No seremos sangre nueva para viejos fracasos

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Sobre la movilización de los estudiantes secundarios. No hay nada más viejo en la historia que el sentido de justicia que emana de los jóvenes. Antes que nada, el movimiento SurDA envía un respetuoso saludo y un entusiasta apoyo a los estudiantes que hoy levantan las banderas de la gente sencilla, de la mayoría silenciosa que vive día a día las contradicciones de nuestro país. Sin que medien grandes debates ni certeras declaraciones de la clase política, un instintivo apoyo social brota desde la sobremesa de las familias, desde las conversaciones amistosas en las pesadas jornadas de trabajo, desde el todavía escaso mundo popular organizado, desde cada chileno que quisiera ver realizadas tantas promesas. Algo tiene el movimiento secundario de la ACES que logra ser profundo sin los años que tiene encima la clase política, que logra ser radical invirtiendo de cuajo las tradiciones sobre cómo movilizarse y ser radical, que logra una democracia de base sin ser asambleísta ni basista, que logra hablar en términos políticos sin separarse por un instante de sus bases sociales; en una palabra, que logra expresar el presente sin intentar buscarlo. Ante la innegable legitimidad de las demandas sociales y políticas del movimiento, que ahora cuestionan lo esencial del modelo educacional chileno, el Gobierno ha respondido con confusión y represión, dejando claro que es incapaz de ordenar su propia coalición política. El desorden permite a la derecha ganar iniciativa, desde El Mercurio el problema vuelve a entenderse como una falla de mercado, como mala gestión, en último término, como un problema técnico. El aspecto central de esta movilización no es la modificación de la LOCE; aunque esto sea de la mayor importancia. Es el camino que recorre el movimiento desde su demanda económica a su interpelación política donde debemos mirar. Porque el presente que llevan dentro de sí los secundarios movilizados da cuenta de las contradicciones actuales del neoliberalismo, de la precarización de la vida de la gente de a pié, del chileno que se asume de clase media, de los que sufren la pobreza del siglo XXI. La LOCE hoy no emerge de la mano de la tradicional lucha contra el amarre jurídico de la dictadura, aparece como respuesta lógica a los problemas concretos de este sector social. Lo social y lo político aparecen bajo una misma clave. Por más que la derecha intente poner el problema como déficit de administración, o un sector del “progresismo” lo intente elevar a la técnica de lo jurídico en términos de la LOCE, el movimiento secundario logra expresar en su fuerza moral la centralidad política del conflicto: no se puede construir país con políticas públicas que producen ganancia para privados, sobre todo cuando esas políticas públicas son financiadas por los mismos chilenos que las reciben. La clase media no puede costearse a sí misma las ayudas que el Estado debe darle por su situación de inestabilidad. Los pobres no pueden pagar las políticas de superación de la pobreza, precisamente porque son pobres. Tal sinsentido, tal ridículo social está a la base de este conflicto. Durante 15 años un grupo extraordinariamente reducido de chilenos, en alianza con el capital transnacional, han abierto una brecha de desigualdad nunca antes vista; ya basta de dumping social, ya es tiempo de que paguen ellos, no podemos seguir pagando nosotros. Es profundamente inmoral, además, que tal internalización del costo se presente socialmente como la “libertad” a elegir de los consumidores. Ante el actual escenario, la Presidenta Bachelet debe optar entre sus electores y sus promesas, o entre los distintos amarres que tiene la Concertación a las voluntades regresivas de la sociedad. Hay sectores en el Gobierno que desean desterrar la posibilidad de que los movimientos sociales puedan quebrar el empate político de la sociedad chilena y empujar procesos en que las mayorías en este país participen más de la torta; intentan criminalizar sistemáticamente a quien se movilice, o tenga una posición de independencia. Finalizando sus primeros 100 días de Gobierno, la Presidenta Bachelet deberá demostrar en este conflicto la posición que proyectará al resto de su mandato. Hoy ella tiene la palabra. La izquierda y el progresismo, más que conducir o enseñar al movimiento, deben aprender de él. Respetarlo, apoyarlo. Si desde de esta movilización se puede construir una articulación mayor, donde más actores sociales enriquezcan las propuestas, donde podamos aumentar la fuerza del movimiento, ganar en legitimidad social para la transformación, ahí estaremos. Pero que no sea a costa de la movilización secundaria. Los estudiantes que hoy se movilizan no pueden ser sangre nueva para viejos fracasos. Nosotros respetamos no sólo sus formas de organización, sino también su propia conducción política, que como decíamos, más que aprender de las tradiciones de la izquierda, tiene mucho que enseñar. Con la esperanza intacta… Mayo - Junio de 2006 / www.surda.cl

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"No seremos sangre nueva para viejos fracasos. Que el movimiento secundario avance a paso firme y con Autonomía" Declaración del Movimiento Surda ante la movilización de estudiantes secundarios, mayo-junio de 2006

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Sobre la movilización de los estudiantes secundarios.

No hay nada más viejo en la historia que el sentido de justiciaque emana de los jóvenes. Antes que nada, el movimiento SurDAenvía un respetuoso saludo y un entusiasta apoyo a losestudiantes que hoy levantan las banderas de la gente sencilla,de la mayoría silenciosa que vive día a día las contradiccionesde nuestro país. Sin que medien grandes debates ni certeras declaracionesde la clase política, un instintivo apoyo social brota desde lasobremesa de las familias, desde las conversaciones amistosasen las pesadas jornadas de trabajo, desde el todavía escasomundo popular organizado, desde cada chileno que quisiera verrealizadas tantas promesas. Algo tiene el movimiento secundariode la ACES que logra ser profundo sin los años que tiene encimala clase política, que logra ser radical invirtiendo de cuajo lastradiciones sobre cómo movilizarse y ser radical, que logra unademocracia de base sin ser asambleísta ni basista, que lograhablar en términos políticos sin separarse por un instante de susbases sociales; en una palabra, que logra expresar el presentesin intentar buscarlo. Ante la innegable legitimidad de las demandas sociales ypolíticas del movimiento, que ahora cuestionan lo esencial delmodelo educacional chileno, el Gobierno ha respondido conconfusión y represión, dejando claro que es incapaz de ordenarsu propia coalición política. El desorden permite a la derechaganar iniciativa, desde El Mercurio el problema vuelve aentenderse como una falla de mercado, como mala gestión, enúltimo término, como un problema técnico. El aspecto central de esta movilización no es la modificaciónde la LOCE; aunque esto sea de la mayor importancia. Es elcamino que recorre el movimiento desde su demanda económicaa su interpelación política donde debemos mirar. Porque elpresente que llevan dentro de sí los secundarios movilizados dacuenta de las contradicciones actuales del neoliberalismo, de laprecarización de la vida de la gente de a pié, del chileno que seasume de clase media, de los que sufren la pobreza del sigloXXI. La LOCE hoy no emerge de la mano de la tradicional luchacontra el amarre jurídico de la dictadura, aparece como respuestalógica a los problemas concretos de este sector social. Lo socialy lo político aparecen bajo una misma clave. Por más que la derecha intente poner el problema comodéficit de administración, o un sector del “progresismo” lo intenteelevar a la técnica de lo jurídico en términos de la LOCE, elmovimiento secundario logra expresar en su fuerza moral lacentralidad política del conflicto: no se puede construir país con

políticas públicas que producen ganancia para privados, sobretodo cuando esas políticas públicas son financiadas por losmismos chilenos que las reciben. La clase media no puedecostearse a sí misma las ayudas que el Estado debe darle porsu situación de inestabilidad. Los pobres no pueden pagar laspolíticas de superación de la pobreza, precisamente porque sonpobres. Tal sinsentido, tal ridículo social está a la base de esteconflicto. Durante 15 años un grupo extraordinariamente reducidode chilenos, en alianza con el capital transnacional, han abiertouna brecha de desigualdad nunca antes vista; ya basta dedumping social, ya es tiempo de que paguen ellos, no podemosseguir pagando nosotros. Es profundamente inmoral, además,que tal internalización del costo se presente socialmente comola “libertad” a elegir de los consumidores. Ante el actual escenario, la Presidenta Bachelet debe optarentre sus electores y sus promesas, o entre los distintos amarresque tiene la Concertación a las voluntades regresivas de lasociedad. Hay sectores en el Gobierno que desean desterrar laposibilidad de que los movimientos sociales puedan quebrar elempate político de la sociedad chilena y empujar procesos enque las mayorías en este país participen más de la torta; intentancriminalizar sistemáticamente a quien se movilice, o tenga unaposición de independencia. Finalizando sus primeros 100 díasde Gobierno, la Presidenta Bachelet deberá demostrar en esteconflicto la posición que proyectará al resto de su mandato. Hoyella tiene la palabra. La izquierda y el progresismo, más que conducir o enseñaral movimiento, deben aprender de él. Respetarlo, apoyarlo. Sidesde de esta movilización se puede construir una articulaciónmayor, donde más actores sociales enriquezcan las propuestas,donde podamos aumentar la fuerza del movimiento, ganar enlegitimidad social para la transformación, ahí estaremos. Peroque no sea a costa de la movilización secundaria. Los estudiantesque hoy se movilizan no pueden ser sangre nueva para viejosfracasos. Nosotros respetamos no sólo sus formas deorganización, sino también su propia conducción política, quecomo decíamos, más que aprender de las tradiciones de laizquierda, tiene mucho que enseñar.

Con la esperanza intacta…Mayo - Junio de 2006 / www.surda.cl