza, el deber íntimo y la legitimación dematar.

–¿Por ejemplo...? –se impacienta Firmenich.–Ustedes le preguntarían: General Perón,

¿quiere ponerse al frente de una revoluciónnacional? ¿Quiere enfrentar definitivamente a laclase obrera peronista con la oligarquía? ¿Quiereromper relaciones con los Estados Unidos?¿Quiere...?

–Son muchas preguntas –interrumpe Fernan-do.

–Es una sola: ¿quiere ponerse al frente de unarevolución nacional? Perón sabría entender quésignifica eso.

–¿Qué le preguntaría usted?–Perón...–Empezó mal. No le restituyó el cargo.–Perón y yo nos conocíamos. Yo le decía

Perón y él Aramburu. –Digamos que sí. Siga.–Perón, ¿quiere ponerse al frente de una

democracia legítima, consagrado por el votolibre de toda la ciudadanía, con su traje de gene-ral y liberado de todos los cargos que se le hanformulado?

Raro, Aramburu sonríe y los mira con aire devencedor. Los montoneros no demoran su res-puesta.

–Usted no lo conoce al general –dice Fernan-do–. Sabe muy bien que hoy el pueblo sólo loseguiría si se pone al frente de una revoluciónantiimperialista. Hoy, él representa eso. Le gusteo no, eso es lo que tiene que hacer. América lati-na vive horas revolucionarias. La RevoluciónCubana, general. Ningún líder popular puedeofrecer menos al costo de negarse como tal. Nosomos tontos. No importa lo que piensa Perón.Importa lo que objetivamente representa y loque va a tener que aceptar. Hoy, nadie puede serPerón y no ser un revolucionario. Porque esoesperan el pueblo y la Historia de él.

–¿Un nuevo Castro?–Pero argentino –dice Firmenich–. La revolu-

ción ha ido muy lejos en América latina. SiPerón vuelve tiene que sumarse. Con su histo-ria, con el amor que le tienen las masas, no lequeda otra. Y créame, general: eso es lo que va ahacer. Porque es vivo. Porque es un artesano dela Historia. Trabaja con los materiales que tiene.Lo que ahora tiene es un pueblo y una ideologíaincontenible: el socialismo.

–Ustedes no lo conocen a Perón.–Es usted el que no lo conoce –dice Firme-

nich–. Y lo entendemos. No puede sino mirarlocon su pequeña ideología de milico. De hombrede orden.

Aramburu sonríe. Es como si supiera algo queesos jóvenes no pueden sino ignorar. Por eso:porque son jóvenes. Por algo más: porque noson militares. Y por último: porque nunca tuvie-ron un mano a mano con Perón. Un diálogo enla quietud de un casino de oficiales, al atardecer,cuando ellos, los militares, de tan temprano quese levantan, ya empiezan a tener sueño.

–Oiganme bien, y después hagan lo que quie-ran. Yo, el gorila Aramburu, no soy ni la mitadde milico que es Perón. Puede que mi ideologíasea más pequeña que la suya. Perón es el tipo delmilico inteligente. Dio clases en la Escuela de

Guerra. Leyó bien a Clausewitz. Pero es másanticomunista que yo, lo juro. Y el orden legusta como a todos nosotros. Como a todos losmilitares. Somos hijos del orden y nos educanpara defenderlo. Si quieren, me creen. Si no,prepárense para sorprenderse.

El 31 de mayo fue el último día del juicio.Aramburu sabía que sólo restaba un tema. Elmás difícil. El que más miedo le metía.

Fernando Abal Medina dijo:–Hablemos de Eva Perón.

(Continuará.)

Nota: Esta aclaración nada tiene que ver conel relato. Y hasta acaso sea por completo inne-cesaria. Creo, sin embargo, que no introdujeadecuadamente esta nouvelle. No dije algunascosas que ahora voy a decir. Si alguien se hasorprendido por el pasaje del ensayo a la narra-ción ficcional tiene sus motivos. Como sea,siempre aclaré que este ensayo pretendía ser unanovela teórica. Aquí alcanza su punto hegemó-nico la esfera ficcional. No podía ser de otromodo. O era el lugar para hacerlo. Nadie sabecómo fue el crimen de Timote. Todos los ensa-yistas nos basamos en un texto que apareció enla revista La Causa Peronista, revista de la Orga-nización Montoneros, el 3 de septiembre de1974. Era su N° 9. Era un texto oportunista. Larevista buscaba ser clausurada por el régimen deIsabel-López Rega. Con lo cual lograba doscosas: mostrar el carácter represivo del régimen(para lo cual no era necesario esforzarse mucho)y abonar la decisión del pasaje a la clandestini-dad. Esto raramente se marca. Pero la decisiónde Montoneros fue: si contamos lo de Arambu-ru no van a tener más remedio que prohibirnos.Si nos prohíben, se justifica la imposibilidad deltrabajo de superficie y la necesariedad de laopción de la lucha clandestina. Así fue. Nuncamás salió La Causa Peronista. Este aspecto polí-tico coyuntural ya echa sombras sobre la verosi-militud del relato, construido con otros finesque los de la contribución a la verdad histórica.El texto aparece como un relato de NormaArrostito y Mario Firmenich: “Mario Firme-nich y Norma Arrostito cuentan cómo murióAramburu”. Luego, Arrostito renegaría de suparticipación. Lo más probable, entonces, esque la misma haya corrido por parte de Firme-nich. El mayor “error” que se le suele encontrarfue mencionado: Aramburu no puede decir“Proceda” si está amordazado. Se trata de algosin importancia. Firmenich pudo haberse dis-traído. Me interesa lo siguiente: si lo único quetenemos es el relato de Firmenich, ¿por quésometernos a él? ¿Por qué creerle a Firmenich?¿Dijo la verdad o dijo sólo lo que tenía quedecir para que la publicación fuera prohibida?Decidimos, entonces, ofrecer nuestra versión dela tragedia de Timote. Escribir la nouvelle quese está leyendo. De ella pueden estar segurosacerca de su falsedad. Pero la ficción es un armapoderosa para crear verdades por medio dementiras. Todo es mentira porque nada puedeser verificado. Pero, ¿es verosímil? ¿Pudieron loshechos ocurrir de ese modo? ¿Podemos pensar-los desde ese punto de vista? Lo que se dicensus protagonistas, ¿responde a lo que ellos fue-ron en la llamada “realidad”? ¿Nos los iluminade un modo inesperado? Tal vez ni FernandoAbal Medina ni Aramburu dijeron una solapalabra de las que dicen en este relato, pero¿pudieron haberlas dicho? Aquí es donde la fic-ción entrega riquísimos materiales. El riesgo esgrande. El mayor es poner en boca de los prota-gonistas frases que jamás habrían podido decir.Pero si logramos poner alguna que sí, algunaque podrían haber dicho y no dijeron, ¡quétriunfo! Tendríamos algo más valioso que undocumento: un fragmento de vida, una situa-ción nueva y verosímil que merece ser pensada,otra luz donde creíamos que ya no era posibleninguna. En eso estamos. De todos modos, alterminar escribiremos unas Apostillas a “Elsecuestro de Aramburu”. Trataremos de ahondarmás en las líneas que el relato propone. Ojalásea posible.

Colaboración: Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 12 de octubre de 2008

PROXIMO DOMINGO

El secuestro de Aramburu (IV)

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1.

Todo le parece extraño a Aramburu.¿Lo están secuestrando? ¿Tan fáciles secuestrarlo a él? ¿No se dancuenta estos jóvenes de la gravedadde lo que hacen? El es él, es Pedro

Eugenio Aramburu. No es un político, no es uncivil. No es un militar de poco rango y pocaimportancia. El país va a estallar si algo le pasa.Mucha gente le debe mucho. El país le debemucho. El país, también, es mucho lo queespera de él. El lo tiró a Perón. Todo secomplicó desde ahí. Pero ahora el que puedeponer las cosas otra vez en orden es él. Soy elmilitar que mejor entiende la salida que necesitaeste país. Soy el más preparado. El que consiguióapartar de sí el odio que tantos mantienen vivo.El único grande que puede hablar mano a manocon Perón. Yo lo tiré, yo lo rescato para la patria.Les guste o no. Necesitamos a ese viejoautoritario, fascista. Cambió. Yo cambié. Eltambién. Es más: yo puedo alejarlo de lastentaciones de la izquierda. Si no lo sumamosotra vez al Ejército de la patria, los marxistas lovan a seducir. A Perón sólo le importa el poder.Para atraparlo apelará a cualquier cosa. Si tieneque ser el marxismo, al que odia porque en elfondo, como yo, es un militar argentino, será elmarxismo, que está cada vez más fuerte enAmérica latina. Podría hacer de la Argentina otraCuba. Tiene a todos los obreros con él. No sóloeso: se le está acercando gente desde los lugaresmás impensados: curas, jóvenes católicos,estudiantes, guerrilleros, más todos los suyos, losque siempre tuvo. Los sindicalistas, por ejemplo.Ni siquiera a ellos, que viven hundidos y felicesen la corrupción, los pudimos comprar. Sonperonistas. O lo agarramos nosotros o se lo llevael marxismo internacional. ¿Quién si no yopuede impedir semejante atrocidad? ¿Será poreso que estoy aquí? ¿Serán estos jóvenes sicariosde Onganía, de Imaz? Porque para que yo puedaconseguir que Occidente retenga a Perón, hayque sacarlo a Onganía, que habrá pasado por laEscuela de las Américas, pero como soldado deOccidente da risa. ¿Tendrá coraje para hacermesecuestrar? Bruto es, pero no tanto. ¿Y si soncastristas estos muchachos? Es la otra cara delasunto. Usted nos lo quiere robar a Perón.Nosotros lo queremos para el marxismo, ustedpara Occidente. Y es el único que puede lograr-lo.Olvídese de seguir vivo, general. Luchamos poruna causa. Y nuestra causa requiere su muerte.

Aquí, Aramburu se estremece. Por primera vezle ha encontrado un motivo a su muerte. La pala-bra causa lo estremece. Sabe que los hombreshacen cualquier cosa por eso. Que mueren y quematan por eso. Sabe que no hay nada más peligro-so que un hombre con una causa. Mira a sussecuestradores. Le preocupa que no oculten susrostros. El, luego, podrá reconocerlos. Algo, sinembargo, le preocupa más: en esos rostros se dibu-ja la obstinación de una causa. Esos jóvenes tienenuna causa. Si esa causa requiere su muerte, estáperdido. Sólo le resta esperar que no la requiera.O convencerlos de ello.

Sigue arguyendo que son militares. Hay ciertodesdén en esta creencia. En el fondo, cree, comocasi todos los militares, que los civiles son cago-nes. La violencia los espanta. Sin embargo, ¿quéclase de militares? ¿Cómo ignoró él o nadie delos suyos le dijo que había surgido un gruponuevo, nacionalista o peronista o ligado a losplanes de Onganía? Un grupo de acción. Capazde semejante cosa. Pero toda acción exige el fac-tor sorpresa. Si los hubiéramos detectado esto noestaría ocurriendo. Esto, su secuestro. ¿Quiénesson? Ni lo sospecha. No es el momento de decír-selo. De describir su militancia y (sobre todo) losmotivos de esa militancia. Pero, general, lohemos dicho. Acaso usted no prestó atención. Oestaba en otra cosa, en otro lugar. Algo así. Losque afrontaron el Operativo fueron: MarioEduardo Firmenich como cabo de la policía,Carlos Capuano Martínez como chofer, CarlosMaguid como cura, Ignacio Vélez y Carlos Gus-tavo Ramus como los civiles en el Peugeot, Fer-nando Luis Abal Medina como teniente primero,Emilio Maza como capitán. Y una mujer, laúnica del grupo, la montonera EstherNorma Arrostito. Gaby para los amigos.

2.A diferencia de los demás se inició en el mar-

xismo. Nada de iglesias, ni sermones desde el púl-pito ni hostias ni reverencias al torturado de laCruz. Leyó a Marx, a Lenin. No a Hegel, peroalgo leyó. O encontró cosas suyas en otros auto-res. Con lo que llegó a esa conclusión a los quetodos, alguna vez, llegamos: Hegel está en todaspartes. O como dijo alguien: cada época se definepor el modo en que lee a Hegel. Leyó otras cosasy vio películas decisivas. Leyó a Fanon y a Sartre.Esta mujer valiente, que habrá de soportar losmás terribles dolores sin soltarles una palabra asus verdugos, sabe de memoria frases de Sartre,de ese Prólogo incendiario que escribió para ellibro de Fanon: “En los primeros momentos de larebelión”. ¿Y qué son éstos, los nuestros, sino eso:los primeros momentos de la rebelión? ¿Qué diceSartre, Gaby? ¿Qué hay que hacer en estosmomentos? “Hay que matar: matar a un europeoes matar dos pájaros de un tiro, suprimir a la veza un opresor y a un oprimido: quedan un hom-bre muerto y un hombre libre.” ¡Qué hermana-dos ve los destinos de Argelia y Argentina! Sihasta en los nombres se da la unidad, si hasta losnombres señalan que la lucha es la misma: Arge-lia/Argenliana. Argentina sufre un colonialismointerno. También externo. Está sometida por elimperialismo y por sus aliados locales. De aquíque la liberación tenga que ser nacional y social.Y tienen que darse juntas. No son dos etapas. Esuna sola. En la misma lucha hay que liberarse delimperialismo y de las clases dominantes naciona-les que lo representan. Somos parte del TercerMundo. Nuestro sometimiento no es colonialcomo el de Argelia. En esto nos diferenciamos.Nuestro sometimiento es neocolonial. El coloni-zador no está adentro. Tiene a sus socios adentro,sí. A las clases cipayas que han unido sus interesesal imperialismo. Y al Ejército que defiende el pro-yecto entreguista, neocolonial. Pero el verdaderocolonizador, el que sostiene el sistema de la colo-nización es el colonizador externo, los yankis. Nohay retroceso, sabe Gaby. Se lo dice Sartre: “Ladescolonización está en camino; lo único quepueden intentar nuestros mercenarios es retrasar-la”. Como los soldados del Ejército Gorila. Mata-rán a diez, matarán a cien. No pueden matar a laHistoria. La Historia camina hacia el socialismo yen él se ordenará el mundo, se vengarán las inju-rias, se vengará el pasado infame, se arreglarán lascuentas pendientes, se fusilará a los mercenarios.Ya no habrá mercenarios. Ya nadie intentará fre-nar la Historia. Sólo estarán ellos para impulsarlahacia el futuro. Leyó, Gaby, a Fanon. Le pareciódevastadora su furia. Para colmo, negro. Paracolmo, culto. ¿Cómo no habría de odiar con lavastedad de sus entrañas al colonizador blanco?Habla de la violencia absoluta. ¿Es, se pregunta,matar a Aramburu la violencia absoluta? “El colo-nizado está dispuesto en todo momento a la vio-lencia.” Pero Fanon avanza hasta confines temi-bles. Hasta ella, que no teme a nada, a veces vaci-la. La palabra locura le produce vértigo. No es unvértigo humanista. Algo que le haga decirse:¿cómo voy a matar a un semejante, a otro serhumano? Eso es mierda humanitaria. Chatarragandhiana. Si alguien mata a otro es porque eseotro no es, para él, un semejante. Ni otro serhumano. El fusilador Aramburu no es mi seme-jante ni “otro” ser humano. Es sólo un asesino.Un asesino al servicio de un régimen explotador.Eso lo despoja de su humanidad. La humanidadse gana. Se gana poniéndose del lado de la causadel hombre. La causa del hombre es la libertad.La muerte de la opresión. La liberación de lapatria. La creación de una nueva humanidad. Deun nuevo hombre. El que está en contra de eso,no tiene humanidad. ¿Qué nos impedirá matarlo?Fanon, ante el colonizador, rechaza todo métodoque no sea violento. A los oprimidos, sólo esalocura, la violencia, puede arrancarlos de la opre-sión colonial. ¿Estamos, entonces, locos? Sí, locosde justicia. Locos porque no somos cuerdos. Loscuerdos no se juegan la vida. Nosotros sí. Nos lajugamos por la liberación de los demás, de todoslos oprimidos de esta tierra. Estamos, entonces,locos de amor. Y no me vengan con que ésta es lafrase de una mujer. Tiene que ser la frase de todorevolucionario. Nosotros matamos por amor.

Gaby no sigue junto a los demás. Tiene otras

tareas. Ninguna de ellas menos importante quelas de sus compañeros. Llegan a Figueroa Alcortay Pampa. Gaby, le dicen La Flaca, Maza y otromás se bajan de la camioneta. Cargan los bolsoscon los uniformes. Cargan los fierros. Y se van ala casa de un compañero. Tienen una misióndecisiva: escribir algo que estallará en las redac-ciones de todos los diarios. Que los locutores lee-rán una y otra vez, miles de veces, con voz alar-mada, dolorida y también con un miedo oscuro,indefinible: el de saber que algo muy grave acabade suceder en el país.

3.En la pickup, Ramus y Capuano quedan adelan-

te. Aramburu, Fernando y Firmenich, atrás.Empiezan, los jóvenes centuriones, a sentir que lascosas están saliendo bien. Hasta demasiado bien.¿Será así de fácil? ¿O el destino se prepara para sor-prenderlos? No piensan mucho. No hay tiempo.Poco después, otro cambio. Suben a una Gladiator.Nada de esto importa mucho. Tienen una meta:Timote. Saben cómo llegar. Durante un largo mesestudiaron la ruta. Una ruta directa. ¿Qué significadirecta? Que eluda todo puesto policial. No es porexcesivo temor. Policía que aparezca, policía quemuere. Pero si se puede evitar, mejor. Tambiénquieren eludir toda ciudad importante. Lo consi-guen. Fernando, íntimamente, siente ya el sabordel triunfo. Todo ha sido fácil. Todo sigue siendo

II

Page 63: Peronismo Parte 2

fácil. Para qué negarlo: es fácil matar a alguien enla Argentina. Si lo es con Aramburu, lo es concualquiera. La pregunta lo sorprende: ¿lo será conellos? Ellos son el viento. Son inapresables. Noestán en ninguna parte, y están listos para estar entodas. Son la guerrilla urbana, y la guerrilla urbanaes invencible. No se puede contra ella. Es comoarena. Se escurre entre las manos del poder. Y escomo roca: cuando golpea, destruye.

Con razón o no –se verá–, la narración no harequerido la presencia del joven que hizo de cabode policía durante el operativo. Tiene 22 años yde todos los que en esta jornada se juegan la vidapara terminar con la de Aramburu será el únicoque conservará la suya. Es Mario Eduardo Firme-nich. Católico, nacionalista, egresa con medallade oro del Nacional de Buenos Aires. No será elhéroe de la jornada, aunque en el interrogatoriode Aramburu tendrá mucho que decir. Las bue-nas novelas evitan describir el aspecto físico delos personajes. Firmenich lo necesita menos quemuchos. Se lo conoce. Se lo quiere poco. O se loodia. O se lo cuestiona. O aún conserva adictosque se alteran sinceramente cuando no se lo poneen el altar que ellos le desean. Personaje enigmá-tico, se podrá decir de él tanto que fue un autén-tico revolucionario como un agente de la CIA.Falta mucho aún. Pero este hombre –que, antes,se adueñará de la conducción política de Monto-neros– ordenará, en un acto brutalmente equivo-

cado, el asesinato de un sindicalista por el quepocos se morían de amor, pero al que menostodavía querían ver muerto. Perón, el primero.Ahora mira el paisaje y se siente orgulloso. “Estoes un paseo”, se dice. Y lo es: en toda su existen-cia operativa –que ya es extensa– no recuerda unescape más fácil, más simple, con menos escollosque éste. ¡Y se lo cargaron a Aramburu! Le preo-cupa un poco la llegada a la Gral. Paz. Se sabe:circulan autos y camiones por ahí. A veces,muchos. Suele haber problemas de tránsito.Suele haber policías para evitarlos. Hoy, ni unacosa ni la otra. Salen por Gaona y se meten encaminos de tierra que conocen, que estudiaroncon anterioridad. No habrá problemas. Si lascosas se preparan bien, los operativos no fallan.No fallará éste. Al que han llamado OperativoPindapoy, por el nombre de un jugo de naranja.Difícil saber si por algo más.

Hay que cruzar el río Luján. Saben cómohacerlo. Hay un puente viejo y sólido, hecho conmateriales nobles. Lo probaron. Es de madera,pero aguantará. Se toman ocho horas para hacerun trayecto que llevaría cuatro. Pero eluden todositio que pueda esconder un riesgo. Porque es así:los riesgos no están a la vista. Se esconden y nossorprenden. Hoy, uno, lo sorprendió a Arambu-ru, de aquí que ahora esté con ellos, no en sucasa, con su mujer, tomando ese café que segura-mente tomaría después del almuerzo, antes de

conspirar para darle vida al régimen, para hacerun peronismo “de saco y corbata”. No, general.Hoy tuvo un problema. Pero no inesperado. Talvez usted lo considere inesperado. Pero este pro-blema le nació a usted hace muchos años. Cuan-do firmó el decreto 4161. O el día de la fusila-ción de Valle. O el de la desaparición de Eva.Hizo todo lo posible para estar donde ahora está.Su destino, que nosotros someteremos a juicio,fue usted el que lo diseñó. Desde este punto devista, somos su creación. O no sólo la suya. Somosla creación perfecta, impecable, de la Argentinagorila. ¿Qué otra cosa esperaban engendrar?¿Jóvenes obedientes, que aceptaran sumisos susarbitrariedades, sus desdenes? No hay jóvenes así.Un hombre es joven cuando sabe ponerse dellado de la injusticia. Y ustedes, a la natural injus-ticia de todo pueblo sometido a la expoliacióncapitalista, le añadieron al nuestro la orfandadpolítica, le quitaron a su líder, le impidierondecir el nombre de ese conductor de pueblos alque aman, del que sólo recuerdan días felices,soleados, en que se sintieron parte esencial de lapatria y no sus desechos, su mano de obra malpaga, sus laboriosos ofendidos, vilipendiados. Yle quitaron a su abanderada. A Eva, la mujer quelos amó hasta quemarse en el fuego de ese amor,tan ardiente era. Ahora, ellos, en nosotros, bus-can su venganza. Si los humillados no se rebelan,habrá siempre jóvenes de corazón puro que loharán por ellos, indicando el camino, asumiendola vanguardia. A joderse, general. Llegó la horade pagar la cuenta.

Prestemos atención a Aramburu. ¿Podremospresumir lo que piensa, será posible? Se lo vesilencioso. ¿En qué piensa un hombre silenciosoque se sabe entre enemigos, que viaja entre sussecuestradores, que tampoco le hablan? A veces, elsilencio ha de haberse tornado un grito en esa pic-kup Gladiator. ¿Temerá que lo maten? ¿Aceptarádentro de lo posible que esos jóvenes se atrevan aultimarlo? No, dialogarán con él. Le harán saberqué quieren. Secuestrarlo a él es secuestrar a unhombre que dialoga con lo más alto del poder dela República. Que probablemente –incluso– sea élmismo quien pronto lo encarne. Secuestrarlo a éles hacerse oír por alguien que, si los escucha,puede hacer reales algunas o muchas de sus peti-ciones. Hoy les concederá unas cuantas. Está dis-puesto a decir que sí. A prometer. Después verá.Pero si se trata de decirles que hará lo que lepidan, lo hará. Son muy jóvenes. Todo joven esun idealista. Se sabe: incendiario a los veinte,bombero a los cuarenta. Será amplio, generoso,hasta bonachón. Sí, va a zafar de ésta. Creemosque algo así habrá pensado Aramburu en ese viajelargo, por caminos poceados, terrosos, húmedos.

A las cinco y media, seis de la tarde llegan a LaCelma. Es un casco de estancia. No es ajeno. Noentran en un lugar que no les pertenezca. Es de lafamilia de Gustavo Ramus. Aramburu se dacuenta. Esto lo tranquiliza aún más. Son jóvenesde buenas familias, de familias ligadas a la tierra,a la patria. Bajan. Caminan hacia la casa. Depronto, un inconveniente. En toda estancia hayun capataz fiel. Ese tipo de hombre que dedica suvida a una familia, a cuidarle los bienes, a vivircerca de los patrones sin jamás, pero jamás, con-fundirse con ellos. El capataz tiene que ser unhombre sin ambiciones, un alma simple, un almaobediente, alguien que encuentre su felicidad enla felicidad de sus patrones. El hombre es unvasco y se llama Acébal. Ramus se le adelanta.No quiere que el sirviente fiel se acerque al gruporevolucionario. Ramus sabe cómo hablarle. Todopatrón sabe hablar con su capataz. Sabe compar-tir su mate. Comer sus bizcochos. Preguntarlepor su mujer, cuyo nombre conocerá. Y por sushijos, cuyos nombres también conocerá. Des-pués, como siempre, le deslizará unos buenospesos en sus manos ásperas, castigadas por el tra-bajo de décadas. Y le dirá “don”. Y le dirá: “¿Quéme dice, che?” Este “che” es importante. Es unlazo. Un gesto íntimo. El patrón desciende almundo del capataz. Todo patrón sabe hacer esto.También sabe despedirse. Sabe dejarlo solo alcapataz, en su mundo. Y él unirse al suyo. Queno se tocan ni se tocarán. Pero esto no niega loque se construye en ese momento que les perte-nece, que es de ambos. “¿Cómo anda, don Acé-bal?” “Bien, patrón. Todo en orden.” Luego,

III

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Ramus le dice que se vaya a dar una vuelta.Acaso que se vaya al pueblo esa noche. Por esole da unos buenos pesos, más que de costum-bre. No demasiados: no quiere que Acébal sos-peche nada. Pero lo justo: “Vaya y pase unbuen rato, don Acébal. Mañana será otro día”.Se les une Firmenich. Después, Ramus, entraen la casa. Ahora, él, no Acébal, es el pueblo.

Cualquiera comprende y acepta que Ramusno puede decirle una palabra de lo que sucede asu capataz. O al capataz de la estancia de sufamilia. Que, por lo visto, por el trato amistosoque tiene con él, es tan suyo como de cualquierotro, y tal vez más porque Ramus sabe tratarlo,sabe hablarle, como Fabio Cáceres a DonSegundo. Reclama, sin embargo, nuestra aten-ción un hecho innegable: el único personaje delpueblo que aparece en toda la historia es aparta-do por completo, es al que más se lo aleja delcentro de la escena. Lo dicho: se comprende.Pero hay cierta paradoja que late en ese comple-jo socavón.

4.Fernando Abal y otro compañero meten a

Aramburu en la casa. Este compañero baja algodistraído, “algo boleado”, dirá Firmenich, delauto: lleva la metralleta en la mano. Don Acébalno lo advierte. Firmenich, ya sin el traje de poli-cía, se une a Ramus y al capataz y participa unpoco de la conversación. Esto nos revela que loconoce a don Acébal, que no es la primera vezque va a la estancia La Celma. Ahora, tambiénellos entran en la casa. Ahí, a puertas cerradas,sucederá lo que resta. Todo, hasta el final.

Aramburu está en mangas de camisa. Tampo-co tiene corbata. Sigue sin tener nada claro. Estono va a durar mucho: pronto tendrá todo quizádemasiado claro. Lo meten en un dormitorio.Lo sientan en una cama. Los jóvenes se paseanen silencio. Es posible que fumen. Se fumabamucho en esa época. No sabemos si Aramburupide un cigarrillo. No sabemos si le ofrecenalgo. Un café, al menos. Le deben esa atención.El, o su mujer, les ofreció un café. Pero los jóve-nes parecen concentrados en lo que están poriniciar. Nada menos que el juicio. Estos jóvenesde 23 y 22 años van a juzgar a un veterano gene-ral de 67. Un hombre ya casi viejo. Tengamosen cuenta la fecha: 1970. Han pasado muchosaños. En 1970 –y más aún para pibes de 23 y 22años–, un hombre de 67 era un viejo, o unhombre decididamente mayor. Pero Fernando yFirmenich no lo ven así. Lo ven como un mojónde la historia del país, un testigo, un protagonis-ta desalmado. Aunque esto, todavía, espera eljuicio correspondiente para ser establecido.

Hay otra cama frente a la de Aramburu. Fer-nando se sienta en ella. Apoya los codos en susmuslos y entrelaza sus manos. Mira con fijeza algeneral. Le dice:

–General, nosotros somos una organizaciónrevolucionaria peronista. Si lo detuvimos es por-que vamos a someterlo a juicio revolucionario.

Aramburu, ahora, entiende todo. Lo entiendey lo acepta con naturalidad. Aquí, hagamos unapregunta: ¿esperaba esto? Sabía que andaban porahí grupos guerrilleros peronistas. Hacían unacosa y otra, nada grave. ¿Nunca pensó que podí-an incomodarlo? Si lo pensó, nada indica que lohaya hecho. Lo sabemos: ni custodia tenía.Cuando la tuvo, fue esa custodia la que losecuestró y la que ahora lo está juzgando. Dice:

–Bueno.Los jóvenes lo ven sereno. Si disimula, lo hace

muy bien. Fernando intenta sacarle unas foto-grafías, pero la cámara se estropea. Para el juicioapelan a un grabador. Deseando que no tenga lamisma suerte. El grabador cumple su función:graba todo el juicio. Deben haber gastado unascuantas cintas porque el juicio se dilata, se alargamás de lo esperado. Los jóvenes no quieren pre-sionarlo, no lo quieren –dirán años después–intimidar. No parece hombre como para intimi-darse el vasco Aramburu. Advierte que los jóve-nes demoran sus preguntas. Hay algunas dila-ciones que buscan darle tiempo para respondercon precisión. El las aprovecha. No sabe porqué, pero cree que toda demora juega a su favor.O sí: lo sabe. Somos nosotros los que no lohemos advertido. El viejo zorro va más allá que

el narrador. Cuesta atraparlo a veces. Aramburudemora sus respuestas, busca tiempo, busca queese interrogatorio se extienda inmoderadamente.Sabe algo: medio país ya debe estar buscándolo.Cuanto más tiempo gane, más tiempo hay paraque lo encuentren. Responde con vaguedades.

–No sé –dice.O también:–No me acuerdo.Supone que la desmemoria puede salvarlo. Si

no se acuerda de nada, ¿de qué se lo puede acu-sar? ¿Qué pueden saber estos chicos? Lo queleyeron. Lo que les contaron. Pero, ¿qué pruebastienen? Al no tener pruebas dependen de suconfesión. Supongamos que él se las niega. ¿Quéharán? No le gusta este camino. Otra vez losmira a los ojos. Otra vez descubre lo que yasabe: en esos ojos brilla la determinación, la fie-reza que sólo la lucha por una causa puede dar.Son, además, peronistas. Deben odiarlo.

Fernando se pasea otra vez por la habitación.Por fin, dice:

–Voy a formularle el primer cargo de peso.Usted, general, en junio de 1956, ordenó el fusi-lamiento del general Valle y de otros patriotasque se alzaron con él.

Aramburu responde de inmediato. Se ve queesa respuesta la ha elaborado a través de losaños. Que no es la primera vez que le mencio-nan ese incómodo asunto y no es la primera vezque él ofrece una respuesta que lo satisface.Que, cree, lo cubre, lo protege. Lo torna ino-cente.

–No es así –dice–. No estaba en Buenos Airescuando ocurrieron esos lamentables sucesos.

–¿Lamentables?–Lamentables. Todo fue lamentable. La ridí-

cula asonada y los fusilamientos. Yo estaba enRosario. No pude impedirlos.

–No es así, general –dice Fernando–. Tene-mos pruebas.

5.Las pruebas son implacables. Somos lo que

hacemos. Nadie escapa de su pasado. El deAramburu lo está atrapando precisamente cuan-do él quería ser otro. Ya no soy el que fui, cam-bié. Ya no odio a los peronistas, quiero inte-grarlos a la democracia. Ya no fusilaría a nadie.Creo que eso quedó atrás o es ahí donde debequedar. Con odio no se construye un país. ¿Porqué estos jóvenes me recuerdan lo de Valle? Yano soy el que hizo fusilar a Valle. Los años nome pasaron en vano. Tengo 67. No viví envano. Viví para cambiar. Para enmendar miserrores. Mis jueces son muy jóvenes para enten-derlo. Creen que uno no cambia. Creen queuno es siempre lo que es cuando es joven.Creen eso porque están orgullosos de lo que sony no les gustaría cambiar. Pero se puede cam-biar para ser mejor de lo que uno fue. Nunca loentenderían. Hoy, ellos sienten que jamás seránmejores. Que jamás serán más puros ni tan ide-alistas. Será inútil convencerlos de otra cosa.Aramburu, con desaliento, lo sabe: esos jóveneslo han congelado en junio de 1956. A ese Aram-buru están juzgando. Al hacerlo, creen que estede hoy es también aquél. Para el vengador, suvíctima tiene que ser siempre la que cometió elacto que exige su venganza.

–Sobre todo el decreto N 10.364, general–dice Fernando–. Ese es el que ordena, por deci-sión directa del Poder Ejecutivo, o sea: Usted,que se fusile a los sublevados. ¿Cómo le hizodecir a la mujer de Valle que dormía? Nadie quefirme un decreto así puede dormir.

–Tenía la conciencia en paz –dice Arambu-ru–. Estaba seguro de mis actos. Escuchen,nosotros hicimos una revolución. La hicimoscontra un gobierno antidemocrático, tiránico,que alimentaba el odio de clases. Un gobiernopersonalista y corrupto. Una revolución exigedureza para sostenerse. Los peronistas eranmuchos y conspiraban incesantemente. Por fin,Valle nos hace una contrarrevolución. La aplas-tamos. Y pusimos a los sediciosos frente a unpelotón de fusilamiento. Supongo que no nece-sito instruirlos sobre este punto: toda revoluciónfusila a los contrarrevolucionarios.

¿Advierte Aramburu lo que acaba de decir?¿Acaba de firmar su condena de muerte? ¿Qué

piensa que creen de sí mismos los jóvenes que loestán juzgando? Se lo dijeron: “Somos una orga-nización revolucionaria”. ¿Qué cree que es élpara esos revolucionarios? Un contrarrevolucio-nario. Si toda revolución tiene el derecho defusilar a los contrarrevolucionarios, ¿qué esperaque hagan con él sus enjuiciadores? Nadie, enmedio de este clima tenso, recuerda una fraseque todos conocen. Aramburu, porque la leyócomo admirador de Lavalle. Sus jóvenes rapto-res porque la leyeron como fanáticos de Dorre-go, a quien, de algún modo, también están ven-gando hoy. Es la frase de Salvador María delCarril, ese frío unitario que busca convencer aLavalle para que mate a Dorrego. Era, más omenos, así: “Una revolución es un juego de azaren el que se gana hasta la vida de los vencidos”.

–Queremos leerle unas declaraciones del almi-rante Rojas –dice Firmenich.

–¿Por qué yo y no él? –dice bruscamenteAramburu–. Si hay un gorila en este país esRojas. El también decidió los fusilamientos. Ymuchas otras cosas. Si por él hubiera sido... –Sedetiene. Piensa mejor. Dice–: De los dos, elmoderado soy yo. El...

–El es un payaso –lo interrumpe Fernando–.Es un bruto. Siempre fue usted el inteligente. Elque tomó las decisiones. Y es usted el que ahoraestá en algo que es posiblemente el motivo cen-tral de este juicio.

–¿Cuál?–Ya lo va a saber. Vuelvo a las declaraciones

de Rojas. Acusó a Valle y a sus compañeros demarxistas y amorales.

–¿Lo ven? Yo jamás habría dicho eso. ¿Cómovoy a decir eso? ¿Cómo voy a decir eso de Valle?Un católico, un hombre de familia.

–Necesitamos que firme una declaración.Que diga lo que acaba de decirnos. Que Valleno era un marxista ni un amoral. Que Rojasmintió.

Aramburu, como sorprendido, se arquea haciaatrás y abre las manos.

–¿Eso quieren? –Eso.–Pero eso... Eso podríamos haberlo hecho en

mi casa.Fernando Abal sonríe apenas. Es la primera

vez que lo hace. –Usted no entiende, general. Queremos eso y

queremos otras cosas también. Queremos quenos hable del golpe contra Onganía. Usted estáal frente y el propósito es integrar el peronismoal sistema. Ponerle saco y corbata. Amansarlo.Entregarlo al régimen liberal democrático de lasclases dominantes.

–No lo interpreto así. Pero comprendo queustedes lo hagan. –Aramburu se detiene. ¿Noquiere seguir hablando? Frunce el entrecejo.Aprieta los labios, como si buscara impedir quele brotaran palabras. Al cabo, dice–: Si quierenhablar de eso apaguen el grabador. Es demasia-do grave.

–Pero no es lo más grave –dice Fernando.–Queremos hablar de algo más grave, general

–dice Firmenich–. Mucho más grave.Aramburu entra en uno de sus largos silen-

cios. No se queda en blanco. Es notorio quepiensa. Que no se evade. Pero, ¿por qué tantotiempo? ¿Es cuidadoso, sensato, le gusta elegirsus palabras, buscar la expresión justa? ¿O es, sinmás, lento? Nuestra suposición es otra, la diji-mos: necesita tiempo. Necesita ganar tiempopara quienes lo estarán buscando.

Todo lo que dice es:–Qué. Fernando está de pie. Algo alejado. Lo mira

desde arriba. Secamente, dice:–Queremos hablar del cadáver de Eva Perón.Aramburu lo esperaba. Lo temía. Al demorar-

se tanto el tema creyó que no estaba en juego,que se libraría de él. Pero aquí está: Eva Perón.No hay peronista que no enfurezca cuando saleel tema de esa mujer que ellos, malamente, lehan escamoteado. No hay venganza que EvaPerón no justifique, no reclame. No hay modode reparar esa injuria.

Aramburu, ahora sí, siente que está en peligro.

Colaboración:Virginia Feinmann – Germán Ferrari

IV Domingo 5 de octubre de 2008

PROXIMO DOMINGO

El secuestro de Aramburu (III)

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

El secuestro de Aramburu45

Page 66: Peronismo Parte 2

1.

Hay una primera certeza: elgeneral suele salir de su casaalrededor de las once de lamañana. Pero no siempre. Loque demuestra que no habrá

certezas absolutas. Salvo la decisión de matarlo,pero esa certeza es de ellos. Lo demás, larealidad, no ofrece garantías de ningún tipo.Todo es riesgo, terreno inseguro. El general salea veces, a veces no. De modo que atraparlo en lacalle será azaroso. Y dejar las cosas libradas alazar no es aconsejable. Hay que partir de hechosseguros, que tengan la regularidad delmovimiento de los astros. Hoy salió. Mañana,quién sabe. Lo ven desde la vereda de enfrente,desde una sala de lectura, tal vez una biblioteca,del colegio Champagnat. El general caminatranquilo, no tiene apuro. Está en medio demuchas tramas, tiene demasiados planes. Estáen el centro –un centro opaco porque es secreto,conspirativo– de la política nacional. Quiereque Onganía se vaya. Es un torpe corporativista,un Franco tardío, alguien que no entiendenada. El general, sí. El general entiende. Hayque negociar en serio con el peronismo. Elesquema de excluirlo, de marginarlo del juegopolítico, debe terminar. No va más. El lointentó al principio, en 1955, cuando lo echó aLonardi, que los respetaba demasiado a losperonistas, que los quiso integrar desde elvamos. Ni vencedores ni vencidos. Un tonto, unflojo, un nacionalista católico con el corazón deun monaguillo ingenuo. Estos nacionalistasapenas si saben hacer bataholas, alzamientos.Después, los liberales tienen que arreglar todo.Gobernar. A Uriburu tuvo que arreglarle eldesorden Justo. A Lonardi, él. No, ahí, en el ‘55sólo era posible la mano dura. O eso le pareció.Tiene que ser posible desperonizar a este país demierda, se dijo con rencor, con bronca, con sedde revancha. Si no alcanzó con el bombardeo dejunio, con el golpe de septiembre, habrá queinsistir. Seguir pegando fuerte, donde les duela.Esconderles a la Perona, que no la vean más. Sino, el desastre. Dondequiera que la pongamosirán en manadas a rendirle culto. Otra que laDifunta Correa. No, la difunta Eva, en el país,nunca. Llévensela. Pónganla en cualquier lugardel mundo. Aquí, no. Nadie podrá negarle algeneral el empeño que puso en desperonizar elpaís. Inútil. El país se obstinaba en serperonista. El, que llevó la desperonización alextremo de la muerte, que hizo fusilar al generalValle en una penitenciaría, que no recibió a sumujer, que le dijo que dormía, él, que ordenó oaceptó sin que un solo pelo se le moviera losasesinatos clandestinos, hoy quiere negociar,hablar con los enemigos. Es lo único que resta ylo que sin duda funcionará. Con cautela:primero con los sindicalistas y los políticosdemocráticos, conciliadores. Decirles conclaridad: habrá, pronto, elecciones y ustedes sepodrán presentar. Y si ganan tendrán lo queganaron. Y si es el Gobierno, será el Gobierno.Y si quieren traerlo a Perón, hablaremos. Todopuede ser. Pero en calma. Todos tirando para elmismo lado, el de la democracia argentina, el dela institucionalización. Al general, ni siquiera leresulta paradójico que sea él quien se hayapuesto al frente de eso. La historia –sueleconfesarse– nos cambia a todos. Algo habráhecho también con Perón. Eso, lo que hizo conél: cambiarlo. No puede ser el mismo. Si él, quees un vasco cabeza dura, supo apartar los viejosodios de su corazón, ¿por qué no el hombre dePuerta de Hierro? Al cabo, los años no pasan envano y a Perón le han pasado unos cuantos. Selo ve viejo, o cansado. Como si sólo el odio o elafán de la revancha lo mantuvieran en pie,lúcido. Si le damos un par de gustos, se va acalmar. Le devolvemos el uniforme. Loascendemos a teniente general. No ha de haberdolor más grande para un hombre de armas quela degradación y la ausencia de la patria a cuyadefensa dedicó su vida, o juró hacerlo. Ledevolvemos el uniforme y se acabó: es nuestro.Ahora, calme el país. Póngase del lado de lagente de honor. El general cree, con orgullo,que la suya es la tarea de un verdadero estadista.O más: la de un patriota. Ese gesto, tenderle

una mano a su viejo enemigo, mirar hacia elhorizonte con rencores agonizantes, desleídos,tiene grandeza. ¿La tendrá Perón? Si no la tiene,tendrá otra cosa: el cansancio de los años, eldeseo de reposar. La guerra terminó. Venga,otra vez es uno de los nuestros. Un militar de lanación. Ponga a cualquiera de los suyos decandidato y punto. Si ganan, ganan. Usted no,a usted no lo vamos a dejar. Presidente, usted,no. Créame, es un favor que le hacemos.Desgasta mucho el poder. Le damos lo quequiera, lo que pida, pero no la presidencia. Nopuedo. Puedo mucho, pero no todo. Nadiepuede todo. Ni usted pudo. Pero le doy mipalabra: Onganía se va. El escollo es él, la gentecomo él. Usted los conoce bien. Son esos a losque llama gorilas. No toleran ni escuchar sunombre. No cambiaron. Yo sí. Soy el hombreque este país necesita. Usted es el otro. Rabiososenemigos de ayer, hoy estamos juntos y levamos a crear una salida a este laberinto que nossofoca desde hace ya 15 años. Tiene mi palabrade caballero y de soldado. Pero usted ponga losuyo, Perón. O si lo prefiere, y sé que loprefiere, general Perón. Nada de comunidadorganizada, republicanismo. El PartidoJusticialista, si entra al sistema, entra comopartido del sistema, ¿está claro, no? Póngalesfreno a los sindicalistas duros, a los sacerdoteslevantiscos, a los guerrilleros que andaninvocando su nombre y a los que no. Estamos atiempo. Podemos hacerlo sin que corrademasiada sangre. Nada de MovimientoPeronista, general. El país necesita undemocrático Partido Justicialista si quiere entraren la carrera electoral. Yo voy a ir con el mío,con Udelpa. Si gano, gano. Si no, meconformaré con haber sido el artífice delordenamiento definitivo de la república.

2.Ahora ha vuelto a su casa. Ni sospecha que lo

vigilan. Ahí nomás, desde la sala de lectura delChampagnat. Si lo supiera, acaso pensaría quesomos arcilla blanda, fácil, en manos de una his-toria que creemos hacer y nos hace entre sorpre-sas, pasmos. Que uno cree ser el creador de suce-sos nuevos, impensados. El patriota que lleva lahistoria del país a un lado, luego a otro. El hom-bre providencial. El que ayer echó al peronismo,el que hoy lo traerá para beneficio de todos. Perono lo sabe. No sabe nada. Se deja llevar por suspensamientos, tiene cientos de ideas, de imáge-nes, de proyectos. Imagina un país de unidad, depaz ciudadana, de progreso. Un país hecho posi-ble por su sincero, honesto patriotismo. Tiene,cree, todo bajo control, el plan perfecto, el queno puede fallar, el que le tallará esa estatua queno duda merecer. Pero sólo hay algo que ignora.Ignora que, desde la vereda de enfrente, lo vigi-lan. Ignora que, en poco tiempo, lo matarán.Ignorar eso es ignorarlo todo. La vida es así, tanimprevisible que mete miedo.

Los jóvenes lo ven entrar en el edificio. Ahí,donde vive. Todavía no saben dónde secuestrarloni cómo. Saben que lo van a hacer, sea como sea.Toman notas. A eso le dicen “fichaje externo”.Nadie los molesta. La sala de lectura o bibliotecaes un páramo o un lugar en que aparece, rara-mente, algún distraído, busca un libro y se va.Fichan, también, desde la avenida Santa Fe. Ahíhay un cabo con sobrepeso, de pelo rubio. Estodebió haberles llamado la atención. El pelo rubio.Pero el tipo tendría cara de poca cosa, un simplecabo de consigna; nada grave. Todo parece fácil.¿Por qué no aprovechar esa caminata matinal ylevantarlo en la calle? Bastaba con tapar la lunetadel auto con una cortina y las dos ventanillas col-gando dos trajes: uno en una; otro en otra. Dese-chan la idea. La calle es siempre un riesgo. Hayque aprovechar la debilidad que ofrece la víctima.Esa debilidad es que carece de custodia. Suenararo, pero es así. El tipo que fusiló a Valle, queescamoteó al pueblo el cadáver de Eva, que matóa los compañeros de José León Suárez, no tienecustodia. Nadie lo cuida ni él pide que lo hagan.¿Se considera invulnerable o inocente? La ausen-cia de custodia decide la modalidad del operativo.Ellos le darán la custodia. Ellos serán su custodia.Lo custodiarán hasta su muerte. Pero, ahora, tie-nen que custodiarlo en tanto lo sacan de su casa.

Hay problemas. El general vive en el octavo piso.Hay que llegar hasta allí sin despertar sospechas.En la Argentina de 1970 nadie despertaba menossospechas que un militar. Al contrario, desperta-ba temor, reverencia. Gobernaban y eran durosgobernando. Los jóvenes toman una decisión bri-llante: habrán de subir hasta el octavo piso disfra-zados de oficiales del Ejército Argentino. Ignoran(porque ellos también lo ignoran todo o casitodo) que habrán de terminar su carrera usandotambién uniformes militares. Pero falta para esto.Falta demasiado. Esta historia recien empieza.

Uno de ellos, al que le dicen el Gordo Maza,sabe cómo caminan, cómo miran, cómo hablanlos militares: fue liceísta. Todo tipo que pasó porun Liceo Militar algo se llevó de ahí. Algo demilico se le pegó para toda la vida. Algunos, porejemplo, caminan erguidos y levantan el culo.Otra cosa: les cuesta dejar el hábito de levantarsetemprano. Todo civil conoce esa frase con que seironiza sobre esa invariable habitualidad militar:Al pedo, pero temprano. El Gordo Maza le enseñaal compañero que entrará a buscar a Aramburucómo, si no ser, al menos parecer un militar. Elcompañero aprende rápido. Tiene esa tendencia:la rapidez; odia lo lento, lo mediato, incluso locomplejo. Esto lo define como lo que es: unhombre de acción. Se llama Fernando AbalMedina, tiene 23 años y un pasado tumultuoso.Tenemos que hablar de él, ya. Será el que cargarásobre sí el peso de la ejecución. Porque ese día,ese viernes de mayo, el general habrá de morir yél habrá de matarlo.

Fernando nace en 1947. Importa señalar queocho de sus primeros años los pasó bajo el primergobierno de Perón. Ese gobierno –esto se sabe–decía estar en contra de todos los privilegios,menos uno: el de los niños. En la nueva Argentinalos únicos privilegiados son los niños. Fernandovivió ocho años como un niño peronista feliz yprivilegiado. Tenía otro privilegio: formaba partede una familia próspera y católica. Entra en elNacional de Buenos Aires. Es alto, flaco, tieneuna cara como tallada, con pómulos rocallosos.Tiene, también, una inteligencia notable. Perohay en él más fuego, más ardor que reflexión. Opiensa de tal modo que las ideas se le vuelven tor-mentas, atrapan los acontecimientos con celeri-dad y esa celeridad busca la acción, esa acción,que proviene de un temple fragoroso, se dará, casisiempre, en la modalidad de la violencia. No esazaroso que a los 14 años lo encontremos en elMovimiento Nacionalista Tacuara. Ahí coincidecon sus compañeros del Buenos Aires: Mario Fir-menich y Carlos Ramus. Los conoció repartiendocadenazos y puteando a todo el que les parecieradesagradable. Si era judío, peor. Habrán de cam-biar. Todavía no. Ahora están en Tacuara. Lesgusta ser malos. Se ponen de moda. No ellos,Tacuara. Se peinan a la gomina, bien tirante,hacia atrás. Conocen a Rodolfo Galimberti, debreve paso por la organización, más joven queellos, pero un tacuarista que jamás habrá de aban-donar el pelo a la gomina. Que usará sacones decuero, a lo Rommel. Son los primeros años de ladécada del sesenta. Por la televisión, un comercialse dirige a ellos. Un comercial de Brancato, lagomina de la época. El comercial es así: apareceun tipo joven y se pasa, feliz, la mano por su pelotirante, bien Tacuara. En off una voz dice: “Bran-cato, como te gusta a vos, Juan Manuel”. JuanManuel es por Juan Manuel de Rosas, el caudillofederal al que los Tacuara admiran. Aquí, unopodría pensar: están perdidos. Sólo van a ser otrapandillita de pibes fascistas, violentos, con cade-nas y manoplas. Fajadores de judíos y de homose-xuales, sólo eso. No, nada –en esta historia– eslineal. Presumiblemente habrán concurrido acharlas secretas y cavernícolas de un cura caverní-cola: Julio Menvielle. Tal vez otro cura, SánchezAbelenda, no les haya sido desconocido. Pode-mos, con coherencia, inferir que una educaciónpolítica basada en lecturas de Maurras, de AlfredRosenberg y de Adolf Hitler no será la base ade-cuada para la militancia de izquierda que luegoiniciarán. La escasa o nula frecuentación de libroscomo las Lecciones sobre la filosofía de la historiauniversal, El Capital, El Estado y la revolución olos Cuadernos de Antonio Gramsci tiene quehaber pesado en errores que habrán de cometer.Entre tanto, los apasiona más el vivere pericolosa-

II

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mente mussoliniano que la dialéctica del Amo yel Esclavo de Hegel, que ignoran y casi todosignorarán siempre. Se acercarán a Hegel leyendoa Clausewitz. Pero falta. Será cuando se haganperonistas. Todavía están en Tacuara. Les atrae elrevisionismo histórico nacionalista: los hermanosIrazusta, Ernesto Palacio, José María Rosa, Car-los Ibarguren, Ricardo Font Ezcurra. TambiénJauretche, pero Jauretche es otra cosa. Probable-mente en él, en esa prosa juguetona, hiriente,siempre polémica, hayan olfateado el olor delperonismo.

3.Fernando, al poco tiempo, habrá de conocer al

sacerdote Carlos Mugica. Todo, ahora sí, empie-za a cambiar. El Movimiento NacionalistaTacuara se escinde en el Movimiento Nacionalis-ta Revolucionario Tacuara. El demoníaco curaMenvielle enfurece y crea la Guardia Restaurado-ra Nacionalista, que son como Tacuara o peor.Su sigla, hay que reconocer estas cosas, es inge-niosa y cruel: GRN. Es un rugido. Menvielle ysu Guardia son felinos rabiosos dispuestos a cazarcomunistas, judíos y masones. Fernando no.Nadie conocía a Carlos Mugica y seguía siendoel mismo. Mugica ha hermanado a Jesús con lajusticia social. Era un hombre de ojos claros,rubión, estatura mediana, no alto, inteligente,sensible. La revolución no era para él un atajopara dejar los hábitos. Creía que Jesús habíavenido a traer la espada, no sólo la cruz. No sóloel amor, sino el amor que se expresa a través de lalucha. El único amor: el que nos lleva a amar alos desposeídos. Imaginaba a un Cristo como elque Evita imaginara en un texto que él no llegaráa conocer, Mi mensaje. Le habría gustado leeresta frase: “Tenemos que convencernos parasiempre: el mundo será de los pueblos si los pue-blos decidimos enardecernos en el fuego sagradodel fanatismo. Quemarnos para poder quemar,sin escuchar la sirena de los mediocres y de losimbéciles que nos hablan de prudencia. Ellos seolvidan que Cristo dijo: ‘Fuego he venido a traersobre la tierra y qué más quiero sino que arda’”.Estas palabras habrían sido un vértigo para Fer-nando. Mugica las encarnaba menos. No le eraajena la decisión esencial del católico revolucio-nario. La que, mejor que nadie, dice Eva: que-marse para poder quemar. Pero Fernando laencarnaba hasta los confines. Su vida era eso. Sedestinó para que eso fuera, y eso fue. FernandoAbal Medina se quemó para poder quemar. Loque no buscó en los grandes teóricos del socialis-mo se lo entrega Mugica. Porque no alcanza conla decisión de quemarse para poder quemar. Hayque saber cómo quemarse. Y, sobre todo, quéquemar. Mugica le habla del cura guerrilleroCamilo Torres, el colombiano. Le habla de lalucha armada. Le hace conocer a los Sacerdotesdel Tercer Mundo. Le habla del peronismo. Dela Revolución Cubana. Hasta de John WilliamCooke le habla. Lo arranca del nacionalismo vio-lento de Tacuara. Y hasta de la escisión, el Movi-miento Nacionalista Revolucionario Tacuara,que enfureció a Menvielle. Carlos Mugica lehabla del pueblo y del amor a los desesperados.Le dice que un revolucionario no es un hombreque odia, sino un hombre que ama. Y lo que unrevolucionario ama es el pueblo. Ser revoluciona-rio es amar a los pobres, optar por los pobres. Ledice también algo definitivo: los pobres, en nues-tro país, son peronistas. Fernando es ahora partedel rebaño de Mugica. Años más tarde, Mugicaserá asesinado. Los servicios de información bus-carán acusar a la organización que fundó, junto asus amigos (los que están por secuestrar a Aram-buru), Fernando: Montoneros. Pegarán afichesen el microcentro. En ellos se ve a Mugica rodea-do de corderos. Entre ellos, hay lobos. Se lee unafrase en el afiche. La frase dice: “Había lobos entu rebaño”. Fernando jamás habría podido ser ellobo de Mugica. Ni él ni ninguno de sus amigos.A Mugica lo matarán los que habrán de pegotearesos afiches por Buenos Aires. Pero falta para eso.Y mucho. Anotemos esto: la influencia de Mugi-ca es decisiva. El amor antes que el odio. Amar alpueblo, luchar por él y hasta matar por él. Perono matar por odio, matar por exceso de amor yporque no les han dejado otro camino. Porqueun país ilegal, antidemocrático, que se desliza de

una dictadura a un gobierno civil obediente e ile-gítimo y luego a otra dictadura, sofoca a los jóve-nes de corazón puro y los arroja a la violencia.No es de ellos la culpa. No es ése, el de la violen-cia, el camino que habrían elegido en un paíslibre, democrático, sin proscriptos ni proscripcio-nes. Son víctimas, pensará Mugica, los jóvenescristianos han sido arrojados a la violencia por laceguera de los gobernantes, por la oligarquía, porlos militares, por los malos curas, por la insensi-bilidad de esa Iglesia contra la que él, infructuo-samente, luchará siempre. Deberemos ver, ahora,qué ha priorizado Fernando del mensaje deMugica. Porque amar al pueblo es odiar a quie-nes lo explotan. Y cuanto más se ame al pueblomás se odiará a sus explotadores. Y cuanto más selos odie más necesario se tornará matarlos. Poreso Fernando, ese viernes de otoño, está decididoa matar al general Aramburu, ese asesino depatriotas, ese militar transformado en político,ese político que busca una salida para el régimen,ese régimen que explota a los pobres, ese régimenque hay que voltear, aniquilar de raíz. Aramburuquiere abrirle una salida, salvar, con mejoresmodales, con inteligencia política, la estructuradel país capitalista explotador. Y meter a Perónen esa aventura infame. Duro con él. Fernandono duda: hay que librarse de Aramburu. Sólo asíel país se salva, la patria se torna posible.

4.Es decisivo que Emilio Angel Maza tenga

conocimientos militares. Pero además de teneresos conocimientos hay que ser visto como unmilitar. Fernando es muy joven. Sin embargo, hapracticado con eficacia. No le resultó demasiadoarduo meterse en la piel de un milico. Fernando,esto debe ser dicho aquí, es la pareja de la únicamujer de la operación. Le dicen Gaby y esNorma Arrostito, la montonera. Mujer al fin,arregla el uniforme de Fernando, que le cuelgapor todas partes, aguja e hilo. Para algo fue niña,jugó con muñecas, las vistió, les hizo vestiditos oarregló los suyos. Es improbable que haya estu-diado corte y confección como las mujeres de laépoca. Difícil imaginarla en eso. Pero vistiendo ydesvistiendo a sus muñecas, lejos, en sus prime-ros años, sí. Mírenla ahora: cosiendo la ropa deFernando, que es su pareja, que están juntosdesde hace dos años. Gaby es mayor que él. Esole gusta. Admira el coraje y el ardor de Fernando,su niño belicoso. Hoy se escriben libros sobreella, se hacen películas. ¿Qué fascinación ejercenestos jóvenes? Lo veremos, pero no son destinosrutinarios. Hoy, siglo XXI, todo se ha vueltodemasiado previsible. No hay aventuras. No hayosados. Probablemente esto explique la broncaque muchos –escritores jóvenes, periodistasretro-posmodernos, políticos de derecha, defen-sores de los criminales de Estado– tienen hoy porFernando y sus compañeros. Y más aún: por laamplia, la numerosa izquierda peronista en gene-ral. Se niega a toda una generación. Es posibleque no nos preocupemos por ese tema. Que sepreocupen ellos. Si quieren vivir envenenados eli-gieron un buen camino. De la generación del ‘70no habrá de librarse nunca este país.

Hay inconvenientes, pero los superan. Unacuadrilla de luz o de gas empieza a arreglar lacalle Montevideo. Se encrespan: ¿justo ahora?Pero no demoran en encontrar un sitio en que elpavimento no está roto. Todo se soluciona. Elcamino hacia Aramburu se despeja. Casi notemen, no vacilan: todo saldrá bien. Tienen, enVilla Urquiza, una casa operativa. De ella hanpartido ese día, desde ella fueron en busca de suobjetivo. Está en Bucarelli y Ballibián. Hay lin-dos cines por ahí. Cines de barrio que luegoserán barridos por los cines de los shoppings. Alcine de barrio uno entraba. Al cine del shopping,no. Entra al shopping. Una vez adentro busca elcine. Villa Urquiza es un barrio de clase mediabaja. De gente laboriosa, que abre temprano laspersianas de sus negocios, que se alimenta de loscréditos accesibles de las cooperativas. Está cercade Saavedra, ese barrio marechaliano. Tienen, losMontoneros, un laboratorio fotográfico. Salen enbusca de su presa. Que esa presa sea Aramburutransforma la aventura en un acto desbordantede historicidad. Pasemos algunos detalles poralto. Importa lo siguiente: en un Peugeot 404, en

el asiento trasero, van el Gordo Maza, con uni-forme de capitán, y Fernando, que se sabe dememoria cómo habla, cómo se mueve y hastacómo piensa un milico, con uniforme de tenien-te primero. No lo dudan: no los para nadie.Tampoco lo dudan: si algo sale mal, si todo sepudre, si tienen que morir, morirán. Detengá-monos en esto. Saben que pueden morir. Quecualquier error y los matan. ¿Qué los lleva aaceptar, a asumir, un riesgo tan extremo, el másextremo? ¿Qué saben de Valle y los fusilados deJosé León Suárez? Poco. Sólo han leído Opera-ción Masacre de Walsh y Mártires y verdugos deSalvador Ferla. ¿Basta tan poca bibliografía parajugarse la vida? Aclaremos: nadie podría repro-charles haber consultado poca bibliografía. Nohay otra. Si la hay, está en algún sótano, oculta.Lo de Valle y la masacre de José León Suárez, alser el punto más negro de la Libertadora, ha sidosistemáticamente silenciado por el país gorila.Sólo dos patriotas, dos tipos honestos, un pero-nista como Ferla y un escritor que empieza adibujar su poderoso destino como Walsh, se lehan atrevido al gran crimen soterrado, ese crimenque la complicidad de todos, de todos, condenó ala inexistencia. Pero estos jóvenes no se alimen-tan sólo de bibliografía. Estos jóvenes están tra-mados, construidos prolijamente por 15 años dedictaduras, de farsas militares y de farsas civiles.Onganía es un ser abominable, intolerable. Queese troglodita se halle al frente del país es unaafrenta al pueblo argentino. Para colmo, cuando,después de proclamar la pena de muerte, caiga, asu sucesor, un oscuro general que viene de Esta-dos Unidos, un milico al que nadie conoce, loanunciarán por televisión a eso de las 6 de latarde. O antes. O después. Le dicen al país quehay un nuevo presidente y el país se entera, ató-nito, por televisión. Esto es un agravio. Una tor-peza. Una risotada cuartelera, autoritaria. El paísno sólo no votaba, no elegía a sus candidatos. A

III

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este tipo ni la cara le conocía. Lo habían elegidolos comandantes. Era el colmo del país banane-ro. Entre tanto, el líder que convocaba a millo-nes de votantes seguía prohibido. Los jóvenesque suben en busca de Aramburu podrían pre-guntarse y preguntar: ¿eso no es violencia? Pri-varnos de nuestros más elementales derechospolíticos, ¿no es violencia? ¿Quién creó la vio-lencia, nosotros o el odio de ustedes, el paíscerrado que hicieron desde el maldito ‘55? Esta-mos a punto de secuestrar a Aramburu. Y lovamos a someter a un juicio revolucionario.Algo que ustedes no le concedieron a Valle ni alos que faenaron en José León Suárez. Si lodeclaramos culpable, lo vamos a matar. Pero novengan a decirnos que nosotros iniciamos laviolencia. El lo hizo. El y todo el Ejército gorilaque bombardeó una ciudad abierta, indefensa,en junio del ‘55. Ahí, para nosotros, empieza laviolencia. Ese cargo le vamos a hacer. Dirá quefue la aviación de la Marina, que él no sabíanada. Sabremos refutarle esa patraña. Si esperasalvarse con ella, se equivoca. De las bombas dejunio surgió el golpe de septiembre. De esegolpe, la tiranía. Con distintas máscaras haseguido hasta hoy y, con distintas formas, ustedpiensa continuarla. ¿No tiene el pueblo el dere-cho de sublevarse contra la tiranía?

Aquí surge un problema complejísimo.Alguien tiene que hacer la pregunta. Alguientiene que preguntarles a estos pibes de 23, 22 y21 años: ¿quién les dijo a ustedes que son “elpueblo”? En el Cordobazo se expresó el pueblo.Pero ustedes, ¿quiénes son? ¿Quién delegó enustedes la representación del pueblo? ¿Por quéartilugio asumen algo tan complejo como “lajusticia popular”? ¿Cómo pueden encarnar alpueblo si el pueblo se va a enterar por los dia-rios de la muerte de Aramburu? ¿Hubo unaasamblea al menos? ¿El pueblo delegó su repre-sentatividad en ustedes? Insistamos, esto notiene que resultar fácil: que ustedes maten aAramburu, ¿por qué milagro de la historiahabría de convertirse en un acto de “justiciapopular”? Nadie osaría negar que el puebloperonista odia a Aramburu. Pero también aRojas. ¿Por qué no castigarlo a él? Cierto: elpueblo peronista no sabe que es Aramburu lafigura de recambio del régimen. ¿Se lo dijeron?No, lo saben ustedes. Ustedes son la vanguar-dia. La vanguardia siempre sabe más que el pue-blo. Por eso es la vanguardia. Pero ese sabercondena a la vanguardia a actuar al margen delpueblo. A alejarse de él. Este alejamiento espeligroso. Produce un resultado paradójico y amenudo trágico: el pueblo no sabe lo que sabela vanguardia; la vanguardia no sabe lo que sabeel pueblo. Al no saberlo, tampoco sabe lo quequiere. ¿Quería el pueblo peronista la muertede Aramburu? ¿Quería, incluso, la de Rojas, alque odiaba más? ¿Conocen ustedes al puebloperonista, a ese pueblo al que tanto invocan?Ustedes, jóvenes de clase media alta, que vienendel Nacional de Buenos Aires, del ultracatolicis-mo, del nacionalismo reaccionario, que son,aunque lo vean como una virtud y acaso enalgún punto lo sea, demasiado jóvenes, ¿quésaben del pueblo peronista? Sin duda, algosaben. Pero, ¿tanto como para hacer justicia ensu nombre, matando? Son preguntas incómo-das, y lo son porque son las que hay que hacer.En ellas es demasiado lo que se juega. Adelante-mos algo: estos jóvenes probablemente norepresenten al pueblo ni ejerzan ningún tipo dejusticia popular. Pero el acto que están porcometer había sido trabajado por la complejatrama de la historia. No es un acto cualquiera,más allá de cómo terminemos por referirnos aél. Tal vez no exista un concepto que puedacontenerlo, agotarlo. El acontecimiento Aram-buru es una creación impecable de toda unatrama histórica, de todo un desarrollo dehechos que convergen hacia ese 29 de mayo de1970, y cuyos principales creadores han sido losque abominarán de él. Estaba en el espíritu delos tiempos. Expresaba el elemento en que lahistoria transcurría. El asesinato de Rucci es unasesinato sin otra lectura posible. La palabra“asesinato” lo expresa por completo, lo contie-ne. Ocurre en un país cuyo mayor líder políticoha sido consagrado por el pueblo (y aquí sí: el

pueblo) con más del 60% de los votos. Aram-buru muere víctima de la necedad, del odio, dela violencia de su propia clase. Muere en mediode un pueblo hastiado. En medio de una dicta-dura cavernícola, fruto de la política gorila queél inauguró. Aquí nos detenemos. No dejare-mos de volver sobre estas complejidades, sobreesta historia espesa, oscura. No impenetrable,pero esa penetrabilidad, de por sí ardua, tienecon frecuencia un resultado desalentador: cuan-to más penetramos en ella más compleja sevuelve, escamoteándonos la posibilidad de unacerteza, de una totalización que cierre una des-totalización incesante. Sigamos.

5.Hay algunos leves sucesos que añaden ten-

sión al relato. Los dejamos de lado. Nos con-centramos en lo esencial. Aquello que no puedesino ser narrado. De pronto, para los que estánafuera, sucede lo increíble, pero lo deseado: saleAramburu por la puerta de Montevideo. ElGordo Maza lo lleva, campechano, con unbrazo sobre el hombro. Parece, incluso, que lopalmeara como a un viejo amigo. Fernando lotiene del otro brazo, fuertemente. Caminan sinapuro. Es un día cálido, luminoso. ¿Por qué nosalir a dar una vuelta? Pero, un momento:¿cómo se llegó a esto? ¿Cómo se logró sacar aPedro Eugenio Aramburu de su casa?

Fernando y el Gordo Maza llegan al octavopiso. El Gordo tiene una pinta de milico quevoltea. Fernando, menos. Pero lleva una metra-lleta bajo el pilotín. Nadie podría decir que noestá preparado para cualquier cosa. El pilotín esverde oliva. Tocan el timbre. Abre la mujer deAramburu.

–¿Sí?–Somos oficiales del Ejército, señora. Veni-

mos a hablar con el general.La señora es. ¿Qué es la señora? O muy inge-

nua o muy confiada o está tan lejos de la ver-dad, tan lejos de lo que su marido significa y delos riesgos que puede correr, que se entrega auna amabilidad de dama británica, calma, dadi-vosa. Además, en 1970, una puerta se abría conmás serenidad que ahora. Entre otras cosas,porque no había muerto Aramburu.

–Mi marido está bañándose. ¿Querríantomar un café?

Los “oficiales del Ejército” aceptan. ApareceAramburu. Se lo ve de buen humor. Acompañacon un café a estos jóvenes hombres de armas.Les pregunta algo elemental. Se los tiene quehaber preguntado.

–¿A qué han venido?–Usted está sin custodia, general. A nuestros

superiores les pareció una situación inadecuaday nos enviaron a solucionarla. A partir de ahorapuede considerarnos sus custodios.

Aramburu agradece. La última frase la hadicho el Gordo Maza. Aramburu lo mira y tra-tando de ser suelto y agradable, dice:

–Usted es cordobés, ¿no?–Sí, general –responde el Gordo Maza. De pronto, la mujer dice:–Tengo que retirarme.–¿Dónde vas? –dice Aramburu, extrañado. –Tengo que hacer un par de diligencias. No

voy a demorar mucho. Te dejo bien acompaña-do. Entre ustedes, los militares se sienten máscómodos.

La mujer se va. Ni Fernando ni el GordoMaza se ponen de pie. Algo que debió alertar aAramburu. Sin embargo, parece más preocupa-do por el alejamiento súbito de su mujer. Que-dan en silencio. Nadie sabe qué decir o nadiequiere decir nada. Se miran, como descifrándo-se.

La cara de Fernando se ha endurecido. Elgeneral lo advierte, preocupado. Es tarde. Fer-nando se pone de pie. Se abre el pilotín y sacala metralleta.

–General –dice–, usted viene con nosotros.El café de Aramburu quedó sobre la mesa. Está, ahora, frío. (Continuará.)

NOTA: Tuvimos una larga conversación conJuan Manuel Abal Medina. Negó que su herma-

no hubiese estado en Tacuara. Hay muchoslibros que contradicen esta afirmación. Comosea, lo digo para que se tenga en cuenta. JuanManuel es un testigo privilegiado de toda estahistoria y un hombre de una inteligencia privile-giada. Si Fernando no hubiese estado en Tacua-ra habría militado en grupos católicos no violen-tos. Y luego habría encontrado su camino alperonismo y a Montoneros por medio de CarlosMugica. Yo, pese al respeto y la estima quetengo por Juan Manuel, creo que la imagen delpersonaje queda desdibujada si le extraemos elpasaje por el Movimiento Nacionalista Tacuaray luego su paso al Movimiento NacionalistaRevolucionario Tacuara. Hay versiones muyencontradas en todo esto. Daniel Gutman arrojasobre Juan Manuel una militancia en la GuardiaRestauradora Nacionalista, “instrumento de losdelirios antisemitas de Menvielle” (Daniel Gut-man, Tacuara, historia de la primera guerrillaurbana argentina, Vergara, Buenos Aires, 2003,p. 108). Difícil. Muy joven aún, Juan Manuelacompañó a Marcelo Sánchez Sorondo en elperiódico nacionalista Azul y Blanco. No creoque la cosa haya pasado de ahí. Para haber mili-tado en la GRN tendría que haber estado antesen Tacuara y nadie ha detectado su presencia enesa organización. La de su hermano, sin duda.Y, según vimos, la de Ramus, Y la de un tem-prano Galimberti. Volveremos sobre Tacuara,José Luis Nell, Joe Baxter y el asalto al Policlíni-co Bancario. Descartamos por ridícula la versiónque pretende fundar una relación entre el nacio-nalista Onganía y los nacionalistas Montonerosa partir de la temprana adhesión de Fernando aTacuara. Supone, ella, que esto habría determi-nado una unión entre el gobierno de la Morsaleporina y los montos para sacar del medio aAramburu, el hombre que quería negociar conPerón. A esta interpretación pareciera venirlebien que Fernando Abal haya estado en Tacua-ra. Absurdo. Onganía tenía de ministro de Eco-nomía al ultraliberal Adalbert Krieger Vasena.Jamás los Montoneros se habrían aliado con él.Además, la muerte de Aramburu liquidó aOnganía. ¿Qué quiso hacer, suicidarse? Lodicho: ridículo.

Lo decimos una vez más: esto es sólo elcomienzo. Habrá, siempre, hechos contradicto-rios. Nuestra tarea, de todos modos, es más her-menéutica que heurística. La heurística se preo-cupa por la acumulación de los hechos. Cree, amenudo, que los hechos hablan, que deciden,que son contundentes. La hermenéutica es elarte complejo de la interpretación de loshechos. Aquí es donde trato de ubicar a la filo-sofía política. A veces, ante versiones contradic-torias, es la reflexión la que debe decidir. Lainterpretación. Puedo tener mil informacionesdiferentes acerca de Fernando Abal Medina:sobre si estuvo o no en Tacuara. Por fin, será elensayista el que deberá dar su interpretación.Por ejemplo: creemos que la totalización quecubre al personaje y que lo explica y dentro dela cual él encuentra su explicación totaliza conmayor coherencia si Fernando estuvo, en efec-to, en Tacuara: todo nuestro análisis, nuestroesfuerzo hermenéutico acerca del personaje noslleva a esa conclusión. La filosofía política no esuna ciencia. Es el modo de interpretar elmundo desde la praxis de sus sujetos. Si la polí-tica es praxis, la filosofía es reflexión sobre lapraxis y los sujetos que la encarnan. Los sujetosactúan por convicciones –sean ellas simples,espontáneas, poco trabajadas o elaboradas wel-tanschauung, concepciones del mundo–, la filo-sofía nos debe entregar los fundamentos de esasconcepciones, no las debe tornar traslúcidas. Lapolítica, cómo el sujeto que las porta las havehiculizado en la praxis. Esto no es una cienciaporque nada es verificable. No hay experimen-tación. No hay posibilidad de repetición del sis-tema experimental porque la praxis político-his-tórica no es un sistema experimental, es unatrama siempre abierta, que no cierra nunca.Seguiremos con estos temas. También se verásu instrumentación en el modo de tratar loshechos que encaramos.

Colaboración especial:Virginia Feinmann – Germán Ferrari

IV Domingo 28 de septiembre de 2008

PROXIMO DOMINGO

El secuestro de Aramburu (II)

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

El acontecimiento Aramburu (II)44

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EL ACONTECIMIENTO ARMA SUPROPIA TELEOLOGIA

Sería sencillo ceder a una tentaciónfrecuente: que la historia tiene unsentido lineal, que de unos hechosse siguen necesariamente otros, yque, entre todos ellos, van

tramando un relato, una narración que losordena con un sentido finalista, necesario. Aesto se le llama teleología. Un estudio de losfines de la historia, de su finalidad. Nos seríasencillo armar una narración inmanente ynecesaria entre el fusilamiento de Valle y lamuerte de Aramburu. Sería así: alejado JuanPerón del gobierno por el golpe oligárquico-militar, el pueblo peronista queda a laintemperie, sometido a la represión del podergorila. Su primera rebelión importante es elgolpe del 9 de junio de 1955. El golpe de Valle.Este golpe es necesario resultado del golpe del’55, que expulsa a Perón del poder. Se realiza,también, porque el pueblo está desamparado ysometido a la represión. Porque el líder estáexiliado y el cadáver de Eva, desaparecido.Internamente estos hechos van provocandootros, que se desprenden necesariamente de ellos.Valle se levanta contra el aramburato. Fracasa yes fusilado. La Libertadora, exhibiendo su rostroasesino, derrama sangre inocente: la de losfusilados en José León Suárez. Esta sangre,desde este lugar, José León Suárez, pedirá no sernunca negociada. No se bajarán nunca lasbanderas por las que esa sangre se derramó. Estadeterminación se desprende necesariamente delcrimen clandestino. Valle, en una carta aAramburu, le dice: asesino. Graba esa palabra enla frente de su verdugo, esa palabra lo señala, esuna mancha imborrable que lo arroja a lostiempos futuros como un marcado, comoalguien que carga sobre sí un crimen infame, uncrimen que reclama reparación. La derrota deeste primer intento armado peronista produce elendurecimiento de los sectores obreros. Elrégimen no es proclive al diálogo y se empecinaen no legalizar al peronismo. De este hecho sededuce necesariamente que el peronismo deberáluchar por conseguir su legitimación, que seexpresará en la consigna que pide el regreso delgeneral Perón. La huelga del FrigoríficoLisandro de la Torre es la decisión de losobreros de no integrarse al régimen salvo que serespete su identidad política. Se los reprimefuertemente. Frondizi ha llegado al gobiernocon los votos peronistas, pero no puedegobernar para el peronismo y para los gorilas(militares y civiles). Llegó al gobierno porque elEjército Gorila se lo permitió. El Maquiaveloargentino creyó poder usar y burlar a todos.Consecuencia necesaria: lo sacan a patadas lospropios militares. Porque Frondizi, por suscompromisos con el peronismo, permiteelecciones libres en las provincias. Consecuencianecesaria: gana el peronismo. Consecuencianecesaria: los militares echan a Frondizi. Ellos lopusieron ahí para cubrir la fachada democráticadel país sin que el peronismo fuera legalizado.El proyecto del Ejército Gorila es: unademocracia sin peronismo. Este proyecto esnecesariamente imposible porque la mayoría delos obreros y de los pobres del país sonperonistas. La narración sigue su curso lógico,su trama interna. Es una fuerza que vaencadenando racionalmente los hechos. Lo queocurre explica lo que ocurrirá y para entender loque por fin ocurrió hay que remitirse a lo queantes había ocurrido, pues lo-que-ocurrió es sulógico y necesario resultado. EliminadoFrondizi, el Ejército Gorila intenta seguircubriendo la fachada civil-democrática. Perohay un factor que el Ejército Gorila sustrae yesta sustracción le impide democratizar el país,ya que el Ejército Gorila persigue un imposible:una democracia sin peronismo. Quiereextirparle el peronismo a la democracia, tareaque pareciera no ser posible. No obstante,insiste. Hay un momento en que el relatopareciera tener la autonomía, el azar, laimprevisión, de ceder a dos posibilidades. Si haydos posibilidades se elimina el relato único, eldevenir necesario de la historia. ¿Cuáles eranaquí las dos posibilidades? El 29 de marzo de

1962, Frondizi es arrestado en Olivos y lo tiranen Martín García. (Luego Frondizi hará de estosu punto de honor. Sólo tres presidentes –dirá–estuvieron en Martín García: Yrigoyen, Perón yél. Pero a él lo llevaron de mala manera. Comoun esbirro que había hecho mal los deberes.) Elpaís se queda sin presidente. Es un día quemuchos comparan con el de “la anarquía delaño ’20”. Los diarios de la tarde sacan titularescatástrofe: ¿Quién gobierna? Lo cierto es queentre las 5 de la mañana y las 5 de la tarde elpaís está sin presidente. Aquí se dan los dossurcos diferenciados del relato: 1) Elcomandante del Ejército, general Raúl Poggi(que le había pedido a Frondizi, de modoaltisonante y hasta brutal, su renuncia), quiereasumir la Presidencia. Es más: ya se sienta en elsillón de Rivadavia; 2) El Ejército Gorilaencuentra a un nuevo civil obediente. Al cabo,si el Presidente se tiene que ir y hay unpresidente del Senado, lo totalmenteconstitucional es que sea éste quien asuma laPresidencia. El presidente del Senado es unhombre pequeño (en todo sentido), endeble,con lentes y una enorme capacidad de sumisión.Sin embargo, algunos lo ven como el salvadorde la democracia argentina. ¡Ya se estaba porsentar el ambicioso Poggi en el sillónpresidencial y gracias a este civil honesto que esGuido seguimos teniendo democracia! Muchosrazonaban así. La clase media sobre todo, claro.La oligarquía habría querido colgar a Frondizi yluego bombardear la CGT y los barrios obrerosen el mejor estilo junio ’55. Pero el EjércitoGorila triunfa: quieren ser democráticos. Hayque tener claro que los norteamericanosacababan de hacer derrocar a las dictaduras del’50, todavía querían que se buscara unasolución democrática. Era la temporalidad-Kennedy. El relato, entonces, no se bifurca.Sigue su línea recta. Ya veremos hacia dónde.Esa línea insiste en el siguiente esquema:gobierno civil sin representatividad alguna perocon exclusión del peronismo. Empieza agobernar Guido. Lateralmente hay un hechocuya enorme proyección futura ignoramos: seacusa al Movimiento Nacionalista Tacuara delsecuestro y tortura de la joven judía GracielaNarcisa Sirota, que tiene 19 años. Por otraparte, el 23 de agosto (1962) la Policía deGuido y el Ejército Gorila detienen al dirigentemetalúrgico Felipe Vallese. Lo torturan hastamatarlo. Se convierte en un símbolo de laResistencia Peronista. El 29 de agosto de 1963,otro hecho, por ahora lateral: los muchachosnazis, antisemitas de “Tacuara”, asaltan elPoliclínico Bancario y se llevan 14 millones depesos. Uno de ellos, José Luis Nell. Cookehabrá de defenderlo. Su evolución políticarequerirá toda nuestra esforzada comprensión, aveces extenuante. El 12 de octubre de 1963asume Illia. Ya conocemos el esquema: “Teponemos ahí porque necesitamos la farsademocrática. Vas a conservar ese puestomientras no hagas nada que pueda llevar alperonismo a meterse en ‘nuestra’ democracia.No te la creas. Te pusimos y te sacamos cuandoqueremos”. El ministro de Economía de Illiaes... ¡Eugenio Blanco! El que fue ministro deHacienda de Aramburu. El que dijo: “Vuelve laArgentina de nuestros padres y nuestrosabuelos”. Con ellos fue a reunirse al añosiguiente: muere en 1964. Perón vuelve a laArgentina. El 2 de diciembre de 1964 se frustrasu propósito. Responsables: todos. El EjércitoGorila, el cancilller de Illia Zavala Ortiz (porconsiguiente: Illia, los radicales), los EstadosUnidos y la dictadura brasileña. Aquí, el relatopudo haberse alterado seriamente. Supongamos:Perón regresa al país, se instala provisoriamenteen la CGT y empieza a reorganizar el partidoperonista. Illia (al fin y al cabo, el “viejitobueno”) renuncia y convoca a nuevas eleccionesverdaderamente democráticas. La Marina sepone en pie de guerra pero el Ejército la frena yadvierte que es posible una pacificaciónprofunda, honesta, con el peronismo. Esterelato no sucedió. ¿Era necesario que nosucediera o podría haber sucedido? ¿Hay algonecesario en la historia? Todo sigue igual. Illiagobierna hasta que unos resultados preocupan

excesivamente a los militares: el 29 de mayo de1966, a pocos días del golpe, hay elecciones enla Legislatura de Catamarca. Ya se sabe cómofunciona este país: cada resultado, grande opequeño, prefigura el futuro de modoinapelable. Gana la Unión Justicialista con27.156 sufragios. Horror. El general Pistarini,jefe del Ejército, ya casi anuncia el golpe. Todoslo saben, pero nadie lo sanciona. Pistarini,tranquilo. No pueden sancionarlo: son hijos,lacayos suyos, han sido puestos ahí para queeviten precisamente lo que ocurrió enCatamarca, el triunfo del justicialismo. Si nopueden, deben irse. El 3 de junio Illia declaraque su gobierno puede resistir cualquier golpede Estado. El del 28 de junio, no. AsumeOnganía. Lo hace el día 29. Un mes después, el29 de julio, interviene las universidades y seproduce “la noche de los bastones largos”. Lanegra noche de la Universidad argentina. Pero,¡qué importa eso! Al día siguiente se inaugura la100ª exposición, en Palermo, de la SociedadRural Argentina. A ver si está claro: al díasiguiente de la sangrienta intervención a lasuniversidades. Onganía llega al lugar en carroza.Yo, lo juro, todavía lo veo: era la forma másperfecta de la injuria, de la burla. Una carrozareal y, dentro de ella, el nuevo Uriburu, paladíndel anticomunismo, católico cavernícola, amigofervoroso de los Estados Unidos, gorilaignorante, bruto y violento. La carroza dio todauna larga vuelta –un círculo perfecto– al prediode la Rural. En las tribunas, la oligarquía habíadespegado sus multimillonarios culos de lasbutacas, es decir: se había puesto de pie, yaplaudía apasionadamente al nuevo salvador dela patria y sus negocios. Algunos cagatintas dehoy son acaso demasiado jóvenes para habervivido estas cosas, de aquí el súbitoenamoramiento que han experimentado por esesímbolo patrio que es la Sociedad Rural. Hacenbien: ahí, de ese lado, no se pierde nunca.Sabemos cómo sigue el relato: Onganíaconsagra el país a la Virgen. De la Universidadarrasada surgirá un estudiantado diferente. Uncaso único. Onganía no llevó a fondo lalimpieza de la Universidad. Curioso: creo quehasta se olvidó de ella. Surgen las CátedrasNacionales. El nacionalismo se une alproletariado peronista. Surge la cuestiónnacional. El nacionalismo les es arrebatado a losanticomunistas, ultracatólicos, racistas deltacuarismo y es asumido por el estudiantado deformación hegeliano-marxista. Por los lectoresde Sartre-Fanon. De Giap. Del Che. Surge laizquierda peronista. Que surge del estudiantado,de los estudiantes que entendieron la lección delgolpe de Onganía: “No somos una islademocrática. Estamos tan desvalidos, tan a laintemperie como los perseguidos obrerosperonistas”. Algunos se preguntan (un pocoretóricamente, conociendo la respuesta): ¿cuáles el sujeto de nuestro pensamientorevolucionario? ¿Cuál es la materia de larevolución en la Argentina? ¿Con qué tiene quetrabajar la teoría revolucionaria? Con el puebloperonista. Con los obreros peronistas. Y si loquieren más claro: con los negros delperonismo. Hacia ahí hay que ir. Ahí hay quetrabajar. ¿A quién adhieren ellos? Es hora desaberlo: nuestro sujeto revolucionario tiene unlíder. Lo espera. Lo ve llegar en un avión negro.Es Perón, ese tipo que odiaban nuestros viejos(se dicen los jóvenes revolucionarios, losnacional-populares, los deslumbrados por lacuestión nacional). Hay que trabajar ahí. Si hayuna revolución en este país no puede desconocersu materia prima. Entre tanto, unos jóvenescatólicos, que no saben un pomo de marxismo,que apenas si oyeron el nombre de Hegel, queanduvieron con manoplas y cadenas, extacuaristas ahora peronistas, ejecutan elacontecimiento desde el que se ordena todo esterelato. El acontecimiento que da unidad a todosestos hechos. Que actúa como el punto exquisitoen que todos se fusionan. En que todosadquieren su máxima transparencia. Matan, enla localidad de Timote, a Pedro EugenioAramburu. ¿Asesinato, venganza, crimen,atentado o justicia popular? Todavía falta paraajustar esta conceptualización que –como la

II

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mayoría de las cosas que tratamos aquí– nodejará contento a nadie. Pero este acontecimientotraza una línea: de Valle a Aramburu. La líneaque traza no es previa al acontecimiento. Es elacontecimiento el que traza desde sí, hacia atrás,esa línea, inexistente antes de él.

NO HAY NECESARIEDADDIALECTICA ENTRE VALLE-ARAMBURU

No hay una dialéctica interna, necesaria, inma-nente, de la historia que lleve de Valle a Arambu-ru. No la hay porque la historia no es dialéctica,lo que ocurre en ella no ocurre necesariamente.Cuando sucede un hecho no se desprende, de él,otro que necesariamente lo sigue. La cadena dia-léctica que otorgaba unidad al sistema hegelianoentró en crisis. Hoy, en un mundo en que losdesarrollos de la historia pululan, en que los polosde historicidad no dejan de surgir, en que el caoses casi nuestra experiencia más cercana, en que elapocalipsis es más que una amenaza bíblica o lapesadilla de San Juan, es arduo sostener la certezahegeliana de un devenir racional de la historia.Estas tesis –en los ochenta y aun en los noventa–fueron conocidas por medio de la exitosa modaposmoderna. Pero vienen de lejos. Y de fuentesmás sólidas, más confiables. Los posmodernos,sin duda, se inspiraron en ellas. Pero nosotrospensábamos estas cosas acerca de la dialécticamucho antes que ellos, porque habíamos trabaja-do antes, o porque ellos vinieron después. Porejemplo: “La dialéctica, desde la perspectiva teóri-co-política de la periferia, lejos de ser una herra-mienta revolucionaria, ha sido una herramientade colonización, en tanto siempre (ya sea enmanos de Hegel o Marx) concibió a los territoriosperiféricos como un momento particular en elproceso de universalización emprendido por lasburguesías europeas. Y este proceso, para noso-tros: hispanoamericanos, se lo viera como se loviese, santificado por el monarquismo del viejoHegel o por el socialismo de Marx, fue reacciona-rio” (JPF, Filosofía y nación, estudios sobre el pensa-miento argentino, Legasa, Buenos Aires, 1982, p.100. El texto, en verdad, es de 1975. Dije bien:1975. Pero no pude publicar el libro. Amorrurtutenía el propósito de hacerlo en 1976. Malmomento). Sé que este texto ha puesto fuera de sía ciertos fundamentalistas del marxismo o a des-tacados socialdemócratas de los ochenta, ligadosal alfonsinismo, y luego amigos de las institucio-nes, la república y durante estos días apasionadosmilitantes de la “nueva” Sociedad Rural, del“nuevo” agrarismo, de los “nuevos” terratenien-tes, de la oratoria del señor Miguens o del colori-do lumpenaje –que recoge el espíritu de DonSegundo, la estirpe güiraldeana– de esos gauchoscombativos, puros y fértiles como la tierra, queson los líderes de la Federación Agraria. Pero ladialéctica –al montarse sobre el desarrollo de laracionalidad occidental– exigió el sometimientode todas las regiones donde ella entrara. Esto nolo voy a discutir otra vez. Ya fue pensado en Filo-sofía y nación y ha sido desarrollado en las dilata-das páginas de La filosofía y el barro de la historiaque saldrá en octubre. Me refiero a otra cosa. Ladialéctica –en Hegel y, por consiguiente en Marx,que lo siguió en este aspecto– introduce una line-alidad en la historia, un proceso necesario, undecurso ininterrumpido, que expresa su racionali-dad. (Nota: No puedo detenerme mucho en esto.Recomiendo leer el Epílogo de Marx a la segundaedición de El capital, fechado en Londres en1873. Está en la edición de Siglo XXI, en la p. 20del tomo I, volumen I. Marx lo dice con todas lasletras: “En su forma mistificada, la dialéctica estu-vo en boga en Alemania, porque parecía glorificarlo existente. En su figura racional es escándalo yabominación para la burguesía y sus portavocesdoctrinarios, porque en la intelección positiva delo existente incluye también, al propio tiempo, lainteligencia de su negación, de su necesaria ruina;porque concibe toda forma desarrollada en el fluirde su movimiento, y por tanto sin perder de vistasu lado perecedero; porque nada la hace retroce-der y es, por esencia, crítica y revolucionaria”.)Esta racionalidad implica que la dialéctica noretrocede. Es el concepto de superación de los con-tradictorios el que la hace avanzar. Las críticasempezaron a surgir por parte del gran enemigo

del historicismo en el llamado siglo de la Historia:Nietzsche. En la Segunda consideración intempesti-va (que habrá de ser el fundamento de la epistemehistórica de Foucault) escribe sobre Hegel: “Talconcepción ha acostumbrado a los alemanes ahablar del ‘proceso del mundo’ y a justificar supropia época como la consecuencia ineludible delmismo (...). De este modo, para Hegel, la cima yel punto final del proceso del mundo hallan suculminación en su propia existencia berlinesa (...);ha implantado, en las generaciones acidificadaspor su filosofía, esa admiración por el ‘poder de laHistoria’ que transforma prácticamente todomomento en pura admiración del éxito, condu-ciendo así a la idolatría de los hechos” (FriedrichNietzsche, Segunda consideración intempestiva,Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2006, pp.114/115). La idea de “progreso” (progreso dialécti-co) fue constitutiva de la izquierda. Desde elManifiesto ya Marx había profetizado que la bur-guesía generaría a su propio enterrador, el prole-tariado. Esta misión poderosa llevó al genio delBritish Museum a visualizar en cada avance de laburguesía un avance de la Historia. Vaciló algo ensus años finales, pero levemente. El Epílogo de Elcapital que citamos es bastante tardío y ahí Marxse muestra más dogmático que nunca en relacióncon el tema. Está bien, así vio la cuestión. Benja-min –en sus Tesis sobre Filosofía de la Historia–hablará del Angel de la Historia (del AngelusNovus) y le hará ver una cadena de ruinas ahídonde Hegel y Marx veían un decurso racional,necesario, inmanente, dialéctico. Luego dirá:“Nada ha corrompido tanto a los obreros alema-nes como la opinión de que están nadando con lacorriente”. Nosotros podríamos decir que poconos favoreció creer –como buenos dialécticos–que el mundo marchaba necesariamente al socia-lismo. Hay centenares de frases en los más gran-des pensadores de la revolución que expresan lacerteza de que la Historia es incontenible, quemarcha hacia la resolución de sus injusticias,hacia la derrota del colonialismo, del capitalismo.Tomemos la más poderosa por provenir de unpoderoso pensador: “La descolonización está encamino; lo único que pueden intentar nuestrosmercenarios es retrasar su realización” (Sartre ensu Prólogo al libro de Fanon Los condenados de laTierra). ¿A qué viene todo esto? Buscamos trans-parentar lo siguiente: entre la muerte de Valle y lade Aramburu no hay necesariedad alguna, no haydesarrollo dialéctico de la Historia, no hay sentidointerno, no hay nada anterior ni interior que lleveforzosamente de una a la otra. En suma, no hayteleología. Creer que la Historia es teleológica escreer que marcha internamente determinadahacia un fin. La palabra griega telos significa “fin”.La teleología sería el estudio de la finalidad, elestudio de los fines. Detectamos una concepciónteleológica de la Historia siempre que se encuen-tra en ella algo que necesariamente se cumplirá.La Idea en Hegel. La sociedad sin clases en Marx.El triunfo de la Ciencia en el positivismo. Eltriunfo de la técnica, de la sociedad de mercado,en el capitalismo. En Marx, en el marxismo o enel socialismo, el concepto ha colapsado dramáti-camente. El proletariado –supuesto sucesor ani-quilante de la burguesía– fue enterrado por ésta.El capitalismo se sucede a sí mismo. No hay dia-léctica, sólo un continuum, un discurso intermi-nable del capital que, triunfante en la GuerraFría, se lanza a un esquema de “guerras preventi-vas” desastrosas y cuasi apocalípticas.

Siguiendo con lo nuestro: no hay una relaciónde desarrollo dialéctico entre Valle-Aramburu.No hay necesariedad. La habría si la muerte deAramburu estuviera contenida en la de Valle, sitodo lo que ocurre a partir del hecho sanguinariode la Penitenciaría Nacional ocurriera necesaria-mente hasta llegar a Timote. Así, la historia ten-dría un sentido interno, una teleología. No hayteleología. La historia es tan incierta como elátomo de hidrógeno para Werner Heisenberg.No bien se establece que el átomo puede existir,por lo menos, en dos formas diferentes, se acaba-ron las certezas infalibles de la física nuclear. Hayque aceptar el principio de incertidumbre. Hay queincorporar a la Historia el principio de incertidum-bre. ¿Alguien todavía puede negar esto? Pero laincertidumbre no es el caos. En esto es que Fou-cault, basándose en la Segunda intempestiva de

Nietzsche, se va bastante a los caños. Hay queleer, para comprenderlo, Nietzsche, la genealogía yla historia, un texto de 1971 que está en Microfísi-ca del poder. Dice, ahí, Michel: “La historia será‘efectiva’ en la medida en que introduzca lo dis-continuo en nuestro mismo ser (...) Socavaráaquello sobre lo que se la quiere hacer descansar,y se encarnizará contra su pretendida continuidad(...) Las fuerzas presentes en la historia no obde-cen a un destino ni a una mecánica, sino al azarde la lucha. No se manifiestan como las formassucesivas de una intención primordial; no adop-tan tampoco el aspecto de un resultado. Aparecensiempre en el conjunto aleatorio y singular delsuceso” (Michel Foucault, Microfísica del poder,Ediciones de La Piqueta, Madrid, 1992, pp.20/21. Cursivas nuestras). Bravo. No hay destinoni hay mecánica. Está el azar de la lucha. Las fuer-zas no son resultado. Recordemos a Hegel: “Elresultado es el resultado más todo aquello de loque resulta” (cito de memoria). Y en lugar delresultado, el suceso. Que es el “acontecimiento”. Oel “evento”. Este concepto nace en el Heideggerde Identidad y diferencia. Lo retoma Foucault. Locontinúa (como a tantas otras cosas de Michel)Deleuze. Y cae en manos de Badiou, que titulacon él su extensísimo El ser y el acontecimiento.Entre tanto, Sartre, en la Crítica de la razón dia-

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léctica, no ha tomado este concepto (Sartre, deli-berada, apasionadamente ignoró al Heideggerposterior a Ser y tiempo y nada hay que repro-charle por eso) pero crea algo impensable paraHegel y Marx: una dialéctica de la libertad. Nohay necesariedad alguna en la dialéctica sartrea-na. Hay un movimiento dialéctico que va de latotalización a la destotalización y a la retotaliza-ción. Aunque neguemos el sentido, finalista,teleológico de la dialéctica, la categoría de totali-dad no será dejada de lado. Al unirla a la deacontecimiento es que nos diferenciaremos delas discontinuidades foucaultianas, demasiadosemejantes a las tempestades dionisíacas deNietzsche. Ahora, creo, podremos definir quéentendemos por acontecimiento Aramburu.

EL ACONTECIMIENTOARAMBURU, ¿ASESINATO OAJUSTICIAMIENTO?

La muerte de Aramburu fue un aconteci-miento en la historia argentina. Un aconteci-miento o un suceso no está fuera de la historia,pero produce en él una condensación de senti-do. Si Foucault, para eludir la Metafísica de loUno caía en una Metafísica de lo Múltiple, elacontecimiento produce una Acumulación de loMúltiple. No es previo a nada. Puede ocurrir/Puede no ocurrir. No es necesario que ocurra.No responde a ninguna necesariedad, a ningu-na teleología de la Historia. Pero una vez queocurre funda una teleología, pero hacia atrás. Esel “acontecimiento Aramburu” el que nos per-mite trazar, partiendo de él, la sucesión dehechos que tuvieron que ocurrir para que eseacontecimiento se produjera. El acontecimientocrea su propia teleología. Elimina, desde sí, lavisión azarosa de la Historia. Todos los hechosque –desde él– ahora se ordenan no se habríanordenado si el acontecimiento no hubiera esta-llado. No podemos decir: “La muerte de Aram-buru estaba en la lógica de los hechos”. Porqueno hay lógica de los hechos. La historia esincertidumbre. Pero una vez producido el acon-tecimiento podemos leer –hacia atrás– todo loque contribuyó a producirlo y todo lo que no.Por ejemplo: el estreno de la película Ben Hur,en la década del sesenta, poco habrá contribui-do a la muerte de Aramburu. El acontecimientoAramburu la deja de lado. La candidatura deHoracio Thedy en no-recuerdo-qué-eleccionestampoco. El programa Tropicana Club, conMarty Cosens, María Concepción César yChico Novarro, tampoco. La aparición consa-gratoria de la novela Sobre héroes y tumbas deErnesto Sabato, casi imposible. La serie televisi-va del Canal 7 Patrulla de caminos, en que elfornido actor Broderick Crawford decía la céle-bre frase “20.50 llamando a Jefatura”, menos.Pero hay muchos, muchísimos hechos que, leí-dos desde el acontecimiento Aramburu, se orde-nan, tienen un sentido teleológico y nos entre-gan a la tentación de leer “en los hechos” todolo que llevaba “inexorablemente” a ese hecho.Pero no: es al revés. Es ese hecho el que noslleva, desde sí, a descifrar, en retroceso (en esoque Sartre llamaría una metodología “regresi-va”), todo lo que tuvo que ocurrir para queAramburu muriera. A su vez, el acontecimientoAramburu abre una temporalidad de persisten-cias. No se agota, no muere en sí mismo. Seprolonga. En resumen: el acontecimiento creauna teleología hacia atrás y una persistenciahacia adelante.

Nuestra cuestión es ahora candente. Seríamás sencillo para nosotros pasar esta cuestiónpor encima, pero hay que ir a fondo. La incó-moda pregunta que exigirá una sólida (o lo mássólida posible) respuesta es: ¿La muerte deAramburu fue un asesinato o un ajusticiamiento?Que fue una venganza es tan obvio que casi nolo trataremos. Cualquiera advierte que se tratade una venganza: Aramburu por Valle. Peroaquí está en juego el tema de la justicia. ParaAramburu fusilar a Valle fue un acto de justicia.Un acto de un gobierno revolucionario quedebía matar a los sediciosos que lo agredieran,que desconocieran su autoridad. Su legitimidadestaba dada por la ilegitimidad democrática delgobierno al que la Libertadora había derrocado.Nosotros, dirían y dijeron los “libertadores”, no

llegamos al gobierno en elecciones democráti-cas, pero nos vimos forzados a intervenir por lailegalidad democrática en que había incurridoel gobierno que derrocamos. Somos, así, baluar-tes de la democracia, sus más puros defensores,pues hemos hecho por ella algo que no habría-mos querido hacer: dejar nuestras específicasfunciones militares, nuestro profesionalismo, yderrocar a un gobierno legítimamente elegidoque se había ilegitimado en el ejercicio delpoder. Una feroz dictadura sólo comparablecon los fascismos europeos. De modo que sialgunos mandos se sublevan en defensa de eseorden antidemocrático, ilegítimo, repudiadopor la ciudadanía católica y culta de este país,por sus estudiantes y sus Fuerzas Armadas, lesharemos sentir el peso de la ley. Nosotrossomos la Justicia. Somos la Revolución de laLibertad. Les aplicaremos la justicia que mere-cen sus enemigos. De este modo, para Arambu-ru, matar a Valle fue justo, fue un acto de justi-cia revolucionaria. También, si se quiere, unacto de justicia democrática y republicana, puesfue en defensa de esos valores que esas vidas sesegaron. La de Valle y sus secuaces. Para losMontoneros, matar a Aramburu fue un acto dejusticia popular. Ellos expresaban el sentir delpueblo. El pueblo odiaba a Aramburu porquehabía derrocado a Perón, escamoteado el cadá-ver de Eva y fusilado a Valle y sus compañeros.Había, también, impulsado el decreto 4161.Ahí, ya había firmado su sentencia de muerte.La cuestión es: Aramburu dice representar a lademocracia. Los Montoneros dicen representaral pueblo. ¿Es así? Si es así, ambos han cometi-do –eliminando cada uno la vida de su corres-pondiente condenado– un acto de justicia. Sino es así, han cometido un asesinato. Sinembargo, conjeturo, aunque la cuestión estácerteramente planteada, no agota en modoalguno la densidad del problema. Aclaremos, enprincipio, algo, sólo una punta de la cuestión,una punta, creo, muy sugerente (por ahora):tanto Valle como Aramburu perdieron susvidas, no bajo gobiernos democráticos, sinobajo durísimas dictaduras. Valle, bajo la dicta-dura de Aramburu. Aramburu, bajo la dictadu-ra de Onganía. A Valle lo mata el jefe de la dic-tadura. A Aramburu, no. No lo mata Onganía.Lo mata un grupo civil, un grupo de jóvenesque se oponen a esa dictadura en la que ven unacontinuación, una heredera de la suya. Lomatan, también, porque creen que Aramburu esla pieza esencial para que la dictadura de Onga-nía pueda lograr una salida digna, democráticapero controlada por el poder “gorila” de siem-pre. Una perversa continuidad, en suma. Haysemejanzas. Y hay diferencias. Nada es reflejode nada. Todo acontecimiento tiene su propiadensidad. Está sobredeterminado. Y ni uno solode sus elementos puede no ser puesto en juegosi queremos lograr su total traslucidez. Si quere-mos totalizar sin haber dejado nada de lado,nada en el camino. Una totalidad contiene en sítodos los elementos que la constituyen, se rela-ciona con cada uno de ellos por mediación delas partes y las partes se relacionan con la totali-dad y con las partes a la vez, por su mediación.Cada relación que se establece implica tambiénuna relación mediada por todos los otros ele-mentos de la totalidad. Como se sabe: la totali-dad no se reduce a la suma de sus partes sinoque es siempre más que la mera suma de ellas.La totalidad es el acontecimiento, pero lo es en laforma del acontecer y no bien el acontecimientose acontecimentaliza empieza su destotalización.Esta palabra –évenementialization– es de cuñofoucaultiano y es Deleuze quien más la desarro-lla. Pero si bien yo la utilizo para quebrar, paraefectuar la ruptura de toda linealidad histórica,de toda necesariedad, de toda esa hojarasca queles fija a los hechos un devenir inexorable, detoda constancia, de todo sentido que se expreseinternamente a los hechos, no acepto en absolu-to los ataques a la antropología que Foucault-Deleuze –sin poder escapar del posestructuralis-mo– llevan a cabo. La historia, aun en la moda-lidad de la incertidumbre y precisamente poreso, está hecha por el ente antropológico, porlos sujetos, en fin, por los hombres. Y el aconte-cimiento, aconteciendo, se impone a todos. Se

destotaliza no bien acontece, pues de inmediatopasa a ser otra cosa. La que sigue al aconteci-miento. La cual vuelve a expresar la incertidum-bre habitual de los hechos hasta que otro acon-tecimiento los convoca. La historia no se fija enel acontecimiento. En él logra una inusitadacondensación y traslucidez. Hay que atrapar esoque el acontecimiento nos dice. Pero el aconteci-miento no dice una cosa. Los significantes que elacontecimiento arroja son infinitos. ¿Cuál es elsignificado definitivo del significanteAramburu? No hay uno, son infinitos. Entra-mos en el terreno de la hermenéutica. Ella, entanto disciplina de la interpretación, será el espa-cio en que se juegue la verdad del significanteAramburu. Pero la verdad es hija del poder. Enresumen, y acaso instrumentando una termino-logía que a algunos les sonará sartreana, hay unen-sí y un para-sí del acontecimiento. El en-sí sontodos los hechos que el acontecimiento, desdesí, constituye hacia atrás como su propia teleo-logía, que no podría existir previa al aconteci-miento. Ya que es él, insistimos, el que la ins-taura al acontecimentalizarse. Esos hechos, querecién ahora forman una cadena de datos, son elen-sí, la materialidad del acontecimiento. Elpara-sí es más complejo. El acontecimiento notoma conciencia de sí por sí mismo, a partir desí o desde sí. ¿Dónde toma conciencia de sí elacontecimiento? Afuera de sí. En las infinitasinterpretaciones que de él se realizan. Esto esrelativamente sencillo. ¿Cuántas interpretacio-nes del acontecimiento Aramburu hay enjuego? Muchas. Tantas, como fuerzas políticasdiferenciadas existen. Esas, digamos, lecturasdel acontecimiento son su para-sí. El aconteci-miento trama fuera de él su conciencia de sí. Élno puede elaborarla. El acontecimiento nopiensa, es pensado. No interpreta, es interpreta-do. No hay jamás una interpretación definitiva.Es decir, el acontecimiento está siempre en estadode interpretación. Su en-sí queda trazado nobien acontece: sabemos, desde él, los hechosque han llevado hasta él. Jamás sabremos dóndehabrá de detenerse la tarea hermenéutica. Hay yhabrá muchas interpretaciones del “arambura-zo”, es decir, del significante Aramburu o de,más exactamente, el acontecimiento Aramburu.Nos vamos a pasar la vida discutiendo si fue unasesinato, un atentado, un crimen, un fusila-miento o una venganza. Esto no se detienenunca. En esas controversias el acontecimientoes pensado. En ellas adquiere, contradictoria-mente, conciencia de sí. Sólo que esta concien-cia de sí, como el para-sí sartreano, es diaspórica.Nunca es una. Nunca un acontecimiento reposaen la mismidad de una sola interpretación.Nunca atraparemos su verdad definitiva. Seríahacer de él una cosa. El acontecimiento siguevivo en la medida en que aún no se ha instaladouna verdad sobre él. Nietzsche dijo: no hayhechos, hay interpretaciones. Más aún del aconte-cimiento, que lleva en sí múltiples caminos quehan confluido hacia él. Lo que puede establecer,por sobre las otras, una interpretación es la fuer-za. Es la fuerza que tiene el poder. Foucault ana-lizó bien la relación entre verdad y poder. Lavamos a exasperar un poco: La verdad es una cre-ación del poder. La “verdad” no existe. Lo queexiste es la verdad del poder. Tener poder es obligara los otros a aceptar mi verdad como la verdad detodos. Si en este país la verdad del diario LaNación tal como –veremos– la expresa José Clau-dio Escribano se impusiera por sobre todas lasdemás tal como los intereses de ese sector seimpusieron a partir de 1976, la verdad del acon-tecimiento Aramburu sería: fue un asesinato y susejecutores fueron vulgares delincuentes, vulgaresasesinos. Entre 1976-1983 ésta fue la verdad. Lalucha por la verdad es la lucha por el poder. Aquíes donde llegamos a la importancia de los mediosde comunicación. La acumulación de medios esla acumualción de poder para imponer verdades.El que tiene más poder comunicacional tiene máspoder para imponer o crear verdades. Tenemos,pues, que ir de a poco. Vamos a dejar –en princi-pio– que sean los mismos Montoneros quienesnos cuenten cómo mataron al fusilador de Valle.

Colaboración especial:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 21 de septiembre de 2008

PROXIMO DOMINGO

El acontecimientoAramburu (III)

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

El acontecimiento Aramburu43

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EL “PAREDÓN”

Nos metemos con Guevara porquequeremos pulir la idea de lateoría del foco guerrillero, quefue, más que probablemente, ungenuino aporte de Guevara al

marxismo y que él mismo habría de practicar.También las guerrillas latinoamericanas. El Cheera más partidario de la guerrilla campesina quede la guerrilla urbana. De aquí que el ERP hayaelegido el monte tucumano y los Montos seconcentraran en las ciudades. La teoría del focono era parte de la experiencia de la RevoluciónCubana. Castro contó siempre con uncampesinado que le fue fiel, con soldadosbatistianos que se pasaron a sus filas. Estesegundo aspecto es contingente. Lo central de laRevolución de Castro es el ascendente que ésteya había logrado en los campesinos y en elapoyo que de ellos recibía. En tanto en Bolivialos campesinos de ese país terminaron por serdelatores de la guerrilla guevarista, en Cuba loshombres de la tierra recibieron bien a Castro.Estaban hartos de Batista y sus horrores. Hartosde una dictadura feroz. Estos jóvenes barbudosque venían en incontenible avance lesdespertaban esperanzas. Ese avance era cada vezmás incontenible porque los campesinos seconvertían en guerrilleros y aumentaban lasfuerzas del Ejército Rebelde. Una vez que laRevolución triunfa, América latina festeja. Perono festeja el triunfo de una “revoluciónsocialista”, sino el de unos barbudos rebeldesque han destituido a una dictadura sangrientaque ya avergonzaba e incomodaba a los mismosnorteamericanos. La Revolución Cubanacuenta, en sus primeros pasos, con el apoyo detodos. Fidel se establece en la conducción. YGuevara es el Saint-Just, el ala jacobina. Aunquea Fidel no le faltaba garra para asumir, siempreque lo quisiera, este papel. Lo primero queincomoda al mundo libre son las ejecucionesmasivas de adictos al régimen batistiano. Ahínace la palabra “paredón”, que es una la palabragenuinamente cubana, genuinamente castrista.La idea del “fusilamiento” de los opositorespeligrosos (en primera instancia) acompaña casiautomáticamente a la de “revolución”. No hayrevolución sin fusilamientos. Incluso Aramburu,justificándose, tratando de relativizar laimportancia del fusilamiento de Valle, les dirá,en su cautiverio, a los Montoneros que ellos –losde la Libertadora– habían hecho una revolucióny en una revolución siempre se fusila. No haypor qué sorprenderse si Castro y el Che tambiénlo hicieron. Es el modelo revolucionario de laRevolución Francesa. El modelo que siempremanejaron Marx y Engels. Volveré a citar untexto de Engels que cito desde hace años perono lo he citado aquí y aquí lo requiero otra vez.Discutiendo con “demócratasantiautoritaristas”, Engels se encrespa y dice:“¿No han visto nunca una revolución estosseñores? Una revolución es, indudablemente, lacosa más autoritaria que existe: es el acto pormedio del cual una parte de la poblaciónimpone su voluntad a la otra por medio defusiles, bayonetas y cañones, medios autoritariossi los hay; y el partido victorioso, si no quierehaber luchado en vano, tiene que mantener estedominio por el terror que sus armas inspiran alos reaccionarios. ¿La Comuna de París habríadurado acaso un solo día de no haber empleadoesta autoridad de pueblo armado frente a losburgueses? ¿No podemos, por el contrario,reprocharle el no haberse servido lo bastante deella?” (Marx, Engels, Obras escogidas, Edicionesen Lenguas Extranjeras, Moscú, Tomo I, 1955,p. 671. Cursivas mías). El texto es de unapotencia y claridad notables. Uno lo ha citadocasi ya a lo largo de los años. Tiene otros paracitar. Pero, ¿para qué? Engels lo dijoimpecablemente y era, además, Engels. De aquíque, por más que acumulemos lecturas, lacondensada sabiduría a la que improbablementepodamos acceder algún día se encierre, secondense apenas en unas pocas lecturas.Observen las bastardillas que puse esta vez: elterror. Hasta eso acepta Engels de la RevoluciónFrancesa. Eso que disgustó tanto a Hegel comoa Beethoven, Engels lo acepta como parte

esencial de una revolución. ¿Cómo no habría deser duro el Che en la fortaleza de La Cabaña?Insisto: Aramburu, para justificarse, dice“éramos revolucionarios, teníamos que fusilar”.(Nota: ¿No se habrá negado Perón a fusilar aMenéndez por respetar la condicióndemocrática de su gobierno, elegido por el votopopular? Para sorpresa de muchosantiperonistas, esto demostraría que su gobiernofue más democrático que el cacareado gobiernode la libertad de los “libertadores”.)

LA REVOLUCIÓN ES PACIENCIAPero el Che empieza a sentirse incómodo “den-

tro” de la Revolución Cubana. Lo sorprendemosahora hablando con Fidel. Éste, aún, no ha anun-ciado que la Revolución es comunista, aún no hatranscurrido el tiempo suficiente. Lo dirá, peroprefiere esperar un poco. Guevara lo apura: ¿porqué no decir la verdad? Prestemos oídos a esa con-versación:

Fidel: –Esa verdad nos perjudica en estemomento. Por ahora sólo somos unos barbudospintorescos que luchamos contra una dictaduraincómoda.

Che: –¿Incómoda? Vamos, Fidel: sanguinaria,cruel, genocida.

Fidel: –Incómoda para el Departamento deEstado.

Che: –¡Pues que se vayan dando cuenta! ¡Novenimos a mejorarle la imagen al Departamentode Estado en Latinoamérica! Venimos...

Fidel (Muy firme): –Sí, ya sé a qué venimos.Pero no nos conviene decirlo por ahora. El socia-lismo los espanta.

Che: –Es que a eso venimos: a espantarlos.Fidel: –Tenemos que hacer política.Che: –¿Y qué es hacer política? ¿No decir la ver-

dad?Fidel: –No decir siempre la verdad.Che: –Esconderse, mostrarse, dar la cara, no

dar la cara, decir la verdad, no decirla, sonreír singanas, darles la mano a los hijos de puta, abrazarsecon los cretinos, hablar, callarse, decir sí sin decirsí, decir no sin decir no... ¿eso es hacer política?

Fidel (Mirándolo muy fijamente. Muy conven-cido): –Exactamente eso.

Che: –Eso no es para mí. No voy a ser un buenpolítico, Fidel.

Fidel: –Entonces déjame la política a mí. Túocúpate de la guerra.

Che: –Es que la guerra está por terminar. Ahoraempieza la revolución.

Fidel: (Asiente con un gesto. Luego): –Y larevolución es paciencia. Una larga paciencia.Tenemos que gobernar, Che. Y gobernar... nosiempre es heroico (JPF, Dos destinos sudamerica-nos, cuestiones con Ernesto Che Guevara, Obra tea-tral en un acto, Ob. cit., p. 30).

Guevara deja su papel de Saint-Just cuandoempieza a ocuparse de la economía cubana. Perono dura mucho ahí. Su temple está para otrastareas. En Cuba, mientras están Fidel y el Che,uno de los dos sobra. El Che mira con malos ojoslos arreglos con la Unión Soviética. Su idea es lan-zar el concepto y la realidad de la RevoluciónCubana a la conquista de América latina. Lo queluego propondrá: dos, tres, muchos Vietnam.Fidel estrecha relaciones con los soviéticos. Esto lepermite soportar todos los problemas que le creanlos norteamericanos. Pero Cuba empieza a depen-der excesivamente de su grandote protector. Sedice de Castro: “Es otro mariscal del Kremlin”. Sedice que la economía de la isla se sostiene fácilporque todos los meses llega “el cheque de losrusos”. Nada de esto le gusta a Guevara. Quieremayor independencia para Cuba. No quierepegarse a los rusos ni apoltronarse en la comodi-dad del “cheque”. Para él, así, la revolución pierdedinamismo, se adormece. Más aún si no realiza sutarea fundamental: llevar a la lucha a los restantespueblos de América latina. Pero esto es lo quemenos quieren los rusos. La Guerra Fría los com-promete en una política de coexistencia. No pue-den financiar a un país que altera las relaciones depoder en el patio trasero de los yanquis. El Che,como primera etapa, quiere ir a África.

Fidel: –No te necesitan en África. Si no eresnecesario, no lo eres. Hay revoluciones que pue-den hacerse sin ti.

Che: –Hay una revolución que puede hacerse

sin mí: la nuestra. Ya no soy necesario aquí, Fidel.Mi horizonte...

Fidel: –Tu horizonte está siempre demasiadolejos. Se te ha quedado chica nuestra revolución.Ya no encuentras el modo de ser heroico en ella.Te aburres. Y no me lo has dicho, pero me lodices todo el tiempo: “No quiero ser un burócratacomo tú, Fidel. Yo, si no soy un héroe, no puedoestar”. (Con gravedad): Una vez más te lo digo: elheroísmo no sólo está en la batalla, también estáen la paciencia.

Che: –Te está gustando demasiado la paciencia,Fidel. La serena certidumbre de la ayuda de losrusos. De nuestras cosechas de azúcar. De larenuncia a mis planes de industrias. Seguimossiendo lo que éramos: una isla de monocultivo.Sólo que en lugar de comprarles basura a los yan-quis, nos la regalan los rusos. Ayuda económica ycoexistencia pacífica. Paciencia, dicen los rusos.Nada de industrias, monocultivo. Paciencia. Nadade revoluciones en América latina, coexistenciapacífica. Y vos aceptás, Fidel. Porque te volvistepaciente. Como quieren los rusos: un revolucio-nario paciente, controlable, sumiso. Un políticocon una verborragia algo estridente. Pero un polí-tico al fin.

Fidel: –Sé lo que quieres. Y es algo más específi-co que la revolución en América latina. Quieres larevolución en Argentina.

Che: –Por supuesto. Pero no voy a empezar porla Argentina.

Fidel: –Tampoco vayas a Bolivia. No...Che: –A ver, decilo: “No están dadas las condi-

ciones”. ¿Es eso?Fidel: –Eso. (Lo mira fijamente): No están

dadas las condiciones.Che: –Nunca están dadas las condiciones. Una

revolución es eso: crear las condiciones. El focoguerrillero es eso: crear las condiciones. Ningúnrégimen está esperando a que te lo devores como auna fruta madura. Ningún régimen se cae solo,siempre hay que voltearlo. (Nota: Esta notablefrase de John William Cooke me pareció digna deser dicha por Guevara. De aquí que se la hayaadjudicado en este diálogo con Fidel.)

Fidel: –La mayoría de los campesinos bolivia-nos son dueños de sus parcelas. No te respaldarán.

Che: –¿Quiénes te dijeron eso? ¿Los rusos? ¿Lainteligencia soviética en Latinoamérica?

Fidel: –Sin los campesinos no habríamos hechonuestra revolución. Sin los campesinos, no laharás tú en Bolivia. (Pausa. Casi con calidez): No

II

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vayas aún, Che. Una revolución es saber atacarcuando es sensato. No vayas.

Che: –¡Carajo, no puedo creer que me estésdiciendo algo así! ¿Tanto te ablandaron los rusos?Una revolución es lo menos sensato que hay.Siempre hay que estar un poco loco para haceruna revolución. Un hombre sensato lee el diario ala mañana, va a su trabajo, regresa a su casa, comey duerme hasta el día siguiente. Eso es la sensatez,Fidel. No fue sensato asaltar el Moncada. No fuesensato navegar en el Granma. Si lo hiciste fueporque eras un insensato. Un loco. Un revolucio-nario. Ahora corrés el peligro de convertirte en unburócrata.

Fidel: –Y tú en un mesiánico. En un héroe, enun mártir... pero no en un revolucionario.

(Se hace un silencio. Ya se han dicho todo.Fidel saca un cigarro y se lo ofrece al Che, queacepta.)

Che: –Estás engordando. (JPF, Cuestiones conErnesto Che Guevara, Ibid., pp. 52/53/54).

EL AVENTUREROLos hechos son conocidos. Guevara hace su

experiencia africana y fracasa por completo.Luego regresa a Cuba. Y prepara su viaje a Boli-

via. Ahí hará la experiencia práctica de su teoríadel foco insurreccional. Escribe varias cartas, des-pidiéndose. Todas son cristalinas. En todas expre-sa la idea que tiene de sí mismo y de su misiónrevolucionaria. A los padres: “Otra vez siento bajomis talones el costillar de Rocinante, vuelvo alcamino con mi adarga al brazo”. No teme compa-rarse con el personaje de Cervantes porque noteme que le digan aventurero. Si hay, en política,un mote que hiere y desacredita a quien se logana es el de “aventurero”. No le preocupa aGuevara. “Creo (dice) en la lucha armada comoúnica solución para los pueblos que luchan porliberarse y soy consecuente con mis creencias.”Esta fidelidad a sus creencias lo lleva a luchardonde sea, donde quiera que haga falta. Si hayque ir, si él lo cree así, agarrará su Rocinante ycargará con su adarga bajo el brazo. “Muchos medirán aventurero, y lo soy, sólo que de un tipodiferente y de los que ponen el pellejo parademostrar sus verdades.” Acaso en este acto hoy,más que infrecuente, insólito, esté la permanenciadel Che en el imaginario de los pueblos delmundo. Más de una vez (no demasiadas) le pre-gunté a un pibe por qué tenía la camiseta delChe. Ninguno me dijo: “Porque sí”. O: “Qué sé

yo”. O: “Porque me la regalaron”. La respuesta,casi siempre, fue: “Porque era un valiente, unrebelde, un tipo que peleaba contra el sistema”. Otambién: “Porque era un chabón con unos huevosde acero”. O también porque era recopado, por-que se jugaba la vida por lo que creía, porquepeleaba por un mundo mejor. Nadie podrá,nunca, desmentirle esa frase a Guevara: puso siem-pre el pellejo para demostrar sus verdades. Noqueda casi nada de lo que concretamente hizo por-que no pegó ni una. Se metió en la RevoluciónCubana, pero bajo la conducción de Fidel. Ganóla batalla de Santa Clara, pero el ejército batistia-no era débil, corrupto y ofrecía poca resistencia.Igual, ganó esa batalla en una guerra que él noconducía. Fracasó como ministro de Industrias.Fracasó en su enfrentamiento con la UniónSoviética. Fracasó en África. Y, trágicamente, fra-casó en Bolivia. Con ese fracaso fracasa la teoríadel foco. Ignoró con ligereza la aristocracia de losobreros del estaño. La advertencia de Castro acer-ca de la situación de los campesinos: eran dueñosde sus parcelas. Se aisló de los políticos bolivia-nos. Los desdeñó. Solo, con unos pocos incondi-cionales, penetró en una selva húmeda que fuefatal para sus pulmones. No le importó la guerraque Bolivia había sostenido con Paraguay. El ejér-cito boliviano difundió una mentira que erosionóseriamente su credibilidad ante los campesinos:que esos locos barbudos que andaban por la selvaeran paraguayos. Suficiente: los campesinos, pri-mero, empezaron a tratarlo con recelo. Luego, sinmás, lo delataron. Sólo citaré algunos textos delDiario en Bolivia: “Alto Seco es un villorrio de 50casas situado a 1900 metros de altura que nosrecibió con una bien sazonada mezcla de miedo ycuriosidad”. Luego: “Por la noche Inti dio unacharla en el local de la escuela (1 y 2 grados) a ungrupo de 15 asombrados y callados campesinosexplicándoles el alcance de nuestra revolución” (elsubrayado es mío). Son dos textos del 9 de sep-tiembre de 1967. Le quedaba un mes de vida. El24 del mismo mes dice que un solo campesinoquedó en una casa a la que habían llegado (élcon un ataque al hígado, vomitando). Sóloquedó Sóstenos Vargas. “El resto huye al ver-nos.” Y en el Resumen de septiembre anota:“Las características son las mismas del mes pasa-do, salvo que ahora sí el ejército está demostran-do más efectividad en su acción y la masa cam-pesina no nos ayuda en nada y se convierten endelatores”. En la carta a sus hijos había escritoun texto bellísimo: “Sobre todo, sean siemprecapaces de sentir en lo más hondo cualquierinjusticia cometida contra cualquiera en cual-quier parte del mundo. Es la cualidad más lindade un revolucionario”. Es cierto. Pero sentir lasinjusticias que se cometen en diversas partes delmundo no alcanza para ir a esos lugares y lucharcon efectividad por los sometidos. En Bolivia,esos sometidos lo denunciaban.

Hay un pequeño texto de Guevara que sellama: “Cuba, ¿excepción histórica o vanguardia enla lucha contra el colonialismo?”. Luego de refutarlas tesis de los “excepcionalistas”, el Che concluyeque Cuba es la vanguardia en la lucha contra elcolonialismo. Quienes creyeron esto creyeron unerror. Quienes vieron en la teoría del foco unaposibilidad revolucionaria, no meditaron lo sufi-ciente sobre la propia experiencia del Che enBolivia. Hay muchos textos de Guevara que pos-tulan una participación mayor de la guerrilla en eltrabajo de masas, pero siempre defendió el foco.El poder galvanizador de la guerrilla. Partir delfoco e ir incorporando a las masas. El ERP ensayaesta operatividad en Tucumán. La guerrilla argen-tina fue preferentemente urbana. Guevara nopensaba así: “Esas son las consideraciones que noshacen pensar que, aun analizando países en que elpredominio urbano es muy grande, el foco cen-tral político de la lucha puede desarrollarse en elcampo” (Cuba, ¿excepcionalidad histórica o...?).Hay textos, sí, en que se desliza, como dije, haciala fundamental captación de las masas (aunquesiempre partiendo desde el foco): “Los guerrille-ros no pueden olvidar nunca su función de van-guardia del pueblo, el mandato que encarnan, ypor tanto, deben crear las condiciones políticasnecesarias para el establecimiento del poder revo-lucionario basado en el apoyo total de las masas”(Guerra de guerrillas, un método). Creía que la

Historia estaba a favor de su causa, como casitodos creían en esos años: “La Alianza para elProgreso es un intento de refrenar lo irrefrenable”(Ibid.). Su experiencia boliviana es crística. Sontantos los padecimientos que describe en su Dia-rio que uno entiende que sólo un hombre conuna voluntad casi sobrehumana puede afrontar-los. También creía que la voluntad revolucionariapodía vencer los escollos de la realidad. (No envano el libro de Anguita y Caparrós sobre la mili-tancia revolucionaria del setenta lleva por títuloLa voluntad). En fin, sé que por más que diga queadmiro a este hombre y que creo que es justo sehaya transformado en el símbolo de la rebeldía,los guevaristas, que son impiadosos, no me perdo-narán estas páginas. Han sido sólo un bosquejopara entender los errores de la guerrilla argentina.Que no tuvo ni por asomo un Guevara y queagravó esos errores. Este libro no trata de él. Peroes inevitable tomarlo en cuenta porque fue elmentor de quienes creyeron y aplicaron la teoríadel foco. Algo que ocurrió en toda América lati-na. En sus diálogos con Castro tal vez sea él quiense ubica en el lugar más brillante, más osado, peroes Castro el que le está dando una dura lección depolítica, el que le exhibe las aristas ásperas de lahistoria, algo que lo remite a una teoría que elChe interpreta como “paciencia” y Castro comotrabajo político, como esa tarea ardua, difícil, delimar los muros que la realidad se empeña enlevantar ante la “voluntad revolucionaria”. Esposible que Castro no quede como la bandera delrebelde, pero fue el que toleró el desgaste, lasnegociaciones, el paso del tiempo. Es posible,también, que ahora quiera morir sin haber retro-cedido, algo que lo acercaría definitivamente a lagloria del Che. Es posible que en este hecho seencuentre el secreto del empeño en su perdurabi-lidad. Un Castro al que la muerte atrapa sin quehaya entregado a Cuba es un Castro que llega alas alturas de la rebeldía del Che. De aquí que elempecinamiento que muestra desde hace años enno “democratizar” la isla sea expresión de undeseo: seguir siendo Fidel, no alterar su imagen,seguir siendo el mismo, el que mantuvo y mantie-ne a Cuba fuera de las garras del imperialismo.Porque lo sabe bien: detrás de todas las exigenciaspara que democratice Cuba late el deseo de ani-quilarlo a él. Una Cuba sin Castro sería pastofácil para una penetración gusano-imperialista deelevadas proporciones. Una Cuba con Castro esuna Cuba detenida, no democrática, fijada en unpasado de esplendor cuyo presente no lograexpresar, pero para él, para Castro, es la garantíade su coherencia, el dibujo perfecto de su figura.Si el Che murió en Bolivia siendo el Che, dejan-do a la posteridad la imagen perfecta, intocada, deErnesto Guevara, un Castro que muera “en laCuba de Castro”, en la isla todavía indemne, can-sada pero rebelde, anacrónica pero pura, sería elCastro perfecto, el Castro que muere dejandotambién a la posteridad la imagen perfecta, laimagen intocada del héroe de la Sierra Maestra,del revolucionario, del hombre que nunca seentregó, del nunca vencido, del obstinado que ledice a la historia, no que lo absolverá, sino que élse ha absuelto a sí mismo, que su voluntad de serhasta el final lo que fue desde el principio lo igua-la al otro empecinado, al de Bolivia, lo torna tanpuro como él, lo transforma en el único políticoque, sin dejar de transitar los caminos del desgas-te, de los largos años que erosionan toda posiblegloria, ha llegado, sin embargo, al fin con la pure-za del mártir, con la voluntad indomable delaventurero, sin quebrarse. Así, Castro va en buscade una gloria aún mayor que la de Guevara: la dehaber sido, a la vez, los dos, él y el otro. El quemurió puro en Bolivia. Y el que morirá puro en laisla de Cuba, invicta. Como él.

DE LA PENITENCIARÍANACIONAL A TIMOTE: LA LARGAMANO DE LA HISTORIA

¿Qué habrá pensado Aramburu el 29 de mayode 1970? Lo dijimos: la fecha está cuidadosa-mente elegida. Se cumple, ese día, un año delCordobazo. Se festeja, ese día, el Día del Ejérci-to. De ahí en más, ese día, será el de la muerte deAramburu. (Dejamos para más adelante, cuandotengamos todos los datos en la mano o todos losque se pueden tener, si ese hecho fue un asesinato

III

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o un ajusticiamiento. O si fue algo todavía algomás complejo. Algo que probablemente nopueda ser encerrado en una sola palabra.) ¿Quéhabrá pensado el hombre de la Libertadora, elfusilador de Valle, cuando le dijeron que loiban a matar y que el motivo principal era el dela muerte de Valle? “Nunca creí que iba a tenerque pagar por eso”, quizá. Pero lo que unopiensa, lo que hoy podemos pensar con la sere-nidad de los años (no con la frialdad de losaños, sólo con esa serenidad que nos permiteatrapar los hechos en su compleja trama, sindejar nada afuera, tornando visibles todas lasdeterminaciones que se cruzan en la trama de lahistoria, en un hecho que las convoca a todas)es que la mano de la historia es larga, que lapersistencia de ciertos sucesos se prolongaimprevisiblemente. Aramburu se habrá sorpren-dido. ¿Quiénes eran estos muchachos? ¿Seríancapaces de matarlo por un asunto como el deValle? ¿No había quedado eso atrás? ¿No está-bamos ahora preocupados por encontrarle unasalida política a la Revolución Argentina? ¿Nosoy yo precisamente el garante de esa salida, elhombre ideal para encarnar ese proyecto? Diga-mos una suposición disparatada: ¿y si pensó,súbitamente, “debí haber recibido a la mujer deValle esa noche”? “Si hubiera tenido esa cle-mencia tal vez estos muchachos serían ahoramás clementes conmigo.” En fin, no importa.Pero algo ha de haber intuido acerca de loscomplejos caminos de la historia. Que sonimprevisibles, que suceden sin causalidad algu-na, pero tienen, algunos de ellos, una densidadasombrosa. La muerte de Aramburu condensatoda la tragedia argentina desde el 16 de juniode 1955 en adelante. Esa muerte se la habíaganado. No estoy diciendo que fuera justa.Menos un tipo como yo que detesta la violenciay cree que nadie debería morir, pero no es taningenuo como para no saber que la historia estáescrita con sangre, que el hombre es el lobo delhombre, que el capitalismo es un sistema quesólo puede engendrar injusticias y odios. Que laviolencia se cierne sobre este mundo desde susorígenes y perdura hoy como si nada hubierapasado, perdura aún con mayores posibilidadesdestructivas. Ya haremos algo así como unaontología de la violencia. El resultado deberáconfrontar el postulado bíblico “No matarás”con el postulado antropológico e histórico “Elhombre no puede no matar”. Aramburu, comotodo ser humano, no merecía morir, pero lamuerte se la había ganado. Había hechomuchas de las cosas necesarias que suelen con-denar a los hombres. Había despertado odios.Había ordenado muertes. Había sido impiado-so, vengativo. Había desoído pedidos desespera-dos de clemencia. Hacerle decir a la mujer delgeneral al que va a fusilar que él, el único quepuede impedir esa ejecución, “duerme” es deuna crueldad inaudita. Ante todo, la debióhaber recibido. Debió haber tenido la dignidady el coraje de decirle en la cara por qué matabaa su marido. Y si no, no debió ordenar que ledijeran que él dormía. Era decirle: “Yo tengo laconciencia en paz, señora. La muerte de suesposo no me quita el sueño. Su desesperacióntampoco. Usted, para mí, no vale nada porquees, precisamente, su mujer. El motivo que creela autoriza a pedirme clemencia es el mismo porel que yo no la quiero ver. Porque se casó conun peronista, señora. Porque supo que él se alza-ría contra nuestro gobierno, que es el que res-tauró la libertad y la democracia en nuestro país,y siguió a su lado. Denunciarlo habría sidomucho, tal vez. No le pido tanto. Pero haberseguido con él es imperdonable. Y si él no ledijo nada usted debió darse cuenta. En algo raroanda mi marido. Eso debió advertir. De esodebió darse cuenta. Usted es una peronistacomo él. Por eso, si se dio cuenta, lo dejó seguir.Todo salió mal. Hay que pagar. La que estanoche no va a poder dormir es usted. Yo no. Yoya estoy durmiendo. Se lo hago saber para queusted, justamente, sepa hasta qué punto mi con-ciencia está serena”. Además hizo fusilar a Valleen una penitenciaría. Como a un reo. Como aun delincuente común. Feo lugar para morir. Aél le habrá de tocar uno todavía peor. La hija deValle lo acompaña hasta el último momento. Se

llama Susana y habrá de ser importante en losaños que vendrán. A ella, Valle le da las cartasque escribió. La de Aramburu (célebrementehoy) empieza utilizando la palabra asesinato:“Dentro de unas horas usted tendrá la satisfac-ción de haberme asesinado”. “Dentro de unosaños (podría haber dicho) tendré yo la satisfac-ción de verlo morir a usted, de saberme venga-do. Pero usted no morirá a manos de un pelo-tón del ejército gorila que hoy comanda, sino amanos de jóvenes idealistas, que lo matan ennombre de la justicia social, de la libertad de lospueblos.” Acaso el profundo sentimiento cristia-no que animaba a Valle le habría impedido sen-tir “satisfacción” por la muerte de nadie, ni ale-gría por un acto de venganza. Pero se habríadeslumbrado por lo mismo que nos atrae anosotros: por el largo brazo de la historia, poresa línea tendida entre el patio de la Penitencia-ría Nacional y el barro de la estancia de Timote.Entre el oficial de la Libertadora que ordena“¡Fuego!” y el joven Fernando Abal Medina quedice: “Voy a proceder, general”.

La bibliografía que detallo a continuación esdispar. Algunos libros son buenos, otros sonmalos, otros son excelentes. Todos son útilespara el que quiera seguir trabajando estas temá-ticas. Son cerca de cien libros. Abarcan todas lasposiciones ideológicas, o casi todas. Siemprepuede haber una que uno no conoce. Si la entre-go es porque son muchos los lectores que la hansolicitado. También hay materiales valiosos enInternet. Pero siempre que haya un libro sobreun tema específico, primero el libro.

Colaboración especial:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

BIBLIOGRAFÍA ESENCIAL:Abel Gilbert-Miguel Vitagliano: El terror y lagloria: la vida, el fútbol y la política en la Argenti-na del Mundial 78.Alain Rouquié: Poder militar y sociedad civil enla Argentina.Alejandro Horowitz: Los cuatro peronismos.Alfredo Mason: Sindicalismo y dictadura.Alfredo Pucciarelli: Empresarios, tecnócratas ymilitares.Andrew Graham-Yooll: Agonía y muerte de JuanDomingo Perón.– Tiempo de tragedias y esperanzas: cronología his-tórica, 1955-2005, de Perón a Kirchner.Beatriz Sarlo: La batalla de las ideas (1943-1973).– La pasión y la excepción.Carlos Altamirano: Bajo el signo de las masas(1943-1973).Carrera, Grau, Martí, Agustín Tosco: La claserevolucionaria.Colección de la revista Lucha Armada: números1 al 8. Cristina Zuker: El tren de la victoria: una sagafamiliar.Eliseo Verón - Silvia Sigal: Perón o muerte.Ernesto Guevara: Cuba, ¿excepción histórica ovanguardia de la lucha revolucionaria en AméricaLatina?– Diario en Bolivia.– Mensaje a la Tricontinental.Ernesto Jauretche: Violencia y política en lossetenta.Ernesto Salas: Uturuncos, el origen de la guerrillaperonista.– La Resistencia Peronista: La toma del FrigoríficoLisandro de la Torre.Eva Perón: Mi mensaje.Felipe Celesia - Pablo Waisberg: La ley y lasarmas - Biografía de Rodolfo Ortega Peña.Félix Luna: El 45, un año decisivo.– Perón y su tiempo.Frantz Fanon: Los condenados de la Tierra.Gabriela Saidón: La montonera: Biografía deNorma Arrostito.Gustavo Plis-Sterenberg: Monte ChingoloHoracio Tarcus: El marxismo olvidado en laArgentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña.Hugo del Campo: Sindicalismo y peronismo: loscomienzos de un vínculo perdurable.Hugo Gambini: Historia del peronismo.Hugo Vezzetti: Pasado y presente: guerra, dicta-dura y sociedad en la Argentina.

John William Cooke: La lucha por la revoluciónnacional.Jorge Camarassa: La última noche de JuanDuarte.José Amorin: Montoneros, la buena historia.José Luis Romero: Las ideas políticas en laargentina.José Natanson: Kirchner: el presidente inesperado.José Pablo Feinmann: Dos destinos sudamerica-nos: Eva perón - Ernesto Che Guevara.– Escritos imprudentes I.– Escritos imprudentes II.– Filosofía y Nación. – Ignotos y famosos.– La crítica de las armas.– La sangre derramada.– López Rega: la cara oscura de Perón. Joseph Page: Perón (Tomos I y II).Juan Domingo Perón: Actualización política ydoctrinaria para la toma del poder.– Apuntes de historia militar.– Conducción política.– La fuerza es el derecho de las bestias.Juan Gasparini: David Graiver, el banquero delos Montoneros.– Final de cuentas.Juan José Hernández Arregui: La formación de laconciencia nacional.– Imperialismo y cultura.Julio González: Isabel Perón.Karl Von Clausewitz: De la guerra (EditorialLabor).León Rozitchner: Perón, entre la sangre y eltiempo.Marcelo Larraquy: Galimberti.– López Rega.– Fuimos soldados.Marcos Novaro: Historia de la Argentina contem-poránea.María Seoane: Todo o nada (Santucho).– El burgués maldito (Gelbard).María Seoane - Vicente Muleiro: El dictador(Videla).Mariano Plotkin: Mañana es San Perón.Mario Rapoport: Historia contemporánea, políti-ca y social de la Argentina (1880-2003).Maristella Svampa: La sociedad excluyente.Marysa Navarro: Eva Perón, la biografía.Miguel Bonasso: Diario de un clandestino.– El presidente que no fue.– Recuerdo de la muerte.Miguel Mazzeo: Cooke, de vuelta.Miguel Murmis - Carlos Portantiero: Estudiossobre los orígenes del peronismo.Milcíades Peña: Masas, caudillos y elites.Munú Actis / Cristina Aldini / Liliana Gardelia/ Miriam Lewin / Elisa Tokar: Ese infierno: Con-versaciones de cinco mujeres sobrevivientes de laESMA.Pablo Gerchunoff: El ciclo de la ilusión y eldesencanto.Pablo Giussani: Montoneros: la soberbia armada.Paco Ignacio Taibo: Ernesto Guevara, tambiénconocido como el Che.Pilar Calveiro: Poder y desaparición. – Política y/o violencia.Richard Gillespie: Soldados de Perón, Mon-toneros.Robert Potash: El Ejército y la política en laArgentina.Roberto Baschetti: Documentos de la ResistenciaPeronista: 1955-1970.– Documentos 1970-1973: De la guerrilla pero-nista al gobierno popular.– Documentos 1973-1976: Volumen I: De Cám-pora a la ruptura.Rodolfo Walsh: Carta de un escritor a la JuntaMilitar.– El violento oficio de escribir. – Operación Masacre. – ¿Quién mató a Rosendo?Santiago Garaño - Werner Pertot: La otra Juve-nilia: militancia y represión en el Colegio Nacio-nal de Buenos Aires - 1971/1986.Sergio Olguín (compilador): Perón vuelve.Sergio Pujol: Discepolo.Tomás Eloy Martínez: La novela de Perón.– La pasión según Trelew.– Santa Evita.Tulio Halperin Donghi: Argentina en el callejón.– La larga agonía de la Argentina peronista.

IV Domingo 14 de septiembre de 2008

PRÓXIMO DOMINGO

El acontecimientoAramburu (II)

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

El foco y el movimiento de masas42

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UN PROLETARIADO UNIDO Y CONSCIENTE

El Cordobazo es el mayor hecho decombatividad de masas de la historiaargentina. Se sabe que lasafirmaciones tajantes tienen susriesgos. Por ejemplo: no digo que el

17 de octubre no haya sido fundamental. Se sabede sobra. Pero no tuvo la agresividad, el altonivel de participación obrera y estudiantil delCordobazo. Además, el 17 de octubre, losestudiantes, los grupos ilustrados, hasta –porejemplo– el Teatro Independiente (que proveníadel PC y tenía a la URSS como referente), no seunieron a la protesta popular. Que no eraexactamente obrera. No eran obrerosencuadrados en sindicatos clasistas, eran losobreros jóvenes de escasa experiencia sindical yuna clase media que quería cambios en el país.El Cordobazo es otra cosa. Se tiene claraconciencia de lo que se quiere. Córdoba es unaciudad con industrias de importancia, sobre todo laautomotriz, y esto genera un proletariado unido yconsciente. Si se planteara aquí el tema de laconciencia de clase habría que responderafirmativamente: hubo conciencia de clase en elCordobazo, hubo conciencia de que los reclamoseran obreros, de que los obreros teníanconducciones y pertenecían a sindicatos que losrepresentaban. Es notable, además, cómo apartir de la gesta obrero-estudiantil se afianza lanecesariedad de seguir adelante con lascomisiones internas en las fábricas. Sitrac-Sitramson los sindicatos autónomos de Fiat-Concord yFiat-MaterFer. Surgen, del seno de la lucha, lasgrandes figuras sindicales: Agustín Tosco,Gregorio Flores, José Francisco Páez y RenéSalamanca. Y de esta misma lucha surgentambién las organizaciones guerrilleras que–hasta ese momento– sienten que forman partede una lucha generalizada, de un gesto derebeldía que empieza a cubrir todo el país. En elCordobazo –a partir de él– toman su decisión dedar la lucha y de darla junto a las masas losMontoneros (los que más plantean unaparticipación dentro de las luchas del peronismo)y el ERP y las FAR, que tendrán modalidadesdistintas. (Sobre todo al no aceptar laconducción de Perón. Algo que luego harán lasFAR en su unión con Montoneros.)

El Cordobazo se expresa también en muchasprovincias. Una de las más grandes sorpresas fueel Mendozazo, dado que Mendoza había sido unaprovincia tradicionalmente conservadora. ElRosariazo golpea fuerte. Ya empieza a ser hábitover a las multitudes ganando las calles, a los obre-ros y a los estudiantes emprendiendo una luchacomún. “Se llegó a una situación que ha sidocaracterizada como ‘toma de la ciudad’, en la cualla actuación de la policía fue totalmente superada,habiéndonse quedado sin gases y sin nafta. Segúnel cálculo de Tosco, hubo unas cincuenta mil per-sonas peleando en la calle. A las cinco de la tardeintervino el Ejército, que intentó controlar lasituación desplazando tropas en la ciudad. A lasocho de la noche, cumpliendo la previsión del sin-dicato, los encargados de hacer saltar los taponesde la usina central dejaron a Córdoba a oscuras,apagón que duró más de cuatro horas. A la nochefueron tomadas comisarías y sedes de la policía enla periferia” (Carrera, Grau y Martí, AgustínTosco, la clase revolucionaria, ed. cit., p. 117).Nadie, según parece, había previsto la llegada delEjército. Acaso se pensó que la debilidad del régi-men no se arriesgaría a una represión militar. Otambién se pensó que precisamente por estar aco-rralado Onganía habría de arrojar zarpazos renco-rosos, irresponsables. Como fuere, se siguióluchando. Hubo un desplazamiento a la periferiade la ciudad, la lucha se siguió dando desde losbarrios. “Finalmente el Ejército logró desalojar elcentro haciendo fuego indiscriminadamente”(Carrera, Grau, Martí, Ibid., p. 117).

En enero de 1971, el llamado “Clan Stivel”, ungrupo que formaron David Stivel, Bárbara Muji-ca, Emilio Alfaro, Norma Aleandro y CarlosCarella (que hicieron en televisión un éxito que sellamó Cosa juzgada) presentaron una obra teatralen Mar del Plata. No recuerdo de quién era. Noera buena. El esquema central radicaba en demos-trar que en el país todo estaba pésimo entre las

personas (sobre todo entre las parejas: se cogíamuy mal, era el ejemplo) porque la situación delpaís era agobiante, porque se vivía bajo una dicta-dura, no había libertad, etc. Estaba claro: al nohaber libertad las mujeres no tenían orgasmos. Alos hombres no les importaba porque el autorita-rismo militar les impedía hablar francamente consus mujeres. Y ellas no les decían nada porque–también– no había libertad. Ergo, no podíahaber sinceridad. Pero la obra entusiasmaba alpúblico que estaba harto de Onganía. Voy a esto:en una escena entra Stivel a su casa, deja su saco yel televisor está encendido. De pronto, el tipo setransforma. “¡Vení, flaca”, grita. “Vení, miráesto.” La mujer se pone junto a él y miran la tele.Y él, exultante, feliz, dice: “Mirá cómo los hacenrajar. Mirá cómo se cagan los milicos. Con pie-dras los hacen rajar.” Veían, sí, la famosa escenaen que jóvenes del Cordobazo arrojan piedrassobre la milicada y la milicada retrocede. En ver-dad, se les habían terminado los gases lacrimóge-nos (una versión). Y también es cierto que estabansorprendidos los milicos. No lo podían creer. Lafogosidad de la militancia era fuerte. Y los caballosempezaron a ir para atrás. Era una escena inéditaen la Argentina. Una manifestación popular hacíaretroceder a los temibles policías antichoque. Y elflaco de clase media que hacía Stivel se ponía locode contento. Algo iba a cambiar. Los milicosretrocedían. Pronto el país sería otro. Esa llama deesperanza prendió el Cordobazo en tantas almas.La gente que miraba la obra –de vacaciones enMar del Plata– estallaba en aplausos. También, aesa altura, la clase media empezaba a entusiasmar-se con la guerrilla. No sólo cuando el ERP repar-tía comida en las villas miseria, sino hasta cuando“boleteaban” a alguien. Eran cosas de “los mucha-chos”. Se habían cansado. Estaban hartos y habíanagarrado los caños. “Los muchachos” pasaron aformar parte del imaginario entusiasta de la clasemedia: se los vio como la cara combativa, juvenil,valiente y justiciera de un país agobiado por mili-tares, empresarios y curas como Caggiano.

LA VANGUARDIA ES LA CLASEOBRERA Y SU ORGANIZACIÓN

Hay algo irrepetible en el Cordobazo. El Cor-dobazo es el fruto maduro de una sociedad indus-trializada. No en vano se le dice el Mayo cordo-bés. Habría que ver con qué grado de precisión,pues en el Mayo cordobés el sector hegemónicode la lucha es la clase obrera. No desvalorizamosel aporte estudiantil, pero el Cordobazo es unarebelión del proletariado. En el Mayo francés fue-ron los estudiantes el sector más dinámico. Estose nota en el ingenio, es la calidad literaria de lasconsignas. Ni Tosco ni los suyos habrían de escri-bir: “Debajo de los adoquines está la playa”. Creoque se habrían reído de tal exceso poético. Inclu-so hasta lo de la imaginación al poder les habríaresultado extraño. No, la imaginación no. Son losobreros los que están luchando por el poder. Es laclase obrera la que quiere el poder o la que discu-te el mayor poder que desea para sí. Por decirlode un modo contundente: El Cordobazo es hijo dela industria automotriz. Marx se habría sentidosatisfecho con esto. Es el moderno proletariadode la rica provincia que ocupa la centralidad de laRepública Argentina la que se rebela eligiendo suarma esencial: la paralización de las actividades.Córdoba era un espacio tramado por la industriade fabricar automóviles. Sus obreros recibían losmejores salarios del país. Lo que demuestra que lapobreza no lleva a la rebelión. Lleva al embruteci-miento. A la marginación. El obrero industrialcon buen salario y asociado a su sindicato es elque puede alcanzar una visión más totalizadorade su lucha. Esto es cierto. No lo es –ya lo hemosvisto sobradamente– el uso que ciertos teóricosde “izquierda” le dan a la carencia de estos ele-mentos. No por carecer de buenos sueldos ni sin-dicatos los obreros están condenados a la hetero-nomía y a ser manipulados por un proyecto bur-gués. El Cordobazo es muy distinto del 17 deoctubre. Aquí no hay un líder que rescatar. Nohay un proletariado virgen de experiencia sindi-cal. No hay migrantes. También los estudiantesson otros. Dan su lucha junto a los obreros. Losque tienen, sin duda, mayor experiencia sindical.Tienen una ya larga experiencia en la fábrica.Saben organizarse entre compañeros. Tratar con

los dirigentes. Que irán a la lucha con ellos oellos irán a la lucha con sus cabezas. Si digo queel Cordobazo lo hizo la industria automotriz esporque es hijo de la urbanización industrial. Lascomisiones internas sacan la gente a la calle. Elpi-dio Torres, Agustín Tosco y Atilio López lideranla protesta. Hoy, el Cordobazo es imposible. Cór-doba ya no es una provincia industrial. La indus-tria automotriz se desmanteló y se fue de Córdo-ba y de la Argentina. El neoliberalismo aniquilóal capitalismo productivo. Al morir la burguesíade la producción mueren los grandes centrosindustriales. Los obreros se quedan sin fábricas.Se quedan en la calle. Ya no son obreros. Sonmarginados, excluidos y, por fin, delincuentes.

II

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En la sociedad de la exclusión se ha suprimido laprotesta del obrero sindicalizado. Muerta laindustria, sólo quedan los peones de campo fielesa la palabra de sus patrones. Los hemos visto“hacerles número” durante los días de confronta-ción entre el gobierno de Cristina Fernández y“el campo”. La industria genera “centralidad enla fábrica”. La “centralidad en la fábrica” generadelegados, comisiones internas, abogados y afilia-ción masiva al sindicato. Entre todo esto serpen-tea la línea ideológica. ¿Fue clasista el Cordoba-zo? Sí. ¿Fue peronista? Se inscribía, sin duda,dentro del peronismo combativo que jaqueaba alrégimen desde la prohibición del movimiento yde su líder. Hubo muchas pintadas en la época:

“El Cordobazo es peronista”. Para otros era de laizquierda. Tosco no era peronista. Pero AtilioLópez sí. Y sería acribillado por el peronismo delEstado mafioso y criminal de López Rega e Isa-bel. Ochenta y un balazos, a Atilio López. Fue, sise quiere, del trotskismo. Fue de la izquierda.Fue del clasismo. Pero el Cordobazo se inscribedentro de la lucha del peronismo por traer aPerón. Dentro de la tradición de lucha que elperonismo venía desarrollando desde la Resisten-cia. El Cordobazo encuentra sus antecedentes enhechos como la huelga del frigorífico Lisandro dela Torre. Nada tiene que ver con el sindicalismovandorista. Pero sí con la lucha de todos losotros. La de Ongaro, la de los cuadros juveniles,

la de la naciente guerrilla que golpeaba aquí yallá dentro de un esquema popular y masivo de ase-dio al régimen, no dentro de la soledad de los “elegi-dos” (por nadie). En Córdoba estaba la Fiat, esta-ba la Renault. La Renault había comprado lamítica Industrias Kaiser Argentina (la IKA) quese había radicado en la ciudad mediterráneadesde 1955. El gran triunfo del liberalismo demercado fue desmantelar la estructura industrial y,con ella, la posibilidad de la rebelión obrera.Donde ahora está el hambre, antes había fábri-cas, obreros, delegados, sindicatos e ideas genera-das desde el seno de la clase obrera. El Cordoba-zo, por último, fue el movimiento de masas enacción. Fueron las masas, fue el pueblo, fueron losobreros los que asumieron la vanguardia de lalucha. Es cierto que hubo francotiradores, perono tuvieron relevancia. Más bien “contamina-ron” la gesta. El Cordobazo no necesitaba fran-cotiradores, los cuales, como siempre, dieronargumentos a la derecha. El Cordobazo es lapureza de la rebeldía obrera, en que la vanguardiason los cuadros, la clase social, las ideas generadasen la “centralidad de la fábrica” y los líderes sin-dicales que se ponen al frente de las columnas,no como iluminados que tienen la verdad, sinocomo obreros que tienen la responsabilidad quesus compañeros les dieron, la de la conducción,la de estar al frente con todos los otros detrás,apoyándolos y, si es necesario, empujándolos.¿Vieron las fotos de Agustín Tosco al frente delas columnas obreras del Cordobazo? Esa es laviolencia de la clase obrera. Su masividad, sunúmero. Pero su número transformado en fuer-za, como decía Cooke. Porque no alcanza conque sean muchos. Tienen que ser muchos, saber-lo y organizarse. Así, la cantidad adopta la cuali-dad de la fuerza. Cualquier otra violencia sólopodrá legitimarse –dentro de un régimen nodemocrático, dentro de una dictadura como la deOnganía– subordinándose a ésta. La vanguardiaes la masa, es la clase obrera y su organización.¿Qué creen que les habrían dicho Tosco o AtilioLópez el 29 de mayo de 1969 cuando abandona-ban las plantas fabriles y marchaban en busca delcentro de la ciudad? “No, muchachos. Aquí, alfrente, vamos nosotros. Los obreros y sus diri-gentes. Esta es la lucha de una clase social. Esuna lucha de masas. No tiene nada que ver con el‘foco’ del compañero Guevara ni necesitamosque nos galvanicen los compañeros de la pequeñaburguesía que han agarrado los fierros. Cuandohaga falta, si hace, los vamos a llamar. Hastaentonces, en el mazo, muchachos.” No descartoque, en los días previos, algún diálogo de estetipo haya sido posible.

LA MUERTE DE LA ARGENTINADEL CORDOBAZO

Esa Argentina –trágicamente– murió. La mató,primero, el golpe del ’76, que arrasó con todo yque se produjo ante la urgencia de frenar losmovimientos obreros de Villa Constitución,denunciados por el radical Ricardo Balbín alhablar de “la guerrilla en las fábricas”. Y la matódespués el peronista Carlos Menem, desde el neo-liberalismo, con todo el Partido Justicialista res-paldándolo, festejando en el Congreso las privati-zaciones como si fueran goles de la selecciónargentina, con el sindicalismo en silencio y contodo el establishment frotándose las manos: ya notenían que llamar a los militares para tener poder,para frenar a las masas. Ahora, eso se lo daba elperonismo. Nunca un partido político traicionóhasta tal punto sus orígenes. La Argentina quePerón y Evita habían construido la destruyeronlos mismos peronistas. Como decía Eva: “Yo nole temo a la oligarquía que derrotamos el 17 deoctubre, le temo a la que pueda nacer en el cora-zón de los dirigentes peronistas”. En suma, fueCarlos Menem, desde el peronismo, el que dio elimpacto brutal y final a la Argentina del Cordo-bazo. Falta para llegar a esa infamia.

Hace tiempo que cualquier escritor sabe que nodebe escribir “los acontecimientos se precipita-ban”. Menos luego del prestigio que la palabra“acontecimiento” ha cobrado a partir de su usopor Foucault y Deleuze, quienes, basándose en elHeidegger de Beiträge zur philosophie (von ereig-nis), cuya traducción en la Argentina apareciócomo Acerca del evento, la hicieron suya y desarro-

III

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llaron algunos puntos valiosos a partir de ella.Ya utilizaremos (y ya trataremos de justificar porqué) la palabra acontecimiento. No exactamentecomo Foucault, menos aún como Deleuze ymucho menos como Heidegger. Pero se nos tor-nará indispensable para inteligir el acontecimien-to acaso más complejo de todo cuanto venimostratando: el acontecimiento Aramburu. Podemos,entonces, si cautelosamente dejamos de lado elconcepto de acontecimiento, y sin ignorar lotransitado de la frase, decir: “los hechos se preci-pitaban”. Antes del Cordobazo, el ambiente yavenía caldeado. En abril (1969) un grupo de lasFAL ataca un puesto de la guarnición de Campode Mayo. (Nota: Sigo, a partir de aquí, la rigu-rosa cronología trabajada por Andrew Graham-Yool en Tiempo de tragedias y esperanzas, Crono-logía histórica, 1955-2005, Buenos Aires, Edito-rial Lumière, 2006). El cardenal Antonio Ca-ggiano critica a los sacerdotes rebeldes. Dice quela Iglesia se encuentra ante una crisis de fe. Asal-to a una armería de Buenos Aires. Por supuesto:se llevan armas. Conferencia de obispos en SanMiguel. Se manifiestan de acuerdo con los obis-pos de la Conferencia de Medellín. Elementosguerrilleros atacan puestos militares en Magdale-na, Salta y otros lugares. El 3 de mayo es deteni-do Raimundo Ongaro. Lo liberan dos días des-pués. Juan José Cabral, de 22 años, que estudia-ba medicina en Corrientes, es asesinado por lapolicía. La muerte se produce a raíz de la partici-pación de Cabral en una manifestación por elaumento de precios en el comedor universitario.En Córdoba los metalúrgicos declaran una huel-ga de 48 horas. El asesinato de Cabral caldea elambiente del país. Es una de las causas del Cor-dobazo. Hay manifestaciones en casi todas lasciudades. En una de ellas, en Rosario, un oficialde policía hiere a Alberto Ramón Bello, de 22años. Bello muere al día siguiente. Su sepelio sehace en Rosario. Se clausura la Universidad deCórdoba. Al día siguiente, en Córdoba, ElbaCanelo queda ciega de un ojo por una granadade gas. El 21: marcha de silencio en Rosario. Elpueblo toma la ciudad. Un joven de 15 añosmuere de un balazo en la espalda, Luis NorbertoBlanco. El general Fonseca se adueña del territo-rio y hace retroceder a quienes habían tomado laciudad. Onganía ordena la ocupación militar deRosario. Sepelio del joven Blanco. Se confirma,en Washington, a John Davis Lodge comoembajador en la Argentina. Lodge declara queOnganía llegó al gobierno en forma democráti-ca. Día 29: el Cordobazo. Al día siguiente, elEjército entra al Barrio Clínicas, donde se con-centra la población estudiantil. 14 muertos enlos dos días del Cordobazo. Se establecen tribu-nales militares: Elpidio Torres, de Smata, escondenado a cuatro años de prisión. AgustínTosco (“el hombre del Cordobazo”) a ocho. Yasí sigue la cosa: el 26 de junio se queman 15supermercados Minimax, pertenecientes a lacadena de la familia Rockefeller.

30 de junio de 1969: balean a quemarropa aAugusto Timoteo Vandor, el cruzado del “pero-nismo sin Perón”, el enemigo de la CGT de losArgentinos, lugar en el que ni se lo nombraba,se le decía “el traidor”. La CGT estaba divididaen la “de los Argentinos” y “la de Azopardo”.Esta, que llevaba su nombre por estar en esacalle, tenía la orientación pactista que le impo-nía el Lobo Vandor. Para los de Ongaro eran“los traidores”. La muerte de Vandor no entris-teció a nadie. Se lo veía como un tipo sinuoso,un maestro de la negociación perenne y un trai-dor a su clase y a cualquier otro compromisoque pudiera tomar. Sigue la cosa: asume unnuevo ministro de Economía, José María Dag-nino Pastore. Refiriéndose a un famoso libro degeografía que todos habíamos tenido en elsecundario se dice que, de geografía al menos,algo sabrá. Juan García Elorrio, el director deCristianismo y revolución, muere, el 27 de febre-ro de 1970, embestido por un automóvil. Con-moción entre la militancia. García Elorrio eraun hombre muy respetado, había buscado unirel cristianismo y el marxismo con las luchasnacionales. Nadie quería creer que simplementelo había matado un auto. Pero no hubo formade demostrar que no fuera así. Una muerteabsurda. A lo Barthes: semiólogo que no vio el

semáforo y lo aplastó un camión de lavandería.Las FAP toman el destacamento de la Prefecturade Tigre. Se llevan quince ametralladoras, docefusiles y pistolas. La guerrilla actúa: el 26 deabril asalta una comisaría en Rosario; el 28, unaen Córdoba; el 29, una en Villa Devoto. Onga-nía pierde la paciencia: nuevos poderes a la poli-cía para combatir a la guerrilla. El 27 se reúnecon Lanusse y 52 generales en actividad. Lesdice que la “Revolución Argentina” tiene aúnpor delante quince o veinte años más. Con él asu frente, claro está. Lanusse mira de reojo auno que otro general y ya está: los días de Onga-nía están contados. 29 de mayo de 1970: Es elDía del Ejército, y el primer aniversario del Cor-dobazo y será el día del secuestro de Aramburu. Esun día verdaderamente sobredeterminado. Pocosaños antes, en sus libros Lire Le Capital y PourMarx, Louis Althusser, que había criticado lalinealidad de la concepción hegeliana de la his-toria, toma, sin embargo, de éste, el concepto dedeterminación. Una determinación, en Hegel, esun punto de la historia o un elemento del pen-samiento lógico. Althusser creía en el conceptode sobredeterminación. Ese punto de la historiapresenta tal complejidad, son tantas las líneasque en él confluyen, que estamos ante una sobre-determinación. Esas tres poderosas líneas que secruzan ese 29 de mayo de 1970 hacen de ese díauno de los más sobredeterminados de la décadaque se inicia: Día del Ejército, primer aniversa-rio del Cordobazo y secuestro de Pedro EugenioAramburu. Hasta aquí queríamos llegar. Antesde seguir deberemos volcar nuestra atenciónhacia el comandante Ernesto “Che” Guevara,hoy, en pleno siglo XXI, nada menos que el ros-tro casi universal de la rebeldía.

“¿TÚ CREES QUE SOMOSIGUALES A ELLOS?”, DIJO EL CHE

En 1997 se publican varias biografías sobreErnesto Guevara. La de Anderson, la de PacoTaibo, la de Pierre Kalfon y la de Jorge Castañe-da. Se cumplían treinta años de la muerte delChe en la Escuelita de La Higuera. Luego delbuen suceso que nuestra película sobre EvaPerón había obtenido, unos productores nosconvocan a Desanzo y a mí, al director y alguionista del film, para que hiciéramos unasobre Guevara. La primera tarea será viajar aCuba y ver y preguntar y olfatear. Desanzo esta-ba afónico por el esfuerzo de la filmación delfilm sobre Evita, de modo que la tarea de hablarcon los entrevistados me correspondía. Duranteuna semana pregunté, desde Froilán Gonzálezhasta Roberto Fernández Retamar, si el Chetenía algún defecto. Ninguno. Yo alegaba queno podría escribir un guión de cine sobre unpersonaje que no tuviera un quiebre, algunazona oscura, en contradicción con su cara diur-na, con la más conocida, la más célebre. De locontrario saldría un caramelo, no un hombre.Quería la cara del cuadro de Alberto Korda, sí.Pero tenía que existir otra. Nada. Cierta tarde(no recuerdo por qué no estaba Desanzo), elcoronel del Ejército Revolucionario que noshabían amablemente puesto como chofer medice: “Venga, lo llevaré a un lugar donde no vanadie”. Me llevó a la fortaleza de La Cabaña,donde se había instalado el Che a comienzos del’59 y donde se iniciaron los juicios de los tribu-nales revolucionarios. El coronel me mostró elcélebre “paredón”. Era enorme. La fortaleza erauna bellísima construcción española del sigloXVI. El paredón estaba lleno de agujeros. “Si sepregunta por qué no hay más –dijo el coronel–,es porque la mayoría de las balas pegaban en elblanco.” Para Guevara las revoluciones se hacíana lo Saint Just. Los que allí fusiló habían cometi-do atrocidades. Eran soldados batistianos o tiposde la policía secreta. Osvaldo Bayer, sin embar-go, vio juzgar a dos jóvenes soldados (dos terri-bles, brutales asesinos o torturadores sin duda)con una velocidad que le pareció –digamos–demasiado veloz. El Tribunal los condenó a serfusilados. Bayer se preguntó largo tiempo si,dada la corta, muy corta edad de esos soldados,no podían ser enviados a un campo de rehabili-tación, permitirles una segunda oportunidad. (SiBayer desmiente esto o da otra versión, que

nadie dude: la verdad estará de su parte y yohabré recordado mal y citado imprudentemen-te.) Pero la justicia revolucionaria es veloz y noda segundas oportunidades. Ni a un anciano nia un joven de dieciséis años o algo más. Peroaquí no nos proponemos hablar de esto. Elesquema de la revolución sangrienta, de la revo-lución que castiga y limpia el panorama de ene-migos dominaba el espíritu de los cubanos. Elnúmero de fusilados que se maneja va de 600 a1500. Posiblemente ninguna de las dos cifras seaverdadera. Posiblemente ninguna de las dosimporte. Lo que importa es que se establecieronjuicios revolucionarios sumarísimos y el paredónse hizo famoso en el entero mundo. “Al pare-dón”, fue una frase célebre. O “Paredón, pare-dón, para todos los traidores, que vendieron lanación” fue una conocida consigna de la JP.Bien, el paredón era ése. Era enorme y estaballeno de agujeros.

Cuando regresé a Buenos Aires escribí elguión. Guevara no era San Ernesto de La Higue-ra. Era un personaje contradictorio, en ebullicióncasi permanente, conté los hechos de la fortalezade La Cabaña, la aventura desesperada de Boli-via, un martirio crístico, una lucha contra lahumedad de la selva (que el asma del Che noresistía) y contra las delaciones de los campesi-nos. El Instituto de Cine Cubano, al mando deAlfredo Guevara, un personaje que solía andarcon un sobretodo sobre los hombros, y que notenía relación familiar con el Che, rechazó elguión y dijo que si el guionista insistía en partici-par del proyecto Cuba no facilitaría las locacio-nes. Me apartaron amable pero culposamente delproyecto y escribí poco después una obra de tea-tro para darme el gusto. Pero los aspectos oscu-ros del Che eran intocables. Mi posición era lacontraria: sólo el coraje de meterse con esosaspectos posibilitaría una gran película. ¿Quésalió? La peor película de Desanzo. El Billiken deErnesto Guevara. Un héroe inmaculado. Unapelícula en la que se veía todo lo que ya se sabía.El santo de la Escuelita de La Higuera. InclusoDesanzo le dio unos “toques Favio” por los cua-les el Che, al ser elevado por un helicóptero sucadáver, parecía ascender a las alturas.

Pierre Kalfon se anima a insinuar o más queinsinuar una teoría temible. “Los guerrilleros(escribe) derribaron un régimen más frágil de loque parecía, desgastado por la corrupción y laineficacia de su personal” (Pierre Kalfon, Che,Ernesto Guevara, una leyenda de nuestro siglo,Plaza y Janés, Barcelona, 1997, p. 268). Lejos detratarse de una controversia universitaria esta-mos en presencia de un punto decisivo en lainterpretación de la Revolución Cubana. Estainterpretación llevará a la muerte a muchos queen América optarán por la praxis del “foco insu-rreccional”. “El Che (escribe Pierre Kalfon) basasu teoría revolucionaria en el modelo matricialde una guerrilla de campesinos que prevalecesobre un ejército profesional. Pero si no fueronlos guerrilleros los que ganaron sino el régimencarcomido de Batista el que se hundió, entoncesel malentendido es inmenso, y la pasmosa hazañade trescientos campesinos venciendo a un ejército decincuenta mil hombres se reduce a un accidentede la historia” (Kalfon, Ibid., p. 268). En SantaClara (único aporte totalmente propio del Che ala revolución, lo demás: jefatura de Fidel), Gue-vara gana una batalla contra un ejército sin dis-ciplina, cuyos soldados no quieren pelear.

Pero hay un episodio que muestra al Che enun gesto notable. Un miliciano que no se quiereidentificar con la crueldad, con la inhumanidaddel enemigo contra el que se ha alzado en armasprecisamente para no ser como él. Orestes Coli-na, un combatiente fiel de la revolución, seencuentra con el Che, quien viene con unteniente del ejército batistiano al que lleva preso.Orestes Colina, en un ataque de furia, le dice:“Lo que tenemos que hacer es matar a éste”. ElChe responde la respuesta adecuada, la respuestaque resume todos los valores que el siglo XXpisoteó: “¿Tú crees que somos iguales a ellos?”.

Prometo entregar una extensa bibliografía enel próximo suplemento.

Colaboración especial:Virginia Feinmann – Germán Ferrari

IV Domingo 7 de septiembre de 2008

PRÓXIMO DOMINGO

El acontecimientoAramburu

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

Ernesto “Che” Guevara, la teoría del foco insurreccional

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EL ONGANIATO Y LAS UNIVERSIDADES

Al tosco, adusto y muy católico, yfanático anticomunista, generalJuan Carlos Onganía se leotorgaba la condición de seralgo que acaso a él le gustara,

pero que el país no terminó de aceptar. Se ledecía “El Franco argentino”. ¡A las cosas quellegaba la Argentina gorila 1955-1973! Loseficaces militares, los comandos de laLibertadora, los marinos de Rojas, lossocialistas de Ghioldi, de la señora Moreau deJusto, los oligarcas de Victoria Ocampo habíanexpulsado gloriosamente al general nazifascistapara entronar ahora a un “Franco argentino”.Es que en 1966 ya se habían hecho muchosintentos para frenar al peronismo, para hacerun país que no lo incluyera. Ahora se apelaba auna figura un tanto absurda. ¿Necesitaba elpaís un Franco? Sí, si se trataba de frenar aPerón y a los peronistas, bienvenido sea unFranco. Además, no hay ninguna sorpresa.(Nota: “Que nadie se llame a engaño”, comodecían los políticos y los militares de esa era yde otros años que siguieron también. Habríaque hacer un mural con esta frase. Es la frasedel idiotismo que ha animado a tanto fanfarrónque se ha subido a un podio para hablarle alpaís. Reflexionemos un cacho: ¿qué significa“que nadie se llame a engaño”? ¿Qué quieredecir con eso el que lo dice? Que nadie seequivoque. No digan que no se los advertí.Estoy siendo absolutamente claro. Los quecrean algo distinto de lo que yo creo “se llamana engaño”. Los que “se llaman a engaño” seequivocan. O peor: se quieren equivocar. O seequivocan a propósito. Se “llaman a engaño”porque no advierten la gravedad de lasituación. Se pierden en artilugios engañosos.O creen en “ideologías foráneas”, que siemprellaman “a engaño”. Sin duda, llamar a Engañoera una de las peores cosas que un argentinopodía hacerles a los tipos que advertían quédebía hacerse y qué no. Además, uno “se”llamaba a Engaño. Acaso esta reflexividad, estepronombre que remite a uno mismo terminarapor señalar que Engaño era uno mismo. Locual era peor que “llamarse a engaño”, era ser elengaño mismo. Es lo que querían decir: los que“se llamaban a engaño” eran engañadores.Fingían llamarse “a engaño” para engañar labuena fe de los buenos ciudadanos.) ¿Por quéhabría de ser sorpresivo que MarianoGrondona, Mariano Montemayor y la Iglesia yel gorilismo ilustrado pidieran un Franco? Sehabían equivocado mucho con Illia. ¿A quiéniba a frenar el viejito? El peronismo requeríamano dura. No se lo podía manejar de otramanera, no se lo podía impedir de otra forma.Un psicoanálisis del pasaje que el gorilismohace de Illia a Onganía sería regocijante. ¡Noqueremos a ese viejito impotente! ¡Queremos aun macho! No bien asume Onganía o al pocotiempo, la revista popular cachivachera Ahora–que editaba Héctor Ricardo García, fervorosoadherente al golpe del ’66, algo que no hacía deél un tipo original, por otra parte– publica entapa una enorme foto de Onganía en uniformede gala. Y al pie sólo dos palabras, también engran tamaño: “Un Hombre”. Sólo eso: “UnHombre”. ¡Todo lo que decía ese título!Señores, al fin encontramos a un milico que lastiene bien puestas, a un Franco nacional, a untipo que va a terminar a palos con el peronismosi es necesario. Teníamos a un viejito demierda. Ahora tenemos a “Un Hombre”. Quetiemblen los peronistas y los comunistastambién. Porque este “Hombre” es, por sobretodas las cosas, un custodio de Occidente. Locual era perfectamente cierto. Onganía veníacomo alumno de la Escuela de las Américas, eselugar siniestro donde los norteamericanosformaron a los dictadores de su patio trasero.Onganía, además, venía como parte delesquema de la Guerra Fría. Era el representantede la Doctrina de la Seguridad Nacional. EstaDoctrina otorgaba a los ejércitos de los paíseslatinoamericanos el papel de policía interna.Estados Unidos se encargaría de defender todaslas fronteras. ¿Qué significaba esto? Que

Estados Unidos defendía a todos los países dela órbita occidental del enemigo externo.Básicamente: el comunismo. Dijo, entonces, alos países de lo que se llamaba Tercer Mundoque sus ejércitos debían reprimir al enemigointerno. Hay, así, en la Argentina como enmuchos otros países, una internalización delenemigo. A este enemigo interno que acechaconstantemente se le da el nombre desubversión. “Durante la Guerra Fría (escribeSamuel P. Huntington), la política global seconvirtió en bipolar, y el mundo quedódividido en tres partes. Un grupo desociedades, en su mayor parte opulentas ydemocráticas, encabezado por los EstadosUnidos, se enzarzó en una rivalidad ideológica,política y económica y, a veces, militargeneralizada con un grupo de sociedadescomunistas más pobres, asociadas a la UniónSoviética y encabezadas por ella. Gran parte deeste conflicto tuvo lugar fuera de estos doscampos, en el Tercer Mundo, formado por logeneral por países pobres, carentes deestabilidad política, recién independizados yque se declaraban no alineados” (Samuel P.Huntington, El choque de civilizaciones, BuenosAires, Paidós, 1997, p. 21). La “Guerra Fría”fue una guerra que no se libró en ninguno de susdos bloques, se libró en países ajenos a lacentralidad. No hubo una sola batalla en EstadosUnidos. No hubo una sola batalla en la URSS.El campo de batalla fue el Tercer Mundo. Deaquí que nuestras tragedias desde 1955 enadelante, pero, mayormente, desde 1966 enadelante, con la instauración de la Teoría de laSeguridad Nacional a partir de Onganía, sonepisodios de la Guerra Fría. Nuestra grantragedia de 1976, la masacre, la tortura, losempalamientos, las desapariciones, son un“episodio” de la Guerra Fría. Cuyacaracterística era librarse fuera del territorio delos polos que se enfrentaban. Uno de esos“episodios” fue el que es llamado La Noche delos Bastones Largos a causa de los bastones conque la policía molió a palos a profesores yestudiantes. Se los hizo salir en dos filas de lasfacultades y se los castigó con toda la furia queuna policía desatada puede desplegar el día enque (¡por fin!) puede entrar impunemente a laUniversidad, ese refugio de zurdos. El brutoleporínico de Onganía creía que el “monstruocomunista” habitaba en ese espacio. Losalumnos de Historia de la Filosofía Moderna,sin embargo, estaban estudiando el Discurso delmétodo y se preguntaban, con Descartes, acercade la posibilidad de demostrar la existencia dela “realidad externa” (la res extensa), la cual seles hizo presente con inaudita ferocidad.

Se detuvo a un número significativo de per-sonas. Cerca de 400. A partir del hecho se ini-ció una polémica interna que (creo) es pococonocida. Muchos profesores optaron por elexilio. Renunciaron a sus cátedras y se fueron.El argumento era: no colaborar con la Univer-sidad del onganiato. Otros decidieron quedar-se. Si no los echaban no iban a renunciar. Esteesquema de enfrentamiento es conocido: entris-mo y salidismo. Los que se fueron llegaron alnúmero de 300. Se ubicaron en universidadesde Estados Unidos y Canadá, o en Europa o enVenezuela y Perú. Lo paradójico es lo de Esta-dos Unidos. Se trata, sin duda, de un país decontrastes. Por un lado, la CIA o el Departa-mento de Estado promueven y aprueban unadictadura fascista en Argentina para frenar elavance del comunismo. El bestia de turnorompe todo, entra a caballo en las universida-des. Hace cagar a palazos a los profesores, a losalumnos, a toda esa basura zurda. Por otro, lasliberales, democráticas universidades “america-nas” dan asilo a los “sabios” que han emigrado.“Caramba, vean lo que les han hecho en esepaís de salvajes en que Uds. viven. Quédenseentre nosotros y vivirán seguros.”

LOS “MANUSCRITOS” DE MARX EN LA UNIVERSIDADDE ONGANÍA

Onganía no avanzó con lo de las Universida-des. En Filosofía muchos nos quedamos ynuestra consigna fue: Pelear desde adentro. No

se necesitó demasiado coraje para hacerlo. A versi me explico: en 1966 yo tenía apenas 23 años.Ahora tengo muchos más, pero los que tengome permiten hablar de ese episodio y hastacontar los colores, los olores, las sombras, lasluces y los matices que tenía, luego del asalto deOnganía, la Facultad de Filosofía y Letras de lacalle Independencia. Por ejemplo: el enormemono que colgaba en el hall de entrada no séde dónde y que tenía un cartel que decía Fuerayankis de Vietnam no colgó más, lo tiraron a lamismísima. De todos los afiches, carteles, pan-cartas, declaraciones que inundaban las paredesno quedó uno. La Facultad era un prodigio delimpieza. Tal como Onganía lo soñaba. De lacarrera de Psicología –una de las más agredi-das– no se dictó casi ninguna materia en elsegundo cuatrimestre. Porque recién ahí empe-zaron a funcionar de nuevo las casas de estudio.Entre tanto habían pasado unos meses y todo elmundo se reunía y discutía qué hacer. Yo apro-veché el interregno y me di el gusto de rajarmea la literatura, olvidar la filosofía por un rato.Escribí una novela que se llamaba Moishe y eramalísima. Una horrible copia de esos cuentos

II

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en que Abelardo Castillo se metía con el temajudío. De pronto, nos enteramos de que VíctorMassuh iba a ser el interventor en Filosofía. En1963 tuve dos maestros (tenía veinte años):Víctor Massuh y Conrado Eggers Lan. Massuhera brillante, trágico y antimarxista. Eggers eraun católico fascinado por el marxismo y unestudioso del tema. Que Massuh aceptara serinterventor de Onganía abrió un interrogante yuna brecha en una relación que para mí, en1963, había sido muy valiosa y nunca dejaré deagradecer. Con pocos, luego, pude hablar deKierkegaard, de Dostoievski y de Chestovcomo con él. Pero era terriblemente antimar-xista y un antiperonista furibundo, de esos quete cuentan la quema de las iglesias, el incendiode la biblioteca del Jockey Club. Este últimohecho había marcado a Massuh: “Yo mirabaatónito a los bomberos llevándose los libros”.Cierto día, lo inesperado: me llaman de partede Eggers Lan, la Facultad de Filosofía empiezaa funcionar y Eggers se hace cargo de la mate-ria Antropología filosófica. Nos reunimos cua-tro alumnos con Conrado. Nos dice que lamateria tiene 700 inscriptos. ¡Setecientos ins-

criptos en una materia de nuestra carrera! Eraimposible. No, explica Eggers. Pasaba que enPsicología (que tenía muchísimos inscriptos)no se dictaban materias ese cuatrimestre (o unaque otra, no recuerdo esto) y los alumnos, parano perder el cuatrimestre, se habían inscriptoen Antropología filosófica, que les serviríacomo materia optativa. El problema que teníaEggers era que la carrera de Filosofía no teníasuficientes ayudantes de trabajos prácticos paracubrir tantas comisiones. Entonces había deci-dido convocar a sus alumnos más cercanos,aunque no tuvieran título, aunque no se hubie-ran recibido. Se dicta la materia. ¿Qué dictaEggers? Su obsesión de esos años: Marx. ¿Quétexto de Marx tenía más relación con los temasde una materia como Antropología filosófica?Los Manuscritos económico-políticos de 1844.Que se leerían en las comisiones de trabajosprácticos. Pero yo no sólo no me había recibi-do, lo cual habría sido un tema menor porqueen esos tiempos los ayudantes de trabajos prác-ticos dictaban clases sin haberse todavía recibi-do, ¡tampoco había cursado y aprobado aún lamateria! A Conrado no le importó. Y aquí que-ría llegar: en medio de la dictadura del Francoargentino, a dos meses y medio de La Noche delos Bastones Largos, yo, insólitamente, me pre-sentaba en un aula con más de 200 alumnospara dar clases... ¡sobre Marx! A la vez cursabala materia. Pero no di el examen final. Eggersme dijo: “Tengo que tomarles examen a 700alumnos, no voy a perder tiempo con usted.Váyase a su casa y déjeme su libreta”. Me puso“sobresaliente”. Fue incorrecto, pero ¿qué eracorrecto en esos días? Como fuere, la experien-cia de dar los Manuscritos del inmenso pensa-dor de El Capital en plena dictadura de Onga-nía fue para todos apasionante, insólita, abso-lutamente argentina. Esto resultó impensableen la dictadura de Videla. Ahí reventaron enserio a la Universidad. Ottalagano (agente fas-cista de López Rega e Isabel) entró con la espa-da y la Cruz. Declaró a Buenos Aires “la cuartaRoma” y nadie entendió por qué y no quedóun solo ente que oliera a algo que no fueracatolicismo ultramontano. Ahí me rajaron dela Facultad. Curiosamente dictaba Antropolo-gía filosófica, y también el titular era Eggers yyo era profesor adjunto, ya recibido.

Pero el episodio revela que el ambiente uni-versitario era muy complejo. Que tal vez lafrase “luchar desde adentro” sea jactanciosa,efectista. Es cierto. En seguida advertimos quese podría “luchar desde adentro” porque nonos iban a matar, una variable que siemprecomplica las cosas y las torna temibles. Peroserá difícil que pierda la certeza de que algohicimos. Que se pudo dar parte de la obra deMarx a 700 alumnos. Que se pudo dictar lamateria. Y que luego se pudo seguir.

Los principales que se exiliaron fueron:Rolando García, Sergio Bagú, ManuelSadovsky, Tulio Halperin Donghi, RisieriFrondizi, Gregorio Klimovsky, Telma Reca yvarios más. Algunos –como Rolando García–volvieron y se comprometieron con nuevascausas. Otros no volvieron más. O encontraronmuy buenas oportunidades o estaban hartos dela Universidad argentina. Era cierto: el período1955-1966 había sido brillante. Uno de losgrandes períodos de la Universidad. Pero insis-to: a partir de 1966 se pudo seguir. En octubrede 1966, 200 alumnos, la mayoría de Psicolo-gía, recibieron clases sobre Marx de un pendejode veintitrés años que, por otra parte, era laprimera vez que lo hacía. Nunca he dejado depensar que los que se fueron en esa oportuni-dad lo hicieron apenas el país empezó a resul-tarles incómodo. Esa incomodidad se agravaríatanto, se haría tan extrema que la Universidaddel onganiato (que no tuvo la cara horrible quepresagiaba la famosa Noche de los BastonesLargos) quedaría como el recuerdo de un tiem-po en que el peligro todavía no era en serio.Nuestras tareas siguieron siendo el estudio y ladocencia. A pocos días del golpe, junto conmis compañeros de estudio Jorge Lovisolo yAriel Sibileau, lo fuimos a ver a Andrés Merca-do Vera, que, en Historia de la Filosofía Con-temporánea, nos había enseñado Hegel para

siempre. Le preguntamos qué teníamos quéhacer. Y nos dijo: “Seguir leyendo a los grandesmaestros del pensamiento filosófico: a Hegel ya Marx”. Eso no nos aclaró mucho qué debía-mos hacer políticamente ante el onganiato.Pero Mercado Vera estaba devorado por Hegely Marx (tenía un enorme conocimiento deltema) y nos entregó el consejo que para él erael mejor que podía darnos.

LAS “CÁTEDRAS NACIONALES”Pero el onganiato posibilitaría algo mucho

más fuerte que nuestras clases sobre Marx en1966. El estudiantado, muerta la “isla demo-crática”, muerta la Universidad de la Reforma,se politiza nacionalmente. En lugar de Fuerayankis de Vietnam, los nuevos carteles, las nue-vas pancartas dirán: Patria sí, colonia no. Enun trabajo que contiene una frase histórica, yque nadie se ha ocupado de recuperar, quenadie conoce, sencillamente porque ningunainstitución, ninguna Facultad, ninguna edito-rial ha logrado todavía sacar la colección com-pleta de la revista Envido, Alcira Argumedoescribía su famosa frase: Onganía hizo más porla nacionalización del estudiantado que cincuen-ta años de reforma. En el número 3 de Envido,en abril de 1971, Argumedo escribía su textoCátedras Nacionales: una experiencia peronistaen la universidad. Decía: “Las Cátedras Nacio-nales de la Facultad de Filosofía y Letras noson sino expresión de un fenómeno másamplio que se desarrolla a partir de la inter-vención a las universidades nacionales. Estamedida rompe con la tradicional ‘isla demo-crática’ y la política del país penetra los claus-tros universitarios: como el pueblo desde1955, los estudiantes entran en la proscrip-ción. El año 1966 marca el comienzo de uncamino de confluencia de los sectores estu-diantiles con el movimiento popular, quealcanzará su primera expresión masiva en lossucesos que a partir de mayo de 1969 se pro-ducen a lo largo de todo el país. Este fenóme-no aparece como algo totalmente nuevo si setiene en cuenta el papel jugado por las mayorí-as estudiantiles desde 1945. Paradójicamente,el gobierno de Onganía había hecho más poruna politización real del estudiantado que los 50años de reforma” (Alcira Argumedo, revistaEnvido, Nº 3, abril de 1970, p. 55. Cursivasmías.) El texto marca la aparición de la llama-da cuestión nacional en los ámbitos del Saber.Se trata de ir en busca de una realidad nacionala la que la Universidad siempre dio la espalda.Sigue Argumedo: “Una ciencia social sólo esposible cuando, explícitamente identificadacon un proceso de liberación –que en nuestropaís tiene su eje dinámico en el movimientoperonista– intenta recuperar la riqueza de sig-nificados que gestan los sectores populares enel desarrollo de sus luchas. Tomar la historiareal como fuente de las categorías que permitansu inteligibilidad es la propuesta que se enfren-ta a la concepción de los ‘científicos sociales’que, en sus diferentes corrientes academicistas,intentan la adaptación distorsionadora de larealidad a teorías ‘universalmente’ establecidas.Sólo a partir de este marco consideramos fruc-tífero incorporar críticamente los aportes reali-zados por los grandes teóricos revolucionarios.Porque la teoría revolucionaria en el TercerMundo, que necesariamente se desarrolladesde una experiencia común de lucha por laliberación, debe ser capaz de recuperar la par-ticularidad de este proceso en cada país (...),en nuestro caso el trabajo universitario sóloconstituye un aspecto parcial de un compro-miso más amplio con el movimiento demasas” (Alcira Argumedo, Ibid., p. 55. Cursi-vas mías). Lo que señala el texto de Argumedoes una paradoja o una secreta dialéctica entrela aberrante invasión a la Universidad refor-mista y el resultado no previsto, un aconteci-miento, del hecho. Los estudiantes de la Uni-versidad reformista vivían en la “isla democrá-tica”. Aclaremos esto: ¿cómo era posible queen un país donde no había democracia brillaraen sus claustros la libertad y seguridad de pro-fesores y estudiantes? Esto creaba una ilusión yesa ilusión les cerraba a los estudiantes la expe-

III

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riencia de vivir las experiencias del pueblo.Esto se veía desde las Cátedras Nacionales.Hoy se tiene escasa idea de estas cuestiones.Se ha hecho todo por olvidarlas. Al peronis-mo no le interesan. Y a los antiperonistasmenos. Lloran la pérdida de la Universidadde la Reforma. Incluso fueron premiados, enel 2005, 70 profesores que renunciaron en1966. De acuerdo: cualquiera tenía motivospara renunciar en 1966. Cualquiera teníamotivos para no hacerlo. El planteo de Alciraincluye una opción por el peronismo quehace el estudiantado a partir de La Noche delos Bastones Largos. “Caramba, ya no nosrespetan. Qué horror. Qué agresión a la cul-tura. Que prohíban a los negros, a los pero-nistas. Pero a nosotros, profesores, investiga-dores, cerebros que nos fugaremos si nos tra-tan mal, cómo se atreven.” La otra versión esla siguiente: “Caramba, ya no nos respetan.Se acabaron nuestros privilegios. Vivimos enla ilegalidad democrática desde 1955. Nin-gún gobierno gobernó con el voto libre detoda la ciudadanía. El país está viciado de ile-galidad. Pero nosotros vivimos en un mundoaparte. Gobierno tripartito. Libertad detemas. Nada se prohíbe. ¿Hasta cuándo nosproponíamos vivir al margen de la suerte delpaís? ¿No es hora de admitir que la universi-dad que queremos es un lujo que no pode-mos permitirnos? Nos gobiernan los milita-res. Inventan gobiernos civiles. Después lostiran y ponen a otro y lo tiran y ahora seponen ellos y son lo que han sido siempre:brutos. Ven en el Saber a un enemigo. Venen la libertad de pensamiento el camino alcomunismo. Quieren prohibir libros. Quie-ren prohibir todo lo que pueda entrañar unpeligro al Occidente cristiano. Si asaltaron elEstado, ¿por que no habrían de asaltar laUniversidad? ¿Qué hay que hacer? Muy sim-ple. Ahora que hemos visto que nuestra suer-te es la de los otros, unirnos a ellos”. El pro-blema para muchos es que “ellos” son pero-nistas. Ergo, ese problema no tiene solución.Pero las Cátedras Nacionales surgieron deuna respuesta creativa, original y valiente alproblema supuestamente insoluble: ir enbusca del pueblo. Es como dice Argumedo:“En nuestro caso, el trabajo universitario sóloconstituye un aspecto parcial de un compro-miso más amplio con el movimiento demasas”. Hay una foto que recuerdo pero notengo. Un cartel cuelga de una ventana de laFacultad de Filosofía y Letras. El cartel dice:“Facultad tomada por las Cátedras Naciona-les”. La mayoría de estos profesores venían deSociología. Estaban seriamente formados porMarx y por Weber. No venían de Tacuara nidel catolicismo. Señalo esto porque la versiónvigente hoy sobre la izquierda peronista esque esa izquierda fueron los Montoneros,quienes, sí, venían del catolicismo y algunosde Tacuara. De esos peronistas, nosotros niidea. Los que buscamos la “cuestión nacio-nal” a partir del golpe del ’66 creíamos en launión entre el marxismo y las luchas nacio-nales contra el imperialismo. Las luchas quese habían dado en la Argentina bajo el fede-ralismo, el yrigoyenismo y el peronismo.Veníamos de las entrañas de Hegel y Marx.También de Lenin y del Che. Con ese baga-je, los profesores de las Cátedras Nacionalesbuscaron la sustancialidad, la materialidaddel sujeto revolucionario en los obreros pero-nistas. Alguien solía decirles a los marxistasgorilas: “Les guste o no, nuestro proletariadobritánico son los negros peronistas”. El sujetode la revolución, la clase obrera, aquí, teníauna identidad, el peronismo. Hacía ahí nosdirigíamos. Con Marx. No con Tacuara nicon Joe Baxter, que nos parecía un aventure-ro fascistoide. A otros no. Y a la mayoría nole importaba Joe Baxter, ni suponía que tení-amos algo que ver con Tacuara, que, para mí,era un grupo de choque con ideología nacio-nalsocialista. Los pibes de Tacuara aparecie-ron a comienzos de los ’60. Eran bastantesiniestros. Se reunían en lugares semiclandes-tinos. Hacían el saludo nazi. Cierta vez, voy ala peluquería en Pampa y Superí (en Belgra-

no R abundaban los Tacuara) y, cortándoseel pelo, hay un pendejo de 17 años con unmuñón donde debía estar su mano izquierday el muñón estaba cubierto por una capuchade goma negra. Se va y el peluquero me dice:“Fue a poner una bomba y le explotó en lamano”. “¿Dónde puso la bomba.” “Se lapuso a unos judíos”, me dijo. Buenos pibes.Unos revolucionarios de la gran siete. LasCátedras Nacionales no surgieron de ahí. Notuvieron ningún contacto con los Montone-ros. Se enteraron de la muerte de Aramburupor los diarios. Pero surgió la “cuestiónnacional” y la lectura de Cooke, HernándezArregui, Rodolfo Puiggrós, Arturo Jauretche,Abelardo Ramos y el revisionismo histórico.Corriente en la que se diferenció al naciona-lismo oligárquico (que confundía a la patriacon la estancia) del nacionalismo antiimpe-rialista: FORJA y los autores que cité. Yluego se leyó apasionadamente a FrantzFanon. Llegaremos a esto. Los jóvenes queestaban al frente de las Cátedras Nacionalespertenecían a la carrera de Sociología. EranRoberto Carri, Alcira Argumedo, FernandoAlvarez, Juan Pablo Franco, Gunnard Olsson(posiblemente estoy escribiendo mal su nom-bre, me disculpo), Horacio González y otros.Los de Envido los respaldábamos. Nos sentía-mos parte de ese acontecimiento.

EL PENSAMIENTO CRÍTICO NODEBE PLANTEARSE LÍMITES

El tema que empieza a debatirse es el de lalucha armada. Se lee al Che. Se analiza la teo-ría del foco insurreccional (que es título deeste suplemento y, como otras veces, no llega-ré a tratar). Se lee a Giap. Se ve La batalla deArgelia. Y muy pronto: La hora de los hornos.Antes, sin embargo, Córdoba arrebata laspasiones de la militancia. Estalla elCordobazo. Podemos entrar en él a través dela pluma de Rodolfo Walsh, que, en el perió-dico de la CGT de los Argentinos (prolija ycuasi religiosamente repartido por todosnosotros en nuestra Facultad de Filosofía yLetras) publica su fiction/non fiction “¿Quiénmató a Rosendo?” y entrega una crónica nota-ble del Cordobazo, que sólo su talento litera-rio y periodístico podía tornar posible. Es lasiguiente:

Cordobazo, por Rodolfo Walsh:“Trabajadores metalúrgicos, del transporte

y otros gremios declaran paros para los días15 y 16 de Mayo, en razón de las quitas zona-les y el no reconocimiento de la antigüedadpor transferencias de empresas.

“Los obreros mecánicos realizaban unaasamblea y son reprimidos, defienden susderechos en una verdadera batalla campal enel centro de la ciudad el día 14 de Mayo.

“Los atropellos, la opresión, el desconoci-miento de un sinnúmero de derechos, la ver-güenza de todos los actos de gobierno, losproblemas del estudiantado y los centros veci-nales se suman.

“Se paraliza totalmente la ciudad el 16 deMayo. Nadie trabaja. Todos protestan. Elgobierno reprime.

“En Corrientes es asesinado el estudianteJuan José Cabral. Se dispone el cierre de laUniversidad.

“Todas las organizaciones estudiantiles pro-testan. Se preparan actos y manifestaciones.Se trabaja en común acuerdo con la CGT.

“El día 18 es asesinado en Rosario el estu-diante Adolfo Ramón Bello. Se realiza conestudiantes, obreros y sacerdotes tercermun-distas una marcha de silencio en homenaje alos caídos.

“El 23 de Mayo es ocupado el Barrio Clíni-cas por los estudiantes y son apoyados por elresto del movimiento estudiantil.

“El 26 de Mayo el movimiento obrero deCórdoba resuelve un paro general de las acti-vidades de 37 horas a partir de las 11 horas,para el 29 de Mayo, con abandono de trabajoy concentraciones públicas de protesta.

“Los estudiantes adhieren en todo a lasresoluciones de la CGT. Los estudiantes orga-

nizan y los obreros también. Millares y milla-res de volantes reclamando la vigencia de losderechos conculcados inundan la ciudad losdías previos.

“El 29 de Mayo amanece tenso. Los traba-jadores de Luz y Fuerza son atacados conbombas de gases a la altura de Rioja y Gral.Paz. Una vez más la represión está marcha.

“Las columnas de los trabajadores de lasfábricas automotrices llegan a la ciudad y sonatacados. El comercio cierra sus puertas y lagente inunda las calles.

“Corre la noticia de la muerte de MáximoMena, obrero mecánico. Se produce un esta-llido popular, la rebeldía contra tanta injusti-cia, contra los asesinatos, contra los atrope-llos. La policía retrocede. Nadie controla lasituación.

“Es el pueblo. Son las bases sindicales yestudiantes que luchan enardecidas. El apoyototal de la población.

“Es la toma de conciencia contra tantasprohibiciones. Nada de tutelas ni usurpadoresdel poder, ni de cómplices participacionistas.

“El saldo de la batalla de Córdoba, ‘El Cor-dobazo’, es trágico. Decenas de muertos,cientos de heridos. Pero la dignidad y el cora-je de un pueblo florecen y marcan una páginahistórica argentina y latinoamericana que nose borrará jamás” (Rodolfo Walsh, periódicode la CGT de los Argentinos).

¿Por qué nos proponemos el estudio de lasteorías de Ernesto Guevara sobre el foco insu-rreccional? Porque fueron acogidas por laizquierda guerrillera latinoamericana. Porquevamos a fundamentar que están lejos de lastradiciones de lucha de la clase obrera y recu-rren a una teoría de la vanguardia que no hasido beneficiosa y ayudó al distanciamientode los milicianos y aun de los militantes conlas bases populares. Como fuere, el tema esdelicado y polémico. Y apunta hacia la grandiscusión que permanece sobre los años seten-ta. La discusión entre la política y los fierros. Ladiscusión honesta, abierta, sin concesionessobre la violencia política. Una discusión quedebe darse en el ámbito de la izquierda. En elámbito de los derechos humanos. Sin darlearmas a una derecha que –hoy– en nuestropaís reivindica desvergonzadamente, es decir,sin tapujo alguno, algo que ha sido universal-mente condenado como uno de los grandesgenocidios del siglo XX: las matanzas de losmilitantes del ’76. Los crímenes de lesa huma-nidad. Los crímenes cometidos desde el apa-rato del Estado. Sabemos que están ahí. Quepodrán utilizar las reflexiones críticas que lle-vemos a cabo. Pero nadie puede impedirsepensar por lo que la derecha pueda o no hacercon lo que uno piensa. Eso de “no darlearmas a la derecha” funciona como un frenoal pensamiento, a la crítica. Tenemos querevisar todo. Una historia crítica del peronis-mo (o sea: un estudio acerca de los alcances ylímites que tuvo y tiene ese movimiento, si esque aceptamos el concepto como definitivo,el de movimiento) no puede ya frenarse por laadvertencia de “no darle armas a la derecha”.Tampoco puede frenar la tarea reflexiva, alpensamiento crítico, la “teoría de los dosdemonios”. No bien se critican los errores dela guerrilla se recibe la advertencia: “Guardaque eso está cerca de la ‘teoría de los dosdemonios’”. Uno se apichona, se julepea ypiensa: “No, eso nunca”. Y no piensa más. Setrata, por el contrario, de pensar. Dejémonosde joder: ¿cómo no vamos a pensar crítica-mente, descarnadamente, dolorosamente ocomo se quiera, pero a fondo, una historia queterminó en una catástrofe humanitaria? Cuan-do Baschetti (en su notable tarea de recupera-ción de documentos) escribe la cronología delos años 1974-1975 la titula: Cronología de undesastre. Un desastre tiene muchas causas. Notodas están del lado del Estado criminal. Ana-lizar un desastre no es fácil. Hay que tener elcoraje de ir hasta las últimas causas. Y esosuele doler.

Colaboración especial:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 31 de agosto de 2008

PRÓXIMO DOMINGO

El foco y el movimiento de masas

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

El Cordobazo, pueblada y organización

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EL PROGRAMA DE LA FALDA

En un documento trascendentepublicado en mayo de 1973, luegodel triunfo eleccionario de Cámpora,la JP Regionales emite undocumento de importancia. Se llama

Compromiso con el Pueblo. Por ahora, lo que de élnos interesa es que reconoce como antecedentesde la lucha obrera en el plano sindical a tresdocumentos que se elaboraron anteriormente.Ellos son: el de La Falda (1957), el de HuertaGrande (1962) y el de la CGT de los Argentinos(1968). Será necesario pegarles una mirada quenos dirá las posiciones del Movimiento Obreroen cada uno de esos momentos y por qué laTendencia (en 1973) los recupera comoantecedente válido y combativo de sus proyectos.

El Plenario Nacional de Delegaciones Regiona-les de la CGT y de las 62 Organizaciones emiteen La Falda, en 1957, un programa de gobiernoque se diferencia plenamente del que aplica elgobierno dictatorial de la Libertadora. El Progra-ma se inicia con un repaso de las luchas sindicalesen lo que se llama la Resistencia Peronista y pasaluego a enumerar las medidas que un gobiernoverdaderamente peronista debiera adoptar. La pri-mera sección habla del Comercio Exterior. Punto1: “Control estatal del comercio exterior sobre lasbases de un monopolio estatal”. Punto 3: “Con-trol de los productores en las operaciones comer-ciales con un sentido de defensa de la renta nacio-nal”. Punto 6: “Planificación de la comercializa-ción teniendo presente nuestro desarrollo inter-no”. Es claro: sólo un control estatal del comercioexterior puede planificar la comercializaciónteniendo en cuenta el desarrollo interno. De locontrario, la comercialización que por sí mismoshacen los productores beneficia primordialmentesus propios intereses y los de sus socios monopo-listas internacionales. Plantear el desarme de esteesquema (que fue el que hizo a la Argentina desde1880) significa la posesión de un Estado popularintervencionista, un “control estatal del comercioexterior”.

La segunda sección habla de la situación interna.Punto 1: “Política de alto consumo interno; altossalarios. Luego: desarrollo de la industria liviana,desarrollo de la industria pesada”. Punto 4:“Nacionalización de las fuentes naturales de ener-gía”. (Se recurre aquí al artículo 40 de la Constitu-ción del ‘49.) Nacionalización de los frigoríficosextranjeros “a fin de posibilitar la eficacia del con-trol del comercio exterior, sustrayendo de manosde los monopolios extranjeros dichos resortes bási-cos de nuestra economía”. Punto 8: Programaagrario sintetizado en: “Expropiación del latifundioy extensión del cooperativismo agrario, en procurade que la tierra sea de quien la trabaja”. Propuestaspara la Soberanía Política. Punto 2: “Fortaleci-miento del Estado nacional popular, tendiente alograr la destrucción de los sectores oligárquicosantinacionales y sus aliados extranjeros, y teniendopresente que la clase trabajadora es la única fuerzaargentina que representa en sus intereses los anhe-los del país mismo”.

EL PROGRAMA DE HUERTA GRANDE

El Programa de Huerta Grande es de 1962. Seredacta durante los días del derrocamiento deFrondizi. Sus antecedentes históricos toman lahuelga del frigorífico Lisandro de la Torre como elhito de la lucha obrera a la que habrá siempre queremitirse y recuerdan que, luego de esa huelga,Frondizi larga el Plan Conintes, que los peronistasno olvidan jamás y los desarrollistas llevan en sumala conciencia. Frondizi concede esas eleccionesque llevan al triunfo del peronismo en la provinciade Buenos Aires. La conducción peronista –nobien se sabe legalizada para competir en eleccio-nes– saca un slogan que era totalmente verdadero:“Ya hemos triunfado”. Lo pasaban por televisión yla imagen principal era la de unos gauchos y unosindios que galopaban tumultuosamente por lapampa. Los gorilas se extasiaban (creían que losnegros peronistas iban a perder): “¿No ven?”, decí-an. “Ellos mismos admiten que son salvajes.” Elcomercial peronista era asumir esa representaciónde la barbarie. Eran, sí, los bárbaros: lo que loscultos, los patrones, no pueden asimilar. Los gori-las asumen, para las elecciones de 1963, este mote

que hoy enoja a algunos. Pero los más tradiciona-les lo asumieron sin más en esos tiempos. Elvolante decía: “Si gorilismo significa...” Y aquívenía toda la larga enumeración de los horroresperonistas según la oligarquía... entonces “llene elCongreso de gorilas”. En cuanto a Udelpa, su slo-gan no era muy sutil: “¡Vote Udelpa... y no vuel-ve!” Toda la ideología programática de un partidopolítico sostenida en impedir que un políticoregrese al país. ¡Eso sí que es darle importancia aalguien! Un tipo que no entendiera nada de estepaís (como tantos y como tantos de nosotros entantos aspectos) diría: “Pero... ¿a quién le tienentanto miedo? ¿Quién es ese monstruo que todostiemblan si vuelve? ¿Cuál es su poder?”

El Programa de Huerta Grande (en su secciónde Antecedentes Históricos) relata que el 18 demarzo de 1962 las urnas de la provincia de Bue-nos Aires revientan de votos peronistas. Pese a laactitud de “colaboracionistas” como AugustoTimoteo Vandor, a quien ya se tiene bien ficha-do: el líder del sindicalismo blando, dialoguista,conciliador, el sindicalismo sin Perón, el peronis-mo sin Perón. Al reventar las urnas de votos pero-nistas los milicos lo echan a Frondizi. Se haceentonces el Plenario de las 62 Organizaciones enHuerta Grande. Presentan su documento en unacoyuntura que consideran favorable para la luchade los pueblos: “Los procesos de Cuba y Egiptoestán muy presentes”. Y dicen (atención): “En unPlenario de las ‘62 Organizaciones’ realizado enHuerta Grande (provincia de Córdoba), se aprue-ban como objetivos programáticos a imponer algobierno los puntos que constituirán una profun-dización de los contenidos antioligárquicos delPeronismo, de acuerdo con el ‘giro a la izquierda’alentado por el General Perón desde Madrid”.Como vemos, lo del “giro a la izquierda” ya lomanejaba Perón en 1962 y desde antes también.Señalo esto porque uno se ha encontrado a lolargo de estos años con tantos otarios que le handicho que la izquierda peronista se tragó el cuen-to del “aggiornamento” de Perón. Hasta recuerdoque en 1984 el periodista Pablo Giussani, en LaRazón, sacó una nota que se llamaba “El Malen-tendido” y buscaba demostrar que la JP había“malentendido” a Perón. Que se había comido elcuento de que había girado a la izquierda y noadvertía que era un fascista. (Como, durante esosaños, todo el furioso antiperonismo que desató elalfonsinismo y sus aliados en la política y la uni-versidad lo decía abierta y sonoramente.) Vean,en todo caso el cuento del “giro a la izquierda” yase lo comían los obreros reunidos en HuertaGrande que posiblemente merezcan más respeto yhayan sabido más de política que todos los piolasque hablan de los boludos que se tragaron loscuentos de Perón. Estos obreros de la combativi-dad de la Resistencia necesitaban, reclamaban, “elgiro a la izquierda” del peronismo. Y si Perón lar-gaba la consigna se la tomaban. Le creemos, gene-ral. Cómo no. Porque Perón no podía decir otracosa en ese momento. Cuando después le cambióel panorama (en 1973) y tuvo que “girar a laderecha”... ¡giró a la derecha! ¿Qué le vamos ahacer? Carecía de la pureza intachable y de la fir-meza de principios esencial de todos los otrospolíticos argentinos, hecho fácilmente comproba-ble con sólo repasar un poco nuestra historia.

El Programa de Huerta Grande proponía lassiguientes medidas:

1. Nacionalizar todos los bancos y establecer unsistema bancario estatal y centralizado.

2. Implantar el control sobre el comercio exte-rior.

3. Nacionalizar los sectores clave de la economía:siderurgia, electricidad, petróleo, frigoríficos.

4. Prohibir toda exportación directa o indirectade capitales.

5. Desconocer los compromisos financieros delpaís, firmados a espaldas del pueblo.

6. Prohibir toda importación competitiva connuestra producción.

7. Expropiar a la oligarquía terrateniente sin nin-gún tipo de compensación.

8. Implantar el control obrero sobre la produc-ción.

9. Abolir el secreto comercial y fiscalizar riguro-samente las sociedades comerciales.

10. Planificar el esfuerzo productivo en funciónde los intereses de la Nación y el Pueblo Argentino,

fijando líneas de prioridades y estableciendo topesmínimos y máximos de producción (Roberto Bas-chetti, Ob. cit. Volumen 1, p. 228).

Sólo tantos años de derrotas, tantos muertos ytodo el cinismo y la desesperanza que se acumulódurante la década del ’90 nos llevan a ver con cier-ta piedad este Programa de los obreros de HuertaGrande. Sólo este mundo de hoy en que los obre-ros son excluidos, hambrientos, “inmigrantesindeseables” y no obreros, en que tienen quearriesgar sus vidas para llegar a los países ricos amendigar algo, en que tienen que saltar muros,cruzar aguas peligrosas, mortales, en que al llegar alos países en que esperan salvarse son agredidospor leyes que los expulsan, por grupos vandálicosque los persiguen y los matan. Sólo en estos díasen que esa “oligarquía terrateniente” a la que pen-saban “expropiar sin ningún tipo de compensa-ción” se da el lujo de manejar el país, el periodis-mo, de arrear a pequeños productores que debie-ran diferenciar sus intereses (y que no debierandepender de una evidente torpeza de un gobiernopara unirse al traste de los poderosos, de los que selos van a comer no bien tengan ganas, ¿o no sabenpensar por sí mismos?), podemos sentir y creerque esas reivindicaciones obreras son absurdas. Esbueno leer ese documento para ver la profundidadde la derrota. Para saber por qué se mató a tantagente. Esos obreros eran peronistas. El mismo Perónlos hubiera mandado al diablo si le hubieran idocon ese programa en 1973.

EL PROGRAMA DE LA CGT DE LOS ARGENTINOS

El 1º de mayo de 1968, la CGT de los Argenti-nos, el núcleo duro y combativo de los trabajadoresque se opone a la CGT de Azopardo manejada porel Lobo Vandor emite su Programa. En uno de suspasajes resume los puntos que la clase obrera haestablecido en programas anteriores y que ellospiensan retomar. Son los siguientes:

-La propiedad sólo debe existir en función social.

II

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-Los trabajadores, auténticos creadores del patri-monio nacional, tenemos derecho a intervenir nosólo en la producción sino en la administración delas empresas y la distribución de los bienes.

-Los compromisos financieros firmados a espal-das del pueblo no pueden ser reconocidos.

-Los monopolios que arruinan nuestra industriay que durante largos años nos han estado despo-jando deben ser expulsados sin compensación deninguna especie.

-Sólo una profunda reforma agraria, con lasexpropiaciones que ella requiera, puede efectivi-zar el postulado de que la tierra es para quien latrabaja.

-Los hijos de los obreros tienen los mismos dere-chos a todos los niveles de educación de que hoygozan solamente los miembros de las clases privile-giadas (Baschetti, Ibid., pp. 517/518).

En el Compromiso con el Pueblo que lanza enmayo del ‘73 el Consejo Superior de la JuventudPeronista, un senador nacional, diputados nacio-nales, diputados provinciales, concejales munici-pales, consejeros escolares e intendentes munici-pales, en su sexto punto se lee: “Impulsar el cum-plimiento y la profundización del programa delFrente Justicialista de Liberación, atendiendoespecialmente las propuestas programáticas surgi-das del seno de la clase trabajadora en La Falda,Huerta Grande y el programa del 1º de mayo dela CGT de los Argentinos” (revista Envido, Nº 9,mayo de 1973, p. 6).

Perón, al leer esto en Madrid, habrá pensadoque la pendejada estaba loca y que habría queponerla en vereda no bien él regresara a la Argenti-na porque con esos locos no se podría gobernar.No desearía detenerme todavía en esta cuestión. Eltema es revisar los programas surgidos “del seno dela clase trabajadora” (como bien se dice en el“Compromiso con el Pueblo”) y que, en sumomento, Perón habrá aceptado y reflexionar porqué han quedado tan lejos y hasta parecen patéti-cos, cuando, en verdad, constituyen una de las

expresiones más puras de los sectores pobres de laArgentina.

No debieran ser tirados al canasto de los trastosviejos o de los sueños imposibles o, peor, absur-dos, estos programas de La Falda, Huerta Grandey CGT de los Argentinos. Es posible que hayansido sólo sueños. Lo fueron. Fueron los sueñosque daban sentido a las luchas de los obreros enesas encrucijadas de la historia argentina. Sabemosque célebremente se ha planteado que para serrealista hay que pedir lo que no es posible. Sinembargo, quiero poner un ejemplo: en la contra-tapa del libro de Baschetti sobre la Resistenciaperonista hay una foto. Se trata de una pintadapopular, militante, sobre un portón metálico deuna fábrica cerrada. Es una pintada de los lucha-dores de la Resistencia, y más aún: de los resisten-tes barriales, zonales, de esos que llevaron a casipueblos enteros a resistir la agresión gorila contralos sectores populares. La pintada dice: “Los yankislos rusos y las potencias reconocen a la Libertadora.Villa Manuelita no” (la pintada no tiene signos depuntuación. Así la reproducimos. Sólo “VillaManuelita” está escrito al pie, como si fuera unafirma, un compromiso. Que, por supuesto, lo es).

Se podría decir qué le importa a la Libertadoraque Villa Manuelita no la reconozca si la recono-cen los yanquis, los rusos y las potencias. Sinduda, es posible decir eso. Se puede decir detodo: que los de Villa Manuelita son patéticos,que no tienen noción de las relaciones de poder,que nada significa que ellos reconozcan o noalgo. He aquí el punto exacto: “Señores, queustedes reconozcan o no algo no cambia nada”.Falso: cambia a la gente de Villa Manuelita. Unacosa sería Villa Manuelita si reconociera a laLibertadora. Otra si, como ocurre, no la recono-ce. De algo podemos estar seguros: aunque elmismísimo Dios se pronunciara desde los Cielosy dijera: “Yo reconozco a la Libertadora”, noocurriría eso en Villa Manuelita. La Libertadora,en Villa Manuelita, no será reconocida jamás. Yesto, ante todo, sirve para todos los que viven enVilla Manuelita. Si sirve para algo más, no pode-mos saberlo. Acaso no importe. O no sea lo másimportante. De ese material están hechos algu-nos de los más grandes mitos de la historia. Eraabsurdo que Ernesto Guevara se fuera a Bolivia adesafiar a los Estados Unidos y a la estrategia dela URSS para América latina con un par de esco-petas y otros pocos más como él. Hoy es el sím-bolo universal de la rebeldía.

El golpe del 28 de junio de 1966 intentó un sin-ceramiento. Los únicos que podemos hacer estosomos nosotros, se dijeron los militares. Basta decederle el gobierno al radicalismo, en sus distintasformas, para que luego ande tironeando en quedarbien con nosotros y con el peronismo. Frondizi,tan denostado y “maquiavélico”, había abierto laposibilidad eleccionaria al peronismo. Creía, muyequivocadamente, que no ganaría en la Provinciade Buenos Aires. Al ganar, el peronismo se lepudre todo. Illia, que tuvo una modalidad degobierno más democrática que Frondizi, que nopuso en marcha ningún Conintes, tenía planes aúnmás peligrosos para los militares. Ese espíritudemocrático que anidaba en el “viejito bueno” lollevaría sin duda a levantar casi todas las proscrip-ciones. ¿Y si levantaba la de Perón? No era impen-sable. Tal vez la osadía, la grandeza que lo frenó en1964 fuera asumida a lo largo de su experienciapresidencial. Aquí es donde Illia se vuelve sospe-choso, donde empieza a implicar un peligro. Escierto que su actitud ante la Ley de Medicamentosya lo puso ante la mira del establishment argentinoy los Estados Unidos. Pero no fue por eso que lovoltearon. Se habló mucho de un golpe preventi-vo. Pero, si usamos esta categoría, convengamosque el de Frondizi también fue un golpe preventi-vo. Un golpe preventivo se expresa como anticipa-ción. Hagamos esto antes de que nuestros enemi-gos hagan aquello. Illia pasa a ser enemigo de losmilitares cuando se propone hacer algo antes deque aquéllos se le anticipen. Lo que se proponehacer es legalizar hasta el extremo que le sea posi-ble (cualquier extremo era, en rigor, imposible) alperonismo. Los militares se le anticipan. En estesentido el golpe de 1966 es preventivo. Usted nosva a traicionar –es el subtexto de los milicos–. Lopusimos ahí para que le ponga una careta demo-crática al país y, a la vez, proscriba al peronismo, y

usted se tomó en serio lo de la careta democrática ynos lo quiere traer a Perón, o nos quiere meter a supandilla en la próxima contienda electoral.

LOS POBRES: “CAYÓ PERÓN,ESTAMOS JODIDOS”

Lo repugnante de esta historia es que no sólofueron los milicos los que quisieron echar a Illia.Fue casi todo el país. Que Perón no haya movidoun dedo para defenderlo se comprende, creo. Illiahabía proscripto como todos al peronismo y lehabía inferido al líder una herida política tan pro-funda que muchos lo dieron por terminado luegode ese episodio, sobre todo en Estados Unidos. Ylos sindicalistas del peronismo sin Perón, los van-doristas. Además, los peronistas no creían ennadie. Habían sido traicionados varias veces y losradicales (aliados genuinos de la Libertadora, salvoel “traidor”, el “maquivélico” Frondizi) no teníanpor qué serles confiables. Pero, ¿y el resto del país?Nadie defendió a Illia, de cuyo gobierno, porejemplo, Guillermo O’Donnell califica como elmás democrático de la historia argentina. Califica-ción siempre cierta y siempre manca. Porque escierto que Illia respetó las libertades públicas yhasta diría más: es muy posible que haya sido unade las mejores y muy pocas buenas personas quegobernó este país. Pero sobre los cimientos de unaenorme base de su población sin cobertura políti-ca. Sé de radicales que se emocionan con Illia ydicen con sinceridad que Illia se habría legalizadoen poco tiempo más, y que su democracia habríasido completa. Ese día ya no sería presidente de laRepública. Tendría el honor, que no es poco, dehaber luchado como nadie por la transparencia desu democracia. Pero aparecieron las tortugas en laPlaza de Mayo. Supongo que en la Argentina haytanta maldad como en cualquier país, pero nuncamenos. “Manos anónimas” arrojaron tortugas enla Plaza de Mayo para decir que el presidente eraun lento, un provinciano, en fin, un tarado. Y algomás. Por decirlo claro: que le faltaban pelotas.¿Saben ustedes dónde estaban las pelotas que erannecesarias para gobernar el país y poner en veredaal peronismo en 1966? En los cuarteles. Este paísculto, que hacía gala de su vanguardia en el DiTella, que tenía pilas de revistas literarias y edito-riales nacionales que editaban a escritores argenti-nos y a muchos extranjeros, este país que editabalibros que los españoles no podían leer, pero, a lavez, este país de mierda, de milicos cuadrados, deempresarios cavernícolas, de oligarcas brutos, teobligaba a viajar a Montevideo para comprar Laideología alemana de Marx y Engels, pero el paísdel Lorraine, de El Escarabajo de Oro, el país de los‘60, estaba vivo, aunque más vivo y poderoso era elotro, el país de Primera Plana, revista que todosleían, semanario de izquierda en lo cultural (o decentroizquierda) y abiertamente militarista en susección política, con gorilas imbatibles, con golpis-tas rabiosos como Mariano Grondona y MarianoMontemayor, y el país en que Francisco Manriquehablaba por televisión (tenía un microprograma amediodía) y afirmaba enfático, serio, con ceño muyfruncido: “Hoy, las Fuerzas Armadas son un blo-que monolítico”; este país tiró tortugas en la Plazade Mayo: que se vaya ese viejo de mierda, quere-mos a un hombre para que gobierne este país, que-remos a un milico que las tenga bien puestas. Yapareció Onganía que, poco después, le consagra-ría el país a la Virgen. Y antes habría de entrar encarroza (una carroza entre colonial y monárquica)en el predio de la Sociedad Rural, donde fue ova-cionado como nunca en su vida.

Los militares le habrán dicho a Illia que no lohabían puesto para que fuera “democrático” sinopara que fuera todo lo democrático posible con elperonismo (el enemigo de la democracia) prohibi-do. Usted se tomó en serio esto. Nosotros no que-remos una democracia completa. Queremos unademocracia sin el peronismo. Por eso lo pusimos austed. Illia habrá argumentado que eso nunca seríauna verdadera democracia. Y los militares y todoslos gorilas le habrían dicho la verdad. Gran partede la verdad era ésta: se intentaba demostrar que elperonismo en la Argentina era como el nazismo enAlemania. El gran enemigo de la democracia. Eraeso: era “el régimen peronista”. No se podía incluiren la democracia a quien la negaba. Igual que losalemanes con Hitler. ¿O de estar vivo le habríanpermitido presentarse en elecciones? (Si no lo hací-

III

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an puré los rusos o no lo colgaban en Nurem-berg.) El peronismo era el nazismo. Se habíanhartado de decirlo. Nadie imagina el nazismodentro de la democracia alemana. Así como losalemanes prohíben el nazismo, nosotros prohibi-mos el peronismo, que es la expresión argentinadel nazismo.

Sí, pero hay una diferencia. En 1966 no habíaun alemán que fuera nazi. Y Hitler había dejadoa Alemania destruida. Y estaba muerto. En laArgentina, la mayoría del pueblo era peronista.La democracia es el gobierno de todos, por todosy para todos. En Alemania funcionaba. No habíanazis. Si los había, eran pocos o estaban escondi-dos. En la Argentina, los peronistas amenazabansiempre con desbordar las urnas. Ese esquema nofuncionaba. Alguna diferencia tenía que haberexistido entre Perón y Hitler para que esta situacióntuviera lugar. Ergo, el argumento gorila era unsofisma. Ante todo porque fingía ignorar algoesencial: Hitler había perdido una guerra y habíadejado a Alemania en ruinas, al pueblo hambrea-do, aterrorizado ante la entrada de los rusos yluego dividido por la potencias triunfadoras.Hitler había resultado una catástrofe para Alema-nia. El Reich que iba a durar mil años (ya hará suparáfrasis Felipe Romeo en la siniestra El Caudi-llo: “Por mil años de nacional-justicialismo”),duró algo más de diez. Pero Juan DomingoPerón era arrojado de su gobierno elegido demo-cráticamente con un pueblo que no había perdi-do su fe en él. Por los barrios se decía: “CayóPerón. Los pobres estamos jodidos”. Por másCongreso de la Productividad, por más pannegro (además, si había pan negro en el peronis-mo, había pan negro para todos), por más Con-trato con la California, por más que el líder pase-ara en la pochoneta (algo que le ponía en contrade la clase media, pero no de los pobres, que sedivertían viendo a Perón en su caballo pinto y enla pochoneta), a Perón los pobres lo seguían que-riendo y sabían lúcidamente eso: “Cayó Perón,estamos jodidos”. De aquí la infamia gorila de laequiparación con el nazismo. Fue una infamia detodos los militares, de las clases altas y medias.(NOTA: Es cierto que las universidades, porejemplo, mejoraron notablemente con la Liberta-dora. Y que Aramburu se tomó un interés perso-nal en la cuestión. Se fueron todos los fascistas,los neo-tomistas, los católicos ultramontanos quePerón había amontonado ahí. Y vinieron excelen-tes profesores de gran prestigio. También es cier-to que eran hondamente antiperonistas y que nohabrían aceptado cargos bajo Perón, de modoque –sin intentar justificar una política nefasta–algo de cierto hay en que Perón no tenía dema-siada materia prima. De ahí a apelar a la peor hayun paso que no debió darse. Pero facultadescomo, por ejemplo, Arquitectura y Filosofíatuvieron un renacer auspicioso. Que cortó, comoveremos, el gorila Onganía, que veía marxistas yperonistas en todas las universidades. Volvere-mos, por supuesto, sobre esto. Sobre “La nochede los bastones largos”.) Como el mote de nazis-mo o de fascismo le había sido adosado al peronis-mo desde sus orígenes, fue sencillo reflotarlo parajustificar su expulsión de la vida democrática, “talcomo hicieron los alemanes”. Pero ocurría unaparadoja fatal para los antiperonistas: el partidoque era la negación de la democracia era, a la vez,el que representaba a la mayor parte del pueblo.O había que adoptar el voto calificado (¡Si habre-mos oído esto los que tenemos algunos años!) ohabía que gobernar a espaldas del pueblo. Yo noquiero, dice Illia. Una democracia debe ser verda-dera. Quiero llegar a eso. ¿Ah, sí? Bueno. Tortu-ga y a los caños. Aquí hace falta un hombre. Senecesitan pelotas para gobernar contra el pueblo.Onganía estaba seguro de tenerlas. Todos jura-ban que las tenía. Un verdadero hombre en laPresidencia. Empezaba una nueva etapa. Ahoraverían esos peronistas. Vendrían al pie. Qué dudapodía caber.

POSIBILIDADES EIMPOSIBILIDADES

Toda época histórica crea sus posibilidades ysus imposibilidades. Nadie se pregunta por quéhoy es imposible aplicar el Programa de la CGTde los Argentinos. Está en el inconsciente colec-tivo. No se puede porque no se puede. Sólo la

izquierda a la que todos llaman “jurásica” o“cavernícola” habla de Reforma Agraria. Por esoes “jurásica”. Porque no entiende que eso no sepuede hacer. ¿Por qué no se puede? Porque no sepuede. Porque no hay un solo punto de la reali-dad desde el que sea posible partir para haceralgo así. No hay ninguna fuerza histórica queabra ese campo de posibilidad. Un campo deposibilidad se abre en el campo histórico cuandohay un sujeto que pueda protagonizarlo. Cuandoese sujeto ha crecido por la fuerza de los hechoso porque ha sido creado por una voluntad histó-rica. Cuando ese sujeto no existe, tampoco exis-te, como posibilidad, el proyecto que deberíaprotagonizar. Algo así ocurría con Perón. Nadiese preguntaba: ¿por qué no vuelve Perón? ¿Porqué no permiten que el peronismo participe enelecciones libres? Porque no se puede. En estecaso, había un motivo obsesivo y fijo: porque losmilitares no quieren. La vida política argentinadesde 1955 hasta el advenimiento de la demo-cracia gira alrededor de los militares. Es mentira–según la historia oficial de los radicales– que lohaya hecho desde 1930. El gobierno de Perónno fue un gobierno de base militar. No fue ungobierno militar y fue tirado por los militares yla Iglesia como punta de lanza. Y a partir de1955 son absolutamente los militares quienesgobiernan el país. Quienes lo ordenan. Lo dise-ñan. Bien, todos sabían esto. Nadie se pregunta-ba entonces por qué no volvía Perón. Era partedel inconsciente colectivo de la época. Si es queaceptamos llamar “inconsciente” a algo quetodos saben pero jamás cuestionan, ni someten aproblematicidad alguna. “Eso” –que Perón vol-viera– estaba totalmente internalizado como unimposible del que ni hablar tenía sentido. Comohoy la Reforma Agraria. Así y todo, la piden lossectores de la izquierda “jurásica”. Pero es pedirpor pedir. Si a estos tipos a los que habría quesacarles la tierra (según esa izquierda), les quisie-ron meter (torpemente, de acuerdo: si el Gobier-no hubiera hablado de entrada, aparte, con laFederación Agraria, algo mejor se habría conse-guido) unas retenciones y se largaron en unaembestida brutal a barrer con todo y hasta a pro-ponerse hacerlo a la brevedad otra vez, ¿qué sen-tido tiene ocupar un lugar de nuestro ser cons-ciente en el tema de la Reforma Agraria? Eso eraPerón. De aquí que su regreso definitivo llevaraa Ezeiza casi 2 millones de personas o más. ¡Eraun acontecimiento inverosímil! Un aconteci-miento imposible. No era posible que Perón vol-viera. No era posible que hablara otra vez desdesu balcón en la Rosada. Había ocurrido algoimpensado en la historia. Quizás, entonces, algu-nas otras cosas fueran posibles. Y no me refierosólo a cosas políticas como, por ejemplo, la revo-lución. No, algo más simple, algo que la gentesintió durante esos días de hechos imposiblesque se tornaban reales: ser felices, por ejemplo.

EL ONGANIATO Y EL CORDOBAZO

Entre tanto, el César leporino empezaba apagar caro la cantidad de dislates solemnes que sehabía mandado. Hubo pocos dictadores conmenos gracia que Onganía. Cuando aparecía enlos noticiosos le ponían música de Elgar, el autoringlés de “Pompa y circunstancia”, música desti-nada a la reina de Inglaterra. Interviene bruta-mente (era un soberano bruto, ¿de qué otromodo podría hacerlo?) las universidades. ¿Porqué? Por la Doctrina de la Seguridad Nacional,ese resultado nefasto de la Guerra Fría: basta dedoctrina nacional, de nación en armas, de seguri-dad para la guerra, basta de la “única forma demantener la paz es prepararse para la guerra”.Para la guerra “exterior” están los Estados Uni-dos. Para la “guerra interna”, los ejércitos nacio-nales, que muy orgullosos pasan a ocupar el papelde policía interna, como el de Juan Lavalle y losde Mitre. El primero, barriendo la provincia deBuenos Aires luego de liquidar a Dorrego, atandoa gauchos e indios a los cañones y ordenandohacer fuego; el segundo, limpiando las montone-ras de Peñaloza y Varela, luego de Pavón (batallade la inconmensurable traición de Urquiza,nunca superada hasta los días recientes) y decla-rando la “guerra de policía” que les permitíamatar a los gauchos fuera de las leyes de las

naciones. En su papel de “policía interna”, Onga-nía emprende su gloriosa batalla contra un ene-migo poderoso: la Universidad de Buenos Aires.Pero se sabe que para los zapallos cursillistas ycatólicos a ultranza en la universidad se acumulanlos peores comunistas que sea posible ubicar en elpaís. Así, la policía del onganiato viola la autono-mía universitaria y revienta a palazos a los profe-sores y alumnos sobre todo de Ciencias Exactas, yluego de Filosofía. Los que estudiaban Descartesen Historia de la filosofía moderna se preguntabancómo demostrar la existencia de la “realidadexterna”. Se lo demostraron los simios de la poli-cía de Onganía. Durante esos años, para un mili-tar cagar a palos a un estudiante era algo orgásmi-co. ¡Aquí estamos, se acabó “la isla universitaria”,“la isla democrática”, al fin podemos reventarlosa palazos, inmundos marxistas, judíos de mierda!Esos eran los gritos de triunfo en tanto formabanuna doble fila, hacían pasar por ella, como gana-do, a los estudiantes y les descargaban palazoscargados de rencor, palazos que durante añoshabían soñado descargar. Se llamó al hecho,como se sabe, “La noche de los bastones largos”.Entretanto, el ministro de Economía, AdalbertKrieger Vasena, de cálido recuerdo en el corazóndel pueblo, modifica la Ley de Indemnizacionespor despidos (¡bajándola, por supuesto!) yaumenta la edad para jubilarse. Si no la puso encien años fue porque alguien le dijo que a esaedad usualmente la gente no llega, y la jubilaciónno tendría sentido. Eran brutos, fachos, troglodi-tas y violentos. (NOTA: En 1972, Krieger Vase-na estaba prudentemente fuera del país. RodolfoOrtega Pena inicia un trámite para repatriarlo yjuzgarlo. Lo vi a Ortega en una mesa de un caféfrente a Tribunales con tres compañeros más. Lebrillaba la pelada y derrochaba energía y entusias-mo y juventud. Tal vez ayude a entender la suer-te de este país que Ortega Peña fue acribilladopor las balas de la Triple A y Krieger Vasenasiguió asesorando a grandes corporaciones comoel talentoso técnico que era, como el protegidohombre del establishment que también era y alcual se le debían tantos, pero tantos favores. Krie-ger podría haberse excedido en lo de la jubilación–no hasta el punto en que yo lo dije–, pero erauna pieza de oro para las corporaciones.)

¿Qué más hace Onganía? Crea un organismoimpecablemente macartista al que da el nombrede Dirección de Investigación de Políticas Antide-mocráticas (DIPA). Todo esto dentro de la Ley deRepresión del Comunismo que le imponía la Doc-trina de la Seguridad Nacional. Disuelve los par-tidos políticos, cierra el Congreso y toda activi-dad política es declarada ilegal. Antes de morir,este hombre de fe, “que consagró a la Virgen unpaís rematado al imperialismo”, según frase de laépoca, tuvo el descaro de presentarse a eleccionesen democracia y declaró, muy suelto de cuerpo,que la suya había sido una “dictablanda”. ¡Al ladode Videla, Idi Amin parece Sor Juana Inés de laCruz! O no tanto. Pero el leporino se comparaba–claramente– con Videla. Desde ahí se atrevía ahablar de la suya como una “dictablanda”.

Entretanto aparecía –en las jornadas del Cor-dobazo– el Periódico de la CGT de los Argentinosdirigido por Raimundo Ongaro y Ricardo deLuca, situado a Paseo Colón 371, valía 50 pesosy éste era el Nº 46. Su título principal: La unidadse logró en la calle. Y luego: “Los generales fusila-dores de 1956 son los padres de 1969”. ¡Qué pre-sentes estaban los fusilamientos de 1956! En esamemoria implacable se dibujaba ya la suerte dePedro Eugenio Aramburu.

En tanto, entre la organización de los mecáni-cos, la combatividad de Sitrac-Sitram, se vaabriendo la figura de un sindicalista notable:Agustín Tosco. Habría de decir o ya había dicho:“No hay, evidentemente, posibilidad de llevaradelante una tarea revolucionaria sin una con-ciencia, sin una ideología revolucionaria”. Y tam-bién: “Yo no represento a una persona sino a laposición colectiva de todos mis compañeros”(Nicolás Iñigo Carrera, María Isabel Grau, Ana-lía Martí, Augusto Tosco, la clase revolucionaria,Ediciones Madres de Plaza de Mayo, 2006, pp. 5y 7). Continuará.

Colaboración especial: Virginia Feinmann y Germán Ferrari

IV Domingo 24 de agosto de 2008

PRÓXIMO DOMINGO

Ernesto Che Guevara.La teoría del foco insurreccional

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

El ajedrez madrileño de Perón39

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LA HUELGA TRANSFORMA EL NÚMERO EN FUERZA

La huelga del Frigorífico Lisandro de laTorre queda en nuestra historia comouno de sus momentos más genuinos.En verdad, podríamos llamar a eseepisodio “La Comuna de Mataderos”.

Fue derrotado. Sí, la Comuna también. Elcapitalismo ha derrotado todos los esfuerzos quehizo la clase obrera para arrancarle mejoras o paraobtener poder. Si así no fuera, el mundo actualno sería ese canto macabro a la injusticia, alavasallamiento, a la planificación del hambre, alodio al inmigrante que hoy es. Si así no fuera,sería impensable que la Sociedad Rural fuerasaludada como una clase progresista en este paísarrasado por el neoliberalismo en los ’90, lleno deexcluidos, de hambrientos, de sindicatosburocráticos y con marcadas tendencias mafiosas.La etapa 1956-1959 es la etapa gloriosa de laResistencia Peronista donde no sólo sucedíancosas como la Comuna de Mataderos, sinotambién otras. Lo del Lisandro de la Torre fueincluido en estas páginas como herramientaconceptual: queríamos mostrar una huelga obreraen la cual no había participado ninguna guerrilla.Ante todo, porque no había guerrillas. No habíateoría del foco. Lo que había era la certeza de quela herramienta de lucha de la clase obrera era sumasividad. Esa masividad era su múmero. Bien,la huelga es lo que transforma el número en fuerza.(Parafraseo aquí una gran frase de Cooke.) Elarma de los obreros es que son muchos. Al serlo,su número es alto. Pero aunque el número seainfinito, si no se organiza jamás se transformaráen fuerza. En cuanto al tema de la violencia, lahuelga es una clase de violencia. Impide laproducción. Frena la dinámica del sistemacapitalista. Pero los obreros de la Comuna deParís empuñaron las armas. Yo (creo que esto lohe dicho) estoy contra la violencia. Pero tampocopuedo ser boludo. Si se vienen dos mil soldadosartillados hasta los dientes y con la orden (emitidapor el gobierno) de aniquilar a los obreros, éstostienen la obligación de sobrevivir, de proteger asus familias, a sus mujeres, a sus hijos. ¿O a quémandó Frondizi 2000 soldados? ¿A preguntarles alos obreros si necesitaban comida, ropa, aanunciarles que los patrones habían cedido a susreclamos? No, los enviaron para que los hicieran,sin más, mierda. A esta agresión hay queresponder. Pero una cosa son las armas en manosde la clase obrera agredida por el régimen. Unacosa es que los obreros (que eligieron, ante todo,la metodología desarmada de la huelga masiva)respondan violentamente a la violencia represoradel régimen y otra es que una orga mate a unpolicía o a un empresario. O que cien tipos sevayan al monte, lo declaren primer territorio librede la patria, y preparen acciones desde allí. Por elmomento no hagamos valoraciones. Es muydifícil hacerlas cuando uno también sabe que esoscien tipos (equivocados) fueron asesinados almargen de todo juicio, de toda ética, de todocomportamiento mínimamente humano, comobestias, torturados, animalizados por un podertan brutal y arbitrario como jamás hubo en estepaís y en muchos otros. Se trata de señalar cuál esla conducta genuinamente obrera, lo que nospermitirá también analizar qué esperaba el puebloperonista del regreso de Perón por el que había sidoel primero en luchar. Porque la Comuna deMataderos puede ser llamada así porque participóen ella el pueblo. Las mujeres cocinaronalimentos, entregaron ropa, fueron unaretaguardia inestimable. Y sabían en qué luchaestaban sus hombres. Y muchas también semezclaron con ellos. ¿Qué gobierno pedían? ¿Quéotro podían pedir? El de Perón. Querían quevolviera Perón. Con ese gobierno se habíansentido amparados. No creo (estoy seguro queno) que pensaran instalar soviets en la Argentina.El peronismo les había dado una concienciaantipatronal. Esto lo comprobaban una y otravez. Para ellos era muy simple: lo otro eran lospatrones. Ellos eran los que se quedaban con lagran tajada de la torta. Los que no lesaumentaban los salarios. Los que les quitaban(junto con los gobiernos que los servían) susderechos sindicales. Contra ellos era la huelga.Hace poco –en estos tristes días– el lumpen-

dirigente piquetero Raúl Castells le pidió al héroede las recientes jornadas Don Luciano Miguens:“Don Luciano, ¿no me daría unas vaquitas paralos pobres de mi provincia?” “Pero, cómo no”,dijo el generoso terrateniente. Creo que ese–como símbolo– es el momento de mayor bajezade lo que haya quedado hoy –si es que algoquedó– de la clase obrera. Los pobres andan porahí, mendigando. Y los otros son presa de lossindicatos. En la Comuna de Mataderos nohabrían podido creer este diálogo. Un obrero nole pide nada a un patrón. Un obrero nunca pidesolo. Se reúne con sus compañeros y deciden quéhacer. Un obrero forma parte de un sindicato y elsindicato tiene que expresar las luchas obreras.Viene de lejos la consigna: “Con los delegados ala cabeza o con la cabeza de los delegados”. Elsindicalismo de la Resistencia surgía de la mismadesdicha que la clase a la que representaba: elgobierno de la “Revolución Fusiladora” comoempezaron a llamarlo después de losfusilamientos de 1956.

LA RESISTENCIA: UN TESTIMONIO DE OCTAVIO GETINO

“Los casi tres años que duró el gobierno dictato-rial –escribe Germán Ferrari–, manchado de fusila-mientos, persecuciones y resquebrajamiento de laeconomía, mostraron al sindicalismo peronista conantiguos dirigentes encarcelados y exiliados, otrosalejados de la actividad pública y con participaciónactiva en la ‘resistencia’, y una nueva camada quecomenzaba a hacer sus primeras experiencias en lasluchas gremiales” (Germán Ferrari, Sindicalismo y“Libertadora”, revista Nómada, N 6, p. 9). Quientambién hacía estas primeras experiencias era unmuy joven Octavio Getino, el codirector de Lahora de los hornos. Su testimonio tiene un valordocumental, pero también es muy emotivo. Habladel fervor de otras épocas. Cuando había obreros,fábricas, dirigentes honestos, un horizonte por elque valía la pena pelear, traiciones que aún nohabían sucedido, menos muertos, menos masacres,ni un genocidio. Había cosas que encolerizaban yunían a los obreros: pocos días después de la llega-da de Aramburu al poder, la Marina (¡ah, la Mari-na en nuestro país!, sus aviones bombarderon Bue-nos Aires el 16 de junio, su gran jerarca Massera,con el apoyo de todos, hizo la ESMA, iniciaron lametodología procesista con los sanguinarios hechosde Trelew y, antes, lo que a continuación narra-mos:) secuestró el cadáver de Eva Perón y lo hizodesaparecer. (Ya usaba esa técnica: hasta con cadá-veres embalsamados.) Se lo llevó de la CGT inter-venida por un tipo célebre entonces que se llamabaAlberto Patrón, cómico apellido para alguien queinterviene una central obrera. Igual que Robustia-no Patrón Costas, al que habían elegido presidenteen la Cámara Argentino-Británica antes de que elGOU diera el golpe del ’43. Pero Alberto Patrón sedio cuenta y se agregó Laplacette. ¿No tenía algomejor? Porque “Laplacette” suena jodido tambiénpara los obreros. “Laplacette”: “el palacete”. El“palacete” del “patrón” O sea, ahora la CGT,intervenida, era “el palacete de Alberto Patrón”, ode Alberto Patrón Palacete. Como sea, la Marina selleva el cadáver de Evita. ¿Tanto miedo le tenía auna muerta? Sí, porque los obreros la amaban yhabría un lugar de encuentro y de lucha en cual-quiera en que la hubiesen enterrado. Pero quehayan desaparecido a Eva siguió siendo un factorde unión, un motivo de lucha, de bronca, de con-quistas. Volvamos al testimonio de Getino. Viva-mos el clima de lucha genuina, de fervor, quetransmite: “Recuerdo, por ejemplo, las asambleas ycongresos de delegados que tuvieron lugar en losgremios más combativos y politizados de esa época–metalúrgicos, textiles y carne– donde junto contratar la defensa de la industria y el patrimonionacional (la “nacionalidad”) crecía el debate sobrelos caminos a desarrollar para “subvertir” la políticade la dictadura y de sus cómplices clasemedieros,libertadores y “democratistas” (radicales, socialistas,demócrata cristianos, etc.) e imponer una salidanacional y popular (la palabra “democracia” noresultaba popular ni confiable ya que quienes lainvocaban aparecían como cómplices de la pros-cripción política, los fusilamientos, las represiones,el Conintes, es decir, la más explícita y salvaje anti-democracia).

“Los congresos de delegados que se sucedíanperiódicamente, en las sedes de la Unión ObreraMetalúrgica en ese período –al igual que enmuchos otros sindicatos y agrupamientos (las 62,los 19, etc.)– eran verdaderas asambleas políticasdonde se debatía la conveniencia o no de la ‘huelgageneral revolucionaria’ y en los que los distintossectores (peronistas, comunistas, trotskistas, etc.)estrechaban filas, cada uno en su sector claramentedefinido, para mocionar a favor de una u otra alter-nativa, con debates tan lúcidos, pasionales y demo-cráticos, como, al menos yo, nunca volví a encon-trarlos en el movimiento sindical ni en los partidospolíticos.

“Hubo en esa época, marcada por algunas inédi-tas ocupaciones fabriles, como la de la textil Berna-lesa (con control obrero de la producción) y la deCARMA-SIAM de Monte Chingolo –ver La horade los hornos, parte II– que no sólo sirvieron devalioso antecedente a Sebastián Borro y a los com-pañeros del Frigorífico Municipal, sino que se ins-cribían además en un proyecto de ‘emancipaciónde la Patria’, dentro del cual se había programadouna sucesión de huelgas escalonadas por tiempoindeterminado que culminarían –tema del cual J.W. Cooke no estaba ausente– en una huelga gene-ral de ese mismo carácter. Primero, los metalúrgi-cos, luego los textiles y tras ellos la carne, en accio-nes superpuestas, serían el factor desencadenantede lo que se proyectaba como movimiento nacio-nal dirigido a subvertir efectivamente el poder de ladictadura militar y de sus cómplices en el campopolítico seudodemocrático.

“Así lo vivíamos en encuentros de cientos dedelegados, por ejemplo de la seccional Avellanedade la UOM –yo integraba la comisión interna,rama empleados de SIAM Monte Chingolo–,cuando estábamos convencidos en apasionadassesiones que transcurrían desde las 7 u 8 de la tardehasta pasadas las 5 de la mañana del día siguiente(había que marcar tarjeta antesde las 6) de que dicho pro-yecto era absolutamentenecesario y, por encima detodo, viable. Y no sólo paralos trabajadores, sino parala emancipación de todoslos argentinos, o lo quees igual ‘de laPatria’”. (OctavioGetino, maildirigido alautor. El mailno fue reto-cado pormí. Nohizo faltaparanada. Asílo escribió,de un tirón,Getino.Comovemos, circu-la buena prosaen los mails. Yno todo es basu-ra, insultos, obrasmaestras del racis-mo, agravios asque-antes como en esos forosque se abren para que el anonimato cloacal dé rien-da suelta a sus diversas patologías. Gracias, Octa-vio.)

Quiero detenerme brevemente en esto: “Apasio-nadas sesiones (escribe Getino) que transcurríandesde las 7 u 8 de la tarde hasta pasadas las 5 de lamañana del día siguiente (había que marcar tarjetaantes de las 6)”. ¿Cómo no iban a ser “apasiona-das” esas sesiones? No dormían con tal de discutir,de planear, de organizar las acciones de resistenciao de planear una huelga. ¿No es hermoso estardesde las 7 u 8 de la tarde hasta más allá de lascinco de la mañana (porque a la seis tenían quefichar) discutiendo con compañeros de clase? Esofue también, legítimamente, el peronismo. Esapasión de la resistencia. Esas luchas contra la patro-nal. Esa furia por el robo del cadáver de Evita. Porlas medidas antiobreras de Alberto Patrón Palacete.Por los compañeros en cana. Por la proscripcióndel Partido. Por la de Perón. Por la imposibilidad

II

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de decir “Evita” o “Perón” en voz alta. Lo decías yte metían en cana. Todo ese ardor, esas ganas deluchar, esa certeza de oro: nuestra lucha es paratodos, para la emancipación de todos los argenti-nos, para la emancipación de la Patria. Hoy decís“patria” y sacás patente de boludo o peor: defacho, de nacionalista, de populista. Hoy es la oli-garquía la que dice “Patria” y todos aplauden.Obreros hay pocos, los tienen cautivos los sindica-tos. Y a los otros –los marginados, los excluidos,los de las villas, los arrojados al camino sin retornode la delincuencia o de la droga– mejor no lesdigas “Patria” porque te escupen, y con razón.Pero hay que seguir. Y una forma de hacerlo esrecordar a estos obreros de otros tiempos. Porqueno todo está terminado. Y acaso unos nuevos tiem-pos puedan reclamar nuevos protagonistas y vuel-van a aparecer las sombras de ayer en los luchado-res de hoy. Difícil, pero quién sabe. Ni siquieraesta historia –que parece inmodificable en su cami-no al apocalipsis– está decidida para siempre.

EL TIEMPO Y LA SANGRE

Sobre la “resistencia”, en ¿Quién mató aRosendo?, escribirá Rodolfo Walsh: “Nace entoncesuna etapa oscura y heroica, que aún no tiene sucronista: la Resistencia. Su punto de partida es lafábrica, su ámbito el país entero, sus armas la huel-ga y el sabotaje. Las 150.000 jornadas perdidas enla Capital en 1955, suben al año siguiente a5.200.000. La huelga metalúrgica del ’56 es una

de las expresiones más duras de esta lucha. Empie-za la era del ‘caño’, de los millares de artefactosexplosivos de fabricación rústica y peligroso mane-jo, que inquietaron el sueño de los militares y losempresarios. Domingo Blajaquis era uno de loshombres que vivieron para eso, y como él hubomuchos, convencidos de que a la violencia delopresor había que oponer la violencia de los opri-midos: al terror de arriba, el terror de abajo. Erauna lucha condenada por falta de organización yde conducción revolucionaria, pero alteró el cursode las cosas, derrotó las ilusiones del ala más durade la revolución libertadora y facilitó el triunfo desu ala conciliadora y frondicista” (Rodolfo Walsh,¿Quién mató a Rosendo?, Ediciones de la Flor, Bue-nos Aires, p. 138). El texto de Walsh es muy rico:admitir que la condena de la Resistencia fue sufalta de conducción es reclamar una “conducción”para las luchas obreras. La Resistencia no habríatenido ni organización ni conducción. No es exac-tamente así. En sus luchas zonales la Resistencia

tuvo conducciones. Sin duda,no tuvo una ConducciónNacional. Pero en lahuelga que hemos anali-zado, la del Lisandro dela Torre, el 7 dediciembre de 1958 losobreros eligieron unacomisión directiva sin-dical nueva. ¿Quémérito insoslayable

tiene? Surge del corazón de la clase obrera. Surgedel corazón de la lucha. Era, esa conducción, pero-nista en su casi totalidad y estaba encabezada porel hoy mítico dirigente Sebastián Borro, que sehabía forjado en los años de la Resistencia. Sesumaron a Borro delegados comunistas. Y HéctorSaavedra, un cuadro valiosísimo que acababa deregresar al país luego de su exilio por participar enlos comandos peronistas. Lo que no hubo, en laResistencia, fue una conducción centralizada enPerón ni en eso que los Montoneros, posiblementede acuerdo con Walsh, llamaban una “conducciónrevolucionaria”: un grupo que asume, en exteriori-dad, la dirección de la lucha porque tiene el dia-grama de la estrategia de esa lucha. Cuando Perónvuelve al país, la consigna que larga, entre muchasotras, Montoneros es: “Conducción/ Conducción/Montoneros y Perón”. Aparte de la arrogancia ydel franco enfrentamiento con todos los otros sec-tores del Movimiento que la consigna implicaba,queda claro que un grupo como Montoneros secreía legitimado para ejercer una conducción sobrelas masas peronistas con el mismo derecho quePerón. “Nosotros pusimos los muertos, nosotrosqueremos compartir la conducción.” No importahasta qué punto es verdadera la afirmación “noso-tros pusimos los muertos”, lo que revela la frase delos Montoneros es que le negociaban a Perón untrueque de sangre por poder. Quienes más sangrepusimos más poder nos merecemos. Para desilu-sión de este esquema, Perón, no bien regresa, esta-blece uno de sus apotegmas más inspirados: La pri-

III

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macía del tiempo sobre la sangre. “La lucha (diráen agosto de 1973, ante los gobernadores de pro-vincias) ha finalizado por lo menos en su aspectofundamental. Esa lucha enconada, difícil, violen-ta en algunas circunstancias, ya ha terminado; ycomienza una lucha más bien mancomunada, detodas las fuerzas políticas en defensa de los intere-ses y objetivos nacionales” (2/8/73). Esto haceuna conducción, que se la acate o no es otra cosa.Pero supongamos que Perón les dice: “Estoy deacuerdo: ustedes pusieron la sangre. Pero esaetapa terminó. Y con ella terminaron ustedes. Lodigo en este sentido: no pueden ocupar la van-guardia de la nueva etapa. ¿Y si se me han acos-tumbrado demasiado a la sangre? Tengo quedejarlos reposar. Ahora viene la etapa de la pri-macía del tiempo. La sangre ha sido para conquis-tar el gobierno. El tiempo lo necesitamos paragobernar. Ustedes, que fueron la vanguardia deaquella etapa, no pueden ser la vanguardia deésta”. Que nadie lo dude: Perón les dijo esto a losMontoneros. Ellos insistieron en su esquema:riesgo = poder. Riesgo = Conducción. Perón bus-caba otros tiempos. Otros tiempos reclamabanotros hombres. (Admitamos que la mayoría quepuso Perón fueron abiertamente repulsivos. ¡Laderecha para que barriera a la izquierda!)

TEORÍA DE LA VANGUARDIA

Pero el esquema de la Conducción que mane-jan los Montoneros es el del grupo de iluminis-tas que conoce la teoría de la revolución y suscaminos y debe, por consiguiente, “bajarla” a lostrabajadores. Desde este punto de vista, la claseobrera jamás podría tener una conducción obre-ra. Los obreros no son ilustrados, no conocen lasteorías de la revolución y no pueden trazar lasgrandes líneas estratégicas. La teoría de la van-guardia que introduce desde afuera la teoría revo-lucionaria en las masas es de cuño leninista. Estáen el ¿Qué hacer? Si bien es cierto que Lenin ladiseñó para las particulares encrucijadas con quese encontró la revolución soviética, no es menoscierto que raramente se abjuró de ella. Tiene ungran atractivo: la clase obrera es reformista per se.Es parte del sistema de producción capitalista.Siempre, por fin, termina por generar una con-ciencia trade-unionista. Una conciencia sindical.Hasta –por qué no– podríamos decir una con-ciencia peronista. El peronismo es un movimien-to que desde su base sindical forma parte del sis-tema capitalista, con el que negociará permanen-temente los intereses de los trabajadores. Leninbusca otra cosa. Se propone eliminar el sistemacapitalista. Pero la conducción no la puedentener los obreros. El destino de la clase obrera encuanto logra mejoras es integrarse al sistemacapitalista. No tiene una ideología de cambio, unaideología revolucionaria. ¿De dónde habría devenirle? Pues del Partido Revolucionario de Van-guardia, el cual estaría formado por un grupo deelite que conocerá las leyes de la historia, la ideo-logía revolucionaria del proletariado, y la harápenetrar en las masas. Pero la conducción quedaen manos de la elite ilustrada. En esta etapa delpensamiento marxista leninista (fortalecido por elcastrismo) se afirmaron los Montoneros. Ellos serí-an el Partido de Vanguardia que pedía Lenin.Son conocidas las críticas de Trotsky y de RosaLuxemburgo a estos trágicos planteos de Leninque llevarán vertiginosamente al culto a la perso-nalidad, a Stalin. Trotsky dijo lo evidente: elaparato del Partido sustituye al Partido. Surgeun Comité Central conducido por una burocra-cia altiva, soberbia y corrupta. Esta burocraciaconsagra a un dictador que sustituye la conduc-ción del Comité Central por la propia. Y seacabó: lo que viene después de esto es la lamen-table historia de la Revolución Rusa, Stalin.Rosa Luxemburgo hace un planteo entrañable,conmnovedor y posiblemente el más atinado:“Señores, el espontaneísmo de las masas no esirracionalismo. Es la acción directa de las masas.Si ustedes creen que esa acción está privada deconciencia revolucionaria es porque son unosmiserables pequeñoburgueses, con pretensionesintelectuales y ambición de conductores. No lesdiré que el pueblo tiene razón porque de inme-diato me acusarían de populista. Pero les diré,con toda la firmeza de la que sea capaz, que la

razón no es exterior al pueblo”. (El texto no es deRosa L. Me tomé el atrevimiento de “hacerlahablar” pero juro que no la he traicionado.) Ensuma, la enorme soberbia de la vanguardia esque cree que posee algo que la clase obrera no,algo de lo que la clase obrera, completamente,carece: el conocimiento científico de las leyes de lahistoria. Esto es una enorme falacia. Una menti-ra interesada. Hoy, lo es más. Hoy, el marxismono puede presentarse como un conocimiento cien-tífico de las leyes de la historia. Pero en la épocadel castrismo, del guevarismo y de los Montone-ros, sí. Pero aun entonces era una falacia. Lavanguardia posee una teoría exterior a las masasy esa teoría no puede ser aplicada del mismomodo en todas partes. Cada proceso revolucio-nario debe forjar sus propias armas teóricas. Y noserá la vanguardia, que trabaja en exterioridad, lamás autorizada para “crear” la teoría revolucio-naria. Deberá hundir sus raíces en las bases sidesea hacerlo. Y serán las bases las que elijan suconducción. Las masas no merecen que se lesniegue la real posibilidad de un nivel de instruc-ción. (Esto le conviene a la vanguardia.) Y lavanguardia niega también la democraticidad dela organización de las bases y la legítima repre-sentatividad de los dirigentes. Esto, por ahora.

Pero el peronismo –a partir de su caída en1955– no requirió vanguardia alguna. Todos sesubordinaron a la conducción del líder del movi-miento, Juan Perón. Perón tenía un esquemamilitar de conducción (que ya hemos estudiado)y consideraba que la cabeza del movimiento erael conductor y luego los conductores auxiliares.Sabía atemperar esta centralización diciendo quetodo conducido (“hasta el último hombre que esconducido”) tiene un papel en la conducción. Yque todos llevan en su mochila el bastón deMariscal. Pero, sobre todo una vez instalado enMadrid, su ajedrez demuestra una precisión exce-lente. Para Perón se trata de mantener unido alMovimiento. De sumar a él a todos los que quie-ran sumarse. De tener un ala dialoguista. Un alaconciliadora en lo político. Un ala dura en lo sin-dical. Y un ala blanda. Y cuando aparezca la gue-rrilla (“los muchachos”) les dará el nombre de“formaciones especiales”, tolerará que se conduz-can por su cuenta, acaso porque no había otraposibilidad. El caso es que todos los caminosconducen a Puerta de Hierro y Perón pasa a serel general de las cartas y de las cintas grabadas.Este sistema valida a todos. No hay grupo que notenga una carta o una cinta grabada en la quePerón lo confirma como parte del Movimiento.“Si llego con los mejores, llego con muy pocos.”Grande y verdadera frase de Perón. Pero se lepodría haber dicho: “General, si llega con todosllega con el caos”.

CONDUCCIÓN: ENTRE EL AFUERA Y EL ADENTRO

Perón, en Madrid, comienza a sufrir un equí-voco feroz. Algo que no advierte. Desde afuera,en exterioridad, se puede manejar el Todo.Desde adentro, en interioridad y como parte dela misma historicidad que todos, no. Perón, enMadrid, vive en otra historicidad. Es lo que ledecía Cooke: “Usted es el prisionero de Puerta deHierro”. Perón creía otra cosa: creía ser el granajedrecista de Puerta de Hierro. El conductorestratégico. El que dirige el montón. Y el quedirige el montón no puede formar parte de labatalla. Napoleón no formaba parte de la batalla.La conducía en lejanía para poder ver el todo. Sise hubiera metido en la batalla habría visto sólo ellugar en que estaba metido. Si yo me meto en laconducción táctica (reflexionaba Perón) voy aterminar dirigiendo a un conjunto, no al Todo.Cooke le pedía que se impregnara de los oloresrevolucionarios de América Latina. Pero Perónsabía que él, en Cuba, habría estado a la sombrade Castro. Se habría transformado en un castris-ta. En un marxista. Y en un completo inasimila-ble para los militares de Argentina y para losEstados Unidos. Sobre todo, creo, Perón rechazala invitación de Cooke a La Habana por orgullo.Y no le faltaba razón: él mandaba sobre las masasde un enorme país como la Argentina. ¿Para queiba a ir a ponerse a la sombra del prestigio revolu-cionario de Castro? Además, un Perón en Cuba

era un Perón marxista. Esto era restar del Movi-miento a todos quienes no lo eran. No, Cooke.Me quedo en Madrid.

Madrid es la lejanía. Y la lejanía alimenta elmito. El mito crecía día a día y era la prohibi-ción la que lo hacía crecer. Políticos y sindicalis-tas habían negociado ya un “peronismo sinPerón” (en el fondo, el propósito montonero erael mismo: al heredar a Perón, hacer un peronis-mo sin Perón, que sería revolucionario), pero lasmasas detestaban ese intento. Aparecían enseguida carteles que decían: “Nada sin Perón”.El vandorismo fue el intento más poderoso den-tro del campo sindical. Y el paladinismo (JorgeDaniel Paladino) lo buscó en el político. Paladi-no era el representante de Perón ante Lanusse,aunque pronto empezó a decirse que era el deLanusse ante Perón. Esto le costó el puesto.Como ejemplo de la política sumatoria de Perónveamos una carta al Movimiento Sacerdotes delTercer Mundo, Movimiento que acabaríasumándose a la Tendencia. Escribía Perón: “O laIglesia vuelve a Cristo o estará en grave peligroen el futuro (...) De estos simples hechos fluye laadmiración y el cariño que siento por los Sacer-dotes del Tercer Mundo a los que deseo llegarcon mi palabra de aliento y encomio porqueellos representan la Iglesia con que siempre hesoñado” (Baschetti, 1955-1970, Volumen I,Ibid., 613). Los religiosos se ponían muy con-tentos: compartían la lucha del pueblo. Una vezllevaron a varios en cana. Sueltos, uno de ellosnos dijo: “Cuando íbamos en los celulares cantá-bamos cánticos religiosos”. Los muchachos de laJP les decían: “¿Y por qué no cantaron la marchaperonista?” Eran chicanas. Buscaban decir:“Cómo les cuesta ser peronistas a ustedes, ¿eh?”Reflexionemos algo más sobre la política suma-toria. Cierta vez –durante su primer regreso– lepreguntan (era un reportaje televisivo) a Perón:“¿Qué opinión le merece John William Cooke?”Perón, muy seguro, responde: “Era un eminenteargentino”. Y luego, con esa sonrisita canchera,socarrona, esa sonrisa que decía “soy el más piolade todos” y más lo decía si, al decirlo, guiñabaun ojo, añade: “Cierto, algunos dicen que erademasiado izquierdista. Pero también habíaotros que eran demasiado derechistas, como(Jerónimo) Remorino”. Esto lo basaba en frasesque había dicho en 1951, en la Escuela SuperiorPeronista: “En cuanto a ideología, en el Movi-miento Peronista tiene que haber de todo”. Pordecirlo claro: Perón confiaba tanto en su poder deconductor de masas y de hombres que creía llevarhacia un mismo fin a la derecha y a la izquierda.Todos se someterían a sus dictámenes porqueellos expresaban su conducción. La palabra dePerón era el “plato” de Perón. O se estaba con lospies dentro del plato o afuera. Si se estaba afuerano se era peronista. Este sistema de conducciónle dio grandes réditos durante su primera expe-riencia de Gobierno. (Nota: Aquí no había teni-do un grupo armado como Montoneros que ledisputara la conducción. El mayor rival de Peróndurante su primer gobierno, el cuadro políticoque más trabajo le dio conducir, si es que lologró, fue Evita.) Pero ahora había alimentadodemasiadas fuerzas antagónicas y todos sabíanque estaba viejo y pronto moriría. No era elPerón de 1945-1955. Nadie se le atrevía enton-ces. Y eso que el gran ajedrecista formaba partedel juego. Hasta 1973, desde la distancia madri-leña, ocurrió esto. Hasta que regrese nos somete-mos. Cuando vuelva, se verá.

Entre tanto, en 1966 asume la presidencia delpaís el general Juan Carlos Onganía. Perón noderrama ni media lágrima por la caída de Illia.¿Por qué habría de hacerlo? ¿Por un nuevo fraca-so de la democracia argentina? ¿Illia era la demo-cracia argentina? Para Perón era otro más quemantenía las prohibiciones vejatorias sobre supersona. Ahora venían los militares a mostrar lajeta directamente. Basta de farsas electorales.Basta de poner en el gobierno a partidos sin fuer-za que eran presa fácil de los sindicatos, de Perón,de las huelgas, y de los milicos desconformes.Ahora, ellos, los mismísimos milicos daban lacara. Y tenían labio leporino.

Colaboración especial: Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 17 de agosto de 2008

PRÓXIMO DOMINGO

El Cordobazo, pueblada y organización

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

Onganiato y Cordobazo38

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HACIA UNA FENOMENOLOGÍA DE UNA HUELGA EJEMPLAR

Hay un encuadre político del queno pueden salir los militares nilos partidos no peronistas. LaLibertadora se habíaautodenominado “Gobierno

Provisional”. Lo hizo cuando creía quedespacharía sin mayores problemas alperonismo. Que la desperonización del país seríasencilla. También la izquierda apostó a algosimilar: hay que desperonizar a la clase obrerapara que gire a la izquierda y se encuentre porfin con su verdadera ideología de clase, que es laque sostienen los partidos de izquierda. Elproblema es que el socialismo argentinoparticipa de los enjuages de los “libertadores”para suprimir al peronismo. Reforma de laConstitución, Junta Consultiva Nacional,disolución del Partido Peronista, intervenciónde la CGT, etc. Un engendro como la JuntaConsultiva Nacional, por ejemplo, estabapresidido por el almirante Rojas y se proponía laconsolidación de los principios liberales delGobierno y la desperonización del país, quehabía quedado en situación de catástrofedemocrática luego del peronismo. Para estoserviría la Junta Consultiva Nacional. Era unorganismo asesor de la Libertadora. En esto seanotaron José Aguirre Cámara, Horacio Thedy,Miguel Zavala Ortiz y Oscar Alende (cuyaevolución todos conocemos), muchos otrosradicales y los socialistas Nicolás Repetto,Américo Ghioldi y Alicia Moreau de Justo, laVictoria Ocampo de la izquierda, cuyo nombreengalana una avenida importantísima de PuertoMadero, hoy. No había forma de desperonizar elpaís ni a su clase obrera. Por consiguiente, los“libertadores” conceden elecciones “libres”. Yaquí empieza la farsa. A la cual se prestan todoslos partidos políticos. Ninguno es capaz de decir“mientras el peronismo esté prohibido no puedehaber elecciones democráticas”. Todos esperanllegar al gobierno y, desde ahí, negociar con elperonismo y controlarlo. Los militares abren lafarsa pero permanecen como los “patrones de lavereda”. Controlan todo. Ponen y sacan. Hemosvisto ya la experiencia de Frondizi y la de Illia.Los militares los ponen para que el país tengauna máscara democrática. Ellos aceptan. Llegany empiezan a negociar con el peronismo.Cuando estas negociaciones llegan a un puntopeligroso, los militares los sacan.

La historia argentina transitaba otros carriles,tenía experiencias más auténticas, totalmentegenuinas, y vendrían del propio peronismo.Nuestro propósito –aquí– es hacer la fenomeno-logía de una huelga. ¿Qué entendemos por feno-menología? Ir describiendo sus hechos, enume-rándolos, mostrándolos en exterioridad y concluirque esos hechos son, a la vez, la esencia de lo quebuscamos. Los hechos nos narran su historia ynos dicen a la vez qué significa esa historia, quépuntos conceptuales afirma, cuáles niega. La pre-gunta es: ¿qué es una huelga obrera? Como másadelante –bastante más adelante– nos preguntare-mos ¿qué es el foco insurreccional?, queremos ahoraexhibir el mecanismo ejemplar (paradigmático, esdecir: el ejemplo perfecto) de una huelga obrera.Ese ejemplo lo dio la huelga del Frigorífico Lisan-dro de la Torre. Fue uno de los grandes momen-tos de la clase obrera argentina. Y fue el ejemplode lo que una huelga es.

Tempranamente Perón apela a la lucha violen-ta. Una lucha violenta que se encarna en los mili-tantes del peronismo. Poner caños, bombas deplástico, recurrir a sabotajes. En carta a Cooke del3 de noviembre de 1955, firmada en Caracas, ledice: “Algunos ‘angelitos’ piensan en la posibili-dad de la ‘pacificación’ (...) Yo también era paci-fista hasta el 9 de junio pero, después de los crí-menes cometidos por los tiranos, apoyados porlos partidos políticos, ya no tengo esperanzas queesto se pueda solucionar sino en forma cruenta (...)Cuanto más violentos seamos mejor: al terror nose lo vence sino con otro terror superior (...) Algunosidiotas temen el caso de que se produzca un caos.Las revoluciones como la nuestra parten siempredel caos, por eso no sólo no debemos temer alcaos sino tratar de provocarlo (...) Se trata de nodar escape a la dictadura por ningún lugar y

menos por la solución política. Ahora los quequeremos guerra somos nosotros, pero guerra anuestro modo, no al de ellos. Vamos a ver sipodrán gobernar cuando el pueblo llegue a laresistencia sistemática. Veremos también quiénserá el que pierda con la ruina general. me daríaun gran placer si algún día, en la obra en que yotrabajara, tuviera a los oligarcas y a los ‘petiteros’acarreándome baldes de mezcla” (Perón-Cooke,Correspondencia, Volumen II, Ibid., 46/47/49).Qué tipo este Perón. Cómo sabía decirle a cadauno lo mejor para tenerlo de su lado. Observemosque el texto tiene una potencia notable y que sinduda a Cooke le habrá revuelto la cabeza. Así diri-gía Perón la Resistencia Peronista. Ése era el len-guaje preciso. Observemos que la frase: “Al terrorno se lo vence sino con otro terror superior” anti-cipa a la que dirá “A la violencia del régimenopondremos una violencia mayor”, que será ofre-cida a los cuadros combativos de los setenta.Ahora, le dice a Cooke, somos nosotros los quequeremos guerra. Pero (aclara) “a nuestro modo”.O sea: nada de fusilamientos, nada de matanzasclandestinas, de crímenes en basurales. ¿Cuál es elmodo que Perón considera “nuestro”, es decir, delos peronistas? Ese modo estaráplasmado cuando el pueblo llegue ala resistencia sistemática. Es el pue-blo el que ejerce y el que encarna laresistenca sistemática. Ese es“nuestro modo”, dicePerón. Perónni pensaba enla guerrilla enestos años. Sóloincorporará esteconcepto luegode la apariciónde los Montone-ros. Pero es muysugerente el modoen que nombra alos grupos guerri-lleros: formacionesespeciales. ¿Porque son especialesestas formaciones?Porque actúan individual-mente. Forman parte de la lucha delpueblo, pero no luchan como el pueblo.Luchan de un modo especial. Luchan fuera dela masa. Colaboran con la masa. Pero no sur-gen de ella ni pelean desde ella. Son “espe-ciales”. Son “formaciones”. Cuando estamosdiciendo que son “especiales” estamosdiciendo que estas “formaciones” matan,matan gente. Trabajan con la muerte. Lamasa trabaja con la masividad. El pue-blo trabaja con el número. Si se orga-niza, transforma su númeroen fuerza. Pero no unafuerza organizadapara matar. Las “for-maciones especiales”no trabajan con lamasividad, aunqueadhieran a ella. Tra-bajan con formacionesreducidas. Estas formacionesllevan incluida en todas sus accio-nes la decisión de matar. Su lucha esarmada. La lucha de las formaciones especialeses la lucha armada. La lucha genuina de la claseobrera no es la lucha armada. Su arma esencial, elarma que define el ser de la clase obrera en su fazcombativa, es la huelga. De aquí que nos detenga-mos a analizar la gran huelga de los obreros pero-nistas: la del Frigorífico Lisandro de la Torre.

LA HUELGA, EL ARMA GENUINADE LA CLASE OBRERA

Sólo algo respecto de la relación de Perón conla violencia. Lo sabemos: Perón es un político demúltiples facetas y muchas de ellas están determi-nadas por sus estados de ánimo. El texto quevamos a citar, y que le dirige a Cooke, es unManual lapidario sobre las acciones que puedetomar un pueblo resistente ante un gobierno dic-tatorial: “El sabotaje, el boicot a las compras y alconsumo, el derroche de agua, las destruccionesde las líneas telefónicas y telegráficas, las pertur-

baciones de todo orden, las huelgas, los paros, lasprotestas tumultuosas, los panfletos, los rumoresde todo tipo, la baja producción y el desgano, ladesobediencia civil, la violación de las leyes ydecretos, el no pago de los impuestos, el sabotajea la administración pública, solapada e insidiosa,etc., son recursos que bien ejecutados puedenarrojar en pocos días a cualquier gobierno (...) Yocreo que la eficacia de los pequeños métodos estemible (...) Por eso creo que la resistencia no hasido bien llevada, porque la gente se ve más atraí-da por las bombas y los incendios, que son efecti-vos si no se olvidan las cosas más pequeñas, peroque ejecutadas en millones de partes resultanmayores y más efectivas que hacer volar un puen-te o incendiar una fábrica” (Perón-Cooke, Corres-pondencia, tomo II, 1970, p. 39. Esta cita corres-ponde a la edición de Granica que es la citada porAlonso, Elizalde y Vázquez, que son los autoresde un más que excelente libro: La Argentina delsiglo XX, Aique, Buenos Aires, 1997, p. 129). Eltexto de Perón es formidable: traza todo un plande resistencia desabotaje des-tructivo

sin actos violentos de envergadura. También eraconsciente de esa posibilidad. La guerrilla se leimpone a Perón. Como se le impone a la socie-dad. La mayoría de la sociedad la acepta. Nadieparece entristecerse demasiado por el asesinato delgorila fusilador Aramburu. Más aún en mayo de1970, después del Cordobazo, cuando la idea delregreso de Perón, traído por la lucha del puebloen todas sus formas, empieza a vislumbrarse comouna posibilidad. Lo que está claro es que la muertede Aramburu se incluye como un hecho más deuna lucha que es mucho más que eso, que es lalucha de todo un pueblo por el retorno de su líderproscripto. Muchos jóvenes y los propios Monto-neros se empezaban a visualizar como vanguardiade la lucha porque eran los que “más arriesgaban”en ella. “Si Evita viviera sería Montonera” es por-que, ella, la más combativa figura del peronismo,

II

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hoy estaría en el lugar más arriesgado de la lucha,en su vanguardia armada. Ahí empieza al deterio-ro de la opción por la masas y su reemplazo porla opción por los fierros, que llevará al fracaso.

Ahora sí, vayamos a las jornadas masivas, pro-letarias, de la huelga del Lisandro de la Torre.Sólo obreros ahí. Esgrimiendo su arma esencial:la huelga revolucionaria. El libro más adecuadopara estudiar este complejo hecho histórico es elde Ernesto José Salas, La Resistencia Peronista, latoma del Frigorífico Lisandro de la Torre, la gentedel portal [Humano Buenos Aires, http://humanobsas.wordpress.com] lo ha comentado con nota-ble rigor. Voy a utilizar el trabajo de ellos. Es elque sigue y es totalmente confiable:

“Durante la segunda mitad de enero de 1959la ocupación del frigorífico ‘Lisandro de laTorre’ y su posterior desalojo por fuerzas milita-res y policiales desencadenó el estallido insurrec-cional del barrio de Mataderos y el inicio de una

huelga general nacional que puso en jaque lafragilidad institucional del gobierno de ArturoFrondizi. Hoy, estos hechos son poco conocidospara muchos argentinos, pero en las dos décadasinmediatamente posteriores serían parte de losrelatos transmitidos oralmente y un antecedentede los estallidos urbanos de finales de la décadade 1960. En los primeros días de enero, el presi-dente Arturo Frondizi ajustaba los detalles de suvisita a los Estados Unidos; sería el primer man-datario argentino en visitar oficialmente lapotencia dominante de la posguerra. Su políticareciente había dado muestras sobradas de alinea-miento: los contratos petroleros, la Ley de Radi-cación de Capitales y, a fines de diciembre de1958, el anuncio al país de la aplicación del pri-mer Plan de Estabilización elaborado a partir delas recomendaciones del Fondo Monetario Inter-nacional”.

“En este contexto, el 10 de enero de 1959, elPoder Ejecutivo envió a las cámaras un nuevo

proyecto de Ley de Carnes que contemplaba laprivatización del frigorífico nacional que, situadoen el barrio de Mataderos, abastecía el consumode la Capital Federal. El objetivo manifiesto eravenderlo a la CAP (Corporación Argentina deProductores), un ente mixto controlado por losganaderos. El interés de éstos en la posesión deestablecimientos frigoríficos era reciente, pues elmercado internacional para las carnes argentinashabía decaído y el mercado interno era el destinoobligado de las mismas.”

DEL ESPACIO DE LA FÁBRICA ALESPACIO DE LA MILITANCIA

Hasta aquí tenemos: pocos recuerdan hoy lahuelga del Frigorífico Lisandro de la Torre. Nohay sorpresa en esto. Se recuerda poco, se sabemenos y se sabe mal. O se sabe con mala fe.Durante la década del ‘60 la huelga del De laTorre fue símbolo de la lucha obrera del peronis-mo de la Resistencia. Durante la primera mitadde enero de 1959 los obreros ocupan el Frigorífi-co. Esto no se hace fácilmente. Han tenidomucho que hablar los militantes más activos conlos obreros menos politizados. Es un diálogoentre compañeros. Es un obrero que habla conotro. Comparten la misma situación. La únicadiferencia: uno está convencido de tomar el Fri-gorífico, el otro aún no. Cuando el otro tomeconciencia de la necesidad de la medida estarántotalmente identificados. La relación que se esta-blece en la fábrica es central. De aquí la impor-

tancia del trabajo para la clase obrera y tam-bién la importancia del neoliberalis-

mo en haber reducido loscentros de trabajo.

En la fábrica losobreros se rela-cionan en tantocompañeros y entanto artífices dela producción.Dentro de estecapitalismo de laproducción lahuelga es posiblepor la identifica-ción y la cercanía

que el trabajo pro-duce. Si desaparece el

trabajo, los obrerospasan a ser marginados y

su unidad ya no se da por mediode la producción. En el Lisandro de

la Torre eran todos compañeros y eranlos que hacían la tarea. Se identificaban de

modo inmediato: compartían, ante todo, elespacio de la fábrica. Se pasa del espacio de la

fábrica al espacio de la militancia. Frondizi quiere venderle el Frigorífico a la

CAP (Corporación Argentina de Productores).Al vendérselo a la CAP lo privatiza. La CAP está

en manos de los grandes ganaderos, que advier-ten, en ese momento, posibilidades concretas enel mercado mundial. Los del Lisandro de laTorre entienden que esa cesión que hace Frondi-

zi es otro regalo para la oligarquía de las vacas ylas grandes extensiones de tierra. Deciden noentregar el Frigorífico. (Esto ocurrió en 1959.Tal vez los obreros no habían madurado y aún noentendían que la oligarquía ganadera es una claserevolucionaria que merece el apoyo de la izquier-da y del periodismo progresista. Además del yatradicional del establishment. En esa época, no.Entregarle el Frigorífico a la oligarquía era –paralos obreros– una maniobra reaccionaria. Se usa-ban todavía estas viejas palabras.)

Sólo unos meses atrás los obreros habían elegi-do una nueva comisión interna. La mayoría eranperonistas. La comisión interna expresa el funcio-namiento de la democracia en el interior de lafábrica. Son los obreros los que eligen sus comi-siones. Ellos se conocen y saben a quiénes eligen.Son elegidos los más combativos, los más fieles alos intereses de clase, los que poseen mayor for-mación ideológica, algo que les permitirá nego-ciar mejor con los patrones. La lucha común for-talece los lazos comunes: todos son compañerosque resisten una medida que perjudica, también,a todos.

Se trata la ley en el Senado. Dos mil obreros

acuden a presionar, a hacer sentir su presencia.Llevan con ellos a un ternero. Le han colgado uncartel. El cartel dice: “Señores diputados: no meentreguen. Quiero ser nacional”. Se trata de unhecho remarcable: en tanto el Frigorífico es delEstado los obreros consideran que es “nacional”.Por ser “nacional” sienten que ese ternero es deellos, los expresa a ellos. Pero la ley se promulga enDiputados y en Senadores ni necesita ser debatidapor tener el oficialismo una mayoría absoluta. Elparlamentarismo les ha dado un duro golpe a losobreros del Lisandro de la Torre y ha legislado,una vez más, en beneficio de los patrones, de lospoderosos. Se produce entonces la resistenciaobrera. El 15 de enero de 1959 todos van a traba-jar y toman el Frigorífico. No se van del edificio.Se convoca a una asamblea general. Asisten a ella8000 obreros. Se decide mantener la toma delFrigorífico y se declara la huelga por tiempoindeterminado. En la lucha colaboran los familia-res: padres, madres, hijos, hermanos. Toda lagran barriada está conmovida, alerta y sabe quepuede desatarse la represión. Frondizi, apuradopor los grandes ganaderos de la CAP, no puededemorar esta medida. Un Estado no puede per-mitir que unos obreros se apropien de un frigorí-fico. Los obreros se manejaban con un esquemaoptimista: si el Frigorífico es del Estado es,entonces, nacional. Si es nacional tiene que ser delos obreros. O son ellos quienes tienen que lucharpara que no sea privado. Para que no se entreguea manos de las familias de siempre, los dueños dela tierra y del ganado que pasta sobre ella. Desta-quemos esto: en el momento en que se está pordesatar la rebelión los obreros no están solos en lalucha, se han incorporado sus familias y hasta elentorno barrial.

LA REPRESIÓN: 2000 SOLDADOSEl gobierno declara ilegal la huelga. Los obreros

habían dado un paso de más no tolerado por lalegalidad burguesa: habían ocupado el Frigorífico.Y el Frigorífico no es de ellos aunque sea delEstado. El Estado actúa como un ente de repre-sentación de los sectores dirigentes. A ellos lespertenece todo. El Frigorífico podrá ser estatal.Pero el Estado no es nacional. El Estado frondi-cista –por referirnos solamente a él– era un Esta-do de dominación de clase. Su función era expre-sar políticamente a los grandes empresarios y a lasFuerzas Armadas, que veían en los obreros delLisandro de la Torre a una gavilla de peronistas ycomunistas subversivos, alteradores del desarrollonormal y racional de la sociedad. Se hallaban cla-ramente dispuestos a reprimirlos en nombre delos valores de Occidente. La cuestión es clara: siel Estado expresa a las clases hegemónicas (a lavieja oligarquía y a los empresarios unidos a ella,o sea: a las clases dominantes), el Frigorífico Lisan-dro de la Torre pertenece al ámbito inviolable dela propiedad privada. En suma, los obreros se hanadueñado de una propiedad que no les pertenece.Que les ha sido privada porque es de otros. Dequienes es el país. Y adueñarse de una propiedadajena es el más escandaloso delito de una socie-dad basada en el orden del capital. Los obrerosdel Lisandro de la Torre han subvertido ese ordeny deben ser severamente reprimidos. Se ordenadesalojar el establecimiento el día sábado.

Como la orden no se obedece se desata larepresión. Se movilizan contra los obreros fuerzasque jamás se habían reunido para reprimir unahuelga obrera. Este es uno de los momentos másnotables, más genuinos en la historia del peronis-mo. Fue, si se quiere, nuestra Comuna de Mata-deros, porque la participación de las barriadasadyacentes al Frigorífico fue importante. Pero larepresión fue desmedida. Expresaba también elmiedo de los poseedores, la presión de la oligar-quía, el odio de clase, el odio a la soberbia de lachusma, el eterno “¿cómo se atreven?”, el eterno“hay que enseñarles”, “ahora van a ver quiénesmandan en el país”, el eterno “negros de mierda,se han soliviantado, hay que bajarles el copete”.Los piquetes de guardia en las esquinas del frigo-rífico fueron los primeros en dar la alarma. Loque vieron fue una poderosa fuerza represiva queavanzaba hacia el establecimiento: “22 ómnibuscargados con agentes, carros de asalto de la Guar-dia de Infantería, camiones de bomberos, patru-lleros, cuatro tanques Sherman del Regimiento

III

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de Granaderos a caballo y varios jeeps con sol-dados provistos de ametralladoras, estos últimosal mando del Teniente Coronel Alejandro Cáce-res Monié”. La fuerza así reunida era de unosdos mil hombres. A las cuatro de la madrugadallegaron refuerzos de Gendarmería y un tanqueocupó posición frente al portón. Los obreros, engrupos, se treparon a los muros y a la puerta deentrada. Ricardo Barco, delegado comunistaque observaba la escena la cuenta así: “Avanzanlos tanques. Estábamos colgados de los porto-nes, porque un poco en la bronca y otro pocode inconsciencia, lo que pensamos es que iban ameter la arremetida pero que lo iban a parar [...]Yo, desde el portón, cuando el portón pegó elcimbronazo, pasé por arriba de los árboles y fuia caer en un cantero allá como a cinco o seismetros... y todavía allí cayeron otros [...] Enmedio de eso, que el tanque entra, avanza, lagente se da vuelta, se para en el mástil y empiezaa cantar el Himno Nacional... no hay palabraspara decir lo que siente uno en ese momento”.

“La resistencia duró tres horas, aunque lamayoría de los obreros saltaron los muros y serefugiaron en su barrio. Desde el cuarto piso,un grupo tiraba con todo lo que tenía al alcan-ce. A las siete de la mañana, la policía retomó elcontrol: 95 obreros fueron detenidos y nueveresultaron heridos. El plenario de las 62 Organi-zaciones reunido esa noche declaró un paro portiempo indeterminado que apoyaron los otrosdos nucleamientos sindicales.

“La indignación por lo ocurrido recorrió elbarrio. Durante varios días obreros y vecinoslibraron duras batallas contra las fuerzas deseguridad. Mataderos se convirtió en el barriode las barricadas, se hacían con adoquines saca-dos de las calles, vías del tranvía, cubiertas deómnibus de líneas incendiadas y clavos migueli-tos aportados por la Juventud Peronista. Por lanoche los activistas cortaron el alumbrado y lapolicía fue recibida a pedradas desde las azoteas.En tanto, el gobierno allanó varios sindicatos ydetuvo a varios dirigentes, entre ellos al “Lobo”Vandor, John William Cooke, Susana Valle yFelipe Vallese. Además, declaró ‘zona militar’ alas ciudades de La Plata, Berisso y Ensenada yordenó su custodia con tropas militares. Entretanto, Sebastián Borro y otros dirigentes de gre-mios chicos, como Jorge Di Pasquale, organiza-ban la huelga. Desde los Estados Unidos, Fron-dizi declaró: “La conducción del país la tiene elgobierno y no los gremios”. Luego de tres días elmovimiento de fuerza se debilitó: los colective-ros trabajaron el martes y los nucleamientoscomunistas y ‘democráticos’ abandonaron lahuelga. El miércoles 21, las 62 Organizacionesdecidieron el cese de las medidas de fuerza”(Ver: http://humanobsas.wordpress.com).

HUELGA OBRERA Y GUERRILLAUn movimiento como éste deja plasmados

documentos importantes, dado que busca expli-car los fundamentos de su acción y denunciaraquello contra lo cual lucha. El Comando Nacio-nal Peronista emite un documento interno confecha 3 de enero de 1959. Sus líneas centralesson las siguientes:

“a) El Paro General: 1.- “El paro general realizado por todo el Pue-

blo argentino los días 18 y 19 de enero de 1959,ha sido la más formidable expresión de repudioa un gobierno que se conoce en nuestra historia.

2.- Desde el punto de vista de la lucha por laLiberación Nacional, el paro general ha confir-mado la ubicación de las masas trabajadorascomo vanguardia combatiente e indiscutida de laNacionalidad. Una vez más los trabajadores handemostrado que su fuerza, su unidad y suhomogeneidad constituyen la única garantía realpara la emancipación de la Patria” (RobertoBaschetti, Documentos de la Resistencia Peronista,1955-1970, Ibid., p. 150. Cursivas mías.)Cuando el delegado Ricardo Barco dice que notiene palabras para expresar la emoción que leproduce ver a sus compañeros cantar, unidos, elHimno Nacional ante los tanques del gobierno,lo que dice es que esos compañeros están con-duciendo la lucha del pueblo, aun en la inmi-nente derrota. Lo que dice el documento delComando Nacional Peronista es de enorme

valor. Es un texto teórico. Dice: la vanguardiade la nacionalidad, la vanguardia combatiente eindiscutida son las masas trabajadoras. No haynada que enorgullezca más a la clase obrera quesentirse vanguardia de su propia lucha. Jamás,legítimamente, debe delegar esa vanguardia enningún grupo que no haya surgido de ella, queno sea parte de su estructura organizativa yexprese su lucha.

Sigamos con el documento:“3.- Desde el 17 de octubre de 1945 –en que

por primera vez las masas laboriosas irrumpenen el campo político y deciden el destino autén-tico del país– hasta esta gran huelga de enero de1959, sólo las masas trabajadoras se han mante-nido fieles y consecuentes a los principios yobjetivos de la argentinidad, en una forma clara,definida y continua.

4.- Y al mismo tiempo, desde el 17 de octu-bre de 1945, sólo el Movimiento Peronista, porencima de la incapacidad y el temor de muchosde sus dirigentes, ha probado que es capaz dejugarse entero (...) en defensa del destino delpatrimonio y del Pueblo Argentino (...) Somoslos primeros en propugnar la unidad de todoslos sectores nacionales contra la Oligarquíavenal y el imperialismo extranjero, pero afirma-mos que el Movimiento Peronista, consustan-ciado con los trabajadores, se ha ganado el dere-cho innegable a conducir la lucha de todo elPueblo, hasta liquidar al Gobierno entreguista yrestaurar la vigencia de la Soberanía y de la Dig-nidad argentina” (Baschetti, Ibid., p. 150/151).El punto (2) lleva por título “La heroica actua-ción de la barriada de Mataderos”. Dice: “Elsegundo hecho relevante que demuestra la efica-cia de la fuerza popular ha sido el comporta-miento de la barriada de Mataderos, significati-vamente silenciado por los cronistas de la Oli-garquía y del Imperialismo. Durante cinco díasconsecutivos un enorme sector de la ciudad,comprendido entre Avenida Olivera y la Aveni-da General Paz y abarcando los barrios de Mata-deros, Villa Lugano, Bajo Flores, Villa Luro yparte de Floresta, ha estado ocupado por el Pue-blo, ofreciendo una tenaz, entusiasta y exitosaresistencia a los organismos de represión” (Bas-chetti, Ibid., p. 154). Y el 17 de enero de eseaño de 1959 (justamente cuando Fidel Castro ylos suyos entraban triunfalmente en La Habanaacompañados por todo el pueblo que se leshabía reunido a lo largo de la lucha, sobre todoel pueblo campesino) será nada menos que JohnWilliam Cooke quien fije algunas de las conse-cuencias conceptuales más importantes de lahuelga del Lisandro de la Torre. Refiriéndose alas acciones populares, dice: “Si los medios delucha que ha usado no son del agrado de lospersonajes que detentan posiciones oficiales, lesrecordamos que los ciudadanos no tienen laposibilidad de expresarse democráticamente ydeben alternar entre persecuciones policiales yelecciones fraudulentas (o sea: entre el planCONINTES –CONmoción INTerna del ESta-do– que impulsa Frondizi y las elecciones ama-ñadas con la proscripción del partido mayorita-rio, el fraude descarado, infame, que nadie, nin-gún partido debió aceptar, JPF). No es posibleproscribir al pueblo de los asuntos nacionales yluego pretender que acepte pasivamente el atro-pello de sus libertades, a sus intereses materialesy a la soberanía argentina. No sé si este movi-miento nacional de protesta es ‘subversivo’, eso esuna cuestión de terminología, y en los países colo-niales son las oligarquías las que manejan el dic-cionario. Pero sí puedo decir que el único culpa-ble de lo que pasa es el gobierno, heredero enesta materia de la oligarquía setembrina. Porello el pueblo está en su derecho de apelar atodos los recursos y a toda clase de lucha paraimpedir que siga adelante el siniestro planentreguista” (Baschetti, Ibid., pp. 160/161. Lasbastardillas son de Cooke).

LO QUE COOKE PLANTEABA:UN PUEBLO SOFOCADO ESTÁCONDENADO A LA VIOLENCIA

Plantea Cooke algo sensato, sencillo: apartar aun pueblo de las decisiones del país lo arroja aun estado de orfandad cívica y social que loconduce a la violencia o a la huelga revoluciona-

ria. Calificar a estas actitudes de “subversivas” esde un cinismo elemental. Es el que prohíbe lamanifestación del pueblo quien ejerce la subver-sión. En este sentido, todos los gobiernos queactuaron entre 1599 y 1973 fueron subversivospues subvirtieron el funcionamiento de la demo-cracia. Cuando el movimiento obrero (siempredentro de ese esquema que le impide desarrollaren democracia su identidad política) emprendeuna huelga en defensa de sus intereses, el Estadoilegítimo (Frondizi, los militares gorilas) leenvía una fuerza represora descomunal. Repase-mos la composición de la fuerza represiva.Semejaba el deseo de tomar una colina inexpug-nable en medio de la más feroz de las guerras. 1) 22 ómnibus cargados con agentes de policía;2) “Carros de asalto de la Guardia de Infantería,camiones de bomberos, patrulleros, cuatro tan-ques Sherman del Regimiento de Granaderos acaballo y varios jeeps con soldados provistos deametralladoras, estos últimos al mando delTeniente Coronel Alejandro Cáceres Monié”; 3) Eran cerca de 2000 hombres. A las 4 de lamañana llegan refuerzos de Infantería y plantan,en posición de tiro, un tanque frente al portónde la fábrica. Esto expresa la brutalidad del régi-men y también su temor.

Pero los obreros habían ganado (ya) muchísi-mo. Se sentían unidos. El compañerismo declase se había afirmado. Las acciones se visuali-zaban más poderosas si eran colectivas. A nadiese le pasó por la cabeza organizar comandos deguerrillas. Y, en caso de hacerlo, habrían sidoelegidas en asamblea y habrían surgido de lasentrañas de la clase obrera. ¿Qué habría hechoun grupo miliciano externo que hubiera decidi-do arreglar la situación? Habrían apuntado susarmas hacia la Corporación Argentina de Pro-ductores. Ahí todos eran tipos importantes dela oligarquía. El gobierno estaba en sus manoso, al menos, debía servir decididamente a susintereses y eso estaba haciendo. Si el grupomiliciano secuestra a dos personajones de laCAP y dice que anulan la medida de privatizarel Lisandro de la Torre o los matan, quizá (sóloquizá) Frondizi y los militares gorilas habríannegociado con más cautela. Había vidas enjuego. Supongamos lo extremo. El triunfo totaldel grupo miliciano. El gobierno quiere salvarla vida de los personajones con apellidos sono-ros y tradicionales, bien oligárquicos, y se sus-pende la medida de la privatización del Lisan-dro de la Torre. ¿En qué benefició esto a laclase obrera? Los superhéroes de la guerrilla sepresentan en el Frigorífico y les dicen les trae-mos la solución. Los obreros debieran decirles:“Váyanse a la mierda. La solución la queríamosconseguir nosotros. No queremos salvadores,queremos fortalecer la capacidad de lucha de laclase obrera que, ella sí, es la vanguardia de lalucha revolucionaria”. De aquí que sea muydifícil que un grupo miliciano pueda sumarse auna huelga obrera. Los obreros no amenazancon matar a nadie. Su arma es paralizar la pro-ducción. Y esa posibilidad, a raíz de su anclajeen las masas, era genuinamente peronista. Séque estos textos traerán discusiones y para esoestán escritos. Para que se discutan. Para tirar“miguelitos” o poner uno que otro caño losobreros no necesitan milicianos. El milicianoactúa individualmente. Al margen de la organi-zación de la clase obrera. Con frecuencia nopertenecen a ella. Son tipos con cierta cultura,atosigados de lecturas del Che, de Fanon y deGiap. El obrero sabe que en su unidad con suscompañeros está su camino de lucha. Si le man-dan 2000 soldados, tanques y morteros, loderrotarán. Pero también al grupo miliciano.

Veo que no he podido tratar el tema quehabía anunciado. No había medido la impor-tancia que le daría a la huelga del Lisandro de laTorre y a sus consecuencias teóricas. Tratare-mos, desde luego, el onganiato y el Cordobazo.Pero más adelante. Tenemos que explicitar losplanes de La Falda, Huerta Grande y CGT delos Argentinos. Y desarrollar las principales tesisde los teóricos que influyeron en las guerrillasde América Latina y en las de nuestro país.

Colaboración especial: Virginia Feinmann y Germán Ferrari

IV Domingo 10 de agosto de 2008

PRÓXIMO DOMINGO

El ajedrez madrileño de Perón

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

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Los 18 años de lucha37

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LA PROSCRIPCIÓN Y LOSFUNDAMENTOS DE LAVIOLENCIA

El concepto “18 años de lucha”pertenece a la militancia juvenil delos ’70. Los otros ámbitos de los quepudo haber salido eran el PartidoJusticialista o el sindicalismo, que

hegemonizaba a ese partido de un modo a vecessofocante. Pero no fue raro que no saliera de ahí.A partir del golpe de 1966 la verdadera oposiciónal régimen gorila irá surgiendo cada vez más de lasfilas de la juventud. El Partido es anodino y no sealeja demasiado del funcionamiento burocráticode cualquier partido. Y el sindicalismo es unaorganización que remite ante todo a sí misma, asus burócratas, a sus capitostes y a su poder. Esepoder está en constante negociación con elrégimen, de modo que mal puede existir unenfrentamiento agresivo. El comportamiento delos sindicatos será de gran cautela y no es escasa lamanija que Perón le dio a ese comportamiento: elpoder justicialista descansaba en sus organiza-ciones gremiales, las que no debían agotarse enuna lucha frontal. Así lo entendían los burócratas,personajes más dispuestos a servirse de sus puestosque a servir desde ellos, según la frase célebre deEvita, que los odiaba. El “burócrata sindical” esuna figura que se hace célebre en el folclorepolítico de la década del ’60 (la gran décadagorila). Es el tipo que está al frente de un gremio oen alguna posición de privilegio y vive como unpersonaje de la clase alta. O de la alta clase media.En El avión negro (1970), obra de teatro de Cossa,Halac, Somigliana y Talesnik, autores de distintosniveles de talento, hay un sketch, queprotagonizaba Oscar Viale, en que se ve a unsindicalista negociando ladrillos para su casa entanto hace una compra para el sindicato. Losespectadores asistían al sketch como participantesde un lenguaje compartido con los autores. Todossabían que un sindicalista era eso. Al que más sedibujaba en el retrato que hacía Viale era aRogelio Coria. Como la obra se daba en el TeatroRegina, de la calle Santa Fe, el público era casitodo clase media. Pero era clase media la que seestaba peronizando también y la que sabía que esesindicalismo era una lacra que debía sererradicada. Y que además no era responsabilidaddel peronismo (o no solamente) que existiera, sinodel poder militar que lo sostenía para conciliarcon él y contener a Perón y a las basesjusticialistas.

Veremos la conducta sindical desde el protago-nismo durante la Resistencia hasta su actitud conci-liadora, sus negociaciones con el onganiato y luegosus reservas ante el regreso de Perón. Nadie va aencontrar al sindicalismo peronista jugándose por elregreso de Perón (el paraguas de Rucci es sólo elaprovechamiento de una coyuntura a la que pocohabían colaborado) ni activando durante la campa-ña electoral. El eje de la campaña electoral de 1973(que se dio durante el inolvidable verano de eseaño) fue la militancia juvenil. Los sindicatos mos-traron una vez más su cautela. Este protagonismohabría de llevar a la Tendencia (o sea: la militanciajuvenil ya hegemonizada por Montoneros) a equí-vocos serios en su relación con Perón. De todosmodos, todo lo que empieza luego de esa campañay luego del triunfo de Cámpora es una tragediallena de opacidades para su intelección, algo terri-blemente difícil de entender, de interpretar. Acasoalgo ininteligible, lo cual se juzgará excesivo decirde una etapa de la historia y a 25 años de su aconte-cer, pero tenemos la certeza de la complejidad, de lasobredeterminación, de la infinitud de hechos oscu-ros que harán esa tarea, si no imposible, sí altamen-te ardua.

Había afiches de la JP que mostraban a un gen-darme arrastrando de los pelos a un joven y laleyenda decía: 18 años así. Los militantes radicaleshacían oír sus quejas: durante el gobierno de Illia lascosas habían sido diferentes. Ningún cartel se retiróa causa de esas quejas. El mito oficial del “viejitobueno” (instalado sobre todo durante la campañaalfonsinista de 1983) no existía entonces: Illia sóloera otro gorila que había aceptado presentarse aelecciones con el peronismo proscripto. Lo cual erarigurosamente cierto. Uno adoraría vivir en unademocracia manejada por el “viejito bueno” Illia,pero eso sólo podría ocurrir en la dimensión desco-

nocida. Illia no era un “viejito bueno”. Fue parte delos 18 años de exclusión del peronismo. Comotodos, dijo que sí, que aceptaba la proscripción delmovimiento de masas. Es posible que pensara variaresta posición y esto le costó el golpe del ‘66. Pero,¿qué habría ocurrido si Illia (o más claramente: elradicalismo) dejaba de jugar como alternativa insti-tucional de los milicos gorilas y decía que no, queno aceptaba concurrir a elecciones con el peronismoproscripto? Ah, señores: ésas son las causas de laviolencia. ¿Cómo se iba a perder el radicalismo laoportunidad de gobernar? Imaginen todos los cana-llitas que le habrían objetado a Illia una decisiónnegativa. ¿Está loco este viejo? ¿Tenemos el gobier-no a la mano y no lo quiere agarrar? Pero ArturoUmberto Illia, como todo ser humano, era librepara tomar una decisión libre: si decía que no elpaís se habría visto en una alternativa de hierro. Opermitirle al peronismo participar del juego demo-crático o adelantar el golpe de 1966. En dos opor-tunidades el radicalismo se presta a la infamia insti-tucional del Ejército Gorila: con Frondizi y conIllia. Dejemos de lado a Guido. La tragedia argenti-na se incuba en esos 18 años. Los años de la prohi-bición. Los años del gorilaje extremo. No, antetodo, a Perón. No al peronismo. Y (muy especial-mente) no a la devolución del cadáver de Evita. Eratan irritativo el peronismo de esos 18 años que nofue posible resolver ni lo de Evita. A ver si se entien-de un poco esto: un país que proscribe a su partidomayoritario durante 18 años y ni siquiera es capazde enterrar en su territorio el cuerpo de la mujer deun ex presidente por el terror que le despierta lareacción de las masas es un fracaso, sólo puedegobernar por medio del autoritarismo, de la violen-cia, de la inconstitucionalidad, del antirrepublica-nismo, del desprecio a las instituciones. ¿Qué gene-ra esto? violencia.

LEVANTARSE EN ARMASCONTRA LA TIRANÍA

Y los gobiernos que colaboraron con ese esquemadel militarismo gorila (que era un bloque) son cóm-plices de toda esa tragedia. Cómplices de toda esaépoca de ilegalidad que hizo surgir la violencia. Demodo que el “viejito bueno” acaso lo haya sido,pero eso no lo llevó a tener un gesto de grandeza:no me presento sin el peronismo, no voy a limpiar-les a Uds. una situación institucional injusta, no lesvoy a lavar la cara, me niego a ser el pelele “demo-crático” de un país que no lo es. ¿Qué habría pasa-do? ¡Que nadie venga a justificar lo que pasó! Por-que nada puede haber sido peor que lo que pasó.Seamos más claros aún: la proscripción del peronis-mo impide el ejercicio de la democracia en el país.Se vive entre gobiernos civiles ilegítimos (Frondizi,Illia) o dictaduras militares (Aramburu, Onganía,Lanusse). Este sofocamiento institucional lleva a laviolencia. La guerrilla nace el día en que se dicta eldecreto 4161. La frase “la violencia de arriba generala violencia de abajo” no la inventó Perón. Pertene-ce al corpus de múltiples análisis sobre las distintasrevoluciones en la historia. Si se da por sentado lode la frase de María Antonieta y su influencia sobrela Revolución Francesa, podemos ver ese esquemainterpretativo en funcionamiento. Si no fue MaríaAntonieta quien dijo esa frase, alguna otra habrádicho u otro idiota de Versalles habrá largado lasuya. La cuestión es que el pueblo bajo era agredidopor el lujo y el desdén versallesco. Y por la violenciarepresiva del orden tiránico de la monarquía. MaríaAntonieta dice: “Si el pueblo no tiene pan quecoma pasteles” (violencia de arriba). El pueblo hacela revolución y le corta la cabeza (violencia deabajo). Pero lo más importante es que el pueblo hacela revolución. Esta es la verdadera violencia de abajo,mucho más que la ejecución de la reina. La frase dela reina tiene el poder de conducir al pueblo a ejer-cer el más legítimo de sus poderes: levantarse enarmas contra la tiranía. Este derecho de los pueblosno ha sido negado y forma parte de la concepciónliberal democrática de la política.

Vayamos a los 18 años de lucha. ¿Dónde está laviolencia de arriba? No deja de existir un solo ins-tante. Se vive en la ilegitimidad como si fuera nor-mal que así sea. Se da por aceptado que el peronis-mo no puede participar de la vida política. La revis-ta cool de la década, Primera Plana, es una publica-ción tramada por los más elegantes gorilas de eseentonces. La leían todos. Se morían por salir en Pri-mera Plana. Y la revista publicaba una Historia del

Peronismo escrita por ¡Osiris Troiani y Hugo Gam-bini! En ella publicaba Mariano Grondona. Gorilasirredentos como Ramiro de Casasbellas. Y era laexquisitez, la elegancia, el éxito. El peronismorecién empieza a tener una publicación de prestigiocon el periódico de la CGT de los Argentinos. Estefue un gran paso. Ongaro y Rodolfo Walsh. Walshno escribía en Primera Plana. En 1968 éramosmuchos los estudiantes que repartíamos por lasaulas de Filosofía el periódico de Ongaro y Walsh.(No repartíamos Primera Plana: la revista éxito dela clase media gorila.) Y en otras facultades sucedíalo mismo. Pero sólo eso. Todo lo demás era rabiosoantiperonismo. También en el estudiantado. Hastaque se produce la “Revolución Argentina” y laNoche de los Bastones Largos. Ahí comienza lanacionalización del estudiantado. Hubo, en eseentonces, una frase célebre. La dijo una vieja com-pañera (hoy un poco enredada en las telarañas agra-rias pero va a zafar, no lo dudo) y tiene una notableprecisión: “Hizo más Onganía por la nacionaliza-ción del estudiantado que cincuenta años de Refor-ma” (Alcira Argumedo dixit).

El caso es que los 18 años de ilegalidad en queel país vivió, los 18 años de dictaduras cubiertas oencubiertas, justifican la figura de la legitimidad delos pueblos de levantarse contra la tiranía. Pero tie-nen que ser los pueblos. Habrá que analizar delica-damente la relación entre pueblo y violencia quese dio en la Argentina. Cuándo se dio. Cuándo nose dio.

EL PACTO PERÓN-FRONDIZI-COOKE-FRIGERIO

No es mi propósito analizar aquí la figura deArturo Frondizi. Todavía despierta tibias adhesio-nes en intelectuales valiosos, en economistas. Buscahacerse de Frondizi casi una figura trágica, tramadade buenas intenciones o de buenos intentos que nopudieron ser. Vamos de a poco. Es cierto que “elcaballo del comisario” para las elecciones de febrerode 1958 no era Frondizi sino Balbín, su viejo com-pañero de lucha. La pintada “Balbín-Frondizi” erala expresión máxima de la oposición durante elpopulismo autoritarista de Perón. Había “aventurasnocturnas” que residían en salir a pintar “Balbín-Frondizi”. Sin embargo, la separación fue irrepara-ble. Balbín expresa la opción militar gorila. Habíaque gobernar con la proscripción del peronismo.Esta había sido la conclusión de la Libertadora y,también, la toma de conciencia de su fracaso: habíasido imposible desperonizar el país. Notable suceso:¡todo lo que se había hecho desde 1955 en materiade propaganda y de injuria y los peronistas seguíansiendo peronistas! Por ejemplo: hubo exposicionesde las “joyas y los vestidos” de Evita. De las fotos dePerón en la UES. De Gina Lollobrigida desnudapor el famoso truco fotográfico. Todo eso se mon-taba en un lugar amplio y se invitaba al público. Ala salida ponían un gran tacho con la leyenda:“Usted puede arrojar aquí su carnet de afiliación alPartido Peronista”. Bien, aunque esos tachos eranluego exhibidos llenos hasta el desborde el país nose desperonizó. Ni los chistes de Pepe Arias. Ni lascomisiones investigadoras. Ni las comedias de Leo-nor Rinaldi. Nada. Ergo, hay que recurrir a unasalida electoral, pero el empeño de los peronistas(que son, además, tantos, demasiados, innumera-bles, maldición) en no desperonizarse obliga a blo-quear su participación en las elecciones. Se harán,pero sin el peronismo. Sin embargo, empieza a ocu-rrir algo notable. Los partidos no tienen votos pro-pios para ganar. Ganará el que cuente con los votosperonistas. Pero para contar con esto necesitangarantizarle a ese partido que, si gana, lo legitima-rán. Sólo que si hacen esto los militares lo tiranabajo. Es una especie de patética comedia de enre-dos en la que –trágicamente– se va tejiendo el cami-no al horror. La resolución de la Libertadora es: nohemos podido ni se podrá desperonizar al país, prohi-bamos para siempre al peronismo. Como vemos, estaimposibilidad del régimen para estabilizarse a causade la existencia del peronismo es lo que expresa lafrase de Cooke acerca del “hecho maldito del paísburgués”.

Lo notable de la situación es que se trabajabasobre un malentendido: para mantener la continui-dad de la democracia era necesario proscribir al pero-nismo. Esto era tan naturalmente asumido por lasociedad que nadie parecía ver su costado negro: ¿dequé continuidad democrática se hablaba? ¿De qué

II

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democracia se hablaba si las mayorías y el partidoque las representaba sufrían la proscripción, vivíanfuera de la vida “democrática”? Había calado muyhondo en la farsa que se representaba que la nega-ción de la democracia era el peronismo. Si lo era, lademocracia debía abjurar de él, negarlo. Sólo podríahaber democracia sobre la base de la proscripción de lagran fuerza antidemocrática del país: el peronismo.

Pero la Libertadora no puede manejar las cosascomo quiere. Les sale eso que los norteamericanosllaman a pain in the ass (“un grano en el culo”) yese grano se llama Arturo Frondizi. Frondizi es elprimero en decirse: aquí, si alguien quiere ganartiene que arreglar con Perón. Con lo cual se trans-forma en “el traidor de la República”. Siendo unpibe, en Necochea, en un veraneo de esos, mi viejo,orgulloso, me llevó a escuchar una conferencia delvenerable Alfredo Palacios, socialista. ¡Lo que nodijo Palacios de Frondizi! “Tenemos que denunciara los que arrojan sus convicciones por la borda yhacen arreglos con el tirano. A los que traicionansus ideas de ayer y caen en el contubernio.”¡Contubernio! Esta fue la palabra de la época. Sela escuché de pibe al socialista Palacios. Mi viejolo respetaba. Me solía relatar una anécdota quele merecía una gran admiración: don AlfredoPalacios estaba preso. Preso por el fascismoperonista. Y les gritaba a sus carceleros: “¡Ven-gan a atender a un hombre libre!” No estabamal. El Gran Hombre dio su conferencia yluego le hicieron preguntas. La primera fue:“¿Qué es la libertad?”. Y Palacios, para res-ponder, recitó un poema. No había quien nohablara de la libertad. Pero Frondizi los jodióa todos. Le dijo a Frigerio: arreglemos conPerón. Nos vamos de la UCR, hacemosotro partido, hablamos con el general y lepedimos sus votos, a cambio le ofrecemosnormalizar la CGT, la CGE, los sindi-catos y nos comprometemos a que loscandidatos peronistas, si hay eleccio-nes provinciales, puedan presentar-se, que fue, este último ofreci-miento, el que lo liquidó. Ya lle-garemos. Arreglan con Perón y lapalabra escandalizada que todo elpaís gorila pronuncia es ¡contuber-nio! Las palabras que hace surgir elgorilaje argentino. Yo recuerdo queno entendía qué mierda queríadecir “contubernio”. Imagínense lasbases peronistas. ¿Qué está haciendoel general con Frondizi? ¡Contuber-nio! ¿Y eso qué es? En realidad, signi-ficaba que Frondizi quería ser másvivo que Perón y usarle los votos ydespués hacerle un corte de manga.¿Saben qué es contubernio? Sí, peroigual veamos sus sinónimos: confabula-ción, componenda, complicidad, conjura,complot. Casi nada.

El Pacto Perón-Frondizi es un hito en lahistoria del peronismo. Perón acepta apoyar aun candidato extrapartidario y (aunque algunosqueridos amigos ex desarrollistas o aún desarrollis-tas se enojen conmigo) sinuoso. Un tipo que juga-ba a demasiadas puntas, creyéndose el más hábil detodas ellas y terminando por perder en todas. Nohubo error que no cometiera Frondizi. Aunque levamos a dar a Héctor Valle, por el respeto que letenemos (es uno de nuestros más relevantes econo-mistas y un economista que está del lado del quelos economistas no suelen estar: el lado de los inte-reses populares), amplio espacio para que defiendaciertas políticas de Frondizi, algo que abrirá elespectro problemático. No es ésta una historia deángeles y demonios precisamente. El Pacto Perón-Frondizi se firma en febrero de 1958. Algunos desus párrafos: “De asumir el Gobierno, el DoctorArturo Frondizi se compromete a restablecer lasconquistas logradas por el pueblo en los órdenessocial, económico y político”. Deberá, luego, adop-tar una serie de medidas: revisará todo lo impuestoen materia económica por la Libertadora. Que hasido totalmente lesivo para la soberanía nacional.Deberá anular todas las medidas tomadas por elrégimen militar “con propósitos de persecuciónpolítica”. “Devolución de sus bienes a la FundaciónEva Perón”. “Reconocimiento de la personería delPartido Peronista”. “Por su parte, el General JuanDomingo Perón se compromete a interponer sus

buenos oficios y su influencia política para lograrel clima pacífico y de colaboración popular indis-pensable para llevar a cabo los objetivos estableci-dos en el presente Plan”. Lo firman Perón-Frondi-zi-Cooke-Frigerio (Cfr. Correspondencia Perón-Cooke, Ibid., pp. 656/657).

EL GOBIERNO DE FRONDIZI:HAGAMOS LO QUE PODAMOS

Fue Rogelio Frigerio el ideólogo de Frondizi y lohizo desde la legendaria revista Qué. La posición deQué era la defensa de la industria pesada contra laconcentración del capital en el sector agrario, loque daba poder a los sectores reaccionarios del país.Por el contrario, derivar el capital hacia el desarro-llo de la industria pesada nos arrancaría de nuestraeterna existencia pastoril y pondría al país en lamodernidad capitalista. Qué planteaba, además,temas muy afines al peronismo: política proteccio-nista centrada en el Estado, debilitamiento de lossectores oligárquicos, amnistía a los presos políti-cos, retorno a la legalidad sindical y levantamientode la intervención a la CGT (Mario Rapoport, His-toria económica, política y social de la Argentina(1880-2003), Ibid., p. 424). Pero empezaron lasaflojadas. Y una de ellas fue fatal para el Gobierno:“En el área educativa, logró la aprobación de la ley

sobre enseñanza libre. Se anulaba así el monopolioestatal que existía en la enseñanza superior con res-pecto a la Iglesia (...). El entonces rector de la Uni-versidad de Buenos Aires, Risieri Frondizi, se opusoa la nueva ley en una etapa relevante de la universi-dad pública argentina (...). Por otro lado, renegan-do de su pasado socializante y antiimperialista,Frondizi se convirtió a la libre empresa; librepensa-dor y laicista, declaró su fe católica y apoyó la ense-ñanza libre. Severo antiperonista, resultó electo porlos votos peronistas. Sus equívocos no tardaron enenajenarle el apoyo de sus electores y en enardecer asus opositores (Rapoport, Ibid., p. 425). ¡Paracolmo Frondizi tuvo a su Julio Cobos! Parecieradestino de los vicepresidentes radicales el ejerciciode la traición. Muchos habrán recordado a Alejan-dro Gómez durante estos días. “Pero fue en el pro-pio gobierno que se produjo la principal crisiscuando el vicepresidente, Alejandro Gómez, endesacuerdo con la política de Frondizi, se aproximóa la oposición para provocar una ruptura dentro deloficialismo. La dimisión de Gómez fue el primeréxito de la oposición política sobre el gobierno” (Rapo-port, Ibid., p. 425. Cursivas mías). A Frondizi leencajaron el apodo de “Maquiavelo” como un fal-sario de la política, que apelaba a cualquier meto-dología para realizar sus planes. (Era una interpre-

III

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tación muy mezquina del gran pensador florenti-no. Pero así es la política argentina. Dispara contodo. Como sea.) En las luchas callejeras por“Laica” o “Libre” los estudiantes se agarraban apiñas. Los de la Libre llevaban unos brazaletesverdes que lograban, a veces, intimidar. Erantodos garcas de los colegios católicos, desde luego.Pero pelearon bien. Los “laicos” pintaron en unapared: “Donde hay un libro hay una vela que seenciende... y un cura que sopla. Victor Hugo”.Qué importaba. Para los niños católicos ese Vic-tor Hugo habría sido un comunista y acaso unperonista totalitario. ¿O van a decir que en loscolegios católicos estudian a Victor Hugo?

Frondizi seguía retrocediendo. Quiere ahorasosegar a los milicos en el plano económico yacepta poner en su gobierno a uno de los persona-jes más nefastos de nuestra historia política: ¡apa-rece el inefable Alvarito! Rabioso anticomunista,guerrero de Occidente, hombre de contactos conla CIA y con los grupos de contrainsurgencia nor-teamericanos, enceguecido anticastrista, sospecho-so de haber colaborado en la captura del Che enBolivia, el tipo que aconsejó, en febrero de 1976,no dar “todavía” el golpe porque convenía dejardesgastar aún más al gobierno de Isabel Perón yluego tendría el caradurismo de decir que él sehabía opuesto al golpe por haber dicho eso, pero-nista pragmático con Menem, padre de una diri-gente corrupta, de una mujer con un desparpajo yun desprecio total por las formas políticas, súbita,inesperada vedette que se hacía fotografiar conpieles mostrando sus piernas porque estaba con-vencida de la belleza de las mismas, fracasada yridícula limpiadora, desinfectadora del Riachuelo,María Julia Alsogaray fue la digna hija de supadre. Los males que don Alvaro le ha hecho aeste país tal vez no puedan ser contabilizados.Cuando Frondizi lo pone de ministro (esto sólosería imperdonable para un político: haber puestoa Alsogaray es para Frondizi como para Perónhaber puesto a Alberto Villar, cada uno arrasabaal país en su esfera), Alsogaray se adueña de latelevisión. Demuestra una capacidad histriónicaadmirable y es uno de los primeros en advertirque los medios, en efecto, comunican. Pone piza-rrones, traza líneas, líneas que suben, líneas quebajan, hasta que, por fin, dice la frase que loinmortalizará: “Hay que pasar el invierno”.

PUDIMOS HABER REPRIMIDO ALEJÉRCITO GORILA

El gobierno de Frondizi está acabado. Los mili-tares controlan cada cosa que hace. Los planteosson casi diarios. Son, casi, payasescos. ¡Treintaplanteos le hicieron los milicos a Frondizi! Porcada planteo, otro gorila al gabinete o a algúnpuesto de poder. “Cada concesión del presidentese tradujo en un nuevo avance del poder militarsobre el poder civil” (Rapoport, Ibid., p. 426).Luego vendrá el Conintes. La concesión de laselecciones, con participación del peronismo queFrondizi, acaso en su ceguera final, creía que seríaderrotado. Triunfa Framini en la provincia deBuenos Aires y se acaba todo. Volveremos sobreesto. Quiero dejar espacio para la carta de HéctorValle. Que dice así: “Para un país como la Argen-tina de los ’60 (o el Brasil de Quadros, sin ir máslejos), sin condiciones políticas objetivas paraexpropiar a los terratenientes y descartando la via-bilidad de aumentar el grado de explotación deltrabajo, carentes de desarrollo tecnológico autó-nomo pero con una capa no desdeñable deempresarios y científicos nacionales en condicio-nes de integrarse a un proyecto de desarrollo, que-daban pocas opciones a la hora de sintonizar conla fase que en ese momento histórico preciso vivíael capital multinacional. No pecamos de ingenuos(...). Pero admitamos que restaban pocas opcio-nes, en tanto se asumiera que era vidrioso encon-trar algo parecido a la Sierra Maestra. A partir deesa consideración no puede ignorarse que:‘Durante esa malhadada presidencia’ (¡¡), laArgentina dio un paso decisivo en su moderniza-ción, e ignorarlo, particularmente con la perspec-tiva que dan los años es ya, por lo menos, un ana-cronismo. Apenas sirve para no desentonar en losmedios que uno frecuenta, donde la crítica a losdesarrollistas es algo tan políticamente correcto einfaltable como usar la camiseta con la foto delChe. ¡Si lo sabré!”.

“Finalmente, todo lo reseñado no supone igno-rar ni desdeñar la importancia de los errores, queno fueron menores y quizá más decisivos que lossupuestos males de sustituir importaciones petro-leras cagándose en el ya famoso libro Petróleo yPolítica. Desde mi punto de vista, el gobierno del’58 adoptó por lo menos dos decisiones estratégi-cas de graves y quizá de no previstas consecuen-cias, las que tuvieron gran potencia desestabiliza-dora: una fue la ley de enseñanza libre y la otra esapermanente negativa inclaudicable a reprimir alEjército gorila, cuando tenían las condicionesmilitares suficientes para, por lo menos, intentar-lo. ¡Cuántos menos tecnócratas al servicio delliberalismo hubiéramos sufrido sin la UCA! ycuánta menos sangre se hubiera derramado cor-tándole las alas a tiempo al ejército colorado y alazul también. Creo que fueron políticas fatales –yno me vengan con el viejo verso de que una cosaexplica la otra para por esa vía juzgar el autobaste-cimiento petrolero– que generaron en algunos undesánimo profundo y en otros un odio ciego, quehan impedido evaluar adecuadamente otras deci-siones que fueron realmente transformadoras, nosolo como las del programa energético o el side-rúrgico sino también los grandes cambios progre-sistas operados en la Universidad, el desarrollo deorganismos públicos de investigación como elINTI o encarar tantas grandes obras públicas queluego maduraron, todas de origen desarrollista.”

“Pero si algo no se puede seguir repitiendo, aesta altura de los acontecimientos, es que loshombres y mujeres, pocos o muchos, comprome-tidos con aquel proyecto, con esas ideas y conaquellos dirigentes (por entonces o más adelante)éramos o somos una manga de boludos (‘sufridosintelectuales’ a tu decir) o ventajeros, que adheri-mos a políticos en quienes creímos, mientras los‘lúcidos intelectuales’ nos observaban con caritade reproche desde una mesa del café La Paz, y ahísiguen” (Carta al autor de febrero del 2008).

De esta Carta hay dos postulaciones que anali-zaremos en la próxima entrega y que son priorita-rias. ¡Cuántos menos tecnócratas al servicio delliberalismo tendríamos sin la UCA! Y la otra, lamás densa, la más

trascendente: debimos haber derrotado al Ejér-cito gorila, al azul y al colorado ahí mismo. Debi-mos haberles cortado las alas, dice. Eso, ¿habríasido posible? Valle dice que se tenían los mediosmilitares necesarios como para, por lo menos,intentarlo. Es impensable cuántos aliados habríansumado. Qué otros sectores del Ejército (de unEjército formado por los hombres que habíanmantenido la fidelidad al peronismo) habríandeseado repetir la intentona de junio de 1956,ahogada en sangre y aún muy cerca.

Esto de Héctor Valle asombrará a los mismosdesarrollistas: ¿cuántos se lo habrán planteado?¿Frondizi? El “Maquiavelo” de la UCRI no hizomás que ceder ante los planteos militares. Peroapretado por sus cuadros más decididos –quedebían buscar apoyo en el peronismo–, el planteoes que no habría sido excesivamente ilusoria unaofensiva contra el Ejército gorila que llevó al paísa la catástrofe. La reflexión sobre la historia inclu-ye lo impensado. Y hasta requiere reflexionarsobre lo imposible. Ocurre que es un rostrodemasiado extremo de lo imposible imaginar acualquier sector del Ejército aceptando la jefaturade Frondizi para reprimir a otro. Porque, en casode –como dice Valle– haber contado con mediosmilitares suficientes como para al menos “inten-tarlo”, ¿quién habría sido el comandante en jefede esa represión? ¿Alguien imagina a Frondizi asu-miendo el rol de comandante en jefe de las Fuer-zas Armadas que le correspondía en tanto presi-dente, ordenar la represión del Ejército azul y delcolorado? Difícil.

ILLIA: LOS QUE LO ECHAN SONLOS MISMOS BANDIDOS QUELO PUSIERON

El problema con Frondizi (más allá de las cues-tiones económicas y del autoabastecimiento ener-gético) es, desde luego, político. Era, como lo fue-ron todos, un presidente ilegítimo. Sus votos noeran suyos. De aquí que tampoco uno lo imagineal frente de los milicos antigorilas. Estos, en todocaso habrían obedecido a Perón. Pero Frondiziera por Perón que estaba donde estaba. Lo que en

verdad maniató a Frondizi fue el esquema del“dame y te doy y después hago lo que quiero,pero no lo puedo hacer porque no me dejan”.Veamos: 1) Dame: dame tus votos, Perón; 2) Tedoy: todo lo que te firmé. Hasta te autorizo a quese presenten tus candidatos en elecciones provin-ciales; 3) Hago lo que quiero: Ahora que estoy enel Gobierno el que manda soy yo. Actúo como sime hubieran votado a mí los que me votaron. Oen el caso de Illia: soy un presidente democrático.Soy la institucionalidad. (Nota: Lamentamosinformar a la mitología radical sobre el “viejitobueno” que la frase –tan utilizada durante la cam-paña de 1983– que Illia le dirige al general JulioAlsogaray cuando éste va a relevarlo del mando estotalmente absurda: “Yo soy [habría dicho Illia] elpresidente de la República y usted es un bandidoque se rebela contra las instituciones”. Todosaplaudían a rabiar en los cines durante la campañade Alfonsín. Pero no. El general Julio Alsogaray,serenamente, le debió haber respondido [acaso lohizo]: “Se equivoca, doctor Illia. Yo no soy unbandido que se rebela contra las instituciones. Yosoy el bandido que lo puso aquí. Si no fuera porbandidos como yo y mis compañeros de armasusted no sería presidente de la República. Así quemarche preso”.); 4) Pero no puedo hacer nada:¡Claro que no! No eran presidentes legítimos. Ylos primeros en saberlo eran los militares. ApenasFrondizi o Illia querían salirse del libreto los tira-ban. Los dos caen por el mismo motivo: autorizarla participación del peronismo en la vida política.Al ganar Framini en la provincia de Buenos Airescae Frondizi. No es un golpe contra Frondizi, es ungolpe contra el peronismo. No es a Frondizi al quevoltean, voltean a Framini, impiden que el pero-nismo se adueñe de la provincia de Buenos Aires.Y con Illia lo mismo: no lo voltean por la ley demedicamentos. Esa es una ilusión para creer que aIllia lo voltean por “militante antiimperialista” opor algo que hizo él. Que es a él a quien voltean.Y no. Illia (y aquí sí tiene funcionalidad el con-cepto de “viejito bueno”) es, en efecto, un tipocon sensibilidad democrática y todo indica quecada vez más va a ir abriéndole puertas al peronis-mo y le permitirá participar en las próximas elec-ciones presidenciales. Este mérito suyo, esteauténtico espíritu democrático, tal vez más valiosoque el asunto de la ley de medicamentos, esta acti-tud por la cual limpiaría su origen espurio y selegitimaría democráticamente, determina sucaída. Los militares, que lo han puesto, no lopusieron para que legitimara al peronismo. Escomo Frondizi abriéndole las puertas de la pro-vincia de Buenos Aires a Framini. No, señor: nolo pusimos para eso. Y a Illia lo mismo. El golpecontra Illia no es contra él. Es un golpe contra laposibilidad de la participación del peronismo en elec-ciones presidenciales. Es cierto que esa posibilidadla estaba tornando posible el propio Illia. Pero nopodía. Porque quería realizarla con un poder queno era suyo. Con un poder que le habían dado pre-cisamente para bloquear esa posibilidad. ¿Cómo,ahora te querés hacer el vivo, te hacemos presi-dente y vos nos querés meter adentro al peronis-mo? Bueno, los bandidos que te dieron el poderte lo van a sacar. Porque vos, te guste o no, sosfruto del bandidaje. Fue un acto de bandidajepresentarse a elecciones con la proscripción delpartido mayoritario. ¿No lo pensó Illia? Cuandoél le dice a Julio Alsogaray: “Usted es un bandi-do que se levanta en armas contra las institucio-nes, contra la democracia, contra el orden insti-tuido” (contra todo lo que se quiera), Julio Also-garay, con total coherencia, le puede decir: “Yusted es un bandido que llegó a la presidencia dela República en medio de una ilegitimidaddemocrática profunda. Llegó apadrinado porbandidos a los que recién ahora, cuando se vuel-ven contra usted, denuncia. Cuando le sirvieron,nada dijo. Los utilizó y se puso la banda”. Dedonde vemos que el “viejito bueno” tenía unascuantas aristas oscuras. Tenía la ilegitimidadprofunda de todos los gobiernos que les servían alos militares de careta institucional y democráti-ca. Su frase a Julio Alsogaray no tiene sentido. Elmilico gorila se habrá dicho: “Pobre viejo: se lacreyó”. Y lo metió preso.

Colaboración especial:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 3 de agosto de 2008

PRÓXIMO DOMINGO

Onganiato y Cordobazo

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

John William Cooke, el peronismoque Perón no quiso (IV)

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PERÓN LO LLORA AL CHE

Uno de los puntos más brillantes enla ensayística de Cooke es el que secentra en el concepto deburocracia. Pocos como él loanalizaron con tanto rigor. No fue

casual: pensaba que la burocracia era el cáncer delperonismo. Algo muy parecido pensaba Evita.Solía decir: el burócrata es el que se sirve de supuesto para beneficiarse a sí mismo, no parabeneficiar al pueblo. Hay aquí una diferenciaentre la mujer pasional y el ideólogo formado porMarx y por Sartre. Evita, para definir al burócrata,centrará el tema en la ambición. Lo cual esindiscutible. Pero Cooke lo centrará en laideología. Lo burocrático es una categoríaideológica. El burócrata se empeña en definir alperonismo como policlasista. Insiste, así, en que nodebe ser clasista. Cooke señala que hay aquí unadeliberada, perversa confusión: el Movimientoperonista tiene una composición policlasista. En unfrente de lucha, o, por decirlo más claramente, enla lucha antiimperialista que emprende elMovimiento, el policlasismo funciona, pues sumaa todos aquellos sectores objetivamente enfrentadosal imperialismo. Pero no hay que confundir elpoliclasismo del Movimiento como frente delucha con su ideología. El burócrata cree que hayideologías policlasistas o neutras. Ideologías en lasque entra todo lo que políticamente entra en unfrente táctico de lucha. No es así. El Movimientopuede ser policlasista pero su ideología no. Laideología del Movimiento es: 1) O la ideologíareaccionaria o reformista de la burguesía; 2) O laideología revolucionaria del proletariado.

Lo que Cooke busca demostrar (sobre todo en untexto brillante como Peronismo y revolución) es quelo que define al burócrata es negarse a hacer delperonismo un movimiento revolucionario. Paralograrlo, busca identificar la composición policlasistadel Movimiento con su ideología. Una ideologíapoliclasista no es revolucionaria. Es una ideología“neutra” destinada a expresar a todas las clases queactúan en el Movimiento, al intentar expresar atodas no expresa a ninguna y menos aún a la ideolo-gía del proletariado, cuya diferenciación de la bur-guesía debe ser muy clara. Este es un punto deexcepcional importancia en lo que diferenciaba aCooke de Perón. Perón tiene lo que para Cooke esla ideología del burócrata. Perón jamás le daría alperonismo “la ideología revolucionaria del proleta-riado”. Al criticar al burócrata Cooke critica laorientación ideológica que Perón da al Movimiento.

Lo que aquí centralmente sucede es que Perónestá al frente de un Movimiento, y Cooke le estápidiendo que ese Movimiento tenga la ideología deun partido de extrema izquierda. Perón podríadecirle: “Con lo que usted me propone yo sóloarmo un partido de izquierda. No armo un movi-miento”. Cooke le diría: “Si el peronismo expresa ala clase obrera argentina tiene que tener la ideologíarevolucionaria del proletariado”. Perón le diría:“Pero esa ideología, para usted y para cualquiera, esel marxismo. Y yo quiero que el peronismo sea unmovimiento nacional, no un partido marxista”.Perón está siendo fiel a la tradición y a la historiadel peronismo. A Cooke le irrita esa indefiniciónideológica. Quiere para la clase obrera peronista laideología de esa clase. Pero (y he aquí la cuestión),¿es el marxismo la ideología de la clase obrera pero-nista? Lo es de la clase obrera. Pero Perón no puededarle a la clase que define el rostro de su Movimien-to una ideología marxista porque él, que es el líderde ese Movimiento, no es marxista. Cooke buscapresionarlo y producir el ansiado “giro a la izquier-da” del peronismo. Pero Perón sabe que la masivi-dad del peronismo, su componente nacional, lo esporque él ha sabido no ser “sectario ni excluyente”.Hay que sumar. “Si llego sólo con los buenos, llegocon muy pocos.” Cooke habrá de pensar que serámejor tener claridad ideológica, ser menos pero serbuenos y saber claramente lo que se quiere que con-tinuar siendo el gigante invertebrado y miope que,para él, es el peronismo.

Estas posiciones diferenciadas se explicitan en uncorpus notable y único en la literatura políticaargentina. La Correspondencia Cooke-Perón. La edi-torial Granica la publica en 1972. El impacto sobrela militancia es enorme. El libro se transforma en unbest-seller. Pese a ser tan abundantemente leído, nohay mayores debates sobre él y pareciera que las con-

clusiones que se desprenden de él no pudieran serasumidas sobre los militantes de la Tendencia. Másclaras no podían estar las cosas. Todo lo que se veníaestaba en la Correspondencia entre Perón y Cooke:Perón se negaba al giro a la izquierda. Había dadoseñales, bien en su estilo, porque necesitaba mante-ner cautivos a sus aguerridos militantes de izquierda.Con ellos, golpeo. Con los otros, con los políticos,con los sindicalistas, negocio. Con respecto a “losmuchachos”, el proyecto de Perón es que él se haaggiornado. Que el peronismo ha cumplido una pri-mera etapa entre 1946-1955, que en ella él pudo“haber sido el primer Castro de América” y que fra-casó ese intento. Jamás explicitó muy bien Perónpor qué. Pero, para haber sido el primer Castro deAmérica, tendría que haber hecho lo esencial queCastro hizo para ser, él sí, el primer Castro de América:declararse marxista e iniciar un proceso revolucionario.

Perón hace los gestos necesarios para fortaleceresta imagen del populista que se ha aggiornado, delmero intervencionista de Estado que ahora sabe quees el momento del socialismo, y da todo tipo deseñales, que los combativos asumen con entusiasmoy los conciliadores, los burócratas entre la cautela, ladesazón y la incredulidad. Conocen al Viejo y sabenque es una máquina de emitir significantes. O men-sajes que incluyan a todo el mundo. Lo patéticoentre Cooke y Perón es que éste quiere aglutinar atodos y tiene, en efecto, una carta, una cinta graba-da para que nadie se quede sin su cobertura políticay Cooke quiere un partido marxista revolucionario.Con una ideología revolucionaria que, en esemomento, en los años sesenta, no era otra que elsocialismo. Y, en América latina, el socialismo cuba-no. Anticipándonos: Cooke lo quiere a Perón en

Cuba. Eso le importa más que cualquier lucubra-ción ideológica. Ese acto poderoso barrería contodas las vacilaciones ideológicas. Igualmente (aun-que se obstina en no viajar a Cuba), escribe cartasmemorables con motivo de la muerte del Coman-dante Guevara. El texto que vamos a leer es muyposible que Perón se lo haya dictado a López Rega yque el monje umbandista lo haya copiado fielmen-te, con el entusiasmo que ponía en todas las tareasque le daba el general. La carta dice así: “Compañe-ros: Con dolor profundo he recibido la noticia deuna irreparable pérdida para la causa de los pueblosque luchan por su liberación. Quienes hemos abra-zado este ideal, nos sentimos hermanados con todosaquellos que en cualquier lugar del mundo luchancontra la injusticia, la miseria y la explotación (...).Hoy ha caído en esa lucha, como héroe un héroe, lafigura más extraordinaria que ha dado la revoluciónen Latinoamérica: ha muerto el comandante Ernes-to ‘Che’ Guevara”.

“Su muerte me desgarra el alma porque era uno delos nuestros, quizás el mejor (...). Su vida, su epopeya,es el ejemplo más puro en que se deben mirar nues-tros jóvenes, los jóvenes de toda América Latina (...)El Peronismo, consecuente con su tradición nacio-nal y popular y con su lucha, como Movimiento,Popular y Revolucionario, rinde su homenaje emo-cionado al idealista, al revolucionario, al Coman-dante Ernesto ‘Che’ Guevara, guerrillero argentinomuerto en acción empuñando las armas en pos deltriunfo de las revoluciones nacionales en Latinoamé-rica.” Juan Domingo Perón. En otro fragmento afir-ma: “Las revoluciones socialistas se tienen que reali-zar”. Soplaban estos vientos. Perón se sumaba aellos. La izquierda del movimiento, feliz. La derecha

II

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preocupada, ¿qué le pasa al general, se volvió comu-nista? Y los militares y los curas cerraban filas: “Eseloco aquí no vuelve más”.

ESPAÑA O CUBACooke, por su parte, desde por lo menos 1962 y

antes, desde el estallido de la Revolución Cubana,hecho que marcó su vida, le pide a Perón que regre-se a América latina. Que abandone la España deFranco. Que Castro lo recibirá y su presencia en elcontinente dinamizará la Revolución, tal como lohabía iniciado la Revolución Cubana. Perón loescucha.

Cooke precisa los puntos de diferencia: “Lo cier-to es que con la mira puesta en distintos objetivos,existe una bifurcación de pensamientos en cuanto alos medios de alcanzarlos. Y que se debe a la distin-ta ubicación geográfica: Las conclusiones son distintassegún el ángulo de visión sea España o Cuba. ¿Acasoporque es usted ‘occidentalista y cristiano’, comodicen los manijeres de la claudicación? Aparte deque ese infundio no tiene fundamento, Ud. se haocupado expresamente de difundir la mendacidadde los slogans ‘occidentalistas’” (Perón-Cooke,Correspondencia, tomo II, Ibid., p. 551. Cursivasmías). Y aquí viene la arremetida más poderosa deCooke: “Cada vez que Ud. analiza la situación delmundo, demuestra que el estar en España –con losconsiguientes perjuicios de la falta de informacio-nes, de tener que manejarse con datos parciales ydeformados– no le impide seguir perfectamente laevolución histórica contemporánea y ubicarnos enla coyuntura actual. Como político –y hasta comoexperto en estrategia– está seguro sobre cuál de los blo-ques mundiales tiene una correlación de fuerzas favo-

rables y cuál va derechito a la liquidación” (Corres-pondencia, Ibid., p. 551, Cursivas mías). “Derechi-to a la liquidación”: era la fe de la época. Cuidado:que nadie se sienta superior a Cooke porque noadivinó el futuro o porque se equivocó en las ten-dencias de la historia. Todos se equivocaban porese entonces. Y en gran medida porque confundíanel desarrollo de los hechos históricos con el desarrollo desus deseos. Nadie puede luchar, arriesgar la vida yhasta morir sin una esperanza sólida que lo impul-se. Yo no me considero más sabio que Cooke por-que escribo desde el 2008 y tengo todo el fracaso,toda la catástrofe ante mi vista. Los perros vivos nopueden sentirse superiores a los leones muertos. Cooketrabajaba sobre una hipótesis de hierro, una hipóte-sis fundamentada por los tiempos: el mundo marchahacia el socialismo. Pocas veces el desarrollo necesa-rio de un proceso histórico se había instalado comoentonces. Pocas veces se instauró en la Historia undevenir tan lineal y necesario: nada podía impedir-lo. Estaba en la dialéctica interna de los hechos. Esmás: eso era la dialéctica. Que la Historia no sedetenía y que avanzaba hacia el socialismo negaríala etapa capitalista e iría instalando en cada país lossistemas socialistas de liberación. Esa lucha erahegemonizada por el Tercer Mundo. Sartre, en elPrólogo al libro de Fanon (que aún no hemos estu-diado), decía: “La descolonización está en marcha.Lo único que pueden hacer nuestros mercenarios esdemorarla” (cito de memoria). No frustrarla, noimpedirla, no aniquilarla. Sólo demorar un procesoque estaba inscrito en el corazón de los hechos.Nada podía detener la revoluciones del TercerMundo. Se ignoraba que el imperialismo teníatotal conciencia de estos hechos. Que sabía que las

luchas calientes de la Guerra Fría se libraban en laperiferia y que estaba dispuesto a impedir las ambi-ciones del Tercer Mundo. Pero, ¿qué podría hacersi se empantanaba en Vietnam? Si, además, laUnión Soviética ganaría la Guerra Fría, ¿de dóndesacaría fuerzas para frenar un proceso que respon-día al avance de la historia? Esta certeza en el avan-ce de la historia fue un error teórico grave. Lo ali-mentaba la idea de la dialéctica: la dialéctica es unalógica de la finalidad. Todos los hechos que se pro-ducían se encadenaban dialécticamente y llevaban aun mismo fin, a una misma totalización, a la supe-ración revolucionaria de todas las contradiccionesburguesas. Era una metafísica de la historia. Hegel yMarx había anunciado esa necesariedad de loshechos, la inmanencia de su desarrollo dialéctico.Hegel había divinizado la Historia. Y Marx aceptóel esquema por el cual el proletariado victoriososuplantaría a la burguesía. Lo que él y Engels, ensus escritos finales, complejizan y ven mucho másarduo de lo que parecía, no es tomado por los revo-lucionarios del siglo XX. A la izquierda le era sus-tancial la idea de progreso. Más rápido o más lenta-mente, el capitalismo habría de caer y la lucha delos pueblos era fundamental para que eso ocurriera.Porque si algo tuvo claro la izquierda latinoameri-cana fue que no era cuestión de sentarse a esperarque estallaran las contradicciones del capitalismo.No: la praxis militante y la praxis armada era fun-damentales. Y si no, ahí está esa frase de Cooke quelevantaba el ánimo combativo de los jóvenes mili-tantes: “Un régimen nunca se cae, siempre hay quevoltearlo”.

En medio de todo esto, desde Madrid, Perón,que no quería una revolución socialista sino un pro-yecto nacional y popular que integrara a la mayorcantidad posible de argentinos a un país más justo,más distributivo, con un Estado que velaría por lospobres, lejos estaba de proponerse medidas socialis-tas de expropiación de la tierra, de enfrentamientosinconciliables con Estados Unidos y con una accióncoligada con la Cuba de Castro, algo que implicabauna adhesión inmediata al bloque soviético del cualCuba era parte evidente y que había provocado lasiras del Che. Acaso Perón (al ser el Gran Estrategaque Cooke le reconocía que era) no veía para nadaque el Imperio Norteamericano fuera “derechito ala liquidación” y no quisiera alinearse bajo la égidacubana. Por otra parte, ¿por qué habría de subordi-narse a La Habana el líder del movimiento de masasmás numeroso de América latina? Cooke llevabauna lucha perdida y probablemente equivocada.Aunque, es cierto, él hacía lo que tenía que hacer.Ya era un revolucionario cubano. Su misión (y loque seguramente le había prometido u ofrecido aFidel) era llevarlo a Perón al frente latinoamericano.Pero no tenía sentido. Perón se enfrentaba al poderen la Argentina. Ese poder era muy superior al queCastro había volteado. Necesitaba una tropa muchomás poderosa y variada, que atacara en muchosfrentes. Perón, en Cuba, habría tenido que decidirsepor una sola opción. Por la extrema, por la radical.Por la que Cooke le pedía: “El peronismo debe con-vertirse en un partido de extrema izquierda”. Perón,en Madrid, era un líder latinoamericano en el exilioeuropeo (aunque fuera la muy poco prestigiosaEspaña de Franco) y eso lo mantenía alejado detodas las facciones. Le daba la distancia que él nece-sitaba. En la que se sentía cómodo. Seamos claros:Perón, en Cuba, al primero que habría sorprendidosería al propio pueblo peronista. ¿Cómo, no éramosperonistas nosotros? ¿Ahora somos castristas, comu-nistas? ¿Qué le pasa al general? ¿A la vejez viruela?Nosotros lo esperamos y lo queremos porque esPerón, porque es peronista, como nosotros. Porquees el general del caballo pinto. El general al que nose le cae la sonrisa. El que alza los brazos a lo campe-ón. El que dice “Compañeros” desde el balcón de laRosada. A ese Perón, Cooke quería ponerle unabarba cubana.

EL PRISIONERO DE PUERTA DE HIERRO

Sin embargo, es necesario tomar en cuenta –contoda seriedad– el punto de vista de Cooke. No loquiere a Perón en Europa. Le pone un nombre a loAlejandro Dumas: El prisionero de Puerta de Hierro.Aunque Cooke no sabe hasta qué punto está en locierto, aunque en esta calificación ni piensa (porquelo ignora) lo que realmente implica esa cárcel en laque ve al líder de los trabajadores, es bien cierto que

III

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pareciera una premonición estremecedora la de sudefinición. Cooke le dice al general que es el pri-sionero de Puerta de Hierro porque ese exilio euro-peo lo aleja de una visión cercana, concreta, viven-cial de los sucesos revolucionarios de América lati-na. Cierto. Pero (maestro, Cooke: ¡si usted lohubiera sabido!) la verdadera prisión era otra. Elprisionero de Puerta de Hierro era preso de carce-leros más mínimos, domésticos, mediocres, mise-rables y sanguinarios. Perón no está preso poracontecimientos de un continente que le impedíanver los de otro, los del suyo. Estaba preso en lasmazmorras de López Rega, de Isabel, de Lastiri, dela P-2, de una derecha que nadie sospechaba. Quenadie imaginaba. Ante tan grotesca, penosa reali-dad, los análisis de Cooke son de un refinamientoexcepcional, no sólo porque en sí mismos lo son,sino porque, al contrastarlos con la realidad pavo-rosa, macabra y farsesca que vivía Perón, semejan aun brillante teórico de la política escribiendo desdeAmérica latina cartas dignas de Montesquieu o deMaquiavelo o de Rousseau a un general que viveinmerso en un drama cuya trama esbozó CorínTellado, cuya sangre y cuya crueldad introdujo elMarqués de Sade, cuyos laberintos secretos, cuyaestética esotérica y de puertas cerradas añadió Ras-putín encarnado en un clown paranoico y asesino,un Eusebio sanguinario que divertía a un Rosascansado, viejo, demasiado sensible a sus bromas,incapaz de discernir que no lo eran sino que eranplanes de masacre, o capaz de hacerlo pero sinfuerzas para impedirlo ni demasiadas convicciones.A este general, desde Cuba, desde la isla que expre-saba en América, en ese momento, a poco tiempode Bahía de Cochinos, los sueños de toda laizquierda revolucionaria, Cooke le escribía: “Estaes la manera que se me ocurre para definir susituación actual. No le estoy diciendo nada queignore, pero la estrechez de su encierro es todavíamayor de lo que me parece, y justifica que empleelo que parece un título para novelas para AlejandroDumas”.

“El nudo de la diferencia entre su modo de verlas cosas y el mío está aquí, de que mi angustia y lapasión con que hablo de renovar totalmente nues-tra política no es por desacuerdo con lo que Ud.hace sino porque considero que estamos dejandode hacer todo lo que es posible y necesario paraacercarnos a nuestros objetivos”.

“Ud. hace maravillas con las cartas que tiene,sabiendo que son formas tangenciales de apoyo auna tarea que no puede ser sino insurreccional.Mi pregunta es: ‘¿Y no hay otras cartas de verda-dero valor, cartas que sean de verdadero triunfopara la revolución nacional?’ (Perón-Cooke,Ibid., p. 555/556). Salga de su encierro, clamaCooke dramáticamente. Y aquí hay elementosmuy importantes que empiezan a jugar a sufavor. Cooke no habla solamente de Argentina ylas masas peronistas, educadas en el Estado deBienestar. Está hablando de todo un ampliomovimiento insurreccional que se está dandointernacionalmente y del que Perón (inmerso enel ajedrez argentino y la conducción de sus buró-cratas) no tiene la menor idea. Escribe: ‘Hay en elmundo nuevos movimientos, nuevas relacionesentre pueblos y partidos, nuevos líderes que sur-gen y vienen perfilándose en el seno de sus nacio-nes. El conocimiento que Ud. tenga será siempreindirecto y no reemplaza, ni cuantitativa ni cuali-tativamente, la aprehensión viva, directa, perma-nente que sólo le puede dar la relación inmediatacon el proceso y sus actores” (Perón-Cooke, Ibid., p. 556, cursivas mías).

Observen la desesperación del siguiente texto deCooke. Pensemos si no tiene razón. ¿Sólo al gene-ral del caballo pinto quieren las masas argentinas?Pero, caramba, la historia está yendo más allá deese pintoresquismo. La liberación de los pueblosno pasa por un paternalismo de estampita. Que algeneral se lo viera pintón arriba de un caballo nova a llevar a los pueblos a romper con sus atadurasni a participar de las revoluciones que están encamino en el resto del mundo: “¿Y cómo es posi-ble que el líder de las masas argentinas no conozcaen forma directa –personal, si es posible– el pensa-miento de Ben Bella, de Sekú Torué, de Nkruma?¿Que no esté en relación directa –no formal niprotocolar– con Nasser, con Tito (...). Pero Ud.,que dirige un sector vital de ese frente revoluciona-rio extendido en todo el planeta, está aislado, segre-

gado (...). Por eso le digo que es el prisionero dePuerta de Hierro. Está limitado en sus elementosde juicio, obligado a descifrar la realidad de entreun aluvión de falsedades, a extraer la verdad desdeindicios parciales e informes fragmentarios (...).Está limitado, en fin, en su libertad para operar.Tiene que ver el mundo por una ventanita, actuardesde una reclusión, permanecer como rehén”(Perón-Cooke, Ibid., p. 557). Pensemos, aquí, laotra reclusión de Perón: la de su círculo íntimo. ALópez Rega adueñándose cada vez más de su per-sona. Recibiendo y hasta abriendo su correspon-dencia. Apropiándose del poder de decidir quiénhabría de ver al general y quién no. Y algo quepocas veces hemos mencionado, algo que parecieraindigno de entrar en los límites de la reflexión, deser tomado en serio al pensar la historia: el míseroEusebio, el aprendiz de Rasputín, Lopecito eraquien le hacía los masajes de próstata al general.De esta cárcel era también prisionero Perón. Unade las frases que le destina Cooke lo resume todo.Tiene la potencia con que escriben los que saben ylos que saben pensar: “Porque Ud. no está en Occi-dente, sino en Santa Elena” (Perón-Cooke, Ibid., p.557). Y continúa: “No crea que le estoy haciendoun escrutinio psicológico. Ya he señalado que elmedio ambiente no le embota las facultades inte-lectivas ni la sensibilidad. No dejará Ud. de com-prender el problema de los argentinos, de los cuba-nos o de los indonesios. Lo imposible es que captela ‘vivencia’, que sólo da el contacto concreto, elintercambio con hombres y partidos. Es como siEisenhower hubiese dirigido y planeado el desem-barco de Normandía desde un campo de concen-tración alemán” (Perón-Cooke, Ibid., p. 558). Bri-llante. Qué escritor era Cooke. Dónde están estostipos. Nos hemos ido al demonio, a la mismísimamierda. Hoy es inimaginable un pensador políticode la talla de Cooke en la Argentina. Hay dos otres pensadores políticos para tomar en cuenta. Elresto es basura de cagatintas que creen saber pen-sar. Un barullo fascistoide y petulante y sometidoa poderes fácticos poderosos. El mundo de Cookese hizo añicos. Hoy vivimos en medio de los restospatéticos de ese mundo que él describe, que le des-pertaba esas esperanzas y alimentaba esa prosa. Leescribe a Perón: “Ud. no es un exiliado común: esun doble exiliado. Exiliado de su Patria y exiliadodel mundo revolucionario donde se decide la his-toria y donde tiene sus hermanos de causa” (Perón-Cooke, Ibid., p. 558).

PERÓN-COOKE: EL FINCooke escribía inmerso en una certeza hoy

perdida: la historia todavía podía ser decidida. Sepodía hacer algo con la historia. La visión delfuturo no era sólo la del apocalipsis, o principal-mente. Había pueblos que se rebelaban y lo hací-an en busca de su dignidad. De aquí que él pro-pusiera el encuentro del peronismo con la luchade esos pueblos. Como esa lucha era una lucha dela izquierda revolucionaria Cooke le pide, coheren-temente, a Perón un “giro a la izquierda” del pero-nismo. “Lo que la prensa llamó ‘giro a la izquier-da’ no es más que el desenvolvimiento lógico denuestros presupuestos teóricos y de nuestraacción práctica. El programa de Huerta Grande(que ya analizaremos, JPF) compendia, en unabanico de soluciones, un pensamiento centralcoherente. En lo internacional esto se comple-menta para afianzar los vínculos con el camposocialista” (Perón-Cooke, Ibid., p. 560).

Ese afianzamiento, para Cooke, sólo puede rea-lizarse por medio de la unión con Cuba. Cuba estáen América. Perón necesita a Cuba. Y Cuba nece-sita a Perón. Escribe Cooke: “Cuba es el únicopaís de América donde al peronismo se lo respetóy no sufre campaña de propaganda en contra. Losdiscursos de Fidel nos mencionan elogiosamente,la televisión y la prensa difunden nuestro mensajey nuestros triunfos. Los equívocos iniciales desapare-cieron por completo y se nos valora como corresponde”(Perón-Cooke, Ibid., p. 570, cursivas mías). Cooke,ya hacia el final de la correspondencia, parecieraapresurarse. No hay tiempo que perder. La historiano espera. Perón tiene que estar ya en Américalatina. Porque, sencillamente, no ha concluido suobra: “La adversidad hizo que quedara a mitad decamino en 1955; la fortuna quiere que, en 1964,todavía cuente con las masas capaces de acompa-ñarlo en la liberación nacional que no tiene otro

abanderado posible” (Perón-Cooke, Ibid., p. 582).Aquí se presenta un problema. Perón retorna

hacia fines de 1964. La carta de Cooke que acaba-mos de citar es de agosto. Faltaban un par demeses. Perón es interceptado en El Galeao y difun-de algunos de sus comunicados más virulentos.Cooke, poco después, dirá su discurso en Córdo-ba, a la FUC, y escribirá su célebre Informe a lasbases. El, sin duda, lo quería en la isla de Castro.Pero Perón vuelve a la Argentina. Este es un puntomisterioso en la historia del peronismo. ¿Volvía aponerse al frente de la lucha? ¿A que lo tomaranpreso, tal como iba a ocurrir? ¿A exigir eleccioneslibres? ¿Sabía que habrían de detenerlo en El Gale-ao y fue un gesto de apriete? ¿Una compadradahistórica? ¿Se habían organizado comisiones pararecibirlo? ¿Se había movilizado al pueblo? La con-moción interna que provoca “este” retorno nadatiene que ver con la que provoca el de 1972, queobliga a un impresionante despliegue militar y auna pueblada que pone el pecho a las balas degoma y cruza el río Matanzas. ¿Por qué Cooke nose da por satisfecho con este retorno? La cuestiónes que, dos años después, desde La Habana, desdeel lugar al que no había dejado de insistir tenía queemigrar Perón, le escribe las frases de la ruptura,las que dan fin a la correspondencia: “Mis argu-mentos, desgraciadamente, no tienen efecto: Ud.procede en forma muy diferente a la que yo preco-nizo, y a veces en forma totalmente antitética.Pero aunque Ud. sea invulnerable a mis razones,lo que indudablemente me reconoce es que notengo reservas en exponerlas, que soy claro en mispuntos de vista y que, las pocas veces que le escri-bo, comienzo por demostrarle mi respeto al nohacerme el astuto, disimular propósitos o disfrazarconcepciones. Lo mismo ocurre con mi conductapolítica” (Perón-Cooke, Ibid., pp. 622/623).

El retorno por El Galeao no era el que Cookequería. Era apresurado y sería, como lo fue, senci-llamente abortado. Cooke tenía otro sueño: imagi-naba a Perón en Cuba porque juzgaba que el pres-tigio del general argentino que tenía detrás al másgrande movimiento de masas de América latinaconsolidaría la obra de Castro. Además –y aten-ción a esto– Cooke siempre consideró que Perónestaba mal informado. De hecho, cuando Perónpor fin regresa el maldito 20 de junio de 1973,dice, en su discurso del día siguiente: “Conozcoperfectamente lo que está ocurriendo en el país.Los que crean lo contrario se equivocan” (Baschet-ti, Ibid., volumen I, p. 106). Esta “atajada” es sos-pechosa. ¿Para qué aclarar que conocía lo quepasaba en el país si no fuera porque muchos pensa-ban que no sabía nada o sabía poco por su largoexilio. Cooke pedía que se diera un baño de reali-dad latinoamericana pero desde Cuba. Lo queríainmerso en las luchas de América latina y en lasdel Tercer Mundo.

Hemos dado tan largo desarrollo a este temaporque John William Cooke es una de las máspuras personalidades que el peronismo ha dado.Porque Perón le otorgó una importancia excepcio-nal: delegado absoluto, delegado personal, jefe delMovimiento en la Resistencia y ese inmenso epis-tolario que con nadie, ni remotamente, mantuvo.¿Qué lo llevó a cambiar tantas cartas, durantetanto tiempo, con un hombre que era tan distintoa él? Desde el comienzo se veía ya la divergencia delos dos pensamientos. Cada carta, se decía en 1972cuando Granica editó el libro, es una clase de polí-tica. Si no es así, no le anda lejos. Hay grandes tex-tos en ese epistolario. Y es la historia de un desen-cuentro. Cooke, dijimos, muere en 1968. Su com-pañera, Alicia Eguren, muere en la ESMA. Cooke,conjeturamos, habría sido una de las primeras víc-timas de la Triple A. ¿Dónde se habría tomado ladecisión de su muerte? Si en vida de Perón, cercade él. No la habría tomado él. Pero el aparatoparapolicial que se había armado bajo su mirada(bajo su “desaprensión”, como él había dicho deBidegain y Troxler ante las acciones del ERP)actuaba impunemente en sus cercanías. De modoque, probablemente, Perón, algo alejado, leyendoel diario del día o algún libro, escuchara surgir deuna reunión que, ahí nomás, tenían Almirón,Villar y López Rega, un nombre, alguna vez, que-rido: “Cooke”. Y no dijera nada.

Colaboración especial:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 27 de julio de 2008

PRÓXIMO DOMINGO

Los 18 años de lucha

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

John William Cooke, el peronismoque Perón no quiso (III)

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LA SUSTANCIA DE LA REVOLUCIÓN SON LAS MASAS

Ni siquiera se requiere ser un buen lector deMarx para saber algunas cosas. Alcanza conleer el Manifiesto comunista. Ahí, Marxexpone, de un modo tal vez algo directo perocon pasajes brillantes, la dialéctica histórica.

Si le canta un Himno a la burguesía (la clase másrevolucionaria de la historia humana) es porque de lasrevoluciones burguesas, que implican la destrucción detodos y cualquiera de los sistemas de producción anterioresa ella, habrá de surgir el proletariado, la clase obrera. Laviolencia se encarna en esta clase y es ella la que la realiza.La idea del foco era por completo ajena a Marx. En Américalatina es el Comandante Guevara el que la impulsa, sinpartir de ninguna experiencia empírica. Tal como lo dije.Porque la Revolución Cubana no es la huevada esa de losdoce heroicos guerrilleros que vencieron al ejércitobatistiano. Fidel contó con la adhesión fervorosa delcampesinado cubano y sin él (y sin el deterioro del ejércitode Batista, más la pasividad de los Estados Unidos queapoyaron o toleraron de buen grado la revolución de “lospintorescos barbudos”) no habría existido la RevoluciónCubana. Pero Fidel trabajó todo el tiempo, sin desmayar uninstante, con el campesinado que se pondría masivamentede su parte. Y se puso. En Bolivia, al Che, los campesinos lodelataban. ¿Cuál era la diferencia? Fidel hacía la Revolucióndesde el corazón de la Cuba sometida. Fidel era cubano.Conocía a los cubanos. Hablaba y sólo escucharlo eraescuchar a un cubano. En Bolivia, el Che tenía queaprender quechua. Inti Peredo reunía a unos indiosazorados y les hablaba de un hecho incomprensible ymágico: la Revolución Cubana. Esto no lo pretendemosdejar liquidado aquí, pues estas cosas son delicadas, no sóloteóricamente sino por las sensibilidades que hieren. El Chees, hoy, el símbolo más puro que los hombres rebeldestienen de la rebelión. No es cuestión de tirarlo abajo. Peroyo no trabajo ahora sobre símbolos. Yo llevaría una pancartadel Che en una movilización, como cualquiera que no seaun garca de esos que pululan en la Argentina de hoy, que, sinos descuidamos, llevan la pancarta con más entusiasmoque cualquiera de nosotros. Pero el Che, como creador de lateoría del foco, dio un paso equivocado en las luchasrevolucionarias, que tuvo un saldo trágico y lo sigueteniendo. Para Marx, que sabía de teoría revolucionaria y depolitología más que el Che, la violencia sólo esrevolucionaria cuando se encarna en las masas. Como biendice al final del Manifiesto: los comunistas no ocultan suspropósitos, voltearán al régimen burgués por la violencia,pero esa violencia tiene un sujeto de clase: el proletariado,las masas. Y si el “proletariado” suena a “proletariadobritánico”, reemplacemos el concepto por el de “masas”.¿Cómo se hace la revolución con las masas? El trabajo esmayor que el que requiere la teoría del foco. Peroapuntemos esto: no hay revolución sin la participaciónactiva de las masas. La tarea de las vanguardias es la deacompañar a las masas. En todo caso irlas ideologizando enel curso de la lucha. Pero no bien la vanguardia va más alláde las masas se aísla. Cae en la soberbia. Pierde sustancia. Lasustancia de la revolución son las masas. De aquí que elperonismo se presentara tan tentador. Con un empujoncitomás hacemos de este pueblo un pueblo revolucionario y el líderno tendrá más que aceptarlo. No se trabajaba sólo paraobedecer a Perón y aceptar su conducción linealmente. No,señores, No. Se trabajaba para que el pueblo peronista dierahacia adelante el paso que aún lo alejaba de las consignas delucha socialistas. Una vez producido esto, Perón no tendríamás remedio que aceptarlo. El que entiende esto entiende todoel complejo fenómeno de la izquierda peronista. Las guerrillasformaban parte de esa tarea global jaqueando al régimen,pero no tenían la conducción de la lucha. Perón no seequivocaba en llamarlas formaciones especiales. (Volveremossobre esta conceptualización. Pero el concepto de “especiales”expresa que, para Perón, no eran lo natural de la lucha, noeran el medio por el cual el pueblo acostumbraba a enfrentar alas dictaduras. Eran “especiales”. Los muchachos tenían quegolpear, decía Perón, y no dejar de golpear, pero la lucha erala del pueblo todo. El gran error de la Juventud Peronistafue encandilarse con la guerrilla. Que ya dejaron, para ella,de ser “formaciones especiales” para pasar a ser vanguardia.Se incorporó también una sobrevaloración de la Muerte quesólo podía producir lo que produjo: cadáveres. “Rucci,traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor”, secantaba en el acto de Atlanta del ‘73 con un entusiasmofestivo, abiertamente festivo.)

MUSULMANES: ¡VIOLEN A CARLA BRUNI!

La conducción era, de acuerdo, la de Perón pero, sobretodo, la de los militantes de superficie que hacían trabajo ide-ológico y de formación de cuadros, pues de ahí saldrían las

masas que llevarían al peronismo al encuentro con la ideolo-gía de los tiempos que corrían: el socialismo. Cuando –en1974– la historia se redujo al enfrentamiento entre aparatosarmados todo esto fue destruido y la tarea terminó. El motivopor el cual habíamos entrado al peronismo fue liquidado porlas balas de la clandestinidad montonera y de la barbarie de laTriple A. El motivo por el cual habíamos entrado al peronis-mo era (en gran medida) Perón. Con Perón muerto, con lasmasas en reflujo por la balacera de las orgas, había (ya) queretroceder. Toda la segunda mitad del año ‘74 y todo el año‘75 es guerrilla sin pueblo. Los que estuvieron en eso se equi-vocaron. O no entendían a Marx o no entendían la esencia dela izquierda peronista. El momento del reflujo no fue el del‘76. Ahí ya estaba todo perdido. Fue apenas muere Perón.Ahí había que frenar. Lejos de ello, la guerrilla pasa a la clan-destinidad, deja al descubierto a todos sus cuadros de superfi-cie y la Triple A se hace un festín. Marx había escrito: “Lafuerza material debe ser abatida por la fuerza material; perotambién la teoría se transforma en fuerza material en cuanto seapodera de las masas” (Introducción a la crítica de la Filosofíadel Derecho de Hegel). Si decimos esto ahora no es sólo paraesclarecer puntos teóricos que llevaron al desastre en el pasa-do (porque, ¿se llegó al desastre o no?, ¿no es hora de pregun-tarse seriamente por qué sin importar a quién se cuestiona?)sino para hacer política hoy. Un grupo que va armado a unamovilización se equivocó de práctica. Los delirantes que lereventaron la cabeza al miserable de Fernando Siro le hicie-ron un favor a la policía y victimizaron a una persona detesta-ble como Siro, a quien nadie jamás habría compadecido.Además, la hora de la violencia, si llega, nunca llega para ungrupo, nunca llega para cuatro o cinco. Una piña del señorD’Elía arruina una concentración de cuadros o aun de lúm-penes dándoles pasto a las cámaras y a las fotos del periodis-mo canalla que está esperando exactamente eso: una piña deD’Elía para decir lo que necesita decir, ahí está la barbarieperonista. Un cuadro políticamente formado no hace eso.Una piña, en política, no la pega un solo tipo. O se entiendeo no. Pero si no se entiende es grave, es peligroso, el fracasoestá al alcance de la mano. Y cada vez es más difícil retornarde los fracasos.

Mi posición final sobre la violencia acaso sea un delirioutopista, un imposible poético, una huevada bíblica. Peroahora no estoy hablando de eso. Hablo de la diferencia entrela violencia de masas y la teoría del foco insurreccional. Paraser claro: si mañana 150.000 musulmanes invaden París eincendian todo, destruyen la columna Vendôme (como hicie-ron los comuneros de 1871), tiran abajo la Torre Eiffel, loapuñalan a Sarkozy, a todos los nazis de Le Pen y violan repe-tidas veces a Carla Bruni, bien: que se jodan los franceses. Sebuscaron esa rebelión masiva. El racismo, el desdén, la sober-bia, la exposición de la riqueza en las narices de los miserablesposibilitaron todo eso. La exclusión, el no admitir como ciu-dadanos a personas que hace rato ameritan tal reconocimien-to. Todo eso hizo posible la violencia. La violencia vino des-pués. La Resistencia peronista fue violencia de masas. Habíaun pueblo proscripto, un partido mayoritario prohibido, unlíder enviado al exilio y el cadáver de la mujer que habíaamado a ese pueblo y que ese pueblo amó permanecía vil-mente escamoteado, los que metieron caños, los que hicieronsabotajes actuaron con todo eso como base. Cuando se dicelas bases se dice eso. No es sólo una clase. Sino una situaciónhistórica. La base de la Resistencia Peronista era lo que acaba-mos de describir. Ahora bien, para representar a esa base hayque surgir de ella o estar en contacto permanente con ella.Hay que conocerla. Yo no puedo ser un boludo de clase mediaque ni idea tengo de la clase obrera y poner un caño en sunombre. Para Marx y Engels el ejemplo de violencia de masasfue la Comuna. Quien no leyó los trabajos de Marx, Engels yLenin sobre ese hecho histórico que lo haga ya antes de decirzonceras sobre algunas cosas que se dicen en este trabajo.

LA LUCHA DE CLASES, ¡HOY!Sigamos con Cooke. Abordamos un trabajo de 1967, La

revolución y el peronismo. En él, Cooke aclara sus consignasmás célebres: El peronismo es el hecho maldito del país burguésy la contradicción peronismo/antiperonismo es la expresión de lalucha de clases en la Argentina. No podemos posar de científi-cos de no-sé-qué y eludir el momento histórico en que seescriben estas páginas. Hoy es el día en que en la plaza Sar-miento se reunió toda la Argentina garca (me encanta estapalabra que usan inconteniblemente los de la revista Barcelo-na) y en el Congreso el peronismo que se nuclea alrededor dela figura de Néstor Kirchner. La asistencia a los dos actos fuepareja. El país está dividido en dos. Por un lado, un movi-miento destituyente (perfecta expresión acuñada por ungrupo de intelectuales) encabezado por la Sociedad Rural, losperiodistas progres, la izquierda jurásica y el PCR lideradopor un personaje que pasará a la historia (no sé a qué historia:si a la universal, a la nacional o a la del lumpenaje agro-comunista, sospecho que a ésta) de nombre tanguero: AlfredoDe Angeli, sobre el que ya están escribiendo libros. Por el

otro, el peronismo alla Kirchner, que no puedo analizar aquí.Notable es que muchos antiperonistas están del lado peronis-ta. Es cierto: el otro extremo apesta a gorilismo, a derecha, areacción, a golpismo. Pero es bueno ver a Cossa, Viñas,Rozitchner, Jitrik de un lado que no pudieron o no supieronelegir en 1955. Acaso era también imposible que lo hicieran.Era mucho más difícil, es cierto. La cosa es: aquí están. Ycerca de 300 intelectuales más, peronistas o no. Queda claroque no se trata del apoyo a un gobierno, ni al peronismo (quevaya uno a saber qué es hoy, está lleno de peronistas del ladogarca, ¡Barrionuevo está!), sino de la defensa del orden insti-tucional ante el ataque poderoso de las fuerzas más retrógra-das del país.

Las cámaras de televisión se meten entre las “masas” delacto de la Sociedad Rural y aparece una fauna que nosotros(los tipos como nosotros, porteños de la Gandhi, del SanMartín, de Chiquilín o Lalo, universitarios, intelectuales,tipos que no tenemos programas de radio, que no escribimosen los grandes diarios, que todavía polemizamos sobre el focoguerrillero o nos interesan los derechos humanos y el castigoa los genocidas) apenas si conocemos: todo el garquerío esta-ba ahí. Impresiona la nitidez en la diferenciación de clases. Siesta no es la lucha de clases, la lucha de clases ¿dónde está? Cua-tro terratenientes que hablan en nombre de Anchorena, PérezCompanc, Gómez Alzaga, Blaquier, Pereyra Iraola, Wert-heim, Bunge y Born, Bemberg, Bullrich y Ledesma por noseguir, son los líderes de un movimiento que busca erosionara este gobierno de base peronista. Medio país está con ellos.Hasta algunos que solían jugarla de progres. Ocurre que sonperiodistas y el periodismo, en la Argentina como en todaspartes, es un poder que se ha concentrado notablemente: elque trabaja en un diario trabaja en un grupo que abarca tantoque el tipo siente que si lo tachan no labura más. Ergo, obe-dece a los patrones. Hay situaciones risibles. Un día, el perio-dista agrede al Gobierno, sostiene con fervor sus ideas, desa-rrolla argumentos con pasión. Al día siguiente le dicen: “Che,nuestro Grupo arregló con el Gobierno”. Con la mismapasión el periodista empieza a hablar bien del Gobierno, aencontrarle aristas positivas, etc. Esta mercantilización de laspersonas, esta, en última instancia, humillación a que se lassomete, se relaciona con que los pools periodísticos no tienenideología, tienen intereses. Si los intereses cambian, cambia loque se enuncia. Y es el periodista el que da la cara y el quetiene que hacer malabares para travestir su discurso. A veceshasta resulta divertido ver estos pasajes.

En suma, pareciera que la frase de Cooke La antinomiaperonismo/antiperonismo es la expresión de la lucha de clases enla Argentina tiene vigencia hoy como la tuvo en épocas pasa-das. Los teflón-boys y las teflón-girls poco tienen que ver conla gente de las villas o los obreros de los sindicatos, quienes,desde luego, todos, pero todos, han sido llevados al acto. Porun choripán o por cien pesos. En cambio, los teflón-citizensvan por su propia voluntad, en sus propios coches y haciendoejercicio de su lucidez, de su clara y valiente visión de lascosas. Como sea, estos acontecimientos están todavía enjuego y no es nuestra tarea analizarlos aquí. Menos aún cuan-do están todavía por ocurrir. Pero lo que decimos, lo queanalizamos, el estudio que hacemos es para entender este pre-sente. La historia argentina sigue latiendo en el peronismo yen el odio al peronismo. Pocas veces como durante estos días.Peor si se trata de un gobierno que juzga a los genocidas delpasado a quienes pronto la derecha va a proponer canonizar.O al menos se encuentra a punto de exigir el juicio a los“subversivos” de ayer como asesinos de lesa humanidad.Error, señores: ya se los juzgó. Las Fuerzas Armadas, al servi-cio de los intereses que ustedes encarnan, los mataron a casitodos. ¿Quieren un juicio más terminante? Además, quién nolo sabe, no se trató de un juicio, sino de ejecuciones sumarísi-mas, antecedidas de torturas a cuyo nivel de racionalidad yeficacia ni los nacionalsocialistas alemanes se acercaron. EnAlemania se torturó menos que en la Argentina. Los nazis nonecesitan obtener información de los judíos, deseaban exter-minarlos. Aquí, como en Argelia, se hizo lo que se llama“tarea de inteligencia”, que es la tortura al servicio de la infor-mación. En un reciente film un miembro de la CIA atormen-tado (personaje improbable si los hay) le dice a un superiorque ha presenciado torturas en Irak. El superior responde:“Estados Unidos no tortura. Obtiene información”.

CONTRA LOS ADMIRADORES DE MITOS Y FETICHES

La célebre máxima de Cooke (“el peronismoes el hecho maldito del país burgués”) sóloencuentra su transparencia situándola entre los18 años que van de 1955 a 1973. Durante eseinterregno el país no puede encontrar ningunaforma de organización institucional porque,no bien ceda a cualquiera de ellas, el peronis-mo habrá de imponerse. El peronismo yPerón. No olvidemos que el odio de los milita-res gorilas estaba muy focalizado en la figura

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de Perón. Y el temor de su regreso era el de una puebladaincontrolable. Pensaban: vuelve Perón y el país peronista sesubleva. Tenemos que matar a miles (después lo hicieron) oentregarle el país. La opción para los militares era: carniceroso peronistas. No deseaban ninguna de las dos. Hay que com-prender con claridad qué significa un desborde de masas paraun militar: lo inaceptable. El miedo a Perón era el miedo a loinaceptable. Si volvía, ¿quién contenía a las masas? Todavíano existía –seriamente– la guerrilla y ya imaginaban puebla-das incontenibles. Era el país burgués que se asustaba ante elregreso del líder del enemigo de clase. Haya sido Perón lo quehaya sido: burgués, pequeñoburgués, milico, fascista, lo quese quiera. Era objetivamente, inscrito en el orden de lascosas, de los hechos, inalienable al sentido quela historia durante esa etapa había adquiri-do en la Argentina, Perón era el líderde las clases peligrosas. Por eso, alfinal, se encontró en él alúnico que podía pararlas.La decisión fue tardía.Cuando vuelve el pro-blema de Perón no esparar al puebloperonista, acostum-brado a su conduc-ción, sino a las fuerzasque la lucha por su retor-no hizo necesario desenca-denar. Ya era (y fue) másdifícil.

Cooke define bien alperonismo en un trabajo de1967 (La revolución y elperonismo): “El peronismofue el más alto nivel de con-ciencia al que llegó la clasetrabajadora argentina. Porrazones que sería largoexplicar aquí, el peronismono ha reajustado su visióny sigue sin elaborar unateoría adecuada a su situa-ción real en las condicio-nes político-sociales con-temporáneas (...). Por esoes que hemos sido formi-dables en la rebeldía, laresistencia, la protesta; perono hemos conseguido irmás allá porque, como algu-na vez lo definimos –congran indignación de losadmiradores de mitos y feti-ches– seguimos siendo, comoMovimiento, un gigante inver-tebrado y miope” (Cooke, ob.cit., p. 72. Se trata del trabajo Larevolución y el peronismo incluido enLa lucha por la liberación nacional).Como vemos, también a Cooke (nada menosque a Cooke) le granjeaba la indignación demuchos atreverse a escribir con libertad y con lamayor audacia posible y necesaria sobre el pero-nismo. La indignación no sirve de nada. El quese indigna es porque no está seguro de lo quepiensa. Siente que si le sacan dos o tres desus creencias el mundo se le viene abajo.Pero uno siempre tiene que estar abier-to a esto: ¿cuántas veces se nos vino elmundo abajo? ¿Cuántas veces descu-brimos que eso nos ayudó a pen-

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sar, a pensar de otro modo, desde otro ángulo,que le dio vida y novedad a lo que ya teníamosanquilosado, a lo que nos empobrecía? Es cier-to, no se puede pensar y vivir seguro. Nisiquiera la fe en Dios es un anclaje seguro. Sialguien cree verdaderamente en Dios, esa fedebe estar jaqueada por la duda, alimentadapor ella, fortalecida por ella. La llamada “fe delcarbonero” es sólida pero es siempre la misma.Admiro la fe de los hombres simples, pero pre-fiero elegir la de los tipos que aceptan los quie-bres, las rupturas. Si yo creo ciegamente enDios me disuelvo, me desbarato en él. Es Diosquien se apodera de mí y yo me pierdo en suinmensidad. Pero si mi fe se cuestiona a símisma, si se pregunta por la bondad divina,por la existencia del Mal, por la ausencia, porel silencio de Dios, por su palabra que quisieramás audible, por mis palabras que requeriríasaber si son atendidas, por el pecado que lateen mí, por la fascinación con que el Mal meposee a veces con más pasión que la fe en labondad del Señor, entonces esa fe está abruma-da, agobiada por la duda. La fe y la carencia deella, la fe y su cuestionamiento doloroso, la feque no es un refugio, que no es una certezacálida, tranquilizadora acerca de todo lo crea-do, esa fe es la fe. ¿Qué quiero decir con esto?Que en esta historia nadie es incuestionable.No hay un Dios ni hay dioses. Todos tienenmatices, facetas, caras. Esas caras pueden llegara ser desagradables. Aquí, “los adoradores demitos y fetiches”, como los llama Cooke, tiem-blan. Como tiemblan los hombres simplescuando el Dios que atempera todas sus pregun-tas, todas sus angustias, se debilita. En esta his-toria hay hombres y mujeres. Como todos, lle-nos de contradicciones.

LOS PELIGROS DE LADIALÉCTICA

Cooke veía en el peronismo (en 1967) unmomento necesario en la dialéctica de la revo-lución. Escribe: “El peronismo será parte decualquier revolución real: el ejército revolucio-nario está nucleado tras sus banderas, y el pero-nismo no desaparecerá por sustitución sinomediante superación dialéctica, es decir, nonegándoselo sino integrándolo en una nuevasíntesis” (Cooke, Ibid., p. 73). Esta era la cre-encia de la época. Todo cuadro militante de laJP, con su Marx aceptablemente leído y, cómono, con su Cooke bien incorporado creía losiguiente: el peronismo había sido una profun-da experiencia popular en la década de1945/1955. La historia avanza y avanza dialéc-ticamente. Es decir, superando sus momentosanteriores pero no negándolos sino integrándo-los en una nueva síntesis, como bien diceCooke, que ha dicho Hegel y ha dicho denuevo Marx. Hay aquí una creencia en el avan-ce de la historia. Y más aún: en el sentido de lahistoria. Hegel y Marx le entregan un sentido ala Historia. Ese sentido es un desenvolvimiento,un avance de formas nuevas que dejan detrásformas superadas, pero sin destruirlas. Lo esen-cial de lo dialéctico es que integra a lo supera-do en una nueva síntesis. De esa nueva síntesislo superado es parte esencial. Entonces todoera claro: el peronismo del 45/55 se incluía enla dialéctica histórica como un momento esen-cial que era superado pero incluido por las nue-vas formas que adquiría la Historia en sudesenvolvimiento dialéctico. Ese movimientoera inmanente y necesario. Si la Historia es dia-léctica es porque viene de algún lado y se dirigea otro. El horizonte de la dialéctica, en lossesenta, era el socialismo. Nada más razonableque pensar que el peronismo, necesariamente,debía desaparecer para incluirse en una nuevatotalización que lo contuviera en tanto negado.La nueva totalización era la síntesis que el pen-samiento hegeliano establecía por medio de unconcepto célebre en la historia del pensamien-to. El aufhebung del maestro de Jena significa,a la vez, superar/conservando. El peronismo,de esta forma, era superado pero conservadopor el socialismo, que era la nueva forma queadquiría el avance histórico. Todos los supues-tos de este pensamiento son claros y si losmiramos –como no podemos evitar hacerlo

nosotros– desde el siglo XXI han sido negadossin piedad. A) La historia no es lineal; B) Nosabemos si avanza; C) No sabemos, si es queavanza, hacia dónde avanza; D) Los hechos notienen una relación interna de necesidad; E) Elcomponente de azar en la Historia es tan pode-roso como el principio de incertidumbre queHeisenberg encuentra en la materia; F) Deninguna forma histórica surge necesariamenteotra; G) Hay, como genialmente demostró Sar-tre, totalizaciones parciales, destotalizacionesconstantes y retotalizaciones, pero no hay unatotalización final, conciliatoria, que contenga alos contrarios en una síntesis superior que pro-venga necesariamente de un proceso llamado“dialéctico”.

Pero en los sesenta se estaba muy lejos depensar esto. Y acaso dentro de unos años seretorne a pensar en cierta necesariedad de lahistoria, pues el concepto de azar y el de inde-terminación no son fáciles de tolerar. Comosea, en los sesenta, para Cooke y los cuadrosque empezaban a integrar la juventud peronis-ta, el peronismo era el corazón de la dialéctica.Y su superación necesaria por el socialismoestaba inscripta en la lógica de los hechos. Por-que los hechos tenían una lógica y esa lógicaera dialéctica. Si en 1945/55, Perón había sidotan osado, tan desafiante, si había convocadocon tanta pasión la voluntad movilizadora delas masas, ahora, luego, sobre todo, de la Revo-lución Cubana, el peronismo pasaría a su etapadialéctica siguiente, el socialismo. Además, elsocialismo era la fe de ese tiempo. Una de lasfrases fetiche era: “el mundo marcha al socialis-mo”. Se decía con la naturalidad con que sedecía que América latina debía unirse, que elTercer Mundo debía llevar adelante su procesode liberación nacional, que el imperialismocaería porque ya estaba cayendo en Vietnamante una guerrilla inasible, que, con el soloartilugio de mimetizarse con su entorno selvá-tico, enloquecía a toda la maquinaria imperia-lista. Cuando Perón lanza el concepto de socia-lismo nacional lo hace para dar satisfacción aeste espíritu que latía en sus bases juveniles.Nadie pareció advertir que, en un número dela revista Las Bases, José López Rega habíadicho que el socialismo nacional era el nacionalsocialismo. O que Perón –hablando de suexperiencia europea– había dicho que en Ale-mania e Italia habían existido “formas” desocialismo nacional. No importaba. O eranboludeces del “Viejo”. Distracciones. O eranpayasadas de ese sirviente que tenía. Lo que seimponía (y con razón) era lo otro: el socialismonacional era la meta porque el peronismo reali-zaría la síntesis entre el socialismo y lo nacio-nal. Dejando atrás los pésimos recuerdos de lossocialismos internacionalistas. ¿O no había sidosocialista Américo Ghioldi? Había que agregar-le algo al concepto de socialismo para que nose confundiese o para que se diferenciase delsocialismo del que habían hablado todos esosviejos gorilas: los hermanos Ghioldi, Repetto yla vieja ésa, ¿cómo se llamaba?, ésa: la VictoriaOcampo de la izquierda, ah, sí: Alicia Moreaude Justo. Gran figura de la Libertadora. Ade-más lo “nacional” de este socialismo entronca-ba con el pasado argentino: con los caudillos,con el federalismo, con las montoneras delinterior. Era el socialismo de la patria. Si sequiere: era el socialismo peronista.

“EL HECHO MALDITO DEL PAÍS BURGUÉS”

Con gran brillantez continúa Cooke: “Elrégimen no puede institucionalizarse comodemocracia burguesa porque el peronismoobtendría el gobierno” (Cooke, Ibid., pp.73/74). Aquí está la postulación del peronismocomo hecho maldito. El régimen no puedeconsolidar su democracia burguesa. Hacerlosería llevar el peronismo al gobierno. Al impe-dir esa consolidación burguesa el peronismofunciona como “hecho maldito”. Los llamadospor la militancia “18 años de lucha” son losfracasos del régimen por integrar al peronismo.“Sin Perón, nada” era una consigna de rigorconceptual e importancia movilizadora. Bastade peronismo sin Perón. Basta de neoperonis-

mo. Vandor estaba liquidado. No había nego-ciación con el régimen que no incluyera aPerón. Y Perón era inintegrable para el régi-men. Tal vez los jóvenes que hoy lean esto ten-gan que hacer un esfuerzo de inmersión en unahistoricidad que no es la suya, pero sólo alcosto de hacerlo comprenderán los motivos delucha de una generación alrededor de una figu-ra política poderosa. Todo el establishmentgiraba en torno de evitar el retorno de Perón algobierno. Ese fue el sentido de la historia argen-tina durante 18 años. No era un sentido quetuviera resuelta su culminación, pues esa cul-minación dependía de la lucha del pueblo. APerón lo traía el pueblo. Pero ninguna lucha seemprendería al margen de esta conquista:Perón debía volver a encontrarse con su pue-blo. Si uno se concentra en el ardor y en laesperanza de este momento se entenderánmejor las desgracias posteriores, la dimensiónde las tragedias por venir. La Argentina era unafiesta. De todos los países de América latina éra-mos el único que aguardaba a un líder cuya solaproximidad con las masas, cuyo solo encuentrocon ellos garantizaba una situación más que pre-revolucionaria. ¿Era poco? Era, para la militan-cia revolucionaria, una dádiva de la historiaque había que aprovechar. Además todos losmilitantes de las villas y de las fábricas y de losbarrios lo decían: el pueblo lo espera a Perón ynos quiere a nosotros porque sabe que pelea-mos por traerlo. Se entraba en las casas. Sehablaba con las familias. Se hacía militanciabarrial. Todo militante tenía un barrio detrás.

Cooke sabe que hace falta más. Que el pero-nismo tiene que ir más allá de sí mismo: “Elperonismo (...) jaquea al régimen, agudiza sucrisis, le impide institucionalizarse, pero notiene fuerza para suplantarlo, cosa que sólo leserá posible por medios revolucionarios” (Cooke,Ibid., p. 74, cursivas mías). Esos “medios revo-lucionarios” son el socialismo. Nos acercamos ala dramática correspondencia Perón-Cooke, enla que Cooke le pide a Perón que dé los pasosnecesarios para incluirse, él, como líder demasas, latinoamericano, en esos “medios revo-lucionarios”. Y Perón responde esgrimiendorazones que habrá que escuchar. Cooke queríahacer del peronismo un partido de extremaizquierda, y el viejo zorro Perón sabía que,poniéndose al frente de un partido de esascaracterísticas, no regresaba nunca al país. Oregresaba con diez o veinte militantes. Y loderrotaba. Y, señores, lo más importante, loque el Viejo Perón, que conocía mucho a “su”pueblo, posiblemente más que Cooke, sabíaque ese pueblo, el que lo quería de vuelta, nolo quería como un líder socialista, algo que, enese momento histórico, sólo podía hermanarlocon el barbudo cubano, lo quería como Perón,como el general del caballo pinto, como elgeneral de los días felices, como el único quehabría de pensar en los pobres, y darles otra vezun Estado generoso y sindicatos para ellos yacabaría con la violencia. Volverían los díasfelices. Perón volvería, para el pueblo peronis-ta, como el líder de siempre, sin aufhebunghegeliano, ¿qué mierda era eso?, volvería comoel general campechano, generoso, duro con losgorilas para defender a los pobres, haría casitas,hospitales, aumentaría los sueldos, y volvería ahablar desde los balcones de la Casa Rosada,acto que constituía tal vez el acto simbólicomás anhelado por ese pueblo.

Nos acercamos a los choques irresolublesentre Perón y Cooke. ¿Qué pasaba con Cooke?¿Tanto desconocía a Perón? ¿Tanto desconocíaal pueblo peronista al que había representadodesde joven en el parlamento peronista? Por-que si hay alguien del que no puede decirseque fue un infiltrado es de Cooke. El queridoBebe, antes de volcarse al socialismo, habíasido un peronista de Perón y de Evita. Tanto,que Perón le delega todo su poder. ¿Qué respon-deremos a esto? ¿Se equivocó ingenuamente unhombre de una inteligencia excepcional? No,no se equivocó. Hizo lo que tenía que hacer.Ya veremos cómo.

Colaboración especial:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 20 de julio de 2008

PRÓXIMO DOMINGO

John William Cooke, el peronismo que Perón no quiso (IV)

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

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John William Cooke, el peronismoque Perón no quiso (II)

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PARTIDO Y MOVIMIENTO

Tempranamente empieza Cooke a recibir señalesde Frondizi tendientes a un acuerdo con elperonismo. “Cooke no tenía ilusiones políticasrespecto a Frondizi y dudaba especialmente desus promesas nacionalistas, aunque al parecer

creía, al mismo tiempo, que un acuerdo podía dar un respiroal movimiento peronista en un contexto fuertementerepresivo. Viaja a Caracas para obtener la palabra final dePerón sobre el asunto y en febrero de 1958 es el signatario delpacto secreto celebrado con Perón, Frondizi y Rogelio Frigerio”(Tarcus, Ibid., p. 149. Cursivas mías. Será correctomencionar aquí que el excelente trabajo sobre Cooke delDiccionario de Tarcus corresponde a su colaboradora VictoriaBasualdo). Con la elección de Frondizi, muchos peronistas dela “línea blanda”, de esos que durante la época combativasolían ser llamados “dialoguistas”, “pactistas” o“conciliadores” (el concepto de “burocracia pactista” esimportante en Cooke y será uno de los que con másintensidad se apropiará la JP) se adueñan de posiciones depoder dentro del Movimiento. Coherentemente, intentandesplazar “a Cooke y a los sectores más radicales delperonismo. Perón reacciona frente a esta confrontacióngarantizando la autonomía de los diferentes grupos, lo quedebilita la posición de Cooke y su puesto de jefe de laDivisión Operaciones (...). Cooke intenta fortalecer latendencia revolucionaria buscando convocar a trabajadores ymiembros de la ‘línea dura’ del movimiento” (Tarcus, Ibid.,p. 149).

Tenemos planteadas ya las diferencias fundamentales entrePerón y Cooke, antes aun de haber analizado la Corresponden-cia que mantuvieron. En la distinta respuesta a esta situaciónestá todo. Perón tiene una concepción sumatoria de la política.Hay que sumar fuerzas. Cuantos más seamos, más fuertessomos. Pero no somos todos iguales ni pensamos lo mismo, sele podría decir al conductor y, de hecho, Cooke se lo dirávarias veces. Pero Perón suplanta la ideología por la conduc-ción. En el peronismo –dirá una y otra vez– en cuanto a ideo-logía tiene que haber de todo. No importa la ideología de los quese incorporan, lo que une a todos es la conducción del líder. Hayaquí un núcleo poderoso de la personalidad y del estilo de con-ducción de Perón que funcionó siempre... hasta el 20 de juniode 1974. Ahí se produjo la gran sorpresa hasta para el propioPerón que, además, estaba físicamente deteriorado para resol-verla. Pero el pensamiento de Perón radicaba en la posibilidaddel conductor de conducir a todos. La unificación no la daba laideología, la daba la conducción. “¿Usted es fascista, usted eszurdo?, entren los dos. Pero si acatan mi conducción.” Es unpensamiento militar. Importa más la disposición de las fuerzasque el pensamiento que las mueve. Además, las fuerzas no tie-nen por qué pensar. Tienen que acatar a la conducción. Es cier-to que Perón decía esas cosas que solía decir: que hasta el últi-mo que es conducido tiene un papel en la conducción. O eseotro célebre macanazo: que todos llevan en su mochila el bas-tón de mariscal. Para Cooke, todo es distinto. Cooke es un ideó-logo. Cooke tiene una ideología. Es, sí, un tipo de izquierda.De una izquierda amplia. Que lleva adelante el pacto conFrondizi. Que ve el papel objetivamente revulsivo que tiene lafigura de Perón en las masas, no sólo argentinas sino latinoa-mericanas. Pero, para Cooke, un fascista es un fascista. Y lapolítica no es el arte de sumar a todos. Es el arte de sumar a lospropios. De lo contrario, lo que se organiza es una mermelada,ese gigante invertebrado que siempre fue el peronismo. Deaquí la actitud diferenciada que ambos tienen ante la inclu-sión de los “blandos”, de los “dialoguistas” en el Movimiento.Cooke no los quiere. Se dan vuelta en cualquier momento.Un “blando” es un tipo siempre preparado para la traición. El“dialoguista” también. Tanto dialoga, que al final lo conven-cen los otros y traiciona. Sucede que Cooke no se ve a símismo como un gran conductor estratégico que puede “con-ducir el desorden”, como se jactaba Perón. No se creía “elPadre Eterno”. Para Cooke, la conducción era la praxis más lateoría revolucionaria o la teoría revolucionaria más la praxis.Perón impulsó una teoría para el peronismo. La teoría lahacía él. Plasmó, dibujó una doctrina adecuada a un movi-miento. Un movimiento es un concepto tan amplio que en élentra todo. Porque el peronismo es un “movimiento” resultaposible que los peronistas de la Triple A asesinen al peronistaTroxler. No es –hablando con precisión– eso que la izquierdallama un movimiento “policlasista”. Desde luego que es“policlasista”. Tampoco vale la pena discutir qué clase tiene lahegemonía. La hegemonía la tiene Perón. Que para algunosrepresentará a la burguesía y, por consiguiente, el peronismoserá un movimiento burgués. Pero aquí hay que salir de estosvenerables conceptos. El peronismo podrá representar todo loque se quiera que represente. Pero –mirando las cosas desdeel año 2008– lo que el peronismo ha terminado por represen-tar para la clase media y para la oligarquía o para las corpora-ciones financieras no es la burguesía. Aunque la represente.Aunque ella haga sus negocios por medio de sus políticas.Aunque siempre esté lejos de proponerse una revolución. El

peronismo (y si no pregúntenle al establishment) representa ala negrada, a los grasas, a los gordos de los sindicatos, a losgronchos y, como siempre, al mal gusto. Y ése es su peligrolatente. De aquí que aunque se empeñe en hacer buena letra,nunca los Estados Unidos lo mirarán con buena cara. Elperonismo es popular. O “lo popular” se empecina en serperonista. De este hecho, la responsabilidad de la torpezapolítica y organizativa de la izquierda argentina es enorme. Elperonismo no tiene “la culpa” de que los obreros no sean socialis-tas, la culpa la tiene el socialismo.

Perón podría reprocharle a Cooke desear solamente la crea-ción de un partido revolucionario de vanguardia. Cooke lereprocharía querer fundar un movimiento de masas, un movi-miento del pueblo con un líder que ejerza sobre él una conduc-ción práctica y teórica. Se trataría, tal vez, de una discusiónentre Lenin y Mao. Y mucho de ello lo veremos al analizar laCorrespondencia que mantuvieron.

En enero de 1959 encontramos a Cooke entremezclado conla huelga del frigorífico Lisandro de la Torre, uno de los másaltos momentos de la Resistencia peronista. Pero aquí es dondearremeten contra él quienes creen que es un comunista metidoen el peronismo, que Perón ha confiado demasiado en él ytiene una peligrosa tendencia a hacerlo y que hay que sacárselode encima. Los conciliadores, los dialoguistas, los macartistas(los que dicen, como Frigerio, que la huelga del Lisandro de laTorre está manejada por un sector comunista del movimiento)acorralan a Cooke y consiguen desalojarlo de los niveles deconducción y, aún más, intentan expulsarlo del peronismo.Recordemos, aquí, la fecha en que se lanza la huelga del Lisan-dro de la Torre: enero de 1959. Es el momento en que, glorio-samente, entran en La Habana Fidel, el Che, Raúl Castro yCamilo. Era un momento de exaltación para la izquierda lati-noamericana. No sé si a Cooke le habrán importado muchosus retrocesos en la conducción del peronismo. Su horizonte,ahora, estaba puesto en la Cuba de Castro. Quería ser parte deesa experiencia.

En efecto, los blandos, los conciliadores, lo destituyen. Pasaa la clandestinidad y, al poco tiempo, junto con su mujer, Ali-cia Eguren, se exilia en Cuba. “Una vez allí, profundamenteimpactado por la revolución que había triunfado en ese país,empieza a considerar la posibilidad de la guerra de guerrillascomo un medio para resolver, a largo plazo, las contradiccio-nes dentro del peronismo y de la sociedad argentina. Ejerceinfluencia sobre la primera iniciativa de guerrilla rural en laArgentina denominada Uturuncos, de filiación peronista, queoperó brevemente en la provincia de Tucumán hacia fines de1959” (Tarcus, Ibid., p. 150). Lleva jóvenes a Cuba para ini-ciarlos en las prácticas de la guerrilla, pero rechaza a los delPartido Comunista porque sostenían una postura antifoquista.(Que Cooke, en sus más profundos desarrollos teóricos, no avalaráen modo alguno.) Se produce Bahía de Cochinos y se pone eluniforme de miliciano. Hay una foto entrañable en la que lovemos así vestido: gordo, realmente con mucho sobrepeso,sonriendo, con su gorra, su fusil, con todo lo que tiene quetener menos pinta de combatiente. Es el Gordo Cooke detodas las encrucijadas: un tipo que nació para pensar, para dis-cutir, para dar discursos, para escribir, no para agarrar lasarmas. Es la antítesis del soldado. Conmueve igual que lo hayaintentado: él era así, nunca dejaba de hacer las cosas en quecreía. Y en la invasión de Bahía de Cochinos había que defen-der a Cuba. (A propósito: la novela Rosa de Miami, de Eduar-do Belgrano Rawson, es una joya de nuestra literatura quenarra, precisamente, la invasión a Cochinos. Pocos como Bel-grano son capaces de narrar –con una prosa brillante y preci-sa– un hecho histórico y llevarlo a los niveles del arte literario.Ya lo ha hecho con la guerra del Paraguay en su notableSetembrada.)

LA VIOLENCIA Y LA TEORÍA DEL FOCOEl texto mítico que produce (el que buscábamos o celosa-

mente custodiábamos si lo habíamos conseguido) es Informe alas bases. Se constituye en el gran teórico del peronismo revolu-cionario. “Cooke es elegido de manera unánime para conducirlas delegaciones de la Argentina a las Conferencias de la Tri-continental (a la que envía Guevara, desde Bolivia, su célebretexto sobre la creación de los muchos Vietnam en América lati-na, que estudiaremos, JPF) y OLAS en 1966 y 1967 por partede las organizaciones miembros, en las que se considera válidala vía de la lucha armada y la guerra revolucionaria prolonga-da” (Tarcus, Ibid., p. 150). Funda la Acción RevolucionariaPeronista. Es muy influido por el pensamiento de Guevarasobre el foco guerrillero. Algo que no está del todo definido ensu pensamiento, pues si Cooke adhiere tan persistentemente alperonismo es porque considera que las masas peronistas pue-den y deben ser la base de todo hecho revolucionario, lo que seopone a la teoría del foco, que parte del grupo guerrillero y delcarácter galvanizador de la guerrilla. Nunca emprendió unaacción guerrillera propia. Posiblemente porque no estaba física-mente preparado para tal cosa. O por alguna vacilación de tipoteórico que acaso vayamos descubriendo. Pero no es correctohablar de un Cooke foquista. Cooke, por el contrario, es el ide-

ólogo del peronismo revolucionario porque es el ideólogo delentrismo en las masas. Seamos peronistas porque las masas loson y debemos llevarlas hacia la lucha por la liberación nacio-nal. No dejó, además, de usar nunca estos conceptos: libera-ción nacional. Encontraba en el peronismo “lo nacional” y noquería perderlo.

Muere de cáncer el 19 de septiembre de 1968. Tenía 48años de edad. Un enorme signo de interrogación se abre aquí.¿Qué habría hecho Cooke ante el regreso de Perón? ¿Quéhabría hecho Cooke después de Ezeiza? ¿Se habría unido a losMontoneros? ¿Se habría unido al ERP, posibilidad nada desde-ñable? ¿Habría creado una organización propia? ¿Habría sacadouna revista, como hizo Ortega Peña con Militancia? ¿Habría,antes, aceptado las negociaciones con Lanusse, la salida electo-ral? ¿Y si su jefatura, su poder como figura mítica del peronis-mo, se imponía sobre la de Firmenich y la Galimberti, cuando

II

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la Juventud Peronista se transforma en la Tendencia? ¿Y sidirectamente abría él el espacio del peronismo revolucionario yconfluían ahí todas las corrientes de izquierda? Es impensable.Era demasiado fuerte su presencia como para que, incluyéndo-la, podamos no pensar que los cambios habrían sido importan-tes. De todos modos, cabe pensar también que se murió atiempo. Que nada habría podido protegerlo de las bandas ase-sinas que se desatan después de la muerte de Perón. Que elaparato parapolicial montado en vida de su viejo líder, delhombre en el que tanto confió, al que tanto esperó y del queesperaba tanto, lo habría asesinado con tanta saña como aTroxler, como a Ortega Peña.

Pese a su experiencia cubana y pese a sus transitorios (o no)deslumbramientos con la teoría del foco insurreccional, debi-dos, en gran medida, a su admiración por el ComandanteGuevara, el punto que más sigo admirando de Cooke es el de

la relación que establece entre la lucha (armada o no) y lasmasas. La violencia sólo se legitima cuando hunde sus raícesen el pueblo. Cooke es peronista porque en el peronismoencuentra la sustancia de la lucha. Y esa sustancia es para él elpueblo peronista. Si no, no habría andado tanto tiempodetrás de Perón. Si Cooke lo requiere a Perón es porque quie-re una verdadera violencia revolucionaria. La que surge comorespuesta de un pueblo en lucha contra una dictadura. Paracolmo, la situación argentina era todavía más injusta: el pue-blo reclamaba por un líder. Por un hombre al que había talvez idealizado (sin duda ayudado por la maldición de lospoderes ilegítimos) pero al que genuinamente quería. Con eselíder, con esas masas, no hacía falta foco guerrillero alguno yse eludían los eternos peligros de las vanguardias. En marzode 1973, en el N° 8 de la revista Envido, en un artículo quellevaba por título: “Cooke, peronismo e historia”, buscaba yo

desarrollar esta concepción ante el escozor que me producía eliluminismo de grupos armados como el ERP (al que la rela-ción con las masas no le importaba en modo alguno) y lasposibilidades de Montoneros de seguir en la lucha armadauna vez instalado el gobierno democrático peronista. Estaposibilidad, atinadamente, Montoneros la había declinadoante el triunfo electoral, un triunfo por el que mucho habíahecho, ya que la campaña la llevó adelante la Tendencia, losmuchachos de la Patria Socialista. Cito el texto: “Desde queLenin, en ‘Qué hacer’, citó a Kautsky y aceptó aquello de quela conciencia socialista debía ser introducida como ‘elementoexterno’ en la clase obrera, la cuestión se ha vuelto a plantearuna y otra vez: ¿cuáles son las relaciones entre la teoría revolu-cionaria y las masas? Rosa Luxemburgo, oponiéndose a lastesis de Lenin, no tuvo dudas: la teoría revolucionaria estarádeterminada por el movimiento espontáneo de las masas. ParaAlthusser, sin embargo, éste es un típico error teórico ‘izquier-dista’. Aquí va: ‘La ciencia marxista-leninista (...) no podía serel producto espontáneo de la práctica del proletariado: ha sidoproducida por la práctica de intelectuales que poseían una altacultura, Marx, Engels, Lenin, y fue aportada ‘desde afuera’ a lapráctica proletaria, a la que modificó de inmediato al transfor-marla profundamente” (Louis Althusser, La filosofía comoarma de la revolución, Pasado y Presente, Córdoba, 1968, p.38) (...) Lo que aquí está en juego, y lo que realmente hay quedefinir, es el concepto de vanguardia. Si bien es cierto que laauténtica conciencia revolucionaria es aquella que puedeconectar las luchas parciales con una estrategia global depoder, no lo es menos que esa conciencia no puede ser patri-monio de un grupo de elegidos consagrados a introducirlacomo “elemento externo” en las masas. Acabarían, fatalmente,condenados a generar una conciencia abstracta y suprahistóri-ca, una especie de burocratismo iluminista. Y Cooke no dejóde ver claro en esto: “La política revolucionaria no parte deuna verdad conocida por una minoría sino del conocimientoque tengan las masas de cada episodio y de las grandes líneasestratégicas” (Cooke, La lucha por la liberación nacional, Papi-ro, Buenos Aires, 1971, p. 42). La vanguardia revolucionaria,en suma, nada tiene que ver con los grupos minoritarios decientíficos de la revolución consagrados a elaborar teorías sinpueblo... (J. P. F., Cooke, peronismo e historia, revista Envido,marzo de 1973, Buenos Aires, N° 8, p. 23). Y luego citába-mos otro texto en el que Cooke decía que no era posibleconocimiento alguno exterior a la práctica de las masas. Queel conocimiento revolucionario es la experiencia directa de esalucha enriquecida por el pensamiento crítico. Estas cosas laspublicábamos en Envido en marzo de 1973. Firmenich leíanuestra revista, pues días después la pidió para la organiza-ción. (Nota: Los que nos opusimos a tomar esta medida–reclamando la libertad que la revista siempre había tenido–perdimos la partida. Pero sólo un número más salió de Envidoy al supremo jefe no le agradó. Envido no era proclive a la vio-lencia y menos aún luego del triunfo del 11 de marzo. Ade-más, nunca adhirió a la teoría del foco, por considerarla ajenaa la experiencia de masas del peronismo.)

LA VIOLENCIA Y LAS MASASO sea, la idea central que da origen al nacimiento de la

izquierda peronista, es decir, que hay que estar en el peronismoporque ahí están las masas y sin las masas no hay revoluciónposible, sino que se genera el vanguardismo sin pueblo que ter-mina girando en el vacío (algo que luego habrá de decirles,tarde, Rodolfo Walsh), estaba bien expuesta por todos losmiembros de Envido. No había uno que no pensara eso y que,de una u otra manera, no lo hubiese escrito en la revista. Lapolítica de superficie de Montoneros responde a esta precisaconcepción teórica. Le dura hasta el asesinato de Rucci. Ahíprescinde de las masas.

Pero el texto de Cooke que valía oro para mí y en el que mebasaba para desarrollar la teoría de las masas como base detoda acción política y como único elemento que, bajo la pros-cripción dictatorial y ejerciendo el derecho de los pueblos asublevarse contra la tiranía, podía justificar la violencia, era elque he citado ya en mi trabajo (lejano) de 1973: La lucha porla liberación nacional. Sobre él trabajaremos ahora para desa-rrollar los temas centrales del pensamiento de Cooke. Se com-prenderá que no utilice el texto de Papiro de 1971 porqueignoro en qué encrucijada de la vida (y del terrorismo de Esta-do) se me extravió.

El texto célebre de Cooke que inicialmente todos empeza-mos a leer fue el Informe a las bases. Se trataba de un análisisrevolucionario del regreso de Perón en 1964. Cooke desarrollaahí sus principales puntos teóricos. Es necesario señalar queconocía muy bien la Crítica de la razón dialéctica de Sartre,libro que desarrolla de modo brillante y contundente la temá-tica del Grupo en fusión. Si hay, por otra parte, un texto que notoma en cuenta el concepto de vanguardia es el de Sartre, puestodo su esfuerzo se concentra en mostrar la totalización dialéc-tica que va del individuo al lugar de la historia.

El texto de Cooke surge de una conferencia que dio enCórdoba a la FUC (Federación Universitaria de Córdoba) el

III

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4 de diciembre de 1964. Habla del fracaso de laoperación retorno: Perón, en efecto, fue deteni-do en el aeropuerto de El Galeao y regresado aMadrid. Ante este fracaso hay varias reacciones,varias propuestas. Cooke, al describir, las de lossuper-violentos lanza una de sus frases más pene-trantes. Los super-violentos “proceden comoposeedores de las recetas infalibles para la revolu-ción perfecta, trazada con escuadra y tiralíneas”(John William Cooke, La lucha por la liberaciónnacional, Editorial Quadrata, Buenos Aires,2007, p. 35). Si hemos de reflexionar sobre laviolencia, lo mejor es hacerlo desde ya, pues estahistoria es violenta de cabo a rabo y si es Cookequien nos acerca sus reflexiones en uno de sustextos más notables, más importantes, hay queescucharlo más que a muchos, no digo más quea nadie, pero más que la mayoría de los que handesvariado en torno al tema fundamental de lacondición humana: ¿hay que matar?, ¿por quémata el hombre?, ¿hay una violencia legítima?,¿cuáles son sus condiciones? A veces creo que eltema de este ensayo (un ensayo en torno de unmovimiento político urdido por la violencia) esprecisamente éste. De modo que escuchemos lavoz lúcida, el pensamiento de un tipo arrasado-ramente inteligente. “La no-violencia (escribeCooke) corresponde a una manera de ser, a unamodalidad intrínseca de la burocracia reformista;la violencia sin fundamentos teóricos suficienteses también una simplificación de la realidad, quesupone un expediente –el de la violencia– sacadodel contexto revolucionario, desvinculado de lalucha de masas, es la acción de una secta ilumina-da. Ambos tienen la misma falla respecto de larealidad. Uno la acata tal cual es: mide la corre-lación de fuerzas y como, evidentemente, el ene-migo tiene la máxima concentración de fuerzamaterial, los tanques, las armas y el dinero delimperialismo, se resigna y busca que el régimenle dé entrada con alguna porción de poder com-partido; es el neoperonismo y todas las variantesde la burocracia reformista. Al mismo tiempo,violento porque sí, el que se proclama exclusiva-mente como ‘línea dura’ cree que esa correlaciónde fuerzas puede ser modificada por el mero volun-tarismo de un grupo pequeño de iniciados; no aspi-ra a un movimiento de masas en que la salidarevolucionaria sea la consecuencia lógica y la direc-ción revolucionaria se convierta en la única posible,sino que aspira a constituirse como vanguardia delmovimiento caído de la estratosfera para venir adecirle las verdades reveladas de esa revolución sinfundamento doctrinario, sin base en la realidad”(Cooke, Ibid., p. 36. Cursivas mías.) Este volun-tarismo es constitutivo de la vanguardia. Con lavoluntad todo es posible. La voluntad revolucio-naria puede vencer los escollos de la realidad,siempre débiles ante ella. La voluntad revolucio-naria puede suplir el respaldo de las masas y, consu poder, convocarlo. No es azaroso que el librode Anguita y Caparrós lleve por título La Volun-tad. La voluntad es un concepto nietzscheano yla voluntad de poder es, para Nietzsche, aquelloque permite el devenir de la vida. Para el revolu-cionario abstracto, iluminista, su voluntad nonecesita asideros en la realidad, los crea. Suvoluntad es, también, pura, es la voluntad deliluminismo revolucionario que tiene que vencernecesariamente al vil mercantilismo del merce-nario. Hay una valoración moral de la voluntad.Nuestra voluntad es pura, es limpia, se rige porideales. Nuestros enemigos son mercenarios. Osoldados recogidos del pueblo que se nos uniránen el momento del combate. La voluntad, a lavez, me permite conocer la realidad y se nutrecon ese conocimiento, que es, ni más ni menos,que la teoría revolucionaria. Cooke, por el con-trario, escribe: “La política revolucionaria noparte de una verdad conocida por una minoríasino del conocimiento que tengan las masas decada episodio y de las grandes líneas estratégicas”(Cooke, Ibid., p. 38).

¿Se comprende el valor que le damos a estetexto, el aura mítica que tenía para nosotroscuando sólo podíamos conseguirlo en mimeó-grafo? La derecha peronista nunca lo aceptó.Amelia Podetti, brillante teórica, notable filóso-fa, detestaba a Cooke. Hicimos juntos en 1969un seminario sobre los procesos de cambio en laArgentina. Amelia decía: “El teórico del peronis-

mo no es Cooke, es Perón”. Era la posición delos intelectuales de derecha. De los mejores cua-dros de Guardia de Hierro. De los Demetrios.Se conocían de memoria Conducción política yLa comunidad organizada. Estudiaban cada unode los filósofos citados en este último texto. Ago-tadora tarea, ya que Perón no dejaba uno sincitar. La izquierda peronista les decía “el peronis-mo mogólico”. Cuando Perón llega (en su pri-mer regreso y se instala en Gaspar Campos)rodean la manzana, pasan la noche ahí, custo-diándola, y cuando sale el sol cantan: “Buenosdías, general, su custodia personal”. Eran pro-fundamente antimarxistas. Profundamente anti-cookistas. Detestaban a la guerrilla aunque no sele opusieron hasta que Perón se les enfrentó. En1973, en medio de ese enfrentamiento, Podettiempezó a dar unos cursos sobre ortodoxia pero-nista en el Teatro San Martín. La encontraronmuerta, en plena dictadura, de un paro cardíaco,dijeron. Salvo que haya sido algún ajuste decuentas de la derecha peronista, los militares notenían motivo alguno para liquidarla. Había sidouna ferviente enemiga de la guerrilla. Y habíaodiado a Cooke desde Perón y atacado la impor-tancia que nosotros le dábamos a nuestro Gordoquerido.

LOS FUNDAMENTOS DE LA VIOLENCIA

Cooke, en su Informe a las bases, escribe textosdignos del Prólogo de Sartre a Fanon: “El obrero(...) sujeto para sí, es objeto para quienes loexplotan, carente de bienes materiales y tambiénde los bienes espirituales a los que se accede pormedio de la cultura y el desenvolvimiento de lapersonalidad. El primer paso para dejar de serobjeto no es la cultura, que los regímenes de tra-bajo extenuantes no le permitirán formarse, sinola acción revolucionaria” (Cooke, Ibid., p. 50).De este modo, la misión del verdadero hombrede izquierda es incorporar al obrero a la praxis,no hacerla solo, como el vanguardista ilumina-do, porque incorporando al obrero lo incorporaa la cultura, que sólo le puede venir de la acciónrevolucionaria. Esta es la única acción pedagógicaválida del intelectual sobre el obrero: sumarlo ala lucha revolucionaria, ayudarlo a encontrar suidentidad en la lucha. Luego Cooke dirá otra desus frases como latigazos: “Un régimen nunca secae, siempre hay que voltearlo”. Notemos que lapotencia de estas fórmulas responde al poder desu pluma eximia, como el caso de Sartre.

Y ahora el anteúltimo parágrafo de este textodeslumbrante. Su título: Los fundamentos de laviolencia. Detecta una carencia en el peronismorevolucionario: una adecuada teoría de la violen-cia. “La teoría revolucionaria comprende la teo-ría de la violencia” (Cooke, Ibid., p. 65). Vamosa citarlo extensamente. Lean con detenimiento eltexto. Luego, con ese mismo detenimiento, nosconsagraremos a analizarlo. Cooke empieza conel argumento que extiende la violencia a la injus-ticia social: “Pero el que algunos tengan mucho yotros no tengan nada, ¿acaso no es un hecho deviolencia? (...) La opresión no es una fatalidadque nos llega del cielo: la opresión es algo queunos hombres les hacen a otros hombres. No esuna situación de la que nadie sea responsable: esresponsable el régimen, son responsables loshombres del régimen (...). Si en el Noroeste hayuna mortalidad infantil altísima (...) eso no ocu-rre porque sí, sino porque hay hombres que hancreado las condiciones para ello, y hombres queson cómplices porque las aceptan” (Cooke, Ibid.,p. 66). Ese es el aspecto existencialista de Cooke.Su hondo humanismo sartreano. Si Levinaspuede decir que los filósofos existencialistas seequivocaron al reducir el Ser al ente antropológi-co, Cooke lo mandaría al diablo. A mí meimporta el hambre, la miseria y la explotacióndel ente antropológico, si eso es el Ser o no lo es,no me preocupa, entreténgase usted con esascosas. Observemos con qué obsesividad Cookemarca la responsabilidad de los hombres en lainiquidad de la historia. El mecanismo de laexplotación no viene de las estructuras, Son loshombres quienes lo sostienen. Se dispone a lucharcontra la degradación de los hombres con todoslos medios que tenga. Y si no es elegante, no leimporta. “Nosotros somos peronistas, no caballeros”

(Cooke, Ibid., p. 66). Y atención ahora: “Con-dolerse por la condición de los niños norteños eslo que viene haciendo la oligarquía desde hacecien años. El que realmente lo sienta, que tomeparte de la lucha. No con llamados a la buenavoluntad de los opresores, sino armando el brazo delos oprimidos, dándoles conciencia de su opresión yde las causas y despertando su voluntad para buscarla libertad” (Cooke, Ibid., p. 66). Aquí resuenala poderosa frase de Marx: “Hay que hacer laopresión real aún más opresiva, agregándole laconciencia de la opresión; hay que hacer la igno-minia aún más ignominiosa, publicándola” (Esla Introducción a la filosofía del derecho de Hegel,1843). O del mismo texto: “La crítica no es unapasión de la cabeza, sino la cabeza de una pasión.No es un bisturí sino un arma. Su objeto es suenemigo, a quien no quiere refutar, sino aniqui-lar”. Y sigue Cooke: “Es falsa la elección entreviolencia y no violencia: lo que se debe resolveres si se ha de oponer a la violencia de los opreso-res la violencia libertadora de los oprimidos”(Cooke, Ibid., p. 66). Pero esto es muy comple-jo. No es cuestión de venir a hablar así nomás dela “violencia de los oprimidos” y de pronto apa-recen cuatro locos con metralletas al grito de“¡Aquí están los oprimidos!” Eso le hace un dañoirreversible a la revolución. Escribe Cooke: “Poreso los que vienen con revolucionarismos abs-tractos, anunciando baños de sangre y declaran-do la guerra civil porque sí y ante sí, tambiénestán lejos de la violencia revolucionaria, que pre-supone la moral. El revolucionario no despreciala moral: desprecia la ética del régimen para sus-tituirla por la ética de la solidaridad revoluciona-ria” (Cooke, Ibid., p. 67). La violencia revolu-cionaria, dirá, es distinta a la del régimen porquetiene una base ideológica y moral. “Porque no sepuede exponer a un ser humano a la cárcel –y talvez a la muerte– sino conmoviéndolo como con-ciencia, como parte de la conciencia colectiva. Esviolencia contra los enemigos de los seres huma-nos; o sea, es amor a los hombres que se traduceen odio a quienes causan su desgracia” (Cooke,Ibid., p. 67. Cursivas mías).

Considero que la exposición que acabamosde ver en este luminoso texto de John WilliamCooke es una de las más sólidas e inteligentesque se han formulado desde la izquierda. Sitenemos en cuenta que el texto es de 1964 nopodemos sino concluir que es posterior a todocuanto Guevara le haya podido decir acerca delfoco insurreccional en Cuba. Bien, en este textono hay una sola mención a ese foco. ¿Cuál es ladiferencia? El foco insurreccional plantea: pri-mero el foco, después las masas. Es lo que can-taban –muy equivocadamente– los pibes de laJP, los foquistas: “Ayer fue la Resistencia, hoyMontoneros y FAR, y mañana el Pueblo enteroen la lucha popular”. Lo que causaba el estuporde muchos, pero muchos, eh, muchos, quehabíamos “entrado” en el peronismo por otrosmotivos. Justamente por el contenido masivodel movimiento. Oigan, ¿cómo mañana el pue-blo entero? ¿Para eso nos metimos en el pero-nismo? No, muchachos: Y por siempre el puebloentero en la lucha popular. La concepción deCooke no es la de Guevara, por más amigosque hayan sido y por más que, según la leyen-da, haya seducido el Guerrillero Heroico algran lector de Sartre y de Marx. Para Cooke lacosa no es primero el foco, después el pueblo.No es primero una minoría y después lasmasas. Una minoría sin masas se extravía sinremedio. No existe revolución sin masas. Elverdadero revolucionario es aquel que trabajacon y desde las masas. Por eso valoraba tanto aPerón. Lo que Perón le daba: las masas peronis-tas. Lo veremos todavía con mayor profundi-dad en nuestra próxima entrega. Cuando anali-cemos la Correspondencia Perón-Cooke, una joyadel pensamiento político. También una imposi-bilidad de entendimiento que se vislumbradesde el principio y que será cerrada por Cookecuando escriba: “Mis argumentos, desgraciada-mente, no tienen efecto: Ud. procede en formamuy diferente a la que yo preconizo, y a vecesen forma totalmente antitética”.

Colaboración especial:Virginia Feinmann – Germán Ferrari

IV Domingo 13 de julio de 2008

PRÓXIMO DOMINGO

John William Cooke, el peronismo que Perón no quiso (III)

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

John William Cooke, el peronismo que Perón no quiso

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EL ATAQUE A LA GUARNICIÓN DE AZUL

La acción la emprende la Compañía Héroes deTrelew. Se supone que quieren robararmamentos y municiones. El resultado es quematan al centinela de guardia, el soldado DanielGonzález (un soldado, un perejil que posiblemente

estuviera haciendo la colimba), y al coronel Camilo Gay y suesposa. Vale anotar, como detalle, que Gorriarán no tomó encuenta que el matrimonio Gay estaba acompañado por suhija Patricia, que tenía apenas catorce años. Se suicidó el 5 deoctubre de 1993. (La Pando te lo agradece, Gorriarán.) LaCompañía Héroes de Trelew tomó como prisionero alteniente coronel Jorge Roberto Ibarzábal. Luego se retiraronsin haber logrado ninguno de sus objetivos. El fracaso cubrióde desprestigio a Gorriarán dentro de la organización. Losacaron del Estado Mayor y jamás llegó al grado decomandante. En cuanto al coronel Ibarzábal, el ERP lo tuvopreso diez meses y luego lo asesinó. ¿O vamos a hablar dejusticia popular? ¿Consultaron con, al menos, algún sector delpueblo para ultimar a Ibarzábal? Hoy, desde luego, es unabandera de la derecha de los dos demonios. El sábado 21 dejunio apareció en La Nación una carta de una hija o algúncercano pariente de Ibarzábal. Yo no leo La Nación porquelos artículos de Morales Solá tienen un odio tan desmedido,casi irracional, que me resultan intolerables. Además, meresulta intolerable una distorsión tan belicosa de la verdadque alienta un proto-golpismo evidente. Sin embargo, altratar el tema del ataque a la Guarnición de Azul (que, quieroser insistentemente claro, me parece un hecho abominableque, en buena medida, determina el asesinato de Troxler alfacilitarle a Perón destituirlo como jefe de Policía de laProvincia y dejarlo al descubierto) me acercaron la carta deesta señora. Su fin es claro: detener los juicios de lesahumanidad o incluir en ellos a los muertos por la guerrilla. Laseñora es hábil. Acaso sepa que cuando se habla de “derechoshumanos” se menciona a las víctimas del terrorismo estatal.Para eso, en todo el mundo, se han creado los “derechoshumanos”: para defender al ciudadano, inmerso en elLeviatán estatal, de los posibles crímenes de éste. Para juzgarlos delitos cometidos por grupos civiles está el propio Estado.Los miembros de la institución estatal no necesitanorganismos de derechos humanos pues son miembros delEstado y es éste el que debe protegerlos. El problema escuando el propio Estado se convierte en una máquina dematar, como ocurrió en la Argentina. Ibarzábal fue unavíctima de un grupo civil que empuñó las armas. Lasorganizaciones de derechos humanos se encargan de ladefensa y justicia de todos aquellos asesinados por elterrorismo estatal. No obstante, la señora Ibarzábal –parecieraconocer este tema– se maneja con habilidad pues le exigecoherencia a la Presidenta en nombre de “todas las víctimas”de la Argentina. El caso de Ibarzábal es ideal para este tipo dereclamo. La derecha puede justificar todo desde ahí. O, sinduda, intenta hacerlo. ¿Para qué se lo tuvo prisionero diezmeses? ¿Por qué luego de un tiempo tan prolongado se loultimó? Este trabajo que desarrollamos buscará ahondar en eltema de la violencia (Teoría de la violencia: levantar la manosobre el otro, y tomará como punto de partida la polémica quedesató la carta de Oscar del Barco), pero no es el momento dehacerlo. Reproduzco la carta de la señora Ibarzábal para quese juzgue cuán funcional es a la derecha, que buscará,siempre, identificar los muertos por el terror estatal con losmuertos por la guerrilla. La carta dice así:

“Memoria. Señor Director: “Escuché con atención el discur-so de la Presidenta el 17/6, en conmemoración de las víctimasdel bombardeo a la Plaza de Mayo, en 1955. “En él hizo refe-rencia al ‘recuerdo que todos los argentinos deberíamos tenerde todas las víctimas en la Argentina’. En su alocución mencio-nó: víctimas del bombardeo de 1955, víctimas de la Guerra delas Malvinas, víctimas del proceso militar de 1976.

“Pero omitió hablar sobre las víctimas del terrorismo de laArgentina. Es decir que la Presidenta se olvidó de las víctimasde Montoneros, ERP y afines.

“Respecto de su permanente reclamo de memoria en lamayoría de sus discursos, como ciudadana me ofrezco a cola-borar en el ejercicio de aquélla, para que incorpore en su agen-da toda la temática que este capítulo de la historia merece.

“Señora Presidenta: nosotros, las víctimas del terrorismo dela Argentina, también sufrimos la intolerancia. También añora-mos vivir en democracia.”

Silvia Ibarzábal

BAJATE, TROXLERPerón actúa con reflejos rápidos. Habla por la cadena nacio-

nal de radiodifusión. Y por primera vez se pone el opulentouniforme de teniente general del Ejército. (En una medida nodesdeñable, sino de peso, verdadera, había regresado para eso.Para humillar a quienes lo degradaron. Para que fueran éstosquienes tuvieran que ponerle de nuevo los oropeles de militarcon los que quería morir.) O sea, el que le habla a la ciudada-nía es un militar indignado. El que habla es un militar que

comparte la desgracia de sus compañeros. Un militar que habráde condenar con extrema dureza los acontecimientos produci-dos. Un militar malhumorado, poseído por una indignacióntemible. Un militar que dice: “Me dirijo a todos los argentinosfrente al bochornoso hecho que acaba de ocurrir en la provin-cia de Buenos Aires, en la localidad de Azul, en el Regimientode Tiradores Blindados C-10, donde una partida de asaltantesterroristas realizara un golpe de mano, mediante el cual asesi-naron al jefe de la unidad, coronel don Camilo Gay, y a suseñora esposa, y luego de matar alevosamente a soldados y herira un oficial y suboficial, huyeron llevando como rehén alteniente coronel Ibarzábal.

“Hechos de esta naturaleza evidencian elocuentemente elgrado de peligrosidad y audacia de los grupos terroristas quevienen operando en la provincia de Buenos Aires ante la evi-dente desaprensión de sus autoridades. El Gobierno del Pue-blo, respetuoso de la Constitución y la ley, hasta hoy ha venidoobservando una conducta retenida frente a esos desbordes gue-rrilleros que nada puede justificar en la situación que vive laRepública.”

Hay una frase letal para el gobierno de Bidegain y paraTroxler, como jefe de policía. Perón dice: “Hechos de estanaturaleza evidencian elocuentemente el grado de peligrosidady audacia de los grupos terroristas que vienen operando en laprovincia de Buenos Aires ante la evidente desaprensión de susautoridades”. Se acabó. Bidegain viaja a Buenos Aires, se entre-vista con Perón y renuncia. Lo ponen a Calabró. La Provinciaqueda en manos de la derecha. Troxler queda a la deriva.Queda marcado. Es casi el primero de la lista. O uno de ellos.

Empieza a trabajar en la Facultad de Derecho. Pero luego dela muerte de Perón, el accionar de la Triple A se desboca. Yaveremos la responsabilidad de Perón en estas cuestiones. Comosea, a Alberto Villar lo pone él como jefe de Policía. Y RodolfoAlmirón era parte íntima de su custodia. López Rega, su secre-tario privado. A su muerte es que los asesinatos empiezan asucederse ininterrumpidamente. La maquinaria que se armóbajo su mirada empieza a actuar con un vértigo imparable. Así,el 20 de septiembre de 1974 (fecha que debe unirse en la histo-ria del peronismo, si queremos asumir toda su complejidad, conla del 9 de junio de 1955), desde un Peugeot negro se llevan aJulio Troxler. El Peugeot se detiene en el Pasaje Coronel Rico,en Barracas. ¿Qué habrá sentido, que habrá sufrido o alucinadoTroxler? ¿Cómo? ¿Otra vez esto? Si yo me salvé. Si los gorilas deAramburu no me mataron. Pero éstos dicen que no son gorilas,dicen que son peronistas y que yo soy un traidor, un zurdo demierda. O no, por ahí Julio la tenía bien clara: éstos son fachos,son bien fachos, porque el peronismo es facho y nunca lo quisi-mos ver. Porque el Viejo es facho. Por eso se vistió de milicopara tirarlo a Bidegain y bajarme a mí. Hicimos bien con Walshy con Cedrón en no nombrarlo al final de Operación Masacre.Mirá vos, va a tener que escribir otro libro Walsh. Otro Opera-ción Masacre. Porque estos fachos ahora me dicen que despuésde mí van a liquidar a Sandler, porque rima con Troxler, aOrtega Peña, Curuchet, Atilio López, Silvio Frondizi, Sueldo,Bidegain, Cámpora, Laguzzi, Betanín, Villanueva, Caride, Taia-na, Añón, Arrostito. Qué masacre van a hacer. Y el Viejo ya nolos puede parar. Se murió el Viejo. ¿Por qué no los paró antes?¿O estaba ciego, o boludo? ¿O no veía lo que estos tipos estabanpreparando? ¿Para qué mierda lo trajimos al Viejo? ¿Para esto?

Le atan las manos a la espalda. Llegan a una calle que limitacon un terraplén ferroviario. Están en Barracas. Estos te matana la luz del día. No les importa nada. Los gorilas te mataban denoche. En un basural. Estos, así nomás. Hay que tener libre elterritorio para hacer estas cosas. Bien libre. Carajo, mirá cómovengo a terminar. Yo, que me salvé de los gorilas. Que me lesfui de las manos esa noche, en José León Suárez. Salvarse así yvenir ahora a morir contra ese paredón. Asesinado por fachosperonistas. Por fachos que el Viejo, desde el mismísimo día deEzeiza, cubrió, les dio manija, les dio sus mejores jefes, Villar,Margaride, ese hijo de puta de López Rega. Carajo, qué putasuerte, venir a morir así. Como un perro.

–Bajate.Troxler se baja y le dicen que camine hacia adelante. La calle

por la que camina se llama Suárez. Se acabó todo. Esta vez, sí.Los fachos, por fin, me alcanzaron. Porque éstos no son pero-nistas. Son fachos. Igual que los gorilas de José León Suárez.Fachos todos. Pero si los gorilas son fachos. Si éstos son fachos,nos equivocamos fiero, irlandés. Todo el país es facho. Loborra una ráfaga de ametralladora.

El que muy posiblemente haya dirigido el operativo se llamaRodolfo Almirón. Un subcomisario de la Policía Federal. En1974, el año en que asesina a Troxler, había custodiado alGeneral hasta la muerte. Hay una foto clarita, clarita. Se lo ve aAlmirón, de bigotazos negros, mirando hacia un costado, aten-to, no vaya a ser que algún zurdo quiera matar al General. Ydelante de él se lo ve al General. Hay mucha más gente en lafoto. También están, desde luego, Isabel y López Rega. Perónse ve malhumorado. La foto es en blanco y negro, bien de laépoca. Almirón, tenso, va detrás del General. Pero cerca. Unodiría demasiado cerca.JOHN WILLIAM COOKE,

DELEGADO DE PERÓN Cooke es una de las figuras más enigmáticas del peronismo.

Fogoso diputado, es el que no se calla una en esa Cámara, elque se opone a la visita de Milton Eisenhower, el que apoyacon fervor militante y revolucionario la clausura de La Prensa(para un revolucionario no hay nada más coherente que cerrarun diario burgués: para eso es un revolucionario, las revolucio-nes no son democráticas), se opone al Contrato con la Califor-nia y logra que ese Contrato no se firme (Nota: Bajo el Gobier-no de Perón el Contrato con una empresa del Imperio desatóun escándalo institucional, después se firmaron a montones ynadie se opuso seriamente, se había perdido el carácter nacionalque tenía el gobierno de Perón pese a sus aflojadas) y no haymedida nacional, popular, de carácter irritativo para las clasesdominantes que no cuente con su apoyo. Era querido por losperonistas, era joven y los veteranos le decían el “Bebe” Cooke.Este apodo se lo seguirán dando, pero jamás para los quesiguieron su línea, para los siguieron su obra no fue el “Bebe”

II

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Cooke, sino John William Cooke, el tipo que inventó laizquierda peronista.

Cuando el gobierno peronista se derrumba, en 1955, Perónlo nombra al frente del Partido Justicialista, una medida másque apropiada a causa de los momentos de claudicaciones,rajes varios y terrores de cuanto burócrata y adulón formabaparte del movimiento, que sumaban muchos y a los que Perónhabía permitido crecer. De aquí que la medida de poner aCooke fuera correcta, pero tardía. Del modo que sea, siempreme sorprendió esta medida porque iba más allá de lo que ellíder –en la intimidad de su conciencia, si es que alguien algu-na vez supo qué había ahí: Perón era impenetrable– estaba dis-puesto a ofrecer en términos de lucha. La lucha no se produce,pero –aun así– Perón, ya desde el exilio, insiste en mantener laconducción de Cooke y redacta un documento por el cualdelega en el joven dirigente toda posible representación. Esuno de los documentos más sobreinterpretables del peronismo:

“Al Dr. D. John William Cooke, Buenos Aires.

“Por la presente autorizo al compañero Dr. D. JohnWilliam Cooke, actualmente preso, por cumplir con su deberde peronista, para que asuma mi representación en todo acto oacción política. En ese concepto su decisión será mi decisión ysu palabra la mía.

“En él reconozco al único jefe que tiene mi mandato parapresidir a la totalidad de las fuerzas peronistas organizadas enel país y en el extranjero y sus decisiones tienen el mismo valorque las mías.

“En caso de mi fallecimiento, delego en el Dr. D. JohnWilliam Cooke el mando del Movimiento.

“En Caracas, a los 2 días de noviembre de 1956.Perón.

Perón se murió en el peor momento para él y para el país.En 1974 ya estaba manchado por las acciones parapoliciales enCórdoba, por su reflotamiento de toda la legislación antirre-presiva, por el nombramiento de un matarife como Alberto

Villar al frente de la Policía, por su terrible amonestación a losdiputados de la JP y, para no seguir, por dejar a Isabel y aLópez Rega como herederos. Este último aspecto es ilevanta-ble. No tiene perdón. El anciano líder (como suele decirse)sabía más que bien que sus días estaban contados. Los doctoresCossio y Taina se lo habían dicho, aunque se emitiera undocumento público que lo negaba. Lo sabía: moriría pronto.¿Cómo no hace un cambio? ¿Cómo le deja el país a IsabelMartínez que –él lo sabe mejor que nadie– es arcilla fácil enmanos de López Rega, el fanático impulsor de la Triple A?¿Cómo le deja el país a un asesino? ¿Ignora que dejarle el paísal sanguinario Lopecito es dejárselo a los escuadrones de lamuerte? Nadie tiene una explicación para esto. Se lo dice depuertas adentro. Pero se acabaron las “puertas adentro”. Hapasado demasiado tiempo y ya nada puede no problematizarse.Se muere en el momento en que peor queda su imagen. En elmomento en que sus herederos son una tonta sin formación denada y un matarife que estará dispuesto a hacer la matanza, alanzar a la calle a los escuadrones de la muerte, a “hacer latarea”, según dirá notablemente Mariano Grondona, que ava-lará al asesino desde su revista Carta Política.

Supongamos que Perón muere en 1964, volviendo al país,siendo detenido por la Cancillería de Illia, el Gobierno brasile-ño y la Embajada de Estados Unidos en El Galeao. Muerecomo un héroe. Como un líder que regresa a su país a luchar,a enfrentar la historia, a que lo arresten (algo que desencadena-ría una pueblada genuina, poderosa) o a ponerse al frente delMovimiento para presentarse en elecciones democráticas. Pero,¡he aquí lo impensable! Supongamos que se muere en Caracas,el 3 de noviembre de 1956, luego de haberle cedido todos susderechos a Cooke. Luego de haber dicho: “Su decisión será midecisión y su palabra la mía”. Luego de haber dicho: “En caso demi fallecimiento, delego en el Dr. D. John William Cooke elmando del Movimiento”.

Cooke asume la conducción del Movimiento. La Resistenciano demora en convertirse en lucha abierta para la toma delpoder. Cooke extrema la lucha. El Movimiento ya no pendu-lea. Elige ser la extrema izquierda que Cooke luego propondríaal General. En 1959, Cooke viaja a Cuba y establece una férreaunión con el castrismo. Regresa con el aval de Fidel. La buro-cracia partidaria y el sindicalismo pactista se le resisten. Cookemoviliza a las masas. Les exige que abandonen las ilusiones deEstado de Bienestar. Ya no hay Estado de Bienestar. Ahora hayque luchar para conquistarlo. Todo esto es impensable. Esta-mos en plena Ucronía: ¿Qué habría ocurrido en la historia si nohubiera ocurrido lo que ocurrió? Pero volvamos al tema queintentamos sugerir: ¿cómo lo dejaba a Perón este final? Comoel líder que había delegado el mando en un combativo que(Perón no lo ignoraba) llevaría al Movimiento a la lucha por laverdadera toma del poder, por el socialismo, por la unión conotros movimientos libertarios de América o con los que pudie-ran surgir (en 1956 el castrismo no existía), ese líder quedabaen la Historia como el hombre combativo que, lejos del querehuyó la lucha en el ‘55, la reiniciaba (advirtiendo que nohabía otro camino) en el ‘56 por medio del más fogoso de suscuadros políticos. La otra posibilidad es la que más sencilla-mente habría podido darse: que Perón muriera sin volver. Es lamás sencilla. No necesita una coyuntura especial. Ni ser dete-nido en El Galeao. Ni haber designado a un combativo en sureemplazo. No, quedarse allá en Puerta de Hierro. Morirseahí, en Puerta de Hierro, custodiado por esos dos monstruosque no habríamos llegado a conocer, Isabel y Lopecito. Morirseen la lejanía, morirse sin quebrar el mito, sin matarlo. Desdeeste punto de vista –se sabe– la jugada de Lanusse habría logra-do un triunfo perfecto. Lo obligaron a volver y las contradic-ciones de todos los demonios que había desatado lo liquidaronen pocos meses. Volver, para Perón, fue una catástrofe. Y otrapara el país. El país podría, al menos, haber conservado unsímbolo, un mito, un hombre anhelado por el pueblo que lainjusticia del régimen impidió volver. Es cierto que el peronis-mo sigue vivo y que a los peronistas les repugna, les desagraday les da mucho miedo meterse con las aristas del Perón delregreso. Ahí está esa pintada. Se pintó no bien la Justicia deci-dió ocuparse de la Triple A: “No jodan con Perón”. La pintadaya admite que empezar por Rodolfo Almirón, asesino de Trox-ler y Silvio Frondizi y Ortega Peña, no puede terminar másque, primero, en López Rega y, después, en Perón. Por esoapenas lo arrestan a Almirón aparece esa pintada, la de nojoder con Perón. Es una amenaza, claro. ¿Qué van a hacer?¿Una Triple A para amenazar a los jueces que lleven la causade Almirón y no sepan dónde detenerse, no puedan hacerlo ylleguen hasta las mismas puertas del dormitorio de Perón?Veremos cómo sigue esto.

Pero volvamos a 1956. Se forma la Resistencia Peronista.Perón pone a su frente al más combativo de sus cuadros.¿Sabemos bien quién es John William Cooke? Vean, somosmuchos los que queremos a Cooke. De toda esta historia llenade sonido y de furia son muy pocos los que habrán de salir sinmácula, sin errores graves, con una moral incuestionable, conuna pasión verdadera, sin haber transado nunca, con las ideasintactas, con la vida puesta en las propias creencias y con la

III

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vida en riesgo permanente por ellas. Uno de esosexcepcionales tipos (un tipo del valor moral, de laestatura militante, de la pureza Julio Troxler) esJohn William Cooke, el Bebe Cooke, el GordoCooke. Detengámonos en él.

HABLEMOS DE JOHN WILLIAM COOKE

Cooke nace en La Plata el 14 de noviembre de1919. De origen irlandés como Rodolfo Walsh,es el primer hijo de Jauna Isaac Cooke, abogadoy dirigente radical. Sigo para esta biografía laentrada que le dedica Horacio Tarcus en su Dic-cionario de la izquierda argentina. La entrada eslarga, dilatada, de las más extensas del Dicciona-rio. Bien, Tarcus: Cooke fue uno de los másgrandes militantes de la izquierda argentina. Yfue peronista porque veía en el movimiento polí-tico creado por Juan Perón la sustancia, hablandoen lenguaje hegeliano, por medio de la cual sedesarrollaba la dialéctica histórica, en la cualCooke creía fervientemente. Casi podríamosdecir que Cooke veía en el peronismo la materiaprima de la Historia Argentina cuyo necesario einmanente desarrollo dialéctico llevaría a lasmasas al poder. El régimen estaba condenado.Aunque, en una de sus frases más célebres y con-tundentes, habrá de decir: “Un régimen nunca secae, siempre hay que voltearlo”. John está habitua-do a las discusiones políticas desde su infancia: supadre fue funcionario del Ministerio de Gobier-no de la Provincia de Buenos Aires. “Se afilia a laUnión Cívica Radical y participa en la agrupa-ción antifascista y analiadófila Acción Argentina,frente integrado por figuras del socialismo, elradicalismo, el liberalismo, y el conservadurismo.Cooke percibe inicialmente el golpe de junio de1943 como otro cuartelazo, pero su actitud cam-bia cuando el coronel Perón asciende posicionesen el nuevo régimen” (Horacio Tarcus (director).Diccionario biográfico de la izquierda argentina,De los anarquistas a la “nueva izquierda” (1870-1976), Emecé, 2007, Buenos Aires, p. 148. Insis-to en lo valioso de esta obra. Hay ausencias y hayalgunas presencias que apestan. Pero es un traba-jo sólido. Un gran trabajo de equipo. Una herra-mienta que los ensayistas precisábamos). Obser-vemos por qué Cooke es Cooke: no se deja arras-trar por toda esa alharaca del nazismo de Perón.Ve enseguida en él al líder obrerista. Lo diferen-cia de los otros milicos del GOU. Perón viene aotra cosa. El padre de Cooke es designado minis-tro de Relaciones Exteriores desde agosto de1945 a junio de 1946. Se convierte en un fierocontrincante de Spruille Braden. Cooke está a sulado, y ahí aprende a resistir a las presiones de losEstados Unidos. Estas presiones han seguidoininterrumpidamente. (¿Alguien cree que, hoy,en estos días dramáticos y repugnantemente reac-cionarios, en esta fiesta de la oligarquía respalda-da por una clase media chillona y atildada en suvestimenta y en sus elementos estridentes de coci-na, no se encuentra la mismísima Embajada delos Estados Unidos?) Cuando Perón gana laselecciones del ‘46 Cooke es elegido diputado.Tiene sólo 25 años y se convierte en uno de losdiputados más vehementes, más rompebolas delCongreso, porque le temen al Bebe Cooke comose le teme a la sangre joven, a las ideas frescas, alos modos nuevos, a las palabras nuevas y francas.Cooke es joven, pasional, insobornable. Hastasus iras se desatan contra el gobierno que repre-senta. Se opone al Acta de Chapultepec y a laCarta de las Naciones Unidas porque, comosabemos todos, fueron dos aflojadas de Perón.Bien, Cooke las rechazó. En 1951 lo expulsan delas listas partidarias. Está lleno de enemigos den-tro del peronismo, es movimiento de alcahuetes yadulones, según, célebremente, lo definieraPerón. Se opone al Congreso de la Productivi-dad. No quiere que las crisis del gobierno se solu-cionen con una mayor plusvalía de los obreros. Sino hay guita, que la pongan los que tienen y noel esfuerzo de los trabajadores en jornadas extra-ordinarias. Se viene el Segundo Gobierno Pero-nista. Evita está enferma. Se eclipsa, agoniza.Pero lo llama.

–Oíme, Bebe, te necesito como editor del dia-rio Democracia. Tenemos que tener ahí un bas-tión fuerte contra los contreras.

–No puedo, señora.

–¿Por qué?–Primero, tengo una cátedra como profesor de

Economía Política en la Universidad de BuenosAires.

–Pero, ¿vos me estás cargando? ¿Por un puestode mierda en la Universidad vas a abandonar undiario? ¿Un puesto de batalla día por día, minutoa minuto? Un lugar desde donde un tipo con tuinteligencia les puede contestar sus canalladas alos contreras?

–Tengo otro proyecto también. Y éste esbueno, señora. Una revista. Como a usted legusta. Dura, pero satírica, socarrona. Pegándolesa los contreras donde más les duele. Se va a lla-mar De Frente y la dirijo yo.

–Dale. Pero recordá algo. Los gorilas no sonsólo ruines y pancistas. También son crueles. Note caigas, porque te patean.

–No me voy a caer, señora.En De Frente, Cooke no sólo se la agarra con la

oligarquía, también “critica a los sectores buro-cráticos del sindicalismo y algunas medidas delgobierno, como la firma del contrato con laempresa norteamericana Standard Oil de Califor-nia, transformándose en una figura destacada enla línea más radical de dentro del peronismo. Esla primera persona a la cual Perón convoca despuésde los bombardeos aéreos de 1955, ofreciéndole unpuesto como secretario de Asuntos Técnicos. Cookerechaza sosteniendo que ‘no es tiempo de la téc-nica sino de la política’ y es nombrado interven-tor del Partido Peronista en la Capital Federal,encontrándose con una estructura corrupta yburocrática” (Tarcus, Ibid., 148).

FENOMENOLOGÍA DELBURÓCRATA: LA ANTÍTESIS DE COOKE

¡Qué pelotas tenía Cooke para rechazarle pues-tos a Perón! El rechazo de la Secretaría de AsuntosTécnicos es ejemplar. Ésa es la estampa de unmilitante. “No es tiempo de la técnica sino de lapolítica.” Pero no bien es nombrado interventordel Partido Peronista en la Capital, Cooke habráde toparse una vez más con un adversario del quejamás se librará: la burocracia peronista, que ter-minó por ser, a lo largo de los años, sin más, elperonismo. Pero en la época de Cooke esta batallano estaba saldada y él estaba dispuesto a dar lalucha. Fijemos un punto: ¿qué es un burócrata? (Yojo: burócratas no sólo hay en el peronismo, estánpor todas partes.) Evita decía que era un nombredispuesto a servirse de su puesto y no ponerse alservicio de él. Eso es, sí. Pero también es un trai-dor. Es un tipo que está para negociar. Y se nego-cia para ganar dinero. Hablemos, yo le doy esto,¿qué me da usted? El burócrata tiene una visiónfinanciera de la política. Lo que tiene, lo quelogró, el cargo del que se ha adueñado lo hace sen-tir superior a los hombres del pueblo. Desde ahípuede hacer negocios. Un burócrata es un tipo alque la política sólo le interesa en tanto mantengael statu quo. Porque él lo es. Si nada cambia, yoestoy aquí para siempre. Y si algo cambia, serápara que yo trepe. Es un tipo que se la creyó. Quetiene muchas secretarias. Que hace sentir a losdemás que es inaccesible. Que hace negocios enlos mejores restaurantes de la ciudad y con losmejores vinos. Que tiene una familia para la for-malidad tediosa de los actos públicos, pero sedivierte desatinando sábanas con las mejoresminas que sus subalternos le consiguen. Hace delsexo una fanfarronada constante. Cuenta sus haza-ñas en las mesas de la burocracia y las calla en lasde los negocios serios. No es de buen gusto hablarde polvos clandestinos con los altos jerarcas delChase Manhattan Bank. Sabe contar chistes. Sabecantar tangos. O le gustan mucho. Idolatra aPerón. Adora a Evita. Él es el peronismo. El ver-dadero. Esos pibes que en el pasado quisieron lle-varlo a la izquierda no entendieron al pueblo. Elpueblo peronista ama a los hombres como él.Siempre es fanático de algún club de fútbol. En suoficina tiene la foto de Perón, de Evita y la dealgún crack del club de sus amores. Se lo puedever con alguna puta de lujo, de alta jerarquía, peronadie dirá nada a su familia. Además, si la boludade su mujer se entera, no hay drama. Porque–aunque se piense lo contrario– no es boluda ysabe que lo que tiene lo tiene gracias a los choreosde su marido, de modo que si quiere ponerla en

otro lado y no en el lecho conyugal que lo haganomás. Ella tiene bastante con el coche carísimoque le compró, con la casa, con los hijos, con lascenas a las que la lleva, con el infinito, orgásmicoplacer de conocer al Presidente, con enviar a loschicos a buenos colegios. El burócrata bromea consu secretaria y de tanto en tanto le toca el culo,porque él es así: jodón. La secretaria se le hace lapúdica y dice: “Ay, señor Argañaraz, qué cosastiene usted”. El burócrata la pasa bien. Total,mientras dure hay que aprovechar y forrarse bienpor si después la cosa se complica y alguien le pidecuentas. Ahí, un buen abogado y a otra cosa. “Nojodamos, muchachos. ¿A mí me van a joder?Miren que si yo hablo se caen por lo menos cin-cuenta, por lo menos, digo, ¿está claro?, cincuenta,ochenta, ¿quieren la lista?” Es que el aparato es elaparato. El corleonismo es el corleonismo. Y elperiodismo entra en la cosa también. “O nos danla Planta de Pico Ladeado o seguimos puteandocontra ustedes durante toda la eternidad.”

Contra todo esto, en una época en que aún elmenemismo no las había llevado al extremo de laindecencia apocalíptica, estaba Cooke. Quien,antes del golpe del ‘55 visita sindicatos y unidadesbásicas en un intento ganar apoyo para su estrate-gia de movilización integral y resistencia armada.Esta política crea una fuerte oposición entre losmilitares y la dirigencia peronista, “que solicitan sudetención antes del golpe de Estado de septiembre de1955” (Tarcus, Ibid., p. 148/149). Cooke coinci-de con Milcíades en que la resistencia popular eraposible y en que había que armar a las masas.Todo parece indicar que no se encontraron. Lásti-ma. Se habrían potenciado. Lo de Cooke, en el‘55, fracasa, pero su recurrencia a las armas seencarnará en las actividades desarrolladas durantela resistencia a los regímenes militares en la segun-da mitad de los años ‘50 y los ‘60” (Tarcus, Ibid.,p. 149). Pero hay que aclarar algo: Cooke, en1955, quiere armar a las masas. Quiere recurrir ala violencia pero con las masas como protagonista.No busca el grupo guerrillero que habrá de surgirde la equivocada y fatal teoría del foco guerrilleroguevariana y el poder galvanizador de la guerrilla.Cooke tiene a las masas peronistas. Milcíadestambién. Y cuando, en el ‘55, buscan armas esasarmas no son para ellos. Son para crear miliciasobreras. No son jóvenes de clase media dispuestosa salvar a la clase obrera. Trabajan con la materiaprima de la clase obrera. Este punto es fundamen-tal. Si lo enuncio aquí es porque este ensayo, estanovela teórica, no es lineal, según ha sido exhaus-tivamente comprobado, y el lugar para diferenciarun intento armado de un grupo burgués que dicerepresentar a la clase obrera y un militante deaños como Cooke, y otro como Milcíades, quepiden armas porque saben que los obreros estánen condiciones de agarrarlas y defender a un régi-men más allá de su líder, el cual, ante esa defensa,masiva, proletaria, genuinamente peronista,podría regresar y ser la bandera que la resistenciaarmada requería convocar a la clase obrera, a lossindicalizados, que superarían a sus conduccionesburocráticas o que contarían con ellas porque lasmismas verían que sólo podrían sobrevivir al costode sumarse a la lucha.

Lo notable aquí era que Perón –en un gestonotable y que expresa su decisión de pelear, aun-que él esté lejos– decide que el único dirigentecapaz de conducir la hosca, dura, lucha que seavecina es el Gordo Cooke, por una razón muysensible: era el más bravo, el más fiel, el máscombativo y el que nunca haría lo que ya estabanhaciendo la mayoría de los canallas del peronis-mo: hablar con los de la Libertadora, acomodarsedentro de las estructuras del nuevo régimen,mostrar buenos modales, negociar, conciliar, por-que estos Libertadores vinieron para quedarse, sedecían. El ejemplo más patético y público de estaconducta fue el marino Teisaire, vicepresidentede la República, que se puso a hablar hasta porlos codos. Yo era niño, iba al cine, aparecía elnoticiario y aparecía Teisaire y hablaba pestes delmovimiento al que pertenecía. Sólo consiguióque el humor popular le pusiera un nombre inol-vidable: “El cantor de las cosas nuestras”.

Continuará.

Colaboración especial:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 6 de julio de 2008

PRÓXIMO DOMINGO

John William Cooke, el peronismo que Perón no quiso (II)

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

Julio Troxler, una tragedia argentina32

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LA INGENUIDAD DE VALLE

Hay ingenuidad en la revolución deValle. En él mismo sobre todo.Pareciera no haber puesto en labalanza la adhesión poderosa delas clases medias y de los sectores

intelectuales y académicos para con laLibertadora. Si Valle pensaba que una masaincontenible de obreros peronistas se sumaría a él,ese error era mayúsculo. En junio de 1956 eramás probable que se movilizaran los sectoresligados al catolicismo, al Cristo Vence, losempleados que esperaban prosperar en el nuevogobierno, los que estaban hartos del estiloagobiantemente personalista de Perón, losintelectuales, los radicales, los socialistas, loscomunistas, que las masas peronistas quepermanecían en la misma desorganización en quePerón las había mantenido. No era el momentode una revolución a la luz del sol. No era elmomento de un paseo triunfal hasta la Plaza deMayo (al estilo del de Uriburu y sus cadetes),tampoco el de una simple proclama que arrancarade sus barrios oscuros, humillados, sometidos a lapersecución de la policía aramburista, a losobreros beneficiados por el régimen peronista.Siempre conocedor de los hombres y lascoyunturas, siempre zorro y, más aún, viejo, elgeneral se había opuesto al intento de Valle. Vanal muere, era su pronóstico. Valle y los suyospensaban que Aramburu y Rojas eran unoscobardes, que no afrontarían una sublevación,que el golpe del ‘55 era fruto del coraje deLonardi. Era increíble que desconocieran el odiodel antiperonismo. El desplazamiento de Lonardiabrió paso, justamente, al odio gorila, que no espara desdeñar. Ha tenido y tiene una fuerzapoderosa en la Argentina. Sobre todo cuandoidentifica al peronismo con esa fuerza maligna ala cual suele asociarlo: el peligro comunista. Elodio gorila razona así: si el peronismo semantuviera en sus posiciones podríamoscontenerlo, incluirlo, no reprimirlo. Pero, al serun movimiento de masas, al representar a lanegritud de este país, aun cuando siemprecontemos entre sus filas con fascistas queadherirán a nosotros en un enfrentamientodefinitivo, el peligro de este maldito movimientoque tanto persevera es que surja de él elcomunismo. O, en nuestros días, el populismolatinoamericano, enemigo de Estados Unidos,partidario de los juicios contra los “héroes de lalucha contra la subversión” e, incluso, partidariode una investigación sobre la Triple A (y estoviene de parte del mismo peronismo) que podríallegar a tocar la intocada e intocable figura dePerón. Créase o no, es a la derecha argentina entotalidad a la que no le interesa que se “toque” aPerón. Los trabajos sucios que hizo la Triple A yque podrían involucrar (en principio en su facetapermisiva) a Perón involucrarían al EjércitoArgentino, pues todo lo que la Triple A hizoestuvo avalado por el establishment. Bastarecordar (ya nos detendremos sobre esto en sumomento) la Meditación del elegido con queMariano Grondona fundamenta públicamente lasacciones terroristas de López Rega, hacia fines de1974 en Carta política.

Valle estaba muy lejos de conocer ese odio.Debió haberlo conocido luego del bombardeo del16 de junio, pero parecía creer más en la moviliza-ción instantaneísta de la clase obrera que en los quesostenían las banderas de la Iglesia, el Ejército, lasclases medias y el resto del país que había tirado aPerón y que todavía mantenía la sensación de sutriunfo, la convicción de sostenerlo y el odio conque lo había llevado a cabo. Era impensable un“paseo” hacia la Plaza de Mayo, concentrarse ahí yexigir el regreso del líder. Se habría producido unnuevo y más sanguinario 16 de junio. En el diarioLa Prensa del 13 de junio se recogían las declara-ciones que, la noche anterior, ante un grupo deperiodistas, en el mismo momento en que Valle erafusilado, había formulado el ministro de Ejército,general Arturo Ossorio Arana: “El asesinato, incen-dio o destrucción de vidas, iglesias y otros bienesde la colectividad, señalan el camino a un estadoanárquico total con estrecha semejanza al propug-nado por la revolución social comunista. La repre-sión firme, ecuánime y serena de las fuerzas arma-das y en particular la noble reacción del ejército

anularon el movimiento. La objetividad con quefue informada la institución y la opinión públicasin deformaciones, hablan de una confianza abso-luta en los valores morales del ejército y de la ciu-dadanía consciente y libre” (La Prensa, 13/6/56.Citado por Ferla, Ibid., p. 135, cursivas mías.) Locual situaba a un católico como Valle del lado delateísmo marxista-leninista soviético.

Valle también ignoró que la Libertadora maneja-ba todos los medios de difusión, o, sin duda, losdecisivos. Que en los teatros se daban obras satíri-cas sobre el peronismo, Perón y Evita. Que seexponían al público joyas, tapados de piel, meda-llas, todo tipo de objetos de lujo que se atribuían aldespilfarro, al robo descarado de la pareja presiden-cial. Que se hablaba sin cesar de los hurtos de JuanDuarte (muchas veces veraces). Que actores comoLeonor Rinaldi y Pepe Arias eran ídolos nacionales.Que en La Revista Dislocada, “la gran creacióncómica de Delfor”, en la que colaboraba el humo-rista rabiosamente antirrojo Aldo Cammarota, queterminó viviendo en Miami, los chistes se descarga-ban sobre el “régimen depuesto”. La clase media yla clase alta vivían envueltas en un clima de júbilo yhasta de exaltación que probablemente las hubierallevado a una defensa activa del gobierno de facto.Valle no pensaba que esta posibilidad era más via-

ble que el alzamiento de unas masas obreras desa-lentadas, agredidas, que recibían el desdén de losposeedores y la burla sobre todo aquello en quehabían creído en los últimos años. Además, ¿cómosabía Valle que Perón habría de volver? No escasual que Perón se haya opuesto al golpe. No esta-ba repuesto aún. Necesitaba elaborar su derrota yjuntar coraje para ponerse de nuevo al frente de unmovimiento, el que Valle ponía en sus manos, queesta vez enfrentaría a adversarios temibles y sangui-narios a los que Perón respetaba en su justa mediday todavía un poco más.

Valle se despide de su hija Susana y se dirigehacia el pelotón de fusilamiento. Lo fusilan en lacárcel de la Avenida Las Heras, donde ahora hayun espacio verde en el que algunos chicos juegan yalgunos mayores hacen jogging para bajar de pesoo para escaparles a los infartos. Citemos la prosaemocionada, algo cándida (en medio de tantoterror, de tanta crueldad) de Salvador Ferla: “Asípasa Valle a la inmortalidad. Así entra este héroe ymártir, esta gloria auténtica del Ejército Argentinoal reino de Dios, allí donde no existen la crueldadni el odio ni la calumnia. Hermano de Dorrego yPeñaloza, representante de una Argentina ¡por cen-tésima vez vencida!” (Ferla, Ibid., p. 134).

Sin embargo, ese reino de Dios en el que Ferla

II

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asegura entrará Valle era propiedad de los Liberta-dores. La Iglesia no hizo nada por impedir los fusi-lamientos. “Aramburu y su ministro del Interiorinformaron que habían secuestrado instruccionesde los rebeldes para tomar casi todas las iglesias ycolegios religiosos del país y fusilar a los sacerdotesy monjas que se resistieran (...) El arzobispo de LaPlata, Antonio Plaza, participó de la ‘ceremoniapatriótica’ organizada frente al Departamento dePolicía para agradecer ‘la ejemplar conducta’ desus tropas durante la sublevación. En Rosario,Caggiano visitó al comandante del Cuerpo deEjército, general José Rufino Brusa, en cuya sedeaún había personas detenidas. Si fue a pedir cle-mencia, no lo hizo público ni se conocen docu-mentos que lo indiquen” (Horacio Verbitsky, Laviolencia evangélica, Tomo II, “De Lonardi al Cor-dobazo (1955-1969)”, Editorial Sudamericana,Buenos Aires, 2008, p. 45/46). El Reino de Dioses de quienes poseen el poder. Ellos no deseanentrar a ese reino sino que envían ahí a quienesson sus enemigos. Lo hacen con suma frecuenciaen nombre de ese Reino, de ese Dios, de ese Culto.Dios no pareciera decidirse a ser justo como locreía Lonardi. Notable cuestión: Aramburu creíaque Dios era justo porque él fusilaba a Valle. Vallecreía que Dios era justo porque lo acogería en su

Reino y echaría una eterna maldición sobre susasesinos. La Iglesia, como siempre, considerabaque Dios era justo, pero a veces con unos y a vecescon otros, de acuerdo con sus propios intereses.Cuando Dios favorecía a los que la Iglesia apoyaba–como en el caso de Aramburu al fusilar a Valle–Dios era justo con los amigos de la Iglesia. Cuandono lo era, lo sería pronto. O habría que luchar paralo fuera. Pues “Dios” es una formidable rúbricaque suelen ponerse a sí mismas las revoluciones debase clerical, oligárquica, que han triunfado. Paradesgracia de Valle, Dios no estaba en la Peniten-ciaria de Las Heras la noche en que lo fusilaron.(Nota: En la película que Richard Brooks hizosobre la nonfiction novel de Truman Capote, A san-gre fría, en la escena final están por ahorcar a losasesinos de la familia de farmers. A uno lo suben alcadalso, le ponen la cuerda alrededor del cuello yel tipo ya siente la trampa que se abrirá bajo suspies. Hay un sacerdote, a su lado, que reza. Elhombre lo mira. El frío es cruel. Le pregunta:“Padre, ¿está Dios en este lugar?” ¿Estaba cuandofusilaron tan indecentemente a Valle?)

LA CARTA DE VALLEPero los crímenes no suelen quedarse en el pasa-

do. Siempre hay algo que los arroja hacia el futuro.

Valle, para desgracia de Aramburu, escribe unaCarta. También las había escrito Dorrego, cuandoesperaba los fusiles de Lavalle en los campos deNavarro. Las de Dorrego le sirvieron a Rosas paraimponer mayor dureza a su régimen. Respondía ala dureza con la dureza. Las cartas de Dorregohabían pedido que esto no ocurriera. Escribe a suhija Angelita: “Mi querida Angelita: En estemomento me intiman que dentro de una horadebo morir; ignoro por qué; mas la providenciadivina, en la cual confío en este momento crítico,así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos ysuplico a mis amigos que no den paso alguno endesagravio de lo recibido por mí”. Otra carta: “Miquerida Angelita: te acompaño esta sortija paramemoria de tu desgraciado padre”. Otra: “Mi que-rida Isabel: Te devuelvo los tiradores que hiciste atu infortunado padre”. Otra más: “Sed católicos yvirtuosos, que esa religión es la que me consuela eneste momento”. Otra: “Mi vida: Mándame hacerfunerales y que sean sin fausto. Otra prueba de quemuero en la religión de mis padres”. Y la última,fechada en Navarro en 1828, y dirigida al SeñorGobernador de Santa Fe, Don Estanislao López, esde notable importancia: “Mi apreciable amigo: Eneste momento me intiman morir dentro de unahora. Ignoro la causa de mi muerte, pero de todosmodos perdono a mis perseguidores. Cese ustedpor mi parte todo preparativo y que mi muerte nosea causa de derramamiento de sangre” (cursivasnuestras).

La Carta de Juan José Valle no será tan magná-nima. Es dura. Algo está pidiendo. No le augura asu verdugo un futuro de felicidad. No tiene el airecalmo, pleno de bondad y de religiosidad deDorrego. Es una Carta conocida pero añadiremosalgo: la Carta de Valle se liga con la Carta deWalsh. Las liga el arbitrio del crimen aleve, la faltade juicio, decidir fusilarlo antes de que estuvieraproclamada la Ley Marcial. Basura. La Historiapasa por los patios húmedos, nocturnos de laspenitenciarias, la muerte es clandestina.

La Carta de Valle será, a la vez, la Carta de Valley la condena de muerte de Pedro Eugenio Aram-buru, su ejecutor, que no dudó un instante, quebuscó el escarmiento, demostrar la dureza de laLibertadora y que nadie más se atreviera a lanzarsea una aventura revolucionaria como Valle. LaCarta dice: “Dentro de pocas horas usted tendrá lasatisfacción de haberme asesinado. Debo a miPatria la declaración fidedigna de los aconteci-mientos. Declaro que un grupo de marinos y mili-tares, movidos por ustedes mismos, son los únicosresponsables de lo acaecido. Para liquidar oposito-res les pareció digno inducirnos al levantamiento ysacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia operversidad para adivinar la treta. Así se explicaque nos esperaran en los cuarteles, apuntándonoscon las ametralladoras, que avanzaran los tanquede ustedes antes de estallar el movimiento, quecapitanearan tropas de represión algunos oficialescomprometidos en nuestra revolución. Con fusi-larme a mí bastaba. Pero no. Han querido ustedesescarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidadconfesada por el mismo Rojas, vengarse de lossabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones,desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de losdiarios y desahogar una vez más su odio al pueblo(...) Entre mi suerte y la de ustedes me quedo conla mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágri-mas, verán en mí a un idealista sacrificado por lacausa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hastaellas, verán asomárseles por los ojos sus almas deasesinos. Y si les sonríen y los besan será para disi-mular el terror que les causan”. Ahora leamos cui-dadosamente los párrafos que siguen. Late en ellosel reclamo de la venganza, o el vaticinio del seguroasesinato de Aramburu, Rojas y los victimarios dejunio: “Aunque vivan cien años sus víctimas lesseguirán a cualquier rincón del mundo donde preten-dan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sushijos bajo el terror constante de ser asesinados (...) Esasombroso que ustedes, los más beneficiados por elrégimen depuesto y sus más fervorosos aduladores,hagan gala ahora de una crueldad como no haymemoria. Nosotros defendemos al pueblo, al queustedes le están imponiendo el libertinaje de unaminoría oligárquica, en pugna con la verdaderalibertad de la mayoría, y un liberalismo rancio ylaico en contra de las tradiciones de nuestro país.Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos las

III

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dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Comotienen ustedes los días contados, para librarse delpropio terror, siembran terror (...) Pero no taparáncon mentiras la dramática realidad argentina pormás que tengan toda la prensa del país alineada alservicio de ustedes”. Valle concluye con una frasede unidad que más suena a forma que a sinceraconvicción: “Ruego a Dios que mi sangre sirvapara unir a los argentinos. Viva la Patria. JuanJosé Valle, Buenos Aires, 12 de junio de 1956”.Entre tanto, Aramburu metía en la cárcel a milesde trabajadores, reprimía con ferocidad cadahuelga que pugnaba por producirse y torturabaen todo el territorio de la República.

Las figuras de Valle y Tanco serán retomadastanto por el catolicismo que dará origen a Mon-toneros como por la izquierda marxista, que seincluía en la tradición de John William Cooke(un gran lector de la Crítica de la razón dialécticade Sartre y amigo del Che y hasta miliciano de laCuba revolucionaria). Esta condición bifronte dela JP se inclinará hacia su cara socialista. Sobretodo cuando los chicos católicos del montoneris-mo temprano se relacionen con las FAR y empie-cen a enterarse de las ideas esenciales del marxis-mo. Pero Valle y Tanco eran católicos. En laCarta del primero se lee claramente la frase “unliberalismo rancio y laico en contra de las tradi-ciones de nuestro país”. De este modo, los prime-ros que se apropian de Valle y Tanco son los muybelicosos muchachos de Tacuara. En el comedorde la Facultad de Derecho, hacia 1961, entra unapandilla de jóvenes con cadenas y manoplas algrito de “¡Vivan los generales Valle, Tanco yCogorno!” Bajo este grito se consagran a moler acadenazos a todos los “zurdos” que había en ellugar, a los cuales tenían bien ubicados. Eran lostiempos de Tacuara, un grupo numeroso de jóve-nes de las clases altas, nacionalistas, antisemitas,vagamente peronistas y claramente nazis. Temi-bles, brutales, solían poner bombas en sinagogas.Cierta vez dialogué, muy tensamente, con unoque tenía un muñón envuelto en cuero. Le habíaexplotado una bomba en la mano. Era un fanáti-co ultracatólico, peinado a la gomina, admiradorfrenético de don Juan Manuel de Rosas, de laAlemania nazi, antisemita cruel y ya cerca de unperonismo que daría como figura más notoria alaventurero Joe Baxter, de quien nos ocuparemos.Estas pandillas se peinaban con mucha gomina,el pelo bien tirante hacia atrás, saco azul y panta-lón gris. Durante esos días, la gomina Glostorasacó por la tele un comercial que los aludía: untacuarita, sonriente, se pasaba la mano por el pelobrillante, bien peinado a la gomina y hacia atrás yel locutor del comercial decía: “Glostora, como tegusta a vos, Juan Manuel”. Se fueron raleando enpocos años, entraron en los sectores católicos delperonismo, pero fueron superados por los jóvenessocialistas, que impusieron sus lecturas y sus con-signas. Es cierto que el socialismo de la JP estabaalimentado por lecturas del revisionismo históri-co –también asumidas por los de Tacuara–, peroellas convergían hacia una unidad con el socialis-mo tercermundista. Como sea, todo esto contri-buye a la multiplicidad ideológica del peronismo,a sus mil caras posibles, que Perón alimentósiempre. Salvo a partir de junio de 1973, cuandooptó por la derecha, por una derecha violenta,contrainsurgente y parainstitucional cuya trágicahistoria tenemos por delante. Aunque, a partir deaquí, y para narrar el triste asesinato de JulioTroxler, tendremos que acudir a ella.

HABLA JULIO TROXLERDe la matanza de José León Suárez –según

vimos– se salvaron varios. Entre ellos, Julio Trox-ler. En 1971 lo encontramos colaborando conRodolfo Walsh y Jorge Cedrón en el film Opera-ción Masacre, que se basa en los hechos de JoséLeón Suárez que Walsh narrara. “La filmación(escribe Walsh) se realizó en condiciones de clan-destinidad que la dictadura de Lanusse impuso ala mayoría de las actividades políticas y a algunasartísticas (...) La película se terminó en agosto de1972. Con el concurso de la Juventud Peronista,peronismo de base, agrupaciones sindicales yestudiantiles, se exhibió centenares de veces enbarrios y villas de Capital e interior, sin que unasola copia cayera en manos de la policía (...) En lapelícula Julio Troxler desempeña su prolijo

papel. Al discutir el libro con él y con Cedrón,llegamos a la conclusión de que el film no debíalimitarse a los hechos ahí narrados. Una militan-cia de casi veinte años autorizaba a Troxler aresumir la experiencia colectiva del peronismo enlos años duros de la resistencia, la proscripción. Yla lucha armada.

“La película tiene pues un texto que no figuraen el libro original. Lo incluyo en esta ediciónporque entiendo que completa el libro y le da susentido último” (Walsh, Ibid., p. 181/182).

Troxler es el narrador de todo el film. Y hace supropio papel. Al final, se planta frente a cámara ydice un largo texto de gran riqueza, de gran pate-tismo, de gran dolor. Dice Troxler:

“Yo volví de Bolivia, me metieron preso, cono-cí la picana eléctrica. Mentalmente regresémuchas veces a este lugar. (Troxler habla en JoséLeón Suárez, durante un amanecer, JPF.) Queríaencontrar la respuesta a esa pregunta: qué signifi-caba ser peronista.

“Qué significaba este odio, por qué nos mata-ban así. Tardamos mucho en comprenderlo, endarnos cuenta de que el peronismo era algo máspermanente que un gobierno que puede serderrotado, que un partido que puede ser pros-cripto.

“El peronismo era una clase, era la clase traba-jadora que no puede ser destruida, el eje de unmovimiento de liberación que no puede serderrotado, y el odio que ellos nos tenían era elodio de los explotadores por los explotados.

“Muchos más iban a caer víctimas de ese odio,en las manifestaciones populares, bajo la tortura,secuestrados y asesinados por la policía y el ejérci-to, o en combate.

“Pero el pueblo no dejó nunca de alzar la ban-dera de la liberación, la clase obrera no dejónunca de rebelarse contra la injusticia. El pero-nismo probó todos los métodos para recuperar elpoder, desde el pacto electoral hasta el golpemilitar. El resultado fue siempre el mismo: explo-tación, entrega, represión. Así fuimos aprendien-do.

“De los políticos sólo podíamos esperar elengaño, la única revolución definitiva es la quehace el pueblo y dirigen los trabajadores. Losmilitares pueden sumarse a ella como individuos,pero no dirigirla como institución. Porque esainstitución pertenece al enemigo y contra eseenemigo sólo es posible oponer otro ejército sur-gido del pueblo.

“Estas verdades se aprendieron con sangre,pero por primera vez hicieron retroceder a losverdugos, por primera vez hicieron temblar alenemigo, que empezó a buscar acuerdos imposi-bles entre opresores y oprimidos. La marea empe-zaba a darse vuelta, las balas también les entrabana ellos, a los torturadores, a los jefes de la repre-sión.

“Los que habían firmado penas de muertesufrían la pena de muerte. Los nombres de nues-tros muertos revivían en nuestros combatientes.Lo que nosotros habíamos improvisado en nues-tra desesperación, otros aprendieron a organizarlocon rigor, a articularlo con las necesidades de laclase trabajadora, que en el silencio y el anonima-to va forjando su organización independiente detraidores y burócratas, la larga guerra del pueblo,el largo camino, la larga marcha, hacia la PatriaSocialista” (Walsh, Ibid., p. 183/ 184).

Troxler ha enunciado las bases programáticasde la izquierda peronista. El pueblo protagonistahegemonizado por la clase trabajadora, la organi-zación de base, la reivindicación del “arambura-zo” (“los que habían firmado penas de muertesufrían la pena de muerte”), la guerra popularprolongada (“la larga guerra del pueblo”) y laPatria Socialista. Observemos algo sustancial: enningún momento, en el texto, se nombra aPerón. Ni siquiera se menciona como consignade lucha “el regreso incondicional del generalPerón a la patria”, que era una frase que decíantodos, que se decía sola, que no había quien no laincluyera en un programa revolucionario. Es unvacío estridente. En la fecha en que el texto seescribe ningún grupo (ni siquiera el peronismode base, que manejaba una alternativa indepen-diente a la conducción de Perón) habría obviadola mención del regreso de Perón pues era la másmovilizadora de las consignas. Era lo que quería el

pueblo peronista. Lo quería traer a Perón. Estepunto, en un texto que seguramente escribióWalsh pero con Troxler y Cedrón muy cercanos,es una rareza. El “Perón Vuelve” seguía siendo laconsigna que daba unidad a todo el peronismo.

“SALUD, COMPAÑEROTROXLER”

Cuando asume Cámpora, Oscar Bidegain llegaa la gobernación de la provincia de Buenos Airesy pone a Troxler como jefe de Policía. Bidegainera un tipo más que cercano a la TendenciaRevolucionaria, de modo que la provincia deBuenos Aires podía ser considerada como uno deesos territorios que el sector juvenil del Movi-miento Justicialista tenía bajo su comando.Cuando a fines de julio la JP organiza una enor-me movilización para ir hasta la Quinta de Oli-vos y rodearla con el propósito manifiesto de“romper el cerco del brujo López Rega”, es Trox-ler el que asegura el orden, el que les da a losmilitantes de la Tendencia la seguridad de que noserán atacados por los grupos del matonaje de laderecha peronista, sobre todo el Comando deOrganización de Alberto Brito Lima. La certezaera: el compañero Troxler nos cubre. Sólo algu-nos señalamientos sobre esa jornada: la JP rodeala Quinta y durante cerca de media hora o más,rabiosamente, ruge la consigna: “Perón/ Perón/ elpueblo te lo ruega/ queremos la cabeza del trai-dor de López Rega”. Fue un acto dionisíaco.Muy especialmente si tenemos en cuenta que lodionisíaco –tal como Nietzsche lo entiende– es laosadía de perder la individuación en la embria-guez del grupo. Eso pasó en el operativo GasparCampos. (Acaso alguien sonría. O diga: quélocos estaban esos pendejos. Puede ser. Pero,¿usted nunca se volvió loco por nada? ¿Nuncaperdió la individuación en un acto colectivo decaracterísticas dionisíacas? Qué pena.) Perón reci-bió a la conducción de la Tendencia y les prome-tió una serie de cosas que, desde luego, no pensa-ba cumplir. Al día siguiente, haciendo gala de uncinismo impecable, lo nombró a López Regacomo enlace entre él y la Juventud Peronista.Pero no es ésta la cuestión. Cuando la militanciase retiraba por la parte de atrás de la Quinta apa-reció un tipo alto, al que apenas se veía porque yaera de noche. Pero todos supieron quién era.“Salud, compañero Troxler”, le dijeron. Troxlersaludó haciendo la V peronista. Luego, todosiguió su curso. La derecha peronista esperabadescabezarlo. A él y a Bidegain. Pero no era fácil.Bidegain había ganado bien en la provincia deBuenos Aires. La derecha ya quería reemplazarlopor Victorio Calabró. Pero algún motivo teníaque tener. Ese motivo se lo dio uno de los perso-najes que más daño le ha hecho a la causa popu-lar en la Argentina. El que atacó el cuartel de LaTablada en plena democracia. Enrique GorriaránMerlo. Que, en enero de 1974, también en plenademocracia, en la provincia de Buenos Aires,donde se contaba con un gobernador adicto alque era muy difícil deponer, ataca la Guarniciónde Azul. ¡Qué festín para la derecha! ¡Qué excep-cional regalo! ¡No podían esperar nada mejor!Acababan de recibir en bandeja el motivo paradescabezar a Bidegain y a Troxler. Ese motivo selo había entregado la torpeza, la soberbia, el des-dén absoluto por la política de masas de Gorria-rán Merlo.

El error de Gorriarán hará posible (o acelerará)el asesinato de Troxler. En tanto era jefe de Poli-cía de la Provincia estaba cubierto. Al menos nohabía recibido la bofetada histórica que Perónhabrá de pegarles a él y a Bidegain, poniéndosepara la ocasión y por primera vez el uniforme deteniente general. Troxler, con la desautorizaciónde Perón, que lo acusa de “desaprensión” ante los“grupos terroristas” que vienen actuando en laprovincia de Buenos Aires, queda devaluadocomo peronista, señalado, además, como colabo-rador de la guerrilla. No habrá de ser casual quela Triple A lo ponga entre los primeros lugares desus listas. ¡Salvarse de los gorilas en José LeónSuárez y venir a morir a manos de los fachos delperonismo en una calle de Barracas! Pobre Trox-ler. Pobre país.

Colaboración especial: Virginia Feinmann -Germán Ferrari

IV Domingo 29 de junio de 2008

PRÓXIMO DOMINGO

John William Cooke, el peronismo que Perón no quiso

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

Operación Masacre31

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WALSH, EL NARRADOR DE LOS HECHOS

La violencia del 9 de junio de 1956debe entenderse –entre otras cosas,pero en un plano central– comouna consecuencia del despla-zamiento de Lonardi por Aram-

buru. Cuando los subordinados que carganarmas saben que en la cúspide la que ganó es elala dura, los gatillos se vuelven fáciles.Lonardi, que proponía el diálogo con elperonismo, no hubiera abierto el paraguaspolítico que pudiera dar cobertura a losasesinatos de junio, Aramburu sí. Una políticade diálogo erradica la violencia, porque no laalimenta el odio ni la venganza. Fueron estasdos características las que ganaron al perderLonardi. Rojas fue el que se encargó de trazarla línea Mayo-Caseros. Colocaba al peronismoen la “barbarie”. Aramburu hizo lo que hizosiempre el liberalismo con los bárbaros:atacarlos sin piedad. Si es necesario, comotantas veces lo fue, liquidarlos. Este es elencuadre político-conceptual de los episodiosdel 9 de junio: mano dura, peronismo=bar-barie, la línea Mayo-Caseros encarna lo máspuro y noble de la patria, no hay diálogoposible con los herederos de la línea históricade los déspotas de la primera y la segundatiranía. Y algo más, definitivo: castigoejemplar, escarmiento.

Lo tenemos a Walsh preparado para narrar lahistoria del 9 de junio. “Ésa es la historia queescribo en caliente y de un tirón, para que no meganen de mano” (Walsh, Ob. cit., p. 20). Hacemuchos años, en los comienzos del ‘84, en elretorno de la democracia, hablaba con dosescritores, dos colegas del arte de la soledad, yveíamos el endiosamiento que se venía alrededorde Walsh. Uno de ellos dijo algo cierto: que nohabía que perder de vista que era un tipo alegre,jodón, que le gustaba el ajedrez, trazar mapas,imaginar la búsqueda de El Dorado y que conOperación Masacre pensaba ganarse el PremioPulitzer. Lo cual era cierto. También en “Esamujer” el protagonista lo tienta al Coronel conlos beneficios de publicar la historia que sólo élsabe y guarda como una tumba.

El periodista dice:“–Hay que escribirlo, publicarlo.–Sí, algún día. Parece cansado, remoto.–¡Ahora! –me exaspero–. ¿No le preocupa la

historia? ¡Yo escribo la historia y usted quedabien para siempre, Coronel!

La lengua se le pega al paladar, a los dientes.–Cuando llegue el momento... usted será el

primero...–No, ya mismo. Piense. Paris Match. Life.

Cinco mil dólares. Diez mil. Lo que quiera”.(Rodolfo Walsh, “Esa mujer”, en Perón vuelve,Compilación de Jorge Lafforgue, Norma, 2000,Buenos Aires, P. 135.)

Es cierto que lo del Pulitzer lo decía un pocoen broma, un poco en serio, pero lo decía. Noera “Walsh” aún, estaba saliendo de la policialde enigma hacia el género negro. Buscando enesa historia se buscaba él mismo. Se estabahaciendo. Hay frases como latigazos: “Muchospensamientos duros el hombre se lleva a latumba, y en la tumba de Nicolás Carranza yaestá reseca la tierra” (Operación Masacre, Ibid.,p. 29). Le gusta anticipar algunos hechos, comosi no quisiera perderse al lector, advertirle:“Guarda, lo mejor está por venir”. Por ejemplo:“El barrio en que van a ocurrir tantas cosasimprevistas” (Ibid., p. 36). O también: “La casadonde han entrado Carranza y Garibotti, dondese desarrollará el primer acto del drama y a laque volverá por último un fantasmal testigo”(Ibid., p. 37). Es el recurso de decirle al lectoralgo de lo que va a pasar, sin contárselo, parameterle la intriga, tironearlo para que siga. Unrecurso clásico sería: “Se despidieron en laesquina de Superí y Monroe. No volverían averse”. ¿Por qué? ¿Alguno de los dos va a morir?¿Lo van a matar o simplemente se va de viaje?Además, si no vuelven a verse, ¿cómo se resuelveel lío en que están metidos? Y el lector da vueltala página y sigue adelante.

“¿DÓNDE ESTÁ TANCO?”Esa noche, la del 9, trasmiten una pelea:

Lausse contra el chileno Loayza. Lausse viene delucirse en Estados Unidos. Pero bajo “elrégimen depuesto”. La Libertadora igual lo tratabien. Pese a que Luis Elías Sojit hubiera dichoesas frases inolvidables, entre cómicas, patéticasy hasta trágicas cuando transmitía esas peleas:“¡Lausse sangra de la nariz! ¡Es sangreperonista!”. No, con Lausse todo bien. El paísboxístico espera, además, que se enfrente conRafael Merentino, lo que sería la pelea del año.Un grupo de amigos –la noche es muy fría– sereúne para escuchar la pelea Lausse-Loayza. Estaes la historia que cuenta Walsh. En lainvestigación lo acompaña Enriqueta Muñiz, aquien le dedica el libro. También dice: “Dondeescribo ‘yo’ debe leerse ‘nosotros’”. Es la historiade un grupo de tipos que escucha una pelea lanoche del levantamiento de Valle: Carranza,Livraga (el sobreviviente que Walsh contactapara que le cuente los hechos), Garibotti, Díaz,Lizaso, Gavino, Torres, Brión y Rodríguez.Entra la cana y se los lleva por participar en larevolución. El que entra a los gritos y como unafiera desenfrenada es el jefe de Policía de laProvincia de Buenos Aires, teniente coronel (R)Desiderio A. Fernández Suárez, el másdespiadado del relato, el mejor hombre deAramburu, el más perverso, el asesino pordelegación y por convicción. Entra gritando:“¡Dónde está Tanco!” Tanco era, con Valle, lacabeza de la Revolución. No lo iban aencontrar ahí. Ahí encuentran a esospobres tipos que querían escuchar la peleade Lausse, que andaba tan bien, mirávos, que hasta a los yanquis les habíadado piñas fieras, ¿cuándo peleará conMerentino? Para ellos, nunca. Nuncapelearon, de todos modos, pero, sabereso, no habría consolado a ninguno.Caen, en la casa de Florida, también aescuchar la pelea otros dos: Troxler yBenavídez. De Troxler nos vamos aocupar extensamente.

Anota Walsh, lo anota en cursivaspara que quede bien claro, para quenadie pierda el dato: “A las 24 horas del9 de junio de 1956, pues, no rige la leymarcial en ningún punto del territorio dela nación. Pero ya ha sido aplicada. Y seaplicará luego a hombres capturados antesde su imperio, y sin que exista –comoexistió, en Avellaneda– la excusa dehaberlos sorprendido con las armas en lamano” (Ibid., p. 69). ¿Qué sucedió enAvellaneda? Fue desbaratado el intento derebelión de los hombres de Valle. “Larepresión es fulminante. Dieciocho civiles ydos militares son sometidos a juicio sumario enla Unidad Regional de Lanús. Seis de ellos seránfusilados: Yrigoyen, el capitán Costales, DanteLugo, Osvaldo Albedro y los hermanosClemente y Norberto Ros. Dirige esteprocedimiento el subjefe de Policía de laprovincia, capitán de corbeta aviador navalSalvador Ambroggio. Los tiros de gracia correnpor cuenta del inspector mayor Daniel Juárez.Con fines intimidatorios, el gobierno anuncióesa madrugada que los fusilados eran dieciocho”(Walsh, Ibid., p. 68). Todo esto, antes de serpromulgada la ley marcial. Se trata deasesinatos. Es a la 0.32 cuando por Radio delEstado se da lectura a un comunicado de laSecretaría de Prensa de la Presidencia de laNación. El artículo primero declara la leymarcial en todo el territorio de la nacional.

Cuando Troxler, junto a Benavídez, llega a lacasa de Florida, donde lo arrestan, Walsh hacede él una minuciosa descripción. Apelando a suefectivo recurso anticipatorio digamos quenuestro interés en Troxler es, por supuesto,existencial, casi entrañable, pero tambiénteórico: Nadie expresa como Julio Troxler, con sutragedia personal, la tragedia del movimientonacional peronista. Que es también, por supuesto,una tragedia argentina.

LOS FUSILAMIENTOSSe abre la puerta de la casa de Florida y

Troxler se encuentra con un sargento y dos

II

Page 123: Peronismo Parte 2

vigilantes que lo apuntan con sus armas. Apenasse inmuta. Conoce al sargento.

“–¿Qué hubo? –pregunta Troxler.–No sé. Tengo que llevarlos. –¿Cómo me vas a llevar? ¿No te acordás de

mí?–Sí, señor. Pero tengo que llevarlo. Es una

orden que tengo” (Walsh, Ibid., pp. 71/72). Así describe Walsh a Troxler: “Es un hombre

alto, atlético, que en todas las alternativas de esanoche revelará una extraordinaria serenidad.

“Veintinueve años tiene Troxler. Doshermanos suyos están en el Ejército, uno de elloscon el grado de mayor. El mismo siente quizácierta vocación militar, mal encauzada porquedonde al fin ingresa como oficial es en la policíabonaerense. Rígido, severo, no transige sinembargo con los ‘métodos’ –con las brutalidades–que le toca presenciar y se retira en plenoperonismo. A partir de entonces vuelca sudisciplina y capacidad de trabajo en estudiostécnicos. Lee cuanto libro o revista encuentrasobre las especialidades que le interesan –motores,electricidad, refrigeración–. Justamente es untaller de equipos de refrigeración el que instala enMunro y con el que empieza a prosperar.

“Troxler es peronista, pero habla poco depolítica. Cuantos lo trataron lo describen comoun hombre sumamente parco, reflexivo, enemigode las discusiones. Una cosa es indudable: conocea la policía y sabe tratar con ella” (Walsh, Ibid., p.

71). Observen otro rasgo del estilo de Walsh.Escribe: “Veintinueve años tiene Troxler”.

Nunca: “Troxler tiene veintinueveaños”. El primer modo de armar laoración la torna más dura. Másnovela negra. El otro es demasiadocorrecto, como escolar. Troxler era,sí, un tipo alto, de pocas palabras,de pocas expresiones, y de pocasuerte, aun cuando pareció haberlatenido toda de su parte la nochede José León Suárez.

Al grupo que escuchaba la peleaque Lausse le ganó al chilenoLoayza lo meten un colectivo y lollevan a la Unidad Regional SanMartín. Es la 0.45. El jefe de launidad es el inspector mayorRodolfo Rodríguez Moreno. Loshacen sentar en unos bancos. Son las 3y todavía están ahí. Hace mucho frío:0 grado. A las 2.53, el contraalmiranteRojas habla por la cadena nacional. Lee

el comunicado Nº 2. Lo lee él. ¿Qué hayen esta elección? ¿Por qué lo lee él? Quiere

que sepan que él es un duro, un tipo que sehace cargo de sus actos, que son los castigos

que aplica. Duro, con una arrogancia feroz,dice: “La Revolución Libertadora cumplirá

inexorablemente sus fines”. Al rato, Fernández Suárez le da una orden

decisiva, final, a un subordinado:–¡A esos detenidos de San Martín, que los lleven

a un descampado y los fusilen!El camión policial con los prisioneros llega a

una callecita pavimentada que conduce a unClub Alemán. “De un lado la calle tiene unahilera de eucaliptus, que se recortan altos ytristes contra el cielo estrellado. Del otro, a laizquierda, se extiende un amplio baldío, undepósito de escorias, el siniestro basural de JoséLeón Suárez, cortado de zanjas anegadas eninvierno, pestilente de mosquitos y bichosinsepultos en verano, corroído de latas ychatarra” (Walsh, Ibid., p. 90). Ya presienten loque se viene. Ahí, caminando por ese baldío,¿qué otro destino sino el peor, el de morir,puede aguardarles? Si intentan detenerse oaminorar la marcha es porque tienen los pieshelados y se les hace difícil caminar, los canasles encajan en los riñones, en la espalda loscaños de los fusiles. Llegó el momento.

“–¿Qué nos van a hacer? –pregunta uno.–¡Camine para adelante! –le responden.–¡Nosotros somos inocentes! –gritan varios.–No tengan miedo –les contestan–. NO LES

VAMOS A HACER NADA. ¡NO LESVAMOS A HACER!

“Los vigilantes los arrean hacia el basuralcomo a un rebaño aterrorizado. La camioneta se

detiene alumbrándolos con los faros. RodríguezMoreno baja, pistola en mano.

“A partir de ese instante el relato se fragmenta”.(Nota: Walsh revela en esta frase que había leído–como todos nosotros– atentamente a Borges.Que, en su cuento “El muerto” de El Aleph,escribe: “Aquí la historia se complica y seahonda”, Jorge Luis Borges, Obras Completas,Tomo I, Emecé, Buenos Aires, p. 548.) La frasecompleta de Walsh es más impresionante, va másallá de la mera técnica narrativa: “A partir de eseinstante el relato se fragmenta, estalla en doce otrece nódulos de pánico”. (Walsh, Ibid. p. 91.También es notable que tenga un aire impecablede relato posmoderno.)

“Carlitos, azorado, sólo atina a musitar:–Pero, cómo... ¿Así nos matan?(...)–¡Alto! –ordena una voz.Algunos se paran. Oros avanzan todavía unos

pasos. Los vigilantes, en cambio, empiezan aretroceder, tomando distancia, y llevan la manoal cerrojo de los máuseres.

(...)–¡De frente y codo con codo! –grita

Rodríguez Moreno” (Walsh, Ibid., p. 92).Luego habrá de vociferar:

–¡Tírenles!“Sobre los cuerpos tendidos en el basural, a la

luz de los faroles donde hierve el humo acre de lapólvora, flotan algunos gemidos. Un nuevocrepitar de balazos parece concluir con ellos. Perode pronto Livraga, que sigue inmóvil einadvertido en el lugar en que cayó, escucha lavoz desgarradora de su amigo Rodríguez que dice:

–¡Mátenme! ¡No me dejen así! ¡Mátenme!“Y ahora sí, tienen piedad de él, y lo ultiman”

(Walsh, p. 94). Y ahí termina la masacre de José León Suárez.

CÓMO SE SALVA TROXLER¿Qué ha sido de Julio Troxler. “Julio Troxler

se ha escondido en una zanja próxima. Esperaque pase el tiroteo. Ve alejarse los vehículospoliciales. Entonces hace algo increíble. ¡Vuelve!Vuelve arrastrándose sigilosamente y llamandoen voz baja a Benavídez, que escapara con él delcarro de asalto. Ignora si se ha salvado.

“Llega junto a los cadáveres y los va dandovuelta uno a uno –Carranza, Garibotti,Rodríguez–, mirándoles la cara en busca de suamigo. Con dolor reconoce a Lizaso. Tienecuatro tiros en el pecho y uno en la mejilla.Pero no encuentra a Benavídez” (Walsh, Ibid.,p. 100. Benavídez se salvó. Tomándolo comopunto de partida, como base del relato también,la directora Cecilia Miljiker hará su documentalLos fusiladitos, narrado por Malena Solda, delque ya hablaremos.)

Troxler se va. Se mete en una cola decolectivos cuando teme ser reconocido. Pero nolo ven ni sube al colectivo. Empieza a caminar.(Ya lo harán caminar otra vez. Pero todavíafalta.) “Está exhausto y aterido. Desde la nocheanterior no prueba bocado. Camina once horasseguidas por el Gran Buenos Aires, convertidoen desierto sin agua ni albergue para él, elsobreviviente de la masacre.

“Son las seis de la tarde cuando llega a unrefugio seguro” (Walsh, Ibid., p. 102).

Así se salvó Julio Troxler, peronista, de losfusiles de la Libertadora. Otros fusiles, en unfuturo que era imposible prever ni soñar nialucinar, lo esperaban.

Escribe Walsh: “Dieciséis huérfanos dejó lamasacre: seis de Carranza, seis de Gariboitti,tres de Rodríguez, uno de Brión. Esas criaturasen su mayor parte prometidas a la pobreza y elresentimiento, sabrán algún día –saben ya–que la Argentina libertadora y democrática dejunio de 1956 no tuvo que envidiar al infiernonazi” (Walsh, Ibid., p. 126). ¿Qué habríandicho Victoria, Borges y Bioy y Manucho ytantos, tantos otros si hubieran sabido que unirlandés implacable le decía nazi a la revo-lución de la libertad, de la democracia, de lacultura, de la restauración de la Civilización,de la derrota de la Barbarie, del fin del ré-gimen del tirano depuesto, del segundo tirano?¿Que podrá decir el decano de nuestroshistoriadores que escribió su frase memorable,

III

Page 124: Peronismo Parte 2

inmortal: “El año 1956 transcurrió así conun rumbo político impreciso”? ¿En serio,Halperín Donghi, le parecen “imprecisos” losacontecimientos que acabamos de narrar?

En cuanto al jefe de Policía de la Provincia deBuenos Aires, Fernández Suárez, la situaciónpuede tornarse delicada: “Ha detenido a unadocena de hombres antes de entrar en vigor laley marcial. Los ha hecho fusilar sin juicio. Yahora resulta que siete de esos hombres estánvivos” (Walsh Ibid., p. 131).

En el Epílogo dice Walsh: “Tres edicionesde este libro, alrededor de cuarenta artículospublicados, un proyecto presentado alCongreso e innumerables alternativasmenores han servido durante doce años paraplantear esa pregunta (la de los fusilamientos,JPF) a cinco gobiernos sucesivos. Larespuesta siempre fue el silencio. La clase queesos gobiernos representa se solidariza conaquel asesinato, lo acepta como hechura suyay no lo castiga simplemente porque no estádispuesta a castigarse a sí misma” (Walsh,Ibid., p. 174). Y luego: “El 12 de junio seentrega el general Valle, a cambio de que cesela matanza. Lo fusilan esa misma noche.

“Suman 27 ejecuciones en menos de 72 horasen seis lugares diferentes” (Walsh, Ibid., p. 75).El texto que continúa es Aramburu y el juiciohistórico. Por razones de narración de los hechosnos volcaremos sobre él más adelante.Podríamos hacerlo ahora, dada la íntimaconexión que tienen. De todos modos, cuandonarremos los sucesos que culminaron en Timotenecesariamente retornaremos a reflexionar sobrela tragedia de José León Suárez, así deentrelazados están estos acontecimientos.

“EL PRESIDENTE DUERME”Ahora es la mañana del 10 de junio de

1956. Y una muchedumbre “se aglomerafrente a la Casa de Gobierno. En la plazaprohibida, oficialmente prohibida, como queexiste una disposición vetando las reunionespúblicas en ese lugar; allí donde nuestra claseobrera ya no puede vivar, saltar y cantar, unamultitud gorilizada, exultante de odio va aalentar al gobierno en la macabra tarea queestá ejecutando. Gritan desaforados estribilloscomo este: ¡Dale Rojas! ¡Dale leña!... ¡Aram-buru, dale duro! ¡A la horca! ¡Ley marcial!

“Gran parte de ese público, un año antesprecisamente en junio de 1955, se habíasumado a la santa procesión de Corpus Christi,caminando compungido, detrás de la Cruz,nada más que para darle a la procesión unsentido político y probar si con la Cruz lemovían el piso a quien entonces no se lo habíanpodido mover por la espada” (Salvador Ferla,Ibid., p. 101).

La mujer de Valle va a Campo de Mayo.Junto a ella, van sus cinco hijos, que quedaránhuérfanos si su padre es fusilado. Le dijeron queAramburu es el único que puede apiadarse de sumarido y salvarle la vida. ¿Para qué fusilar aValle? ¿Fusiló Perón a Menéndez? ¿Fusiló elferoz tirano depuesto a alguno de todos loshombres que le hicIeron la Revolución de 1951?Pero la decisión de la Libertadora es la manodura, el escarmiento, que no se vuelva a repetirun acto así, cueste la sangre que cueste. Lamujer de Valle, desesperada, llega a Campo deMayo. Su marido ha sido su amigo.Compartieron reuniones de familia. No puedecreer que no haya piedad. No puede creer que la

crueldad llegue a tal extremo. Pero recibe unarespuesta histórica. Pide, imperiosamente, hablarcon Aramburu y le responden: El presidenteduerme y ha dado orden de no ser molestado. Demodo que la mujer de Valle se va de Campo deMayo con esta respuesta: El presidente duerme.“José Gobello (escribe Ferla) eternizó eseinstante en su verso El presidente duerme” (Ferla,Ibid., p. 115).

Sí, claro que sí. José Gobello, granlunfardista, que fue, nada menos quepresidente de la Academia del Lunfardo,escribió este bonito poema que inmortaliza esarespuesta de Aramburu. No lo podemos dejarpasar. Gobello expresa la complejidad patética,a veces carnavalesca, que es el peronismo. Supoema a Valle es sincero y no está del todomal. Pero lo malo lo hizo después. Si bien unperonista puede hacer casi cualquier cosa sinque nos sorprenda. Por ejemplo: que le escribaun poema al sacrificado general Valle y añosdespués sea un matazurdos desde la revistanazi del diputado Rodolfo Arce comprometidacon las acciones de la Triple A en lamodalidad del entusiasmo incontenible.

Aquí va el poema:

El presidente duerme... Por José Gobello

La noche yace muda como un ajusticiado,Más allá del silencio nuevos silencios crecen,Cien pupilas recelan las sombras de la sombra,Velan las bayonetas y el presidente duerme.

Muchachos ateridos desbrozan la malezaPara que sea más duro el lecho de la muerte... En sábanas de hilo, con piyama de sedaEl presidente duerme.

La luna se ha escondido de frío o de vergüenza,/

Ya sobre los gatillos los dedos se estremecen, Una esperanza absurda se aferra a los teléfonos, Y el presidente duerme.

El llanto se desata frente a las altas botas. –Calle mujer, no sea que el llanto lo despierte.–Sólo vengo a pedirle la vida de mi esposo.–El presidente duerme

Reflectores desgarran el seno de la noche, El terraplén se apresta a sostener la muerte,El pueblo se desvela de angustia y de

impotencia/ Y el presidente duerme.

De cara hacia la noche sin límites del campo,Las manos a la espalda, se yerguen los

valientes,/ Los laureles se asombran en las selvas lejanasY el presidente duerme.

Tras de las bocas mudas laten hondos clamores.../

–¡Cumplan con su deber y que ninguno tiemblede frío ni de miedo!En una alcoba tibiaEl presidente duerme.

–¡Viva la patria! Y luego los dedos temblorosos,Un sargento que llora, soldados que

obedecen,/ Veinticuatro balazos horadando el silencio...Y el presidente duerme.

Acres rosas de sangre florecen en los pechos,El rocío mitigó las heridas aleves,Seis hombres caen de bruces sobre la tierra

helada/ Y el presidente duerme.

¡Silencio! ¡Que ninguno levante una protesta! ¡Que cese todo llanto! ¡Que nadie se lamente!Un silencio compacto se adueñó de la noche. Y el presidente duerme.

¡Oh, callan, callan todos! Callan los camaradas.../

Callan los estadistas, los prelados, los jueces... El Pueblo ensangrentado se tragó las palabras Y el presidente duerme.

El Pueblo yace mudo como un ajusticiado,Pero, bajo el silencio, nuevos rencores crecen. Hay ojos desvelados que acechan en la

sombra/ Y el presidente duerme.

(Nota: El poema de Gobello figura en ellibro de Ferla con la lista de los 27 fusiladosdel 9 de junio de 1956.)

En la revista El Abasto, de agosto de 2005,Nº 68, le preguntan al vate nazifascista,defensor, sin embargo, de Valle y surevolución contra los de la Libertadora, porqué adhiere tan fervorosamente a Jorge RafaelVidela. Gobello responde: “Yo antes de serperonista y argentino soy católico. A mí laIglesia no me la toquen. Ni Perón, niKirchner, ni nadie. No sé si está bien o mal,pero soy así. Yo soy antizurdo y antifidelistaporque creo que eso es una gran farsa.

“Te explico simplemente por qué dejé de serperonista. Cuando salió el proceso militar,¿vos vivías en el ‘76, te acordás de la guerrilla ylos asesinatos? Ahora la gente tiende aolvidarse...”

En otro reportaje dice: “Los milicosvinieron a poner orden y se les fue la mano.Pero en toda guerra se cometieronatrocidades. Mirá, en Vietnam: tambiéntiraban gente desde los aviones”.

Este hombre estuvo en el peronismo, seentusiasmó con Evita, con Perón, le escribióun poema a Valle, un poema que era unriesgo, y estuvo en la revista de Rodolfo Arcecorriendo zurdos con agravios que despertabanla furia de las bandas. Caramba. Qué arduo estodo esto. Gobello, usted que fue presidentede la Academia del Lunfardo, ¿cómo no lepuso a su poemita El presidente apoliya? ¿Nohay una incongruencia ahí?

En cuanto a Aramburu, lo indignante (enmedio de todo lo inaceptable que tiene estahistoria macabra) fue no recibir a la mujer deValle. Porque un presidente que ordenaresponderle a la mujer de un hombre que estápor ser fusilado, a una mujer que le ruega por lavida de su marido, por una vida que depende deuna decisión suya: “El presidente duerme”, es unmal tipo, alguien que desdeña la vida humana,que no tiene piedad, al menos que no la tuvo enese momento y, si no la tuvo ahí, con un viejocompañero de estudios, casi con un amigo, sehace sospechoso de no haberla tenido nunca.

Colaboración especial: Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 22 de junio de 2008

PRÓXIMO DOMINGO

Julio Troxler, una tragedia argentina