Pedro Henriquez Urefia Presencias en Cuba

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Pedro Henriquez Urefia y sus Presencias en Cuba E N el interesante trabajo "Hermano y Maestro", que pre- cede la Antologia de Pedro Henriquez Ureila, su hermano Max ofrece datos y fechas imprescindibles para mejor conocer los primeros pasos en las letras, como poeta y critico, de quien liegara a ser ilustre humanista y animador de la cultura ame- ricana. Alli se nos presenta con precisi6n el que fue un caso de precocidad literaria, pues sus primeras composiciones poe- ticas corresponden a sus mas tiernos afios de edad. La incli- naci6n a la critica surge a poco, y segin recuerda Max, uno de los primeros esbozos de Pedro fue un comentario en una velada infantil celebrada durante la estancia de la familia en Puerto Plata, sobre una "conocida composici6n poetica de Gutierrez NAjera, 'La Serenata de Schubert' ". El comentario y la critica llegaron a ser frecuentes, especialmente en las reuniones de la casa de las hermanas Feltz, un centro de lec- turas y de vida intelectual. En el ensayo, a manera de dedica- toria, que figura en su libro Horas de Estudio, "A Leonor M. Feltz, en Santo Domingo", el autor dej6 registrado ese feliz periodo de su adolescencia: i Que multitud de libros recorrimos durante el afio en que concurri a vuestra casa, y, sobre todo, qu6 rio de comentarios fluy6 entonces! Vuestro gusto, sin olvidar el respeto debido a los clasicos, a Shakespeare (que entonces releiamos casi ente- ro), a los maestros espaiioles, nos gui6 a recorrer la poesia cas- tellana de ambos mundos, el teatro espajiol desde los origenes del romanticismo, la novela francesa, la obra de Tolstoi, la de

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Pedro Henriquez Urefia y susPresencias en Cuba

E N el interesante trabajo "Hermano y Maestro", que pre-cede la Antologia de Pedro Henriquez Ureila, su hermano

Max ofrece datos y fechas imprescindibles para mejor conocerlos primeros pasos en las letras, como poeta y critico, de quienliegara a ser ilustre humanista y animador de la cultura ame-ricana. Alli se nos presenta con precisi6n el que fue un casode precocidad literaria, pues sus primeras composiciones poe-ticas corresponden a sus mas tiernos afios de edad. La incli-naci6n a la critica surge a poco, y segin recuerda Max, unode los primeros esbozos de Pedro fue un comentario en unavelada infantil celebrada durante la estancia de la familiaen Puerto Plata, sobre una "conocida composici6n poetica deGutierrez NAjera, 'La Serenata de Schubert' ". El comentarioy la critica llegaron a ser frecuentes, especialmente en lasreuniones de la casa de las hermanas Feltz, un centro de lec-turas y de vida intelectual. En el ensayo, a manera de dedica-toria, que figura en su libro Horas de Estudio, "A Leonor M.Feltz, en Santo Domingo", el autor dej6 registrado ese felizperiodo de su adolescencia:

i Que multitud de libros recorrimos durante el afio en queconcurri a vuestra casa, y, sobre todo, qu6 rio de comentariosfluy6 entonces! Vuestro gusto, sin olvidar el respeto debido alos clasicos, a Shakespeare (que entonces releiamos casi ente-ro), a los maestros espaiioles, nos gui6 a recorrer la poesia cas-tellana de ambos mundos, el teatro espajiol desde los origenesdel romanticismo, la novela francesa, la obra de Tolstoi, la de

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REVISTA IBEROAMERICANA

D'Annunzio, los dramas de Hauptmann y de Sudermann, laliteratura escandinava reciente y, en especial, el teatro de Ib-sen, cuyo apasionado culto fue el alma de vuestras reuniones.

Esta pagina, escrita en M6xico en octubre de 1909, es co-mo el resumen de un momento culminante de su formaci6n,aquel en que el ensayista y el humanista se revelan y empren-den el camino de su futura dedicaci6n.

Los vaivenes politicos y revolucionarios juegan papel im-portante en la vida familiar. En 1901, cuando Pedro s6lo tenia17 afios de edad, su padre lo envia a New York, junto con suhermano mayor Fran, para que cursara estudios universita-rios. Pero al afio siguiente ambos tienen que trabajar comoempleados de comercio, pues la revoluci6n de 1902 derriba algobierno, obliga al padre a trasladarse a Cuba y finalmentese establece como medico en Santiago, donde en 1904 se lejunta Max. En ese mismo afio Pedro y Fran se trasladan aLa Habana, y aqui, por recomendaci6n del generalisimo Ma-ximo G6mez, dominicano de nacimiento, obtienen empleo enuna casa de comercio.

Pedro y Max, en sus tempranos afios de Santo Domingo,sintieron la obsesi6n de los peri6dicos literarios. Y manuscri-tas aparecieron sus primeras hojas, dedicadas a ser leidas en elcirculo familiar. Max fund6 La Tarde, que cambi6 despuespor El Faro Literario. Y mas tarde fund6 El Ideal, revistaliteraria que imprimia con otros compafieros. Pedro "ech6 ala circulaci6n otra hojita, tambien hebdomadaria, que bautiz6La Patria, y en ella aparecieron reproducciones de nuestrospoetas con comentarios suyos, que acaso fueran la primera ma-nifestaci6n de sus futuras dotes de critico y ensayista". Fran,por su parte, aparecia dirigiendo El Ibis. Esa inclinaci6n re-surgi6 cuando Max vino a residir con su padre en Santiago deCuba, al fundar y dirigir Cuba Literaria, revista de la cual,segun nos dice, a mas de colaborador, Pedro era, en realidad,codirector. En ella aparecieron sus primeros trabajos publi-cados en Cuba, los que, segin afirma su hermano Max, mejorlo dieron a conocer como critico y ensayista, entre ellos losestudios sobre Rod6 y D'Annunzio.

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EsTU)1IOS

No se conoce con exactitud la fecha en que Pedro Henri-quez Urefia lleg6 a Cuba en el afio 1904, pero debi6 ser enlos meses finales. Los articulos "D'Annunzio el poeta" y"Ariel", que Max public6 en Cuba Literaria, tienen las fechas1903 y 1904, respectivamente, y seguramente fueron escritosantes de su llegada, asi los dedicados a "Bernard Shaw", "Ri-chard Strauss y sus poemas tonales" y "La 6pera italiana",que figuran en su primer libro Ensayos criticos, publicado enLa Habana a fines de 1905. En el trabajo sobre BernardShaw, una cita de Varona hace suponer que el trabajo pudohaberse escrito en La Habana. Todos los demis que integranel libro llevan la fecha de 1905, y aunque el autor hubierautilizado para su redacci6n borradores traidos de Santo Do-mingo y Nueva York, con seguridad la forma (iltima en quelos public6, fue aqui donde se la impuso. Y uno de los articu-los, "El modernismo en la poesia cubana", fue concebido y es-crito en contacto directo con nuestro medio literario.

Ensayos criticos contiene, en germen, muchas de las di-recciones de la dedicaci6n literaria del maestro. Su inclinaci6na la literatura inglesa esta presente en sus tres ensayos sobreOscar Wilde, Arthur Wing Pinero y Bernard Shaw; el criticoliterario aparece en sus articulos sobre Ruben Dario, Rod6,Jose Joaquin Perez, D'Annunzio y el trabajo sobre el moder-nismo en nuestra poesia. Tambien apunta su interns por elpensamiento en America, al estudiar las aportaciones a laSociologia del dominicano Hostos y del cubano Enrique Lluria,y su afici6n a los temas musicales.

Su penetraci6n en muchos de esos estudios le Ileva aadelantarse en sus juicios no s61o a otros criticos de nuestraAmerica, sino de la misma Francia. Asi podemos leer hoy,cincuenta afios despues de haber sido escrito, su opini6n sobreBernard Shaw, sorprendiendonos su claridad de visi6n y dejuicio:

Bernard Shaw es quizas la mas curiosa proyecci6n del es-piritu cdltico sobre las letras anglosajonas. Como humorista,pertenece por entero al mundo ingles y s61o dentro de 6ste sele apreciar plenamente; como pensador, se ha adelantado a supiblico y le ha asombrado con sus extravagancias de fumistaliterario, que contrastan con la seriedad de su car6cter y de su

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vida privada. Paradoja viviente, se le llama: un devoto deSchopenhauer y de Nietzsche que, en el caso, se desprenderiade su iltimo centavo para dar de comer al hambriento.

Dos de sus trabajos de esta epoca, los consagrados a Darioy a Rod6, nos sirven tambi6n para apuntar su sagacidadcritica, pues ademis de ser trabajos de los veinte afios, tantola obra de Dario como la de Rod6 aun eran poco conocidascuando tales articulos se escribieron. La carta que Rod6 ledirigi6 al recibir el volumen, fechada en 20 de febrero de1906, adelanta juicio de mucha estimaci6n sobre sus disposi-ciones intelectuales:

Agradizcole su libro y su juicio porque revelan un espiritulevantado sobre el nivel de la mediocridad, y porque veo en Ud.un verdadero escritor, una hermosa promesa para nuestra criticaamericana, tan necesitada de sangre nueva que la reanime. Meagradan mucho las cualidades de espiritu que Ud. manifiesta encada una de las paginas de su obra, y que son las menos comu-nes, y las mis oportunas y fecundas, con relaci6n al caracter denuestra literatura. Me agradan la solidez y ecuanimidad desu criterio, la reflexiva seriedad que da el tono de su pensamien-to, lo concienzudo de sus antlisis y juicios, la limpidez y precisi6nde su estilo. Me encanta esa rara y felicisima uni6n del entu-siasmo y la moderaci6n reflexiva que se da en Ud. como enpocos. Y me complace reconocer, entre su espiritu y el mio, maisde una intima afinidad y mas de una estrecha simpatia de ideas.

Ensayos criticos tuvo excelente acogida, y fue el mensajede ese libro el que dio a conocer al autor ventajosamente enAmerica. Pero no fue s61o esa publicaci6n la que dej6 huellaimborrable de este primer paso del escritor por nuestra tierra.Su hermano Max, que, como ya vimos, habia fundado en San-tiago de Cuba la revista Cuba Literaria, suspendi6 su publi-caci6n y vino a residir a la Capital, entrando a formar partede la redacci6n del peri6dico La Discusi6n y del semanario ElFigaro. Juntos pasaron algunos meses en La Habana en eseafio de 1905, y El Figaro salud6 la presencia de Max en sunimero de 5 de marzo, en nota al pie de su retrato. En cuantoa Pedro, sus colaboraciones en La Discusi6n fueron varias:"'Los dramas de Pinero", "Tendencias de la poesia cubana","Marti escritor", entre las que hemos hallado en ese afio de1905.

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Es TUDIOS

Siguiendo el itinerario marcado por Max, sabemos queno dur6 mucho la estancia de Pedro en Cuba, pues habia de-cidido emprender viaje a Mexico, para donde embarc6 a prin-cipios de 1906. En total, poco mas de un afio de duraci6ntuvo esta permanencia, pero dej6 impresi6n sefialada en suvida de escritor. No s61o aqui public6 su primer libro, sinoque tom6 el rumbo de Mexico, donde tendria reservado unaaltisima misi6n: la de contribuir de modo poderoso a la for-maci6n de una nueva conciencia literaria, artistica y cultural,y a preparar el terreno para los cambios que ya los tiemposhacian presentir. Alfonso Reyes, testigo de mayor excepci6n,pudo decir, en la evocaci6n que escribi6 al tener noticia desu muerte:

Pedro, el apost61lico Pedro, representa en nuestra dpoca,con titulos indiscutibles, aquellas misiones de redenci6n por lacultura y la armonia entre los espiritus, que en Europa se cobijanbajo el nombre de Erasmo, y en America bajo el de ese grancivilizador, peregrino del justo saber y el justo pensar, que fueAndres Bello.

Y al reclamar como propio el derecho de llorarlo, terminaasi su evocaci6n:

Aqui fund6 su hogar. Y al cabo, nos ayud6 a entender y,por mucho, a descubrir a Mexico. Nuestro pais era siempre elpiano de fondo de su paisaje vital, la alusi6n secreta y constantede todas sus meditaciones. Mexico fue para 61 la tierra firmeen que asent6 su vida y su campo de observaci6n y de batallapor los ideales de America. Y para Mexico fue, como lo llam6con acierto Daniel Cosio Villegas, "el hermano definidor".

Si su primera estancia en Cuba se seial6 con la publica-ci6n de su primer libro, la primera de Mexico, que comprendi6casi seis afios, se coron6 con una obra alli compuesta en sutotalidad, y que apareci6 publicada en Paris en las edicionesde la casa Ollendorff, en 1910. La gran labor que en esa pri-mera d6cada del siglo le toc6 realizar, en un momento en quefermentaban los nuevos impulsos y existia como una fiebreen la juventud que buscaba afanosamente un camino que yapresentia, -cuando surgian los nombres que despues habrian

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de ser gloriosos de Antonio Caso, Jose Vasconcelos, AlfonsoReyes, y algunos mis-, Pedro Henriquez Urefia, con ser deedad semejante a la de sus compafieros, se les habia adelan-tado con aquella precocidad sorprendente que siempre se lereconoci6. Y asi fue en buena medida el guiador, el consejero,el mentor de aquel grupo.

Su participaci6n en todos los empefios juveniles que die-ron al movimiento renovador de Mexico el altisimo sentido eimpulso que en buena parte fue un anticipo de la revoluci6nmexicana, serAn objeto de merecido estudio en este nimero.S61o vamos a sefialar ahora, por la resonancia quo tuvo enCuba, el encargo honroso de que fue objeto por parte del go-bierno de M6xico, el que al aproximarse la oportunidad delCentenario de su Independencia -15 de septiembre de 1910-resolvi6 publicar una Antologia de Poetas Mexicanos, y pararealizar tal empefio design6 al poeta Luis G. Urbina "y al jo-ven y ya ilustre critico dominicano Pedro Henriquez Urefia,residente en M6xico desde hace algunos afios", como rezabala nota que El Figaro de La Habana insert6 en su edici6n de9 de enero de 1910, ilustrada con una "mAscara" que firmabaAlberto Gardufio.

Horas de estudio fue su consagraci6n, no s61o en Americasino aun en Espaia. Y lo confirma la carta que en 23 de no-viembre del mismo aio en que dicha obra apareci6, hubo dedirigir al joven maestro el eminente critico y literato donMarcelino Menendez y Pelayo, y que El Figaro de La Habanatuvo el privilegio de publicar poco despues, en su nuimero co-rrespondiente al primero de enero de 1911. Es de suponer queesa carta, el reconocimiento mAs rotundo de una "exquisitaeducaci6n intelectual comenzada desde la infancia y robuste-cida con el trato de los mejores libros", la dio a conocer elpropio Pedro, enviandola desde MIxico, como un anticipo de supr6xima visita. Pero lo cierto es que se encontraba en LaHabana a principios de ese afio, y pudo asistir a la conferenciaque en el Ateneo pronunci6 Enrique Jose Varona y que le daoportunidad para su comentario "Oyendo a Varona", que

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E S T U D0 SIO

El Figaro publicara en su nfimero de 10 de abril. Aquellaconferencia fue la que pronunci6 Varona tratando de su escep-ticismo, y de seguro impresion6 vivamente al joven maestroque ya pudo sefialar la indole de la incredulidad a que Varonese inclinaba, no por cierto de la indole sustancial, sino maisbien intelectual, y no extrema, sino atemperada. Concluy6esclareciendo el punto en que Varona se situaba, refiri&ndosea su posible contacto con el pragmatismo de William James,y concluyendo que el prop6sito respecto a esa conferenciadebi6 ser darnos, no su "discurso del mntodo", sino una lec-ci6n de fe; con lo cual anticip6 en mas de treinta afios su pen-samiento sobre el "Maestro de Cuba".

Semanas despues se public6 en la propia revista un ar-ticulo de Jesus Castellanos, iniciado con un saludo a su pasopor nuestra capital, "con rumbo a su patria que hace algunosafios abandon6", pero que es un analisis de la obra que s6!oen pocos meses le ha precedido, y que Castellanos consideracomo un aporte de valor sobresaliente, ejercicio de la critica,con sentido creador, al decir: "Pedro Henriquez Urefia es unode los muy contados criticos que en la America trabajan,tomando la critica en su sentido europeo de la mas arduacumbre literaria". Y la frase con que cerraba sus impresionesanticipaba lo que seria su camino: "He aqui una inteligenciaque llega rapidamente a su climax de madurez. Su procesode desenvolvimiento, revelador de nuevas vistas en el futuroamericano, es una buena lecci6n para ser contada al oidode nuestros j6venes conquistadores".

De ese fugaz paso poco mais qued6, pero ya los dos articu-los que resefiamos bastan para revelar c6mo era apreciadoentre nosotros, y se le supo admirar y comprender desde sumisma juventud.

La tercera estancia la consideramos la de mayor impor-tancia, por la repercusi6n que tuvo en el ambiente cultural, ysobre todo porque le dio oportunidad de poner en practicala que era ya su norma de alentador de vocaciones, comohabia ocurrido antes en M6xico.

Breve habia sido su estada en Cuba en el afio 1911, desdedonde se dirigi6 a Santo Domingo para permanecer alli pocomis de un mes, pues ilegado el 16 de mayo, regres6 a M6xico,

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via Cuba, el 22 de junio de 1911. Alli permanece por tresafios. Pero en abril de 1914 se encuentra otra vez entre nos-otros. Su permanencia va a ser s61o de meses, pues ya endiciembre del mismo afio se halla en Washington, desde dondeenvi6 numerosas correspondencias al Heraldo de Cuba, quelo habia nombrado su representante especial. Muchos de susarticulos aparecieron con su firma, pero tambien algunos conel pseud6nimo P. Gardulo. Y durante el afio 1915 aun conti-nuaron apareciendo cr6nicas suyas.

A la vez que sus articulos se publicaban en Heraldo deCuba, no dejaba de colaborar en El Figaro, y en la revistaCuba Contempordnea, de gran radio en toda nuestra America,y en la que ya en 1913 habia aparecido su trabajo "Romancesen America". Hallandose en La Habana se public6 en estarevista su estudio "El Maestro Hernin Perez de Oliva", y sereimprimi6 en la Revista de la Facultad de Letras y Cienciassu conferencia sobre "Juan Ruiz de Alarc6n".

De este periodo se menciona su "polemica" con EnriqueJose Varona. En realidad, no hubo verdadera polemica. Varo-na acababa de pronunciar su discurso sobre Gertrudis G6mezde Avellaneda, en el cual Henriquez Urefia encuentra unaparte admirable, que le merece calidos elogios, la que consideraun estudio psicol6gico de la poetisa, "que hubiera sido magis-tral y acaso definitivo -dice-, si no se cortara y suspendierabrusca e inesperadamente, para ceder el paso a una segundaparte, de critica tan est6ril como interesante la otra". Y en lamanera respetuosa y comedida en que la admiraci6n que pro-fesaba a Varona, y su propio temperamento exigian, hace ladefensa de la lirica espafiola, que el maestro cubano descono-ci6 o trat6 con indiferencia, en frases para las que no hallabajustificaci6n, precisamente por tratarse de quien nunca pecabade ligero. "Los poetas espafioles de los siglos de oro son gran-des poetas liricos, y mis ain, los mayores de nuestro idioma".Y complementa su apreciaci6n agregando: "Hay momentos enla historia intelectual de Espafia, en que el mis alto pensa-miento se refugia en los misticos y en los liricos. La poesia delas ideas, la "emoci6n intelectual", rara flor de cultura, seencuentra a menudo en ellos". En carta de 18 de mayo de 1914,que El Figaro publica, Varona, apreciando el tono de deferen-

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Es TU DIOS

cia, "la apreciaci6n tan lisonjera de lo que aparezco a susojos", tiene la condescendencia de explanar los juicios en quedisentian, y termina rogandole que admita, en cuanto le seaposible, sus descargos. Y asi qued6 precisado que sus puntosde vista no coincidian en algin extremo, pero Varona lossostenia con plena conciencia de su juicio, y sentaba una vezmas su sentido relativista de la historia: "Las manifestacionesdel arte son muy varias. Cada 6poca tiende a tener las suyaspreferidas. No se agravia a una 6poca, cuando se reconocela excelencia de otra. Y mucho menos cuando se reconoce que6sta excede a aquella en tal o cual forma artistica".

Vi entonces por primera vez a Pedro Henriquez Urefia.No recuerdo las circunstancias, pero si el lugar. Trabajabayo en la oficina de un notable abogado de La Habana, y eraalli, ademas de empleado, amigo bien recibido y estimado enel circulo familiar. Entre el hijo mayor y yo, habia nacidouna cordial amistad. En los ratos desocupados conversAbamoslargamente de nuestros coincidentes intereses literarios. Nostransmitiamos nuestras impresiones de las iltimas lecturas.Muchas mafianas, al llegar a mi mesa de trabajo, lo primeroque hallaba en ella era una nota escrita en tono de comunica-tivo entusiasmo, en que Francisco Jose Castellanos me trans-mitia un juicio apresurado, pero vivo y certero, del libro quese habia leido aquella misma noche, o me comunicaba algfnproyecto de vida en que siempre habia un ancho margen paralas cosas del espiritu. Por las tardes, concluidas las labores,o en las horas del mediodia, teniamos nueva oportunidad deconversar, cuando no se sentaba al piano e interpretaba demodo personalisimo alguna de sus piezas predilectas. Unode aquellos dias tuve la primera noticia acerca de PedroHenriquez Urefia, recien llegado a La Habana, noticia que,-he de confesarlo- era para mi la primera acerca de su exis-tencia.

Francisco Jos6 me transmitia sus impresiones: era unser dotado de extraordinario poder de penetraci6n, que ademastenia un don asombroso de conversaci6n, e inagotable su sabi-

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duria en letras, en arte y aun en filosofia. Era una sorpresaun ser asi, lleno de cordial interns por el sentir y el saber de losdemas, que incansablemente gustaba de sondear en las almasy trataba de darles orientaci6n adecuada y firme en el contactocon las letras. Lejos del diletantismo sin normas, y de la in-consistencia ambiente, tomaba en piano de absoluta seriedadlos dominios de la inteligencia. Era una serena actividad demaestro, y se veia c6mo su vida era un fluir esencial de derro-teros y de acentuaci6n de seguras normas creadoras.

En Francisco Jose Castellanos, en Mariano Brull, en Jos4Maria Chac6n y Calvo, en Luis A. Baralt, hallaba la promesa deverdaderos temperamentos literarios, y su misi6n tenia cam-po propicio en que ahondar. Dia a dia se iban sucediendo loscoloquios, que a veces se alargaban de tal modo, que la nochetranscurria en la conversaci6n, que no terminaba sino con elalborear del nuevo dia. Los ecos de estos nuevos dialogos pla-t6nicos me llegaban a trav6s de la admirativa palabra de Fran-cisco Jose, despertando mi creciente curiosidad e interns. Undia, al fin, pude escucharle largamente. La conversaci6n sedesenvolvi6 alrededor de una novela que leia en ese momento:Madame Bovary. El quiso conocer la raz6n de cada una de misapreciaciones sobre la obra, pues no se contentaba con el juiciosimple y de conjunto o con el entusiasmo que no pudiera razo-narse. No puedo recordar las indicaciones que me hizo, perodesde luego se refiri6 a la necesidad de leer los libros direc-tamente en el idioma en que se habian escrito y en ese casoconcreto habl6 sobre el estilo de Flaubert. Algunas veces mastuve oportunidad de oirle. Pero nuestra amistad verdaderase forj6 despu6s, cuando 61 ya se habia marchado y yo comencea publicar algunos pequefios ensayos en peri6dicos y revistas.Se encontraba de profesor en la Universidad de Minnesota,en 1916, cuando Francisco Jos6 me mostr6 alborozado unacarta que acababa de recibir. Habia un parrafo consagrado ala impresi6n que le habia producido la lectura de alguno demis trabajos, y a vuelta de elogios generosos en extremo, y delamentarse de no haberme consagrado m6s atenci6n, surgiaf6rmulas para hallarme modo de vivir con suficiente indepen-dencia, y 61 mismo adelantaba ya la manera de que pudieraensefiar espafiol en alguna universidad americana. Alentado

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ESTUDIOS

por palabras venidas de pluma de tanta calidad, continu6escribiendo y publicando articulos que siempre le mandaba.Ya sus cartas tenian de continuo una referencia a mis traba-jos, sefialandome pautas y dandome nuevos alientos. Recibiatambien los articulos de Chac6n, y alguna vez, refiriendoseconcretamente a esos ensayos nuestros, escribi6 estas palabras:"me hacen pensar que se puede reanudar en Cuba la tradici6nde escribir bien y seriamente".

En diciembre de 1917, de regreso de un rapido viaje aEuropa, recibi una larga carta que en cierto modo anud6 ellazo de amistad que nos unia, forjado a trav6s de mi devoci6ny de su generosa tolerancia. Comenzaba refiriendose a unreproche imaginario, un reproche que presumia que podia ha-berle hecho, y extrem6 sus explicaciones. Vale la pena recogerahora algunas palabras de aquella carta:

Yo creo -decia- en las cosas intelectuales, y en la seriedadde la dedicaci6n (o aun, si quiere usted, profesi6n) literaria; perose lo que cuestan. Se sufre demasiado con ellas; se quiere hacersiempre mas de lo que se puede (aunque se sea Goethe o Leonar-do) y siempre se fracasa, como en todo. Si a nuestra devoci6nintelectual, acompaliada siempre del sentido de nuestra impo-tencia, se le unen causas externas deprimentes, el caso es aunm6s grave. Asi he llegado a la norma de que, en paises como losnuestros, donde la lucha econ6mica es tan desagradable, hayque resolverla antes que nada, y s61o dos clases de personas debendedicarse a cosas intelectuales: las que tienen dinero o al menosholgura econ6mica; y las que tienen "vocaci6n", ya que a 6stasnadie puede detenerlas y en cambio su intenso amor a las cosasdel espiritu les compensa de las molestias inevitables.

La explicaci6n venia despues:

Cuando pase aquellos meses de 1914 en Cuba se me habl6no poco de usted, y supe, no s61o su "afici6n" intelectual, sinotambidn su situaci6n en la vida, que le obligaba a tomar en seriola cuesti6n econ6mica. Ante estos datos dije resueltamente aFrancisco Jose: es mejor desalentarle, es mejor que dedique todassus energias a la vida practica, y se abra paso en ella; su"afici6n" intelectual nunca estar6 de mis, pero no pretendamosque la convierta en "profesi6n", porque le traerA6 sinsabores quepueden evitarsele.

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Finalmente, la consecuencia era la mas lisonjera referen-cia a mi "vocaci6n", y le hacia decir con verdadero humorismo:"y ha triunfado de todas las oposiciones, como en las "biogra-fias de nifios c6lebres".

Sus consejos me alentaron desde entonces continuamente,y su tes6n fue superior a mis propias disposiciones. Por e1

me fue dado obtener en la Universidad de Princeton un cargopara ensefiar espafiol, que aunque desempefi6 con apreciablefortuna, no supe aprovechar debidamente, como su reiterado

consejo me indicaba. Entresaco de sus cartas algunos pa-rrafos que permiten apreciar su decidido empefio en guiarmis pasos:

Acabo de recibir su carta y le contest6 en seguida paradecirle que ES INDISPENSABLE QUE CONTESTE USTEDQUE Sf, ( y esto lo escribia todo con mayfisculas). Diga ustedque si, y si ocurren otros contratiempos, siempre habr6 tiempopara decir no, gran principio mexicano que yo no he sabidoaplicar, pero cuya grande utilidad he visto clara en estos dias.

Y abundaba en otras razones convincentes:

Es absurdo que se vaya usted a quedar en Cuba, en la si-tuaci6n mis o menos precaria en que vive. En Cuba, si no lograusted entrar en la diplomacia, y con las dificultades que en-cuentra para sus estudios, me temo que se veria obligado a viviren empleos mezquinos, sin independencia y sin tiempo para eltrabajo intelectual.

Y no contento con argumentos de esta fuerza, se entretienemientras da "una fastidiosa clase de idioma" en su c'tedra deMinnesota, en numerar mis objeciones, refutando una por unalas siete que segin e1 le habia puesto para apoyar mi indecisi6n.

Y para no dejar lugar a dudas, terminaba asi su carta:

Quizas le escriba a Marden indicindole la aceptaci6n deusted aun antes de recibirla, pues cuento con ella.

Hemos abusado de la cita para que pueda apreciarse elinterns que ponia al servicio de quienes e1 consideraba quedebian y podian trabajar en serio por su superaci6n intelec-tual. El caso seguramente no serAfi nico, y sin duda en muchos

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otros los resultados fueron infinitamente superiores. Perose ve bien en 6ste la generosidad sin limites. Y todo porque 61crey6 que habia una posibilidad literaria que debia salvarse.

Estando en los trgmites de mi viaje a Princeton surgi6 loinesperado. Un antiguo alumno de aquella Universidad, esta-blecido en La Habana, habia sido comisionado para visitarmey transmitir sus impresiones al profesor Marden, jefe deldepartamento de espaiiol. Tan pronto Henriquez Urefia tuvola noticia me escribi6 poniendome sobre aviso, temiendo quela entrevista, de no lievarse a cabo en la forma adecuada, pu-diera traer dificultades. Y entre sus advertencias destaco 6sta:"En primer lugar, no sea usted modesto. Con los norteameri-canos no tiene 6xito el sistema latino de rebajar el propiovaler: ellos toman al pie de la letra lo que se les dice. Declareusted con absoluta franqueza lo que es"; y abundaba en apre-ciaciones sobre mi propia labor.

En sus cartas, hallaba siempre la lecci6n de la amistady del saber. Cuando le oponia mi falta de preparaci6n paradesistir de aceptar el ofrecimiento de Princeton, 61 me argtiia:"No se preocupe usted por la 'falta de preparaci6n'. Nuncase acaba de estudiar; pero si se esta bien orientado, ya esbastante. Alcanazada la buena orientaci6n no hay mas sinoseguir por ella, sin apresurarse demasiado". Y me ofrecia unprograma de trabajo formado a trav6s de su propia experienciay de sus mis caros anhelos:

Conviene ir leyendo a la vez lo muy nuevo, lo que tiene vidaactual, y lo eterno; sin preocuparse mucho por conocer todas lasfiguras secundarias, pero procurando enterarse, por lo pronto,de la historia literaria y filos6fica. No quiera escribir muchacritica: la critica es un veneno de que yo hago esfuerzos porlibrarme. Escriba ensayos, a la inglesa o a la espaiola, comolo esta usted haciendo. Atdngase de preferencia, como usteddice, a "las lineas generales y eternas".

Abundaban las noticias y opiniones sobre sucesos y per-sonas, siempre en relaci6n con las letras. Pero por momentosiba creciendo el trabajo que le cercaba y las excusas por noescribir aumentaban dia a dia: "Dos palabras. El tiempono da para mas", es el comienzo de una. Otra se inicia asi:"No quiero repetir mis viejas excusas sobre mi "no escribir".

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A fines de septiembre de 1919 llegabamos a Princeton,pero e1 no habia podido realizar su promesa de acompafiarmedurante los primeros dias. Habia emprendido un viaje pordistintas ciudades -Chicago, Washington, New York-, dedonde embarc6 para Europa. De todas partes me llegaban suspalabras guiadoras. "Dediquese a dar sus clases, al ingles yal franc6s, y vera que pronto se siente encarrilado, y resueltossus problemas. Dentro de una semana se asombrara ustedde que todo comience a parecerle mas ficil". Era la constantevoz animadora que me sefialaba el camino, no siempre escu-chada y seguida con la precisi6n que el apuntaba. Y cuando leliegaron mis explicaciones, seguramente confusas e inadmisi-bles, recibi a vuelta de correo el nuevo aliento: "No se dejedominar por el pesimismo". De Madrid, de Florencia, de Ve-necia, me siguieron llegando sus mensajes. Ahora, ya de re-greso en New York y camino nuevamente de su citedra deMinnesota, se interesaba en saber c6mo veia yo, despuds delregreso a Cuba, mis experiencias de Princeton y cuAles eranmis futuros planes.

Apenas reincorporado a su catedra, una carta mia lellev6 la mas triste noticia que podia esperar: la de la siibitamuerte de Francisco Jose Castellanos, en quien habia cifradosus mayores esperanzas. Me decia: "Yo no se si usted mismose da cuenta de lo que significa para mi lo ocurrido: perder unamigo como Francisco Jose es perder una de las razones deexistir". Se lamentaba de que dej6ndose vencer por el excesode ocupaciones, no le hubiera escrito mis a menudo, y concluia:"No puedo hablarle largamente de el: no me es facil domi-narme".

Terminado su curso, Pedro Henriquez Urefia se despidedefinitivamente de Minnesota. Lo llamaban de Mexico, dondehabia sido designado Secretario de Educaci6n Jos6 Vasconce-los, una de las figuras de formaci6n cercana a 1l durante suanterior estancia, cuando en el Ateneo de la Juventud se for-jaban los nuevos hombres que habrian de dar explendor a lasletras y al pensamiento mexicano. Junto a Vasconcelos par-ticipa en la cruzada en pro de la afirmaci6n de la cultura,que se intensifica a la vez que la otra encaminada a combatirel analfabetismo. De ally me lleg6, recidn instalado, la invi-

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taci6n a trabajar en el gran empefio. Como Director del De-partamento de Intercambio Universitario, confeccion6 losplanes de la colecci6n de clasicos, y estuvo empeiado en recogerel material necesario para una Antologia Hispano Americanaque la Universidad se proponia editar. Sus cartas ahora sonapremiantes en la solicitud de obras cubanas, principalmentede Marti y de Casal. Pero no olvida a otro de sus amigos de1914, a Luis A. Baralt, en quien piensa como posible profesoral crearse la Escuela de Verano en la Universidad de Mexico,de la que fue principal animador y organizador. Las peticionesde libros y de datos sobre nuestros poetas y escritores se su-ceden. En una carta dice: "Mucho querria escribirle de otrascosas, pero mi cabeza no puede pensar sino en cosas concretas:efectos de la labor". Era el gran momento de efervescenciade los planes de Vasconcelos, en los que trabajaba sin descansoen infinidad de proyectos que pasaban inmediatamente a con-vertirse en realidades. Y junto a e1 estaban los j6venes que yaeran la promesa: Daniel Cosio Villegas y Eduardo Villasefior,de quienes me hablaba con frecuencia. En manos de DanielCosio, a quien llama "mi grande y nuevo amigo", deja laspruebas de su libro Mi Espaic, que acaba de entregar a laimprenta cuando en julio de 1921 emprende viaje a America delSur, formando parte de una misi6n enviada por Mexico. Y deCosio y de Villasefior me envia trabajos para publicar ennuestras revistas, especialmente en El Figaro, concretandoasi su juicio sobre ellos: "Son de los nuevos que mAs prometen".

Para no hacer excesivamente extensa esta evocaci6n, omi-timos interesantes detalles de su intervenci6n en nuestro em-peio de realizar, en colaboraci6n con Jose Antonio Fernandezde Castro, la antologia de lo poesia moderna en Cuba. Conoci6el plan, hizo sugestiones muy atinadas, nos ayud6 en nuestrotrabajo, ansioso de que se hicieran las cosas bien de una vez.Pero si no queremos dejar de recoger sus indicaciones sobreMarti: "En mi opini6n debe dedicarse a Marti el mayor espa-cio, pues cada dia me parece Marti el mejor poeta de Cuba(y naturalmente el mejor prosista tambien) ".

Sobre el estilo encuentro muchas notas interesantes en larelectura de su correspondencia. En una carta le habia plan-teado distintos problemas, y uno de ellos trataba de los nuevos

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escritores espalioles -de los que escribian hacia 1922-. Ensu respuesta Pedro Henriquez Urefia apuntaba: "Actualmentetodo el mundo en Espaia escribe de modo muy distinto de loque se creia "estilo espafiol". Ya nadie -sino algunos acad6-micos que s61o publican en lugares que no se leen- escribeIkrrafos largos. Azorin y la lectura de los escritores francesesha cambiado el estilo espaiol. En Cuba si subsiste el viejoestilo, pero le aseguro que aun en los diarios mas conservado-res, mis reaccionarios de Madrid se escribe de modo moderno.La mentalidad de la Espafia nueva, ademAs, y no s61o el estilo,ha cambiado".

Sobre el uso de las palabras encuentro insistentes comen-tarios que son de utilidad divulgar. Siente el horror de laspalabras que llama pedantes, -y eso a prop6sito del t6rmino"estado animico", que yo habia usado en un escrito afiadiendoque son palabras que hacen pesado el lenguaje. Y me ofrecesu propia experiencia para establecer como regla a la que e1mismo ha llegado, el usar el menor ndmero de palabras nos61o pedantes, sino adn meramente tecnicas, tratando de usarsiempre las mis sencillas y m6s claras, aun para hablar delas cosas mas abstrusas. Y resumiendo su pensamiento acercadel estilo, dice en una carta:

En el estilo, el problema principal es el de la "unidad detono", y eso es muy dificil de definir a priori. Esa unidadde tono la tiene Varona, la tenia Rod6, la tiene Valle-Incln ...Es aquello que el vulgo llama "ni una palabra de m6s ni unapalabra de menos".

Vamos a terminar esta evocaci6n con una referencia asu americanismo. Sabemos que Pedro Henriquez Urefia seform6 en moldes clasicos, que en literatura espafiola su erudi-ci6n era pasmosa. Alfonso Reyes, conversando con Chac6n yCalvo cuando ambos vivian en la misma casa de Pardifias 32,en Madrid, le preguntaba una vez: A Crees ti, Jose Maria, quehaya quien sepa mas que Pedro? Pero el gran conocedor de lasletras hispanas no desdefi6 ocuparse de nuestra literatura ame-ricana, mis aun, se empefi6 en sefialar la necesidad de unadepuraci6n de nuestra cultura, porque segin su decir, sabiamosmuchas cosas, pero no las sabiamos bien, y no atinabamos a

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distinguir entre las doctrinas serias y las disparatadas, entrelas buenas y las malas fuentes. He aqui su gran labor: suconstante lecci6n hacia las mejores normas de nuestras letras.Un amigo que hacia dilucidaciones alrededor del americanismoy que incluia nombres indebidamente y omitia otros, le movi6este comentario: "y cree que no soy americanista porque soyhispanista. Me temo que en Cuba, todavia, ser americanista,cubanista, digamos, implica ser antiespafiol; y hay uno qteotro pais de America donde todavia se piensa asi". Limpiode prejuicios, no veia peligros que a otros se le antojaban, ypor el contrario, su simpatia por Espafia no enturbiaba sulimpido sentido americanista. "Tengo simpatia por Espaiia-me dice en una carta de 1923- porque la veo luchar por lomismo que nosotros, pueblo desdichado como Mexico o el Peri,no feliz como la Argentina o el Uruguay". Mexico acababade sentir entonces una nueva amenaza con el levantamientode Veracruz. Y 61 vefa asi el problema:

Ahora deben definirse las cosas: en Mexico hay siempredos orientaciones, que yo llamo peladistas y decentistas. Lospeladistas son generalmente honrados; los decentistas son confrecuencia ladrones en diversas formas. Ahora el decentismose ha levantado en Veracruz. Si triunfan, prolongaran las difi-cultades de Mexico; si fracasan, Mexico podra continuar suprograma.

Se inicia el afio 1924. A pesar de haber vivido abrumadode trabajo, el problema econ6mico no le deja escribir. Ahora,desde hace un afio ha creado un hogar: su matrimonio conIsabel Lombardo Toledano, hermana de su discipulo Vicente,y el nacimiento de su hija, le dan una nueva responsabilidada su vida. Sus palabras son una desolaci6n: "no escribir6 masmientras no tenga descanso econ6mico". Su teoria estabasintiendola en su propio espiritu. Y determina por irse aBuenos Aires en busca de ese sosiego econ6mico que necesitaba.

Tres meses despu6s -junio de 1924- pasaba por LaHabana. Natacha, su hija, venia en brazos. No transcurri6 unsolo dia sin que le visitara, ayudandole en sus urgentes proble-mas. Al tomar el barco, me dijo adi6s con estas palabras:"dialogaremos sobre el mar". En la Argentina vivi6 veintid6s

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afios. Alli, como antes en todas partes, se rode6 de afectos yrealiz6 su mis importante obra de creador y de guiador.

Aun tuvo una iltima oportunidad de visitar La Habana.Habia sido invitado por la Universidad de Harvard, para ocu-par la citedra Charles Eliot Norton, en el curso academico1940-1941. A su salida la intelectualidad argentina lo despidi6con un acto al que concurri6 todo lo mis representativo delpais, y que se efectu6 en la Universidad Popular AlejandroKorn, testimoniandole "al escritor, al maestro y al amigo, lasimpatia y solidaridad de los que en este pais han apreciado sulabor y gozado de su amistad". Francisco Romero dijo pala-bras de despedida al "buen americano", como acert6 a calificar-lo. Despues de haber desempefiado brillantemente su cometido,pronunciando en ingles las lecciones que despues constituye-ron su obra son precedentes Literary Currents in HispanicAmerica, de regreso a Buenos Aires se demor6 algunos diasentre nosotros. Chac6n y Calvo ocupaba la Direcci6n de Cultu-ra del Ministerio de Educaci6n, y habia fundado el Institutode Altos Estudios, inaugurado con un curso memorable delgran fil6logo Karl Vossler. Pedro Henriquez Urefia ofreci6desde la nueva catedra algunas conferencias de las que habiansido objeto de sus lecciones en Harvard, y recordamos que es-critas como estaban en ingles, las iba traduciendo al espaliol,sin que el auditorio pudiera notarlo.

Dias despues tomaba el barco de regreso para BuenosAires. Alla le esperaba el trabajo cada dia creciente. Ademasde las c6tedras en las Universidades de Buenos Aires y de LaPlata, y de sus labores en el Instituto de Filologia, que en uni6nde Amado Alonso regenteaba, debia dar forma definitiva aIa edici6n de su nuevo libro completando sus notas innumera-bles, y a diario trabajar en las colecciones que habia incorpo-rado a la Editorial Losada, y que estaban a su cuidado porentero. Ally muri6, cuando realizaba el iltimo de sus viajesde Buenos Aires a La Plata, para dar su clase diaria.

Habia tenido la esperanza de encontrar su amistad gene-rosa de siempre en un viaje al que me habia alentado, pues

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EsTUDIOS

invitado por la Comisi6n Argentina de Cooperaci6n Intelec-tual, por generosa distinci6n de su Secretario, Don Antonio Aita,mis conferencias se habian sefialado para el mes de octubre de1946. Un escueto cable de Buenos Aires, que algfin peri6dicode La Habana recogi6, nos trajo la noticia de su muerte, ocu-rrida el 12 de mayo de 1946. S61o hallo el recuerdo imborrablede una vida integramente consagrada a las mis puras dignida-des del espiritu. Y tuve el alto honor de rendirle alli dondese guardaba con devoci6n el culto a su memoria, en la CatedraPopular Alejandro Korn de la Universidad de La Plata, tanvinculada a su obra, de la que habia sido uno de sus fundadores,mi humilde testimonio de devoci6n, al leer en aquel recintomi trabajo "Pedro Henriquez Urefia, primado de la culturaamericana".

FELIX LIZASO,

Archivo Nacional,La Habana, Cuba.

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