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MIGUEL ÁNGEL CENTENO SAN6RE YDEUDA Ciudades, Estado y construcción de nación en América Latina Traducido por Carlos Alberto Patino Villa UN1VERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA SEDE BOGOTA INSTITUTO DE ESTÚDIOS URBANOS - Bogotá, D.C., abril de 2014

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M I G U E L Á N G E L C E N T E N O

S A N 6 R EY D E U D A

Ciudades, Estado y construcción de nación en América Latina

Traducido por Carlos Alberto Patino Villa

UN1VERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

S E D E B O G O T A INSTITUTO DE ESTÚDIOS URBANOS -

Bogotá, D.C., abril de 2014

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Capítulo 2

Haciendo la guerra

Los militares tienen una posición muy visible en nuestras imágenes de Latinoamérica. Los medios de comunicación y diferentes análisis académicos destacan los tanques y los uni­formes como algo característico, y en esta direction resulta di­fícil imaginar una region más asociada a una supuesta fuerte tradición militar o una donde el conflicto armado fuese apa­rentemente tan im portante1 Cuando escucharon acerca de este libro, la mayoría de mis colegas, incluidos expertos en la region, revelaron la hipótesis de que Latinoamérica ha estado en guerra perpetua. En este capítulo presento el desarrollo general de la violência y establezco el marco conceptual para el resto dei trabajo.

Desde la independencia a comienzos del siglo XIX, Latinoa­mérica ha estado relativamente libre de conflictos internaciona- les importantes. En el siglo XX el registro es verdaderamente extraordinário, en particular a la luz de la experiencia de otras regiones dei m undo. Sin embargo, du ran te los mis- mos doscientos anos, América Latina también ha experimenta­do grandes contiendas internas, desde rebeliones persistentes pero limitadas, hasta revoluciones casi apocalípticas y conflic­tos sociales. La distinción entre estos dos tipos de conflicto es

Y, sin em bargo, es excepcional el libro o guia sobre la historia militar que m encione el continente. Ver Cowley y Parker, The Reader’s Companion to Mili­tary History; D upuy y Dupuy, The Encyclopedia o f Military History; y Keegan, A History o f Warfare.

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clave. Ambos son violentos e involucran niovilización y des- trucción. No obstante, sus orígenes y consecuencias pueden ser radicalmente diferentes.

La guerra no son simplemente actos de violência militar o ban- dolerismo (la región ha tenido más que suficiente de los dos). La guerra es una forma especial de violência organizada con claros fines políticos y es diferente de otras formas de actos de violência puesto que involucra “la existencia, la creación o la eliminación de los Estados”2. Diria además que las guerras son diferentes de lo que podríamos denominar “disputas militari­zadas”, ya que involucran cantidades de tiempo y de recursos que requieren un compromiso organizacional considerable en nombre de por lo menos uno de los actores. Es decir, las guerras son esfuerzos concertados que requieren un mínimo nivel de compromiso estratégico y organizacional. Una ma- nera simple de medir el impacto de la guerra es mediante el núm ero de bajas, y para ello utilizaré el umbral de Singer y Small de 1.000 muertes por ano3. Por debajo de dicho nivel, no podemos esperar ver el tipo de acción dei Estado, que es el tema de gran parte dei presente estúdio. Así, la guerra es “un conflicto armado importante entre las fuerzas militares orga­nizadas de unidades políticas independientes”4.

El concepto de independencia no requiere necesariamen- te reconocimiento internacional formal. La definición con la que trabajo incluye las guerras civiles en cuanto son más que disputas armadas; sin embargo, incluirias suscita algunos pro­blemas. Las considero en el caso de Latinoamérica, en par­te, porque estas aumentan la muestra pertinente a estudiar, haciendo más factible el estúdio sistemático, pero aún más importante, porque la distinción entre guerras civiles e inter- nacionales puede dar lugar a problemas de aplicación anacró-

H oward, Causes of War.Singer y Small, Resort to Arms.Levy, War and the Modern Great Power System, 51.

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nica. Por ejemplo, iialamos <1 conllicto entre el rey de Erancia y c‘l duque de liorgniia como una guerra internacional. De la misma manei a, las guerras entre ciudades italianas se con- sideran entre Estados. Entonces, dpor qué no considerar las Inchas entre las diversas provincias de la tem prana Argentina dei mismo modo? Finalmente, el tipo de guerra crea una dife­rencia insignificante sobre sus efectos, hecho que constituye el enfoque principal dei presente volumen.

No existe duda de que los latinoamericanos han intentado ma- larse entre sí. Existen demasiados ejemplos de conflictos san- grientos y brutales para negar este hecho. La población creole< le Guanajuato fue masacrada en 1810 al tiempo que los yaqnis, mayas y mapuches, por nombrar tan solo tres ejemplos, fueron perseguidos con furia prácticamente genocida durante el siglo XIX. La guerra de la Triple Alianza casi termina la población de Paraguay, mientras que la guerra dei Chaco le costó la vida a cerca de 100.000 personas. La Revolución mexicana incluyó muchos de los elementos que definen una guerra moderna: los civiles no estaban exentos de la violência, las ciudades se con- virtieron en campos de batalla, los ferrocarriles llevaron hom- bres a la lucha y las alambradas y metralletas mataron a miles de personas, combatientes o no. En un contexto individual, las guerras en Latinoamérica también padecieron la degradación y I ransformación de los humanos en bestias salvajes. dCómo más se pueden explicar las atrocidades de la Violência en Colombia?

Sin embargo, en general, Latinoamérica ha experimentado bajos niveles de militarización, organización y movilización de recursos materiales y humanos para su posible uso en la guerra. Los latinoamericanos han intentado frecuentemente aniquilarse entre sí, pero no han logrado organizar sus socie­dades bajo este objetivo. La región ha experimentado lo que podríamos denominar una forma violenta de paz que, a su vez, ha permitido, en gran parte, la carnicería en masa en que se ha convertido la guerra moderna durante los últimos dos-< ientos anos. La región también ha padecido un caos feroz.

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En el presente capítulo planteo una revisión de los conflictos militares tanto internacionales como nacionales en Latinoa- mérica. En la primera parte hago una comparación con otras regiones dei mundo y en la segunda analizo la distribución de conflictos en el interior dei continente. Las dos partes siguien- t.es incluyen discusiones de conflictos particulares y brindan un resumen narrativo de dichas luchas. Al final se concluye con algunas observaciones generales acerca de la violência organizada en el continente.

Latinoamérica en el mundo

No existe duda de que los últimos dos siglos han vivido una aceleración global inconfundible en la ferocidad de la guerra (ver figuras 2.1 y 2.2). El núm ero de conflictos reales pue- de haber disminuido y el núm ero de anos durante los que el mundo ha conocido la paz ha, de hecho, aumentado, pero la brutalidad bélica se ha intensificado. Todos los indicadores de la capacidad destructiva de la guerra —núm ero total de muertes, porcentajes de la población afectada, bajas civiles versus bajas militares— han aumentado dramaticamente5. Ci­fras tales como el número de individuos bajo las armas, expre- sados en términos absolutos o como porcentajes de la pobla­ción, también han aumentado. Algunas de dichas tendencias se reflejan en la guerra de los Treinta Anos, desde 1914 hasta 1945. Sin embargo, existe suficiente evidencia en cada una de estas fechas para contradecir el concepto de que es un fenó­meno aislado y el producto de una peculiaridad geopolítica.

En este contexto, Latinoamérica parece ser única (ver figuras 2.3 y 2.4). Los últimos dos siglos no han vivido el nivel de gue­rra común a otras regiones. Por ejemplo, las naciones de Eu­ropa y Norteamérica han tenido cerca de cuatro veces más el número de personal en sus fuerzas armadas sobre una base per cápita y han asesinado decenas de millones más de personas y a

Keegan, History o f Warfare; Tilly, State-Incited Violence.

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1.000.000 a.,500.000a.ooo.ooo2..500.000

2.000.000

1..500.000

1.000.000

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Fuente: S inger y Small.

73

F ig u ra 2 .2 M u e rte s m u n d ia le s a c u m u la d a s p o r tip o d e g u e r r a

Fuente: Singer y Small.

un ritmo mayor. Latinoamérica, con 150 anos más de indepen- dencia que África, ha tenido el mismo orden aproximado de conflictos. Las cifras latinoamericanas parecerían incluso me­nos belicosas excepto en el caso dei desastre demográfico de la

F ig u ra 2.1 M u e rte s e n b a ta lla s m u n d ia le s

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guerra de Paraguay en 1860. Se podria dei ii lo inisin» acerca de las guerras mundiales en Europa, pero estos conflictos relie - jaron la historia de la région y tuvieron mucho más efecto en las sociedades posteriores que el efecto que tuvieron las limitadas guerras latinoamericanas.

3.E+07 '

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2.E+07 -

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F ig u ra 2.3 M u e rte s a c u m u la d a s e n b a ta lla p o r re g ió n

Fuente: Singer y Small. R esort to Arms.

I Mortalidad - porcentaje prom edio de población asesinada

I Militarización - porcentaje prom edio de población en el ejército! Intensidad - población prom edio asesinada por ano (expresado por 20 .000 habitantes)

Suramérica Centroamérica Norteam érica Oriente M edio Áfricay M éxico y el Caribe y Europa y África dei Norte

F ig u ra 2 .4 G u e r ra s to ta le s e s ta n d a riz a d a s p o r re g ió n

Fuente: S inger y Small. A Call to Arms.

Asia

O *0 O CO o IO O *-0 o ^ O »O O »O o CQOCOO “O c V) O o o O o oCM C C C O ' t í t-O t O ' O ^ û t s t N O O C O O j C î O O - H ' ^ C ^ 0 3 CO CO T * bO bO ’O I O N N CO OC 0*50 0 OOOO O O O O O C O O X O O X O C O C O O O O O C ' O i O > C i C ) 0 ) O S C T l C b C ^ O 0 ) 0 ) 0 0 ) 0 ) O ) 0 ) 0 ) 0

Norteamérica y Europa

y M éxico

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La particularidad del (ouiineute es más evidente si hacemos mia distinción m l re guerras civiles y guerras internacionales (ver figuras 2.5 y 2.0), pues los Estados latinoamericanos han

Mortalidad - porcentaje prom edio de población asesinadaMilitarización - porcentaje prom edio de población en el ejércitoIntensidad - población prom edio asesinada por ano (expresado por 20.000 habitantes)

Suramérica Centroamérica Norteamérica Oriente M edio Africay M éxico y el Caribe y Europa y África dei Norte

F ig u ra 2 .5 G u e r ra s e s ta n d a r iz a d a s p o r re g io n

Fuente: Singer y Small. A Call to Arms.

Asia

,5.00

4 .50 -

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1.00- .50

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''•yt Mortalidad - porcentaje prom edio de población asesinada■ Militarización - porcentaje prom edio de población en el ejército■ Intensidad - población prom edio asesinada por ano (expresado por 20.000 habitantes)

I JSuramérica Centroamérica Norteamérica Oriente M edio Africay M éxico y el Caribe y Europa y África dei Norte

F ig u ra 2 .6 G u e r ra s civiles e s ta n d a r iz a d a s p o r re g io n

Fuente: S in ger y Small. A Call to Arms.

Asia

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luchado entre sí pocas veces. Lo que más sorpreude es que la región parece ser más pacífica con el paso dei tiempo; el siglo XX tiene episodios de guerra, pero generalmente con m eno­res muertes violentas (ver figuras 2.7 a 2.9). Incluso cuando miramos los conflictos civiles, Latinoamérica parece más pací­fica. Sin importar la medida que usemos, otras regiones han sido el doble de violentas.

Morlalidad - porcentaje prom edio d e población asesinadaMilitarización - porcentaje prom edio de población en el ejércitoIntensidad - población prom edio asesinada por ano (expresado por 20.000 habitantes)

Suramérica Centroamérica Norteam érica Oriente M edio África Asiay M éxico y el Caribe y Europa y África dei Norte

Figura 2.7 Guerras dei siglo XIX estandarizadas por región

Fuente: Singer y Small. A Call to Arms.

Si observamos las guerras individuales, nos damos cuenta de que están concentradas histórica y geográficamente (ver figura 2.10 y cuadros 2.1 y 2.2). Sin lugar a dudas, las guerras más significativas sucedieron en el siglo XIX6. Los anos de 1860 a 1880 fueron especialmente belicosos, con casi cada país en la región invadiendo un vecino o defendiéndose. Los conflictos

Exisdó cierta preocupación en torno al “calentam iento” de la región en las déca­das de 1970 y 1980; sin embargo, pareció re to rnar la estabilidad internacional. Ver M orris y Millan, Controlling Latin American Conflicts; y Little, “International Conflict in Laün America”. Para una opinion discrepante, ver Mares, “Securing Peace in the Americas”, 35-48.

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i i j l J L iSuramérica Centroamérica Norteam érica Oriente M edio África Asiay M éxico y el Caribe y Europa y África dei Norte

Figura 2.8 Guerras dei siglo XX estandarizadas por región

Fuente: S inger y Sm all. A Call to Arms.

F’igura 2.9 Mnert.es acumuladas por batalla de Suramérica y México

Fuente: S inger y Small

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internacionales se concentraron en tres zonas: norle y centro de México, la region de la cuenca del rio de La Plata compartida por Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina, y el litoral dei Pa­cífico medio donde Bolivia, Perú y Chile se encuentran. Dichas guerras fueron, en gran medida, tomas de territórios por los vecinos más poderosos que buscaban aumentar su acceso a los recursos. Ninguna de las guerras internacionales experimen­tadas por Uatinoamérica puso de relieve la intensidad de odios ideológicos, nacionalistas o étnicos que constituyeron gran par­te de la historia en otros lugares dei globo.

700.000■ Guerra Internacionales

«00.000- * Guerra Civil

Argentina Bolivia Brasil Chile Colombia Ecuador México Paraguay Perú Uruguay Venezuela

Figura 2.10 Guerras por país. Muertes acumuladas por batalla

Fuente: S inger y Small. A Call to Arms.

Cuadro 2.1 Principales guerras internacionales en Latinoamérica

Guerra v Paises Anos

C isp latin a A rg en tin a , B rasil, U ru g u a y 1 8 2 5 -2 8

G u erra d e L a P lata /G u erra G ra n d eA rgen tin a , B rasil, U r u g u a y y Fran­cia v G ran B re ta n a

r>

1836-51

G u erra d e la C o n fed era c ió n P erua- n o -B o liv ia n a

B o liv ia , C h ile , P eru 1 8 3 6 -3 9

In d e p e n d e n c ia d e T ex a s M ex ico , Texas 1836

( lu erra d e los P asteles M éx ico , Francia 1838

( ! 1 terra P eru an o-B o liv ian a P erû , B oliv ia 1841

Continua

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C o n t i n u a c i ó n

G u erra M éxico-K K . U U . M éxico , EE. U U . 1 8 4 6 -4 8

G u erra F ranco-M exicana M éx ico , Francia 186 2 -6 7

F cu a d o r-C o lo m b ia E cu ador, C o lom b ia 1863

T rip le A lianzaA rg en tin a , B rasil. Paraguay, U r u ­gu ay

1 8 6 4 -7 0

In vasion e sp a n o la B oliv ia , C h ile , P erú , E sp an a 1 8 6 5 -6 6

G u erra d e los D ie / A n os C uba, E sp ana 1 8 6 8 -7 8

G u erra d e i Pacífico B oliv ia , C h ile , P erú 187 9 -8 3

C en tro a m e ricana G u atem ala , El Sa lvad or 1885

I n d e p e n d e n c ia C uba 1 8 9 5 -9 8

C en tro a m er ica n a G u atem ala , El Salvador, H o n d u r a s 1 9 0 6

C en tro a m er ica n a N ica ra g u a , El Sa lvad or 1907

P rim era G u erra M und ia l Brasil 1 9 1 7 -1 8

G u erra d e i C h aco B oliv ia , P araguay 1 9 3 2 -3 5

L etiç ia P erú , C o lo m b ia 1 9 3 2 -3 3

S e g u n d a G u erra M u n d ia l B rasil 1 9 4 4 -4 5

C o n flic to fr o n ter izo P eril, E cu ad or 1941

In te r v en c ió n d e EE. U U . R ep ú b lica D o m in ica n a , EE. U U . 1965

F útbol El Salvador, H o n d u r a s 1969

A n g o la /E tio p ía C u b a 1975

C o n flicto fro n ter iz o e n tr e P erú y 1981E cu a d o r E cuador, Perú

G u erra d e las M alvinas A rgen tin a , G ran B retan a 1982

C on flicto fro n ter izo e n tr e P erú y 1995E cu ad or E cuador, Perú

Fuentes: Kaye, G rant y E m ond, M ajor A rm ed Conflicts; S in ger y Sm all, A Call to Arm s; B ethell, C am bridge H istory o f Latin Am erica.

Cuadro 2.2 Principales guerras civiles en Latinoamérica

Pais/Nombre Anos

C o n flic to s d e la I n d e p e n d e n c ia y la p o s -I n d e p e n d e n c ia 1 8 1 0 -2 5

B rasil (C o n fed er a tio n d e l E cu a d o r) 1 8 2 4

A rg en tin a 1 8 2 8 -2 9

C h ile 1829

A rg en tin a (C a m p a n a d e l D esier to ) 1833

M éx ico (reb e lio n es esp o rá d ica s) 1 8 2 7 -5 5

B rasil (varias r eb e lio n e s reg io n a le s) 18 3 1 -4 0

B rasil (F arrapos) 1 8 3 5 -4 5

U r u g u a y (g u erra G ran d e) 1838-51

C o lo m b ia (g u erra d e lo s S u p r em o s) 1 8 3 9 -4 2

A rg en tin a (anti-R ojas) 1838-51

E cu ad or 1 8 4 5 -6 0

M éx ico (gu erra d e C astas) 1 8 4 7 -5 5

Continua

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( '.ontinuación

( Colombia 1851

C h ile 1851

Perú 1 8 5 3 -5 5

C olom b ia 1854

Perú 1 8 5 6 -5 8

M éxico (R eform a) 1858-61

V en ezu ela (g u erra Federal) 1 8 5 9 -6 3

C o lo m b ia 1 8 5 9 -6 2

A rgen tina 1863

E cu ad or 1863

A rgen tina: 1 8 6 6 -6 7

Perú 1 8 6 6 -6 8

V en ezu ela : ; 1868-71

C h ile (M ap u ch es) 1868-81

A rgen tin a 1870-71

U ru gu ay 1 87 0 -7 5

A rgen tin a 1874

C olom b ia 1 87 6 -7 7

A rg en tin a (C on q u ista d e i D esierto ) 1880

M éxico (cam p an as in d íg en a s) 1 8 8 0 -1 9 0 0

C olom b ia 1 8 8 4 -8 5

C h ile 1891

llrasil (R io G ra n d e d o S u l) 189 3 -9 4

Perú 1 89 4 -9 5

E cu ad or 1895

B rasil (B ah ia) 1 8 9 6 -9 7

C o lo m b ia (g u err a d e los Mil D ias) 1 8 9 9 -1 9 0 3

V en ezu ela 1 8 9 8 -1 9 0 0

S ep a r a tio n d e P an am á ; 1903

U r u g u a y 1904

R e v o lu c ió n d e M éx ico . 1 9 1 0 -2 0

E cu ad or 1911-12

P araguay / : 1 9 1 1 -1 9 1 2

E cu ad or 1 9 2 2 -1 9 2 5

H o n d u ra s 1924

M éx ico (g u er ra C ristera) 1 9 2 6 -3 0

El S a lvad or (M atan za) ■ 1932

P araguay 1947

C osta Rica 1948

C o lo m b ia (la V io lên cia ) 194 8 -0 2

R ev o lu c ió n b o liv ian a 1952

G u atem ala (an ti-A rbenz) 1954

A rg en tin a (an ti-P erón ) 1955

R ev o lu c ió n cu b an a 1 9 5 7 -5 9

Continúa

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('.onlinunción

R epública D om in ican a 1965

( lu a tem a la 196 6 -7 2

G u atem ala 1 9 7 8 -8 1 :

R ev o lu tio n n ica ra g ü en se 1 9 7 8 -7 9

I I S a lvad or 1 97 9 -9 2

1’erú (S en d ero ) 1 98 2 -9 2

N icaragu a (C.ontras) 1 9 8 2 -9 0

C olom b ia 1984-

Fuentes: Kaye, Grant y E m ond, Major A rm ed Conflicts; Singer y Small, A Call to Arms; B ethell, C am bridge H istory o f Latin America.

Los conflictos civiles siguen el mismo patrón de declive en el siglo XX. En general, se evidencia mucha menos periodiza- ción. Sin embargo, existe una tendencia en las razones y la naturaleza de los conflictos civiles. En los primeros cien anos de independencia se dieron guerras internas definidas por re­tos a la autoridad central y disputas comerciales e ideológicas entre las facciones de la élite. El siglo XX experimento mu- chas más revueltas “populares” que involucran las luchas de clase y una intensificación general dei nivel de violência. La concentración geográfica es de nuevo bastante pronunciada: Colombia, México y Argentina han sufrido en mayor medida por este tipo de conflicto, pero ningún país ha sido inmune.

Se ha intentado en varias ocasiones analizar si existe una re- lación formal en términos estadísticos entre los niveles de los conflictos internacionales y civiles, pero no se ha encontrado evidencia contundente. Es decir, no podemos hablar de una tendencia en un tipo de conflicto que determine la probabili- dad dei otro. Sin embargo, debato en el presente libro que el grado de conflicto interno que continúa dominando a Latinoa­mérica es una causa y un indicador de la relativa incapacidad de dichos Estados para luchar entre sí. La violência interna fue un reflejo de la ausência de enemigos internacionales y de la impotência política. Además, los conflictos externos no fueron significativos para cohesionar a las poblaciones de un mismo país y superar las divisiones internas. Quizá la mejor evidencia de dicha condición es la relativa importância de las

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guerras civiles en contraposición a las guerras internacionales durante el siglo XX. Asimismo, en una excepción significati­va dei patrón europeo, observamos poca evidencia de luchas internas que involucren a los vecinos7. La violência rara vez cruzó las fronteras.

Latinoamérica en guerra

Sin duda, Latinoamérica ha sido violenta, pero la mayoría de los conflictos políticos han ocurrido en el interior de los Esta­dos, no entre ellos. En las siguientes páginas se revisan los más importantes en México y Suramérica durante los dos últimos siglos, una visión general que sirve como antecedente para el análisis a seguir y desarrolla algunos de los argumentos cen- trales dei presente libro.

Las guerras de independencia

Las guerras más significativas en la historia de Latinoaméri­ca ocurrieron en el surgimiento de los nuevos Estados8, pero es imposible clasificarlas como internacionales o civiles, pues contienen elementos de los dos tipos de conflicto. Estas gue­rras, que formalmente se disputaron contra un poder extran- jero, Espana, eran frecuentemente conflictos entre grupos de la élite o incluso, en sus momentos más sangrientos, entre cla- ses sociales y castas diferentes. Es importante aclarar que las guerras más trascendentales para el continente se disputaron antes dei establecimiento de los Estados. Precisamente, la vio-

Las excepciones obvias aqui son las intervenciones de Estados Unidos y más recientem ente las luchas de la G uerra Fria.Para u n m ejor relato de las cam panas militares, ver Lynch, The Spanish-Ameri- can Revolutions, 1808-1826. Para un análisis más profundo , ver Rodriguez O., The Independence in Spanish America. Ver tam bién Kinsbruner, Independence in Spanish America. Para u n a com paración fascinante de las guerras independen- tistas en Estados U nidos, H aiti y Latinoam érica, ver Langley, Americas in the Age o f Revolution.

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lencia no se (lio cn iir Kslados, sino que se orientaba bacia la creación de un imcvo orden político.

Las guerras independentistas se originaron en las condiciones internas de las colonias y en los sucesos en Europa. En parte, lueron la culminación de tensiones de siglos entre las colonias que buscaban una mayor autonomia y un império debilita­do que recién había intentado restablecer el control centralis­ta. Las divisiones sociales se asemejaban a las institucionales. En el interior de la élite, los blancos nacidos en las colonias (criollos o creoles) padecieron una discriminación sistemática a favor de los sujetos nacidos en Espana (peninsulares). Los intentos por reformar las políticas económicas o las institucio- nes políticas se consideraban frecuentemente a favor de unos u otros de las dos facciones de élite. La alianza de grupos sub­alternos de uno u otro lado de la élite dependían de la región y de circunstancias particulares.

La confusión producida por las invasiones napoleónicas a Espana en 1808 prendió la chispa y la oportunidad para la independencia de Latinoamérica. La legitimidad dei império residia en la persona dei rey, y con su abdicación el ya desgas­tado aparato político fracasó. Para 1810 se habían declarado las juntas coloniales en Caracas y Buenos Aires y, con excep- ción de Perú y Cuba, todo el continente fue testigo dei surgi- miento de los movimientos independentistas. De esta forma, las guerras se pueden dividir en tres frentes principales: México, el Cono Sur y la región norte de los Andes.

El movimiento independentista mexicano fue paradójico: comenzó con la agenda socialmente más radical de cualquier región en América y culminó con el colapso de la autoridad central después de 1824. Como tal, es emblemático dei des­tino genérico de todos los movimientos independentistas exitosos: ninguno buscaba reform ar la sociedad —buscaban cambiar los privilégios de la élite hacia los blancos nacidos eu América— y todos fracasaron con la rápida institucionaliza- ción de la autoridad.

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La lucha independentista inició en 1810 en la région del Bajío9. Allí, el sacerdote Miguel Hidalgo lideró una débil masa armada compuesta en su mayoría por indios y soldados mestizos, para conseguir algunas espectaculares victorias tempranas y triste­mente célebres masacres, encontrando una derrota temprana ya que la disciplina dei ejército colonial desgasto a los insurgen­tes. José Maria Morelos, sucesor de Hidalgo, tuvo más éxito al crear un ejército viable e incluso instó al Congreso de Chilpa- cingo a redactar un modelo para la nueva posindependencia mexicana. No obstante, de nuevo, fueron decisivos la organi­zation y los mayores recursos disponibles de los espanoles, por lo que Morelos fue capturado y ejecutado en 1815. La rebelión se mantuvo inactiva los siguientes cinco anos. Posteriormente, cuando sobrevino la independencia en 1821, fueron importan­tes los esfuerzos reformistas dei ejército de las Très Garantias, de Agustin de Iturbide, cuyo énfasis en mantener los vínculos con Espana y la Iglesia católica marcó un claro rompimiento con los movimientos más radicales de Hidalgo y Morelos.

Un hecho fundamental para entender el fracaso de la primera etapa de la Revolution mexicana y de los eventos posteriores es que los ejércitos de Hidalgo y Morelos no solamente se opo- nían al dominio político espanol, también demostraban su odio a todos los legados institucionales de la Conquista. La lucha en contra de la rebelión pronto se convirtió en mucho más que una defensa del dominio colonial. Muchos criollos inicialmen­te a favor de la independencia decidieron luchar contra cual- quier amenaza a su position social. La derrota de las fuerzas de Hidalgo y Morelos produjo varios acontecimientos decisivos. Primera, marginó a las masas indias de lo que se convertiria en una creciente lucha entre élites. Segundo, la élite de blan- cos llegô a temerle a la posibilidad de violência y buscó limitar

Para México, ver Tutino, From Insurrection to Revolution in Mexico; A nna, The Fall o f Royal Government in Mexico City; H am nett, “T h e Economic and Social D imension o f the Revolution o f Independence, 1800-1824”; Roots o f Insurgen­cy; Archer, The Army in Bourbon Mexico; “T he Royalist Army in New Spain”; y “T h e Army o f New Spain and the Wars of Independence, 1790-1821”.

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las oportunidades pai a que « 11< ha cólera estai lara de nuevo. En una lección que se repelii ia una y otra vez a lo largo del conti­nente, los criollos rn inu liri on que cualquier diferencia que pu- diera existir entre los blancos necesariamente seria secundaria a la necesidad de preservar el orden social colonial.

Las guerras independentistas en el Cono Sur iniciaron en lluenos Aires en mayo de 1810 y en Santiago en septiembrc del mismo ano con el establecimiento de juntas que reclama- ban reemplazar la autoridad real de Espana10. A diferencia del caso mexicano, dichos eventos no generaron llamados a câm­bios radicales en las estructuras sociales. Este no fue el caso de Uruguay, donde José Artigas lideró una fuerza rural mue ho más popular. Aunque la jun ta de Buenos Aires no podia afe- rrarse a Paraguay, que estableeió su autonomia en 1812, o a la région dei Alto Perù —ahora Bolivia— reconquistada por tropas leales de Perú, nunca afronto una amenaza real grave para su independencia. Por el contrario, en un patrón que se repitió durante los siguientes cincuenta anos, sus principa­les esfuerzos militares se orientaron a m antener otras provín­cias bajo su control. La revolucionaria Santiago no tuvo tanta suerte con la debilidad de las fuerzas reales, y fue retomada por los leales en 1814.

En las costas de la región norte, el patrón fue el mismo que en Chile11. El entusiasmo original en Caracas afronto la resistên­cia de províncias, miedos de sublevación social y cierta opo- sición real. El control sobre el área cambió pero, para 1815,

10 Para el Cono Sur, ver H alperín-D onghi, The Aftermath o f Revolution in Latin America-, Politics, Economics, and. Society, Guerra y finanzas en los origenes; Collier, Ideas and Politics o f Chilean Independence; Street, Artigas and the Emancipation of Uruguay; y Williams, The Rise and Fall of the Paraguayan Republic, 1800-1870.

11 La literatura en esta área es más escasa en inglês. Infortunadam ente, la literatu­ra en lengua espanola es dom inada por la hagiografía o el tedioso detalle mili­tar. Ver Masur, Simón Bolivar; Lynch, “Bolivar and the Caudillos”; Bushnell, The Santander Regime in Gran Colombia; Anna, The fa ll o f the Royal Government o f Peru; Lecuna, Bolivary el arte militar; y Irahajos generales m encionados anteriorm ente.

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Simón Bolivar estaba exiliado en Jamaica y las luerzas leales estaban tomando venganza en todas las ciudades principales.

Las lecciones de los primeros cinco anos de luchas indepen­dentistas en el continente sirven de introducciôn perfecta para los temas que desarrollaré más adelante en el presente libro. Primero, existe un patron contradictorio de destrucciôn con­sidérable con una complejidad logística limitada. Los ejércitos que lucharon dichas guerras no eran grandes (ver capítulo 5), pero dejaron una estela considérable de muerte y destrucciôn. Segundo, encontramos élites luchando en todo lugar. La pri­mera desavenencia se dio entre peninsulares y criollos, pero incluso bajo dichas divisiones vemos facciones cada vez meno­res y batallas entre supuestos aliados. Se cambia de bando, se traicionan las fuerzas leales, se suprimen las ideologias en una cadencia vertiginosa. Finalmente, detectamos el terror de raza y de guerra de clase en todas las batallas y élites motivadas a unirse a uno u otro lado, dependiendo de las condiciones locales. El subtexto que corrió a través de las guerras inde­pendentistas era el miedo a que una batalla política se trans­formara en una batalla social. Unicamente cuando un grupo significativo en el poder sentia seguro su futuro, o Espana co- menzaba a representar una amenaza potencialmente mayor al statu quo social, las revoluciones podían iniciar.

José de San Martin y Simón Bolívar lideraron el retorno de la rebelión. San Martin había sido oficial de la arm ada real, pero se había unido a la rebelión después de su llegada a Buenos Aires en 1812. Convencido de que la clave dei éxito de la guerra estaba en capturar a la Lima leal, ejerció pre- sión para una invasion a través de Chile en oposición a la ya fallida ruta por el Alto Perú. La campana de San Martin fue sobresaliente en muchos aspectos. Se dio el valiente cruce militar de los Andes y, posteriorm ente, la toma de Lima. Para nuestros objetivos, el aspecto más im portante de la campana fue uno que la hace prácticamente única entre las guerras independentistas. Antes de cruzar los Andes, en el invierno

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de 1817, San 'Marlin in mio In civ,as y equipo militar en Men­doza (Argentina); alii csiableció el tipo de centro logístico y de organization cai aclci íslico de los ejércitos en el periodo contemporâneo. Sus luerzas no eran una m uchedum bre se- miorganizada, sino un ejército disciplinado y relativamente I>ien apoyado. Así, pudo derro tar a las tropas leales en Chile, invadir Perú por mar y tomarse a Lima en 1821: el apoyo linanciero y administrativo que disfruto San Martin antes y durante su campana chilena significo que la conquista final de dicho país no fuese em prendida por bandos divididos y semiautónomos, sino por un poder centralizado que usé> la ocasión para reafirm ar su autoridad. En capítulos posterio­res mencionaremos el legado de dicha experiencia.

Ea guerra de Bolívar fue igualmente triunfante, aunque algo más compleja. Al regresar de su exilio en 1816 Bolívar se be­neficio dei resentimiento popular de los recién victoriosos peninsulares y sus políticas draconianas. Obtuvo su primera victoria en el pequeno poblado costero de Angostura, hecho que le permitió acceder a los suministros y voluntários que lle- gaban por mar. Con esta nueva victoria, Bolívar se alió con la caballería de llaneros de José Antonio Páez y juntos iniciaron la difícil invasion de la Nueva Granada a través de la pun- ta norte de los Andes. Posterior a las victorias de Boyacá y Carabobo, Bolívar entonces regia una “Gran Colombia”, que pronto incluiria también a Ecuador. Después de conquistar Quito en 1822, Bolívar y su teniente Antonio José de Sucre se dirigieron a Perú para la derrota decisiva de los espanoles en Ayacucho el 9 de diciembre de 1824.

Muchos aspectos de las campanas de Bolívar merecen aten- ción. Primero, en una sospecha inicial de tensiones que carac- terizarían al siglo siguiente, los esfuerzos por reclutar personal que no perteneciera a las élites y que no fuese blanco enfren- taron una serie de obstáculos y produjeron resentimiento en­tre los criollos locales y en el interior dei ejército. Nunca se resolvió la pregimta de en quién se podia confiar con el asun-

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to de la ciudadanía implícito en el servicio militar. Segundo, los congresos y reuniones organizados por Bolívar durante la campana tensionaron la ambivalência entre lo que se llamaría tendencias conservadoras y liberales en torno a la formación de nuevos Estados y sus relaciones con las sociedades bajo su dominio. Nunca se estableció adecuadamente el alcance de la confianza de la población en cuanto a sus propios asuntos, la relación dei Estado con la Iglesia ni la autonomia de zonas recién liberadas dei continente. En ausência de una visión po­lítica hegemónica y de la capacidad para hacer cumplir las le- yes, surgieron los inconformes en cada una de las regiones en particular. No reflejaban necesariamente el statu quo político y social correspondiente; dependían de sus recursos militares para establecer su dominio. En este contexto, el proyecto boli- variano no produjo la unidad dei Estado que el Libertador ha­bía buscado ni entidades políticas coherentes más pequenas.

La consecuencia más importante de las guerras la constituye la ífacturación dei poder político. El Império hispano-ameri­cano no solamente se disolvió en varias naciones (proceso que continuo hasta 1820), sino que incluso en el interior de las nue- vas fronteras los Gobiernos ejercieron poca autoridad y tenían incluso menos control. Se destruyó la administración civil a lo largo dei continente. Su oposición a las guerras independen­tistas debilito a la otra gran institución, la Iglesia. Las guerras también causaron una gran cantidad de danos a la infraestruc- tura económica de Latinoamérica, en particular en el sector de la minería. A diferencia dei caso europeo, donde la finalización de las guerras napoleónicas brindó una base política para cien anos de consolidación política y crecimiento económico, las lu- chas independentistas en Latinoamérica dejaron un legado de violência y destrucción que aún persigue a la región.

Sin embargo, aunque en los próximos capítulos defenderé la gran importância de las guerras independentistas para explicar los desarrollos posteriores en Latinoamérica, el caso de Brasil nos recuerda que es necesario asumir el problema con caute-

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la en torno ;i cuiilqiiiei irona determinista. Brasil eseapó en buena parte a las <lislo< aciones <le la lucha militar, entre otras razones, porque la casa real de Portugal se babía trasladado alii desde Lisboa en I 808 con el (in de evitar el destino de la corona espanola. Incluso después del regreso de Joao VI a Portugal en 1821, su hijo don Pedro permaneció en Rio de Janeiro.

La causa inmediata de la independencia no llegó desde Brasil, donde los terratenientes dominantes se sentian bien represenla- dos por la corona, sino de cambios en Portugal y los intentos del país por retornar al statu quo antes de la guerra. Los brasilenos fueron capaces de establecer su independencia a finales de 1822 con poca violência12 y de esta m anera escaparon al dominio colonial sin militarización y con continuidad política y adminis­trativa envidiable. En gran medida por esta razón Brasil pudo mantener su integridad geográfica y no padeció el tipo de colap­so económico vivido por otras partes en el continente. Pero como veremos, Brasil no difirió radicalmente dei resto dei continente en muchos otros aspectos analizados en el presente volumen, por lo que necesitaremos explorar la particular relación de Latinoa­mérica con la guerra en referencia con más que el simple resul­tado cle una lucha individual, sin importar qué tan prolongado.

12 En 1823 hubo un encuentro en tre fuerzas brasilenas y la ílota portuguesa en Bahia, pero esto correspondió a la extension de la actividad militar.

1:1 Para versiones resum idas de las guerras, ver Lovem an, For la patria; H alperín- Donghi, The Contemporary History o f Latin America; Bushnell y Macaulay, The Emergence o f Latin America in the Nineteenth Century, Bethell, the Cambridge History o f Latin America, en particular el volum en 3. Para una discusión excelente sobre la geopolitica del continente d u ran te la transition hacia la paz du radera , ver Resende-Santos, Anarchy and the Emulation o f Military Systems.

H Ver Ireland, Boundaries, Possesions, and Conflicts; Child, Geopolitics and Conflict in South America; Clissold y Hennessey, Territorial Disputes.

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Limites materiales

Al explicar la paz latinoamericana, necesitamos cuestionar la suposición de que todos los Estados tienen capacidad para la guerra. Singer y Small han explorado la importância de la “capacidad militar” y encontrado una fuerte correlación entre el poder político y económico y un comportamiento belico­so.108 La guerra necesita de competência organizacional básica y acceso a los recursos que solamente tienen ciertos Estados. Desde este punto de vista, Latinoamérica ha estado en paz debido a que los Estados en la región nunca desarrollaron la capacidad política de sostener guerras prolongadas. Sin Esta­dos, no hay guerras.

El grado de violência internacional que continua dominando a Latinoamérica es una causa y un indicador de la relativa

108 Singer y Small, Kcsort lo Arms.

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incapacidad de dichos Estados para luchar entre sí. De nue- vo, algunos elementos aqui reflejan la definición de enemigo interno descrita anteriormente. No obstante, también sosten- dría que la búsqueda de una amenaza interna tenía que ver con la necesidad de los militares de definir una misión que pudieran manejar. Ya sea que hablemos de una guerra racista en Guatemala o de las desapariciones en Argentina, las de­mandas organizacionales y logísticas asignadas a los ejércitos pertinentes palidecerían en comparación con lo que se hu- biese necesitado para una guerra externa. Al enfrentarse con las restricciones materiales y la sospecha ya dirigida sobre la masa de la población, los militares definieron una misión con la que se sintieran cómodos y, de la misma manera, sintieran que podrían afrontar.

Puesto que los Estados tenían mucha menos capacidad militar en el siglo XIX, dcómo explicamos la frecuencia de la guerra durante dicho período? Lo que ha cambiado es la forma de la guerra. El tipo de conflicto internacional en el que se involu- craron los Estados durante la mayor parte dei siglo XIX no re­queria una gran sofisticación logística. Incluso las operaciones limitadas inmersas en las “grandes” guerras desde 1860 hasta 1880 gravaron fuertemente a los gobiernos correspondientes. Sin embargo, en el siglo XX las luchas internacionales limita­das se habían vuelto mucho más difíciles de manejar. Los costos de “inicio” de la guerra han aumentado considerablemente, mientras que la capacidad de dichos Estados de realizarias no lo ha hecho. Dicha perspectiva ayuda a explicar por qué Pa- raguay y Bolivia, los dos países más pobres dei continente, libraron la guerra más larga dei siglo XX. En muchas formas, la guerra dei Chaco se libró como una lucha dei siglo XIX y no incluyó la costosa y complicada maquinaria de la guerra moderna. El otro conflicto importante entre Perú y Ecuador se ha librado con equipo moderno. No obstante, una de sus consecuencias es que las disputas actuales han sido extrema­damente cortas, en parte, debido a que las capacidades milita­res de los beligerantes se acabaron rápidamente.

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Pago por la guerra

Podríamos em pe/ai con una medida aproxim ada de la ca­pacidad dei Estado para involucrarse en la guerra , tema discutido en el capítulo anterior. A pesar de la reputación de los Estados latinoamericanos de ser dom inantes con respecto a los sistemas económicos, no han gravado a sus poblaciones en niveles cercanos a aquellos de Europa Occi­dental y Estados Unidos. Si consideramos que la capacidad para gravar es también representativa de la capacidad de un Estado para penetrar e im poner su voluntad sobre la so- ciedad, la posibilidad de que un Estado latinoam ericano sca capaz de im poner medidas draconianas es bastante limitada (ver capítulo 3). Los ejemplos contem porâneos de guerra entre Estados, como el caso de la guerra de las Malvinas y el conflicto fronterizo entre Ecuador y Perú, senalan que este es aún el caso.

Puesto que tienen un acceso limitado a las rentas fiscales, los países latinoamericanos pueden gastar mucho menos en la creación dei tipo de aparato militar necesario para la guerra contemporânea. Sin duda, en comparación con otras regiones, los países latinoamericanos han gastado cantidades bastante menores en todo aspecto. Expresar los presupuestos en forma de porcentajes dei produeto interno bruto (PIB) o gastos dei Gobierno central (GGC) sirve para controlar las grandes dife­rencias en recursos disponibles en población o capital. La pro- pensión a asignar dineros a los militares es relativamente baja en Latinoamérica incluso si controláramos la disponibilidad de recursos. El abismo entre el continente y otras regiones globa- les es más extremo cuando se examina en cantidades totales o sobre una base per cápita. En este caso las combinaciones de economias más pequenas y menores preocupaciones militares producen presupuestos militares relativamente minúsculos (ver figura 2.12).

El patrón durante los últimos veinte anos muestra una es- tabilidad imporlanlc en términos de la importância relativa

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de los militares109. Observamos algunas íluctuaciones en los presupuestos militares como un porcentaje de los gastos dei Gobierno; no obstante, son extremadamente sensibles a los regímenes de las políticas que aumentan o disminuyen el gas­to público total. El cambio más grande parece ser el descen­so dei gasto militar total en los últimos anos, con un ascenso ominoso a mediados de la década de 1990 (ver figura 2.13). Si bien es difícil medir exactamente la correlación entre la for­ma dei régimen y el gasto militar (no obstante, los gobiernos militares parecen favorecer a sus propios sectores), hemos ob­servado un aparente descenso en la atención relativa puesta a los militares después de la ola democrática de la década de 1980110. Argentina puede ser el caso más extremo, con un 30% de descenso en gastos durante la década, e incluso una reduc- ción más drástica en el núm ero de soldados, fijado en el 60%. Incluso cuando los civiles han sido constrenidos por un “veto” militar institucional como en Chile, el gasto parece haber dis- minuido durante la década de 1990 como un porcentaje de PIB y dei presupuesto gubernamental, a pesar de su aumento en términos absolutos111.

Existe alguna lógica en torno a la distribución geográfica de los gastos de defensa. El Cono Sur, que ha padecido las riva­lidades geopolíticas más intensas, ha gastado más dinero en sus ejércitos respectivos, al menos como un porcentaje de su rendimiento económico absoluto (ver figura 2.14)

109 Se presen tó un aum ento significativo en las décadas de 1960 y 1970 jun to conun creciente énfasis en arm as de alta tecnologia y en la creación de industrias de fabricación de arm am ento en el Cono Sur (Little, International Conflict in Latin America, 598).

u° y er L o o n e y y Fredericksen, The Effect o f Declining Military Influence on De­fense Budgets in Latin America, para un análisis de la discrepância geográfica e histórica.

111 M inistério de Defensa, Libro de la Defensa Nacional de Chile, 194-96.

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19

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-199

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B i Gaslro Mililar/Gasto del G obiem o central

■ (iaslro Militar/Producto Interno Bruto

B | A rm ados/por 1.000

35

Mundial OTAN Pacto de Varsóvia Asia Oriental Asia del Sur Oriente Medio África bilinoaménca

Figura 2.12 Capacidad militar comparativa

Fuente: Instituto Internacional d e Investigación para la Paz d e E stocolm o

Figura 2.13 Capacidad militar latinoamericana

Fuente: Iiisl.it.ul.(> Internacional de Investigación para la Paz de E stocolm o

1995

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El índice se basa en la relación promedio con respeclo al promedio eoiilinenlal de Gasto Militai/Producto Interno Bruto, Gasto Militar/Gasto dei Gobicrno Central,

Fuenterlnstituto Internacional d e Investigación para la Paz de Estocolm o

Dado el tamano comparativamente pequeno de las econo­mias de los países analizados, la cantidad de dinero disponi- ble para las Fuerzas Armadas se ha m antenido drasticamente

148 limitado. Dichos ejércitos gastan a m enudo tres cuartas par­tes de su presupuesto en personal activo y pensionado, limi­tando aún más su capacidad de adquirir aparatos militares sofisticados112. Publicaciones como Jane’s Annuals suministran una descripción detallada dei armamento y tecnologia dispo- nibles para los ejércitos latinoamericanos, sin duda, incapaces de luchar por períodos prolongados en ningún frente113. Dicho de m anera sencilla, las guerras cuestan dinero y los ejércitos latinoamericanos no han tenido acceso a la masiva infusión de los recursos requeridos para equiparse, excepto para las luchas fronterizas más limitadas o labores policíacas (ver cuadro 2.3).

112 Dietz y Schmitt, “M ilitarization in Latin America”.113 Dicha situación se reconoció incluso en m edio dei reciente “tem or de g u e rra”

en tre observadores de la relaciones en Latinoam érica (Dietz y Schmitt, “Mili­tarization in Latin America”, 48).

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Citadi n < ripai idad militar en Latinoamérica, 1995

Fuerzas armadas activas

(mîtes)Ianques

1 lelicópterosde combate Déstructurés Submarinos

WÊÊÊÊtÊIBm,Aviones de caza

Bomliardi-n >s

A rgen tin a 3 6 4 6 0 41 6 4 100 6

B olívia 25 36 18 0 0 22 0

B rasil 195 3 9 4 72 5 7 85 0

( iliile 52 2 0 0 5 4 4 4 67 0C olom b ia 121 12 0 0 4 27 0E cuador 5 0 153 5 4 0 2 37 3

Perú 85 4 1 0 59 1 8 67 1!)V en ezu ela 3 4 261 2 0 ; 0 2 62 0

Fuente: J a n e’s Inform ation G roup, J a n e ’s Sentinel, South A m erica (1996).

Las fuerzas disponibles para usar dicho equipo presenlan una situación paralela. Como se discutirá en el capítulo 5, Latinoamérica ha empleado tradicionalm ente un porcenlri­je mucho m enor de su población en sus ejércitos. Incluso Chile en la década de 1980, con sus fuerzas arm adas go­zando dei apoyo total dei Gobierno, con un adversario his­toricamente significativo (Perú) y con una larga tradición de proezas militares, contó con un ejército de solamente 57.000 hombres, dificilmente suficiente para m ontar siquicni una defensa limitada dei territorio nacional. Sin im por­tar la sofisticación dei equipo, la guerra requiere hombres (la especificidad de género es particularm ente im portante para Latinoamérica) que se puedan mover dentro y tom ar un territorio. Los ejércitos latinoamericanos simplemente no tienen los recursos hum anos para cum plir incluso las misiones más básicas. Quizá de igual importância, pequenas partes de la población, relativamente hablando, han esta­do expuestas a la cultura marcial y, en consecuencia, pue- de existir m enor apoyo inherente para dichas aventuras. En términos de personal y estructura, existe de nuevo una concentración geográfica de los recursos. Brasil, sin duda, cuenta con las fuerzas arm adas más grandes, pero dada la diferencia en tamano, parece haber dedicado relativam en­te poca atención al crecimiento militar. Argentina, Ghile y

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Perú parecen tener la capacidad militar más desarrollada, hecho que puede ser explicado por la participación militar en la historia reciente o por las tensiones geopolíticas entre dichos países y sus vecinos.

El hallazgo más importante en este caso es que estas relativa­mente pequenas cantidades de recursos se traducen en capaci­dad militar fuertemente constrenida114. Incluso para los países con los ejércitos más desarrollados, los números y cantidad de material dificultarían una guerra prolongada, si no imposible. La composición de la estructura militar sugiere que tiende a ser menos que un Estado clásico con rangos operativos fuerte­mente limitados. Por ejemplo, sin excepción, las fuerzas nava- les están disenadas para proteger la costa115. Además, con unas pocas excepciones, ningún país podría costear el desgaste ca­racterístico que uno esperaria de una batalla naval o aérea.

Sin embargo, dicha situación puede estar cambiando. Si bien la región permanece como uno de los mercados de armas más pequenos, el gastó aumento en 1996 a 1.600 millones de dó­lares, su nivel más alto desde 1991116. Mediante un desarrollo comercial importante, las políticas de venta de armas en Es­tados Unidos han cambiado, lo que le permite a las compa- nías estadounidenses vender importantes sistemas de armas convencionales a la región. Otros competidores también están ingresando al mercado. Por ejemplo, Perú y Colombia han solicitado naves de combate y helicópteros a Bielorrusia y Ru- sia117. Las presiones por utilizar a los ejércitos en nuevas tareas como la lucha contra las drogas pueden acarrear el efecto no esperado de crear una carrera armamentista, por ejemplo, entre un Chile alarmado por el crecimiento de sus vecinos

114 Ja n e ’s Inform ation G roup, Jane’s Sentinel, South America 1998.115 Kelly, Checkerboards and Shatterbelts, 29.né Ver la discusión sobre la política de EE. UU. en The New York Times, ju lio 21,

1996, 3.117 Instituto Internacional de Estúdios Estratégicos, sitio web http://www.isn.ethz.

ch/iiss/mb 10.htm .

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y un Perú financiado en parte por el dinero de la Agencia Norteamericana de Luc lia contra las Drogas (DEA, por sus siglas en inglés). Un aumento significativo en la capacidad lo­gística e institucional de los militares sin la presencia de una delineación clara de una misión podría generar una necesi- dad funcional de definir los conflictos potenciales fuera de las l'ronteras y retar a la prolongada paz. La gran preocupación que han expresado los vecinos continentales acerca del Plan Colombia es digna de mención.

Excepciones

En la Centroamérica de las últimas très décadas hemos observa­do una militarización de la sociedad y una intrusion, en general violenta, dei Estado en la vida diaria. Sin embargo, sostendría que dichos casos representan desviaciones importantes de la norma europea occidental. Quizá más importante es el papel desempenado por Estados Unidos como financiador y organi­zador de último recurso. No se ha podido encontrar evidencia en cuanto al alcance de las clases altas de Guatemala y El Sal­vador, por ejemplo, en torno a la autofmanciación de la pro­tection de su position, además dei empleo de bandas privadas. Además, las guerras hicieron poco por unificar a sus países, tal como lo discutimos anteriormente. En vez de ocultar sus clivi­siones internas mediante la demonización de un enemigo, las empeoraron. Finalmente, no contribuyeron al bienestar econó­mico de los gobiernos o sus sociedades como un todo. Al igual que en otros casos, se podría discutir si de hecho ayudaron a es- tablecer la domination de una autoridad política centralizada, pero incluso esta posibilidad podría ser debatible.

Quizá la exception más inteligente a la tendencia generali­zada es la Cuba contemporânea, que ha podido actuar dos veces en un teatro estratégico a miles de kilometros de su base y desplegado cantidades significativas de personal y grandes cantidades de equipo sofisticado. No obstante, Cuba es preci­samente la exception que comprueba la regia, puesto que ha

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logrado una movilización permanente de la sociedad que re­sulta extrana a la tradición política latinoamericana. Este pa­trón puede brindar la mejor pista para explicar la paz relativa en el continente. Las guerras totales requieren la movilización y esta, a su vez, requiere algún grado de integración y también de inclusión.

La Cuba contemporânea también difiere de otros países lati­noamericanos en lo que respecta al desarrollo de un discurso internacional conílictivo. Podríamos discutir que el conflic­to con Estados Unidos está muy en el interior dei proyecto político de la Revolución cubana. “El estado permanente de guerra” bajo el que vive Cuba, como se evidencio cada vez más en la década de 1990, puede también ser decisivo para la preservación dei poder dei Estado, para la centralización de su autoridad y para su capacidad de movilizar a la población. Ninguna de estas circunstancias implica necesariamente una participación democrática; sin duda, involucra la creación de sociedades igualitarias no vistas aún en el continente.

Conclusiones

dQué lecciones ofrecen los casos latinoamericanos? Diria que es la ausência de odio creado socialmente consistente, ya sea en el interior dei ejército o como un elemento de la cultura civil, y la capacidad limitada de los Estados, lo que explica de mejor ma- nera la paz prolongada. Estas sociedades no están ensenadas a ir a la guerra, ni tampoco son sociedades que han realizado es- fuerzos extremos para facilitar la actividad militar. No han sido ensenadas a odiar ni han recibido la capacidad para destruir. Volvemos de nuevo a la importância de distinguir entre una predisposición psicológica a la violência y la forma de organiza- ción política que define y dirige dicha violência.

Precisamente debido a la paz prolongada a comienzos dei si- glo XX la guerra no era más una parte dei vocabulário políti­co de las poblaciones ni de sus respectivos gobiernos. En esta

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atmosfera, el lipo <lc militarización y movilización jingoísta requerido por la guerra total seria casi imposible"8. Los Es­tados latinoamericanos y sus poblaciones no parecen haber tenido el apetito institucional o político forjado historicamente para el tipo de locura organizacional de la guerra moderna. La violência que han experimentado muchos de estos países internamente sugeriria que no es una característica cultural genérica que ayuda a explicar la paz latinoamericana, sino las manifestaciones estrictamente concretas de los preparativos culturales y fiscales para la guerra.

Las capacidades administrativas y políticas limitadas también restringen a los Estados latinoamericanos de hacer la guerra. Dados sus recursos y dotaciones personales, los países latinoa­mericanos no han podido perseguir las estratégias de la gue­rra total. Este último punto puede ser, en particular, digno de mención, ya que sugeriria que los benefícios de los Estados modernos pueden acarrear incluso costos mayores de los que se habían considerado.

Las formas específicas de conflicto militar observadas en el continente pueden ser particularmente especiales en el mundo contemporâneo, donde las guerras involucran cada vez más conflictos limitados entre actores no pertenecientes a Estados. Sus orígenes y resultados pueden variar de aque- llos de nuestro concepto tradicional de guerra y requerir á n

la adopción de una nueva perspectiva. Más especificamente, la relación entre la autoridad política como se ha plasmado tradicionalmente en los Estados y la violência organizada pue­de necesitar ser redefinida puesto que el resto dei m undo se acerca más al patrón latinoamericano.

118 Por ejem plo, observemos que a pesar de la tem prana euforia que acom pafió la invasión argentina de las Malvinas (o Falklands), la población p ron to se cansó dei asunto y aceptó la derro ta con ex traord inaria facilidad.