Moisés y La Religión Monoteísta

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1 Moisés y la religión monoteísta. (1939 [1934-38]) Moisés, un egipcio Quitarle a un pueblo el hombre a quien honra como al más grande de sus hijos no es algo que se emprenda con gusto o a la ligera, y menos todavía si uno mismo pertenece a ese pueblo. Mas ninguna ejecutoria podrá movernos a relegar la verdad en beneficio de unos presuntos intereses nacionales, tanto menos cuando del esclarecimiento de un estado de cosas se pueda esperar ganancia para nuestra intelección. El hombre Moisés, que para el pueblo judío fue libertador, legislador y fundador de su religión, pertenece a tiempos tan remotos que no se puede esquivar una pregunta previa, a saber, si fue una personalidad histórica o una creación de la saga. Si en efecto vivió, tuvo que ser en el siglo XIII, o quizás en el siglo XIV, antes de nuestra era; de él no tenemos más noticia que la proporcionada por los libros sagrados y las tradiciones escritas de los judíos. Y no obstante carecer así de una certeza definitiva para decidirse, la inmensa mayoría de los historiadores se han declarado en favor de su real existencia y de la realidad del éxodo de Egipto que a él se anuda. Con buen derecho, se afirma que la posterior historia del pueblo de Israel sería ininteligible si no admitiéramos esa premisa. Por otra parte, la ciencia de nuestros días se ha vuelto mucho más precavida y muestra más respeto por las tradiciones que el usual en los comienzos de la crítica histórica. Lo primero que de la persona de Moisés nos interesa es el nombre, que en hebreo se dice Mosche. Cabe preguntar: ¿De dónde proviene? ¿Qué significa? Como se sabe, ya el relato de Exodo, capítulo 2, trae una respuesta. Allí se narra que la princesa egipcia que rescató al niñito abandonado al Nilo le dio ese nombre con el fundamento etimológico de haberlo recogido ella de las aguas (ver nota). Empero, esa explicación es de una manifiesta insuficiencia. «La interpretación bíblica del nombre, "el recogido de las aguas" -juzga un autor del Jüdisches Lexikon- es una etimología popular con la que no condice ya la forma hebrea activa (" Mosche" puede significar a lo sumo "el que recoge")». Cabe refrendar esta desautorización con otros dos argumentos, a saber, que es disparatado atribuir a una princesa egipcia derivar el nombre del hebreo, y que es muy verosímil que no fueran las del Nilo las aguas de las cuales recogieron al niño.

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Libro de Sigmund Freud.

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Moiss y la religin monotesta. (1939 [1934-38])

Moiss, un egipcio

Quitarle a un pueblo el hombre a quien honra como al ms grande de sus hijos no es algo que se emprenda con gusto o a la ligera, y menos todava si uno mismo pertenece a ese pueblo. Mas ninguna ejecutoria podr movernos a relegar la verdad en beneficio de unos presuntos intereses nacionales, tanto menos cuando del esclarecimiento de un estado de cosas se pueda esperar ganancia para nuestra inteleccin.

El hombre Moiss, que para el pueblo judo fue libertador, legislador y fundador de su religin, pertenece a tiempos tan remotos que no se puede esquivar una pregunta previa, a saber, si fue una personalidad histrica o una creacin de la saga. Si en efecto vivi, tuvo que ser en el siglo XIII, o quizs en el siglo XIV, antes de nuestra era; de l no tenemos ms noticia que la proporcionada por los libros sagrados y las tradiciones escritas de los judos. Y no obstante carecer as de una certeza definitiva para decidirse, la inmensa mayora de los historiadores se han declarado en favor de su real existencia y de la realidad del xodo de Egipto que a l se anuda. Con buen derecho, se afirma que la posterior historia del pueblo de Israel sera ininteligible si no admitiramos esa premisa. Por otra parte, la ciencia de nuestros das se ha vuelto mucho ms precavida y muestra ms respeto por las tradiciones que el usual en los comienzos de la crtica histrica.

Lo primero que de la persona de Moiss nos interesa es el nombre, que en hebreo se dice Mosche. Cabe preguntar: De dnde proviene? Qu significa? Como se sabe, ya el relato de Exodo, captulo 2, trae una respuesta. All se narra que la princesa egipcia que rescat al niito abandonado al Nilo le dio ese nombre con el fundamento etimolgico de haberlo recogido ella de las aguas (ver nota). Empero, esa explicacin es de una manifiesta insuficiencia. La interpretacin bblica del nombre, "el recogido de las aguas" -juzga un autor del Jdisches Lexikon- es una etimologa popular con la que no condice ya la forma hebrea activa ("Mosche" puede significar a lo sumo "el que recoge"). Cabe refrendar esta desautorizacin con otros dos argumentos, a saber, que es disparatado atribuir a una princesa egipcia derivar el nombre del hebreo, y que es muy verosmil que no fueran las del Nilo las aguas de las cuales recogieron al nio.

En cambio, desde hace tiempo, diversos autores se inclinan por la conjetura de que el nombre Moiss provendra del lxico egipcio. En lugar de citar a todos los autores que se han pronunciado en este sentido, intercalar, traducido, el correspondiente pasaje de un reciente libro de J. H. Breasted, autor cuya History of Egipt (1906) se considera cannica: Es digno de sealarse que su nombre, "Moiss", era egipcio. Es, simplemente, la palabra egipcia "mose", que significa "hijo", y la abreviatura de apelativos ms completos como "Amen-mose", es decir, "hijo de Amen", o "Ptah-mose", o sea, "hijo de Ptah", nombres que a su vez son abreviaturas de oraciones ms largas: "Amen (ha dado un) hijo", o "Ptah (ha dado un) hijo". El nombre "hijo" pas a ser pronto un cmodo sustituto del nombre completo y detallado, y en monumentos egipcios no es raro hallar el apelativo "Mose". Sin duda, el padre de Moiss dio a su hijo un nombre compuesto con "Ptah" o "Amen", y el nombre divino se fue perdiendo ms y ms en la vida cotidiana hasta que al muchacho lo llamaron simplemente "Moiss" (la "s" al final del nombre proviene de la traduccin griega del Antiguo Testamento; por lo dems, tampoco pertenece al hebreo, donde reza "Mosche") (ver nota). He reproducido el pasaje literalmente y en modo alguno estoy dispuesto a compartir la responsabilidad por sus detalles. Adems, me asombra un poco que Breasted, en su enumeracin, omita los nombres teofricos anlogos que hallamos en la lista de los reyes de Egipto, como Ah-mose, Thut-mose (Thotms) y Ra-mose (Ramss).

Uno esperara, pues, que entre los muchos que han discernido como egipcio el nombre de Moiss, alguno extrajera la conclusin o, al menos, aventurara la posibilidad de que el portador del nombre fuera tambin egipcio, Para tiempos modernos, nos permitimos tales inferencias sin reparo alguno, aunque en el presente una persona no lleve su nombre solo, sino dos -su apellido y su nombre de pila-, y aunque bajo condiciones ms recientes no estn excluidos los cambios y asimilaciones de nombres. As, no nos sorprende hallar confirmado que el poeta Chamisso es de origen francs, que Napolen Buonaparte, en cambio, es de linaje italiano, y que Benjamin Disraeli es realmente un judo italiano, como lo haca esperar su nombre. Y para tiempos ms antiguos, se creera, esa inferencia desde el nombre al pueblo a que pertenece quien lo lleva tendra que parecer todava ms confiable y, en verdad, convincente. Sin embargo, que yo sepa, en el caso de Moiss ningn historiador la ha extrado, ni siquiera uno de aquellos que, como el propio Breasted, estn dispuestos a suponer que Moiss estaba familiarizado con toda la sabidura de los egipcios (ver nota).

No se colige con certeza qu obstaba para ello. Acaso el respeto a la tradicin bblica fuera invencible. Acaso pareciera una enormidad la representacin de que Moiss pudo no haber sido un hebreo. Lo cierto es que la admisin de su nombre egipcio no se entiende decisiva para juzgar sobre su linaje, y no se extraen ms consecuencias de ella. Pero si uno considerase sustantiva la pregunta por la nacionalidad de este grande hombre, sera muy deseable y valioso presentar nuevo material para darle respuesta.

Es la empresa de este opsculo mo. Sus ttulos para ocupar un sitio en la revista Imago se basan en que su aporte tiene por contenido una aplicacin del psicoanlisis. Sin duda, la argumentacin as obtenida slo impresionar a esa minora de lectores que estn familiarizados con el pensar analtico y saben apreciar sus resultados. Pero a ellos, confo, ha de parecerles de peso.

En 1909, Otto Rank, por entonces aun bajo mi influencia, publica por sugerencia ma un trabajo cuyo ttulo es Der Mytbus von der Geburt des Helden (El mito del nacimiento del hroe} (ver nota). Trata sobre el hecho de que casi todos los pueblos de cultura importantes ( ... ) han glorificado muy temprano, en poemas y sagas, a sus hroes, legendarios reyes y prncipes, instituidores de su religin, fundadores de dinastas, imperios y ciudades; en suma, a sus hroes nacionales. En particular, han dotado de rasgos fantsticos a la historia del nacimiento y la juventud de estas personas, rasgos cuya desconcertante semejanza, que en parte llega hasta una literal concordancia entre pueblos diversos, muy separados entre s y del todo independientes, es algo consabido desde hace mucho tiempo y que ha llamado la atencin de los investigadores . Si, tal como lo hace Rank, y siguiendo por as decir la tcnica de Galton, construimos una saga promedio que ponga de relieve las caractersticas esenciales de todas estas historias, obtendremos el siguiente cuadro: El hroe es hijo de padres nobilsimos, las ms de las veces hijo de un rey.

Su concepcin est precedida de dificultades, como abstinencia, larga infecundidad o un comercio secreto entre los padres a consecuencia de prohibiciones o impedimentos exteriores. Durante el embarazo, o aun antes, un anuncio (sueo, orculo) previene contra su nacimiento, casi siempre amenazando al padre con unos peligros.

A raz de ese anuncio, el recin nacido suele ser destinado a la muerte o al abandono por el padre o la persona que lo subroga; por regla general, lo dejan librado a su suerte en el agua, dentro de una canasta.

Luego es rescatado por animales o gentes de baja condicin (pastores), y amamantado por un animal hembra o una mujer de baja condicin.

Ya crecido, reencuentra a sus padres nobles tras azarosas peripecias, se venga del padre, por una parte, y, por la otra, es reconocido y alcanza la grandeza y la fama.

El personaje histrico ms antiguo a que se anud este mito de nacimiento fue Sargn de Agad, el fundador de Babilonia (hacia 2800 a. C.). Y justamente, no carece de inters para nosotros reproducir la narracin que se le atribuye: Yo soy Sargn, el rey poderoso, el rey de Agad. Mi madre fue una vestal; a mi padre no lo conoc, en tanto que el hermano de mi padre moraba en la montaa. En mi ciudad de Azupirani, situada en el valle del Eufrates, qued de m embarazada mi madre, la vestal. Me pari a escondidas. Me puso en una canasta de caas, tap los orificios con betn y me abandon a la corriente del ro, pero la corriente no me ahog. El ro me llev hasta Akki, el que saca el agua. Akki, el que saca el agua, en la bondad de su corazn me recogi. Akki, el que saca el agua, me cri como si fuera su propio hijo. Akki, el que saca el agua, me hizo su jardinero. En mi oficio de jardinero, [la diosa] Istar cobr amor por m, me hice rey y durante 45 aos ejerc el poder real.

Los nombres para nosotros ms familiares de la serie que empieza con Sargn de Agad son Moiss, Ciro y Rmulo. Pero, adems de ellos, Rank ha compilado un gran nmero de figuras de hroes oriundos de la poesa o de la saga, de quienes se narra esa misma historia de juventud, sea ntegra o slo en unos fragmentos bien reconocibles: Edipo, Karna, Paris, Tlefos, Perseo, Hrcules, Gilgamesh, Anfin y Zetos, entre otros.

La fuente y la tendencia de este mito se nos han vuelto consabidas por las indagaciones de Rank. Slo necesito referirme a ellas con unas indicaciones sucintas. Un hroe es quien, osado, se alz contra su padre y al final, triunfante, lo ha vencido. Nuestro mito persigue esa lucha hasta la poca primordial del individuo haciendo que el hijo nazca contra la voluntad del padre y sea rescatado del maligno propsito de este. El abandono en la cesta es una inequvoca figuracin simblica del nacimiento; la cesta es el seno materno, el agua es el lquido amnitico. Son innumerables los sueos en que la relacin padres-hijo se figura mediante un sacar-del-agua o un rescatar-del-agua (ver nota). Si la fantasa popular adscribe a una personalidad sobresaliente el mito de nacimiento aqu considerado es porque as quiere reconocerla como hroe, proclamar que ha cumplido el esquema de una vida heroica. Ahora bien, la fuente de toda la poetizacin es la llamada novela familiar del nio, con la que el hijo varn reacciona frente al cambio de sus vnculos de sentimiento con los progenitores, en particular con el padre (ver nota). Los primeros aos de la infancia estn gobernados por una grandiosa sobrestimacin del padre -en consonancia con ella, en el sueo y en el cuento tradicional, rey y reina significan siempre los progenitores-, mientras que luego, bajo el influjo de una rivalidad y de un desengao objetivo, sobrevienen el desasimiento de los progenitores y la actitud crtica frente al padre. Segn esto, las dos familias del mito, la noble y la de baja condicin, son ambas espejamientos de la familia propia, tal como al hijo le aparece en pocas sucesivas de su vida.

Es lcito aseverar que por estos esclarecimientos se vuelven plenamente inteligibles tanto la difusin como la uniformidad del mito del nacimiento del hroe. Y por eso tanto ms merece nuestro inters que la saga de nacimiento y de abandono de Moiss ocupe una posicin singular, y aun contradiga a las otras en un punto esencial.

Partamos de las dos familias entre las cuales la saga hace jugar el destino del hijo. Sabemos que ellas son una y la misma en la interpretacin analtica, y slo en el tiempo se separan una de la otra. En la forma tpica de la saga, la primera familia ' aquella en que el nio nace, es la noble, las ms de las veces una familia real; la segunda, aquella donde el nio crece, es la de baja condicin o degradada, tal como corresponde, por otra parte, a las constelaciones [de la novela familiar] a que la interpretacin nos remite. Slo en la saga de Edipo se borra esta diferencia. Este nio, abandonado por una familia real, es recogido por otra pareja de reyes. Uno se dice: En modo alguno es casual que en este ejemplo, justamente, se trasluzca aun en la saga la identidad originaria de las dos familias. El contraste social entre estas abre para el mito -que, como sabemos, est destinado a destacar la naturaleza heroica del grande hombre- una segunda funcin que adquiere particular relevancia en personalidades histricas. Puede emplearse para extender al hroe una ejecutoria de nobleza, para elevarlo socialmente. As, Ciro es para los medos un conquistador extranjero; por el camino de la saga de abandono, se convierte en nieto del rey medo. Algo semejante ocurre con Rmulo; si es que realmente vivi una persona que le correspondiera, se trat de un aventurero forastero, un advenedizo; en virtud de la saga pasa a ser descendiente y heredero de la casa real de Alba Longa.

Bien diverso es lo que sucede con Moiss. Aqu la familia primera, de ordinario la noble, es harto modesta. Es hijo de levitas judos. Y la segunda, la de baja condicin en que el hroe suele crecer, est sustituida por la casa real egipcia: la princesa lo recoge como a hijo propio. Esta desviacin respecto del tipo ha causado extraeza a muchos. Eduard Meyer, y otros tras l, han supuesto que la saga en su origen tuvo otro texto: El faran habra sido advertido por un sueo proftico de que un hijo varn de su hija significara un peligro para l y para su reino. Por eso lo abandona en el Nilo tras su nacimiento. Pero es rescatado por gentes judas, quienes lo cran como hijo. A raz de motivos nacionales, segn lo expresa Rank, la saga habra experimentado su refundicin en la forma que nos es consabida.Pero la reflexin ms somera ensea que no pudo haber existido esa saga originaria de Moiss, que ya no diferira de las otras. En efecto, la saga es de origen o egipcio o judo. El primer caso queda excluido; los egipcios no tenan motivo alguno para glorificar a Moiss, no era un hroe para ellos. Por tanto, debi de ser creada dentro del pueblo judo, vale decir, anudarse, en la forma consabida, a la persona del caudillo. Y en relacin con esto habra sido enteramente inapropiada, pues, de qu servira para el pueblo una saga que declaraba extranjero a su grande hombre?

En la forma en que la saga de Moiss se nos presenta hoy, defrauda de manera notable sus secretos propsitos. Si Moiss no es vstago de reyes, la saga no puede ponerle el marbete de hroe; si sigue siendo un judo, ella no ha hecho nada para exaltarlo. Slo una pequea pieza de todo el mito guarda su eficacia, a saber, la seguridad de que el nio se ha conservado con vida a despecho de serias violencias exteriores, y este rasgo se ha repetido luego en la historia de la infancia de Jess, donde el rey Herodes desempea el papel del faran. De hecho, entonces, se nos ofrece el supuesto de que algn inhbil elaborador posterior del material de la saga se sinti movido a colocar en su hroe Moiss algo de la saga clsica de abandono, privativa de los hroes, pero ello, a causa de las particulares circunstancias del caso, no poda adecursele.

Con este resultado insatisfactorio, e incierto por aadidura, tendra que conformarse nuestra indagacin, y tampoco habra esta contribuido en nada a responder la pregunta sobre si Moiss era egipcio. Empero, resta otro abordaje, acaso ms promisorio, para apreciar la saga de abandono.

Volvamos a las dos familias del mito. En el nivel de la interpretacin analtica, lo sabemos, son idnticas; en el nivel mtico se distinguen como la noble y la de baja condicin. Ahora bien, cuando el mito se anuda a una persona histrica, existe un tercer nivel, el de la realidad. Una familia es la autntica, aquella en que la persona, el gran hombre, ha nacido realmente y se ha criado; la otra es ficticia, una invencin potica del mito que persigue sus propsitos. La regla es que la familia autntica coincida con la de baja condicin, y la de la invencin potica, con la noble. En el caso de Moiss, las cosas pareceran dispuestas de otro modo. Quiz nos las aclare un punto de vista nuevo, a saber, que la primera familia, aquella que abandona al nio, es en todos los casos que se pueden estudiar la inventada; y la posterior, en cambio, en que es recogido y se cra, es la autntica. Si tenemos la osada de admitir como universal esta tesis, subsumiendo en ella tambin la saga de Moiss, lo discernimos de golpe con claridad: Moiss es un egipcio -probablemente noble- que la saga quiere convertir en judo. Sera esta, pues, nuestra conclusin! El abandono en el agua ocupaba su correcto lugar; para adecuarse a la nueva tendencia fue preciso torcer su propsito, no sin forzar un poco las cosas; de abandono que era, se convirti en medio para el rescate.

Entonces, la divergencia de esta saga respecto de todas las dems de su ndole podra reconducirse a una particularidad del acontecer histrico {Geschichte} de Moiss. Mientras que de ordinario un hroe se eleva en el curso de su vida sobre sus bajos comienzos, la vida heroica de Moiss se inici descendiendo l de su elevacin, bajando hasta los hijos de Israel.

Emprendimos esta pequea indagacin en la expectativa de conseguir un segundo y nuevo argumento para la conjetura de que Moiss era egipcio. Sabemos ya que a muchos no les ha hecho una impresin decisiva el primer argumento, derivado del nombre (ver nota). Estemos preparados, por eso, para que no haya de correr mejor suerte este otro, tomado del anlisis de la saga de abandono. Sin duda se objetar que las constelaciones dentro de las cuales se forman y replasman las sagas son demasiado oscuras para convalidar una inferencia como la nuestra, y que fatalmente las tradiciones sobre la figura heroica de Moiss, por su confusin, sus contradicciones, y aun sus indicios inequvocos de haber sido tendenciosamente refundidas por un trabajo secular y de constar de capas superpuestas, harn abortar cualquier empeo por sacar a luz el ncleo de verdad histrico-vivencial {historisch} que pudiera haber tras ellas. Yo no comparto esta postura desautorizadora, pero tampoco estoy en condiciones de rechazarla.

Si no se poda alcanzar una certeza mayor, por qu dar a publicidad mi indagacin? Lamento tener que limitarme aqu, para justificar mi proceder, a meras indicaciones. Y ellas son: si uno se deja llevar por los dos argumentos sealados y ensaya tomar en serio el supuesto de que Moiss era un egipcio noble, obtiene unas perspectivas muy interesantes y amplias. Con ayuda de ciertos supuestos, nada incongruentes, uno cree comprender los motivos que guiaron a Moiss en su inslito paso y, en ntima trabazn, aprehender el fundamento posible de numerosos caracteres y particularidades de la ley y la religin dadas por l al pueblo de los judos. Ms an: todo ello incita en uno ciertas visiones significativas sobre la gnesis de las religiones monotestas en general. Slo que a unas elucidaciones de tanta importancia no se puede fundarlas nicamente en verosimilitudes psicolgicas. Si, para sustentarlas, uno pretende tomar como nico asidero histrico la condicin de egipcio de Moiss, necesita por lo menos de otro punto firme para proteger las posibilidades que as afloran en profusin: se las podra criticar como meros engendros de la fantasa y cosa asaz distante de la realidad. Acaso habra satisfecho esa necesidad una demostracin objetiva de la poca en que vivi Moiss y, por tanto, se produjo el xodo de Egipto. Mas no se la ha hallado, y entonces lo mejor ser suspender la comunicacin de todas las inferencias que se siguen de aquella inteleccin, la de que Moiss era egipcio.

Si Moiss era egipcio...

En una contribucin anterior a esta misma revista, procur refirmar mediante un nuevo argumento la conjetura de que Moiss, el libertador y legislador del pueblo judo, no era un judo sino un egipcio. De antiguo se haba sealado que su nombre proviene del lxico egipcio, aunque sin extrae, las conclusiones correspondientes; yo agregu que la interpretacin del mito de abandono anudado a Moiss obligaba a inferir que l era un egipcio a quien la necesidad de un pueblo quiso hacer judo. Al final de mi ensayo dije que de ese supuesto se deducan unas importantes y muy vastas conclusiones; pero que no estaba yo dispuesto a abogar por ellas ante el pblico, pues descansaban slo en unas verosimilitudes psicolgicas y carecan de prueba objetiva. Cuanto ms sustantivas son las intelecciones as obtenidas, ms se me impone la cautela de no exponerlas a la crtica pblica sin fundamento seguro, como s fueran una figura de bronce sobre pies de barro. Ninguna verosimilitud, por seductora que sea, resguarda del error; aunque todas las partes de un problema parezcan ordenarse como las piezas de un rompecabezas, debiera tenerse en cuenta que lo verosmil no necesariamente es lo verdadero y la verdad no siempre es verosmil. Y, por ltimo, no es nada halageo que a uno lo incluyan entre los escolsticos y talmudistas, quienes se solazan en el juego de su propia agudeza, sin importarles cun ajena a la realidad efectiva pueda ser su tesis.

A despecho de tales reparos, que hoy pesan tanto como entonces, de la querella entre mis motivos ha salido adelante la decisin de continuar, como aqu lo hago, aquella primera comunicacin. Pero tampoco ahora es el todo, ni la pieza ms importante de l.

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Si, pues, Moiss era egipcio ... la primera ganancia que de este supuesto obtenemos es un enigma nuevo y de difcil respuesta. Cuando un pueblo o una estirpe se dispone a acometer una gran empresa, no se puede esperar sino que uno de sus miembros se erija en caudillo o sea elegido para ese papel. Pero que un egipcio noble -quiz prncipe, sacerdote, alto funcionario- fuera movido a ponerse a la cabeza de un grupo de inmigrantes, unos extranjeros culturalmente atrasados, y abandonara con ellos el pas, he ah algo que no se colige bien. El notorio desprecio de los egipcios hacia los extranjeros vuelve harto inverosmil un hecho as. Y por esto, pienso yo, incluso aquellos historiadores que discernieron el nombre como egipcio y atribuyeron a Moiss toda la sabidura egipcia [AE, 23, pgs. 8-9] no han querido admitir la posibilidad evidente de que Moiss fuera egipcio.

A esta primera dificultad se suma pronto una segunda. No debemos olvidar que Moiss no fue slo el caudillo poltico de los judos establecidos en Egipto, sino tambin su legislador, su educador, y los compeli a servir a una religin que todava hoy es llamada, a causa de l, mosaica. Pero, tan fcilmente da un hombre en crear una religin nueva? Y si alguien quiere influir sobre la religin de otro, no es lo ms natural que lo convierta a su propia religin? Es seguro que el pueblo judo en Egipto no carecera de alguna forma de religin, y si Moiss, que le dio una nueva, era egipcio, no se puede rechazar la conjetura de que esta otra religin nueva fuera la egipcia.

Algo estorba esta posibilidad: el hecho de la fortsima oposicin entre la religin juda, atribuida a Moiss, y la egipcia. La primera, un monotesmo de grandioso rigor; slo hay un Dios, es nico, omnipotente, inaccesible; la vista humana no resiste su presencia, no es lcito crear ninguna imagen de l ni se puede pronunciar su nombre. En la religin egipcia, una multitud casi inabarcable de divinidades de diversa jerarqua y origen: algunas, personificaciones de grandes poderes naturales, como cielo y tierra, Sol y Luna; otras, abstracciones, como Maat (verdad, justicia), o una figura caricaturesca, como el enano Bes, pero la mayora, dioses locales de la poca en que el pas se fragment en innumerables distritos; son teromorfos, como s an no hubieran superado el desarrollo desde los antiguos animales totmicos, y estn mal diferenciados entre s: casi no es posible atribuirles funciones particulares. Los himnos en honor de estos dioses dicen todos ms o menos lo mismo, los identifican entre s sin reparos, de un modo que nos embrollara sin remedio. Nombres de dioses se combinan unos con otros, de suerte que uno es rebajado casi a apelativo del otro; as, en el apogeo del Imperio Nuevo, el dios principal de la ciudad de Tebas se llama Amn-Re, composicin cuyo primer trmino designa al dios de la ciudad, de cabeza de carnero, mientras que Re es el nombre del dios solar de On [Helipolis], de cabeza de gaviln. Acciones mgicas y ceremoniales, frmulas de ensalmo y amuletos, gobiernan el servicio de estos dioses as como la vida cotidiana de los egipcios.

Muchas de estas diversidades pueden derivarse fcilmente de la oposicin de principio entre un monotesmo riguroso y un politesmo irrestricto. Otras son consecuencias evidentes del distinto nivel espiritual, pues mientras una religin est muy prxima a fases primitivas, la otra, en un mpetu de elevacin {aulschwingen}, ha subido hasta las alturas de una abstraccin sublime. Acaso se pueda hacer remontar a esos dos factores la impresin que se recibe en ocasiones: que la oposicin entre las religiones mosaica y egipcia se habra aguzado con voluntad y deliberacin. Por ejemplo, una condena con el mximo rigor toda clase de magia y de hechicera, que en la otra, en cambio, proliferan enormemente. 10 bien al insaciable placer de los egipcios por corporizar a sus dioses en arcilla, piedra y bronce, al que tanto deben hoy nuestros museos, se contrapone la rspida prohibicin de figurar en efigie a seres vivos o imaginados. Pero hay adems otra oposicin entre ambas religiones, en la que no aciertan las explicaciones que hemos ensayado. Ningn pueblo de la antigedad hizo tanto [como el egipcio] por desmentir la muerte, ni tom tan concienzudas previsiones para posibilitar una existencia en el ms all; en consonancia con ello, Osiris, el dios de la muerte, el prncipe de ese otro mundo, fue el ms popular e indiscutido de los dioses egipcios. En cambio, el judasmo antiguo renunci por completo ' a la inmortalidad; nunca, ni en parte alguna, se menciona la posibilidad de una continuacin de la existencia tras la muerte. Y ello es tanto ms asombroso cuanto que posteriores experiencias han mostrado que la fe en una existencia en el ms all se puede avenir muy bien con una religin monotesta.

Esperbamos que el supuesto de que Moiss era egipcio resultara fecundo y esclarecedor en varas direcciones. Pero nuestra primera conclusin de ese supuesto -que la religin nueva por l dada a los judos sera la suya propia, la egipcia- naufraga al inteligir la diversidad, y aun oposicin, entre ambas religiones.

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Sin embargo, un hecho asombroso de la historia de la religin egipcia, que slo tardamente ha sido discernido y apreciado, nos abre una perspectiva. Sigue siendo posible que la religin dada por Moiss a su pueblo judo fuera la suya propia, una religin egipcia, aunque no la egipcia.En la gloriosa dinasta decimoctava, aquella bajo la cual Egipto lleg a ser un imperio mundial, advino al trono, cerca de 1375 a. C., un faran joven, que como su padre se llam primero Amenhotep (IV), pero luego troc su nombre, y no slo su nombre. Este rey se propuso imponer a sus egipcios una religin nueva que contrariaba sus milenarias tradiciones y todos sus familiares hbitos de vida. Era un monotesmo riguroso, el primer ensayo de este tipo en la historia universal hasta donde nuestro conocimiento alcanza; y con la fe en un dios nico naci, inevitablemente, la intolerancia religiosa que fuera ajena a la Antigedad antes y hasta mucho tiempo ms tarde. Pero el gobierno de Amenhotep dur slo 17 aos; muy poco despus de su muerte, ocurrida en 1358, la religin nueva haba sido eliminada, y proscrita la memoria del rey hereje. A las ruinas de la nueva residencia que l haba erigido y consagrado a su dios, y a las inscripciones de las tumbas subterrneas adyacentes, debernos lo poco que de l sabemos. Todo cuanto podamos averiguar sobre esta personalidad asombrosa y nica ser digno del mximo inters (ver nota).

Nada nuevo puede carecer de preparativos y precondiciones en lo anterior. Los orgenes del monotesmo egipcio pueden rastrearse hacia atrs, durante un tramo, con cierta seguridad (ver nota). En la escuela sacerdotal del templo del Sol, en On (Helipolis), se mantenan activas desde haca mucho tiempo unas tendencias a desarrollar la representacin de, un dios universal y a destacar el aspecto tico de su esencia.'! Maat, la diosa de la verdad, el orden y la justicia, era hija de Re, el dios del Sol. Ya bajo Amenhotep III, el padre y predecesor de nuestro reformador, cobr nuevo mpetu ascendente {Aulschwung} el culto del dios solar, es probable que por enemistad con Amn de Tebas, devenido hiper-potente. Fue retomado un nombre antiqusimo del dios solar, Atn o Atum, y en esta religin de Atn el joven rey hall preexistente un movimiento al que poda adherir sin tener que promoverlo antes.

Por ese tiempo, las constelaciones polticas de Egipto haban empezado a influir de una manera continua sobre su religin. Por los hechos de armas del gran conquistador Thotms III, Egipto se haba convertido en un poder mundial; se haban agregado al imperio, por el sur, Nubia y, por el norte, Palestina, Siria y un fragmento de la Mesopotamia. Y bien, este imperialismo se espej en la religin como universalismo y monotesmo. As como la tutela del faran abarcaba ahora Nubia y Siria, adems de Egipto, tambin la divinidad debi resignar su limitacin nacional, y as como el faran era el amo nico e irrestricto del mundo conocido para los egipcios, eso mismo deba ser su nueva divinidad Adems, era natural que al ampliarse las fronteras del imperio, Egipto fuese asequible a influjos extranjeros; muchas reinas eran princesas asiticas, y es posible que desde Siria entraran incitaciones directas al monotesmo.

Amenhotep nunca desminti su adhesin al culto del Sol, de On. En dos himnos a Atn, que han llegado hasta nosotros por las inscripciones funerarias y acaso l mismo compusiera, alaba al Sol como creador y conservador de todo lo vivo tanto en Egipto como fuera de l, y lo hace con un fervor que slo muchos siglos despus retornara en los Salmos en loor del Dios judo Yahv. Pero no se conforma con esta asombrosa anticipacin del discernimiento cientfico sobre los efectos de la irradiacin solar. Es indudable que dio un paso ms, y no vener al Sol como objeto material, sino como smbolo de un ser divino cuya energa se trasuntaba en sus rayos (ver nota).

Pero no haramos justicia al rey si lo considerramos slo como el secuaz y el promotor de una religin de Atn que lo preexisti. Su actividad cal mucho ms hondo. Aport algo nuevo, lo nico en virtud de lo cual la doctrina del Dios universal se convierte en monotesmo: el factor de la exclusividad. En uno de sus himnos se declara directamente: Oh, dios nico junto al cual no existe ningn otro!. Y no olvidemos que para apreciar la nueva doctrina no basta con la mera noticia de su contenido positivo; casi igual importancia posee su aspecto negativo, lo que ella desestima. Tambin sera un error suponer que la nueva religin fue llamada a la vida de un golpe, ya lista y armada de todas armas, como sali Atenea de la cabeza de Zeus. Ms bien todo indica que durante el gobierno de Amenhotep se fortaleci poco a poco hasta adquirir una claridad, una consecuencia, una aspereza y una intolerancia cada vez mayores. Es probable que este desarrollo se consumara bajo el influjo de la violenta oposicin que entre los sacerdotes de Amn concit la reforma del rey. En el sexto ao de gobierno de Amenhotep, las hostilidades ya se haban extendido tanto como para que el rey trocara su nombre, del que era una parte el ahora desterrado nombre divino de Amn. En lugar de Amenhotep se llam Ikhnatn (ver nota). Mas no slo de su nombre tach al dios odiado, sino de todas las inscripciones, y aun all donde se encontraba en el nombre de su padre Amenhotep III. A poco de trocarse el nombre, Ikhnatn abandon la Tebas dominada por Amn y erigi ro abajo una residencia nueva, que llam Akhetatn (Horizonte de Atn). El lugar de sus ruinas lleva hoy el nombre de Tellel-Amarna (ver nota).

Las persecuciones del rey alcanzaron a Amn con la mayor dureza, pero no slo a l. Por doquier en el reino se cerraron los templos, se prohibi el servicio divino, se expropi el patrimonio de aquellos. Y el celo del rey se extrem hasta el punto de hacer investigar los viejos monumentos para borrar en ellos la palabra dios cuando se la usaba en plural (ver nota). No es asombroso que estas medidas de Ikhnatn despertaran, en el sacerdocio oprimido y el pueblo insatisfecho, un talante de fantica mana de venganza, que pudo manifestarse libremente tras la muerte del rey. La religin de Atn no se haba hecho popular; es probable que permaneciera limitada a un pequeo crculo en derredor de su persona. La posteridad de Ikhnatn queda para nosotros envuelta en sombras. Sabemos de algunos sucesores efmeros y penumbrosos de su familia. Ya su yerno Tutankhatn se vio constreido a volver a Tebas y a sustituir en su nombre al dios Atn por Amn. Sigui un perodo de anarqua, hasta que en 1350 a. C. el general Haremhab logr restablecer el orden. As se extingua la gloriosa dinasta decimoctava, al tiempo que se perdan sus conquistas en Nubia y Asia. En este turbio interregno fueron reinstituidas las antiguas religiones de Egipto. La religin de Atn fue suprimida, destruida y saqueada la residencia de Ikhnatn, y proscrita su memoria como la de un criminal.

Con un determinado propsito destacaremos ahora algunos puntos de la caracterizacin negativa de la religin de Atn. En primer lugar, que de ella se exclua todo lo mtico, mgico y ensalmador (ver nota).

Adems, el modo de figurar al dios solar, ya no, como en el perodo anterior, mediante una pequea pirmide y un halcn, sino de un modo que se puede llamar casi sobrio, mediante un disco redondo del que parten unos rayos rematados en manos humanas. No obstante el entusiasmo artstico del perodo de Amarna, no se ha hallado una figuracin diversa del dios del Sol, una imagen personal de Atn, y es lcito decir, confiadamente, que no se la ha de encontrar (ver nota).

Y, por ltimo, el total silencio sobre Osiris, el dios de la muerte, y su reino de los muertos. Ni los himnos ni las inscripciones funerarias saben nada de quien acaso era el ms cercano al corazn de los egipcios. No se podra ilustrar mejor la oposicin respecto de la religin popular (ver nota).

3

Arriesgaramos ahora la inferencia: si Moiss era egipcio y si trasmiti a los judos su propia religin, fue la de Ikhnatn, la religin de Atn.Comparamos antes la religin juda con la religin popular egipcia y establecimos la relacin de oposicin entre ambas. Debemos emprender ahora una comparacin de la religin juda con la de Atn, en la expectativa de probar la identidad originaria entre ambas. Sabemos que no se nos plantea una tarea fcil. Por obra de la mana de venganza de los sacerdotes de Amn, quiz sea demasiado escaso lo que conocemos sobre la religin de Atn. Y en cuanto a la religin mosaica, slo tenemos noticia de ella en su plasmacin ltima, tal como la fij el sacerdocio judo unos ochocientos aos ms tarde, en el perodo posterior al exilio. Y si a pesar del disfavor del material hallramos algunos indicios favorables a nuestro supuesto, tendramos derecho a estimarlos en mucho.

Habra un atajo para probar nuestra tesis de que la religin mosaica no es otra que la de Atn, a saber, a travs de una confesin, una proclamacin. Pero, me temo, se nos dir que ese camino no es transitable. Como es sabido, la confesin de la fe juda reza: Shema Jisroel Adonai Elohenu Adonai Ejod. Si el nombre del egipcio Atn (o Atum) no suena parecido a la palabra hebrea Adonai {Seor} y al nombre del dios sirio Adonis por mera casualidad, sino en virtud de una comunidad primordial de lengua y de sentido, uno podra traducir as aquella frmula juda: Escucha, Israel, nuestro dios Atn (Adonai) es el nico Dios. Por desdicha, no tengo competencia alguna para responder esta cuestin; adems, muy poco pude hallar en la bibliografa sobre esto. Pero es improbable que nuestra tarea vaya a resultarnos tan fcil. Por otra parte, hemos de volver otra vez a los problemas del nombre de Dios.

Tanto las semejanzas como las diferencias entre ambas religiones se echan de ver bien, pero no nos brindan mayor esclarecimiento. Las dos son formas de un monotesmo riguroso, y de antemano uno se inclinar a reconducir a este rasgo fundamental las coincidencias entre ellas. El monotesmo judo tiene en muchos puntos un comportamiento ms spero que el egipcio: por ejemplo, su total prohibicin de las artes figurativas. La diferencia esencial reside -prescindiendo del nombre de Dios- en que a la religin juda le falta por completo el culto solar, en que la egipcia se apuntalaba todava. Habamos recibido la impresin, en nuestro examen comparativo con la religin popular egipcia, de que en la diversidad entre ambas habra participado, adems de la oposicin de principio, una contradiccin deliberada. Ahora bien, esa impresin nuestra parece justificarse s en aquel examen comparativo sustituimos la religin juda por la de Atn, desarrollada por Ikhnatn, como sabemos, en voluntaria enemistad contra la religin popular. Con derecho nos asombrbamos de que la religin juda no quisiera saber nada del ms all ni de la vida tras la muerte, pues -decamos- esa doctrina habra sido conciliable aun con el monotesmo ms riguroso. Tal asombro se disipa si de la religin juda nos remontamos a la de Atn y suponemos que esa desautorizacin proceda de esta ltima; en efecto, para Ihknatn ello era una necesidad en su combate contra la religin popular, en la que el dios de la muerte, Osiris, desempeaba un papel quiz mayor que cualquiera de los dioses del mundo superior. La coincidencia de la religin juda con la de Atn en este importante punto es el primer argumento fuerte en favor de nuestra tesis. Veremos que no es el nico.

Moiss no slo dio a los judos una religin nueva: con igual certeza se puede aseverar que introdujo entre ellos la costumbre de la circuncisin. A este hecho, que tiene una significatividad decisiva para nuestro problema, nunca se le ha otorgado su valor. Es cierto que el testimonio bblico lo contradice en varios pasajes; por una parte, reconduce la circuncisin a la poca de los padres primordiales, como signo de la alianza entre Dios y Abraham; por la otra, en un pasaje de notable oscuridad, narra que Dios se encoleriz con Moiss por haber omitido este el uso sagrado, quera por eso darle muerte, y la esposa de Moiss, una madianita, salv de la clera de Dios a su marido ejecutando con rapidez la operacin (ver nota). Pero son desfiguraciones; no deben despistarnos: ms adelante lograremos inteligir sus motivos. Lo cierto es que para la pregunta sobre la procedencia de la costumbre de la circuncisin entre los judos hay una sola respuesta: les vino de Egipto. Herodoto, el padre de la historia, nos dice que rega all desde tiempos remotos (ver nota), y sus indicaciones han sido corroboradas por momias que se han hallado, y aun por figuraciones en las paredes de ciertas tumbas. Segn lo que sabemos, ningn otro pueblo del Mediterrneo oriental practicaba esta costumbre; sobre los semitas, babilonios, sumerios, cabe suponer con certeza que no eran circuncisos. Acerca de los naturales de Canan, la propia historia bblica nos lo dice; es la premisa para el desenlace de la aventura de la hija de Jacob con el prncipe de Sichem (ver nota). Podemos rechazar, como carente de todo asidero, la posibilidad de que los judos establecidos en Egipto adoptaran por otro camino, no a raz del magisterio religioso fundacional de Moiss, la costumbre de circuncidarse. Entonces, demos por establecido que la circuncisin se practicaba en Egipto como una costumbre popularmente difundida, y aceptemos por un momento el supuesto corriente de que Moiss era un judo que pretenda liberar a sus compatriotas del tributo egipcio y conducirlos fuera del pas para que desarrollaran una existencia nacional autnoma y conciente de s -lo cual aconteci, en efecto-; qu sentido poda tener que al mismo tiempo les impusiera una gravosa costumbre que en cierta medida los converta en egipcios, que no poda menos que mantener siempre vivo su recuerdo de Egipto, cuando la aspiracin de Moiss slo poda ir dirigida a lo contraro: que su pueblo se enajenara del pas de la servidumbre y venciera la aoranza por las Ollas de Egipto? No; aquel hecho de que partimos y el supuesto que le agregamos son tan inconciliables entre s que uno encuentra osada para extraer la conclusin Si Moiss no slo dio a los judos una religin nueva, sino tambin el mandamiento de la circuncisin, l no era un judo, sino un egipcio; entonces, es probable que la religin mosaica fuera una religin egipcia, y, por oposicin a la popular, sera la de Atn, con la cual en verdad la posterior religin juda coincide en algunos puntos notables.Hemos apuntado ya que nuestro supuesto de no ser Moiss judo, sino egipcio, crea un nuevo enigma. La manera de obrar que pareca bien entendible en el judo se vuelve incomprensible en el egipcio. Pero si ahora situamos a Moiss en la poca de Ikhnatn, y lo vinculamos con este faran, aquel enigma se disipa, y se revela la posibilidad de una motivacin que da respuesta a todas nuestras preguntas. Partamos de la premisa de que era Moiss un hombre noble y de alta posicin, acaso realmente, como lo afirma la saga, un miembro de la casa real. Sin duda era conciente de sus grandes capacidades, ambicioso y activo; quizs hasta se le insinuaba la meta de ser un da el jefe de su pueblo, gobernar el reino. Allegado al faran, era un partidario convencido de la religin nueva, cuyas ideas fundamentales haba hecho suyas. A la muerte del rey, y sobrevenida la reaccin, vio destruidas todas sus esperanzas y perspectivas; si no quera abjurar de sus convicciones, a l caras, Egipto ya no tena nada ms que ofrecerle: haba perdido su patria. En este aprieto hall una inslita salida. El soador Ikhnatn se haba enajenado de su pueblo, y dej que se le desmembrara su imperio mundial. Era acorde a la naturaleza enrgica de Moiss fundar un nuevo reino, hallar un nuevo pueblo a quien donarle la religin que los egipcios desdearon. Bien se lo discierne: era un intento heroico de cuestionar al destino, de resarcirse, en esos dos sentidos, de las prdidas que le haba trado la catstrofe {Katastrophe} de Ikhnatn. Acaso por ese tiempo era l virrey de aquella provincia fronteriza (distrito) en que se haban asentado ciertas estirpes semticas (todava en tiempos de los hicsos?). Y las escogi para que fueran su nuevo pueblo. Una decisin histrica de alcance universal! (ver nota). Se puso de acuerdo con ellos, asumi su jefatura, procur su emigracin con mano fuerte (ver nota). En total oposicin a la tradicin bblica, cabra suponer que el xodo se consum de manera pacfica y sin mediar persecucin alguna. La autoridad de Moiss lo posibilitaba, y en ese momento no exista un poder central que se lo pudiera estorbar.

De acuerdo con esta construccin nuestra, el xodo de Egipto ocurri en el lapso entre 1358 y 1350 a. C., o sea tras la muerte de Ikhnatn y antes que Haremhab restableciera la autoridad estatal. La meta de la migracin slo poda ser la tierra de Canan. All, tras la quiebra del imperio egipcio, haban irrumpido grupos de belicosos arameos en tren de conquista y pillaje, mostrando de ese modo dnde un pueblo valeroso poda conseguir un nuevo patrimonio territorial. Tenemos noticia de estos guerreros por las cartas halladas en 1887 en el archivo de las ruinas de Amarna. En ellas se los llama habiru, y ese nombre, no se sabe cmo, pas a los invasores judos que llegaron despus -hebreos-. Al sur de Palestina, en Canan, moraban tambin aquellas estirpes que tenan el ms cercano parentesco con los judos ahora emigrantes de Egipto.

La motivacin que hemos colegido para el xodo como un todo alcanza tambin a la institucin de la circuncisin. Es conocida la conducta de los seres humanos, pueblos e individuos, frente a este uso de antigedad primordial, que apenas si es comprendido ya. A quienes no lo practican les parece muy extrao, y los asusta un poco; en cuanto a los otros, los que han adoptado la circuncisin, estn orgullosos de ella. Se sienten elevados, como ennoblecidos, y miran con desprecio a los dems, estimndolos impuros. Todava hoy el turco insulta al cristiano dicindole perro no circunciso. Es creble que Moiss, circuncidado l mismo como egipcio, compartiera esta actitud. Los judos con quienes abandon la patria deban ser para l un sustituto mejor de los egipcios que dejaba atrs, en el pas. De ningn modo podan irles en zaga. Quera hacer de ellos un pueblo santo, segn lo dice de manera expresa el propio texto bblico y como signo de esa santificacin les impuso aquella costumbre que por lo menos los igualaba a los egipcios. Adems, no poda dejar de congratularse de que un signo as los aislara y les impidiera mezclarse con los pueblos extranjeros hacia quienes deba llevarlos su migracin, as como los propios egipcios se haban segregado de todos los extranjeros (ver nota).

Sin embargo, la tradicin juda se comport ms tarde como oprimida por la inferencia que nosotros acabamos de desarrollar. De admitirse que la circuncisin era una costumbre egipcia introducida por Moiss, importaba ello casi reconocer que la religin por l trasmitida haba sido tambin egipcia. Pero se tenan buenas razones para desmentir este hecho; y en consecuencia, fue preciso contradecir tambin la relacin de cosas con respecto a la circuncisin.

4

En este punto espero que se me habr de hacer un reproche. Segn mi construccin, Moiss, el egipcio, se sita en la poca de Ikhnatn; de las circunstancias polticas del pas en esa poca se deduce su decisin de asimilarse al pueblo judo, y la religin que l dona o impone a sus protegidos se discierne como la de Atn, que acababa de ser quebrantada en el propio Egipto: se me dir, pues, que a este edificio de conjeturas yo lo he presentado con una precisin excesiva, no fundamentada en el material. Opino que el reproche es injustificado. Ya en mis palabras introductorias puse de relieve el aspecto de la duda, por as decir lo coloqu antes del parntesis, y entonces tengo derecho a ahorrarme el repetirlo en cada trmino dentro del parntesis (ver nota).

Proseguir la elucidacin con algunas de mis propias puntualizaciones crticas. La pieza nuclear de nuestra tesis, la dependencia del monotesmo judo respecto de aquel episodio monotesta de la historia de Egipto, ha sido columbrada e indicada por diversos autores. Omito reproducir aqu estas voces, pues ninguna de ellas sabe sealar el camino por el cual se habra consumado ese influjo. Si para nosotros este ltimo permanece anudado a la persona de Moiss, es cierto que cabe sopesar tambin posibilidades diversas de la que hemos preferido. Es imposible suponer que el abatimiento de la religin oficial de Atn acabara por completo con la corriente monotesta en Egipto. La escuela sacerdotal de On, de la que haba surgido, resisti la catstrofe, y todava generaciones despus de Ilchnatn pudo proseguir su ilacin de pensamiento {Gedankengang}. Entonces, la hazaa de Moiss es concebible aunque no hubiera vivido en la poca de Ikhnatn ni experimentado su influjo personal; bastara con haber sido seguidor o aun miembro de la escuela de On. Esta posibilidad desplazara el punto temporal del xodo y lo situara ms prximo a la fecha que se suele admitir (en el siglo ' xiii a. C.), pero que no tiene en su favor nada ms que la recomiende. As se arruinara la inteleccin de los motivos de Moiss, y el xodo ya no estara facilitado por la anarqua reinante en el pas. Los reyes que siguieron, de la dinasta decimonovena, ejercieron un gobierno fuerte. Las condiciones externas e internas propicias al xodo se conjugan slo en la poca inmediatamente posterior a la muerte del rey hertico.

Los judos poseen una abundante literatura extrabblica, donde uno halla las sagas y mitos que en el curso de los siglos se formaron en torno de la grandiosa figura de su primer caudillo y fundador de su religin, glorificndola y oscurecindola a la vez. Acaso dispersos en este material haya fragmentos de buena tradicin que no hallaron sitio en el Pentateuco. Una de estas sagas describe en expresivos trminos cmo la ambicin de Moiss se exteriorizaba ya en su infancia. Cierta vez que el faran lo alz en sus brazos y, jugando, lo levant bien alto, el niito de tres aos le arrebat la corona de la cabeza y se la coloc en la propia. El rey se espant de este augurio y no dej de inquirir a sus sabios sobre el asunto (ver nota). En otra parte se narran unas victoriosas hazaas guerreras que consum en Etiopa como general egipcio, y a ello se anuda su huida de Egipto, pues deba temer la envidia de un partido de la corte o del mismo faran. El propio relato bblico atribuye a Moiss algunos rasgos a los que uno otorgara veracidad. Lo describe como colrico, irascible; presa de indignacin, da muerte al brutal capataz que maltrata a un trabajador judo, tal como en su enojo por la apostasa del pueblo hace pedazos las Tablas de la Ley que recibiera de Dios en el monte [Sina] (ver nota); y aun Dios mismo lo castiga, al final, a causa de un acto de impaciencia (no se nos dice cul). Como un rasgo as no se prestaba a la glorificacin, acaso respondiera a la verdad histrico-vivencial {historisch}. Tampoco se puede rechazar la posibilidad de que muchos de los rasgos de carcter que los judos imprimieron en la temprana representacin de su Dios, llamndolo celoso, severo e implacable, provinieran en el fondo del recuerdo de Moiss, considerando que en realidad este hombre, y no un Dios invisible, los haba sacado de Egipto.

Otro rasgo que se le adscribe posee particulares ttulos para nuestro inters. Se dice que era torpe de lengua, o sea, que tena una inhibicin de lenguaje o un defecto vocal, de suerte que en sus presuntos tratos con el faran necesit que lo auxiliara Aarn, de quien se nos dice que es su hermano (ver nota). Acaso tambin esto sea una verdad histrica, y constituira un deseable aporte para animar la fisonoma del grande hombre; pero es posible que tenga un significado diverso y ms importante. Quizs esa noticia refiera con leve desfiguracin el hecho de que Moiss hablaba una lengua diferente que sus neoegipcios semitas y era incapaz de tratar sin intrprete con ellos, al menos al comienzo de sus vnculos. Por tanto, otra confirmacin de la tesis: Moiss era egipcio.

Ahora bien, parece que nuestro trabajo ha alcanzado un trmino provisional. De nuestro supuesto de que Moiss era egipcio, est o no demostrado, no podemos por ahora deducir nada ms. En cuanto al relato bblico sobre Moiss y el xodo, ningn historiador puede considerarlo sino como una piadosa pieza de ficcin en la cual -al servicio de sus propias tendencias- ha sido refundida una tradicin remota. Desconocemos la letra originaria de esa tradicin; en cuanto a las tendencias que la desfiguraron, nos gustara colegirlas, pero nuestra ignorancia de los procesos histricos vividos {historisch} nos deja a oscuras. No puede extraviarnos, pues, que nuestra reconstruccin se oponga al relato bblico no dejando espacio alguno para muchos de sus ornamentos, como las diez plagas, el cruce del Mar Rojo o el .solemne estatuto de las leyes en el monte Sina. En cambio, no ha de sernos indiferente hallarnos en contradiccin con los resultados de la investigacin historiogrfica positiva de nuestro tiempo.

Estos historiadores recientes, como exponente de los cuales reconoceramos a E. Meyer (1906), siguen al relato bblico en un punto decisivo. Tambin ellos opinan que las estirpes judas de las que surgira luego el pueblo de Israel adoptaron en cierto momento una religin nueva. Pero este suceso no se consum en Egipto, tampoco al pie de un monte en la pennsula del Sina, sino en un lugar que se llama Meribat-Qadesh, un oasis singularizado por su abundancia de manantiales y fuentes en la faja de tierra que se extiende al sur de Palestina, entre la salida oriental de la pennsula del Sina y el borde occidental de Arabia (ver nota). All adoptaron el culto de un dios Yahv, probablemente de la estirpe arbiga de los madianitas, que vivan en esa comarca. Acaso otras estirpes vecinas eran tambin seguidoras de este dios.

Yahv era, con seguridad, un dios volcnico. Ahora bien, como se sabe, en Egipto no hay volcanes y tampoco los montes de la pennsula del Sina han sido nunca volcnicos; en cambio, se hallan volcanes, acaso activos hasta pocas tardas, a lo largo de la costa occidental de Arabia. Por tanto, uno de esos montes tiene que haber sido el Sina-Horeb, concebido como la morada de Yahv. A pesar de las refundiciones sufridas por el informe bblico, es posible, segn Meyer, reconstruir la imagen originaria del carcter de este dios: es un demonio ominoso, sediento de sangre, que ronda por las noches y teme la luz del da (ver nota).

El mediador entre Dios y el pueblo en esta fundacin religiosa es llamado Moiss. Es yerno del sacerdote madianita Jethro, y guardaba los rebaos de este cuando recibi el llamado divino. Y all mismo, en Qadesh, es visitado por Jethro, quien le imparte enseanzas (ver nota).

Aunque Meyer dice no haber dudado nunca de que la historia de la residencia en Egipto y de la catstrofe de los egipcios contiene algn ncleo histrico (ver nota), es evidente que no sabe cmo situar y valorar el hecho por l reconocido. Slo a la costumbre de la circuncisin est dispuesto a derivarla de Egipto. Enriquece nuestra anterior argumentacin mediante dos importantes referencias. La primera, que Josu exhorta al pueblo a circuncidarse para quitarse el oprobio [o sea, el desdn] de los egipcios; la segunda, una cita de Herodoto, segn la cual los propios fenicios (sin duda los judos) y los sitios de Palestina admiten haber aprendido de los egipcios la costumbre (ver nota). Pero Meyer ha dejado menos sitio para un Moiss egipcio: El Moiss de quien tenemos noticia es el antepasado de los sacerdotes de Qadesh, vale decir, una figura de la saga genealgica que mantiene relacin con el culto, no una personalidad histrica {geschichtlich}. Y por otra parte (salvo los que aceptan a pie juntillas la tradicin como verdad histrica), ninguno de quienes lo consideran una figura histrica lo ha llenado de contenido, cualquiera que fuese este, ni ha sabido presentarlo como una individualidad concreta, ni indicar algo que l hubiera creado o que constituira su obra histrica (ver nota).

En cambio, no se cansa de destacar el vnculo de Moiss con Qadesh y Madin: La figura de Moiss, ntimamente enlazada a Madin y a los sitios de culto en el desierto (ver nota). Ahora bien, esta figura de Moiss se conecta de manera inseparable con Qadesh (Mass y Merib), y su situacin como yerno del sacerdote madianita proporciona el complemento. Por el contrario, su conexin con el xodo y la ntegra historia de su juventud son de todo punto secundarias y simples consecuencias de haber sido entramado Moiss en una historia legendaria de secuencia coherente (ver nota). Puntualiza, adems, que todos los motivos contenidos en la historia de la juventud de Moiss se abandonan ms tarde: Moiss en Madin ya no es un egipcio, nieto del faran, sino un pastor a quien Yahv se revela. En los relatos sobre las plagas nada se dice de sus antiguas vinculaciones, y eso que habra sido de gran efecto; tambin se ha olvidado por completo la orden de matar a los nios varones israelitas (ver nota). En el xodo y el sepultamiento {Untergang} de los egipcios, Moiss no desempea papel alguno, y ni siquiera se lo menciona. El carcter heroico, presupuesto en la saga de su infancia, le falta por completo al Moiss posterior; ya es slo el hombre de Dios, un taumaturgo provisto por Yahv de poderes sobrenaturales. . . (ver nota).

No podemos nosotros poner en entredicho la impresin de que este Moiss de Qadesh y Madin, a quien la propia tradicin pudo atribuirle erigir a una serpiente de metal como dios curativo (ver nota), es muy otro de aquel gran seor egipcio por nosotros inferido, el que revel al pueblo una religin de la que se proscriban de la manera ms rigurosa toda magia y todo ensalmo. Acaso nuestro Moiss egipcio no se diferencia menos del Moiss madianita que el dios universal. Atn de Yahv, aquel demonio que habitaba en la montaa de los dioses. Y entonces, si hemos de dar algn crdito a las averiguaciones de los historiadores recientes, habremos de admitir que se nos ha roto por segunda vez el hilo que pretendamos devanar desde el supuesto de que Moiss era egipcio. Esta vez, segn parece, sin esperanza de volver a anudarlo.5

Pero, inesperadamente, torna a presentrsenos una salida. Los empeos por discernir en Moiss una figura que rebase al sacerdote de Qadesh y por confirmar una grandiosidad que la tradicin le alaba no se han aquietado despus de Meyer (cf. Gressmann y otros). En 1922, Ernst Sellin ha hecho un descubrimiento que cobra decisivo influjo sobre nuestro problema. En el profeta Oseas (segunda mitad del siglo VIII a. C.) encontr los indicios inequvocos de una tradicin cuyo contenido es que Moiss, el fundador de la religin, hall violento fin en una revuelta de su pueblo, dscolo y contumaz, que al mismo tiempo repudi la religin por l fundada. Ahora bien, esta tradicin no se limita a Oseas; retorna en la mayora de los profetas siguientes y, ms todava, segn Sellin, se convirti en la base de todas las ulteriores expectativas mesinicas. Al trmino del exilio babilnico, se desarroll en el pueblo judo la esperanza de que volviera de entre los muertos aquel tan ignominiosamente asesinado, y condujera a su arrepentido pueblo -acaso no slo a este- al reino de la bienaventuranza duradera. No han de ocuparnos aqu los evidentes vnculos con el destino de un fundador de religin que despus advendra.

Desde luego, tampoco en este caso estoy en condiciones de decidir si Sellin ha interpretado de manera correcta los pasajes profticos. Pero si est en lo cierto, es lcito atribuir credibilidad histrica a la tradicin por l discernida; en efecto, tales cosas no se inventan {erdichten} con facilidad. Para ello falta un motivo asible y, por otra parte, si realmente acontecieron, bien se comprende que se las quiera olvidar. No necesitamos admitir todos los detalles de la tradicin. A juicio de Sellin, debe designarse a Schittim, en la Trasjordania, como el sitio donde se produjo el asesinato de Moiss. Enseguida veremos que esa localidad es inadmisible para nuestras consideraciones.

De Sellin tomamos el supuesto de que el Moiss egipcio fue asesinado por los judos, quienes abandonaron la religin que l introdujo. Ese supuesto nos permite seguir devanando nuestros hilos sin contradecir unos crebles resultados de la investigacin histrica. Pero en lo dems osamos mantener independencia respecto de los autores, y seguir la propia senda de una manera autnoma. El xodo de Egipto sigue siendo nuestro punto de partida. Debi de haber sido un nmero considerable de personas el que abandonara el pas con Moiss; un grupo pequeo no habra merecido los afanes de este hombre ambicioso que aspiraba a la grandeza. Es probable que los inmigrantes permanecieran en el pas el tiempo suficiente para convertirse en un pueblo de nutridas filas. Mas no erraremos, ciertamente, si, con la mayora de los autores, suponemos que slo una fraccin del posterior pueblo judo experiment los acontecimientos de Egipto. Con otras palabras: la estirpe que regresaba de Egipto se reuni luego, en la faja de tierra situada entre aquel pas y Canan, con otras estirpes emparentadas, all establecidas haca largo tiempo. Esa unin, de la cual surgi el pueblo de Israel, se expres adoptando una religin nueva, comn a todas las estirpes: la de Yahv; suceso este que segn Meyer se consum en Qadesh bajo influjo madianita. Tras ello, el pueblo se sinti con fuerzas bastantes para invadir el pas de Canan. Pues bien; con este curso de los hechos no se concilia que la catstrofe de Moiss y de su religin ocurriera en la Trasjordania: tuvo que acontecer mucho antes de aquella unificacin.

Es cosa cierta que elementos asaz diversos confluyeron en la edificacin del pueblo judo. Pero la mayor diferencia entre estas estirpes no pudo menos que ser esta: que hubieran co-vivenciado o no la estada en Egipto, y lo que a ella sigui. Atendiendo a este punto, se puede decir que la nacin proceda de la reunin de dos elementos; y en consonancia con este hecho se sita su separacin, tras un breve perodo de unidad poltica, en dos fragmentos: el reino de Israel y el reino de Judea. El acontecer histrico {Geschichte} ama tales restauraciones en que se deshacen fusiones tardas, y anteriores divorcios salen de nuevo a la luz. Consabido es el ejemplo ms notable de ello: la Reforma, que tras un intervalo de ms de un milenio saca a la luz la frontera entre la Germania que antao devino romana y la Germania que haba preservado su independencia. Para el pueblo judo no podramos probar nosotros una reproduccin tan fiel del antiguo estado de cosas; nuestra noticia sobre esos tiempos es demasiado incierta para permitirnos afirmar que en el reino del Norte se reencontraron los all avecindados desde siempre, y en el del Sur los que regresaron de Egipto, pero la posterior separacin no puede haber dejado de entramarse con la soldadura anterior. Es probable que los antao egipcios fueran menos numerosos que los otros, pero demostraron ser los ms fuertes en lo cultural; ejercieron un influjo mayor sobre el ulterior desarrollo del pueblo porque traan consigo una tradicin que faltaba a los otros.

Y quizs otra cosa an, ms asible que una tradicin. Entre los mayores enigmas de la historia juda se incluye el origen de los levitas. Se los deriva de una de las doce tribus de Israel, la tribu de Levi, pero ninguna tradicin ha osado indicar dnde se asentaba en su origen esta tribu o qu parte se le asign en el conquistado pas de Canan. Ocupan los ms importantes cargos sacerdotales. Sin embargo, se diferencian de los sacerdotes: un levita no es necesariamente un sacerdote; tampoco es el nombre de una casta. Nuestra premisa sobre la persona de Moiss nos sugiere una explicacin. No es creble que un gran seor como Moiss entrara sin acompaantes en ese pueblo para l extranjero. Sin duda trajo consigo su squito, sus partidarios ms prximos, sus escribas, sus criados. Y estos fueron originariamente los levitas. Lo que la tradicin afirma, que Moiss era un levita, parece una trasparente desfiguracin del estado de cosas: los levitas eran la gente de Moiss. Esta solucin viene sustentada por el hecho, que mencion en mi ensayo anterior, de que slo entre los levitas siguen apareciendo ms tarde nombres egipcios. Cabe suponer que buen nmero de esta gente de Moiss escap a la catstrofe que se abati sobre l y la religin que l fund. En las siguientes generaciones se multiplicaron, se fusionaron con el pueblo dentro del cual vivan, pero permanecieron fieles a su seor, guardaron su memoria y cultivaron la tradicin de sus enseanzas. En la poca de la reunin con los fieles de Yahv, eran una minora influyente, con superioridad cultural sobre las otras.

Establezco este supuesto provisional: entre el sepultamiento {Untergang} de Moiss y la fundacin religiosa de Qadesh trascurrieron dos generaciones, y hasta quizs un siglo. No veo ningn camino que nos permita decidir si los neoegipcios, como me gustara llamarlos para distinguirlos -vale decir, los que regresaban-, se encontraron con sus parientes por estirpe despus que estos ya haban adoptado la religin de Yahv, o antes. Esto ltimo se puede considerar ms verosmil. Pero no introduce diferencia alguna en el resultado final. Lo que sucedi en Qadesh fue una solucin de compromiso en que es inequvoca la participacin de la estirpe de Moiss.

Tenemos derecho a invocar de nuevo aqu el testimonio de la circuncisin, que ya repetidas veces, por as decir como un fsil de referencia, nos ha prestado los ms importantes servicios. Esta costumbre pas a ser un mandamiento tambin en la religin de Yahv, y como se enlaza de manera indisoluble con Egipto, el aceptarla slo pudo ser una concesin a la gente de Moiss -o a los levitas entre ellos- que no quera renunciar a este signo de su santificacin. Era lo que pretendan rescatar de su antigua religin, y a cambio estaban dispuestos a aceptar la nueva divinidad y cuanto de ella referan los sacerdotes de Madin. Es posible que impusieran adems otras concesiones. Ya hemos consignado que el ritual judo prescriba limitaciones en el uso del nombre de Dios. En vez de Yahv, se deba decir Adonai. Parece sugerente introducir este precepto dentro de nuestra trama, pero es una conjetura que carece de otro asidero. Como se sabe, la prohibicin respecto del nombre de Dios constituye un tab de antigedad primordial. Uno no comprende por qu se refrescara justamente en la ley juda; no est excluido que ello aconteciera bajo el influjo de un nuevo motivo. No debe creerse que la prohibicin se cumpla de modo consecuente; para la formacin de nombres de pila teforos (vale decir, compuestos), se poda emplear el nombre de Dios Yahv (Johann, Jeh, Josu). Pero con este nombre ocurra un caso particular. Es sabido que la investigacin crtica de la Biblia acepta dos fuentes escritas para el Hexateuco. Son designadas Y y E porque para el nombre de Dios una emplea Yahv y la otra Elohim. Y este ltimo, no Adonai; pero considrese lo que seala uno de nuestros autores: Los nombres diferentes son el ntido signo distintivo de dioses diversos en su origen (ver nota).Hemos considerado que el conservar la circuncisin era prueba de que en la fundacin religiosa de Qadesh se produjo una solucin de compromiso. Dilucidamos su contenido a partir de los informes coincidentes de Y y E, que por tanto se remontan en este punto a una fuente comn (a una tradicin escrita u oral). La tendencia rectora era demostrar la grandeza y el poder del nuevo Dios Yahv. Como la gente de Moiss asignaba tan alto valor a su vivencia del xodo de Egipto, hubo que atribuirle a Yahv ese acto libertador, y el suceso fue provisto de unos adornos que testimoniaban la terrible grandiosidad del dios volcnico, como la columna de humo [nube] que por la noche se mudaba en una columna de fuego, la tormenta que sec por un instante el Mar Rojo de suerte que los perseguidores se ahogaron con las masas de agua que volvan (ver nota). De ese modo el xodo y la fundacin religiosa se aproximaban entre s, y se desmenta el largo intervalo que los haba separado; tampoco la dacin de la Ley se cumpla en Qadesh, sino al pie del monte de Dios bajo los signos de una erupcin volcnica. Pero esta presentacin cometa grave injusticia a la memoria de Moiss; haba sido l, no el, dios volcnico, quien libertara al pueblo de su prisin egipcia. Se le deba un resarcimiento, y se lo hall trasladando a Moiss hasta Qadesh o hasta el Sina-Horeb, en remplazo de los sacerdotes madianitas. Que mediante esta solucin se satisfaca una segunda tendencia, de irrechazable imperio, es cosa que elucidaremos ms adelante. De esta manera se produca, por as decir, una compensacin: Yahv, quien moraba sobre un monte de Madin, era extendido hacia Egipto y, a cambio, la existencia y la actividad de Moiss se prolongaban hacia Qadesh y la Trasjordana. Fue fusionado, as, con la persona del posterior fundador de religin, el yerno del madianita Jethro, a quien prest su nombre de Moiss. Pero sobre este otro Moiss no sabemos enunciar nada personal: a tal punto est oscurecido por el otro, el Moiss egipcio. Ello, a menos que recurramos a las contradicciones que hallamos en el texto bblico sobre la caracterizacin de Moiss. A menudo nos lo describe como desptico, colrico y aun violento, a pesar de lo cual se nos dice que fue el ms manso y paciente de los hombres (ver nota). Es claro que estas ltimas propiedades habran convenido poco al Moiss egipcio, que emprendi con su pueblo tan grande y difcil hazaa; quiz pertenecieron al otro, al madianita. Yo creo que se tiene derecho a volver a separar entre s ambas personas y a suponer que el Moiss egipcio nunca estuvo en Qadesh ni oy jams el nombre de Yahv, as como el Moiss madianita nunca puso el pie en Egipto ni supo nada de Atn. Con el fin de soldar ambas personas, la tradicin o la formacin de saga se vio ante la tarea de llevar hasta Madin al Moiss egipcio, y ya sabemos que sobre esto circulaba ms de una explicacin.

6

Estamos preparados para or de nuevo el reproche de haber presentado con ilcita, con excesiva certeza nuestra reconstruccin de la historia primordial del pueblo de Israel. Fcil le ser a esta crtica alcanzarnos, puesto que halla eco dentro de nuestro propio juicio. Bien sabemos que nuestro edificio tiene sus puntos dbiles. Pero tambin muestra sus lados slidos. En conjunto prevalece la impresin de que vale la pena proseguir la obra en la direccin iniciada.

El informe bblico que poseemos contiene unas indicaciones histrico-vivenciales valiosas y hasta inapreciables, que, empero, han sido desfiguradas {dislocadas} por el influjo de poderosas tendencias y adornadas con las producciones de una invencin potica. En el curso de nuestros anteriores empeos pudimos colegir una de esas tendencias desfiguradoras. Ese hallazgo nos seala el camino a seguir. Debemos poner en descubierto otras tendencias de esa ndole. Si obtenemos puntos de apoyo para discernir las desfiguraciones que produjeron, sacaremos a la luz, por detrs de ellas, nuevos fragmentos de la verdadera relacin de cosas.

Hagamos que primero la investigacin crtica de la Biblia nos refiera lo que ella sabe decir sobre el acontecer histrico gentico del Hexateuco (los cinco libros de Moiss y el libro de Josu, los nicos que aqu nos interesan) (ver nota). Se considera que la fuente escrita ms antigua es Y, el Yahvista, en quien recientemente se ha querido discernir al sacerdote Ebjatar, un contemporneo del rey David (ver nota). Algo despus -no se sabe cunto tiempo despus- se agrega el Elohsta [E], originario del Reino del Norte (ver nota). Tras la ruina de este ltimo en 722 a. C., un sacerdote judo reuni entre s fragmentos de Y y de E, agregndoles aportes propios. Su compilacin es designada YE. En el siglo vii se suma el Deuteronomio, el quinto libro, que supuestamente habra sido reencontrado ntegro en el Templo. La refundicin llamada Cdigo Sacerdotal se sita en el perodo que sigui a la destruccin del Templo (586 a. C.), durante el exilio y tras el regreso; en el siglo v la obra experimenta su redaccin definitiva, y desde entonces no fue alterada en lo esencial (ver nota).

La historia del rey David y de su tiempo es, con mucha probabilidad, obra de un contemporneo. Es verdadera historiografa, quinientos aos anterior a Herodoto, el padre de la historia. Uno se acerca a entender ese logro si, en el sentido de nuestro supuesto, orienta su pensamiento haca una influencia egipcia (ver nota). Hasta ha aflorado la conjetura de que los israelitas de aquel tiempo primordial, vale decir, los escribas de Moiss, no dejaron de partcipar en la invencin del primer alfabeto. Desde luego que se sustrae de nuestra noticia saber cunto de los informes sobre pocas anteriores se remonta a registros previos o a tradiciones orales, as como ignoramos los intervalos de tiempo que en cada caso trascurrieron entre suceso y fijacin. Ahora bien, el texto como hoy lo poseemos nos narra bastantes cosas tambin sobre sus propios destinos. Dos tratamientos contrapuestos entre s han dejado en l sus huellas. Por una parte, se apoderaron de l unas elaboraciones que lo falsearon, mutilaron y ampliaron, hasta lo trastornaron hacia su contrario {in sein Gegenteil verkehren; desvirtuaron}, en el sentido de sus secretos propsitos; por otro lado, reinaba en relacin con l una respetuosa piedad que quera conservarlo todo como estaba, sin importar que armonizase entre s o se anulase. As, casi por todas partes aparecen lagunas llamativas, molestas repeticiones, contradicciones palmarias; indicios todos que nos denuncian cosas cuya comunicacin no fue deliberada. Con la desfiguracin de un texto pasa algo parecido a lo que ocurre con un asesinato: la dificultad no reside en perpetrar el hecho, sino en eliminar sus huellas. Habra que dar a la palabra Entstellung {desfiguracin; dislocacin} el doble sentido a que tiene derecho, por ms que hoy no se lo emplee. No slo debiera significar alterar en su manifestacin, sino, tambin, poner en un lugar diverso, desplazar a otra parte. As, en muchos casos de desfiguracin-dislocacin de textos podemos esperar que, empero, hallaremos escondido en alguna parte lo sofocado y desmentido, si bien modificado y arrancado del contexto. Y no siempre ser fcil discernirlo.

Las tendencias desfiguradoras que queremos atrapar tienen que haber influido ya sobre las tradiciones, antes de todo registro escrito. Hemos descubierto una de ellas, quiz la ms fuerte. Dijimos que la institucin del nuevo dios Yahv en Qadesh constri a hacer algo para glorificarlo. Ms correcto es decir: fue preciso instalarlo, crearle un espacio, borrar las huellas de religiones anteriores. Al parecer, respecto de la religin de las estirpes afincadas se lo consigui en forma exhaustiva: ya no oiremos nada sobre ella. En cambio, no result tan fcil con los que regresaban, pues no se dejaron arrebatar su xodo de Egipto, su Moiss ni la circuncisin. En efecto, haban estado en Egipto, pero haban vuelto a abandonarlo, y en lo sucesivo se deba desmentir cualquier huella de influjo egipcio. A Moiss se lo tramit trasladndolo a Madin y a Qadesh, y fusionndolo con el sacerdote de Yahv, de la fundacin religiosa. En cuanto a la circuncisin, el ms gravitante indicio de la dependencia respecto de Egipto, fue preciso mantenerla, pero no se omiti el intento de desligar a esta costumbre de Egipto, en desafo a toda evidencia. Y slo as, como una contradiccin deliberada a la delatadora relacin de cosas, se puede concebir aquel enigmtico pasaje del Exodo [4: 24-6], estilizado basta volverse incomprensible, segn el cual Yahv se encoleriz una vez con Moiss por omitir este la circuncisin, y su mujer madianita le salv la vida hacindole de prisa la operacin {a su hijo}. Enseguida sabremos de otra invencin destinada a neutralizar ese incmodo elemento de prueba.

Si asoman empeos por poner directamente en entredicho que Yahv sea un dios nuevo, extranjero para los judos, es difcil designarlos como la aparicin de una tendencia nueva; antes bien, no harn sino continuar la anterior. Con aquel propsito se aducen las sagas de los padres primordiales del pueblo, Abraham, Isaac y Jacob. Yahv asegura que ya ha sido el Dios de estos padres; no obstante, l mismo debe admitir qu no lo haban venerado bajo este nombre suyo (ver nota). Omite decir bajo cul otro lo hacan.

Y aqu se halla la ocasin para un golpe decisivo contra el origen egipcio de la costumbre de la circuncisin. Yahv la demand ya de Abraham, la instituy como signo de la alianza entre l y los descendientes de Abraham (ver nota). Sin embargo, esta es una invencin particularmente indiestra. Como signo para separar a unos de otros y preferirlos frente a los dems, se escogera algo que no se encontrara entre estos, y no algo que millones de otras personas pudieran exhibir de igual manera. Un israelita trasladado a Egipto, en efecto, habra debido reconocer a todos los egipcios como hermanos en la alianza, como hermanos en Yahv. Los israelitas que crearon el texto de la Biblia en modo alguno podan desconocer el hecho de que la circuncisin era costumbre nativa en Egipto. El pasaje de Josu citado por Meyer [cf. AE, 23, pg. 34] lo admite sin reparo alguno, pero ese hecho, justamente, deba ser desmentido a toda costa.

A unas formaciones de mitos religiosos no se les puede exigir que tengan gran miramiento por la coherencia lgica. De otro modo, en el sentir del pueblo habra podido mover a justificado escndalo la conducta de una divinidad que establece con los antepasados un contrato con obligaciones recprocas, luego durante siglos no hace caso de su socio humano, hasta que de pronto se le ocurre revelarse de nuevo a los descendientes. Ms extraa todava parece la representacin de que un dios elija a un pueblo de repente, lo haga su pueblo y se declare su dios. Creo que es el nico caso en la, historia de las religiones humanas. De ordinario, Dios y pueblo se copertenecen de manera inseparable, son uno desde el comienzo mismo; nos enteramos de muchos casos en que un pueblo adopta otro dios, pero de ninguno en que un dios se busque otro pueblo. Quiz nos aproximemos a la inteligencia de este proceso nico si consideramos los vnculos entre Moiss y el pueblo judo. Moiss haba descendido hasta los judos, los haba hecho su pueblo; eran su pueblo elegido (ver nota).

La referencia a los padres primordiales serva tambin a otro propsito. Ellos haban vivido en Canan, su memoria iba unida a ciertos lugares del pas. Hasta es posible que en su origen fueran hroes canaaneos o divinidades locales luego expropiados por los inmigrantes israelitas para su prehistoria. Invocarlos era un modo de proclamarse oriundos del mismo suelo y de prevenirse de la inquina que acompaa al conquistador extranjero. Era una hbil treta declarar que el dios Yahv slo estaba devolvindoles lo que sus antepasados haban posedo una vez.

En los posteriores agregados al texto bblico se abri paso el propsito de evitar la mencin de Qadesh. El monte de Dios, Sina-Horeb, se convirti en el lugar definitivo de la fundacin religiosa. El motivo para ello no se advierte con claridad; quiz no queran que les fuera recordado el influjo de Madin. En cuanto a todas las desfiguraciones posteriores, en particular de la poca del llamado Cdigo Sacerdotal, sirven a un propsito diverso. Ya no haca falta modificar en el sentido deseado informes sobre episodios, pues haban acontecido en tiempos antiguos. En cambio, se empearon en remitir mandamientos e instituciones del presente a pocas tempranas, fundndolas, por lo general, en la legislacin mosaica para derivar de esta sus ttulos de sacralidad y fuerza obligatoria. Por ms que de ese modo pudiera falsearse la imagen del pasado, este proceder no careca de cierta legitimidad psicolgica. Espejaba el hecho de que en el curso de largas pocas -desde el xodo de Egipto hasta la fijacin del texto bblico bajo Esdras y Nehemas trascurrieron alrededor de ochocientos aos- la religin de Yahv haba involucionado hasta la concordancia, quizs hasta la identidad, con la religin originaria de Moiss.

Y este es el suceso esencial, el contenido con gravitacin de destino en la historia religiosa juda.Entre todos los episodios de la prehistoria cuya elaboracin emprendieron poetas, sacerdotes e historigrafos posteriores, se destaca uno que se impona sofocar por los ms evidentes y mejores motivos humanos. Era el asesinato del gran caudillo y libertador Moiss, que Sellin ha colegido por unas indicaciones de los profetas. No se puede llamar fantstica a la tesis de Sellin; es bastante verosmil. Moiss, oriundo de la escuela de Ikhnatn, no se servira de otros mtodos que el rey: impartira rdenes, impondra su fe al pueblo (ver nota). Acaso la doctrina de Moiss fuera an ms rigurosa que la de su maestro; no le haca falta conservar el apuntalamiento en el dios solar pues la escuela de On careca de todo significado para su pueblo extranjero. Moiss, como Ikhnatn, hallaron el destino que aguarda a todos los dspotas ilustrados. El pueblo judo de Moiss era tan incapaz como el egipcio de la dinasta decimoctava para tolerar una religin tan espiritualizada, para hallar en su programa una satisfaccin a sus necesidades. En ambos casos aconteci lo mismo: los tutelados y empequeecidos se irguieron y arrojaron de s el lastre de la religin que se les impona. Pero mientras que los domesticados egipcios esperaron hasta que el destino eliminara la santa persona del faran, los silvestres semitas tomaron el destino en sus manos y abatieron al tirano (ver nota).Por otra parte, no se puede afirmar que el texto bblico conservado no nos prepare para un desenlace as de Moiss. El informe sobre la migracin por el desierto (ver nota) -que acaso coincidi con la poca del imperio de Moiss- describe una cadena de serias sublevaciones contra la autoridad, sofocadas -por mandamiento de Yahv- con sangrientos castigos. Es fcil imaginar que alguna de esas revueltas no terminara como el texto pretende. Tambin la apostasa del pueblo contra la nueva religin es narrada en el texto, si bien como un episodio. Es la historia del Becerro de Oro, en la cual, con diestra vuelta {Wendung}, la quiebra de las Tablas de la Ley (El ha quebrado las Tablas), que ha de comprenderse simblicamente, es atribuida al propio Moiss y motivada por su colrica indignacin (ver nota).

Lleg un tiempo en que se lament la muerte de Moiss y se procur olvidarla. Sin duda ocurri cuando el encuentro en Qadesh. Y entonces, al aproximar el xodo a la fundacin religiosa en el oasis [pg. 391 y al hacer obrar aqu a Moiss en remplazo del otro [el sacerdote madianita], no slo se satisfaca el reclamo de su gente: tambin se desmenta con xito el penoso hecho de su eliminacin violenta. En realidad, es asaz improbable que Moiss, aunque no le abreviaran la vida, hubiera podido participar en los sucesos de Qadesh.

Aqu debemos intentar el esclarecimiento de las relaciones temporales entre estos episodios. Hemos situado el xodo de Egipto en el perodo que sigui a la extincin de la dinasta decimoctava (1350 a. C.). Pudo ocurrir entonces o algo despus; en efecto, los cronistas egipcios han incluido los subsiguientes aos de anarqua dentro del perodo de gobierno de Haremhab, quien le puso fin y rein hasta 1315 a. C. El siguiente, pero tambin el nico, punto de apoyo para la cronologa es proporcionado por la estela de Merneptah (1225-1215 a. C.), quien se gloria del triunfo sobre Isiraal (Israel) y la devastacin de sus sembrados (?). Por desdicha, hay dudas sobre el modo de valorar esta inscripcin; se la suele considerar una prueba de que estirpes israelitas ya estaban asentadas en Canan (ver nota). Meyer infiere de esta estela, con razn, que Merneptah no pudo ser el faran del xodo, como antes se tenda a suponer. El xodo tuvo que producirse en una poca anterior. La pregunta por el faran del xodo nos parece por completo ociosa. No hubo tal, pues aquel sobrevino en un interregno. Pero en cuanto a la posible fecha de la reunin y la aceptacin de la religin nueva en Qadesh, tampoco el descubrimiento de la estela de Merneptah arroja luz alguna. Todo cuanto podemos decir con certeza es que ocurri en algn momento entre 1350 y 1215 a. C. Conjeturamos que, dentro de ese siglo, el xodo se sita muy prximo a la fecha inicial, y los hechos de Qadesh, no muy distantes de la ltima fecha. Y nosotros preferiramos reclamar la mayor parte de ese lapso para el intervalo entre ambos sucesos. En efecto, nos hace falta un perodo ms largo para que pudieran aquietarse entre los que regresaban las pasiones desatadas tras el asesinato de Moiss, y el influjo de su gente, los levitas, se volviera tan grande como lo presupone el compromiso de Qadesh. Dos generaciones, sesenta aos, acaso bastaran para ello; pero el lapso se nos estrecha demasiado. La fecha deducida de la estela de Merneptah nos resulta demasiado temprana, y como admitimos que en este lugar de nuestro edificio un supuesto slo se funda sobre otro, confesamos que este examen pone en descubierto un punto dbil de nuestra construccin. Lstima que sea tan oscuro y confuso todo cuanto se refiere al establecimiento del pueblo judo en Canan. Acaso nos quede el expediente de que el nombre de Israel en aquella estela no se refiera a las estirpes cuyos destinos estamos empeados en perseguir y que luego se reunieron en el posterior pueblo de Israel. Considrese que tambin se ha traspasado a este pueblo el nombre, del perodo de Amarna, de los habiru (hebreos) [AE, 23, pg. 29].

Ahora bien, no importa cundo se reunieron las tribus en nacin por el reconocimiento de una religin comn; muy bien podra haber sido ese un acto indiferente para la historia universal. La nueva religin habra sido ahogada por la corriente de los acontecimientos, y as Yahv habra tenido derecho a ocupar un puesto dentro de la procesin de los dioses preferidos que vio el poeta Flaubert, y de su pueblo se habran perdido las doce tribus -y no slo las diez que los anglosajones han buscado durante tanto tiempo-. Es probable que el dios Yahv, a quien el Moiss madianita proporcion entonces un pueblo nuevo, no fuera en ningn aspecto un ser sobresaliente. Un dios local rudo, mezquino, violento y sediento de sangre; haba prometido a sus secuaces darles la tierra donde mana leche y miel, y los exhort a desarraigar a los presentes moradores a filo de espada. Cabe asombrarse de que, a pesar de todas las refundiciones, se hayan dejado en los informes bblicos tantos elementos que permiten discernir aquella su originaria naturaleza. Ni siquiera es seguro que su religin fuera un monotesmo real, que cuestionara a las deidades de otros pueblos su naturaleza divina. Probablemente bastaba con que el dios propio fuera ms poderoso que todos los extranjeros. Entonces, si en la ulterior trayectoria todo fue diverso de lo que hacan esperar tales comienzos, podemos hallar la causa de ello en un hecho, y slo en uno. Una parte del pueblo haba recibido del Moiss egipcio otra representacin de Dios, ms espiritualizada: la idea de una deidad nica, abarcadora del universo entero, que a todos ama y es omnipotente; enemiga de todo ceremonial y todo ensalmo, ella fija a los hombres como meta suprema una vida en verdad y en justicia. En efecto, por fragmentaras que sean nuestras noticias sobre el lado tico de la religin de Atn, no puede ser irrelevante que Ikhnatn se califique de manera regular en sus inscripciones como el que vive en Maat (verdad, justicia) (ver nota). A la larga no import que el pueblo, probablemente al poco tiempo, repudiara la enseanza de Moiss, eliminndolo adems. De ella quedaba la tradicin, y su influjo consigui, es cierto que poco a poco en el curso de los siglos, lo que a Moiss le haba sido denegado. El dios Yahv recibi unas honras inmerecidas cuando desde Qadesh se le atribuy la hazaa libertadora de Moiss, pero tuvo una seria penitencia por esta usurpacin. La sombra del dios cuyo puesto haba usurpado se volvi ms fuerte que l; al final del desarrollo sali a la luz, tras su naturaleza, la naturaleza del olvidado Dios mosaico. Nadie duda de que slo la idea de este otro Dios ha permitido al pueblo de Israel sobrellevar todos los golpes del destino, y lo ha conservado con vida hasta nuestra poca.En el triunfo final del Dios mosaico sobre Yahv, ya no se puede comprobar ms la participacin de los levitas. En su momento, cuando se concluy el compromiso de Qadesh, estos haban abogado por Moiss con el recuerdo todava vivo del seor cuyo squito y cuyos compatriotas ellos eran. En los siglos siguientes se fusionaron con el pueblo o con la casta sacerdotal, y el principal logro de los sacerdotes fue desarrollar el ritual y velar por l, guardar adems las escrituras sagradas y elaborarlas siguiendo sus propsitos. Pero todo sacrificio y todo ceremonial, no eran en el fondo slo magia y ensalmo, eso mismo que la vieja doctrina de Moiss haba reprobado absolutamente? Y entonces, de las filas del pueblo se elevaron, en una serie que ya no se interrumpira ms, hombres que no estaban ligados con Moiss por su origen, pero s cautivados por esa tradicin grande y poderosa que haba crecido poco a poco en la sombra; y esos hombres, los profetas, fueron los infatigables heraldos de la vieja enseanza mosaica: la divinidad desdea el sacrificio y el ceremonial, slo demanda fe y una vida en verdad y en justicia (Maat). Los empeos de los profetas tuvieron xito duradero; las enseanzas con que restauraron la vieja fe se convirtieron en el contenido permanente de la religin juda. Inmensa gloria es para el pueblo judo haber conservado una tradicin as y producido hombres que le dieran su voz, por ms que la incitacin a ello viniera de afuera, de un grande hombre extranjero.

No me sentira seguro de esta exposicin ma si no pudiera invocar el juicio de otros investigadores, de especialistas que ven bajo la misma luz el significado de Moiss para la historia de la religin juda, aunque no reconozcan su origen egipcio. En este sentido, dice Sellin: Por tanto, tenemos que representarnos desde el comienzo la genuina religin de Moiss, la creencia en un Dios tico por l proclamada, como patrimonio de un pequeo crculo dentro del pueblo. En principio, no tenemos derecho a esperar encontrarla en el culto oficial, en la religin de los sacerdotes, en la fe del pueblo. Al comienzo slo podemos contar con el surgimiento, ora aqu, ora all, de una chispa del incendio espiritual que Moiss provocara; con que sus ideas no hayan muerto, sino que, calladamente, influyan aqu o all sobre la fe y la costumbre, hasta que en algn momento, bajo el influjo de particulares vivencias o de personalidades cautivadas por el espritu de l, irrumpan de nuevo con fuerza y cobren influjo sobre vastas masas del pueblo, La historia de la religin israelita antigua debe considerarse de antemano bajo este punto de vista. Quien pretendiera construir la religin mosaica segn los documentos histricos de la vida popular durante los primeros cinco siglos en Canan cometera los mayores errores de mtodo. Y Volz se pronuncia con mayor nitidez todava. Sostiene que la obra celestial de Moiss al principio slo hall un entendimiento y una ejecucin dbiles y mezquinos, hasta que en el curso de los siglos fue penetrando ms y ms y, por fin, encontr en los grandes profetas unos espritus afines que prosiguieron la obra del solitario.Con esto yo habra llegado a la conclusin de m trabajo, cuyo nico propsito era insertar la figura de un Moiss egipcio dentro de la trama de la historia juda. Para expresar nuestro resultado en la frmula ms breve: a las consabidas dualidades de esa historia -dos masas de pueblo, conjugadas para formar la nacin; dos reinos, en que esta nacin se fragmenta; dos nombres de Dios en las fuentes escritas de la Biblia-, agregamos nosotros dos nuevas: dos fundaciones de religin, reprimida {verdrngen; suplantada} la primera por la segunda, si bien luego s