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    Medea

    biblioteca bsica gredos

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    EURPIDES

    Medea

    presentacin de mara rosa lida

    traduccin de assela alamillo

    nueva edicin revisada

    EDITORIAL GREDOS, S. A.

    madrid

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    de la introduccin: Carlos Garca Gual. de la traduccin ??????.

    de esta edicin: EDITORIALGREDOS, S.A., 2010.Lpez de Hoyos, 141, 3 planta

    28002 Madridwww.editorialgredos.com

    ISBN: 978-84-249-0000-0DEPSITOLEGAL: M. 0000 - 2010

    Prohibido copiar

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    CONTENIDO

    INTRODUCCIN,porCARLOSGARCAGUAL, 7

    MEDEA, 31

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    INTRODUCCIN

    porCARLOSGARCAGUAL

    Una antigua ancdota griega contaba que Eurpides naci elmismo da de la victoria sobre los persas en Salamina. En la lu-cha de los atenienses contra los ejrcitos invasores del brbaro

    Jerjes, Esquilo se distingui como heroico combatiente, mien-

    tras que el joven Sfocles actu en las danzas y los cantos cora-les con que se celebr el triunfo. Este dato nos sirve para sealarla distancia generacional entre los tres grandes autores trgicos:Esquilo haba nacido hacia el 525 a. C., Sfocles hacia el 496,y Eurpides en ese ao 480. (La inscripcin del Mrmol de Pa-ros nos da como ao de nacimiento otra fecha prxima: la del484; y recuerda que en ese mismo ao Esquilo represent susprimeras tragedias.)

    Sea una u otra la fecha, nos interesa prestar atencin a ladistancia de edad entre los tres autores: Esquilo pertenece toda-va a una etapa arcaica, ha vivido la instauracin de la democra-cia en Atenas y ha combatido gloriosamente contra los persas,como recordar su epitafio; Sfocles es un coetneo de Pericles(nacido hacia el 490) y de los primeros sofistas. Eurpides, naci-do hacia el 480, no ha vivido personalmente el gran conflicto nila solemne victoria de los griegos sobre los persas, y se ha edu-cado en el ambiente ilustrado y en el esplendor de Atenas en laetapa periclea, y, ya en su madurez, presenciar la crisis cvicaen la Guerra del Peloponeso (429-404). Eurpides resulta, porotro lado, unos diez aos mayor que Scrates y que Tucdides,

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    nacidos hacia el 470. Pertenece, por tanto, a la misma genera-

    cin que el sofista Protgoras (nacido en Abdera, hacia el 482) yque el historiador Herdoto (nacido en Halicarnaso, en 482), esdecir, a la que se ha llamado la gran generacin, la que tuvo laconciencia ms clara de los avances de la democracia y la ilus-tracin ateniense. Como veremos, Eurpides parece, sin em-bargo, ms cercano a Scrates y Tucdides que a Protgoras yHerdoto, por sus crticas al pensamiento tradicional, su desen-

    canto de la poltica y su mirada un tanto amarga sobre el impe-rialismo de Atenas.Vivi en la poca del mayor esplendor poltico y econmico

    de Atenas, asisti a la construccin del Partenn y los ms her-mosos monumentos de la Acrpolis, y comparti con sinceropatriotismo el orgullo de los ideales democrticos. Pero, a dife-rencia de Sfocles, que fue estratego y tesorero, nunca ocup

    cargos de relevancia en la ciudad, y se mantuvo apartado de lapoltica y el bullicio callejero. De su vida tenemos pocos datosfiables. Algunos autores de comedias, como Aristfanes, alu-dieron en burlas al oficio de su madre, como una verdulera de laplaza, pero esos chismorreos son cmicas calumnias. Su familiaera de clase acomodada. Su padre, Mnesarco, era originario deldemo tico de File, y tena tierras en Salamina. Eurpides secas dos veces. (De ah los autores cmicos sacaron otros moti-vos de burla, suponiendo que de sus problemas conyugales ve-nan sus ideas sobre las mujeres y sus peligros.) Tuvo tres hijos:Mnesrquides, Mnesloco, y Eurpides el Joven.

    Al parecer frecuentaba los crculos intelectuales de Atenas,y all escuch algunas lecciones de Anaxgoras y Protgoras,entre otros sofistas y filsofos. Una ancdota relata que fue pre-cisamente en su casa donde el escptico Protgoras ley su Tra-tado sobrelos dioses,un texto escandaloso para los creyentes msingenuos. Se deca tambin que posea una biblioteca propia,una de las primeras privadas de la ciudad, y que meditaba ycompona sus tragedias en una cueva de Salamina, solitariofrente al mar. Esta imagen del poeta solitario, con sus libros

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    propios (por entonces rollos de papiro), frente a un paisaje ma-

    rino y agreste, es sugestivamente romntica. F. Nietzsche su-bray la afinidad espiritual entre l y Scrates, como racionalis-tas y crticos del saber mtico, aunque muy poco sabemos de surelacin personal. (Con todo, no caben dudas de que Scratesresulta ms optimista que Eurpides en su creencia del poder dela razn frente a las pasiones.)

    Present sus primeras obras trgicas en el ao 455, cuando

    Esquilo acababa de morir. Conocemos el nombre de una de esasprimeras piezas: Las Pelades. (Por ese ttulo sabemos que setrataba de las hijas de Pelias, que, engaadas por la maga Me-dea, dieron sin quererlo muerte a su propio padre.) En esa pri-mera ocasin, Eurpides obtuvo el tercer premio del certamen,es decir, el ltimo.

    Por espacio de cincuenta aos, Eurpides escribi para la

    escena dionisaca. Compiti frecuentemente con Sfocles, ycon otros dramaturgos cuyas obras se nos han perdido. Compu-so cerca de cien tragedias, cosechando en su puesta en escenanumerosas desilusiones y unos pocos xitos. Ya viejo, acept lainvitacin del rey de Macedonia, Arquelao, para acudir a sucorte en Pella. (Al igual que otros tiranos, gustaba de albergaren su corte a artistas de prestigio. All fueron tambin el msicoTimoteo y el dramaturgo Agatn, por los mismos aos.) Y fueall, en la nrdica y semibrbara Macedonia, donde Eurpidesmuri, en 406, unos meses antes de que concluyera, con la ba-talla de Egosptamos, la larga Guerra del Peloponeso. As seahorr la triste noticia de la derrota de Atenas.

    Al conocer su muerte, Sfocles, el fecundo y anciano Sfo-cles, hizo desfilar a sus actores en el teatro tico de Dionisovestidos de luto y sin coronas festivas, para rendir homenaje asu gran rival. Como Esquilo que muri en Sicilia, tambinEurpides haba perecido lejos de su ciudad, como si con estoquisiera marcar su distanciamiento final de ella. Pronto suscompatriotas le echaron de menos y levantaron en su honor uncenotafio junto a los Largos Muros. Y tambin sobre su muerte

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    circul una versin pintoresca, acaso forjada por algn espritu

    devoto y malintencionado. Se cont que, all, en la boscosaMacedonia, unos perros salvajes y enfurecidos, de la jaura deArquelao, lo haban atacado y destrozado. As se le fabric, conuna ancdota tpica, una muerte digna de su carcter irreligio-so y crtico, una muerte digna de un blasfemo o un sacrlego,un final ejemplar tan sangriento como el de Penteo o el deActen.

    Tras la desaparicin de Eurpides, y la muy cercana (en404) de Sfocles, ya nonagenario, la escena trgica de Atenas sequed falta de grandes autores. Los volubles e inquietos ate-nienses lo echaron pronto de menos, y el mejor testimonio de sunostalgia es la comedia de Aristfanes Las ranas. En ella se rela-ta el sorprendente viaje del dios del teatro, Dioniso, al Hadesinfernal con la intencin de rescatar a un autor trgico del mun-

    do de los muertos. El dios mismo se confiesa gran admiradorde Eurpides, y cruza la laguna Estigia, entre el croar del coro delas ranas, y penetra en el mundo tenebroso de los muertos paratrarselo consigo a Atenas. All tiene lugar la disputa o agnentre Esquilo y Eurpides sobre cul de los dos ha sido ms va-lioso al pueblo de Atenas como educador. (Y ste ser el criteriodecisivo para dirimir la cuestin, un criterio que revela bienla importancia del autor trgico en la educacin de la polis.) Labalanza se inclina a favor de Esquilo, que fue, con sus dramasblicos y su insistencia en la justicia divina, el educador delpueblo en tiempos heroicos, y ser, al fin, a ste a quien se trai-ga consigo Dioniso. El dramaturgo ms moderno y ms crticoy ms psicolgico, queda as vencido. Pero, incluso as, la come-dia constituye un curioso homenaje a la memoria de Eurpidespor parte de Aristfanes, quien tan a menudo se burl y parodisus obras ms espectaculares.

    Por otro lado, no deja de ser un rasgo interesante contrastarla popularidad y el atractivo que tuvo tras su muerte, y a lo lar-go de los siglos posteriores, frente a los escasos triunfos queobtuvo en vida. Desde su primera representacin, en 455, hasta

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    la ltima, que fue pstuma, en 404, el trgico concurs en las

    fiestas dionisacas en veintitrs ocasiones, y slo cinco veces,si incluimos esa ltima representacin pstuma, obtuvo el pri-mer premio. (Sfocles lo haba obtenido ms de veinte veces.)En el 404 fue su hijo Eurpides el Joven quien se encarg deponer en escena sus ltimos dramas (Bacantes, Ifigenia en ulide,

    Alcmen en Corinto). En cada da de teatro se representan trestragedias y un drama satrico, as que el total de sus obras se

    elev al menos a noventa y dos, como constata algn catlogoantiguo.En vida, como decamos, los atenienses le regatearon sus

    aplausos, pero, apenas desaparecido, se convirti en el trgicopredilecto, y fue para muchos el ms profundo intrprete de laexistencia, un poeta que una la fuerza de la expresin a la visinms lcida de una humanidad doliente en la que los espectado-

    res reconocan sus propias angustias e inquietudes. Esa pre-dileccin de los griegos por Eurpides, desde comienzos del si-glo IVy en todo el perodo helenstico en general, se refleja en lamultitud de citas, alusiones, reposiciones e imitaciones constan-tes de sus obras. Y ha influido en el hecho de que conservemosms tragedias de l que de ningn otro autor dramtico antiguo.Esta simpata del pblico helenstico se debe, probablemente,al hecho de que Eurpides se anticip a las maneras de sentir ypensar de la poca posclsica, y fue un precursor de la nuevaconcepcin del mundo y del individuo, angustiado y doliente,cuando los valores colectivos de la polis y del saber mtico entra-ron en una crisis decisiva. Su patetismo y su sentido de la accintrgica, por otro lado, justifican que Aristteles lo calificara, ensu Potica,como el ms trgico de los trgicos.

    Hemos conservado dieciocho tragedias de Eurpides (frente alas siete de Esquilo y las siete de Sfocles que tenemos). Estemayor nmero se debe a que se ha sumado a una seleccin definalidad escolar, realizada en poca del emperador Adriano

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    (mediados del siglo II), que comprenda diez dramas, una serie

    de ocho ms conservados en dos cdices medievales (que deno-minamos con las siglas L y P). stas eran un resto de una edi-cin completa de las tragedias de Eurpides, ordenadas con cri-terio alfabtico. Los dos cdices, pues, conservan piezas cuyottulo empezaba por las letras griegas E,H,e I. (Se les aadi,al final, las Bacantes,que tambin figura en la eleccin de lasdiez tragedias, pero el texto final, en esta ltima pieza de la se-

    leccin, est bastante daado por un azar de la transmisin delos manuscritos.)De las dieciocho piezas una, el Reso,es de autora muy discu-

    tible, y muy discutida. Tal vez fuera obra de algn otro trgicocontemporneo de Eurpides, y, por casualidad, qued luegoagregada a la lista de las suyas. De todas ellas una slo, El Cclope,es un drama satrico. As que tenemos, por un lado, las diez tra-

    gedias de la seleccin: El Cclope, Hcuba, Orestes, Las Fenicias,Hiplito,Medea, Alcestis, Andrmaca, Las Troyanas,y Reso. Y delos dos cdices vienen Helena, Electra, Heracles, Los Heraclidas,Las Suplicantes(en griego Hiktides), Ifigenia en ulide,Ifigeniaentre los Tauros,y, ya fuera del orden alfabtico, Bacantes.

    Conocemos, adems, una serie numerosa de fragmentos deEurpides, que viene de citas hechas por diversos autores y, so-bre todo, de fragmentos encontrados en restos papirceos enEgipto. Citas y breves textos en papiro atestiguan el dato yareseado de que Eurpides fue el autor dramtico ms ledo enla poca helenstico-romana. De entre las piezas fragmentaria-mente conocidas por papiros merecen destacarse las deAlejan-dro, Antope, Las Cretenses, Erecteo, Faetonte, Hipspilay Tlefo.

    Es interesante observar el orden cronolgico de las piezasconservadas, porque nos ayuda a comprender la evolucin delteatro de Eurpides, evolucin que refleja no slo un desarrolloestilstico, sino tambin su propia evolucin espiritual, comopensador y como escritor muy receptivo en su circunstanciahistrica. No es difcil, en conjunto, establecer ese orden. De-bemos comenzar por laAlcestis,que se puso en escena en 438.

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    (Al respecto de sta, sabemos que figur como cuarta pieza

    del da, es decir, despus de otras tres tragedias, en el lugar ha-bitual del drama satrico.) Vienen luegoMedea,del 431, Hipli-to, del 428, Los Heraclidas,probablemente del 426,Andrmacay Hcuba, cercanas al 425. Es ms dficil precisar las fechasexactas de Las Suplicantes, Heraclese Ion,pero deben de situar-se en torno al 420. Las Troyanases seguramente del 415. Electrae Ifigeniaentre los Taurosvienen a ser de entre 414 y 412. Hele-

    naes del 412. Las ltimas tragedias de la serie son Las Fenicias,de entre 412 y 409, Orestes,del 408, y, finalmente, BacanteseIfigenia en ulide,que fueron representadas en el 405, llevadasa escena por su hijo Eurpides el Joven.

    Los estudiosos que admiten Resocomo obra de Eurpides leasignan una fecha ms bien temprana, lo que ayudara tal vez aexplicar sus diferencias frente a las otras piezas, que, como he-

    mos sealado, pertenecen a una poca bastante avanzada de suvida. Recordemos que su primera representacin fue en 455, y,por lo tanto, muy poco sabemos de sus primeros veinte aos,ya que laAlcestises del 438, yMedea,que viene luego, del 431.Todas las dems obras conservadas estn compuestas en losaos de la Guerra del Peloponeso. (Es decir, en plena madurezdel trgico, ya con ms de cincuenta aos.)

    Por otro lado,El Cclope,

    que, siendo un drama satrico, sediferencia en su construccin de las obras autnticamente trgi-cas, puede seguramente admitirse como una pieza temprana.Sus notas cmicas nos dan una idea de las caractersticas pecu-liares del drama satrico en el perodo clsico. ste es el nicoejemplo que tenemos conservado por entero de ese breve gne-ro. (Un gnero de carcter cmico, cuyos rasgos distintivos eranque, situado despus de tres tragedias, conclua con su tono c-mico la serie de obras representadas en un mismo da, y quetena un coro de stiros.) Pero podemos completar nuestra ideacomparando El Cclopecon otros dos dramas satricos que co-nocemos parcialmente por importantes fragmentos, que sonLos rastreadoresde Sfocles y Losque arrastran las redes(o Dic-

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    tiulcos) de Esquilo. En la comparacin vemos que Eurpides no

    descollaba por su vis cmica. El Cclope escenifica el famosoepisodio de la Odiseadel encuentro entre Polifemo y Ulises, conel motivo central de la borrachera del feroz ogro, al que el astu-to hroe vence con ayuda del vino. Junto a Polifemo aparecenaqu los stiros, semisalvajes, grotescos, bulliciosos. La recrea-cin del episodio es ms interesante por su singularidad que porsu fuerza dramtica o su comicidad.

    Se suele subrayar en las tragedias de Eurpides la influencia dela sofstica o, mejor dicho, de la ilustracin ateniense. Hay, enefecto, en sus dramas numerosas reflexiones y crticas sobre losmitos y creencias tradicionales, en un intento de analizar, conayuda de la razn, las situaciones trgicas. Los personajes se

    enfrentan en discusiones de principios, acuden a una retricaque nos recuerda las disputas de la asamblea, se rebelan contrala tradicin y exigen una explicacin justa y una actuacin ra-cional. Esa perspectiva racionalista es muy propia de su teatro,en contraste con el de Esquilo o el de Sfocles. El empeo ensometer a examen los motivos de la accin y el anlisis de laspasiones, la crtica de los viejos mitos y de las creencias tradicio-nales va unida a una cierta desconfianza en la justicia divina, ya una demanda de moralidad superior exigida a los dioses. Lamayor hondura en la psicologa de los personajes nos presentasobre la escena unos hroes complejos, ms escpticos, ms va-cilantes, y ms prximos al hombre corriente, justamente poresas angustias ante la accin y el destino. Una famosa frase an-tigua deca que Sfocles presenta a sus personajes tal como de-ben ser, Eurpides tal como son en realidad. En sus parlamentosy polmicas sobre la escena percibimos los ecos del desasosiegoespiritual y la crisis moral que inquietaba a Eurpides y a mu-chos de sus conciudadanos.

    Los atenienses, que en un comienzo se escandalizaban detales reflejos, acabaron luego por reconocerse en ellos. Es carac-

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    terstica de Eurpides esa marcada tendencia a la descripcin

    psicolgica y a una exposicin ms realista (aunque el teatrotrgico no es, por su esencia, ni psicolgico ni realista), lo quelleva, en definitiva, a una crtica del universo mtico, tradicionaly arcaico, del que surgan los argumentos de la tragedia. Esacrtica del mito, unida a una progresiva humanizacin de loshroes, es un rasgo del ilustrado dramaturgo, a quien Nietzschellam un decadente, acusndolo de ser el destructor de la sa-

    bidura trgica del repertorio mtico.Todo se discute en sus dramas y abundan en ellos los ago-nes o enfrentamientos dialcticos, que a veces parecen un ecode las antilogas retricas de los sofistas. (Tambin se dan en losdiscursos contrapuestos que intercala en su obra histrica sucontemporneo Tucdides.) Eurpides es un intelectual y aslo vio Aristfanes en sus burlas y parodias, que busca la ver-

    dad a travs de discusiones y reflexiones.Sus personajes tratan de analizar su situacin y decidir suaccin a partir de ese examen. As Medea o Fedra, en sus famo-sos monlogos, escudrian su angustiosa situacin y deciden suaccin despus de la reflexin. La pasin no aniquila la capa-cidad de razonar y enfrentar el destino con una voluntad lcida,pero las pasiones pueden influir en la decisin con ms fuerzaque la mera razn. Las pasiones arrastran a esos personajes a lacatstrofe y la muerte, sea la de uno mismo o la de sus seres msqueridos. La reflexin no garantiza una eleccin feliz, pues elcarcter apasionado impone muchas veces un final desastroso.Recordemos el monlogo famoso deMedea,en el que ella afir-ma que su pasin es ms fuerte que su razonamiento. Medeasabe qu terribles daos va a cometer, y sin embargo no evitasus crmenes. Es difcil no advertir en esa escena una oposicina la tesis socrtica de que el mal procede slo de la ignorancia. Ala idea optimista de Scrates sobre el triunfo de la razn, la he-rona de Eurpides opone su ejemplo; su lcido razonamientono esquiva su dolorosa ruina, no le evita avanzar, impulsada porsu afn de venganza, hacia la destruccin de lo que ms ama.

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    Es curioso notar que a Eurpides se le han podido aplicar

    los eptetos opuestos de racionalista (A. W. Verrall) e irracio-nalista (E. R. Dodds). En su afn de someterlo todo a discusinracional podemos percibir un reflejo de la poca de la ilustracinsofstica, como ya hemos dicho. Como discpulo de Anaxgorasy de Protgoras, como casi coetneo del escptico Scrates, seempea en la bsqueda de unos valores morales autnticos,desconfiado de la retrica poltica, ambigua y engaosa, y de los

    prejuicios de la sociedad tradicional. Como si creyera en la ra-zn como el mtodo ms humano para buscar una salida a losconflictos trgicos, pero advirtiendo luego su insuficiencia realy prctica. Sus personajes reflexionan y buscan, en sus monlo-gos, una salida para huir de su conflicto, pero ese esfuerzo noles sirve para escapar a un fatal destino, porque los conflictostrgicos no tienen clara solucin.

    Obcecados por su misma grandeza trgica, los hroes deSfocles avanzaban hacia la catstrofe impulsados por su propiacontextura heroica, por su noble e inflexible carcter, incapacesde doblegarse y ceder ante la adversidad. Los de Eurpides, encambio, son muy distintos. Se ven abocados a un conflicto insu-perable, que tratan de vencer aun a costa de su propia entereza.Son humanos, demasiado humanos, ceden y vacilan, dudan conrespecto a sus decisiones y las imposiciones divinas, censuran alos mismos dioses, cuyos designios oscuros son difciles de in-terpretar. Encontramos en estos dramas ejemplos de la cruel-dad divina, como en Sfocles. Pero mientras el piadoso Sfoclesvea en esa enigmtica presencia del dolor un signo de la inson-dable decisin divina, los personajes de Eurpides piden cuen-tas de tales angustias.

    A un nivel puramente teatral, se halla a veces una solucinmediante la intervencin de un dios, un personaje divino queacude cuando ya todo parece perdido, para dar una conclusinbenvola al drama. Es el llamado deus ex machina,que se apare-ce al final de una obra para ofrecer una hbil componenda. (Sele llama deus ex machinaporque el tal dios apareca introducido

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    por una mquina del teatro, una especie de gra, que lo traa

    volando desde el Olimpo para concluir la pieza.) La frecuen-cia con que Eurpides usa este recurso es una indicacin de cuna menudo no sabe dar con una solucin intrnseca a la desespe-rada situacin final del conflicto dramtico.

    Por eso, otros estudiosos han destacado el irracionalismode Eurpides, insistiendo en qu inquieto, complejo y descon-fiado en la razn se muestra el autor en algunas obras; tal como

    sucede en Bacantes, por ejemplo. As, E. R. Dodds subraycmo se esfuerza por reflejar los aspectos ntimos y oscuros delalma humana, cmo avanza hacia una nueva religiosidad perso-nal, cmo insina una apertura al misterio. Se puede advertiren l, en efecto, como ha comentado A. J. Festugire, una nuevasensibilidad en la aproximacin a lo divino, en un anhelo quetiene su expresin ms notable en ciertos cantos corales de las

    Bacantes,que exaltan una comunin casi mstica con la natura-leza dionisaca. Lo cierto es que parecen coexistir en l ambosaspectos: crticas aguzadas contra la inmoral conducta de losdioses, crueles, volubles, despiadados, y a veces inicuos, y rece-los frente al mito y la piedad tradicional, y, en la lnea opuesta,un sentir religioso que se expresa de pronto en versos que pare-cen reflejar una profunda y emotiva piedad.

    Al escribir, en suPotica,

    que Eurpides era el ms trgicode los trgicos, Aristteles se refera al patetismo y a la accinespectacular de sus escenas ms logradas. En ese afn efectistaEurpides parece ms cercano al viejo Esquilo que a Sfocles,que se centra ms en la construccin del carcter de sus hroesy heronas. Pero Aristteles haca notar tambin la decadenciaque poda percibirse en la composicin de algunos de sus dra-mas, de escasa tensin trgica. No slo por la derivacin deldrama hacia lo novelesco o el melodrama, bien visible en piezascomo Helenao Ifigenia entre los Tauros,sino por la ms dbilconformacin heroica de los protagonistas. Es significativotambin el menor papel que tiene el coro en muchas de susobras, en especial de las ms tardas, como en Las Feniciaso en

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    la Ifigenia en ulide. Esos estsimos corales, de gran belleza for-

    mal muchas veces, pero de escaso rendimiento dramtico, des-vinculados de la accin trgica, reflejan la evolucin de la tragediahacia un drama sin coros. Pero, recordemos que Eurpides esun autor de extraordinaria complejidad, y siempre puede sor-prendernos. Y as en Bacantes,su ltima tragedia, deja al coroun papel muy relevante, y ese esplndido coro resulta impres-cindible para el desarrollo de la tragedia. Ah reelabora el viejo

    Eurpides un argumento dionisaco muy antiguo, ya tratado porEsquilo, pero con una trama de corte arcaizante, formidabley paradigmtica, tan cannica como la trama del Edipo reydeSfocles.

    Entre las novedades aportadas por Eurpides, acaso la que ms

    escndalo e irritacin suscit entre sus contemporneos y laque luego ms moderno lo hace a los ojos de otros pblicos ylectores posteriores es su inters en dejar un primer planoescnico a mujeres de inolvidable fuerza pasional. Con esos per-sonajes femeninos de enorme audacia anmica, apasionados ydecididos, sorprendi a su auditorio y abri una nueva perspec-tiva sobre la sociedad. ste es un rasgo que han destacado todoslos historiadores de la literatura antigua. Citar, al respecto,unas lneas de Gilbert Murray (en su Historia de la literatura

    griega,escrita hace un siglo):

    Le llamaban el enemigo de las mujeres, y Aristfanes hace quelas de Atenas conspiren para vengarse de l (en su comedia Lastesmoforias). Por supuesto que, en realidad, suceda todo lo con-trario. Amaba, estudiaba y pintaba las mujeres que los socrticos

    ignoraban y que Pericles aconsejaba conservar en las casas en si-lencio. Pero el crimen es mucho ms llamativo y palpable que lavirtud. (Al menos en la escena trgica.) Heronas como Medea,Fedra, Estenebea, Arope, Clitemnestra, llenan acaso ms la ima-ginacin que las figuras anglicas o adorables: como Alcestis, quemuere por salvar a su marido; Evadne y Laodama, que no quie-

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    ren sobrevivir a los suyos, y toda la lista de doncellas mrtires(como Macaria en

    Los Heraclidase Ifigenia en

    Ifigenia enulide

    ).Sin embargo, es un hecho significativo que, al igual que Ibsen,Eurpides rehsa idealizar al hombre y, en cambio, idealiza a lasmujeres... Y, adems, Eurpides no nos permite tomar aversin asus mujeres peores. Nadie puede defender a Medea (que escapa,victoriosa, sin recibir su castigo); y algunos aman a Fedra, auncuando ha hecho perder la vida a un hombre inocente.

    Hay un paso desde esa defensa de las mujeres a otro que ex-

    cit no poca furia contra Eurpides: su inters por las cuestionesdel sexo femenino en todas sus formas. Hay obras basadas enasuntos de adulterio, como el Hiplitoy la Estenebea,en la cual laherona obra con Belerofonte como la mujer de Putifar con Jos.Otra, el Crisipo, condenaba las relaciones entre hombres y joven-citos, que en la poca se consideraban slo como un pecado leve,y que Eurpides permita nicamente a los Cclopes. Haba otrapieza, el Eolo,que presentaba un problema del viejo e ingenuo

    dios del viento, con sus doce hijos y doce hijas casados entre s,viviendo en su isla ventosa y errante. En esta obra, Macario plan-tea la famosa alegacin siguiente: Qu cosa es vergonzosa, si elcorazn del hombre no siente vergenza por ello?

    Pero ms importante an que esos dramas singulares es laconstante aficin del poeta a presentar sus experimentos respectoa relaciones entre personajes que l trata de comprender (connueva visin crtica), especialmente las de las dos clases de perso-nas que la sociedad consideraba de segundo orden: mujeres y es-clavos... No es extrao que el pblico en general no supiera quhacer con l. Pues, cmo tenan que considerar a un hombre tansevero con los placeres del mundo, y que, sin embargo, no re-flexionaba que muchos de sus hroes eran bastardos? A la sacer-dotisa Auge, cuyo voto de virginidad haba sido violado y a quiense haba dirigido en trminos de adecuado horror la virgen gue-

    rrera Atenea, la hace contestar blasfemando:

    Las armas negras de sangre enrojecidas,y la desdicha de los que mueren, no son malas para ti.Con certeza disfrutas con esas cosas. Pero, en cambio,de una nia desamparada, Auge, te asustas y avergenzas.

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    Hasta aqu, el texto de G. Murray. Aadamos alguna precisin.

    No me parece que Eurpides idealice a la mujer, lo que sucedees que le concede un primer plano y la deja hablar para exponersus penas y sus quejas. Lleva a la escena trgica a muchas figu-ras femeninas, que muestran una grandeza de nimo y una luci-dez superior con frecuencia a los hombres con que se enfrentan.Ellos quedan en un plano moral inferior, ya sea cuando, comoAdmeto, han aceptado el sacrificio de Alcestis para salvar su

    propia vida (y el sincero dolor posterior no puede borrar esaimagen previa de su mezquindad), ya sea cuando, como Jasn,traicionan su matrimonio para medrar con una nueva boda,abandonando a Medea a su desdichado exilio. Tanto Alcestiscomo Medea dan pruebas de su nimo heroico. Medea, la br-bara y desdichada maga, que asesina a sus hijos, y lo hace trasproclamar desde la escena los infortunios comunes de las muje-

    res en la sociedad griega, debi de causar una fuerte impresinen el auditorio. Fedra, vctima de la pasin, vctima de una cruelAfrodita, arrastra a la muerte al casto Hiplito, inocente del cri-men; pero, aun as, es una figura de cierta nobleza. La jovenIfigenia (en Ifigenia en ulide) acepta el sacrificio por salvar laexpedicin de los aqueos, con un valor ejemplar, mientras quesu padre Agamenn y su to Menelao, los grandes soberanos, alfrente de sus fieros guerreros, parecen a su lado mezquinos ytaimados.

    Por otra parte, Eurpides se atreve a presentar en escena laspenas de amor, las pasiones de algunas mujeres, que los mitosnarraban de modo distante, pero que sobre la escena adquierenacentos conmovedores, por su realismo y su hondura psicol-gica. Hay varios dramas donde se expresa la fuerza del eros so-bre el corazn femenino. La ms clara leyenda de amor mticoqued plasmada en Andrmeda. (Obra que hemos perdido, decuyo xito hay ecos en parodias de Aristfanes y, muy a lo lejos,en Luciano. Contaba las aventuras de la desdichada y bellaprincesa salvada por el raudo Perseo, y era muy espectacular.)De desdichas amorosas trataba tambin en su Protesilao,donde

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    Laodama, la recin desposada del hroe, que fue el primer

    muerto en la guerra de Troya, se haca fabricar una estatua desu amado esposo, y con ella duerme hasta ser descubierta y sui-cidarse. En Fnix,Fta, rechazada por el joven Fnix, lo acusade violacin ante su padre, y ste lo deja ciego. En Estenebeatenemos un punto de partida semejante: ella, esposa del reyPreto, acusa a su husped Belerofonte de acoso sexual, y ste,al final, tiene que matarla. (Como en el Hiplito,donde Fedra

    acusa a Hiplito ante Teseo, se repite el esquema del motivomtico de Putifar.) En LasCretensesse pona en escena la pasinertica de Pasfae, la esposa de Minos, hacia el maravilloso toroblanco enviado por Poseidn, con el que ella se une amorosa-mente y del que nace el Minotauro. Minos se propone matar ala adltera, pero el dios acude a salvarla.

    Otros dramas, perdidos para nosotros, trataban de mujeres

    seducidas por un dios o un hroe, cuyo destino, a consecuenciade esa relacin sexual, se volva trgico para ellas y sus hijos. Asen la trama de Melanipa, que dio a luz dos mellizos de sus amo-res con Poseidn. (A su mito dedic dos obras Eurpides:Mela-nipa la sabiayMelanipa cautiva.) Tambin lope tuvo un hijode Poseidn, y sus peripecias y reconocimiento se contaban enla tragedia de su nombre:lope. En Hipspilalos hijos de stay Jasn salvaban a su madre de un grave apuro. En la

    Dnaese

    escenificaban los sufrimientos y angustias de la madre de Per-seo, seducida por Zeus. EnAuge,la protagonista, sacerdotisa deAtenea, es violada por Heracles en una fiesta nocturna. Por otrolado, el llamado motivo de Putifar, es decir, la mujer despe-chada que acusa al joven al que no ha logrado seducir, se reite-raba, como ya dijimos, en Fedra, en Estenebea, en la tambinperdida Peleo,etc.

    Esas figuras femeninas fueron una novedad en la temticatrgica, y en la comedia de Aristfanes Las ranas(vv. 1043 y ss.)el viejo Esquilo se lo echa en cara a Eurpides:

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    ESQUILO

    Por Zeus, yo no introduca en mis dramas prostitutas comoFedra o Estenebea, ni puede decir nadie que yo sacara a escenaa ninguna mujer enamorada.

    EURPIDES

    No, por Zeus, en ti no haba nada de Afrodita.

    ESQUILO

    Ni ojal nunca lo haya. En cambio sobre ti y sobre los tuyos seimpona a lo alto y lo ancho, y a ti en persona, en efecto, tedomin.

    EURPIDES

    Y qu dao causan, oh infeliz, mis Estenebeas a la ciudad?

    ESQUILO

    Que has persuadido a mujeres nobles, esposas de hombres no-bles, a beber la cicuta, deshonradas por tus Belerofontes.

    EURPIDES

    Es que puse en escena una leyenda inexistente?

    ESQUILO

    No en verdad, exista. Pero el poeta debe ocultar lo malo.

    Tambin en otros aspectos expresa Eurpides una postura muycrtica frente a los valores admitidos. Siempre estuvo a favor dela democracia ateniense, y se mostr un patriota ferviente alrecordar mitos en los que se exaltaba el talante hospitalario deAtenas con los refugiados y los suplicantes; as, por ejemplo, enLos Heraclidas, y en Las Suplicantes, y en dramas perdidoscomo Teseo, Erecteo, o Cresfontes. Supo elogiar la grandeza mo-ral del hroe tico Teseo (por ejemplo, en Heracles) y, por elcontrario, present como un taimado y run, en ms de una oca-sin, al rey de Esparta Menelao (como en su Orestesy en Ifigeniaen ulide).

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    Introduccin 23

    Fue siempre un partidario fervoroso de la paz entre los

    griegos, y, al pasar los aos, testigo de los desastres de la Guerradel Peloponeso, una y otra vez insiste en el tema de los sufri-mientos crueles que sta produce. No exalta el furor pico delos combates, sino que recuerda los sufrimientos de los venci-dos, y recuerda cmo la guerra produce la degradacin moral delos vencedores. Es el caso de las llamadas tragedias troyanas,como Hcubay Las Troyanas. El dramaturgo pone en primer

    plano a los que sufren, las vctimas dolorosas, como esas pobresmujeres, que son ahora el botn de los vencedores despus de ha-ber perdido a sus maridos, muertos, y su ciudad, saqueada e in-cendiada. La guerra exige el sacrificio absurdo de muchachasinocentes, como Ifigenia o como Polxena, ofrecida como vcti-ma sobre la tumba de Aquiles. Insensatez es el culto heroicoque se expresa en tan crueles ritos. El destino final de Casandra,

    Andrmaca, Hcuba, se escenificaba en Las Troyanascomo unaterrible acusacin de barbarie contra los aqueos victoriosos. (Yla representacin de esta tragedia, en el ao 415, despus de laterrible matanza de la isla de Melos, donde los atenienses mos-traron su aspecto ms implacable, pasando a cuchillo a los hom-bres, y esclavizando a las mujeres, no pudo ser ms oportuna.

    Justo por entonces los atenienses se embarcaban en otra expedi-cin de conquista, con una gran flota, hacia Sicilia, en una aven-tura de final funesto.)

    Eurpides desconfa del poder poltico, y de aquellos que lodetentan sin someterse a una conciencia moral, sino movidospor los imperativos del imperialismo ms despiadado. A esa luzexamina la actuacin de algunos famosos hroes, y nos muestraal taimado Ulises como un oportunista y un pragmtico sin es-crpulos, un tipo calculador preocupado tan slo del xito, enHcubay en Las Troyanas(y todava era peor, traicionero y fal-so, en Palamedes,otro drama perdido). Ya Sfocles en Filocteteshaba dado una imagen poco noble, atento slo a triunfar a todacosta, pero Eurpides recarga las tintas. En otros caudillos fa-mosos destaca la ambicin unida a una notable ausencia de

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    principios, como es el caso de Agamenn en la Ifigenia en uli-

    de. O de Menelao, personaje muy turbio, tanto en esta obracomo en el Orestes,donde traiciona la lealtad familiar, y desam-para a su sobrino, por cobarda o por provecho propio. A sushroes les falta grandeza, y la generosidad moral que, en otroscasos, muestran los jovenes dispuestos al sacrificio por la patria,como las ya mencionadas Macaria e Ifigenia o Meneceo en LasFenicias.

    Otras veces la manera de recrear el mito introduce detallesrealistas que desacreditan o enturbian la accin de los hroes.As, por ejemplo, en su Electrahace que sta y Orestes maten asu madre Clitemnestra, cuando ella acude para ayudar a su hijaen un fingido parto. Es decir, es el afecto de Clitemnestra haciaElectra lo que propicia y facilita la implacable venganza de sushijos. En el Orestes,las Furias que persiguen al matricida estn

    en su propia imaginacin, y el hroe acosado por las diosas de lavenganza aparece como un enfermo, enloquecido y epilptico.Pero las crticas al mito alcanzan tambin a los grandes dio-

    ses. El ilustrado Eurpides les exige un comportamiento dignode la justicia divina. Y esas crticas, como las de Jenfanes antes,chocan con la conducta mtica de los dioses, que con los hroescomparten el espacio dramtico. Recordemos una vez ms quela tragedia no hace sino recrear escnicamente los mitos. Losdioses se muestran crueles y vengativos como Afrodita enHiplitoy Dioniso en Bacantes y tienen amoros furtivos detristes consecuencias como Apolo en Ion. En fin, no estna la altura moral que la nueva conciencia crtica reclama.

    En algunas tragedias los personajes alzan sus duras crticascontra ellos o manifiestan su incredulidad. (Y atacan la creenciaen la adivinacin a menudo). Que los dioses condesciendan aamores ilcitos, que se encadenen los unos a los otros, eso yo nolo he credo nunca, como no creer jams que un dios puedasometer a otro a su dominio. Dios, si hay un dios, en verdad estlibre de cualquier defecto, y todo el resto no es ms que menti-rosas fantasas de los poetas, se dice en el Heracles. Ni los dio-

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    ses, que se llaman sabios, son menos engaosos que los leves

    sueos. Grande es la confusin que reina en las cosas divinas yhumanas. Slo me duele que, por hacer caso a adivinos, perezcaquien no carece de cordura, dice Orestes en la Ifigenia entre losTauros. Podramos citar otras sentencias semejantes.

    La crtica sofstica haba hecho vacilar la fe en los dioses,y la desconfianza en las creencias religiosas tradicionales se dejasentir en estos personajes de Eurpides, tan atrapados en su des-

    dicha, tan angustiados por lo extremado de su peripecia. Nopueden sentir la antigua piedad en los dioses, han perdido esaconfianza en la justicia divina que impulsa a los de Esquilo, sesienten perdidos ante los embates de la Fortuna, la Tyche,quecon sus vaivenes los zarandea y lleva a la destruccin o a unxito inesperado. (Que, paradjicamente, puede venir de lamano de una divinidad aparecida de improviso, en un milagro

    de ltimo momento, en forma de un deus ex machina.)Eurpides se hace eco de las protestas de algunos filsofos.Esos dioses tan poco ejemplares desde el punto de vista moral,cmo pueden en verdad ser dioses? Jenfanes y Herclito ha-ban mostrado que, frente a las figuras divinas demasiado huma-nas de los mitos, la razn reclamaba otra divinidad ms abstractay ms justa. Son esos dioses que, segn denunciaba Jenfanes,cometen adulterios, roban y se engaan unos a otros, las figurasmticas que reaparecen en los dramas. Es que los dioses pue-den ser tan inmorales, tan caprichosos, tan crueles, como loshumanos? Este ataque de Eurpides a los relatos mticos, hechodesde la escena teatral, cobra una especial resonancia. No hayque suponer como opiniones personales de Eurpides todocuanto dicen los personajes trgicos; pero es evidente que esasdudas, quejas y censuras de sus hroes y heronas expresan elpensamiento de su autor. En lneas generales se hacen eco de unmodo de pensar que iba extendindose entre los contempor-neos ilustrados del dramaturgo. Esa visin desencantada y cr-tica de los dioses mticos va acorde con la presentacin de unoshroes muy humanizados, impulsados por pasiones y anhelos

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    muy prximos a los del hombre y la mujer de la calle, bajados

    de su noble pedestal arcaico. Y lo uno y lo otro, la crtica teol-gica y la psicologa realista, amenazan la solemne prestancia deunos dioses y hroes excesivamente humanos.

    La humanizacin de los hroes acerca sus figuras al presen-te de los espectadores. Su alma dolorida y vacilante parece unlugar de lucha tan decisivo para su destino azaroso como el m-bito externo donde se dan las luchas sangrientas. Dubitativos,

    movidos por las pasiones y los recelos, los protagonistas de susdramas han perdido la arcaica solidez de las figuras encumbra-das de la leyenda. Tomemos como ejemplo a Orestes y Electra,tal como aparecen en las tragedias que llevan su nombre. El hijode Agamenn, que, cumpliendo su lastimosa tarea, ya ha dadomuerte a su madre, en el Orestesaparece como un joven enfer-mizo y vacilante, perseguido por unas Furias alojadas en su

    propia imaginacin, y ansioso de sobrevivir, sobrevivir a todacosta. Esta Electra, la antigua princesa, que aqu est casada conun modesto campesino, est agriada por el rencor y el odio ha-cia su madre, la reina que ha logrado una vida ms cumplidasegn sus deseos. El conflicto no se presenta aqu como en Es-quilo. No se trata ahora de los dos principios sociales enfren-tados. No importa discutir si es ms grave el asesinato de unesposo o el de una madre, sino que lo que el drama resalta es laactitud psicolgica de madre e hija, enfrentadas en una amargadiscusin, y la de los dos hermanos planeando su despiadadavendetta.

    Para destacar el lado ms humano del crimen, Eurpidesnos presenta aqu una Clitemnestra muy distinta de la esqulea.No es la reina feroz, ambiciosa y varonil, que ha usurpado eltrono con una audacia leonina, sino una madre que siente re-mordimientos por su pasado y acude a mostrar su afecto por sushijos, justo ese afecto que la lleva a la trampa mortfera prepara-da por Orestes y Electra. Era una manera nueva de presentar elfamoso matricidio, poniendo en primer plano la psicologa delos personajes. Es probable que muchos espectadores se sintie-

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    ran inquietos ante esta interpretacin, que presentaba a la mal-

    vada Clitemnestra tan humanizada y a los vengadores tan im-placables, a la vez que pensaran: pudo ser as.

    Es muy comprensible que estas tragedias de Eurpides conmo-vieran y, a la vez, escandalizaran a los espectadores. Su reinter-pretacin de los vetustos mitos introduciendo a veces curiosas

    variantes de detalle su crtica social y sus avances psicol-gicos debieron de causar un cierto asombro, y quizs una sen-sacin de incmoda inquietud, en la conciencia de sus conciu-dadanos. Su teatro indagaba en los conflictos perennes de lacondicin humana, a travs de las figuras de los mitos, reactua-lizadas. La purificacin del terror y la compasin, esa kthar-

    sissentimental de la que escribi Aristteles, se realizaba aqu

    acompaada seguramente de esa inquietud. Al hurgar en el in-terior de las figuras trgicas, las acerca a los hombres y mujeresreales. Planteaba as dramas sobre la condicin humana y la in-justicia social, y al hacerlo en los moldes trgicos, con intencinrealista, desafiaba las convenciones tradicionales. Recordemosde nuevo, desde esta perspectiva, la vieja sentencia: Sfoclespresenta a los hroes tal como deben ser; Eurpides tal comoson.

    Pero en su idea acerca de los hroes de guerra, Eurpidesera bastante pesimista. De un lado, los desastres de la Guerradel Peloponeso le haban empujado a escribir obras como LasTroyanas y Hcuba. De otro, tal vez como contrapunto a esavisin desesperada, compuso dramas de evasin y melodra-mas de final feliz, como son Ifigenia entre los Tauros, HelenaeIon. Estas piezas reelaboran variantes mticas sorprendentes.(Lo hace, por ejemplo, al tomar de Estescoro la leyenda de queHelena no fue a Troya, sino a Egipto, mientras que los diosesengaaron a Paris entregndole un doble fantasmal de la bellaesposa de Menelao, y fue en Egipto donde Helena y el Atrida,que volva de Troya, tras la destruccin de sta, se reencontra-

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    ron y desde all juntos regresaron a Esparta.) Y tienen en co-

    mn un hbil desarrollo argumental, con notables peripecias,emotivas escenas de reconocimientos o anagnrisis, y un finalnada trgico, como decamos. La accin sucede en parajes leja-nos, como son el delta del Nilo y la brbara regin de los Tau-ros, hay momentos de emotivo suspense, y, a la postre, todoacaba bien. Eurpides se muestra como un precursor de la co-media nueva, e, incluso, de la novela de aventuras. Con estos

    melodramas se aleja de las angustias de la guerra y, en ciertomodo, tambin de la tragedia en su sentido ms estricto.De entre las tragedias de Eurpides quizs la ms clsica,

    en el sentido de la ms ajustada a un esquema cannico, segnla Poticade Aristteles, es Bacantes. Fue una de sus ltimasobras, y se represent pstumamente, como dijimos. Ya muertoel gran dramaturgo obtuvo el primer premio, con evidentes m-

    ritos. Es curioso observar que se represent a la vez que la Ifi-genia enulide,una obra de caractersticas muy diferentes. EstaIfigenia es, en claro contraste, una tpica tragedia tarda, conunos coros muy lricos y alejados de la accin, y unos personajesde sorprendentes cambios anmicos (rasgo que ya critic Aris-tteles).

    Bacantesrefleja la grandeza de miras y la intensa potenciadramtica que el viejo Eurpides sabe infundir a un argumentotradicional, un tema dionisaco ya llevado a escena por Esquilo.Ninguna de sus obras ha sido tan comentada y discutida. Nin-guna ha suscitado tantas controversias respecto a su mensajeltimo. Pues esta tragedia, cuya construccin dramtica es todoun paradigma clsico, arcaizante y de grandeza esqulea, con uncoro que es esencial en la accin y que tiene, a la vez, una mag-nfica belleza lrica, se funda sobre un mito de impresionantepatetismo y rara perfeccin. Como si el viejo Eurpides retorna-ra aqu a un drama sacro, donde el dios Dioniso se presentacomo el antagonista del hroe. ste, el protagonista, es el reyPenteo, un temaco vctima de su propia intolerancia, mrtir dela razn y defensor de las leyes de la polis. Por su rigor al frente

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    Introduccin 29

    de la ciudad, el puritano Penteo, primo del dios festivo que re-

    torna a Tebas, sufrir la peor muerte, despedazado a manos desu propia madre y de las frenticas Bacantes. Como Eteocles enLos siete contra Tebas,Penteo es el rey que defiende con todo sucoraje y su tirnico poder su ciudad contra el invasor. Pero elextrao que ahora se enfrenta a l, seguido del tropel de susmnades, es el dios Dioniso, hijo de la tebana Smele, y divini-dad terrible contra sus enemigos.

    Eurpides escenifica un gran mito dionisaco, y las Bacanteses la nica tragedia conservada que presenta a Dioniso, el diosdel teatro, actuando en escena. Pero Eurpides ha dotado de unprofundo sentido ese enfrentamiento de Penteo y Dioniso. Ensu tremendo choque se enfrentan principios opuestos de la cul-tura antigua lo griego y lo brbaro, lo masculino y lo feme-nino, la familia y el grupo religioso, la ciudad y el monte, la se-

    renidad cvica y el frenes bquico, es decir, lo apolneo y lodionisaco, en el sentido de estos trminos en Nietzsche.Penteo, entrampado bajo el poder de Dioniso, es el cazador ca-zado de una terrible cacera de sangriento final. Qu mensajepretende dar aqu el viejo Eurpides? Se trata de un nuevo ata-que a la crueldad de cultos religiosos brbaros y orgisticos, obien es la confesin de la invencible y extraa grandeza religiosade ese dios que invita a sus adeptos a la fiesta comunal del vinoy la danza montaraz, lejos de las normas represivas de la civili-zacin griega?

    Desde la nrdica Macedonia Eurpides enva su enigmticadespedida, un apasionado testamento espiritual, en este dramaa la antigua, con su esplndida construccin y su religioso men-saje. Eurpides nos sorprende de nuevo con su dominio de losrecursos escnicos, con la belleza de los cantos corales, con laintensidad de sus dilogos dramticos, con la vivacidad de sulenguaje.

    Nietzsche acus a Eurpides en su libro juvenil El origende la tragedia de ser, en compaa de su compadre Scrates,el causante de la decadencia del arte trgico, al arruinar con su

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    crtica el saber del mito arcaico. La acusacin parece, cuando

    uno atiende no a alguna pieza suelta, sino al conjunto de losdramas del trgico, sumamente injusta. Es cierto que los viejosmitos parecen, a veces, cuartearse en sus manos, pero l no es elcausante del derrumbe, sino tan slo el testigo de una evolucinque precipita ese final.

    Eurpides fue el dramaturgo decisivo para el teatro poste-rior. Tanto en el griego incluso en la comedia nueva como

    en el romano. Sneca se inspir en l constantemente. Y luegosu huella ha resurgido en cualquier intento de teatro neoclsico,en Racine, por ejemplo. Muchos han visto en l, con muy clararazn, no slo al trgico ms moderno, humano y realista, sinoal ms trgico de los trgicos, como ya dijo Aristteles, un buenconocedor del gnero.

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    MEDEA

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    PERSONAJES

    NODRIZA

    CREONTE

    HIJOSDEMEDEAPEDAGOGO

    JASN

    CORODEMUJERESEGEO

    MEDEA

    MENSAJERO

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    NODRIZA

    Ojal la nave Argo no hubiera volado sobre las sombrasSimplgades hacia la tierra de Clquide,1ni en los valles delPelin hubiera cado el pino cortado por el hacha,2ni hubiera

    provisto de remos las manos de los valerosos hombres quefueron a buscar para Pelias el vellocino de oro! Mi seoraMedea no hubiera zarpado hacia las torres de la tierra de Yol-co, herida en su corazn por el amor a Jasn, ni, habiendopersuadido a las hijas de Pelias a matar a su padre,3habitaraesta tierra corintia con su esposo y sus hijos, tratando de

    1. En este prlogo informativo de la Nodriza se narran los principales acon-tecimientos de la famosa expedicin de los Argonautas en la nave Argo, enbusca del vellocino de oro a la Clquide, regin situada en el Ponto Euxino,al sur del Cucaso, al cual se acceda por entre dos rompientes rocosos muypeligrosos, las Simplgades. El comienzo contiene ya una bella metfora, enla que las velas del navo son comparadas con las alas de un pjaro.2. El Pelin es un monte de Tesalia famoso por sus bosques de pinos. Obsrvesela imagen que se conoce por el nombre de hysteron-proteron,que consiste en antici-par lingsticamente una accin que lgicamente ha tenido que acontecer despus,

    pero que es considerada ms importante desde el punto de vista psicolgico. Esevidente que el pino tuvo que caer a tierra antes de que el navo surcase la mar.3. Para vengar la muerte del padre de Jasn a manos de Pelias, Medea con-venci a sus hijas de que descuartizaran a su padre y lo pusieran a cocer,asegurndoles que de este modo recobrara la juventud, pero Pelias no volvia recobrar la vida.

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    34 Eurpides

    agradar a los ciudadanos de la tierra a la que lleg como fugi-

    tiva y viviendo en completa armona con Jasn: la mejor sal-vaguarda radica en que una mujer no discrepe de su marido.Ahora, por el contrario, todo le es hostil y se duele de lo msquerido, pues Jasn, habiendo traicionado a sus hijos y a miseora, yace en lecho real, despus de haber tomado comoesposa a la hija de Creonte, que reina sobre esta tierra. YMedea, la desdichada, objeto de ultraje, llama a gritos a los

    juramentos,4

    invoca a la diestra dada, la mayor prueba de fi-delidad, y pone a los dioses por testigo del pago que recibe deJasn. Ella yace sin comer, abandonando su cuerpo a los do-lores, consumindose da tras da entre lgrimas, desde quese ha dado cuenta del ultraje que ha recibido de su esposo, sinlevantar la vista ni volver el rostro del suelo y, cual piedra uola marina, oye los consuelos de sus amigos.5Y si alguna vez

    vuelve su blanqusimo cuello, ella misma llora en s misma asu padre querido, a su tierra y a su casa, a los que traicionpara seguir a un hombre que ahora la tiene en menosprecio.La infortunada aprende, bajo su desgracia, el valor de no es-tar lejos de la tierra patria. Ella odia a sus hijos y no se alegraal verlos, y temo que vaya a tramar algo inesperado, [pues sualma es violenta y no soportar el ultraje. Yo la conozco bieny me horroriza pensar que vaya a clavarse un afilado pual atravs del hgado, entrando en silencio en la habitacin don-de est extendido su lecho, o que vaya a matar al rey y a suesposa y despus se le venga encima una desgracia mayor],pues ella es de temer. No ser fcil a quien haya incurrido ensu odio que se lleve la corona de la victoria.

    Pero he aqu a los hijos que vienen de ejercitarse en lacarrera, sin preocuparse en absoluto de las desgracias de sumadre, pues a una mente joven no le gusta sufrir.

    4. Alusin a los juramentos dados por Jasn a Medea respecto a su fidelidad,en los momentos de peligro de su viaje a la Clquide.5. Con esta comparacin, se resalta lo inflexible del temperamento de Medea.

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    Medea 35

    PEDAGOGO

    Antigua esclava de mi seora,6

    por qu ests junto a laspuertas tan solitaria, lamentando contigo misma desgracias?Cmo consiente Medea en estar sola sin ti?

    NODRIZA

    Anciano compaero de los hijos de Jasn, para los buenosesclavos es una calamidad que rueden mal las cosas de sus

    amos, y hace mella en sus corazones. Yo he llegado a un gra-do tal de sufrimiento, que el deseo me ha impulsado a veniraqu a confiar a la tierra y al cielo las desgracias de mi se-ora.

    PEDAGOGO

    No cesa an la desgraciada en sus gemidos?

    NODRIZA

    Envidio tu ingenuidad. El dolor est en su principio y an noha llegado a su mitad.

    PEDAGOGO

    Insensata!, si es lcito dirigirse as a los seores. Cun lejosest de conocer sus nuevas desgracias!7

    NODRIZA

    Qu sucede, anciano? No rehuses hablar.

    PEDAGOGO

    Nada. Bien arrepentido estoy de lo que acabo de decir.

    6. En el texto original griego dice literalmente: antigua posesin de la casa demi seora.7. Hemos seguido al editor italiano Valgiglio en la traduccin de la frase in-troducida por hoscon valor exclamativo, en lugar de causal.

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    36 Eurpides

    NODRIZA

    No, por tu mentn,8

    no ocultes nada a tu compaera de escla-vitud, pues yo guardar silencio si es necesario.

    PEDAGOGO

    He odo a alguien, haciendo que no prestaba atencin, y acer-cndome a los jugadores de dados all donde los ms ancianosestn sentados alrededor de la augusta fuente de Pirene,9que

    Creonte, soberano de esta tierra, iba a expulsar de este sueloa estos nios con su madre. Mas ignoro si este rumor es ver-dadero. Deseara que no lo fuese.

    NODRIZA

    Y Jasn va a permitir que sus hijos sufran esto, aunque no selleve bien con su madre?

    PEDAGOGO

    Las antiguas alianzas ceden el paso a las nuevas y aqul ya noes amigo de esta casa.

    NODRIZA

    Estamos perdidos, si un nuevo mal aadimos al antiguo, an-tes de haber apurado este presente.10

    PEDAGOGO

    T, al menos pues no es momento de que lo sepa la seo-ra, tranquilzate y guarda silencio.

    8. Gesto habitual de splica que se dirige a los ancianos. 9. La fuente de Pirene, famosa por la dulzura de sus aguas, fue donada por

    Asopo (dios del ro homnimo) a Ssifo, rey de Corinto, por haberle reveladoel rapto que haba llevado a cabo Zeus de su hija Egina.10. En este verso hay una bella metfora basada en el uso de un verbo que seemplea especficamente en la vida marinera. En nuestra traduccin no hapodido ser reflejada con plenitud, si tenemos en cuenta que el verbo exantlosignifica vaciar de agua la sentina de la nave y, de aqu, apurar.

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    Medea 37

    NODRIZA

    Hijos, os cmo se porta vuestro padre con vosotros? Que noperezca, pues es mi seor, pero no hay duda de que es unmalvado con los suyos.

    PEDAGOGO

    Y quin no de los mortales? Acabas de comprender que todoel mundo se ama ms a s mismo que a su prjimo11[unos con

    razn y otros por inters], si te fijas en que su padre no losama a causa de su lecho.12

    NODRIZA

    Entrad, todo ir bien, dentro de la casa, hijos. Y t, tenlos loms apartados que puedas y no los acerques a su irritada ma-dre, pues ya la he visto mirarlos con ojos fieros de toro, como

    tramando algo. No cesar en su clera, lo s bien, antes dedesencadenarla sobre alguien. Que, al menos, cause mal asus enemigos y no a sus amigos!

    MEDEA

    (Desde dentro.) Ay, desgraciada de m e infeliz por mis sufri-mientos! Ay de m, ay de m! Cmo podra morir?

    NODRIZA

    Como os deca, nios queridos, vuestra madre excita su corazn ysu clera.13Apresuraos a entrar en casa y no os acerquis a suvista ni os aproximis a ella, guardaos del carcter salvaje y de lanaturaleza terrible de su alma despiadada. Vamos, entrad cuan-to antes!(Los nios y el pedagogo entran en la casa.) Es evi-dente que esta nube de lamentos que empieza a levantarse pronto

    11. El verso 86 se convirti en proverbial.12. Se refiere al lecho de su nueva esposa.13. Estamos ante una hendadis tpica de las lenguas clsicas, en lugar de laexpresin ms engarzada la clera de su corazn.

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    38 Eurpides

    estallar con ms furor.14 Qu podr llegar a hacer un alma

    orgullosa, difcil de dominar y mordida por la desgracia?MEDEA

    (Desde dentro.) Ay, sufro, desdichada, sufro infortunios quemerecen grandes lamentos! Ay, hijos malditos de una odiosa ma-dre, as perezcis con vuestro padre y toda la casa se destruya!

    NODRIZAAy de m, ay desgraciada de m! Qu parte tienen tus hijos enlos errores de su padre?15Por qu los odias? Ay de m, hijos,cmo me angustia la idea de que vayis a sufrir algo! Terribles

    son las decisiones de los soberanos; acostumbrados a obedecer pocoy a mandar mucho, difcilmente cambian los impulsos de su ca-rcter. Mejor es acostumbrarse a vivir en la igualdad; en lo que

    a m toca, ojal envejezca, no entre grandezas, sino en lugarseguro! Moderacin es la palabra ms hermosa de pronunciar, yservirse de ella proporciona a los mortales los mayores beneficios.El exceso, por el contrario, ningn provecho procura a los morta-les y devuelve, a cambio, las mayores desgracias, cuando una di-vinidad se irrita contra una casa.

    CORO

    He odo la voz, he odo el grito de la desdichada mujer de Clqui-de. An no est tranquila. Pero habla, anciana: sobre mi umbralhe odo un grito dentro de palacio. No me alegro, mujer, con losdolores de la casa, pues he llegado a tomarle cario.

    14. Algunos comentaristas consideran este pasaje un tanto oscuro y de difcilinterpretacin, si bien creemos que no hay graves dificultades para captar el

    juego de bellas metforas que comparan la pasin de Medea con el progresivodesencadenarse de una tempestad. Sobre la frase nphos anpseila nube es-tallar con resplandor, cf. Las Fenicias 250nphos phlgei,con un significadosimilar.15. Interrogante de rancio abolengo en toda la literatura griega, documen-tado ya en Homero y posteriormente en autores como Soln, Teognis, etc.

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    Medea 39

    NODRIZA

    La casa ya no existe. Ha desaparecido ya por completo, pues a llo posee un lecho real,16y ella, mi seora, consume su vida en suhabitacin nupcial, sin que las palabras de ningn ser queridolleven alivio, a su espritu.

    MEDEA

    (Desde dentro.) Ay, que la llama celeste atraviese mi cabeza!

    Qu ganancia obtengo con seguir viviendo? Ay, ay! Ojal melibere con la muerte, abandonando una existencia odiosa!

    CORO

    Estrofa 1.Has odo, oh Zeus, tierra y luz, qu canto de dolor entona lainfeliz esposa? Qu deseo del terrible lecho17te tiene cogida, oh

    insensata? El fin de la muerte vendr pronto. No hagas estasplica! Si tu marido honra un nuevo lecho, responsabilidad suyaes, no te irrites. Zeus te har justicia en esto. No te consumas enexceso llorando a tu esposo.

    MEDEA

    (Desde dentro.) Gran Zeus y Temis augusta!18 Veis lo que

    sufro, encadenada con grandes juramentos a un esposo maldito?Ojal que a l y a su esposa pueda yo verlos un da desgarradosen sus palacios, por las injusticias que son los primeros en atrever-

    16. La expresin lecho real alude a la circunstancia de que Jasn, traicio-nando su fidelidad a Medea, se acaba de casar con Glauce, hija de Creonte,rey de Corinto.17. El terrible lecho es el de muerte, es decir, Hades.

    18. Todos los manuscritos dan aqu la leccin Oh gran Temis y venerablertemis,pero debido a la contradiccin con el verso 169, en el que la Nodrizanos dice que su seora invoca a Zeus y Temis, hemos aceptado la correccinde Weil, que siguen Mridiery otros. La diosa Temis es la representacin dela justicia divina; realmente es un atributo personificado de Zeus, supremogarante de la justicia entre los dioses y los hombres.

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    se a hacerme! Oh padre, oh ciudad de los que me alej, despus

    de matar vergonzosamente a mi hermano!NODRIZA

    Os lo que dice y con qu gritos invoca a Temis, guardiana de lassplicas, y a Zeus, que es considerado por los mortales custodio delos juramentos? No ser posible que mi seora calme su clera con

    poco.

    CORO

    Antstrofa 1Cmo podra venir ante nuestra vista y aceptar el sonido denuestras palabras, por si pudiese renunciar a la clera que abru-ma su corazn y al propsito de su mente? Que mi celo al menosno falte a mis amigos! Entra y trela aqu fuera de la casa. H-

    blale de nuestra amistad. Apresrate, antes de que cause algnmal a los de dentro, pues su dolor se desencadena con ms vio-lencia.

    NODRIZA

    Lo har, aunque temo no convencer a mi seora; sin embargo, meechar esta pena sobre mis espaldas para agradarte, a pesar deque lanza a sus criadas fieras miradas de leona que acaba de pa-rir, cada vez que alguno se acerca a dirigirle la palabra. Uno no

    se equivocara, si llamara ciegos y necios a los hombres que noshan precedido, pues inventaron himnos para las fiestas, los ban-quetes y los festines, que alegran la vida de quien los escucha, peroninguno invent el medio de calmar los dolores odiosos a los mor-tales con la msica y los cantos de muchos acordes; de ellos vienenlas muertes y los terribles infortunios que abaten las casas. Sinembargo, sera provechoso que los hombres los sanaran con can-tos. A qu viene alzar la voz en vano en los banquetes opparos?La abundancia del festn basta para llevar alegra a los mor-tales.

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    CORO

    EPODOHe odo el clamor gemebundo de los lamentos y los gritos penososy penetrantes que lanza contra su malvado esposo, traidor a sulecho. Ella invoca, como testimonio de la injusticia padecida, aTemis,19hija de Zeus, custodia de los juramentos, que la condujoa la costa opuesta de Grecia, a travs del mar nocturno,20hastala salina llave21del mar infinito.

    MEDEA

    (Aparece en escena y se dirige al Coro.)Mujeres corintias, hesalido de mi casa para evitar vuestros reproches, pues yo co-nozco a muchos hombres soberbios de natural a unos los hevisto con mis propios ojos, y otros son ajenos a la casa que,por su tranquilidad, han adquirido mala fama de indiferencia.

    Es evidente que la justicia no reside en los ojos de losmortales, cuando, antes de haber sondeado con claridad eltemperamento de un hombre, odian slo con la vista, sin ha-ber recibido ultraje alguno. El extranjero debe adaptarse a laciudad, y no alabo al ciudadano de talante altanero que esmolesto para sus conciudadanos por su insensibilidad. Encuanto a m, este acontecimiento inesperado que se me havenido encima me ha partido el alma. Todo ha acabado param y, habiendo perdido la alegra de vivir, deseo la muerte,amigas, pues el que lo era todo para m, no lo sabis bien, miesposo, ha resultado ser el ms malvado de los hombres.

    19. En la Teogonade Hesodo, Temis es hija de Urano y Gea (V. 135) y lasegunda esposa de Zeus (V. 901). Posteriormente Dice o Justicia, hija de Zeusy Temis (V. 902) fue identificada con Temis, de donde se origin el hecho de

    que Temis fuera considerada hija de Zeus en lugar de su esposa.20. Se han propuesto muchas explicaciones del epteto obscuro aplicadoal mar; quiz hace referencia a la visin del mar por la noche, como piensa elescoliasta, pero probablemente hace alusin a la oscuridad de las profundi-dades marinas.21. Alusin al estrecho del Bsforo tracio, mejor que a los Dardanelos.

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    De todo lo que tiene vida y pensamiento, nosotras, las

    mujeres, somos el ser ms desgraciado. Empezamos por te-ner que comprar un esposo con dispendio de riquezas y to-mar un amo de nuestro cuerpo, y ste es el peor de los males.Y la prueba decisiva reside en tomar a uno malo, o a unobueno. A las mujeres no les da buena fama la separacin delmarido y tampoco les es posible repudiarlo.22Y cuando unase encuentra en medio de costumbres y leyes nuevas, hay que

    ser adivina, aunque no lo haya aprendido en casa, para sabercul es el mejor modo de comportarse con su compaero delecho. Y si nuestro esfuerzo se ve coronado por el xito ynuestro esposo convive con nosotras sin aplicarnos el yugopor la fuerza, nuestra vida es envidiable, pero si no, mejor esmorir. Un hombre, cuando le resulta molesto vivir con lossuyos, sale fuera de casa y calma el disgusto de su corazn

    [yendo a ver a algn amigo o compaero de edad]. Nosotras,en cambio, tenemos necesariamente que mirar a un solo ser.Dicen que vivimos en la casa una vida exenta de peligros,mientras ellos luchan con la lanza. Necios! Preferira tresveces estar a pie firme con un escudo, que dar a luz unasola vez.

    Pero el mismo razonamiento no es vlido para ti y param. T tienes aqu una ciudad, una casa paterna, una vidacmoda y la compaa de tus amigos. Yo, en cambio, sola ysin patria, recibo los ultrajes de un hombre que me ha arre-batado como botn de una tierra extranjera, sin madre, sinhermano, sin pariente en que pueda encontrar otro abrigo ami desgracia.23Pues bien, slo quiero obtener de ti lo siguien-

    22. Ejemplo de la situacin de inferioridad en que se encontraba la mujer enAtenas, si bien Eurpides evidencia aqu un notorio anacronismo, ya queen el siglo Vla mujer poda divorciarse del marido con el patrocinio del arcon-te, aunque esto la desacreditaba.23. Tpica metfora euripidea basada en la comparacin con el lenguajemarinero.

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    Medea 43

    te: si yo descubro alguna salida, algn medio para hacer pa-

    gar a mi esposo el castigo que merece [a quien le ha concedi-do su hija y a quien ha tomado por esposa], cllate. Unamujer suele estar llena de temor y es cobarde para contem-plar la lucha y el hierro, pero cuando ve lesionados los dere-chos de su lecho, no hay otra mente ms asesina.

    CORIFEO

    As lo har. T tienes derecho a castigar a tu esposo, Medea.No me causa extraeza que te duelas de tu infortunio. Peroestoy viendo a Creonte, seor de esta tierra, que se acerca,mensajero de nuevas decisiones.

    CREONTE

    A ti, la de mirada sombra y enfurecida contra tu esposo, Me-

    dea, te ordeno que salgas desterrada de esta tierra, en compa-a de tus dos hijos y que no te demores. Ya que yo soy elrbitro de esta orden, no regresar a casa antes de haberteexpulsado fuera de los lmites de esta tierra.

    MEDEA

    Ay, estoy completamente perdida, desgraciada de m! Misenemigos despliegan todas las velas y no hay desembarco ac-cesible para escapar a esta desgracia.24Mas, a pesar de mi si-tuacin desfavorable, voy a hacerte una pregunta. Por qume expulsas de esta tierra, Creonte?

    CREONTE

    Temo que t, no hay por qu alegar pretextos, causes a mihija un mal irreparable. Muchos motivos contribuyen a mi te-mor: eres de naturaleza hbil y experta en muchas artes ma-lficas, y sufres por verte privada del lecho conyugal. Oigo decirque amenazas, as me lo refieren, con hacer algo contra el pa-

    24. Cf. la nota anterior.

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    dre que ha concedido en matrimonio a su hija, contra el espo-

    so y la esposa. Antes de que esto suceda, tomar mis precau-ciones. Preferible es para m atraerme ahora tu odio, mujer,que llorar luego amargamente mi blandura.

    MEDEA

    Ay, ay! No es ahora la primera vez, sino que ya me ha ocu-rrido con frecuencia, Creonte, que me ha daado mi fama y

    procurado grandes males.25

    Nunca hombre alguno, dotadode buen juicio por naturaleza, debe hacer instruir a sus hijospor encima de lo normal, pues, aparte de ser tachados de hol-gazanera, se ganarn la envidia hostil de sus conciudadanos.Y si enseas a los ignorantes nuevos conocimientos, pasarspor un intil, no por un sabio. Si, por el contrario, eres con-siderado superior a los que pasan por poseer conocimientos

    variados, parecers a la ciudad persona molesta.

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    Yo mismaparticipo de esta suerte, ya que, al ser sabia, soy odiosa paraunos [... (304)] y para otros hostil. Y la verdad es que no soysabia en exceso. Como quiera que sea, t tienes miedo de queyo te proporcione algn dao. No tiembles ante m, Creonte,no estoy en condiciones de cometer un error contra los sobe-ranos. Y adems, en qu me has ofendido t? Diste a tu hijaa quien te placa. A mi esposo es a quien odio, pero t, as locreo, has obrado con sensatez. No siento envidia ahora deque todo te salga bien. Celebrad la boda, que os acompae lafelicidad, pero permitidme habitar esta tierra. Mantendr ensilencio la injusticia recibida, pues he sido vencida por quie-nes son ms poderosos.

    25. Medea tena merecida fama de sabia y de maga.

    26. En todo este pasaje hallamos claras alusiones al peligro que corre el fil-sofo en su actuacin ante el vulgo, argumento que era tratado tambin en sutragediaAntope. En el fondo se debate el problema de la utilidad o inutilidaddel sabio para la comunidad, lo cual prueba lo cercano que estaba ya el divor-cio de la unin sabio-comunidad. Esto lo saba perfectamente Eurpides, lla-mado, con razn, el filsofo de la escena.

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    CREONTE

    Dices cosas dulces de or, pero temo que dentro de tu mentemaquines contra m algn mal y ahora confo en ti menos queantes, pues de una mujer de nimo irritado, lo mismo que deun hombre, es ms fcil guardarse que de un sabio silencioso.Vete lo ms rpido que puedas y no hables ms! As se hadecidido y ningn artificio te valdr para quedarte entre no-sotros, ya que eres enemiga nuestra.

    MEDEA

    (Abrazndose a sus rodillas en seal de splica.)No, te lo su-plico por tus rodillas y por tu hija recin casada!

    CREONTE

    Gastas palabras. No logrars convencerme nunca.

    MEDEA

    Vas a echarme sin tener en consideracin mis splicas?

    CREONTE

    No te quiero a ti ms que a mi casa.

    MEDEA

    Oh patria, cmo me embarga tu recuerdo!

    CREONTE

    Fuera de mis hijos, nadie hay ms querido para m.

    MEDEA

    Ay, ay, qu gran mal son los amores para los mortales!

    CREONTE

    Depende, creo, de cmo se presenten las circunstancias.

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    MEDEA

    Zeus, ojal no te pase desapercibido el culpable de estas des-gracias!

    CREONTE

    Vete, insensata, y lbrame de este sufrimiento!

    MEDEA

    Yo soy la que sufro sin tener necesidad de ello.CREONTE

    (Haciendo un gesto a los hombres de su escolta.)Rpido, si noquieres ser expulsada a la fuerza por mis servidores.

    MEDEA

    Eso no, Creonte, te lo ruego.CREONTE

    Vas a ocasionarnos molestias, segn parece, mujer.

    MEDEA

    Me marchar. No es eso lo que suplico conseguir de ti.

    CREONTE

    Por qu, opones resistencia y no te alejas de esta tierra?

    MEDEA

    Djame permanecer un solo da y pensar de qu modo meencaminar al destierro y encontrar recursos para mis nios,ya que su padre no se digna ocuparse de sus hijos. Compa-dcete de ellos! T tambin eres padre y es natural que ten-gas benevolencia. Por m no siento preocupacin ni por midestierro, pero lloro por aqullos y por su infortunio.

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    CREONTE

    La naturaleza de mi voluntad no es la de un tirano y la piedadmuchas veces me ha sido perjudicial. Ahora veo que me equi-voco, mujer, y, sin embargo, obtendrs lo que deseas. Pero teprevengo que, si maana la antorcha del dios27te ve a ti y atus hijos dentro de los confines de esta tierra, morirs. Loque te acabo de decir no es falso. Y ahora, si debes quedarte,qudate un da, pues no podrs llevar a cabo ninguna de las

    acciones que me aterran.(Creonte abandona la escena.)

    CORIFEO

    Desgraciada mujer! Ay, ay, triste por tus pesares! Adnde tedirigirs? A qu hospitalidad vas a recurrir? En qu casa o tie-

    rra hallars la salvacin de tus desgracias? Cmo te ha sumergi-do la divinidad en un oleaje infranqueable de males!28

    MEDEA

    La desgracia me asedia por todas partes. Quin lo negar?Pero esto no se quedar as, no lo creis todava. A los recincasados an les acechan dificultades, y a los suegros no pe-queas pruebas. Crees que yo habra adulado a este hombre,si no fuera por provecho personal o maquinacin? Ni siquie-ra le hubiera dirigido la palabra ni tocado con mis manos.Pero l ha llegado a tal punto de insensatez que, habiendopodido arruinar mis proyectos expulsndome de esta tierra,ha consentido que yo permaneciera un da, en el que matara tres de mis enemigos, al padre, a la hija y a mi esposo.

    Tengo muchos caminos de muerte para ellos, pero no s,amigas, de cul echar mano primero. Prender fuego a lamorada nupcial o les atravesar el hgado con una afilada es-

    27. Se refiere al Sol.28. Otra nueva metfora marinera.

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    pada, penetrando en silencio en la habitacin en que est ex-

    tendido su lecho. Un solo inconveniente me detiene: si soycogida en el momento de atravesar el umbral y dar el golpe,mi muerte ser el hazmerrer de mis enemigos. Lo mejor esel camino directo, en el que soy muy hbil por naturaleza:matarlos con mis venenos.

    Bien. Ya estn muertos. Qu ciudad me acoger? Quhusped, ofrecindome su tierra como asilo y su casa como

    garanta, proteger mi persona? Ninguno. Pero puesto quean puedo permanecer breve tiempo, si se me muestra unrefugio seguro, con astucia y en silencio me encaminar alcrimen, pero si una desgracia sin remedio me expulsa de laciudad, yo misma con la espada en la mano, aunque vaya amorir, los matar y recurrir a la audacia ms extremada. No,por la soberana a la que yo venero por encima de todas y a la

    que he elegido como cmplice, por Hcate,

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    que habita enlas profundidades de mi hogar, ninguno de ellos se reir decausar dolor a mi corazn. Yo har que sus bodas sean amar-gas y dolorosas, amarga su alianza y el exilio que me aleja demi tierra. Mas, ea, no ahorres ninguno de tus conocimientos,Medea, en tus planes y artimaas. Avanza hacia tu accinterrible, ahora debes dar prueba de tu valor. Ves el trato querecibes. No debes pagar el tributo del escarnio en la boda de

    Jasn con una descendiente de Ssifo,30t, hija de un noblepadre y progenie del Sol.31T eres hbil y, adems, las mu-jeres somos por naturaleza incapaces de hacer el bien, perolas ms hbiles artfices de todas las desgracias.

    29. Hcate es una divinidad infernal de la magia. En el idilio II de Tecritoes relacionada con Circe y Medea.30. La expresin descendiente de Ssifoapunta a los corintios y en particulara la hija de Creonte, que descenda de Ssifo.31. Medea es progenie del Sol, y de aqu el frecuente epteto el Sol, padre demi padre,dado que, segn la mitologa, es nieta de Helio.

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    CORO

    Estrofa 1.Las corrientes de los ros sagrados remontan a sus fuentes32y lajusticia y todo est alterado. Entre los hombres imperan las de-cisiones engaosas y la fe en los dioses ya no es firme. Pero loque se dice sobre la condicin de la mujer cambiar hasta conse-

    guir buena fama, y el prestigio est a punto de alcanzar al li-naje femenino; una fama injuriosa no pesar ya sobre las mu-

    jeres.Antstrofa 1.

    Y las musas de los antiguos aedos cesarn de celebrar mi infideli-dad.33En nuestra mente Febo, maestro de los cantos, no infundiel don del canto divino de la lira; en otro caso, hubiera entonado,en respuesta, un himno contra el linaje de los hombres. Pero el

    largo fluir del tiempo tiene que decir mucho sobre nuestro destinoy el de los hombres.

    Estrofa 2.T navegaste desde la morada paterna con el corazn enloqueci-do, franqueando las dobles rocas del mar34y habitas en una tierraextranjera, privada de tu lecho y de tu esposo, infortunada, y con

    ignominia sers desterrada de esta tierra.

    32. Frase proverbial empleada tambin por Esquilo y que expresa, segnHesiquio, una subversin de las leyes naturales. El adjetivo sagrado apli-cado a los ros muestra una supervivencia de un animismo primitivo quecrea que en cada ro se ocultaba una divinidad a la que se deba rendir

    culto.33. Seguramente, el poeta est pensando en Homero, Hesodo, Simnides,Arquloco, Hiponacte, que emitieron juicios muy desfavorables sobre lasmujeres, pero los crticos se inclinan a pensar que Eurpides alude a las mu-jeres de su poca.34. Nueva alusin a las rocas Simplgades; cf. n. 1. Antstrofa 2.

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    Antstrofa 2.

    Se ha esfumado el encanto de los juramentos.35

    El pudor ya notiene su asiento en la gran Hlade y ha volado hasta el cielo.36Yt, infeliz, no tienes una casa paterna como fondeadero de tusdesgracias,37sino que otra reina ms poderosa que tu lecho domi-na en la casa.

    (Aparece en escena Jasn.)

    JASN

    No he visto hoy por primera vez, sino tambin en otras mu-chas ocasiones, cun irremediable mal es la acerba clera.Pues, aunque tenas la posibilidad de habitar esta tierra y estacasa, soportando fcilmente las decisiones de los poderosos,por tus palabras insensatas sers desterrada de este pas. A m

    no me importa, puedes continuar diciendo que Jasn es elpeor de los hombres, pero, despus de las amenazas que haslanzado contra los soberanos, considera una ganancia total elser castigada con el destierro. Yo me esforzaba, una y otravez, por calmar la clera de los irritados soberanos y queraque permanecieras aqu, pero t no desistas en tu locura,injuriando siempre a los reyes y, por ello, sers expulsada delpas. Sin embargo, a pesar de lo que ha ocurrido, sin renegarde mis ntimos, vengo aqu a ocuparme de tu suerte, a fin deque no seas expulsada con tus hijos sin recursos y no carezcasde nada: el destierro arrastra consigo muchos males; a pesardel odio que me tienes, no podra nunca quererte mal.

    35. Hemos traducido chrispor encanto con Page. Otros autores lo tra-ducen por respeto, santidad.36. El escoliasta seala el posible recuerdo de Hesodo, Trabajos157 y sigs.37. Otra metfora marinera para insistir en la idea del refugio que procurauna casa paterna, similar al que ofrece un puerto. Mridier traduce de unmodo muy plstico o jeter lancre loin de tes peines.

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    Oh colmo de maldades!, no encuentro en mi lengua mayorinsulto para tu cobarda. Vienes ante nosotros, vienes comonuestro peor enemigo [para los dioses, para m y para todo elgnero humano?]. No, ni arrojo ni audacia es mirar de frentea los amigos despus de haberles hecho un mal, sino el mayorde los vicios que el hombre puede albergar: la desvergenza.Pero has hecho bien en venir. Yo aliviar mi alma con mis

    injurias y t, al orme, padecers.Comenzar a hablar desde el principio. Yo te salv, comosaben cuantos griegos se embarcaron contigo en la nave Argo,cuando fuiste enviado para uncir al yugo a los toros que res-piraban fuego y a sembrar el campo mortal; y a la serpienteque guardaba el vellocino de oro, cubrindolo con los mlti-ples repliegues de sus anillos, siempre insomne, la mat e

    hice surgir para ti una luz salvadora.

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    Y yo, despus de trai-cionar a mi padre y a mi casa, vine [en tu compaa] a Yolco,en la Pelitide,39con ms ardor que prudencia. Y mat a Pe-lias con la muerte ms dolorosa de todas, a manos de sus hi-jas, y apart de ti todo temor. Y a cambio de estos favores,oh el ms malvado de los hombres!, nos has traicionado yhas tomado un nuevo lecho, a pesar de tener hijos. Si no loshubieras tenido, se te haba perdonado enamorarte de ese le-

    38. Este pasaje alude a acontecimientos de la expedicin de los Argonautas,concretamente a la condicin que puso Eetes, rey de la Clquide, a Jasn paraentregarle el vellocino de oro: poner el yugo a dos toros que despedan fuegopor los ollares, y trabajar una tierra sembrando en ella los dientes del dragnde Ares, de Tebas, que Atenea haba dado a Eetes. A pesar de que Jasn su-per estas pruebas con la ayuda de las artes mgicas de Medea, el rey Eetes

    no quiso mantener su promesa de entregarle el vellocino, que estaba cus-todiado por una serpiente. Una vez que Medea consigui adormecer a la ser-piente con sus sortilegios, Jasn se apoder del vellocino y huy en lanave Argo, a pesar de que Eetes intentase incendiarla.39. La comarca de Yolco se llama Pelitide, por estar situada en la falda delmonte Pelin.

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    cho. Se ha desvanecido la confianza en los juramentos y no

    puedo saber si crees que los dioses de antes ya no reinan, o sipiensas que ahora hay leyes nuevas entre los hombres, por-que eres consciente, qu duda cabe, de que no has respetadolos juramentos que me hiciste. Ay, mano derecha que tantasveces tomabas y rodillas mas, cun en vano hemos recibidolas caricias de un hombre malvado, qu decepcin en nues-tras esperanzas! Ea, me voy a dirigir a ti como a un amigo.

    Creyendo que voy a recibir de ti algn beneficio? No, antesbien mis preguntas te harn aparecer ms infame. Adndevoy a dirigirme ahora? A la morada paterna, a la que traicio-n, y a mi patria, por seguirte? A la casa de las desgraciadashijas de Pelias? Bien me iban a recibir en su casa, despus dehaber matado a su padre! As estn las cosas: para los seresqueridos de mi casa soy odiosa; y a los que no debera haber

    hecho dao, por causarte complacencia los tengo como ene-migos. Claro que, en compensacin, me has hecho feliz a losojos de la mayora de las griegas. En ti tengo un esposo admi-rable y fiel, desdichada de m!, si soy desterrada y expulsadade esta tierra, privada de amigos, completamente sola conmis hijos. Bonito reproche para el recin casado el que sushijos anden errantes como mendigos y tambin la que le hasalvado!40

    Oh Zeus! Por qu concediste medios claros a los hom-bres para distinguir el oro falso y, en cambio, no imprimisteen el cuerpo ninguna huella natural con la que distinguir alhombre malvado?41

    CORIFEO

    Terrible es la clera y difcil de sanar, cuando suscita discor-dia entre seres queridos!

    40. Obsrvese la amarga irona de todo el pasaje.41. En relacin con esta comparacin, cf. Teognis, 119 y sigs.

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    JASN

    Debo, segn parece, tener el don natural de la palabra y,como buen timonel de navo, plegar las velas, para escapar,mujer, a tu insensata locuacidad. En lo que a m se refiere,puesto que exaltas en demasa tus favores, considero que Ci-pris42fue, en la travesa, mi nica salvadora entre los diosesy los hombres. Tu espritu es sutil, qu duda cabe, pero te esodioso declarar que Eros te oblig, con sus dardos inevita-

    bles, a salvar mi persona. Pero en este punto no ser demasia-do preciso; comoquiera que haya sido tu ayuda, me parecebien. Es innegable, no obstante, que, por mi salvacin, hasrecibido ms de lo que has entregado. Me explicar: en pri-mer lugar, habitas tierra griega y no extranjera, y conoces lajusticia y sabes utilizar las leyes sin dar gusto a la fuerza. To-dos los griegos saben que eres sabia y te has ganado buena

    fama; en cambio, si vivieses en los confines de la tierra, no sehablara de ti. No deseara yo poseer oro en mi palacio nientonar un canto ms hermoso que el de Orfeo, si no mehubiese tocado en suerte un destino famoso.

    Basta ya con lo que te he dicho acerca, de mis desvelos; esevidente que t iniciaste esta disputa de palabras. En cuanto alos reproches que me diriges por mi boda con la hija del rey, tedemostrar, en primer lugar, que he sido sabio, luego, sensatoy, finalmente, un gran amigo para ti y para mis hijos. (Ante el

    gesto indignado de Medea.) Tranquilzate. Cuando yo lleguaqu desde la tierra de Yolco, arrastrando tras de m innume-rables situaciones sin salida, qu hallazgo ms feliz habra po-dido encontrar que casarme con la hija del rey, siendo comoera un desterrado? No he aceptado la boda por los motivos quete atormentan ni por odio a tu lecho, herido por el deseo de unnuevo matrimonio, ni por nimo de entablar competicin enla procreacin de hijos. Me basta con los que tengo y no tengo

    42. Jasn niega el mrito a Medea y se lo atribuye a Cipris o Afrodita, la dio-sa del amor.

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    nada que reprocharte, sino que, y esto es lo principal, lo hice

    con la intencin de llevar una vida feliz y sin carecer de nada,sabiendo que al pobre todos le huyen, incluso sus amigos,43y,adems, para poder dar a mis hijos una educacin digna de micasa y, al procurar hermanos a los hijos nacidos de ti, colocar-los en situacin de igualdad y conseguir mi felicidad con launin de mi linaje, pues, qu necesidad tienes t de hijos? Yotengo inters en que los hijos que han de venir sirvan de ayuda

    a los que viven. He errado en mi proyecto? No lo podrasdecir, si no te atormentaran los celos de tu lecho. Pero las mu-jeres llegis al extremo de que, mientras va bien vuestro matri-monio, creis que lo tenis todo, pero, en el caso de que unadesgracia lo alcance, lo ms provechoso y lo ms bello lo con-sideris como lo ms hostil. Los hombres deberan engendrarhijos de alguna otra manera y no tendra que existir la raza

    femenina: as no habra mal alguno para los hombres.

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    CORIFEO

    Jasn, bien has adornado tus palabras, pero me parece, aun-que voy a hablar contra tu punto de vista, que has traicionadoa tu esposa y no has obrado con justicia.

    MEDEA

    (Como hablando consigo misma.)Es evidente que en muchascosas disiento de la mayora de los mortales. Para m, quien

    43. En relacin con esta idea que refleja el tremendo egosmo de Jasn, cf.Eurpides, fr. 667: los amigos huyen al hombre desgraciado,as como Electra1131: Nadie desea adquirir amigos pobres.44. ste es uno de los pasajes ms significativos que granjearon a Eurpides

    la fama de misoginia. El nmero de versos del parlamento de Jasn es idn-tico al de los recitados por Medea; paralelismo semejante lo encontramostambin en Hcuba, Electra,Las Heraclidas, Las Fenicias.Esta circunstanciahace patente el influjo de la costumbre, vigente en los tribunales atenienses,de que los oradores empleasen, tanto en la acusacin como en la defensa, elmismo tiempo en sus exposiciones, medido por una clepsidra o reloj de agua.

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    es injusto y, al mismo tiempo, de talante habilidoso en el ha-

    blar merece el mayor castigo,45

    pues, ufanndose de adornarla inj