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UNIVERSIDAD DE LOS ANDES DEPARTAMENTO DE ARQUITECTURA Camilo Villate | Brando Tamayo SERIE ÉRASE UNA VEZ UN EDIFICIO... TORRE DE OFICINAS AVIANCA

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Avianca, como se le conoce coloquialmente, es el primer rascacielos con el que contará Bogotá, siendo a su vez el precursor en este tipo de edificios en nuestro país. este proyecto, surgido de un concurso, se debe entender en un sentido amplio, tanto como lo que significó emprender esta aventura no solo para la empresa como tal, sino también para el extenso equipo interdisciplinar vinculado al mismo.

este libro resalta el trabajo de los arquitectos e ingenieros, en particular las figuras de Germán samper y Doménico Parma, ellos a su vez motivados por el fervor empresarial del entonces presidente de Avianca, Juan Pablo Ortega. Diseñar y construir este edificio no solo implicó gestionar un proyecto de alta complejidad, igualmente significó llevar a cabo importantes experimentos técnicos, pioneros en todo lo relativo a la construcción de estructuras elevadas en concreto y al compromiso de las mismas con aspectos sismorresistentes en nuestro país.

Los arquitectos Camilo Villate y Brando Tamayo, autores de esta investigación, nos ofrecen a través de este libro un importante y riguroso testimonio lleno de sugerencias y aprendizajes. Además del texto, las fotografías de Germán Téllez se convierten en un magnífico complemento para un relato que da cuenta de un proyecto y un edificio que marcaron un hito importante para la arquitectura moderna en Colombia.

Construir Avianca significó edificar un sueño.

Marc Jané i Mas

F O N D O D E A p O y O

p A R A I N V E S T I G A C I Ó N

A p R O F E S O R E S A S I S T E N T E S

Vicerrectoría de investigacionesUniversidad de los Andes

U n i V e r s i D A D D e L O s A n D e sD e P A r T A M e n T O D e A r q U i T e C T U r A

C a m i l o V i l l a t e | B r a n d o T a m a y o

Universidad de los AndesDepartamento de ArquitecturaCarrera 1.a n.o 18 A-70, Bloque K, segundo pisoTel.: (571)332 4511 - 339 4949. ext. 2484Bogotá D. C. (Colombia)http://arquitectura.uniandes.edu.co

ediciones UniandesCarrera 1.a n.o 19-27, edificio Aulas 6, piso 2Tel.: (571)339 4949. ext. 2133Bogotá D. C. (Colombia)http://[email protected]

s e r i e é R A S E u N A V E z u N E D I F I C I O . . .

T O R R E D E O F I C I N A S A V I A N C A

C A M I L O V I L L AT E M AT I z

Arquitecto y magíster en tecnologías de la cons-trucción de la Universidad nacional de Colombia; especialista internacional en construcción, adminis-tración y estructuras de la Universidad Politécnica de Valencia; ha sido profesor de cátedra de la Universi-dad nacional de Colombia y actualmente se desem-peña como profesor asistente del Departamento de Arquitectura de la Universidad de los Andes; además hace parte del grupo de investigación Arquitectura y sostenibilidad (Ars) del mismo departamento.

[email protected]

B R A N D O TA M Ay O M A R T Í N E z

Arquitecto de la Universidad de los Andes; especia-lista en ciudad y arquitectura de la misma universi-dad y actualmente se desempeña como asistente en el grupo de investigación Arquitectura y sostenibi-lidad (Ars) del Departamento de Arquitectura de la Universidad de los Andes.

[email protected]

s e r i e é R A S E u N A V E z u N E D I F I C I O . . .

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universidad de los andes

Pablo navas sanz de santamaría - rector

facultad de arquitectura y diseño

alberto Miani uribe - decano

dePartaMento de arquitecturarafael villazón Godoy - director

Figura 0. Página anterior. Entrada principal Torre de oficinas Avianca. Foto: Germán Téllez.

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Universidad de los Andes, Departamento de ArquitecturaFondo de apoyo para investigación a profesores asistentes

ÉRASE UNA VEZ UN EDIFICIO...

Camilo Villate MatizBrando Tamayo Martínez

Torre de oficinas Avianca

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© camilo villate Matiz y Brando tamayo Martínez

© universidad de los andes, facultad de arquitectura y diseño, departamento de arquitectura

ediciones uniandescarrera 1ª núm. 19-27, edificio aulas 6, piso 2Bogotá, d. c., colombiateléfonos: 339 4949/339 4999, ext. 2133http://ediciones.uniandes.edu.co/[email protected]

ISBN 978-958-695-617-8

corrección de estilofredy ordóñez

fotoGrafias de cuBiertaGermán téllez castañeda

diaGraMaciónadriana Páramo - taller de Medios facultad de arquitectura y diseño

iMPresión: cedro impresores s.a.carrera 59 n.o 90-15. teléfono: 622 6150

[email protected]

impreso en colombia – Printed in colombia

todos los derechos reservados. esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

villate Matiz, camilo

Érase una vez un edificio... torre de oficinas avianca / camilo villate Matiz, Brando tamayo

Martínez. -- Bogotá: universidad de los andes, facultad de arquitectura y diseño, departa-

mento de arquitectura; ediciones uniandes, 2012.

336 pp.; 16,5 x 21,5 cm

isBn 978-958-695-617-8

1. edificios de oficinas -- Bogotá (colombia) 2. edificios -- diseño y construcción

-- Bogotá (colombia) 3. diseño de estructuras -- Bogotá (colombia) i. universidad de los

andes (colombia). facultad de arquitectura y diseño. departamento de arquitectura ii. tít.

cdd. 725.23 sBua

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Ha sido deseo primordial de Avianca que su edificio sea altamente representativo de la arquitectura e ingeniería colombiana, destacarlo como importante obra para la ciudad y que constituya un aporte técnico para las futuras construcciones que se ejecuten en el país.

Las características principales del edificio son síntesis de un trabajo iniciado por personal colombiano altamente calificado, cuyos resultados pueden apreciarse en las estructuras del mismo.

Juan Pablo Ortega, presidente de Avianca, folleto promocional Avianca

(1969)

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Contenido

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Prólogo: notas para el edificio Avianca

Introducción

1. El entorno físico de Avianca: el lugar

Bogotá antes de 1960: una ciudad naciente

El planeamiento urbano en Bogotá: Avianca se posiciona en

un cambio de la forma de pensar ciudad

El parque Santander: breve recuento de su historia y edificios

Los edificios del siglo XX en el parque Santander

2. Los actores que hicieron posible Avianca

Juan Pablo Ortega (1899-1969)

Eduardo Pombo Leyva (1929)

Doménico Parma Marré (1920-1989)

Rafael Esguerra García (1922-2000)

Germán Samper Gnecco (1924)

Los demás actores de Avianca

3. El concurso y la evolución del edificio

Antecedentes del concurso

La norma de Avianca

El concurso

Las propuestas del concurso

El fallo del jurado

La evolución del anteproyecto al proyecto final

El proyecto final

Los criterios estructurales que modificaron el proyecto

Planimetría general del proyecto final

4. La gestión de la torre Avianca

La batalla distrital

La discusión dentro del gremio

La financiación del proyecto

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5. Entendiendo el esquema estructural de Avianca

¿Cómo afecta un sismo a una edificación en altura?

La evolución de los códigos americanos hasta Avianca

Los cambios sociales del siglo XIX y principios del siglo XX en

América como causales de códigos sísmicos

Aprendizaje de catástrofes en el nacimiento de los códigos

antisísmicos modernos

La respuesta de Avianca

Referentes construidos y teóricos en el mundo

6. Los sistemas de Avianca

¿Qué es y para qué se hace un pretensado o postensado?

La estructura

El sistema envolvente

Los sistemas mecánicos

Recuento explicativo del proceso constructivo de Avianca

Fotografías anexas

7. El incendio de 1973 de la torre Avianca

La historia del incendio

La evacuación

La investigación después del incendio del comité de evaluación

Los daños en los elementos estructurales

Reparación de la estructura de Avianca

Otros arreglos y complementaciones

Conclusiones: un diseño estructural acertado

8. Evolución de los rascacielos en Bogotá.

Antes y después de Avianca

Terraza Pasteur (alrededor de 1900)

Edificio Manuel M. Peraza (1921)

Edificio Pedro A. López (1923)

Edificio Cubillos (1926)

1927-1945

Edificio Henry Faux (1945)

Edificio Buraglia (1947)

Edificio Monserrate (1948)

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Hotel Continental (1948)

Edificio Camacho (1948)

Caja Colombiana de Ahorros (1948)

Hotel Tequendama (1952)

Edificio Suramericana de Seguros (1953)

Edificio Banco de la República (1958)

Edificio Ecopetrol (1958)

Edificio para el Sena (1958)

Banco de Bogotá (1959)

Edificio El Tiempo (1959)

Edificio Flota Mercante Grancolombiana (1964)

Edificio Bavaria (1965)

Edificio Panamerican Life (1967)

Edificio de Avianca (1969)

Edificio Centro Colseguros (1969)

Residencias El Parque (1970)

Edificio Seguros Tequendama (1972)

Edificio Banco Ganadero (1973)

Edificio Ugi (1974)

Centro de Comercio Internacional

(Edificio Centro las Américas) (1977)

Torre Colpatria (1978)

9. Aprendizajes de Avianca

10. Bibliografía general

Plegable de la Torre Avianca

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Figura 1. Germán Téllez, durante las entrevistas realiza-das como parte del proceso de investigación.

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Prólogo Notas para el edificio Avianca

Nota aclaratoria

En 1967, fui encargado por el arquitecto Germán Samper Gnecco, entonces socio de la firma Esguerra, Sáenz, Urdaneta, Samper (originalmente Esguerra, Sáenz, Urdaneta, Suárez), del seguimien-to fotográfico de la construcción del edificio sede en Bogotá de la empresa de transporte aéreo Avianca. Entre 1959 y 1964 trabajé como arquitecto diseñador con la misma firma, lo cual me dio un conocimiento de primera mano sobre la orientación ideológica del diseño en aquella. Con ocasión del concurso para el proyecto del edificio, la firma asociada a Esguerra Sáenz Urdaneta y Samper fue la de Ricaurte, Carrizosa & Prieto (RCP). La circunstancia de estar familiarizado con la producción arquitectónica de Germán Samper y haber hecho recorridos fotográficos de varias obras de RCP hizo que fuese testigo de excepción del proceso constructivo del edificio Avianca. Fueron escogidas unas 200 fotografías en blanco y negro, con destino a un posible libro que nunca se materializó. Algunas fueron publicadas en las revistas Proa, Escala y otras publicaciones profesionales, periódicos, etcétera, las más de las veces sin crédito de autor. El presente estudio del edificio Avianca incluye fotografías de mi archivo, algunas inéditas hasta esta publicación.

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Para efectos del presente texto, los integrantes del grupo investigati-vo del Departamento de Arquitectura de la Universidad de los Andes me plantearon algunos temas y preguntas de carácter investigativo. Incluyo estos por considerar que son relevantes a la historia del edificio Avianca y a la de la arquitectura colombiana de esa época.

El porqué de un libro sobre la torre Avianca

Señalo que la considerable importancia histórica que el diseño y construcción del edificio Avianca tuvo en Bogotá y en todo el país ameritaba, de tiempo atrás, un estudio, una evaluación y, desde lue-go, un libro. El álbum de fotografías hecho durante la obra mostraba los procesos constructivos, la gente, el ambiente de la construcción y la estética del resultado final, pero muchos aspectos tecnológicos, ideológicos y socioeconómicos no se pueden registrar en fotografías. Avianca y otros edificios de cierta altura en Bogotá, en su época, marcaron una etapa de modernidad que solo ahora –con la debida distancia cronológica– es posible valorar en su verdadera dimensión, de un modo crítico y analítico. La historiografía arquitectónica en Colombia ha hecho énfasis sobre los arquitectos, pero comparativa-mente poco sobre determinados edificios significativos. Que el autor sea más importante que su propia obra a la hora del juicio crítico no es una cuestión fácilmente zanjada en el género arquitectónico, pero se debe señalar que mientras las arquitecturas históricamente importantes siguen en su lugar –en buen estado, averiadas o en ruinas– y, mal que bien, muchos las recuerdan de alguna manera, apenas una ínfima minoría tiene memoria de quienes las pensaron o las construyeron. Por ello, es vital, culturalmente, el libro mono-gráfico sobre un edificio. Este comienza a tener una segunda vida al pasar a las páginas impresas y, en nuestro medio, en más de una ocasión, el libro sobrevive al edificio.

Es de relevancia porque la torre Avianca toma su lugar en la his-toria de la arquitectura comercial en Colombia como parte de un determinado proceso histórico en el que no se puede decir, y mucho menos comprobar, que una edificación en particular sea precursora, en el sentido estricto del término, de otra(s). Se puede afirmar, por ejemplo, que el edificio en Bogotá de la Compañía Colombiana de Seguros (años cuarenta) antecede cronológicamente al del Banco de Bogotá (carrera décima), y este obra igualmente respecto del de Avianca y su coetáneo, el edificio de apartamentos transformado

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por arte de magia en el Hotel Hilton, y estos son a su vez anteriores a la torre Colpatria y así sucesivamente.

Lo que cambia en ese proceso es la altura lograda mediante procesos constructivos cada vez más avanzados. Fue necesaria la aparición en Bogotá de las Torres del Parque de Rogelio Salmona para que todos pudieran ver cómo podría ser un edificio bien distinto, como suceso urbano, del “monoblock” prismático más o menos vestido a la moda internacional. Avianca no anuncia las Torres del Parque o la torre Colpatria, las cuales tendrán un lugar diferente tanto en la ciudad como en la historia urbana de la misma, pero sí es des-cendiente clara y desempeña un papel histórico urbano similar al de la torre Pirelli en Milán (1959), de Gio Ponti y Pier Luigi Nervi. Por otra parte, pese a los despliegues mediáticos pseudodeportivos (el edificio más alto, el más ancho, el más grande, el más bello, el más importante, el más costoso, etcétera) al respecto, la altura o el tamaño físico no son méritos arquitectónicos sino simples carac-terísticas volumétricas.

En la imaginaria competencia creada periodísticamente entre los constructores de Avianca y los de la torre de apartamentos diseñada por Fernando Martínez, para ver quién terminaba primero y quién erigía el edificio más alto de Bogotá para la época, el verdadero enfrentamiento profesional vendría a ocurrir entre las novedades estructurales y constructivas planteadas en Avianca y el cálculo estructural y las técnicas constructivas más convencionales (y ya probadas en ocasiones anteriores) utilizadas en la torre destinada a resistir una inesperada transformación en hotel de turismo. Habría sido ridículo determinar un “ganador” entre tendencias tan disímiles.

Para la década de los sesenta, en el siglo XX, Bogotá se podría llamar una mescolanza permanentemente transicional, tanto en lo urbanístico como en lo puramente arquitectónico. Una ciudad en la que convivían caóticamente todas las épocas de su historia. Subsistían en la ciudad grandes áreas trazadas y construidas a la manera de la segunda mitad del siglo XIX o del más tardío período colonial, inextricablemente imbricadas con sectores en los cuales estaba irrumpiendo aún la modernidad desbocada del siglo XX. La confusa expansión urbana propiciada por la explotación de finca raíz de nuevo cuño capitalista, por las obras “públicas” y por los nuevos medios de transporte urbano masivo –pintorescos tranvías, camiones adaptados como autobuses– urbanizando de cualquier manera, sin grandes restricciones y limitada solo por accidentes

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topográficos o naturales, había establecido una realidad urbana para la capital del país, más próxima a la colcha de retazos que al sueño de algún urbanista teórico de cualquier época, así se llamara este Karl Brunner, Le Corbusier o Josep Lluís Sert.

De crecer desordenadamente en sentido horizontal, invadiendo la sabana adyacente, Bogotá pasó, en la segunda mitad del siglo XX, a crecer desmesuradamente y de cualquier manera en sentido ver-tical, como un adolescente con problemas genéticos y glandulares. La conquista de la altura, per se, en el caso de Bogotá fue, como todos los restantes fenómenos urbanos en la historia de la capital del país, desordenada y notablemente tardía. La entonces fenomenal altura de algunos “rascacielos” neoyorkinos o de la torre Eiffel en París databa de 1889 en el ejemplo europeo y de los años treinta del siglo XX en el caso norteamericano. Los primeros edificios de cierta altura (más de 120 metros) en Bogotá, el Avianca y el Hotel Hilton, serían una realidad 80 años más tarde, con respecto al caso del andamio metálico parisino, y de 33 años, aproximadamente, en el de los “rascacielos” tales como el Empire State y la torre Chrysler. Sobra decir que esas dos torres bogotanas erigidas al final de los años sesenta se destacaron inicialmente de modo muy marcado en el contexto de la baja silueta urbana de una ciudad en la cual las alturas máximas fueron, durante el período colonial, las de iglesias y conventos y, en el siglo XIX, las de edificios gubernamentales o institucionales que no sobrepasaron los 25 a 28 metros. Ya en la segunda mitad del siglo XX, entre los años veinte y sesenta fueron oficial y sucesivamente permitidas edificaciones de 4, 6, 8, 10 y 12 pisos de altura máxima. Aunque los “pisos” podrían variar en sus dimensiones métricas, en los años cincuenta se consideraba que unos 45 a 50 m de altura sería el límite práctico de estructuras en concreto o en acero (importadas).

Cuando en los años cincuenta el edificio originalmente del Banco de Bogotá, diseñado en Nueva York por los arquitectos Skidmore, Owings y Merrill, surgió en medio de un modesto barrio del centro de Bogotá, donde abundaban aún casas de adobe de un piso de altura con cubiertas en teja de barro, el Banco de Bogotá llegó a unos 68 m de altura y fue el primero en ser calificado en la prensa local como “rascacielos”, apodo más pretencioso que real, puesto que sobresalía en alguna medida con respecto a los múltiples edificios levantados entre la avenida Jiménez de Quesada y las calles once o doce en el centro de la ciudad. Para el edificio del Banco de Bo-gotá fue necesario modificar los reglamentos urbanísticos vigentes

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entonces, como lo requeriría más tarde el de Avianca, aunque en ese primer caso no existió la dura polémica sobre la conveniencia de permitir cierta altura mayor que la acostumbrada, puesto que la nueva sede bancaria estaba situada fuera de los límites, nunca bien definidos, de la zona histórica de la capital. Cabe suponer el impacto de todo orden de una audaz propuesta comercial para un edificio de unos 135 m de altura situado al lado de tres iglesias y una plaza colonial, es decir, al borde de uno de los focos fundacionales de Santa Fe de la Nueva Granada. Un buen síntoma de modernidad ha sido siempre, en todas partes, el de torcerle el pescuezo a la tradición y aplastarla luego bajo el peso de la nueva arquitectura.

En este sentido el impacto urbano de Avianca se puede definir como la implantación, contrastante, de la “huella del tigre” del ca-pital comercial, al lado de la ciudad histórica o cultural. El cambio intensificador del uso del suelo, la concentración oficinesca en un lugar ya de sí saturado por el comercio y el trabajo burocrático o las consiguientes modificaciones esenciales al entorno urbano de Avianca son algunos de los efectos sobre los cuales ya existe abun-dante bibliografía en pro y en contra. No es el caso ahora de tomar partido en una cuestión zanjada hace tanto tiempo. Con Avianca la historia evolutiva –a tropezones– del centro de Bogotá da un salto largo, repentino e imprevisible, creando una presencia física sin precedentes con un lugar urbano hasta entonces dominado por la presencia volumétrica de las iglesias coloniales. Este esquema histórico a grandes rasgos, sin embargo, debe incluir los episodios contradictorios de los hoteles eclécticos, el Granada y el Regina (años veinte y treinta del siglo XX), así como el reemplazo del primero por el bloque arquitectónicamente retardatario del Banco de la República, todo ello en el marco del parque Santander. Avianca es un edificio contradictorio con respecto al entorno urbano donde se levanta. Su modernidad y su repertorio formal incluyen la no pertenencia a un sitio en particular, la capacidad para estar en cualquier lugar de cualquier ciudad colombiana y el deliberado e intencional rechazo volumétrico y formal a todo lo que lo rodea. Esto, según se mire, puede ser una virtud o una falencia. Pero su presencia en el parque Santander es tan extraordinaria que se puede decir de ella que en historia sí existen los borrones y cuentas nuevas. Ese sería un claro efecto social sobre lo que se podría llamar “toma de conciencia de ciudad” o, mejor, ciudadana. Los bogotanos en general, con la torre de Avianca en pleno centro urbano, se vieron obligados a convivir con la presencia de esta, con todo lo que implica, sociológicamen-

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te, esa pasiva aceptación –o esa tranquila neutralidad– de toda la arquitectura que cayó sobre ellos durante el siglo XX.

En el país surgieron y siguen surgiendo “rascacielos” (eufemismo optimista pero muy colombiano), entre los cuales hay varios que pueden reclamar, mediáticamente claro está, la condición de “prin-cipal” en su género. Avianca mostró en su época que en Colombia se podía construir un edificio de mayor tamaño y complejidad que todo lo hecho anteriormente, con un plausible valor estético y una buena calidad tecnológica. Eso sí, la arquitectura comercial muy rara vez resulta didáctica. Avianca existe intensamente, pero no le enseña nada a nadie, y aporta ante todo su tamaño, pero muy poco más, a la ciudad, hasta que su memoria y proceso es rescatado del pasado.

El proceso de gestión y construcción de la torre Avianca

Hablando un poco sobre el proceso de adjudicación, gestión y cons-trucción de Avianca, es preciso decir que la profecía de uno de los participantes del concurso por invitación resultó cierta: “Esto se lo gana el que proponga el edificio más alto…”. Semejante simpleza reductiva resultó totalmente cierta. El impacto visual de la torre propuesta por el equipo de las firmas Esguerra, Sáenz, Urdaneta, Samper y Ricaurte, Carrizosa & Prieto fue decisivo para el jurado e impactante ante la opinión pública. La polémica subsiguiente, promovida por participantes en el concurso insatisfechos con el fallo del jurado y sectores de la opinión pública y mediática con tendencias conservadoras respecto de un supuesto statu quo en el centro urbano de Bogotá, se centró en los aspectos formales de la propuesta ganadora y la inconveniencia cultural de una enorme torre de agresiva modernidad, ajena a más no poder a su inmediato entorno. Los proyectos de otros tres concursantes no pasaban mucho de la mitad de la altura de la torre ganadora, a pesar de que eran correctos en sus aspectos funcionales. El interesantísimo proyecto, formalmente muy novedoso para la época, de Fernando Martínez Sanabria y Rogelio Salmona, diseñado interna y exteriormente con superficies curvas solo vistas hasta ese momento en residencias y otras obras creadas por Martínez Sanabria, así como en las Torres del Parque, de Salmona, no logró impresionar favorablemente al jurado. Este, aparentemente, no incluyó ningún partidario de lo que entonces se conocía crípticamente como “arquitectura orgánica”. Para los integrantes del jurado del concurso, resultó decisiva una

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estética juiciosamente acorde con la moda del momento y con la tecnología existente para materializarla más que una propuesta radicalmente renovadora. Si la obra misma de Avianca significó todo un reto tecnológico en su construcción y sobrepasó por buen margen los costos previstos, cabe suponer que la propuesta de Martínez y Salmona habría sido de una inaudita dificultad para su ejecución, con unos sobrecostos extraordinarios. Las innovaciones formales o espaciales, en arquitectura, como en la alta costura, se pagan duramente.

Se ha hecho énfasis sobre la “batalla distrital” librada para lograr la aprobación del proyecto de Avianca por parte de las autoridades de la ciudad, explicablemente renuentes a permitir la construcción de un edificio que casi duplicaba la altura máxima que a regañadientes se le había tolerado al Banco de Bogotá. Era previsible el resultado final de ese debate. Rara vez, o casi nunca, se ha visto en Bogotá o en otras ciudades colombianas que el capital comercial o empresarial pierda una discusión sobre normativas urbanísticas o arquitectónicas con las autoridades presuntamente encargadas de “controlar” oficial-mente la situación. De por medio estaba el prestigio de la empresa aérea “de los colombianos”, además de su poder de arrastre social y político. Simbolismo y presencia de poder económico, progreso urbano, desarrollo empresarial, hito urbano, momento estelar de la arquitectura colombiana, fueron algunas de las hipérboles invocadas en su momento a favor de la torre de Avianca. “Espada clavada en el corazón de Bogotá”, “ataque a la presencia de la arquitectura colonial en el Parque de Santander”, “arquitectura sin alma ni perdón”, fueron otras alusiones en contra del proyecto propuesto. Desde la distancia cronológica del presente, la polémica de entonces habrá perdido dimensión e importancia ante lo que ahora parece una inevitabili-dad histórica y una tendencia de vieja data en Iberoamérica: la de construir la ciudad moderna, no al lado de la antigua o la existente sino encima (y en lugar) de las ruinas de todo lo anterior. Esto se puede ver, simultánea y paradójicamente, como modernidad o como vandalismo modernizante, según como se mire.

Sin embargo y sin duda alguna, Avianca fue y debe ser entendida como una oportunidad para experimentar e introducir técnicas constructivas más o menos novedosas o poco utilizadas en el medio bogotano, pero esta intención, en la realidad, derivó ante todo a una serie de cambios e improvisaciones en la obra que ciertamente no iban a ser del dominio público. Los sistemas estructurales para los pisos de la torre cambiaron varias veces a medida que esta ganaba

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altura y aumentaba su retraso con respecto a un cronograma teórico de obra, y no porque hubiera fallas de cálculo o de ejecución sino porque el montaje o fundición de pisos mediante métodos hasta entonces experimentales resultaba lento, impráctico, excesivamente difícil o tendiente a acumular demasiado peso muerto en los pisos más altos. La ventanería de fachadas presentó problemas inespe-rados, al ser adoptado un sistema de montaje de modelo “bogo-tano” que trataba de unir entre sí prefabricados de concreto con perfiles de un duraluminio especial para aeroplanos (para sujetar los vidrios). Esa obvia incompatibilidad hizo necesario el recurso muy colombiano de descolgar por el exterior del edificio operarios que trataban –manualmente, despacio, con cuidado– de sellar con inyecciones de silicona lo que los empaques expansivos previstos no lograban unir: el burdo e irregular contorno del concreto con la exquisita precisión milimétrica de los perfiles metálicos.

Quizá el episodio más surrealista de Avianca fue el de la escalera de emergencia, parte del “punto fijo” (ascensores, cárcamos de instalaciones, etcétera). La tarea de fundir en obra los tramos au-toportantes de escalera recayó en un grupo de operarios que llegó a tal grado de coordinación y rendimiento que sobrepasaron el tra-bajo del resto de sus compañeros. Llegada la obra a la cubierta o terraza del último piso, el equipo de trabajo “de la escalera” siguió adelante con el impulso incontenible adquirido durante 36 pisos anteriores e hizo, poéticamente, dos tramos más y un descanso (20 escalones) en el vacío, cuando ya no había edificio en torno a ellos. Antes de ser tristemente obligados a destruir con martillos neumáticos su escalera fantasma, ese espectáculo de unas gradas que sólo conducían al cielo fue una nota maravillosa, digna de algún grabado del célebre M. C. Escher.

Algunas de las críticas al proyecto quedaron consignadas en su tiempo. Se trató, en general, de reproches a una presencia física con-siderada excesiva, a lo que podía parecer como un gesto desmedido de poder económico, de vanidad o ego arquitectónico. Un edificio de 37 pisos en Bogotá, en 1969, fue un gesto socialmente atrevido –culturalmente descomedido, se diría–, aunque profesionalmente posible. Gran parte de la crítica de entonces aludió a la presunta condición irreglamentaria del proyecto premiado y el precedente sentado así para el futuro del centro de Bogotá. La inamovilidad o, por el contrario, la elasticidad de las normativas distritales sobre usos, alturas, volumetría, etcétera, estaba en juego debido a la propuesta para Avianca. El indudable vanguardismo extremo que

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representaba el proyecto de las firmas ganadoras del concurso se prestó a críticas desde muy variados ángulos ideológicos y políticos: “arquitectura de relumbrón”, “el show de Avianca delante de todos en plena capital”… en el lado de los ataques, y del otro lado: “Sím-bolo de la pujanza empresarial del país y del talento de nuestros ingenieros y constructores”… Nótese que en este titular de prensa no estaban incluidos los arquitectos: tal parecía que lo último que se le reconocería a Avianca sería su condición de hecho arquitec-tónico. Era una hazaña técnica, una audacia en política urbana, un paso adelante en construcción, pero ¿en arquitectura? Otras críticas señalaban que Avianca debía mejorar sus servicios aeronáuticos y su atención al pasajero antes de gastar ingentes sumas en un show arquitectónico de muy discutible utilidad. Para esa época habían surgido problemas sindicales y administrativos en la empresa y la modernización de la flota de aviones estaba teniendo problemas, lo cual afectaba la opinión pública respecto de la prioridad dada al edificio sede en Bogotá.

La construcción de Avianca, es cierto, traumatizó el centro de Bogotá como solo ahora lo hacen, a mucha mayor escala, las obras incon-clusas (2011) en la infraestructura vial de la ciudad. El conato de utilización de prefabricación pesada (vigas de concreto de enorme tamaño y peso), por ejemplo, no tuvo cuenta de las dificultades de su transporte y manejo a través del trazado callejero colonial del centro de la ciudad, el cual requería gigantescas góndolas de re-molque, incompatibles con las estrechas esquinas de la ciudad de Jiménez de Quesada y que debían hacer laberínticos recorridos por el centro de la ciudad en altas horas de la noche o la madrugada. La crítica a los crecientes sobrecostos de construcción en Avianca indicaba que junto con la astucia y habilidad artesanal demostrada en la obra, la improvisación imaginativa y una ingeniosidad técnica a ratos inverosímil también estaban presentes. Sigo creyendo que Avianca instauró un inesperado proceso de aprendizaje por parte de sus propios constructores sobre cómo resolver problemas de cimentación, de refuerzo antisísmico, de acabados de fachadas, de instalaciones técnicas a medida que se presentaban en la obra, rápida-mente, sobre la marcha, sin vacilaciones. En suma, la improvisación, la “mecánica nacional” reemplazaron en gran medida, en la obra, a la ciencia y la tecnología abstractas. El “calor del momento” se impuso una y otra vez a lo “fríamente calculado”. Avianca contribuyó en gran medida a la leyenda (o media verdad) internacional sobre la presunta excelencia de la construcción en Colombia. En Comayagua

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(antigua capital de Honduras) un célebre político antioqueño le dijo al autor de estas líneas, quien señalaba alguna deficiencia en la restauración de la Casa de la Cultura: “Hombre, no critique tanto. Todos sabemos que en Colombia se construye muy bien… Nos lo han dicho en Buenos Aires, en España, en el Canadá, en todas partes…”.

La crítica abordó cuestiones como la conservación, en una atmósfera urbana muy contaminada, del concreto en las fachadas, de los pro-blemas de vialidad y de acceso al edificio, de su notable indiferencia al medio urbano en el cual se implanta, de la convencionalidad y reticencia estética de sus fachadas. Al paso del tiempo y al presen-te, algunas de estas podrían aparecer como observaciones de una época pretérita, pero otras han pasado de nociones críticas a hechos históricos: como era de esperar, el edificio ha perdido significación como impacto físico y ambiental en un medio urbano determinado, debido a la continuada transformación del mismo y en parte también porque su arquitectura no planteó un ataque a la sensibilidad social tan intenso como el que creó el hecho urbanístico de su localización en el centro de la ciudad. Si a un volumen enorme se le viste con una indumentaria convencional, deliberadamente discreta y estéti-camente neutra, por elegante que esta pueda ser, se está privando al primero de la posibilidad de continuar transmitiendo, al paso del tiempo, un posible mensaje polémico pero renovador o creador, en su momento, de una tendencia. El defecto de la modestia, decía un cronista bogotano, es la falta de vanidad. En Avianca es mejor –y más perdurable– la construcción que la arquitectura. Esto último fue una de las permanentes constataciones hechas durante la obra: los procesos constructivos son inherentemente dramáticos y, a su manera, no exentos de cierta hermosura, reiterativamente rítmicos, pletóricos de impacto y diseño visual en razón del sentido profundo de los gestos de operarios y de la presencia de la maquinaria utili-zada. Hay cierta heroicidad tranquila, discreta pero consagratoria, en levantar un “rascacielos”, aun para quien transporta ladrillos de un lado a otro. Para quien pudo presenciar el proceso constructivo de Avianca, de cerca, la arquitectura resultante es correcta pero causa cierta desilusión y tristeza justamente por su sencillez y cla-ridad neutras, por su suavidad conceptual, una vez desprovista del drama formal de los teatrales andamios, grúas y faldones barrocos de tablas y telas plásticas. Hay, en efecto, una estética propia, tan extraordinaria como efímera, de la construcción (que no es la de la arquitectura), muy venida a menos en la época actual, que llegó a un punto culminante en Avianca.

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Desde el punto de vista del observador de Avianca y no como gestor, es posible tener una visión dominante de los aspectos constructivos, como sería el caso de la dirección de obra ejercida por el arquitecto Rafael Esguerra. Este, uno de los más capaces profesionales de su época en materia de construcción, fue el artífice principal de la obra de Avianca, así como el ingeniero Doménico Parma, calculista de la estructura del edificio que hizo posible la existencia y estabilidad del mismo con habilidades conceptuales próximas al virtuosismo, para integrar de modo armónico las conveniencias, requerimientos y limitaciones técnicas de un complejo edificio con los inevitables caprichos y arbitrariedades propuestos por los arquitectos. Al autor de este texto, muchos años después de la construcción de Avianca, pero a propósito de esta, Doménico Parma le dijo: “… me he pa-sado toda la vida resolviendo los problemas creados por todas las barbaridades que se les ocurrieron a ustedes los arquitectos […] inventando soluciones para los inventos arbitrarios de la arquitectura […] las grandes estructuras romanas son muy lógicas, armonizadas con los sistemas constructivos. La decoración, el peso muerto en mármol, es decir, la arquitectura, se la ponían después, al gusto oficial…”. Parma compartía el criterio de Le Corbusier: “Los roma-nos fueron excelentes ingenieros constructores pero muy malos arquitectos. Hicieron estupendos chasises y les colocaron encima pésimas carrocerías” (Vers une architecture). Eso sí, Avianca es el resultado de una estrecha colaboración entre Parma y los arquitectos diseñadores del edificio.

El punto de vista de los arquitectos diseñadores, los otros protago-nistas del asunto, es bien distante del anterior. Tiende a subyugar a su voluntad creadora los medios y posibilidades de materializarla. Ve la ciudad como el escenario operático en el cual va a “interpretar” un aria sobre algún tema socioeconómico que es, simultáneamen-te, un acto cultural, un negocio y una intervención en un contexto urbano. De ahí esa noción publicitaria de Avianca como una especie de consagración del talento o aptitud de un grupo de profesionales colombianos para crear un edificio que reflejara, de algún modo, el poder económico de una empresa comercial a la vez que sus propias capacidades.

Cabe rescatar que nunca se trató del equipo arquitectónico y es-tructural por separado, sino de uno solo, con distintas responsabi-lidades para cada integrante del mismo. Existe todavía la tendencia a minimizar el aporte al proyecto arquitectónico de José Prieto Hurtado, de la firma Ricaurte, Carrizosa & Prieto, quien colaboró

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estrechamente con Germán Samper Gnecco en la elaboración del mismo. La intervención en esa labor de Rafael Esguerra García, especialmente en los aspectos técnicos del proyecto, fue también decisiva. Sería injusto atribuir a una persona en particular la auto-ría de un proyecto que fue el fruto de una labor colectiva. El pro-tagonista clave del proyecto y la obra de Avianca fue, sin duda, el ingeniero calculista Doménico Parma Marré y sus colaboradores. La gran cualidad profesional de Parma fue la de captar y entender los aspectos netamente arquitectónicos del proyecto como diseñador a la vez que calculista estructural. Son muy escasos los colegas de Parma capaces de dominar a fondo los matices complejos de la simbiosis entre forma construida y tecnología constructiva. Los criterios de construcción y funcionamiento del edificio de Avianca, si bien no fueron inventados, como pretenden algunos por Parma, sí fueron combinados admirablemente, basados en técnicas y cri-terios internacionales, para crear un resultado técnico impecable y preservar a la vez las ideas arquitectónicas que establecieron las premisas estéticas –cualesquiera que estas fuesen– del proyecto.

La realización y organización de la obra tuvo la participación también de las dos firmas arquitectónicas, así como la de Doménico Parma & Asociados. En esta, la dirección de obra de Rafael Esguerra fue singularmente eficaz y acertada, aunque esta no habría sido posi-ble sin un equipo de colaboradores de Esguerra Sáenz Urdaneta y Samper y de Ricaurte Carrizosa y Prieto. El ingeniero Parma dirigió todo lo correspondiente a la parte estructural, supervisando y resolviendo los numerosos problemas y dificultades propios de un proceso no emprendido hasta entonces en Bogotá. Nótese que Parma podía pensar como ingeniero y arquitecto, mientras Rafael Esguerra podía hacerlo también, a la inversa, como arquitecto e ingeniero. De ahí la sorprendente armonía funcional que hubo entre ellos durante la obra de Avianca. Se debe destacar además la labor cumplida por los constructores de la mayor parte de la estructura del edificio, la compañía Estruco, subsidiaria de Esguerra y Cía. y gerenciada por unos de los socios de la primera, el arquitecto Rafael Urdaneta Holguín.

Sería tema de reflexión la desaparición histórica de las dos firmas de arquitectos y constructores participantes en el proyecto y obra de Avianca. Existió una evidente correspondencia ideológica y cir-cunstancial entre las premisas que dieron lugar a un proyecto como ese y la conformación de las firmas profesionales que lo llevaron a cabo, pero esa relación comenzó a desaparecer al cambiar las

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condiciones socioeconómicas de la práctica profesional en décadas subsiguientes. Ninguna de las diez o doce firmas de arquitectos más importantes establecidas en Bogotá al final de los años sesenta so-brevive hoy como tal. La celebridad arquitectónica, mediática ante todo, se concentra mucho más actualmente en figuras aisladas de la profesión que en grupos de arquitectos unidos por nexos perso-nales o comerciales, aunque la práctica del oficio continúe siendo colectiva o individual, al margen de la historia económica del país.

Fue providencial la agrupación profesional de quienes diseñaron y construyeron Avianca, y precisamente por ello esa obra tiene un carácter histórico excepcional. La alta calidad técnica del resultado así lo confirma. Cada quien entendió y llevó a cabo una labor en Avianca para la cual parecían predestinados en alguna forma. Hubo allí un cierto sentido del trabajo colectivo que ya no existe, por la obvia transformación de las circunstancias que lo propiciaron y le dieron sentido. Según Mao Zedong (en el Libro Rojo): “La corriente de la historia es irresistible”.

Germán Téllez C.Arquitecto

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Figura 2. Propaganda de Avianca publicada en revistas nacionales. Fuente: Proa 162, noviembre de 1963.

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Introducción

Érase una vez un edificio: torre de oficinas Avianca se orienta hacia el análisis explicativo del proceso de gestión, diseño y construcción de la que sería la torre más alta de Latinoamérica desde el año 1969, con 37 pisos y 135 metros de altura, hasta entrada la década de los setenta (cuando varios edificios superaran estos logros); el ciclo de los rascacielos de Colombia concluiría en 1978 con la torre Colpatria.

El edificio se localiza en un contexto paradigmático de la producción de edificios con una impecable resolución técnica en Colombia, lo que tradicionalmente ha sido inherente a una buena arquitectura1

y característica de la modernidad colombiana. Este edificio solo pudo ser posible de la mano de profesionales excepcionales de la arquitectura y la ingeniería colombiana que, mediante la recursividad y creatividad en la resolución técnica de diversas problemáticas pre-sentadas durante su proceso y desde las posibilidades constructivas locales, lograron llevar a feliz término el gran reto y sueño del doctor Juan Pablo Ortega, gerente general de Avianca por más de quince años y visionario de la ciudad del futuro: el de construir un edificio emblemático para la capital colombiana.

1 Enric Sória, “El proyecto arquitectónico y las estructuras”, en La estructura y el pro-yecto, David García et ál. (España: Col•legi d’Arquitectes de Catalunya, 2007), 6-8.

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El objetivo esencial es el de producir un caso de estudio del tipo explicativo que se cuestiona cómo se genera una torre en altura en la Bogotá de los años sesenta, con características estructurales atí-picas en el medio. Así, este caso busca desentrañar las situaciones causales de un objeto reconociendo que este es solo el resultado de un sistema dinámico2. Este tipo de caso busca mostrar un proceso que no concluye con la imagen final del edificio ni de construcción del mismo, por lo que, a diferencia de otras publicaciones existentes en torno al edificio de Avianca, aquí se condensa desde los actores, los inicios del concurso, los sucesos catastróficos, como el incendio de 1973 que Avianca sufriría, y la historia particular de los rasca-cielos en Colombia. Para esto, el grupo editorial del Departamento de Arquitectura de la Universidad de los Andes, conformado por los arquitectos Camilo Villate Matiz3 y Brando Tamayo Martínez, recurre a tres estrategias esenciales: la recolección bibliográfica y gráfica existente, las visitas guiadas al edificio y, sobre todo, la colabora-ción y conversación directa con algunos de los actores principales del proyecto original de la torre Avianca que aún nos acompañan y continúan su ejercicio profesional después de toda una vida de aportes invaluables al desarrollo de la arquitectura y la ingeniería colombiana.

De esta manera, el presente texto pretende abarcar la historia de Avianca como un gran aporte al mundo en el desarrollo de la cons-trucción de grandes rascacielos, dado que su sistema estructural de megapórticos antisísmicos hace parte integral del proceso de desarrollo de las nuevas tecnologías de sistemas constructivos de edificios en altura. Su importancia en el contexto global es tal que torres contemporáneas a nuestra era, como el Commerzbank en Fráncfort o el HSBC en Hong Kong, han seguido empleando dicho sistema y han logrado edificaciones que se levantan cada vez más alto en el horizonte mundial conjuntamente con otras tecnologías que se han desarrollado en el tiempo.

2 Camilo Villate, Brando Tamayo, Germán Bravo y Mauricio Caviedes, “La toma de decisiones en cursos del área técnica de arquitectura con herramientas basadas en casos” en Anales XIV Congreso de la Sociedad Iberoamericana de Gráfica Digital 2010 -SIGRADI- (Bogotá: Universidad de los Andes), 312.

3 Camilo Villate Matiz es arquitecto de la Universidad Nacional de Colombia (1988), Especialista Internacional en Tecnología de la Construcción: Procesos Constructivos de la Universidad Politécnica de Valencia (2000) y Magíster en Construcción de la Universidad Nacional de Colombia (2001). Ha sido profesor asociado del Departa-mento de Arquitectura de la Universidad Nacional y actualmente es profesor asisten-te en el Departamento de Arquitectura de la Universidad de los Andes.

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El libro se articula en ocho capítulos principales que abordan la descripción del equipo de trabajo que hizo posible Avianca, la descripción y análisis del contexto particular en el que el edificio se inscribe, los cambios normativos que permitieron que se rea-lizara con las enormes proporciones con las que se levantó en el centro bogotano, la financiación, la explicación de sus sistemas arquitectónicos, principalmente el estructural como tema central de esta publicación, y el incendio de 1973. Finalmente, el libro culmina haciendo un relación del caso estudiado con la evolución de los rascacielos en el mundo. Así, esperamos que este libro sea un documento que logre rescatar la memoria olvidada de uno de los edificios más emblemáticos de nuestro país y sirva de referente directo a futuras generaciones para el entendimiento global de lo que la torre Avianca fue, es y seguirá siendo.

Para lograr esto, este libro girará en torno a las imágenes fotográficas originales del proceso constructivo de Avianca del archivo personal del arquitecto Germán Téllez, las cuales buscan rescatar de los es-tragos del tiempo la memoria de uno de los procesos constructivos de una edificación más significativos y novedosos en nuestro país, incluso hasta nuestros días. Esto, puesto en relación al discurso causal y explicativo del edificio de Avianca, permite lograr el objetivo esencial propuesto, que es posibilitarles a los lectores una compren-sión integral del edificio, el cual permanece y se olvida en el tiempo disfrazado de un edificio más del gran grupo de rascacielos que se alzan en Bogotá y en otras ciudades de Colombia.

Agradecimientos

Es preciso extender agradecimientos por la colaboración prestada mediante numerosas entrevistas realizadas por el grupo editorial al arquitecto Germán Samper Gnecco, gerente de proyecto arquitectó-nico de Avianca y artífice de numerosos proyectos arquitectónicos y urbanos en Colombia desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días, al ingeniero italiano Camilo Zorio, quien formó parte integral de la empresa Doménico Parma y Asociados y estuvo direc-tamente relacionado con el diseño estructural del edificio Avianca, al ingeniero Ramiro Ramírez, jefe del departamento de construcciones de Avianca para los años de la construcción de la torre, al arquitecto Eduardo Pombo Leyva, quien elaboraría el minucioso programa y coordinaría el concurso de la torre, y al programador de obra el in-

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geniero José Ignacio Rengifo, actual profesor de cursos de topografía en la Universidad de los Andes. Al tiempo y paciencia prestados por los arquitectos e ingenieros nombrados, se debe la posibilidad de realización del caso de estudio enmarcado en el título “Érase una vez un edificio: torre de oficinas Avianca”.

Igualmente debemos extender los agradecimientos al arquitecto Ger-mán Téllez, quien redactó el prólogo de este libro y cuyo destacado interés y desempeño en el campo de la fotografía arquitectónica a través de la historia de Bogotá ha permitido la edición del presente libro con el soporte gráfico necesario, que, como dice Paul Beer, contribuye a “definir con precisión algunos de los aspectos mediante [los cuales] la ciudad y la arquitectura contemporánea [han] llegado al punto en el que se encuentra”4.

Por último, cabe decir que esta publicación está dedicada a la memoria de uno de los ingenieros estructurales más importantes y representativos del ámbito colombiano, el ingeniero colombiano de origen italiano Doménico Parma Marré. Parma, conjuntamente con sus socios de oficina, y en llave con las más renombradas firmas de arquitectura moderna en Bogotá y Colombia, tales como Esguerra, Sáenz, Urdaneta y Samper, o Cuéllar, Serrano, Gómez, entre otros, fueron los generadores de la configuración arquitectónica de las ciudades en las que hoy en día vivimos, a las que amamos u odia-mos. Dentro de estas obras, cabe destacar algunas calculadas por Parma, como Avianca, las Torres del Parque, Colseguros, el puente de Chinchiná, etcétera, e, igualmente, diversos mecanismos de su invención aplicados al campo de la construcción, tales como grúas, sistemas de postensionamiento, sistemas de entrepisos, etcétera, que indican que más que un calculista era un inventor y revoluciona-rio de la ingeniería local y global. Estas son solo unas de las obras que podríamos enumerar, de 1690 paquetes de archivos que reposan en el Departamento de Arquitectura de la Universidad de los Andes y que conforman el archivo Doménico Parma, el cual sin duda es también una rica fuente para la presente y futuras publicaciones. Infortunadamente, buena parte de la documentación original del diseño estructural de Avianca se ha perdido, lo que constituye una gran pérdida de documentos históricos de inimaginable aplicación pedagógica.

4 Paul Beer, Metamorfosis de una ciudad (Bogotá: Instituto Distrital de Cultura y Turis-mo, 2005), 15.