NUEVOS PARADIGMAS PRODUCTIVOS EN LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN

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NUEVOS PARADIGMAS PRODUCTIVOS EN LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN Rogelio Sebastián Salcido González El desarrollo del conocimiento científico es un medio poderoso de detección de errores y de lucha contra las ilusiones. No obstante, los paradigmas que controlan la ciencia pueden desarrollar ilusiones y ninguna teoría científica está inmunizada para siempre contra el error. Edgar Morin Los siete saberes necesarios para la educación del Futuro Uno de los grandes debates que las ciencias sociales confrontaron el siglo pasado y que en pleno siglo XXI no parece haber sido advertido en todos los planos del desarrollo del conocimiento, es su relación ante el enfoque positivista de la ciencia, el cual dominó sin mucho conflicto la rama de las ciencias «duras», en tanto que mantuvo su hegemonía sobre las disciplinas sociales al establecer oficialmente que la única vía de producción de conocimiento sería mediante la aplicación del método hipotético- deductivo. En el último tercio del siglo XX, la ciencia terminó por aceptar plenamente que el conocimiento social admitía alternativas metódicas, ya que no se ajustaba plenamente a los presupuestos del positivismo. En este proceso aparece la lectura de Thomas Kuhn (1962) respecto a la naturaleza cambiante del conocimiento, “…me asombré Coordinador y docente de la Licenciatura en Sociología de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. 1

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Tendencias y transformaciones del modo de producción capitalista en la era de la información.

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NUEVOS PARADIGMAS PRODUCTIVOS EN LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN

Rogelio Sebastián Salcido González

El desarrollo del conocimiento científico es un medio poderoso de detección de errores y de lucha contra las ilusiones. No obstante, los paradigmas que controlan la ciencia pueden desarrollar ilusiones y ninguna teoría científica está inmunizada para siempre contra el error.

Edgar Morin

Los siete saberes necesarios para la educación del Futuro

Uno de los grandes debates que las ciencias sociales confrontaron el siglo pasado y que en

pleno siglo XXI no parece haber sido advertido en todos los planos del desarrollo del

conocimiento, es su relación ante el enfoque positivista de la ciencia, el cual dominó sin

mucho conflicto la rama de las ciencias «duras», en tanto que mantuvo su hegemonía sobre

las disciplinas sociales al establecer oficialmente que la única vía de producción de

conocimiento sería mediante la aplicación del método hipotético-deductivo. En el último

tercio del siglo XX, la ciencia terminó por aceptar plenamente que el conocimiento social

admitía alternativas metódicas, ya que no se ajustaba plenamente a los presupuestos del

positivismo.

En este proceso aparece la lectura de Thomas Kuhn (1962) respecto a la naturaleza

cambiante del conocimiento, “…me asombré ante el número y el alcance de los

desacuerdos patentes entre los científicos sociales, sobre la naturaleza de problemas y

métodos científicos aceptados”. […] “Al tratar de descubrir el origen de esta diferencia,

llegué a reconocer el papel desempeñado en la investigación científica por lo que desde

entonces, llamo «paradigmas».” (p. 13) Kuhn va a refuncionalizar este concepto dándole

un nuevo significado. “Considero a estos como realizaciones científicas universalmente

reconocidas, que durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a

una Comunidad Científica”. (p. 13) Bajo esta percepción, los paradigmas serían corrientes

de conocimiento que explican de manera pertinente, pero provisional, la naturaleza de

Coordinador y docente de la Licenciatura en Sociología de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

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ciertos fenómenos, que permiten formular y proponer soluciones a problemas relativos a los

mismos. Un paradigma será entonces una respuesta históricamente determinada a cierto

tipo de fenómenos, que se constituye temporalmente como la mejor explicación de estos,

los que al transformarse darán pauta a una nueva explicación y la conformación de un

paradigma alterno.

Sin embargo, considero que ésta solución, si bien resuelve teóricamente el problema

de la renovación del conocimiento, el inconveniente en las ciencias sociales es que no se

apegan estrictamente a estos lineamientos, ya que un fenómeno social permite la

concurrencia explicativa de distintos paradigmas a la vez, y con diferencias a veces

diametralmente opuestas se sustentan como explicaciones validas. La configuración de un

fenómeno social no se transforma en su totalidad al pasar de un estadio histórico a otro,

dando lugar a la subsistencia de ciertas características que se mantienen con cierta

relevancia por mucho tiempo, incluso, en vez de solo subsistir a veces se fortalecen. Un

interesante ejemplo de este presupuesto es la subsistencia de relaciones sociales acuñadas

en distintos periodos históricos, y refuncionalizadas en otro más desarrollado. Podría ser

una creencia común que la propiedad privada y la existencia de clases sociales se habrían

constituido en el despliegue de la modernidad y el capitalismo, sabemos en realidad que

estas relaciones aunque son producto de una historia anterior, no se constituyeron

simplemente como reminiscencias del pasado, sino que se insertaron como parte de la

estructura fundamental de la modernidad. También sabemos que cada formación social

configura en función de sus contextos ciertos ámbitos de desarrollo, así, el hecho de que

una sociedad se mantenga con estructuras agrarias ampliamente difundidas, no significa

que se encuentre en el precapitalismo. No obstante, estos hechos permean el sentido común

y llegan a constituir una percepción sesgada de la realidad.

Esto se ha hecho evidente a través del tiempo de muchas maneras, baste señalar la

difusión generalizada que de los métodos cualitativos se hace en todas las disciplinas

sociales y humanistas, que se llega pensar que realmente se encuentran en una verdadera

renovación. Sin embargo, al pasar a la práctica, casi unánimemente se cae de nuevo en las

exigencias de principios de orden positivista, como el planteamiento de la hipótesis como

mecanismo fundamental de la investigación, cuando “Lo verdaderamente importante, es

determinar la pertinencia de un problema que revista interés para la acción, y no probar o

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refutar una hipótesis.” (Zemelman, 1997:35). En este sentido se puede afirmar que la

aparición de nuevos paradigmas no se constituye como mecanismo automático de

sustitución de prácticas que se han enraizado profundamente en una dimensión espacial y

temporal específica, lo que lleva a confundir muchos aspectos de la realidad.

En el caso que nos ocupa, es común escuchar planteamientos que se hacen de manera

contundente, por ejemplo, respecto al papel que juega la tecnología en la existencia del

desempleo. Viejo debate que no terminará por entenderse, en tanto que sólo se consideren

los aspectos fenomenológicos de este problema. Desde Richta (1972) hasta Castells (1999)

argumentaron en torno a la falsa percepción del papel de la tecnología en este rubro.

En este ensayo se pretenden abordar algunos de estos cambios paradigmáticos en el

terreno productivo, que no son tan difundidos como para permear la percepción común y

asumirlos como parte de la nueva realidad que nos circunda, lo que los inscribe en un

debate que aún sigue vigente y que merece la atención de los trabajos en torno a la

sociología del Trabajo.

El Contexto de una nueva realidad productiva

Numerosos cambios se han manifestado desde la configuración original de la sociedad

industrial y el modo de producción capitalista, cambios que durante mucho tiempo tuvieron

como sustento la división del trabajo y el perfeccionamiento de los procesos laborales a

través de innovaciones organizacionales y tecnológicas, que tenían como fondo el mejor

aprovechamiento de la fuerza de trabajo viva. El formato del capitalismo liberal,

consolidado plenamente en la etapa de la gran industria, con definidas relaciones sociales

donde se entendía claramente que la economía era cuestión de particulares y se resumía en

la libre concurrencia del laissez faire, laissez passer, refiriendo una completa libertad en

este rubro, alcanzó su máxima expresión en Norteamérica a través de las innovaciones

tayloristas en materia organizacional del trabajo, conjugándose con la invención

tecnológica de Ford de implementación de la banda de montaje en los sistemas productivos

industriales, transformaciones que permitieron alcanzar una capacidad productiva sin

precedentes que tuvo un gran descalabro al no actualizar el formato de sus relaciones

sociales con las otras sociedades industrializadas, con la crisis en 1929. El jueves 24 de

octubre de ese año, se produjo el desplome de la bolsa de Wall Street. Más de 13 millones

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de títulos que cotizaban en baja no encontraron compradores y ocasionaron la ruina de

miles de inversores.

Este evento llevó a repensar la vigencia del formato liberal y sus limitaciones ante

una nueva configuración del mundo, dando lugar a una revisión del esquema relacional

sustentado en las ideas liberales. Las crisis cíclicas del capital no eran una novedad en la

historia de este sistema económico, y habían llegado a ser interiorizadas por el mismo al

asumir estos periodos de relajamiento productivo como parte del mantenimiento del

sistema. En realidad las crisis significaban periodos de paro productivo en razón de una

saturación de los mercados que finalmente afectaban más al trabajo que al capital. Pero la

crisis del 29 alcanzó tal magnitud cuando el aparato productivo estaba en plena capacidad,

y como la economía mundial estaba en desequilibrio con respecto a los Estados Unidos, no

se pudo generar una demanda suficiente que pudiese sustentar la expansión industrial. Ya

desde 1925, se evidenciaba la acumulación stock de miles de productos, dando lugar a la

caída de los precios, al desempleo y a la pérdida de la capacidad adquisitiva de la

población.

La respuesta norteamericana a la crisis fue la creación de condiciones políticas para

reestructurar el formato de la economía capitalista liberal por un modelo de tipo regulatorio.

Roosevelt propuso el plan conocido como «New Deal», que se orientaba a la regulación de

la economía para promover las inversiones, el crédito y el consumo, y la reducción del

desempleo. El gasto público debía orientarse a la seguridad social y a la educación. El

modelo estaba inspirado en las ideas del economista inglés John Maynard Keynes autor del

libro La teoría general del empleo, el interés y el dinero1, donde sostenía que los principios

del liberalismo económico clásico debían fortalecerse a través de la intervención del Estado

como ordenador de las relaciones entre capital y trabajo. Nació así la era del capitalismo

regulado, del modo de producción capitalista al estilo norteamericano, -también conocido

como fordismo, aunque siendo justos debió denominarse modo de producción TFK, por

Taylor, Ford y Keynes- que no tardó en difundirse a todo el mundo.

1 La Teoría General del empleo, el Interés y el Dinero se considera el trabajo magistral del economista británico John Maynard Keynes. En gran medida, creó la terminología de la moderna macroeconomía. Se publicó en febrero del 1936, en una época marcada por la Gran Depresión estadounidense. El libro desencadenó una revolución en el pensamiento económico, comúnmente denominada la "Revolución Keynesiana", en la forma en la que los economistas pensaban en el fenómeno económico, y especialmente en cómo pensaban acerca de la viabilidad y conveniencia de la gestión del sector público del nivel agregado de la demanda en la economía. (Wikipedia libre)

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“Se configura así un periodo que se ha caracterizado por la tendencia o el predominio

de la concertación, un tiempo de equilibrio que ha sido analizado en términos de Gran

Pacto Social y que permite la integración del conflicto laboral y, como consecuencia, la

estabilidad del sistema.” (González, 2005)

Este modelo –mientras duró- refrendó el optimismo y la fe en el progreso capitalista,

el crecimiento de las economías occidentales sustentado en la alta capacidad productiva y el

uso de abundante fuerza de trabajo, dieron la pauta de haber encontrado la fórmula mágica

del crecimiento capitalista. Uno de los referentes simbólicos de esta etapa de riqueza fue el

surgimiento de las tres instituciones clave de Bretton Woods, el GATT2, el Banco Mundial

(BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

“Se construye así una situación de equilibrio y estabilidad de las relaciones industriales que ofrece seguridad, previsibilidad y confianza en el futuro. Cada mejora introducida en la vida de los trabajadores se salda con nuevas oportunidades de negocio y, por tanto, de empleo: el sistema de pagos a plazos permite, con la seguridad de un trabajo estable, el acceso masivo a bienes secundarios; las vacaciones pagadas inician el turismo de masas, etc.” (González, 2005)

Los llamados años dorados del capitalismo3, del estilo norteamericano de vida, es decir, de

la sociedad de consumo de masas, se sostuvieron durante tres décadas con un crecimiento

regular, la articulación de los mecanismos de producción y consumo de masa fueron la base

de estos «gloriosos años», sin embargo, a fines de los sesenta el «círculo virtuoso» se

atascó, reapareciendo las crisis a todo lo largo de los setenta y principios de los ochenta.

Son muchas las variables que contribuyeron al agotamiento de este modelo, tanto de orden

técnico como de orden político y económico. De acuerdo con González (2005), el modelo

fordista sucumbió por tres aspectos fundamentales:

“Su rigidez, que impide adaptarse a situaciones cambiantes. El descenso del potencial productivo y la pérdida de eficacia, debidos a la insatisfacción de los trabajadores y a las dificultades de control de los errores en el punto de su realización, obligan a controles más o menos eficaces y a un derroche, por tanto, de energías en supervisión y control de defectos.

La saturación de la demanda. El crecimiento vegetativo se muestra insuficiente para absorber la ingente capacidad productiva de determinados bienes de consumo de masas, con las consiguientes repercusiones negativas en las economías de escala.

La imitación en países de mano de obra más barata. Que, como señala Sabel (1986: 273-4) primero se contentan con imitar, pero a medida que lo hacen, aprenden y se ponen al día en el negocio. […] Así es como la brecha tecnológica ha ido acortándose hasta darse el caso de que en los países imitadores se ha apostado con mayor decisión en la I + D4…”

2 Acrónimo de General Agreement on Tariffs and Trade (Acuerdo general sobre comercio y aranceles)3 Esta expresión refiere el periodo que va desde la segunda posguerra hasta fines de los sesenta.

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Castells (1997) percibe la caída del fordismo señalando que:

“El modelo keynesiano de crecimiento capitalista que originó una prosperidad económica y una estabilidad social sin precedentes para la mayoría de las economías de mercado durante casi tres décadas desde la Segunda Guerra Mundial, alcanzó el techo de sus limitaciones inherentes a comienzos de la década de 1970 y sus crisis se manifestaron en forma de una inflación galopante. Cuando los aumentos del precio del petróleo de 1974 y 1979 amenazaron con situar la inflación en una espiral ascendente incontrolada, los gobiernos y las empresas iniciaron una reestructuración en un proceso pragmático de tanteo que aún se está gestando a mediados de la década de 1990, poniendo un esfuerzo más decisivo en la desregulación, la privatización y el desmantelamiento del contrato social entre el capital y la mano de obra, en el que se basaba la estabilidad del modelo de crecimiento previo.”

La nueva reestructuración, aún bajo el marco regulador se gestó a partir de la década de los

ochenta, centrada en la innovación tecnológica, cuyo antecedente lo constituyó el nuevo

paradigma tecnológico organizado en torno al desarrollo de las comunicaciones y la gestión

de la información, impulsado en los Estados Unidos en la década de los setenta. Este

florecimiento tecnológico se constituirá en la base de un conjunto de transformaciones

orientadas hacia la flexibilidad y la adaptabilidad y se ligará ineluctablemente a la

expansión y rejuvenecimiento del capitalismo. Coriat (1992) ilustra esta transformación

desde el punto de vista técnico comentando:

“En la segunda mitad de la década de los setenta es cuando el robot -objeto rey de la nueva automatización- asegura un vigoroso avance que ya no se desmentirá: sólo algunos cientos de robots están en actividad en 1974, varias decenas de miles en 1989. Y eso para no mencionar la inmensa logística informática o electrónica, en la cual se apoyan autómatas y gobernadores programables u otras calculadoras y computadoras industriales, que pilotean en tiempo real las trayectorias de las bandas transportadoras...” (p. 17)

Y resume: “Tras la era fordiana de los productos estandarizados fabricados en serie, he aquí

la era de lo poco, la era de la calidad y de la diferenciación.” (Coriat, 1992: 23)

La reorganización productiva partía de la experiencia de rechazo a las unidades

fordistas, manifestada por una férrea resistencia obrera de difusión del absentismo, y el

turn-over. En la búsqueda de alternativas ante las formas más sofisticadas de resistencia

obrera, el capital promueve estrategias para nuevas innovaciones organizacionales

experimentando cierta flexibilidad en sus perfiles más rígidos, forjándose un nuevo

concepto general de organización postayloriano para la producción en escala. De acuerdo

con Coriat (1992) tres son los principios que caracterizan esta etapa:

“Distribuir el trabajo, ya no en puestos individuales y tareas fragmentadas, sino en «islotes» de trabajadores, en pequeños grupos que administran un conjunto homogéneo de tareas;

4 I + D, Investigación y Desarrollo como la base de la producción que involucra objetivos, estructura, líneas instrumentales y acciones estratégicas.

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Romper el carácter unidimensional de las líneas de montaje y de fabricación, para concebir el taller como una red de minilíneas entre las cuales circula el producto siguiendo trayectorias que se han vuelto complejas;

Finalmente, remplazar la banda transportadora de ritmo fijo […] pasamos de líneas unidimensionales de ritmos rígidos a organizaciones multidimensionales, en red y ritmos flexibles.” (p. 22)

Las performances industriales o fábricas integradas japonesas y la economía difusa italiana

promovida por las pequeñas y medianas empresas (PyMES) son dos de las expresiones

productivas que se gestan en plena crisis de transición posfordista, cuyos elementos

productivos centrales apostaron por la calidad y la diferenciación. “Hoy, llegado el tiempo

del «modelo japonés), la que opera es la revolución de «justo a tiempo» y de las

organizaciones de «flujos tensos», modificando lo que aún quedaba de los credos clásicos

de la escuela estadounidense tayloriana y fordiana.” (Coriat, 1992: 23)

Finalmente, el contexto histórico generó nuevas condiciones que terminaron con una

nueva y radical transformación del sistema capitalista. La caída del Muro de Berlín en 1989

y la desaparición en diciembre de 1991 de la ex Unión Soviética desataron las fuerzas que

mantenían la existencia de la regulación administrada por el Estado Benefactor en las

sociedades avanzadas de occidente. Iniciándose una nueva etapa del sistema capitalista,

ahora en un formato de desregulación, llamado Neoliberalismo. Pero este cambio de rumbo

no es producto único de este factor geopolítico, más bien es el resultado de una

acumulación de factores a favor, gestados desde la década de los ochenta y denominados

posfordistas, que se constituyen como un conjunto de paradigmas que bajo el nuevo

formato lograron difundirse mundialmente y constituir a la vez una renovación radical de

las relaciones sociales de producción capitalista. Sin ser todos los paradigmas surgidos en

torno a la reestructuración del capitalismo regulado, abordaré tres tendencias que considero

fundamentales para entender esta nueva era.

El Pensamiento Inverso

Es una tendencia que no aplica de manera universal, se refiere estrictamente a la inversión

de ciertas categorías que bajo un contexto se manifiestan de una manera y que en otro han

cambiado radicalmente. En este caso la idea aplica al conjunto de principios que acuñó

occidente respecto al mundo del trabajo en el periodo del dominio hegemónico del

fordismo y en la etapa de su superación o bien del posfordismo.

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La idea constituye un paralelismo, ya que dos pensadores de alguna forma

antagónicos llegan a la misma conclusión respecto al proceso de inversión del pensamiento

para la comprensión de los procesos productivos practicados como alternativa al fordismo.

Por un lado Taiichi Ohno, padre de la denominada producción flexible, de la fábrica

integrada japonesa y del espíritu Toyota, y por otro André Gorz, intelectual europeo de

izquierda, bajo diferentes ópticas ideológicas coinciden en la existencia de tendencias que

aparecen al sucumbir el modelo productivo de la seriación masificada. Ohno por su parte

plantea el imperativo de la empresa de subsumir integralmente la subjetividad del trabajo,

convirtiéndolo en un factor productivo; en tanto que Gorz constata la incapacidad del

trabajo bajo el nuevo contexto de constituir el factor fundamental de la subjetividad obrera.

(Revelli, 2004)

Seamos más claros, hablando de subjetividad obrera, ante la relación dialéctica entre

capital y trabajo de dominación y explotación versus resistencia obrera, se promueve la

subsunción total de esta subjetividad ante el capital a través de procesos identitarios que

obligan al trabajo a asumir la propia ideología empresarial. Esto es perceptible al observar

el mercado de la fuerza de trabajo, donde tradicionalmente existía una relación de

dependencia de la fábrica al mismo, pasando ahora a su pleno dominio al constituirse:

“…de fuerza de trabajo «externa» a la comunidad de empresa, extremadamente móvil, en ciertos aspectos «nómada» y privada de garantías laborales: hombres privados de referencias identitarias, muchedumbre solitaria de freelances de baja cualificación, prestos a ser empleados, bajo la lógica de la subasta, no solamente en ocupaciones marginales (como ya ocurre en la actualidad), sino en segmentos significativos del ciclo productivo de la gran empresa. Codo con codo con los privilegiados, pero sin sus privilegios.” (Revelli, 2004)

Las características principales adquiridas bajo el fordismo se revierten al grado de sólo

comprenderlas de manera inversa. Ante la rigidez del modelo fordista, se plantea su

antítesis, la flexibilidad; ante la producción seriada o de monoproducto, se levanta la

creación del producto diferenciado. Ante la empresa gigante que concentra miles de

trabajadores aparecen la PyMES de sólo algunos cuantos, ante la colectivización de la

fuerza de trabajo, aparece el individualismo. Otro aspecto relevante de esta tendencia es la

neutralización de los espacios de incubación de la alteridad obrera, la fábrica, el partido de

masas y el sindicato, y no digamos ya el desmantelamiento del Estado de Bienestar, lo que

da lugar la privatización de la seguridad social, el capital tiende a cubrir funciones de

Estado al ofertar directamente, asistencia e identidad, la primera para aquellos que le

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manifiestan lealtad y sumisión, la segunda para todos, desde donde se asume que es mejor

tener un trabajo cualquiera a no tener nada.

Expresiones de pensamiento inverso sigue apareciendo, el capital consumidor de

materia prima, y medios de producción, ahora los produce para el mercado, consumidor de

fuerza de trabajo, ahora le vende a ésta los medios para hacerse autoproductivos.

Resulta interesante la aparición de este paradigma, referido a los fenómenos del

trabajo nos lleva a reflexionar sobre novedosas situaciones que no dejan de ser ciertas, sin

embargo, el planteamiento del pensamiento inverso aparece muy limitado como

procedimiento metodológico para explicar la realidad. El pensamiento inverso, sin

embargo, nos permite identificar ciertas tendencias en la transición del fordismo al

posfordismo, pero siguen apareciendo fenómenos y situaciones inéditas donde este

mecanismo explicativo deja de ser funcional, pues una vez desdoblado el fordismo ya no

habría que desdoblar.

La Desregulación

La alta capacidad productiva alcanzada en occidente en la etapa de la regulación, le

permitía repartir, sin subvertir al sistema, trozos más grandes del pastel, modificando la

percepción obrera de lucha social, pasando a un posición más bien comodina, al sentirse

incluido en el proyecto social5. La negociación promovida por un Estado mediador entre

capital y trabajo permitió el establecimiento de relaciones sociales, digamos, mutuamente

beneficiosas. Esta supuesta humanización del capital, permitiendo compartir beneficios, se

pondría en evidencia al desaparecer el contexto que exigía el formato regulador. Al

romperse los candados reguladores, se vuelve a liberar al capital, naciendo el

neoliberalismo; de nuevo al dejar hacer, dejar pasar, pero ahora a escala mundial.

La Desregulación se constituye como el acelerado proceso de reordenación de las

relaciones entre capital y trabajo, ahora sujetas tan sólo a las fuerzas libres del mercado y

sus fluctuaciones, cuya característica principal será la ausencia de reglas. Los primeros

blancos en la mira desregularizadora serán entonces las legislaciones laborales, el

incumplimiento de los estatutos de los trabajadores y la desaparición de los contratos

colectivos. La economía capitalista, ante el advenimiento de estos profundos cambios se

previno de acuerdos para una transición lo menos conflictiva posible. La intervención del

5 Para una mayor profundización en este tema, consultar El hombre Unidimensional, (1968) de H. Marcuse.

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BM y el FMI en el Consenso de Washington (1989) logró promover a nivel mundial las

siguientes medidas:

Disciplina fiscal. Control del gasto en educación y salud. Reforma tributaria. Tasas de interés positivas determinadas por el mercado. Tipos de cambio competitivos. Políticas comerciales liberales. Mayor apertura a la inversión extranjera. Privatización de empresas públicas. Desregulación. Protección a la propiedad privada.

Se acabaron las concesiones, ya no hay pastel para todos, ahora hay que ganárselo, pero a

través de mecanismos diferentes de sumisión no conflictiva. La desregulación puede

entenderse como un proceso de aumento del poder del capital frente al trabajo, que

significa el desmantelamiento del contrato social en el que se basaba la estabilidad del

modelo de crecimiento previo. Pero también del aumento del poder de los grandes

conglomerados económicos frente a los estados nacionales, que para no sucumbir,

colaboran interviniendo en el proceso desregulador e incluso instrumentan el

desmantelamiento del estado de bienestar, lo que significa que las grandes empresas a

través de sus instituciones financieras son más poderosas que los gobiernos individuales.

Los estados, en aras de mantener un poco de competitividad deben reducir el gasto público,

sus cargas fiscales respecto al capital y legislar a favor del mismo, lo que obviamente

repercute en pérdida de soberanía de estas naciones.

En este proceso desregulador, se trasladan las responsabilidades de las empresas a las

personas, quienes de manera individualizada se contratan para varias organizaciones,

obviamente nos referimos a las personas cualificadas, quienes asumen los gastos de su

pensión, su seguridad social, la educación de su familia, etc. ¿Y para los no cualificados?,

pues como no tienen recursos para pagar pensión, seguridad social, etc., pues simplemente

no las tienen. Esta fuerza mundial controla de manera chantajista el trabajo de acuerdo a sus

intereses y genera un verdadero «dumping social» que le permite comprar el trabajo en

rebaja permanente, pero también incumplir cualquier derecho laboral o garantía del

trabajador. Hoy las empresas exigen bajo formatos de trabajo «libre» jornadas superiores, y

sueldos inferiores a lo que establece la ley, horarios y turnos a la necesidad de la empresa,

ausencia de pagos extras. En este marco se difunden los valores y comportamientos

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empresariales que pretenden legitimizar las nuevas reglas del juego del capitalismo. La

solidaridad que otrora era una virtud de los trabajadores, es ahora la divisa entre

capitalistas, solidaridad que ejercen al establecer límites a la baja de los precios. Se evita

contratar directamente a la fuerza de trabajo haciéndolo a través de otras empresas las que

supuestamente asumen la responsabilidad sobre el trabajador, donde sabemos es más

salvaje la explotación6.

Junto a ésta maquinaria empresarial e institucional en contra del trabajo, las nuevas

generaciones de trabajadores se someten, pues se generan comportamientos férreamente

individualistas, donde aquellos que logran obtener un trabajo, aunque sea de la línea

desregularizadora, lo defienden con todo, y se subordinan a todo lo que se le mande con tal

de no perderlo, en esta lógica nadie puede hablar más de la cuenta pues es acusado de

deslealtad y traición, los códigos empresariales son ley y subsisten sólo aquellos que se

doblegan totalmente a sus condiciones.

México se encuentra insertó en estas tendencias, en lo que respecta a la actualización

de las legislaciones laborales, recientemente se reformaron las leyes del IMSS y del

ISSSTE, cambiando radicalmente las condiciones de seguridad y jubilación, no se diga del

desmantelamiento de la economía mixta y de reformas como la del Artículo 27

Constitucional, que abrió las puertas a la privatización del campo.

La subordinación del trabajo al capital se desenvuelve ante la complicidad de los

Estados nacionales, los que se encuentran también subordinados por la política económica

mundial.

El trabajo Inmaterial

El dominio del capital sobre el trabajo se mantiene bajo una concepción del trabajo basada

en la hegemonía del conocimiento, es un esquema que involucra leyes sociales que

determinan nuevas formas de valorización, ésta, de acuerdo a los planteamientos clásicos,

no es posible sin la participación de la fuerza de trabajo viva. Se trata de un fenómeno

productivo que implica ya no el control y dominio de los obreros como personas, sino del

control y organización de su personalidad, de su subjetividad, reorganizadas en torno a su

inmaterialidad.

6 Estrategias que se han denominado “Outsourcing”.

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La inmaterialidad del trabajo implica el uso virtualizado del saber hacer, reconstituido

en los estratos más calificados en la tecnología informacional y de punta, este «savoir

faire»7 permea:

“Las actividades de encuesta, de concesión, de gestión de las posibilidades humanas, como todas las actividades terciarias, se redefinen y se colocan en juego en el interior de las redes informáticas y telemáticas, y solo estas últimas pueden explicar el ciclo de la producción y de la organización del trabajo. La integración del trabajo inmaterial en el trabajo industrial y terciario se convierte en una de las principales fuentes de la producción y atraviesa los ciclos de producción definidos precedentemente, y que a su vez los organizan” (Lazzarato y Negri, 2001:13).

Esta posibilidad, donde se suman subjetividad y tecnología como uno solo, se da en función

de los avances tecnológicos más sofisticados, pero estos por sí solos no pueden

predeterminar este savoir faire ya que “el ciclo del trabajo inmaterial es preconstituido por

una fuerza de trabajo social y autónoma capaz de organizar el propio trabajo y las propias

relaciones con la empresa.” (Lazzarato y Negri, 2001:13) En este proceso el capital reduce

la fuerza de trabajo viva a capital fijo, logrando una subordinación total, y obviando la

necesidad de su reproducción, por ende, anulando el antagonismo y la alteridad obrera en

un sólo lance.

“Con eso la producción basada sobre el valor de cambio desmorona el proceso de producción material inmediato perdiéndose también la forma de miseria y de antagonismo. […] El capital es él mismo contradicción del proceso, por el hecho de que tiende a reducir el tiempo de trabajo a un mínimo, en tanto del otro lado pone el tiempo de trabajo como única medida de fuente de riqueza. Él disminuye, por lo tanto, el tiempo de trabajo en la forma de trabajo superfluo; haciendo por lo tanto del tiempo de trabajo superfluo –en medida creciente-; una condición question de vie et mort si fuese necesario. De un lado él evoca todas las ciencias de la naturaleza, bien como de las condiciones sociales y de las relaciones sociales, con la finalidad de tomar la creación de la riqueza (relativamente) independiente del tiempo de trabajo empleado en ella.” (Marx citado en Lazzarato y Negri, 2001:15)

La materialización de esta condición del trabajo, desmaterializa al trabajo mismo

constituyéndolo en una interfase de la relación producción/consumo dentro y a través del

proceso comunicativo:

“Da forma y materializa las necesidades, el imaginario y los gustos del consumidor. […] La particularidad de la mercadería producida por el trabajo inmaterial (pues su valor de uso consiste esencialmente en su contenido informativo y cultural) está en el hecho que ella no se destruye en el acto del consumo, alarga, transforma, crea el ambiente ideológico y cultural del consumidor. […] La producción de la plusvalía capitalista, la forma de autoproducción del capital, asume aquí una nueva configuración.” (Lazzarato y Negri, 2001:22)

7 Refiere las actividades intelectuales en lo que respecta al contenido cultural-informativo, aquel de las actividades manuales por la capacidad de unir creatividad imaginación y trabajo técnico y manual, aquel de las actividades emprendedoras por la capacidad del management, de las relaciones sociales y de estructuración de la cooperación social de la cual forma parte. (Lazzarato y Negri, 2001:23-24)

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El tránsito de la subjetividad, de instrumento de control social, reproductor de las relaciones

sociales, para constituirse en factor directamente productivo, pasa por las determinaciones

sociales que definen y construyen al consumidor.

“Los trabajadores inmateriales (aquellos que trabajan en publicidad, moda marketing, televisión, la informática, etc.) satisfacen una demanda del consumidor y al mismo tiempo la constituyen. El hecho que el trabajo inmaterial produce al mismo tiempo subjetividad y valor económico, demuestra como la producción capitalista tiene invadida toda la vida…” (p. 22)

Pero la dimensionalidad del trabajo inmaterial va más allá de la superación de la relación

donde el objeto era el que determinaba el consumo, produciendo al consumo mismo, al

consumidor y las formas de consumo a través de la subjetividad. Esta expresión se

generaliza en el proceso productivo al sustituir a la fuerza de trabajo viva, por

conocimiento, bien a través de software que sintetiza el saber hacer del trabajador, bien a

través de innovaciones que permiten repensar la realidad por su capacidad de generar

procesos de desmaterialización-materialización de productos que por ahora fluyen en forma

de datos a través del cyber space. Esto es posible gracias a la intervención del conocimiento

en los procesos productivos, constituye el arranque de una nueva era, donde las

posibilidades no confrontan obstáculo susceptible de no ser superado. La interactividad se

vuelve parte de nuestra cotidianidad y redefine relaciones sociales inéditas de enorme

complejidad, pero reales.

Bibliografía

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