No. 23, septiembre 2005 ISSN 1390-1249 CDD 300.5 /...

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No. 23, septiembre 2005 ISSN 1390-1249 CDD 300.5 / CDU 3 / LC H8 .S8 F53 Vol 9, Issue 3, September, 2005 Quito - Ecuador Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Sede Ecuador

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No. 23, septiembre 2005ISSN 1390-1249

CDD 300.5 / CDU 3 / LC H8 .S8 F53Vol 9, Issue 3, September, 2005

Quito - Ecuador

Facultad Latinoamericana de Ciencias SocialesSede Ecuador

ICONOS. Revista de Ciencias SocialesNúmero 23, septiembre 2005, Quito-EcuadorISSN: 1390-1249 / CDD: 300.5 / CDU: 3 / LC: H8 .S8 F53 (Vol. 9, Issue 3, September 2005)

ÍCONOS. Revista de Ciencias Sociales es una publicación de Flacso-Ecuador. Fue fundada en 1997 con el fin de estimular unareflexión crítica desde las ciencias sociales, sobre temas de debate social, político, cultural y económico del país, la región andi-na y el mundo en general. La revista está dirigida a la comunidad científica y a quienes se interesen por conocer, ampliar y pro-fundizar, desde perspectivas académicas, estos temas.

Para la selección de artículos se utiliza un arbitraje bajo el sistema de doble ciego (peer review). La revista está indexada enLatindex-Catálogo.

ÍCONOS se publica cuatrimestralmente en los meses de enero, mayo y septiembre.

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Comité asesor internacional: Andrés Guerrero (España), Blanca Muratorio (U. Vancouver, Canadá), Bolívar Echeverría(UNAM, México), Bruce Bagley (U. Miami, EEUU), Carlos de Mattos (PUC, Chile), Flavia Freidenberg (U. Salamanca,España), Francisco Rojas (Flacso, Costa Rica), Javier Auyero (SUNY - Stony Brook, EEUU), Joan Martínez Alier (U. Barcelona,España), Joan Pujadas (U. Rovira i Virgili, España), Lisa North (U. York, Canadá), Magdalena León (U. Nacional, Colombia),Rob Vos (ISS, Holanda), Roberto Follari (U. Cuyo, Argentina), Víctor Bretón (U. Lleida, España), Lorraine Nencel (CEDLA,Holanda).

Coordinadores del dossier “La caída de Lucio Gutiérrez y la rebelión de abril”Franklin Ramírez y Felipe Burbano

Fotografías del dossier: Julio GarcíaDiseño y diagramación: Antonio MenaImpresión: Rispergraf C.A.

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CDD 300.5 / CDU 3 / LC: H8 .S8 F53 Iconos: revista de ciencias sociales.—Quito: Flacso-Ecuador, 1997-

v. : il. ; 28 cm.Ene-Abr. 1997-Cuatrimestral- enero-mayo-septiembre ISSN: 1390-1249

1. Ciencias Sociales. 2. Ciencias Sociales-Ecuador. I. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Ecuador)

No. 23, septiembre 2005ISSN 1390-1249

CDD 300.5 / CDU 3 / LC H8 .S8 F53Vol 9, Issue 3, September, 2005

Quito - Ecuador

Sumario

Editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3-4

Coyuntura

¿Influyen los precios del petróleo en el alza de los Global 12?Una reflexión de coyuntura sobre el endeudamiento extero ecuatoriano . . . . . . . . . . . . . . 9-15Fander Falconí y Juan Ponce Jarrín

Dossier

La caída de Gutiérrez y la rebelión de abrilPresentación del Dossier . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19-26Felipe Burbano de Lara

La frágil legitimidad del príncipe democrático . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27-36Catalina Pazmiño

Ecuador: cuando la inestabilidad se vuelve estable . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37-44Simón Pachano

La crisis del sistema político ecuatoriano y la caida de Gutiérrez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45-52Julio Paltán

El fervor democrático quiteño:¿un mito, un sueño o algo sustancial? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53-62

Teodoro Bustamante

“Lo que pasó en Ciespal” Apuntes etnográficos sobre el poder,los medios y los sin-sentidos de la violencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63-82Edison Hurtado Arroba

Insurrección, legitimidad y política radical . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83-92Franklin Ramírez Gallegos

El 20 de abril: presente y pasado de un proyecto militar corporativo . . . . . . . . 93-100Bertha García Gallegos

El regreso de Abdalá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101-108Carlos de la Torre

Debate

Persona, religión y jerarquía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111-114Comentarios al Dossier de ÍCONOS 22Eduardo Khon

Diálogo

Ciencias políticas y trabajo de campoDiálogo con Liisa North . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117-124Luciano Martínez

Temas

¿La ciudad puede llegar a ser educadora? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127-140Patricia Pérez

Reseñas

Magdalena León, editoraNadando contra corriente. Mujeres y cuotas en los países andinos . . . . . . . . . 143-145Andrés Mejía Acosta

Fander Falconí y Julio Oleas, compiladoresEconomía ecuatoriana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145-147Enrique Sierra C.

Javier Ponce Leiva, editorLa seguridad del Ecuador. Del 11 de septiembre al Plan Patriota . . . . . . . . . . . . 147-149Carla Álvarez

Franklin Ramírez GallegosLa insurrección de abril no fue sólo una fiesta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149-152Álvaro Campuzano Arteta

Mauro Cerbino, editorViolencia en los medios de comunicación, generación noticiosa y percepción ciudadana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152-154Carlos Tutiven Román

Política editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 156Normas para la presentación de originales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157

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La caída de Lucio Gutiérrez tiene unenorme interés analítico por las conti-nuidades que muestra de la política

ecuatoriana en los últimos años, pero tam-bién por una serie de fenómenos nuevos cuyainterpretación abre múltiples interrogantessobre el futuro de la democracia. Pareceríaque el Ecuador se debate entre el agravamien-to de la crisis de inestabilidad iniciada en1997 con la destitución de Abdalá Bucaram,y el aparecimiento de prácticas, discursos, lu-chas, unidas a nuevos actores sociales, quebuscan cambiar las maneras de hacer política.El hartazgo, la frustración y el desencanto, seenfrentan a la búsqueda incesante, conflicti-va, de nuevas formas de convivencia social ypolítica. Como toda crisis, la actual no tieneun desenlace claro. Éste será el resultado de lacapacidad política de las fuerzas involucradasen la confrontación.

El dossier que presenta ÍCONOS está de-dicado a reflexionar sobre los alcances y con-secuencias de la caída de Gutiérrez. Los artí-culos exploran diversas facetas del fenómeno:el papel de la clase media quiteña en las mo-vilizaciones de abril, la pérdida de legitimi-dad de las instituciones democráticas, el apa-recimiento de formas de protesta no vincula-das a movimientos sociales y partidos políti-cos, el papel de las Fuerzas Armadas en el or-denamiento político, y la tensión crecienteentre una complejidad de actores que impri-

men sentidos distintos y contradictorios a lavida política nacional, son algunos de los te-mas que se abordan. Todos ellos abren pers-pectivas diferentes de interpretación sobre loocurrido.

La caída de Gutiérrez nos lleva a pensarinmediatamente en sus similitudes con las deAbdalá Bucaram y Jamil Mahuad. Los artícu-los del dossier subrayan la activación, en lostres casos, de un mecanismo de legitimaciónde los derrocamientos presidenciales que vamás allá del orden constitucional. Detrás dela inestabilidad, una constante. Se trata, enefecto, de la política en las calles, de las movi-lizaciones que han precedido a cada destitu-ción y que sirvieron para legitimar los relevospresidenciales. Una tensión constante entrelos marcos normativos de la democracia, consus tiempos y límites, y la idea de que la de-mocracia es, finalmente, la expresión de la so-beranía popular, dondequiera que ésta se ma-nifieste. Surgen dos preguntas en direcciónopuesta. Por un lado, ¿cómo pensar los derro-camientos fuera de los marcos constituciona-les? Por otro, ¿qué implicaciones tiene para lademocracia el constante abandono de laConstitución en nombre de una difusa sobe-ranía popular expresada en las calles?

El problema va más allá de sostener, demanera bastante general, la tesis de la preca-riedad institucional de la democracia ecuato-riana. Si bien resulta evidente que las institu-ciones han perdido la capacidad para organi-zar y procesar los conflictos sociales, y que lospartidos aparecen como los principales res-

La caída de Gutiérrez y la rebelión de abrilPresentación del dossier1

Felipe BurbanoProfesor-investigador de Flacso-Ecuador

1 Este dossier fue coordinado por Franklin Ramírez. yFelipe Burbano.

ponsables de la degradación política (“que sevayan todos”), la debilidad de las institucio-nes sólo muestra que en el Ecuador la políti-ca se mueve por otros canales, sigue otras ló-gicas y recurre a otros mecanismos para pre-servar intereses y privilegios. La continuidadde la crisis plantea como desafío preguntarsequé hay detrás de las débiles instituciones de-mocráticas en el Ecuador.

De las tres experiencias recientes hemosaprendido que los relevos presidenciales sonel resultado de pérdidas progresivas e insalva-bles de legitimidad de los presidentes, comoplantea Catalina Pazmiño, acompañada deprocesos de movilización social. Hay dos te-mas importantes que se analizan en el dossiersobre este punto: el primero, si fueron losmismos sectores sociales los que se moviliza-ron en las tres coyunturas. La conclusión, enpalabras de Simón Pachano, es que no se pue-de identificar un actor socio político como

sujeto de los tres golpes. Los indígenas fueronprotagonistas en las caídas de Bucaram y Ma-huad, pero estuvieron ausentes en la última.Las clases medias no aparecieron en las movi-lizaciones contra Mahuad. Tampoco se puedeestablecer determinaciones similares en losderrocamientos. La caída de Mahuad estuvopresidida por una larga crisis económica; la deGutiérrez ocurrió en un momento de estabi-lidad. Los relevos han afectado a políticos designo tan opuesto como el moderno y muyracional Jamil Mahuad, y al loco e inconteni-ble Abdalá Bucaram. Afectó a políticos de lacosta y la sierra, a un miembro de la eliteblanca y a un mestizo de origen popular. Di-cho de modo directo, nadie se salvó.

El segundo tema va a contrapelo del pri-mero. Se lo puede formular desde una pre-gunta: ¿los sucesivos relevos no expresan dis-tintas maneras de redefinir la forma cómo lasinstituciones y los actores centrales de la polí-

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Felipe Burbano de Lara

tica conducen el Estado y se relacionan con lasociedad? ¿No hay, más allá de las particulari-dades de cada caso, un problema general conla política que reaparece una y otra vez?

Franklin Ramírez acude al concepto de“insurrección ciudadana” para referirse a lasmovilizaciones de abril. Con esa definiciónquiere diferenciarlas de las formas convencio-nales de oposición reconocidas por las demo-cracias institucionalizadas. Mientras estas úl-timas se ejercen dentro de los límites fijadospor el propio sistema político, la insurrecciónse genera en la exterioridad del sistema y tie-ne la capacidad de cuestionarlo como un to-do. Se trataría de una insurrección respectodel “poder instituido”. No se puede descono-cer la legitimidad de esas otras formas de ejer-cer la crítica a la dominación en sociedadesdonde las instituciones democráticas no tie-nen la capacidad para procesar las luchas encontra de la exclusión y la desigualdad. La in-surrección, según Ramírez, constituye unasuerte de ejercicio de la soberanía popular pa-ra establecer un control social sobre la políti-ca. Una suerte de “ciudadanía activa” que pre-tende constituirse en un medio de regulacióny producción democrática. Los presupuestosde esa afirmación pueden aparecer como de-bilidades. Mirar las movilizaciones como ex-presiones de anhelos ciudadanos por cons-truir la democracia, como si entre ellas no sehabría dado motivaciones muy diferentes, re-sulta arriesgado. De otro lado, si miramos enretrospectiva lo ocurrido desde la caída deAbdalá Bucaram hasta la crisis de abril 2005,difícilmente se podría admitir una capacidadde esas insurrecciones para reconstituir la ins-titucionalidad y democratizar la sociedad.Ramírez sostiene que la insurrección se afir-ma en la política ecuatoriana como un “dere-cho conquistado de la ciudadanía”; se ha ins-talado en el ordenamiento democrático ecua-toriano como una rutina de acción colectivaque se expresa en momentos de franca degra-dación de la política institucional. El desafío

dependerá de la capacidad para transformarlas presiones episódicas en acumulados políti-cos e institucionales desde los cuales provocaruna efectiva redistribución del poder políticoy social.

A contramano, Teodoro Bustamante in-tenta desmitificar precisamente aquellas vi-siones que interpretan los acontecimientos deabril como una confrontación entre el mun-do corrupto y perverso de la política, y unmovimiento forajido que encarna una ciuda-danía más o menos constituida, con capaci-dad para inaugurar una nueva política. Elriesgo de esta visión es caer en la trampa in-terpretativa de la traición: los movimientosciudadanos son burlados, secuestrados, poruna elite política cuya perversidad no tiene lí-mites. La visión que opone a buenos contramalos, para simplificarla, se viene abajo si losbuenos no son tanto como se los pinta; si losforajidos, predominantemente sectores declase media quiteña, se movilizaron en abrilpara defender sus intereses y privilegios fren-te a un gobierno que los desplazaba. La claveestaría en comprender los dilemas y amenazasa los que se enfrentó la clase media quiteña.En una sociedad estamental, de corte feudalcomo la llama Bustamante, los privilegios delpoder político deben distribuirse de acuerdocon un principio jerárquico. Dentro de esalógica, violentarlo, alterarlo, sólo puede pro-vocar una incomodidad general, un senti-miento de vulnerabilidad especialmente enlos sectores medios. La osadía de un gruposocial subordinado de atribuirse lugares den-tro de la jerarquía que le están vedados, queasume roles que no les corresponde, y rompecon las jerarquías tradicionales, incomoda ydesconcierta a todos. El gobierno de Gutié-rrez trastocaba el mundo de la clase media -sus valores de ascenso y reconocimiento- alutilizar el Estado como un aparato desdedonde sectores subordinados de la estructurasocial accedían a beneficios y privilegios.

El argumento merece mayor análisis. Se

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reconoce que tanto en la caída de Bucaramcomo en la de Gutiérrez las movilizacionessociales fueron protagonizadas principalmen-te por la clase media. Los dos presidentes, a suturno, manejaron un discurso de corte popu-lista en el cual esos sectores no encuentran unespacio. La retórica populista enfrenta al pue-blo, representado por el líder, contra la oligar-quía. El Estado es un instrumento para gol-pear a la oligarquía y privilegiar al pueblo. Laclase media queda excluida. Dos precisionesson necesarias. La primera, identificar biendónde se encuentra esa clase media moviliza-da. Si consideramos el movimiento forajido,concluiremos que se encuentra sólo en Quito.Esto es muy importante porque revela la dife-rencia de la capital con respecto al resto delpaís -quizá con la excepción de Cuenca- yplantea límites severos al movimiento ciuda-dano, si existe, en el contexto nacional. La so-la constatación, por ejemplo, limita el argu-mento de Ramírez o lo hace más problemáti-co pensado desde el heterogéneo escenarionacional. En segundo lugar, habría que pre-guntarse, tanto en las movilizaciones contraBucaram como contra Gutiérrez, las articula-ciones entre la clase media quiteña y las clasesaltas. No hay ninguna duda de que existenvínculos, de la presencia de unos vasos comu-nicantes, de espacios identitarios compartidos-por ejemplo, la ciudad-, aunque la que salgaa las calles sea la clase media. De todos mo-dos, habría que preguntarse qué les une y queles separa.

Bustamante plantea un argumento muysugestivo. Se pregunta si el discurso de la de-mocracia no es apenas una retórica de los sec-tores medios (quiteños) para defender, desdelas ideas abstractas del Estado de derecho, laciudadanía, los derechos universales, su lugaren el orden social. Me parece muy interesan-te el argumento. El discurso de la democraciase agota cuando la clase media asegura su po-sición en la estructura social, aún cuando seacon reconocimientos y posibilidades subordi-

nadas de ascenso y movilidad. Lo mínimo alo que aspira es a echar del poder a quien po-ne en riesgo, frente a las elites y frente al pue-blo, su propia ubicación social. La conclusiónde este planteamiento lleva el debate a un te-rreno totalmente distinto: nada hay de demo-crático en las luchas de las clases medias. O sise quiere, para continuar con el argumento deBustamante, esas luchas democratizadoras seven limitadas por la presencia de una estruc-tura social feudalizada, donde las clases altastienen una enorme capacidad para preservarlos rangos jerárquicos y los privilegios, aun-que sea en un orden político degradado ysiempre amenazante. El orden social se sus-tenta en un principio de respeto jerárquico:“Cada quien debe saber a quien puede atro-pellar, qué atropellos puede sufrir, y qué apo-yos debe buscar para minimizar estos ries-gos”. Pachano sostiene que la clase media ac-túa cuando tiene una percepción de peligro yamenaza, como ocurrió con Bucaram y Gu-tiérrez. Le asigna a la clase media la funciónde anticuerpo que actúa cuando percibe lapresencia de elementos extraños al sistema,como Bucaram y Gutiérrez; un anticuerpoque se moviliza para restablecer el equilibriodel sistema. Habría que preguntar, por un la-do, ¿de qué equilibrio se habla? Y de otro,¿por qué considerar a Bucaram y Gutiérrezcomo extraños al sistema? Todo sistema ope-ra sobre unas líneas de exclusión, pero es evi-dente que en el caso ecuatoriano esas líneashace tiempo que se volvieron difusas en elcampo de la política. Distinto sería sostenerque el equilibrio guarda relación con la ideade un orden social jerarquizado, donde la cla-se media encuentra algún espacio.

Gutiérrez, las FF.AA. y la política

El gobierno de Gutiérrez no se puede enten-der fuera de la relación de las Fuerzas Arma-das con la política nacional. No debemos ol-

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Felipe Burbano de Lara

vidar que el Ecuador eligió a un ex coroneldel ejército como presidente de la República.Si lo pensamos desde los ideales de la transi-ción democrática de 1979, ese solo hecho re-vela la desaparición de la frontera que separa-ba al poder militar del civil. Esa frontera se re-movió en 1997 cuando las FF.AA. intervinie-ron en la caída de Bucaram. Fue el episodioque rompió con el pacto de la transición de1979 y nos devolvió, en parte, a la tradiciónanterior. Tres años después de caída de Buca-ram, se produjo la alianza de los coronelescon los indígenas para provocar la salida deMahuad. La alianza intentó, recordémoslo,constituir un gobierno de salvación nacional,conformado por civiles y militares. El episo-dio fue cantinflesco -como lo definió Ma-huad- pero revelador de cuánto se alteraronlas relaciones entre civiles y militares. Las in-vestigaciones revelaron más adelante que enesa alianza estuvieron involucrados algunos

generales, lo cual quiere decir el 21 de Enerofue bastante más que un alzamiento de coro-neles.

No haber puesto la suficiente atención so-bre esta trayectoria de la política ecuatorianadesde la caída de Bucaram, provocó unaenorme sorpresa frente al triunfo presidencialde Gutiérrez. Su victoria tuvo como soporteal movimiento indígena y a Sociedad Patrió-tica, partido que representa la incorporaciónde una organización de militares al sistemapolítico ecuatoriano. Bertha García sostieneque el ideario de Sociedad Patriótica “repro-duce la versión politizada y tecnocrática de laseguridad nacional, aquella que llega a justifi-car la intervención militar directa en la políti-ca”. Gutiérrez llenó la administración públicade militares (Pacifictel, Petroecuador, Andi-natel, las aduanas, el Fondo de Solidaridad, elIESS). Al mismo tiempo, intervino de mododirecto en las Fuerzas Armadas para tener un

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mando leal al presidente y a su gobierno. Loscuarteles se convirtieron en las tribunas prefe-ridas del ex presidente para criticar a los polí-ticos y pedir el respeto de las FF.AA. a laConstitución. Gutiérrez quería curarse en sa-no. Tenía plena conciencia de la precaria legi-timidad de su gobierno. Sabía, también, quelos gobiernos dependen, en última instancia,del respaldo de las Fuerzas Armadas.

Pero entre Gutiérrez y los militares hubomás que un juego de conveniencias mutuaspara preservar sus intereses políticos e institu-cionales. Bertha García sostiene que lasFF.AA. consideraron al gobierno de Gutiérrezcomo un gobierno militar. Había, por lo tan-to, que “arrimar el hombro”. La idea de ungobierno militar se sustenta en una premisa:la incapacidad de los civiles para gobernar elpaís. Su discurso se ha matizado ligeramenteen los últimos años para focalizar las críticasen los partidos políticos. De esta manera, losmilitares empatan con ese sentimiento de ma-lestar ciudadano en contra de la clase política.Hay un puente constante que se tiende entremilitares y civiles descontentos con la demo-cracia. La identificación erosiona la legitimi-dad de las instituciones democráticas y llevala política al campo de lo popular. Desde losaños 60, los militares siempre intentaronarrebatarle al populismo la representación delo nacional popular en contra de la oligar-quía. Varios son los fenómenos que se des-prenden de este prejuicio militar hacia los ci-viles: el papel tutelar que asumen frente a lapolítica, percibirse como el corazón del Esta-do y encarnar el principio de unidad y sobe-ranía nacional. Bertha García afirma que sub-siste en el Ecuador un proyecto militar que seempeña en rescatar de manera recurrente loséxitos de las dictaduras, especialmente la delos años 70. Gutiérrez expresaba un intentopor realizar ese proyecto militar en un contex-to social y político distinto, y bajo el ropajede un gobierno civil. Existe una continuidadideológica -como la llama García- del proyec-

to militar para la sociedad ecuatoriana; unproyecto que no fue, según ella, abandonadocon la transición a la democracia en 1979.

La presencia de “lo militar” en el gobiernose expresaba también en una forma de rela-cionarse con la oposición. García hace notarque la práctica política de Gutiérrez seguía lalógica militar del “ablandamiento”; esto es,desplegar de manera permanente un conjun-to de “operaciones psicosociales” con el fin de“ablandar” a cualquier “enemigo externo”.Utilizó esas tácticas en contra de periodistas,diputados de la oposición, editorialistas, diri-gentes indígenas y al final de su mandatocontra León Febres Cordero, la oligarquía co-rrupta, los quiteños pelucones y aniñados(blancos por fuera, corruptos por dentro). Enlas semanas finales del gobierno, su lenguajefue el de las contramarchas, en este mismosentido de ablandamiento de quienes se leoponían. A raíz del intento de destitución porparte del PSC, la ID y Pachakutik en el Con-greso, Gutiérrez identificó a sus adversarios ycríticos como “enemigos externos”, a los cua-les declaró la guerra. Su alianza con Bucaramfue parte de ese juego.

Teodoro Bustamante subraya un hechoimportante: el poco respeto a la autoridad del

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Felipe Burbano de Lara

presidente por parte de sus críticos. A Gutié-rrez se le podía decir cualquier cosa. Su figu-ra se volvió extremadamente vulnerable en losespacios de debate público. Algo de la figurade Gutiérrez merecía poco respeto. ¿Su con-dición de clase? ¿Su condición de coronel?¿Su condición étnica? El gobierno recurrió ala violencia para defenderse. Desde el grupoCero Corrupción, que desafió a quienes pro-testaban delante de la Corte de Justicia, hastala violencia verbal del propio coronel y de suscolaboradores, donde ocupó un lugar especialel ex ministro de Bienestar Social, BolívarGonzález. La violencia del gobierno se apartódel uso legítimo de la fuerza por parte de laautoridad, para convertirse en la violencia deuna “banda rival”. Así fue interpretado el in-tento del gobierno de aplastar las protestas deabril en Quito con la llegada a la capital degrupos de matones el 20 de abril. Esa deci-sión agudizó la sensación de amenaza en con-tra de los quiteños opuestos al gobierno. Gu-tiérrez cometió el peor de los errores cuandotodas las salidas políticas se le cerraban. Final-mente, perdió la guerra y huyó en el intento.

CIESPAL: el pálido reflejo de lo que vendría

Si algún momento condensa todo el comple-jo proceso de la caída de Gutiérrez es lo acon-tecido la tarde del 20 abril en CIESPAL, don-de el Congreso se reunió en la mañana paradestituirlo y designar a Alfredo Palacio comopresidente. Lo que pretendió ser un “relanza-miento institucional” de la democracia, bajola tutela de los partidos opositores a Gutié-rrez, terminó ensombrecido por los aconteci-mientos que se dieron en la tarde. Palacio es-tuvo varias horas sin el apoyo de las FuerzasArmadas; los diputados que se encontrabandentro del edificio de CIESPAL fueron ame-nazados, golpeados, vejados; se produjeronsaqueos; un coronel quiso proclamar un go-

bierno popular; nada deja de hacernos sospe-char que allí se produjo un intento de golpemilitar, quizá con la intención de convocar aelecciones anticipadas (la salida que le ofrecióla cúpula militar a Gutiérrez antes de retirar-le el apoyo).

CIESPAL condensa, desde el punto devista de Edison Hurtado, la disputa de senti-do sobre la política ecuatoriana en ese mo-mento tan dramático. Condensa todas lascontradicciones, tensiones, sin-sentidos delmomento. La complejidad de lo que aconte-ció al interior del edificio mostraba que lacaída de Gutiérrez podía tener muchos de-senlaces posibles. Una mirada atenta, comola de Hurtado a lo ocurrido en CIESPAL,muestra que allí se produjo mucho más queun ritual de restauración de la democracia, siadmitiéramos que la salida de Gutiérrez ten-dría ese final feliz. No nos ha quedado clarolo que aconteció en CIESPAL porque losmedios minimizaron los acontecimientosmediante un discurso que habló de delin-cuentes, vándalos, huestes gutierristas, turbasde maleantes y salvajismo. Esos “no foraji-dos”, supuestos infiltrados, aparecieron paraarruinar la fiesta democrática y la lucha cívi-ca de la clase media quiteña (que mereció, di-cho sea de paso, hasta los elogios de León Fe-bres Cordero). Hurtado muestra cómo eldiscurso mediático simplificó maniqueamen-te la realidad. El discurso de los medios sepresenta como un intento por construir unsentido ordenador de lo ocurrido, sin intere-sarse mucho por entender lo que realmenteocurría allí dentro. Edison Hurtado lanza al-gunas pistas. Una de ellas es la del “poder de-samparado”, metáfora con la cual quieremostrar la precariedad de la autoridad civil.Sin el respaldo de la Policía y las Fuerzas Ar-madas, Palacio no era nada. El vacío creadopor los militares evidenció el chantaje al queestá sometido el poder de los civiles, por unlado. Por otro, mostró que el orden descansa,en última instancia, en las Fuerzas Armadas.

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La caída de Guitérrez y la rebelión de abril. Presentación al dossier

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Sin su contingente, el país es un caos, unabanda de maleantes, con unos políticos queno gozan de ninguna consideración ni respe-to de la ciudadanía. Políticos agredidos, veja-dos, golpeados. “Que se vayan todos”, comotambién gritó el coronel Servio Samaniegoen su arenga golpista. Una segunda lectura esla violencia que allí imperó, con claros con-tenidos políticos. La violencia muestra la in-dignación moral hacia los políticos. Al inten-tar conjurarla, exorcizarla, los medios tam-bién querían contribuir a restablecer un or-den en el cual los políticos pudieran volver aocupar un lugar privilegiado, después de unmea culpa. Al estigmatizar la violencia encontra de los diputados, confundiéndola conla de una banda de delincuentes, se cerraron

los espacios para comprender la profundidaddel malestar frente a la política. También in-tenta imponer, como dice Hurtado, casi unsentido normativo de la protesta; volver dó-ciles a los forajidos, civilizarlos a todos, cuan-do en ese movimiento hubo enorme hetero-geneidad. Civilizar a los forajidos para con-tribuir a un reacomodo de fuerzas, a un si-mulacro democrático. Toda esa condensa-ción de sentidos contradictorios, imposiblesde ser exorcizados, han aparecido semanasdespués de caído Gutiérrez. Ni se ha restable-cido la institucionalidad democrática, ni lospolíticos han cambiado sus malos hábitos, nilas Fuerzas Armadas se han replegado a suscuarteles. CIESPAL expresó, de manera con-densada, lo que vendría después.

28ÍCONOS 23, 2005, pp. 19-26

Felipe Burbano de Lara