Memo crítico 5 consideraciones éticas en la evaluación educativa

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MEMO CRÍTICO 5 “Consideraciones éticas en la evaluación educativa” (Tiburcio Moreno Olivos, 2011) Si nos remontamos a una frase cliché de conocimiento público que dice “el profesor es un modelo a seguir”, inmediatamente surge como deducción directa que nuestros alumnos aprenden no solo los contenidos y saberes que están contemplados en nuestros objetivos que religiosamente debemos respetar, sino que su alcance va más allá, ellos integran toda esa comunicación verbal y no verbal en la cual se encuentran implícitas nuestras actitudes y conductas que pudieran en una buena parte de los casos estar reñidas con la moral, especialmente en las que dicen relación con la evaluación, que alguien pudiera mal usar como herramienta revanchista o de presión, o castigo, etc.; trastocando sin quererlo de esa manera, el concepto que tienen los alumnos de justicia u otros valores para saber vivir y ser mejor persona. Ahora bien, hay muchas otras formas en que esta comunicación está enseñando a los alumnos el lado poco ético de sus maestros, que en la medida que se van involucrando con ellos tienen acceso a mucha información académica y extra académica que debe ser tratada de una manera reservada y personalizada, o sea resguardada como secreto profesional tal como se hacer en otras tantas profesiones. Ante este escenario es necesario liberarse de toda carga emotiva y subjetiva al momento de proceder en el aula y en las distintas evaluaciones, intentando encontrar una fórmula justa que evidencie imparcialmente el logro de los alumnos, pues ellos percibirán y aprenderán cualquier desvío en el camino. Finalmente es preciso que todo lo obrado por el profesor en el aula sea tratado con transparencia, claridad y liberados de cualquier interés injusto. Respecto de lo referido anteriormente, es necesario destacar que claramente el nivel de exigencias para un profesor no se reduce a un cúmulo de diplomas que acrediten un determinado peso del currículum, sino que además deben existir otras competencias que no son demostrables académicamente, sino quizás únicamente por medio de una evaluación docente orientada a detectar malas prácticas en el aula, cuestión que no existe en todas las carreras, universidades ni niveles educativos, por cuanto resulta evidente aceptar esta carencia en el proceso formativo de nuestras futuras generaciones en tanto estas prácticas hoy no son observadas ni gestionadas salvo que ocurra algún incidente grave que las saque a la luz. Segundo Mansilla Andrade 26 de julio de 2013

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“Consideraciones éticas en la evaluación educativa” (Tiburcio Moreno Olivos,2011)

Si nos remontamos a una frase cliché de conocimientopúblico que dice “el profesor es un modelo a seguir”, inmediatamente surge comodeducción directa que nuestros alumnos aprenden no solo los contenidos y saberesque están contemplados en nuestros objetivos que religiosamente debemos respetar,sino que su alcance va más allá, ellos integran toda esa comunicación verbal y noverbal en la cual se encuentran implícitas nuestras actitudes y conductas que pudieranen una buena parte de los casos estar reñidas con la moral, especialmente en las quedicen relación con la evaluación, que alguien pudiera mal usar como herramientarevanchista o de presión, o castigo, etc.; trastocando sin quererlo de esa manera, elconcepto que tienen los alumnos de justicia u otros valores para saber vivir y ser mejorpersona.

Ahora bien, hay muchas otras formas en que estacomunicación está enseñando a los alumnos el lado poco ético de sus maestros, queen la medida que se van involucrando con ellos tienen acceso a mucha informaciónacadémica y extra académica que debe ser tratada de una manera reservada ypersonalizada, o sea resguardada como secreto profesional tal como se hacer en otrastantas profesiones.

Ante este escenario es necesario liberarse de toda cargaemotiva y subjetiva al momento de proceder en el aula y en las distintas evaluaciones,intentando encontrar una fórmula justa que evidencie imparcialmente el logro de losalumnos, pues ellos percibirán y aprenderán cualquier desvío en el camino.

Finalmente es preciso que todo lo obrado por el profesor enel aula sea tratado con transparencia, claridad y liberados de cualquier interés injusto.

Respecto de lo referido anteriormente, es necesario destacarque claramente el nivel de exigencias para un profesor no se reduce a un cúmulo dediplomas que acrediten un determinado peso del currículum, sino que además debenexistir otras competencias que no son demostrables académicamente, sino quizásúnicamente por medio de una evaluación docente orientada a detectar malas prácticasen el aula, cuestión que no existe en todas las carreras, universidades ni niveleseducativos, por cuanto resulta evidente aceptar esta carencia en el proceso formativode nuestras futuras generaciones en tanto estas prácticas hoy no son observadas nigestionadas salvo que ocurra algún incidente grave que las saque a la luz.

Segundo Mansilla Andrade26 de julio de 2013