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116 Nobleza y burguesía: Repercusiones de la dinámica económica en las instituciones y la ideología de Occidente Nobility and bourgeoisie: repercussions of economy dinamycs in west's institutions and ideology Fernando Huesca Ramón 1 Luis Adrian Rodríguez Cortés 2 Resumen El artículo tiene el objetivo de mostrar el efecto que los movimientos de la eco- nomía ejercen sobre las instituciones y “el mundo de la ideas” de Occidente. Para ello se ha descrito, a grandes rasgos, un amplio segmento de la historia, que abarca desde la caída del Imperio Romano hasta las grandes revoluciones europeas de los siglos xviii y xix. De este recuento de hechos se han resaltado dos figuras, a saber: el noble y el burgués. El noble, por un lado, representa al sector social que fue dominante mientras el feudalismo era el sistema de pro- ducción preponderante en Europa; por otro lado el burgués fue representante de una clase que ascendió desde los cimientos del propio sistema feudal y lo- gró imponerse al dominio que ejercía la nobleza, dando así origen al sistema de producción que hoy en día se conoce como capitalismo. El texto, dividido en dos partes, busca rescatar en su primera sección los elementos de una re- volución en el ámbito de las instituciones occidentales debida al devenir de la dinámica social, y, por otro lado, en su segunda sección queda reflejado el im- pacto que dicha dinámica tuvo en el ámbito teórico de Occidente. Palabras clave: Noble, burgués, revoluciones, instituciones, ideología. Abstract This article intends to explicate the effect, which changes in the economy pro- duce on institutions and the “world of ideas” of the West. For that purpose we describe, in general, a wide segment of History, which comprehends from the fall of the Roman Empire to the great European Revolutions from the 18th and the 19th century. From this fact account we highlight two figures: the gentle- man and the bourgeois. The gentleman, on the one side, represents a social sec- tor which was hegemonic while feudalism was the decisive mode of production in Europe; on the other side, the bourgeois represented a class which ascen- ded from the basis of the feudal system and which succedeed in displacing the gentleman or noble hegemony, in the social sphere, giving birth to the system of production which nowadays we know as capitalism. Our text, with two sec- 1 Profesor del área de estética y de filosofía política, Colegio de Filosofía, Facultad de Filosofía y Letras BUAP. 2 Colegio de Filosofía, Facultad de Filosofía y Letras BUAP.

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Nobleza y burguesía: Repercusiones de la dinámica económica en las instituciones y la ideología de

Occidente

Nobility and bourgeoisie: repercussions of economy dinamycs in west's institutions and ideology

Fernando Huesca Ramón1

Luis Adrian Rodríguez Cortés2

ResumenEl artículo tiene el objetivo de mostrar el efecto que los movimientos de la eco-nomía ejercen sobre las instituciones y “el mundo de la ideas” de Occidente. Para ello se ha descrito, a grandes rasgos, un amplio segmento de la historia, que abarca desde la caída del Imperio Romano hasta las grandes revoluciones europeas de los siglos xviii y xix. De este recuento de hechos se han resaltado dos figuras, a saber: el noble y el burgués. El noble, por un lado, representa al sector social que fue dominante mientras el feudalismo era el sistema de pro-ducción preponderante en Europa; por otro lado el burgués fue representante de una clase que ascendió desde los cimientos del propio sistema feudal y lo-gró imponerse al dominio que ejercía la nobleza, dando así origen al sistema de producción que hoy en día se conoce como capitalismo. El texto, dividido en dos partes, busca rescatar en su primera sección los elementos de una re-volución en el ámbito de las instituciones occidentales debida al devenir de la dinámica social, y, por otro lado, en su segunda sección queda reflejado el im-pacto que dicha dinámica tuvo en el ámbito teórico de Occidente.

Palabras clave: Noble, burgués, revoluciones, instituciones, ideología.

AbstractThis article intends to explicate the effect, which changes in the economy pro-duce on institutions and the “world of ideas” of the West. For that purpose we describe, in general, a wide segment of History, which comprehends from the fall of the Roman Empire to the great European Revolutions from the 18th and the 19th century. From this fact account we highlight two figures: the gentle-man and the bourgeois. The gentleman, on the one side, represents a social sec-tor which was hegemonic while feudalism was the decisive mode of production in Europe; on the other side, the bourgeois represented a class which ascen-ded from the basis of the feudal system and which succedeed in displacing the gentleman or noble hegemony, in the social sphere, giving birth to the system of production which nowadays we know as capitalism. Our text, with two sec-

1 Profesor del área de estética y de filosofía política, Colegio de Filosofía, Facultad de Filosofía y Letras BUAP.2 Colegio de Filosofía, Facultad de Filosofía y Letras BUAP.

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tions, intents to explicate the elements of an institutional revolution (produced by a social process), and the impact that this revolution had on the theoretical world of the West.

Keywords: Gentleman, bourgeois, revolutions, institutions, ideology.

Para reflexionar sobre el contexto económico, político y social del presente, consideramos necesario abordar el desarrollo histórico de las transiciones ins-titucionales determinantes; así como a la producción conceptual que corre con-comitantemente a las dinámicas sociales concretas. Esta labor la llevó a cabo, en gran medida, la filosofía política desarrollada entre finales del siglo xviii y co-mienzos del xix, en la cual se realizan planteamientos teóricos que describen la manera en que la fuerza cobrada por los movimientos de la industria3 en Occi-dente aumentó paulatinamente desde la Edad Media, hasta alcanzar el punto en que fue esta misma fuerza la que hubo de ser un factor decisivo para mar-car el final de esta época, para así dar paso a la estructura social con la que hoy en día estamos familiarizados.

La intención de este texto consiste en recuperar y comentar la influencia del desarrollo económico en las transiciones que significaron la ruina de un viejo sistema social, del cual el noble es una figura representativa, que habría alcanza-do su auge y posteriormente su declive motivado por una dinámica socioeconó-mica que habremos de analizar; misma que colocaría las bases para un sistema subsecuente, donde la figura del burgués adquiere gran importancia. Para este propósito, dirigiremos nuestra vista a la obra de historiadores y filósofos que han dado cuenta de las transiciones que marcaron el desplazamiento de estruc-turas sociales hacia nuevas dinámicas de hegemonía; éstas transiciones fueron provocadas, en gran medida, por movimientos en la base económica de tales estructuras. 4 Por ello habremos de recurrir al análisis que Adam Smith, testigo del proceso de paulatina industrialización, realiza sobre la época de transición entre los sistemas feudal y capitalista; igualmente, consideramos oportuno, a manera de compleción y conclusión, recurrir a las reflexiones de Friedrich En-gels, quien realiza un análisis propio, sobre el mismo tema, desde la perspecti-va de las complejas y tensas dinámicas socioeconómicas del siglo xix, y desde una perspectiva filosófica-ideológica alternativa a la del filósofo escocés.

Ahora bien, una posición materialista extrema, a la manera que se encuen-tra en el planteamiento de algunas filosofías de la mente actuales5 podría me-nospreciar el papel de las ideas en la transformación del mundo material, y, siguiendo este hilo argumentativo, podría pensarse que bastaría con la descrip-ción del devenir de eventos fácticos para comprender el proceso histórico, no

3 Tomamos industria de un modo general, en inspiración del economista político francés Jean Baptiste Say, quien la define como “la acción de las facultades humanas aplicadas a la producción” (Jean Baptiste Say, d’ économie politique ou simple exposition de la manière dont se forment, se distribuent et se consomment les richesses. Tome premier, p. 455.) Así, industria en un sentido conceptual implica producción, y así, creación o aumento de valor, en general.

4 Un método semejante, que a la vez nos ha servido a modo de inspiración, lo hallamos en el artículo From Feudalism to Capitalism: Transition or Transitions? del historiador Immanuel Wallerstein, en el cual se conjuntan las posturas de Smith, Sombart y Marx, a fin de posibilitar una explicación concreta sobre los fenómenos que intervinieron en el tránsito del feudalismo al capitalismo. Véase Wallerstein, From Feudalism to Capitalism: Transition or Transitions?, 1976.

5 La posición “determinista fuerte” en filosofía de la mente niega toda causalidad a eventos mentales, conscientes, etc., de modo que todo fenómeno en la realidad humana y natural es explicado y concebido como explicable a partir de causalidades físicas, fisiológicas, neuronales, psicológicas, etc. Un autor canónico contemporáneo en el tema es Daniel Wegner; por ejemplo: “Usualmente parece que conscientemente deseamos (will) nuestras acciones voluntarias, pero esto es una ilusión.” Daniel Wegner, The illusion of conscious will, p. 13

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obstante opinamos, con el historiador francés Pierre Rosanvallon, que el traba-jo teórico sobre material histórico “se trata de reconstruir la manera como los individuos y los grupos han elaborado su comprensión de las situaciones […] de volver a trazar de algún modo la manera en que su visión de mundo ha aco-tado y organizado el campo de sus acciones”.6 Esta “visión de mundo”, plena-mente relacionada con la interacción de los individuos con su entorno, se haya determinada por ciertas situaciones concretas, y tiene a la vez la capacidad de determinar, tanto los mismos eventos fácticos, dentro de la realidad concreta, como de repercutir en el mundo de las ideas (lo cual se encuentra detrás, de una u otra manera, de los esquemas de pensamiento de Smith y Marx), for-mando estos elementos un proceso que no resulta siempre explícito a los par-tícipes del mismo, pero cuyo análisis es oportuno en el ámbito teórico. Es por este motivo que procuramos ocuparnos tanto del ámbito institucional como del filosófico-ideológico, para dar sentido a nuestra reflexión. Bajo esta justifi-cación comenzaremos por hacer alusión a algunas de las condiciones presentes en la caída del Imperio Romano de Occidente, las cuales habrán de posibilitar la constitución del sistema productivo feudal, preponderante en la Edad Me-dia y base material, a su vez, para la transición al mundo moderno y al siste-ma económico capitalista.

Cuando Roma conquistó Grecia se transformó en el “centro de gravedad” de Europa7. Ésta y otras conquistas exitosas fueron posibles, en gran parte, gra-cias a la estructura política romana, que facilitaba la asimilación de los territo-rios dominados, los cuales eran administrados bajo la aplicación del “Derecho Romano”, que fungió como un elemento de administración burocrática eficien-te y de arbitraje en temas económico-jurídicos.8

En aquel momento ya no era posible mantener un sistema representativo, como lo había tenido Atenas, ya que la numerosa población del amplio territo-rio romano lo impedía, por este motivo se formó una clase oligárquica a cargo del gobierno,9 lo que no significó que la población permaneciera totalmente aje-na en la administración del Estado, sino que se mantenía en cierto diálogo con sus gobernadores mediante la figura del tribuno, a pesar de que éste no tuvie-ra un papel ciertamente tajante en las operaciones políticas, manejadas princi-palmente por los oligarcas.10

La cantidad de esclavos en el Imperio Romano incrementaba con un ritmo acelerado gracias a la política expansionista, que generalizó el sistema de pro-ducción a base de esclavos a partir de la victoria que en épocas de la Repúbli-ca se consiguió sobre Cartago en el siglo ii a. C.,11 el cual se mantuvo hasta la caída del Imperio. La nobleza romana, que hundía sus raíces hasta el origen de la fundación de Roma, se benefició ampliamente a partir de la mencionada victoria sobre Cartago, pues la expansión territorial permitió la concentración de las riquezas en manos de esta clase. Esta marcada escisión entre una clase

6 Pierre Rosanvallon, Por una historia conceptual de lo político, p. 26. 7 Perry Anderson, Transiciones de la antigüedad al feudalismo, p. 47.8 La formación del cuerpo legal del Derecho Romano fue la consecuencia del proceder de los juristas de la época de la

República, quienes procedían mediante un interés intelectual más analítico que sistemático. Estos dieron forma a una gama de figuras legales abstractas que posteriormente se ocuparían para tratar los litigios, sobre todo, desarrollados en las relaciones comerciales y sociales. P. Anderson, ob. cit., p. 62.

9 Aquí la oligarquía no se comprenderá al modo aristotélico, es decir, como una desviación de una forma de gobierno adecuada, sino que la entendemos como un reducido sector de la población romana que, por su origen patricio (en un primer momento) o por su anexión, desde un origen plebeyo, a una nobleza en expansión (en un segundo momento), podían aspirar a los cargos gubernamentales romanos.

10 P. Anderson, ob. cit., p. 50.11 Francesco De Martino, Historia económica de la Roma antigua I, p. 159.

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en aumento que era explotada y otra que gozaba de privilegios, inclusive a ni-vel de la legalidad,12 tuvo un impacto ideológico severo cuando el Cristianismo, ya legalizado dentro del Imperio por Constantino I en el año 313,13 ofreció a los esclavos cierta equidad, en contraste a su situación de explotación.

La debilidad que acaeció al Imperio por la vía de las disputas religiosas, la cual terminó por desestabilizar el equilibrio de las fuerzas sociales, fue prece-dida por las tensiones que la administración de las tierras y la explotación de los esclavos habían generado. El conflicto se acrecentó a pesar de las respues-tas al problema en materia de reformas, entre las cuales podemos resaltar la que se dio en la época de los Gracos en el ii a.C. sobre la cual comenta el juris-ta y político italiano Francesco De Martino:

La diferencia principal entre la política graquiana y la tradicional no estriba tanto en el hecho (…) de que la primera habría consentido asentamiento también en la cercanía de las ciudades y no sólo en tierras remotas, cuanto en su resuelto ataque contra el latifundio y a la gran propiedad, respetados en cambio en las asignacio-nes precedentes.14

Si bien estas reformas iban en detrimento de los intereses de los oligarcas, no lograban conciliar el hecho de que los esclavos fueran una clase de posibi-lidades de progreso nulas, cuando, en contraparte, los patricios disfrutaban de beneficios relacionados a una herencia sanguínea. Dentro de estos beneficios cabría destacar, en lo económico, la toma de posesión del ager publicus de parte de los patricios, devenido de las anexiones territoriales propias de la política expansionista.15 Ante el degaste del sistema esclavista, la economía romana no pudo encontrar un apoyo en las zonas urbanas, en parte debido a factores ideo-lógicos como el rechazo del comercio que presentaban las clases poseedoras,16 por lo cual la economía no fue capaz de satisfacer las carencias que por doquier azotaban al Imperio en sus últimos años. Así, para cuando las migraciones bár-baras irrumpieron en el Imperio Romano Occidental, éste estaba fraccionado a causa de las tensiones y conflictos antes descritos.

Los pueblos germanos, cuya integración al Imperio comenzó con las inva-siones desarrolladas desde comienzos del siglo V, empleaban un sistema de producción principalmente agrícola que evolucionó, en gran parte, gracias a su anterior interacción con el Imperio Romano; así los bárbaros pasaron de la producción basada en comunas, que mantenía cierta igualdad entre los clanes, a la jerarquización basada en las riquezas y una nobleza solidificada.17 Ya Es-tablecidos en el territorio romano, los invasores carecían de una estructura po-lítica y un sistema de producción capaz de asimilar a la población del Imperio, y, de forma paralela, la conciencia de unidad que había existido en este territo-rio estaba lejos de ser repuesta.

En los primeros años posteriores a la ocupación del Imperio por parte de los bárbaros la administración había sido ejercida conforme a algunas figuras del propio Derecho Romano, inclusive con la participación de miembros de la clase senatorial romana, mientras los bárbaros se ocupaban de las funciones militares dentro del territorio, sin embargo esta división habría de difuminarse conforme

12 P. Anderson, ob. cit., p. 71.13 Rafael Navarro-Valls y Rafael Palomino, Estado y Religión, p. 42.14 F. De Martino, ob. cit., p. 152.15 Ibidem, p. 52.16 P. Anderson, ob. cit., p. 78. 17 Ibidem, p. 109.

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las aristocracias romana y bárbara se entrelazaron.18 La paulatina formación de reinos con dirigentes bárbaros, ejercidos en un primer periodo, principalmente, por los visigodos y por la dinastía germánica de los merovingios, no logró co-hesionar a la sociedad bajo un orden unificado, esto se debió, en gran parte, al carácter fraccionario y temporalmente limitado de estas monarquías.

A causa de estas tempranas dificultades políticas es que habría de desarro-llarse, hasta la Época Carolingia, una serie de herramientas administrativas en-tre las cuales se cuenta la entrega de títulos nobiliarios otorgados desde el poder monárquico,19 generalmente a manera de compensación para los jefes milita-res destacados. En este contexto los personajes que ambicionaban el poder en-tendían la participación en la corte real como un “trampolín” más que como una meta, pues así se podía aspirar a ostentar el título de conde o duque (entre otros) en alguna provincia. Estas figuras nobiliarias tenían su origen en térmi-nos latinos que habían designado, en el Imperio Romano, a personajes encar-gados de funciones militares (en el caso de los duques) o a personajes cercanos al emperador (en el caso de los condes), pero que ahora habrían de hacer refe-rencia a la administración de territorios, lo cual suponía estabilidad y riqueza, debido a la trascendencia que tenían los gobiernos provinciales en compara-ción con el poder real.20

Las extensiones de territorio, que poseían un gobierno a cargo de figuras de carácter aristocrático, obtenidas “mediante la ocupación de las tierras abando-nadas, o de las entregadas por sus pequeños propietarios mediante sistema de encomendación territorial […] a cambio de la protección necesaria en ese am-biente de marasmo social y político”21 y que, más adelante, se enlazarían con la nobleza, fueron condición de posibilidad que daría origen a los feudos a partir de la Época Carolingia, los cuales se nutrieron de los eventos hasta aquí reco-pilados y de un complejo entramado ideológico que puede entenderse a la luz de un fragmento de las Lecciones sobre filosofía de la historia de Hegel:

Así como antes el rey u otra persona de alto rango, daba a sus súbditos un feudo (Lehen) como paga, así dieron ahora, por el contrario, los más débiles y pobres a los poderosos sus posesiones, para con ello ganarse una protección fuerte; daban sus bienes a un señor (Herr), monasterio, abate, obispo (feudum oblatum) y los obtenían de regreso, cargados con la obligación de un rendimiento a estos señores. Pasaron de ser libres (Freien), a ser vasallos (Vasallen), feudatarios (Lehnsleute), y sus pose-siones se volvieron prestadas. Esta es la relación del sistema feudal. Feudum está emparentado con fides.22 23

La ideología de los personajes partícipes de un feudo suponía una ligazón de subordinación que no sería adecuado equiparar a la relación establecida en el sistema de producción esclavista del antiguo Imperio Romano de Occiden-te, pues, como lo enuncia Hegel, la entrega de posesiones que significó el paso al vasallaje consistió, en realidad, en una concesión. Así esta relación resultaba

18 María Quintanilla, Nobleza y caballería en la Edad Media, p. 14.19 Ibidem, p. 19.20 René Fédou, El Estado en la Edad Media, p. 66.21 M. Quintanilla, ob. cit., p. 15.22 G.W.F. Hegel, Vorlesungen über die Philosophie der Geschichte, p. 445.23 Como puede observarse, a pesar de los fuertes componentes idealistas del pensamiento hegeliano, éste muestra repetida

e intensivamente su anclaje en la historia y en una lectura en gran medida materialista sobre la acción humana. De ahí que los juicios teóricos favorables de Engels hacia Hegel (Véase F. Engels, Ludwig Feuerbach und der Ausgang der klassischen deutschen Philosophie, Karl Marx– Friedrich Engels Werke Band 21.) sirvan como justificación para emplear a Hegel como un elemento de investigación bibliográfica para analizar la transición institucional entre feudalismo y capitalismo, así como todo tema de investigación histórica.

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atractiva para todas las partes del trato, en tanto que el Señor proporcionaba el sustento al vasallo, mientras los campesinos que laboraban en sus tierras se consideraban resguardados de los constantes embates de los pueblos musul-manes, húngaros y escandinavos.24

El vasallaje “era la forma de dependencia propia de las clases superiores, que distinguían, ante todo, la vocación de guerra y la de mando”,25 éste con-sistía en un pacto entre miembros de la nobleza (estrato social cuyo origen y función se explicará más adelante) de distinta categoría; el cual le otorgaba al noble de más alto rango autoridad sobre su vasallo, inclusive sobre su vida pri-vada; esto en contraste con las relaciones de dependencia propias entre el sier-vo y el señor feudal (quien también era un noble), en las que el primero se veía atado al segundo a causa de su necesidad de trabajo y protección, por lo cual un siervo era generalmente un campesino en busca de tierras las cuales pudie-ra trabajar para mantenerse.

La estratificación de la sociedad formada hasta este momento, impulsada en la época Carolingia, otorgó un sentido a la dinámica social que habría de man-tenerse relativamente estable, a pesar de la expulsión del último miembro de esta dinastía, aún por varios siglos más. Oratores, bellatores y laboratores consti-tuían las facciones que identificaron en su propio contexto los dos obispos fran-ceses medievales: Gerardo de Cambrai y Adalberon de Laon, en el siglo xi.26 Tal división (que no indica precisamente una posición económica, sino una forma de vida) establece una escisión entre dos clases, el Clero (oratores) y la Nobleza (bellatores), que vivían del producto de una tercera, los siervos-campesinos (la-boratores), en una economía aún principalmente agrícola.

Fue, en gran medida, debido a la ideología propia de la época que esta condición desigual no provocó un rechazo tajante de parte de los laboratores ante las clases dominantes, ya que la cohesión de esta estructura no estaba so-lamente arraigada en la mentalidad común por la protección concreta con la que los bellatores procuraran a los siervos y campesinos, sino que la amalgama venía a fortalecerse mediante el factor clerical, cuya importancia se ve refleja-da en la noción de “Cristiandad”, definida por los españoles Navarro-Valls y Palomino como:

[…] una sociedad de cristianos bajo un mismo Imperio, aun perteneciendo a di-versas naciones; una agrupación transnacional cristiana, que se desarrolla frente a sociedades de signo religioso distinto (paganos, musulmanes, o los mismos súbdi-tos del Imperio Bizantino) cuyos miembros tienen en común la misma religión, los mismos ideales y compromisos temporales. A la cabeza de esta agrupación se en-cuentra el Papado […].27 28

Así como el poder del rey se difundía, en teoría, mediante los gobernantes de cada pequeña localidad, así el importante poder del papa era comunicado a las localidades por una jerarquía clerical que iba desde los obispos a los sacer-dotes, quienes intervenían, ya desde la época de San Agustín, mucho antes de

24 Marc Bloch, La sociedad feudal, p. 27.25 Ibidem, p. 170.26 M. Quintanilla, ob. cit., p. 29.27 R. Navarro-Valls y R. Palomino, ob. cit., p. 73.28 De acuerdo a la definición propuesta por Navarro-Valls y Palomino de lo que fue la Cristiandad, la cual atiende a

mostrar su carácter de comunidad trasnacional concreta, podemos realizar una distinción con el término “cristianis-mo”, como el conjunto ideológico, devenido en religión, que se desprende de las interpretaciones de la doctrina de Jesús, interpretaciones que en esta época atañían sólo a las autoridades clericales y se difundían para los partícipes de la Cristiandad.

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la institución clara del feudalismo, en cuestiones de jurisdicción y administra-ción de la población;29 formando así una institución que velaba por el sistema feudal con plena relación al poder del rey, por lo cual no resulta extraño pensar que los elementos del clero se dedicaran a hacer popular una ideología que ins-pirara al campesino un consuelo ante su condición limitada. Así, enaltecida con el estandarte de la Cristiandad y adjudicándose cierta autoridad moral, el cle-ro se constituyó como una institución de importancia patente en aquella época.

Resulta compleja la descripción de los orígenes de la nobleza, que junto al clero constituirían las clases dirigentes en esta dinámica social, dado que no existe un pleno acuerdo entre los historiadores a fin de afirmar que la asenta-da nobleza del siglo xii fuese heredera sanguínea de la nobleza germánica, de tiempos anteriores a su adentramiento en el Imperio Romano, o de la nobleza romana; no obstante consideramos que la existencia de estas noblezas primige-nias contribuyó a la aceptación general de la nobleza ya encumbrada en el si-glo xii. Aquello que podemos identificar como propio de la nobleza medieval, en relación al término “bellatores”, es la posesión de las armas para la defensa, esta condición de protectores, aunada al discurso clerical de los oratores, parece haber generado una unión sentimental, de la que da cuenta Marc Bloch al de-cir que “La confusión entre el ser amado y el jefe respondía a una orientación de la moral colectiva muy característica de la sociedad feudal”.30

La figura del noble, ubicado como un protector, se caracterizó también por ciertas actitudes puntuales que se consideraban emparentadas a la condición de una persona superior. Ya desde algunos textos del Derecho Romano de la última etapa del Imperio se hacía alusión a la dignitas, condición que el juris-ta del siglo xiv Sassoferrato identificó con la nobilitas de su contexto. Entre los valores colocados sobre la imagen de la nobleza había algunos como “capaci-dad de mando, sabiduría, prudencia, valor militar, generosidad, orgullo, sin ol-vidar aquello que para algunos constituye la base de la verdadera nobleza, la virtud moral”.31 De igual forma era propio de los nobles desdeñar la actividad comercial o la acumulación de bienes; al respecto apunta Marc Bloch: “al dejar escapar entre sus dedos la fortuna adquirida con rapidez y con rapidez perdi-da, el noble creía afirmar su superioridad sobre las clases menos confiadas en el porvenir o más preocupadas en calcularlo”.32 Este despilfarro fue posible en la medida en que la nobleza se nutría económicamente del producto de los la-boratores, alejándose paulatinamente del proceso de producción33 de modo que se puede considerar que este sector social no participaba de manera directa en los fenómenos de producción, en general, hacia la época.

Para que el sistema feudal entrara en crisis no bastaron elementos ajenos a él que lo hicieran caer, como lo fueron las pestes que azotaron a la Europa me-dieval en el siglo xiv, sino que los factores decisivos para su transición estaban desarrollándose ya dentro de este sistema. Por un lado la nobleza que arribó al siglo xiv tenía diferencias notorias con respecto a sus predecesores del si-glo xii, debido a que su condición “virtuosa”, asociada a la herencia sanguínea, se había visto afectada seriamente por los decesos que la ya mencionada pes-

29 Acerca de la jurisdicción en el sistema feudal, Marc Bloch señala como una de las tareas de los Vasallos el ejercicio de juicios a los siervos, donde el hecho de que el comendado Vasallo se erigiese en juez era, hasta cierto punto, inevitable por la dinámica entre estas figuras; y, a la vez, era usual que los comendaos-vasallos representaran los intereses de sus señores en los procesos judiciales. M. Bloch, ob. cit., p. 378.

30 M. Bloch, ob. cit., p. 329.31 M. Quintanilla, ob. cit., p. 32.32 M. Bloch, ob. cit., p. 331.33 P. Anderson, ob. cit., p. 188.

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te había dejado tras de sí;34 esta nueva nobleza (principalmente formada por miembros de la aristocracia altomedieval), deudora de la estructura solidifica-da por la nobleza anterior y, a la vez, rejuvenecida en sus ambiciones de poder, hubo de adaptarse a un contexto en el que su asociación al concepto de bellato-res era difícil de asimilar, dado que la dinámica de los acontecimientos bélicos era sumamente distinta a aquella que los había encumbrado como defensores. Las invasiones de musulmanes, húngaros y eslavos no eran ya una preocupa-ción patente en el ideario popular, además las técnicas de combate avanzaron por un rumbo distinto al de la caballería, proceso que Engels relaciona ya con el final del auge de la nobleza feudal con las siguientes palabras: “los cañones pesados había batido ya en brecha más de una vez las murallas expuestas de los castillos de los caballeros y habían anunciado a la nobleza feudal que la pól-vora sellaba el fin de su reino”.35

En estos últimos siglos de la Edad Media la nobleza había perdido mucho de todo aquello que la sostenía como vital en la dinámica feudal, incluyendo su papel como imagen de la virtud, aunque aún sostenía cargos de jerarquía importante, los cuales parecen más bien cargos “honorarios”.36 Así, la decaden-cia de la nobleza habría de constituir una oportunidad para que el lugar pri-vilegiado de esta desdibujada clase fuera tomado por sectores sociales que, en medio de este proceso, se gestaban como una clase decisiva dentro de los mu-ros de las ciudades feudales; nos referimos a los emprendedores poseedores de capital acumulado, en términos de Smith, o la burguesía, en términos de Marx.

La historia de la burguesía está plenamente relacionada con el éxito de las ciudades occidentales en el Medioevo, que, a diferencia de las ciudades del Im-perio Romano, se alejaban poco a poco de su manutención rural y alcanzaban cierta autonomía económica y administrativa.37 Adam Smith describe cómo se desarrolló la paulatina independencia de estas ciudades y comenta que algu-nos de los rasgos de esta independencia se reflejaron en la condición heredita-ria de los bienes y el desarrollo de los matrimonios sin que interviniera, como lo hacía con anterioridad, el señor feudal.38 Esta confrontación entre una clase en pleno ascenso y la nobleza, representada ahora por los señores, se hizo ex-plícita cuando los monarcas optaron por apoyar a las ciudades en dicha dispu-ta. Engels refleja la contienda cuando escribe “en este caos general, la realeza (con sus aliados burgueses) era el elemento de progreso. Representaba el or-den en el desorden, la nación en formación frente al desmembramiento de los Estados vasallos rivales”.39 De este fenómeno se logró adquirir en las ciudades una mayor seguridad que permitió una acumulación del capital sin precedentes, mediante la cual la clase burguesa habría de hacerse de los medios suficientes para emplear a las clases menos favorecidas económicamente.

La acumulación del capital en manos de la clase burguesa generó un fenó-meno del que aún somos testigos: la expansión del mercado. El comercio de los artículos que se producían, en una primera instancia, aún dentro del sistema artesanal, para después pasar al sistema industrial, hacía imperante la necesi-dad de expandir los mercados más allá de los limitados territorios de un feudo. De este deseo por expandir el comercio se desataron las distintas exploraciones

34 M. Quintanilla, ob. cit., p. 58.35 Friedrich Engels, La decadencia del feudalismo y el desarrollo de la burguesía, p. 39.36 M. Quintanilla, ob. cit., p. 64.37 José Romero, Estudio de la mentalidad burguesa, p. 19.38 Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, Volume I, p. 400.39 F. Engels, ob. cit., p. 35.

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en busca de nuevas rutas que facilitaran la venta y el intercambio de mercan-cías. Entre estas exploraciones la más significativa fue la emprendida por Cris-tobal Colón, a finales del siglo xv, que devino en el descubrimiento del nuevo mundo, lo cual, posteriormente, se tradujo en un incremento del territorio que poseía el mercado para su expansión, cuestión que vendría satisfacer los inte-reses de la burguesía y, a la vez, a consolidar a las grandes potencias europeas.

Develado tal impacto en la Historia Universal, consideramos que, hasta este punto, se han enunciado las condiciones que permiten entrever ya una su-peración de la burguesía con respecto a la desgastada nobleza, que, cabe men-cionar, no desapareció por completo, sino que sólo dejó de desempeñar las funciones que había llevado con cierto éxito en gran parte del Medioevo, des-pués de haber sido ella misma la protagonista occidental de un lapso temporal extenso en que su papel fue, principalmente, el de sostener una administración con raíces confusas surgida de la mezcla entre bárbaros y romanos.

El desarrollo de la clase burguesa, siempre ligado al componente económi-co que le dio origen, condicionó al contexto europeo de los siglos posteriores a la caída del sistema feudal. Eric Hobsbawm, da cuenta de la participación efec-tiva de los burgueses económicamente sobresalientes en las revoluciones que van de 1789 a 1848; observa que la Revolución Industrial tiene sus orígenes en la actividad económica de la clase burguesa, que fue capaz de invertir el capi-tal necesario para adaptar la técnica a las necesidades de un sistema de pro-ducción que, a partir de ahora, se podrá llamar industrial, mientras, de manera concomitante, el poder económico de los dueños de los medios de producción se extendió gracias a los beneficios del nuevo modelo de producción, distan-te del deficiente y limitado sistema feudal. Por otro lado, Hobsbawm sostiene, además, que fue la ideología de esta clase la que sostuvo al levantamiento re-volucionario francés, sin importar que no fuera un movimiento (atendiendo al sentido moderno del término), o un partido el que encabezó dicha revolución. Los valores que constituían esta ideología burguesa quedaron así plasmados en la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano,40 en los que puede ob-servarse que no se aspira a una igualdad en términos de equidad económica entre los ciudadanos, sino a una igualdad en lo que refiere a un punto de par-tida común, donde se busca una competencia por los bienes de manera “justa”, esto en contra de la presupuesta superioridad sanguínea de la nobleza, que os-tentaba privilegios desde la cuna.

Después de haber expuesto el componente histórico detrás de la transición de feudalismo a capitalismo, o del Medioevo a la Modernidad, así como los ele-mentos sociopolíticos previos (esencialmente romanos y germanos) a esta re-volución institucional,41 nos proponemos consignar cómo en el mundo de las ideas se reflejó la dinámica socioeconómica (en Europa Occidental) y surgie-ron, concomitantemente, modelos interpretativos-directivos de lo institucional a efectos de fomentar la consolidación de un ámbito económico cualitativamen-te distinto del feudal.

Adam Smith y Friedrich Engels habrán de fungir como los elementos cen-trales de exposición para esta tarea; el primero por evidenciar, de modo inten-sivo, el carácter peculiar de lo económico en la Modernidad, en contraposición con modos económicos anteriores (como el egipcio, el griego y el feudal), a la

40 Eric Hobsbawm, La Era de la Revolución 1789-1848, p. 67. 41 Hobsbawm habla de la “revolución doble” del siglo xviii: la revolución industrial en lo económico, y la revolución

institucional en lo jurídico y lo político; ambas marcan la clausura del sistema feudal. E. Hobsbawm, ob. cit., p. 8.

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par que los elementos morales y económicos de la legitimación del funciona-miento progresivo de esta manera particular de emplear materiales y fuerzas humanas, aun cuando la distribución de las riquezas resultantes de tal em-pleo sea abierta y hasta escandalosamente desigual;42 por su parte, el filósofo y economista de Barmen ofrece elementos de reflexión que redundan en una visión panorámica global sobre el desenvolvimiento histórico de lo económi-co43 a la par que explicita el papel que determinadas ideas (ideología)44 tuvie-ron en la continuación o disolución de determinados modos institucionales o arreglos socioeconómicos de agrupamientos humanos. Precisamente al final de este apartado, a partir de las ideas engelsianas (profunda y totalmente an-cladas en el pensamiento de Marx)45 habremos de vislumbrar la recapitulación crítica que hace el autor de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de la Historia Universal, la historia de la filosofía y la economía política clási-ca a efectos de defender la tesis de una nueva (y última) transición institucio-nal, revolución incluso, que habría de resolver, de manera definitiva, todas las tensiones sociales (a efectos del tema de la opresión de una clase sobre otra)46 de los modos económicos de esclavismo, feudalismo y capitalismo; así, tanto en Smith como en Engels, habremos de apreciar el papel que agentes ideológicos como noble y burgués (así como sus esquemas mentales) cumplieron y cumplen, a efectos de mantener y continuar una determinada dinámica institucional, en el pasado y en el presente.

Cuando la tierra se consideró como el medio, no meramente de subsistencia, sino de poder y protección, se pensó que era mejor que descendiera sin dividirse a uno solo. En aquellos tiempos desordenados, cada gran terrateniente (landlord) fue una suerte de príncipe nimio. Sus arrendatarios (tenants) eran sus súbditos. Él era su juez, y en algunos respectos, su legislador en la paz, y su líder en la guerra.47

Con “aquellos tiempos desordenados” se refiere Smith al feudalismo o “sis-tema feudal”48 explicitado en el apartado anterior; el filósofo de Kirkaldy, así, elabora ya en el siglo xviii una teoría sobre las instituciones feudales que es concorde y compatible con la interpretación canónica del tema, hasta la fecha,49 en tanto que conoce y resalta el papel decisivo que el elemento “tierra” tiene

42 “Por cada hombre rico, debe haber por lo menos quinientos pobres, y la prosperidad de los pocos supone la indigencia de los muchos.” (Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, Volume II. p. 710.) Si bien en la actualidad los números y la precariedad de la pobreza podrían no ser de la índole que expresa Smith en el siglo xviii, es evidente que la desigualdad en posesión de riqueza es todavía patente. Véase D. Harvey, Breve historia del neoliberalismo.

43 Lo que atañe a la producción, distribución y consumo de riquezas; en efecto, tal es la tarea de estudio de la econo-mía política concebido por Say: “La economía política enseña cómo se forman, se distribuyen y se consumen las riquezas” (J. Say, ob. cit., p. vii); mutatis mutandis ese es el entendido canónico de la disciplina hasta David Ricardo, John Steuart-Mill y Karl Marx.

44 “Reconstruir el mundo en la cabeza es ideología” (F. Engels, -Dühring, Karl Marx – Friedrich Engels Werke Band 20, p. 574). Igualmente cabe señalar que esta “reconstrucción del mundo” es realizada a partir y en vista de de-terminado interés de clase, en tanto que toda ideología es un aparato de creencias, conceptos, etc., que legitima o impugna determinada dinámica social, económica y política; de modo que en gran medida, en trabajo teórico de Marx y Engels consistió en una amplia y profunda crítica de la ideología burguesa.

45 “Aquí [en el estudio general de la civilización] nos serán tan necesarios El Capital de Marx, como La sociedad antigua de Morgan” Engels, Der Ursprung der Familie, des Privateigentums und des Staats, Karl Marx – Friedrich Engels Werke Band 21, p. 152.

46 Véase Marx y Engels, Manifiesto del partido comunista.47 A. Smith. ob. cit., p. 383.48 Efectivamente, en la Riqueza de las naciones es posible encontrar los coniuncta verborum “sistema feudal”, “gobierno

feudal”, “anarquía feudal”, “ley feudal”, “subordinación feudal”, “instituciones feudales”, “milicia feudal”, “tenen-cias feudales”, “costumbres feudales” y “ancestros feudales”; con estos vocablos alude Smith siempre a la dinámica institucional que hemos explicitado a partir de Anderson, Bloch y otros investigadores de las instituciones feudales.

49 En efecto, ya sea tanto dentro de una interpretación liberal, como idealista (como en Hegel), marxiana o sociológica (como en Weber o el institucionalismo actual) de la historia, los elementos de definición del feudalismo son los mismos, a saber, una relación de dominio de una instancia social hacia otra, centrada alrededor tanto de un ritual sujeción (el acto de comendación, para los vasallos) como de la definición de servicios materiales o institucionales de manera proto-contractual de parte de los dominados hacia los dominadores.

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en la situación peculiar de la nobleza terrateniente en estos tiempos, así como la relación de dominio y sujeción que ello implica. Así, los servicios amplios e indeterminados que los siervos y vasallos deben a los nobles terratenientes, se encuentran socialmente legitimados por el papel que la posesión de tierra de parte de los señores feudales tiene en el orden social jerárquico. No hay noble-za, en lo feudal, sin tenencia jurídica de la tierra, en pocas palabras.

Ahora bien, lo relevante de la visión smithiana sobre el feudalismo es no sólo su componente interpretativo (con un fuerte anclaje en un conocimiento sólido de la Historia Universal), sino su componente abiertamente crítico hacia este modo institucional:

Grandes extensiones de tierra sin cultivar fueron acopiadas, de esta manera, por familias particulares; asimismo, la posibilidad de que fueran divididas de nuevo fue impedida, tanto como fue posible, para siempre. Raramente sucede, sin embar-go, que un gran propietario sea un gran innovador. En los tiempos desordenados que dieron origen a aquellas instituciones bárbaras, el gran propietario estaba sufi-cientemente ocupado en defender sus propios territorios, o en extender su jurisdic-ción y autoridad sobre los de sus vecinos. No tenía ocasión para atender al cultivo y mejora de la tierra.50

Así, Smith lanza una abierta crítica, en gran medida utilitarista, a las institu-ciones feudales sobre una sencilla base argumentativa: los grandes propietarios feudales tienen poca ocasión para incurrir en mejoras de la tierra y su cultivo, de modo que “grandes extensiones de tierra” permanecen sin cultivarse o me-jorarse, por tal la productividad agraria tiende así a estancarse, lo cual tiene consecuencias graves para el entramado económico en su conjunto.51 Igualmen-te por el lado de los cultivadores efectivos de la tierra (en el sistema feudal, los siervos) hay poca ocasión para incurrir en mejoras de la productividad agríco-la, en la medida en que en el feudalismo, propiamente hablando, no hay reglas institucionales para la cosecha, de parte de un particular sin status nobiliario, de los beneficios de una diligencia o aptitud económica extraordinaria.52

En ese sentido es que Smith habla de una “revolución tan importante” y “uno de los puntos más oscuros en la historia moderna”53 a tenor de la trans-formación de los siervos en agricultores libres; el autor escocés, entonces, se concentra, no tanto en la dinámica histórica concreta (que en efecto tiene una narrativa distinta en Inglaterra, Francia, Alemania, España, Italia, América, etc.) de la disolución de las instituciones feudales, sino en su implicación económi-ca. En efecto, tan sólo la categoría económica de la renta tiene propiamente su

50 A. Smith, ob. cit., p. 385.51 “Puesto que es el poder de intercambiar el que da ocasión a la división del trabajo, así al extensión de esta división

debe siempre estar limitada […] por la extensión del mercado.” (A. Smith, ob. cit., p. 31) Así, entre menos mercado en general existe, menos ocasión hay para intensificar la división del trabajo, y así aumentar la productividad económica en general.

52 El autor de La riqueza de las naciones afirma: “Por el contrario, un esclavo, que no puede obtener nada más que su subsistencia, atiende a su propio descanso al hacer que la tierra produzca tan poco como sea posible, por encima de su propia subsistencia. “ (A. Smith, ob. cit., p. 389) El corolario a esto es que solamente existe una motivación para la diligencia económica en tanto que un particular cualquiera (independientemente de rangos sociales o po-líticos) espera gozar de manera privada de los frutos de un afán “extraordinario” (o en términos técnicos, más allá del suficiente para la mera subsistencia) en cuanto a trabajo o empleo de elementos de producción (tierra, trabajo y capital); lo ineficiente, en lo económico, del esclavismo y el feudalismo vendría provocado esencialmente por esta causa. Igualmente se podría invocar una determinada concepción moral a efectos de la impugnación del sistema feudal: “La propiedad que cada hombre tiene a su propio trabajo, puesto que éste es el fundamento original de toda otra propiedad, es así la más sagrada e inviolable. El patrimonio de un hombre pobre yace en la fuerza y destreza de sus manos; e impedirle emplear esta fuerza y destreza en la manera en que él piense adecuado, sin dañar a su vecino, es una violación llana de esta más sagrada propiedad.” (A. Smith, ob. cit., p. 138) El feudalismo sería así moralmente ilegítimo, por impedir a un hombre el ejercicio discrecional de fuerzas, talentos y stock, para sobrevivir, o incluso obtener goces o veleidades más allá del mero mantenimiento de la vida biológica.

53 A. Smith, ob. cit., p. 389.

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surgimiento en esta dinámica de transformación institucional: “A esta especie de tenencia de la tierra le sucedieron, aunque por grados muy lentos, los gran-jeros (farmers) propiamente hablando, quienes cultivaban la tierra con su pro-pio stock, pagando una determinada renta (rent) al terrateniente (landlord)”.54 De modo que, en lo moderno qua empleo de la tierra, se dan no ya los servi-cios indeterminados de la dinámica feudal, de parte de los siervos a los señores, sino un acotado juego de reglas jurídicas, dentro de las cuales el pago de renta al terrateniente (ahora convertido meramente en un propietario jurídico, y no en un señor con prerrogativas gubernamentales en su territorio) es una decisi-va. El noble feudal deviene, en lo moderno, un mero agente económico carac-terizado y definido, no por un elemento de cuna o de privilegios sociopolíticos, sino meramente por la manera de obtención de su ingreso (para subsistencia, consumo, inversión, etc.). Noble, o terrateniente acaudalado, propiamente,55 es aquél elemento social que obtiene un ingreso por renta.

El filósofo escocés, entonces, atestigua un cambio decisivo en la dinámica económica moderna; decisivo en ello es el papel crecientemente preponderante que obtiene una nueva figura social: “Tales excepciones [de pagos fuera de una renta preestablecida], por lo tanto, dejaron de ser personales y después no se pudo considerar que pertenecieran a los individuos como individuos, sino a los burgueses (burguers) de un determinado burgo (burgh), que por esto mismo, fue llamado un burgo libre (Free-burgh), por la misma razón que ellos habían sido llamados burgueses libres (Free-burghers) o emprendedores libres (Free-traders)”.56 Smith explica así, el surgimiento de la categoría socioeconómica del burgués, es decir, un agente social libre de las exacciones feudales y libertado, así, de las trabas institucionales al discrecional empleo de fuerzas y capitales (una condición sine qua non para el funcionamiento efectivo del capitalismo, cabe adelantar); con esta categoría social (clase, podríamos igualmente estable-cer, teniendo en cuenta el esquema mental o ideología que esgrime), poseemos tiene el elemento clave para explicar el por qué de la disolución “natural” del feudalismo, desde el lado material. Smith explica la resultante transformación natural en los siguientes términos:

Una revolución de la más grande importancia para la felicidad del público surgió, de esta manera, gracias a dos órdenes distintos de gente, quienes no tenían la me-nor intención de servir al público. El gratificar la vanidad más infantil fue el único motivo de los grandes propietarios. Los mercantes y artífices, mucho menos ridí-culos, actuaron meramente con miras a su propio interés, y en persecución de su propio principio de mercader de embolsarse un penique ahí donde éste podía ser embolsado.57

De acuerdo a esto, el interés propio de los “mercantes y artífices”, aunada a su parsimonia y diligencia económica (en contraposición al ethos de despilfarro y “vanidad” de los grandes terratenientes) resultó, a fin de cuentas, en la “feli-cidad del público”, en la medida en que la actividad agricultora, manufacture-ra y comercial rindió grandes volúmenes de producción, en una capacidad de

54 Ibidem, p. 391.55 Cabe reiterar que la nobleza feudal se caracterizó por su anclaje en un dominio de tierra. El empleo smithiano de

landlord (terrateniente) como mera categoría económica evidencia la transformación institucional, en el terreno de las relaciones sociales cotidianas, hacia el siglo xviii en Gran Bretaña. Así, gentleman, Lord, etc., dejaron detrás su brillo fantástico y caballeresco y devinieron meros predicados accesorios de la caracterización de un determinado papel en los procesos económicos de producción y consumo.

56 A. Smith, ob. cit., p. 400.57 Ibidem, p. 422.

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sostenimiento poblacional mayor, y finalmente, en la “opulencia universal que se extiende hasta las filas (ranks) más bajas de la gente”;58 solamente es posi-ble consumir mucho si se produce mucho, es una de las máximas fundamentales de toda la economía política clásica, desde Smith y Ricardo hasta John Stuart Mill, de modo que a efectos de felicidad pública (en un sentido material, cabe agregar), el filósofo de Kirkaldy no puede menos que celebrar la disolución de las instituciones feudales y la liberación concomitante de fuerzas y capitales, a efectos de ser incluidos en los procesos de agricultura, manufactura y comer-cio (producción en general, podríamos afirmar), mismos que son la condición de posibilidad de obtención de elementos de consumo (necesario o superfluo) para todos los agentes sociales, terratenientes o no.

Es así como la ideología del “mercader” viene a ser un elemento abier-tamente revolucionario a efectos de disolver las “instituciones bárbaras” del feudalismo; “embolsarse un penique” al comprar barato y vender caro podría considerarse como el lema de la clase manufacturera y mercante, o burguesa, en sentido técnico marxista, que derruyó el orden social de oratores, bellatores y la-boratores, para dar paso al universo social smithano de terratenientes, trabajadores y empresarios,59 instancias que, de nuevo, se definen no por su carácter dinásti-co-teológico, sino simple y llanamente, por el rol económico que juegan en la producción de mercancías, en un entorno de libre tránsito de fuerzas y capitales (por lo menos de modo tendencial). La ideología laissez-faire,60 desarrollada am-pliamente en el siglo xix, es resultado natural de estas reflexiones smithianas.

¿Cuál es la relación de Engels con este esquema de reflexión fundamen-talmente liberal?61 Naturalmente que se puede suponer que un autor deci-didamente seguidor de las ideas de Marx tendría que evidenciar una aguda controversia, con respecto a los planteamientos favorables a la propiedad priva-da y la acumulación de capital del autor de La riqueza de las naciones; en efecto, la cuestión es de esta índole, en el caso de Engels, quien en todo su desarrollo teórico mantuvo un acuerdo total con el esquema de reflexión del autor de El Capital. Y así, en lo que atañe a la transición institucional feudalismo-capitalis-mo, el siguiente fragmento de Marx puede considerarse como fundamental a efectos del entendimiento, tanto de este fenómeno histórico mismo, como de la crítica engelsiana hacia Smith sobre el punto:

Cuando por ejemplo, los grandes terratenientes ingleses despidieron a sus retai-ners [sirvientes] que consumían el surplus produce [plusproducto] de la tierra, y cuando sus arrendatarios desplazaron a los pequeños campesinos sin tierra, así, en primer lugar, se lanzó una gran masa de fuerza de trabajo viva hacia el mercado de trabajo (Arbeitsmarkt); una masa que era libre en un doble sentido: libre de las rela-ciones antiguas de sumisión, clientela o servidumbre, y en segundo lugar, libre de

58 Ibidem, p. 22.59 “Salario, ganancia (profit) y renta son las fres fuentes originarias de todo ingreso, así como de todo valor intercambia-

ble.” (A. Smith, ob. cit., p. 69) Así, el agente social que, total o predominantemente, obtiene su ingreso por “salario” es un trabajador, aquél que lo obtiene por “ganancia” es o bien un empresario, o bien un prestador de fondos, y aquél que lo obtiene por “renta” es un terrateniente. Cabe apuntar que es solamente hasta Say que se diferencia la función empresarial de la función prestadora de fondos capitales de manera clara y distinta.

60 Notablemente ni en Smith, ni en Say se encuentra este coniunctum verborum. Su uso parece haber sido difundido en Europa en el siglo xix a partir de la lectura de autores como Gournay y Galiani. En Hegel es posible encontrar una referencia a él, de modo crítico en lo que respecta a su contenido ideológico, en el curso sobre filosofía del derecho de 1824/25: “El principio de nuestro tiempo es laisser aller, laisser faire, cada cual debe saber cómo obtener su subsistencia, cada cual lo hará.” (F. Hegel, Vorlesungen über Rechtsphilosophie (1818-1831). Vol. 4, p. 625).

61 En el sentido apuntado por Ludwig Mises en el siglo xx: “El liberalismo es una doctrina dirigida enteramente hacia la conducta de los hombres en el mundo […] No tiene en mente más que la consecución de su bienestar material, exterior, y no se ocupa directamente con sus necesidades interiores, espirituales y metafísicas. No promete a los hombres felicidad y contento, sino solamente las más abundante y posible satisfacción de todos aquellos deseos que pueden ser satisfechos por las cosas del mundo exterior. (Ludwig Von Mises, Liberalism in the Classical Tradition, p. 4).

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toda posesión y de toda forma de existencia objetiva cósica; libre de toda propiedad; entregada, así, a la venta de su propio patrimonio de trabajo o a la mendicidad, al vagabundaje o la rapiña, como las únicas fuentes de ingreso.62

En este fragmento, procedente de las notas de trabajo de Marx, intituladas Formas que anteceden a la producción capitalista, es posible apreciar de manera in-tensiva la visión de Marx (y así de Engels) sobre los puntos abordados a partir de Smith en este apartado; en primer lugar, se puede inferir que, en efecto, la di-solución del sistema feudal lleva consigo la liberación de agentes sociales otrora sometidos a fuertes relaciones de dominio y que, concomitantemente, pueden ahora integrarse de modo “libre” a actividades productivas agrarias, manufac-tureras o comerciales; en segundo lugar, puede apreciarse el peculiar matiz mar-xista en el tema, a saber, que la liberación de los dominados se da en condiciones igualmente de liberación de toda propiedad, o, en otras palabras, que los agentes so-ciales ya no sujetos a relaciones feudales de servidumbre, entran en el terreno eco-nómico moderno, básicamente, sin más elemento para sobrevivir que su propio

“patrimonio de trabajo”, o sus propias “fuerzas y talentos”, para expresarlo en el lenguaje de los economistas políticos clásicos como Smith. De modo que a partir de esto se dibujan los peculiares elementos marxianos, en torno al tema de este trabajo: Marx y Engels invocarán, así, las categorías de análisis de lucha de clases, modos de producción y plusvalor, a efectos de investigar cualquier fenómeno histó-rico de cualquier corte temporal de la Historia Universal, inclusive el feudalismo.

Precisamente esta orientación de reflexión es la que es palpable en la mag-na obra engelsiana El origen de la familia, la propiedad civil y el Estado; en este texto se esbozan los elementos explicativos nucleares para toda evolución ins-titucional humana, y así, se ofrecen elementos generales de reflexión para te-matizar el surgimiento de toda nobleza hereditaria, incluyendo la feudal; en las propias palabras del autor:

Las guerras de rapiña elevan el poder de los generales superiores, así como de los subordinados; la base fundamental del reino hereditario y de la nobleza hereditaria está puesta. Así se desatan los órganos de la constitución gentil (Gentilverfassung) gradualmente de su raíz en el pueblo, en el género, patria, linaje, y la entera cons-titución gentil se troca en su contraparte: desde una organización de linajes para la libre organización de sus propios asuntos, se obtiene una organización para el pi-llaje y sometimiento de los vecinos, y consecuentemente, se convierten los órganos de expresión de la voluntad popular en órganos autónomos del dominio y opre-sión hacia el propio pueblo.63

En estas consideraciones se dibuja claramente la posición de “lucha de cla-ses” que es nuclear a toda concepción propiamente marxiana de la realidad social; Engels apunta que con esta diferenciación entre los detentores de los “ór-ganos autónomos del dominio y opresión” y el “pueblo” o gens sometido, nos encontramos en el “umbral de la civilización”, misma que se “inaugura” con el perfeccionamiento de la “división del trabajo”, lo que hace posible producir, de manera mucho más intensiva que antes, más allá de lo necesario para la “pro-pia necesidad”,64 o en otros términos, más allá de lo necesario para mantener a los individuos como miembros constituyentes de una comunidad con fuertes momentos de tenencia colectiva de tierra o ganado, y concomitantemente, con

62 K. Marx, Formen, die der kapitalistischen Produktion vorangehen, Karl Marx – Friedrich Engels Werke Band 42, p. 414.63 F. Engels, Der Ursprung der Familie, des Privateigentums und des Staats, Karl Marx – Friedrich Engels Werke Band 21,

p. 160.64 Idem.

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poca ocasión para el intercambio o para la producción para el intercambio. El corolario a todo esto es que toda formación estatal, o todo arreglo institucional complejo con una cierta patencia de una diferenciación de poderes à la Montes-quieu y una estructura económica organizada sobre el plustrabajo65 ha de cum-plir el papel de legitimar y mantener el dominio de una clase sobre otra:

Así fue la función del Estado antiguo de los poseedores de esclavos, la opresión de los esclavos; así como el Estado feudal fue el órgano de la nobleza (Adels) para la opresión de los campesinos siervos y dependientes (leibeignen und hörigen Bauern); y el Estado moderno representativo la herramienta para la explotación del trabajo asalariado por el capital.66

Es fácil adelantarse al siguiente paso de reflexión a partir de las herramien-tas teóricas de Engels, a efectos de estudiar la transición institucional entre feu-dalismo y capitalismo; en efecto, el filósofo alemán coincidirá con el escocés en que la liberación de los siervos de la sujeción institucional feudal, y la progre-siva disolución de las instancias gremiales, constituye un punto de arranque para la progresiva disolución del sistema feudal:

La burguesía (Burgeoisie) aniquiló en poder de la aristocracia, de la nobleza, en tanto abolió los mayorazgos o la inalienabilidad de la posesión terrateniente y todas las prerrogativas de la nobleza. Destruyó el poder de los afiliados gremiales, en tanto que ella abolió todos los gremios y privilegios artesanales. En la posición de ambos colocó la libre competencia […] La introducción de la libre competencia es enton-ces, la declaración pública, de que de ahora en adelante los miembros de la socie-dad solamente son desiguales, en la medida en que sus capitales lo son; de que el capital es ahora el poder decisivo, y con ello los capitalistas, la burguesía, se ha con-vertido en la primera clase en la sociedad.67

La burguesía, o los arrendatarios libres, comerciantes y manufactureros de Smith, efectivamente desplaza a la nobleza como clase social y políticamente do-minante, y al hacerlo, no puede sino delinear un entorno institucional concor-de con este papel dominante; muestra de ello son los códigos civiles modernos68 que precisamente sancionan el lockeano tema de igualdad ante la ley, que viene a derruir plenamente el indeterminado “derecho de cuna” de las instituciones feudales, que marcaba claramente prerrogativas jurídicas para los miembros de la nobleza. De modo que no ya el noble sino el burgués, viene a ejercer el lu-gar y papel dominante en lo social: “el capital es ahora el poder decisivo.” Si-guiendo la pauta del análisis de clases marxiano, no podía inferirse otra cosa: la disolución de un entorno sociopolítico civilizado (de acuerdo a la pauta arri-ba establecida) no puede sino redundar en uno nuevo, que si bien elimina ele-mentos institucionales que impiden un mejor aprovechamiento del plustrabajo popular de parte de la élite dominante, no cancela, en modo alguno, la dinámi-ca social, económica y política desigual. En otras palabras: mientras la sociedad en cuestión siga dividida en clases (en el capitalismo, burguesía y proletariado o clase trabajadora), no puede sino repetirse el antagonismo social, en un nue-vo revestimiento institucional; en el caso del mundo moderno, el Estado cons-

65 Podemos, en general, considerar esta categoría como la expresión sencilla de la cantidad de tiempo de trabajo (individual o colectivo) más allá de la necesaria para garantizar la subsistencia ya del individuo en comunidad o ya de la comunidad en sí misma. Ver K. Marx, ob. cit.

66 F. Engels, ob. cit., p. 167.67 F. Engels, Grundsätze des Kommunismus, Karl Marx – Friedrich Engels Werke Band 4, p. 368.68 El Bill of rights inglés, la Carta universal de los derechos del hombre y del ciudadano, y el Código civil prusiano

pueden considerarse como ejemplos canónicos de esta instancia.

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titucional o representativo es el instrumento institucional de dominio de una clase (burguesía) sobre otra (trabajadores asalariados o proletariado).

Es aquí donde es evidente el radical distanciamiento de Engels (y todo au-tor marxista) de las ideas económicas y políticas de Smith y el liberalismo; si el modo de producción69 resultante de la disolución-resolución de los antagonismos de clase (en esta visión: nobleza y burguesía) del feudalismo es el capitalismo y éste, efectivamente, implica todavía la dominación de una clase sobre otra (en lo económico por la apropiación privada de plustrabajo y en lo político, por la legitimación de esta apropiación privada), entonces, la conclusión (por un lado de corte normativo, o moral, y por otro, de corte estrictamente pragmático, en la visión de Marx y Engels) natural a extraer es: este nuevo antagonismo debe igualmente ser resuelto por una nueva (y última y definitiva) transición institu-cional o revolución, para el arribo a un modo de producción que no requiere ni acepta antagonismo de clase alguno, sino que constituye la posibilidad de un desarrollo igualitario efectivo corporal y espiritual de todos los agentes socia-les; en sus propias palabras:

La división de la sociedad en una clase pequeña, en sobremedida rica, y una clase asalariada grande, sin posesión alguna, resulta en que esta sociedad se asfixia en su propia sobreabundancia, mientras que la gran mayoría de sus miembros ape-nas, o ni siquiera, se encuentran protegidos de la carencia exterior. Esta situación se vuelve día a día más paradójica e innecesaria. Debe ser eliminada, puede ser elimi-nada. Un nuevo orden social es posible, donde las diferencias de clase de hoy sean eliminadas, y donde […] a través de un empleo concorde con un plan y formación ulterior de las enormes fuerzas productivas ya a la mano […] se encuentren a dis-posición los medios para la vida, para el goce vital y la formación y activación de todas las capacidades corporales y espirituales, de manera igualitaria y en pleni-tud siempre creciente.70

Montesquieu apunta en El espíritu de las leyes que para encontrar las “raí-ces” de las “leyes feudales” hay que “cavar en la tierra”;71 en efecto, entender la compleja dinámica institucional del feudalismo requiere de excavar en sus “raí-ces” que nos llevan hasta los mundos históricos romano y germánico. Nuestra apuesta en este trabajo ha sido iluminar, precisamente ese trasfondo social, eco-nómico y político, a efectos de entender tanto la esencia del feudalismo, como del capitalismo, a través de figuras históricas clave como el noble feudal y el burgués capitalista. Esto a su vez nos ha llevado a explicitar dos visiones en fi-losofía política que acometen el tema de la disolución del sistema feudal y que redundan, a fin de cuentas, ya sea en una legitimación (Smith) o bien en una impugnación (Engels) del entramado de instituciones (el Estado moderno) que se consolida, a partir de la ruina del mundo feudal.

Evaluar la plausibilidad de las ideas económicas y políticas de Smith y En-gels, así como establecer un análisis comparativo detallado de ellas, rebasaría el marco de esta exposición; baste solamente consignar la concordancia de fondo entre ambos autores: tanto para el escocés como para el alemán, noble y burgués son figuras sociales e ideológicas que representan a mundos institucionales pa-radigmáticos72 y distintos. El noble siendo el emisario de una época pre-moderna

69 A partir de Marx, sencillamente, una peculiar manera de emplear agentes de producción y de distribuir la riqueza resultante de su empleo, de acuerdo a un determinado esquema institucional.

70 F. Engels, Einleitung zu Marx‘„Lohnarbeit und Kapital“, Karl Marx – Friedrich Engels Werke Band 22, p. 209.71 Montesquieu, Del Espíritu de las Leyes, p. 700 72 Para Engels, a efectos de la Historia Universal hasta finales del siglo xix: “esclavismo”, “servidumbre” y “trabajo

asalariado”. (F. Engels, ob. cit., p. 170) Cabe señalar que los tres modos constituyen maneras de apropiación privada, de una clase, del plustrabajo de otra.

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y así, tanto en lo moral como en lo utilitario, de deseable desaparición; el bur-gués siendo el emisario de la época moderna y así la figura heroica, en lo que atañe a la disolución del “bárbaro” sistema feudal, y un actor central, a efectos de la generación de los enormes volúmenes de producciones, en general, que seguimos atestiguando hasta la fecha;

El debate filosófico-ideológico entre Smith y Engels, y así, entre paradig-mas interpretativos sobre la Historia Universal, en general, pero por lo mis-mo, sobre temas sociales, económicos y políticos, tiene como centro teórico el tema de la legitimidad de la toma de parte (en lo producido en un determina-do marco de tiempo en un territorio) desigual entre los distintos actores que conforman una sociedad moderna. En efecto, consideramos que, en lo explica-tivo, tanto el filósofo escocés como el alemán coinciden en que, a fin de cuentas, es un desarrollo económico el que acaba disolviendo la dinámica institucional y luego el ideario popular del mundo feudal y en que esta disolución es tanto laudable como de deseable ampliación ahí donde no se ha llevado a cabo del todo; de modo que el análisis teórico de la transición feudalismo-capitalismo, y de la concomitante transición de hegemonía social noble-burgués es de suma relevancia teórica y práctica, tanto en un esquema liberal como en un esquema marxista de investigación.

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Número 19 julio-diciembre 2014

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