Parcial de Quijote, Resumen

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La locura de Don Quijote: Entendemos como locura a la privación de la razón o del buen juicio. En la actualidad la entendemos como la percepción distorsionada de la realidad, la pérdida del autocontrol, las alucinaciones y los comportamientos absurdos o sin motivo. La locura también está asociada a la demencia, que significa “alejado de la mente”. Incluso podríamos hablar de “loco” ante la presencia de cualquier individuo que rompe las leyes o reglas pautadas por una determinada sociedad. La manifestación de locura de Don Quijote se dará en total plenitud cuando llegue a poner en práctica las fantasías que bullen dentro de su cabeza. Fantasías de las del tipo de D.Q. las podemos llevar todos dentro de nosotros, pero el hecho de darles salida exteriorizándolas y de actuar de acuerdo con ellas convierte las fantasías en auténticas locuras. Dado esto, partamos de la pregunta que muchos críticos han planteado ¿está realmente loco Don Quijote?, Jorge Albistur responde a esta pregunta explicando que cierta crítica, ha de pensar que Quijote no está loco ni cosa parecido y que incluso estamos ante un caso de mente alucinada. De nada vale entonces que Cervantes proclame desde el comienzo a locura del hidalgo ni que el personaje confunda molinos con gigantes, ventas con castillos, mercaderes con nobles y afamados

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La locura de Don Quijote:

Entendemos como locura a la privación de la razón o del buen juicio. En la actualidad la entendemos como la percepción distorsionada de la realidad, la pérdida del autocontrol, las alucinaciones y los comportamientos absurdos o sin motivo. La locura también está asociada a la demencia, que significa “alejado de la mente”. Incluso podríamos hablar de “loco” ante la presencia de cualquier individuo que rompe las leyes o reglas pautadas por una determinada sociedad.

La manifestación de locura de Don Quijote se dará en total plenitud cuando llegue a poner en práctica las fantasías que bullen dentro de su cabeza. Fantasías de las del tipo de D.Q. las podemos llevar todos dentro de nosotros, pero el hecho de darles salida exteriorizándolas y de actuar de acuerdo con ellas convierte las fantasías en auténticas locuras.

Dado esto, partamos de la pregunta que muchos críticos han planteado ¿está realmente loco Don Quijote?, Jorge Albistur responde a esta pregunta explicando que cierta crítica, ha de pensar que Quijote no está loco ni cosa parecido y que incluso estamos ante un caso de mente alucinada. De nada vale entonces que Cervantes proclame desde el comienzo a locura del hidalgo ni que el personaje confunda molinos con gigantes, ventas con castillos, mercaderes con nobles y afamados andantes. Para cierta crítica habrá en todo ello, un cierto relativismo de “todo puede ser” y que el mundo cambia de naturaleza y sentido según la perspectiva con la que se mire. Pero Albistur menciona, que lo importante es tener en cuenta que DQ y los lectores no viven en otro planeta para mirar las cosas desde allá, sino en esta tierra desde la cual, debemos contemplar la realidad para movernos en ella.

Pero tampoco podemos negar que Quijote está loco, esto iría ir en contra lo que dijo el mismo Cervantes. Pero tampoco podemos tomarlo como un loco furioso y de remate, ya que posee una elocuencia coherente.

Aberasturi menciona: Quién están mal son los hombres, que en realidad no pueden vivir según las grandes ideas, pero tampoco podemos decir que DQ esté en lo cierto, hay que concibe una humanidad que no existe y actúa como si existiese efectivamente. Él ve a los hombres tales como sería

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deseable que fueran, pero no como ellos son en realidad. Su actitud generosa tampoco es sabia.

Es esta inadaptación de un mundo mental y teórico el eje de la novela: toda ella gira en un idealismo frustrado.

Madariaga explica que el crecimiento de este idealismo, de esta ilusión, es la guardia celosa y vigilante que protege a DQ de todo enemigo exterior (el mundo) e interior (la duda). Durante toda su vida llevará en su alma esta duda, este enemigo interior, que acabó por vencerle y quitarle el gusto por vivir.

Esta profunda vacilación sobre su propia condición de caballero pero nunca de una vacilación de sus ideales.

Recién en el capitulo XXXI de la 2da parte, menciona:

(CITAR)

El héroe ha hecho la mitad de la carrera con aquella torcedora duda mortificando cada uno de sus istantes, cuando bien pudo habérselo probado la escena de la celada: (CITAR)

Madariaga sostiene que: Donde se abstuvo luego de ponerla por segunda vez a prueba, desde ese momento DQ no volverá a fiarse de la realidad y evitará poner a prueba sus creencias ante el menor peligro de verse desmentido ante los hechos.

La locura de Don Quijote no ofrece siempre las mismas características y va evolucionando en el transcurso de la novela. Podríamos mencionar en palabras de Aberasturi que DQ se encamina hacia una empresa universal, equivalente al empuje juvenil de cambiar el mundo.

E.C Riley habla de un idealismo inútil, y del término “quijotesco” asociado en las lenguas europeas como “perseguir ideas inalcanzables”. El idealista quijotesco no le importa nada o casi nada la realidad práctica en su intento por alcanzar sus objetivos, Madariaga argumentará este idealismo ya que lo describe como un hombre tímido en cosas del amor y por ende, propenso al idealismo, además, menciona la ociosidad de DQ como un elemento fundamental que ayudaría a esta ilusión.

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“Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda” (cap I)

TRES SALIDAS:

Podríamos hablar de una evolución de la locura que consta de tres principales salidas.

En la primera salida se comienza a desfigurar la realidad que se ofrece ante los ojos, acomodándola a los libros que ha leído de caballería, toma por famosas doncellas a unas mujeres que no eran bellas ni nobles y al ventero por castellano:

“Fuese llegando a la venta (que a él le parecía castillo), y a poco trecho de ella detuvo las riendas a Rocinante, esperando que algún enano se pusiese entre las almenas a dar señal con alguna trompeta de que llegaba caballero al castillo; pero como vió que se tardaban, y que Rocinante se daba priesa por llegar a la caballeriza, se llegó a la puerta de la venta, y vió a las dos distraídas mozas que allí estaban, que a él le parecieron dos hermosas doncellas, o dos graciosas damas, que delante de la puerta del castillo se estaban solazando.”

Es decir, la vulgaridad de lo más corriente y cotidiano se trasforma en el ideal de los libros de caballería.

La segunda salida es con la compañía de Sancho Panza, lo que la dará el tono inconfundible a la novela. Sancho Panza, en esta segunda salida será el encargado de advertir a DQ lo que sus sentidos le engañan, ya que como habíamos visto antes, desfigura la realidad que lo rodea cuando es posible acomodarla a los libros de caballería. Aceptará la realidad a cambio transmudarla al plano de la fantasía. Cecilio Peña Martin menciona la importancia del encantamiento como la más frecuente solución ante su locura. El mito de los encantadores es fundamental y constante en todo el Quijote, y sin ellos no tan sólo se desmoronaría la lógica y verosimilitud de

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la novela, sino que Don Quijote experimentaría, además del fracaso real, el fracaso ideal. (CITAR)

“No venían los frailes con ella, aunque iban el mismo camino; mas apenas los divisó Don Quijote, cuando dijo a su escudero: o yo me engaño, o esta ha de ser la más famosa aventura que se haya visto, porque aquellos bultos negros que allí parecen, deben ser, y son sin duda, algunos encantadores que llevan hurtada alguna princesa en aquel coche, y es menester deshacer este tuerto a todo mi poderío. Peor será esto que los molinos de viento, dijo Sancho. Mire señor, que aquellos son frailes de San Benito, y el coche debe de ser de alguna gente pasajera: mire que digo que mire bien lo que hace, no sea el diablo que le engañe. Ya te he dicho, Sancho, respondió Don Quijote, que sabes poco de achaques de aventuras: lo que yo digo es verdad, y ahora lo verás.”

Con respecto a la aventura de los Molinos (citar),

Albistur cita a Herni Bergson quien explica que “consiste en querer amoldar las cosas de las ideas y las ideas a las cosas. Consiste en ver uno mismo lo que se piensa en lugar de lo que se ve” En su MONOMANÍA o idea fija, transforma todo aquello que no sirve a sus deseos en otros tantos elementos que vienen de propósito a ellos.

Gigantes lleva en la imaginación, como también batallas, princesas y castillos. SU LOCURA CONSISTE EN PROYECAR TODO ESTO EN LO QUE VE.

Bergson dice también que una vez formada la ilusión, DQ la desenvuelve razonablemente, así como una especie de coherencia en la incoherencia, y es por esta razón que la locura no le impresiona del todo como tal. Madariaga menciona que Quijote, pese a que estaba loco, era padre de su propio delirio y no podía matar en su ser esa voz que le decía que todo era ilusión.

En la 3er salida, que ocupa toda la segunda parte de la novela, se caracteriza porque en ella los sentidos jamás engañan a Quijote. En esta, DQ es engañado por los que lo rodean.

Riley menciona acerca de esta tercera salida, que se inicia un proceso a la cordura, cuando casi desaparecen las ilusiones físicas más evidentes: las ilusiones ópticas. También hemos notado signos del desarrollo de otro tipo

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de desilusión: un inicial reconocimiento de lo impracticable que resulta alcanzar literal y completamente los ideales de la caballería.

Vuelve a la cordura:

Finalmente, en el último capítulo, Don Quijote vuelve a la cordura. Cuando esto sucede, sus amigos, acostumbrados a sus delirios empiezan a darse cuenta, pero lo siguen tratando como un loco, a pesar de lo que dice es perfectamente coherente. Se da un desentendimiento entre DQ y sus amigos una vez más.

Dice Riley que el hecho de que pierda la coruda al final de todo significa que a fin de cuentas, se deshace de sus ideales, de sus ilusiones, aunque la separación de estas dos es lenta e incompleta hasta que no llega a su lecho de muerte. No hay nada en la conducta de Don Quijote cinismo, o amargura, o un espíritu abatido que podríamos esperar de un frustrado idealista. Lo que se resalta es la recuperación del equilibrio mental.

Salvador de Madariaga menciona que aún en su locura no muere del todo de la razón, sino que parece dormir y eso ligeramente, con intermitencias de lucidez. Un punto importante que menciona Guido Castillo es que durmió más de seis horas: “tanto que pensaron el Alma y la sobrina que se había de quedar en el sueño”. Extraño y desacostumbrado sueño en quien,-como se nos dice en el primer capítulo de la obra- se había pasado “las noches leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio, hasta el punto que del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro”. Don Quijote ha sido siempre un soñador vigilante y desvelado. Pero ahora con las “ansias de la muerte”, tiene por primera vez, después de mucho tiempo un sueño reparador que le permite descansar de los sueños y desnudarse de las ilusiones. En este sueño, preludio de la muerte, murió Don Quijote y despertó Alonso Quijano.

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Concepto de Libertad en el Quijote:

Una de las posibles razones por la que los autores recurren a la locura de Don Quijote puede ser para garantizarle a su héroe la más absoluta forma de libertad. Ya que puede expresarse libremente a través de ser un desequilibrado, al que posiblemente no se tome en serio.