“OVER”-Ramon-Marrero-Aristy

download “OVER”-Ramon-Marrero-Aristy

If you can't read please download the document

Transcript of “OVER”-Ramon-Marrero-Aristy

OVER Ramn Marrero Aristy 1 I Heme aqu en una calle de mi pueblo Por ella he transitado desde mi niez, y todo es to tan familiar, tan amable ordinariamente, de repente se me ha tornado extrao. Ex trao? He dicho bien. Todo ha cambiado para m; y sin embargo, estas tasas son las m ismas de ayer, y las personas que ahora veo, las mismas que me han visto crecer. He ah al obeso seor Almnzar. Cuando yo nac era regidor del Ayuntamiento y an lo es. All se abanica tu brillantsima valva don Justo Morales, prestamista durante toda s u vida y presidente del Club; alcanzo a ver dormitando la siesta en la acera de su casa, matado en cmoda mecedora, al ventrudo seor Salustio, siempre enfermo del hgado y quejumbroso de su situacin. Yo me palpo y soy el mismo. Como el primer da m e sigo llamando Daniel Compr; o mejor dicho: Daniel, que es como me llaman todos. Y sin embargo, he de reconocer que todo esto que me rodea, vito por m a cada ama necer hasta hacerme hombre, se ha tornado hoy en algo que me repele; y una gran sensacin de soledad se ha adueado de todo mi ser. Es indudable, hoy no es ayer ni maana ser hay. Esta lgica sencilla, pero irrebatible e inmodificable existe, es pal pable. Aqu estoy solo. No lo puedo dudar! No me lo justifican las ltimas palabras de mi padre? Lo dijo bien claro. Me parece orlo. Lo oir siempre: No deseo que turbes ms mi paz. Molestas a mi mujer, me molestas a m; eres una sanguijuela que pretende chuparme la sangre. Vete! S. Eso fu lo que dijo. Y mientras sus duras palabras me p egaban en el rostro, mi madrastra, con cara de Mefistfeles, sonrea desde una puert a. Y si no fuera por el hambre que me atormenta, creera que todo fue un sueo, pero demonios! aquella repleta mesa se perdi para siempre... Mas, pienso a rengln segui do: es esto para un hombre joven? Si y no; o mejor dicho: no y si. No, porque sie ndo joven, natural es que se tengan fuerzas, mucho orgullo y un aspecto agradabl e, por todo lo cual no se puede dudar que se es 4ueo de la vida. S, porque si se t iene orgullo no se pide, y hoy nadie ofrece; porque si se busca trabajo no se ha lla, y adems, porque n este pueblo cualquier extrao les roba el alma a todos, para con los que conocemos nadie es aquel noble y hospitalario dominicano que aparece en las crnicas y que segn afirman existe en el Cibao. El Cibao, ah, el Cibao! Pero esa rica regin est a muchos kilmetros de aqu; endiablados kilmetros de carretera gris , quemada por este sol tropical, que es ideal, cantado por los poetas, pero terr ible cuando se le soporta de lleno. Si yo tuviera aquella lmpara de Aladino en mi s manos para frotarla :zis!... Y se abrira para mi el alma de algn mister del centr al azucarero, o me caera del cielo una buena mesa con algn lechoncito ricamente as ado, y platos de ensaladas, y pan dorado, y... ay! Para qu soar? Cierto es que frent e a m est el central de avenidas hermosas y casitas de ensueo, pero slo ofrece su tie mpo muerto como un portazo a todo el que solicite trabajo. Pero, se debe perder la calma porque su padre le haya dicho a uno cosas como sanguijuela, y luego falta ra poco para que le despidiera a la francesa? Pensemos en ello. Es innegable que hoy no se tiene un centavo, que se est slo en el mundo an en este pueblo donde se h a criado uno, que ya los compaeritos de los dulces das de la infancia no

aparecen. Unos son seores licenciados, doctores, o simplemente grandes propietari os; otros, herederos afortunados, por designios del destino o de la vida, la vida ! Ella nos junta en la escuela cuando somos inocentes, y all llegamos a la intimi dad, practicamos la camaradera. Se necesitara ser nio corrompido para tener nocin de superioridad social en esa poca! Pero despus... Oh, las cosas cambian! Cada uno co ge su rumbo. Unos nacieron para esto y otros pera aquello. Estos tienen dinero y aquellos no. Cada cual toma su senda, ste hacia arriba, aquel hacia abajo; quien se va metido en un cajn entre cuatro, hacia el cementerio. De ese no se habla ms. Y luego, los que fueron en contrarias direcciones, se hallan un da en la vida: " Adios". Adis". Al ms dichoso le queda una duda: Nos conocimos?... Pero, dnde? Cmo? !... Fu en la escuela!. Y como en su rostro se reflejara una emocin pasajera, la dam a que va a su lado bien esbelta, bella, traje fantstico le pregunta mimosamente: Te mo lest ese hombre, querido?. El responde: Oh, no, mi vida! Slo me trajo un recuerdo... Y sin decir ms, siguen... hacia una diversin, hacia el hogar feliz. El otro, desaliad o, envejecido antes de tiempo, murmura: Es don fulano!. Y tambin sigue, pero hacia dnd ?..: Me he desviado un poco de mi centro. Deca que no se debe perder la calma y tr atar de conservarla. All viene el seor Andjar; le ofrecer un saludo amable. Este seor siempre me ha distinguido, porque es gran amigo de - mi padre. Ya pasa rozndome.. . Adios!, le he dicho con amabilidad. Me ha mirado a travs de los cristales de sus e spejuelos y simplemente ha inclinado la cabeza con aparente dignidad. Qu Taro es e sto! Qu podr ser? Le habr dicho mi padre que yo una vez...? Pero no lo creo, porque c ualquier hijo dispone de unos cuantos pesos de su padre sin que esto sea motivo para merecer el desprecio pblico, y sobre todo si el padre no es amigo de dar y u no lo ha hecho con la idea de comprarse un traje nuevo, prestarle algo a un amig o en apuros y asistir a una diversin. Qu diablos! Esto es poca cosa. Sin embargo, p arece que le ha dicho algo, porque ese gesto no denuncia otra cosa. Estos seores son harto sensibles con sus bolsillos. -Yo reconozco que los muchachos que como yo tienen pretensiones de escritores, poetas y cosas por cl estilo, son mirados como verdaderas alimaas y arrojados por intiles e ilusos. Qu gente tan incomprensiva ! Desistir del seor Andujar. Pero pensemos en el seor Mndez, en don Justo, en el seor Almnzar... Ah, ah, querido! Ya vers que no te hallas tan solo en la tierra. Esos s eores tienen hijos a quienes aman, esposas, queridas. Pagan sus cuotas en el club ; estn suscritos al Listn Diario" y a La Opinin; satisfacen sus contribuciones al gob ierno; son persones civilizadas que comprenden que la sociedad est integrada por elementos que no pueden vivir aislados entre s, como deca mi profesor de octavo gr ado. Ellos saben que la perfeccin del funcionamiento de los organismos ms complica dos, se debe a la colaboracin espontnea que existe entre todos sus miembros, y ms an , a la que existe entre las partculas vivas que forman los tejidos de esos miembr os. Gente as no me puede faltar! Voy decidido a emprender la agradable tarea de pr oporcionarles a mis semejantes una oportunidad de ser humanos, esplndidos, dando muestra de su comprensin.

Han pasado unas pocas horas unas pocas horas nada ms! y cun arrepentido estoy de habe r pensado que estas gentes eran como me las imagin. Todo es diferente. Aqu slo hay. .. Nada! Que las cosas no son como uno las piensa. Y yo que cre... Pero slo una coc inerita me sonri en una de las casas que visit. Los hijos de esos seores parecan eng olfados en importantes lecturas, mientras yo conversaba con sus padres exponindol es mis sencillos planes de ayuda mutua. Ellos me prestaran dinero, yo trabajara y les pagara sus haberes; luego yo quedara solo, encarrilado, dueo de mi destino. - E ste sencillo plan reyel unas cuantas arrugas en las caras de algunas seoras esposa s, y los dems... tan distrados! Y luego, las frases de don tal o don cual: .Joven, yo lo lamento, pero no me es posible; reconozco sus buenas cualidades, pero usted comprender;.. Yo no puedo arriesgarme... Adems.... Ya, cuando han a esa parte, yo t ena el sombrero en las manos y me hallaba en disposicin de marcharme. Asi es la vid a! * * * En estos momentos me hallo en la parte alta de la ciudad. Al fondo se ven las in mensas chimeneas de las factoras del central azucarero. No despiden humo. Parece que se caern la una sobre la otra. Tan altas son que esta ilusin se produce consta ntemente. La arboleda cubre las viviendas de ensueo del central. All mora gran nmer o de empleados que ante m se presentan como los seres ms felices de la tierra. Tie nen esposas, hijitos. Son Jvenes en su mayora; viven en esas casitas tan lindas, t odas pintadas de un mismo color, con sus jardinillos en frente, llenos de flores , de vida. Y con su pan tan a la mano! Rinden sus tareas en los diversos departam entos de la compaa y cuando terminan sus jornadas, vienen a sus casas, besan a sus jvenes esposas, acarician a sus nios, toman el bao, y luego, ponen la radio a toca r y leen un peridico, un.,... Eso es vivir feliz y humildemente! Y seguira soando si no me atormentara tanto el estmago, pero... Demonios! Esto es lo que se llama hambr e? Pues no tengo gusto en conocerla, Mejor quisiera aquella maravillosa lmpara... Pero ya vuelvo a soar y esto no es conveniente. Ahora recuerdo que me queda un a migo. Se trata de un buen hombre que fue pen de mi casa. Se llama Julio. Yo le de fend muchas veces, 1. trat mejor que los dems y hasta le regal alguna Ahora tiene un ventorrillo; voy a ocuparla, pues por poca cosa que tenga un ventorrillo, all se pueden hallar guineos, mangos y naranjas. Cuatro zancadas y ya veo la casa. Me acerco fingiendo que paseo, tal como corresponde a una persona de mi condicin. Ll ego a la puerta y me detengo. Oh vale Julio! exclam en tono amable. Qu tal, don Daniel ito? me responde sonriendo. Dichoso los ojo que lo ven! Y al instante agrega solicit o: Epere que le limpie esa caja, caramba. Nosotro semo probe, pero ut siempre aqu e st bien ilegao.

Ha dicho esto con tanta alegra, tan sencillamente, que me ha conmovido. Si supiera este buen hombre que no he venido por l, sino por sus guineos! No se apure, vale. Yo no soy pretencioso. Eso le digo, y luego, como quien acaba de comerse una ga llina, pregunt: ...Y esos guineos? Y l responde: Son como azcar. Y comienza a desprend erlos del racimo. Vaya probndolo, insina. Me lanzo sobre ellos con tal avidez que me olvido de encubrir las apariencias y trag desesperadamente, como un loco. Dulces, vale Julio, dulces... murmuro engullendo. A poco estoy lleno hasta la nuez. Ahor a es lo serio. Tengo que simular. Qu hacer? Me he creado una molesta situacin. Pero logro dormir mis nervios y permanezco durante media hora comentando la sequa o c ualquier tontera con el vale. Hasta que por fin llega el momento ms oportuno para partir. Entonces me pongo de pies, me llevo una mano al bolsillo y exclamo: Ah! y l o digo con aire de tonto. Vale Julio olvid la cartera... Qu cosa! No se apure. No se apure corta mi noble amigo. Me lo paga luego. Eso no vale nada. Y el buen hombre s onre, sonre. Diablos! Por qu sonreir as? Sabr el...? No es del todo imposible. Las e comentan mucho en un pueblo. No puedo soportar esta idea y me marcho cuanto an tes, verdaderamente avergonzado. * * *

La noche se me ha echado encima sin ninguna ceremonia. Hay en las calles una pro fusin de vehculos, gentes y polvo, que me hace dao. Creo que en el nico sitio donde se puede estar ms cmodo es en el parque principal del pueblo y camino hacia all. La s aceras desunidas, estn salpicadas de vecinos que en chanclos y en mangas de cam isa, leen los peridicas o comentan los chismes del da despreocupadamente, a la cri olla usanza, mientras toman el fresco. Los muchachos juegan a la luz de las bomb illas del alumbrado pblico. A poco la arboleda del parque se destaca a mi viste. Entre las ramas juguetean los rayos de la luz elctrica. En los paseos se ven seori tas vestidas lo ms elegantemente que les ha sido posible, luciendo sus encantos a os hombres del pueblo. En algn banco, una parejita integrada por los indefectible s l y ella, se enamoran como pichones. El, casi abrazndola, le murmura cosas al odo. E la, le oye como en un xtasis y de rato en rato despierta riendo histricamente. En otro banco, un grupo de contratistas, colonos y otros individuos que viven del c entral, hablan de poltica internacional o criolla, de toneladas de caa, precios de l azcar, del poder de sus equipos de trabajo, integrados por bueyes, carretas y h ombres. Por all, unos muchachos vociferan y corren detrs de un loco mendig. Suena m ontonamente el timbre del cine que est frente al parque. Las muchachas vestidas de seda, siguen su paseo con aspecto de pavos reales. Algunos mocitos tmidos, sigue n tras ellas a una distancia que les deje entrever sus intenciones, sin ocasiona r protestas hipcritas. Las hembras se solazan y sus carnes jvenes y mrbidas tiembla n oprimidas por los ceidos trajes.

Yo, desde un banco los contemplo a todos, felices, despreocupados, seguros de qu e esta noche hallarn una buena cama donde dormir. Los veo. Ellos desfilan indifer entes ante m, como si yo no existiera. De momento aparece una figura que me es co nocida y que cruza el parque a largos pasos. No me equivoco, se trata de mi padr e, el seor Lope Comprs. Ya casi lo haba olvidado, pero al verlo pasar como un extrao cerca de m, me siento sublevado y apenas puedo contener el deseo de gritarle:Qu has hecho? Porqu me dejas as? Debiste darme para el camino! Yo no estuviera en la tierra si no fuera por ti; y ahora me dejas solo, solo!, sin profesin, sin oficio, sin na da! Pero reprimo ese deseo y a pesar de mi amargura no digo nada. El profundo con ocimiento que sobre mi Padre tengo, me ha cerrado la boca. Qu ganara con hablarle? Nada. El viejo tiene sus ideas; no entiende esas cosas. El hecho alarmante de ha berle gastado algn dinero en ciertas ocasiones y el no menor de haberle o mis der echos de hombre y de hijo delante de mi madrastra en momentos en que ella preten da humifiarme, le han vuelto contra m; o eso ha servido de pretexto para que descu briese sus deseos de echarme porque adivino que en el fondo ya hacia tiempo que tena su resolucin hecha. Se mostraba desconfiado. Me consideraba un sujeto peligro so pera sus intereses, y como es un hombre o, jams se ha explicado cmo a mi edad n o vivo por mi cuenta. Ahora recuerdo una historia la suya que me he contado ms de c ien veces. Mi abuelo su padre no fu con l todo lo bueno que se debe ser con un hijo. Era hombre muy rudo de campo, y desde pequen dedic al hijo a faenas dursimas. Mi pa dre creci casi a la intemperie, perdido durante largos perodos en los montes, en c ortes de madera, en conucos solitarios, abiertos en el corazn de montes inmensos. Los cortos das que pasaba bajo techo, era sufriendo el desagradable trato de una madrastra irascible. Y as, explotado, desconocido como ser humano, lleg a hombrec ito. Fu entonces cuando el viejo le dijo: Amigo, ya lo he criado. Vaya ahora por a h a ver cmo vive. Eso ocurri en un campo. El muchacho se fu cabizbajo, mochila al ho mbro, rencoroso, con ganas de incendiar la tierra. Luch rudamente. Como tena par S onalidad, se hizo dueo de una seccin rural. All fu un verdadero cacique. No haba moza que no se le entregara, porque adems de buena presencia, buenos caballos y diner o, posea esos arranques de macho ante los cuales se desmayan las hembras sin cond icin alguna. Los hijos abundaron, pero ninguno vivi con l. Eran el producto de cual quier cpula salvaje bajo la lujura de los montes. Uno de esos hijos soy yo. Y ahor a, al compararme con mis otros hermanos, y al recordar cmo mi padre fu criado y en qu forma vivi, comprendo que mucho ha hecho con darme comida hasta hoy. Mi indign acin se ha apagado ante la evidente razn. * * * De un vagn de los que emplea el central para el transporte de caa, he hecho mi dor mitorio. Mi americana tendida en el piso, yo sobre ella, y sobre m, el cielo estr ellado. Las horas van lentamente. El sueo se me ha fugado. Cerca, las grandes fac toras muestran mil ojos sin luz, mientras las ranas croan, croan, croan... De rat o en rato, un sereno lanza al espacio el grito de su silbato. Ladra un perro. Ca nta un gallo. Silencio.

II Las ocho de la maana. Me hallo en la puerta principal de la gran bodega del ce ntral azucarero, esperando la llegada del manager. Procuro, mientras tanto, reco rdar algo sobre este hombre a quien he visto muy pocas veces, a fin de dirigirme a l en una forma adecuada. Pero las cosas que he odo decir acerca de este magnate no son muy halagadoras. Se llama Mr. Robinson, tiene unos cincuenta aos que no a parenta. Es ms obeso que un tonel y segn dice; tiene un humor de todos los diablos . Cuyas son historias como esta: cuentan que hasta el asistente o segundo manage r un mister latinoamericano, llegse un mozo en busca de trabajo. Segn me contaron, e l muchacho tuvo la fortuna de obtener del segundo una plaza en la tienda central . No se haba percatado de ello Mr. Robinson, debido a su costumbre de no mirar ni saludar a quien no pertenezca a su raza costumbre- que practica hasta el extrem o de que empleados que llevan diez aos en su oficina, a su lado, no le han odo dec ir buenos das, hasta que hallndose una maana en la puerta de su despacho, asomado a la tienda, mirando a la gente que llegaba y sala, vi entrar al joven taconeando con unos zapatos muy a la ltima moda. Mirle de pies a cabeza. Hall que tena un talle muy largo, la cara llena de barros, la camisa deportiva y muy limpia... y al instan te llam a mister Lilo que as se llama el asistente. Cuando lo tuvo frente a su escri torio ya haba movido su humanidad hasta all, le pregunt fingiendo extraeza: Lilo, est ombri largo de camisa de Jersey, trabajando aqu? S, Mr. Robinson, respondi el subalte rno. Oooh! exclam el norteamericano como sintiendo nuseas. Sacando ese hombri muy pro nto de aqu, muy pronto! Mi no queriendo verlo ms, comprendi? Y qu hacer? Al instante e l muchacho fu despedido. Me dijeron fuego que era un excelente empleado y una bue na persona, pero bast con que el manager no estuviera de acuerdo con que la natur aleza le hubiese dotado de un talle poco comn, y que por aadidura llevase camisa d eportiva y zapatos con tacones de suela Y tambin cuentan de l lo siguiente: Cierta vez, uno de los encargados de tiendas - de campo, individuo que contaba ms de do . aos rindiendo buena labor, tuvo la mala fortuna. de dirigirse al manager en sol icitud de un permiso, segn su carta, para ocuparse de su salud, no muy buena en e sos das. Ley Mr. Robinson la carta, y al pie de sta, el nombre del encargado de tie nda. Quedse con la vista entornada como quien registra el pasado, mientras tambor ileaba con los dedos sobre el cristal de su gran escritorio. A poco se le oy excl amar: Oh, caramba! M cre que ricuelda! Y llam al asistente. Presentse ste. El jefe le egunt sin prembulos: Este que firmando aqu, no trabajando en el planta elctrica del pu eblo alguna vez? El asistente se rasc detrs de la oreja, forzando el cofre de su m emoria para hurgar all lo que deba responder a su jefe; hasta que al fin, con la a legra reflejada en el rostro, como si hubiera hallado un caudal, contest: S, Mr. Rob inson; cuando l era pequeo sirvi alli de mensajero. Ah, ah! exclam el ventrudo rubido tando ese hombri seguido! Ese hombri una vez haciendo para m un cosa muy mala! Muy mala! El cosa muy mala que el empleado haciendo para l cuando nio, fu lo siguiente: C mo se ha dicho, el chicuelo era mensajero de la planta elctrica del pueblo. Manda do que fu a llevarle una nota al referido personaje con instrucciones de que espe rase respuesta, el rapaz, que era bastante impaciento, se dirigi al seor del gran escritorio:

Oiga, mistar. Yo espero contestacin y hace meda hora que estoy aqu. Se volvi el blanc o y en tono despectivo exclam: Oh, machacho! Mi no hablando con gentes de tu tamao! P u aquello como acercar fuego a la plvora. Sinti- se herido en su amor propio el peq ueo, y acto seguido le espet la siguiente andanada de palabras de su repertorio: Bla nco del diablo! Barriga e pandero! Lo que ust busca e que le saque a pedr los quintal es de bo- -iga que tiene en esa panza! El yanqui gritaba alarmado: ---Oh, diablo, diablo! Sacndom de aqu este diablo! Y el chicuelo, que saba cmo se cumplan las rdenes Mr. Robinson, puso pies en polvorosa diciendo horrores de la progenitora del am ericano y de otros miembros de su familia a quienes pareca conocer de viejo. Este desagradable recuerdo motiv que diez o do. ce aos ms tarde un hombre perdiera su e mpleo. Y como sta, y an peores, del seor manager se cuentan muchas historias. * * * Veo una especie de fardo blanco que asoma su volumen por aquella avenida. Mucho se parece a una persona, y siendo una persona, no se puede dudar de su identidad . Solo mi hombre tiene una fachada semejante. No me he equivocado. Es el seor man ager que hoy ha querido hacer ejercicio y permiti que el chfer trajera el automvil sin su carga. Supongo que el vehculo debe estar de plcemes, y si lo viera, con tod o y ser una mquina y aunque la gente pusiera en tela de juicio el equilibrio de m is facultades mentales, lo felicitara sinceramente, porque ni a los hierros les d ebe ser grato echarse encima un volumen como el de este seor. Acaba de entrar. Me doy algunos paseitos mirando los escaparates de le gran tienda en lo que el suj eto se despoja de su americana y toma posesin de su asiento. Han pasado unos diez minutos y creo que es tiempo sobrado para haber realizado esa operacin. Me encam ino a la puerta de la oficina. Ya estoy frente al enorme seor. No ha levantado la vista, a pesar de que sabe que alguien est frente a l; pero no hay que desanimars e, es su costumbre. Carraspeo un poco, y como no se da por enterado, le hablo: Mr . Robinson... Yo deseo que usted me permita algunas palabras. Me mira. Qu ojos tan azules y desconfiados! Parece que no es posible entablar relaciones cordiales c on su dueo. Se dira que tema ensuciarlos mirando a personas que no sean como l. Habl ando pronto, exige en tono poco amable. S que no debo perder tiempo y digo: Deseo t rabajar en este departamento. Tengo experiencia en el oficio, porque en mi vida no he hecho otra cosa. Nunca haba vendido una libra de arroz, pero lo dije con gr an serenidad. -Dnde trabajando usted anteriormente? En muchas partes. Yo... Mi pregun ta que donde trabajando usted la ultima vez! -

Ah! Ya entiendo... En Barahona! Cunto tiempo? Cinco aos. Por qu saliendo usted? Ee enunci porque tena aqu un pariente enfermo. Usted comprender... Basta! me corta spero o tengo tiempo de pensar. He dicho una porcin de mentiras que no haba preparado. E stoy en el aire. El americano oprime un botn y se presenta mister Lilo. Arreglando este hombri para mandarle al campo, ordena el jefe. El segundo se inclina ante l y con la mirada me indica que le siga los pasos. Nos trasladamos a otro departam ento. Casi no puedo explicarme lo ocurrido. Cuesta tanto trabajo obtener un emple o de stos! Y sin embargo a m, en la forma ms precipitada y extraa, sin que yo mismo me enterase de que se me haba aceptado, al fin de un dialogo harto accidentado, a pesar de lo breve, acaban de recibirme como bodeguero del central. Tiemblo de a legra. Y no es para menos despus de slo haber comido guineos el da anterior y haber pasado la noche a la intemperie. Pellzcome muslos y manos para convencerme de que no sufro una pesadilla echado en el duro vagn. Pero no hay duda. Estoy despierto . Me indican que ocupe un escritorio. Un taqugrafo me ofrece un formulario en el cual se pregunta desde nombre del solicitante de empleo hasta cuales son sus ide as filosficas, pasando, desde luego, por aquello de si toma drogas, bebidas alcohl icas, si es terrateniente, cual es su temperamento, y si no me equivoco, tambin s i el mortal que tenga la obligacin de contestar todo eso, alguna vez en la calle ha tropezado con un comunista. Lleno el formulario en el acto. Luego el taqugrafo me pregunta en voz baja: Sabe usted que va a ganar ocho pesos semanales en una bo deguita de campo? No lo saba, pero respond que si. Entonces, firme aqu. Me extiende una hoja impresa en ingls. Por algunas palabras que mal entiendo de ese idioma, m e entero de que se trata de fianzarme, nada menos. Una compaa de seguros de allend e el mar, se hace responsable de m, sin yo conocerla... y sin conocerme, es natura l! Espere un momento---. dice nuevamente el asistente. A poco viene un alemn color ado como un tomate maduro a quien he odo llamar mister Baumer. No s por qu su cara me recuerda la de un stiro. Me examina de una mirada y me lanza a quemarropa: Usted es el hombge? S seor. Espera en aquel auto. Yo va en seguida. Se le nota que hace e sfuerzos por evitar la g. Obedezco --no hago otra cosa desde que entr aqu.., y ya in stalado en el vehculo veo venir al teutn seguido de otro empleado. Traen un maletn, una balanza y una cuerda para colgar dicho instrumento. Ocupan el asiento delan tero. El alemn toma el volante. Resopla el motor mientras el automvil realiza mani obras. Luego, se tiende calle arriba, hacia el pueblo, tragando brisa. La ciudad se ha quedado detrs, llena de indiferencia. Cuando se vuelve la mirada, se ven las inmensas chimeneas elevndose al cielo, como robando nubes. Frente a n osotros se arrastra la

carretera gris, flexible y larga. A nuestros lados se fugan paos de montes, potre ros, bateyes diminutos que escapan miedosos, caaverales, bueyes. Solo, en el asie nto trasero, tirado como un fardo, observo la nuca poderosa como de toro, del al emn que conduce la mquina. Ni una palabra, ni una mirada me ha dirigido. Comprendo al instante que se me lleva all como se lleva una cosa. Algo raro me sucede. No cre que una alegra como la que experiment al salir del despacho del manager, comenz ara a desvanecerse tan pronto. Esta completa indiferencia hacia m, el silencio tem eroso de los empleados de aquella oficina, gentes que se mueven como sombras, lo s dependientes hablando en voz baja y como temiendo constantemente una llamada d el jefe, a quien tienen que obedecer sin errores y sin demora; todo eso me ha ca usado una desagradable impresin; me ha dejado en una especie de vacio, con un pre sentimiento que no llego a definir. En cambio, con cunta desenvoltura haca sonar su s grandes botas el alemn! Qu dueo de s mismo el asistente o segundo manager! Y el gra n norteno, en su espacioso escritorio, echado hacia atrs en aquel cmodo silln, luci endo su gran boca de batracio y su vientre enorme, como un rey en su trono. Nunc a olvidar a esos hombres que hablan fuerte y pisan como militares. Ni tampoco se me borrar la visin de aquellos empleadillos encanecidos algunos, a pesar de ser jven es -adosadosa sus escritorios como una maquinilla u otro instrumento del servici o. * * * El hambre y el ronquido montono de la mquina me van adormeciendo, y lo que conozco de la gran compaa, pasa por mi mente como una cinta cinemato grfica... Veo al admi nistrador en una especie de alczar que le sirve de residencia, rosado, saludable, rodeado de unos veinticinco sirvientes, mirando abstradamente el mar. Quizs piens e que no puede conducir a la vez sus cinco automviles y que su sueldo mensual nec esita cuatro cifras para escribirse en dlares. Luego, como una procesin, van desfi lando los subalternos: el subadministrador hombre activsimo, cuya rigidez s1o puede ser comparada con la del hierro.. Tambin su sueldo necesita de las cuatro cifras. Siguen los jefes de departamentos, que son algo as como los secretarios de estad o de esta repblica que es el central. Se denominan superintendentes, y los hay de trfico (encargado de los frenes), de construccin, de cultivo, de crianza. Existe el auditor, que maneja las finanzas y todas las oficinas, y finalmente, el enorm e de lo que ellos llaman Stores Departament. Sus sueldos oscilen entre los ochoc ientos y seiscientos dlares al mes adems de mil comodidades y servicios que se aade n a estos cargos que son verdaderas canongas. Van detrs los dems empleados de tresc ientos, doscientos, cien dlares mensuales. Todos con rarsimas excepciones---- extra njeros que ocupan la mejores residencias destinadas a empleados en las avenidas d el batey central Y finalmente, los empleadillos del gnero de aquellos que parecen formar parte del escritorio, a quienes sospech tan felices en sus casitas verdes , con sus mujeres cariosas y sus hijitos pequeos. La mquina ronca, ronca. El alemn p arece de plomo. Su compaero contemple el paisaje que se fuga veloz. De momento un impacto me sacude el adormecimiento. Ruge el motor. Es una recua de burros carg a.. dos de vveres y carbn, que va hacia el pueblo. Sus guiadores, hombres y mujere s ennegrecidos, rotos y macilentos, miran con horror nuestra mquina, desesperados porque sus animales se han dispersado. El blanco, al moderar la marcha, ha lanz ado una palabrota en Ingls

o en alemn, que a juzgar por tono el debe significar algo atroz. El empleado sigu e mudo. Pasamos sin cuidarnos de los campesinos ni de sus animales. La mquina rea nuda su marcha. Vuelvo a dormitar. Un kilmetro ms all, el automvil disminuye nuevame nte velocidad. Cambia de direccin. Ahora los saltos no me permiten reposo. Saco l a cabeza y veo que hemos abandonado la carretera y vamos por un carril que semej a una cicatriz en el vientre del gran caaveral. Los haitianos con quienes tropeza mos se lanzan asustados entre la caa. El vehculo contina dando tumbos. El alemn pare ce un dios que domina el motor. Apoco aparece un batey a la vista. Casitas en hi leras paralelas, todas blancas, menos una, que fuera de orden, aparece negra com o el carbn, despidiendo hamo por una chimenea que le sale del techo. Es la bomba. Detrs se levantan tres barracones con los ojos abiertos. Ms all, la bodega, pequeit a aplastada, se encoge en un rincn. III Llevo dos meses en un batey sin nombre, porque los fundadores de este centra l, en su afn de abreviar tiempo y despersonalizar tanto a las gentes, a los sitio s como a las cosas, lo han numerado todo. Y es cierto que he matado mi hambre, p ero no s qu hacer con es te hasto que me engulle da y noche. El batey es pequeo. Slo t iene unas treinta casas, y en l no vive pereona alguna con quien pueda hablar de las cosas que pienso. Porque all est el viejo Dionisio, el mayordomo del contratis ta, pero de ese que podra decirse que se ha tragado la lengua. Cuando no va en su mula baya mirando las cosas como si no las viese, dormita en el balcn de su casi ta blanca despidiendo el tufo del ron que se ha bebido durante el da. El nico que habla por cinco y hasta por diez, es Cleto, el polica del Central, un cibaeo color ado como un camern y borrachn hasta ms no poder. Demonio de hombre este! Al principi o no me gustaba, pero luego, observndolo bien, oyendo su inagotable torrente de d ichos e historias, se me ha revelado su verdadera personalidad y ya le encuentro muy simptico. Desde el amanecer monta en su mulo blanco, y como su casa est conti gua a la bodega, al instante le tengo apoyado en la ventana, pidindome su maana, la cual consiste en medio vaso de ron. Y si ese da tiene que prestar algn servicio ur gente, dice pocas cosas, toma otro trago "pa no quedarse cojo, y se marcha. Pero s i puede perder un poco de tiempo, ya voy a or historias de sus amores y de sus com bates! Por all se acerca. Cre que se hallaba en el batey vecino, haciendo la rueda a una querida que tiene all, y por la cual la buena de Nica la mujer de entre-casa que tiene aqu, callada y taciturna como una figura de la desesperanza, vive ahog ada en celos. Y no me causa extraeza que haya dirigido el mulo hacia ac, ya que no puede pasar cerca de la bodega sin darse su palo.

Despus de atar las bridas del mulo en una de las delgadas columnas de madera de u na especie de balcon que tiene la bodega para que los compradores medianamente e scapen a las inclemencias del tiempo, se ha pafado delante del mostrador, y como desde all no se me ve, porque estoy en el depsito, suena su voz inconfundible: Bode guero, bodeguero! Saiga deso rincone y venga a poneime una toma. Ut t viviendo mejo i que laminitradol dei centrai. Sonro y voy a servirle, y no bien lo he hecho, cua ndo ya tiene el vaso en la diestra y levantndolo a la altura de sus ojos haciendo como que mira a travs del cristal y del ron el paisaje que ofrecen los caaverales , dice: Ay, bodeguero! Asma e como m bonita se ven la cosa! Y bebe de un trago el esp irituoso ron. Hace un gesto de desagrado, escupe y comenta: Me va a cotai cambiai esa maica, poique ya tan dandola.. - Aicnceme un chin de agua. Le dejo escupiendo y voy por lo que me ha pedido. Cuando estoy de regreso, antes de tomar el agua, inclina el cuerpo sobre el mostrador, y mirando hacia su casa me pregunta en ton o confidencial: Ut no le ha odo n a Nica? A Nica? Pero qu le voy a or, si ella no h no habla vale? dice sorprendido, - echndose hacia atrs. Yo soy e lnico que le conoco puiga. Ut la ve asina dique calata, con su cara de angelito, pero tiene la msica po l dentro! Sin embargo, siempre la he tenido por una mujer inofensiva. Ay, vale! Asi na taria ut en su mano. Eso lo dice ut poique e mozo y no ha lidiao mujere. Eso so n lo pjaro ma mal enjendrao que ut pue jallal. Mire que eta ma...! Lo nico, que se ha trompezao conmigo, que no se me pu roncai ni andaime con periquito; que si ella se hubiera dao en n un pendejito ya se le hullera montao ma jarriba e la cabeza. Pero conmigo... Claramente, con un gesto, sugiere el resto de su frase. Luego b ebe un poco de ron, carraspea, escupe de nuevo y mira otra vez los caaverales con gesto de esoacin. Bodeguero dice entrecerrando los ojos. Yo le aseguro que ya lo som bre no son un pie sucio de lo que eran en m tiempo. Yo me veo dique a do mujeicit a y ni an me conoco. - Jai caracha! - . Mire! Le voy a contai una bitoria de lo ti empo en que yo vine a eta finca poi primera ve.... Vuelve al ron, toma agua y me dispone a cumplir su promesa. Sin ms prembulo comienza a hablar: degracio, cuando llegu poi - Andaba juyendo, poique le haba paito ei pecuezo a un primera v a l ete. Era e neso tiempo que se taban abriendo la turnaba, y ea dinero corra poi lo car rile ni e l agua en caa cuando llueve duro. Dende que me met aqu me sent ni an pueic o flaco en batatai bien parlo, poique ganaba dinero en baibarid y ei da y la noche eran coito para correti, andai enun caballo que e slo vala un dinerai, mujerl el dao. Yo taba encaigao de abr un baibarid e tumba, y tuve la sueite de trompezame con e i maidito hombre ma pech pa cogese lo ajeno que he visto en la tierra. Era un con denao mayoidomo de lo lao dei Su, que me repoitaba cantida jepeone que no esetan, p oique eran nombre faiso; y lo da je pago, cuando yo diba a la oficina a cobrai, no haba chivo e Neyba que saltara la jang e papeleta! Jaca el cobro, y dende que voltia ba la cara... ah ta ej maldito hombre ni an perro veln aonde matan un pueico! Y den de que yo jaca asma y picaba pa dime... ah diba ei condenao atr de m como el que va s iguiendo gallina! Desimulaba jata sal del batei, pero dende que no lo vean clavaba el mulo y a poquito me dada aicance, poique yo lo esperaba en cuaiqui carr. No jaang otbamo en medio de una pieza e calla, y seguido se prencipiaba ei repai& Aqu tan lo de lo peono, aqui tan la chir?pa dipu, toa esa loma que sobraba la paitiamo entre lo d!... Vale, que jang e papeleta!. Despus de esta exclamacin se detiene. Permanece un momento exttico, como si

contemplara el dinero que cobr aquella vez. Se muerdo el labio inferior. Luego, c orriendo su mirada sobre el aparador, dice: Aicnceme otro palito, que ese maidito romo me ha dao garrapela. Voy a dejai de bebei romo e coloi. Deme de aquei blanco ! Be lo sirvo y bebe cw rapidez. Toma otro poco de agua y contina: Vale> y la cosa hubiera segulo asina, poique yo no pensaba dejal esa vida; pero e neso se le ocur rio al condenao mayoidomo tra una mujeicita que tena e n el Su, y co nlla a do heuna na dei que todava no se habian emplia y taban seorita. Quiso ei pecusio que de la tr la que ma me gutara fuera la mujeicita. Donde que la vide me dentr un revoitillo vale, que me tena lo seso ai galope poique mi mayoi degracia siempre han so la muje re--, y le juro que me se oivid que ei bendito hombre y yo ramo medio amigo y jata medio socio. Poi m que quise contenime, qu va!, cuando vine a vei ya le haba maichao a la mujei que se amaba Engracia, y de ah palante ya no fu posible aguantarse. To er brega de aqui, y brega de all, y ella na m diciendo que si yo no vea que ella tena su marlo; que me enamorara de una e la muchacha; que s yo, y que se cuando.., jat a que ei da meno pensao, vale!, me di suto e decime a boquejarro que s, que ella me quera dende ei da que me vi... J a maidita! Aquello taba bueno, bodeguero! Yo no he tr ompezao con mujel como aquella, y mire que yo he comio laigo. Me di un emburuj, v ale, que ya yo no paraba en la tumba, sino en la casa el mayoidomo. Y ei condeaa o hombre que me topaba a tos sora all, di una v prencipio a supechai, a poneiseme repel, delicao y co n ua oera que ya me tena ai canto de rompele ei bautimo. Y jur qu e lo hubi rompio, poipe laj gana je reguilamelo me tenan loco! Pero e neso la conden m ujeicita, que se manijaba aguantndomo, me se apareci con una saMa que me dej con la boca abieita..." Tinos haitianos que venan a comprar, al ver a Cleto hablando fre nte al mostrador, prudentemente han seguido de largo. El polica, haciendo un gest o de desagrado, emclama: Jes! Qu pete tiene esa gente! Y como los peones llevaran el paso corto, les ha gritado: Acaben de pasai, jediondo jei diablo! Los negros obedec en temerosos, con una sonrisa servil que solicita disculpa. Cleto escupe, toma u n nucve trago y continua. Mire bodeguero, cuando a la mujei se le mete en la cabe za jacei una cosa, quitese de abuslone poique la jace. Ut laj ve asma que una co n otra se tiren al pecuezo, pero en tratndose de jacei una sinveigencera en socieda, s e tapan como heimanita. La conden se compuso con Toa, la mi vieja de la d seimana del maro, pa que dijiera que tena amore conmigo. Y la Toa, que que na m andaba peln&mne e! diente dende que vino, di una ve dentr e ne l asunto. Y asina, como tbemo lo tr co mpueto, la cosa sei lo m natural. Ni Engrecia se pona celosa, poique t lo haba compu eto ella, ni ei mayoidomo ampechaba ya ni y se haba pueto lo ma mansito. Pero val e, yo nunca he podio jugai con candela sin quemaime lo deo. La muchacha tena una pleina y uno peclto que eso daba guto. Y eso de ta t lo da sentao al lao della, al l an della... Mire! Pa no casaile ei cuento, en meno e quince da ya Toa y yo no jabamo d an una emburuj que na mi se vea s plumero. Suelta un Uj anda pal sipote!, y ile record ando su triunfo. Vuelve a echarme un trago de ron y contina ms colorado que nunca: Pero ah no se pera e lasunto, vale. La otra heimanita no era cosa dina e deprecio, y como me haba peidio la veigenza, ya se manij~ba to ej da na m que ponindome nombre y jata usando su jueguito e mano conmigo. Mire vale, ya yo taba ni an muchacho j aitn que lo ponen a com en demasa! Cuando me pasaba ceica Engracia, manque tuviera ai lao de Toa, le daba su

flaig; y dende que daba la epaida, le daba su moida a Tozia pa que no creyera que yo quera ma a la otra. Ella me se quera revoiti, pero pa qu tena yo eta lengua: Critia na, no ve que hay que manti laparienda, le deca, no v que na m te quiero a ti. Y to s lo m bien. Pero al tanto sobal y ei tanto embrom la pacencia ya me haban pueto dema siado manituoso, vale, y cuando vine a vel ya taba pellicando a la mi chiquita, y a ca rato retozando co nella, y tomndole ~ pelo, y cuando no me oan la sotra le de ca que ella si era buena jembre, que era la ma bonita de toa, que qu be nito tena e so pechito, que qu dichoso ei que se tirara ese bocao... y poraqui, y poralli, y cosa jasina que a ella le volvan loca e la risa, y ei veneno e la mano, vale Jata q ue un da, compai, llegu ai bojio medi taide y medio metio en mi amaigo, y me trompe c cori que t se haban dio pai pueblo a comprai lo trate je nochebuena que era e neso difta, ,y que la nica que taba all, solininga, era la muohachita.. . Aqu el polica se relame de gusto, y con la boca llena de risa, mirndome a los ojos, pregunta: Vale , tit se ha jallao alguna v con una caltera con cien papeleta? Bueno; pus si no se l a ha jalleo, pongase a pens e nei volio que dara de contento. Pu cralo!,que ese da me use como si me hubiera en contrao la eaja dei centrai abierta e nuna pieza e caa! En segula me tir dei caballo, me met en la casa, y sin mirai patr tan siquiera, tranqu l a pueita e la calle... La muchacha, ~que se taba dando cuenta, se puso coloraita , y t se le diba en preguntaime que si yo taba loco, que qu diba a jacei, que si m e tentaba ej diablo, que no fuera malo... Pero qu va, critiano!, si en la cara se le vea que guto no le faitaba a pesai de la veigenza; y dende que le laigu la prime ra tenaci me se qued parata, temblando, con la cabeza agach, y de ah palante... bueno, vale... ya ut se pu imagin!. Re a carcajadas. Yo no puedo menos que acompaarle. Luego sigue: Anda pai sipote, bodegueros Eso era andai derecho! Slo poique ej diablo se ec onde en toa paite fu que me se pudo echai a peid aquella diveisin. Sigue riendo. Em pina el codo otra vez y contina: .La cosa se decompuso, vale, poique la maiditaj I rLichacha prencipiaron a vomitai y t ei mundo se di cLlenta dei decalabro, y jave Ma ria Pursima! Entonces si se aim la de Di je Crito! Ei mayoidomo taba hecho un len y n deca que me mataba, queto, que lotro, que pall que paqui, jata que un da me cogieron l cuento mai confesao, me cans de que me hicieran m cuento, y una noche, a eso de l a una, fui a su casa y lo am: Dun! Dun! Qui ne? Yo, Cleto, que vengo a convei a no so nora! Pa lo que yo quiero eta e la mejoi... Y en segua prencipiaron la mujere dai grito y vociaime que poi Di me dejara deso. Y ei maidito a decime que esa la p agaba yo, que ya se diban a acabai la consideracione, que a lotro da la juticia se encaigara de m, y qu se yo y qu se cuando... Jata que me se prendi la sangre y prenc ipi a vocialle que saliera pa fuera pa que supiera lc que era hombre. Y como no s ala y hablaba m que una docena e cotorra, me decalent y pel po rei revoive y le ca a t iro a zin de la casa. Ya a la bulla se haba alevantao to ej batei y prencipio a c orrel la gente, y a rogaime de lejito, que me tuviera quieto, que no jiciera eso , que ei no se metera m conmigo... Y mientra tanto ei muy pendejo no sala. Vale, a m i n me d tanto ecrpulo como abusai de un hombre flojo, y le dije a to ei mundo que se acotaran y que yo me diba. Y asma fu. Ya me se haba quitao la rabia poique en c onsencia saba que yo era quien haba peijudicao ai probe hombre, y me senta jata med io aveigonzao. Asma a lotro da no jicieron dique amigo, y quedamo en que yo mudara una de la muchacha y que la otra se quedara en la casa. Lo liicimo asma, y pa n o casaile ej cuento le dir

que la ma chiquita se muri de paito y la otra se fu co nei muchachito pa ei Su, poiq ue la familia 1. mand a bucai dende que supo ei decalabro, y como ya yo no tena apu ro!... Ha dicho esto encogindose de hombros, sirve otro trago y rpidamente se lo be be. Jave Mara! ...exclama. Qu malo tan fabricando ete romo!! Mire vale, pa romo bueno Cibeo. Escupe arrugando la cara, se enjuaga la boca y luego se queda mirando lo s caaverales con vaguedad. Est casi borracho. Como parece que no va a proseguir, l e interrogo: Y el mayordomo y su mujer? Me responde: Eso sigui asma, bodeguero. Yo e n mi teje co n ella y el jacindose ej zonzo, pulque me tena un fu que semiaba. E neso se acabaron la tumba, yo me fui pa el Cibao y ma nunca volv a sab dello. Usted era e l diablo! comento. Desatando las bridas de su mulo infla el pecho y me dice: Yo er a hombre y no tieto! Y montado y saliendo del patio me grita: Jata la vuelta, vale ! Y se aleja a galope, camino del otro batey. Nica, en la puerta, lo mira con de sesperanza. Qu hombre, este Cleto! Para l no reviste importancia otra cosa que no s ea batallas, gallos, mujeres y ron. Suponiendo que cada hombre tenga una idea fi ja, esa debe ser le de ste. Decididamente no es de mal corazn. En su casa la comid a es abundante y su mayor placer consiste en regalrsela a quien la necesite. El d inero del sueldo nunca le alcanza, porque debe tanto y da tanto, que necesitara g anar una suma mucho mayor para vivir sin deudas. Y creo que las contraera aunque ganare un milln, porque de poder hacerlo, seguramente en cada batey tendra un harn. Qu deseo de faldas! Y qu sed de ron! * * * El viejo Dionisio es otra cosa. Toda la vida lo recordar, tal como le vieron mis ojos el primer da, meciendo su obesa figura en la silla de su mula que siempre ca mina con las bridas sueltas, la cabeza inclinada, y los ojos perdidos entre las patas. Cuando mi vista lo alcanza, s que viene por media botella de ron. Hay das e n que se toma seis, y como mnimo, tres; pero eso es nada para l. Jams he visto otro individuo que pueda beber tales cantidades de alcohol sin inmutarse. Es que sus doscientas libras resisten! No olvidar nunca su voz de bajo, como ahuecada, pidind ome el ron cada maana: Deme mi cafecito, bodeguero, o si no: Danielito, deme mi aman ecer. Y todo ello dicho en un tono tan cordial Es un buenazo este viejo! Tan callad o como vive, pero tan oportuno cuando habla! Este s que no refiere historias de s u vida. Lo ms que me ha dicho, estando muy bebido, es una frase: Bodeguero, yo soy su amigo. Y oiga un consejo de hombre suelto y de buey suelto no se fe... Y sonre como slo l sabe sonreir. Puedo decir que le debo mucho, porque de no haberle halla do, desde mi llegada al batey hubiera tenido senos tropiezos. Ignoraba yo por co mpleto las cosas de la finca. Me irritaba fcilmente con cualquier pen y profera ame nazas frecuentemente. Cierto da un haitiano a quien le vend una libra de arroz, me dijo ladrn. Al instante salt fuera de la tienda, machete en mano, dispuesto a aju starle cuentas. Vuelve a decirlo! le gritaba furioso. Vuelve a decirlo!

El viejo, que estaba por all, me ataj: No haga eso, bodeguero. No haga eso! Y aunque me vea encolerizado y dispuesto a herir, hablaba con calma, como quin est seguro d e que ser obedecido. Pero ese haitiano me ha dicho ladrn, y yo no tolero que nadie m e insulte! fu mi alegato. Sin dar importancia a mis palabras, como no se les d a la s de un nio, el viejo respondi: Djese de pendej y aprenda a vivir en la finca. Que le dijo ladrn? fa, carajo! Y cmo se llama ust? Fu entonces cuando le dije mi nombre por p rimera vez. Me respondi con despreocupacin: Bueno, pu olvide su nombre. Aqu pa los do minicanos ust se llama ladrn, y pa lo saitiano vol. Ese e sel nombre que nos dan a to lo sempleado de la compaa. No le haga caso a esa gente! Ya el haitiano estaba lejos y yo me senta un poco corrido. Luego he aprendido lo que me explic en tan pocas p alabras el viejo Dionisio, y comprendo que nadie me lo hubiera dicto tan sencill amente. Porque me he acostumbrado. Reconozco la inutilidad de encolerizarme con estos infelices, porque ellos hablan sin ningn sentimiento de rencor o de maldad. Viven tan indefensos, han sido tan exprimidos, que ya no tienen energas. Si dice n ladrn, es no por ofender. Hablan por hablar y a veces sus duras palabras encierra n adulacin. Se han compenetrado instintivamente pero demasiado bien de lo poco que significan ante los que estn por encima de ellos aqu. Tambin instintivamente, conoc en a perfeccin su destino, y por experiencia saben el terrible mal que les traera cualquier protesta. De ese conven cimiento han hedio una filosofa. Resignadamente ellos dicen: En la finca t son ladrn. Roba el bodeguero, roba el pescador, roba la mayordomo, y yo ta creyendo que la m ladrn de toitico son el blanco que juye en s u carro. Y yo pienso: se podra vivir sin robar? Y s que no es posible, porque una f uerza maquiavlica nos compele a ello. En la finca el robo tiene una clasificacin d iferente a la ordinaria. No es una verguenza para nadie, porque se practica como cualquiera otra funcin natural, y se acepta como una condicin ajena al empleo. Pienso cmo cada uno hace lo suyo. Los pesadores de caa usan pesas cargadas para qu itarles al carretero y al picador, desde quinientas a mil libras por carretada, adems de doscientas que se descuentan corrientemente para que el peso del chucho salga aproximado con el de la factora. Esto le proporciona varios cientos de peso s de over al dueo del tiro de caa, que con ese dinero se alivia un poco las multas , errores en su contra, y el precio del agua que beben sus bueyes (propios o alq uilados a la compaa), agua que a veces es puramente simblica, ya que se le cobra al colono y al contratista aunque tengan dentro o cerca de sus colonias es decir, an en terreno que no pertenece al central, algn arroyo donde su ganado mtigue la sed. La compaa prohibe terminantemente las pesas cargadas, como prohibe todo lo que a la vista signifique engao, pero no dice nada cuando aparece el over como si fuera c osa bajada del cielo!, porque sabe que ste ir a sus manos irremisiblemente. Los may ordomos de la casa como se les dice a los del central, tambin tienen su forma de ro bar. La oficina del cultivo paga los trabajos sumamente baratos. El desavero (*) se ha llegado a pagar a menos de un centavo la tarea, y su precio ordinario es un centayo o centavo y medio. El desyerbo del interior de las piezas, en terreno s abandonados, pedregosos, donde no es posible hacer dos tareas en un da, a veces se ha pagado a cinco o seis centavos. Pero esto es un

milagro! Que los precios ordinarios son: tres, tres y medio o cuatro centavos la tarea, suba o baje el precio del azcar. Los trabajadores a veces no quieren hace r los cultivos; no porque tengan energas para reclamar derechos o formular protes tas, sino porque sus ojos les dicen que en dos das de trabajo no ganarn para comer una vez. Y entonces el mayordomo se ve en la necesidad de obligarles por la fue rza, valindose de la polica del central y de su propio machete, o tiene que hacer malabarismos; porque cuando el mister da la orden de realizar un trabajo a este o a aquel precio, es necesario hacerlo, pudase o no, para conservar el empleo, pu es sabido es que los blancos son infalibles y que no rectifican rdenes. En tales casos, algunos ponen dinero de sus pequeos sueldos; pero otros, que no estn dispue stos a ello, o que no pueden hacerlo, se valen de trampas. Proponen los trabajos por su cuenta y con el riesgo tambin de ser despedidos si se les descubre la mani obra a precios ms altos que los estipulados por la oficina. Pero como no pueden pr esentar modificaciones en el reporte o pay-roll, para ajustar sus cuentas engaan al ignorante pen, y las cien tareas que ha hecho e1 trabajador, al ser medidas o c alculadas, son convertidas en ochenta; las ochenta en sesenta, etc. Y entonces, c uidarse de ser descubiertos!, porque la seriedad de la -admite engaos. En cuanto al bodeguero, la cosa es mas complicada y ms cruel. Se puede decir que ningn empleado se halla tan impelido al robo y a la desesperacion como este. Al bodeguero todo se le carga minuciosamente, ya sea una onza de pimienta, una cabeza de ajos, me dia libra de habichuelas o una nuez-moscada. El departamento tiene reglamentos i mpresos que son verdaderas leyes; fantsticas y drsticas leyes mediante las cuales queda uno condenado, extinguido, pulverizado, sin haber sido juzgado y sin tener opcin a apelacion de ninguna especie. Con frecuencia Mr. Robinson escribe dicien do: Debe usted ceirse estrictamente a tal artculo de nuestro reglamento, o De acuerdo con el articulo tal sirvase hacer esto o lo otro", como si aquel reglamento hub iera salido del Poder Ejecutivo en forma de decreto, o hubiera sido elaborado en el Congreso Nacional y convertido en ley. Las tiendas no tiene balanzas adecuad as para camprobar el peso de los grandes sacos que despacha el almacn. En los reg lamentos un articulo dice: Hganse reclamaciones por electos daados, recibidoss de m enos o rotos, pero eso es ganas de decir, porque ue se tienen los medios para com probar faltas y si se comprueban la experiencia ensea que se debe pensar mucho an tes de hacer reclamaciones, porque eso daa el record, y circulan de boca en boca hi storias de individuos que han sido despedidos inesperadamente, sin recibir expli cacin, poco despus de haber reclamado una bella de ron que lleg rota en una caja, o algunas diez libras de habichuelas. Y si fuera esto solamente! Pero hay que dar over. Y spase que los precios son fijos. El almacn despacha a cinco para que se v enda a cinco, de acuerdo con los reglamentos y con la muy clara y visible lista de precios que hay en cada bodega; pero a fines de mes, o mejor dicho, cuando se pasan los inventarios, las cuentas deben aparecer como si se hubiera vendido a seis o a siete. Y si no se trabaja en esa forma, a la calle! Y si la compaa comprue ba que el bodeguero vende incompleto, a la calle tambin! Porque antes de todo ello s necesitan demostrar que son personas muy rectas, honestas y metdicas. Y dicen lo s curas que el infierno est por ahl En una de esas encrucijadas que como a conejil los se les tejen a los desolados empleados, estuve a punto de caer de no hallarm e oportunamente con el viejo Dionisio. Se hallaba el mayordomo en la galera de la bodega consumiendo el ron de una botella que tena el mostrador, cuando me vi entr egarle a un pen varios paquetes que acababa de comprar. Y as e como tit vende siempre , o lo hace por que yo toy aqu? me pregunt. Aquello me sorprendi. Le mir fijamente, a lgo disgustado por aquella confianza que se permita sin ms ni ms, y le interrogu a m i vez: Qu quiere decirme usted con eso? Que esos paquetes tan muy completo.

El viejo lo deca serenamente, pero yo me hallaba sorprendido. Y cmo se ha de vender? p regunt- La compaa as lo exige, y adems, yo no robo. -,El negrazo se sirvi medio vaso d e ron; con su calma habitual se lo llev a la boca y trag. Con un pauelo se limpi el espeso bigote en cuyos pelos brillaban gotas del licor, y con esa sonrisa suya, me dijo: Ay, bodeguero, no sea ust pendejo! Y adnde ir su alma si ust sigue vendiendo ompleto? Mire... Cort la frase como si quisiera examinar el terreno donde iba a d ar el paso decisivo, como hombre que juega la vida en ello, y me mir intensamente , entrecerrando sus ojos que siempre parecen trozos de carne sangrante. Yo sostu ve su mirada. Al fin sonri y continti: Yo he visto fracasar a mucho jovencito como ust. En estas bodegas t los das hay uno nuevo~ porque aqu no e suficiente saber de nm eros para sacar buena cuentas. Pa bregar con estos blancos hay que tener navaja, bodeguero, muy buenas navaja! Ellos no saprietan, pero e pa que nosotro apretemos palante. Aqu no se pu tener pena ni consideracin. Prndale la manta a to el mundo, que si no se lo llevar Ja! Y trag un poco de ron. Luego, bajando la voz an ms, me recome nd: Si ust ta vendiendo completo dende el principio, pase un balance eta noche; pero tenga mucho cuidao, porque en lo bateye hay mucho asusone y lambeojo, y si el b lanco lo sabe, lo botan. -La sorpresa no me dejaba hablar. El viejo, envolviendo la botella para marcharse, me dijo lo ltimo: Di quiera que ya ut no ande cojo! Djese de cuento e camino. Eso blanco son como gato barsino. Ello le dicen que venda co mpleto pa que ust crea que le despachan completo, pero que va! aqu completo na m t us t. Y los hechos confirmaron sus palabras. Tan pronto como lleg la noche, cerr la ti enda, cen poco, y comenc a tomar un inventario cuidndome de no hacer ruido. Los sac os que estaban abiertos y cuyo peso no poda precisar a simple vista, los fui vaci ando en palanganas en otras envases pequeos cuya capacidad no excediera de treint a libras es lo ms que soportan algunas balanzas de las que hay en las tiendas para vender al detalle,y despues de sudar como un potro y de haber pegado cien veces el odo y el ojo a las paredes para enterarme de si me acechaban, pude anotar cuan to habia en existencia. Mi asombro fu grande cuando compare las partidas y compro b que haba una diferencia de casi siete dlares en mi contra. Esa noche y las das sig uientes para m fueron infernales. No tena un centavo ni a quien pedrselo prestado, y pensaba que si me pasaban inventario, sera arrojado por ladrn. Y todo por no quer er robar! Las historias que me hacan me desesperaban. En esta misma tienda fue de spedido deshonrosamente un bodeguero porque tuvo un dficit de cincuenta centavos. El procedimiento no pudo ser mas brutal: cerraron la tienda y lo dejaron en el batey sin ms explicaciones. Fu entonces cuando conced toda la razn a las peones que en cada empleado de la compaa ven a un pillo. Desde el da siguiente inici mi aprendi zaje de empleado eficiente, desollando a mis pobres clientes, para no deshonrarm e y terminar fracasado. Gran trabajo me ha costado dominar mis nervios y acallar mi conciencia! Es duro robarles a estos infelices; pero aqu, la lucha por la vida , como en la selva y como en el mar, es la misma. Lo que dido viejo Dionisio es una verdad aplastante: Aqu no se pu tener pena ni consideracin. Ellos no s~aprietan, pero es pa que nosotro apretemos palante. Y no hay que decir ms! Este maldio over, q uin lo inventara? Dnde hall esta gente tan diablica forma de exprimir? No hubiera cred , por ms que me lo hubieran dicho, que con su apariencia de personas serias, metdi cas, invulnerables, podran ser tan cnicos. Cmo vivir en medio de esta

injusticia, sabindose uno instrumento de tanta iniquidad? No hay que dudar, el hom bre hambriento vende hasta el alma! All viene viejo Dionisio. Seguramente no se detendr, porque son las doce, pero al pasar me dir ahuecando la voz: Enleme un cafecito, que voy a mand porl. Tal como lo so spech sucedi, y all va corriendo desnudo, el negrito hijo suyo, que vino por la bot ella, con su cuerpo de bano brillando a los rayos del sol. Es la hora de la cancul a. Balduri, el haitiano bombero, raja lea silbando una cancin protestante. Nica mi ra el camino por donde vendr Cleto. Los haitianos, sentados en los troncos que se rvirn de combustible a la bomba, mastican su hambre, como bueyes que se echaran t ranquilamente a rumiar. Los perros duermen bajo los pisos. Las casitas se derrie ngan flageladas por el sol. IV Domingo. Se aglomera frente al mostrador una colmena de trabajadores hambrientos . Como hoy la tienda se cerrar a las doce del da, para no abrirse hasta el lunes, los que tienen vales o algunos centavos se apresuran a comprar lo indispensable, porque ya han probado ms de una vez lo que son esos das de bodega cerrada, en un batey cercado de caas que no se pueden tocar en tiempo muerto, con un vale en las ma nos que de nada les sirve en otra tienda. Gritan y exigen por no quedarse sin co mprar. Veo sus caras sucias, erizadas de barbas, grasientas; sus narizotas defor mes, sus bocas generalmente llenas de races podridas y sus ojos desorbitados. Sob re todo sus ojos y sus bocas! Se apian en esa ventanilla que da sobre el mostrado r, y enronquecen gritando, Estn ansiosos y ahora mismo no recuerdan nada, ni quie ren otra cosa que no sea adquirir sus centavos de provisiones. Maldicen y suplic an, insultan y adulan; quieren que los despache a todos a la vez. Y yo, que he p asado la semana prisionero en esta bodega, lo que ms anso es que sean las doce, pa ra salir. Trabajo y trato de olvidarme de ellos. Primero es como un vrtigo. Luego me sumerjo, y los ruidos me pasan por encima... Recuerdo que hoy me visitarn alg unos bodegueros de bateyes vecinos, con quienes he hecho amistad, y pienso que d ebo apresurarme para terminar cuanto antes este puerco trabajo. Algn grito que do mina a los dems me sacude los nervios y siento que algo se me agolpa en el pecho y all se me revuelve violentamente como si fuera a ahogarme. Se me enciende la ir a. Cmo son las cosas! No cre jams que a tan corta distancia de mi casa, y despus de h aber formado tan bonitos planes sobre mi porvenir, me vera en la necesidad de ser vir a stos y de obedecer a otros a quienes he de considerar mis amos absolutos. Cm o son las cosas! Y por ms que lo sienta he de hacerlo sin chistar, porque el hech o de que el alemn ste escriba como un patn, no le quita su omnimoda autoridad sobre m; las cosas

que ordene, como l quiera se habrn de entender. Recuerdo la tarde de ayer... Usted es libre el domingo desde que cierra me grua de mala gana, pero el lunes la tienda d ebe estar limpia, con piso lavado y todo muy limpio. Y adems, usted no puede aban donar este batey sin permiso. Yo lo explica a usted todo, y ahora usted tieni qu e comprenda. Yo habla bien claro. Y dicho esto sali taconeando marcialmente, tal c omo corresponde a un buen alemn. Te comprendo, colorado teutn! Puedo disponer de me dio domingo ustedes lo dicen a viva voz, pero antes he de lavar pisos, limpiar bot ellas, sacudir telas, matar ratas y cucarachas, volverme escoba, estropajo, gato y perro a la vez, todo!, menos una persona decente. Y para salir del batey,, lle nar unos formularios por cuadruplicado desde el sbado, en los cuales habr de dar c uenta de las horas de salida y de regreso, y hasta de mis ltimos pensamientos del da,, Muy bien! Todo se hara como lo ordenas ya que tu, el manaer y sus secuaces, s on dioses tonantes a quienes debemos temer. Pero me dirs.., donde aprendiste a hum illar as?... Y como si contigo no fuera suficiente para llevar aqu una vida de per ro, ah estn estos peones metiendo un ruido atroz! Dnde aprendiste? Gritos! Gritos! Oj s y bocas se barajan ante mi, Si pudiera escapar! Se ha ido un tiempo que no puedo precisar. Se ha esfumado la algaraba infernal y me parece que he cado de muy alto. El Big-Ben me mira con los pequeos brazos de su s agujas en alto, y secretea sosegadamente su tic-tac, He cerrado las ventanas y me dispongo a anotar las salidas" del da en el libro correspondiente, presa aun d e cierto malestar, cuando oigo una voz que viene del patio... Es la voz de Cleto , tan alegre como si este fuera el da de su cumpleaos. Bodeguero! Bodeguero! Dgame si ya ust se fu... Qu pregunta! Aunque no lo quiera, he de sonrer. Con este hombre parec e que no es posible permanecer serio. No saldr hoy le respondo. Espero visitas. Y me dice con el acento ms cibaeo que hall: Pero bueno, compai, ut se va a metei a viejo? Ya yo toy cansao e dicile que la vida no se pue llevai asma. A ut como que no le g utan la mujere y ei romo?... Se ahuyentan ms pensamientos, porque el polica lo al eja todo con su bendito buen humor. Le digo: Quizs me gusten, Cleto, aunque no com o a usted. Hoy por ejemplo... Se entusiasma. Vigame Di, critiano! Ai fin loigo hablai de a veid. Le coger ut ei piso a la finca! Le oigo y pienso que cogerle el piso a la finca significa olvidarse de todo, mudar una mujer, tener nios enfermos y vivir b orracho, Como siento que permanece en la escalera del lado afuera, pegado a la p uerta, comprendo que quiere entrar y le abro. Entra y una vez frente al aparador , se queda mirando embelesado, la coleccin de botellas. Moviendo la cabeza a un l ado y a otro, exclama: Vgen de Aitagracia! Si me laigan e nun potrero como ete, me ti ene que sacai en litera! Y alcanza una botella que comienza a descorchar. Sirve el ron en dos vasos, sin preguntarme si quiero beber. Ya he abandonado los formu larios y estoy frente a l mirndole hacer. Arrastro una caja de kerosene y tomo asi ento en ella. Le indic otra que ocupa al instante. Va a decir algo cuando se oyen unos toques discretos del lado afuera, y luego, jadeante, una voz: ~Bodeguel!... Bodeguel!... A mi me se olvida el manteca, Vendeme un poquita. Quien as habla es el haitiano Joseph Luis. El polica no me deja responderle, y abriendo la

bocaza, yocifera: Ma dei Diablo! Tu no repeta que la gente ta descansando, rejundio? Q uiere que te rompa ej pecuezo, desgraciao? La voz ahora dice: Dipensa... Mi no sa b.., Diepensamu... Tamao susto se ha llevado el haitiano! Cleto es temido entre los peones como un Zeus, pues lo creen capaz de matar por cualquier futileza. El viv e dicindolo. Todo el da ofrece balazos. Promete romper piernas y cabezas. Todo el da suelta denuestos, escupe y bebe ron. Yo soy de los pocos que quizs be adivinado un buen corazn debajo de esa corteza de injurias, amenazas y palabrotas. Vale, a usted le teme esta gente observo. Y l responde: Bodeguero, e que ei que trabaja con neta maidita compaa tiene que jacei de tripa corazn pa cumpl con su debei, poique e veid que eto blanco son la gente m rica dei mundo, pero tienen la jambre meta en l o seso. Y luego, con su proverbial locuacidad va explicando: La poleca tengamo que andai con cuatro ojo. Poraqu no pu cruzai un probe campesino con un andullito, ni con una caiguita e maj, ni con cosa aiguna de la que vende la compaa en la bodega. Si lo peone hacen un pelaito porah, y siembran una batatica manque sea, o un majic ito, diuna ve tenemo que meteile machete y picaiselo t! Poique eso le peljudica a l o blanco, y rase ut si a uno se le pasa aigo deso Que diuna v le tan lloviendo rayaso, como si uno fuera un muchacho o aign jijo dello. Y cmo yo me conoco!... ut me v que s oy ei terroi -de lo probe maese, poique lo que soy yo no le aguanto vaina a naide n. Lo que dice el polica es una increble verdad. Los trabajadores de la finca slo p ueden gastar su dinero con facilidad en la bodega del central, porque este diner o generalmente no es tal, sino vales, y por que las pocas veces que a sus manos llega una moneda, no hallan otro sitio donde gastarla. Slo algn campesino vendedor de pltanos puede entrar en los bateyes con su pequea carga, y esto, muy vigilado. Luego, no se le permite ejercer otra clase de comercio a nadie en toda el rea qu e pertenece a la compaa. A los trabajadores no se les deja utilizar una tarea de l os inmensos terrenos que ha acaparado el central, y los cuales constituyen la en vidia de esta pobre gente, agricultora casi toda, que se extasa ante tanto monte sin cultivo. Una rama de rbol de esos bosques es sagrada, y quien la toque, por l o menos probar el lomo del machete del polica y luego la crcel, si no es que siente el filo o se lleva un balazo. El personal de la finca tiene que resolver todos sus problemas en esta bodeguita, donde se le vende la comida, la ropa, artculos d e ferretera y fichas para canjearas por la dura y filamentosa carne de buey que se consume en los bateyes. Porque el central le saca a todo la mayor utilidad, y e l buey que trabaja varios aos, cuando ya no sirve, es beneficiado para alimentar a estos vidos estmagos, aunque ello a los ojos de los rudos hombres que se ganan l a vida durante aos con estos animales, parezca un crimen, porque ellos opinan que el buey e sun animal que debera morir de viejo, decansando. El polica ha callado. Va ciamos nuestros vasos de un trago y el ron nos quema el gaznate. Esto le reanima y sigue hablando: Vale, hay que vivir mucho pa comprendei poi qu a l ombre se le pone duro ei corasn... Mir! Cuando uno ta jovencito se manija cogindole pena jata a lo sanimale, pero a meda que uno va dentrando en ed, se le va agriando la pia y va cogiendo iperencia. Ei da se llega, en que ut anda debaratao, y naide le jace caso . Llega uno a pasai jata jambre, y no encuentra un amigo, Antonse uno se da cuen ta de que cuando jalle aonde tenei la barriga llena, debe pegaise ni an la sangri juela! Y por eso ut me v que con lo jasunto de mi debei no conoco a naide, y poi ma desambrio que sean eto blanco, yo le cumplo su soidene, poique pa eso pagan lo su yo! Lo ha dicho como irritado, por haberse compadecido de alguien.

Un tropel de caballos en el patio, nos anuncia que lleg gente. Nos levantamos, el polica con la botella en la mano y. yo en disposicin de averiguar quienes son los visitantes. Deben sei su jamgose observa, envolviendo la botella en papel de estraz a. Deben ser ellos asiento-. Pero no se vaya usted por eso. No vale... responde. A m m guta andai como la rs mala. Y dicho esto, arreglndose la correa del revlver, donde luce cincuenta proyectiles nuevos, se asoma a la puerta. Lo veo levantar la die stra al mismo tiempo que dirigindose sin duda a los que han llegado, exclama: Buen o da, jamigutose... Si... Ei bodeguero t ah. Yo creo que viene a recebilo. Se lanza d e la escalera, y me hiere la vista el reflejo de un rayo de sol que se estrella en el acero de su revlver. Me hallo entre dos bodegueros. Sentados en toscas sillas, rodeamos una caja que h ace las veces de mesa y en la cual se yerguen una botella y tres vasos. Hablamos del nico tema que tienen los bodegueros de la compaia: la bodega y lo que a ella concierne. Ventas, vales, reportes, el alemn, Mr. Robinson, Mr. Lilo... Todos des filan por nuestra conversacin, pero muy superficialmente. Se nota que cada uno te me aventurar una palabra que ms tarde pueda comprometerle. Porque ningn espionaje es tan eficaz como este de la finca, donde el empleado, a la vez que es carne de trapiche, hace de lubricante de la mquina y de conductor de elementos que alimen tarn el engranaje insaciable. Uno de los que me acompaan es Eduardo, un muchacho d el Sur, inteligente, de mirada muy viva, que me ha tomado gran afecto por lo l ll ama en m, franqueza. Es veterano entre los bodegueros y puedo decir que me ha tomad o bajo su proteccin. Por l he sabido que aqu es necesario llevar la lengua en el bol sillo, y ha sido l quien me ha enseado a perfeccin los trucos del robo en el peso y la mejor manera de lidiar al peonaje. A pesar de que sus aos no llegan a treinta, se sabe de memoria la vida de los bateyes y nadie tiene un olfato como el suyo para husmear el peligro. Mide y pesa lo que dice, y segn me ha dichp fu aqu donde s e hizo tan zorro. El otro es de esta misma regin y creo que nadie puede ser tan j actancioso como l. Es el tipo representativo de una clase de bodegueros abominabl es. R estar a su vera. Se alabe de todo. Asegura que es el hombre ms eficiente de l departamento y tambin el ms hbl en lo que concierne al aumento de su cuenta de aho rros a costa de los peones. Ahora mismo prodama: Yo tengo mi batey disciplinado. A mi no hay pen que me forme berrinches. El que se para frente al mostrador de m i bodega, me paga el barato! Casi nada... (y falsea la voz, imprimindole un tono cn ico), slo le arranco el quince o el veinte por ciento, sin contar el over. Porque lo de Pap Central es cosa aparte!... Guia un ojo y re estrepitosamente Goza oyndose a s mismo, Ahora alardea de su amistad con los grandes del departamento: As sin drme las, yo soy hombre que jalo con Mr. Lib. A mi me pusieron en este puesto sin dar viajes! Imagnense que llegu recomendado al mismo administrador del central nada me nos que por el General Beltrn. Y saben ustedes quin es el General?... Bueno, pues n ada menos que el gallazo que arregl a toletazos el reb de los muelles cuando los c ocolos se regaron el ao pasado. Sin esperar comentario, como hombre seguro de que causa admiracin entre sus oyentes, y que d por descontado el gran inters que todos tienen en escucharle, sigue: Yo aqu estoy muy bien. Mr. Baumer tiene mucha confia nza. Mr. Libo no sabe dnde ponerme, porque ese s es mi amigol No lo han tratado a fo ndo ustedes? Ah! Eso es lo que se llama un hombre simptico. Y lo que hay en el fond o!... Estando bien con Mr. Libo, puede

llover y tronar! Con ese apoyo no hay quien se gaste oeras conmigo en el batey. A m me adula el mayordomo y me respeta el contratista, y es porque saben que en cont ra ma no corren cuentos de finca, porque yo me junto con los cabezas. Ahora mismo , a qu no me dicen a dnde voy... Pues, a una fiesta que le dan a Mr. Lilo en casa d e Turrn, el bodeguero del 322, que est ms bien con l que el carj... A cumbanchar con l os jefes, mis amigos! A esa fiesta me invit el mismo Mr. Lilo en persona. Cuando vi su carro ayer, me pregunt: A qu vendr Mr. Lila a estas horas?, y cuando lleg a mi b dega fu para decirme: Rodrguez, lo espero maana donde Turrn, que tenemos una jaranita. Ya ustedes ven! Fu expresamente a invitarme, el mismo Mr. Lilo! Con cunto asombro lo dice! El mismo Mr. Lilo! Es como si dijera: He llegado al cielo! Ya era un simpie se r humano, un pobre diablo, como ustedes ni ms ni menos y ahora soy un bodeguero ami go del segundo manager, eh? Nadie llega hasta ah! Muranse de envidia!. Y charla, charl a incansablemente haciendo su propio panegrico y tratando de asombrar a todo ser viviente. Qu asco! En verdad, no me explico cmo se podra pasar un da con l sin romperl e la crisma. Para suerte nuestra, este portento dice que se marcha, porque Mr. Li lo le espera. Cuando llega el momento de su partida, un gran alivio nos embarga a Eduardo y a m, y casi nos vuelve el humor. Riendo estrepitosamente, el amigo de l os grandes, sin permitirnos pronunciar palabra, ha ido hasta su caballo, y le aco mpaamos hasta all por cumplimiento. Ya se despide. Como un ser tan extraordinario no puede marcharse de manera rutinaria, hace que el animal realice cabriolas, ap retndole las espuelas en los ijares y recogindole las bridas, todo ello innecesari a- mente, hasta que por fin parte a galope por el carril del sur, hacia la vecin a divisin. Se pierde su silueta y an queda en nosotros la desagradable impresin que su voz chillona, sus gestos y el tema de su conversacin nos han producido. Insta lados de nuevo frente a nuestra botella, no pueda evitar un comentario. Es raro e sto de que un bodeguero se atreva a celebrar fiestas en la casa de la bodega, co n lo exigente que es el manager! Y ms raro parece eso de que Mr. Lila... Eduardo interrumpe mi comentario y responde: No es tan raro cuando las fiestas son dedica das al asistente por ciertos bodegueros, ni es raro que l las acepte. Estoy confu ndido. Del asistente slo s, que ocupa un carga muy pocas veces desempeado en estos centrales por un latinoamericano, y que es uno de los principales personajes de nuestra alta sociedad local, lo mismo que toda el que tenga un empleo cuyo sueld o pase de cien dlares al mes. Pero mi compaero, que conoce al dedillo todas las in trigas del departamento de tiendas, Por ah se dice me informa, que el tiene pisado a su jefe, porque le ha descubierto una serie de oscuros manejos que Mr. Panza re aliza a escondida. de la compaa. Esto s que no lo esperaba! Me olvido de rer del mote de Mr. Panza, aplicado al manager, y se me escapa una interjeccin. Como lo oyes si gue Eduardo. Y uno de esos manejos consiste en ciertas comisiones que recibe el b lanco de las casas a las cuales favorece con las grandes pedidos del departament o, contraviniendo asi las disposiciones del central que establece la forma de co ncurso para hacer sus compras. Tambin se asegura y de ello su vientre es un buen e xponente, que ms de las tres cuartas partes del over y quiz todo que arrojan las bode gas del campo, la tienda principal y el almacn, se las traga eme enorme seor. Y cunt as cosas ms que no se dirn! Todo esto es nuevo para m y lo escucho con creciente av idez. Pido a mi compaero que me ilustre ampliamente sobre tales asuntos y l accede . Se revela ante m una serie de cosas que no pude jams sospechar. Eduardo sigue ha blando... El manager y su segundo se completan admirablemente. El ms grande se oc upa de los asuntos mayores. El otro, mete la mano all donde las cosas, por pequeas , hieden ms. No es que tengan un convenido especial, como iguales. Se trata de qu e el

asistente conoci si juego de su jefe y ste, sin comentarios, le dej hacer lo suyo p or su cuenta de ah en adelante. El rubio es hombre de pocas palabras, de pocas re laciones. Vive en uno de los confortables chalets que han sido fabricados por el central para los blancos; bebe su whisky, juega golf, lee revistas americanas, soluciona crucigramas, siente un desprecio olmpico por este pas y sus gentes, y oy e la radio... Su vientre crece, su cuenta bancaria crece, y el futuro le sonre al l en la Florida, en forma de algua quinta, cuando una buena suma est colocada en ac ciones y se pueda terminar tranquilamente como buen hijo de una gran democracia. E! otro no es lo mismo. Lleg aqu un da con la americana rota, como otros tantos av entureros que luego se convierten en personajes en nuestros misrrimos pueblos; sa ba ingls y contabilidad, hall trabajo en la oficina del manager, fu su escribiente y luego su secretario, y finalmente, el cargo de asistente fu creado para l, gracia s a su oportuno descubrimiento. No suea con ninguna Florida, ni cree en la democr acia que le permite a los ciudadanos colocar dinero en acciones y criar vientre sin trabajar, sino que gusta de las mujeres, de la parranda, y le saca todo el j ugo posible a su posicin y a un poblacho miserable que vive parasitariamente del central. El sueldo no permite todos esos lujosos, pero para eso se tiene poder! E l hombre ha ido colocando bodegueras a quienes protege envindoles a las mejores b odegas para luego desollarles tomndoles a prstamo sumas que jams les devuelve. Es qu e tiene deseos de vivir! Bien parecido, sin escrpulos y dueo de una buena salud, s e hace dar fiestas aqu y all. Emana simpata y se gana la confianza de sus protegido s. Estos, encantados, orgullosos de la amistad de "un hombre tan sencillo" que l es trate como si no fuera su jefe, envan a las hembras de sus familias al pueblo co n l, aprovechando la oportunidad de su automvil muy orgulIosos de tratarse de igual a igual con el segundo manager, muy satisfechos de ver a sus hembras bailar con l . Y el hombre, adems de con el dinero, se queda con la honra de sus protegidos, c omo siempre ocurre en estos casos. Mujeres, hermanas e hijas se vuelven locas co n Mr. Lilo... Qu simptico es Mr Lilo! Qu buen mozo es Mr. Lilo! "Qu hombre tan b ilo"! Su marido, su hermano, su padre, se lo deben todo a Mr. Lilo. Despus de una f iesta hubo un dfict, y esto es un terrible secreto!, lo arregl Mr. Lilo. Es un homb an buen corazn!... Y tan simptico!... Negocio, negocio. Algunos de los que tal prec io pagan por un emp!eo no saben cuanto les cuesta, como es natural; pero otros e stn enterados y lo simulan, porque son muy seguros aumentos de sueldos y concesio nes en tales circunstancias. Mi compaero ha dicho todo esto con bastante tranquil idad y en sus labios la irona asoma en sonrisa. He Odo palabra por palabra, y asqu eado ante tanta suciedad, no puedo callar una protesta: Este es un asqueroso comer cio de la dignidad! No me explico cmo estos hombres no prefieren el desempleo a si tuaciones tan abominables! Pero Eduardo responde: Es una indignidad y todo cuanto quieras, pero es la verdad... Luego dice, apretando los dientes: Y si eso fuera t odo! Si los que venden su honor por una piltrafa tuvieran seguridad!... Pero nada de eso. El comprador, una vez hastiado de la mujer, la hermana o la hija, y una vez deudor de una suma que no quiere recordar, se basta tambin de los que se les venden, y los deja un buen da sin honor y sin empleo, despus de haberse cotizado a tan bojo precio. Crea yo que estas cosas slo se encontraban en novelas cuyos auto res tuvieran la mana de crear fantasas abominables, pero los ejemplos que cita mi amigo no me dejan dudar. Todo eso ocurre en este mundo de la finca. Todo ello es verdad! Sin embargo, quisiera tener una esperanza, interponer una apelacin, y tra to de hallarlas... Y ante todo eso digo, qu hace el administrador del central? En el pueblo le consideran un filn-. tropo, alaban su seriedad, dicen que es instruido. .. No es capaz de prever

hasta donde Conducirn ms tarde o ms temprano estos abusos? No puede intervenir? Ento nces algo nuevo me viene a sorprender: Lo sabe dice Eduardo, pero se hace el ciego porque el manager es hombre atado por cuerdas muy slidas, cuyas amarras mantiene en buen estado su mujer, y coma l y el segundo se cubren con la misma manta... No hay que hablar! Si se ordena una investigacin la realiza el mismo Mr. Panza, y a l fin todo queda, como dicen ellos, O. K. Explicacin? Sencilla. Nuestro dictador n o era ms que un carnicero en su pas, cuando su mujer hizo amistad con uno de los m agnates accionistas y dirigentes de esta compaa. Esta fu una gran amistad! Y el desc uartizador de reses se convirti en seor del departamento de tiendas de este centra l. Quedo pasmado. No habr aqu nada limpio? Sin embargo, me aferro a una esperanza y digo: Pero algn da... Y Eduardo corta: Nada suceder! Quiero insistir; pero l no me de a. A lo ms que todo puede llegar sigue sin orme, es a que el rubio eche cualquier da p or la borda a su socio. El asistente cada vez se extralimita ms, y hace mayores e scndalos. Roba en la tienda central y luego se lo hace descontar a los bodegueros de su grupo. Anda con los automviles del d to llenos de mujeres par las noches, y a veces le amanece en los caminos borracho. Un da el rubio estar en condiciones de formarle un expediente, y sern tan evidentes sus fechoras, que se le despedir si n permitrsele formular defensa ni mucho menos hacer una acusacin contra su jefe. Y el manager quedar tranquilo en su puesto y todo seguir lo mismo, sin r ningn cambi o fundamental,, porque siempre pondrn en el cargo a una pieza de tanto valor como el asistente. Nada hay que esperar! Pienso: "A qu estercolero he venido a parar! Y mi compaero sigue narrando historias... Siguen desfilando miserables bodegueros s in honra, pequeos cajeros de la tienda central desaparecidos que con su fuga se h acen responsables de sumas que sac en whiaky y dinero el asistente; las partidas sospechosas descontadas de los cheques de los bodegueros por concepto de mercancas tomadas en la tienda principal"... Y todos callados, conformes o no, sabiendo l o que ocurre, pero dispuestos a seguir en sus empleos a cualquier precio. As dura nte aos y aos, hasta llegar ese estado a ser cosa natural falta de todo inters. Me pregunto: Qu ser de m? Y otra vez se me enciende un loco deseo de escapar! * * * La tarde se ha hecho fra y nos trasladamos a la bodega. Sentados en el mostrador, con los pies colgando, separados por otra botella y dos vasos, hablamos del cen tral, de su poder, de su organizacin... Este es un negocio cruel dice mi compaero. La compaa lo disfraza bajo el nombre de tiendas para atender a las necesidades de los trabajadores en los campos de caa, cuando en realidad esto es la muerte de la reg in. Al latifundio han unido el monopolio comercial ms vasto del pas, abusando de su s empleados y trabajadores, que temerosos de perder el pan, ni siquiera se atrev en a hacer hincapi para obtener proteccin, porque ello sera considerado como un cri men, y para sostenerse empleados no tienen otra garanta que la de su servilismo. Esto que tiene el carcter de una simple industria, ha invadido todos los rincones de la economa regional y ha matado al pequeo comercio nativo, subordinando a su i nters toda disposicin que se haya tomado para proteger a los dems. Pero esto no se pu ede denunciar? pregunto sintindose dispuesto a hacerlo.

No suees me responde. Quien hable aqu de hacer denuncias, ya sea pen, empleado o parti cular, ser calificado por la compaa de comunista, "elemento agitador, trastornador del orden social, y no faltar por ah un lder de La regin, de esos que tienen contratos de caa, que lo acuse de algo peor, con pruebas y testigos... Esto me solivianta. No puedo callar. Es absurdo digo. No puede haber quien tome en cuenta acusaciones tan ridculas. Comunistas aqu? Slo hay miseria! Nuestro pueblo sufre una economa semi-feud al. Nuestras ideas son profundamente burguesas. Adems, como dicen los que escribe n sobre esas cosas, no hemos cumplido las etapas sociales indispensables para tal transformacin. El oampesino aqu slo aspira a tener conuco, potrero, animales, que d esea aumentar cada ao. El habitante de los pueblos es profundamente burgus. Suea co n la casita, con la mujer y los hijos, con la vida holgada. En cuanto a los trab ajadores de estas fincas se refiere, nadie menos capacitado que ellos para pensa r en coses que no conocen ni de nombre y que de oiras, probablemente no las enten deran. El nativo que vive en la finca es un sujeto gastado, sin equilibrio moral, incapaz de reaccionar en sentido alguno. Puede hablar tonteras como un nio, cuan do el hambre, su eterna compaera, lo muerde muy duro; pero tan pronto ve el pan, c alla y re! Y si a los trabajadores extranjeros nos referimos, podemos decir lo mi smo y an ms, Esas gentes vienen de Haiti y de las isla inglesas todo los aos, con l a idea de trabajar para volver a SUS Casas dentro de seis meses y no pueden aunqu e no tuvieran la esclavitud de siglos en el alma,, y aun poseyeran capacidad, pen sar en reformas, porque no son de aqu y la suerte del pas no les interesa. No creo que el hecho de denunciar abusos que pueden trastornar la vida del pas, sea inte rpretado como acto subversivo, cuando con ello nicamente se perseguira la obtencin de mejores condiciones de vida para los hombres, y as hacerlos ms tranquilos, alejn dolos ms de cualquier rebelin absurda. He dicho esto como si defendiera a los mile s que sufren vejaciones y son explotados, ante alguien que fuera lo suficienteme nte poderoso para corregir esta injusticia. Mi compaero mueve la cabeza, se echa un trago como para apagar la emocin que le domina, y como quien siente un dolor r esponde: Ves las cosas claras, hermano; y no creas que los blancos las ven en otr a forma; pero ellos aqu slo han venido a hacer dinero. Crees que en su pas no hay bu enas tierras, que all no hay dnde hacer inversiones? S que hay! Pero all no pueden tra tar al hombre como aqu! A nosotros nos sacan la sangre, nos quitan la dignidad, n os desmoralizan, siembran el caos con sus mtodos! Y si protestas... ya sabr la compaa justificar, llegado el caso, hasta que no eres hijo de tu padre! Presiento que n o se me aliviar nunca un dolor que me crece en el pecho. Mi angustia es una cosa grande, y pensando que pueda haber alguien capaz de acusar de y cosas parecidas a estos desdichados, por mi mente desfilan escenas que ponen de relieve su desor ientacion, su ignorancia SU eterna ignorancia!, su necesidad de que se les compadez ca y se les permita. vivir como seres humanos, ya que producen tantos millones d e dlares para que otros los despilfarren sin saber lo que cuestan. Recuerdo la es cena de ayer tarde. Los trabajadores hambrientos, se amontonaban en el balcn de l a bodega y se dispersaban en e patio, en espera del mayordomo que les dara los va les para comprar su primera comida en das das. El viejo Dionisio haba ido a la ofi cina en busca de talonarios de rdenes, y los peones sufran cada minuto que tardaba . Como el viejo no apareca y se acercaba la hora de cerrar la tienda, las protest as no escameaban: Yo no he visto gente ms desgraci que nosotro deca un carretero. Trab ajamo todo el da como animale y dipu no jallamo ni an siquiera maldito vale pa com er a cuenta. El pen de la finca e jun perro de mal amo, rezong uno del cultivo. Eto ma yordono noj tratan como a los bueyes.. opin otro. Qu va, compail respondi el carretero El buey vive mejor que nosotro, porque el

buey slo necesita coma pa vivir y se la dan toa la noche, adem de lo sei mese de ti empo muerto que de chepa trabaja. Pero a nosotro.... Jum! Yo no quisiera ser buey c ort alguien. Al buey lo matan pa dipu vender la carne a cinco la libra. Pero a nosot ro no jasen peor sigui el carretero. Noj sacan el cuajo, y cuando tamo deplotao, tsic o, antonce jata nos botan del batey por infetosa. Compai, utea deca la beld!, terci un haitiano, Cllate la boca, ma del diache, que tu no tiene que meterte en la conversa cin de la gente! grito uno que trabaja en la resiembra y que por ello cometa la osa da de sorber un trocito de caa aprovechanda la ausencia de Cleto. La domincane son pa lejele! gruo el haitiano, decepcionado. Parejero no, degraciao! Que a utede y a eta c ondenao cocolo deberan quemarla junto? Eso e verd, carajo! Eso e verd! comenz a oirs el grupo. Las palabras suban de tono y quizs haitianos y dominicanos se hubieran i do a las manos, a no ser por la llegada de viejo Dionisio. Al verla, todos enmud ecieron, y cuando volvieron a hablar, ya las palabras de la discusin se haban olvi dado. Por fin iban a comer? Don Dionisio, deme un vale de die chele. Yo quiero yent e. Pas mu cinco. Mire que yo quiero compr un cachimbito. Jes, critiano! Eto no me al ! Y luego, cuando tuvieron las rdenes, se dirigan a m: Bodeguero, depchame pronto, qu e tengo jambre. Djese de viveza... Y se oa entre ellos: Quitate dei medio, Montero, que ya ts de agentao. El agentao ere t, mojiganga. Y el aire se poblo de risotadas, Una hora despus, los haitianos tocaban el voudau. Se oa ms all un acorden. Las mujere s se desgaitaban en la pileta, llenando sus latas del agua salobre que de un pozo extrae la bomba. El batey, como un nio harapiento, se olvidaba de todo. Hace ratos que tomamos el ron sin hablar. Del lado afuera, el caballo impaciente , golpea la tierra como un sordo tambor. Eduardo, por decir algo, comenta: Se ha hecho de noche. Y su mirada busca la puerta. Como ya no tardar en llegar la vieja Merc, mi cocinera, le invito a cenar y acepta. Hago luz. Poco despus entra la vie ja con una bandeja en la cual humean unos platos. Don Danielito, dipense que le t raiga eta as tan pelao, pero eque en la finca no se jalla nada, explica la vieja. S iempre dice lo mismo, y tras preguntar si no hace falta otra cosa, se retira para volver luego por los platos. Atacamos vigorosamente una gallina con abundante ra cin de pltanos y yuca que nos sirve la vieja, y lo acompaamos todo con frecuentes t ragos de ron.

Nos llegan algo atenuados por la distancia, los sonidos de una tambora tocada en el batey vecino. Indudablemente all hay fiesta. Muera la voz de Cleto rezonga: Qu m ujei ma bruta, carajo! Y nadie responde. Me imagino a la pobre Nica, arrinconada , mirando con desaliento a su marido. Mi compaero, ya en pie, aflojndose el cinturn , frente a los restos de nuestra comida, insina: Vamos a esa bachata. Le diga que no tengo caballo, pero l insiste: Es a menos de un kilmetro. Nos vemos en el mo. La idea no me interesa gran cosa, pero la prefiero a quedarme entre las cuatro pare des de esta bodega. Tomo dos botellas, le alargo una a m compaero y sepulto la otr a en uno de mis bolsillos. Cierro la puerta de salida cuidadosamente y ya fuera, de