Metz Melinda - Roswell 1 - Forasteros

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FORASTEROS Melinda Metz (Roswell –01) - Una Sigourne Weaver y una Will Smith. - Liz Ortecho deslizó dos enormes hamburguesas sobre la mesa. - Una con cebolla y col, una con jalapeños y queso. Después esperó. Los clientes eran obviamente ambos turistas. Y todos los turistas que venían al Café Crashdown tenían al menos una pregunta sobre... el Incidente Roswell. - ¿Así que tu familia es de los alrededores? - Preguntó el tío de la camiseta de "Perdidos en el Espacio". La mujer rubia sentada frente a él abrió una bapuleada libreta y miró fijamente a Liz. - Si. - Dijo Liz. - Mi tatara-tatara-tatara-abuelo heredó un rancho en las afueras de la ciudad. Mi familia a vivido en Roswell desde entonces. La mujer quitó la tapa a su boli. El hombre se aclaró la garganta. Aquí viene, pensó Liz. - Así que tus parientes te habrán contado muchas historias sobre, ya sabes, el impacto del OVNI - Preguntó el tipo. Estos dos están totalmente colgados. Apuesto a que tienen grabados todos los episodios de "Expediente X", pensó Liz. - Bueno... - Liz dudó. - Supongo que estará bien que se lo muestre. - Sacó una gastada foto en blanco y negro de su bolsillo y amablemente la colocó delante de ellos. - Un amigo de mi abuela tomó esta foto en el lugar del impacto... antes de que el gobierno lo limpiara. Los dos turistas se inclinaron sobre la foto borrosa y la estudiaron cuidadosamente. - Guau. - Murmuró la mujer. - Guau. - Esto tiene exactamente el mismo aspecto que el alienígena del video de la autopsia. - Exclamó el tío. - La misma cabeza exageradamente grande y el cuerpo pequeño y sin pelo. Tengo que conseguirla para mi página web, Incidente Roswell. - Extendió la mano hacia la foto. - Estaría muerto al final de la semana. - Liz arrebató la foto. - Sólo porque ha pasado más de cincuenta años desde el impacto no significa que las Fuerzas Aéreas deseen que la verdad sea expuesta. Todavía quieren que todo el mundo crea esa historia del globo meteorológico que usaron como cobertura. - Explicó. Liz miró alrededor del café nerviosamente. Quería asegurarse de que su padre no hubiera estado escuchando por casualidad. Si Papá la oía contar esa historia, le arrancaría la cabeza y se la comería para el desayuno. - No debería haberles mostrado esto. Sólo olvídenlo, ¿de acuerdo? Nunca lo han visto. - Liz se precipitó hacia detrás del mostrador. Maria DeLuca sacudió la cabeza, enviando sus rizos rubios volando alrededor de su cara. - Eres tan mala. - Eh, tendrán una gran historia que contar cuando vuelvan a casa. Y yo tendré una gran propina. - Respondió Liz. Maria suspiró. - Tú y tus grandes propinas. Nunca he conocido a una camarera tan ávida de dinero. Liz se encogió de hombros. - Sabes como me siento. Necesito tanto dinero como pueda conseguir porque... - Algún día dirás: adiós y hasta la vista, baby - La interrumpió Maria. - Lo sé, lo sé. No vas a pasar toda tu vida en una ciudad que tiene dos cines, una bolera, un club de la comedia, una discoteca, y treinta trampas alien para turistas. Liz tuvo que sonreír. Su mejor amiga tenía una impresión casi perfecta de ella. - Supongo que lo repito mucho, ¿eh? Maria agarró un paño y empezó a limpiar el mostrador. - Sólo dos veces al día desde quinto grado. - Dijo en broma. - Si no tuviera cinco mil parientes vigilándome todo el tiempo. - Dijo Liz. - quizás podría divertirme por una vez. Suspiró, imaginando una vida en la que no tuviera que preocuparse por hacer algo que hiciera que su enorme y amorosa familia se preocupara por su futuro. Era la primera de su familia

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(Roswell –01) - ¿Qué paso? - Preguntó Max mientras trotaba tras Liz. Liz no respondió. Se giró hacia un pequeño vestíbulo con una cabina telefónico, una fuente para beber, y un banco. Nadie los molestaría aquí. Se dio la vuelta y miró a Max. - ¿Cómo sabes lo de mi vestido? - Exigió. - ¿Puedes leer la mente? ¿Es ese uno de tus poderes? Si lo es, tienes que encontrar la forma de apagarlo porque es una increíble invasión de la privacidad.

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FORASTEROSMelinda Metz

(Roswell –01)

- Una Sigourne Weaver y una Will Smith. - Liz Ortecho deslizó dos enormes hamburguesas sobre la mesa. - Una con cebolla y col, una con jalapeños y queso.Después esperó. Los clientes eran obviamente ambos turistas. Y todos los turistas que venían al Café Crashdown tenían al menos una pregunta sobre... el Incidente Roswell.- ¿Así que tu familia es de los alrededores? - Preguntó el tío de la camiseta de "Perdidos en el Espacio". La mujer rubia sentada frente a él abrió una bapuleada libreta y miró fijamente a Liz.- Si. - Dijo Liz. - Mi tatara-tatara-tatara-abuelo heredó un rancho en las afueras de la ciudad. Mi familia a vivido en Roswell desde entonces.La mujer quitó la tapa a su boli. El hombre se aclaró la garganta. Aquí viene, pensó Liz.- Así que tus parientes te habrán contado muchas historias sobre, ya sabes, el impacto del OVNI - Preguntó el tipo.Estos dos están totalmente colgados. Apuesto a que tienen grabados todos los episodios de "Expediente X", pensó Liz.- Bueno... - Liz dudó. - Supongo que estará bien que se lo muestre. - Sacó una gastada foto en blanco y negro de su bolsillo y amablemente la colocó delante de ellos. - Un amigo de mi abuela tomó esta foto en el lugar del impacto... antes de que el gobierno lo limpiara.Los dos turistas se inclinaron sobre la foto borrosa y la estudiaron cuidadosamente.- Guau. - Murmuró la mujer. - Guau.- Esto tiene exactamente el mismo aspecto que el alienígena del video de la autopsia. - Exclamó el tío. - La misma cabeza exageradamente grande y el cuerpo pequeño y sin pelo. Tengo que conseguirla para mi página web, Incidente Roswell. - Extendió la mano hacia la foto.- Estaría muerto al final de la semana. - Liz arrebató la foto. - Sólo porque ha pasado más de cincuenta años desde el impacto no significa que las Fuerzas Aéreas deseen que la verdad sea expuesta. Todavía quieren que todo el mundo crea esa historia del globo meteorológico que usaron como cobertura. - Explicó.Liz miró alrededor del café nerviosamente. Quería asegurarse de que su padre no hubiera estado escuchando por casualidad. Si Papá la oía contar esa historia, le arrancaría la cabeza y se la comería para el desayuno.- No debería haberles mostrado esto. Sólo olvídenlo, ¿de acuerdo? Nunca lo han visto. - Liz se precipitó hacia detrás del mostrador.Maria DeLuca sacudió la cabeza, enviando sus rizos rubios volando alrededor de su cara. - Eres tan mala.- Eh, tendrán una gran historia que contar cuando vuelvan a casa. Y yo tendré una gran propina. - Respondió Liz.Maria suspiró.- Tú y tus grandes propinas. Nunca he conocido a una camarera tan ávida de dinero.Liz se encogió de hombros.- Sabes como me siento. Necesito tanto dinero como pueda conseguir porque...- Algún día dirás: adiós y hasta la vista, baby - La interrumpió Maria. - Lo sé, lo sé. No vas a pasar toda tu vida en una ciudad que tiene dos cines, una bolera, un club de la comedia, una discoteca, y treinta trampas alien para turistas.Liz tuvo que sonreír. Su mejor amiga tenía una impresión casi perfecta de ella. - Supongo que lo repito mucho, ¿eh?Maria agarró un paño y empezó a limpiar el mostrador.- Sólo dos veces al día desde quinto grado. - Dijo en broma.- Si no tuviera cinco mil parientes vigilándome todo el tiempo. - Dijo Liz. - quizás podría divertirme por una vez.Suspiró, imaginando una vida en la que no tuviera que preocuparse por hacer algo que hiciera que su enorme y amorosa familia se preocupara por su futuro. Era la primera de su familia que iba camino de la universidad, y todos quería asegurarse de que permanecía en el buen camino. Y no se torciera como su hermana, Rosa.Liz sacó un puñado de cambio de su bolsillo y lo vertió sobre el mostrador.- Guau. - Dijo Maria. - Grandes propinas. Quizás debería conseguir mi propia foto de una muñequita que alguien dejó al sol demasiado rato. - Maria resopló. - No sé si podría hacer todo eso de "estaría muerto al final de la semana" sin partirme de risa.- Simplemente practica delante del espejo. Eso es lo que yo hago. - Le dijo Liz.- Necesitaría mucha práctica. - Se quejó Maria. - Todo el mundo dice que se me nota mucho cuando miento. Mi hermano de diez años es mejor mentiroso que yo. Los tíos con los que sale mi madre nunca me creen cuando les digo lo encantada que estoy de conocerlos.Liz resopló.- Sorpresa. - Abrió la caja registradora y cambió sus monedas por billetes. Treinta y tres dólares más para el Fondo Hasta la Vista. Treinta y tres setenta y tres, ya.Las notas de apertura del tema "Encuentros en la Tercera Fase" sonaron cuando la puerta del café se abrió. Max Evans, alto y rubio, con matadores ojos azules, y Michael Guerin, oscuro e intenso, doblaron la esquina. Ambos estudiaban en el instituto de Liz y María.- Por supuesto se sientan en tu sección. - Gruñó Maria.Liz y Maria cubrían cada una seis de las mesas con forma de platillo volante. Dividían el comedor en dos mitades de delante a atrás ,de forma que cada una tenía un par de mesas en las ventanas. Esas eran las más populares.- Tú te quedas con los turistas y los tíos buenos, y yo con esos dos. - Continuó Maria. Levantó la barbilla hacia la mesa más cercana a la puerta. – Tienen una buena pelea. Se limitan a fruncirme el ceño cada vez que me acerco a ellos.Liz miró a los dos hombres de la mesa. Uno era grande y robusto. El otro pequeño pero musculoso. Estaban inclinados sobre la mesa el uno hacia el otro, hablando intensamente. No podía oír lo que estaban diciendo, pero ambos parecían furiosos.- Creo que te mereces una buena mesa después de tratar con esos tipos. Puedes coger a Max y Michael. - Ofreció.María estrechó sus ojos azules.

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- De acuerdo, ¿qué está pasando?Liz pasó el brazo alrededor de los hombros de María.- Eres mi mejor amiga. ¿No puedo hacer algo agradable por ti sólo por la bondad de mi corazón?- No. - Maria deshaciéndose del brazo de Liz. - Repito... ¿qué está pasando?- Nada. - Insistió Liz. - Sólo me apetece tomarme unas pequeñas vacaciones de tanta testosterona.María arqueó una ceja.- Traducción, por favor.- Tíos. - Explicó Liz. - Estoy tan cansado de sus... cosas de tíos.- No todos los chicos son como Kyle Valenti, sabes. - Le dijo Maria.- Mira a Alex. Es totalmente genial.Alex Manes era totalmente genial. Liz apenas podía creer que ella y Maria hubieran sido amigas suyas desde hacía sólo un año. Se sentía como si le conociera desde siempre.- Tienes razón. Alex es el mejor. Pero él no cuenta.María frunció el ceño.- ¿Por qué no?- Porque es Alex. - Dijo Liz con un encogimiento de hombros. - No es un chico, chico. No como Kyle. Deberías haber visto a hoy a Kyle después de la escuela. No aceptará el hecho de que no voy a salir con él de nuevo. En realidad se ha puesto de rodillas y me ha seguido por el vestíbulo con la lengua colgando, suplicando. Todos sus amigos estaban mirando, riéndose como los idiotas que son.Todo eso había hecho a Liz desear saber karate. Así podría dar a sus amigos algo bueno sobre lo que reír.- Que romántico. ¿Y ese paseo entre clase y clase no te convenció para salir con él de nuevo? - La voz de María ascendió con falsa sorpresa.- Uh... diría que no. Y no voy a salir con nadie por ahora además. - Declaró Liz. - Voy a quedarme en casa, alquilar una peli, tomar baños de burbujas, y vestir viejos pantis cómodos.Liz lo esperaba con ilusión. En honor a la verdad, la mayoría de los chicos con los que había salido... no es que hubieran sido muchos... no eran perdedores como Kyle Valenti. En realidad Kyle había pensado que Liz se divertiría sentándose junto a él en el sofá viendo como jugaba al Nintendo. ¡Ni siquiera le había ofrecido un turno!Pero incluso con los otros chicos, había tenido esa sensación de "más de lo mismo".- Mi vida amorosa es patética. - Murmuró Liz. - Sólo necesito algo de tiempo por mí misma, para mí misma.- Bueno, puedo mezclarte un gran baño de aceites de hierbas. - Ofreció María. - Pero si dejas de tener citas, va a haber algunos chicos muy infelices en la Escuela Superior Ulysses F. Olsen.- ¿Cómo quién? - Exigió Liz. María miró hacia la mesa donde Max y Michael estaban sentados.- Max Evans. - Dijo.- ¿Max? - Repitió Liz. - Max es mi compañero de laboratorio. No está interesado en mí de esa forma.- Oh, por favor. - Devolvió María. - ¿Cómo podría no estar interesado? Pareces una especie de princesa española o algo por el estilo con tu largo pelo negro y tus asombrosos pómulos. Y por no hablar de tu piel. ¿Conoces siquiera la palabra sexy? Además eres menuda y...Liz alzó ambas manos.- ¡Para!.María era la persona más leal que conocía. Si eras su amigo, estaba contigo costase o lo que costase. Y Liz y María habían sido amigas desde segundo grado, cuando ambas se inclinaron sobre un pajarito herido.- De acuerdo, lo dejo. - Respondió María. - Pero créeme, Max Evans está más que interesado. Probablemente tiene las palabras "Propiedad de Liz Ortecho" tatuadas sobre su pecho. Max...- ¡Hola, Michael! - Dijo Liz ruidosamente cuando Michael se aproximó al mostrador. Esperaba que no hubiera oído nada de su conversación.- Oye. - Michael se pasó los dedos por su pelo negro azabache, dejándolo incluso más de punta. - Me estaba preguntando si tendrías un formulario de trabajo que pudiera rellenar.Era difícil para Liz imaginar a Michael trabajando en el café, atendiendo mesas, entregando el cambio y todo eso. Parecía demasiado normal, demasiado ordinario para Michael. Debería tener un trabajo en la Armada o algo por el estilo. Michael estaba siempre bromeando, pero había un borde afilado en él.Liz extendió la mano bajo el mostrador y sacó un cuaderno de formularios. - No tenemos ninguna vacante ahora mismo. Pero hablaré con mi padre, y tan pronto como algo surja te llamaré.- Oh, creo que tendrás alguna vacante realmente pronto. - Respondió Michael en tono serio. - A menos que a tu padre le gusten las camareras que se quedan cotilleando por ahí en vez de atender las mesas. - Hizo un guiño.María le tiró su paño. Michael se encogió.- Ya voy. - Dijo Maria. Cogió dos menus y siguió a Michael hasta su mesa.Liz lanzó una mirada rápida hacia Max... y se encontró a sí misma mirando directamente a sus brillantes ojos azules. Tenían un tono inusual, extraño y hermoso. No como el azul del cielo o del océano.Máx sostuvo la mirada de Liz durante un segundo, después la desvió.María no tenía razón sobre Max... ¿verdad? Conocía a Max desde tercer grado. Había sido su compañero de laboratorio desde entonces. Pero nunca habían quedado fuera de clase. Y Liz no había recibido ninguna señal de que Max quisiera que fueran algo más que amigos.Agarró el servilletero más próximo y lo rellenó. ¿Cómo sería salir con Max? En realidad no era su tipo. Era tranquilo. Y del tipo solitario.Veía el mundo de una forma diferente a la mayor parte de la gente. Decía cosas que hacían a Liz pararse y pensar. Como cuando esos científicos de Escocia clonaron esa oveja. La gente empezó a hablar de a quién clonarían si pudieran... científicos o atletas o estrellas de cine. Pero Max estaba más interesado en si el alma podría o no ser clonada... y si no podía, que significaba eso. Pasar el tiempo con Max definitivamente no era aburrido.Liz limpió una mancha de leche del mostrador. Movió un bote de ketchup hacia arriba una pulgada para que quedara perfectamente alineado con el bote de mostaza. Después lanzó otra mirada furtiva hacia Max.Nadie podía decir que el chico fuera feo, eso seguro. Si hubiera un calendario de tíos buenos del Instituto Ulysses F. Olsen, Max estaría en él. Alto, rubio, estupendo, con esos ojos tan, tan azules...Liz sintió enrojecer su cara. Era extraño pensar en Max de ese modo. La mayor parte del tiempo olvidaba que era ciertamente guapo. Max era sólo Max. No podía...- No quiero el dinero mañana. ¡Lo quiero ahora!La voz enfadada interrumpió los pensamientos de Liz. Levantó la cabeza y vio que todo el mundo en el café miraba fijamente a los hombre de la mesa cercana a la puerta. El hombre fuerte abría y cerraba los puños mientras miraba al musculoso.

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Será mejor sacar a Papá de la oficina, pensó. La discusión parecía estar a punto de ponerse fea.Liz se giró hacia la puesta marchada con "Sólo empleados".- ¡Tiene un arma! - Gritó Maria.Liz se volvió de nuevo hacia el comedor. El corazón le golpeaba ruidosamente contra las costillas. No. Oh, no. Eso era todo lo que podía pensar. Una y otra vez.El hombre musculoso apuntaba un arma hacia la cabeza del otro.- No necesitarás ningún dinero si estás muerto. - Dijo. Su voz era calmada. Calmada y fría.Click.El hombre musculoso amartilló la pistola.Liz quería correr, quería gritar pidiendo ayuda, pero estaba paralizada. Su boca se negaba a abrirse Sus piernas se negaban a moverse.El hombre grande soltó un aullido de furia. Se lanzó a través de la mesa hacia el hombre musculoso.Una explosión que hizo pedazos los tímpanos recorrió la habitación.Liz voló fuera de sus pies. Golpeó la pared tras ella, después se deslizó por ella hasta el suelo.Sintió algo caliente y húmedo chorreando por su estómago, mojando su uniforme.- Hay demasiada sangre. - Oyó Liz llorar a María.Tan lejos...

Simplemente no era una opción.- Correré el riesgo. - Dijo a Michael.- Correrás el riesgo. ¿Pero que hay de mí? ¿Y de Isabel? - Exigió Michael.Max bajó la mirada a la mesa. No respondió. No podía responder. Arriesgaría su propia vida por Liz. ¿Pero cómo podía arriesgar las vidas de su hermana y su mejor amigo?- Si el gobierno tuviera pruebas de que uno de nosotros existe, sabría que hay más. No pararían de buscar hasta que nos encontraran... a todos. - Continuó Michael.- ¡No puedo parar la hemorragia! - Gritaba Maria desde detrás del contador.El corazón de Max golpeaba contra sus costillas, ¡Liz estaba muriendo! Su puso en pie de un salto.- Pensaré algo. Lo prometo. - Dijo apresuradamente.Antes de que Michael pudiera detenerle, corrió hacia el mostrador y saltó sobre él. El dolor llenó su corazón cuando bajó la mirada hacia Liz. Tragó con fuerza.María sostenía un pesado paño sobre el estómago de Liz. Pero nada podía parar la sangre que surgía de la herida de bala.Max oyó al padre de Liz en el teléfono de la cocina, dando la dirección del café a la ambulancia. Llegarán demasiado tarde, pensó Max. Lo sabía. Podía verlo.El halo de color que rodeaba a Liz era normalmente de un cálido y rico ámbar que hacía a Max desear abrigarse en él. Pero ahora su aura se había vuelto empañada, de un lodoso marrón. Y se estaba oscureciendo por segundos.Más y más oscuro mientras su fuerza vital se derramaba.El aura de cada persona era diferente, una huella dactilar única. Pero el único momento en el que el aura de alguien se volvía negra era el momento de la muerte.Max empujó a María fuera de su camino, intentando ignorar los temblores de miedo que la recorrían . Quería reconfortarla, pero no había un segundo que perder.Se arrodilló junto a Liz y colocó sus manos sobre la herida. En un instante sus dedos estaban resbaladizos por la sangre.La amo. El pensamiento explotó en su mente. Era verdad. Lo había mantenido en secreto, incluso a sí mismo. Amar a un humano no era inteligente. No era seguro. Pero no podía evitarlo. Amaba a Liz, y no podía permitir que muriera.- ¡Dejadme pasar! - Oyó al padre de Liz chillar tras él. - ¡Dejadme verla!Max no se movió. No respondió. Ahora tenía que concentrarse en Liz. Liz era lo único que importaba.Cerró los ojos y empezó a respirar profunda y monótonamente. Intentando realizar la conexión.Piensa en Liz, se ordenó a sí mismo. Cualquier cosa de ella.La forma en que su pelo siempre olía a jazmín. Como le aparecía ese hoyuelo en la mejilla derecha cuando sonreía. Como adoraba contar estúpidas bromas sobre alienígenas. Como escucha con total concentración él cuando le hablaba.Ahhhh. Casi lo tenía. Casi tenía la conexión. Sólo necesitaba acercarse un poco más...- La ambulancia está casi aquí. - Murmuró Michael tras él.Max tomó otro aliento.Brillaban imágenes intermitentemente en su mente, llegaban tan rápido, Max apenas podía registrar una antes de que la siguiente apareciera.Un perro de peluche. Un juego de química junior de Mr. Wizard. Una chiquilla rubia sujetando un pajarito. Un coche. Liz a a los cinco años con un vestido rosa con un estampado de pasteles. Una profunda zambullida en una enorme piscina. La propia cara de Max.Y estaba dentro. Conectado.Podía sentir la sangre brotando del cuerpo de Liz como si fuera el suyo propio. Sentía el aliento de ella en sus propios pulmones. Oía el sonido de los latidos de su corazón en sus oídos.Primero la bala, se dijo Max a sí mismo. Concentró su atención en el cuerpo de Liz. En sus cuerpos.Si. Ahí estaba. Podía sentir la posición exacta de la bala. El camino hasta ella. Los músculos que había en ese camino.Entonces separó las moléculas. Esa era la única forma en que podía describirlo. Las separó y se dispersaron. La bala se disolvió hasta partículas microscópicas. Tan inofensivas ya que se deslizaron alejándose por la corriente sanguínea de Liz.- La ambulancia está aparcando delante. - Oyó decir a Michael.Pero sonaba lejos. Tan lejos...Max se concentró en las células somáticas de Liz. Las células de su cuerpo. De su estómago. De sus músculos y tendones. De su piel.Y en lugar de apartarlas las unió. Las unió con su mente. Urgiendo a las células a acercarse. Curando.Max sintió unas manos sobre sus hombros, sacudiéndole. - Tienes que desconectarte ya, Max. - Ordenó Michael. - Los de la ambulancia estaban atravesando la puerta.Y salió. Separándose de nuevo. Solo de nuevo. Una oleada de frialdad le atravesó, y se estremeció.

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Max lentamente apartó las manos y bajó la mirada al estómago de Liz. Bajo la sangre su piel estaba intacta y perfecta. Dejó escapar un tembloroso suspiro de alivio.Liz abrió los ojos y miró hacia él.- Yo... tú...- Te lo explicaré todo después. - Susurró Max. - Pero ahora necesito que me ayudes.Agarró un bote de ketchup del mostrador y lo rompió contra el suelo. Derramó el contenido sobre la sangre del uniforme de Liz.- Rompiste el bote cuando caíste. - Le dijo Max. - ¿De acuerdo, Liz? Rompiste el bote cuando caíste, eso es todo.Un hombre y una mujer vestidos con uniforme blanco se apresuraron a pasar tras el mostrador.- Todo el mundo a un lado y dejennos algo de espacio. - Instruyó la mujer paramédico.Max retrocedió. ¿Había entendido siquiera lo que le había pedido que hiciera?Liz luchó por sentarse.- Estoy bien. - Dijo. Su voz sonaba ronca. - Cuando oí el disparo, salté. Entonces me caí. Yo... rompí este bote de ketchup y me lo derramé encima.Sostuvo el bote roto para que todos pudieran verlo.miró hacia Max, sus oscuros ojos marrones se derritieron de emoción. Él sintió que el aliento se atascaba en su pecho.- Estoy bien. - Repitió ella.

Liz no podía dejar de mirar a Max. Le dirigió una pequeña sonrisa, una sonrisa privada con significado sólo para ella. ¿Qué me has hecho? pensó. ¿Cómo...?Sentía su cerebro como si estubiera zumbando, vibrando a una frecuencia realmente baja. Era difícil pensar.El paremédico se arrodilló delante de Liz, bloqueando su visión de Max. ¡No! pensó Liz, luchando por levantarse. Necesitba mantener a Max a la vista ahora mismo. La hacía sentirse... más segura.Tendida sobre el suelo, había sentido como se precipitaba hacia afuera, forzada a alejarse del cafe, de su padre y María... de todo y todos lo que le eran familiar. Y de algún modo Max la había traído de vuelta.- No intentes moverte todavía. - Los paramédicos agarraban a Liz firmemente por los hombros.Liz intentó concentrarse en la historia que se suponía que tenía que contar. Pasó los dedos por la delantera de su uniforma, después levantó la mano para que la mujer pudiera verla.- Es ketchup, tal como he dicho. Sé que parece sangre, como un montón de sangre..Y hay sangre bajo el ketchupk, un montón de sangre, pensoó. Estaba desangrándome hasta morir. Estaba muriendo. Un estremecimiento ondeó a través de Liz. Apretó las brazós alrededor de sí misma, pero no la ayudó. Todavía sentía frío.- Sé que es ketchup... puedo olerlo. Tengo el deseo urgente de un gran plato de patatas fritas. - Bromeó la mujer. Sacó una pequeña linterna e iluminó los ojos de Liz. Despues tomó la muñeca de Liz en su mano y comprobó su pulso.- ¿Está bien? - Preguntó el señor Ortecho. Estaba parpadeando superápido, de la forma en que siempre hacía cuando estaba perdido.Liz sintió una oleado de sentimiento protección hacia su padre. Había quedado devastado con la sobredosis de Rosa. Durante días después del funeral había estado tendido sobre el sofá cubierto con una bata roja... incluso aunque era pleno verano. Y no importaba cuantas veces Liz entraba la habitación, siempre le encontraba en la misma posición.Debe estar aterrorizado, pensó. Soy la única niña que le queda. Deseó que esto hubiera ocurrido en su día libre.- Estoy bien, Papi. - Respondió. Oyó un pequeño temblor en su voz, pero pensó que estaba haciendo un bueno trabajo para sonar normal. Excepto por el hecho de que había llamado a su padre Papi. No había usado eso nombre desde que era bastante pequeña.- No te he preguntado a tí. - Soltó Papá. - ¿Eres tú una profesional? No. Tú no sabes si estás bien o no.- Yo soy una profesiona y digo que está bien, también. - Respondió la mujer. - Creo que podría estar en shock. Yo estaría en shock si alguien me disparara. Pero está simplemente bien. - La mujer miró sobre su hombre a su compañero. - Supongo que deberíamos marcharnos.- Gracias. - Liz se empujó sobre sus pies. Su padre la agarró en un abrazo tan fuerte que le destrozó las costillas. - No le contemos a Mamá lo que ha pasado, ¿de acuerdo? - Susurró ella.- ¿Estás bromeando? No hay forma de que el radar de tu madre se pierda esto. Al primer segundo que uno de nosotros ponga un pie en casa sabrá que algo malo ha pasado. -Soltó una risa sofocado mientras la soltaba.Liz escudriñó el café buscando a Max. Tenía que hablar con él. Tenía que saber que había hecho con ella. Pero se había ido. Al igual que Michael.Max había sonado tan intenso cuando le pidió que mintiera por él, como si algo realmente crítico. Si alguien echaba una mirada de cerca al suelo, sabrían que la historia del ketchup no podía ser verdad. Las manchas de sangre sobre las baldosas del suelo parecían de un rojo brillante, espesas y resbaladizas... no del rojo del tomate.- Será... será mejor que limpie el ketchup. Alguien podría resbalarse. Liz se acercó corriendo a la esquina y derramó el bran cubo amarillo sobre las manchas rojas. Empañó el suelo con una sucia fregona gris.- Yo haré eso. - Dijo su padre. Le sacó la fregona de las manos.- Vamos. Vamos al baño de las chicas a limpiarte. - Dijo Maria, deslizando un brazo alrededor de Liz.- Buena idea. - Liz no sabía cuanto más podría permanecer ahí actuando con calma y hablando sobre el ketchup.Se volvió hacia su amiga. La cara de María estaba pálida. Su aterciopelado cutis sonrosado estaba demasiado oscuro ahora. Dejaba sobre sus mejillas feas manchas.Antes de que Liz pudiera dar un paso, la puerta delantera del café se abrió y el Sheriff Valenti entró a zancadas. Los talones de sus botas resonaron sobre las baldosas de suelo mientras se abría paso hasta el mostrador.Todo el mundo en el Instituto Olsen conocía al padre de Kyle. Hacía un registro de taquillas practicamente cada semana. Detenía a cualquiera con menos de dieciocho que estuviera conduciendo incluso una milla por encima del límite de velocidad. Aparecía practicamente en cada fiesta, comprobando si había alguien menor de edad bebiendo.- Tengo un informe de que ha habido disparos en esta dirección. - Dijo al señor Ortecho. - ¿Puede contarme que ha pasado?Va a hacer un billón de preguntas, pensó Liz. ¿Qué pasa si no se cree la historia del ketchup? Sintió que su corazón se apresuraba.- Yo estaba en mi oficina. Oía a dos hombres gritando, después un disparo. - Respondió el señor Ortecho con voz temblorosa. - Corrí fuera y vi a mi hija... Vi a mi hija tendida en el suelo sangrando.

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- Era ketchup. - Dijo Liz rápidamente. - El disparo me asustó. Salté hacia atrás y caí. Rompí esta botella de ketchup y se derramó sobre mí.Valente giró hacia ella. - ¿Es eso correcto? - Preguntó. Se sacó el sombreo y Liz pudo ver la roja banda que el ala del sombrero había dejado en su frente.- Ah, ajá. - Respondió Liz.¿Por qué se sentía tan intimidada? Le había preguntado con una voz calmada... no le había gritado ni nada. Y no era como si tuviera el aspecto de un hombre grande y poderoso. Tenía una altura común, no mucho más alto que Liz.Bero había algo en él. Si Liz tuviera que elegir una palabra para describir al Sheriff Valenti, sería deliberado. Tenía la sensación de que todas sus palabras, cada uno de sus gestos estaba calculado. Y se eran tan cuidadoso con lo que hacía y decía, debía escrutar cada detalla del resto de la gente.¿Ha notado lo húmedo que está el suelo? pensó súbitamente. ¿Preguntará por qué lo hemos limpiado? Era algo raro que hacer tres segundos después de que alguien intentara dispararle.Valenti no hizo más preguntas. Sólo se quedó allí.¿Se había creído su historia? Liz deseo poder ver los ojos del sheriff. Pero se había vuelto a poner sus gafas de sol de espejo. Todo lo que podía ver en ellas era el reflejo de su propia cara.- Dos tipos en esa mesa de ahí estaban peleando. - Se metió María. - Una era algo pequeño pero no flaco, más bien musculoso, y el otro un gran tipo forzudo.-¡Eso es! - Estuvo de acuerdo Liz. - Estaban peleando por dinero, creo. Si, por dinero.Estás balbuceando, se dijo Liz. Cálmate. Cuanto más digas, más fácil sería para Valenti cogerte en una mentira.Valenti arqueó una ceja.- ¿Y entonces que pasó?- Y uno de los tipos... el bajito.. sacó un arma. El otro tipo intentó quitársela, y el arma se disparó. - Respondió Liz.- Necesitaré una descripción de los dos. - Valenti sacó una pequeña libreta de su bolsillo.Liz se obligó a sí misma a reir.- Definitivamente. - Dijo. - El tipo del arma tenía el pelo oscuro y encrespado. Medía unos noventa y cinco, quizá ciento ochenta libras.- Mostacho, tatuajes, ¿algo de eso? - Preguntó Valenti.- No creo. - Liz miró a Maria en busca de ayuda. Tratar con el sheriff estaba poniéndola nerviosa.- No recuerdo nada más tampoco. - Agregó María.- ¿Qué hay del otro tipo? - Valenti golpeó ligeramente su lápiz contra la libreta.- Alto. - Respondió Maria. - Quizás sesenta y dos. Y grande, con barriga cerbecera.Valente siguió tomando notas mientras María continuaba su descripción. En unos pocos minutos más el sheriff se largaría. Y Liz podría encontrar a Max.- Supongo que eso es todo. - Dijo Valenti. - Sólo tengo una pregunta más... ¿dónde está el agujero de bala?¿El agujero de bala? Oh, Dios mío, Liz no había pensado en eso. - Uh, debe estar en la pared. - Se giró alrededor y fingió buscarlo.Valenti se apoyó contra el mostrador.- No veo nada. - Dijo.Liz podía sentir el aliento del sheriff contra su oreja. Le ponía la carne de gallina. Valenti no tiene forma de saber que estas mintiendo, se recordó a sí misma. Se volvió a girar para enfrentarle y se encogió de hombros.- Quizás aluciné cuando ví el arma, sólo me imaginé que disparó.- Bueno, la mente puede jugar malas pasadas... especialmente cuando estas bajo un gran estress. - Contestó Valenti.Si, se lo ha tragado, pensó Liz.- Pero tu padre oyó el disparo también. - Comentó Valenti. - Así como la mujer que llamó para informar del disparo.No pensé en eso tampoco. Estoy totalmente perdida, notó Liz. Sólo tengo que callarme. - No sé que decirle. - Dijo. - ¿Le importa si voy a limpiarme? Este ketchup es realmente pegajoso.- Adelante. - Respondió Valenti. - Sé donde encontrarte si tengo alguna pregunta más.- Vamos, Maria. - Liz la agarró por el brazo y la empujó hacia el lavabo de las chicas. Entró primero y cerró de golpe la puerta tras ellas.Liz se recogió el pelo y se hizo una gran cola de caballo como la de Pebbles Picapiedra en lo alto de la cabeza. Buscó en el interior de su bolsillo, sacó una goma, y la usó para colocar la cola en su lugar. De alguna forma podía siempre pensar mejor cuando tenía todo el pelo fuera de la cara. Estúpido, pero cierto.María desenrrolló una larga hoja de papel de toalla marrón y lo sostuvo bajo el agua fría. Despues lo retorció y lo extendió hacia Liz.- Así que ¿Quieres decirme por qué mentiste a Valenti y todos los demás? - Preguntó.Liz se congeló con el papel de toalla a medio camino de su estómago. Podía sentir el agua goteando sobre sus zapatos.- No estaba mintiendo. - Respondió, pero su voz sonó aguda y falsa.María la miró durnate un buen rato.- Si, claro. - Sacó un paño de secar los platos del bolsillo lateral de su uniforme. - La cosa roja de esto no es ketchup. Es sangre. Tu sangre, Liz. Estaba sujetando el paño sobre tu estómago, y sentí la sangre surgir de él.Se le quebró la voz. Las lágrimas brillaron en sus ojors. - Presioné tanto y con tanta fuerza como pude, pero no se detuvo. Estabas muriéndote, Liz. Estaba viendo como morías.Liz agarró el borde del lavabo con ambas manos. De repente necesitaba ayuda para sostenerse en pie. Cuando Max le pidió que mintiera por él, Liz había hecho a un lado sus emociones y había hecho lo que él quería. Era como si hubiera formado una gran burbuja de cristal alrededor de sí misma, manteniendo todo el miedo fuera para poder tratar con su padre, los paramédicos, y el Sheriff Valenti.Pero las palabras de Maria abrieron un agujero en la burbuja. Casi muero, pensó Liz. Las palabras se repitieron en su cabeza una y otra vez. Se sentó en el suelo y se apoyó contra la pared.María se sentó cerca de ella. Colocó su brazo alrededor de los hombros de Liz.- Te dió, ¿verdad?- Si. - Admitió Liz. Se le cerró la garganta y sus ojos se llenaron de lágrimas.- Cuentame.Liz dejó escapar un largo y profundo aliento.- Maz me curó. Es imposible pero lo hizo. Te oí gritar. Sonabas realmente lejos. Después supongo que me desmayé o algo. - Sentaba bien decirlo en voz alta. La hacía sentirse menos loca. - Lo siguiente que recuerdo es sentir manos presionando contra mi estómago. Manos cálidas. - Continuó Liz. - Eso es todo lo que sentí... ni dolor ni nada. Miré hacia arriba, y vi a Max.- Guau, sólo... guau. Te salvó la vida.

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- Si, lo hizo. - Respondió Liz. Pero apenas podía creerlo. Era como un sueño o algo así, parecía menos real con cada segundo que pasaba. ¿Cómo podía Max haber curado una herida de bala? - Me dijo que mintiera. Dijo que me lo explicaría todo... después desapareció.El olor del ketchup mezclado con la sangre seca surgía del uniforme de Liz. Sintió una oleada de nauseas. Se puso en pie y mojó otra toalla de papel, frotando frenéticamente su uniforme hasta que la toalla empezó a caerse a trozos.María se unió a Liz delante del espejo. Abrió los ojos y soltó una risa temblorosa. - Esto se supone que es rimel a prueba de agua.- No creo que hayan inventado ninguno a prueba de lágrimas todavía. - Liz arrancó un trozo de toalla y se lo pasó a María.Los ojos de María se abrieron de par en par. Se inclinó hacia Liz.- Liz, ni siquiera deberías tomarte la molestia de intentar sacar el ketchup. - Dijo, señalando hacia la tela. - Tendrás que quemar ese uniforme o algo así. Mira.Liz bajó la mirada y vio un pequeño agujero redonde en la ropa. Sintió que su estómago daba un vuelco. Era por donde la bala había entrado. Era el agujero de bajo que Valenti estaba esperando encontrar... y sólo algunas manchas de ketchup le impidieron divisarlo.- Tienes razón. - Dijo Liz lentamente. - Tengo que quemar esto. Y ese paño también. - Tocó el paño de secar los platos manchado de sangre de las manos de María.María seguí mirando fijamente el agujero de bala.- No puedo creer que haya realmente una bala dentro de mi cuerpo. - Liz extendió las manos protectoramente sobre su estómago.- Aparta las manos un segundo. - Dijo María. - Hay algo raro. Es como si tu piel estuviera brillando.Liz bajó las manos. El trozo de piel alrededor del pequeño agujero tenía un aspecto extraño... casi plateado. ¿Que estaba pasando?Lentamente abrió la cremallera de la parte delantera de su uniforme. Cuando miró hacia abajo a su estómago empezó a sentirse insensata.Esto no estaba ocurriendo. Nada de esto podía estar pasando.Pero allí, sobre su estómago, había dos huellas de manos iridiscentes. Fundidas con su carne. Las huellas de las manos de Max.

Isabel Evans arrancó el cajó superior de su tocador y tiró el contenido del mismo en el centro de su cama. De acuerdo: labios, ojos, piel, uñas, perfume, pensó. Cogió cada barra de labios, barra de cacao, y lapiz de labios que bio y los apiló en la esquina superior derecha de su colchón.Después recogió todas las sombras de ojos (crema y polvo), todos los perfiladores de ojos (líquido y lápiz), todos las mascarillas, y todos los lápices para las cejas. Los apiló en la esquina superior izquierda de la cama, después añadió dos de rimel y una botella de Visine.Max siempre se metía con ella cuando hacía esto. Decía que Isabel era como un niño dividiendo sus caramelos de Halloween en categorías... chocolate con leche, chocolate con avellanas, caramelos duros y de licor. Pero organizar su maquillaje y sus cosas calmaba a Isabel como nada cuando estaba nerviosa. Y ahora estaba nerviosa. No, más que nerviosa. Estaba totalmente en estado de págnico y dirigiéndose hacia la histeria.Si no hermano no volvía a casa pronto, nunca tendría oportunidad de meterse con ella nunca más... porque Isabel lo mataría. Y a Michael también.Uno de ellos había usado un montón de poder... sanando, caminando en sueños, o alguna otra cosa. Podía sentir el poder crujiendo en el aire... y los diminutos pelos de sus brazos y la nuca estaban de punta. Y el olor del ozono llegaba a la deriva a través de la puerta abierta... igual que después de una tormenta de truenos.Eso significaba que algo iba muy mal, porque Max y Michael nunca usaban su poder sólo para hacer trucos. Y si Isabel lo hacía... lo que ocurría mucho porque usar sus poderes era divertido... ambos siempre la reprendían.Algo grando debía haber pasado. Algo que había hecho que su hermano y su mejor amigo se arriesgaran a romper sus normas. Pero esa no era la parte que asustaba. Lo más espeluznante era que había sentido un golpe de terror de los dos. No miedo. Terror.Isabel no podía leer los pensamientos de Max o Michael. Pero podía sentir sus sentimientos, siempre. La mayor parte de las veces evitaba sintonizarlos. ¿Quién deseaba sentir el enfado de Michael por alguna discursión con sus padres adoptivos o el placer de Max cuando Liz Ortecho le sonreía?Pero no había forma de bloquear el terror que llegada de los dos justo ahora. Sería como intentar ignorar un volcan en erupción en medio de la ciudad, arrojando lava por todas partes.Isabel cogió el colorete, y las cremas hidratantes, y el maquillaje (líquido y polvo). Los dejó caer sobre la esquina inferior derecha de la cama. Empezó a añador un maseje facila de albaricoque, entonces dudó. ¿Debería poner el material de limpieza separado esta vez?No podía pensar con claridad. ¿Dónde estaban Max y Michael? Tenían que saber que se estaría volviendo loca.Isabel tiró el masaje facial a la papelera. Odiaba la sensación que le producía sobre la piel, todo prigoso y ardiente. No debería haberlo comprado en primer lugar.Oyó un coche detenerse en el camino de entrada. ¡Por fin! Isabel salió desbocada de su habitación, bajó al vestíbulo y salió por la puerta principal. Max y Michael caminaban a zancadas por el camino delantero hacia ella. Max evitó mirarla a los ojos, y la cara de Michael era decidida y sombría.Esto es malo, pensó Isabel. Esto es muy malo. - ¿Dónde habéis estado chicos? ¿Qué ha pasado? - Exigió. Su voz sonó aguda y chillona.- Dentro. - Respondió Max mientras pasaba rozando a Isabel.- Dentro. - Murmuró Isabel. Ella y Michael siguieron a Max dentro de la casa. Isabel cerró la puerta de golpe tras ellos. - De acuerdo, estamos dentro. ¿Qué está pasando?- ¿Están Mamá y Papá en casa? - Preguntó Max, ignorando la pregunta.- No, hoy el su día Clovis. - Respondió Isabel impacientemente. El señor y la señora Evans habían decidido expandir su pequeña practica legal una vez que Max e Isabel empezaron la escuela superior. Ahora mantenían sus oficinas en Roswell y Clovis, a una hora más o menos de coche hacia el noroeste.Max asintió, despues se dirigió al comedor, con Michael justo detrás de él.- No vais a alejaros de mí. - Gritó Isabel. - Quiero saber que habéis hecho. Y no me digais que nada... sentí el salto de poder. Prácticamente me derribó.Su hermano no respondió. Max se dejó caer en un sillón, descansó la cabeza sobre la manta india colocada sobre el respaldo, su cara parecía pálida junto a los vívidos rojos, dorados y verdes.Estaba dejando alucinada a Isabel. Max adoraba asumir el mando. Adoraba decir a ella y a Michael que hacer. Y ahora no abría la boca.Isabel se giró hacia Michael.- Cuéntame. Ahora.

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- El santo usó sus poderes para curar una herida de bala... y lo hizo delante de testigos. - Escupió Michael. Se dejó caer sobre el sofá marrón, después se enderezó echándose hacia atrás. Obviamente estaba demasiado incómodo para quedarse en un lugar.- ¿Un herida de bala? ¿Estás loco? - Gritó Isabel hacia Max. Después miró fijamente a Michael. - Es tu mejor amigo... ¿por qué no le detuviste?- Lo intenté. - Devolvió Michael. La expresión de sus ojos grisas advirtió a Isabel que se echara atrás.- ¿Apareció la policía? - Preguntó Isabel, su voz se elevaba más y más.- Valenti estaba llegando al aparcamiento cuando nos marchábamos. - Respondió Michael.El estómago de Isabel se apretó. El Sheriff Valenti la asustaba. Hacía todo lo que podía para evitarle. Si él se colaba en una fiesta, Isabel se aseguraba de salir por la puerta de at´ras. Si aparecía en la escuela, Isabel se aseguraba de estar tranquilamente estudiando en una esquina de la biblioteca. Y ahora Max practicamente le había entregado una invitación para ir tras ellos.- ¿Los testigos os vieron bien? ¿Creeis que serán capaces de dar a Valenti una descripción decente? - Preguntó Isabel.- Probablemente serán capaces de darle nombres y direcciones. - Murmuró Michael.Isabel lanzó a Max La Mirada, la mirada de "cuentamelo todo... o sino".- Liz Ortecho fue la que recibió el disparo. Sabe que hice algo para curarla. Creo que su amiga Maria DeLuca lo sabe también. - Admitió Max. - Debe saberlo. Estaba intentando parar la hemorragia.- Eso significa que Valenti estaba en nuestra puerta en, como mucho, dos segundos. - Gritó Isabel. - ¡Va a averiguar la verdad acerca de ti!- Izzy... - Empezó Max.- Y no hay que ser un genio para figurarse que si tú no eres de los alrededores, tu hermana tampoco. - Siguió Isabel. - ¿Cómo has podido hacerme esto a mi, Max? Valenti sabrá la verdad sobre nosotros. Nos entregará a algún organismo gubernamental, y...- Creo que deberíamos salir de aquí. - Interrumpió Michael. - Creoq ue deberíamos coger el Jeep y empezar a conducir, y no creo que debamos parar hasta que estemos fuera del estado.- Alto. Alto ahí, ¿de acuerdo? - Ordenó Max. Se sentó un poco más recto y se apartó un mechón de pelo rubio de la frente. - Liz mintió a los paramédicos por mi. Le dije que dijera que había roto un bote de ketchup y derramado todo sobre sí misma, y lo hizo. Podemos confiar en ella. Y estoy segura de que María apoyará a Liz.- Eso no lo sabes. - Insistió Isabel. - Nos has puesto a todos en peligro, Max.- Ahora sabes como me siento cada vez que usas tus poderes. - Le soltó Max.- No. No intentes siquiera echarmelo a mi. - Chilló Isabel. - Tú...- Liz va a tener un montón de preguntas. - Cortó Michael. - ¿Exactamente qué estás planeando contarle?- La verdad. - Respondió Max.- ¡De eso nada! - Explotó Michael.Isabel miró a su hermano. Reconoció la expresión de su cara... había tomado una decisión.Lentamente se sentó en el brazo del sillón de él. Tenía que encontrar la forma de hacer que realmente la oyera. Tenía que convencerle para que no hiciera algo que podría destruirlos a todos.- Max, no estabamos viviendo en Disneylandia, ¿de acuerdo? - Dijo tranquilamente. - No estamos viviendo en un lugar feliz y perfecto. Sería agradable si lo fuera, pero no lo es. No puedes confiar en todo el mundo. No es seguro.Max sacudió la cabeza.- No estoy hablando de todo el mundo. Estoy hablando de Liz.- Liz y probablemente María. - Le recordó Isabel. - Crees que las conoces pero no hay forma de que puedas saber como reaccionarán cuando les cuentes que eres... no igual que ellas. Podrían mirarte y ver algo totalemnte repulsivo y aterrador.Max no contestó. Isabel podía ver que no estaba convencido.Se puso en pie y empezó a pasear. Quizá Michael estaba en lo cierto. Quizá deberían salir corriendo. No estaban a salvo ahora que dos humanos estaban tan cerca de saber su secreto.- Eres tú el que hizo las reglas, Max. Nos hiciste jurar a todos que nunca, nunca, se lo contaríamos a nadie, ¿recuerdas? - Preguntó Michael.Isabel podía oir la tensión en su voz. Sonaba casi tan asustado como se sentía ella.- Y tenías razón. - Continuó Michael. - porque hay humanos fuera de aquí que nos perseguirán y matarán si se enteran de que existimos.Isabel oyó un coche detenerse en el camino de entrada.Se dió la vuelta para enfrentar a Max.- Está ocurriendo. - Le dijo con desprecio. - Valenti ya está tras nosotros. ¿Qué vamos a hacer?

Max saltó del sillón y se apresuró a recorrer el vestíbulo delantero. Echó una larga mirada por la delgada ventana junto a la puerta.- No es Valenti, es Liz. - Dijo a Isabel y Michael.Isabel se dejó caer contra la pared y cerró los ojos. Max sintió una punzada de preocupación... nunca había visto a su hermanita tan histérica antes. Pero no tenía tiempo de tratar con ella ahora. Tenía que concentrarse en Liz.Abrió la puerta antes de que Liz tocara el timbre. Ella saltó con sorpresa pero rápidamente se recobró. Le miró directamente a los ojos.- Dijiste que me lo explicarías todo después. Es después. - Liz cruzó los brazos y se quedó mi´randole. Obviamente no iba a marcharse hasta que le diera una explicación.Max suspiró. Sabía que Isabel y Michael estaba propablemente a punto de asesinarle, pero ¿qué más podía hacer? Liz debía estar más asustada que todos ellos... casi había muerto.- Entra. - Le dijo, ignorando el gemido de Isabel. - Vamos a mi habitación. Michael e Isabel estan... viendo un video.Michael e Isabel no dijeron nada para respaldar a Max. No dijeron nada de nada. Sólo miraban fijamente a Liz. Si pudieran, estarían disparando rayos por los ojos ahora misma, pensó. Por suerte para Liz, ese es un poder que no tienen.Max la condujo hacia su habitación y cerró la puerta.- Uh, siéntate. ¿Quieres algo de beber o algo así? - Maz agarró un montón de ropas sucias del suelo y arrojándolo al interior del armario. - Tenemos soda, y zumo, y esas bebidas energéticas que le gustan a Isabel, y probablemente alguna otra cosa.- No, estoy bien. - Liz se sentó en la cama.Max empezó a sentarse cerca de ella, después cambió de opinión y se apoyó contra el tocador. Había fantaseado con tener a Liz Ortecho en su habitación, jugando con cada posible variación. Pero nunca imaginó una situación como esta.- Así que. - Dijo Liz. Jugó con el brazalete de plata de su muñeca.- Así que. - Repitió Max.

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El aura de Liz se había vuelto más luminosa. Pero no había vuelto a su usual cálido y rico ambar. Era de una amarillo enfermizo. ¿Que tal iba a lucir después de que le cuente la verdad sobre me? pensó. ¿Tiene razón Isabel... me verá Liz como una especia de repulsivo mutante?Si lo hacía, ¿a quién le importaba el resto? ¿A quién le importaba si era capturado y experimentaban con él? Nada podía ser peor que Liz mirándole y viendo algo horrendo, algo de lo que tener miedo.Max sabía que tenía que decir algo pronto pero no sabía como empezar.Liz retorció su brazalete dándole vueltas y vueltas. Señor, ya está lo suficientemente nerviosa sin tenerme a mi aquí de pie mirándola fijamente, pensó Max.- Así que, umm, ¿cómo te sientes? - Preguntó.Cómo te sientes. Menuda estupidez, pensó.- Todavía un poco temblorosa, supongo. - Respondió Liz. - Es normal, ¿no? Probablemente tengo toda esa adrenalina dando vueltas por mi cuerpo sin nada que hacer. Como si hubiera bebido demasiado café...- Si. - Dijo Max. - Cuando era niño, casi fui atropellado por un coche. Mi corazón no dejó de martillear en una hora. Estaba montando en bici. No sé que edad tenía, pero todavía tenía esa edad en la que consideras que llevas naipes en los radios de las rudas es guay, así que...- Max, para. Ambos estamos balbuceando. - Interrumpió Liz. Tomó un profundo aliento, después continuó. - Mentí a todo el mundo sólo porque me lo pediste. Pero necesito saber que ocurrió realmente.- De acuerdo. Tienes razón. No más balbuceo. No se permiten balbuceas de ahora en adelante. No...- ¡Max!- De acuerdo, de acuerdo. Pero antes de empezar... no hay posibilidad de que logre que te creas la historia del bote de ketchup, ¿verdad? - Preguntó.Liz soltó una risita.- No lo creo. - Se sacó la camiseta de los vaqueros.¿Qué está haciendo? La boca de Max se secó. Luchó por mantener una expresión neutral.Liz lentamente se subió la camisa, revelando la piel de su estómago. Max dejó escapar su aliento en un silbido cuando vio las dos huellas de manos de brillante plateado. Las huellas de sus manos.- No conseguí esto de un bote de ketchup. - Dijo Liz. Extendió una mano y tomó una de las de él entre ellas. Max se mantuvo completamente inmóvil. ¿Qué debía hacer? ¿Qué quería ella que hiciera?Liz sustuvo su mirada durante un largo momento, después tiró de la mano de Max hacia su estómago. Colocó la mano de Max sobre la huella plateada, cuidadosamente colocó cada dedo.¿Puede sentirme temblar? pensó Max. Cuando la estaba curando, Max había estado totalmente concentrado en disolver la bala y cerrar la herida. Pero ahora... ahora era hiperconsciente de la textura de la piel de Liz, suave y lisa. Tan cálida bajo su palma.Max se sentó cerca de Liz. Ella mantuvo la mano de él presionada contra su estómago. - Tú hiciste esto, Max. - Dijo, su voz estaba cambiada por la emoción. - Salvaste mi vida. ¿Cómo?Lentamente él quitó su mano. Liz dejó caer otra vez la camisa.- No sé como empezar. - Admitió él.- Sólo dímelo. Sea lo que sea, sólo dímelo. - Dijo Liz.Esta es Liz, se recordó a sí mismo Max. Habían ido juntos a la escuela desde tercer grado. Si más hubiera tenido que escoger a un humano al que decirle la verdad sobre sí mismo, habría elegido a Liz. Realmente se preocupaba por las cosas, por la gente. Así que hazlo, pensó.- Sabes que soy adoptado, ¿verdad? - Preguntó.- Uhhhh. - Esperó Liz.- Mis padres, mis padres reales, están muertos.- Oh, Díos, Max. Eso es terrible. - Respondió Liz. - No lo sabía. ¿Los recuerdas mucho?Típico de Liz. Realmente se olvidaba del todo de sí misma, de las preguntas que deseaba que le respondieran. Ahora estaba totalmente concentrada en él.- No recuerdo de ellos nada en absoluto. Desearía hacerlo. - Respondió Max. - Pero creo... creo que heredé el poder de sanr, el poder que usé contigo, de ellos.Liz empezó a responder, pero Max se apresuró a seguir. Si no continuaba, temía que nunca lo haría.- Mis padres murieron en el accidente de Roswell. Ellos... no eran humanos. Y yo tampoco. Por eso puedo hacer como como, ya sabes, curar. Con mis manos.Hubo una larga e incómoda pausa. Liz se alejó unos centímetros de Max sobre la cama. Cuando finalmente habló, su voz sonaba demasiado tranquila.- No sé que quieres que diga. - Dijo ella, sin cruzar sus ojos con los de Max. - Debería empezar con el hecho de que el impacto del OVNI supuestamente ocurrió hace más de cincuenta años... ¿y tú estás sólo en el último curso del instituto? ¿Así que tus padres han estado muertos desde antes de que tú vivieras?No le creía. Max nunca había considerado la posibilidad de que ella no le creyera.- Había vainas de incubación a bordo, y... - Empezó Max, pero Liz no le dejó terminar.- O quizás debería pasar directamente el problema realmente gordo de tu historia... no hubo ningún impacto en Roswell. Todas las investigaciones científicas han confirmado eso.Liz se levantó y cogió su chaqueta.- Sabes, pensé que confiabas en mí. Pensé que ibas a contarme la verad. - Su voz era fría, y feas manchas rojas había aparecido en su aura. Max nunca la había visto tan enfadada.Dejó escapar un suspiro de frustración. Había estado tan concentrado en como reaccionaría Liz cuando le contara la verdad que no se había parado a pensar que podría no creerle. ¿Quién le creería? Era como si fuera diciendo que era el hijo del monstruo del Lago Ness o algo por el estilo.Tenía que encontrar una forma de convencerla. Si Liz salía de allí sintiendo que había estado riéndose de ella, Max no sabía que podría hacer. Podría incluso decidir contar al Sheriff Valenti lo que había ocurrido realmente en el café.- ¿Que hay del Coronel William Blanchard? - Exclamó Max. Fue la primera cosa que se le pasó por la cabeza. - Era el comandante de la base aérea. El tipo estaba a cargo de la brigada que se encargó de la bomba atómica, así que era bastante respetado. Hizo el anuncio de que un platillo volante había sido recobrado.- Realmente no quiero tener una conversación del tipo grandes-misterios-sin-resolver contigo ahora mismo. - Exclamó Liz. - Me prometiste que me lo contarías todo, y obviamente no vas a hacerlo.Se giró hacia la puerta.

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- Nunca te mentiría, Liz. - Dijo Max desesperadamente. - Dejame probarlo.- Bien. Tienes dos minutos. Pruébalo.Se levantó de un salto y la agarró de la mano. Liz se alejó dando tumbos, pero Max la sujetó con firmeza.- Dijiste que querías pruebas. - Le recordó.- De acuerdo. - Murmuró ella cautelosamente.Max empezó a frotar su brazaleta, concentrándose en las moléculas de plata. Dio a las moléculas un pequeño golpecito con su mente. Deseaba que se movieran y se apartaran, pero no demasiado. Sólo un poco más, pensó. Dió a las moléculas otra golpecito y sintió que el brazalete se volvía líquido bajo sus dedos.Liz soltó un pequeño jadeo cuando el brazalete empezó a gotear de su muñeca. El metal se fundío ráidamente, deslizándose hasta el suelo en una corriente plateada. Formó un chaco circular a los pies de Liz.- Te he contado la verdad. - Susurró Max. - Lo juro.Liz miró hacia abajo al charco plateado, después elevó los ojos hasta la cara de Max.- Tengo... tengo que irme. - Lentamente retrocedió hacia la puerta... como si fuera algún cruel animal que pudiera atacarla si se movía demasiado rápidamente.Max sintió que se le cerraba la garganta. Me está mirando como si ni siquiera me conociera, pensó.- ¡Liz, espera! - Suplicó.Ella se movió más rápido.- No... no puedo. - Dijo. - Simplemente... no puedo.Max estaba frenético. Tenía que encontrar una forma de arreglar las cosas. No podía dejarla marcharse así.Rápidamente bajó las manos y las zambulló en el charco de plata, moldeándolo en sus manos, empujando otra vez las moléculas juntas. Cuando el brazalete estuvo otra vez formado, se lo ofreció a Liz.Tómalo, pensó. Por favor, cógelo. Todo lo que tienes que hacer es dar un paso hacia mi.Liz abrió la boca, después la cerró. Se giró y abrió la puerta de un tirón.Max bajó la mirada al brazalete en su mano. Lentamente caminó hacia el vestidor y abrió el cajón de abajo. Gentilmente colocó el bracelete todo lo atrás que pudo y lo cubrió con la ropa.No quería verlo de nuevo. No quería ni siquiera recordar la forma en que Liz le había mirado cuando finalmente entendió lo que él era realmente.

Liz intentó meter la llave en el contacto, pero su mano estaba temblando tanto.- Vamos, vamos, vamos. - Susurró. No quería estar allí si Max decidía seguirla.Utilizó la otra mano para ayudarla a guiar la llavo hasta el lugar correcto y encendió el contacto. El coche dio una pequeña sacudida cuando lo sacó a la calle.Cuando alcanzó la esquina, giró a la izquierda en vez de a la derecha. Iría directamente a casa de María. No podía ir a casa todavía. Sus padres empezarían a preocuparse por ella, y Liz tenía miedo de soltárselo todo en un impulso.Su madre probablemente insistiría en que fuera el médico o algo así. Y Papá era un ciudadano que seguía la ley al pie de la letra... ni siquiera cruzaba la calle imprudentemente... así que la haría llamar al Sheriff Valenti y contarle exactamente lo que ocurría. Liz no estaba preparada para hacer eso.No sabía que quería hacer. Pensar en Max hacía que se le congelara el cerebro, como un ordenador intentando descargar un archivo demasiado grande.Liz volvió a girar a la izquierda. Había conducido hasta la casa de María muchas veces, podía hacerlo con el piloto automático. Aumentó la velocidad mientras bajaba la calle.Señal de stop, se dijo a sí misma cuando se aproximó al cruce.¡Señal de stop! Pero el mensaje no consiguió llegar desde el cerebro a sus pies lo suficientemente rápido, y lo atravesó directamente. Oyó la bocina de un coche dando un pitido largo y enfadado tras ella.- Lo siento. - Susurró Liz. - Lo siento, lo siento. - Las lágrimas llenaban sus ojos, empañándole la vista de la carretera delante de ella. El corazón le martilleaba en sus oidos. Latía con tanta fuerza que podía sentirlo en la punta de los dedos mientras empuñaba el volante con ambas manos. Lentamente dejó escapar el aliento.De acuerdo, cálmate, pensó. La casa de María estaba sólo a unos pocos bloques de distancia. Liz comprobó el espejo retrovisor; comprobó el espejo lateral; miró sobre el hombro y comprobó el punto muerto. Después lentamente empezó a bajar la calle.Se concentraba en conducir del mismo modo que el día que se presentó a su exámen de conducir. Se aseguró de quedarse exactamente en el límite de velocidad, ni una milla más lento o más rápida. Hizo un total y completo stop en la siguiente señal de stop. Puso el intermitente lo suficientemente pronto... pero no demasiado... cuando llegó a la calle de María, e hizo un trabajo perfecto de aparcamiento en paralelo delante de la casa de María.Hazlo, pensó. Salió del coche y se apresuró a recorrer el camino delantero. Tocó el timbre, esperó un segundo, y tocó de nuevo.- Podías haberlo usado dos minutos antes. - Dijo María cuando abrió la puerta. Se abrió paso hasta el comedor todavía hablando. - Mi madre acaba de salir a una cita con aspecto estrella del rock. Le dijo que debería cambiarse, pero por supuesto no me escuchó. Quizá si tú hubieras...- Hablé con Max. - Interrumpió Liz.- Tienes un aspecto horrible. - Exclamó María. - Lo siento. Ni siquiera lo había notado... estaba embebida en mi rimbombante discurso. ¿Qué pasó? ¿Qué dijo?Liz se dejó caer sobre el sofá. No había una forma buena de decirlo, sólo podía soltarlo.- Dijo que era un alienígena.María soltó una risita.- Hablo en serio.María rió más fuerte.- ¿Tiene... tiene antenas? - Preguntó, abrazándose a si misma. Se desplomó del sofá cerca de Liz y se meció hacia adelante y atras, sus hombros temblaban por la risa.Liz esperó. Cuando María estaba en medio de uno de sus ataques de risa, era totalmente imparable.- ¿Te dejó ver su pistola laser? - María reía tan fuerte que resopló, lo que la hice reir todavía más. Sus mejillas se pusieron rojas, y los ojos se le llenaron de lágrimas.Finalmente notó que Liz no estaba riendo también.

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- Oops. Lo siento. - Soltó una última risita. Después de sentó erguida y se secó los ojos con uno de los pequeños almohadones del sofá. - Cuentame que ocurrió realmente.- Lo he hecho. - Dijo Liz. Se apresuró a seguir antes de que María pudiera empezar a reirse de nuevo. - Piensa en ello. Tú misma dijiste que estaba a punto de morir, que la sangre manaba a raudales de mí. Max me curó. Cerró la herido sólo tocándome. ¿Qué humano podría hacer eso?María miró a Liz atónita. Al menos sabe que estoy hablando en serio, pensó Liz. - Se que suena a locura. Pensé que Max estaba tomándome el pelo cuando me lo contó. Pensé que sólo estaba colándome una historia totalmente estúpida. Pero cuando tomó mi bracelete de plata, y lo fundió.Los ojos de María se abrieron de par en par asustados. - ¿Sábes lo caliente que tiene que estar la plata antes de fundirse? - Preguntó Liz, su voz se elevó. - Novecientos sesenta y un grados Celsius. Y el brazalete ni siquiera estaba caliente. Ni siquiera lo sentí cálido. ¡Es imposible! Debería ser imposible... pero Max lo hizo. - Se interrumpió, frotándose la muñeca. No había una marca roja ni nada donde había estado el brazalete.- Creo... creo que necesitamos algo de mi té especial antiestress. - Dijo María. Se puso en pie y se dirigió a la cocina sin otra palabra.Liz la siguió. - ¿Estás bien?- Ajá, Si, Definitivamente. - María agarró la tetera de cobre y la llevó hasta el fregadero. Abrió el agua y la dejó correr dentro del recipiente hasta que se derramó por los lados. María se quedó mirándolo, con los ojos en blanco.Liz tomó el recipiente alejándolo de ella.- Sentémonos simplemente. Ambas estabamos un poco demasiado alucinadas para para realizar ninguna tarea mayor.- Tienes razón. - María se deslizó hasta una de las sillas de la cocina, y Liz se sentó cerca de ella. - ¿Así que qué vamos a hacer ahora?- No sé. - Respondió Liz. - No sé por donde empezar. No es como si pudiera conectarme a Internet e investigar la cultura y las creencias de los alienígenas del planeta de Max. Quiero decir, no sé si ellos... si la especie... de Max... quisiera vivir justamente aquí con nosotros, o como si quisieran arrasarnos y asumir el control.Evidencia sólida, eso es lo que ella quería, del tipo que que recogía cuando hacía un experimento biológico. Eso era lo que adoraba de la ciencia... todos eran hechos absolutos. Era reconfortante tener pruebas de que había algún orden en el universo, algunas reglas que siempre eran seguidas.Después de lo que había ocurrido hoy, no sabía que ya donde estaban las reglas. Y eso la asustaba.- ¿Recuerdas el final de ET? - Preguntó María de repente. - Como esos tipos del gobierno llegaban y se lo llevaban lejos?Liz asintió, sus pensamientos estaban inmóviles en un mundo donde la tabla periódica ya no tenía aplicación.- ¿Crees que eso podría ocurrirle a Max si contamos a la gente la verdad sobre él? - Continuó María.- No lo sé. - Admitió Liz. - Dudo de que a todo el mundo le gustara, Oh, una alienígena, eso es interesante. Habría gente de fuera que querría estudiarle o hacer pruebas con él. Podrían encerrar lejos a Max durante el resto de su vida o incluso...Liz no podía decirlo.- O incluso matarle. - Terminó María por ella.Liz tuvo un flash, una imagen de Max tendido en el suelo, inmóvil y frío. Sintió una oleada de pura emoción que traspasó más allá de cualquier hecho. No podía permitir que eso ocurriera. No podía permitir que Max muriera.- No podemos contar nunca a nadie la verdad. - Dijo a María.- Nunca. - Repitió María. Espera. ¿Qué pasa con Alex? ¿Ni siquiera podemos contarselo a él?- ¡María, no! No podemos contárselo a nadie.Liz deseó que pudieran contárselo a Alex. Confiaba totalmente en él, y ambas le contaban practicamente todo. Pero el secreto de Max era como un virus letal... tenía que ser contenido, o alguien podía morir. Max podía morir.María dio un golpecito a una miga para sacarla de la mesa.- Así que, umm, ¿ cómo crees que es Max en realidad?- ¿Qué quieres decir?- Quiero decir, que ¿qué probabilidades hay de que los seres del planeta de donde viene Max tengan el mismo aspecto que los humanos? ¿No crees que el aspecto de Max puede ser algo así como un disfraz?Liz no supe cómo responder. Más era sólo Max. No solía pensar en él como alguna clase de criatura.María se puso en pie y vagó de regreso al fregadero. Colocó la tetera sobre el fogón.- Me pregunto si puede comer la misma comida que nosotros. Vi esa película donde los aliens sólo podían comer carne descompuesta... ya sabes, con bacterias y bichos para digerirla.Liz observó a María poner hojas de te dentro de pequeñas bolas plateadas. No podía creer la forma en que su amiga estaba hablando sobre Max. Las dos lo conocían desde siempre, pero María estaba hablando de él como si fuera algo que había salido en el Canal Discovery.- Quizá es como la Mosca. Quizá escupe alguna clase de ácido sobre su comida y entonces... slueep, lo subciona. ¿Qué piensas? Tú eres la gurú de la ciencia.- Por Dios, María. - Murmuró Liz.María no la oyó. Siguió charlando. - ¿Crees que ve a los humanos como una forma de vida inferior? ¿Seremos sólo un montón de carne para él?Max siempre escogía a María para estar en su equipo cuando jugaban al softball en sexto grado... la elegía a ella primero, incluso aunque era una de las peores jugadoras. Hacía que Paula Perry dejara de acosar a María el primer año de instituto. No informó a su compañía de seguros cuando María abolló su coche en el aparcamiento de la escuale el año anterior.Es como si hubiera olvidado todas las cosas amables que había hecho por ella... y por la mitad de la gente de la escuela, pensó Liz. Ahora era sólo el chico alienígena.No era raro que fuera tan duro para Max contar a Liz la verdad sobre sí mismo. Probablemente pensaba que ella iba a tratarle como una especie de monstruo.Y lo hice, comprendió Liz. Practicamente salí corriendo de la habitación.Se estremeció mientras recordaba los ojos de Max. El dolor y la humillación llenando sus hermosos ojos azules mientras ella retrocedía alejándose de él.Nunca le agradecía que me salvara la vida.

Vamos, Max, pensó Michael. Sácame de aquí.

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En ese preciso instante oyó el claxón del Jeep de Max. ¡Si! No podía quedarse en esa caso un segundo más. Michael fue a zancadas hacia la puerta principal, encogiendose en su chaqueta mientras caminaba.- Alto ahí. - El señor Hughes gritó cuando Michael empezó a pasar la cocina. - El patio trasero parece una jungla. Quiero que cortes el césped antes de que vayas a ninguna parte.- Va a oscurecer en media hora. - Protestó Michael.El señor Hughes sonrió burlonamente hacia él. Michael odiaba esa pequeña sonisa afectada. - Entonces tendrás que trabajar rápido ¿verdad?Michael no quería meterse en un partido de gritos con el tipo. No valía la pena. Luchó por mantener la voz tranquila. - ¿Hay alguna razón por la que no pudiste decirme que querías que cortara el césped esta mañana, o esta tarde, o incluso hace una hora? Max estáa fuera esperándome.- Bueno, tendrá que seguir esperando. Vamos y avísame cuando hayas terminado. Quiero ver la clase de trabajo que haces antes de que salgas corriendo por ahí.Michael odiaba la forma en que el señor Hughes estaba siempre jugando su pequeño juego de poder. a Hughes no le importaba el patio trasero. Eso viejo camión verde suyo había estado colocado sobre bloques en la esquina más alejada antes de que Michael se mudara allí. Tenía totalmente destruído el trozo de cesped, pero a él no le importaba. A Hughes sólo le importaba demostrar a Michael quien mandaba.En menos de una año tendré dieciochó, pensó Michael. Entonces me largaré de aquí. No más hogares adoptivos. No más padres adoptivos. No más decir que esa fila interminable de extraños son mi familia.- Bien. Cortaré el césped del patio trasero. - Masculló Michael. Después salió por la puerta delantero y la cerró tranquilamente detrás de él. Trotó hasta el Jeep de Max para decirle que esperara.Pero cuando alcanzó el Jeep, saltó. A la mierdo Hughes. A la mierda los idiotas del programa de servicios sociales que pensaban que colocarle en casa de extraños significaba que estaban cuidado de él. No podía preocuparse por eso esta noche. No podía quedarse en el patio trasero mientras Hughes inspeccionaba su trabajo, encontrando docenas de pequeñas cosas que Michael olvidó hacer o hizo mal.Trepó al Jeep.- Arranca. - Ordenó Michael.Max no hizo ninguna pregunta. Él trepó en el Jeep. "Échelo al suelo," Michael hizo el pedido. Se limitó a salir corriendo calle abajo, pasó las casas bien atendidas y los patios pulcramente cuidados del lado sur.Michael había vivida en todos los vecindarios de la ciudad... desde la sección de la vieja base militar al distrito histórica con sus grandes casas y grandes árboles. Vivir en el distrito histórica era guay. No le importaba realmente que la casa fuera bonita, sino vivir cerca de Max e Isabel.- ¿A dónde? - Preguntó Max mientros salíand de la ciudad, millas y millas de desierto se extendía ante ellos.- Quiero probar en ese arroyo que dejamos atrás la semana pasada. - Michael sacó un mapa estropeado de su bolsillo. Abrió la guantera, agarró un lápiz, y empezó a sombrear el área en la que planeaba buscar esta noche. Estaba a unos sesenta millas a las afueras de Roswell y a quince milles del lugar del impacto.Max miró hacia él.- Un par de años más como este y habrás coloreado la mitad de Nuevo Méjico.- No completamente. - Respondió Michael. Había cubierto un montón de terreno a través de los años. Pero Michael quería hacer más. Deseaba poder buscar todo el día cada día en lugar de una vez a la semana.- Hacemucho que no encontramos nada. Quizá estaba demasiado lejos del lugar del impacto. - Dijo Max.- Podríamos estar demasiado lejos para encontrar escombros, pero todavía creo que la nave está escondida en algún lugar del desierto, a no más de unas pocas horas en coche desde el lugar del impacto. - Respondió Michael. - No querrían arriesgarse a llevarla más allá. Demasiada gente tendría que estar involucrada. Habría demasiadas preguntas.Max dio un gruñido que no le comprometía. Michael sabía que Max dudaba que pudieran encontrar siquiera la nave. E Isabel seguía diciendo que eran tontos por seguir buscvando. Ella había abandonado la búsqueda hacía mucho. Pero Michael nunca lo dejaría. Y Max seguiría saliendo al desierto con él cada semana mientras Michael quisiera que lo hiciera. Michael podía contar con Max. Siempre podría, siempre lo haría.Michael encendió la radio. En realidad no le apetecía hablar, y no parecía que a Max le apeteciera tampoco. Probablemente estaba pensando en Liz.Michael no sabía lo que esa chica había dicho a Max cuando habían estado solos en su habitación. Pero fuera lo que fuera, lo había dejado totalmente aniquilado. Después de que saliera, Max contó a Michael e Isabel que Liz guardaría su secreto. Les prometió que no había ningún peligro. Pero Max no había sonado feliz o siquiera aliviado, y parecía como se le hubieran dado un puñetazo en el estómago.Liz no podía manejar la verdad. Michael estaba seguro de eso. Probablemente trató a Max como una especie de monstruo.Simplemente no pertenecemos aquí, pensó. Nunca vamos a encajar. Nunca vamos a sentirnos bien viviendo aquí. Y es por eso que tenía que encontrar una salida. Lograría volver a su planeta natal, su auténtica casa, no importa el tiempo que le llevara. Quizá incluso tuviera algún pariente allí.Michael observó el sol hundiéndose más y más, volviendo el cielo rosa y naranja. Lentamente los colores decayeron, despues se volvió negro, y las estrellas empezaron a aparecer.Deseaba que pudiera ser de noche todo el tiempo. Por la noche era cuando sentía que su planeta natal estaba más cerca, casi al alcance, allá arriba tras las estrellas, en alguna parte. Por la noche se sentía positivo sobre lo que encontrar la nave, positivo sobre que encontraría su camino de regreso.Durante el día... algunas veces durante el día perdía la esperanza. Se sentía como si no hubiera nada en absoluto allí. Ninguna casa a la que regresar.- Estamos llegando al arroyo. - Dijo Max. - ¿Quieres conducir o caminar?- Caminar. - Michael necesitaba enfriarse. Creyó que después de una larga caminata podría estar preparado para volver y ver al señor Hughes sin desear machacarle la cara.Max aparcó el Jeep. Michael salió medio saltando medio deslizándose y bajó al arroyo. Podía oir a Max justro detrás de él.Cuando Michal alcanzó el fondo, se giró en un lento círculo, estudiando las paredes y el suelo del arroyo. No sabía que estaba buscando exactamente, sólo hago que no encajara.Una de las otras cosas que le gustaban a Michael de la noche era lo claramente que podía ver. Su visión era mejor en la oscuridad de lo que era durante el día. Eso hacía sus busquedas nocturnas semanales más fáciles. Teniendo ventaja sobre cualquier humano curioso que apareciera por casualidad también.

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- ¿Yo voy al sur y tú al norte? - Preguntó Max.Michael asintió y se puso en camino. Estamos dispuestos a encontrar algo, pensó. No puede tardar mucho más. Había pasado casi un año desde que Max encontró la tira de metal delgado y flexible que ambos creyeron que era parte de la nave de sus padres. Tenía que serlo. No era como nada que hubieran visto antes. Si lo estrujabas, inmediatamente volvía a enderezarse por si mismo. Era indestructible. Michael había intentado curtarlo con unas tijeras de poder. Incluso había probado con un soplete una vez. Pero el metal, si eso era lo que era, siempre volvía a su forma original, intacto.El sonido de un montón de ovejas balando interrumpió los pensamientos de Michael. Permaneció en pie inmóvil y escuchando. ¿Había alguien ahí fuera? ¿Alguién que había espantado a las ovejas?Las ovejas estaban tranquilas de nuevo. Ahora todo lo que Michael podía oir era el sonido de su propia respiración y el pequeño roce de las garras de un lagarto de barriga azul que cruzaba como un dardo sobre una roca. Supongo que no era nada, decidió.Sacó una botella de plástico se su mochila y tomó un trago de soda de uva con salsa picante. Sabía que haría vomitar a los humanos pero imaginaba que el sabor trabajaba para ellos de forma diferente porque él podría beberlo todo el día. Siguió caminando a zancadas hacia adelante.Cuando era un niño, cada vez que salía al desierte, estaba seguro de que encontrarían la nave. Pensaba saltaría dentro y se iría volanco con Max e Isabel a casa. Estaba seguro de que de algún modo sabría exactamente como funcionaban todos los controles.Despues cuando tuvo un par de años más, vio la vieja película de Superman en la televisón. Había una escena donde Superman encontraba un cristal que le mostraba un holograma de su padre muerto, y tenía todas esas conversaciones con él.Durante un tiempo Michael esperó encontrar algo como ese cristal. Algo que le mostraría la cara de su padre al menos.Pero creció. Y nunca encontró nada que le dijera como quien era él realmente. Ahora todo lo que Michael quería era una pista, un indicio. Cualquier cosa que le condujera al siguiente lugar donde buscar. Algo que le hiciera mantener la esperanzaSiguió y siguió caminando, estudiando cada roca, cada evidencia. Ni siquiera había encontrado un envoltorio de chicle cuando oyó el agudo silbido de Max, la señal de que era hora de volver.Max estaba ya en el asiento del conductor cuando Michael trepó a lo alto del arroyo. Michael no le preguntó si había encontrado algo. Ya sabía la respuesta.- ¿Dejame en la cueva en el camino de vuelta, de acuerdo? - Preguntó Michael mientras se deslizaba dentro del Jeep. - Creo que voy a pasar la noche allí.Max asintió y giró el Jeep hacia la ciudad. La cueva estaba a veinte millas a las afueras de Roswell, mucho más cerca de la ciudad que el lugar del impacto.Michael había pasado más tiempo en la cueva que en ninguno de sus hogares adoptivos. Era un lugar especial... el primer lugar que había visto cuando salió de su vaina de incubación. Tenía más o menos siete años... al menos parecía un niño humano de siete años, aunque debía haber estaba incubándose durante cuarenta años.Deseaba quedarse en la cueva para siempre. El desierto de fuera parecía demasiado grande y brillante para él. Se sentía más seguro en la tenue luz con las sólidas paredes de caliza rodeándole.Michael había pasado días acurrucado cerca de la vaina sin abrir... era la que Max e Isabel compartían, pero no sabía eso entonces... se presionaba contra la cálida superficie. Los pequeños ruidos susurrantes que oía dentro le hacían compañía.Finalmente la sed y el hambre le condujeron al desierto. Un ranchero locan le encontró bebiendo en la misma corriente que utilizaban al ovejas del tipo. El hombre le llevó a la ciudad, y Michael fue colocado en el orfanato. Desde había pasó a su primer hogar adoptivo.Le llevó sólo una semana aprender inglés. Menos que para las matemáticas. La gente de los servicios sociales se había imaginado que estaba en quinto grado cuando empezó en la Escuela Elemental de Roswell. Nunca pudieron imaginarse por qué no recordaba a sus padres o de donde venía.Michael todavía recordaba el día que Max trajo un trozo de amatista para mostrarlo a la clase. Había dicho que le gustaba porque era del mismo color que la luz que rodeaba a su profesora, la señora Tollifson. Todos los otros niños se rieron. La señora Tollifson dijo que era agradable que Max tuviera tanta imaginación.Y Michael tuvo la asombrosa alejgría de saber que ya no estaba solo. Alguien más podía ver lo que él veía.- El señor Cuddihy no va a estar muy feliz si Hugheses se queja de que es pasado fuera toda la noche de nuevo. - Comentó Max mientras conducia por la carretera vacía.- El señor Cuddihy nunca es feliz. - Respondió Michael. Su asistente social tendría que aguantarse. Y si los Hugheses montaban demasiado jaleo, el señor Cuddihy probablemente tendría que empezar a buscar el hogar adoptivo número once. Su asistente social tendría que que aguantarse con eso también.- Pueden venir a casa conmigo. - Se ofreció Max. - A mis padres no les importará.- Nah, puedo cuidar de mí mismo. - Respondió Michael.No le importaría pasar la noche con los Evans. Pero no quería estar allí para el desayuno de la mañana. La señora Evan estaba siempre tan cariñosa. Hacía un millón de preguntas sobre la escuela y todo eso. Y el señor Evan estaría leyendo los comics en voz algo con todas las voces de goofy. Era mucho más familia de la que Michael podía manejar.Algunas veces Michael se preguntaba como hubiera sido su vida si hubieran sido los Evans los que le encontraran en vez de ese ranchero. Y hubiera estado en un lugar diferente en un momento diferente, podía haber tenido la vida de Max e Isabel, creciendo con padres que le querían. Ni siquiera vayas por ahí, pensó Michael, es un sinsentido.- ¿Seguro que no quieres volver conmigo? - Preguntó Max. - Mi Madre probablemente te haría tortitas de arándanos, y tenemos esa mostaza de café que te gusta tanto para acompañarlas.Michael sacudió la cabeza. Ya estaba acostumbrado a estar sólo. Era bueno en eso. No tiene sentido acostumbrase a algo que pueden quitarte.

Isabel abrió el cajón superior del tocador y miró dentro. Su maquillaje estaba pulcramente organizado por uso, marca y color. Quizá debería hacer pequeñas combinaciones de colorete, sombra de ojos, lapiz de labios y laca de uñas, pensó. Después podría intentar conseguir una combinación que hiciera juego con cualquier cosa que me pusiera y...No. Eso sería ir demasiado lejos. Isabel cerró el cajón tranquilamente.Tenía que dejar de volverse loca con todo ese asunto de Liz Ortecho. Si no tenía cuidado empezaría a organizar sus zapatos por altura y anchura del tacón y a bordar los días de la semana en sus bragas.De acuerdo, esto es lo que haré, decidió Isabel. Si tengo el menor indicio de que Liz ha abriento su bocaza, me meteré en sus sueños y encontraré la forma de volverla loca. Puede pasar el resto de su vida en un asilo para locos, balbuceando sobre alienígenas. Nadie le prestará atención.

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Isabel se desperezó en su cama y sonrió. Pobre Liz. Puedo verla ahora. Todavía podría acabar necesitando tratamiento de electroshock.Ahora que tenía ese pequeño problema resuelto, era hora de decidir algo realmente importate. Que ponerse para el baile de bienvenida. Isabel planeaba ser coronada reina del baile, y deseaba tener buen aspecto. Bueno, ella siempre tenía buen aspecto. Pero quería tener buen aspecto.Isabel agarró una revista de su mesita de noche y empezó a hojearla. Definitivamente no esa cosa rosa con frufrú, pensó. La chica parecía como si hubiera ido de compras después de una sobredosis de Prozac. Era alegre pero no atractivo.Y no ese harapo rojo con el wonderbrad incorporado. No, no, no.- Que alguien llama al 1-800- Vamos Ricki" - murmuró. - Tengo un candidato para "Mi mejor amiga fue al Baile de Bienvenida Vestida Como un Mamarracho".Tiró la revista al suelo y cogió otra de cine. Estudió una foto de una estrella de cine inglesa asistiendo a alguna premiere vistiendo un traje sencillo color azul hielo. Simple. Sexy. Y oh, tan Isabel.Iría de compras mañana. Todo lo que tenía que hacer era conseguir que Papá le dejara su tarjeta de crédito. Habían pasado unos pocos meses desde la última vez. Y el baile de bienvenida era un evento muy importante en la vida de una chica. Él lo entendería.Isabel comprobó el reloj... 2. A.M. Ya había dormido las dos horas que necesitaba, y tenía horas y horas por delante antes de que tuviera que ir a la escuela en realidad. Extendió la mano hacia el control remoto, después cambió de opinión. La tele nocturna era horrible. Ya había visto todos los anuncios cien veces. Si los humanos no necesitasen dormir tanto, habría cosas buenas toda la noche.Podía ir a ver lo que estaba haciendo Max o llamar a Michael. Pero probablemente terminarían discutiendo sobre Liz, e Isabel no estaba de humor.Comprobó el reloj de nuevo. Todos los tíos de Roswell estarían durmiendo ahora. Podría meterse en algunos sueños y trabajar para estar extrasegura de conseguir los votos que necesitaba para ser elegida reina de bienvenida. No es que tuviera ninguna duda real, pero Isabel era una novata, y normalmente la reina de bienvenida era una de último curso. Por otro lado, era algo que hacer. Cerró los ojos y dejó que su respiración se volviera lenta y monótona. Años de práctica hacían que fuera fácil para ella deslizarse en un estado entre el sueño y la vigilia, el lugar donde las relucientes esferas de sueño eran visibles.Nunca se cansaba de obserbar las esferas de sueña arremolinarse a su alrededor, como pompas de jabón gigantes sopladas por una varita encantada. Cada esfera dejaba escapar una nota de música pura, e Isabel pasaba un montón de horas encajando a la gente que conocía con el sonido de sus esferas.¿A quién debería escoger esta noche? Hmmmm. Creo que le toca el turno a Alex Manes, decidió. Escuchó el sonoro ruido de la esfera de sueño de Alex, un sonido tan rico que casi podía saborearlo. Si, esa era.Isabel extendió los brazos y empezó a canturrear, llamando a la esfera hacia ella. Dio bueltas a sus manos y escudriñó en su interior, sintiéndose como una gitana con una bola de cristal. Dentro de la esfera podía ver una versión en miniatura versión del vestíbulo del Instituto Ulysse F. Olsen. Alex estaba soñando con la escuela. Qué divertido.Canturreó más alto y la esfera se expandió. Cuando fue lo suficientemente grande, pasó a través de ella, la superficie de la burbuja era suave contra su piel.Alex debe tener una buena memoria visual, pensó. Su versión soñada de la escuela era bastante precisa. Rió mientras corría por el vestíbulo.- El examen final de Cálculo no puede ser hoy. - Gritaba Alex. - Estamos sólo en Octubre. No he estudiado.- El final no es hoy. - Dijo Isabel tranquilamente.Alex se dio la vuelta para mirarla. Su pelo rojo estaba desordenado, como si se hubiera pasado los dedos nerviosamente por él.- ¿Estás segura? Acabo de ver al señor O'Brien y ha dicho que el exámen ya ha empezado. Dijo que me quitaría diez puntos por cada segundo que llegara tarde.- Estaba bromeando. A la única cosa que estás llegando tarde es al baile de bienvenida. - Isabel tomó a Alex de la mano y le condujo hacia el gimnasio. Él no hizo ninguna pregunta. Adoraba lo fácil que era convencer a la gente de todo en sueños. Isabel empujó las grandes puertas dobles del gimnasio. Un foco la golpeó a ella y a Alex, aparecieron coronas en sus cabezas.- ¿Puedes creerte que hemos ganado? - Preguntó Isabel. - Hemos sido elegidos reina y rey de bienvenida. Creo que se supone que tenemos que abrir el baile.- Oh, ¿de veras? ¿Tú y yo? - Alex parpadeó bajo el foco de luz.- Tú y yo. - Isabel cerró sus brazos alrededor del cuello de Alex y descansó la cabeza en su hombro. Agradable, pensó. Exactamente la altura adecuada. Y huele bien también.Normalmente le gustaban con un poco más de músculos. Abdominales firmes y piernas poderosas. Pero el cuerpo esbelto de Alex se sentía... mmmm.Estás aquí para trabajar, no para divertirte, se recordó a sí misma. Levantó la cabeza y alzó la mirada hacia él... el lenguaje universal para "bésame".La mirada de Alex se fijó en sus labios. Tiró de ella para acercarla más. Podía sentir su cálido aliento contra sus mejillas, entonces...Se sacó a sí misma fuera de la esfera. Sus labios se curvaron en una sonrisa de satisfacción. Otro voto para mí, pensó. Adoraba jugar con sus mentes.

- Huele esto. - María empujó un pequeño frasco de líquido bajo la nariz de Liz. Es cedro. Realemnte calmante. Entrarás en un estado de paz.Liz obedientemente olisqueó, pero no creía que nada pudiera hacerla sentir menos nerviosa por ver a Max. ¿Cómo iba a enfrentarse a él despues de la forma en que había salido de su casa? ¿Qué iba a decirle?- ¿Te sientes mejor? - Preguntó María.- Un poco, supongo. - Mintió Liz. Si decía que no, María sólo la haría oler algo más. María estaba totalmente metida en la aromaterapia, y definitivamente quería convertir a Liz.- Ahora que sé la verdad sobre Max, yo... - Liz se interrumpió abruptamente cuando Alex apareció en los terrenos cerca de ellas con del trozos de pizzas, un pastelito, una bolsa de patatas fritas y un refresco de naranja balanceándose en sus manos.Alex miró de Liz a María, después de nuevo a Liz. - De acuerdo, ¿qué pasa? Vosotras dos parecéis culpables.- Oh, oh, estabamos sólo... - Empezó María.- Sólo estabamos diciendo lo mucho que adoramos esas nuevas cajas de tampones... esas donde los ponen de todos los tamaños" - Saltó Liz. María era una terrible mentirosa. - Tienen de los pequeño, pero los días más suaves, y...

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- Alto. - Exclamó Alex. - Estoy empezando a sentirme realmente excluído. Si no paras voy a empezar a sentirme herido.- Admítelo. - Contestó Liz. - Ni siquiera puedes oir la palabra tamp...- De acuerdo, de acuerdo. Tienes razón. - Dijo Alex rápidamente. - Si alguna de vosotras quiere cortar con un tío y no sabe como, sólo tiene que empezar a hablar sobre... eso es todo.- Suena como el principio de una de tus listas. - Dijo Liz.- ¡Ey, si! Estoy intentando imaginarme cual debería ser la siguiente. - Respondió él.Alex tenía una página web llena de listas como "Como Saber Cuando Salirte de una Película" y "Cómo Garantizar que Tu Hijo Crezca Siendo un Asesino en Serie o un Francotirador" Una vez que tenía una idea para una lista podía hablar de ello durante horas. Y hoy era eso exactamente lo que Liz quería de él. No quería hablar de nada que se acercara al tema de Max, no con María, la peor mentirosa del mundo, sentada cerca de ella.- De acuerdo, ¿qué más, que más? - Alex tomó un gran bocado de pizza.María revolvió el contenido de su bolso y sacó una cápsula llena de algo verde. Se la alcanzó a Alex. - Ten. Si vas a comer esa basura necesitas un pequeño estímulo del herbolario. Mezclé esto yo misma. Es un material muy bueno.Alex miró de reojo la cápsula, después la lanzó al interior de su boca y se la tragó con un trago de refreco.- De acuerdo. Lo tengo. Otra gran forma de librarse de un tío. Dile que crees que sería bonito que empezaceis a ir conjuntados a la escuela.Liz tomó un pequeño mordisco de su sandwich, después lo dejó. Estaba demasiado ansiosa para comer.- ¿Qué hay de Rixk Surmacz y Maggie McMahon? - Preguntó María. - Maggie le hace vestir del mismo color que ella practicamente cada día, y han estado juntos desde séptimo grado.- Si, pero todo el mundo sabe que Maggie ha echo a Rick una lobotomía. - Contraatacó Alex. - Tiene todos los signos ¿Verdad, Liz?- ¿Umm? Oh, si. - Murmuró ella. Dejó de poner atención una vez que estuvo segura de que Alex estaba en un tema seguro.- Es algo... - Empezó Alex. Su expresión se tornó sombría. - Kyle Valenti a las cuatro en punto.Oh, genial, pensó Liz. Esto es exactamente lo que necesito ahora mismo.Kyle se dejó caer pesadamente cerca de ella en la hierba... sin esperar una invitación.- Así que, Liz, ¿cuando vamos a salir de nuevo? - Preguntó.Es como un conejito de Duracell transtornado, pensó Liz. ¿Cuántas veces voy a tener que decirle que no antes de que sus pilas se agoten?- Nunca. Te lo dije, Kyle. - Dijo Liz firmemente. Extendió la mano hacia Maria y agarró una de las patatas fritas de Alex. No la quería... pensó que eran bastante asquerosas en realidad... pero esperaba que si ignoraba a Kyle simplemente se marcharía.- ¿Me he perdido algo? ¿Quién te crees que eres, la chica más ardiente de la escuela? ¿Qué te hace pensar que eres tan especial? - Exigió Kyle.María dio un codazo a Liz. Probablemente ella debe estar más loca que yo, pensó Liz.- Kyle, te daré un consejo, consíguete algo de terapia, consíguete una vida. - Dijo Liz. - Lárgate de aquí.María codeó a Liz de nuevo.- Tu camisa. - Susurró.Liz bajó la mirada y vio que se ombligo estaba al descubierto... revelando una de las huellas de manos en su estómago. Cuando me moví para cojer la patata frito, pensó.¿Lo ha notado Kyle? Probablemente no, decidió. Las marcas habían empezado a marchitarse, y Kyle estaba bastante distraído por el sonido de su propia voz. Liz deslizó la camisa... hacia abajo, intentando que el movimiento pareciera casual.- Deberías cambiar de actitud. - Estaba diciendo Kuyle. - Tú...- Eso es, Valenti. - Interrumpió Alex. - Pierdete.Kyle se puso en pie y bajó la mirada hacia Alex.- ¿O sino... qué vas a hacerme? - Exigió Kyle.Alex se levantó y se enfrentó a él. Alex era más bajo que Kyle, y probablemente pesaba veinticinco libros menos. Pero no retrocedió. Dió un paso adejante.Maravilloso, pensó Kyle, poniendo los ojos en blanco. Ahora tengo que ser amable con Kyle para que no mate a Alex.- Mira, Kyle. - Dijo con su voz más dulce. - No quise decir...- ¿Olvídalo, de acuerdo? No importa. - Kyle se alejó de Alex y recorrió el patio con la mirada. Sacudió la barbilla hacia Isabel Evans. - ¿A quién le importas tú? Si no ella quiere salir conmigo si que será malo. - Dijo por lo bajo.Alex se sentó.- Es un engreido total.- Si, Liz es mucho, mucho más guapa que Isabel. - Añadió María.Liz se incomodó.- No creo que sea eso lo que quiso decir. - Le dijo a María.María se volvió hacia Alex.- Oh, vamos. Liz de de cualquier modo más guapa que Isabel, ¿verdad?- De forma distinta. - Murmuró Alex.- Si. Liz trata los chicos como los seres humanos. Isabel atrae a los chicos como a la suciedad. - Respondió María. - No sé por qué algún chico quería salir con ella.Alex miró hacia Isabel.- Si. Pelo rubio, ojos azules, cuerpo curvilíneo. ¿Quién querría estar cerca de eso?María le golpeó el hombro.- Nunca entenderé a los tíos. Sólo porque te gusta su aspecto deja de importarte que tenga la personalidad de un taxidermista.- Soñé con ella la otra noche, y no tuvo nada que ver con animales muertos. - Protestó Alex.- Es difícil de creer que ella y Max sean hermanos. - Dijo Liz. - Quiero decir, si, tienen el mismo pelo y los mismos ojos.- Pero no las mismas curvas. - Bromeó Alex. Liz le ignoró.- Pero la personalidad de Max es totalmente diferente. Max es la persona más agradable que conozco.María agarró a Liz por el brazo.- Acabo de notarlo. Isabel es la hermana de Max. Eso significa que ella también es una...Liz se apresuró a tapar la boca de María con la mano. No podía creer que a María se le hubiera casi escapado el secreto de Max. Iba a tener que sentarse con ella y recordarle lo serio que sería para Max si la verdad sobre el se supiera.- ¿Una qué? - Preguntó Alex.

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- Oh, no. - Dijo Liz. - No intentes escabullirte con triquiñuelas. Tienes que contarnos tu sueño. Lo mencionaste... eso significa que tienes que contarlo.María se sacó la mano de Liz de la boca. Le hizo a Liz un pequeño asentimiento para demostrar que lo había entendido.- Si. Lo analizaré por tí. He leído todos los libros sobre sueños que existen.- No hay mucho que analizar. - Dijo Alex.Otro punto para Liz Ortecho, pensó Liz. Miró hacia Isabel Evans. Parecía tan, bueno, tan normal. Pero María tenía . ¿Podía Isabel ser una alienígena también? Debería... era la hermana de Max. Liz sabía que los dos eran adoptados, y parecían practicamente gemelos. Liz miró alrededor del patio. ¿Max e Isabel eran los únicos alienígenas de la escuela? ¿O habían alienígenas por todas partes, y ella no lo sabía?- Vamos. - Dijo María. - Detalles, Alex.- De acuerdo, pero intentad no reiros. - Alex parecío avergonzado. - Iba al baile de bienvenida con Isabel... y eramos el rey y la reina de bienvenida. Teníamos coronas y todo.- Oh, para. Voy a vomitar. - María fingio que se provocaba.- ¿Tú que crees? ¿Es una señal?¿Debería intentarlo y echarle agallas, ya sabéis, hablar con ella o algo?- ¡No! - Farfulló Liz.Alex pareció herido.Pero Liz no podía ocuparse por sus sentimientos. Súbitamente recordó algo sobre Isabel. El otro día, en la casa de Max, Isabel le había clavado una mirada de puro odio.Temía que fuera a traicionar a Max, comprendió Liz. Y si la gente descubría que Max era un alienígena, sabrían que Isabel también lo era. El estómago de Liz empezó a retorcerse. Isabel debía estar aterrorizada. No le estrañaba que la odiara. ¿Vendrá a por mí? se preguntó Liz. ¿Intentará hacer daño a mis amigos?Liz no lo sabía. Pero sabía una cosa... no la quería que Alex se acercara a Isabel.- Es sólo que, como María dice, ella trata a los chicos como basura. - Le dijo Alex. - Tú te mereces algo mejor.- Supongo que tienes razón. - Dijo Alex. Pero Liz notó que seguía mirando a Isabel mientras hablaba.

- Tengo antojo de un donut. ¿Quieres ir a una pastelería? - Preguntó Max. Se comió el último bocado de su hamburguesa y empujó la bandeja por la mesa de la cafetería.- Pero eso significaría... saltarnos las clases. - Michael abrió sus ojos grises de par en par y miró a Max con falso horror.Max olisqueó el aire.- ¿Puedes olerlos? ¿Puedes oler los buñuelos deslizándose fuera del horno? - Sacó un par de bolsas de salsa picante del bolsillo de su chaqueta y los ondeó ante la cara de su amigo. Sabía que los buñuelos con salsa picante eran los favoritos de Michael.- Tengo un exámen de historia, y ni se me ocurriría poner en peligro mi educación por un buñuelo. - Dijo Michael remilgadamente.- Alguna vez has probado uno cuando todavía está caliente, pero creo que hoy es día de horneado. - Dijo Max.- ¿Piensas que soy tan fácil? - Exigió Michael. - Además, no puedes esconderte de esa chica el resto de tu vida.- Si, tienes razón. - Max no se molestó en fingir que no sabía de quien estaba hablando Michael.Sonó el timbre. - Por una vez te doy un consejo para variar. - Dijo Michael mientras salían.- No te acostumbres demasiado. - Respondió Max. Empezó a subir las escaleros hasta su clase de biología avanzada. ¿Estaría siquiera Liz allí? Él había pensando en echarse atrás... ¿por qué no ella?Max no podía decidir si esperaba que estuviera allí o no. Quería verla y asegurarse de que estaba bien. Pero no podría soportarlo si le miraba de la misma forma que el Sábado, tan asustada y alucinado y... y asqueada. Señor, nunca olvidaría la expresión de su cara.Dudó fuera de la puerta. No seas gallina, se dijo a sí mismo, y entró. Liz estaba allí. Debería haber sabido ella que no se achicaría. En realidad no era la clase de persona que se echaba atrás ante las cosas.Sabía que ella había notado que entraba... sus hombros se tensaron un poco, y el amarilla enfermizo que todavía empañaba su aura se oscureció un poco. Pero no levantó la mirada. Mantuvo los ojos enfocados en la mesa de laboratorio mientras colocaba su microscopio.Max se desvió de su camino para examinar los ratones de laboratorio. Admítelo, pensó mientras le alimentaba con unos trozos de apio. Estás perdido.- Deséame suerte. - Susurró a Fred, su ratón favorito. Despues se obligó a sí mismo a caminar hacia la mesa de laboratorio que compartía con Liz.- Hoy vamos a hacer una comparación entre células de animal y de planta. - Dijo Liz apresuradamente cuando Max se deslizó en su taburate. - Estoy intentando decidir en que categoría caería una patata.Si risa sonó un poquito falsa. Pero al menos estaba intentando bromear con él como hacía normalmente... incluso aunque todavía evitaba mirarle.Si Liz iba a actuar como si nada hubiera ocurrido, él también podría. Los dos debería conseguir una nominación al Oscar después de esta clase, pensó Max.- De acuerdo, vamos a empezar. - Gritó la señora Hardy. - Todos los de la izquieda, usad un raspado vegetal como obtener una muestra. Todos los de la derecha, usad un bastoncillo de algodón para obtener algunas células de vuestras bocas. Cuando hayais respondido a las preguntas de vuestra muestra... animal o planta... comparad con otro equipo y responder el resto.Max agarró uno de los bastoncillos.- Yo lo haré.Liz se lo quitó.- ¿Estás loco? - Exigió. Bajó la voz. - ¿Sabes siquiera que aspecto tienen tus células? ¿Que pasa si son... diferentes?Tenía razón. La señora Hardy con frecuencia paseaba alrededor y miraba sus muestras. Y si había algo diferente en sus células, definitivamente lo notaría.Normalmente Max era tan cuidadoso, tan cauteloso. No podía creer que casi hubiera hecho algo tan asombrosamente estúpido. Este asunto con Liz le tenía totalmente desquiciado. En todo lo que podía pensar era en ella. No podía dejar de preguntarse que pasaba por su cabeza.Liz se frotó el interior de la boca con el bastoncillo. Max sacó una placa de cristal de la pequeña caja de madera y se la ofreció. Ella frotó el bastoncillo sobre el cristal, después Max dejó caer la fina cubierta plastica sobre la muestra de células que ella había depositado.Al menos todavía podemos hacer esto, pensó él. Siempre habían sido un equipo perfecto de compañeros de laboratorio.

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- Quiero hablar contigo de lo que ocurrió el Sábado. - Dijo Liz. Manipuló el mando de metal del microscopio, despues miró por el objetivo, comprobando el enfoque.Si, Liz definitivamente no se echa atrás ante las cosas. pensó Max.Fingir que no había pasado nada hubiera sido fácil, pero simplemente no era propio de ella.- Contarme la verdad debe haber sido muy duro, y después me quedé totalmente flipadas. - Continuó Liz. - Ni siquiera te agradecí que me salvaras la vida.Utilizó el mando del microscopio para hacer algunos pequeños ajustos, después levantó la mirada hacia Max. Su mirada era directa y firme, pero Max vió que un diminuto músculo saltaba en su párpado.Le está costando horrores hacer esto, pensó él. Ni siquiera puede mirarme sin hacer un enorme esfuerzo.- No sé que decir. "Lo siento" suena tan poco. Pero realmente lo siento.- Le dijo. - Y gracias... gracias por salvarme la vida.- De nada. - Max le dio la espalda y comprobó el libro de laboratorio. - Se supone que tenemos que cortar y etiquetar las partes. - Sacó una hoja de papel y la empujó hacia Liz. - Tú eres mejor dibujando. Los dos sabemos que yo no puede dibujos ni monigotes.Liz miró por el objetivo de nuevo. Cogió un lapiz y dibujó un gran círculo, todavía estudiando la muestra.- Empieza con el aparato Golgi. - Sugirió Max. - ¿Lo ves? Se supone que parece un manojo de globos desinflados.Liz cambió de posición, y un mechón de pelo oscuro se deslizó sobre su hombre y cayó sobre el dibujo. Max se lo echó hacia atrás... y ella se apartó de un salto.Se inclinó y comprobó su zapato. - Yo... yo tropecé. - Tartamudeó. - El tacón de este zapató siempre se bambolea. Sigo olvidando llevarlo al zapatero. Las hebras amarillas de su aura crecieron hasta casi emborronar el ambar.Max sabía que estaba mintiendo. No había tropezado. Se alejó de un salto de él porque no podía soportar que él le tocara ni siquiera un mechón de pelo.Podemos intentar actual normalmente, pensó Max. Ambos podemos decir que todo está bien. Pero nunca nada volverá a ser igual entre nosotros. Liz me tiene miedo. La Banda Uncle John's estaba...Liz apretó las manos contra sus orejas.- No quiero oir nada más, gracias. - No necesitaba los detalles de la vida sexual de sus padres.Su padre rio.- ¿Qué estás haciendo aquí, de todas formas? No trabajas hoy.Liz bajó las manos.- Tengo que hablar contigo de algo importante.La expresión de él se volvió seria.- ¿Es algo de la escuela?- No, no es sobre la escuela. - Suspiró Liz. - ¿Por qué siempre crees que es sobre la escuela? Nunca nada es sobre la escuela, ¿verdad?Algunas veces Liz sentía ganas de echar la cabeza hacia atrás y gritar "Yo no soy Rosa". Porque eso era de lo que iba todo. Iba sobre Rosa. Había muerto hacía casi cinco años, pero de todas formas era todavía el miembro más importante de la familia de Liz. Ella estaba ahí, en las cosas que se decían los unos a los otros y las cosas que nunca decían.Liz sabía exactamente por qué su padre estaba siempre pendiente de sus resultados en la escuela. El año antes de que Rosa murieda, sus notas empezaron a caer. Los padre de Liz le consiguieron a Rosa un tutor y todo eso, pero no notaron que las notes eran solo una pequeña parte del problema en el que estaba metida Rosa.Liz miró fijamente a Papá. Él bajó la vista a algunas factuaras que estaban en el escritorio, pero sus ojos estaban en blanco. Liz conocía esa expresión muy bien. Estaba haciéndolo de nuevo. Preguntándose ¿y si?. ¿Y si hubiera prestado más atención? ¿Y si hubiera metido a Rosa en una escuela privada? ¿Y si hubiera leido más sobre adolescentes y drogas? ¿Y si?, ¿y si?, ¿y si?- Estoy bastante segura de que voy a dar el discurso de graduación. - Dijo Liz, intentando sacar a Papá de sus negros pensamientos. - Será mejor que empieces a pensar en lo que vas a llevar en mi graduación porque todo el mundo va a estar mirándote a ti y a Mamá... los padres de la chica que está haciendo el brillante discurso.- Asegurate de mencionar el café. - Dijo papá. Apartó los papeles y levantó la mirada hacia Liz. - Si no es de la escuela, ¿qué es eso tan importante?- Es sobre nuestros uniformes. Los uniformes de Star Trek de los setenta que llevamos tienen un cierta especie de encanto retro, pero a María y a mi nos gustaría cambiarlos. - Liz agarró una foto de Tommy Lee Jones y Will Smith con sus trajes de hombres de negro y las gafas de sol. - Hemos pensado en algo como esto.El señor Ortecho sacudió la cabeza.- Quieres que gaste dinero en nuevos uniformes cuando no hay absolutamente nada malo en los viejos? Eso no es un buen negocio, Liz.Liz hizo pucheros durante un segundo. Depués entró a matar.- Oh, bien. A los chicos parece gustarles nuestro aspecto con esas faldas cortas. Probablemente bajarían nuestras propinas si cambiaramos de ropa.- Espera, ¿quién mira? - Exigió Papá. - ¿Quién exactamente?La señora Ortecho abrió la puerta de la oficina y entró con dificultad, una gran bandeja se balanceaba en sus manos. La harina por todas partes y en su corto pelo castaño. - Acaba de terminar mi última creación y tengo que alardear de ella. - Les dijo.Ignorando el ceño fruncido de Papá, Liz agarró un lateral de la bandeja y ayudó a su madre a bajarla hasta el escritorio. Soltó una risito cuando vio el pastel.- ¿Un alienígena montando un caballo?La señora Ortecho se encogió de hombros.- Es para el cumpleaños de Benji Sanderson. Adora a los cowboys, y esto es Roswell.- Al menos no has tenido que hacer una nave espacial. - Dijo el señor Ortecho.La madre de liz adoraba sacrse de la manga nuevos diseños para sus pasteles y quería que sus clientes cambiaran. Pero seguían pidiendo naves espaciales y alienígenas, alienígenas y naves espaciales.La señora Ortecho se las había arreglado para crear sus propias obras maestras para los cumpleaños de cada uno del billón de parientes de Liz. Había hecho una asombros pastel en 3-D del retrato del perro favorito de la abuelita, y todo el mundo había quedado asombrado por el pastel de Drácula que había hecho para el octavo cumpleaños de la prima Nina.Moldeó un ataúd de chocolate y puso un pastel de mermelada de fresa con forma de vampiro dentro.Están asomó la cabeza dentro de la oficina.- Liz, no vas a creer quien está fuera... Elsevan Dupris.El corazón de Liz se le puso en la gargante, pero intentó mantener la calma delante de sus padres.

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Esto no era bueno. Elsevan Dupris publicaba el Astral Projector, el equivalente de Roswell del National Enquierer. Todas las historias del Projector tenían algo que ver con los aliens. Era una enorme coincidencia que Dupris quisiera hablar con Liz dos días después de que ella tuviera la prueba absoluta de que existían los alienígenas. Una gran y escalofriante coincidencia.- ¿Vienes? - Preguntó Stan.- Si. Entrevistaré a DuPris para un periódico que estoy escribiendo. - Mintió a sus padres. Después se deslizó junto a Stan y se dirigió a la parte delantera del café.- Consiguemos un presupuesto de esos nuevos uniformes. - Le gritó desde atrás el señor Ortecho.Era fácil distinguir a DuPris recostado contra el mostrador. Si no está aquí para pedirme que le ayuda a ir de compras debería estarlo, pensó Liz. Llevaba un arrugado traje blanco con una camisa verde lima, un sombrero de Panamá blanco, y unos zapatos de cordón blancos, y llevaba un baston con mango de marfil. Su pelo rubio estaba echado hacia atrás con un poco demasiado gel, y su sonrisa era también un poco demasiado aceitosa.Liz se sintió relajarse mientro se paseaba hasta él. Alguien que salía de casa con ese aspecto tenía que ser un completo bufón. Podía manejar a DuPris, sin problemas.- ¿Quería verme? - Preguntó.- Si, si puedes dedicarme un momento ¿Podemos sentarnos? - DuPris avanzó hacia una mesa en la parte de atrás sin esperar respuesta.Liz le siguió.- ¿Qué puedo hacer por usted? - Preguntó meintros de deslizaba en la mesa delante de él. Fingió una amigable postura de no-hay-nada-que-escoder-aqui, al menos hasta saber cuanto sabía él.- He estado oyendo algunas cosas interesando sobre tí, jovencita. - Dijo lentamente DuPris. Sonaba como una especie de Escarlata O'Hara.Yo podía fingir un acento mejor, pensó Liz. Y estoy tan lejos de ser sureña como podrías estarlo tú.- ¿Qué clase de cosas interesantes? - Preguntó. Se aseguró de mirar a DuPris directamente a los ojos. Se preguntaba si él llevaba lentillas. Sus ojos eran casi tan verdad como su camisa.- He oído que casi mueres hace un par de noches. Oí que te dispararosn... y un jovencito curó la herida simplemente tocándote. - Dijo DuPris.Va directo al grano, pensó Liz. Esos dos turistas deben haberse ido de la lengua. Decidió que necesitaba ser un poco creativa.- Probablemente pareció que el tipo me curaba. Pero eso no fue lo que ocurrió. - Liz se inclinó sobre la mesa y bajó la voz. - Verá, los unifomes que llevamos están hechos de lana Roswell. Esa lana es de las ovejas que pastan en el lugar del impacto. La gente dice que tiene poderes, y después de lo que me ocurrió, lo creo. Hubiera muerto si hubiera vestido poliester cuando me dispararon.DuPris arqueó las cejas.- ¿Lana de Roswell?- Si. Hay una compañía que te hace todo lo que quieras con ese material. Estoy pensando en encargar una máscara de esquí... por si acaso me disparan en la cabeza la próxima vez.DuPris guardó silencia durante un momento.- Me gusta usted, señorita Ortecho. - Dijo finalmente. - Soy un gran admirador de un vivo sentido del humor. ¿Ahora le gustaría contarme lo que ocurrió en realidad?-Acabo de contarselo. - Respondió Liz. - Creo que definitivamente debería escribir una historia sobre la lana Roswell en tu periódico. Es algo que la gente debería saber. Quizá podría incluso conseguir que pusieran un anuncio o algo así.- Todavía estoy intrigado por el joven que mis fuentes mencionaron. - DuPris se inclinó hacia ella, y Liz percibió un soplo de su aftershave con olor a pino. Se metio en su nariz provocando una picazón.- Hubo un chico que corrió hacia mí. - Admitió Liz. Podría haber puesto la mano sobre la mano sobre la herida para parar la hemorragia. pero la lana en realidad ya había funcionado. Eso fue lo que me sanó.Abrió los ojos de par en par e intentó parecer inocente y estúpida. DuPris la miró fijamente durante unos segundos, después suspiró.- Bueno, te agradezco que me lo hayas aclarado. - Se puso en pie. - Debo decir que me alivia que ese joven no fuera el responsable de salvar tu vida.- ¿Qué? ¿Por qué? - Liz sabía que no debería haber preguntado. Habría sido más inteligente dejar que DuPris se marchara. Pero las preguntas escapaban de su boca.DuPris le sonrió ampliamente.- Pareces una persona bastante inteligente. - Dijo. - Así que dime, si hubiera un joven que pudiera curar con un toque, no es lógico asumir que podría también matar con un toque? - Preguntó DuPris.Liz sacudió la cabeza.- No estoy segura de qué quiere decir.Dubris volvió a sentarse frente a ella, sus ojos verdes brillaban con intensidad.- Digamos que el joven pudiera manipular las músculos y la piel e incluso los órganos internos para cerrar una herida de bala con un simple toque de su mano.Liz asintió, con miedo a hablar.- Bueno, si el joven pudiera hacer eso, ¿no podría también hacerlo a la inversa? No podría abrir un agujero en el corazón de una persona o causar un desgarro en un pulmón... todo con el mismo toque de su mano?Liz casi podía ver la sangre surgiendo a través del agujero en el corazón y el delicado tejido del pulmón desgarrándose. Hizo una mueca mientras el horripilantes imágenes llenaban su mente.- No me gustaría pensar que hay alguien vagando por nuestra ciudad que podría matar tan facilmente y con pocas posibilidades de ser detenido. - Terminó DuPris.Levantandose de nuevo, dio un golpecito a su sombrero hacia Liz y caminó lentamento hacia la puerta.Liz frotó su dedo delante y atras por la brillante superficie plateada de la mesa después de que él saliera. Lo que habia dicho DuPris le había hecho mella. ¿Podría Max matar a alguien sólo tocándole?

- Deberíamos ir todas juntas de compras para el baile de bienvenida. - Stacey Scheinin dió un pequeño salto sobre la punta de los pies.Stacy estaba siempre saltando, gritando o riendo tontamente. Era como una animadora salida de las fantasias de algún chico de trece años. Daba a Isabel ganas de vomitar.- Creo que todas podríamos ir del mismo color... quizás lavanda. - Siguió Stacey. - Así cuando sea elegida reina de bienvenida todas mis damas estarán a juego. Vamos a estar totalmente arrebatadoras juntas sobre el escenario.- ¿Hay alguna razón por la que crees que vamos a ser tus damas? - Preguntó Isabel.

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- Oh, Izzy, no te preocupes. - Arrulló Stacy. - Puedes dejarte caer esta noche y te maquillaré. Sé que puede dejarte lo suficientemente guapa como para que seas elegida miembro de mi corte.- No gracias. - Isabel miró de arriba a abajo a Stacey. - Ya veo lo bien que lo haces.- Vamos, chicas. - Murmuró Tish Okabe.La pandalla de animadoras estaba dividida entre las chicas que querían ser como Stacey y las que pensaban que Stacy era la hija fruto del amor de Jerry Springer y Lassie. Isabel y Tish pertenecían definitivamente al segundo grupo.- Volvamos al trabajo. - Stacy dio palmas. - Vamos a hacer el Ataque Alienígena hasta que consigamos que salga perfecto. Izzy, te retrasaste la última vez.- Si, yo y todo el mundo menos tú. - Murmuró Isabel mientras volvía a su lugar sobre el suelo del gimnasio.- ¡Preparados, listos! - Gritó Stacey.- Los aliens de Roswell, causan sensación. - Empezó Isabel. Captó un ramalazo de movimiento por el rabillo del ojo. Alex Manes deslizándose a través de la puerta del gimnasio. Se inclinó contra la pared de atrás, mirándola. Sólo a ella.Isabel hizo un paseo triunfal y se deslizó hasta el final del número. Le hizo un guió a Alex, y una amplia sonrisa se estiró en la cara de él. Fue ese sueño, pensó. El vote de Alex está en el saco. Si alguien necesita comprar un traje lavanda de acompañante, esa es Stacey. Se pusó en pie, sus zapatillas chirriaron contra el pulido suelo de madera.- De acuerdo todo el mundo, el siguiente entrenamiento el Miércoles a las tres y treinta. Sed puntuales, por favor. - Gritó Stacey.Esta necesita salir más, pensó Isabel. Capitanear a las animadores es lo mejor que le ha ocurrido en toda su patética vida.Isabel caminó hacia el vestuario. Alex se apresuró a alcanzarla antes de que llegara a la puerta.- Ey. - Dijo. Se metió las manos en los bolsillos traseros, las sacó, después las volvió a meter de nuevo.Estaba nervioso. Qué dulce, pensó Isabel. - ¿Qué es eso? - Bromeó ella. - ¿Sólo "ey"? Creía que los chicos se suponía que tenían unas cuantas líneas de apertura suaves para situaciones como esta.- Así era. - Admitió Alex.- Venga. - Isabel se saltó su largo pelo rúbio de la coleta y sacudió la cabeza.- Lo he olvidado todo. - Se jactó él. - Pero tengo algo de reserva. Es totalmente genial. Mi hermano mayor me lo enseñó. ¿Quieres oirlo?- Por supuesto. - Isabel se recorrió con la lengua el labio inferior. Eso atrajo toda la atención de Alex. Los chicos eran tan predecibles. Y nunca notaban cuando estaban jugando con ellos.- De acuerdo, fingo que soy un policia, ya sabes, con un arma, una placa y todo eso. - Instruyó Alex.Isabel se rió. - Ya me gusta esto. ¿También llevas esposas?- Ni hablar te dije que esta es la táctica de mi hermano, y es un tío clásico. De acuerdo, preparada para derretirte. - Alex se aclaró la gargante ruidosamente. - Voy a tener que detenerla.Isabel batió las pestañas.- Pero no he hecho nada malo.- Uh, me temo que eso no es cierto. Un débil sonrojo coloreaba las mejillas de Alex. - Está claro que ha robado las estrellas del cielo... puedo verlas en sus ojos.Isabel intentó no reir, pero la expresión de la cara de Alex era demasiado divertida. No es mi tipo, pensó. Pero es tan adorable. Me pregunto si tiene pecas por todas partes.- Te ha gustado, ¿eh? - Preguntó Alex.- Si. - Admitió Isabel. Nunca se había molestado en dirigirle la palabra a Alex antes, ni siquiera cuando habían compartido banco en clase. Pero había algo en ese sueño que habían compartido que la mantenía allí de pie, sonriéndole.- Así que, ¿quieres ir a ver una película o algo así este fin de semana, ahora que has comprobado lo buen tipo que soy? - Preguntó Alex.- No, pero voy a salir con tu hermano. - Contraatacó Isabel. Suficiente. Un sueño interesante no era suficiente para hacerla bajar su listón.Súbitamente Alex pareció completamente fascinado con la fila de posters de espíritu deportivo de detrás de las gradas.- Bueno, mi hermano me aleccionó. - Refunfuñó. - Pero yo le puse algo de refinamiento propio.- Tengo que ir a ducharme. - Dijo Isabel.- Ummm, de acuerdo. Le daré tu nombre a mi hermano. - Alex se dio la vuelta y se dirigió a las grandes puertas dobles al final del gimnasio.Isabel se permitió el gusto de disfrutar de la vista de su trasera, después se dirigió al vestuario. Stacey se dejó caer a su lado.- ¿Nuevo novio, Izzy?- ¿Él? No. Es solo un patético perdedor. - Respondió Isabel. - Siempre tengo a unos cuantos esclavos adoradores siguiéndome con las lenguas colgando. Supongo que tú no tienes ese probleman, ¿eh, Stace?isabel sonrió mientro entraba a zancadas al vestuario. La vida es genial, pensó. En unos pocos días Stacey iba a ser su asistente en el baile de bienvenida. E Isabel acababa de adquirir a un nuevo pardillo para jugar con él. No había nada más divertido que un humano enamorado. Las perchas estaban demasiado juntas, y el lugar olía como si hubiera sido empapelado con esas pequeñas toallitas perfumadas que regalaban con las revistas.- No estás siendo de mucha ayuda, Alex. Te hemos traído para contar con el punto de vista de un chico. ¿Qué clase de vestido atraería tu atención? - Preguntó María.- Oh, ya sabes, corto, ajustado, de espalda descubierta, muy corte, quizás sólo un par de bandas por alguna parte.Liz le golpeó en la cabeza, y Alex sonrió. Le encantaba decir cosas que sabía que la haría rabiar. Nunca había creido eso de tener a una chica sólo-como-amiga antes de conocer a Liz y María... bueno, no desde que tenía al menos siete años. Era bastante divertido.Y el hecho de que fastidiara al Mayor era un plus. El padre de Alex quería que pasara el tiempo puniendo en marcha el progrma ROTC de la escuela o al menos pensando en alistarse en el ejército, a donde quería que se uniera después de graduarse. Incluso después de que su padre se hubiera retirado, siguió con la obsesión por la futura carrera militar de Alex. La idea de Alex de pasar toda la tarde jugando al consultor de moda lo haría ponerse como un basilisco, no es que Alex estuviera planeando decírselo.Una de las cosas que no iba a decirle era que no había posibilidad de que fuera a entrar en el ejército. Tenía la esperanza de que uno de sus hermanos mayores se saliera del camino y suavizara al viejo con la idea de tener a un civil por hijo. Pero sus dos hermanos mayores se habían unido a las fuerzas aéreas, como quería Papá. Y Jesse, su última esperanza, acababa de firmar con los marines. El Mayor no estaba muy feliz con la idea de tener a un calamar en la familia, pero finalmente había dejado de refunfuñar.- ¿Qué tal este? - Liz agarró un sedose vestido azul oscuro con pequeñas correas. Parecía un camisón o algo por el estilo. - Definitivamente ese es un diez en la escala de cualquier hombre. - Dijo Alex.- Sea lo que sea la escala de un hombre, no me lo dijas. - Refunfuró María.

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Alex la ignoró. Se estaba imaginando ese material sedoso bajo sus dedos. La tela era tan fina, que sería capaz de sentir la calidez de la piel de Isabel bajo la ropa. Isabel. Oh, señor. Lo estaba haciendo de nuevo. Se había dado a sí mismo estrictas ordenes de no pensar en Isabel, pero seguía colándose en su cabeza.Olvídala, se dijo a sí mismo. Recuerda lo que te llamó... un patético perdedor. Ni siquiera se había molestado en esperar a que hubiera terminado de salir del gimnasio antes de empezar a divertirse a su costa con Stacey.Pero había algo en Isabel, algo en la forma en que le miraba mientras estaban hablando... Había una atraccción entre ellos, una conexión. Alex no podía creer que fuera tan fría como parecía. Si pudiera sólo alejarla de su posturita de animadores y todas sus tonterías, tenía el presentimiento de que podría crecer algo entre ellos.- ¿ Vas a probártelo? - Preguntó María a Liz.Liz comprobó la etiqueta del precio e hizo una mueca. Se la mostró a María.- Creo que estamos en la tienda equivocada.- Intentemoslo en Clothes Barn. - Sugirió María.Alex abrió camino fuera de la tienda. Tomó un profundo aliento de aire perfumado. El olor del puesto de comida de la alameda llenó su nariz... galletas de chocolate mezclado con chow mein, tacos y patatas fritas. Mucho mejor.- Sabes, hemos sido egoístas. - Dijo María a Liz. - Alex va a ir al baile también. Podría necesitar nuestra ayuda para alguna pequeña compre. Estoy viendo una camisa sin cuello y...- Ni siquiera lo penseis - Les advirtió Alex. - No soy una especie de muñeco Ken talla grande.- Alex, tienes diecisiete años. Es hora de que explorar telas más allá de la franela y los vaqueros. - Le picó Liz.- Visto otras cosas. Visto algodón. Y... de qué están hechos los pantalones... llevó eso.María lo agarró por el brazo y empezó a conducirle por la acera.- Macy's está justo allí, esperando por ti.Alex divisó a Michael Guerin y Max Evans dirigiéndose hacia ellos.- ¡Tíos! - Gritó con alivio. - Eh, tío, tenéis que ayudarme. - Se alejó de María y se apresuró hacia ellos. - La mafia de las compras me tiene entre sus garras.- Parecen bastante peligrosos. - Dijo Michael cuando Liz y María se unieron al grupo.- Están intentando obligarme a dejar de vestir franela. - Se quejó Alex.Esperaba que María saltara e intentara poner a Max y Michael de su parte. Pero de repente se quedó callada. Liz también. ¿Qué pasaba con ellas? Nunca se quedaban calladas.- No las dejes, hombre. - Respondió Michael. - Si no pueden aceptarte como eres, que den media vuelta. ¿Estás de acuerdo, Max?- Todo americano tiene derecho a vestir franela. - Respondió Max. Se apoyó contra el pasamanos y miró al nivel más bajo de la fuente. Era obvio que no sentía realmente lo que decía.Alex no conocía bien a Max, pero siempre le había parecido un buen tipo. A Alex no le importaría hacerle un par de preguntas sobre Isabel, algo que pudiera ayudarle a sacar algo en claro de ella.Quizá su hermano sabría qué Isabel era la auténtica... ¿la Isabel que había flirteado con Alex y actuado como si estuviera disfrutándolo? ¿o la Isabel que se había reido a sus espaldas?- ¿Qué pasa con las chicas? - Preguntó Michael. - Pueden tener a un tío que está loco por ellas, pero eso no es suficiente. Tienen que entrometerse y empezar a cambiar cosas. Los tíos no hacen eso. Max, te gusta Liz tal como es, ¿verdad?Hubo un pequeño extraño silencio.Liz lanzó a Michael una mirada que decía "retíralo" alto y claro. Alex frunció el ceño. ¿Qué estaba pasando con todo el mundo? Liz normalmente no era tan susceptible.- Quiero decir que nunca le dirías que debe vestir. - Enmendó Michael, evitando los ojos de Liz.- Liz está bien con cualquier cosa. - Respondió Max. Se empujó lejos del pasamanos y se volvió para enfrentar al gropo. - Incluso te veías guapa con aquel vestido que odiabas, aquel coqueto de los pasteles.- ¿Recuerdas eso? - Gimoteó Liz. - Odiaba tanto ese vestido, pero mi abuelita me lo regaló, así que mis padres siempre me obligaban a ponermelo.- No lo recuerdo. ¿En qué curso fue eso? - Preguntó María.Liz pensó que era en segundo.- Parvulario. Recuerdo a la señora Gliden dejándome ponerme una de las batas cuando llevaba el vestido a la escuela. Era tan agradable. Ella... - La voz de Liz se desvaneció.María frunció el ceño.- Pero Max no estaba en tu clase de parvulario, ¿verdad? - Preguntó.Liz se volvió hacia Max.- Tengo que hablar contigo a solas. Ahora mismao. - Se alejó a zancadas del grupo. Max dudó un momento, después la siguió.Otro extraño pequeño silencio. María se había puesto pálida.- Bueno, entonces. - Masculló Alex.- Tengo que comprar laca de uñas. - Farfulló María. - Os veré en el patio para la comida. - Se apresuró hacia las escaleras mecánicas.Alex miró a Michael y se encogió de hombros.- ¿Te apetece comer algo? - Preguntó.- Yo siempre puedo comer. - Contestó Michael.Liz y María han debido tomarse un par de píldoras psicóticas cuando no estaba mirando, pensó Alex mientras él y Michael se dirigían al paseo. Espero que se les paso rápido el efecto.

- Ni siquiera lo pienses. - Isabel gruño al tipo que proporcionaba pruebas de perfumes antes de que pudiera rociarla. Normalmente evitaba entrar en Macy's. Era como intentar abrirse paso a través de una campo de minas de perfumes. El olor de todas esas esencias... florales, especiados, afrutados, polvorientos... hacían que se le revolviera el estómago.- Eh, era mono. - Protestó Tish.Isabel miró sobre su hombro. - Es demasiado grande y musculoso. Mira esas venas sobresaliendo de su cuello.- Creía que adoraba ese aspecto de músculoso de playa. - Tish tendió la muñeca a una mujer pálida con un vestido blanco, que delicadamente la pulverizón con una esencia floral.- Debe haber madurado. Ahora los tipos como ese parecen un poco demasiado obvios. - Dijo Isabel. - De todas formas, ¿quién quiere a un tio que pase más horas en el gimnasio del que pasa contigo?

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Si, eso es, pensó Isabel. No tiene nada que ver con el recuerdo de la sensación del cuerpo de Alex presionado contra el de ella en su baile soñado.- Mi gusta este. - Dijo Tish. - Todavía dijo que es mono.- Tú crees que todos son monos. - Contraatacó Isabel.- Casi todos tienen algo mono, incluso aunque sólo sea una cosita. - Insistió Tish. - Como ese tipo del mostrador de guantes. Ropa horrible, pelo horrible, piel horrible...- Horrible higiene personal. - La cortó Isabe.- Pero mira su boca. - Tish agarró la barbilla de Isabel y le volvió la cabeza hacia el chico. - Mira esos grandes labios carnosos. Uhhhh.- De acuerdo, ¿qué pasa con él? - Isabel sacudió la cabeza haci el tipo gordito que probablemente pasó a formar parte del Club Capilar del Hombre más o menos un año después de graduarse.- ¿Cómo puedes preguntar siquiera? - Exclamó Tish. - Mira su trasero. Puro encanto. ¿No te gustaría estrujarlo?- Uh, en realidad no. - Respondió Isabel. Examinó la multitud, después sonrió. - De acuerdo, tengo que encontrar uno difícil para ti.... que tal allí en el mostrador de Lancome.Tish levantó la mirada y empezó a hacer muecas. - Es la anti-inteligente. Salgamos de aquí. Ya vemos demasiado a Stacey en la escuela.- Quiero hablar con ella. - Dijo Isabel.- Is-a-bel. - Tish pronunció su nombre en un largo quejido.- Vamos. - Isabel paseó con calma hacia Stacey. No se molestó en comprobar si Tish seguía. Tish siempre seguía a Isabel.- Ey, Stacey, ¿buscas un lapiz de labios que vaya con tu vestido lavanda? - Preguntó Isabel.Stacey se giró hacia ellas.Tish gimió.- ¿Qué te ha pasado en la cara? - Exclamó.- Tuve un sueño horrible, y me arañé a mí mismo mientras dormía. - Admitió Stacey. Recorrió con los dedos uno de los largos arañazos rojos que cubrían su cara.No creo que hay visto nunca a Stacey sin que esté saltando o riendo o algo así, pensó Isabel. Stacey era nauseabunda e imparablemente burbujeante. Incluso en clase estaba constantemente garabateando pequeños corazones, estrellas y arcoiris en la cubierta de su libreta.-Eso es terrible. ¿Duele? - Preguntó Tish.Oh, por favor, pensó Isabel. Si Tish encontraba una serpiente de cascabel herida en la acera, probablemente se la llevaría a casa, la cuidaría hasta que se repusiera, le ataría una correa alrededor del cuello, y después se sorprendería cuando le mordiera. Debería salir con Max. Harían la pareja perfecta.- En realidad no duelen, pero parecen tan grandes. Estoy intentando encontrar algo que los cubra. - Stacey estudió los maquillajes y polvos de la vitrina que estaba ante ella.- ¿De qué iba tu sueño de todas formas? - Dijo Tish.- ¡Oh, fue estúpido! - Stacy se frotó la cara con ambas manos. - Allí estaban todos esos bichos hormigueando sobre mi. Podía sentir sus pequeñas patitas. Seguía rascándome y rascándome, pero no conseguí sacármelos.Isabel soltó un ruidoso jadeo. Abrió los ojos de par en par. - Eso si que es raro. ¡Tuve exactamente el mismo sueño anoche!

- ¿Qué paso? - Preguntó Max mientras trotaba tras Liz.Liz no respondió. Se giró hacia un pequeño vestíbulo con una cabina telefónico, una fuente para beber, y un banco. Nadie los molestaría aquí.Se dio la vuelta y miró a Max. - ¿Cómo sabes lo de mi vestido? - Exigió. - ¿Puedes leer la mente? ¿Es ese uno de tus poderes? Si lo es, tienes que encontrar la forma de apagarlo porque es una increíble invasión de la privacidad.Liz ni siquiera quería pensar en lo que Max podía haber visto en su cabeza. Todos las pequeñas cosas embarazosas que nunca había contado a nadie, ni siquiera a María. Las tontas ensoñaciones que se permitía a sí misma cuando uno de los profesores era demasiado aburrido, quería gritar. Los pequeños pensamientos mezquinos que tenía sobre la gente a veces.Pero lo peor de todo lo que temía era que Max hubiera visto todas las cosas horribles que había pensado cuando le contó que era un alienígena. Liz estaba avergonzada de la mezcla de repulsión y miedo que la inundó en ese momento. Si sintiera esa clase de emociones dirigidas hacia ella, estaría devastada.- No puedo leer la mente. Al menos no normalmente. - Le contó Max. - Pero cuando curo a alguien, hago una conexión con él. Consiguo imágenes, tan rápidas que dificilmente puedo asimilarlas todas. Y de algún modo sé cosas. No pensamientos exactamente. Sino como eso del vestido... una imagen de él brilló en mi mente, y supe como te sentía acerca de él.Liz cruzó los brazos sobre el pecho.- ¿Qué más viste además del vestido?- Ummm... vi un perro de peluche con una oreja cortada. - Dijo Max.- Oh, el señor Beans. Está sobre mi cama. - Liz empezó a sentirse un poco mejor. Si el señor Beans y el vestido eran lo peor que había visto Max, no era tan malo.- Liz Ortecho duerme con un animal de peluche. Es difícil de imaginar. - Rió Max. - Eres siempre tan intensa y pracmática.- En realidad no duermo con él. - Corrigió Liz. - Por la noche lo pongo sobre el tocador.Max arqueó las cejas.- ¿Oh, de veras? - Se burló.- De acuerdo, de vez en cuando, cuando estoy enferma o algo así, todavía duermo con él. - Admitió Liz, ruborizándose. - Pero tú ya sabes eso ¿verdad?- Una suposición afortunada. Sonaban tan a la defensiva cuando dijiste que lo podías en el tocador. - Explicó Max. - Realmente te molestó que viera imagenes de tu mente, ¿verdad?Liz bajó la mirada a sus botas. Incluso pensar que Max había visto sólo sus cosillas de la niñez le importaba. ¿Qué pasa si sólo está siento cortés al decir que la cosa no tiene importancia? ¿Qué pasa si había visto algo, como lo enfadada que me sentía cuando murió Rosa? Pensará que soy una persona horrible... y no podía soportar eso.Max no me mentiría, se dijo a sí misma. Si ha dicho que sólo vio ese feo vestido, entonces eso es lo que vio.- Quizá he sobreactuado. - Dijo lentamente. - No es como si me hubieras espiado intencionadamente. Pero, buen, ¿cómo te sentiría si yo conociera todos tus secretos?

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Max la miró como si ella fuera idiota. Y súbitamente Liz sintió su cara enrojecer. ¿Cómo había podía decir eso? Conocía el mayor secreto de Max, algo mucho más íntimo y personal que nada que él supiera sobre ella.Max se sentó en el pequeño banco. Palmeó el sitio junto a él.- Vamos, quiero intentar algo.- De... acuerdo. - Liz deseó no eso no hubiera sonado tan apresivo. ¿Por qué ya no podía recordar como actuar con Max?Se sentó junto a él. Su hombro rozó contra el de él. Deseó retroceder pero se mantuvo perfectamente inmóvil. Si continuaba alejándose de él de un salto, Max podía pensar que le tenía miedo o algo por el estilo.No lo tengo, pensó. No mucho.Quería sentirse completamente a gusto con Max, como solía hacerlo antes. Pero era como si hubiera un bucle en su cabeza jugando con las palabras "es un alienígena, es un alienígena" una y otra vez.- Nunca he intentado esto antes, pero creo que quizás podría hacer que la conexión funcionara alrevés. - Le dijo Max. - Así que tú podrías invadir mi intimidad y conseguir imágenes de mí.Liz parpadedó con sorpresa. ¿Cómo sería ver los pensamientos de Max? Probablemente sería el primer humano que viera el interior de la mente de un alienígena, pensó ella. El científico de su interior estaba completamente exitada por la oportunidad. Pero no sería justo para Max.- No tienes que hacer esto, Max. - Dijo Liz suavemente. - He sido una estúpida con todo esto. Me salvaste la vida... debería ponerme de rodillas para agredecertelo, no importa el método que utilizaras.- No, tenemos que intentar esto. - Insistió Max. - Piensa en ello como en un experimento. O como una película... el show de Max Evans.Parecía un niño intentando convencer a su canguro de que le dejara quedarse levantado hasta las once. Lo intenta tanto para hacerme sentir bien con lo que ha ocurrido, pensó Lix. ¿Por qué no puedo hacer esto por él?-Tengo que tocarte, ¿de acuerdo? - Preguntó Max. - Así es como hago la conexión.¿Si puede curar con un toque, puede matar con un toque?La pregunta atacó la mente de Liz. Sin pensar, se echó hacia atrás alejándose de Max en el banco.Instantáneamente sus ojos azules se oscurecieron, como una espesa cortina negra hubiera caido sobre sus emociones.- No importa. - Dijo él rápidamente. - Era una idea estúpida. ¿Quién querría estar conectado conmigo?Max empezó a levantarse, pero Liz le agarró el brazo. No podía dejar que se sintiera de ese modo, que se sintiera como si estuviera enfadada con él.- Quiero hacerlo. De verdad. - Le dijo Liz.Max se echó hacia atrás, sonriendo. Extendió la mano y le colocó el pelo detrás de las orejas, entonces gentilmente le enmarcó la cara con las manos. Liz sintió una ola de estremecimiento a través del cuerpo. Y no pareció en absoluto un estremecimiento de miedo.Max se inclinó más cerca, su cara estaba a centímetros de la de ella. Su mirada vagó hasta los labios de llas, y durante un largo y estremecedor momento pensó que iba a besarla. En vez de eso empezó a hablar, con voz baja y calmante.- Ahora toma aliento profundamente, e intenta dejar tu mente en blanco.Su corazón estaba latiendo tan fuerte que a duras penas podía respirar en absoluto. Liz se concentró en tomar un largo y profundo aliento y luego lo soltó.Max igualó su aliento al de ella. Podía sentir la calidez de los soplos de aire en su cara cada vez que él exhalaba, y el olor de su colonia le llenó la nariz.Nunca había visto un azul tan intenso como el de sus ojos. Era caso como mirar a una profunda, profunda piscina...Liz notó que estaba inclinándose hacia él, deseando acercarse más, deseando ver a través de esos asombrosos ojos...Cerró los ojos, pero todavía podía sentir los ojos de él en ella. Intentó enfocar todo su atención en la respiración. Si pensameintos empezaron introducirse, entonces los imaginaba vagabundos, silenciosos e ingrávidos.Oyó su corazón ralentizarse mientras se relajaba más y más profundamente. Lentamente empezó a ser consciente de un segundo corazón. El corazón de Max. Era como si ahora compartieran un cuerpo.Una imagen apareció contra la oscura pantalla de sus párpados. Un niño de brillantes ojos liberándose de algo que parecía un huevo. Una imagen reemplazó rápidamente a la primera. Un juego de química junior Mr. Wizard. Las imagenes llegaban más y más rápido. Un ciello lleno de ácidas nubes verdes. Un cuenco con dos tortujas tomándo el sol. Un par de ojos almendrados sin blanco o ires, sólo puro negro.Después Liz en la biblioteca de la escuela elemental, sus mechones de pelo castaño tocaban la página del libro. Liz, un poco más mayor, jugando al beisbol. Liz de pie orgullosamente delante de proyecto en la feria de ciencia de novena. Liz vestido para el baile de graduación de primaria. Liz sonriendo, frunciendo el ceño, riendo, llorando. Liz tendida en el suelo del cafe. Liz mirando a Max con una expresión de horror en la cara.Liz abrió los ojos y encontró su mirada atrapada en la de Max. Extendió las manos y apartó las de él de su cara. Apretó los dedos para evitar que temblaran.- ¿Ha funcionado? - Preguntó él. - ¿Has visto algo?Liz asintió con la cabeza, no confiaba en su voz. Lo había visto todo. Lo sabía todo.Max estaba enamorado de ella. Siempre había estado enamorado de ella.

Liz leyó la pregunta por tercera vez.- ¿Cuales son los beneficios del patrón oro?He estudiado para este exámen, pensó. Miré mis notes y releí las partes más importantes del capítulo. ¿Por qué no recuerdo si quiero lo que es el patron oro?Liz pasó a la sección de múltiple respuesta y suspiró. A, B, C y D todas sonaban posibilidades razonables. ¿Dónde tenía la cabeza? Si, como si no hubiera tenido ninguna distracción últimamente, pensó. Casi muero solamente. Y después me entero de que un tipo al que conozco desde hace media vida es un alienígena. Y después descubro que ese tipo alienígena me ama.Max Evan la amaba. Liz estaba todavía intentando dejar de darle vueltas a eso.Levantó la vista al reloj. Sólo veinte minutos más. Quizá debería tirar una moneda... si se le ocurriera como lanzar una moneda para una pregunta de opciones múltiples. Quizá si cae cara sobre el escritorio... A, cruz sobre el escritorio... B, cara sobre el suelo...Liz sintió un golpecito en el hombro.- El director necesita verte ahora mismo. - Dijo el señor Beck suavemente. - Coge tus cosas.Liz agarró su mochilo. Sabía que todo el mundo la estaba mirando mientras se abría paso hasta la puerta. Probablemente estaban todos intentando imaginarse por qué la estudiante del cuadro de honor Liz Ortecho estaba siendo llamada a la oficina del director.

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¿Por qué me sacaría el señor Shaffer de clase? se pregunta mientras se apresuraba a recorrer el vestíbulo. Tenía que ser algo importante. Abrió la puerta de la oficina... y vió al Sheriff Valenti apoyado contra el largo mostrador que dividía la habitación. Sus gafas de sol de espejo le ocultaban los ojos, y su cara era tan inexpresiva como siempre.- El Sheriff Valenti necesita hacerte algunas preguntas. - Dijo el señor Shaffer.Liz saltó. No había notado que el director estaba allí. Al segundo de entrar en la habitación, sus ojos se habían fijado sobre Valenti.- Vamos. - Valenti se alejó de un empujó del mostrador y caminó hacia la puerta. No dijo ni una palabra mientras Liz le seguía por el vestíbulo, saliendo por las puertas principales, y a través del aparcamiento. No dijo ni una palabra cuando abrió la puerta de atrás de su coche para que entrara Liz mientras él se deslizaba detrás del volante y empezó a conducir.Liz miró hacia la nuca de Valenti a través de la rejilla de metal que separaba los asientos delanteros de los traseros. Sabía que estaba jugando algún juego intimidatorio con ella... y estaba funcionando. La estaba asustando. ¿Había averiguado lo que ocurrió realmente en el cafe? ¿Sabía que Max la había curado? ¿Lo sabía todo?Deja que sea él el que te diga lo que sabe, se aleccionó Liz. No le dijas nada voluntariamente. No empieces a hablar sólo para llenar el silencio. Eso es exactamente lo que quiere. Se apoyó contra el respaldo del asiento trasero, intentando mostrar una expresión aburrida. Se senntía como si cualquier cosa que puediera decir, cualquier pequeño gesto que hiciera, pudiera poner a Max en peligro.El aire del coche oía a cigarrillos, y plástico, y sudor, y algo medicinal. Quería abrir la ventana, pero dudaba que las ventanillas de los coches de policía se bajaran.Valenti entró en el aparcamiento de un pequeño edificio color amarillo mostaza cerca de las afueras de la ciudad. Salió del coche y cerró la puerta con un silencioso click. Liz casi deseó que la hubiera cerrado de golpe. Al menos entonces hubiera parecido humano. En vez de un hombre de hielo, totalmente controlado. Sabía que no podría jugar con él de la misma forma que había echo con Elsevan DuPris.Le abrió la puerta y empezó a cruzar el aparcamiento. Liz luchó por salir y le alcanzó. Alargó su zancada hasta emparejarla con la de él. Caminó a través del aparcamiento y a través de las puertas dobles de cristal del edificio. No iba a caminar tres pasos por detrás de él como un patético perrito.Mientras caminaban por un largo vestíbulo cubierto de un feo linóleo salpicado de manchas Liz intentó recordar cada detalla de la historia que le había contado en el café. Necesitaba ser capaz de repetirselo todo hoy sin cometer un desliz.Valenti se detuvo bruscamente y abrió una puerta a la izquierda. Se echó hacia atrás y dejó que Liz entrara en la habitación primero, después cerró la puerta tras ellos.Liz no pudo evitar un pequeño jadeo cuando miró alrededor de la habitación sin ventanas. Una morgue. Estaba de pie en una morgue. Liz había visto demasiadas películas de polis para no reconocer los cajones de metal apilados a lo largo de una de las paredes.Oh, Dios. Esto no va sobre Max. Estaba aquí para identificar un cuerpo. ¿Quién? gritó su mente. ¿Quién es?Valenti la rozó al pasar junto a ella y avanzó a zancadas por la pared. Agarró la manija de uno de los cajones y lo abrió. El sonido de las pequeñas ruedas de metal rodando en sus carriles produjo un estremecimiento en Liz.- Quiero que veas esto. - Dijo Valenti, su voz era tranquila y fría.Había un cuerpo extendido sobre el frío metal del cajón. Una sábana de plástico lo cubría de la cabeza a los pies, pero Liz sabía que se acercaba, Valenti tiraría de esa sábana y ella tendría que mirar. No quería hacerlo. No quería. Si miraba, sería real. Sería alguien a quien conocía.Sus ojos se llenaron de lágrimas. Cuando murió Rosa, Liz no vió nunca su cuerpo. No podía obligarse a mirar, ni siquiera para decir adios. Ahora no tenía elección. ¿De quién era el cuerpo? ¿Por qué no le decía Valenti simplemente que había ocurrido?¿Quién es? Los pies de Liz se movieron hacia el cajón. ¿Papá? ¿Mamá? No podía dejar de acercarse. No podía decir de mirar abajo, hacia el cuerpo. No podía ver mucho a través del plástico, pero podría decir que ese cadaver no era de nadie que ella conociera.Ardiente latigazos de furia la recorrieron. Se giró hacia Valenti.- ¿Cómo ha podido hacerme esto? Dejarme pensar que... - No pudo terminar. Si decía una palaba más, sabía que empezaría a llorar. Y no iba a darle a Valenti la satisfacción.Valenti no respondió. Cogió la parte alta de la sábana de plástico con ambas manos y la bajó hasta la mirad. - ¿Que me dices de las marcas de este hombre? - Sonaba como si estuvieran sólo teniendo una conversación casual, como si no tuviera ni idea de que la había hecho pasar por uno de los momentos más terroríficos de su vida.O como si no le importara.Liz miró a Valenti. Vió su propia cara devolviendole la mirada desde los cristales de espejo de las gafas. Se sentía como si hubiera caido en algún extraño sueño. Nada tenía sentido. ¿Valenti estaba pediéndole que le ayudara a estudiar el cadaver de un extraño? ¿Por qué?- Las marcas. - Repitió Valento.Tengo que hacer esto, pensó ella. Es la única forma de que consiga salir de aquí. Lentamente bajó los ojos hasta el cuerpo. La primera cosa que vio fueron las huellas de dos manos sobre el pecho del hombre... iridiscentes huellas plateadas. Sabía que si colocaba las manos de Max sobre esas marcas, sería del tamaño exacto.¿Si puede curar con un toque, puede matar con un toque?Supongo que ya tengo la respuesta a esa pregunta, pensó. Una bilis agria se elevó por su garganta.- Nunca... nunca había visto algo así antes. - Tartamudeó Liz. Necesitaba tiempo para pensar, tiempo para imaginar que hacer. Quizá Max había tenido una buena razón para matar a ese tipo. Quizá ese hombre estaba atacándole o algo así.Se obligó a mirar la cara del cadaver. El hombre parecía de la edad de su padre. Sus ojos castaños miraban vacios al techo. Sus labios estaban congelados en una mueca de dolor.Liz se tapó la boca. ¿Cuál sería una buena razón para matar a este hombre? ¿Para matar a cualquiera?- Eso es interesante. - Dijo Valenti. - Porque mi hijo, Kyle, mencionó que había visto marcas similares en tu estómago.- Estaba equivocado. Era sólo un tatuaje temporal. - Se sacó la camisa de los vaqueros y la levantó. - Miré. Sin marcas. - Se alisó otra vez la camisa sobre el estómago.Las marcas habían ido palideciendo poco a poco. Si Valenti la hubiera traído un día antes, no habría sido capaz de sostener su historia.- ¿Podemos irnos ya? - Preguntó Liz. Esto sonó un poco demasiado a súplica, pero no pudo contenerse.Valenti la ignoró.- He visto marcas como estas antes. - Dijo. - Fueron hechos por el toque de una raza en particular de seres alienígenas.La boca de Liz se abrió de par en par.- ¿Usted cree en alienígenas?¿Qué había pasado con su agradable y ordenado mundo? ¿El mundo regido por la tabla periódica? Hacía una semana la única gente que creía en alienígenas eran los turistas. Incautos que se encaprichaban de una foto de una muñeca derretida. Ahora ella tenía una prueba absoluta de que los alienígenas existían. Y el Sheriff... el señor hielo... le estaba diciendo que creía en ellos también.Valiente alzó una mano y se quitó las gafas de sol. No debería haberse tomado la molestia, pensó Liz. Sus ojos eran de un gris frío que no revelaban nada de lo que estaba pensando.

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- Voy a contarte algo que nunca he contado a un civil... ni siquiera a mi propio hijo. - Dijo Valente. - Pero eres una chica inteligente, y puedes ayudarme. Soy un agente de una organización llamada Proyecto Limpiar Pizarra. Nuestro propósito es rastrear a seres alienígenas que estan viviendo en los Estados Unidos y asegurarnos de que no suponen una amenaza para la población humana.Liz le miró fijamente, intentando ignorar las emociones que pugnaban en ella. Max ha matado a alguien, Max es un alienígena, Max es peligroso. Max me ama.- Esta organización se formó en 1947, el año del impacto. Ese fue el año en que comprendimos que los alienígenas existían, alienígenas con la tecnología para viajar a otra galaxia.- Pero todo el mundo sabe que el OVNI fue un globo meteorológico estrellado. - Dijo Liz débilmente.- No juegue conmigo, señorita Ortecho. - Respondió Valenti. - Sé que estás en contacto con un alienígena. Sospecho que este alienígena subrevivió al accidente de 1947, quizás como un niño que esta todavía incubando. Y quiero saber que vas a hacer acerca de ello.Liz sacudió la cabeza.- No sé lo que...- El alienígena que te curó la herida de bala mató a este hombre. - Interrumpió Valenti.- No me dispararon. Me caí. Rompí un bote de ketchup. - Quisiera que esa historia fuera real, pensó Liz. Quisiera poder retroceder par volver a vivier en el pequeño mundo seguro en el que conocía las reglas, y no había auténticas sorpresas.- Ese alienígena matará de nuevo. - Continuó Valenti. - ¿Puedes vivir con eso? Vi tu caso cuando pensaste que era alguien a quien amabas el que estaba tendido bajo esta sábana. Si continúas protegiéndole, pronto un día alguien estará justo donde tú estas, identificando el cuerpo de su madre, su padre, su hermana, o incluso su hijo. Puedes evitar que eso ocurra. Todo lo que tienes que hacer es decirme donde encontrar al alienígena.Liz tomó un profundo aliento. Después volvió a subir la sábana y volvió a cubrir la cara del hombre muerto.- No creo en alienígenas. - Dijo.

Liz permanecía en pie en el aparcamiento mirando hacia la escuela. Sentía como si hubiera sido atrapada por un tornado, crualmente azotada, y colocada de nuevo exactamente en el mismo lugar donde empezó.No podía creer que fuera sólo la hora del almuerzo. Hacía menos de dos horas había estado preocupandose por el exámen de historia. Miró al patio, después giró a la derecho dirigiéndose al edificio principal. Necesitaba un lugar tranquilo donde puediera sentarse sólo y pensar. Pensar en lo que iba a hacer.Guardando el secreto de Max probablemente le había salvado la vida. Pero si Max estaba matando gente... Esas palabras no podían ir unidas... Max y mantar... pero Liz se obligó a continuar pensando. Si Max estaba matando gente, Liz tenía que hacia lo que fuera para detenerle. Lo que significaba desenmascararle ante Valenti.Liz se abrió paso a través y la puertas doble y empezó a subir las escaleras. Iría al laboratorio de biología. Quizás eso la ayudaría a pensar precisa y desapasionadamente, como una científica. Cualquiera que fuera la decisión que tomara podría tener consecuencia mortales.Cuando se aproximaba al laboratorio oyó a alguien moviéndose dentro. Demonios. Realmente necesitaba estar sola ya mismo. ¿Quién había descubierto su escondite favorito? Escudriñó dentro.Max estaba sentado en uno de los taburates altos de la mesa de laboratorios que compartían.Liz retrocedió y se apoyó contra la pared. Probablemente María llamaría a esto una señal del universo, pensó. ¿Pero qué significa?Deseaba tanto creer que podía confiar en Max. Pero le había estado guardando un secreto durante años desde que le conocía. Un enorme secreto. Y nunca lo había sospechado.¿Qué pasaba si todavía estaba escondiéndole cosas? ¿Qué pasaba si lo que le había dicho en su casa era mentira... sólo que mentiras diferentes? ¿Qué pasaba si los humanos eran sólo trozos de carne para él? ¿Que pasaba si matar a un humano era para él como comer una hamburguesa o algo así?- Todo va a ir bien. - Oyó que decía Max suavemente.Espera. ¿Sabía él que estaba allí? ¿Le había mentido sobre lo de ser capaz de leerle la mente?- Sé que no te sientes bien, pero voy a ponerte en forma.Quizá había alguien en la habitación con él y ella no lo había notado.Liz se asomó por la puerta de nuevo. Vió a Max agachado cerca de la jaula de los ratones. Abrió la puerta de la jaula y gentilmente sacó a Fred, el pequeño ratón blanco.- Vas a quedar completamente bien. - Murmuró consoladoramente.Atrajo sus manos ahuecadas contra el pecho y acunó al ratón contra él. Liz podía ver el electrizante azul de los ojos de Max através de la habitación. Un momento después devolvió a Fred a su jaula. El ratón saltó a la rueda de ejercicios con un chillido y echó a correr.Liz sintió que las lágrimas inundaban sus ojos. Esta tenía que ser una de las cosas más dulces que había visto nunco. Y Max no sabía que había alguien mirándole. No estaba intentando impresionar a nadie. No estaba intentando convencer a Liz para que guardara su secreto... ni siquiera sabía que él estaba allí.Se puso a sí mismo en peligro para curarme, se recordó Liz a sí mismo. Podía haberme dejado morir. Pero eso no habría sido propio de Max. No sería propio de ese chico dulce y maravilloso que había sido su amigo desde que estaban en tercero.No había forma de que Max fuera un asesino. No era posible.

Max cerró la puerta de la jaula y cerró el pasador. - No tienes que agradecermelo. - Le dijo a Fred. - Te mandaré la factura.Oyó un suave roce a su espalda y se volvió para ver a Liz de pie en el umbral de la puerta. Su aura estaba bordeado de gris. Prácticamente podía sentir las oleadas de frío que despedía. Algo iba muy mal.- ¿Qué ha ocurrido? - Preguntó Max.- Necesito hablar contigo, pero no aquí. - Dijo Liz.- Tengo mi coche. - Contestó Max. - ¿Estás de acuerdo?- Si. Vámonos. La campana sonará pronto.Max agarró su mochila y encabezó el camino hacia su coche.- ¿Quieres que vayamos a la pastelería? - Preguntó mientras se subía en él. - Allí es a donde va Michael siempre que se salta las clases.La cara de Liz palideción un poco.- No. No quiero ir a ninguna parte en la que pueda siquiera oler comida.- De acuerdo entonces. - Max salió del aparcamiento. - Podemos ir al santuario de pájaros. Bitter Lakes está sólo a veinte minutos. He estado allí con mi padre. Él sigue diciendo que fue un pájaro en una vida anterior.

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Max quería hacer a Liz un millón de preguntas en el camino hacia allí, pero era obvio que estaba demasiado preocupada para hablar.Cuando llegaron, se extendió hacia Liz y abrió la guantera. Revolvió dentro hasta que encontró una paquete de frutos secos rancios.- Son tan viejos que en realidad no pueden calificarse de comida ya. Podemos dar de comer a los patos mientras me cuentas... lo que sea que tienes que contarme. - Max siempre encontrada más fácil hablar si tenía algo que hacer al mismo tiempo.Liz tomó el paquete y salió del coche. Max la siguió hasta el borde del estanque.- Así que. - Dijo él.- Así que. - Repitió ella. - Así que, Max, me enteré de algo realmente importante. Algo que necesitas saber. He estado intentando pensar una buena forma de soltartelo, pero no hay ninguna buena forma.Tiró una galleta salada al estanque, y tres patos empezaron a luchar por ella, graznando y aleteando. - El Sheriff Valenti es parte de una organización llamada Proyecto Limpiar Pizarra, que rastrea alienígenas. No sé exactamente que hace cuando los encuentra, pero cree que los alienígenas son una amenaza para los humanos, así que sea lo que sea no puede ser nada bueno.Liz tomó aliento profundamente y finalmente buscó la mirada de Max.Max se sentía como si le hubiera disparado. Se dejó caer en el húmedo suelo cerca del borde del estanque. Sintió las piernas débiles y de gelatina. Max, Isabel y Michael habían pasado horas hablando de ellos, sobre lo les harían si alguna vez descubrían que eran alienígenas. Pero era mucho más diferente ahora que esa vaga organización era algo real, con un nombre real. Y uno de ellos estaba muy cerca de encontrar a Max, su hermana y su mejor amigo.Liz se sentó cerca de él.- ¿Estás bien?- ¿Sabe Valenti la verdad sobre mí? - Preguntó Max con voz estrangulada.- No. Kyle le habló de las marcas plateadas de mi estómago. Valenti dijo que sabía que fueron hechas por un alienígena. Pero no le conté nada. - Respondió Liz.¿Kyle vio el estómago de Liz? Max sintió una puñalada de celos. Se dijo a sí mismo que lo dejara. Ahora definitivamente no era el momento.- Hay más. Valenti me llevó a la morgue. Me mostró el cuerpo de un hombre con las mismas marcas plateadas en el pecho. Dijo... dijo que el mismo alienígena que me había curado mató a ese hombre.- Yo no... - Empezó Max.Liz dejó caer lamano ligeramente sobre el brazo de él. Max pudo sentir su toque todo el camino hasta los huesos. - Sé que no lo hiciste, Max. - Dijo ella. - Sé que nunca podrías matar a nadie.No había rastro de engaño en el aura de ella. Creía absolutamente en lo que estaba diciendo, de verdad pensaba que nunca podría amenazar a ningún humano, y todavía confiaba en él.De repente el resto de lo que Liz le había dicho le golpeó.- ¿Valenti te llevó a la morgue? Eso es tan sádico. Si me lo hiciera a mi, habría estado seguro de que mis madres habían muerto o algo así.- Eso fue exactamente lo que pensé. Es lo que quería que pensara. - Dijo Liz. - Supongo que pensó que me derrumbaría y se lo contaría todo.Max todavía no se podía creer que ella no se hubiera derrumbado. -Ese hombre que te mostró tiene que ser el tipo al que intenté curar en el supermercado. Tuvo un ataque al corazón. Intenté salvarle... hice como que le hacía el RCP... pero era demasiado tarde.Liz asintió con la cabeza.- Las huellas de las manos parecían del mismo tamaño que las tuyas.- ¿Cómo supiste... cómo supiste que no le maté? - Con todas esas evidencias, como podía todavía creer en él? Max pensaba que sólo encontraría esa clase de confianza y lealtad en Isabel y Michael. Nunca imaginó que pudiera venir de un extraño.Liz encontró su mirada, y él pensó que había visto lágrimas brillando en sus ojos.- No estaba segura. - Admitió. - Yo... pensé que podrías haberlo hecho. Lo siento, Max. Todo ha ocurrido tan rápido. Realmente lo siento.- Está bien. Está bien. - Max quería estrecharla entre sus brazos y confortarla. Pero no estaba seguro de si sería reconfortante. Sólo porque no creyera que era un asesino no significaba que quisiera que él la tocara.- ¿Qué te convenció? - Preguntó.Liz soltó una un bufido de risa.- Un ratón. Vi como curabas a Fred en el laboratorio. Y comprendí que alguien a quien le importa tanto la vida de un pequeño ratón nunca sería un asesino. - Su expresión se volvió seria. - No debería haber necesitado la prueba del ratón, Max. Te he visto hacer cientos de cosas buenas a lo largo de los años. Siempre sabes cuando alguien lo está pasando mal, y siempre intentas ayudar. Eres el mejor chico que conozco. De verdad.Max sintió como si alguien hubiera metido la mano en su pecho y hubiera estrujado su corazón. Nunca había imaginado que Liz le dedicara un sólo pensamiento cuando no estaban trabajando en sus experimentos de laboratorios. Pero se había fijado en él, y se preocupaba por él. Podía verlo en sus ojos, oirlo en su voz.Agarró un puñado de galletas saladas y las tiró al estanque. No sabía que decir.- ¿Recuerdas algo del accidente? - Preguntó Liz. - Sé que me volví loca cuando intentaste hablarme de eso antes, pero me gustaría oirlo ahora si quieres contarmelo.- No. Ni siquiera había nacido todavía... probablemente por eso sobreviví. Estaba en una especie de incubadora cuando la nave cayó. - Max recogió un rama y empezó a dibujar una fila de circulos en el polvo. - El primer recuerdo que tengo es de salir de la vaina de incubación y estar en una gran cueva. Tenía alrededor de siete años... bueno, eso fue lo que pensó la trabajadora de los servicios sociales, de cualquier forma, aunque creo que había estado en la vaina durante mucho, mucho tiempo.Liz recogió otra rama y empezó a dibujar pétalos y tallos en los círculos que Max había hecho, convirtiéndolos en flores. Sacudió la cabeza.- Debías estar muy asustado. ¿Qué pasó contigo? ¿Cómo hiciste para salir del desierto totalmente solo?- No estaba solo. - Dudó Max. Había pasado tantos años sin hablar de esto. Había sido el que había hecho a Isabel y Michael jurar que nunca dirían ni una palabra sobre su pasado a nadie. Pero Liz se la había jugado por él, y se merecía toda la verdad. No sólo sobre él... sobre todos ellos.- Isabel estaba conmigo... compartíamos la vaina. - Dijo Max.Liz asintió.- Me preguntaba si era como tú, ya sabes, porque es tu hermana.- Elegimos una dirección y empezamos a caminar. Tuvimos suerte. Llegamos a la autopista justo cuando el señor y la señora Evan volvían en coche a la ciudad. Nos recogieron y nos llevaron a casa, y nunca nos marchamos. No sé porqué lucharon tan duro para

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quedarse con nosotros. Dos niños que no hablaban inglés, que no hablaban ninguna lengua. Niños que no sabía usar un cepillo de dientes o un retrete. Niños que habían encontrado vagando desnudos por el desierto recorriendo la autopista.Max arrojó lejos su rama. No había pensado en todo esto desde hacía mucho.- Nuestros padres... nuestros padres adoptivos... son asombrosos. - Continuó. - Hacían turnos para enseñarnos en casa hasta que estuvimos preparados para empezar en la Escuela Elemental de Roswell.- Debisteis aprender rápido. En tercero sabías la respuesta a todas las preguntas que la profesora preguntaba. Todavía lo recuerdo. - Dijo Liz.- Todavía lo recuerdas porque eres muy competitiva. No te gustaba que nadie más se marcara punto con la señora Shapiro. - Se burló Max. - Pero es verdad. Isabel y yo nacimos bastante capacitados para absorber información inmediatamente. Cuando nuestros padres los leían un libro, podíamos siempre recitarlo todo después de oirlo una sólo vez. Supongo que en realidad tenemos habilidad para adaptarnos. Creo que nuestros sistemas, nuestros cuerpos, se moldearon a sí mismos cuando llegamos aquí.- Guau. - Liz sacudió la cabeza. - Supongo que no tienes que pasar mucho tiempo haciendo los deberes.- En realidad no. - Admitió Max. - Pero mis padres están siempre trayendo a casa libros... un montón de libros de leyes, algunos libros médicos y esas cosas. No me dejan relajarme.Sonrió abiertamente, pensando en la constancia de su padre, en su buen carácter. ¿Cómo sería su vida si los Evans no les hubieran encontrado?Sería como la vida de Michael, comprendió de repente. Rebotando de casa adoptiva en casa adoptiva, nunca sintiendo que pertenecía a algún sitio.- ¿Sabéis lo que sois? - Preguntó Liz. - Quiero decir, ¿alguno de vosotros dos sabe de donde venís?- No, al menos no al principio. - Dijo Max.- No puedo siquiera imaginar lo que debe haber sido para ti. - Dijo Liz. - Tengo esa enorme y extensa familia justo aquí en la ciudad. Lo sé todo sobre ellos... y ellos lo saben todo sobre mi. Y la cosa no se para ahí. A la hora de ir a la cama mis padres solían contarme historias de mis ancestros.Liz miró fijamente al lago.- Sabes, en español hay más formas verbales que puedes utilizar para hablar en pasado que en futuro. Supongo que eso demuestra lo importante que es el pasado para mi familia.Se volvió hacia Max.- Desearía poder entregarte algo de mi historia. Así no te sentirían tan solo en este... mundo.- Fue más fácil cuando empezó la escuela. - Dijo Max. - Porque conocí a Michael, y los dos comprendimos rápidamente que eramos... iguales.Los ojos de Liz se abrieron de par en par.- ¿Michael? - ¿Él es un... uno de... es uno también?- Puedes decirlo. A-lie-ni-ge-na . - Respondió Max. - No creo que haya un término políticamente correcto. Ni siquiera sabemos de que planeta venimos, así que no sabemos como llamarnos a nosotros mismos. Y si, Michael es uno también.- ¿Y hay más de vosotros? ¿Es algo así como una comunidad clandestina? - Preguntó Liz.Max se frotó la cara con los dedos. Sabía que era normal que Liz tuviera un montón de preguntas, pero estaba empezando a sentirse como una especie de monstruo.- Sólo nosotros tres. Creo. Nunca hemos tenido ningún indicio de que hubiera otros. Cuando fuimos mayores, pasamos un montón de tiempo hablando, intentando recordar todo lo posible. Todos nosotros teníamos esos recuerdos de otro lugar, un lugar que no se parecía a nada que hubieramos visto, ni siquiera en los libros. Creo que compartimos recuerdos de la gente de mi planeta con los que nacimos.. ya sabes, como los humanos naces con instintos.- Creo que vio algunos de ellos cuando me conecté contigo. - Dijo Liz. - Vi un cielo con ácidas nubes verdes.- Si, Michael, Isabel y yo tenemos todos ese recuerdo, incluso aunque ninguno de nosotros ha visto nunca nada como esas nubes.De repente Max se preguntó que más había visto Liz durante la conexión. ¿Sabía lo que sentía por ella? Esperaba que no. Ya había tenido demasiadas conversaciones humillantes con Liz. Nunca quería tener otro en la que ella le dijera que le gustaba sólo como amigo. Esa le haría desear encogerse y morir.Se aclaró la garganta.- Investigamos algo y descubrimos donde había sido encontrado Michael. Después cogimos un mapa y trazamos un círculo que abarcara ese punto y el lugar donde nuestros padres nos encontraron a Isabel y a mi. Empezamos a hacer búsquedas por áreas... primero con nuestras bicis y luego en mi Jeep. Y finalmente tropezamos accidentalmente con la cueva. Nuestra cueva. Cuando vimos las vainas de incubación, comprendimos mucho más la verdad sobre nosotros mismos. Por aquel entonces todos habíamos oido la historia del Incidente de Roswell... así que sabíamos que ese material plateado de nuestras vainas concordaban con la descripción de algunos de los materiales de los restos encontrados en el lugar del impacto.- ¿Sabéis como llegaron las vainas a la cueva? - Preguntó Liz.- Hemos hablando de eso. Pensamos que uno de nuestros padres debió arreglarselas para esconder las vainas antes de que murieran.Max sabía que los alienígenas de la nave debían haber estado mal herido por el accidente. Pero alguno había salido de las ruinas y había hecho lo posible por salvar a Max, Isabel y Michael. Quien quiera que fuera debía querernos, Pensó Max. Sintió que su garganta se cerraba herméticamente.- Valenti se imagina los hechos bastante correctamente. Dijo que pensaba que un niño alienígena había sobrevivido al accidente. - Dijo Liz. - No sé como sabía eso.Max se sintió afligido. Quizá el alien que los llevó había intentado volver a la nave, intentando salvar a los otros. Y quiza la organización de Valenti había encontrado a ese alienígena, lo había capturado, torturado, conseguido información de él.Mis padres, pensó Max. Quizá la gente de Valenti hizo daño a uno de mis padres.- Tenemos que pensar un plan. - Estaba diciendo Liz. - Valenti no va a dejarlo. Va a rastrearte, no importa cuanto tiempo le lleve.- Tú ya has hecho suficiente. - Le dijo Max. - Guardaste nuestro secreto. Ahora tienes que alejarte. No quiero poner a nadie más en peligro.- Mírame. - Dijo Liz fieramente. Su mano tocó el brazo de él, y puso sentir su calidez y suavidad. Eran tan hermosa, pensó Max con una punzada. - No voy a apartarme simplemente. Me salvaste la vida, y nunca voy a olvidarlo.El alivió inundó a Max. Quería tener a Liz fuera de peligro. Quería que estuviera a salvo. Pero también quería que le ayudara, que le entendiera... que estuviera con él. Y lo haria. No iba a desaparecer.- Entonces supongo que será mejor decirles a Isabel y Michael que lo sabes. - Dijo Max.- Y María. - Le dijo Liz. - Ella lo sabe también. Estamos todos juntos en esto.Y eso significa que estamos todos en peligro, pensó él.

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- Me siento como si estuviera estado en medio de un tornado. - Dijo Max mientras entraban en el aparcamiento de la escuela. Intercambió una tímida y tentativa sonrisa con Liz.Todo seguía igual, pero todo era distinto.- Pensé exactamente lo mismo cuando Valenti me dejó después de nuestra pequeña visita a la morgue. - Respondió Liz.Eso le ocurría mucho con María... siempre estaban terminando las frases de la otro y haciendo las mismas asociaciones y conexiones. Pero Liz nunca había sentido la misma conexión con un chico antes.- ¿Estás preparada para entrar? - Preguntó Max.Liz miró a Max a los ojos, a la cara. ¿Cómo no había notado nunca lo guapo que era?- Esperemos hasta que suene la campana, despues podremos confundirnos mejor. No necesitamos que nos castiguen por faltar a clase encima.- Liz Ortecho, la fuera de la ley. - Se burló Max. Pero no la miraba, y su voz sonaba hueca y sin vida. Recogió el envoltorio vacío de las galletas saladas y lo alisó. Lo dobló por la mitad, después otra vez por la mitad, y lo siguió doblando hasta que fue un diminuto cuadrado.Todo eso de Valenti está empezando a afectarle, pensó Liz mientras le estudiaba. Deseó que se le pudiera ocurrir algo que decir que le hiciera sentirse mejor. Pero sabía que no podía hacer nada, así que sólo se quedó sentada con él, esperando que al menos eso le ayudara un poco.Quizá debería sostenerle la mano o algo así, pensó Liz. Miró la mano de él sobre el asiento. La mano que le había tocado la herida, la que la había curado. ¿Podía ayudarle a sentirse mejor sujetándole la mano?- ¿Has tenido una charla agradable con mi padre? - Gritó una ruidosa voz, sacándola de sus pensamientos.Liz miró hacia la voz y vio a Kyle Valenti dirigiéndose hacia el Jeep de Max.Sonó la campana, el agudo sonido atravesó de las puertas de la escuela.- Salgamos de aquí. No quiero tratar con Kyle justo ahora. - Dijo Liz, manteniendo la voz baja.- ¿Debería despacharle? - Preguntó Max.- No, simplemente marchémonos. - Salieron del Jeep y empezaron a cruzar el aparcameinto. Liz caminaba rápido, pero no demasiado. Si Kyle pensaba que estaba asustado, eso sólo le animaría.Oyó los tacones de las botas de Kyle aporreando contra el asfalto mientras les seguía.- Interesante. - Gritó con voz sarcástica. - Te sacan de la escuela para un interrogatorio, y después tú y Max Evans salís corriendo juntos. Esto es muy interesante. Apuesto a que mi padre pensará lo mismo.Kyle tiene razón, pensó Liz. No había que ser un genio para figurarse que Liz intentaría advertir al alienígena que estaba proteguiendo. Y si Valenti oía que dejó la escuela con Max, al menos sentiría curiosidad por Max... quien era, por qué Lia correría a él después de la excursión a la morgue.Liz se volvió para encarrar a Kyle. Max se movió protectoramente, quedándose cerca tras ella... y eso le dio una idea.- ¿Por qué? ¿Tú padre es una especie de pervertido o algo así? - Preguntó a Kyle. - ¿Le gusta oir todos los detalles de quién está saliendo con quién? - Liz deslizó el brazo alrededor de la cintura de Max. Podía sentir la tensión del cuerpo de él, cada músculo tenso.Espero que no esté demasiado alucinado como para seguirme el juego, pensó. Entonces sintió el brazo de Max colocándose alrededor de sus hombros. Bien.- Quedé con Max para saltarnos las clases. Queríamos estar un rato a solas. - Añadió Liz.Kyle no era ni de cerca tan frío y controlado como su padre. Si le empujaba sólo un poquito más, probablemente le haría olvidar todas sus sospechas. Sólo tenía que darle algo más interesante en lo que pensar.- Algunas veces simplemente no puedes esperar a que terminen las clases, ¿sabes? Y mis padres están fuera toda la tarde, así que...- Tú y Evans... ya. Y yo me lo creo. - Dijo Kyle sarcásticamente.Liz arqueó las cejas.- Bueno, supongo que los tíos no os fijais en los cuerpo de los otros tíos.Dejó que Kyle se imaginara por sí mismo lo que eso quería decir. Supo que lo había cogido por el rubor de enfado que coloreó su cara. Empujó pasado a Max y Liz sin decir otra palabra.- Espero no haber dañado tu pequeño ego masculino. - Gritó detrás de él. Quería que Klye se volviera loca. Evitaría que pensase en exceso.Max empezó a apartarse, pero Liz enredó su otro brazo alrededor de su cintura y le empujó más cerca. - Tengo la sensación de que Kyle está vigilándonos. No es tan tonto como parece. - Le dijo tranquilamente. - Debería besarme o algo.- Ummm, si realmente crees que debería. - Respondió Max. Su voz sonó más baja de lo normal, más ronca.Liz entendió por qué los actores siempre decían que hacer escenas de amor no era sexy. Era como si hubiera olvidado como se besaba. No podía decidir que hacer con sus manos. Todo lo que podía pensar era que Kyle los miraba. Si esto no funcionaba...Max le inclinó la barbilla con el pulgar, y se encontró a sí misma levantando la mirada a los ojos de él. De repente fue mucho más duro pensar en Kyle. Max inclinó la cabeza, y ella cerró los ojos, esperando sentir los labios de él contra los suyos. En vez de eso le besó un lado del cuelo. La inesperada sensación envió una corriente a través de ella.Las manos de él se movieron a su cintura, apretándola firmemente contra él. Liz sintió un pequeño temblor que atravesaba a Max. O quizá es a mí, pensó. Quizá soy yo la única que está temblando.Max trazó con besos el camino hasta el lóbulo de su oreja.- ¿Crees que se ha ido? - Susurró.¿Quién? pensó ella. Entonces recordó. Kyle. Todo esto era un espectaculo para Kyle. Su corazón estaba galopando locamente. Y el de Max también. Podía sentirlo a través de su camiseta. Su calidez, su fuerza.Liz subió los brazos y pasó los dedos a través del pelo de Max, manteniéndole cerca.- Quizá deberíamos esperar otro minuto. - Susurró. - Sólo para estar seguros.

- Es culpa tuya, Max. - La voz de Isabel temblaba de furiaMax sabía que la situación sería tensa con Isabel, Michael, Liz y María en la misma habitación para hablar sobre la situación con Valenti. Pero no había esperado que fuera tan mala. Se sentía como si estuviera sentado en medio de un campo minado en vez de en su salón. La palabra equivocada a cualquiera de ellos podía causar una explosión que los destruiría a todos.- Si no la hubieras curado, esto no habría ocurrido. - Gritó Isabel.

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Max sabía que estaba aterrorizada. Quería decirle que la protegería de Valenti ni importaba lo que le costara. Pero eso sólo pondría las cosas peor. Isabel odiaba admitir que estaba asustada... la hacía sentirse incluso más vulnerable o algo así. Si intentando reconfortarla, sabía que la sacaría completamente de sus casillas.- ¿Crees que debería haberla dejado morir? - Exigió María. - ¿Tú piensas eso también, Michael? ¿Crees que Max debería haber dejado que Liz se desangrara hasta morir?Normalmente el aura de María le recordaba a Max un lago en un día soleado... azul brillante. Ahora era parecía mas bien un océano antes de una tormenta... verde oscuro y revuelto, potencialmente letal.- ¿Crees que la vida de Liz es más importante que la de nosotros tres? Porque podría reducirse a eso. - Respondió Michael calmado. Demasiado calmadoMichael no era un tipo calmado. Se mantenía bajo control... apenas... y si lo perdía, Max no sabía que haría.- Mira, incluso antes de que Max me curara, Valenti sabía que existían los alienígenas. Ahora no sabe mucho más. - Dijo Liz. Miró de María a Michael y a Isabel, cruzando la mirada con cada uno de ellos.Max podía decir que estaba intentando mantener el desastre bajo control, pero creía que era demasiado tarde. Debería haber contado a Isabel y Michael lo de Valenti a solas. Estar rodeados de humanos que conocían su secreto era demasiado para ellos.- Valenti sabe algo más ahora. - Insistió Isabel. - Sabe que tú sabes quién es el alienígena . Sólo tiene que seguir presionándote hasta que se lo cuentes.- ¡Liz nunca haría eso! - Exclamó María.- Liz nunca haría eso. - Repitió Max un voz chillona, burlándose de ella. - Sólo dices eso porque eres demasiado inocente para pensar en todos los métodos que tiene alguien tan retorcido como Valenti para hacer hablar a alguien.- No es Liz quien me preocupa. - Le dijo Isabel a María. - Eres tú. Tú quieres contarle la verdad a Valenti, ¿verdad?- Las dos prometimos que no... - Empezó Liz.Pero María la interrumpió.- ¡Si! Quiero contárselo. No lo haré... no a menos que todos estemos de acuerdo. Pero pensando en ello... lo resolvería todo. Le dijo a Liz que sólo quería encontrar a los alienígenas para asegurarse de que no eran peligrosos para los humanos. Una vez que vea que no estais haciendo daño a nadie, os dejará en paz. Nos dejará a todos en paz.- Tengo tres palabras para tí... Proyecto Limpiar Pizarra. ¿Suena eso como un Comité de Bienvenida para ti? - Exigió Michael. - Es más bien una forma politicamente correcta de decir escuadrón de la muerte.- Michael tiene razón. - Dijo Liz. - No podemos... - No me importa lo que tú tengas que decir sobre esto. No eres una de nosotros. - Isabel saltó de su silla y se acercó a zancadas hasta María. Se inclinó hacia abajo hasta que tuvieron los ojos a la misma altura. - Si das un paso hacia Valente, me enteraré y te mataré. Puedo hacerlo, y ni siquiera me verás llegar. Te irás a dormir una noche y nunca te despertarás.- ¡Cállate y siéntate! - Explotó Max. - Nadie va a matar a nadie. Estás siendo tan fría y cruel como Valenti.Isabel se enderezó y miró a Max. Él pudo ver las lágrimas brillando en sus ojos. - Lo siento, Izzy. - Dijo inmediatamente. - No quise decir que eso.- A quién le importa. - Respondió ella. - Sabía que te pondrías de su lado. - Salió corriendo de la habitación. Unos pocos segundo después Max oyó su Jeep chirriando en al camino de entrada.- Muy bien, hombre. - Murmuró Michael mientras la seguía.Max se alegraba de que Isabel no fuera a estar sola. No habia forma de que le dejara explicarse o disculparse ni nada durante un rato. Pero hablaría con Michael, y él evitaría que hiciera algo estúpido. A menos de que ella le convenciera a él de hacer algo estúpido.- Yo tengo que irme también. No puedo... - La voz de María se rompió. Agarró su bolso y su chaqueta y escapó. Max se movió hasta el sofá y se sentó cerca de Liz.- Creo que ha ido bien. - Dijo sarcásticamente.- Hablaré con María. - Dijo Liz. - Sé que puedo convencerla de que no acuda a Valenti. Es sólo que está tan asustada que quiere creer que podemos contárselo y él lo arreglará todo.-Isabel también está asustada... más que asustada. Ha tenido miedo de Valenti desde que eramos niños. Era como el coco que la perseguía. Solía tener pesadillas con él y despertarse gritando. - Respondió Max. - Pero no le hará daño a María. Isabel no está tan loca.Liz no respondió. Sólo estudió su cara, con esos oscuros e intensos ojos castaños.- ¿Qué? - Preguntó él.- Lo arriesgaste todo cuando me salvaste, ¿verdad? - Dijo Liz. - Poner a Michael e Isabel en peligro debe haber sido una tortura.- Sabía que podía confiar en tí. - Murmuró él, mirándola fijamente. Casi podía saborear la piel de ella bajo sus labios. Casi podía sentir el cuerpo de ella presionando contra el suyo. Sin pensarlo, se inclinó hacia ella.¿Qué estás haciendo? pensó. Te dejó besarla hoy para librarse de Kyle. Y punto.¿Entonces por que los ojos de ella vagaban hacia sus labios? ¿Quería que la besara de nuevo? Parecía que sí. Pero si se equivocaba interpretando sus señales, si sólo le había dejado tocarla para despistar a Kyle, Max quedaría como un estúpido. Peor que un estúpido.- Ummm, debería ir tras Isabel y Michael. - Dijo.

- Muy una extraña similitud en las historias de que los acducidos han dado de los procedimientos médicos llevados a cabo con ellos por los seres alienígenas. La mayor parte informa de que les fueron tomadas muestras de pelo y piel y de que les fueron implantados pequeños objetos en varias partes del cuerpo. Muchos experimentaron una aguja o taladro penetrando en el cerebro.María se alejó a tropezones del expositor. No podía leer nada más. Pensó que un paso por el musuo OVNi la haría sentir mejor, que la ayudaría a entender a Max, Michael e Isabel. Pero le había llenado la cabeza de imágenes horrorosas.Los alienígenas no veían nada malo en realizar experimentos con la gente. Querían saber cosas de los humanos... ¿por qué no apuñalarles el cerebro con una aguja? No hay necesidad de anestésia. Y si accidentalmente le hacemos una lobotomía o los traumatizamos tanto que nunca pueden volver a tener un trabajo o una familia... no hay problema, hay siempre más para recolectar.María oyó pasos tras ella. Se volvió y vió a Alex apresurándose hacia ella. Por fin. Le había llamado hacía más de una hora.- Acabo de oir tu mensaje. - Dijo él sin aliento. - Sonabas realmente alteada. ¿Qué pasa? ¿Por qué querías que nos encontráramos aquí?- ¿Crees que hay vida en otros planetas? - Preguntó María.- Por favor dime que no me has arrastrado hasta aquí para tener una de tus maratonianas conversaciones de encontrar-el-sentido-de-la-vida. - Se quejó Alex.María recorrió el museo con la mirada. Había un par de turistas al alcance de sus oídos. Agarró a Alex por el brazo, la arrastró a la pequeña cafetería de la parte de atrás, y le sentó a una mesa en la esquina.

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- ¿Recuerdas ese día en el almuerzo cuando veniste a reunirte conmigo y con Liz y ella empezó a hablar de tampones? - Preguntó María.- ¿Podrías aparcar el tema y mantenerlo ahí durante diez segundos? - Suplicó Alex.María abrió la boca, después la cerró. ¿Iba realmente a contarle a Alex lo de Max y los otros después de haber prometido a Liz no decir nunca nada a nadie?Bajó la mirada a la mesa y trazó una de las pequeñas cabezas de alienígenas que decoraban el tablero de la mesa. Lo recorrió con el dedo una y otra vez. Sus enormes, oscuros y almendrados ojos parecieron mirarla acusadoramente.Simplemente Liz no lo entendía. Pensaba que podía confiar en max. No comprendía que los alienígenas no tenían los mismos sentimientos y emociones que los humanos.Alex extendió lamano y alejó la de ella de la cabeza del alienígena.- Ey, algo va realmente mal, ¿verdad? Puedes contármelo. ¿Que pasa con ese día en el almuerzo?No podía manejar esto sóla. Y por primera vez en su vida no podía hablar su problema con Liz. Liz era parte del problema.- Ese día en el almuerzo Liz cambió de tema cuando llegaste porque algo le había ocurrido, algo que ambas prometimos guardar en secreto. - Dijo María.Alex se inclinó más cerca.- ¿Está bien Liz? - Preguntó.- Si. Al menos por ahora. - Respondió María. Ve al grano, se dijo a sí misma. - La pasada semana dispararon a Liz mientras estaba trabajando en el café. Max Evans estaba allí... y la curó. Puso sus manos sobre el agujero de bala, y lo cerró. Le salvó la vida.- Oh, seguro. - Alex se echó hacia atrás en su silla. - ¿Liz y tú estais trabajando en vuestro proyecto para la clase de la señorita Dibble. Arlene Bluth me contó que ella iba por ahí preguntando a la gente si le prestaba un cuarto de dolar y diciendoles que se lo devolverá por correo. Se supone que escribirá un informe sobre las reacciones que consigue y que analizará lo que eso indica de la sociedad o algo así. Vuestro proyecto es mucho más guay.- No te estoy contando esto para algún proyecto escolar. - Exclamó María. Su voz se elevó fuera de control. Tomó un profundo aliento y continuó. - Estaba allí cuando ocurrió. Estaba sujetando ese trapo sobre el estómago de Liz, y podía sentir la sangre surgiendo a través de él. Mis dedos estaban totalmente resbaladizos, y sabía que iba a morir.María tragó con fuerza.- De cualquier modo, él la salvó. Y cuando le preguntó como lo había hecho, le contó que era un alienígena. - Ya está, lo he dicho, pensó. Se sentía horrible por traicionar la confianza de Liz, pero ambas estaban en peligro, y necesitaban ayuda.- Lo dices en serio. ¿Realmente crees que Max es del espacio exterior? - Preguntó Alex.- Max, Isabel y Michael Guerin. - Dijo María.- Oh, de acuerdo, ¿alguien más? - Bromeó Alex. - ¿Qué tal Ronal McDonald?... nadie sobre la faz de la tierra tiene unos pies tan grandes. Y no olvides a Elvis... todo el mundo sabe que es al menos medio alienígena.- Hablo en serio. - Insistió María. Tenía que hacer que la creyera. Tenía que hacerlo. Necesitaba que alguien estuviera de su lado.- Deliras. Me siento como si debiera llevarte a un centro de rehabilitación o algo así. - Dijo Alex. - Peso sé que nunca introduces impurezas en tu cuerpo.- ¿Así que me crees? - Preguntó María. Apretó su garra sobre las manos de él. Si tenía que mantenerle allí hasta que le convenciera, lo haría.- No lo sé. Por ahora fingiré que te creo y ya veremos. - Alex liberó sus manos y se apartó el pelo de la cara. - Sabes, no eres la primera persona que me cuenta historias sobre alienígenas. Un amigo de mi padre, un piloto de las fuerzas aéreas, jura que vio un OVNI. Lo juro. Y es totalmente un militar de manual.Estaba dispuesto a escuchar. Fue tan tranquilizados como un soplo de aroma de cedro. María se tomó su tiempo y le contó la historia completa tan calmadamente como pudo, con tantos detalles como le fue posible. Alex no la interrumpió con preguntas. Sólo se concentró en lo que ella tenía que decir, sus ojos verdes fijos sobre la cara de ella.- Despues salí de la casa de Max, te llamé y vine directamente aquí. - Concluyó María.- ¿Sabes que otros poderes tienen... además de curar? - Preguntó Alex.María sacudió la cabeza.- Valenti y Elsevan DuPris dicen que el poder se sanar y el poder de matar van juntos, pero no sé si es verdad o no.- Si yo supiera seguro que tienen poderes, diría que deberíamos intentar hablar con ellos. Suena como si todos vosotros estuvierais asustados. - Dijo Alex. - Pero ese es el problema. Asustado y nervioso sumado a las habilidades posiblemente letales contra las que no tenemos forma de luchar... no es una buena combinación.- Valenti es el único con la información que necesitamos. Sabe más sobre los alienígenas que ningún otro. - Dijo maría. Captó un vistazo de las caritas de los alienígenas del tablero de la mesa y las cubrió con su bolso. - Tenemos que acudir a Valenti. Es el único que puede protegernos.

Este era el lugar correcto al que venir, pensó Isabel. La entrada de la cueva era casi imposible de encontrar si no sabías ya donde estaba. No era que que estuviera en un acantilado o algo así... era más una grieta en el suelo del desierto.Si, no había forma de que Valenti supiera nada de la cueva. Si alguien la hubiera conocido, ella probablemente estaría flotando en un tarro lleno de formaldeido al algún lugar ahora mismo. Tembló ante la imágen que relampagueó en su mente.Pero podría haber ocurrido, se dijo a sí misma. Si algún humano hubiera encontrado las vainas mientras estabamos incubando, los habrían hecho pedazos, nos habrían matado antes de que hubieramos tenido siquiera la oportunidad de vivir.Isabel vio el saco de dormir de Michael en la esquina de atrás. Lo recogió y se lo echó sobre los hombros. Era casi como tener los brazos de Michael alrededor de ella... la tela gruesa era cálida, y olía como él.Deseó que Michael estuviera allí ahora mismo. Era fácil sentirse a salvo con Michael alrededor. Por otro lado, necesitaban pensar que hacer con Valenti... y definitivamente necesitaban hacer sus planes sin Max y los humanos. Max era totalmente inútil. Liz le tenía tan loco que no podía ver con claridad... Realmente pensaba que podía confiar en ella.Hablaré con Michael tan pronto como llegue a casa, decidió Isabel. Pero no podía volver todavía. Valenti estaba allí fuera, en algún lugar. Y este era el único lugar en el que estaba absolutamente segura de que no la encontraría.No sabe que fue Max el que curó a Liz, se recordó. Y si no sabe nada de Max, no sabe nada de mi. No ha ocurrido nada malo. Valenti no sabe nada.Pero no lo creía lo bastante. Siempre había sentido que Valenti estaba acercándose más y más a la verdad, a ella. Cuando era una niña pequeña, solía soñar con él cada noche. Solo que en los sueños él era un lobo, un lobo y el Sheriff Valenti al mismo tiempo. En el sueño estaba siempre dándole caza, olisqueando y gruñendo, y se acercaba más y más a su escondite.

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Isabel se sentó y se apoyó contra la fresca pared de caliza. Quiza podría mudarse allí. La cueva era tres veces más grande que su dormitorio. Un reproductor de CDs portátil, unos pocos cojines, un tocador... no sería tan malo. Soltó una risa sofocada. A Stacey le encantaría. Isabel Evans viviendo en una cueva.No iba a dejar que Valenti le hiciera eso. No iba a esconderse de él durante el resto de su vida.... sólo esta noche. Isabel deseaba poder cerrar los ojos e irse a dormir durante unas horas, como hacían los humanos. Sólo quería quedarse en blanco durante un rato. Pero no podía. Todavía no estaba preparada para dormir, y su cuerpo simplemente no se derrumbaría hasta el momento preciso.Isabel suspiró, despues extendió la mano y tiró del cofre del tesora hasta su pecho desde el hueco de la pared. Había pasado largo tiempo desde que había mirado esos objetos que ella, Max y Michael habían encontrado en el desierto. Quizá la ayudarían a mantener su mente lejos de Valenti.Abrió la tapa del bapuleado cofre de madera y sacó el cuadradito de material plástico. Recorrió con sus dedos las marcas púrpuras. Había pasado horas intentando descifrarlas. Nunca se lo contó a Max y Michael, pero secretamente esperaba que fuera un mensaje de su madre.Isabel ya no pensaba mucho en su madre real, o al menos intentaba no hacerlo. Hacía unos pocos años había alquilado el video de la autopsia del alienígena del Incidente Roswell. Sólo había sido capaz de mirar unos pocos minutos. Un vistazo de un pequeño cuerpo tendido sobre la mesa de metal la puso enferma... incluso antes de que los médicos hicieran la primera incisión.Max y Michael seguían diciéndole que toda la cinta podría ser falsa. No sabían que aspecto tenían sus auténticos padres. Ni siquiera estaban seguros que aspecto tenían ellos mismos. Quiza sus cuerpo humanos eran sólo una especie de adaptación práctica para vivir en la tierra. Quiza en su propio planeta tendrían un aspecto diferente.Para Isabel la cuestión no era si la cinta era falsa o no. Desde esa noche en adelante, cada vez que pensaba en su auténtica madre, esa imágen invadía su mente, bloqueando cualquier otra cosa.Los hombros de Isabel empezaron a estremecerse y se le escapó un sollozo. Eso es lo que ocurrirá cuando Valenti nos encuentre. Casi podía sentir el frío metal bajo ella, el corte del cuchillo.Se encogió tan profundamente en la esquina de la cueva como pudo. Empujó las rodillas contra su pecho y recogió el saco de dormir apretándolo contra ella. - Estás a salvo aquí. - Susurró. Pero no pudo evitar que otro sollozo la desgarrara.Oyó un roce. Levantó bruscamente la cabeza y vio un par de largas piernas enfundadas en unos vaqueros deslizándose por la entrada de la cueva. Un momento después Michael saltó abajo hasta el suelo de la cueva.- Ey, Izzy Lizard. - DijoMichael cruzó la cueva con largas zancadas y la envolvió con sus brazos. La meció adelante y atrás, apretándola firmemente contra su pecho.Isabel su pegó a él. Finalmente se sentía a salvo. A salvo... y en poco avergonzada.- Lo... lo siento. - Tartamudeó. - No... no puedo dejar de llorar.- Te he visto llorar antes. - Le dijo. Le frotó la espalda arriba y abajo, calmándola con tu toque. - Lloraste más esa vez que tiré tu muñeca por el retrete.- Te estoy mojando toda la camisa.- Odias esta camisa. - Michael usó el borde de su vieja camisa de franela pra limpiar las lágrimas de la cara de Isabel. - Hasta puedes sonarte la nariz si quieres. Por lo que me importa.- No gracias. - Isabel sacó un kleenex de su bolso y se sonó la nariz. Después sacó un espejo y se estudió la cara. Su piel estaba roja y manchada. Se maquillo un poco.- ¿Te sientes mejor? - Preguntó Michael.- Me siento estúpida.- No te preocupes por eso. - Le apartó el pelo de la cara, sus grandes manos eran gentiles. - Has hecho cosas mucho más estúpidas.Isabel le golpeó el hombro.- Gracias.Michael asintió con la cabeza. - Salgamos de aquí. Max debe estar volviendose loco.- Se lo merece. ¿No podemos quedarnos aquí esta noche? - Isabel no creía que estuviera preparada para salir de la cueva, ni siquiera con Michael.- Sólo hay un saco de dormir.... y es mío. Vamos. Me quedaré en tu casi esta noche si quieres.- ¿Dormirás delante de la puerta de mi habitación... como un gran perro guardián? - Sonrió a a Michael. Sentaba bien hacer algo tan normal. Había estado practicando sus habilidades de flirteo con él desde que era una niñita.- Pensaba más bien en el sofá. - Dijo Michael. - Pero quizá podamos arreglar algo. ¿Te ofreces voluntaria para enjabonarme la espalda? - Se puso en pie y extiró la mano hacia Isabel.Ella le dejó tirar para ponerla en pie y guiarla a través del suelo de la cueva. Trepó por la roca que utilizaba para alcanzar el boca de la cueva. Entonces dudó.- Él está allí fuera en alguna parte.- No va a hacerte daño. Si lo tenta, va a tener que pasar a través de mí. - Prometió Michael.Isabel sabía que tenía que salir de la cueva alguna vez, y sería mejor hacerlo con Michael a su lado.- Vamos.Isabel salió de la cueva. Michael gateó hacia arriba un segundo después. Empezaron a regresar al Jeep, e Isabel le quitó de encima la loca alquitranada que usaban para camuflarlo. Siempre aparcaban a alguna distancia de la cueva por precaución. Le alcanzó a Michael las llaves y saltó al asiento del pasajero.- Conduce tú, ¿de acuerdo? - Preguntó. Simplemente no podía conducir ahora mismo.- Claro. - Michael trepó tras el volante y dio marcha atrás al Jeep sacandolo del saliente rocoso donde hacía estado escondido. Isabel podía oir los arbustos crujiendo bajos las llantas mientras conducían de vuelta a la carretera.- ¿Cómo llegaste aquí, de todas formas? - Preguntó ella.- Autostop.- ¿Estamos dejando huellas? - Preguntó. Nunca había pensado en ello antes. ¿Estaban dejando huellas que pudieran conducir a Valenti a su cueva?- Aquí está demasiado seco. - Respondió Michael. - Valentie es sólo un hombre, lo sabes. Actuas como si tuviera los poderes de superman o algo así. Si se acerca demasiado, tomaremos medidas.Miró a Michael. Nos lo sacaremos de encima.- ¿Y qué hay de Liz y María?Michael no respondió durante un rato.

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- Creo que Max tiene razón sobre Liz. No fuera a hablar, lo habría hecho cuando Valenti le mostró las marcas en el cuerpo del tío. Pero María... no creo que quiera hacer daño a nadie, pero está asustada. Y eso la hace impredecible.- Practicamente dijo que iba a acudir a Valenti. - Le recordó Isabel.- Apuesto a que Liz puede manejar a María. - Dijo Michael mientras el Jeep se balanceaba de vuelta a la carretera. - Pero si no puede...El largo aullido de una sirena le interrumpió. Los ojos de Isabel saltaron al espejo retrovisor. Vio las relampagueantes luces azules del coche del sheriff, y su corazón martilleó contrar sus costillas. - Es Valenti. - Sabía que estaba allí fuera. Sabía que la seguiría.Michael se echó a un lado de la carretera.- No pares. ¿Estás loco? - Lloriqueó Isabel.Michael extendió la mano y agarró la de ella. La apretó con fuerza.- Probablemente he sobrepasado el límite de velocidad o algo por el estilo. Tienes que controlarte. No dejes que vea que te asusta.Isabel se tensó a medida que el sonido de los tacones de las botas de Valenti se había más fuerte. No podía obligarse a mirarle cuando oyó que se detenía junto al lateral del Jeep en el que estaba Michael.- Necesito que salgan del coche, por favor. - Dijo Valenti, con voz baja y monótona. - Los dos.

¿Qué le pasaba? Desde que Isabel había salido corriendo de la casa, Max había sido capaz de sentir su miedo, fuerte y constante, como un dolor de cabeza. Pero desde hacía una hora experimentaba más bien como un martillazo en la frente. Un disparo de puro terror. Sabía que algo horrible le había pasado.Espero que Michael la encuentre antes, pensó Max. No podía soportar la idea que Isabel estuviera aterrorizada y sola. Si Michael no la hubiera encontrado, habría vuelto aquí, se dijo Max.¿Así que donde están? Esperaba que Isabel volviera a casa un par de horas después de haber salido... quizá con un nuevo vestido o una bebida de Ben & Jerry's que no se negaría a compartir con él. Eso era lo que solía hacer cuando tenía una pelea con él o con sus padres.Bueno, quizá no había esperado eso exactamente. No era como si él e Isabel hubieran peleado por el turno de lavar los platos. Pero habia tenido la esperanza, realmente la había tenido.- Denial no es sólo un río de Egipto (juego de palabras en ingles, Denial=negación) - Murmuró. Era algo que su madre siempre decía. Max e Isabel lo encontraban divertido porque lo decía para todo. Incluso habían inventado un juego. Uno de ellos pensaba en una situación y el otro pensaba en lo que diría Mamá.Max miró el reloj. Eran más de las dos de la mañana. ¿Qué podría haber ocurrido que impidiera a Isabel volver a casa? Todo lo que podía sentir era su terror... nada más, ninguna pista de donde podía estar. Llamaría a unos pocos de sus amigos, casualmente les preguntaría si estaba allí, pero no se sorprendería cuando todos le dijeran que no. Izzy era popular. Tenía un billón de amigos más que Max. Pero eran todas amistades superficiales, no gente a la que acudiría si tuviera un problema. Los únicos humanos en los Isabel realmente confiaba eran sus padres.Señor, Isabel ¿no podrías volver a casa ya? pensó Max. No tendría que haberle gritado. Y estaba bastante asustado, y él lo había empeorado.Podía coger el coche de Papá y dar una vuelta. Quizá si iba en la dirección correcta, se sensación procedente de Isabel se intensificaría. De esa forma podría rastrearla. Normalmente no funcionaba así, pero Max tenía que hacer algo. Si se quedaba en su habitación un segundo más, se volvería loco. Sus padres le encontrarían enroscado en una esquina, susurrándo solo.Cogió las llaves del aparador. Decidió salir por la ventana. Su padre tenía un oido fino... si intentaba salir por la puerta principal le atraparía. Afortunadamente pensaban que Isabel ya estaba en casa esa noche. No creia que hubiera sido capaz de pensar una excusa que justificara salir a hurtadillas después de medianoche. Al menos ninguna que pudiera pasar el detector de mentiras de su padre.Se deslizó por la ventana y saltó al patio trasero. Trotó por el lateral de la verja y saltó sobre ella. Mientras se dirigía el camino de entrada oyó su Jeep bajando por la calle. Había pasado tanto tiempo trabajando en el motor, que conocía su sonido como el de su propio corazón.Max se volvió hacia el sonido. Sintió que algo de la tensión le abandonaba cuando vio que Isabel y Michael estaban ambos en el Jeep... hasta que entraron en el camino y vio sus caras. El rimel y el labio de labios de Isabel habían desaparecido... ella nunca dejaba que eso ocurriera. Y la boca de Michael estaba apretada en una dura línea.- ¿Qué? - Exigió Max.- Valenti nos detuvo. - Respondió Isabel.- ¿Qué? - Explotó Max.- Sólo esta haciendo su ronda regular de parar-a-cualquiera-que-tenga-menos-de-veinte. - Explicó Michael. - Pero nos asustó como el demonio a los dos.Michael lanzó una mirada a Isabel. Max hizo un pequeño asentimiento, señalando que había notado el hecho de que Isabel estaba seriamente alterada.- Creo... creo que pudo notar que algo no iba bien. - Tartamudeó Isabel. - Actué como se estuviera demasiado asustada... como si me hubiera cogido por exceso de velocidad, especialmente porque no estaba ni siquiera conduciendo.Max podía ver el músculo de la garganta de Isabel trabajando mientras luchaba por no llorar.- Estamos bien. - Le dijo Michael. Se sacó la chaqueta y se la echó a ella sobre los hombros. Entonces fue cuando Max notó que Isabel estaba temblando.Isabel sacudió la cabeza.- Le hice sospechar. Lo estropee.- Probablemente pensó que estabas preocupada por que te cogiera fuera de casa tan tarde. - Dijo Max. Realmente no lo creía. Nadie que viera a Isabel ahora mismo lo creería. Pero tenía que decir algo. La expresión acosada de la cara de su hermana estaba destrozándole.Isabel se envolvió a sí misma con los brazos. - Quizá, quizá tienes razón. - Balbuceó. - Pero ya no estamos a salvo. Valenti va a encontrarnos, lo sé. Tenemos que dejar la ciudad esta noche, no podemos volver nunca.- Si nos escapamos, entonces si que sospechará realmente. Terminaríamos con cada agente del Proyecto Limpiar Pizarra buscándonos. - Argumentó Max. - Además, Mamá y Papá estarían devastados. Nunca lo superarían.Y nunca volvería a ver a Liz, pensó. Algo estaba creciendo entre ellos, y quería quedarse por los alrededores para ver qué era.- El señor Hughes probablemente haría una fiesta si me largara. - Murmuró Michael. - Pero Max tiene razón. No sería inteligente.- Si nos quedamos, tenemos que hacer algo con María. Va a contarselo todo a Valenti... viste la forma en que nos miró. Y Liz no será capaz de detenerla. - Insistió Isabel. - No estaremos a salvo mientras cualquier humano conozca nuestro secreto.A salvo. Max sabía lo importante que para Isabel sentirse a salvo. No estaba seguro de si alguna vez lo había estado. Pero no podía permitir que hiciera daño a Liz o a María.

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- Liz es la mejor amiga de María. - Dijo. Intentó mantener su voz sin emoción. No quería que Isabel pensara que estaba en su contra de nuevo. - Se conocen desde que eran pequeñas. Estoy seguro de que será capaz de convencer a María de que siga callada.- Tienes mucha confianza en Liz. - Dijo Isabel. No parecía muy contenta con ella.- Y tú deberías tenerla también. Valenti la ha presionado mucho pero no le ha contado nada. - Le recordó Max. - Quiero que todos acordemos que dejaremos en paz a Liz y María.Isabel no respondió. Michael miraba a cualquier parte menos a Max.- Vamos. - Urgió Max.- De acuerdo. - Dijo Michael finalmente.- Por ahora. - Añadió Isabel.

No me lo creo. María se lo ha contado a Alex. Liz. Podía verlo en su cara.María y Alex estaban esperandola en su taquilla, y estaba claro que no estaba allí tirados, matando el rato antes de la primera campañan. Obviamente tenía algo importante que decirle.- Hola, chicos. - Liz no estaba preparada para tener esta conversación. Actuó como si realmente estuviera ocupado marcando su combinación. Cuando quitara el candado se abriría, de algún modo había olvidado la combinación.- Necesitamos hablar contigo. - Dijo María. - Se lo he contado todo a Alex. Sé que prometí que no lo haría, pero estaba equivocada. Toda esta situación es demasiado grande y demasiado peligrosa pra que la manejemos nosotras dos solas.Sonaba tan tiesa y formal, como si se hubiera quedado levantada toda la noche practicando. Liz dejó de trastear con su candado y estudió a su amiga. Definitivamente María se había padado la noche haciendo cualquier cosa menos dormir. Tenía oscuras ojeras bajo los ojos, y su tez tenía un tono grisáceo.- Desearía que al menos me hubieras llamado primero. - Respondió Liz. - Te dejé al menos cien mensajes. Incluso pasé por tu casa, pero no había nadie.- Lo sé, lo siento... lo... lo siento. - Dijo María de nuevo. - Eso es todo lo que puedo decir. Pero no creo haber hecho nada malo.Almenos no ha soltado otro discurso, pensó Liz. Normalmente Liz se hubiera sentido totalmente enfadada y herido si María hubiera contado un secreto que habían acordado guardar. Pero había visto lo asustada que estaba María el día anterior. E Isabel había amenazado con matarla. Eso era suficiente para hacer que cualquiera rompiera una promesa.- Está bien. - Dijo Liz. Se volvió hacia Alex. Eran tan raro verlo allí de pie tan inmóvil y serio. Normalmente hablaba practicmaente sin pausa. - ¿Y ahora que lo sabes que piensas hacer? - Preguntó.- Creo que ninguno de nosotros sabe con qué estamos tratando... y eso es peligroso. No sabemos que poderes tienen. No sabemos cuales son sus planes. No creo que podamos simplemente asumir que son exactamente lo que aparentan ser. Creo que nosotros tres tendremos que acudir a Valenti y contarle lo que está pasando.- ¡No! - Gritó Liz. - Suenas como tu padre, ¿lo sabías? Hablando de planes y poderes. "No sabemos lo que son... así que matemosles". Quizás deberías ingresar en el ejército. Creo que encajarás bien.Alex hizo una mueca. Liz sabía que había dicho la cosa más hiriente posible. Pero era verdad. - Mirad, vosotros dos olvidais cuanto hace que conocemos a Max, Michael e Isabel. María, tú especialmente. Los conoces desde que todos eran pequeños. Siguen siendo la misma gente que eran...- Ellos no son gente. - Interrumpió María. - E Isabel nunca amenazó con matarme en la escuela elemental.- Y no podemos estar seguros de que no hayan estado jugando con nosotros, mostrándonos sólo que lo quieren que veamos. - Añadió Aliz.Liz sintió ganas de gritarles a ambos. No podía creer lo estúpidos, prejuiciosos y horribles que estaban siendo. Tú te sentía practicamente igual después de que Valenti se cebara contigo ayer, se recordó a sí misma.- Entiendo como os sentís. De veras. - Les dijo Liz. - Ayer estaba medio convencida de que debería contarle todo a Valenti, más que medio convencida. Pero vio a Max curar al ratón del laboratorio de biología. No había nadie por allí. No había que le estaba observando. Si Max hubiera estado jugando con nosotros, ¿por qué se le habría importando algo tan estúpido como un ratoncito?- El ratón no se interpone en su camino. María y tú si. - Respondió Alex.- ¿De qué estás hablando? - Exigió Liz.- El ratón no supone ninguna amenaza para él. - Explicó Alex. - ¿Por qué no curarlo? Pero eso no significa que si se ve en peligro... o incluso si su misión se ve amenazada... tuviera algún problema en matarte. Simplemente no lo sabemos, ese es el problema.- ¿Misión? ¿Qué misión? ¿Hemos entrado en zona de paranoia o qué? - Exigió Liz. - Conozco a Max. Confío en él. Y no voy a hacer nada que pueda hacerle daño. Y ninguno de vosotros tampoco.- No es sólo decisión tuya. - Gritó María. - Yo soy la única en la que no confían... oiste a Isabel decirlo. Va a venir a por mí. ¿Por qué no te molestar en protegerme a mí tanto como te molestas en proteger a Max?Liz oyó como la voz de María se rompía. ¿Qué se supone que debo hacer? pensó. Estaba en medio entre su mejor amiga y... ¿y qué? ¿Qué era Max para ella exactamente? Hacía dos semanas habría dicho que solo su compañero de laboratorio y una especie de amigo casual. Alguien que había estado en su vida desde hacía años pero que no era en realidad parte importante de ella. Todo había cambiado tanto y tan rápido. - Por supuesto que me importa lo que te ocurrra. - Respondió Liz. - Pero estas sobreactuando. Nadie va a hacerte daño. Lo prometo.- No puedes prometerlo. - Insistió María. - No lo sabes. Después de la escuela voy a ir a la oficina de Valenti... vengas tú conmigo o no.- Yo iré contigo. - Dijo Alex suavemente. - Lo siento, Liz. Tengo que hacerlo.No hay forma de que pueda detenerle, comprendió Liz. Nada que pueda decir. ¿Qué voy a hacer? Si cuento a Max que María y Alex están planeando acudir a Valenti, sé que ocurrirá algo. Michael e Isabel realmente podrían ir tras ellos, y no estoy segura de que Max pudiera detenerles.Pero si no digo nada, Valenti irá a por Max, Isabel y Michael. Y probablemente los mataría.No quiero elegir, pensó Liz. ¿Cómo puedo hacerlo?¿Qué voy a hacer?

- Max, ven a sentarte con nosotros. - Llamó Liz.Max se giró y vio a Liz, María y Alex tomando el almuerzo sobre la hierba en el centro del patio. Podía decir por el aura de María que estaba tan alterada como había estado ayer... quiza más. Y gris profundo estaba mezclado con el revuelto verde oscuro de su aura.

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Pero fue el aura de Liz la que atrapó su ateción mientras caminaba hacia elllos. Estaba llena de tantos colores, hacía daño mirarla. Estaban las hebras de amarillo enfermizo de miedo y la mancha carmesí que tenía su aura cuando estaba enfadada. Había hilos grises de preocupación y confusión. Y sobre todo una tela de araña como esa que mostraba después de que su abuelo muriera. Era una señal de profunda tristeza. Liz se movió y él se sentó cerca de ella. No sabía que decir. Supuso que lo que se hacía normamente en la hora del almuerzo era charlar sobre algo... alguien oyó a Johanne Oakley vomitando en el baño esta mañana, y ahora todo el mundo piensa que está embarazado; se supone que hubo un asalto del Instituto Guffman la pasada noche para robar la mascota del Instituto Olsen; Dough Highsinger fue enviado a caso por vestir como Marilyn Manson. No sabía si podía hacerlo.- Uh, ¿creeis que mi proxima lista debería ser que hace que piensen los chicos? - Preguntó Alex. - He estado pensando quizas en usos alternativos de los peniques, ya sabes, porque son bastante inservibles, y... - Su voz se fue apagando.Alex sentía la tensión entre María y Liz, Max lo notó. No tenías que ser capaz de ver auras para saber que algo iba mal entre esas dos. El aura de Alex no tenía muy buen aspecto tampoco. Tenía un aceitoso y grasiento tono.- ¿Que tal nombres realmente malos de perros? - Saltó Liz. - Nombres que nunca desearías tener que gritar con toda la fuerza de tus pulmones si se pierde tu perro. - Sonaba hiperalegre y animada, como una especie de Stacey Scheinin.Algo va realmente mal aqui, pensó Max.Liz miraba de Alex a María, y sonrisa de anuncio de dentífrico decayó. - No puedo hacer esto. - Dijo. - No puedo simplemente sentarme aquí y... Max, Alex lo sabe.Max sintió como si le hubieran dado un puñetazo. No había forma de que pudiera controlar a Isabel y Michael ahora. Ninguna forma posible.Liz se extendió y le cogió la mano, enlazando sus dedos con los de él.- Chicos quiero que mireis a Max. - Dijo a sus amigos. - Miradle realmente. Me salvó la vida. Él...- Eh, Max, felicidades. No creí que fueras capaz de mantener el interes de liz durante todo un día.Max se tensó y sintió que la garra de Liz se apretaba sobre su mano ante el sonido de la voz de Kyle Valenti. Kyle rodeó al grupo y se colocó detrás de Alex.No puedes enredarte con él justo ahora, pensó Max. No sería inteligente.- No te acostumbres demasiado a pasar el tiempo con ella, de todas formas. - Sonrió burlonamente hacia Max.Kyle padecía de falta de atención. Max se figuró que si no respondía, se aburriría y se marcharía.Pero Kyle continuó mirándole fijamente. Parecía un poco confuso, como si no pudiera imaginar por qué Max no decía nada.- Bueno, supongo que todavía podrías ver a Liz si no te importa visitarla en prisión. - Continuó Kyle. - Los complices de homicidio no van a juvenil. - Se giró hacia Liz. - Sabes que mentir a mi padre te convierte en cómplice, ¿verdad?- Tú problema es conmigo. Dejala a ella fuera de esto. - Ordenó Max.- Mientra siga mintiéndole a mi padre estará metida en ello. - Devolvió Kyle. - No sé lo que mi padre sospecha, pero me imagino que el asesino al que está protegiendo ella eres tú, Evans. No es demasiado valeroso esconderse tras una chica.- Kylel, eres patético. - Explotó María. - Vienes con esas ridículas teorías porque no pueden enfrentarte al hecho de que Liz prefiere salir con Max que contigo. Madura de una vez.Un oscuro rubor coloreó la cara de Kyle. - Apuesto a que tu hermana estaría impresionada, Liz. - Dijo Kyle. - Quiero decir que, ella fue arrestada una vez también, pero sólo fue por un pequeño asunto de drogas. Tú la has superado bastante.Max saltó sobre sus pies y se lanzó hacia Kyle en un fluido movimiento. Kyle cayó al suelo con un satisfactorio ruido sordo. Max se sentó a horcajadas sobre él y aplastó el puño en la nariz de Kyle. Oyó el crack y sintió la sangre caliente salpicar a chorros entre sus dedos.- ¡Max, no! - Gritó Liz.Pero no podía parar ahora. Kyle iba a pagar por cada palabra que había dicho a Liz. Max echó hacia atrás el puño y lo hizo bajar hasta la boca de Kyle. Entonces sintió manos en la parte de atrás de su camiseta, apartándole bruscamente.Alex lo alejó de Kyle. Agarró a Max por los hombros y la inmovilizó en el suelo.Max sacudió la cabeza a un lado para ver a Kyle limpiándose la sangre de la cara con la manga.- Esto no se ha acabado. - Dijo Kyle. Después se volvió y empezó a alejarse.- Tienes razón. - Gritó Max. - No se ha acabado. - Intentó apartar a Alex a empellones. Iba a ir tras Kyle. Iba a golpearle hasta más no poder.Alex clavó la rodilla en el pecho de Max. - Tú vas a quedarte aquí. Si vas tras él, vas a terminar en la oficina del director y van a llamar a tus padres. ¿Realmente quieres estar sentado en una habitación con el Sheriff Valenti ahora mismo? ¿No crees que sentiría algo de curiosidad por el motivo de esta pelea?Max todavía quería ir tras Kyle, pero Alex hablaba razonablmente.- ¿Puedo dejar ya que te levantes? ¿Ha vuelto a crecerte el cerebro? - Preguntó Alex. Bajó la mirada hasta Max, esperando una respuesta.- Si, de acuerdo. - Murmuró Max. Alex le dejó sentarse. Mar se frotó el brazo y estudió la cara de Alex. - Tío, ¿cómo has hecho eso? Ni siquiera te vi venir... y ya estaba en el suelo.- Tres hermanos mayores. - Respondió Alex. - Muy grandes.- ¿Sobre eso que has dicho? Tienes razón. - Le dijo Max. - Gracias.- Tenemos que estar unidos contra los Kyles del mundo. - Respondió Alex.

- Necesito algo de cedro, pensó María. Abrió su bolso y husmeó hasta que sintió uno del los diminutos frascos. Lo sacó. Eucalipto. Lo tiró de nuevo dentro. El Eucalipto era para vigorar, y María ya si sentía a punto de satar fuera de su piel.¿Dónde estaba Max? La última campana había sonado había más de media hora, y todavía no había salido. Podía ver su Jeep desde allí, así que sabía que no se le había escapado.Escudriñó en su bolso, buscando en frasco de cedro. Ah, ahí estaba. Lo saxó se un tirón y desenroscó la tapa. Acercó el frasco a su nariz y cerró los ojos. Piensa en un bosque lleno de cedros ancestrados, se dijo a sí misma. Imagínate a ti misma en el bosque y siente la paz.No funcionaba. Quizá Liz tenía razón sobre la aromaterapia. O quizas algunos problemas eran simplemente demasiado grande para el olor a cedro y el bosque imaginario. María abrió los ojos... y vio a Max trepando a su Jeep.- Max, espera. - Llamó. Trotó hasta él. - Ummm, ¿puedo hablar contigo? Se subió al Jeep a su lado antes de que él pudiera contestar. No quería que dijera que no.- ¿Qué pasa? - Max tamborileó con los dedos sobre el volante. Era totalmente obvio que quería largarse de allí, fuera de allí y lejos de ella.

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- ¿Los chicos nacen con la habilidad de tamborilear así? - Preguntó. - Porque siempre que lo he intentado, acaba sonando como si un elefante saliera en estampida o algo parecido. ¿Y la guitarra imaginaria? Olvídalo.Max la miró, sus labios se curvaron en una sonrisa ladeada.- Soy la prueba viviente de que no es genético. - Lo olvidé. Señor. Por un segundo lo olvidé. - Dijo María. - ¿Y sabes por qué? Porque no eres como esas criaturas de las películas.- Es un alivio. - Respondió Max.- Lo siento. Lo estoy empeorando. - Lloriqueó María. - He venido para decirte que he tenido miedo de ti desde que me enteré... ya sabes. Sólo podía pensar en que debías de verme como un mosquito o un guisante en una vaina o algo así.- Espera. ¿Un guisante en una vaina? - Max la miró fijamente.- Algo... distinto. - Explicó María. - Algo que no sería una forma de vida del mismo, cómo lo llames, género o especie. ¿Ya sabes que la gente come animales y plantas? Pueden hacerlo porque los ven como algo... distinto. Si no lo hicieran...- Espera. ¿Tienes miedo de que vaya a comerte? - La voz de Max se quebró.María le miró... sus hombros estaban temblando, su boca se estiró, su cara se estaba poniendo roja.- Bueno, no realmente, pero algo así, si, tenía miedo de que fueras a comerme.María estalló en risitas nerviosas. Rió hasta que le dolió el estómago y las lágrimas llenaron sus ojos. Cuando ambos empezaron a calmarse, Max bufó y los dos volvieron a empezar.- De acuerdo, tenemos que parar. - Jadeó María. Le apretó los labios jutnos con los dedos hasta que consiguió controlarse. - De acuerdo, de acuerdo. Estoy bien. Lo que quería decirte...Max soltó una risa sofocada. María le señaló con el dedo.- No, no vamos ha empezar de nuevo. Sólo quería decirte que me quedó totalmente claro a la hora del almuerzo lo mucho que te importa Liz. Comprendí que estaba equivocada contigo, y lo siento.- Está bien. - Respondió Max. - Fue totalmente la primera alucinante la primera vez que comprendí... lo que era yo. Me sentí como un monstruo, como si debiera alejarme de todos excepto de Michael e Isabel.María sintió una oleada de ternura y protectividad.- No eres un monstruo. - Extendió una mano y le apartó el pelo de la frente, después apartó la mirada. De repente se sentía avergonzada. Max y ella nunca habían tenido una sencilla conversación que no fuera totalmente superficial, y ahora estaban los dos aireando sus intimidades.- Tenemos que pensar que hacer con Valenti. - Dijo bruscamente. - Kyle le va a hacer sospechar incluso más de ti y de Liz. Y no va a dejarlo hasta que averigüe la verdad... sobre todos nosotros.- Creo que tengo una idea sobre qué hacer primero. - Dijo Max. - Deja que te lleve a casa, y te lo cuente. De acuerdo, ¿quisante?María le sonrió, una enorme sonrisa de seré-tú-mejor-amiga. - De acuerdo.

- Max, ¿eres consciente de que vivimos en Roswell, no en Los Angeles? - Preguntó Isabel. - Esto es un poco raro, ¿no?- Empezemos de una vez. - Dijo Liz.Max miróa alrededor a Isabel, Michael, Alex, María y Liz. Estaban de pie formando un círculo en el centro de la cueva, todos ellos parecían incómodos.- Creo que deberíamos cogernos todos de las manos. - Dijo Max.- Oh, por favor. - Murmuró isabel.- ¿Cuentame de nuevo por qué hacemos esto? - Preguntó Michael. Sonaba como un crio de cinco años que necesitara una siesta.- Estamos haciendo esto porque antes de que podamos idear un plan para tratar con Valenti, tenemos que saber que podemos confiar los unos en los otros. - Explicó Max. - Es como si fueramos a la batalla... y tenemos que saber quien está cubriéndonos las espaldas.Alex pasó el brazo sobre los hombros de Michael. - En realidad yo tengo una fé completa en este Power Ranger. - Michael se lo quitó de encima, pero Max notó que Michael no pudo evitar que una sonrisa cruzara su cara.Max sacudió la cabeza. Michael y Alex habían descubierto que compartían el mismo sentido del humbor. pasar demasido tiempo con ellos enfermaba.- Si nos cogemos de las manos, creo que seré capaz de formar una conexión entre todos nosotros... de la misma forma que hago cuando estoy curando. - Explicó.Isabel suspiró ruidosamente.- No va a callarse hasta que lo hagamos. - Agarró los dedos de Max y los estrujó tan fuerte como pudo. Su hermana no era una campista feliz. Pero ella era la principal razón por la que Max quería intentar hacer la conexión en grupo. Isabel necesitaba una prueba antes de permitirse confiar en los umanos.Max extendió su mano a Alex. Agradecía que Liz no estuviera a su otro lado. Tocarla le haría difícil concentrarse en todo el grupo. Cuando estaba cerca de ella, era difícil para él concentrarse en nada ni en nadie más.Tomó un profundo aliento y empezó a buscar la forma de entrar, la forma de conectar.

Liz apenas podía creer que estuvieran todos en la misma habitación... bueno, una especie de habitación, una cueva... juntos. Cuando apareció la primera, casi deseo tener un detector de metales para comprobar que nadie llevara armas. Aunque eso no habría funcionado en realidad con alienígenas porque básicamente llevaban sus armas en sus cabezas.Y ahora, ahora estaban todos cogidos de la mano. Era como el final de "Cómo el Grinch Robó la Navidad! cuando todos los pequeños Quien de VillaQuien estaban de pie alrededor del arbol cantando su canción de bienvenida a la Navidad. La canción que hizo que creciera el corazón del Grinch.Espero que esto funcione con el corazón de Isabel, pensó. Pero no era la actitud correcto para meterse en esto. Liz tomó un profundo aliento e intentó alejar sus pensamientos, de la misma forma que había hecho cuando se conectó con Max. Imaginó que todos los pensamientos, perjuicios y miedos se alejaban, convirtiendose en tonterías.Y entonces oyó la música.

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Isabel reconoció las notas que resonaron en las paredes de la cueva. Eran las que sonaban en las esferas de sueños. Podía reconocer el tono de cada uno de sus esferas en la música.El sonido de cada esfera por sí solo era hermoso. Pero junto... Isabel dejó que la música la llenara. No había forma de que nadie pudiera oirla y sentir miedo o enfado. La música tomó el lugar de todas sus emociones negativas, llenandola con una sensación de paz, de que todo estaba bien.La música no sonaría así si hubiera alguien aquí que quisiera hacerme daño, comprendió. Oyó el agudo sonido que la esfera de sueño de María tocaba siguiendo el ritmo del sonido más grave de la de María. Supongo que esto significa que vamos a ser amigas o algo por el estilo. Y cruzándo el círculo captó que María le sonreía.

María deseaba poder quedarse allí siempre, escuchando la música. No, no escuchándola. Sintiéndola. Pasando a través de ella en oleadas, arrastrando lejas toda la basura. Los pensamientos sobre el examen que tenía mañana, el enfado con sus padres por divorciarse, y sobre todo su miedo a Isabel.Ella estaba tan asustada como yo, pensó María de repente. La idea sólo apareció en su mente y supo que era verdad. Una imagen brilló en su cabeza de Isabel acurrucada en una esquina de la cueva, aterrorizada de que Valenti viniera a por ella. María sintió una oleada de simpatía. Era un hecho absoluto. Todas las amenazas de Isabel eran sólo para esconder lo asustada que estaba. Nunca quiso hacerme daño.María captó un rastro de cedro en el aire. No, no sólo cedro, cedro y ylang-ylang. Y canela. Y almendras. Y eucalipto. Y rosas.Es como si la música estuviera produciendo el perfume, pensó. Entonces comprendió la verdad. Todo esto proviene de nosotros.

Michael se tambaleó sobre sus pies. La música y el oler le hacían sentir algo mareado. Necesitaba salir. Necesitaba estar sólo un minuto. Las cosas eran tan intensas allí.El plan de Max había funcionado. Michael estaba convencido de que nadie allí era peligroso. ¿No podría terminarse esto? No sabía el resto, pero a él no le gustaba estar de pie allí desnudo. Así era como se sentía. Miró hacia Max, intentando señalarle que era hora de romper la conexión.Mientras miraba, el aura de Max empezó a crecer y brillar. Era como una esmeralda líquida. No estaba empañada con ninguna emoción. Era sólo un golpe de cien por cien puro Max.Michael sintió que su ansiedad empezaba a decaer mientras se perdía en el color. Captó un viztazo de algo brillando a su izquierda. Se giró y vio que era el aura de María que empezaba a crecer también, del azul de un lago de montaña.Estudió el círculo a su alrededor, notando el profundo púrpura del aura de Isabel, el cálido ambar de la de Liz, en soleado naranja de la de Alex, y su propio rojo intenso. Realmente parecemos un arcoiris..., pensó. Y rió. Sintió que los otros reían con él.

Es como un evento totalmente multimedia, pensó Alex. Intentó encontrar una palabra para la mezcla de colores, música y esencias, pero ninguna le parecía correcta. Lo que estaba sintiendo iba más allá del lenguaje.Alex nunca se había sentido tan conectado a otros, tan aceptado. No tenía ningún amigo al que conociera desde practicamente su nacimiento, amigos como Liz y María. Había cambiado de escuela tantas veces que apenas tenía algún amgio. Y sus hermanos eran todos mayores y tan diferentes. Siempre se había sentido como un tipo raro a su alrededor.Quizás esto es lo que consigues cuando vives en una ciudad toda tu vida.Siempre había querido tener un hogar en alguna parte donde todo el mundo le conociera.

Max lentamente aflojó su presa sobre las manos de Alex e Isabel, permitiendo que la conección decayera.- Guau. - Murmuró Alex. - Todo lo que puedo decir es guau.- Si. - Estuvo de acuerdo María. - Guau.- Creo que finalmente sé como se siente mi padre en un concierto de los Grateful Dead. - Les dijo Liz.- Si pudieramos envasar esto en píldoras, nos convertiríamos en los señores de la drogra y haríamos billones. - Añadió Michael.- Gracias, Max. - Dijo Isabel suavemente.- Así que supongo que ahora sabemos que podemos confiar los unos en los otros. - La conexión dejó a Max calmado e hiperalerta el mismo tiempo. Se sentía preparado para ir a por Valenti. - ¿Alguien tiene alguna idea sobre como tratar con el sheriff?- En realidad. - Respondió Michael. - Si.

- Todo el mundo sabe lo que se supone que tiene que hacer, ¿verdad? Preguntó Max. En menos de una hora, si todo salía como habían planeado, sacarían a Valenti del caso para siempre.- Lo ensayé en la ducha. - Le dijo María.- Lo hemos repasado unas cien veces ya, Papá. - Respondió Isabel. - ¿Podemos por favor volver ya al baile? Están a punto de anunciar a la reina de bienvenida, y quiero estar allí para fingime completamente sorprendida y feliz.- Sabemos lo que hacer. - Estuvo de acuerdo Alex. - Vamos. No queremos que Isabel se pierda el gran momento, ¿verdad, Michael?- Si. Eso sería horrible. - Dijo Michael.Max captó la esencia de jazmín cuando Liz pasó junto a él. La siguió a través del aparcamiento hasta el gimnasio. Intentó no mirarla fijamente, pero estaba tan guapa con ese vestido. Toda largas piernas, tersos hombros y sedoso pelo oscuro. La tela verde del vestido lo estaba volviendo loco. A primera vista parecía casi transparente. Pero no era en realmente transparente porque tenía una especie de forro debajo.

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Estar cerca de Liz era una tortura. Ero mucho peor ahora que la había besado. Ya era bastante malo cuando solía mirarla e imaginarse como sería sentirla entre sus brazos. Pero ahora que lo sabía, se estaba volviendo loco. Querría saber lo que pensaba ella sobre aquellos momentos en el aparcamiento. Él sentía como si cada sensación hubiera sido tatuada en su cerebro. Pero ella podría haberlo olvidado todo. Quizá todo lo que recordaba era que había sido una buena forma de librarse de Kyle.- Tengo que decir que estoy muy impresionado con la decoración. - Dijo Alex. - Ha sido atrevido usar papel crepé amarillo y marrán y grandes hojas otoñales para el baile de bienvenida.Michael resopló.- ¿Ha visto alguien a Stacey Scheinin? - Preguntó Isabel. Empinó el cuello, intentando ver por encima de la gente que estaba delante de ellos.- Está justo allí, apretada entre dos jugadores de futbol. - Contestó María.Isabel se acercó a ella.- Oh si. Ahora la veo. Bien. Quiero ver su cara cuando anunciendo que este año soy yo la reina de bienvenida.- De acuerdo, el momento que estabais esperando. - La señora Shaffer gritó desde el escenario de la parte alta del gimnasio. El micrófono chirrió y ella hizo una mueca. - Este año el rey y la reina de bienvenida son... Liz Ortecho y Max Evans.Isabel se detuvo en medio de un gritito. - ¿Qué? - Exclamó.- Subid allí. - Exclamó María. Le dio a Max un empujó- Vamos. - Liz sonaba tan sorprendida como él. Le cogió de la mano y se abrió paso hasta subir al escenario. La señor Shaffer estaba leyendo los nombres de su corte, pero Max no podía concentrarse. ¿Cómo había ocurrido esto? Podía entender porque ganaba Liz. Era la chica más guapa de la escuela, además era muy popular, definitivamente una de la élite... tenía sentido que consiguiera un tonelada de votos. ¿Pero quién le habría votado a él?Subió los escalones y se dirigió hacia la señora Shaffer. Todo el gimnasio estaba aplaudiendo y chillando. Podía oir a Michael y Alex aullando más alto que nadie. Tenían que estar encantados con esto. No era como si algún chico quisiera ser el rey de bienvenida.La señor Shaffer le ofreció a Liz un ramo de rosas y colocó una diadema de falsos diamantes sobre su cabeza. Max se inclinó para que pudiera colocarle la corona a él. Liz le besó la mejilla, y pudo ver que ella estaba intentando no reir por la forma en que temblaban sus labios.Empezó a sonar una canción de amor, y un foco iluminó a Liz y Max, cegándola.- Se supone que tenemos que bailar. - Susurró Liz.Max saltó del escenario y extendió las manos arriba para coger a Liz. Ella le dejó bajarla a su lado. Se sintió bastante torpe. Le habría encantado bailar una lenta con Liz ellos solos o incluso en medio de una gran multitud. Pero todo el mundo había formado un círculo en medio del gimnasio para que pudieran empezar el baile solos.Liz levantó los brazos y los enroscó alrededor de su cuello, y su cuerpo se apretó contra el de él. Max sintió como si su sangre se hubiera carbonatado, burbujeando y silbeando en sus venas. Colocó las manos en la cintura de ella. No intentó acercarla más. Somos amigos, se dijo a sí mismo.- Me sentí algo cohibido. - Dijo. Pensó que le ayudaría a pensar que eran sólo amigos si hablaba. - Ya sabes, como un oso polar en el zoo. Con toda esta gente mirándome.Liz ahogó una risa.- ¿Por qué?- Porque siempre he sido un tipo callado. - Respondió Max. - Si un completo desconocido puede convertirse en el rey de bienvenida esto tiene que ser una broma, ¿verdad?- No era un oso polar. - Sonrió Liz. - Eres demasiado guapo, deberías ser un vigilante de la playa o algo así. - Respondió ella.- Todo el mundo sigue pensando que soy raro. - Max sabía que era verdad, pero en realidad no le importaba. - Creen que eres reservado. - Liz empezó a jugar con el pelo de detrás de la nuca de Max.Un momento, pensó Max. ¿Qué fue eso? ¿Una chica que quiere que sólo seamos amigos juegaría así con tu pelo?- Creo que deberíamos besarnos. - Dijo Liz. Sonaba como si estuviera algo azorada.Max no podía creer que esto estuviera ocurriendo. Liz Ortecho quería que él la besara.- Si crees realmente que deberíamos. - Dijo, agradeciendo poder hablar al menos.Inclinó la cabeza y rozó su boca contra la de ella. Los labios de Liz se separaron, dándole la bienvenida, profundizando el beso. Max mantuvo los ojos bien abiertos. Si los cerraba, sentiría que era un sueño.

- Quizá necesitas más contactos. - Le dijo Stacey a Isabel. - Porque no te vi allá arriba.- Tu tampoco estabas allí. - Saltó Tish en defensa de Isabel.Isabel sentía como si se hubiera deslizado en un universo alternativo. Su hermano acababa de ser elegido rey de bienvenida, e Isabel había quedado de lado. Hola... ¿qué estaba mal en esta foto?- Están tocando nuestra canción.Isabel miró sobre su hombro y vio a Alex de pie tras ellla. Oh, oh, pensó. Largate, hombrecito. No estoy de humor.- Están tocando nuestra canción. - Repitió ella, burlándose de él - ¿Estás haciendo una prueba para Vacaciones en el Mar?- Ay. - Respondió Alex. - No me digas que no recuerdas bailar conmigo justo aquí, en este gimnasio, con esta canción.¿Por qué le estaba preguntando si recordaba algo que sólo había ocurrido en sus sueños? ¿Es un completo estúpido? ¿O ha estado hablando con Michael? pensó de repente.Notó que Stacey y Tish escuchaban su conversación sin nisiquiera preocuparse en fingir que no lo hacían. - Bien. Bailaré contigo.- Tu humilde esclavo del amor te lo agradece. - Respondió Alex. La empujó firmemente contra él.- ¿Oiste eso? - Preguntó Isabel. Había pensado que Alex había salido del gimnasio esa vez que se había burlado de él.- Si, lo oí. - Dijo Alex. - Y también oí que entrabas en los sueños de la gente y jugueteabas con ellos.- Voy a matar a Michael.- ¿No quieres saber por qué tu plan no funcionó antes? - Preguntó Alex.Isabel entrecerró los ojos hacia él.- ¿Qué plan?Alex trazó la línea de la espalda de su vestido con los dedos. Ella sintió un pequeño estremecimiento recorriéndola, pero se negó a dejarse distraer. - ¿Qué plan? - Repitió.

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- Proyecto Reina de Bienvenida. - Respondió Alex. Sus dedos se movieron más arriba, deslizándose bajo su pelo y acariciando su nuca.Isabel sintió como si hubiera perdido la habilidad de pensar. Pero se obligó a concentrarse.- Se supone que ibas a votarme. Todo los chicos de la escuela se supone que me votarían.Alex se inclinó hacia abajo y susurró en su oido.- Estoy seguro de que lo habrían hecho.. si Michael y yo no hubieramos lanzado un contraataque. Volvió a meterse en los sueños de todos los chicos y les mostró el otro lado de Isabel Evans.Isabel empujó a Alex hacia atrás y levantó la mirada.- ¿Qué se supone que significa eso?- Dijamos sólo que la mayoría de los chicos pensaron que una reina de bienvenida escogida no debía tener la nariz torcida.Isabel se quedó muda.Alex siguió soriéndole abiertamente.¡No podía haber hecho eso! ¡Lo había hecho! Isabel pensó que iba a estallar y tener una pataleta. Pero estaba descubriendo que ese Alex tenía unas manos bastante asombrosas... y quería ver lo que haría con ellas a continuación.

Isabel lanzó a Michael una oscura mirada. Después descansó la cabeza sobre el hombro de Alex y cerró los ojos. Michael rió. Era bueno para Izzy que la pusieran en su lugar por una vez.Y esa noche pasada con Alex había sido bastante divertida. Habían probado todos los sabores de patatas fritas... Michael las había sumergido en salda de chocolate... mientras pensaban en imágenes realmente vulgares de Isabel que poner en los sueños de los chicos.Habían llevado a cabo su sesión de estrategia en la cueva, no en sus casas, porque resultó que el padre de Alex era bastante gilipollas también.- Max y Liz están asombrosos juntos. - Dijo María. - Él tiene toda ese aspecto de rubio vikingo, y ella ese oscuro, pelo oscuro y ojos oscuros. - Suspiró. - ¿No es romántico?- ¿Así que un chico es algo así como una especie de accesorio? ¿Simplemente eliges uno que vaya bien con tu pelo? ¿Es así? - Se burló Michael. - Porque si es así, deberías bailar conmigo. Tego el pelo realmente oscuro y tu eres casi lo suficientemente rubia para ser una vikinga. Definitivamente puedo imaginarte con uno de esos cascos de cuernos.La empujó hasta la pista. Olía bien. Suave, como a vainilla.- ¿Estás seguro de que no soy demasiado inocente para ti?Michael bajó la mirada hacia ella.- ¿De qué estás hablando?- Ese día de Michael e Isabel. Dijiste que yo era demasiado inocente para conocer todos los métodos que podía utilizar Valenti para hacer hablar a alguien. - Le recordó María.- Haces que suene como si te hubiera llamado algo horrible. - A Michael no le gustó.- Inocente es como mono. - Insistió María. - Una palabra que usas para los gatitos.- Bueno, odio tener que decirte esto. - Dijo Michael. - Pero creo que eres mona también.Michael la acercó más y descansó la mejilla en lo alto de su cabeza. La oyó soltar un pequeño suspiro mientras se acurrucaba contra él. Justo como una gatito, pensó. Un agradable, suave y cálido gatito. Pero no se molestó en decirle eso a ella.Miró el reloj. Casi veinte minutos antes de que empezaran con el plan. Sintió como su estómago se tensaba.- ¿Estás bien? - Murmuró María.- Si. - Se permitió relajarse en el reluciente azul del aura de ella. Si, estaba bien. Porque no importaba lo que pasara, no tendría que enfrentarlo sólo.La conexión que Max había formado entre los seis en la cueva no se había roto completamente, ni siquiera aunque habían pasado dos días. Todavía podía sentir a los otros a su alrededor. Era como si finalmente tuviera una familia. Y haría lo que hiciera falta para protegerlos... a todos.

María escudriñó el gimnasio salvajemente. ¿Dónde estaba Kyle Valenti? Tenía que encontrar a Kyle, ahora.Le vio cerca del escenario y corrió hacia él, empujando a la gente fuera de su camino.- ¡Kyle, llama a tu padre! Alguien ha apuñalado a Alex en el cuello! Está fuera en el aparcamiento. ¡Deprisa!Kyle no dijo una palabra. Se dio la vuelta y escapó hacia el teléfono público que había en la pared de atrás.La mitad de la gente del gimnasio estaba intentando abrise paso a empujones a través de las grandes puertas dobles que conducían al aparcamiento.- Por aquí. - Liz apareció junto a María. La agarró de la mano y la arrastró afuera por la puerta lateral. Corrieron por el vestíbulo, sus pasos resonaban en el edificio vacío. Irrumpieron por la puerta principal y se lanzaron por el aparcamiento. - Dejadnos pasar. - Suplicó María. Ella y Liz se apretujaron para pasar a través de la gente que rodeaba a Alex. Él estaba sentado en el suelo, con una expresión aturdida en la cara.- Creía que habías dicho que le habían apuñalado. - Gritó Liz.- Así fue. - Insistió María. Pero no había ninguna herida en la garganta de Alex. Y la sangre de su piel estaba ya empezando a secarse.- Quiero que todos volvais al gimnasio. - Ordenó una voz ruidosa. María no tuvo que mirar para saber que era el Sheriff Valenti. - Ahora. - Ladró.- Supongo que será mejor que volvamos. - Dijo Liz. - ¿Estás bien? - Preguntó a Alex.- Si. Entrad.

Valenti se abrió paso a empujones a través de la multitud que se retiraba. - ¿Quieres contarme que está pasando? - Preguntó a Alex. - Tengo un informe que dice que has sido apuñalado pero eso obviamente no ha ocurrido.Alex se puso en pie y se apoyó contra el coche más cercano. Sus piernas parecían de gelatina. - Salí fuera porque el gimnasio era realmente agobiante. Algunos chicos salieron detrás de mi y me dijeron que les diera mi cartera. Les dije que lo olvidaran.

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Valenti hizo un gesto circular con la mano. Obviamente quería que Alex fuera al grano más rápido.- Lo siguiente que supe fue que estaba en el suelo. - Dijo Alex rápidamente. - Me empujó, supongo. Y entonces vi el cuchillo. El tipo me apuñaló en la garganta. Eso es todo lo que recuerdo. Quiza me quedé inconsciente o algo así.- ¿Quieres intentar explicarme por qué no estás muerto? - Preguntó Valenti. - Hay un montón de venas y arterias en la garganta, y tú ni siquiera estás sangrando.- No lo sé. Supongo que ese tío sólo rozón. Quiza me desmayé de miedo. Bastante humillante. - Respondió Alex.Valenti apuntó la linterna a la cara de Alex, estudiándole durante un largo rato. Entonces se movió la luz hacia abajo sobre la garganta de Alex.- ¿Quieres contarme el resto de la historia? - Preguntó Valenti.Ha visto la marca, pensó Alex. Ha visto la marca plateada.- Le he dicho que no lo recuerdo. - Respondió Alex. Deseó poder ver los ojos de Valenti. ¿Por qué llevaba esas gafas de sol de noche?- ¿Lo recordarías mejor si te llevara a mi oficina? Podemos volver allí y tener una larga charla. - Dijo Valenti.- No va a creerme, ¿verdad? ¿Para qué contarselo? - Se lamentó Alex.Valenti no respondió. Sólo miró fijamente a Alex desde detrás de sus gafas.Alex suspiró.- De acuerdo, esto es lo que ha ocurrido. El tío me apuñaló en la gargante, y después escapó porque oyó a alguien entrando en el aparcamiento. Este otro tipo vino hacia mí, y puso su mano sobre el agujero de mi cuello, y... simplemente lo cerró. ¿Así que ahora va a llevarme al manicomio?- ¿Qué aspecto tenía ese otro tipo? - Preguntó Valenti.- No lo sé. Es decir, estaba desangrándome. Eso acaparaba todo me atención. - Alex pudo ver que a Valenti no le gustaba esa respuesta, pero no insistio.- ¿Que hay del coche... cual conducía? - Exigió Valenti. Alex miró hacia el suelo, pensando.- Era una vieja camioneta verde. La vi cuando salía. Giró a la izquierda, saliendo de la ciudad, supongo. Pero ¿no debería usted estar preguntandome por el tipo que intentó matarme?- Después. - Valenti se giró y caminó a zancadas hacia su coche patrulla. Se subió y cerró la puerta con un silencioso click, después sacó el coche del aparcamiento y giró a la izquierda. Siguiendo a la caminoneta verde.¿Qué he hecho? pensó Alex.

Max oyó el agudo chillido de una sirena tras ellos. Miró hacia Michael.- Valenti. - Dijeron juntos.- Veamos lo que esta preciosidad puede hacer. - Dijo Michael.Max intentó concentrarse más. Podía ver las moléculas que sostenían la vieja camioneta girando a su alrededor. Las empujó hacia adelante... sin permitir que se separaran... moviendo la camioneta hacia adelante con su mente.- Me estás ayudando a empujar, ¿verdad? - Preguntó Max.- No, sólo estoy aquí para hacerte compañía. - Replicó Michael. - Por supesto que estoy ayudándote.Max sabía que el miedo hacía más difícil mover el coche. Tomó un par de profundas inhalaciones de aire, el olor salado del lago y los minerales llenaron su nariz. Se concentró completamente en las moléculas, golpeándolas hacia adelante.La camioneta cobró velocidad. Max lanzó un rápido vistazo al retrovisor. Todo bien, pesó. La camioneta botaba y rebotaba sin parar mientras aceleraban por la calle hacia el mirador.- De acuerdo, hagamoslo. - Chilló Michael.Max abrió su puerta de un tirón. Oyó la puerta de Michael abrirse al mismo tiempo. El suelo pasando rápido le mareó.- No mires abajo. - Gritó a Michael... y saltó.El dolor le golpeó como un relámpago cuando aterrizó. Lo ignoró. Tenía que concentrarse en mantener la camioneta en movimeinto. Era más difícil controlar las moléculas a distancia, pero dio un último y duro empujó con la mente. La camioneta se estrelló contra la valla e hico su histórica caida al Lago Lee, aterrizando con una enorme salpicadura.Michael llegó corriendo y tiró de Max para ponerle en pie. Valenti alcanzaría el mirador en cualquier momento... y tenían que salir de la vista.- ¿No tenemos suerte de vivir tan cerca de un lago sin fondo? - Preguntó Michael mientras salían corriendo.Max no respondió. Reservaba todo su aliento para correr. Corrió de vuelta a la ciudad hasta que sus pulmones parecieron arder, entonces aminoró a un trote.- ¿Cansado Ya? - Preguntó Michael. Pero Max podía oirla jadear.- Pensé darte una oportunidad de descansar. - Respondió Max. Mantuvieron el paso en un trote rápido todo el camino de vuelta al aparcamiento de la escuela.Antes de dirigirse hacia el gimnasio, Max se recorrió el pelo con los dedos y se sacudió los pantalones y la camisa. Su chaqueta ocultaría la camisata sudada. Se limpió la frente con la manga.- Ahhh, ¿quieres tener buen aspecto para Liz? - Preguntó Michael.Max sacudió el polvo de la espalda de Michael. - Queremos que todos piensen que estuvimos aquí todo el tiempo, ¿recuerdas? - Se adelantó de vuelta al gimnasio. En dos segundos Liz, Isabel, María y Alex estaban reunidos alrededor de ellos.- ¿Funcionó? - Preguntó Liz.- Ahora mismo Valenti debe estar al borde del acantilado, llorando por el alienígena que se le ha escapado. - Contestó Michael.- Bien hecho. - Dijo Alex.Max pudo ver que el alivio y la alegria formaba remolinos en las auras de todos. La conexión entre ellos seis era tan fuerte que el borde de sus auras se fundía, formando un anillo brillantemente coloreado alrededor de todos.- Lo hicimos. - Dijo Mas. - Nos a costado trabajo a todos, pero lo hicimos.

Liz sabía que estaba mirando fijamente a Max, pero no podía evitarlo. Necesitaba asegurarse de que estaba realmente bien. Si Valenti le hubiera pillado allá fuera en el desierto, Liz nunca le habría visto de nuevo. Un mundo sin Max. No era un lugar en el que quisiera vivir.

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Max se inclinó más cerca de ella. - ¿Quieres salir a tomar el aire? - Le preguntó al oido.- Me has leido la mente. - Respondió Liz. No podía esperar a estar a solas con Max. - Volveremos en unos minutos. - Dijo a los otros.- Tómate tu tiempo. - Respondió María. Michael rió.Supongo que todo el mundo ha notado la forma en que estabamos juntos en la pista de baile, pensó Lia mientras salían. ¿Pero y qué? No le importaba quien sabía lo que sentía por Max. No sabía exactamente cuando había ocurrido... si había sido cuando se habían sentado juntos en el santuario de pájaros y él le había hablado de su niñez; o cuando le había dejado que se conectara a él, permitiéndole acceso sin restricciones; o cuando había visto el profundo verde de su aura en la cueva y sintió la profunda y pura bondad que había en él; o quizá fue viéndole curar el ratoncito como había hecho... pero de algún modo, en algún momento se había enamorado de él.Max se dirigió hacia uno de los bancos del patio, y se sentaron el uno cerca del otro. Liz esperaba que la besara de nuevo o al menos que le cogiera la mano. Pero él seguí mirando hacia el suelo, con expresión seria.- ¿Algo va mal? - Preguntó. - ¿Estás preocupado por que Valenti no crea que el alienígena que está buscando está muerto?- No, Michael ideó un buen plan. Creo que funcionó. Valenti nunca será capaz de recuperar el camión, así que nunca descubrirá que no hay nadie dentro. - Respondió Max, pero todavía no la miraba.Liz extendió la mano y recorrió con los dedos la mejilla de él - Sólo necesito tocarte. Necesito asegurarte de que realmente has vuelto. Estaba tan preocupada por ti.Tomó un profundo aliento. Tenía que contarle lo que sentía por él.- Hemos sido amigos durante tanto tiempo que creo que te he dado por sentado. Sabía que eras inteligente. Sabía que eras un gran tipo, que siempre estabas pensando en los demás. ¿Recuerdas cómo solías escoger a María para tu equipo de softball todas las veces?Max asintió con la cabeza, pero sin sentimiento, pensó Liz. Parecía distraído, distante. Por supuesto que está distraído. Acababa de arriesgar su vida para mantener a Valenti lejos de todos nosotros.Liz decidió continuar. Sería mucho más difícil empezar esta conversación de nuevo más tarde.- De cualquier forma, sabía todas esas cosas sobre ti, pero nunca pensé en como me sentiría si no estuvieras por aquí. Me sentiría mal. Bueno, por supuesto que me sentiría mal. ¿Por qué es esto tan difícil? - Liz se detuvo y cerró los ojos un momento. - Déjame que vaya al grano. Te quiero, Max.Basta de hablar, pensó ella. Se inclinó hacia él. Sintió lo mismo que en su último beso. Necesitaba sentir sus brazos a su alrededor.Max se puso en pie y se metió las manos en los bolsillos.- El plan de Michael funcionó. - Dijo, repiéndoselo a sí mismo. - Pero yo siempre voy a estar en peligro. Siempre habrá alguien allá fuera dispuesto a hacerme daño... Valenti o algún otro.Liz tembló en el frío aire nocturno. Se abrazó a sí misma. Sabía que Max la amaba también. Lo había visto en sus pensamientos, la sentía en la forma en que la tocaba. ¿Qué iba mal? ¿Por qué estaba actuando de una modo tan raro?- Si estás demasiado cerca de mi, también tú estarás en peligro. - Dijo Max apresuradamente. - Crero... creo que deberíamos ser amigos. Sólo amigos.Liz se levantó de un salto. - Max, encontramos la forma de ocuparnos de Valenti. Lo hicimos juntos... todos nosotros. Si ocurre algo más, si alguien más averigua la verdad, nos ocuparemos de eso también. - Le dijo, su voz era tensa y urgente. - Te quiero. Quiero estar contigo. Nada más importa.Los brazos de Max la rodearon antes de que puediera decir otra palabra. Él enterró la cara en su pelo.- No podemos... - Medio murmuró, medio gimió. Después sus labios encontraron la boca de ella. Se besaron un largo y apasionado beso que abrasaba el corazón.¡Me quiere! pensó Liz mareada. Él también me quiere.De repente Max se apartó. - No. Para mí es más importante mantenerte a salvo. - La miró fijamente a los ojos con expresión serie. - No voy a cambiar de opinión sobre esto. Liz. Es demasiado importante. - Solvó su urgente garra sobre los hombros de ella.Liz le devolvió la mirada, sus intensos ojos azules, su pelo despeinado, el línea de su mandíbula. Podía ver que nada que ella pudiera decir le iba a hacer cambiar de opinión ahora mismo.Max se dió la vuelta y se alejó tropezando de ella.Liz se sentía atontada. Pero no iba a rendierse... no ahora que finalmente comprendía lo que sentía por él. Ella y Max debían estar juntos, ahora... e iba a encontrar la forma de probárselo, no importaba como.