O LA VIDA DE BRIAN Además recuerden quese distingue por ser el más alto del grupo, el aspa mayor...

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Los Cuadernos de Cine Corneado por Monty thon O LA VIDA DE BRIAN Guillermo Cabrera Infante N o voy ·a hablar de La vida de Brian (no soy crítico de cine) sino de teología, en la que, como se sabe, soy erudito. (Pregúntenme por Orígenes y les diré a vuelta de Coeos que era un magazine que se hizo dos dolorosos cortes de censura). Pero sí prometo cometer toda clase de blasmias, incluso blasmaré contra Brian llamándolo Jesse, como hacen todos los latinoamericanos con el nombre de Jesús cuando van a vivir en USA. Call me Jesse. Pero tes de hablar de viejas blasmias, abu- sando del argumento de autoridad, quiero hablar de esos nuevos blasmos, esos locos motores, esos aeronautas a ciegas del Monty Py t hon's Fl- ying Circus. Como se sabe, Monty Python's Fly i ng Circus quiere decir, en inglés, Monty P y t hon's Fly i ng Circus -que no h a y que conndir con el Monty's Flea Circus o circo de pulgas del mariscal de campo Lord Montgomery, que conquistó un mer- cado de Pas. El nombre de Monty Py t hon sin embargo viene, como los veteranos sin miembros pero con medallas, de la guerra. Pero la Primera Guerra ocurrió antes de la Segunda Guerra y las he olvidado a ambas -pero no a ti, bella Anabel Li, espía de E. Lan Po, dueño de la lavandería china ente a mi casa cuando era niño en el lano Oriente, Cuba. (Así es de arbitrario el recuerdo). Un fiying circus era (o es, no sé) un circo de acróbatas volantes, como el nombre lo indica y si no lo indica debe hacerlo inmediatamente. Po r qué estos nuevos filósos han adoptado este nombre escapa a mi memoria. (Padezco de lo que se co- noce como fimosis o memoria corta, memoire courte, o enillo). Deben de tener que ver con el Viennese Circle o círculo vicioso de Viena, del q ue rmaban parte en la ronda discípulos de Ber- trand Russe y condiscípulos de Lutwig Wittgens- tein van Richthon, también conocido como el Barón Rojo. Lord Russell era conocido a su vez como el Ea Rojo. El Circo Volante de Monty on se llamó en un principio Red Riding Circus pero el parecido con Caperucha Roja era dema- siado débil. Los componentes del Circo Volante de Monty Python (nombre tan largo que desde ahora se conocerá, en este artículo, como Circo Volante de MP, aún a riesgo de que se le connda con algún miembro del Parlamento) vení de Ox- rd y a veces de Cambridge por el mismo ca- mino, para conndir. De ahí que su sentido del humor no sólo sea absurdo sino irreverente y co- 38 legial. Casi ninguno llegó a graduars e y pudieron conservar el estatus de eternos estudiantes sin tener que ir a clases, que es característica de los que no se gradúan ni en Oxrd ni en Cambridge. Además recuerden que... Pero ¡po r Cristo! he venido aquí a blasfemar. O a jurar por Brian, el anti-Cristo o Cristo Antiguo, ya que la película comienza en el 33 antes de Cristo. Brian nació en un pesebre y los tres Reyes Magos, al ver al mismo tiempo una estrella que indicaba un pesebre (las posadas tenían dos estre- llas) cargaron con regalos mil y mirra. Pero los tres reyes miopes no advirtieron que el recién nacido Brian, sin ser su culpa, ha bía nacido en el pesebre pobre. Los regalos eran para el pesebre de al lado. La vida de Brian no tiene ningún inte- rés hasta que su madre, ni virgen ni virtuosa y bastante virilizada, le revela a su hijo que su padre fue un centurión, robusto romano, y ade: «Ya sabes, quien hace un centurión h a cen un cien». Revelación in c reíble dada la atroz fealdad de la inmunda Mandy, madre de Brian. En este mo- mento, y a su pesar, los autores (más de media docena) muestran que han ido a Oxford (o a Cam- bridge) y que cono cen la vieja versión irreverente que declara a Cristo hijo de un gladiador romano llamado Pthera. Mis conocimientos de chismes sagrados me permite aclar que esta especie (la del gladiador llamado Panthera) viene de un error de lectura del griego, en la que Parthenou (hijo de la Virgen) se conndió con Pantherou (hijo de pantera). Mi erudicción me permite dictaminar que el mejor chiste de La vida de Brian ocurre cuando unos soldados romanos atrapan a Brian escribiendo eslóganes en las paredes de Jerusalén y el cil inglés Romans go home lo convierte un centurión en una madeja de conjugaciones latinas para consión de Brian -y de cualquier otro judío

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Los Cuadernos de Cine

Corneado por Monty Python

O LA VIDA DE BRIAN

Guillermo Cabrera Infante

N o voy ·a hablar de La vida de Brian (nosoy crítico de cine) sino de teología,en la que, como se sabe, soy erudito.(Pregúntenme por Orígenes y les diré a

vuelta de Correos que era un magazine que se hizo dos dolorosos cortes de censura). Pero sí prometo cometer toda clase de blasfemias, incluso blasfemaré contra Brian llamándolo Jesse, como hacen todos los latinoamericanos con el nombre de Jesús cuando van a vivir en USA. Call me Jesse.

Pero antes de hablar de viejas blasfemias, abu­sando del argumento de autoridad, quiero hablar de esos nuevos blasfemos, esos locos motores, esos aeronautas a ciegas del Monty Python's Fl­ying Circus.

Como se sabe, Monty Python's Flying Circus quiere decir, en inglés, Monty Python's Flying Circus -que no hay que confundir con el Monty's Flea Circus o circo de pulgas del mariscal de campo Lord Montgomery, que conquistó un mer­cado de París. El nombre de Monty Python sin embargo viene, como los veteranos sin miembros pero con medallas, de la guerra. Pero la Primera Guerra ocurrió antes de la Segunda Guerra y las he olvidado a ambas -pero no a ti, bella Anabel Li, espía de E. Lan Po, dueño de la lavandería china frente a mi casa cuando era niño en el lejano Oriente, Cuba. (Así es de arbitrario el recuerdo).

Un fiying circus era (o es, no sé) un circo de acróbatas volantes, como el nombre lo indica y si no lo indica debe hacerlo inmediatamente. Por qué estos nuevos filósofos han adoptado este nombre escapa a mi memoria. (Padezco de lo que se co­noce como fimosis o memoria corta, memoire courte, o frenillo). Deben de tener que ver con el Viennese Circle o círculo vicioso de Viena, del que formaban parte en la ronda discípulos de Ber­trand Russell y condiscípulos de Lutwig Wittgens­tein van Richthofen, también conocido como el Barón Rojo. Lord Russell era conocido a su vez como el Earl Rojo. El Circo Volante de Monty Python se llamó en un principio Red Riding Circus pero el parecido con Caperucha Roja era dema­siado débil. Los componentes del Circo Volante de Monty Python (nombre tan largo que desde ahora se conocerá, en este artículo, como Circo Volante de MP, aún a riesgo de que se le confunda con algún miembro del Parlamento) venían de Ox­ford y a veces de Cambridge por el mismo ca­mino, para confundir. De ahí que su sentido del humor no sólo sea absurdo sino irreverente y co-

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legial. Casi ninguno llegó a graduarse y pudieron conservar el estatus de eternos estudiantes sin tener que ir a clases, que es característica de los que no se gradúan ni en Oxford ni en Cambridge. Además recuerden que ...

Pero ¡por Cristo! he venido aquí a blasfemar. O a jurar por Brian, el anti-Cristo o Cristo Antiguo, ya que la película comienza en el 33 antes de Cristo. Brian nació en un pesebre y los tres Reyes

Magos, al ver al mismo tiempo una estrella que indicaba un pesebre (las posadas tenían dos estre­llas) cargaron con regalos mil y mirra. Pero los tres reyes miopes no advirtieron que el recién nacido Brian, sin ser su culpa, había nacido en el pesebre pobre. Los regalos eran para el pesebre de al lado. La vida de Brian no tiene ningún inte­rés hasta que su madre, ni virgen ni virtuosa y bastante virilizada, le revela a su hijo que su padre fue un centurión, robusto romano, y añade: «Ya sabes, quien hace un centurión hacen un cien». Revelación increíble dada la atroz fealdad de la inmunda Mandy, madre de Brian. En este mo­mento, y a su pesar, los autores (más de media docena) muestran que han ido a Oxford ( o a Cam­bridge) y que conocen la vieja versión irreverente que declara a Cristo hijo de un gladiador romano llamado Panthera. Mis conocimientos de chismes sagrados me permite aclarar que esta especie (la del gladiador llamado Panthera) viene de un error de lectura del griego, en la que Parthenou (hijo de la Virgen) se confundió con Pantherou (hijo de pantera). Mi erudicción me permite dictaminar que el mejor chiste de La vida de Brian ocurre cuando unos soldados romanos atrapan a Brian escribiendo eslóganes en las paredes de Jerusalén y el fácil inglés Romans go home lo convierte un centurión en una madeja de conjugaciones latinas para confusión de Brian -y de cualquier otro judío

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que haya aprendido latín en Cambridge (o en Ox­ford).

Monty Python es conocido como un grupo de irreverente y creadora comicidad gracias a dos películas, La vida de Brian y la anterior, Los caballeros de la mesa cuadrada, con lo cual muestran malsanas obsesiones cristianas, pero nunca el antisemitismo que los obligó a filmar Brian en Marruecos y no en Israel como cristia­nos. Pero para los que conocemos al Circo por dentro, Monty Pithon ha conseguido sus mayores éxitos en la telly (sí, la palabra está bien escrita así y quiere decir televisión en cockney) con series cómicas no sólo novedosas sino innovadoras. Nada ha sido lo mismo después que el Circo V o­lante pasó con Monty Pithon al frente por sobre Londres. (Se dice que en Hyde Park no ha vuelto a crecer la hierba de color verde inglés tradicional y ha habido que pintarla con verde de París). El mejor sketch de Monty Pithon, casualmente, es un cuento verde, de verde loro. John Cleese (que se distingue por ser el más alto del grupo, el aspa mayor del Circo) va a una pajarería y compra un loro que se ve más disecado en su jaula que Tu­tankamen en su tumba. Cuando llega a la casa el loro se ve más momificado que en la pajarería y, claro, como un delincuente duro se niega a hablar aun bajo tortura. Cleese regresa a la pajarería y reclama su dinero. Motivo: «El loro está muerto». «No», dice el dueño, «solamente está dormido». «¿Dormido? ¡ se ve más muerto que ini difunta abuela!». «Es que es de Suramérica. Los loros de Suramérica, siempre verdes, parecen muertos pero es que duermen de día». «¿No tiene por casualidad un loro azul de Noruega?». «Los loros azules no son de Noruega por casualidad, lo son por naturaleza. Además no cantan». «Es que el mío tampoco canta». «Pero por lo menos habla». «No el mío». «Es que está dormido. Ya verá usted cuando se despierte. Va a hablar más que un perico». «¿Que un político». «No, un perico. Es un loro color de oro de Río de Oro». La discusión se hace conversación y después de gritar Cleese al loro varias veces para que se despierte, sin otro resultado que conseguir que quede patas arriba en la jaula, el cliente que ha perdido la razón consi­gue un cambio ventajoso. El loro verde se le per­muta por peces de colores en su jaula.

Este sainete, una obra maestra del nuevo humor inglés, muestra al Circo Volante como un trapecio demente. Esta comicidad insana tiene anteceden­tes mediatos en el amable absurdo victoriano como lo practicaron y perfeccionaron Edward Lear en sus rimas y Lewis Carro! en sus cuentos. Pero los antecedentes inmediatos son una serie radial, The Goons Show, en que los principales comediantes eran Peter Sellers y Spike Milligan, uno intermitentemente loco ahora y el otro muerto parcial primero y luego muerto total. Los goons eran maestros del humor absurdo del non sequitur lógico y de la locura verbal en la radio. Pero tuvieron herederos en la televisión, con Peter

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Cook y Dudley Moore, el primero salido de Cam­bridge y el último de la misma tradición de entre­tenimiento de Music Hall que Peter Sellers y Spike Milligan. Después de todos ellos la televi­sión cómica (y aún la seria: hay series escritas para sacar lágrimas de risa) no ha vuelto a ser la misma en Inglaterra. Después del éxito de La vida de Brian el cine inglés no volverá a ser igual. Es más, el cine cóm�co americano ya no es tampoco el mismo. Ahora los cómicos, cuando nadie se ríe,

se hacen el harakiri con cosquillas. Demostración: después del estreno de su última película, Ma1ty Feldman (que es inglés y además judío: Martirio de Marty) al ver la pobre entrada y la peor crítica que tuvo, se tomó un pomo de pastillas para dor­mir para morir. Parecía un loro verde hasta que los médicos le cambiaron el color y le salvaron la vida. Cuando llegue la cuenta del hospital lamen­tará las dos cosas, la bolsa y la vida.

¿Es La vida de Brian una blasfemia? Todavía en Inglaterra decir Christ o God como juramento es poco menos que una blasfemia, una mala pala­bra. De ahí viene ese ridículo ¡My Gosh! que quiere ser y al mismo tiempo no ser equivalente de nuestro ¡por Dios!. El apenas ¡maldito sea Dios! es un Goddamn tan tenue y a la vez pobre peca­dor que permitió al cómico del cine americano W. C. Fields, tan irreverente, inventar un juramentoque era un nombre pero no exactamente el nom­bre de Dios: Godfrey Daniel. Este nombre propio,dicho con el musitar mascullado de Fields, se oíaen el cine casi como Goddamn, pero nadie pusoacusarlo nunca de blasfemo. Nadie menos queClark Gable dio punto final a Lo que el viento sellevó con un «I don't gibe a damn» -versiónaguada de «se me importa un carajo». Pero laproductora tuvo que pagar como multa previa14.000 dólares a la Lesión de la Decencia, oficina

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de censura católica pero perfectamente en sintonía con los tabúes verbales anglicanos. ¿Es La vida de Brian una blasfemia? No, de acuerdo con un sumo doctor teológico, Santo Tomás de Aquino, para quien una blasfemia era un pecado contra la fe. Desde este punto de vista medieval, Brian y su vida están libres de pecado. (Por cierto, la lapida­ción fue apropiado castigo a la blasfemia durante siglos y en La vida ... la madre de Brian es una fanática de las pedreas, espectáculo de participa­ción gratuita: sólo las piedras eran preciosas). Pero hay una premisa inquietante: la blasfemia implíca a la vez la idea de irreverencia y de inde­cencia, Hay mucha irreverencia en La vida de Erian pero ninguna indecencia como esa combina­ción de mala palabra y blasfemia tan común en nuestra tradición oral, en que cualquier cristiano se defeca en Cristo y viola a la Virgen. Pero para probar la blasfemia hay que llevar a cabo una transferencia de credos. Los judíos se horroriza­rían ante este medio mesías, mitad Cohen, mitad romano -y además llamado Brian, como un celta por circuncidar. No tengo la menor duda de qué pasaría a un director d� cine que rodara en Egipto, país pacífico, la biografía de otro Mahotna, con­temporáneo del profeta pero llamado Barry, y titu­lara su película El mensajero de la Eastern Union. Su cabeza rodaría por el desierto. Si eventual­mente Monty Python tentara a su Circo a profanar al Profeta, siete cabezas rodarían desde siete du­nas.

Pero no sólo las imágenes son sagradas, tam­bién lo son las palabras. La blasfemia es a veces un fenómeno verbal que desaparece en cuanto desmonto (yo también sóy filólogo) el mecanismo de la palabra blasfemar. Al descomponerse (un lector que lea sin mover los labios lo habrá descu­bierto ya) se lee Blas Femar. Es un acto tan reve­rente como decir Blas Piñar. O para que no se aproveche mi descubrimiento electoralmente, al descomponer el verbo compongo el nombre de otro teólogo, Blas Pascal.

Como los hermanos Marx (tres falsos filósofos y una sola filosofía verdadera), como los hermanos Ritz (dueños del hotel de ese nombre), como los Three Stooges (huéspedes de la fonda de ese nom­bre), los secuaces de Monty Pithon no sólo ata­can las cóstumbres y a los costumbristas (evange­listas todos unidos) sino al hombre mismo -y a veces a la mujer: la madre de Brian parece una suegra más que una virgen vieja. La vida de Brian, finalmente, es una fiesta impronunciable. Los romanos están llenos de defectos verbales (Pilatos padece la lambdacismo y dice guojo en vez de rojo y su íntimo amigo, Pijus Magnus, cecea como una loca) y los judíos hacen más pa­ran9masia que dinero en Palestina: su tesoro es verbal. Juntos romanos delicados, judíos, ingleses y algún celta de añadidura demuestran que La vida de Brian, como la de este Monty Python volante, es puro pun y circo.