maurice druon - los reyes málditos - 2 - la reina estrangul~1

download maurice druon - los reyes málditos - 2 - la reina estrangul~1

of 96

Transcript of maurice druon - los reyes málditos - 2 - la reina estrangul~1

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    1/96

    1

    Maurice Druon

    LOS REYES MALDITOS

    IILa reina estrangulada

    PROLOGO

    El 29 de noviembre de 1314, dos horas despus del toque de vsperas, veinticuatro correoscon la librea de Francia salan al galope del castillo de Fontainebleau. La nieve cubra los caminos,y el cielo pareca ms oscuro que la tierra. Ya era de noche, o mejor, por un eclipse, no habadejado de serlo desde la noche anterior.

    Los veinticuatro jinetes no descansaron antes de la maana siguiente, ni dejaron de galoparal otro da, ni en las siguientes jornadas. Unos se dirigieron hacia Flandes, otros hacia el Angounoisy la Guyena, hacia Lyn, Aigues-Mortes, Marsella, despertando a los bailos, prebostes ysenescales para anunciar a cada villa o burgo del reino que el rey Felipe IV el Hermoso habamuerto.

    A su paso, el toque de agona resonaba en los campanarios y atravesaba las tinieblas. Unagran onda sonora, siniestra, se ensanchaba sin cesar, y se extenda hasta alcanzar las fronteras.

    Despus de veintinueve aos de gobernar sin desmayo, el Rey de Hierro acababa de morir,a los cuarenta y seis aos, de una congestin cerebral. Su muerte llegaba a menos de seis meses

    de la del guardasellos Guillermo de Nogaret, y, a siete de la del papa Clemente V. As parecacumplirse la maldicin lanzada el 18 de marzo, desde lo alto de la hoguera, por el Gran Maestre delos Templarios, que emplazaba a los tres a comparecer ante el tribunal de Dios, antes de un ao.

    Soberano tenaz, altanero, inteligente y reservado, el rey Felipe haba llenado su reinado ydominado su tiempo de tal modo que, aquella tarde, se tuvo la impresin de que el corazn delreino haba dejado de latir.

    Pero las naciones jams mueren con la muerte de sus hombres, por grandes que stoshayan sido. Su nacimiento y su fin obedecen a otros motivos.

    El nombre de Felipe el Hermoso apenas sera recordado por la posteridad si no fuera porlos resplandores de las piras que encendi bajo los pies de sus enemigos y por el centelleo de lasmonedas de oro que hizo acuar. Pronto se olvidara que haba sujetado a los poderosos,manteniendo la paz mientras le fue posible, que haba reformado las leyes, edificado fortalezas paraque se pudieran sembrar los campos a su abrigo, unificado las provincias, invitado a los burguesesa reunirse en asambleas para dar su opinin, y velado en todos los aspectos por la independencia

    de Francia.Apenas se enfri su mano, apenas se extingui aquella frrea voluntad, se desencadenaron

    los intereses privados, las ambiciones insatisfechas, los apetitos de honores y de riquezas.Dos partidos se aprestaban a enfrentarse, a desgarrarse sin piedad por la posesin del

    poder: de un lado el grupo reaccionario de los barones, capitaneado por el Conde de Valois,emperador titular de Constantinopla y hermano de Felipe el Hermoso; de otro, el grupo de la altaadministracin dirigido por Enguerrando de Marigny, primer ministro y consejero del monarcadifunto.

    Para evitar este conflicto, latente desde haca meses, o para mediar en l, hubiera hechofalta un rey fuerte. Sin embargo, el prncipe de veinticinco aos que heredaba el trono, monseor

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    2/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    Luis, ya rey de Navarra, pareca tan mal dotado para gobernar como poco afortunado. Llegabaprecedido de una reputacin de marido burlado y de su triste sobrenombre de Turbulento.

    La vida de su mujer, Margarita de Borgoa, en prisin por adltera, iba a servir de apuestaen el juego a las dos facciones rivales.

    Pero el peso de la lucha, como siempre, sera soportado por aquellos que, carentes detodo, no podan influir en los acontecimientos, y ni siquiera tenan el recurso de soar... Poraadidura, aquel invierno de 1314-1315 se prevea invierno de hambre.

    PRIMERA PARTE

    El despertar de un reino

    1

    Chateau-Gaillard

    Situado en un promontorio calcreo y sobre la villa de Petit-Andelys, Chteau-Gallarddominaba e impona su mandato sobre toda la Alta Normanda.

    El Sena, en este paraje, describe una ancha curva por entre frtiles praderas. Chteau-Gaillard vigila el ro diez leguas, en ambas direcciones.

    Ricardo Corazn de Len, despreciaaando los tratados, lo haba hecho construir cientoveinte aos antes, para desafiar al Rey de Francia. Al verlo erguido sobre la escarpada ladera, aciento ochenta metros de altura, todo blanco en su piedra de sillera recin Labrada, con sus dosrecintos amurallados, sus puestos avanzados, sus rastrillos, sus barbacanas, sus almenas, sustrece torres y su gran torren exclam:

    -Ah! He ah un castillo relmente gallardo!Y de esto le qued el nombre.Todo estaba previsto en aquel gigantesco ejemplar de la arquitectura militar: el asalto, el

    ataque frontal o envolvente, el cerco, la escalada; todo menos la traicin.Slo siete aos despus de su construccin caa en manos de Felipe Augusto, quien, al

    mismo tiempo, arrebataba al soberano ingls el ducado de Normanda.Desde entonces, Chteau-Gaillard haba sido usado ms como prisin que como plaza

    fuerte. En l eran encerrados los adversarios cuya libertad molestaba al Estado, pero cuya muertepoda suscitar problemas, o crear conflictos con otras potencias. Quien pasaba el puente levadizode aquella fortaleza tena pocas probabilidades de volver a ver el mundo.

    Los cuervos graznaban durante todo el da desde los tejados; por la noche, los lobos venana aullar hasta el pie de las murallas.

    En noviembre de 1314, Chteau-Gaillard, sus murallas y su guarnicin de arqueros notenan otra misin que la de custodiar a dos mujeres, una de veintin aos, la otra de diecinueve.(1)

    (1) Margarita y Blanca de Borgoa, dos princesas de Francia, nueras de Felipe el Hermoso,condenadas a reclusin perpetua por infidelidad a sus esposos.

    Era el ltimo da del mes y la hora de la misa; la capilla, fra y umbra, se encontraba en elinterior del segundo recinto, edificada en la misma roca. Sus muros, sin ningn ornato, rezumabanhumedad.

    Slo se haban colocado tres sillas: dos a la izquierda para las princesas y una a la derechapara el alcaide, Roberto Bersume. En el fondo, los hombres de armas permanecan en pe,

    alineados, con el mismo aire de aburrimiento, con la misma indiferencia que cuando iban a cargarforraje. La nieve pegada a sus suelas, se funda a su alrededor en pequeos charcos.

    El capelln tardaba en empezar los oficios. De cara al altar, se frotaba los entumecidosdedos, que tenan todas las uas rotas. Algo imprevisto perturbaba, al parecer, su piadoso diarioquehacer.

    -Hermanos mos -dijo el capelln-, hoy nos es preciso elevar nuestras oraciones con granfervor y solemnidad.

    Se aclar la voz y vacil un instante, turbado por la importancia misma de lo que tena queanunciar.

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    3/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    -Dios nuestro Seor se ha llevado a su seno el alma de nuestro muy amado rey Felipe -continu-. Y esto llena de profunda pena a todo el reino...

    Las dos princesas(2) volvieron una hacia otra sus rostros aprisionados en cofias de gruesolienzo pardusco.

    -Quienes le causaron dao o lo injuriaron, que hagan penitencia en su corazn -continu elcapelln-, y quienes recibieron sus agravios, que imploren para l la misericordia que cada hombreque muere, grande o pequeo, necesita por igual delante del tribunal de Nuestro Seor...

    (2). En esta poca existan dos ramas de la familia de Borgoa que reinaban enJurisdicciones territoriales diferentes: por una parte, la familia ducal, cuya capital se encontraba enDijon; por otra, la familia de los condes palatinos de Borgoa, que hasta Felipe el Hermosodependan del Sacro Imperio Romano Germnico y cuya residencia principal estaba en Dle.Margarita de Borgoa era la hija del duque y de Ins de Francia. hija de San Luis. Fue desposadaen 1305 con Luis, primognito de Felipe el Hermoso y de Juana, reina de Navarra. Juana y Blancade Borgoa eran hijas del conde palatino y de Mahaut de Artois. Se haban casado respectivamentecon Felipe y con Carlos. segundo y tercer hijos de Felipe el Hermoso. cuando Margarita y Blancafueron convictas de adulterio (como se ha visto en el primer tomo de Los reyes malditos. El rey dehierro), Juana de Borgoa fue solamente acusada de complicidad y por ello encerrada por separadoen el castillo de Dourdan, bajo un rgimen penitenciario mucho menos severo y con una pena deprisin indeterminada.

    Las dos hermanas cayeron de rodillas, bajando la cabeza para ocultar su alegra. Ya nosentan fro, ni angustia ni dolor. Una inmensa ola de esperanza las inundaba. Y si se dirigieron aDios, en silencio, fue para darle gracias por haberlas librado de su terrible suegro. Despus de sietemeses de confinamiento en Chteau-Gaillard, sta era la primera buena nueva que el mundo lesenviaba.

    Los hombres de armas, en el fondo de la capilla, cuchicheaban, se removan inquietos ycomenzaban a producir demasiado ruido.

    -Creis que nos darn un sueldo de plata?-Porque el rey haya muerto?-Es la costumbre, segn me han dicho.-No, hombre, por la muerte, no. Por la coronacin del prximo, puede ser.-Y cmo se va a llamar ahora el rey?-Har ste la guerra y podremos cambiar, al menos, de pas?...El comandante de la fortaleza se volvi y orden con ruda voz:-Rezad!La noticia le ocasionaba problemas. Pues la mayor de las prisioneras era la esposa de

    monseor Luis de Navarra, que desde aquel momento era ya el rey. Ahora, heme aqu carcelerode la reina de Francia., se deca el alcaide.

    Nunca ha resultado situacin cmoda la de carcelero de personas reales, y RobertoBersume deba a estas dos reclusas que le haban llegado hacia finales de abril, con la cabezaafeitada, en carretas cubiertas de colgaduras negras y escoltadas por sesenta arqueros, los peoresmomentos de su vida. Dos mujeres jvenes, demasiado jvenes para no tener piedad de ellas...,bellas, demasiado bellas, incluso bajo sus bastas ropas de estamea, para no sentirse conmovidoal verlas diariamente, durante siete meses... Si seducan a algn sargento de la guarnicin, si seevadan, si una de ellas se ahorcaba, o enfermaba gravemente, o, por el contrario, si la fortunavolva a sonrerles, l, Bersume, sera siempre quien arrostrara la responsabilidad, culpable dehaber sido demasiado duro o demasiado dbil, y, en ambos casos, ello bien poco habra de valerpara su ascenso. Ahora bien, al igual que sus prisioneras, l no tena ningn deseo de acabar susdas en una ciudadela batida por los vientos, baada por las brumas, edificada para contener dosmil soldados y que en la actualidad no contaba ms que con ciento cincuenta, sobre aquel valle delSena en donde, desde los tiempos felices de la guerra no suceda nada.

    La misa se desarrollaba normalmente; pero nadie pensaba en Dios, ni en el rey; cada unopensaba en s mismo.

    -Re quiem aeternam dona ei, Domine... -canturreaba el capelln.El sacerdote, fraile dominico en desgracia, a quien la suerte adversa y la aficin al vino

    haban llevado a este servicio en la prisin, se preguntaba, mientras cantaba, si el cambio de reytraera alguna modificacin a su propio destino. Para congraciarse a la Providencia y prepararse arecibir un acontecimiento favorable, resolvi no beber durante una semana.

    -Et lux perpetua luceat ei -responda el alcaide.Y al mismo tiempo pensaba: Nadie puede reprocharme nada. He cumplido las rdenes

    recibidas; eso es. Pero no he sido cruel.

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    4/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    -Re quiem aeternam ... -repeta el capelln.-Entonces, ni siquiera nos van a dar medio litro de vino de ms? -grua el soldado Gros-

    Guillaume al sargento Lalaine.En cuanto a las dos prisioneras, se contentaban con mover los labios, sin pronunciar

    palabra; habran cantado demasiado alto y demasiado alegremente.Es cierto que aquel da se haba reunido mucha gente en las iglesias de Francia, para llorar

    al rey Felipe, o creer que lo lloraba. Pero en realidad la emocin aun en ellos no era mas que unaforma de compasin de s mismos. Se secaban las lgrimas, sollozaban, movan la cabeza, porque,con Felipe el Hermoso, era su propia vida la que se desvaneca, todos los aos transcurridos bajosu cetro, casi un tercio de siglo cuya referencia sera l. Pensaban en su juventud, y se percatabande su envejecimiento; y el maana, de repente, les pareca incierto. Un rey, hasta despus demuerto, es una personificacin, un smbolo.

    Acabada la misa, Margarita de Borgoa pas, al salir, por delante del comandante de lafortaleza.

    -Messire, deseo participaros algunas cosas importantes, y que os conciernen.Bersume se senta molesto siempre que la mirada de Margarita de Borgoa, al hablarle, se

    fijaba en la suya.-Ir a escucharos, seora -respondi-, en seguida que haya hecho mi ronda y relevado la

    guardia.Despus orden al sargento Lalaine que acompaara a las princesas, y le recomend en

    voz baja que redoblara las atenciones y la prudencia.La torre donde Margarita y Blanca estaban recluidas no comprenda ms que tres grandes

    salas redondas, superpuestas e idnticas, con chimenea de campana y techo abovedado. Estaspiezas estaban unidas entre s por una escalera de caracol construida en el espesor del muro. Lasala del piso bajo estaba ocupada permanentemente por el cuerpo de guardia. Margarita se alojabaen el primer piso, y Blanca en el segundo. Durante la noche, las dos princesas quedaban aisladaspor una gruesa puerta que se cerraba en mitad de la escalera, pero de da podan comunicarseentre s.

    Despus que el sargento las devolvi a su encierro, aguardaron a que todos los goznes ycerrojos hubieran rechinado al final de la escalera. Luego se miraron y, a la vez, se arrojaron una enbrazos de otra, exclamando:

    -Ha muerto, ha muerto!Se abrazaban, danzaban, rean y lloraban al mismo tiempo, e incansablemente repetan:-Ha muerto!Arrancaron sus cofias de lienzo y dejaron al descubierto sus cortos cabellos, su cabello de

    siete meses.Las dos mujeres se pasaban instintivamente la mano por la nuca.-Crees t que volver a ser bella? -pregunt Blanca.-Un espejo! Lo primero que quiero es un espejo! -grit Blanca, como si hubiera de ser

    liberada inmediatamente de aquella prisin y no tuviera ms de qu preocuparse que de suaspecto.

    Margarita tena la cabeza orlada de pequeos bucles negros, mientras que los cabellos deBlanca haban rebrotado desigualmente, en tupidos mechones, como puados de paja.

    -Cmo debo haber envejecido para que t me preguntes eso!... -respondi Margarita.Lo que las dos princesas haban tenido que soportar desde la primavera!: la tragedia de

    Maubuisson, el proceso, el monstruoso suplicio de sus amantes ejecutados delante de ellas en lagran plaza de Pontoise, los soeces gritos de la muchedumbre, y, luego, los meses en la fortaleza,con aquel viento que gema en el maderaje, aquella ardenta del verano requemando las piedras,aquel fro glacial en cuanto llegaba el otoo, aquella papilla negra de alforfn que les servan decomida, aquellas camisas rugosas y speras como de crin que no podan cambiar ms que cada

    dos meses, aquellas troneras mezquinas como una aspillera a travs de las cuales, de cualquiermodo que intentaran girar su cabeza, no podan divisar mas que el casco de un invisible arqueroque pasaba y volva a pasar por el camino de ronda...; todo aquello haba alterado demasiado elcarcter de Margarita, lo presenta, lo saba, para no haberle modificado tambin el semblante.

    Blanca, con sus dieciocho aos y su extraa ligereza, que le haca pasar en un instante dela desolacin a insensatas esperanzas; Blanca, que poda dejar sbitamente de sollozar porque unpjaro cantara al otro lado del muro, y decir maravillada: Margarita! Oyes? Un pjaro!...Blanca que crea en los signos, en todos los signos, y construa sus sueos sin reprimirse, delmismo modo que otras mujeres hacen dobladillos, si la sacaban de aquella crcel, tal vez pudierarecuperar su tez, su mirada y su corazn de otro tiempo; Margarita, jams.

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    5/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    Desde el comienzo de su cautiverio, no haba derramado una sola lgrima; ni tampocohaba expresado una sola idea de remordimiento. El capelln que la confesaba cada semanaestaba espantado ante la dureza de aquel espritu.

    Ni por un instante haba consentido Margarita en reconocerse responsable de su desgracia;ni por un instante haba a admitido que -puesto que era nieta de San Luis, hija del duque deBorgoa, reina de Navarra y futura reina de Francia-, convertirse en la amante de un escuderoconstitua un juego peligroso y reprensible que poda costarle el honor y la libertad. Ella se vengabade que la hubieran casado con un prncipe al que no amaba.

    No se reprochaba haber participado en este juego; odiaba a sus adversarios y nicamentecontra ellos volva su intil clera: contra su cuada, la reina de Inglaterra, que la haba denunciado;contra su familia de Borgoa, que no la haba defendido; contra el reino y sus leyes, contra la Iglesiay sus mandamientos. Y cuando soaba en la libertad, soaba inmediatamente en la venganza.

    Blanca le pas el brazo alrededor del cuello.-Esto ha terminado -le dijo-. Estoy segura, querida, nuestras desgracias han acabado.-Acabarn -respondi Margarita-, a condicin de que obremos habil, y prontamente.Le bulla un proyecto en la cabeza, que la haba asaltado durante la misa, y que no saba

    muy bien a dnde podra conducirla. Pero quera aprovecharse de la situacin.-Djame hablar a m sola con ese perro deslenguado de Bersum, del que mejor quisiera

    ver la cabeza en la punta de una pica que sobre sus hombros, -aadi.Un momento despus, las dos mujeres oyeron los cerrojos y cerraduras de las puertas.Se volvieron a cubrir la cabeza con sus cofias. Blanca fue a colocarse en el alfizar de la

    estrecha ventana; Margarita se sent en el escabel, que era el nico asiento de que disponan.El comandante de la fortaleza entr.-Aqu me tenis, seora, tal como me pedisteis -dijo. Margarita hizo una larga pausa y lo

    mir de pies a cabeza.-Messire Bersume -pregunt- sabis a quin custodiis de aqu en adelante?Bersume desvi la mirada como buscando un objeto a su alrededor.-Lo s, seora, lo s -respondi-, y lo vengo pensando desde que esta maana me

    despert el mensajero que iba hacia Criqueboeuf y Run.-Llevo siete meses recluida aqu, y no tengo ni ropa blanca, ni muebles, ni sbanas; como la

    misma bazofia que vuestros arqueros y no tengo fuego ms que una hora cada da.-He cumplido las rdenes de messire de Nogaret, seora -respondi Bersume.-Messire de Nogaret ha muerto.-Sus instrucciones procedan del rey.-El rey Felipe ha muerto.Adivinando a dnde quera llegar Margarita, Bersume replic:-Pero monseor de Marigny vive todava, seora, y es l quien ordena la justicia y rige las

    prisiones del mismo modo que gobierna todas las dems cosas del reino; de l dependo yo en todo.-El mensajero de esta maana no os ha trado, pues, nuevas rdenes?-Ninguna, seora.-No tardaris en recibirlas.-Las espero, seora.Roberto Bersume aparentaba ms que sus treinta y cinco aos. Tena ese aire inquieto,

    grun, que adoptan voluntariamente los soldados de carrera y que, a fuerza de fingirlo, se lesconvierte en natural. Para el servicio ordinario en la fortaleza, llevaba un gorro de piel de lobo y unavieja cota de malla un poco floja, ennegrecida por la grasa, que le haca una bolsa alrededor delcinturn. Sus cejas se juntaban encima de la nariz.

    Al comienzo de su cautiverio, Margarita se haba ofrecido a l casi sin rodeos, con laesperanza de convertirlo en su aliado. El la haba esquivado, menos por virtud que por prudencia.Pero conservaba hacia ella una especie de rencor por el mal papel que le haba hecho representar.

    Ahora se preguntaba si esa prudente conducta le valdra favor o represalias.-Seora, no ha sido ningn placer para m haber tenido que administrar semejante trato a

    mujeres... y de tan alto rango como vos -dijo.-Lo imagino, messire, lo imagino -respondi Margarita-, pues se advierte en vos el

    caballero, y las cosas que os ordenaron, forzosamente os han debido repugnar.Como descenda del comn del pueblo escuch esta palabra de caballero con cierto placer.-Solamente, messire Bersume -prosigui la prisionera- que ya estoy cansada de masticar

    madera para conservar blancos los dientes y de untarme las manos con la grasa de la sopa paraque mi piel no se agriete con el fro.

    -Comprendo, seora, comprendo.

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    6/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    -Os quedara reconocida si de aqu en adelante hicierais que estuviera al abrigo del hielo,de la miseria y del hambre.

    Bersume baj la cabeza.-No tengo ninguna orden, seora -respondi l.-No estoy aqu ms que por el odio que me tena el rey Felipe, y su muerte habr de

    cambiarlo todo -replic Margarita, con tranquila seguridad-. Vais a esperar que se os mandeabrirme la puerta para testimoniar alguna deferencia a la reina de Francia? No creis que esosera obrar muy tontamente contra vuestro porvenir?

    Los militares son a menudo de natural indeciso, lo que los predispone a la obediencia y leshace perder muchas batallas. Bersume, aunque tena la palabra dura y el puo fcil con sussubordinados, no posea grandes recursos de iniciativa ante situaciones inesperadas.

    Entre el resentimiento de una mujer que, segn afirmaba, maana sera todopoderosa, y laclera de monseor de Marigny, que lo era hoy, qu riesgo debera elegir?

    -Es pues mi deseo que Blanca y yo -continu Margarita- pudiramos salir una o dos horasde este encierro, bajo vuestra custodia si os parece bien, y ver otras cosas que no sean lasaspilleras de estos muros y las picas de vuestros arqueros.

    Esto era ir demasiado rpido y demasiado lejos. Bersume olfate la trampa. Susprisioneras trataban de comunicarse con el exterior, y quizs hasta de escaparse de sus manos.Por lo tanto, no estaban tan seguras de volver a la corte.

    -Puesto que sois reina, seora, comprenderis que debo fidelidad al servicio del reino -dijol- y que no puedo infringir las rdenes que he recibido.

    Y sali de all, seguidamente para evitar tener que seguir discutiendo.-Es un perro! -grit Margarita cuando hubo desaparecido- un perro guardin que slo sirve

    para ladrar y morder!Haba hecho una falsa maniobra y rabiaba recorriendo su redonda habitacin.Bersume, por su lado, no estaba ms satisfecho. Hay que contar con todo, cuando uno

    es carcelero de una reina, se deca. Ahora bien, contar con todo, para un soldado de oficio, es,ante todo, contar con una inspeccin.

    Monseor Roberto de Artois

    La nieve fundida se escurra de los tejados. Por todas partes se barra, por todas partes sebrua. El cuerpo de guardia resonaba en el chapoteo de los cubos de agua echada sobre las losas.Se engrasaban las cadenas del puente levadizo, se preparaban los hornos de hervir la pez, como sila fortaleza fuera a ser atacada en cualquier momento. Desde Ricardo Corazn de Len, no habasufrido Chteau-Gaillard semejante zafarrancho.

    Temiendo una sbita visita, el alcaide Bersume decidi poner la guarnicin en pie derevista. Con los puos en las caderas y a voz en grito, recorra las dependencias, se llevaba pordelante las mondaduras que ensuciaban las cocinas, sealaba furiosamente con el mentn lastelaraas que colgaban de las vigas y se haca presentar todo el equipo. Qu arquero habaperdido su carcaj? Dnde estaba ese carcaj? Y esas cotas de malla herrumbrosas en lasescotaduras? Rpido, a coger arena a manos llenas y a frotarlas hasta que brillen!

    -Si messire de Pareilles se nos echa encima, no quiero presentarle una pandilla demendigos! -aullaba Bersume-. Venga, a moverse!

    Y desgraciado de aquel que no corriera con toda su alma! El soldado Gros-Guillaume, justamente aquel que aspiraba a una racin suplementaria de vino, se gan un puntapi en laspiernas. El sargento Lalaine estaba extenuado. Al pisotear el barro y la nieve, los hombres entrabanen los edificios tanta suciedad como quitaban. Se oa un batir constante de puertas; Chteau-

    Gaillard pareca una casa en plena mudanza. Si las princesas hubieran querido evadirse, stehubiera sido el mejor momento.

    Por la tarde Bersume ya no tena voz, y sus arqueros dormitaban en las almenas. Perocuando al da siguiente, a primera hora de la maana, los vigas divisaron en el paisaje blanco, a lolargo del Sena, un grupo a caballo, con un pendn a la cabeza, por el camino de Pars, elcomandante se felicit por las disposiciones que haba tomado.

    Se visti rpidamente su mejor cota de malla, se anud sobre las botas las largas espuelasde siete centmetros, se puso el casco y sali al patio. Dedic unos instantes a mirar, con inquietasatisfaccin, a sus hombres alineados cuyas armas brillaban a la luz lechosa del invierno.

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    7/96

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    8/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    -Y de comer -dijo Margarita-. Decidle adems a nuestro buen guardin, que nos ha dado adiario una papilla que los cerdos se dejaran en el fondo de su dornajo, que nos proporcione al finuna comida decente.

    -Y de comer tambin, desde luego, seora! -dijo el de Artois-. Pasteles y asados.Legumbres frescas. Buenas peras de agua y confituras. Y vino, Bersume, mucho vino!

    -Pero, monseor... -gimi el comandante.-Me has entendido, te lo agradezco -dijo el conde de Artois echndolo fuera.Y de una patada cerr la puerta.-Mis buenas primas -continu el de Artois-, en verdad me esperaba lo peor; pero veo con

    alivio que esta triste estancia no ha podido mancillar la hermosura de los dos rostros ms bellos deFrancia.

    -Todava nos lavamos -dijo Margarita- tenemos agua suficiente.El de Artois estaba sentado en el banco y continuaba mirndolas. Ah, pajaritas, deca

    para s, he aqu el resultado de haber querido edificar vuestro destino de reinas sobre la herenciade Roberto de Artois! . Trataba de adivinar si, bajo la estamea de sus ropas, los cuerpos de lasdos jvenes mujeres haban perdido sus dulces curvas de antao. Vena a ser como un enormegato preparndose a jugar con ratones enjaulados.

    -Margarita -pregunt- cmo estn vuestros cabellos? Han crecido de nuevo?Margarita de Borgoa salt como si la hubieran pinchado.-De pie, monseor de Artois! -dijo con voz colrica-. Aunque me encuentre aqu reducida a

    la miseria, todava no tolero que un hombre est sentado en mi presencia cuando yo no lo estoy!l se levant lentamente, se quit el sombrero y salud con un amplio gesto irnico.

    Margarita se volvi hacia la ventana. A la luz del da que entraba, Roberto vio mejor el nuevo rostrode su vctima. Las facciones haban conservado su belleza. Pero toda dulzura haba desaparecidode ellas. La nariz era ms afilada, los ojos estaban hundidos. Los hoyuelos que la primaveraanterior adornaban sus mejillas de mbar se haban transformado en pequeas arrugas. Vaya, sedijo el de Artois, todava tiene nimos. Tanto mejor, ser ms divertido. Le placa tener que lucharpara conseguir el triunfo.

    -Prima -dijo a Margarita con fingida bondad-, no era mi intencin insultaros. No os tengisen menos. Simplemente quera saber si vuestros cabellos haban vuelto a ser lo bastante largoscomo para que pudierais presentaros ante el mundo.

    Margarita no pudo refrenar un sobresalto de alegra.Presentarme ante el mundo... Eso quiere decir que voy a salir. Estoy perdonada? Es el

    trono lo que l me trae? No, no puede ser; me lo habra anunciado inmediatamente...Pensaba con demasiada rapidez y se senta vacilar.-Roberto! -dijo-, no hagis que me consuma. No seis cruel. Qu habis venido a

    decirme?-Prima, he venido a libraros...Blanca lanz un grito, y Roberto crey que iba a caer desmayada. Haba dejado adrede su

    frase sin terminar.-...un mensaje -finaliz.Entonces tuvo el placer de ver cmo se abatan los hombros de las dos mujeres y de

    escuchar dos suspiros de decepcin.-Un mensaje de quin? -pregunt Margarita.-De Luis, vuestro esposo, ahora nuestro rey. Y de nuestro buen primo monseor de Valois.

    Pero no puedo hablaros ms que a solas. Querr dejarnos Blanca?-S, s -dijo Blanca con sumisin-, voy a retirarme. Pero antes, primo, decidme... y Carlos,

    mi marido?-La muerte de su padre le ha afectado profundamente.-Y de m... qu piensa? Qu dice de m?

    -Creo que os echa de menos, a pesar de lo que ha sufrido por vos. Desde lo de Pontoise,jams se le ha vuelto a ver alegre como antes.

    Blanca se deshizo en lgrimas.-Creis -pregunt- que me perdonar?-Eso depende mucho de vuestra prima -respondi el de Artois, sealando a Margarita.Abri la puerta, sigui a Blanca con la mirada hasta el segundo piso, y cerr. Despus, se

    fue a sentar en un estrecho espacio de piedra trabajada, al lado de la chimenea, y dijo:-Lo permits ahora, prima ma...? Ante todo es preciso que os informe de los ltimos

    acontecimientos de la corte.El aire glacial que bajaba por la chimenea lo hizo levantar.

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    9/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    -Realmente, aqu hiela -dijo.Y se fue a sentar en el escabel, mientras Margarita se colocaba, con las piernas cruzadas,

    sobre la tarima llena de paja que le serva de camastro. El de Artois prosigui:-Desde aquellos das tras la muerte del rey Felipe, vuestro esposo Luis, pareca hallarse en

    plena confusin. Despertarse rey, cuando uno se ha dormido prncipe, tiene que sorprender acualquiera. El trono de Navarra lo ocupaba apenas de nombre, y todo se gobernaba all, sin teneren cuenta su opinin. Vos me diris que tiene veinticinco aos y que a esa edad se puede reinar;pero vos sabis tan bien como yo que el buen juicio, sin que con esto pretenda injuriarle, no es lacualidad por la que brilla vuestro esposo. As pues, en la actualidad, su to, monseor de Valois, losecunda en todo y dirige los asuntos en unin de monseor de Marigny. Lo fastidioso es que estosdos poderosos personajes parece que se quieren poco. Y entienden mal lo que el uno le dice alotro. Incluso se ve que muy pronto llegarn a no entenderse en modo alguno, lo cual no puededurar mucho, porque el carro del reino no puede ser tirado por dos caballos que se pelean en lasvaras.

    El de Artois haba cambiado completamente de tono. Hablaba pausadamente, claramente,lo que induca a pensar que en la turbulencia de su llegada, haba puesto una buena dosis decomedia.

    -En cuanto a m, vos lo sabis -prosigui- no estimo en absoluto a Enguerrando, que me haperjudicado en demasa, y apoyo de todo corazn a mi primo Valois, de quien soy amigo y aliadoincondicional.

    Margarita se esforzaba en comprender estas intrigas en las que de Artois la sumergabruscamente. Ella no estaba al corriente de nada y le pareca como si despertara de un largosueo.

    -Luis, me sigue odiando? -dijo ella.-Ah! Eso s, no os lo oculto; os odia con toda su alma! Reconoced que hay motivo -

    respondi el de Artois-. El par de cuernos con que le decorasteis las sienes le estorba bastantepara colocarse encima la corona de Francia! Considerad, prima, que si hubiera sido a m, porejemplo, a quien hubierais hecho otro tanto, no me hubiera dedicado a pregonarlo por todo el reino.Habra obrado de manera que yo pudiera fingir que mi honor quedaba a salvo. Pero, en fin, vuestroesposo y el difunto rey vuestro suegro lo juzgaron de otro modo, y las cosas estn como estn.

    Demostraba un magnfico descaro al deplorar un escndalo que l mismo, por todos losmedios, haba procurado hacer estallar. Prosigui:

    -El primer pensamiento de Luis cuando vio a su padre muerto, y el nico que por ahoratiene en la cabeza, es el de salir del atolladero en que se encuentra por vuestra falta y borrar lavergenza con que lo habis cubierto.

    Margarita pregunt:-Qu quiere Luis?El de Artois levant su pierna descomunal y golpe dos o tres veces, con el tacn, el

    enlosado.-Quiere solicitar la anulacin de vuestro matrimonio -respondi l-, y podis apreciar que la

    desea rpidamente, pues no ha tardado en enviarme junto a vos.As, pues, jams ser reina de Francia, pens Margarita. Los insensatos sueos en que

    se haba mecido la vspera se desvanecan en un instante. Un da de ensueo por siete meses deprisin... y por toda la vida!

    En este momento entraron dos hombres cargados de troncos y de lea menuda yencendieron el fuego.

    Cuando salieron, Margarita se acerc vidamente a tender las manos a las llamas, que seelevaban, rojizas, bajo la ancha campana de piedra. Permaneci silenciosa unos instantes,dejndose penetrar por la caricia del calor.

    -Bien, -dijo al fin con un suspiro-, que pida la anulacin; qu puedo hacer yo?

    -Ah! prima ma, precisamente vos podis hacer mucho, y todo el mundo est dispuesto aagradeceros que digis unas palabras, que casi no os costar esfuerzo. Resulta que el adulterio noes motivo de anulacin; es absurdo, pero es as. Podrais haber tenido cien amantes en vez de uno,podrais haber ido a revolcaros en un burdel, y no dejarais por eso de seguir casadaindisolublemente con el hombre al que os unisteis delante de Dios. Preguntad al capelln, o a quienqueris. Yo mismo me he procurado una buena explicacin, pues s bien poca cosa de derechocannico: un matrimonio no se rompe en modo alguno, y si se lo quiere anular, es preciso probarque haba algn impedimento para aquello para lo que se contrat, o bien que no ha sidoconsumado. Me comprendis?

    -S, si, os entiendo -dijo Margarita.

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    10/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    -Entonces, he aqu -continu el gigante- lo que monseor de Valois ha ideado para que Luissalga del apuro.

    Se detuvo un momento y se aclar la voz.-Habris de reconocer que vuestra hija, la princesa Juana, no es de Luis; reconoceris que

    vos habis rehusado siempre todo contacto carnal con vuestro esposo y que, por lo tanto, no hahabido, verdaderamente, matrimonio. Esto lo declararis voluntariamente ante m y ante vuestrocapelln, el cual lo refrendar. Por otra parte, se encontrarn sin dificultad, entre vuestros antiguosservidores o familiares, algunos complacientes testigos para certificarlo. De este modo no se puedemantener el vnculo, y la anulacin vendr por si misma.

    -Y qu se me ofrece a cambio?-A cambio? -repiti de Artois. A cambio, prima ma, se os ofrece ser llevada al ducado de

    Borgoa, donde permaneceris en un convento, hasta que se decrete la anulacin, einmediatamente despus podris vivir como os plazca o como le plazca a vuestra familia.

    En el primer instante, Margarita estuvo a punto de responder: S, acepto; declarar todo loque quieran, firmar lo que sea, con tal de salir de aqu. Pero vio que el de Artois la espiaba, conlos prpados entornados, con una dureza muy poco acorde con el aire bonachn que se esforzabaen aparentar. Firmar, pens, y luego me dejarn en la prisin. Puesto que le venan a proponerun trato es que la necesitaban.

    -Eso es hacerme cometer un grave pecado -dijo ella.El de Artois solt la carcajada.-Vamos, prima ma! -exclam- habis cometido otros, me parece, ysin demasiados

    escrpulos.-Puede que haya cambiado, y me haya arrepentido. Necesito reflexionar antes de

    decidirme.El gigante hizo una curiosa mueca, torciendo los labios de derecha a izquierda.-Est bien, pero hacedlo de prisa -respondi l-, pues pasado maana por la maana debo

    estar en Pars, para la misa de los funerales del rey Felipe en Notre-Dame. He de recorrer veintitrsleguas. Con estos caminos donde uno se hunde un palmo en el fango, con los das que muerenpronto y amanecen tarde, no puedo retrasarme. Voy a dormir una hora, y luego estar con vos paracomer. No podr decirse, prima ma, que os he dejado sola el primer da que vais a comer comoDios manda. Estoy seguro de que decidiris como es debido.

    Y sali precipitadamente. Poco falt para que derribara en la escalera al arquero Gros-Guillaume que suba, sudoroso y encorvado bajo un enorme cofre. Otros muebles obstruan lospeldaos. Despus penetr en el desnudo alojamiento del comandante de la fortaleza y se tumben la nica cama que quedaba en l.

    -Bersume, amigo mo, que la comida est a punto dentro de una hora -dijo- y llama a micriado Lormet, que debe de estar entre los escuderos, para que venga a velar mi sueo.

    Porque aquel hrcules no tena ms temor que ste de hallarse indefenso ante susenemigos mientras dorma. Y a cualquier velador de armas o escudero, prefera, para protegerse, aaquel servidor rechoncho, cuadrado y entrecano, que lo segua a todas partes, y le serva para todo,lo mismo para proporcionarle muchachas, que para apualar silenciosamente a cualquiera, si unasunto se torca en la taberna. Malicioso y fingindose imbcil a maravilla, era un espa excelente ytanto ms peligroso, cuanto que no tena el aspecto de serlo. Cuando le preguntaban la razn de suapego a monseor de Artois, el buen hombre, con la cara atravesada por una risa desdentada,responda:

    -Porque de cada una de sus capas viejas me salen dos.En cuanto Lormet entr, Roberto cerr los ojos y se durmi con los brazos abiertos, las

    piernas separadas, y el vientre levantndose rtmicamente con sus resoplidos de ogro.Lormet se sent en un escabel, y con la daga sobre las rodillas, vigilaba el sueo del

    gigante.

    Una hora ms tarde se despert por si mismo, se estir como un enorme tigre, y se puso enpie, descansado de cuerpo y fresco de espritu.

    -Vete a dormir ahora, mi buen Lormet -le dijo el de Artois-, pero antes, bscame al capelln.

    La ltima probabilidad de ser reina

    El dominico en desgracia lleg en seguida, completamente agitado al saber que lo llamabaprivadamente un personaje tan importante.

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    11/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    -Hermano -le dijo el de Artois- vos conocis bien a madame Margarita, puesto que laconfesis. Cul es el lado ms dbil de su naturaleza?

    -La carne, monseor -respondi el capelln bajando modestamente los ojos.-Vaya novedad! Pero... hay en ella algn sentimiento que se pueda pulsar para hacerle

    comprender ciertas cosas tanto en su propio inters como en el del reino?-No s, monseor. No veo nada que pueda hacerla doble..., salvo el punto que os he dicho.

    Esta princesa tiene el alma dura como una espada, y ni siquiera la prisin le ha embotado el filo.Ah! Podis creerme que no es una penitente fcil!

    Con las manos embutidas en las mangas y con la frente inclinada, procuraba mostrarse a lavez piadoso y hbil. Haca algn tiempo que no se haba cortado el pelo, y su crneo en medio de lacorona de cabellos se cubra con una pelusilla oscura. Su blanco hbito estaba tachonado demanchas de vino mal lavadas.

    El de Artois qued pensativo un instante, rascndose la mejilla porque la tonsura delcapelln le haca pensar en su barba, que empezaba a crecer.

    -Y sobre el punto que me habis indicado -prosigui- qu ha encontrado aqu parasatisfacer..., su debilidad, puesto que as nombris a esta clase de vigor?

    -A mi parecer, nada, monseor.-Bersume? No le habr hecho alguna visita un poco larga?-No, monseor. Puedo responder de ello.-Y... vos?-Oh! Monseor!-Vamos, vamos! -dijo el de Artois-. No sera la primera vez que ocurriera una cosa as; ms

    de uno de vuestros cofrades, cuando cuelga el hbito, se siente tan hombre como los dems. Pormi parte no veo nada malo en ello, e incluso si he de seros franco, lo vera ms bien como motivode alabanza. Y con su prima? No se consuelan un poco las dos damas entre s?

    -Oh! Monseor! -dijo el capelln, fingiendo cada vez mayor espanto-. Eso es pedirme unsecreto de confesin.

    El de Artois le asest en el hombro un golpecito amistoso.-Vamos, vamos, seor capelln, no os chances -exclam-. Si se os ha colocado para

    atender esta prisin, no es para que guardis los secretos, sino para que los repitis... a quien debeorlos.

    -Ni doa Blanca, ni doa Margarita se han acusado ante m de ser culpables de nadasemejante, ni siquiera en sueos, -dijo el capelln bajando los ojos.

    -Lo que no prueba que sean inocentes, sino que son prudentes. Sabis escribir?-Ciertamente, monseor.-Vaya! -dijo el de Artois con aire de asombro-. No todos los frailes son, pues, tan

    soberanamente ignorantes como se dice... Entonces, seor capelln, id a buscar pergamino,plumas y todos los materiales necesarios para escribir y esperad en el piso bajo de la torre de lasprincesas, preparado para subir cuando yo os llame.

    El capelln se inclin. Pareca tener algo que aadir, pero el de Artois ya se haba vuelto aponer su gran capa escarlata y sala. El capelln corri tras l.

    -Monseor! Monseor! -le dijo con voz llena de obsequiosidad-. Harais la gran merced,si no os ofende el haceros tal demanda, harais la inmensa...?

    -Qu merced? Qu merced?-Pues bien, monseor, decd al hermano Renaud, el Gran Inquisidor, si llegis a verlo, que

    sigo siendo su muy obediente hijo, y que no me olvide por demasiado tiempo en esta fortaleza,donde presto mi servicio lo mejor que puedo, ya que Dios me ha puesto en l. Pero creo poseeralgunos mritos, monseor, como vos lo habis podido ver, y deseara que se les encontrara otroempleo.

    -Pensar en ello, hermano, pensar en ello -respondi el de Artois, que de sobra saba que

    no hara nada.

    En la estancia de Margarita, las dos princesas terminaban su tocado. Se haban lavadodurante largo tiempo ante el fuego, dilatando este placer reencontrado. Sus cortos cabellos sehallaban an perlados de gotitas, y acababan de ponerse las largas camisas blancas tiesas deengrudo, demasiado anchas, y cerradas en el cuello por una cinta corrediza. Cuando se abri lapuerta, las dos mujeres iniciaron un movimiento pudoroso.

    -Oh, queridas primas -dijo Roberto-, no os inquietis! Permaneced as. Yo soy de la familia;y adems esas camisas que os habis puesto os tapan mejor que las ropas en que os mostrabais

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    12/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    hace poco. Tenis justamente un aire de monjitas. Pero vuestro aspecto es ahora ms agradable ylos colores comienzan a volveros a la cara. Confesad que vuestra suerte ha cambiado bastantedesde que he llegado!

    -Oh, s, gracias, primo! -exclam Blanca.La estancia tambin estaba transformada. Haban llevado all una cama, dos cofres que

    servan de bancos, una silla con respaldo, y una mesa sobre un entarimado en la que ya estabandispuestos las escudillas, los cubiletes y el vino de Bersume. Un cirio arda sobre la mesa, puesaunque la campanita de la capilla estaba a punto de tocar el medioda, la luz de aquel da nevosono alumbraba el interior del torren. En la chimenea, llameaban grandes leos, cuya humedad seescapaba por las puntas canturreando su alegre chisporroteo.

    Inmediatamente despus de Roberto, entraron el sargento Lalaine, el arquero Gros-Guillaume y otro soldado, que suban un potaje espeso y humeante, un voluminoso pan recincocido redondo como una torta, un pastel de cinco libras de corteza dorada, una liebre asada, unpato confitado y algunas peras bergamotas, que Bersume, amenazando con arrasar la frutera,haba conseguido arrancar a un frutero de Andelys.

    -Cmo! -exclam el de Artois-. Es esto todo lo que nos trais, habindoos pedido buenacomida?

    -Es un milagro, monseor, que se haya podido encontrar esto, en estos tiempos de hambre-respondi Lalaine.

    -Tiempos de hambre para los miserables, tal vez, pues son tan holgazanes que quisieranque la tierra fructificara sin trabajarla, pero no para las gentes de bien -respondi el de Artois-.Jams me he visto ante una minuta tan mezquina desde que mamaba!

    Las prisioneras miraban con ojos de hambrientas fierecillas las vituallas ostentosas que elde Artois aparentaba menospreciar. Blanca estaba a punto de llorar. Y los tres soldados tambincontemplaban la mesa, con miradas de codicia.

    Gros-Guillaume, que no haba engordado ms que con centeno cocido, se acercprudentemente a cortar el pan, pues serva de ordinario la mesa del comandante.

    -No! -grit el de Artois-, no toques mi pan con tus sucias patas! Nosotros mismos nosserviremos. Marchaos, fuera de aqu antes de que me irrite!

    Una vez que desaparecieron los arqueros, dijo hacindose el gracioso.-Va!, voy a habituarme un poco a la vida de prisin. Pues, quin sabe...?Invit a Margarita a sentarse en la silla con respaldo.-Blanca y yo nos sentaremos en este banco -dijo.Escanci el vino y, levantando su cubilete hacia Margarita, brind:-Viva la reina!-No os burlis de m, primo -dijo Margarita de Borgoa-. Es faltar a la caridad.-No me burlo: entended mis palabras en su verdadero sentido. Todava sois reina hoy dia...,

    y yo os deseo que vivis, sencillamente.Se hizo el silencio porque se pusieron a comer. Cualquiera que no fuera Roberto se hubiera

    conmovido al ver a aquellas dos mujeres arrojarse como mendigas sobre la comida. Ni intentabansiquiera fingir compostura, y tragaban el potaje y mordan el pastel sin tomarse tiempo apenas pararespirar.

    El de Artois haba pinchado la liebre con la punta de su daga y volva a calentarla al amorde las brasas de la chimenea.

    Mientras haca esto, continuaba observando a sus primas, y una carcajada pujaba por salirde su garganta. De colocarles las escudillas en el suelo, se habran puesto a lamerlas a cuatropatas. Apuraban el vino del capitn como si quisieran compensar de golpe siete meses de agua decisterna, y el color les suba a las mejillas. Van a ponerse enfermas -pensaba el de Artois-, yterminarn esta hermosa jornada vomitando hasta las tripas.

    l coma tambin por toda una escuadra. Su prodigioso apetito, que le vena de familia, no

    era una leyenda; cada uno de sus bocados se hubiera tenido que partir en cuatro para presentarlo aun hombre normal. Devoraba el pato confitado como suele comerse los tordos, masticando loshuesos. El, modesto, se excus de no hacer otro tanto con la liebre.

    -Los huesos de la liebre -aclar- se rompen en bisel y desgarran las entraas.Cuando al fin todos parecieron satisfechos, de Artois, hizo una seal a Blanca, invitndola a

    retirarse. Ella se levant sin hacerse rogar, aun cuando las piernas flojeaban un poco. La cabeza ledaba vueltas y tena necesidad de encontrar un lecho. Roberto tuvo entonces el nico pensamientode humanidad:

    Si se expone as al fro, va a reventar, se dijo.-Han calentado tambin vuestra estancia? -pregunt.

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    13/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    -S, gracias, primo -respondi Blanca-. Nuestra vida ha cambiado por completo gracias avos. Ah! os amo, primo mio..., verdaderamente os quiero de todo corazn... Le diris a Carlos, noes eso... vos le diris a l que le amo... que me perdone porque yo le amo.

    Amaba a todo el mundo en aquel momento. Estaba lindamente borracha, y slo faltaba quese tendiera en la escalera. Si no estuviera aqu ms que para divertirme -pens el de Artois-, saapenas se me resistira. Dadle suficiente vino a una princesa y no tardaris en verla convertida enuna bellaca. Pero la otra tambin me parece que est a punto.

    Arroj otro gran tronco al fuego, y llen el cubilete de Margarita, y el suyo.-Y bien, prima -dijo-, habis reflexionado?Margarita pareca ablandada tanto por el calor como por el vino.-He reflexionado, Roberto, he reflexionado. Y creo que voy a rehusar -respondi

    aproximando su silla al fuego.-Vamos, prima, no hablis con sensatez! -exclam el de Artois.-Pues si, pues s; creo que voy a rehusar -repiti ella Suavemente.El gigante hizo un movimiento de impaciencia.-Margarita, escuchadme. Tenis todas las ventajas si aceptis ahora. Luis es un hombre

    impaciente por naturaleza, presto a ceder cualquier cosa, con tal de tener al instante lo que desea.Nunca ms podris sacar de l tan buen partido. Consentid en declarar lo que se os pide. No haynecesidad de llevar vuestro asunto ante la Santa Sede; puede ser juzgado por el tribunal episcopalde Pars. Antes de tres meses, habris recuperado vuestra plena libertad.

    -Si no...?Margarita permaneca inclinada sobre el fuego, con las manos tendidas hacia las llamas, y

    cabeceaba levemente. El cordoncillo que cerraba el cuello de su camisa se haba desatado, yofreca, profusamente, el pecho a las miradas de su primo. La perra tiene todava hermosossenos, pensaba el de Artois, y no parece avara para ensearlos.

    -Si no...? -repiti ella.-Si no, vuestro matrimonio ser anulado de todos modos, querida, pues siempre se

    encuentra un motivo para conceder la anulacin a un rey. En cuanto haya Papa...-Ah!, as que no hay Papa todava? -exclam Margarita.El de Artois se mordi los labios; haba cometido una falta. No haba podido soar que

    Margarita, an recluida en aquella prisin, ignorara lo que todo el mundo saba: que despus de lamuerte de Clemente V, el cnclave todava no haba logrado elegir nuevo Pontfice. Acababa dedescubrir una buena arma a su adversario, la cual a juzgar por la vivacidad de su reaccin noestaba tan abatida como quera aparentar.

    Pero cometido el yerro, procur volverlo en su provecho representando el juego de la falsafranqueza, en el que era maestro.

    -Pues es ah donde tenis vuestra oportunidad! -exclam l-. Y eso es justamente lo queyo quera haceros comprender. Cuando esos pillos de cardenales, que se han dedicado a comerciarcon sus promesas como si estuvieran en la feria, hayan vendido sus votos hasta ponerse deacuerdo, Luis no tendr ninguna necesidad de vos. Lo nico que habris conseguido es que os odieun poco ms y que os tenga encerrada aqu para siempre.

    -Os comprendo bien; pero tambin comprendo que mientras no haya Papa, no se puedehacer nada sin m.

    -Es una tontera que os obstinis.Se acerc a su lado, le rode el cuello con su pesada pata y empez a acariciarle el

    hombro, bajo la camisa.El contacto de aquella manaza musculosa pareca turbar a Margarita.-Por qu tenis -dijo ella dulcemente- tanto inters en que acepte?El se inclin hasta rozarle los negros rizos con sus labios. Ola a cuero y a sudor de caballo,

    ola a cansancio y a barro; ola, a caza y a manjares fuertes. Margarita se sinti envuelta en un

    espeso olor a macho.-Os quiero, Margarita. Siempre os he querido, vos lo sabis. Y ahora nuestros intereses van

    unidos. Es preciso que recobris vuestra libertad. Y en cuanto a mi, quiero satisfacer a Luis, a fin deque l me favorezca. Ya veis que debemos ser aliados.

    Al mismo tiempo haba hundido su mano dentro del corpio de Margarita, sin que ella leofreciera resistencia. Por el contrario, apoyaba su cabeza en la maciza mueca de su primo ypareca abandonarse.

    -No es una lstima -prosigui Roberto- que un cuerpo tan hermoso, tan dulce y tan bienformado se vea privado de los goces naturales?... Aceptad, Margarita, y os llevar conmigo lejos deesta prisin hoy mismo; os conducir, primero a algn convento lo suficientemente suave, a donde

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    14/96

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    15/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    -Hztelo pagar por messire de Marigny! Pronto, bajad el puente!El de Artois mont de un salto y parti rpidamente al galope. Seguido de toda su escolta,

    franque el cuerpo de guardia. Bersume, pendientes los brazos, entornados los ojos, veadescender la cabalgata hacia el Sena entre un gran chapoteo de barro.

    Saint-Denis

    Las llamas de centenares de cirios, dispuestos en pirmide alrededor de los pilares,proyectaban su movedizo resplandor sobre las tumbas de los reyes. Las alargadas estatuasyacentes de piedra parecan como sacudidas a veces, por estremecimientos fantasmagricos y sehubiera dicho que formaban un ejrcito de caballeros mgicamente adormecidos en medio de unbosque incendiado. (3)

    En la baslica de Saint-Denis, necrpolis real, la corte asista al entierro de Felipe elHermoso. En la nave central, de cara a la nueva tumba, se encontraba toda la tribu de los Capetos,con vestiduras oscuras y suntuosas: los prncipes de la sangre, los pares seglares, los pareseclesisticos, los miembros del Consejo Privado, los Grandes Limosneros, el condestable, ydignatarios.

    El supremo maestresala del palacio real, seguido de cinco oficiales de la corona, seadelant con paso solemne hasta el borde del hueco abierto en donde ya haba sido depositado elcadver, ech en la fosa el bastn tallado, insignia de su cargo y pronunci la frmula que marcabaoficialmente el paso de uno a otro reinado:

    -El rey ha muerto! Viva el rey!La concurrencia repiti en seguida:-El rey ha muerto! Viva el rey!Y este grito lanzado por cien pechos, repercutido de ojiva en ojiva, de arco en arco, fue a

    correr largamente en las alturas de las bvedas.El prncipe de ojos apagados, de espaldas estrechas y de pecho hundido que, en este

    instante, comenzaba a ser el rey Luis X, experiment una extraa sensacin en la nuca, como si enella acabaran de estallar las estrellas. La angustia le atenaz el cuerpo, hasta el punto de quepens caer desfallecido.

    (3) Los nmeros del texto remiten al lector a las Notas histricas del final del libro; dondehallar tambin el Repertorio biogrfico de los personajes.

    A su derecha, sus dos hermanos, Felipe, conde de Poitiers, y el prncipe Carlos, que an notena patrimonio propio, miraban intensamente la tumba.

    A su izquierda se haban situado sus dos tos, monseor Carlos de Valois y monseor Luisde Evreux, dos hombres de anchas espaldas. El primero haba pasado los cuarenta. El segundo seaproximaba.

    El conde de Evreux se senta asaltado por viejos recuerdos. Hace veintinueve aos,pensaba, tambin nosotros ramos tres hijos, y estbamos en este mismo sitio, ante la tumba denuestro padre... y he aqu, ahora, que el primero de nosotros se va. La vida ha pasado ya.

    Su mirada se dirigi hacia la estatua yacente ms cercana, que era la del rey Felipe III.Padre, rog intensamente Luis de Evreux, acoged en el otro reino a mi hermano Felipe, puesfue digno de vos.

    Ms lejos, al lado del altar, seencontraba la tumba de San Luis, y ms all las pesadasefigies de los ilustres antepasados. Al otro lado de la nave, los espacios vacos, que un da seabriran para este joven, el dcimo que llevaba el nombre de Luis, que hoy llegaba al trono y,despus de l, reinado tras reinado, para todos los reyes futuros. An hay sitio para muchossiglos, pens Luis de Evreux.

    Monseor de Valois, con los brazos cruzados, la barbilla alzada, lo observaba todo y velaba

    por que la ceremonia se desarrollara en la forma debida.-El rey ha muerto! Viva el rey.!...Cinco veces ms reson el grito a lo ancho de la baslica, a medida que desfilaban los

    maestresalas y arrojaban su bastn. Rebot el ltimo bastn en el fretro, y se produjo el silencio.En este momento Luis X se vio atacado por un violento acceso de tos que no pudo dominar

    a pesar de los esfuerzos que hizo. Un flujo de sangre colore sus mejillas, y, durante un buen rato,fue vctima del espasmo. Pareca como si fuera a escupir el alma ante la tumba de su padre.

    Los asistentes se miraron, las mitras se inclinaron hacia las mitras; las coronas, hacia lascoronas; hubo cuchicheos de inquietud y de compasin. Cada uno pensaba: Y si ste murieratambin en unas semanas?

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    16/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    Entre los pares seglares, la poderosa condesa Mahaut de Artois, alta, ancha, enrojecida,observaba a su sobrino Roberto, cuya cabeza sobresala entre todas las dems. Se preguntaba porqu, la vspera, haba llegado a Notre-Dame, a la mitad bien cumplida del oficio fnebre, sin afeitary enlodado hasta la cintura. De dnde vena y qu haba ido a hacer? En cuanto apareca Roberto,se respiraba un aire de intriga. Desde haca poco tiempo pareca bienquisto en la corte, lo que nodejaba de inquietar a Mahaut, ahora en desgracia tras haber sido encerradas sus dos hijas, una enDourdan, otra en Chteau-Gaillard.

    Rodeado de los jurisconsultos del Consejo, monseor Enguerrando de Marigny, coadjutordel soberano que enterraban, llevaba luto de prncipe. Marigny era de esos raros hombres quepueden tener la certeza de haber entrado en vida en el seno de la historia, porque ellos la hanhecho. Sire Felipe, mi rey, pensaba dirigindose al fretro. Cuntas jornadas hemos pasadotrabajando codo con codo! Pensbamos igual en todas las cosas; cometimos errores, loscorregimos. En vuestros ltimos das estuvisteis un poco apartado de m, porque vuestro esprituflaqueaba, y los envidiosos procuraban separarnos. Ahora, estar solo en la obra emprendida. Yoos juro defender lo que hemos realizado juntos.

    Slo necesitaba Marigny recordar su prodigiosa carrera, considerar de dnde haba salido ya dnde haba llegado, para aquilatar en este instante su pujanza y a la vez su soledad. La obra degobernar no se acaba jams, se deca. Haba fervor en este gran poltico, y pensabaverdaderamente en el reino como si fuera su segundo rey.

    Egidio de Chambly, abad de Saint-Denis, arrodillado al borde de la tumba, traz por ltimavez la seal de la cruz. Despus se incorpor, y seis monjes empujaron la pesada losa que cerrabala tumba.

    Jams ya Luis de Navarra, ahora Luis X, volvera a or la terrible voz de su padre dicindole,durante los consejos:

    -Callaos, Luis!Pero lejos de sentirse liberado por ello, sinti un terror pnico. Se sobresalt cuando oy

    pronunciar a su lado:-Vamos, Luis!Era Carlos de Valois indicndole que deba avanzar. Luis X se volvi hacia su to y

    murmur:-Vos lo visteis cuando fue coronado. Qu hizo? Qu dijo?-Tom para si de golpe toda la responsabilidad -respondi Carlos de Valois.Y tena dieciocho aos... siete menos que yo, pens Luis X. Todas las miradas se

    posaban sobre l. Tuvo que hacer un esfuerzo para caminar. Detrs de l la tribu capetina,prncipes, pares, barones, prelados y dignatarios, entre racimos de cirios y estatuas yacentes,atraves la sepultura de familia. Los monjes de Saint-Denis cerraban el cortejo, con las manosenfundadas en las mangas y cantando salmos.

    As se pas de la baslica a la sala capitular de la abada donde estaba preparada la comidatradicional que remataba los funerales.

    -Sire -dijo el abate Egidio-, rezaremos en lo sucesivo dos plegarias, una por el rey que Diosse nos ha llevado, otra por el que nos da.

    -Os lo agradezco, padre -dijo Luis X con voz bastante Insegura.Despus se sent dando un suspiro de desfallecimiento y pidi en seguida un cubilete de

    agua que vaci de un trago. Durante toda la comida permaneci silencioso. Se senta febril, ycansado de cuerpo y de alma.

    Es preciso ser robusto para ser rey, deca Felipe el Hermoso a sus hijos, cuando ponanmala cara ante los ejercicios o frente a las pasadas ante el estafermo. (4) Es preciso ser robustopara ser rey, se repeta Luis X en este primer momento de su reinado. Era de esos hombres en losque la fatiga engendra la irritacin, y pensaba con humor que cuando se hereda un trono, sedebera heredar igualmente la fuerza necesaria para mantenerse erguido en l.

    (4) El estafermo o quintaine era un ejercicio que se realizaba caballo, armado de lanza, yque consista en golpear en pleno tronco un manIqu montado sobre un eje, que representaba a uncaballero de armas, uno de cuyos brazos llevaba sujeto un palo. Si el justador asestaba mal elgolpe, el maniqu. girando sobre si mIsmo, venia a golpear al torpe caballero.

    Lo que el ritual exiga del nuevo soberano, para su elevacin al trono, era verdaderamenteinsoportable. Luis despus de asistir a la agona de su padre tuvo que comer durante dos dasdelante del cadver embalsamado. En efecto, no sufriendo el principio de la realeza interrupcin nicesura en su encarnacin, se supona que el rey muerto reinaba hasta su enterramiento, y susucesor, al lado de sus restos, coma en cierta forma para ly en su lugar.

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    17/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    Para Luis, ms penosa que la presencia de aquella forma crea vaciada de sus entraas yvestida con los ornamentos de ceremonia, era la vista del corazn de su padre colocado junto altmulo funerario, en un cofrecito de cristal y bronce dorado. Los que vean aquel corazn, cortadaslas arterias a ras y detrs del vidrio, quedaban estupefactos de su pequenez; un corazn de nio..,o de pjaro, murmuraban los visitantes. Costaba creer que una vscera tan minscula hubieraanimado a un monarca tan terrible.2

    Despus se traslad el cuerpo por va acutica, desde Fontainebleau a Pars, luego en lacapital se sucedieron una serie de cabalgatas y de vigilias, de oficios religiosos y de cortejosinterminables; todo ello con un horroroso tiempo de invierno en que se chapoteaba en el barrohelado, un viento sutil cortaba el aliento y el rostro era azotado por crueles rfagas de nieve.

    Luis admiraba a su to Carlos de Valois, que, constantemente a su lado, decidindolo todo,zanjando los problemas ms perentorios, infatigable, tenaz, pareca tener carcter de rey.

    Ya, hablando con el abate de Saint-Denis, empezaba a preocuparse por la consagracin deLuis, que tendra lugar el verano siguiente. Pues la abada de Saint-Denis conservaba, no slo lastumbas reales y el pendn de Francia, sino tambin los atributos y vestiduras que los reyes llevabanen su coronacin. Valois quera saber si todo estaba en orden. Despus de veintinueve aos, nohabra necesidad de componer el manto de gala? Los escrios para transportar a Reims el cetro,las espuelas y la mano de justicia se hallaban en buen estado? Y la corona de oro? Sera precisoque los orfebres, lo ms pronto posible, ajustaran la guarnicin interior a la nueva medida.

    El abate Egidio observaba al joven rey, al que la tos no dejaba de sacudir, y pensaba:Desde luego, todo se va a preparar; pero durar l hasta entonces?

    Acabada la comida, Hugo de Bouville, gran chambeln de Felipe el Hermoso, fue a quebrardelante de Luis X su bastn dorado, y significar con ello que haba cumplido su misin. Elcorpulento Bouville tena los ojos llenos de lgrimas; sus manos le temblaban y tuvo que realizartres veces el intento de romper su cetro de madera, imagen y delegacin del gran cetro de oro.Despus, al primer chambeln de Luis, Mathieu de Trye, que iba a sucederle, le susurr:

    -A vos os toca ahora, messire.Entonces, la tribu capetina se levant de la mesa, y sali al patio donde esperaban las

    monturas. En el exterior, la muchedumbre era escasa para gritar: Viva el rey! Las gentes ya sehaban helado bastante la vspera en su afn de presenciar el gran cortejo que comprenda tropas,clereca de Pars, maestros de la Universidad, y corporaciones; el de hoy no ofreca nada quepudiera maravillar. Adems, caa una especie de granizo que calaba los vestidos hasta la piel; slosaludaban al nuevo rey los bobos empedernidos o los que podan gritar desde el umbral de supuerta sin mojarse.

    Desde la infancia, el Turbulento esperaba reinar. A cada reprimenda, fracaso o contrariedadque le acarreaban su mediocridad de espritu y de carcter, l se deca rabiosamente:

    El da que sea rey... y mil veces haba deseado que la suerte apresurara la desaparicinde su padre.

    Ahora, he aqu que haba sonado la ansiada hora, he aqu que acababa de ser proclamado.Sala de Saint-Denis... Pero nada le adverta interiormente de que se hubiera producido en lcambio alguno. Solamente se senta ms dbil que la vspera, y pensaba ms en su padre al quehaba querido tan poco.

    Con la cabeza baja y los hombros temblorosos, guiaba su caballo entre los camposdesiertos en los que restos de rastrojo alternaban con restos de nieve. El crepsculo oscurecarpidamente. A las puertas de Pars, el cortejo hizo un alto, para que los arqueros de la escoltapudieran encender las antorchas.

    El pueblo de la capital no fue ms entusiasta que el de SaintDenis. Adems, qu razonestena para mostrarse alegre? El invierno precoz impeda los transportes y multiplicaba lasdefunciones. Las ltimas cosechas haban sido psimas: las mercancas se encarecan a medidaque escaseaban; se respiraba miseria. Y lo poco que se conoca del nuevo rey no invitaba a la

    esperanza.Se deca que era pendenciero y cruel y el pueblo empezaba a llamarlo por el sobrenombre

    de Turbulento. No se poda citar de l ningn acto importante o generoso. Su nica fama se deba asu infortunio conyugal.

    Por esto el pueblo no me demuestra afecto, se deca Luis X, por culpa de aquella rameraque me ridiculiz delante de ellos. Pero si no me aman, har de tal modo que temblarn y pondrncara de pascuas cuando me vean, como si me amaran verdaderamente. Y desde luego quierovolver a tomar esposa, tener una reina a mi lado... para que quede borrado mi deshonor.

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    18/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    Ay! El relato que, la vspera, le haba hecho su primo el de Artois, a su regreso de Chteau-Gaillard, no permita esperar que la empresa fuera fcil. La ramera ceder; har que la sometan argimen y tormentos tales que ceder.

    Como haba corrido entre la plebe la noticia de que arrojaran monedas al paso del cortejo,grupos de mendigos permanecan en las esquinas de las calles. Las antorchas de los arquerosiluminaban un instante caras chupadas, ojos vidos y manos extendidas. Pero no cay ni la ms vilmoneda.

    Por el Chatelet y el Pont au Change el cortejo alcanz el Palacio de la Cit.La condesa Mahaut dio la seal de dispersarse declarando que todos tenan ahora

    necesidad de calor y de reposo, y que ella regresaba al palacio de Artois. Prelados y baronestomaron el camino de su mansin. Hasta los hermanos del nuevo rey se retiraron. As que cuandoech pie a tierra, Luis X no se vio rodeado, fuera de su escolta de escuderos y de servidores, msque por sus dos tos Valois y Evreux, Roberto de Artois, y Mathieu de Trye.

    Pasaron por la Galera Mercire, inmensa, y a aquella hora, casi desierta. Algunosmercaderes, que acababan de echar el candado a sus azafates, se quitaron el gorro. (5)

    (5) Los comerciantes de mercera, aderezos, baratijas y ornamentos, tenan el privilegio devender dentro del palacio real, en la galera llamada Galera Mercire o Galera Marchande.

    El Turbulento avanzaba lentamente, con las piernas tiesas en las botas demasiado pesadasy con el cuerpo calenturiento por la fiebre. Miraba, a derecha e izquierda, en lo alto de los muros,las cuarenta estatuas de reyes, colocadas sobre grandes consolas esculpidas, que Felipe elHermoso haba hecho erigir all, a la entrada de la habitacin real, copias, en pie, de las yacentesde Saint-Denis, con el fin de que el soberano viviente apareciera a los ojos de cada visitante comoel continuador de una raza sagrada, designada por Dios para ejercer el poder.

    Esta colosal familia de piedra, de blancos ojos bajo el resplandor de las antorchas, no hacams que abrumar an ms al pobre prncipe de carne que haba recogido la sucesin. Un mercaderdijo a su mujer:

    -No tiene aspecto muy altivo, nuestro nuevo rey.La mujer, riendo burlonamente, respondi:-Lo tiene sobre todo de cornudo.No haba hablado muy fuerte, pero su aguda voz reson en el silencio. El Turbulento se

    sobresalt y con el rostro bruscamente airado, trat de distinguir a la persona que haba osadopronunciar aquel insulto. Todos los de la escolta desviaron la mirada y fingieron no haber odo nada.

    A ambos lados de la arcada bajo la que arrancaba la escalera principal hacan juego lasestatuas de Felipe el Hermoso y de Enguerrando de Marigny, pues el regente general del reinohaba recibido este honor nico de tener su efigie en la galera de los reyes. Honor justificado por elhecho de que la reconstruccin y embellecimiento del palacio era obra esencialmente suya.

    Esta estatua era lo que ms irritaba a monseor de Valois, que cada vez que se veaobligado a pasar ante ella, se indignaba de que hubieran elevado tan alto a aquel burgus. Laastucia y la intriga lo han conducido a tal descaro que se da aires de ser de nuestra sangre,pensaba Valois. Pero tiempo al tiempo, monseor; os bajaremos de ese pedestal, lo juro, y osensearemos muy pronto que el momento de vuestras malvadas grandezas ha concluido.

    -Monseor Enguerrando -dijo volvindose con altanera hacia su enemigo-, creo que el reydesea ahora quedarse en familia.

    Marigny, para evitar todo choque hizo como si no hubiera comprendido. Pero para hacerconstar que no reciba rdenes ms que del rey, se dirigi a ste:

    -Sire, hay muchos asuntos pendientes que me reclaman. Puedo retirarme?Luis tenia el pensamiento en otra parte: la frase lanzada por la mujer del mercader le daba

    vueltas en la cabeza.-Hacedlo, messire, hacedlo -respondi con impaciencia.

    El rey, sus tos y el destino

    La reina Juana, madre de Luis X, heredera de Navarra, haba muerto en 1305. A partir de1307, es decir, desde el momento en que, a los dieciocho aos, haba sido investido oficialmente dela corona navarra, Luis haba recibido la mansin de Nesle para su residencia personal. No habahabitado, pues, en el palacio, tras los remozamientos ordenados por su padre los ltimos aos.

    As pues, aquella tarde de diciembre, a la vuelta de Saint Denis, al entrar Luis en lashabitaciones reales para tomar posesin, no encontr nada que le recordara su infancia. Ningunarotura en el pavimento, conocida desde siempre; ningn chi rrido especial de tal o cual puerta odo

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    19/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    anteriormente poda conmoverlo o enternecerlo; no encontraba nada que le permitiera decir:Delante de esta chimenea me tena mi madre en su regazo o desde esta ventana vi, por primeravez, la primavera. Las ventanas tenan otra proporcin, las chimeneas eran nuevas.

    Felipe el Hermoso, monarca econmico, casi avaro en su atencin personal, no reparabaen gastos cuando se trataba de enaltecer la idea de la realeza. Haba querido que el palacio fueraimponente, aplastante, tanto interior como exteriormente; y que, en el corazn de la capital, igualaraen cierto modo a Notre-Dame. All la grandeza de la Iglesia; aqu, la grandeza del Estado. All lagloria de Dios; aqu, la del rey.

    Para Luis, sta era la morada de su padre, un padre silencioso, distante, terrible. De todaslas estancias, la nica que le pareca familiar era la cmara del Consejo, donde tantas veces,apenas formulaba una opinin, haba odo decir: Cllate, Luis!

    Avanzaba de sala en sala. Los criados, ahogando sus pisadas, se escurran a lo largo delas paredes; los secretarios se esfumaban por las escaleras; todo el mundo observaba todava unsilencio de velada mortuoria.

    Se detuvo finalmente en la estancia en la que su padre permaneca habitualmente paratrabajar. Era de dimensiones modestas, pero con una gran chimenea en la que arda un fuego comopara asar un buey. Para calentarse sin sufrir el ardor de las llamas, haban colocado delante delfuego unas pantallas tejidas de mimbre que un criado remojaba frecuentemente. Varios candelerosde seis velas en forma de corona iluminaban claramente la estancia.

    Luis se despoj de su ropa, que puso en una de las pantallas. Sus tos, su primo y suchambeln lo imitaron y pronto comenz a escapar vapor de las pesadas telas empapadas de agua,de los terciopelos, de las pieles de abrigo y de los bordados, mientras que los cinco hombres, encamisa y calzones, se calentaban los riones al fuego, semejantes a cinco labriegos a su regresode un enterramiento en el campo.

    De pronto, del ngulo donde estaba la mesa de trabajo de Felipe el Hermoso, lleg un largosuspiro, casi un gemido.

    Luis X grit con voz aguda:-Qu es eso?-Es Lombardo, Sire -dijo el criado encargado de mojar las pantallas.-Lombardo? Pero si ese perro estaba en Fontainebleau, con la jaura. Cmo ha llegado

    aqu?-Por s solo, hay que creer, Sire. Lleg anteanoche todo cubierto de barro, al mismo tiempo

    que llegaba el cuerpo de nuestro antiguo seor a Notre-Dame. Se ha escondido bajo este mueble yno se quiere mover.

    -Que lo cojan, que lo encierren en las cuadras!Contrariamente a su padre, Luis detestaba a los perros, les tena miedo, desde que, siendo

    nio, le haba mordido uno.El criado se agach y tir por el collar a un gran lebrel oscuro, con el pelo pegado en los

    flancos y los ojos febriles.Este era el perro, obsequio del banquero Tolomei, que no se haba apartado del rey Felipe

    durante los ltimos meses. Como se resistiera a salir, agarrndose al pavimento con las uas, LuisX lo apart con un puntapi en el costado.

    -Ese animal trae desgracia. Primero, lleg aqu el da en que quemaron a los Templarios, elda que...

    Se oyeron voces en una pieza contigua, y el criado y el perro se cruzaron en la puerta conuna nia vestida embarazosamente con ropas de luto, a la que empujaba una dama de compaa,dicindole:

    -Id, doa Juana; id a saludar a nuestro seor el rey, vuestro padre.Aquella nia de apenas cuatro aos, de plidas mejillas, de ojos demasiado grandes, era

    por el momento la heredera del trono de Francia.

    Tena la frente redonda y combada de Margarita de Borgoa, pero su tez y sus cabelloseran claros. Avanzaba, mirando directo delante de ella con esa expresin obstinada que muestranlos nios malqueridos.

    Luis X, con un gesto, impidi que llegara hasta l.-Por qu la han trado aqu? De ningn modo quiero verla! -exclam-. Que la conduzcan

    sin tardanza al Palacio de Nesle; es all donde debe alojarse, puesto que all fue...-Conteneos, sobrino -dijo el conde Evreux.Luis esper a que salieran la dama de compaa y la princesita, ms atemorizada aqulla

    que sta.-No quiero ver ms a esa bastarda! -dijo.

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    20/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    -Estis, pues, tan seguro de que lo sea, Luis? -pregunt monseor de Evreux, alejando delfuego sus vestidos para que no se chamuscaran.

    -Me basta con la duda -respondi el Turbulento-. No quiero reconocer nada que venga deuna mujer que me ha traicionado.

    -Sin embargo, esta nia es rubia como todos nosotros.-Felipe de Aunay tambin era rubio -replic amargamente el Turbulento.El conde de Valois vino a apoyar al joven rey.-Luis debe tener buenas razones, hermano, para hablar de esa manera -dijo con autoridad.-Adems -prosigui Luis a voz en grito-, no quiero or esa palabra que se me ha lanzado

    hace poco al pasar; no quiero adivinarla sin cesar en la mente de las gentes; no quiero dar ocasinde que lo piensen al mirarme.

    Luis de Evreux se contuvo para no contestar: Si hubieras tenido mejor carcter, amigomio, y ms bondad en el corazn, tu mujer quiz te hubiera amado... Pensaba en la desgraciadania que iba a vivir, rodeada solamente de criados indiferentes, en el inmenso y desierto palacio deNesle. De improviso, oy que Luis deca.

    -Ay! Voy a estar muy solo aqu.Luis de Evreux mir compasivo y estupefacto a aquel sobrino que conservaba sus

    resentimientos como un avaro guarda su oro; maltrataba a los perros porque uno lo haba mordido,expulsaba a su hija porque haba sido burlado, y se quejaba de su soledad.

    -Toda criatura est sola, Luis -dijo gravemente-. Cada uno de nosotros sufre en soledad elinstante de la muerte; y es vano creer que no ocurre igual en otros instantes de la vida. Incluso elcuerpo de la esposa con quien dormimos resulta extrao; incluso los hijos que hemos engendradoresultan para nosotros personas extraas. Sin duda el Creador lo ha querido as para que cadahombre no tenga otra comunin que la suya y todos juntos la tengamos en El... El nico alivio a esteaislamiento est en la compasin y en la caridad, es decir, en saber que los dems padecen denuestro mismo mal.

    Con el cabello hmedo y lacio, la mirada vaga, la camisa pegada a sus huesudos costados,el Turbulento pareca un ahogado a quien acabaran de sacar del Sena. Qued silencioso unmomento. Algunas palabras, como esas, precisamente, de caridad y compasin, no tenan sentidopara l, y no las entenda ms que los latines de los clrigos. Se dirigi a Roberto de Artois:

    -As, Roberto, estis seguro de que no ceder?-El gigante, secndose todava, y cuyas botas humeaban como un caldero, sacudi la

    cabeza negativamente.-Mi seor primo, como os dije ayer tarde, presion sobre doa Margarita de todas las

    formas. Puse en juego con ella mis ms slidos argumentos. Choqu con una repulsa de tal durezaque puedo aseguraros que no se obtendr nada. Sabis con qu cuenta? -aadi, alevoso-.Espera que muris antes que ella.

    Luis X toc instintivamente, a travs de su camisa, el pequeo relicario que llevaba alcuello. Despus, dirigindose al conde de Valois, dijo:

    -Pues bien! To, ya veis que no es tan fcil como habais prometido. Y que la anulacin noparece cosa de hoy para maana!

    -Ya lo veo, sobrino, y no pienso ms que en eso -respondi el de Valois.-Primo, si temis ayunar -dijo entonces Roberto de Artois, yo podr abastecer vuestro lecho

    con apetitosa carne de hembras..., cariosas por la vanidad de servir a los placeres de un rey.Hablaba de esto con avidez, como si se tratara de un asado a punto o de un buen plato en

    salsa.Carlos de Valois agit su mano cargada de sortijas.-Ante todo, de qu os sirve, Luis, que el matrimonio sea anulado -dijo- mientras no hayis

    elegido la nueva mujer con quien queris casaros? No os inquietis tanto por esa anulacin; unsoberano siempre acaba por obtenerla. Lo que precisis es encontrar desde ahora la esposa que

    haya de representar a vuestro lado el papel de reina y os pueda proporcionar descendencia.Cuando se presentaba un obstculo, monseor de Valois adoptaba esta posicin de

    menospreciarlo y de saltar en seguida a la etapa inmediata. En la guerra se despreocupaba de losfocos de resistencia; los cercaba y se lanzaba al ataque de la ciudadela siguiente.

    -Hermano -dijo el prudente conde de Evreux- creis que la cosa es tan fcil, en la situacinen que est nuestro sobrino, y si no quiere tomar una mujer indigna del trono?

    -Vaya pues! Conozco a diez princesas en Europa que pasaran por alto muchas cosas contal de ceir la corona de Francia. Tenis, sin ir ms lejos, a mi sobrina Clemencia de Hungra... -dijoValois como si la idea acabara de brotarle en la cabeza cuando la vena madurando desde hacauna semana.

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    21/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    Esper ver el efecto que produca su proposicin. El Turbulento levant la cabeza,interesado.

    -Es de nuestra sangre puesto que procede de los Anjou -prosigui Valois-. Su padre, CarlosMartel, que renunci al trono de Npoles-Sicilia para reivindicar el de Hungra, hace tiempo quemuri; y sin duda sta es la razn por la que ella no se ha casado todava. Pero su hermanoCaroberto reina ahora en Hungra y su to es rey de Npoles. En verdad, se le ha pasado un poco laedad del matrimonio...

    -Cuntos aos tiene? -pregunt inquieto Luis X.-Veintids. Pero, as y todo, no es preferible a esas muchachuelas que van al altar

    jugando todava a muecas y que, cuando crecen, se revelan llenas de villana, mentirosas ylibertinas? Adems, sobrino, no vais a vuestras primeras nupcias!

    Todo esto parece demasiado bien, debe de tener algn defecto que se me oculta, pensabael Turbulento. Quiz Clemencia sea tuerta o bien jorobada.

    -Y cmo es... fsicamente? -pregunt.-Sobrino mio, es la mujer ms hermosa de Npoles. Los pintores, segn me han asegurado,

    se esfuerzan en imitar sus rasgos cuando pintan en las iglesias el rostro de la Virgen Mara. Yorecuerdo que ya en su infancia prometa ser una belleza notable y todo parece confirmar que hahecho honor a esta promesa.

    -En efecto, parece que es muy bella -dijo monseor de Evreux.-Y virtuosa -aadi Carlos de Valois-. Me atengo a que rene todas las cualidades que

    posea su querida ta, que fue mi primera mujer, a la que Dios guarde. Y no olvidis que Luis deAnjou, su otro to y, por consiguiente, mi cuado, habiendo renunciado al trono para entrar enreligin, fue ese santo obispo de Toulouse que hace milagros desde su tumba.

    -As tendremos un segundo San Luis en la familia -observ Roberto de Artois.-To, me parece que habis tenido una feliz idea -dijo Luis X-. Hija de rey, hermana de rey,

    sobrina de rey y de santo, bella y virtuosa... Ah! Por lo menos no ser morena, como laborgoona, pues entonces sera superior a mis fuerzas!

    -No, no -se apresur a responder Valois-. No temis, sobrino; es rubia, de buena razafranca.

    -Y vos creis, Carlos, que es familia, piadosa como decs, consentira a los esponsalesantes de la anulacin? -pregunt Luis de Evreux.

    Monseor de Valois se hinch como para reventar.-Soy demasiado amigo de mis parientes de Npoles para que me puedan rehusar nada -

    respondi-, y ambas cosas se pueden tratar a la vez. La reina Mara, que, en otro tiempo considerun honor darme a una de sus hijas, me otorgar con gusto a su nieta para el ms querido de missobrinos, y para que sea reina del ms bello reino del mundo. Yo me encargo de ello.

    -Entonces manos a la obra, to -dijo Luis-. Enviemos una embajada a Npoles. Quopinis, Roberto?

    Roberto dio un paso hacia adelante, con las manos abiertas como si se propusiera partir alinstante para Italia.

    El conde de Evreux intervino otra vez. No tena objecin al proyecto, pero opinaba que ladecisin constitua un asunto de Estado tanto como de familia, y peda que fuera debatida en elConsejo.

    -Mathieu -dijo inmediatamente Luis X a su chambeln-, decid a Margny que convoque elConsejo para maana por la maana.

    -Por qu a Marigny? -dijo Valois-. Yo mismo puedo encargarme de ello, si lo deseis.Marigny tiene demasiadas ocupaciones y prepara apresuradamente los Consejos que no tienen otrocometido que el de conceder su aprobacin, sin examinar demasiado sus negocios. Pero vamos acambiar eso, Sire, sobrino mo, y yo voy a reuniros el Consejo ms indicado para serviros.

    -Es muy justo, to mo, hacedlo as -dijo Luis X, con aire de seguridad, como si la iniciativa

    fuera suya.Las ropas estaban secas y todos volvieron a vestirse.Bella y virtuosa, se repeta Luis X, bella y virtuosa...Despus sufri un acceso de tos y apenas oy las despedidas.Bajando la escalera, de Artois dijo a Valois:-Ah!, primo mio. Qu bien habis vendido a vuestra sobrina Clemencia, conozco a alguien

    cuyas sbanas ardern toda la noche!-Roberto -dijo Valois en tono de fingido reproche-, en adelante debis recordar que es del

    rey de quien hablis.

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    22/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    El conde de Evreux los segua en silencio. Pensaba en la princesa que viva en un castillode Npoles, cuya suerte, sin ella saberlo, quiz se haba decidido aquel da. Monseor de Evreuxse maravillaba de qu modo imprevisible, misterioso, se forjaban los destinos humanos.

    Porque un gran soberano haba muerto antes de tiempo, porque un joven rey soportaba malel celibato, porque su to estaba impaciente por satisfacerle, para afirmar as el dominio que ejercasobre l, porque un nombre lanzado haba sido retenido, una doncella de rubios cabellos, que aquinientas leguas de distancia, pensaba ante un mar eternamente azul que nada nuevo le traeraaquel da, quedaba designada para llegar a ser el centro de las preocupaciones de la corte deFrancia...

    Monseor de Evreux an se vio asaltado por un acceso de escrpulos.-Hermano -dijo a Valois- creis verdaderamente que la pequea Juana sea bastarda?-Hoy no estoy seguro todava, hermano -dijo Valois ponindole sobre el hombro su mano

    ensortijada-. Pero os aseguro que no pasar mucho tiempo sin que todo el mundo la tenga por tal!Despus de esto, el reflexivo conde de Evreux poda haberse dicho igualmente: Porque

    una princesa de Francia se echa un amante, porque su cuada de Inglaterra la denuncia, porque unrey justiciero publica el escndalo, porque un marido humillado hace recaer su venganza sobre unania a la que quiere declarar ilegtima... Las consecuencias pertenecen al futuro, a ese desarrollode la fatalidad en creacin constante por la continua combinacin de la fuerza de las cosas y de lasacciones humanas.

    VI

    La lencera Eudalina

    El dosel del lecho, de un jamete (5) azul oscuro sembrado de ureas flores de lis, parecaun trozo de firmamento nocturno; las cortinas tapizadas, tambin de la misma tela, se movansuavemente, a la tenue claridad de la mariposa suspendida por triple cadena de bronce; y la colchade brocado de oro, que caa en tiesos pliegues hasta el suelo, centelleaba con extraasfosforescencias.

    (5) El jamete era un tejido de seda que se aproximaba a nuestro raso. Se utilizaba en laconfeccin de vestidos y en el ajuar de la casa, compitiendo con el cendal, que se haca en todoslos colores y se pareca al tafetn; con el camacn y con los tejidos de oro y de plata, pesadosbrocados con trama de seda. Entre las telas de lana. se empleaban mucho las jaspeadas. paostejidos de diversos colores, las rayadas, el camelin, es decir el tejido de pelo de camello o susimitaciones, y sobre todo las escarlatas. Estas ltimas eran las prendas ms ricas y ms estimadas;slo aparecan en las ocasiones solemnes. Las mejores se fabricaban en Flandes y en Inglaterra.La materia coloreante la proporcionaba la cochinilla, pequeo insecto que se encontraba en elLanguedoc y que se venda desecada. Haba varios matices de escarlata: bermejo, rosado ysanguneo.

    Desde haca dos horas, Luis X trataba en vano de conciliar el sueo en la cama que habasido de su padre. Se ahogaba bajo las mantas forradas de piel, y tiritaba cuando intentabalevantarse.

    Aunque Felipe el Hermoso haba fallecido en Fontainebleau, Luis experimentaba un agudomalestar al encontrarse en aquel lecho, como si percibiera en l la presencia del cadver.

    Todos los recuerdos de aquellas ltimas jornadas y todos los temores del futuro seentrechocaban en su cerebro... Una voz haba gritado de entre la muchedumbre cornudo...Clemencia de Hungra rehusara o estara ya desposada... El austero rostro del abate Egidio seinclinaba sobre la tumba... Rezaremos en lo sucesivo dos plegarias... . . .Sabis con qucuenta? Espera que muris antes que ella!... Un cofre de cristal aprisionaba el corazn con las

    arterias cortadas, tan pequeo como un corazn de cordero...Se levant bruscamente, el corazn le golpeaba en el pecho como un reloj loco. El mdico

    de palacio, que lo haba examinado antes de acostarse, le haba asegurado, sin embargo, que notena los humores malos y que el sueo reparara la fatiga bien explicable. Si persista la tos veranal da siguiente de darle alguna tisana con miel, o le aplicaran sanguijuelas. Pero Luis no le habaconfesado los dos desfallecimientos sentidos en Saint-Denis, aquel fro que le haba embargado, yla vacilacin de todo ante sus ojos. Y he aqu que el mismo mal, al que no poda darle un nombre,volva a asaltarle.

  • 8/6/2019 maurice druon - los reyes mlditos - 2 - la reina estrangul~1

    23/96

    Librodot Los reyes malditos Maurice Druon

    Torturado por la ansiedad, el Turbulento, enfundado en un largo camisn blanco sobre elque ech una ropa de abrigo, recorra la habitacin como persiguindose a s mismo y como si, a lamenor detencin, fuera a dejar de vivir.

    No ira a sucumbir como su padre, herido en la cabeza por la mano de Dios? Yotambin, pensaba con espanto, estaba presente cuando quemaron a los Templarios ante elPalacio... Sabe alguien la noche que ha de morir? Sabe la noche en que se volver loco? Y sillegaba a salvar esta noche abominable, si lograba ver la tarda aurora del invierno, en qu estadode agotamiento se hallara al da siguiente para presidir su primer Consejo? El les dira: Seores... Qu palabras encontrara?... Cada uno de nosotros -sobrino- sufre en soledad el instante de lamuerte, y es vano creer que no ocurre as en los instantes de la vida...

    -Mi!, to! -pronunci en voz alta el Turbulento-. Por qu me habis dicho eso!Su propia voz le pareca extraa. Continuaba divagando, jadeante y estremecido alrededor

    del gran lecho envuelto en sombras.Era aquel mueble el que lo espantaba. Aquel lecho estaba maldecido, y nunca podra

    dormir en l. El lecho de un muerto. Tendr, pues, que pasar todas las noches de mi reinado deesta manera, dando vueltas para no morir?, se preguntaba. Haba un remedio: ir a dormir a otraparte, llamar a sus gentes para que le prepararan otra habitacin. Pero, cmo hallar el valor deconfesar: No puedo alojarme aqu porque tengo miedo, y de presentarse a los escuderos, a loschamb