Oficio de Muerte

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Las victimas durante el Porfiriato. La historia de la actividad periodística durante el porfiriato quedo marcada, por la falta de apertura informativa y por el creciente control de las publicaciones de la clase política dictatorial porfirista. Si bien durante el ascenso de Porfirio Díaz al poder, en 1876, las expectativas estaban puestas en que el militar llevara al país por una senda de paz tras la sangrienta lucha entre liberales y conservadores, la permanencia del dictador en la silla presidencial y el crecimiento de las inconformidades tuvo en la prensa una de sus principales ventanas. De los duelos por el honor en los que se debatieron algunos periodistas pasamos a los ataques a las plumas críticas, con el fin de acallarlas. Pareciera que los patrones de ataque a los periodistas desde el poder fueron dados desde el primer caso de un periodista muerto por órdenes de alguna autoridad. La triste formula continua teniendo los mismos factores: un periodista crítico del poder, un gobernador que se sabe impune, una sociedad que se indigna ante los hechos y que no encuentra resultados en la investigación judicial, un asesino que nunca es castigado… Pasó así desde el siglo XIX en México y sigue pasando hasta hoy. El primer periodista que con toda evidencia fue asesinado para acallar su pluma y favorecer los intereses políticos de un gobernador fue el sinaloense José Cayetano Valadés3, el iniciador del clan de respetados juristas con ese apellido. El 26 de enero de 1879 había advertido La tarántula, seminario que se publicaba en Mazatlán, que la vida de Valadés, su director, se hallaba en peligro al día siguiente por la noche, el periodista fue agredido en una esquina de esa ciudad, mientras paseaba con dos señoritas, por un individuo que se les había acercado fingiendo hallarse en un estado de ebriedad. Al chocar con el periodista el extraño le clavo u puñal en el 1

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Las victimas durante el Porfiriato.La historia de la actividad periodística durante el porfiriato quedo marcada, por la falta de apertura informativa y por el creciente control de las publicaciones de la clase política dictatorial porfirista. Si bien durante el ascenso de Porfirio Díaz al poder, en 1876, las expectativas estaban puestas en que el militar llevara al país por una senda de paz tras la sangrienta lucha entre liberales y conservadores, la permanencia del dictador en la silla presidencial y el crecimiento de las inconformidades tuvo en la prensa una de sus principales ventanas. De los duelos por el honor en los que se debatieron algunos periodistas pasamos a los ataques a las plumas críticas, con el fin de acallarlas.Pareciera que los patrones de ataque a los periodistas desde el poder fueron dados desde el primer caso de un periodista muerto por órdenes de alguna autoridad. La triste formula continua teniendo los mismos factores: un periodista crítico del poder, un gobernador que se sabe impune, una sociedad que se indigna ante los hechos y que no encuentra resultados en la investigación judicial, un asesino que nunca es castigado… Pasó así desde el siglo XIX en México y sigue pasando hasta hoy.El primer periodista que con toda evidencia fue asesinado para acallar su pluma y favorecer los intereses políticos de un gobernador fue el sinaloense José Cayetano Valadés3, el iniciador del clan de respetados juristas con ese apellido.El 26 de enero de 1879 había advertido La tarántula, seminario que se publicaba en Mazatlán, que la vida de Valadés, su director, se hallaba en peligro al día siguiente por la noche, el periodista fue agredido en una esquina de esa ciudad, mientras paseaba con dos señoritas, por un individuo que se les había acercado fingiendo hallarse en un estado de ebriedad. Al chocar con el periodista el extraño le clavo u puñal en el pecho; luego escapo aprovechando que manos aviesas habían apagado el alumbrado público. Valadés se tambaleó. Una de las jóvenes, al ver que tenía clavada el arma en el tórax, creyó que le auxiliaría si lo extraía; lo hizo, y don José Cayetano expiró.

El asesinato fue cometido en el peor momento para los intereses del entonces gobernador sinaloense, el general Francisco Cañedo. Su administración, iniciada en 1877, había sido desastrosa. Recientes medidas impositivas se habían unificado a la población en contra suya, especialmente en Mazatlán. Con el fin de arreglar el problema, según dijo, el 19 de aquel mes, ocho días antes del asesinato del periodista, Cañedo se trasladó de Culiacán al puerto con su secretario de gobierno, Luis Salcedo, y numerosos empleados. Salcedo había incurrido en el desatino de anunciar que La tarántula moriría cuando el gobernador fuera a Mazatlán. Tal vez el funcionario había querido decir que la campaña que mantenía el semanario contra el gobernador, por la cuestión de los impuestos, quedaría nulificada una vez que Cañedo resolviera el problema, pero en el contexto de los acontecimientos que siguieron, la declaración adquirió carácter de amenaza.La población se enteró del crimen la misma noche de los hechos, el 27. Al amanecer del 28, en muchos muros se leían acusaciones contra Ignacio Solano, ayudante del gobernador. Al entierro de Valadés concurrieron alrededor de 2 mil

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personas que gritaban “¡muera el bandido Cañedo!” mientras el ataúd bajaba a la tumba. Al concluir el sepelio, la multitud busco al gobernador que, sintiéndose inseguro en el hotel donde se hospedaba, se había trasladado a la casa de un coronel fuertemente escoltada.Los mazatlecos lo siguieron hasta allá. Solo se dispersaron cuando los soldados hicieron fuego.El día 29, el gobernado llamo a Francisco Meza, un hombre apodado El Güilo, y le propuso que confesara ser el asesino de Valadés, en el entendido de que pronto quedaría en libertad y seria recompensado. Meza se negó. Entonces Cañedo ordeno a un general que lo detuviera bajo el cargo de homicidio. La maniobra no dio resultado. El pueblo insistió en que el verdadero autor del material del crimen era Ignacio Solano, su ayudante. Se dijo que Cañedo se proponía enredar a Meza y fusilarlo en cuanto firmara una confesión, para cerrar el caso.La agitación, en lugar de ceder, iba en aumento. Se declaró el estado de sitio, pero Cañedo siguió cercado.No habían pasado ni 10 días del asesinato del periodista cuando, el 31 de enero, el Congreso del Estado consideró, dadas las circunstancias, que el gobierno estaba acéfalo. Los diputados e dirigieron en Culiacán al presidente del Tribunal Superior de Justicia, Manuel Monzón, para que se hiciera cargo del gobierno. Monzón acepto el ofrecimiento el primero de febrero.El día 3, el general Cañedo logro salir del puerto disfrazado de soldado raso y emprendió el camino a la capital, donde el congreso se disponía a erigirse en Gran Jurado para examinar su caso. Aparentemente, le había llegado el momento de responder a sus actos.¿Quién era José Cayetano Valadés? Héctor R. Olea lo llamaba porfirista vociferante. Si lo era, hay que tomar en cuenta que el Porfirio Díaz de esos años era el militar joven que luchaba contra la reacción, no el dictador anquilosado luego en el poder. Había sido un crítico acérrimo de Eustaquio Buelna, el gobernador anterior a Cañedo, un seguidor de Benito Juárez.Precisamente bajo ese pseudónimo escribió don José Cayetano varios artículos contra Buelna. Inmediatamente, Buelna lo consigno por violación a la ley de imprenta y logro que lo sentenciaran a un año de prisión. De paso, en ciertas declaraciones formuladas en febrero, el gobernador se refirió a La tarántula como periodiquillo. Valadés contraataco por la vía del amparo y promovió una acusación ante el congreso de la unión por actos arbitrarios, violaciones de la ley de imprenta y otras faltas. El juez considero que solo debía haberse sancionado al periodista con un mes de detención, y eso dándole la oportunidad de que escogiera entre la pena pecuniaria y la corporal, pero en cuanto a la acusación del congreso, declaro exento de culpabilidad a Buelna el 17 de octubre de 1873. Este como la de espíritu agresivo, alérgico a la incondicionalidad, según lo indica el hecho de haberse distanciado del gobernador Cañedo.Tras su asesinato, para justificarse ante la opinión pública, Cañedo público un volante, y a él respondió, en un anexo al número 10 de La tarántula, uno de los compañeros periodistas del asesinado. Asegura el documento que Cañedo ordeno a los soldados disparar sobre la multitud que se presentó delante de la casa donde el gobernador se alojaba tras el

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asesinato de Valadés, “haciendo víctimas inocentes”, y que el pueblo solo se calmó a instancias de un general que prometió que el gobernador haría justicia.El general Cañedo había presentado la solicitud de licencia para retirarse de su cargo con el único fin de apaciguar los ánimos y poder salir de Mazatlán. Así lo prueba el hecho de que apenas regreso a Culiacán gestiono que se le abriera el camino de regreso al cargo, aunque el congreso se negó. El 8 de febrero, el legislativo había recibido una acusación oficial firmada por los familiares de Valadés. Además, los ánimos permanecían encendidos en Mazatlán: el prefecto de la ciudad no podía salir a la calle porque lo apedreaban. Y eso que Ignacio Solano, el ayudante del gobernador identificado por la opinión pública como el asesino material, ya estaba sometido a proceso.Durante unas semanas nada se supo de cañedo. Se dijo, inclusive, que se había marchado de Culiacán. Lo cierto es que hacia política soterrada, halagando a los diputados encargados de revisar su caso mientras, al contrario el gobernador interino Monzón los trataba mal. Su táctica dio frutos. El 31 de marzo el gran jurado determino que no había delito que perseguir.El general volvió al poder como si nada hubiera pasado. Se decía entonces, y se sostiene hoy, que el asesino material de Valadés fue Nicolás Zazueta, el borrego, a quien Cañedo prometió 500 pesos y dos pistolas por el homicidio, aunque solo se le dieron las dos pistolas y 30 pesos. El intermediario fue el entonces prefecto político de Culiacán, Francisco M. Andrade.A finales del año, afianzado en el poder, sobre todo porque la revolución de Tuxtepec, con Porfirio Díaz a la cabeza, había triunfado, cayeron las máscaras. Ignacio Solano, cómplice de Zazueta, a quien un juez de Mazatlán había sentenciado a 20 años de prisión, fue absuelto en segunda instancia por un tribunal, compuesto por jueces defensores del gobernador. El general Cañedo fue reelecto más tarde para el cuatrienio 1884-188 y luego para 1892-1909, año de su muerte, la recompensa por dar muerte a Valadés fue la longevidad en el poder.

Los gobernadores, verdugos.Así como el gobernador de Sinaloa se manchó las manos con la sangre de José Cayetano Valadés, hicieron lo propio los gobernadores de Michoacán, Hidalgo, Pueble, Nuevo León y Guerrero. Todos se mantuvieron arrellanados en la impunidad, excepto el hidalguense Rafael Cravioto, que al menos recibió una sanción política: tan escandalosa fue su conducta criminal que el presidente profirió Díaz lo destituyo.En Michoacán el control ejercido contra la prensa fue férreo. Luis González y González, redactor responsable del semanario El Explorador, editado en Morelia, solía criticar con agudeza al prefecto de la ciudad, Maximino Rocha. En esa época, la crítica tipificaba a l delito de injurias a funcionarios, de modo que se ordenó el encarcelamiento de Gonzales, al que se añadió la humillación: los vecinos de la ciudad vieron al periodista barriendo las calles junto a delincuentes de toda calaña, bajo vigilancia policiaca.Luis González demando y obtuvo el amparo de la justicia federal y salió de la cárcel. Pese al encierro, no altero su línea periodística.

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Poco después, validos del bullicio reinante del carnaval, cuatro polizontes lo siguieron, llevando ocultos bajo sus ropas sendos marrazos (bayonetas). Era el 17 de febrero del 1885. Cuando estuvieron cerca de su víctima lo tacaron y lo hirieron en los brazos cuando trato de protegerse. González corrió hacia una casa cercana en busca de auxilio. Antes que la puerta se abriera, una de las duras armas de acero se hundió en su espalda. La mujer que abrió lo encontró gravemente herido y lo hizo entrar. Pidió auxilio. Con sospechosa prontitud llegaron dos enfermeros de un hospital y se lo llevaron. Los dos sujetos eran también esbirros del prefecto, que acudieron para rematar a González y hacer desaparecer el cadáver.González y González era un periodista muy estimado, y su muerte levanto una ola de condenas no solo contra el prefecto, sino contra el entonces gobernador michoacano, Prudenciano Dorantes. El Diario del Hogar, publicación editada en la ciudad de México entre 1881 y 1922 fundada por el periodista Filomeno Mata, que nació con el fin de dictar recetas de cocina y termino como uno de los medios más críticos a la dictadura de Díaz, hasta entonces se había mantenido a respetuosa distancia del gobierno, pero con el asesinato de González subió la mira y pidió a Díaz una investigación y el castigo de los culpables. Su petición cayó en el vacío. Se dice que el silencio contribuyo a que Filomeno Mata, que se proponía que el suyo fuera un periódico para las familias, comenzara a inclinarse a la crítica política.En cierto momento, pareció que la opinión publica vencería. El gobernador ordeno la detención del prefecto y uno de sus secuaces, aunque al mismo tiempo solicito al congreso del estado la expedición de un decreto que declarara que las disposiciones del código penal presumiblemente violadas por González y González en el ejercicio de su profesión habían estado en vigor al mismo tiempo que la reforma de 1884 al artículo 7º de la constitución, esta reforma dejaba en manos de las autoridades locales la sanción de los delitos de prensa. En otras palabras, el periodista había sido sacrificado por violar normas que entraron en vigor después de su muerte. Bajo el siguiente gobernador, el general Mariano Jiménez, que asumió el poder en 1886, los homicidios fueron absueltos.

En Nuevo León el gobernador porfirista no se dirigía de diferente manera al de Michoacán. A Ignacio Martínez Elizondo, fundador del periódico El Mundo, de Brownsville, las vicisitudes de la política lo hicieron caer de la gracia del general Bernardo Reyes, gobernador neoleonés y cacique de aquella región norteña. Uno de los pistoleros del militar lo asesino el 3 de febrero de 1891. Martínez era originario de Tamaulipas, pero a los cuatro años pasos a radicar en Monterrey. Fue un destacado estudiante de medicina, un gran poeta y famoso escritor. Publico un virulento periódico de combate: El Buscapiés.Aunque en cierta época presto servicios militares al régimen de Porfirio Díaz, se retiró de este cuando se reeligió en 1884 y se retiró a un apretado pueblo de Tamaulipas a practicar su profesión. Luego se dedicó a viajas. Con las observaciones realizadas en el mundo escribió Recuerdos de un viaje en America, Europa Y África, editado en parís, y Viaje universal, Visita a las cinco

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partes del mundo, con prólogo del general Vicente Riva Palacio, editado en Nueva York.Este periodista agresivo y valiente fue blanco de varios atentados, por lo que se vio obligado a aislarse en Brownsville y Laredo, Texas, donde publicaba su semanario El Mundo, ya citado. No solo a través de sus páginas, sino con actividades políticas concretas combatió al general Reyes con la esperanza de arrebatarle la gubernatura. Y hallo la muerte en una calle de Laredo, Texas.Otro caso horripilante fue el asesinato del periodista Emilio Ordóñez, en hidalgo el 2 de abril de 1894. Por órdenes del gobernador Rafael Cravioto, que “bajo el menor pretexto confiscaba la propiedad, asesinaba y destruía todo y a todos los que de alguna manera estorbaban en sus insaciable ambición de bienes y de poder indisputable”, fue enviado a prisión, donde estuvo cerca de cuatro años. El crimen de Ordóñez consistió en insistir “en demostrar lo ilícito de los actos oficiales del gobernador”.Un día, sus familiares fueron a verlo a la cárcel y se les dijo que se había fugado. No obstante, no lo encontraron por ningún lado ni supieron que alguien lo hubiera visto fuera de prisión. Ataron cabos, analizaron versiones, estudiaron indicios y pronto supieron que había sido apaleado en prisión hasta dejarlo sin conocimiento. Como sus verdugos se dieron cuenta del grabe estado en el que se hallaba, lo arrastraron hasta un horno de cocer ladrillos y lo quemaron vivo. Cuando consideraron que el cuerpo no podría ser reconocido, lo arrojaron a una mina cercana a Pachuca. El escándalo trascendió las fronteras de hidalgo e hizo eco en la ciudad de México. Todavía el general Díaz se preocupaba por su imagen pública; por ello, alarmado, destituyo al gobernador aunque no llego más allá su impulso de hacer justicia.La disidencia política en los diarios, como ya se ha visto, fue pagada caro por lo periodistas independientes durante el porfiriato. Otro caso se dio en puebla, donde el gobernador también tomo cartas en el asunto para acallar a la prensa. Ahí Jesús Olmos y Contreras fue fundador y director de los periódicos, Verbo, El Monitor Político, Crisis y La Voz de la Verdad, durante la década de los ochenta del siglo XIX. La fundación de tantos espacios, como se verá, responde al tesón de olmos y contreras por informar. Desde que comenzó a escribir en el primero, critico los actos del gobernador poblano, el general Mucio P. Martínez. Pero el que ordeno clausurar el militar no fue ese diario, sino el segundo, El Monitor, porque hacia campañas de defensa de los obreros, es decir, agitación social, a la que el régimen era alérgico.Olmos y contreras, propietario de buenos talleres, fundo inmediatamente Crisis para burlar la disposición oficial, y continuo atacando el tráfico de la justicia y el nepotismo. Una madrugada, un grupo de rufianes entro a los talleres y destruyo la edición en proceso y la maquinaria. El periodista solo guardo silencio el tiempo necesario para reorganizar su negocio. El siguiente año creo La voz de la Verdad y, sin rodeos, señalo al general Martínez como responsable de los hechos y dio a conocer pruebas para sostener su afirmación.El gobernador era, a juicio de Carlo de Fornaro, “el tipo perfecto del gobernador sin escrúpulos, perverso, incompetente, estúpido y poderoso… un hombre de pocos alcances”. La opinión pública lo señalaba, junto con un tal Carlo García

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Teruel, culpable del rapto de dos jóvenes, hijas de un relojero alemán. Olmos y contreras publico esa versión. Para entonces, dos secuaces del gobernador lo seguían y vigilaban constantemente.La noche del 30 de julio de 1895 el periodista departía con varias personas en una cantina de la ciudad de puebla. Un “amigo” paso y lo llamo aparte para invitarlo a una fiesta con quien sabe que promesas. Olmos acepto. Apenas iniciada la marcha hacia la fiesta, se les unió un tercer individuo. Entre ambos condujeron al periodista a la plazuela del Carmen, donde lo apuñalaron. Los periódicos El Monitor Republicano y El Blas se ocuparon del asunto, pero pronto callaron. El general Martínez, para sofocar los rumores, hizo aparecer como autor del rapto de las muchachas que supuestamente él había raptado, según lo publicado por olmos y contreras, a Joaquín Pita, un sujeto desagradable que ofreció matrimonio a las jóvenes. Como ninguna acepto, el gobernador decidió que el falso seductor había cumplido y ordeno que lo dejaran en libertad. Posteriormente, como premio, lo nombro visitador de jefaturas de policía del estado, y luego, jefe político de la ciudad. Según enrique cordero y torre, olmos y contreras fue asaltado cerca del zaguán de su casa, y materialmente cosido a puñaladas.La lista de periodistas muertos por órdenes de la clase política durante el porfiriato no termina ahí. Eusebio S. Almonte, medico, poeta y periodista, fue fusilado en guerrero por los esbirros del coronel Victoriano Huerta, entonces al servicio del general Porfirio Díaz, en abril de 1901, para acallar sus artículos de protesta contra el gobernador de esa entidad, el coronel Antonio Mercenario.

Almonte, originario del municipio guerrerense Cutzamala de Pinzón, hizo sus primeras armas como periodista en publicaciones estudiantiles. El 1º de enero de 1899 fundo El Eco del Sur, con sede en Cuautla, Morelos, aunque se imprimía en la ciudad de México. En sus páginas libro una lucha a favor de la candidatura a gobernador de Rafael de Castillo Calderón. Aunque ambos lograron que don Porfirio desistiera de la reelección del sátrapa en Guerrero, impuso como gobernador provisional a Agustín Mora, que sin separarse del poder convoco elecciones y se auto postuló.Castillo calderón propuso a sus partidarios, refugiados en Cuautla, que se dirigieran a Guerrero para combatir aquella injusticia, pero fueron batidos con facilidad por Huerta, que contaba con más hombres y más recursos bélicos. La mayor parte de los alzados logro huir, no así Almonte, que se refugió en la escuela de un amigo en Mezcala. Allí los capturo Huerta y aviso al prefecto de Chilpancingo, Domingo Zambrano, quien se trasladó rápidamente a Mezcala y, sin más, ordeno el fusilamiento de ambos amigos.Se dice que Almonte tuvo la presencia de ánimo suficiente para acomodar la cabeza de su amigo, que había caído muerto a su lado, y luego tomo su sitio en el paredón, desde donde dijo a los soldados: “soy inocente. Mi delito es haber luchado en la prensa por la felicidad de Guerrero. Ojala y mi sangre haga la felicidad de mi querido estado”. Enseguida fue asesinado.También en Tamaulipas hubo un periodista caído durante este periodo. El director de Bala Rasa, de Tampico, Vicente Rivero Echegaray, fue abatido a tiros

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el 30 de agosto de 1902. No solo no se aclaró el crimen sonó que hablar de él se volvió, a su vez, un crimen, como lo aprendió por experiencia propia el coronel de Jesús E. Cervantes, quien fue enviado a prisión por solicitar en su periódico Hoja Blanca que se hiciera luz en el caso. Rivero fue asesinado a balazos por un gendarme cuando iba en la noche a su periódico. El gendarme acataba órdenes de un cabo, quien a su vez obedecía a Antonio Longoria, quien fuera alcalde de Matamoros. Este hombre, cuya culpa fue reconocida por el general Porfirio Díaz, pues lo destituyo, estaba herido por una caricatura de Rivero en la que denunciaba que Longoria se había robado y cocinado, el cerdo de una vecina. La dolencia por un cerdo valió la vida de un periodista.Los responsables de estos asesinatos fueron parte del poder público, con la intervención directa o indirecta del respectivo gobernador. Ninguno fue procesado. Los asesinatos no se cometieron con ardides sutiles ni se intentó rodearlos de misterio; la sociedad sabía quiénes y cómo habían actuado, a veces en la vía publica y a la luz del día.Aunque el presente estudio enfoca con exclusividad a los periodistas asesinados, no está por demás decir que el gran número de los que fueron encarcelados por abusar, presumiblemente, de la liberta de expresión, no contaban con las principales garantías que reconocerían las leyes del siglo XX. No existía la figura del ministerio público, por lo cual la indagatoria quedaba en manos de los jueces, que en un solo día podía citar al presunto culpable, interrogarlo, recibir pruebas y dictarle auto de formal preso. No se habían establecido las libertades provisional, bajo caución y preparatoria. No se admitía al defensor en la primera parte del proceso sino hasta que se abría la de alegatos. Se incurría en absurdos judiciales, como incautar la prensa como instrumento del delito, con lo cual se condenaba a sufrir hambre a la familia del periodista y los operadores, ya que la principal fuente de ingresos no era el periódico sino los trabajos comerciales.El artículo 7º de la constitución de 1857 decía: “es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquier materia. Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura ni exigir fianza a los autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta, que no tiene más límites que el respeto a la vida privada, a la vida moral y a la paz pública. Los delitos de imprenta serán juzgados por un jurado que calificara el hecho, y por otro que aplique la ley y designe la pena”Con ese presento gobernó el presidente Díaz durante su primer cuatrienio. Pero el 15 de mayo de 1883, durante el periodo del general Manuel González, el legislativo sustituyo el segundo párrafo del precepto por este: “los delitos que se cometan por medio de la imprenta, serán juzgados por los tribunales competentes de la federación o por los de los estados, del distrito federal o territorio de la baja california, conforme a su legislación penal”.Desaparecieron, pues, los dos jurados, que como quiera que sea constituían dos oportunidades de salvación para el acusado, y se dejó el destino de este en manos del gobernador de cada entidad federativa, pues los jueces solían acatar las consignas. Sin embargo, pese a los defectos de la legislación, pudo haber sido utilizada por gobernadores y caciques regionales para hostilizar a los periodistas

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sin llegar al asesinato, como lo hicieron en Sonora Luis E. Torres y Ramón Corral Verdugo, después vicepresidente de México.Muerte en la revolución.La aspiración en esta obra obliga a cometer una injusticia en el caso Ricardo Flores Magón: merece un libro y solo le dedico un par de páginas. En compensación, remito al lector al emotivo y bien documentado trabajo de Florencio Barrera Fuentes Ricardo Flores Magón, el apóstol cautivo, del que tomo datos fundamentales.El batallador periodista oaxaqueño, que jamás abdico de sus ideales pese a que, igual que a sus hermanos, algunos lo consideraron extremista, paso su vida de una prisión a otra, encarcelado por gobernantes que le temían y lo odiaban. Esta penosa procesión de celda en celda comenzó cuando tenía 19 años en 1892, bajo la vigencia del artículo 7º constitucional reformado por el presidente Manuel González. Como ya se apuntó, la reforma puso en manos de los caciques locales del destino de los periodistas que eran consignados. En los periódicos que brillaron con mayor intensidad su talento y su valor fueron El Demócrata, Renovación, El Hijo del Ahuizote y Regeneración.

Los hermanos Flores Magón combinaron la actividad política y el periodismo e hicieron de este instrumento de aquella, convencidos de que las palabras no eran suficientes para concretar sus ideales renovadores. Ricardo fue presidente del Partido Liberal Mexicano y con el paso de los años radicalizo su postura filosófica hasta llegar al anarquismo. No confió por completo en ninguno de los actores revolucionarios y, huyendo de todos los gobiernos, creyó que en Estados Unidos encontraría terreno propicio para sus tareas. Se equivocó. En junio de 1912un tribunal de los ángeles condeno, junto con su hermano Enrique, Librado Rivera y Anselmo L. Figueroa, a purgar una condena de 23 meses de cárcel, acusado de violar las reglas de neutralidad de estados unidos con sus actividades.Los dos hermanos Flores Magón recibieron otra sentencia: tres años para Enrique y uno para Ricardo, en febrero de 1916, por la publicación de artículos no convenientes para las autoridades texanas, aunque no fueron a la cárcel porque algunos amigos generosos reunieron el dinero necesario para pagar las fianzas.El 21 de marzo de 1918, cinco días después de haber publicado en Regeneración su “manifiesto de la junta organizadora del partido liberal mexicano”, Ricardo y Librado Rivera, cayeron en prisión, luego de un rápido proceso fueron sentenciados, Ricardo a 20 años, y Rivera a 15. La del primero fue una sentencia de muerte. Enfermo gravemente y su corazón y su vista comenzaron a fallar. Cada hora en la prisión de Leavenworth, Kansas, era un paso a la tumba. El 21 de noviembre de 1922 amaneció muerto en su celda. Se dijo oficialmente que debido a un ataque cardiaco, pero su compañero de lucha, Librado, aunque de momento no pudo expresar sus sospechas no por carta, dada la censura de las cárceles, posteriormente aseguro que había sido asesinado. Advirtió unas marcas en el cuello de Ricardo, indicio de que había sido estrangulado.Las ideas de Ricardo Flores Magón se convirtieron en parte del ideario de la revolución, ideas que Francisco I. Madero retomaría para iniciar la insurgencia armada en contra de Porfirio Díaz.

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Aun cuando las cosas no hubieran sido así, había que ratificar que fue un crimen porque Flores Magón, pese al grave deterioro de su salud, no fue atendido como un ser humano. Él sabía desde luego, el fin que le esperaba.Quizá la historia de los Flores Magón es una de las más contadas, pero no fue la única que refleja el contubernio de las autoridades mexicanas y estadounidenses para acallar las voces críticas. Hubo otra.En 1902, Lázaro Gutiérrez de Lara fue uno de los socios de El Provenir, semanario independiente y de información, que vio la luz en Arizpe, Sonora, en marzo de ese año. En el amplio artículo de presentación que los dos directivos titularon “Nuestro programa” no se habla de política ni de ideologías. En 1905, Lázaro se estableció en Cananea, no para difundir resultados prácticos sobre agricultura y ganadería, sino para poner sus conocimientos jurídicos y políticos al servicio de los mineros. Ente los habitantes de los barrios de El Ronquillo y Mesa Grande, de bajos ingresos, formo una agrupación secreta que llamo Club Liberal de Cananea, con la que pudo ampliar la base del sector revolucionario que hasta entonces solo había admitido mineros. El 1º de junio de 1906, cuando el gobernador sonorense Rafael Izábala permitió la entrada de soldados estadounidenses a territorio nacional para que sofocaran la rebelión de los mineros a sangre y fuego.Los amigos que le quedaban en estratos de influencia, lo ayudaron a escapar de los estados unidos, donde se unió a los Flores Magón y otros periodistas revolucionarios para continuar la lucha. Con ello público, a partir del 1º de junio de 1907, Revolución, medio vocero de la junta organizadora del partido liberal mexicano, en el que colaboro Ricardo Flores Magón. Hasta allá lo persiguieron los tentáculos porfiristas, la policía norteamericana lo detuvo bajo el vago cargo de que había robado leña en cierto día de cierto mes de 1906, en cierto estado de México. Pasaron los 40 días de plazo fijado por la ley para presentar pruebas, sin que se cumpliera esta exigencia, y para no dejarlo en libertad, se entablo una segunda demanda. Transcurrieron otros 40 días y promovió un mexicano un recurso de habeas corpus, que se le negó. Al fin fue puesto en libertad después de 1904 días de prisión contados a partir del 27 de septiembre de 1907.Aunque las arbitrariedades contra Gutiérrez de Lara y demás periodistas exiliados eran evidentes, los cinco periódicos que se publicaban en Los Ángeles, donde aquellos residían, guardaban silencio cómplice. Turner invito a Gutiérrez de Lara a recorrer algunas regiones de nuestro país y juntos cruzaron el rio bravo en septiembre de 1908. Tomaron nota de la exploración de los obreros y campesinos y de los atropellos de los caciques y, con esos ingredientes, Turner escribió su libro de denuncia México Bárbaro. En represalia, una vez más se puso en marcha el aparato policiaco del general Díaz y se gestionó y logro que el departamento de migración norteamericano arrestara a Gutiérrez de Lara en octubre de 1909. Se iniciaron los trámites para deportarlo porque era un anarquista extranjero. Pero esta vez se encontraba de por medio el escritor estadounidense y la prensa se unió en un movimiento de protesta. La represalia fue conjurada.Lázaro emitió otras entrada a México para combatir cualquier forma de gobierno que no fuera ejercida directamente por o trabajadores. En 1910 organizaba y

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participaba en guerrillas. Su ideología devino extremista. En 1911 fue detenido por órdenes de Venustiano Carranza en Coahuila pero, luego de hablar con él ordeno que lo dejaran en libertad. En 1918 hizo su última entrada a Sonora en compañía de un agitador ruso. Ambos fueron aprendidos en Saric por el teniente coronel Ángel Cardenal, que ordeno fusilarlos sin juicio previo. Algunos afirman que “aviso” a sus superiores, lo que no saca el asunto de la ilegalidad. Cuando se dan ordenes de asesinar no quedan documentos probatorios que indiquen quien dio la orden, y hay que aplicar la lógica. El general Plutarco Elías calles era gobernador de sonora con licencia y cubría el itinerante el diputado Cesáreo G. Soriano, pero calles seguía atento a la marcha del gobierno y pudo haber autorizado el fusilamiento. Así lo sostiene el historiador Juan Manuel Romero Gil.Los historiadores tamaulipecos Juan Fidel Zorrilla y Carlos González Salas aseguran que luego de ser fusilado en El Sásabe Gutiérrez de Lara fue arrojado a las aguas del rio Bravo, lo que resulta inverosímil por la lejanía del rio. El periodista, nativo de ciudad guerrero, Tamaulipas, fue sobrino nieto de los insurgentes José Bernardo y José Antonio Gutiérrez de Lara, a quienes don miguel hidalgo encargo promover la insurrección de aquel estado. Obtuvo su título en 1898 en la escuela nacional de jurisprudencia y comenzó su carrera como de juez de primera instancia en chihuahua. En buena medida, los sonorenses lo consideraban de los suyos.Tabasco: un gobernador confiesa.Durante la revolución hubo más historias de periodistas que huyeron a estados unidos y se empaparon de ideas revolucionarias. Algunas de esas historias evidenciaron, otra vez, la actuación de los gobernadores.En tabasco, cinco fueron los periodistas que perdieron la vida en distintas circunstancias en esta época.El caso de José gurdiel Fernández, asesinado por la policía de Balacán, tabasco, el 12 de septiembre de 1912, pudo haber causado la caída del gobernados Manuel Mestre Ghigliazza, autor intelectual, y además confeso, confeso. Es el único gobernador victimario que ha hecho pública su acción delictiva. Además, es un victimario que, en sus discursos dejo una triste constancia de cómo se veía la crítica en el gobierno de la época. Según don francisco J. Santamaría, Gurdiel, de origen español, Alfonso taracena lo califica de cura renegado, pues puso en venta el colegio hispano tabasqueño para fundar su seminario que se vendía como pan caliente… Taracena relata igualmente que el gobernador intento combatir a la prensa con prensa, y para ello los colaboradores de Mestre fundaron un periódico que intento enfrentarse a El Correo, pero perdió la batalla pues “Gurdiel era más inteligente y más periodista que todos ellos”.Gurdiel y el gobernador habían sido compañeros revolucionarios, pero se distanciaron por diferencias que en otros casos no habrían llegado, como en este, a extremos de odio. Gurdiel fundo también La Revista de Tabasco, nombre tomado de otra que el mismo gobernador había dirigido en sus días de oposición al porfirismo, oposición que lo había llevado a la cárcel. Era como recordarle al gobernador que de periodista perseguido se había convertido en perseguidor de

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periodistas, según la acertada observación de Manuel González calzada. Pero no se conformó con atacar en la prensa: tomo las armas y se declaró en rebeldía.En algunas ocasiones había sido encarcelado sin que las cosas pasaran a mayores, pero cuando la paciencia del gobernador Mestre de agoto, contrato algunos matones para que lo asesinaran, según informaron a gurdiel amigos enterados. Huyo entonces a El Paso, Texas, donde estableció contacto con el doctor francisco Vázquez Gómez, frustrado personaje maderista, y volvió con instrucciones de realizar una revolución. El 2 de septiembre de 1912 entro en balancan junto con un puñado se sublevados, sorprendió a la policía y le tomo las armas y parque. Luego se internó en la selva pero no llego lejos. En el rancho El Contador las fuerzas del gobierno le dieron alcance y le hicieron dos muertos. Gurdiel y el periodista cubano Renon de la moral se internaron en la selva, donde fueron localizados a hambrientos, desnudos y casi muertos de sed. Fueron encarcelados y el día 12 de septiembre los condujeron al rancho ya citado, con el pretexto que de que debían confesar donde habían ocultado sus armas. En el trayecto se les aplicó la ley fuga.El gobernador confeso, años después, haber dado la orden de ejecución. Dicha confesión se compagina con sus pronunciamientos públicos durante la lectura de sus informes.Un año después, Mestre leyó su tercer informe el 18 de septiembre de 1912, cuatro días después de la muerte de Gurdiel.Hasta el congreso de la unión llegó una acusación muy seria contra el gobernador. El diputado y periodista Félix F. Palavicini tomo a su cargo la defensa de Mestre. En la cámara dijo que tal vez el gobernador no había sido informado de los hechos, pues la comunicación telefónica era mala y que los ganaderos pudieron haberse hecho justicia por su propia mano, ya que habían sido robados por los rebeldes. Lejos de convencer Palavicini arrojo gasolina al fuego. La asociación de periodistas metropolitanos acordó expulsarlo de su seno. Salieron a relucir los nombres de los autores materiales: Pablo E. Gamas y Leónides Domínguez. El escándalo iba en aumento. Un editorialista de El Imparcial trono sobre “tan monstruoso atentado en el que salvajismos sin precedentes, sañas reveladoras de bestiales instintos, intrigas tenebrosas en que odios personales parecen andar en juego”.En la cima de la crisis se produjo el episodio de La Ciudadela, donde Francisco I. Madero y José María Pino Suarez fueron asesinados, y estallo la revolución constitucionalista que lo arraso todo. El destino de Mestre estaba de todas maneras sellado. Como lo señala con acierto Taracena, el régimen maderista lo hubiera desaforado por el crimen horrendo, y los constitucionalistas, por haber reconocido al dictador huerta. En cuanto a gurdiel, si bien es evidente que cometió un delito, el de rebelión, es obligado preguntar. ¿Se habría ordenado su muerte si no hubiera sido, además de sublevado, periodista enemigo del gobierno? La lista de los periodistas tabasqueños asesinados sigue.En el mes en que fue asesinado el presidente francisco I. Madero, febrero de 1913, arrancaron la vida a otro tabasqueño. ¿Quién iba a preocuparse por

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investigar estos crímenes cuando la nación se hallaba envuelta en desconcierto y confusión?La policía de la ciudad de México mato a culatazos el 9 de febrero de 1913 a mariano duque. Así le cobraron la acusación que había lanzado contra el ejército previendo la traición de que sería objeto el presidente y en la que este no creía. Duque y José Ramirez garrido publicaban El Defensor del Pueblo. Ramirez se enteró de que algunos oficiales se habían coaligado para da el cuartelazo, y apoyado en el consejo del senador Fernando iglesias calderón, y con el acuerdo de duque, lanzaron una extra de El Defensor el 1º de enero de aquel año. “el general reyes puesto en libertad y el presidente madero reducido a prisión”, rezaba el encabezado. No anunciaba un hecho consumado, sino, con audaz previsión, el objetivo que perseguían los conspiradores.Lejos de darse por advertidos, madero y sus colaboradores se enfurecieron y consignaron al periódico. Duque asumió la responsabilidad pero Ramirez garrido se opuso, ya que él había sido el autor del texto. Se presentó ante las autoridades y estuvo en prisión, de la que salió bajo fianza gracias a iglesias calderón. Los periodistas hicieron un último intento de prevenir personalmente a madero, pero el mandatario confiaba ciegamente en el ejército y se negó a escucharlos. Cuando estallo, días después, el cuartelazo, uno de los primeros detenidos fue duque. Fue “llevado a Chimalistac y en el rio poetizado en la novela de gamboa, muerto, deshaciéndole la cabeza a culatazos”.No fueron los únicos periodistas tabasqueños muertos.Marcos torres collado fundo El Chisme en 1917, y edito también El Liberal. En 1919, torres collado hacia propaganda al general Luis Felipe Domínguez para gobernador de esa entidad, y a su vez jugaba para diputado local por Cunduacán. Fue detenido bajo el cargo de conspiración y demando el amparo de la justicia federal, que obtuvo. Se ordenó que lo pusieran en libertad, pero cuando salía de la prisión fue balaceado y muerto por el teniente Rafael Inclán. El general Carlos Vidal, muerto también a tiros más tarde, justifico el crimen diciendo que torres pretendía fugarse antes de que se formalizara su libertad.Otro periodista muerto fue Manuel Lezcano, periodista y político que, antes de morir, también mato. En 1920 diputado local, cayó muerto en una balacera ocurrida el 5 de octubre de ese año en pleno edificio de los poderes, en Villahermosa. El día anterior había publicado en su periódico dominical El Radical un artículo que le aplaudieron sus compañeros del partido guinda, enemigos del entonces gobernador choco, Carlos Green, pero que puso furioso al capitán José torres hidalgo, jefe policiaco y simpatizante a morir del general Green.Aquel día, torres hidalgo espero desde temprana hora la llegada de Lezcano, y en cuanto lo vio, se acercó a reclamarle. Sin más, el diputado saco su pistola y mato al capitán, enseguida busco ayuda y refugio en las oficinas del legislativo, donde se atrinchero con otros diputados y correligionarios. Allí fueron atacados por el chato Neftalí Hernández, jefe de la escolta del gobernador y varios agentes de la policía. Bajo la lluvia de las balas cayeron Lezcano y otro diputado, y quedaron heridos otro legislador y una taquígrafa, mientras que los greenistas murió, por

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no haberse guarecido debidamente, pues no participaba en el tiroteo, el joven ayudante del mandatario.La fuerte impresión que causaron estos hechos solo detuvo la violencia tabasqueña unos cuantos años. El 28 de julio de 1924, varios periodistas denunciaron ante la secretaria de gobernación que su compañero José Carmen Hernández había sido secuestrado. Pero antes de que hubieran recibido respuesta de los funcionarios, la dieron las aguas del rio Grijalva, en las que apareció el cadáver del periodista.El implacable Santamaría califico de periodiquillo revoltoso a El Colmillo Publico, fundado en 1914 por Hernández, y cuando reapareció con El Colmillo escribió que “en esta nueva época de 1919 fue ya un vulgar periódico de pornografía callejera”. Frente a eso durísimos juicios, pepe Bulnes, cronista non de tabasco, señala que Hernández era “muy educado. Fino en sus maneras. Simpática charla, ocurrente, de ágil imaginación, enamorado, buen bailador y leal amigo”. Solo tenía 37 años de edad. Los problemas más serios los tuvo con los comerciantes españoles a quienes acusaba de haberse apoderado de la actividad mercantil local. Moviendo influencias ante el presidente Carranza, los criticados consiguieron el cierre del periódico. Al año siguiente, sin embargo, reanudo su publicación gracias al gobernado preconstitucional francisco J. Mujica. En su tercera época, en 1919, mostro simpatía al general Green y animadversión contra Felipe garrido Canabal. Green cayó de la gracia de los constitucionalistas triunfales y fue depuesto. Hernández insistió en sus ataques contra garrido, amo y señor de la región, y la consecuencia fue fatal.

Arrasado por la revolución.Las rencillas se encubaban en diferencias ideológicas o antipatías personales, en envidias entre particulares o resquemores y celos dentro de los grupos, pero siempre en relación con los acontecimientos de la revolución. Se agredía, más que al periodista, al adversario en el campo de la lucha política o la lid armada. Durante estos años no hubo misterio en el móvil de los homicidios ni en la identidad de los autores. Apúntese esta característica como distintivo de la época, con unas cuantas excepciones, y apresúrese el desfile de las víctimas de todo el país. Algunas veces los revolucionarios fueron también esbirros de los periodistas.Además de los ya citados, durante esta época hubo periodistas asesinados en el estado de México, Sinaloa, Tlaxcala, el distrito federal, Sonora y chihuahua.Además las variadas circunstancias de muerte evidencian la arriesgada forma de hacer periodismo de la época.El 9 de agosto de 1912 José V. Soriano, reportero de El Imparcial, juan llanes, jerónimo Hernández y otros periodistas volvieron a la ciudad de México aterrorizados. Habían intentado llegar a la guarida de Emiliano zapata, en Morelos, para entrevistarlo, y estuvieron a punto de morir a manos de los hombres de aquel jefe. Las relaciones del presidente francisco I. Madero y zapata estaban por los suelos, y los guerrilleros estaban convencidos de que todo extraño que se aventurara en sus dominios era un espía comisionado para asesinar a su jefe.

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Lo sucedido lejos de paralizar el ánimo de los reporteros, les sirvió de acicate. Pronto dos decidieron hacer un segundo intento. El 11 del mismo mes salieron en tren hacia Morelos Humberto Strauss, periodista uruguayo con credencial del diario El País, Ignacio herretearías, que planeaba tomar películas de la entrevista y un fotógrafo de apellido rivera. Iban convencidos de que ellos conseguirían declaraciones del temido revolucionario sureño. Sin embargo, cuando el tren se hallaba en las cercanías de ticoman, en los límites del estado de México, fue asaltado por fuerzas al mando del general amador Salazar, y mataron a los 36 soldados federales que viajaban él y a 20 pasajeros.Algunos autores sostienen que Strauss y herrerías murieron quemados en el interior de su vagón, aunque es más lógica la explicación de Alfonso taracena, en el sentido de que cuando los zapatistas detuvieron el ferrocarril, los dos periodistas bajaron y trataron de convencer a los guerrilleros de que eran periodistas e iban a entrevistar a Emiliano. Pero cuando menos uno de los periodistas, que en el trayecto había intimado con los soldados, llevaba puesto un quepí y los zapatistas no les creyeron. Allí mismo los mataron a balazos y luego quemaron el tren junto con los cadáveres de las víctimas.El ultimo despacho que Strauss envió a su periódico decía: “se asegura que el jefe rebelde supo por cartas y emisarios que una persona, haciéndose pasar como periodista, quiere llegar a él para asesinarlo, y zapata y todos los jefes rebeldes lo desconfían de todo y de todos”. La asociación de periodistas metropolitanos se reunió de emergencia para tratar el asunto, y el 18 llevo al cabo una manifestación de protesta, con una bandera negra al frente. ¿Qué podrían haber conseguido si zapata no pudo ser detenido sino con una emboscada preparada con todo el peso del poder presidencial?En Sinaloa cometieron la barbaridad de asesinar a dos periodistas cultos: José Sabas de la mora y Faustino Díaz. Fue una de las grandes estupideces de los revolucionarios. El primero fundo en 1903, en mocorito, entonces centro en donde se concentraban los intelectuales de Sinaloa y que era llamado la Atenas de occidente, el prestigiado diario La Voz del Norte. La influencia de este periódico se extendió a otros municipios. Residía entonces en mocorito, que era su tierra natal, el gran poeta y medico enrique González Martínez, quien a la par de otro distinguido literato, Sixto osuna, colaboro en la voz. Fundaron, encabezados por de la mora, la revista arte, que se publicó en 1907 a 1909. La esperanza de consolidar el desarrollo de mocorito se desvaneció cuando se tendieron las vías del ferrocarril y no tocaron la población, sino a guamúchil. Los negocios, incluida la prensa, comenzaron a emigrar.Sabas de la mora se hallaba en Culiacán en 1911, donde lo detuvieron varios supuestos revolucionarios simpatizantes de don francisco I. Madero, con el pretexto de que había hecho periodismo a favor de Porfirio Díaz. Lo llevaron a la cantina que les servía de refugio, lo ataron a una silla y lo asesinaron. Como lo explica Héctor R. Olea en su libro La Revolución en Sinaloa, el crimen no parece haber sido si plemento un acto de ciega brutalidad. Sabas de la mora era, en su versión, perfecto político de cósala cuando fue atacada esa población por maderistas. “Después de once días de asedio se rindió al mismo coronel medina quien le perdonó la vida con la condición de que no volviera a hacer armas contra

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la revolución y, por haber faltado a su palabra de honor, de la mora fue fusilado allí mismo, en un burdel llamado al pasar una copa.Faustino Díaz fue el último director del monitor sinaloense de Culiacán, aparecido en 1892 y clausurado en 1911. En su local se badán citas los literatos e intelectuales de la época, agrupados bajo la dirección del doctor Gonzales Martínez. En sus páginas comenzó a analizar sus inquietudes Genaro estrada, sobrino del periodista, que andando los años fue secretario de relaciones exteriores y forjador de la famosa doctrina que lleva su nombre. Faustino fue asesinado en circunstancias nada claras. Lo detuvieron en 1914 porque, como el caso de Sabas de la mora, los triunfadores del momento consideraron que habían servido a don Porfirio. Lo condujeron a Mazatlán y en el trayecto lo mataron. Nunca se hallaron sus restos.México sigue siendo uno de los países más peligrosos del mundo para los periodistas. En la última década han sido asesinados más de 80 periodistas y 17 han desaparecido. Asimismo, ciertos medios de comunicación frecuentemente son blanco de ataques armados y de amenazas, en especial en el norte del país. ¿Quiénes están detrás de estas intimidaciones? Los cárteles de la droga, que se preocupan por hacer callar a los periodistas y blogueros que informan sobre las actividades del crimen organizado y la violencia ligada a ellas.Las intimidaciones también provienen de las autoridades federales y estatales. A inicios del año 2013, en San Luis Potosí, varios periodistas del diario Pulso fueron víctimas de una “campaña de odio anónimo” en las redes sociales, atribuida al Gobierno del Estado, tras la publicación de textos “incómodos” para el gobierno. A las intimidaciones, se suma el hecho de que en 2013 el gobierno federal habría establecido un acuerdo con algunos gobiernos estatales para que no se divulgue información sobre hechos de violencia, con el objetivo de reducir el sentimiento de inseguridad general.La impunidad sigue siendo la regla en la inmensa mayoría de los casos de asesinato y de desapariciones. Las investigaciones con frecuencia se cierran de prisa o se frenan debido a la lentitud burocrática. La impunidad también se explica por la colusión entre el crimen organizado y las autoridades políticas y administrativas –a menudo corruptas y en las que incluso se han infiltrado los cárteles– a todos los niveles.Este clima de violencia e impunidad ha obligado a numerosos periodistas a exiliarse para huir de las amenazas que enfrentan ellos y, con frecuencia, sus familias. Numerosos medios de comunicación han renunciado a abordar el tema del narcotráfico por temor a represalias violentas, de allí un clima de autocensura perjudicial para la libertad de información. Las redes sociales se han convertido en ocasiones en las únicas fuentes de información sobre los estragos ligados a los cárteles de la droga, que no dudan en tomar como blanco a los blogueros que intentan romper la espiral de silencio.En el plano jurídico, en febrero de se creó la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Contra la Libertad de Expresión. Desde entonces, su trabajo sólo ha dado como resultado una condena. En el Senado de la República aprobó una reforma constitucional que permitía a las autoridades federales atraer bajo su jurisdicción los crímenes y delitos que atentan contra la libertad de informar o el

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ejercicio del periodismo. Esta reforma permitió la creación del Mecanismo para la Protección de Periodistas y de defensores de los derechos humanos, que sigue siendo criticado por sus deficiencias.¿Uno de los raros avances? La despenalización de los delitos de prensa a nivel federal, promulgado.Finalmente, existen lazos muy fuertes entre las autoridades y los medios de comunicación que son perjudiciales para la independencia y la transparencia de estos últimos. El paisaje mediático mexicano también se caracteriza por su falta de pluralismo, ya que  90% de las concesiones de televisión abierta (gratuita) y de paga. Respecto a las numerosas radios comunitarias, a menudo siguen careciendo de una frecuencia legal (licencia para transmitir) y sufren persecuciones.“los periodistas mueren de noche”. Se podría creer que la tarea primordial del periodismo moderno es la de informar, interpretar y guiar a la sociedad de la que es parte, pero nada más lejano de la realidad, ya que ello no es sino la superficie de una profunda y por demás compleja relación social en la que los medios de comunicación tienen el doble papel de ser unidades de producción y reproductores de la ideología imperante.La verdadera función del periodismo es primordialmente política, y lamentable es decirlo, pero es un hecho contundente: no existen la objetividad ni mucho menos la imparcialidad periodísticas, tal y como coinciden Carlos Marín y Vicente Leñero o, más concretamente, Julio Scherer y Manuel Buendía al señalar que el periodismo es, por sobre todo, una forma de hacer política.Aún el medio más plural es dueño de una idea política y sirve a intereses más o menos identificables. Prueba de ello es que desde los inicios de la prensa escrita en México a principios del siglo XIX, el ejercicio periodístico ha mantenido de modo tenaz un diálogo permanente con el poder, un diálogo que ha dejado además de lado a la propia sociedad. Hoy esta situación no puede continuar. La gran pregunta es: ¿cómo se forma la opinión pública o cómo se preserva la memoria histórica, si son especialmente los propios diarios la causa directa de la falta de tal estímulo y escaso desarrollo?Los medios de comunicación son, como mucho, la expresión deformada de una "realidad" representada. Espacios a priori en blanco, en ellos se proyectan miles de luchas que se desarrollan en el cuerpo social: de las relaciones internacionales a las luchas vecinales; de las pugnas institucionales a las tensiones internas de la propia organización del medio-empresa. No son más que discursos fragmentados, distorsionados y sobre todo intencionados de lo que acontece, o de lo que se quiere provocar o legitimar, en la realidad social.Es un hecho que desde un principio las relaciones entre el poder y la prensa han sido tortuosas, perversas, y que el periodismo resultante se ha caracterizado por una ausencia de espíritu crítico, por un pobre análisis de fondo y por estar dirigido al gobierno o líderes de opinión y sólo de manera muy ocasional a la sociedad civil en su conjunto. Hoy en día se ha olvidado que debe ser útil a la nación en su conjunto, no al poder; que debe estar vinculado con la sociedad y contribuir a formar opinión al tiempo que dota de mayor sentido a las grandes luchas sociales. No al contrario, como ha ocurrido cuando durante los escasos

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momentos de libertad se ha erigido en uno de los más feroces enemigos de la democracia. La caída de Madero, víctima de su odio y encarnizamiento, es uno de los mejores ejemplos.Lo he denunciado siempre: desde principios del siglo XIX y aún antes la prensa nació sujeta, el poder la secuestró y ella no ofreció mayor resistencia. Salvo en grandes momentos de la historia periodística, la prensa nacional ha estado subordinada al Estado. Sin embargo, de entonces a nuestros días, no cabe duda que la libertad de expresión en México se ha abierto paso y lo sigue haciendo. El problema es que el papel represor que antes ejercía el Estado es ahora detentado por los dueños y directivos de los medios de comunicación. Son ellos los nuevos censores. La libertad de expresión está en sus manos y por tanto es la lucha de sus respectivos y muy particulares intereses en turno la que determina y orienta los destinos de nuestro futuro como nación. En consecuencia, mientras no se dé fin a la censura, sea estatal o de quienes tutelan los medios, en tanto no se encuentre garantizada la libre y responsable crítica periodística, nuestra sociedad no podrá avanzar ni mucho menos aspirar a vivir en un régimen de verdadera democracia.Desde los antiguos cortantes ingleses y marizanadas francesas hasta nuestros diarios actuales, la evolución del periodismo en nuestro país no ha sido fácil, ya que desde sus propios inicios la lucha política a favor del cambio ha sido uno de sus principales rasgos característicos. Fenómeno que se ve con claridad desde el momento mismo de la aparición de uno de los primeros periódicos decimonónicos, el Diario de México (1805), en el cual, si bien sus primeros participantes fueron de tendencia gobiernista y sus materiales de naturaleza noticiosa pero también doctrinal, poco a poco pasaron a la oposición llegando a tomar parte en la propia lucha independentista, como fue el caso de Jacobo de Villaurrutia y Carlos María de Bustamante, a quienes las propias autoridades virreinales llegaron a perseguir por sus escritos y pronunciamientos proautonomistas. La reacción a él se tradujo en la fundación de la Gaceta del Gobierno de México que, establecida por un grupo de conservadores, tendió a defender los intereses de la monarquía subsistente constituyéndose en vocero de los intereses peninsulares.La efervescencia periodística cobra auge a partir de entonces y surgen notables órganos periodísticos como El Despertador Americano, editado por Miguel Hidalgo y Costilla en Guadalajara (1811), el Ilustrador Nacional y el Ilustrador Americano, elaborados con tipos de madera en Zitácuaro por Morelos al igual que El Correo Americano del Sur en Oaxaca. Todos ellos “periódicos de combate de propaganda a favor de la Independencia” a los que sucedieron El Mentor Mexicano, El Fénix y Semanario Político de Andrés Quintana Roo, defensores de la causa pro emancipadora, a diferencia de los periódicos de clara influencia oficialista comoCentinela contra los Seductores, El Español, la Gaceta de Valdés, que llegó a ser órgano oficial del gobierno novohispano, además de El Verdadero Ilustrador Americano de José María Beristaín, cuyas ideas fueron eminentemente de corte realista y opuestas a las que difundían escritores como José María Cos.

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Para 1821 aparece el Ejército Mexicano de las Tres Garantías, “cuya finalidad proselitista era manifiesta, lo mismo que El Mejicano Independiente, editado en Iguala con material llevado de Puebla”. A partir de entonces y ante la consumación del movimiento de independencia prácticamente desaparecieron los medios que defendían la causa realista en México, quedando orientada la actividad periodística hacia los nuevos problemas que la lucha emancipadora llevaba consigo. Periódicos como El Diario Liberal (1823), la Gaceta Imperial de México y más tarde El Águila Mexicana, se convirtieron en los conductos del nuevo gobierno al poder: el iturbidista, contrastando con otros órganos como El Sol, de filiación masónica, y la Abeja de Chilpancingo, de tendencia republicana. Sin embargo, con la caída del régimen imperial las luchas ahora entre centralistas y federalistas promovieron una febril actividad periodística y editorial en general, destacando El Observador de la República Mexicana, como vocero de los masones del rito escocés, además de El Amigo del Pueblo y El Mercurio, vinculado con los yorkinos.Años más tarde, la lucha política en contra el presidente en turno, Anastasio de Bustamente, quedó de manifiesto en El Fénix, entre cuyos colaboradores figuraron los federalistas Vicente Rocafuerte, Quintana Roo, Mariano Riva Palacio, Manuel Crescencio Rejón y Juan Rodríguez Puebla, en contraposición de los que apoyaban la postura gobiernista, acaudillados por el ministro Lucas Alamán y cuyo órgano fue El Registro Oficial. Para mediados del siglo XIX surgen nuevos periódicos de gran trascendencia como El Siglo XIX (1841) y El Monitor Republicano (1844), de filiación liberal, en tanto aparecían otros como El Tiempo, de corte monárquico.Durante el Segundo Imperio, la prensa se encarga de atacar al propio Maximiliano, como lo evidencian La Voz del Pueblo, El Clamor Progresista, La Sombra y La Rabia. Poco más tarde, La Orquesta, de Carlos Casrín y Constantino Escalante, inaugura el uso de la caricatura política mientras en plena República los periódicos fomentan tanto la temática política como literaria. Toman parte en él literatos, políticos, abogados, religiosos y militares, en suma, la élite política del momento. Reaparecen El Monitor Republicano, La Revista Universal, El Correo de México, El Sufragio Libre ya Iberia, y pronto comienzan a brotar los primeros intentos de periodismo de naturaleza socialista, como El Socialista (1871), en el que colaboró Guillermo Prieto, La Comuna (1874-1875), La Huelga (1875) y El Hijo del Trabajo (1876-84), a los que continúan dentro de una línea políticamente menos radical El Federalista de Justo Sierra y Manuel Gutiérrez Nájera, La Libertad y La Tribuna de Ignacio Manuel Altamirano.El periodismo que hereda Porfirio Díaz de Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada es un periodismo de oposición permanente que termina por desencadenar un profundo encono entre los ideólogos de la prensa y los detentadores del poder. Si bien los márgenes de libertad fueron casi irrestrictos, sus mismos avances terminaron convirtiéndose en los gérmenes de su propia autodestrucción. Nuevos periódicos como La Voz de México, La Prensa, dirigida por José María Vigila y Juan de Dios Peza, El Diario del Hogar de corte liberal a cargo de Filomeno Mata, El Partido Liberal de José Vicente Villada, El Mundo, El Tiempo o El

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País, incorporaron mejoras técnicas, impulsaron la habilidad de sus periodistas y promovieron de modo creciente la importancia del reportaje como género periodístico, siendo El Imparcial, bajo la dirección de Rafael Reyes Spíndola, el mejor ejemplo. No obstante, hacia las postrimerías del régimen la oposición contra Díaz cobra una fuerza incontenible y los afanes por la renovación social quedan plasmados en periódicos como Restauración y Democracia Cristiana, así como en Regeneración, periódico liberal-anarquista de los hermanos Flores Magón.Durante la Revolución, los diferentes grupos revolucionarios establecen sus propios medios: en apoyo a los constitucionalistas se fundan El Constitucionalista, El Liberal de Jesús Urueta y El Demócrata de Rafael Martínez, en tanto que para zapatistas y villistas destacan La Convención, El Monitor, La Opinión, El Radical, Tierra y Justicia. Sin embargo, un par de años después, surge una nueva influencia, esta vez proveniente de los Estados Unidos, al nacer en 1916 El Universal y en 1917Excélsior, periódicos que habrán de inaugurar la era de los periódicos de circulación nacional con grandes tirajes, lo que contribuyó a profesionalizar e industrializar aún más al periodismo mexicano, además de posibilitar la total infiltración del Estado a través de obtener el control sobre el abasto de papel, la regulación de la publicidad oficial, la compra de acciones de las nacientes empresas periodísticas, así como de la vinculación política entre las personas.Escasos son los momentos de nuestra historia en los que la democracia y la libertad han privado. Tal y como se desprende de la revisión histórica sobre la evolución del periodismo mexicano a lo largo del siglo XIX, prácticamente desde su nacimiento ha sido víctima perenne de la censura.En 1814 la Constitución de Apatzingán, en aras de garantizar una mayor protección al incipiente periodismo, establece que nadie podría prohibir a ningún ciudadano la libertad de hablar y manifestar sus opiniones mediante la imprenta. El Constituyente de 1857 incorpora en sus disposiciones las libertades de imprenta y expresión. Durante la segunda intervención francesa el Imperio toma la decisión de suprimir la prensa escrita. El régimen juarista, por su parte, determina defenderla y promulga entonces la Ley Orgánica de Prensa (1868), ordenamiento de clara tendencia liberal que ratificaba el espíritu del propio del Constituyente. No obstante, en 1883 el porfirismo acota lo establecido por la Carta Magna y a través de los ordenamientos penales, además de posibilitar que los periodistas pudieran ser llevados ante tribunales del orden común, establece que tanto las prensas como los útiles de trabajo podrían ser confiscados, considerándose “instrumentos de delito”. La reacción no tarda en producirse: la prensa incrementa su radicalismo opositor. Esta tendencia sería irreversible, a tal grado que el régimen maderista no logra frenarla y otorga en cambio mayores márgenes a la libertad de expresión, aún a costa de enfrentar ironías, violentos ataques, campañas de desprestigio y, por último, de arrostrar su propia caída. Sin embargo, ello no implica que la censura haya sido abatida. Todo lo contrario, con el tiempo arreciaría y se transmutaría.En suma, libertad de expresión y libertad de prensa son derechos por los que la sociedad mexicana ha luchado permanentemente, ya que si bien desde 1917 están

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consagrados en los artículo 6° y 7° respectivamente de nuestra Carta Magna, su pleno alcance ha sido una conquista reciente, ganada tras décadas de ardua y permanente lucha gracias a aquellos que han ejercido un periodismo crítico en nuestro país, pues si bien del primero goza la ciudadanía en general, ha sido sobre todo gracias al periodismo que en gran medida se ha logrado consolidar un más efectivo régimen de libertad de expresión.En dicho año, a pesar de los avances constitucionales en materia de libertad de prensa, sus enemigos tienen que maquinar nuevas formas de represión. El 12 de abril, Venustiano Carranza emite la Ley de Imprenta, y con ella se establece un cuerpo jurídico que hasta cierto punto refuerza una censura institucionalizada vigente hasta el día de hoy. No obstante, hubo algo mucho más peligroso: políticos y caciques partidarios de la acción directa, solían, aún a mitad del siglo, mandar a sus guardaespaldas como primer aviso a los editores ordenándoles asaltar talleres, mezclar los miles de letras de molde ordenadas en cajas y echar miel o azúcar entre los rodillos de las prensas para paralizar la impresión. Si la advertencia era ineficaz y el periodista insistía en sus críticas, se procedía al incendio y lapidación del edificio además de la destrucción de la maquinaria. Ejemplos de ello los hallamos en El Pueblo de Hermosillo en 1928, la Revista de Yucatán en 1924 y el Diario de Guadalajara en 1933, entre otros.De Miguel Alemán a Ernesto Zedillo, sin excepción, los periodistas, dirigidos por Gobernación, agradecen el régimen de libertad de expresión en que desarrollan su actividad. Lo que no aclaran es que ésta no se da aun cuando esté garantizada en nuestra Carta Magna.La libertad de expresión se conquista, pero aunque hoy en día es imposible negar que ella exista, al menos es factible ejercerla no sin ciertos riesgos y dificultades. Sin embargo conviene hacer notar que en los medios electrónicos la situación cambia: allí la situación es más compleja, pues aun cuando no existe una oficina de censura ex profeso (nunca hemos tenido necesidad de ella), la televisión es hermética, ella sola mantiene viva la tácita censura que el sistema presidencial mexicano ha impuesto: no se puede criticar a la religión católica, al presidente y su familia ni tampoco al ejército.La cuestión es que en todo caso, la libertad y el poder sólo pueden ser posibles sobre la base de la soberanía popular. “De ésta proceden y en ella se fundan. No hay, pues, libertad ni poder absolutos: el único absoluto es el pueblo soberano”.El Estado Mexicano, cuyo autoritarismo fue la nota dominante del sistema durante los siglos XIX y XX, ha logrado el control pleno de los medios, sin importar su respectiva naturaleza. Comenzó con la prensa escrita y luego, subsecuentemente, continuó con los nuevos medios conforme éstos fueron surgiendo. A ello han contribuido la “institucionalización” de la corrupción, la sujeción del periodismo al poder político, la censura y la propia autocensura. Todo ello ha sido el marco de fondo para materializar la subordinación de la prensa ante el poder primero, y ante sus propios titulares después.Al final del siglo XX los medios de información colectivos se han convertido en el centro del poder contemporáneo de nuestra nación. Es decir, ya no solo son instituciones importantes o el cuarto poder, sino que ahora son "el Primer Poder" que existe en nuestra sociedad. El periodismo mexicano ha pagado muy caro los

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avances de la libertad de expresión. Por años ha sido considerado de alta peligrosidad y la lista de periodistas asesinados y encarcelados, perseguidos y presionados no ha cesado de incrementarse. Si nos remontamos al régimen de López Mateos, recordaremos diversos casos de reclusión de periodistas en Lecumberri. Qué decir del régimen diazordacista, pero a partir de la administración de Miguel de la Madrid se desató una ola de asesinatos en contra de periodistas, baste citar la muerte de Manuel Buendía. El gobierno salinista, por su parte, desplegó una notoria hostilidad contra ciertos periodistas, Manú Dorbierer y Raúl Cremoux, entre otros, a quienes se censuró en el periódico Excélsior.Sin embargo, el escepticismo de la sociedad mexicana ante la objetividad e imparcialidad de los medios ha sido la consecuencia de su actitud servil como instrumentos dóciles a la voluntad del poder. A pesar de ello, 1968, 1988, 1994, 1997 y 2000 son cinco años que han marcado nuestra historia contemporánea, cinco grandes momentos que los medios han registrado con especial intensidad. 1968, marcado por el movimiento estudiantil y la masacre del 2 de octubre; 1988, por la inquebrantable lucha democrática llevada a cabo por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo y el fraude electoral a favor de Carlos Salinas de Gortari; 1994, por ser escenario del primer gran debate entre partidos políticos: PRI, PAN y PRD y coincidir con la aparición del EZLN y el fracaso del proyecto político-económico de Salinas de Gortari; 1997, sobresaliente por el notable avance democrático que implicó el contundente triunfo electoral de Cárdenas como Jefe de Gobierno del DF y, por último, el año 2000 en el que tuvo lugar el ascenso al poder del PAN, lo que dio término al ciclo de setenta años de hegemonía unipartidista a cargo del PRI.De todos ellos los medios y, especialmente la prensa escrita, dieron y siguen dando testimonio. En gran medida, lograron a partir de tales sucesos notables conquistas para la lucha por la libertad de expresión y su contribución al desarrollo democrático y a un sistema de partidos ha sido mucha. Sin embargo, no ha sido una batalla paralela: la divergencia entre los intereses particulares y las ideologías específicas de cada medio ha quedado por demás manifiesta, tanto entre los diferentes diarios, como de manera muy especial entre la prensa escrita y los medios electrónicos en general, a tal que grado que no resulta aventurado afirmar que principalmente han sido estos últimos los que hoy en día contribuyen de manera directa a la conformación de la cultura colectiva, en tanto que la prensa escrita más incide –de acuerdo con su particular orientación- en el análisis político, social, económico y cultural.¿Qué ha ocurrido entonces ante la opinión pública entre los medios y el Estado luego del proceso electoral del año 2000? Sin lugar a dudas, una nueva correlación de fuerzas entre el Estado, los partidos políticos, los medios y la sociedad en su conjunto. El cambio pregonado por Vicente Fox no se llevó a cabo, sólo hubo una transformación en Los Pinos, lo demás quedó igual o peor.Los medios han sufrido la osadía, erigidos ahora sus titulares en los nuevos censores de la libertad de expresión, y en tal sentido, los ejemplos abundan. No es más el Estado sino los dueños de los medios de comunicación quienes ejercen la censura, lo cual constituye un tema desconocido para la mayoría de los

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estudios del tema o al que se le resta importancia más allá de la debida. La censura se ha diversificado: la ejerce el Estado, pero ahora también, y de manera contundente, los propios dueños de los medios en función de sus respectivos intereses.¿Es la nueva correlación de fuerzas partidistas determinante para la vinculación entre los medios, la sociedad y el Estado? La respuesta cobra especial importancia para el futuro de la democracia en México, ya que en juego no sólo se encuentra la reformulación del esquema tradicional de los medios escritos en la ciudad capital. Lo está también y siempre en mayor medida, la realidad que vive cada entidad federativa ante las diversas presiones y censura locales sobre sus propios medios. Máxime, cuando la sociedad mexicana es testigo de la agudización de los conflictos entre los intereses de los diferentes actores políticos previos al proceso electoral de 2006.Y es peligroso, muy peligroso, para la democracia que esta realidad esté imperando y enraizándose más y más cada día. Ya no sólo las áreas cupulares del poder, ahora son los propios medios y diarios, principalmente, los que están tomando partido por determinado candidato, al que califican como “su candidato”. Así ocurrió a finales de los años 80 y ha seguido ocurriendo con La Jornada y Cuauhtémoc Cárdenas, o bien con Unomásuno y Excélsior y Francisco Labastida.¿Qué tipo de prensa requiere el México actual? Una prensa que esté dirigida a la sociedad civil, a los lectores, no al poder. ¿Qué requiere el periodismo mexicano? Requiere de una nueva moral periodística y de un código de ética. Cumplidas ambas condiciones, el ejercicio periodístico podrá imponerse a la censura. Aún si ésta es instrumentada por el propio dueño del medio. Bien lo ha señalado Renato Leduc:A 150 años del nacimiento de la nación mexicana y del subsecuente periodismo mexicano, la situación de éste en sus relaciones con las fuerzas del poder, en su esencia, no ha cambiado mayor cosa. La censura, de hecho, se mantiene, pero sus instrumentos y procedimientos de aplicación se han transformado, se han modernizado obviamente, y se han afinado y aun refinado para mayor prestigio de quienes los aplican y mayor beneficio de quienes los soportan. La censura periodística en México ha dejado de ser desde hace mucho tiempo la ‘rígida censura militar’ iturbidista para convertirse en una adecuadamente flexible censura burocrática y, por decirlo así, institucional. Su sede se ha desplazado de los cuarteles y estados mayores a las llamadas oficinas de prensa o, más eufemísticamente, de relaciones públicas de las dependencias gubernamentales, desde la presidencia de la República hasta las jefaturas de policía.Los periodistas no escriben para consumo de los lectores, para orientar a la sociedad, sino para ser leídos por los hombres del poder y sus colegas de mayor rango en el proceso informativo. Si en el siglo XIX el periodismo era de opinión más que informativo, hoy el periodista informa opinando, enviándole un mensaje obvio o críptico a un colega o a un alto funcionario. Quienes han llevado a la exageración este panorama son los columnistas y los articulistas de fondo (los mejores pagados en el reino periodístico), quienes trabajan frecuentemente de acuerdo con los intereses ideológicos o económicos de cada diario o revista. Aún

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las publicaciones periódicas de mayor prestigio como Proceso han caído en la tentación de dialogar exclusivamente con el poder o, en el mejor de los casos, con “los líderes de opinión”, como ha dicho reiteradamente Froylán López Narváez. El precio de tal aberración, entonces, es el escaso éxito. Decir que un diario mexicano de circulación nacional está respaldado por un tiraje de 300 mil ejemplares, digamos, es una temeridad y seguramente un dato falso o manipulado.El mexicano promedio, entonces, adquiere su precaria información a través de los medios electrónicos, principalmente de la televisión y ésta masa de noticias llega manipulada según los intereses de la empresa y en consecuencia del gobierno. Bastaría analizar en los días de mayo y junio de 1998 la forma en que los canales de Televisa, TV Azteca y el propio canal 11 procesaron la información sobre el conflicto chiapaneco: sin mucha sutileza intentaron, durante un recrudecimiento de la situación, hacernos creer que en la búsqueda de una solución pacífica, trabajaba con mayor intensidad el gobierno de Zedillo que el EZLN. O, si se prefiere, la reacción de las dos grandes empresas televisivas al momento del asesinato del famoso Francisco Stanley y la agresiva demanda de linchamiento contra el gobierno capitalino que concluyó en el ridículo.Por tal motivo, el Estado se hizo y deshizo de varios canales televisivos en tanto que los periodistas formaron nuevos diarios y revistas. La pugna por la libertad de expresión se acentuó. En este punto debemos precisar que jamás hay dádivas o concesiones de parte del Estado, lo que tenemos es una lucha en la que los comunicadores (no todos, naturalmente) dan la pelea por la libertad y la democracia. Siempre encontrarán resistencia en el aparato gubernamental. El país parecía acostumbrado a que el gobierno controlara los medios. La corrupción, y asimismo los premios y reconocimientos, han sido sus armas favoritas, aunque llegado el momento, no se han escatimados los recursos violentos para frenar los avances periodísticos y entonces la muerte ha aparecido.Hasta hoy, por ejemplo, no sabemos quiénes fueron los asesinos intelectuales de Manuel Buendía, por más claro que nos quede que la orden salió de las más altas esferas del gobierno: de la secretaría de Gobernación seguro, quizá de la propia presidencia de la República. Es difícil imaginar que en México se dé un paso de esa magnitud sin el conocimiento del primer mandatario en turno, a pesar de que el aparato gubernamental explique que fue víctima de un engaño, tal como sucedió en el monstruoso crimen de la familia del líder agrario morelense Rubén Jaramillo y su familia, asesinados por elementos del Ejército. El periodismo, pues, aquí está considerado como una profesión de alto riesgo. La lista de asesinados, amenazados y golpeados es larga. Periodistas, como Carlos Loret de Mola (muerto en condiciones sospechosas) y Julio Scherer han dejado pruebas escritas de las presiones y amenazas que han sufrido de parte del Estado para atemorizarlos en sus tareas informativas.En México, no debemos olvidarlo, el periodismo sufre un altísimo nivel de represión y censura. Carlos Moncada, abogado de formación, director de la revista Impacto, en su libro Periodistas asesinados, hace un largo recuento de asesinatos “para acallar a la prensa”, analizando los mecanismos de los que se ha valido el propio sistema para controlar a los medios y que hoy en día no sólo

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involucran intereses políticos o ideológicos, sino también económicos, particularmente vinculados con el narcotráfico. Situación que corre de modo paralelo al silenciamiento de las voces de quienes hacen periodismo en aras de cumplir con su deber, tema que no perderá nunca su actualidad y que motiva por tanto en esta ocasión a transcribir la remembranza que hace el autor sobre dos de las primeras muertes de periodistas del México contemporáneo:En los comienzos de este siglo un buen número de periodistas participaron en los acontecimientos revolucionarios y pagaron, como cualesquiera otros mexicanos, su cuota de sangre. Algunos, porque eran a la vez políticos y periodistas, otros porque perdieron la vida en el cumplimiento de sus deberes profesionales. Humberto Strauss e Ignacio Herrerías, corresponsales de El País y El Imparcial, no tuvieron la suerte de Regino Hernández Llergo, que se metió a la boca del lobo villista para hacer al Centauro del Norte una de las más grandes entrevistas de la historia. Aquellos dos iban en busca de Zapata y fueron fusilados por la ignorancia de sus captores.En suma, hoy vivimos una transición democrática, hoy nos enfrentamos día a día a la exigencia popular, expresada lo mismo en Chiapas que en Baja California o en Guerrero y Oaxaca, sin olvidar la ciudad capital. Es por ello que los medios deben participar todavía con mayor fuerza. Hay que dejar de lado filiaciones partidistas o hacerlas menos evidentes, que el interés fundamental sea cada uno de los mexicanos y no los partidos políticos y principalmente la presidencia de la República, pues no por el hecho de serlo cuenta con la razón. De lo contrario, los diarios seguirán teniendo menos lectores, las formas más estúpidas de la televisión triunfarán, los programas radiofónicos más enajenantes dominarán y de esta manera los medios no serán una gran aportación al cambio democrático que desea una sociedad que ha padecido por años la supeditación a un solo partido político y al autoritarismo presidencial en turno. Y, lo más importante: en tanto no se acabe la censura y quede una razonable e inteligente libertad de crítica a los personajes públicos y a las situaciones que lo ameritan, no podremos avanzar como sociedad y menos aún como nación.La década de los treinta es rica en acontecimientos que se eslabonan en la perspectiva de consolidar el llamado México moderno. Etapa de transición y profunda inestabilidad. A manera de contexto señalamos algunos hechos trascendentes que permitan ubicar posteriormente la nota roja en la que intentamos reconocer elementos del imaginario, las mentalidades y valores de la época.El conflicto religioso, la guerra cristera (1926-1929) imprime sus secuelas en el inicio de los treinta. Las causas del conflicto entre estado e iglesia no desaparecen sólo se atenúan. Los llamados “Acuerdos” dan punto final a la rebelión armada pero ello no decide la clausura del conflicto. Al inicio de la década, la iglesia se encuentra dividida entre quienes no esperan ninguna reconciliación y aquellos que consideran tácticamente necesaria la tregua. La jerarquía católica será momentáneamente la institución más debilitada durante esta tregua: enfrenta al gobierno de Calles quien siempre la consideró cual enemiga de guerra y un obstáculo para la modernización de México. Esta

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contradicción no cesó, permanece como telón de fondo sobre todo en la primera etapa de esta década.Otro fenómeno cuyas consecuencias se dejan sentir en esta fase es el vasconcelismo. La campaña de Vasconcelos por la presidencia estuvo signada por la violencia del poder contra él, sus colaboradores y simpatizantes. Un naciente terrorismo de estado se ejerció en su contra: se utilizó a bandas armadas, la policía y el ejército para aplacarlo y se practicó el crimen a niveles indescriptibles. Vasconcelos dejó constancia de la barbarie estatal, relata detalladamente la continua agresión y el fraude final. El nuevo PNR no acepta oposición alguna.El país, después de la revolución, busca caminos estables vía la institucionalidad política y el aparato del PNR. Plutarco Elías Calles es el representante principal de ese férreo control. Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez son fieles continuadores de dicha política estatal. Durante el periodo de 1926 a 1932 se percibe el impacto de la crisis económica: las inversiones decrecen notablemente, la industria padece desequilibrios, las empresas reducen su producción, despiden trabajadores y sufren pérdidas. Es posible hablar del desplome de la economía; sin embargo, después de que la crisis tocó fondo hacia 1932 la industria se empieza a desarrollar:Varios fueron los factores que permitieron esta rápida recuperación, el primero tuvo que ver con la estructura social y económica, ya que gran parte de la población vivía en pequeñas comunidades y producía para subsistencia Otro factor fue que los precios de los bienes que México comerciaba en el mercado internacional (petróleo y plata) comenzaron a subir a mediados de los treinta. Por último los cambios en las políticas gubernamentales, (monetaria y fiscal). El cardenismo representa un hito en la vida del México de los treinta, se propuso destruir el maximato y terminar con el latifundio. Creó el ejido colectivo y otorgó préstamos a los campesinos, llevó escuelas al campo e intensificó el proceso de organización de los sindicatos y, éstos, al lado de las centrales campesinas, desempeñaron un papel político fundamental, por supuesto bajo control del Estado. El 18 de marzo de 1938 se realiza bajo el gobierno de Cárdenas la expropiación petrolera: diez y seis empresas extranjeras explotaban el petróleo y la fuerza de trabajo. Un espíritu nacionalista acompañó a esta acción que tiene total apoyo popular. En esta etapa, la llamada cuestión nacional define la vida cultural. El problema de la mexicanidad interesó al poder tanto como a la academia. Durante 1920 y 1940 el nacionalismo mexicano, al lado de intereses políticos y económicos, creó modelos que intentan englobar la esencia de lo típicamente mexicano. El charro y la china poblana, estereotipos de lo mestizo y de la clase hacendada, se proyectan como símbolos nacionales y subsumen a la población indígena:Como representación de lo mexicano, (los estereotipos) aparecieron en la iconografía – grabados, cine, fotografía- y en la literatura. En parte se identificaron a través del lenguaje y la música, tanto en el vestir como en el comer, en las actividades productivas y sobre todo en las recreativas, fueron adquiriendo sus especificidades, concentrando un “ser” o “deber ser” que se

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conformó mediante la interacción de costumbres, tradiciones, historias, espacios geográficos, en fin: referencias compartidas y valoradas. Estamos frente a la conformación de la identidad nacional: integra una serie de estereotipos con una finalidad hegemónica. Pérez Montfort destaca la forma cómo el nacionalismo fue tanto discurso de las elites como tema abordado en los espacios populares: el teatro de revista y las tandas, el cine, las historietas ilustradas, con un actor principal: el pueblo mexicano. Veamos cómo perciben la literatura y el cine a los mexicanos de esta época.El campo literario no responde inmediatamente a los acontecimientos histórico-sociales. Requiere una prudente distancia, en espacio y tiempo, para documentar, testimoniar o ficcionalizar estos hechos. La literatura de los años treinta no es la excepción. Han transcurrido casi veinte años del inicio revolucionario y apenas entre 1928 y 1940 la literatura testimonia este terremoto social. En el México de esta década prolifera una narrativa vinculada a la pobreza y la mayoría de las grandes novelas y cuentos hacen el recuento de los daños de una gesta revolucionaria sumamente violenta que produce pobres y desheredados al por mayor: en promiscuidades urbana y en el campo, con prostitutas y hampones, en la cárcel y el hospital: universo de los humillados, ofendidos y atropellados. Estamos en la frontera de las llamadas novelas revolucionaria e indigenista: con actores que no fueron favorecidos en una revolución que protagonizaron: despojos que la narrativa ubica en barrios urbanos pobres y un desolado campo.Mariano Azuela en primer sitio y luego Gregorio López y Fuentes y Mauricio Magdaleno recrean este complejo universo de ofendidos. En La luciérnaga (1932) Azuela describe un barrio donde impera la tristeza y un paisaje desolador: “Concierto de notas broncas, tejados podridos y montones de basura alternando con cuarterones de leguminosas y cerros desmoronables de cereales... El lamento secular de la india renca y parda, chicuilotiiiii... tos... fritos...” En otra novela, Nueva burguesía (1939), poco ha cambiado el panorama y, al paisaje opresor ahora se fusiona con la muerte de desharrapados y hambrientos que pululan en la gran ciudad: “con muchos ramos de azahar, en la mesa de trabajo de Bartolo, desocupada de los útiles de oficio, yacía el difuntito tras la sucia cortina de manta, en un cono de sombra... La muerte suele ser inoportuna. Los clientes y vecinos de Bartolo se obstinaron en ignorar la pena que lo afligía...”Mauricio Magdaleno en El resplandor (1937) describe la promiscuidad en que viven los indígenas después de la Revolución y el desengaño ante la reforma agraria. También narra sobre el despojo que sufren a manos de los revolucionarios: “- ¿Qué quieren aquí indios carajos? Les echó encima la bestia, y un chiquillo se soltó llorando, aplastado por el choque. Puerta adentro, resoplaba el camión, cargado hasta su máxima capacidad. Voces de lo más espeso de las turbas gimieron: -¡El maicito se lo llevan a Pachuca! ¡Nuestras cosechas! ¡Lo que nos prometieron para dar de comer a nuestros hijos!”Gregorio López y Fuentes también describe en Arrieros (1935) no sólo el despojo sino la humillación que sufren los indios a manos de representantes de la ley: “En sentido contrario, un policía, sin más insignia de autoridad que un garrote, llevaba arrastrándolo casi, a un indígena que se había emborrachado. Lo conducía a la cárcel, a pesar de que su embriaguez era pacífica, para que al día

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siguiente, en unión de los demás borrachos que cayeran, barriera la plaza”. El atropello y la ofensa en El camarada Pantoja de Azuela (1937) son leit motiv en una urbe con un servidor popular o diputado que es testigo de un hecho criminal: “De la comisaría regresa ya en su flamante automóvil; pero con el corazón oprimido. Tres o cuatro transeúntes fueron recogidos por la Cruz Roja y un pequeño vendedor de billetes de lotería pescó una bala en el corazón. ¡Un niño del pueblo!”. Las clases populares también son recreadas y vinculadas al hampa metropolitana en Nueva burguesía: “Emita se espumaba de los bajos fondos de la hamponería metropolitana, huroneante en el barrio de Atlampa. Podía ufanarse de haber conocido madre; pero ésta, con lealtad y valentía, le confesó que nunca supo cómo fue ello ni dónde. A los cinco años se quedó huérfana al cuidado de una tía sucia y greñuda, especie de bruja de cocina, que a temprana edad quiso dedicarla a actividades poco honestas”.A diferencia de la literatura que requiere un mayor reposo y distanciarse del hecho histórico, el cine responde a una coyuntura específica y a un público ávido de ver en la pantalla el asesinato de ayer o el drama pasional del domingo. En la década de los treinta ya la industria cinematográfica mexicana se percibe dependiente ante el impacto del cine norteamericano, al grado de emitirse un bando de Lázaro Cárdenas para que se exhiban un determinado número de cintas nacionales en nuestra cartelera. Sin embargo, aún era capaz de incentivar y producir cintas que respondieran a sus propios espacios político-sociales, y de ahí también su enorme influencia en América Latina.En 1931 se estrena la legendaria Santa, ya sonorizada, del novelista F. Gamboa, con Lupita Tovar, y es el banderazo que inicia el género “pecadoras mexicanas”. En 1933 se estrena El tigre de Yautepec y en 1934 Una mujer en venta, Mujeres sin alma, Chucho el roto, versión tercermundista de Robin Hood,¿Quién mató a Eva? y Suprema Ley: historia de lances de honor al viejo estilo del cine mexicano con un suicida ante los devaneos de su mujer.En el año de 1936 hay una diversificación de géneros, comedia, drama, melodrama; y los temas sobre cabarets y ficheras cubren el mayor espacio en carteleras y son ejemplos: Malditas sean las mujeres e Irma la mala. Esta última, melodrama sobre líos amorosos de una actriz frívola. Hay un crimen y juicio, al estilo yanqui, al final de la cinta. El tema sobre drogas hace su aparición con toda su carga moralina en Mariguana (El monstruo verde). El género campirano, con líos y enredos entre hacendados, e indios escenográficos, se presenta en Cielito lindo. Mujeres de hoy publicita en carteleras la contradicción campo/ciudad en ámbitos morales con una metrópoli símbolo de la maldad contemporánea: “Cuanto más moderna es la mujer, más mala, y cuanto más se aleja de la provincia, más expuesta está a descubrir su maldad”.La mancha de sangre del pintor A Best Maugard se estrena en 1937: curiosa cinta de bajos fondos con problemas ante la censura de la época. Historia cabaretera con una pecadora víctima de su explotador, un padrote celoso y cínico. En el año de 1938 hay estrenos importantes: Los bandidos de Río Frío y El indio, cintas basadas en novelas homónimas de Manuel Payno y de Gregorio López y Fuentes. El caso de la película El indio ejemplifica la inmediatez

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cinematográfica: publicada y premiada apenas en 1934: es representativa del indigenismo literario con el aval del recién ungido presidente Lázaro cárdenas.Otra interesante cinta Mientras México duerme (1938) de Alejandro Galindo recrea ambientes gansteriles, al estilo hollywoodense. A. de Córdoba interpreta a un jefe de narcotraficantes en la etapa que desea regenerarse por amor a una secretaria. Hay una curiosa reconstrucción del ambiente arrabalero capitalino. Galindo se inspiró en una crónica roja: el asesinato del boticario Nava en la farmacia Bucareli. José Bohr dirige Herencia Macabra (1939). La cinta futuriza la moda plástica contemporánea pero con ribetes dramáticos: un cirujano plástico se venga de su mujer infiel y del amante: a ella le desfigura el rostro y al amante le hace tomar un virus mortal.Desde finales del siglo XIX, en pleno porfiriato, y en las décadas de los treinta y cuarenta en México se agudizó una contradicción respecto de quienes se concebían como ciudadanos y quienes no, en otras palabras: unos, ciudadanos/otros, criminales. Esta contradicción develó un aspecto de la ideología de las clases en el poder, clase dominante u hegemónica según Gramsci, que consideraba como criminales y delincuentes a todos aquellos(as) que alteraban el orden establecido, contradecían los preceptos divinos, el matrimonio o la fidelidad, o no cumplían con las normas y leyes de una nación: lengua, idioma, costumbres. Es posible plantear que en esa época se consolidó plenamente un paradigma criminológico. En palabras de Buffington:En México las interpretaciones de las elites sobre el crimen irrumpieron en controvertidas áreas del terreno social, puntos en los que las nociones generalizadas de criminalidad trascendieron el acto delictivo individual para cruzarse con los temas, más amplios, de clase, raza, género y sexualidad. La sociedad mexicana desnuda su alma en esa confluencia. Las actitudes frente al mestizaje y los indios, los estilos de vida de las clases bajas y los léperos, las mujeres y la divergencia sexual influyeron en las percepciones de la criminalidad.Científicos de diversas disciplinas como Julio Guerrero (jurista y sociólogo) y Carlos Roumagnac (inspector de policía y periodista) así como criminólogos y antropólogos de la época, genuinos voceros de las ideas dominantes de principios de siglo, no ocultan su condición de clase pequeñoburguesa: disertan sobre la cultura del crimen, diseñan filiaciones sobre mujeres criminales y adolescentes que incurren en prácticas homosexuales; miden cráneos, dibujan cabezas y opinan respecto de la severa decadencia biológica de indígenas. Todo ello bajo el amparo y estilo de sus profesores: Cesare Beccaria y Cesare Lombroso. Julio Guerrero en su célebre texto La génesis del crimen en México (1901) analiza los factores criminales de finales del siglo XIX a la luz de una heterodoxa mezcla que combina elementos atmosféricos y geográficos, cientificismo positivista y rasgos históricos, prehispánicos y contemporáneos. Desde su peculiar visión de mundo describe a los distintos sectores sociales de esa época. Destaca en su análisis a léperos e indios y los ubica viviendo en calles y dormitorios públicos: mendigos, recogedores de basura, “hilacheras y fregonas”. Hombres y mujeres viven en promiscuidad sexual, se embriagan cotidianamente y “de su seno se reclutan los rateros y son encubridores oficiosos de crímenes

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muy importantes. Insensibles al sufrimiento moral, el físico les lastima poco, y poco gozan con el placer… Sus ideas son nociones rudimentarias de las noticias callejeras, los comentarios populacheros de los acontecimientos públicos, la fuga de un criminal, el veredicto de otro, la deportación de sus compañeros o la cogida de un diestro”. Esta radiografía de la pobreza cotidiana será fundamental en las décadas siguientes a la hora de criminalizar lo que parecieran faltas ligeras.Respecto de los indios, distingue entre los que habitan en zonas como Mixcoac, Tlalpan, Coyoacán: son trabajadores, sanos, robustos, honrados en sus compromisos; los que viven en parajes más lejanos como Jalostoc, Chalco, barrios de Xochimilco, Tacuba: “son feos, raquíticos, sucios, vagan harapientos por los campos, viven en jacales con medios techos de tejamanil y duermen en un petate, en la más inmunda promiscuidad de hermanos, hermanas, padres, hijos, tíos y sobrinos sin conciencia de su abyección ni remordimientos por sus placeres”. En ambos casos, léperos e indios, y en situaciones extremas de guerra civil, bandidaje o latrocinio actuarán éstos con extrema ferocidad e instintos sanguinarios bajo el sino de los atavismos indígenas: “El sentimiento de ferocidad sanguinario, la piromanía, las danzas fúnebres… constituyeron los elementos psíquicos del regocijo popular en la siniestra civilización de los nahuas y zapotecas… Sufren una cerebración atávica e inconsciente de sangre y exterminio; y ésa es la que ha pervertido y dispara sus voluntades cuando los episodios políticos les han dado un papel activo y espontáneo en la gran tragedia mexicana”. Al amparo de este discurso y otros similares la naciente criminología mexicana dispondrá de un vasto arsenal para ubicar a los ciudadanos frente a los criminales.El sociólogo Julio Guerrero se enfrenta al dilema de clasificar a las clases sociales de finales de siglo y desecha la “distinción vulgar” de pueblo, clase media y aristocracia. Plantea una caracterización basada en la vida privada de los habitantes de la ciudad de México. Sin embargo, en sus descripciones pervive la distinción vulgar de nombrar pueblo a las masas y aristocracia a las “clases directivas”. Son éstas, abogados y médicos, ingenieros y artistas, profesores y militares, empleados superiores de gobierno:Moralmente se caracterizan por la honestidad en el lenguaje y los hábitos privados… Las mujeres son fieles, y están unidas a sus maridos por lazos civiles y religiosos que no rompen por divorcios, ni por separaciones ilícitas, aunque los maridos por lo general tengan deslices de amor más o menos trascendentales. Pero lo que sobre todo las caracteriza es un altruismo inagotable, y una delicadeza de sentimientos… son criaturas genuinamente aristocráticas; es decir organismos exquisitos.En 1904 Carlos Roumagnac publica Los Criminales en México, obra que alcanza notoriedad e influye en diversas instancias de la Academia y en organizaciones de profesionistas aún en los años treinta. Roumagnac pertenece al grupo de los científicos, aplica la metodología positivista para adecuar teorías y tipologías de criminólogos europeos a México. Desarrolla, a partir de la propuesta de Enrico Ferri, una tipología para clasificar a los criminales en tres grupos: quienes lo son por herencia, influencia de la raza; los que cometen crímenes por impacto del

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ambiente, influencia del medio, y aquellos que actúan por circunstancias, influencia del momento.Roumagnac reúne facetas diversas que lo convierten en un autor atractivo: posee un público ávido, es criminólogo, inspector de policía y periodista. Esta particular relación entre diversas disciplinas le permite vincular múltiples enfoques. Ubica al sujeto criminal en la historia, y ésta la divide en: familiar, personal, del delito, en la vida en prisión y en relación a los planes futuros. Para ello, utiliza la entrevista que logra desdoblar en relatos científicos con lenguaje novelesco y aún sensacionalista.Continuando una perspectiva moral de su época, sanciona con especial rigor a las mujeres: las delincuentes traicionan la imagen que la sociedad les asigna. Las mujeres se encuentran expuestas a condiciones biológicas y ambientales similares, considera este autor, y todas las de clases subalternas urbanas son potencialmente temibles e indignas de confianza. Uno de los casos que Roumagnac aborda y alcanza difusión masiva es el de María Villa, quien asesina a otra mujer. Su sentencia conlleva un rigor extremo, veinte años de prisión, en una época en que a los varones asesinos de mujeres son perdonados por una justicia selectiva. María Villa simboliza la ruptura de la moral femenina de estos años.Establece una especial relación entre moral y “ciencia”. Destaca que la carencia de instrucción genera criminalidad. La falta de educación moral inhibe el adecuado desarrollo del cerebro lo que origina desequilibrio en el sistema nervioso central y a su vez vuelve imposible contener los impulsos criminales, que en cerebros sanos era posible rechazar. Intenta probar, a partir de los casos que analiza, que la degeneración es inherente a las clases subalternas y, por lo tanto, son mestizos e indígenas los criminales: la portación del rostro, su tez morena, su forma de vestir los convierte en sospechosos. Es decir: peligrosos. Paradigma hoy en boga con la Tolerancia cero.Posterior a la etapa del periodismo colonial en México, la escritora Petra Mª Secanella ubica el inicio del periodismo político en México con la aparición del Despertador Americano, fundado por el cura Miguel Hidalgo en Guadalajara el 20 de diciembre de 1810 bajo la dirección de Francisco Severo Maldonado. Pero este no fue el primer periódico de la provincia; tres años antes apareció en el puerto de Veracruz el Jornal Económico Mercantil de Veracruz, con información muy ad hoc a las actividades del transporte y almacenamiento de mercancías de ultramar en esa ciudad.Aunque la elaboración de periódicos no fue considerada en esa época como una actividad que significara abundantes ingresos económicos, la práctica del periodismo fue eficiente para la difusión de corrientes de pensamiento entre grupos selectos de lectores que crecieron en número, conforme se fueron abatiendo los índices de analfabetismo en todo el país A partir del Despertador Americano de Hidalgo, fue muy notorio que los periódicos que se editaron sirvieron como bandera de lucha ideológica de grupos precursores de las transformaciones sociales que buscaban en un México independiente. También con esa necesidad de divulgación ideológica, se propició la proliferación de los talleres de impresión en distintas ciudades.

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Hubo ejemplos muy admirables de hombres cabales que utilizaron como tribuna de lucha política los periódicos como José Joaquín Fernández de Lizardi en el Pensador Americano de 1812, donde se pronunció abiertamente por la abolición de la esclavitud. A la par del Pensador Americano de Lizardi, fueron surgiendo otras publicaciones insurgentes como el Sud de José María Morelos, el Correo Americano del Sur a cargo de José Manuel Herrera, el Aristarco Universal de Lorenzo de Zavala y el Ilustrador Nacional del doctor José María Cos, entre otros medios que diseminaron por gran parte del territorio mexicano el espíritu independentista.Con la Constitución de 1824 se instauró el régimen de libertad de prensa y con ello se amplió el marco jurídico para el desarrollo de la actividad periodística en todo el país, que creció en proporciones geométricas.Fueron los periódicos El Ateneo Mexicano y Siglo XIX (1840) y El Monitor Republicano (1844) el conducto para difundir las ideas liberales de Francisco Zarco, Guillermo Prieto y Andrés Quintana Roo, que tuvieron efecto en la comunidad pese al analfabetismo y aislamiento de los centros poblacionales en todo el país. A partir de un periódico, la noticia era transmitida oralmente. La prensa también jugó un papel relevante durante la invasión francesa (1862-1867). La respuesta del gobierno imperial a los periodistas opositores fue drástica y violenta en muchas ocasiones. Dentro del bando republicano identificados con la causa juarista, participaron Francisco Zarco con La Independencia Mexicana, Guillermo Prieto en Monterrey con El Cura de Tamajón y El Monarca en San Luis Potosí, e Ignacio Ramírez que publicó La Opinión en Sinaloa y La Insurrección en Sonora. Los periodistas liberales, además de tener que ocultarse y verse obligados a emigrar constantemente al ser perseguidos por el imperio, fueron combatidos por personajes afines al gobierno monárquico de Maximiliano en las publicaciones El Boletín de Orizaba, El Verdadero Eco de Europa, La Opinión, La Reacción y El Veracruzano, además de La Prensa y El Pájaro Verde, estos dos últimos se editaron en la capital. En esta época el ataque, el insulto, descalificación y la denostación por uno y otro bando, fueron la columna vertebral del contenido periodístico.

 Durante el período presidencial de Benito Juárez (1858-1872) mejoraron bastante las condiciones de libertad de expresión ya especificadas en la Constitución Política. Incluso algunos autores coinciden en que se llegó a abusar de esta prerrogativa, por lo que proliferaron publicaciones que en lugar de informar con veracidad, se centraron en la confrontación de puntos de vista entre liberales y conservadores en un lenguaje muy arrebatado.Al asumir la presidencia en 1876, el general Porfirio Díaz se encontró con un periodismo muy combativo. Por tal motivo decidió dar un nuevo cariz a la política de prensa a partir de su segundo período de gobierno (1884) a través de la subvención, o sea, entregar cantidades fijas de dinero (subsidio mensual o quincenal) a los periódicos y evitar así en lo posible las críticas. Cabe destacar que ésta práctica iniciada años antes por Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, alcanzó grandes dimensiones con Porfirio Díaz. En un principio para el militar oaxaqueño fue más viable entregar dinero a los periódicos que

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hacer un escándalo clausurándolos o enviando a la cárcel a sus redactores. Pero cuando el porfiriato se encontraba en su clímax, se dejaron escuchar voces inconformes con el reeleccionismo por lo que el régimen persiguió, encarceló y hasta desterró a redactores e ilustradores de periódicos opositores, sobre todo a partir de 1890. Las fuertes condiciones de explotación que se dieron entre la clase obrera y campesina, fue un flanco abierto para la difusión de ideas socialistas procedentes de Europa. Entonces aparecieron algunos medios que abrieron brecha en el campo de la lucha social entre los que destacó El Socialista en julio de 1871, a cargo de Juan Mata Rivera. Este periódico se convirtió en el órgano oficial del Gran Círculo de Obreros de México y en sus páginas se publicó en 1884 el Manifiesto Comunista de Carlos Marx y Federico Engels. Concebido por sus colaboradores como estructurador ideológico, político y orgánico de una corriente revolucionaria de masas, como la forma fundamental de propaganda, agitación y organización colectiva, Regeneración fundado por los hermanos Jesús y Ricardo Flores Magón en agosto de 1900, fue difusor de una ideología extremadamente radical, que no sólo tuvo problemas con el régimen porfirista, sino también con gobiernos revolucionarios posteriores como los de Francisco I. Madero y Venustiano Carranza, que siempre desconfiaron de las ideas anarquistas de estos hermanos. Este cotidiano perduró hasta marzo de 1918  También destacaron durante esta larga etapa de censura dentro del periodismo crítico en 1885, El Hijo del Ahuizote (pasquín de autores anónimos heredero de El Ahuizote fundado diez años antes por Vicente Riva Palacio), Filomeno Mata (1881) con el Diario del Hogar, Félix F. Palavicini que fundó en 1909 El Anti Reeleccionista donde colaboró José Vasconcelos y el caricaturista José Guadalupe Posada, quien ilustró en distintos diarios de la capital y provincia su punto de vista humorístico de la situación que privaba en las clases desprotegidas de la población, a través de sus famosos grabados. La avalancha del periodismo anti reeleccionista, fue fortalecida en 1909 por Francisco I. Madero con El Demócrata Coahuilense y Aquiles Serdán que publicó en Puebla La No Reelección.

 A Porfirio Díaz se atribuye el apoyo para la apertura de El Imparcial que fue entonces el periódico más moderno de México. Fundado en 1896 por Rafael Reyes Espíndola, El Imparcial tomó el modelo clásico de los periódicos estadunidenses con su definición de secciones, corresponsales en provincia y servicios noticiosos de la agencia Associated Press (AP), lo que le atrajo mayor número de lectores que lo hicieron su favorito ya que alcanzó tirajes de hasta 100 mil ejemplares. El Imparcial desplazó a los periódicos el Siglo XIX y El Monitor Republicano que hasta entonces, eran las publicaciones más consolidadas en el gusto del público.El taller de El Imparcial contó con las primeras rotativas del país, así como los primeros linotipos, excelente infraestructura que le sirvió para publicar las revistas El Mundo y El Mundo IlustradoEste diario que frecuentemente incluyó fotografías en su primera plana, desapareció en 1914. Es el punto de partida al periodismo moderno y empresarial

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de México, por ser el primero que incorporó en su estructura una bien organizada planta de reporteros y equipo de producción donde además, el trabajo eficiente de un departamento de publicidad, transformó el concepto de comercialización de espacios conocido hasta entonces.Después del cierre de El Imparcial, el primero de octubre de 1916 el constitucionalista Félix F. Palavicini funda El Universal y el 18 de marzo de 1917 Rafael Alducín hace lo propio con Excélsior, destacados periódicos capitalinos que subsisten en la actualidad.En el terreno académico aparece en 1934 el célebre texto El Perfil del Hombre y la Cultura en México, de Samuel Ramos. Se trata de una obra de enorme trascendencia tanto por el impacto de su aparición en México y en América Latina como por la influencia permanente durante varias décadas en diversos autores nacionales que intentan explicar el ser del mexicano. En esta obra, el autor se propone realizar la caracterización del mexicano con la intención de interpretar su conducta individual y colectiva. Su punto de partida son las ideas del psicólogo austriaco Alfred Adler, y la aplicación audaz en los mexicanos. Revisa especialmente la teoría del sentimiento de inferioridad. Ramos asigna gran importancia a este complejo: la visión del mexicano, de su propia cultura en relación con la europea. Esta última plenamente desarrollada y frente a la cual el mexicano se siente empequeñecido.Samuel Ramos se propone conocer cómo es la cultura mexicana y a partir de este contexto explicar la personalidad del mexicano construyendo caracterizaciones un tanto esquemáticas, verdaderos estereotipos. Al presentar el método que lo aproxima a este problema, señala: “Sabemos que una cultura está condicionada por cierta estructura mental del hombre y los accidentes de su historia. Averigüemos estos datos y entonces la cuestión puede plantearse de la siguiente manera: dada una específica mentalidad humana y determinados accidentes en su historia ¿qué tipo de cultura puede tener?”. Esta perspectiva metodológica que el autor califica de científica, nos muestra una visión idealista: permite pensar a la cultura condicionada por la estructura mental y los accidentes de la historia. La cultura, entendida como construcción humana que abarca aspectos materiales y simbólicos, posee una base material concreta: la historia, no como un conjunto de accidentes, sino producto de condiciones concretas, determina la dimensión ideológica y no al revés, como el autor lo propone. A partir de esta interpretación y del desconocimiento total de la cultura que intenta caracterizar construye una serie de hipótesis. En ellas destaca el reconocimiento de diversos complejos de un mexicano que experimenta el sentimiento de inferioridad cual guía hacia acciones y conductas determinadas cuya finalidad es ocultar tal enfermedad.De entre las caracterizaciones que este autor construye destacamos especialmente la del pelado, en nuestro trabajo resulta central. Considera que en este personaje se encuentran exacerbadas todas sus acciones: el mejor ejemplar para estudio es el pelado mexicano pues constituye la expresión más elemental y bien dibujada del carácter nacional. Se trata, dice, de un individuo que lleva el alma al descubierto, sin esconder nada. De manera cínica hace ostentación de ciertos impulsos elementales que otros hombres intentan ocultar. Pertenece a una

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categoría ínfima, es un sujeto urbano que representa el deshecho humano. Se ubica en lo económico por debajo del proletario y en el ámbito intelectual es un primitivo. Como la vida lo ha tratado mal es un resentido con el mundo, de ahí deviene una naturaleza explosiva que lo convierte en un ser potencialmente peligroso. La agresividad que posee la expresa de diversas maneras: en forma verbal, utilizando un lenguaje grosero y agresivo, lleno de alusiones sexuales que son expresión de una virilidad mal entendida en la que cifra su aparente valentía.“Es un animal que se entrega a pantomimas de ferocidad para asustar a los demás, haciéndoles creer que es más fuerte y decidido en realidad es un cero a la izquierda. Todo lo que le recuerde su inferioridad tendrá respuesta violenta. Una constante irritabilidad le hace reñir con los demás por el motivo más insignificante. El pelado busca la riña como un excitante para elevar el tono de su yo deprimido”. Samuel Ramos subraya la noción de virilidad en el carácter del pelado: en ella, encuentra un sitio para asirse en su impotencia y pequeñez; posee una obsesión fálica, pero no es ni valiente ni fuerte, sólo es una apariencia, ya que mientras más valentía expresa, más debilidad esconde. Vive rodeado de desconfianza hacia todos quienes le rodean, más aún, desconfía de sí mismo. Teme que descubran en su doble personalidad su deficiencia. Ramos encuentra un estrecho vínculo entre la noción de hombría que ostenta el pelado y su noción de nacionalidad, traslada así la idea de valentía al ser mexicano. El exceso de manifestaciones patrióticas prueba, según el autor, que en realidad está inseguro del valor de su nacionalidad.El pelado es el receptáculo de todos los vicios y antivalores que en la sociedad mexicana se puedan expresar, da lugar a estereotipos que cobran vida en las historietas, el cine y el teatro de la época. Ramos afirma que el burgués conforma el grupo más inteligente y cultivado de mexicanos. Sólo la sangre blanca es susceptible de civilizarse, de ahí que los indígenas se les muestre incapaces de ascenso social.La influencia de Ramos se presenta en múltiples autores por ejemplo en Santiago Ramírez en su obra El mexicano, psicología de sus motivaciones, en Jorge Carrión, particularmente en su ensayo Mito y magia del mexicano, y hasta el Nobel O. Paz en El laberinto de la soledad abreva planteamientos de este autor. Así, las ideas de Ramos impactan a la antropología, la psiquiatría, la medicina de la época. También influyó en diversos sectores tanto de la Academia como de instituciones públicas y privadas, particularmente entre médicos.En este contexto, en 1931 se funda la Sociedad Eugenésica Mexicana para el mejoramiento de la Raza que postulaba la necesidad de impulsar la eugenesia negativa y positiva a fin de frenar el proceso de degeneración de la raza mexicana, por medio del emblanquecimiento y desindianización de la población para alcanzar el progreso social.  Al lado de ideas que se expresan en la medicina y la psiquiatría en particular, la jurisprudencia las integra a su corpus, para desarrollar en la década estudiada una concepción sobre la delincuencia y la integración de los sistemas penitenciarios. El fundamento base para detectar a los criminales continúa siendo el de la “antropometría criminal”, establecida por Broca en el siglo XIX. Consiste en determinar rasgos físicos de delincuentes,

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vivos y muertos, y la clasificación de cráneos de criminales que morían en prisión.En 1933 se fundó la Academia Mexicana de Ciencias Penales, AMCP, que mantuvo estrecha relación con las sociedades médicas. En este año se publica la revista Criminalia órgano de la mencionada academia, convoca a juristas, médicos y antropólogos quienes desarrollan tesis del tipo “delincuente nato”, bajo la influencia de Lombroso. Igualmente, comparten la idea de que la psiquiatría podía explicar cualquier problema social.Gran parte de las instituciones de profesionistas fundadas en México durante los treinta tuvieron influencia en la aplicación de políticas educativas y programas de salud pública. La ideología que predomina disfraza el racismo de búsqueda de progreso y mejoramiento de la nación. Consideran urgente mejorar las cualidades de la raza mexicana tanto desde el punto de vista biológico, como mental y moral. Son preocupaciones centrales: detener la propagación de caracteres “socialmente indeseables”, la necesidad de promover la higiene racial: consideran que las causas de degeneración son hereditarias.En este punto retomamos la perspectiva heredada de Samuel Ramos quien visualiza el factor racial vinculado a la capacidad mental y a conductas morales. La caracterización del pelado como sujeto esencialmente agresivo, resentido social y potencial delincuente está presente en la ideología de la época. Recordemos la forma como este autor contrasta el desarrollo científico y la civilización como cualidades exclusivas de la raza blanca.El esencialismo y biologicismo sentaron sus reales en la ideología dominante que, como lo señalamos, disfraza el racismo y clasismo que la caracteriza. “La pretensión de lograr una sociedad mejor, por parte de diversos juristas y médicos- especialmente psiquiatras y neurólogos- eliminando a los individuos portadores de caracteres indeseables, desde el punto de vista moral y mental, condujo a utilizar los argumentos del darwinismo social, las tesis de la degeneración, del atavismo y de la eugenesia para impulsar dicha empresa”. Estas ideas, sin duda legado del positivismo, muestran el poder del “saber científico” para definir la situación de sujetos socialmente marginados: genuinos portadores de conductas anormales producto de la herencia y mediante atavismos que se vinculan con la criminalidad, el pauperismo, el mal vivir, la debilidad mental, la locura, la homosexualidad y la prostitución. Para resolver esta situación se tomaron medidas radicales: la eliminación, mutilación, esterilización, y el encierro en manicomios.

La bióloga Laura Suárez señala que la tipología lombrosiana, la frenología, la tesis del atavismo, la biotipología, la prueba de coeficiente intelectual, se emplearon como marco de “cientificidad” para apoyar la ideología que sustenta el vínculo entre debilidad mental y conducta criminal , con la locura , con la pobreza y consecuencias como la prostitución. No obstante los cambios en los enfoque posteriores, la autora sostiene que las ideologías que sostienen el biologicismo y el racismo aún perduran.Si bien la autora devela el racismo y su investigación nos permite comprender el proceso de institucionalización del mismo. No es suficientemente claro el hecho

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de que el interés por la nación y la patria constituya una defensa de intereses de clase, y no de un verdadero patriotismo y sentido de nación. Un aspecto relevante es el vínculo entre la ideología racista, clasista, sexista y el poder. En la parte final de este ensayo describimos algunos casos que intentan ser representativos de lo hasta aquí expuesto.“Échenle un ojo al historial de periodistas asesinados en México desde el 2000 y díganme si hay libertad de prensa”, pregunta desde su cuenta en Twitter Darío Ramírez, director de Artículo 19, organización que defiende la libertad de expresión y que este martes dio a conocer la lista actualizada con los nombres de los 70 periodistas muertos en el país en los últimos 12 años.Cuarenta y cinco periodistas han sido asesinados de 2006 a la fecha, en ciudades donde las autoridades mexicanas reportan la presencia de células del narcotráfico.Los últimos cuatro crímenes se documentaron en Veracruz. Son de 2012. Las víctimas: Regina Martínez, Guillermo Luna, Gabriel Huge y Esteban Rodríguez. En ese estado, gobernado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), la Secretaría de Gobernación en México reporta la presencia de la organización criminal conocida como Los Zetas.Que tres de los últimos cuatro asesinatos en Veracruz ocurrieran el pasado 3 de mayo, fecha en la que a nivel internacional se conmemora el “Día Mundial de la Libertad de Expresión”, generó que organizaciones mexicanas e internacionales hicieran pronunciamientos sobre la situación que impera en el país por la falta de garantías del Estado para defender el derecho a la libertad de informar libremente, pero también por la falta de resultados de las autoridades mexicanas para investigar los asesinatos y desapariciones de periodistas.Carlos Lauría, coordinador del Programa para las Américas del Centro de Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), dijo que en México se vivía “una situación sin precedentes”, en la cual “pareciera” que los políticos mexicanos, como es el caso de los cuatro candidatos a la presidencia, no están preocupados por atender.La lista de periodistas asesinados crece cada año. Artículo 19 documenta cómo en el 2000 se reportó la muerte de tres  periodistas. Esa cifra fue muy parecida hasta 2005, con ligeras variaciones, pero de 2006 a 2011, con la ofensiva del Ejército contra el narcotráfico, la cifra de periodistas muertos se elevó a 10 muertos por año en algunos casos.En México desde el año 2000 han sido asesinados 86 periodistas y 18 se encuentran desaparecidos, publicó Reporteros sin Fronteras en ocasión del Día Mundial de la Libertad de Prensa, quien señala a jefes de Estado, políticos, jefes religiosos, milicias y organizaciones como criminales que censuran, encarcelan, secuestran, torturan y, en ocasiones, asesinan a periodistas y otros actores de la información. “Estos predadores de la libertad de información son responsables de las peores exacciones cometidas contra los medios de comunicación y sus representantes. Sus acciones son cada vez más eficaces: 2012 fue un año históricamente violento para los actores de la información, con un número récord de periodistas asesinados”, deploró Christophe Deloire, Secretario General de Reporteros sin

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Fronteras.Reporteros sin Fronteras (RsF) refiere que cinco nuevos predadores se añaden a la lista: el nuevo presidente chino Xi Jinping, el grupo yihadista sirio Jabhat Al-Nosra, el partido de los Hermanos Musulmanes en Egipto, los grupos armados baluches de Pakistán y los extremistas religiosos de las Maldivas.Asimismo, cuatro predadores desaparecen de la lista: el ex Ministro de Información, Correos y Telecomunicaciones de Somalia, Abdulkadir Hussein Mohamed; Thein Sein, presidente de Birmania, país que vive una apertura sin precedentes pese a su situación de inestabilidad; el grupo ETA, así como las fuerzas de seguridad de Hamás y de la Autoridad Palestina, cuyas exacciones contra los medios de comunicación ha disminuido de forma considerable.Precisa además que las organizaciones criminales o paramilitares, con frecuencia ligadas al narcotráfico –los Zetas en México, los Urabeños en Colombia o las mafias en Italia–, continúan tomando como blanco a los periodistas y a los medios de comunicación que consideran demasiado curiosos, demasiado independientes, a menudo hostiles.En México, país particularmente mortífero para los periodistas, desde el año 2000 han sido asesinados 86 periodistas y 18 se encuentran desaparecidos. No se ha hecho justicia realmente en ninguno de estos casos.El crimen organizado y los caciques políticos locales son los principales responsables del constante asesinato de periodistas en México, que desde 2000 contabiliza 130 homicidios y por lo menos 23 desapariciones forzadas, según un reporte difundido hoy por Arturo Calvillo, corresponsal en Ciudad de México de HispanTV, televisora en castellano de Irán.Según Antonio Martínez, vocero de la ONG Capítulo 16 de México, entrevistado por HispanTV, la estrategia comunicacional del actual gobierno mexicano redujo en 50% la cobertura de la violencia contra periodistas, mientras en lo que va del año 2013 los actos de violencia contra periodistas y medios crecieron en 45%, con 225 episodios entre enero y septiembre 2013.La baja cobertura mediática de la violencia crea en México la falsa percepción de que los asesinatos y atentados disminuyen. Pero este fenómeno, unido al temor, a la censura y auto-censura también se da entre periodistas y medios locales de otros países de América Latina, como Honduras, Guatemala, Brasil y otros.Organizaciones internacionales han colocado a México como uno de los países donde los periodistas corren serios riesgos para realizar su labor.El último caso que elevó la ola de indignación entre periodistas y organizaciones civiles, nacionales, internacionales fue el de Alberto Angulo Gerardo. Tenía 42 años de edad, padre de familia y locutor deportivo en Sinaloa. Como él, han muerto 130 periodistas en homicidios atentatorios y, por lo menos, 23 están desaparecidos desde el año 2000 hasta la fecha.El ejercicio periodístico no pasa por uno de sus mejores momentos en México. Entre las presiones de los gobiernos municipales y el crimen organizado, los periodistas mexicanos tienen una de las profesiones más peligrosas del mundo.El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) está indignado por la decisión de un juez mexicano de absolver a Marco Arturo Quiñones Sánchez, uno de los supuestos atacantes implicados en el intento de

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asesinato contra J. Jesús Blancornelas, fundador y ex editor del semanario Zeta de Tijuana. Los editores de Zeta afirmaron al CPJ que fueron informados el jueves 5 de septiembre de 2013 sobre la decisión. "Es sumamente alarmante que luego de años de investigación las autoridades hayan absuelto a Quiñones", afirmó Carlos Lauría, coordinador sénior del programa de las Américas del CPJ. "Zeta ha sido blanco constante de los grupos criminales por su implacable trabajo periodístico sobre narcotráfico. Esta decisión envía un mensaje claramente inhibidor a la prensa mexicana y destaca el terrible registro de impunidad de México en casos de asesinatos de periodistas". Un grupo de sicarios emboscó a Blancornelas cuando estaba en camino al trabajo luego de que la revista publicara una investigación sobre narcotráfico. Blancornelas logró sobrevivir al atentado pero su guardaespaldas, Luis Valero, resultó asesinado, según la investigación del CPJ. Uno de los sicarios murió en el ataque. Las autoridades identificaron más tarde a los sicarios como miembros del cartel de la droga de Tijuana y a Quiñones como uno de los atacantes que intentó matar a Blancornelas. La cobertura de Zeta sobre el ataque, basada en la investigación de la Procuraduría General de la República, también concluyó que Quiñones fue uno de los sicarios. No están claras las razones por las cuales el juez decidió absolver al implicado. Quiñones, quien fue arrestado y acusado de participar en el crimen en 2003, seguirá en prisión ya que había sido condenado en 2012 a 12 años de cárcel por cargos de delincuencia organizada. Blancornelas murió por causas naturales en noviembre de 2006. La violencia relacionada con el narcotráfico y el crimen organizado ha convertido a México en uno de los países más peligrosos del mundo para la prensa, según la investigación del CPJ. Al menos 50 periodistas fueron asesinados o desaparecieron desde 2007. En al menos 14 casos, el CPJ ha confirmado una relación directa con el trabajo periodístico.El periodista, que presentó su libro “Música para Perros”, en esta frontera e impartió el taller “Clínica del Reportaje por invitación de la Red de Periodistas de Juárez, dice que hay un mayor riesgo para la libertad de expresión porque grandes medios de comunicación están operando con la ideología del Estado. Solamente las denuncias de agresiones físicas están peligrosamente a la alza. La organización internacional defensora de la libertad de expresión, Artículo XIX, reportó que en el tercer trimestre del año fueron denunciadas 225 agresiones contra periodistas.Además fueron cometidos tres asesinatos, fueron denunciados dos desapariciones, 4 ataques contra  medios de comunicación, 26 amenazas y 7 privaciones ilegales de la libertad.Y los principales agresores de los periodistas son funcionarios públicos, dice la organización no gubernamental.Incluso, el mismo personal de Artículo XIX sufrió una agresión apenas este fin de semana, situación que generó manifestaciones de inconformidad en todo el país.Casi de manera paralela, agrupaciones de periodistas de México arrancaron la

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campaña de denuncia “No es Normal”, que visibiliza los múltiples ataques y abusos cometidos por la Policía del Distrito Federal contra fotoperiodistas durante la cobertura de la manifestación  del pasado 2 de octubre en la Ciudad de México.En ese evento, al menos 51 fotorreporteros resultaron heridos y algunos fueron hasta arrestados.“Los datos de Artículo 19 dicen que las condiciones han empeorado, independientemente de la percepción, existe un registro de datos que confirman que hay más agresiones  a la prensa”, dice Páez Varela.Los ataques están focalizados en este momento en el Distrito Federal donde ocurren marchas de protesta de manera recurrente, así como en el estado de Veracruz.“La Ciudad de México está padeciendo la represión muy fuerte y principalmente los estados en donde no hubo transición política como Veracruz. Ahí están acostumbrados a estos poderes de facto, sucede en Toluca, donde no hay un contrapeso con una prensa crítica”, dice.

Sin embargo, no sólo es el tema de las agresiones y las malas condiciones para ejercer el periodismo en el día a día, sino el riesgo que implica para la libertad de expresión y el periodismo libre la cooptación de los medios de comunicación a través de los contratos de publicidad. ¿Cómo contrarrestar las agresiones, el silencio forzado? Denunciando, dice.“Lo primero es denunciar, darle más peso a las organizaciones que existen, afortunadamente cada vez hay más organizaciones nacionales e internacionales involucradas en la defensa de los derechos de los periodistas mexicanos, tenemos que escucharles más, plantearles más y llevar los problemas lo más lejos que podamos. No hay agresión menor, una agresión es a todos, y se debe escribir con mayúsculas”, dice.“Una agresión es contra el gremio completo y comprándonos esa idea vamos a trabajar muchísimo mejor y, claro, organizándonos”, propone. “Yo nunca había visto tantas marcas de medios importantes trabajando para el Estado, es decir,  antes tenías a las televisoras que eran firmas muy concretas, pero ahora son muchas marcas muy poderosas que hacen opinión y que forman un criterio social, las que están operando básicamente con ideología del estado”, dice.La autocensura no es la solución.¿No tiene cada periodista más opción que cerrar los ojos y orar, para no ser la victima siguiente? ¿Tal vez acatar la orden del crimen organizado de silenciar los delitos? ¿Hay que pedir a los delincuentes, como lo hizo El Diario de cuidad Juárez, que nos diga que publicar y que omitir?El 4 de marzo de 2010, el director del diario milenio, Ciro Gómez Leyva, conto brevemente en su columna que un reportero y un camarógrafo de milenio tv fueron levantados en ciudad Reynosa y puestos en libertad horas después, adecuadamente amedrentados. Se presentaron ante su jefe y solicitaron que “no se sepa más, que no se cuente más, nada más. Acatamos porque el mensaje de los criminales fue claro: no nos vengan a calentar la plaza. Cada vez en más regiones

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de México es imposible hacer periodismo. El periodismo esta en Reynosa y un largo etcétera. No tengo nada más que decir. Gómez Leyva deja en claro más de la mitad de su columna, a la que titula “el día que el periodismo murió”.Los editores han tomado una medida práctica que al principio tuvo relativa eficacia, y ahora, ninguna: eliminar la firma del reportero para protegerlo de las venganzas. Funciono para la prensa escrita, mas no para la radiofónica, donde no puede el reportero mantenerse en el anonimato. Por otro lado, los criminales no vacilan ya en tomar ya represalias contra el medio que pública cuando se sienten afectados. No lo hacen solo con sangre; también colocan bombas en los edificios, los acribillan o los incendian. El debate, de Sinaloa, ostenta al respecto un sombrío record. Y queda en pie el peligro para el valor fundamental: la libertad de informar. Es monstruoso que el periodista abdique de esa libertad, y es igualmente monstruoso que se le exija que entregue su vida retando al crimen organizado.El soldado que avanza en el campo de batalla y tiene el ánimo preparado para ofrendar su vida, ha sido entrenado, lleva armas con las que puede enfrentar a su adversario y equipo idóneo para soportar el ataque. El periodista carece de la mínima defensa y usualmente es agredido por varios individuos bien armados y de manera imprevista. Manuel Buendía, Mario Carlos rodríguez falcón, Carlos Loret de mola, Jesús Blancornelas y Jorge Martin Dorantes solían portar pistola y no les dieron la oportunidad de usarla. Por otra parte, la crueldad de los sicarios se ha refinado y alcanza niveles inimaginables de la brutalidad. Solían torturarlos y matarlos enseguida. Ahora asesinan también a los familiares de los periodistas. Como se ha visto en años recientes, las mujeres son asesinadas igual que sus colegas varones, y al menos en dos casos han sido decapitadas.El extremo de la crueldad es la desaparición de periodistas, cada vez más en mayor número, pues el dolor de la perdía se mezcla, en los familiares y los amigos, con la morbosa sombras de una esperanza permanentemente en duda. Se espera que el desaparecido vuelva, al tiempo de que se adquiere el conocimiento de que está muerto. Y el pensamiento es irrefrenable. ¿Cómo lo desaparecieron? Si las ropas de los cuerpos arrojadas al mar tarde o temprano afloran a la superficie, o si las fieras dan con los restos de quienes han sido enterrados en bosques o montes, ¿Por qué no se encuentran vestigios de los desaparecidos? Las innumerables narco fosas encontradas en varias partes del país no han dado respuesta a la pregunta.Las familias que sufren la ausencia de seres queridos temblaron cuando la prensa informo sobre el criminal apodado el pozalero, cuya misión era mantener a sus víctimas en cilindros llenos de ácido para reducirlos a nada.Ante este panorama, ¿se puede reprochar que algunos periodistas renuncien a sus deberes profesionales? No sería humano. El estado es incapaz de protegerlos. La única fórmula para mantenerlos con vida habría sido capturar a los sicarios que los amenazaron, procesarlos y encerrarlos en las cárceles. Y no puede. Tendría que desenmascarar y también procesar a los funcionarios y policías corruptos que forman parte de la estructura del crimen organizado. Este es un punto fundamental, y aunque ha sido expresado por otros periodistas, lo pongo sobre la mesa como aportación a este largo y doloroso responso: quien afirmamos que el

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asesinato a periodistas lo comete mayoritariamente la delincuencia organizada, no consideramos en esta solo a los sicarios que viven salto de mata, que disputan a balazos las plazas a otras bandas, que entran y salen de las cárceles, sino también a los funcionarios y jefes políticos que protegen a los sicarios y comparte con ellos las ganancias del narcotráfico. Aunque se hacen pasar por servidores públicos son miembros de la delincuencia organizada. Su misión es retardar la llegada de la policía al escenario del crimen, oscurecer evidencias, enredar pistas, prevenir a las bandas de los operativos, facilitar la fuga de las prisiones, ordenar asesinatos, asesinar.Y aunque es imposible cuantificar los homicidios atribuibles a estos individuos, es explicable que alcancen un elevado número. Al sicario que vive al margen de la sociedad, no le preocupa demasiado que le vean el rostro cuando dan de balazos a un periodista en la vía publica; es probable que algunos de mente deformada se sientan complacidos de que se conozcan sus “hazañas”. Pero el funcionario corrupto no quiere que se le descubra, no le conviene; se enriquece a la par que conserva un aire de respetabilidad para mantenerse en el cargo que le genera grandes sumas de dinero. Es el principal sospechoso. Debe ser, para los periodistas, el enemigo número uno.El periodista dejaría de serlo si renunciara a su deber de investigar e informar. Se han registrado deserciones. Carlos huerta muñoz, de norte de ciudad Juárez, se marchó a los estados unidos, presionado por un grupo de mafiosos autollamado la federación. Lo mismo hicieron Jorge Luis Aguirre, del sitio de internet la polaca, y Luis Horacio Nájera, del grupo reforma. Horacio trabaja en Vancouver, canada, de conserje, y su esposa, de empleada doméstica, relata en una publicación del CPJ. Armando rodríguez Carreón, del diario, se fue una temporada al paso, Texas, y cuando volvió, lo mataron. Pero no es posible huir de lo que uno es: periodista. Es una profesión que no se puede ejercer a escondidas, como la del escritor o el filósofo. No hay más remedio que incorporarse al devenir de la comunidad y ser visto en las fuentes y hablar con el mundo. Los contactos son indispensables para alimentar los canales de la información.La relación de asesinatos que consta en este libro tiende a aumentar, casi siempre sin castigo para los homicidas, y la única manera de pararlos es terminar, o al menos disminuir, el poder de los carteles. Es una tarea de las autoridades y también de los medios de comunicación. Hay que promover mejores leyes, aunque sepamos no se encontrara en ese camino la solución total; hay que protestar a gritos cuando asesinan a uno de los nuestros, para mantener viva la sensibilidad de la gente, aunque las autoridades finjan que no escuchan; hay que desconfiar, hay que cuidarnos, hay que escribir sin parar.

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