Palabra, 25 de enero de 2015

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Editor: Rael Salvador Diseño: Arturo Corpus [email protected] DOMINGO 25 de enero de 2015 / Núm. 199

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Suplemento cultural, El Vigía, 25 de enero de 2015; Ensenada, Baja California

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Editor: Rael Salvador • Diseño: Arturo Corpus • [email protected]

DOMINGO 25 de enero de 2015 / Núm. 199

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2 DOMINGO 25 de enero de 2015

No. 199/ 25 de enero/ 2015

Suplemento Cultural de

Dirección GeneralJorge Camargo

Director EditorialAriel Montoya

EditorRael Salvador

Editor de FotografíaJorge Calderón

Críticos / Colaboradores Héctor García Mejía, Marcela Danemann, Ruth Gámez, Arnulfo Estrada, Federico Campbell (†), Olga Aragón, Javier Cruz, Jorge L. Osiris Fernández, Gerardo Sánchez, Montserrat Buendía, Sergio Gómez Montero, Elia Cárdenas, Jesús López Gorosave, Patrick Liotta, Paúl Nazar, Renata Sández Oseguera, Lauro Acevedo, Benjamín Pacheco, Heberto J. Peterson L., Iliana Hernández P., María Eugenia Bonifaz de Novelo, Enrique A. Velasco Santana, Mélida ojeda López, Kepa Murua, Dr. David Rodríguez de la Peña, Ana M. Mora, Herandy Rojas, Manuel Guillén, Alina I. Gallardo, Ramiro Padilla, Daniel Salinas, Óscar Ángeles Reyes, Gerardo Ortega, Deÿ López, Aldo Calderoni Etcheverri, Elba Jordán S., Gabriel Ríos C., Diana Venegas, Fernando Macillas T., Jaime E. Delfín V., Manuel Quintero, Martín Caparrós, Eduardo Cruz Vázquez, Norma Herrera, Jorge Valenzuela, Miguel Lozano, Jhonnatan Curiel, Gustavo Dessal, Óscar Villarino Ruiz, Alberto Manguel.

Corresponsal en FranciaCony Singüenza

Corresponsal en ItaliaFerdinando Scianna

Corresponsal en ChileRamón Ángel Acevedo, “Rakar”

FotografíaEnrique Botello

Correo electrónico [email protected]@elvigia.net

Teléfonos para publicidad120.55.55, ext. 1023Ensenada, B.C. México.

P M C

L a historia empezó en septiembre de 2004, cuando el entonces presi-

dente Néstor Kirchner designó al fiscal federal Alberto Nisman al frente de una unidad judicial dedicada a seguir bus-cando a los culpables de la voladura de la Asociación Mutual Israelita Argenti-

na –AMIA– que había dejado, diez años an-tes, 85 muertos.En ese momento sólo había hipótesis: ni un acusado en firme. El fiscal Nisman trabajó durante años sin lle-

gar a conclusiones definitivas. Pensa-ba, sin embargo, que el gobierno iraní estaba relacionado con el crimen; en enero de 2013, cuando el gobierno argentino firmó un “memorándum de entendimiento” con Irán para “co-laborar” en la investigación –el prin-cipal sospechoso se transformaba en colaborador–, se sintió traicionado.Hace unos días anunció que había descubierto, a través de escuchas te-lefónicas y otros informes, una cons-piración de la presidenta Cristina Fer-nández de Kirchner, el canciller Héctor Timerman y varios más para ocultar la culpa iraní en el atentado: que el me-morándum de entendimiento era el modo de garantizar la impunidad iraní a cambio de prebendas económicas. En un país menos anestesiado, la acu-sación de que un gobierno protegió a los culpables del peor atentado de

su historia habría producido una crisis potente. En la Argentina hubo chistes e insultos, tuits y gritos, ministros que salieron a decir que el fiscal estaba loco y diputados que lo invitaron al Congreso a presentar sus pruebas. Debía ir este lunes 19 por la tarde; unas horas antes, en la madrugada, Alberto Nisman, 51, dos hijas, divor-ciado, apareció muerto de un balazo en el baño de su piso en el barrio más caro de Buenos Aires. Hay mañanas en que parece que la caída argentina no va a terminar nunca.No se sabe qué pasó. La versión ofi-cial dice suicidio, pero el secretario de Seguridad de la Nación, cuando la anunció ante la prensa, habló de “la víctima”. Es difícil suponer que alguien que ha pasado diez años trabajando se mate la víspera del gran día en que por fin presentará el resultado de sus esfuerzos. Por-tavoces oficiosos del gobierno dicen

que lo hizo porque le dio vergüenza “que se descubrieran sus mentiras”. La presidenta Kirchner se apuró en apenarse por el “suicidio” y desarro-lló, en una larga carta, otro relato de conspiraciones: en este caso, que la acusación del fiscal contra ella había sido un complot organizado una vez más por la prensa y relacionado –de forma casi delirante– con el atentado contra Charlie Hebdo.Pero muy pocos argentinos creen en un suicidio o, en el mejor de los casos, hablan de “suicidio inducido” –por ra-zones políticas. La duda se ha instalado: en la Argentina no es fácil despejarlas. De hecho, Alberto Nisman investigaba un caso de más de veinte años que sigue sin dilucidarse. Las conjeturas sobre su muerte son variadas: que si lo mató un comando iraní, que si algún sector desesperado del gobierno, que si un grupo de los servicios de inteli-gencia –cuyos jefes fueron despedidos

semanas atrás– para ensuciar al gobier-no con la sospecha.Queda dicho: vistas las costumbres crio-llas, es probable que nunca se sepa qué pasó en ese baño. O, peor: si la policía anuncia que fue un suicidio, millones de argentinos no lo creerán –y supondrán que su gobierno tiene algo que ocultar, que de algún modo más o menos cer-cano fue cómplice del hecho. Es un dato brutal: no se puede gobernar un país en esas condiciones. Ni se puede, en ver-dad, vivir en un país en esas condiciones. O sí, como los argentinos nos empeña-mos, una y otra vez, en demostrar.La muerte del fiscal Alberto Nisman parece uno de esos eventos que rees-criben la historia, que se recuerdan muchos años después como aquel momento en que todo cambió. Pero también es cierto que la Argentina produce, de esos, demasiados.

@martin_caparros

Otro momento decisivoEL CASO NISMAN

«No se sabe qué pasó. La versión

ofi cial dice suicidio, pero el secretario de Seguridad de

la Nación, cuando la anunció ante la

prensa, habló de “la víctima”»

P E C S.

Son manos fuertes en aparienciaTienen la ternura suficientePara prodigarla a seres que lo amanDespiertan historias ocultasHace que vuelen y lleguen a la memoriaSe instalen, no duerman, recorran caminos, horasTransiten por la melodía y la introduzcanA laberintos desconocidos y todo lo colmen de pazLa música es un refugio donde dejar de atormentarseLa lleva consigo irriga desde siempre su adentroNo puede abandonarlaEs esclavo gozosoFiel a la melodía.

[email protected]

MÚSICO

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3DOMINGO 25 de enero de 2015

ALEATORIEDADES

TREN NOCTURNO

Por Rael Salvador

“No puedes quedarte esperando la inspiración. Tienes que ir a buscarla a un Bar”. Jack London.

NO ES MI GÉNERO, pero te la voy a presentar.

Es una novelita del inglés Martin Amis, titulada Night Train (Tren nocturno). Apenas 190 páginas para no dormir, para pensar que la vida dispone de más salidas que las que habitualmente esta-mos acostumbrados…

La trama, lo sucedido: suicidio. ¿Suicidio?

La muerta es la bellísima Jennifer Rockwell, joven científi -ca –¿puedes creerlo, apenas vein-tisiete años?– que, de no ser por sus desestabilizadas inclinacio-nes, ahora debería estar investi-gando astrobiología, costras de se-men en el espacio de ochenta mi-llones de años de anti-güedad, intentando de-velar el origen de nues-tra especie.

Pero eso es lode menos. La encargada del caso

es Mike Hoolihan (es mujer, aunque tenga nombre, voz y aparien-cia de hombre), una detective que trabaja para el Departamento de Homicidios de New York, teñida de rubio, con una vida expectan-te, que además carga en su cuenta sentimen-tal el fracaso de su rela-ción con algunos cana-llas, incluido su propio padre.

–He visto cuerpos que llevaban muertos tanto tiempo que lo único que se le ocurre a uno para determinar la hora de la muerte es medir el tamaño de los gusanos.

Más cercana a un trailero ruso, su faceta de alcohólica acaba de termi-nar y las refl exiones circundan la lu-cidez alucinada de la inteligencia, la ternura y el misterio.

Investiga a fondo la psique de

Trader Faulkner, profesor de fi lo-sofía y pareja de Jennifer, en una burda confrontación por demás ex-

quisita, donde la muerte, la lujuria y el sentido de la vida vuelven a tomar rumbo… Tren nocturno.

Hace unos días utilicé un aforismo de él, Martin Amis, para abrir una de mis columnas. Me pare-ció que sabía de lo que hablaba: “Un buen artí-culo es aquel que cuan-do terminas de leerlo te entran ganas de pagarle una copa a su autor”.

Gasolina del alma.Hoy salí a buscarlo. Y

lo encontré. Apenas 190 páginas para no dor-mir, para pensar que la vida dispone de más sa-lidas que las que habi-tualmente estamos acos-tumbrados…

Llueve, la noche es un agujero cir-cundado de luces urbanas. “Ahí vie-ne el tren nocturno. Primero ese so-nido como de cuchillos que alguien estuviera afi lando. Luego el grito, duro pero sinfónico, como un ar-pegio de cláxones”.

[email protected]

¿QUIÉN ESCRIBIRÁ LA NOVELA NEGRA DEL FISCAL?

Por Daniel Salinas Basave

SUCEDE A VECES que una Novela Negra se escribe sola. La extraña muerte del fi s-cal argentino Alberto Nisman es tan res-petuosa con el canon literario y cinema-tográfi co del thriller político, que hasta el más ortodoxo de los narradores hubiera dudado a la hora de presentar un guión tan estereotípico, tan de manual.

Hasta parece que lo estoy leyendo en la contraportada de un libro premiado en la Semana Negra de Gijón: Un fi scal con las pruebas para involucrar a altos fun-cionarios de Irán y Argentina en el en-cubrimiento un crimen terrorista come-tido hace 21 años, muere en extrañas cir-cunstancias horas antes de la audiencia. La versión ofi cial apunta al suicidio, pero la voz de la calle habla de asesinato.

El escenario y la situación son también el non plus ultra de la ortodoxia cuando de novela negra hablamos: Un departa-mento en Puerto Madero donde el fi scal está solo; una mesa repleta de papeles; un disparo en la os-curidad; una ambu-lancia a la que se nie-ga el ingreso; un se-cretario de seguridad que misteriosamente llega a la escena del crimen minutos des-pués del disparo; una custodia que se relaja; una puerta de servicio abierta; un arma ajena para quitarse la vida (cuando el fi s-cal era dueño de dos pistolas de mayor ca-libre), ausencia de pólvora en las manos del supuesto suicida; una presidenta que intenta salvarse del desbarrancadero; un país islámico ocultando terroristas y, so-bre ellos, los muertos, los canijos muertos de hace 21 años que no descansan.

¿Cómo escribir una historia que ya se escribió sola? Sí, le queda mucha tarea al periodismo duro y desnudo de Jorge Lanata (que, sin duda, se tirará a matar) o a la crónica de un Martín Caparrós o una Leila Guerriero. Claro que la fi cción de-tectivesca tiene tarea y en Argentina hay a pasto. Me gusta el policial ortodoxo de Guillermo Orsi o Sergio Olguín, o ese pedazo de pulp jarcorero que fue Entre hombres de German Maggiori. Vaya, hasta los mismísimos Borges y Bioy (o Biorges Bustos Domecq) pisaron terre-

nos detectivescos con Isidro Parodi. Sin embargo, si me dieran a elegir, me hu-biera gustado leer esta historia escrita por un Rodolfo Walsh (uno de los no reco-nocidos padres de eso que llaman Nuevo Periodismo) o un Tomás Eloy Martínez. Lástima que ninguno de los dos esté vivo. Walsh, desaparecido por los esbirros de Videla en 1977 luego de publicar una car-ta donde denunciaba los crímenes de la junta militar, escribió un no reconocido clásico de la no fi cción: Operación ma-sacre. Pocos años antes de A sangre fría de Capote o Los Ángeles del Infi erno de Thompson, Walsh reconstruyó un crimen de estado cometido en 1956 con las re-

glas del mejor Non fi ction. Tomás Eloy, por su parte, reinventó las vidas de per-sonajes de la historia ar-gentina impregnando el mejor periodismo narrati-vo con furtivas dosis de rea-lismo mágico como sucede en Santa Evita o La novela de Perón. Con ese estilo me

gustaría poder leer la historia de la extra-ña muerte del fi scal.

La muerte de Nieman puede transfor-marse en un clásico de la mejor narrati-va periodística, aunque por ahí se me an-tojan ciertas licencias literarias: el diálo-go interno del fi scal en los minutos pre-vios a la muerte; las voces de sus demo-nios susurrando al oído; la respiración del posible asesino oculto en las som-bras; la cuenta regresiva en la eternidad de los instantes que preceden al dispa-ro; el balazo irrumpiendo en la oscuridad porteña; la sangre oscura sobre la alfom-bra; la noche de insomnio de la presiden-ta; las tinieblas que todo lo devoran; los fantasmas que nunca duermen. ¿Quién tendrá la maestría para escribir una his-toria que ya está escrita? ¿Quién diablos la escribirá?

[email protected]

«Me pareció que sabía de lo que

hablaba: “Un buen artículo

es aquel que cuando

terminas de leerlo te

entran ganas de pagarle

una copa a su autor”»

“Y, sobre ellos, los muertos, los canijos

muertos de hace 21 años que no

descansan”

La muerte, la lujuria y el sentido de la vida

EN SÉNECA

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P E C V

C omo agregado cultural de la embajada de México en Colombia, entre junio de 2001 y agosto de 2005, si algo disfruté fue orga-

nizar la visita de los exponentes de nuestra cultu-ra. Tan entrañable la de José Emilio Pacheco (JEP) a mediados de junio de 2004, que generó un bre-ve pero intenso intercambio epistolar. Mensajes que son cartas que revelan desde las minucias del viaje, pasando por las angustias del trotamundos, hasta emociones vitales al momento de teclear en

la computadora.Al recobrar de mis archivos de ese tiempo colombiano los correos de JEP (fluyeron del 18 de marzo al 24 de agosto), no exagero al decir que siento su voz. Pocos tienen la dicha de escribir como hablan, de leerlos

como si estuvieran de frente. Poco más de 10 años después de esa temporada, a un año de su fallecimiento, Berny –su apellido materno– apa-rece lleno de intensidades y sabiduría.

Los preparativosPara la visita de José Emilio se combinaron dos invitaciones. Una de la Universidad Nacional de Colombia, a través del escritor Fabio Jurado, a efecto de rendirle un homenaje. La otra, del Fes-tival Internacional de Poesía de Medellín. Cuando pactamos su estancia, aún no ganaba del Premio Pablo Neruda. Y cuando ocurrió el fallo, resultó un privilegio llegara a Colombia antes de recibir el galardón.En esos años de diplomacia cultural, conté con el apoyo de dos extraordinarias colombianas, Olga Beltrán y Paola Cortés. A Pao le tocó velar por la infinidad de detalles que imponía el periplo de JEP.

El primer correo data del 18 de marzo 2004. Lo pongo tal cual:

De: [email protected]: [email protected]

Querido Eduardo:

Muchas gracias por todo lo que has hecho, por la carta y por el mensaje electronico. Perdona mi silencio pero no habia recibido nada hasta hoy.Me parece muy generoso el plan de Colombia. Lo unico es que no se si a esta edad tendre fuerzas para resistir el programa. Respecto a la conferen-cia, se me ocurre algo respecto al encuentro de Bogota de Tablada y el joven Pellicer en que se ori-gina la vanguardia mexicana. Si es de tu interes y de los maestros de la universidad sigo adelante. En caso contrario buscare otro tema.Te escribo desde la Universidad porque en en la casa, si asi puede llamarse, no tengo aun Internet. No me se el numero de fax y del telefono. Te llamo manana para saludarte y para dartelo. Perdona la falta de acentos. Ignoro como poner el teclado en espanol,

Te mando un gran abrazo con todo mi afecto

Jose Emilio

En ninguno de los 16 correos que recibí, usó acentos.“Amarrar” una agenda de visita, es una labor ex-tenuante. José Emilio fue muy organizado.Del correo del 3 de mayo destaco estas palabras: “Todo me parece bien excepto las entrevistas.

Detesto las entrevistas y no quisiera tener aten-ción ninguna sobre mi persona, por lo demás bas-tante gris”... “Me parece terrible perder ante una grabadora lo único que tenemos: nuestra manera de ordenar las palabras”.Y del correo del 6 de mayo lo siguiente: “Dile por favor a Paola que hago con ella lo que aquí llaman ‘blind date’ y que si me acompaña acepto con gusto hasta el martirio de las entrevistas”.“La emoción especial es que, excepto la ceremo-nia inevitable en Chile, el viaje a Colombia será mi despedida. Se acabaron las lecturas y presenta-ciones. Ya llegué (en junio) a la tercera edad que es como el tercer mundo: la séptima o novena”.Cierto, no tuve el cuidado de conservar mis co-rreos. Sin embargo, José Emilio me deslumbra con la cadencia y seguimiento en las comunica-ciones. El 8 de mayo escribió: “Hice mal en ade-lantarte mis justificables sentimientos de retira-da. Son un buen deseo y, como tal, no depende de mi voluntad. Pero no miento cuando te digo que llegué tarde al mundo del espectáculo”.“No me gusta verme ni escucharme. Estos dos factores, o mejor dicho sus contrarios, son in-dispensables para moverse en el. Pero dime tú si alguien puede negarse a algo lo que has orga-nizado en Colombia”.

Los tesorosEn esos meses de 2004, con ayuda de mi que-

rido amigo, el escritor Marco Antonio Campos (hoy en día un extraordinario “colombiólogo”), me di a la tarea de revisar mi pobre producción poética (fui becario “Salvador Novo” del Centro Mexicano de Escritores en 1983). Por supuesto no resistí la idea de pedirle a JEP su lectura y opiniones. Y eso dio paso a una cauda se senti-mientos, entre ellos, transmitirle que me vivía como un viejo.Al tenor, Berny me escribió el 9 de mayo. “No sabes cuánto te agradezco esta amistad invisible (por Internet y por teléfono). A lo mejor al ver-nos las caras no sabremos qué decirnos”... “Yo cometí la estupidez de sentirme viejo a los 30 y ahora que de verdad lo soy comprendo mi error ya irreparable”.Al dialogar sobre el género epistolar, llegó este bello mensaje el 14 de mayo: “La carta poseía una intimidad que no puede alcanzar este nuevo me-dio. En tres meses y medio no recibí ninguna. Esa emoción de la que hablas se perdió para siempre. Nunca tuve talento para el género y sin embargo, escribí muchísimas. Nunca guardé copia. Lo ate-rrador es que muchas de ellas ahora están en los archivos, no por mí sino por las amigas y los ami-gos que se volvieron famosos. Es horrible que al-guien diga: ‘Estuve leyendo tus cartas en el fondo reservado de Donoso en Princeton’. Nunca seguí el consejo de Churchill: ‘Jamás escribas una carta que te avergonzaría ver publicada’ “.

JOSÉ EMILO PACHECO EN COLOMBIA

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Paola Cortés, en compañía de JEP.

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«Al tenor, Berny me escribió el 9 de mayo. “No sabes cuánto te agradezco

esta amistad invisible (por Internet y por teléfono). A lo mejor al vernos las caras no sabremos qué decirnos”... “Yo cometí

la estupidez de sentirme viejo a los 30 y ahora que de verdad lo soy

comprendo mi error ya irreparable”»

“Me avergonzarían todas, no por lo que digo sino por su falta de vuelo literario. El último gran corresponsal fue Octavio Paz. De las muchísi-mas cartas que me envió hay (una) que apareció en ‘Vuelta’ acerca de Jorge Cuesta”.“Gracias por enviarme lo de Botero. Está muy bien”.“Saludos a Paola y un gran abrazo”.

Flashes entre Bogotá y MedellínA su llegada al altiplano, disfrutamos de un almuerzo con comida del Valle de Cauca, en el restaurante Fulanitos de La Candelaria. Re-corrimos el barrio y los museos del Banco de la República. Me enteré entonces de que una co-

lección suya de grabados de Francisco Toledo, la había entregado para su exhibición y resguar-do al Banco. Así fue la generosidad de JEP.Cierto, nuestro recordado escritor se fajó bien con la agenda. Atendió todos sus compromi-sos, incluyendo numerosas entrevistas. Pao lo recuerda agobiado por la gente en Medellín, amable y discreto. Pao me cuenta al teléfono de que al llegar a la ciudad de la eterna primavera, al subir a su habitación de un céntrico hotel, tan pronto entró al baño y abrió la llave... vino una fuga que, tan incontrolable, les llevó a salir corriendo a otro hotel de la ciudad.De su andar bogotano, cómo olvidar una compra callejera. Al caminar por la Zona Rosa,

rumbo a la emisora cultural HJCK, un vendedor de plumas nos abordó. Con la musicalidad y rapidez que puede alcanzar un rolo al hablar, le vendió una fabulosa Montblanc. ¡Claro! Traté de persuadir a José Emilio... Fue tal su emoción que no dudó en adquirirla. Pocas horas después, me la obsequió: “La mandas a arreglar o le reclamas al vendedor”. Ni una ni otra cosa pude hacer.Esa tarde la fotógrafa Indira Restrepo, en plena calle, disfrazó a JEP. Convirtió su saco en una suerte de gabán de detective, le puso lentes oscuros y tomó una bella y enigmática imagen de un maestro que se rindió a todas las mues-tras de cariño y admiración: una recepción en la embajada de Chile, una cena en una tienda

de antigüedades de La Candelaria, una lectura ¡enorme! en la Casa de Poesía Silva...Creo que Berny estuvo una semana. Y para la fortuna de los colombianos, regresaría en 2009.En julio de ese 2004, falleció mi padre. Confie-so que dejé de escribirle a JEP. El 24 de agosto llegó este breve mensaje. “Me alegra haber correspondido mínimamente a todo lo que te debo. Espero con ansia el libro publicado. Es muy distinto leer los textos que en manuscrito. Abrazos”. No volvimos a encontrarnos.

[email protected]

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Intenso intercambio epistolar, pletóricode sensibilidad inteligente, mensajes que son cartas que revelan desde las minucias del viaje, pasando por la humilde grandeza de un ser inolvidable...

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Ocupación: Asistente de maestra.

Lugar de residencia: San Bernardino, California, USA.

La Foto de la Semana es un

reconocimiento que se otorga por el mayor

número de votos, avalando el dominio

del tema, en el sitio de Facebook Fotografía

Diaria.

FOTO DE LA SEMANA: AUTOMÓVIL

VERÓNICA RENTERÍA

CUENTO

¿DÓNDE ESTÁN?

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H J. P L

O rlando abrió el ropero de Alon-dra, se asomó detrás de su

vestuario y, con los ojos llorosos, exclamaba: “¿Dónde están? ¿Dónde están?”. Abrió sus cajones y, preci-pitadamente, buscaba y buscaba sin

encontrar.Subió a pasos acelera-dos hasta el desván de su casa, que era de dos pisos, encendió la luz y, afanosamente, es-cudriñaba cada rincón y movía cuanto objeto le impidiera ver, pero

después de una hora de infructuosa búsqueda, salió aventando la puerta violentamente y dejando entrever en su rostro su desesperación, frustra-ción y amargura...Bajó de prisa las escaleras, tropezán-dose y rodando los últimos cuatro escalones, provocándose raspadu-ras en el brazo izquierdo y un golpe en el costado derecho. Se introdujo al ropero que ocupaba el espacio de-bajo de la escalera y, enérgicamente, echó fuera del mismo un sinnúmero de objetos hasta casi vaciarlo con el mismo frustrante resultado.“¿Dónde están? ¿Dónde están?”, se repetía una y mil ve-ces, volteando para todos lados. Se en-caminó hacia el comedor, se sentó en la silla de la cabecera; se puso tenso, las manos sobre su cara y, como un niño, soltó el llanto mientras gritaba “¿Dónde están? ¿Dónde están?”. Y, con el puño derecho cerrado, golpeó fuertemente la superficie de la mesa, arrojando al piso unos cubiertos.“¡Alondra! ¡Alondra! No guardes silencio, no calles, dime: ¿Dónde es-tán? ¿Dónde están?”.Rendido, dobló sus brazos sobre la mesa, inclinó su cabeza sobre ellos y quedó sumido en un profundo sue-ño, soñándose en un bosque tomado de la mano de Alondra y corriendo junto a un lago, para luego acostar-se sobre un pedazo de césped, fun-diendo sus cuerpos, llenándolos de caricias y besos...Orlando despertó de aquel sueño, del que hubiera querido se convir-tiera en eternidad, pero de repente

sintió la soledad que le rodeaba en aquel inmenso comedor. Sintió una especie de miedo, un vacío que le inquietaba y atormentaba.Encaminó sus pasos hacia la cocina, abrió la alacena y, para poder ver bien, la fue vaciando desordenadamente y, depri-sa y nuevamente, se preguntaba ya, a

gritos aún más fuer-tes: “¿Dónde están? ¿Dónde están?”. Y, por respuesta, un silencio total y sombrío.Alondra, de belle-za sobresaliente, de ojos verdes y almendrados, tez

clara y un cuerpo escultural, unos la-bios carnosos dibujados en la belleza de su rostro, culta y, sobre todo, de una dulzura que acariciaba y un calor humano que contagiaba.El día menos esperado, Alondra to-mó vuelo con rumbo desconocido en un viaje sin retorno y... ¡Ésto no lo pudo soportar Orlando! Quedó fuera de quicio.Alondra se había convertido en el centro de su vida, en la razón de su existencia, en su musa...No sin razón, gritaba a los cuatro vientos, ya vuelto loco. “¿Dónde están? ¿Dónde están?”. Los besos y caricias de Alondra, que fueron el alimento y que desesperadamente Orlando, en su búsqueda, quería encontrar... pero ya dentro de su irrealidad, sin saber dónde.

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«“¿Dónde están? ¿Dónde están?”. Y, por respuesta, un silencio total y

sombrío»

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DETRÁS DE LAS COSAS

DE POLICÍAS

Por Óscar Ángeles Reyes

NO ES LA PRIMERA VEZ que escribo de la fuerza policial; alguna vez dije que los policías parecían nuestros padres, o debí decir nues-tros padrastros. Somos hijos adoptivos de ese grupo que nos perdona o nos castiga cuando cometemos una falta. “La policía es una fuerza de seguridad encargada de mantener el orden público y la seguridad de los ciudadanos”, una de� nición general.

Granaderos, granalocos, tamarindos, canas, ca-rabineros… Judas, polis, picoletos, esbirros, gori-las, checos, tiras, cuicos… Pigs, tombos, pitufos… Distinguiéndose por colores, pero también por actitudes, por maneras y modales.

Pero, ¿cuál es el verdadero papel de la fuerza policial en la sociedad? Se trata de personajes como nosotros, manejados por el Estado. Pero “como nosotros” trae algo detrás: ellos… somos, por tanto debiéramos tener la policía que merecemos. Sin embargo, las fuerzas de seguri-dad son una entidad indepen-diente, y se distinguen claramente de nosotros: van uniformados y tienen una consigna que parece noble: nuestra protección. Somos ani-males-humanos que requerimos el cuidado de otros, lo que por alguna razón me parece un poco lamentable.

La policía en México se mezcla con la milicia y se diversi� ca en municipales, estatales, fede-rales (entre ellos, la gendarmería), además de otras � guras menos reconocidas con claridad, pero muy presentes: judiciales, ministeriales; y, seguramente, otros cuerpos que se manejan con secrecía.

Luego entonces, después del nutrido grupo

de defensores de la ley mexicana, ¿por qué no con� ar? ¿No deberíamos mirar el rostro de nuestros o� ciales como si nos re� ejáramos en un espejo? ¿Nos tememos a nosotros mismos? ¿Qué nos hace diferentes, qué condición mental nos distancia de ellos? Llevan una insignia, van armados. ¿Tener una pistola, ametralladora, in-cluso un garrote, nos modi� ca al grado de ser otros? ¿La pulcritud en la vida de los mexicanos, o el desmadre que nos caracteriza, favorece la falta de respeto de nuestras autoridades?

(No hablo en este espacio de los políticos, de aquellos humanoides que se acorazan con una retórica y un deber superior que llaman el “bien de todos”.)

El verdadero papel de la policía suele ir entre la contención, la agresión per-mitida, la generación de delin-cuentes y la fachada de lucha anti crimen. Pero, ¿qué sucede si desnudamos a un policía? Probablemente tiemble, y sea más nosotros mismos. Pero los compañeros polis no tiem-blan en condiciones normales, hacen temblar... ¿en contra de

la naturaleza social?La policía de países como Estados Unidos no

es superior, sólo que parece mejor alimentada; ellos tienen el problema con el uso de la fuerza en un medio multiracial. En la Ciudad de México la � gura de los granaderos es mítica; en Chile los carabineros, la Policía Militar en Brasil… A dón-de vayamos está el grupo que de� ende el orden público. Lo cierto es que estamos lejos de la au-tocontención, pero la � gura social que diseñamos resultó peligrosa, contraria a los intereses o a la búsqueda del bien común: el de todos.

[email protected]

Por Óscar Villarino Ruiz

A cercándose el verano, y estando por finali-zar el año escolar, nuestra salida al rancho

Peña Blanca era inminente. En la ciudad no tenía-mos casa propia y se rentaba una por el periodo escolar de septiembre a junio.Así que salíamos con todo al rancho: camas, me-sas, sillas, estufa, platos, ollas, cobijas, colchones,

ropa, juguetes y libros. Tardábamos en acomodarnos los primeros días.Dejábamos Ensenada por 2 meses y medio y regresábamos con todo del rancho a finales de agosto, poco antes de entrar a clases. Esto se repitió de 1963 a 1967. Se rentaba una casa nueva cada año, a veces en otra colonia, con otros ami-

gos y nuevas distancias a la escuela: la “Concep-ción Legaspy”, “Matías Gómez” y la “Migoni”.De esta manera llegamos a vivir en la colonia Aviación, la Bustamante, en la Hidalgo (en 3 casas diferentes), la Maestros y la Obrera. En 1967 no se pudo rentar y 6 de los 7 hermanos fuimos a dar con diferentes tíos y escuelas. Fue un año malo, dura la separación, pero no dejamos de estudiar. Nos re-unimos en Navidad y en Semana Santa, mi mama sufría y nosotros también, y para el verano de 1968 ya no fuimos al rancho, nos tocó ver las Olimpiadas en una tele de mueble donde las figuras humanas se alargaban cuando se calentaban los bulbos.A pesar de las dificultades de ir y regresar con to-do del rancho, lo veranos que allá vivimos fueron inolvidables. No había ruidos, acompañados de la orquesta del silencio, interrumpidos por el canto de un gallo novato que nos despertaba más la risa que provocaba su famélico canto, burla que pagaríamos años más tarde, cuando se nos vino el cambio de voz. Sonidos de gallinas, vacas, grillos, pájaros y coyo-tes, estos últimos, con una intensa relación con el ranchero bajacaliforniano y motivo de muchas de sus pláticas.

En el rancho se escuchaba mucho la radio: Ra-dio Bahía y las noticias con Lamberto Astorga; a Martin Becerra, en Radio 95, de Los Ángeles; La tremenda corte y las radionovelas, como Chucho el roto, Kalimán y El ojo de vidrio. Por las tardes, don Goyo sintonizaba su radio de 5 bandas para oír la W de México, Radio Habana, la BBC de Lon-dres en su trasmisión en español. Por las noches escuchábamos Radio Cañón de Ciudad Juárez, cuyos saludos que mandaba eran cañonazos. En la madrugada, de Los Ángeles California, escu-chábamos el programa de los Laboratorios Mayo, cuya dirección aún recuerdo PO BOX 56.Jugábamos a los carritos, canicas, trompos, ranchi-tos, papalotes y bicicletas. Por las noches: lotería, serpientes y escaleras, dominó, ajedrez, el de las canicas, y hacíamos teatro y cinito usando una lámpara y una sabana a través de la puerta, de un cuarto a otro.La lectura siempre fue una gran compañía: de puras letritas, los clásicos: Julio Verne, Víctor Hugo, etc. Hasta Marcial Lafuente Estefanía. Los comic del Pato Donald, El Llanero solitario, Gene Autry, Roy Rogers, Hopalong Cassidy, Superman, Lagrimas y risas, Memín Pinguín, La familia Bu-rrón, el Libro vaquero, que puntualmente nos surtían los Cuates Verduzco. Después de la co-mida, llegaba la hora de la lectura, recostados en la cama o bajo las moras; por las noches no podíamos leer, por ahorrar el petróleo de las lámparas.Ayudábamos en la limpieza de patios para alejar a las víboras; la pizca de frijol, muy de mañana; cultivo de maíz, calabazas, sandías; regar árbo-les frutales; ir por las chivas al cerro; recolectar huevos del gallinero; acompañar en silencio en la cacería de conejos y liebres; atrapar codorni-ces; cortar leña para la estufa; echar petróleo a las lámparas y llevar la comida hasta los campos donde andaba la trilladora. Estos fueron nues-tros veranos felices en el rancho.

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CON TODO, AL RANCHO

Foto

: Cor

tesí

a

“¿Cuál es el verdadero papel

de la fuerza policial en la sociedad?”

Page 8: Palabra, 25 de enero de 2015

DOMINGO 25 de enero de 20158

NUMERALIA

Biblioteca JEP:

Poesía

1963, Los elementos

de la noche.

1966, El reposo del fuego.

1970, No me preguntes

cómo pasa el tiempo.

1973, Irás y no volverás.

1976, Islas a la deriva.

1979, Desde entonces.

1984, Los trabajos del mar.

1987, Miro la tierra.

1990, Ciudad

de la memoria.

1996, El silencio de la luna.

1999, La arena errante.

2000, Siglo pasado.

2009, Como la lluvia.

2009, La edad de las

tinieblas.

Narrativa

1959, La sangre de

Medusa y otros cuentos

marginales.

1963, El viento distante.

1967, Morirás lejos.

1972, El principio

del placer.

1981, Las batallas

en el desierto.

1992, Tarde de agosto.

Ni libro, ni árbol, ni hijo. Periodismo, arte

y literatura de la joven escritora Herandy Rojas.

“Con estos textos de Herandy Rojas uno puede reconocer con facilidad algo que muchas veces el periodismo no alcanza: hacer de la escritura un ejercicio de rigor y disciplina, que tiene también rasgos de

calidad indeleble”. Sergio Gómez Montero.

Elogio a la resaca y otras incertidumbres del periodismo cultural

del reconocido periodistaGerardo Sánchez G.

«Si alguien quiere reír,gusta del humor negro, de burlarse de

sí mismo, de aprender entre líneas, pero más que nada, sobre ellas, de reflexionar,

pero, repito: “reír”, debe leer Elogio a la resaca de Gerardo Sánchez García».

Ana Mora Rangel.

Obituarios intempestivos, vida y muerte de Albert Camus,

Anna Politkóvskaya y Facundo Cabral

del escritor y periodista Rael Salvador.

“Su discurso es siempre penetrante, bondadosamente afectado por su ética

intelectual, marcada siempre por la dureza crítica y un mundo de referencias literarias:

un libro de ensayos que dará muchode qué hablar”. Herandy Rojas.

¡Lo que no está en Palabra... se lo

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Lo mejores artículos, ensayos y reseñas culturales de Ensenada,

compilados por plumas especializadas en tres elegantes

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POR GABRIEL RÍOS CORTÉS

M auel de Elías, el compositor, tiene una visión ecléctica de la música, y no puede

ser de otra manera. Lo que ofrece, es un panorama de cómo los lenguajes de su obra han ido evolu-cionando, a la par que las tendencias, siempre en la búsqueda de una verdad estética. Hasta donde puede tener conciencia, nunca se he atado a una

fórmula específica. Permanen-temente lo que hace es fusionar contenido con continente, con un discurso propio, único, personal. Así es como le conviene.

Está muy lejos de creer en defi-niciones y en reglas. Expresa que

cada compositor debe ser un inven-tor, en el sentido, no del que quiere escribir cosas inéditas y nadie las reconozca en ninguna parte. Eso no existe, porque, dice, no somos hijos de probeta, ni estamos incomunicados del resto del mundo. Cuando comenta que el compositor necesita ser un inventor, es porque si no es así estará copiando, más o menos, de cerca o de lejos, reproduciendo lo que otros hacen.

La invención consiste en hacer aquello que para uno mismo lo representa. Finalmente lo de los lenguajes, ahora más que nunca, es irrelevante. Primero, para Manuel de Elías, hay que concebir, y luego, hacer un análisis del material que se está imaginando, con una técnica, para que el discurso sea congruente.

Es su manera de proceder, de contemplar el fe-nómeno del arte musical. Si nos adentramos en el proceso íntimo, es demasiado complejo para que sea suficientemente elocuente. No da clases de composición, porque cada día cree menos en enseñar procedi-mientos. Piensa que cada compositor tiene que partir de una ba-se para ser su propio maestro y tener una sólida formación analítica. “Cada quien debe encontrar afinidades a sus búsquedas”.

A su manera comenzó a buscar recursos, pro-cedimientos, para ampliar su lenguaje: aprender a través de la exploración, como ocurrió en determi-nado momento con el mundo de la dodecafonía. Recursos que estaban flotando en torno a una ge-neración. En otro momento se adentró en el mun-do aleatorio. Siempre teniendo como prioridad, el sentido estético.

En el año de 1967, la Universidad Nacional Autó-noma de México le encargó la composición de su primer Cuarteto de Cuerdas. Para entonces ya había analizado y trabajado con los procedimientos del dodecafonismo y algunas de sus consecuencias. Este Cuarteto de Cuerdas es un juego de espejos en la estructura. Existe la explotación de los colo-res, en donde se establece el qué se puede hacer en un cuarteto de instrumentos: la concreción de las series, con un motivo original desde el principio, varias veces, hasta su conclusión.

La composición para Manuel de Elías es algo más, en el sentido del pensamiento musical. En cuanto a los elementos constructivos se da por sentado que son manejables, y para eso son. Vuelve a decir que es apenas el continente.

Al sentarse ante el papel, dice, percibe algo parecido a la tragedia

Canciones del Ocaso las concibió simultánea-mente para voz y piano y también para orquesta. Apuntó que la versión para piano, no es una re-ducción de la versión orquestal; a partir del piano concibió la versión orquestal. “Son dos versiones, una después de la otra”. En ese lapso tuvo todo el trabajo de copiar las partes, y también el no contar con una orquesta.

Como músico no se conforma con una estructura o una época. Hace aquello que le complace. Al tocar este punto, siempre recomienda a los jóvenes y a los que ya no lo son, que no se olviden de hacer música.

Siempre debe haber una gran armonía, explica, entre discurso musical y la expresión textual, es decir, la fonética. “Existen sonidos, que si los pro-ducimos en una región aguda, se van a opacar y el texto no va a funcionar”.

Ha llegado a la conclu-sión, después de muchos años, que en su caso, cabe el manejo ecléctico, y trata de evitar la rigidez de un es-quema personal. Sin embar-go, cree que la universalidad puede ser consecuencia de que hay ciertos rasgos de un perfil propio. No tiene

preferencias. Por ejemplo, maneja los dos semi-tonos unidos, que realmente aparecieron desde que era un adolescente.

Si hay eclecticismo en alguna parte de su traba-jo, sería en la partitura de su Sonata No. 11. Hay tres momentos en la Sonata, donde se encuentra la presencia gregoriana, con una organización armónica totalmente distinta.

Para Manuel de Elías, el músico debe haber pa-sado por el canto gregoriano y haber caminado hasta nuestros días con otros recursos. Se puede percibir en su obra: siempre hay un contrapunto riguroso, donde se encuentran los elementos de la fuga concentrados, además de inversiones y simultaneidad.

En su obra aparecen muchísimas técnicas. Desde muy joven llenaba cuadernos de ejercicios. Ese tiempo invertido lo celebra y recomienda.

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CONTRAPUNTOS, FUGAS, INVERSIONES Y SIMULTANEIDAD

“Está muy lejos de creer en defi niciones y en reglas. Expresa que cada compositor debe

ser un inventor...”

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: Cor

tesí

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o una época. Hace aquello que le complace. Al tocar

La composición para Manuel de Elías es algo más,