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    TRANSICIONES DE LA ANTIGEDAD

    AL FEUDALISMO

    por

    P erry Anderson

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    Traduccin de

    Santos Juli

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    NDICE

    P r l o g o . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1A g r a d e c i m i e n t o s . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4

    PRIMERA PARTE

    I. LA ANTIGEDAD CLSICA

    1. E l modo de produccin e s c lav i st a . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102. Grecia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23

    3. El mundo helenstico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 404. Roma. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48

    I I . LA TRANSICIN

    1. El marco g er m n ic o. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1052. Las invasiones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1103. Hacia la sntesis. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127

    SEGUNDA PARTE

    I . EUROPA OCCIDENTAL

    1. El modo de produccin f eud a l . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1472. Tipologa de las formaciones soc ia les. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1553. El lejano n o r t e . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1754. La dinmica f e u d a l . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1855. La crisis general. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201

    I I . EUROPA ORIENTAL

    1. Al este del Elba. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2172. El freno nmada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2213. El m odelo de desarrollo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2334. La crisis en el este. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251

    5. Al sur del D a nu b io . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271ndice de nombres. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 302

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    PRLOGO

    Son necesarias unas palabras para explicar el alcance y la in-tencin de este ensayo, concebido como prlogo de un estudio ms amplio cuyo tema se sita inmediatamente despus: ElE stado absolutista. Ambos libros estn directamente articula-dos entre s y, en ltimo trmino, plantean una sola lnea ar-gumental. La relacin entre ambos Antigedad y feudalismo en uno, absolutismo en otro no es inmediatamente percepti-ble en la habitual perspectiva de la mayor parte de los estu-dios. Normalmente, la historia antigua est separada de la his-toria medieval por un abismo profesional que muy pocas obras contemporneas pretenden colmar: la separacin entre ambas est arraigada institucionalmente tanto en la enseanza como

    en la investigacin. La distancia convencional entre la historia medieval y la historia moderna es (natural o paradjicamen-te?) mucho menor, aunque en todo caso ha sido suficiente para imposibilitar cualquier anlisis del feudalismo y el absolutis-mo dentro de una misma perspectiva. La base argumental de estos estudios interconectados es que, en determinados aspec-tos importantes, las sucesivas formas polticas que constituyen su objeto central deben analizarse de ese modo. El presente ensayo explora el mundo social y poltico de la Antigedad clsica, la naturaleza de su transicin hacia el mundo medie-

    val y la resultante estructura y evolucin del feudalismo en Europa; uno de sus temas centrales ser el de las divisiones regionales del Mediterrneo y de Europa. El libro siguiente ana-lizar el absolutismo en continua referencia al feudalismo y ala Antigedad, como legtimo heredero poltico de ambos. Lasrazones para iniciar un estudio comparado del Estado absolutis-ta con una incursin en la Antigedad clsica y el feudalismo se harn evidentes a lo largo del segundo libro y se resumirn en sus conclusiones, que intentarn situar la especificidad del

    conjunto de la experiencia europea en un marco internacionalms amplio, a la luz de los anlisis de ambos volmenes.

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    2 Prlo go

    Es preciso, sin embargo, insistir desde el comienzo en el ca-rcter limitado y provisional de los anlisis presentados en cada

    uno de estos libros. La erudicin y el rigor acadmico del his-toriador profesional estn ausentes de ellos. En su sentido es-pecfico, escribir historia es inseparable de investigar directa-mente los materiales originales del pasado, ya sean arqueolgi-cos, epigrficos o de archivos. Los estudios que siguen no aspi-ran a esa dignidad. Ms que verdaderos escritos de historia, es-tos libros se basan simplemente en la lectura de las obras dis-ponibles de los historiadores modernos, lo que es un asunto muy diferente. Por consiguiente, el aparato de referencias que acompaa al texto es lo contrario de lo que denota una obra

    de historiografa acadmica. Quien posee autoridad no necesita citarla: las propias fuentes los materiales primarios del pa-sado hablan por l. El tipo y la amplitud de las notas que apoyan el texto de estos dos libros indican simplemente el nivel secundario en el que estn situados. Naturalmente, los mismoshistoriadores producen a veces obras comparativas o de snte-sis sin poseer siempre ni necesariamente un conocimiento pro-fundo de toda la gama de testimonios relativos al tema de su trabajo, aunque el juicio de esos historiadores estar normal-

    mente matizado por el dominio de su especialidad. En s mis-mo, el esfuerzo para describir o comprender estructuras o po-cas histricas muy amplias no necesita excesivas disculpas ni

    justif icacio nes; sin l, las in vestig acio nes especf ic as y localesreducen su propio alcance potencial. De todas formas, es cierto tambin que ninguna interpretacin es tan falible como la que se basa en conclusiones obtenidas fuera de sus fuentes bsicas,pues siempre es susceptible de ser invalidada por los nuevos descubrimientos o las revisiones de nuevas investigaciones pri-marias. Lo que generalmente acepta una generacin de histo-

    riadores puede ser desechado por la investigacin de la siguien-te. Por tanto, cualquier tentativa de formular afirmaciones ge-nerales basadas en las opiniones existentes, por muy eruditas que stas sean, tiene que ser inevitablemente precaria y condi-cional. Si esto es as, las limitaciones de estos ensayos son es-pecialmente grandes, debido a la amplitud del tiempo que abar-can. En efecto, cuanto ms amplio sea el tiempo histrico analizado, ms comprimido tender a ser el tratamiento dado a cada una de sus fases. En este sentido, toda la difcil com-plejidad del pasado que slo puede aprehenderse en el rico lienzo pintado por el historiador permanece en buena medi-da fuera del alcance de estos estudios. Los anlisis que en ellos

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    Prlo go 3

    se encuentran son, por razones de espacio y de competencia,diagramas rudimentarios; nada ms. Al ser breves esbozos para otra historia, lo que pretenden es proponer algunos elementos de discusin ms que exponer tesis cerradas o comprehensivas.

    La discusin a la que estn destinados se sita principal-mente en el campo del materialismo histrico. Los objetivos del mtodo elegido en la utilizacin del marxismo se explican en el prlogo a El Estado absolutista, donde se harn visiblescon ms claridad en la estructura formal de la obra. Ahoraslo es necesario exponer los principios que han regido el em-pleo de las fuentes en ambos estudios. Como en toda investiga-cin esencialmente comparativa, las autoridades en las que se

    basa este estudio son muy diversas y muy variadas, tanto en su carcter intelectual como en el poltico. No se ha concedi-do ningn privilegio especial a la historiografa marxista como tal. A pesar de los cambios experimentados en las dcadas re-cientes, la inmensa mayor parte de las obras histricas riguro-sas del siglo XX han sido escritas p or historiadores ajenos almarxismo. El materialismo histrico no es una ciencia acabada ni todos sus autores han posedo una categora similar. Algu-nos campos de la historiografa estn dominados por la inves-tigacin marxista; en otros muchos, las contribuciones no mar-

    xistas son superiores en cantidad y en calidad a las marxistas, y hay, quiz, ms campos en los que no existe ninguna inter-vencin marxista. En un estudio comparativo que debe tener en cuenta obras procedentes de tan diversos horizontes, el ni-co criterio permisible de discriminacin es su solidez y su cohe-rencia intrnseca. La mxima consideracin y respeto hacia laerudicin de los historiadores situados fuera de las fronteras del marxismo no es incompatible con la bsqueda rigurosa de una investigacin histrica marxista, sino que, por el contrario,

    es su condicin. Y a la inversa, Marx y Engels nunca pueden ser tomado s al pie de la letra: los errores de sus escritos his-tricos no pueden ser eludidos ni ignorados, sino que es pre-ciso identificarlos y criticarlos. Hacer esto no es alejarse delmaterialismo histrico, sino volver a l. En el conocimiento racional, que es necesariamente acumulativo, no hay ningn lugar para ningn tipo de fidesmo, y la grandeza de los fun-dadores de las nuevas ciencias nunca ha constituido una prue-ba contra las equivocaciones o los mitos, del mismo modo que nunca ha sido deteriorada por ellos. En este sentido, tomarse

    libertades con el nombre de Marx significa simplemente en-trar en la libertad del marxismo.

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    AGRADECIMIENTOS

    Deseara expresar mi agradecimiento a Anthony Barnet, Ro-bert Browning, Judith Herrin, Victor Kiernan, Tom Nairn, Brian Pearce y Gareth Stedman Jones por sus comentarios crticos a ste y al siguiente ensayo. Dada la naturaleza de ambos, no es una mera necesidad convencional absolverlos de cualquier responsabilidad por los errores de hecho o de interpretacin

    que estos ensayos contengan.

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    PRIMERA PARTE

    I. LA ANTIGEDAD CLSICA

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    La divisin de Europa en Este y Oeste ha sido, desde hace tiempo, algo convencional entre los historiadores y se remonta, de hecho, al fundador de la moderna historiografa

    positiva, Leopold Ranke. La piedra angular de la primera obra importante de Ranke, escrita en 1824, fue un Esbozo de launidad de las naciones latinas y germnicas, en el que traz una lnea que cortaba el continente y exclua a los eslavos delEste del comn destino de las grandes naciones del Oeste, que serian el tema de su libro. No puede afirmarse que esos pueblos pertenezcan tambin a la unidad de nuestras naciones; sus costumbres y su constitucin los han separado desde siem-pre de ella. En esta poca no ejercieron ningn influjo inde-pendiente, sino que aparecen como meros subordinados o an-

    tagonistas. Ahora y siempre, esos pueblos estn baados, poras decir, por las olas refluentes de los movimientos generales de la historia1. Slo Occidente particip en las migraciones brbaras, las cruzadas medievales y las modernas conquistas coloniales que eran, para Ranke, los drei grosse Atemzge die-ses unvergleichlichen Vereins: los tres grandes hlitos surgi-dos de esta unin incomparable2. Pocos aos despus, Hegelsealaba que en cierta medida, los eslavos han sido atrados a la esfera de la Razn occidental, pues en ocasiones, y encalidad de guardia avanzada como nacin intermedia, to-maron parte en la lucha entre la Europa cristiana y el Asia no cristiana. Pero el meollo de su visin de la historia de laregin oriental del continente era muy semejante al de Ranke.Con todo, este conjunto de pueblos queda excluido de nues-tra consideracin, porque hasta ahora no han aparecido como un elemento independiente en la serie de fases que ha asumi-do la Razn en el mundo3. Siglo y medio despus, los histo-

    1 Leopold von Ranke, Geschichte der romanischen und germanischenVlker von 1494 bis 1514, Leipzig, 1885, p. XIX.

    2 Ranke, op. cit., p. xxx.3 G. W. F. Hegel, The philosophy of history, Londres, 1878, p. 363. [Fi-

    losofa de la historia, Madrid, Gredos, 1972.]

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    8 La antigedad cl sic a

    riadores contemporneos evitan normalmente ese tono. Lascategoras tnicas han dado paso a los trminos geogrficos, pero la distincin entre Este y Oeste y su datacin a partir de

    la Edad Oscura permanecen prcticamente idnticas. Dicho de otra forma, su aplicacin comienza con la aparicin del feuda-lismo, en aquella era histrica en que comenz a invertirse de forma decisiva la relacin clsica de las regiones del Imperio romano: el Este avanzado y el Oeste atrasado. Este cambio designo puede observarse en casi todos los estudios sobre la tran-sicin de la Antigedad a la Edad Media. As, las explicaciones de la cada del Imperio propuestas en el ms reciente y mo-numental estudio sobre la decadencia de la Antigedad Thelater Roman Empire, de Jones giran continuamente en tomo

    a las diferencias estructurales entre el Este y el Oeste en elseno del Imperio. El Este, con sus ricas y numerosas ciudades,su economa desarrollada, su pequeo campesinado, su relativa unidad cvica y su lejana geogrfica de los ms duros ataques brbaros, sobrevivi; el Oeste, con su poblacin ms dispersa y sus ciudades ms dbiles, su aristocracia de magnates y su campesinado oprimido por las rentas, su anarqua poltica y su vulnerabilidad estratgica frente a las invasiones germnicas, sucumbi4. El fin de la Antigedad qued sellado entonces por

    las conquistas rabes que dividieron las dos orillas del Medi-terrneo. E l Im perio oriental se convirti e n Bizancio, un sis-tema poltico y social diferente a l resto del continente europeo.En este nuevo espacio geogrfico que surgi en la Edad Oscu-ra, la polaridad entre Oriente y Occidente invirti su connota-cin. Bloch emiti e l autorizado juicio de que a partir delsiglo VIII existi un grupo claramen te d elimitado de sociedades,en la Europa occidental y central cuyos elementos, por muy.diversos que fuesen, estaban slidamente cimentados en pro-fundas similitudes y en relaciones constantes. Esta regin fuel a qu e dio origen a la Europa medieval: La econom a europea de la Edad Media en la medida en que este adjetivo, tomado de la vieja nomenclatura geogrfica de las cinco partes delmundo, puede usarse para designar a una verdadera realidad humana es la del bloque latino y germano, bordeado por unospocos islotes celtas y por unas cuantas franjas eslavas, y con-ducido gradualmente hacia una cultura comn [...] As com-

    4 A. H. M. Jones, The later Roman Empire, 282-602, Oxford, 1964, vol. II,pginas 1026-68.

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    La antigedad cl sica 9

    prendida y as delimitada, Europa es una creacin de la Alta Edad Media5. Bloch excluy expresamente de su definicin social del continente a las regiones que hoy forman la Europa oriental: La mayor parte del Oriente eslavo no pertenece enmodo alguno a ella [...] Es imposible analizar juntas, en el mismo objeto de un estudio cientfico, sus condiciones eco-nmicas y las de sus vecinos occidentales. Su estructura socialradicalmente diferente y su especialsima va de desarrollo im-piden en absoluto ese tipo de confusin. Caer en ella sera como mezclar a Europa y los pases europeizados con China o Persia en una historia econ m ica del siglo XIX 6. Los suce sores deBloch han respetado sus rdenes. La formacin de Europa yla germinacin del feudalismo se han confinado generalmente

    a la historia de la mitad occidental del continente, excluyendo de este anlisis a la mitad oriental. El autorizado estudio de Duby sobre la economa feudal temprana, que comienza en elsiglo IX, se titula ya Lconom ie rura le e t la vie des cam pagnesdans lOccident mdival7. Las formas culturales y polticas creadas por el feudalismo en el mismo perodo la secretarevo lucin de estos siglos8 constituy en el nc leo principaldel libro de Southern The making of the Middle Ages. La am-plitud del ttulo oculta una elipsis por la que se identifica im-plcitamente un tiempo especfico con un espacio determinado.

    La prim era frase del libro declara: El tema de este libro esla formacin de Europa occidental desde finales del siglo Xhasta principios del XIII 9. Aqu, el mundo medieval se con-vierte en Europa occidental tout court. As pues, la distincin entre Oriente y Occidente se refleja en la historiografa mo-derna desde el mismo comienzo de la era posclsica. Sus or-genes, en efecto, son coetneos a los del mismo feudalismo. Por consiguiente, todo estudio marxista de las diferentes evolu-ciones histricas del continente debe analizar ante todo la ma-

    triz general del feudalismo europeo. Slo cuando se haya hecho esto ser posible considerar hasta qu punto y en qu direc-cin es posible trazar una historia divergente de sus regiones occidental y oriental.

    5 Marc Bloch, Mlanges his toriques, Pars, 1963, v o l. I, pp. 123-4.6 Bloch, op. cit., p. 124.7 Georges Duby, Lcon omie rurale et la vie des campagn es dans lOc-

    dent mdival, Pars, 1962; traduccin inglesa, Londres, 1968. [Econom a rural y vida campesina en el Occidente medieval, Barcelona, Pennsula,1973.]

    8 R. W. Southern, The making of the Middle Ages, Londres, 1953, p. 13.9 Southern, op. cit., p. 11.

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    1. EL MODO DE PRODUCCIN ESCLAVISTA

    La gnesis del capitalismo ha sido objeto de muchos estudios inspirados en el materialismo histrico desde el mismo momen-to en que Marx le dedicara algunos famosos captulos de Elcapital. La gnesis del feudalismo, por el contrario, se ha que-dado casi sin estudiar dentro de la misma tradicin y nunca ha sido integrada en el corpus general de la teora marxista como especfico tipo de transicin hacia un nuevo modo de produc-cin. Sin embargo, y como tendremos ocasin de ver, su impor-tancia para el mo delo global de h istoria quiz no sea men or que lade la transicin al capitalismo. El solemne juicio de Gibbon sobre la cada de Roma y el fin de la Antigedad aparece hoy, parad-

    jicam ente , quiz por vez prim era en toda su verdad: Una re-volucin que todava sienten y que siempre recordarn todas las

    nacion es de la T ierr a 1. A diferencia del ca rcter acum ulati-vo de la aparicin del capitalismo, la gnesis del feudalismo en Europa se deriv de un colapso catastrfico y convergen-te de dos anteriores y diferentes modos de produccin, cuya recombinacin de elementos desintegrados liber la especfica sntesis feudal, que, en consecuencia, siempre retuvo un carcter hbrido. Los dos predecesores del modo de produccin feudal fueron, naturalmente, el modo de produccin esclavista, ya en trance de descomposicin y sobre cuyos cimientos se haba le-

    vantado en otro tiempo todo el enorme edificio del Imperio romano, y los dilatados y deformados modos de produccin

    1 The history of the decline and fall of the Roman Empire, vol. I, 1896(edicin Bury), p. 1. Gibbon se retract de este juicio en una nota ma-nuscrita destinada a una revisin de su libro en la que limitaba su re-ferencia slo a los pases de Europa, y no a los del mundo. Tienen Asia y Africa, desde Japn a Marruecos, algn sentimiento o recuerdo del Imperio romano?, se preguntaba (op. cit., p. xxxv). Gibbon escribidemasiado pronto para ver en qu medida habra de sentir el resto del mundo el impacto de Europa y de las consecuencias finales de la

    revolucin que haba descrito. Ni el remoto Japn ni el vecino Marrue-cos quedaran inmunes a la historia que esa revolucin haba inaugurado.

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    El m odo de produccin escla vis ta 11

    primitivos de los invasores germanos que sobrevivieron en sus propias t ierras tr as las conquistas brbaras. Esto s dos mundosradicalmente distintos haban sufrido una lenta desintegracin

    y una silenciosa interpenetracin durante los ltimos siglos dela Antigedad.

    Para ver cmo se produjo todo esto es necesario volver la mi-rada hacia la matriz originaria de toda la civilizacin del mun-do clsico. La Antigedad grecorromana siempre constituy ununiverso centrad o en las ciuda des. El esp lendor y la seguridadde la temprana polis helnica y de la tarda repblica romana,

    que asombraron a tantas pocas posteriores, representaban elcenit de un sistema poltico y de una cultura urbana que nunca ha sido igualado por ningn otro milenio. La filosofa, la cien-cia, la poesa, la historia, la arquitectura, la escultura; el dere-cho, la administracin, la moneda, los impuestos; el sufragio, losdebates, el alistamiento militar: todo eso surgi y se desarroll hasta unos niveles de fuerza y de complejidad inigualados. Almismo tiempo, sin embargo, este friso de civilizacin ciudada-na siempre tuvo sobre su posteridad cierto efecto de fachadaen trompe loeil, porque tras esta cultura y este sistema pol-

    tico urbanos no exista ninguna economa urbana que pudieramedirse con ellos. Al contrario, la riqueza material que sostena su vitalidad intelectual y cvica proceda en su inmensa mayora del campo. El mund o clsico fue m av isa e invariablemente ruralen sus bsicas proporciones cuantitativas. La agricultura repre-sent durante toda su historia el mbito absolutamente domi-nante de produccin y proporcion de forma invariable lasprincipales fortunas de las ciudades. Las ciudades grecorroma-nas nunca fueron predominantemente comunidades de manu-

    factureros, comerciantes o artesanos, sino que en su origen y principio constituyeron agrupaciones urbanas de terratenien-tes. Todos los rdenes municipales, desde la democrtica Ate-nas a la Esparta oligrquica o la Roma senatorial, estuvieron dominados especialmente por propietarios agrcolas. Sus ingre-sos provenan de los cereales, el aceite y el vino, los tres pro-ductos bsicos del mundo antiguo, cultivados en haciendas yfincas situadas fuera del permetro fsico de la propia ciudad. Dentro de sta, las manufacturas eran escasas y rudimentarias:la gama normal de mercancas urbanas nunca se extendi mu-cho ms all de los textiles, la cermica, los muebles y los ob-

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    12 La antig edad cl sic a

    jetos de crista l. La tcnica era sencilla , la demanda lim itada yel transporte enormemente caro. El resultado de ello fue que en la Antigedad las manufacturas se desarrollaron de forma caracterstica no a causa de una creciente concentracin, como

    ocurrira en pocas posteriores, sino por la descontraccin y la dispersin, ya que la distancia, ms que la divisin del tra-bajo, dictaba los costes relativos de produccin. Una idea gr-fica del peso comparativo de las economas rural y urbana en el mundo clsico la proporcionan los respectivos ingresos fisca-les producidos por cada una ellas en el Imperio romano del siglo IV d. C., cuando el com ercio urbano qued defin itivamen-te sometido por vez primera a un impuesto imperial con la collatio lustralis de Constantino: los ingresos procedentes de

    este impuesto en las ciudades nunca superaron el 5 por ciento de los impu estos sobre la tierr a2.

    Naturalmente, la distribucin estadstica del producto de ambos sectores no basta para restar importancia econmica alas ciudades de la Antigedad, porque en un mundo uniforme-mente agrcola el beneficio bruto del comercio urbano tal vez no sea muy bajo, pero la superioridad neta que puede propor-cionar a una economa agraria sobre todas las dems tal vez sea decisiva. La condicin previa de este rasgo distintivo de la

    civilizacin clsica fue su carcter cos tero 3. La Antigedad gre-corromana fue quintaesencialmente mediterrnea en su ms pro-funda estructura, porque el comercio interlocal que la una slo poda realizarse por mar. El comercio martimo era el ni-co medio viable de intercambio mercantil para distancias me-dias o largas. La importancia colosal del mar para el comercio puede apreciarse por el simple hecho de que en la poca de Diocleciano era ms barato enviar trigo por barco desde Siria a Espaa de un extremo a otro del Mediterrneo que transpor-

    2 A. H. M. Jones, The later Roman Empire, vo l. I, p. 465. El impues-to era pagado por los negotiatores, es decir, prcticamente por todos losque se dedicaban a cualquier tipo de produccin comercial en las ciu-dades, ya fuesen mercaderes o artesanos. A pesar de su mnimo rendi-miento, este impuesto se revel como algo profundamente opresivo eimpopular para la poblacin urbana; hasta tal punto era frgil la eco-noma de las ciudades.

    3 Max Weber fue el primer investigador que hizo hincapi en este he-cho fundamental, en sus dos grandes y olvidados estudios, Agrarver-hltnisse im Altertum y Die Sozialen Grnde des Untergangs der AntikenKultur. Vase Gesammelte Aufstze zur Sozial- und Wirtschaftsgeschichte,

    Tubinga, 1924, pp. 4 ss., 292 ss.

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    tarlo 120 kilmetros en carretas4. As, no es casual que la zona del Egeo laberinto de islas, puertos y promontorios hayasido el primer hogar de la ciudad-Estado; ni que Atenas, su

    principal ejemplo, haya basado su fortuna comercial en el trans-porte martimo; ni que, cuando la colonizacin griega se exten-di hacia el Oriente Prximo en la poca helenstica, el puerto de Alejandra se convirtiera en la mayor ciudad de Egipto y fuera la primera capital martima de su historia; ni que Roma, finalmente, se convirtiera a su vez, aguas arriba del Tber, en una metrpoli costera. El agua era el medio insustituible decomunicacin y comercio que haca posible un crecimiento de una concentracin y complejidad muy superior al medio ruralque lo sostena. El mar fue el vehculo del imprevisible esplen-

    dor de la Antigedad. La espe cfica com binacin de ciudad ycampo que caracteriz al mundo clsico fue operativa, en lti-mo trmino, debido nicamente al lago situado en su centro. El Mediterrneo es el nico gran mar interior en toda la cir-cunferencia de la Tierra: slo l ofreca a una importante zona geogrfica la velocidad del transporte martimo junto con losrefugios terrestres contra los vientos y el oleaje. La posicin nica de la Antigedad clsica en la historia no puede separar-se de este privilegio fsico.

    En otras palabras, e l M editerrneo propo rcion el necesa-rio marco geogrfico a la civilizacin antigua, pero su conteni-do y novedad histricas radican, si n emb argo, en la base so-cial de la relacin entre ciudad y campo que se estableci en su interior. El modo de produccin esclavista fue la invencin decisiva del mundo grecorromano y lo que proporcion la base ltima tanto de sus realizaciones como de su eclipse. Es preciso subrayar la originalidad de este modo de produccin. La escla-vitud ya haba existido en formas diferentes durante toda l a An-tigedad en el Oriente Prximo, como habra de existir ms adelante en toda Asia; pero siempre haba sido una condicin

    jurd icam ente im pura -que con frecuencia tomaba la. formade servidumbre por deudas o d t rabajo forzado, entre otrostipos m ixtos de servidumbre, y formado slo una categora muyreducida en un continuo amorfo de dependencia y falta de li-bertad que llegaba hasta muy arriba en la escala social5. Laesclavitud nunca fue el tipo predominante de extraccin de ex-

    E l m odo de producci n esclavista 13

    4 Jones, The later Roman Empire, II, pp. 841-2.

    5 M. I. Finley, B etween slavery and freedom, Comparative Studiesin Society and History, VI, 1963, pp. 237-8.

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    cedente en estas,monarquas prehelnicas, sino un fenmeno residual que ex ista al margen de la principal mano de obra

    rural. Los imperios sumerio, babilnico, asirio y egipcio Es-tados fluviales, basados en una agricultura intensiva y de re-gado que contrasta con el cultivo de tierras ligeras y de seca-no del mundo mediterrneo posterior no fueron economas esclavistas, y sus sistemas legales carecan de una concepcin estrictamente definida de la propiedad de bienes muebles.Las ciudades -Estado g riega s fueron las primera s en hacer dela esclavitud algo absoluto en su forma y dominante en su ex-tensin, transformndola as de puro instrumento secundario en un sistemtico modo de produccin. Naturalmente, el mun-

    do helnico clsico no se bas nunca de forma exclusiva en lautilizacin del trabajo de esclavos. En las diferentes ciudades- Estado de Grecia, los campesinos libres, los arrendatarios de-pendientes y los artesanos de las ciudades siempre coexistieron en diversas formas con los esclavos. Su propio desarrollo in-terno o externo poda cambiar notablemente la proporcin de ambos de un siglo a otro: cada formacin social concreta es siempre una especfica combinacin de diferentes modos deproduccin, y las de la Antigedad no constituyeron una ex-

    cepcin6. Pero el modo de produccin dominante en la Greciaclsica, el que rigi la articulacin compleja de cada economa local e imprimi su sello a toda la civilizacin de la ciudad-Estado, fue el de la esclavitud. Esto mismo habra de ocurrirtambin en Roma. El mundo antiguo nunca estuvo marcado en su totalidad y de forma continua y omnipresente por el predo-minio del trabajo esclavo. Pero las grandes pocas clsicas en las que floreci la civilizacin de la Antigedad Grecia en los

    A lo largo de este libro generalmente se preferir el trmino for-

    macin social al de sociedad. En el uso marxista, el propsito del con-cepto de formacin social consiste precisamente en subrayar la plura-lidad y heterogeneidad de los posibles modos de produccin dentro deuna totalidad histrica y social dada. Por el contrario, la repeticin acr- tica del trmino sociedad conlleva con demasiada frecuencia la presun-cin de una unidad subyacente de lo econmico, lo poltico y lo culturaldentro de un conjunto histrico, cuando de hecho esta simple unidade identidad no existen. A no ser que se especifique lo contrario, las for-maciones sociales s on , pues, en este libro combinaciones concretas dediferentes modos de produccin organizados baio el predominio de unode ellos. Para esta distincin, vase Nicos Poulantzas, Pou voir politique et classes sociales, Pars, 1968, pp. 10-12. [Poder pol tico y clases sociales

    en el Estado capitalista, Madrid, Siglo XXI, 1972, pp. 4-7] Una vez acla-rado esto, sera una pedantera evitar por completo el familiar trmino de sociedad y aqu no realizaremos ningn esfuerzo por evitarlo.

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    siglos V y IV a. C. y Roma desde el sig lo II a. C. hasta e l sigloII d. C. fueron aquellas en las que la escla vitud fue masiva y

    general entre los otros sistemas de trabajo. El solsticio de la cultura urbana clsica siempre presenci tambin el cenit de laesclavitud, y la decadencia de la primera, en la Grecia helens-tica o en la Roma cristiana, se caracteriz invariablemente porla reduccin de la segunda.

    A falta de estadsticas fiables, es imposible calcular con exactitud la proporcin global de poblacin esclava en la tierraoriginaria del modo de produccin esclavista, la Grecia posarcai-ca. Las estimaciones ms dignas de crdito varan enormemen-te, pero una reciente valoracin es que la proporcin de escla-vos/ciudadanos libres en la Atenas de Pericles era aproxima-damente de 3 a 27; en pocas diversas, el nmero relativo de esclavos en Quos, Egina o Corinto fue probablemente mayor,mientras que en Esparta la poblacin ilota siempre super con creces a la ciudadana. En e l siglo IV a. C., Aristteles podaescribir sin darle mayor importancia que los Estados estn obligados a tener un gran nmero de esclavos, mientras queJenofonte elaboraba un plan para restaurar la riqueza de Ate-nas en el que el Estado poseera esclavos pblicos hasta que

    hubiera tres por cada ciudadano ateniense8. As pues, en laGrecia clsica l os esclavos fueron utilizados por primera vezy de forma habitual en la artesana, la industria y la agricultu-

    7 A. Andrewes, Greek society, Londres, 1967, p. 135, quien afirma queel total de mano de obra esclava era en esta zona de 80 a 100.000 hom-bres en el sig lo V . cuando el nmero de ciudadanos ascenda quiz aunos 45.000. Este orden de magnitud exige probablemente un consenso ms amplio que otras estimaciones ms bajas o ms elevadas. Pero todaslas modernas historias de la Antigedad se resienten de la falta de unainformacin digna de crdito sobre el volumen de las poblaciones y de

    las clases sociales. Jones pudo calcular la proporcin de esclavos y ciu-dadanos en el siglo IV, cuando ya haba disminuido la poblacin de Ate-nas, en 1: 1 sobre la base de las importaciones de grano en la ciudad:

    Athenian de mo crac y, Oxford, 1957, pp. 76-9. Finley, por su parte, ha argu-mentado que esa proporcin pudo llegar a ser de 3 4: 1 en los pero-dos punta de los siglos V y IV: Was Greek civilization based on slavelabour?, Hi stor ia , VIII, 1959, pp. 58-9. La monografa moderna ms ex-tensa, aunque incompleta, sobre el tema de la esclavitud antigua el li-bro de W. L. Westermann, The slave systems of Greek and Roman anti-quity, Filadelfia, 1955, p. 9, llega a un nmero global semejante al acep-tado por Andrewes y Finley, esto es, entre 60 y 80.000 esclavos a comien-zos de la guerra del Peloponeso.

    8 Aristteles, Poli tics, VII, iv, 4 [Pol tica , Madrid, Espasa-Calpe, 1972].Jenofonte, Ways and means, IV, 17. [La economa y los me dios de aumen-tar las rentas.]

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    ra en una escala superior a la domstica. Al mismo tiempo, ymientras el u so de la esclavitud s e h aca general, su naturale-za se hizo correlativamente absoluta: ya no consista en una

    forma relativa de servidumbre entre otras muchas, situada a lo largo de un continuo gradual, sino en una condicin extre-ma de prdida completa de libertad, que se yuxtapona a una libertad nueva y sin trabas. La formacin de una subpoblacin esclava ntidamente delimitada fue, precisamente, lo que ele-v la ciudadana de las ciudades griegas a cimas hasta enton-ces desconocidas de libertad jurdica consciente. La libertad yla esclavitud helnicas eran indivisibles: cada una de ellas era la condicin estructural de la otra, en un sistema didico que no tuvo precedente ni equivalente en las jerarquas sociales de

    los imperios del Oriente Prximo, que no conocieron ni la no-cin de ciudadana libre ni la de propiedad servil9. Este pro-fundo cambio jurdico fue en s mismo el correlato social e ideolgico del milagro econmico producido por la aparicin del modo de produccin esclavista.

    La civilizacin de la Antigedad clsica representaba, como ya hem os sealado, la supremaca anmala de la ciudad sobreel campo en el marco de una economa predominantemente ru-ral: era la anttesis del primer mundo feudal que le sucedi. A falta de una industria municipal, la condicin de posibilidad de esta grandeza metropolitana era la existencia de trabajo es-clavo en el campo, porque slo los esclavos podan liberar de sus bases rurales a los miembros de una clase terrateniente tan radicalmente que llegaran a transmutarse en ciudadanos esen-cialmente urbanos, por ms que siguieran extrayendo de la tie-rra su riqueza bsica. Aristteles expres la resultante ideolo-ga social de la tarda Grecia clsica con esta ocasional pres-cripcin: En cuanto a los que deben cultivar la tierra, si cabeelegir, deben preferirse los esclavos, y tener cuidado de que no

    sean todos de la misma nacin, y principalmente de que no sean belicosos. Con estas dos condiciones sern excelentes para el trabajo y no pensarn en rebelarse. Despus es conveniente mezclar con los esclavos algunos brbaros que sean siervos y quetengan las mismas cualidades que aqullosl0. En el campo roma-no fue caracterstico del modo de produccin esclavista completa-mente desarrollado el hecho de que incluso las funciones de

    9 Westermann, The slave systems of Greek and Roman antiquity, p-

    ginas 42-3; Finley, Between slavery and freedom, pp. 236-9.10Poli tics, IV, ix, 9. [Poltica , IV, ix .]

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    direccin fueran delegadas en inspec tores y admin istradores escla-vos, que po nan a trabajar en los ca m pos a cuadrillas de esclav os11.A diferencia del seoro feudal, la finca con esclavos permita una

    perm anente disyuncin entre la residencia y la renta; el excedente con el que se amasaban las fortunas de la clase poseedora po-da extraerse sin su presencia en las tierras. El vnculo entre el productor rural inm ediato y el apropiador urbano de su producto no era consu etudinar io ni estaba condicionado p o r la localizacin de la tierra, como ocurrira ms tarde con la ser-vidumbre adscripticia. Al contrario, ese vnculo era el acto co-mercial universal de la compra de mercancas que se realizaba en las ciudades, donde el comercio esclavista tena sus tpicos mercados. El trabajo esclavo de la Antigedad clsica encarna-

    ba, pues, dos atributos contradictorios en cuya unidad radica el secreto de la paradjica precocidad urbana del mundo gre-corromano. Por una parte, la esclavitud representaba la ms radical degradacin rural imaginable del trabajo, esto es, la conversin de ios hom bres en m e d ios inertes de produccinm ediante su privacin de todos los derechos sociales y su asi-milacin legal a las bestias de carga. La teora romana defina al esclavo agrcola como instrumentum vocale, herramienta quehabla, y lo situaba un grado por encima del ganado, que cons-

    titua un instrumentum semivocale, y dos grados por encima de los aperos, que eran el ins trumentum mutum. Por otra par-te, la esclavitud era simultneamente la ms drstica comercia-lizacin urbana concebible del trabajo, es decir, la reduccin de toda la persona del trabajador a un objeto estandarizado de compra y venta en los mercados metropolitanos de inter-ca m b io de mercan cas. El destino de la inm ensa m ayora de losesclavos en la Antigedad clsica er a e l trabajo agrcola (aun-que no fuera as siemp re ni en tod as p artes, s lo fu e en don-

    junto ): su concentracin, reparto y envo se efectuaba norm al-

    mente desde los mercados de las ciudades, en las que muchosde ellos, naturalmente, tambin estaban empleados. La escla-

    11 La misma ubicuidad del trabajo esclavo en el cenit de la repblicay el principado romanos tuvo el efecto paradjico de promover a deter-minadas categoras de esclavos a posiciones administrativas o profesio-nales de responsabilidad, lo que a su vez facilit la manumisin y la subsiguiente integracin de los hijos de los libertos cualificados en laclase de los ciudadanos. Este proceso no fue tanto un paliativo humani-tario de la esclavitud clsica, cuanto una nueva prueba de la abstencin

    radical de la clase dirigente romana de cualquier forma de trabajo pro-ductivo, incluso de tipo ejecutivo.

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    vitud era, pues, el gozne econmico que una a la ciudad y elcampo, con un desorb itado ben eficio para la polis. Mantenaaquella agricultura cautiva que permita la diferenciacin radi-

    cal de una clase dirigente urbana de sus orgenes rurales y ala vez promova el comercio entre las ciudades que era el com-plemento de esta agricultura en el Mediterrneo. Entre otrasventajas, ios esclavos eran una mercanca eminentemente mvilen un mundo en que los obstculos en el transporte tenan una importancia capital para la estructura de toda la econo-ma12. Los esclavos podan ser enviados por barco de una re-gin a otra sin ninguna dificultad; podan ser adiestrados en numerosos y diversos oficios; adems, en las pocas de oferta

    abundante, los esclavos intervenan para mantener bajos loscostes all donde trabajaban obreros asalariados o artesanos in-depen dientes, debido al trabajo alt er n a tiv o que proporciona-ban. La riqueza y el bienestar de la clase urbana propietaria de la Antigedad clsica y, sobre todo, la de Atenas y Romaen el momento de su esplendor se basaron en el amplio ex-cedente producido por la omnipresencia de est sistema de trabajo, que no dej intacto n ing n otro.

    El precio pagado por este instrumento brutal y lucrativo fue, sin embargo, muy alto. En la poca clsica, las relaciones

    esclavistas de produccin fijaron algunos lmites insuperables a las fuerzas de produccin de la Antigedad. Sobre todo, esas relaciones tendieron en ltimo trmino a paralizar la produc-tividad de la agricultura y de la industria. En la economa de la Antigedad clsica se produjeron tambin, por supuesto, al-gunas mejoras tcnicas. Ningn modo de produccin est des-provisto de progresos materiales en su fase ascendente, y el modo de produccin esclavista registr, en su mejor momento, algunos avances importantes en el equipamiento econmico

    desarrollado en el marco de su nueva divisin social del tra-bajo. Entre ellos se puede sealar la expansin de los cultivosvincolas y olecolas ms rentables; la introduccin de molinos giratorios para el grano y la mejora en la calidad del pan.Adems, se disearon nuevas prensas de husillo, se desarrolla-ron mtodos de soplado de vidrio y se perfeccionaron los sis-temas de calefaccin. Es probable que avanzaran tambin la combinacin de cultivos, los conocimientos botnicos y el dre-naje de los campos13. En el mundo clsico, por tanto, no se

    12Weber, Agrarverhltnisse im Altertum, pp. 5-6.13Vase especialmente F. Kiechle, Sklavenarb eit und technischer Fort

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    produjo una sim ple paralizacin final de la tcnica, pero, al mismo tiempo, nunca se produjo una importante gama de invencionesque empujaran a la economa antigua hacia unas fuerzas de pro-duccin cualitativamente nuevas. En una perspectiva comparada,no hay nada m s sorprendente que el global estancamiento tecno-lgico do la Antigedad14. Ser suficiente comparar el historial de sus ocho siglos de existencia, desde el ascenso de Atenas hasta la cada de Roma, con el equivalente periodo de tiempo del modo de produccin feudal que le sucedi, para percibir la diferenciaentre una economa relativamente esttica y otra dinmica. Msllamativo todava fue, por supuesto, el contraste dentro delpropio mundo clsico entre su vitalidad cultural y superestruc-

    tural y su embotamiento infraestructural. La tecnologa manualde la Antigedad fue exigua y primitiva, no slo si se mide por el patrn externo de una historia posterior, sino, sobre todo,si se compara con su propio firmamento intelectual, que en muchos aspectos fundamentales siempre se mantuvo por enci-ma del de la Edad Media. Sin duda, la estructura de la econo-ma esclavista fue, en lo fundamental, la responsable de estaextraordinaria desproporcin. Aristteles, que para las pocasposteriores fue el pensador ms importante y representativo de la Antigedad, resumi lacnicamente este principio socialcon la frase: El Estado perfecto no admitir nunca al traba-

    jador manual entre los ciudadanos, porque la mayor parte deellos son hoy esclavos o extranjeros15. Ese Estado representa-ba la norma ideal del modo de produccin esclavista, que nun-ca se realiz en ninguna formacin social del mundo antiguo. Pero su lgica siempre estuvo presente de forma inmanenteen la naturaleza de los sistemas econmicos clsicos.

    Una vez que el trabajo manual quedaba profundamente aso-ciado a la falta de libertad, no exista ningn espacio social li-

    bre para la invencin. Los sofocantes efectos de la esclavitud sobre la tcnica no fueron un simple producto de la baja pro-ductividad media del propio trabajo esclavista y ni siquiera del

    schritt im rmischen Reich, Wiesbaden, 1969, pp. 12-114; L. A. Moritz,Grain-miils and flour in classical Antiquity, Oxford, 1958; K. D. White,

    Rom an farm ing, Londres, 1970, pp. 123-4, 147-72, 188-91, 260-1, 452.14 El problema general est planteado enrgicamente, como de cos-

    tumbre, por Finley, Technical innovation and economic progress in the ancient world, Eco nomic H is to ry Rev iew, XVIII, num. 1, 1955, pp. 2945.Para las realizaciones especficas del Imperio romano, vase F. W. Wal-

    bank, The awful revolution, Liverpool, 1969, pp. 40-1, 46-7, 108-10.15Politics , III, iv, 2. [Poltica, III, iii, 2.]

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    volumen de su utilizacin, sino que afectaron sutilmente a to-das las formas de trabajo. Marx intent expresar el tipo de ac-cin que ejercieron en una fras e fam osa, aunque tericamen tecrptica: En todas las formas de sociedad existe una determi-nada produccin que asigna a todas las otras su correspondien-te rango e influencia y cuyas relaciones, por lo tanto, asignan a todas las otras el rango y la influencia. Es una iluminacin general en la que se baan todos los colores y que modifica las particularidades de stos. Es como un ter particular que de-termina el peso especfico de todas las formas de existencia que all toman relieve16. Como es evidente, los esclavos agr-colas tenan muy pocos incentivos para realizar sus tareas eco-nmicas de forma competente y concienzuda cuando se relaja-

    ba la vigilancia; su empleo ptimo tena lugar en los viedos y los olivares. Por otra parte, muchos artesanos y algunos agri-cultores esclavos posean a menudo una destreza notable, den-tro de los lmites de las tcnicas dominantes. La compulsin estructural de la esclavitud sobre la tcnica no resida tanto en una causalidad intraeconmica (aunque sta era importante ens misma) cuanto en la mediata ideologa social que rodeaba ala totalidad del trabajo manual en el mundo clsico y contami-naba al trabajo asalariado e incluso al independiente con el

    estigm a de la deshonra17. En general, el trabajo escla vo no eramenos productivo que el libre e incluso en algunos campos su productividad era superior, pero sent las bases de ambos, de tal forma que entre ellos nunca se desarroll una gran diver-gencia en un espacio econmico comn que exclua la aplica-cin de la cultura a la tcnica para producir inventos. El divor-cio entre el trabajo material y la esfera de la libertad era tan rgido que los griegos no tenan siquiera una palabra en su idio-ma para expresar el concepto de trabajo, ni como funcin so-cial ni en cuanto conducta personal. l trabajo agrcola y el

    artesanal se consideraban esencialmente como adaptaciones

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    16 Grundrisse der Kritik der politischen konomie, Berlin, 1953, p. 27.[E lem entos fundamentales para la cr tica de la economa poltica, Ma-drid, Siglo XXI, 1972, pp. 27-8].

    17 Finley seala que el trmino griego penia, que habitualmente seopone a plo uto s como pobreza a riqueza, tiene en realidad el sentido peyorativo ms amplio de trabajo penoso o de obligacin de traba-

    jar, y puede abarcar incluso a los pequeos y prsperos arrendatarios,sobre cuyo trabajo se cierne tambin la misma sombra cultural: M. I. Fin- ley, The ancient economy, Londres, 1973, p. 41. [La economa de la Anti-

    gedad , Madrid, FCE, 1975.]

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    a la naturaleza y no como transformaciones de sta; ambos eran formas de servicio. Platn tambin desterr implcitamente alos artesanos de la poli s; para l el trabajo es algo ajeno a losvalores humanos y en algunos aspectos incluso parece ser la

    an ttesis de lo que es esen cial al hom bre18. La tcnica, co nsidera-da como instrumentacin premeditada y progresiva del mundo natural por el hombre, era incompatible con la asimilacin glo-bal del hombre al mundo natural como su instrumento par-lante. La productividad quedaba fijada por la perenne rutina del instrumentum vocalis , que devaluaba todo trabajo al impe-dir la preocupacin permanente por los sistemas de economa.La va tpica de expansin para cualquier Estado de la Anti-gedad siempre fue, pues, una va lateral la conquista

    geogrfica y no el avance e con m ico. En consecuen cia, la civili-zcin clsica tuvo un carcter inherentemente colonial: la ciu-dad-Estado celular se reproduca invariablemente a s misma,en las fases de auge, por medio del poblamiento y la guerra.Los saqueos, los tributos y los esclavos eran los objetos funda-mentales del engrandecimiento, medios y a la vez fines de la expansin colonial. El podero militar estaba quiz mucho ms ligado al crecimiento econmico que en ningn otro modo deprodu ccin anterior o posterior, deb ido a que la principal fuen-te del trabajo esclavo era normalmente la captura de prisione-

    ros de guerra, mientras que la formacin de tropas libres ur-banas con destino a la guerra dependa del mantenimiento dela produccin interna por los esclavos. Los campos de batalla proporcionaban mano de obra para los camp os d e c e r e a l e s y,viceversa, los trabajadores cautivos permitan la creacin de

    18 J. P. Vernant, Mythe et pens e ch ez les Grecs, Pars, 1965, pp. 192,197-9, 217. [M ito y pensa m iento en la Grecia an tigua , Barcelona, Ariel,1974.] Los dos ensayos de Vernant, Promthe et la fonction techniquey Travail et nature dans la Grce ancienne ofrecen un anlisis sutil de las distinciones entre poie sis y praxis, y de las relaciones del agricultor,el artesano y el prestamista con la polis. Alexandre Koyr intent de-mostrar en una ocasin que el estancamiento tcnico de la civilizacin griega no se debi a la presencia de la esclavitud o a la devaluacin del trabajo, sino a la ausencia de la fsica, que se hizo imposible por la incapacidad de los griegos para aplicar las medidas matemticas al mun-do terrestre: Du monde de l peu prs lunivers de la prcision,Critique, septiembre de 1948, pp. 806-8. Al hacer esto, Koyr intentabaexplcitamente evitar una explicacin sociolgica del fenmeno; pero,como el mismo Koyr admiti implcitamente en otro lugar, la Edad Me-dia tampoco conoci la fsica y, sin embargo, produjo una tecnologadinmica: no fue el itinerario de la ciencia, sino el curso de las rela-ciones de produccin, lo que marc el destino de la tcnica.

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    ejrcitos de ciudadanos. En la Antigedad clsica pueden obser-varse tres grandes ciclos de expansin imperial, cuyos rasgos sucesivos y cambiantes estructuraron el modelo global del mun-

    do grecorromano: el ciclo ateniense, el macedonio y el romano.Cada uno de ellos represent una solucin especfica a los pro-blemas polticos y organizativos de la conquista ultramarina,solucin que qued integrada y superada por la siguiente, sin que nunca se transgredieran las bases subterrneas de una co-mn civilizacin urbana.

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    . GRECIA

    a aparicin de las ciudades-Estado helenas en la zona del Egeo s anterior a la poca clsica, y con las fuentes disponibles, no scritas, slo pueden apreciarse sus rasgos generales. Tras elolapso de la civilizacin micnica hacia el ao 1200 a. C., Gre-

    ia sufri una prolongada Edad Oscura en la que la escritura esapareci y la vida econmica retrocedi a un estadio doms-co rudimentario: es el mundo primitivo y rural reflejado en

    a pica de Homero. Fue en la siguiente poca de la Grecia ar-aica, del 800 al 500 a. C., cuando cristaliz por vez primera y

    muy lentamente el modelo urbano de la civilizacin clsica. Enlgn momento antes de la aparicin de los documentos his-ricos, las monarquas locales fueron derrocadas por las aris-ocracias tribales y, bajo el dominio de estas noblezas, se fun-

    aron o desarrollaron algunas ciudades. El gobierno aristocrtico e la Grecia arcaica coincidi con la reaparicin del comercio e larga distancia (principalmente con Siria y con el Oriente),on las primeras acuaciones de moneda (inventadas en Lidia n el siglo VII) y con la escr itur a alfabtica (derivada de Feni-ia). La urbanizacin progres ininterrumpidamente, extendin-ose a ultramar por el Mediterrneo y el Euxino, hasta que anales del p erodo de la colonizacin, a mediados del siglo VI,aba alrededor de 1500 ciudades griegas en la patria helnicaen el extranjero, prcticamente ninguna de ellas alejada ms

    e 40 kilmetros de la costa. En lo esencial, estas ciudades erancleos residenciales donde se concentraban los agricultores y

    os terratenientes. En la pequea ciudad tpica de esta poca,os agricultores vivan dentro de sus murallas y cada da salan

    trabajar a los campos, volviendo de noche, aunque el territo-o de las ciudades siempre inclua una circunferencia agraria

    on una poblacin enteramente rural asentada en ella. La or-anizacin social de estas ciudades todava reflejaba buena par- del pasad o tribal del que haban surgido: su estructura in-

    erna estaba articulada en unidades hereditarias cuya nomen-atura de parentesco representaba una traslacin urbana de

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    las tradicionales divisiones rurales. As, los habitantes de lasciudades estaban normalmente organizados en orden descen-dente de tamao y pertenencia en tribus, fratras y cla-nes. Los clanes eran grupos exclusivamente aristocrticos ylas fratras quiz fueran originalmente sus clientelas popu-lares1. De las constituciones polticas formales de las ciudadesgriegas en la era arcaica se conoce poco, ya que a diferen-cia de las de Roma en un estadio equivalente de desarrollono sobrevivieron en la poca clsica, pero es evidente que es-taban basadas en el dominio privilegiado de una nobleza here-ditaria sobre el resto de la poblacin urbana, dominio que se ejerca normalmente por medio del gobierno sobre la ciudad de un consejo exclusivamente aristocrtico.

    La ruptura de este orden general acaeci en el ltimo siglo de la era arcaica, con la aparicin de los tiranos (ca. 650-510antes de Cristo). Estos autcratas rompieron el dominio de las aristocracias ancestrales sobre las ciudades; representaban a los nuevos terratenientes y a una riqueza ms reciente, acumu-lada durante el. crecimiento econmico de la poca precedente, y basaban su poder, en una medida mucho mayor, en las con-cesiones hechas a la masa no privilegiada de los habitantes de la ciudad. Las tiranas del siglo VI co nstituyeron, en efecto , lacrtica transicin hacia la poli s clsica, porque en este perodo

    de sacudidas fue cuando se echaron los cimientos econmicos y militares de la civilizacin clsica de Grecia. Los tiranos fue-ron el producto de un doble proceso que tuvo lugar en las ciudades helnicas de finales del perodo arcaico. La llegada de la moneda y la expansin de una economa monetaria fueron acompaadas de un rpido aumento en el comercio y la pobla-cin global de Grecia. La ola de colonizacin ultramarina delos siglos VIII al VI fue la expresin ms obvia de esta evolu-cin. Mientras tanto, la superior productividad de los cultivos

    helnicos de vino y olivo, ms intensivos que la coetnea agri-cultura cerealista, proporcion quiz a Grecia una ventaja re-lativa en los intercambios comerciales dentro de la zona medi-terrnea2. Las oportunidades econmicas ocasionadas por este crecimiento crearon un estrato de propietarios agrcolas en-riquecidos en fecha reciente, que no procedan de las filas dela nobleza tradicional y se beneficiaban probablemente en al-

    1 A. Andrewes, Greek society, Londres, 1967, pp. 76-82.2 Vanse las pruebas en William McNeill, The rise of the West, Chica-

    go, 1963, pp. 201, 273. [La civi lizacin de Occ iden te , Barcelona, Vosgos,

    1973.]

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    gunos casos de las empresas comerciales auxiliares. La nueva riqueza de este grupo no iba em parejada a u n poder equiva-lente en la ciudad. Al mismo tiempo, el aumento de la pobla-

    cin y la expansin y dislocacin de la economa arcaica provo-caron profundas tensiones sociales entre la clase rural mspobre, que era siempre la ms susceptible de verse degradadao sometida a los terratenientes nobles y que ahora estaba ex-puesta a nuevas presiones e incertidumbres3. La presin com-binada del descontento rural por abajo y de las nuevas fortu-nas por arriba quebraron el estrecho crculo del dominio aris-tocrtico en las ciudades. El resultado caracterstico de los levantamientos polticos que tuvieron lugar en las ciudadesfue la aparicin de las fuga ces tiranas de finales d el siglo VII

    y del VI. Los tiranos eran normalmente unos arribistas de con-siderable riqueza, cuyo poder personal simbolizaba el acceso del grupo social del que procedan a los honores y las posicio-nes elevadas dentro de la ciudad. Su victoria, sin embargo, fue posible generalmente slo por la utilizacin que hicieron de las reivindicaciones radicales de los pobres, y sus realizacionesms duraderas fueron las reformas econmicas en favor de lasclases populares que tuvieron que conceder o tolerar para ase-gurar su poder. En conflicto con la nobleza tradicional, los ti-ranos bloquearon objetivamente la monopolizacin de la pro-piedad agraria, que era la tendencia final del dominio ilimitado de aqulla y que amenazaba con causar tensiones sociales cre-cientes en la Grecia arcaica. Con la nica excepcin de la lla-nura interior de Tesalia, las pequeas propiedades agrarias fue-ron conservadas y consolidadas durante esta poca en toda Grecia. Dada la carencia de testimonios documentales del pe-rodo preclsico, las diferentes formas en las que tuvo lugareste proceso tienen que ser reconstruidas a partir de sus efec-tos posteriores. La primera rebelin importante contra el domi-

    nio aristocrtico que desemboc en la implantacin de una ti-rana, apoyada en las clases bajas, tuvo lugar a mediados del siglo V II en C orinto, donde la fam ilia de los Baquadas fue derrocada de su tradicional control sobre la ciudad, uno de los primeros centros comerciales que floreci en Grecia. Pero son las reformas solnicas de Atenas las que ofrecen el ejemplo

    3 W. G. Forrest, The emergence of Greek democracy, Londres, 1966,pginas 55, 150-6 [La democra cia griega, Madrid, Guadarrama, 1967], queinsiste en el nuevo crecimiento econmico del campo; A. Andrewes, The

    Greek tyrants, Londres 1956, pp. 80-1, que acenta la depresin social dela clase de los pequeos agricultores.

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    ms claro y m ejor d ocumentado de l o que probablemente fueel modelo general de la poca. Soln, que no era un tirano, fue

    investido del poder supremo para que sirviera de mediador en las encarnizadas luchas sociales entre ricos y pobres que es-tallaron en el Atica a com ienzos del siglo VI. Su m edida m sdecisiva consisti en abolir la adscripcin por deudas a la tie-rra, mecanismo tpico por el que los pequeos propietarios eranvctimas de los grandes terratenientes y se convertan en sus arrendatarios dependientes, o los arrendatarios se convertan encautivos de los propietarios aristcratas4. El resultado fue impe-dir el crecimiento de las fincas nobiliarias y estabilizar el modelo de las pequeas y medianas propiedades, que a partir de en-

    tonces caracterizaron al campo del Atica.Este orden econmico fue acompaado de una nueva admi-

    nistracin poltica. Soln priv a la nobleza de su monopolio de los cargos al dividir a la poblacin de Atenas en cuatro cla-ses de rentas. A las dos clases superiores les concedi el dere-cho a las supremas magistraturas; a la tercera, el acceso a los cargos administrativos inferiores, y a la cuarta y ltima, un voto en la asamblea de ciudadanos, que a partir de entonces se convirti en una institucin regular de la ciudad. Pero estas disposiciones no estaban destinadas a durar. En los treinta aos siguientes, Atenas experiment un rpido crecimiento co-mercial con la creacin de una moneda de la ciudad y la mul-tiplicacin del comercio local. Los conflictos sociales entre losciudadanos se renovaron y agravaron rpidamente, culminando en la toma del poder por el tirano Pisstrato. Bajo su dominio,la formacin social ateniense adopt su configuracin definiti-va. Pisstrato patrocin un programa de construcciones queproporcion trabajo a los artesanos y trabajadores urbanos y presidi el floreciente desarrollo del trfico martimo ms all

    del Pireo. Pero, sobre todo, Pisstrato ofreci una asistencia fi-nanciera directa al campesinado ateniense en forma de crdi-tos pblicos que afianzaron su autonoma y segu rida d5 en vs-

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    4 No se sabe con certeza si los campesinos pobres del Atica eranarrendatarios o propietarios de sus tierras antes de las reformas de So-ln. Andrewes afirma que quiz fueran lo primero (Greek society, p-ginas 106-7), pero las generaciones posteriores no conservan ningn re-cuerdo de una distribucin de tierras efectuada por Soln. La tesis de Andrewes parece, pues, improbable.

    5 M. I. Finley, The ancient Greeks, Londres, 1963, p. 33 [Los griego sde la Antigedad, Barcelona, Labor, 1973] considera la poltica de Piss-trato ms importante para la independencia econmica del campesinado tico que las reformas de Soln.

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    peras de la polis clsica. La supervivencia incondicional delos pequeos y medianos agricultores estaba garantizada. Este

    proceso econmico cuya inversa ausencia habra de definirms tarde la historia social de Roma parece que fue similar en toda Grecia, aunque los hechos en que se apoy no estn enparte alguna tan documentados como en Atenas. En el resto de Grecia, el tamao medio de las propiedades rurales posible-mente era mayor, pero slo en Tesalia predominaban las gran-des fincas de la aristocracia. La base econmica de la ciudada-na helena habra de ser la modesta propiedad agrcola. Apro-ximadamente al mismo tiempo en que se llegaba a este ajuste social, en la era de las tiranas, tuvo lugar un cambio signifi-

    cativo en la organizacin militar de las ciudades. A partir deentonces, los ejrcitos se compusieron esencialmente de hopli-tas, infantera pesada que constituy una innovacin griega en el mundo mediterrneo. Cada hoplita se equipaba, a sus expen-sas, con armas y armadura: una soldadesca de este tipo pre-supona un razonable nivel econmico y, de hecho, los solda-dos hoplitas siempre procedan de la clase media agraria delas ciudades. Su eficacia militar habra de mostrarse en las sorprendentes victorias griegas sobre los persas en el siglo si-guiente, pero lo ms importante fue, en definitiva, su posicin

    central dentro de la estructura poltica de las ciudades-Estado.La condicin previa de la posterior democracia griega o dela extendida oligarqua fue una infantera de ciudadanos que se armaban a s mismos.

    Esparta fue la primera ciudad-Estado que encarn los re-sultados sociales del sistema militar hoplita. Su evolucin en la poca preclsica constituye un curioso contrapeso de la de Atenas. Esparta, en efecto, no conoci ninguna tirana, y la fal-ta de este habitual episodio transicional prest un carcter

    peculiar a sus instituciones econmicas y polticas, mezclandoen un molde sui generis rasgos avanzados y arcaicos. La ciudad de Esparta conquist desde fecha temprana un hinterland rela-tivamente amplio en el Peloponeso, primero hacia el este, en La-conia, y despus hacia el oeste, en Mesenia, y esclaviz a lamayor parte de los habitantes de ambas regiones, que se convir-tieron en ilotas del Estado. Este engrandecimiento geogrfico y este sometimiento social de la poblacin de los alrede-dores se consiguieron bajo el dominio monrquico. En el trans-curso del siglo VII, sin emba rgo, y tras la conqu ista inicial de

    Mesenia o la posterior represin de una rebelin mesenia, ycomo consecuencia de ella, tuvieron lugar en la sociedad espar-

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    tana algunos cambios radicales, atribuidos tradicionalmente ala figura mtica del reformador Licurgo. De acuerdo con la le-yenda griega, la tierra se dividi en partes iguales que se dis-

    tribuyeron entre los espartanos en kleroi o parcelas, cultivadaspor los ilotas, que eran propiedad colectiva del Estado. Mstarde, esas propiedades antiguas se consideraron inalienables,mientras que los terrenos ms recientes se consideraban pro-piedad privada que poda venderse y comprarse6. Todos los ciudadanos tenan que abonar cantidades fijas en especie a la syssitia o mesa comn servida por cocineros y camareros ilo-tas; quienes fueran incapaces de cumplir esa obligacin perdan automticamente la ciudadana y se convertan en inferiores,desgracia contra la que posiblemente fue establecida la pose-

    sin de lotes inalienables. El resultado final de este sistema fue la creacin de una intensa unidad colectiva entre los espar-tanos, que se llamaban a s mismos con todo orgullo hoi ho-moioi, los iguales, aunque la completa igualdad econmica no fue en ningn momento un verdadero rasgo de la ciudadana es-partana7.

    El sistema poltico que surgi sobre la base de los kleroifue correlativamente nuevo para su tiempo. La monarqua nun-ca desapareci por completo, como sucedi en las otras ciuda-

    des griegas, pero qued reducida a un generalato hereditario

    y limitada por una doble titularidad, investida en dos familias reales8. En los dems aspectos, los reyes espartanos eran sim-plemente miembros de la aristocracia y participaban sin pri-vilegios especiales en el consejo de los treinta ancianos o ge-rousia que gobernaba originariamente a la ciudad. El conflicto tpico entre monarqua y nobleza en la primera poca arcaica se resolvi aqu por medio de un compromiso institucional en-tre ambos. S in embargo, durante el siglo VII la masa de losciudadanos lleg a constituir una asamblea plenaria de la ciu-

    dad, con derecho a decidir sobre la poltica que le presentaba el consejo de ancianos, que, a su vez, se convirti en un cuerpo

    6 Se ha puesto en duda la realidad de una originaria d ivisin de tie-rras e incluso de una posterior inalienabilidad de los kleroi; vase, porejem plo A. H. M. Jones, Sparta, Oxford, 1967, pp. 40-3. Andrewes, aunque con precaucin, concede ms crdito a las creencias griegas: Greek so-ciety, pp. 94-5.

    7 La extensin de los kleroi que apuntalaban la solidaridad social deEsparta ha sido muy debatida, con estimaciones que varan desde 8 a 36 hectreas de tierra cultivable; vase P. Oliva, Sparta an d her social

    problems, Amsterdam-Praga, 1971, pp. 51-2.8 Para la estructura de la constitucin, vase Jones, Sparta, pp. 13-43.

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    electivo, mientras que los cinco magistrados anuales o foros tuvieron en adelante la suprema autoridad ejecutiva por elec-cin directa de todos los ciudadanos. Las decisiones de la asam-

    blea podan ser rechazadas por el veto de la gerousia , y losforos disponan de una excepcional concentracin de poder arbitrario, pero a pesar de ello la constitucin espartana que cristaliz en la poca preclsica era en lo social la ms avan-zada de su tiempo. Esa constitucin representaba, en efecto, elprimer derecho de voto hoplita que se conquist en Grecia9,y su introduccin se sita a menudo en el papel desempeado por la nueva infantera pesada en la conquista o el aplastamien-to de la poblacin sometida de Mesenia. A partir de entonces, Esparta siempre fue famosa por la inigualada disciplina y el

    valor de sus soldados hoplitas. Las singulares cualidades mili-tares de los espartanos fueron consecuencia, a su vez, de la generalizacin del trabajo de los ilotas, que liber a los ciuda-danos de toda funcin productiva directa y les permiti entre-narse profesionalmente para la guerra con una dedicacin ple-na. El resultado fue la creacin de un cuerpo de unos ocho o nueve mil ciudadanos de Esparta, econmicamente autosufi-cientes y polticamente libres, mucho ms amplio e igualitario que cualquier otra aristocracia coetnea o cualquier otra oli-garqua posterior en Grecia. El extremo conservadurismo de la formacin social y el sistema poltico espartanos en la poca clsica, que les h ace parec er obso letos y atrasados en el siglo V,fue en realidad el producto de los notables xitos de sus trans-form aciones innovadoras del siglo V II. Fue el p rimer Estado griego que alcanz una constitucin hoplita y el ltimo que la modific: el modelo primigenio de la era arcaica sobrevivi hasta la misma vspera de la definitiva extincin de Esparta, medio milenio despus.

    En el resto de Grecia, como ya hemos visto, las ciudades-

    Estado evolucionaron ms lentamente hacia su forma clsica.Normalmente, las tiranas fueron las necesarias fases inter-medias de desarrollo. Su legislacin agraria o sus innovaciones militares prepararon la polis he lnica del siglo V. Pero todavafue necesaria una nueva y completamente decisiva innovacin para la llegada de la civilizacin griega clsica. Se trata, natu-ralmente, de la introduccin en gran escala de la esclavitud.La conservacin de la pequea y mediana propiedad de la tie-rra haba resuelto en el Atica y en toda Grecia una creciente

    9 Andrewes, The Greek tyrants, pp. 75-6.

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    crisis social, pero por s misma habra conducido a la paraliza-cin del desarrollo poltico y cultural de la civilizacin griega en un nivel beocio al impedir la aparicin de una divisin

    social del trabajo y de una superestructura urbana ms com-plejas. Las comunidades relativamente igualitarias de campesi-nos pueden congregarse fsicamente en ciudades, pero lo que no pueden crear, en la simplicidad de su estado, es una bri-llante civilizacin ciudadana del tipo que la Antigedad iba apresenciar ahora por vez primera. Para eso se requera la gene-ralizacin de una fuerza de trabajo excedente y cautiva queemancipara al estrato dirigente y le permitiera construir un nuevo mundo civil e intelectual. En general, la esclavitud fue

    fundamental para la civilizacin griega en el sentido de que suabolicin y sustitucin por trabajo libre si a alguien se le hubiera ocurrido intentarlo habra dislocado toda la sociedad y acabado con el oc io de las clases altas de Atenas y Esparta10.

    As pues, no fue algo puramente fortuito que la salvacin del campesinado independiente y la cancelacin de la servi-dumbre por deudas fueran rpidamente seguidas, en las ciuda-des y en el campo de la Grecia clsica, de un nuevo y extra-ordinario aumento en el uso del trabajo de esclavos. En efecto,cuando los extremos de la polarizacin social quedaron bloquea-

    dos dentro de las comunidades helenas, la clase dominante recurri lgicamente a la importacin de esclavos para resol-ver la escasez de mano de obra. El precio de los esclavos en su mayora tracios, frigios y sirios era bajsimo, no muy su-perior al costo de un ao de mantenimiento11; lo que permiti que su empleo se generalizase en toda la sociedad griega hasta el punto de que incluso los ms humildes artesanos o los pe-queos agricultores con frecuencia podan poseerlos. Esta evo-lucin econmica tambin se haba anticipado en Esparta, por-

    que la previa creacin de una masa rural de ilotas en Laconia

    y Mesenia fue lo que permiti la aparicin de la fraternidad de los espartanos, la primera poblacin esclava numerosa de laGrecia preclsica y la primera clase libre de hoplitas. Pero eneste caso, como en todos los dems, la prioridad espartana blo-que la posterior evolucin: la condicin de los ilotas se detuvo en una forma subdesarrollada de es cla vit u d 12, porque los

    10 Andrewes, Greek society, p. 133. Comprese con V. Ehrenburg, TheGreek state, Londres, 1969, p. 96: Sin metecos o esclavos, difcilmentehabra existido la polis.

    11 Andrewes, Greek society, p. 135.12 Oliva, Sparta and her social pro blems, pp. 43-4. Los ilotas posean

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    ilotas no podan ser comprados, ni vendidos, ni manumitidos, y eran propiedad colectiva en vez de privada. La esclavitud ple-namente mercantil, regida por las leyes del mercado, fue intro-ducida en Grecia en las ciudades-Estado que habran de ser los rivales de Esparta. En el siglo V , durante el apogeo de la poli sclsica, Atenas, Corinto, Egina y prcticamente todas las ciuda-des de alguna importancia tenan una numerosa poblacin es-clava que con frecuencia superaba a la de ciudadanos libres. Fue la implantacin de esta economa esclavista en las mi-nas, la agricultura y la artesana lo que permiti el repentino florecimiento de la civilizacin urbana de Grecia. Naturalmente,su impacto como ya hemos indicado antes no se limit a

    lo econmico. La esclavitud no era, por supuesto, una meranecesidad econmica, sino que era vital para el conjunto de la vida social y poltica de los ciudadanos13. La polis clsica es-taba basada en el nuevo descubrimiento conceptual de la libertad, posib ilitado por la institucin sistem tica de la esclavitud: frentea los trabajadores esclavos, el ciudadano libre apareca ahoraen todo su esplendor. Las primeras instituciones democrti-cas de la Grecia clsica aparecieron en Quos a mediados del siglo VI; la tradicin afirma tam bin que Quos fue la primeraciudad griega que import en gran escala esclavos procedentes

    del brbaro O riente14. En A tenas, las reformas de S oln fueronseguidas por un vertiginoso aumento de la poblacin esclava en la poca de la tirana, a la que sigui, a su vez, una nueva constitucin elaborada por Clstenes que aboli las tradicio-nales divisiones tribales de la poblacin, con sus oportunidades para el clientelismo aristocrtico, reorganiz a los ciudadanosen demos locales y territoriales e instituy la eleccin por sorteo para un ampliado Consejo de los Quinientos, que diri-gira los asuntos de la ciudad en combinacin con la asamblea

    popular. Durante el siglo V tuvo lugar la generalizacin deesta frmula poltica probulutica en las ciudades-Estado de Grecia: un consejo reducido propona las decisiones pblicas a una asamblea ms amplia que las votaba, pero que careca de derecho de iniciativa (aunque en los Estados ms popula-res la asamblea conquistara ms adelante ese derecho). Lasvariaciones en la composicin del consejo y la asamblea, y enla eleccin de los magistrados del Estado que dirigan su admi-

    tambin sus propias familias y en ocasiones fueron utilizados para reali- zar tareas militares.

    13 Victor Ehrenburg, The Greek state , p. 97.14 Finley, The ancient Greeks, p. 36.

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    nistracin, definan el grado relativo de democracia o de oli-garqua dentro de cada po lis. El sistema espartano, dominado por un eforado autoritario, fue el evidente antpoda del ate-niense, que lleg a estar centrado en la asamblea plenaria deciudadanos. Pero la lnea esencial de demarcacin no pasaba por la ciudadana constituyente de la poli s, por ms que sta estuviera organizada y estratificada, sino que separaba a los ciudadanos ya fuesen los 8.000 espartanos o los 45.000 ate-nienses de los no ciudadanos y de los no libres. La comunidad de la polis clsica, independientemente de sus divisiones declase internas, estaba erigida sobre una mano de obra esclavi-zada de la que reciba toda su forma y toda su sustancia.

    Estas ciudades-Estado de la Grecia clsica se enzarzaron

    en constantes rivalidades y agresiones mutuas. Despus de que el proceso de colonizacin hubiese llegado a su fin al terminar el siglo V I, la va tpica de ex pansin fue la con qu ista y eltributo militar. Con la expulsin de las fuerzas persas de Gre-cia a principios del siglo V , Atenas conq uist de form a gradualel poder preeminente entre las ciudades rivales del mar Egeo. El Imperio ateniense levantado en la generacin que va de Te-mstocles a Pericles pareca contener la promesa, o la amenaza, de la unificacin poltica de Grecia bajo el gobierno de una sola polis. Su base material se asentaba en la situacin y los rasgos peculiares de la propia Atenas, que territorial y demo-grficamente era la mayor ciudad-Estado helena, aunque slo tuviese unos 2.500 kilmetros cuadrados de extensin y unos250.000 habitantes. El sistema agrario del Atica ejemplificaba el modelo general de la poca, aunque quiz de una forma es-pecialmente pronunciada. Segn las medidas helenas, la granpropiedad agraria era la finca de 40 a 80 hect reas15. En e lAtica haba muy pocas fincas grandes, e incluso los terratenien-tes ricos posean cierto nmero de fincas pequeas ms que

    latifundios concentrados. Las propiedades de 30 e incluso 20 hectreas se situaban por encima de la media, mientras quelas parcelas ms pequeas no superaban probablemente las dos hectreas. H asta finales del siglo V , las tres cuartas partes delos c iudadan os libres posean alguna pro piedad ru ra l16. Losesclavos aseguraban el servicio domstico, el trabajo del cam-po donde cultivaban normalmente las haciendas de los ricosy el trabajo artesano. Probablemente su nmero era inferior al

    15Forrest The emergence of Greek democracy, p. 46.

    16 M. I. Finley, Stu dies in land and cre dit in ancient Athen s, 500-200b.C., New Brunswick, pp. 58-9.

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    de los trabajadores libres en la agricultura y quiz en la arte-sana, pero formaban un grupo mucho mayor que el total de los ciuda dano s. En el siglo V qu iz hubiera en Atenas de 80.000

    a 100.000 esc lav os p or un os 30.000 a 40.000 ciu dadanos17. Untercio de la poblacin libre viva en la misma ciudad y la ma-yor parte de los restantes en las aldeas de los inmediatos alre-dedores. La inmensa mayora de los ciudadanos estaba forma-da por las clases de los hoplitas y los thetes, quiz en unaproporcin respectiva de 1 a 2. Estos ltimos constituan el sector ms pobre de la poblacin, siendo incapaces de equi-parse a s mismos para los deberes de la infantera pesada. Le-galmente, la divisin entre hoplitas y thetes se haca por losingresos, pero no por la ocupacin o la residencia: los hopli-

    tas eran posiblemente artesanos urbanos, mientras que quiz la mitad de los thetes eran campesinos pobres. Por encima deestas dos ciases inferiores haba dos rdenes mucho ms re-ducidos de ciudadanos acomodados, cuya lite formaba un n-cleo de unas 300 familias ricas, situadas en la cima de la so-ciedad a te n ie n se 18. Esta estructu ra social, con su recono cida estratificacin, pero tambin con su falta de abismos radicales dentro del cuerpo de los ciudadanos, sent las bases de la de-mocracia poltica de Atenas.

    A m ediados del s iglo V , el C onsejo de los Quinientos, quesupervisaba la administracin de Atenas, se seleccionaba por sorteo del conjunto de ciudadanos, para evitar los peligros delpredominio y el clientelismo autocrticos, asociados con las elecciones. De los puestos importantes del Estado, los nicos electivos eran los diez generalatos militares que, lgicamente,recaan siempre en el estrato superior de la ciudad. El consejo dej de presentar resoluciones controvertidas a la asamblea de ciudadanos que ahora concentraba ya la plena soberana yla iniciativa poltica y se limitaba a preparar el orden del da

    y a someterle los temas decisivos para su aprobacin. La asam-blea celebraba un mnimo de 40 sesiones anuales, a las que po-siblemente asistan por trmino medio ms de 5.000 ciudadanos, ya que se necesitaba un quorum de 6.000 para la liberacin demuchos temas rutinarios. La asamblea debata y determinaba directamente todas las cuestiones polticas importantes. El sis-tema judicial que flanqueaba al ncleo legislativo de la polis estaba compuesto por jurados, seleccionados por sorteo entre

    17 Westermann, The slave systems of Greek and Roman Antiquity, p-

    gina 9.18 A. H. M. Jones, Athenian democracy, Oxford, 1957, pp. 79-91.

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    los ciudadanos, que reciban una paga por sus obligaciones para permitir el servicio de los pobres, como en el caso de los

    consejeros. Este principio se ex tendi durante el siglo IV a laasistencia a la misma asamblea. Puede decirse que no exista ningn funcionariado permanente, ya que los cargos adminis-trativos se distribuan por sorteo entre los consejeros, y la diminuta fuerza de polica estaba compuesta por esclavos esci-tas. Naturalmente, la democracia popular directa de la consti-tucin ateniense se dilua en la prctica por el predominio in-formal sobre la asamblea de los polticos profesionales, proce-dentes de las familias de la ciudad tradicionalmente ricas y dealta cuna (o ms tarde de los nuevos ricos). Pero este predo-

    minio social nunca se afianz o solidific legalmente y siempre estuvo expuesto a trastornos y enfrentamientos a causa de la naturaleza demtica del sistema poltico en el que tena queejercerse. La contradiccin entre ambos fue fundamental parala estructura de la polis ateniense y encontr un sorprendente reflejo en la condena unnime de la inslita democracia de la ciudad, efectuada por los pensadores que encarnaron su ini-gualada cultura: Tucdides, Scrates, Platn, Aristteles, Iso-crates o Jenofonte. A tenas nunca produ jo u na. teora poltica democrtica: prcticamente todos los filsofos e historiadores ticos de alguna importancia tuvieron convicciones oligrqui-cas19. Ar istteles cond ens la qu intaesen cia de sus o piniones en su breve y significativa proscripcin de los trabajadores ma-nuales de la ciudada na del E stado id e a l20. El modo de produc-cin esclavista que subyaca a la civilizacin ateniense encontr necesariamente su expresin ideolgica ms prstina en el es-trato social privilegiado de la ciudad, cuyas cimas intelectualesfueron posib les gracias al plustrabajo rea lizado en los abism ossilenciosos de la polis.

    La estructura de la formacin social ateniense, as consti-tuida, no fue por s misma suficiente para generar su suprema-ca imperial en Grecia. Para conseguir esto fueron necesarios otros dos rasgos especficos de la economa y la sociedad ate-nienses, que la situaron aparte de cualquier otra ciudad-Estado helena del s iglo V . En p rimer lugar, el Atica tena en Laurinlas minas de plata ms ricas de Grecia. Extrado principalmen-

    19 Jones, Athenian dem ocra cy , pp. 41-72, documenta esta divergencia,pero no se percata de sus implicaciones para la estructura del conjunto

    de la civilizacin ateniense, contentndose con defender la democraciade la polis contra los pensadores de la ciudad.20Politics, III, iv, 2, antes citado.

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    te por grandes grupos de esclavos alrededor de 30.000, el mineral de estas minas financi la construccin de la flota ate-niense que venci en Salamina a los barcos persas. La plata ateniense fue desde el principio la condicin del podero naval de Atenas. Adems, hizo posible la aparicin de una moneda tica que, caso excepcional entre las monedas griegas de la poca, fue ampliamente aceptada en el extranjero como instru-mento del comercio interlocal, contribuyendo as decisivamen-te a la prosperidad comercial de la ciudad. Esta prosperidad se vio favorecida todava ms por la excepcional concentracin en Atenas de extranjeros metecos, a quienes estaba prohibi-da la propiedad de la tierra, pero que llegaron a dominar la

    actividad comercial e industrial de la ciudad, a la que convir-tieron en punto central del Egeo. La hegemona martima queas se acumul en Atenas estaba relacionada funcionalmente con la organizacin poltica de la ciudad. La clase hoplita deagricultores medianos, que proporcionaba la infantera de lapolis, ascenda a unos 13.000, es decir, un tercio de todos los ciudadanos. La flota ateniense, sin embargo, estaba tripulada por marineros procedentes de la clase ms pobre de los thetes;a los remeros se les pagaba un salario y estaban de servicio ocho meses al ao. Su nmero era prcticamente igual al de

    los soldados de a pie (12.000), y su presencia contribuy a ase-gurar la amplia base democrtica del sistema poltico atenien-se, a diferencia de las otras ciudades-Estado de Grecia en las que slo la categora hoplita proporcionaba la base social dela polis21. La superior idad m onetaria y naval de Atenas fue loque dio fuerza a su imperialismo, del mismo modo que favo-reci su democracia. Los ciudadanos de Atenas estaban exen-tos casi por completo de toda forma de impuestos directos. En especial, la propiedad de la tierra que estaba legalmente li-

    mitada a los ciudadanos no soportaba ninguna carga fiscal, lo que constitua una condicin bsica para la autonoma cam-pesina dentro de la polis. Los ingresos pblicos interiores deAtenas procedan de las propiedades estatales, de los impuestosindirectos (tales como los derechos portuarios) y de las obliga-torias liturgias financieras ofrecidas a la ciudad por los ri-cos. Esta benigna fiscalidad se complementaba con la paga

    21 La tradicin afirma que la v ictoria de los marinos en Salamina hizoque las demandas de derechos polticos por los thetes fuesen irresisti-

    bles, del mismo modo que las campaas de los soldados contra Meseniaprobablemente haban conquistado para los hoplitas espartanos su ciu-dadana.

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    pblica por los servicios de los jurados y con un amplio em-pleo naval, combinacin que ayud a garantizar el notable gra-do de paz pblica que cara cteriz a la vida po ltica de Aten as22.

    Los costes econmicos de esta armona popular se desplazaron hacia la expansin exterior de Atenas.El Imperio ateniense que surgi a raz de las guerras per-

    sas fue un sistema esencialmente martimo, destinado a subyu-gar coercitivamente a las ciudades-Estado griegas del Egeo. La colonizacin propiamente dicha desempe en su estructura un papel secundario, aunque en modo alguno desdeable. Es sig-nificativo que Atenas fuese el nico Estado griego que cre una clase especial de ciudadanos en el extranjero o clerucos, aquienes se dieron tierras coloniales confiscadas a los rebeldes

    aliados extranjeros y que a diferencia del resto de los colonos helenos conservaban todos los derechos jurdicos en la me-trpoli. El continuo establecimiento de cleruquas y coloniasultramarinas durante todo el siglo V perm iti a la ciud ad la promocin de ms de 10.000 atenienses de la condicin de the-tes a la de hoplitas por medio de la concesin de tierras en el exterior, con lo que al mismo tiempo reforz enormemente su podero militar. Sin embargo, la base fundamental del imperia-lismo ateniense no radicaba en estas colonias. El auge del po-

    dero de Atenas en el Egeo cre un orden poltico cuya verda-

    dera funcin consisti en coordinar y explotar las costas e is-las ya urbanizadas por medio de un sistema de tributos mone-tarios recaudados para el mantenimiento de una flota perma-nente, que era nominalmente el comn defensor de las liberta-des griegas frente a las amenazas orientales, pero que de hecho era el instrumento central de la opresin imperialista de Ate-nas sobre sus aliados. En el ao 454, el tesoro central de la Liga de Delos, creada en principio para luchar contra Persia, fue transferido a Atenas; en el 450, la negativa de Atenas a

    permitir la disolucin de la liga tras la paz con Persia convirti a aqulla en un imperio de facto. En el momento de su es-plendor, durante la dcada de 440, el sistema imperial atenien-se abarcaba a unas 150 ciudades, principalmente jnicas, que pagaban una suma anual en dinero al tesoro central de Atenas y no podan mantener flotas propias. El tributo total proceden-te del im perio era, segn los clculo s, un 50 por ciento superior a los ingresos interiores del Atica, e indudablemente

    22 M. I. Finley, Dem ocracy ancien t and modern, Londres, 1973, pp. 45,

    48-9; vanse tambin sus observaciones en The ancient economy, pgi-nas 96, 173.

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    Grecia 37

    financi la superabundancia civil y cultural de la polis de Pe-riclesB. En Atenas, la armada que pagaba el imperio propor-cionaba empleos estables a la clase ms numerosa y menos

    privilegiada de los ciudadanos, y las obras pblicas que finan-ciaba entre ellas el Partenn constituyeron los ms insignes embellecimientos de la ciudad. En el exterior, los escuadrones atenienses vigilaban las aguas del Egeo, mientras que los dele-gados polticos, los comandantes militares y los comisarios vo-lantes garantizaban la docilidad de las magistraturas en los Es-tados sometido