Na Vega Mara Dentro

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Navega Mar Adentro COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA ACTUALIZACIÓN DE LAS LÍNEAS PASTORALES PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN Mayo de 2003 Navega mar adentro (Navega mar adentro, versión 18ª) www.directoriocatolico.blogspot.com.ar Página 1

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    COMISIN EPISCOPAL PARA LA ACTUALIZACIN DE LAS

    LNEAS PASTORALES PARA LA NUEVA EVANGELIZACIN

    Mayo de 2003

    Navega mar adentro

    (Navega mar adentro, versin 18)

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    ABREVIATURAS Y SIGLAS

    AG Concilio Vaticano II, Decreto sobre la actividad misionera de la IglesiaCA Juan Pablo II, Carta encclica En el centsimo ao CC Congregacin para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostlica, Caminar desde

    CristoCD Concilio Vaticano II, Decreto sobre el oficio pastoral de los obisposCEA Conferencia Episcopal ArgentinaCCE Catecismo de la Iglesia CatlicaChL Juan Pablo II, Exhortacin apostlica post sinodal sobre la vocacin y misin de los laicos en la Iglesia y en el mundoCMGD CEA, Compartir la multiforme Gracia de DiosCT Juan Pablo II, Exhortacin apostlica post sinodal sobre la catequesis CTM CEA, Caminando hacia el Tercer MilenioDD Juan Pablo II, Carta apostlica sobre la santificacin del DomingoDHC CEA, Dios, el hombre y la conciencia DM Juan Pablo II, Carta encclica sobre la divina misericordiaDP III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Documento de Puebla DPF CEA, Directorio de Pastoral FamiliarDV Concilio Vaticano II, Constitucin dogmtica sobre la divina revelacinEA Juan Pablo II, Exhortacin apostlica post sinodal Iglesia en AmricaECC CEA, El Evangelio ante la crisis de la civilizacinEE Juan Pablo II, Carta encclica La Iglesia vive de la EucaristaEN Pablo VI, Exhortacin apostlica post sinodal sobre el anuncio del EvangelioEypV CEA, Educacin y proyecto de vidaFC Juan Pablo II, Exhortacin apostlica post sinodal sobre la familiaGS Concilio Vaticano II, Constitucin pastoral sobre la Iglesia en el mundo actualICN CEA, Iglesia y Comunidad NacionalJEP CEA, Juntos para una evangelizacin permanenteJSH CEA, Jesucristo Seor de la HistoriaLG Concilio Vaticano II, Constitucin dogmtica sobre la IglesiaLNQ CEA, La Nacin que queremosLPNE CEA, Lneas Pastorales para la Nueva EvangelizacinM II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Documento de MedellnMF Pablo VI, Carta encclica sobre el misterio de la feNMI Juan Pablo II, Carta apostlica Al comenzar el tercer milenioOA Pablo VI, Carta al Card. Roy en el octogsimo aniversarioPDV Juan Pablo II, Exhortacin apostlica post sinodal sobre la formacin de los sacerdotes en la situacin ac-tualPO Concilio Vaticano II, Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbterosPqrP CEA, Para que renazca el PasPT Juan XXIII, Carta encclica La paz en la tierraQSN CEA, Queremos ser Nacin.RH Juan Pablo II, Carta encclica Redentor del hombreRMi Juan Pablo II, Carta apostlica sobre la permanente validez del mandato misioneroReN CEA, Recrear la voluntad de ser NacinSC Concilio Vaticano II, Constitucin sobre la sagrada liturgiaSD IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Documento de Santo DomingoSM CEA, Documento de San MiguelTMA Juan Pablo II, Carta apostlica Al llegar el tercer milenioUR Concilio Vaticano II, Decreto sobre el ecumenismoVC Pontificio Consejo para la Familia, Vademecum para los confesores sobre algunos temas de moral conyu-galVS Juan Pablo II, Carta encclica El esplendor de la verdad

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    INTRODUCCIN

    Actualizacin de Lneas Pastorales para la Nueva Evangelizacin

    1. Las Lneas Pastorales para la Nueva Evangeli-zacin, aprobadas en abril de 1990, fueron una primera recepcin del pedido de afrontar una Nueva Evangelizacin realizado por el Santo Pa-dre Juan Pablo II. Con ellas, se procur encauzar una evangelizacin nueva en su ardor, en sus m-todos y en su expresin. Aquellas Lneas simboli-zaron el inicio de una etapa en la accin pastoral de la Iglesia en la Argentina.

    LPNE 1

    LPNE 7

    En el ao 1999, los obispos determinamos poner al da las Lneas Pastorales para la Nueva Evan-gelizacin para proseguir el dinamismo de gracia del Gran Jubileo. En aquel momento percibimos la necesidad de confirmar la vigencia de sus orientaciones, actualizndolas para ajustarlas a los renovados desafos histricos. Hoy, aquella intui-cin se encuentra confirmada por la exhortacin de Juan Pablo II a iniciar una nueva etapa en el camino evangelizador de toda la Iglesia.

    NMI 1

    El llamado del Papa a navegar mar adentro en el ocano inmenso del nuevo milenio y a sealar las etapas del camino futuro, no nos deja dudas acer-ca de la oportunidad de dar renovado impulso a la Nueva Evangelizacin. Concebimos esta actuali-zacin que proponemos como un complejo y equilibrado proceso de continuidad en el cambio. Aquellas Lneas impulsaron una accin pastoral ms orgnica, orientada por lneas comunes de contenido, espritu y accin, que condensaban ri-queza teolgica y sugestiva creatividad pastoral. Su contenido permanece vigente. Ahora, perse-guimos idntico objetivo: alentar y sostener una ms orgnica y vigorosa accin evangelizadora.

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    Frente a la crtica situacin del Pas, elegimos la Nueva Evangelizacin como la mejor contribu-cin que la Iglesia puede ofrecer para superarla. Entregamos Navega mar adentro deseando que cada agente pastoral se sienta orientado e impul-sado a provocar el protagonismo de todos los bau-tizados para evangelizar ms hondamente a nues-tro pueblo. Para esto nos ha resultado de gran ayuda la Consulta a las Iglesias Particulares y Comunidades Cristianas realizada durante el ao 2001. Al mismo tiempo que agradecemos a nuestros sacerdotes y a todos los agentes pastora-les por su ardua y perseverante labor, tambin les ofrecemos nuestro apoyo y nuestro estmulo en esta nueva etapa.

    Contenido y estructura de Navega mar aden-tro

    2. Navega mar adentro: comienza destacando la accin del Espritu Santo y, seguidamente explici-ta las principales notas de espiritualidad pastoral que orientan la mirada a los nuevos desafos, si-tundonos ante ellos desde una determinada acti-tud interior, desde una mstica especficamente evangelizadora. Tambin se introduce, luego de los contenidos del mensaje evangelizador, un ca-ptulo con cuatro criterios pastorales, que pueden configurar un estilo comn en el ejercicio de la mltiple y diversa pluralidad de las iniciativas concretas. En el ltimo captulo se enuncian algu-nas acciones destacadas propuestas en torno a tres ejes: la comunin, la misin y el servicio.

    Navega mar adentro, en cuanto actualizacin de las Lneas Pastorales para la Nueva Evangeliza-cin, habr de orientar una nueva etapa en la evangelizacin de la Argentina mediante una ac-cin pastoral ms orgnica, renovada y eficaz, procurando que todo miembro del Pueblo de Dios, toda comunidad cristiana, todo decanato, toda parroquia, asociacin o movimiento, se in-serten activamente en la pastoral orgnica de cada Dicesis.

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    CAPTULO I

    EL ESPRITU QUE NOS ANIMA

    Nos dejamos impulsar por el Espritu

    que anim a Jess

    3. El Espritu Santo que nos anima es el mis-mo que impuls a Jess. l nos hace partici-par de la vida y de la misin del Salvador. Sin l la evangelizacin es imposible. Pero con su ayuda podemos ser testigos de Jess en medio del mundo, para transformar la socie-dad. Por eso, desde nuestras dudas, temores, cansancios y debilidades le pedimos:

    Ven, padre de los pobres,ven a darnos tus dones,

    ven a darnos tu luz.

    RMi 21-30

    DV 5

    4. Como Iglesia nos preguntamos ahora cu-les son las notas de la espiritualidad que ha de animar esta nueva etapa misionera en nuestra Patria. Dicho de otro modo, cmo los bauti-zados debemos traducir la vida del Espritu para contagiar la alegra de la salvacin de Cristo en la Iglesia y en el mundo.

    EN 75-80

    RMi 87-91

    LPNE 33-

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    Amados por Dios

    Vivir cada dasostenidos por losbrazos del Padre

    5. Ante la tristeza de la soledad, la desilusin o la insatisfaccin, los cristianos no olvida-mos que Dios es amor (1 Jn 4, 8). Tenemos la certeza de ser amados y de vivir cada da sos-tenidos por los brazos del Padre. Esta convic-cin interior nos mantiene firmes en medio de un mundo desbordado por la desconfianza, la inestabilidad y la inseguridad. Aunque nos sabemos pobres y dbiles, nos fortalece el amor de Dios que siempre toma la iniciativa. Porque nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos credo en l (1 Jn 4, 16).

    CCE 1828

    RMi 31

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    6. El Espritu nos ilumina para que reconoz-camos el amor infinito del Padre contemplan-do el rostro de Jesucristo. As vislumbramos el sentido ltimo de nuestras vidas. Porque la mxima perspectiva de la dignidad humana es el llamado a vivir en amistad con Dios que Jess nos hace.

    DM 1

    NMI 23

    CCE 27

    Firmes en la esperanza

    Animados por la esperanza que no

    defrauda

    7. Jess est presente entre nosotros en su Pa-labra, en la Eucarista, en el hermano que su-fre, en las alegras cotidianas y de otras tantas maneras que nos ayudan a encontrarlo y que nos fortalecen para el camino. l lo prometi y en esa promesa confiamos: Yo estar siem-pre con ustedes (Mt 28, 20). l ha triunfado sobre el pecado y la muerte. Por eso, segui-mos buscando construir una historia ms jus-ta, y nos alentamos unos a otros para no des-animarnos. En el trato frecuente con el Resu-citado, recibimos un verdadero impulso que nos sostiene. l es el manantial vivo de nues-tra esperanza.

    SC 7

    CCE 1373

    NMI 29

    MF 17-20

    NMI 58

    8. Un autntico espritu de esperanza implica esfuerzo firme y creativo. No es lamento, sino fortaleza que no se deja vencer; no es pe-simismo, sino confianza generosa; no es pasi-vidad, sino compromiso lleno de magnanimi-dad y de pasin por el bien (Rom 12, 9). Ella misma nos ayuda a discernir y reconocer las semillas del Reino que nunca faltan en medio de la oscuridad.

    CCE 274

    TMA 46

    JSH 19

    9. Adems, el poder transformador de Dios que se manifest en la Pascua, nos invita a esperar con toda la Iglesia su perfeccin en la gloria del cielo. Porque el que resucit a Jess, tam-bin nos har participar de su vida sin fin y para siempre, ms all de la muerte.

    CCE 1042

    CCE 989-

    991

    JSH 18

    Con entraas de misericordia

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    La misericordia que busca la felici-dad de los herma-

    nos

    10. No podemos olvidar que Dios quiere la felicidad de cada ser humano. l cre todo para que lo disfrutemos (1 Tim 6, 17), para que a nadie le falte lo necesario. Imitando su generosidad, que se manifest hasta el fin en la entrega de Jesucristo, los creyentes quere-mos ser instrumentos de su vida para los de-ms. Por eso, venciendo la tentacin del ego-smo, intentamos salir de nosotros mismos, revistindonos de entraas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, pacien-cia (Col 3, 12) para procurar la felicidad de los hermanos.

    CCE 294

    DM 1-9

    11. La espiritualidad evangelizadora est marcada por un intenso amor a cada persona. A veces se expresa como compaa silenciosa y compasiva, otras veces es palabra que alienta, abrazo que consuela, paciencia que perdona, disposicin a compartir lo que se posee; o se torna indignacin por la injusticia, y la denuncia profticamente. Se trata, siem-pre, de hacernos cercanos y solidarios con el que sufre. En este mundo donde frecuente-mente nos sentimos desamparados, ignora-dos, utilizados, excluidos, no es indispensa-ble or el llamado del Espritu a cuidarnos y sostenernos unos a otros con entraas de mi-sericordia?

    NMI 50

    SD 157-

    163

    En la mstica de comunin

    Espiritualidad de la

    comunin

    12. Jess, antes de entregarse a la pasin, im-plor ardientemente al Padre que todos sea-mos uno para que el mundo crea (Jn 17, 21). La comunin de la Trinidad nos interpela y nos convoca a estrechar vnculos. Por eso, el Papa nos ha recordado que hace falta promo-ver una espiritualidad de la comunin, que parte de nuestra comunin con Dios, antes de programar cualquier accin pastoral en con-creto.

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    NMI 43

    13. Desde una autntica conversin hacia cada hermano y hermana, los cristianos acep-tamos vivir en fraternidad cuando oramos

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    juntos, dialogamos, trabajamos, compartimos fraternalmente y planificamos. Esta espiritua-lidad de comunin nos permite valorarnos unos a otros de corazn y apreciar la riqueza de la unidad en la diversidad de vocaciones, carismas y ministerios. Y cuando caemos en la tentacin de hacernos dao, nos mueve a optar una vez ms por la reconciliacin.

    EA 32

    14. En un mundo donde reina la competencia despiadada, que a veces nos contagia, los cristianos sentimos el llamado de Dios a ha-cer juntos el camino, a buscar las coinciden-cias y superar los desencuentros para convivir como hermanos. De este modo podremos ser testigos de Jesucristo en nuestra Patria, para ofrecer el signo del amor que estimule un es-tilo de sociedad ms fraterna, justa y solida-ria.

    EA 27

    Con fervor misionero

    Valientes y fervorosos testigos de Jesucristo

    15. Somos misioneros porque hemos recibido un bien que no queremos retener en la intimi-dad. Es lo que todo ser humano necesita en-contrar. Lo que hemos visto y odo reclama que lo transmitamos a quienes quieran escu-charnos. La Iglesia existe para evangelizar. Tiene como centro de su misin convocar a todos los hombres al encuentro con Jesucris-to.

    EA 8-12

    EA 68

    16. Esta misin que Dios nos confa exige lu-char contra nuestras inclinaciones egostas y contra cualquier desnimo. La riqueza de la Buena Noticia reclama evangelizadores con-vencidos y entusiastas, como los primeros cristianos, que daban testimonio de su fe con clara coherencia. Cuando somos testigos va-lientes y fervorosos, experimentamos que evangelizar es verdaderamente la dicha y la vocacin propia de la Iglesia. Porque somos depositarios de un tesoro que humaniza, que aporta vida, luz y salvacin. Conservemos el fervor espiritual. No perdamos la dulce y confortadora alegra de evangelizar. Nada en

    EN 14

    EN 80

    AG 2

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    la Iglesia tiene sentido si no se orienta a esta ardiente audacia misionera, ya que ella es evangelizadora por naturaleza.

    En la entrega cotidiana

    La santidad vivida en

    la misin de cada da

    17. La santidad se vive especialmente cuando procuramos evangelizar en medio de las acti-vidades y preocupaciones de cada da. El Es-pritu Santo, a travs de la Iglesia, suscita en cada fiel un anhelo de santidad, un fuerte de-seo de renovacin personal que no slo se ali-menta en la oracin, sino tambin en la mi-sin cotidiana.

    EA 28

    18. Toda la Iglesia crece en santidad comuni-taria y misionera gracias a la misin cotidia-na de cada madre o padre de familia, a la ta-rea incesante de catequistas, maestros, misio-neros de manzana, voluntarios de Caritas y a las otras muchas formas de entrega: en el la-borioso empeo de los laicos por realizar bien su trabajo, en el testimonio heroico y humilde de consagradas y consagrados, en el ministe-rio fiel de cada presbtero o dicono al prepa-rar la homila o atender a un enfermo, en cada visita pastoral del obispo y en todo cuanto forma parte de la planificacin pastoral de la dicesis.

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    19. La clave de la espiritualidad de comunin para la nueva evangelizacin es el amor fiel y perseverante, vivido y comunicado en la pas-toral ordinaria. En la simplicidad de lo coti-diano, expresamos el ardor misionero e inten-tamos responder comunitariamente a las exi-gencias de los tiempos nuevos.

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    20. Esta es la mstica que ha de impulsar toda la accin evangelizadora de la Iglesia en la Argentina. Desde este espritu evanglico n-tegro, debemos discernir los grandes desafos del mundo de hoy, profundizar la verdad que comunicamos y asumir criterios comunes para realizar, con humilde perseverancia, las acciones destacadas.

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    Captulo II LOS DESAFOS

    Situacin en la que se

    encuentran el mundo y la Iglesia

    21. Con odo atento y sensibilidad pastoral queremos mirar desde la fe la compleja reali-dad del mundo que nos toca vivir para discer-nir los signos de los tiempos como reclamos de evangelizacin. Guiados por la ayuda del Espritu Santo, anhelamos reconocer y alentar cuanto hay de bueno y verdadero en las posi-bilidades de este momento histrico y quere-mos denunciar con audacia proftica todo lo que atenta contra la dignidad de cada persona humana. Nada nos apremia tanto como acer-carnos al corazn de esta realidad para trans-formarla desde sus races con la novedad del Evangelio.

    PDV 10

    CCE 1788

    GS 4

    JSH 11

    22. Al comenzar el nuevo milenio, la humani-dad entera se encuentra sumergida en grandes dificultades: la alarmante extensin de la po-breza y la escandalosa concentracin de la ri-queza, la corrupcin de las clases dirigentes, los conflictos armados de insospechables consecuencias, los nuevos fundamentalismos y formas inimaginables de terrorismo, la cri-sis de las relaciones internacionales. Son evi-dentes las contradicciones entre lo que se dice y lo que se hace, el relativismo, el menospre-cio de la vida, de la paz, de la justicia, de al-gunos derechos humanos fundamentales, de la preservacin de la naturaleza, que desafan a todos por igual y exigen respuestas comu-nes. Estos problemas tambin inciden de ma-nera acuciante en nuestra Patria.

    SD 232

    SD 252

    EA 56-57

    23. El desafo radical y englobante que quere-mos asumir en la Argentina es la profunda crisis de valores de la cultura y la civilizacin en la que estamos inmersos. Otros desafos estn relacionados con dicha crisis: diversas bsquedas de Dios, el escndalo de la pobre-za y la exclusin social, la crisis del matrimo-

    ECC 1-3

    RMi 37

    TMA 52

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    nio y la familia, la necesidad de mayor comu-nin. En la raz misma del estado actual de la sociedad percibimos la fragmentacin que cuestiona y debilita los vnculos del hombre con Dios, con la familia, con la sociedad y con la Iglesia.

    La crisis de la civilizacin

    El drama de nuestro

    tiempo

    24. La ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo. En efecto, nadie puede negar que en estas l-timas dcadas la crisis se ha profundizado. No estamos slo en una poca de cambios sino ante un cambio de poca que compro-mete seriamente la identidad de nuestra Na-cin. Y no obstante el contexto negativo que ofrece la crisis mundial, asumimos el desafo de reconstruir la Nacin desde el conjunto de valores donde nuestra cultura hunde sus ci-mientos.

    EN 20

    JSH 3

    PqrP 3

    DP 393

    25. Es una constatacin dolorosa que las per-sonas, las familias, las instituciones y la so-ciedad, en general, no encuentran nuevos cauces para sostenerse y creer. En nuestro pas la prdida de los valores que fundan la identidad como pueblo nos sita ante el ries-go de la descomposicin del tejido social. Como ejemplo, podemos mencionar que nos cuesta mantener la cultura del trabajo y pro-yectarla con coherencia hacia el futuro. Por el contrario, los argentinos nos dejamos tentar por el xito fcil y rpido, lo que fomenta ac-ciones corruptas en todos los niveles, particu-larmente en los dirigentes. Aunque hay ex-cepciones, sobre todo entre los ms humildes, lo comn es que no nos integramos con entu-siasmo a emprendimientos comunitarios que suponen trabajar en equipo, formular proyec-tos en comn y superar individualismos. En nuestras propias comunidades parroquiales a veces vivimos esta dificultad. No es extrao, entonces, que no se advierta conviccin y compromiso en el ejercicio de los deberes ciudadanos, y cada vez es ms raro hallar en-

    ECC 4-6

    JSH 3 y 6

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  • Navega Mar Adentro

    tre nosotros hombres y mujeres con pasin por el bien comn.

    26. En este cuadro desalentador, los grandes medios de comunicacin tienen una gran cuo-ta de responsabilidad. Aunque pueden ser ins-trumentos privilegiados para la transmisin de valores, no han llegado a ser medios efica-ces para la formacin de una nueva sociedad. En manos de grupos de poder y al servicio de intereses econmicos, a veces violan la inti-midad, favorecen la anarqua y publicitan la violencia. Es an ms grave cuando se erigen en jueces que juzgan y condenan, confunden y banalizan hasta lo ms sagrado. En desme-dro de la verdad, relativizan todo y destruyen valores claves para la familia, la educacin y el pueblo.

    EA 72

    27. En medio de esta crisis mundial, es justo reconocer elementos positivos: muchos avan-ces en la ciencia, que inciden en la salud y en la educacin; el aumento de la conciencia so-cial y de iniciativas en la sociedad; una cre-ciente sensibilidad por la ecologa que aviva el compromiso de ser responsables de la tie-rra como casa comn; los medios de comuni-cacin que facilitan el encuentro a pesar de las distancias; la formacin de comunidades regionales y otros organismos de integracin que, como el MERCOSUR, favorecen el pro-greso, el intercambio cultural y la fraternidad entre vecinos; la posibilidad de reconocernos parte de un mundo ms amplio que nuestra propia tierra. Bien orientados, estos y otros valores pueden facilitar una cultura ms hu-mana, potenciando el aporte de los mejores talentos de las personas y comunidades.

    EA 20

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    TMA 46

    28. Mirando al futuro con la esperanza que nos infunde el Espritu Santo, podemos decir que esta crisis es una ocasin providencial para escuchar la llamada de Jess a crecer como Nacin. En nuestra Patria subsisten, a pesar del desgaste social, algunas reservas de valores fundamentales: la lucha por la vida y la defensa de la dignidad humana, el aprecio

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    por la libertad, la constancia y preocupacin por los reclamos ante la justicia; el esfuerzo por educar bien a los hijos; el aprecio por la familia, la amistad y los afectos; el sentido de la fiesta y el ingenio popular que no baja los brazos para resolver solidariamente situacio-nes difciles en la vida cotidiana. Todos ellos son signos de esperanza y nos alientan a pro-clamar una vez ms el estilo de vida que ins-pira y propone el Evangelio de Jesucristo.

    La bsqueda de Dios

    Busquen a Dios mientras se deja

    encontrar

    29. El secularismo actual concibe la vida hu-mana, personal y social, al margen de Dios, y a veces se constata incluso una creciente indi-ferencia religiosa. Sin embargo, por otra parte se percibe una difusa exigencia de espirituali-dad que requiere canales adecuados para pro-mover el autntico encuentro con Dios.

    LPNE 12

    NMI 33

    30. El hambre de Dios que tiene nuestro pue-blo se ve tentado por una oferta masiva de al-gunas sectas que presentan la religin como un mero artculo de consumo, y con acciones proselitistas ganan adeptos al proponer una fe individualista, carente de compromisos socia-les, estables y solidarios, proclamando una mgica intervencin de lo alto que hace pros-perar y sana. Sin embargo, reconocemos que a veces los fieles encuentran en ellas un ali-vio y algunas respuestas que no han recibido en nuestras comunidades.

    RMi 38

    EA 73

    SD 139-

    146

    31. Adems, existen grupos seudo religiosos y programas televisivos que proponen una re-ligin diluida, sin trascendencia, hecha a la medida de cada uno, fuertemente impostada hacia la bsqueda del bienestar y sin expe-riencia de lo que significa adorar a Dios. Ocurre, por lo general, que sorprendidos en la buena fe, y poco formados por la misma Igle-sia, algunos cristianos entran en crculos dif-ciles de abandonar cuando la desilusin o la mentira quedan en evidencia.

    SD 147-

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    32. El pueblo sencillo, que no acepta fcil-mente cambiar de religin, se siente expuesto a que su fe se debilite progresivamente y ceda a la seduccin de sucedneos, acogiendo pro-puestas religiosas alternativas y transigiendo incluso con formas extravagantes de supersti-cin.

    NMI 34

    33. Como un signo alentador la Consulta a las Iglesias particulares y Comunidades cris-tianas puso de relieve la fuerte presencia de la piedad popular en sus variadas expresio-nes. El catolicismo popular hunde sus races en una profunda devocin mariana, en el cul-to a los santos y la oracin por los difuntos. Casi con espontaneidad, une la fe y la vida con gran sentido de fiesta. Si bien las inquie-tudes espirituales de la gente no siempre en-cuentran respuestas atractivas en la Iglesia, cada vez ms personas, movidas por una au-tntica bsqueda de Dios, alimentan su fe en los grupos bblicos, de oracin y en diversos movimientos. Al mismo tiempo, muchos mantienen las vivencias religiosas manifesta-das en la frecuencia de los sacramentos, la vida contemplativa y la espiritualidad vivida en medio de los compromisos temporales.

    EN 48

    DP 444

    SD 36

    EA 16

    JSH 19

    El escndalo de la pobreza y la exclu-sin social

    Es la hora de una nueva imaginacin

    de la justicia y la caridad

    34. Ante la grave situacin actual, permanece el desafo de una justicia demasiado larga-mente esperada, y se hace necesario volver a reafirmar la opcin preferencial por los po-bres, dbiles y sufrientes. La crisis econmi-co-social y el consiguiente aumento de la po-breza tienen sus causas en polticas inspiradas en formas de neoliberalismo que consideran las ganancias y las leyes del mercado como parmetros absolutos en detrimento de la dig-nidad y del respeto de las personas y de los pueblos. En este contexto, reiteramos la con-viccin de que la prdida del sentido de justi-cia y la falta de respeto hacia los dems se han agudizado y nos han llevado a una enor-me situacin de inequidad.

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    35. Un silencioso y justo reclamo se alza de millones de personas en situacin de miseria: hombres y mujeres sin trabajo, nios y fami-lias enteras en la calle, mujeres abandonadas y explotadas, ancianos olvidados y sin protec-cin social. Hoy nos parece normal ver a her-manos nuestros buscando comida entre los residuos. Hemos visto crecer un amargo sen-timiento de desamparo y el pueblo sencillo ha quedado abandonado a su suerte. Mientras la desocupacin no se revierta la pobreza segui-r creciendo y se profundizarn todava ms sus consecuencias trgicas: el colapso en los sistemas de seguridad, salud, educacin y previsin social.

    36. Se ha hecho presente en nuestra Patria la destructiva gravedad de los pecados sociales que claman al cielo: una corrupcin que pare-ce persistir por la impunidad, el descaro de quienes transfieren sus capitales al exterior sin ninguna regulacin del Estado, el quiebre del sistema jurdico unido a la inobservancia de las leyes, la inseguridad y el aumento de la brecha que se abre entre unos pocos privile-giados con grandes posibilidades y la margi-nacin de multitudes excluidas hasta de los mnimos recursos para llevar una vida digna. Lo que antes fue pobreza ahora es miseria.

    EA 56

    EA 60

    37. En la hora presente particular responsabi-lidad les toca a quienes detentan una dirigen-cia poltica, econmica, sindical, cultural y religiosa. Es cierto que a veces falta laborio-sidad, honestidad y empeo en distintos nive-les de la poblacin. Pero ms preocupa que, ante la crisis que afecta a millones de argenti-nos, haya personas y sectores que prosigan compitiendo por espacios de poder y privile-gios. Por otro lado, es evidente la insolidari-dad de algunos grupos que reivindican dere-chos en detrimento de otros. Esta actitud inescrupulosa en una bsqueda desenfrenada de beneficios particulares o corporativos, que

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  • Navega Mar Adentro

    multiplica el nmero de los pobres y exclui-dos, muestra los peores vicios que anidan en nuestro sistema democrtico.

    38. En un pas constituido mayoritariamente por bautizados, resulta escandaloso el desco-nocimiento y, por lo mismo, la falta de vigen-cia de la Doctrina Social de la Iglesia. Esta ignorancia e indiferencia permiten que no po-cos hayan disociado la fe del modo de condu-cirse cristianamente frente a los bienes mate-riales y a los contratos sociales de justicia y solidaridad. La labor educativa de la Iglesia no pudo hacer surgir una Patria ms justa, porque no ha logrado que los valores evang-licos se encarnen en compromisos cotidianos.

    LNQ 9

    39. No obstante, en el seno de la comunidad cristiana siempre surgen talentos creativos que avivan el fuego de una nueva imagina-cin de la caridad. Efectivamente, surgen de modo espontneo, particularmente desde los sectores ms pobres, muchas expresiones de solidaridad con races humanitarias y evang-licas, las que con un voluntariado audaz y sa-crificado van extendiendo redes solidarias, verdaderos puentes de ayuda y cercana entre los que pueden y se conmueven, y los que ne-cesitan y agradecen. Al mismo tiempo, han surgido asociaciones organizadas u ocasiona-les de distinto tipo, en las que los ciudadanos reclaman sus justos derechos. Frente a la inestabilidad e incertidumbre social, tales ex-presiones son una fuente generadora y repara-dora de vnculos sociales, de contencin y de esperanza de justicia.

    NMI 50

    La crisis del matrimonio y la familia

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    El matrimonio y la familia constituyen

    uno de los bienes ms preciosos de

    la humanidad

    40. La fragmentacin presente en nuestra cul-tura llega tambin a las familias. Con singula-res agresiones se encuentra amenazado el ideal de la vida en familia. En algunos casos, este ideal ya no se valora ni se busca, por ig-norancia, desidia o indiferencia. Por otro lado, hace tiempo que en la Argentina se per-cibe una creciente disolucin de la familia que, alentada por una legislacin divorcista y antinatalista, desnaturaliza y deja sin defensas a la institucin ms bsica y slida de la so-ciedad. Todo esto nos desafa a actuar sin am-bigedades ni demoras.

    EA 83

    NMI 47

    41. Ha ganado terreno tambin entre nosotros un modelo que quiere imponerse a travs de ideologas que relativizan el concepto de ma-trimonio y de familia, influyendo en vastos sectores de la sociedad. Entre otras realidades podemos mencionar: ciertas perspectivas de gnero, los nuevos modelos de relacin entre los sexos y de roles de varn o mujer. El cre-ciente nmero de uniones de hecho, las nue-vas parejas de divorciados y otros tipos de convivencia, requieren formas nuevas de aco-gida y atencin pastoral. Por otra parte, entre otros factores, el acentuado individualismo provoca en las familias falta de comunica-cin, superficialidad e intolerancia, cuando no agresin y violencia. Sin proteccin a la minoridad y a la intimidad familiar, los me-dios de comunicacin entran irrespetuosa-mente en los hogares contagiando frivolidad y antivalores, que hieren de mltiples mane-ras a la institucin familiar.

    HV 22

    FC 6

    SD 216-

    221

    42. El desempleo, la creciente pobreza y la marginacin compulsiva de amplios sectores a causa de la crisis econmica, generan des-encuentros, prdida de los vnculos afectivos, distorsin de los roles y llegan hasta disgre-gar el ncleo familiar. Una familia en riesgo, como hoy se la llama, pierde la capacidad de reaccin para ayudar a sus miembros ante los peligros del alcohol, la droga o cualquier vi-cio que comprometa su integridad. Notamos las graves consecuencias de esta ruptura en familias destrozadas, hijos desarraigados, an-

    EA 46

    EA 63

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  • Navega Mar Adentro

    cianos abandonados, nios hurfanos de pa-dres vivos, adolescentes y jvenes desorienta-dos y sin contencin. Reconocemos que no pudimos evangelizar adecuadamente a vastos sectores de nuestro pueblo, y por tanto no po-seen un modelo cristiano claro y fuerte de vida en familia como camino de santidad.

    43. Pero a pesar de todo, percibimos que la familia es un valor apreciado por nuestro pue-blo. El hogar sigue siendo un lugar de en-cuentro de las personas y en las pruebas coti-dianas se recrea el sentido de pertenencia. Gracias a los afectos autnticos de paterni-dad, filiacin, fraternidad y nupcialidad, aprendemos a sostenernos mutuamente en las dificultades, a comprendernos y perdonarnos, a corregir a los nios y a los jvenes, a tener en cuenta, valorar y querer a los abuelos y a las personas con capacidades diferentes. Cuando hay familia, se expresan verdadera-mente el amor y la ternura, se comparten las alegras haciendo fiesta y se solidarizan sus miembros ante la angustia del desempleo y ante el dolor que provoca la enfermedad y la muerte.

    DP 238-

    240

    44. Por el sacramento del Matrimonio, el va-rn y la mujer estn llamados a vivir el miste-rio de la comunin y relacin Trinitaria; ellos se aman en la totalidad de su cuerpo y espri-tu y se hacen una sola carne (Gn 2, 24). Los hijos, frutos de esta relacin, otorgan sentido de plenitud al proyecto matrimonial, pues el llegar a concebir una nueva vida es el don ms maravilloso que Dios hace a la pareja humana. La familia es el mbito cotidiano de los vnculos que permiten el desarrollo inte-gral de las personas. Al asumir el desafo de fortalecer los vnculos familiares, nos hace-mos eco de lo indicado por Juan Pablo II en Al comienzo del nuevo milenio: una atencin particular se ha de prestar tambin a la pasto-ral familiar, especialmente necesaria en me-dio de la crisis generalizada y radical de esta institucin fundamental.

    SD 210-

    215

    NMI 47

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    La necesidad de mayor comunin

    Hacer de la socie-dad una familia

    45. La Iglesia es comunin vital. Los bautiza-dos en el nombre del Padre, del Hijo y del Es-pritu Santo, creemos que Dios es comunin de tres Personas. Participando de esa comu-nin de la Trinidad se sanan, afianzan y pro-mueven los vnculos y la comunin entre no-sotros.

    EA 33

    NMI 43

    46. La Consulta a las Iglesias particulares y comunidades cristianas nos advierte que, por momentos, se vive en el seno de nuestras co-munidades una cierta incapacidad para traba-jar unidos, que a veces se convierte en una verdadera disgregacin. Por consiguiente, se pierden tiempo y esfuerzos en preocupacio-nes pequeas que desgastan las relaciones en-tre los agentes pastorales y restan energas a la causa de la evangelizacin. Del mismo modo, muchas veces nos ha faltado imagina-cin y propuestas para el crecimiento comu-nitario, paralizado por tentaciones que pro-mueven el individualismo, la competencia, el desinters entre las comunidades que, habi-tuadas a pulseadas en el plano de las ideas y palabras, no aciertan en concretar servicios para el bien comn. En este sentido, necesita-mos evaluar con sinceridad y transparencia nuestro modo de ser Iglesia. Es urgente reco-nocer y corregir todo lo que nos ha impedido y aun nos dificulta vivir el espritu de comu-nin que propone el Evangelio, con sus notas de valoracin mutua, respeto de la diversidad, tolerancia, correccin fraterna, sinceridad, ayuda mutua.

    47. La sociedad argentina, tan dispersa y divi-dida, no escapa a esta fragmentacin que daa y destruye los vnculos entre las perso-nas y grupos, hasta afectar las relaciones so-ciales e institucionales. Las viejas antinomias siempre vuelven a aparecer. El desencuentro de los argentinos es una realidad; pero al mis-mo tiempo, se perciben signos saludables que procuran retomar el camino de la unidad per-dida, facilitando espacios de dilogo entre los

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  • Navega Mar Adentro

    diversos sectores que conviven en la plurali-dad de nuestra Patria.

    48. De la Consulta a las Iglesias particulares y comunidades cristianas surge que hay un cierto crecimiento de la unidad en muchas co-munidades cristianas: mayor participacin laical, aumento de la actividad misionera, va-riados grupos de reflexin y de servicio. Mu-chas dicesis han hecho esfuerzos para lograr una planificacin pastoral, acompaada y ani-mada por los Consejos Pastorales. Algunas tambin han comenzado la implementacin del plan Compartir, que implica una profunda catequesis, para suscitar la participacin y ge-nerosidad de muchos en el dar tiempo, talen-tos y dinero. Aqu encontramos un precioso signo de esperanza.

    CMGD 7

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    Captulo III

    EL CONTENIDO DE LANUEVA EVANGELIZACIN

    49. Dejndonos guiar por el Espritu que nos anima, queremos enfrentar los desafos de la realidad con la mirada puesta en Jesucristo. l, que nos lleva al Padre, es el centro de la fe cristiana y el fundamento absoluto de nuestra accin pastoral. El contenido de la Nueva Evangelizacin es Jesucristo, Evangelio del Padre. l es tambin, en sus palabras y actitu-des, el modelo perfecto de todo evangelizador.

    EN 5-7

    SD 27

    EA 67

    NMI 15

    El ncleo del contenido evangelizador

    La Trinidad es el fundamento ms profundo de la dignidad de la persona humana y de la comunin

    fraterna

    50. Hoy, como Iglesia fraterna y misionera, queremos reafirmar el mensaje fundamental. Lo que siempre hemos de destacar cuando anunciamos el Evangelio: JESUCRISTO RESUCITADO NOS DA EL ESPRITU SANTO Y NOS LLEVA AL PADRE. LA TRINIDAD ES EL FUNDAMENTO MS PROFUNDO DE LA DIGNIDAD DE CADA PERSONA HUMANA Y DE LA COMUNIN FRATERNA. Mantenemos la continuidad con el ncleo de las Lneas Pas-torales para la Nueva Evangelizacin, porque el centro de nuestro anuncio es Jesucristo sal-vador, que nos permite encontrarnos con el Padre y el Espritu Santo. Destacamos esta fe en la Santsima Trinidad como ltimo funda-mento de la dignidad humana y del llamado a la comunin con los hermanos, en la familia, en la Iglesia y en la Nacin.

    LPNE 16

    51. En un momento de fuerte desintegracin, la fe en este misterio es un potencial que for-talece, sana y renueva los vnculos entre las personas. Jess, invitndonos a participar de la vida de la Trinidad, hace posible que alcan-

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    cemos nuestra mayor dignidad y una autntica relacin con los dems en la justicia y el amor. La Iglesia, que es signo e instrumento de la ntima unin con Dios y de la unidad de todo el gnero humano, se reconoce como ser-vidora de la dignidad humana y de la comu-nin fraterna en la hora actual de nuestra Pa-tria. Quiere ofrecer este servicio mediante el testimonio renovado de la vida de sus miem-bros, el anuncio de la Palabra con todas sus consecuencias, la celebracin de los Sacra-mentos y la promocin del dilogo con todos. A continuacin, desarrollaremos seis dimen-siones que brotan del ncleo evangelizador que destacamos.

    LPNE 24-

    27

    LG 1

    Dimensiones del ncleo evangelizador

    La Iglesia debe centrar su atencin

    pastoral y su accin evan-

    gelizadora en Jesucristo

    crucificado y resucitado

    a) En Jesucristo brilla una feliz noti-cia

    52. En primer lugar, nos disponemos a con-templar a Cristo, el centro de nuestra fe. As podremos comunicar la feliz noticia del amor de Dios que brilla en su rostro. Cristo es la imagen del Dios invisible (Col 1, 15). En l, sobre todo en la Eucarista, la gloria de Dios se hace cercana. La vocacin y el sentido de la vida de cada hombre consiste en reproducir la imagen del Redentor. Todo ser humano est llamado a transformarse cada vez ms en Cristo, desde el Bautismo hasta la resurrec-cin final. En la persona y en el mensaje de Cristo, siempre han impactado su amor y mi-sericordia, sus exigencias de justicia y frater-nidad, su ejemplo de pobreza y humildad y su testimonio de entrega por todos los hombres.

    53. Jess, hijo y hermano, modelo perfecto del hombre, tiene rostro de adolescente en Naza-reth, de hombre sencillo y trabajador en su al-dea, buen vecino y ciudadano honrado, que quiere a todos, cercano a dbiles, enfermos, extranjeros y pecadores; abierto al dilogo y de una sola palabra; que trata sin distincin y por igual varones y mujeres, abraza a los ni-

    NMI 16

    EN 23

    EA 13

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    os; busca al Padre con confianza y le reza en lo secreto. En su vida manifiesta solidaridad para con todos, tambin con los olvidados, ig-norados y excluidos. Jesucristo es nuestra Buena Noticia. l mismo nos dice: Yo hago nuevas todas las cosas (Ap 21, 5), y nos trae la novedad del Reino de Dios. Por eso, la Nueva Evangelizacin ha de conducir a un en-cuentro con la eterna novedad de Cristo vivo para alcanzar en l vida eterna. La Iglesia en Amrica debe hablar cada vez ms de Jesu-cristo, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre, y prolongar sus actitudes.

    EN 18

    EA 67

    La evangeli-zacin es un llamado a la

    participacin en la comu-

    nin trinitaria

    b) Cristo es el rostro humano de Dios: Padre, Hijo y Espritu Santo

    54. Jesucristo nos revela la vida ntima de Dios, el misterio ms profundo de nuestra fe: que Dios es Padre, Hijo y Espritu Santo. Je-ss nos invita permanentemente a entrar en esa comunin de amor. El corazn religioso e inquieto del hombre busca el rostro de Dios. Muchos en nuestro pueblo podemos identifi-carnos con aquellas antiguas plegarias: Yo busco tu rostro, Seor (Sal 27, 8). Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente, cundo ir a contemplar el rostro de Dios? (Sal 42, 3). En este mundo nadie ha visto jams a Dios, pero Jess ve al Padre y manifiesta su rostro: el que lo ha revelado es el Hijo nico, que est en el seno del Padre (Jn 1,18). Es el Hijo enviado que contempla al Padre y vino para manifestarlo.

    CCE 234

    DM 2

    NMI 23

    55. Adems, el corazn de Jess es para noso-tros la fuente del Espritu Santo. Jess prome-ti enviarlo y dijo: l recibir de lo mo y se lo comunicar a ustedes (Jn 16, 14). Contem-plando a Jesucristo, de l recibimos el don del Espritu Santo. Por la accin del Espritu so-mos renovados a imagen de Jess e incorpora-dos a la vida de la Trinidad. Creemos en la Trinidad tal como Jess nos la ha revelado. Esta fe que recibimos en el Bautismo y confe-samos en el Credo es la fe de nuestro pueblo, que se hace la seal de la cruz en el nombre

    GS 24

    JSH 4

    CCE 221

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  • Navega Mar Adentro

    del Padre, del Hijo y del Espritu Santo. As proclamamos la fe en el misterio del Dios vi-viente.

    Cristo nos re-vela la digni-dad sagrada de cada ser

    humano

    c) Cristo es el rostro divino del hom-bre: la dignidad de todo ser humano

    56. Cristo es tambin el rostro divino del hombre. En su rostro filial se contempla el rostro del hombre que camina hacia el Padre, llamado a su vocacin suprema: la intimidad de la vida trinitaria. Cristo revela al hombre su autntica dignidad como persona. En Cristo, que muestra la misericordia del Padre, se nos manifiesta la verdad, el sentido y la misin de toda persona humana. Nuestro origen, y por tanto, nuestra dignidad estn en Dios, el Padre de Nuestro Seor Jesucristo. Por eso, la fe cristiana es un potencial que sana, afianza y promueve la dignidad del hombre.

    GS 22

    RH 8-10

    DM 1-15

    LPNE 16

    y 26

    57. En el amor manifestado en la cruz, se res-taura la dignidad del hombre, cuya imagen fue herida por el pecado. All descubre el rostro del Padre, que lo ama en su Hijo muy querido. En Cristo, por la accin del Espritu Santo, el hombre es hecho una nueva criatura (2 Cor 4, 17) y su semblante es transfigurado (2 Cor 3, 18). En el rostro de Cristo resucitado recono-cemos el destino eterno y glorioso del hombre peregrino, salvado por l. Cristo es la plenitud final y el sentido ltimo de la vida de todo ser humano. En l, la humanidad alcanza plena-mente su cumbre y la historia su fin. Cono-ciendo este destino de plenitud, los seres hu-manos descubrimos que siempre estamos lla-mados a algo ms y que siempre se nos abren nuevas posibilidades.

    NMI 21

    GS 45

    Si de veras hemos con-templado el

    rostro de Cristo, tene-

    d) El rostro doliente y resucitado de Cristo en el rostro del hombre su-friente 58. Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hom-bre e identificado con los pobres en su encar-nacin y en su cruz. En l, descubrimos con nitidez la dignidad de los pobres, dbiles y su-

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    mos que sa-berlo descu-

    brir en el ros-tro de aque-llos con los

    que l quiso identificarse

    frientes. La fe lleva a reconocer en todo hom-bre, especialmente en el pobre, a un hermano de Cristo. Encontramos al Seor en los rostros de los hermanos que sufren. Tambin lo des-cubrimos en los pecadores, ya que por su en-carnacin, el Hijo de Dios se ha unido solida-riamente con todos. En los pobres resplandece la dignidad absoluta del ser humano. Ellos, vctimas de la injusticia y el desamor, son sa-cramento de Cristo. La pobreza que se ha con-vertido en miseria es una condicin inhumana. Dios no ha hecho al hombre para la miseria. Es una injusticia social. La fe nos ensea que el amor infinito del Padre jams excluye a un ser humano.

    NMI 24-

    28

    GS 22

    RH 14

    SM III,

    2.4

    59. En el ncleo del contenido, hemos confe-sado que la Trinidad es el fundamento ms profundo de la dignidad de cada persona hu-mana. Afirmamos ahora que el rostro del po-bre que sufre es signo elocuente del rostro del crucificado, donde se muestra que la miseri-cordia se hace fuerte en la debilidad. Su resu-rreccin nos ofrece las semillas de una vida ms digna y ms plena. El rostro de Jess nos infunde la confianza necesaria para reconocer-nos pobres y sufrientes. As podemos encon-trarnos con el amor que el Espritu derrama en nuestros corazones. Con ese mismo amor po-demos respetar la dignidad del pobre, del d-bil, del sufriente y del pecador. Cuando igno-ramos al pobre o nos enriquecemos con privi-legios a costa del hambre de muchos, es signo de que necesitamos convertirnos en profundi-dad para poder llegar a contemplar el rostro de Jess.

    LPNE 27

    La Iglesia re-fleja la comu-

    nin que brota de la Trinidad

    e) La comunin eclesial, nacida del corazn de Cristo, es reflejo de la Tri-nidad

    60. La Iglesia es el pueblo de Dios que vive en la presencia de Cristo y lo refleja en el mundo. Es el pueblo congregado por la unidad del Padre, del Hijo y del Espritu Santo. Ella ha de irradiar el misterio de comunin misio-nera que contemplamos en Jess y brota de la

    LG 4

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  • Navega Mar Adentro

    Trinidad. Ella ha nacido de la Alianza nueva que Cristo estableci con su sangre. Amrica Latina, que desde los orgenes de la Evangeli-zacin sell esta Alianza con el Seor, necesi-ta renovarla ahora y vivirla, mediante la gracia del Espritu, con todas sus exigencias de amor, de verdad, de entrega y de justicia. La Iglesia es humilde y feliz servidora de esta ac-cin del Espritu en los pueblos y en sus cultu-ras. Por eso tambin reconocemos la accin de Dios en las culturas de nuestras comunidades aborgenes, buscando una comunin con ellos que se exprese en el respeto, el dilogo y la cercana.

    DP 200

    EA 14

    SD 248, 1

    61. La santidad de la Iglesia brilla en todo su esplendor en el rostro de Mara, los santos y los mrtires. Tambin se manifiesta en el amor ejemplar, sacrificado, heroico y escondi-do de tantos varones y mujeres que peregrina-mos sobre esta tierra. En la figura de la Madre junto a la cruz con un grupo de fieles, se sim-boliza la misericordia entraable de Dios, que vibra en el corazn materno ante el dolor del Hijo y de todos los hijos. Tambin se refleja la dignidad de las personas sostenidas por Dios, que en la adversidad se mantienen unidas de pie, con esperanza. Mara, como Madre de muchos hermanos, fortalece los vnculos fra-ternos entre todos y ayuda a que la Iglesia se experimente como familia. En Mara brilla la dimensin maternal y familiar de la Iglesia, que debe dar espacio a todos, promoviendo a las mujeres. Ellas, en nuestra Patria, son quie-nes comunican la vida, y las que ms sostie-nen y promueven la fe y los valores.

    DP 74 y

    265

    EA 15

    DM 9

    DP 294

    LPNE 28

    JSH 22

    SD 106

    62. La vocacin a la comunin del pueblo de Dios es un llamado a la santidad comunitaria y a la misin compartida, que slo son posi-bles por la accin del Espritu. Toda la Iglesia y todos en la Iglesia estamos llamados a for-mar comunidades santas y misioneras. En la misin, la Iglesia anuncia a Jesucristo y a su Reino; abraza a los hombres y mujeres de to-dos los pueblos y culturas y se encarna en cada Iglesia particular. El obispo, miembro

    RMi 90

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  • Navega Mar Adentro

    del Colegio episcopal y en comunin con el Papa, con la cooperacin de los presbteros y la ayuda de los diconos, religiosos, religiosas y otros agentes pastorales, tiene por misin servir al pueblo de Dios. Mediante la predica-cin de la Palabra, la santificacin a travs de los sacramentos, especialmente de la Eucaris-ta, y los gestos de atencin pastoral, tiene el deber de conducir hacia una comunin orgni-ca la diversidad de vocaciones, carismas y mi-nisterios. Slo as, creciendo en la unidad que se vive en la diversidad y en la variedad que busca la comunin, cada Iglesia particular po-dr reflejar la vida de la Trinidad.

    LG 13

    EA 36

    63. La comunin encarna y manifiesta la esen-cia del misterio de la Iglesia. Para responder a los desafos descriptos en el captulo segundo y ser un signo transparente del rostro de Cris-to, el pueblo de Dios ha de ser una casa y una escuela de comunin al servicio de la unidad de toda la familia humana. Esto ha de expre-sarse en mejores estructuras de comunin, en la superacin de indiferencias y enemistades, en el dilogo maduro y en la prctica del com-partir los bienes. Este principio de comunin incluye el dar hasta que duela y ha de im-pulsarnos, cada vez ms, a compartir la multi-forme gracia de Dios (1 Pe 4, 10) en favor de la obra evangelizadora de la Iglesia.

    NMI 143

    CMGD 1-

    2

    64. Por otra parte, la misin exige una comu-nin pastoral y misionera entre todas las Igle-sias locales de la Patria. As, el conjunto de nuestras dicesis manifestar mejor el rostro de la Iglesia como comunin misionera que refleja la comunin de la Trinidad. Porque la Iglesia es sacramento universal de salvacin. Evangelizar es la alegra y la tarea permanente del pueblo de Dios. Slo una autntica con-versin puede sostener este camino fraterno. Todos en la Iglesia, hemos de avanzar en este esfuerzo de incesante conversin al Seor y a su Evangelio. Imaginamos para el tercer mile-nio en nuestra Patria, el rostro de una Iglesia que se renueva constantemente en el espritu del Evangelio, para inspirar toda la accin

    EA 37

    NMI 3

    CMGD 5

    EA 26-28

    UR 6

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  • Navega Mar Adentro

    evangelizadora y misionera de las comunida-des cristianas.

    La Santsima Trinidad es

    fuente, modelo y fin de toda forma de co-

    munin huma-na

    f) La comunin de la Trinidad, funda-mento de nuestra convivencia social

    65. El existir con otros y el vivir juntos, no es el fruto de una desgracia a la que haya que re-signarse, ni un hecho accidental que debamos soportar; ni siquiera se trata de una mera es-trategia para poder sobrevivir. Toda la vida en sociedad tiene para las personas un fundamen-to ms hondo: Dios mismo. La Santsima Tri-nidad es fuente, modelo y fin de toda forma de comunin humana. A partir de la comunin trinitaria hemos de recrear los vnculos en to-das las comunidades: a nivel familiar, vecinal, provincial, nacional e internacional. En el di-logo y en el intercambio libre de dones, ani-mado por el amor, se construye el nosotros de la comunin solidaria.

    ICN 59-68

    JSH 5

    66. La persona humana es esencialmente so-cial. Para ella, vivir es convivir. La familia es la primera comunidad humana, el origen natu-ral y la clula bsica de la vida social. Las asociaciones intermedias se constituyen libre-mente en torno a un bien comn particular. La Nacin es una realidad cultural y poltica, en la que muchos hombres se vinculan por mu-chos bienes pero, sobre todo, por compartir una misma historia y una misma cultura. El mundo es la gran familia humana formada por todos los pueblos de la tierra. Queremos se-guir buscando y gozando la alegra de vivir y el gusto de convivir, ya que la dignidad del ser humano resplandece en su capacidad de amar y ser amado con estabilidad en la familia y en toda la sociedad.

    ICN 60

    ICN 149

    ICN 77

    67. Dado que la crisis deteriora los vnculos sociales, se hace necesario que, con imagina-cin y creatividad, todos participemos en la tarea de reconstruirlos, sea en la familia, que es el fundamento de la sociedad, en el barrio, el municipio, el trabajo o la profesin. Urge

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  • Navega Mar Adentro

    regenerar una convivencia social justa, digna, honesta y fraterna, que sostenga un sistema poltico y econmico basado en la verdad, la justicia, la libertad, la equidad y la solidari-dad. Esto implica rehacer los vnculos y recu-perar la poltica como servicio al bien comn, lo cual ayudar a fortalecer el sistema demo-crtico. Somos prjimos cuando nos hacemos cercanos, nos miramos con ternura y nos ayu-damos generosamente los unos a los otros, so-bre todo, cuando estamos heridos. Aprende-mos a caminar juntos si asumimos las crisis de nuestros vnculos como un llamado de Dios para convertirnos, a fin de ser ms unidos y solidarios, volvindonos ms familia y ms pueblo. De esta manera, podremos reflejar mejor esa comunin maravillosa que reina en-tre el Padre, el Hijo y el Espritu Santo.

    ICN 108-

    131

    DP 211-

    219

    68. Despus de contemplar el misterio de la Trinidad y hacer memoria de sus exigencias para nuestras vidas, pedimos al Espritu que siempre podamos reconocer la verdad con hu-mildad. As llevaremos adelante con convic-cin y ardor la profunda renovacin pastoral que requiere la Nueva Evangelizacin de nuestra Patria.

    SD 30

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    Captulo IV

    CRITERIOS PASTORALES COMUNES

    69. Luego de explicitar el contenido y antes de destacar algunas acciones, es oportuno de-tenernos en formular cuatro criterios pastora-les bsicos que permitan delinear un estilo evangelizador comn a todos. La ntida asun-cin de estos criterios por parte de los agentes evangelizadores, no es slo una exigencia or-ganizativa sino la forma de realizar la comu-nin misionera de la Iglesia en la Argentina.

    LPNE 5

    EA 37

    La pastoral ordinaria y orgnica dioce-sana

    La pastoral orgnica ex-

    presa el ser de la Iglesia:

    comunin y misin

    70. Estamos llamados a trabajar tenazmente en nuestras dicesis para que el nico progra-ma del Evangelio y el proyecto de Dios sea el centro de la vida de cada comunidad eclesial. La Iglesia de Jesucristo subsiste y se encarna en cada Iglesia particular, donde se encuen-tran todos los elementos eclesiales necesarios para la santificacin y la misin de cada cris-tiano y de todas las comunidades. Es tarea ur-gente de cada dicesis, presidida por el obispo como pastor, lograr que la fuerza viva de Je-sucristo y de su Evangelio llegue hasta el lti-mo rincn del territorio y a todos sus sectores y ambientes, evangelizando la cultura. Pero esto slo es posible con la colaboracin de todo el presbiterio, la ayuda de los diconos, la riqueza de las comunidades consagradas con sus carismas, y la participacin activa de todos los fieles laicos. As la Buena Noticia podr incidir en la sociedad y en la cultura de este tiempo y de cada grupo humano. Tene-mos por delante la apasionante tarea de hacer renacer el celo evangelizador, en el horizonte exigente y comprometido de la pastoral ordi-

    CD 11

    SD 55-57

    EA 55

    NMI 29

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    naria. Pero este acento, no significa que cada uno realice sus tareas al margen del resto, sino que desarrolle su misin de un modo armni-co e integrado en el proyecto pastoral de la dicesis que surja de un camino de variada participacin: es la llamada pastoral orgnica.

    71. Para lograrlo se requiere activar, potenciar y enriquecer las estructuras de dilogo y parti-cipacin en cada Iglesia particular, que pro-duzcan planes donde todos se sientan incorpo-rados. Destacamos aquellos organismos ecle-siales previstos en el derecho: los Consejos Presbiterales, los Consejos Pastorales y de Asuntos Econmicos, y dems estructuras constituidas para favorecer la actividad pasto-ral. Con el auxilio de Asambleas del pueblo de Dios y, tambin, mediante oportunos Sno-dos diocesanos, u otras formas de consulta y participacin, deseamos buscar el proyecto de Dios para nuestras Iglesias particulares. Invi-tamos a todas las fuerzas apostlicas: parro-quias, comunidades religiosas, colegios y uni-versidades, instituciones, asociaciones, movi-mientos, grupos y organizaciones laicales, a sentirse llamadas a hacer su aporte, integrn-dose activamente en la pastoral orgnica de la dicesis, desde su identidad y funcin espec-ficas.

    NMI 44-

    45

    SD 58-64

    SD 102

    LPNE 45

    72. Para asegurar la vitalidad de esta pastoral ordinaria y orgnica sobre todo hemos de re-tomar con energa el proceso de la reforma y conversin de nuestras parroquias. Cada pa-rroquia ha de renovarse en orden a aprovechar la totalidad de sus potencialidades pastorales para llegar efectivamente a cuantos le estn encomendados. Con todos sus organismos e instituciones, ha de asumir decididamente un estado permanente de misin, en primer lugar dentro de su propio territorio, dado que la pa-rroquia es para todos los que integran su juris-diccin, tanto para los ya bautizados como para los que todava ignoran a Jesucristo, lo rechazan o prescinden de l en sus vidas.

    EA 41

    LPNE 43-

    44

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    Un camino integral de santidad

    No podemos ser peregrinos

    del cielo, si vivimos como fugitivos de la

    ciudad terrena

    73. La santidad es la perspectiva en la que debe situarse todo camino pastoral. La tarea de la Iglesia se orienta a llamar a todos a al-canzar la santidad en plenitud. Tal plenitud se va edificando por medio de los sacramentos de iniciacin cristiana: Bautismo, Confirma-cin y Eucarista. La santidad de nuestras co-munidades, con sus expresiones de piedad, amable bondad en el trato, disponibilidad ge-nerosa y fervor evanglico, es lo que ha de sostener y potenciar las actividades propias de la pastoral ordinaria.

    NMI 30-

    31

    EA 30-31

    74. Por otra parte, todo camino integral de santificacin implica un compromiso por el bien comn social. Se trata de presentar el anuncio de Jesucristo, Seor y Salvador, con valenta, audacia y ardor testimonial, inte-grando mejor en la accin pastoral la opcin por los pobres, la promocin humana y la evangelizacin de la cultura. Nunca hemos de separar la santificacin de los compromisos sociales. Estamos llamados a una felicidad que no se alcanza en esta vida. Pero no pode-mos ser peregrinos al cielo si vivimos como fugitivos de la ciudad terrena.

    RMi 52-60

    SD 287-

    303

    EA 110

    Todos sujetos y destinatarios de la ta-rea evangelizadora

    Todo el pue-blo de Dios es sujeto y agen-te de la Nueva

    Evangeliza-cin

    75. Hemos de insistir en el protagonismo de todos y cada uno de los bautizados, especial-mente de los laicos y laicas, favoreciendo su activa participacin en las distintas instancias de las acciones pastorales: no slo en la fase de ejecucin, sino tambin en la planificacin, en la celebracin y en la metdica evaluacin. Hemos de ingeniarnos para facilitar que en las actividades evangelizadoras tambin se inte-gren los nios y los ancianos.

    ChL 28

    LPNE 38

    76. Reconocemos el potencial misionero de todo el pueblo bautizado como protagonista, no slo destinatario, de la Nueva Evangeliza- SM VI

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    cin. Para ello, es de primera importancia atender a la religiosidad de nuestro pueblo, no slo asumindola como objeto de evangeliza-cin sino tambin, por estar ya en alguna me-dida evangelizada, como fuerza activamente evangelizadora. Valoramos y queremos acom-paar el actuar misionero espontneo y habi-tual del pueblo de Dios. Hay una bsqueda de Dios que se percibe en las manifestaciones de la piedad popular, que otorga identidad cultu-ral a nuestro pueblo y es transmisora de ver-dadera fe catlica.

    DP 396

    DP 450

    NMI 40

    77. Deseamos encontrar los modos de llegar a todos los bautizados, propiciando su insercin cordial en la vida de la Iglesia, porque la ma-yor parte de los bautizados no han tomado plena conciencia de su pertenencia a la ella. Se sienten catlicos, pero no siempre miem-bros de la Iglesia. Procuraremos hacernos pr-jimos de los excluidos de la historia para in-troducirlos en la misma experiencia que nos ha cambiado la vida. La Nueva Evangeliza-cin implica un esfuerzo por salir al encuentro de todas las mujeres y varones de nuestros ambientes, especialmente de los que se sien-ten ms alejados, all donde se hallan y en la situacin en la que se encuentran, para ayu-darles a experimentar la misericordia del Pa-dre.

    DP 462

    SD 96

    Un itinerario formativo gradual

    Respetuosos de los proce-

    sos de las per-sonas y comu-

    nidades

    78. La tarea evangelizadora ha de tener en cuenta la cotidiana experiencia de la gente, lo que viven las personas, sus inquietudes, sue-os, expectativas y preocupaciones que vibran en sus corazones. Son innumerables los acon-tecimientos de la vida y las situaciones huma-nas que ofrecen la ocasin de anunciar, de modo discreto pero eficaz, en respetuoso di-logo con la cultura, lo que el Seor desea co-municar en una determinada circunstancia. Es necesaria una verdadera sensibilidad espiri-

    EN 43

    ChL 4-9

    PDV 10

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    tual para llegar a leer el mensaje de Dios en los acontecimientos que son signos de los tiempos.

    79. Insistimos en la necesidad de una autnti-ca pedagoga de la santidad que la presente como un ideal atractivo, posible con la ayuda de la gracia, en cada momento de la existencia personal. As se promover un itinerario de formacin permanente para la maduracin de la fe. Al proponer este ideal, queremos estar atentos a las situaciones y a los procesos de las personas y comunidades. Aunque los prin-cipios morales han de ser siempre propuestos y defendidos con claridad, el crecimiento es-piritual y el desarrollo de la conciencia moral son procesos graduales, generalmente lentos, en los que la gracia de Dios trabaja con la li-bertad dbil del hombre, sin violentarla. Se trata de una libertad llena de condicionamien-tos que, en determinadas circunstancias, pue-den disminuir la responsabilidad de las accio-nes. No obstante tales condicionamientos, el Espritu Santo quiere hacernos crecer en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Por con-siguiente, no podemos renunciar al deber de formar pacientemente las conciencias, de ma-nera que los corazones humanos acepten la verdad y la ley de Dios, alcanzando as su li-beracin ms ntegra.

    NMI 31

    LPNE 51-

    53

    FC 6

    HV 19

    FC 34

    FC 9

    CCE 1735

    VC 3.5

    VS 42

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    Captulo V

    ACCIONES DESTACADAS

    La primaca de la gracia en una pasto-ral orgnica centrada en la santi-dad

    La santidad es ms que nun-ca una urgen-

    cia pastoral

    80. Nuestras Iglesias particulares estn llama-das a renovarse en el camino de la santidad comunitaria, integral y misionera que anime la actividad pastoral ordinaria en forma ms creativa y orgnica. Esto implica reconocer el primado de la accin de la gracia en la vida pastoral, porque nosotros sembramos, rega-mos, cultivamos y cosechamos, pero es Dios el que hace crecer (1 Cor 3, 7). Reconocer la primaca de la accin de la gracia de Cristo implica alentar una renovada escucha de la Palabra de Dios en la oracin, de modo tal que sepamos alimentarnos de ella para ser sus ser-vidores en el compromiso de la evangeliza-cin.

    SD 31-32

    CCE 2177

    EE 41-42

    NMI 30

    NMI 38

    NMI 39

    NMI 40

    81. La accin pastoral de la Iglesia se alimen-ta en la fuente de la vida divina y alcanza su expresin ms plena y bella en la liturgia. Por consiguiente, nuestras celebraciones han de expresar el profundo sentido trascendente y religioso de la vida pastoral sobre todo en la Eucarista, que es fuente y culmen de toda la evangelizacin. En efecto, compartida espe-cialmente en el da del Seor, es la fiesta pas-cual de la comunidad cristiana y el manantial de su servicio evangelizador. En la celebra-cin de este sacramento, la Iglesia acrecienta la comunin con Dios y entre sus miembros: Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aun-que somos muchos, formamos un solo Cuerpo (1 Cor 10, 17). La homila, que celebra y ac-tualiza la Palabra proclamada en la Misa, tiene un fuerte potencial evangelizador.

    SC 10

    PO 5

    DD 7

    CCE 2177

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    82. Proponemos, a continuacin, tres acciones destacadas que expresan la viva conciencia de la primaca de la gracia y el compromiso res-ponsable que como Iglesia en la Argentina queremos asumir para dar respuesta de mane-ra orgnica a los cinco desafos descriptos en el captulo segundo. Destacamos tres acciones que, por sus caractersticas abarcativas y en-globantes, son potencialmente muy evangeli-zadoras y tienden a alcanzar al mayor nmero posible de personas. A travs de tales acciones procuraremos responder transversalmente a los cinco desafos, de un modo integral y complementario. Cada Iglesia particular habr de traducirlas en programas e iniciativas con-cretas conforme a sus necesidades y a sus po-sibilidades pastorales.

    LPNE 47

    1. Hacer de la Iglesia casa y escuela de comunin

    La caridad es el alma de la santidad y se manifiesta en la comunin

    83. Desde el umbral del tercer milenio, el Papa nos invita a hacer de la Iglesia casa y escuela de comunin. Por tanto, el gran de-safo de nuestras dicesis consiste en abrir es-pacios de encuentro, reflexin y fiesta, en ge-nerar un ambiente clido donde todos los bau-tizados puedan vivir los diversos carismas con verdadero y fecundo espritu de caridad, de verdad y de unidad en la diversidad, en plena comunin con el obispo que preside. Esto sig-nifica, en concreto, recrear los espacios ecle-siales habituales para hacerlos suficientemente acogedores y atrayentes: familias, comunida-des parroquiales, instituciones educativas, co-munidades de consagradas y consagrados, asociaciones, pequeas comunidades y movi-mientos. Al mismo tiempo es necesario que todos se sientan llamados e impulsados a par-ticipar armnicamente en la misin de cada Iglesia diocesana. Solo as la Esposa de Jesu-cristo resucitado, con el cautivante aroma de su testimonio de santidad comunitaria, ser un signo vivo y creble en medio de nuestra so-ciedad, y prenda alegre y humilde de reconci-liacin, dilogo y encuentro.

    NMI 42

    NMI 43

    LPNE 30

    LPNE 35

    SD 54

    CCE 826

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    84. Antes de programar iniciativas concretas, es necesario promover una espiritualidad de comunin. Se trata de un principio educativo, un camino espiritual. Tiene su punto de parti-da en una actitud del corazn del varn y de la mujer que contempla el misterio de la Trini-dad, manifestado en Jesucristo, reconoce su luz y su huella en los seres humanos y es ca-paz de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo mstico como alguien que le pertenece, valorando todo lo bueno que Dios ha sembrado en l y dndole espacio en su propia vida. Desde una espiritualidad de comunin, toda obra pastoral se hace ms ver-dadera y audaz, busca la raz de su inspiracin evanglica y se proyecta confiada para res-ponder a las profundas esperanzas del mundo.

    NMI 43

    EA 33

    NMI 43

    85. Una autntica espiritualidad de comunin nace de la Eucarista. Ella colma con sobrada plenitud los anhelos de unidad fraterna que al-berga el corazn humano. No es casual que el trmino comunin se haya convertido en uno de los nombres especficos de este sublime sa-cramento. Del mismo modo, esta actitud del corazn se alimenta en la escucha constante de la Palabra de Dios, en la liturgia dominical, en la celebracin gozosa del sacramento del perdn, en la oracin personal y en la misma vida comunitaria con todas sus exigencias.

    DD 34-37

    NMI 35-36

    EE 24

    EE 34

    86. La espiritualidad de comunin requiere de espacios originales e instituciones creativas, donde se eduque en la convivencia humana, con un estilo cordial y respetuoso. En primer lugar, la casa de familia, cuando sus miem-bros viven la fe cristiana, se convierte en pe-quea Iglesia domstica. De este santuario nace la vida y es aceptada como don de Dios y es el lugar privilegiado donde los bautizados reciben la fe de los padres y abuelos, viven su primera experiencia de comunin con el Dios Trino y aprenden a compartir generosamente sus vidas con los hermanos. Por tanto, una pastoral ingeniosa y oportuna, que anime a las familias a perseverar en su vocacin educado-

    LPNE 36

    M 3, 19

    EA 46

    SD 214

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    ra, garantiza la mejor escuela para iniciar a los hombres en el arte superior de la comunin en la Iglesia y en la sociedad. Para esto, tambin la pequea Iglesia domstica, como la gran Iglesia, tiene necesidad de ser evangelizada continua e intensamente. De ah deriva su de-ber de educar permanentemente en la fe y en el amor.

    LG 11

    FC 55

    87. Es necesario, adems, crecer en el sentido de pertenencia a la Iglesia particular con sus diversas estructuras de comunin organizada, donde se realiza y manifiesta la Iglesia univer-sal. Para adelantar en este camino de comu-nin eclesial, es imprescindible una sabia pla-nificacin y programacin pastoral que sume, integre y brinde orientacin coherente a tantos esfuerzos que se vienen realizando en las Di-cesis del Pas. Del mismo modo, aspiramos tambin a crecer en la pastoral orgnica tanto a nivel regional como nacional. As, mediante una creativa renovacin de la pastoral ordina-ria, la Iglesia en la Argentina estar ofrecien-do un invalorable servicio a la Patria: el testi-monio de la comunin con la Trinidad a la que todos estamos llamados.

    DP 645-647

    SD 55-60

    NMI 45

    LPNE 35

    EA 37

    88. A partir de la comunin dentro de la Igle-sia, la caridad se abre por su naturaleza al ser-vicio universal, proyectndonos hacia la prc-tica de un amor activo que incluya a todos los excluidos. La caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras. Un lugar privilegiado donde la Iglesia se hace casa y escuela de co-munin es Caritas. Al unir en su accin, de un modo indisoluble y estable, las exigencias de la asistencia, la promocin y la evangeliza-cin, es la organizacin de la caridad eclesial que expresa de modo concreto el amor prefe-rencial a los pobres y es agente de transforma-cin de la sociedad. En la medida que canali-zamos nuestra solidaridad efectiva en forma orgnica e institucional, hacemos ms verda-dera la expresin: Caritas somos todos.

    NMI 42

    LPNE 59

    NMI 49

    NMI 50

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    89. La comunin de las personas y las comu-nidades se logra tambin mediante el espritu y la prctica de poner en comn los bienes, con nuevas estructuras de participacin y soli-daridad. La colecta Ms por Menos es un sig-no muy valioso. En este marco queremos afianzar el desarrollo del plan Compartir, una accin apostlica iniciada con la carta pastoral Compartir la multiforme gracia de Dios sobre el sostenimiento de la obra evangelizadora de la Iglesia en la Argentina. Hemos de procurar que este proyecto, que exige un cambio de mentalidad, avance mediante una adecuada y perseverante catequesis. Llevar adelante este proceso requiere un cambio de mentalidades, actitudes y prcticas. La reforma econmica de la Iglesia ha de pasar necesariamente por la conversin al Evangelio de Jess.

    CMGD 4-6

    CMGD 7-17

    2. Acompaar a todos los bautizados hacia el pleno encuentro con Jesucristo

    La caridad pastoral de la

    Iglesia tiene la misin de

    conducir a sus hijos hacia

    una ms plena comunin

    90. La iniciativa del Bautismo proviene de Dios, que, en una libre y amorosa eleccin, no deja de inspirar a las familias, especialmente las ms humildes, el pedirlo con gozo a la Iglesia para sus hijos recin nacidos. Con ma-tices en distintas zonas de nuestro pas, pode-mos decir que una gran mayora de los argen-tinos estn bautizados. Sin embargo, en los l-timos aos se percibe una disminucin en la cantidad de nios que reciben este sacramen-to. Esta realidad se hace ms evidente en los centros urbanos de las grandes ciudades. Nuestra accin pastoral habitual llega a aten-der un porcentaje pequeo de los bautizados. La Nueva Evangelizacin se dirige, primaria y principalmente, a los bautizados no practican-tes que todava no se sienten Iglesia, pero tie-nen derecho a recibir de ella la plenitud del Evangelio y de la gracia de Jesucristo.

    LPNE 48-50

    ChL 34

    RMi 33

    91. Es un hecho alentador y un regalo de Dios, que un gran nmero de bautizados ex-presan su fe catlica mediante los gestos de la

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    piedad popular, con hondo sentido de la tras-cendencia, y de esta forma mantienen su vn-culo con la Iglesia catlica. Casi connatural-mente expresan una profunda vivencia de cri-terios que provienen del Evangelio, encarna-dos en espontneas muestras de solidaridad: muchas veces compartiendo lo poco que tie-nen; cuidando y atendiendo a los enfermos y a los ms dbiles; haciendo causa comn ante las injusticias y las postergaciones; organizn-dose para aliviar la dolorosa realidad del ham-bre y la indigencia. No obstante la vigencia de estos valores, por los peligros a la que est ex-puesta la fe sencilla de nuestra gente, es nece-sario orientar los esfuerzos pastorales para que cada bautizado pueda vivir plenamente su dig-nidad de hijo de Dios y, aun en medio de una existencia muy dura, experimente la alegra de pertenecer a la Iglesia.

    DP 413

    EA 16

    DP 448

    EN 48

    92. La caridad pastoral de la Iglesia, que entre sus recursos cuenta con una gradual pedago-ga, tiene la misin de conducir a sus hijos ha-cia una cada vez ms plena vida cristiana. En efecto, muchos no participan en la vida de las comunidades cristianas, debilitndose su sen-tido de pertenencia y el crecimiento en la fe. Ante esta realidad de fragilidad espiritual, cada vez ms acentuada, tenemos que poner un particular empeo para que, mediante un vigoroso anuncio del Evangelio, ningn bauti-zado quede sin completar su iniciacin cristia-na, facilitando la preparacin y el acceso a los sacramentos de la Confirmacin, la Reconci-liacin y la Eucarista. Con suave pero firme persuasin pastoral, hemos de invitar a parti-cipar de una vida cristiana que se distinga por el arte de la oracin, y ponga su mirada en al-canzar la plenitud de la participacin eucars-tica, sobre todo en la celebracin dominical. En tal sentido, las familias, parroquias, cole-gios, movimientos y otros organismos eclesia-les, han de ofrecer los mbitos concretos don-de los bautizados puedan nutrirse de la Pala-bra de Dios y descubrir fcilmente la atrayen-te belleza del seguimiento de Cristo en sus di-versas manifestaciones. Todos los esfuerzos,

    EA 34

    LPNE 30

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    NMI 32

    JEP 50-66

    CFL 61

    CT 22-23

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    mediante la implementacin del itinerario ca-tequstico permanente y el asiduo recurso al Catecismo de la Iglesia Catlica, han de diri-girse a una renovacin de la catequesis para que cada uno de los bautizados experimente cada vez mejor la presencia y cercana de Cristo vivo en su Iglesia en la participacin en el Sacrificio eucarstico.

    EE 22

    93. Cuando el seguimiento de Jess se profun-diza y fortalece, son numerosos los frutos de conversin y santidad. As se abren para la Iglesia enormes posibilidades en el campo de la pastoral vocacional, porque las personas se disponen con mayor prontitud a la obediencia de la fe (Rom 1,5), y por tanto, a escuchar la voluntad de Dios que invita personalmente a cada uno a ser testigo de la propia fe y a ocu-par su lugar irreemplazable en la evangeliza-cin. Una pastoral de la espiritualidad bautis-mal ha de complementarse con los esfuerzos que actualmente realizan la pastoral de juven-tud y vocacional, y priorizarlas en el orden de la accin. Las vocaciones son un don de Dios, una manifestacin de su iniciativa de amor. Surgen ante todo entre los nios y jvenes de las comunidades de fe: en la familia, en la pa-rroquia, en las escuelas catlicas y en otras comunidades, en las que se experimenta la vida de la Iglesia.

    NMI 46

    94. En esta accin destacada queremos indi-car dos acentos complementarios:

    a) Acoger cordialmente a quienes se acer-can a nuestras comunidades: algunos cristia-nos participan en diversas celebraciones y as expresan su sentido de pertenencia a un pue-blo que vive y celebra la fe comunitariamente. Otros se acercan ms ocasionalmente a solici-tar algn servicio pastoral o asistencial. Am-bas son oportunidades invalorables para ofre-cer el rostro cordial de la Iglesia y aprovechar-las como lo que son: encuentros privilegiados para la evangelizacin. Resaltar su importan-cia y con espritu de acogida valorar esos en-cuentros, abre las puertas a un proceso de in-

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    sospechables consecuencias para la vida cris-tiana.

    b) No podemos contentarnos con esperar a los que vienen: Dios tom la iniciativa de nuestra salvacin, amndonos primero. Por tanto, imitando al Buen Pastor que fue a bus-car a la oveja perdida, una comunidad evange-lizadora se siente movida continuamente a ex-pandir su presencia misionera en todo el terri-torio confiado a su cuidado pastoral y tambin en la misin orientada hacia otros pueblos. Para ello, cabe destacar la importancia de las misiones populares y de los misioneros de manzana; la creacin de comunidades de base y de grupos de oracin en las casas; la multi-plicacin de capillas, centros de culto y de ca-tequesis; los movimientos eclesiales. Otra ma-nera de llegar a todos puede canalizarse a tra-vs de una pastoral sectorial que ayude a vivir la fe en los lugares de trabajo, de estudio, de recreacin y deportes. Ambientes importantes como los que ofrecen los medios de comuni-cacin social tambin han de ocupar esmerada atencin por parte de los agentes de pastoral.

    LPNE 31

    NMI 56

    EA 74

    LPNE 45

    EA 72

    3. Iglesia servidora para una sociedad responsable y justa

    Desarrollar las actitudes

    propias de ciudadanos

    responsables

    95. El primer servicio que la Iglesia hace a los hombres es anunciar la verdad sobre Jesucris-to. La crisis es para la Iglesia un gigantesco desafo ante la impostergable tarea de prose-guir realizando la Nueva Evangelizacin. Ella nos exige responder con todos los esfuerzos que sean necesarios para lograr la incultura-cin del Evangelio, que propone una verdad sobre el hombre, que implica un estilo de vida ciudadano comprometido en la construccin del bien comn.

    NMI 58

    96. En esta perspectiva se concreta la cosmo-visin cristiana del hombre y del mundo. Apa-rece en toda su riqueza el humanismo cristia-no que permite generar la civilizacin del amor, fundada sobre valores universales de paz, verdad, solidaridad, justicia y libertad,

    LPNE 58

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    que encuentran en Cristo su plena realizacin. Una conversin es incompleta si falta la con-ciencia de las exigencias de la vida cristiana y no se pone el esfuerzo de llevarlas a cabo. Esto implica una formacin permanente de los cristianos, en virtud de su propia vocacin, para que puedan adherir a este estilo de vida y emprender intensamente sus compromisos en el mundo, desarrollando las actitudes propias de ciudadanos responsables.

    NMI 52

    97. Para lograr este servicio educativo a nues-tra sociedad hemos de centrarnos en dos insti-tuciones: la familia y la escuela-universidad. Adems, destacamos la Doctrina Social de la Iglesia como el mejor medio para encarnar los principios evanglicos en la compleja realidad cultural, poltica, social, ecolgica y econmi-ca.

    a) La familia: pequea Iglesia domstica don-de los padres, mediante la palabra y el ejem-plo, transmiten los valores de la fe y las fun-damentales reglas de convivencia entre los hombres, es una autntica escuela de humani-dad. Cumpliendo su vocacin y misin puede educar en las virtudes el corazn de los hijos. Aun golpeada, la familia sigue siendo un m-bito de contencin y apoyo ante el dolor de sus miembros. La Nueva Evangelizacin re-quiere destacar la centralidad de la familia y desplegar una pastoral familiar que sirva de ayuda en la fragilidad, a la vez que anime pro-gramas y proyectos en orden a una accin pre-ventiva y educativa. Esto se orienta a que los esposos vuelvan a fortalecer sus lazos afecti-vos y existenciales, y as, recuperando la auto-ridad moral, transmitan a sus hijos la fe cris-tiana y los valores fundamentales, mediante el lenguaje y los gestos domsticos del amor y la sencillez. Para ello ser necesario implemen-tar caminos de seguimiento evangelizador a los padres que llevan sus hijos a bautizar, y afianzar las diversas formas de catequesis fa-miliar. Ante un clima de violencia generaliza-do, que suele comprometer la misma estructu-ra familiar, se habr de velar para que siga

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    NMI 47

    DPF 107

    SD 214

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    siendo el lugar ms apto donde educar en la pasin por la paz.

    b) La escuela y la universidad: el mundo de la educacin es un campo privilegiado para pro-mover la evangelizacin de la cultura y la in-culturacin del Evangelio. No podemos me-nos que alentar a quienes trabajan en la pasto-ral educativa de la Iglesia, que desde el naci-miento de nuestra Nacin siempre estuvo al servicio de la educacin en la escuela pblica, sea de gestin estatal, privada o confesional-mente catlica. Destacamos como decisiva ac-cin pastoral el procurar que ningn educando egrese de nuestras instituciones sin una conve-niente cosmovisin cristiana: sin haber inte-riorizado un amor y una fe firmes en Jesucris-to, junto a un activo sentido de participacin y pertenencia a la Iglesia, unidas a un compro-miso personal y solidario para construir una Patria de hermanos.

    c) La Doctrina Social de la Iglesia: participar activamente en la construccin del bien co-mn en nuestra Patria es hoy una necesidad impostergable. Para caminar en esta direccin, se requiere el conocimiento y la difusin de la Doctrina Social de la Iglesia, inculturada en las nuevas circunstancias histricas del pas, como uno de los elementos constitutivos de la Nueva Evangelizacin. Existen, pero es nece-sario renovar los esfuerzos para multiplicar la organizacin de cursos, jornadas, publicacio-nes de diversos niveles, grupos de estudio y otras iniciativas prcticas, tendientes a la di-vulgacin y conocimiento de la doctrina so-cial. La catequesis, en especial la impartida a jvenes y adultos, es un lugar privilegiado para formar la conciencia moral a la luz del pensamiento de la Iglesia, incluyendo tambin los grandes temas de la responsabilidad ciuda-dana: cultural, poltica, social, ecolgica y econmica. Esta formacin no se orienta slo al conocimiento de valores y principios socia-les, sino a la transformacin de la sociedad mediante el testimonio de un trabajo honesto, eficiente y responsable, y la presencia de los

    EA 18

    EA 71

    EypV 148

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    EypV 160-

    164

    EA 54

    QsN 8

    LPNE 57

    ICN 168

    LPNE 53

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    laicos en la accin poltica y en diversas es-tructuras de la vida social.

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    CONCLUSIN

    98. Una vez ms repetimos que hoy la Patria requiere algo indito para superar la situacin en la que nos encontramos. Al mismo tiempo, reconocemos un firme llamado del Espritu a travs del Papa Juan Pablo II, que nos impulsa a inaugurar con firmeza y perseverancia una nueva etapa de la evangelizacin de nuestro pueblo. El mandato misionero nos introduce en el tercer milenio invitndonos a tener el mismo entusiasmo que los cristianos de los primeros siglos. Para ello contamos con la fuerza del Espritu, que fue enviado en Pente-costs y que hoy nos impulsa a partir anima-dos por la esperanza.

    99. La Iglesia en la Argentina quiere asumir un nuevo dinamismo pastoral y recrear un in-tenso ardor evangelizador. El Gran Jubileo, como toda experiencia de gracia, ha cumplido la funcin de desentumecer nuestras piernas para el camino que nos espera. Convertirnos es tambin renunciar a la inercia y a la como-didad. Hay un nuevo camino que emprender, colmados de una esperanza que no defrauda. No vale la pena demorar la partida.

    100. El Evangelio de Jess nos ofrece motivos de sobra para alentar esta peregrinacin evan-gelizadora. Su mensaje es el que necesitamos escuchar para alcanzar una vida mejor. No hay excusas que justifiquen la dejadez y las demoras. El Espritu Santo puede infundirnos toda la fuerza y el impulso que nos hace falt