Periódico Manantial – Edición 02
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INSTITUTO PENSAMIENTO Y CULTURA EN AMÉRICA LATINA “ENSEÑANDO A PENSAR”
C. C. T. 12PSU0072K RVOE SEG/00017/2005
Periódico Manantial
1
México D. F.
Hugo Zemelman Merino, Director Ipecal.
Estela Quintar, Secretaria Académi-ca, Ipecal.
Miguel Alberto González González, Director Publicaciones, Ipecal.
Se aceptan artículos o textos, siempre y cuando el autor se haga responsable de las fuentes y los conceptos que decide abordar. Se pueden enviar a los correos [email protected], [email protected]
Año 1. Edición 2. Octubre de 2011.
¿En cuál epistemología nos asumimos como sujetos investi-
gadores?
Luz Elena García García1
Partiendo de la pregunta: ¿En qué
óptica epistemológica nos asumi-
mos como investigadores en un
1 Docente-Investigadora Centro de Investigaciones en Desarrollo y Medio Ambiente (CIMAD), Directora Línea de Investigación en Desarrollo Social y Humano de la Maestría en Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente (CIMAD), estudiante doctorado en Cono-cimiento y Cultura en América Latina en el Ipecal (México). [email protected] [email protected] Reflexiones derivadas del libro de Zémelman, H. (2002). Horizontes de la Razón.
campo de conocimiento específico?,
inicio estas reflexiones que nos
convocan como sujetos investigado-
res a situarnos en un óptica expe-
riencial, propia y relacional.
Desde una óptica metodológica tra-
dicional diría que el investigador, en
aras de una abstracción metafísica
en la relación del conocimiento y la
sociedad, se sitúa por fuera de las
dinámicas constituyentes propias,
para garantizar la objetividad, sin
dar cuenta de cómo se sitúa para
afrontar los problemas, en tanto
considera que son exógenos a él.
Si es desde una óptica cualitativa
puede incurrir en su invisibilización
al adecuarse a un proceso pre-
establecido metodológicamente que
tiende, al igual que el anterior, a
garantizar la objetividad del conoci-
miento en un movimiento pendular
entre la objetividad y la subjetividad.
En una perspectiva crítica, la exi-
gencia ineludible por la construcción
de una totalidad articulada como
proceso que alcanza diversas acep-
ciones, implica la estructuración no
funcionalista de la realidad humano-
social, entendida como proceso in-
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acabado y multidimensional, tempo-
ral y perviviente, determinado y po-
sible, utópico y concreto.
Cuando nos
referimos a
la estructu-
ración de la
realidad en
su inacaba-
miento, ésta y la estructura las con-
cebimos como construcciones que
devienen de los modos de organi-
zación de los sujetos, en los proce-
sos y horizontes de pensamiento y
acción en diferentes campos, por lo
que se entreteje en la articulación
de lo posible, lo emergente y lo iné-
dito. La realidad, lo práctico y lo
político son perspectivas del cono-
cimiento contextualizado, del pen-
samiento concreto en acción y de la
acción que transforma espacios de
realidad. De ahí que el conocimien-
to como praxis ya no es esencial,
fundamental, ni hipotético-
deductivo, implica la construcción
de parámetros nuevos y opciones
de lo real y la realidad de los sujetos
colectivos y personales que la vi-
vencian en proceso de articulación
creciente del pensamiento, para
potenciar horizontes a partir de lo
que nos constituye y podría llegar a
constituirnos en proceso de proble-
matización, crítica y prospectiva.
Lo real “es un nivel de realidad ana-
lizado en su articulación” (Zemel-
man, 2002), reto que conlleva a un
cambio del sujeto en su racionalidad
y lenguaje científico, en cuanto de-
manda ruptura y cambio, para abrir-
se a nuevos lenguajes y relaciones
epistémicas. En la construcción de
la realidad, generamos modos de
organización y expresión a través
de los lenguajes, los comportamien-
tos, las actitudes y las prácticas,
que producen continuidades o dis-
continuidades en el mundo social y
vital de las personas, dándose un
enriquecimiento del entorno en el
sujeto que es capaz de ensanchar
su mirada, su lenguaje y sus espa-
cios de acción. Los lenguajes son
base para reflexionar sobre las
prácticas de investigación, crear
nuevas formas de relación de cono-
cimientos y pensar diferente y dis-
tante de las maneras ya estableci-
das, lo cual se traduce en nuevos
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procesos y maneras de nombrar las
cosas, los hechos y los aconteci-
mientos, y en la construcción de
sentido para el sujeto que los nom-
bra. En este tránsito, la problemati-
zación de la realidad es ineludible
para potenciar la construcción de
relaciones radicalmente nuevas, el
tensar aquello que afirmamos y el
dudar de aquello que en apariencia
tiene fuerza constituyente.
La problematización y la crítica pe-
netran en lo más profundo del cono-
cimiento dado, para generar duda,
movilidad y cambio. Las rupturas
en la construcción del conocimiento
que devienen de la reflexión de los
problemas se constituyen en el de-
safío de quienes vivimos la investi-
gación, quienes ya no conformes
con las metodologías existentes,
vamos tras las huellas de lo posible
para pensar y relacionar diferente,
en lógicas de articulación y acción
más incluyentes de lo que ha estado
fuera o al margen del conocimiento
y de lo humano.
Partir de las fisuras, las rupturas y
los límites para desbordarlos, para
deslizarnos por ellos, en un movi-
miento hacia lo no dicho aún y lo
inédito, asumiendo el desafío crítico
de pensar, razonar y vivir en un con-
texto específico propio, nos exige un
pensar categorial o pensar por
campos de conocimiento, esto es,
pensar epistémico, aperturarnos a la
tensión entre lo determinado y lo
indeterminado, a la articulación de
lo que ha estado disyunto en niveles
crecientes de complejidad.
El pen-
samiento
categorial
incorpora
la forma
como
contenido (organización) y posibili-
dad (apertura de opciones); la obje-
tividad dándose (no dada) como
contorno realizable en contenidos
específicos y potenciales, en tanto
se abre a otros contenidos. Implica
ser conscientes de los “horizontes
posibles de conocimiento y/o accio-
nes” (Zemelman, 2002) que pode-
mos realizar en un momento; sensi-
bilizarnos con el conocimiento de la
realidad, determinando la “base ca-
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tegorial” (Zemelman, 2002) para
construir juicios atinentes a la mis-
ma. Las categorías se construyen,
por lo que se hace necesario distin-
guir dos funciones: la lógica como la
posibilidad de predicar, presuponer
o predeterminar una propiedad de
un objeto, y la exigencia de objetivi-
dad, como apertura a lo real a
través de la problematización y no la
explicación o manipulación del obje-
to, lo que demanda la construcción
de sentidos posibles derivados de la
problematización.
De este modo la posibilidad deviene
en objeto reconocido por el conoci-
miento científico bajo ciertos crite-
rios, pero la adjetivación de la reali-
dad a partir de la praxis implica el
sentido como opción de construc-
ción teórico-práctica, un sentido que
comprende el contorno de su histo-
ricidad . La dimensión de la con-
ciencia nos sitúa en posibilidades de
sentido, y éstas a su vez se trans-
forman en “contenidos de experien-
cia” (Zemelman, 2002) lo que impli-
ca que los sujetos se incorporan al
conocimiento, personas y colectivos
que piensan, asumen una postura
crítica y creativa de la realidad que
los constituye en movimiento rela-
cional constituyente.
De ahí que pensar nos libera la
conciencia de aquello que histórica
y cognitivamente nos aprisiona, nos
insta a liberarnos de nuestras atadu-
ras, nos mueve conocer la realidad
circundante desde el reconocimien-
to de nuestras circunstancias, las
cuales se entretejen en un texto
donde damos cuenta de la determi-
nación histórica de la que hemos
sido objeto, pero también de la utop-
ía, del sueño posible en proceso de
concreción, de la resistencia en el
camino de potenciar nuevas expe-
riencias y formas de aprehender la
realidad que vivimos. Lo posible es
el horizonte que afronta el hombre,
lo real es lo construible, y lo cons-
truible incluye las heterogeneidades
que el pensamiento tradicional re-
chazó en razón de su rigor metódi-
co.
La necesidad de construir una lógi-
ca de articulación puede potenciar
el cambio de nuestros espacio so-
ciales, lo que exige tomar distancia
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de los procesos cognitivos y orde-
nadores de la manera de pensar la
historia, como momento donde
usamos nuestro entendimiento para
dar cuenta que lo que nos acontece
y acaece en el diario vivir, y ante
todo intersubjetivamente cómo
construimos espacios de relación y
significación con los otros que se
tornan en prácticas instituyentes de
los espacios donde nos desenvol-
vemos. Esto visto racionalmente
puede llevarnos a generar cambios
en nuestra forma de pensar la reali-
dad, trasgredir los condicionamien-
tos por las experiencias con sentido
que incorporamos en nuestra coti-
dianidad en relación con los otros y
en nuestros espacios culturales, lo
que nos potencia para poner un
grano de arena en la transformación
social.
La democracia en Iberoamérica.
Por Luis Fernando Valero2
2 Doctor en Educación, docente e inves-tigador español.
.
Básicamente hay dos formas de
democracia: Las “democracias par-
lamentarias” en las que el pueblo
elige al Parlamento, donde reside el
Poder Legislativo, y el Parlamento
nombra al primer ministro, que es la
cabeza del Poder Ejecutivo, ello
proyecta una línea vertical, el poder
del Parlamento deriva del pueblo y
el poder del primer ministro deriva
del Parlamento; y las “democracias
presidencialistas” en las que tanto el
Presidente como el Parlamento tie-
nen la misma fuente: el voto popular
directo. Por ello se denominan de-
mocracias “presidencialistas”. Pero
en estas segundas ¿Quién manda?
¿El Presidente o el Parlamento? Por
ello en bastantes constituciones ibe-
roamericanas hay un plazo fijado
para ser Presidente de la Nación.
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Esta situación como se observa
está siendo modificada por algunos
presidentes que cambian estos pla-
zos para hacerlos más “populares”
según ellos más “democráticos”. Por
ejemplo los presidentes de Brasil,
Chile, México, Perú, Colombia, Uru-
guay, han aceptado la limitación de
los plazos. Otros como los de Vene-
zuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua,
han levantado las barreras de sus
plazos de origen.
En estos momentos nadie duda de
que Iberoamérica ahora sea más
democrática que hace 50
años. Antes había democracias so-
metidas al imperio y estelas legiti-
maba; decir que la Nicaragua de
Somoza era democrática porque se
hacían elecciones, era un chiste. El
problema era que Somoza era
“nuestro hijo de puta”, como lo
llamó un político norteamericano;
decir que el Chile de Pinochet era
democrático es una broma de mal
gusto y así podríamos ir poniendo
países del continente.
Hoy evidentemente hay países con
una calidad democrática indiscuti-
ble, y si tienen problemas, ¿pues
quién no los tiene?
En Hispanoamérica aún perviven
demasiados tics de aquella época
pues perduran los políticos que mi-
raban para otro lado o siguen es-
tando enquistados en los aparatos
de los partidos, como en Argentina
o México.
En otros países, ante las aberracio-
nes de algunos partidos políticos
democráticos y la corrupción impe-
rante, los pueblos creyeron en cau-
dillos salvadores y los hicieron llegar
al poder en aras de las masas em-
pobrecidas, léase Venezuela, Boli-
via, Ecuador, Nicaragua y tristemen-
te esos líderes, en vez de profundi-
zar en la democracia que los elevó
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al poder, se han dedicado a cons-
truir su propia "democracia", perso-
nal, caudillista, expresada como un
populismo difuso, mezcla de socia-
lismo de nueva ola, etéreo, en el
que convergen el indigenismo, el
marxismo guevarista castrista con
influencias de un cristianismo revo-
lucionario, cuando no evangélico o
dedicado a los dioses ancestrales
de las culturas precolombinas o a
los libertadores contra los españo-
les; pero la realidad es que esta
democracia no está solucionando
los eternos problemas sociales de
los pueblos y sí, en cambio, está
empobreciendo a las clases medias
y llevando al país al caos por los
pavorosos índices de violencia y
corrupción que se están instalando
en el país.
Por ello, tristemente, no se puede
hablar de un crecimiento armónico
democrático de Hispanoamérica,
hay países como Brasil en los que
la democracia se consolida y
además lucha contra la corrupción,
y encima saca de la pobreza a mi-
llones de compatriotas, igual se
puede decir, con los matices ade-
cuados a cada país, de Colombia,
de Chile, Uruguay.
En otros países, formalmente de-
mocráticos, las estructuras del po-
der siguen manteniendo firmes las
influencias del ejército, del poder
judicial y en algunos se deteriora el
ambiente por ser incapaces de po-
der atajar el avance de las mafias
internacionales del narcotráfico, la
trata de `personas, ya que sus in-
gentes beneficios económicos
hacen que las masas empobrecidas
consigan trabajos con salarios im-
pensables en esos países. Ello es
un cáncer en el nudo gordiano del
crecimiento futuro, pues la juventud
no observa horizontes y el país va
siendo invadido por ese cáncer ma-
ligno social que hemos señalado.
Si algo han logrado los altercados
de Londres ha sido evidenciar
que los países deben invertir masi-
vamente en educación, por ello es
más importante en estos momentos
construir escuelas que construir au-
topistas, y en Iberoamérica luchar
contra el caudillismo y el clientelis-
mo y educar a los jóvenes en for-
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mas distintas de hacer política para
evitar que, cuando los jóvenes se
integren a la esfera pública, no si-
gan actuando como muchos de los
viejos políticos.
Debe reconocerse que algo no ha
funcionado del todo bien en la zona
cuando, después de 200 años del
proceso de emancipación de los
iberoamericanos, sobre 587 millo-
nes de personas 235 millones viven
en la pobreza, y 94 de ellas malvi-
ven con algo más de un dólar diario.
Hispanoamérica tiene el inmenso
lastre: que se refunda cada equis
tiempo y comienza de cero dema-
siadas veces, llega el líder de turno
y llama un nuevo amanecer y todo
lo hecho anteriormente no vale na-
da, hay que derrumbarlo.
Se inventan eslogan y consignas
que se repiten una y otra vez como
mantras que aniquilan la voluntad
de las masas demasiado a menudo.
Si el futuro de Venezuela, Bolivia,
Ecuador o Nicaragua es la actual
Cuba, después de 50 años de revo-
lución, apaga y vámonos.
El peligro es que en esta Hispano-
américa de un mundo global algu-
nos comiencen a despegar y otros
no sean capaces ni de avanzar por
la pista, pegados a un suelo move-
dizo y traicionero. ¡Hay que salir de
esta trampa en donde se va de un
extremo al otro cada lustro!
Norman Birbaum, uno de los más
connotados intelectuales de EE.UU,
acaba de señalar que hay una trai-
ción de las elites intelectuales y polí-
ticas de su país ya que reniegan de
actuar de forma autónoma, niegan
en voz alta que estén dominados y
sean serviles. <El País,
15/8/2011>. Si esto dice este inte-
lectual de su país, qué podría decir-
se de los iberoamericanos en algu-
nos de sus países, que están au-
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sentes y eso es imperdonable en un
mundo como el actual, con una cri-
sis como la existente y en un mundo
global.
Quizás sea el momento de que ca-
da quien reflexione y deje de pensar
que puede Iberoamérica hacer por
mí, sino que puedo hacer yo por
Iberoamérica.
Las Hurdes. (Tierra Sin Pan). (1932). Luis Buñuel
Luis Miguel Potau de la Muela3
Ficha Técnica.
Producción: Ramón
Acín. Género: Do-
cumental. Duración:
27 min. Dirección:
Luis Buñuel. Guión:
Luis Buñuel, basa-
3 Historiador del Arte. Universitat Rovira i Virgili. Tarragona - España
do en un libro de Maurice Legendre. Foto-
grafía: Eli Lotar. Comentario: Texto de Luis
Buñuel y Pierre Unik. Edición: Luis Buñuel.
Música: Cuarta sinfonía de Brahms.
La niña llevaba tres días sin mover-
se del sitio, al final evidentemente
muere. La imagen que nos da esta
película documental es una realidad
extrema, pero a la vez cruda reali-
dad, de la España de 1932. Re-
cuerdo en los años 70 cuando iba
en autocar al “semi-infernado”, para-
fraseando lo de “infernado” del Pro-
fesor Kittin de
El Club de los Poetas Muertos, que
era el colegio Turó del Opus Dei en
Tarragona, que pasábamos por el
centro de Constantí y veía algún
niño tapado pero con la cara extra-
ña, por entonces no sabía que era
lepra. Si explico este aspecto es
para recalcar que la España de los
años 70 todavía mantiene aún mise-
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ria y enfermedades. Lo que refleja
Luís Buñuel en Tierra sin pan no
desaparece del todo tras la postgue-
rra ni con la apertura de finales de
los años 50 y la década de los 60.
Las Hurdes en Ex-
tremadura es un laberinto de mon-
tañas, olvidado de la mano de dios y
de la República española en ese
momento, 8000 habitantes que vi-
ven un condiciones que hoy en día
encontraríamos en poblados sin
ayuda humanitaria de ningún tipo,
con una mentalidad primitiva com-
pleta, la niña se está muriendo y
queda allí, nadie la ayuda es lo na-
tural, el cachorro enfermo va a mo-
rir. La enfermedad gana la batalla a
los más débiles, algo normal en lu-
gares sin ningún tipo de salubridad.
No hablaría de que viven en el siglo
XIX en esta tierra de la Península
Ibérica, más bien en un estado sal-
vaje casi total. Hasta las cerezas
verdes que pueden comer les pro-
voca la disentería, algo que implica
desconocimiento. Me hace recordar
que en la Roma clásica se le echa-
ba plomo al vino pues daba un sa-
bor y un estado alterado muy fuerte
y evidentemente morían pero con el
desconocimiento de que era el plo-
mo el que provocaba la muerte.
Precariedad en todo lo que les ro-
dea, también en el momento de la-
brar la tierra, tierra dura sin duda,
tierra que limpian a mano y jara,
abonando con madroño.
El pregón de la muerte “nada te
mantiene más alerta que pensar en
la muerte”, dice la voz en off en uno
de los pocos acontecimientos que
se pueden rodar, la muerte es algo
normal y presente continuamente;
los enanos y los cretinos, cretinismo
una enfermedad muy observada
desde el siglo XIX, verdaderas hie-
nas humanas que asesinan o matan
por que les sale así, tipos de perso-
najes medievales o salidos de algún
cuadro de Zurbarán, o de los ena-
nos de Velázquez. “Miseria desca-
rada”, repite la voz en off, y en un
cartel que reza “Respetad los bie-
nes ajenos”, como si hubieran tan-
tos bienes que preservar. Los ricos
pueden comer patatas y habichue-
las y ¡¡¡hasta tener un cerdo!!!
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El incesto es algo normal en esos
parajes, no hay mezcla de sangres
y los casos de cretinismo o malfor-
maciones eran corrientes.
Cinematográficamente es de una
gran calidad. Se observan detalles
muy del Buñuel surrealista como la
imagen de las serpientes y las cule-
bras. La República provoca que la
industria cinematográfica crezca.
Las imágenes rodadas de la cabra
cayendo de un barranco, provoca-
das a voluntad de los realizadores
según se dice, o el arrancar la ca-
beza a un gallo vivo, prácticas primi-
tivas que son rodadas en su realis-
mo más diáfano. Esta película do-
cumental es debida a la visita del
monarca Alfonso XIII a Las Hurdes
en 1922 y 1930. Este hecho lo pro-
voca Maurice Legendre, geógrafo
francés enamorado de esta zona
extremeña, incluso realiza su tesis
doctoral sobre Las Hurdes, reci-
biendo de Alfonso XIII la Cruz de
Comendador de la Orden de Alfon-
so XII, lo que hace que este docu-
mental se oiga en francés la voz en
off pues en Francia debido a la figu-
ra de Legendre era de un gran in-
terés.
Época de tierra dura y mísera la
España de los años 30. El movi-
miento obrero y del campesinado ya
está organizado de hace más de 40
años en la tierra de España y la vo-
luntad de cambio, un cambio drásti-
co y revolucionario está presente en
las clases menos favorecidas.
Cuando en algún momento se toca
el tema de la Guerra Civil Española
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a mí alrededor mi objetividad intenta
ponerse en primer plano pero los
sentimientos son demasiado fuertes
y veo la historia de ese momento
con un sentimiento trágico, desde el
punto de vista nietzscheano o del
mundo griego, muy fuerte y sentido.
Para mí no es la Guerra Civil úni-
camente es más bien un gran inten-
to de la humanidad de ser humanos
demasiado humanos por fin, mas el
momento elegido no es el adecuado
aunque las circunstancias que exis-
ten en esta tierra de España lo de-
mandan. El 18 de julio de 1936 em-
pieza la guerra pero el 19 de julio da
comienzo la revolución. La frase
que manifiesta una mujer americana
en un documental sobre las mujeres
extranjeras que vinieron a ayudar a
la República lo resume: “Ir a España
en ese momento me hizo formar
parte de la especie humana”, trans-
crito no literalmente pero creo que la
idea ha quedado más que clara. Es
nuestra guerra la primera a la ma-
nera de hacer la guerra en el siglo
XX puesto que la Gran Guerra fue al
estilo del siglo anterior aunque con
medios militares de 1914. Lo que se
cuece en España mueve a gran par-
te del mundo a poner aquí sus ojos
y a su vez, a parte de los coopera-
ción oficial de los estados fascistas
europeos y la relativa y lejana ayuda
de la Unión Soviética, la venida de
ingente cantidad de voluntarios en
calidad de Brigadas Internacionales
de las que formaban parte muchos
intelectuales, artistas, periodistas,
literatos, etc. George Orwell y su
Homage to Catalonia, Ernest
Hemingway con Por quién doblan
las campanas, de la que se realiza
una versión cinematográfica el año
1943 dirigida por Sam Wood e in-
terpretada por Gary Cooper e Ingrid
Bergman, y la creación del docu-
mental de guerra, de denuncia, algo
que expresa este documental de
Luis Buñuel Tierra sin Pan de 1932,
con una intencionalidad bien mar-
cada de tomar parte de unos de los
dos bandos para explicar lo que es-
taba pasando, que no sólo era una
guerra, lo que aquí estaba suce-
diendo en 1936 es que el mundo
estaba cambiando.
Se habla demasiado de lo que mo-
tivó la Guerra Civil Española y la
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verdad es que normalmente se ob-
via totalmente algo que cuando no
se tiene provoca revoluciones: El
hambre. Cierto es que en Las Hur-
des podríamos decir que existe la
versión más radical y extrema de la
miseria pero la realidad española
del momento es que el cacique, el
patrono, el empresario, la nobleza,
los militares de alta graduación y
sobre todo la iglesia no pasan ham-
bre, no pasan miseria, y se dedican
a castrar de cualquier manera a
quien no pertenece a su nivel
económico ¿Porqué se hizo la revo-
lución?, una pregunta que siempre
he considerado irónica, mientras
unos tratan de populacho y misera-
bles a aquellos y aquellas que inten-
tan un mundo nuevo se obvia el te-
ma del hambre y la precariedad en
el trabajo como si ello fuera algo
intrínseco de la clase obrera. Viendo
esta película documental de Luís
Buñuel quizás se aprenda y sepa
que hará 70 años en España habían
zonas olvidadas de la mano de dios,
nunca mejor dicho.
…y ¿quién nos defiende de las
democracias? A propósito del sinuoso y elegante “meneo” del
capote torero.
Antonio Jiménez Castillo4
Las constituciones políticas moder-
nas se crearon originariamente para
defenderse del absolutismo monár-
quico que asolaba y desmantelaba
Elogiaba Filón de Alejandría que
solo una democracia limitada, purifi-
cada de sus elementos más indeco-
rosos representa la forma de go-
bierno más perfecta para la huma-
nidad. Dos mil años después al-
guien debe retomar esta idea.
4 Licenciado en Ciencias Económicas, Máster en Desarrollo Económico y Docto-rando En Economía Regional. Publicacio-nes: tiene textos publicados en revistas españolas. Universidad de Sevilla España. E-mail. [email protected]
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por mandato divino a “su pueblo”
como medio para disfrutar de sus
privilegios bien merecidos. No obs-
tante, ninguna de nuestras constitu-
ciones actuales nos protege frente a
las arbitrariedades “democráticas”
orquestada por políticos deprimen-
tes razón de pueblo canallamente
acobardado. Cuestión de tiempo y
ganas, que no me merece desple-
gar cada una de las irregularidades
democráticas que se extienden par-
ticularmente en nuestro país conti-
nuamente. Además que un análisis
descriptivo tampoco vierte un in-
terés especial a la vista de las ar-
chiconocidas veleidades que im-
pregnan las páginas de diarios y
periódicos matutinamente.
Hablemos de algo más serio. Anali-
cemos de manera sistemática 4
principios canallas con función legi-
timadora de la democracia y utilice-
mos la semilla que dio origen a este
sistema, la razón, como filtro esca-
tológico de buen hacer.
1) La regla de la participación
como principio caracterizador de un sistema democrático: Se ar-
gumenta comúnmente que el voto,
como acto de participación política
diferencia a los estados democráti-
cos de aquellos que no lo son. Sin
embargo, la proclamación al viento
de esta idea no hace nada bien a
propósito de un sistema democráti-
co. El encasillar a todos los países
que utilizan un sistema de votación
para elegir desde representantes
políticos hasta la ubicación de la
próxima fuente para el pueblo impli-
ca que consideremos igualmente
democráticos a países como Vene-
zuela y Noruega, España y Argenti-
na, Estados Unidos y Afganistán.
Parece a simple vista, que el princi-
pio de participación no es al menos
suficiente para catalogar a un país
como democrático. O todos lo son o
no lo son ninguno.
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2) La regla del voto universal:
Algunos teóricos de la democracia
se enorgullecen de la historia de
progreso de Occidente cuando ar-
guyen con pleitesía acerca de la
universalización del voto. Se piensa
que existe una especie de cenit, de
“ad valorem” en cuanto a todo lo
que se hace “sin discriminación”.
Claro que el carácter universal ya es
un acto de discriminación. Es ver-
dad, algunos dirán que no discrimi-
na a las personas pero si lo hace a
las ideas. Y la democracia se com-
pone de ideas libres y críticas, antes
que de “cualquier” tipo de hombre.
Otra de las críticas que he escucha-
do durante mucho tiempo es aquella
que dice que el hecho de que el vo-
to sea universal radica no en un ac-
to supremo en sí sino en que nos
resulta imposible establecer una
división entre decisores y no deciso-
res sin violar el acto de igualdad de
las personas.
Este principio se resquebraja hasta
donde da mi imaginación por al me-
nos dos salientes. Por un lado, en
España las personas menores de
18 años no tienen acceso al voto en
razón a una incompleta conciencia
de la realidad social en la que viven.
Si bien, ello no implica que esta
misma razón no se aplique a todas
aquellas personas con “capacidad
de voto” que son analfabetas, o su-
fran algún tipo de patología psicoló-
gica (muchos de nuestros políticos).
Al no rechazar a la persona analfa-
beta nos libramos de la responsabi-
lidad de discriminar pero nos con-
denamos de su ignorancia. Por otro
lado, y esto sería para extenderse
mucho más de las limitadas hojas
de un editorial, ese mito fundacional
de las democracias modernas ven-
dido como progreso de la humani-
dad por el cual todos hombres tie-
nen igualdad de derechos y deberes
ante la ley, que quede claro, la
misma cantidad y calidad de dere-
chos y deberes, me parece un error
conceptual histórico que no ha
hecho del todo bien. La cuestión no
debería ser de una relación simétri-
ca entre personas sino entre dere-
chos y deberes y deberes y dere-
chos. Ni somos ni debemos ser
iguales, pero convenimos en cuanto
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a la igualdad no igualitarista entre lo
que ofrecemos y recibimos. Para
combatir la tiranía de la minoría,
previamente debemos guardarnos
de la de la mayoría.
3) Sobre la regla de la mayor-ía: La mayoría es considerada
como la fuerza legitimadora de todo cambio social y político: Es
la mayoría quien decide qué partido
vence etcétera. No obstante, deber-
íamos de convenir previamente
¿quién es la mayoría? ¿Es la ma-
yoría el 60% que va como media a
votar en las elecciones nacionales?
¿es la mayoría la que mayor resul-
tado obtiene entre los dos partidos
principales? ¿es la mayoría, la ma-
yoría que no va a votar? ¿la mayor-
ía que vota en blanco? ¿la mayoría
que yerra en la votación? ¿la ma-
yoría que olvida la documentación
en casa? El concepto de mayoría
como el de universal, viene deter-
minado por una decisión exclusiva-
mente política y no natural ni divina.
Quién es la mayoría y quién deja de
serlo, no la compone un número
aunque lo parezca sino lo hace una
decisión humana, no tiene por con-
siguiente, ninguna fuerza de absolu-
to. Imaginemos que somos un país
de 20 personas y pretendemos al-
canzar una decisión por mayoría, es
decir, que al menos 11 personas
voten a favor o en contra, mientras
que yo como jefe supremo (personi-
fico la constitución) concluyo que 5
no pueden votar por diversas cau-
sas (menores de edad por ejemplo),
y los 3 votos restantes son nulos por
que no tienen opinión concisa (votos
en blanco), la mayoría pasa de 11
votos a 7, aunque la opción que
vence se acaba imponiendo sobre
los 20. En este sentido, existe en el
hombre una especie de irresponsa-
bilidad para con su propio destino y
vida, de tal forma que se cobija bajo
sus propias ficciones (en forma de
número) con tal de no sufrir el peso
de la existencia, es decir, de la res-
ponsabilidad de decidir sobre su
propia vida.
4) La regla de la separación
de poderes: Montesquieu habló de
la separación de poderes como
elemento prioritario en cualquier
sistema libre. Si bien, la desnaturali-
zación que los intereses a lo largo
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de la historia han vertido sobre esta
aserción queda patente en la divi-
sión moderna de poderes. Se dice
que un sistema es democrático
cuando existe una separación entre
el legislativo, ejecutivo y judicial. Sin
embargo, se pasa de largo de un
detalle fundamental como es la na-
turaleza de la separación; es condi-
ción indispensable que lo sea de
facto, es decir, que sean indepen-
dientes originariamente unos de
otros. Aquellos que vivieron la épo-
ca franquista recordarán que tam-
bién existía separación de poderes
por medio de unas cortes, unos jue-
ces, y un gobierno, claro que todos
nacían y morían en la figura del dic-
tador. Ahora ocurre lo mismo, con la
figura del gobierno.
No existe en la democracia como en
casi nada en la vida, un mástil lo
suficientemente grande y resistente
donde agarrarnos. La única brújula
que nos puede ayudar a que la de-
mocracia se encuentre a nuestro
servicio y no nosotros al suyo, sea
la de la auto-crítica permanente, un
pensamiento crítico, con todo lo que
ello implica. No encuentro otra
fórmula. Aferrarnos a cualquier idea
por sugerente que parezca solo nos
apartará de nuestro objetivo. Como
decía una vieja pandemia, recuerda
que cuando necesites una barca
para cruzar el río, no te quedes a
vivir en ella cuando la atravieses.
Por supuesto que es necesaria la
participación pública como garante
de un buen sistema democrático,
pero no cualquier participación; sino
¿quién nos protegería de esta? La
pregunta que se requiere sería del
modo ¿cómo participar? ¿Para
hacer/cambiar que cosas? ¿Quié-
nes serán los beneficiarios?
…como demócrata hágase las tres
preguntas básicas de buen ciuda-
dano; ¿Porqué? ¿Para qué? ¿Para
quién?
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La democracia como las leyes que
la sustentan han sido imaginadas
por el hombre antes de disponerse.
Como decía Lord Act, “una ley que
pierde su utilidad ya no sirve”. La
democracia y la constitución como
garante de aquella no es más que
un medio para un fin, su naturaleza
es únicamente instrumentalista, solo
es verdadera mientras nos sea útil
para aquellos propósitos que que-
ramos imaginar/crear.
La democracia es educación pero
no solo educación, es participación
pero no solo participación, es res-
ponsabilidad pero no solo respon-
sabilidad, es control pero no solo
control, es transparencia pero no
solo transparencia…
Los problemas a mi modo de ver
deben afrontarse como el sinuoso y
elegante movimiento de la mano
que conduce al toro a través del
capote. Un movimiento efectivo,
tajante, pero al mismo tiempo inse-
guro, incierto, indeterminado; flexi-
ble a la vez que dinámico, complejo
a la vez que estilizado. Un movi-
miento que no mira con ojos de
muerto al toro, que sabe que su po-
se no es como fue ni cómo será.