Misión en la cortadera

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RESEÑA MISIÓN CORTADERA-CACHI “NO ES UN MENSAJE, NO HAY PALABRAS... MÁS...SE ADIVINAN SUS RASGOS” (SAL. 19) La vida nos llevó nuevamente a aquel alejado poblado, donde el frío azota y la vegetación lo sobrevive, donde se madruga y se atraviesa pedregosos y estrechos caminos, donde atravesar cerros es “aicito”, donde se cocina a leña y hay una hora para ver televisión, donde se sabe poco o nada de envidia o desconfianza porque mi vecino vive atravesando el cerro y trabaja cual hermano. Un lugar donde poco se “discute” de la fe y la teología pero se sabe vital y profundamente que hay un Dios, un Tata Dios que los está amparando. Un lugar donde se hace profunda experiencia de vida, donde lo que se ve…”no es un mensaje, no hay palabras…más se adivinan sus rasgos” (Sal. 19). Visitamos y nos encontramos con gente en los valles calchaquíes, recorriendo el camino Inca para llegar a Potreros de Payogasta, Belgrano, Cortadera, Punta de Agua, Payogasta y despidiéndonos una vueltita por Cachi, cuna de nuestros antepasados.

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RESEÑA MISIÓN CORTADERA-CACHI

“NO ES UN MENSAJE, NO HAY PALABRAS...

MÁS...SE ADIVINAN SUS RASGOS” (SAL. 19)

La vida nos llevó nuevamente a aquel alejado poblado, donde el frío azota y la vegetación lo sobrevive, donde se madruga y se atraviesa pedregosos y estrechos caminos, donde atravesar cerros es “aicito”, donde se cocina a leña y hay una hora para ver televisión, donde se sabe poco o nada de envidia o desconfianza porque mi vecino vive atravesando el cerro y trabaja cual hermano. Un lugar donde poco se “discute” de la fe y la teología pero se sabe vital y profundamente que hay un Dios, un Tata Dios que los está amparando. Un lugar donde se hace profunda experiencia de vida, donde lo que se ve…”no es un mensaje, no hay palabras…más se adivinan sus rasgos” (Sal. 19).

Visitamos y nos encontramos con gente en los valles calchaquíes, recorriendo el camino Inca para llegar a Potreros de Payogasta, Belgrano, Cortadera, Punta de Agua, Payogasta y despidiéndonos una vueltita por Cachi, cuna de nuestros antepasados.

Rostros, imágenes, testimonios, vidas que tocaron las nuestras y aquí se lo compartimos.

En Cortadera, la escuelita nos abre los brazos en la figura de Don Vilte, ordenanza de la misma. Entre las cortaderas que adornan el paisaje, a lo lejos el Nevado de Cachi engalana el paisaje, el fuego que no sólo nos da calor sino que prepara el alimento para el visitante. No faltó la figura tosca y golpeada de la Lucía, que no entendió el mensaje del maestro, pero resguardaba con sus preguntas la presencia de los “desconocidos”; quería colaborar con la olla para el fuego. Cuanta enseñanza en las charlas nos dejaron, “pone el agua en el fuego pa´poderte bañar”, “lindo tronco encontrao para el fuego aguantar”, “árilla con piedra caliente pa´que el niño no moje la cama”, “perro que muerde se lo mata y con un poco de pelo quemado se cura la herida”.

Don Vilte con su compartir sencillo pero orgulloso de su tierra. El regalarnos un pedacito de su tiempo para orientarnos. Dejar su quehacer de separar semillas, trabajar los surcos. Historias desde sus generaciones antepasadas con leyendas del pueblo.

Pasamos por Punta de agua y Belgrano, muchos rostros que en la visita anterior no encontramos, otros rostros conocidos nos recordaban (Edgar, Salomé, Rosana, Néstor, Margarita, la familia de Lucas, y otros) la emoción hecha alegría de la posible vuelta en Noviembre; el deseo de ver progresar a los hijos, hijos que salen del pueblo para estudiar, Las manos de Sabina, fruto del trabajo en medio del campo, los granos y las chivas. La Abuela Burgos con su felicidad reflejada en el rostro cuando recibe la estampa de María y nos comparte que tenía una pero con las velas se le quemó causando una gran angustia en la familia…”María quiso volver a mi casa”. La Mamá de Miguel, repitiendo al oído de la hermana: “Yo le decía a mi marido que iba a recibir visitas, el canto del pájaro me aviso. Y mire usted está aquí.” En medio del camino, la simpleza de un niño (familiar de Lucas), jugando con el burrito, y que al preguntarle cómo se llama, responde con total soltura y con cierta gracia...”burro”.

Al costado del camino, casi con recelo, casi sin querer, casi “entonado”, nos recibe Don Zerda: “No tengo palabras

pero sé quién es Él”. Ejemplo de la fe firme de un pueblerino. No conoce la Biblia pero sabe que la vida es de Dios, “Él es el que nos da de comer, no somos nada y Él es todo…” señalando al cielo…

-“Me quieren obligar pero yo no lo cambio”. Cuánta fe y que firmeza en el Dios de la vida que le da de comer.

Y ni que hablar, con el monumento a la maternidad, testimonio de vida, trabajo y sin descanso de doña Lugarda, que no nos deja de asombrar, añoranzas de un tiempo pasado que hoy convertidas en experiencia nos da. “Hijos tienen que estudiar porque si no llegan a ningún lado. Hoy hay muchos que han perdido los valores. Ya uno está grande y los necesita a los hijos, que se lleguen a visitarlo a uno.” Sus dos hijos orgullosos la escuchan hablar: “Habla bien mama, que te están por filmar, ésa es mi viejita que mujer fuerte y luchadora tengo como mama”. Isidro y Dionisia cuidándola están, aunque sea un poquito de tiempo se quedan con su mamá, está enferma y necesita que la cuiden más.

Hasta los chivitos nos siguen, nos quieren acompañar, nuestro bautizado Lugardo (perrito de Lugarda), hace paso a nuestro andar, compañero y guardián nos fuimos a encontrar.

Potreros de Payogasta, es un paraje de gente sencilla que trabaja en la finca de Don Colque, cosechan zanahorias y cuidan del ganado de chivas y ovejas; este tiempo está marcado por el amamantamiento de las crías, por lo que es difícil encontrar producción de quesos para la venta. También es creciente la plantación de “omino” ( comino”), que resiste más al frío. Al entrar al paraje nos encontramos con Rosa, cinchando las chivas para

que las crías guachas puedan mamar, sonrisa en los labios y orgullo por el deseo de crecer. Nos compartía que sus hijos ya grandes aspiran a estudiar para ser alguien en la vida; otros se quedan ahí nomás criando chivas.

Mientras algunos nos aventuramos al Granero de Payogasta (patrimonio cultural perteneciente a nuestros antepasado los incas), una mujer fuerte se queda en el paraje para encontrarse con ellos. Unas mujeres que percibieron la visita se acercaron a visitar, compartiendo un pedacito de su vida y los testimonios que engalanan la figura del Padre Enrique (pastor encargado de la zona). Nos llamó la atención del desconocimiento del patrimonio cultural que poseen, al cual nosotros llegamos después de una larga caminata por entre las piedras del río y los rastrojos de la finca.

Finalmente a los lejos encallado en uno de los cerros se ve el Granero de los Incas. Territorio de culto, cultura y vida en medio de los cerros, en medio de la nada. Antepasados de nuestra historia que causaron admiración por la maravilla de lo arquitectónico y el

encuentro de trozos cerámicos cincelados o pintados por las manos de un pueblo que elevo su ciudad y hoy llamamos pucará.

La alegría de vernos interesados por lo suyo, su trabajo, su vida, su familia, nuestra alegría de llegar; constatar que la sabiduría viene de

éstas tierra como rezaba M. J. Castilla, que vamos con Vos, y se hace experiencia de vida. Constatar que no necesitamos mucho para poder llegar sólo trabajo duro y una familia que cuidar, rogar a Dios por la cosecha y dar lo mejor de sí; que la providencia se encarga de venir.

Una experiencia, en la que se revitaliza la pasión del encuentro con Dios y los hermanos; como nos insiste el Papa Francisco en el modelo de evangelización: “sean misioneras /os de esperanza y alegría para todos, testimoniando los valores de su identidad salesiana especialmente la categoría de encuentro, aspecto fundamental de su carisma: es una fuente siempre fresca y vital de la que pueden sacar el amor que revitaliza la pasión por Dios y los hermanos.”