Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado...

427
Frankenstein Mary W. Shelley Obra reproducida sin responsabilidad editorial

Transcript of Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado...

Page 1: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Frankenstein

Mary W. Shelley

Obr

a re

prod

ucid

a si

n re

spon

sabi

lidad

edi

toria

l

Page 2: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Advertencia de Luarna Ediciones

Este es un libro de dominio público en tantoque los derechos de autor, según la legislaciónespañola han caducado.

Luarna lo presenta aquí como un obsequio asus clientes, dejando claro que:

1) La edición no está supervisada pornuestro departamento editorial, de for-ma que no nos responsabilizamos de lafidelidad del contenido del mismo.

2) Luarna sólo ha adaptado la obra paraque pueda ser fácilmente visible en loshabituales readers de seis pulgadas.

3) A todos los efectos no debe considerarsecomo un libro editado por Luarna.

www.luarna.com

Page 3: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

VOLUMEN I

PrólogoEl suceso en el cual se fundamenta este relato

imaginario ha sido considerado por el doctorDarwin y otros fisiólogos alemanes como no deltodo imposible. En modo alguno quisiera quese suponga que otorgo el mínimo grado de cre-dibilidad a semejantes fantasías; sin embargo, altomarlo como base de una obra fruto de la ima-ginación, no considero haberme limitado sim-plemente a enlazar, unos con otros, una serie deterrores de índole sobrenatural. El hecho quehace despertar el interés por la historia estáexento de las desventajas de un simple relato defantasmas o encantamientos. Me vino sugeridopor la novedad de las situaciones que desarro-lla, y, por muy imposible que parezca comohecho físico, ofrece para la imaginación, a lahora de analizar las pasiones humanas, un pun-to de vista más comprensivo y autorizado queel que puede proporcionar el relato corriente de

Page 4: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana, a lapar que no he sentido escrúpulos a la hora dehacer innovaciones en cuanto a su combinación.La Ilíada, el poema trágico de Grecia; Shakes-peare en La tempestad y El sueño de una noche deverano; y sobre todo Milton en El paraíso perdidose ajustan a esta regla. Así pues, el más humildenovelista que intente proporcionar o recibiralgún deleite con sus esfuerzos puede, sin pre-sunción, emplear en su narrativa una licencia,o, mejor dicho, una regla, de cuya adopcióntantas exquisitas combinaciones de sentimien-tos humanos han dado como fruto los mejoresejemplos de poesía.

La circunstancia en la cual se basa mi relatome fue sugerida en una conversación trivial. Locomencé en parte como diversión y en partecomo pretexto para ejercitar cualquier recursode mi mente que aún tuviera intacto. A medidaque avanzaba la obra, otros motivos se fueron

Page 5: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

añadiendo a éstos. En modo alguno me sientoindiferente ante cómo puedan afectar al lectorlos principios morales que existan en los senti-mientos o caracteres que contiene la obra. Sinembargo, mi principal preocupación en estepunto se ha centrado en la eliminación de losefectos enervantes de las novelas de hoy en día,y en exponer la bondad del amor familiar, asícomo la excelencia de la virtud universal. Lasopiniones que lógicamente surgen del caráctery situación del héroe en modo alguno debenconsiderarse siempre como convicciones mías;ni se debe extraer de las páginas que siguenconclusión alguna que prejuicie ninguna doc-trina filosófica del tipo que fuera.

Es además de gran interés para la autora elhecho de que esta historia se comenzara en lamajestuosa región donde se desarrolla la obraprincipalmente, y rodeada de personas cuyaausencia no cesa de lamentar. Pasé el verano de1816 en los alrededores de Ginebra. La tempo-rada era fría y lluviosa, y por las noches nos

Page 6: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

agrupábamos en torno a la chimenea. Ocasio-nalmente nos divertíamos con historias alema-nas de fantasmas, que casualmente caían ennuestras manos. Aquellas narraciones desperta-ron en nosotros un deseo juguetón de emular-los. Otros dos amigos (cualquier relato de lapluma de uno de ellos resultaría bastante másgrato para el lector que nada de lo que yo jamáspueda aspirar a crear) y o nos comprometimosa escribir un cuento cada uno, basado en algúnacontecimiento sobrenatural.

Sin embargo, el tiempo de repente mejoró, ymis dos amigos partieron de viaje hacia los Al-pes donde olvidaron, en aquellos magníficosparajes, cualquier recuerdo de sus espectralesvisiones. El relato que sigue es el único que setermino.

Page 7: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

CARTA 1

A la señora SAVILLE, Inglaterra

San Petersburgo, 11 de diciembre de 17...

Te alegrarás de saber que ningún percance haacompañado el comienzo de la empresa que tú con-templabas con tan malos presagios. Llegué aquí ayer,y mi primera obligación es tranquilizar a mi queridahermana sobre mi bienestar y comunicarle mi cre-ciente confianza en el éxito de mi empresa.

Me encuentro ya muy al norte de Londres, y an-dando por las calles de Petersburgo noto en las meji-llas una fría brisa norteña que azuza mis nervios jme llena de alegría. ¿Entiendes este sentimiento?Esta brisa, que viene de aquellas regiones hacia lasque yo me dirijo, me anticipa sus climas helados.Animado por este viento prometedor, mis esperanzasse hacen más fervientes y reales. Intento en vanoconvencerme de que el Polo es la morada del hielo yla desolación. Sigo imaginándomelo como la regiónde la hermosura y el deleite. Allí, Margaret, se ve

Page 8: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

siempre el sol, su amplio círculo rozando justo elhorizonte y difundiendo un perpetuo resplandor.Allí pues con tu permiso, hermana mía, concederéun margen de confíanza a anteriores navegantes,allí, no existen ni la nieve ni el hielo y navegandopor un mar sereno se puede arribar a una tierra quesupera, en maravillas y hermosura, cualquier regióndescubierta hasta el momento en el mundo habitado.Puede que sus productos y paisaje no tengan prece-dente, como sin duda sucede con los fenómenos delos cuerpos celestes de esas soledades inexploradas.¿Hay algo que pueda sorprender en un país donde laluz es eterna? Puede que allí encuentre la maravillo-sa fuerza que mueve la brújula; podría incluso llegara comprobar mil observaciones celestes que requierensólo este viaje para deshacer para siempre sus apa-rentes contradicciones. Saciaré mi ardiente curiosi-dad viendo una parte del mundo jamás hasta ahoravisitada y pisaré una tierra donde nunca antes hadejado su huella el hombre. Estos son mis señuelos, yson suficientes para vencer todo temor al peligro o ala muerte e inducirme a emprender este laboriosoviaje con el placer que siente un niño cuando se em-

Page 9: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

barca en un bote con sus compañeros de vacacionespara explorar su río natal. Pero, suponiendo quetodas estas conjeturas fueran falsas, no puedes negarel inestimable bien que podré transmitir a toda lahumanidad, hasta su última generación, al descu-brir, cerca del Polo, una ruta hacia aquellos países alos que actualmente se tarda muchos meses en llegar;o al desvelar el secreto del imán, para lo cual, caso deque esto sea posible, sólo se necesita de una empresacomo la mía.

Estos pensamientos han disipado la agitación conla que empecé mi carta y siento arder mi corazón conun entusiasmo que me transporta; nada hay quetranquilice tanto la mente como un propósito claro,una meta en la cual el alma pueda fiar su alientointelectual. Esta expedición ha sido el sueño predi-lecto de mis años jóvenes. Apasionadamente he leídolos relatos de los diversos viajes que se han hecho conel propósito de llegar al Océano Pacífico Norte através de los mares que rodean el Polo. Quizá re-cuerdes que la totalidad de la biblioteca de nuestrobuen tío Thomas se reducía a una historia de todoslos viajes realizados con fines exploradores. Mi edu-

Page 10: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

cación estuvo un poco descuidada, pero fui un lectorempedernido. Estudiaba estos volúmenes día y nochey, al familiarizarme con ellos, aumentaba el pesarque sentí cuando, de niño, supe que la última volun-tad de mi padre en su lecho de muerte prohibía a mitío que me permitiera seguir la vida de marino.

Aquellas visiones se desvanecieron cuando entréen contacto por primera vez con aquellos poetas cu-yos versos llenaron mi alma y la elevaron al cielo.Me convertí en poeta también y viví durante un añoen un paraíso de mi propia creación; me imaginé queyo también podría obtener un lugar allí donde seveneran los nombres de Homero y Shakespeare. Túestás bien al corriente de mi fracaso y de cuán amar-go fue para mí este desengaño. Pero justo entoncesheredé la fortuna de mi primo, y, mis pensamientosretornaron a su antiguo cauce.

Han pasado seis años desde que decidí llevar a cabola presente empresa. Incluso ahora puedo recordar elmomento preciso en el que decidí dedicarme a estagran labor. Empecé por acostumbrar mi cuerpo a laprivación. Acompañé a los balleneros en varias ex-pediciones al mar del Norte y voluntariamente sufrí

Page 11: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

frío, hambre, sed y sueño. A menudo trabajé másdurante el día que cualquier marinero, mientrasdedicaba las noches al estudio de las matemáticas, lateoría de la Medicina y aquellas ramas de las cien-cias físicas que pensé serían de mayor utilidad prác-tica para un aventurero del mar. En dos ocasionesme enrolé como segundo de a bordo en un ballenerode Groenlandia y ambas veces salí con éxito. Deboreconocer que me sentí orgulloso cuando el capitánme ofreció el puesto de piloto en el barco y me pidióreiteradamente que me quedara ya que tanto apre-ciaba mis servicios.

Y ahora, querida Margaret, ¿no merezco llevar acabo alguna gran empresa? Podía haber pasado mivida rodeado de lujo y comodidad, pero he preferidola gloria a cualquiera de los placeres que me pudieraproporcionar la riqueza. ¡Si tan sólo una voz, alen-tadora me respondiera afirmativamente! Mi valor ymi resolución son firmes, pero mis esperanzas fluc-túan y mi ánimo se deprime con frecuencia. Estoy apunto de emprender un largo y difícil viaje, cuyasvicisitudes exigirán de mí todo mi valor. Se me pide

Page 12: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

no sólo que levante el ánimo de otros, sino que con-serve mi entereza cuando ellos flaqueen.

Esta es la época más favorable para viajar por Ru-sia. Vuelan sobre la nieve en sus trineos; el movi-miento es agradable y, a mi modo de ver, mucho máscómodo que el de los coches de caballos ingleses. Elfrío no es extremado, si vas envuelto en pieles,atuendo que yo ya he adoptado. Hay una gran dife-rencia entre andar por la cubierta y permanecer sen-tado, inmóvil durante horas, sin hacer el ejercicioque impediría que la sangre se te hiele materialmenteen las venas. ¡No tengo la intención de perder lavida en la ruta entre San Petersburgo y Arkángel.

Partiré hacia esta última ciudad dentro de dos otres semanas, y pienso fletar allí un barco, cosa queme será fácil si le pago el seguro al dueño; tambiéncontrataré cuantos marineros considere precisos deentre los que están acostumbrados a ir en balleneros.No pienso navegar hasta el mes de Junio; y en cuan-to a mi regreso, querida hermana, ¿cómo responder aesta pregunta? Si tengo éxito, pasarán muchos, mu-chos meses, incluso años, antes de que tú y yo nos

Page 13: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

volvamos a encontrar. Si fracaso, me verás o muypronto, o nunca.

Hasta la vista, mi querida y excelente Margaret.Que el cielo te envíe todas las bendiciones y a mí meproteja para que pueda atestiguarte una y otra vezmi gratitud por todo tu amor y tu bondad.

Tu afectuoso hermano,ROBERT WALTON.

Page 14: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

CARTA 2

A la señora SAVILLE, Inglaterra

Arkángel, 28 de marzo de 17..¡Qué despacio pasa aquí el tiempo, rodeado como

estoy de nieve y hielo!. Sin embargo, he dado ya unsegundo paso hacia la realización de mi empresa. Hefletado un barco y estoy ocupado en reunir la tripu-lación; los que ya he contratado parecen hombres enquienes puedo confiar e indudablemente están dota-dos de invencible valor.

Tengo, empero, un deseo aún por satisfacer y estevacío me acucia ahora de manera terrible. No tengoamigo alguno, Margaret; cuando arda con el entu-siasmo del éxito, no habrá nadie que comparta mialegría; si soy víctima del desaliento, nadie se esfor-zará por disipar mi desánimo. Podré plasmar mispensamientos en el papel, cierto, pero es un pobremedio para comunicar los sentimientos. Añoro lacompañía de un hombre que pudiera compenetrarseconmigo, cuya mirada respondiera a la mía. Me pue-des tachar de romántico, querida hermana, pero echo

Page 15: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

muy en falta a un amigo. No tengo a nadie cerca quesea tranquilo a la vez que valeroso, culto y capaz,cuyos gustos se parezcan a los míos, que pueda apro-bar o corregir mis proyectos. ¡Qué bien enmendaríaun amigo así los fallos de tu pobre hermano! Soydemasiado impulsivo en la ejecución y demasiadoimpaciente con los obstáculos. Pero aún me resultamás nocivo el hecho de haberme autoeducado. Du-rante los primeros catorce años de mi vida corrí porlos campos como un salvaje, y no leí nada salvo loslibros de viajes de nuestro tío Thomas. A esa edadempecé a familiarizarme con los renombrados poetasde nuestra patria. Pero no vi la necesidad de apren-der otras lenguas que la mía hasta que no estaba enmi poder el sacar los máximos beneficios de esta con-vicción. Tengo ahora veintiocho años, y en realidadsoy más inculto que muchos colegiales de quince. Escierto que he reflexionado más, y que mis sueños sonmás ambiciosos y magníficos, pero carecen de equili-brio (como dicen los pintores). Me hace mucha faltaun amigo que tuviera el suficiente sentido comúncomo para no despreciarme por romántico y que me

Page 16: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

estimara lo bastante como para intentar ordenar mimente.

Bien, son éstas lamentaciones vanas; sé que no en-contraré amigo alguno en el vasto océano, ni siquieraaquí, en Arkángel, entre mercaderes y hombres demar. Sin embargo, incluso en estos rudos corazoneslaten algunos sentimientos, extraños a la escoria dela naturaleza humana. Mi lugarteniente, por ejem-plo, es un hombre de enorme valor e iniciativa, em-pecinado en su afán de gloria. Es inglés, y, aunquelleno de prejuicios nacionales y profesionales, jamáslimados por la educación, retiene algunas de las máspreciosas cualidades humanas. Lo conocí a bordo deun ballenero, y, al saber que se encontraba en estaciudad sin trabajo, no tuve ninguna dificultad parapersuadirlo de que me ayudara en mi aventura.

El capitán es una persona de excelente disposicióny muy querido en el barco por su amabilidad y flexi-bilidad en la disciplina. Tanta es la bondad de sunaturaleza, que no quiere calar (deporte favoritoaquí) casi la única diversión, porque no soporta de-rramar sangre. Es además de una heroica generosi-dad. Hace algunos años se enamoró de una joven

Page 17: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

rusa de familia relativamente acomodada; tras hacer-se con una considerable fortuna por la captura denavíos enemigos, el padre de la joven dio su consen-timiento al matrimonio. Él vio a su prometida unavez antes de la ceremonia. Bañada en lágrimas, se learrojó a los pies, y le suplicó la perdonara, a la vezque le confesaba su amor por otro hombre con el cualsu padre nunca consentiría que se casara, ya quecarecía de fortuna. Mi desprendido amigo tranquili-zó a la suplicante muchacha y, en cuanto supo elnombre de su amado, abandonó al instante su galan-teo. Había ya comprado con su dinero una granja, enla cual pensaba pasar el resto de su vida, pero se lacedió a su rival, junto con el resto de su fortuna,para que pudiera comprar algunas reses. El mismosolicitó del padre de la joven el consentimiento parala boda, mas el anciano se negó considerándose endeuda de honor con mi amigo, el cual, al ver al padreen actitud tan inflexible, abandonó el país para noregresar hasta saber que su antigua novia se habíacasado con el hombre a quien amaba. «¡Qué personatan noble!», exclamarás sin duda, y así es, pero des-graciadamente ha pasado toda su vida a bordo de un

Page 18: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

barco y apenas tiene idea de algo que no sean lasmaromas y los obenques.

Mas no pienses que el que me queje un poco, o creaque quizá nunca llegue a conocer el consuelo para mitristeza, signifique que titubeo en mi decisión. Estaes tan firme como el destino mismo, y mi viaje se veretrasado tan sólo porque espero un tiempo favorableque me permita zarpar. El invierno ha sido tremen-damente duro; pero la primavera promete ser buenae incluso parece que se adelantará, de modo que qui-zá pueda hacerme a la mar antes de lo previsto. Noactuaré con precipitación; me conoces lo suficiente-mente bien como para fiarte de mi prudencia y mo-deración cuando tengo confiada la seguridad deotros.

No puedo describirte la emoción que tengo ante laproximidad del comienzo de mi empresa. Es imposi-ble transmitirte una idea de la tremenda emoción,mezcla de agrado y de temor, con la cual me dispon-go a partir. Marcho hacia lugares inexplorados,hacia «la región de la brumas la nieve», pero no ma-taré a ningún albatros, así que no temas por mi suer-te.

Page 19: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

¿Te encontraré de nuevo, tras cruzar inmensosmares y rodear los cabos de Africa o América? ,Nome atrevo a esperar tal éxito, y no obstante no puedosoportar la idea del fracaso.

Continúa aprovechando toda oportunidad de es-cribirme; puede que reciba tus cartas (si bien haypocas esperanzas) cuando más las necesite para ani-marme. Te quiero mucho. Recuérdame con afecto sino vuelves a saber de mí.

Tu afectuoso hermano,ROBERT WALTONCARTA 3

A la señora SAVILLE, Inglaterra

7 de julio de 17...Mi querida hermana:Te escribo con premura unas líneas para decirte

que estoy bien y que mi viaje está muy avanzado. Tellegará esta carta por un buque mercante que regresaa casa desde Ankángel; es más afortunado que yo,que puede que no vea mi patria en muchos años. Sinembargo, estoy animado; mis hombres son valerosos

Page 20: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

y parecen tener una firme voluntad. No les desani-man ni siquiera las capas de hielo que constantemen-te flotan a nuestro lado, presagio de los peligros quealberga la región hacia la cual nos dirigimos. Yahemos alcanzado una latitud muy alta, pero estamosen pleno verano, y, aunque la temperatura es menosalta que en Inglaterra, los vientos del sur, que nosempujan velozmente hacia las costas que ansío ver,traen consigo un alentador grado de calor que nohabía esperado.

Hasta el momento no nos ha acaecido ningún inci-dente que merezca la pena contar. Un par de ventis-cas fuertes y la ruptura de un mástil son accidentesque navegantes avezados apenas si recordarían. Yome encontraré satisfecho si nada peor nos acontecedurante el viaje.

Adiós, querida Margaret. Estáte tranquila, puestanto por mi bien como por el tuyo no afrontaré peli-gros innecesariamente. Permaneceré sereno, perseve-rante y prudente.

Mis saludos a mis amigos ingleses.Tuyo afectísimo,ROBERT WALTON

Page 21: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

CARTA 4

A la señora SAV1LLE, Inglaterra

5 de agosto de 17...Nos ha ocurrido un accidente tan extraño, que no

puedo dejar de anotarlo, si bien es muy probable queme veas antes de que estos papeles lleguen a tus ma-nos.

El lunes pasado (31 de julio) nos hallábamos ro-deados por el hielo, que cercaba el barco por todos loslados, dejándonos apenas el agua precisa para conti-nuar a flote. Nuestra situación era algo peligrosa,sobre todo porque nos envolvía una espesa niebla.Decidimos, por tanto, permanecer al pairo con laesperanza de que adviniera algún cambio en la at-mósfera y el tiempo. Hacia las dos de la tarde, laniebla levantó y observamos, extendiéndose en todasdirecciones, inmensas e irregulares capas de hieloque parecían no tener fin. Algunas de mis compañe-ros lanzaron un gemido, y yo mismo empezaba aintranquilizarme, cuando de pronto una insólitaimagen acaparó nuestra atención y distrajo nuestros

Page 22: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

pensamientos de la situación en la que nos encontrá-bamos. Como a media milla y en dirección al nortevimos un vehículo de poca altura, sujeto a un trineoy tirado por perros. Un ser de apariencia humana,pero de gigantesca estatura, iba sentado en el trineoy dirigía los perros. Observamos con el catalejo elrápido avance del viajero hasta que se perdió entrelos lejanos montículos de hielo.

Esta visión provocó nuestro total asombro. Noscreíamos a muchas millas de cualquier tierra, peroesta aparición parecía demostrar que en realidad nonos encontrábamos tan lejos como suponíamos. Pero,cercados como estábamos por el hielo, era imposibleseguir el rastro de aquel hombre al que habíamosobservado con la mayor atención.

Unas dos horas después de esto oímos el bramidodel mar y antes del anochecer el hielo rompió, libe-rando nuestro navío. Sin embargo, permanecimosallí hasta la mañana siguiente, temerosos de encon-trarnos con esos grandes témpanos sueltos que flotantras haberse roto el hielo. Aproveché ese tiempo paradescansar unas horas.

Page 23: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Por la mañana, en cuanto hubo amanecido, salí acubierta y me encontré a toda la tripulación hacina-da a un lado del navío, aparentemente conversandocon alguien fuera del barco. En efecto, sobre un granfragmento de hielo, que se nos había acercado duran-te la noche, había un trineo parecido al que ya ha-bíamos divisado.

Unicamente un perro permanecía vivo; pero habíaun ser humano en el trineo, al cual los marinerosintentaban persuadir de que subiera al barco. Noparecía, como el viajero de la noche anterior, unhabitante salvaje procedente de alguna isla inexplo-rada, sino un europeo. Cuando aparecí en cubierta,mi segundo oficial gritó:

––Aquí está nuestro capitán, y no permitirá queusted muera en mar abierto.

Al verme, el hombre se dirigió a mí en inglés, sibien con acento extranjero.

––Antes de subir al navío ––dijo––––, ¿tendría laamabilidad de indicarme hacia dónde se dirige?

Podrás imaginar mi sorpresa al oír semejante pre-gunta de labios de una persona al borde de la muertey para la cual yo habría pensado que mi barco ofrecía

Page 24: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

un recurso que no hubiese cambiado ni por las ma-yores riquezas del mundo. Le respondí, sin embargo,que nos dirigíamos al Polo Norte en viaje de explora-ción. Pareció satisfacerle y consintió en subir a bor-do. ¡Santo cielo, Margaret! Si hubieras visto al hom-bre que de esta forma ponía condiciones a su salva-ción, tu sorpresa hubiera sido ilimitada. Tenía losmiembros casi helados y el cuerpo horriblementedemacrado por la fatiga y el sufrimiento. Jamás vihombre alguno en condición tan lastimosa. Intenta-mos llevarlo al camarote, pero en cuanto dejó deestar al aire libre perdió el conocimiento, de maneraque volvimos a subirlo a cubierta y lo reanimamosfrotándolo con coñac y obligándolo a beber una pe-queña cantidad. En cuanto volvió a mostrar sínto-mas de vida lo envolvimos en mantas y lo colocamoscerca del fogón de la cocina. Poco a poco se fue recu-perando, y tomó un poco de sopa, que le hizo muchobien.

Así pasaron dos días, sin que pudiera hablar, y amenudo temí que los sufrimientos le hubiesen priva-do de la razón. Cuando se hubo repuesto un poco, lollevé a mi propio camarote y lo atendí cuanto me lo

Page 25: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

permitían mis obligaciones. Nunca había conocido anadie más interesante. Suele tener una expresiónexaltada, como de locura, en la mirada. Pero haymomentos en los que, si alguien le demuestra algunaatención o le presta el más mínimo servicio, se leilumina la fas con una benevolencia j ternura que nohe visto en otro hombre. Mas por lo general estámelancólico y resignado; a veces aprieta los dientes,como si se impacientara con el peso de los males quelo afligen.

Cuando mi huésped se encontró un poco mejor, mecostó protegerlo del acoso de la tripulación que que-ría hacerle mil preguntas. No permití que lo ator-mentaran con su ociosa curiosidad, ya que aún seencontraba en un estado físico y moral cuyo resta-blecimiento dependía por completo del reposo. Sinembargo, en una ocasión el lugarteniente le preguntóque por qué había llegado tan lejos por el hielo en unvehículo tan extraño.

Una expresión de dolor le cubrió el rostro de in-mediato; y respondió:

––Voy en busca de alguien que huyó de mí.

Page 26: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

¿Y el hombre a quien perseguía viajaba de manerasemejante?

––Sí.–Entonces pienso que lo hemos visto, pues el día

antes de recogerlo a usted vimos unos perros tirandode un trineo, en el cual iba un hombre. Esto despertóla atención del extranjero, e hizo múltiples pregun-tas acerca de la dirección que había tomado aqueldemonio, como él le llamó. Al poco rato, cuando sehallaba solo conmigo, dio:

––Sin duda he despertado su curiosidad, así comola de esta buena gente, aunque es usted demasiadodiscreto como para hacerme ninguna pregunta.

––Sería impertinente e inhumano por mi parte élmolestarlo con ellas.

Y no obstante ––prosiguió––, me rescató usted deuna extraña y peligrosa situación. Usted me ha de-vuelto generosamente la vida.

Poco después de esto quiso saber si yo creía que elhielo, al resquebrajarse, habría destruido el otro tri-neo. Le contesté que no podía responderle con nin-guna certeza, ya que el hielo no se había roto hastacerca de medianoche, y el viajero podía haber llegada

Page 27: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

a algún lugar seguro con anterioridad. Me era impo-sible aventurar juicio alguno.

A partir de este momento el extranjero demostrógran interés por estar en cubierta, para vigilar laaparición del otro trineo. He conseguido persuadirlode que permanezca en el camarote, pues está aúndemasiado débil para soportar las inclemencias deltiempo, pero le he prometido que alguien oteará ensu lugar y lo avisará en cuanto aparezca cualquierobjeto nuevo a la vista.

Por lo que respecta a este extraño incidente, éste esmi diario hasta el momento. La salud de nuestrohuésped ha ido mejorando gradualmente, pero ape-nas habla, y parece inquietarse cuando alguien queno sea yo entra en su camarote. Sin embargo, susmodales son tan conciliadores y delicados, que todoslos marineros se interesan por su estado, a pesar deno haber tenido apenas relación con él. Por mi parte,empiezo a quererlo como a un hermano, y su cons-tante y profundo pesar me llena de piedad y simpa-tía. Debe haber sido una persona muy noble en otrostiempos, ya que, deshecho como está ahora, siguesiendo tan interesante y amable.

Page 28: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Te decía en una de mis cartas, querida Margaret,que no hallaría ningún amigo en el vasto océano,pero he encontrado un hombre a quien, antes de quela desgracia quebrara su espíritu, me hubiera gusta-do tener por hermano.

De tener nuevos incidentes que relatar respecto delextranjero, continuaré a intervalos mi diario.

13 de agosto de 17...

El afecto que siento por mi invitado aumenta cadadía. Suscita a la vez mi piedad y mi admiración has-ta extremos asombrosos. ¿Cómo puedo ver a tannoble criatura destruida por la miseria sin sentir eldolor más acuciante? Es tan dulce y a la vez tansabio; tiene la mente muy cultivada, y cuando habla,si bien escoge las palabras cuidadosamente, éstasfluyen con una rapidez y elocuencia poco frecuentes.

Está muy restablecido de su enfermedad, y paseacontinuamente por la cubierta, vigilando la apari-ción del trineo que precedió al suyo. Sin embargo,aunque apenado, no está tan sumido en su propiadesgracia como para no interesarse profundamente

Page 29: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

por los quehaceres de los demás. Me ha hecho mu-chas preguntas respecto a mis propósitos y yo le hecontado mi pequeña historia con toda sinceridad.Pareció alegrarle mi franqueza, y me sugirió varioscambios en mis planes, que encontraré sumamenteútiles. No hay pedantería en su ademán, sino quemás bien todo lo que hace parece brotar tan sólo delinterés que instintivamente siente por el bienestar detodos los que lo rodean. A menudo le invade la tris-teza y entonces se sienta sólo e intenta superar todolo que de hosco y antisocial hay en su humor. Estosparoxismos pasan, como una nube por delante delsol, si bien su abatimiento nunca le abandona. Me heesforzado por granjearme su confianza y esperohaber tenido éxito. Un día le mencioné mi eternodeseo de encontrar un amigo que pudiera simpatizarconmigo y orientarme con su consejo. Le dije que nopertenecía a la clase de hombres a quienes un consejopuede ofender.

––Soy autodidacta, y quizá no confíe demasiado enmi propia capacidad. Por tanto, desearía que miamigo fuera más sabio y avezado que yo, para afian-

Page 30: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

zarme y apoyarme en él. Tampoco creo que sea impo-sible encontrar un verdadero amigo.

––Estoy de acuerdo con usted contestó elextranjero–– en que la amistad es algo no sólo desea-ble, sino posible. Tuve una vez un amigo, el másnoble de los seres humanos, y por tanto estoy capaci-tado para juzgar con respecto a la amistad. Tieneusted esperanzas y el mundo ante usted es suyo, yno tiene razón para desesperar. Mas yo..., yo he per-dido todo y no puedo empezar la vida de nuevo.

Al decir esto, su rostro cobró una expresión de se-reno y resignado dolor que me llegó al corazón. Peroél permaneció en silencio, y al poco se retiró a sucamarote.

Incluso desfondado como está, nadie puede gozarcon mayor intensidad que él de la hermosura de lanaturaleza. El cielo estrellado, el mar y todo el paisa-je que estas maravillosas regiones nos proporcionanparecen tener aún el poder de despegar su alma de latierra. Un hombre así tiene una doble existencia:puede padecer desgracias, y verse arrollado por eldesencanto; pero, cuando se encierre en sí mismo,

Page 31: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

será como un espíritu celeste rodeado de un halocuyo círculo no ose atravesar ni el pesar ni la locura.

¿Te ríes del entusiasmo que demuestro respecto aeste divino nómada? Si fuera así, debes haber perdi-do esa inocencia que constituía tu encanto caracte-rístico. Pero, si quieres, sonríete ante el calor de misalabanzas, mientras yo sigo encontrando ––mayoresrazones para ellas de día en día.

19 de agosto de 17...Ayer el extranjero me dijo:––Fácilmente habrá podido comprobar, capitán

Walton, que he padecido grandes y singulares des-venturas. Una vez decidí que el recuerdo de estosmales moriría conmigo, pero usted me ha inducido acambiar mis propósitos. Busca usted el conocimientoy la sabiduría, como me sucedió a mí antaño; deseocon fervor que el fruto de sus ansias no se conviertapara usted en una serpiente que le muerda, como meocurrió a mí. No creo que el relato de mis desventu-ras le sea útil, pero, si quiere, escuche mi historia.Pienso que los extraños sucesos a ella vinculadospueden proporcionarle una visión de la naturaleza

Page 32: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

humana que amplíe sus facultades y conocimientos,y le descubrirá poderes y sucesos que usted ha estadoacostumbrado a creer imposibles. Pero no dudo deque a lo largo de mi relato se pruebe la evidenciainterna de la veracidad de los sucesos que lo compo-nen.

Como te puedes imaginar, me halagó mucho laconfianza que depositaba en mí, pero me dolía que élreavivara sus sufrimientos contándome sus desven-turas. Estaba ansioso por escuchar la narración pro-metida, en parte por curiosidad y en parte por undeseo de aliviar su suerte, caso de que esto estuvieraen mi mano, y así se lo expresé en mi respuesta.

––Le agradezco su amabilidad me contestó––, peroes inútil; mi sino casi se ha cumplido. Espero sólo unacontecimiento y luego descansaré en paz. Com-prendo lo que siente continuó al advertir quequería interrumpirlo––, pero está confundido, amigomío, si así me permite llamarle. Nada puede alterarmi destino. Escuche mi relato y verá cuán irrevoca-blemente está determinado.

Me dio entonces que empezaría su narración al díasiguiente, cuando yo estuviera más libre. Esta pro-

Page 33: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

mesa provocó mi más profundo agradecimiento. Mehe propuesto escribir cada noche, cuando no estéocupado, lo que me haya contado durante el día,empleando en lo posible sus propias palabras. Deestarlo, al menos tomaré algunas notas. Sin dudaeste manuscrito te proporcionará gran placer. ¡Y conqué interés y simpatía lo leeré yo algún día en elfuturo! ¡Yo, que lo conozco y que lo oigo de sus pro-pios labios!.

Page 34: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 1

Soy ginebrino de nacimiento, y mi familia esuna de las más distinguidas de esa república.Durante muchos años mis antepasados habíansido consejeros y jueces, y mi padre había ocu-pado con gran honor y buena reputación diver-sos cargos públicos. Todos los que lo conocíanlo respetaban por su integridad e infatigablededicación. Pasó su juventud dedicado porcompleto a los asuntos de su país, y sólo al finalde su vida pensó en el matrimonio y así dar alEstado unos hijos que pudieran perpetuar sunombre y sus virtudes.

Puesto que las circunstancias de su matrimo-nio reflejan su personalidad, no puedo dejar dereferirme a ellas. Uno de sus más íntimos ami-gos era un comerciante, que, debido a numero-sos contratiempos, cayó en la miseria tras gozarde una muy desahogada situación. Este hom-bre, de nombre Beaufort, era de carácter orgu-lloso y altivo y se resistía a vivir en la pobreza y

Page 35: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

el olvido en el mismo país en el que, con ante-rioridad, se le distinguiera por su categoría yriqueza. Habiendo, pues, saldado sus deudasen la forma más honrosa, se retiró a la ciudadde Lucerna con su hija, donde vivió sumido enel anonimato y la desdicha. Mi padre profesabaa Beaufort una auténtica amistad, y su reclusiónen estas desgraciadas circunstancias le afligiómucho. También sentía íntimamente la ausen-cia de su compañía, y se propuso encontrarlo ypersuadirlo de que, con su crédito y ayuda,empezara de nuevo.

Beaufort había tomado medidas eficaces paraesconderse, y mi padre tardó diez meses endescubrir su paradero. Entusiasmado con eldescubrimiento, mi padre se apresuró hacia sucasa situada en una humilde calle cerca delReuss. Pero al llegar sólo encontró miseria ydesesperación. Beaufort no había logrado salvarmás que una pequeña cantidad de dinero de losdespojos de su fortuna. Era suficiente para sus-tentarlo durante algunos meses y, mientras tan-

Page 36: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

to, esperaba encontrar un trabajo respetable conalgún comerciante. Así pues, pasó el intervaloinactivo; y, con tanto tiempo para reflexionarsobre su dolor, se hizo más profundo y amargoy, al fin, se apoderó de tal forma de él, que tresmeses después estaba enfermo en cama, inca-paz de realizar cualquier esfuerzo.

Su hija lo cuidaba con el máximo cariño, peroveía con desazón que su pequeño capital dis-minuía con rapidez y que no había otras pers-pectivas de sustento. Pero Caroline Beaufortestaba dotada de una inteligencia poco común;y su valor vino en su ayuda en la adversidad.Empezó a hacer labores sencillas; trenzaba paja,y de diversas maneras consiguió ganar unamiseria que apenas le bastaba para sustentarse.

Así pasaron varios meses. Su padre empeoró,y ella cada vez tenía que emplear más tiempoen atenderlo; sus medios de sustento mengua-ban. A los diez meses murió su padre dejándolahuérfana e indigente. Este golpe final fue de-masiado para ella. Al entrar en la casa mi pa-

Page 37: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

dre, la encontró arrodillada junto al ataúd, llo-rando amargamente; llegó como un espírituprotector para la pobre criatura, que se enco-mendó a él. Tras el entierro de su amigo, mipadre la llevó a Ginebra, confiándola al cuidadode un pariente; y dos años después se casó conella.

Cuando mi padre se convirtió en esposo ypadre, las obligaciones de su nueva situación leocupaban tanto tiempo que dejó varios de sustrabajos públicos y se dedicó por entero a laeducación de sus hijos. Yo era el mayor y eldestinado a heredar todos sus derechos y obli-gaciones. Nadie puede haber tenido padres mástiernos que yo. Mi salud y desarrollo eran suconstante ocupación, ya que fui hijo único du-rante varios años. Pero, antes de proseguir minarración, debo contar un incidente que tuvolugar cuando yo tenía cuatro años.

Mi padre tenía una hermana a quien amabatiernamente y que se había casado muy jovencon un caballero italiano. Poco después de su

Page 38: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

boda, había acompañado a su marido a su paísnatal, y durante algunos años mi padre tuvomuy poca relación con ella. Murió alrededor dela época de la que hablo, y pocos meses des-pués mi padre recibió una carta de su cuñadohaciéndole saber que tenía la intención de ca-sarse con una dama italiana y pidiéndole que sehiciera cargo de la pequeña Elizabeth, la únicahija de su difunta hermana.

Es mi deseo ––dijo–– que la consideres comohija tuya y que como a tal la eduques. Es laheredera de la fortuna de su madre, y te enviarélos documentos que así lo demuestran.

Reflexiona sobre esta propuesta y decide sipreferirías educar a tu sobrina tú mismo o quelo haga una madrastra.

Mi padre no dudó un instante, y de inmediatose puso en camino hacia Italia con el fin deacompañar a la pequeña Elizabeth hasta su fu-turo hogar. A menudo he oído a mi madre decirque era la criatura más preciosa que jamáshabía visto, e incluso ya entonces mostraba sín-

Page 39: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

tomas de un carácter dulce y afectuoso. Estascaracterísticas y el deseo de afianzar los lazosdel amor familiar hicieron que mi madre consi-derara a Elizabeth como mi futura esposa, plandel cual nunca encontró razón para arrepentir-se.

A partir de este momento, Elizabeth Lavenzase convirtió en mi compañera de juegos y, amedida que crecíamos, en una amiga. Era dócily de buen carácter, a la vez que alegre y ju-guetona como un insecto de verano. A pesar deque era vivaz y animada, tenía fuertes y pro-fundos sentimientos y era desacos-tumbradamente afectuosa. Nadie podía disfru-tar mejor de la libertad ni podía plegarse conmás gracia que ella a la sumisión o lanzarse alcapricho. Su imaginación era exuberante, perotenía una gran capacidad para aplicarla. Su per-sona era el reflejo de su mente, sus ojos de coloravellana, aunque vivos como los de un pájaro,poseían una atractiva dulzura. Su figura eraligera y airosa y, aunque era capaz de soportar

Page 40: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

gran fatiga, parecía la criatura más frágil delmundo. A pesar de que me cautivaba su com-prensión y fantasía, me deleitaba cuidarla comoa un animalillo predilecto. Nunca vi más gracia,tanto personal como mental, ligada a mayormodestia.

Todos querían a Elizabeth. Si los criados tení-an que pedir algo, siempre lo hacían a través deella. No conocíamos ni la desunión ni las pe-leas, pues aunque éramos muy diferentes decarácter, incluso en esa diferencia había armo-nía. Yo era más tranquilo y filosófico que micompañera, pero menos dócil. Mi capacidad deconcentración era mayor, pero no tan firme. Yome deleitaba investigando los hechos relativosal mundo en sí, ella prefería las aéreas creacio-nes de los poetas. Para mí el mundo era un se-creto que anhelaba descubrir, para ella era unvacío que se afanaba por poblar con imagina-ciones personales.

Mis hermanos eran mucho más jóvenes queyo; pero tenía un amigo entre mis compañeros

Page 41: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

del colegio, que compensaba esta deficiencia.Henry Clerval era hijo de un comerciante deGinebra, íntimo amigo de mi padre, y un chicode excepcional talento e imaginación. Recuerdoque, cuando tenía nueve años, escribió un cuen-to que fue la delicia y el asombro de todos suscompañeros. Su tema de estudio favorito eranlos libros de caballería y romances, y recuerdoque de muy jóvenes solíamos representar obrasescritas por él, inspiradas en estos sus librospredilectos, siendo los principales personajesOrlando, Robin Hood, Amadís y San Jorge.

Juventud más feliz que la mía no puede haberexistido. Mis padres eran indulgentes y miscompañeros amables. Para nosotros los estu-dios nunca fueron una imposición; siempreteníamos una meta a la vista que nos espoleabaa proseguirlos. Esta era el método, y no la emu-lación, que nos inducía a aplicarnos. Con el finde que sus compañeras no la dejaran atrás, aElizabeth no se la orientaba hacia el dibujo. Sinembargo, se dedicaba a él motivada por el de-

Page 42: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

seo de agradar a su tía, representando algunaescena favorita dibujada por ella misma.Aprendimos inglés y latín para poder leer loque en esas lenguas se había escrito. Tan lejosestaba el estudio de resultarnos odioso a conse-cuencia de los castigos, que disfrutábamos conél, y nuestros entretenimientos constituían loque para otros niños hubieran sido pesadastareas. Quizá no leímos tantos libros ni apren-dimos lenguas tan rápidamente como aquellosa quienes se les educaba conforme a los méto-dos habituales, pero lo que aprendimos se nosfijó en la memoria con mayor profundidad.

Incluyo a Henry Clerval en esta descripciónde nuestro círculo doméstico, pues estaba connosotros continuamente. Iba al colegio conmi-go, y solía pasar la tarde con nosotros; pues,siendo hijo único y encontrándose solo en sucasa, a su padre le complacía que tuviera ami-gos en la nuestra. Por otro lado nosotros tam-poco estábamos del todo felices cuando Clervalestaba ausente.

Page 43: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Siento placer al evocar mi infancia, antes deque la desgracia me empañara la mente y cam-biara esta alegre visión de utilidad universalpor tristes y mezquinas reflexiones personales.Pero al esbozar el cuadro de mi niñez, no deboomitir aquellos acontecimientos que me lleva-ron, con paso inconsciente, a mi ulterior infor-tunio. Cuando quiero explicarme a mí mismo elorigen de aquella pasión que posteriormenteregiría mi destino, veo que arranca, como ria-chuelo de montaña, de fuentes poco nobles ycasi olvidadas, engrosándose poco a poco hastaque se convierte en el torrente que ha arrasadotodas mis esperanzas y alegrías.

La filosofía natural es lo que ha forjado midestino. Deseo, pues, en esta narración explicarlas causas que me llevaron a la predilección poresa ciencia. Cuando tenía trece años fui de ex-cursión con mi familia a un balneario que haycerca de Thonon. La inclemencia del tiempo nosobligó a permanecer todo un día encerrados enla posada, y allí, casualmente, encontré un vo-

Page 44: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

lumen de las obras de Cornelius Agrippa. Loabrí con aburrimiento, pero la teoría que inten-taba demostrar y los maravillosos hechos querelataba pronto tornaron mi indiferencia enentusiasmo. Una nueva luz pareció iluminar mimente, y lleno de alegría le comuniqué a mipadre el descubrimiento. No puedo dejar decomentar aquí las múltiples oportunidades deque disponen los educadores para orientar laatención de sus alumnos hacia conocimientosprácticos, y que desaprovechan lamentable-mente. Mi padre ojeó distraídamente la portadadel libro y dijo:

¡Ah, Cornelius Agrippa! Víctor, hijo mío, nopierdas el tiempo con esto, son tonterías.

Si en vez de hacer este comentario, mi padrese hubiera molestado en explicarme que losprincipios de Agrippa estaban totalmente supe-rados, que existía una concepción científicamoderna con posibilidades mucho mayores quela antigua, puesto que eran reales y prácticasmientras que las de aquélla eran quiméricas,

Page 45: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

tengo la seguridad de que hubiera perdido elinterés por Agrippa. Probablemente, sensibili-zada como tenía la imaginación, me hubieradedicado a la química, teoría más racional yproducto de descubrimientos modernos. Esincluso posible que mi pensamiento no hubierarecibido el impulso fatal que me llevó a la rui-na. Pero la indiferente ojeada de mi padre alvolumen que leía en modo alguno me indicóque él estuviera familiarizado con el contenidodel mismo, y proseguí mi lectura con mayoravidez.

Mi primera preocupación al regresar a casafue hacerme con la obra completa de este autory, después, con la de Paracelso y Alberto Mag-no. Leí y estudié con gusto las locas fantasías deestos escritores. Me parecían tesoros que, salvoyo, pocos conocían. Aunque a menudo hubieraquerido comunicarle a mi padre estas secretasreservas de mi sabiduría, me lo impedía su im-precisa desaprobación de mi querido Agrippa.Por tanto, y bajo promesa de absoluto secreto,

Page 46: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

le comuniqué mis descubrimientos a Elizabeth,pero el tema no le interesó y me vi obligado ácontinuar solo.

Puede parecer extraño que en el siglo XVIIIsurja un discípulo de Alberto Magno, peronuestra familia no era científica, y yo no habíaasistido a ninguna de las clases que se daban enla universidad de Ginebra. Así pues, mis sue-ños no se veían turbados por la realidad, y melancé con enorme diligencia a la búsqueda de lapiedra filosofal y el elixir de la vida. Pero eraesto último lo que recibía mi más completaatención: la riqueza era un objetivo inferior;pero ¡qué fama rodearía al descubrimiento si yopudiera eliminar de la humanidad toda enfer-medad y hacer invulnerables a los hombres atodo salvo a la muerte violenta!

No eran éstos mis únicos pensamientos. Pro-vocar la aparición de fantasmas y demonios eraalgo que mis autores predilectos prometían queera fácil, cumplimiento que yo ansiaba fervoro-samente conseguir. Atribuía el que mis hechi-

Page 47: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

zos jamás tuvieran éxito más a mi inexperienciay error que a la falta de habilidad o veracidadpor parte de mis instructores.

Los fenómenos naturales que a diario tienenlugar no escapaban a mi observación. La desti-lación y los maravillosos efectos del vapor, pro-cesos que mis autores favoritos desconocían porcompleto, provocaban mi asombro. Pero mimayor sorpresa la suscitaron unos experimen-tos con una bomba de aire que empleaba uncaballero al cual solíamos visitar.

El desconocimiento de los antiguos filósofossobre éste y varios otros temas disminuyeronmi fe en ellos, pero no podía desecharlos porcompleto sin que algún otro sistema ocupara sulugar en mi mente.

Tenía alrededor de quince años cuando,habiéndonos retirado a la casa que teníamoscerca de Belrive, presenciamos una terrible yviolenta tormenta. Había surgido detrás de lasmontañas del Jura, y los truenos estallaban alunísono desde varios puntos del cielo con in-

Page 48: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

creíble estruendo. Mientras duró la tormenta,observé el proceso con curiosidad y deleite. Depronto, desde el dintel de la puerta, vi emanarun haz de fuego de un precioso y viejo robleque se alzaba a unos quince metros de la casa;en cuanto se desvaneció el resplandor, el roblehabía desaparecido y no quedaba nada más queun tocón destrozado. Al acercarnos a la mañanasiguiente, encontramos el árbol insólitamentedestruido. No estaba astillado por la sacudida;se encontraba reducido por completo a peque-ñas virutas de madera. Nunca había visto nadatan deshecho.

La catástrofe de este árbol avivó mi curiosi-dad, y con enorme interés le pregunté a mi pa-dre acerca del origen y naturaleza de los true-nos y los relámpagos.

Es la electricidad me contestó, a la vez queme describía los diversos efectos de esa energía.

Construyó una pequeña máquina eléctrica yrealizó algunos experimentos. También hizo

Page 49: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

una cometa con cable y cuerda, que arrancabade las nubes ese fluido.

Esto último acabó de destruir a CorneliusAgrippa, Alberto Magno y Paracelso, que du-rante tanto tiempo habían reinado como dueñosde mi imaginación. Pero, por alguna fatalidad,no me sentí inclinado a empezar el estudio delos sistemas modernos, desinclinación que sevio influida por la siguiente circunstancia. Mipadre expresó el deseo de que asistiera a uncurso sobre filosofía natural. Gustosamenteasentí a esto, pero algún motivo me impidió irhasta que el curso estuvo casi terminado. Portanto, al ser ésta una de las últimas clases, meresultó totalmente incomprensible. El profesordisertaba con la mayor locuacidad sobre el po-tasio y el boro, los sulfatos y óxidos, términosque yo no podía asociar a ninguna idea. Empe-cé a aborrecer la ciencia de la filosofía natural,aunque seguí leyendo a Plinio y Buffon condeleite, autores, a mi juicio, de similar interés yutilidad.

Page 50: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

A esta edad las matemáticas y la mayoría delas ramas cercanas a esa ciencia constituían miprincipal ocupación. También me afanaba poraprender lenguas; el latín ya me era familiar, ysin ayuda del diccionario empecé a leer algunosde los autores griegos más asequibles. Tambiénentendía inglés y alemán perfectamente. Esteera mi bagaje cultural a los diecisiete años,además de las muchas horas empleadas en laadquisición y conservación del conocimiento dela vasta literatura.

También recayó sobre mí la obligación de ins-truir a mis hermanos. Ernest, seis años menorque yo, era mi principal alumno. Desde la in-fancia había sido enfermizo, y Elizabeth y yo lohabíamos cuidado constantemente; era de dis-posición dócil, pero incapaz de cualquier pro-longado esfuerzo mental. William, el benjamínde la familia, era todavía un niño y la criaturamás preciosa del mundo; tenía los ojos vivos yazules, hoyuelos en las mejillas y modales za-lameros, e inspiraba la mayor ternura.

Page 51: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Tal era nuestro ambiente familiar, en el cual eldolor y la inquietud no parecían tener cabida.Mi padre dirigía nuestros estudios, y mi madreparticipaba de nuestros entretenimientos. Nin-guno de nosotros gozaba de más influencia queel otro; la voz de la autoridad no se oía en nues-tro hogar, pero nuestro mutuo afecto nos obli-gaba a obedecer y satisfacer el más mínimo de-seo del otro.

Page 52: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 2

Cuando contaba diecisiete años, mis padresdecidieron que fuera a estudiar a la universidadde Ingolstadt. Hasta entonces había ido a loscolegios de Ginebra, pero mi padre consideróconveniente que, para completar mi educación,me familiarizara con las costumbres de otrospaíses. Se fijó mi marcha para una fecha próxi-ma, pero, antes de que llegara el día acordado,sucedió la primera desgracia de mi vida, comosi fuera un presagio de mis futuros sufrimien-tos.

Elizabeth había cogido la escarlatina, pero laenfermedad no era grave y se recuperó con ra-pidez. Muchas habían sido las razones expues-tas para convencer a mi madre de que no laatendiera personalmente, y en un principiohabía accedido a nuestros ruegos. Pero, cuandosupo que su favorita mejoraba, no quiso seguirprivándose de su compañía y comenzó a fre-cuentar su dormitorio mucho antes de que él

Page 53: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

peligro de infección hubiera pasado. Las conse-cuencias de esta imprudencia fueron fatales. Mimadre cayó gravemente enferma al tercer día, yel semblante de los que la atendían pronostica-ba un fatal desenlace. La bondad y grandeza dealma de esta admirable mujer no la abandona-ron en su lecho de muerte. Uniendo mis manosy las de Elizabeth dijo:

––Hijos míos, tenía puestas mis mayores es-peranzas en la posibilidad de vuestra futuraunión. Esta esperanza será ahora el consuelo devuestro padre. Elizabeth, cariño, debes ocuparmi puesto y cuidar de tus primos pequeños.¡Ay!, siento dejaros. ¡Qué difícil resulta aban-donaros habiendo sido tan feliz y habiendogozado de tanto cariño! Pero no son éstos lospensamientos que debieran ocuparme. Me es-forzaré por resignarme a la muerte con alegríay abrigaré la esperanza de reunirme con voso-tros en el más allá.

Murió dulcemente; y su rostro aun en lamuerte reflejaba su cariño. No necesito descri-

Page 54: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

bir los sentimientos de aquellos cuyos lazosmás queridos se ven rotos por el más irrepara-ble de los males, el vacío que inunda el alma yla desesperación que embarga el rostro. Pasatanto tiempo antes de que uno se pueda per-suadir de que aquella a quien veíamos cada día,y cuya existencia misma formaba parte de lanuestra, ya no está con nosotros; que se ha ex-tinguido la viveza de sus amados ojos y que suvoz tan dulce y familiar se ha apagado parasiempre. Estos son los pensamientos de losprimeros días. Pero la amargura del dolor nocomienza hasta que el transcurso del tiempodemuestra la realidad de la pérdida. ¿Pero aquién no le ha robado esa desconsiderada manoalgún ser querido? ¿Por qué, pues, había dedescribir el dolor que todos han sentido y debe-rán sentir? Con el tiempo llega el momento enel que el sufrimiento es más una costumbre queuna necesidad y, aunque parezca un sacrilegio,y a no se reprime la sonrisa que asoma a loslabios. Mi madre había muerto, pero nosotros

Page 55: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

aún teníamos obligaciones que cumplir; debía-mos continuar nuestro camino junto a los de-más y considerarnos afortunados mientrasquedara a salvo al menos uno de nosotros.

De nuevo se volvió a hablar sobre mi viaje aIngolstadt, que se había visto aplazado por losacontecimientos. Obtuve de mi padre algunassemanas de reposo, período que transcurriótristemente. La muerte de mi madre y mi cerca-na marcha nos deprimía, pero Elizabeth inten-taba reavivar la alegría en nuestro pequeñocírculo. Desde la muerte de su tía había adqui-rido una nueva firmeza y vigor. Se propusollevar a cabo sus obligaciones con la mayorexactitud, y entendió que su principal misiónconsistía en hacer felices a su tío y primos. A míme consolaba, a su tío lo distraía, a mis herma-nos los educaba. Nunca la vi tan encantadoracomo en estos momentos, cuando se desvivíapor lograr la felicidad de los demás, olvidándo-se por completo de sí misma.

Page 56: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Llegó por fin el día de mi marcha. Me habíadespedido de todos mis amigos menos Clerval,que pasó la última velada con nosotros. Lamen-taba profundamente no acompañarme, pero supadre se resistió a dejarlo partir. Tenía la inten-ción de que su hijo lo ayudara en el negocio, yseguía su teoría favorita de que los estudiosresultaban superfluos en la vida diaria. Henrytenía una mente educada; no era su intenciónpermanecer ocioso ni le disgustaba ser el sociode su padre, sin embargo creía que se podríaser muy buen negociante y no obstante ser unapersona culta.

Estuvimos hasta muy tarde escuchando suslamentaciones y haciendo múltiples pequeñosplanes para el futuro. Las lágrimas asomaban alos ojos de Elizabeth, lágrimas ante mi partida yante el pensamiento de que mi marcha debíahaberse producido meses antes y acompañadade la bendición de mi madre.

Me dejé caer en la calesa que debía transpor-tarme, y me embargaron los pensamientos más

Page 57: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

tristes. Yo, que siempre había vivido rodeadode afectuosos compañeros, prestos todos a pro-porcionarnos mutuas alegrías, me encontrabaahora solo. En la universidad hacia la que medirigía debería buscarme mis propios amigos yvalerme por mí mismo. Hasta aquel momentomi vida había sido extraordinariamente hoga-reña y resguardada, y esto me había creado unainvencible repugnancia hacia los rostros desco-nocidos. Adoraba a mis hermanos, a Elizabeth ya Clerval; sus caras eran «viejas conocidas»;pero me consideraba totalmente incapaz detratar con extraños. Estos eran mis pensamien-tos al comenzar el viaje, pero a medida queavanzaba se me fue levantando el ánimo. De-seaba ardientemente adquirir nuevos conoci-mientos. En casa, a menudo había reflexionadosobre lo penoso de permanecer toda la juven-tud encerrado en el mismo lugar, y ansiabadescubrir el mundo y ocupar mi puesto entrelos demás seres humanos. Ahora se cumplían

Page 58: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

mis deseos, y no hubiera sido consecuentearrepentirme.

Durante el viaje, que fue largo y fatigoso, tuvetiempo suficiente para pensar en estas y otrasmuchas cosas. Por fin apareció el alto campana-rio blanco de la ciudad. Bajé y me condujeron ami solitaria habitación. Disponía del resto de latarde para hacer lo que quisiera.

A la mañana siguiente entregué mis cartas depresentación y visité a los principales profeso-res, entre otros al señor Krempe, profesor defilosofía natural. Me recibió con mucha educa-ción y me hizo diversas preguntas sobre miconocimiento de las distintas ramas científicas,relacionadas con la filosofía natural. Temblandoy con cierto miedo, a decir verdad, cité los úni-cos autores cuyas obras yo había leído al res-pecto. El profesor me miró fijamente:

––¿De verdad que ha pasado usted el tiempoestudiando semejantes tonterías? --me pre-guntó.

Page 59: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Al responder afirmativamente, el señorKrempe continuó con énfasis:

––Ha malgastado cada minuto invertido enesos libros. Se ha embotado la memoria de teo-rías rebasadas y nombres inútiles, ¡Dios mío!¿En qué desierto ha vivido usted que no habíanadie lo suficientemente caritativo como parainformarle de que esas fantasías que tan con-cienzudamente ha absorbido tienen va mil añosy están tan caducas como anticuadas? No espe-raba encontrarme con un discípulo de AlbertoMagno y Paracelso en esta época ilustrada. Mibuen señor, deberá empezar de nuevo sus estu-dios.

Y diciendo esto, se apartó, me hizo una listade libros sobre filosofía natural, que me pidióque leyera, y me despidió, comunicándome quea principios de la semana próxima comenzaríaun seminario sobre filosofía natural y sus im-plicaciones generales, y que el señor Waldman,un colega suyo, en días alternos a él hablaría dequímica.

Page 60: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Regresé a casa no del todo disgustado, pueshacía tiempo que yo mismo consideraba inúti-les a aquellos autores tan desaprobados por elprofesor, si bien no me sentía demasiado incli-nado a leer los libros que conseguí bajo su re-comendación. El señor Krempe era un hombre-cillo fornido, de voz ruda y desagradable aspec-to, y por tanto me predisponía poco en favor desu doctrina. Además yo sentía cierto despreciopor la aplicación de la filosofía natural moder-na. Era muy distinto cuando los maestros de laciencia buscaban la inmortalidad y el poder;tales enfoques, si bien carentes de valor, teníangrandeza; pero ahora el panorama había cam-biado. El objetivo del investigador parecía limi-tarse a la aniquilación de las expectativas sobrelas cuales se fundaba todo mi interés por laciencia. Se me pedía que trocara quimeras deinfinita grandeza por realidades de escaso va-lor.

Estos fueron mis pensamientos durante losdos o tres primeros días que pasé en casi com-

Page 61: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

pleta soledad. Pero al comenzar la semana si-guiente recordé la información que sobre lasconferencias me había dado el señor Krempe, yaunque no pensaba escuchar al fatuo hombreci-llo pronunciando sentencias desde la cátedra,me vino a la memoria lo que había dicho sobreel señor Waldman, al cual aún no había conoci-do por hallarse fuera de la ciudad. En parte porcuriosidad y en parte por ocio, me dirigí a lasala de conferencias, donde poco después hizosu entrada el señor Waldman. Era muy distintode su colega. Aparentaba tener unos cincuentaaños, pero su aspecto demostraba una granbenevolencia. Sus sienes aparecían levementeencanecidas, pero tenía el resto del pelo casinegro. No era alto pero sí erguido, y tenía lavoz más dulce que hasta entonces había oído.Empezó su conferencia con un resumen históri-co de la química y los diversos progresos lleva-dos a cabo por los sabios, pronunciando congran respeto el nombre de los investigadoresmás relevantes. Pasó entonces a hacer una ex-

Page 62: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

posición rápida del estado actual en el que seencontraba la ciencia, y explicó muchos térmi-nos elementales. Tras algunos experimentospreparatorios concluyó con un panegírico de laquímica moderna, en términos que nunca olvi-daré.

––Los antiguos maestros de esta ciencia ––dijo–– prometían cosas imposibles, y no lleva-ban nada a cabo. Los científicos modernosprometen muy poco; saben que los metales nose pueden transmutar, y que el elixir de la vidaes una ilusión. Pero éstos filósofos, cuyas ma-nos parecen hechas sólo para hurgar en la su-ciedad, y cuyos ojos parecen servir tan sólo pa-ra escrutar con el microscopio o el crisol, hanconseguido milagros. Conocen hasta las másrecónditas intimidades de la naturaleza y de-muestran cómo funciona en sus escondrijos.Saben del firmamento, de cómo circula la san-gre y de la naturaleza del aire que respiramos.Poseen nuevos y casi ilimitados poderes; pue-den dominar el trueno, imitar terremotos, e

Page 63: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

incluso parodiar el mundo invisible con supropia sombra.

Me fui contento con el profesor y su conferen-cia, y lo visité esa misma tarde. Sus modalesresultaron en privado aún más atractivos ycomplacientes que en público; pues durante laconferencia su apariencia reflejaba una digni-dad, que sustituía en su casa por afecto y ama-bilidad. Escuchó con atención lo que le contérespecto de mis estudios, sonriendo, pero sin eldesdén del señor Krempe, ante los nombres deCornelius Agrippa y Paracelso. Dijo que «a laentrega infatigable de estos hombres debían losfilósofos modernos los cimientos de su sabidu-ría. Nos habían legado, como tarea más fácil, eldar nuevos nombres y clasificar adecuadamen-te los datos que en gran medida ellos habíansacado a la luz. El trabajo de los genios, pormuy desorientados que estén, siempre suelerevertir a la larga en sólidas ventajas para lahumanidad». Escuché sus palabras, pronuncia-das sin alarde ni presunción, y añadí que su

Page 64: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

conferencia había desvanecido los prejuiciosque tenía hacia los químicos modernos, a la vezque solicité su consejo acerca de nuevas lectu-ras.

––Me alegra haber ganado un discípulo ––dijoel señor Waldman, y si su aplicación va pareja asu capacidad, no dudo de que tendrá éxito. Laquímica es la parte de la filosofía natural en lacual se han hecho y se harán mayores progre-sos; precisamente por eso la escogí como dedi-cación. Pero no por ello he abandonado lasotras ramas de la ciencia. Mal químico sería elque se limitara exclusivamente a esa porcióndel conocimiento humano. Si su deseo es ser unauténtico hombre de ciencia y no un simpleexperimentadorcillo, le aconsejo encarecida-mente que se dedique a todas las ramas de lafilosofía natural, incluidas las matemáticas.

Me condujo entonces a su laboratorio y meexplicó el uso de sus diversas máquinas, indi-cándome lo que debía comprarme. Me prome-tió que, cuando hubiera progresado lo suficien-

Page 65: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

te en mis estudios como para no deteriorarlo,me permitiría utilizar su propio material. Tam-bién me dio la lista de libros que le había pedi-do y seguidamente me marché.

Así concluyó un día memorable para mí, pueshabía de decidir mi futuro destino.

Page 66: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 3

A partir de este día, la filosofía natural y enespecial la química, en el más amplio sentido dela palabra, se convirtieron en casi mi única ocu-pación. Leí con gran interés las obras que, lle-nas de sabiduría y erudición, habían escrito losinvestigadores modernos sobre esas materias.Asistí a las conferencias y cultivé la amistad delos hombres de ciencia de la universidad; inclu-so encontré en el señor Krempe una buena do-sis de sentido común y sólida cultura, no menosvaliosos por el hecho de ir parejos a unos moda-les y aspecto repulsivo. En el señor Waldmanhallé un verdadero amigo. Jamás el dogmatis-mo empañó su bondad, e impartía su enseñan-za con tal aire de franqueza y amabilidad, queexcluía toda idea de pedantería. Quizá fuese elcarácter amable de aquel hombre, más que uninterés intrínseco por esta ciencia, lo que meinclinaba hacia la rama de la filosofía natural ala cual se dedicaba. Pero este estado de ánimo

Page 67: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

sólo se dio en las primeras etapas de mi caminohacia el saber, pues cuanto más me adentrabaen la ciencia más se convertía en un fin en símisma. Esa entrega, que en un principio habíasido fruto del deber y la voluntad, se fuehaciendo tan imperiosa y exigente que con fre-cuencia los albores del día me encontraban tra-bajando aún en mi laboratorio. No es de extra-ñar, pues, que progresara con rapidez. Mi inte-rés causaba el asombro de los alumnos, y misadelantos el de los maestros. A menudo el pro-fesor Krempe me preguntaba con sonrisa mali-ciosa por Cornelius Agrippa, mientras que elseñor Waldman expresaba su más cálido elogioante mis avances. Así pasaron dos años durantelos cuales no volví a Ginebra, pues estaba en-tregado de lleno al estudio de los descubrimien-tos que esperaba hacer. Nadie salvo los que lohan experimentado, puede concebir lo fascinan-te de la ciencia. En otros terrenos, se puedeavanzar hasta donde han llegado otros antes, yno pasar de ahí; pero en la investigación cientí-

Page 68: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

fica siempre hay materia por descubrir y de lacual asombrarse. Cualquier inteligencia nor-malmente dotada que se dedique con interés auna determinada área, llega sin duda a domi-narla con cierta profundidad. También yo, queme afanaba por conseguir una meta, y a cuyofin me dedicaba por completo, progresé con talrapidez que tras dos años conseguí mejoraralgunos instrumentos químicos, lo que me valiógran, admiración y respeto en la universidad.Llegado a este punto, y, habiendo aprendidotodo lo que sobre la práctica y la teoría de lafilosofía natural podían enseñarme los profeso-res de Ingolstadt, pensé en volver con los míosa mi ciudad, dado que mi permanencia en launiversidad ya no conllevaría mayor progreso.Pero se produjo un accidente que detuvo mimarcha.

Uno de los fenómenos que más me atraían erael de la estructura del cuerpo humano y la decualquier ser vivo. A menudo me preguntabade dónde vendría el principio de la vida. Era

Page 69: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

una, pregunta osada, ya que siempre se ha con-siderado un misterio. Sin embargo, ¡cuántascosas estamos a punto de descubrir si la cobar-día y la dejadez no entorpecieran nuestra curio-sidad! Reflexionaba mucho sobre todo ello, yhabía decidido dedicarme preferentemente aaquellas ramas de la filosofía natural vincula-das a la fisiología. De no haberme visto anima-do por un entusiasmo casi sobrehumano, estaclase de estudios me hubieran resultado tedio-sos y casi intolerables. Para examinar los oríge-nes de la vida debemos primero conocer lamuerte. Me familiaricé con la anatomía, peroesto no era suficiente. Tuve también que obser-var la descomposición natural y la corrupcióndel cuerpo humano. Al educarme, mi padre sehabía esforzado para que no me atemorizaranlos horrores sobrenaturales. No recuerdo habertemblado ante relatos de supersticiones o temi-do la aparición de espíritus. La oscuridad nome afectaba la imaginación, y los cementeriosno eran para mí otra cosa que el lugar donde

Page 70: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

yacían los cuerpos desprovistos de vida, quetras poseer fuerza y belleza ahora eran pasto delos gusanos. Ahora me veía obligado a investi-gar el curso y el proceso de esta descomposi-ción y a pasar días y noches en osarios y pan-teones. Los objetos que más repugnan a la deli-cadeza de los sentimientos humanos atraíantoda mi atención. Vi cómo se marchitaba y aca-baba por perderse la belleza; cómo la corrup-ción de la muerte reemplazaba la mejilla en-cendida; cómo los prodigios del ojo y del cere-bro eran la herencia del gusano. Me detuve aexaminar v analizar todas las minucias quecomponen el origen, demostradas en la trans-formación de lo vivo en lo muerto y de lo muer-to en lo vivo. De pronto, una luz surgió de entreestas tinieblas; una luz tan brillante y asombro-sa, y a la vez tan sencilla, que, si bien me cegabacon las perspectivas que abría, me sorprendióque fuera yo, de entre todos los genios quehabían dedicado sus esfuerzos a la misma cien-

Page 71: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

cia, el destinado a descubrir tan extraordinariosecreto.

Recuerde que no narro las fantasías de uniluminado; lo que digo es tan cierto como que elsol brilla en el cielo. Quizá algún milagro hubie-ra podido producir esto, mas las etapas de miinvestigación eran claras y verosímiles. Trasnoches y días de increíble labor y fatiga, conse-guí descubrir el origen de la generación y lavida; es más, yo mismo estaba capacitado parainfundir vida en la materia inerte.

La estupefacción que en un principio experi-menté ante el descubrimiento pronto dio pasoal entusiasmo y al arrebato. El alcanzar de re-pente la cima de mis aspiraciones, tras tantotiempo de arduo trabajo, era la recompensa mássatisfactoria. Pero el descubrimiento era taninmenso y sobrecogedor, que olvidé todos lospasos que progresivamente me habían ido lle-vando a él, para ver sólo el resultado final. Loque desde la creación del mundo había sidomotivo de afanes y desvelos por parte de los

Page 72: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

sabios se hallaba ahora en mis manos. No esque se me revelara todo de golpe, como si de unjuego de magia se tratara. Los datos que habíaobtenido no eran la meta final; más bien teníanla propiedad de, bien dirigidos, poder encami-nar mis esfuerzos hacia la consecución de miobjetivo. Me sentía como el árabe que enterradojunto a los muertos encontró un pasadizo por elcual volver al mundo, sin más ayuda que unaluz mortecina y apenas suficiente.

Amigo mío, veo por su interés, y por el asom-bro y expectativa que reflejan sus ojos, que es-pera que le comunique el secreto que poseo;mas no puede ser: escuche con paciencia mihistoria hasta el final y comprenderá entoncesmi discreción al respecto. No seré yo quien,encontrándose usted en el mismo estado deentusiasmo y candidez en el que yo estaba en-tonces, le conduzca a la destrucción y a la des-gracia. Aprenda de mí, si no por mis adverten-cias, sí al menos por mi ejemplo, lo peligroso deadquirir conocimientos; aprenda cuánto más

Page 73: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

feliz es el hombre que considera su ciudad natalel centro del universo, que aquel que aspira auna mayor grandeza de la que le permite sunaturaleza.

Cuando me encontré con este asombroso po-der entre mis manos, dudé mucho tiempo encuanto a la manera de utilizarlo. A pesar de queposeía la capacidad de infundir vida, el prepa-rar un organismo para recibirla, con las comple-jidades de nervios, músculos y venas que elloentraña, seguía siendo una labor terriblementeardua y difícil. En un principio no sabía bien siintentar crear un ser semejante a mí o uno defuncionamiento más simple; pero estaba dema-siado embriagado con mi primer éxito comopara que la imaginación me permitiera dudarde mi capacidad para infundir vida a un animaltan maravilloso y complejo como el hombre.Los materiales con los que de momento contabaapenas si parecían adecuados para empresa tandifícil, pero tenía la certeza de un éxito final. Mepreparé para múltiples contratiempos; mis ten-

Page 74: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

tativas podrían frustrarse, y mi labor resultarfinalmente imperfecta. Sin embargo, me anima-ba cuando consideraba los progresos que día adía se llevan a cabo en las ciencias y la mecáni-ca; pensando que mis experimentos al menosservirían de base para futuros éxitos. Tampocopodía tomar la amplitud y complejidad de miproyecto como argumento para no intentarlosiquiera. Imbuido de estos sentimientos, co-mencé la creación de un ser humano. Dado quela pequeñez de los órganos suponía un obstácu-lo para la rapidez, decidí, en contra de mi pri-mera decisión, hacer una criatura de dimensio-nes gigantescas; es decir, de unos ocho pies deestatura y correctamente proporcionada. Trasesta decisión, pasé algunos meses recogiendo ypreparando los materiales, y empecé.

Nadie puede concebir la variedad de senti-mientos que, en el primer entusiasmo por eléxito, me espoleaban como un huracán. La viday la muerte me parecían fronteras imaginariasque yo rompería el primero, con el fin de des-

Page 75: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

parramar después un torrente de luz por nues-tro tenebroso mundo. Una nueva especie mebendeciría como a su creador, muchos seresfelices y maravillosos me deberían su existen-cia. Ningún padre podía reclamar tan comple-tamente la gratitud de sus hijos como yo mere-cería la de éstos. Prosiguiendo estas reflexiones,pensé que, si podía infundir vida a la materiainerte, quizá, con el tiempo (aunque ahora locreyera imposible), pudiese devolver la vida aaquellos cuerpos que, aparentemente, la muertehabía entregado a la corrupción.

Estos pensamientos me animaban, mientrasproseguía mi trabajo con infatigable entusias-mo. El estudio había empalidecido mi rostro, yel constante encierro me había demacrado. Aveces fracasaba al borde mismo del éxito, peroseguía aferrado a la esperanza que podía con-vertirse en realidad al día o a la hora siguiente.El secreto del cual yo era el único poseedor erala ilusión a la que había consagrado mi vida. Laluna iluminaba mis esfuerzos nocturnos mien-

Page 76: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

tras yo, con infatigable y apasionado ardor,perseguía a la naturaleza hasta sus más íntimosarcanos. ¿Quién puede concebir los horrores demi encubierta tarea, hurgando en la húmedaoscuridad de las tumbas o atormentando a al-gún animal vivo para intentar animar el barroinerte? Ahora me tiemblan los miembros consólo recordarlo; entonces me espoleaba un im-pulso irresistible y casi frenético. Parecía haberperdido el sentimiento y sentido de todo, salvode mi objetivo final. No fue más que un períodode tránsito, que incluso agudizó mi sensibilidadcuando, al dejar de operar el estímulo innatural,hube vuelto a mis antiguas costumbres. Recogíahuesos de los osarios, y violaba, con dedos sa-crílegos, los tremendos secretos de la naturalezahumana. Había instalado mi taller de inmundacreación en un cuarto solitario, o mejor dicho,en una celda, en la parte más alta de la casa,separada de las restantes habitaciones por unagalería y un tramo de escaleras. Los ojos casi seme salían de las órbitas de tanto observar los

Page 77: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

detalles de mi labor. La mayor, parte de losmateriales me los proporcionaban la sala dedisección, y el matadero. A menudo me sentíaasqueado con mi trabajo; pero, impelido poruna incitación que aumentaba constantemente,iba ultimando mi tarea.

Transcurrió el verano mientras yo seguía en-tregado a mi objetivo en cuerpo y alma. Fue unverano hermosísimo; jamás habían producidolos campos cosecha más abundante ni las cepas,mayor vendimia; pero yo estaba ciego a los en-cantos de la naturaleza. Los mismos sentimien-tos que me hicieron insensible a lo que me ro-deaba me hicieron olvidar aquellos amigos, atantas, millas de mí, a quienes no había visto enmucho tiempo. Sabía que mi silencio les inquie-taba, y recordaba claramente las palabras de mipadre: «Mientras estés contento de ti mismo, séque pensarás en nosotros con afecto, y sabre-mos de ti. Me disculparás si tomo cualquierinterrupción en tu correspondencia como señal

Page 78: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

de que también estás abandonando el resto detus obligaciones.»

Por tanto, sabía muy bien lo que mi padre de-bía sentir; pero me resultaba imposible apartarmis pensamientos de la odiosa labor que sehabía aferrado tan irresistiblemente a mi mente.Deseaba, por así decirlo, dejar a un lado todo lorelacionado con mis sentimientos de cariñohasta alcanzar el gran objetivo que había anu-lado todas mis anteriores costumbres.

Entonces pensé que mi padre no sería justo siachacaba mi negligencia a vicio o incorrecciónpor mi parte; pero ahora sé que él estaba en locierto al no creerme del todo inocente. El serhumano perfecto debe conservar siempre lacalma y la paz de espíritu y no permitir jamásque la pasión o el deseo fugaz turben su tran-quilidad. No creo que la búsqueda del saber seauna excepción. Si el estudio al que te consagrastiende a debilitar tu afecto y a destruir esos pla-ceres sencillos en los cuales no debe interveniraleación alguna, entonces ese estudio es inevi-

Page 79: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

tablemente negativo, es decir, impropio de lamente humana. Si se acatara siempre esta regla,si nadie permitiera que nada en absoluto em-pañara su felicidad doméstica, Grecia no sehabría esclavizado, César habría protegido a supaís, América se habría descubierto más pausa-damente y no se hubieran destruido los impe-rios de México y Perú.

Pero olvido que estoy divagando en el puntomás interesante de mi relato, y su mirada merecuerda que debo continuar.

Mi padre no me reprochaba nada en sus car-tas. Su manera de hacerme ver que reparaba enmi silencio era preguntándome con mayor in-sistencia por mis ocupaciones. El invierno, pri-mavera y verano pasaron mientras yo conti-nuaba mis tareas, pero tan absorto estaba queno vi romper los capullos o crecer las hojas,escenas que otrora me habían llenado de ale-gría. Aquel año las hojas se habían ya marchi-tado cuando mi trabajo empezaba a tocar su fin,y cada día traía con mayor claridad nuevas

Page 80: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

muestras de mi éxito. Pero la ansiedad reprimíami entusiasmo, y más que un artista dedicado asu entretenimiento preferido tenía el aspecto deun condenado a trabajos forzados en las minaso cualquier otra ocupación insana. Cada nochetenía accesos de fiebre y me volví muy nervio-so, lo que me incomodaba, ya que siemprehabía disfrutado de excelente salud y habíaalardeado de dominio de mí mismo. Pero penséque el ejercicio y la diversión pronto acabaríancon los síntomas, y me prometí disfrutar deambos en cuanto hubiera completado mi crea-ción.

Page 81: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 4

Una desapacible noche de noviembre con-templé el final de mis esfuerzos. Con una an-siedad rayana en la agonía, coloqué a mí alre-dedor los instrumentos que me iban a permitirinfundir un hálito de vida a la cosa inerte queyacía a mis pies. Era ya la una de la madrugada;la lluvia golpeaba las ventanas sombríamente, yla vela casi se había consumido, cuando, a lamortecina luz de la llama, vi cómo la criaturaabría sus ojos amarillentos y apagados. Respiróprofundamente y un movimiento convulsivosacudió su cuerpo.

¿Cómo expresar mi sensación ante esta catás-trofe, o describir el engendro que con tanto es-fuerzo e infinito trabajo había creado? Susmiembros estaban bien proporcionados y habíaseleccionado sus rasgos por hermosos. ¡Hermo-sos!: ¡santo cielo! Su piel amarillenta apenas siocultaba el entramado de músculos y arterias;tenía el pelo negro, largo y lustroso, los dientes

Page 82: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

blanquísimos; pero todo ello no hacía más queresaltar el horrible contraste con sus ojos acuo-sos, que parecían casi del mismo color que laspálidas órbitas en las que se hundían, el rostroarrugado, y los finos y negruzcos labios.

Las alteraciones de la vida no son ni muchomenos tantas como las de los sentimientoshumanos. Durante casi dos años había trabaja-do infatigablemente con el único propósito deinfundir vida en un cuerpo inerte. Para ello mehabía privado de descanso y de salud. Lo habíadeseado con un fervor que sobrepasaba conmucho la moderación; pero ahora que lo habíaconseguido, la hermosura del sueño se desva-necía y la repugnancia y el horror me embarga-ban. Incapaz de soportar la visión del ser quehabía creado, salí precipitadamente de la estan-cia. Ya en mi dormitorio, paseé por la habita-ción sin lograr conciliar el sueño. Finalmente, elcansancio se impuso a mi agitación, y vestidome eché sobre la cama en el intento de encon-trar algunos momentos de olvido. Mas fue en

Page 83: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

vano; pude dormir, pero tuve horribles pesadi-llas. Veía a Elizabeth, rebosante de salud, pa-seando por las calles de Ingolstadt. Con sorpre-sa y alegría la abrazaba, pero en cuanto mislabios rozaron los suyos, empalidecieron con eltinte de la muerte; sus rasgos parecieron cam-biar, y tuve la sensación de sostener entre misbrazos el cadáver de mi madre; un sudario laenvolvía, y vi cómo los gusanos reptaban entrelos dobleces de la tela. Me desperté horroriza-do; un sudor frío me bañaba la frente, me cas-tañeteaban los dientes y movimientos convulsi-vos me sacudían los miembros. A la pálida yamarillenta luz de la luna que se filtraba porentre las contraventanas, vi al engendro, almonstruo miserable que había creado. Teníalevantada la cortina de la cama, y sus ojos, si asípodían llamarse, me miraban fijamente. Entre-abrió la mandíbula y murmuró unos sonidosininteligibles, a la vez que una mueca arrugabasus mejillas. Puede que hablara, pero no lo oí.Tendía hacia mí una mano, como si intentara

Page 84: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

detenerme, pero esquivándola me precipitéescaleras abajo. Me refugié en el patio de la ca-sa, donde permanecí el resto de la noche, pa-seando arriba y abajo, profundamente agitado,escuchando con atención, temiendo cada ruidocomo si fuera a anunciarme la llegada del cadá-ver demoníaco al que tan fatalmente había da-do vida.

¡Ay!, Ningún mortal podría soportar el horrorque inspiraba aquel rostro. Ni una momia re-animada podría ser tan espantosa como aquelengendro. Lo había observado cuando aún es-taba incompleto, y ya entonces era repugnante;pero cuando sus músculos y articulaciones tu-vieron movimiento, se convirtió en algo que nisiquiera Dante hubiera podido concebir.

Pasé una noche terrible. A veces, el corazónme latía con tanta fuerza y rapidez que notabalas palpitaciones de cada arteria, otras casi mecaía al suelo de pura debilidad y cansancio.Junto a este horror, sentía la amargura de ladesilusión. Los sueños que; durante tanto tiem-

Page 85: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

po habían constituido mi sustento y descanso seme convertían ahora en un infierno; ¡y el cam-bio era tan brusco, tan total!

Por fin llegó el amanecer, gris y lluvioso, eiluminó ante mis agotados y doloridos ojos laiglesia de Ingolstadt, el blanco campanario y elreloj, que marcaba las seis. El portero abrió lasverjas del patio, que había sido mi asilo aquellanoche, y salí fuera cruzando las calles con pasorápido, como si quisiera evitar al monstruo quetemía ver aparecer al doblar cada esquina. Nome atrevía a volver a mi habitación; me sentíaempujado a seguir adelante pese a que me em-papaba la lluvia que, a raudales, enviaba uncielo oscuro e inhóspito.

Seguí caminando así largo tiempo, intentandoaliviar con el ejercicio el peso que oprimía miespíritu. Recorrí las calles, sin conciencia clarade dónde estaba o de lo que hacía. El corazónme palpitaba con la angustia del temor, perocontinuaba andando con paso inseguro, sinosar mirar hacia atrás:

Page 86: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Como alguien que, en un solitario camino,Avanza con miedo y terror,

Y habiéndose vuelto una vez, continúa,Sin volver la cabeza ya más,

Porque sabe que cerca, detrás,Tiene a un terrible enemigo.

Así llegué por fin al albergue donde solíandetenerse las diligencias y carruajes. Aquí medetuve, sin saber por qué, y permanecí un ratocontemplando cómo se acercaba un vehículodesde el final de la calle. Cuando estuvo máscerca vi que era una diligencia suiza. Paró de-lante de mí y al abrirse la puerta reconocí aHenry Clerval, que, al verme, bajó enseguida.

––Mi querido Frankenstein ––gritó—. ¡Quéalegría! ¡Qué suerte que estuvieras aquí justa-mente ahora!

Nada podría igualar mi gozo al verlo. Su pre-sencia traía recuerdos de mi padre, de Elizabethy de esas escenas hogareñas tan queridas. Le

Page 87: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

estreché la mano y al instante olvidé mi horrory mi desgracia. Repentinamente, y por primeravez en muchos meses, sentí que una serena ytranquila felicidad me embargaba. Recibí, portanto, a mi amigo de la manera más cordial, ynos encaminamos hacia la universidad. Clervalme habló durante algún rato de amigos comu-nes y de lo contento que estaba de que le hubie-ran permitido venir a Ingolstadt.

Puedes suponer lo difícil que me fue conven-cer a mi padre de que no es absolutamente im-prescindible para un negociante el no sabernada más que contabilidad. En realidad, creoque aún tiene sus dudas, pues su eterna res-puesta a mis incesantes súplicas era la mismaque la del profesor holandés de El Vicario deWakefield: «Gano diez mil florines anuales sinsaber griego, y como muy bien sin saber grie-go».

––Me hace muy feliz volver a verte, pero di-me cómo están mis padres, mis hermanos yElizabeth.

Page 88: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

––Bien, y contentos; aunque algo inquietospor la falta de noticias tuyas. Por cierto, que yomismo pienso sermonearte un poco. Pero, que-rido Frankenstein continuó, deteniéndosede pronto y mirándome fijamente––, no mehabía dado cuenta de tu mal aspecto. Parecesenfermo; ¡estás muy pálido y delgado! Como sillevaras varias noches en vela.

––Estás en lo cierto. He estado tan ocupadoúltimamente que, como ves, no he podido des-cansar lo suficiente. Pero espero sinceramenteque mis tareas hayan concluido y pueda estarya más libre.

Temblaba; era incapaz de pensar, y muchomenos de referirme a los sucesos de la nochepasada. Apresuré el paso, y pronto llegamos ala universidad. Pensé entonces, y esto me hizoestremecer, que la criatura que había dejado enmi habitación aún podía encontrarse allí viva, yen libertad. Temía ver a este monstruo, pero mehorrorizaba aún más que Henry lo descubriera.Le rogué, por tanto, que esperara unos minutos

Page 89: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

al pie de la escalera, y subí a mi cuarto corrien-do. Con la mano ya en el picaporte me detuveunos instantes para sobreponerme. Un escalo-frío me recorrió el cuerpo. Abrí la puerta de paren par, como suelen hacer los niños cuandoesperan encontrar un fantasma esperándolos;pero no ocurrió nada. Entré temerosamente: lahabitación estaba vacía. Mi dormitorio tambiénse encontraba libre de su horrendo huésped.Apenas si podía creer semejante suerte. Cuandome hube asegurado de que mi enemigo cierta-mente había huido, bajé corriendo en busca deClerval, dando saltos de alegría.

Subimos a mi cuarto, y el criado enseguidanos sirvió el desayuno; pero me costaba domi-narme. No era júbilo lo único que me embarga-ba. Sentía que un hormigueo de aguda sensibi-lidad me recorría todo el cuerpo, y el pecho melatía fuertemente. Me resultaba imposible per-manecer quieto; saltaba por encima de las sillas,daba palmas y me reía a carcajadas. En un prin-cipio Clerval atribuyó esta insólita alegría a su

Page 90: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

llegada. Pero al observarme con mayor deten-ción, percibió una inexplicable exaltación enmis ojos. Sorprendido y asustado ante mi albo-roto irrefrenado y casi cruel, me dijo:

––¡Dios Santo!, ¿Víctor, qué te sucede? No terías así. Estás enfermo. ¿Qué significa todo es-to?

––No me lo preguntes le grité, tapándo-me los ojos con las manos, pues creí ver al abo-rrecido espectro deslizándose en el cuarto—. Elte lo puede decir. ¡Sálvame! ¡Sálvame!

Me pareció que el monstruo me asía; luchéviolentamente, y caí al suelo con un ataque denervios.

¡Pobre Clerval! ¿Qué debió pensar? El reen-cuentro, que esperaba con tanto placer, se tor-naba de pronto en amargura. Pero yo no fuitestigo de su dolor; estaba inconsciente, y norecobré el conocimiento hasta mucho más tar-de.

Fue éste el principio de una fiebre nerviosaque me obligó a permanecer varios meses en

Page 91: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

cama. Durante todo ese tiempo, sólo Henry mecuidó. Supe después que, debido a la avanzadaedad de mi padre, lo impropio de un viaje tanlargo y lo mucho que mi enfermedad afectaría aElizabeth, Clerval les había ahorrado este pesarocultándoles la gravedad de mi estado. Sabíaque nadie me cuidaría con más cariño y desveloque él, y convencido de mi mejoría no dudabade que, lejos de obrar mal, realizaba para conellos la acción más bondadosa.

Pero mi enfermedad era muy grave, y sólo losconstantes e ilimitados cuidados de mi amigome devolvieron la vida. Tenía siempre ante losojos la imagen del monstruo al que había dota-do de vida, y deliraba constantemente sobre él.Sin duda, mis palabras sorprendieron a Henry.En un principio, las tomó por divagaciones demi mente trastornada; pero la insistencia conque recurría al mismo tema le convenció de quemi enfermedad se debía a algún suceso insólitoy terrible.

Page 92: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Muy poco a poco, y con numerosas recaídasque inquietaban y apenaban a mi amigo, merepuse. Recuerdo que la primera vez que conun atisbo de placer me pude fijar en los objetosa mí alrededor, observé que habían desapareci-do las hojas muertas, y tiernos brotes cubríanlos árboles que daban sombra a mi ventana. Fueuna primavera deliciosa, y la estación contribu-yó mucho a mi mejoría. Sentí renacer en mísentimientos de afecto y alegría; desapareció mipesadumbre, y pronto recuperé la animaciónque tenía antes de sucumbir a mi horrible obse-sión.

Querido Clerval ––exclamé un día—, ¡québueno eres conmigo! En vez de dedicar el in-vierno al estudio, como habías planeado, lo haspasado junto a mi lecho. ¿Cómo podré pagarteesto jamás? Siento el mayor remordimiento porlos trastornos que te he causado. Pero ¿me per-donarás, verdad?

Me consideraré bien pagado si dejas de ator-mentarte y te recuperas rápidamente, y puesto

Page 93: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

que te veo tan mejorado, ¿me permitirás unapregunta?

Temblé. ¡Una pregunta! ¿Cuál sería? ¿Se refe-riría acaso a aquello en lo que no me atrevía ni apensar?

––Tranquilízate ––dijo Clerval al observar quemi rostro cambiaba de color––, no lo menciona-ré si ha de inquietarte, pero tu padre y tu primase sentirían muy felices si recibieran una cartade tu puño y letra. Apenas saben de tu grave-dad, y tu largo silencio les desasosiega.

––¿Nada más, querido Henry? ¿Cómo pudistesuponer que mis primeros pensamientos nofueran para aquellos seres tan queridos y quetanto merecen mi amor?

––Siendo esto así, querido amigo, quizá téalegre leer esta carta que lleva aquí unos días.Creo que es de tu prima.

Page 94: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 5

Clerval me puso entonces la siguiente cartaentre las manos.

A V. FRANKENSTEIN.

Mi querido primo:No pueda describirte la inquietud que hemos sen-

tido por tu salud.No podemos evitar pensar que tu amigo Clerval

nos oculta la magnitud de tu enfermedad, pues haceya varios meses que no vemos tu propia letra. Todoeste tiempo te has visto obligado a dictarle las cartasa Henry, lo cual indica, Víctor, que debes haber es-tado muy enfermo. Esto nos entristece casi tantocomo la muerte de tu querida madre. Tan convenci-do estaba mi tío de tu gravedad, que nos costó muchodisuadirlo de su idea de viajar a Ingolstadt. Clervalnos asegura constantemente que mejoras; esperosinceramente que pronto nos demuestres lo cierto deesta afirmación mediante una carta de tu puño yletra, pues nos tienes a todos, Víctor, muy preocupa-

Page 95: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

dos. Tranquilízanos a este respecto, y seremos losseres más dichosos del mundo. Tu padre está tanbien de salud, que parece haber rejuvenecido diezaños desde el invierno pasado. Ernest ha cambiadotanto que apenas lo conocerías; va a cumplir los die-ciséis y ha perdido el aspecto enfermizo que teníahace algunos años; tiene una vitalidad desbordante.

Mi tío y yo hablamos durante largo rato anocheacerca de la profesión que Ernest debía elegir. Lascontinuas enfermedades de su niñez le han impedidocrear hábitos de estudio. Ahora que goda de buenasalud, suele pasar el día al aire libre, escalando mon-tañas o remando en el lago. Yo sugiero que se hagagranjero; ya sabes, primo, que esto ha sido un sueñoque siempre ha acariciado. La vida del granjero essana y feliz y es la profesión menos dañina, mejordicho, más beneficiosa de todas. Mi tío pensaba en laabogacía para que, con su influencia, pudiera luegohacerse juez. Pero, aparte de que no está capacitadopara ello en absoluto, creo que es más honroso culti-var la tierra para sustento de la humanidad que serel confidente e incluso el cómplice de sus vicios, quees la tarea del abogado. De que la labor de un granje-

Page 96: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ro próspero, si no más honrosa, sí al menos era másgrata que la de un juez, cuya triste suerte es la deandar siempre inmiscuido en la parte más sórdida dela naturaleza humana. Ante esto, mi tío esbozó unasonrisa, comentando que yo era la que debía ser abo-gado, lo que puso fin a la conversación.

Y ahora te contaré una pequeña historia que tegustará e incluso quizá te entretenga un rato. ¿Teacuerdas de Justine Moritz? Probablemente no, asíque te resumiré su vida en pocas palabras. Su madre,la señora Moritz se quedó viuda con cuatro hijos, delos cuales Justine era la tercera. Había sido siemprela preferida de su padre, pero, incomprensiblemente,su madre la aborrecía y, tras la muerte del señorMoritz, la maltrataba. Mi tía, tu madre, se dio cuen-ta, y cuando Justine tuvo doce años convenció a sumadre para que la dejara vivir con nosotros. Lasinstituciones republicanas de nuestro país han per-mitido costumbres más sencillas y felices que las quesuelen imperar en las grandes monarquías que locircundan. Por ende hay menos diferencias entre lasdistintas clases sociales de sus habitantes, y losmiembros de las más humildes, al no ser ni tan po-

Page 97: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

bres ni estar tan despreciados, tienen modales másrefinados y morales. Un criado en Ginebra no esigual que un criado en Francia o Inglaterra. Asípues, en nuestra familia Justine aprendió las obliga-ciones de una sirvienta, condición que en nuestroafortunado país no conlleva la ignorancia ni el sacri-ficar la dignidad del ser humano.

Después de recordarte esto supongo que adivinarásquién es la heroína de mi pequeña historia, porque túapreciabas mucho a Justine. Incluso me acuerdo queuna vez comentaste que cuando estabas de malhumor se te pasaba con que Justine te mirase, por lamisma razón que esgrime Ariosto al hablar de lahermosura de Angélica: desprendía alegría y fran-quea. Mi tía se encariñó mucho con ella, lo cual laindujo a darle una educación más esmerada de lo queen principio pensaba. Esto se vio pronto recompen-sado; la pequeña Justine era la criatura más agrade-cida del mundo. No quiero decir que lo manifestaraabiertamente, jamás la oí expresar su gratitud, perosus ojos delataban la adoración que sentía por suprotectora. Aunque era de carácter juguetón e inclu-so en ocasiones distraída, estaba pendiente del menor

Page 98: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

gesto de mi tía, que era para ella modelo de perfec-ción. Se esforzaba por imitar sus ademanes y manerade hablar, de forma que incluso ahora a menudo mela recuerda.

Cuando murió mi querida tía, todos estábamosdemasiado llenos de nuestro propio dolor para repa-rar en la pobre Justine, que a lo largo de su enferme-dad la había atendido con el más solícito afecto. Lapobre Justine estaba muy enferma, pero la aguarda-ban otras muchas pruebas.

Uno tras otro, murieron sus hermanos y herma-nas, y su madre se quedó sin más hijos que aquella ala que había desatendido desde pequeña. La mujersintió remordimiento y empezó a pensar que lamuerte de sus preferidos era el castigo que por suparcialidad le enviaba el cielo. Era católica, y creoque su confesor coincidía con ella en esa idea. Tantoes así que, a los pocos meses de partir tú hacia In-golstadt, la arrepentida madre de Justine la hizovolver a su casa. ¡Pobrecilla! ¡Cómo lloraba al aban-donar nuestra casa! Estaba muy cambiada desde lamuerte de mi tía; la pena le había dado una dulzuray seductora docilidad que contrastaban con la tre-

Page 99: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

menda vivacidad de antaño. Tampoco era la casa desu madre el lugar más adecuado para que recuperarasu alegría. La pobre mujer era muy titubeante en suarrepentimiento. A veces le suplicaba a Justine queperdonara su maldad, pero con mayor frecuencia laculpaba de la muerte de sus hermanos y hermana. Laobsesión constante acabó enfermando a la señoraMoritz, lo cual agravó su irascibilidad. Ahora yadescansa en paz. Murió a principios de este invierno,al llegar los primeros fríos. Justine está de nuevo connosotros, , y te aseguro que la amo tiernamente. Esmuy inteligente y dulce, y muy bonita. Como te dijeantes, sus gestos y expresión me recuerdan con fre-cuencia a mi querida tía.

También quiero contarte algo, querido primo, delpequeño William. Me gustaría que lo vieras. Es muyalto para su edad; tiene los ojos azules, dulces y son-rientes, las pestañas oscuras y el pelo rizado. Cuandose ríe, le aparecen dos hoyuelos en las mejillas sonro-sadas. Ya ha tenido una o dos pequeñas novias, peroLouisa Biron es su favorita, una bonita criatura decinco años.

Page 100: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Y ahora, querido Víctor, supongo que te gustaránalgunos cotilleos sobre las buenas gentes de Ginebra.La agraciada señorita Mansfield ya ha recibido va-rias visitas de felicitación por su próximo enlace conun joven inglés, John Melbourne. Su fea hermana,Manon, se casó el otoño pasado con el señor Duvi-llard, el rico banquero. A tu compañero predilecto decolegio, Louis Manoir, le han acaecido varios infor-tunios desde que Clerval salió de Ginebra. Pero ya seha recuperado, y se dice que está apunto de casarsecon madame Tavarnier, una joven francesa muyanimada. Es viuda y mucho mayor que Manoir; peroes muy admirada y agrada a todos.

Escribiéndote me he animado mucho, querido pri-mo. Pero no puedo terminar sin volver a preguntartepor tu salud. Querido Víctor, si no estás muy en-fermo, escribe tú mismo y hamos felices a tu padre ya todos los demás. Si no..., lloro sólo de pensar en laotra posibilidad. Adiós mi queridísimo primo.

ELIZABETH LAVENZA

Ginebra, 18 de marzo de 17...

Page 101: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

––Querida, queridísima Elizabeth exclamé alterminar su carta––, escribiré de inmediato paraaliviar la ansiedad que deben sentir.

Escribí, pero me fatigué mucho. Sin embargo,había comenzado mi convalecencia y mejorabacon rapidez. Al cabo de dos semanas pudeabandonar mi habitación.

Una de mis primeras obligaciones tras mi re-cuperación era presentar a Clerval a los distin-tos profesores de la universidad. Al hacerlo,pasé muy malos ratos, poco convenientes a lasheridas que había sufrido mi mente. Desdeaquella noche fatídica, final de mi labor y prin-cipio de mis desgracias, sentía un violento re-chazo por el mero nombre de filosofía natural.Incluso cuando me hube restablecido por com-pleto, la sola visión de un instrumento químicoreavivaba mis síntomas nerviosos. Henry lohabía notado, y retiró todos los aparatos. Cam-bió el aspecto de mi habitación, pues observóque sentía repugnancia por el cuarto que había

Page 102: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

sido mi laboratorio. Pero estos cuidados deClerval no sirvieron de nada cuando visité amis profesores. El señor Waldman me hirióaceradamente al alabar, con ardor y amabili-dad, los asombrosos adelantos que había hechoen las ciencias. Pronto observó que me disgus-taba el tema, pero, desconociendo la verdaderarazón, lo atribuyó a mi modestia y pasó de misprogresos a centrarse en la ciencia misma, conla intención de interesarme. ¿Qué podía yohacer? Con su afán de ayudarme, sólo meatormentaba. Era como si hubiera colocado antemí, uno a uno y con mucho cuidado, aquellosinstrumentos que posteriormente se utilizaríanpara proporcionarme una muerte lenta y cruel.Me torturaban sus palabras, mas no osaba ma-nifestar el dolor que sentía. Clerval, cuyos ojosy sensibilidad estaban siempre prontos paraintuir las sensaciones de los demás, desvió eltema, alegando como excusa su absoluta igno-rancia, y la conversación tomó un rumbo másgeneral. De corazón le agradecí esto a mi ami-

Page 103: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

go, pero no tomé parte en la charla. Vi clara-mente que estaba sorprendido, pero nunca tratóde extraerme el secreto. Aunque lo quería conuna mezcla de afecto y respeto ilimitados, nome atrevía a confesarle aquello que tan a me-nudo me volvía a la memoria, pues temía que,al revelárselo a otro, se me grabaría todavíamás.

El señor Krempe no fue tan delicado. En el es-tado de hipersensibilidad en el que estaba, susalabanzas claras y rudas me hicieron más que labenévola aprobación del señor Waldman.

¡Maldito chico! exclamó––. Le aseguro,señor Clerval, que nos ha superado a todos.Piense lo que quiera, pero así es. Este chiquillo,que hace poco creía en Cornelius Agrippa comoen los evangelios, se ha puesto a la cabeza de launiversidad. Y si no lo echamos pronto, nosdejará en ridículo a todos... ¡Vaya, vaya!––continuó al observar el sufrimiento que refleja-ba mi rostro––, el señor Frankenstein es modes-to, excelente virtud en un joven. Todos los jó-

Page 104: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

venes debieran desconfiar de sí mismos, ¿nocree, señor Clerval? A mí, de muchacho, meocurría, pero eso pronto se pasa.

El señor Krempe se lanzó entonces a un elo-gio de su persona, lo que felizmente desvió laconversación del tema que tanto me desagra-daba.

Clerval no era un científico vocacional. Teníauna imaginación demasiado viva para aguantarla minuciosidad que requieren las ciencias. Leinteresaban las lenguas, y pensaba adquirir enla universidad la base elemental que le permi-tiera continuar sus estudios por su cuenta unavez volviera a Ginebra. Tras dominar el griegoy el latín perfectamente, el persa, árabe yhebreo atrajeron su atención. A mí, personal-mente, siempre me había disgustado la inacti-vidad; y ahora que quería escapar de mis re-cuerdos y odiaba mi anterior dedicación meconfortaba el compartir con mi amigo sus estu-dios, encontrando no sólo formación sino con-suelo en los trabajos de los orientalistas. Su me-

Page 105: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

lancolía es relajante, y su alegría anima hastapuntos nunca antes experimentados al estudiarautores de otros países. En sus escritos la vidaparece hecha de cálido sol y jardines de rosas,de sonrisas y censuras de una dulce enemiga ydel fuego que consume el corazón. ¡Qué distin-to de la poesía heroica y viril de Grecia y Roma!

Así se me pasó el verano, y fijé mi regreso aGinebra para finales de otoño. Varios incidentesme detuvieron. Llegó el invierno, y con él lanieve, que hizo inaccesibles las carreteras y re-trasé mi viaje hasta la primavera. Sentí muchoesta demora, pues ardía en deseos de volver ami ciudad natal y a mis seres queridos. Mi re-traso obedecía a cierto reparo por mi parte pordejar a Clerval en un lugar desconocido para él,antes de que se hubiera relacionado con al-guien. No obstante, pasamos el invierno agra-dablemente, y cuando llegó la primavera, sibien tardía, compensó su tardanza con su es-plendor.

Page 106: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Entrado mayo, y cuando a diario esperaba lacarta que fijaría el día de mi partida, Henrypropuso una excursión a pie por los alrededo-res de Ingolstadt, con el fin de que me despidie-ra del lugar en el cual había pasado tanto tiem-po. Acepté con gusto su sugerencia. Me gustabael ejercicio, y Clerval había sido siempre micompañero preferido en este tipo de paseos,que acostumbrábamos a dar en mi ciudad natal.

La excursión duró quince días. Hacía tiempoque había recobrado el ánimo y la salud, y am-bas se vieron reforzadas por el aire sano, losincidentes normales del camino y la animaciónde mi amigo. Los estudios me habían alejado demis compañeros y me había ido convirtiendo enun ser insociable, pero Clerval supo hacer rena-cer en mí mis mejores sentimientos. De nuevome inculcó el amor por la naturaleza y por losalegres rostros de los niños. ¡Qué gran amigo!Cuán sinceramente me amaba y se esforzabapor elevar mi espíritu hasta el nivel del suyo.Un objetivo egoísta me había disminuido y em-

Page 107: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

pequeñecido hasta que su bondad y cariño re-avivaron mis sentidos. Volví a ser la mismacriatura feliz que, unos años atrás, amando atodos y querido por todos, no conocía ni el do-lor ni la preocupación. Cuando me sentía con-tento, la naturaleza tenía la virtud de propor-cionarme las más exquisitas sensaciones. Uncielo apacible y verdes prados me llenaban deemoción. Aquella primavera fue verdadera-mente hermosa; las flores de primavera brota-ban en los campos anunciando las del veranoque empezaban ya a despuntar. No me impor-tunaban los pensamientos que, a pesar de misintentos, me habían oprimido el año anteriorcon un peso invencible.

Henry disfrutaba con mi alegría y compartíamis sentimientos. Se esforzaba por distraermemientras me comunicaba sus impresiones. Enesta ocasión, sus recursos fueron verdadera-mente asombrosos; su conversación era anima-dísima y a menudo inventaba cuentos de unafantasía y pasión maravillosas, imitando los de

Page 108: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

los escritores árabes y persas. Otras veces repe-tía mis poemas favoritos, o me inducía a temaspolémicos argumentando con ingenio.

Regresamos a la universidad un domingo porla noche. Los campesinos bailaban y las gentescon las que nos cruzábamos parecían contentasy felices. Yo mismo me sentía muy animado ycaminaba con paso jovial, lleno de desenfado yjúbilo.

Page 109: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 6

De vuelta, encontré la siguiente carta de mipadre:

A V. FRANKENSTEIN.

Mi querido Víctor:Con impaciencia debes haber aguardado la carta

que fiara tu regreso a casa; tentado estuve en unprincipio de mandarte sólo unas líneas con el día enque debíamos esperarte. Pero hubiera sido un acto decruel caridad, y no me atreví a hacerlo. Cuál nohubiera sido tu sorpresa, hijo mío, cuando, esperandouna feliz y dichosa bienvenida, te encontraras por elcontrario con el llanto y el sufrimiento. ¿Cómo po-dré, hijo, explicarte nuestra desgracia? La ausenciano puede haberte hecho indiferente a nuestras penasy alegrías, y ¿cómo puedo yo infligir daño a un hijoausente? Quisiera prepararte para la dolorosa noti-cia, pero sé que es imposible. Sé que tus ojos se sal-tan las líneas buscando las palabras que te revelaránlas horribles nuevas.

Page 110: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

¡William ha muerto! Aquella dulce criatura cuyassonrisas caldeaban y llenaban de gozo mi corazón,aquella criatura tan cariñosa y a la par tan alegre,Víctor, ha sido asesinada.

No intentaré consolarte. Sólo te contaré las cir-cunstancias de la tragedia.

El jueves pasado. (7 de mayo yo, mi sobrina y tusdos hermanos fuimos a Plainpalais a dar un paseo.La tarde era cálida y apacible, y nos tardamos algomás que de costumbre. Ya anochecía cuando pensa-mos en volver. Entonces nos dimos cuenta de queWilliam y Ernest, que iban delante, habían desapa-recido. Nos sentamos en un banco a aguardar suregreso. De pronto llegó Ernest, y nos preguntó sihabíamos visto a su hermano. Dijo que habían estadojugando juntos y que William se había adelantadopara esconderse, y que lo había buscado en vano.Llevaba ya mucho tiempo esperándolo pero aún nohabía regresado.

Esto nos alarmó considerablemente, y estuvimosbuscándolo hasta que cayó la noche y entonces Eli-zabeth sugirió que quizá hubiera vuelto a casa. Allíno estaba. Volvimos al lugar con antorchas; pues yo

Page 111: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

no podía descansar pensando en que mi querido hijose había perdido y se encontraría expuesto a lahumedad y el frío de la noche. Elizabeth tambiénsufría enormemente. Alrededor de las cinco de lamadrugada hallé a mi pequeño, que la noche anteriorrebosaba actividad y salud, tendido en la hierba,pálido e inerte, con las huellas en el cuello de losdedos del asesino.

Lo llevamos a casa, y la agonía de mi rostro prontodelató el secreto a Elizabeth. Se empeñó en ver elcadáver. Intenté disuadirla pero insistió. Entró en lahabitación donde reposaba, examinó precipitadamen-te el cuello de la víctima, y retorciéndose las manosexclamó:

¡Dios mío! He matado a mi querido chiquillo.Perdió el conocimiento y nos costó mucho reani-

marla. Cuando volvió en sí, sólo lloraba y suspiraba.Me dijo que esa misma tarde William la había con-vencido para que le dejara ponerse una valiosa mi-niatura que ella tenía de tu madre. Esta joya ha des-aparecido, y, sin duda, fue lo que tentó al asesino alcrimen. No hay rastro de él hasta el momento, aun-que las investigaciones continúan sin cesar. De to-

Page 112: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

das formas, esto no le devolverá la vida a nuestroamado William.

Vuelve, querido Víctor; sólo tú podrás consolar aElizabeth. Llora sin cesar, y se acusa injustamentede su muerte. Me destroza el corazón con sus pala-bras. Estamos todos desolados, pero ¿no será esa unarazón más para que tú, hijo mío, vengas y seas nues-tro consuelo? ¡Tu pobre madre, Víctor! Ahora le doygracias a Dios de que no haya vivido para ser testigode la cruel y atroz muerte de su benjamín.

Vuelve, Víctor; no con pensamientos de venganzacontra el asesino, sino con sentimientos de paz ycariño que curen nuestras heridas en vez de ahondaren ellas. Únete a nuestro luto, hijo, pero con dulzuray cariño para quienes te quieren y no con odio paracon tus enemigos.

Tu afligido padre que te quiere,

ALPHONSE FRANKENSTEIN

Ginebra, 12 de mayo de 17...

Page 113: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Clerval, que me había estado observandomientras leía la carta, se sorprendió al ver ladesesperación en que se trocaba la alegría quehabía expresado al saber que habían llegadonoticias de mis amigos. Tiré la carta sobre lamesa y me cubrí el rostro con las manos.

––Querido Frankenstein ––dijo al verme llorarcon amargura––, ¿habrás de ser siempre desdi-chado? ¿Qué ha ocurrido, amigo mío?

Le indiqué que leyera la carta, mientras yopaseaba arriba y abajo de la habitación lleno deangustia. Las lágrimas le corrieron por las meji-llas a medida que leía y comprendía mi desgra-cia.

––No puedo ofrecerte consuelo alguno, amigomío ––dijo––, tu pérdida es irreparable. ¿Quépiensas hacer?

––Ir de inmediato a Ginebra. Acompáñame,Henry, a pedir los caballos.

Mientras caminábamos, Clerval se desvivíapor animarme, no con los tópicos usuales, sinomanifestando su más profunda amistad.

Page 114: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

––Pobre William. Aquella adorable criaturaduerme ahora junto a su madre. Sus amigos lolloramos y estamos de luto, pero él descansa enpaz. Ya no siente la presión de la mano asesina;el césped cubre su dulce cuerpo y ya no puedesufrir. Ya no se le puede compadecer. Los su-pervivientes somos los que más sufrimos, ypara nosotros el tiempo es el único consuelo.No debemos esgrimir aquellas máximas de losestoicos de que la muerte no es un mal y que elhombre debe estar por encima de la desespera-ción ante la ausencia eterna del objeto amado.Incluso Catón lloró ante el cadáver de su her-mano.

Así hablaba Clerval mientras cruzábamos lascalles. Las palabras se me quedaron grabadas, ymás tarde las recordé en mi soledad. En cuantollegaron los caballos, subí a la calesa, y me des-pedí de mi amigo.

El viaje fue triste. Al principio iba con prisa,pues estaba impaciente por consolar a los míos;pero á medida que nos acercábamos a mi ciu-

Page 115: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

dad natal aminoré la marcha. Apenas si podíasoportar el cúmulo de pensamientos que se meagolpaban en la mente. Revivía escenas familia-res de mi juventud, escenas que no había vistohacía casi seis años. ¿Qué cambios habría habi-do en ese tiempo? Se había producido de repen-te uno brusco y desolador; pero miles de pe-queños acontecimientos podían haber dadolugar, poco a poco, a otras alteraciones, no pormás tranquilas menos decisivas. Me invadió elmiedo. Temía avanzar, aguardando miles deinesperados e indefinibles males que me hacíantemblar.

Me quedé dos días en Lausana, sumido en es-te doloroso estado de ánimo. Contemplé el la-go: sus aguas estaban en calma, todo a mí alre-dedor respiraba paz y los nevados montes, «pa-lacios de la naturaleza», no habían cambiado.Poco a poco, el maravilloso y sereno espectácu-lo me restableció, y proseguí mi viaje hacia Gi-nebra.

Page 116: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

La carretera bordeaba el lago y se angostabaal acercarse a mi ciudad natal. Distinguí con lamayor claridad las oscuras laderas de los mon-tes jurásicos y la brillante cima del Mont Blanc.Lloré como un chiquillo: «¡Queridas montañas!¡Mi hermoso lago! ¿Cómo recibís al caminante?Vuestras cimas centellean, el lago y el cielo sonazules... ¿Es esto una promesa de paz o es unaburla a mi desgracia?»

Temo, amigo mío, hacerme pesado si me sigoremansando en estos preliminares, pero fuerondías de relativa felicidad y los recuerdo conplacer. ¡Mi tierra!, ¡Mi querida tierra! ¿Quién,salvo el que haya nacido aquí, puede compren-der el placer que me causó volver a ver tus ria-chuelos, tus montañas, y sobre todo tu hermosolago?

Sin embargo, a medida que me iba acercandoa casa, volvió a cernirse sobre mí el miedo y laansiedad. Cayó la noche; y cuando dejé de po-der ver las montañas, aún me sentí más apesa-dumbrado. El paisaje se me presentaba como

Page 117: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

una inmensa y sombría escena maléfica, y pre-sentí confusamente que estaba destinado a serel más desdichado de los humanos. ¡Ay de mí!,Vaticiné certeramente. Me equivoqué en unasola cosa: todas las desgracias que imaginaba ytemía no llegaban ni a la centésima parte de laangustia que el destino me tenía reservada.

Era completamente de noche cuando llegué alas afueras de Ginebra; las puertas de la ciudadya estaban cerradas, y tuve que pasar la nocheen Secheron, un pueblecito a media legua aleste de la ciudad. El cielo estaba sereno, y pues-to que no podía dormir, decidí visitar el lugardonde habían asesinado a mi pobre William.Como no podía atravesar la ciudad, me vi obli-gado a cruzar hasta Plainpalais en barca, por ellago. Durante el corto recorrido, vi los relámpa-gos que, sobre la cima del Mont Blanc, dibuja-ban las más hermosas figuras. La tormenta pa-recía avecinarse con rapidez y, al desembarcar,subí a una colina para desde allí observar mejorsu avance. Se acercaba; el cielo se cubrió de nu-

Page 118: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

bes, y pronto sentí la lluvia caer lentamente, ylas gruesas y dispersas gotas se fueron convir-tiendo en un diluvio.

Abandoné el lugar y seguí andando, aunquela oscuridad y la tormenta aumentaban porminutos y los truenos retumbaban ensordece-dores sobre mi cabeza. La cordillera de Saléve,los montes de jura y los Alpes de Saboya repe-tían su eco. Deslumbrantes relámpagos ilumi-naban el lago, dándole el aspecto de una in-mensa explanada de fuego. Luego, tras unosinstantes, todo quedaba sumido en las tinieblas,mientras la retina se reponía del resplandor.Como sucede con frecuencia en Suiza, la tor-menta había estallado en varios puntos a la vez.Lo más violento se cernía sobre el norte de laciudad, sobre esa parte del lago entre el pro-montorio de Belrive y el pueblecito de Copét.Otro núcleo iluminaba más débilmente losmontes jurásicos, y un tercero ensombrecía yrevelaba intermitentemente la Móle, un escar-pado monte al este del lago.

Page 119: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Admiraba la tormenta, tan hermosa y a untiempo terrible, mientras caminaba con pasoligero. Esta noble lucha de los cielos elevaba miespíritu. Junté las manos y exclamé: «William,mi querido hermano. Este es tu funeral, ésta tuendecha.» Apenas había pronunciado estas pa-labras cuando divisé en la oscuridad una figuraque emergía subrepticiamente de un bosqueci-llo cercano. Me quedé inmóvil, mirándola fija-mente: no había duda. Un relámpago la iluminóy me descubrió sus rasgos con claridad. La gi-gantesca estatura y su aspecto deformado, máshorrendo que nada de lo que existe en lahumanidad, me demostraron de inmediato queera el engendro, el repulsivo demonio al quehabía dotado de vida. ¿Qué hacía allí? ¿Seríaacaso me estremecía sólo de pensarlo–– el ase-sino de mi hermano? No bien me hube formu-lado la pregunta cuando llegó la respuesta conclaridad; los dientes me castañetearon, y metuve que apoyar en un árbol para no caerme. Lafigura pasó velozmente por delante de mí y se

Page 120: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

perdió en la oscuridad. Nada con la forma deun humano hubiera podido dañar a un niño. Elera el asesino, no había duda. La sola ocurren-cia de la idea era prueba irrefutable. Pensé enperseguir a aquel demonio, pero hubiera sidoen vano, pues el siguiente relámpago me lodescubrió trepando por las rocas de la abruptaladera del monte Saléve, el monte que limita aPlainpalais por el sur. Rápidamente escaló lacima y desapareció.

Permanecí inmóvil. La tormenta cesó; pero lalluvia continuaba, y todo estaba envuelto entinieblas. Repasé los sucesos que hasta el mo-mento había tratado de olvidar: todos los pasosque di hasta la creación; el fruto de mis propiasmanos, vivo, junto a mi cama; su huida. Habíantranscurrido ya casi dos años desde la noche enque le había dado vida. ¿Era éste su primercrimen? ¡Dios mío! Había lanzado al mundo unengendro depravado, que se deleitaba causan-do males y desgracias. ¿No era la muerte de mihermano prueba de ello?

Page 121: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Nadie puede concebir la angustia que sufrídurante el resto de la noche, que pasé, frío ymojado, a la intemperie. Mas no notaba la in-clemencia del tiempo. Tenía la imaginaciónasaltada por escenas de horror y desesperación.Consideraba a este ser con el que había afligidoa la humanidad, este ser dotado de voluntad ypoder para cometer horrendos crímenes, comoel que acababa de realizar, como mi propiovampiro, mi propia alma escapada de la tumba,destinada a destruir todo lo que me era queri-do. Amaneció, y me encaminé hacia la ciudad.Las puertas ya estaban abiertas y me dirigí a lacasa de mi padre. Mi primer pensamiento fuecomunicar lo que sabía acerca del asesino, yhacer que de inmediato se emprendiera su bús-queda, pero me detuve cuando reflexioné sobrelo que tendría que explicar: me había encontra-do a media noche, en la ladera de una montañainaccesible, con un ser al cual yo mismo habíacreado y dotado de vida. Recordé también lafiebre nerviosa que había contraído en el mo-

Page 122: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

mento de su creación y que daría un cierto airede delirio a una historia de por sí increíble. Biensabía que si alguien me hubiera contado algoparecido lo habría tomado por el producto desu demencia. Además, las extrañas característi-cas de la bestia harían imposible su captura,suponiendo que lograra convencer a mis fami-liares de que la iniciaran. Y ¿de qué serviríaperseguirla? ¿Quién podría atrapar a un sercapaz de escalar las laderas verticales del monteSaléve? Estas reflexiones acabaron por conven-cerme y opté por guardar silencio.

Eran alrededor de las cinco de la mañanacuando entré en casa de mi padre. Les dije a loscriados que no despertaran a mi familia, y mefui a la biblioteca a aguardar la hora en quesolían levantarse.

Salvo por una marca indeleble, habían pasadoseis años casi como un sueño. Me encontraba enel mismo lugar en el que por última vez habíaabrazado a mi padre al partir hacia Ingolstadt.¡Padre querido y venerado! Felizmente, aún

Page 123: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

vivía. Miré el cuadro de mi madre, colgado en-cima de la chimenea. Era un tema histórico pin-tado por encargo de mi padre, y representaba aCaroline Beaufort en actitud de desesperación,postrada ante el féretro de su padre. Su vestidoera rústico, y la palidez cubría sus mejillas, peroemanaba un aire de dignidad y hermosura queanulaba todo sentimiento de piedad. Debajo deeste cuadro había una miniatura de Williamque me hizo saltar las lágrimas. En' aquel mo-mento entró Ernest; me había oído llegar y ve-nía a darme la bienvenida. Expresó una mezclade tristeza y alegría al verme.

Bienvenido, querido Víctor. Ojalá hubierasregresado tres meses atrás; nos hubieras encon-trado felices y contentos. Pero ahora estamosdesolados; y me temo que sean las lágrimas yno las sonrisas las que te reciban. Nuestro pa-dre está muy apenado; este terrible suceso pa-rece hacer revivir en él el dolor que sintió a lamuerte de nuestra madre. La pobre Elizabethestá también muy afligida.

Page 124: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Mientras hablaba las lágrimas le resbalabanpor las mejillas. No me recibas así le dije––,intenta serenarte para que no me sienta comple-tamente desgraciado al entrar en la casa de mipadre tras tan larga ausencia. Dime, ¿cómo lle-va mi padre esta desgracia?, ¿y cómo está mipobre Elizabeth?

––Es la que más ayuda necesita. Se acusa dehaber causado la muerte de mi hermano, y estola atormenta horriblemente. Aunque ahora quehan descubierto al asesino...

––¿Que lo han descubierto? ¡Dios mío! ¿Cómoes posible?, ¿Quién ha podido intentar perse-guirlo? Es imposible; sería como intentar atra-par el viento, o detener un torrente con unacaña.

No entiendo lo que quieres decir pero a todosnos dolió el descubrirlo. Al principio nadie se lopodía creer, e incluso ahora, a pesar de laspruebas, Elizabeth se niega a admitirlo. Es ver-daderamente increíble que Justine Moritz, tandulce y tan encariñada como parecía con todos

Page 125: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

nosotros, haya podido, de pronto, hacer algotan horrible.

––¡Justine Moritz! Pobrecilla, ¿la acusan aella? Están equivocados, es evidente. No se locreerá nadie, ¿no, Ernest?

––Al principio no; pero hay varios detallesque nos han forzado a aceptar los hechos. Supropio comportamiento es tan desconcertante,que añade a las pruebas un peso que temo nodeja lugar a duda. Hoy la juzgan, y podrás con-vencerte tú mismo.

Me contó que la mañana en que encontraronel cadáver del pobre William, Justine se pusoenferma y se vio obligada a guardar cama. Díasmás tarde, una de las criadas revisó por casua-lidad las prendas que Justine llevaba el día delcrimen y encontró en un bolsillo la miniatura demi madre, que se suponía fue el móvil del ase-sinato. Se lo enseñó al instante a otra sirvienta,la cual, sin decirnos ni una palabra, se fue a unmagistrado. A consecuencia de la declaraciónde la criada, Justine fue detenida. Al acusársela

Page 126: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

del crimen, la pobrecilla confirmó las sospe-chas, en gran medida con su total confusión yaturdimiento.

Parecía una historia de extrañas coinciden-cias, pero no logró convencerme.

––Estáis todos equivocados ––le contesté se-riamente––. Yo sé quien es el asesino. Justine, lapobre Justine, es inocente.

En aquel instante entró mi padre. Advertícómo la tristeza había hecho mella en su sem-blante; pese a todo, trató de recibirme con ale-gría, y, tras intercambiar nuestro apenado salu-do, hubiera iniciado otro tema de conversaciónque no fuera el de nuestra desgracia, de no serporque Ernest exclamó:

––¡Dios mío, padre! Víctor dice saber quiénasesinó a William.

––Por desgracia, nosotros también ––respondió mi padre––. Hubiera preferido igno-rarlo para siempre, antes que descubrir tantamaldad e ingratitud en alguien a quien aprecia-ba tanto.

Page 127: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

––Querido padre, estáis equivocados; Justinees inocente.

––Si es así, no permita Dios que se la acuse.Hoy la juzgarán, y espero de todo corazón quela absuelvan.

Estas palabras me tranquilizaron. Estaba deltodo convencido de que Justine, es más, cual-quier otro ser humano, era inocente de estecrimen. Por tanto, no temía que se pudiera pre-sentar ninguna prueba contundente que bastarapara condenarla. Con esta confianza, me calmé,y esperé el juicio con interés, pero sin sospecharningún resultado negativo.

Elizabeth pronto se reunió con nosotros. Eltiempo había producido en ella grandes cam-bios desde que la vi por última vez. Seis añosatrás era una joven bonita y agradable, a la cualtodos querían. Ahora se había convertido enuna mujer de excepcional hermosura. La frente,amplia y despejada, indicaba gran inteligenciay franqueza. Sus ojos de color miel denotabanternura, mezclada ahora con la pena de su re-

Page 128: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ciente dolor. El pelo era de un brillante castañorojizo, la tez clara y la figura menuda y grácil.Me saludó con el mayor afecto.

Querido primo ––––dijo––, tu llegada me lle-na de esperanza. Tú quizá encuentres algúnmedio para probar la inocencia de la pobreJustine. Si a ella la condenan, quién podrá estarseguro de aquí en adelante? Confío en su ino-cencia como en la mía propia. Nuestra desgra-cia es doblemente penosa: no sólo hemos per-dido a nuestro adorado chiquillo, sino que aho-ra un destino aún peor nos arrebata a Justine.Jamás volveré a saber lo que es la alegría si lacondenan. Pero estoy segura de que no será asíy entonces, pese a la muerte de mi pequeñoWilliam, volveré a ser feliz.

––Es inocente, Elizabeth ––––le contesté––, yse probará, no temas. Deja que el convenci-miento de que será absuelta calme tu espíritu.

––¡Qué bueno eres! Todos la creen culpable yeso me entristecía mucho, porque sabía que era

Page 129: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

imposible. El ver a todos tan predispuestos encontra suya me desesperaba ––dijo llorando.

––Querida sobrina ––dijo mi padre––––, secatus lágrimas. Si como crees es inocente, confíaen la justicia de nuestros jueces, y en el interéscon que yo impediré la más ligera sombra deparcialidad.

Capítulo 7

Vivimos horas penosas hasta las once de lamañana, hora en la que había de comenzar eljuicio. Acompañé a mi padre y restantes miem-bros de la familia, que estaban citados comotestigos. Durante toda aquella odiosa farsa dejusticia, sufrí un calvario. Debía decidirse si micuriosidad e ilícitos experimentos desembo-carían en la muerte de dos seres humanos: eluno, una encantadora criatura llena de inocen-cia y alegría; la otra, más terriblemente asesina-da aún, puesto que tendría todos los agravantesde la infamia para hacerla inolvidable. Justine

Page 130: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

era una buena chica, y poseía cualidades queprometían una vida feliz. Ahora todo estaba apunto de acabar en una ignominiosa tumba pormi culpa. Mil veces hubiera preferido confe-sarme yo culpable del crimen que se le atribuíaa Justine, pero me encontraba ausente cuandose cometió, y hubieran tomado semejante decla-ración por las alucinaciones de un demente, porlo que tampoco hubiera servido para exculpar ala que sufría por mi culpa.

El aspecto de Justine al entrar era sereno. Ibade luto; y la intensidad de sus sentimientos da-ban a su rostro, siempre atractivo, una exquisitabelleza. Parecía confiar en su inocencia. Notemblaba, a pesar de que miles de personas lamiraban y vituperaban, pues toda la bondadque su belleza hubiera de otro modo desperta-do quedaba ahora ahogada, en el espíritu de losespectadores, por la idea del crimen que se su-ponía que había cometido. Estaba tranquila; sinembargo esta tranquilidad era evidentementeforzada; y puesto que su anterior aturdimiento

Page 131: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

se había esgrimido como prueba de su culpabi-lidad, intentaba ahora dar la impresión de va-lor. Al entrar recorrió con la vista la sala, ypronto descubrió el lugar donde nos encontrá-bamos sentados. Los ojos parecieron nublárseleal vernos, pero pronto se dominó, y una miradade pesaroso afecto pareció atestiguar su com-pleta inocencia.

Empezó el juicio; cuando los fiscales hubieronexpuesto su informe, se llamó a varios testigos.Había varios hechos aislado que se combinabanen su contra, y que hubieran desorientado cual-quiera que no tuviera, como yo, la seguridad desu inocencia Había pasado fuera de casa toda lanoche del crimen, y, amanecer, una mujer delmercado la había visto cerca del lugar dondemás tarde se encontraría el cadáver del niñoasesinado. La mujer le preguntó qué hacía allí,pero Justine, de forma muy extraña, le habíacontestado confusa e ininteligiblemente. Regre-só a casa hacia las ocho de la mañana; y cuandoalguien quiso sabe dónde había pasado la no-

Page 132: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

che, respondió que había estado buscando alniño y preguntó ansiosamente si se sabía algoacerca de él. Cuando le mostraron el cuerpo,tuvo un violento ataque de nervios, que la obli-gó a guardar cama durante varios días. Se mos-tró entonces la miniatura que la criada habíaencontrado en el bolsillo, y un murmullo dehorror e indignación recorrió la sala cuandoElizabeth, con voz temblorosa, la identificó co-mo la misma que había colgado del cuello deWilliam una hora antes de que se lo echara enfalta.

Llamaron a Justine para que se defendiera. Amedida que el juicio había ido avanzando, suaspecto había cambiado y expresaba ahora sor-presa, horror y tristeza. A veces luchaba contrael llanto que la embargaba, pero, cuando la re-quirieron que se declarara inocente o culpable,se sobrepuso y habló con voz audible aunqueentrecortada.

––Dios sabe bien que soy inocente; pero nopretendo que mis afirmaciones me absuelvan.

Page 133: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Baso mi inocencia en una interpretación llana ysencilla de los hechos que se me imputan. Espe-ro que la buena reputación de que siempre hegozado incline a los jueces a interpretar a mifavor lo que puede a primera vista parecer du-doso o sospechoso.

A continuación declaró que con permiso deElizabeth había pasado la tarde de la noche delcrimen en casa de una tía en Chéne, pueblecitoque dista una legua de Ginebra. A su regreso,hacia las nueve de la noche, se encontró con unhombre que le preguntó si había visto a la cria-tura que buscaban. Esto la alarmó, y estuvovarias horas intentando encontrarlo. Las puer-tas de Ginebra cerradas, se vio obligada a pasarparte de la noche en el cobertizo de una casa, nosintiéndose inclinada a despertar a los dueños,que la conocían bien. Incapaz de dormir, aban-donó pronto su refugio, y reemprendió la bús-queda de mi hermano. Si se había acercado allugar donde yacía el cuerpo, fue sin saberlo. Suaturdimiento al ser interrogada por la mujer del

Page 134: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

mercado no era de extrañar, puesto que nohabía dormido en toda la noche, y la suerte deWilliam aún estaba por saber. Respecto a laminiatura, no podía aclarar nada.

Sé bien cuánto pesa esto en mi contra ––continuó la entristecida víctima—, pero no pue-do dar explicación alguna. Tras expresar mitotal ignorancia en este punto no me queda másque hacer conjeturas acerca de cómo pudo lle-gar a mi bolsillo. Pero aquí también me encuen-tro con otra barrera, pues no tengo enemigos yno puede haber nadie tan malvado como paraquerer destruirme de forma tan deliberada.¿Fue acaso el propio asesino el que la puso allí?Pero no veo cómo hubiera podido hacerlo, yademás, ¿qué finalidad tendría robar la joyapara desprenderse de ella tan pronto?

»Confío mi suerte a la justicia de mis jueces, sibien veo poco lugar para la esperanza. Ruego sehaga declarar a algún testigo respecto de mireputación, y si su testimonio no prevalece so-

Page 135: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

bre la acusación, que me condenen, aunquefundo mi esperanza en el hecho de ser inocente.

Se llamó a varios testigos que la conocíandesde hacía muchos años, y todos hablaronbien de ella; pero el temor y la repulsión por elcrimen del cual la creían culpable les amilanó, eimpidió que la apoyaran con ardor. Elizabethpercibió que este postrer recurso, la bondad yconducta irreprochables de la acusada, tambiéniba a fallar. Muy alterada solicitó la venia deltribunal para dirigirse a él.

––Soy ––dijo–– la prima del pobre chiquilloasesinado, mejor dicho: soy su hermana, puesfui educada por sus padres y vivo con ellosdesde mucho antes de que William naciera.Quizá por ello pueda no resultar decoroso quedeclare en esta ocasión. Pero ante la posibilidadde que la cobardía de sus supuestos amigoshunda a un ser humano, me veo obligada ahablar en su favor. Conozco bien a la acusada.Hemos vivido bajo el mismo techo primerodurante cinco años y después durante dos. En

Page 136: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

todo ese tiempo, siempre se mostró la más bon-dadosa y amable de las criaturas. Cuidó con elmayor afecto y devoción a mi tía, la señoraFrankenstein, durante su última enfermedad.Luego tuvo que atender a su propia madre,también enferma durante largo tiempo, y lohizo con una abnegación que admiró a todoslos que la conocíamos. Fallecida su madre, re-gresó de nuevo a casa de mi tío, donde todos laqueremos. Sentía un especial cariño por la cria-tura ahora muerta y la trataba como una madre.Por mi parte, no tengo la más mínima duda deque, a pesar de todas las pruebas en su contra,es absolutamente inocente. No tenía motivospara hacerlo; y en cuanto a la minucia que cons-tituye la prueba principal, de haberla pedido,con gusto se la hubiera regalado, tanto es elcariño que hacia Justine siento.

¡Qué magnífica Elizabeth! Un murmullo deaprobación recorrió la sala, más dirigido a sugenerosa intervención que en favor de la pobreJustine, contra la cual se volcó la indignación

Page 137: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

del público con renovada violencia, acusándolade la mayor ingratitud. Las lágrimas le corríanpor las mejillas mientras escuchaba en silencio aElizabeth. Durante todo el juicio, yo , estuvepreso de la mayor angustia y nerviosismo. Cre-ía en su inocencia; sabía que no era culpable.¿Acaso el diabólico ser que había matado no lodudaba ni por un minuto a mi hermano, habíavendido, en su demoníaco juego, la inocencia ala muerte y a la ignominia?

El horror de la situación me resultaba inso-portable, y cuando la reacción del público y elrostro de los jueces me indicaron que mi pobrevíctima había sido condenada, me precipitéfuera de la sala lleno de pesar. El sufrimiento dela acusada no igualaba al mío. A ella la sosteníasu inocencia, pero a mí me laceraban los latiga-zos del remordimiento, que no cedía su presa.

Pasé una noche de indescriptible desespera-ción. Por la mañana fui al tribunal. Tenía la bo-ca y la garganta secas y no me atreví a hacer lapregunta fatal. Pero me conocían y el ujier adi-

Page 138: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

vinó la razón de mi visita. Se habían echado lasbolas y eran todas negras; Justine había sidocondenada.

No intentaré explicar lo que sentí. Había ex-perimentado ya antes sensaciones de horror, lascuales me he esforzado por describir, pero noexisten palabras que definan la nauseabundadesesperación de aquel momento. El funciona-rio entonces añadió que Justine ya había confe-sado su culpabilidad.

––Lo cual apenas era necesario ––añadió–– enun caso tan evidente. Pero me alegro; a ningunode nuestros jueces le gusta condenar a un cri-minal por pruebas circunstanciales, por decisi-vas que parezcan.

Cuando regresé a casa, Elizabeth me pregun-tó ansiosamente por el resultado.

Querida prima contesté––, han decididolo que ya esperábamos. Todos los jueces prefie-ren condenar a diez inocentes antes de que seescape un culpable. Pero ella ha confesado.

Page 139: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Para Elizabeth, que había creído firmementeen la inocencia de Justine, esto fue un duro gol-pe.

¡Ay! ––dijo––, ¿cómo podré volver a creer enla bondad humana? ¿Cómo habrá podidoJustine, a quien yo quería como a una hermana,sonreírnos con aquella inocencia y después trai-cionarnos así? Sus dulces ojos parecían asegurarque era incapaz de aspereza o mal humor, y sinembargo ha cometido un asesinato. Al pocotiempo, nos comunicaron que la pobre víctimahabía manifestado el deseo de ver a mi prima.Mi padre no quería que fuese, pero dejó la deci-sión al criterio de Elizabeth.

––Sí iré ––dijo Elizabeth . Aunque sea cul-pable. Acompáñame tú, Víctor. No quiero irsola.

La sola idea de esta visita me atormentaba,pero no podía negarme.

Entramos en la celda desoladora, al fondo dela cual estaba Justine, sentada sobre un montónde paja. Tenía las manos encadenadas y apoya-

Page 140: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ba la cabeza en las rodillas. Al vernos entrarselevantó, y cuando estuvimos a solas, se echóllorando a los pies de Elizabeth, que tambiéncomenzó a sollozar.

Justine ––dijo––, ¿por qué me has arrebatadomi último consuelo? Confiaba en tu inocencia y,aunque me sentía muy desgraciada, no estabatan triste como ahora.

––¿Usted también me cree tan perversa? ¿Seune a mis enemigos para condenarme?Justine se ahogaba por el llanto.

Levántate, pobre amiga mía ––dijo Elizabeth.¿Por qué. te arrodillas, si eres inocente? No soyuno de tus enemigos. Te creía inocente hastaque supe que tú misma habías confesado tuculpabilidad. Ahora me dices que eso es falso.Ten la seguridad, Justine querida, de qué nada,salvo tu propia confesión, puede quebrar miconfianza en ti.

Es cierto que confesé, pero confesé una menti-ra, para poder obtener la absolución. Y ahoraesa mentira pesa más sobre mi conciencia que

Page 141: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

cualquier otra falta. ¡Dios me perdone! Desde elmomento en que me condenaron, el confesor hainsistido y amenazado hasta que casi me haconvencido de que soy el monstruo que dicenque soy. Me amenazó con la excomunión y lasllamas del infierno si persistía en declararmeinocente. Mi querida señora, no tenía a nadieque me ayudara. Todos me consideran un serdespreciable abocado a la ignominia y perdi-ción. ¿Qué otra cosa podía hacer? En mala horaconsentí en mentir; ahora me siento más des-graciada que nunca.

El llanto la obligó a callar unos instantes.––Pensaba con horror ––continuó–– en la po-

sibilidad de que ahora usted creería que Justine,a quien su tía tenía en tanta consideración y aquien usted estimaba tanto, era capaz de come-ter un crimen que ni siquiera el demonio haosado perpetrar. ¡Mi querido William!, ¡Mi que-rido pequeño! Pronto me reuniré contigo en elcielo, donde seremos felices. Ese es mi consuelo,en mi camino hacia la muerte y la difamación.

Page 142: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

¡Justine! Perdóname si he dudado de ti uninstante. ¿Por qué confesaste? Pero no te ator-mentes, querida mía; proclamaré tu inocenciapor doquier y les obligaré a creerte. Sin embar-go, has de morir; tú, mi compañera de juegos,mi amiga, más que una hermana para mí. Nosobreviviré a tan tremenda desgracia.

––Dulce Elizabeth. Seque sus lágrimas. Debe-ría animarme con pensamientos sobre una vidamejor, y hacerme pasar por encima de las pe-queñeces de este mundo injusto y agresivo. Nosea usted, mi querida amiga, la que me induzcaa la desesperación.

––Trataré de consolarte, pero me temo que es-te mal sea demasiado punzante para que quepael consuelo, pues no hay esperanza. Que el cielote bendiga, querida Justine, con una resignacióny confianza sobrehumanas. ¡Cómo odio las far-sas e ironías de este mundo! En cuanto una cria-tura es asesinada, a otra se le priva de la vidade forma lenta y tortuosa. Y los verdugos, conmanos aún teñidas de sangre inocente, creen

Page 143: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

haber llevado a cabo una gran obra. A esto lollaman retribución. ¡Odioso nombre! Cuandooigo esa palabra, sé que se avecinan castigosmás horribles que los que tirano alguno jamáshaya podido inventar para saciar su venganza.Pero esto no es consuelo para ti, Justine, a noser que te alegres de abandonar semejante gua-rida. ¡Quisiera estar con mi tía y mi adoradoWilliam, lejos de este mundo odioso, y de losrostros de unos seres que aborrezco!

Justine sonrió con tristeza.––Esto, querida señora, no es resignación sino

desesperación. No debo aprender la lección quequiere usted inculcarme. Hábleme de otras co-sas, de algo que me traiga paz, y no mayor tris-teza.

Durante esta conversación me había retiradoa una esquina de la celda, donde pudiera es-conder la angustia que me embargaba. ¡Deses-peración! ¿Quién osaba hablar de eso? La pobrevíctima que debía al día siguiente traspasar latenebrosa frontera entre la vida y la muerte no

Page 144: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

sentía tan amarga y penetrante agonía como yo.Apreté los dientes, haciéndolos rechinar, y unsuspiro salido del alma se escapó de entre mislabios. Justine se alarmó. Al reconocerme, seacercó a mí, diciendo:

––Querido señor, qué bondadoso ha sido alvenir a verme. Espeto que usted tampoco mecrea culpable.

No pude contestar.––No, Justine ––dijo Elizabeth , cree aún

más que yo en tu inocencia. Ni siquiera al saberque habías confesado dudó de ti. ––Se lo agra-dezco de corazón. En estos últimos momentossiento la mayor gratitud hacia aquellos que mejuzgan con benevolencia. ¡Qué dulce resulta elafecto de los demás a una infeliz como yo! Mealivia la mitad de mis desgracias. Ahora queusted, mi querida señora, y su primo, creen enmi inocencia, puedo morir en paz.

Así intentaba la pobre niña consolarnos a no-sotros y mitigar su dolor. Consiguió la resigna-ción que buscaba. Pero yo, el verdadero asesi-

Page 145: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

no, sentía viva en mi seno como una carcomaque imposibilitaba toda esperanza o sosiego.Elizabeth también lloraba entristecida; pero lasuya era también la aflicción del inocente, comola nube que puede oscurecer la luna un breverato pero no logra apagar su fulgor. La angustiay la desesperación se habían apoderado de micorazón, y me abrasaba en un fuego que: nadapodía apagar.

Permanecimos con Justine varias horas, y Eli-zabeth no logró, separarse de ella sino con grandificultad.

Quiero morir contigo ––gritaba––, no puedovivir en este mundo lleno de miseria.

Justine procuró adoptar un aire de alegría,pese a que apenas podía contener las lágrimas.Abrazó a Elizabeth y, con voz ahogada por laemoción, dijo:

Adiós, mi querida señora, mi dulce Elizabeth,mi amada y única amiga. Que el cielo la bendi-ga y que sea ésta su última desgracia. Viva, seafeliz y haga felices a los demás.

Page 146: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Mientras regresábamos, Elizabeth me dijo:No sabes, querido Víctor, lo tranquila que me

encuentro ahora que confío en la inocencia deesta infeliz muchacha. No hubiera vuelto a co-nocer la paz de haberme equivocado conJustine. Los pocos momentos que la creí culpa-ble, sentí una angustia que no hubiera podidosoportar durante demasiado tiempo. Ahora mesiento aliviada. Se la castiga equivocadamente;pero me consuela pensar que la persona a quienyo creía llena de bondad no ha traicionado laconfianza que en ella puse.

¡Prima querida!, estos eran tus pensamientostan tiernos y dulces como tus propios ojos y lavoz que los expresaba. Pero yo, yo era un mise-rable, y nadie puede concebir la agonía quepadecí entonces.

Page 147: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

VOLUMEN II

Capítulo 1

Nada hay más doloroso para el alma humana,después de que los sentimientos se han vistoacelerados por una rápida sucesión de aconte-cimientos, que la calma mortal de la inactividady la certeza que nos privan tanto del miedo co-mo de la esperanza. Justine murió; descansó;pero yo seguía viviendo. La sangre circulabalibremente por mis venas, pero un peso inso-portable de remordimiento y desesperación meoprimía el corazón. No podía dormir; deambu-laba como alma atormentada, pues había come-tido inenarrables actos horrendos y malvados, ytenía el convencimiento de que no serían losúltimos. Sin embargo, mi corazón rebosabaamor y bondad. Había comenzado la vida llenode buenas intenciones y aguardaba con impa-ciencia el momento de ponerlas en práctica, yconvertirme en algo útil para mis semejantes.

Page 148: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Ahora todo quedaba aniquilado. En vez de esatranquilidad de conciencia, que me hubierapermitido rememorar el pasado con satisfaccióny concebir nuevas esperanzas, me azotaban elremordimiento y los sentimientos de culpabili-dad que me empujaban hacia un infierno deindescriptibles torturas.

Este estado de ánimo amenazaba mi salud,repuesta ya por completo del primer golpe quehabía sufrido. Rehuía ver a nadie, y toda mani-festación de júbilo o complacencia era para míun suplicio. Mi único consuelo era la soledad;una soledad profunda, oscura, semejante a la dela muerte.

Mi padre observaba con dolor el cambio quese iba produciendo en mis costumbres y carác-ter, e intentaba convencerme de la inutilidad dedejarse arrastrar por una desproporcionadatristeza.

¿Crees tú, Víctor, que yo no sufro? ––me dijo,con lágrimas en los ojos––. Nadie puede querera un niño como yo amaba a hermano. Pero aca-

Page 149: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

so no es un deber para con los superviviente elintentar no aumentar su pena con nuestro dolorexagerado. También es un deber para contigomismo, pues la tristeza desmesurada impide elrestablecimiento y la alegría; incluso impidellevar a cabo los quehaceres diarios, sin los queningún hombre es digno de ocupar un sitio enla sociedad.

Este consejo, aunque válido, era del todo in-aplicable a mi caso. Yo hubiera sido el primeroen ocultar mi dolor y consolar los míos, si elremordimiento no hubiera teñido de amarguramis otros sentimientos. Ahora sólo podía res-ponder a mi padre con una mirada de desespe-ración, y esforzarme por evitarle mi presencia.

Por esta época nos trasladamos a nuestra casade Belrive. El cambio me resultó especialmenteagradable. El habitual cierre de las puertas a lasdiez de la noche y la imposibilidad de perma-necer en el lago después de esa hora me hacíanincómoda la estancia en la misma Ginebra.Ahora estaba libre. A menudo, cuando el resto:

Page 150: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

de mi familia se había acostado, cogía la barca ypasaba largas horas en el lago. A veces izaba lavela, y dejaba que el viento me llevara; otras,remaba hasta el centro del lago y allí dejaba labarca a la deriva mientras yo me sumía en tris-tes pensamientos. Con frecuencia, cuando todoa mi alrededor estaba en paz, y yo era la únicacosa inquieta que vagaba intranquilo por esepaisaje tan precioso y sobrenatural, exceptuan-do algún murciélago, o las ranas cuyo croarrudo e intermitente oía cuando me acercaba a laorilla, con frecuencia, digo, sentía la tentaciónde tirarme al lago silencioso, y que las aguas secerraran para siempre sobre mi cabeza y missufrimientos. Pero me frenaba el recuerdo de laheroica y abnegada Elizabeth, a quien amabatiernamente, y cuya vida estaba íntimamenteunida a la mía. Pensaba también en mi padre ymi otro hermano: ¿iba yo con mi deserción aexponerlos a la maldad del diablo que habíasoltado entre ellos?

Page 151: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

En aquellos momentos lloraba amargamentey deseaba recobrar la paz de espíritu que mepermitiría consolarlos y alegrarlos. Mas ello nohabía de ser. El remordimiento anulaba cual-quier esperanza. Era el autor de males irreme-diables, y vivía bajo el constante terror de que elmonstruo que había creado cometiera otra nue-va maldad. Tenía el oscuro presentimiento deque aún no había concluido todo y de que pron-to cometería de nuevo algún crimen espantoso,que borraría con su magnitud el recuerdo de suanterior delito. Mientras viviera algún ser que-rido, siempre habría un lugar para el miedo. Larepulsión que sentía hacia este demoníaco serno se puede concebir. Cuando pensaba en élapretaba los dientes, se me encendían los ojos yno deseaba más que extinguir aquella vida quetan imprudentemente había creado. Cuandorecordaba su crimen y su maldad, el odio y de-seo de venganza que surgían en mí sobrepasa-ban los límites de la moderación. Hubiera idoen peregrinación al pico más alto de los Andes

Page 152: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

de saber que desde allí podría despeñarlo. Que-ría verlo de nuevo para maldecirlo y vengar lasmuertes de William y Justine.

Era la nuestra la morada del luto. La salud demi padre se vio seriamente afectada por elhorror de los recientes acontecimientos. Eliza-beth estaba triste y alicaída, y ya no se divertíacon sus quehaceres cotidianos. Cualquier gozole parecía un sacrilegio para con los muertos, ycreía que el llanto y el luto eterno eran el justotributo que debía pagar a la inocencia tancruelmente destruida y aniquilada. Ya no era lafeliz criatura que había paseado conmigo por laorilla del lago comentando con júbilo nuestrosfuturos proyectos. Se había vuelto seria, y amenudo hablaba de la inconstancia de la suertey de la inestabilidad de la vida.

Cuando pienso, querido primo ––decía—, enla triste muerte de Justine Moritz, no puedocontemplar el mundo y sus obras como lo hacíaantaño. Antes consideraba los relatos de mal-dad e injusticia, de los cuales oía hablar o sobre

Page 153: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

los que leía en los libros, como historias detiempos pasados o como fantasías; al menos,estaban muy alejados y pertenecían más a larazón que a la imaginación; pero ahora el dolorse cierne sobre nuestra casa, y los hombres meparecen monstruos sedientos de sangre. Sinduda soy injusta. Todos creyeron culpable a esapobre criatura, y de haber cometido el crimenque se la imputó, ciertamente hubiera sido lamás depravada de los seres humanos. ¡Asesinarpor unas cuantas joyas al hijo de su amigo yprotector, un niño al que había cuidado desdela cuna y al que parecía querer como a un hijo!Me opongo a la muerte de cualquier ser huma-no, pero hubiera estimado que semejante cria-tura no era digna de vivir entre sus semejantes.Pero era inocente. Lo sé, sé que era inocente. Tútambién piensas lo mismo, y esto confirma micerteza. ¡Ay, Víctor! Cuando la mentira se pare-ce tanto a la verdad, ¿quién puede creer en lafelicidad? Me parece estar andando por el bor-de de un precipicio, hacia el cual se dirigen mi-

Page 154: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

les de seres que intentan arrojarme al vacío.Asesinan a William y a Justine y su asesino es-capa, andando libre por el mundo. Quizá inclu-so se lo respete. Pero no me cambiaría por se-mejante engendro, aunque mi sino fuera moriren el patíbulo por los mismos crímenes.

Escuché sus palabras con terrible agonía. Yoera el causante si bien no el autor. Elizabethleyó la angustia en mi rostro y cogiéndome lamano con dulzura dijo:

Mi querido primo, tranquilízate. Dios sabe lomucho que estos sucesos me han afectado, mas,sin embargo, no sufro tanto como tú. Tienesuna expresión de desesperación, y a veces devenganza, que me hace temblar. Serénate, Víc-tor. Daría mi vida por tu paz. Sin duda nosotrospodremos ser felices. Tranquilos en nuestratierra, y lejos del mundo, ¿quién puede turbar-nos?

Las lágrimas le resbalaban a medida quehablaba, desmintiendo el consuelo que me ofre-cía, pero a la vez sonreía, intentando ahuyentar

Page 155: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

la tristeza de mi corazón. Mi padre, que tomabala infelicidad reflejada en mi rostro como unaexageración de lo que normalmente hubieransido mis sentimientos, pensó que algún tipo dedistracción me devolvería la serenidad acos-tumbrada. Esta había sido ya la razón para ve-nirnos al campo, y la que le indujo a proponerque hiciéramos una excursión al valle de Cha-monix. Yo ya había estado allí antes, pero no asíElizabeth ni Ernest. Ambos habían expresadocon frecuencia el deseo de ver el paisaje de estelugar, que les habían descrito como maravillosoy sublime. Así pues, emprendimos la excursióndesde Ginebra a mediados de agosto, casi dosmeses después de la muerte de Justine.

El tiempo era insólitamente bueno, y si mitristeza hubiera sido de índole que una circuns-tancia pasajera hubiera podido disipar, estaexcursión sin duda hubiera proporcionado elresultado que mi padre se proponía. Así y contodo, me sentía algo interesado por el paisaje,que a ratos me apaciguaba, si bien nunca anu-

Page 156: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

laba mi pesar. El primer día viajamos en uncarruaje. Por la 9 mañana habíamos visto en ladistancia las montañas hacia las cuales nos diri-gíamos. Nos dimos cuenta de que el valle queatravesábamos, formado por el río Arve cuyocurso seguíamos, se iba angostando a nuestroalrededor, y al atardecer nos encontramos yarodeados de inmensas montañas y precipicios,y pudimos oír el furioso rumor del río entre lasrocas y el estruendo de las cataratas.

Al día siguiente, continuamos nuestro viajeen mula; a medida que ascendíamos, el valleadquiría un aspecto más magnífico y asombro-so. Fortalezas en ruinas colgadas de las laderaspobladas de abetos, el impetuoso Arve y casitasque aquí y allí asomaban entre los árboles cons-tituían un paisaje de singular belleza. Pero eranlos Alpes los que hacían sublime el panoramacuyas formas y cumbres blancas y centelleantesdominaban todo, como si pertenecieran a otromundo, y fueran la morada de otra raza. Cru-zamos el puente de Pelissier, donde el barranco

Page 157: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

formado por el río se abrió ante nosotros, y em-pezamos a ascender por la montaña que lo limi-ta. Poco después entramos en el valle de Cha-monix, más imponente y sublime, pero menoshermoso y pintoresco que el de Servox, queacabábamos de atravesar. Los altos montes decumbres nevadas eran sus fronteras más cerca-nas. Desaparecieron los castillos en ruinas y losfértiles campos. –– Inmensos glaciares bordea-ban el camino; oímos el ruido atronador de unalud desprendiéndose y observamos la neblinaque dejó a su paso. El Mont Blanc se destacabadominante y magnífico entre los picos cercanos,y su imponente cima dominaba el valle. Duran-te el viaje, a veces me unía a Elizabeth, y meesforzaba por señalarle los puntos más hermo-sos del paisaje. A menudo obligaba a mi mula arezagarse para así poder entregarme a la triste-za de mis pensamientos. Otras veces espoleabaal animal para que adelantara a mis compañe-ros, y así olvidarme de ellos, del mundo y caside mí mismo. Cuando los dejaba muy atrás, me

Page 158: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

tumbaba en la hierba, vencido por el horror Y ladesesperación. Llegué a Chamonix a las ochode la noche. Mi padre y Elizabeth se hallabanmuy cansados; Ernest, que también había veni-do, estaba entonado y alegre, y su estado deánimo sólo se veía turbado por el viento sureñoque prometía traer consigo lluvia al día siguien-te.

Nos retiramos pronto, mas no para dormir; almenos yo no pude. Permanecía largas horasasomado a la ventana, contemplando los páli-dos relámpagos que jugueteaban por encimadel Mont Blanc, y escuchando el rumor del Ar-ve, que corría bajo mi ventana.

Capítulo 2

El día siguiente, contra los pronósticos denuestros guías, amaneció hermoso aunque nu-blado. Visitamos el nacimiento del Arveiron, ypaseamos a caballo por el valle hasta el atarde-cer. Este paisaje, tan sublime y magnífico, me

Page 159: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

proporcionó el mayor consuelo que en esosmomentos podía recibir. Me elevó por encimade las pequeñeces del sentimiento y aunque nome libraba de la tristeza sí me la amainaba ycalmaba. Hasta cierto punto, también me des-viaba la atención de aquellos sombríos pensa-mientos a los que me había entregado durantelos últimos meses. Por la tarde regresé, cansa-do, pero triste, y conversé con mi familia conmayor animación de lo que había sólido hacerúltimamente. Mi padre estaba contento y Eliza-beth encantada.

Querido primo me dijo––, ¿ves cuánta felici-dad contagias cuando estás alegre? ¡No recaigasde nuevo!

La mañana siguiente amaneció con una lluviatorrencial, y una espesa niebla ocultaba las ci-mas de las montañas. Me levanté temprano,pero me sentía melancólico. La lluvia me de-primía; volvió mi acostumbrado estado de áni-mo, y me sentí apesadumbrado.

Page 160: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Sabía lo que este cambio brusco apenaría a mipadre y preferí evitarlo, hasta haberme reco-brado lo suficiente como para poder disimularestos sentimientos que me dominaban. Supuseque pasarían el día en el albergue, y dado queyo estaba acostumbrado a la lluvia, la humedady el frío, decidí ir solo a la cima del Montanvert.Recordaba la impresión que el inmenso glaciaren constante movimiento me había causado laprimera vez que lo vi.

Entonces me había llenado de un éxtasis queprestaba alas al espíritu, permitiéndole despe-garse del mundo de tinieblas y remontarse has-ta la luz y la felicidad. La contemplación detodo lo que de majestuoso y sobrecogedor hayen la naturaleza siempre ha tenido la virtud deennoblecer mis sentimientos y me ha hechoolvidar las efímeras preocupaciones de la vida.Decidí ir solo, pues conocía bien el camino, y lapresencia de otro hubiera destruido la grandio-sa soledad del paraje.

Page 161: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

El ascenso es pronunciado, pero el senderozigzagueante permite escalar la enorme per-pendicularidad de la montaña. Es un paraje deterrible desolación. Múltiples lugares muestranel rastro de aludes invernales; hay árboles tron-chados esparcidos por el suelo; unos están to-talmente destrozados, otros se apoyan en rocasprotuberantes o en otros árboles. A medida quese asciende más, el sendero cruza varios hele-ros, por los cuales caen sin cesar piedras des-prendidas. Uno de entre ellos es especialmentepeligroso, pues el más mínimo ruido ––unapalabra dicha en voz alta produce una conmo-ción de aire suficiente para provocar una ava-lancha. Los pinos no son enhiestos ni frondo-sos, sino sombríos, y añaden un aire de severi-dad al panorama.

Miré el valle a mis pies. Sobre los ríos que loatraviesan se levantaba una espesa niebla, queserpenteaba en espesas columnas alrededor delas montañas de la vertiente opuesta, cuyascimas se escondían entre las nubes. Los negros

Page 162: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

nubarrones dejaban caer una lluvia torrencialque contribuía a la impresión de tristeza quedesprendía todo lo que me rodeaba. ¿Por quépresume el hombre de una sensibilidad mayora la de las bestias cuando esto sólo consigueconvertirlos en seres más necesitados? Si nues-tros instintos se limitaran al hambre, la sed y eldeseo, seríamos casi libres. Pero nos conmuevecada viento que sopla, cada palabra al azar,cada imagen que esa misma palabra nos evoca.

Descansamos; una pesadilla puede envenenarnuestro sueño.

Despertamos; un pensamiento errante nos empañael día.

Sentimos, concebimos o razonamos, reímos o llo-ramos.

Abrazamos una tristeza querida o desechamosnuestra pena;

Todo es igual; pues ya sea alegría o dolor,El sendero por el que se alejará está abierto.

Page 163: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

El ayer del hombre no será jamás igual a su maña-na.

¡Nada es duradero salvo la mutabilidad!.

Era casi mediodía cuando llegué a la cima.Permanecí un rato sentado en la roca que do-minaba aquel mar de hielo. La neblina lo en-volvía, al igual que a los montes circundantes.De pronto, una brisa disipó las nubes y descen-dí al glaciar. La superficie es muy irregular,levantándose y hundiéndose como las olas deun mar tormentoso, y está surcada por profun-das grietas. Este campo de hielo tiene casi unalegua de anchura, y tardé cerca de dos horas enatravesarlo. La montaña del otro extremo esuna roca desnuda y escarpada. Desde dondeme encontraba, Montanvert se alzaba justo en-frente, a una legua, y por encima de él se levan-taba el Mont Blanc, en su tremenda majestuosi-dad. Permanecí en un entrante de la roca admi-rando la impresionante escena. El mar, o mejordicho: el inmenso río de hielo, serpenteaba por

Page 164: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

entre sus circundantes montañas, cuyas altivascimas dominaban el grandioso abismo. Traspa-sando las nubes, las heladas y relucientes cum-bres brillaban al sol. Mi corazón, repleto hastaentonces de tristeza, se hinchó de gozo y ex-clamé:

Espíritus errantes, si en verdad existís y nodescansáis en vuestros estrechos lechos, conce-dedme esta pequeña felicidad, o llevadme convosotros como compañero vuestro, lejos de losgoces de la vida.

No bien hube pronunciado estas palabras,cuando vi en la distancia la figura de un hom-bre que avanzaba hacia mí a velocidad sobre-humana saltando sobre las grietas del hielo, porlas que yo había caminado con cautela. A me-dida que se acercaba, su estatura parecía sobre-pasar la de un hombre. Temblé, se me nubló lavista y me sentí desfallecer; pero el frío aire delas montañas pronto me reanimó. Comprobé,cuando la figura estuvo cerca odiada y aborre-cida visión—, que era el engendro que había

Page 165: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

creado. Temblé de ira y horror, y resolví aguar-darlo y trabar con él un combate mortal. Seacercó. Su rostro reflejaba una mezcla de amar-gura, desdén y maldad, y su diabólica fealdadhacían imposible el mirarlo, pero apenas me fijéen esto. La ira y el odio me habían enmudecido,y me recuperé tan sólo para lanzarle las másfuriosas expresiones de desprecio y repulsión.

Demonio ––grité––, ¿osas acercarte? ¿No te-mes que desate sobre ti mi terrible venganza?Aléjate, ¡insecto despreciable! Mas no, ¡detente!¡Quisiera pisotearte hasta convertirte en polvo,si con ello, con la abolición de tu miserable exis-tencia, pudiera devolverles la vida a aquellosque tan diabólicamente has asesinado!

Esperaba este recibimiento ––dijo el demonía-co ser—. Todos los hombres odian a los desgra-ciados. ¡Cuánto, pues, se me debe odiar a míque soy el más infeliz de los seres vivientes! Sinembargo, vos, creador mío, me detestáis y medespreciáis, a mí, vuestra criatura, a quien es-táis unido por lazos que sólo la aniquilación de

Page 166: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

uno de nosotros romperán. Os proponéis ma-tarme. ¿Cómo os atrevéis a jugar así con la vi-da? Cumplid vuestras obligaciones para con-migo, y yo cumpliré las mías para con vos y elresto de la humanidad. Si aceptáis mis condi-ciones, os dejaré a vos y a ellos; pero si rehusáis,llenaré hasta saciarlo el buche de la muerte conla sangre de tus amigos.

––¡Aborrecible monstruo!, ¡demonio infame!,los tormentos del infierno son un castigo dema-siado suave para tus crímenes. ¡Diablo inmun-do!, me reprochas haberte creado; acércate, ydéjame apagar la llama que con tanta impru-dencia encendí.

Mi cólera no tenía límites; salté sobre él, im-pulsado por todo lo que puede inducir a un sera matar a otro. Me esquivó fácilmente y dijo:

¡Serenaos! Os ruego me escuchéis antes dedar rienda suelta a vuestro odio. ¿Acaso no hesufrido bastante que buscáis aumentar mi mise-ria? Amo la vida, aunque sólo sea una sucesiónde angustias, y la defenderé. Recordad: me

Page 167: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

habéis hecho más fuerte que vos; mi estatura essuperior y mis miembros más vigorosos. Perono me dejaré arrastrar a la lucha contra vos. Soyvuestra obra, y seré dócil y sumiso para con mirey y señor, pues lo sois por ley natural. Perodebéis asumir vuestros deberes, los cuales meadeudáis. Oh Frankenstein, no seáis ecuánimecon todos los demás y os ensañéis sólo conmi-go, que soy el que más merece vuestra justicia eincluso vuestra clemencia y afecto. Recordadque soy vuestra criatura. Debía ser vuestroAdán, pero soy más bien el ángel caído a quiennegáis toda dicha. Doquiera que mire, veo feli-cidad de la cual sólo yo estoy irrevocablementeexcluido. Yo era bueno y cariñoso; el sufrimien-to me ha envilecido. Concededme la felicidad, yvolveré a ser virtuoso.

¡Aparta! No te escucharé. No puede haber en-tendimiento entre tú y yo; somos enemigos.Apártate, o midamos nuestras fuerzas en unalucha en la que sucumba uno de los dos.

Page 168: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

¿Cómo podré conmoveros?; ¿no conseguiránmis súplicas que os apiadéis de vuestra criatu-ra, que suplica vuestra compasión y bondad?Creedme, Frankenstein: yo era bueno; mi espíri-tu estaba lleno de amor y humanidad, pero es-toy solo, horriblemente solo. Vos, mi creador,me odiáis. ¿Qué puedo esperar de aquellos queno me deben nada? Me odian y me rechazan.Las desiertas cimas y desolados glaciares sonmi refugio. He vagado por ellos muchos días.Las heladas cavernas, a las cuales únicamenteyo no temo, son mi morada, la única que elhombre no me niega. Bendigo estos desoladosparajes, pues son para conmigo más amablesque los de tu especie. Si la humanidad conocie-ra mi existencia haría lo que tú, armarse contramí. ¿Acaso no es lógico que odie a quienes meaborrecen? No daré treguas a mis enemigos.Soy desgraciado, y ellos compartirán mis su-frimientos. Pero está en tu mano recompensar-me, y librarles del mal, que sólo aguarda que túlo desencadenes. Una venganza que devorará

Page 169: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

en los remolinos de su cólera no sólo a ti y a tufamilia, sino a millares de seres más. Deja quese conmueva tu compasión y no me desprecies.Escucha mi relato: y cuando lo hayas oído,maldíceme o apiádate de mí, según lo que creasque merezco. Pero escúchame. Las leyes huma-nas permiten que los culpables, por malvadosque sean, hablen en defensa propia antes de sercondenados. Escúchame, Frankenstein. Me acu-sas de asesinato; y sin embargo destruirías, conla conciencia tranquila, a tu propia criatura.¡Loada sea la eterna justicia del hombre! Perono pido que me perdones; escúchame y luego,si puedes, y si quieres, destruye la obra quecreaste con tus propias manos.

¿Por qué me traes a la memoria hechos queme hacen estremecer, y de los cuales soy autory causa? ¡Maldito sea el día, abominable diablo,en el cual viste la luz! ¡Malditas sean ––aunqueme maldigo a mí mismo–– las manos que tedieron forma! Me has hecho más desgraciadode lo que me es posible expresar. ¡No me has

Page 170: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

dejado la posibilidad de ser justo contigo! !¡Aparta!, ¡libra mis ojos de tu detestable visión!

––Así lo haré, creador mío ––dijo, tapándomelos ojos con sus odiosas manos, que aparté conviolencia––. Así os libraré de la visión que abo-rrecéis. Pero aún podéis seguir escuchándome,y otorgarme vuestra compasión. Os lo exijo, ennombre de las virtudes que una vez poseí. Es-cuchad mi historia, es larga y extraña. Pero sub-id a la choza de la montaña, pues la temperatu-ra de este lugar no es apropiada a vuestra cons-titución. El sol está ' aún muy alto; antes de quedescienda y se oculte tras aquellas cimas neva-das para alumbrar otro mundo, habrás oído mirelato y podrás decidir. De ti depende el queabandone para siempre la compañía de loshombres y lleve una existencia inofensiva o meconvierta en el azote de tus semejantes y el au-tor de tu pronta ruina.

Empezó a atravesar el hielo mientras termi-naba de hablar. Yo lo seguí. Tenía el corazónoprimido y no le contesté. Mientras caminaba,

Page 171: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

sopesé los argumentos que había utilizado ydecidí escuchar su relato. En parte me impulsa-ba a ello la curiosidad, y la compasión me ter-minó de decidir. Hasta el momento lo habíaconsiderado el asesino de mi hermano, y espe-raba ansiosamente que me confirmara o des-mintiera esta idea. Por primera vez experimentélo que eran las obligaciones del creador paracon su criatura, y comprendí que antes de la-mentarme de su maldad debía posibilitarle lafelicidad. Estos pensamientos me indujeron aacceder a su súplica. Cruzamos el hielo, portanto, y escalamos la roca del fondo. El aire erafrío, y empezaba a llover de nuevo. Entramosen la choza; el villano con aire satisfecho, yoapesadumbrado y desanimado, pero decidido aescucharlo. Me senté cerca del fuego que miodioso acompañante había encendido, y co-menzó su relato.

Page 172: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 3

Recuerdo con gran dificultad el primer perío-do de mi existencia; todos los sucesos se meaparecen confusos e indistintos. Una extrañamultitud de sensaciones se apoderaron de mí yempecé a ver, sentir, oír y oler, todo a la vez.Tardé mucho tiempo en aprender a distinguirlas características de cada sentido. Recuerdoque, poco a poco, una luminosidad cada vezmás fuerte oprimía mis nervios y tuve que ce-rrar los ojos. Me sumergí entonces en la oscuri-dad, y eso me turbó. Pero apenas había notadoesto cuando descubrí que, al abrir los ojos, laluz me volvía a iluminar. Comencé a andar, ycreo que bajé unas escaleras, pero de prontosentí un enorme cambio. Hasta el momento, mehabían rodeado cuerpos opacos y oscuros, in-sensibles a mi tacto o mi vista. Pero ahora des-cubrí que podía moverme con entera libertad,que no había obstáculos que no pudiera evitar ovencer. La luz se me hacía más y más intolera-

Page 173: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ble; el calor me incomodaba sobremanera, asíque caminé buscando un lugar sombreado. Lle-gué hasta el bosque de Ingolstadt, donde metumbé a descansar cerca de un riachuelo, hastaque el hambre y la sed me atormentaron y des-perté del sopor en que había caído. Comí algu-nas bayas que encontré en los árboles o espar-cidas por el suelo, calmé mi sed en el riachueloy me volví a dormir.

Era de noche cuando me desperté. Sentía frío,y un miedo instintivo al hallarme tan solo. An-tes de abandonar tu habitación, como tuvierafrío, me había tapado con algunas prendas queeran insuficientes para protegerme de la hume-dad de la noche. Era una pobre criatura, inde-fensa y desgraciada, que ni sabía ni entendíanada. Lleno de dolor me senté y comencé a llo-rar.

Poco después, una tenue luz iluminó el cielo,dándome una sensación de bienestar. Me levan-té, y vi emerger una brillante esfera de entre losárboles. La observé admirado. Se movía con

Page 174: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

lentitud, pero su luz alumbraba lo que habíaalrededor, y volví a salir en busca de bayas.Aún tenía frío, cuando debajo de un árbol en-contré una enorme capa, con la que me cubrí, yme senté de nuevo. No tenía ninguna idea cla-ra, todo estaba confuso. Era sensible a la luz, alhambre, a la sed y a la oscuridad; me llegabanincontables sonidos y múltiples olores. Lo únicoque distinguía con claridad era la brillante luna,en la que fijé mis ojos con agrado.

Se sucedieron varios cambios de días y no-ches, y la esfera nocturna había menguado con-siderablemente cuando empecé a distinguir missensaciones una de la otra. Paulatinamente,comencé a percibir con claridad el cristalinoarroyo que me proporcionaba agua, y los árbo-les que me protegían con su follaje. Me sentímuy contento cuando por primera vez descubríque el armonioso sonido que con frecuenciaregalaba mis oídos procedía de las gargantas delos pequeños animalillos alados que a menudome habían interceptado la luz. Empecé también

Page 175: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

a observar, con mayor precisión, las formas queme rodeaban, y a percibir los límites de la bri-llante bóveda de luz que se extendía sobre mí.A veces intentaba imitar el agradable trino delos pájaros, pero no podía. Otras quería expre-sar mis sentimientos a mi modo, pero los rudosy extraños ruidos que producía me hacían en-mudecer de susto.

La luna había desaparecido, y retornado máspequeña, y yo seguía en el bosque. Mis sensa-ciones eran ya claras, y cada día asimilaba nue-vas ideas. Mis ojos se habían acostumbrado a laluz y a distinguir bien los objetos. Diferenciabaun insecto de un tallo de hierba y, poco a poco,las distintas clases de plantas entre sí. Compro-bé que los gorriones tenían un trinar áspero,mientras que el canto del mirlo y de los zorza-les era grato y atrayente.

Un día, en que el frío arreciaba, encontré unfuego que algún vagabundo habría encendido,y experimenté una gran emoción al ver el calorque desprendía. Lleno de júbilo toqué las brasas

Page 176: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

con la mano, pero la retiré de inmediato con ungrito de dolor. ¡Qué raro, pensé, que la mismacausa produzca efectos tan contrarios! Examinéla composición de la hoguera y descubrí satisfe-cho que era leña. Recogí algunas ramas peroestaban húmedas y no prendieron. Esto meturbó y me senté de nuevo a contemplar el fue-go. La leña húmeda que había dejado cerca delcalor se secó, y empezó a arder. Esto me hizopensar. Descubrí la razón al tocar las distintasramas, y me puse de nuevo a reunir una grancantidad de ellas para ponerlas a secar y tenerreservas. Al llegar la noche, y con ella el sueño,mi miedo era que se apagara el fuego. Lo tapécuidadosamente con hojarasca y ramas secas,poniendo después leña húmeda encima. Luegoextendí la capa en el suelo y me eché a dormir.

Era ya de día cuando desperté, y mi primerpensamiento fue ver cómo iba el fuego. Lo des-tapé, y un ligero airecillo lo avivó enseguida.Esto me indujo a construir con ramas una espe-cie de abanico que me permitía encender las

Page 177: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

brasas cuando parecían a punto de extinguirse.Cuando de nuevo cayó la noche, descubrí gozo-so que el fuego, aparte de dar calor, tambiéndaba luz. Descubrí que también podía utilizarel fuego para mi alimentación, gracias a los res-tos de comida que algún viajero dejó abando-nados. Vi que éstos estaban asados y que eranmás sabrosos que las bayas que recogía. Intenté,pues, hacer lo mismo con mis alimentos y des-cubrí que, así, las bayas se estropeaban peroque las nueces y raíces tenían un sabor muchomás agradable.

Pronto empezaron a escasear los alimentos, ya menudo pasaba un día entero buscando envano algunas bellotas con las que calmar mihambre. Entonces resolví abandonar el lugardonde había habitado hasta aquel momento ybuscar otro en el cual pudiera satisfacer misnecesidades con mayor facilidad. Lo que máslamentaba de esta emigración era la pérdida delfuego, que tan casualmente había encontrado yque no sabía cómo encender. Pasé varias horas

Page 178: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

pensando en el problema, pero me vi obligadoa abandonar todo intento de reproducirlo. Asíque, envuelto en mi capa, empecé a cruzar elbosque en dirección al sol poniente. Anduvedurante tres días antes de llegar al campo abier-to. La noche anterior había caído una gran ne-vada, y los campos aparecían uniformementeblancos. El panorama era desconsolador, y notéque la húmeda sustancia fría que cubría el suelome helaba los pies.

Eran cerca de las siete de la mañana, y queríaencontrar cobijo y comida. Por fin divisé en unmontículo una pequeña cabaña que sin dudaera la morada de algún pastor. Esto era nuevopara mí. La examiné con gran curiosidad y, alobservar que la puerta se abría, entré. Sentadojunto al fuego, en el cual se preparaba el des-ayuno, se hallaba un anciano. Se volvió al oír elruido; y, viéndome, salió de la cabaña gritando,y cruzó los campos a una velocidad apenasimaginable en persona tan debilitada. Me sor-prendieron su huida y su aspecto, distinto a

Page 179: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

todo lo que hasta entonces había visto. Peroestaba encantado con la cabaña: aquí no podíaentrar ni la nieve ni la lluvia; el suelo estabaseco, y me pareció un refugio tan delicioso yexquisito como les debió parecer el Pandemo-nio a los demonios del infierno después de sussufrimientos en el lago de fuego. Avidamentedevoré los restos del desayuno del pastor: pan,queso, leche y vino, pero éste último no megustó. Luego, vencido por el cansancio, metumbé en un montón de paja y me dormí.

Era mediodía cuando me desperté; y, atraídopor el calor del sol, que hacía brillar la nieve,me decidí a reemprender mi viaje; metí lo quequedaba del desayuno en un zurrón que encon-tré, y emprendí camino campo a través durantealgunas horas, hasta que al anochecer llegué auna aldea. ¡Qué hermosa me pareció! Las caba-ñas, las casitas más limpias y las haciendas atra-jeron por turno mi atención. Las verduras en loshuertos, y la leche y queso colocados en las ven-tanas, me abrieron el apetito. Entré en una de

Page 180: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

las mejores casas; pero apenas si había puesto elpie en el umbral cuando unos niños empezarona chillar, y una mujer se desmayó. Todo el pue-blo se alborotó; unos huyeron, otros me ataca-ron hasta que, magullado por las piedras yotros objetos arrojadizos, escapé al campo. Merefugié temerosamente en un cobertizo de techobajo, vacío, que contrastaba poderosamente conlos palacios que había visto en el pueblo. Estecobertizo, sin embargo, estaba adosado a unacasa de aspecto bonito y aseado, pero tras mireciente y desafortunada experiencia no meatreví a entrar en ella. Mi refugio era de made-ra, pero de techo tan bajo, que apenas podíapermanecer sentado sin tener que agachar lacabeza. No había madera en el suelo, que era detierra, pero estaba seco; y aunque el viento sefiltraba por numerosas rendijas, encontré queera un asilo agradable para protegerme de lanieve y la lluvia.

Aquí, pues, me metí y me tumbé, contento dehaber encontrado un lugar, por pobre que fue-

Page 181: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ra, que me protegía de las inclemencias deltiempo y, sobre todo, de la barbarie del hombre.

No bien hubo amanecido, salí de mi cubil pa-ra observar la casa adyacente y ver si me eraposible seguir en mi refugio recién encontrado.Estaba adosado a la parte posterior de la casa ylo cerraban una pocilga y un estanque de aguaclara. El otro lado, por el que había entrado,quedaba abierto. Procedí a tapar con piedras yleña todos los orificios por los cuales pudieranverme, pero de tal forma que me fuera posibleapartarlas para salir. La única luz que entrabaprocedía de la pocilga, pero era suficiente paramí.

Tras haber arreglado así mi vivienda, y haber-la alfombrado con paja limpia, me oculté, puesdivisé en la distancia la figura de un hombre yrecordaba demasiado bien el tratamiento reci-bido la noche anterior como para encomendar-me a él. Afortunadamente tenía comida paraese día, pues había robado una hogaza y unataza, que me servía mejor que las manos para

Page 182: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

beber el agua cristalina que corría cerca de mirefugio. El suelo estaba algo levantado, de ma-nera que permanecía seco y, por encontrarsecerca de la chimenea de la casa, era moderada-mente caliente.

Así provisto, me dispuse a permanecer en es-ta choza hasta que ocurriera algo que modifica-ra mi decisión. Comparada con mi anterior mo-rada, el desangelado bosque donde las ramasgoteaban lluvia y el suelo estaba mojado, era enverdad un paraíso. Desayuné con fruición, y medisponía a levantar un madero para sacar aguacuando escuché pasos y vi, por una rendija, auna muchacha que, balanceando un cubo en lacabeza, pasaba por delante de mi cobertizo. Erajoven y de aspecto dulce, distinta de lo que mástarde he comprobado que son los labriegos ylos criados de las granjas. Iba vestida humilde-mente, con una tosca falda azul y una chaquetade paño. Sus cabellos rubios estaban trenzadospero no llevaba adornos. Sus facciones revela-ban resignación, pero su aspecto era triste. La

Page 183: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

perdí de vista, pero transcurridos unos quinceminutos reapareció con el mismo recipiente,que ahora estaba medio lleno de leche. Mientrasandaba, claramente incómoda por el peso, unjoven de rostro aún más deprimido se dirigió asu encuentro. Con aire melancólico intercam-biaron algunas palabras, y cogiéndole el cubose lo llevó hasta la casa. Al poco tiempo vi re-aparecer al joven con unas herramientas en lamano y cruzar el campo que había detrás de lacasa. Asimismo, la joven también estaba ocu-pada, a veces dentro de la casa y otras en elpatio.

Explorando mi refugio, descubrí que una delas ventanas de la casa había dado anteriormen-te al cobertizo, si bien ahora el hueco se encon-traba tapado por planchas de madera. Una deestas planchas tenía una diminuta rendija por lacual se podía ver una pequeña habitación, enca-lada y limpia, pero muy desprovista de mue-bles. En un rincón, cerca del fuego, estaba sen-tado un anciano, con la cabeza entre las manos

Page 184: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

en actitud abatida. La joven estaba ocupadaarreglando la estancia. De pronto, sacó algo delcajón que tenía entre las manos y se sentó cercadel anciano, el cual, tomando un instrumento,empezó a tocar y a arrancar de él sones másdulces que el cantar del mirlo o el ruiseñor. In-cluso para un desgraciado como yo, que nuncaantes había percibido nada hermoso, era unbello cuadro. El cabello plateado y el aspectobondadoso del anciano ganaron mi respeto, ylos modales dulces de la joven despertaron miamor. Tocó una tonadilla dulce y triste, queconmovió a su dulce acompañante, a quien elhombre parecía haber olvidado hasta que oyósu llanto. Pronunció entonces algunas palabrasy la muchacha, dejando su tarea, se arrodilló asus pies. El la levantó y la sonrió con tal afecto yternura, que una sensación peculiar y sobreco-gedora me recorrió el cuerpo. Era una mezclade dolor y gozo que hasta entonces no me habí-an producido ni el hambre ni el frío, ni el calor,ni ningún alimento. Incapaz de soportar por

Page 185: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

más tiempo esta emoción, me retiré de la ven-tana.

Al poco rato regresó el chico llevando un hazde leña al hombro. La joven lo recibió en lapuerta y lo ayudó con el fardo, del cual escogióalgunas ramas que echó al fuego. Luego, sefueron los dos a una esquina de la habitación, yél mostró un gran pan y un trozo de queso. Ellapareció alegrarse, y salió al jardín en busca deplantas y raíces, las metió en agua y después alfuego. Luego prosiguió su labor, y el joven sefue al jardín, donde se puso diligentemente acavar y a arrancar raíces. Al cabo de una hora,la muchacha salió a buscarlo, y juntos entraronen la casa. Entretanto, el anciano había estadopensativo; pero, al ver a sus compañeros, adop-tó un aire más alegre, y se sentaron a comer. Elalmuerzo acabó pronto. La joven volvió a ocu-parse de las tareas caseras, en tanto que el an-ciano, apoyado en el brazo del joven, paseaba alsol por delante de la casa. No puede haber nadamás bello que el contraste de aquellos dos seres.

Page 186: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

El uno era muy mayor, con el cabello plateado,y su rostro reflejaba bondad y cariño, el otro eraesbelto y muy apuesto y tenía las facciones mo-deladas con la mayor simetría. Sin embargo, sumirada y actitud denotaban una gran tristeza ydepresión. El anciano volvió a la casa y el mu-chacho se encaminó a los campos, portandoherramientas distintas de las de la mañana.

Pronto cayó la noche; pero, ante mi granasombro, vi que los habitantes de aquella casatenían un modo de prolongar la luz, por mediode bastones de cera, y me alegró que la puestade sol no pusiera fin al gozo que experimentabaobservando a mis vecinos. Durante la velada, lajoven y su compañero se dedicaron a diversasocupaciones que no comprendí; y el ancianovolvió a tomar el instrumento que producíaaquellos divinos sonidos que tanto me habíancomplacido por la mañana. En cuanto hubofinalizado, el joven comenzó no a tocar, sino aarticular una serie de sonidos monótonos queno se asemejaban ni a la armonía del instru-

Page 187: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

mento del anciano ni al canto de los pájaros.Más tarde supe que leía en voz alta, pero enaquellos momentos nada sabía de la ciencia delas letras ni de las palabras.

Tras permanecer así ocupados durante unbreve tiempo, la familia apagó las luces y seretiró, presumo que a descansar.

Page 188: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 4

Me tumbé en la paja, pero no conseguí dor-mir. Repasaba los sucesos del día. Lo que másme chocaba eran los modales cariñosos deaquellas gentes. Recordaba muy bien el trato delos salvajes aldeanos la noche anterior, y decidíque, cualquiera que fuese la actitud que adop-tara en el futuro, por el momento permaneceríaen mi cobertizo, observando e intentando des-cubrir las razones que motivaban sus actos.

Mis vecinos se levantaron al día siguiente an-tes de que amaneciera. La joven arregló la casa,y preparó la comida; el joven salió después deldesayuno.

El día transcurrió de manera igual al anterior.El muchacho trabajaba fuera de la casa y la chi-ca en diversas tareas domésticas. El anciano,que pronto me di cuenta de que era ciego, pa-saba las horas meditando o tañendo su instru-mento. Nada podría superar el cariño y respetoque los jóvenes demostraban para con su vene-

Page 189: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

rable compañero. Le prestaban todos los servi-cios con gran dulzura y él los recompensabacon su sonrisa bondadosa.

Pero no eran del todo dichosos. El joven y sucompañera con frecuencia se retiraban, y pare-cían llorar. No comprendía la causa de su tris-teza; pero me afectaba profundamente. Si serestan hermosos eran desdichados, no era de ex-trañar que yo, criatura imperfecta y solitaria,también lo fuera. Pero ¿por qué eran infelicesaquellas gentes tan bondadosas? Tenían unaagradable casa (pues así me parecía) y todas lascomodidades; tenían un fuego para calentarlosdel frío y deliciosa comida con que saciar suhambre; vestían buenos trajes, y, lo que es más,disfrutaban de su mutua compañía y conversa-ción, intercambiando a diario miradas de afectoy bondad. ¿Qué significaba su llanto? ¿Expre-saban sus lágrimas dolor? No podía, al princi-pio, responderme a estas preguntas, pero eltiempo y una sostenida observación me explica-

Page 190: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ron muchas cosas que a primera vista parecíanenigmáticas.

Pasó bastante tiempo antes de que descubrie-ra que la pobreza, que padecían en grado sumo,era uno de los motivos de intranquilidad deesta buena familia. Su sustento sólo consistía enverduras del huerto y leche de su vaca, muyescasa durante el invierno, época en la que susdueños apenas podían alimentarla. Creo que amenudo pasaban mucho hambre, en especiallos jóvenes, pues en varias ocasiones los vi pri-varse de su propia comida para dársela al an-ciano. Este gesto de bondad me conmovió mu-cho. Yo solía, durante la noche, robarles partede su comida para mi sustento, pero cuandoadvertí que esto los perjudicaba me abstuve,contentándome con bayas, nueces y raíces querecogía de un bosque cercano.

Descubrí también otro medio para ayudarlos.Había observado que el joven dedicaba granparte del día a recoger leña para el fuego; y,durante la noche, a menudo yo cogía sus

Page 191: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

herramientas, que pronto aprendí a utilizar, yles traía a casa leña suficiente para varios días.

Recuerdo la sorpresa que la joven demostró,la primera vez que hice esto, al abrir la puertapor la mañana y encontrar un montón de leñafuera. Dijo algunas palabras en voz alta, y eljoven salió y expresó a su vez su asombro. Ob-servé, con alegría, que aquel día no fue al bos-que, y lo pasó reparando la casa y cultivando eljardín.

Poco a poco hice un descubrimiento de aúnmayor importancia. Me di cuenta de que aque-llos seres tenían un modo de comunicarse susexperiencias y sentimientos por medio de soni-dos articulados. Observé que las palabras queutilizaban producían en los rostros de los oyen-tes alegría o dolor, sonrisas o tristeza. Esta síque era una ciencia sobrehumana y deseabafamiliarizarme con ella. Pero todos mis intentosa este respecto eran infructuosos. Hablaban conrapidez y las palabras que decían, al no tenerrelación aparente con los objetos tangibles, me

Page 192: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

impedían resolver el misterio de su significado.Sin embargo, a base de grandes esfuerzos, ycuando ya había pasado en mi cobertizo variaslunas, aprendí el nombre de algunos de los ob-jetos más familiares como fuego, leche, pan y leña.También aprendí los nombres de mis vecinos.La joven y su hermano tenían ambos variosnombres, pero el anciano sólo tenía uno, padre.A la muchacha la llamaban hermana o Agatha yal joven Félix, hermano o hijo. No puedo expresarla alegría que sentí cuándo comprendí las ideascorrespondientes a estos sonidos Y pude pro-nunciarlos. Distinguía otras palabras, que nientendía ni podía emplear, tales como bueno,querido, triste.

De esta manera transcurrió el invierno. Labondad y hermosura de estas personas mehicieron encariñarme mucho con ellas; cuandose encontraban tristes, yo estaba desanimado;cuando eran felices, yo participaba de su ale-gría. Veía a pocos seres humanos, aparte deellos; y si por casualidad alguno iba a la casa,

Page 193: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

sus toscos modales y brusco caminar hacíanresaltar la superioridad de mis amigos. Notéque el anciano a menudo se esforzaba por ani-mar a sus hijos, como a veces les llamaba, paraque desecharan su tristeza. Solía entonceshablar en tono alegre, con una expresión debondad en el rostro que incluso a mí me produ-cía placer. Agatha lo escuchaba con respeto, ycon frecuencia se le llenaban los ojos de lágri-mas, que intentaba disimular; pero observé que,por lo general, había más animación en su ros-tro y tono de voz tras haber escuchado a supadre. No así Félix. Siempre era el más tristedel grupo; e incluso yo, con mi inexperiencia,me daba cuenta de que parecía haber sufridomás que los otros. Pero si sus facciones refleja-ban mayor tristeza, su tono de voz era más ale-gre que el de su hermana, en especial cuando sedirigía a su padre.

Podría dar muchos ejemplos, que, aunquenimios, reflejan la disposición de aquellas bue-nas gentes. En medio de la pobreza y la necesi-

Page 194: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

dad, Félix, satisfecho, le llevó a su hermana laprimera florecilla blanca que asomó entre lanieve. Por la mañana temprano, antes de queella se levantara, limpiaba la nieve que cubría elsendero hasta el establo, sacaba agua del pozo,y le llevaba leña al otro cobertizo, donde, congran asombro, encontraba las reservas que unamano invisible iba reponiendo. Creo que du-rante el día trabajaba para un granjero vecino,porque a menudo salía y no regresaba hasta lanoche, pero no traía leña. Otras veces trabajabaen el huerto, pero, como en invierno había pocoque hacer allí, solía pasar muchos ratos leyén-doles al anciano y a Agatha.

Estas lecturas me habían extrañado mucho enun principio, pero poco a poco descubrí que alleer pronunciaba con frecuencia los mismossonidos que cuando hablaba. Supuse, por tanto,que encontraba en el papel signos de expresiónque comprendía. ¡Cómo deseaba yo aprender-los! Pero ¿cómo iba a hacerlo si ni siquiera en-tendía los sonidos que representaban? Sin em-

Page 195: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

bargo, progresé en esta materia, aunque a pesarde mis esfuerzos aún no podía seguir ningunaconversación. Comprendía claramente queaunque deseaba dirigirme a mis vecinos nodebía hacerlo hasta no dominar su lenguaje,conocimiento que me permitiría hacerles olvi-dar lo deforme de mi aspecto, de lo cual mehabía hecho consciente a través del contraste.

Admiraba las perfectas proporciones de misvecinos, su gracia, hermosura y delicada tez.¡Cómo me horroricé al verme reflejado en elestanque transparente! En un principio saltéhacia atrás aterrado, incapaz de creer que erami propia imagen la que aquel espejo me de-volvía. Cuando logré convencerme de que real-mente era el monstruo que soy, me embargó lamás profunda amargura y mortificación. ¡Ay!,desconocía entonces las fatales consecuenciasde esta deformación.

A medida que el sol empezaba a calentar más,y el día se alargaba, desapareció la nieve, y viaparecer los árboles desnudos y la oscura tierra.

Page 196: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

A partir de este momento, Félix estuvo másocupado, y los angustiosos envites del hambredesaparecieron. Como descubrí más tarde, sualimentación era tosca pero sana y suficiente.Crecieron en el huerto nuevos tipos de plantas,que cocinaban, y estas muestras de bienestaraumentaban día a día así que avanzaba la pri-mavera.

Apoyado en su hijo, el anciano solía pasearun poco al mediodía cuando no llovía, pues talera el nombre que daban al agua que despren-día el firmamento. Estas lluvias eran frecuentes,pero los fuertes vientos pronto secaban la tierra,y el tiempo se hizo mucho más agradable de loque había sido.

En el cobertizo mi ritmo de vida era unifor-me. Contemplaba los movimientos de mis veci-nos durante la mañana, y dormía cuando susquehaceres en el exterior les dispersaban. Elresto del día lo pasaba de modo similar. Cuan-do se retiraban a descansar, si había luna o lanoche era estrellada, yo salía al bosque en busca

Page 197: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

de comida para mí y leña para mis vecinos.Cuando se hacía necesario, quitaba la nieve delsendero, y realizaba las tareas que había vistohacer a Félix. Más tarde supe que estas tareas,que llevaba a cabo una mano invisible, les sor-prendían grandemente. Incluso en alguna oca-sión les oí mencionar a este respecto las pala-bras espíritu bueno y maravilloso, pero no enten-día entonces el significado de estos términos.

Mi cerebro se hacía cada día más activo, y de-seaba más que nunca descubrir los impulsos ysentimientos de estas hermosas criaturas. Sentíacuriosidad por saber el motivo de la congoja deFélix y la pena de Agatha. Pensaba, ¡infeliz demí!, que estaría en mi mano el devolverles aestas criaturas la felicidad que tanto merecían.Cuando dormía o me ausentaba, se me aparecíala imagen del padre ciego, la dulce Agatha y elbuen Félix. Los consideraba seres superiores,árbitros de mi futuro destino. Trataba de ima-ginarme, de mil maneras distintas, el día en queme presentaría ante ellos y el recibimiento que

Page 198: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

me harían. Suponía que, tras una primera re-pulsión, mi buen comportamiento y palabrasconciliadoras me ganarían su simpatía, y mástarde su afecto.

Estos pensamientos me exaltaban y espolea-ban con renovado vigor a aprender el arte de laexpresión. Tenía las cuerdas vocales endureci-das pero flexibles, y aunque mi tono de vozdistaba mucho de tener la musicalidad del su-yo, podía pronunciar con relativa facilidadaquellas palabras que comprendía. Era como elasno y el perrillo faldero; aunque bien merecíael dócil burro, cuyas intenciones eran buenas apesar de su rudeza, mejor trato que los golpes einsultos que le daban.

Las suaves lluvias y el calor de la primaveracambiaron mucho el aspecto del terreno. Loshombres, que parecían haber estado escondidosen cuevas, se dispersaron por doquier y se de-dicaban a los más diversos cultivos. Los pájarostrinaban con mayor alegría, y las hojas empeza-ron a despuntar en las ramas. ¡Gozosa, gozosa

Page 199: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

tierra!, digna morada de los dioses y que aúnayer aparecía insana, húmeda y desolada. Esteresurgimiento de la naturaleza me elevó el espí-ritu; el pasado se me borró de la memoria, elpresente era tranquilo y el futuro me daba es-peranza y promesas de alegría.

Page 200: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 5

Me aproximo ahora a la parte más conmove-dora de mi narración. Contaré los sucesos queme han convertido, de lo que era, en lo que soy.

La primavera avanzaba con rapidez. El tiem-po mejoró, y las nubes desaparecieron del cielo.Me sorprendió ver cómo lo que hacía pocohabía sido tan sólo desierto y tristeza nos rega-lara ahora las más preciosas flores y verdor.Gratificaban y refrescaban mis sentidos milesde aromas deliciosos y escenas bellas.

Fue uno de esos días, en los que mis vecinosreposaban de su trabajo ––el anciano tocaba suguitarra y los jóvenes lo escuchaban––, cuandoobservé que Félix parecía más melancólico to-davía que de costumbre y suspiraba con fre-cuencia. En un momento su padre interrumpióla música, y deduje, por sus gestos, que le pre-guntaba a su hijo la razón de su tristeza. Félixrespondió con tono alegre, y el anciano se dis-

Page 201: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ponía a reemprender su música, cuando al-guien llamó a la puerta.

Era una señora a caballo, acompañada de uncampesino que le servía de guía. La dama ves-tía un traje oscuro, y un tupido velo negro lecubría el rostro. Agatha le hizo una pregunta, ala cual la desconocida respondió pronunciandocon dulzura tan sólo el nombre de Félix. Su vozera melodiosa, pero diferente de la de mis ami-gos. Al oír su nombre, Félix se acercó apresura-damente a la dama, que al verlo se levantó elvelo, dejando ver un rostro de belleza y expre-sión angelical. Su brillante pelo negro estabacuriosamente trenzado; tenía los ojos oscuros yvivos pero amables, las facciones bien propor-cionadas, la tez hermosísima y las mejillas sua-vemente sonrosadas.

Félix parecía traspuesto de alegría al verla;todo rasgo de tristeza desapareció de su rostro,que al instante expresó un júbilo del cual ape-nas lo creía capaz; le brillaban los ojos y se leencendieron de placer las mejillas, y en aquel

Page 202: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

momento me pareció tan hermoso como la ex-tranjera. Ella a su vez experimentaba diversossentimientos; secándose las lágrimas de sushermosos ojos, le tendió la mano a Félix, que labesó embelesado mientras le llamaba, segúnpude entender, su dulce árabe. No parecíacomprenderlo, pero sonrió. La ayudó a des-montar, y, despidiendo al guía, la condujo alinterior de la casa. Tuvo lugar una conversaciónentre él y su padre. La joven extranjera se arro-dilló a los pies del anciano, y le hubiera besadola mano, si éste no se hubiera apresurado a le-vantarla y abrazarla afectuosamente.

Pronto observé que aunque la joven emitíasonidos articulados, y parecía tener un idiomapropio, los demás no la comprendían, del mis-mo modo que ella tampoco los comprendía.Hicieron muchos gestos que yo no entendí, pe-ro vi que su presencia llenaba la casa de alegría,y disipaba su tristeza del mismo modo que elsol disipa las brumas matinales. Félix se mos-traba especialmente feliz, y atendía a su árabe

Page 203: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

con radiantes sonrisas. Agatha, la dulce Agatha,cubría de besos las manos de la extranjera, y,señalando a su hermano, parecía querer indi-carle por señas lo triste que había estado antesde su llegada. Así transcurrieron algunas horas,en el curso de las cuales manifestaron una ale-gría, cuya razón yo no alcanzaba a comprender.De pronto descubrí, por la frecuente repeticiónde un sonido, que la extranjera trataba de imi-tar, que intentaba aprender su lengua. Al ins-tante se me ocurrió que yo, con el mismo fin,podía valerme de la misma enseñanza. La ex-tranjera aprendió unas veinte palabras en estaprimera lección, la mayoría de las cuales yo yaconocía.

Al caer la noche, Agatha y la muchacha árabese retiraron pronto a descansar. Cuando se se-pararon, Félix besó la mano de la extranjera ydijo:

––Buenas noches, dulce Safie.El permaneció despierto largo rato, conver-

sando con su padre. Por las numerosas veces

Page 204: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

que repetían su nombre supuse que hablabande la hermosa huésped. Me hubiera gustadoentenderlos, y presté gran atención, pero meresultó del todo imposible.

A la mañana siguiente Félix marchó a su tra-bajo; y, cuando terminaron las tareas cotidianasde Agatha, la muchacha árabe se sentó a lospies del anciano, y, cogiendo su guitarra, tocóunos aires de tan conmovedora belleza, que alpunto me hicieron derramar lágrimas de triste-za y admiración. Cantó, y su voz era moduladay rica en cadencias, como la del ruiseñor.

Cuando hubo terminado, le dio la guitarra aAgatha, que en un principio se mostró reacia atomarla. Luego tocó una sencilla tonadilla.También cantó, con dulce voz, pero muy distin-ta de la maravillosa modulación de la extranje-ra. El anciano estaba embelesado, y dijo algoque Agatha intentó explicarle a Safie. Parecíaquererle decir que con su música le producía ungran placer.

Page 205: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Los días pasaban ahora con la misma tranqui-lidad que antes, con la sola diferencia de que laalegría había sustituido a la tristeza en el rostrode mis amigos. Safie estaba siempre alegre ycontenta. Ambos progresamos en la lengua conrapidez, de modo que al cabo de dos mesesempecé a entender la mayoría de las cosas quedecían mis protectores.

Entretanto, la oscura tierra se iba cubriendode verdor, salpicado de innumerables flores dedulce aroma y maravillosa vista, como estrellasque brillaban con delicado color a la luz de laluna. El sol fue calentando más, y las noches sehicieron claras y suaves. Mis paseos nocturnosme causaban enorme placer, a pesar de que sevieron acortados por las tardías puestas de sol yel temprano amanecer. Nunca me atrevía a salirdurante el día, temeroso de recibir el mismotrato que en la primera aldea en la que estuve.

Pasaban los días prestando la máxima aten-ción, para poder dominar el idioma con la ma-yor brevedad posible. Puedo presumir de que

Page 206: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

aprendía a más velocidad que la muchachaárabe, que entendía muy poco y hablaba conacento entrecortado, mientras que yo compren-día todo y podía reproducir casi todas las pala-bras.

El libro con el cual Félix enseñaba a Safie eraLas Ruinas, o Meditación sobre la Revolución de losImperios, de Volney. No hubiera entendido laintención del libro, de no ser porque Félix, alleerlo, daba minuciosas explicaciones. Habíaelegido esta obra, dijo, porque su estilo decla-matorio imitaba el de autores orientales. A tra-vés de este libro, obtuve una panorámica de lahistoria y algunas nociones acerca de los impe-rios que existían en el mundo actual. Me diouna visión de las costumbres, gobiernos y reli-giones que tenían las distintas naciones de laTierra. Oí hablar de los indolentes asiáticos, dela magnífica genialidad y actividad intelectualde los griegos, de las guerras y virtudes de losromanos, de su degeneración posterior y de ladecadencia de ese poderoso imperio; del naci-

Page 207: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

miento de las órdenes de caballería, la cristian-dad, los reyes. Supe del descubrimiento delhemisferio americano y lloré con Safie la desdi-chada suerte de sus indígenas.

Estas maravillosas narraciones me llenabande extraños sentimientos. ¿Sería en verdad elhombre un ser tan poderoso, virtuoso, magnífi-co y a la vez tan lleno de bajeza y maldad? Unasveces se mostraba como un vástago del mal;otras, como todo lo que de noble y divino sepuede concebir. El ser un gran hombre lleno devirtudes parecía el mayor honor que pudierarecaer sobre un ser humano, mientras que el serinfame y malvado, como tantos en la historia, lamayor denigración, una condición más rastreraque la del ciego topo o inofensivo gusano. Du-rante mucho tiempo no podía comprender có-mo un hombre podía asesinar a sus semejantes,ni entendía siquiera la necesidad de leyes ogobiernos; pero cuando supe más detalles sobrecrímenes y maldades, dejé de asombrarme, ysentí asco y disgusto.

Page 208: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Ahora, cada conversación de mis vecinos medescubría nuevas maravillas. Fue escuchandolas instrucciones que Félix le daba a la jovenárabe como aprendí el extraño sistema de lasociedad humana. Supe del reparto de riquezas,de inmensas fortunas y tremendas miserias; dela existencia del rango, el linaje y la nobleza.

Las palabras me indujeron a reflexionar sobremí mismo. Aprendí que las virtudes más apre-ciadas por mis semejantes eran el rancio abo-lengo acompañado de riquezas. El hombre queposeía sólo una de estas cualidades podía serrespetado; pero si carecía de ambas se le consi-deraba, salvo raras excepciones, como a un va-gabundo, un esclavo destinado a malgastar susfuerzas en provecho de los pocos elegidos. ¿Yqué era yo? Ignoraba todo respecto de mi crea-ción y creador, pero sabía que no poseía ni di-nero ni amigos ni propiedad alguna; y, por elcontrario, estaba dotado de una figura horri-blemente deformada y repulsiva; ni siquiera minaturaleza era como la de los otros hombres.

Page 209: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Era más ágil, y podía subsistir a base de unadieta más tosca; soportaba mejor el frío y elcalor; mi estatura era muy superior a la suya.Cuando miraba a mi alrededor, ni veía ni oíahablar de nadie que se pareciese a mí. ¿Era,pues, yo verdaderamente un monstruo, unamancha sobre la Tierra, de la que todos huían ya la que todos rechazaban?

No puedo describir la angustia que estos pen-samientos me causaban. Intentaba desecharlos,pero la tristeza me aumentaba a medida que meiba instruyendo. ¡Por qué no me habría queda-do en mi bosque, donde ni conocía ni experi-mentaba otras sensaciones que las del hambre,la sed y el calor!

¡Qué extraña naturaleza la del saber! Se aferraa la mente, de la cual ha tomado posesión, co-mo el liquen a la roca. A veces deseaba deste-rrar de mí todo pensamiento, todo afecto; peroaprendí que sólo había una manera de impo-nerse al dolor y ésa era la muerte, estado queme asustaba aunque aún no lo entendía. Admi-

Page 210: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

raba la virtud y los buenos sentimientos, y megustaban los modales dulces y amables de misvecinos; pero no me era permitida la conviven-cia con ellos, salvo sirviéndome de la astucia,permaneciendo desconocido y oculto, lo cual,más que satisfacerme, aumentaba mi deseo deconvertirme en uno más entre mis semejantes.Las tiernas palabras de Agatha y las sonrisasanimadas de la gentil árabe no me estaban des-tinadas. Los apacibles consejos del anciano y laalegre conversación del buen Félix tampoco meestaban destinados. Desgraciado e infeliz en-gendro.

Otras lecciones se me grabaron con mayorprofundidad aún. Supe de la diferencia desexos, del nacer y crecer de los hijos; cómo dis-fruta el padre con las sonrisas de su pequeño, ylas alegres correrías de los hijos más mayores;cómo todos los cuidados y razón de ser de lamadre se concentran en esa preciada carga; có-mo la mente del joven se va desarrollando yenriqueciendo; supe de hermanos, de herma-

Page 211: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

nas, y los vínculos que unen a. los humanosentre sí con lazos mutuos.

Pero ¿dónde estaban mis amigos y parientes?Ningún padre había vigilado mi niñez, ningunamadre me había prodigado sus cariños y sonri-sas, y, en caso de que hubiera ocurrido, mi vidapasada se había convertido para mí en un bo-rrón, un vacío en el que no distinguía nada. Merecordaba desde siempre con la misma estaturay proporción. No había visto aún ningún serque se me pareciera o que me exigiera tener conél alguna relación. ¿Qué era entonces? La pre-gunta surgía una y otra vez sin que pudieraresponder a ella más que con lamentaciones.

Pronto explicaré hacia dónde me llevaron es-tos pensamientos. Pero por el momento conti-nuaré con mis vecinos, cuya historia me produ-jo sentimientos encontrados de indignación,alegría y asombro, pero que terminaron todosen un mayor respeto y amor hacia mis protecto-res (pues así me gustaba llamarles con un ino-cente y casi doloroso deseo de engañarme).

Page 212: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,
Page 213: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 6

Pasó algún tiempo hasta que conocí la histo-ria de mis amigos. Era de tal naturaleza, que nopodía por menos de grabárseme profundamen-te en la memoria, al revelar una serie de cir-cunstancias muy interesantes y maravillosaspara un ser ingenuo como yo era entonces.

El anciano se llamaba De Lacey. Descendía deuna buena familia de Francia, país en el quehabía vivido muchos años, rico, respetado porsus superiores y estimado por sus iguales. Edu-có a su hijo para servir a la patria, y Agathatrataba con las damas de la más alta alcurnia.Unos meses antes de mi llegada vivían en unagran ciudad llamada París, rodeados de amigosy disfrutando de todo lo que la virtud, la cultu-ra, el gusto y una considerable riqueza puedenproporcionar.

El padre de Safie había sido el causante de sudesgracia. Era un mercader turco, y llevabaviviendo muchos años en París, cuando, por

Page 214: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

alguna razón que no logré saber, cayó en des-gracia ante el gobierno. Fue aprehendido y en-carcelado el mismo día en que Safie llegaba deConstantinopla para reunirse con él. Se le juzgóy condenó a muerte. La injusticia de esta sen-tencia era flagrante. Todo París estaba indigna-do, pues consideraba que sus riquezas y su re-ligión, más que el crimen que se le imputaba,habían sido la causa de su condena.

Félix había estado presente en el juicio, y suira al escuchar la sentencia fue incontenible.Hizo al instante una promesa solemne de libe-rarlo, e inició de inmediato la búsqueda delmedio que le permitiera llevar a cabo su jura-mento. Tras muchos infructuosos intentos depenetrar en la prisión, encontró en un ala pocovigilada del edificio una ventana enrejada, queiluminaba la mazmorra del infortunado maho-metano, que, doblegado bajo el peso de las ca-denas, aguardaba lleno de desesperación elcumplimiento de la bárbara sentencia. Por lanoche, a través de la ventana, Félix comunicó al

Page 215: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

prisionero sus intenciones de ayudarlo. Sor-prendido y encantado, el turco intentó espolearel entusiasmo de su liberador con promesas degrandes riquezas. Félix rechazó la oferta condesprecio, mas cuando vio a la bella Safie, aquien permitieron visitar a su padre y que porseñas le mostraba su agradecimiento, no pudopor menos de pensar que el cautivo poseía untesoro que compensaría con creces todo esfuer-zo y peligro.

El turco pronto advirtió la impresión que Sa-fie había producido en el muchacho, y quisoasegurarse más su celo prometiéndosela enmatrimonio en cuanto fuera conducido a unlugar seguro. Félix era demasiado cortés comopara aceptar la oferta, pero sabía que aquellaprobabilidad constituía su máxima esperanza.

Durante los días siguientes, mientras se pre-paraba la huida del mercader, el entusiasmo deFélix se vio incrementado por varias cartas querecibió de la hermosa joven, que encontró elmedio de expresarse en el idioma de su amado

Page 216: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

gracias a la ayuda de un viejo criado de su pa-dre, que sabía francés. En ellas le agradecía efu-sivamente la ayuda que intentaba prestarles, ala par que lamentaba discretamente su propiasuerte.

Tengo copias de estas cartas, pues mientrasviví en el cobertizo pude hacerme con útiles deescribir; y Félix o Agatha a menudo tuvieron lascartas en sus manos. Antes de partir te las en-señaré; probarán la veracidad de mi relato. Demomento, sólo podré resumírtelas, ya que el solcomienza a declinar.

Safie contó que su madre era una árabe con-vertida, a la cual habían capturado y esclaviza-do los turcos; destacando por su hermosura,había conquistado el corazón del padre de Sa-fie, que la tomó por esposa. La muchachahablaba en términos muy elogiosos de su ma-dre, que, nacida en libertad, despreciaba la su-misión a la que se veía reducida. Instruyó a suhija en las normas de su propia religión, y laexhortó a aspirar a un nivel intelectual y una

Page 217: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

independencia de espíritu prohibidos para lasmujeres mahometanas. Esta mujer murió, perosus enseñanzas estaban muy afianzadas en lamente de Safie, que enfermaba ante la idea devolver a Asia y encerrarse en un harén, con au-torización solamente para entregarse a diver-siones infantiles, poco acordes con la disposi-ción de su espíritu, acostumbrado ahora a unamayor amplitud de pensamientos y a la prácti-ca de la virtud. La idea de desposar a un cris-tiano y vivir en un país donde las mujeres po-dían ocupar un lugar en la sociedad la llenabade alegría.

Se fijó el día para la ejecución del turco, pero,la noche antes, se escapó de la prisión, y por lamañana se hallaba a muchas leguas de París.Félix se había procurado salvoconductos anombre suyo, de su padre y hermana. Ante-riormente le había comunicado su plan a supadre, que colaboró en la fuga abandonando sucasa, bajo excusa de un viaje, pero ocultándosecon su hija en una apartada zona de París.

Page 218: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Félix condujo a los fugitivos a través de Fran-cia hasta Lyon, y luego por el Monte Cenis has-ta Livorno, donde el mercader había decididoaguardar una oportunidad favorable para pasara alguna parte del territorio turco.

Safie decidió quedarse con su padre hasta elmomento de la partida, y éste renovó su pro-mesa de otorgar la mano de su hija a su salva-dor. Félix permaneció con ellos a la espera delacontecimiento. Mientras tanto, disfrutaba de lacompañía de la joven árabe, que le mostraba elmás sincero y dulce afecto. Conversaban pormedio de un intérprete, aunque a veces les bas-taba el intercambio de miradas, o Safie le canta-ba las maravillosas melodías de su país.

El turco permitía que esta intimidad crecieray alentaba las esperanzas de los jóvenes enamo-rados. Mas había concebido para su hija otrosplanes. Odiaba la idea de verla unida a un cris-tiano, pero temía la reacción de Félix, caso dedemostrar sus verdaderos sentimientos, puessabía que todavía estaba en manos de su libera-

Page 219: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

dor y que éste aún podía entregarlo a las auto-ridades italianas. Maquinó mil planes que lepermitieran prolongar el engaño mientras fuerapreciso, y en secreto llevarse a su hija con élcuando se fuera. Estos proyectos se vieron muypronto favorecidos por las noticias que llegaronde París.

La huida del turco había provocado gran in-dignación en el gobierno francés, que estabadispuesto a no ahorrar esfuerzos para detectary aprisionar al liberador. Pronto se descubrió elplan de Félix, y De Lacey y Agatha fueron en-carcelados. La noticia despertó a Félix de suidílico sueño. Su anciano padre ciego y su dulcehermana estaban prisioneros en una repugnan-te celda mientras él disfrutaba de la libertad y lacompañía de la mujer a quien amaba. Esta idealo atormentaba. Acordó con el turco que si, an-tes de que Félix pudiera regresar a Italia, encon-traba la oportunidad de partir, Safie lo espera-ría en un convento de Livorno. Despidiéndosede la bella árabe, se dirigió a París con la mayor

Page 220: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

rapidez y se entregó a las autoridades esperan-do conseguir así la libertad de De Lacey yAgatha.

No fue así. Hubieron de permanecer cincomeses en la cárcel antes de que tuviera lugar eljuicio que les arrebataría toda su fortuna y lescondenaría al destierro.

Hallaron un triste refugio en Alemania, en lacasa donde yo los encontré. Félix pronto se en-teró de que el innoble turco, a causa del cual ély su familia habían sufrido tan tremenda des-gracia, había traicionado los buenos sentimien-tos y el honor al descubrir la miseria en la quese hallaba sumido su liberador y, con su hija,había abandonado Italia. A Félix, insultante-mente, le envió una ridícula cantidad de dineropara ayudarlo, según dijo, a conseguir algúnmedio de subsistencia.

Estos eran los tristes sucesos que azotaban elcorazón de Félix cuando lo conocí y que hacíande él el más desdichado de su familia. Hubierapodido sobrellevar la pobreza, e incluso vana-

Page 221: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

gloriarse de ella, de ver que esta desgracia for-talecía su espíritu; pero la ingratitud del turco yla pérdida de su amada Safie eran golpes másduros e irreparables. Ahora, la llegada de lajoven árabe le infundía nuevo valor.

Cuando se supo en Livorno que a Félix se lehabía desposeído de sus bienes y su rango, elturco ordenó a su hija que se olvidara de supretendiente y que se dispusiera a volver con éla su país. La naturaleza bondadosa de Safie serebeló contra esta orden, e intentó razonar consu padre, el cual, negándose a escucharla, reite-ró su tiránica orden.

Pocos días más tarde, el turco entró en lahabitación de su hija y, atropelladamente, lecomunicó que tenía razones para creer que supresencia en Livorno había sido descubierta yque estaba a punto de ser entregado a las auto-ridades francesas. En consecuencia había fleta-do un navío que, rumbo a Constantinopla, zar-paría en pocas horas. Pensaba dejar a su hija alcuidado de un criado fiel, para que, con más

Page 222: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

tranquilidad, le siguiera con el resto de los bie-nes que aún no habían llegado a Livorno.

Cuando Safie se vio sola, reflexionó sobre elplan de acción que mejor convenía seguir enesta situación de emergencia. Odiaba la idea devivir en Turquía; sus sentimientos y religión seoponían a ello. Por algunos documentos de supadre que cayeron en sus manos, supo del exi-lio de su prometido y el nombre del lugar don-de residía. Durante algún tiempo estuvo indeci-sa, pero finalmente tomó una determinación.Cogiendo algunas joyas que le pertenecían yuna pequeña suma de dinero, abandonó Italia,acompañada de una sirvienta, natural deLivorno, que sabía turco, y se dirigió a Alema-nia.

Llegó sin dificultad a una ciudad que distabaunas veinte leguas de la casa de los De Lacey,donde la criada cayó gravemente enferma. Pesea los cuidados de Safie, la joven murió, y lahermosa árabe se encontró sola en un país cuyalengua y costumbres desconocía. Por fortuna

Page 223: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

había caído en buenas manos. La italiana habíamencionado el nombre del lugar hacia el cual sedirigían, y, tras su muerte, la dueña de la casaen la que se habían alojado se cuidó de que Sa-fie llegara con bien a casa de su prometido.

Page 224: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 7

Esta era la historia de mis queridos vecinos.Me impresionó profundamente, y, de los aspec-tos de la vida social que encerraba, aprendí aadmirar sus virtudes y condenar los vicios de lahumanidad.

Todavía consideraba el crimen como algomuy ajeno a mí; admiraba y tenía siempre pre-sentes la bondad y la generosidad que infundí-an en mí el deseo de participar activamente enun mundo donde encontraban expresión tantascualidades admirables. Pero al narrar la progre-sión de mi mente, no debo omitir una circuns-tancia que tuvo lugar ese mismo año, a princi-pios del mes de agosto.

Durante una de mis acostumbradas salidasnocturnas al bosque, donde me procuraba ali-mentos para mí y leña para mis protectores,encontré una bolsa de cuero llena de ropa ylibros. Cogí ansiosamente este premio y volvícon él a mi cobertizo. Por fortuna los libros es-

Page 225: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

taban escritos en la lengua que había adquiridode mis vecinos. Eran El paraíso perdido, un vo-lumen de Las vidas paralelas de Plutarco y Lasdesventuras del joven Werther de Goethe.

La posesión de estos tesoros me proporcionóun inmenso placer. Con ellos estudiaba y meejercitaba la mente, mientras mis amigos reali-zaban sus quehaceres cotidianos.

Apenas si podría describirte la impresión queme produjeron estas obras. Despertaron en míun cúmulo de nuevas imágenes y sentimientos,que a veces me extasiaban, pero que con mayorfrecuencia me sumían en una absoluta depre-sión. En el Werther, aparte de lo interesante queme resultaba la sencilla historia, encontré mani-festadas tantas opiniones y esclarecidos tantospuntos hasta ese momento oscuros para mí, quese convirtió en una fuente inagotable de asom-bro y reflexión. Las tranquilas costumbres do-mésticas que describe, unidas a los nobles ygenerosos pensamientos expresados, estaban enperfecto acuerdo con la experiencia que yo te-

Page 226: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

nía entre mis protectores y con las necesidadesque tan agudamente sentía nacer en mí.Werther me parecía el ser más maravilloso detodos cuantos había visto o imaginado. Su per-sonalidad era sencilla, pero dejaba una profun-da huella. Las meditaciones sobre la muerte y elsuicidio parecían calculadas para llenarme deasombro. Sin pretensiones de juzgar el caso, meinclinaba por las opiniones del héroe, cuyo sui-cidio lloré, aunque no comprendía bien.

En el curso de mi lectura iba efectuando nu-merosas comparaciones con mis propios senti-mientos y mi triste situación. Encontraba mu-chos puntos en común, y, a la vez, curiosamen-te distintos, entre mí mismo y los personajesacerca de los cuales leía y de cuyas conversa-ciones era observador. Los compartía y en partecomprendía, pero aún tenía la mente demasia-do poco formada. Ni dependía de nadie ni es-taba vinculado a nadie. «La senda de mi partidaestaba abierta», y nadie me lloraría. Mi aspectoera nauseabundo y mi estatura gigantesca.

Page 227: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

¿Qué significaba esto? ¿Quién era yo? ¿Quéera? ¿De dónde venía? ¿Cuál era mi destino?Constantemente me hacía estas preguntas a lasque no hallaba respuesta.

El volumen de Las vidas paralelas de Plutarconarraba la vida de los primeros fundadores delas antiguas repúblicas, Grecia y Roma, y meprodujo un efecto muy distinto del de Werther.De éste aprendí lo que era el abatimiento y latristeza; pero Plutarco me enseñó a elevar elpensamiento, a sacarlo de la reducida esfera demis reflexiones personales, a admirar y a querera los héroes de la antigüedad. Mucho de lo queleía rebasaba mi experiencia y mi comprensión.Tenía un conocimiento muy confuso acerca delo que eran los imperios, los grandes territorios,los ríos majestuosos y la inmensidad del mar.Pero respecto a ciudades y grandes agrupacio-nes humanas, lo ignoraba absolutamente todo.La casa de mis protectores había sido la únicaescuela donde pude estudiar la naturalezahumana; pero este libro me abrió horizontes

Page 228: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

desconocidos y mayores campos de acción. Porél supe de hombres dedicados a gobernar o aaniquilar a sus semejantes. Sentí que se reafir-maba en mí una tremenda admiración por lavirtud y un inmenso odio por el crimen, en lamedida en que entendía el alcance de esos tér-minos, que en aquel entonces se refería tan sóloal placer y al dolor. Influido por estos senti-mientos, fui, pues, aprendiendo a admirar a losestadistas pacíficos, Numa, Solón y Licurgomás que a Rómulo y Teseo. La vida patriarcalde mis protectores colaboraba a que estos sen-timientos arraigaran en mí. Quizá de haber ve-nido mi presentación a la humanidad de la ma-no de un joven soldado ávido de batallas y glo-ria, mi manera de ser fuera ahora otra.

Pero El paraíso perdido despertó en mí emocio-nes distintas y mucho más profundas. Lo leí, aligual que los libros anteriores que había encon-trado, como si fuera una historia real. Conmo-vió en mí todos los sentimientos de asombro yrespeto que la figura de un Dios omnipotente

Page 229: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

guerreando con criaturas es capaz de suscitar.Me impresionaba la coincidencia de las distin-tas situaciones con la mía, y a menudo me iden-tificaba con ellas. Como a Adán, me habíancreado sin ninguna aparente relación con otroser humano, aunque en todo lo demás su situa-ción era muy distinta a la mía. Dios lo habíahecho una criatura perfecta, feliz y confiada,protegida por el cariño especial de su creador;podía conversar con seres de esencia superior ala suya y de ellos adquirir mayor saber. Pero yome encontraba desdichado, solo y desampara-do. Con frecuencia pensaba en Satanás como elser que mejor se adecuaba a mi situación, puescomo en él, la dicha de mis protectores a me-nudo despertaba en mí amargos sentimientosde envidia.

Otro hecho reforzó y afianzó estos sentimien-tos. Poco después de llegar al cobertizo, encon-tré algunos papeles en el bolsillo del gabán quehabía cogido de tu laboratorio. En un principiolos había ignorado; pero ahora que ya podía

Page 230: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

descifrar los caracteres en los cuales se hallabanescritos, empecé a leerlos con presteza. Era tudiario de los cuatro meses que precedieron a micreación. En él describías con minuciosidadtodos los pasos que dabas en el desarrollo de tutrabajo, e insertabas incidentes de tu vida coti-diana. Sin duda recuerdas estos papeles. Aquílos tienes. En ellos se encuentra todo lo referen-te a mi nefasta creación, y revelan con precisióntoda la serie de repugnantes circunstancias quela hicieron posible. Dan una detallada descrip-ción de mi odiosa y repulsiva persona, en tér-minos que reflejan tu propio horror y que con-virtieron el mío en algo inolvidable. Enfermabaa medida que iba leyendo. «¡Odioso día en elque recibí la vida! ––exclamé desesperado––.¡Maldito creador! ¿Por qué creaste a un mons-truo tan horripilante, del cual incluso tú teapartaste asqueado? Dios, en su misericordia,creó al hombre hermoso y fascinante, a su ima-gen y semejanza. Pero mi aspecto es una abo-minable imitación del tuyo, más desagradable

Page 231: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

todavía gracias a esta semejanza. Satanás teníaal menos compañeros, otros demonios que loadmiraban y animaban. Pero yo estoy solo ytodos me desprecian.

Estas eran las reflexiones que me hacía duran-te las horas de soledad y desesperación. Perocuando veía las virtudes de mis vecinos, su ca-rácter amable y bondadoso, me decía a mímismo que cuando supieran la admiración quesentía por ellos se apiadarían de mí y disculpa-rían mi deformidad. ¿Podían cerrarle la puertaa alguien, por monstruoso que fuera, que pedíasu amistad y compasión? Decidí al menos nodesesperar, sino prepararme para un encuentrocon ellos, del cual dependería mi destino. Re-trasé aún unos meses esta tentativa, pues laimportancia que para mí tenía el que resultaraun éxito me llenaba de temor ante el posiblefracaso.

Además, mis conocimientos se ampliabantanto con la experiencia diaria, que prefería

Page 232: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

esperar a que unos meses me proporcionaranmayor sabiduría.

Mientras tanto, varios cambios tuvieron lugaren la casa. La presencia de Safie llenaba de feli-cidad a sus habitantes; y también comprobé quegozaban de una mayor abundancia. Félix yAgatha pasaban más tiempo conversando, ytenían criadas que les ayudaban en sus queha-ceres. No parecían ricos, pero se les veía satisfe-chos y felices. Estaban tranquilos y serenos,mientras que yo cada día me encontraba másinquieto. Cuanto más aprendía más cuenta medaba de mi lamentable inadaptación. Cierto esque abrigaba una esperanza, pero ésta desapa-recía cuando veía mi figura reflejada en el aguao mi sombra a la luz de la luna, desaparecía conla misma rapidez que se desvanecen esa tem-blorosa imagen y esa juguetona sombra.

Me esforzaba por alejar de mí estos temores, eintentaba fortalecerme para la prueba a la queme había emplazado para unos meses después.A veces permitía que mis pensamientos descon-

Page 233: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

trolados vagaran por los jardines del paraíso, yllegaba a imaginar que amables y hermosascriaturas comprendían mis sentimientos y con-solaban mi tristeza, mientras sus rostros angeli-cales sonreían alentadoramente. Pero todo eraun sueño. Ninguna Eva calmaba mis pesares nicompartía mis pensamientos ––¡estaba solo!––.Recordaba la súplica de Adán a su creador.Pero ¿dónde estaba el mío? Me había abando-nado y, lleno de amargura, lo maldecía.

Así transcurrió el otoño. Vi, con pesar y sor-presa, cómo las hojas amarillearon y cayeron, ycómo la naturaleza volvía a tomar el aspectotriste y desolado que tenía cuando por primeravez vi los bosques y la hermosa luna. Mas nome incomodaban los rigores del tiempo; por miconstitución me adaptaba mejor al frío que alcalor. Pero me entristecía perder las flores, lospájaros y todo el engalanamiento que trae con-sigo el verano, y que había supuesto para mí ungran motivo de placer. Cuando me vi privadode esto, me dediqué con mayor atención a mis

Page 234: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

vecinos. El fin del verano no hizo disminuir sufelicidad. Se querían, se comprendían, y susalegrías, que provenían sólo de sí mismos, no seveían afectadas por las circunstancias fortuitasque tenían lugar a su alrededor. Cuanto más losveía, mayores deseos tenía de ganarme su sim-patía y protección, de que estas amables criatu-ras me conocieran y quisiesen; que sus dulcesmiradas se detuvieran en mí con afecto se habíaconvertido en mi aspiración máxima. No meatrevía a pensar que apartaran de mí su miradacon desdén y repulsión. Nunca despedían a losmendigos que llegaban hasta su puerta. Sé quepedía tesoros más valiosos que un simple lugarpara reposar o un poco de comida; solicitabacariño y amabilidad, pero no me creía del todoindigno de ello.

Avanzaba el invierno; todo un ciclo de esta-ciones había transcurrido desde que había des-pertado a la vida. Por entonces, todo mi interésse centraba en idear un plan que me permitieraentrar en la casa de mis protectores. Di vueltas

Page 235: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

a muchos proyectos; pero aquel por el que fi-nalmente me decidí consistía en entrar en sumorada cuando el anciano ciego estuviera solo.Tenía la suficiente astucia como para saber quela fealdad anormal de mi persona era lo queprincipalmente desencadenaba el horror enaquellos que me contemplaban. Mi voz, aunqueruda, no tenía nada de terrible. Por tanto penséque, si en ausencia de sus hijos conseguía des-pertar la benevolencia y atención del ancianoDe Lacey, lograría con su intervención que misjóvenes protectores me aceptaran.

Cierto día, en que el sol iluminaba las hojasrojizas que alfombraban el suelo y contagiabaalegría, si bien no calor, Safie, Agatha y Félixsalieron a dar un largo paseo por el campomientras que el anciano prefirió quedarse en lacasa. Cuando los jóvenes se hubieron marcha-do, cogió la guitarra y tocó algunas melancóli-cas pero dulces tonadillas, más dulces y melan-cólicas de lo que jamás hasta entonces le habíaoído tocar. Al principio su rostro se iluminó de

Page 236: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

placer, pero a medida que proseguía tañendofue adquiriendo un aspecto apesadumbrado yabsorto; finalmente, dejando el instrumento aun lado, se sumió en la reflexión.

Mi corazón latía con violencia. Había llegadoel momento de mi prueba, el momento queafianzaría mis esperanzas o confirmaría mistemores. Los criados habían ido a una feria ve-cina. La casa y sus alrededores se hallaban ensilencio; era la ocasión perfecta, mas, cuandoquise ponerme en pie, me fallaron las piernas ycaí al suelo. De nuevo me levanté y, haciendoacopio de todo mi valor, retiré las maderas quehabía colocado delante del cobertizo para ocul-tar mi escondite. El aire fresco me animó, y conrenovado valor me acerqué a la puerta de lacasa y llamé con los nudillos.

––¿Quién es: ––preguntó el anciano, añadien-do en seguida––: ¡Adelante!

Entré.––Perdóneme usted ––dije––, soy un viajero

en busca de un poco de reposo. Me haría un

Page 237: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

gran favor si me permitiera disfrutar del fuegounos minutos.

––Pase, pase ––dijo De Lacey––, y veré a vercómo puedo atender a sus necesidades. Desgra-ciadamente, mis hijos no están en casa y, comosoy ciego, temo que me será difícil procurarlealgo de comer.

––No se preocupe, buen hombre; tengo comi-da ––dije––, no necesito más que calor y un po-co de descanso.

Me senté y se hizo un silencio. Sabía que cadaminuto era precioso para mí, pero estaba inde-ciso acerca de cómo debía empezar la entrevis-ta. De pronto el anciano se dirigió a mí:

––Por su acento extranjero deduzco que so-mos compatriotas. ¿Es usted francés?

––No, no lo soy, pero me educó una familiafrancesa, y no entiendo otra lengua. Ahora voya solicitar la protección de unos amigos, a quie-nes amo tiernamente y en cuya ayuda confío.

––¿Son alemanes:

Page 238: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

––No, son franceses. Pero cambiemos de con-versación. Soy una criatura desamparada y so-la; miro a mi alrededor y no encuentro bajo lacapa del cielo amigo o pariente alguno. Estasbondadosas gentes hacia quienes me dirijo sa-ben poco de mí y ni siquiera me conocen. Estoylleno de temores, pues, si me fallan, me conver-tiré en un desgraciado para el resto de mi vida.

––No desespere. Cierto que es una desgraciael hallarse sin amigos, pero el corazón de loshombres, cuando el egoísmo no los ciega, estárepleto de amor y caridad. Confíe y tenga espe-ranza, y si sus amigos son bondadosos y carita-tivos, no tiene nada que temer.

––Son muy amables; no puede haber personasmejores en el mundo, pero por desgracia rece-lan de mí aunque mis intenciones son buenas.Nunca he hecho daño a nadie, por el contrario,siempre he tratado de aportar mi ayuda. Peroun prejuicio fatal los obnubila, y en lugar de veren mí a un amigo lleno de sensibilidad me con-sideran un monstruo detestable.

Page 239: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

––Eso es lamentable. Pero, si está usted exen-to de culpa, ¿no les podría convencer?

––Estoy a punto de iniciar esa tarea, y es jus-tamente por ello por lo que siento tantos temo-res. Tengo un gran cariño por estos amigos.Durante muchos meses, y sin que ellos lo se-pan, les he venido prestando cotidianamentealgunos pequeños servicios, no obstante pien-san que quiero perjudicarlos. Es precisamenteese prejuicio el que quiero vencer.

––¿Dónde viven sus amigos?––Cerca de este lugar.El anciano hizo una pausa y continuó:––Si usted quisiera confiarse a mí, quizá yo

pudiera ayudarlo a vencer el recelo de sus ami-gos. Soy ciego y no puedo opinar acerca de suaspecto, pero hay algo en sus palabras que meinspira confianza. Soy pobre y estoy en el exilio,pero me será muy grato poder servir de ayudaa otro ser humano.

––¡Es usted muy bueno! Agradezco y aceptosu generosidad. Con su bondad me infunde

Page 240: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

nuevos ánimos. Confío en que, con su ayuda,no me veré privado de la compañía y afecto desus congéneres.

––¡No lo quiera Dios! Ni aunque fuera ustedde verdad un malvado, pues eso sólo lo llevaríaa la desesperación y no le instigaría a la virtud.Sepa que yo también soy desgraciado. Aunqueinocentes, yo y mi familia hemos sido injusta-mente condenados; y, por tanto, puedo com-prender muy bien cómo se siente.

––¿Cómo puedo agradecerle estas palabras?Es usted mi único y mejor bienhechor; de suslabios oigo las primeras frases amables dirigi-das a mí, y jamás podré olvidarlo. Su humani-dad me asegura que tendré éxito entre aquellosamigos a quienes estoy a punto de conocer.

––¿Cómo se llaman sus amigos; ¿Dónde vi-ven?

Guardé silencio. Pensé que éste era el mo-mento decisivo, el momento en que mi felicidadse confirmaría o se vería destruida para siem-pre. En vano luché por encontrar el suficiente

Page 241: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

valor para responderle, pero el esfuerzo acabócon las pocas energías que me quedaban, y sen-tándome en la silla comencé a sollozar. Enaquel momento oí los pasos de mis jóvenes pro-tectores. No tenía un segundo que perder ycogiendo la mano del anciano grité:

––¡Ha llegado el momento! ¡Sálveme! ¡Sálve-me y protéjame! Usted y su familia son los ami-gos que busco. No me abandonen en el momen-to decisivo.

––¡Dios mío! ––exclamó el anciano––, ¿quiénes usted?

En aquel instante se abrió la puerta de la casa,y entraron Félix, Safte y Agatha. ¿Quién podríadescribir su horror y desesperación al verme?Agatha perdió el conocimiento, y Safte, dema-siado impresionada para poder auxiliar a suamiga, salió de la casa corriendo. Félix se aba-lanzó sobre mí, y con una fuerza sobrenaturalme arrancó del lado de su padre, cuyas rodillasyo abrazaba. Loco de ira, me arrojó al suelo yme azotó violentamente con un palo. Podía

Page 242: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

haberlo destrozado miembro a miembro con lamisma facilidad que el león despedaza al antí-lope. Pero el corazón se me encogió con unaterrible amargura y me contuve. Vi cómo Félixse disponía a golpearme de nuevo, cuando,vencido por el dolor y la angustia, abandoné lacasa y, al amparo de la confusión general, entréen el cobertizo sin que me vieran.

Page 243: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 8

¡Maldito, maldito creador! ¿Por qué tuve quevivir? ¿Por qué no apagué en ese instante lallama de vida que tú tan inconscientementehabías encendido? No lo sé; aún no se habíaapoderado de mí la desesperación; experimen-taba sólo sentimientos de ira y venganza. Congusto hubiera destruido la casa y sus habitan-tes, y sus alaridos y su desgracia me hubieransaciado.

Cuando cayó la noche, salí de mi refugio yvagué por el bosque; y ahora, que ya no mefrenaba el miedo a que me descubrieran, dirienda suelta a mi dolor, prorrumpiendo enespantosos aullidos. Era como un animal salva-je que hubiera roto sus ataduras; destrozaba loque se cruzaba en mi camino, adentrándome enel bosque con la ligereza de un ciervo. ¡Quénoche más espantosa pasé! Las frías estrellasparecían brillar burlonamente, y los árbolesdesnudos agitaban sus ramas; de cuando en

Page 244: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

cuando el dulce trino de algún pájaro rompía latotal quietud. Todo, menos yo, descansaba ogozaba. Yo, como el archidemonio, llevaba uninfierno en mis entrañas; y, no encontrando anadie que me comprendiera, quería arrancar losárboles, sembrar el caos y la destrucción a mialrededor, y sentarme después a disfrutar delos destrozos.

Pero era una sensación que no podía durar;pronto el exceso de este esfuerzo corporal mefatigó, y me senté en la hierba húmeda, sumidoen la impotencia de la desesperación. No habíauno de entre los millones de hombres en la Tie-rra que se compadeciera de mí y me auxiliara.¿Debía yo entonces sentir bondad hacia misenemigos? ¡No! Desde aquel momento declara-ría una guerra sin fin contra la especie, y enparticular contra aquel que me había creado yobligado a sufrir esta insoportable desdicha.

Salió el sol. Al oír voces, supe que me seríaimposible volver a mi refugio durante el día. Demodo que me escondí entre la maleza, con la

Page 245: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

intención de dedicar las próximas horas a re-flexionar sobre mi situación.

El cálido sol y el aire puro me devolvieron enparte la tranquilidad; y cuando repasé lo suce-dido en la casa, no pude por menos de llegar ala conclusión de que me había precipitado. Ob-viamente había actuado con imprudencia. Esta-ba claro que mi conversación había despertadoen el padre un interés por mí, y yo era un neciopor haberme expuesto al horror que produciríaen sus hijos.

Debí haber esperado hasta que el anciano DeLacey estuviera familiarizado conmigo, yhaberme presentado a su familia poco a poco,cuando estuvieran preparados para mi presen-cia. Pero creí que mi error no era irreparable y,tras mucho meditar, decidí volver a la casa,buscar al anciano y ganarme su apoyo expo-niéndole sinceramente mi situación.

Estos pensamientos me calmaron, y por latarde caí en un profundo sueño; pero la fiebreque me recorría la sangre me impidió dormir

Page 246: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

tranquilo. Constantemente me venía a los ojosla escena del día anterior; en mis sueños veíacómo las mujeres huían enloquecidas, y Félix,ciego de ira, me arrancaba del lado de su padre.Desperté exhausto; y, al ver que ya era de no-che, salí de mi escondite en busca de algo quecomer.

Cuando hube satisfecho mi hambre, me en-caminé hacia el sendero que tan bien conocía yque llevaba hasta la casa. Allí reinaba la paz.Penetré con sigilo en el cobertizo, Y aguardé ensilenciosa expectación la hora en que la familiasolía levantarse. Pero pasó esa hora; el sol esta-ba ya alto en el cielo, y mis vecinos no se deja-ban ver. Me puse a temblar con violencia, te-miéndome alguna desgracia. El interior de lavivienda estaba oscuro y no se oía ningún rui-do. No puedo describir la agonía de esta espera.

De pronto se acercaron dos campesinos que,deteniéndose cerca de la casa, comenzaron adiscutir, gesticulando violentamente. No en-tendía lo que decían, pues hablaban el idioma

Page 247: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

del país, que era distinto del de mis protectores.Poco después llegó Félix con otro hombre, locual me sorprendió, pues sabía que no habíasalido de la casa aquella mañana. Aguardé conimpaciencia a descubrir, por sus palabras, elsignificado de estas insólitas imágenes.

––;Ha pensado usted ––decía el acompañan-te–– que tendrá que pagar tres meses de alqui-ler, y que perderá la cosecha de su huerto: Noquiero aprovecharme injustamente y le ruego,por tanto, que recapacite sobre su decisión al-gunos días más.

––Es inútil ––contestó Félix––, no podemosseguir viviendo en su casa. La vida de mi padrecorre grave peligro, debido a lo que le acabo decontar. Mi mujer y mi hermana tardarán enrecobrarse del susto. No insista, se lo suplico.Recupere su casa y déjeme huir de este lugar.

Félix temblaba mientras decía estas palabras.Entró en la casa con su acompañante, dondepermanecieron algunos minutos, y luego salie-

Page 248: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ron. No volví a ver a ningún miembro de lafamilia De Lacey.

Permanecí en el cobertizo el resto del día, enun estado de completa desesperación. Mis pro-tectores se habían ido, y con ellos el único lazoque me ataba al mundo. Por primera vez notéque sentimientos de venganza y odio se apode-raban de mí y que no intentaba reprimirlos;dejándome arrastrar por la corriente, permitíque pensamientos de muerte y destrucción meinvadieran. Cuando pensaba en mis amigos, enla mansa voz de De Lacey, la mirada tierna deAgatha y la belleza exquisita de la joven árabe,desaparecían estos pensamientos, y hallaba enel llanto que me producían un cierto alivio; pe-ro cuando de nuevo pensaba en que me habíanabandonado y rechazado, me volvía la ira, unaira ciega y brutal. Incapaz de dañar a los huma-nos, volví mi cólera contra las cosas inanima-das. Avanzada la noche, coloqué alrededor dela casa diversos objetos combustibles; y, trasdestruir todo rastro de cultivo en la huerta, es-

Page 249: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

peré con forzada impaciencia la desaparición dela luna para empezar mi tarea.

Así que avanzaba la noche, se levantó unfuerte viento desde el bosque, y pronto se dis-persaron las nubes que cubrían el cielo. La ven-tolera fue aumentando hasta que pareció unaimponente avalancha, y produjo en mí una es-pecie de demencia que arrasó los límites de larazón. Prendí fuego a una rama seca, y comencéuna alocada danza alrededor de la casa, antestan querida, los ojos fijos en el oeste, donde laluna comenzaba a rozar el horizonte. Parte de laesfera finalmente se ocultó y blandí mi rama;desapareció por completo, y, con un aullido,encendí la paja, los matorrales y arbustos quehabía colocado. El viento avivó el fuego, ypronto la casa estuvo envuelta en llamas que lalamían ávidamente con sus destructoras y pun-tiagudas lenguas de fuego.

En cuanto me hube convencido de que nohabía forma de que se salvara parte alguna de

Page 250: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

la vivienda, abandoné el lugar, y me adentré enel bosque para buscar cobijo.

Ahora que el mundo se abría ante mí, ¿a dón-de debía dirigir mis pasos? Decidí huir lejos dellugar de mis infortunios; pero para mí, serodiado y despreciado, todos los países seríanigualmente hostiles. Finalmente, pensé en ti.Sabía por tu diario que eras mi padre, mi crea-dor, y ¿a quién podía dirigirme mejor que aaquel que me había dado la vida? Entre las en-señanzas que Félix le había dado a Safie se in-cluía también la geografía. De ella había apren-dido la situación de los distintos países de laTierra. Tú mencionabas Ginebra como tu ciu-dad natal y, por tanto, allí decidí encaminarme.

Mas ¿cómo había de orientarme? Sabía quedebía viajar en dirección suroeste para llegar ami destino, pero el sol era mi único guía. Des-conocía el nombre de las ciudades por las cua-les tenía que pasar, y no podía preguntarle anadie; pero, no obstante, no desesperé. Sólo deti podía ya esperar auxilio, aunque no sentía

Page 251: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

por ti otro sentimiento que el odio. ¡Creadorinsensible y falto de corazón! Me habías dotadode sentimientos y pasiones para luego lanzarmeal mundo, víctima del desprecio y repugnanciade la humanidad. Pero sólo de ti podía exigirpiedad y reparación, y de ti estaba dispuesto aconseguir esa justicia que en vano había inten-tado buscarme entre los demás seres humanos.

Mi viaje fue largo, y muchos los sufrimientosque padecí. Era a finales de otoño cuandoabandoné la región en la cual había vivido tantotiempo. Viajaba sólo de noche, temeroso deencontrarme con algún ser humano. La natura-leza se marchitaba a mi alrededor y el sol ya nocalentaba; tuve que soportar lluvias torrencialesy copiosas nevadas; vi caudalosos ríos que sehabían helado. La superficie de la Tierra sehabía endurecido, y estaba gélida y desnuda.No encontraba dónde resguardarme. ¡Ay!,¡cuántas veces maldije la causa de mi existencia!Desapareció la apacibilidad de mi carácter, ytodo mi ser rezumaba amargura y hiel. Cuanto

Page 252: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

más me aproximaba al lugar donde vivías, másprofundamente sentía que el deseo de vengan-za se apoderaba de mi corazón. Empezaron lasnevadas y las aguas se helaron, pero yo conti-nuaba mi viaje. Algunas indicaciones ocasiona-les me guiaban y tenía un mapa de la región,pero a menudo me desviaba de mi camino. Laangustia de mis sentimientos no cejaba; nohabía incidente del cual mi furia y desdicha nopudieran sacar provecho; pero un suceso quetuvo lugar cuando llegué a la frontera suiza,cuando ya el sol volvía a calentar y la tierra areverdecer, confirmó de manera muy especial laamargura y horror de mis sentimientos.

Solía descansar por el día y viajar de noche,cuando la oscuridad me protegía de cualquierencuentro. Sin embargo, una mañana, viendoque mi ruta cruzaba un espeso bosque, me atre-ví a continuar mi viaje después del amanecer;era uno de los primeros días de la primavera, yla suavidad del aire y la hermosa luz consiguie-ron animarme. Sentí revivir en mí olvidadas

Page 253: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

emociones de dulzura y placer que creía muer-tas. Medio sorprendido por la novedad de estossentimientos, me dejé arrastrar por ellos; olvidémi soledad y deformación, y me atreví a serfeliz. Ardientes lágrimas humedecieron mismejillas, y alcé los ojos hacia el sol agradecien-do la dicha que me enviaba.

Seguí avanzando por las caprichosas sendasdel bosque, hasta que llegué a un profundo ycaudaloso río que lo bordeaba y hacia el quevarios árboles inclinaban sus ramas llenas deverdes brotes. Aquí me detuve, dudando sobreel camino que debía seguir, cuando el murmu-llo de unas voces me impulsó a ocultarme a lasombra de un ciprés. Apenas había tenidotiempo de esconderme, cuando apareció unaniña corriendo hacia donde yo estaba, como sijugara a escaparse de alguien. Seguía corriendopor el escarpado margen del río, cuando repen-tinamente se resbaló y cayó al agua. Abandonéprecipitadamente mi escondrijo, y, tras unaardua lucha contra la corriente, conseguí sacar-

Page 254: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

la y arrastrarla a la orilla. Se encontraba sin sen-tido; yo intentaba por todos los medios hacerlavolver en sí, cuando me interrumpió la llegadade un campesino, que debía ser la persona de laque, en broma, huía la niña. Al verme, se lanzósobre mí, y arrancándome a la pequeña de losbrazos se encaminó con rapidez hacia la partemás espesa del bosque. Sin saber por qué, loseguí velozmente; pero, cuando el hombre vioque me acercaba, me apuntó con una escopetaque llevaba y disparó. Caí al suelo mientras él,con renovada celeridad, se adentró en el bos-que.

¡Esta era, pues, la recompensa a mi bondad!Había salvado de la destrucción a un ser huma-no, en premio a lo cual ahora me retorcía bajo eldolor de una herida que me había astillado elhueso. Los sentimientos de bondad y afecto queexperimenté pocos minutos antes se transfor-maron en diabólica furia y rechinar de dientes.Torturado por el daño, juré odio y venganzaeterna a toda la humanidad. Pero el dolor me

Page 255: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

vencía; sentí como se me paraba el pulso, y per-dí el conocimiento.

Durante unas semanas llevé en el bosque unaexistencia mísera, intentando curarme la heridaque había recibido. La bala me había penetradoen el hombro, e ignoraba si seguía allí o lo habíatraspasado; de todos modos no disponía de losmedios para extraerla. Mi sufrimiento tambiénse veía aumentado por una terrible sensaciónde injusticia e ingratitud. Mi deseo de venganzaaumentaba de día en día; una venganza impla-cable y mortal, que compensara la angustia ylos ultrajes que yo había padecido.

Al cabo de algunas semanas la herida cicatri-zó, y proseguí mi viaje. Ni el sol primaveral nilas suaves brisas podrían ya aliviar mis pesares;la felicidad me parecía una burla, un insulto ami desolación, y me hacía sentir más aguda-mente que el gozo y el placer no se habíanhecho para mí.

Page 256: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Pero ya mis sufrimientos estaban llegando asu fin, y dos meses después me encontraba enlos alrededores de Ginebra.

Llegué al anochecer, y busqué cobijo en loscampos cercanos, para reflexionar sobre el mo-do de acercarme a ti. Me azotaba el hambre y lafatiga, y me sentía demasiado desdichado comopara poder disfrutar del suave airecillo vesper-tino o la perspectiva de la puesta de sol tras losmagníficos montes de jura.

En ese momento un ligero sueño me alivió deldolor que me infligían mis pensamientos. Medesperté de repente con la llegada de un her-moso niño que, con la inocente alegría de lainfancia, entraba corriendo en mi escondrijo. Depronto, al verlo, me asaltó la idea de que estacriatura no tendría prejuicios y de que era de-masiado pequeña como para haber adquirido elmiedo a la deformidad. Por tanto, si lo cogiera,y lo educara como mi amigo y compañero, yano estaría tan solo en este poblado mundo.

Page 257: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Azuzado por este impulso, cogí al niño cuan-do pasó por mi lado, y lo atraje hacia mí. Encuanto me miró, se tapó los ojos con las manosy lanzó un grito. Con fuerza le destapé la cara ydije:

––¿Qué significa esto? No voy a hacerte daño;escúchame.

––¡Suélteme! ––dijo debatiéndose con violen-cia––. ¡Monstruo! ¡Ser repulsivo! Quiere cor-tarme en pedazos y comerme. ¡Es un ogro!¡Suélteme, o se lo diré a mi padre!

––Nunca más volverás a ver a tu padre; ven-drás conmigo.

––¡Horrendo monstruo! ¡Suélteme! Mi padrees juez; es el señor Frankenstein, y lo castigará.No se atreverá a llevarme con usted.

––¡Frankenstein! Perteneces a mi enemigo, aaquel de quien he jurado vengarme. ¡Tú serásmi primera víctima!

La criatura seguía forcejeando y lanzándomeinsultos que me llenaban de desesperación. Lo

Page 258: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

cogí por la garganta para que se callara, y almomento cayó muerto a mis pies.

Contemplé mi víctima, y mi corazón se hin-chó de exultación y diabólico triunfo. Palmo-teando exclamé:

––Yo también puedo sembrar la desolación;mi enemigo no es invulnerable. Esta muerte leacarreará la desesperación, y mil otras desgra-cias lo atormentarán y destrozarán.

Mientras miraba a la criatura, vi un objeto quele brillaba sobre el pecho. Lo cogí; era el retratode una hermosísima mujer. A pesar de mi mal-dad, me ablandó y me sedujo. Durante unosinstantes contemplé los ojos oscuros, bordeadosde espesas pestañas, los hermosos labios; peropronto volvió mi cólera: recordé que me habíanprivado de los placeres que criaturas comoaquella podían proporcionarme; y que la mujerque contemplaba, de verme, hubiera cambiadoese aire de bondad angelical por una expresiónde espanto y repugnancia.

Page 259: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

¿Te sorprende que semejantes pensamientosme llenaran de ira? Me pregunto cómo, en esemomento, en vez de manifestar mis sentimien-tos con exclamaciones y lamentos, no me arrojésobre la humanidad, muriendo en mi intento dedestruirla.

Poseído de estos pensamientos, abandoné ellugar donde había cometido el asesinato, y bus-caba un lugar más resguardado para escon-derme cuando vi a una mujer que pasaba cercade mí. Era joven, ciertamente no tan hermosacomo aquella cuyo retrato sostenía, pero deaspecto agradable, y tenía el encanto y frescorde la juventud. «He aquí––pensé––una de esascriaturas cuyas sonrisas recibirán todos menosyo; no escapará. Gracias a las lecciones de Félix,y a las leyes crueles de la especie humana, heaprendido a hacer el mal.» Me acerqué a ellasigilosamente, e introduje el retrato en uno delos. pliegues de su traje.

Vagué durante algunos días por los lugaresdonde habían sucedido estos acontecimientos.

Page 260: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

A veces deseaba encontrarte, otras estaba deci-dido a abandonar para siempre este mundo ysus miserias. Por fin me dirigí a estas montañas,por cuyas cavidades he deambulado, consumi-do por una devoradora pasión que sólo tú pue-des satisfacer. No podemos separarnos hastaque no accedas a mi petición. Estoy solo, soydesdichado; nadie quiere compartir mi vida,sólo alguien tan deforme y horrible como yopodría concederme su amor. Mi compañeradeberá ser igual que yo, y tener mis mismosdefectos. Tú deberás crear este ser.

Page 261: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 9

La criatura terminó de hablar, y me miró fi-jamente esperando una respuesta. Pero yo mehallaba desconcertado, perplejo, incapaz deordenar mis ideas lo suficiente como para en-tender la transcendencia de lo que me propo-nía.

––Debes crear para mí una compañera, con lacual pueda vivir intercambiando el afecto quenecesito para poder existir. Esto sólo lo puedeshacer tú, y te lo exijo como un derecho que nopuedes negarme.

La parte final de su narración había vuelto areavivar en mí la ira que se me había ido cal-mando mientras contaba su tranquila existenciacon los habitantes de la casita. Cuando dijo estono pude contener mi furor.

––Pues sí, me niego ––contesté––, y ningunatortura conseguirá que acceda. Podrás conver-tirme en el más desdichado de los hombres,pero no lograrás que me desprecie a mí mismo.

Page 262: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

¿Crees que podría crear otro ser como tú, paraque uniendo vuestras fuerzas arraséis el mun-do? ¡Aléjate! Te he contestado; podrás tortu-rarme, ¡pero jamás consentiré!

––Te equivocas contestó el malvado ser––; pero, en vez de amenazarte, estoy dispuesto arazonar contigo. Soy un malvado porque no soyfeliz; ¿acaso no me desprecia y odia toda lahumanidad? Tú, mi creador, quisieras des-truirme, y lo llamarías triunfar. Recuérdalo, ydime, pues, ¿por qué debo tener yo para con elhombre más piedad de la que él tiene paraconmigo? No sería para ti un crimen, si me pu-dieras arrojar a uno de esos abismos, y destro-zar la obra que con tus propias manos creaste.Debo, pues, respetar al hombre cuando éste mecondena? Que conviva en paz conmigo, y yo,en vez de daño, le haría todo el bien que pudie-ra, llorando de gratitud ante su aceptación. Masno, eso es imposible; los sentidos humanos sonbarreras infranqueables que impiden nuestraunión. Pero mi sometimiento no será el del aba-

Page 263: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

tido esclavo. Me vengaré de mis sufrimientos; sino puedo inspirar amor, desencadenaré el mie-do; y especialmente a ti, mi supremo enemigo,por ser mi creador, te juro odio eterno. Ten cui-dado: me dedicaré por entero a la labor de des-truirte, y no cejaré hasta que te seque el cora-zón, y maldigas la hora en que naciste.

Una ira demoníaca lo dominaba mientras de-cía esto; tenía la cara contraída con una muecademasiado horrenda como para que ningún serhumano le pudiera contemplar. Al rato se cal-mó, y prosiguió.

––Tengo la intención de razonar contigo. Estarabia me es perjudicial, pues tú no entiendesque eres el culpable. Si alguien tuviera paraconmigo sentimientos de benevolencia, yo selos devolvería centuplicados; conque existieraeste único ser, sería capaz de hacer una treguacon toda la humanidad. Pero ahora me recreosoñando dichas imposibles. Lo que te pido esrazonable y justo; te exijo una criatura del otrosexo, tan horripilante como yo: es un consuelo

Page 264: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

bien pequeño, pero no puedo pedir más, y coneso me conformo. Cierto es que seremos mons-truos, aislados del resto del mundo, pero esoprecisamente nos hará estar más unidos el unoal otro. Nuestra existencia no será feliz, pero síinofensiva, y se hallará exenta del sufrimientoque ahora padezco. ¡Creador mío!, hazme feliz;dame la oportunidad de tener que agradecer unacto bueno para conmigo; déjame comprobarque inspiro la simpatía de algún ser humano;no me niegues lo que te pido.

Me convenció. Sentía escalofríos al pensar enlas posibles consecuencias que se derivarían siaccedía a su petición, pero pensaba que su ar-gumento no estaba del todo falto de justicia. Sunarración, y los sentimientos que ahora expre-saba, demostraban que era una criatura de sen-timientos elevados, y no le debía yo, como sucreador, toda la felicidad que pudiera propor-cionarle? El advirtió el cambio que experimen-taban mis sentimientos y continuó:

Page 265: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Si accedes, ni tú ni ningún otro ser humanonos volverá a ver. Me iré a las enormes llanurasde Sudamérica. Mi alimento no es el mismo queel del hombre; yo no destruyo al cordero o alcabritilla para saciar mi hambre; las bayas y lasbellotas son suficiente alimento para mí. Micompañera será idéntica a mí, y sabrá conten-tarse con mi misma suerte. Hojas secas forma-rán nuestro lecho; el sol brillará para nosotrosigual que para los demás mortales, y maduraránuestros alimentos. La escena que te describo estranquila y humana, y debes admitir que, si teniegas, mostrarías una deliberada crueldad ytiranía. Despiadado como te has mostrado hastaahora conmigo, veo sin embargo un destello decompasión en tu mirada; déjame aprovechareste momento favorable, para arrancarte lapromesa de que harás lo que tan ardientementedeseo.

––Te propones le contesté–– abandonarlos lugares donde habita el hombre, y vivir enparajes inhóspitos donde las bestias serán tus

Page 266: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

únicas compañeras. ¿Cómo podrás soportar túeste exilio, tú que ansías el cariño y la compren-sión de los hombres? Volverás de nuevo, enbusca de su afecto, y te volverán a despreciar;renacerá en ti la maldad, y entonces tendrásuna compañera que te ayudará en tu labor des-tructora. No puede ser; deja de insistir porqueno puedo acceder.

¡Qué inestables son tus sentimientos! Hace só-lo un momento te sentías conmovido, ¿por quéde nuevo ahora te vuelves atrás y te endurecescontra mis súplicas? Te juro, por esta tierra enla que habito, y por ti, mi creador, que si me dasla compañera que te pido, abandonaré la vecin-dad de los hombres, y para ello habitaré, si espreciso, los lugares más salvajes de la Tierra.No habrá lugar para instintos de maldad, puestendré comprensión, mi vida transcurrirá tran-quila y, a la hora de la muerte, no tendré quemaldecir á mi creador.

Sus palabras suscitaron en mí una sensaciónextraña. Le compadecía, y hasta llegaba en al-

Page 267: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

gún momento a querer consolarlo; pero cuandolo miraba, cuando veía esa masa inmunda quehablaba y se movía, me invadía la repugnancia,y mis compasivos sentimientos se tornaban enhorror y odio. Intentaba sofocar esta sensación;pensaba que, ya que no podía tenerle ningúnafecto, no tenía derecho a denegarle la pequeñaparte de felicidad que estaba en mi mano con-cederle.

––Juras le dije–– que no causarás másdaños; ¿no has demostrado ya un grado demaldad que debiera, con razón, hacerme des-confiar de ti? ¿No será esto una trampa queaumentará tu triunfo, al otorgarte mayores po-sibilidades de venganza?

––¿Pero cómo? Creí haberte conmovido, y, sinembargo, sigues negándote a concederme loúnico que amansaría mi corazón y me haríainofensivo. Si no estoy ligado a nadie ni amo anadie, el vicio y el crimen deberán ser, forzo-samente, mi objetivo. El cariño de otra personadestruiría la razón de ser de mis crímenes, y me

Page 268: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

convertiría en algo cuya existencia todos desco-nocerían. Mis vicios son los vástagos de unasoledad impuesta y que aborrezco; y mis virtu-des surgirían necesariamente cuando viviera enarmonía con un semejante. Sentiría el afecto deotro ser y me incorporaría a la cadena de exis-tencia y sucesos de la cual ahora quedo exclui-do.

Reflexioné un rato sobre todo lo que me habíadicho y sobre los diversos argumentos quehabía esgrimido. Pensé en la actitud promete-dora de la que había dado muestras al comien-zo de su existencia, y en la degradación poste-rior que habían sufrido sus cualidades a causadel desprecio y odio que sus protectores le de-mostraron. No olvidé en mis reflexiones sufuerza y sus amenazas; un ser capaz de habitaren las cuevas de los glaciares, y de zafarse desus perseguidores entre las crestas de los abis-mos inaccesibles, poseía unas facultades con lascuales sería inútil intentar competir. Tras unlargo rato de meditación, llegué al convenci-

Page 269: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

miento de que acceder a lo que me pedía eraalgo que les debía a él y a mis semejantes. Con-secuentemente, volviéndome hacia él, le dije:

Accedo a la petición, bajo la solemne promesade que abandonarás para siempre Europa, y deque evitarás cualquier otro lugar que el hombrefrecuente, en cuanto te entregue la compañeraque habrá de seguirte al exilio.

––¡Juro gritó––, por el sol y por el cieloazul, que si escuchas mis súplicas jamás mevolverás a ver mientras ellos existan! Partehacia tu casa y comienza tu labor; seguiré suproceso con inexpresable ansiedad. Y no temas;cuando hayas concluido, yo estaré allí.

No bien hubo terminado de hablar cuandome abandonó, temeroso quizá de que cambiarade nuevo mi decisión. Lo vi bajar por la monta-ña más rápido que el vuelo de un águila, ypronto lo perdí de vista entre las ondulacionesdel mar de hielo. Su narración había duradotodo el día, y el sol estaba a punto de ponersecuando se marchó. Sabía que debía apresurar-

Page 270: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

me a emprender mi descenso hacia el valle,pues pronto me envolvería la oscuridad, peroun gran peso me oprimía el corazón y lastrabamis pasos. El esfuerzo que tenía que hacer paracaminar por los serpenteantes senderos de lamontaña sin escurrirme me absorbía, aun con loturbado que estaba por los sucesos que se habí-an producido durante aquella jornada. Ya muyentrada la noche, llegué al albergue situado amedio camino, y me senté junto a la fuente. Lasestrellas brillaban intermitentemente, cuandono las ocultaban las nubes; los oscuros pinos seerguían ante mí, y aquí y allá se veían troncostendidos por el hielo: era una escena de impo-nente solemnidad, que removió en mí extrañospensamientos. Lloré amargamente; y, juntandolas manos con desesperación, exclamé:

¡Estrellas, nubes, vientos!, ¡os queréis burlarde mí!: si en verdad me compadecéis, libradmede mis sensaciones y mis recuerdos; dejadmeque me hunda en la nada; si no, alejaos, alejaosy sumidme en las tinieblas.

Page 271: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Eran éstos pensamientos absurdos y desespe-rados, pero me es imposible describir cuántome hacía sufrir el centelleo de las estrellas, nicómo esperaba que cada ráfaga de viento fueraun aborrecible siroco que viniera a consumir-me.

Amaneció antes de que yo llegara a la aldeade Chamonix; mi aspecto cansado y extraño nocontribuyó a sosegar a mi familia, que habíapasado la noche en pie aguardando ansiosa-mente mi regreso.

Volvimos a Ginebra al día siguiente. La inten-ción de mi padre al venir había sido la de dis-traerme y devolverme la tranquilidad perdida,pero la medicina había tenido resultados nefas-tos. Al no poder entender la gran tristeza queparecía embargarme, se apresuró a organizar lavuelta a casa, confiando en que la paz y la mo-notonía de la vida familiar aliviaran mis sufri-mientos, cualesquiera que fueran sus causas.

En cuanto a mí, permanecí al margen de to-dos sus preparativos; incluso el dulce cariño de

Page 272: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

mi querida Elizabeth era insuficiente para sa-carme del abismo de mi desesperación. Pesabasobre mí la promesa que le había hecho a aqueldemonio, como la capucha de hierro que lleva-ban los infernales hipócritas de Dante. Todaslas maravillas del cielo y de la tierra pasabanante mí como un sueño, y un único pensamien-to constituía la realidad. ¿Es de sorprender,pues, que a veces me invadiera un estado dedemencia, o que continuamente viera a mi alre-dedor una multitud de repugnantes animalesque me infligían torturas incesantes y a menu-do me arrancaban horribles y amargos chilli-dos?

No obstante, poco a poco, estos sentimientosse fueron calmando. De nuevo me incorporé ala vida cotidiana, si no con interés; sí al menoscon cierto grado de tranquilidad.

Page 273: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

VOLUMEN III

Capítulo 1

A mi vuelta a Ginebra pasaron muchos días ymuchas semanas sin que encontrara en mí valorsuficiente para reemprender mi trabajo. Temíala venganza del ser demoníaco si lo defraudaba,pero lograba vencer la repugnancia que meinspiraba la tarea que me había impuesto. Medi cuenta de que no podía crear una hembra sinde nuevo dedicar varios meses al estudio pro-fundo y a laboriosos experimentos. Tenía cono-cimiento de ciertos descubrimientos llevados acabo por un científico inglés, cuyas experienciasme serían valiosas, y a veces pensaba en solici-tar permiso de mi padre para ir a Inglaterra coneste fin; pero me aferraba a cualquier pretextopara no interrumpir la incipiente tranquilidadque empezaba a sentir. Mi salud, muy debilita-da hasta el momento, comenzaba ahora a forta-lecerse, y mi estado de ánimo, cuando el triste

Page 274: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

recuerdo de la promesa hecha no lo empañaba,se elevaba bastante. Mi padre observaba conagrado esta mejoría, y se afanaba por buscar lamejor forma de borrar por completo la melan-colía, que de vez en cuando me retornaba yensombrecía tenazmente la tenue luz que inten-taba abrirse paso en mí. Entonces buscaba refu-gio en la más absoluta soledad; pasaba díasenteros en el lago, tumbado en una barca, silen-cioso e indolente mirando las nubes y escu-chando el murmullo de las olas. El aire puro yel sol brillante solían devolverme, al menos enparte, la compostura; y, a mi regreso, respondíaa los saludos de mis amigos con la sonrisa máspresta y el corazón más ligero.

Fue a la vuelta de una de estas salidas cuandomi padre, llamándome aparte, me dijo:

Me satisface mucho, hijo, que vuelvas a tusantiguas distracciones y a ser el mismo de an-tes. Sin embargo, sigues triste y aún esquivasnuestra compañía. Durante algún tiempo heestado muy desorientado acerca de cuál podría

Page 275: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ser la razón de esto; pero ayer tuve una idea, yte ruego que, si estoy en lo cierto, me la confir-mes. Cualquier reserva a este respecto no sólosería injustificada, sino que aumentaría nues-tras preocupaciones.

Al oír estas palabras me puse a temblar, peromi padre continuó:

––Te confieso, hijo, que siempre he deseadotu matrimonio con tu prima, considerándolo elcentro de nuestra felicidad doméstica y el bácu-lo de mis postreros años. Os habéis sentidomuy unidos desde niños; estudiabais juntos, yparecíais, por gustos y aficiones, idóneos el unoal otro. Pero somos tan ciegos los humanos, quelas cosas que yo consideraba favorables a esteproyecto quizá hayan sido precisamente las quelo hayan destruido por completo. Puede que túla consideres como una hermana, y no tengasningún deseo de que se convierta en tu esposa.Es incluso posible que hayas conocido a otramujer a la cual ames y que, considerándote li-gado a tu prima por razones de honor, te deba-

Page 276: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

tas en una lucha que ocasiona la visible tristezaque te aflige.

Querido padre, tranquilízate. Te aseguro queamo a Elizabeth tierna y profundamente. No heconocido a ninguna mujer que me inspire, co-mo ella, tanta admiración y afecto. Mis espe-ranzas y deseos para el futuro se fundan en laperspectiva de nuestra unión.

––Tus palabras, querido Víctor, me producenuna alegría que no experimentaba hacía muchotiempo. Si esto es lo que sientes, nuestra felici-dad está asegurada, por mucho que sucesosrecientes puedan entristecernos. Pero es justoesta tristeza, que parece haberse adueñado deforma tan poderosa de ti, la que quisiera disi-par. Dime, pues, si tienes alguna objeción a quese celebre la boda de inmediato. Hemos sidodesdichados últimamente, y recientes sucesosnos han robado la paz cotidiana que mi edadrequiere. Tú eres joven; pero no creo que, con lafortuna de que dispones, una boda precoz pue-da interferir en los planes de honor o provecho

Page 277: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

que te hayas podido trazar. No creas, empero,que quiero imponerte la felicidad, o que unademora por tu parte me fuera a ocasionar desa-zón. Interpreta bien mis palabras, y te ruego mecontestes con confianza y franqueza.

Escuché a mi padre en silencio, y durante al-gunos instantes no logré darle respuesta. Pormi mente discurría un cúmulo de pensamientosque intentaba ordenar para poder llegar a algu-na conclusión. La idea de una inmediata unióncon mi prima me llenaba de horror y aflicción.Estaba atado por una solemne promesa que aúnno había cumplido y que no osaba romper,pues, de hacerlo, ¡qué desdichas no acarrearíapara mí y mi afectuosa familia el incumplimien-to de mi palabra! No creo que pudiera entrar eneste festejo con semejante peso muerto atadodel cuello, y doblegándome hacia el suelo. De-bía llevar a cabo mi compromiso, dejando almonstruo que partiera con su pareja, antes depermitirme disfrutar de las delicias de un ma-trimonio del que esperaba la paz.

Page 278: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Recordé también la necesidad que tendría deviajar a Inglaterra, o de comenzar una largacorrespondencia con científicos de aquel paíscuyos conocimientos e investigaciones me eranimprescindibles en mi tarea. Esta segunda ma-nera de obtener la información que precisabaera lenta y poco satisfactoria; además: cualquiercambio me serviría de distracción, y me ilusio-naba la idea de pasar un año o dos en otro lu-gar, cambiando de ocupación y lejos de mi fa-milia; durante este período podría ocurrir cual-quier suceso que me permitiese volver a ellosen paz y tranquilidad: quizá hubiera ya cum-plido mi promesa, y el monstruo hubiera des-aparecido; o quizá algún accidente lo hubieradestruido, poniendo así fin a mi esclavitud.

Estos sentimientos me dictaron la respuestaque le di a mi padre. Manifesté el deseo de visi-tar Inglaterra; pero oculté mis verdaderas in-tenciones bajo el pretexto de que quería viajar yver mundo antes de asentarme para el resto demi vida en mi ciudad natal.

Page 279: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Le rogué insistentemente que me dejara partiry accedió con prontitud, pues no existía en elmundo padre más indulgente y menos imposi-tivo que él. Pronto estuvieron arreglados lospreparativos. Yo viajaría a Estrasburgo, dondeme reuniría con Clerval. Estaríamos una cortatemporada en Holanda, pero la mayor parte deltiempo lo pasaríamos en Inglaterra. El regresolo haríamos por Francia; y acordamos que elviaje duraría dos años.

Mi padre se consolaba con el pensamiento deque mi boda con Elizabeth tendría lugar encuanto volviera a Ginebra.

––Estos dos años pasarán muy deprisa ––dijo––, y será la última demora que se inter-ponga en el camino de tu felicidad. Espero conimpaciencia la llegada del momento en queestemos todos unidos y ningún temor alterenuestra paz familiar.

––Estoy de acuerdo con tu proyecto lecontesté––. Dentro de dos años tanto Elizabeth

Page 280: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

como yo seremos más maduros, y espero quemás felices de lo que ahora somos.

Suspiré; pero mi padre, delicadamente, seabstuvo de hacerme más preguntas respecto delas causas de mi pesadumbre. Esperaba que elcambio de ambiente y la distracción del viajeme devolvieran la tranquilidad.

Empecé, pues, a preparar mi marcha; pero meobsesionaba un pensamiento que me llenaba deangustia y temor. Durante mi ausencia, mi fa-milia seguiría ignorando la existencia de suenemigo, y quedaría a merced de sus ataquescaso de que él, irritado por mi viaje, se lanzaracontra ellos. Pero había prometido seguirmedonde quiera que fuera; así que ¿no vendríatras de mí a Inglaterra? Este pensamiento eraterrorífico en sí mismo, pero reconfortante, encuanto que suponía que los míos estarían a sal-vo. Me torturaba la idea de que sucediera locontrario de esto. Pero durante todo el tiempoque fui esclavo de mi criatura siempre me dejéguiar por los impulsos del momento; y en ese

Page 281: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

instante tenía la seguridad de que me persegui-ría, y, por tanto, mi familia quedaría libre delpeligro de sus maquinaciones.

Partí hacia mis dos años de exilio a finales deagosto. Elizabeth aprobaba los motivos de mimarcha, y sólo lamentaba el no tener las mis-mas oportunidades que yo para ampliar sucampo de experiencia y cultivar su mente. Lloróal despedirme, y me rogó que retornara feliz yen paz conmigo mismo.

––Todos confiamos en ti ––dijo––; y si tú estásapenado, ¿cuál puede ser nuestro estado deánimo?

Me metí en el carruaje que debía alejarme delos míos, apenas sin saber adónde me dirigía, eimportándome poco lo que sucedía a mi alre-dedor. Sólo recuerdo que, con inmensa amar-gura, pedí que empaquetaran el instrumentalquímico que quería llevarme conmigo, pueshabía decidido cumplir mi promesa mientrasestaba en el extranjero y regresar, a ser posible,un hombre libre. Lleno de sombríos pensamien-

Page 282: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

tos, atravesé hermosísimos lugares de majes-tuosa belleza; pero tenía la mirada fija y abs-traída. Sólo pensaba en la meta de mi viaje, y eltrabajo del cual debía ocuparme mientras dura-ra.

Tras varios días de inquieta indolencia, du-rante los cuales recorrí muchas leguas, llegué aEstrasburgo, donde tuve que aguardar durantedos días la llegada de Clerval. Vino, y ¡que in-mensa diferencia había entre nosotros! El res-pondía vivamente ante cualquier paraje nuevo;se emocionaba con las hermosas puestas de sol,y aún más con el amanecer cuando se estrenabaun nuevo día; me señalaba los cambios de colo-rido en el paisaje y el aspecto del cielo.

¡Esto es lo que yo llamo vivir! ––exclamaba––.¡Cómo me gusta existir! ¿Pero por qué estás tú,querido Frankenstein, tan apenado y abatido?

Lo cierto es que me embargaban tristes pen-samientos, y permanecía indiferente ante elanochecer o el dorado amanecer reflejado en elRin. Y usted, amigo mío, se divertiría mucho

Page 283: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

más con el diario de Clerval, gozoso y sensibleadmirador del paisaje, que con las reflexionesde esta criatura miserable, perseguido por unamaldición que impedía toda posibilidad de di-cha.

Habíamos decidido bajar en barco por el Rindesde Estrasburgo hasta Rotterdam, donde em-barcaríamos para Londres. Durante este trayec-to pasamos muchas islas cubiertas de sauces, yvimos varias ciudades hermosas. Paramos undía en Mannhein, y cinco días después de salirde Estrasburgo llegábamos a Maguncia. A par-tir de aquí, el curso del Rin se hace mucho máspintoresco. El río desciende velozmente, ser-penteando entre colinas no muy altas pero síescarpadas y de formas muy bellas. Vimos nu-merosos castillos en ruinas, lejanos e inaccesi-bles, que, rodeados de espesos y sombríos bos-ques, se alzaban al borde de los despeñaderos.Esta parte del Rin ofrece un paisaje de singularvariedad. Pueden verse irregulares montañas,castillos en ruinas dominando tremendos pre-

Page 284: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

cipicios, a cuyos pies el sombrío Rin fluye enprecipitada carrera; y, de repente, tras rodearun promontorio, el paisaje lo constituyen prós-peros viñedos, que cubren las verdes y ondu-lantes laderas, sinuosos ríos y pobladas ciuda-des.

Era la época de la vendimia, y, mientras via-jábamos río abajo, escuchábamos las cancionesde los trabajadores. Incluso yo, a pesar de miánimo decaído, y lleno como estaba de sombrí-os pensamientos, me sentía contento. Tumbadoen el fondo de la barca, miraba el límpido cieloazul, y parecía imbuirme de una tranquilidadque hacía mucho no sentía. Si éstas eran missensaciones, ¿cómo explicar las de Henry? Secreía transportado a un país de hadas, y sentíauna felicidad poco común en el hombre.

––He visto ––decía–– los parajes más hermo-sos de mi país; conozco los lagos de Lucerna yUri, donde las nevadas montañas entran casi apico en el agua, proyectando oscuras e impene-trables sombras que, de no ser por los verdes

Page 285: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

islotes que alegran la vista, parecerían lúgubresy tenebrosos; he visto también agitarse este lagocon una tempestad, cuando el viento arremoli-naba las aguas, dando una idea de lo que puedeser una tromba marina en el inmenso océano;he visto las olas estrellarse con furia al pie delas montañas, donde cayó la avalancha sobre elcura y su amante, cuyas moribundas voces, sedice, todavía se oyen cuando se acallan losvientos; he visto las montañas de Valais y lasdel país de Vaud, pero este país, Víctor, me gus-ta mucho más que todas aquellas maravillas.Las montañas de Suiza son más majestuosas yextrañas; pero hay un encanto especial en lasmárgenes de este río tan divino, que no es com-parable a nada. Mira ese castillo que dominaaquel precipicio; y ese en aquella isla, casi ocul-to por el follaje de los hermosos árboles; y esegrupo de trabajadores que vienen de sus viñe-dos; y esa aldea medio oculta por los plieguesde la montaña. Sin duda, los espíritus que habi-tan y cuidan de este lugar tienen un alma más

Page 286: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

comprensiva para con el hombre que aquellosque pueblan el glaciar o que se refugian en lascimas inaccesibles de las montañas de nuestropaís.

¡Clerval!, ¡amigo del alma!, incluso ahora mellena de satisfacción recordar tus palabras ydedicarte los elogios que tan merecidos tienes.Era un ser que se había educado en «la poesíade la naturaleza». Su desbordante y entusiastaimaginación se veía matizada por la gran sensi-bilidad de su espíritu. Su corazón rezumabaafecto, y su amistad era de esa naturaleza fiel ymaravillosa que la gente de mundo se empeñaen hacernos creer que sólo existe en el reino delo imaginario. Pero ni siquiera la comprensión yel cariño humanos bastaban para satisfacer suávida mente. El espectáculo de la naturaleza,que en otros despierta simplemente admira-ción, era para él objeto de una pasión ardiente:

La sonora catarataLe obsesionaba como una pasión: la erguida roca,

Page 287: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

La montaña, y el bosque sombrío y tupido,Sus formas y colores, eran para élUn deseo; un sentimiento, y un amor,Que no necesitaba de otros encantos remotos,Que el pensamiento puede proporcionar, u otro

atractivoQue los ojos jamás vieron.

¿Y dónde está ahora? ;Se ha perdido parasiempre este ser tan dulce y hermoso? ¿Ha pe-recido esta mente tan repleta de pensamientos,de magníficas y caprichosas fantasías que for-maban un mundo cuya existencia dependía dela vida de su creador? ¿Existe ahora sólo en mirecuerdo? No, no puede ser; aquel cuerpo, tanperfectamente modelado, que irradiaba hermo-sura, se ha descompuesto, pero su espíritu si-gue alentando y visitando a su desdichadoamigo.

Perdóneme usted este arranque de dolor; es-tas pobres palabras son tan sólo un insignifican-te tributo a la inapreciable valía de Henry, pero

Page 288: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

calman mi corazón, tan angustiado por su re-cuerdo. Continuaré mi relato.

Dejamos Colonia y descendimos a las llanurasde Holanda, donde decidimos continuar portierra el resto del viaje, pues el viento era desfa-vorable y–– la corriente del río demasiado lentapara ayudarnos.

Aquí nuestro viaje perdió el interés que elmagnífico paisaje había proporcionado hastaahora; pero a los pocos días llegamos a Rotter-dam desde donde proseguimos viaje a Inglate-rra por mar. Era una límpida mañana, de fina-les de diciembre, cuando vi por primera vez losblancos acantilados de Gran Bretaña. Las orillasdel Támesis ofrecían un nuevo paisaje; eranllanas pero fértiles, y casi todas las ciudades sesignificaban por algún recuerdo histórico. Vi-mos el fuerte Tilbury, y recordamos la ArmadaInvencible; Gravesend, Woolwich y Greenwich,lugares de los que había oído hablar ya en mipaís.

Page 289: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Por fin divisamos los innumerables campana-rios de Londres, dominados todos por la impre-sionante cúpula de San Pablo, y la Torre, famo-sa en la historia de Inglaterra.

Page 290: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 2

Londres era nuestro lugar de asiento, y deci-dimos quedarnos algunos meses en esta mara-villosa y célebre ciudad. Clerval quería conocera los hombres de genio y talento que despunta-ban entonces, pero para mí esto era secundario,pues mi principal interés era la obtención de losconocimientos que necesitaba para poder llevara cabo mi promesa. A este fin, me apresuré aentregar a los más distinguidos científicos lascartas de presentación que había traído conmi-go.

Si este viaje hubiera tenido lugar en la épocade mis primeros estudios, cuando aún estaballeno de felicidad, me habría proporcionado uninmenso placer. Pero una maldición había en-sombrecido mi existencia, y sólo visitaba a estaspersonas con el afán de conseguir la informa-ción que me pudieran proporcionar acerca deltema que, por motivos tan tremendos, tanto meinteresaba. La compañía de otras personas me

Page 291: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

resultaba molesta; cuando me encontraba solopodía dejar vagar mi imaginación hacia cosasagradables; la voz de Henry me apaciguaba, yasí llegaba a engañarme y a conseguir una paztransitoria. Pero los rostros gesticulantes, ale-gres y poco interesantes de los demás me volví-an a sumir en la desesperación. Veía alzarseuna infranqueable barrera entre mis semejantesy yo; barrera teñida con la sangre de William yJustine; y el recuerdo de los sucesos relaciona-dos con estos nombres me llenaba de angustia.

En Clerval veía la imagen de lo que yo habíasido; era inquisitivo y estaba ansioso por adqui-rir sabiduría y experiencia. La diferencia decostumbres que advertía era para él fuente in-agotable de enseñanza y distracción. Estabasiempre ocupado; y lo único que empañaba sufelicidad era mi abatimiento y pesadumbre. Yo,por mi parte, intentaba disimular mis senti-mientos cuanto podía, a fin de no privarle delos lógicos placeres que uno siente cuando, librede tristes recuerdos y agobios, encuentra nue-

Page 292: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

vos horizontes en su vida. A menudo me excu-saba, alegando compromisos anteriores, paraasí no tener que acompañarlo, y poder perma-necer solo. Comencé a recabar por entonces losmateriales que necesitaba para mi nueva crea-ción, lo que me suponía la misma tortura quepara los condenados el interminable goteo delagua sobre sus cabezas. Cada pensamiento de-dicado al tema me producía una tremenda an-gustia, y cada palabra alusiva a ello hacía queme temblaran los labios y me palpitara el cora-zón.

Cuando llevábamos unos meses en Londres,recibimos una carta de una persona que vivíaen Escocia y que nos había visitado en Ginebra.En ella se refería a la belleza de su país natal yse preguntaba si esto no sería un motivo sufi-ciente para que nos decidiéramos a prolongarnuestro viaje hasta Perth, donde él vivía. Cler-val estaba ansioso por aceptar la invitación; yyo, aunque detestaba la compañía de otras per-sonas, quería ver de nuevo riachuelos y monta-

Page 293: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ñas y todas las maravillas con las cuales la na-turaleza adorna sus lugares predilectos.

Habíamos llegado a Inglaterra a principios deoctubre y ya estábamos en febrero, de modoque decidimos emprender nuestro viaje hacia elnorte a finales del mes siguiente. En este viajeno pensábamos seguir la carretera principal aEdimburgo, pues queríamos visitar Windsor,Oxford, Madock y los lagos de Cumberland,esperando llegar a nuestro destino a finales dejulio. Embalé, pues, mis instrumentos químicosy el material que había conseguido, con la in-tención de acabar mi tarea en algún lugar apar-tado de las montañas del norte de Escocia.

Dejamos Londres el 27 de marzo y nos que-damos unos días en Windsor, paseando por suhermosísimo bosque. Este paisaje era comple-tamente nuevo para nosotros, habitantes de unpaís montañoso; los robles majestuosos, laabundancia de caza y las manadas de altivosciervos constituían una novedad para 'nosotros.

Page 294: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Continuamos luego hacia Oxford. Al llegar ala ciudad, rememoramos los sucesos que allíhabían ocurrido hacía más de ciento cincuentaaños. Fue allí donde Carlos I reunió sus tropas.La ciudad le había permanecido fiel mientrastoda la nación abandonaba su causa y se unía alestandarte del parlamento y la libertad. El re-cuerdo de aquel desdichado monarca y de suscompañeros, el afable Falkland, el orgullosoGower, su reina y su hijo, daban un interés es-pecial a cada rincón de la ciudad, que se suponedebieron habitar. El espíritu de días pasadostenía aquí su morada y nos deleitaba perseguirsus huellas. Pero aunque estos sentimientos nohubieran bastado para satisfacer nuestra imagi-nación, la ciudad en sí era lo suficientementehermosa como para despertar nuestra admira-ción. La universidad es antigua y pintoresca; lascalles, casi magníficas; y el delicioso Isis, quecorre por entre prados de un exquisito verde, seensancha formando un tranquilo remanso deagua, donde se reflejan el magnífico conjunto

Page 295: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

de torres, campanarios y cúpulas que asomanpor entre los viejos árboles.

Disfrutaba con este paisaje; pero veía turbadomi gozo tanto por el recuerdo del pasado comopor los acontecimientos del futuro. Había naci-do para ser feliz. Durante mi juventud nuncame había afligido la tristeza, y si en algún mo-mento me sentía abatido, contemplar las mara-villas de la naturaleza o estudiar lo que de su-blime y excelente ha hecho el hombre siempreconseguía interesarme y animarme. Pero no soymás que un árbol destrozado, corroído hasta lamédula, y ya entonces presentí que sobreviviríahasta convertirme en lo que pronto dejaré deser: una miserable ruina humana, objeto decompasión para los demás y de repugnanciapara mí mismo.

Pasamos bastante tiempo en Oxford, reco-rriendo sus alrededores e intentando localizarlos lugares relacionados con la época más agi-tada de la historia de Inglaterra. Nuestros pe-queños viajes de investigación a menudo se

Page 296: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

veían prolongados por los sucesivos descubri-mientos que íbamos haciendo. Visitamos latumba del ilustre Hampden y el campo de bata-lla donde cayó aquel patriota. Por un momentomi espíritu logró olvidarse de sus miserables ydenigrantes temores al recordar las maravillo-sas ideas de libertad y sacrificio, de las cualesestos lugares eran recuerdo y exponente. Por uninstante conseguí librarme de mis cadenas ymirar a mi alrededor con un espíritu libre yelevado, pero el hierro se me había clavadoprofundamente, y, tembloroso y atemorizado,volví a hundirme en la miseria.

Dejamos Oxford con pesar, y continuamoshacia Matlock, nuestro próximo lugar de asien-to. El campo que rodea este pueblo se parece encierto modo al de Suiza, pero todo a menor es-cala; las verdes colinas carecen del fondo que enmi país natal proporcionan los distantes Alpesnevados, asomando siempre por detrás de lasmontañas cubiertas de pinos. Visitamos la ma-ravillosa gruta y las pequeñas vitrinas dedica-

Page 297: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

das a las ciencias naturales, donde los objetosestán dispuestos de la misma manera que lascolecciones de Servox y Chamonix. El meronombre de éste último lugar me hizo temblarcuando Henry lo pronunció, y me apresuré aabandonar Matlock ––por la vinculación quetenía con aquel horrible sitio.

Desde Derby, y siguiendo hacia el norte, nosdetuvimos dos meses en Cumberland y West-moreland. Aquí sí que casi me pareció encon-trarme entre las montañas de Suiza. Las peque-ñas extensiones de nieve que aún quedaban enla ladera norte de las montañas, los lagos y eltumultuoso curso de los rocosos torrentes meresultaban escenas familiares y queridas. Aquítambién hicimos nuevas amistades que casiconsiguieron crearme la ilusión de felicidad. Laalegría que Clerval manifestaba era muy supe-rior a la mía; él se crecía ante hombres de talen-to, y descubrió que poseía mayores recursos yposibilidades de lo que hubiera creído cuandofrecuentaba la compañía de personas menos

Page 298: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

dotadas intelectualmente que él. «Podría viviraquí ––decía––; y rodeado de estas montañasapenas si añoraría Suiza o el Rin.»

Pero descubrió que la vida de un viajero in-cluye muchos pesares entre sus satisfacciones.El espíritu se encuentra siempre en tensión; yjusto cuando empieza a aclimatarse, se ve obli-gado a cambiar aquello que le interesa por nue-vas cosas que atraen su atención y que tambiénabandonará en favor de otras novedades.

Apenas habíamos visitado los lagos de Cum-berland y Westmoreland, y comenzado a sentirafecto por algunos de sus habitantes, cuandotuvimos que partir, pues se aproximaba la fechaen que debíamos reunirnos con nuestro amigoescocés. Yo, personalmente, no lo sentí. Estabaretrasando el cumplimiento de mi promesa ytemía las consecuencias del enojo de aquel serdiabólico. Cabía la posibilidad de que se hubie-ra quedado en Suiza y se vengara en mis fami-liares. Esta idea me perseguía y me atormenta-ba durante todos aquellos momentos que de

Page 299: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

otra manera me hubieran proporcionado paz ytranquilidad. Esperaba las cartas de mi familiacon febril impaciencia; si se retrasaban, me dis-gustaba y me atenazaban mil temores; y cuandollegaban, y reconocía la letra de Elizabeth o demi padre, apenas me atrevía a leerlas. A vecesimaginaba que el bellaco me perseguía, y quequizá pretendiera acelerar mi indolencia asesi-nando a mi compañero. Cuando me veníanestos pensamientos, permanecía al lado deHenry constantemente, lo seguía como si fuerasu sombra para protegerlo de la imaginada fu-ria de su destructor. Me sentía como si yo mis-mo hubiera cometido algún tremendo crimen,cuyo remordimiento me obsesionaba. Me sabíainocente, pero no obstante había atraído unamaldición sobre mí, tan fatal como la de uncrimen.

Visité Edimburgo con espíritu distraído; y, sinembargo, esa ciudad hubiera despertado el in-terés del ser más apático. A Clerval no le gustótanto como Oxford, pues le había atraído mu-

Page 300: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

cho la antigüedad de esta ciudad. Pero la belle-za y regularidad de la moderna Edimburgo, suromántico castillo y los alrededores, los máshermosos del mundo, Arthur's Seat, Saint Ber-nard's Well y las colinas de Portland, le com-pensaron el cambio y lo llenaron de alegría yadmiración. Yo, sin embargo, estaba intranquilopor llegar al término de nuestro viaje.

Salimos de Edimburgo al cabo de una sema-na, pasando por Coupar, Saint Andrews y si-guiendo la orilla del Tay hasta Perth, donde nosesperaba nuestro amigo. Pero yo no me sentíacon fuerzas para conversar y reír con extraños,o para adaptarme a sus gustos y planes con ladisposición propia de un buen huésped, demanera que le dije a Clerval que visitaría solo elresto de Escocia.

––Diviértete ––le dije—. Aquí nos encontra-remos de nuevo. Puede que me ausente un meso dos; pero no te inquietes por mi, te lo ruego.Déjame un tiempo en la paz y soledad que ne-cesito; y cuando regrese, espero hacerlo con el

Page 301: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

corazón más aligerado y más de acuerdo con tuestado de ánimo.

Henry trató de disuadirme; pero, al verme tandecidido, dejó de insistir. Me rogó que le escri-biera con frecuencia.

Preferiría ––dijo–– acompañarte en tus excur-siones solitarias que quedarme con estos esco-ceses a quienes apenas conozco. Apresúrate aregresar, querido amigo, para que de nuevo mesienta como en casa, cosa que me será imposi-ble durante tu ausencia.

Despidiéndome de mi amigo, decidí buscaralgún apartado lugar de Escocia donde concluira solas mi labor. No tenía ninguna duda de queel monstruo me seguía y de que, una vez hubie-ra terminado mi obra, se me presentaría pararecibir a su compañera.

Tomada esta resolución, atravesé las tierrasaltas del norte y elegí, como lugar de trabajo,una de las islas Orcadas, que eran las más aleja-das. Era éste un lugar idóneo para llevar a cabomi tarea, pues era poco más que una roca cuyos

Page 302: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

escarpados laterales batían las olas constante-mente. El terreno era yermo, apenas si ofrecíapasto para algunas escuálidas vacas y avenapara sus cinco habitantes, cuyos cuerpos esque-léticos y retorcidos daban prueba de su misera-ble existencia. El pan y las verduras, cuando sepermitían semejantes lujos, e incluso el aguapotable, venían del continente, que quedaba aunas cinco millas de allí.

En toda la isla no había más que tres míseraschozas, una de las cuales encontré desocupadaal llegar. La alquilé. Tenía sólo dos cuartos, quemostraban la suciedad propia de las más abso-luta indigencia. La techumbre, de ramas y ras-trojos, se estaba hundiendo; las paredes no es-taban encaladas, y la puerta colgaba, torcida, deuno de los goznes. Ordené que la repararan,compré algunos muebles y me instalé, lo quesin duda hubiera ocasionado bastante sorpresade no ser porque la necesidad y la pobrezahabían entumecido por completo las mentes deestos habitantes. El hecho es que ni me moles-

Page 303: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

taban ni curioseaban, y apenas si me agradecie-ron los víveres y ropas que les di, lo que de-muestra hasta qué punto el sufrimiento insen-sibiliza incluso los sentimientos más elementa-les del hombre.

En este retiro dedicaba las mañanas al trabajo;pero por la noche, cuando el tiempo lo permi-tía, paseaba por la pedregosa playa y escuchabael bramido de las olas que rompían a mis pies.Era un paisaje monótono y a la vez siemprecambiante. Me acordaba de Suiza y lo distintaque era de este lugar desolado y atemorizante.Allí, las viñas cubren las colinas, y las casitaspuntillean tupidamente las llanuras. Sus her-mosos lagos reflejan un cielo suave y azul; ycuando los vientos los alteran, su efervescenciaes como un juego de niños, comparada con losbramidos del inmenso océano.

Así distribuí mi tiempo al llegar; pero a me-dida que avanzaba en mi labor, me resultabamás molesta y repulsiva cada día. Había vecesque me era imposible entrar en mi laboratorio

Page 304: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

durante días enteros; otras, trabajaba día y no-che sin cesar para concluir cuanto antes. Real-mente era una obra repugnante la que me ocu-paba. En mi primer experimento, una especiede frenético entusiasmo me había impedido verel horror de lo que hacía; estaba absorto porcompleto en mi trabajo y ciego ante lo horriblede mi quehacer. Pero ahora lo llevaba a cabo asangre fría, y a menudo me asqueaba la labor.

En esta situación, dedicado como estaba aocupación tan detestable, inmerso en una sole-dad donde nada podía distraerme un solo mo-mento de aquello a lo que me aplicaba, empecéa desequilibrarme; y me volví inquieto y ner-vioso. A cada momento temía encontrarme conmi perseguidor. A veces me quedaba sentado,con los ojos fijos en el suelo, temeroso de levan-tar la vista y encontrar frente a mí la criaturacuya aparición tanto me espantaba. No me ale-jaba de mis vecinos por miedo a que, viéndomesolo, se me acercara para reclamarme su com-pañera.

Page 305: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Empero seguía trabajando y tenía ya la labormuy avanzada. Aguardaba el final con ahelantey trémula impaciencia, sobre la que no me que-ría interrogar, pero que se entremezclaba conoscuros y siniestros presentimientos que mehacían desfallecer.

Page 306: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 3

Una noche me encontraba sentado en mi la-boratorio; el sol se había puesto, y la luna em-pezaba a asomar por entre las olas; no teníasuficiente luz para seguir trabajando y perma-necía ocioso, preguntándome si debía dar porterminada la jornada o, por el contrario, hacerun esfuerzo y continuar mi labor y acelerar asísu final. Al meditar sobre esto, allí sentado, seme fueron ocurriendo otros pensamientos y mehicieron considerar las posibles consecuenciasde mi obra. Tres años antes me encontraba ocu-pado en lo mismo, y había creado un diabólicoser cuya incomparable maldad me había des-trozado el corazón y llenado de amargos re-mordimientos. Y ahora estaba a punto de crearotro ser, una mujer, cuyas inclinaciones desco-nocía igualmente; podía incluso ser diez milveces más diabólica que su pareja y disfrutarcon el crimen por el puro placer de asesinar. Elhabía jurado que abandonaría la vecindad de

Page 307: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

los hombres, y que se escondería en los desier-tos, pero ella no; ella, que con toda probabilidadpodría ser un animal capaz de pensar y razo-nar, quizá se negase a aceptar un acuerdo efec-tuado antes de su creación. Incluso podría serque se odiasen; la criatura que ya vivía aborre-cía su propia fealdad, y ¿no podía ser que laaborreciera aún más cuando se viera reflejadoen una versión femenina? Quizá ella también lodespreciara y buscara la hermosura superiordel hombre; podría abandonarlo y él volvería aencontrarse solo, más desesperado aún por lanueva provocación de verse desairado por unade su misma especie.

Y aunque abandonaran Europa, y habitaranen los desiertos del Nuevo Mundo, una de lasprimeras consecuencias de ese amor que tantoansiaba el vil ser serían los hijos. Se propagaríaentonces por la Tierra una raza de demoniosque podrían sumir a la especie humana en elterror y hacer de su misma existencia algo pre-cario. ¿Tenía yo derecho, en aras de mi propio

Page 308: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

interés, a dotar con esta maldición a las genera-ciones futuras? Me habían conmovido los so-fismas del ser que había creado; sus malévolasamenazas me habían nublado los sentidos. Peroahora por primera vez veía claramente lo de-vastadora que podía llegar a ser mi promesa;temblaba al pensar que generaciones futurasme podrían maldecir como el causante de esaplaga, como el ser cuyo egoísmo no había teni-do reparos en comprar su propia paz al precioquizá de la existencia de todo el género huma-no.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo y me fa-llaban las fuerzas cuando, al levantar la vistahacia la ventana, vi el rostro de aquel demonioa la luz de la luna. Una horrenda mueca lefruncía los labios, al ver cómo llevaba a cabo latarea que él me había impuesto. Sí, me habíaseguido en mis viajes, había atravesado bos-ques, se había escondido en cavernas o refugia-do en los inmensos brezales deshabitados; y

Page 309: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

venía ahora a comprobar mis progresos y a re-clamar el cumplimiento de mi promesa.

Al mirarlo, vi que su rostro expresaba una in-creíble malicia y traición. Recordé con una sen-sación de locura la promesa de crear otro sercomo él, y entonces, temblando de ira, destrocéla cosa en la que estaba trabajando. Aquel en-gendro me vio destruir la criatura en cuya futu-ra existencia había fundado sus esperanzas defelicidad, y, con un aullido de diabólica deses-peración y venganza, se alejó.

Salí de la habitación, y, cerrando la puerta, mehice la solemne promesa de no reanudar jamásmi labor. Luego, con paso tembloroso, me fui ami dormitorio. Estaba solo; no había nadie a milado para disipar mi tristeza y aliviarme de laopresión de mis terribles reflexiones.

Pasaron varias horas, y yo seguía junto a laventana, mirando hacia el mar, que se hallabacasi inmóvil, pues los vientos se habían calma-do y la naturaleza dormía bajo la vigilancia dela silenciosa luna. Sólo unos cuantos barcos

Page 310: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

pesqueros salpicaban el mar, y de vez en cuan-do la suave brisa me traía el eco de las voces delos pescadores que se llamaban de una barca aotra. Sentía el silencio, aunque apenas me dabacuenta de su temible profundidad; hasta que depronto oí el chapoteo de unos remos que seacercaban a la orilla, y alguien desembarcó cer-ca de mi casa.

Pocos minutos después, oí crujir la puerta,como si intentaran abrirla silenciosamente. Unescalofrío me recorrió de pies a cabeza; presentíquién sería, y estuve a punto de despertar a unpescador que vivía en una barraca cerca de lamía; pero me invadió esa sensación de impo-tencia que tan a menudo se experimenta en laspesadillas, cuando en vano se intenta huir delinminente peligro y los pies rehusan moverse.

Al poco oí pisadas por el pasillo; se abrió lapuerta y apareció el temido engendro. La cerró,y, acercándoseme, me dijo con voz sorda:

––Has destruido la obra que empezaste; ¿quées lo que pretendes? ¿Osas romper tu promesa?

Page 311: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

He soportado fatigas y miserias; me marché deSuiza contigo; gateé por las orillas del Rin, porsus islas de sauces, por las cimas de sus monta-ñas. He vivido meses en los brezales de Inglate-rra y en los desérticos parajes de Escocia. Hepadecido cansancio, hambre, frío; ¿te atreves adestruir mis esperanzas?

––¡Aléjate! Efectivamente rompo mi promesa;jamás crearé otro ser como tú, semejante endeformidad y vileza.

Esclavo, antes intenté razonar contigo, pero tehas mostrado inmerecedor de mi condescen-dencia. Recuerda mi fuerza; te crees desgracia-do, pero puedo hacerte tan infeliz que la mismaluz del día te resulte odiosa. Tú eres mi creador,pero yo soy tu dueño: ¡obedece!

La hora de mi debilidad ha pasado, y con ellala de tu poder. Tus amenazas no me obligarán acometer tamaña equivocación; más bien meconfirman en mi propósito de no crear unacompañera para tus vicios. ¿Querrías que, asangre fría, infectara la Tierra con otro demonio

Page 312: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

que se complaciera con la muerte y la desgra-cia? ¡Aléjate! Estoy decidido, y. con tus palabrassólo acrecentarás mi cólera.

El monstruo vio la determinación en mi rostroy rechinó los dientes con rabia imponente.

––¿Encontrará todo hombre ––gritó––esposa, todo animal su hembra mientras yo hede permanecer solo? Tenía sentimientos deafecto, que el desprecio y el odio anularon enmí. Mortal, podrás odiar, pero ¡ten cuidado!Pasarás tus horas preso de terror y tristeza, ypronto caerá sobre ti el golpe que te ha de robarpara siempre la felicidad. ¿Acaso piensas quepuedes ser feliz mientras yo me arrastro bajo elpeso de mi desdicha? Podrás destrozar misotras pasiones; pero queda mi venganza, unavenganza que a partir de ahora me será másquerida que la luz o los alimentos. Podré morir,pero antes, tú, mi tirano y verdugo, maldecirásel sol que alumbra tus desgracias. Ten cuidado;pues no conozco el miedo y soy, por tanto, po-deroso. Vigilaré con la astucia de la serpiente, y

Page 313: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

con su veneno te morderé. ¡Mortal!, te arrepen-tirás del daño que me has hecho.

––Calla, diablo, y no envenenes el aire con tusmalvados ruidos. Te he comunicado mi deci-sión, y no soy un cobarde al que puedas con-vencer con tus amenazas. Déjame; soy implaca-ble.

––Bien. Me iré; pero recuerda: estaré a tu ladoen tu noche de bodas.

Abalanzándome sobre él, grité:––¡Miserable! Antes de firmar mi sentencia de

muerte asegúrate de que tú estás a salvo.Hubiera querido atacarlo; pero me esquivó, y

salió de la casa con rapidez. Al cabo de pocosinstantes lo vi en la barca cruzando las aguascomo una saeta, y pronto se perdió entre lasolas.

Volvió a reinar el silencio; pero sus palabrasseguían resonando en mis oídos. Me consumíael deseo de perseguir al asesino de mi tranqui-lidad y hundirlo en el océano. Inquieto y pre-ocupado paseaba de un lado a otro de la habi-

Page 314: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

tación, mientras la imaginación me asediabacon mil ideas torturantes. ¿Por qué no lo habíaperseguido y entablado con él un combate amuerte? Le había permitido escapar y ahora sedirigía hacia el continente. Temblaba al pensaren quién sería la próxima víctima sacrificada asu insaciable venganza. De pronto recordé suspalabras: «Estaré a tu lado en tu noche de bodas.»Esa, pues, era la fecha en la que se cumpliría midestino. Entonces moriría y, al tiempo, quedaríasatisfecha y extinguida su maldad. Esto no measustaba; pero la imagen de mi querida Eliza-beth, derramando lágrimas de inconsolabledolor al ver que su marido le era arrebatadocruelmente, me hizo, por primera vez en mu-chos meses, prorrumpir en llanto, y decidí nosucumbir ante mi enemigo sin luchar.

Terminó la noche, y el sol se levantó por elhorizonte. Empecé a tranquilizarme, si se puedellamar tranquilidad a aquello en lo que nos su-mimos cuando la violencia de la ira deja paso ala desesperación. Abandoné la casa, horrible

Page 315: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

escenario de la contienda de la pasada noche, ypaseé por la orilla del mar, que me parecía le-vantarse como una barrera insuperable entremis semejantes y yo; tuve entonces el deseo deque aquello se hiciera realidad. Acaricié la ideade pasar el resto de mis días en aquella desnu-da roca; sería una existencia penosa, cierto, peroal menos se vería exenta del miedo a cualquierrepentina desgracia. Si me iba, era para morirasesinado, o para ver cómo perdían la vida, amanos del diablo que yo mismo había creado,aquellos a quienes más quería.

Vagué por la isla como un fantasma, alejadode todo lo que amaba, y entristecido por estaseparación. Hacia mediodía, cuando el sol esta-ba en su cima, me tumbé en la hierba v me in-vadió un profundo sueño. No había dormido lanoche anterior, tenía los nervios alterados y losojos irritados por el llanto y la vigilia. El sueñoen el cual me sumí me recuperó; y, al despertar,sentí de nuevo como si perteneciera a una razade seres humanos como yo. Me puse a reflexio-

Page 316: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

nar con más serenidad, pero aún resonaban enmi oído, como un toque a muerto, las palabrasdel malvado ser; parecían lejanas, como un sue-ño, pero eran claras y apremiantes como lamisma realidad.

El sol se encontraba ya muy bajo, y yo aúnseguía en la playa, saciando el apetito con unasgalletas de avena, cuando vi atracar una barcano lejos de mí. Se acercó uno de los hombres vme dio un paquete; contenía cartas de Ginebray una de Clerval en la que me rogaba me re-uniera con él. Decía que hacía casi un año quehabíamos abandonado Suiza, y no habíamosvisitado Francia. Me insistía, por tanto, en queabandonara mi isla solitaria y me reuniera conél en Perth, al cabo de una semana, y juntoshiciéramos planes para continuar nuestro viaje.Esta carta me hizo, en parte, volver a la reali-dad, y decidí que me iría de la isla a los dosdías.

Pero, antes de partir, me esperaba una tareaque me producía escalofríos sólo de pensar en

Page 317: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ello: tenía que empaquetar mis instrumentos dequímica, para lo cual era preciso que entrara enla habitación donde había llevado a cabo miodioso trabajo, y tenía que tocar aquellos ins-trumentos, cuya simple vista me producía náu-seas. Cuando amaneció, al día siguiente, mearmé de valor y abrí la puerta del laboratorio.Los restos de la criatura a medio hacer quehabía destruido estaban esparcidos por el sueloy casi tuve la sensación de haber mutilado lacarne viva de un ser humano. Me detuve parasobreponerme, y entré en el cuarto. Con manostemblorosas saqué los instrumentos de allí; pe-ro pensé que no debía dejar los restos de miobra, que llenarían de horror v sospechas a loscampesinos. Por tanto, los metí en una cesta,junto con un gran número de piedras, y, apar-tándola, decidí arrojarla al mar aquella mismanoche; en espera de lo cual me fui a la playa alimpiar mi material.

Desde la noche en que apareciera aquel dia-blo, mis sentimientos habían cambiado total-

Page 318: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

mente. Hasta entonces pensaba en mi promesacon profunda desesperación y la considerabacomo algo que debía cumplir, cualesquiera quefueran las consecuencias. Pero ahora me parecíacomo si me hubieran quitado una venda dedelante de los ojos y que, por primera vez, veíalas cosas con claridad. Ni por un instante se meocurrió reanudar mi tarea; la amenaza quehabía oído pesaba en mi mente, pero no creíaque un acto voluntario por mi parte consiguieraanularla. Tenía muy presente que, de crear otroser tan malvado como el que ya había hecho,estaría cometiendo una acción de indigno yatroz egoísmo, y apartaba de mis pensamientoscualquier idea que pudiera llevarme a variar midecisión.

La luna salió entre las dos y las tres de la ma-drugada; metí el cesto en un bote, y me adentréen el mar unas millas. El lugar estaba_ comple-tamente solitario; unas cuantas barcas volvíanhacia la isla, pero yo navegaba lejos de ellas. Mesentía como si fuera a cometer algún terrible

Page 319: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

crimen y quería evitar cualquier encuentro. Derepente, la luna, que hasta entonces había bri-llado clarísima, se ocultó tras una espesa nube,v aproveché el momento de tinieblas para arro-jar mi cesta al mar; escuché el gorgoteo quehizo al hundirse y me alejé. El cielo se ensom-breció; pero el aire era límpido aunque fresco,debido a la brisa del noreste que se estaba le-vantando. Me invadió una sensación tan agra-dable, que me animó y decidí demorar mi re-greso a la isla; sujeté el timón en posición recta,y me tumbé en el fondo de la barca. Las nubesocultaban la luna, todo estaba oscuro, y sólo seoía el ruido de la barca cuando la quilla cortabalas olas; el murmullo me arrullaba, y pronto mequedé profundamente dormido.

No sé el tiempo que transcurrió, pero cuandome desperté vi que el sol ya estaba alto. Sehabía levantado un viento que amenazaba laseguridad de mi pequeña embarcación. Veníadel nordeste, y debía haberme alejado muchode la costa donde embarqué; traté de cambiar

Page 320: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

mi rumbo pero en seguida me di cuenta de quezozobraría si lo intentaba de nuevo. No teníamás solución que intentar navegar con el vientode popa. Confieso que me asusté. Carecía debrújula, y estaba tan poco familiarizado conesta parte del mundo, que el sol no me servíade gran ayuda. Podía adentrarme en el Atlánti-co, y sufrir las torturas de la sed y del hambre, overme tragado por las inmensas olas que surgí-an a mi alrededor. Llevaba ya fuera muchashoras y la sed, preludio de mayores sufrimien-tos, empezaba a torturarme. Observé el cielocubierto de nubes que, empujadas por el viento,iban a la zaga unas de otras; observé el mar quehabía de ser mi tumba.

––¡Villano! Exclamé––, tu tarea está cumpli-da.

Pensé en Elizabeth, en mi padre, en Clerval; yme sumí en un delirio tan horrendo y desespe-rante, que incluso ahora, cuando todo está apunto de terminar para mí, tiemblo al recordar-lo.

Page 321: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Así transcurrieron algunas horas, pero poco apoco, a medida que el sol caminaba hacia elhorizonte, el viento fue remitiendo hasta con-vertirse en una suave brisa, y las olas se fueroncalmando. Seguía habiendo una fuerte mareja-da, me encontraba mal, y apenas podía sujetarel timón, cuando de pronto divisé hacia el suruna franja de tierras altas. A pesar de lo agota-do que estaba por la fatiga y la terrible emociónque había soportado durante algunas horas,esta repentina certeza de vida me llenó el cora-zón de cálida ternura, y las lágrimas empezarona correrme por las mejillas.

¡Qué mudables son nuestros sentimientos yque extraño el apego que tenemos a la vida,incluso en los momentos de máximo sufrimien-to! Con parte de mis vestidos confeccioné otravela, y me afané por poner rumbo a tierra fir-me. Tenía un aspecto rocoso y salvaje, pero asíque me acercaba vi claras muestras de cultivo.Había embarcaciones en la playa, y de prontome encontré devuelto a la civilización. Recorrí

Page 322: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

las ondulaciones de la tierra y divisé al fin uncampanario que asomaba por detrás de unacolina. A causa de mi estado de extrema debili-dad, decidí dirigirme directamente al pueblocomo el lugar donde más fácilmente encontra-ría alimento. Afortunadamente llevaba dineroconmigo. Al doblar el promontorio vi ante míun pequeño y aseado pueblo y un buen puertoen el que entré con el corazón rebosante de ale-gría tras mi inesperada salvación.

Mientras me ocupaba en atracar la barca yarreglar las velas, varias personas se aglomera-ron a mi alrededor. Parecían muy sorprendidaspor mi aspecto, pero en lugar de ofrecerme suayuda murmuraban entre ellos y gesticulabande una manera que, en otras circunstancias, mehubiera alarmado. Pero en aquel momento sóloadvertí que hablaban inglés, y, por tanto, medirigí a ellos en ese idioma.

––Buena gente dije––, ¿tendrían la bon-dad de decirme el nombre de este pueblo e in-dicarme dónde me encuentro?

Page 323: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

––¡Pronto lo sabrá! contestó un hombre conbrusquedad––. Quizá haya llegado a un lugarque no le guste demasiado; en todo caso le ase-guro que nadie le va a consultar acerca de dón-de querrá usted vivir.

Me sorprendió enormemente recibir de un ex-traño una respuesta tan áspera; también medesconcertó ver los ceñudos y hostiles rostrosde sus compañeros.

––¿Por qué me contesta con tanta rudeza? ––le pregunté––: no es costumbre inglesa el recibira los extranjeros de forma tan poco hospitalaria.

––Desconozco las costumbres de los ingleses––respondió el hombre––; pero es costumbreentre los irlandeses el odiar a los criminales.

Mientras se desarrollaba este diálogo la mu-chedumbre iba aumentando. Sus rostros de-mostraban una mezcla de curiosidad y cólera,que me molestó e inquietó. Pregunté por el ca-mino que llevaba a la posada; pero nadie quisoresponderme. Empecé entonces a caminar, y unmurmullo se levantó de entre la muchedumbre

Page 324: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

que me seguía y me rodeaba. En aquel momen-to se acercó un hombre de aspecto desagrada-ble y, cogiéndome por el hombro, dijo:

––Venga usted conmigo a ver al señor Kirwin.Tendrá que explicarse.

––¿Quién es el señor Kirwin? ¿Por qué deboexplicarme?, ¿no es éste un país libre?

––Sí, señor; libre para la gente honrada. El se-ñor Kirwin es el magistrado, y usted deberáexplicar la muerte de un hombre que aparecióestrangulado aquí anoche.

Esta respuesta me alarmó pero pronto me so-brepuse. Yo era inocente y podía probarlo fá-cilmente; así que seguí en silencio a aquel hom-bre, que me llevó hasta una de las mejores casasdel pueblo. Estaba a punto de desfallecer dehambre y de cansancio; pero, rodeado como meencontraba por aquella multitud, consideréprudente hacer acopio de todas mis energíaspara que la debilidad física no se pudiera tomarcomo prueba de mi temor o culpabilidad. Pocoesperaba entonces la calamidad que en pocos

Page 325: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

momentos iba a caer sobre mí, ahogando con suhorror todos mis miedos ante la ignominia o lamuerte.

Aquí debo hacer una pausa, pues requiere to-do mi valor recordar los terribles sucesos que,con todo detalle, le narraré.

Page 326: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 4

Pronto me llevaron ante la presencia del ma-gistrado, un benévolo anciano de modales tran-quilos y afables. Me observó, empero, con vier-ta severidad, y luego, volviéndose hacia los queallí me habían llevado, preguntó que quiéneseran los testigos.

Una media docena de hombres se adelanta-ron; el magistrado señaló a uno de ellos, quedeclaró que la noche anterior había salido apescar con su hijo y su cuñado, Daniel Nugent,cuando, hacia las diez, se había levantado unfuertes viento del norte que les obligó a volveral puerto. Era una noche muy oscura, pues laluna aún no había salido. No desembarcaron enel puerto sino, como solían hacer, en una rada aunas dos millas de distancia. El iba delante conlos aparejos de la pesca, y sus compañeros leseguían un poco más atrás. Andando así por laplaya, tropezó con algún objeto y cayó al suelo.Sus compañeros se apresuraron para ayudarlo,

Page 327: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

y a la luz de las linternas vieron que se habíacaído sobre el cuerpo de un hombre que parecíamuerto. En un principio supusieron que era elcadáver de un ahogado que el mar habría arro-jado sobre la playa; pero al examinarlo descu-brieron que no tenía las ropas mojadas y que elcuerpo aún no estaba frío. Lo llevaron de inme-diato a casa de una anciana que vivía cerca eintentaron, en vano, devolverle la vida. Era unjoven bien parecido de unos veinticinco años.Parecían haberlo estrangulado, pues no se apre-ciaban señales de violencia salvo la negra huellade unos dedos en la garganta.

La primera parte de esta declaración carecíade todo interés para mí; pero cuando oí men-cionar la huella de los dedos, recordé el asesina-to de mi hermano, y me inquieté en extremo;me temblaban las piernas y se me nubló la vis-ta, de manera que tuve que .apoyarme en unasilla. El magistrado me observaba con atención,e indudablemente extrajo de mi actitud unaimpresión desfavorable.

Page 328: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

El hijo corroboró la declaración de su padre;pero cuando llamaron a Daniel Nugent jurósolemnemente que, justo antes de que tropezarasu cuñado, había visto a poca distancia de laplaya una barca en la que iba un hombre solo; ypor lo que había podido ver a la luz de las po-cas estrellas, era la misma barca de la cual yoacababa de desembarcar.

Una mujer declaró que vivía cerca de la playa,y que, una hora antes de conocer el hallazgo delcadáver, se hallaba esperando a la puerta de sucasa la llegada de los pescadores, cuando viouna barca manejada por un solo hombre, que sealejaba de aquella parte de la orilla donde luegose encontró el cadáver.

Otra mujer confirmó que, en efecto, los pes-cadores habían llevado el cuerpo a su casa yque aún no estaba frío. Lo tendieron sobre unacama y lo friccionaron, mientras Daniel iba alpueblo en busca del boticario, pero no pudieronreanimarlo.

Page 329: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Preguntaron a varios otros hombres sobre millegada, y todos coincidieron en que, con elfuerte viento del norte que había soplado du-rante la noche, era muy probable que no hubie-ra podido controlar la barca y me hubiera vistoobligado a volver al mismo lugar de dondehabía partido. Además, afirmaron que parecíacomo si hubiera traído el cuerpo desde otrolugar y que, al desconocer la costa, me hubieradirigido al puerto ignorando la poca distanciaque separaba el pueblo de... del sitio dondehabía abandonado el cadáver.

El señor Kirwin, al oír estas declaraciones, or-denó que se me condujera a la habitación dondehabían depositado el cadáver hasta que se ente-rrara. Quería observar la impresión que meproduciría el verlo. Probablemente esta idea sele había ocurrido al observar la gran agitaciónque había demostrado cuando oí la forma enque se había cometido el asesinato. Así pues, elmagistrado y varias otras personas me conduje-ron hasta la posada. No podía dejar de extra-

Page 330: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ñarme ante las numerosas coincidencias quehabían tenido lugar esa fatídica noche; pero,como recordaba que alrededor de la hora enque había sido descubierto el cadáver habíaestado hablando con los habitantes de la isla enla que vivía, estaba muy tranquilo en cuanto alas consecuencias que aquel asunto pudieratener.

Entré en el cuarto donde estaba el cadáver yme acerqué al ataúd. ¿Cómo describir mis sen-saciones al verlo? Aún ahora el horror me hielala sangre, y no puedo recordar aquel terriblemomento sin un temblor que me evoca vaga-mente la angustia que sentí al reconocer el ca-dáver. El juicio, la presencia del magistrado ylos testigos, todo se me esfumó como un sueñocuando vi ante mí el cuerpo inerte de HenryClerval. Me faltaba el aliento y, arrojándomesobre su cuerpo, exclamé:

¿También a ti, mi querido Henry, te han cos-tado la vida mis criminales maquinaciones? Yahe destruido a dos; otras víctimas aguardan su

Page 331: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

destino, ¡pero tú, Clerval, mi amigo, mi consue-lo ...

No pude soportar más el tremendo sufrimien-to, y preso de violentas convulsiones me saca-ron de la habitación.

A esto siguió una fiebre. Durante dos mesesestuve al borde de la muerte. Como supe mástarde, deliraba de forma terrible; me acusaba delas muertes de William, Justine y Clerval. Aveces suplicaba a los que me atendían que meayudaran a destruir al diabólico ser que meatormentaba; otras notaba los dedos del mons-truo en mi garganta y gritaba aterrorizado. Porfortuna, como hablaba en mi lengua natal, sólome entendía el señor Kirwin. Pero mis aspa-vientos y gritos agudos bastaban para asustar alos demás.

¿Por qué no morí entonces? Era el más desdi-chado de los hombres, ¿por qué, pues, no mehundí en el olvido y el descanso? La muertearrebata a muchas criaturas sanas, que son laúnica esperanza de sus embelesados padres:

Page 332: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

¡cuántas novias y jóvenes amantes estaban undía llenos de salud y esperanza y al siguienteeran pasto de los gusanos y la descomposición!¿De qué sustancia estaba hecho yo para sopor-tar tantas pruebas que, como el continuo girarde la rueda, iban renovando las torturas?

Pero estaba condenado a vivir, y, pasados dosmeses, me encontré, como si saliera de un sue-ño, en la cárcel, tumbado en un miserable jer-gón y rodeado de cancerberos, guardias y todoaquello que de siniestro acompaña a una maz-morra. Recuerdo que desperté una mañana;había olvidado los detalles de lo ocurrido, ytenía sólo el vago recuerdo de haber sufridouna tremenda desgracia. Pero cuando miré a mialrededor y vi las ventanas enrejadas y la mise-ria del cuarto en que me hallaba, todo se mevino a la mente, y no pude reprimir un amargogemido.

El ruido despertó a una anciana que dormíaen una silla junto a mí. Era una enfermera con-tratada, esposa de uno de los cancerberos, y su

Page 333: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

rostro demostraba todos los defectos que a me-nudo caracterizan a esas personas. Tenía lasfacciones duras y toscas como aquellos que sehan acostumbrado a ver la miseria sin conmo-verse. Su tono de voz denotaba una total indife-rencia; me habló en inglés, y me pareció reco-nocerla como la que había oído durante mi en-fermedad.

¿Está usted mejor? ––me preguntó.––Creo que sí ––le contesté débilmente

en inglés––. Pero si todo esto es cierto, si no esuna pesadilla, lamento volver a la vida parasufrir esta angustia y este horror.

––Si se refiere a lo del hombre que asesinó ––continuó la anciana––, creo que sí, que más levaldría haber muerto, pues no tendrán ningunacompasión con usted. Lo ahorcarán cuandolleguen las próximas sesiones. Pero eso no esasunto mío. Me han encargado de cuidarlo ysanarlo, y tengo la conciencia tranquila porquehe cumplido con mi obligación. ¡Ojalá todoshicieran lo mismo!

Page 334: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Asqueado, volví el rostro ante las palabras dela mujer, que podía hablar tan inhumanamentea alguien que acaba de escapar de la muerte.Pero estaba muy débil y no podía reflexionarbien sobre todo lo que había sucedido. Mi vidaentera se me aparecía como una pesadilla; mepreguntaba si todo aquello era cierto, pues loshechos nunca conseguían imponérseme con lafuerza de la realidad.

A medida que las borrosas imágenes que meenvolvían se iban haciendo más precisas, mevolvió la fiebre; estaba rodeado de una oscuri-dad que nadie disipaba con la dulce voz delafecto; no tenía junto a mí a nadie que me ten-diera una mano. Vino el médico y me recetóunas medicinas, que la anciana se dispuso apreparar; pero el rostro del primero reflejabauna expresión de total desinterés, mientras queen el de la mujer se apreciaban claros síntomasde brutalidad ¿A quién podría incumbirle lasuerte de un asesino, salvo al verdugo que co-braría por su trabajo?

Page 335: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Estos fueron mis primeros pensamientos; pe-ro más tarde supe que el señor Kirwin habíamostrado gran amabilidad para conmigo.Había ordenado que se me instalara en la mejorcelda de la prisión (aunque bien sórdida era), yse había encargado de procurarme el médico yla enfermera. Cierto que no solía venir a visi-tarme; pues, aunque deseaba mitigar los sufri-mientos de todo ser humano, no quería presen-ciar las angustias y delirios de un asesino. Ve-nía de vez en cuando, para comprobar que noestaba desatendido; pero se quedaba poco, yespaciaba mucho sus visitas.

Un día, cuando empezaba a recobrarme, mesentaron en una silla. Ténía los ojos entornadosy las mejillas pálidas, me invadían la tristeza yel abatimiento y pensaba si no sería mejor bus-car la muerte antes que permanecer encerradoo, en el mejor de los casos, volver a un mundorepleto de desgracias. Consideré incluso si nosería mejor declararme culpable y sufrir, conmás razón que Justine, el castigo de la ley. Me

Page 336: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

encontraba pensando en esto, cuando se abrióla puerta y entró el señor Kirwin. Su rostro de-notaba amabilidad y compasión. Acercó unasilla y me dijo en francés:

––Me temo que este lugar le resulte muy des-agradable; puedo hacer algo para que se en-cuentre más cómodo?

––Se lo agradezco ––respondí––; pero la co-modidad no me preocupa: no hay en toda laTierra nada que me pueda hacer la vida másgrata.

––Sé que la comprensión de un extraño pocopuede ayudar a alguien hundido por tan insóli-ta desgracia. Pero confío en que pronto podráabandonar este lóbrego lugar, pues indudable-mente se podrán aportar pruebas que le eximande culpa.

––Eso es algo qué no me preocupa: debido auna extraña cadena de acontecimientos, me heconvertido en el más infeliz de los mortales.Perseguido y atormentado como estoy, ¿existealguna razón para que tema a la muerte?

Page 337: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

––En efecto, pocas cosas habrá más desafor-tunadas y penosas que las extrañas coinciden-cias que han ocurrido recientemente. De formaaccidental vino a parar a esta costa, famosa porsu hospitalidad; fue detenido inmediatamente yculpado de asesinato. La primera cosa que leobligamos a ver fue el cadáver de su amigo,asesinado de forma inexplicable, y puesto en sucamino por algún criminal.

Esta observación del señor Kirwin, a pesar dela agitación que me produjo el recuerdo de missufrimientos, me sorprendió considerablementepor la información que parecía entrañar respec-to a mí. Mi rostro debió reflejar esta sorpresa,porque el señor Kirwin se apresuró a añadir:

––Hasta un par de días después de que cayeraenfermo, no se me ocurrió examinar sus ropascon el fin de descubrir algún dato que me per-mitiera enviar a sus familiares noticias de suenfermedad. Encontré varias cartas, y entreellas una que, a juzgar por el encabezamiento,era de su padre. Escribí de inmediato a Ginebra,

Page 338: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

y desde entonces han transcurrido casi dos me-ses. Pero está usted enfermo; tiembla. Hay queevitarle cualquier emoción.

––Estas dudas son mil veces más horriblesque la peor noticia. Dígame cuál ha sido la si-guiente muerte que ha habido y qué debo llo-rar.

––Su familia se encuentra bien ––dijo el señorKirwin con dulzura––; y alguien, un amigo, havenido a visitarlo.

No sé qué asociación de ideas me hizo pensarque el asesino había venido a burlarse de misdesgracias y a utilizar la muerte de Clerval deseñuelo para que accediera a sus diabólicosdeseos. Tapándome la cara con las manos, ex-clamé con desesperación:

––¡Lléveselo! No quiero verlo. Por el amor deDios, que no entre.

El señor Kirwin me miró sorprendido. Nopodía por menos de considerar mi arrebatocomo prueba de mi culpabilidad, y con tonosevero dijo:

Page 339: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

––Joven, hubiera creído que la presencia de supadre lo agradaría, en lugar de inspirarle tanviolenta repugnancia.

––¡Mi padre! ,exclamé, mientras sentía quecada músculo se relajaba, y en mi alma la an-gustia se tornaba en alegría—. ¿Ha venido deverdad mi padre? ¡Qué felicidad! Pero ¿dóndeestá?, ¿por qué no entra?

El cambio sorprendió y agradó al magistrado;quizá atribuyó mi anterior exclamación a unmomentáneo retorno del delirio, e instantá-neamente recobró su benevolencia. Levantán-dose, abandonó la celda con la enfermera, y almomento entró mi padre.

En ese momento nada podría haberme ale-grado más que su llegada. Tendiendo hacia éllos brazos, exclamé:

––¿Entonces estás a salvo?; ¿y Elizabeth?; ¿yErnest?

Mi padre me tranquilizó, asegurándome quetodos estaban bien, e intentó, hablándome deestos temas tan entrañables para mí, levantarme

Page 340: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

el ánimo; pero pronto se dio cuenta de que unacárcel no era el lugar más propicio para la ale-gría.

––¡Qué sitio este para vivir, hijo mío! ––dijo,observando con tristeza las enrejadas ventanasy el aspecto siniestro del cuarto––. Partiste deviaje en busca de distracciones; pero pareceperseguirte la fatalidad. ¡Y el pobre Clerval...!

El oír el nombre de mi infeliz compañero fuedemasiado para el estado en que me hallaba, yprorrumpí en llanto.

––¡Padre! respondí–– un destino fatal pen-de sobre mi cabeza, y debo vivir para cumplir-lo; de no ser por esto, hubiera muerto ya sobreel ataúd de Henry.

No pudimos hablar mucho tiempo, pues midelicada salud requería que se tomaran todaslas precauciones para asegurarme la tranquili-dad. Entró el señor Kirwin e insistió en que misescasas fuerzas no admitían tanta emoción. Masla presencia de mi padre había sido para mí

Page 341: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

como la aparición del ángel bueno, y gradual-mente fui recobrándome.

Pero, a medida que mejoraba, me iba inva-diendo una sombría melancolía que nada lo-graba despejar. La espantosa imagen de Henryasesinado me rondaba constantemente. Más deuna vez la agitación que este recuerdo me pro-ducía les hacía temer a mis amigos que sufrierauna nueva recaída. ¿Por qué se esforzaban ensalvar una vida tan miserable y odiosa? Sinduda para permitirme cumplir el destino delcual ya estoy cerca. Pronto, sí, muy pronto, lamuerte acallará estos latidos y me librará delterrible fardo de angustias que me doblega has-ta el suelo; y, cuando haya hecho justicia, tam-bién yo podré descansar ya. Pero entonces lamuerte se hallaba aún muy lejos de mí, a pesarde que el deseo de morir ocupaba todos mispensamientos. A menudo permanecía sentado,inmóvil y silencioso, esperando alguna inmensacatástrofe que me aniquilaría a mí a la vez que ami destructor.

Page 342: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Se acercaba el momento de las sesiones. Yallevaba en la cárcel tres meses; y aunque seguíaestando muy débil y continuaba el peligro deuna recaída, tuve que viajar unas cien millashasta la ciudad en la que se encontraba el tribu-nal. El señor Kirwin se encargó de convocar alos testigos y de organizar mi defensa. Me evi-taron la vergüenza de aparecer en público comoun asesino, puesto que no llevaron el caso anteel tribunal de convictos de homicidio.

La acusación fue desestimada, al comprobarseque yo estaba en las islas Orcadas cuando sehalló el cadáver de mi amigo; y quince díasdespués de haberme trasladado a la capital es-taba en libertad.

Mi padre tuvo una inmensa alegría al saber-me absuelto del cargo de asesinato, y de pensarque ya podía volver a respirar el aire libre yregresar a nuestra patria. Yo no compartía estossentimientos; las paredes de la cárcel no meresultaban más odiosas que las de un palacio.Mi vida se había visto emponzoñada para

Page 343: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

siempre; y, aunque el sol brillaba para mí igualque para aquellos cuyo corazón rebosara dealegría, a mi alrededor no había más que densasy temibles tinieblas, en las que la única luz quepenetraba la proporcionaban dos ojos clavadosen mí. A veces eran los expresivos ojos de Hen-ry, apagados por la muerte, las negras órbitascasi ocultas por los párpados, bordeados delargas pestañas oscuras; otras eran los acuososojos del monstruo, tal como los vi la primeravez en mi cuarto de Ingolstadt.

Mi padre intentaba despertar en mí senti-mientos de afecto. Hablaba de Ginebra, dondepronto llegaríamos, de Elizabeth, de Ernest;pero la mención de estos nombres sólo lograbaarrancarme profundos suspiros. Había veces enque deseaba ser feliz, y pensaba con melancóli-ca dicha en mi hermosa prima; o añoraba, conuna desesperada nostalgia, ver de nuevo el lagoazul y el veloz Ródano que tanto había queridoen mi juventud; pero mi estado general era deapatía, y tanto me daba la cárcel como el más

Page 344: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

maravilloso paisaje de la naturaleza; y estosataques de pesimismo sólo se veían interrum-pidos por el paroxismo de la angustia y la de-sesperación. En aquellos momentos, con fre-cuencia intentaba poner fin a esa existencia quetanto odiaba; y se precisaron un cuidado y unavigilancia continuos para impedir que cometie-ra algún acto de violencia.

Recuerdo que, al abandonar la cárcel, oí decira uno de los hombres:

––Puede que sea inocente del crimen, ¡peroestá claro que tiene mala conciencia!

Estas palabras se me quedaron grabadas. ¡Ma-la conciencia!, era cierto. William, Justine, Cler-val habían muerto víctimas de mis infernalesmaquinaciones.

––¿Y cuál será la muerte que ponga fin a estatragedia? ––grité––. Padre, no permanezcamosmás tiempo en este horrible país; llévame don-de pueda olvidarme de mí mismo, de mi propiaexistencia, del mundo entero.

Page 345: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Mi padre accedió gustoso a mis deseos; y, trasdespedirnos del señor Kirwin, partimos paraDublín. Me sentía como si me hubieran aligera-do de un terrible peso cuando, con viento favo-rable, la embarcación dejó Irlanda atrás, yabandoné para siempre el país que había sido elescenario de tantas tristezas.

Era media noche. Mi padre dormía en el ca-marote, y yo estaba tumbado en la cubierta,mirando las estrellas y escuchando el batir delas olas. Bendije la oscuridad que borraba Ir-landa de mi vista, y el pulso se me acelerócuando pensé que pronto vería Ginebra. El pa-sado se me antojó una horrible pesadilla; peroel barco en el que navegaba, el viento que mealejaba de la odiada costa irlandesa v el marque me rodeaba, todo servía para indicar cla-ramente que no estaba engañado y que Clerval,mi queridísimo amigo y compañero, había caí-do víctima mía y del monstruo de mi creación.Hice un repaso de toda mi vida: la tranquilafelicidad mientras viví en Ginebra con mi fami-

Page 346: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

lia, la muerte de mi madre y mi partida haciaIngolstadt; recordé los escalofríos que me reco-rrieron ante el alocado entusiasmo que me em-pujaba hacia la creación de mi horrendo enemi-go, y rememoré la noche en que vivió por pri-mera vez. No pude continuar el hilo de mispensamientos; me oprimían mil angustias, ylloré amargamente.

Desde que me había repuesto de la fiebre mehabía acostumbrado a tomar cada noche unapequeña cantidad de láudano, pues sólo con laayuda de esta droga conseguía obtener el des-canso necesario para mantenerme con vida.Torturado por el recuerdo de mis múltiplesdesgracias, tomé una doble dosis y pronto medormí profundamente. Pero el sueño no meliberó de mis pensamientos ni de mi desgracia,y soñé con mil cosas que me atemorizaban.Cerca del amanecer tuve una horrible pesadilla:sentí cómo el malvado ser me oprimía la gar-ganta; yo no me podía librar de su zarpa, y la-mentos y alaridos resonaban en mi cabeza. Mi

Page 347: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

padre, que velaba mi sueño, advirtió mi inquie-tud y, despertándome, me señaló el puerto deHolyhead, en el cual estábamos entrando.

Page 348: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 5

Habíamos decidido no pasar por Londres, si-no cruzar directamente hacia Portsmouth, des-de donde embarcaríamos para El Havre. Yoprefería este plan, porque temía volver a veraquellos lugares en los que, con Clerval, habíadisfrutado de algunos momentos de paz. Pen-saba con horror en ver de nuevo a aquellas per-sonas a quienes habíamos visitado juntos, y quepodrían hacer preguntas sobre un suceso cuyomero recuerdo hacía revivir en mí el dolor quehabía sufrido al ver su cuerpo inerte en la po-sada de...

En cuanto a mi padre, todos sus esfuerzos seencaminaban hacia mi recuperación y a que mimente encontrara de nuevo la paz. Sus cuida-dos y cariño no tenían límite; mi tristeza y pe-sadumbre eran tenaces, pero él no se daba porvencido. A veces pensaba que me sentía aver-gonzado de verme inmiscuido en un delito de

Page 349: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

asesinato, e intentaba convencerme de la inuti-lidad de la soberbia.

Padre, ¡qué poco me conoces! le dije. Esverdad que el ser humano, sus sentimientos ysus pasiones se verían humillados si un desgra-ciado como yo pecara de soberbia. La pobre einfeliz Justine era tan inocente como yo, y fueculpada de lo mismo; murió acusada de un actoque no había cometido; yo fui el culpable, yo laasesiné. William, Justine y Henry..., ;los tresmurieron a manos mías.

Durante mi encarcelamiento, mi padre mehabía oído hacer esta afirmación con frecuenciay, cuando me oía hablar así, a veces parecíadesear una explicación; otras, tomaba mis pala-bras como ocasionadas por la fiebre, pensandoque durante la enfermedad se me había ocurri-do esta idea, cuyo recuerdo mantenía inclusodurante la convalecencia. Yo evitaba las expli-caciones, y guardaba silencio respecto del en-gendro que había creado. Tenía el presenti-miento de que me tacharía de loco, lo cual me

Page 350: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

impediría darle una posible explicación, si bienhubiera dado un mundo por poder confiarle elfunesto secreto.

En esta ocasión, y con profunda sorpresa, mipadre me preguntó:

––¿Qué quieres decir, Víctor?, ¿estás loco? Miquerido hijo, te ruego que no vuelvas a decirsemejante cosa.

––No estoy loco ––grité con vehemencia—. Elsol y la luna, que han presenciado mis opera-ciones, pueden atestiguar lo que digo. Soy elasesino de esas víctimas inocentes; murieron acausa de mis maquinaciones. Mil veces habríaderramado mi propia sangre, gota a gota, si asíhubiera podido salvar sus vidas; pero no podía,padre, no podía sacrificar a toda la humanidad.

Mis últimas palabras convencieron a mi padrede que tenía las ideas trastornadas, y al instantecambió el tema de nuestra conversación, inten-tando desviar así mis pensamientos. Deseababorrar de mi memoria las escenas que habíantenido lugar en Irlanda, y ni aludía a ellas ni me

Page 351: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

permitía hablar de mis desgracias. A medidaque pasaba el tiempo me fui tranquilizando; lapesadumbre seguía bien asentada en mi cora-zón, pero ya no hablaba de mis crímenes deforma incoherente; me bastaba tener concienciade ellos. Mediante la más atroz represión, acalléla imperiosa voz de la amargura, que a vecesansiaba confiarse al mundo entero. También micomportamiento se hizo más tranquilo y mode-rado de lo que había sido desde mi viaje al marde hielo. Llegamos a El Havre el 8 de mayo, yproseguimos de inmediato a París, donde mipadre tenía que atender unos asuntos que nosdetuvieron unas semanas. En esta ciudad, recibíla siguiente carta de Elizabeth.

A VÍCTOR FRANKENSTEIN

Mi queridísimo amigo:Me dio mucha alegría recibir de mi tío una carta

fechada en París; ya no estáis a una distancia tantremenda y puedo abrigarla esperanza de veros antes

Page 352: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

de quince días. ¡Mi pobre primo, cuánto debes habersufrido! Me figuro que vendrás aún más enfermoque cuando te fuiste de Ginebra. El invierno ha sidotriste, pues me turbaba la angustia de la incertidum-bre; no obstante espero verte con el semblante tran-quilo y el ánimo no del todo desprovisto de paz yserenidad.

Temo, sin embargo, que aún existen en ti los mis-mos sentimientos que tanto te atormentaban hace unaño, quizá incluso avivados por el tiempo. No quisie-ra importunarte en estos momentos, cuando pesansobre ti tantas desgracias; pero una conversaciónmantenida con mi tío antes de su marcha hacen ne-cesarias algunas explicaciones antes de que nos vea-mos.

«¿Explicaciones?», te preguntarás. «¿Qué tendráque explicar Elizabeth?» Si esto es lo que realmentedices, habrás ya respondido a mis preguntas y no meresta más que terminar la carta y firmar tu queridaprima. Pero estás muy lejos, y es posible que temaspero que a la vez agradezcas esta explicación; y exis-tiendo la posibilidad de que éste sea el caso, no meatrevo a permanecer más tiempo sin expresarte lo

Page 353: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

que, durante tu ausencia, a menudo he querido de-cirte, sin que jamás haya encontrado el valor parahacerlo.

Sabes bien, Víctor, que desde nuestra infancia tuspadres han acariciado la idea de nuestra unión. Nosla comunicaron siendo nosotros muy jóvenes, y nosenseñaron a esperar esto como algo que con todaseguridad se llevaría a cabo. Fuimos siempre buenoscompañeros de juegos durante nuestra niñez y creoque a medida que crecimos nos convertimos, el unopara el otro, en estimados y apreciados amigos. Pero¿no podría ser el nuestro el mismo caso que el de loshermanos que, aun cuando sienten un gran cariño,no desean una unión más íntima entre sí? Dímelo,querido Víctor. Contéstame, te lo ruego en nombrede nuestra mutua felicidad, con franquea: ¿quieres aotra mujer?

Has viajado; has pasado varios años de tu vida enIngolstadt. Te confieso, amigo mío, que cuando te vitan apenado el otoño pasado, en busca siempre de lasoledad y rehuyendo la compañía de todos, no pudepor menos de suponer que quizá lamentaras nuestrarelación y te creyeras obligado por el honor a cum-

Page 354: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

plir los deseos de tus padres, aunque se opusieran átus inclinaciones. Pero es éste un razonamiento fal-so. Confieso, primo mío, que te quiero, y que en misetéreos sueños de futuro tú siempre has sido miconstante amigo y compañero. Pero es tu felicidad laque deseo tanto como la mía, cuando te digo quenuestro matrimonio me haría desgraciada parasiempre si no respondiera a tu propia elección. Llorode pensar que, abrumado como te encuentras por tuscruelísimas desdichas, ahogaras, debido a tu idea delhonor, toda esperanza de amor y felicidad que son loúnico que puede hacer que te repongas. Quizá seaprecisamente yo, que te amo tanto, la que esté in-crementando mil veces tus sufrimientos, al ser obs-táculo para la realización de tus deseos. Víctor, tenla seguridad de que tu prima y compañera de juegoste quiere con demasiada sinceridad como para queesta posibilidad no la entristezca. Sé feliz, amigomío; y si acatas ésta mi única petición, ten la seguri-dad de que nada en el mundo perturbará mi tranqui-lidad.

No dejes que esta carta te preocupe; no contestes nimañana ni pasado, ni siquiera antes de tu vuelta si

Page 355: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ello te va a resultar doloroso. Mi tío me informará detu salud; y si al encontrarnos veo en tus labios unasonrisa, que se deba a mi actual esfuerzo, no pedirémayor recompensa.

ELIZABETH LAVENZA

Ginebra, 18 de marzo de 17...

Esta carta me trajo a la memoria algo quehabía olvidado: la amenaza del bellaco: «Estaréa tu lado en tu noche de bodas.» Esta era mi sen-tencia, y esa noche aquel demonio desplegaríatodas sus artes para destruirme y arrancarme elatisbo de felicidad que prometía, en parte, com-pensar mis sufrimientos. Esa noche había deci-dido terminar sus crímenes con mi muerte.¡Que así fuera!; tendría entonces lugar un com-bate a muerte, tras el cual, si él vencía, yo halla-ría la paz, y el poder que ejercía sobre mí acaba-ría. Si lo derrotaba, sería un hombre libre. Pero,¿qué libertad tendría?; la del campesino que,asesinada su familia ante sus ojos, quemada su

Page 356: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

casa, destrozadas sus tierras, vaga sin hogar, sinrecursos y solo, pero libre. Tal sería mi libertad,sólo que en Elizabeth poseía un tesoro, por des-ventura contrarrestado por los horrores delremordimiento que me perseguirían hasta lamuerte. ¡Dulce y adorable Elizabeth! Leí y releísu carta, y noté cómo ciertos sentimientos deternura se adueñaban de mi corazón y osabansusurrarme idílicas promesas de amor y felici-dad; pero la manzana había sido mordida, y elbrazo del ángel se armaba para privarme detoda esperanza. Sin embargo, estaba dispuestoa morir por conseguir la felicidad de Elizabeth.Si el monstruo llevaba a cabo su amenaza, lamuerte sería inevitable. Recapacitaba sobre elhecho de que mi matrimonio acelerara mi sino.Ciertamente mi destrucción se adelantaría asíalgunos meses; pero, por otra parte, si mi ver-dugo llegaba a sospechar que, influido por suamenaza, demoraba la ceremonia, urdiría otromedio de venganza quizá aún más terrible.Había jurado estar a mi lado en mi noche de bodas,

Page 357: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

pero esta amenaza no le obligaba a mantenerentretanto la paz. ¿Acaso no había asesinado aClerval inmediatamente después de nuestraconversación, como para indicarme que aún noestaba saciada su sed de sangre?

Decidí, por tanto, que si el inmediato matri-monio con mi prima iba a suponer la felicidadde Elizabeth y la de mi padre, las intenciones demi adversario de acabar con mi vida no lo re-trasarían ni una hora.

En este estado de ánimo escribí a Elizabeth.Mi carta era afectuosa y serena. «Temo, amadamía ––escribí––, que no es mucha la felicidadque nos resta en este mundo; sin embargo en tise centra toda la que pueda un día disfrutar.Aleja de tu pensamiento tus infundados temo-res; a ti, y sólo a ti consagro mi vida y mis espe-ranzas de consuelo. Tengo un solo secreto, Eli-zabeth, un secreto tan terrible que cuando te lorevele se te helará la sangre; entonces, lejos desorprenderte ante mis sufrimientos, te admira-rás de que haya podido soportarlos. Te comu-

Page 358: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

nicaré esta historia de horrores y desgracias eldía siguiente a nuestra boda, pues debe reinarentre nosotros, mi queridísima prima, una abso-luta confianza. Pero hasta ese momento te rue-go que no lo menciones o hagas alusión algunaa ello. Te lo suplico de corazón, y confío en queasí sea.»

Una semana después de recibida la carta deElizabeth, llegábamos a Ginebra. Mi prima merecibió con cálido afecto, mas los ojos se le lle-naron de lágrimas al advertir mi aspecto des-mejorado y mis febriles mejillas. Ella tambiénestaba cambiada. Estaba más delgada y habíaperdido algo aquella deliciosa vivacidad quetanto me cautivara antes; pero su dulzura ymirada suave llena de compasión hacían de ellauna compañera mucho más idónea para el serhundido y apesadumbrado en el que yo mehabía convertido.

La paz de la que ahora disfrutaba no duró.Los recuerdos me asaltaban de nuevo, hacién-dome enloquecer; y cuando pensaba en todo lo

Page 359: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ocurrido perdía por completo la razón. En oca-siones me poseía una terrible furia, otras meencontraba abatido y desanimado. Ni hablabani miraba a nadie; permanecía inmóvil, abru-mado por el cúmulo de desgracias que se abatí-an sobre mí.

Sólo Elizabeth conseguía sacarme de estosmomentos de depresión; su dulce voz me sere-naba cuando me poseía la cólera, y sabía des-pertar en mí sentimientos humanos cuando laapatía hacía de mí su presa. Lloraba conmigo ypor mí. Cuando volvía en razón me regañaba, yse esforzaba por inculcarme resignación. Mas, sibien los desdichados pueden aprender a resig-narse, ¡no hay paz posible para los culpables!Las torturas del remordimiento envenenan has-ta la tranquilidad que, a veces, procura unatristeza infinita.

Poco después de nuestra llegada, mi padre serefirió a mi próxima unión con mi prima. Yopermanecía en silencio.

Page 360: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

––¿Estás, acaso, enamorado de otra persona?––preguntó.

––En modo alguno le respondí—. Quiero aElizabeth, y deseo nuestra boda. Por tanto, fi-jemos el día; en él me consagraré, vivo o muer-to, a la felicidad de mi prima.

––Mi querido Víctor, no hables así. Han caídosobre nosotros grandes desgracias; pero estodebe servir para unirnos aún más a lo que nosqueda, y volcar sobre los que viven el amor quesentíamos por aquellos que ya no están connosotros. Nuestro círculo será reducido, perofuertemente ceñido por los lazos del afecto y lossufrimientos comunes. Y cuando el tiempohaya limado tu desesperación, nacerán nuevosy queridos seres que reemplazarán aquellos quenos han sido arrebatados de forma tan cruel.

Estos eran los consejos de mi padre, pero noconseguía apartar de mí el recuerdo de aquellaamenaza. Tampoco es de extrañar que, omnipo-tente como se había mostrado aquel infamedemonio en sus sanguinarias acciones, yo lo

Page 361: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

considerara casi invencible, y que, cuando pro-nunció las terribles palabras «Estaré a tu lado entu noche de bodas», considerara la amenaza comoinevitable. La muerte no hubiera supuesto parami mayor desgracia, de no ser porque arrastra-ba la pérdida de Elizabeth y, por tanto, coincidígozoso, incluso alegre, con mi padre en que, simi prima aceptaba, celebraríamos la ceremoniaal cabo de diez días; así creía sellar mi suerte.

¡Dios mío!; si por un instante hubiera imagi-nado las intenciones reales de mi diabólico ad-versario, hubiera preferido exiliarme parasiempre de mi tierra, y errar en soledad por elmundo como un renegado, antes que consentiren tan desdichada unión. Pero, como si poseye-ra poderes mágicos, el monstruo me había en-gañado respecto de sus verdaderas intenciones;y mientras creía que estaba preparando mi pro-pia muerte, lo que hacía era acelerar la de unavíctima muchísimo más querida.

A medida que se aproximaba la fecha denuestra boda, no sé si debido a una falta de va-

Page 362: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

lor o a algún presentimiento, me sentía más ymás deprimido. Pero ocultaba mis sentimientosbajo muestras de alborozo que llenaban de di-cha el rostro de mi padre, pero apenas si conse-guían engañar la mirada más atenta de Eliza-beth. Mi prima esperaba nuestra unión con unaserena alegría, no exenta del temor despertadopor las recientes desgracias, de que lo que ahoraparecía una felicidad tangible pudiera desapa-recer como un sueño, sin dejar más huella queun profundo y eterno pesar.

Se hicieron los preparativos para el aconteci-miento; recibimos numerosas visitas que, son-rientes, nos felicitaban. Yo disimulaba cuantopodía la ansiedad que me corroía el corazón, yacepté con fingido ardor los planes de mi pa-dre, aunque sólo fueran a servir de decoradopara mi tragedia. Se nos compró una casa nolejos de Cologny, que, por estar cerca de Gine-bra, nos permitiría disfrutar del campo y sinembargo visitar a mi padre cada día, pues él,con el fin de que Ernest pudiera proseguir sus

Page 363: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

estudios en la universidad, seguiría viviendo enla ciudad.

Entretanto, yo tomé todas las precaucionespara garantizar mi defensa caso de que mi ene-migo me atacara abiertamente. Llevaba siempreconmigo un puñal y un par de pistolas, y per-manecía alerta para evitar cualquier posibleintento por su parte; de este modo conseguí unamayor tranquilidad. Lo cierto es que así la feli-cidad que esperaba de mi matrimonio se ibamaterializando, y al hablar todos de nuestraunión como algo que ningún acontecimientopodría impedir, la amenaza se difuminaba yhasta llegué a creerme que carecía de la sufi-ciente entidad como para alterar mi paz.

Elizabeth parecía contenta, pues mi aspectosereno contribuía mucho a calmarla. Pero el díaen que se iban a cumplir mis deseos y que ibatambién a sellar mi destino, estaba apesadum-brada, como si tuviera algún mal presentimien-to. Quizá también pensara en el terrible secretoque había prometido contarle al día siguiente.

Page 364: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Mi padre sin embargo rebosaba de felicidad y,con el ajetreo de los últimos momentos, atribu-yó la melancolía de su sobrina al pudor com-prensible de una novia.

Después de la ceremonia, los numerosos invi-tados se reunieron en casa de mi padre. Sehabía decidido que Elizabeth y yo pasaríamosla tarde y la noche en Evian, y que a la mañanasiguiente nos iríamos a Cologny. Hacía un díahermoso y, ya que el viento era favorable, deci-dimos ir en barco.

Fueron esos los últimos momentos de mi vidadurante los cuales me sentí feliz. Navegábamosdeprisa; el sol calentaba con fuerza, pero nosprotegía un pequeño toldo. Admiramos la be-lleza del paisaje, costeando las orillas del lago;un lado nos ofrecía el monte Saléve, las orillasde Montalégre, el maravilloso Mont Blanc, do-minando a distancia el conjunto y las montañascoronadas de nieve, que en vano intentabacompetir con él. Al otro lado quedaba el majes-tuoso jura, con su sombría ladera, que parecía

Page 365: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

interponerse a la inquietud del que quisieraabandonar el país y a la intrepidez del invasorque pretendiera esclavizarlo.

––Estás triste, mi amor. ¡Ay!, si supieras loque he sufrido y cuánto me queda aún por pa-sar, harías que disfrutara de la paz y el sosiegoque este día, al menos, me depara.

Alégrate, mi querido Víctor ––respondió ella––; confío en que no tengas motivos para entris-tecerte; y te aseguro que, aunque mi rostro noexprese mi dicha, mi corazón rebosa de felici-dad. Hay algo que me previene en contra deponer demasiadas esperanzas en el futuro quehoy se abre ante nosotros; pero no escucharétan lóbrega voz. Mira la rapidez con que nosmovemos y cómo las nubes, que bien nos en-sombrecen, bien rebasan la cima del MontBlanc, hacen aún más interesantes este hermo-sísimo paisaje. Observa también los numerosospeces que nadan en este agua, tan clara, que nospermite ver cada guijarro del fondo. ¡Qué día

Page 366: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

tan precioso!; ¡qué tranquila y serena se mues-tra la naturaleza!

Elizabeth trataba así de alejar nuestros pen-samientos de temas dolorosos. Pero su humorfluctuaba; había instantes en que los ojos le bri-llaban con alegría, pero ésta en seguida dejabapaso al ensimismamiento y la abstracción.

El sol comenzaba a declinar. Cruzamos el ríoDrance y vimos cómo continuaba su curso porentre los barrancos y vallecillos de las colinas.Aquí los Alpes se acercan bastante al lago, ypoco a poco nos fuimos aproximando al anfitea-tro de montañas que lo cercan por el lado este.El campanario de Evian brillaba recortado so-bre el oscuro fondo de bosques que rodean laciudad, custodiada por la cordillera de altascumbres.

Al anochecer, el viento, que hasta entoncesnos había empujado con asombrosa rapidez, setornó en una suave brisa que apenas ondulabalas aguas y movía los árboles suavemente. Nosacercábamos a la orilla desde la que nos llegaba

Page 367: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

el más delicioso aroma de flores y heno. El solse puso en el momento en que desembarcamos;y al poner pie en tierra, sentí revivir en mí laansiedad y el temor, que tan pronto se iban aaferrar a mí para siempre.

Page 368: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 6

Eran las ocho cuando desembarcamos. Pa-seamos unos momentos por la orilla disfrutan-do del crepúsculo y luego nos dirigimos a laposada, desde donde contemplamos la hermosavista del lago, bosques y montañas, que, en-vueltas en la oscuridad, aún mostraban sus ne-gros perfiles.

El viento, que casi había cesado por el sur, selevantó ahora con gran violencia desde el oeste.La luna, alcanzado su cenit, empezaba a des-cender; ante ella, las nubes corrían, más velocesque el vuelo de los buitres, y nublaban sus ra-yos; en las aguas del lago se reflejaba el atarea-do firmamento, de manera aún más bulliciosa,pues las olas empezaban a crisparse. De prontocayó una fuerte tormenta de agua.

Yo había permanecido tranquilo a lo largo detodo el día, pero, en cuanto la noche difuminóla forma de las cosas, me asaltaron mil temores.Alerta y lleno de ansiedad, empuñaba con la

Page 369: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

mano derecha una pistola que llevaba escondi-da en el pecho; el más leve ruido me aterroriza-ba; pero decidí que iba a vender cara mi vida yque no abandonaría la lucha que se avecinabahasta que o mi adversario o yo cayéramos.

Elizabeth observó mi agitación en silencio du-rante algún tiempo. Por fin dijo:

––¿Qué te intranquiliza, mi querido Víctor?¿Qué es lo que tanto temes?

––Paciencia, querida mía, paciencia lerespondí––. Pasada esta noche, el peligro habráacabado. Pero esta noche es terrible, muy terri-ble.

Transcurrió una hora en esta inquietud; depronto, pensé en lo espantoso que le resultaría ami esposa el combate que esperaba de un mo-mento a otro. Le rogué que se acostara, dispues-to a no reunirme con ella en tanto no conocieralas intenciones de mi enemigo.

Me quedé solo, y continué durante algúntiempo paseando por los pasillos de la casa yexaminando cada rincón que pudiera servirle

Page 370: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

de escondrijo a mi adversario. Pero no descubrírastro alguno de él; y empezaba a pensar quealguna providencial casualidad habría interve-nido para impedirle llevar a cabo su amenaza,cuando oí un grito agudo y estremecedor. Ve-nía de la habitación donde descansaba Eliza-beth. Al oírlo comprendí la estremecedora ver-dad, y me quedé paralizado; noté cómo la san-gre me corría por las venas y me ardía en laspuntas de los dedos. Un instante después escu-ché un nuevo grito y corrí hacia la alcoba.

¡Dios mío!, ¿cómo no morí entonces? ¿Por quéme hallo aquí narrando la destrucción de mimayor esperanza, y la muerte de la más puracriatura? Estaba tendida en el lecho, inánime, lacabeza ladeada, las facciones pálidas y convul-sas, semiocultas por el cabello. Doquiera quevaya veo la misma imagen: los brazos exangüesy el cuerpo lacio, tirado sobre el tálamo nupcialpor su asesino. ¿Cómo pude ver esto y seguirviviendo? ¡Cuán tenaz es la vida, y cómo se

Page 371: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

aferra a quienes más la desprecian! En un ins-tante perdí el conocimiento, y caí al suelo.

Cuando volví en mí, me encontré rodeado dela gente de la posada; sus rostros demostrabanun terror inenarrable; pero su espanto no eramás que una parodia, una sombra de los senti-mientos que me oprimían a mí. Escapé hacia lahabitación donde yacía el cuerpo de Elizabeth,mi amor, mi esposa tan querida y venerada,viva aún pocos momentos antes. No estaba yaen la posición en la que la había encontrado;tenía ahora la cabeza recostada en un brazo, y elrostro y cuello ocultos por un pañuelo, y se lapodía creer dormida. Corrí hacia ella y la abracécon ardor, pero la mortal quietud y la frialdadde sus miembros delataban que lo que estre-chaba entre mis brazos ya no era la Elizabeth aquien tanto había adorado. En su garganta seveían las horrendas señales del diabólico ser, yni el menor aliento salía de sus labios.

Mientras con agonizante desesperación meinclinaba sobre ella, levanté la vista. Me invadió

Page 372: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

una especie de pánico al ver que la pálida luzde la luna iluminaba la habitación, pues las con-traventanas que se habían cerrado anteriormen-te ahora estaban abiertas. Con inexpresablehorror vi asomarse a una de las ventanas elaborrecido y repugnante rostro del monstruo.Esbozó una mueca burlona mientras señalabacon su inmundo dedo el cadáver de mi esposa.Me abalancé hacia la ventana y, extrayendo delpecho una pistola, disparé; pero esquivó la bala,y, huyendo del lugar a la velocidad del rayo, sezambulló en las aguas del lago. ,

El ruido del disparo atrajo a la gente hacia lahabitación. Indiqué el lugar por donde habíadesaparecido, y lo seguimos con barcas; echa-mos incluso redes, pero todo en vano. Regre-samos desesperanzados después de variashoras, la mayoría de mis compañeros conven-cidos de que el fugitivo era fruto de mi imagi-nación. Tras desembarcar, se dispusieron a re-gistrar los alrededores, organizando distintas

Page 373: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

patrullas, que se esparcieron por los bosques yviñedos.

No fui con ellos; me encontraba exhausto. Unvelo me nublaba la vista, y la piel me ardía conel calor de la fiebre. En este estado, apenasconsciente de lo que había ocurrido, me tendie-ron en una cama, desde donde recorría el cuar-to con la mirada en busca de algo que habíaperdido.

Recordé entonces que mi padre estaría espe-rando con ansiedad a que Elizabeth y yo regre-sáramos, y que ahora debería volver solo. Estepensamiento me trajo lágrimas a los ojos y dilibre curso a mi llanto. Mis errantes pensamien-tos iban de un punto a otro, centrándose en misdesgracias, y en lo que las había ocasionado.Me envolvía una nube de incredulidad yhorror. La muerte de William, la ejecución deJustine, la muerte de Clerval y finalmente la demi esposa; ni siquiera sabía si el resto de misfamiliares se encontraban a salvo de la maldaddel villano; quizá mi padre se agitaba ya entre

Page 374: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

las manos asesinas, mientras Ernest yacía inertea sus pies. Esta idea me hizo estremecer y medevolvió a la realidad. Me levanté, y decidí vol-ver a Ginebra de inmediato.

No había caballos disponibles, y tuve quehacer el viaje a través del lago, aunque el vientono era favorable y llovía torrencialmente. Sinembargo, apenas había amanecido y podía con-fiar en estar en casa por la noche. Contraté al-gunos remeros, y yo mismo tomé uno de losremos, pues siempre había notado que el ejerci-cio físico paliaba los sufrimientos del espíritu.Pero lo inmenso de mi pesar y el exceso de agi-tación que había padecido me impedían cual-quier esfuerzo. Dejé el remo, y apoyando lacabeza entre las manos me abandoné al dolor.Al levantar la vista veía los parajes que me eranfamiliares de los tiempos lejanos de mi felici-dad, y que aún el día anterior había contempla-do con la que ahora no era sino una sombra yun recuerdo. Lloré amargamente. La lluviahabía cesado unos instantes, y vi los peces ju-

Page 375: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

gando en el agua igual que lo habían hechopocas horas antes bajo la mirada de Elizabeth.Nada hay tan doloroso para la mente humanacomo un cambio brusco y profundo. Podía bri-llar el sol, o las nubes ensombrecer el cielo; paramí ya nada podía volver a ser lo mismo que eldía anterior. Un infame me había arrebatadotodas mis esperanzas de felicidad. No habráhabido jamás criatura tan desgraciada como yo;suceso tan espeluznante es único en la historiadel hombre.

Pero para qué narrar los acontecimientos quesiguieron a esta tragedia. El horror ha llenadotoda mi vida; había llegado al punto culminantedel sufrimiento, y lo que resta no puede másque aburrirle. Uno a uno me fueron arrebatadosaquellos a quienes amaba; y me quedé solo. Notengo ya fuerzas; y explicaré lo que queda demi horrenda narración en pocas palabras.

Llegué a Ginebra. Mi padre y Ernest aún viví-an; pero el primero se hundió ante la trágicanueva que traía. ¡Cómo le recuerdo!, ¡padre

Page 376: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

bondadoso y amable!; la luz huyó de sus ojos,pues habían perdido a aquella a quien adora-ban: Elizabeth, su sobrina, más que una hijapara él, a la cual quería con todo el cariño quesiente un hombre que, próximo el fin de susdías, y teniendo pocos seres a quienes dedicarsu afecto, se aferra con mayor intensidad aaquellos que le quedan. ¡Maldito, maldito villa-no que llenó de tristeza sus canas y le hizo mo-rir de dolor! No podía vivir bajo el tormento delos horrores que se acumulaban en torno suyo;sufrió una hemorragia cerebral, y murió en misbrazos al cabo de unos días.

¿Qué fue entonces de mí? No lo sé; perdí lanoción de todo, y me vi envuelto en cadenas ytinieblas. Soñaba, a veces, que con los amigosde juventud vagaba por alegres valles y pradosllenos de flores; pero despertaba una y otra vezen la misma celda. A esto seguía la melancolía,pero poco a poco fui cobrando una idea exactade mis aflicciones y de mi situación, y por finme liberaron. Me habían creído loco y, como

Page 377: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

supe más tarde, durante muchos meses estuveencerrado en una celda solitaria.

Pero la libertad hubiera sido un fútil regalo, sial recobrar la razón no hubiera recobrado a lavez un deseo de venganza. Así que iba recupe-rando el recuerdo de mis desdichas, empecé apensar en su causa: el monstruo que había crea-do, el miserable demonio que, para mi ruina,había traído al mundo. Al pensar en él, me in-vadía una enloquecedora furia y entonces, de-seando que cayera en mis manos, rezaba paraque así fuera y pudiera desatar sobre su infamecabeza una inmensa y mortal venganza.

Mi cólera no se satisfizo mucho tiempo coninútiles deseos; empecé a pensar en cómo podíaperseguirlo; a este fin, un mes después de pues-to en libertad, me dirigí a uno de los jueces dela ciudad, diciéndole que quería formular unaacusación;, dije que conocía al asesino de misfamiliares, y que le rogaba que ejerciera toda suautoridad para que se le detuviera.

Me escuchó con benevolencia e interés.

Page 378: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

––Esté usted seguro ––dijo–– de que no aho-rraré esfuerzos para encontrar al villano.

Le quedo muy agradecido ––respondí—. Es-cuche, pues, la declaración que voy a hacer. Esen verdad una historia tan extraña que temeríaque usted no me creyera, de no ser por que hayalgo en las verdades, por insólitas que parez-can, que fuerzan la convicción. Mi relato es de-masiado coherente como para que pueda to-marse por un sueño, y no tengo motivos paramentir.

De esta forma me dirigí a él, con voz tranquilapero seria; había decidido perseguir a mi des-tructor hasta la muerte, y este propósito calma-ba mi angustia y me reconciliaba un poco con lavida. Narré mi historia brevemente, pero confirmeza y precisión, dando fechas exactas y sindesviarme del tema para lamentarme de loshechos.

Al principio, el magistrado demostraba unatotal incredulidad, pero a medida que prose-guía escuchó con mayor atención e interés;

Page 379: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

hubo momentos en que lo vi estremecerse,otros en que su rostro denotaba un vivo asom-bro, exento de escepticismo.

Al concluir mi relato, dije:––Este es el ser al que acuso, y en cuya deten-

ción y castigo le ruego ejerza su máxima auto-ridad. Es su deber como magistrado, y creo yespero que sus sentimientos como hombre norehusarán cumplir con él en esta ocasión.

Estas últimas palabras provocaron un sensiblecambio en la expresión del magistrado. Habíaescuchado mi relato con ese tipo de credulidadque producen las narraciones de fantasmas ysucesos sobrenaturales; pero cuando le requeríque actuara de forma oficial, volvió a descon-fiar. Sin embargo, me respondió templadamen-te:

––Con gusto le ayudaría en lo que me fueraposible; pero el ser de quien usted me hablaparece estar dotado de unos poderes que haríaninútiles todos mis esfuerzos. ¿Quién puede per-seguir a un animal capaz de atravesar el mar de

Page 380: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

hielo, habitar en grutas y cavernas, donde serhumano jamás osaría entrar? Además, han pa-sado algunos meses desde que cometió sus crí-menes y es imposible saber a dónde huyó o enqué lugar se halla actualmente ahora.

No dudo de que ronda el lugar en el que yome encuentro. Y caso de haberse refugiado enlos Alpes; se le puede dar caza como si fuerauna gamuza y destruirlo como a una bestia fe-roz.

Pero leo su pensamiento; no cree mi relato, yno tiene la intención de perseguir a mi enemigoy aplicarle el castigo que merece.

Al hablar, tenía los ojos encendidos de cólera,y el magistrado se asustó.

––Está usted equivocado ––dijo—. Haré todolo que esté en mi mano y, si logro capturar almonstruo,, sepa que será castigado de acuerdocon sus crímenes. Pero temo, por lo que ustedmismo ha descrito sobre su resistencia, que estoresulte imposible, y que a la par que se toman

Page 381: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

las medidas necesarias, usted se debería resig-nar al fracaso.

––Eso no es posible; pero nada de lo que digapuede servirme de mucho. Mi venganza no esde su incumbencia; y sin embargo, aunque re-conozca en ello un vicio, le confieso que es laúnica y devoradora pasión de mi espíritu. Miira no tiene límites, cuando pienso que el asesi-no, que lancé entre la sociedad, sigue con vida.Me niega usted mi justa petición: me queda unúnico camino, y desde ahora me dedicaré, vivoo muerto, a conseguir su destrucción.

Temblaba al decir esto; mi actitud debía re-zumar aquel mismo frenesí y altivo fanatismoque se dice tenían los antiguos mártires. Peropara un magistrado ginebrino, cuyos pensa-mientos están muy lejos de los ideales y hero-ísmos, esta grandeza de espíritu debía aseme-jarse mucho a la locura. Intentó apaciguarmecomo haría una niñera con una criatura, y acha-có mi relato a los efectos del delirio.

Page 382: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

––¡Mortal! ––exclamé––, está endiosado consu sabiduría, mas cuánta ignorancia demuestra.¡Calle!; no sabe lo que dice.

Salí de la casa tembloroso e iracundo, y me re-tiré a pensar en otros medios de acción.

Page 383: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Capítulo 7

Mi estado era tal que no lograba controlar vo-luntariamente el pensamiento. Me inundaba laira, y sólo el deseo de venganza me proporcio-naba fuerza y comedimiento, reprimía mis sen-timientos y me permitía estar sereno y calcula-dor en momentos en que, de otro ––modo, mehubiera abandonado al delirio y a la muerte. Miprimera decisión fue abandonar Ginebra parasiempre; mis desgracias hicieron que aborrecie-se la patria que tan intensamente había amadocuando era feliz y querido. Me hice con unaimportante cantidad de dinero, y algunas joyasque habían pertenecido a mi madre, y partí.

Y aquí empezó una peregrinación que sólocon mi muerte terminará. He recorrido unainmensa parte del mundo, y he sufrido todaslas penurias que suelen tener que afrontar losviajeros en los desiertos y en las tierras salvajes.Apenas sé cómo he sobrevivido; con frecuenciame he tendido desfallecido sobre la arena, ro-

Page 384: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

gando que me sobreviniera la muerte. Pero lasansias de venganza me mantenían vivo; no meatrevía a morir si mi enemigo continuaba convida.

Al abandonar Ginebra, mi primer quehacerfue encontrar algún indicio que me permitieraseguir los pasos de mi infame enemigo. Peroestaba desorientado, y anduve por la ciudaddurante muchas horas dudando sobre qué di-rección tomar. Cuando empezaba a anochecer,me encontré en el cementerio donde reposabanWilliam, Elizabeth y mi padre. Entré, y meacerqué a sus tumbas. Reinaba el silencio, tur-bado tan sólo por el murmullo de las hojas queel viento agitaba suavemente; era ya casi denoche, y la escena hubiera resultado solemne yconmovedora incluso para un observador ajenoa ella. Los espíritus de mis difuntos parecíanrodearme, proyectando una sombra invisiblepero palpable en torno a mi cabeza.

La honda tristeza que en un principio esta es-cena me había provocado pronto dio paso a la

Page 385: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ira y a la desesperación. Ellos estaban muertos,y sin embargo yo vivía; también vivía su asesi-no, y para aniquilarlo debía yo continuar mitediosa existencia. Arrodillado en la hierba,besé la tierra y, con labios temblorosos, grité:

––Por la sagrada tierra en la que estoy postra-do, por los espíritus que me rodean, por el pro-fundo y eterno dolor que siento, por ti, oh No-che, y por los fantasmas que te pueblan, juroperseguir a ese demonio, que ocasionó estasdesgracias, hasta que uno de los dos sucumbaen un combate a muerte. A este fin preservarémi vida; para ejecutar esta cara venganza vol-veré a ver el sol y pisar la verde hierba, de todolo cual, de otro modo, prescindiría para siem-pre. Y yo os conjuro, espíritus de los muertos, ya vosotros, errantes administradores de ven-ganza, a que me ayudéis y orientéis en mi tarea.¡Que el maldito e infernal monstruo beba de lacopa de la angustia y sienta la misma desespe-ración que ahora me atormenta!

Page 386: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Había comenzado el juramento en tono so-lemne, y con un fervor, que me hizo pensar quelos espíritus de mis familiares asesinados escu-chaban y aprobaban mi devoción; pero así queconcluí, las Furias se apoderaron de mí, y la iraahogaba mis palabras.

Desde la profunda quietud de la noche, mellegó entonces una estruendosa y diabólica car-cajada. Resonó en mis oídos larga y dolorosa-mente; los montes me devolvieron su eco, ysentí que el infierno me rodeaba burlándose yriéndose de mí. En aquel momento, de no serporque aquello significaba que mi juramentohabía sido escuchado y que me aguardaba lavenganza, me hubiera dejado dominar por elfrenesí y hubiera acabado con mi existenciamiserable. La carcajada se fue extinguiendo, yuna voz, familiar y aborrecida, me susurró conclaridad, cerca del oído:

––¡Estoy satisfecho, miserable criatura! Hasdecidido vivir, y eso me satisface.

Page 387: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Corrí hacia el lugar de donde procedía el so-nido, pero aquel demonio me eludió. De prontosalió la luna, iluminando su horrenda y defor-me silueta, que se alejaba con velocidad sobre-natural.

Lo perseguí; y desde hace varios meses ese esmi objetivo. Siguiendo una vaga pista, recorrí elcurso del Ródano, pero en vano; hasta llegar alas azules aguas del Mediterráneo. Casualmen-te, una noche vi cómo el infame ser abordaba yse escondía en un bajel con destino al Mar Ne-gro. Zarpé en el mismo barco; pero escapó, ig-noro cómo.

Aunque continuaba esquivándome, seguí suspasos por las estepas de Tartaria y de Rusia. Aveces, campesinos, atemorizados por suhorrenda aparición, me informaban de la direc-ción que había tomado; otras, él mismo, teme-roso de que si perdía toda esperanza me deses-perara y muriera, dejaba tras de sí algún indiciopara que me guiara. Cuando cayeron las nieves,hallé en la llanura la huella de su gigantesco

Page 388: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

pie. Para usted, que se encuentra comenzandola vida, que desconoce el sufrimiento y el dolor,es imposible saber lo que he padecido y aúnpadezco. El frío, el hambre y la fatiga eran losmales menores que hube de aguantar; me mal-dijo un demonio, y llevo un infierno dentro demí; sin embargo, algún espíritu bueno siguió ydirigió mis pasos, y me libraba de pronto dedificultades aparentemente insalvables. A ve-ces, cuando vencido por el hambre me encon-traba ya exhausto, encontraba en el desiertouna comida reparadora que me devolvía lasenergías y me prestaba de nuevo aliento; eranalimentos toscos, del tipo que tomaban loscampesinos de la región, pero no dudo de quelos había depositado allí el espíritu que habíainvocado en mi ayuda. Muchas veces, cuandotodo estaba seco, el cielo despejado y yo meencontraba sediento, aparecía una pequeñanube en el firmamento que, tras dejar caer al-gunas gotas para reavivarme, desaparecía.

Page 389: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Cuando podía, seguía el curso de los ríos; pe-ro el infame engendro solía evitarlos por ser loslugares más poblados por los habitantes delpaís. En los lugares donde encontraba pocosseres humanos me alimentaba de los animalessalvajes que se cruzaban en mi camino. Teníadinero, y me, ganaba las simpatías de los cam-pesinos distribuyéndolo, o repartiendo, entreaquellos que me habían permitido el uso de sufuego y utensilios de cocina, la caza que, trasseparar la porción que destinaba a mi alimento,me sobraba.

Esta vida me asqueaba, y únicamente mien-tras dormía saboreaba algo de alegría. ¡Benditosueño! A menudo, encontrándome en el límitede mi angustia, me tendía a dormir, y los sue-ños me proporcionaban la ilusión de felicidad.Los espíritus que velaban por mí me deparabanestos momentos, mejor dicho, estas horas defelicidad, a fin de que pudiera retener las fuer-zas suficientes para proseguir mi peregrinación.De no ser por este respiro, hubiera sucumbido

Page 390: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

bajo mis angustias. Durante el día, me manteníay animaba la perspectiva de la noche, pues enmis sueños veía a mis familiares, a mi esposa ya mi amado país; veía de nuevo la bondadosafaz de mi padre, oía la cristalina voz de Eliza-beth y encontraba a Clerval rebosante de saludy juventud.

Muchas veces, extenuado por una caminataagotadora, intentaba convencerme mientrasandaba de que estaba soñando y que cuandollegara la noche despertaría a la realidad enbrazos de los míos. ¡Qué punzante cariño sentíahacia ellos!; ¡cómo me aferraba a sus queridassiluetas, cuando a veces me visitaban, inclusoestando despierto, e intentaba convencerme deque aún estaban con vida! En aquellos momen-tos, la venganza que me corroía el corazón seaplacaba, y continuaba mi camino hacia la des-trucción de aquel demonio más como un deberimpuesto por el cielo, como el impulso mecáni-co de un poder del cual era inconsciente, quecomo el ardiente deseo de mi espíritu.

Page 391: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Desconozco los sentimientos de aquel a quienperseguía. A veces dejaba cosas escritas en lostroncos de los árboles o talladas en la piedra,que me guiaban o avivaban mi cólera. «Mi rei-nado aún no ha acabado ––estas eran las pala-bras que se leían en una de las inscripciones––;sigues viviendo y mi poder es total. Sígueme;voy hacia el norte en busca de las nieves eter-nas, donde padecerás el tormento del frío y elhielo al que yo soy insensible. Si me sigues decerca, encontrarás no lejos de aquí una liebremuerta; come y recupérate. ¡Adelante, enemi-go!; aún nos queda luchar por nuestra vida;pero hasta entonces te esperan largas horas desufrimiento.»

¡Demonio burlón! De nuevo juro vengarme;de nuevo te condeno, miserable criatura, aatormentarte hasta la muerte. Nunca abandona-ré mi persecución hasta que uno de los dosmuera; y entonces, ¡con qué júbilo me reunirécon Elizabeth y aquellos que ya me preparan la

Page 392: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

recompensa por mis fatigas y sombrío peregri-naje!

A medida que avanzaba hacia el norte, la nie-ve aumentaba, y el frío era tan intenso que ape-nas si podía soportarse. Los campesinos per-manecían encerrados en sus chozas, y sólo al-gunos de los más fornidos se aventuraban enbusca de los animales que el hambre forzaba asalir de sus guaridas. Los ríos se habían heladoy al no poder pescar me encontré privado de miprincipal alimento.

La victoria de mi enemigo se consolidaba, asíque aumentaban mis dificultades. Otra inscrip-ción que me dejó decía: «¡Prepárate!: tus sufri-mientos no han hecho más que empezar. Abrí-gate con pieles, y aprovisiónate, pues prontoiniciaremos una etapa en la que tus desgraciassatisfarán mi odio eterno.»

Estas burlonas palabras reavivaron mi valor yperseverancia. Decidí no fallar en mi resolu-ción; e, invocando la ayuda de los cielos, conti-nué con infatigable ahínco cruzando aquella

Page 393: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

desértica región hasta que, en la lejanía, apare-ció el océano, último límite en el horizonte.¡Qué distinto de los azules mares del sur! Cu-bierto de hielo, sólo se diferenciaba de la tierrapor una mayor desolación y desigualdad. Losgriegos lloraron de emoción al ver el Medite-rráneo desde las colinas de Asia, y celebraroncon entusiasmo el fin de sus vicisitudes. Yo nolloré; pero me arrodillé y, con el corazón rebo-sante, agradecí a mis espíritus el que me hubie-ran guiado sano y salvo hasta el lugar dondeesperaba, pese a las burlas de mi enemigo, po-der enfrentarme con él.

Hacía algunas semanas que me había procu-rado un trineo y unos perros, lo que me permi-tía cruzar la nieve a gran velocidad. Ignoraba siaquel infame ser disfrutaba de la misma ventajaque yo; pero vi que, así como antes había idoperdiendo terreno, ahora me iba acercando mása él; tanto es así, que cuando divisé el océanosólo me llevaba un día de ventaja y esperabapoder alcanzarlo antes de llegar a la orilla. Con

Page 394: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

renovado valor proseguí mi carrera, y al cabode dos días llegué a una miserable aldea de lacosta. Pregunté a los habitantes por aquel villa-no y me dieron datos precisos. Un gigantescomonstruo, dijeron, había llegado la noche ante-rior, armado con una escopeta y varias pistolas,haciendo huir, atemorizados ante su espantosoaspecto, a los habitantes de una solitaria caba-ña. Les había robado sus provisiones para elinvierno, y las había puesto en un trineo, al cualató varios perros amaestrados que asimismorobó. Esa misma noche, y ante el alivio de aque-llas asustadas personas, había reanudado suviaje sobre el helado océano en dirección a unpunto donde no había tierra alguna; suponíanque pronto sería destruido por alguna de lasgrietas que con frecuencia se abrían en el hielo,o que moriría de frío.

Al oír esto, sufrí un ataque momentáneo dedesesperación. Había conseguido escapar demí; y yo debía ahora emprender un viaje peli-groso e interminable a través de las montañas

Page 395: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

de hielo del océano, bajo los rigores de un fríoque pocos indígenas podían soportar, y que yo,nativo de una tierra cálida y soleada, no resisti-ría. Pero, ante la idea de que aquel engendroviviera y venciera, se me avivó de nuevo la ira yel ansia de venganza y, cual poderoso alud,barrieron mis otros sentimientos. Tras un brevedescanso, durante el cual me visitaron los espí-ritus de mis difuntos y me animaron a la ven-ganza, me preparé para el viaje.

Cambié el trineo de tierra por uno adecuado alas irregularidades del océano helado; y, des-pués de comprar una buena cantidad de provi-siones, abandoné tierra firme tras de mí.

No puedo calcular los días que han pasadodesde entonces; pero he padecido torturas que,de no ser por el eterno sentimiento de una justaretribución que me inflama el corazón, nadahubiera podido hacerme padecer. Con frecuen-cia inmensas y escarpadas montañas de hielome cerraban el camino, y muchas veces oía ru-gir, amenazante, una mar gruesa. Pero las cons-

Page 396: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

tantes heladas garantizaban la solidez de lassendas del mar.

A juzgar por la cantidad de provisiones con-sumidas, debían haber transcurrido tres sema-nas. Más de una vez, la continua demora enalcanzar lo que tanto deseo, esperanza que meacompaña siempre, me arrancaba lágrimas dedolor. En una ocasión la desesperación casi seadueñó de mí, y estuve a punto de sucumbir;los pobres animales que me arrastraban habíanalcanzado con esfuerzo increíble la cima de unamontaña, muriendo uno de ellos de fatiga, y yocontemplaba con angustia la inmensidad delhielo ante mí, cuando de pronto divisé un mi-núsculo punto oscuro en la distancia. Agudicéla vista para adivinar lo que era, y prorrumpíen una jubilosa exclamación al distinguir untrineo y las deformes proporciones de aquellafigura tan conocida. ¡Con qué ardor volvió laesperanza a mi corazón! Cálidas lágrimas bro-taron de mis ojos, aunque las enjuagué con ra-pidez para que no me hicieran perder de vista

Page 397: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

aquella infame criatura; pero las ardientes gotasseguían nublándome la visión y, finalmente,bajo la emoción que me embargaba, prorrumpíen llanto.

No era éste momento para entretenerme; des-até los arneses del perro muerto, di de comer alos restantes en abundancia y, tras descansaruna hora, lo cual era imprescindible, aunqueestaba inquieto por continuar, proseguí mi ca-mino. Aún veía el trineo en la lejanía; no volví aperderlo de vista, excepto cuando algún salien-te de las rocas de hielo lo ocultaba. Iba ganán-dole terreno; y cuando, al cabo de dos días, meencontré a menos de una milla de mi enemigo,temí que el corazón me estallara de alegría.

Pero, justo entonces, cuando estaba a puntode darle alcance, mis esperanzas se vieron depronto truncadas, y perdí todo rastro de él.Empecé a oír el bramido del mar; las olas seabatían furiosamente bajo la capa de hielo, ynotaba cómo se henchían y se hacían más ame-nazadoras y terribles. En vano intenté prose-

Page 398: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

guir. El viento se levantó; el mar rugía; y, comocon la tremenda sacudida de un terremoto, seabrió el hielo con un ruido atronador. Prontoconcluyó todo; en pocos minutos, un agitadomar me separó de mi enemigo, y me hallé flo-tando sobre un témpano de hielo, que mengua-ba por momentos y me preparaba una horrendamuerte.

Así pasaron horas terribles; murieron variosde mis perros; y yo estaba a punto de sucumbir,cuando divisé su navío, que navegaba sujetopor el ancla y me devolvió la esperanza de vi-vir. Ignoraba que los barcos se aventuraran tanal norte y me sorprendió verlo; rápidamentedestruí una parte de mi trineo para hacer con élunos remos y así pude, con enorme esfuerzo,acercar mi improvisada balsa hacia el barco.Había decidido que, caso de que ustedes sedirigieran hacia el sur, me encomendaría a laclemencia de los mares antes que desistir de mipropósito. Esperaba poder convencerlo de queme diera un bote con el cual pudiera aún perse-

Page 399: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

guir a mi enemigo. Pero iban hacia el norte. Mesubieron a bordo cuando mis fuerzas estabanya agotadas, y cuando mis múltiples desgraciasme arrastraban hacia una muerte que aún nodeseo, pues mi tarea está inconclusa.

¿Cuándo me permitirán gozar del descansoque tanto anhelo los espíritus que me guíanhacia el infame ser?; ¿o es que yo debo morir yél sobrevivirme? Si así fuere, júreme Walton,que no lo dejará escapar; júreme que usted loacosará, y llevará a cabo mi venganza dándolemuerte. ¿Pero puedo pedirle que asuma miperegrinación, que sufra las penurias que yo hepasado? No; no soy tan egoísta. Pero, cuandoyo haya muerto, si él apareciese, si los dioses dela venganza lo condujeran ante usted, júremeque no vivirá; júreme que no triunfará sobremis desgracias, y que no podrá hacer a otro tandesgraciado como me hizo a mí. Es elocuente ypersuasivo; incluso una vez logró enternecermeel corazón; pero desconfíe de él. Tiene el almatan inmunda como las facciones, y repleta de

Page 400: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

maldad y traición. No lo escuche; invoque aWilliam, Justine, Clerval, Elizabeth, mi padre yal infeliz Víctor, y húndale la espada en el cora-zón. Yo me encontraré a su lado para dirigir elacero.

Prosigue la narración de WALTON26 de agosto de 17...

Has leído este extraño e impresionante relato,Margaret; ¿no sientes que, como a mí aún ahora, sete hiela la sangre en las venas? Había veces en que elsufrimiento lo vencía, y no podía continuar su na-rración; otras, con voz entrecortada y conmovedora,pronunciaba con dificultad las palabras tan repletasde dolor. A veces los ojos hermosos y expresivos lebrillaban con indignación; otras, el dolor los apagabay llenaba de tristeza. A veces podía controlar sussentimientos y palabras y narraba los más horrendossucesos con voz serena, suprimiendo toda señal deagitación; pero de pronto, como un volcán en erup-ción, su rostro tomaba una expresión de fiereza, y,lanzaba mil insultos contra su perseguidor.

Page 401: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

La historia es coherente y la ha contado con la na-turalidad que da la verdad más sencilla; pero te con-fieso que las cartas de Félix y Safie, que me enseñó, yla visión del monstruo que tuvimos desde el barco,me convencieron más que todas sus afirmaciones,por muy coherentes y convincentes que parecieran.No tengo ninguna duda, pues, de que existe seme-jante monstruo; pero sin embargo estoy lleno deasombro y admiración. He intentado queFrankenstein me cuente en detalle la creación del ser;pero sobre este punto permaneció inescrutable.

¿Está usted loco, amigo mío? ––me contestó—.¿Hasta dónde le va a llevar su absurda curiosidad?¿Es que quiere crear, también, un ser diabólico, ene-migo suyo y del mundo? Si no, ¿a dónde quiere iraparar con sus preguntas? ¡No insista! Aprenda demis sufrimientos, y no se empeñe en aumentar lossuyos.

Frankenstein observó que tomaba notas de su na-rración; quiso verlas, y él mismo las corrigió y au-mentó en muchos puntos; sobre todo en los diálogoscon su enemigo, a los que dotó de mayor autentici-dad.

Page 402: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

––Ya que ha anotado usted mi narración ––dio––,no quisiera que la posteridad la heredara en formamutilada.

Así ha transcurrido una semana, escuchando lahistoria más extraña que jamás hubiera podido con-cebir imaginación alguna. El interés que siento pormi huésped, y que ha despertado tanto su relato co-mo la nobleza y dulzura de su carácter, me ha sedu-cido la mente y el alma por completo.

Quisiera ayudarlo; pero ¿cómo aconsejar que sigaviviendo a alguien tan infeliz y carente de toda espe-ranza? La única dicha de que puede gozar es la queexperimentará preparando su dolorida alma para lapaz y la muerte. Disfruta, empero, de algún consue-lo, fruto de la soledad y el delirio: cree, cuando ensueños conversa con los seres que le fueron queridos,y obtiene de esa comunicación cierto alivio para susufrimiento o ánimo para la venganza, no que seancreaciones de su fantasía, sino que ciertamente sonseres reales que, desde el más allá, vienen a visitarlo.Esta fe da a sus delirios una solemnidad que haceque me resulten casi tan imponentes e interesantescomo la verdad misma.

Page 403: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Nuestras conversaciones no se limitan tan sólo asu historia y la de sus desgracias. Demuestra poseerun gran conocimiento de la literatura, y una aguda yrápida percepción. Su elocuencia cautiva y conmue-ve; hasta el punto de que, cuando narra un episodiopatético, o intenta provocar la piedad o el cariño, nopuedo escucharlo sin que los ojos se me llenen delágrimas. qué magnífico hombre debió ser en sustiempos de felicidad para mostrarse tan noble aun enla desgracia! Parece tener conocimiento de su propiavalía, y de la magnitud de su ruina.

Cuando era joven ––me dijo un día–– sentía comosi hubiera nacido para llevar a cabo grandes cosas.Tengo una naturaleza sensible; pero poseía entoncesuna serenidad de juicio que me capacitaba paratriunfar. Este convencimiento de mi valía me hasostenido en situaciones en que otros hubieran su-cumbido; pues me parecía poco digno malgastar envanas lamentaciones unos talentos que podían ser deutilidad a mis semejantes. Cuando recuerdo lo quehe conseguido, nada menos que la creación de un serracional y sensible, no me puedo considerar simple-mente como uno más entre el conjunto de científicos.

Page 404: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Pero esta sensación, que me sostenía al principio demi carrera, ahora sólo sirve para hundirme más en lamiseria. Todas mis esperanzas y proyectos no sonnada, y, como el arcángel que aspiraba al poder su-premo, me encuentro ahora encadenado en un in-fierno eterno. Tenía una viva imaginación y a la vezuna gran capacidad de análisis y concentración;mediante la estrecha colaboración de estas dos cuali-dades concebí la idea, y llevé a cabo la creación de unhombre. Incluso ahora no puedo rememorar conserenidad las ilusiones que me invadían mientras notuve terminado el trabajo. Llegaba con la imagina-ción hasta las más altas esferas, a veces exultante dejúbilo ante mi poder, otras estremecido al pensar enlas consecuencias de mi investigación. Desde peque-ño había concebido las mayores ambiciones y espe-ranzas; ¡cómo me he hundido! Amigo mío, si mehubiera conocido antaño, no me reconocería en miactual estado de denigración. Desconocía casi porcompleto lo que era el desánimo; parecía estar desti-nado a un brillante porvenir, hasta que me hundípara siempre.

Page 405: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

¿Habré, pues, de perder a tan admirable ser? Heañorado la compañía de un amigo; he buscado a al-guien que me apreciara y comprendiera. Y he aquíque lo encuentro en estos remotos mares; mas temoque sólo me valga para conocer su valía, justo antesde que muera. Quisiera reconciliarlo con la vida,pero odia esta idea.

––Le agradezco, Walton ––dio––, las buenas in-tenciones que demuestra hacia alguien tan miserablecomo yo; pero, cuando habla usted de nuevos lazos,de nuevos afectos, ¿piensa que hay alguno que pu-diera sustituir jamás a aquellos queja he perdido?¿Puede otro hombre significar para mí lo mismo queClerval?; ¿qué mujer podría ser otra Elizabeth? In-cluso cuando nuestro amor no viene reforzado porcualidades superiores, los compañeros de niñez siem-pre ejercen sobre nosotros una influencia que amigosposteriores raras veces suelen tener. Conocen nues-tras primeras inclinaciones, que, por mucho quedespués se modifiquen, jamás se llegan a borrar; y encuanto a la honestidad de nuestros actos, son los quemejor pueden juzgar nuestros motivos. Un hermanono podrá jamás sospechar que el otro lo engaña o

Page 406: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

traiciona, salvo que esta inclinación se haya manifes-tado desde edad muy temprana, mientras que a unamigo, pese a que su afecto sea inmenso, le puedeinvadir, incluso a pesar suyo, la desconfianza. Perohe tenido amigos a los que he querido no sólo porcostumbre o contacto, sino por sus cualidades perso-nales; y donde quiera que me encuentre, la apaciblevoz de Elizabeth y la conversación de Clerval siem-pre susurrarán en mis oídos. Ellos han muerto; y enmi soledad sólo hay un objetivo que pueda inducirmea conservar la vida. Si me encontrara realizando unaimportante empresa que revistiera utilidad para missemejantes, podría seguir viviendo para concluirla.Pero no es éste mi sino; debo perseguir y destruir alser que creé; y entonces, sólo entonces habré cumpli-do mi cometido en la tierra y podré morir.

2 de septiembreMi querida hermana:Te escribo acechado por un grave peligro, e ignoro

si el destino me permitirá volver a ver mi queridaInglaterra y a los amigos que allí viven. Me cercanmontañas de nieve que impiden la salida y amenazan

Page 407: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

a cada momento con aplastar el barco. Los valerososhombres, a quienes convencí de que me acompaña-ran, vienen a mí en busca de una solución; pero notengo ninguna que ofrecer. Hay algo terriblementeespantoso en nuestra situación, pero aún conservo laconfianza y el valor. Quizá sobrevivamos; y, si no,como Séneca, moriré con buen ánimo.

¿Pero cuáles serán tus pensamientos, Margaret?No sabrás que he muerto, y esperarás ansiosamentemi regreso. Pasarán los años, y vivirás momentos dedesesperación, pero siempre te atenazará la torturade la esperanza. ¡Mi querida hermana!, la horribledesilusión de tus esperanzas me resulta más terribleaún que mi propia muerte. Pero tienes a tu marido ya tus hermosos hijos; y puedes ser feliz. ¡Que el cielote bendiga, y permita que lo seas!

Mi desdichado huésped me mira con la mayorcompasión. Intenta devolverme la esperanza; y hablade la vida como de un tesoro preciado. Me recuerdala frecuencia con que estos accidentes les han ocurri-do a otros navegantes que se aventuraron hasta estosmares y, a pesar mío, me contagia la idea de buenasperspectivas. Incluso los marineros notan el poder de

Page 408: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

su elocuencia; cuando él habla, vuelven a confiar;reaviva sus energías, y, mientras lo escuchan, llegana creer que estas gigantescas montañas de hielo sonpequeños montículos, que desaparecerán bajo lafuerza de la voluntad humana. Estos sentimientosson pasajeros; cada día que transcurre, la frustraciónde sus esperanzas les llena de espanto, y temo que elmiedo les haga amotinarse.

5 de septiembreAcaba de suceder algo tan insólito que, aunque es

muy probable que nunca llegues a leer estos papeles,no puedo por menos de narrarlo.

Seguimos rodeados de montañas de nieve, y eninminente peligro de que nos aplasten. El frío esintensísimo, y muchos de mis desafortunados com-pañeros ya han encontrado su tumba en este parajedesolador. La salud de Frankenstein empeora día adía; le sigue brillando una luz febril en los ojos, peroestá extenuado, y si hace el menor esfuerzo, vuelve acaer en la total agonía.

Page 409: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Mencioné en la última carta el temor que tenía aque se produjera un motín. Esta mañana, mientrascontemplaba el ceniciento rostro de mi amigo ––losojos entornados y los miembros inertes—, me inte-rrumpieron media docena de marineros, que queríanentrar en el camarote. Les hice pasar; y el que actua-ba de portavoz se dirigió a mí. Me dio que él y suscompañeros habían sido elegidos por el resto de latripulación para que, a modo de delegación, me co-municaran una petición, a la que en justicia no mepodía negar. Estábamos cercados por el hielo, y pro-bablemente no lograríamos escapar; pero temían que,si acaso, como era posible, el hielo cediera, Y se abrie-ra un camino, yo fuera lo bastante imprudente comopara querer continuar mi viaje, y los condujera anuevos peligros, después de haber salvado éste feliz-mente. Pedían, pues, que me comprometiera bajosolemne promesa a que, si el barco quedaba libre, medirigiría de inmediato al sur.

Esta petición me perturbó. Aún no había perdidolas esperanzas; ni siquiera había pensado en regre-sar, caso de quedar libres del hielo. Sin embargo,¿podría yo, en justicia, oponerme a ello? ¿tenía si-

Page 410: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

quiera la posibilidad de hacerlo?. Pensaba en estaspreguntas antes de contestar, cuando Frankenstein,que en un principio había permanecido callado yparecía no tener ni fuerzas para atender, se incorpo-ró; los ojos le brillaban y tenía las mejillas encendi-das por un repentino rubor. Dirigiéndose a los hom-bres, dio:

¿Qué significa esto? ¿Qué estáis pidiendo a vues-tro capitán? ¿Tan pronto os desanimáis? ¿No lellamabais a ésta la expedición gloriosa?, ¿por qué ibaa ser gloriosa?, ¿porque la ruta era fácil y apaciblecomo un mar del sur? No; la llamabais así porqueestaba llena de peligros y acechamos; porque a cadanueva dificultad debíais renovar vuestro valor yfortaleza; porque os rodeaba el peligro y la muerte ydebíais vencer ambas. Por esto la llamabais gloriosa,porque era una empresa digna. La posteridad os acla-maría como bienhechores de la humanidad; se vene-raría vuestro nombre, como el de aquellos hombresvalerosos que se enfrentaron con honor a la muerteen beneficio de la especie humana. ¡Y mirad ahora!:con la primera impresión de peligro, o, si lo preferís,la primera gran prueba, vuestro valor se desvanece y

Page 411: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

estáis dispuestos a pasar por hombres que no tuvie-ron la fuera suficiente para afrontar el frío y el peli-gro...; los pobres tenían frío y volvieron junto a suschimeneas. En verdad que para esto no se hubieranrequerido tantos preparativos; no teníais por quéhaberos aventurado hasta aquí, ni hacer pasar avuestro capitán por la vergüenza del fracaso, parademostrar que sois unos cobardes. ¡Sed hombres!,¡sed más que hombres! Sed fieles a vuestros propósi-tos, firmes como las rocas. Este hielo no está hechodel mismo material del que podrían estar hechosvuestros corazones; es vulnerable, no puede vencerossi os empeñáis en que no lo haga. No volváis a vues-tras familias con la frente marcada por el estigma dela vergüenza. Regresad como héroes que lucharon yvencieron y que desconocen lo que es darle la espaldaa su enemigo.

A lo largo del discurso, su voz se había ido adap-tando tan bien a los distintos sentimientos que ex-presaba, y sus ojos brillaban tan llenos de heroísmo ysana ambición, que no fue de extrañar que mis hom-bres se conmovieran. Se miraron unos a otros, sinsaber qué decir. Yo me dirigí a ellos, y les rogué que

Page 412: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

recapacitaran sobre lo que habían oído; añadí que pormi parte no seguiría avanzando hacia el norte encontra de su voluntad, pero que esperaba que, trasconsiderarlo, recobraran el valor perdido.

Salieron, y me volví hacia mi amigo; pero se halla-ba muy abatido y casi privado de aliento.

Ignoro cómo concluirá todo esto; pero preferiría lamuerte a regresar, cubierto de vergüenza, sin haberpodido alcanzar mis objetivos. Sin embargo, temoque ese sea mi destino; sin el ánimo que les pudierainfundir la idea de la gloria y el honor, mis hombresjamás se avendrán a proseguir sus actuales penurias.

7 de septiembre

¡La suerte está echada!, he accedido a nuestro re-greso si los hielos nos lo permiten. Veo truncadasmis esperanzas por la cobardía y la indecisión; regre-so desilusionado e ignorante. Necesitaría más tole-rancia de la que me ha sido dada para sufrir estainjusticia con paciencia.

12 de septiembre

Page 413: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

Todo ha concluido; vuelvo a Inglaterra. He perdidomis esperanzas de gloria y mi ansia de servir a lahumanidad; y he perdido a mi amigo. Pero trataré,querida hermana, de contarte con detalle estos tristessucesos; no quiero navegar rumbo a Inglaterra, yhacia ti, lleno de pesadumbre.

El diecinueve de septiembre el hielo empezó a ce-der, y en la distancia escuchamos atronadores cruji-dos, así que las islas de hielo se resquebrajaban entodas las direcciones. Corríamos enorme peligro;pero, puesto que nada podíamos hacer, todo mi inte-rés se centraba en mi infeliz huésped, cuya saludhabía declinado hasta el punto de no poder levantar-se de la cama. El hielo se rompió a nuestras espaldasy fue empujado con rapidez en dirección norte; deloeste comenzó a soplar una brisa y el día once elcamino hacia el sur quedaba despejado. Cuando losmarineros vieron esto, y comprendieron que quedabaasegurado su regreso a su país natal, prorrumpieronen continuos gritos de loca alegría. Frankenstein,que se había adormilado, despertó, y preguntó lacausa del alboroto.

Page 414: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

––Gritan ––contesté––, porque pronto regresarána Inglaterra. ¿Regresa usted entonces?

Sí ––respondí—, no puedo oponerme a sus peti-ciones. No puedo conducirlos hacia nuevos peligroscontra su voluntad, y debo volver.

––Hágalo si quiere. Yo me quedo. Usted puedeabandonar su objetivo; pero el mío me lo fió el cielo,y no puedo renunciar. Estoy débil; pero confío enque los espíritus que me ayudan en mi venganza meprestarán las fuerzas necesarias.

Al decir esto intentó saltar de la cama, pero el es-fuerzo fue demasiado grande; cayó y perdió el senti-do.

Tardó mucho en volver en sí, y a menudo me pare-ció que había muerto. Finalmente abrió los ojos; res-piraba con dificultad, y no podía hablar. El médico ledio un brebaje reconstituyente, y nos ordenó que nolo molestáramos. A mí me advirtió que a mi amigo lerestaban pocas horas de vida.

Se había pronunciado su sentencia, y a mí ya sólome quedaba lamentarme y tener paciencia. Permane-cí sentado a la cabecera de su lecho, mirándolo; teníalos ojos cerrados, y pensé que dormía. De pronto, con

Page 415: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

voz apagada, me llamó, indicándome que me acerca-ra, y dio:

––Me abandonan las fueras en las que confiaba.Presiento que pronto habré de morir, y él, mi enemi-go y verdugo, está aún con vida. No piense, Walton,que en mis últimos instantes mi alma reuma todavíael punzante odio y la sed de venganza que días pasa-dos le manifesté, pero creo que estoy justificado aldesear la muerte de mi adversario. Durante estosdías he meditado sobre mis acciones pasadas y nohallo en ellas nada reprensible; en un ataque de locoentusiasmo creé una criatura racional, y tenía paracon él el deber de asegurarle toda la felicidad y bien-estar que me fuera posible darle. Esta era mi obliga-ción, pero había otra superior. Mis obligaciones paracon mis semejantes debían tener prioridad, puestoque suponían una mayor proporción de felicidad odesgracia. Impulsado por esta creencia, me negué, ehice bien, a crearle una compañera al primer ser. Diopruebas entonces de una maldad y un egoísmo sinprecedentes: asesinó a mis seres más queridos; seconsagró a la destrucción de personas llenas de deli-cadeza, sabiduría y bondad; e ignoro dónde termina-

Page 416: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

rá esta sed de venganza. Desgraciado como es, debemorir a fin de que no pueda hacer desgraciados a losdemás. La tarea de su destrucción me había sidoencomendada a mí, pero he fracasado. Empujado pormotivos egoístas e insanos, le pedí a usted que com-pletara mi labor; ahora, empujado únicamente por larazón y la virtud, se lo reitero.

»Sin embargo no puedo pedirle que renuncie a supaís y a sus amigos para llevar a cabo esta labor; yahora, que regresa a Inglaterra, tendrá pocas ocasio-nes de encontrarse con él. Pero dejo en sus manos elreflexionar sobre estos puntos, y el determinar lo queusted considere que es su deber. La proximidad de lamuerte turba mis pensamientos y mi razón, y no meatrevo a pedirle que haga lo que yo considero justo,pues puedo estar cegado por la Pasión.

»Me inquieta el que siga con vida y sea un ins-trumento de maldad; y sin embargo, esta hora, en laque aguardo que cada instante me traiga la libera-ción, es la única en la que durante muchos años hesido feliz. Pasan ante mí los espíritus de aquellos alos que tanto quise, y corro hacia ellos. ¡Adiós,Walton! Busque la felicidad en la paz y, evite la am-

Page 417: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

bición, aun aquella, inofensiva en apariencia, dedistinguirse por sus descubrimientos científicos.¿Mas por qué hablo así?; yo he visto truncadas misesperanzas, pero otro puede triunfar.

La voz se le iba apagando a medida que hablaba; yfinalmente, vencido por el esfuerzo, se acalló deltodo. Media hora más tarde intentó volver a hablarpero no pudo; oprimió mi mano débilmente, y susojos se cerraron para siempre, mientras sus labiosesbozaron una débil sonrisa.

Margaret, ¿qué puedo decir sobre la prematuramuerte de esta magnífica persona? ¿Qué puedo decirpara que entiendas lo profundo de mi pesar? Todo loque diera sería pobre e inadecuado. Las lágrimasabrasan mis mejillas; y una nube de desilusión nublami mente. Pero navego rumbo a Inglaterra, y allíquizá encuentre un consuelo.

Me interrumpen. ¿Qué significan estos ruidos? Esmedianoche; la brisa sopla suavemente y, en cubier-ta, los hombres de guardia no se mueven. De nuevoel ruido; parece la voy de un hombre, pero muchomás ronca; viene del camarote donde reposan los

Page 418: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

restos de Frankenstein. Debo levantarme a ver quésucede. Buenas noches, hermana mía.

¡Dios mío!, ¡qué escena acaba de tener lugar! To-davía estoy aturdido con el recuerdo. Apenas sé sitendré fueras para contarla; mas el relato que heanotado quedaría incompleto sin referir esta última ysoberbia catástrofe.

Entré en el camarote donde yacían los restos de mimalhadado y admirable amigo. Sobre él se inclinabaun ser para cuya descripción no tengo palabras; erade estatura gigantesca, pero de constitución deformey tosca. Agachado sobre el ataúd, tenía el rostrooculto por largos mechones de pelo enmarañado;tenía extendida una inmensa mano, del color y latextura de una momia. Cuando me oyó entrar, dejóde proferir exclamaciones de pena y horror, y saltóhacia la ventana. jamás he visto nada tan horrendocomo su rostro, de una fealdad repugnante y terrible.Involuntariamente cerré los ojos e intenté recordarmis obligaciones acerca de este destructivo ser. Leordené que se quedara.

Se detuvo, y me miró sorprendido; y, volviéndosede nuevo hacia el cadáver de su creador, pareció ol-

Page 419: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

vidar mi presencia; sus facciones y sus gestos parecí-an animados por la furia de una pasión incontrola-ble. ––Esa es también mi víctima ––exclamó––; consu muerte consumo mis crímenes. El horrible dramade mi existencia llega a su fin. ¡Frankenstein!, ¡hom-bre generoso y abnegado!, ¿de qué sirve que ahoraimplore tu perdón? A ti, a quien destruí despiada-damente, arrebatándote todo lo que amabas. ¡Estáfrío!; no puede contestarme.

Su voz se ahogaba; y mis primeros impulsos, queme inducían a la obligación de cumplir el últimodeseo de mi amigo, y destrozar a aquel ser, se vieronfrenados por una mezcla de curiosidad y compasión.Me acerqué a esta extraña criatura; no me atrevía amirarlo, pues había algo demasiado pavoroso e in-humano en su fealdad. Traté de hablar, pero las pa-labras se me quedaron en los labios. El monstruoseguía profiriendo exaltadas y confusas recrimina-ciones. Por fin logré dominarme y, aprovechandouna pausa en su agitado monólogo, dije:

––Tu arrepentimiento es ya superfluo. Si hubierasescuchado la voz, de la conciencia, y atendido a losdardos del remordimiento, antes de llevar tu diabóli-

Page 420: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ca sed de venganza hasta este extremo, Frankensteinseguiría vivo.

––¿Imagina me, respondió la infernal criatura––que era insensible al dolor y al remordimiento? El––continuó, señalando el cadáver—, él no ha sufridonada con la consumación del hecho; no ha sufrido nila milésima parte de angustia que yo durante el dis-tendido proceso. Me impulsaba un terrible egoísmo,a la par que el remordimiento me torturaba el cora-zón. ¿Piensa que los estertores de Clerval eran músi-ca para mí? Tenía el corazón sensible al amor y laternura; y cuando mis desgracias me empujaronhacia el odio y la maldad, no soporté la violencia delcambio sin sufrir lo que usted jamás podrá imaginar.

»Tras la muerte de Clerval regresé a Suma con elcorazón destrozado. Sentía compasión por Frankens-tein,y mi piedad se fue tornando en horror, hasta talpunto que me aborrecía a mí mismo. Pero al descu-brir que él, el autor de mi existencia a la vez que demis atroces desdichas, se atrevía a esperar la felici-dad; que, mientras por su culpa se acumulaban sobremí tormentos y aflicciones, él buscaba la satisfacciónde sus sentimientos y pasiones, satisfacción que a mí

Page 421: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

me estaba vedada, una envidia incontrolable y unapunzante indignación me atenazaron con la insacia-ble sed de la venganza. Recordé mi amenaza y decidíllevarla a cabo. Sabía que yo mismo me estaba prepa-rando una terrible tortura; pero me encontraba es-clavo, no dueño, de un impulso que detestaba, perono podía desobedecer. Mas cuando ella murió, noexperimenté ningún pesar. En lo inmenso de midesesperación, había conseguido desechar todos missentimientos y ahogar todos mis escrúpulos. A partirde ahí, el mal se convirtió para mí en el bien. Llegadoa este punto ya no tenía elección; adapté mi natura-leza al estado que había escogido voluntariamente. Elcumplimiento de mi diabólico proyecto se convirtióen una pasión dominante. Y ahora se ha terminado,¡ahí yace mi última víctima!

Al principio la narración de sus sufrimientos meconmovió, pero cuando recordé lo que Frankensteinme había dicho respecto de su elocuencia y poder depersuasión, y vi ante mí el cuerpo inanimado de miamigo, sentí cómo revivía en mí la indignación.

¡Miserable! ––grité––, ¿ahora vienes a lamentartede la desolación que has creado? Lanzas una antor-

Page 422: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

cha encendida en medio de los edificios y, cuandohan ardido, te sientas a llorar entre las ruinas. ¡En-gendro hipócrita!, si aún viviera éste a quien lloras,volvería a ser el objeto de tu maldita venganza. ¡Noes pena lo que sientes!; sólo gimes porque la víctimade tu maldad escapó ya a tu poder.

––No; no es así ––me interrumpió el en-gendro—. Aunque esa debe ser la impresión que lecausan mis actos. No intento despertar su simpatía;jamás encontraré comprensión. Cuando primerotraté de hallarla, quise compartir el amor por la vir-tud, el sentimiento de felicidad y ternura que mellenaba el corazón. Pero ahora que esa virtud es tansólo un recuerdo, y la felicidad y ternura se han con-vertido en amarga y odiosa desesperación, ¿dóndedebo buscar comprensión? Me avengo a sufrir ensoledad, mientras duren mis desgracias; y aceptoque, cuando muera, el odio y el oprobio acompañenmi recuerdo. Tiempo atrás mi imaginación se colma-ba de sueños de virtud, fama y placer. Antaño esperéingenuamente encontrarme con seres que, obviandomi aspecto externo, me quisieran por las excelentescualidades que llevaba dentro de mí. Me nutría de

Page 423: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

elevados pensamientos de honor y devoción. Peroahora la maldad me ha degradado, y soy peor que lasmás despreciables alimañas. No hay crimen, maldad,perversidad, comparables a los míos. Cuando repasola horrenda sucesión de mis crímenes, no puedo creerque soy el mismo cuyos pensamientos estaban antesllenos de imágenes sublimes y trascendentales, quehablaban de la hermosura y la magnificencia delbien. Pero es así; el ángel caído se convierte en pérfi-do demonio. Pero incluso ese enemigo de Dios y delos hombres tenía amigos y compañeros en su deso-lación; yo estoy completamente solo.

»Usted, que llama a Frankenstein su amigo, parecetener conocimiento de mis crímenes y sus desventu-ras. Pero, por muchos detalles que de ellos le diera,no pudo contarle las horas y meses de miseria que hesoportado, consumiéndome bajo pasiones impotentes.Pues, aunque destruía sus esperanzas, no por ellosatisfacía mis propios deseos, que seguían ardientes einsatisfechos. Seguía necesitando amor y compañía ycontinuaban rechazándome. ¿No era esto injusto?¿Soy yo el único criminal, cuando toda la razahumana ha pecado contra mí? ¿Por qué no odia us-

Page 424: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ted a Félix, que arrojó de su casa, asqueado, a suamigo? ¿Por qué no maldice al campesino que inten-tó matar a quien acababa de salvar a su hija? Peroestos son seres virtuosos y puros. Yo, el infeliz, elproscrito, soy el aborto, creado para que lo pateen, logolpeen, lo rechacen. Incluso ahora me arde la sangrebajo el recuerdo de esta injusticia.

»Pero es cierto que soy despreciable. He asesinadolo hermoso y lo indefenso; he estrangulado a inocen-tes mientras dormían, y he oprimido con mis manosla garganta de alguien que jamás me había dañado,ni a mí ni a ningún otro ser. He llevado a la desgra-cia a mi creador, ejemplo escogido de todo cuantohay digno de amor y admiración entre los hombres;lo he perseguido hasta convertirlo en esta ruina. Ahíyace, pálido y entumecido por la muerte. Usted meodia; pero su repulsión no puede igualar la que yosiento por mí mismo. Contemplo las manos con lasque he llevado esto a cabo; pienso en el corazón queconcibió su ruina, y ansío que llegue el momento enque pueda mirarme a mí mismo, y mis remordimien-tos no torturen más mi corazón.

Page 425: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

»No tema, no volveré a cometer más crímenes. Mitarea casi ha concluido. No se necesita su muerte nila de ningún otro hombre para consumar el dramade mi vida, y cumplir aquello que debe cumplirse;sólo se requiere la mía. No piense que tardaré enllevar a cabo el sacrificio. Me alejaré de su bajel en labalsa que me trajo hasta é1 y buscaré el punto másalejado y septentrional del hemisferio; haré una pirafuneraria, donde reduciré a cenizas este cuerpo mise-rable, para que mis restos no le sugieran a algúncurioso y desgraciado infeliz la idea de crear un sersemejante a mí. Moriré. Dejaré de padecer la angus-tia que ahora me consume, y de ser la presa de sen-timientos insatisfechos e insaciables. Ha muertoaquel que me creó; y, cuando yo deje de existir, elrecuerdo de ambos desaparecerá pronto. Jamás volve-ré a ver el sol, ni las estrellas, ni a sentir el vientoacariciarme las mejillas. Desaparecerán la luz, lassensaciones, los sentimientos; y entonces encontraréla felicidad. Hace algunos años, cuando por primeravez se abrieron ante mí las imágenes que este mundoofrece, cuando notaba la alegre calidez, del verano, yoía el murmullo de las hojas y el trinar de los pája-

Page 426: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

ros, cosas que lo fueron todo para mí, hubiera lloradode pensar en morir; ahora es mi único consuelo. In-fectado por mis crímenes, y destrozado por el remor-dimiento, ¿dónde sino en la muerte puedo hallarreposo?

»¡Adiós! Lo abandono. Usted será el último hom-bre que vean mis ojos. ¡Adiós, Frankenstein! Si aúnestuvieras vivo, y mantuvieras el deseo de satisfaceren mí tu venganza, mejor la satisfarías dejándomevivir que dándome muerte. Pero no fue así; buscastemi aniquilación para que no pudiera cometer másatrocidades; mas si, de forma desconocida para mí,aún no has dejado del todo de pensar y de sentir,sabe que para aumentar mi desgracia no debierasdesear mi muerte. Destrozado como te hallabas, missufrimientos eran superiores a los tuyos, pues elzarpazo del remordimiento no dejará de hurgar enmis heridas hasta que la muerte las cierre para siem-pre.

»Pero pronto exclamó, con solemne y triste entu-siasmo–– moriré, y lo que ahora siento ya no durarámucho. Pronto cesará este fuego abrasador. Subirétriunfante a mi pira funeraria, y exultaré de júbilo

Page 427: Obra reproducida sin responsabilidad editorial...acontecimientos reales. Así pues, me he esfor-zado por mantener la veracidad de los elemen-tales principios de la naturaleza humana,

en la agonía de las llamas. Se apagará el reflejo delfuego, y el viento esparcirá mis cenizas por el mar.Mi espíritu descansará en paz; o, si es que puedeseguir pensando, no lo hará de esta manera. Adiós.

Con estas palabras saltó por la ventana del cama-rote a la balsa que flotaba junto al barco. Pronto lasolas lo alejaron, y se perdió en la distancia y en laoscuridad.