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Mensaje 6 Semana 6: RECONCILIÁNDOME CON MI PRÓJIMO Texto: Lucas 10:25-37 Introducción La falta de perdón no sólo afecta las relaciones interpersonales, sino que tiene también efectos sociales de gran impacto. Existen heridas de alto impacto que producen grandes estragos en las vidas de las personas. Me refiero a heridas y consecuencias derivadas del adulterio, el abuso sexual, el maltrato infantil, la violencia doméstica, el abandono del hogar por los padres, el abuso económico y las discriminaciones de todo tipo. Nuestra sociedad está urgida de un cambio en el sistema de relaciones injustas con que funciona. Vivimos en un mundo plagado por injusticias familiares, sociales y económicas. Se requiere, pues, desarrollar un enfoque que arranque el dolor de esas injusticias relacionales y prepare el terreno para la reconciliación, primero con Dios, y luego con nuestro prójimo. Urge en nuestras naciones desarrollar un cultura del prójimo, entendiendo como nuestro prójimo, cualquier próximo que necesita nuestra ayuda, bien sea nuestra familia, amigos, hermanos en la fe, vecinos, o incluso alguien necesitado que no conocemos, como el extraño al que auxilio el buen samaritano. Como miembros de nuestra sociedad llena de heridas emocionales, y profundas contradicciones y divisiones, necesitamos asumir el rol de buenos samaritanos. Es interesante que en la historia del buen samaritano, Jesús nos confronta con nuestros prejuicios raciales, sociales, políticos y religiosos, y nos insta a actuar privilegiando la necesidad de ayuda y apoyo, el tema del amor, la fraternidad y la solidaridad, por encima de las diferencias de cualquier tipo. 1. Actuar como buen samaritano implica ver al prójimo en sus necesidades Los fariseos del tiempo de Jesús pensaban que como judíos ellos eran superiores, y que no tenían para con los no judíos el mismo deber de amar. Cuando Jesús escoge a un samaritano - cultural, religiosa, racial y socialmente menospreciado por los judíos - como persona para comparar lo que significa comportarse como un buen prójimo, golpea este prejuicio, y coloca a todos los hombres al mismo nivel. Por otra parte, el samaritano mostró una compasión inusual que lo llevó a arriesgar su vida, comprometer su tiempo y sus recursos económicos, para prestar la ayuda a un extraño. Para ello tuvo que romper, además, barreras raciales y religiosas, pues los samaritanos no se hablaban con los judíos. El vocablo prójimo en la lengua española proviene del latín proximus, que significa el más cercano, independientemente que sea familiar o conocido, o extraño y desconocido. El prójimo es cualquier próximo que necesita nuestra ayuda: miembros de nuestra familia, amigos, hermanos en la fe, vecinos, o alguien necesitado que no conozco, como el extraño al que auxilió el buen samaritano. Inclusive un enemigo que requiere de ayuda puede ser mi prójimo.

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Mensaje 6

Semana 6: RECONCILIÁNDOME CON MI PRÓJIMO Texto: Lucas 10:25-37

Introducción La falta de perdón no sólo afecta las relaciones interpersonales, sino que tiene también efectos sociales de gran impacto. Existen heridas de alto impacto que producen grandes estragos en las vidas de las personas. Me refiero a heridas y consecuencias derivadas del adulterio, el abuso sexual, el maltrato infantil, la violencia doméstica, el abandono del hogar por los padres, el abuso económico y las discriminaciones de todo tipo. Nuestra sociedad está urgida de un cambio en el sistema de relaciones injustas con que funciona. Vivimos en un mundo plagado por injusticias familiares, sociales y económicas. Se requiere, pues, desarrollar un enfoque que arranque el dolor de esas injusticias relacionales y prepare el terreno para la reconciliación, primero con Dios, y luego con nuestro prójimo. Urge en nuestras naciones desarrollar un cultura del prójimo, entendiendo como nuestro prójimo, cualquier próximo que necesita nuestra ayuda, bien sea nuestra familia, amigos, hermanos en la fe, vecinos, o incluso alguien necesitado que no conocemos, como el extraño al que auxilio el buen samaritano. Como miembros de nuestra sociedad llena de heridas emocionales, y profundas contradicciones y divisiones, necesitamos asumir el rol de buenos samaritanos. Es interesante que en la historia del buen samaritano, Jesús nos confronta con nuestros prejuicios raciales, sociales, políticos y religiosos, y nos insta a actuar privilegiando la necesidad de ayuda y apoyo, el tema del amor, la fraternidad y la solidaridad, por encima de las diferencias de cualquier tipo. 1. Actuar como buen samaritano implica ver al prójimo en sus

necesidades Los fariseos del tiempo de Jesús pensaban que como judíos ellos eran superiores, y que no tenían para con los no judíos el mismo deber de amar. Cuando Jesús escoge a un samaritano - cultural, religiosa, racial y socialmente menospreciado por los judíos - como persona para comparar lo que significa comportarse como un buen prójimo, golpea este prejuicio, y coloca a todos los hombres al mismo nivel. Por otra parte, el samaritano mostró una compasión inusual que lo llevó a arriesgar su vida, comprometer su tiempo y sus recursos económicos, para prestar la ayuda a un extraño. Para ello tuvo que romper, además, barreras raciales y religiosas, pues los samaritanos no se hablaban con los judíos. El vocablo prójimo en la lengua española proviene del latín proximus, que significa el más cercano, independientemente que sea familiar o conocido, o extraño y desconocido. El prójimo es cualquier próximo que necesita nuestra ayuda: miembros de nuestra familia, amigos, hermanos en la fe, vecinos, o alguien necesitado que no conozco, como el extraño al que auxilió el buen samaritano. Inclusive un enemigo que requiere de ayuda puede ser mi prójimo.

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2. Actuar como buen samaritano implica asumir proactivamente las

necesidades de mi prójimo como nuestras propias No sólo es importante responder a la pregunta “quién es mi prójimo”, sino también “quien se comporta como un buen prójimo”. En la parábola del buen samaritano, el que se comportó como un prójimo es aquel que abandonó su zona de confort, que se responsabilizó y se comprometió a hacer algo por las necesidades de otro. “El que se compadeció de él”, fue la respuesta del experto en la ley, haciendo alusión al samaritano. El prójimo aparece también como la posible víctima de las agresiones u ofensas que se prohíben los 10 mandamientos (6 últimos): “No matarás. No cometerás adulterio. No hurtarás. No hablarás contra tu prójimo falso testimonio. No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” (Éxodo 20:13-17). El espíritu de estos 6 mandamientos es “no hagas daño o causes perjuicio a tu prójimo”. Ante la pregunta de Jesús al intérprete de la ley: ¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? La respuesta acertada es: “El que se compadeció de él”. Vale decir, el que asumió una actitud proactiva de amor y benignidad. Actuar como prójimo implica una actitud amatoria: proactiva y compasiva a favor del necesitado, del próximo. Ser un buen prójimo requiere también arrancar de raíz la indolencia, la indiferencia y la invalidación. No solo el odio es el opuesto del amor; la indiferencia también lo es. Una actitud de buen prójimo demanda, por tanto, un espíritu de reconciliación y mediación, que deponga todo tipo de discriminación e intolerancia: política - ideológica, social, religiosa, racial; que se esfuerce por reconciliar y restaurar las familias, las iglesias, las comunidades y las naciones divididas por la lucha de clases, por los desequilibrios económicos, por las injusticias sociales, por la intolerancia religiosa, por las diferencias políticas, por la segregación racial, por los abusos de poder. Ser un buen samaritano implica practicar la regla de oro Y no se trata solo de “no hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti”; sino que practicar la regla de oro: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Mateo 7:12). En el primer caso actuamos reactivamente, no haciendo mal, pero tampoco haciendo bien; eso es actuar por omisión, en sentido negativo. Esta filosofía de vida, ha creado una despersonalización de las relaciones humanas. La gente ha dejado de interesarse positiva y proactivamente por su prójimo. En el segundo caso actuamos proactivamente tomando la iniciativa para hacer el bien a otros. La Biblia nos exhorta a que “…según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos…”. El levita y el sacerdote de la parábola del buen samaritano, no hicieron daño, pero tampoco hicieron o procuraron el bien para el necesitado. En la escala de Jesús estos dos personajes no fueron buenos prójimos, pues actuaron con indolencia, indiferencia y falta de amor.

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Ser un buen samaritano implica manifestar una actitud perdonadora El perdón es un aprendizaje que necesitamos generar en lo personal y en lo colectivo como familia, iglesia, comunidad y nación. Si como individuo, matrimonio, familia, comunidad o nación permitimos que Dios escriba su historia en nuestras vidas, nuestras historias de dolor, cambiarían por historias de triunfo. Veríamos, entonces, todo el potencial que tiene la obra de Cristo, tal como lo anuncio el profeta Isaías:”El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor” (Lucas 4:18-19 - NVI).