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F-A Tesis de Doctorado por la señorita D. a Dolores Aleu y Riera DE LA NECESIDAD DE ENCAMINAR POR NUEVA SENDA LA EDUCACIÓN HIGIÉNICO-MORAL DE LA MUJER Precedida de una Carta del Dr. D. Juan Giné y Partagés

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F-A

Tesis de D o c t o r a d o

por la señorita

D.a Dolores Aleu y Riera

DE LA NECESIDAD

DE ENCAMINAR POR NUEVA SENDA

LA EDUCACIÓN HIGIÉNICO-MORAL

DE LA MUJER

Preced ida de una Carta

del

Dr. D. Juan Giné y Partagés

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De la necesidad de encaminar

por nueva senda la educación higiénico-moral

de la mujer

Para colmo de in jus t i c ia , los mismosdefectos de organización, que por el ar-t i f ic io de las leyes y por el automatismode las costumbres, hemos ido provocan-do y acentuando , son de continuo invo-cados para legit imar la servidumbreque imponemos á la mujer y el tristeostracismo científico á que la conde-namos.

GINÉ.

MUY ILTRE. SR. :

Al presentarme ante este Jurado, donde resplandecenel saber y la justicia, hago uso de un derecho ya indis-cutible , por mas que — y esto es lamentable — tengalímites en un corto número de españolas.

Si el Gobierno, con los altos poderes del Estado, nosha reconocido el derecho de cultivar nuestra inteligenciaen la ilimitada medida que lo posee el varón, autorizan-

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donos para alcanzar los más altos grados de las profesio-nes y para el ejercicio de las mismas, no he de hallarmenos benevolencia en el tribunal que ha de juzgar deeste mi primer ensayo.

Como siempre acontece cuando se trata de escribirsobre un tema libre, en Medicina, lo primero que meha embargado ha sido la elección de un asunto queestuviese en armonía con la importancia del acto y conlas humildes condiciones del actuante. Hecho, quizás elprimero en los anales escolares contemporáneos, el de laopción por una mujer al grado de Doctor, fácil es com-prender los graves motivos de mi fluctuación. Sin em-bargo, el considerar que aun hay quien discute y disputaa nuestro sexo la aptitud para los estudios profesionales,ha sido para mí motivo de inspiración para adoptarcomo objeto de esta tesis, el siguiente tema, que, si notiene todo el mérito de la novedad, entrañará siemprelos altos quilates de la oportunidad.

De la necesidad de encaminar por nuera senda la edu-cación higiénico-moral de la mujer.

La vida de la mujer, desde los tiempos más remotos,viene siendo un continuo martirio. No es de admirarque en los tiempos del oscurantismo se tratase mal á lamitad del género humano, porque la ignorancia no aban-dona jamás á la barbarie. Lo extraño, lo triste y lo ri-dículo, es que continúe este martirio, en pleno siglo delas luces. Sí, continúa, y van muy equivocados los quelo contrario afirman: lo que se logra es avanzar algo, peromuy poco, en las reformas que merece la educación,tanto física como moral é intelectual de la mujer; aún letoca á nuestro sexo sufrir muchísimo; no hemos salidode la esclavitud ; ésta subsiste todavía ; lo que se ha he-cho en el transcurso de los siglos, ha sido cambiarla deaspecto, endulzarla, hipocritiqarla, y como toda trans-formación va seguida, casi siempre, de perfeccionamien-

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to, las que ha tenido la educación de la mujer, han idomejorando algo su estado, sin que esto quiera decir quetodavía no nos hallemos muy rezagados.

Repasando algunos pasajes de la Historia, se verá cómoera considerada antes la mujer, sirviéndonos para com-pararlo el modo como se la considera hoy.

Según los más célebres historiadores, el indio haciamatar á su mujer como una vaca, cuando entraba en lavejez, y al morir él, sus esposas eran quemadas. Otrosdicen que, efectivamente, había esta costumbre, peroque no era general.

Los filósofos griegos decian que la mujer procedia delmal, como las tinieblas.

Diogenes, al ver el cuerpo de una mujer colgado deun árbol, exclamó: «Pluguiera á los Dioses que todos losárboles llevaran el mismo fruto.»

La mujer ganó bastante al venir de Oriente á Roma; ápesar de todo, era la esclava de su marido; no tenia nin-gún derecho sobre sus hijas; en cambio, su esposo podíavenderlas públicamente y lo hacia en el Velabrum, espe-cie de mercado de frutas, en donde eran compradas lasniñas, para comerciar más tarde con sus gracias. Algu-nas veces eran enterradas con la cabeza fuera, ponién-dolas cerca manjares, so pretexto de que, muertas deeste modo, su corazón é hígado tenían grandes propiedadesy aun la virtud de obrar muchos milagros. M. Legouvé,en su interesante libro de la Historia moral de la mu-jer, explica que la que daba á luz una niña, era exclui-da del santuario por doble número de días que cuandosu recien nacido era varón; que en Esparta, por cadadiez criaturas abandonadas, siete eran niñas; que en Ro-ma, colocaban al recien-nacido á los pies del padre, elcual, el mayor número de veces, no lo levantaba, loque equivalia á condenarlo á muerte;... porque era niña;que Luis XI de Francia desterró por cuatro años á Li-nieres, á su primer vastago, porque era una niña; por fin,declara que, entre los señores feudales, se consideraba el

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nacimiento de una niña como la mayor de las calami-dades.

Los persas y galos tenían derecho de vida y muertesobre sus mujeres. Entre las últimas era costumbre admi-tida que al morir de repente alguna persona de conside-ración, su mujer ó mujeres—pues era moneda corrientela poligamia entre los ricos — fuesen sometidas al tor-mento y bastaba la más ligera sospecha de atentado, parahacerlas perecer en las llamas, después de haberlassometido á los más atroces tormentos. ¡Y sin embargo, selas consultaban como seres sobrenaturales, pactando conAníbal que, si los cartagineses llegaban á tener queja deellos, se sometería el litigio á la decisión de las mujeresgalas!

Estas contradicciones han existido y existen entre elsexo fuerte; de modo que, cuanto más se lee y más se in-tenta profundizar sus opiniones sobre el cómo se ha deconsiderar á la mujer, más se echa de ver su poco aplo-mo. Pero, no es esto extraño; ¿por ventura puede estarlo injusto sentado sobre bases sólidas?

Al hablar de contradicciones, no puedo menos quecopiar algunos párrafos del libro que la Sra. Arenal tie-ne escrito con el título de Contradicciones.

«Una mujer puede llegar á la más alta dignidad quese concibe: puede ser madre de Dios; descendiendo mu-cho, pero todavía muy alta, puede ser mártir y santa;... yel hombre que la venera en el altar y la implora, la creeindigna de llenar las funciones del sacerdocio;... ¿qué de-cimos de sacerdocio? atrevimiento seria que en el temploosara aspirar á la categoría del último sacristán. La lógi-ca sería aquí escándalo é impiedad.

»Si del orden religioso pasamos al civil, las contradic-ciones no son de menos bulto. ¿Cómo la mujer ha de serempleada en Aduanas ó en la Deuda, desempeñar undestino en Fomento ó en Gobernación? Sólo pensarlo darisa. Pero una mujer puede ser el jefe de un Estado. Enel mundo oficial se la reconoce aptitud para reina y para

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estanquera; que pretendiese ocupar los puestos interme-dios, seria absurdo. No hay para qué encarecer lo bienparada que aquí sale la lógica.

»En las relaciones de familia, en el trato moral, ¿quélugar ocupa la mujer? Moral y socialmente considerada,¿cuál es su valor? ¿cuál su puesto? Nadie es capaz de de-cirlo. Aquí es mirada con respeto y con desprecio allá.

»Unas veces sufre esclava, otras tiraniza: ya no puedehacer valer su razón, ya impone su capricho. Buscaduna regla, una ley moral: imposible que la halléis en elcaos que resulta del choque continuo entre las preocu-paciones y la ilustración, el error y la verdad, la injusti-cia y la conciencia. El libertino, que escarnécela virtud,cree en la de su madre; el cínico arriesga su vida en undesafío, para defender el honor de su hermana; el queha hecho muchas víctimas y hollado las más santas le-yes, recibe como tal un capricho de la que ama, y elque tiene teorías y hábitos de tirano, viene á ser el es-clavo de su hija ó de su nieta.

»¿Pueden darse más graves y terribles contradicciones?»Los antiguos árabes, cuando tenían muchas mujeres

en su tribu, degollaban á las recien nacidas.Los mogoles pueden tener todas las mujeres que quie-

ran, comprándolas por cierto número de cabezas de ga-nado, y si bien cada una vive en una casa aparte, á lamuerte del padre se queda el hijo con alguna de las mu-jeres, pero no la que sea su propia madre.

Según el célebre jurisconsulto Beaumandon, en laEdad Media las mujeres debian llevar el cabello largo,para que así pudiese hacer presa de ellas su marido, paramaltratarlas ; procurando, empero, que no resultasenmuertas ó mutiladas. De esta edad data también el odiosoderecho de pernada, derecho inicuo, que fue abolido enEspaña por Fernando, en Guadalupe, en Abril de 1486.

En Francia, en tiempo de Luis el Pendenciero, losEstatutos de Burdeos ordenaban que la mujer estuviesebajo la autoridad de su marido, pudiendo éste, en un

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momento de arrebato, matarla, quedando impune; perotenía que confesar que estaba arrepentido, etc.

Si, dejando aquellos tiempos,—porque temo que tan-tos casos vayan fatigando la atención de este ilustre tri-bunal,—venimos á otros más modernos, ¿qué encontra-mos más plausible? ¿No puede aun, en época moderna,contarse con el serrallo, el gineceo, ni el screona, dondela mujer era tan sólo un instrumento de placer, una es-clava de su señor? Y en Rusia, aun hace poco, ¿no se des-preciaba á la mujer al llegará los cuarenta años, debiendoentonces servir á la nueva señora?

Por el importante informe que Mr. Blaqui, hace algu-nos años, presentó al Instituto de Francia, se sabe que,en Orientera situación de la mujer no ha cambiado. Enefecto, en el mercado se convierte en mercancía y en elserrallo, es inferior á una cortesana. No es interrogadani para ser vendida ni para casarse. Siempre cubiertacon un velo, ni aun queriéndolo su esposo , puede versu rostro, y este velo, no sólo es emblema de sepulturadurante su vida, sino que sirve como librea del despo-tismo ejercido sobre ella por su soberano y recelososeñor.

En Marruecos, en el mercado de Janafó, en 1877, to-davía pasaban escenas como la siguiente, explicada enuna carta por Lahasseu Mennen.

«Los ganaderos y propietarios de esclavos vendieronpúblicamente sus caballos, muías y borricos, y con ellos,en pujas de un duro, de una peseta, de un real, á unainfeliz esclava que, transida de dolor y anegada en llanto,rogaba en vano á su nuevo señor que comprase el hijode sus entrañas. En nuestra Isla de Cuba, hasta que,primero en ella y después en Puerto-Rico, se ha decre-tado la libertad de los negros, ¿qué pasaba? Recuérdenselas escenas insertas en todos los libros que hablan de lahistoria de este punto,—que causa horror:—allí se procu-raba unir á los esclavos, solo para aumentar, con laventa de los que nacieran la riqueza del amo ; allí no

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valían lamentos ni lágrimas. ; Cómo es posible exigirbuenos sentimientos de mujeres tratadas de este modo?¿Qué virtud puede tener la mujer con tales tratos? ¿Quéles podria enseñar à sus hi jos? ¿Qué les dejará encuanto á sentimientos ? Forzosamente, la ley de herenciales dejará malos hábitos ; les dejará odio de raza, odioinextinguible, sed de venganza contra la sociedad que laha hecho sufrir tantos martirios.

Reasumiendo estos ligeros apuntes, puede decirse quelos primeros pobladores trataron á la mujer como ins-trumento de placeres brutales y que en los pueblos bár-baros mejoró algo. Empieza la civilización: en Greciaaparecen leyes y una sabia administración; las ciudadesque más se distinguen en tal concepto y por su poderíoson Esparta y Atenas; y á pesar de este progreso, enEsparta el amor filial, la piedad y hasta el pudor, sonsacrificados á la patria. El niño que nace débil y malconformado, es arrojado de la sima del monte Tay-geto ; los jóvenes de ambos sexos luchan juntos, desnu-dos , en los gimnasios, en presencia de los reyes y delpueblo todo. Objeto de recreo en Grecia, madre deguerreros en Esparta y cortesana en Roma, el cristianis-mo ha tratado de rehabitarla y lo ha logrado moralmentetomando por tipo á María.

Y en la Edad media, ¿qué adelantó la mujer?Concepción Arenal, en su libro La mujer del Porvenir,

refiriéndose á aquellos tiempos, dice: «El guerrero delNorte rompió lanzas por su belleza y su virtud: su amorformó el caballero, hermosa creación, que puso freno ála fuerza, dio amparo á la debilidad y apoyo á la justicia.La virtud de la mujer fue una necesidad para la familiay con su honra se identificó el honor del esposo y eldel padre. »

Aquí se ven muy buenos propósitos: lo que nos ex-plica la Sra. Arenal es cierto; otros historiadores lo con-firman; pero, mezclado con esto bueno, hay la desmora-lización, que por doquiera sembraron las Cruzadas. César

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Cantú, al tratar de esta época dice que San Bernardosembró el mundo de viudas, cuyos maridos existían.

En esta época se fundaron la Gaya ciencia y los Tribu-nales del amor; se rindieron muchos tributos á la her-mosura física de la mujer ; pero, á su belleza moral,¿qué tributos se rindieron ? ¿Cómo se la permitía edu-carse? Esta edad fue, para la enseñanza de la mujer,como de las más bárbaras: no se la dejó salir del men-guado ejercicio de la rueca y de la aguja ni del templo óde la oración. Y no se crea que las hijas de los señoresfeudales tuviesen más privilegios: no, la misma ense-ñanza tenían la del plebeyo que la de los señores ensus imponentes castillos.

Veamos lo que dice en su libro Páginas para la educa-ción popular, la Sra. Tartilan.

«El hombre, que es siempre eminentemente justo,creia que la mujer era un ser nulo para el bien y aptopara el mal, y la castigaba con los mismos suplicios queal hombre; peor aun, pues la condenaba al mayor de lossuplicios, á la falta de respeto á su pudor, dejando queel verdugo profanase su espalda y su seno y que el vulgoestúpido y grosero la dirigiese lúbricas miradas. ¡Porqueera hereje ó hechicera! ¿Quién la mandaba pensar y de-sear saber algo más que manejar la rueca y la lanzadera?¡Para eso habia nacido mujer, es decir, nada!...»

Transcurriendo los años y llegando al siglo pasado yaun á principios del presente, continuamos viendo con-siderando como un gran delito el que la mujer sepa leery mucho más escribir.

¿Qué alcanzaron los partidarios de tanta ignoranciarespecto á la moralidad de las mujeres? ¿Es extraño queexistiesen mujeres como Tulia, Catalina Vanozz y Lucre-cia Borgia? ¿Cómo habían de conocer lo bueno, lo noble,lo moral y lo justo mujeres sumidas en la mayor igno-rancia, con malos ejemplos y exaltadas por las livian-dades de los hombres, que aplaudían su descoco y susinfamias?

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¿Porqué admirarse de que la cortesana en Roma se pre-sentase casi desnuda en los lugares públicos y mezcladacon ella y hasta tomando ejemplo de sus vestidos lamatrona romana, cuando los mismos hombres daban elejemplo pintándose el rostro, empolvándose la barba yejercitándose, como dice la Sra. Tartilan, en la perfecciónde estos adelantos? No eran estas las únicas malas prác-ticas que tenian los hombres: en un libro del señorCastelar, se lee que el mismo Augusto prostituyó á supropia hija y que Macron, convencido de lo que habiade dominar era el vicio, entregó á su propia mujer áCaligula. Véase, por lo tanto, quién era el culpable; ycon todo la pobre meretriz y sus traficantes, que se ape-llidaban el leño y la lena, no eran perdonados ya más, yla adúltera era castigada con el mayor de los suplicios áque se puede someter una mujer. ¡Y eran los hombreslos que castigaban, es decir, los mismos causantes deldaño!

Semejante método dio los resultados que debía dar:la más alta inmoralidad. Entonces, como siempre, lafalta de instrucción fue causa de todos los males; queotra cosa no prueban las tapadas de las magníficascomedias de Calderón, Tirso y Lope de Vega, tapadastan devotas como poco recatadas.

Parece increíble que haya quien crea y diga que lainstrucción de la mujer es un peligro, por lo cual másvale hacerla ignorante , supersticiosa y fanática, comohan dado tantas pruebas de serlo las españolas. ¿Educanasí mejora sus hijos? ¿Cumplen así mejor con el altodeber de madres? ¿Tienen así más facultades para dirigir,y con provecho, á sus hijos en las escabrosidades del ca-mino de la vida?

Hemos hablado de los tiempos más antiguos; hemoshablado de otros más modernos, y hasta hemos tratadode los actuales, ocupándonos de la joven América ;pero si de ella, pasamos á la vieja Europa, ¿encontramosá la mujer muy bien educada? Lo que vemos es á la

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pobre obrera encerrada todo el día, por un escaso jornal,en las fábricas y talleres, puntos que, además de sersumamente insanos y peligrosos, son verdaderos focos deprostitución. Esto nos lo dicen los hombres de todos lospaíses; lo confirman escritores españoles, ingleses, ale-manes, franceses é italianos. En muchos de estos lugares,desde el dueño al último mayordomo, se creen conderecho á empañar la honra de las infelices trabajado-ras, que es su único bien, y las pobres se encuentran enla triste alternativa de ceder ó de dejar sin pan á susancianos padres ó á sus hijos.

Si de estas mujeres pasamos á la mujer del campo, laveremos ocupada en los mismos rudos trabajos que elhombre, en el mayor número de casos sin respetar nilos achaques, ni la debilidad del sexo.

Esto sí, tales motivos son muy considerados cuandose trata de darla instrucción: en este caso se citan sudebilidad, las urgencias de la maternidad, que avasallagran parte de las funciones de la vida de la mujer, y elcuidado de la casa y de la familia. Todo esto se tiene encuenta al tratarse de instruirla, de procurarla aptitud paraejercer una profesión. Se tiene á las mujeres hoy divi-didas en dos categorías: unas, por exceso de trabajo,pierden su salud, siendo causa del raquitismo de sushijos; otras, por exceso de descanso, se crian endebles ytoman en ellas grande incremento las pasiones.

Esto último es cabalmente lo que sucede en la mayorparte de las mujeres de la clase media y en casi todas lasde las clases ricas. A estas, la fortuna les depara criadas,amas, niñeras, cocineras y camareras; las permite que serepartan las tareas de la casa; no se las consiente instruc-ción, so pretexto de que bastante trabajo tiene la mujercon los quehaceres domésticos y con el cuidado de su es-poso é hijos. Las pobres que no tienen quien las auxilie,éstas sí que pueden pasar todo el dia en el taller ú ocu-padas en las rudas tareas del campo.

Apenas se ha sacado la mujer del envilecimiento en que

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yacía, ha dado pruebas, en punto á sentimientos, de lle-gar mucho más allá que el hombre. ¿Por qué se la vedael terreno en que se cultivan las facultades intelectuales?Dejadla el campo libre y entonces se verá si se alcanza eninstrucción, si no tanto como se ha logrado en punto á sen-timientos, mucho más de lo que se ha obtenido hasta hoy.

Para negar la instrucción á la mujer, se han aducidopruebas fisiológicas, anatómicas y frenológicas. Se hadicho que las funciones de generación le vedan ocuparseen trabajos serios; que todos sus tejidos, sistemas y apa-ratos son mucho más débiles que los del hombre; queenla extremidad cefálica no solo hay diferencias notablesde volumen y peso en el cerebro, sino que estas diferenciashan llegado á traslucirse en la bóveda craniana. Conce-dido: la maternidad en varias épocas de la vida absorbemuchas partes de las otras funciones y supone un perio-do poco hábil para ejercitar con provecho sus facultadesintelectuales; pero ¿acaso esta influencia dura toda lavida de la mujer?

La organización masculina y femenina nose distinguenen los primeros tiempos de la vida intrauterina; ni en laniñez se ven diferencias entre niños y niñas en punto ála capacidad de sus facultades. Estas diferencias se mar-can precisamente cuando viene á modificar las respecti-vas aptitudes la instrucción, tan distinta en uno y otrosexo. Hágase sino la prueba, póngase al niño y á la niñaen las mismas condiciones, tanto de instrucción como deeducación, tanto del medio como de los alimentos, tantode los hábitos como de las preocupaciones sociales, y creonos encontraremos con mujeres que saldrán buenas y otrasque serán inútiles; lo mismo que pasa con los hombres.Las habrá que alcanzarán poco provecho con todos susesfuerzos; en cambio, las habrá que con menos trabajo,lograrán hacerse notables. Un ilustre higienista español,refiriéndose á este punto, dice: «Tomemos un limitado nú-mero de niños y niñas y eduquémosles é instruyámoslesdel propio modo que hoy dia se hace en los Colegios para

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señoritos, en los Institutos de segunda enseñanza y en lasUniversidades. ¿Cuáles serán los resultados? Entre lasalumnas las habrá sobresalientes, notables, buenas, me-dianas y dignas de suspensión; lo propio acontecerá res-pecto á los muchachos; pero indudablemente se contaránmás sobresalientes varones que sobresalientes hembras,así como habrá mayor número de suspensos entre aqué-llos que entre éstas. Así, sacando el término medio deestos resultados, tendremos: que si la educación feme-nina al estilo varonil no es ocasionada á producir muchassumidades, da mayor número de frutos provechosos quela misma educación en el sexo masculino.

»El cráneo del hombre, en comparación con el de lamujer, tiene de peso 14 centésimas de más, esto pesa-do con el maxilar inferior; pero, pesado éste aparte, tie-ne 16 centésimas más el del sexo masculino que el delfemenino.

»Se dirá que es argumento muy flaco el que resulta delpeso del cráneo, que es mucho más convincente el del ce-rebro; es cierto, por lo tanto vamos á ocuparnos de éste,para lo cual nos servirán los estudios de M. Broca, loscuales, á más de probarnos las diferencias de los cerebrosde los sexos, estudian el influjo que la civilización ha te-nido en el desarrollo del cerebro femenino. Halló el céle-bre antropólogo, en la gruta del Hombre Muerto, 16 crá-neos humanos: 7 de hombre, 6 mujer. 3 de dudoso sexoy 3 de niño. Estos cráneos pertenecían á una época in-termedia entre la edad de la piedra tallada y de la piedrapulimentada; el índice cefálico medio de los cráneosfemeninos, era de y3 ' i3 mientras que el de los sietede hombre era iy'45. El promedio de la capacidad delos 18 cráneos de esta serie, era de i,543; 88 ce.,midiendo i,io6'5o ce., los de varón y i,5oy, los demujer. Compárense estos resultados de la mediciónde la capacidad de los cráneos de los hombres prehistó-ricos con los que arroja la medición de la capacidad delos cráneos de los hombres modernos, y siguiendo las

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ingeniosos experimentos de Broca, veremos: i23 cráneosparisienses han dado, por término medio la capacidadi,48o'52 ce., correspondiendo, 480'52 al sexo masculi-no y i,33y al femenino. De donde se colige que entre lacapacidad de los cráneos antiguos y la de los contempo-ráneos, hay una diferencia de 48 ce. en favor de aque-llos, y que las diferencias sexuales son mucho más mar-cadas en nuestros tiempos que en los primitivos, puesmientras el promedio de estas diferencias en los cráneosde la gruta del Hombre Muerto no pasaba de 99'5o, enlos cráneos contemporáneos se eleva á 22o'y ce. Tene-mos, pues, que así como la diferencia de la cúbica entrelos cráneos masculinos y femeninos prehistóricos era so-lo de 6'6o por 100 en detrimento de los últimos, ennuestros tiempos llega á i6'5o.

»¿Cuáles son las causas de estas chocantes variacionesantropológicas? ¿Cómo se explica que haya bajado tanconsiderablemente, en los tiempos modernos, la propor-ción de la capacidad craniana de la mujer, comparadacon la capacidad craniana del hombre?

»Dejemos hablar al mismo Broca «Nada tan variabledice, como la posición y el destino de la mujer en lassociedades civilizadas y bárbaras; pero, por punto gene-ral, es indudable que los progresos de la civilización tien-den á afianzar más y más la protección del hombre.Miembro respetable de la familia, concentra en ésta suscuidados, mientras que el hombre, fuera, lucha por laexistencia. La organización social atenúa el rigor de lasleyes de la selección natural y las suaviza aun muchomás para ella: encuéntrase, pues, respecto del hombre, encondiciones bastante análogas á las en que el civilizado,sostenido y protegido por la sociedad, se halla respectodel salvaje, que no se sostiene sinó por sus propias fuer-zas, y, como la civilización introduce en las razas condi-ciones apropiadas para hacer decrecer el volumen me-dio del cerebro, pues el volumen del cerebro de los ne-gros esclavos es inferior al de los negros libres del África,

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en el estado social de la mujer civilizada, encontramostambién condiciones abonadas para exagerar la diferen-cia que ya naturalmente existe entre el volumen del ce-rebro del hombre. Estas condiciones, por lo común, noexisten en los salvajes. Las mujeres toman parte en lostrabajos, en las luchas y en los peligros de la tribu. Ex-perimentan, al igual que el hombre las leyes de la selec-ción natural. Van á la caza, á la pesca y hasta á la guer-ra. La mujer de Cromagnon murió de un hachazo quele abrió el cráneo, y no se habrá olvidado que uno delos cráneos de la gruta del Hombre Muerto, ofrecíavestigios de una antigua y grande herida. Es ademásun hecho bien conocido que en muchos pueblos salva-jes, ó solamente bárbaros, la constitución de la mu-jer difiere mucho menos que entre nosotros de la delhombre. No es posible, empero, elevar esta observacióná la altura de un principio general, puesto que entre losmismos salvajes, la posición de la mujer es muy variable,desde la esclavitud más abyecta, que la rebaja al rango de_un animal doméstico, hasta ala emancipación más ó me-nos completa que la asocia á la vida pública déla tribu.)'

Niégase á la mujer la aptitud para el estudio de lasciencias abstractas, dícese que sus facultades reflexivasson muy inferiores á las del hombre, pero que posee enmuy alto grado las perceptivas y afectivas; concedido: lamujer quiere hallar pronto la verdad, no tiene calmapara pensar durante largo tiempo sobre un mismo punto,pero quizás dependa esto de su poca gimnasia intelectual.

En efecto, los órganos, en la inacción , degeneranmientras que con el trabajo se desarrollan : ;qué extrañoes que, siendo esta verdad tan palpable, tengamos lasmujeres pocas aptitudes intelectuales, cuando desde tan-tos siglos no se hace más que deprimirnos? «Había enla organización femenina,—continua el aludido higienis-ta,—un defecto de desarrollo, que la civilización había dehaber colmado, y se ha propendido insensatamente extre-marlo y ponerlo en evidencia.

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»Cuando se ha tratado de aprovechar las aptitudes deuna especie zoológica, se han discurrido los procedi-mientos más conducentes para acrecentar su vigor, sulozanía ó agilidad. Respecto de la mujer, hemos adopta-do una marcha totalmente contraria: hemos sumido susmúsculos en la inacción hemos apagado el fuego de suinteligencia; hemos extremado su sensibilidad física y suvulnerabilidad para los agentes cósmicos; hemos fanati-zado sus sentimientos; la hemos segregado del comerciosocial ; hémosla despojado de todo derecho político ; lahemos encerrado en el hogar; la hemos desposeído deaptitudes para el trabajo y la hemos incapacitado paraganarse él sustento, inutilizándola para vivir sin tute-la... ¿Qué más podria hacerse para convertir en esclavade nuestras pasiones, cómplice de nuestros vicios y cau-sa de nuestras debilidades á la que venia naturalmentedestinada á ser nuestra consejera, nuestra colaboradoraen la tarea de ganar, por medio del trabajo, el pan cuoti-diano y nuestra compañera en constituir la familia ycriar la prole?»

Si Sócrates nos dice no hay más que un bien, que esla ciencia, y más que un mal, que es la ignorancia; siNapoleón creía que el porvenir de un hijo es siempre laobra de una madre; si Tocqueville nos asegura que laprosperidad y la fuerza creciente de los Estados-Unidosse debe á la superioridad de sus mujeres, y si tantos ytantos afirman que la mujer lleva en su seno en el porve-nir de la sociedad y que ésta no tendrá nunca mas pro-greso social que el que se deberá á nuestro sexo ¿por quénegarnos ó limitarnos el derecho á la instrucción?

La mujer dista mucho de ser una obra perfecta: tene-mos muchos defectos; por esto mismo se necesita perfec-narnos. Si á la mujer se le diese otra educación, no tendríaeste afán por el lujo; si estuviese más ocupada, no pen-saria todo el dia en el trasiego de las modas , ese lujoque mina las fortunas y deshonra á las mujeres. La instruc-ción buena, es muy humilde, nada tiene de vanidosa; por

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lo tanto, dejadnos instruir y disminuirá mucho esta falta;tenedmos más ocupadas y no tendremos tanto tiempo demurmurarnos; haced que empleemos el tiempo en cosasserias y no lo perderemos en frivolidades y coqueterías;generalizad la instrucción y generalizareis la buenascostumbres: nunca consentiria la mujer en ser tan degra-dada, si fuese más instruida.

Con todo y habérsenos negado la instrucción, con todoy existir tantas preocupaciones sociales; con todo y ha-berse cubierto con la máscara'del ridículo á la pobreque con esfuerzos sobrehumanos se acerca á las fuentesde la ciencia, la historia nos presenta muchísimos ejem -píos de que la mujer ha brillado en todos los ramos delsaber.

María Cayetana Agnesi de Milán, á los nueve años,hablaba latin, á los trece tradujo una obra latina al grie-go, aprendió varias lenguas y defendió públicamente191 tesis filosóficas, publicando después una obra dematemáticas, tan notable, que el papa Benedicto XIV laconfió la cátedra en la Universidad de Bolonia.

María Pelegrina Amoreti, sabia italiana, á los 21 añosfue recibida Doctor en Derecho en la Universidad de Pavía.

Arhete enseñó Filosofía natural y moral en Atenas yciento diez filósofos distinguidos se vanagloriaron de ha-ber sido sus discípulos ; escribió cuarenta libros.

Laura Bassi, sabia italiana, fue profesora de Física yFilosofía en la Universidad de Bolonia.

Isabel Cordaba, española, que leía el latin, griego yhebreo, obtuvo el grado de Doctor en Filosofía y luegoen Teología.

Elena Cornaro, enseñó Filosofía en la Universidad dePádua y compuso varias obras sobre Matemáticas, Astro-nonía y Teología.

Isabel Zaya Roseres, española, muy versada en laslenguas antiguas y en las ciencias, predicó con aplauso,en la catedral de Barcelona; fue á Roma, en tiempo dePablo III, y convirtió muchos judíos.

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A Beatriz Galindo, española, la apellidaron la latina;además estudió Filosofía, enseñó latin à Isabel la Ca-tólica, de la que fue camarista, y escribió las obras: Co-mentarios á Aristóteles, Notas sobre los antiguos y Poesíalatina.

Bettista Gozzadino, célebre italiana, a los veintitrésaños, pronunció, en la catedral de Bolonia, una bellísimaoración fúnebre en latín; estudió leyes, fue graduada deDoctor, obtuvo una cátedra en aquella facultad y publicóvarias obras.

Samek, célebre mahometana, fue tan ilustrada en Dere-cho, que á ella acudían todos los jueces de Bagdad.

Lelia Sabina, componia todas las oraciones que supadre Lelio Sila pronunciaba en el Senado.

Ana María Schurmann, de Colonia, era tan ilustradacasi en todo, que el sabio Feijóo dijo de ella «que no seconocía hasta ahora capacidad más universal en uno yotro sexo.»

Miss Martineau hizo notables trabajos sobre Econo-mía política.

Polícrata, hija de Pitágoras, era tan instruida y su inge-nio era tal, que muchos preferían sus lecciones á las desu padre. Y Narella de Bolonia, Cecilia Morillas, LuisaSigía, Safo, Francisca Lebrija, Hispacia, Cecilia Gonza-ga, Eloísa, María Drupé, Isabel Losa, Dorotea Buca, po-seyeron muchos idiomas y casi todas tuvieron cátedras ásus cargos.

Abella fue notable por sus conocimientos en medi-cina.

Dorotea Cristina Exlaben,en vista de sus grandes pro-gresos en medicina, fue admitida Doctor en la Universi-dad de Valí: su obra más célebre es Examen de lascausas que apartan á las mujeres del estudio, en la cualse prueba que las es posible y útil cultivar las ciencias.

Leonor Fonseca, de Ñapóles, cultivó la Historia natu-ral y especialmente la Botánica, y ayudó ú Spallanzanien el descubrimiento de los vasos linfáticos.