OSCAR SMITH el sindicalismo peronista ante sus límites- Mario Baizan y Silvia Mercado

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Mario Baizn y Silvia Mercado;

Oscar Smith:El sindicalismo peronista ante sus lmites

Puntosur Editores2

INDICE

Un secuestro ms . Introduccin. PRIMERA PARTE: Marzo de 1975 - Marzo de 1976 CAPITULO l. El prembulo.. CAPITULO 2. La crisis. CAPITULO 3. La huelga... CAPITULO 4. La cada . SEGUNDA PARTE: Marzo de 1976 - Noviembre de 1976 CAPITULO 5. El orden y la represin.. CAPITULO 6. El conflicto... CAPITULO 7. Los primeros secuestros.. CAPITULO 8. La resistencia..

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TERCERA PARTE: Noviembre de 1976 -Febrero de 1977 CAPITULO 9. Surez Mason... CAPITULO 10. La segunda ofensiva... CAPITULO 11. La negociacin.... EPLOGO: Febrero de 1977 CAPITULO 12. El secuestro... CAPITULO 13. La Investigacin... CAPITLLO 14. Los lmites.....

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Un secuestro ms

Sin piedad, el telfono demola el sueo de ese hombre. Tenso como estaba lo escuch enseguida quebrando el silencio de su casa deshabitada. Sin embargo, algo lo retena en su sueo recin vulnerado. Los timbrazos sonaban como fragmentos dispersos de una pesadilla que, a pesar de todo, no poda reconstruir. Hubiera preferido que el aparato se callara. Hubiera preferido rearmar la fantasa de su sueo aunque volviera al territorio de una pesadilla conocida. Hubiera preferido sentir la certeza de que dominaba el telfono y las imgenes con un mero acto de voluntad. Pero los reflejos de tantos aos pudieron ms, y, sin despertarse del todo, manote el auricular. - Hola... -Qu hacs? ... Todava apoliys? -No... no... ya me estoy levantando. -Mir que la reunin era a las nueve y media. -Qu hora es? -Nueve y diez... -Est bien... Me pego una ducha y salgo para all... -Vas a ver a tu hermano? - Capaz que me hago una escapada ahora.... Cualquier cosa decle a los muchachos que empiecen sin m. .. -No te borrs, que hay que arreglar un montn de cosas antes del viaje. - Cualquier cosa salimos ms a la tarde... El hombre colg el aparato y no sinti ninguna culpa por haber mentido. Se meti en la vieja cama de dos plazas y goz un rato ms de la modorra. La luz del verano se colaba ya por todas las ventanas. Sin embargo, esa casa. tan conocida como aorada en esos meses tensos, sin su esposa y sin sus hijas le dejaba en el alma cierta sensacin de desasosiego. Intent recordar el sueo destruido por el telfono intempestivo, pero se perdi detrs de imgenes inexplicables. Disip la niebla de esos pensamientos dejando la cama con energa repentina. Cuando se mir al espejo del bao,4

volvi a descubrir en su rostro las huellas de la tensin acumulada. No quiso pensar en eso y se empe en afeitarse con prolijidad. De pronto escuch golpes en "la puerta. Era como un rumor sordo dejado por alguien que estuviera intentando forzar la entrada. No cerr la canilla y sin hacer ruido fue hasta el living. Corri apenas la cortina de una ventanita que rodeaba la puerta. No vio nada y suspir aliviado. Pens que los fantasmas de las pesadillas suelen jugar malas pasadas aun despus de que el sueo se disipa, pero eligi no detenerse en esos razonamientos. Al fin y al cabo esa misma tarde iba a reencontrarse en Mar del Piara con su mujer y sus hijas y se imagin que entonces todos los malos presagios se disiparan. Haba terminado de afeitarse cuando escuch que alguien meta la llave en la puerta. El espejo le devolvi la imagen de una sonrisa placentera que ya haba olvidado... Hasta por los ruidos reconoca la presencia de su madre. -Vos golpeaste antes?.. -No... Vos sabs que tengo llave... Por qu me lo preguntas? .... El hombre no contest. Volvi al bao y comenz a ducharse. Cuando termin descubri con placer que su madre lo esperaba en el living con el mate preparado. Los dos repetan un rito conocido. La mujer comenz con el dilogo: -y las nenas? -Estn bien... ayer convers con ellas un rato largo. Ana se siente un poco sola, pobre... Las nenas tambin. Hoy a la tarde viajo para all con los muchachos. Vivi me pidi las postales que le mand su amiga... -Estn sobre el aparador... Vas a ir a ver a tu hermano? -Ahora paso por el sanatorio... El hombre se visti conversando con su madre. Se detuvo a preparar el bolso para el viaje anunciado, y guard cuidadosamente los papeles prometidos a su hija. Cerr con precaucin todas las ventanas y dej su casa por ltima vez. Su madre lo esperaba en la vereda. Sac el auto del garage y ech llave a todas las puertas comprobando que no quedaran abiertas. Casi sin hablar llev a su madre hasta la panadera cuatro cuadras ms all de esa manzana donde ambos, haban vivido siempre. Ella lo despidi con un beso y con un abrazo inesperado. Busc la avenida Mitre por las calles conocidas y de pronto se encontr de frente con el escandaloso sol de febrero que trepaba en el cielo. Manejaba casi con fruicin ese Dodge 1500 anaranjado. Era de su amigo, el Gordo Pintos, pero l lo haba usado tanto que ya lo senta como una parte de su vida...5

Al llegar a la avenida no pudo reprimir el impulso de mirar por el espejo retrovisor y por un momento tuvo la certeza de que lo seguan. Cuando lo detuvo el semforo del viaducto de Sarand, ya no tena dudas. Dos automviles Ford Falcon, de esos que tantas veces le haban descrito como los encargados de los secuestros y la represin, lo estaban vigilando y sus tripulantes nada hacan por disimularlo. Al entrar en la diagonal Debenedetti aceler como quien quiere sacudiese una pesadilla angustiante. Anduvo muy rpido cinco o seis cuadras y en una esquina cualquiera, elegida al azar, dobl a la derecha sin rebajar para nada la velocidad. La calle era estrecha. Le pareci escuchar que uno de los coches haba pasado de largo, pero cuando quiso razonar el siguiente paso de su fuga, oy claramente cmo el otro auto doblaba en la esquina elegida y casi al mismo tiempo se sacudi por el choque brutal contra el paragolpe trasero de su coche. Pens en acelerar pero fren del todo. Ni pudo preguntarse por ese error fatal e inexplicable. Ya se haba desatado sobre l un huracn de insultos, golpes y rdenes tajantes. Slo pudo mirar por la ventanilla abierta y vio a un hombre joven amenazndolo con una Itaka, y entendi enseguida que quera que bajara del coche. Vio tambin las patadas enfundadas en jeans que buscaban abrir las dos puertas por la fuerza. Sin pensado puso las dos manos a la vista y se aferr al volante. En un instante record la imagen del coronel amigo que le haba recomendado ese gesto si tena que enfrentarse a un operativo represivo porque de ese modo se poda demostrar que ni siquiera pensaba en resistir, y que por lo tanto no haba nada que ocultar. El gesto ridculo y obstinado dur el tiempo exacto que los secuestradores tardaron en abrir la puerta del auto. Enseguida un golpe brutal en la cabeza lo arranc de su defensa inesperada, y en medio de la conmocin sinti con claridad cmo lo arrastraban hasta el pavimento, intent forcejear por ltima vez pero fue peor. Otro culatazo lo postr en el asfalto y ah se le ocurri empezar a gritar. Fue intil. Los hombres de anteojos negros lo llevaron a la rastra hasta uno de los automviles, donde otro golpe terrible termin con su resistencia. Lo ltimo que vio el hombre antes de internarse en la oscuridad de la capucha fue la claridad de ese da de febrero. Absurdamente pens en el calor que hara en el centro al medioda. Ninguno de los vecinos de la calle Zamudio hizo nada por impedir el secuestro de aquel hombre. Los que observaron la escena la recordaron con precisin hasta en sus ms mnimos detalles. Slo se animaron a contarlo a algunos de sus amigos ms ntimos. Unos metros ms all de la esquina un pocero de SEGBA que trabajaba ocasionalmente en la zona supo desde el principio qu deba hacer. Abandon la obra y tom el primer colectivo para relatar a su delegado sindical lo que haba visto. Buenos Aires tena un secuestrado ms.6

Introduccin"Luz y fuerza, compaeros, es nuestro segundo hogar." (De la Marcha del Sindicato.)

* Ms de sesenta mil afiliados en todo el pas, que significan ms del 90% de los trabajadores de las empresas elctricas de todos los niveles. * Sedes propias en todas las provincias que naturalmente se han transformado en el centro de actividades gremiales y polticas en cada regin. * Una red de hoteles propios de primera calidad que cubren todos los centros importantes del pas. * Una red de sanatorios, hospitales, farmacias y consultorios propios que aseguran a los afiliados la pronta atencin mdica ante cualquier eventualidad y en cualquier circunstancia. * Planes de vivienda en ejecucin constante que aseguran el acceso a la casa propia a todos los miembros de la organizacin. * Cooperativas de Trabajo, Consumo, Seguros y Produccin que ponen al alcance de los afiliados y de sus familias bienes y servicios en condiciones ms que ventajosas. Una de las maneras de definir al sindicato de Luz y Fuerza es a travs de sus "realizaciones", y entonces la polmica parece inevitable. Para los lderes del sindicalismo peronista tradicional cualquier cuestionamiento al sistema que d esos resultados suele equivaler a una hereja. Cuando la discusin se plantea, explcita o implcitamente, ellos recurren contentos y satisfechos al recurso de "mostrar una vez ms las obras de una organizacin que es ejemplo", y sus detractores, a un paso de la "santa ira" de los escandalizados, hablan de "las muestras palmarias de cmo se burocratiza una organizacin de los trabajadores para renunciar a su compromiso de clase". De todos modos, la polmica expresada en esos trminos no tiene resolucin, porque hace rato que los dirigentes gremiales argentinos han dejado atrs las discusiones ideolgicas con la izquierda y han puesto manos a la obra en la tarea de ejercer el poder que sus organizaciones han conquistado y consolidado despus de la intempestiva entrada de los trabajadores en el tinglado de la poltica argentina. All por 1945. A esta conciencia se sum Oscar Smith en 1958, cuando se afili al sindicato7

de Luz y Fuerza. Estaba por cumplir los diecinueve aos, y recin haba terminado los estudios secundarios en una escuela tcnica. Su padre, don Santos, apenas pudo le consigui trabajo en la empresa SEGBA, la misma donde l trabajaba desde la dcada del '30. Viva en Villa Domnico y todas las maanas tomaba el tranva 22 para llegar hasta el centro. Traa del barrio, adems de los buenos recuerdos de una infancia humilde pero sin sobresaltos, la certeza de que, a pesar del gobierno de la Revolucin Libertadora y de lo que escuchaba de los oficinistas con que almorzaba, para su clase social la nica identificacin posible era con el peronismo. Como no poda ser de otra manera se afili al sindicato en cuanto pudo. Enseguida se cas con Ana Mara Prez, su novia de siempre, y con el apoyo de la organizacin gremial compr el terreno donde construiran su casa, a la vuelta de la casa de sus padres y a una cuadra de la casa de soltera de Ana. As era mejor. Todos quedaban en el barrio y no haba desarraigos que dolieran. Naturalmente, el sindicato pas a formar parte de la vida misma del nuevo matrimonio. Las salidas de los fines de semana; la resolucin de los problemas ms urgentes; hasta el ftbol del sbado tarde, todo comenz a tener que ver con la organizacin, donde ya empezaba a surgir una red de amigos que conservara roda la vida. Smith fue elegido delegado de su sector en 1963. Trabajaba en el edificio de Alsina entre Defensa y Bolvar donde la empresa SEGBA haba instalado ya uno de los primeros equipos de computacin que se conocieron en el pas. A su lado se sentaba un muchacho gordo, simptico y charlatn, con el que comparta sus primeras inquietudes polticas y gremiales: Juan Jos Taccone. El secretario general del sindicato era Lus Natalini, un dirigente veterano y casi legendario que no disimulaba su orgullo cada vez que hablaba de "su obra" en el gremio. Es que desde aquel 2 de octubre de 1943 en que un puado de empleados de la Compaa talo Argentina de Electricidad la haba fundado, la organizacin de los trabajadores de Luz y Fuerza haba crecido hasta transformarse en un factor de poder insoslayable en el rea de la energa. Estaba claro que Luz y Fuerza era sobre todo uno de los productos ms acabados del proceso de nacionalizacin de los servicios pblicos iniciado por los gobiernos del general Pern. La profunda conciencia nacionalista del sindicato haba interactuado con el creciente poder gremial incentivado por el Estado peronista para movilizar a los trabajadores del sector hasta convertidos en "custodios" de una manera de manejar los recursos nacionales que tenda a quitar poder a las clases tradicionalmente dominantes para entregrselo a los asalariados. El sindicato se hizo grande en esas circunstancias entre otras cosas porque Natalini y el equipo de hombres que lo secundaba se empeaban en generar formas crecientes de poder social. El golpe militar de 1955 lo encontr consolidado como uno de los pilares del poder sindical peronista. Comenzaba la Resistencia Peronista, ese perodo violento y heroico8

caracterizado por la lucha anrquica y desigual de un puado de hombres y mujeres que ante la injusticia de las persecuciones y la proscripcin buscaba expresar por todas las formas posibles su adhesin a un hombre y a un modelo de pas que haban mostrado que era posible vivir en una nacin independiente y con crecientes grados de justicia social. Luz y Fuerza particip de la Resistencia, pero no ocult su cautela. Eran tiempos duros para los sindicatos porque las intervenciones estaban a la orden del da y perder el sindicato equivala a perder la estructura conseguida con tanto esfuerzo. Natalini no quiso quedar excluido de la lucha que emprenda el peronismo todo, pero nunca pas el Rubicn de que la presencia de su equipo hiciera peligrar la conduccin de la organizacin. Las crticas de los "duros" de la Resistencia llovan pero los jefes del sindicato supieron dar la discusin explicando inclusive que el propio Pern les haba recomendado esa conducta. Cuando Smith comenz su tarea de delegado el peronismo segua proscripto. La pertinaz pelea del general exiliado y sus seguidores por superar esos condicionamientos ya le haba costado el gobierno a Arturo Frondizi, y ahora amenazaba las elecciones del mes de octubre. Los militares seguan poniendo como condicin que se impidiera al justicialismo llegar al gobierno y para hacerlo no caba otra posibilidad que proscribirlo porque era mayora. Las elecciones se hicieron pero sin la participacin del peronismo y ganaron los radicales. Para los sindicalistas peronistas y para una cantidad considerable de ciudadanos el nuevo intento democrtico haba nacido muerto por el mal de la ilegitimidad: el justicialismo y Pern seguan proscriptos. Augusto Timoteo Vandor ya era el jefe del gremialismo justicialista. Desde la Unin Obrera Metalrgica, el gremio industrial ms poderoso, haba transitado todos los caminos de la "lnea dura" pero a esa altura de la historia ya estaba pergeando su "giro estratgico". Para l y para toda la cpula sindical peronista estaba claro que el mtodo insurreccional no podra producir el cambio de gobierno tantas veces reclamado. Los polticos tradicionales eran, obviamente, como figuras de cartn de un tinglado que los militares manejaban a su antojo, proscribiendo al justicialismo. Pern trataba de controlar la situacin desde muchos kilmetros utilizando en su beneficio la ambigedad de la distancia, pero no olvidaba insistir en que la columna vertebral de su movimiento era la clase trabajadora organizada. La ecuacin ofreca una solucin clara. Los militares y los sindicatos eran los "poderes reales" actuantes en una situacin poltica muy fluida. Si los gremios lograban consagrar esa condicin de "poder real" en su relacin con el resto de los dueos de los resortes de la conduccin verdadera de la sociedad, poda comenzar a escribirse otra historia, en que la acumulacin de poder de los sindicatos poda imaginarse ms como el resultado de un proceso sin traumas, que como la consecuencia de una rebelin social generalizada. Haba que "participar" antes que "confrontar" y en esa lnea de accin Luz y Fuerza se encolumn gustoso bajo la conduccin de Vandor.9

El gobierno de Illia se desgast irremediablemente. Para colmo de males ante las presiones internacionales y nacionales, tuvo que prohibir, manu militari, el retorno de Pern al pas, luego de una ola de represin que a algunos sindicalistas memoriosos los llev a recordar la Semana Trgica, por la muerte de tres obreros en el Gran Buenos Aires. El enfrentamiento ya era imparable. Once mil tomas de fbrica a lo largo de poco menos de tres aos de gobierno expresaron claramente qu pensaban los trabajadores argentinos del primer gobierno radical despus de Irigoyen. La convivencia era imposible porque la movilizacin de ese sector social reclamaba a los gritos una transformacin de la sociedad -expresada en los programas de La Falda y Huerta Grande- que slo poda conseguirse a travs de un drstico cambio de manos en el poder poltico. Los jefes sindicales peronistas entendieron esos signos de acuerdo a otros moldes y supusieron que apoyando el golpe de Estado de Juan Carlos Ongana encontraran en las fuerzas armadas a los interlocutores perdidos en 1955, adems de sumarse a la "nueva etapa" que apoyaba tambin el resto de los ncleos del poder tradicional. Oscar Smith particip de esas tomas de establecimientos como un simple militante y organiz los distintos momentos del plan de lucha en su gremio a travs del cuerpo de delegados. Un organismo casi multitudinario que paulatinamente se fue transformando en una de las palancas del poder de la organizacin. Eran largos los debates de ese organismo que casi semanalmente llenaba el teatro que el sindicato tiene en la calle Per, del barrio de San Telmo. Smith era ya una de las "flamantes incorporaciones" de la Lista Azul y Blanca -el nucleamiento peronista que manejaba el gremio desde su fundacin-, y se distingua en esas asambleas por su capacidad para sintetizar posiciones y para llevar las resoluciones al punto que la conduccin quera. En las elecciones de 1966, sera postulado para ocupar un cargo en la nueva conduccin. Su amigo Juan Jos Taccone era secretario gremial y una de las "manos derechas" del secretario general Flix Prez. Eran tiempos de transicin. Todava se poda votar en los sindicatos, donde las elecciones no mostraban dificultades para aquellos que tenan buen dilogo con el nuevo gobierno, y tanto Taccone como Flix Prez haban proclamado sus esperanzas de que Ongana encabezara la "revolucin nacional pendiente". Sin embargo el equvoco pronto comenz a aclararse. Ongana no slo evitaba cualquier tipo de transformacin social recitando una letana franquista preconciliar, sino que al frente del rea econmica designaba a los representantes ms claros del capital internacional y del sistema que los sindicalistas decan combatir. Su programa econmico era liberal y ortodoxo como el que ms y paradjicamente su plan de alineamiento de la Argentina en el sistema de la nueva divisin del trabajo internacional dictado por los poderosos de Occidente parta de la reduccin del tamao del Estado y de la privatizacin de los servicios pblicos. La rebelda sindical peronista comenz a aflorar por todas partes y cristaliz10

en 1968 en la creacin de la CGT de los Argentinos. Luz y Fuerza critic desde el principio esa experiencia, cuestionando el sesgo ideolgico de sus dirigentes. En su lugar, junto a Vandor, busc expresar en otra central obrera el pensamiento moderado de los dirigentes que todava crean que quedaba espacio para el "participacionismo". Sin embargo, la ola "combativa" ya haba llegado al sindicato. Desde Crdoba, Agustn Tosco lideraba una fraccin de izquierda que cuestionaba cada paso dado por la conduccin mayoritariamente peronista de la organizacin. Su prdica se extendi rpido a otras seccionales. Su discurso reclamaba directamente la instauracin de un rgimen socialista. Smith no comulgaba con los cazadores de brujas que buscaban clausurar cualquier discusin con el "tosquismo" aludiendo a la "maldad intrnseca" de los marxistas. "Hay que discutirles en los congresos y en las asambleas pero hay que ganarles siendo mejores sindicalistas que ellos", deca. En 1970 lleg la hora de que pusiera a prueba sus concepciones desde un puesto de responsabilidad en la conduccin de su gremio. Durante ese ao se realizaron nuevas elecciones en el sindicato Capital Federal, y Oscar Smth fue elegido secretario gremial en una lista que llevaba como secretario general a Juan Jos Taccone... Sumaron ms del 90 por ciento de los votos y enseguida comenz a notarse la presencia de Smith en el mximo nivel de conduccin. Organiz el cuerpo de delegados de modo tal que adems de funciones deliberativas tuviera tareas ejecutivas. Estudi el convenio a fondo y propuso la creacin de una oficina permanente para la atencin de los problemas derivados de la no aplicacin de sus clusulas -que l atenda personalmente- adems de asistir sin excepciones a las asambleas por sector que eran, a su juicio, "el corazn" de la organizacin gremial. Su tarea le gan un prestigio creciente entre sus compaeros y el conocimiento a fondo de una estructura que se distingua en el sindicalismo argentino por su clara concepcin del poder que a diario construa. Cuando llegaron las elecciones siguientes Smith era para muchos el "candidato natural" a secretario general. Taccone, Flix Prez y la conduccin del grupo que diriga el sindicato opinaban lo contrario porque preferan "fortalecer" la estructura de la federacin nacional del sector, adems de limpiar el camino para la formacin de la lista en el sindicato porteo. No hubo ningn problema. Si algo sabia Smith era comprender el manejo de los tiempos y que el mximo inters a defender siempre en su tarea, era el de la "unidad de la organizacin". El candidato a secretario general fue Osvaldo Mazzino y su lista -la Azul y Blanca- consigui casi el 90 por ciento de los votos emitidos. Para Smith qued un puesto en la secretara de organizacin de la federacin y la difcil tarea de llevar el sindicato a todos los rincones logrando la apertura de filiales de Luz y Fuerza aun en los pueblos ms remotos, adems de controlar la aplicacin de las normas del convenio colectivo de trabajo. Cada fin de semana viajaba, solo o acompaado de militantes de su sector. Ya a mediados de 1973 haba logrado11

cosechar, adems de un importante nivel de organizacin en cada provincia, la amistad de la nueva camada de dirigentes de todo el pas. Gobernaba Hctor Cmpora y por todos lados floreca la movilizacin social impulsada por la nueva victoria del peronismo. La poltica energtica de la nueva administracin era controlada por el sindicato por expresa disposicin del general Pern, quien a fines de 1973 ofreci a Taccone la posibilidad de administrar la empresa SEGBA. Taccone acept pero a condicin de que se le permitiera implementar un sistema de autogestin comunitaria en la administracin, desconocido en esta parte del continente. Propuso un modelo autogestionario en dos niveles -consejos de trabajadores y consejos de usuarios- que democratiz el poder de la empresa, dejando en manos del Estado Nacional mera coordinacin de la conduccin. Los resultados fueron ptimos; se disminuyeron gastos, se mejoraron los servicios y se llev la energa a regiones alejadas de los centros de poblacin urbana. Para Luz y Fuerza se completaba el ciclo de su mximo poder poltico. No solamente representaba y acrecentaba la capacidad de decisin de los trabajadores de la energa elctrica, sino que adems avanzaba en el manejo concreto de las palancas que hasta entonces haban sido propiedad de quien manejaba el Estado. A una organizacin social vasta y poderosa se sumaba la consolidacin de un ncleo de decisin que hasta estaba en condiciones de encabezar el manejo del rea integralmente. Era el momento de comenzar a ejercer el poder. Sin intermediaciones de ningn tipo. En las elecciones de 1974, Oscar Smith lleg a la secretara general del sindicato Capital Federal de Luz y Fuerza. Ahora l fue quien encabez la lista Azul y Blanca, acompaado en la frmula por su amigo Oscar Lescano. Smith en persona se haba encargado de conformar la nmina tratando de incorporar a la mayora de los jvenes delegados que se haban destacado en los aos anteriores. El resultado electoral le dio la razn. Otra vez una mayora abrumadora apoy a los candidatos de la lista Azul y Blanca. El momento del "Gato" -as lo conocan a Smith todos sus amigos- haba llegado. El general Pern ya haba muerto. El sistema de pacto social que trabajosamente haba construido con la idea de reimpulsar la economa del pas ya no se sostena en pie. La presidenta de la Nacin, heredera formal de la tarea poltica del lder, no despertaba la ms mnima confianza entre los dirigentes ms encumbrados de todas las actividades. Sobre todo la dirigencia peronista mostraba su hostilidad hacia la viuda aunque solamente en las conversaciones privadas. En pblico slo se escuchaban elogios y convocatorias a la "unidad del movimiento". Mientras tanto, desde el Comando en Jefe del Ejrcito se promovan ya a cara descubierta reuniones de los uniformados con lderes civiles para "analizar la marcha de los acontecimientos" y para imaginar "salidas a la crisis". El golpismo estaba otra vez en marcha. Adems de las crecientes dificultades econmicas, la violencia callejera se haba convertido en uno de los protagonistas acostumbrados y cotidianos en la12

vida de los argentinos. Las organizaciones guerrilleras haban retornado la lucha armada, y muchas veces sus blancos eran los sindicalistas peronistas, acusados de pertenecer a la siempre execrada "burocracia sindical". Por eso y porque muchos lderes sindicales se sentan personal e ideolgicamente comprometidos en la "guerra santa contra la subversin" fue que comenzaron a aparecer verdaderos ejrcitos privados custodiando a los principales jefes gremiales, que en ocasiones fueron acusados de participar en distintos operativos de represin clandestina. Su despliegue militar en las calles sola conmover a los ciudadanos comunes hasta producirles un profundo rechazo que de todas maneras no podan expresar sino a travs de la oposicin activa al gobierno que permita esos excesos. Oscar Smith saba que la lucha contra las organizaciones guerrilleras era la gran justificacin que tenan los militares para volver a hacer valer su poder en la poltica argentina. El mismo haba impulsado un homenaje del movimiento obrero a las fuerzas armadas por la "lucha contra la subversin", pero por otro lado desechaba la posibilidad de sumarse a los dirigentes que hacan de sus "guardias de corps" un motivo de orgullo personal. -Nunca te matan el da antes- sola decir cada vez que alguien le aconsejaba que contratara su propia custodia. Un da, mientras se preparaban para ir a una reunin importante en la sede de los obreros de la construccin, en su presencia alguien sac de un portafolios una pistola automtica calibre 9 milmetros y la guard en la cintura haciendo gran escndalo. -Sacate eso de ah, boludo... pods lastimarte- dijo Smith como un rayo. Las risas disiparon la tensin y el hombre que haba credo que hacer ostentacin de armas delante de Smith equivala a una declaracin de lealtad superlativa de pronto se sinti en ridculo. Inclusive, cada vez que poda el joven lder lucifuercista trataba de eludir los cortejos de autos Ford Falcon en que solan desplazarse los sindicalistas. Prefera los autos chicos y, ms de una vez, trataba de manejar l mismo "porque as se aclaran las ideas". Iba a todos lados con su secretario privado, Armando Pintos, y con un grupo de dirigentes del gremio que eluda conscientemente cualquier tipo de identificacin con las demostraciones de fuerza militar tan usuales en esa poca. Smith descrea, explcitamente del valor de las custodias y daba como ejemplo de su inutilidad el final de Jos Rucci. -El petiso tuvo una patota de seis coches y lo boletaron igual- ejemplificaba cada vez que se hablaba de la cuestin. Ese estilo tal vez haca ms atractiva su personalidad para la generacin de nuevos dirigentes que apareca ya en la segunda lnea de las organizaciones tradicionales. Por su despacho en el octavo piso de la sede de Luz y Fuerza en la calle Defensa pasaban muchos de los sindicalistas que protagonizaran la vida gremial en la dcada siguiente. De esas reuniones y de esa central sali la decisin de devolver a Luz y Fuerza al seno de las 62 Organizaciones13

Peronistas, algo que Flix Prez haba evitado a lo largo de la dcada de los sesenta, al preferir destacar su perfil socialcristiano por sobre cualquier otra definicin. Smith preparaba su propio dispositivo para transformar al gremialismo en un referente inevitable a la hora de definir la direccin poltica del movimiento que desde la muerte del lder apareca acfalo. Nadie poda decide que no a esa sonrisa afable y canchera y a esos ojos vivaces y desconfiados que ya apuntaban como un liderazgo indetenible en el sindicalismo tradicional.

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Primera parteMarzo de 1975 - Marzo de 1976

"Las conquistas sociales sintetizan la unidad que logramos en la accin." (De la Marcha del Sindicato.)

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CAPITULO 1

EL PREAMBULOFue el 24 de marzo de 1975. Por rara paradoja del destino, la disputa del movimiento obrero por encontrar un espacio de poder en las decisiones del Ejecutivo, monopolizadas entonces por el ministro de Bienestar Social y secretario privado de la Presidencia, Jos Lpez Rega, se manifest por primera vez pblicamente un da antes del golpe de Estado de Videla. Desde la muerte de Juan Domingo Pern el 10 de julio del ao anterior, un crculo comenz a cercar a la viuda, impidiendo que sta siquiera tomara cuenta de las opiniones y reclamos de los distintos sectores de la vida nacional. El marco del aislamiento era la violencia, que cada vez con ms crudeza pona en tela de juicio la capacidad del gobierno para velar por la seguridad de los ciudadanos. La situacin econmica no era mejor. El Pacto Social acordado por obreros y empresarios cuando Pern an viva, a duras penas lograba evitar que se desataran las fuerzas en pugna del mercado. S bien se haba conseguido mantener un nivel promedio del 5 por ciento de inflacin en los seis meses anteriores, la contracara era el desabastecimiento. Artculos de primera necesidad eran escondidos por productores o revendedores como una forma de presin de las camaras empresarias -con honda repercusin social- a la espera de un aumento de precios. Por esa poca, otras dos cuestiones preocupaban a la dirigencia gremial: la lenta instrumentacin de las agregaduras laborales en las embajadas y el inicio del plan de 100.000 viviendas para ser distribuido por la Confederacin General del Trabajo (CGT). Ambos tpicos, muy caros a la central obrera, eran premeditadamente demorados desde las oficinas de Lpez Rega, en su feroz intento por recortar la fuerza intrnseca de la columna vertebral del peronismo, que era objetivamente su ms clara competencia. Nada contribua a apaciguar los nimos de la dirigencia obrera. A mediados de marzo, el Ministerio de Economa anunci una serie de medidas sin16

consultarla. Y una entrevista con la presidenta que los "cuerpos orgnicos" de los trabajadores haban pedido el 27 de febrero se pospuso en tres ocasiones, sin llegar a concretarse, dejndolos muy mal parados frente a la opinin pblica. A Lorenzo Miguel -secretario general de las 62 Organizaciones gremiales peronistas- ya no le caba ninguna duda: la nica alternativa era avanzar con un pronunciamiento pblico, que alertara al Ejecutivo y lo sacudiera de su modorra. No pensaba ir ms all. As fue que trabaj durante todo el fin de semana en los preparativos del plenario que el domingo 23 deliber en la sede de la Unin Obrera Metalrgica (UOM), con ms de 400 representantes gremiales, adems de legisladores y concejales de extraccin gremial y miembros de la Juventud Sindical Peronista. Por la tarde, en la Asociacin Obrera Textil, Miguel, Casildo Herreras, Florencio Carranza y Flix Prez invirtieron slo veinte minutos de su tiempo para discutir el documento que haba sido elaborado por asesores de la UOM. Ni siquiera corrigieron cuestiones de redaccin. Se evalu que era equilibrado, sinttico y claro, y que ms de lo que se haba escrito no se poda decir. A las 20,40 comenz a deliberar el plenario que fue abierto por Miguel; enseguida Abelardo Arce (tesorero de la CGT) ley las pginas del escrito y, tras las intervenciones de algunos participantes de la reunin aprobando lo escuchado, Miguel dio por terminado el cnclave, que no alcanz a durar una hora. El documento no fue dado a conocer a la prensa. Slo el diario Clarn lo recibi esa noche, pero para publicado en forma de solicitada. Nadie saba de qu se trataba, pero la pauta de que lo aprobado exceda los trminos con que sola expresarse la dirigencia obrera con respecto al gobierno peronista la dio el senador por la provincia de Santa Fe, Alfio Pennisi, estrechamente ligado al lder metalrgico: "quienes sepan leer entre lneas sabrn perfectamente a quin est dirigido el documento crtico". El 24, entonces, se tom conocimiento del pronunciamiento sindical, que ocup dos pginas a modo de solicitada, bajo el titulo "Reafirmacin revolucionaria del movimiento obrero argentino". Y aunque ni los medios de comunicacin ms opositores se animaron a decirlo con todas las letras, era claro que el principal destinatario de las crticas era el ministro esotrico que el gobierno peronista se haba encargado de encumbrar. El documento tambin hizo centro de ataque en el Ministerio de Economa, a cargo de Alberto Gmez Morales, en tanto dej a salvo de toda crtica a Mara Estela Martnez de Pern, lo que dio lugar a que los analistas polticos concluyeran que el movimiento obrero haba introducido un replanteo de orden estratgico en la nocin de "verticalidad" que a partir de ese momento fue entendida como acatamiento exclusivo a la presidenta con exclusin de figuras intermedias: "el movimiento obrero define y ratifica su total apoyo e identificacin con el gobierno presidido por la seora Mara Estela Martnez de Pern, ms all de las disidencias particulares con algunos funcionarios o17

reas... decidido a robustecer la fe popular y a eclipsar ambiciones oportunistas"; "aprendimos a conocer a nuestros aliados y a nuestros enemigos evidentes o embozados", atribua el diario La Opinin, de Jacobo Timerman, a voceros sindicales. El documento fue igualmente explcito en cuanto a sus reclamos y expectativas: "la compaera Mara Estela Martnez de Pern sabe que cuenta con un leal ejrcito laboral, pacfico y constructivo... que debe tener participacin real y activa en la planificacin estratgica y en la ejecucin tctica de las grandes polticas nacionales"; "la vigencia de las convenciones colectivas indica la necesidad perentoria de conocer las orientaciones generales de la poltica econmica". Lpez Rega comprendi perfectamente a quin estaban dirigidos los dardos, y no tard en responder. "Mi renuncia est siempre a disposicin de la seora presidenta, como lo estuvo desde el primer momento", dijo, y agreg: "yo no estoy apegado al cargo; soy un hombre que quiere volver a escribir, si Dios me da fuerza y salud. Esa es mi aficin. No tengo en la vida ambiciones de otra naturaleza" (La Opinin, 26 de marzo). Pero si la dirigencia obrera pretendi avivar con el documento las dormidas relaciones con Isabel, aunque ms no fuera suscitando en ella algn tipo de temor al desborde, se equivoc. La relacin entre la presidenta y su consejero era tan estrecha que cualquier ataque a este ltimo era vivido por la viuda de Pern como un ataque a ella misma, dando ms lugar a quienes opinaban que la nica manera de sacarse al sperministro de encima era echando a la propia Isabel, del modo en que fuera posible. Desde el Ejecutivo, buscando atenuar las consecuencias del documento obrero, se dio instrucciones al ministro del Interior Alberto Rocamora, para que reanudara el interrumpido dilogo poltico con la oposicin. Tambin se lleg a decir que Isabel se reunira con Casildo Herreras semanalmente para que ste transmitiera las posiciones de los sindicalistas, algo que por supuesto, no se concret. El objetivo era aislar al mentor de la ofensiva gremial, Lorenzo Miguel, quien incluso puso a disposicin su renuncia a la titularidad de las 62 Organizaciones para facilitar la distensin, lo cual, obviamente, tampoco se concret. Lo nico que logr efectivizarse fue la tantas veces postergada reunin entre Isabel y los representantes gremiales, despus de casi cuarenta das de que stos la hubieran solicitado, lo que se interpret como una victoria de la estrategia de Miguel, que habra logrado traspasar el cerco a travs de sus buenas relaciones con el presidente de la Cmara de Diputados, Ral Lastiri, yerno de Lpez Rega. La realidad mostrara otra cosa. Cuando la Jefa del Estado lleg al edificio de la calle Azopardo 802 a las 18 del viernes 4 de abril -media hora despus de lo previsto- en compaa de Jos Lpez Rega, los sindicalistas comprendieron que el estado de cosas imperante era mucho ms grave de lo que suponan. Las cpulas de la central obrera y el brazo poltico del sindicalismo peronista esperaban en el quinto piso, donde18

pretendan tener una discusin privada con Isabel que fue imposible por la presencia del ministro de Bienestar Social. La reunin no pas de los saludos protocolares que concluyeron pasados los 20 minutos, momento en que la presidenta baj al saln de actos para hablar a la multitud que rebasaba el local. Fue el da en que Isabel Pern, en improvisado discurso, denunci la "existencia de traidores de adentro y de afuera" y la gente, en la cara del ministro en cuestin, comenz a gritar "que lo echen, que lo echen". La difcil situacin, sin embargo, no se resolvi (La Opinin, 5 de abril). El 20 de abril, y mientras los gremialistas todava aguardaban impacientes una reunin con Isabel para exponerle sus preocupaciones, metiendo el dedo en la llaga, el diario La Opinin recordaba la relacin de la CGT en tiempos de Pern, a partir del testimonio de quien fuera secretario general de la central obrera, Jos Espejo: - En su carcter de secretario general de la CGT, participaba plenamente de todas las reuniones de gabinete. - En cada ministerio funcionaba una comisin de la central obrera, que era consultada por su titular y que influa ciertamente en razn de su peso. - Haba directores obreros en los distintos organismos estatales, por ejemplo, en las Cajas de Jubilaciones, y representantes en la administracin de las empresas nacionales. - Cada maana, a las 6, el titular de la CGT se reuna con el presidente. - La CGT tena abiertas las puertas del gobierno -del presidente o de cualquier ministro o funcionario en forma constante. - La CGT participaba de todas las audiencias concedidas por el primer magistrado a los ministros o a los distintos sindicatos o federaciones gremiales. - Cualquier conflicto de carcter laboral radicado a nivel del Estado era resuelto en acuerdo con la central obrera. - El propio Espejo presida la comisin econmica del Ministerio de Hacienda, donde se fijaban las pautas salariales con vistas a la renovacin de los convenios. - Haba agregados obreros en todas las embajadas, algunos de los cuales, por mrito, fueron ascendidos a embajadores. El 25 de abril se cumpla el 33 da del inicio del conflicto en las fbricas siderrgicas de Villa Constitucin, y el Partido Justicialista expulsaba de sus filas al ex presidente Hctor J. Cmpora por no haber desmentido su pertenencia al Partido Autntico, creado por la organizacin Montoneros. Por otro lado, el senador Jos Antonio Allende debi abandonar la presidencia de la Cmara alta, al negarse el peronismo a brindarle su apoyo, modificando de este modo la lnea sucesoria para dejar debajo de Isabel al diputado Lastiri. Este ltimo acontecimiento fue producto de una ardua negociacin entre19

Miguel y el yerno de Lpez Rega, que dej a ambas partes satisfechas. Por un lado, el ministro de Bienestar Social se qued por fin tranquilo, al tener la seguridad de que si algo le sucediera a Isabel, seguira controlando el gobierno. Saba que en todo el peronismo slo tena enemigos, y necesitaba tener cubierto hasta el "mnimo" detalle. Por su parte, Miguel consigui lo que tanto ansiaba: una reunin privada entre la dirigencia gremial y la presidenta de casi dos horas, donde por primera vez desde que asumiera el gobierno sucediendo a su esposo muerto los sindicalistas se sintieron escuchados. Le dijeron todo lo previsto, y se fueron con el convencimiento de que la "seora" no tendra ms remedio que darles una respuesta. Que nunca dio. Lleg el doblemente histrico 10 de mayo de 1975: fue el primer festejo del da del trabajador sin la presencia de Pern y por primera vez, tambin, una mujer inauguraba las sesiones de un parlamento americano en ejercicio de la primera magistratura. El dato, sin embargo, no interes ni a los historiadores. Todos prefirieron detenerse en algunas palabras que Isabel pronunci en la jornada, intentando descubrir siquiera una clave para interpretar el futuro. Dos frases concentraron la atencin. La primera, por su dureza: "yo a la antipatria que se oponga, le dar con un ltigo, como a los fariseos en el templo". La segunda, por la sugerencia: "no tengo la menor duda de que har todos los cambios que sean necesarios, donde sea. Aqu estamos sin excepcin para servir al pueblo y sus instituciones, el que no est de acuerdo y tenga otro pensamiento, que se largue". Hubo algn optimista que crey ver en estas ltimas palabras el anuncio de un distanciamiento progresivo de Lpez Rega. De ms est decir que estaba equivocado. Tantas idas y venidas en el seno del poder y sus adyacencias no lograban disimular el clima de terror que se impona. El 8 de mayo asesinaron a balazos al hijo mayor del dirigente grfico Raimundo Ongaro, preso a disposicin del Poder Ejecutivo en la crcel de Villa Devoro. La Asociacin Argentina de Actores se movilizaba en repudio a las amenazas de muerte de un grupo terrorista de ultraderecha dirigidas contra actores, escritores y periodistas. El 10 de mayo, y a modo de justificacin de lo actuado en Villa Constitucin -un conflicto que segua sin resolverse, pese a que se dispusiera la libertad de 210 de los 307 detenidos-, el Ministerio del Interior difundi un documento resumiendo el operativo de seguridad montado en la zona desde el 20 de marzo ltimo, y denunciando la existencia de "un plan subversivo que apuntaba a entorpecer el desenvolvimiento de la industria siderrgica radicada entre Rosario y Campana, sobre el ro Paran". El complot, supuestamente dirigido por la organizacin Poder Obrero, fue definido por el ministerio poltico peronista como "socialista, marxista, leninista y trotskista". Ms all del macartismo de las denuncias oficiales, lo concreto era que conflictos como el de Villa Constitucin se multiplicaban en todo el pas, montados sobre una realidad objetiva: el pacto social ideado por Pern y "prorrogado" despus de su muerte ya no lograba contener el conflicto social. Los salarios congelados por las disposiciones de esa "gran paritaria", ya no20

alcanzaban porque los precios se elevaban fuera de los controles oficiales. Este marco general llev al propio Lorenzo Miguel a plantear en pblico y en privado que el gobierno de Isabel Pern deba habilitar las "negociaciones definitivas" de las comisiones paritarias, reivindicacin que el sindicalismo slo consigui luego del duro pronunciamiento de marzo.

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CAPITULO 2

LA CRISISA mediados de junio, Lorenzo Miguel se converta en el eje de la disputa entre el movimiento obrero y el gabinete econmico. Por entonces, y tras la decisin del Poder Ejecutivo de no homologar las decisiones de las comisiones paritarias que haban comenzado a funcionar el 17 de febrero, funcionarios del Palacio de Hacienda hicieron trascender que el aumento salarial se fijada por decreto del Ejecutivo y no excedera del 38 por ciento. Otras versiones que a manera de globo de ensayo hicieron circular asesores de Celestino Rodrigo -que asumi en el Palacio de Hacienda tras la renuncia de Gmez Morales- fueron antes que nada rechazadas por la Unin Obrera Metalrgica, que ni siquiera se tom el trabajo de convocar a la formalidad de una reunin de consejo directivo para pronunciarse. Enseguida, y desde Ginebra, donde asista a la asamblea anual de la Organizacin Internacional del Trabajo, Casildo Herreras dijo que esa presunta pauta era "inaceptable". Por su parte, la CGT emiti un documento donde hizo constar que "las comisiones paritarias continan deliberando siempre dentro del marco de la ley 14.250". La inmediatez de los pronunciamientos rechazando en forma directa los rumores no evit, sin embargo, que en distintos centros industriales del interior del pas comenzaran a movilizarse las bases obreras reclamando el respeto a lo pactado con el gobierno constitucional meses atrs y forzando a la dirigencia gremial, con sede en la Capital Federal, a tomar actitudes ms combativas respecto del Ejecutivo. El centro indiscutido de la protesta obrera, que ira in crescendo, fue sin duda la provincia de Crdoba, con el abandono por parte de los trabajadores de sus lugares de trabajo en plantas tales como Grandes Motores Diesel, Fiat-Concord, Materfer y Perkins, por ejemplo, y la realizacin de asambleas conjuntas para discutir la situacin planteada. Quizs como un preanuncio de la dureza que sobrevendra en la jornada, el 12 de junio comenz muy temprano con su duro trajinar. Apenas haban pasado unos minutos de las 8 de la maana cuando, en el Saln de Acuerdos del Palacio de Hacienda, el ministro de Economa, acompaado por sus ocho22

secretarios, Adalberto Wimer y Alberto Campos por el consejo directivo de la CGT y los dirigentes del empresariado Rodolfo Aguad y Martn Noel, comenzaron a discutir lo que ya, desde el Ejecutivo, no tena discusin. Rodrigo anunci que la decisin estaba tomada, que saba que no responda a los legtimos reclamos de la clase trabajadora, que todos deberan asumir la difcil situacin econmica por la que estaba pasando el pas y que no poda ofrecer ms de 45 por ciento de aumento salarial por decreto. Las paritarias, anuladas. La reunin no alcanz a durar 40 minutos. El dilogo estaba formalmente cortado desde el mismo momento en que el ministro peronista-monetarista haba dicho, en respuesta a una inquietud del lucifuercista Wimer, que las pautas eran inflexibles. An crea Rodrigo que el movimiento obrero poda ser doblegado con los irrefutables argumentos de una crisis casi insalvable. Seguramente no sera la primera vez que habra de equivocarse. Lo concreto es que la CGT decidi rechazar sin ms la propuesta oficial y exigir una inmediata reunin con la presidenta, a propuesta de Miguel, quien supona que presionando en los ms altos niveles de la esfera gubernamental podra evitar el desenlace de un conflicto de imprevisibles consecuencias. Segn l, la negociacin no deba suspenderse por ningn motivo. Por la tarde, y mientras llegaban a Buenos Aires los primeros cables informando de la movilizacin convocada por la Coordinadora de Gremios Combativos en Crdoba que nucle a ms de 10 mil obreros en el centro de la ciudad mediterrnea, una emisora privada dio a conocer un comunicado del Ejecutivo confirmando la resolucin de suspender las paritarias y otorgando un aumento por decreto del 45 por ciento sobre los bsicos de convenio... A las 19.10, luego de otra reunin con funcionarios de Economa, Wimer inform a la prensa que haban sido convocados para las 20 los secretarios generales de los gremios confederados, que tomaron como nica resolucin continuar las negociaciones, tal como lo sugera Miguel. Las expectativas obreras, de todos modos, eran las mismas: prosecucin de las paritarias sin fijacin de tope. Al caer la noche del 14 de junio, la prolija estrategia del veterano metalrgico pareca haber encontrado la salida al difcil callejn planteado para la dirigencia sindical: a las 21 horas, en la residencia presidencial de Olivos, y sin la presencia de ningn representan re gremial, habiendo concluido una reunin de tres horas entre la presidenta y el gabinete nacional, se dio a conocer el decreto que pona fin a la disputa. El comunicado, cuidadosamente elaborado por Ricardo Otero y Celestino Rodrigo, anunciaba la aceptacin del convenio colectivo de trabajo, aceptaba la prosecucin de las paritarias (que deban firmarse antes del 20 de junio) y haca hincapi en que no obstante los esfuerzos realizados por las partes intervinientes, las legtimas expectativas y la especulacin ilegtima de otros, pueden generar inconvenientes para el trabajo pacfico y fecundo que el futuro de la Nacin requiere en la hora actual"...23

La mueca "vandorista" del hombre de la UOM no se haba equivocado. O, por lo menos, eso es lo que se crey en ese momento. Y el papel de Miguel fue elogiado al punto de que se seal que "no se haba visto un desempeo gremial de este tipo desde los tiempos de Rucci. En los ltimos dos aos el papel sindical fue ms una adhesin que una postura de lucha. Lorenzo Miguel encontr la frmula de aplicar la lucha con la participacin del poder" (La Opinin, 15 de junio). De todos modos, y ms all de algn festejo espordico por lo que pareca un triunfo frente a las tendencias liberales del gobierno popular, la situacin imperante no dejaba de preocupar a quienes seguan el desarrollo poltico del gobierno. El economista radical Flix Elizalde, por ejemplo, dijo que "una lnea de accin como la de Rodrigo slo puede aplicarse en dos pases: en Alemania, con las fuerzas de la ocupacin, o en Brasil a punta de bayoneta. Yo quisiera saber -agreg- cmo se va a aplicar aqu. Por su parte, el radical rebelde de Renovacin y Cambio, Ral Alfonsn, record que "planes semejantes haban tenido por marco en nuestro pas el plan Conintes y la revolucin argentina en 1966". Ms all de los intereses del juego poltico, la incgnita del momento era si la poltica de Rodrigo podra ser asumida sin resquebrajaduras por un movimiento de gran raigambre popular como el peronismo, y en caso de que as fuera, cules seran las consecuencias que deberan pagarse. De lo que nadie dudaba por entonces era de que el mbito gremial haba decidido encabezar el combate social contra una poltica econmica de neto corte monetarista, rechazada tambin por los representantes de las mayoras. La dirigencia obrera se instal as en la difcil disyuntiva de acatar la verticalidad partidaria (cuya cpula coincida con la jefatura del gobierno) o poner en juego su vigencia como representante de los trabajadores organizados. Tras una espectacular devaluacin monetaria, acompaada de fuertes aumentos en los precios de los combustibles, servicios pblicos y otros rubros bsicos, el costo de la vida creci a niveles que cerraban toda posibilidad de negociacin encarada sobre el 38 por ciento sugerido en un primer momento. Y luego de un juego de rplicas y contrarrplicas que tuvo por trasfondo un agitado panorama social (marchas de protesta y ocasionales choques con la polica en distintos puntos del pas), los temibles fantasmas del desborde que acecharon durante toda la semana parecieron disiparse. Pero la lucha por el poder, con su trasfondo de muertes y violencia, continuaba. En esos das, los diarios ms importantes de la capital informaban de una terrorfica estadstica segn la cual a esa altura del ao se haban producido 5.079 hechos terroristas y 196 crmenes polticos. En tan desmesurado contexto, los sectores ms radicalizados del movimiento obrero se congregaron para dar la primera muestra de descontento en el Gran Buenos Aires desde que se iniciara la crisis de la dirigencia gremial con Economa, y para concretar de hecho la primera, en mucho tiempo,24

movilizacin obrera de izquierda en las cercanas de la sede del poder. El 16 de junio, ms de 8,000 obreros marcharon a pie durante 17 kilmetros por la ruta Panamericana en demanda de un 100 por ciento de aumento mnimo en las paritarias. Trabajadores de Alba, Editorial Atlntida, Wobron y otros centros fabriles importantes se sumaron a la columna de Ford Motors Argentina y llegaron a ocupar ms de un kilmetro y medio de la arteria, sin interrumpir el trnsito, caminando a paso lento y sin exhibir ningn tipo de bandera o estandarte ni corear ningn tipo de consigna. La extensa columna era sobrevolada por un helicptero policial, y al llegar al cruce con Hiplito Irigoyen los esperaban diecinueve patrulleros, cuatro carros de asalto, seis motocicletas de la brigada antidisturbios, ambulancias y una gran cantidad de personal policial sin identificacin. Los efectivos de seguridad solicitaron a los organizadores que interrumpieran la marcha pues haban recibido orden de reprimir la columna en caso de continuar. Tras una asamblea, los trabajadores decidieron levantar la marcha y proseguir con los paros escalonados a la espera de los prximos das, en que volveran a sesionar las comisiones paritarias. Ya haban hecho sentir, de todas maneras, su presin a las estructuras tradicionales del movimiento obrero; la protesta obrera estaba a las puertas de Buenos Aires. La noche del 19, Lorenzo Miguel entreg personalmente al ministro Otero, en un sobre lacrado, el acta firmada entre los empresarios y su gremio donde constaban los acuerdos alcanzados. Segn colaboradores y asesores del ministro de Trabajo, ese sobre no fue abierto hasta el martes 24 para dejar que los dems gremios siguieran negociando sus propios acuerdos, impidiendo as que un buen arreglo de la UOM diera cabida a mayores forcejeos en otros gremios. Sin embargo, ya el 21 comenzaron a correr versiones de que los acuerdos logrados por metalrgicos, textiles y mecnicos (que beneficiaban a dos millones de trabajadores) llegaban a un promedio del 100 por ciento de aumento sobre los salarios vigentes. Ms tarde se supo que la UOM lleg a pactar un 143 por ciento de aumento promedio por lo que volvi a estallar la crisis. Slo que con mayor ferocidad. Fue entonces cuando Celestino Rodrigo volvi a solicitar al Poder Ejecutivo la adopcin de un decreto con tope a los incrementos salariales, y la CGT y las 62 Organizaciones convocaron a un paro general en Capital Federal y Gran Buenos Aires a fin de movilizar a los trabajadores hacia la Plaza de Mayo sobre la base de dos consignas: el apoyo a la gestin de Mara Estela Martnez de Pern y la homologacin inmediata de los convenios salariales ajustados a la ley 14.250. La decisin estaba avalada por los bloques gremiales de Diputados, Senadores y el Concejo Deliberante. Pero quin tom la decisin? Lorenzo Miguel haba viajado a Ginebra luego de haber pactado con la patronal los acuerdos paritarios de su gremio. Herreras estaba en Suiza desde el comienzo de la asamblea de la OIT. Pblicamente, esa doble ausencia fue cubierta bsicamente por dos hombres: el secretario de25

prensa de la CGT, Adalberto Wimer (Luz y Fuerza) y Jos Bez (Seguros). Para muchos, detrs de ellos funcionaba el genio de Oscar Smith, que, conduciendo entre bambalinas, aprovechaba el viaje de Miguel para hacer valer sus propias opiniones sobre cmo haba que manejarse con un gobierno en franca decadencia. Sus diferencias con el lder de las "62" no eran nuevas. Comenzaron en el mismo momento en que un grupo del Ejrcito se decidi a comentar en crculos selectos sus criterios en torno a la inviabilidad del gobierno. La espiral de violencia pareca imparable, la actividad de los sectores combativos en el gremialismo tradicional molestaba cada da ms y las demandas de la base trabajadora se escuchaban con fuerza cada vez mayor. Smith no era inocente. Conoca como pocos la trama de los hilos del poder, y desde un comienzo saba que toda la situacin slo tena una salida: el recambio institucional. Y en tanto pasaban los das, tal resolucin de la crisis iba parecindole tan lgica como inevitable. Haba llegado a la conclusin de que sa era la nica solucin, aunque no saba cmo arribar a ella. Por su lado, Lorenzo Miguel estaba dispuesto a jugar sus cartas verticalistas "siempre dentro de lo razonable", segn testimonios de quienes lo acompaaron en su tarea- en apoyo a la continuidad del gobierno y de la jefa del Estado. No transaba en ninguna alternativa que pudiera significar el alejamiento (aunque fuera acordado) de la herencia en el gobierno que haba dejado Juan Pern. Frente a l, una lnea integrada (adems de Smith) por Armando Cavallieri, Jos Rodrguez y Dlfor Gimnez (textil) entre otros, criticaba acrrimamente al gobierno y anudaba lazos cada vez ms slidos con el Ejrcito a travs de la secretara general del arma, que por entonces manejaba el coronel Carlos Cneo, alias "Chobito. Cneo era el jefe visible de un grupo de oficiales de las armas de infantera y caballera tan interesado por la poltica como por la estrategia que se daba el gobierno nacional en su lucha contra las organizaciones guerrilleras. Junto a Cneo, en el quinto piso del edificio Libertador, trabajaba tambin un grupo de civiles comandado por Rosendo Fraga (h) -en esos das un ex licesta brillante que gastaba sus horas entre la poltica y la Facultad de Derecho- y que adelantndose en el tiempo a la cultura poltica argentina de los aos ochenta ya se asuman sin tapujos como "operadores" de las polticas castrenses en la sociedad civil. Su "referente natural" en la institucin era el jefe del Estado Mayor, general Roberto Eduardo Viola. Por entonces, el mensaje principal que llevaban Cneo y sus hombres a sus interlocutores era su preocupacin por el "avance de la subversin en todos los frentes" y por lo que llamaban la "incapacidad manifiesta del gobierno nacional" para enfrentar ese fenmeno. Pero a esta incapacidad se fue sumando otra y luego otra. Y con el correr de los meses la jefatura del Estado se transformara en un aparato inservible para cualquier objetivo que no fuera26

voltearlo. Sobre todo porque no poda asegurar siquiera mnimamente el orden imprescindible. A comienzos de 1975, cuando Smith y sus amigos sindicalistas anudaban sus relaciones con Cneo, el tema central era el "Teatro de Guerra Tucumn" (como les gustaba a los militares llamar a la accin represiva de la Compaa de Monte Ramn Rosa Gimnez, montada contra el Ejrcito Revolucionario del Pueblo en el monte tucumano). Los informes que Cneo brindaba a los dirigentes gremiales afirmaban que el ERP se propona declarar a Tucumn "zona liberada", luego de haber consolidado el dominio sobre el rea territorial, donde ya los irregulares cobraban impuestos y realizaban otras tareas de propaganda, como la toma de poblaciones rurales con izamiento de banderas y desfile de la propia tropa con discursos alusivos. Los sindicalistas tomaban nota de esos datos, pero tambin les llegaban otros informes que daban cuenta de que la accin del general Acdel Vilas -al frente del "Operativo Independencia"- en muchos casos haba llegado al secuestro y tortura de militantes sindicales y dirigentes gremiales peronistas que por distintas razones se haban negado a colaborar con las fuerzas del Ejrcito. "Es una guerra, y en una guerra se sabe cmo se empieza pero no cmo se termina", fue la respuesta que recibi Smith de Cneo cuando en alguna de esas reuniones le plante el problema. De todos modos, tanto para el "Gato" como para sus amigos, las argumentaciones antisubversivas del Ejrcito no sonaban desmesuradas ni las consideraban ideolgicamente criticables. El aparato gremial justicialista vena llevando adelante una guerra larvada contra los llamados "grupos de superficie" de las organizaciones guerrilleras, que en muchos casos lleg al asesinato de dirigentes y activistas de uno y otro lado, en el centro de la espiral de violencia que agitaba al pas. Desde la muerte de Jos Ignacio Rucci (un asesinato reivindicado slo informalmente por Montoneros) ocurrida el 25 de septiembre de 1973, era evidente que las anatemas contra la "burocracia sindical" y sus respuestas contra los "zurdos infiltrados" ya no iban a quedar en la mera retrica, y en todo caso eran el inicio de un enfrentamiento a muerte por el control del sindicalismo argentino. En esa poca era habitual que los militantes de la izquierda gremial impulsaran la creacin de las "comisiones de reclamo" en 1as grandes fabricas que de hecho comenzaban a funcionar como una conduccin paralela a los delegados que contaban con el aval del sindicato. Entre las prcticas gremiales usuales en esos das figuraba precisamente la de la designacin del delegado de base directamente desde la comisin directiva del sindicato que, en todos los casos -salvo excepciones-, estaba en manos de dirigentes adscriptos al sindicalismo tradicional peronista. Solamente en gremios como Luz y Fuerza y los portuarios, con una larga tradicin de participacin colectiva, esas formas de conduccin eran desechadas, pera de todos modos estaba asegurada la hegemona peronista expresada en la pertenencia del 98 por ciento de los sindicatos, asociaciones o federaciones, a las 62 Organizaciones Peronistas.27

En los conf1ictos de fbrica, los elementos ms dinmicos eran precisamente los que queran superar ese estado de cosas, an a costa de generar una suerte de "doble poder" sindical, que en determinado momento se erigi como el peligro ms concreto para la estructura tradicional del gremialismo argentino. En fbricas como Bagley o Panam, y en la Hilandera Olmos, se registraron procedimientos como el comentado, que alteraron el "orden natural" de esos lugares de trabajo hasta un punto que gener alerta en toda la dirigencia sindical. Sobre todo porque el mtodo usual de la comisin de reclamos era precisamente el de pedir incrementos salariales muy por encima de lo pactado por la CGT nacional en el entonces ya agonizante "pacto social"' propuesto por el general Pern, y decretar al mismo tiempo "paros salvajes" que, sin el control del sindicato, se diseminaban por otras empresas del ramo. Paralelamente a esto, se produca normalmente una presin efectiva de las organizaciones guerrilleras que, a travs de amenazas, intimidaciones o aun de secuestros extorsivos, empujaban a los empresarios a dar respuesta positiva al reclamo obrero. La forma en que se desenvolvan los acontecimientos era tal, que la mayora de las veces los empresarios accedan a la imposicin generando de hecho diferencias en las remuneraciones que slo fueron superadas con la concrecin de los trabajosos convenios colectivos de trabajo en julio de 1975. En casi todos los casos la accin guerrillera culminaba con una visita a la fbrica de encapuchados con la sigla de la organizacin interviniente, que, sin ningn disimulo, participaban de la fiesta con el personal que festejaba la conquista y, en algunos casos, como en Hilandera Olmos, aprovechaban para pedir a los ocasionales transentes una "colaboracin revolucionaria". Si se tiene en cuenta que en muchos de esos conflictos los ataques armados estaban dirigidos incluso a dirigentes y delegados de los sindicatos involucrados, tambin se tendr una idea de por qu la accin insurgente era para los sindicalistas mucho ms un problema concreto a resolver que una cuestin ideolgica a dilucidar. Smith estaba totalmente convencido de que el gremialismo tradicional deba ayudar a defender el orden amenazado por ese poder rebelde emergente, y simultneamente crea que para que esa defensa fuera efectiva era imprescindible que el gobierno accediera a otorgar mayores cuotas de poder a las fuerzas armadas y a la dirigencia gremial, a la que no deberan interponrsele escollos en la homologacin de los acuerdos paritarios... Afirmado el Ejecutivo en la conviccin de respetar las pautas salariales derivadas del plan econmico, al lder de Luz y Fuerza no le quedaban dudas. Haba que golpear hasta el fondo. No importaba si la imagen del gobierno se resquebrajaba. Como la crisis se desatara de todos modos, era intil tratar de evitarla. Ms precisamente, era necesario conducirla. Y eso fue lo que hizo.

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CAPITULO 3

LA HUELGADesde Ginebra, Lorenzo Miguel no pudo sino apoyar la drstica medida adoptada por los cuerpos orgnicos del movimiento obrero. Despus de todo, sus arduas gestiones haban cado en saco roto al conocerse los aumentos por decreto. Sin embargo, al pronunciarse no dej de omitir su respaldo a la viuda. "Evidentemente hay quienes quieren hacer equivocar a la seora presidenta el camino. Desde algn ministerio se pretende distorsionar un principio bsico enunciado por el teniente general Pern en vida, y al que el movimiento obrero organizado se atiene estrictamente", Isabel quedaba a salvo, por lo menos en las palabras (Clarn, 28 de junio). Mientras tanto, otros verticalistas del sector gremial pedan pblicamente que la jefa del Estado ratificara lo dicho el viernes 7 de junio, cuando se comprometi, en un discurso trasmitido por la cadena nacional de radio y televisin, a aceptar la libre discusin de los convenios. Obviaban, por supuesto que entonces la conduccin econmica era otra. La que en ese momento rega los destinos del pas se encarg de repetir, apenas conocido el anuncio de paro y movilizacin, que "superar el lmite del 50 por ciento (a esta altura de los acontecimientos haba aceptado sumar 5 puntos ms a su oferta de aumento) significara decretar lisa y llanamente el fracaso del programa econmico", que era, justamente, lo que queran los gremialistas. En la maana del 27 de junio, Wimer, Bez y Campos fueron los primeros en llegar a la CGT, Juntos se encargaron de redactar un telegrama pidiendo otra reunin urgente con la presidenta mientras esperaban la llegada de los dems. Las 10 de la maana era la hora fijada para el inicio de la movilizacin; media hora antes Otero los convoc a su Ministerio para informarles de la reunin que haba tenido con Isabel, quien se limit a reafirmar su opinin contraria a aceptar el reclamo de los trabajadores. Las horas pasaban y el clima de nerviosismo iba en aumento. Desde Santa Fe, el vicegobernador Cuello solicitaba directivas para decidir un eventual traslado a Buenos Aires de una manifestacin de obreros concentrada frente a la gobernacin. Una versin indicaba que se le habra pedido la renuncia al comandante general de las fuerzas armadas Alberto Numa Laplane por "negarse a enfrentar a los manifestantes", otra, que el gobierno propondra la conformacin de un Consejo de la Reconstruccin presidido por el secretario tcnico de la presidencia, Julio Gonzlez, para salir de la crisis. Tambin fue tomando estado pblico un fervoroso discurso del lucifuercista29

Wimer, largamente aplaudido por muchos dirigentes gremiales, quien habra expresado duros conceptos sobre Lpez Rega y Celestino Rodrigo, Se lleg a decir que la CGT pedira la renuncia de todo el gabinete. Y mientras la usina de rumores se pona al rojo vivo, en una desapacible maana, con una pertinaz lluvia que por momentos alcanz gran intensidad, la gente comenzaba a llegar a Plaza de Mayo acatando el llamado de la central obrera. Bajo la consigna central de "Afuera, afuera, Rodrigo y Lpez Rega", e "Isabel, coraje, al Brujo dale el raje"; grandes columnas de trabajadores que se distinguan por sus uniformes (cascos amarillos de los obreros de la construccin, uniformes de carteros, mamelucos de mecnicos y guardapolvos rosados de las obreras de la alimentacin) fueron llegando a la plaza, munidos de paraguas o bolsas de polietileno para menguar los efectos de la lluvia. La movilizacin lleg a contar con 85.000 personas que se mantuvieron en sus puestos durante todo el da y en la ms absoluta tranquilidad. Para defender lo que crean les perteneca legtimamente, no necesitaron mostrarse agresivos. Ni siquiera se sintieron obligados a cantar la marcha peronista, que apenas prendi en la multitud. En cambio, el Himno Nacional fue coreado en reiteradas oportunidades y a nadie le molest que en las estrofas finales, cuando los peronistas levantan los dedos en "V", algunos llevaran el puo en alto, dando muestras de su pertenencia al comunismo o a alguna otra agrupacin marxista. Durante todo el tiempo en que la gente se mantuvo apostada en Plaza de Mayo, las negociaciones con el gobierno continuaron. Otero fue quien comunic a los dirigentes de la CGT que la presidenta los convocaba a Olivos a las 17 horas. Tanta era la ansiedad que, habitualmente impuntuales, en esa ocasin llegaron media hora antes, lo que de todos modos no evit que la reunin comenzara a las 17,40. Una sorpresa los esperaba: la conversacin iba a ser trasmitida por la cadena nacional de radio y televisin. A esa hora, Isabel se hizo presente con un grave gesto en su rostro. Se sent en el lugar que le estaba destinado sin saludar a nadie, y pidi que en nombre de todo el consejo directivo all presente hiciera uso de la palabra un solo dirigente. La exigencia de la presidenta sorprendi a los gremialistas, que previamente haban acordado que Wimer y Bez expusieran los temas a resolver. Tras un rpido cruce de miradas entre ambos, el lucifuercista tom la palabra para explicar la dificultad del movimiento obrero en aceptar la propuesta oficial del 50 por ciento de incremento salarial. Su discurso fue bastante extenso. Se calcula que dur unos 15 minutos, en los cuales, con los mejores trminos que encontr en su haber, hizo hincapi en la imposibilidad de la clase trabajadora para afrontar las nuevas pautas econmicas del gobierno. La presidenta fue mucho ms cortante: "Est bien seores. Como yo tengo mi opinin formada, ruego que regresen a sus gremios, llevando la seguridad de que el problema queda en mis manos exclusivamente y que maana dar a conocer mi respuesta a todo el pas. Eso es todo". Se levant de su silla, salud a todos los presentes, y se retir. Los gremialistas no pudieron ocultar su desazn al trmino de la audiencia.30

Lejos de solucionarse, la situacin se agravaba. De todos modos, Wimer habl por la cadena oficial de radiodifusin informando que la presidenta se haba comprometido a dar una respuesta, y pidi la desconcentracin pacfica de los manifestantes. Ms tarde, cuando le comentaba a Smith y a otros compaeros las alternativas del da, Wimer no omiti repetir las palabras que Lpez Rega le dijera despus de su discurso ante Isabel: "qu paquete te largaron, eh, pibe?''. El "pibe" que intentaba cercar al superministro saba que al otro da no habra respuestas. O que las respuestas en nada satisfaceran sus reclamos. Lo que era lo mismo. El 28 de junio Isabel habl al pas en un discurso que dur 16 minutos, y ratific la posicin del gobierno: 50 por ciento de aumento desde el l de junio y 15 por ciento de aumento en octubre, ms otro 15 por ciento en enero. Todo estaba como al comienzo de la crisis. Desde Ginebra, Lorenzo Miguel se comunic para decir que no se tomara ninguna decisin hasta que l volviera al pas. La CGT y las 62 Organizaciones se declararon en sesin permanente. Contrastando con la cautela de los gremios porteos, cuatro regionales del interior del pas declararon el cese total de actividades. En un nuevo intento por forzar otra medida de fuerza, Wimer y Smith lograron reunir a todo el consejo directivo cegetista en la sede del Sindicato de Luz y Fuerza. El 10 de julio se cumpla el primer aniversario de la muerte de Pern. Las rdenes de Lorenzo Miguel, sin embargo, haban sido estrictas. Y ninguno se anim a discutirlas. El 2 de julio, con el lder de las 62 Organizaciones en Buenos Aires, otra noticia ocup los titulares de los diarios: la Cmara de Senadores, desafiando al ministro Lpez Rega, aprob una Ley de Acefala notoriamente distinta al proyecto enviado por el Poder Ejecutivo en su pelea por recortar los poderes del hombre ms allegado a la jefa de Estado. Concretamente, la diferencia se centraba en la lnea sucesoria, que para Lpez Rega deba recaer en el propio gabinete, y para los senadores en el presidente provisional de la Cmara alta, que ms tarde sera Italo Argentino Luder. Ese mismo da, mientras la Cmara de Diputados interpelaba a Celestino Rodrigo, y el Instituto Nacional de Estadstica y Censos (lNDEC) informaba que en el mes de junio la inflacin haba subido un 35 por ciento, el movimiento obrero decret un paro por 48 horas. A nadie se le escap la gravedad de la medida. Era la primera vez que se declaraba una huelga general a un gobierno peronista. En otros conflictos ms circunscriptos, los trabajadores en huelga no lograban la solidaridad de sus hermanos de clase. Pero nadie poda argir que la decisin fuera producto de la impaciencia. Los dirigentes obreros recurrieron a todas las instancias y "si han llegado a este extremo, es realmente porque comprobaron que la cuerda se rompa, que no resista ms" (Osiris Troiani, La Opinin, 3 de julio). Semejante enfrentamiento entre la columna vertebral del peronismo y el gobierno dio pie a gran cantidad de especulaciones, desde el cada vez ms mentado golpe de Estado hasta la posibilidad de que del tronco peronista se desgajara el sector31

obrero, conformando un Partido del Trabajo similar al laborismo ingls, por ejemplo. Se supona que del conflicto sobrevendran proyecciones histricas inesperadas. En tanto, desde el Ejecutivo se barajaban distintas alternativas para enfrentar la drstica medida. La ms resonante -una intervencin a la CCT- era directamente desaconsejada por las fuerzas armadas, quienes vean en el conflicto poco ms que una disputa interna del gobierno. "Nunca los responsables del orden pblico se mantuvieron expectantes tanto tiempo", era el comentario de los analistas polticos de ese momento. El paro convocado para los das 7 y 8 de julio se cumpli en forma total. El pas entero qued virtualmente paralizado, tal como lo imaginaban los directivos de la central obrera, y super largamente lo imaginado por los allegados a Isabel, que insistan con la idea de que la poltica econmica de shock contaba con el apoyo de la mayora de la poblacin argentina. A las 37 horas de iniciada la huelga, una asamblea de los gremios confederados que se llev a cabo en la sede de la CGT levant la medida de fuerza, al conocerse la resolucin del Ejecutivo que, sin el apoyo de las fuerzas armadas, prefiri homologar los acuerdos paritarios y no extender ms la crisis. La batalla haba sido ganada y se coronara posteriormente con la renuncia de Jos Lpez Rega a sus dos cargos: como ministro de Bienestar Social y como secretario privado de la presidencia. Celestino Rodrigo, sin embargo, permaneci todava en sus funciones. No obstante en los das subsiguientes se tuvo conocimiento de que la influencia de Lpez Rega no haba disminuido. Pasaba sus horas en la residencia de Olivos, junto a Isabel, aconsejndola en cada asunto de Estado que esta deba resolver. El 17 de julio, a propuesta del ministro del Interior Antonio Bentez (que reemplaz a Alberto Rocamora en esa cartera, inmediatamente despus de levantado el paro de la CGT), se organiz una imprevista reunin de gabinete para tratar un presunto pedido de licencia de la seora de Pern. Aunque Bentez se encarg de desmentir la especie, trascendi que Lpez Rega haba expresado su preocupacin por el estado de salud de la jefa del Estado. "Lo mejor -dijo- es que se aleje un tiempo de sus funciones para recuperarse definitivamente". El vaco de autoridad resultaba ya escandaloso. A travs de Jorge Garrido, ministro de Defensa, las fuerzas armadas le hicieron saber a la presidenta que Lpez Rega deba perder toda posible influencia. A la opinin manifestada por Garrido, Bentez agreg que se era tambin el sentir de la dirigencia obrera. Lpez Rega qued totalmente aislado. Slo as decidi abandonar el pas. Con l parti tambin del gabinete Celestino Rodrigo y su equipo de asesores formados en Chicago. Como era previsible, el alejamiento de Lpez Rega no resolvi la situacin de crisis. El gobierno segua sin poder conducir. Quizs ahora ms que antes, porque la viuda de Pern se relacionaba con el mundo a32

travs de las directivas del "Brujo" y su partida slo acrecent la poderosa sensacin de soledad que le sobrevino con la muerte de su esposo. Los cambios ministeriales no satisficieron las expectativas de Lorenzo Miguel quien, preocupado por los restos lopezrreguistas del gobierno que an subsistan, segua presionando en todos los niveles del gobierno. Su distanciamiento del grupo de dirigentes que integraba Oscar Smith ya era insalvable. Con todo, no cejaba en su intento por poner hombres de su confianza en el gabinete, lo que slo lograra a fines de agosto, cuando consigui colocar a Antonio Cafiero en el Ministerio de Economa en reemplazo de Pedro Bonanni, a Carlos Ruckauf en Trabajo en lugar de Cecilio Conditti y al coronel (RE) Vicente Damasco en la cartera de interior, desplazando a Bentez. La presencia de Damasco en el gabinete encresp los nimos castrenses, que lo que menos deseaban era ver a un militar retirado -y para colmo peronista- al mando de una cartera tan importante como la de Interior. Extendieron su disgusto a la jefatura de Numa Laplane, que casi inmediatamente fue reemplazado por Jorge Rafael Videla. La crisis militar destap -otra vez- las agudas divergencias en el seno del movimiento obrero. Miguel propona una activa participacin de los trabajadores en defensa de Damasco y Numa Laplane, en tanto Casildo Herreras (pblicamente reconocido como el lder de los sectores gremiales afines con las fuerzas armadas) se inclin por la prescindencia. En la pulseada, ganaron los ltimos, pero la lucha continuaba. En su cada vez ms dura pelea por ganar mayor espacio en la rbita gubernamental, ste fue el momento lgido para las 62 Organizaciones. Sus lazos con el Ejecutivo nunca fueron tan estrechos, y, por eso mismo, ms profundo se tornaba su distanciamiento con el grupo sindicalista integrado por Oscar Smith. Volva a reeditarse (aunque con otros contenidos) aquella vieja discusin del movimiento obrero en torno a los alcances del verticalismo. Es claro que nadie dudaba de las diferencias entre el lder y su viuda. Eran escandalosamente notorias sin necesidad de reflexionar sobre ellas. Para los ultraverticalistas (generalmente muy vinculados a la derecha ideolgica), esconderse tras las polleras de la presidenta supona garantizar cualquier desviacin hacia el otro extremo del espectro poltico, a la vez que catapultaban sus sueos de neto corte fascista. Para Miguel la cuestin era slo globalmente parecida. Por supuesto que siempre pens que un gobierno peronista era el mejor freno contra la "invasin comunista" en estas costas, pero su respeto al legado de Pern y su defensa de las instituciones democrticas era mucho ms fuerte de lo usual en esos tiempos. De las experiencias de su antepasado Vandor haba aprendido que las fuerzas armadas en tanto corporacin jams podran ser aliadas del movimiento en su conjunto (mucho menos si ste era liderado por la poderosa Unin Obrera Metalrgica). Y cuando alguno de sus amigos le acercaba una oferta del sector33

castrense, responda sin turbarse: "pan para hoy, hambre para maana", haciendo alusin a que, de concretarse cierra alianza con algn sector militar, el tiempo se encargara de hacerla aicos. La joven dirigencia liderada por Smith pensaba de otro modo. Si el conjunto de la sociedad poltica argentina estaba convencido de que la Jefa del Estado no era apta para asumir tal funcin, haba que operar en consecuencia, imaginando y preparando alternativas para sustituida de manera de no quedar excluidos del paquete cuando lo que inevitablemente sucedera llegara a concretarse. Y mientras Miguel -segn los gremialistas a l enfrentados- slo se dedicaba a defender una posicin formal, haba llegado la hora de llamar a las cosas por su nombre. Tales definiciones tenan como teln de fondo una izquierda que desde abajo presionaba cada vez ms. Smith saba, y lo repeta hasta el cansancio, que su liderazgo al frente de Luz y Fuerza y de un sector importante del sindicalismo slo iba a fortalecerse en la medida en que representara el sentir de su gente, que acrecentaba a niveles apabullantes su desconfianza al gobierno. La disyuntiva no era fcil de resolver. Si bien todos quedaron entrampados en el dilema, fue el sindicalismo quien ms claramente qued aprisionado entre un sinnmero de fuerzas, lo que lo dej incapacitado de dar una respuesta coherente a la crisis desatada. Al igual que Miguel, Smith crea que las opciones polticas de la guerrilla eran definitivamente antitticas con la mera existencia del sindicalismo peronista tradicional, pero tambin adverta que no poda ir a las fbricas solamente con el discurso de la "defensa del gobierno popular", sobre todo porque ste estaba dejando de serlo. Para superar el encierro, Smith crey necesario anudar lazos con el otro poder ("actuante y amenazante") de la Argentina, los militares. Miguel pensaba exactamente lo contraro. Y en la resolucin del complejo enigma, la vida institucional se transform, dejando inermes a unos y a otros.

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CAPITULO 4

LA CADAEn diciembre de 1975 era un lugar comn entre los dirigentes polticos y sindicales or hablar de "los tiempos" que se estaba dando el Ejrcito para "no precipitar" un nuevo derrocamiento del gobierno constitucional. En las redacciones de los diarios ms importantes haba uno o dos periodistas que solan conversar con oficiales superiores de la Armada y el Ejrcito al menos una vez por semana. La informacin confiable pareca estar slo depositada en los hombres de uniforme. Esas reuniones servan para que las fuerzas armadas desplegaran ante la prensa -por entonces toda opositora- su visin de la realidad del pas y su opinin sobre el "inevitable desenlace de los acontecimientos". La red de complicidades del nuevo golpe de Estado ya se estaba urdiendo con fruicin. Era habitual en esos contactos que los representantes castrenses informaran largamente sobre el desarrollo de las operaciones de contrainsurgencia que venan realizndose en todo el pas y que terminaran comentando trascendidos sobre el desarrollo de la polmica en el seno del gobierno de Isabel Pern, que inevitablemente aparecan reflejados de un modo u otro en las informaciones de la prensa. Dichos trascendidos tambin solan aludir a los "casos de corrupcin" que, segn la opinin castrense, venan registrndose en el oficialismo, en especial referidos al grupo de trabajo que colaboraba directamente con la presidenta de la Nacin. Eran los das en que los orculos militares solan pedir "tiempo" cada vez que angustiados interlocutores les preguntaban por la "salida" a la catica situacin que ellos mismos se encargaban de reflejar en las conversaciones que mantenan. Parecidas reuniones se mantenan con polticos de la oposicin y con peronistas antiverticalistas, quienes vivan esos contactos con los militares como una indetenible "cuenta regresiva". En todos los casos, los polticos sugeran distintas alternativas para suplantar a la presidenta. Durante todo el ao, desde la destitucin por un juicio poltico, hasta el pedido de licencia, fueron incontables las soluciones propuestas que, sin embargo, nunca llegaron a concretarse. Por aquellos das, a Smith le preocupaban las reiteradas menciones a la "corrupcin gremial" que se disparaban desde las mismas oficinas que ocupaban los militares, equiparando a la "patria sindical" con los ms oscuros35

funcionarios del gobierno "isabelista". Sin embargo, por el otro lado reciba clidos mensajes de las fuerzas armadas donde se segua mencionando que el "principal enemigo" del pas segua siendo la subversin. Frente a sta, los trabajadores organizados y las fuerzas armadas estaban "en la misma trinchera". Esta fue la idea que lo inspir -al promediar agosto para promover un homenaje de la CGT a "los cados en la lucha contra la subversin", que se llev a cabo descubriendo una placa recordatoria en el patio de armas del Comando en Jefe del Ejrcito. Un gesto que, sumado a otros, haba dejado ms que satisfecha a la conduccin del Ejrcito y provocaba slo desconfianza en los militares alineados ideolgicamente en el extremismo integrista, como es el caso del brigadier Capellin y su grupo. Para ellos, el derrocamiento de Isabel Pern era parte de una "guerra santa" que se completaba con la derrota de la insurgencia, no solamente en el campo militar sino en "todos los terrenos donde est operando cada vez con mayor liberalidad", segn poda leerse en una de las octavillas que circulaban por esos das en los cuarteles de las tres fuerzas armadas. Por eso mismo, para esas mentalidades extremas, cualquier colaboracin con alguno de los hombres ligados al peronismo en particular y a los polticos en general no poda entenderse sino como un peligro de contaminacin. Este tipo de desinteligencias con el alto mando del Ejrcito fue lo que decidi a Capellini a levantarse contra el gobierno constitucional en diciembre de 1975, sin coordinar antes ningn tipo de accin en comn. Capellini contaba con que su actitud llevara a la rebelin a oficiales jefes y superiores (sobre todo en el Ejrcito), y a ellos dirigi una proclama inflamada de retrica nacionalista. Luego de tomar las sedes de Aeroparque y Morn, se sent a esperar. No cosech apoyos directos, pero s garantas de que no sera reprimido de parte de los comandantes del Ejrcito y la Armada. La crisis derivada del golpe de Estado que pretenda encabezar el brigadier Capellini puso a prueba a un oficialismo que ya mostraba incontables grietas por donde supuraba la inoperancia, la falta de autoridad y la ausencia de imaginacin para salir de la crisis. La presidenta de la Nacin convoc a su despacho a ministros y gobernadores y al consejo directivo de la CGT, que se haba declarado en sesin permanente mientras dur la insurreccin de la Aeronutica. La segunda jornada de aquellas reuniones del oficialismo, se inici con una frase amable de la presidenta de la Nacin. Haca calor esa maana y se notaba. -"Qu mirada, Wimer" -dijo Isabel Pern hablando directamente al que ya haba ascendido a la secretara adjunta de la CGT, sentado casi en la otra punta de la mesa. Sin dejarlo responder, Casildo Herreras se lanz con un inusual piropo: -Cuando ve una chica linda pone la luz alta y la cambia enseguida a la baja, a ver si le dan bolilla- dijo, recurriendo a una metfora callejera. Con su conocido tono moralizante la presidenta de la Nacin respondi con una reprimenda a Casildo Herreras indicndole que no corresponda "propasarse". All terci Smith, quien insisti en la actitud de Herreras, aunque36

fue ms all. -Est muy linda, seora -dijo. Debe ser que anoche durmi bien y cuando usted descansa est ms linda. Adems, me parece que muchos de los problemas que tenemos se arreglaran si usted y yo saliramos a tomar un caf una noche de estas... agreg. -Vamos, Smith, djese de macanas -fue la respuesta risuea de la mujer. -Usted y yo solos- insisti el sindicalista divirtindose por la cara de terror que no podan disimular los colaboradores directos de Isabel Pern- sin nadie. Tomamos un caf, charlamos, comemos algo y va a ver como todo se arregla. La situacin se haba tornado tensa, sobre todo porque Smith segua hablando desde una posicin relajada, sin hacer caso a la actitud del entorno presidencial. El gobernador de La Rioja, Carlos Menem, decidi comenzar la reunin, anunciando que la CGT estaba dispuesta a declarar una huelga general en caso de que la intentona golpista se transformara en un peligro cierro para la estabilidad institucional. Smith le record que las decisiones de las organizaciones sindicales "solamente las toman los trabajadores organizados", y luego de sealar que "estaba de ms" reiterar el apoyo de la CGT al gobierno peronista porque estaba "descontado", .propuso avanzar en distintas medidas para enfrentar a la vez la subversin de Capellini y el descontento en las fuerzas armadas. La seora de Pern consider atinada la propuesta, pero condicion todas las decisiones a la resolucin de la crisis que haba desatado la actitud de Capellini. La invitacin de Smith a la jefa del Estado a debatir en privado las cuestiones referentes a la marcha del oficialismo qued como "una irreverencia" en los comentarios de los crculos "verticalistas". Para los allegados al lucifuercista, fue una muestra ms de la capacidad de Smith para crear situaciones donde poda decir qu era lo que pensaba sin generar reacciones adversas en un auditorio que, de otro modo, no poda digerir sus opiniones. La crisis de Capellini fue superada luego de una intensa negociacin donde no falt el dramatismo de los bombardeos, aunque nunca los ataques estuvieron dirigidos a generar daos mayores. El 24 de diciembre de 1975 el comandante en jefe del Ejrcito, teniente general Jorge Rafael Videla, visit en Tucumn a las tropas que an estaban realizando el Operativo Independencia. All mencion la insurreccin de Capellini y dej establecido un plazo de tres meses para que las fuerzas armadas volvieran a controlar el gobierno. Noventa das despus, el 24 de marzo de 1976, el plazo se cumpla inexorablemente. ***

"En qu se diferencia Mondelli de Rodrigo?", pregunt un spero periodista a un hombre de la UOM. "Bueno, por lo menos ste (Mondelli) nos avisa antes".37

Eran los primeros das de marzo de 1976, y tras anunciar el ministro de Hacienda las pautas del Plan Econmico de Emergencia (por el cual se impuso un alza a los servicios pblicos del orden del 60 por ciento, se devalu el peso y se anunciaba. un aumento salarial que slo alcanzaba a un 12 por ciento), fueron muchos los que entendieron que volvera arrepentirse la crisis de junio pasado, que terminara con el alejamiento del pas de Lpez Rega. Pero nada volvi a ser igual, sino peor. Junio (y a pesar de las diferencias que ya se palpaban), haba encontrado al movimiento obrero llevando al menos una sola postura. Todava entonces los distintos criterios se discutan en el mismo espacio y hacia afuera se mostraba una dirigencia que buscaba desplazar en bloque del gobierno todo vestigio de lpezrreguismo. Sin embargo, y aunque el ejemplar de Rasputin local parti del pas, la crisis se convirti en caos y la anarqua gobernaba al pas. No slo porque, ms all de algn interregno, el movimiento obrero no cont con la confianza de la presidenta, sino porque ella segua rodeada por un odiado "entorno" que le impeda su comunicacin con el mundo y que insista en negar los graves trminos de la situacin imperante. En ese contexto, la dirigencia sindical estaba irremediablemente dividida. Nada se hacia ya para ocu1tarlo. "Verticalis