Papel de la iglesia

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ROL DE LA IGLESIA CATOLICA EN EL DESARROLLO DE PARTIDOS POLITICOS EN COLOMBIA La Iglesia católica ha sido protagonista en la construcción del orden social y político de Colombia. Abrigando una importante vocería, y gozando de un eco significativo en la sociedad aún hoy, la Iglesia es también un coactor de la gobernanza. De esta forma, su participación ha sido activa en la redacción de constituciones, en la aprobación de leyes, la realización de negociaciones o acuerdos de paz con los grupos armados, y la regulación de instituciones como la educación o en la familia Desde los inicios de la predicación evangélica hasta la época moderna, y por supuesto en ella, la historia de la Iglesia católica en Colombia ha estado fuertemente marcada por el signo de la contradicción y la discordia. Se diría que esto nada tiene de particular pues ello hace parte de la vocación cristiana. Sin embargo, una ojeada sobre los hechos más significativos de esa historia nos muestra no sólo la coloración tan particular de sus conflictos, sino que éstos y las tensiones han dominado sobre su acción evangelizadora, sin que pueda hablarse de una tregua larga o duradera de descanso. los grandes conflictos históricos de la Iglesia católica en Colombia se han originado en el seno de la misma Iglesia y que de sus causas hay que responsabilizar en gran parte a sus propios ministros, llámense obispos, religiosos o sacerdotes, pues durante la época colonial la Corona española jamás coartó la libertad de la Iglesia en el proceso evangelizador, ni puso límites a sus iniciativas apostólicas, y cuando después los gobiernos liberales criollos del siglo XIX lo hicieron, fue porque encontraron buen pretexto en las actitudes generalmente politiqueras de los evangelizadores o en su conducta contradictoria. La secularización del Estado, el conflicto religioso que marca sobre todo a los países católicos en el siglo XIX, fue

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ROL DE LA IGLESIA CATOLICA EN EL DESARROLLO DE PARTIDOS POLITICOS EN COLOMBIA

La Iglesia católica ha sido protagonista en la construcción del orden social y político de Colombia. Abrigando una importante vocería, y gozando de un eco significativo en la sociedad aún hoy, la Iglesia es también un coactor de la gobernanza. De esta forma, su participación ha sido activa en la redacción de constituciones, en la aprobación de leyes, la realización de negociaciones o acuerdos de paz con los grupos armados, y la regulación de instituciones como la educación o en la familia

Desde los inicios de la predicación evangélica hasta la época moderna, y por supuesto en ella, la historia de la Iglesia católica en Colombia ha estado fuertemente marcada por el signo de la contradicción y la discordia. Se diría que esto nada tiene de particular pues ello hace parte de la vocación cristiana. Sin embargo, una ojeada sobre los hechos más significativos de esa historia nos muestra no sólo la coloración tan particular de sus conflictos, sino que éstos y las tensiones han dominado sobre su acción evangelizadora, sin que pueda hablarse de una tregua larga o duradera de descanso.

 los grandes conflictos históricos de la Iglesia católica en Colombia se han originado en el seno de la misma Iglesia y que de sus causas hay que responsabilizar en gran parte a sus propios ministros, llámense obispos, religiosos o sacerdotes, pues durante la época colonial la Corona española jamás coartó la libertad de la Iglesia en el proceso evangelizador, ni puso límites a sus iniciativas apostólicas, y cuando después los gobiernos liberales criollos del siglo XIX lo hicieron, fue porque encontraron buen pretexto en las actitudes generalmente politiqueras de los evangelizadores o en su conducta contradictoria.

La secularización del Estado, el conflicto religioso que marca sobre todo a los países católicos en el siglo XIX, fue vivido en América en forma similar: los comerciantes querían secularizar el Estado y abrir sus países al libre cambio y a la inmigración. Sarmiento decía en Argentina: "La cuestión de libertad de cultos es en América una cuestión política y de economía. Quien dice libertad de culto, dice inmigración europea y población"3. En Colombia los radicales también decretaron la libertad de cultos, la separación, entre la Iglesia y el Estado, al mismo tiempo que imponían la libertad de comercio, y en consecuencia de importación, con tanto celo, que hasta la cuarentena sanitaria en los barcos fue suprimida "por considerarla incompatible con los principios de la libertad".

Probablemente la Iglesia era más poderosa en esta época que en una monarquía absoluta. El presidente no era ningún contrincante, como en las monarquías absolutas, para el control de la conciencia pública. Tampoco disfrutaba el presidente de la perpetuidad de su cargo; un primado o nuncio insatisfecho podían no sólo presionar cambios en la política o en los ministerios sino luchar por un candidato más aceptable en las próximas elecciones. La Iglesia le confería al

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presidente un rol santificado, legitimizando su cargo y su persona con un Te Deum el día de la posesión. Al presidente le llovían epítetos eclesiásticos y la propaganda de la Iglesia lo proyectaba como un segundo arzobispo encomendado por las autoridades eclesiásticas para que combatiera el mal en sus funciones tutelares. Ningún presidente se podía dar el lujo de suscitar críticas continuas de la Iglesia pues ésta controlaba el drama nacional mientras que el poder ejecutivo simplemente desempeñaba un papel secundario. El presidente reafirmaba su papel secundario ante la Iglesia dirigiendo a los laicos en la procesión de Corpus Cristi y re-consagrando la nación regularmente a su patrón, el Sagrado Corazón.

la Iglesia ha mantenido una posición antisecularizante y antimodernizante, exigiendo del Estado la disposición de sus instituciones con el fin de imponer un modelo de sociedad acorde al “plan de Dios”. Si bien esto se ha mantenido en el ámbito de lo moral, en las últimas décadas la Iglesia ha demostrado cierta apertura en su discurso político dándole cabida al conflicto y la negociación. Con esto, las instituciones eclesiales mantienen hoy un discurso dual y contradictorio, que mina su credibilidad y cohesión interna.

La influencia política de la Iglesia neogranadina siempre estuvo presente dentro de los procesos políticos, manifiestos en las prácticas de ejercer el poder y de influir en él. De tal modo, desde los inicios de la formación del Estado moderno, hasta su consolidación como república, pasando por los momentos más álgidos y conflictivos de los procesos independentistas, y posteriormente a la conformación de los partidos políticos, la Iglesia marcó en la primera parte del siglo XIX la política regional y nacional de la Nueva Granada. En este escenario de la historiografía política y religiosa toma forma un personaje que encarnó un papel decisorio dentro de la Iglesia y ejerció una influencia en la política nacional. Así pues, aparece monseñor Manuel José Mosquera, Arzobispo de Bogotá, quien desde el episcopado promovió, en este periodo de la Nueva Granada, una decidida carrera política por ubicar en el ámbito del poder político y estatal a sus más cercanos simpatizantes, reflejando en cada momento sus dotes como político, pastor y diplomático en el juego difícil de ejercer el poder político y religioso. Toda su tarea como prefecto de la Iglesia, estuvo encauzada en mantener el protagonismo de la Iglesia como instancia para alcanzar los más nobles ideales de la sociedad y por ende, del estado neogranadino

La historia política de Colombia en el siglo XIX comprendido entre 1840 y 1850, se caracterizó por los agudos enfrentamientos entre la Iglesia católica y el Estado, particularmente bajo los regímenes liberales, cuyos antecedentes políticos, religiosos y sociales de este periodo histórico, se encuentra enmarcados por un aspecto sustancial, dentro de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Desde los inicios de la república, la lucha por la hegemonía en el ámbito político, han marcado la pauta entre estos dos poderes por el control social y educativo, y la imposición ideológica de sus tendencias conservadoras. Si hablamos de la Iglesia, como regente del mundo espiritual y material, y de las posturas liberales del

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gobierno, garante del poder legitimador del Estado y guardián de los derechos y libertades de sus ciudadanos

Durante el siglo XIX y hasta la mitad del siglo XX la Iglesia se alineó con el Partido Conservador para enfrentarse y resistir a las intenciones modernizantes del partido liberal. A mediados del XIX, desde el púlpito los clérigos hicieron política en contra del partido liberal al poder y de los cambios que quería implementar en torno a la laicización del Estado, la reducción de los derechos de la Iglesia, la reforma educativa y la implementación del matrimonio civil y el divorcio. Así, desde inicios de la república “el problema religioso se convirtió en la frontera política entre liberales y conservadores” y la educación y la familia se establecieron como ámbitos de la vida social monopolizados por la Iglesia.

Con el ascenso al poder de los conservadores en la Regeneración, la Iglesia participó activamente en la redacción de la Constitución de 1886. En ella quedaron claros los vínculos entre la Iglesia y el Estado, que serían reforzados con la firma del Concordato entre Colombia y el Vaticano en 1887. Durante este periodo la Iglesia se erigió como el elemento de cohesión nacional, con el Dios católico como “fuente de toda autoridad” –tal como dice el preámbulo de la Constitución-. La Constitución y el Concordato eliminaron el matrimonio civil y el divorcio, devolvieron el control de la educación a la Iglesia y, en conclusión, reversaron “todas las medidas anticlericales y las leyes consideradas contrarias con la moral católica”.

Esta tendencia continuó hasta finales de los ochenta cuando dos situaciones determinaron el regreso del protagonismo de la Iglesia: primero, la Asamblea Nacional Constituyente y la nueva Constitución de 1991, y segundo, la agudización del conflicto armado y las negociaciones de paz con algunas guerrillas. En ambos escenarios las instituciones eclesiales participaron activamente pero manejando dos discursos diferentes, siendo el primero absolutamente tradicional y antisecular, y el otro más abierto al diálogo y la negociación. Dicha distinción entre la participación de la iglesia en los debates morales y la participación de la iglesia en lo político se conserva aún hoy.

Algunos debates morales: de la constitución de 1991 a la despenalización del aborto en 2005