Pánuco137 [Mauricio Magdaleno]

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PÁNUCO 137 PIEZA EN TRES TIEMPOS MAURICIO MAGDALENO ORDEN DE ENTRADA AL FORO: RÓMULO GALVÁN CANDELARIA TEÓFILO REYNOSO DAMIÁN VEGA RAQUEL EL JUEZ DE LETRAS EL PERRO MISTER JAMES ALLEN CASIMIRO ZAMORA EL INGENIERO WHITE EL AYUDANTE DEL INGENIERO WHITE RANCHEROS GUARDIAS BLANCAS TRABAJADORES EL PRESIDENTE MUNICIPAL HELEN FRANCIS PRIMER TIEMPO El terreno de Rómulo Galván, en San Juan de la Vaca, en la ribera del Pánuco. A la derecha, el cobertizo de entrada a la casa, ruda, primitiva, en primer término. De la casa hacia el fondo, una cerca de piedra. En el cobertizo, una silla de tule. Dan el fondo frondosos plátanos de buen altura. Es de mañana. Rómulo Galván, fumando, afila un machete en un mollejón, en el suelo, al fondo. Se levanta y mira el arma. La prueba tajando una hoja del platanar. Vuelve a afilarla. Es un viejo de sesenta o más, todavía fuerte. Pantalón de dril, camisa desabrochada que descubre el pecho velludo. Cara barbuda. Sombrero de palma. Aparece, por la casa, Candelaria. Cincuentona, ya venciéndose a la edad. Rómulo, al verla, se levanta. Casi al mismo tiempo entra por la izquierda Teófilo Reynoso. Algo menor en años y en apariencia que Rómulo, y más o menos con la misma indumentaria. RÓMULO.-(A Teófilo.) ¡Compadre! ¿Fue a Pánuco? TEÓFILO.-(Se quita el sombrero, y se sienta a la sombra del platanar.) Sí. Ya están avisados el presidente municipal y el juez. CANDELARIA.-(Con ansiedad.) ¿Y qué oyó decir? TEÓFILO.-Nadie sabe nada. Todos dicen que esto se acaba. Allá en el pueblo ya andan perforando esos malditos pozos.

Transcript of Pánuco137 [Mauricio Magdaleno]

  • PNUCO 137

    PIEZA EN TRES TIEMPOS

    MAURICIO MAGDALENO

    ORDEN DE ENTRADA AL FORO:

    RMULO GALVN CANDELARIA TEFILO REYNOSO DAMIN VEGA RAQUEL EL JUEZ DE LETRAS EL PERRO MISTER JAMES ALLEN CASIMIRO ZAMORA EL INGENIERO WHITE EL AYUDANTE DEL INGENIERO WHITE RANCHEROS GUARDIAS BLANCAS TRABAJADORES EL PRESIDENTE MUNICIPAL HELEN FRANCIS

    PRIMER TIEMPO

    El terreno de Rmulo Galvn, en San Juan de la Vaca, en la ribera del Pnuco. A la derecha, el

    cobertizo de entrada a la casa, ruda, primitiva, en primer trmino. De la casa hacia el fondo, una cerca de piedra. En el cobertizo, una silla de tule. Dan el fondo frondosos pltanos de buen altura. Es de maana.

    Rmulo Galvn, fumando, afila un machete en un mollejn, en el suelo, al fondo. Se levanta y mira el arma. La prueba tajando una hoja del platanar. Vuelve a afilarla. Es un viejo de sesenta o ms, todava fuerte. Pantaln de dril, camisa desabrochada que descubre el pecho velludo. Cara barbuda. Sombrero de palma. Aparece, por la casa, Candelaria. Cincuentona, ya vencindose a la edad. Rmulo, al verla, se levanta. Casi al mismo tiempo entra por la izquierda Tefilo Reynoso. Algo menor en aos y en apariencia que Rmulo, y ms o menos con la misma indumentaria.

    RMULO.-(A Tefilo.) Compadre! Fue a Pnuco? TEFILO.-(Se quita el sombrero, y se sienta a la sombra del platanar.) S. Ya estn avisados el presidente municipal y el juez. CANDELARIA.-(Con ansiedad.) Y qu oy decir? TEFILO.-Nadie sabe nada. Todos dicen que esto se acaba. All en el pueblo ya andan perforando esos malditos pozos.

  • RMULO.-Sacando el petrleo... No? TEFILO.-(Un gesto ambiguo.) Dicen que eso vale un dineral. RMULO.-Mire no ms, compadre! Arrancarle a un pobre la migaja de tierra que apenas le da para mal comer! Y todo porque han sacado que tiene petrleo y que...! (Aprieta los puos.) TEFILO.-De veras que no estamos a gusto ms que cuando pisamos sobre nuestros semejantes! RMULO.-De dnde habrn sacado que en San Juan de la Vaca hay petrleo? Usted lo ha visto, compadre? Pues ni yo, ni nadie! TEFILO.-(Moviendo la cabeza.) Pues donde quieren quedarse con las tierras, al precio que sea... RMULO.-Lo que no saben es que por ellas se vuelve el ranchero decidido, malo, coyote! TEFILO.-No se haga ilusiones. Todos estarn contra nosotros. CANDELARIA.-(Con las manos en el pecho.) Entonces... se quedarn con lo nuestro? TEFILO.-Ah por el Pueblo, ya se quedaron con lo de todos, hasta con lo que no vale nada. RMULO.-Ofrecindoles a los vecinos miles de pesos... TEFILO.-Y casa en Tampico. Y un viaje por mar, mientras les hacen la casa. RMULO.-Lo mismo que me vino a decir don Casimiro. No le pagarn a nadie. Ya ver.

    CANDELARIA.-(Desolada.) Qu habremos hecho para que haya llegado esa gente hasta ac? RMULO.-(Tras de una pausa brevsima.) Bueno, pues lo principal es que ahora viene el gringo, y que... TEFILO.-Y que ahora mismo vamos a saber en qu para todo esto. RMULO.-Eso, es, s. En qu para (Con tristeza y odio.) En nada bueno, compadre. Tenga la seguridad. TEFILO.-Parece que el tal mister Allen anda inspeccionando personalmente las tierras, y que no es mala gente. CANDELARIA.-(A Rmulo.) Puede que hablndole, Rmulo... RMULO.-(Mirndola.) Mira de veras que parece que tienes quince aos, Cande! Ese sinvergenza no viene a ornos hablar. Para eso nos mand hace tiempo a don Casimiro, para ver si l lograba que doblramos las manos. CANDELARIA.-Pensara el gringo que como don Casimiro es el amo de la regin... RMULO.-Qu bien se entendieron los dos! TEFILO.-Como que apenas llegaron los americanos, don Casimiro se quit el negocio de sus haciendas. Ahora no se preocupa ms que del petrleo. RMULO.-Eso le deja ms que exprimirnos a los rancheros con las

  • cosechas. Y todava no se llena. Estn dispuestos a echarnos. TEFILO.-A los del Aguaje los echaron a todos. Entraron a balazos, y hubo heridos y muertos. CANDELARIA.-Muertos!, eso por qu? TEFILO.-Porque los pobres queran que les pagaran su pedazo de tierra. Y se los pagaron a balazos. RMULO.-Ya ve, compadre? Desde el primer da, le dije que no venan a pagar, sino a quedarse con las tierras, por la buena o por la mala. Casi, casi as me lo dijo don Casimiro, la ltima vez que estuvo aqu, hace ocho das. TEFILO.-Pues donde vienen ahora, es que quieren tratar de convencerlo. RMULO.-(Decidido.) Ya se los dije muy claro. Lo que es por m, ni se las vendo, ni se las presto. Qu las agarren... que nos maten a todos... slo as! (Con tristeza con desnimo.) Lo nico que siento es que estoy viejo y no sirvo para nada. (Muy conmovido.) Que si vivieran mis hijos...! CANDELARIA.-(Con emocin, casi un susurro.) No hubieran podido aguantar esto. Eran tan derechos y tan valientes! RMULO.-(Amargamente.) Por eso cayeron peleando en la bola. CANDELARIA.-Slo nos qued Raquel...

    RMULO.-Y una mujer no es ms que un compromiso, cuando vive uno entre desalmados. TEFILO.-Meno mal que la dejan casada, compadre. Y con un marido que tiene corazn de defenderla. RMULO.-No porque se casen nuestras hijas dejan de importarnos. TEFILO.-Claro que no. Cmo iban a dejar de importarnos! CANDELARIA.-Pues ya se ve que la pobre ni por eso ha visto la suya. El Perro bien que la mira todava con unos ojos... TEFILO.-Ese lambiscn de los gringos! RMULO.-Pero, eso s le digo, compadre. Damin tambin es muy hombrecito, y cuando se ofrezca, le arregla el alma a ese bandido. CANDELARIA.-Ni lo mande Dios, Rmulo! RMULO.-Ojal y no pase. Y ms ahora que Raquel necesita estar tranquila y no andar en sobresaltos. CANDELARIA.-En qu tiempos tan duros viene al mundo ese cristianito! RMULO.-Muy duros. se se encontrar con que no tiene ni dnde caerse muerto.

    Entran, izquierda, Damin Vega y Raquel. l es fornido, rudo, de treinta y cinco aos, con machete al cinto. Ella, agraciada, con todos los sntomas de su prxima maternidad, apenas tendr veinte.

  • DAMIN.- Por lo visto, ahora nadie trabajamos. TEFILO.-De veras. Parece que nos hemos puesto de acuerdo todos. En todas partes, la gente espera ver en qu para esto. RAQUEL.-Debemos irnos... irnos lejos, pap, donde no sufra uno esta amenaza de todos los das. CANDELARIA.-Y cmo? Con qu? Adnde? RAQUEL.- A donde sea. Es imposible seguir viviendo aqu . Y eso que no es ms que el comienzo. DAMIN.-Irnos, dejndoles ah todo... como si no tuviramos madre enterrada aqu... Eso s que no! RAQUEL.-Entonces, Damin, si nos obstinramos en quedarnos... DAMIN.-...Nos tocar la de perder. Lo s! Pero, siquiera, todos juntos, y en nuestra tierra. RAQUEL.-(Dolorosamente.) Yo tengo miedo! Andan por todas partes bolas de hombres armados y bien pagados por los gringos. Ya ven lo que pas en El Aguaje. DAMIN.-Hasta eso es preferible! RAQUEL.-Qu? Que lo maten a uno as como a esos infelices? DAMIN.-As, as! Pero no huirles a los bandidos, dejndoles todo no ms porque vinieron a amenazarnos. Estamos abandonados, pero qu chihuahua!, tenemos todava un machete cada uno para no dejarnos.

    RAQUEL.-(Gemebunda.) No, no, Damin, por Dios! No pienses en eso! DAMIN.-Mira, Raquel. Estas cosas de hombres slo se tratan hasta que llega el momento. Por qu vamos a apurarnos desde ahora! No se le hace, Rmulo? RMULO.-S. Hasta que llega el momento. RAQUEL.-Pero, si ya lleg! Si ahora, queramos o no, nos quitan lo nuestro! RMULO.-(En un desahogo.) Bandidos! Y lo que no se me puede olvidar es el modo como vienen a echarlo a uno... no ms que porque s! DAMIN.-Eso, Rmulo. Dgame si no es para estar bufando de coraje? RMULO.-Hijo, esto me agarra viejo, y quin sabe si lo nico que me queda sea morirme. TEFILO.-Como decamos. Si vivieran Rmulo y Sebastin... RMULO.-(Amargamente.) Puede que haya sido mejor que no vieran todo esto! Es tan cochino! TEFILO.-Rmulo andara con una rabia... Era muy alebrestado! RMULO.-Y Sebastin ya habra ido a buscarles, uno por uno. Parece que le estoy viendo. Primero, al gringo. No, primero a don Casimiro. Oiga usted, amigo. Conque quieren las tierritas? Las quieren, de veras? CANDELARIA.-Cundo me acuerdo que hubo otros tiempos, y

  • que en San Juan de Vaca nunca le faltaba nada a un prjimo! RMULO.-Parece que veo aquellos das, cuando nuestra nica preocupacin eran las aguas que tardaban! CANDELARIA.-Entonces, hasta la misma vida era distinta. Te acuerdas de cuando vino Rmulo, un mes antes de su muerte? RMULO.-No estbamos tan fregados. Y haba tranquilidad. RAQUEL.-A m me trajo dos vestidos de seda y un fajo de infalsificables. Ibamos juntos a Pnuco en Semana Santa... TEFILO.-El que ya no volvi nunca fue Sebastin. CANDELARIA.-Me lo mataron por ah en El bano los carrancistas. Quin sabe a lo que hubiera llegado con el general Villa! RMULO.-Pobres muchachos... mis hijos! As andaban en la bola, hermanos contra hermanos? Rmulo lleg a mayor. CANDELARIA.-Y Sebastin a capitn Capitn de la divisin del Norte, pona en todas sus cartas.

    Una pausa. Tefilo se levanta y se cala el sombrero, dando unos pasos hacia la izquierda.

    DAMIN.-Ahora no nos queda otro remedio que aguantar y no temblarle a lo que venga.

    CANDELARIA.-Ojal y esos hombres comprendieran que nada ganan con hacernos sufrir! DAMIN.-Esos lo que quieren es dinero. Dinero y petrleo. Y cuando hayan acabado con todos nosotros, todava no quedarn hartos. TEFILO.-(Desapareciendo.) El dominio los ha vuelto locos. Yo quisiera estar muy lejos para no ver este tiempo de calamidades... este tiempo maldito para la gente honrada!

    Tefilo ha desaparecido, por la izquierda, Candelaria, tras de mirarle partir, se vuelve, y sale por la casa. Damin se pasea. Se acerca a Rmulo. Ambos encienden cigarro. Vuelve a pasearse Damin.

    DAMIN.-Entonces, ya ni barbecharemos. RMULO.-Vamos a ver primero qu pasa. DAMIN.-Quisiera saberlo ya de una vez! Mientras, no puedo hacer nada. RMULO.-Ay, Damin! Estoy tan abatido y tan cansado! Parece que me apalearon, o que hice una jornada de veinte leguas sin parar. RAQUEL.-Tantos golpes, padre! RMULO.-Y la edad. Cuando uno est viejo, las desgracias pegan ms duro, y ya no retoa la carne que nos golpean. DAMIN.-(Confidencialmente, con una mano en el hombro del viejo.) Oiga, Rmulo. Y qu le

  • pareca que mientras se arregla todo esto nos llevramos a las mujeres por ah, a un rancho tranquilo... a Orilla Grande... a Tamiche... por ah? RMULO.-(Meneando la cabeza.) Y qu ganamos con eso, Damin? Por donde quiera andan los de las compaas. Cuentan que se han metido por toda la Huasteca. Necesitaramos llevrnoslas hasta Tampico, y ni as, porque de all viene todo esto. RAQUEL.-No! Eso s que no! Llevarnos por ah, mientras ustedes, aqu...! (Enrgica.) Nosotras nos quedamos, pase lo que pase. DAMIN.-Yo lo deca por tu estado, Raquel. RAQUEL.-Yo no me voy. Si ustedes se quedan aqu, yo tambin me quedo. RMULO.-Nos quedaremos juntos, todos juntos. A dnde las llevamos, Damin? DAMIN.-(Rabioso.) Ah, demonio, que si hubiera en San Juan de la Vaca una docena siquiera de muchachos con ganas de darse en la madre con ellos no dejbamos ni uno, Rmulo, ni uno! RAQUEL.-No seas imprudente, Damin! Son muchos! Parece que nunca les has visto juntarse rumbo al Aguaje. Son cientos! RMULO.-Primero acabaran con todos nosotros, y todava estaran llegando ms.

    DAMIN.-(A Rmulo.) Bueno, usted sabe. Aqu no se har ms que lo que usted mande. (Muy cerca de l.) Yo insista en tomar una resolucin, porque... (Ms bajo.) A que no se imagina quin es el jefe de los guardias blancas? RMULO.-Quin? DAMIN.-El Perro. RMULO.-El Perro! No, hombre! Cmo ha de ser el Perro! Si no hace todava un mes que estaba en la crcel de Pnuco, por ladrn! Cmo iba a convenirles tenerlo de...! DAMIN.-Pues lo tienen. Yo lo s, Rmulo. Me lo dijeron vecinos que saben cmo van las cosas. Que desde ahora el Perro manda aqu. (Con coraje.) Con que ya ve qu clase de garanta vamos a tener! RAQUEL.-(Impresionada y muy nerviosa, le agarra por las manos.) Damin! Es preciso que nos aguantemos! Ese hombre slo espera una oportunidad para hacernos todo el mal que pueda! DAMIN.-Puesto que decidimos quedarnos, no vamos ahora a rajarnos no ms porque el Perro. (Sonre, despreciativamente.) Qu caray! RMULO.-Hay que irnos con pies de plomo. No darle una oportunidad para que nos acabe de perjudicar. (Pasndole una mano por el hombro.) Tenemos la obligacin de aguantarnos, por las mujeres, Damin. Somos ms hombres aguantndonos que reventando.

  • DAMIN.-(Con los ojos en el suelo.) Yo no digo que no. RMULO.-Qu le vamos a hacer! Tenemos que ser sordos, y mudos, y... Hazlo por mi hija, por tu mujer, hombre! Y por ese hijito que va a venir al mundo! DAMIN.-Se lo prometo, Rmulo. RAQUEL.-Dios haga que lo cumplas, para no llorar despus cosas irremediables! Al fin que si nos echan, tendremos que irnos todos los de San Juan de la Vaca, como sea, pidiendo limosna, a pie. Pero tendremos que irnos.

    Se hace un nuevo silencio. Rmulo se sienta en el suelo, y taja un pedazo de cuero del cinturn con el machete. Damin, muy preocupado, da unos pasos. Rmulo se levanta y deja el arma, al ver aparecer gente por la derecha. Entra el juez de letras, con saracof, botas y saco negro. Es chaparro, con anteojos, y habla afectadamente. Se saluda con todos.

    JUEZ.-Hola, Rmulo! Raquelita! Cmo te va, Damin! RMULO.-Qu se hace por estas partes tan ingratas el seor licenciado? JUEZ.-Ingratas? No, Rmulo, ni diga eso! La madre tierra, tan... tan... siempre llena de... Bueno, en fin. Conque, cmo han estado aqu en San Juan de la Vaca?

    RMULO.-Ya ve usted. (Sonre tristemente.) Esperando a ver qu deciden los que las pueden. JUEZ.-(Sonriente.) Ah, los que las pueden! (Le pone una mano en el hombro.) La Pnuco River Oil Company, dir usted. RMULO.-Como se llame, licenciado. JUEZ.-Pues nada, Rmulo, que es la gran oportunidad. Ah, que si yo tuviera por estos rumbos una tierrita, aunque fueran dos o tres hectreas...! Palabra que no lo pensaba! Las vendera por un dineral, y mreme tambin a m de potentado. DAMIN.-S, tal vez al licenciado... Pero, a uno que no es juez... RMULO.-Uno que no es ni gente para ellos! JUEZ-Qu te parece, Raquelita? Cmo disparatan tu pap y tu marido! Verdad? RAQUEL.-Dicen la pura verdad, licenciado. Para esos de la Compaa no somos ni gentes. JUEZ.-(Movindose todo al hablar.) No, no, seores, por Dios! Qu modos de hablar! Los empresarios son personas decentes, cultas, cristianas... Imagnese ustedes. Han pasado toda su vida en New York y en Europa! No, no, qu barbaridad! DAMIN.-Pues ya ve el licenciado cmo han tratado a los del Aguaje. JUEZ.-Pero, Damin, permtame que te diga! Cmo vas a ponerte t

  • a defender a esos hombres! Hicieron tropela y media. RAQUEL.-Porque les quitaron sus parcelas. JUEZ.-No fue eso, no fue eso. Fue su mala ndole. Y, adems, que las parcelas pertenecen a la civilizacin. Y ustedes no me negarn que la Pnuco River Oil Company.... DAMIN.-...Representa la civilizacin... No es eso? (Re ruidosamente.) JUEZ.-(Benvolo, conciliador.) Y sobre todo, Damin, yo, que conozco el derecho romano, la ideologa jurdica, el espritu de las leyes... (Tose ridculamente.) Yo s que a veces la civilizacin tiene sus desaciertos... Tengan en cuenta que yo no soy de ningn bando, partido o secta. Yo soy juez es decir, jurista, jurisconsulto, magistrado. DAMIN.-Pues razn de ms para que se d cuenta de las atrocidades que anda cometiendo esa gente. JUEZ.-(De nuevo sonriente, le da golpecitos.) Yo, por la misma naturaleza de mi misin, estoy obligado a velar por la paz. Y no slo por la paz material. Para eso est la polica. Hablo de la paz de las conciencias, de la paz espiritual. RMULO.-De sa no hay mucha aqu, licenciado. JUEZ.-Precisamente! A eso vena yo a parar, Rmulo. Lo que t slo intuiste, yo lo saba. T no sabes lgica, y yo s. Pues nada, que dije: Ahora va a San Juan de la Vaca

    mister Allen, y todo quedar arreglado. RAQUEL.-Cree usted, licenciado? JUEZ.-Seguro, Raquelita! Ya vern qu buen y finsima persona es mster James Allen. Un hombre decente, conspicuo. Qu delantera nos lleva esa gran raza en todo, Rmulo, en todo! Palabra que si desde el primer momento se hubiesen entendido con l, no habra ahora ninguna dificultad! DAMIN.-Vamos a verlo ahora que venga. JUEZ.-Precisamente, precisamente. As me lo dijo. Ah! Porque tuvo la fineza de consultarme si podra entrar hasta ac el carro. Qu fina, qu delicada persona! Bueno, educado en New York y en Europa... Pues s, que me echa un telefonazo. Yo le dije que claro que poda venir, que no faltaba ms. Carreteras naturales y entes muy leales. As se lo dije. Es la pura verdad. RMULO.-Gracias, licenciado. JUEZ.-Ahora vern. Yo ya le puse en antecedentes. Para eso soy el juez de Pnuco, es decir, el rbitro; es decir... RAQUEL.-(Interrumpiendo su palabrera.) Licenciado, aydenos! Usted puede! Con su influencia, con su amistad con esos seores de la Compaa... JUEZ.-Yo har que se haga luego el deslinde, y que se pague un precio justo.

  • RMULO.-Yo no vendo un metro de lo mo. JUEZ.-Pero, Rmulo! Usted sigue insistiendo en su locura, por lo visto! RMULO.-A m no me toman el pelo con la de la compra. Yo s muy bien que a nadie le han dado un centavo por su tierra. RAQUEL.-Precisamente lo del Aguaje fue por eso. JUEZ.-No, no, Rmulo. Mire. No hay que atajar la civilizacin. Eso nunca, hombre! Qu crimen sera! RMULO.-Nosotros estamos decididos a quedarnos aqu. Y si ese tal mister Allen... JUEZ.-Mster James Allen, vicepresidente de la Pnuco River Oil Company..., la ms fina, la ms decente y la ms culta de las personas. Ya ver, Rmulo, ya ver qu clase de hombre es mster Allen! RMULO.-Lo mismo que le dije a don Casimiro, le dir a l. No tengo ms que una palabra, y sa ya la di. JUEZ.-La civilizacin necesita ahora de su concurso, Rmulo. Por qu se obstina en retener este pedazo de tierra que, vindolo bien, no le rinde siquiera lo que gasta en l! Aqu hay petrleo, hombre, petrleo... oro negro... dinero, mucho dinero! RAQUEL.-(Pegndose a su padre, vuelta a la izquierda.) Ah est el Perro. JUEZ.-No es ningn asesino, Raquelota. No tiene el muchacho

    ninguna cara bonita; pero, como bueno, lo es.

    Aparece, por la izquierda, el Perro. Tiene ms o menos la edad de Damin. Viste tejano, chamarra, botas y Colt al cinto. Suena las espuelas con cierta insolencia. El bigotito es escaso y los ojos avispados. Avanza, sonriente.

    PERRO.-Cmo les ha ido? Y usted, licenciado? (Alguien ha gritado algo, fuera. Se vuelve, y llevndose los dedos a la boca, chifla.) Ey! Llvatelo! Yo espero aqu al mster. JUEZ.-Ya viene por ah James Allen? PERRO.-Pues quin sabe. Yo cumplo sus rdenes: Esprame a la entrada del rancho, que tengo que darme una vuelta por all. JUEZ.-No debe tardar. (A los dems.) Ya vern qu persona es ese gran hombre! No es verdad, Perro? PERRO.-Muy cierto, licenciado. (Volvindose, afable.) Qu tal de males, Raquelita? RAQUEL-(Seca.) Mejor, ya. Gracias. PERRO.-De estar ah a la entrada del rancho con mis muchachos a venir a darles una saludada, prefer demostrar de una vez aqu. JUEZ.-(En vista de que nadie le contesta al Perro.) Es de una pieza este Perro!

  • PERRO.-(A Rmulo.) Ya sabr que la Compaa anda haciendo el deslinde por aqu cerca. RMULO.-Cul deslinde? PERRO.-Cmo cul? El deslinde. Slo hay uno. As le dicen. JUEZ.-El deslinde para proceder enseguida a la explotacin petrolera, Rmulo. Pero primero es la localizacin de los pozos. PERRO.-Si, eso dicen los ingenieros. Primero los pozos, Aqu, por ejemplo, hay un... (Tronndose los dedos.) un... cmo le llaman a eso, licenciado? JUEZ.-Ha de ser un manto petrolfero... eh? PERRO.-Eso! Un manto petrolfero. Y eso va a dar ms pesos que qu! JUEZ.-(A Rmulo y al matrimonio.) Se lo deca yo! Aqu hay millones de pesos. Pero, vindolo bien, a nosotros de qu nos sirve todo eso? De nada, Rmulo, de nada! Se necesita que venga la civilizacin, y entonces s que sale todo el dinero. PERRO.-(En vista de que nadie le contesta al juez.) Pues s, vender al mster. Y luego, naturalmente, quedar incorporado San Juan de la Vaca a los campamentos de la Compaa. JUEZ.-De la Pnuco River Oil Company, s. Pero, hasta despus, Perro, hasta despus. Con lo fino y lo decente que es mster Allen! Primero oir a Rmulo y a Damin y a los dems rancheros. l siempre

    obra conforme a la ms estricta justicia. Es su costumbre. (A los dems.) sta es la gran oportunidad para el que tenga ambiciones. No todos los das llega un hombre de la calidad de mster Allen a ofrecerle a uno... RMULO.-(Cortndole la palabra.) He repetido una bola de veces que yo no vendo ni medio metro, licenciado. PERRO.-(Sonriendo, con mucha sorna.) Eso quin sabe si lo acepte la Compaa. JUEZ.-(Tras de otra brevsima pausa.) Me voy. Todava tengo que ir a consignar a los que resulten responsables de los terribles crmenes del Aguaje, y es ya tarde. (Al Perro.) Dile a mster Allen que le ver en la tarde. (A los dems.) Y pinsenlo bien. Es un conejo de amigo.

    Se despide de todos, y sale por la izquierda.

    RMULO.-(A Raquel.) Vete con tu mam.

    Sale Raquel, despidindose de lejos del Perro. Los hombres se miran, de reojo. Damin destroza entre los dedos un cigarrillo.

    PERRO.-(A Damin.) No le vi en el coladero. DAMIN.-No fui. Toda la tarde me la pas en la troje.

  • PERRO.-Vaya. Con razn. (Acercndose ms a ellos.) Pues como les deca, van a hacer el deslinde. Yo quera haber pasado desde ayer, antes del coladero, pero no pude. Es un trabajito muy pesado eso de andar organizando a los guardias blancas! RMULO.-Aj. PERRO.-S. Pero, a Dios gracias, ya van quedando ms o menos utilizables. (Sonre.) Ustedes imagnense. Los de la Compaa son extranjeros, y en una tierra desconocida... Necesitan tener su gente, algo as como su tropa. RMULO.-Muchos? PERRO.-jule! Una barbaridad! Slo aqu en los ranchos, alrededor de Pnuco, pasan de doscientos. Yo le agradezco mucho al mster que se haya fijado en m para mandarlos. Y ms se lo agradezco a don Casimiro, que fue el que me propuso. No deja de ser una muestra de confianza. No creen? RMULO.-De mucha confianza. PERRO.-Es lo que yo digo. Porque, vindolo bien, yo no tengo mritos. Hasta ahora voy a aprender a leer y a escribir. Pero la chamba no est mal. Anda uno por todos lados, hace justicia, reprime a los que se alebresten... (Ladino, ms bajo.) Aqu entre nos, ahora que soy el jefe de las guardias blancas de la zona, ya saben. Lo que se les ofrezca. Yo, como amigo, podra darles garantas. Digo, ya ven que a

    veces hay tipos atravesados que no se fijan en nada. DAMIN.-Nosotros la llevamos muy bien con todos los del rumbo. PERRO.-No se crea, amigo. Uno siempre piensa eso, y es todo lo contrario. Los enemigos se hacen no ms porque s. Y con tanto aventurero que est llegando de todas partes al negocio del petrleo! Ahora, nada est seguro en la Huasteca. RMULO.-(Con intencin.) Figrese si lo sabremos nosotros! PERRO.-Ya lo ve. As es que como les digo, lo que se les ofrezca. (Una pausa muy breve.) Pero qu cambiada ha dado todo esto, eh! Quin iba a decir, todava hace cinco meses...! RMULO.-...Que haba petrleo en estos ranchos... eh? PERRO.-En estos ranchos? No, hombre! Que la Huasteca estaba repletita de petrleo! Al menos, eso dicen los ingenieros. DAMIN.-...Y que todos los que vivan tranquilamente se veran despojados y arrancados de su parcela. PERRO.-Contingencias de la civilizacin. DAMIN.-(Burlesco.) Usted tambin cree que esto es la civilizacin! PERRO.-Claro. La que trae el mister. Cul ha de ser?

    Se oye el ruido de un carro. El Perro se descubre. Entran, por la

  • izquierda, mster James. Allen, Casimiro Zamora, el ingeniero White y un ayudante. El vicepresidente de la Pnuco River Oil Company es un yanqui cuarentn, sanguneo, fuerte, rudo. Casimiro Zamora es gordo y moreno. El ingeniero White tendr unos treinta y cinco aos, alto, flaco, con lentes sobre la nariz filudo. Su ayudante es un tipo vulgar, mexicano, que trae un teodolito. Todos visten camisola, pauelo al cuello, Colt al cinto y saracof. Zamora viene limpindose el polvo y el sudor de la cara.

    PERRO.-(Cuadrndose y saludando militarmente.) A sus rdenes, jefe. Ah est la gente, a la entrada, como me orden. MISTER ALLEN.-Oh! No importa eso. CASIMIRO.-Venimos a ver a Rmulo, no vamos al Aguaje.

    Casimiro Zamora presenta a Rmulo y a Damin con los yanquis.

    CASIMIRO.-Aqu tiene usted, mister Allen, a estos modelos de campesinos. No me frunza la cara, Rmulo! Es la pura verdad. Ya mister Allen lo sabe. MISTER ALLEN.-(Al ingeniero y al ayudante.) Para qu bajaron ese teodolito? CASIMIRO.-Yo cre que lo necesitaramos.

    MISTER ALLEN.-Oh, no! Djelo ah. Venimos a saludar al seor... (seala a Rmulo.) a don... Oh! A ste. CASIMIRO.-Rmulo Galvn. MISTER ALLEN.-Bueno, s, Rmulo. Ya usted ha de saber a lo que vino la Pnuco River. RMULO.- S que ha venido a dejarnos a todos los rancheros sin qu comer. MISTER ALLEN.-(Sonriente.) Oh, no, Rm... Rm...! CASIMIRO.-(A mister Allen.) Rmulo Galvn. MISTER ALLEN.-S, s. Ya s. CASIMIRO.-(A Rmulo.) Es lo que yo le deca, cuando vena a verle. Usted no quiere pensar en su patria. Para qu le sirve este pedacito de tierra, vamos a ver? Para nada. Y la Compaa viene a hacer la riqueza de Mxico. MISTER ALLEN.-Oh, eso s! Mucha, mucha riqueza! RMULO.-Nosotros le hemos dicho a don Casimiro todo lo que tenamos que decir, seor. Verdad, Damin? DAMIN.-Absolutamente todo. MISTER ALLEN.-No importa. Yo vengo a darles dinero por esta tierra. Y por todo el rancho... el rancho de la Vaca. CASIMIRO.-De San Juan de la Vaca, mister Allen. MISTER ALLEN.-S, s. Ya s. (A Rmulo y a Damin.) Mucho dinero, y casa en Tampico, con luz

  • elctrica y bao. Ustedes tendrn que decir que s. RMULO.-Nosotros decimos que no. CASIMIRO.-Pero, Rmulo! Qu es esto, hombre? No sea insensato! MISTER ALLEN.-(A Casimiro.) Oh! Djelo usted, djelo. l quiere seguramente sacarle ms dinero a su tierra. Es un buen negociante. (Sonriente, a Rmulo.) Verdad? RMULO.-No, seor. Yo no quiero nada. MISTER ALLEN.-Pues, mire usted, Rm... Rm... Oh, usted! La compaa est dispuesta a quedarse con ella al precio que usted diga. Ustedes ni siquiera saben cmo explotarla, y nosotros somos especialistas en eso. RMULO.-No, seor. Ni un trozo de lo mo. PERRO.-Hombre, acurdese de lo del Aguaje! DAMIN.-(Saltando a su vez, excitado.) Lo del Aguaje! PERRO.-Hubo sus muertitos. Tampoco queran la civilizacin. MISTER ALLEN.-Oh, no, no, Perro! Lo del Aguaje no fue por eso. Eran ladrones. Y yo, con todo dolor de mi corazn... CASIMIRO.-(A Rmulo y a Damin.) Es verdad. Mster Allen es un cristiano al que le duele mucho tener que usar de la fuerza. MISTER ALLEN.-Cristiano de la iglesia presbiteriana de Ohio, s, s, Y yo quiero arreglar esto

    comercialmente, con amor y con dinero. CASIMIRO.-Solamente a eso hemos venido. WHITE.-(Impaciente, a mister Allen.) Deberamos, de una vez, medir esto. (Seala hacia la casa.) Por ah detrs debe de estar la sea que dej hace quince das. CASIMIRO.-(A Rmulo y a Damin.) El pozo. Ya ustedes habrn visto cmo se perfora... no? RMULO.-(A mister Allen.) Mire, ni pierda su tiempo. Hagan lo que quieran. Yo no vendo medio metro de esto. CASIMIRO.-(Irritado.) Como usted quiera, Rmulo! Vaya terquedad de estos gaanes! (Se quita el saracof y se limpia el sudor, resoplando.) Y conste que ustedes mismos se ponen fuera de la ley. WHITE.-De una vez que venga la peonada, y empezamos.

    Las ltimas palabras de cada uno de ellos han sido en voz demasiado alta. Comienza a hacerse un ambiente de excitacin. Salen de la casa Candelaria y Raquel, que forman grupo aparte con sus dos hombres.

    PERRO.-(Amenazante.) De veras que se les viene a hablar por la buena, y abusan! DAMIN.-Mire, Perro... PERRO.-No ms hblame. Ms gallitos los he visto, y a todos les he

  • torcido el pescuezo! (Con la mano en la pistola.) CANDELARIA Y RAQUEL.-(Cogen a Damin.) Damin! Damin, por Dios santo! No te comprometas! MISTER ALLEN.-(Seco.) Bueno. Yo no he venido a perder mi tiempo. Cada minuto es para m mucho dinero. (A Rmulo.) Quieres, s o no? RMULO.-No. CASIMIRO.-(A Rmulo.) Usted sabe! Pero, eso s le digo. Aqu al que se opone a la civilizacin, se le trata con mano de hierro. MISTER ALLEN.-(Se encoge de hombros, excitado.) Ni qu hablar ms! (Se dirige a los suyos, sin dar ninguna importancia al otro grupo.) Ah le dejo, White. Yo tengo mucho que hacer. (Mira su reloj.) Cada minuto que pasa es para m muchsimo dinero! WHITE.-(Vacilante, mirando a los rancheros.) Entonces... MISTER ALLEN.-Usted empiece a hacer su trabajo. La gerencia de New York est necesitando el petrleo de la Vaca. Se queda el Perro con usted. CASIMIRO.-Y si estos gaanes se quieren poner pesados...? PERRO.-(Agarrndose la pistola.) Qu qu? Con las ganas que tienen mis muchachos de estrenar sus rifles! DAMIN.-(Contenindose, entre las dos mujeres.) Mire, Perro...!

    PERRO.-(Insolente, abre las piernas y escupe.) Ya le dije que no ms me hable. Y ahora, vyanse a quejar si quieren. A ver quin les hace caso! CASIMIRO.-A ver qu autoridad protege sus necias ambiciones. CANDELARIA Y RAQUEL.-(Sujetando a Damin.) Damin! Damin! No te comprometas! MISTER ALLEN. (Echando un vistazo en rededor.) Perfectamente. (Al grupo de rancheros.) Con que ya saben. Desde este momento, se acab la Vaca. Esto no es ya ms que el pozo nmero 137 de la Pnuco Oil Company. El pozo 137!

    Salen por la izquierda, mster Allen y Casimiro Zamora. Se oye el ruido del motor del carro, que funciona. El Perro mira insolentemente a los dos indgenas, se echa el sombrero para atrs, y escupe, dndoles la espalda. Ambas mujeres, llorosas, aprietan a Damin por los brazos y se lo llevan a la casa, lentamente, detrs de Rmulo, coincidiendo su desaparicin de la escena con el final de este tiempo. El ingeniero White se limpia los lentes. Su ayudante, mudo como unos dolos, arma diligentemente el trpode del teodolito.

    PERRO.-Ahorita viene mi gente, ingeniero. As es que puede hacer su trabajo con toda confianza. (Se vuelve a la izquierda, saliendo, y

  • grita.) Ey! Unos quince para ac! (Se vuelve a mirar al grupo de despojados, que precisamente en este momento debern desaparecer del escenario.) Ja jay! Y qu ganas tienen de estrenar sus rifles! (Sale.)

    T E L N

    SEGUNDO TIEMPO

    Oscuro. La luz de un reflector se fija en la casa, de donde salen Rmulo Galvn y Candelaria, con bultos y objetos del pobre mobiliario. Cruzan el foro de derecha a izquierda, y desaparecen, por este lateral. Se oye que descargan en un carretn. Luego, sus voces, y las de un tercero. Vuelven a entrar y desaparecen por la casa. Tras de un momento de silencio, entra. Rmulo se dirige a la extrema izquierda. Luz completa. El mismo lugar, con las siguientes modificaciones: han desaparecido la cerca de piedras y el platanar. Tapando el horizonte grandes tubos de hierro oleoductos que esperan su

    colocacin-, y una gigantesca gra, de la cual la altura del foro no capta sino una parte mnima. En la casa, con letras rojas y mal hechas, se lee: Pnuco 137. Es al oscurecer. Despus del oscuro, luz lateral, rojo, afoca el ngulo izquierdo, y va desapareciendo lentamente, de modo que a medio tiempo se habr sombra completa.

    RMULO.-Dejen ah el guayn. (A Candelaria.) Y hasta nos sale mejor caminar de noche. La pobre de Raquel est tan delicada, y con este calor... CANDELARIA.-Qu lejos estaremos maana a estas horas de San Juan de la Vaca, Rmulo! (Con voz doliente.) Qu lejos! RMULO.-(Viendo que su mujer se limpia los ojos.) Anda, anda. No seas tonta, Candelaria. Lo que va a pasar es que te ve Raquel, y se le van a soltar toditos los nervios. CANDELARIA.-No puedo aguantar... no puedo, por ms que quiero! Aqu se queda toda mi vida! RMULO.-No tenemos ms remedio que irnos . Irnos a penar por ah, pero todos juntos. CANDELARIA.-Como yerbas arrancadas de su rincn hmedo... de su tierra que ya no las quiere. RMULO.-T sabes muy bien que si no se tratara ms que de nosotros dos, nos quedaramos aqu, como fuera. Pero, con ese hombre encima

  • de Raquel a todas horas, y Damin que ya materialmente est loco... CANDELARIA.-Loco, loco! RMULO.-(Con rabia.) Ah, que si pudiramos irnos despus de hacer lo que hicieron los del Camalote, anoche! CANDELARIA.-(Toda agitada.) No, no, Rmulo, por Dios santo! Otra vez con esas ideas! Mataras a Raquel! Y yo tambin me morira! Por eso andan los intrusos como andan, (Tapndose la cara.) Qu horror! Todos quemados! RMULO.-(Sonre, es una mueca de alegra feroz.) Todos! Todos!Ni uno se escap! sos si fueron hombres! CANDELARIA.-Imagnate lo desesperados que estaran! RMULO.-Ya lo creo que se necesita desesperacin para quemar el rancho con todo y sus hijos y sus mujeres! CANDELARIA.- Y con los intrusos. RMULO.-Y con los intrusos. Naturalmente! El mister y todos ellos andaran bufando de la rabia! CANDELARIA.-Como que por poco arde all tambin el mister. RMULO.-Con que hubiera salido una hora ms tarde... CANDELARIA.-Qu horror! Cmo tuvieron nimo esos prjimo para hacerlo.! RMULO.-El nimo nos lo da la locura. Y esos malvados lo vuelven loco a uno.

    CANDELARIA.-Pobrecitos cristianos que se murieron por no dejarse arrebatar lo nico que tenan! Cmo estaran cuando prefirieron entregar sus almas a las llamas! RMULO.-sos ya estn descansados, Candelaria. (Tras de una corta pausa.) Ah, pero cuando me acuerdo! (Con las manos en alto.) Humo y llamas para los malditos! Los gringos estaban celebrando el primer petrleo del pozo... Porque en eso qued convertido El Camalote: en un pozo. CANDELARIA.-Como esto. RMULO.-As, asi. Haba borrachera en grande... y cuando todos beban, los peones prendieron fuego a las zanjas por donde pasaba el chapopote. CANDELARIA.-Y todos ardieron! RMULO.-Todos. Los peones murieron quemados y a balazos. El Perro estaba ah cerca, y cuando se dio cuenta, cay con su gente, en medio de una balacera que remat a los que quedaban. CANDELARIA.-(Se abraza a l, muy impresionada.) No, no, Rmulo! Vmonos de aqu! Vmonos! RMULO.-(Acaricindola.) Ya nos vamos, viejita, ya nos vamos. Ya que no pudimos ser hombres...! CANDELARIA.-Aqu tengo miedo... miedo de todos! Se me figura que da un momento a otro...!

  • RMULO.-Ya maana dormiremos al otro lado del ro, por ah en El Carretn, muy lejos.

    Aparece por la izquierda Tefilo Reynoso.

    TOFILO.-Ya est arreglado todo. Por el maz, doce pesos. El frijol se lo dej a la familia de don Ramn. (Saca dinero.) RMULO.-Djelo, compadre, djelo. Al cabo que ya no nos separamos. CANDELARIA.-Imagnese el susto que tendr. Con todo lo que ha pasado, y esa bola de hombres armados que noms pasan por todas partes... RMULO.-Pobre comadre! CANDELARIA.-Y adems, han estado metiendo los tubos sos, en medio de un escndalo atroz. TEFILO.-Perforando. Dicen que ya anda cerca el petrleo. RMULO.-El petrleo! El petrleo! Malditos! Yo no s cmo el diablo les meti en la cabeza esa idea! Tefilo.-Ya van muy hondo. Quin sabe cuntos cientos de metros. CANDELARIA.-Quiera Dios que todo se le vuelva agua y sal! TEFILO.-Qu bueno fuera, de veras! Pero ya ver cmo no, comadre. Se les va a volver puro dinero. RMULO.-Eso es lo que quieren. Y ya ven de lo que son capaces de hacer por conseguirlo.

    CANDELARIA.-Qu hambre tienen de dinero! Cmo no se les vuelve todo lo que tocan dinero! TEFILO.-Se les vuelve. Y con dinero, no hay cosa que no consigan. Ya ven. Hasta peones para que nos asesinen. RMULO.-Eso es muy cierto. Pero ya no son peones, compadre. Son guardias blancas. Y en la Huasteca no hay quin les d por la buena un taco o un trago de agua. TEFILO.-Y qu! Ni se crea que eso les apura, Estn muy bien pagados con dlares, y tienen poder para arrebatar lo que se les antoje. CANDELARIA.-Qu locura! Dejar as a sus semejantes... murindose de hambre... no ms por llevarse eso de debajo de la tierra! TEFILO.-Ah! Es que eso vale mucha plata, comadre... millones de pesos. Con eso mueven sus fbricas y sus barcos. Los que tienen ms petrleo son los ms fuertes. RMULO.-(Tras de una pausa brevsima, dejando caer los brazos y agachando la cabeza.) Yo lo que s es que esto ya se lo llev el demonio. Digo, para nosotros. TEFILO.-Ya lo estamos viendo. RMULO.-Quin nos lo manda! Los pobres ni siquiera debimos haber nacido. TEFILO.-El mundo es de los que tienen dinero... de los que no se detienen para conseguirlo... de los que las pueden... de los...

  • RMULO.-De los sinvergenzas, compadre! TEFILO.-(Moviendo la cabeza.) De sos, s. RMULO.-Y seguir siendo de ellos, mientras no nos decidamos a que acaben con todos nosotros. A ver si siquiera ya nuestros hijos se libran de esta vergenza!

    Candelaria se sienta. Tefilo coge por un brazo a Rmulo, y van a la extrema izquierda. Oscuro. Un reflector ilumina los movimientos de ambos hombres tan slo. Los dos echan, muy seguido, miradas hacia el lugar donde qued Candelaria.

    TEFILO.-Es absolutamente necesario que nos vayamos ahora mismo, compadre. RMULO.-Ahora en la noche. No ms que vengan Damin y Raquel cenamos por ltima en San Juan de la Vaca. TEFILO.-No se figura lo nervioso que he estado durante todo el da! Ahora en la tarde, que andaba por ah, ya me pareca que llegaba el Perro y pasaba una tarugada. RMULO.-(Muy inquieto.) El Perro! Le vio? Habl con l? TEFILO.-Andaba por el campamento, rondando, rondando, como los zopilotes. Me dijo que ya saba que nos bamos... pero me lo dijo de un modo tan extrao, compadre!

    RMULO.-Desgraciado! Todava tendr una felicidad, la de no verle ms, desde maana. TEFILO.-Eso es lo que quiero. Que ya no le veamos ms. Con lo que pas anoche en El Camalote, todos estamos en las manos de esos desalmados. RMULO.-Y el da menos pensado nos cuelgan, no ms porque andan borrachos. TEFILO.-Eso, a nosotros. Pero el Perro primero hara una cochinada con Raquel. RMULO.-Con mi hija! Antes tendra que matarnos a todos, porque...! (Aprieta con rabia los puos, y alza la voz, frentico.) Eso si le digo, compadre. Que venga por Raquel! Que venga!

    Luz competa. Candelaria se levanta precipitadamente, al or el nombre de su hija, y se acerca a ellos.

    CANDELARIA.-(Mirndoles a ambos.) Qu tiene mi hija? TEFILO.-(Evasivo.) Nada, nada, comadre. Le deca a Rmulo que nosotros... es decir, que es preciso... Mire, no se alarme. CANDELARIA.-Qu ha sabido? Dgamelo! (Lo coge de un brazo.) El Perro... verdad? RMULO.-Quin ms haba de ser? (Furioso.) Ah, pero cmo no se ha atrevido! Como que sabe que yo le arranco el corazn, donde le vea en los ojos que viene por mi hija!

  • CANDELARIA.-No quiero ni pensarlo! Cllate, Rmulo!

    Se oye, por la izquierda, una voz, la de Casimiro Zamora.

    CASIMIRO.-Echen la luz, muchachos! Ni parece que estamos en uno de los campamentos ms ricos del mundo!

    La luz que hay en el escenario habr ido decreciendo, conforme se desarrolla esta parte del segundo tiempo. En este momento, queda afocado al foro de una luz brillante de reflectores. Unas voces se alejan, cantando un son triste de indgenas. Entra, por la izquierda, Casimiro Zamora, Aparece fumando puro.

    CASIMIRO.-Qu hay, Rmulo? Buenas, Candelaria. A ti ya te salud, Tefilo. Con que de viaje, eh? TEFILO.-Con el favor de Dios, don Casimiro. CASIMIRO.-Y a dnde, hombre? CANDELARIA.-A ver dnde. Por ah a algn lugar donde se pueda vivir. CASIMIRO.-Caray! Qu exigentes son ustedes para vivir! Esto va a ser, muy pronto, un lugar como no se encontrar otro en la tierra, hombre. Y luego, que ustedes son de aqu. Deberan disfrutar de la prosperidad de la regin. RMULO.-Nos vamos de esto horrores, don Casimiro!

    CASIMIRO.-Cules horrores? Los horrores los andan haciendo los rancheros. Ya sabrn lo que pas anoche en El Camalote. Eso s, que de aqu en adelante, mano de hierro! La Compaa viene a traer la civilizacin. No s cmo puede haber gentes que se oponen a ella! RMULO.-Mire, don Casimiro. Nosotros ya nos conformamos con nuestra suerte. Y vaya que quitarle a unos viejos lo nico que tenan para no morirse de hambre, no se me hace que sea civilizacin! Pero, en fin, nosotros no peleamos ya nada. Nos toc la de perder, y ya. Para eso tenemos corazn, para aguantarnos las desgracias. CASIMIRO.-Pero, hombre... Aqu los pobres se harn ricos. No ven que el progreso ha llegado, por fin, a la Huasteca? CANDELARIA.-Nosotros no queremos ya nada con estas gentes. CASIMIRO.-(Se encoge de hombros, sentndose enseguida por ah cerca.) Bueno. Yo se los dije, desde que iniciamos nuestro negocio: Mira, Rmulo, no te opongas, que por la buena sacars ms... Ahora, que ustedes se emperran... RMULO.-Queremos irnos a morir en paz por ah, lejos. Para nosotros, se acab San Juan de la Vaca. CASIMIRO.-Eso s, claro! Para nosotros, tambin. San Juan de la Vaca no es ms que el pozo 137 de la Pnuco River Oil Company. Y

  • cuando se escriba la historia de esta epopeya del petrleo... RMULO.-Dudo mucho que haya en los pesebres de todos los ranchos de la Huasteca el suficiente estircol para escribirla. CASIMIRO.-(Rabioso.) No seas majadero, Rmulo! Ya ves? Por eso les pasa lo que les pasa. Ya no tienen ustedes el menor respeto ni siquiera para el patrn. Ya estn igual que los del Camalote. RMULO.-No. Igual, no. Esos murieron como hombres, y nosotros no pasamos de ser una bola de cobardes. CANDELARIA.-Mire, don Casimiro, por favor... Yo se lo ruego. Al fin que ya nos vamos, y Dios mediante, ya nunca volver a vernos ms! CASIMIRO.-(Con un tonito de consideracin.) A nadie le da ms tristeza que a m ver como se echan a perder los hombres honrados, Candelaria. Yo siempre he sido bueno con ustedes. Les he ayudado en todo lo que he podido, y ahora, ya ves. Primero, hice lo posible para que se entendieran con la Compaa... RMULO.-Y qu ms quiere? Ya les dejamos todo. CASIMIRO.-(A Candelaria.) Luego, no he ahorrado esfuerzos para evitar que se le dae. Claro que como ustedes comprendern, mister Allen y los dems de la compaa andan algo enojados por

    lo de anoche. Yo he respondido por ustedes. CANDELARIA.-Gracias, don Casimiro! CASIMIRO.-Quiero que me digan qu vez no les he tendido la mano. Hace unos das, cuando Rmulo me dijo que el Perro andaba provocando algo con sus galanteos para Raquel, fui y se lo dije. Yo nunca he sido un rico con ustedes. La hemos llevado siempre muy bien. No es cierto? CANDELARIA.-S... hasta hace un mes, don Casimiro. CASIMIRO.-Por culpa de ustedes, que no quisieron llegar a un acuerdo conmigo. Yo tengo la conciencia tranquila por que no una, muchas veces estuve aqu, en este mismo lugar tratando de hacerles ver la razn. RMULO.-Eso ya no tiene objeto estarlo platicando Para qu seguir! Y ustedes se salieron con la suya! CASIMIRO.-Nosotros no, Rmulo. No seas terco. El que ha triunfado ha sido el progreso, la civilizacin. Un da, muy a tu pesar, me dars la razn. Cunto mejor hubiera sido que todos estuviramos trabajando de acuerdo, como hermanos! RMULO.-No, don Casimiro. Cmo hemos de ser hermanos si unos son muy poderosos y lo tiene todo en el mundo y los otros ni siquiera donde caernos muertos! TEFILO.-Se necesitara que de veras nos miraran como hermanos... como a sus iguales ante Dios...

  • CASIMIRO.-Ya oyes, Candelaria? stos quieren un mundo no como Dios lo hizo, sino para satisfacer sus ambiciones! CANDELARIA.-Lo que queremos es irnos, nada ms. Que los que se quedan con lo nuestro lo aprovechen! Nosotros les perdonamos todo lo que nos han hecho. CASIMIRO.-Lo aprovecharn, lo aprovecharn. Todos somos hombres de ideales y que nos preocupamos por el futuro de nuestra patria. CANDELARIA.-Ha sido la santsima Virgen la que ha salvado a mis hombres. Se mata a un cristiano, a dos... pero no sabemos lo que vendr despus. Ya le dije que les perdonamos todo lo que nos han hecho. Verdad, Rmulo? Al cabo ellos son los que pierden! Les perdonamos a todos, para que Dios perdone a Rmulo y a Sebastin, que murieron con las armas en la mano, y a nosotros, tambin.

    Aparece, por la izquierda, Raquel.

    RAQUEL.-(Tras de saludar a Casimiro.) No ha llegado Damin? TEFILO.-No ha de tardar. Ya sabe que tenemos que salir. CANDELARIA.-Dnde le dejaste? RAQUEL.-En casa de don Ramn. Me dijo que se vendra para ac enseguida.

    CASIMIRO.-(Se levanta y se acerca a ellos.) Pues como te vas, Raquel, desde ahora te deseo muchas felicidades con tu nio. RAQUEL.-Muchas gracias, don Casimiro. (Acercndose a sus padres.) Tengo algo de cuidado por Damin. Con lo agitadas que anda las gentes por lo de anoche! CASIMIRO.-Por eso, ni te preocupes. En este campamento los hombres de orden nada tienen que temer.

    Casimiro da unos pasos, hacia la derecha. Le sigue Tefilo, y ambos hombres se detienen. Oscuro. Luz sobre Casimiro y Tefilo.

    TEFILO.-Oiga, don Casimiro, ya oy a la muchacha. Queremos irnos en paz, y yo le suplico a usted que nos ayude. CASIMIRO.-No faltaba ms! Seguros que s. Sobre todo, que ya se van. Pero, ya saben, si algo se les ofrece... TEFILO.-Nada ms que nos d garantas para irnos, seor don Casimiro. No por nosotros, sino por las mujeres. CASIMIRO.-Desde luego. Cuenten con todas las garantas. TEFILO.-Ya ve que el Perro sigue con su idea. CASIMIRO.-No, hombre. No tengas miedo. El Perro ya no piensa en eso. TEFILO.-Mire, yo le o. Permtame que insista. Le o ahora

  • mismo, en el campamento. Estaba algo tomado, me pareci, y le deca a alguien de su gente que Raquel no se iba sin acostarse antes con l. Yo me aguant como los hombres, y no salt a apretarle el pescuezo no ms por no perjudicar ms las cosa. CASIMIRO.-(Re.) Ah, qu Perro ese! Habladas, habladas y nada ms! Ah, qu Perro! TEFILO.-Don Casimiro, le digo que... CASIMIRO.-Que no, hombre. Parece que no conoces lo hablador que es el Perro. Ya t mismo dices que andaba algo tomado. Eso es todo. Son los tequilas que se han de haber echado. Y luego como est ahorita Raquel! Vaya, a quin se le ocurre! TEFILO.-Yo no he querido decirles nada a los compadres para no alarmarlos. Figrese si se lo digo a Rmulo! CASIMIRO.-Qu? TEFILO.-Cmo qu! La tarugada que puede provocarse! CASIMIRO.-(Le da palmaditas.) Te digo que no tengas cuidado.

    Oscuro sobre Casimiro y Teofilo; luz sobre el otro grupo.

    CANDELARIA.-Ay, hijita no veo la hora de estar en camino! RAQUEL.-(Abrazndose a ella.) Yo tengo miedo aqu mamita. Quisiera que ya hubiese llegado Damin.

    RMULO.-Por ah ha de venir ya. Tu marido sabe muy bien lo que hace. RAQUEL.-S, sabe muy bien lo que hace, pero no siempre aguanta lo que oye. Y nunca falta el amigo que se lo llueve a la cantina, y all puede encontrarse al Perro. RMULO.-(A Raquel.) Mira. (Seala a la izquierda.) Ah estn ya todos nuestros triques, listos. No seas nerviosa. CANDELARIA.-Ahora slo hay que pedirle a Dios que nos d un feliz viaje.

    Oscuro sobre este grupo, luz sobre los dos hombres de la derecha.

    CASIMIRO.-As es que no te preocupes. Todas esas habladas del Perro son... eso, habladas, y nada ms. TEFILO.-Pero si usted mismo me acaba de decir... CASIMIRO.-Qu terquedad! De eso hace ya tiempo. Todava no se casaba Raquel, y el Perro tena el mismo derecho que cualquiera para pensar en llevarse a la muchacha, Ahora, es distinto.

    Luz completa. Los dos hombres se encaminan al grupo de la izquierda.

    CASIMIRO.-(A Rmulo.) Vyanse tranquilos. Ya sabes lo que se les desea. RMULO.-Se lo agradecemos mucho, don Casimiro.

  • CASIMIRO.-Agradecrmelo... por qu? No faltaba ms! TEFILO.-(A Rmulo.) Damin debe de andar por ah con los vecinos, ultimando sus cosas. Voy por el. RMULO.-Triganselo, compadre. Dgale que slo a l estamos esperando para irnos. Que se acuerde que la tirada es larga. RAQUEL.-(A Tefilo.) Dgale que mientras no nos vayamos de aqu, yo estoy murindome de cuidado. CANDELARIA.-Y yo, y yo, compadre.

    Sale Tefilo por la izquierda.

    CASIMIRO.-Yo tambin me voy. Maana nos despediremos en cualquiera de esos ranchos. RMULO.-Cmo que maana? Nos vamos ahorita, don Casimiro. CASIMIRO.-(Sonriente.) Ya lo s, ya lo s. Pero me imagino que ustedes no se irn en automvil. Y yo siempre camino en mi Packard nuevecito. Con lo estupendas que estn quedando estas carreteras de la Huasteca!

    Va a desaparecer, cuando se oyen voces que se aproximan, por la izquierda. Entran, a seguido, el Perro y cinco guardias blancas. stos visten de kaki, camisa de color, sombreros de palma, tubos, carrilleras, rifles. El grupo de Rmulo, Candelaria y Raquel se estrecha. El Perro se adelanta a

    saludar de mano a todos. Se le conoce que est tomado.

    PERRO.-Buenas! Saldeme, por favor, Raquelita. Nada ms vengo a decirle adis. Mire, don Rmulo, ahora que ya se van, se lo voy a decir. Usted no me quiere... CASIMIRO.-(Interviene.) Oye, Perro! PERRO.-Djenme hablar, patrn. A nadie le estoy faltando al respeto. (Sonre, tratando de abrazarse a Rmulo.) Pero no se espanten, que no traigo el tifo! (Se quita el sombrero.) Soy Domitilo Palomera, el Perro, del mero Ozuluama de la Huasteca, y s respetar? CASIMIRO.-Seguro que s. Qu quieres? PERRO.-No ms despedirme de la familia, patrn. CASIMIRO.-Pues despdete, ya vmonos. PERRO.-Voy. (A sus hombres, que habrn permanecido pegados a la casa.) Y ustedes, vayan caminando. Se ponen en el camino a ver que entren todos los trabajadores.

    Salen los guardias. Oscuro. Luz tan slo sobre Casimiro y el Perro, que se dirigen a la derecha.

    CASIMIRO.-Oye, Perro. (Seala a la izquierda.) Me acaban de hablar de ti. Que quin sabe qu cosas oyeron que dijiste. Bravatas y amenazas.

  • PERRO.-Eso lo saben todos en el campamento, patrn! Que Raquelita me dej por el buey de su marido... a m, a Domitilo Palomera, el Perro, de Ozuluama de la Huasteca, tierra de hombres... Nada de bravatas y amenazas: la verdad de Dios! CASIMIRO.-Ests borracho! PERRO.-Razn de ms para que vea que no le miento. Ahora, se van pura madre, patrn, porque del buen corazn del Perro nadie abusa! (Hace ademn de sacar la pistola.) CASIMIRO.-(Lo detiene.) Qu vas a hacer, hombre! Ests borracho Por m, carga con lo que quieras, pero no en mi presencia. PERRO.-Mire, patroncinto! CASIMIRO.-(Severo, arrojando lejos de s la mano que el Perro le pone en un hombro.) Vete de aqu. PERRO.-(Se cuadra militarmente, y dice con acento servil.) A sus rdenes, patrn. Yo s respetar.

    Luz completa. El Perro hace un ademn de saludo y murmura un buenas noches. Sale por detrs de la casa.

    CASIMIRO.-Bueno, pues ahora s me voy. Y no se preocupen. Maana nos despediremos por ah.

    Lo despiden con un buenas noches cordial. Sale por la izquierda. Oscuro. La luz de un reflector sigue al grupo, que entra a la casa. La misma luz se fija

    fuertemente sobre la entrada de aqulla, durante toda la escena, como para precisar lo que se dice dentro, y que deber escucharse con toda claridad.

    CANDELARIA.-(Gemebunda.) Qu tristeza me dar ver la casa vaca! RMULO.-La casa donde muri Sebastin... CANDELARIA.-Donde naci Raquel... RAQUEL.-Y donde yo hubiese querido que naciera mi hijo. RMULO.-Pues nada! Qu remedio! Maana, tal vez, la tumban, porque ya est estorbando los trabajos de perforacin. Estn trabajando hasta la noche. CANDELARIA.-Oye cmo bufan. RMULO.-Es la tierra que se queja , porque le estn sacando el dinero. Dinero y petrleo... sangre negra de la Huasteca para ahogarnos mejor a los pobres!

    Una pausa breve, nicamente para dar oportunidad a que un amplificador reproduzca, como si de pronto se hubiese abierto una ventana, el torbellino de la labor febril, en un solo golpe de ruidos; el zumbido sordo de las vlvulas de presin, el trueno de los barrenos, el chirrido de los hierros, gritos de mando, cantos, tristes, voces apagadas.

  • RAQUEL.-Dice Damin que todo lo han convertido en pozos. RMULO.-Todo! Ahora, en medio de los ranchitos, slo se ven esos fierros y esos tubos. CANDELARIA.-La tierra nos traicion, Rmulo. RMULO.-La muy mula! Era nuestra madre, nos finga cario, y se guardaba la pualada para lo ltimo. Qu se quede con ellos! CANDELARIA.-Lstima que ya estamos tan viejos! Me da miedo ir a vivir a otra parte! Se me hace como ya no podr vivir en ninguna ms. RAQUEL.-Ya vers cmo nos acostumbramos. CANDELARIA.-Ustedes, s. Son muchachos y olvidan. Para nosotros ya no hay tranquilidad. Los viejos slo vivimos de recuerdos, y nuestros recuerdos son muy ingratos. RMULO.-(Repite, tristemente.) Muy ingratos!

    Mientras se han dicho las ltimas palabras en la casa, se oye aproximadamente un vocero, por la izquierda. Entran cinco rancheros, apresuradamente. Oscuro sobre la casa. Luz viva sobre el grupo que entra. Los rancheros visten calzn, huaraches y sombreros de palma. Se detienen, sin atreverse a llegar a la casa.

    RANCHERO 1.-Bueno, vamos llegando. Es mejor que lo sepan de una vez. RANCHERO 2.-Yo no me atrevo, verdad de Dios. Ya se me figura lo que les va a poder. RANCHERO 3.-Pensaban irse ahora, huyendo precisamente de estas calamidades. RANCHERO 1.-Ah, malditos! Qu corazn de hombre..., que negro corazn!

    Luz completa, en resistencia. Salen de la casa, con cierta violencia, Rmulo, Candelaria y Raquel. Las dos mujeres miran ansiosamente a los rancheros. Lanzan un grito, temiendo comprender. Rmulo se adelanta hacia ellos.

    RMULO.-Qu pasa? RANCHERO 1.-Somos nosotros, don Rmulo. RAQUEL.-(Se precipita hacia ellos.) A que vienen a informar de Damin! Verdad que s? Qu tiene? Por qu no ha venido? Damin! Damin! RMULO.-Sin rodeos. Lo agarraron? Se lo llevaron preso? RANCHERO 2.-No, no don Rmulo. (A un compaero, volvindose de espaldas.) Dilo t. Yo no puedo! RANCHERO 3.-Lo acusaban de querer hacer lo mismo que hicieron los del Camalote... RAQUEL.-Lo acusaban! Quines? Dnde est Damin?

  • (Les estruja las manos, toda deshecha, entre lloros.) CANDELARIA.-Qu pas? Qu pas? Dulanse de nosotros! Digan la verdad! RANCHERO 2.-(Todo trabado al hablar, mientras los dems bajan la cabeza, con los sombreros entre las manos.) Ahora ver usted, Candelaria. Cmo le dir... Dijeron que Damin... que Damin... RANCHERO 1.-...que Damin quera quemar San Juan de la Vaca, antes de irse, con todo y los gringos y el pozo. Eso fue. RAQUEL.- (Gritando.) Y qu le hicieron? RANCHERO 3.-Lo mataron, Raquelita. RANCHERO 2.-Todava ha de estar calientito su cuerpo. Lo martirizaron. Primero, le dieron de machetazos, y luego... RMULO, CANDELARIA Y RAQUEL.-Lo mataron! RANCHERO 1.-Nosotros ya no ms le vimos cadver. Cuando llegamos. RMULO.-(Con un coraje fro.) El Perro... verdad? RANCHERO 3.-El Perro y sus hombres. RMULO.-Llvenme para all. CANDELARIA.-(Apretndolo entre sus brazos.) No, no, Rmulo! No te vayas! No tientes a Nuestro Seor! Entonces, ya no ms Damin, sino t, tambin! Muerto! No, no, por Dios santo! No te vas! No vas!

    RAQUEL.-(Ahogadamente, echndose al suelo, a la entrada de la casa.) Me lo mataron! Damin! Damin!

    Aparece, por la izquierda, Tefilo Reynoso. Viene tambin muy excitado. Se da cuenta de todo, apenas aparece. Candelaria le agarra por los brazos. Raquel llora.

    CANDELARIA.-Compadre, qu hacemos! Que lo mataron... que lo martirizaron al pobrecito! Dios no quiere que nos vayamos! TEFILO.-Clmese, comadre. Esto ya no tiene remedio. (A Rmulo.) Nada, compadre. Fue el Perro. Cuando sal a buscar a Damin, no puede encontrarle por ninguna parte. Hasta cre que ya estara de regreso ac. RANCHERO 2o.- Damin andaba buscando al Perro. TEFILO.-Lo que tanto temamos! No se aguant. RMULO.-(Roncamente.) Y el Perro lo mand asesinar por su tropa de malditos. Verdad? Porque se no es capaz de haberse puesto cara a cara con Damin. TEFILO.-Lo agarraron entre las guardias blancas. RMULO.-Pues que de una vez se acabe todo!

    Rmulo va a arrancar. Lo detienen entre Tefilo y Candelaria. Las dos mujeres lloran.

  • TEFILO.-No, no, compadre! A dnde va, hombre! Mire que sos andan decididos a todo! Cmo diablos va a ir usted slo a que lo cacen! RMULO.-Sultame, compadre! TEFILO.-No lo suelto. Clmese. (Retenindolo fuertemente.) Ya me iba a seguir una bola de rancheros. Todos los de San Juan de la Vaca andaban como si les hubieran azotado la cara. Pero les mandaron a los guardias blancas con una ametralladora, ya nadie tuvo nimo. RMULO.-Ni necesito de nadie! De nadie! Y lo oye, compadre? RANCHERO 2.-(Seala a la izquierda.) Ah vienen! Ah vienen!

    Salen por la derecha los rancheros, precipitadamente. Entran, por la izquierda, el Perro y un piquete de guardias blancas. stos traen el rifle embarazado. Rmulo se arroja contra el Perro. Lo detienen difcilmente entre Tefilo y Candelaria.

    PERRO.-No lo detengan. Tambin el viejo ha de querer su racin! (Avanza hasta donde est echada Raquel, y la agarra de un brazo para levantarla.) Levntate, mi alma, lucero de la maana, que no ms vengo por ti!

    Rmulo cae sobre el Perro, de golpe. Los guardias lo golpean, mientras Tefilo y Candelaria

    luchan por arrancarlo. Rmulo se tambalea, llevndose las manos a la cara, atacado, y queda en manos de los hombres como un hilacho.

    PERRO.-(A sus hombres.) Avintenlo por ah.

    Entre dos guardias arrastran a Rmulo, echando a culatazos a Candelaria y a Tefilo, que pretenden retener al atacado. La violencia de la escena es de una rapidez extraordinaria. Candelaria sale con su marido.

    PERRO.-(A sus hombres.) Ahora! Qu esperan? Llvense a sa!

    Otros guardias se apoderan de Raquel, que grita y se defiende desesperadamente. Tefilo le arranca al Perro el machete, y se arroja contra l. Dos guardias paran el golpe con el rifle y lo sujetan. Han sacado, mientras tanto, a Raquel, por la izquierda.

    PERRO.-A este jijo me le aplican la ley fuga! ndale, crrele a ver si te escapas de los plomazos!

    Sacan a Tefilo entre cuatro hombres. El Perro se pone las manos en la cintura, con las piernas muy abiertas. Y habla a sus gentes, dirigindose a la izquierda.

    PERRO.-Djenme a la muchacha en el campamento. Ahora s,

  • Raquelita, vas a dormir con un hombre de veras! De Domitilo Palomera no se ha burlado ninguna hembra! Y el que me la hace, me la paga! Esta noche e van a acabar todos los que me la deban y todos los que se opongan al progreso! Djenmela ah en le campamento, muchachos! Enseguida se la paso a los que sean ms hombres! Qu quieren? Mezclal o tajada? VOCES.-(Dentro.) Mezcal y tajada, jefe!

    Sale el Perro, a tiempo en que por la casa y por todos lados irrumpe una tropa de trabajadores, todos sucios de chapopote, que vociferan.

    TRABAJADORES.-El petrleo! El petrleo! Lo menos cuatro mil barriles diarios! Ya brot el 137!

    Cae sobre el escenario la sombra de una torre que arroja un chorro negro, y una masa de hombres que eleva los brazos y arroja en alto los sombreros, gritando con voces frenticas. Lejos, tiros y gritos de pavor. La sombra de la torre se agranda desproporcionadamente, entre ruidos de maquinaria que apagan todos los dems.

    T E L N

    TERCER TIEMPO

    El mismo lugar con las siguientes modificaciones: ha desaparecido la casa, y en su lugar se ve la entrada de la estacin del campamento, de madera roja, sobre la que se adensa una tupida red de alambres telegrficos y telefnicos. Una pared de tablones hace fondo. Detrs, asoma la misma gra gigantesca de las escenas precedentes. Medioda.

    Cinco rancheros, en la pared del fondo, hacen grupo a un compaero gordo, de paliacate al pescuezo, que la un cigarrillo de hoja.

    RANCHERO 1.-(Al Gordo.) De veras que ustedes fueron muy mulas! Caray, que si yo he estado en San Juan de la Vaca...! GORDO.-No hubieras hecho ms que lo que hicimos todos: callar y correr. (Dirigindose a los dems.) ste cree que es tan fcil! Cmo se conoce que nunca ha visto una ametralladora enfrente! RANCHERO 2.-No ms me acuerdo cmo tronaba las

  • condenadas, all en la batalla del bano. GORDO.-No se pudo hacer nada! Nada! Donde lo digo yo, que no le tembl a la pandilla del Cojo Gutirrez, el ao pasado, cuando venan a robarse el ganado de don Casimiro... RANCHERO 3.-El Perro le tena ganas a la pobre de Raquel, y como saba que se iban esa misma noche... RANCHERO 4.-Pero antes tuvieron que echarse a Damin... que si no! RANCHERO 2.-Ah, lo que es con Damin...! RANCHERO 5.-Yo lo vi ya difunto, camino de Pnuco. El Perro mand que le abrieran la cabeza a machetazos. RANCHERO 1.-Toditos se acabaron.

    Ruido de voces por la izquierda. Aparecen cuatro guardias blancas, con el rifle listo y en actitud amenazante.

    GUARDIA 1.-Qu hacen aqu, amigos! GORDO.-Nada. No ms platicbamos. GUARDIA 2.-Ya saben que est prohibido que se junten grupos. RANCHERO 2.-Ya no tenemos, pues, ni el derecho de hablar! GUARDIA 1.-(Golpendole.) No rezongue porque lo quemo, desgraciado!

    GUARDIA 2.-Jlenle! GUARDIA 1.-Y como se vuelvan a juntar, ni siquiera avisamos.

    Salen los rancheros, echados por las guardias blancas. Estos les miran irse. Uno se echa el rifle a la cara, y toma puntera. Los dems ren. Se oye el ruido de un carro, que para. El guardia baja el arma. Entran Casimiro Zamora y el ingeniero Zamora y el ingeniero White.

    CASIMIRO.-No hay novedad, muchachos? GUARDIA 1.-Ninguna, jefe. GUARDIA 3.-Slo las bolas, que se juntan por dondequiera. CASIMIRO.-A sas, disprsenlas. Pero sin hacerles nada. WHITE.-S, que no les hagan nada. Ya no puede ir uno a ninguna parte sin encontrarse con media docena de fusilados y ahorcados! CASIMIRO.-Eso es verdad, ingeniero. La misma justicia tiene sus lmites. WHITE.-A qu se refiere usted? CASIMIRO.-Pues... a la justicia, la civilizacin... todo lo que nos trae la Compaa. WHITE.-La Compaa no es una sociedad filantrpica. Venimos a hacer dinero, y nada ms. Pero, de todos modos, no quiero que continen estas carniceras. GUARDIA 1.-Ellos nos amenazan, jefe. CASIMIRO.-S, eso es. Ya oye usted, ingeniero? Los rancheros los

  • amenazan, los provocan a cada momento, y estos abnegados muchachos necesitan hacerse respetar. Menos, no se va a ninguna parte. WHITE.-(Dndole la espalda.) Cllese la boca! Ni parece que es usted de la misma tierra de ellos.

    El ingeniero White atraviesa el foro, y entra a la estacin.

    CASIMIRO.-Estos gringos se figuran que todo se hace pacficamente. Quieren que tengamos esto en orden, y que slo fusilemos cuando ellos digan. GUARDIA 2.-No comprenden que uno tiene sus enemistades. CASIMIRO.-No, tampoco eso. Hay que ser honrados y tener sentimientos. GUARDIA 3.-Sentimientos los tenemos, jefe! CASIMIRO.-S, ya lo s. Ustedes quieren el progreso de su patria. Por eso a veces tienen que matar a sus malos hermanos.

    Vuelve el ingeniero.

    WHITE.-Todo est listo. En cuanto lleguen los jefes se echan a funcionar las bombas, y a sacar los cuatro mil novecientos noventa y cinco barriles diarios. CASIMIRO.-Como quien dice, los cinco mil barrilitos diarios. Santo Dios, ingeniero! De veras que los

    Galvn vivan sobre una fortuna colosal! WHITE.-Ya lo creo que colosal. Yo vi desde el primer momento, que aqu haba mucho petrleo. CASIMIRO.-Qu pupila, ingeniero, qu pupila la suya! WHITE.-(Se encoge de hombros.) Tengo doce aos en el negocio. Cuatro en California, cinco en Texas, en Oklahoma. Saque las cuentas. CASIMIRO.-S, s. Doce aos justos. Vaya que es pericia, ingeniero! WHITE.-(Entusiasmado.) Y qu calidad de petrleo, Zamora! Qu calidad! Mucho mejor que el de Tanhuijo y que el de Cacalilao. CASIMIRO.-(Frotndose las manos.) Mucho dinero, mucho dinero para la Pnuco River! Caray! Sobre qu capitalazo vivan los Galvn! WHITE.-Deje en paz a los Galvn. sos ya se acabaron. CASIMIRO.- No se crea , ingeniero. Tefilo Reynoso anda todava por ah. Mister Allen ha tenido que ofrecer quinientos dlares por l. Y en cuanto a Rmulo, se si que no sirve ya para nada. GUARDIA 2.-A la nia Raquel nos la llevamos por orden del Perro. Pobre! (Re con los dems guardias.) WHITE.-(Despectivamente.) Imbciles!

  • CASIMIRO.-(Maneando la cabeza.) S, realmente... Pobrecita familia, ingeniero! No se crea usted. A nadie le duele esto ms que a m. Yo les conoca, tena amistad con ellos... una vieja amistad... Luego, que uno tambin es padre de familia. Tiene sus hijas... Claro que no ramos iguales pero de cualquier modo... todos somos cristianos. WHITE.-Cllese la boca. CASIMIRO.-Lo digo sinceramente, ingeniero. WHITE.-Lo nico que nos compensa a los norteamericanos, al meternos a estas tierras salvajes y tener que soportar espectculos como stos, es la seguridad de convertir muy pronto la regin en una zona nica. CASIMIRO.-Eso es! Muy bien dicho! Y qu mayor satisfaccin, ingeniero! WHITE.-Los ms ricos campamentos de Texas no podrn competir con los de Pnuco. Y todo esto, muy pronto. Para dentro de seis meses tendremos trabajando aqu no menos de cien mil hombres.

    Oscuro. Un reflector afoca al ingeniero White, que a medio escenario habla en todo cortante y voz alta, dirigindose tanto al pblico como a Zamora y a los guardias.

    WHITE.-Y para dentro de un ao, estas regiones del Pnuco, hoy en

    estado brbaro y miserable, habrn quedado convertidas en grandes ciudades donde rodar el dinero por las calles. (Pausa brevsima. Persuasiva.) ste ser el paraso de los hombres trabajadores y de energa, los que empuado la bandera del progreso humano tienen fe en el porvenir de Amrica. (Nueva pausa.) Entre Pnuco, Cacalilao, Tanhuijo, Cerro Azul, bano, Zacamixtle y El lamo, abastecera el mercado mundial del preciado oro negro, y entonces la fuerza estar ntegra en las manos de los grandes capitanes de la industria de New York. Y todos los hombres sern felices. La Huasteca ser el corazn del mundo. Millares de trabajadores explotarn los mantos petrolferos. Y millares de torres se perdern ante los ojos. CASIMIRO.-Millares de pozos como el 137!

    Luz completa.

    CASIMIRO.-Y nosotros veremos todo eso, ingeniero! WHITE.-No le digo que de aqu a un ao? GUARDIAS.-(En un murmullo de voluptuosidad.) Todos seremos ricos! GUARDIA 1.-Vale la pena acabar con todos los que quieran detener el progreso! GUARDIA 2.-Y de llevarnos a las muchachas que le gusten al jefe!

  • WHITE.-(Con rabia.) Eh, demonio! Lrguense de aqu! CASIMIRO.-Vyanse, muchachos. El ingeniero tiene razn. Qu es eso de estar celebrando una desgracia como cualquiera otra?

    Salen los guardias blancos por la izquierda. El ingeniero se quita el saracof y se da aire. Saca una cajita y coge unas pldoras. Entran, por la izquierda, el juez de Letras y el presidente municipal de Pnuco. ste es un hombre gordo, de botas y tejano.

    JUEZ.-(Saludando con caravanas.) Seores! Mster White! Hola! Quinina? WHITE.-S, quinina. JUEZ.-Ustedes siempre previsores, ingeniero. Modelo de raza, hombres superiores, hijos mimados del progreso y la civilizacin! WHITE.-(Mirndole de arriba abajo.) A qu vena? JUEZ.-A... Mire usted, seor ingeniero... PRESIDENTE MUNICIPAL.-Yo soy el presidente municipal de Pnuco, y la compaa nos invit al 137 a verlo funcionar. JUEZ.-(Frotndose las manos.) Exactamente, ingeniero. El seor presiente lo acaba de decir con concisin, pureza y elegancia. Y, por mi parte, yo traigo otro asuntillo ms. CASIMIRO.-Ya me figuro, licenciado. O que mster Allen

    orden que se le diera una gratificacin por el 137. JUEZ.-Oh, no! No es eso, don Casimiro. El dinero no es capaz de moverme con la presteza con que vengo en compaa del seor presidente municipal de Pnuco. PRESIDENTE MUNICIPAL.-Es verdad. Venimos a cumplir ciertas diligencias legales. JUEZ.-Eso es. Legales. Que es tanto como decir que venimos a cumplir con nuestro deber. WHITE.-Y qu se le ofrece? JUEZ.-Nada, nada, ingeniero. Muchas gracias. Demasiado sabemos todo lo que pas aqu antenoche. WHITE.-Ah, eso es? JUEZ.-Naturalmente, mster White. Naturalmente. Es indispensable, y la Compaa necesita, ms que nadie, preservar de una vez por todos sus intereses amenazados por toda esa canalla. WHITE.-Mire, amigo. Ese asunto djelo en paz. PRESIDENTE MUNICIPAL.-(Al Juez.) Dejmoslo en paz. JUEZ.-Cmo! Dejarlo en paz equivaldra a dar oportunidad para que se repitiera cualquier da. PRESIDETE MUNICIPAL.-Los seores petroleros mandan. JUEZ.-Yo deca porque... (Tose. Enftico, en tono de discurso.) Seores, ingeniero White. Es realmente necesario un escarmiento. Esa gente puede volver a atentar contra la seguridad

  • del campamento. Mire, ingeniero. (Saca papeles, que revuelve, y lee.) La consignacin de los terribles delincuentes y trastornadores del orden pblico Rmulo Galvn, Damin Vega... CASIMIRO.-(Lo interrumpe.) Pero, por Dios, licenciado! Si Damin ya es difunto! JUEZ.-De veras que s! (Tachando sus papeles.) Bueno. Pues la consignacin de todos los dems. PRESIDENTE MUNICIPAL.-(Al Juez.) No oye que l compaa no lo cree necesario? Ella tendr sus razones! JUEZ.-No, no! La justicia debe brillar, como este sol que enva Dios a sus hijos, buenos, y malos, como dicen los Evangelios. CASIMIRO.-Miren, seores. Ya que ustedes son tan celosos funcionarios... JUEZ.-Celossimos. Ya lo est usted viendo El seor presidente municipal y yo. PRESIDENTE MUNICIPAL.-Favor que el seor Zamora nos hace. CASIMIRO.-...podran dedicar todos sus esfuerzos a lograr la captura de Tefilo Reynoso, que anda prfugo. JUEZ.-Efectivamente! Prfugo de la justicia. En el acta se le acusa de asesinato frustrado, de cinco o seis muertes y de... (Revuelve sus papeles.) Efectivamente! Parece que quiso asesinar al Perro.

    WHITE.-(Molesto.) Gurdese sus papelitos. Se le acusa, simplemente, de dar guerra a la Empresa. Y como la empresa paga, amigo... PRESIDENTE MUNICIPAL.- Muy bien dicho. La Compaa sabr de qu lo acusa. JUEZ.-(Agitando sus papeles por sobre su cabeza.) No haya cuidado! La justicia, mster White, resplandecer como este sol. Y caer implacable sobre el culpable. (Al presidente municipal.) Verdad, compadre! WHITE.-Oh! Son compadres! Usted y... (sealando al presidente municipal.) y ste. JUEZ.-(Inclinndose.) S, ingeniero. Compadres ante la ley de Dios. El seor presidente municipal me llev a bautizar a mi hijita. Usted la conoce, don Casimiro. Verdad? PRESIDENTE MUNICIPAL.-Vimos que era ms cmodo hacernos compadres, ingeniero. Antes, siempre estbamos disputndonos la presidencia municipal. WHITE.-Oh! Y ahora? PRESIDENTE MUNICIPAL.-Ahora, no. Un ao la tiene uno, y otro ao le toca al otro. JUEZ.-La paz, La paz y la concordia ante todo. No le parece a usted, mster White, que es ciudadano del mejor pas de la tierra? WHITE.-(Riendo.) Es delicioso! Les contar el caso a los amigos del

  • New York Times. (Al presidente municipal.) Y usted tambin es juez? PRESIDENTE MUNICIPAL.-Por supuesto. Cuando mi compadre es presidente municipal. WHITE.-Y usted sabe algo de leyes? PRESIDENTE MUNICIPAL.-Pues... mire usted, ingeniero. Le dir. De leyes, precisamente, no. Pero casi puede decirse que s. He ledo muy buenos libros, algunas novelas. Y conozco algo de farmacia. JUEZ.-Es verdad. Mi compadre tiene su cultura. Es un hombre preparado. CASIMIRO.-(Al ingeniero, por el juez.) Y aqu el licenciado tambin tiene su cultura, eh. WHITE.-(Al juez.) Qu era usted antes de ser el juez de Pnuco? JUEZ.-Presidente municipal. WHITE.-Y antes? JUEZ.-(Rascndose la cabeza.) Antes... antes... Ver usted, ingeniero. Antes, fui comerciante avcola, como dicen los peridicos. Venda los blanquillos que me dejaban mis gallinitas... WHITE.-(Alegremente.) Oh, delicioso! Tengo que escribir a mis amigos del New York Times. JUEZ.-Es mucho honor para nosotros, ingeniero.

    Entra por la izquierda el Perro. Viene fumando puro, y con el tejano echado de lado.

    JUEZ.-Qu tal, Perro! Casualmente, acabbamos de ocuparnos de ti. PERRO.-De m? JUEZ.-S, s, de ti, Perrito. Pues nada, que, cumpliendo con mi deber, iba a proceder en forma a la consignacin de los que trataron de asesinarte. PERRO.-A m? Oiga, licenciado, palabra que no le entiendo. WHITE.-Ni el mismo Perro sabe que trataron de asesinarlo! PERRO.-La verdad, yo, al que la veo intenciones, le madrugo, jefe. JUEZ.-Y haces muy bien, Perrito. Para eso eres el brazo de la justicia, el ejecutor de... PERRO.-(Sin hacerle caso, al ingeniero.) Me dijo el mster que lo esperara aqu. Que no tardaba. PRESIDENTE MUNICIPAL.-Con que vamos a tener el honor de saludar al seor mster ese, al jefe de la Compaa! PERRO.-Y viene con unas geras! (Se lleva a la boca las puntas de los dedos.) PRESIDENTE MUNICIPAL.-Nos darn una copita, por supuesto... CASIMIRO.-Una copita, nada ms? Un champaa a cada uno, amigo! PRESIDENTE MUNICIPAL.-Un qu? JUEZ.-Un vino que hacen en New York, compadre. No pregunte. Ya lo probar.

  • Se oye el ruido de un carro que llega, y se detiene, fuera, estrepitosamente. Todos se vuelven a la izquierda. Voces femeninas que gritan: Hello, White! Hip, hip, hurra! White saluda con el saracof y sale al encuentro de los que llegan. Aparecen. Guiados por el propio ingeniero, mster James Allen y Francis. Las dos yanquis son jvenes y bonitas. Visten de hombre, sombrero de palma y botas. Todos saludan a los recin llegados servilmente.

    HELEN.-(A White.) Venimos solamente a ver tu obra maestra, el 137! FRANCIS.-Qu deliciosos lugares! MISTER ALLEN.-(Secndose el sudor.) ste es el 137, el de los cuatro mil novecientos noventa y cinco barriles. A qu profundidad se encontr el manto, White? WHITE.-A cuatrocientos setenta y dos metros. MSTER ALLEN.-(A las muchachas.) Bueno, pues cuando ustedes quieran. Mi tiempo es dinero. FRANCIS.-No, no. Todava no. Verdad, Helen? HELEN.-No faltaba ms! Venir desde Florida y New Jersy tan slo para irnos enseguida! (Mirando a todos los mexicanos.) Cul es el famoso Perro? PERRO.-(Quitndose el sombrero.) Servidor.

    HELEN.-(Lo abraza.) Oh, usted! El Perro! Qu maravilla! El hombre ms valiente de la Huasteca! El que ms gentes ha matado! Djeme que lo abrace! Desde Tampico nos contaron sus hazaas. JUEZ.-Pues aqu lo tiene usted, seorita. HELEN.-(Al Perro.) Y cmo los mata usted? PERRO.-(Algo turbado.) A quines? HELEN.-Oh! A las gentes... a sus enemigos... PERRO.-Pues... a balazos. HELEN.-(Desencantada.) A balazos! Oh! No con lanza? PERRO.-Con lanza? PRESIDENTE MUNICIPAL.-Di que s, hombre. PERRO.-Los mato como se puede. HELEN.-(A Francis.) Ya oyes, Francis? Qu hroe! Qu admirable hroe! FRANCIS.-(Al presidente municipal.) Y usted tambin mata? PRESIDENTE MUNICIPAL.-(Pavonendose.) Pues... le dir usted, gera... Cuando se necesita... Entiende usted? Porque yo soy muy hombre, eh! HELEN.-(Al Perro.) Quiero llevarme su retrato. Podra posar, por favor, un momentito? PERRO.-(Mirando al Juez y al presidente municipal.) Que si puedo... qu? JUEZ.-Posar, Perro. PERRO.-Y eso qu es?

  • JUEZ.-No s. Que la seorita te lo diga. HELEN.-Oh! Posar frente a la cmara, Perro. Lo sacar con el rifle as, como cuando va a matar... (Mmica, haciendo seal de apuntar con el rifle.) PERRO.-Al pelo! Cuando usted quiera.

    Se van formando tres grupos: Helen y el Perro, Francis y el Presidente municipal; y mster Allen, el ingeniero White, Casimiro Zamora y el juez de letras. Oscuro. Luz sobre el ltimo grupo, que habr quedado junto a la estacin del campamento.

    MSTER ALLEN.-(Al ingeniero.) Ah esta la gente? WHITE.-Todos. MSTER ALLEN.-Muy bien. Esperaremos a que acaben de platicar las muchachas. Como vienen de los Estados Unidos, todo esto les cae en gracia. JUEZ.-Es natural! MSTER ALLEN.-(Al Juez.) Ya recogi su gratificacin? JUEZ.-Ya, mster Allen. Lo mismo que el seor presidente municipal. Muchsimas gracias! Y ya sabe que lo que se ofrezca... MSTER ALLEN.-(A Casimiro.) A usted lo espero despus. CASIMIRO.-S, mster Allen. Precisamente traigo listos todos mis papeles que acrediten las cantidades

    del dividendo. (Se revuelve papeles en los bolsillos.) MSTER ALLEN.-(Sonre y le da palmaditas.) Nada de dividendos, amigo! Eso es cuestin de la gerencia de New York. CASIMIRO.-(Turbado.) Como habamos quedado, mster Allen, que... MSTER ALLEN.-Le tengo firmado un chequecito. CASIMIRO.-Yo cre que sera tomado en consideracin por la Compaa. Mis servicios, mi lealtad... MSTER ALLEN.-...y todo lo dems. S. S. Seguro. Por eso le vamos a pagar. JUEZ.-Pues yo, por lo que a m respecta, mster Allen, voy a dedicar toda mi atencin a la captura y castigo de ese feroz bandolero... de Tefilo Reynoso. MSTER ALLEN.-Y quin es se? JUEZ.-El que quiso...

    Oscuro. Se pierden las ltimas palabra del juez de letras. Luz Helen y el Perro, que estarn a la izquierda, ella sentada sobre algn pedazo de tubera)

    HELEN.-No sabe lo feliz que me siento en su patria, Perro! PERRO.-Muchas gracias, seorita. HELEN.-Dgame Helen... Helen, a secas. PERRO.-Helen... Helen...

  • HELEN.-Eso es. Oye, Perro. Quiero que me pongas tu autgrafo en mi lbum.

    Haciendo como que firma sobre la palma de la mano izquierda, en vista de que el Perro no ha comprendido.

    PERRO.-Ah, s, mi firma! Cmo no! Me canso de ponrtelas, gerita! Y no slo eso. De buena gana te robara y te llevara conmigo a la sierra! HELEN.-(Agitando los brazos y las piernas.) Qu maravilla! Qu lindo romance! Ni en frica ni en Hawai he gozado tanto como aqu, Pero... cerca de ti! PERRO.-Pues no ms me dices si te animas. Al fin que soy el jefe de las guardias blancas. HELEN.-Y qu es eso? PERRO.-La tropa que cuida los campamentos. HELEN.-Mejor te espero en la planta. (Atrayndole, con un ademn.) Quieres? Nos iremos a pasear en la noche.

    Oscuro. La Luz se fija en Francis y el presidente municipal, que estarn en la pared de tablones, en medio del foso.

    PRESIDENTE MUNICIPAL.-La invito a pesar una de estas noches por el ro, seorita. FRANCIS.-Oh, por el ro! En barco?

    PRESIDENTE MUNICIPAL.-No. Es esquife. FRANCIS.-En qu? PRESIDENTE MUNICIPAL.-(Muy cerca de ella.) En esquite. Una chalupita chiquita... as... como usted... Bajo la luna... FRANCIS.-Oh, qu divino! Qu hermoso romance! Cundo? PRESIDENTE MUNICIPAL.-Cuando usted quiera, seorita FRANCIS.-Dgame Francis. Oye, y yo tambin quiero que nos retratemos juntos. Quieres? PRESIDENTE MUNICIPAL.-Para luego es tarde, Francis! FRANCIS.-Enseguida. Aqu traigo la kodak. PRESIDENTE MUNICIPAL.-Traes qu? FRANCIS.-La kodak, hombre, para sacar fotografas.

    Luz completa en el escenario.

    MSTER ALLEN.-(A todos.) Bueno, pues ahora s. White... WHITE.-Voy. (Sale por la estacin donde se le oye telefonear. Vuelve a entrar al foro.) Ya estn avisadas las cuadrillas. PERRO.-(Saliendo por la izquierda, grita.) Ey, muchachos! (Vuelve a entrar.) MSTER ALLEN.-Para qu los quieres? PERRO.-Cmo que para qu jefe? Para que echen una salva. HELEN.-S, s! Una salva por el 137.

  • Aparece un pelotn de guardias blancas. El Perro les hace presentar armas. Luego, se acomodan a lo largo del muro del fondo. Por la derecha entra un grupo de trabajadores. El ingeniero White les hace seas de que le sigan por la misma derecha.

    HELEN.-(Gritan detenindoles.) Un momento! (Busca con los ojos a alguien. Al Juez.) Por favor, mi kodak! Est en el carro! FRANCIS.-Y la ma. Please. JUEZ.-Qu cosa? PRESIDENTE MUNICIPAL.- La mquina de sacar fotografas, compadre. Pues mire que no saber lo que es una kodak

    Sale el Juez de letras, por la izquierda. Salen el ingeniero y los trabajadores, por la derecha. Retroceden al punto. Volviendo a entrar al escenario con exclamaciones de espanto. En este momento regresa el Juez de letras, con las kodaks, que deja caer, muy impresionado.

    MSTER ALLEN.-(Avanzando.) Qu fue? PERRO.-(Arrancndose la pistola.) Eh! Qu pasa? WHITE.-(Viniendo a primer trmino.) Oh! Estaba en el pozo! Sali por la vlvula!

    CASIMIRO, JUEZ Y PRESIDENTE MUNICIPAL.-(Gritan.) Rmulo!

    (Aparece por la derecha Rmulo Galvn. El viejo est desconocido. Desgreado, todo lleno de chapopote, consumido, loco. Agita algo en la mano.

    CASIMIRO.-(Avanzando hacia l.) Pero, por Dios santo, Rmulo! Qu susto nos has pegado! WHITE.-(Deteniendo a Casimiro.) Cuidado! Que trae la dinamita! TODOS.-(En un solo grito de pavor que se dilata muy amplificado por el escenario.) La dinamita! RMULO.-(Avanzando, mientras los dems retroceden, con una expresin terrible.) Ah! Con que nada ms vienen a ver el estreno del 137? Este pedazo maldito de tierra que se ha tragado toda la sangre de los mos! (Agita la mano por sobre su cabeza.) Encomiendan sus almas, asesinos! Ya somos todos iguales! Nadie tiene ventajas! Vamos a volar con todo y el petrleo del 137! PERRO.-(A los guardias.) Fuego! Mtenlo! MSTER ALLEN.-(Detenindoles, enrgico, con todos los dems.) No, hombre, no! Aqu slo yo mando! Bajen los rifles! No tengas cuidado, Rm... Rm... (Todo sofocado, tose.) No tengas cuidado! Mira, vamos a arreglar esto pacficamente. T tienes razn.

  • Ya lo haba estado yo pensando! Hemos sido unos canallas contigo. Ahora sers considerado como propietario del terreno. Como accionista de la Pnuco River! Te parece? RMULO.-(Llorando.) Slo quiero morirme! CASIMIRO.-No, no, por Dios santo, Rmulo! Qu es eso! Nadie es dueo de lo que es el cielo nos ha prestado. Mira que no hay ms que una vida, y que...

    Entran algunos trabajadores, a un lado de Rmulo Galvn. Uno se adelanta, sonriente, y se acerca al ingeniero White.

    EL TRABAJADOR.-No tengan cuidado! (Se re con ganas.) Las cpsulas estn vacas! (Muestra otro cartucho.) Aqu estn las buenas. Reaccin de alivio entre todos los presentes. Rmulo, todo deshecho, agita las manos en alto. El Perro, pistola en mano, se abalanza, seguido de las guardias blancas, sobre l. Lo caonean con los rifles, lo derriban, y se lo llevan a golpes por la izquierda.

    MSTER ALLEN.-Entirrenlo vivo! Entirrenlo vivo! CASIMIRO.-Es preciso que se haga un escarmiento ejemplar!

    Todos se dan aire, como si reviviesen. Las muchachas abrazan a los hombres, y ren.)

    HELEN.-Qu terriblemente impresionante! PRESIDENTE MUNICIPAL.-Valiente susto nos ha pegado ese bandido! MSTER ALLEN.-(A los trabajadores, que an asoman por la derecha.) Pronto, el champaa! A ver, White! Que me estoy ahogando! T E L N