Mazower Europa Negra Cap7

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.... v ... u ,,, .. " .. ,' ...... , ... .... el L)lilUU, peru IIU I,;UIHcma CSt11'1l ciones para su aplicación y sigue siendo poco más que un pío de: t'1I Mucho mayor alcance por sus implicaciones tuvo la Convent 1I del Genocidio del mismo año. aprobada tras la notable cruzada d solo hombre, Raphael Lemkin, decepcionado por el hecho de qu Tribunal Militar Internacional de Núremberg se negara a juzgar l. cometidos por los nazis antes de 1939. Lemkin y otros habían derado los procesos por crímenes de guerra como una OportuOlil •• 1 de afirmar la paz mundial, aumentando los poderes conforme a I 11 t internacional para adoptar acciones tanto contra individuos COIlIIl contra Estados. La COI1Vención del Genocidio añadió un impon 111 nuevo crimen a los ya reconocidos por el Derecho Internacional e III! puso a los Estados que la ratificaron la obligación de prevenir o e )1. gar su realización. Pero el potencial de la Convención ha sido enttl mente ignorado por la comunidad internacional y apenas hay prutb que resp21den la resuelu afirm2ción de que «crecerá en la sociwhl mundial la sensación de que, protegiendo por doquier a grupos n2 11' nales, raciales, religiosos y étnicos, nos protegeremos a nosotros mI' mas». Durante cuatro décadas quedaron impunes fuera de una serie de genocidios; en 1992 esa indiferencia se extendió a la pl'l pia -238- 7 UNA PAZ BRUTAL, 1943-1949 Ahora que las Naciones Unidas comienzan a r«onquistar Europa de los nazis, entra en vigor la fase .. democrática_ de la política colonial... Lo que [los europeos] solían designar con un cieno desdén -politica nativa_ se aplica ahora a ellos. DWIGI-IT MACDONALD, Native Politics, 1944 1 La Segunda Guerra Mundi21---eulminación de c2si un siglo de l"ciente violencia entre las potencias europeas demro y fuera del untineme- fue en realidad varias contiendas en una. Representó, en 11flmer lugar, un conflicto militar. librado por fuerzas armadas y de· 't'ncadenado por las ambiciones imperialistas de Hitler. Pero consti- lUyó también un2 guerra entre razas, religiones y grupos étnicos, un ungriento reajuste de cuentas por parte de nacionalistas extremados 'I\le deseaban modificar por 12 fuerza los acuerdos de Versalles. En I("rcer lugar, significó en muchas áreas occidentales y orientales una Kucrra de clases en el más amplio sentido, tanto si se trataba de los Itracci4nti sin tierras contra los terratenientes profascistas en la Italia ,rptentrional como de pobres granjeros montañeses contra poblacio- nes urbanas. Finalmente, cuando los movimientos de resistencia ger- nllnuon en el período 1943·194-4 y provocaron terribles represalias a manos de las milicias colaboracionistas, la contienda se convirtió en olla guelTT2 civil alentada por armas y fondos germanos y cuyas raíces le remontaban a 1919 e incluso, como era el caso de Francia, a 1789. Esta atmósfera de polarización se vio intensificada por el acercamien- 10 hacia el oeste del Ejército Rojo y hacia el este de los ali2dos. z El saldo de muertes -aproximadamente 40 millones- superó no -239-

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....v ... u ,,, .. " ..,' ...... , ... ~Ul-"C;II"¡"'" ....el L)lilUU, peru IIU I,;UIHcma CSt11'1l

ciones para su aplicación y sigue siendo poco más que un pío de: t'1I

Mucho mayor alcance por sus implicaciones tuvo la Convent 1I

del Genocidio del mismo año. aprobada tras la notable cruzada dsolo hombre, Raphael Lemkin, decepcionado por el hecho de quTribunal Militar Internacional de Núremberg se negara a juzgar a~ l.

cometidos por los nazis antes de 1939. Lemkin y otros habían C()I"~

derado los procesos por crímenes de guerra como una OportuOlil ••1de afirmar la paz mundial, aumentando los poderes conforme a I 11 t

internacional para adoptar acciones tanto contra individuos COIlIIl

contra Estados. La COI1Vención del Genocidio añadió un impon 111

nuevo crimen a los ya reconocidos por el Derecho Internacional e III!

puso a los Estados que la ratificaron la obligación de prevenir o e )1.

gar su realización. Pero el potencial de la Convención ha sido enttlmente ignorado por la comunidad internacional y apenas hay prutbque resp21den la resuelu afirm2ción de que «crecerá en la sociwhlmundial la sensación de que, protegiendo por doquier a grupos n2 11'

nales, raciales, religiosos y étnicos, nos protegeremos a nosotros mI'mas». Durante cuatro décadas quedaron impunes fuera de Europ~

una serie de genocidios; en 1992 esa indiferencia se extendió a la pl'lpia Europa.~

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UNA PAZ BRUTAL, 1943-1949

Ahora que las Naciones Unidas comienzan a r«onquistarEuropa de los nazis, entra en vigor la fase ..democrática_ de lapolítica colonial... Lo que [los europeos] solían designar con uncieno desdén -politica nativa_ se aplica ahora a ellos.

DWIGI-IT MACDONALD, Native Politics, 19441

La Segunda Guerra Mundi21---eulminación de c2si un siglo del"ciente violencia entre las potencias europeas demro y fuera deluntineme- fue en realidad varias contiendas en una. Representó, en

11flmer lugar, un conflicto militar. librado por fuerzas armadas y de·'t'ncadenado por las ambiciones imperialistas de Hitler. Pero consti­lUyó también un2 guerra entre razas, religiones y grupos étnicos, unungriento reajuste de cuentas por parte de nacionalistas extremados'I\le deseaban modificar por 12 fuerza los acuerdos de Versalles. EnI("rcer lugar, significó en muchas áreas occidentales y orientales unaKucrra de clases en el más amplio sentido, tanto si se trataba de losItracci4nti sin tierras contra los terratenientes profascistas en la Italia,rptentrional como de pobres granjeros montañeses contra poblacio­nes urbanas. Finalmente, cuando los movimientos de resistencia ger­nllnuon en el período 1943·194-4 y provocaron terribles represalias amanos de las milicias colaboracionistas, la contienda se convirtió enolla guelTT2 civil alentada por armas y fondos germanos y cuyas raícesle remontaban a 1919 e incluso, como era el caso de Francia, a 1789.Esta atmósfera de polarización se vio intensificada por el acercamien­10 hacia el oeste del Ejército Rojo y hacia el este de los ali2dos.z

El saldo de muertes -aproximadamente 40 millones- superó no

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sólo a los millares de caídos en la guerra franco-prusiana, la dc losboers o las balcánicas, sino incluso a los millones que perecieron en laPrimera Guerra Mundial y en la guerra civil rusa. La proporción demuertos civiles -quizá la mitad del total- fue mucho más alta quenunca. En ese capítulo figuraron, aparte de los cinco o seis millonesde judíos, millones de polacos, alemanes, rusos y ucranianos. La gue·rra de aniquilamiento en el Este constituyó el escenario de las mayo·res matanzas; representó una destrucción en una escala diferente y fucllevada a cabo según normas distintas de las experimentadas en Euro·pa occidental. Las bajas militares británicas y francesas, por ejemplo,fueron menos de una décima parte de las enormes pérdidas germana.Pero incluso éstas quedaron empequeñecidas por la Unión SoviétiC1que perdió -amén de más de diez millones de civiles- tres. mil10ncde prisioneros de guerra muertos de inanición y otros 6,5 millones dfhombres en el frente orienta!.l

El grado de los sufrimientos y de las destrucciones que se abatitron sobre las poblaciones civiles durante más de seis años transfornllla las sociedades europeas. Las políticas nazis de exterminio habíallamenazado a grupos étnicos y nacionales enteros; gran parte de la ellte militar e intelectual de Polonia pereció a manos de los alemanc yde los rusos. Las políticas de genocidio eran, simplernente,las fomumás extremadas de una guerra y se hallaban orientadas contra los ci\'1les y la estructura misma de la sociedad de la preguerra. Por ese m011vo, la reconstrucción a partir de 1945 fue un empeño muy diferenl'del acometido en la década de los veinte: esta vez no cabía pensar tU

volver hacia atrás. Las pérdidas de la guerra abrieron enormes huc{;ten el tejido social y físico; suscitaron amargos recuerdos y cmociOlllairadas, pero también nuevos retos y oportunidades}

¿Cómo podrían detenerse de pronto, en 1945, conflictos de lollll'tensidad? La rendición germana es un indicador conveniente para 1"historiadores pero poco más. Resulta desde luego positivamelllc t 11

gañosa en cuanto que sugiere el final de una época y el comiení't' dotra. No existió, en realidad, un Año Cero, ni una separación c1ar;t tll

tre guerra caliente y fría y los regímenes de la posguerra que emCIIt"ron en la segunda tenían sus raíces en las experiencias sociales dt Iépoca bélica. Cabe decir que la transición hacia la era dc la posgUt tI

se inició en 1943, cuando los aliados invadieron Italia y comell/,II"lIlos problemas de la ocupación y de la reconstrucción. Seis año_ tI!'

tarde, la división de Europa era casi completa (sólo Austria y l, U·

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¡Il,wi,¡ se mantuvieron contra la corriente) y las enemistades de lahl\.1 bélica se habían transformado bajo la presión de la guerra fría.

( :uando la ocupación nazi dio paso a modos más permanentes de¡,urdinación -en el Este a la Unión Soviética y en el Oeste a Esta­

Unidos-la reinvención de la democracia en Europa durante la'Kllcrra dejó de ser un proyecto definido contra la amenaza del fas­mo y se convirtió por el contrario en terreno para la competición1.. ~ucrra fría. Hacia 1950 habían emergido los ganadores: en el,It· socialdemócratas y democratacristianos anticomunistas; en el,IJ democracias populares comunistas. Cada bando consideró al

'\111110 el sucesor de Hitler y a sí mismo como su auténtico adver­" \u.lin acertó. «Esta guerra no es como en el pasado --observólulo se aproximaba el final de la contienda-o El que ocupa un te­"11) lambién implanta allí su propio sistema social. Todo el mun­

11IlIl{lne su propio sistema hasta donde su ejército puede alcanzar.posible que sea de otra manera.»)

I>I:SPLAZAMIENTO y CRISIS SOCIAL: 1944-1948

IIl\Jriablemente, las guerras desplazan poblaciones. Pero esta1 nt.la había sido librada de modo específico para establecer un"11 Orden a través del exterminio, la encarcelación, la deporta­y rllraslado. Hitler pretendió reconfigurar el mapa etnográfico

UIlIllJ mientras que Stalin, por su parte, también deportó a cente.111' mile.s de «enemigos» de clase y étnicos, incluyendo polacos,l.u'os~ lituanos y chechenos. La derrota de Alemania supuso el\·I.1I11Iento de los prisioneros de guerra germanos y la liberación

Iliones d~ internados en los campos, trabajadores esclavos yItI l'Xlran¡Cros. Aunque durante la contienda la cuestión de los"Idos se ~lab~a plani~icado en cierto modo, la dimensión del pro-• 111lt1la~ltano tomo por sorpresa a los aliados. Los desarraiga.

fllll hUIda, evacuación, reasentamiento o su empleo como ma­Ilh, ',1 forzosa- suma;on entre 1939 y 1948 y sólo en la Europa

.1 prl~nt.al unos 46 m1110nes, empequeñeciendo la importanciaIIlUVlllUCntos de refugiados de la Primera Guerra Mundial. AI-

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gunos de esos desplazamientos fueron temporales y voluntarios, pro no sucedió así en la mayoría de los casos. Visto hoy, la razón pOlicip.u que los indujo está hast,lJlte clara: tras la insatisfactoria experiehcia con las minorías en los nuevos estados-nación del período ~I

entreguerras, la gente fue desplazada para consolidar unas fromerpolíticas.6

La'liberación reveló que había más de 11 millones de personAdesplazadas, diez veces las existentes tras la Primera Guerra Mund¡~1

Algunas descargaron su venganza sobre los alemanes, robaron III

tasa y amenazaron a la población civil. El 4 de mayo de 1945, rP1

ejemplo, Elena Skrjabina vio a un grupo de compatriotas rusos ~

quear la casa germana donde residía. Irrumpieron y amenazaron .1propietario con un revólver, acusándole de ser un nazi y un «hitlc:f'~

no». «Se dispersaron por toda la casa y nos dijeron que en justicia I~

propiedades alemanas debían ir a parar a ellos [...]. En media hora I

sultó imposible reconocer e1lugar. Todos los baúles y maletas hahl.lI'sido destrozados, los armarios estaban abiertos de par en par y n\lItras compatriotas desaparecían sendero abajo cargados con gr:U1d.sacos.• Las personas desplazadas habían recurrido a un término 11.

para este tipo de conducu,.lo llamaban «organizar•.7

Tras ser arrancados de sus hogares y explotados y humiUad{'l'Alemania, estos Ostarbeiter no se mostraban muy dispuestos a re'lLar las propiedades o las personas. Con el tiempo se convirtierOIlun verdadero dolor de cabeza para las autoridades de ocupación. \11

embargo, y por sorprendente que parezca, los actos de venganu hlron escasos, La prioridad de las personas desplazadas era relOllIdcuanto ames a sus casas y familias. En el verano de 1945 las caer h 1

de Europa rebosaban de largas filas de civiles que se dispersaban 111ra de Alemania en todas las direcciones. Hacia el otoño, la maYI .había abandonado este país; la UNRRA socorrió a unos seis Illlll

nes. Pero 1,5 millones permanecieron en campos para despln ,,\que todavía en junio de 1947 acogían a medio millón de indiv¡i1udispuestos, por razones diversas, a no regresar.

Algunas repatriaciones distaron mucho de ser voluntar;as, ( .-,forme a lo estipulado en los acuerdos de Yalta, los aliados se COnll'l

metieron a entregar a Stalin a todos los ciudadanos soviético, ( Iaducir que tenían escasas opciones en esta materia, puesto que (,111

ansiosos por conseguir a sus propios prisioneros de guerra, q~lf Ibían caído en manos de los rusos durante el avance del Ejt!:rc.iLO It

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r.u fue, desde luego, la razón principal de que se permitiera a la~VD rusa establecer centros de interrogatorios para seleccionar a,epatriados soviéticos. Cuando se difundieron los temores al co­

IUlllSOlO de la posguerra fueron cada vez más los europeos orientales111.. Alemania ocupada por los aliados que se resistieron a la repatria­1"11, Un año después del Día de la Victoria figuraban entre éstosMO,OOO polacos, 125.500 yugoslavos y 187.000 bálticos, entre ellos,1 horadares y antiguos miembros de las Waffen-SS y otros organis­" .-Iemanes. Con el tiempo, se beneficiarían del talame amicomu­ut de fin.ues de los años cuarenta y, de acuerdo con programas es­

1.lles, se les permitió emigrar a Gran Bretaña, la Commonwe.uth yudos Unidos.'

Ilnr lo que se refiere a los supervivientes judíos, en general tampo­rllos deseaban o podían regresar: sus hogares habían sido ocupa­

n por OtrOS, sus propiedades habían desaparecido. De hecho, des­11 , de la guerra el número de refugiados judíos aumentÓ cuando1I11~ no,ooo se desplazaron desde Europa oriental hacia Occidente." ¡logramos que tuvieron lugar en Polonia durame 1946, con do­ti , de muertes, aceleraron este movimiemo; las organizaciones'""tu contribuyeron.u éxodo. El antisemitismo de los europeos"lnnales cerró a los judíos desplaz.ados las puertas que estaban

I IIU para bálticos y europeos del Este. Así, la cifra de refugiados¡'II\IS en el continente siguió creciendo hasta 1948, cuando la crea­I! del Estado de Israel y la ley estadounidense de Personas Despla­lA permitió a la mayoría abandonar Europa. Durante la guerra

.1", Israelí de 1948, medio millón de refugiados árabes palestinosIml el precio de la repugnancia de los europeos a absorber a su

IIKu.lda población judía. La propia Europa se tornó menos cruci.uI 1.. vida judía y la sorprendeme intensificación del antisemitismo

1'11 de 1945 denotó que aunque los alemanes habían sido los auto­.1,1 genocidio, sus repercusiones socioeconámicas y cultur.ues

1••1\ explotadas más ampliameme a través de todo el continente.'

NII es extraño que cuando concluyó la guerra se difundieran por11111"1 ~entimientos de intensa inquina y de .odio morboso. contra

I1 lI1;1nes. En fecha tan tardía como el año 1948, un viajero ohser­1I llolanda que .los holandeses ni siquiera desean oír la palabra

1'"I.lIlU,", puesto que los alemanes les habían causado mucho daño

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durante la guerra». En la Europa orientaJ, donde había quedado dmostrada de forma patente la amenaza que representaban para Ivnuevos estados-naci6n unas considerables minorías germanas, el s nt.imiento era de venganza. Las dos minorías más numerosas en d priada de entreguerras habían sido las de alemanes y judíos, y sus d ,tinos acabaron por quedar entrelazados en más de un aspecto. Antall"los judíos habían sido importantes transmisores de la cultura alem:lllAen Europa oriental; su exterminio en masa se convirti6 en el preludiOde l~ destrucción de la vida germana fuera de Alemania. Porqu Iguerra no s610 condujo a la Solución Final de la Cuestión Judía, 111'1que lIev6 también, de un modo diferente a la conclusi6n ---o al menllla transformación- de la Cuestión Alemana en Europa.

Éste era asimismo un legado de Hitler. Su sueño de consolidar l·Deutschtum se hizo realidad en una pesadilla y fue tolerado por 1"aliados en interés de la homogeneidad étnica y de la seguridad fut\u 'de Europa. La cuestión que había desencadenado la Segunda Gu I1

Mundial se resolvería definitiva aunque brutalmente a través del dplazamiento m:ís grande de refugiados en la historia europea. 1 I

1944-1945, cinco millones de alemanes huyeron de las regiones oríllltales del Reich ante la llegada del Ejército Rojo. Entre 1945 y 1948,11regímenes que se instalaron tras la liberación en Checoslovaquia, 1',lonia, Rumania, Yugoslavia y Hungría expulsaron a otros siete 01111"nes de miembros de las minorías germanas. No resultaría exager .1decir que en la Europa occidental no menos que en la oriental el"cuerdo de eSta violenta convulsi6n ha sido, hasta hace muy 1l1'tiempo, casi enteramente reprimido. Pero su efecto sobre ellu¡;al .\Alemania en Europa fue al menos tan profundo como la divisiónll 1

país y quizás -a largo plazo- sigue siendo m:ís importante.lo

La primera fase del pánico y de la huida ante el avance del Ej l' ,

to Rojo sobrevino entre el otoño de 1944 Y la Conferencia de IIpldam de julio de 1945. Centenares de miles de alemanes escapanlll ,1

Prusia oriental por tierra y mar; les siguieron m:ís tarde otros de \11sia y Pomerania. Las violaciones en masa y las matanzas perpeu ,1por el Ejército Rojo crearon una atmósfera de terror. «Los rusu_ Inetraron en cada refugio, cueva y sótano y bajo amenazas exigit'I'"se apoderaron de relojes, anillos y otros objetos valiosos -sell,ll 1un informe de Danzig al comienzo de 1945-. Casi todas las mlll l 'fueron violadas y entre las víctimas se contaron algunas de S~ tlll .de setenta y cinco años así como muchachas de quince e inelu_o 1

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,loS. Muchas fueron violadas diez, veinte y hasta treinta veces.»IIIJC no huyeron se les encerró en campos de trabajo o de inter­

1111, ,,11) Yse les privó de sus propiedades. Se obligó a muchos a por­'t IIIIS de identificación: primero grandes SV:lsticas pintadas en sus

Ihl .• ~ y luego placas. De esta manera, devolvieron colectivamente a,I,I,H:ión germana la humillación racista que los nazis habían inni.

I IIle$ a los Untermenschen. 11

I 11 ( .hccoslovaquia, tras la liberación, el odio hacia los alemanesI muy extendido, habida cuenta, sobre todo, de que muchos no

l.... urcpentidos y se mostraban «hoscos y peligrosos». El presi.Ut'nes había conseguido ya el apoyo de los aliados para sus pla­

1I I'll:pulsar a los que entre ellos eran «desleales», pero la oport.u­1IllU que la justicia result6 ser d motivo de lo que siguió. En, !,or ejemplo, unos jóvenes Guardias NacionaJes expulsaron el

.. 11I,1yO de 1945 a toda la poblaci6n alemana, aproximadamenteIIc:rsonas, empujándola hacia la fromera austríaca. Las medidas

flllllllatorias como la prohibición de emplear los transportes pú­y b exigencia de llevar cchapas de la derrota» ejercieron una

JUII lodavía mayor sobre los que se quedaron. Hacia julio de~IIOS millones de alemanes habían huido o sido expulsados de

....~.&rC's, internados en campos o arrojados al otro lado de lasI I ~~. En parte, estas manifestaciones constituían un acto de ven­

.11 los europeos orientales por sus sufrimientos de los seis años11111 • pero no cabe ignorar el hecho de que, paralela a la ira po­

I "'lía una política oficial cuidadosamente concebida por las.ulOridades de la región. «Debemos expulsar a todos los ale­

• recalcó el comunista polaco Gomulka-, porque los paises1.11 wnsntuidos conforme a estructuras nacionales y no multi.Ult'~,»ll

I I'lItsdam se tornó más clara la naturaleza de esta política. Los• ~(l'ptaron el principio de la expulsión masiva de millones de" • Incluyendo no sólo a Volksdeutsche sino también a aquellos

1\ \ IUdadanos del Reich antes de la guerra y ahora vivían bajo la11111 soviética o polaca. La preocupación fundamental de los'\ITlbaba en controlar la corriente de refugiados para que pu­

1.1 ,lCogidos adecuadamente en la propia Alemania. En conse­, t J.cordó una suspensión temporal de los desplazamientos.hll, las expulsiones prosiguieron, sobre todo desde los anti."llonos del Reich ahora administrados por Polonia. Sólo du-

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rante el invierno de 1945-1946 se dispusieron ... desplazamient 4111

organizados"; mas para entonces habían bajado las tempentUI I

muchos murieron en los vagones de ganado que llevaban a lo. I 1,giados hacia el oeste. En total, fueron «transferidos,. 12 o 13 milI, ...de alemanes en el mayor movimiento de población de la historl.Aropea. La cifra de los que perecieron en ruta tuvo que ser al menll,centenares de miles, aunque algunas fuentes la elevan en definillvdos millones.

. La desaparición a través de la expulsión o de la muerte de al 11'

nes y judíos de Europa oriental formó parte de un proceso aÚlIl1vasto de turbulencia e inestabilidad demográficas que siguió a la urra. Más de siete millones de refugiados de otros grupos étnicos (11111cipalmente polacos, checos y eslovacos, ucranianos y bálticos) fu 1

arrojados de sus hogares y reasentados. El resultado represent61~ Iminación virtual de muchas minorías de Europa oriental: del J3 % de la población en Polonia, del 33 % all5 % en ChecosloviHlllldel 28 % al 12 % en Rumania. El Volk germano quedó entoneestrechamente alineado dentro de las fronteras del Estado alemAI' , Ividido); así también sucedió con los ucranianos. La guerra, la 10'1111cia y masivas disgregaciones sociales convirtieron en realidad lo•••ños de homogeneidad nacional de Versalles.1

)

Entre los años 1939 y 1948 fueron muertas o desplazadas 11 I 1

ropa alrededor de 90 millones de personas. Sumando las bajas .1111,1res y civiles, los prisioneros de guerra y los civiles forzados a ab"lllnar permanente o temporalmente sus hogares durante y des pUl'

la guerra, descubrimos que cales grupos equivalían a no men('l .1mitad de la población total en casos extremos como Alemania (1 1'1 1nia, pero incluso a una de cada cinco personas en países relativ,)tll 1

menos afectados como Francia. En los territorios occidentale d. Ilonia más de la mitad de la población de 1950 comprendía COlllll'

inmigrantes recientemente Uegados de otras regiones. Aquí t.l,11ban, en embrión, los orígenes de la ... nueva realidad de una comulllIInacional integrada que se formaba en el crisol del cambio SOCiAl. •

analizada por sociólogos polacos en el período de la posguern I

No cabe esperar comprender el curso subsiguiente de la IHol,

europea sin tener en cuenta este enorme cataclismo y tratar d II 1minar sus consecuencias sociales y políticas. Los años del ptl h

nazi, seguidos por el caos del período de la inmediata posguen .. I1

pieron lazos humanos, destruyeron hogares y comunidades y '1 I

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I .t\05 desarraigaron los fundamentos mismos de la sociedad. LosJI Ir de c=dificios arrumados, carreteras minadas y economias de­l d.t constituían el legado más visible de esos años; pero junto aI "r llcci6n física había heridas más intangibles que persistieron

1111 después de que hubiese concluido la tarea de la reconstruc­1 I 1,ambio de perspectivas morales y mentales alteró la conductahtdual y, en consecuencia, la sociedad y la política.(Iun de los más obvios entre estos cambios de valores fue la era­1.lrl respeto por los derechos de propiedad. Dicho simplemente,I.urlU parte de Europa ccntral y oriental muchísimos individuosI lun viviendo en los hogares de ot'ros y disfrutando de sus bie­1JIU proporción importante de la propiedad germana, como an­

t'Ah.,) sucedido con la de sus víctimas, pasó abruptamente a manoslllrvos dueños. Las expulsiones -no diferentes de las previas de­'AI IClIlCS de los judíos- provocaron una «codicia del botín,. entreI "IKOS. «Apenas el campesino alemán había sido sacado de su'A V de su casa y llevado a la estación por la policía cuando se de­IIt'naban el robo y el pillaje -recordó un germano étnico de

'I'''J.-. Quienes antes nada tenían robaban día y noche. La cana­11 K.lha en camiones desde la población y se apoderaba de todo lo

I".J. r era capaz de capturar. También había bandidos entre la po­• De la misma manera, desde luego, que los hubo unos pocosAIllCS entre los batallones de la policía alemana y las unidades de.Illon SS estacionadas en Europa oriental.1S

I m lugares cambiaron de identidad y composición. Las poblacio­I rlllplazaron sus nombres alemanes por polacos, checos o hún­, Por toda Europa oriental se demolieron sinagogas, mezquitas,'" luteranas y uniatas o fueron dedicadas a un uso secular, trans­I udose en graneros, establos, almacenes o, más tarde, en cines.,.u que permanecieron en pie a pesar de los saqueos incesantesIII11UOn vacías hasta la llegada de nuevos propictarios. En razón

rlll.lJc inicial de edificios desocupados, muchas áreas de asenta­lu permanecieron desiertas durante largos años. La población de1.4\1. por ejemplo, conoció un destino compartido por otras de

l•• 'u población, de 35.000 habitantes antes de la guerra, habíaAI!l1 reducida a unos 5.000 al comienzo de la década de los sesen­

tudos los fines, Gloglau ya no existe -afirmó un visitante enAquí unas ruinas de aspecto grotesco, aUá un profundo hoyo,

I un montículo cubierto de hierba rala._ Incluso en 1966, la ciu-

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dad de Wrodaw tenía 477.000 habitantes, sólo tres cuartas partes d I~

población, en 1939, de lo que había sido Breslau. 16

En Polonia, como a menudo escaseaban los granjeros que re 111

plazasen a los alemanes y uniatas expulsados, las autoridades loc"lpublicaban anuncios para atraerles. En un folleto de 1953 titulad..«Mudanza a nuevas granjas", por ejemplo, leemos cómo se anunclllha uno de los colonos de otros lugares que «en el condado de Rze5l.del distrito de Sanok, encontrará tierra en abundancia, casas y gralllros; si le parece demasiado bueno para ser cierto, cualquiera puullcomprobarlo con sus propios ojos y el ferrocarril no le costará n~dA

Sanok se encontraba en una antigua región grecocatólica, despoblA,11desde los desplazamientos de población de 1945 y las batidas conll 1los partisanos en 1947.17

El papel de los funcionarios en la dirección de este interc~m"l

violento de propicdades dejó su huella en las actitudcs populares tU

la autoridad. La dominación nazi había dado a muchas persona 1impresión de que lo único que conu.ba era la fuerza. Ahora v('w.desde luego como participantes, la expulsión forzada y los desptlll'inferidos a sus vecinos del campo o de la urbe ante la mirada dt' Inuevas autoridades políticas. Parcisanos, policías y tribunales CtUl!partieron las oportunidades que se presentaban. Esta experiencia l,;lfllfirmó un cinismo cada vez más extendido hacia la política que SU\\ 11"

la apatía y el sometimiento y socavó los esfuerzos por enfrentar,quienes se habían encaramado en el poder.

Para las nuevas autoridades y los soviéticos que las respaldah 111

una parte no pequeña de la motivación de las expulsiones estribab.l 'conseguir una popularidad política y, más exactamente, en expandll ,1nivel de la dependencia política. Mediante la distribución de prol"dades judías entre sus vecinos no judíos, los nazis habían creado 1111

red de complicidades que debilitaba la resistencia; a partir de 194 ,1expulsión de los alemanes permitió a los funcionarios comunist;l\ ,guir una estrategia similar. En consecuencia, las consideracion ~ 11justicia social y seguridad nacional eran a menudo un pretexto I'!lintereses más prácticos. Los nuevos colonos dependían del réglll1 ,en su nueva situación en la vida; inseguros de la validez de sus dI t

chos a sus nuevos hogares, ansiosos de ser protegidos de las f:anlll1que trataban de recuperar sus propiedades, constituyeron de \1.principio una clase dependiente. ll

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FAMILIA Y MORAL

I)errick Singlan, uno de los primeros soldados británicos que en­IIUI en Belsen, advirtió el modo en que ",durante el verano de 1945,desaparecer el terror a la inanjción y ala cámar.t dr gas, los pensa-

• 1111) de aquellos miles de supervivientes que sr hallaban bastante1111 para reflexionar y confiar, se dirigieron hacia las esposas o lasIIll.lrlJ.S, los padres o los hijos que les habían sido arrebatados mesesh~ lu O años antes». Escribieron cartas y comenzaron a aparecer pa­'tlrll. Inicialmentr, los británicos enviaron a través del campo unlll' dotado de un altavoz que difundía listas de personas; luego em­

11111 J. compilar un registro centraL"I ,1 contienda y los desplazamientos de la posguerra deshicieron

"ulllerables familias en todo el continente. Hacia 1947 había en•ll~lovaquia unos 50.000 huérfanos. En Yugoslavia, la estimación"h.J.ba a los 280.000 y al menos 10.000 habían sobrevivido dur.tn-

l. Kuerra ocultos en los bosques y en condiciones de completa indi­IJ. En Holanda requirieron ayuda unos 60.000 niños, incluyendo¡le colaboracionistas encarcelados; en Bucarest eran 30.000 los

IIII~JT. Sólo en Alemania, la UNRRA atendía a unos 50.000 niños, dos de los adultos, muchos de los cuales habían olvidado quié­'.In O de dónde procedían. lO

I Cruz Roja, los Gobiernos nacionales y la UNRRA dispusie­IJpid:uncnte servicios de búsqueda. La Oficina Central de Ras­

I rlllpleaba a entrevistadores e investigadores en veinte paísesIHIJ.~ que el índice Central de Localización de Estados Unidos1 ~ (tlntener más de un millón de referencias. Durante los años si­llIr~ las emisoras y los servicios nacionales de prensa divulgaron

11\l;lS de personas perdidas. Pero el número de individuos quetlllleron con parientes fue siempre inferior al de aquellos que ha­I,ndido todo rastro. La UNRRA, por ejemplo, fue sólo capaz deI""r UI1.1 sexta parte de sus casos durante el primer año. En fecha'.ldlJ. como julio de 1948,Ias Naciones Unidas asistían a más de

tlUlOs como personas desplazadas todavía no identificadas.21

1" cstudios sobre huérfanos de guerra pusieron al descubiertoHU de traumas que muchos habían sufrido como resultado de

_I',·nencias. Los niños se mostraban deprimidos, indebidamente11 " •• r.l su edad y muy nerviosos. Parecían cínicos, desalentados y

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recelosos de las autoridades. Muchos consideraron que la guerra habl~

dado lugar a una generación de antiidealistas. «Tenemos quecompr 11

der-dijo una joven checa a su amiga inglesa- que la ocupación produjo cobardes tanto como héroes. Durante los años en que crecieronesos chicos, la moral se invirtió; el mal se revelaba a menudo muchnmás rentable que el bien y la mentira más provechosa que la verd:ulQuienes se criaron acostumbrados al susurro son ahora incapaces tihablar de una manera natural; o gritan o murmuran [...]. No resulta fcil expulsar el miedo de los corazones de las personas del continente...

Los huérfanos se mostraban recelosos con los signos de afectO t

propensos a la violencia, a menudo peligrosos. Su «emancipaci6n 11.la regla de la ley moral~ podía manifestarse en el delito, en accesos MI

hitos e incontrolables de rabia o en brutalidad respecto de chicos l"~~

pequeños o más débiles. Pero su actitud desenfadada hacia la violl'tlcia se expresaba asimismo en el juego. Algunas enfermeras inglesfl~ ~

quedaron sorprendidas ante la extraña conducta de un grupo de ptqueños judíos que habían sobrevivido a su estancia en los campos. VIviendo encerrados en su propio mundo, con exclusión de todo~ 11'extraños, parecían no esperar ayuda o apoyo de las personas mayollSi faltaba un chico del grupo, los otros comentaban de la manern tUdesenfadada: «Oh, ha muerto.~lJ

Muchas de esas pautas de conducta quedaron superadas gra l¡j' ~

una atención y un cariño prolongados. Entre los niños o los aduloobservados se dieron relativamente pocos casos de psicosis com(l t~

sultado de las experiencias de la guerra; la mayor parte de los prohl,mas -como las dificultades de índole sexual experimentadas p t IllU

chos antiguos partisanos a causa de su forzosa abstinencia durallll l.años que duró la contienda- parecieron desaparecer con el pa. u ¡I 1tiempo. Se consideró que a largo plazo el impacto psicológico <11- 1,sufrimicntos vividos como consecuencia de la guerra por los SUpt t tvientes y sus hijos dependió intensamente de la interpretación llll

pudieron atribuir a tales padecimientos. De ese modo, se enCOllltlilO'en distinta situación los supervivientes del holocausto (a quien ~ 1resultaba difícil considerar como heroicas sus experiencias) y tON lit.l¡guas presos políticos (para quienes era más fácil sentirse héro\'lI¡corto plazo, tales diferencias resultaban menos evidentes y es 11iI.11,1ver la manera en que las actitudes emocionales advertidas en Ip. l'

pervivientes de la época de guerra subyacían en algunas respuctl'"ciales y políticas más amplias de la población en general.H

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1I cinismo hacia la autoridad y una disposición concomitante alu hien librado de cualquier peripecia fueron especialmente eviden­. por razones obvias, en las tierras asoladas de Europa oriental. Un111M polaco resumió este talante: +:oLas bolcheviques campan por

• I('~petos,los comunistas están en el poder, Varsovia ha ardido porIII;ttro costados y ha sido abandonado el Gobierno legítimo de

11Ilres. Nada peor puede sucedemos; perdimos la guerra y debe­t uidar de nosotros mismos.~ En 1972, otro observador de la es-

• polaca puso de relieve la «desmoralización que quedó tras la'hl ocupación de la Segunda Guerra Mundiah; entre los resulta­... hallaban el «cinismo actual,. y «un ansia desaforada de bienes

Irllllles y de nuevos chismes en vez de valores más idealistas~.ls

I\un en países menos devastados que Polonia, el final de la guerra.\ IIKido por muchas personas como una oportunidad para dejar• Iltl mundo desgarrado por las luchas políticas. En Alemania,

111 Neumann resumió el sentir popular como «el rechazo delibe-11lllcia [a política y los partidos, una actitud irónica y sarcástica enHltl con el nazismo,la desnazificación, la democracia y el antifas~

". y un interés por concluir lo antes posible con la propia instruc­y nbtener posición, dinero y bienes de consumo~. Los creyenteshlll\es se convirtieron en cínicos desilusionados. «Quien ama a

tlj" Je forma indebida, obliga a Otros a amarle y se muestra dis­.. , .l exterminarles si se niegan,., escribió en 1949 el rumano Emil'''1 exiliado en Francia, en su manifiesto pesimista Breviario de"lumbre. Era el mismo Ciaran que en los años treinta había ado­

Ilitlcr y a Codreanu con un fervor mesiánico por su ..culto a lo1'"l"I...l~11m ronsiguiente y a partir de 1945, la política se convirtió en algo

1 preciso soportar, mientras que la intimidad y la vida privadaIlt.lh.trt más importantes que nunca como factores de estabiliza­

111" existencia de la gente. La novela clásica de Elio Vittorini so-I Il'Wtlstrucción en la Italia de la posguerra -Las mujeres de

'f.f, publicada por vez primera en 1949- describe un mundo en1.. Ideología ha perdido sus mágicos poderes de persuasión y enjlll'doruina la búsqueda de la intimidad. La necesidad del calor

IUI ~(,' extiende al tío Agrippa que, a la búsqueda dc su hija, pasa1.. ~IIL~ en trenes que recorren el país, y al antihéroe, Ventura, an­'.llolllCO e ideólogo fascista, ahora enraizado cn la tierra y en suh. 't.nando desesperadamente de poner coto al pasado.

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Fue sobre todo la familia lo que se convirtió en un refugio de 1ansiedades de las épocas de guerra y posguerra. «Como en un exptl!mento -advirtió la amropóloga Vera Erlich-, la tendencia a pre 'var la vida familiar se tornó evideme entre los supervivientes d l.campos alemanes de concentración.» Erüch recalcó la celeridad ~."

que estas personas buscaban no amoríos fugaces sino el matrimOl1l«Al casarse cambiaban por completo. Sólo emonces empezaban ~ I

tornar a la vida.» El afecto y la intimidad resultaban así esenciales 11~1

revivir los «fantasmas» que describían tras su retorno de la cautivii.1 IErlich manifestó: « Cuando tenían un hijo, muchos hallaban un ell ti

equilibrio mema!' Su deseo apasionado de la vida conyugal había !ll

gido tan espománeamente como su afán de procrear. Revelaban 11

ternura extremada con los bebés e incluso tendían a mimarles y a I1I1

sentirles en exceso.» A menudo sólo emergieron al cabo de dI!veinte años después las consecuencias psicológicas más perturbad",de este tipo de relación emre los supervivientes de los campos \ 1

hijos.17Este nuevo apego a la familia no apareció exclusivameme enlll 1

supervivientes de los campos, Estaba muy difundido y contribu~ I

no pequeña medida a la notable y casi por completo imprevista t' 1,1sión demográfica del período de la posguerra. Como resultarlu.1nueva tendencia ascendeme, iniciada en muchos países incluso du.te la guerra, se revelaron infundadas las predicciones pesimi~ll Idescenso demográfico t:lO extendidas en Occidente hasta t 9J'J t '1todavía aparecían en la década de los cincuenta.

Las consecuencias de la dislocación y el cataclismo de la.!l (1"

de la guerra y la posguerra fueron, por ello, paradójicas. Por Utl Ien muchos países, las nuevas autoridades políticas contaron ~1I1l1

tabula rasa en la que marcar la impronta de su propia visión 11\. 1este fin podían contar con el apoyo de una población radicali/.I.1se había desplazado hacia la izquierda durante la contienda yreforma y reconstrucción. Por otro, apenas cabe dudar de que 1timiento predominante era de agotamiento. «Estamos hanl' 1Historia ---escribía un relevante novelista griego-, hartos)' 0111,to.» En Sarajevo durante 1946, el escritor lvo Andric obscrvll l•• I

tros exhaustos y los cabelJos blancos de viandantes prematul 11

envejecidos. Cansada de los conflic[Qs, recelosa de la ideolo~loI

política, la gente deseaba rehacer un mundo firme e íntimo (.le- 1 •

dad familiar al que retirarse alguna vez y un nivd de vida ¡dc 11

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1I resuhado fue un talante popular que era al mismo tiempo radi­1 \ wnservador. Las poblaciones buscaban un modo de conSlruir

Il mundo nuevo, pero no deseaban que eue proceso fuese destroca­I 1)(' ahí una propensión subyaceme, una vez eXlinguidas la ira y la

11 ..,i6n de los primeros momemos de la liberación, a optar por la1111.. ~ociaJ. En Europa orienul y por ese mOlivo las extraordinariasI '.H Iones sobrevenidas desde J939 a 1948 constituyeron un factor'1lotH,Une para ayudar a emender la adaptación popular a la imposi­

11 lid dominio comunista. Pero en Europa occidental también ca-•.lvenir cómo establecieron las consecuencias sociales y psicoló­~ dc los años de guerra los cimientos de un consenso social basadoIt 'llllpromiso con el bienestar, el consumo masivo y la r«upera­

lt de la famiJia.

IASpoLfTICAS DE OCUPACIÓN, 1943-1945

f 11 lIlayo de 1943, Anthony Eden señaló al Gabinete británico de,. '1Ile!a única alternativa a la dominación total rusa de Europa1l.1;t1 fmal de la guerra consistía en crear una ..Comisión lmera­,Irl Armisticio» con una presidencia rotatoria. A través de ese

fII 1110, los Tres Grandes determinarían conjuntamente la política111 tcrritorio~ que cayesen bajo su control. Los rusos acogieron

"'1111 );rado la Idea de Eden. Así que protestaron enérgicamente111 unos meses más tarde supieron que habían quedado excluidoslll'~ociaciones aliadas para la rendición italiana. En palabras de

•II;lsta la fccha todo ha sucedido de esta manera: Estados Uni-

• ~ Gran Bretaña llegaban a un acuerdo por su cuenta mientrasu 1.\ URSS era informada de lo pactado como una tercera parteIII li) contemplase pasivamente. Debo decir que no es posible to~f t Ilnt más tiempo esta situación.1"l

ItI (:hurchill fjrmó el armisticio italiano antes de contestar. Las11•• de los aliados eran más explícitas que sus palabras: hacia el

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otoño de 1943, antes de que el Ejército Rojo hubiera hecho retroced 1

a la Wehrmacht. habían puesto en claro que existían límites al gradllde la cooperación entre los Tres Grandes. Como Italia fue la primeunación combatiente que abandonó la guerra, quedó fijado un pre

dente.lO

¿Hasta qué puntO fueron conscientes los aliados de las impli 1\

ciones del armisticio italiano para la cooperación con los rusos? Lt.estadounidenses, en la medida en que habían reflexionado bastamfsobre la Europa de la posguerra, rehuían todo lo que tuviera un regut

tO a política de poder y preferían considerar que los problemas eUl'l'peos se resolverían amistosamente a través de la nueva Organizad '1de las Naciones Unidas que esperaban crear después de la guerra. PII'otro lado, pensaban desmovilizarse con rapidez en cuanto concluy ••la contienda, perspectiva que socavaba necesariamente la capacidll.l

de persuasión de sus argumentos.La posibilidad de quedarse solos sin el apoyo de Estados Unidl'

obsesionaba a los cerebros de Whitehall: el idealismo era un lujo (IH~

mal podía permitirse la superextendida Gran Bretaña. De Gaulle ~u

ponía un apoyo potencial para Londres en una Europa de la pOS~IU

rra. Pero aunque llegara a materializarse un entendimiento franeohlltánieo, subsistía la realidad de la abrumadora potencia rusa. De 'tlUl

que el Foreign Office británico otorgase tanta imponancia a la delllminación de los deseos rusos y estuviera preparado, de ser preci'l"admitir d dominio soviético de Europa oriental. ..La dominattl"rusa de Europa oriental es preferible a la alemana de Europa occi(lrutal., fue la conclusión extraordinariamente despiadada de sir Wi!l ••,Strangen mayo de 1943.)1

Por lo que se refiere a la Unión Sovietica, distaba mucho de 1'11yectar la veloz captura de Europa que llegaron a temer los adalidla guerra fría. Por el contrario, los planificadores de la posguern Iraban un «período de respiro,., décadas durante las cuales qued'¡lIconfirmadas las fronteras de 1941 y reparadas las devastacione 11.contienda. Sería anulada la amenaza de Alemania y la URSS se ¡ 'o,vertiría en «centro de gravedad para todos los países mediallllpequeños, de verdad democráticos, sobre todo en Europa,.. La e~1 ~l I

lidad europea permanecería preferiblemente asegurada por b 11"

tinuación de la Gran Alianza del período bélico y, en otro ea~tlo

plotando las rivalidades que con toda probabilidad surgirían tull

Estados Unidos y Gran Bretaña.l2

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Ilfistía mucho terreno común entre los Tres Grandes y, mientras"'rKuía la guerra, su entendimiento subsistió intacto. Cuando Sta­'1lImpió las rdaciones con el Gobierno polaco en el exilio, la débiJl'u(ua aliada sólo pudo estimularle a suponer que contaba con su.yo para asegunrse un régimen prosoviético en Polonia después deIIl"' rOl. ¿No existía entonces, en los niveles superiores, un quid pro11.h.:ltO respecto de Polonia y de Italia? En la Conferencia de Tehe­llr fmales de 1943, los aliados accedieron a desplazar hacia el oesteIltlllt(r.tS de Polonia, un paso que observadores astutos considera­'lile conveniría a este país en Estado cliente de la Union Sovi¿tica.In que eUo significaba apoderarse de territorio de Alemania. Ha~IlfH, el pr«epto de Strang par«ía subyacer en la política occiden­I menos resp«to de Polonia.

1J¡,.l vez que los británicos y los estadounidenses decidieron noIMI .. los Balcanes desde el Mediterráneo se hizo evidente que nadatllt detener la marcha del Ejército Rojo por el interior de EuropalilA!. Durante las negociaciones del armisticio con Rumania en

IIl'wbre de 1944, los embajadores británico y estadounidense en1I observaron en silencio que Molotov llegaba con la delegación

IInol a un acuerdo que otorgó al Alto Mando soviético ampliosIn políticos en el país ocupado. Al mes siguiente, las conver­lit anglosoviéticas en Moscú permitieron a Churchill y Stalin11 .. biertamente la cuestión de las esferas de influencia. EllJama-,uttdo de Porcentajes entre los dos hombres, seguido por un'ltKateo surrealista entre Eden y Molotov. aclaró el equilibrio"1(( en la región: la demanda de Stalin de manos libres en Ru­• ¡,;ompensó con el control británico de la Grecia de la pos­hmbién se admitió un predominio soviético en Hungría y en

'l •. H

Il trnbargo, no debemos cometer el error de suponer que la re­I • 'ÚIl del continente por parte de las gnmdes potencias estaba

, r¡¡¡mente concebida en términos generales en esta etapa. Ha-fllul de 1944, poco cabía dudar acerca de las intenciones soviéti­I'nlonia, Rumania y Bulgaria, de la misma manera que resulta­

vln ¡¡lIe Stalin concedía Italia a los aliados y dejaba a Churchilll.hres en Grecia, en donde los cazas británicos ametrallaban

¡".thios de Atenas para acabar con una rebelión encabezada porIlllll)tas. Pero en Hungría, las tácticas de Stalin eran muy dife­y tt hallaban encaminadas a constituir un contraste tranqui1i-

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zador con la política soviética respecto de Polonia. Tanto en Fran\como en Italia, los panidos comunistas --que habían acumulado "considerable fuerza militar a consecuencia de su destacado papel enlresistencia- recibieron instrucciones estrictas de realizar una POH!h '

sometida a la legalidad. En Italia, el resultado fue que el pel accedil'apoyar a la tan desacreditada monarquía, anticipándose a la maytlllde los panidos. En diciembre, Togliaui, secretario del Partido Conunista, fue uno de los dos vicepresidentes en el Gobierno y se mo l'

más insistente que nunca -a la vista de la grieta abierta en Grecia 11

tre la izquierda y los británicos- en la necesidad de abstenersr ,1toda tentación revolucionaria. La Declaración de Yalta sobre la E~ltll

pa liberada -<:on su promesa del nacimiento de una era de liberl,l,1democracia-debe ser evaluada a la luz de este reciente entendilUlto entre las grandes potencias. Justo antes de Yalta, Roosevelt 11..1indicado: .Los rusos tienen el poder en Europa oriental, es ObHmente imposible romper con ellos y por eso el único camino praelll .ble consiste en utilizar la influencia que tengamos para mejorar 1.1 1

tuación... l< El excelso compromiso de Yaha para la celebraci6.. 11

elecciones libres en todo el continente mal podía casar con la Te4/r A

tik del Acuerdo de Porcentajes de tres meses antes, cuando SulllChurchill dividieron secretamente Europa oriental en zonas dr 1,

fluencia. Ninguno de los Tres Grandes creía que Yalta ejercerb'lIgran influencia en las actitudes soviéticas hacia Polonia, Rurn:lIlI~

Bulgaria, países a los que Stalin consideraba claves para la segullll Irusa. Sorprendentemente, tantO los comunistas polacos como su' 1

versarios interpretaron Yalta como una victoria de Stalin. Haü'primavera de 1945, el Ejército Rojo acosaba y deportaba a milr 1

guerrilleros de las fuerzas del interior, obligando a otrOS a t01U.l1 Iarmas en los bosques. Al mismo tiempo, el Partido Obrero Pc,l ,emprendió una gran campaña para reclutar una masa de afiliad lljl

tuvo un inmenso éxito. Tanto en Polonia como en Rumania y 6,,1ria, las bases gemelas de la dominación soviética -represión gil'de la oposición combinada con el reclutamiento de miembro 1parte de los partidos comunistas locales- se hicieron patente m.1so antes de la rendición alemana.

Pero en 1945 todavía nos hallábamos a cierta distancia de la 1",1rización que se daría tres años después. Las tácticas comunista, I Ipropia Polonia repugnaron a la opinión pública occidental y u ••ron protestas enérgicas aunque en buena parte ineficaces de hu, 1

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, K-oosevdt. Por añadidura, las esferas de influencia tácitamente11111 Iludas en Yalta dejaron intacta a buena parte de Europa. Aus­. 1IIllandia, Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia, Albania y Ale­IIU oriental constituían lo que Geir Lundestad ha denominado la

ti. t.t l11edia.. de Moscú. En esta área Stalin no podía contar con laI"m;ia occidental ni desde luego estaba convencido de que países

1111 Yugoslavia o Hungría se hallasen maduros para la revolución."mIOSOS se mostraron los rusos de someterse al juego parlamen­

tll 'q;ún las normas de 1945 en las áreas ajenas a su esfera de in­Ih 1,1, que al menos en dos casos -Austria y Finlandia-los parti-

• IlIlllunistas participaron en las elecciones, obtuvieron mediocresuh"dos y quedaron de hecho marginados de la política.1I futuro de Alemania seguía siendo la cuestión clave. Resultaría.mnpleto inexacto suponer que la partición era una conclusiónI'l.t en fecha tan temprana como 1945. Al contrario, los TresIldt"i se habían comprometido sinceramente a la preservación de

11111.1(1 del país. De este modo, cuando por fin concluyó la guerra yIII¡)peOS comenzaron a abordar los problemas de la reconsrruc-

, '1I1:1~J Ypolítica, surgió una situación de creciente tensión pero1111 punto muerto entre las potencias. Tampoco era en 1945 común

.1 Ilución en los asuntos internos. Por toda Europa d moddo1, determinado por Gobiernos de coalición, dispuestos a embar­

I J'1l las grandes reformas socioeconómicas requeridas para unat~lluón de la democracia parlamentaria. Para las genenciones

1 IIl)rcs, los años 1945 y 1946 llegarían a representar una promesaI Illolnea antes de que descendiese el telón de acero.

¿UN NUEVO COMIENZO?

f 1 IHde septiembre de 1944, el primer proceso contra un colabo­U"'\I:\ en el Tribunal Supremo de Roma quedó interrumpido

.1 .. un testigo decisivo, Donato Carrena, antiguo director de la11\.t1 prisión de la ciudad, fue agredido en la sala. El público, en­".tn l)Qr una mujer cuyo hijo había sido fusilado meses atris por

1, IIIJneS, se apoderó de Carretta y entre gritos de ciParis, imite-

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mos París!»,le sacó del edificio y le dio muerte. Su cuerpo destlu/'fue colgado de los pies ante la prisión.JS

Por toda Europa, la retirada de los alemanes dejó a gran nu...de personas desprotegidas ante las acusaciones de colaboracioni.mtraición. Su existencia constituía un recuerdo vergonzoso del NI'Orden nazi y su eliminación de la vida pública -a veces su elU1I1Ición física- parecía vital para conseguir una ruptura con el p _, I

La ocupación había revelado inquietantes grietas en la unidad I1nación europea. Resultaba difícil imaginar que volviera a flore f' t,

auténtica democracia sin el castigo de sus enemigos, contemplJI ,resurrección de estados-nación independientes sin haber sido 111. ,

dos de quienes los habían traicionado. Pero la anarquía legal y la ¡j,1

sión del poder que caracterizaron los primeros días de la lib I • 1

permitieron la aparición de concepciones muy variadas de castll\l'La primera fue evidente en la muerte de Carretta, una exig4 11

espontánea y popular de venganza que se manifestó en ejecuclI'lllinchamientos y humillaciones públicas inmediatos. Surgido de I~ hcha intestina de 19"3-194-4, este talante vengativo resultó mú ('YIlIte en países como Italia, Francia y Bélgica, que bajo la domin~¡'

germana habían sufrido niveles elevados de represión por pan ,1 1cuerpos colaboracionistas. En Italia, sobre todo, la liberación bllll Ila oportunidad de «dar la vuelta a la tortilla» tras dos décadas dr timinación fascista. Un partisano recordaba un episodio en el que ~,

tipo a quien habían obligado a beber aceite de ricino se apoderó ¡Ir.fascista y le dijo: "Vete a tu casa y no aparezcas por el pueblo ('1111'

semana.» y así fue. Hacían a los fascistas lo que éstos les habían IIr, I

durante veinte años». Pero con frecuencia el talante fue más viol, 11'

y los ataques con francotiradores pronto se convirtieron en un. ,,J

da más amplia de muertes. En Bolonia, «el pueblo [...] recorni4 1calles a la caza» y «se hacía justicia con una cierta libertad conlra 111 1quiera que tuviese problemas con los partisanos [.. .]. Algunasl'4'nas fueron, sin duda, víctimas de animosidades personales o de J'-I'"laS por cuestiones de faldas»."

La naturaleza fortuita y brutal de tales muertes sirvió, a la 1.11

para desacreditar toda idea de castigo a los colaboracionisus, p I1I

ténninos inmediatos evocó el espectro de una guerra. civil dedll.t,I.impulsó a los movimientos de resistencia a intervenir y afirnulpropia autoridad.

La segunda reacción fue la de la resistencia organizada, qut Iwl

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HIt IlIlJo trayectoria difícil entre las pasiones de sus afiliados y los\ lornl:lllismos de su dirección. Durante la guerra, los movi­

.' IIc resistencia habían decretado la «liquidación_ de deteTmi~

llll,lhoracionistas; su compromiso de castigar a los traidoresI dI' la contienda constituyó una de las armas principales paraIlII1I "Iización de sus adversarios. En Francia, por ejemplo, el¡n N,lcional de la Resistencia ordenó a los jefes locales que pre­11 -medidas inmediatas para purgar y neutraliz.ar a los traido­

1 IMIl está que definir la implicación con Vichy como traiciónI 11 "Hltribuía a afirmar la legitimidad del Gobierno de Dc Gau­

l •• II\)~ de los aliados. Pero la resistencia era muy consciente de lalll"d de controlar el «deseo de venganza en el pueblo». A lo lar­IH primeras semanas de la liberación persistieron los consejos

N II¡! J.d hoc que los partisanos de toda Europa habían empleado..Ir 1... contienda; establecieron además campos rudimentarios deIWlllcnto y en ocasiones protegieron de la justicia del populacho1" , liosos de colaboracionismo. 1ncluso dentro de la propia resis­

hubo agrias disputas sobre la clase de justicia que se habría queI A.. í sucedió, por ejemplo, en la Italia septentrional: «Algunos

1 un, decían que sería mejor lanzar un par de bombas de mano11 hItación en que estaban encerrados los prisioneros y extermi­11 1\ el acto, pero el comandante y otros resolvieron enviar a Ra­

In" presos para que fuesen sometidos a una investigación re-

I 'IlJ década después del final de la contienda, los relatos de los an­11I1\1.HaS acerca de esta etapa hablarían en términos sombríos de

1I nos del résistencialisme y de los horrores de la «justicia clasis·lr;ltaba de una pura exageración. «Resultó sorprendente que la

1;lI.un se desarrollase de tal modo -recordó Francis Cammaerts,1111I ;lme la guerra había sido agente del SOE (Special OperationslI11ve)-. Sólo se hablaba de conar el pelo a algunas mujeres, deII/aS personales y cosas por el estilo. Pero yo tcnía un teniente

... llln J decirme: "He hecho 300 prisioneros alemanes. ¿Qué indi·I (orlvenciones internacionales sobrc la alimentación y el ejer., J quc tienen derecho cada día?" Y se trataba de alemanes que

11 Jhorcado a resistcntes y a sus familias. Hubo algo extraordina­'rllté civilizado en la Liberación.» Pero es cieno que un aura de!l"n/J envolvió toda esta cuestión (que las organizaciones de la

lltl IKIJ preferÍ2.n casi siempre olvidar) y que el número de muenos

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en la primera oleada de purgas fue cier~a~ente ~lev.a~o c~ ~omp I

ción con el ritmo más lento de la subSigUIente Jusucla ohclal: qUI10.000 o 15.000 víctimas en Italia durante el período 1943·1946 YtI!

tre 9.000 y 10.000 en Francia (con unos 40.000 detenidos).~·La tercera fuente de poder que se afirmó sobre esta «¡mpro\;,

ción de la autoridad .. (en frase de De GauHe) fue la de las nuevas i I~Iquías políticas que retornaban del exilio, respaldadas en cierta III ,11,1por el reconocimiento extranjero. Aquí el des~o de venga~zaen IU

tibio y más fuerte el interés por el orden público y el de.bldo prjudicial. En muchos países surgieron rápidamente tenSIOnes cnl"lento ritmo de la justicia oficial y las expectativas populares. Est" Icierto sobre todo mientras prosiguió la guerra, unto por lo que ,fiere al Gobierno italiano respaldado por los aliados y cuyas rel.., 'nes con el fascismo seguían siendo equívocas e incluso para los 1• "ceses Libres, cuyos modestos esfuerz.os iniciales por juz. ...funcionarios de Vichy en Argel a finales de 1943 habían prOV(k I

. F' ~ásperas crítiCas en rancIa.Pero hacia 1945-1946 comenzaba a aparecer un modelo. L

biernos de coalición respondieron al imperativo de un nuevo COflll

1.0, acometiendo amplias investigaciones judiciales de colaboraclh"

tas con procesos espectaculares de políticos, escritores y aw.relevantes (los hombres de negocios solían recibir un trato mí b tl

no). Se establecieron sistemas de tribunales escalonados y se d 1111ron, cuando fue preciso, nuevos delitos. Pero pocos fueron los IUI

que acabaron en sentencias graves, y hacia 1946 crecía en cierw,tares de la sociedad un sentimiento de desilusión hacia el sislcHIpromulgaron, seguidas por otras, las primeras leyes de amnistr.. 11cia comienz.os de la década de los cincuenta habían quedado sol,.

das la mayor parte de las causas judiciales.En Noruega, por ejemplo, fueron procesados todos los ar,l, ,,1

al partido pro nazi Nasjonal Samling: unas 55.000 personas,Il11I ,1

las cuales, sin embargo, fueron sentenciadas a más de cinco \'lfl ..

cárcel. Sólo se ejecutaron 25 penas de muerte, y hacia 1957 hahf¡1 ¡I'dado en libertad el último de los condenados a cadena perpc\lIHolanda se investigaron más de 200.000 casos con el resllh .. d"unas 40 ejecuciones. También aquí la mayoría de los presos c~l.lh 111

libertad al comienzo de los años cincuenta. Aunque los UillllH

franceses juzgaron a más de 300.000 personas Ycondenaron \'111111

a más de 6.700, las cifras reales de ejecutados o encarcelado 1" 1

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ItlllVíllncnte bajas. Una serie de amnistías redujeron la cantidad de,1Il'c1ados de 29.000 en 1946 a menos de un millar en 1954. Mucho

Itllportante, en Francia y por todas partes, fue la pérdida de la.1I1~ld de los derechos de ciudadanía: la acusación de «degradación111,\,11» O de «incivismo.. cobró relevancia al distanciar simbólica­'Ill' .1 los regÚTIenes de la posguerra del recuerdo de la colaboraciónIt¡ ,ll.rmar la esencia democrática de la nación.

1111 más cargadas de ambigüedad estuvieron las purgas de las ad­utlfaciones civiles, las fuerzas policiales y los ejércitos. Por un1,1.l\ lluevas elites políticas deseaban regir sobre la base de princi­

I\u.fascistas; por otro, necesitaban garantizar tm rápidamenteI lucra posible un gobierno eficaz y ordenado para hacer frente a

htllrcndos problemas socioeconómicos que los nazis dejaron tras11. En Italia, o incluso en Austria, resultaba obvio el carácter im­

11,,l,ble de una depuración generaL Hacia julio de 1946, el candi­Ilttl decía a los aliados que la Administración austríaca ya esuba

1I I espíritu nacionalsocialisLV; habían sido expulsados 70.818IUll,I,rios públicos de un total de 299.000, insuficientes para los.". ,demasiados para la mayoría de la población."O En ltalia,latll ,.1 de las «purgas salvajes.. iniciales determinó una reacción 10­

Ul,l rápida: las purgas administrativas acabaron nada menos queIIll1no de 1945. En Francia, de un total de 850.000 funcionarios

I u sólo fueron expulsados 6.500, la mayoría penenecientes al1.-110 del Interior; pero fuera de la policía y de los oficiales delIln, poco se hizo, y De Gaulle insistió en que no era concebibleIIld.r de la mayoría de los funcionarios del Estado». En Holan-

1'1'-/ porque la violencia había sido muy inferior en el momentoM1rración, la purga fue más profunda, con t 7.500 funcionarios

11 expulsados y otros 6.000 sancionados" l

11 ~~'lleral, los Gobiernos de Europa occidental optaron más porllmudad que por la persecución. Algunos funcionarios públicosI t .I\ligados, en efecto, pero los bastiones del poder del Estado,1'1 1.11 la policía, permanecieron fundamentalmente inmunes a las

IiKJriones. Resultó infrecuente el caso de la creación por parte( •.llllle de una nueva fuerza policial republicana, los CRS; más• ha'lon en Europa occidental los carabinierj italianos y la1111 Nacional griega, cuyo personal sencillamcnte cambió de uni­• litre 1943 y 1946. Otras áreas clave de la sociedad -el poder

1.1, 1.. educación y la economía- escaparon con poco más que

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I'K~\ .on judicial de fechorías individuales sino en una atribuciónM,rncraliz:lda de la culpa colectiva derivada de una posición socialUtl.l condición étnica. Eso constituía un reflejo de la diferencia

• 'lile radicaba entre los dos proyectos sociales, el del Oeste y el11 le' La filosofía subyacente en las purgas de Europa occidental

~ 11.. el castigo de los individuos culpables de las cuestiones de la+11".\ ~ocioeconómica y consideraba a estas últimas materia de un

, l. democrático. En Europa oriental, por el contraio, las purgas11 • Llscistas" y .criminales de guerra" se convinieron en parte1II de la construcción de una sociedad sobre algo que se asemej:a·IlllIIJc10 soviético.1 .. ~ I',lmpañas «antifascistas .. apuntaban contra categorías sociales,.1 p;¡ra obtener su destitución, deportación, expropi:ación o algo• In Ilungría, por ejemplo, durante las negoci:aciones que prece·,,, ••l la formación de un Gobierno provisional en diciembre deot, Moscú insisti6 en la necesidad de purgar a los ..elementos f:as­

Rapidamente se advirtió que estas medidas no estaban conce­4110 contra los extremistas progermanos de la Cruz Flechada

I 'IIH' pretendían la ..liquidaci6n plena de las estructuras feudales,..lopción de medidas contra los ....eaccionarios,. en el Estado y en

11 d..d.~) Durante 1945 se constituyeron más de 3.000 comités 10­ll.. rol enc:arcel:ar y juzgar a los sospechosos de colaboracionismo.

11 mln asimismo unidades policiales especiales integradas por,,1 y campesinos. Al mismo tiempo, surgieron «tribunales popu­

PM" juzgar los casos políticos relevantes y las ejecuciones pú­th: criminales de guerr:a atrajeron a grandes multitudes. Aunque

ti" pllllcipio estos procesos se concentraron en los miembros deflll !'lechada, con el tiempo se amplió la definición de ..enemigol'llt'hlo". Hacia abril de 1945 los periódicos comunistas critic:a·

111~ tribunales por su moder:ación. y :afirmaba: .La democf:lcia'"lllllrta demasiado humanamente con esas bestias fascistas.,. Es., ~.ullC advertir que los datos revelan que los procesos judiciales."Mon en Hungría con las mismas dificultades que en Europal'l\ul y produjeron la misma baja tasa de veredictos de culpabi­I "111 Yugoslavia, Tito orden61as matanzas de miembros de las fol'·'''lIt colabor:acionist:lS serbias, cro:atas y eslovenas que le fueronf,;¡dos por los británicos entre :abril y mayo de 1945. Los consi­

I , _q;un Djilas, una .solución pragmática.., porque temía que los

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En Europa oriental también hubo purgas después de la gUt'1I

pero sirvieron a un propósito totalmente diferente y siguieroll 11'

trayectoria distinta de las del Oeste. No estuvieron basadas en 1., 11

una investigación rutinaria. Aunque la nación tuvieu que resurgu. Imáquina estatal seguiría siendo en buena medida la misma.

Dentro de los Gobiernos de coalición de la posguerra,los dthttcratacristianos y los conservadores predicaron los beneficios dr Iamnesia y de la caridad. eTenemos la fuerza para olvidar. ¡Olvidtllltan pronto como sea posible!-, apremió I/ Popolo en abril de I'HLos temores a «improvisaciones jacobinas,., intensificados por la t/.lh

ru civil griega, contribuyeron a esta postura tanto como los dlull"electorales. El anticomunismo conservador ayuda a explicar la al'lIción de una resuelta oposición a la idea de cualquier purga gel' 1,1Pero también contribuyó en 1945 y 1946 un deseo popular más b;l~h

de ver a los Gobiernos concentrar sus energías en la reconstrucc:i tlllla economía y en la elevación del nivel de vida, mitigando las pa 11'11

políticas en vez de cncresparlas.42

Tales actitudcs parecían cscasamentc comprensibles en el seno 11. Iresistencia. Con frecuencia los mismos policías que habían persc~\II'"

a resistentes en 1943, seguían diciéndoles cinco años después lo qu Inían que hacer. A {inales de 1944 estalló la lucha en Atenas y en B I I

en parte por los tcmores de la resistencia a que no se producirían 111"

bias sustanciales de personal con la llegada de los Gobiernos en d ••lio. Por todas partes, la desmovilización de las fuerzas partisana .•1fue posible con dificultades extraordinarias y sobre la base de proulsas de una auténtica reforma. Entonces pareció que había estado 1'1 ,justificado a lo largo del tiempo el temor de la resistencia a ser tr~ll ti'

nada. Fue desbordada y se encontró inerme ante .130 continuidad tiEstado... Tales resentimientos eran muy peligrosos, y ocasionalm 11'

se tradujeron en actos de violencia. Grecia representó el caso eXlr('tlIla tregua temporal de 1944 dio paso a una guerra civil que dUI'(lI'años. Pero la amenaza también latía en Italia bajo la superficie, y 111 I

gió porun momento en la insurrección que siguió al atentado conU~

líder comunista Palmiro Togliatti en julio de 1948. rara entonct_, I

embargo, la guerra fría había modificado las percepciones de la ~('1I1

ya había desaparecido la radicalización de los años de la contiend.. ,.tiempo, el respaldo público a la violencia revolucionaria.

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tribunales no pudieran hacer frente a tantas invcstigaciones indivlduales. Son muy discutibles las estimaciones generales del número drquislings y colaboracionistas ejecutados en la Yugoslavia de la po_guerra, pero es posible que perdieran la vida de ese modo unos 60.En Grecia, en diciembre de 1944, los comunistas realizaron fusilAmientos en masa de -eenemigos del pueblo., a menudo exclusivam 11

te identificados por su categoría de -eburgueses•. Mientras tanto,lJguerrillas nacionalistas de la derecha griega mataron a centenare 1Ichams (musulmanes de lengua albanesa) y expulsaron a Albania a 1"restantes 15.000, aduciendo que habían ayudado al Eje.4~

Los regímenes de Europa oriental respaldados por los rusos drroUaron más sistemáticamente estc tipo de limpieza étnica. FUelanticomunistas clandestinas, unidades retrasadas y de sabouj •muchos casos equipadas por los alemanes en 1944-1945, COnSllll1l"una espina en el flanco de estos nuevos regímenes y les impuls '''1'reaccionar tantO con la represión como con la expropiación. En H"mania, por ejemplo, donde a finales de 1944 las Waffen SS habían 1 ,zado en paracaídas comandos paramilitares, las autoridades SOVI II

actuaron de forma rápida e implacable para aplastar cualquier pi' IIIresistencia. El 7 de enero de 1945, casi 100.000 Volksdeutsche hu 1

deportados a campos de trabajos forzados en la Unión Sovi tl\ ¡ Idecreto de reforma de marzo de 1945 -integrando a enemigo' I1 1época bélica, de clase y étnicos- expropió las granjas de qui II Ibían colaborado con los alemanes, de los criminales de guerrAcualquiera con más de diez hectáreas pero que no las cuitiva5t l" I

mismo.""En Hungría, el decreto de la reforma agraria del mismo nll

gularizó a los «enemigos del pueblo húngaro., apuntando al tu I

al enemigo de clase -los grandes terratenientes- y al enem. '11 1

co,la minoría germana. Tales disposiciones, introducidas pOI tUl I

nistro comunista de Agricultura, alcanzaron una gran popul H 1

entre los campesinos, En palabras de una fuente imparcial: .1 u I

medida social revolucionaria de importancia suprema que ,1111111

los poderosos terratenientes y liberó una gran energía para d,1I ¡ Icampo por algún ticmpo.»47

La confiscación de bienes germanos alcanzó una esc~I.1 t .. Imás vasta en Checoslovaquia y en Polonia, Las grandes fitl! ,millares de propiedades urbanas abandonadas quedaron dl~I"'"

para los reasentamientos, a través de los cuales los corre pIIII. 1,

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mhicrnos consiguieron un apoyo popular, apelando tamo al scmi­l'UI·Ilt~ nacionalista como al interés económico. En algunos casos, la

Imlslón de los alemanes formó parte de una decisión concreta para..dlcar del país a las minorías. Tras largas y duras luchas intestinasunte los años entre las dos guerras y bajo la ocupación germana,I,ulacos también se vengaron de la gran minoría ucraniana, y obli­

fllll a 480.000 personas a partir hacia la Unión Soviética- en 1947•• 150.000 que habían escapado a las anteriores deportaciones fue~Ilt"ucntadas a la fuerza en el oeste del país.~·

r.. les ejemplos denotan el COnlraste entre las purgas de Europattlental y las de la oriental. En la primera revistieron un alcance li­..tu. quedaron rápidamente bajo el control de los tribunales y conIltl.lJ menguaron a medida que se desarrollaba la gucrra fria. En laud... la actividad judicial sólo formó parte de una variedad de dis­1I11les contra «criminales de guerra. y «enemigos del pueblo•.

Illlrl;~ de la posguerra se convirtieron en un instrumento de laI,ltu remodelación económica y étnica de la sociedad. ComoI Illllstituyeron medios para que los regímenes de la posguerraIII.IUeSen un auténtico apoyo popular (del mismo modo que los1..1110 burgueses hahían empleado a partir de 1918 la reforma1 1'11 buena parte de Europa oriental) y permitieron a figuras de\lIrrda reivindicar la dirección de la nación. El fenómeno antesrulbdo en la Unión Soviética sobrevenía entonces en Europa••1· b revolución social avanzó al mismo paso que la afirmación

.1

LA DIVISJÓN DE ALEMANIA

1.1 )'.1 claro -esribió Basil Davidson en 1950---, que el trazadohlll·,l fronteriza por el centro de Alemania ha significado tam~

111V1~iól1 de Europa.• Viéndolo hoy, apenas cabe dudar de que'111,1 d~r.rota Alemania poseía la clave del destino de Europa yl. 11.11 t lel6n lo que por fin dividió al continente, Dista, sin em­

" 1I·\llhar obvio el grado en que la partición se tornó inevita-'"l'~'lllcncia de qué acciones. Al fin y al cabo, los Tres Gran-

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Page 15: Mazower Europa Negra Cap7

des habían estado en 1945 plenamente de acuerdo en mantener ulIIIAlemania. (Cómo entonces sucedió la panición? (Fue obra de I 11

transigencia soviética? (Se debió, por el contrario, como sostenía t)vidson, a la política occidental? (O surgió de la incompatibilidad hsica entre las ideologías dc las potencias ocupantes que algu tl •

observadores creyeron advertir incluso antes de mayo de 1945 11 1,primeros pasos dados por el Gobierno militar que los aliado! r I

Ejército Rojo establecieron en el territorio conquistado?4'

Prevaleció finalmente la política aliada de .rendiciÓn incondlllnah., anunciada por vez primera en 1943. El almirante Doenitz, \\11.

sor de Hitler, autorizó la firma de la rendición e17 de mayo de 19·11\su Gobierno conoció una existencia cada vez más moribunda 11 1 1

que dos semanas después él y el resto del Alto Mando alemán f~1I11detenidos. Fracasó en su tardío empeño de conseguir el apoyo al, 1para un III Reich rejuvenecido que se opusiera a la bolchevizacillll 1

Europa y el control político central de Alemania pasó a manos dr Iconquistadores.~

En un principio, los vencedores compartían muchos objetivm 1sicos. Todos estaban de acuerdo en la necesidad de eliminar el 11,1/1

mo en aras de la seguridad europea; todos habían prometido Castl~ ,.los criminales de guerra alemanes. La Declaración de Yalta alud.posible .desmembramiento» del país, pero también hacía refertllO I

instituciones cenuales germanas. Tanto los rusos como los estadllllldenses reconocían que era deseable una reforma económica gen¡ I I

través de la supresión de los carteles y de la reforma agraria con pI>,to de quebrar el poder de aquellos intereses de los que se creía (1'1l 1,bían apoyado a Hitler. Finalmente, todos coincidían en la nec~",lde .democratizar» Alemania. Tales objetivos equivalían nada 1111'

que a una revolución social y política.Este terreno compartido constituyó la base de las declan~ lO '

que siguieron a la Conferencia de Potsdam en julio de 1945. r 1111

ciendo una distinción entre el nacionalsocialismo y el puebl alllllel acuerdo habló de preparar al último «para la reconstrucci 111 ~ 1

tual de su vida sobre una base democrática y pacífica». Al 1111 I

tiempo Potsdam pasó de puntillas sobre las crecientes área. 11. Isacuerdo entre los Tres Grandes. Pero ninguna de éstas reve 11.1 "verano de 1945 una significación tan inmediata como la postUI.I ,1

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Ilur los franceses, que no fueron invitados en absoluto a ir a POts­11, !'tro a quienes se había atribuido su propia zona de ocupación.( •.wlle era el primer adversario de una Alemania unida. Se opuso

I 'I!lente a la idea de una Administración centraJ germana que ac­" _wllctida a la Comisión de Control y deseaba anexionarse terri­iu hermanos y quebrar el antiguo Estado centralizado, Los fran­

'lJ.casarían, en definitiva, en sus ambiciones territoriales. Mas• IlIonces su veto había obstrujdo las posibilidades de una unidad

111 11,1 y, al mismo tiempo, las medidas adoptadas en las diferentes1 d ocupación crearon regímenes sociales y políticos cada vez

Ill'll'rgentes.1)(' modo sutil pero en modo alguno carente de sentido, el repu­.111 I'égimen nazi adoptó formas similares en todo el país, Losllhlt~ dc las calles fueron (una vez más) cambiados, la literatura1 ,Irupareció de las bibliotecas públicas y en general se borrarontI~IlU~ visibles del antiguo régimen. Pero más allá de tales medidas,

lIl.\Ton más obvias las diferencias de enfoque. En la zona sovic=ti­I di' nazificación fue considerada un medio de destruir las baseslhllllll:a y social de la reacción. No hubo una búsqueda sistemática

11 11 o de criminales de guerra y su vida era a menudo más fácil,,111,,'1 :tOnas de los aliados, Englobando a nazis y a otros .enemi­l. I~ democracia», las autoridades se consagraron a una purga ad­

1 lI.1liva rápida y considerable que alcanzó a la judicatura y a la'" lA Yestablecieron cursos breves de aprendizaje para crear nue­

I'lolfcsionales.sl Como en Europa oriental, los lemas antinazis seIIlleron en justificación de amplias reformas económicas. Enllltron confiscadas grandes propiedades rústicas y se creó una

" I I.lse de pequeños agriculcores ligados al nuevo régimen. Que­11 npropiados los bancos y las industrias pesadas. Se procedió11, lldad al desmantelamiento de plantas industriales, pese al he­l. 'Iue provocaba un tremendo despilfarro y dejaba sin tn.bajo al' de personas.

I .. 1IIIIltica sovic=tica reflejó dos consideraciones claves. Una era el"llllIlJl1le análisis comunista del propio nazismo. En 1945 Wahertll IH ~ostenía que el «fascismo hitleriano» había surgido dc la na­

1,1 rC1ccionaria del capitalismo germano; así pues, a fin de erra­I 1I ,autoritarismo alemán cn. preciso destruir el capitalismo yI¡q, 1.1 economía. Pero aún más importante quc esto fue el ava­l", IIltcrés sovic=tico por explotar hasta d máximo los recursos

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germanos para reconstruir su propia economía dañada y sacar todu 1partido posible de las estipulaciones sobre reparaciones acordad,con los aliados. A la larga, esos dos objetivos -la creación de UII'

Alemania prosoviética y unos niveles elevados de reparaciones·revelarían incompatibles, pero eso no resultaba claro en 1945.11

La desnazificaci6n adopt6 en las zonas del Oeste la forma de un·investigación judicial caso por caso. Eso satisfacía el concepto 04.1'

dental de imparcialidad pero resultó cada vez más impracticable, -'41bre todo cuando el alcance de las purgas aument6 en 1945 tras hallllse divulgado cierto número de fiascos en la desnazificaci6n. , 11

infamantes Fragebogen (cuestionarios), un elemento básico en t& 1"

vestigaciones, sumaron cifras enormes ---en junio de 1946 eran m." ,11,6 millones s610 en la zona estadounidense- y en consecuencia ti 1,el proceso de desnazificación se convirtió en una pesadilla buroc, ..11

ca. Hacia finales de 1946, con más de dos millones de casos tod .. !'

pendientes, terminó. Un estudio realjzado en la ciudad de MarbuIbajo ocupación de Estados Unidos llegó a la conclusión inequí'llhde que la desnazificación constituyó un fracaso: ni excluyó de IU

puestos a antiguos nazis ni sirvió para lograr una vida más demo\ 1 I

tica. Más pragmáticos, británicos y franceses dedujeron antes Isemejante. Varios millones de alemanes se vieron afectados pOI Ipurgas, pero la opinión pública germana consideraba que se h..l .apuntado contra individuos de escasa importancia mientras vivl.IIIgusto los peces gordos. En suma, los procedimientos aliados no 111ron evidentemente superiores a los adoptados en la zona oriental

Al igual que en el caso soviético, también las prácticas de d ~II~

zificación en las zonas occidentales reflejaron teorías muy gCllI' 1

les sobre la naturaleza de1IIl Reich. En vez de ver el nazismo 1:1111.

un fenómeno socioeconómico (que para su erradicación requilluna intervención drástica en la economía), los aliados se mOSlr"¡',,más inclinados a considerarlo como un régimen dictatorial impu 'desde arriba. Eso sugería que bastaría simplemente con apartar Iantiguos nazis para liberar los naturales apremios democráli u_ ,1 Ipueblo germano. La reforma social era, por consiguiente, meno_ 1111

portante que la cirugía jurídica.Por desgracia, la actitud de los alemanes ante la derrota no ré~p~1

daba esta visión. Cuando analizaron la opinión pública,los aliad"mostraron cada vez más preocupados ante lo que descubrían. Ptll ~

lado, la resistencia a la ocupaci6n que muchos habían temido no 11

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1I.. lrll.llizarse. Los ~hombres lobo_ demostraron carecer de dientesI 1111 t;tleza alpina» resulto ser una fantasía. La derrota total, tras la,1, una de las SS en los últimos y apocalípticos meses de la guerra,l' .1.1 haber desacreditado al nazismo. A diferencia de lo sucedido

1111 H, a nadie le quedaban dudas acerca de la magnitud de la catás­II Pero los aliados esperaban algo más que eso: confiaban en ad·

1111 "'gllos de arrepentimiento por los acontecimientos de los seis11' 1\Illcriores y algún tipo de deseo por el retorno de la democracia.

1tl~ informes iniciales obtenidos en Alemania fueron descorazo­l"lr~. Los germanos parecían ofuscados por el colapso total y

11"1 ..1e! Reich. Se mostraban apáticos e individualistas, más preocu­t..",or la comida que por la democracia. OlNo cuenten conmigo"',I Ir puesta habitual a las sugerencias de activismo político. Tras

I 1 1" perspectiva de una revolución clasista, los aliados se sentían111111110 más inquietos ante la pasividad política. Cuando difundie­IlllU película sobre los campos de la muerte, la mayoría de los es­1 ,lurcs consideraron que se trataba de mera propaganda.S4

I ~. pautas mentales nazis sobrevivieron a la caída del régimen, y alllhll) se manifestaron de las formas más incongruentes. Saul Pado-o IlIl\I de los primeros oficiales de inteligencia de Estados Unidos

l!t"dos de realizar una investigación sobre los sentimientos del1,111 en Alemania, describió su encuentro con un socialdemócrataI"upugnaba duras medidas contra los nazis, quien declaró: OlLa

Ilr nui está contaminada, es biológicamente insana e incurableI Nu cabe redimir a quienes tienen sangre nazi. Hay que esterili­II'~,. Refirió también el caso del burgomaestre de Hamborn, que"lln l1lslintivamentc a Padover al modo hilieriano antes de tana­1 .11: «Es una vieja costumbre. Uno tiene que contenerse.'" Pocos• k\ aliados comprendieron que el término Entnazifizierung11 lificación) era en sí mismo una réplica de la jerga nazi.S)h.a advertir que por sí sola la desnazificaci6n no cambiaría laulldad de la gente. los aliados acometieron en la paz una ambi­1" nlongación de la campaña psicológica bélica orientada hacia el

1" 11 Kcrmano. La «reeducación", -una operación propagandística,ll'lllocratizar a toda una sociedad- se convinió en uno de los

IlI'l1u~ más grandes de ese tipo acometidos en el siglo xx. Se refor­""1111\ lextos escolares y escuelas y universidades fueron reestruc­

,1.1 y adoctrinadas en las nuevas teorías e interpretaciones. Y1111.1 que la desnazificación resultaba dolorosa porque retrotraía

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al pasado, la «reeducación.. brindaba la promesa de un futuro Ill,h

brillante.Los británicos fueron los menos optimistas acerca de las posibllt

dades de éxito; en fecha tan tardía como el año 1952 un alto funcionrio observó sombríamentc: «Es improbable que en un futuro inmdiato se desarrolle la democracia en Alemania... Los franceses, ~llll

el contrario, concedieron mayor importancia a la tarea y se cone 11

traron, con cierto éxito, en la juventud germana. Después de todo, l.¡que estaba en juego para los franceses no era la desnazificaci(lll,les preocupaba Alemania, no los nazis, y estimaban que la transf(1Imación de la cultura germana constituía la clave para la paz. Su eJCl'lIsición itinerante Mensaje de la juventud francesa fue visitada ptu120.000 alemanes, y sus reformas en la formación del profesorad(l.los programas de intercambio resultaron muy eficaces. El esfuerzoudounidense fue más apasionado que el británico y dio como resuh",do la purga de las universidades alemanas en 1946. Sin embargo, ,11igual que los británicos, los estadounidenses descubrieron que su afoll1por reformar el sistema educativo tropezó con la oposición germallATambién ellos se vieron obligados a abandonar, aunque tardaron lll~

tiempo."De modo que tanto en la desnazificación como en la reeduca I"I~

los aliados consecharon pobres resultados. Por el contrario, tll 1zona soviética se realizaron reformas educativas sustanciales -solutodo a través del establecimiento de un sistema escolar general-, t 11

buena medida porque las fuentes de oposición, que tanta imponalh I

cobraron en las zonas occidentales, estaban silenciadas. Pero e (1

reflejo de la divergencia básica en los regímenes de ocupación: 11 I

Oeste la desnazificación tuvO lugar sin una reforma social radl\ ,1mientras que el Este proporcionó la oportunidad para realizarla, I(trayéndose de sus compromisos políticos previos, los aliados no '111

tían deseos de fomentar un amplio cambio social y económico. VII,

ron, por ejemplo, la reforma agraria y permitieron a los induSlTlJIdel Ruhr sustraerse a la vigorosa descaneLización proyectada en 1~4 j

La razón principal de este conservadurismo social durante 1941946 no fue tanto el anticomunismo como la confianza de los alioltll'en los grupos de intereses existentes en sus zonas y el temor a agl,l~ H

la escasez de alimentos y las dificultades económicas que COnStllU11lentonces la principal preocupación política en todo el país.

Por eso también reaccionaron con creciente hostilidad ante l.tl

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hll'lU.:i", rusa en desmantelar la industria alemana. tal como se había"Id.ldo en Potsdam. No hay duda del despilfarro que supuso buena

r 11(' del empeño desmantelador de los soviéticos (un buen ejemplohlo 1·1 de las fábricas de porcelana de Meissen: destrozaron los bancos

111, hornos, y enviaron piezas de hierro a una fábrica de porcelana1I ,lila a Leningrado, donde se enmohecieron durante años). Inten­

¡Ij, ti,) por la competición burocrática, la rapiña de los recursos ale­, lit -no sólo en la zona soviética- creó una confusión y un de­1II1\leo enormes. Pero es sorprendente que en 1945 las condiciones'''II)rnicas de la zona oriental no fueran peores que en el Oeste y que

Itly pl'obablemente fuesen mejores, gracias a la rápida aplicación dchl11.ulificación económica. Pese al elevado volumen de los envíos por

l'A",ciones, en términos relativos comenzó pronto el desarrollo in­lltlll;¡1. Tal vez por obra de la reforma agraria, la población de la"lA oriental estaba hasta cierto punto bien alimentada, por lo menostl.l 1947Y

1..s reparaciones fueron, sin embargo, la cueSlión que condujo• directamente al colapso del Gobierno cuatripartito. El acuerdoI',ltsdam había dispuesto que la Unión Soviética recibiría el 15 %

1 I Jpital utilizable en las zonas occidentales «por ser innecesarioI 1,1 economía alemana de paz... Pero durante el invierno de 1945­4'., l:l escasez de alimentos obligó a fijar raciones peligrosamente1'" y aumcntó la perspectiva de una hambruna generalizada. Los

111111\(:5 dc refugiados que llegaban a las zonas occidentales proce-nlt' del Este exacerbaron los problemas de asistencia. Cuando los,llIernos militares occidentales se enfrentaron con esta múltiple cn­., 14.1:lI, empezaron a insistir en la necesidad de un nuevo enfoque deInonstrucción alemana. El 27 de mayo de 1946 quedaron inte­

Illllpidos los envíos por reparaciones desde la zona estadounidenseI 1Jnión Soviética hasta que se alcanzara un acuerdo general sobre

,mJunto de la economía aJemana. Cuando las autoridades soviéti­Ir negaron a reducir sus demandas, el tráfico económico interzo­

11l1C:nguó rápidamente. Al igual que después de 1918, las repara­n.. 'I amenazaban con hacer añicos el entendimiento entre los

'hlu,stadores de Alemania.I .\ disputa al respecto se vio agudizada en primer lugar por la ate­lnl" escasez de alimentos y la quiebra económica de la inmedia­

Ilmf,;uerra. Pero en la grieta entre estadounidenses y soviéticosI1 ll:lba la gran diferencia en sus experiencias de la contienda. La

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Unión Soviética soportó el peso principal del esfuerzo bélico genna·no y sufrió, en consecuencia, enormes daños. Hacia 1945 habíanmuerto más de 20 millones de sus ciudadanos y buena parte de su le"rri~orio había sido devastada. Era natural que la política de Moscú cs·tuviese guiada sobre todo por el deseo de explotar en su bene.ficio l~.

recursos económicos alemanes. Por otra parte, Estados Umdos VIO

ue su economía se expandía por obra de la guerra. Sufrieron relaq . .tivamente pocas bajas a manos de los alemanes y no eXlstl~ en surelaciones con éstos el antagonismo racial que había caracterizado IVernichcungskrieg llevado a cabo por los nazis en el Este. ~n .Washington, la política con respecto a Alemania había.estado escmdlda entre quienes propugnaban una paz punitiva y qUienes deseaban ­gún su concepeión- evitar los enores ~e 1918 y f~vorecer \111

enfoque menos radical. Hasta Potsdam se unpuso el primer .grurp,pero hacia finales de 1945 perdió terreno al conocerse la magmtud tila crisis económica.

Asimismo, es preciso considerar la disputa sobre las reparaciolla la luz de las evoluciones políticas en Alemania. Justo dos sem 11

después de la creación de la Administración Militar Soviética, qUI ,1,oficialmente registrado en la zona oriental el Partido Comulll 1 '

Poco después las autoridades soviéticas reconocieron a otroS pan"l.políticos. Las autoridades occidentales se mostraron mucho ~á t ,1'

telosas; hasta bastante después sólo permitieron que los panld()~

tuaran en un nivel local. Por ello rechazaron a muchos grupos al,ulsos de cooperar en la reforma de las estructuras existentes, p~efint 11 Iapoyarse en administradores más conserva.dores y ost~nslblellu 1,1

apolíticos. El estricto control sobre el Partido Comumsta d nul 1en particular una gran incertidumbre acerca de la lealtad del 1... I

rado.SI

La estrategia política soviética hacia Alemania se tornó cyul, ,en fecha tan temprana como el 15 de julio de 1945, con la fOI lll~· +

de un bloque antifascista integrado por cuatro partidos. Para pI! 1

nar en Potsdam en favor de un enfoque aliado común respeLlu 11

actividad de los partidos -política a la que se oponían todo. l., 1más y especialmente los franceses-los rusos consintieron Cll pI

tarse como patrocinadores de aquellas fuerzas que en Alenllllllseaban que se otorgase a los habitantes una mayor resp lu,IIHIpolítica. El Partido Comunista puso de relieve su compHlltufavor de una democracia parlamentaria para Alemania a lr"V ¡j

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obJoqu: de fuerzas democráticas antifascistas». Nacionalismo y de~1l10CraCla parlamentaria constituían una combinación persuasiva tras1.. derr~t~: por entonces muchos alemanes tuvieron que pensar que lasprobabilidades de que la Unión Soviética la proporcionase no eran ¡n­lfriores a las de sus aliados occidentales.)')

Con la aparición de la actividad del SPD en las zonas occidentalesIlllrant.e el verano y el otoño de 1945, la política soviética pasó de'1IrCOllar para la creación de varios partidos separados a insistir en laUlllfl~.lción d~1 SPD y el KPD (los comunistas). Es posible que este

IIIblo de actitud se halJara determinado por los malos resultados de1 rOl.nidos comunistas en las elecciones de Austria y de Hungría.I lIlblén contribuyó indudablemente la línea cada vez más indepen­I lile y segura adoptada por la dirección del SPD. A finales de febre­1.1 1946 se anunció la fusión de los dos partidos. Los socialdemó.

1 berlineses protestaron, y cuando en abril celebró en la zonaI lIul sus primeros mítines el nuevo Partido de Unidad Socialista1I )), no consiguió atraer a todo el SPD. Como resultado, se torna­

terildas en las zonas occidentales las relaciones entre el SPD y el'1 IIUentras que 105 aliados se mostraban cada vez mas recelosos de1 \ ll(as soviéticas.

lulos dieciocho meses siguientes las relaciones entre soviéticos y111 tlllproraron. Una disputa pública entre Molotov y su homó­ul.l(lounidensc Byroes acerca de la frontera germano-polaca fue

11" rn octubre de 1946 por elecciones en la zona oriental y en11, ¡l\le revelaron la fuerza de la repugnancia de los miembros del

1Illrgrarsc en el SED. Justo un mes después, surgió la fusión deUJ r.st3.dounidense y británica y se ejerció presión para que

11 \{. unieran los franceses. La Comisión de Control de las cua­h IIti.IS había dejado prácticamente de funcionar, incapaz de1" C"I ;lIgo que no fuese la abolición del Estado de Prusia. No es• I 11 c'\ta atmósfera que la conferencia de ministros de Asumas'., l debrada en Moscú en marzo-abril de 1947 no consiguiera

dI ¡llucrdo en la determinación de una base para el tracado deI A!l-m,lllia. Ese fracaso, que coincidió con la proclamación de11II~ '1', urnan, marcó el comienzo de una política de Washing­11., Idid:l Yabi~rtamcme anticomunista respecto de Europa.

1_' ll,ilu el comIenzo de la guerra fría/JO

lllllhrosa celeridad, la suspicacia respecto de Alemania es­11,10 de $er el factor definidor en las relaciones internaciona-

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les de la posguerra. El Tratado de Dunkerque de 1947, firma~~ ~PIlos países del Benelux, Francia y Gran Bretaña, se hallaba dlrlgllh,contra Alemania, que todavía era considerada como la amenaza pflll

cipal para la paz en Europa. Pero el Tratado de Bruselas, firt~ad(l Iaño siguiente, fue menos específico acerca del agresor potencial. 1 u

relaciones entre el Este y el Oeste siguieron una dialéctica de rectlpRusia consideró el Plan Marshall como una tentativa de acabare 11 .¡

dominio en Europa oriental. Británicos y estadounidenses mOSll'all'Usu alarma en septiembre ante la creación de la Cominform. Per 1""bablemente el acontecimiento clave que a ojos occidentales conVlI1la Rusia en el peligro principal para la seguridad europea fue el ~"Ipe de Estado llevado a cabo por los comunistas en Praga en feblll"

de 1948.Los acontecimientos de Praga impulsaron el acercamiento !lit

Francia y Estados Unidos. A cambio de las promesas estadounid, uses de apoyo militar y económico, los franceses renunciaron ¡I, Hl

sueños de obtener pane de Renania. La zona francesa se integr ,.la Bizona y los aliados empezaron a co~cebir una reforma monfl,u'y una reconstrucción económica dentro del marco del plan de r ~ 111raci6n europea. Los rusos abandonaron la Comisión de Control, '1'nunca volvió a reunirse, y bloquearon los sectores occidenulc: 1,. ,1neses. En el cenit de la crisis de Berlín, se creó en la zona soviétil.' 111

municipalidad separada. La división de la ciudad anticipó la dlv, ,del país. El 23 de mayo de 1949 fue firmada en Bono la Con tll'lo ,

de Alemania occidental; una semana más tarde, el Congreso dd I'ublo adoptaba en Berlín una Constitución rival. En octubre se 1"" Imó oficialmente la República Democrática Alemana.

LA GUERRA FIÚA EN EUROPA

La guerra fría aponó una estabilidad brutal a un conliorlllhausto y garantizó que la resurrección de la vida política tuv\t'j" l.en los términos permitidos por el equilibrio internacional dril"En contra de las expectativas nazis, a la Segunda Guerra M~H\llj~1

sucedió una contienda entre los miembros de la Gran Alian/,I 1I

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IlIlrme habría exigido Stalin a los aliados que invadiesen EuropaI,1 ~{lnstituir un segundo frente si hubiese pretendido echarles des­

1as pérdidas soviéticas -rras los sufrimientos de la mayor des­'h \ Ion bélica de la Historia- y el monopolio nuclear de EstadosIIhlll~ obligaban a Stalin a rehuir la beligerancia. Por su parte, tanto11.l"ll1o:OS como estadounidenses aceptaban de mala gana, y en priva­

1" realidad de su asociación con los rusos. No podían dejar de re­1'11 cr el predominio militar de la Unión Soviética en Europa orien­

I t' '1I' genuinos intereses en esa región en aras de su seguridad. La'!u\.ión de la Comintern en 1943 fue el modo que tuvo Stalin de

1II1("'lur su renuncia a la revolución mundial. Si la creación en t 947,",uccsora, la Cominform, marcó el deterioro de las relaciones del. u 1:011 sus aliados desde el final de la guerra. de la misma e impor­1 manera -aunque apenas se advirtiera entonces- reveló unaltll" lioviética de consolidación conservadora tras el telón de acero.lllu'u para los estadounidenses la contenci6n era una doctrina

•... lmeme defensiva. No cabe tomar en serio la referencia de Du­Im.ulIe la década de los cincuenta a hacer que retrocedicra el co­¡'II\O: la reacción occidental ante los disturbios de 1953 en Ale-1 unental y respe<:to de Hungría durante 1956 demostraron quetrlllc no estaba interesado en desafiar el equilibrio predominan­Illllder. El miedo a unas auténticas hostilidades se revel6 infun­

1'(" e a la tensión de las relaciones, sobre todo en 1948, ningún1\ illlsideró de verdad el empleo de la fuerza militar para interve-

n 1... t'~fcra de influencia del Otro. Las más peligrosas temperaturas... lun sobrevinieron allí donde se desgarró el telón de acero: en

, I'or ejemplo, durante 1945 (yen buena parte por obra de laI,UIU;\ de Tito), en Hungría y en Grecia.11 nHlsecuencia de esta divisi6n del continente fue el que lasI I ~llsputas fronterizas y los problemas de las minorías dentro.In.l de influencia de cada bando ya no amenazaron la estabili­It'lll.lcional, como había sucedido antaño. En el Oeste, los esta­1 u\c rechazaron las reivindicaciones francesas en relación con.1\ Aosta y Alemania occidental. En las conferencias de paz deurl rOl se había decidido que las disputas, por ejemplo entreluv.l(IUia y Hungría. tendrían que solventarlas los dos países en11 Nn se repetiría el intento de la Sociedad de Naciones de so­l In problemas de las minorías mediante su internacionaliza-

N, 1.., tratados de paz con los derrotados aliados del Eje ni las

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Naciones Unidas prestaron mucha atención a los derechos de las m.norías. En una Europa dividida, tales problemas parecían revestir unlimportancia secundaria. La seguridad frente a las disputas fronterizque en otro tiempo habían acosado al continente, dependía ahou dla subordinación a las superpotencias.

Desde luego, semejante estabilidad exigió pagar un precio mUtalto. La pugna entre las superpotencias no se desarrolló en el camllt'de batalla sino a través de formas bélicas más compatibles con los pligros abrumadores de la era nuclear. La lucha secreta, psicológic¡I rsoterrada que ambos bandos habían desarrollado frente a Hitlerorientó cntonces entre los dos. El espía se convirtió en el combatí ni

característico de la guerra fría. El cevangelio de la seguridad nacionAlcondujo a la expansión de vastas organizaciones estatales de vigilan,y espionaje. Las actividades de inteligencia dejaron de ser consid l'

das como apéndices de las operaciones militares; desarrollaron \11

propios intereses burocrático~. En Europa occidental se introdu)'1 Iexamen de antecedentes según el modelo estadounidense, brindalldlun nuevo terreno para que los maestros del espionaje pudieran IImostrar que eran indispensables. Las credes retrasadas"" cread..finales de los años cuarenta por la inteligencia de Estados Unido, 1

suelto a no verse sorprendido por una invasión soviética, conStílUYron en el órgano político unos malignos núcleos anticomunista, '1grado de sus actividades no sería calibrado hasta los años ochentoJ (las revelaciones acerca de la red Gladio en Italia.

El predominio de! anticomunismo de la guerra fría, combíl1J l 1.con los signos de una creciente desilusión política popular, prop'"cionó a la democratización del Oeste un molde muy conservador lpinquietaba a Liberales e izquierdistas hacia finales de los años cuar 11

cLa cuestión candente para alguien interesado por el futuro de IJ 1Imocncia en Europa ---escribió el historiador Carl Schor kt 948-, es la medida en que persistirá la lealtad de la clase media hla democracia.'" Advirtió en Italia, Francia y Alemania occidelll ,1giro a la derecha de la política operado desde la guerra y los csigno ,1

un retorno a un autoritarismo antidemocrático", bajo las presioll' flla guerra fría. En un texto referido a Alemania, otro observadp,mostró igualmente pesimista, señalando que caún no se ha lIe\"III"cabo la prometida democratización...'1

El anticomunismo de Europa occidental amenazaba con '(profundas incursiones en las Libertades civiles y con poner en I

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rdormas sociales que muchos habían deseado. En el período 1946­111". los partidos comunistas fueron expulsados de los Gobiernos.l' .1.1 1948-1949, los Estados recurrían a unidades paramilitares paraIIA~I.lr la resistencia en la izquierda. La lucha por la democracia yauh.l concebida en los términos de guerra fría; en consecuencia, sur.

1 lun en la izquierda acusaciones de que las administraciones conser­,IIII.IS tornaban sospechoso el antifascismo y apoyaban a los fascis­" ln~ democratacristianos respondieron afirmando que la auténticaIU 11,I7.a para la democracia procedía del ataque comunista contra la1 II.ld. En 1951,101 Unesco organizó una investigación sobre e! sig­h. "do de la democracia en el mundo de la posguerra. Llegó a la con­uu,m de que, si bien todo el mundo la deseaba, una vasta sima sepa­1 en su concepción a las dos mitades de Europa.

Il.lcia 1949,Ias fuerzas del mundo libre habían triunfado en Occi­1111' En Italia y Grecia, donde la resistencia violenta a los regímenesl~ pnsguerra se prolongó por más tiempo, los sospechosos de iz.

Uf. Hli~rno eran enviados a la prisión, mientras que antiguos colabo­.."unas eran liberados. Tras la crucial victoria de los democrata.

"'.tlIOS en las elecciones italianas de 1948, las unidades paramilitares.. 110 de Mario Scelba, dotadas de lanzagranadas y lanzallamas, en­bron a centenares de partisanos y obreros. Una década después

11111011 de la guerra civil, las fuerzas policiales de Fnnco aún seguíanI',,,ndo los montes de resistentes izquierdistas. En Grecia, el ejér­I 'lIunárquico adiestrado por los estadounidenses se impuso con

1111 .•1Ejército Democrático de los comunistas e internó en cam­ullprovisados a miles de sospechosos de simpatizar con ellos.I 11 Europa oriemal,la resistencia al orden de la guerra fría trope­.1, de luego, con una represión lOdavía más implacable. En Yu­1.... 1.. , los chetniks de Mihailovic ya habían sido neutralizados tras

.. "'luón de su líder a comienzos de 1946. Pero en Polonia y Ucra­1 N KVD Ylas fuerzas comunistas nacionales emprendieron a fi­

dl' los años cuarenta feroces operaciones contra los partisanos.1 .. 1" resistencia más tenaz fue la que tuvo lugar en los Estados

tlo II~ AlIi, desde comienzos de 1945 la política soviética -depor­h"Il'~ y colectivización- echó al campo a muchos hombres. Los

IIIllhl,S del Bosque, como se les conocía, atacaron unidades rusas,II1l1tHl elecciones y mataron a colaboracionjstas. Les animaba la'" 1.1 de que pronlO estallaría la guerra entre Occidente y la Unión'lo" 1'.11 Letonia y Estonia su número menguaba hacia finales de

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1946, pero en Lituania el movimiento se hallaba mejor organizadilPara 1948 las autoridades necesitaron 70.000 soldados, así como c.cuadrones especiales infiltrados y divisiones regulares del EjércllllRojo.

Existen algunos casos sorprendentes de individuos que duranlvarias décadas rechazaron la estructura de poder de la posguerra. I ~

pesadillesca novela de Tadeusz Konwicki sobre la Polonia de los a lo

sesenta, Libro contemporáneo de sueños, revela que los fantasmas d Ipasado todavía acechaban en los bosques. En fecha tan tardía comi1978,10$ agentes del KGB descubrieron a August Sabe, un Herm 11"

del Bosque estonio que prefirió morir ahogado a rendirse. De 01011.

semejante, se dice que tras la caída de la Junta de los Coroneles 11

t 964 fue descubierto un civil que se ocultaba en los montes 8Ian'l'de Creta, resuelto a no retornar a la vida normal. En 1983 localiu'l'llen un pueblo de Auvernia a una francesa que vivía recluida; allleg>1J1 l.liberación había sido acusada de colaboracionismo y le habían COtl~

do el pelo; nadie volvió a verla en treinta años, y acabó loca.6.1Personas como éstas, que se negaron a reingresar en la sociedad.1

la posguerra, conStituían muy escasas excepciones. En su inmrl1 ~

mayoría los europeos aceptaron la división del continente y el eqUlhbrio de poder de la posguerra, y por eUo participaron en los proy«l.sociales desarrollados a uno y otro lado del telón de acero. La aliandel período bélico conservó su entendimiento básico y la paz brul 1de la guerra fria aportó al continente el bien más preciado de totl.,tiempo, que permitió una regeneración extraordinaria y considenhlmeme inesperada de su vida económica y una amplia uansforma,,,.,de sus hábitos políticos.

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8

CONSTITUCIÓN DE LA DEMOCRACIAPOPULAR

Hemos elegido nuestra propia vía polaca de desarrollo a laque llamamos la vía de la democracia popular. Bajo las condicio­nes presentes no es necesaria ni.sr concibe ninguna dictadura dela clase obrera y menos aún la dictadura de un partido. Creemosque el gobierno de nuestro país puede ser llevado a cabo a travésde la cooperación de todos los partidos democráticos.

WLADYSLAlV GoMULKA, 19471

Cada cambio en el orden social constituye un proceso his­tórico acompañado de dificultades, problemas no resueltos, de­ficiencias e, inevitablemente, errores.

del Informe de la Comisión de Indagación del Gobiernode DubCek sobre los procesos políticos

en Checoslovaquia, 19681

I Ufopa oriental ha sido el infortunado laboratorio de los tres ex­""'t'mos ideológicos del siglo. El primero, el de los vencedores de­"'.lljcos liberales de 1918, duró poco más de una década, antes de"ttlmarse después de la Depresión. El Nuevo Orden de Hitler sólo

.m';Ó la mitad de ese tiempo. La derrota naú abrió el camino para~t,ltin realizase una tercera tentativa y sus consecuencias -las de­

11 r,lI.:ias populares- se revelarían más duraderas que cualquiera de• jltl·dccesoras.

Al comienzo de la década de los cincuenta, cuando el terror estali~

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r,..J""uón, Gu,lkrmo Solana

1• flll(iófl; n..rw 2001

O ~b,k Muo""er. 1991O 1d'ClQnn 8, S.A~ 2001

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I'nnlt<! In Sopa'"ISaN 8~ 666-QI04-X1).,,,6"'Q 1elal: 8. 701·2001

¡"'I'lft<) por I'URESA, S.A.(;"'01",206 . Oa20} Sab.Wdl

111111.. 101 derecho. r.tt'rv.dQl. lI.jo lu mlC;Onet ul.bl""id'lfl' l•• leyu. llul'd. r;I"'O)I.mente prohibid.., ,in .utoriución'I<.'ll& de 1<)11 1>\ul••<:I dd ropynghr. l. «,producción 101a1 Oparcialdt "" obn por cualqlliu mfdlO o procw,micmo, con'l'rtndidonl. rr¡'f01lif.ll. r el IUlunlenlO ,nform',ico, lJ¡ (00100 la dinribuciÓ<ld. 'Itn'I'IMtI m«I,.me alquiler o prbtuno publoco•.

MARK MAZOWER

La Europa negra