Michael Randle

download Michael Randle

of 125

Transcript of Michael Randle

Michael Randle

Resistencia civilLa ciudadana ante las arbitrariedades de los gobiernos

P A ID SBarcelona Buenos Aires Mxico

Ttulo original: Civil resistance Publicado en ingls por Fontana, an imprint of Harper Collins Publishers, Londres Traduccin de Luis M. Romano Haces Cubierta de Vctor Viano

A Anne Randle, y a los hombres y mujeres componentes del jurado de la sala primera del Od Bailey, del 17 al 26 de junio de 1991, sin cuya independencia y valor este libro habra tardado en ser escrito unos cuantos aos.

Medicin, 1998Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o prstamo pblicos.

1994 by Michael Randle de todas las ediciones en castellano, Ediciones Paids Ibrica, S.A., Mariano Cub, 92 - 08021 Barcelona y Editorial Paids, SAICF, Defensa, 599 - Buenos Aires ISBN: 84-493-0503-9 Depsito legal: B-775/1998 Impreso en A&M Grane, S.L., 08130 Sta. Perpetua de Mogoda (Barcelona) Impreso en Espaa - Printed in Spain -,-4

SUMARIO

Agradecimientos ............................................................................ Introduccin .................................................................................. 1. Resistencia civil y Realpolitik .................................................... 2. Evolucin de la resistencia pasiva .............................................. 3. Del satyagraha al poder del pueblo ............................................ 4. Dinmica de la accin no violenta ............................................. 5. Una defensa alternativa? Nace un concepto ............................. 6. Estrategia de la resistencia civil organizada ............................... 7. La capacitacin del pueblo y los valores democrticos ............... 8. La resistencia civil en los aos noventa ...................................... 9. La resistencia civil en la era de la aldea global ........................... Bibliografa ................................................................................... ndice analtico y de nombres ........................................................

AGRADECIMIENTOS

Deseo expresar mi gratitud muy en especial al Joseph Rowntree Charitable Trust (un fondo de beneficencia) que me otorg una subvencin para efectuar la investigacin precisa para este libro. Debo dar las gracias especialmente a lan Futen, editor que fue de Paladn Books, el primero en sugerirme que escribiese este libro; al editor de la serie, Justin Wintle, por sus sugerencias y correcciones; y a Anne Randle por su paciente ayuda en un ao excepcionalmente atareado. Le agradezco a la seora Paula Alderson, viuda de Stanley Alderson, el haberme brindado el acceso al manuscrito no publicado de su esposo Non-Violence andthe Citizen (La no violencia y el ciudadano). Doy las gracias tambin a mis colegas del Social Defence Working Group (Grupo de trabajo por la defensa social) Howard Clark, Christina Arber, Owen Greene, Bob Overy, Carol Rank, Andrew Rigby, Walter Stein y Tim Wallis-Milne, quienes a lo largo de muchas reuniones y discusiones en estos ltimos aos, han contribuido y ayudado a aclarar mis ideas sobre la resistencia civil. Mi deuda intelectual con los pioneros de la teora no violenta, especialmente los que escribieron en el perodo subsiguiente a la II Guerra Mundial, se evidencia en el texto mismo. Destacan entre ellos Gene Sharp, Adam Roberts, Theodor Ebert, April Crter, George Lakey, Jac-ques Semelin, Christian Mellon y Jean-Marie Muller. Ha influido en m tambin la aportacin hecha al concepto de la defensa civil por Anders Boserup, Andrew Mack, Gene Keyes, Lennart Bergfeldt y Alex Schmid, as como por Steven Huxley, quien ha sometido la bibliografa de la resistencia no violenta a una crtica valoracin en su libro sobre la resistencia finlandesa a la rusificacin hacia comienzos de este siglo, Constitutional Imurgency in Finland (Insurgencia constitucional en Finlandia). El captulo 2 sobre todo le debe mucho a la revisin del desarrollo de la resistencia pasiva hecha por S. Huxley en ese libro. Estoy agradecido a Gene Keyes, a Lennart Bergfeldt y a Bob Overy por haberme enviado ejemplares de sus tesis doctorales, tituladas respectivamente Strategic Non-violent Defense in Theory: Denmark in Practice (La defensa estratgica no violenta en teora: Dinamarca en la prctica); Experiences of Civilian Resstame: The Case of Denmark 19401945 (Experiencias de la resistencia civil: el caso de Dinamarca 1940-1945); y Gandhi as an Organiser (Gandhi como organizador).

Corno es natural, me hago totalmente responsable de las opiniones expre sadas en este libro y de cualesquiera errores que pueda contener. Doy las gracias por ltimo a mis amigos y colegas del Departamento e Estudios sobre la Paz de la Bradford University, de la Internacional de Resistentes contra la guerra, y del extenso movimiento general por la paz y la no violencia que han desempeado un papel tan grande en la gesta cin de mis ideas y convicciones.

INTRODUCCIN

Cuando decenas de miles de personas se lanzaron a las calles de Mani la, en Filipinas, en febrero de 1986 y lograron derrocar la corrupta oligar qua de Ferdinand Marcos, entr en el vocabulario del discurso poltico un trmino nuevo: el poder del pueblo. ' , r Lo que era propiamente nuevo era el trmino. La resistencia civil de las masas enfocada hacia la consecucin de una serie de objetivos polticos y sociales se haba convertido en una fuerza significativa durante el si glo XIX. Desempe en algunos casos un papel crucial en las luchas contra el gobierno colonial, la dictadura, el golpismo y la ocupacin extranjera en el siglo actual. Sin embargo, los acontecimientos de Manila captaron la imaginacin del pblico de un modo muy especial, debido tal vez a la dramtica confrontacin que hubo entre el ejrcito, por un lado, que apo yaba la frula dictatorial, y unos elementos civiles por el otro, empeados en lograr un cambio poltico democrtico. Nadie esperaba, ni habra podido predecir, en 1986, que en muy po cos aos el poder del pueblo llegara a ser la causa principal de la transfor macin de la geografa poltica mundial y del cuadro de las relaciones internacionales. Pero as fue. Los historiadores del futuro podran incluir muy bien las revoluciones de Europa Oriental en 1989 entre los puntos de inflexin ms importantes de la historia humana, comparables en impor tancia a la Revolucin Rusa de 1917 y a la Revolucin Francesa de 1789-No slo terminaron con el dominio sovitico en esa regin, eliminaron tambin de una vez por todas los rodrigones polticos de la guerra fra. Contribuyeron tambin en gran medida al hundimiento final del modelo leninista del comunismo dentro de la Unin Sovitica, y a la desintegra cin del Estado Sovitico. Los acontecimientos evolutivos en el mundo sovitico empezaron con la llegada al poder de Mijal Gorbachov en 1985. El objetivo inicial de Gorbachov fue hacer una reforma dentro de un orden poltico y social marxista-leninista continuista. Es difcil restarle importancia como propiciador del cambio, pero fueron el derrocamiento de los caducos regmenes de la Europa Oriental y las presiones desencadenadas por el mismo den tro de la Unin Sovitica lo que convirti un programa de reforma en una revolucin a fondo. .- ,. .

Es evidente que esos acontecimientos han tenido su lado negativo. Como ocurre al derrumbarse cualquier imperio, la disolucin del Estado y su esfera de influencia ha acarreado tensiones e inestabilidades nuevas. El acontecimiento ms trgico y amenazador lo constituye, por ahora, la atroz guerra de la antigua Yugoslavia. Hay tambin actualmente una situacin de guerra civil no declarada entre los estados limtrofes de Armenia y Azerbaiyn adems del preludio de Chechenia con la amenaza de violencias ulteriores dentro de una serie de antiguas repblicas y etnias soviticas, y entre ellas. Algunas de las regiones autnomas existentes dentro de las repblicas rusas y en otras partes han empezado tambin a exigir su independencia, amenazando con una disgregacin an mayor de la antigua URSS. El disparo de los precios, el desempleo, el aumento de la gente sin hogar, etc., son algunos de los problemas que tienen que afrontar los antiguos estados comunistas, y hasta ahora no existe ningn consenso sobre el tipo de sistema alternativo, social y poltico, que hace falta ahora. Mucho menor impacto en cuanto a implicaciones polticas que el colapso del comunismo autocrtico en la Unin Sovitica y Europa Oriental ha ejercido la desintegracin del sistema de apartheid en Sudfrica, con su perspectiva de un gobierno de la mayora en un futuro cercano. Aunque no se consigui sin derramamiento de sangre (trgico sobre todo por los choques habidos entre el movimiento Inkatha, de base zul, y los partidarios del Congreso Nacional Africano), la resistencia civil, unida a la presin internacional, ocup el centro de esa lucha. Las manifestaciones y tumultos en las barriadas negras amenazaron con un trastorno general, mientras las huelgas y las amenazas de huelga del COSATU (Congreso de los Sindicatos Sudafricanos) recordaban a la poblacin y al gobierno de los blancos su dependencia irremediable del trabajo de los negros. La oposicin de las iglesias al apartheid, y la activa implicacin de eclesisticos prominentes como Desmond Tutu y Alan Boesak aumentaron la estatura moral de la campaa antiapartheid, ayudando a socavar los arraigados prejuicios de la mayora de la poblacin blanca. En todas partes del Tercer Mundo la resistencia civil ha contribuido significativamente a la retirada de las dictaduras y los regmenes militares de derechas en Chile, por ejemplo, y en gran parte de Amrica Central y del Sur, en las Filipinas, mencionadas ya, en Tailandia y en Corea del Sur. Cierto es que ha habido tambin reveses y fracasos, sobre todo en China. Por ello tiene tanta importancia tratar de analizar las condiciones en las que la resistencia civil tiene probabilidades de xito en cualquier momento dado, y las tcticas y estrategias que podran ayudar a hacerla ms eficaz. El fin de la guerra fra ha abierto la posibilidad de grandes reducciones de armamento y de la realizacin, dentro de un lapso de tiempo razo-

nable, de un desarme nuclear global. Pero, aunque ha habido halageos acuerdos internacionales para reducir los efectivos tanto convencionales como nucleares, sigue la competencia por vender armas estratgicas, incluyendo a los regmenes despticos del Prximo Oriente donde la guerra constituye una amenaza constante. En el plano nuclear, aunque se convierta en realidad el nuevo acuerdo sobre reducciones de armas estratgicas, les dejar a los Estados Unidos y a Rusia la capacidad de destruirse mutuamente varias veces junto con gran parte del resto del mundo. Existe hoy en da una oportunidad real de convertir en realidad el sueo del desarme nuclear global. Pero si no se lleva a cabo, parece inevitable la proliferacin nuclear. La resistencia civil efectuada por los movimientos pacifistas occidentales, y por los movimientos pro derechos humanos y pacifistas en el Este, ayudaron a poner fin de una vez a la divisin de Europa y a la guerra fra. Podr ser necesario de nuevo ejercer presin sobre los gobiernos para que aprovechen las oportunidades que existen actualmente. Algunos de sus partidarios consideran que la resistencia civil proporciona al menos potencialmente una alternativa a la guerra y a la defensa militar. Ha sido utilizada de forma creciente como un medio de luchar contra la injusticia, la opresin y el dominio extranjero en casos donde en el pasado se habra contemplado como nica opcin una guerra de liberacin. Respecto a ese aspecto por lo menos, se ha demostrado que puede constituir una equivalente funcional de la guerra. Por otra parte, en Checoslovaquia en 1968, se utiliz la resistencia civil en masa al menos con un xito parcial para hacer frente a la invasin de las fuerzas soviticas y del Pacto de Varsovia y exigir la restauracin del gobierno legtimo. Hasta ahora ningn estado ha considerado cosa recomendable basar su defensa slo en la capacidad de los ciudadanos para resistir la invasin y la ocupacin, o los golpes de estado, por medios no violentos. Sin embargo, Suecia, tras efectuar estudios sucesivos, lo ha adoptado en 1986, como estrategia complementaria. Otros pases han tomado tambin muy en serio su capacidad en tal sentido, sobre todo ltimamente las antiguas repblicas soviticas blticas. El potencial de la resistencia civil como forma de defensa alternativa merece especial atencin en un momento en el que la guerra internacional se ha convertido en algo tan destructor, y cuando existe un debate en torno a la reestructuracin de la seguridad global en la era posterior a la guerra fra. El desarme nuclear, y la reduccin drstica de los niveles de armamento convencional que se supone debe acompaarlo, exigiran tambin una evaluacin de los medios alternativos de prevencin y solucin de los conflictos as como del modo de conducirlos, cuando son inevitables. En los captulos 5 y 6 se somete a estudio con algn detalle el potencial de la defensa mediante la resistencia civil o defensa civil.

Este libro sigue de cerca el proceso evolutivo de la resistencia civil, como idea y como fenmeno social, desde sus comienzos a principios del siglo XIX hasta nuestros das. No se trata de una historia de la resistencia civil como tal ello escapara al alcance de una obra de este volumen; aprovecha ms bien esa historia para mostrar cmo se ha desarrollado la resistencia civil, y para considerar el papel que podra desempear en el futuro. Aunque se enfoca principalmente hacia la resistencia civil en tanto que se relaciona con la macropoltica y la estrategia, no deberamos pasar por alto su contribucin a la poltica de la vida cotidiana. Vemos, por ejemplo, cmo desde el resurgimiento en la posguerra de la resistencia civil en Europa Occidental y los Estados Unidos, un amplio abanico de grupos y campaas han recurrido a ella, desde la gente sin hogar que se ha apropiado de casas vacas hasta las mujeres que han bloqueado arterias de mucho trfico en refuerzo de sus demandas de cruces peatonales. No exis te tampoco desde luego una ntida lnea divisoria entre las luchas polticas y sociales de la vida cotidiana y las contiendas de mayor envergadura en pro de la emancipacin. A ambos niveles lo que se est jugando es cmo puede lograr la gente un mayor control sobre su vida. Desde luego es muy posible que el resultado poltico final en Europa Oriental y en las repbli cas ex soviticas, y en otros pases que han derrocado ltimamente gobier nos dictatoriales, dependa de la medida en que a los formalismos de la de mocracia parlamentaria corresponda un control democrtico genuino por parte de las bases. La resistencia civil no garantiza un control de ese tipo. Es un arma crucial en manos de quienes tratan de conseguirlo. La resistencia civil constituye un asunto de enorme importancia social y poltica. Espero que este libro, al esbozar su proceso evolutivo y analizar algunos de los problemas que suscita, contribuya a un mejor entendi miento de su modo de funcionar y su potencial para dar forma a una socie dad y un sistema internacional ms libres y equitativos.

Captulo 1 RESISTENCIA CIVIL Y REALPOLITIK

El poder, segn la famosa mxima de Mao Tse-Tung, sale del ca n de un arma. En un tono muy parecido, dicen que cuando advirtieron a Stalin de la fuerza del catolicismo en Europa Oriental, sali con aquello de: Cuntas divisiones tiene el Papa?. Indians, Harper y Row, Nueva York, 1968, pg. 220. Citado en Sharp, op. cit., pg. 191. 3. Las sanciones e incentivos a que recurren las sociedades sin estado para reforzar la cohesin social y hacer valer el orden moral aparecen analizados en Taylor, op. cit., especialmente en el cap. 2, Social Order without the State, pgs. 39-94.

9. Arendt, op. cit., pg. 53.

Evolucin de la resistencia pasiva

35

un medio casi de rigor para aplicar presin sin guerra, o como preludio o acompaamiento de la misma. No hace falta decir, sin embargo, que los seres humanos tienen nece sidades emocionales y psicolgicas adems de las puramente fsicas. El amor y la aprobacin social son esenciales para cubrir esas necesidades. La retirada de esa aprobacin, especialmente por parte de las personas que amamos o respetamos, constituye una presin que puede ser tan fuerte o incluso ms que la privacin fsica. En las sociedades tribales sin estado, la censura pblica, el chismorreo y el ostracismo social se sitan, al lado de la retirada de la colaboracin fsica, entre las sanciones ms drsticas con tra los individuos que contravienen las costumbres sociales. 4 Podemos considerar desde luego ese tipo de sanciones como una especie de no cola boracin a nivel emocional y psicolgico. Conservan sin lugar a dudas una fuerza considerable en nuestra sociedad moderna, ms atomizada, al ejer cer una presin a favor de la conformidad de los grupos que est muy lejos de ser necesariamente deseable. Algunos de los defensores de la resistencia pasiva en el siglo XIX se vieron como unos campeones de la fuerza moral en oposicin a la fuerza fsica. En realidad, como veremos pronto, tanto la presin moral como la fsica entran en juego normalmente en las cam paas de resistencia civil. Sin embargo, la historia no tiende a repetirse. Los cambios de cir cunstancias transforman el modo y manera de la actuacin conjunta de la gente y las posibilidades de hacerlo con eficacia. En tal sentido, algunos fenmenos son nuevos, aunque aparezcan prefigurados en algn momento anterior de la historia. Al seguir la evolucin de una idea o de un movi miento, es importante identificar los momentos mismos de esa transfor macin. El precedente ms directo de la resistencia civil del siglo XX est en la organizacin y accin colectiva que surgi en Europa y Norteamrica a partir de fines del siglo xvn y tambin hasta cierto punto en los pases que vieron su economa y su estructura social alteradas drsticamente por el impacto de la expansin colonial e imperialista. En algn momen to de comienzos del siglo XIX o posiblemente ya desde aquella agita cin de los colonos de Nueva Inglaterra que precediera al estallido de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos se acu el trmino de resistencia pasiva para designar a esa innovadora forma de lucha. 5 Un segundo precedente, que se remonta mucho ms atrs en la historia, y que4. Taylor, op. cit., especialmente pgs. 82-86. 5. Vase Steven Duncan Huxley, Constitutional Insurgency in Finland: Finnish Passive Resistance against Russification as a Case of' Nonmilitary Struggle in European Re- sistance Tradition, Sociedad Histrica de Finlandia (SHS), Finlandia, 1990, pgs. 52-54.

contribuy sin duda al fenmeno dieciochesco y decimonnico de la no colaboracin colectiva, es la tradicin de la disidencia y desobediencia individual.

El florecimiento de la accin poltica colectiva en general en Europa en el siglo XIX, y en particular de las formas de resistencia pasiva, se debi en gran medida a la propagacin del capitalismo industrial y a diversos procesos evolutivos sociales y polticos concomitantes. La urbanizacin y el surgimiento del sistema fabril potenciaron mucho la posibilidad de que la gente actuase concertadamente para la consecucin de sus objetivos so ciales y polticos. Y lo hizo tambin la mayor alfabetizacin, aunque sta se situaba todava a un nivel muy bajo en la mayor parte de Europa hasta finales del siglo pasado. Al mismo tiempo el desarraigo, el empobreci miento y la explotacin crecientes hicieron ms necesaria la accin concer tada en lo que concierne a las clases artesana y trabajadora. En Gran Bre taa, que encabez la revolucin industrial, la organizacin interna de esas clases haba producido hacia fines del siglo XVIII unos movimientos pol ticos embrionarios (por ejemplo en forma de las Sociedades de Corres pondencia) y unos sindicatos embrionarios (disfrazados a menudo como clubs benficos o sociedades de socorro mutuo para eludir las leyes repre sivas). En el conjunto de Europa haba producido para mediados o fines del siglo xix unos poderosos sindicatos as como movimientos radicales y partidos de ideologa socialista, marxista, anarquista u otras. El capitalismo industrial haba producido tambin una clase nueva y diversificada, trabajadora en fbricas y profesional, que exiga voz y voto en el gobierno de su pas. Esa clase media, emergente, aliada con fre cuencia a una clase artesana y trabajadora, muy numerosa, o al campesina do, abanderaron la exigencia de una reforma constitucional liberal y la ampliacin del electorado. A veces el resultado fueron revoluciones vio lentas, sobre todo en gran parte de Europa en el perodo entre la Revo lucin Francesa de 1789 y la ola de revoluciones que barrieron el conti nente en 1848. Pero los mejores mtodos de organizacin y movilizacin abrieron tambin las posibilidades a la no colaboracin y la desobediencia civil masivas. De esa manera, en Gran Bretaa, la agitacin producida so bre todo por unos dirigentes de clase media oblig con su presin a que el gobierno aprobase el Acta de Reforma de 1832. Aunque aquel decreto ex cluy del electorado a la clase proletaria, provoc por un lado, y ayud a poner los cimientos de un brote de radicalismo de la clase trabajadora bajo la forma del movimiento cartista con sus exigencias de sufragio universal, sus grandes manifestaciones, y su amenaza de recurrir a una huelga gene-

ral para imponer sus demandas. Tambin en otros pases europeos, incluso una limitada extensin de la poltica electoralista sirvi para que las mani festaciones, las peticiones y las reuniones pblicas se convirtiesen en as pectos aceptados de la cultura poltica, y facilitasen el establecimiento de formas ms radicales de accin de las masas a favor de objetivos sociales y polticos. 6 Los siglos xviii y XIX vieron tambin a la vez la consolidacin del es tado burocrtico moderno y la eclosin de las luchas nacionalistas. El na cionalismo se vio estimulado a menudo porque la clase media perciba que los dispositivos dinsticos o imperiales existentes asfixiaban sus aspiracio nes polticas. Por consiguiente, las luchas nacionalistas tendieron a sola parse con otras de tipo constitucionalista liberal encaminadas a ampliar los derechos de voto y a terminar con las formas de gobierno absolutistas. Unas y otras fueron encabezadas por la clase media aunque gozaban del apoyo de otras clases que tenan diferentes prioridades y unos programas ms radicales. Vemos pues que la resistencia civil en el sentido de una no colabora cin colectiva evolucion a partir de finales del siglo XVIII en el curso de distintas luchas de emancipacin: unas a favor de los derechos de los obre ros; otras de liberacin nacional, otras en pro de un constitucionalismo liberal, y otras que perseguan objetivos sociales y polticos revoluciona rios. La aliment una tradicin antigua de disidencia y desobediencia por basados en la conciencia que sigue conservando vida propia hasta nuestros das. Incluyo en esta ltima la tradicin del pacifismo que se expresa sobre todo negndose a portar armas o a pagar impuestos destinados a fines militares. La no violencia tipo Gandhi dentro del siglo XX se puede consi derar como un intento de fusin de estas tendencias de la cultura europea de la resistencia unidas a las tradiciones de no violencia y de resistencia social y cultural existentes en la India y en otras partes. Mi enfoque de este libro en los antecedentes en materia de resistencia civil europeos y nortea mericanos antes del presente siglo obedece en parte a mi creencia de que ellos tuvieron una importancia seminal y en parte a mis limitados conoci mientos de otras tradiciones. Es necesario hacer sonar aqu una advertencia en lo tocante al empuje moral y poltico de la resistencia pasiva/civil. Ha sido crucial desde lue go para muchas luchas emancipatorias, pero en ocasiones ha ayudado si multneamente a establecer o consolidar el dominio de una clase o grupo lingstico particular. As, hubo frecuentes tintes patrioteros e incluso de tipo racista en gran parte del nacionalismo lingstico del siglo xix. Di6. Vase Charles Tilly, Louise Tilly y Richard Tilly, The Rebellious Century: 18301930 J. M. Dent y Sons, Londres, 1975, especialmente pgs. 276-277.

gamos tambin que la afirmacin de las aspiraciones polticas de un gru po dentro de un territorio determinado podra plantearse a expensas de otro en un momento en el que las fronteras nacionales de Europa estaban an en un proceso de definicin. Por ejemplo, la resistencia pasiva de los hngaros contra Austria a mediados del siglo XIX, siendo claramente una lucha emancipatoria en cuanto se diriga contra el absolutismo austraco, consolid por otra parte el dominio magiar sobre la poblacin eslava y rumana que predominaba en parte del territorio. 7 Las luchas en pro de las reformas liberales ayudaron a su vez a establecer y consolidar la hegemo na de la clase media, aunque, como hemos sealado antes, dieron facili dades a la organizacin y la agitacin en pro de los cambios radicales. Es preciso hacer aqu esta observacin para no caer en la trampa de suponer que una lucha llevada a cabo sin violencia tiene que ir necesaria mente tras una causa justa, o que, aun en ese caso, no existirn ambige dades morales en torno a cualquier victoria resultante. Una lucha colecti va sin violencia puede producir lo mismo un dominio que una liberacin. Puede constituir un ejercicio mental til y necesario el evaluar la resisten cia civil puramente como tcnica de lucha. Pero cuando llega el momento de aplicarla, hay que situar en el primer plano del debate los objetivos morales y polticos y sus probables consecuencias si hemos de reducir al mnimo el peligro de multiplicar la injusticia en vez de reducirla. Antes de someter a consideracin la resistencia pasiva tal como surgi a finales del siglo xvili y comienzos del XIX, valdr la pena esbozar breve mente el patrimonio de disidencia y resistencia que la alimentaron.LA DESOBEDIENCIA Y LA REBELIN: EL PATRIMONIO EUROPEO

El derecho, ms an, el deber de quebrantar la ley obedeciendo lal conciencia es un tema recurrente de las tradiciones grecorromana y judeo-j cristiana. En la Antgona de Sfocles, la protagonista desafa lo que considera como una orden monstruosa e inmoral del rey Cren: que el cuerpo de su hermano Polinices deba permanecer insepulto por haber dirigido un ejrcito extranjero contra su propia ciudad-estado de Tebas. En cierto sen tido, esa tragedia se vio realizada en las persecuciones sufridas en Roma por los primeros cristianos por negarse a adorar al emperador o a servir en el ejrcito. : Los cristianos no fueron el nico pueblo que consider inaceptable la orden de adorar a los divinos emperadores romanos. El historiador judo Flavio Josefo (37-95? D.C.) hace mencin, durante el dominio del empe7. Observacin hecha por Richard Davis en Arthur Gffith and Non-Violent Smn Fein, Anvil Books, Dubln, 1974, pg. 92.

I

rador Calgula (37-41 D.C.), de cmo la comunidad juda se opuso con xito a la orden dada por el emperador de que erigiesen una estatua suya en el templo de Jerusaln. Muchas decenas de judos, consigna el histo riador, presentaron una peticin al gobernador romano de Siria encargado de hacer cumplir la orden del emperador, asegurndole que estaban resueltos a morir antes de permitir cosas que nos estn prohibidas por la autoridad de nuestro legislador, y por la interpretacin de nuestros ante pasados de que esas prohibiciones son ejemplos de virtud. 8 Dentro de la tradicin cristiana, la obligacin impuesta al individuo de desobedecer las leyes u rdenes consideradas pecaminosas iba unida a otra que suavizaba su cariz provocativo: la obligacin de obedecer a la autoridad civil, expuesta por san Pablo en el Nuevo Testamento. El efecto de ese principio doble se traduca en prohibir una rebelin incluso contra un estado injusto aunque impona la desobediencia en el momento en que el estado exigiera del individuo cosas incompatibles con la moral cristia na. Sin embargo, toda distincin se esfumaba en el momento en que un gobernador romano topaba con toda una comunidad cristiana que se negaba a empuar las armas. Los actos de desobediencia individuales prac ticados por un nmero suficiente de personas unidas en una fe comn adquieren la fuerza de una accin colectiva. En la Europa medieval cristiana, la doctrina paulina de la obediencia civil choc con la tradicin feudal germana que daba a los notables el derecho a destituir mediante la fuerza a un rey que gobernara de manera injusta. Por otro lado, la insurreccin y las revueltas estaban a la orden del da en las ciudades-Estado de aquella Italia, y el papado mismo, que cons titua entonces una autoridad de tanto peso mundano como espiritual, daba a menudo alas a las rebeliones. Santo Toms de Aquino estableci en el siglo XIII los fundamentos precisos para un alejamiento de la doctrina paulina. Influido por Aristte les y otros filsofos clsicos cuyos escritos haban llegado a Europa a travs de la Espaa de las tres culturas, propugnaba una doctrina de una ley na tural basada en lo racional y en el bien comn, por la que deban medirse , todas las leyes hechas por el hombre. El de Aquino sostuvo que las leyes ' injustas, hablando con rigor, no eran en absoluto leyes, sino actos de vio lencia. Si los gobernantes adquiran el poder mediante la violencia o la corrupcin, estaba permitido derrocarlos de no haber sido legitimados pos teriormente por el consentimiento pblico, o la autoridad superior. Se tra taba de una teora que daba pbulo a la desobediencia civil, e incluso a una rebelin violenta. Sin embargo, ms tarde, el Aquinate dio marcha atrs,8. Esta relacin de Flavio Josefo aparece reproducida en Mulford Q. Sibley, The Quiet Battle, Anchor Books, Nueva York, 1963, pgs. 111-115.

temiendo sin duda las consecuencias sociales de un derecho particular a deponer o matar a los tiranos. Aunque la desobediencia individual segua constituyendo un deber para el cristiano en aquellas circunstancias en que la obediencia equivaliese a una actuacin inmoral, la rebelin encaminada a derrocar un monarca injusto slo poda ser encabezada legtimamente, alegaba el de Aquino, por una autoridad debidamente constituida. 9 John Wyclif, un reformador religioso y erudito bblico del siglo XIV, fue ms all. No existe un patrimonio incondicional y eterno del domi nio secular ni hay ningn ttulo humano de posesin que pueda reivin dicarlo; slo quien est en gracia de Dios es el seor legtimo, asegur; el pecado mortal descalifica al pecador como administrador del feudo de Dios. 10 En otras palabras, el soberano que pierde el estado de gracia, pierde con l su derecho a detentar autoridad. John Huss (1373-1415), el reformador religioso bohemio, adopt la doctrina de la soberana de Wyclif, aunque sostuvo que no justificaba la rebelin violenta. Su infa me muerte en la hoguera en 1415 desencaden la insurreccin de los hu- sitas que durara quince aos, aunque sus ideas y enseanzas se vieron re flejadas ms exactamente en la ejecutoria de los pacifistas hermanos mo- ravos. La reforma protestante del siglo XVI ensanch la base del potencial de disidencia. No es que fuese ello la intencin de su figura ms representa tiva, Martn Lutero, quien sostuvo vehementemente el deber de la obe diencia pasiva a la autoridad, tanto si acta justa como injustamente. La desobediencia, afirm, era un pecado mayor que el homicidio, la im pudicia, el robo y la fraudulencia. 11 Por otra parte, el impacto inicial del establecimiento de iglesias de base nacional se tradujo en un refuerzo del poder de aquellos monarcas que pretendan ejercer una autoridad tan to espiritual como temporal, libre de la interferencia papal. Pero a medida que proliferaba la disidencia religiosa, y los disidentes desafiaban las pre tensiones absolutistas de las monarquas nacionales del mismo modo que Lutero haba desafiado antes las pretensiones papales, termin por evidenciarse que un grado de tolerancia religiosa era la alternativa a la desunin nacional e incluso de la guerra civil. La tolerancia fue llegando de una manera lenta y desigual, pero donde lo hizo, dej abierto un espa cio donde los disidentes pudieron organizarse y propagar sus ideas.9. Anthony Black, St Thomas Aquinas: the State and Morality, en Brian Redhead (comp.), Plato to Nato, BBC Books, Londres, edicin de 1990, pg. 71. 10. Clarence Marsh Case, Non-Violent Coercin: A Study in Methods of Social Pressure, publicado primero por The Century Co., Nueva York y Londres, 1923; reimpreso por la Garland Publishing Co., Nueva York y Londres, 1972, pg. 64. 11. Sabine y Thorson, A History ofPoliical Theory, Holt, Rinehart & Winston, Fort Worth, 1973, pg. 338.

Jean Calvino (1509-1564) insisti tambin, en Ginebra, en el deber de obedecer a la autoridad civil, aunque admiti la posibilidad de una re sistencia legtima de unos magistrados menores (autoridades) a un go bierno impo. Sus correligionarios de Escocia y Francia, enfrentados a una situacin poltica diferente del todo, asumieron ese tema secundario de la doctrina calvinista, situndolo en el centro de la suya. John Knox, exilado y condenado a muerte en su propio pas, afirm audazmente que cuando los soberanos faltaban a su deber de defender la moralidad y la religin verdadera, la gente tena no slo el derecho, sino adems el deber de opo nerles resistencia. La doctrina de que la gente tuviese el deber de obedecer a un rey que desobedeciera las leyes de Dios constitua una blasfemia. Porque no es menor blasfemia decir que Dios haya dispuesto que se obe dezca a aquellos reyes que imponen la impiedad, que decir que Dios por su precepto es autor y sostn de toda iniquidad. 12 Los hugonotes franceses se vieron enfrentados tambin a una fuerte monarqua catlica determinada a aplastarlos, y fue uno de sus miembros, Mornay, quien escribiera un impetuoso e influyente tratado en apoyo del derecho a resistir la Vindictas contra Tyrannos (1579). B Fue reeditado muchas veces en Inglaterra y otros pases cada vez que se produca una cri sis en las relaciones entre la corona y el pueblo, 14 A pesar de ello, su esp ritu no era democrtico, sino aristocrtico; como en santo Toms, el dere cho a resistir no resida en el individuo particular, sino en una autoridad debidamente constituida. Sostena los derechos de las ciudades, provincias y clases contra las pretensiones del poder regio absolutista. Adopt esa misma posicin Teodoro de Bze, jefe espiritual de los hugonotes france ses, que sucedi a Calvino en Ginebra. Adems de estas dos ramas fundamentales del protestantismo, otros movimientos religioso-polticos del siglo XVI, como los anabaptistas y los mennonitas, fueron mucho ms all en su desafo a las autoridades secula res y eclesisticas establecidas. Estos dos peculiares movimientos defen dieron adems un retorno a los principios comunistas y pacifistas de los cristianos primitivos. El siglo xvn contempl toda una proliferacin de sectas y movimientos radicales de ese tipo, especialmente durante el pe rodo de la guerra civil inglesa, que vio surgir a los levellers (niveladores), diggers (destripaterrones), cuqueros, ranters (predicadores) y otros. Los levellers exigan el sufragio universal y la igualdad ante la ley. Los diggers, o true levellers (niveladores autnticos), trataban de establecer una12. Citado en Sabine and Thorson, op. cit., pg. 345. ---.. 13. Huxley, op. cit., analiza este punto en las pgs. 69-72. Vase tambin el anli sis, ms extenso, del mismo, que hacen Sabine y Thorson, op. cit., 352.14. Sabine y Thorson, op. cit., pg. 352.

mancomunidad en la que existira una igualdad absoluta y toda la propiedad tendra un carcter colectivo. Su resistencia adopt con frecuencia la forma de lo que hoy se denominara en trminos especficos una accin directa no violenta. En consecuencia, los diggers se apoderaron de terrenos comunales en Weybridge, Surrey, y en algunos otros sitios del pas que procedieron a roturar y cultivar (de ah su nombre). Christopher Hill ha descubierto que constituan slo la punta de un iceberg de disidencia radical y que los true levellers fueron vistos como una amenaza especialmente peligrosa debido al nmero de partidarios y simpatizantes que tenan dentro de las filas del ejrcito.15 John Locke fue un insigne filsofo del siglo XVII cuyos escritos en defensa de la Revolucin Inglesa se convirtieron en una piedra angular del pensamiento constitucionalista liberal. Fue uno de los distintos pensadores polticos que adelantaron la nocin de un contrato social entre los gobernantes y los gobernados. Era esencial que el gobierno brindase determinados beneficios vitales para la sociedad, como el juicio imparcial de los litigios, el poder de imponer decisiones, y la capacidad de defender a la sociedad contra amenazas del extranjero. El monarca que no estuviese a la altura de esas responsabilidades estaba faltando de hecho al contrato suscrito con la sociedad y ello le haca perder la legitimidad. En un caso extremo, se le podra ofrecer resistencia y derribarlo.El fin del gobierno es el bien de la humanidad; y qu es mejor para la humanidad, que el pueblo est expuesto siempre al arbitrio ilimitado de la tirana, o que a veces haya derecho a oponerse a los gobernantes, cuando stos se exceden en el empleo de su poder y lo emplean para la destruccin de las propiedades de su pueblo, y no para su conservacin? 16

Adems, tanto para Locke, como para Knox o Mornay en el siglo precedente, el derecho a resistir implicaba el derecho al empleo de la violencia cuando fuese necesario. Locke rechaza sarcsticamente la idea de que se pudiese resistir a la fuerza de un oponente de ninguna otra manera, y concluye: por consiguiente, al que deba resistirse hay que permitirle que golpee.17 Esto no quiere decir, como es natural, que ni Locke ni los miembros de la tradicin constitucionalista whig que lo sigui no estuviesen al tanto de otras maneras de aplicar presin para conseguir un cambio poltico. Todo lo contrario, el recurso a la fuerza militar estaba considera15. Christopher Hill, The World Turned Upside Down: Radical Ideas during the English Revolution, Penguin Harmondsworth, edicin de 1991, especialmente pgs. 118-123. 16. John Locke, The True End of Government, en Two Treatises of Government, Everyman (J. M. Dent), Londres y Melbourne, edicin de 1990, pg. 233. 17. Ibd., p. 237. Citado en Huxley, op. cit., pg. 73.

do como la ltima sancin a aplicar, y nicamente cuando no hubiera otros medios o stos fueran claramente inadecuados. Steven Huxley argumenta que sa es la razn de que en la tradicin constitucionalista no se trazase una clara diferencia conceptual entre los tipos de resistencia violentos y no violentos.18 Con todo, durante el siglo XVII floreci entre los cuqueros y otras sectas radicales una tradicin de vigorosa resistencia que, sin embargo, exclua al recurso a la violencia por motivos morales y religiosos. Los cuqueros denunciaron los abusos de su tiempo en los trminos ms enrgicos, doctrina que combinaron con un rechazo rotundo a obedecer leyes consideradas como inmorales por ellos. Aquello plante un reto directo a las autoridades, y se tradujo en el encarcelamiento de centenares de cuqueros y miembros de otras sectas puritanas. Aunque es cierto que los cuqueros no formularon entonces ninguna teora de desobediencia civil colectiva como medio de poner coto a las autoridades, y contemplaban su desobediencia, como haban hecho los primeros cristianos, como un asunto de conciencia individual, desarrollaron sin embargo mediante la prctica una tcnica de campaa sumamente poderosa, que iba a traer consigo importantes reformas. En la Norteamrica del siglo XVII el desafo de los cuqueros a un edicto del gobierno colonial que prohiba la reunin pblica enfrent a aquellas autoridades con la opcin de practicar detenciones en masa o dar marcha atrs. Y se decidieron por lo ltimo. Los cuqueros llevaron a cabo una campaa con un resultado muy similar en Estados Unidos contra el pago de diezmos a la iglesia establecida.19 En Inglaterra, en 1670, William Penn y William Mead presentaron una enrgica defensa en el Od Bailey contra una acusacin de que daban lugar a una reunin tumultuosa por predicar en domingo en la city de Londres. Fueron absueltos por un jurado que pas a la historia del derecho al desafiar la indicacin del juez de que los declarasen culpables a ambos y resistir los esfuerzos del mismo por ablandarlos a base de tenerlos cerrados toda la noche sin carne, bebida, fuego u otras comodidades... incluyendo una simple bacinica, aunque la deseaban. 20 En el vestbulo principal del Od Bailey puede verse una placa que conmemora el coraje de los doce miembros de aquel jurado. Lo que debemos resaltar ahora es que aquella tradicin cuquera de la accin y la campaa en pblico, que al igual que otros grupos siguen practicando hasta nuestros das, era una verdadera resistencia. Era cualitati18. Vase Steven Huxley, op. cit., pgs. 73-74. 19. Clarence Marsh Case, op. cit., pgs. 97-98. 20. Citado por Lord Denning en From Precedent to Precedent, The Romanes Lecture, 21 de mayo de 1959, Clarendon Press, Oxford, pg. 5.

vamente diferente de la no resistencia de la poca pre-protestante y de la de algunas de las sectas, ms quietistas, como los mennonitas, cuya actitud consista en retirarse totalmente de la vida pblica. La tradicin de la disidencia consciente y la desobediencia, combinadas a veces con unos principios pacifistas absolutos, continu hasta los siglos XIX y xx, inspirando la labor de reformistas como William Lloyd Garrison, abanderado de la campaa contra la esclavitud, y algunos influyentes propugnadores de la resistencia pasiva, sobre todo Thoreau y Tolstoy.LA N O CO LA BO RA CI N CO LEC TIV A : N A C E LA R ESISTEN CIA PA SIV A

Con la no colaboracin, la teora sigui bsicamente a la prctica. Fue descubierto su potencial al evidenciarse poco a poco a travs de la prueba y el error. Hubo escaso anlisis sistemtico de la misma antes de finales del siglo XVIII, al publicarse la Enquiry Concerning Political Justice (Indagacin concerniente a la justicia poltica) de William Godwin. Segn hemos visto, en el siglo XIX se desarrollaron las manifestaciones, las marchas, huelgas, en ocasiones la desobediencia civil, y otras formas de accin colectiva tanto por efecto de los movimientos radicales de reforma como por el crecimiento del proletariado creado por el capitalismo industrial. Los movimientos a favor de la autonoma nacional o de la independencia total hallaron tambin con frecuencia que el mtodo de lucha ms eficaz que estaba a su alcance era la resistencia pasiva. Por ltimo, desde mediados del siglo pasado, los movimientos socialistas, anarquistas y sindicalistas situaron con frecuencia la huelga general en el eje de su estrategia de derribo del sistema capitalista. Ser conveniente, por lo tanto, pasar revista en tndem al desarrollo de la teora y la prctica de la no colaboracin colectiva hasta el comienzo del siglo XX. Contribuciones anteriores al siglo XVIII Existen estudios perceptivos relevantes sobre el poder de la no colaboracin colectiva anteriores a Godwin. Nicols Maquiavelo (1469-1527) hizo ver la vulnerabilidad de los gobernantes ante el desafo de sus agentes y de la poblacin en general durante un fecundo perodo de transicin de los principados civiles al despotismo absoluto:Los principados suelen pasarlo mal cuando se produce una transicin del poder limitado al absolutismo. Los prncipes que dan ese paso gobiernan o bien directamente o a travs de magistrados. En el ltimo caso su posicin es ms dbil y peligrosa, porque se entregan del todo a la voluntad de los ciudadanos que han investido con esos cargos. Y stos, especialmente en

Evolucin de la resistencia pasiva

45

tiempos de adversidad, pueden destronarlos con gran facilidad ya sea mediante una accin positiva contra ellos o bien no obedecindolos. 21

En otro pasaje Maquiavelo advierte que el gobernante que considera como enemigo suyo al conjunto del pblico nunca puede sentirse seguro; y que cuanto mayor sea su crueldad, ms dbil se tornar su rgimen. 22 De todos modos, da la impresin de que Maquiavelo supona que la re nuencia de esos delegados del poder y del pueblo a obedecer rdenes cons tituira el preludio de la conspiracin o de una insurreccin violenta y no tanto que la no colaboracin pudiese acarrear por s misma el derroca miento del tirano. Su libro trata principalmente de asesorar a los prncipes en el arte de gobernar, incluyendo en ella el acertado empleo del engao, la represin y la fuerza militar para conservar el poder. En cambio, otro escritor y hombre de estado del siglo xvi, tienne de La Botie (1530-1563), estudia con ms fundamento la no colaboracin como mtodo de accin poltica coercitiva. El tema de su Discours de la Servitude Volontaire (Discurso sobre la servidumbre voluntaria) se centra en que el poder de los tiranos procede de la colaboracin y la servidumbre voluntaria del pue blo; si se le retira, el tirano quedar inerme:> Resolveos a no obedecer y seris libres. No os aconsejo que lo sacudis ni que lo derroquis [al tirano]: dejad tan slo de sostenerlo y, como un gran coloso al que le quitan el pedestal, lo veris caer por su propio peso y hacer se pedazos. 23

Un aspecto ms importante es que el ensayo de La Botie no formaba parte ni constituy el origen de un debate en ese tiempo sobre las posibilidades de la no colaboracin.25 Fue considerado ms como una acusacin contra la tirana que como una receta novedosa para derribarla. No fue publicado hasta 1574, tras la muerte de La Botie, y lo fue en una forma plagiara e incompleta, sin mencionarlo como autor, y utilizado por los hugonotes franceses, los calvinistas escoceses y los protestantes holandeses como texto de propaganda contra el absolutismo catlico. Hasta 1727 no fue publicado bajo el nombre verdadero de La Botie, incluido en una compilacin de las obras de su amigo y contemporneo Montaigne. Fue publicado en ingls por vez primera en 1735.2> Sin embargo, como veremos, su importancia no reside en la influencia que ejerciera en su tiempo, sino sobre los escritores y tericos de los siglos XIX y xx que redescubrieron su obra.Primeros movimientos radicales de la clase trabajadora

Pero La Botie hace que la retirada en masa de la colaboracin suene a una cosa bastante simple; despus de todo, la servidumbre bajo la tirana no era ms voluntaria en la Italia del Renacimiento que lo es hoy en da. De hecho, en un pasaje anterior de su ensayo, reconoce La Botie: Ocurre a menudo que se nos obliga a obedecer por la fuerza. En ese caso, nos dice, nos conviene soportar el mal pacientemente, y reservarnos para el futuro y una fortuna mejor.24 Se dan en este contexto pocas perspectivas de que pueda mantenerse la no colaboracin hasta lograr una conclusin afortunada frente a la represin violenta.21. Nicols Maquiavelo, The Prime, traducido al ingls con una introduccin de George Bull, Penguin Classics, Harmondsworth, edicin de 1986, pg. 70. 22. Nicols Maquiavelo, The Discourses, Penguin Classics, Harmondsworth, edicin de 1983, pg. 155. 23. Vase Anarchy, vol. 6, n" 5, mayo de 1966, pgs. 129-152, que contiene una traduccin al ingls de ese ensayo con una introduccin de Nicols Walter. El pasaje citado aparece en la pg. 142. 24. Vase Anarchy, op. cit., pg. 138. Steven Huxley, op. cit., hace una crtica ms extensa del tratado de La Botie, pgs. 67-69.

El tratamiento que hace Godwin de la no colaboracin es en conjunto de ms fundamento y propio de su tiempo. Su Enquiry Concerning Political Justice fue publicado en 1793 durante el perodo de acalorado debate que hubo en Inglaterra sobre la Revolucin Francesa. Puede haber sido concebido, igual que el ms famoso ensayo de Toms Paine, en respuesta a las Reflections on the French Revolution de Edmund Burke, y se ha convertido en un clsico de la bibliografa libertario-anarquista. Si se retira la obediencia, aduce Godwin, se viene abajo la trama sobre la que descansa el gobierno injusto: la usurpacin de la libertad y la sujecin violenta.27 En absoluto descarta tampoco el recurso a la resistencia violenta, pero la considera como un ltimo recurso al que no se debe echar mano sin una perspectiva razonable de xito, y aun entonces slo cuando no se pueda ganar tiempo de ningn modo, y las consecuencias que van a producirse en seguida sean incuestionablemente fatales.28 Una revolucin sin violencia, sostiene, conducira a la eutanasia de un gobierno pernicioso.29 El libro de Godwin goz de una popularidad enorme en los aos que siguieron inmediatamente a su publicacin, especialmente en los crculos25. Aspecto muy discutido por Steven Huxley, op. cit., pgs. 67-6926. Respecto a la historia de este ensayo y su influencia en el pensamiento pacifis ta y anarquista, vase la introduccin que de l hace Nicols Walter en Anarchy, op. cit., pgs. 129-137. 27. Citado por Huxley, op. cit., pg. 26. 28. Citado por Geotge Woodcock, Ananhism, Pelican, Harmondsworth, 1963, pg. 74. 29. Citado por Huxley, op. cit., pg. 27.

de la lite literaria, pero tambin en las agrupaciones de artesanos y obreros que hacan bolsa comn para comprarlo.30 Pero las cosas haban cambiado dramticamente hacia los ltimos aos de ese siglo. Muchos de los poetas y figuras literarias de Inglaterra Southey, Coleridge, Wordsworth haban renunciado a su primer radicalismo, al tiempo que la legislacin represiva, por ejemplo los dos decretos de 1795-1796 y la Ley de Sociedades Sediciosas de 1799, era empleada a fondo para acabar con las Sociedades de Correspondencia y otras agrupaciones radicales y reformistas. En el perodo que sigui a las guerras napolenicas hubo un renovado inters hacia sus ideas, debido sobre todo a las obras del gran poeta romntico Shelley y a las notas del editor y periodista radical Richard Carlile en su edicin pirata del Queen Mab de Shelley.31 Las ideas de Godwin siguieron influyendo en el movimiento socialista y laborista a travs de reformadores del siglo xix del tipo de Robert Owen, del socialista utpico Francis Place, miembro fundador de la London Correspon-dence Society (Sociedad de Correspondencia de Londres) en 1792, y de William Thompson, el temprano economista socialista. La esposa de Godwin, Mary Wollstonecraft, fue tambin una importante figura por su propio mrito. Su libro A Vindication ofthe Rights ofWomen (Reivindicacin de los derechos de las mujeres), publicado en 1792, aplic las ideas de la Ilustracin a la posicin de las mujeres en la sociedad y seal un momento crucial en la larga y continua batalla por los derechos de la mujer. Su reivindicacin del sufragio femenino fue asumida por los cartistas en los aos 1830, pero no se vio realizada del todo hasta 1928 despus de muchos aos de agitacin y de las grandes campaas de resistencia civil y desobediencia civil de las sufragistas en los primeros aos de este siglo. Shelley quien se fug con la hija de Godwin y Mary Wollstonecraft y termin casndose con ella adopt con entusiasmo las ideas de Godwin, dndoles expresin potica en obras suyas como Queen Mab, La rebelin del Islam y Prometeo liberado. Un poema suyo es sumamente interesante en el contexto del estudio que nos ocupa. La mscara de la anarqua fue escrito en respuesta a la masacre de Peterloo. Se produjo sta en 1819 cuando una gran muchedumbre ordenada que inclua muchas mujeres y nios que se haban congregado en la pradera de St. Peter, Manchester, para or al orador radical Henry Hunt, fue atacada por voluntarios de caballera y por hsares. Hubo once muertos y centenares de heridos en lo que se conoci como la batalla de Peterloo irnica referencia a Wa30. Woodcock, op. cit.,pg. 84. 31. Edward Thompson, The Making of the English Working C/ass, Penguin, Harmondsworth, 1968, pg. 107n. Este libro fue publicado primero en 1963 por Vctor Gollancz, Londres.

terloo. El poema combina un mordaz tono polmico contra la reaccin tirnica que se produjo en Gran Bretaa tras la derrota de Napolen con una explcita defensa de la resistencia no violenta para vencerla. La polmica queda bien pintada en las primeras estrofas: M e top con el M onstruo de cam ino , 2 Traa la careta del vizconde^ , : Carilindo como l, pero ensaado; Lo seguan siete mastines rabiosos: G ordos los siete y vaya si podan estarlo! Porque, de uno en uno, y de a Los cebaba dos, con humanos corazonesue iba sacando del Q abundoso capisayo. Despus nos presenta Shelley su transfigurada visin de la resistencia pacfica que derrotara a la tirana: :.-... Sin mostrar miedo, tranquilos! Clavadles la mirada como cuando matan ellos, Hasta sofocarles el encono mismo. Saltadlos entonces, para que Regresen cargados de oprobio, Al lugar de do vinieron, Con aullar de sangre en las mejillas.32. El vizconde Robert Stewart Castlereagh, Ministro de Exteriores en ese tiempo, aunque considerado generalmente como responsable de la aprobacin de los Five Acts (Cinco Decretos) y de la matanza de Peterloo.

'

..-

Evolucin de la resistencia pasiva

49

Cualquier mujer del terruo Los sealar con saa al verlos , Osarn saludar siquiera Al cruzarse en la calle con los suyos? Y los guerreros leales y atrevidos Que han abrazado al Peligro en campaa Se unirn a los libertarios , Abochornados de tan vil compaa. Alzaos como Leones que despiertan, En nmero incontable! , Arrojad al suelo esas cadenas. Corno si fueran pringue de una pesadilla , Porque sois muchos , y ellos son muy pocos. Tomada literalmente, la visin de Shelley podra parecemos muy alejada de la realidad; pero como metfora de la asqueada repulsa pblica de la masacre de Peterloo y sus consecuencias polticas, fue extraordinariamente precisa. Porque Peterloo, ms que ningn otro suceso particular, sent el derecho a las manifestaciones en la calle en la Inglaterra del siglo XIX.33 Est claro que, para entonces, se haba afianzado en la gente un hondo convencimiento de la posibilidad de la no colaboracin y desobediencia civil como mtodo de resistencia y contencin. En Gran Bretaa, por ejemplo, despus de Peterloo, los intentos del gobierno de amordazar la prensa mediante las infames Six Acts (Seis decretos) se vieron contrarrestados con un final feliz por una verdadera campaa de desafo en la que centenares de periodistas, impresores y distribuidores sufrieron condenas de crcel. Edward Thompson nos describe grficamente aquel proceso:No hay tal vez ningn pas en el mundo donde la lucha por los derechos de la prensa fuese tan encarnizada y tan sealadamente victoriosa, y estuviese tan peculiarmente identificada con la causa de los artesanos y los trabajadores. Si Peterloo estableci (por una paradoja de sentimientos) el derecho a la manifestacin pblica, los derechos de una prensa libre fueron ganados en una campaa que se extendi durante quince o ms aos que no tiene comparacin por su tenaz, enconada e indomable audacia. Carlile (un hojalatero que haba recibido sin embargo un ao o dos de instruccin

escolar elemental en Ashburton, Devon) vio con claridad que la represin de 1819 converta los derechos de la prensa en el punto de apoyo del movi miento radical. Pero, a diferencia de Cobbett y de Wooler, que modificaron su tono para ajustarse a los Seis Decretos en la esperanza de vivir lo suficien te para luchar ms adelante (y que slo consiguieron quedar fuera de la circulacin), Carlile enarbol la negra ensea del desafo no cualificado y, como una chalupa de piratas, naveg de frente contra el centro de las flotas com binadas del estado y la iglesia. Cuando, tras los acontecimientos de Peterloo, tuvo que ir a juicio (por publicar las obras de Paine), la prensa radical ente ra exalt su valor, pero lo dio por perdido. Cuando volvi a quedar en liber tad y embisti de nuevo despus de aos de prisin, las flotas combinadas se vieron dispersas y desordenadas ms all del horizonte. Carlile haba hecho agotarse las municiones del gobierno, y convertido sus encausamientos y jurados especiales en el hazmerrer de la gente. Haba echado lo que se dice a pique las sociedades procesales privadas, la Asociacin Constitucional (o Pandilla de Bridge-Street) y la Vice Society (sociedad contra el vicio), mantenidas por el patrocinio y aportaciones de la nobleza, los obispos y William Wilberforce. Est claro que Carlile no consigui su triunfo l solo. El primer asalto de la batalla tuvo lugar en 1817, ao en que los juristas de la corona se encargaron de veintisis procesos por libelos sediciosos y blasfemos y de die cisis expedientes ex officio. Los laureles de la victoria de aquel ao fueron a parar a Wooler y a Hone, y a los jurados londinenses, que se negaron a de clararlos convictos. 34

En la lucha econmica y social de esa poca, las huelgas iban sustitu yendo cada vez ms a las roturas de maquinaria, quemas de pajares y ac ciones violentas similares como armas principales de la protesta y resis tencia de la clase trabajadora. El momento decisivo de ese desplazamiento de la organizacin y los mtodos de accin vari considerablemente de un pas a otro, inicindose primero en aquellos pases como Gran Bretaa y Francia donde haba echado races primero la industrializacin capitalista. Analizaremos ms adelante con mayor detalle el significado de esa evo lucin. -' ' " " :' ' '' ; Campaas nacionalistas y constitucionalistas Los etimlogos hacen remontarse la primera utilizacin escrita del trmino resistencia pasiva y de su equivalente alemn, passiver Widerstand, a 1819, el ao en que escribi Shelley La mscara de la anarqua.^ Se34. Ibd., pgs. 791-792.35. Huxley, op. cit., analiza la etimologa de la resistencia pasiva, pgs. 52-53.

791.

33. Referente a la reaccin por Peterloo, vase Thompson,

op. cit., pgs. 756-757 y

le aplic principalmente en las luchas constitucionalistas y nacionalistas y menos en las de la clase trabajadota, y se entenda por tal a veces una presin pacfica dentro de la ley ms que una desobediencia civil y no colaboracin en masa. En 1848, el ao de la revolucin en Europa y del nacimiento de las naciones, el presidente de la Asamblea Nacional Prusiana, Hans Vctor von Unruh, convoc pblicamente una campaa de resistencia pasiva para oponerse a la disolucin de la misma por parte de la corona. 36 En ese perodo la resistencia pasiva se convirti en el centro de un enconado debate poltico. Marx, en un artculo publicado en el Neue Rheinische Zeitung en diciembre de 1848, lo denunci como un mtodo em pleado por la burguesa contra la revolucin. 37 Su discpulo Ferdinand Lassalle, en un discurso pronunciado en Dusseldorf en 1849, describi la resistencia pasiva de la Asamblea Nacional como una traicin; la resisten cia pasiva era una contradiccin, una resistencia que no era tal, un pro ducto del reconocimiento burgus de la necesidad de la resistencia unido a su temor a actuar en consonancia. 38 Pero lo que atacaban entonces Marx y Lassalle no era la no colaboracin en masa por parte del conjunto de la poblacin sino el ejercicio de la presin legal y parlamentaria sobre las autoridades por una clase media que, segn sospechaban ellos, quera evi tar el desencadenamiento de una revolucin total. Marx extendi tambin su sarcstica verborrea al pedigree constitucional en el que basaba sus rei vindicaciones. Las contiendas nacionalistas del siglo xix estaban ntimamente em parentadas con las luchas constitucionalistas y se basaban tambin en un llamamiento a los mismos principios fundamentales. Sin renunciar a la violencia en todas las circunstancias, los dirigentes de aquellas luchas re conocieron cada vez ms las posibilidades de la resistencia pasiva. El pro totipo en este caso lo sent la resistencia, a fines del siglo xvin, efectuada en las britnicas colonias norteamericanas en la dcada que precedi al estallido de las hostilidades en 1775. 39 Empez aquella campaa con el reto al Stamp act (Decreto del timbre) de 1765 uno que estableca im puestos sobre una serie de artculos de papelera que inclua los documen tos legales y el papel prensa. La resistencia adopt la forma de solicitud 36. Ibd., pg. 53.37. Citado por Huxley, op. cit., pg. 54 38. Ibd., pg. 54. 39. Vase Walter H. Conser Jr., Ronald M. McCarthy, David J. Toscano y Gene Sharp (comps.), Resstame, Politics. and tbe Amencan Struggle for Independer 1765-1775 Lynne Rienner Pubshers, Boulder, Colorado, 1986. La relacin que presentamos se basa en los ensayos de este libro.

de firmas, negativa a pagar impuestos, un boicot social a los recaudadores del impuesto del papel, la publicacin de peridicos sin el pago del mis mo, y la no importacin ni consumo de artculos procedentes de Gran Bretaa. La mayora de los funcionarios afectados dimitieron como resul tado de esa presin, y el tributo en cuestin se haba convertido en letra muerta cuando se revoc el decreto en marzo de 1776. Los decretos de Townshend de 1767, que imponan tasas en toda una serie de artculos, chocaron con una resistencia similar. Esos decretos fue ron revocados en 1770, exceptuando el del impuesto del t. El Decreto del t de 1773, concebido en parte para garantizar el cumplimiento del im puesto sobre el t y reforzar al mismo tiempo la posicin comercial de la East India Company (Compaa de las Indias Orientales), choc con una campaa empeada en hacer dimitir a los agentes del t. Provoc tambin el famoso Motn del t de Boston durante el cual los comerciantes de la dinmica ciudad echaron un cargamento de t al puerto de Boston en di ciembre de 1773El gobierno britnico reaccion promulgando los Decretos coerciti vos. stos cerraron virtualmente el puerto de Boston, otorgaron poderes extraordinarios al gobernador de Massachusetts y dieron a los gobernado res de todos los Estados el derecho de alojar soldados en determinadas cir cunstancias en edificios que no se utilizasen. Tales decretos iban encami nados principalmente a castigar al Estado de Massachusetts, pero -segn advirti Edmund Burke a los colonos constituan una amenaza para todas las colonias. Pero lo cierto es que, a partir de 1773 y antes del inci dente del t de Boston, las asambleas elegidas en las distintas colonias ha ban empezado a establecer sociedades de correspondencia para coordi nar su respuesta a las medidas britnicas, y para cuando entraron en vigor los Decretos coercitivos, estaban ya preparadas para llevar a cabo una resis tencia unida. El Primer Congreso Continental, que tuvo lugar en sep tiembre de 1774, reuni a representantes de todas las asambleas dlos Es tados e hizo suyo un detallado programa de no colaboracin conocido como la Asociacin Continental. Adems de las medidas econmicas se procedi a cerrar los tribunales, no pagar los impuestos, desafiar abierta mente a los gobernadores britnicos y se convocaron Congresos Provin ciales ilegales para supervisar el cumplimiento de las medidas de la aso ciacin. En abril de 1775 sonaron los primeros tiros de la Guerra de Independencia, pero segn escribira en 1815 John Adams que sucedie ra a George Washington como presidente:Una historia de las operaciones militares desde el diecinueve deabril de 1775 al tres de septiembre de 1783 no es una historia de la Revolucin Americana... La revolucin estaba en la mente y el corazn de la gente, y en

la unin de las colonias; y ambas cosas se haban realizado sustancialmente antes de que comenzasen las hostilidades. 40

Sin embargo, cosa muy natural, la Guerra de Independencia de los Estados Unidos eclips la campaa de no colaboracin que la haba prece dido. Muchsimo ms influyente como modelo de resistencia pasiva en pro de unos objetivos nacionalistas/constitucionalistas fue la emprendida por Hungra contra Austria de 1849 a 1867. Su objetivo era la restaura cin de la constitucin, suspendida por Austria en 1848, que haba reco nocido ya a Hungra como reino autnomo dentro del Imperio Austraco. Encabezada por Franz Dek, terrateniente y poltico hngaro, la resisten cia adopt sobre todo la forma de un boicot de los congresistas hngaros pertenecientes al parlamento imperial de Viena y la no colaboracin de los consejos comarcales hngaros encargados de la aplicacin de la poltica austraca. Pero incluy adems una resistencia a nivel popular, incluyendo el impago de impuestos, un boicot a los empleos y cargos del gobierno, boicots sociales a las tropas y funcionarios austracos, y toda una gama de acciones, protestas y manifestaciones simblicas. En 1867, la campaa en unin sin duda con otros factores (los austracos eran incapaces de hablar hngaro, idioma difcil, en su inmensa mayora y miles de hnga ros tenan la suerte de hablar y pensar en alemn), incluyendo la postracin que sufri Austria tras ser derrotada por los prusianos en la batalla de Sadowa el ao anterior se tradujo en un acuerdo de compromiso que sa tisfizo las exigencias fundamentales de los hngaros. 41 La campaa hngara influy en todas las campaas de resistencia pasiva que la siguieron en el siglo XIX buscando objetivos constituciona-listas y nacionalistas, as como, a travs de Gandhi, en las del siglo XX. Fue el modelo seguido por la resistencia pasiva de Finlandia contra el in tento de rusificarla entre 1899 y 1906. Prendi fuego a la resistencia de Finlandia una nueva ley rusa de servicio militar de 1899 que prolongaba la duracin del mismo, reclutaba finlandeses para incorporarse a unidades rusas o colocaba oficiales rusos al mando de unidades finlandesas. Al mis mo tiempo, las facultades de la Dieta Finesa fueron reducidas a las de una asamblea provincial. Los finlandeses se negaron a llevar a cabo aquella ley y hubo una amplia resistencia al reclutamiento. En 1903 fue suspendida40. John Adams al doctor Jedediah Morse, 29 de noviembre de 1815, en The Works ofjohn Adams, Charles Francs Adams (comp.), Little Brown, Boston, 1850-1856, vol. 10, pg. 182. Citado por Conser y otros, op. cit., pg. 3. 41. C. A. Macartney, Hungary: A Short History, Edinburgh University Press, 1962, especialmente el cap. 7, Revolution and Reaccin, pgs. 155-170; y A. J. P. Taylor, The Habsburg Monarchy, Macmillan, Nueva York, 1949, caps. V al IX.

la constitucin, y al ao siguiente fue asesinado Bobrikov, el gobernador ruso. Tenemos pruebas de que la resistencia haba empezado a perder ner vio en ese momento, pero recibi una ayuda inesperada en forma de la revolucin de 1905 en Rusia y de una huelga general a escala imperial. El acorralado zar retir la ley de conscripcin militar, y en 1906 fue restable cida la Dieta Finesa, y sobre una base ms democrtica. 42 La resistencia de Hungra prendi fuego en Irlanda a la imaginacin de Arthur Griffith, miembro fundador y figura clave del Sinn Fein (funda do en 1905). En 1904, en una serie de ingeniosos y polmicos artculos publicados en el United Irishman), perfil Griffith el desarrollo de la resis tencia hngara y abog por una campaa en Irlanda que siguiese un esbozo similar. Argumentaba que los parlamentarios irlandeses deban boicotear el parlamento britnico y exigir la restauracin de la situacin constitu cional existente en 1782, cuando Gran Bretaa haba concedido indepen dencia a los parlamentarios irlandeses. Sus artculos se publicaron en un formato de folleto barato posteriormente, ese mismo ao, con el ttulo The Resurrection of Hungary: A Parallel for Irdand (La resurreccin de Hungra: un paralelo para Irlanda). 43 Como estudio histrico recibi duras crticas; un crtico lo compar con un cuento de hadas. 44 De hecho tena menos de cuento de hadas que de opsculo propagandstico. Como tal tuvo un xito enorme, y mucha circulacin, siendo reeditado en 1912 y de nuevo en 1918. (La edicin de 1918 incluy una referencia a la resistencia de Fin landia, presentada como otro ejemplo de campaa con xito.) Fue traduci da tambin a una serie de idiomas de la India y muy distribuida dentro de lo que era entonces la perla del imperio. 45 Gandhi cit la campaa hnga ra y recomend a los indios residentes en Transvaal, frica del Sur, que si guiesen una estrategia similar, atenido casi de seguro al relato de Griffith. 46 Pero Irlanda tena ya su propia historia de resistencia pasiva, y algu nos crticos del folleto de Griffith aseguran que habra hecho mejor refi rindose a ella que tratando de imponer un paralelo con un pas centroeu-ropeo cuya poltica entendi muy a medias. En el siglo xvm el den de la42. Para ms detalles, vase Huxley, op. cit., especialmente el cap. IV, Constitutionalist Insurgency, pgs. 143-252. Vase tambin David Thomson, Europe Since Napolen, Penguin, Harmondsworth, edicin de 1981, pgs. 480-481. 43. Arthur Griffith, The Resurrection of Hungary: A Parallel for Ireland, James Duffy y co., M. H. Gil y Son, y Sealy, Bryers y Walker, Dubln, 1904. 44. T. M. Kettle, Would the Hungarian Policy Work?, en New Ireland Review, febrero de 1905. Citado por Davis, op. cit., pg. 115. 45. Vase Davis, op. cit., pg. 93. 46. Vase Huxley, op. cit., pg. 51, donde cita a Gandhi, Collected Works of Mohandas K. Gandhi (Ministerio de Informacin y Radiodifusin, Gobierno de la India, Delhi, 1958-1970), vol. 7, pgs. 213-214.

catedral de san Patricio, Jonathan Swift, autor de Los viajes de Gulliver, haba recomendado a sus paisanos que quemasen todo lo que fiera ingls no siendo el carbn, y propuso un sistema de monarqua dual dentro del que la nica conexin de Irlanda con Inglaterra se efectuara a travs de la corona. Daniel O'Connell aprovech brillantemente en el siglo XIX las posibilidades organizativas que le brindaba el sistema electoral muy restringido entonces. Su eleccin como miembro del condado de Clare en 1828 enfrent al gobierno britnico con el dilema de declarar la eleccin nula (sobre la base de que los catlicos no podan ser elegidos miembros del parlamento) o cambiar la ley. Temeroso de provocar una insurreccin de gran envergadura, el gobierno prefiri lo ltimo, y la Relief Bill (Ley de Remedio) fue aprobada al ao siguiente. La campaa de O'Connell se convirti en un modelo para la organizacin y agitacin reformista en Gran Bretaa. La Unin Poltica de Thomas Attwood, que abander la campaa a favor del Acta de Reforma de 1832, se apeg decididamente al modelo de la Asociacin Catlica.47 Pero los esfuerzos de O'Connell para conseguir una mayor independencia para Irlanda no tuvieron xito. Al igual que Swift, estaba preparado para aceptar un sistema de monarqua dual con Inglaterra. Propuso el establecimiento de un Consejo de los Trescientos para que actuase como el gobierno defacto de Irlanda, y jug con la idea de un boicot al parlamento. Thomas Davis, otra figura grande del movimiento nacional irlands en la primera mitad del siglo, estaba dispuesto tambin a transar por una monarqua dual. Aunque no renunciaba al empleo de la fuerza, da la impresin de que haba visto en la no colaboracin activa la manera principal de aplicar una presin poltica.48 A comienzos de 1880, la Liga Nacional de la Tierra, bajo la jefatura de Michael Davitt y Charles Stuart Parnell, emprendi una poderosa campaa contra las rentas exorbitadas y los desahucios llegando a producirse a veces confrontaciones violentas pese a los esfuerzos de la directiva para evitarlo. El rechazo de las rentas y el ostra-cisma-tQtal contra quienquiera que intentara trabajar en tierras de donde hubieran sido expulsados otros, constituan el ncleo duro de la lucha. En -'esa poca se acu la palabra boicot a cuenta del ostracismo declarado a un cierto capitn Boycott, representante de un terrateniente ingls absen-tista.49 El movimiento mismo del Sinn Fein proporcion un ensayista de47. Derek Fraser, The Agitation for Parliamentary Reform, en J. T. Ward (comp.), Popular Movements, c. 1830-1850, Macmillan, Londres, 1970, pgs. 34-35. Citado por Tilly, op. cit., pg. 276. 48. Davis, op. cit., pg. 92. 49. Vase E S. Lyons, Ireland Since the Famine, Weidenfeld and Nicolson, Londres, 1971; Fontana, Londres, 1973. Vanse especficamente pgs. 164-174 de la edicin de Fontana. ,

relieve, comprometido en principio con el rechazo de la violencia. Nos referimos a Robert Lynd (1879-1949), un escritor nacido en el Ulster que publicaba sus ensayos en el peridico Sinn Fein insista en que una lucha no violenta conservara la unidad del pas y sera ms difcil de sofocar por los britnicos que una rebelin armada.50 La rebelin de 1916 en Irlanda y la guerra de guerrillas que la sigui en 1919-1921 se tradujeron en la subordinacin de la resistencia civil a la lucha militar. De todas maneras, se llevaron a cabo muchas de las medidas especficas propugnadas por Griffith, incluyendo el establecimiento de una asamblea nacional irlandesa, el Dail Eireann, en Dubln en 1919, tras la abultada victoria del Sinn Fein en las urnas. Por otra parte, el Sinn Fein logr unas victorias no menos impresionantes en las elecciones municipales, de condados y de distritos rurales, y en ese otoo (1920), por consejo del Dail Eireann, la mayora de los ayuntamientos situados fuera del nordeste del Ulster haban roto sus lazos con la Mesa del gobierno local, administrada por los britnicos. El sistema de justicia britnico fue sustituido tambin en su inmensa mayora por los Dail Courts (Tribunales del Dail), y en julio de 1921 estaban funcionando ya unos 900 de esos tribunales parroquiales y setenta tribunales de distrito.51 Por consiguiente, si entre 1920 y 1921 Irlanda se haba convertido en casi ingobernable para Gran Bretaa, se debi no slo a la rebelin armada, sino al establecimiento de una estructura paralela de gobierno, tribunales y administracin. El grado~d interaccin existente entre las luchas de independencia de Irlanda y la India es impresionante. Hemos mencionado ya la influencia dentro de la India de la historia de la resistencia hngara publicada por Griffith. Pero Griffith puso tambin mucho inters de su parte en el movimiento nacionalista indio e intercambi informacin con varios peridicos patriticos indios. Consideraba al movimiento indio Swadeshi que entre otras cosas propugnaba un boicot a los productos britnicos como el equivalente del Sinn Fein. En 1907 Jawaharlal Nehru, que llegara a ser primer ministro de la India, visit Dubln en unas vacaciones de sus estudios en Cambridge, y escribi a su hermano que el Sinn Fein era similar al sector avanzado del Congreso Nacional Indio.52 Hubo pues claramente una fertilizacin cruzada de ideas entre diferentes movimientos empeados en la independencia nacional, por lo menos a partir de los aos de la lucha de Hungra, que llev a la adopcin de la resistencia pasiva como una estrategia importante, si no la central, de las luchas por la independencia.50. Davis, op. cit., pg. 93. 51. Vase Lyons, op. : 52. Davis, op. cit., pgs. 92-93.

cit.,

pgs.

407-408.

Proyectos utpicos y revolucionarios

La idea de una huelga general capaz de derrocar el orden capitalista aparece sistemticamente en los movimientos radicales y revolucionarios europeos del siglo XIX. Los cartistas haban soado con ella en las dcadas de 1830 y 1840, aunque nunca se acercaron a ponerla en prctica. Richard Tucker, el anarquista estadounidense cuyos escritos tuvieron influencia tanto en su propio pas como en Europa, fue uno de los tericos que situaban la huelga general en el eje mismo de la estrategia que proponan. Aunque apoyaba la violencia en defensa propia, atac la crtica de Lassalle de la resistencia pasiva como la resistencia que no resista. En cambio Tucker opinaba que era el arma ms eficaz en manos de la clase trabajadora.53 Desde alrededor de 1900 el sindicalismo se haba convertido en Italia en una fuerza creciente de la clase trabajadora, y en 1904 realizaron la primera huelga general ms o menos efectiva de la historia en protesta contra la matanza de obreros y campesinos en el Sur y en Cerdea. 54 Georges Sorel, el terico principal del sindicalismo, a pesar de ser un defensor apasionado de la violencia revolucionaria, consideraba tambin la huelga general como el arma revolucionaria de ms peso. La huelga general que estuvo ms cerca de lograr su objetivo revolucionario tuvo lugar a lo largo y ancho del imperio ruso en 1905. Estall en enero de 1905 como resultado de la masacre de ms de 100 manifestantes desarmados el Domingo sangriento en San Petersburgo, y las huelgas, manifestaciones y a veces choques armados paralizaron el imperio la mayor parte de aquel ao. En octubre anunci el zar concesiones importantsimas a los luchadores progresistas, incluyendo el establecimiento de una legislatura electiva. El intento de los bolcheviques y mencheviques de Mosc de convertir la gran huelga en una sublevacin armada en di-ciembre de 1905, visto en retrospectiva, se nos presenta como un error garrafal, permitir al zar aplastar la insurreccin. Doce aos despus, la Revolucin de Febrero, a base de huelgas, amotinamientos, deserciones en masa y manifestaciones, produjo finalmente el final del imperio zarista. El escritor del siglo XIX ms directamente inmerso en la tradicin no violenta y ms cercano al anarquismo individualista en su proyeccin poltica fue el estadounidense Henry David Thoreau. Incurri en la desobediencia civil personal al negarse a pagar su impuesto de capitacin aduciendo que as sostena la esclavitud y una guerra injusta contra Mxico. Lo era. Su ensayo sobre la desobediencia civil, publicado por vez primera en 1859 con el ttulo de Resstame to Civil Government (Resistencia al go53. Huxley, op. cit., pg. 58. 54. Tilly, op. cit.,pgs. 120-121.

bierno civil), fue ocasionado por su detencin y encarcelamiento de la noche a la maana por negarse a pagar sus impuestos. (Muy a su pesar, un amigo pag la multa impuesta para que lo soltaran.) Se reimprimi despus de su muerte con el ttulo con el que se le conoce ms hoy en da On the Duty of Civil Disobedience (Sobre el deber de asumir la desobediencia civil).55 Thoreau aboga por una desobediencia civil selectiva por razones de principio. Haba pagado su impuesto de carreteras porque tena tanto deseo de ser un buen vecino como de ser un mal subdito. Rehus pagar el de capitacin no porque tuviese nada en especial contra el fundamento de ese impuesto, sino para negar su lealtad al estado y mantenerse al margen de l y sobre l. Al defender su actitud por razones de conciencia, Thoreau se sita en el centro de la tradicin de la disidencia radical. En cambio, al negarse a profesar lealtad de ningn tipo al estado norteamericano comportndose del modo que lo haca, y rehusar el pago de impuestos, llev su desafo ms all que la mayora. Pero el punto crucial reside en que defendi la idea de que la infraccin de las leyes por motivos de conciencia era polti camente eficaz ms que votar, o emprender campaas de propaganda, o tratar de trabajar mediante mtodos constitucionales para cambiar las leyes. ;Deposita tu voto entero, no slo una tira de papel, sino toda tu influen cia. Una minora carece de poder mientras se conforma a la mayora; enton ces no es siquiera una minora; pero no hay quien la resista si se atasca con todo su peso. Si la alternativa consiste en tener que encarcelar a todos los hombres justos, o renunciar a la guerra y a la esclavitud, el estado no vacila r en su eleccin. Si mil hombres no quisieran pagar sus recibos de contri bucin este ao, eso no sera una medida violenta y cruenta, como lo sera pagarlos, capacitando al estado para cometer violencia y derramar sangre inocente. Esto es de hecho la definicin de una revolucin pacfica, si tal revolucin es posible de algn modo. Si el recaudador de impuestos, o cual quier otro funcionario pblico me pregunta, como hizo uno: Pero qu voy a hacer yo?, mi respuesta es: Si desea realmente hacer algo, deje su pues to de funcionario. Cuando el subdito haya negado su lealtad al estado y el funcionario dimitido de su cargo, la revolucin se habr consumado. 55

En ese pasaje reconoce Thoreau a todas luces las implicaciones coercitivas del desafo en masa y las dimisiones de los funcionarios del gobierno. Pero su llamamiento va dirigido esencialmente a la conciencia individual,55. Henry David Thoreau, On the Duty of Civil Disobedience, Peace News, Londres, 1963, con introduccin de Gene Sharp, pg. 13-

y mira ms al impacto moral de la desobediencia civil que su potencial coercitivo: S muy bien que, si mil hombres, o cien, o diez, cuyos nombres pudie ra mencionar si slo diez hombres honrados ms an, si un hombre hon rado, de este estado de Massachusetts, cesando de tener esclavos, se decidiera a retirar de hecho su coparticipacin, y lo encerrasen por ello en la crcel del condado, sera la abolicin de la esclavitud en Amrica.

oponerse a la subyugacin y explotacin de la gente; la enseanza de Jesucristo lo implica ya, y si todos siguisemos esa enseanza, terminaran semejantes abusos. A la luz de esto, es irnico que Tolstoy haya ejercido un efecto tan profundo en uno de los lderes nacionalistas ms representa tivos del siglo XX: Mahatma K. Gandhi.

Es posible que Thoreau estuviese familiarizado con el ensayo de La Botie sobre la servidumbre voluntaria. Su ntimo amigo Ralph Waldo Emerson lo conoca de seguro, y le dedic un poema al autor. Sin embargo, no existen pruebas directas de esta conexin. Podemos ver fcilmente por qu Tolstoy vea en Thoreau un espritu afn al suyo. El conde ruso elogia el admirable ensayo de Thoreau y el ejemplo que dio yendo a la crcel por negarse a pagar impuestos al estado.56 Tolstoy pone todo su nfasis en los individuos que actan de acuerdo con su conciencia sin importarles las consecuencias. La regla de oro de que debemos tratar a los dems como querramos que nos tratasen, o al menos que no debemos hacer a los dems lo que no querramos que hiciesen con nosotros, estaba encarnada, a su juicio, en las enseanzas de todos los grandes sabios, y escrita en el corazn humano. Ese es el motivo de que los no cristianos que atendiesen a los dictados de la conciencia, se veran impulsados tambin a un rechazo sin paliativos de la violencia. De todas maneras, ese principio halla su expresin ms perfecta en las enseanzas de Jesucristo. Tenemos que considerar el sermn de la montaa, escribe Tolstoy, como una ley tan cabal como el teorema de Pitgoras. Tolstoy rechaz tanto a la iglesia como al estado. La una haba corrompido las enseanzas de Jess, el otro era una institucin basada en el homicidio y la explotacin. Denuncia la guerra, tanto defensiva como ofensiva, como un homicidio contrario a la ley de Dios. Tolstoy no se opone menos en absoluto al patriotismo, que rechaza como una expresin de egosmo y de autoengrandecimiento, y como la causa de la guerra. Al argumento de que haba que juzgar con una luz distinta el patriotismo de un pueblo oprimido, contesta que es incluso ms peligroso, puesto que est enraizado en un amargo resentimiento y es tanto ms proclive a ocasionar una guerra. No hace falta el patriotismo, prosigue, con el objeto de56. Vase su Letter to Dr Eugen Heinrich Schmitt, reimpresa en Len Toistoy, Writings on Civil Disobedimce and Nonviolence, New Society Publishers, Filadelfia 1987, pg. 169.

Como sera de esperar, Tolstoy no dedica tiempo alguno a la tctica del asesinato poltico llevada a cabo por algunos anarquistas de su tiempo. Pero se opone a tal asesinato, no slo por motivos morales, sino tambin por los polticos. Se pregunta: Cmo un cuerpo organizado de anarquistas..., que estudia detenidamente los medios de mejorar las condiciones de la gente, no puede hallar nada mejor que asesinar a la gente, siendo ese homicidio tan til como cortar una de las cabezas de la Hidra?.57 No son los zares, reyes ni emperadores, afirma, los causantes de la opresin y la guerra, aunque la organicen ellos. Sino aquellos que los han puesto donde estn y los apoyan en una posicin desde la que tienen poder sobre la vida y la muerte de la gente. Por lo tanto no es necesario matar a los Alejandros ni a los Nicolases..., basta con dejar de sostener la condicin social de la que son producto.58 Este pasaje nos recuerda el argumento de La Botie y puede deberse en parte a que Tolstoy haya ledo de hecho Sobre la servidumbre voluntaria. Tolstoy no estaba interesado en cambiar las instituciones polticas como tales. La doctrina cristiana, en su autntico sentido, afirma, nunca propuso abolir nada, ni cambiar ninguna organizacin humana. La cosa que de verdad diferencia a la religin cristiana de todas las dems religiones y doctrinas sociales es que le da a la gente la posibilidad de llevar una vida verdadera y buena, no mediante leyes generales reglamenta-doras de la vida de toda la gente, sino iluminando a cada individuo humano respecto al sentido de su propia vida.59 Sin embargo, crea en el poder de la opinin pblica, siempre y cuando la gente dijese la verdad tal como la perciba. Elogi la labor del paladn antiesclavista William Lloyd Garrison, citando extensamente en su ensayo El reino de Dios est dentro de ti la proclamacin por Garrison de la no resistencia enviada a la Sociedad de Promocin de la Paz en 1838.60 Tena Tolstoy adems una idea muy aguda de cmo incitar a la opinin pblica, y respald con xito la causa de una secta pacifista cristiana de Rusia, los dujobortsi, escribiendo cartas a la prensa extranjera y haciendo declaraciones a su favor hasta que se les dio permiso para emigrar en masa al Canad.57. Tolstoy, op. cit., pg. 210.

58. Ibd., pg. 213. 59. Ibd., pg. 183. 60. Ibd., pgs. 287-293.

-

Tolstoy puso tambin muchsimo inters en la campaa de resistencia pasiva de Gandhi en Sudfrica y ambos intercambiaron varias cartas. Pero el enfoque de Tolstoy de la resistencia pasiva se centra por completo en que el individuo rehuse totalmente por conviccin personal a participar en la guerra o en la explotacin, o a pagar impuestos a un estado responsable de tales cosas. Gandhi, inteligente lector de los ensayos morales y polticos de Tolstoy, no estaba menos preocupado por una actividad justa. Sin embargo, combin ese aspecto con sus dotes de organizador y un conocimiento intuitivo de la respuesta de las masas de la India, que lo convirtieron en un lder poltico destacadsimo, de un estilo que Tolstoy ni deseaba ni hubiera sido capaz de tener. Steven Huxley resume la evolucin de la resistencia pasiva en el si glo XIX en estas palabras: Por toda Europa la resistencia pasiva evolucion en el siglo XIX hasta convertirse en una doctrina articulada y un sistema de lucha concreto y til para los diversos grupos y clases. Para la ascendente burguesa constitua un mtodo idneo para la defensa y consecucin de sus intereses tanto contra el antiguo rgimen como contra las masas. Para las masas constitua el modo idneo de lucha contra la opresin. Para los nacionalistas era un arma sumamente compatible con el crecimiento econmico y la autoafirmacin cultural; en otras palabras, era un camino hacia la independencia. Para los socialistas y anarquistas era el medio de combate ms en armona con sus ideales, al tiempo que era el arma ms adecuada para su lucha.61

Dnde hemos de situar la resistencia pasiva dentro del amplio contexto de la lucha emancipativa en la Europa y Norteamrica de los siglos XVIII y XIX? Nos ayuda a hacerlo la obra de Charles Tilly y sus colaboradores. En The Rebellious Century: 1833-1933 (El siglo rebelde, 1833-1933), examinan la incidencia de la violencia colectiva de gran envergadura en Francia, Alemania e Italia durante ese perodo, relacionndola a un cuadro cambiante de organizacin y accin colectiva. Establecen una importante distincin entre conflictos competitivos, reactivos y proactivos.62 El conflicto competitivo constituye un rasgo ms comn de la era preindustrial. Tiene sus races en la organizacin a nivel comunal y se expresa en cosas tales como disputas y pendencias entre localidades rivales, grupos competidores de artesanos y similares; la violencia entre los hinchas de61. Huxley, op. cit., pg. 59. Pongo en tela de juicio, sin embargo, que se tratase de una nica doctrina articulada, puesto que, como hemos visto, distintas personas y agrupaciones adoptaron el mtodo de la resistencia pasiva por una serie de motivos y perspectivas ideolgicas. 62. Tilly, op. cit., especialmente pgs. 48-55. ;: . .1; , . _ . . ' :

equipos de ftbol rivales enfrentados constituira un ejemplo ad hoc de nuestros das. Charles Tilly y sus coautores sealan que la violencia competitiva declin de modo impresionante con la centralizacin del poder del estado a lo largo del siglo XIX, debido en parte a que el escenario de las luchas de poder se desplaz del nivel local al nacional. El conflicto reactivo surge de la resistencia a las reivindicaciones del j estado centraTizacor (aliado a un capitalismo industrial en expansin), y se ' caracteriza por las rebeliones y tumultos a cuenta de los impuestos, la resistencia violenta al servicio militar, la destruccin de maquinaria, la ocupacin de terreno cercado, y similares. Tambin en este caso la base organizativa est a nivel comunal, y tambin la incidencia de la lucha reactiva disminuy conforme aumentaba el poder del estado central y fue teniendo mayor aceptacin la legitimidad de sus reivindicaciones. Define el conicto^roactzvo el hecho de que por lo menos un grupo es- i ^ tablece reivindicaciones de derechos, privilegios o recursos de los que no se / disfrutaba antes.63 Tiene sus races en formas de organizacin asociativas[ ms abiertas y burocratizadas que las formas comunales, de alcance nacional o internacional, y normalmente con un programa pblico y una ideologa definida. Las confrontaciones con la autoridad suelen producirse en este caso a causa de acciones de masas de convocatoria relativamente fugaz y y\ exhibiciones de fuerza del tipo de manifestaciones, marchas y huelgas. Por descontado que esta distincin no est siempre tan diferenciada en la prctica; ni existen aqu tampoco perodos definidos separando el predominio de una forma de accin sobre otra. Est claro, sin embargo, que las formas proactivas de lucha, y las formas asociativas de organizacin son las formas caractersticas modernas, y que surgieron como una novedad en el escenario social y poltico de