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    Jos Manuel Lpez de Abiada*

    Presentacin

    1. Con pocos, pero doctos, libros juntos

    En alguna ocasin, he recurrido al conocido verso quevediano (el segundo del sone-to Desde la Torre) que encabeza el epgrafe para aventurar un primer acercamiento alconcepto de canon. Tambin me he servido de una mxima latina: non multa, sed mul-tum y de la definicin del fillogo alemn David Ruhnken, que fue quien introdujo eltrmino en la disciplina de la crtica literaria en 1768. Su explicacin era concisa y clara[...] lista de autores selectos de un gnero literario.1 Desde entonces se han publicadoobras tericas seeras, mas sucede que toda definicin del canon literario es precaria,

    pues en literatura carecemos de un declogo para calibrar el grado de adecuacin o dis-crepancia de ese ente abstracto llamado norma y apreciar y clasificar en consecuencia.

    Por otro lado, parece lcito preguntarse cules son esos pocos, pero doctos, librosjuntos, aunque sepamos que las respuestas difieren, que para llegar a lospocos doctos

    libros que el paso del tiempo y las relecturas convierten en tenencia y pertenencia decada uno es ineludible haber pasado dicho sea con un verso de Gil de Biedma cuatro-cientas noches con cuatrocientos libros diferentes.2

    En suma: para llegar al canon personal, es inevitable haberse extraviado en los veri-cuetos de la promiscuidad lectora, entreverando a los pocos y doctos ttulos cannicosun sinnmero de ttulos menos doctos, aunque acaso no menos atractivos. Coincidiranesos hipotticos ttulos cannicos con una tambin hipottica lista de clsicos? Sloen parte, puesto que esa supuesta lista puede y debe cambiar de pas a pas, por estarvinculados a una determinada tradicin literaria. Dice bien Borges en su breve ensayoSobre los clsicos: Clsico no es un libro (lo repito) que necesariamente posee tales ocules mritos; es un libro que las generaciones de los hombres, urgidas por diversasrazones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad (1980: 301-303).

    2. El canon occidental

    Un viejo adagio dice que la historia la hacen los pueblos, pero que la escriben losseores. Aplicado el dicho a la literatura, podramos interpretarlo como sigue: la literatu-

    * Jos Manuel Lpez de Abiada es catedrtico de Literatura Espaola e Hispanoamericana en la Uni-versidad de Berna desde 1988. Contacto: [email protected].

    1 Vase Garca Gual (1996: 5).2 Gil de Viedma (1982: 135). En la cita he reemplazado el trmino cuerpos porlibros. Ib

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    ra se debe a los escritores, pero establecer cules obras merecen figurar en los estrechosconfines del canon literario parece ser de estricta incumbencia de los crticos. Su queha-cer va ms all de la interpretacin o del anlisis de las obras, pues son ellos quienes seadjudican el derecho a establecer las lindes del canon y decidir sobre su existencia. Unaexistencia avalada por la tradicin y apuntalada por criterios determinados entre los quesuelen figurar la capacidad innovadora, la facultad de permanencia (la palabra en eltiempo de Machado) o el valor esttico.

    Harold Bloom intent responder a estas y a otras preguntas en The Western Canon(1994). Para sorpresa de muchos, el tratado tuvo una crecida recepcin: figur durantevarias semanas en la lista de los superventas americanos y, como algunos de sus libros

    precedentes, fue objeto de incondicional reverencia o de acerba crtica. Objetivo capital

    del libro era la reivindicacin del valor esttico de la literatura, que a juicio del autordeba primar sobre los aspectos ideolgicos, polticos, econmicos o sociales. Pero tam-

    bin era una defensa incondicional de la enseanza eminentemente humanista y un gritode alarma contra el peligro de perder las capacidades y los saberes necesarios para llevara cabo una lectura cuidadosa de los clsicos. Y era tambin un duro ataque a un supuestomonstruo de seis cabezas que bautiz con un malintencionado marbete: Escuela delResentimiento. A su modo de ver, esa supuesta escuela estaba integrada por feministas,marxistas, lacanianos, semiticos, nuevos historicistas y deconstruccionistas. Especie de

    bestia apocalptica, pretenda al parecer arrancar de cuajo la posibilidad de evaluar lacalidad de una obra literaria en sintona con su valor esttico. En suma: Bloom reivindi-caba a los autores cannicos y condenaba a los crticos y tericos de la literatura que sedejaban llevar por las modas de turno.

    3. Cuando el ro suena...

    La mayora de las crticas no se deban al corpus terico o al sumario de elementos queBloom consideraba partes ineludibles del canon. Tampoco a los veintin extensos ensayosque dedicaba a veintisis autores sublimes. Los dardos apuntaban al apndice del libro,que inclua una seleccin de algo ms de 750 autores y unos 1.500 ttulos memorables.Como era de esperar, para unos sobraban nombres y para otros faltan autores. Quienes cri-ticaban olvidaban que la lista haba sido concebida como mera gua a la lectura y silencia-

    ban que la experiencia de la lectura era el sumo mandamiento del enunciado bloomiano. Yentendan a su manera la expresin aesthetic supremacy, cuyo significado era, sin embar-go, inobjetable: hay libros y escritores sublimes que merecen indiscutida preferencia.

    Intentar reunir, en apretada sntesis, los elementos imprescindibles que constituyen laconcepcin bloomiana del canon sera imprudente, pero s cabe sealar los principales.Uno de ellos radica en la que Bloom ha denominado teora de la influencia; es decir:todos los grandes escritores se perfilan y templan en constante discrepancia y parangncon modelos vigorosos. Desde esa conviccin afirma que son los grandes escritoresquienes generan el canon, y no los gremios culturales o polticos. Otros criterios ineludi-

    bles del canon son la originalidad, la vitalidad, la dimensin esttica de la obra y la capa-cidad de aguantar reiteradas y constantes (re)lecturas.

    EnEl canon occidental, la figura dominante y el centro indiscutido del canon es Sha-kespeare (Shakespeare is the Canon, leemos una y muchas veces). Le siguen muy de

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    cerca Dante y Cervantes, a cierta distancia Tolsti, Chaucer y Montaigne, y algo ms ale-jados Milton, Goethe, Ibsen, Joyce y Beckett. A la hora de elegir y nombrar las obrasoccidentales ms relevantes, Bloom no duda en mencionar las tragedias shakespearianas,el Quijote, laDivina Commedia, The Paradise lost, la Torah, losEvangelios y los poe-mas picos de Homero.

    4. ...agua lleva

    En los EE.UU., dadas las caractersticas culturales y tnicas, y al socaire de la sensi-bilidad nacida del membrete de lo polticamente correcto, surgi, sobre todo en las

    universidades y en la dcada de los setenta, el deseo de introducir en los programas uni-versitarios nuevos paradigmas que relativizaran la supremaca de la cultura occidental.Donde con mayor claridad se perciban los deseos de nuevos paradigmas era, debido alos impulsos de la izquierda postsesentayochista y el grupo radical del feminismo intran-sigente, en el campo literario. A esa actitud responda tambin el libro de Bloom, queaprovechaba la coyuntura y lanzaba su Western Canon en una editorial comercial. Laeditorial se percat de la posibilidad de lanzarlo como best sellerurgida por la necesidadde recuperar pronto los 600.000 dlares asignados al autor en calidad de anticipo. A juz-gar por los cotilleos literarios, Bloom se haba opuesto a confeccionar la lista que consti-tuye el apndice del libro, pero la editorial la impuso como requisito imprescindible. Siadems el libro prometa conjurar (aunque fuese levemente) el espantajo del multicultu-ralismo y llamaba al orden a los que impugnaban la supremaca de las jerarquas institui-

    das y el fervor incondicional a los clsicos, miel sobre hojuelas.Tanto ms si el libro pretenda adems el restablecimiento de categoras en materia

    literaria, postulaba la necesidad de mantener y fortalecer los nexos con la tradicin yrepeta con insistencia que el valor esttico no poda ser reducido a un mero fenmenoopinable. Silenciaba, sin embargo, que la esttica puede estar sometida a cambios y des-

    plazamientos, debido a imperativos relacionados con la voluntad o la urgencia de conci-liar varias funciones en distintos contextos sociales y coyunturas histricas.

    5. Globalizacin, aldea global y canon

    En 1994, la globalizacin de la economa, la extraordinaria movilidad de los habitan-tes de los pases industrializados y la emigracin a entornos culturales distintos en canti-dades y a ritmos hasta entonces desconocidos era ya una realidad. Y era evidente que elconcepto de Estado nacin como entidad unificada que haba cuajando en Europa yhaba sido exportada a otros continentes era cada vez ms endeble: sus fronteras estabanexpuestas a una erosin continuada y sistemtica. Verdad era que el fenmeno de lasmigraciones masivas en busca de sustento o huyendo de discriminaciones y persecucio-nes era conocido desde pocas casi inmemoriales, pero tambin era cierto que las dife-rencias numricas, los lapsos de tiempo y las consecuencias eran muy otras. Los millo-nes de hispanos, coreanos y vietnamitas en EE.UU., de magrebes en Francia, de curdosy turcos en Alemania, de ciudadanos de las antiguas colonias en Gran Bretaa o de chi-nos en Japn haban generado realidades de interculturalismo antes desconocidas. Pero

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    adems, la crisis de operatividad y legitimidad del Estado nacin tradicional, apoyado enla soberana de instituciones polticas y en una ciudadana definida por esas institucio-nes, era cada vez ms perceptible. Sectores capitales de la vida diaria, entre los que sehallaban la educacin y la cultura, haban pasado a ser competencia de entidades locales,regionales o autonmicas. Y como se trataba de una sociedad cada vez ms intercultural,tenan mayor vigencia los cambios en relacin con las nociones tradicionales de culturay literatura. As las cosas, no pareca aventurado adaptar ligeramente el conocido adagiolatino: Tempora mutantur et canones mutantur in illis.

    6. Teora y prctica

    Los trabajos reunidos versan preponderantemente sobre aspectos tericos, aunquetampoco falta la perspectiva de una revisin prctica.

    Navajas centra su atencin en los nuevos paradigmas culturales surgidos al socairede las transformaciones culturales generadas por la comunicacin visual, digital y glo-

    bal. Su anlisis versa sobre algunos fenmenos recientes que contribuyen, por un lado, ala ampliacin del corpus literario y, por otro, a un desmantelamiento parcial y una(supuesta?) superacin de lo establecido como norma.

    Pozuelo Yvancos plantea la necesidad de volver a situar la cuestin de la canonicidaden el debate, si cabe de manera ms modesta, pero empricamente ms eficaz: en la cons-truccin de lo que siempre se conoci como Historiografa literaria. Perfila algunas de las

    posibilidades metodolgicas de tal cambio de rumbo, intentando cifrar el modo en que la

    Historia literaria se concibe cual uno de los privilegiados gneros de canonizacin.Las respuestas de Gonzlez Echevarra y Elisabeth Stuck alumbran aspectos novedo-

    sos y pulsan no pocos acordes.Prez Cino hace un repaso crtico de las principales lneas por las que discurren las

    concepciones modernas sobre el canon. Sobre esa base, desarrolla una reflexin sobre lacondicin sistmica del canon literario, que atiende sobre todo a la delimitacin de suscomponentes y a las relaciones entre ellos, en tanto son stas las que llevan sobre s el

    peso de la configuracin histrica del canon como sistema de legitimidad y valor a partirdel cual percibimos los textos.

    Maurel hace una fundamentada defensa de algunos de los autores coetneos a los dela Generacin X, cuya obra estuvo eclipsada en parte por la presencia meditica de losfamosos. Tras un estado de la cuestin en el que analiza la teora del canon, las relacio-

    nes entre literatura y mercado (con la presencia insoslayable de los xitos de ventas delas conocidas novelas de Cercas y Ruiz Zafn), propone un didctico acuerdo de mni-mos sobre lo que debe ser la literatura y una nmina de escritores que coinciden condicho acuerdo.

    Bibliografa

    Bloom, Harold (1994): The Western Canon. The Books and School of the Ages. New York/SanDiego/London: Harcourt Brace & Co (Trad. espaola:El canon occidental, Barcelona: Ana-grama, 1995.)

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    Borges, Jorge Luis (1980): Sobre los clsicos. En: Obras completas, Vol. II, Barcelona: Bru-guera, pp. 301-303.

    Garca Gual Carlos (1996): Sobre el canon de los clsicos antiguos, ennsula 600, Un viaje deida y vuelta. El canon, diciembre de 1996, pp. 5-7.

    Gil de Biedma, Jaime (1982): Pandmica y Celeste. En:Las personas del verbo. Barcelona:Seix Barral, pp. 134-136.

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