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    Michael Randle

    Resistencia civilLa ciudadana ante lasarbitrariedades de los gobiernos

    P A I D SBarcelona Buenos Aires Mxico

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    Ttulo original: Civil resistancePublicado en ingls por Fontana, an imprint of Harper Collins Publishers, Londres

    Traduccin de Luis M. Romano Haces

    Cubierta de Vctor Viano

    Medicin, 1998

    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titulares delCopyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcialde esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y el

    tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler oprstamo pblicos.

    1994 by Michael Randle de todas las ediciones en castellano,

    Ediciones Paids Ibrica, S.A.,Mariano Cub, 92 - 08021 Barcelonay Editorial Paids, SAICF,Defensa, 599 - Buenos Aires

    ISBN: 84-493-0503-9Depsito legal: B-775/1998

    Impreso en A&M Grane, S.L., 08130 Sta. Perpetua de Mogoda (Barcelona)

    Impreso en Espaa - Printed in Spain -,-4

    A Anne Randle,y a los hombres y mujeres componentes del juradode la sala primera del Od Bailey,del 17 al 26 de junio de 1991,

    sin cuya independencia y valoreste libro habra tardado en ser escritounos cuantos aos.

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    SUMARIO

    Agradecimientos ............................................................................

    Introduccin ..................................................................................

    1. Resistencia civil yRealpolitik....................................................

    2. Evolucin de la resistencia pasiva ..............................................

    3. Delsatyagraha al poder del pueblo ............................................

    4. Dinmica de la accin no violenta .............................................

    5. Una defensa alternativa? Nace un concepto .............................

    6. Estrategia de la resistencia civil organizada ...............................

    7. La capacitacin del pueblo y los valores democrticos ...............

    8. La resistencia civil en los aos noventa ......................................

    9. La resistencia civil en la era de la aldea global ...........................

    Bibliografa ...................................................................................ndice analtico y de nombres ........................................................

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    AGRADECIMIENTOS

    Deseo expresar mi gratitud muy en especial al Joseph RowntreeCharitable Trust (un fondo de beneficencia) que me otorg una subvencinpara efectuar la investigacin precisa para este libro. Debo dar las graciasespecialmente a lan Futen, editor que fue de Paladn Books, el primero ensugerirme que escribiese este libro; al editor de la serie, Justin Wintle, porsus sugerencias y correcciones; y a Anne Randle por su paciente ayuda en unao excepcionalmente atareado. Le agradezco a la seora Paula Alderson,viuda de Stanley Alderson, el haberme brindado el acceso al manuscrito nopublicado de su esposo Non-Violence andthe Citizen (La no violencia y elciudadano). Doy las gracias tambin a mis colegas del Social DefenceWorking Group (Grupo de trabajo por la defensa social) Howard Clark,

    Christina Arber, Owen Greene, Bob Overy, Carol Rank, Andrew Rigby,Walter Stein y Tim Wallis-Milne, quienes a lo largo de muchas reunionesy discusiones en estos ltimos aos, han contribuido y ayudado a aclarar misideas sobre la resistencia civil.

    Mi deuda intelectual con los pioneros de la teora no violenta, espe-cialmente los que escribieron en el perodo subsiguiente a la II GuerraMundial, se evidencia en el texto mismo. Destacan entre ellos Gene Sharp,Adam Roberts, Theodor Ebert, April Crter, George Lakey, Jac-quesSemelin, Christian Mellon y Jean-Marie Muller. Ha influido en m tambinla aportacin hecha al concepto de la defensa civil por Anders Boserup,Andrew Mack, Gene Keyes, Lennart Bergfeldt y Alex Schmid, as como porSteven Huxley, quien ha sometido la bibliografa de la resistencia no violenta

    a una crtica valoracin en su libro sobre la resistencia finlandesa a larusificacin hacia comienzos de este siglo, Constitutional Imurgency in

    Finland(Insurgencia constitucional en Finlandia). El captulo 2 sobre todo ledebe mucho a la revisin del desarrollo de la resistencia pasiva hecha por S.Huxley en ese libro. Estoy agradecido a Gene Keyes, a Lennart Bergfeldt y aBob Overy por haberme enviado ejemplares de sus tesis doctorales, tituladasrespectivamente Strategic Non-violent Defense in Theory: Denmark in

    Practice (La defensa estratgica no violenta en teora: Dinamarca en laprctica); Experiences of Civilian Resstame: The Case of Denmark 1940-1945 (Experiencias de la resistencia civil: el caso de Dinamarca 1940-1945);y Gandhi as an Organiser(Gandhi como organizador).

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    Corno es natural, me hago totalmente responsable de las opiniones expre -sadas en este libro y de cualesquiera errores que pueda contener.

    Doy las gracias por ltimo a mis amigos y colegas del Departamento eEstudios sobre la Paz de la Bradford University, de la Internacional deResistentes contra la guerra, y del extenso movimiento general por la paz y lano violencia que han desempeado un papel tan grande en la gesta cin de misideas y convicciones.

    Cuando decenas de miles de personas se lanzaron a las calles de Manila, en Filipinas, en febrero de 1986 y lograron derrocar la corrupta oligarqua de Ferdinand Marcos, entr en el vocabulario del discurso poltico untrmino nuevo: el poder del pueblo. ' , r

    Lo que era propiamente nuevo era el trmino. La resistencia civil de lasmasas enfocada hacia la consecucin de una serie de objetivos polticos y

    sociales se haba convertido en una fuerza significativa durante el si glo XIX.Desempe en algunos casos un papel crucial en las luchas contra el gobiernocolonial, la dictadura, el golpismo y la ocupacin extranjera en el sigloactual. Sin embargo, los acontecimientos de Manila captaron la imaginacindel pblico de un modo muy especial, debido tal vez a la dramticaconfrontacin que hubo entre el ejrcito, por un lado, que apo yaba la fruladictatorial, y unos elementos civiles por el otro, empeados en lograr uncambio poltico democrtico.

    Nadie esperaba, ni habra podido predecir, en 1986, que en muy po cosaos el poder del pueblo llegara a ser la causa principal de la transfor macinde la geografa poltica mundial y del cuadro de las relacionesinternacionales. Pero as fue. Los historiadores del futuro podran incluirmuy bien las revoluciones de Europa Oriental en 1989 entre los puntos deinflexin ms importantes de la historia humana, comparables en impor -tancia a la Revolucin Rusa de 1917 y a la Revolucin Francesa de 1789-Noslo terminaron con el dominio sovitico en esa regin, eliminaron tambin

    de una vez por todas los rodrigones polticos de la guerra fra.Contribuyeron tambin en gran medida al hundimiento final del modeloleninista del comunismo dentro de la Unin Sovitica, y a la desintegra cindel Estado Sovitico.

    Los acontecimientos evolutivos en el mundo sovitico empezaron conla llegada al poder de Mijal Gorbachov en 1985. El objetivo inicial deGorbachov fue hacer una reforma dentro de un orden poltico y socialmarxista-leninista continuista. Es difcil restarle importancia como propi-ciador del cambio, pero fueron el derrocamiento de los caducos regmenesde la Europa Oriental y las presiones desencadenadas por el mismo dentro de la Unin Sovitica lo que convirti un programa de reforma en unarevolucin a fondo. .- ,. .

    INTRODUCCIN

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    Es evidente que esos acontecimientos han tenido su lado negativo.Como ocurre al derrumbarse cualquier imperio, la disolucin del Estado y suesfera de influencia ha acarreado tensiones e inestabilidades nuevas. Elacontecimiento ms trgico y amenazador lo constituye, por ahora, la atrozguerra de la antigua Yugoslavia. Hay tambin actualmente una situacin deguerra civil no declarada entre los estados limtrofes de Armenia yAzerbaiyn adems del preludio de Chechenia con la amenaza deviolencias ulteriores dentro de una serie de antiguas repblicas y etniassoviticas, y entre ellas. Algunas de las regiones autnomas existentes dentrode las repblicas rusas y en otras partes han empezado tambin a exigir suindependencia, amenazando con una disgregacin an mayor de la antiguaURSS. El disparo de los precios, el desempleo, el aumento de la gente sinhogar, etc., son algunos de los problemas que tienen que afrontar losantiguos estados comunistas, y hasta ahora no existe ningn consenso sobreel tipo de sistema alternativo, social y poltico, que hace falta ahora.

    Mucho menor impacto en cuanto a implicaciones polticas que el co-lapso del comunismo autocrtico en la Unin Sovitica y Europa Oriental haejercido la desintegracin del sistema de apartheid en Sudfrica, con su

    perspectiva de un gobierno de la mayora en un futuro cercano. Aunque nose consigui sin derramamiento de sangre (trgico sobre todo por loschoques habidos entre el movimiento Inkatha, de base zul, y los partidariosdel Congreso Nacional Africano), la resistencia civil, unida a la presininternacional, ocup el centro de esa lucha. Las manifestaciones y tumultosen las barriadas negras amenazaron con un trastorno general, mientras lashuelgas y las amenazas de huelga del COSATU (Congreso de los SindicatosSudafricanos) recordaban a la poblacin y al gobierno de los blancos sudependencia irremediable del trabajo de los negros. La oposicin de lasiglesias al apartheid, y la activa implicacin de eclesisticos prominentescomo Desmond Tutu y Alan Boesak aumentaron la estatura moral de lacampaa antiapartheid, ayudando a socavar los arraigados prejuicios de lamayora de la poblacin blanca.

    En todas partes del Tercer Mundo la resistencia civil ha contribuidosignificativamente a la retirada de las dictaduras y los regmenes militaresde derechas en Chile, por ejemplo, y en gran parte de Amrica Central ydel Sur, en las Filipinas, mencionadas ya, en Tailandia y en Corea delSur. Cierto es que ha habido tambin reveses y fracasos, sobre todo enChina. Por ello tiene tanta importancia tratar de analizar las condiciones enlas que la resistencia civil tiene probabilidades de xito en cualquiermomento dado, y las tcticas y estrategias que podran ayudar a hacerla mseficaz.

    El fin de la guerra fra ha abierto la posibilidad de grandes reduccionesde armamento y de la realizacin, dentro de un lapso de tiempo razo-

    nable, de un desarme nuclear global. Pero, aunque ha habido halageosacuerdos internacionales para reducir los efectivos tanto convencionalescomo nucleares, sigue la competencia por vender armas estratgicas, in-cluyendo a los regmenes despticos del Prximo Oriente donde la guerraconstituye una amenaza constante. En el plano nuclear, aunque se conviertaen realidad el nuevo acuerdo sobre reducciones de armas estratgicas, lesdejar a los Estados Unidos y a Rusia la capacidad de destruirse mutuamentevarias veces junto con gran parte del resto del mundo. Existe hoy en dauna oportunidad real de convertir en realidad el sueo del desarme nuclearglobal. Pero si no se lleva a cabo, parece inevitable la proliferacin nuclear.La resistencia civil efectuada por los movimientos pacifistas occidentales, y

    por los movimientos pro derechos humanos y pacifistas en el Este, ayudaron aponer fin de una vez a la divisin de Europa y a la guerra fra. Podr sernecesario de nuevo ejercer presin sobre los gobiernos para que aprovechenlas oportunidades que existen actualmente.

    Algunos de sus partidarios consideran que la resistencia civil pro-porciona al menos potencialmente una alternativa a la guerra y a ladefensa militar. Ha sido utilizada de forma creciente como un medio de lucharcontra la injusticia, la opresin y el dominio extranjero en casos donde en el

    pasado se habra contemplado como nica opcin una guerra de liberacin.Respecto a ese aspecto por lo menos, se ha demostrado que puede constituiruna equivalente funcional de la guerra. Por otra parte, en Checoslovaquiaen 1968, se utiliz la resistencia civil en masa al menos con un xito

    parcial para hacer frente a la invasin de las fuerzas soviticas y del Pactode Varsovia y exigir la restauracin del gobierno legtimo.

    Hasta ahora ningn estado ha considerado cosa recomendable basar sudefensa slo en la capacidad de los ciudadanos para resistir la invasin y laocupacin, o los golpes de estado, por medios no violentos. Sin embargo,Suecia, tras efectuar estudios sucesivos, lo ha adoptado en 1986, comoestrategia complementaria. Otros pases han tomado tambin muy en seriosu capacidad en tal sentido, sobre todo ltimamente las antiguas repblicas

    soviticas blticas.El potencial de la resistencia civil como forma de defensa alternativamerece especial atencin en un momento en el que la guerra internacional seha convertido en algo tan destructor, y cuando existe un debate en torno a lareestructuracin de la seguridad global en la era posterior a la guerra fra. Eldesarme nuclear, y la reduccin drstica de los niveles de armamentoconvencional que se supone debe acompaarlo, exigiran tambin unaevaluacin de los medios alternativos de prevencin y solucin de losconflictos as como del modo de conducirlos, cuando son inevitables.En los captulos 5 y 6 se somete a estudio con algn detalle el potencial de ladefensa mediante la resistencia civil o defensa civil.

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    Este libro sigue de cerca el proceso evolutivo de la resistencia civil,como idea y como fenmeno social, desde sus comienzos a principios delsiglo XIX hasta nuestros das. No se trata de una historia de la resistenciacivil como tal ello escapara al alcance de una obra de este volumen;aprovecha ms bien esa historia para mostrar cmo se ha desarrollado laresistencia civil, y para considerar el papel que podra desempear en elfuturo.

    Aunque se enfoca principalmente hacia la resistencia civil en tantoque se relaciona con la macropoltica y la estrategia, no deberamos pasarpor alto su contribucin a la poltica de la vida cotidiana. Vemos, porejemplo, cmo desde el resurgimiento en la posguerra de la resistenciacivil en Europa Occidental y los Estados Unidos, un amplio abanico degrupos y campaas han recurrido a ella, desde la gente sin hogar que se haapropiado de casas vacas hasta las mujeres que han bloqueado arterias de

    mucho trfico en refuerzo de sus demandas de cruces peatonales. No exis tetampoco desde luego una ntida lnea divisoria entre las luchas polticas ysociales de la vida cotidiana y las contiendas de mayor envergadura en prode la emancipacin. A ambos niveles lo que se est jugando es cmo puedelograr la gente un mayor control sobre su vida. Desde luego es muy posibleque el resultado poltico final en Europa Oriental y en las repbli cas exsoviticas, y en otros pases que han derrocado ltimamente gobier nosdictatoriales, dependa de la medida en que a los formalismos de la de -mocracia parlamentaria corresponda un control democrtico genuino porparte de las bases. La resistencia civil no garantiza un control de ese tipo. Esun arma crucial en manos de quienes tratan de conseguirlo.

    La resistencia civil constituye un asunto de enorme importancia social ypoltica. Espero que este libro, al esbozar su proceso evolutivo y analizaralgunos de los problemas que suscita, contribuya a un mejor entendi -miento de su modo de funcionar y su potencial para dar forma a una socie dady un sistema internacional ms libres y equitativos.

    Captulo 1 RESISTENCIA CIVIL Y

    REALPOLITIK

    El poder, segn la famosa mxima de Mao Tse-Tung, sale del can de un arma. En un tono muy parecido, dicen que cuando advirtierona Stalin de la fuerza del catolicismo en Europa Oriental, sali con aquellode: Cuntas divisiones tiene el Papa?.

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    en una aventura temeraria y descabellada. 1 Pero se producen rebeliones, ytienen xito. Por otra parte, demuestran ser a veces ms vulnerables losregmenes represivos y autoritarios. Cmo debemos explicrnoslo?

    La respuesta abreviada indica que el poder de un gobierno no va msall de su capacidad de suscitar la lealtad y obediencia de las institucionesneurlgicas del estado el ejrcito, la polica, el funcionariado y deasegurarse adems la colaboracin o al menos la conformidad de la mayorade la poblacin. En igualdad de circunstancias, cuanto mayor sea el grado decolaboracin voluntaria de que disfrute un gobierno, ms seguro estar. Encambio, un gobierno que descanse en gran medida en la violencia pura y dura

    para garantizar la obediencia de una poblacin descontenta estespecialmente expuesto a un derrocamiento sbito, debido precisamente a la

    precariedad de su base de poder dentro de la sociedad. Incluso Maquiavelo,el padre por as decirlo de la Realpolitik, hizo hincapi en la debilidadsubyacente a los gobernantes que se basan nicamente en la coaccin y laviolencia.

    En su fundamental obra On Vileme (Sobre la violencia), la politlogaestadounidense Hannah Arendt pone de relieve que el poder tiene sus racesen la colaboracin voluntaria. Se debe, nos dice, a la facultad humana no deactuar a secas, sino de hacerlo en forma concertada. El poder no es nunca

    propiedad de un individuo; pertenece a un grupo y conserva su existenciaslo en tanto y cuanto ese grupo se mantiene unido.2 Esta capacidad deactuar de manera concertada hace posible la civilizacin, y la sociedadmisma.

    La relacin existente entre la violencia y el poder es compleja. HannahArendt llega al extremo de afirmar que la violencia no slo es diferente del

    poder en el sentido en que lo define ella, sino su anttesis misma. Estoes exagerar un tanto ese enfoque. Incluso en las sociedades que no tienenningn tipo de autoridad central, las sanciones desempean un papel en elmantenimiento de la cohesin del grupo y el establecimiento de las normasdel comportamiento social.3 Es cierto, sin embargo, que la violencia

    constituye una sancin extrema y excepcional, porque de no ser as, el grupose desintegrara pronto por s mismo. Incentivos tales como la consecucinde aquellas necesidades bsicas, fsicas y sociales, que exigen un trabajo decolaboracin con otros y sanciones del tipo de la cen-

    1. Observacin muy bien expuesta por Hannah Arendt. Vase On Vtolence. AlienLae, edicin de 1970, pgs. 47-50.

    2. Arendt, opcit., pg. 44.3. Vase, por ejemplo, Michael Taylor, Community. Anarcby and Liberty, Cambridge

    University Press, 1982: el captulo titulado Social Order without che State, especial -mente las pgs. 80-90.

    sura verbal, el ostracismo social, las penalizaciones econmicas en dospalabras, ese sinnmero de presiones rutinarias de la vida cotidiana ejerci dasen direccin a la conformidad del grupo tienen en conjunto un peso muchomayor.

    Pero si la fuente de poderltima es la actuacin concertada del grupo,las instituciones que coordinan y dirigen la actividad de ese grupo puedensituar un poder inmenso en una estructura ejecutiva o de liderazgo. Estoocurre incluso en muchas instituciones existentes dentro de la sociedad civil,como son los sindicatos, los partidos polticos y las iglesias. Se cumple ello deun modo especial en los gobiernos, que tienen a su disposicin lasinstituciones coercitivas del estado moderno, y acceso a unos recursoshumanos y materiales sin paralelo en ningn otro grupo colectivo. Los go-

    biernos, las corporaciones, las clases y los lderes individuales existentesdentro de los movimientos e instituciones son poderosos en la medida enque cuentan con la lealtad de gran nmero de personas a las que puedeninducir a que acten en concertacin a favor de un objetivo dado. La basedel poder reside dentro de la sociedad, pero son los individuos y las orga-nizaciones quienes tienen la capacidad de esgrimir ese poder que normal-mente nos parece tan poderoso.

    Se puede dotar de poder a un elemento directivo de una manera nti-damente voluntaria, por ejemplo, cuando se elige a un individuo para quehable y acte de un modo determinado en nombre, digamos, de una ramasindical o de un movimiento poltico. Las lneas del poder en tal caso sonabiertas y transparentes. Pero el poder puede asumir tambin la forma de undominio, es decir, de un poder ejercido sobre otros. Probablemente todos losgobiernos hasta cierto grado, y los dictatoriales en un grado extremo, ejercenun poder de ese tipo. Es tambin un rasgo comn de las instituciones

    jerrquicas existentes dentro de la sociedad, de la sociedad annima a lafamilia patriarcal. El dominio lleva consigo por definicin una mani-

    pulacin, y sanciones de distinto tipo. Sin embargo, incluso el gobierno msarbitrario requiere un mnimo de lealtad de grupo para mantener su puesto y

    estar seguro de que sus rdenes se ponen en prctica.Al ejercer un control sobre las instituciones del estado, o sobre el con-junto de la sociedad, los gobiernos dependen no slo, por un lado, de san-ciones ejercidas y por el otro, de la colaboracin brindada libremente por sus

    partidarios comprometidos, sino adems de otro elemento crucial dentro delas relaciones del poder: la autoridad. La autoridad denota la capacidad deexigir la obediencia de los dems, o la aceptacin del juicio de alguien no ya

    por miedo a las sanciones, sino debido a una posicin o un estatus. Lasnormas y tradiciones culturales de una sociedad determinan, al menos

    parcialmente, dnde reside la autoridad y hasta qu punto es absoluta. Laautoridad gubernamental depende crticamente de la fuerza de

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    su reivindicacin de legitimidad a los ojos de la gente, y de su derechoimplcito a exigir obediencia dentro de los lmites de un marco constitu cionalo tradicional dado. En un sistema parlamentario, el gobierno rei- vindica sulegitimidad a partir del resultado de unas elecciones. Pero tam- bien puedeperder esa legitimidad cuando se considera que ha prevaricado i en susresponsabilidades, o cuando acta fuera de las reglas de la constitu- i cin, outiliza su poder de un modo considerado ampliamente como ina ceptable.

    Los terceros pueden constituir un apoyo importante o asimismo unaamenaza significativa para el poder de los gobiernos o de diferentest,grupos. En este sentido, un gobierno depende en mayor o menor grado noslo de la colaboracin de sus propios ciudadanos, sino de la de otros es tadoscon los que tiene relaciones diplomticas o comerciales, y cada vez ms deotras instituciones y asociaciones exteriores. Por lo tanto, en el caso de unaconfrontacin importante con parte de la propia poblacin, es probable que ungobierno haga un gran consumo de energa tratando de convencer al mundoexterior de la legitimidad de su caso. Sus opositores, Acuando sus recursos selo permiten, tratarn de hacer otro tanto. De un modo similar, en el caso dedisputas dentro de grupos de una misma socie dad, ser importante para ambaspartes hacerse con apoyo pblico, y con servarlo.

    La sensibilidad a las reacciones de terceros y a las de su propia base depoder, pueden actuar como un freno en el empleo por parte de un gobierno dictatorial de la extrema violencia en contra de sus propios subditos.Esto es una razn de por qu la publicidad puede convertirse en una cuer-/ da salvavidas para aquellos que tratan de desafiar a un poder arbitrario. La

    presin, tanto interna como internacional, por ejemplo, contribuyeron alsocavamiento gradual del rgimen de apartheid de Sudfrica y a la gradual prdida de autoridad del general Pinochet en Chile. A comienzos del

    perodo de dominio de Pinochet, tras el golpe de estado de 1973, fue capaz de acorralar y masacrar a sus opositores polticos por centenares, yde encarcelar y torturar a muchos ms. Pero cuando se vio obligado a renunciar a sus poderes dictatoriales, tales medios no constituan ya una

    opcin real. . -:, , , ,Con frecuencia los dictadores se dan cuenta mejor que sus crticosmismos del hecho de que no pueden mandar a base de pura violencia yterror. Se demuestra claramente si observamos hasta dnde llegan con tal desilenciar el disentimiento e imponer la uniformidad de pensamiento a la

    poblacin mediante la propaganda y el adoctrinamiento. Esto no quiere decirque debamos subestimar la eficacia del asalto verbal y la amenaza decastigos terribles para reprimir a la oposicin. Pero ocurre que tales m -todos terminan por crear cinismo y estancamiento. La gente repetir fiel-

    mente sus eslogans en pblico, pero se burlar de ellos en la intimidad delhogar o en compaa de los amigos de confianza. El estancamiento de lavida econmica y cultural y la corrupcin endmica de la administracinson un resultado frecuente cuando un gobierno se apoya sobre todo en laviolencia y el terror para mantenerse en el poder. Un desafo abierto puederesultar demasiado costoso, pero la poblacin carece ya de voluntad parahacer que las cosas funcionen. Se produce una autntica disipacin de

    poder en el sentido definido por H. Arendt. Uno de los incentivos en pro dela desestalinizacin que sigui a la muerte del dictador fue probable mentela necesidad de poner de nuevo en movimiento la economa y la sociedad.Desgraciadamente, las reformas emprendidas no fueron suficien temente lejos,y terminaron por suspenderse, y dar marcha atrs en parte, cuando Bresnevsustituy a Krushv como cabeza del mundo sovitico.

    Cuando la desafeccin se ha extendido lo bastante entre la poblacin, es

    fcil que se contagie al ejrcito, la polica y dems servidores pblicos que nopueden estar del todo inmunizados contra la corriente de opinin ysentimientos del conjunto de la sociedad. Nos hallaremos entonces con unasituacin potencialmente revolucionaria. Disminuye la desigualdad^ de losmedios de violencia de que disponen el gobierno y sus opositores, y elequilibrio del poder puede alterarse decisivamente a favor de estos lti mos. Enalgunos casos se producir una revolucin cruenta o una guerra Jcivil. Enotros, derriba a la antigua directiva un golpe de estado obra de militaresdecepcionados que estn ms a tono con lo que ocurre en la so ciedad y con el

    posible deseo de evitar un derramamiento de sangre de grandes proporcioneso tal vez de prevenir una revolucin ms radical. En ocasiones, el rgimen o la

    polica en cuestin se desintegran totalmente al quedarse sin sus fuentes depoder. Se dan tambin otros casos en los que un gobierno, dndose cuenta deque ha perdido, renuncia y negocia una transferencia pacfica del poder a susopositores. Hubo tal desintegracin y/o transferencias de poder negociadas enla mayor parte de Europa Orien tal en 1989- Slo en Rumania estuvoacompaado el cambio de una vio lencia organizada cuando las fuerzas de laSecuritate, adictas al depuesto dictador, organizaron una ltima resistenciaencarnizada contra el ejrcito. Y no es una coincidencia que la Securitateestuviese constituida principal mente por elementos procedentes de orfelinatosestatales, donde sus con tactos con la poblacin civil en general haban sidoreducidos deliberada mente al mnimo.

    Ese tipo de progresin de la dictadura a la democracia no es, porsupuesto, inevitable. No obedece a una determinacin histrica. El estali-nismo en su forma extrema prevaleci hasta la muerte misma del dictador, yno fue erradicado del todo hasta que se produjo el colapso del comunis mo enla Unin Sovitica en 1991- Hizo falta la muerte de Oliveira Sala-

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    zar en Portugal y de Franco en Espaa para que se abriese el camino a lademocracia parlamentaria en estos dos pases. En consecuencia no se debeexagerar la importancia de la base voluntarista del poder del estado y delgobierno. Bajo regmenes muy represivos, la opcin que se le abre alindividuo en circunstancias normales es muy rgida: o los acata uno (o almenos se pliega a las manifestaciones de ese acatamiento) o se atiene a la

    prdida de los medios de vida, al encarcelamiento y acaso a la tortura y lamuerte. El rgimen puede ser vulnerable al desafo colectivo y, en ltimotrmino, podra provocarlo. Pero la historia nos dice que la erosin del po derdictatorial hasta alcanzar el punto en que la insurreccin se convierte en una

    posibilidad real, y una amenaza significativa, ha exigido a menudo aos oincluso decenios. Uno de los mayores desafos polticos de nuestro tiempoconsiste en desarrollar mtodos y tcnicas con los que el ciudada no, de

    preferencia en colaboracin con la comunidad internacional, pueda doblegara los dictadores con ms rapidez y eficacia, y prevenir los golpes de estado olos deslizamientos hacia el poder autoritario. Enunciado esto en trminosms generales, la tarea reside en hacer que el poder del estado se someta alcontrol democrtico y permanezca en esa situacin. La tarea siguiente estribaen desarrollar un mtodo eficaz de contencin y resisten cia para dar unacapacitacin a los grupos, sectores y clases de la comuni dad que sufrandesventajas y discriminacin.

    - Las constituciones democrticas estn diseadas para controlar el po- v derdel estado mediante un sistema de controles y equilibrios. Los mismos implicancaractersticamente una separacin nocional de las funciones ejecutivas,legislativas y judiciales junto con el requisito de efectuar elec ciones generales aintervalos regulares. Existe tambin a menudo una constitucin escrita queestipula las funciones de las diferentes ramas gu bernativas y puede incluir unaley fundamental (Declaracin de derechos) que garantiza a todos los ciudadanosdeterminados derechos fundamenta les. Cuando existe una constitucin escrita sepueden llevar las leyes y ^ decisiones a los tribunales y en ellos pueden serdeclaradas nulas si se esta- L blece que quebrantan la constitucin.

    Se trata de unas medidas de garanta importantes, pero no suficientes.No excluyen la necesidad de que resida en manos de la poblacin unremedio ulterior para el caso de un abuso del poder por parte del ejecuti vo

    o por supuesto, la derogacin violenta de la constitucin. Hitler,despus de todo, alcanz el poder por medios constitucionales, y procedi

    posteriormente, utilizando la violencia callejera y el poder del estado, adesmantelar las garantas democrticas existentes contra el gobierno dic -tatorial. Las altisonantes declaraciones existentes en las constituciones de laUnin Sovitica y las democracias populares de Europa Oriental noevitaron los horrores del estalinismo, ni las formas modificadas de auto-

    cracia que lo sucedieron. Se mantuvo el marco del gobierno constitucio nal,pero haba quedado sumamente desprovisto de contenido.

    A pesar de todo, incluso en democracias parlamentarias bien consoli -dadas, el poder del ejecutivo puede verse ampliado en detrimento de uncontrol democrtico genuino. De hecho, con el advenimiento del sistema"] de

    partidos moderno, la nocin de una legislatura independiente capaz demantener el control del ejecutivo es una cosa bastante ficticia en muchos

    pases occidentales. La independencia del poder judicial puede verse tam binerosionada en la prctica por el sistema de nombramiento de los jueces y atravs de las diferentes presiones del establisbment. Vemos, por ejemplo,cmo ha sido alterado de manera radical el carcter del Tribunal Supremo delos Estados Unidos a travs de los nombramientos hechos durante lasadministraciones de Reagan y Bush. Se tradujeron las mismas en un TribunalSupremo que revoc decisiones tomadas anteriormente que establecan que la

    aplicacin de la pena de muerte era inconstitucio nal, y en una andanada deejecuciones a principios de los aos noventa. De un modo parecido, durantelos aos de la Thatcher en Gran Bretaa, sien do Hailsham presidente de laCmara de los Lores, el sistema judicial se hizo marcadamente msconservador.

    Un gobierno puede tambin burlar la ley mediante el abuso de losservicios de inteligencia y seguridad. Tenemos hoy en da muy claro quetanto la CA en los Estados Unidos como la M.I.5 .y la M.I.6 (servicios deinteligencia militar britnicos) ejercieron en ocasiones actividades ilegales ydel todo indefendibles contra sus propios ciudadanos y los de otros esta dos,en ocasiones por iniciativa propia, en otras con la connivencia de mi nistrosdel gobierno, y bajo la direccin de ellos. Por ltimo, incluso un gobierno yun parlamento elegidos democrticamente pueden introducir leyes o aprobardecretos discriminatorios o susceptibles de negar los dere chos fundamentalesde individuos o de sectores enteros de la comunidad. Las discriminatoriasleyes de inmigracin del Reino Unido son un caso que hay que citar. El

    internamiento de extranjeros enemigos en tiempo de guerra constituyeotro ejemplo. Lleg al colmo del escndalo el inter namiento en los EstadosUnidos de miles de ciudadanos norteamericanos de origen japons durantela Segunda Guerra Mundial.

    El poder del estado respecto al ciudadano ha aumentado exponencial-mente desde el siglo XIX con la evolucin de la moderna burocracia esta tal,lo que hace an ms necesario someter a nuevo examen la suficiencia de lasgarantas tradicionales contra el abuso del poder del estado. El esta domoderno es un instrumento potencialmente peligroso en manos decualquiera. En las de un Hitler y un Stalin permiti la construccin detiranas sin paralelo en la historia anterior.

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    En la teora constitucional clsica, la sancin ltima de los ciudadanosque se enfrentan a un abuso total del poder es la rebelin armada. Comohemos indicado ya, uno de los serios problemas que presenta esa solucines la desigualdad de los medios de violencia de que dispone el estado frente a los que estn a disposicin de los ciudadanos rebeldes. Slo cuando unf gobierno se halla seriamente debilitado y no puede fiarse ya de su ejrcitoni de sus servicios de seguridad tienen los insurgentes unas probabilidadesi de xito realistas. - ; , , .En circunstancias tan extremas se ha propuesto la guerra de guerrillas comotctica de lucha armada capaz de superar el desequilibrio de la fuerza militarexistente entre los dos lados. Fue una solucin que recibi mucho respaldo enalgunos crculos durante las dcadas de los sesenta y setenta en vista del xitode la guerra de guerrillas en una serie de pases del Tercer Mundo China,Cuba, Argelia, Vietnam, Zimbabue. Tiene desde lue go puntos en comnsignificativos con la nocin de resistencia civil que se analiza en este libro,sobre todo en el nfasis que pone en la importancia de la lucha poltica y lanecesidad de socavar el poder del contrario. Sin embar go, una guerra deguerrillas prolongada puede tener consecuencias terribles para la sociedad,sobre todo tal vez en una sociedad muy urbanizada. En semejante escenario,donde no existe un frente de batalla definido entre los dos protagonistas ydonde la guerrilla urbana saca partido al actuar ampa rada en el atuendo de

    paisano, se hace virtualmente inevitable una dura represin de parte de lasfuerzas del estado. (Puede existir incluso la inten cin de provocar la represincomo medio de politizar a la poblacin civil.) La actividad de la guerrillaurbana puede constituir tambin un factor de profunda divisin. Al aumentarlas fuerzas de seguridad sus precaucio nes contra el ataque, la guerrilla se vetentada a volverse contra el blanco, ms fcil, que constituyen loscolaboracionistas. Pero, comoquiera que gran cantidad de gente se vearrastrada inevitablemente a cierto grado de cooperacin con la autoridadexistente defacto, la lnea de batalla se aden tra cada vez ms y ms en lacomunidad. En esa fase, la guerra de guerri llas tiende a volverse cada vez ms

    indiscriminada y a desembocar en un terrorismo total. Esa evolucin seevidenci de manera muy trgica en la campaa del IRA provisional enIrlanda del Norte desde 1970.

    Por ltimo, la expectativa o esperanza de que la guerra de guerrillasejerciese un efecto poltico descentralizador en la sociedad posrevoluciona- riano se ha visto reflejada en la prctica. Mas an, Gene Sharp argumenta quetender a ejercer precisamente el efecto contrario debido al mpetucentralizador de la lucha militar, 4 especialmente en las fases ulteriores de

    4. Gene Sharp, Popular Empowerment, en Social Pou'er and Poltica! Freedom,Boston, Porter Sargent, 1980, pgs. 331-333.

    una campaa de guerrillas, cuando, de acuerdo con los preceptos de Mao, elChe Guevara y otros entendidos en el tema, asume el carcter de una guerraconvencional. Sin embargo, en el caso de pases como China, Viet nam yCuba, la centralizacin es atribuible tambin a las ideas polticas de losrevolucionarios.

    f-.

    La remienda civil es un mtodo de lucha poltica colectiva basada en laidea bsica de que los gobiernos dependen en ltimo trmino de la colaboracin, o por lo menos de la obediencia de la mayora de la poblacin, y dela lealtad de los militares, la polica y de los servicios de segundad civil.O sea que est basada en las circunstancias reales del poder poltico. Funciona a base de movilizar a la poblacin civil para que retire ese consenso,de procurar socavar las fuentes de poder del oponente, y de hacerse con el

    apoyo de terceras partes. Sus mtodos abarcan desde la protesta y la persuasin hasta la no cooperacin social, econmica y poltica, y por ltimohasta la intervencin no violenta. 5 Las manifestaciones, huelgas de hambrey organizacin de peticiones son algunas de las acciones caractersticas quese asocian a la protesta y la persuasin. Las huelgas, las jornadas de trabajolento, los boicots y la desobediencia civil figuran entre los mtodos de nocolaboracin. Y las sentadas, ocupaciones y la creacin de instituciones degobierno paralelas cuentan entre los de intervencin no violenta.

    ~~Dos caractersticas importantes de la resistencia civil, tal como la

    definimos aqu, son que se trata de una accin colectiva, y que evita cual quierrecurso sistemtico a la violencia. De ese modo se diferencia de la^ disidenciaindividual por un lado y de las formas de resistencia colectiva que incluyen unaaccin militar por el otro. Esto no implica que la resis tencia civil exija laaceptacin de una tica pacifista o no violenta, pero la diferencia sin ms comofenmeno social de la insurreccin armada, la guerra de guerrillas o la guerra

    convencional. Que llegue a ser posible o siquiera deseable combinar laresistencia civil con una accin militar o pa-ramilitar es un asunto aparte queconsideraremos ms adelante.

    Es necesario situar la resistencia civil dentro del concepto, ms am plio,de la accin no violenta. Esta ltima incluye actos de resistencia indi vidual,como la objecin de conciencia; iniciativas transnacionales, como la accinno violenta de Greenpeace para impedir las pruebas nucleares en el Pacfico,la caza de ballenas, o el vertido de residuos txicos; y la impo sicin desanciones econmicas y diplomticas por parte de estados indivi duales uorganizaciones como la Unin Europea o las Naciones Unidas. Es

    1 5. Esta categorizacin es de Sharp. Vase su Politics of Nonviolent Action, Boston,

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    Porter Sargent, 1973.

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    evidente que la resistencia civil hecha dentro de un pas concreto puede ircombinada con otras formas de accin no violenta. Y desde luego, el apo yode terceras partes, por ejemplo, en forma de sanciones aplicadas pororganismos internacionales, puede ser crucial para el xito de la resistenciainterna.

    Los objetivos de la resistencia civil pueden ser reformistas, tales como lasupresin de una injusticia concreta, o la reforma de una ley determinada. Lascampaas de Gandhi en Sudfrica a favor de la comunidad indostan, la de lassufragistas en Gran Bretaa en los primeros aos de este siglo, el movimientoen pro de los derechos civiles en Estados Unidos en los aos cincuenta ysesenta, y la campaa contra el impuesto de capitacin en el Reino Unido aprincipios de los noventa son ejemplos de ese tipo de cam paas reformistas. Aveces los mtodos de protesta y persuasin hoy en da de curso corrienteen cualquier sociedad democrtica pueden constituir el remedio completo oadecuado para el xito total de esas cam paas. Pero podra ser necesaria, ylegtima, una presin ms fuerte. Por otra parte, unas exigenciasaparentemente reformistas pueden tener unas implicaciones polticas demucha mayor envergadura, propiciando, por ejemplo, la dimisin de ungobierno empeado en hacerles resistencia. P Pero los objetivos pueden serms ambiciosos o incluso revoluciona rios desde el comienzo. Pueden estarencaminados al acoso y derribo de un gobierno determinado o de una autoridadde facto, o al derrocamiento de todo un sistema poltico y social. Losobjetivos de las insurrecciones no violentas de Europa Oriental en 1989 eranrevolucionarios en cuanto que buscaban un cambio poltico y social. Pero, enocasiones, incluso en los mismos, las demandas iniciales estaban relacionadascon los derechos civi les, o con la proteccin del medio ambiente, yexperimentaron una escala da hasta convertirse en una confrontacin total con elrgimen. Caracteriza a los regmenes que proscriben cualquier expresin dedisidencia abierta una rpida prdida de autoridad cuando se les desafa conxito, incluso respecto a un tema que en principio no plantea un reto a suderecho a go bernar.

    Los mtodos de la resistencia civil pueden aplicarse en las confronta cionesque se producen entre grupos de inters diferentes dentro de la sociedad.Muchas de las armas caractersticas de la resistencia civil, como las huelgas yboicots, se forjaron en el movimiento laboral y sus luchas contra los patronosen el siglo XIX, o en los pulsos entablados entre terra tenientes y arrendatarios.Ese tipo de enfrentamientos entre diferentes grupos o sectores de la sociedadpueden hacer que se inclinen de un lado las autoridades del estado,convirtindose as en confrontaciones polticas y sociales de carcter general. Esun ejemplo de ello la huelga general de Gran Bretaa de 1926.

    Este estudio se centra en la resistencia civil dentro de contextos espe-cficamente polticos y, dentro de ellos, presta especial atencin a las con-frontaciones empeadas en acabar con un gobierno dictatorial, arbitrario oimpuesto por extranjeros. Y lo hacemos as, primero, porque en los casosdonde esa resistencia se enfrenta a la fuerza entera del poder del estado, seevidencian con ms eficacia su potencial y sus limitaciones, y en segundolugar, porque el problema de presentar remedios eficaces contra el abusoextremado del poder estatal constituye una cuestin poltica central ennuestro tiempo. En un captulo posterior someteremos tambin a anlisis lanocin de defensa mediante resistencia civil o defensa civil (junto consus sinnimos de defensa con base civ il, defensa social, defensa noviolenta popular) a travs de la cual un estado o sociedad se prepararasistemticamente para la resistencia civil en sustitucin, total o parcial, de ladefensa militar.

    Las partes actuantes, en el tipo de resistencia civil a que nos referiremosprincipalmente en este caso, son el gobierno o cualquier otra autoridadoficial de una parte, y un movimiento o una organizacin de la sociedadcivil, de la otra. Pero puede implicar asimismo la intervencin activa de

    pretendientes al poder del estado rivales, por ejemplo, cuando un gobiernonombrado legalmente coordina la resistencia contra un intento de golpe o deocupacin por extranjeros. Recordemos cmo Yeltsin y el parlamento rusoactuaron como centro de resistencia contra el golpe antiGorbachov que tuvolugar en la Unin Sovitica en agosto de 1991. Un caso todava ms claro,

    paradigmtico, fue la resistencia al putsch intentado por Kapp contra laRepblica de Weimar en Berln en 1920: el gobierno legtimo de Ebert sedesplaz primero a Dresden, despus a Stuttgart, mientras diriga unaeficacsima campaa de no colaboracin total contra elputsch.

    En una confrontacin entre las autoridades del estado y un movimientode base civil, cada una de las partes tratar de socavar la base de poder de laotra. Tengamos en cuenta, ya lo hemos indicado, que las estructuras de

    poder no son cosa exclusiva de los gobiernos y las instituciones del estado;impregnan todas las instituciones de la sociedad civil: la familia, elsindicato, los movimientos por la paz, los derechos civiles o en defensa delambiente. Los elementos de poder inherentes a las instituciones de lasociedad civil no son de tipo distinto de los analizados antes, si exceptuamosque la sancin mediante violencia puede brillar por su ausencia, o efectuarsea travs de los tribunales. Por consiguiente, dentro de una campaa dederechos civiles, por ejemplo, la cohesin y el compromiso existentes en las

    bases constituyen la fuente d poder original y defi-nitori'."El poder y laautoridad de su directiva tanto formal como informal dependern delgrado en que se la considere legtima y/o eficaz, bu

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    influencia prctica puede reforzarse tambin con el apoyo de terceros. Mas an, el xito o fracaso es un enfrentamiento al estado, puede depender de

    si logra ganarse el apoyo de partes inicialmente neutrales o no interesadasgrupos polticos, iglesias, sectores de los medios, o incluso de organis -

    mos internacionales o de gobiernos extranjeros.1Se puede hacer desde luego que la estructura de las organizaciones ci- ( viles

    sea deliberadamente informal y lo menos jerrquica posible, para ga rantizar queadopten todas las decisiones importantes el conjunto de sus miembros y notanto una lite dirigente o la burocracia. Suele ser inevita ble, de todos modos,alguna delegacin de la toma de decisiones una vez que el grupo ha rebasadodeterminada magnitud, y esto puede ser muy im portante en aquellas situacionesconflictivas en que suele ser preciso tomar decisiones rpidas. Por otra parte,tiende a surgir una directiva informal en ( cualquier organizacin, formada poraquellas personas que tienen ms ex- \periencia, conocimientos o compromiso

    que la mayora de los miembros. En vista del anlisis precedente, los factorespsicolgicos y morales son elementos cruciales en el tipo de contienda polticaque supone la re sistencia civil. Los factores morales tienen aqu el doblesentido de ser factores que afectan a la moral, y que tienen que ver con los temasmorales y ticos. Gran parte de la explicacin del teatral hundimiento del poderdel comunismo autoritario en la Europa del Este reside en que aquellos partidosy gobiernos comunistas haban perdido la moral y la confianza en s mismos.Pero esto se deba a su vez en gran medida al desvanecimiento de aquel sentidode misin histrica que haba encendido a los lderes de la Revolucin deOctubre de Rusia y al menos a algunos de los dirigentes y gobiernoscomunistas de Europa del Este despus de la Segunda Guerra Mundial. De unmodo similar, las potencias coloniales europeas perdieron la fe en su misincivilizadora en los aos de entreguerras y de la ltima posguerra al abrirleslos ojos en gran medida, hemos de researlo, la resistencia civil o armada de lossubditos de sus imperios.

    Esto no equivale a sugerir que se van a salir con la suya necesariamen teaquellos protagonistas que tienen la justicia de su lado. Y sin embargo, en una

    batalla poltica e ideolgica planteada para ganar el apoyo de ter-\ ceras partesy reforzar y extender la propia base de poder, el argumento central se enunciacasi inevitablemente en trminos morales. El bando que gana esa discusintiene grandes probabilidades de verse reforzado.

    La cuestin moral impregna tambin el debate sobre los medios que sedeben emplear. Para las personas que participan en la resistencia civil, igualque para el bando gobernante, tiene importancia neurlgica aunar la estrategiaa la moral. Y no hablamos slo del tema de si utilizar o no la violencia contralas personas o la propiedad, sino de la cuestin de qu sanciones no violentasestaran legitimadas y tendran sentido poltico en

    cada situacin concreta. O sea que, en una sociedad parlamentaria, aunque laobstruccin no violenta y la desobediencia civil pueden estar justifica das aveces, no son mtodos en los que se deba embarcar la gente a la lige ra. Si selos utiliza en unas circunstancias en que no estn justificados, especialmentecuando la sociedad en general los considera como inacepta bles, es improbableque den resultado. Adems, la desaprobacin del p-i blico se sumar a lasrdenes del gobierno de emplear la fuerza para repri-\ mir a sus oponentes.

    Los acontecimientos de Tailandia en la primavera de 1992 revelan lainterrelacin dinmica entre el poder, la coercin y la autoridad. Esossucesos nos proporcionan adems un ejemplo interesante de la resistenciacivil en accin. Un resumen de lo que ocurri nos ayudar a aclarar algu nasde las distinciones bastante abstractas expuestas en este captulo.

    En los meses de abril y mayo de 1992 gan fuerza en Tailandia unmovimiento a favor de la democracia. Era la reaccin al golpe de estado de

    febrero del ao anterior, realizado por el general del ejrcito SuchindaKaprayoon, quien se haba autoproclamado primer ministro. Un gobier node coalicin formado tras unas elecciones hechas en marzo de 1992 siguiaceptndolo como tal. El trasfondo principal del movimiento era fruto dedcadas de un dominio de la vida poltica en Tailandia por parte de losmilitares que sigui vigente incluso durante un perodo de gobier no deciviles que precedi a ese golpe. Los que protestaban exigan no slo larenuncia de Suchinda, sino tambin unos cambios en la constitu cin quegarantizasen que los primeros ministros del futuro tuvieran que sermiembros del parlamento, elegidos por el pueblo, y que recortasen los

    poderes de un senado dominado por los militares.A las manifestaciones se opuso la represin y la masacre. En dos no ches

    consecutivas, la del lunes 18 de mayo y la del martes 19, como algu nosmanifestantes se entregaran al saqueo y al pil laje, el ejrcito abri fuegoindiscriminado. Cayeron muertas por lo menos cien personas (algu nosinformes indican una cifra mucho ms alta) y hubo varios cientos deheridos. Fueron detenidas ms de 3.000 personas. La masacre y el trato

    brutal de los detenidos por parte del ejrcito fueron presentados en la tele -visin thai, pero lejos de amedrentar a la poblacin, dieron fuerza a todasluces a la determinacin popular de ver a Suchinda depuesto.

    Despus de dos noches de matanza y detenciones en masa, la declara cindel estado de emergencia, la imposicin de un toque de queda delanochecer al alba, y la prohibicin de reuniones de ms de diez personas,

    pareca justo suponer que terminaran las manifestaciones, al menos por elmomento. En vez de ello los manifestantes volvieron a lanzarse a las calles

    por decenas de miles el mircoles por la tarde, y se hicieron fuertes trasbarricadas en la zona universitaria.

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    En ese momento intervino el rey de Tailandia, Bhumibol Adulyadei.Abogando por la reconciliacin nacional, impuso a Suchinda que dejase enlibertad al jefe de la oposicin, Chamlong Srimuang e hizo compare cer aambos en su presencia. La televisin tailandesa los present arro dilladosdelante del rey, y aquella noche orden Suchinda la excarcela cin de ms de3.000 personas detenidas durante las manifestaciones y accedi a apoyar loscambios constitucionales exigidos por los manifestan tes. Chamlong apel a suvez a que los manifestantes pusieran fin a sus protestas. Pero stascontinuaron, y el domingo, 24 de mayo, Suchinda di miti. Al da siguiente, elparlamento thai accedi a enmendar la cons titucin para restringir elnombramiento del primer ministro a algn miembro del parlamento elegidopor el pueblo, y limitar los poderes del senado. A continuacin, un primerministro civil, Anand Panyarachun fue nombrado por el parlamento, a laespera de unas elecciones generales. 6 Las mismas tuvieron lugar,debidamente, el 13 de septiembre.

    El poderde la oposicin se evidenci por su capacidad de lanzar a lascalles a decenas de miles de personas, incluyendo muchas de la crecienteclase media de Tailandia. Le hizo frente la violencia pura y dura de ungobierno dominado por militares que habran podido destruirlo, al menos acorto plazo. Pero dos das de matanzas, palizas y detenciones en masa nofueron capaces de arredrar a la oposicin. La brutalidad de la represin y eldenuedo y persistencia de los manifestantes empezaron a minar la autoridadde aquel gobierno respaldado por militares. Algunos ministros del mismohicieron declaraciones que los distanciaban de la represin, y hubo tambinrumores de que tropas situadas en otras partes del pas empeza ban adesplazarse hacia la capital para respaldar las demandas de los mani festantes.Por ltimo, el rey hizo uso de su propia autoridad extraordina ria en elcontexto de la sociedad tailandesa para poner coto inmediato a aquella crisis.

    El poder popular que termin, temporalmente al menos, con elgobierno dominado por los militares, no haba nacido por pura generacinespontnea. Estuvo precedido, segn nos recuerda Sulak Sivaraska, un im -

    portante activista y terico de la oposicin, con aos de organizacin y es -tudio de los mtodos de accin no violenta.

    Cooperamos con otros budistas, con cristianos, con musulmanes, a escalainternacional, para aprender a resistir sin violencia. Me incorpor a unos cursosde preparacin para la no violencia en Mxico y Filadelfia, y vinieron aTailandia personas expertas en este tipo de formacin. Ese estadio de pre-paracin se prolong durante 15 aos. Y as, cuando se produjeron en esta

    - ' ' ' - *'i .' ' " _>'"

    6. The Guardian, 15 de junio de 1992. . - " - . -

    ocasin las manifestaciones, fue aquel ncleo duro que se haba preparadodurante tanto tiempo quien se hizo cargo, muy modestamente, detrs de las

    bambalinas, y haciendo uso del ayuno, la oracin, y esas cosas. Por esa raznfue muy, muy eficaz; porque todo ese tiempo indujeron en la gente un com -

    portamiento pacfico. Por esa razn el gobierno y los militares se salieron desus casillas, queran quebrantar su actitud y no saban cmo hacerlo. Utili zarona sus propios gngsters disfrazados de manifestantes, tirando ladrillos,arrojando botellas, y fue as como empez la violencia. 7

    Si aquel saqueo y pillaje que acompa a las manifestaciones fue o nofue obra de agentes provocadores del gobierno, como afirma Sulak, es cosasecundaria respecto al desenlace poltico aunque proporcion, por su-

    puesto, el pretexto para las masacres y detenciones en masa. Lo que conten el plano poltico fue el que ms de 100.000 personas se lanzaron a lascalles, produjeron la paralizacin de la capital y de otras ciudades

    importantes, y no se dejaron dominar ni intimidar hasta ver satisfechas susdemandas inmediatas.

    Por descontado que las cosas podran haber tenido un resultado muydiferente, y por un momento pareci casi inevitable tal desenlace. El paralelismo con la plaza de Tiananmen casi cuatro aos antes salta a la vista.

    No hay que pasar por alto tampoco las crueles lecciones del resultado deluchas anteriores tratando de establecer una democracia estable en Tailandia. En 1973 una revuelta estudiantil abati una dictadura militar bicfala que haba estado en el poder durante diez aos. Pero tres aos despus,en medio de otras manifestaciones estudiantiles, uno de los caudillos de

    puestos volvi al poder y se veng de un modo terrible de los descontentos. El que vuelva a ocurrir o no otra cosa por el estilo depender en partede hasta qu punto conserve la oposicin dentro de Tailandia su capacidad de movilizacin de las masas opositoras, y en parte tambin de laevidente determinacin de la comunidad internacional para aplicar sanciones duras en el caso de otro intento de asuncin del poder por parte de

    los militares.8

    iHannah Arendt pronostica que en el caso de un choque frontal entre laviolencia y el poder, el resultado ser poco dudoso. Si la estrategia deresistencia no violenta, inmensamente poderosa y eficaz, de Gandhi sehubiera enfrentado a un enemigo diferente la Rusia de Stalin, la Alemaniade Hitler, o incluso el Japn de antes de la guerra, en vez de Inglaterra, eldesenlace no hubiese sido la descolonizacin, sino una masacre

    7. Sulak Sivaraska, entrevistado en ACTivist (Toronto) de mayo/junio de 1992.Reproducido enPeace Neu's,jul io de 1992.

    8. Otra observacin puesta de relieve por Sulak en su entrevista delACTivist.

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    y el sometimiento. Pero contina, aadiendo con sentido comn: Lasustitucin de la violencia por el poder puede aportar la victoria, pero a un

    precio muy alto; porque no slo lo pagan los vencidos, sino tambin elvencedor en cuanta de su propio poder. 9

    Lo que nos demuestra el ejemplo tailands, lo mismo que el derroca -miento del Shah de Irn en 1979, es que, en circunstancias favorables, laautoridad de un gobierno que recurre a la violencia pura y dura puedevefse^eosiorTHa. con tal rapidez que pierde hasta la capacidad de mandar enlos instrumentos de la violencia estatal. Cuando eso ocurre, el poder del

    pueblo puede prevalecer sobre la violencia del estado, incluso a cortoplazo. En circunstancias todava ms favorables, el ejrcito y la policapueden negarse desde el comienzo a ejecutar una orden de masacrar a lapoblacin civil, como ocurri cuando la victoria del poder del pueblo en lasFilipinas en 1986. Tambin en la antigua Repblica Democrtica Ale mana

    existen claras pruebas de que Erich Honecker quiso suprimir lascrecientes manifestaciones de noviembre de 1989 mediante la fuerza mili tar,pero le falt sencillamente autoridad para llevar a la realidad su po ltica.

    Pero la victoria de una campaa de resistencia civil no es en absolutoms segura que en una campaa militar. Igual que en cualquier contienda, el

    balance total de las fuerzas repercutir en el resultado. Y afectarn tam bin almismo el discernimiento, la organizacin y la estrategia de los ele mentosimplicados en la resistencia civil. Son stos algunos de los temas que vamosa estudiar con mayor detalle en los captulos siguientes.

    Captulo 2 EVOLUCIN DE LA

    RESISTENCIA PASIVA

    No hay nada nuevo bajo el sol. El ao 494 A. de C. los plebeyosromanos, vejados por su estatus y condiciones de vida, se retiraron a unacolina situada sobre la urbe y se negaron a desempear su parte en losasuntos civiles hasta que se pusiera remedio a sus agravios.1 Siglos despus,alrededor del ao 1600 de nuestra era, las mujeres de la nacin iroquesa, o

    sea americanas nativas, se negaron a practicar el coito con sus maridosguerreros, y con lo mismo a darles hijos guerreros, hasta que obtuvieron elderecho de decidir si su nacin deba o no ir a la guerra.2 Aquello fue uneco, aunque inconsciente, de una idea avanzada por Aristfanes, el grancomedigrafo de la Grecia clsica, en su obraLiss-trata.

    Se pueden citar muchsimos ejemplos ms para demostrar que el em-pleo de la no colaboracin como medio de aplicacin de presin contragrupos o individuos no es privativa de ningn perodo ni de ninguna civi-lizacin. No debemos sorprendernos. La mayora de las tareas esenciales

    para mantener el funcionamiento de una sociedad requieren cooperacin. Enlas sociedades tribales igualitarias carentes de un sistema central deautoridad, la retirada de esa colaboracin constituye una de las sancionesms drsticas empleadas para disuadir o castigar a los transgresores ymantener la cohesin social.3 En las sociedades postribales, con grupossociopolticos y de inters divergentes, la no colaboracin se convierte en uneficaz medio de promover las reivindicaciones de un grupo contra otro, o

    contra la autoridad central. Por ltimo, tras haber desarrollado las sociedadeso los estados un grado muy avanzado de interdependencia, la nocolaboracin en forma de embargos comerciales y similares se convierte en

    1. Sharp, The Politics ofNonviolent Action, op. cit., pg. 76. La fuente de Sharp es F. R.Cowell, The Revolutiom of Andent Rome, Frederick A. Praeger, Nueva York, 1962 yThames y Hudson, Londres, 1962, pgs. 42-43. La relacin de Cowell se basa en el his -toriador romano Tito Livio.

    2. Stan Steiner, The Neu> Indians, Harper y Row, Nueva York, 1968, pg. 220.Citado en Sharp, op. cit.,pg. 191.

    3. Las sanciones e incentivos a que recurren las sociedades sin estado para reforzar lacohesin social y hacer valer el orden moral aparecen analizados en Taylor, op. cit., espe-cialmente en el cap. 2, Social Order without the State, pgs. 39-94.

    ndt, op. cit.,pg. 53.

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    un medio casi de rigor para aplicar presin sin guerra, o como preludio oacompaamiento de la misma.

    No hace falta decir, sin embargo, que los seres humanos tienen nece -sidades emocionales y psicolgicas adems de las puramente fsicas. El amory la aprobacin social son esenciales para cubrir esas necesidades. La retiradade esa aprobacin, especialmente por parte de las personas que amamos orespetamos, constituye una presin que puede ser tan fuerte o incluso msque la privacin fsica. En las sociedades tribales sin estado, la censura pblica,el chismorreo y el ostracismo social se sitan, al lado de la retirada de lacolaboracin fsica, entre las sanciones ms drsticas con tra los individuos

    que contravienen las costumbres sociales.4

    Podemos considerar desde luegoese tipo de sanciones como una especie de no cola boracin a nivel emocional ypsicolgico. Conservan sin lugar a dudas una fuerza considerable en nuestrasociedad moderna, ms atomizada, al ejer cer una presin a favor de laconformidad de los grupos que est muy lejos de ser necesariamente deseable.Algunos de los defensores de la resistencia pasiva en el siglo XIX se vieroncomo unos campeones de la fuerza moral en oposicin a la fuerza fsica.En realidad, como veremos pronto, tanto la presin moral como la fsicaentran en juego normalmente en las cam paas de resistencia civil.

    Sin embargo, la historia no tiende a repetirse. Los cambios de cir -cunstancias transforman el modo y manera de la actuacin conjunta de lagente y las posibilidades de hacerlo con eficacia. En tal sentido, algunosfenmenos son nuevos, aunque aparezcan prefigurados en algn momentoanterior de la historia. Al seguir la evolucin de una idea o de un movi -miento, es importante identificar los momentos mismos de esa transfor -macin.

    El precedente ms directo de la resistencia civil del siglo XX est en laorganizacin y accin colectiva que surgi en Europa y Norteamrica a

    partir de fines del siglo xvn y tambin hasta cierto punto en los pasesque vieron su economa y su estructura social alteradas drsticamente por elimpacto de la expansin colonial e imperialista. En algn momen to decomienzos del siglo XIX o posiblemente ya desde aquella agita cin de loscolonos de Nueva Inglaterra que precediera al estallido de la Guerra deIndependencia de los Estados Unidos se acu el trmino de resistencia

    pasiva para designar a esa innovadora forma de lucha. 5 Un segundoprecedente, que se remonta mucho ms atrs en la historia, y que

    4. Taylor, op. cit., especialmente pgs. 82-86.5. Vase Steven Duncan Huxley, Constitutional Insurgency in Finland: Finnish Passive

    Resistance against Russification as a Case of' Nonmilitary Struggle in European Re-sistanceTradition, Sociedad Histrica de Finlandia (SHS), Finlandia, 1990, pgs. 52-54.

    Evolucin de la resistencia pasiva 35

    contribuy sin duda al fenmeno dieciochesco y decimonnico de la nocolaboracin colectiva, es la tradicin de la disidencia y desobedienciaindividual.

    El florecimiento de la accin poltica colectiva en general en Europa enel siglo XIX, y en particular de las formas de resistencia pasiva, se debi engran medida a la propagacin del capitalismo industrial y a diversos

    procesos evolutivos sociales y polticos concomitantes. La urbanizacin y el

    surgimiento del sistema fabril potenciaron mucho la posibilidad de que lagente actuase concertadamente para la consecucin de sus objetivos so cialesy polticos. Y lo hizo tambin la mayor alfabetizacin, aunque sta se situabatodava a un nivel muy bajo en la mayor parte de Europa hasta finales delsiglo pasado. Al mismo tiempo el desarraigo, el empobreci miento y laexplotacin crecientes hicieron ms necesaria la accin concer tada en lo queconcierne a las clases artesana y trabajadora. En Gran Bre taa, que encabezla revolucin industrial, la organizacin interna de esas clases haba

    producido hacia fines del siglo XVIII unos movimientos pol ticosembrionarios (por ejemplo en forma de las Sociedades de Corres pondencia)y unos sindicatos embrionarios (disfrazados a menudo como clubs benficoso sociedades de socorro mutuo para eludir las leyes repre sivas). En elconjunto de Europa haba producido para mediados o fines del siglo xix unos

    poderosos sindicatos as como movimientos radicales y partidos de ideologasocialista, marxista, anarquista u otras.

    El capitalismo industrial haba producido tambin una clase nueva ydiversificada, trabajadora en fbricas y profesional, que exiga voz y voto enel gobierno de su pas. Esa clase media, emergente, aliada con fre cuencia auna clase artesana y trabajadora, muy numerosa, o al campesina do,abanderaron la exigencia de una reforma constitucional liberal y laampliacin del electorado. A veces el resultado fueron revoluciones vio -lentas, sobre todo en gran parte de Europa en el perodo entre la Revo lucinFrancesa de 1789 y la ola de revoluciones que barrieron el conti nente en1848. Pero los mejores mtodos de organizacin y movilizacin abrierontambin las posibilidades a la no colaboracin y la desobediencia civilmasivas. De esa manera, en Gran Bretaa, la agitacin producida so bre todo

    por unos dirigentes de clase media oblig con su presin a que el gobiernoaprobase el Acta de Reforma de 1832. Aunque aquel decreto ex cluy delelectorado a la clase proletaria, provoc por un lado, y ayud a poner loscimientos de un brote de radicalismo de la clase trabajadora bajo la forma delmovimiento cartista con sus exigencias de sufragio universal, sus grandesmanifestaciones, y su amenaza de recurrir a una huelga gene-

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    ral para imponer sus demandas. Tambin en otros pases europeos, inclusouna limitada extensin de la poltica electoralista sirvi para que las mani -festaciones, las peticiones y las reuniones pblicas se convirtiesen en as -

    pectos aceptados de la cultura poltica, y facilitasen el establecimiento deformas ms radicales de accin de las masas a favor de objetivos sociales y

    polticos. 6

    Los siglos xviii y XIX vieron tambin a la vez la consolidacin del es tadoburocrtico moderno y la eclosin de las luchas nacionalistas. El na -cionalismo se vio estimulado a menudo porque la clase media perciba quelos dispositivos dinsticos o imperiales existentes asfixiaban sus aspiracio nes

    polticas. Por consiguiente, las luchas nacionalistas tendieron a sola parse conotras de tipo constitucionalista liberal encaminadas a ampliar los derechos devoto y a terminar con las formas de gobierno absolutistas. Unas y otrasfueron encabezadas por la clase media aunque gozaban del apoyo de otrasclases que tenan diferentes prioridades y unos programas ms radicales.

    Vemos pues que la resistencia civil en el sentido de una no colabora cincolectiva evolucion a partir de finales del siglo XVIII en el curso dedistintas luchas de emancipacin: unas a favor de los derechos de los obre ros;otras de liberacin nacional, otras en pro de un constitucionalismo liberal, yotras que perseguan objetivos sociales y polticos revoluciona rios. Laaliment una tradicin antigua de disidencia y desobediencia por basados enla conciencia que sigue conservando vida propia hasta nuestros das. Incluyoen esta ltima la tradicin del pacifismo que se expresa sobre todo negndosea portar armas o a pagar impuestos destinados a fines militares. La noviolencia tipo Gandhi dentro del siglo XX se puede consi derar como unintento de fusin de estas tendencias de la cultura europea de la resistenciaunidas a las tradiciones de no violencia y de resistencia social y culturalexistentes en la India y en otras partes. Mi enfoque de este libro en losantecedentes en materia de resistencia civil europeos y nortea mericanos antesdel presente siglo obedece en parte a mi creencia de que ellos tuvieron unaimportancia seminal y en parte a mis limitados conoci mientos de otras

    tradiciones.Es necesario hacer sonar aqu una advertencia en lo tocante al empujemoral y poltico de la resistencia pasiva/civil. Ha sido crucial desde lue go

    para muchas luchas emancipatorias, pero en ocasiones ha ayudado si -multneamente a establecer o consolidar el dominio de una clase o grupolingstico particular. As, hubo frecuentes tintes patrioteros e incluso de tiporacista en gran parte del nacionalismo lingstico del siglo xix. Di-

    6. Vase Charles Tilly, Louise Tilly y Richard Tilly, The Rebellious Century: 1830-1930 J. M. Dent y Sons, Londres, 1975, especialmente pgs. 276-277.

    gamos tambin que la afirmacin de las aspiraciones polticas de un gru podentro de un territorio determinado podra plantearse a expensas de otro enun momento en el que las fronteras nacionales de Europa estaban an en un

    proceso de definicin. Por ejemplo, la resistencia pasiva de los hngaroscontra Austria a mediados del siglo XIX, siendo claramente una luchaemancipatoria en cuanto se diriga contra el absolutismo austraco,consolid por otra parte el dominio magiar sobre la poblacin eslava yrumana que predominaba en parte del territorio. 7 Las luchas en pro de lasreformas liberales ayudaron a su vez a establecer y consolidar la hegemo nade la clase media, aunque, como hemos sealado antes, dieron facili dades ala organizacin y la agitacin en pro de los cambios radicales.

    Es preciso hacer aqu esta observacin para no caer en la trampa desuponer que una lucha llevada a cabo sin violencia tiene que ir necesaria -mente tras una causa justa, o que, aun en ese caso, no existirn ambige -

    dades morales en torno a cualquier victoria resultante. Una lucha colecti vasin violencia puede producir lo mismo un dominio que una liberacin.Puede constituir un ejercicio mental til y necesario el evaluar la resisten ciacivil puramente como tcnica de lucha. Pero cuando llega el momento deaplicarla, hay que situar en el primer plano del debate los objetivos moralesy polticos y sus probables consecuencias si hemos de reducir al mnimo el

    peligro de multiplicar la injusticia en vez de reducirla.Antes de someter a consideracin la resistencia pasiva tal como surgi a

    finales del siglo xvili y comienzos del XIX, valdr la pena esbozar breve menteel patrimonio de disidencia y resistencia que la alimentaron.

    LA DESOBEDIENCIA Y LA REBELIN: EL PATRIMONIO EUROPEO

    El derecho, ms an, el deber de quebrantar la ley obedeciendo lalconciencia es un tema recurrente de las tradiciones grecorromana y judeo-jcristiana. En la Antgona de Sfocles, la protagonista desafa lo que consi- Idera como una orden monstruosa e inmoral del rey Cren: que el cuerpo

    de su hermano Polinices deba permanecer insepulto por haber dirigido unejrcito extranjero contra su propia ciudad-estado de Tebas. En cierto sentido, esa tragedia se vio realizada en las persecuciones sufridas en Roma

    por los primeros cristianos por negarse a adorar al emperador o a servir enel ejrcito. :

    Los cristianos no fueron el nico pueblo que consider inaceptable laorden de adorar a los divinos emperadores romanos. El historiador judoFlavio Josefo (37-95? D.C.) hace mencin, durante el dominio del empe-

    7. Observacin hecha por Richard Davis en Arthur Gffith and Non-Violent SmnFein, Anvil Books, Dubln, 1974, pg. 92.

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    rador Calgula (37-41 D.C.), de cmo la comunidad juda se opuso con xitoa la orden dada por el emperador de que erigiesen una estatua suya en eltemplo de Jerusaln. Muchas decenas de judos, consigna el histo riador,

    presentaron una peticin al gobernador romano de Siria encargado de hacercumplir la orden del emperador, asegurndole que estaban resueltos a morirantes de permitir cosas que nos estn prohibidas por la autoridad denuestro legislador, y por la interpretacin de nuestros ante pasados de queesas prohibiciones son ejemplos de virtud. 8

    Dentro de la tradicin cristiana, la obligacin impuesta al individuo dedesobedecer las leyes u rdenes consideradas pecaminosas iba unida a otraque suavizaba su cariz provocativo: la obligacin de obedecer a la autoridadcivil, expuesta por san Pablo en el Nuevo Testamento. El efecto de ese

    principio doble se traduca en prohibir una rebelin incluso contra un estadoinjusto aunque impona la desobediencia en el momento en que el estadoexigiera del individuo cosas incompatibles con la moral cristia na. Sinembargo, toda distincin se esfumaba en el momento en que un gobernadorromano topaba con toda una comunidad cristiana que se negaba a empuarlas armas. Los actos de desobediencia individuales prac ticados por un nmerosuficiente de personas unidas en una fe comn adquieren la fuerza de unaaccin colectiva.

    En la Europa medieval cristiana, la doctrina paulina de la obedienciacivil choc con la tradicin feudal germana que daba a los notables elderecho a destituir mediante la fuerza a un rey que gobernara de manerainjusta. Por otro lado, la insurreccin y las revueltas estaban a la orden delda en las ciudades-Estado de aquella Italia, y el papado mismo, que cons -titua entonces una autoridad de tanto peso mundano como espiritual, daba amenudo alas a las rebeliones.

    Santo Toms de Aquino estableci en el siglo XIII los fundamentosprecisos para un alejamiento de la doctrina paulina. Influido por Aristte les yotros filsofos clsicos cuyos escritos haban llegado a Europa a travs de laEspaa de las tres culturas, propugnaba una doctrina de una ley na tural

    basada en lo racional y en el bien comn, por la que deban medirse , todaslas leyes hechas por el hombre. El de Aquino sostuvo que las leyes 'injustas,hablando con rigor, no eran en absoluto leyes, sino actos de vio lencia. Si losgobernantes adquiran el poder mediante la violencia o la corrupcin, estaba

    permitido derrocarlos de no haber sido legitimados pos teriormente por elconsentimiento pblico, o la autoridad superior. Se tra taba de una teora quedaba pbulo a la desobediencia civil, e incluso a una rebelin violenta. Sinembargo, ms tarde, el Aquinate dio marcha atrs,

    8. Esta relacin de Flavio Josefo aparece reproducida en Mulford Q. Sibley, The QuietBattle, Anchor Books, Nueva York, 1963, pgs. 111-115.

    temiendo sin duda las consecuencias sociales de un derecho particular adeponer o matar a los tiranos. Aunque la desobediencia individual seguaconstituyendo un deber para el cristiano en aquellas circunstancias en que laobediencia equivaliese a una actuacin inmoral, la rebelin encaminada aderrocar un monarca injusto slo poda ser encabezada legtimamente,alegaba el de Aquino, por una autoridad debidamente constituida. 9

    John Wyclif, un reformador religioso y erudito bblico del siglo XIV,fue ms all. No existe un patrimonio incondicional y eterno del domi niosecular ni hay ningn ttulo humano de posesin que pueda reivin dicarlo;slo quien est en gracia de Dios es el seor legtimo, asegur; el pecadomortal descalifica al pecador como administrador del feudo de Dios. 10 Enotras palabras, el soberano que pierde el estado de gracia, pierde con l suderecho a detentar autoridad. John Huss (1373-1415), el reformadorreligioso bohemio, adopt la doctrina de la soberana de Wyclif, aunquesostuvo que no justificaba la rebelin violenta. Su infa me muerte en lahoguera en 1415 desencaden la insurreccin de los hu- sitas que duraraquince aos, aunque sus ideas y enseanzas se vieron re flejadas msexactamente en la ejecutoria de los pacifistas hermanos mo- ravos.

    La reforma protestante del siglo XVI ensanch la base del potencial dedisidencia. No es que fuese ello la intencin de su figura ms representa tiva,Martn Lutero, quien sostuvo vehementemente el deber de la obe diencia

    pasiva a la autoridad, tanto si acta justa como injustamente. Ladesobediencia, afirm, era un pecado mayor que el homicidio, la im -

    pudicia, el robo y la fraudulencia. 11 Por otra parte, el impacto inicial delestablecimiento de iglesias de base nacional se tradujo en un refuerzo del

    poder de aquellos monarcas que pretendan ejercer una autoridad tan toespiritual como temporal, libre de la interferencia papal. Pero a medida que

    proliferaba la disidencia religiosa, y los disidentes desafiaban las pre -tensiones absolutistas de las monarquas nacionales del mismo modo queLutero haba desafiado antes las pretensiones papales, termin porevidenciarse que un grado de tolerancia religiosa era la alternativa a la

    desunin nacional e incluso de la guerra civil. La tolerancia fue llegando deuna manera lenta y desigual, pero donde lo hizo, dej abierto un espa ciodonde los disidentes pudieron organizarse y propagar sus ideas.

    9. Anthony Black, St Thomas Aquinas: the State and Morality, en Brian Redhead(comp.),Plato to Nato, BBC Books, Londres, edicin de 1990, pg. 71.

    10. Clarence Marsh Case, Non-Violent Coercin: A Study in Methods of Social Pressure,publicado primero por The Century Co., Nueva York y Londres, 1923; reimpreso por laGarland Publishing Co., Nueva York y Londres, 1972, pg. 64.

    11. Sabine y Thorson, A History ofPoliical Theory, Holt, Rinehart & Winston, FortWorth, 1973, pg. 338.

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    Jean Calvino (1509-1564) insisti tambin, en Ginebra, en el deber deobedecer a la autoridad civil, aunque admiti la posibilidad de una re -sistencia legtima de unos magistrados menores (autoridades) a un go -bierno impo. Sus correligionarios de Escocia y Francia, enfrentados a unasituacin poltica diferente del todo, asumieron ese tema secundario de ladoctrina calvinista, situndolo en el centro de la suya. John Knox, exilado ycondenado a muerte en su propio pas, afirm audazmente que cuando lossoberanos faltaban a su deber de defender la moralidad y la religinverdadera, la gente tena no slo el derecho, sino adems el deber de opo -nerles resistencia. La doctrina de que la gente tuviese el deber de obedecer aun rey que desobedeciera las leyes de Dios constitua una blasfemia.Porque no es menor blasfemia decir que Dios haya dispuesto que se obe -dezca a aquellos reyes que imponen la impiedad, que decir que Dios por suprecepto es autor y sostn de toda iniquidad. 12

    Los hugonotes franceses se vieron enfrentados tambin a una fuertemonarqua catlica determinada a aplastarlos, y fue uno de sus miembros,Mornay, quien escribiera un impetuoso e influyente tratado en apoyo delderecho a resistir la Vindictas contra Tyrannos (1579).B Fue reeditadomuchas veces en Inglaterra y otros pases cada vez que se produca una cri sisen las relaciones entre la corona y el pueblo, 14 A pesar de ello, su espri tu noera democrtico, sino aristocrtico; como en santo Toms, el dere cho aresistir no resida en el individuo particular, sino en una autoridaddebidamente constituida. Sostena los derechos de las ciudades, provincias yclases contra las pretensiones del poder regio absolutista. Adopt esamisma posicin Teodoro de Bze, jefe espiritual de los hugonotes france ses,que sucedi a Calvino en Ginebra.

    Adems de estas dos ramas fundamentales del protestantismo, otrosmovimientos religioso-polticos del siglo XVI, como los anabaptistas y losmennonitas, fueron mucho ms all en su desafo a las autoridades secula res yeclesisticas establecidas. Estos dos peculiares movimientos defen dieron

    adems un retorno a los principios comunistas y pacifistas de los cristianosprimitivos. El siglo xvn contempl toda una proliferacin de sectas ymovimientos radicales de ese tipo, especialmente durante el pe rodo de laguerra civil inglesa, que vio surgir a los levellers (niveladores), diggers(destripaterrones), cuqueros, ranters (predicadores) y otros. Loslevellers exigan el sufragio universal y la igualdad ante la ley. Los diggers,o true levellers (niveladores autnticos), trataban de establecer una

    12. Citado en Sabine and Thorson, op. cit.,pg. 345. - - - . .13. Huxley, op. cit., analiza este punto en las pgs. 69-72. Vase tambin el anli sis,

    ms extenso, del mismo, que hacen Sabine y Thorson, op. cit., 352.14. Sabine y Thorson, op. cit., pg. 352.

    mancomunidad en la que existira una igualdad absoluta y toda la propiedadtendra un carcter colectivo. Su resistencia adopt con frecuencia la formade lo que hoy se denominara en trminos especficos una accin directa noviolenta. En consecuencia, los diggers se apoderaron de terrenos comunalesen Weybridge, Surrey, y en algunos otros sitios del pas que procedieron aroturar y cultivar (de ah su nombre). Christopher Hill ha descubierto queconstituan slo la punta de un iceberg de disidencia radical y que los truelevellers fueron vistos como una amenaza especialmente peligrosa debido alnmero de partidarios y simpatizantes que tenan dentro de las filas delejrcito.15

    John Locke fue un insigne filsofo del siglo XVII cuyos escritos endefensa de la Revolucin Inglesa se convirtieron en una piedra angular del

    pensamiento constitucionalista liberal. Fue uno de los distintos pensadorespolticos que adelantaron la nocin de un contrato social entre los

    gobernantes y los gobernados. Era esencial que el gobierno brindase deter-minados beneficios vitales para la sociedad, como el juicio imparcial de loslitigios, el poder de imponer decisiones, y la capacidad de defender a la so-ciedad contra amenazas del extranjero. El monarca que no estuviese a laaltura de esas responsabilidades estaba faltando de hecho al contrato suscritocon la sociedad y ello le haca perder la legitimidad. En un caso extremo, sele podra ofrecer resistencia y derribarlo.

    El fin del gobierno es el bien de la humanidad; y qu es mejor para lahumanidad, que el pueblo est expuesto siempre al arbitrio ilimitado de latirana, o que a veces haya derecho a oponerse a los gobernantes, cuando stosse exceden en el empleo de su poder y lo emplean para la destruccin de las

    propiedades de su pueblo, y no para su conservacin? 16

    Adems, tanto para Locke, como para Knox o Mornay en el siglo pre-cedente, el derecho a resistir implicaba el derecho al empleo de la violenciacuando fuese necesario. Locke rechaza sarcsticamente la idea de que se

    pudiese resistir a la fuerza de un oponente de ninguna otra manera, y con-cluye: por consiguiente, al que deba resistirse hay que permitirle quegolpee.17 Esto no quiere decir, como es natural, que ni Locke ni losmiembros de la tradicin constitucionalista whigque lo sigui no estuviesenal tanto de otras maneras de aplicar presin para conseguir un cambio

    poltico. Todo lo contrario, el recurso a la fuerza militar estaba considera-

    15. Christopher Hill, The World Turned Upside Down: Radical Ideas during the EnglishRevolution, Penguin Harmondsworth, edicin de 1991, especialmente pgs. 118-123.

    16. John Locke, The True End of Government, en Two Treatises of Government,Everyman (J. M. Dent), Londres y Melbourne, edicin de 1990, pg. 233.

    17. Ibd., p. 237. Citado en Huxley, op. cit.,pg. 73.

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    do como la ltima sancin a aplicar, y nicamente cuando no hubiera otrosmedios o stos fueran claramente inadecuados. Steven Huxley argumentaque sa es la razn de que en la tradicin constitucionalista no se trazase unaclara diferencia conceptual entre los tipos de resistencia violentos y noviolentos.18

    Con todo, durante el siglo XVII floreci entre los cuqueros y otrassectas radicales una tradicin de vigorosa resistencia que, sin embargo,exclua al recurso a la violencia por motivos morales y religiosos. Los cu-queros denunciaron los abusos de su tiempo en los trminos ms enrgicos,doctrina que combinaron con un rechazo rotundo a obedecer leyesconsideradas como inmorales por ellos. Aquello plante un reto directo a lasautoridades, y se tradujo en el encarcelamiento de centenares de cuqueros ymiembros de otras sectas puritanas. Aunque es cierto que los cuqueros noformularon entonces ninguna teora de desobediencia civil colectiva comomedio de poner coto a las autoridades, y contemplaban su desobediencia,como haban hecho los primeros cristianos, como un asunto de concienciaindividual, desarrollaron sin embargo mediante la prctica una tcnica decampaa sumamente poderosa, que iba a traer consigo importantes reformas.

    En la Norteamrica del siglo XVII el desafo de los cuqueros a un edicto delgobierno colonial que prohiba la reunin pblica enfrent a aquellasautoridades con la opcin de practicar detenciones en masa o dar marchaatrs. Y se decidieron por lo ltimo. Los cuqueros llevaron a cabo unacampaa con un resultado muy similar en Estados Unidos contra el pago dediezmos a la iglesia establecida.19 En Inglaterra, en 1670, William Penn yWilliam Mead presentaron una enrgica defensa en el Od Bailey contra unaacusacin de que daban lugar a una reunin tumultuosa por predicar endomingo en la city de Londres. Fueron absueltos por un jurado que pas a lahistoria del derecho al desafiar la indicacin del juez de que los declarasenculpables a ambos y resistir los esfuerzos del mismo por ablandarlos a basede tenerlos cerrados toda la noche sin carne, bebida, fuego u otrascomodidades... incluyendo una simple bacinica, aunque la deseaban.20 En el

    vestbulo principal del Od Bailey puede verse una placa que conmemora elcoraje de los doce miembros de aquel jurado. Lo que debemos resaltar ahoraes que aquella tradicin cuquera de la accin y la campaa en pblico, queal igual que otros grupos siguen practicando hasta nuestros das, era unaverdadera resistencia. Era cualitati-

    18. Vase Steven Huxley, op. cit.,pgs. 73-74.19. Clarence Marsh Case, op. cit.,pgs. 97-98.20. Citado por Lord Denning en From Precedent to Precedent, The Romanes

    Lecture, 21 de mayo de 1959, Clarendon Press, Oxford, pg. 5.

    vamente diferente de la no resistencia de la poca pre-protestante y de la dealgunas de las sectas, ms quietistas, como los mennonitas, cuya actitudconsista en retirarse totalmente de la vida pblica. La tradicin de ladisidencia consciente y la desobediencia, combinadas a veces con unos

    principios pacifistas absolutos, continu hasta los siglos XIX y xx, inspi-rando la labor de reformistas como William Lloyd Garrison, abanderado dela campaa contra la esclavitud, y algunos influyentes propugnadores de laresistencia pasiva, sobre todo Thoreau y Tolstoy.

    LA N O CO LA BO RA CI N CO LECTIV A : N A CE LA RES IS TEN CIA P A S IV A

    Con la no colaboracin, la teora sigui bsicamente a la prctica. Fuedescubierto su potencial al evidenciarse poco a poco a travs de la prueba yel error. Hubo escaso anlisis sistemtico de la misma antes de finales del

    siglo XVIII, al publicarse la Enquiry Concerning Political Justice (Indagacinconcerniente a la justicia poltica) de William Godwin. Segn hemos visto,en el siglo XIX se desarrollaron las manifestaciones, las marchas, huelgas, enocasiones la desobediencia c ivil, y otras formas de accin colectiva tanto

    por efecto de los movimientos radicales de reforma como por el crecimientodel proletariado creado por el capitalismo industrial. Los movimientos afavor de la autonoma nacional o de la independencia total hallaron tambincon frecuencia que el mtodo de lucha ms eficaz que estaba a su alcance erala resistencia pasiva. Por ltimo, desde mediados del siglo pasado, losmovimientos socialistas, anarquistas y sindicalistas situaron con frecuencia lahuelga general en el eje de su estrategia de derribo del sistema capitalista.Ser conveniente, por lo tanto, pasar revista en tndem al desarrollo de lateora y la prctica de la no colaboracin colectiva hasta el comienzo del sigloXX.

    Contribuciones anteriores al siglo XVIII

    Existen estudios perceptivos relevantes sobre el poder de la no colabo-racin colectiva anteriores a Godwin. Nicols Maquiavelo (1469-1527) hizover la vulnerabilidad de los gobernantes ante el desafo de sus agentes y dela poblacin en general durante un fecundo perodo de transicin de losprincipados civiles al despotismo absoluto:

    Los principados suelen pasarlo mal cuando se produce una transicin delpoder limitado al absolutismo. Los prncipes que dan ese paso gobiernan o biendirectamente o a travs de magistrados. En el ltimo caso su posicin es msdbil y peligrosa, porque se entregan del todo a la voluntad de los ciudadanosque han investido con esos cargos. Y stos, especialmente en

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