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8/18/2019 MORENO GARCÍA - El Segundo Período Intermedio. El final del Reino Medio.pdf http://slidepdf.com/reader/full/moreno-garcia-el-segundo-periodo-intermedio-el-final-del-reino-mediopdf 1/25 El final del Reino Medio La XII dinastía está considerada como el período clásico de la cultura egipcia y una de sus más brillantes fases históricas. Muchas de las obras más conocidas de la literatura egipcia fueron compuestas en esta época (aunque esta datación comienza a ser cuestionada en favor de cronologías algo más tardías), el arte alcanzó cotas de una gran calidad y los testimo- nios epigráficos y arqueológicos dan fe de la notable expansión egipcia en el exterior, tanto hacia Nubia como hacia el área de Levante y Palestina, objeto de campañas militares conmemoradas en los anales reales. Sin em- bargo, la duración de esta fase «brillante» de la historia egipcia resulta lla- mativamente breve (apenas doscientos años), sobre todo si la comparamos con el Reino Antiguo o el Reino Nuevo, notablemente más duraderos. Cabe pensar, por tanto, que, tras esta fachada de aparente esplendor, el Reino Medio fue en realidad una época donde las tensiones estructurales que condujeron a la crisis del Estado faraónico al final del Reino Antiguo sólo fueron resueltas en parte y de manera precaria, de tal modo que la re- construcción de la realeza, durante el Reino Medio, no llegó a consolidarse y terminó precipitando al país a una nueva crisis política. De hecho, los faraones del Reino Medio no establecieron en Menfis la capitalidad del Estado recién reunificado, ni tampoco parecen haber sido capaces de asegurar un control duradero del Delta oriental. Incluso en el plano ideológico su papel ante los dioses aparece relativamente disminuido si lo comparamos con la realeza del Reino Antiguo. Desde un punto de vista territorial, se advierte que la vieja red de instalaciones de la corona en el medio rural (los hwt) no fue restablecida y que los templos locales pasaron a desempeñar un papel más relevante, tal y co- mo demuestra el hecho de haber sido edificados en materiales nobles y no en adobe y haber sido objeto de importantes proyectos decorativos, ausentes en cambio en la mayor parte de los templos provinciales conoci- dos del Reino Antiguo. En el plano social, mientras la ideología oficial expresada en los monu- mentos funerarios privados del Reino Antiguo llegó a eclipsar por com- pleto el papel de las familias extensas, durante el Reino Medio, por el contrario, las estelas funerarias indican la existencia de complejas redes de parentesco cuyo alcance llega mucho más allá de los miembros de la fami- lia nuclear del difunto. Y en la administración, los faraones del Reino Medio parecen haber perseguido la disolución de las bases de poder de las grandes familias provinciales, que tanta importancia habían tenido en la historia de Egipto desde comienzos de la VI dinastía. El procedimiento seguido consistió en integrarlas en el aparato del Estado y en diluir el pa- pel del nomo como unidad administrativa en favor de unidades territoria- les mucho mayores (las waret) o más reducidas, como la ciudad/localidad  Juan Carlos Moreno 276

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El final del Reino Medio

La XII dinastía está considerada como el período clásico de la culturaegipcia y una de sus más brillantes fases históricas. Muchas de las obrasmás conocidas de la literatura egipcia fueron compuestas en esta época(aunque esta datación comienza a ser cuestionada en favor de cronologíasalgo más tardías), el arte alcanzó cotas de una gran calidad y los testimo-nios epigráficos y arqueológicos dan fe de la notable expansión egipciaen el exterior, tanto hacia Nubia como hacia el área de Levante y Palestina,objeto de campañas militares conmemoradas en los anales reales. Sin em-bargo, la duración de esta fase «brillante» de la historia egipcia resulta lla-

mativamente breve (apenas doscientos años), sobre todo si la comparamoscon el Reino Antiguo o el Reino Nuevo, notablemente más duraderos.Cabe pensar, por tanto, que, tras esta fachada de aparente esplendor, elReino Medio fue en realidad una época donde las tensiones estructuralesque condujeron a la crisis del Estado faraónico al final del Reino Antiguosólo fueron resueltas en parte y de manera precaria, de tal modo que la re-construcción de la realeza, durante el Reino Medio, no llegó a consolidarsey terminó precipitando al país a una nueva crisis política.

De hecho, los faraones del Reino Medio no establecieron en Menfis

la capitalidad del Estado recién reunificado, ni tampoco parecen habersido capaces de asegurar un control duradero del Delta oriental. Inclusoen el plano ideológico su papel ante los dioses aparece relativamentedisminuido si lo comparamos con la realeza del Reino Antiguo. Desdeun punto de vista territorial, se advierte que la vieja red de instalacionesde la corona en el medio rural (los hwt) no fue restablecida y que lostemplos locales pasaron a desempeñar un papel más relevante, tal y co-mo demuestra el hecho de haber sido edificados en materiales nobles yno en adobe y haber sido objeto de importantes proyectos decorativos,ausentes en cambio en la mayor parte de los templos provinciales conoci-

dos del Reino Antiguo.En el plano social, mientras la ideología oficial expresada en los monu-

mentos funerarios privados del Reino Antiguo llegó a eclipsar por com-pleto el papel de las familias extensas, durante el Reino Medio, por elcontrario, las estelas funerarias indican la existencia de complejas redes deparentesco cuyo alcance llega mucho más allá de los miembros de la fami-lia nuclear del difunto. Y en la administración, los faraones del ReinoMedio parecen haber perseguido la disolución de las bases de poder de lasgrandes familias provinciales, que tanta importancia habían tenido en la

historia de Egipto desde comienzos de la VI dinastía. El procedimientoseguido consistió en integrarlas en el aparato del Estado y en diluir el pa-pel del nomo como unidad administrativa en favor de unidades territoria-les mucho mayores (las waret) o más reducidas, como la ciudad/localidad

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y su distrito inmediato, que aparecen como los núcleos básicos de la or-ganización administrativa en los títulos de los funcionarios o en las ins-

cripciones donde se menciona la movilización de trabajadores.Una presencia más débil de las instalaciones de la realeza en provin-cias, el auge de los templos como nuevos polos de poder, la multiplica-ción de niveles en la jerarquía administrativa territorial, la cooptación delas grandes familias provinciales en el aparato del Estado y el desarro-llo consiguiente de la corte, pudieron ser factores que condujeron a lamultiplicación de micropoderes locales, al consiguiente debilitamientode la cadena de transmisión de las órdenes reales y a una mayor impor-tancia de las facciones palatinas y de los intereses de las grandes fami-lias del reino en la elaboración de la política real. Sin olvidar los

costes de una política exterior agresiva hacia Nubia y Levante, inclui-da la creación de una red de fortalezas en el área de la segunda catara-ta del Nilo.

Sin embargo, nada indica una ruptura traumática del país durante laXIII dinastía. Las órdenes reales y los documentos administrativos conti-nuaron siendo producidos y aplicados sin problemas aparentes, al tiem-po que los monumentos de los funcionarios dan fe de la continuidad delos departamentos gubernamentales y de la cadena de mando, al menos aun nivel formal. Sin embargo, otros factores indican también si no cam-

bios profundos, al menos la afloración de tensiones estructurales queanuncian, precisamente, el frágil carácter del Estado construido tras elPrimer Período Intermedio. Uno de estos factores es la multiplicacióndel número de faraones durante la XIII dinastía y la abundancia de so-beranos que no parecen descender inmediatamente de otros reyes; almismo tiempo, las fuentes revelan la estabilidad de ciertas familias dealtos dignatarios, que proporcionarán no solamente los cuadros supe-riores de la Administración, sino también los príncipes, princesas y re-yes que nutrirán la realeza de finales del Reino Medio.

Actualmente no se acepta ya la vieja hipótesis que consideraba la

XIII dinastía como una época dominada por una monarquía débil,donde la rápida sucesión de faraones y la pervivencia en su cargo de al-gunos visires durante varios reinados indicaría que los reyes eran títeresen manos de sus poderosos ministros. Ante la evidencia de que los visi-res siempre aparecen como ejecutores de la voluntad real, y que susmonumentos no superan las dimensiones de los erigidos por los sobera-nos de Egipto, ahora se admite más bien que un grupo de importantesfamilias controló la realeza, imponiendo a los miembros de una u otraen el trono de Egipto conforme a criterios políticos, pactos o luchas por

el poder cuyos detalles se nos escapan. Este tipo de prácticas nada tienede extraño o de excepcional en la historia de Egipto, si bien choca connuestra percepción europea y dinástica de la realeza moderna, donde ca-da ocupante del trono es el hijo de su predecesor y el padre de su sucesor.

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Recordemos el caso de la llegada al trono de Egipto de los faraonesde la VI dinastía, marcada aparentemente por luchas por el poder y por

un aumento del peso político de las familias provinciales y donde se ad-vierte un fenómeno contrario al que estamos analizando, ya que los rei-nados de los tres primeros faraones contemplaron una vertiginosasucesión de visires y dignatarios en las más altas magistraturas del país.Probablemente los inicios de la VI dinastía se caracterizaron por unaampliación de la élite dirigente del país y de la base de poder de losnuevos soberanos mediante la incorporación de poderosas familias demagnates locales a los más altos puestos del poder, incluyendo las alian-zas matrimoniales entre éstas y la familia real; las tensiones resultantes(destrucción de tumbas, menciones de usurpadores, asesinato de un fa-

raón) pudieron consolidar el papel de los faraones como árbitros entre di-versas facciones de la élite del país, muchos de cuyos miembros accedíanbrevemente a las principales funciones administrativas. En cambio, laXIII dinastía parece haberse caracterizado por nuevas formas de organi-zación del reparto del poder, donde las familias poderosas prefirieron co-laborar, más que competir, en la colocación de sus candidatos en el tronode Egipto. En ambos casos, afloran el papel y el peso de poderosas fami-lias en la organización del reino; un peso y un papel a menudo ocultospor una ideología oficial donde la omnipotencia del faraón oculta las rea-

lidades cotidianas del poder.Por supuesto, estos cambios en la esfera política no tienen por quéhaber ido acompañados de crisis sociales o económicas extendidas o deun deterioro en las condiciones de vida de la población, pues su alcancee influencia pudo muy bien haber quedado limitada en un primer mo-mento al entorno de los círculos palatinos. Es significativo a este res-pecto que la documentación conservada sea relativamente abundante yque revele que las prácticas administrativas prosiguieron inalteradas. Eincluso nos informan de algunas cuestiones importantes relativas a laorganización de la corte o a las modalidades de imposición fiscal vigen-

tes en la XIII dinastía.El Papiro Brooklyn 35.1446, por ejemplo, es un texto administrati-

vo que nos ayuda a comprender el funcionamiento de una instituciónconocida sobre todo por los títulos de los funcionarios que estaban a sucargo, la kheneret. Una kheneret era un campo de trabajo, en ocasionesfortificado (como han puesto de manifiesto recientemente las excava-ciones en Qasr el-Sagha), cuya mano de obra era reclutada periódica-mente por el Estado para realizar tareas diversas. El Papiro Brooklyn35.1446 contiene el listado de un numeroso grupo de personas así em-

pleadas, con la salvedad de que en ocasiones fueron asignadas de mane-ra permanente a la realización de trabajos obligatorios, como castigopor haber huido de sus obligaciones en ocasiones anteriores. El docu-mento indica, además, cómo parte de la mano de obra era asignada a la

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condición de ihuti, mientras que su filiación revela que en ocasioneseran clientes o subordinados de personajes de un cierto rango social, des-

de militares a sacerdotes. Por último, la mayoría de las personas mencio-nadas eran asiáticos, sin que sea posible precisar su origen: ¿prisionerosde guerra?, ¿poblaciones asentadas que convivían con egipcios?

La asignación de algunos de estos individuos a tareas propias de losihuti contribuye a arrojar luz sobre esta categoría de población, ya quedocumentos posteriores, del Reino Nuevo, indican que se trataba de la-bradores obligados a entregar cuotas de producción fijas al Estado o, pordelegación, a las instituciones que los empleaban. En algunos casos setrataba de labradores de condición social elevada, a juzgar por las enor-mes cantidades de cereal que debían entregar a las instituciones de las

que dependían. Pero en otros casos eran personas empleadas forzosa-mente en las labores agrícolas y que incluso podían ser compradas yvendidas. Fuentes del Reino Nuevo indican que criminales y prisionerosde guerra podían ser convertidos en ihuti, incluyendo los funcionariosque contravenían las órdenes reales. Pero el Papiro Brooklyn 35.1446también indica que estos trabajadores podían ser transferidos por elEstado a los altos dignatarios del reino como recompensa o remunera-ción por sus servicios, siguiendo una práctica bien arraigada en Egipto,por la cual el Estado retribuía a sus funcionarios mediante la entrega de

tierras y de los medios necesarios para cultivarlas, como animales, simien-te y trabajadores. La imagen resultante de este documento excepcional esque durante la XIII dinastía los engranajes del Estado continuaron fun-cionando sin problemas aparentes y que los visires aparecen como losejecutores de las órdenes reales.

También la corte real continuaba en activo, y el Papiro Bulaq 18contiene valiosa información sobre su composición. Así, podemos in-tuir el peso de una institución bien conocida durante el Reino Medio, elkap, y cuya denominación ha sido interpretada, a menudo de manerademasiado reduccionista, como un harén. Sin embargo, se trataba en

realidad de los apartamentos privados del rey y de su familia, dondeeran educados no solamente los príncipes, sino también los hijos de losprincipales dignatarios del país. De este modo se reforzaban los víncu-los entre los futuros soberanos de Egipto y el círculo de potentados dedonde surgirían sus hombres de confianza y los responsables de lasprincipales funciones administrativas. Sin embargo, también constituíanun polo de formación de camarillas y de intrigas, y documentos excep-cionales como la inscripción de Uni de Abydos, de la VI dinastía, o los pa-piros relativos a la intrigas de finales del reinado de Ramsés III, en el

Reino Nuevo, muestran cómo las conspiraciones o los proyectos de re-gicidio nacían en ocasiones en estas dependencias. Pero el Papiro Bulaq 18contiene sobre todo información sobre las raciones y los preparativosnecesarios para atender los gastos corrientes de la corte, e incluye

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enumeraciones de altos funcionarios y de los cortesanos que constituíanel círculo más próximo al soberano, donde el transcurrir rutinario de la vi-

da palaciega tampoco augura el final del Reino Medio.En fin, otro importante lote de documentos administrativos son losPapiros de Ilahun, descubiertos en las inmediaciones de esta localidadpróxima a El Fayum y que corresponden a los archivos del templo fune-rario del faraón Sesostris II. Las actividades registradas en estos docu-mentos no se limitan sólo a listados de fiestas y de las cantidades deofrendas que debían ser presentadas periódicamente conforme a la ejecu-ción de los rituales encargados a un personal administrativo especializa-do. En efecto, también aparecen numerosos documentos de carácterprivado que ilustran la vigencia de las prácticas burocráticas encomenda-

das a diversas oficinas gubernamentales como, por ejemplo, transmisio-nes de bienes mediante testamento, ventas de funciones sacerdotalesentre el personal del templo funerario, adquisiciones de siervos o listadosde los miembros que integraban diversas unidades domésticas y que in-cluían en ocasiones a asiáticos.

Otros documentos mencionan con detalle el proceso de creación deexplotaciones agrícolas destinadas a proporcionar los productos quedebían alimentar el flujo constante de ofrendas en el templo; así, el pro-ceso de selección de un terreno apropiado, su división en parcelas y su

asignación a los trabajadores que debían cultivarlas era cuidadosamen-te registrado por escribas y funcionarios dependientes de las oficinasdel Estado. En otros casos, sacerdotes y funcionarios diversos asumíanla explotación de parte de las tierras del templo a cambio del pago deuna renta en cereales. Las cantidades de grano entregadas son a menudodemasiado grandes como para corresponder al terreno cultivado por unindividuo y su familia y, de hecho, otros papiros revelan que eran ihuti quienes se ocupaban en ocasiones del trabajo efectivo de la tierra.

Por último, otros textos indican las parcelas entregadas a los sacer-dotes como remuneración por sus servicios. Todo ello proporciona una

información fascinante sobre la organización de un microcosmos social yeconómico organizado según pautas administrativas bien arraigadas en elEstado egipcio y que cuentan con numerosos precedentes en el ReinoAntiguo. Nada sugiere en estos documentos un declive en el alcance delpoder del faraón sino, al contrario, la rutina de una burocracia bien roda-da cuyos departamentos ejecutan las tareas encomendadas por palacio yque encuadra a una jerarquía de dignatarios respetuosa de los procedi-mientos tradicionales, como lo demuestra la copiosa correspondenciaconservada.

En estas circunstancias, la ruptura de la unidad del país aparece co-mo un fenómeno más ligado a circunstancias políticas que económicas,como ya ocurriera a finales del Reino Antiguo. La aparición del reinotebano en el sur y la secesión del Delta oriental ilustran perfectamente

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tendencias de fondo que ponen de manifiesto la existencia de factoresde tensión muy anteriores a la división del reino. Sobre todo en un con-

texto en que diversas familias y facciones palatinas imponen a sus can-didatos en el trono de Egipto en una rápida sucesión de reyes cuyaabundancia revela cambios en la organización de la monarquía.

La ruptura de la unidad del país: el auge de Tebasy de Avaris/Tell el-Daba

En efecto, cabe pensar que si individuos que no pertenecían a larealeza podían imponer a sus hijos en el trono de Egipto, la propia ins-

titución real pudo terminar cayendo en el desprestigio y alentando lasambiciones de familias bien asentadas en la periferia y tentadas de noseguir las directrices emanadas de una capital lejana y ensimismada enintrigas palaciegas. Sin embargo, también se advierte que algunas fami-lias influyentes durante la XIII dinastía siguieron ocupando una posi-ción privilegiada en el reino tebano del Alto Egipto y contando con unaimportante base de poder en el sur, lejos del entorno de Itji-Tawy, la ca-pital del país. Sea como fuere, las circunstancias del abandono de Itji-Tawy permanecen aún en la oscuridad, al igual que los inicios del reino

tebano. En cambio, el origen del reino hykso ha sido objeto de una com-pleta reinterpretación gracias a los hallazgos producidos en Tell el Daba(fig. 7.1).

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Figura 7.1. Plano de Tell el-Daba.

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Generalmente se ha admitido que el final propiamente dicho delReino Medio tuvo lugar cuando los faraones de la XIII dinastía abando-

naron Itji-Tawy y establecieron en Tebas la capitalidad de un reino redu-cido ahora al Alto Egipto, dando así lugar a la XVII dinastía, cuyosúltimos representantes iniciarían la guerra que culminaría con la reunifi-cación de Egipto y con la fundación del Reino Nuevo. Sin embargo, estainterpretación adolece de numerosos problemas cronológicos, que que-darían solventados en parte si se acepta que el reino tebano surgió antesdel final de la XIII dinastía y que durante algún tiempo los reyes de Itji-Tawy (XIII dinastía) fueron coetáneos de un nuevo reino surgido en elsur. Si bien la continuidad directa entre ambas dinastías queda así rota, elcontexto histórico sugiere que esta explicación no es descabellada, y de

este modo el final de la XIII dinastía coincidiría con la aparición de nue-vos focos de poder político independientes de la autoridad de Itji-Tawy,tanto en el Delta como, significativamente, en el Alto Egipto, en torno aTebas, lo que terminaría por precipitar el final de la monarquía unitaria.

En este contexto, la continuidad de ciertas familias poderosas en Itji-Tawy y después en Tebas parece indicar que los factores políticos fuerondeterminantes en la crisis del Estado, ya que esas familias contaban consólidas bases de poder tanto en Ititauy como en Tebas y sus interesesdesbordaban los límites de cada uno de estos reinos. De hecho, El canon

real de Turín contiene una numerosa lista de reyes que, aun admitiendo unagran inestabilidad política en el país, difícilmente pudieron sucederse unosa otros. Más bien cabe pensar en la aparición de numerosos reyezuelos endiversas partes de Egipto, de los que algunos bien pudieron haber sido va-sallos de otros aun cuando todos se considerasen a sí mismos como reyes.Nehesy es uno de ellos, bien documentado gracias a numerosos monu-mentos hallados en el Delta oriental, que reflejan de manera aproximadala extensión de sus dominios. Actualmente se reserva la denominaciónde «XIV dinastía» para todos estos reyezuelos del Delta anteriores a loshyksos y de soberanía indeterminada, mientras el término «XVI dinas-

tía» designa, según los estudiosos, bien a otros dinastas del Delta bien alos reyes tebanos anteriores al dominio de los hyksos sobre el AltoEgipto meridional.

El paralelo es evidente con el Primer Período Intermedio, cuando lacrisis que terminó con el Reino Antiguo alentó las veleidades de numero-sos personajes que también se proclaman reyes en sus monumentos, sibien la autoridad de tales faraones no parece haber rebasado el ámbitolocal, como sucede con Khui de Dara, en el Egipto Medio, o Uni deEzbet Rushdi, en el Delta oriental, entre otros. Los reyes tebanos tam-

bién aparecen entonces y en el Segundo Período Intermedio comounos reyezuelos locales más, que con el paso del tiempo afirmarán supoder en el sur antes de terminar enfrentados a reinos que controlan,al menos, el Delta y el área menfita, aunque su capitalidad no se halle,

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significativamente, en Menfis sino en localidades como Avaris/Tell elDaba o Heracleópolis Magna.

Por ello, a falta de datos más precisos, cabe pensar que la crisis delReino Medio puede ser caracterizada como la implosión de un reinodel que fueron independizándose personajes ambiciosos que crearonbases territoriales de poder efímeras. En cambio, el reino tebano pudocontar con algunas ventajas, de las cuales la presencia del templo dinás-tico de Amón de Karnak, con su potente papel legitimador, no es una delas menores; además, la exigüidad del valle del Nilo en el sur y la presen-cia de templos en manos de familias vinculadas a la corona tampoco per-mitían la existencia de grandes propietarios ni la consolidación de rivalesserios para la autoridad de los reyes de Tebas; probablemente, algunas de

las familias más influyentes a finales del Reino Medio eran oriundas delsur o contaban allí con importantes intereses, lo que explica la conti-nuidad de algunas de ellas en el nuevo reino tebano, así como la estabi-lidad de su poder y la permanencia de sus relaciones privilegiadas conla monarquía.

Sin embargo, la pobre calidad de los monumentos de algunos reyestebanos datables a comienzos de la XVII dinastía indica que su poder olos recursos a su disposición eran exiguos. Incluso la posible presenciade una guarnición hyksa en Gebelein, al sur de Tebas, sugiere un cierto

grado de sometimiento a la autoridad de los reyes que gobernaban lamayor parte de Egipto desde Tell el Daba. En efecto, la aparición de unpoderoso foco de poder político en Tell el Daba y la reinterpretacióndel contexto social, político y económico en que surgió han sido posi-bles gracias a los descubrimientos arqueológicos y han permitido reeva-luar completamente el papel tradicionalmente atribuido a los hyksos.

Que documentos como el Papiro Brooklyn 35.1446, los Papiros deIlahún, los Anales Reales del Reino Medio o ciertas inscripciones de par-ticulares mencionen asiáticos capturados, sometidos a servidumbre oempleados como domésticos en las casas de los egipcios pudientes, re-

vela una presencia notable de personas oriundas de Levante en Egipto.No cabe pensar en una invasión, sino en la llegada de poblaciones debi-do a circunstancias diversas y en oleadas espaciadas en el tiempo: pri-sioneros de guerra, poblaciones pastoriles que llegaban al Delta enbusca de pastos (y que han dejado abundantes restos arqueológicos enel Wadi Tumilat) y especialistas cuyas habilidades eran de interés parala realeza. De hecho, la zona donde surgirá Avaris/Tell el Daba poseíauna gran importancia estratégica como base de partida de caravanas yexpediciones desde el Delta oriental hacia el Sinaí y Levante. Una ins-

cripción del Reino Medio revela que precisamente en esta encrucijadade rutas fue fundada una instalación hwt, un tipo de centro agrícola dela corona que cumplía las funciones de almacén, fortín y núcleo admi-nistrativo de varios campos y centros de procesamiento de productos

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agrícolas. El hallazgo reciente de una marca de sello de la XII dinastíaen la zona constituye el testimonio más antiguo del nombre de Avaris

(Hwt-waret) y revela que ya entonces era una localidad controlada por ungobernador (haty-a) de nombre inequívocamente egipcio, Imeniseneb.Estos elementos prueban que el origen de Avaris/Tell el Daba se encuen-tra ligado al interés de la monarquía por controlar el acceso hacia Asia.

La excavación de una zona de Tell el Daba (área F/I) ayuda a compren-der el origen de los hyksos, ya que sugiere que no surgieron de la nada o deuna supuesta invasión procedente de Levante, sino que, probablemente,su origen remonte a poblaciones asiáticas asentadas desde mucho tiempoatrás en el Delta oriental, presumiblemente como especialistas al serviciode la corona egipcia parcialmente aculturados, que desempeñaban fun-

ciones muy precisas en la estructura del Estado egipcio. Así, la presenciade numerosas inhumaciones de asnos y de armas en el cementerio del áreaF/I ha sido interpretada como el indicio de un uso particular del espacio,reservado al enterramiento de especialistas tales como transportistas oguerreros, de gran importancia en una localidad como Avaris/Tell el Dabapor constituir la ventana de Egipto hacia Levante en el Reino Medio. Laestatua de un individuo hallada en la zona es egipcia en la forma y en la re-presentación de las ropas, pero su propietario lleva también insignias depoder típicas de los potentados sirio-palestinos.

La importancia de los contactos con Levante queda bien manifiestaen los títulos utilizados por estos oficiales, como «intendente de los paísesextranjeros» o «intendente de Retenu». Todo ello sugiere que el Estadoegipcio instaló en Avaris/Tell el Daba especialistas asiáticos en la guerra,la navegación y el transporte y que, a pesar de estar aculturados, desarrolla-ron una cultura propia que con el tiempo daría lugar a la formación de unatradición nueva, que conserva elementos propios de sus países de ori-gen. No cabe, por tanto, considerar a estos pobladores asiáticos comouna población homogénea: su diversa procedencia, su instalación enAvaris/Tell el Daba en épocas diferentes durante el Reino Medio y su

coexistencia con egipcios terminaron por producir una población queno era ni propiamente egipcia ni tampoco cananea.

La crisis del Estado egipcio y de su Administración centralizada a fi-nales del Reino Medio afectó a la capacidad de la corona para financiary organizar los contactos comerciales con el exterior, de tal modo quelas funciones de una parte de la población de Avaris/Tell el Daba deja-ron de tener razón de ser. Y así, en el cementerio se advierte que las an-tiguas agrupaciones de tumbas por funciones ceden en importanciaante otras donde predominan criterios familiares, con el retroceso de

las inhumaciones de asnos, la aparición de formas clánicas de organiza-ción de los enterramientos y el surgimiento de nuevas marcas de estatusligadas sobre todo a la posesión de armas. Por este motivo, se consideraque el abandono de algunos rasgos culturales egipcios corre parejo a la

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transformación de los antiguos guerreros y comerciantes instalados enAvaris/Tell el Daba en una nueva élite que comienza a definirse me-

diante un nuevo universo simbólico. En definitiva, más que conside-rar a los hyksos como invasores llegados a Egipto desde Levante, lasexcavaciones arqueológicas permiten proponer una interpretación dife-rente, donde la particular composición étnica de Avaris/Tell el-Daba ter-minó por producir una población con una cultura original y que, al igualque otros actores locales de Egipto a finales del Reino Medio, terminarátambién por participar en la vida política del país mediante la creaciónde una entidad política propia.

Los templos, nuevo elemento articulador del reino tebano

Una característica particular del Reino Nuevo es la enorme impor-tancia económica de los templos en Egipto, su autonomía organizativay la ausencia de instalaciones de la corona con un peso semejante en elmedio rural. Este hecho novedoso no ha atraído la atención de los in-vestigadores como mereciera y, de hecho, el Reino Nuevo se distinguede las fases precedentes de la historia egipcia por la posición excepcio-nal de los templos en la organización económica del país. Hasta enton-

ces, ciertas instalaciones agrícolas y productivas de la corona, como loshwt en el Reino Antiguo o las kheneret en el Reino Medio, habían consti-tuido polos importantes de organización del trabajo y de la producciónen el valle del Nilo e incluso en su ordenamiento territorial, como sucedecon los hwt. Los templos no eran entonces sino otras instituciones más enel medio rural, al frente de recursos agrícolas ciertamente notables, perosin gozar de la posición dominante que ostentarán durante el ReinoNuevo. Analizar el origen de esta situación particular durante el SegundoPeríodo Intermedio puede ayudar a comprender mejor la base de poderque permitió a los reyes tebanos contar con los recursos necesarios para

consolidar su reino y terminar conquistando el resto del país.La importancia de los templos en esta región hunde sus raíces en el

Predinástico, y parece haber limitado en cierto modo el poder de la coro-na en la región. Es significativo a este respecto que algunas de las principa-les instalaciones agrícolas y administrativas del Estado (gran hwt, swnw)falten llamativamente en los nomos más meridionales de Egipto durantetodo el Reino Antiguo, una zona donde, en cambio, los templos localesocupan una posición dominante en la sociedad local, como lo revelanlas inscripciones de el-Hawawish, Coptos y Elkab. Conviene recordar

que incluso a comienzos de la IV dinastía, cuando las fuentes relativas a lasautoridades provinciales son sumamente parcas, los sacerdotes aparecenya como personajes eminentes en Elkab. La escasez de tierra cultivable enel extremo sur del país, unida a una densidad demográfica históricamente

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más elevada que en el resto de Egipto, sumada a la existencia de importantestemplos locales desde los albores del Estado faraónico, explican proba-

blemente que en esta zona fuese difícil la aparición de grandes terrate-nientes o la implantación de centros agrícolas de la corona, lo que ayudóa que los templos conservasen una posición privilegiada como centros dela vida económica y como depositarios de la legitimidad dispensada porlos dioses, sobre todo en las épocas de colapso del poder central.

Baste recordar que durante el Primer Período Intermedio algunos jefes locales no dudaron en presentarse a sí mismos como instrumentosde los dioses, usurpando una prerrogativa hasta entonces exclusiva delos faraones, mientras que algunos responsables de santuarios aparecendesempeñando un papel activo en la organización del territorio, en el

aprovisionamiento de sus distritos o en el envío de expediciones, asumien-do también funciones tradicionalmente reservadas a la realeza. En suma,es probable que esta legitimidad fuera fundamental a la hora de consoli-dar el poder de los reyes del naciente Reino Medio, como lo sugieren susextensas construcciones en piedra en los santuarios del Alto Egipto meri-dional o la presentación de ofrendas en la capilla de Heqaib en Elefantina.

También el Alto Egipto pudo haber sido una base sólida de poderde los faraones al ser el punto de partida tanto hacia Nubia, donde losfaraones del Reino Medio construyeron una impresionante red de for-

talezas, como hacia la costa del mar Rojo, de donde partían expedicio-nes hacia el país de Punt. En cambio, Menfis o el Delta pudieron habersido áreas donde su poder fue más contestado, tanto por ser el centrodel vencido reino heracleopolitano como por la instalación de poblacionesasiáticas en el Delta. Es llamativo a este respecto que Menfis no recuperasesu condición de capital, siquiera secundaria, del reino y que los faraonesprefiriesen instalarse en Itji-Tawy. O que construyesen sus monumentosfunerarios en Der el-Bahari, Lisht, Dashur, Ilahun, Hawara e incluso, sor-prendentemente, en Abydos (por primera vez desde los comienzos de larealeza unitaria), pero no en las prestigiosas necrópolis reales de Guiza,

Saqqara o Abusir. Es probable también que, a cambio de este apoyo, los re-yes tebanos ofreciesen protección militar a las élites locales centradas en lostemplos del Alto Egipto durante los períodos críticos que sucedieron a losReinos Antiguo y Medio: una inscripción recientemente descubierta revelaque Elkab fue atacada en el Segundo Período Intermedio por una coali-ción de tribus nubias que incluía elementos procedentes del país de Punt; ylas inscripciones de los primeros reyes tebanos mencionan luchas en el áreade Tebas con la participación de extranjeros.

De este modo, los lazos entre los templos, las élites locales y los faraones

pudieron salir reforzados durante los períodos de crisis del poder central.Y la autonomía de los santuarios también. Es significativo a este respectoque las transacciones privadas entre miembros de la familia dominanteen Elkab hayan sido recogidas en una estela (la célebre Estela Jurídica)

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depositada en el templo de Karnak, junto a las estelas de los faraones delSegundo Período Intermedio. En todo caso, los templos del Alto Egipto

meridional aparecen como importantes centros de poder económico enel Segundo Período Intermedio, sin que la monarquía haya podido o que-rido refundar instituciones agrícolas como los hwt o las kheneret en laregión. Y los soberanos tebanos aparecen estrechamente vinculados alos santuarios de la región, bien sea mediante intervenciones en susasuntos internos, como sucede en el templo de Coptos (que ocultanprobablemente recomposiciones en las élites locales), mediante la reor-ganización de sus patrimonios agrícolas (casos de Medamud o Elkab),instalando miembros de la familia real al frente de importantes funcio-nes rituales (Karnak) o levantando en los mismos estelas conmemorati-

vas de las hazañas reales (Karnak).En efecto, el decreto del soberano tebano Nebukheperure Antef V

menciona la intervención real para expulsar a un ritualista que había co-metido un delito en el templo del dios Min, una expulsión extensiva a losmiembros de su familia, pero también a todos aquellos que pudieranprestarle apoyo y a sus familias respectivas. La decisión real no sólo im-plicaba la imposibilidad de ejercer como ritualista, sino, además, la pér-dida de los ingresos correspondientes y de la porción de las ofrendaspresentadas en el templo. Por último, el decreto concluye con el nombra-

miento de un nuevo beneficiario que obtiene, para sí y para su descen-dencia, el cargo y la remuneración vacantes. Dado que el nombre delritualista castigado es idéntico al de un jefe local aliado de los hyksos y en-frentado a los reyes tebanos, se ha querido ver en este decreto el aleja-miento del reino del sur de un peligroso rival o del cabecilla de unafacción palatina opuesta a los soberanos tebanos.

Una inscripción de la tumba de Sobeknakht, «gobernador de Elkab» y«jefe de sacerdotes», contiene una declaración donde su protagonista se

 jacta de haber reorganizado los dominios agrícolas de una divinidad localen nombre del faraón, a la vez que indica la extensión de estas tierras:

«... uno que efectúa peticiones en la oficina de los campos, uno queacudía al rey con respecto a los campos de su dios en la localidad deAgeny, campos fijados mediante mojones que llevaban el gran nombredel dios perfecto Sobekhotep III, justificado, el amado por la diosaNekhbet. Lista de las tierras bajas: 20 (kha) [= 200 aruras] que se hallanen las tierras altas y 120 (kha) [= 1.200 aruras] que son tierras kha-to.Total: 140 (kha)» (Tumba de Sobeknakht)1.

Las dimensiones de esta heredad provincial (1.400 aruras) son com-parables a las de otros santuarios locales de épocas diversas, como el deMedamoud (1.672 aruras), el de Amón de Taudji (unas 1.350 aruras), oa las del dominio de Horus de Edfú en ciertas provincias del sur, como las

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2.242 aruras que poseía en el nomo pathyrita o las 1.750 en el nomo lato-polita. En cuanto a la inscripción comemorativa de la reorganización de la

heredad del dios Montu en Medamud, por un lado, indica que el rey habíaconcedido al santuario campos por una extensión de 39 aruras, pero queno constituían más que una pequeña parte de su heredad, que ascendía aunas 1.672 aruras aproximadamente. Además, el decreto de Medamudprecisa que los bienes atribuidos al dios Montu consistían en campos cu-yos beneficiarios son designados mediante un término (sah) que posee elmatiz de remuneración y de recompensa, lo que prueba que los campos delos templos podían ser atribuidos de manera subsidiaria a individuos que,sin ser necesariamente sacerdotes ni formar parte de los ritualistas del san-tuario, aseguraban, no obstante, la explotación de las tierras del templo.

Por último, la estela de la esposa real Ahmes Nefertari conmemora suadquisición de una función sacerdotal en el templo de Amón de Karnaky se establece la cantidad que debía ser abonada por la misma y que con-siste en una elevada cantidad de oro y plata y objetos diversos. En reali-dad se trata de la cesión de una importante función bajo la forma de unaventa ficticia y que presenta un interesante paralelo en la Estela Jurídicade Karnak, un documento algo anterior donde un individuo vende a unpariente la función de gobernador de Elkab.

Todos estos elementos indican que el apoyo de los templos fue fun-

damental a la hora de consolidar la posición de los reyes tebanos en elAlto Egipto, al permitirles acceder a los recursos y a las redes de podercontrolados por las élites a su frente. Pero, al mismo tiempo, los sobera-nos no eran actores políticos pasivos, sino que contribuyeron a modelarlas élites locales y los elementos al frente de los templos, bien sea apo-yándose en ciertos potentados y excluyendo a otros (como ocurrió enCoptos) o colocando a miembros de su propia familia en posicioneselevadas en los santuarios (caso de Karnak). Cabe incluso pensar que lareorganización de los patrimonios agrícolas de templos como el deMedamud o el de Elkab constituya un precedente aplicado después a

gran escala en todo Egipto una vez conquistado y los hyksos expulsados,al confiar la gestión de gran parte de las tierras del país a los santuarios envez de crear instalaciones propias de la corona que pudieran actuar comopolos de poder económico y territorial local y como contrapoder de lostemplos. En todo caso, la hipertrofia excepcional del templo de Amónde Karnak durante el Reino Nuevo quizá hunde sus raíces en la políticaseguida por los reyes tebanos del Segundo Período Intermedio.

Horizontes regionales: la evidencia de la cultura material

Conocer la historia política de Egipto durante el Segundo PeríodoIntermedio es una tarea harto complicada. A la escasez de testimonios

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epigráficos para la mayor parte de las regiones del país se añade el carácterfragmentario de los pasajes correspondientes a esta época en el El canon

real de Turín. Por ello, y salvo en ciertas zonas del Alto Egipto, es difícil se-guir los avatares que rodean la formación y consolidación de los reinos te-bano e hykso, y mucho más descorazonador intentar escribir la historialocal o la política seguida por las élites locales. Sin embargo, la multiplica-ción de estudios aplicados a los vestigios arqueológicos, sobre todo en lasnecrópolis, permite paliar en parte nuestra ignorancia y atisbar la apari-ción de culturas locales tras el hundimiento de la monarquía del ReinoMedio. De hecho, como ha señalado justamente Bourriau, la disgregaciónterritorial del Estado egipcio durante el Segundo Período Intermedioobliga al investigador a analizar Egipto en términos de regiones, cada una

de las cuales cuenta con su propia secuencia arqueológica, como ya suce-diera durante el Primer Período Intermedio. Estas regiones son: el Deltaoriental más el área de Menfis y El Fayum, el Egipto Medio hasta Siut,el Alto Egipto y la región de Asuán.

Así, el análisis de la cerámica descubierta en Avaris/Tell el-Daba reve-la que en su elaboración predominan las arcillas procedentes del Nilo yque tanto las formas tradicionales egipcias como las propias del BronceMedio fueron producidas in situ. De hecho, Avaris/Tell el-Daba se con-virtió en un importante centro de producción cerámica, con Chipre en el

papel de nuevo socio comercial de importancia. Teniendo en cuentaademás que las jarritas de estilo Yahudiya, aunque distribuidas desdeSiria y Chipre hasta Kerma en Nubia, aparecen raramente fuera delDelta oriental y que otras formas cerámicas son propias de esta región,cabe pensar que la cultura material del Delta oriental se caracteriza poruna notable unidad que la distingue de otras zonas de Egipto. Otra ca-racterística importante es que el repertorio de algunas vasijas aparecemuy estandarizado, donde la reducción del tamaño y la simplificaciónde las formas coinciden con un fuerte aumento de las cantidades pro-ducidas, apuntando así a una producción en masa en el área central del

dominio hykso.Por tanto, Avaris/Tell el-Daba se convirtió en el centro económico y

administrativo de, al menos, el Delta oriental, muy probablemente co-mo consecuencia de la consolidación de una nueva unidad política cu-yos contactos con el resto de Egipto disminuyeron en gran medida ydonde las vías tradicionales de suministro de materias primas quedaroninterrumpidas: por un lado, se aprecia un deterioro de la calidad del bron-ce producido, debido a la peor calidad de las aleaciones; por otro, el sumi-nistro de sílex, tradicionalmente en manos de la Administración central

egipcia y centralizado en Wadi el-Seikh, quedó interrumpido y se hubo derecurrir a diferentes tipos de sílex, producido probablemente a nivel lo-cal. La naturaleza de esta interrupción es discutible y no tuvo por qué serconsecuencia de enfrentamientos con los vecinos del sur (de hecho, hubo

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guarniciones hyksas al menos en Gebelein, en pleno corazón del reino te-bano), sino quizá resultado de la menor sofisticación del sistema adminis-

trativo en vigor en el Delta oriental, limitado quizás a Avaris y a su entornoinmediato.Esta segunda opción resulta probable a la luz de los análisis de los tí-

tulos administrativos presentes en objetos tales como los escarabajos ylas estelas del Segundo Período Intermedio. En ellos se advierte la con-tinuidad de las estructuras administrativas del Reino Medio tardío hasta,al menos, los comienzos de la XVII dinastía en Tebas y la XIV dinastía omás tarde en el Delta. Así, los títulos que predominan en las fuentes jero-glíficas, sobre todo estelas, en el área tebana durante el final de la XIII di-nastía y la XVII dinastía son los de «hijo del rey», los de naturaleza

militar y los relacionados con el visir; después, ya a finales del SegundoPeríodo Intermedio, se aprecian cambios en el sur, coincidentes con laconsolidación del reino tebano y de su aparato de gobierno, que demues-tran la influencia de los títulos en vigor a comienzos del Reino Medio.Por otro lado, el equipamiento funerario de los reyes de la XVII dinas-tía incluye muy pocos textos funerarios, aunque es notable que el sarcó-fago de la reina Mentuhetep contenga la versión más antigua conocidade El libro de los muertos; como no hay precedentes similares proce-dentes del entorno de la realeza a finales de la XIII dinastía, se ha su-

puesto que el paso desde Los textos de los ataúdes hasta El libro de losmuertos se explica por la falta de acceso de la corte tebana a los anti-guos centros de conocimiento de Heliópolis, Menfis y Hermópolis, enmanos hyksas.

En cambio, la situación es muy diferente en el Delta. No sólo las fuen-tes son significativamente más escasas, sino que, cuando a finales delSegundo Período Intermedio se produzca también una reformulación dela identidad de las élites gobernantes durante el reinado del soberanohykso Apopi, similar a la producida en el reino tebano, los títulos domi-nantes serán los de «tesorero» y «escriba». Además, aunque se había su-

puesto que los hyksos habían producido muy poca documentación escritade carácter administrativo, el hallazgo reciente de los vestigios de un ar-chivo en el recinto palaciego de Ezbet Helmi, en Avaris/Tell el-Daba,fechado en el reinado de Tutmosis III y que ha conservado marcas desellos desde el Reino Medio hasta el reinado de Tutmosis III, pero conpredominio de sellos de Época Hyksa, indica la producción abundantede documentos bajo el mandato de los soberanos hyksos y que fueronconservados hasta bien entrado el Reino Nuevo. En suma, la desapari-ción de las designaciones departamentales características de finales del

Reino Medio dio lugar a dos tradiciones distintas en el Delta y en el sur,quizás como consecuencia de los reajustes y de las diferentes necesida-des de ambas zonas con motivo de las guerras que las enfrentaron y queculminarían con el dominio de Tebas.

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En cuanto a la región menfita, durante el Segundo Período Intermedioaparece de repente un nuevo tipo de cerámica cuyos precedentes no se

hallan en Menfis sino en el Alto Egipto y que se remontan a la XIII dinas-tía. Por debajo de estos restos se encuentra la cerámica característica delReino Medio. Del estudio de las formas menfitas se deduce que la culturadel Reino Medio de la ciudad conoció una evolución sin cambios impor-tantes hasta el advenimiento del dominio tebano, cuando aparece unanueva tipología cerámica coincidiendo con las guerras contra los hyksos.Incluso se ha detectado la presencia de cerámica de Kerma, del mismo ti-po hallado en Der el-Ballas, el cuartel militar de los reyes tebanos situadoen las proximidades de Dendera, y que fue empleada por los mercenariosnubios. Lo más llamativo es que, a pesar de que esta zona formó parte del

reino hykso, los soberanos no parecen haber realizado construcciones deimportancia en la misma a pesar de su enorme relevancia simbólica e ideo-lógica. También al sur de Menfis, en las inmediaciones de Lisht, se obser-va la misma supervivencia del estilo de cerámica típica del ReinoMedio.

En cuanto al Egipto Medio, excavaciones recientes en las necrópolisdel área de el-Bersheh, en el Egipto Medio, muestran indicios de reocu-pación de las tumbas del Reino Medio durante el Segundo PeríodoIntermedio y el Reino Nuevo, y que apuntan a importantes cambios liga-

dos a las circunstancias políticas que atravesaba el país. Así, mientras enel Reino Medio se observa una clara influencia norteña, sobre todo en eluso de grandes jarras de almacenaje empleadas para el transporte de mer-cancías hacia el sur, sin embargo, a comienzos del Segundo PeríodoIntermedio y de la XVIII dinastía, la cerámica muestra afinidades conproducciones locales, sobre todo con los corpus de cerámica de Qau,Tebas y Elefantina. Al mismo tiempo, las influencias norteñas desapare-cen: ciertas formas cerámicas se desvanecen del registro arqueológicotras la XIII dinastía, pero aparecen otras originadas en el Alto Egipto, eincluso se aprecian algunas importaciones chipriotas.

En lo que respecta al Alto Egipto, se trata de una región que poseeuna fase cerámica propia, que cabe identificar como del SegundoPeríodo Intermedio y que fue precedida por otra que hunde sus raícesen la XIII dinastía.

El reino de Tebas (XVII dinastía)

Pocos debates historiográficos han hecho correr más tinta recientemen-

te que el relativo a los orígenes del reino tebano durante el Segundo PeríodoIntermedio. Tradicionalmente se había supuesto que los problemas dinásti-cos, la aparición de reyezuelos independientes en el Delta y la infiltraciónde poblaciones asiáticas en el Delta oriental habrían agravado la crisis

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de autoridad de los faraones del Reino Medio y empeorado las condi-ciones de seguridad en el área de Menfis y de la capital, Itji-Tawy. Por

ello, los faraones habrían abandonado Itji-Tawy para refugiarse enTebas, cuna de los reyes del Reino Medio, donde habrían inaugurado laXVII dinastía, heredera directa de la XIII dinastía y de la legitimidaddinástica del Reino Medio.

Ryholt, en su provocativo e influyente estudio del Segundo PeríodoIntermedio, acepta en parte esta interpretación tradicional aunque, parahacer frente a algunas de las inconsistencias cronológicas que plantea,introdujo varias novedades sorprendentes. Una de ellas fue considerarque durante unos veinte años existió un reino independiente en Abydosque actuó como estado-barrera entre los conquistadores hyksos y el na-

ciente reino tebano ubicado más al sur. Otra, sugerir que el reino tebanoestuvo constituido en realidad por dos dinastías: a la primera de ellas lereserva el término de «XVI dinastía», de escasa duración tras ser vencidapor los hyksos, que habrían continuado sus conquistas hacia el sur derro-tando primero a los supuestos reyes de Abydos y, después, a los sobera-nos tebanos de la XVI dinastía tras una dura lucha de unos cincuentaaños donde, tras avances y retrocesos diversos, se habría producido lacaída definitiva de Tebas. Pero después, al iniciarse la revuelta tebana,los soberanos del sur de la XVII dinastía aparecerían controlando de

repente la zona comprendida entre Abydos y Edfú y entregados a unaactiva política de reconstrucción de santuarios.Sin embargo, como ya he señalado en páginas anteriores, cada vez pa-

rece menos seguro que los faraones tebanos (XVII dinastía) o los reyeshyksos (XV dinastía) hayan sido los sucesores inmediatos de los últimossoberanos del Reino Medio (XIII dinastía), y diversos autores, comoSpalinger, Bennet o Schneider, abogan por una transición más complejaespacial y temporalmente en las décadas finales del siglo XVIII a. C. Losnumerosos faraones efímeros de finales de la XIII dinastía están muy maldocumentados y sus monumentos se limitan a unos pocos lugares, sobre

todo en el Alto Egipto (Abydos, Tebas, Der el-Bahari, Gebelein, Edfú).Si a esto añadimos el hecho de haber sido incapaces de mantener elcontrol administrativo sobre el conjunto del país, cabe suponer que pudohaber entonces varias dinastías locales rivales, una de las cuales pudo serel reino tebano, surgido unas décadas antes de producirse el final deuna XIII dinastía que coexistió todavía durante algunos años con los te-banos al sur y los hyksos al norte. De este modo, aunque el reino tebanono fue el heredero de la XIII dinastía, sí existieron vínculos entre las éli-tes dominantes de ambos reinos, como parecen indicar algunas infor-

maciones biográficas contemporáneas.Los monumentos de los primeros reyes tebanos sugieren una sucesiónde reinados pacíficos de unos veinte años de duración, durante los cualesrealizaron trabajos de construcción en los templos de Montu de Medamud,

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Min de Coptos y de Osiris de Abydos, a la vez que intervinieron con otrasobras en Deir el-Ballas, Karnak, Deir el-Bahari y Edfú, lo que da idea de

la extensión de su dominio. También fue enviada una expedición al WadiHammamat. Estos años de relativa paz fueron seguidos después por con-flictos que afligieron los reinados de otros dos reyes tebanos, Neferhotepy Mentuhetep. Las hipótesis ofrecidas para explicar los orígenes pacífi-cos de la XVII dinastía han coincidido en suponer que hubo un reino ta-pón entre los hyksos del norte y los tebanos. Según Ryholt, este reinohabría sido una efímera dinastía radicada en Abydos, mientras que paraotros autores, como Bennett, se trataría más bien de los últimos esterto-res de la XIII dinastía, cuyo dominio se habría visto reducido al áreamenfita y el Egipto Medio.

Después, las fuentes son escasísimas, aunque el hallazgo reciente dealgunas inscripciones en la ruta de Alamat Tal, en el desierto occidentaly cerca de Tebas, indican que los reyes tebanos mantenían el control de,al menos, Coptos y Tebas, aunque el hecho de que las comunicacionesentre ambas localidades hubiesen de realizarse por tierra sugiere unacierta inseguridad en el uso de la vía fluvial. Quizás quepa considerarque esta época coincide con las guerras mencionadas en las inscripcio-nes de los reyes Neferhotep y Mentuhetep, donde participaron extran-

 jeros. Incluso los escarabajos reales de Mentuhetep y de su sucesor

Nebiriau son de mala calidad, elaborados en arcilla o fayenza, lo quepuede ser un indicio de dificultades de acceso a los yacimientos de estea-tita del desierto oriental y que, por consiguiente, Coptos había caído enmanos de un poder hostil durante esta época.

Poco después la situación es ambigua: el monarca tebano SeuserenreBebiankh grabó una inscripción en Djebel Zeit, en la costa del mar Rojo, loque implica el control de Coptos y del Wadi Hamamat. Además, lacombinación de los datos ofrecidos por El canon de Turín y por las genea-logías de Elkab apuntan a que el período comprendido entre los reinadosde Bebiankh y de Sequenenre Tao, el faraón que inició la lucha contra los

hyksos, pudo ser de unos cuarenta o sesenta años. Pero el hallazgo enGebelein, justo al sur de Tebas, de un bloque de granito extraído deAsuán y que lleva el nombre del rey hykso Khayan y de un bloque decaliza con el nombre del soberano hykso Apopi, indica que los monar-cas hyksos fueron capaces de mantener una cierta presencia en el AltoEgipto.

Quizás sea en este contexto turbulento donde quepa interpretar elconflicto que afectó al templo de Coptos durante el reinado de Antef V:el sacerdote destituido, Minhotep, hijo de Teti, puede haber pertenecido

a la misma familia de Teti, hijo de Pepi, el personaje derrotado en Nefrusi,cerca de Beni Hassan, por Kamose en su campaña contra los hyksos.Cabe, por tanto, suponer que la presencia hyksa en el Alto Egipto se expli-ca por el apoyo de una parte de las élites locales. Puede ser significativo a

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este respecto que el dignatario nombrado por Antef V como goberna-dor de Coptos tras este oscuro episodio, Minemhat, haya dejado tam-

bién una inscripción en Djebel Zeit, lo que demuestra un sólido controlde nuevo sobre Coptos y las rutas que conducían al Wadi Hammamat.Sin embargo, hay que señalar que la ubicación cronológica de muchos deestos faraones y de los escasos datos históricos que ofrecen sus monu-mentos es insegura, de tal modo que seguir el hilo de los acontecimientoses una tarea harto compleja y pendiente de los cambios introducidos pornuevos descubrimientos.

Sin embargo, los aproximadamente cuarenta o sesenta años que pre-ceden el reinado de Sequenenre Tao y el inicio de la guerra contra loshyksos sugieren el afianzamiento de un reino tebano que comprendía el

área situada entre Edfú y Abydos. Algunas breves inscripciones indicanque hubo al menos dos guarniciones tebanas al norte de Tebas, en Coptosy Abydos, y que el responsable de esta última guarnición era, además, jefede sacerdotes del templo de Osiris de Abydos, lo que revela la estrechaasociación con los templos que parece haber caracterizado el poder de lossoberanos de Tebas. Además, inscripciones tales como el decreto deCoptos de Antef V o la Estela Jurídica de Karnak apuntan a una recupera-ción de la epigrafía monumental que, unida a la restauración de numero-sos santuarios, dan fe de la reconstrucción gradual de un aparato de

gobierno y de una jerarquía administrativa apenas perceptibles si juzga-mos tan sólo los monumentos de los primeros reyes tebanos.También las tradiciones artesanales fueron ganando en calidad, a

 juzgar por la descripción del ajuar funerario de algunos reyes de laXVII dinastía que consta en los informes elaborados por los funcionariosramésidas acerca del saqueo de las tumbas de sus lejanos predecesores.La mayor seguridad de los reyes tebanos en su poder parece evidente siconsideramos que fijaron su residencia en Der el-Ballas, al norte de Tebasy en las proximidades de Dendera, donde se han excavado los restos deuna gran localidad y de dos palacios fortificados, y que parece haber aco-

gido una importante guarnición militar con numerosos efectivos nubios.Probablemente Der el-Ballas sirvió como cuartel general y centro de ope-raciones de las campañas militares emprendidas por los últimos reyes te-banos contra los hyksos.

El reino de los hyksos (XV dinastía)

El peso de las secuencias cronológicas utilizadas tradicionalmente en

la egiptología («reinos/imperios», «períodos intermedios») ha introduci-do, como ya he señalado páginas atrás, importantes distorsiones en la com-prensión del pasado faraónico, al conceder un relieve desmesurado a loslímites entre secuencias temporales en detrimento de las continuidades y

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de los procesos que las atraviesan. A esto se añade otro problema, que esla atribución al Egipto antiguo, por parte de la historiografía decimonóni-

ca, de valores articuladores («unidad nacional/estatal», homogeneidad ét-nica) tomados en préstamo de las formaciones políticas de la Europacontemporánea, pero cuya aplicación a las sociedades del Bronce Recienteconstituye un anacronismo ingenuo y deformador.

Como hemos visto, las condiciones particulares en que crecióAvaris/Tell el-Daba pudieron muy bien obedecer a factores endógenos,como el interés de la corona egipcia por centralizar en esta localidad ysu entorno las actividades de especialistas de origen diverso (sobre todolevantino, pero también egipcio) al servicio del Estado: transportistas,mineros, guerreros, intérpretes, comerciantes, etc. La comparación con

Elefantina, en el extremo sur del país, con su variopinta población demercenarios nubios, militares y funcionarios egipcios, intérpretes, jefesde caravanas y comerciantes, ilustra la naturaleza de estas sociedades defrontera. Por esta razón, las interpretaciones actuales tienden a abando-nar la imagen tradicional de unos hyksos considerados como invasoresextranjeros o de un Segundo Período Intermedio interpretado comouna época de declive, sojuzgamiento y liberación «nacional» sucesivos.

En todo caso, los descubrimientos más recientes sugieren queAvaris/Tell el-Daba fue el centro de una entidad política cuyas rela-

ciones tanto con Egipto como con ciertas zonas de Palestina siguie-ron las pautas habituales en las sociedades levantinas de la Edad delBronce: en torno a un polo político importante se articulaban unamultitud de entidades de dimensiones más limitadas, cuyas relacio-nes se fundaban en el vasallaje, el clientelismo o la independencia,según pautas descritas en detalle por fuentes más tardías, como lascartas de el-Amarna. Tal parece haber sido la naturaleza de las rela-ciones entre hyksos y tebanos, y entre los hyksos y otras entidadesdel Delta o de la Palestina meridional, como sugiere la multitud de se-llos con menciones de reyes cuyo ámbito de soberanía parece haber si-

do muy reducido.La crisis de la monarquía unitaria durante la XIII dinastía llevó, al

parecer, a que Avaris/Tell el-Daba perdiera su razón de ser en ausenciade un poder central capaz de organizar las expediciones o las campañasmilitares que empleaban a la población local. Ello pudo llevar a la for-mación de unas élites gradualmente independizadas del poder central,que comenzaron a definirse mediante un nuevo universo simbólico. Esen este momento cuando surge un Estado que podemos denominar, si-guiendo la tradición historiográfica, como «hykso», aunque teniendo

bien presente que se trata de un término sin connotaciones étnicas. Eneste Estado se produjo la consolidación y la normalización de una nue-va cultura material que aúna elementos egipcios y levantinos, como co-rresponde a una población nacida de la coexistencia de personas de

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procedencias diversas. Así, los cementerios comenzaron a ser edifica-dos en los tells, mientras que la vieja práctica egipcia de realizar el culto

funerario en las cámaras de tumbas individuales dejó paso a la edifica-ción de capillas funerarias donde se efectuaban cultos clánicos. Pero lacoexistencia de templos y de cultos tanto egipcios como asiáticos da fede un entorno multicultural donde los santuarios desempeñaron un im-portante papel en la elaboración y consolidación de nuevos valores.También se introdujo una nueva costumbre funeraria de raigambre le-vantina, al integrar las inhumaciones en las casas. Tal innovación puedeser interpretada o bien como un reforzamiento de la conciencia de perte-nencia a un grupo familiar amplio (perceptible también en las capillas fu-nerarias) o bien como un indicador de estatus común a las élites de los

centros urbanos de Siria y Palestina. Otro elemento nuevo, la inhuma-ción de armas en las tumbas, sugiere también puntos de contacto entre elDelta oriental y Levante en lo tocante a la definición y representación delas élites gobernantes.

Las importaciones de cerámica indican una reactivación del comer-cio y una reorientación del mismo: las importaciones chipriotas aumen-tan extraordinariamente y se difunde un tipo de jarrita (de estiloel-Yahudiyya) desde Levante hasta la Baja Nubia, pero no en el AltoEgipto. Los contactos fueron igualmente intensos con la Palestina me-

ridional, de donde se importaba aceite y vino y de donde se introdujo elcaballo y el carro de guerra. Incluso se ha supuesto que la difusión delculto al dios marino de la tormenta Hadad en sellos cilíndricos junto almotivo del toro, más el auge al culto de Set, el dios egipcio asociado conlas tormentas y los países extranjeros, serían valiosos indicios del augede la navegación en el reino hykso y de sus contactos no sólo conLevante sino incluso con el Egeo.

El hallazgo en Ezbet Helmi, en la zona de Avaris/Tell el-Daba, de unbloque inscrito perteneciente a un rey desconocido, Sokarhor, que se de-nominaba a sí mismo «gobernador de los países extranjeros», ayuda a

comprender cómo definieron los reyes hyksos su identidad. Esta deno-minación, que para los egipcios no era sino un simple título, terminópor convertirse en la seña de identidad de los soberanos de Avaris/Tellel-Daba, sobre todo si tenemos en cuenta que pudieron encabezar unaimportante red de relaciones políticas de naturaleza clientelista o vasa-llática que englobaba a príncipes y dinastas de Egipto y de Levante, in-cluidos los reyes tebanos durante un breve período de tiempo. Es decir,los reyes hyksos asumieron únicamente ciertos aspectos de la ideologíafaraónica y los adaptaron a sus necesidades, del mismo modo que su

administración utilizó sólo ciertos títulos de función heredados delReino Medio, aunque continuó con el uso de archivos, como queda demanifiesto en las marcas de sellos halladas en el archivo de Tutmosis IIIen Ezbet Helmi. Tampoco hay que olvidar que los reyes hyksos fueron

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un pilar fundamental en la consolidación del papel político de los fa-raones. No hay que olvidar que los templos controlaban importantes

recursos en el naciente reino te-bano, con lo que la conquistaexterior pudo ser una vía intere-sante (si no única) de ampliaciónde la base tributaria y de los re-cursos propios de los soberanostebanos, al margen de los san-tuarios.

El relato de La querella entre Apofis y Sequenenre transmite de

manera vívida la imagen de unreino tebano constreñido entrelos hyksos al norte y los nubiosal sur de sus fronteras. Que elsoberano hykso sea calificado derey (nesut) en esta narraciónmientras que el monarca tebanodeba conformarse con el térmi-no «jefe» (wr) apunta de nuevo a

un contexto de rivalidades típica-mente levantino, donde los gober-nantes de las múltiples entidadespolíticas del Bronce Reciente pró-ximo-oriental eran clasificadoscomo «grandes reyes» o «pe-queños reyes» dependiendo dela percepción general de su poder.La conquista permitía alcanzaruna nueva estatura internacional y

participar de igual a igual en lascomplejas redes diplomáticas dela época, donde los intercam-bios de regalos entre soberanosservían igualmente para preci-sar la condición de señor o devasallo. En estas condiciones, laalternancia de períodos de gue-

rra y de paz era habitual entre los contendientes. De ahí que las luchas

entre hyksos y tebanos estén marcadas por la alternancia de períodosde conflicto con otros de paz, y que las guerras tengan más el aspectode incursiones en busca de botín que de campañas sostenidas y planifi-cadas a largo plazo.

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Figura 7.2. Las zonas de influencia enEgipto durante el Segundo Período

Intermedio.

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En todo caso, el relato de las hostilidades procede de fuentes tebanas,sobre todo del reinado de Kamose. El rey Sequenenre Taa, protagonista

de La querella entre Apofis y Sequenenre, inició la lucha contra los hyksos,pero murió de manera violenta, probablemente en combate a juzgar porlas heridas de hacha y de maza que presenta su momia (fig. 7.3). Del rei-nado de su sucesor Kamose proceden tres estelas y una copia de partede los contenidos de las anteriores. En efecto, a las dos estelas conoci-das hasta ahora hay que añadirotra más, conocida sólo por unafotografía tomada por Legraina comienzos del siglo XX, peroque ha sido redescubierta re-

cientemente en el templo deKarnak. También hay que añadiralgunos relieves procedentes deltemplo de Abydos, en curso deestudio actualmente, que se refie-ren a los combates mantenidospor Ahmose contra los hyksos enel entorno de Avaris. La tercera es-tela alude sobre todo a aconteci-

mientos relacionados con Nubia,y es que los últimos soberanos dela XVII dinastía combatieron endos frentes.

Los inicios del reinado deKamose fueron relativamente pa-cíficos, pero a su victoria sobreTeti (un aliado de los hyksos) enNefrusi le siguió la toma deHardai, también en el Egipto

Medio y una campaña sorpresacontra Avaris que terminó con la captura de abundante botín y el re-pliegue hacia el Egipto Medio. Otros episodios de esta campaña fueronalgunos combates imprecisos en esta región y la interceptación del co-rreo enviado por el soberano hykso Apofis al rey nubio de Kerma a tra-vés de la ruta de los oasis, donde solicitaba la ayuda de este último paracombatir a Kamose mediante ataques contra la retaguardia del reino te-bano. Otra campaña de Kamose fue dirigida hacia Nubia y culminó conla conquista de Buhen. Sin embargo, fue su sucesor Ahmose quien sola-

mente a partir del año 18 de su reinado pudo emprender nuevas campa-ñas, en el transcurso de las cuales tomó la región de Heliópolis y despuésla zona más oriental del Delta, antes de lanzarse al asedio y conquista deAvaris.

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Figura 7.3. Cabeza de la momia deSeqenenre Taa II. Las flechas señalanlas heridas causadas por traumatismo

de arma blanca.

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Aunque la ciudadela de Avaris fue destruida, los primeros reyes delReino Nuevo construyeron en la ciudad nuevos palacios y dependencias

administrativas. El mismo Ahmose edificó dos palacios en plataformaselevadas que le sirvieron como base de operaciones contra los restos delpoder hykso en Palestina meridional. Pero sus conquistas le permitierontambién acceder a los circuitos de intercambios comerciales hasta enton-ces dominados por los hyksos, y la construcción de parte de su palaciocon motivos arquitectónicos y ornamentales egeos, como las célebres es-cenas de salto del toro, prueban la incorporación del reino tebano a la redde relaciones internacionales de la que hasta entonces estaba excluido.Con él se inicia el Reino Nuevo.

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