Nomastique 68

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nomastique 3 Edición especial del taller Memoria Cartográfica del 68 Septiembre 2010 — Enero 2011 Unidad de Vinculación Artística CCU Tlatelolco - UNAM Ciudad de México

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Memorias del Taller Memoria Cartográfica del 68

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Edición especial del taller

Memoria Cartográfica del 68Septiembre 2010 — Enero 2011

Unidad de Vinculación ArtísticaCCU Tlatelolco - UNAMCiudad de México

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Aquí un fragmento más del registro generado durante el taller

Memoria Cartográfica del 68 Ciclo 0 de actividades Unidad de Vinculación Artística (UVA) Centro Cultural Universitario Tlatelolco, Ciudad de México

Para consultar más material, como un mapa interactivo y una bitácora audiovisual de investigación, visita: http://menumamedia.net/academia/cartografia68

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La gente piensa que la memoria es una cajonera. Basta con una palanca para que el mecanismo del recuerdo se active y entonces de entre el polvo y la oscuridad del cajón, salen otra vez los olores del barrio querido, las notas de la canción de moda o los gestos de la primera infancia.

Pero la memoria es más que un archivero. Su genio moldea, ayudado por la pátina del tiempo, todo lo que toca. Para evitarlo, algunos confían en la Historia y las palabras con las que intentan documentarlo todo con cierta minuciosidad miope de archivista. Otros en cambio, prefieren la imagen fotográfica, vencedora ciega de nuestro tiempo, y sucumben ante la idea de ejercitar su propia memoria, que otra caja digital guarda por ellos. Ambos buscan

Memoria de las Piedraspor Oswaldo Trujillo

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una dudosa verdad objetiva que desenfoca lo único que existe de verdaderamente humano en el recuerdo, esa materia mortal, nebulosa y eléctrica que se activa en perjuicio necesario de un centro, de una sola interpretación.

Ambos olvidan que hay un territorio más fiel que el de las palabras y los íconos, el de las piedras. Las piedras y los habitantes de las piedras han estado hablando en Tlatelolco desde hace más de cuatro siglos. Y no sólo hablan de sangre y de guerra, de españoles e indios, de estudiantes y fuerza armada. La memoria de su plaza, de su iglesia y de sus edificios, es más amplia que la cicatriz de dos genocidios. Las paredes hablan, los sótanos oyen y las habitaciones murmuran. Si se les escucha con oídos abiertos, hablarán de camaradería, de simpatía, y de lucha y quehacer humano. Hablan de un espacio viscoso de sudor en el que hombres y mujeres se vuelven todos los días humanos.

Hoy que la sociedad mexicana ha reconquistado toda la arquitectura que funda esta plaza, sólo basta un poco de voluntad para interrogar a las piedras, la madera y el concreto de sus tres culturas. Sólo basta un poco de silencio para escuchar el eco interminable de su gente como un testimonio límpido. Asentados en las piedras, la madera y el concreto, los recuerdos de la plaza hablan sin gritar, muestran sin culpar, amonestan sin increpar, bien dispuestos para quien quiera de verdad aventurarse en su memoria. Sólo a los estados y las instituciones les interesa la verdad de la historia objetiva, los individuos y las piedras, nos conformamos necesariamente con el recuerdo mortal y lo más precioso y terrestre que existe en esa simpleza. μ

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Memorias del 68por Camilo Martín Flores

IMi padre es un señor correcto, o al menos esa era la impresión que tenía cuando niño. Cabello con un estricto casquete corto, ni tenis ni pantalones de mezclilla, nunca malas palabras. Sobra decir que mi apariencia debía, por fuerza, ser muy similar; sobre todo si consideramos que para ir a misa los domingos los niños deben lucir como pequeños hombres de bien.

II¿Qué hacía mi papá durante el 68? Era un joven empleado de la Secretaría de Hacienda que no tenía prestaciones, un hijo obediente que ayudaba a su mamá en la manutención de la familia porque el padre no estaba, un chavo que iba a los cafés cantantes y un animado polemista que discutía con sus amigos estudiantes sobre el socialismo que tan sospechoso le parecía. Les aconsejaba que no se metieran en problemas con los granaderos.

IIILos movimientos juveniles de los sesenta, en especial el del 68 en México, me resultaban un articulo más para analizar en las revistas especializadas, un tema del cual se cuelgan rojillos trasnochados y quizá un buen movimiento estético y de grabado plasmado en muchos carteles muy representativos. En el afán de descubrir a mi padre y por lo tanto a mi mismo me encontré en este análisis con razones más fuertes y profundas que los puntos de un pliego petitorio o los intereses políticos de los más radicales.

por Adán Delgado

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IVCada año, incluso los domingos de misa, íbamos a los conciertos de rock que se hacen en las calles durante el Festival Cervantino. Ahí escuché por primera vez esa música y consignas contra el gobierno repletas de groserías. Mi papá nunca los criticó, esos chilangos greñudos que olían a marihuana y portaban playeras del Subcomandante Marcos le causaban simpatía. En alguna ocasión me compró una playera del Che que me pareció chida.

VDos etapas de la personalidad de mi papá que durante gran parte de la infancia no me parecían incompatibles. Pero los niños crecen y comienzan a confrontar la realidad que está en boca de los demás, en la tele y en los otros niños, con la realidad que ven desde casa. Así me fui dando cuenta mientras entraba en la pubertad que no es lo más común que tu papá vaya cada enero a la Catedral a dar gracias por otro año de vida y que en tu cumpleaños te regalé un disco de The Doors del cual “Light my fire” es su favorita.

VI¿Qué es lo primero que te viene a la mente cuando te mencionan el 68? Muerte, masacre. No eras estudiante pero si joven, ¿cómo veías el movimiento estudiantil? Estaba de acuerdo con sus peticiones, simpaticé con el movimiento hasta que llegó el vandalismo y la violencia. ¿Cómo veían en tu casa la situación, cómo la platicaban padres e hijos? Había cosas que no podía hablar con tu abuela, aunque ya trabajaba y era responsable de mí mismo tenía que seguir bajo sus órdenes. “Tú no sabes” me decía. (sigue en la 8)

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(sigue de la 6)

VIISiempre me gustó la historia, encuentro en indagar en el pasado una de las tareas más importantes para todo hombre y mujer. Y no lo digo desde esa postura que habla de la historia como una responsabilidad cívica, casi patriótica, que cada buen hijo de México debe estudiar, yo busco en la historia como explorando en el álbum de fotos de los abuelos y las abuelas: el afán de encontrar en qué se parecen a mí el tío Baltazar y el abuelo Tirso, descubrir cómo usaron el reloj de péndulo que está colgado en la casa familiar y cómo era esa casa hace cincuenta años. Quizá lo que busco en la historia es a mi mismo.

VIIIDurante la adolescencia crecí en conflicto con el jefe de la casa por los percings y las cervezas, por los bares, por las calificaciones, por las melenas y las barbas. No podía entender como alguien que había vivido la etapa más plena de su vida, de los 20 a los 30, en la década más revolucionaria de la humanidad, de 1965 a 1975, podía ser tan cerrado y estricto con lo que a mi conducta se refería. Esas cosas no te hacen ni rebelde ni libre, sé tu mismo. Y luego se encerraba en su cuarto a escuchar sus viejos discos.

IX¿Qué es lo que te queda del 68? Pues el cambio que debíamos hacer con nuestros hijos, a diferencia de como era la relación con nuestros mayores. Quisimos escucharlos, darles libertad. μ

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¡2 DE OCTUBRE, NO SE OLVIDA!

Cada 2 de octubre se conmemoran en nuestra Unidad Habitacional Lic. Adolfo López Mateos Nonoalco -Tlatelolco los acontecimientos de 1968, cuando como todos sabemos fue reprimida brutalmente la manifestación estudiantil a fuego y sangre, ocasionando por parte del Ejército Mexicano muertes a estudiantes, a familias , a niños, a obreros, a transeúntes, etc.

Sin embargo, esta Plaza de las Tres Culturas ha sido testigo de estos hechos; como habitante de Tlatelolco la transito todos los días y viene a mi mente como lucía llena de personas en ese fatídico día de la manifestación, personas que vinieron a apoyar a los estudiantes y que además querían y creían en un cambio en este país; a pesar de eso, la Plaza se muestra majestuosamente.

Por otro lado, como residente del Edificio Chihuahua fue de los atractivos más importantes conocerlo y habitarlo, saber que vivo en “el Famoso Chihuahua”, que sus habitantes de ese tiempo fueron solidarios con los estudiantes y hubo empatía con sus peticiones; este edificio es un testigo mudo e imponente, en lo personal me ha permitido disfrutar de una estancia agradable sabiendo que el inmueble es histórico y esconde una serie de verdades que a 42 años de los acontecimientos del 68 no han sido reveladas en su totalidad.

El cursar este taller “Cartografía del 68” en la UVA del CCUT, me ha permitido abrir mis sentidos, darme cuenta en donde vivo, recorrer la Plaza, el Edificio, entrevistar a habitantes de otros lugares, extranjeros, de Tlatelolco de ese tiempo y actuales para saber su sentir de esos hechos y a la fecha, en qué los afecta en estas conmemoraciones; “ver con otros ojos” esta zona histórica y sentir sus vibras de lucha y que no se acaban aquí. Estoy orgullosa de haber cursado este taller, que fue impartido en el mismísimo lugar de los hechos en: TLATELOLCO.

A 42 años, ¿qué del 68?por María Elena Rodríguez Reyes

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Lecturas del 68por Pablo Martínez Zárate

Hace unos días me encontré con Amuleto, novela breve de Roberto Bolaño.

Septiembre de 1968. El ejército “viola la autonomía universitaria” y una joven extranjera queda atrapada en el baño de mujeres del cuarto piso de la Facultad de Filosofía y Letras. Desde ahí revisa su pasado y su futuro. Sí, su futuro. Como si durante aquellas horas imprecisas, mientras ella perseguía la luz de la luna sobre las baldosas del sanitario, se abriera un portal si bien no cuántico sí poético y ella, Auxilio Lacouture, la delirante uruguaya “Madre de la Poesía Mexicana”, adquiriera una omnisciencia de la cual el lector, también delirante (o por lo menos bajo la interpretación de éste ahora lector de sí mismo, delirante), se apropia no sin un toque de ingenuidad.

Propusimos el taller La(s) Historia(s) del 68: Memoria Cartográfica de un Acontecimiento como un ejercicio colectivo de exploración. Elegimos el 68 como tema inicial por algo que antes de leer este libro, a una semana de concluir el taller, no hubiera podido articular de la misma forma: 1968 como año de referencia y Tlatelolco como lugar (aquí una digresión de la historia de Auxilio en Ciudad Universitaria), se yerguen como pórticos o túneles del tiempo a la historia de México, por lo menos a la historia de la segunda mitad del siglo XX. Al futuro del 68 que es hoy. O al del 2011. Nos acercan a la relación entre el constituyente mexicano y su Constitución, a los espacios donde se ejerce el poder y los ecos de su ejercicio, incluso aquellos todavía no escuchados.

El 2 de octubre de 1968, por lo menos bajo la óptica del taller, reverbera en los conductos de basura del Edificio Chihuahua y en los huecos de la plaza donde falta una que otra loza y no tanto en la sordina de los discursos políticos y los medios de comunicación.

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Resuena en las sonrisas y ceños de los sobrevivientes, en las anécdotas de los residentes, en la curiosidad de los visitantes. Se vive a diario en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco y en la Unidad de Vinculación Artística. El sonido del 68, además de grabaciones de rock y armas de fuego, son también los gritos de los muchachos que se juntan a echar la cáscara los sábados por la mañana en la Plaza de las Tres Culturas. La caja registradora de un comerciante a un costado de la plaza. Las risas de niños que no tienen la menor idea de quién es Díaz Ordaz, y está mejor así. El disparador de la cámara digital de un turista que llevará a sus amigos y familiares una fotografía del “lugar de los hechos”. Pero es el sonido, el sonido de una cámara y no la fotografía, no el lugar, no los hechos, sino la acción de un corazón latiente que recuerda y revive lo acontecido. Lo que vivió o lo que escuchó o lo que soñará esta noche, después de subir sus fotografías a Internet.

“2 de octubre no se olvida”, claro está. ¿Qué permanece en las profundidades de ese insondable mar que es la memoria de un pueblo sobre un hecho, más allá de la superficie de los libros de historia? ¿Sangre? ¿Melenas largas y teñidas? ¿Estrellas Rojas? ¿Titulares insólitos? ¿Hijos desaparecidos? ¿Juicios morales? ¿Cambios políticos? ¿Resentimiento social? No importa mucho. Porque recordar no implica necesariamente buscar la verdad, ni histórica ni de cualquier índole. Tampoco una pretensión por hacerle justicia a muertos o vivos o personajes de novela. El caso es que llegamos aquí, al final del curso, como Auxilio, la “Madre de la Poesía Mexicana”, llega a los baños de la UNAM, y entonces no sólo podemos ver nuestro pasado, sino también nuestro futuro: la guerra no ha terminado.

Lecturas del 68

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Tlatelolco: Memoria y Territorio

Menuma / Narrativa a la Deriva y la Unidad de Vinculación Artística del CCU Tlatelolco invitan al taller

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