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Mármoles y marmorización arquitectónica en Noua Karthago: nuevas evidencias de El Molinete 1 José Miguel Noguera Celdrán 2 y María José Madrid Balanza 3 MARMORA ROMANOS EN HISPANIA,CARRANQUE, 2011, ISBN: XXX-XX-XXXXX-XX-X, pp. 223-244 1 Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación titulado Roma y las capitales provinciales de Hispania. La gran arquitectura pública de Carthago Nova (ref. n.º HAR2009-14314-C03-03), subvencio- nado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y parcialmente co- financiado con fondos FEDER. 2 Universidad de Murcia. 3 Excavación Arqueológica de El Molinete. 4 Entre otros trabajos del autor: Ramallo, 1996, 221-234; id., 2003, 189-212; id., 2004, 153-218; id., 2006, 451-470. 5 Al respecto, uide Soler, 2003, 149-188; id., 2004, 455-483; id., 2005b, 29-64; id., 2008, 711-732; id., 2009a, 413-425; id., 2009b, 121-165. 6 Los resultados preliminares de estos trabajos pueden consultarse en: Noguera y Madrid, (eds.), 2009a; Noguera y Madrid, 2010, 103-132. En 1987, Sebastián Ramallo y Rafael Arana publi- caron un pionero ensayo en el que, por vez primera, se sistematizaron las piedras y mármoles locales, así como los marmora importados, utilizados en Carthago Noua y su territorio más inmediato, analizando aspec- tos como su identificación y empleo para la elabora- ción de elementos arquitectónicos, esculturas y soportes epigráficos, entre otros, casi todos ellos sin contexto arqueológico preciso (Ramallo y Arana, 1987). Tras esta primera aproximación al proceso de marmorización de la colonia, sin duda los hallazgos propiciados por la excavación de su teatro y el consi- guiente hallazgo de un nutrido conjunto de materiales arquitectónicos, ahora bien contextualizados epigrá- fica y arqueológicamente, en particular capiteles co- rintios y basas labrados en mármol de Luni-Carrara junto a tambores de fuste trabajados en travertino ro- jizo de las canteras de Mula (Soler, 2005a, 141-164), unos y otros pertenecientes a los órdenes de la scaenae frons del edificio, permitieron matizar y concretar va- riados aspectos del fenómeno de transformación y monumentalización de la ciudad en época augustea y del recurso a marmora locales y de importación, con- cebidos como elementos de prestigio con que reafir- mar el trasunto político e ideológico de los grandes conjuntos arquitectónicos promovidos en este perí- odo por las elites locales, asistidas por patrocinadores entre los que cabe referir a miembros de la casa im- perial y su círculo más inmediato 4 . Más recientemente, la marmorización de la colonia ha sido abordada con fina intuición por Begoña Soler, quien en múltiples trabajos ha sistematizado sus fases y los principales marmora empleados en cada una de ellas; gracias a ellos, ahora sabemos bien que el proceso no se cir- cunscribe, como era de esperar, únicamente al perí- odo augusteo, sino que encuentra tímidos preceden- tes en las últimas décadas de la República tardía y se prolongó por medio de hitos bien estudiados en épo- cas flavia y trajánea, momentos estos en que parecen haberse propiciado ulteriores procesos de marmori- zación conocidos por la documentación epigráfica y, sobre todo, arqueológica 5 . A los hallazgos bien contextualizados del teatro y a los trabajos de Soler cabe sumar, ahora, los hallazgos de nuevos elementos arquitectónicos recuperados, en el transcurso de las excavaciones de 2008 y 2009 en la insula I de El Molinete, en los denominados Edificio del atrio y Termas del Foro 6 (fig. 1); en uno y otro se han constatado niveles de derrumbe, que documentan cómo se produjeron sus colapsos y consiguientes rui- nas, en los cuales se ha recuperado un interesante con- junto de materiales –básicamente capiteles de columna, tambores de fuste y basas– que, junto a los conservados in situ, constatan los órdenes de ambos conjuntos (toscano provincial en el Edificio del atrio, y jónico y corintio en la palestra termal), permiten es- tablecer observaciones útiles a efectos de la cronolo-

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Mármoles y marmorización arquitectónica enNoua Karthago: nuevas evidencias

de El Molinete1

José Miguel Noguera Celdrán2 y María José Madrid Balanza3

MARMORA ROMANOS EN HISPANIA, CARRANQUE, 2011, ISBN: XXX-XX-XXXXX-XX-X, pp. 223-244

1 Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación tituladoRoma y las capitales provinciales de Hispania. La gran arquitectura públicade Carthago Nova (ref. n.º HAR2009-14314-C03-03), subvencio-nado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y parcialmente co-financiado con fondos FEDER.2 Universidad de Murcia.3 Excavación Arqueológica de El Molinete.4 Entre otros trabajos del autor: Ramallo, 1996, 221-234; id., 2003,189-212; id., 2004, 153-218; id., 2006, 451-470.5 Al respecto, uide Soler, 2003, 149-188; id., 2004, 455-483; id.,2005b, 29-64; id., 2008, 711-732; id., 2009a, 413-425; id., 2009b,121-165.6 Los resultados preliminares de estos trabajos pueden consultarse en:Noguera y Madrid, (eds.), 2009a; Noguera y Madrid, 2010, 103-132.

En 1987, Sebastián Ramallo y Rafael Arana publi-caron un pionero ensayo en el que, por vez primera,se sistematizaron las piedras y mármoles locales, asícomo los marmora importados, utilizados en CarthagoNoua y su territorio más inmediato, analizando aspec-tos como su identificación y empleo para la elabora-ción de elementos arquitectónicos, esculturas ysoportes epigráficos, entre otros, casi todos ellos sincontexto arqueológico preciso (Ramallo y Arana,1987). Tras esta primera aproximación al proceso demarmorización de la colonia, sin duda los hallazgospropiciados por la excavación de su teatro y el consi-guiente hallazgo de un nutrido conjunto de materialesarquitectónicos, ahora bien contextualizados epigrá-fica y arqueológicamente, en particular capiteles co-rintios y basas labrados en mármol de Luni-Carrarajunto a tambores de fuste trabajados en travertino ro-jizo de las canteras de Mula (Soler, 2005a, 141-164),unos y otros pertenecientes a los órdenes de la scaenaefrons del edificio, permitieron matizar y concretar va-riados aspectos del fenómeno de transformación ymonumentalización de la ciudad en época augustea ydel recurso a marmora locales y de importación, con-cebidos como elementos de prestigio con que reafir-mar el trasunto político e ideológico de los grandesconjuntos arquitectónicos promovidos en este perí-odo por las elites locales, asistidas por patrocinadoresentre los que cabe referir a miembros de la casa im-perial y su círculo más inmediato4. Más recientemente,la marmorización de la colonia ha sido abordada confina intuición por Begoña Soler, quien en múltiplestrabajos ha sistematizado sus fases y los principalesmarmora empleados en cada una de ellas; gracias aellos, ahora sabemos bien que el proceso no se cir-cunscribe, como era de esperar, únicamente al perí-

odo augusteo, sino que encuentra tímidos preceden-tes en las últimas décadas de la República tardía y seprolongó por medio de hitos bien estudiados en épo-cas flavia y trajánea, momentos estos en que parecenhaberse propiciado ulteriores procesos de marmori-zación conocidos por la documentación epigráfica y,sobre todo, arqueológica5.A los hallazgos bien contextualizados del teatro y alos trabajos de Soler cabe sumar, ahora, los hallazgosde nuevos elementos arquitectónicos recuperados, enel transcurso de las excavaciones de 2008 y 2009 en lainsula I de El Molinete, en los denominados Edificiodel atrio y Termas del Foro6 (fig. 1); en uno y otro sehan constatado niveles de derrumbe, que documentancómo se produjeron sus colapsos y consiguientes rui-nas, en los cuales se ha recuperado un interesante con-junto de materiales –básicamente capiteles decolumna, tambores de fuste y basas– que, junto a losconservados in situ, constatan los órdenes de ambosconjuntos (toscano provincial en el Edificio del atrio,y jónico y corintio en la palestra termal), permiten es-tablecer observaciones útiles a efectos de la cronolo-

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7 Un detallado análisis del edificio en: Noguera, Madrid y García,2009, 122-141. Sobre los capiteles toscanos de la ciudad: Martínez,1998, 326-327, n.º 8-9, fig. 2, 7; Madrid, 1997-1998, 149-180.

gía fundacional de uno y otro y, lo que más interesa alobjeto de este trabajo, posibilitan ahondar nueva-mente en los fenómenos de marmorización de la co-lonia ligados, en este caso, a los proyectos urbanísticosy arquitectónicos acometidos después de la fundacióncolonial de mediados del siglo I a.C., recurriendo paraello a diversos marmora locales y de importación. A lafase del Segundo Triunvirato o a los primeros añosdel Principado de Augusto corresponde el orden delEdificio del atrio, en tanto que a la etapa de transiciónentre el período augusteo tardío y los comienzos de laedad tiberiana podrían asignarse los órdenes de la pa-lestra de las termas. Los elementos del orden de aquélfueron trabajos en mármoles blanquecinos de proce-dencia local tempranamente explotados, en tanto quepara la palestra se emplearon piedras locales combi-nadas pertinentemente con los marmora de prestigiode la época, tanto autóctonos como foráneos.

El Edificio del atrio y su orden arquitectó-nico marmóreo

El desarrollo planimétrico del Edificio del atrio nose ha podido definir aún por completo pues todavíaestá en curso de excavación, pero la información dis-ponible permite plantear una primera aproximación ala secuencia evolutiva y principales caracteres del con-junto arquitectónico en cada una de sus fases, que sonreflejo de la historia de la ciudad durante más de cincosiglos. Su fundación (fase Ia) puede fecharse, comomás abajo expondremos, en el último cuarto del siglo

I a.C. a partir de la datación asignable al orden arqui-tectónico de su atrio.El Edificio del atrio es una construcción de aproxi-madamente 1200 m2 realizada casi íntegramente enmampostería (figs. 2-3); emplazado en el sector másoriental de la insula I, debe su nombre al hecho de ar-ticularse alrededor de un pequeño atrio de planta rec-tangular con pozo en el centro, con acceso desde lasfauces a las que se entraba desde el decumanus II, quedelimitaba el edificio por el sur, y cuya techumbre sus-tentaban cuatro columnas, íntegramente elaboradasen mármol de las canteras del Cabezo Gordo, conbasas áticas y capiteles toscanos7. En su galería meri-dional se dispuso una caja de escalera para acceder alprimer piso, en tanto que al norte se abría directa-mente a una estancia rectangular (hab. n.º 15), a la quese accedía en origen por medio de un amplio vanoadintelado sustentado por una columna central (fig.4). Flanqueando el atrio se dispusieron cuatro ampliasaulas, de más de 80 m2 cada una, sustentadas por trescolumnas de igual tipo de mármol que las del atrio yposiblemente coronadas también con capiteles tosca-nos. Al sur del edificio se dispuso el resto de estan-cias, de planta rectangular alargada, posiblementededicadas al servicio.La funcionalidad exacta de la construcción, empla-zada en un área pública de la ciudad inmediata al sec-

Figura 1. Molinete, Cartagena. Recreación virtual de la insula I y sus edificios (realización: Balawat.com; dirección científica: J. M. NogueraCeldrán y M.ª J. Madrid Balanza).

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Figura 2. Molinete, Cartagena. Edificio del atrio, fase I. Vista aérea (foto: J. G. Gómez Carrasco).

Figura 3. Molinete, Cartagena. Recreación virtual del Edificio del atrio. Fase I (época cesariano/augustea-julio-claudia) (realización: Ba-lawat.com; dirección científica: J. M. Noguera Celdrán y M.ª J. Madrid Balanza).

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8 Noguera, Madrid y García, 2009, 139; Noguera y Madrid (eds.),2009a, 288, n.º 38 (M.ª J. Madrid).

tor del foro, aún se nos escapa con la información ar-queológica disponible, si bien recientemente hemosplanteado en base a su tipología arquitectónica y aotros indicios ya reseñados en otra sede y en los queahora no podemos reincidir, la eventualidad de quepudiera tratarse de una Banketthaus o edificio para lacelebración de banquetes de carácter ritual, celebra-dos en el contexto de alguna corporación o asocia-ción de la colonia (Noguera, Madrid y García, 2009,128-138), quizá vinculada a una adyacente area sacraconstatada en la vecina insula II, tal vez vinculable concultos de raigambre oriental (Noguera, Madrid y Gar-cía, 2009, 133, láms. 97-98).Su uso debió permanecer invariable posiblementehasta bien entrado el siglo II o en los principios del III,a pesar de que a finales del siglo I d.C. o en las prime-ras décadas del siguiente se produjeron en el edificioalgunas modificaciones sustanciales que afectaron a lahab. n.º 15, la cual quedó separada del atrio medianteuna pared de ladrillo y tapial en cuya fachada meridio-nal se construyó un larario (fig. 5); además, las te-chumbres de las grandes aulas fueron apuntaladasmediante toscos y potentes pilares de sillares de piedracaliza, dispuestos en los ejes de las estancias y acaso re-

matados por capiteles procedentes de otros edificios yreutilizados en esta época, de entre los cuales destacauno jónico-itálico tallado en un bloque de travertinorojo de las canteras de Mula8. A finales del siglo II o loscomienzos del siguiente, el conjunto cambió radical-mente su funcionalidad (fase III), encajándose en él va-rias viviendas de carácter familiar abiertas al antiguoatrio, ahora concebido como un patio de vecinos, po-siblemente como consecuencia de un proceso de ventadel edificio por sus anteriores propietarios (Madrid,Murcia, Noguera y Fuentes, 2009, 226). Esta dinámicade abandono y reocupación de un importante edificiopúblico acredita los procesos de transformación urbanaque comenzaron en la segunda mitad del siglo II y quese acentuaron en el devenir del siglo III, momento enque otros importantes edificios de la colonia, como lacuria, también fueron abandonados y, quizá, reocupa-dos. Tras el incendio, colapso y posterior abandono delcomplejo acaecido a finales del siglo III o inicios delIV d.C., fue parcialmente reocupado en el siglo V, mo-

Figura 4. Molinete, Cartagena. Edificio del atrio. Fase I. Vista del atrio y, detrás, de la hab. n.º 15 (en esta fase no existía el posterior murode separación entre ambos espacios ni el larario) (foto: M.ª J. Madrid Balanza).

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9 Ramallo y Arana, 1987, 52-59 y 68-69; Àlvarez, Domènech, La-puente, Pitarch y Royo, 2009, 32-37.

mento que debe relacionarse con la tardía recuperaciónde la ciudad tras su nombramiento como capital de laprovincia Carthaginense acaecida con ocasión de la re-forma administrativa de Diocleciano.En el transcurso de la excavación de los niveles dederrumbe de los alzados del atrio (fig. 6) y de algunasde las estancias que lo rodeaban, los cuales pueden fe-charse por sus contextos cerámicos asociados haciafinales del siglo III o los inicios del IV, se ha recupe-rado, como hemos referido, un interesante conjuntode elementos arquitectónicos, todos ellos labrados enmármol local de las canteras del Cabezo Gordo9, quepermiten definir el orden de las columnas de susten-tación de la techumbre a cuatro aguas del atrio y las delas grandes aulae y la hab. n.º 15 que lo flanqueaban. Setrata, básicamente, de varios tambores de fuste y doscapiteles toscanos derruidos, a los que cabe sumar dosbasas áticas y sus correspondientes tambores de fustelocalizados in situ en la crujía occidental del atrio (fig.7), así como el imoscapo de la columna que sosteníael dintel que separaba a aquél de la hab. n.º 15 (fig. 8)y el de las tres que sustentaban la cubierta plana de lasreferidas aulae (bien constatadas en la n.º 14) (fig. 9).El esquema compositivo de las basas recuperadas(Noguera y Madrid, 2009b, 167) (fig. 10) combina dos

toros de sección semicircular, prácticamente idénticosentre sí, separados por una estrecha escocia de fondoplano, a su vez enmarcada por sendos filetes de diá-metros desiguales; a continuación, un caveto sobre lis-tel sirve de transición con el imoscapo del fuste.Piezas análogas se constatan en Tarragona (Gimeno,1991, 74-75, n.º 27, fig. 25), Córdoba (Márquez, 1998,70, n.º 418; y 117-118, fig. 1.4, lám. 2.3), Baelo Claudia,Conimbriga y el norte de África (Jodin, 1977, 311-314,fig. 10-11). Las tarraconenses y norteafricanas (basílicacivil de Volubilis, Sala y Cotta) se fechan, según suseditores, en época republicana tardía, en tanto que losejemplares de Conimbriga y Baelo son más tardíos: losejemplares del foro de Conimbriga, de perfil muy simi-lar a los cartageneros, son de edad augustea (Alarcãoy Étienne, 1977, 32-33, lám. XVI.3), en tanto que losdel macellum de Belo se sitúan hacia finales del siglo Io inicios del II (Didierjean, Ney y Paillet, 1986, 149,152, 253, fig. 108-109), aunque en todo caso podríanproceder de un taller establecido en la ciudad tras elseísmo de la primera centuria para dedicarse a la re-

Figura 5. Molinete, Cartagena. Edificio del atrio. Fase I (época cesariano/augustea). Perspectiva desde el sur (foto: J. Gómez Carrasco).

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10 Noguera y Madrid, 2009b, 167; Noguera y Madrid (eds.), 2009a,287, n.º 37 (M.ª J. Madrid).

producción de obras según patrones augusteos (Si-llières, 1994-1995, 297-298).Por otro lado, los dos capiteles, labrados en mármolblanco local del Cabezo Gordo, fueron hallados en elnivel de derrumbe de los alzados del atrio, el cualpuede fecharse por el contexto cerámico asociadohacia finales del siglo III o los inicios del IV. La alturade estos capiteles es de 26,8 cm, en tanto que el diá-metro en el sumoscapo es de 41,5 cm10. Se trata decapiteles toscanos (fig. 11), labrados en un único blo-que marmóreo, compuestos por ábaco cuadrangular,óvolo, listel y parte del sumoscapo correspondiente altambor liso de la columna tallado en la misma pieza,unidos ambos con una suave apófisis. En la base delsumoscapo, un punto inciso marca el eje para la eje-cución del mismo. La superficie de labra conservahuellas del uso de la gradina y del cincel. La referidasecuencia de molduras permite asimilarlos al tipo IVde Lezine (1955, 13) o al tipo Ia de Broise (1969, 16),donde el equino está constituido por una moldura encuarto de círculo o convexa. Elementos semejantes seconstatan en la península Itálica (Shoe, 1965, lám. 38,

Figura 6. Molinete, Cartagena. Derrumbe de la estructura arquitectónica del atrio del edificio homónimo, acaecida hacia mediados delsiglo III (foto: Equipo del Molinete).

Figura 7.Molinete, Cartagena. Columna, enmármol local, del ángulonoroeste del atrio del edificio homónimo (foto: Equipo delMolinete).

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Figura 8. Molinete, Cartagena. Edificio del atrio. Fase II (finales del siglo I-inicios del II d.C.). Muro de separación del atrio de la hab. n.º15, donde se aprecia parte del fuste amortizado de la columna que sustentaba el dintel que marcaba la separación de ambos espacios enla fase anterior (foto: Equipo del Molinete).

Figura 9. Molinete, Cartagena. Edificio del atrio. Fase I. Aula 14 con restos de columnas in situ en su eje central (foto: Equipo del Molinete).

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2; 39, 3), donde están asociados a edificios de épocarepublicana tardía e, incluso, algo posteriores (ibidem,127). Así, de Ostia provienen varios capiteles con per-files similares, entre ellos uno de un peristilo encla-vado junto a las termas denominadas “bizantinas”,datado en la segunda mitad del siglo I a.C. (Pensabene,1973, 31, n.º 16), otro de la Via della Foce, fechadoen el siglo I d.C. (ibidem, 32, n.º 47) y, por último, unconjunto de tres capiteles procedentes de los Gran-des Horrea que, por el contexto del edificio, se handatado en época de Claudio (ibidem, 32, n.º 53-55). DelÁfrica Proconsular procede otro capitel semejante, fe-chado por su contexto y sus paralelismos con piezassimilares de Ostia, a inicios del siglo I d.C. (Ferchiou,1989, 72, 81, n.º III.V.5, fig. 13b). Por último, en Am-purias hay dos capiteles similares al cartagenero, fe-chados en época tardorrepublicana o augustea(Gutiérrez, 1992: 18, n.º 10-11).La datación de estos capiteles está determinada porsu combinación en columnas con estas basas áticassin plinto, mezcolanza propia del orden toscano pro-vincial que apunta una datación en la segunda mitaddel siglo I a.C., en época cesariana o en los inicios del

Principado. Cronología esta que sería extensible, porconsiguiente, a la fase fundacional del edificio, a cuyoatrio pertenecería dicho orden arquitectónico.Así pues, las cuatro columnas marmóreas que sus-tentaron el tejado del atrio correspondieron al común-mente definido como orden toscano provincial,compuesto por basas áticas sin plinto –con el imoscapolabrado en la misma pieza y con restos de pigmento decolor ocre–, fustes integrados por varios tambores lisosdispuestos a hueso, y un coronamiento integrado porun sencillo capitel toscano. Todos estos elementos per-miten constatar el uso en la colonia de este orden, cuyasingularidad reside en el empleo de basas áticas en lugarde toscanas, lo que se traduce en alzados más estiliza-dos de la columna (Broise, 1969, 20). Por otra parte, elhecho de que la construcción del Edificio del atrio debevincularse con la fase II del decumano I –que delimitapor el norte la insula I y que forma parte de la nuevatrama urbana diseñada en la ciudad a partir de la con-cesión del rango de colonia, hacia el año 54 a.C. (Abas-cal, 2002, 32; Antolinos, 2009, 59)– apoya que lacronología del material arquitectónico integrante delorden del atrio pueda circunscribirse a la segunda mitaddel siglo I a.C., concretamente a época cesariana o a losinicios del Principado.El hallazgo de los elementos integrantes de esteorden arquitectónico permite plantear hipótesis sobrela altura de las columnas del atrio y de las aulae latera-les, así como de la posición en los alzados de las cu-biertas asociadas a la planta baja del edificio. Siaplicásemos el modelo teórico vitruviano para elorden toscano (IV, 7), se podría calcular inicialmenteun alzado de siete módulos, lo que determinaría unacolumna de 3,36 m de altura. No obstante, esta di-mensión se opondría a la de la simple restitución poranastilosis de los elementos de la columna hallada insitu y de forma casi completa en los derrumbes del in-terior del atrio, en la que la suma de la basa y los trestambores del fuste determinan un desarrollo de 3,84m, a los que hay que sumar la altura del capitel queoscila, según los ejemplares documentados, en tornoa los 0,26 m, de manera que se obtendría un alzado de4,10 m (fig. 12). El desarrollo vitruviano también secontradice con la ausencia de mechinales en los alza-dos de mampostería del atrio y aulas adyacentes, asícomo con la altura de los restos de pintura mural con-servados in situ en la pared septentrional de la hab. n.º15, la cual delimita el atrio por el norte. Considerandotodos estos factores, es posible suponer que el alzadode las columnas toscanas del edificio podría corres-ponder a las proporciones vitruvianas del orden jó-

Figura 10. Molinete, Cartagena. Basa romano-ática e imoscapo delfuste de la columna, en mármol local, del ángulo noroeste del atriodel edificio homónimo (foto: Equipo del Molinete).

Figura 11. Molinete, Cartagena. Capitel toscano de mármol localdel atrio del edificio homónimo (foto: J. F. González)

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11 Broise, 1969, 20.12 Para este tipo de brocal en su versión itálica: Adam, 1996, 258-259.

nico (III, 5), superando así en medio módulo la pro-puesta teórica establecida para el orden toscano pro-vincial en el ámbito galo11. De este modo, lascolumnas de sustentación de las techumbres del Edi-ficio del atrio tendrían una altura en torno a los 4,08m, de manera que, con el recurso a un dintel o a unasimple viga de madera dispuesta sobre las mismas, sealcanzaría la cota superior determinada por el friso su-perior de la decoración parietal de la hab. n.º 15.De la cronología temprana de este orden toscanoprovincial se deriva una consecuencia inmediata: estosrecientes hallazgos acreditan nuevamente el precozproceso de marmorización acaecido en la colonia, sinduda posterior a la deductio colonial, para el que se re-currió a mármoles blancos locales precozmente ex-plotados en las canteras del Cabezo Gordo; elfenómeno ha sido catalogado por B. Soler como con-temporáneo a la introducción de los mármoles deprestigio e importados empleados en los grandes pro-gramas arquitectónicos acometidos desde finales delsiglo I (Soler, 2009, 138), y la cronología de los nue-vos hallazgos invita a suponer, en efecto, una dataciónanterior o, cuanto menos, coetánea a aquella para elinicio de la explotación de los mármoles blancos lo-cales y su empleo en la nueva arquitectura de la colo-nia. El mármol blanco local se empleó de formarestrictiva en las columnas del atrio, en las que sus-tentaba el arquitrabe adintelado que marcaba el trán-sito de este a la hab. n.º 15 y, casi con total seguridad,en las columnas dispuestas en los ejes de cada una delas cuatro aulas hipóstilas que lo flanqueaban, contri-

buyendo a monumentalizar estos espacios y a otor-garles dignidad y opulencia; en el caso del atrio, a lascolumnas marmóreas cabría sumar el contraste pro-piciado por la caliza azulada empleada en los cilindrossuperpuestos que confirmaban el brocal del pozo, dis-puesto en el centro del patio12 (figs. 2 y 13).Por lo demás, este orden está bien representado,en el ámbito de la arquitectura del siglo I a.C., en elnorte de África (Jodin, 1977, 307 ss.), la Galia(Broise, 1969, 15 ss.) y la península Ibérica (Gimeno,1989, 104), donde la nómina de paralelos para loselementos y tipo de composición referidos es co-

Figura 12. Molinete, Cartagena. Restitución de los órdenes arquitectónicos (columnas) de los edificios documentados en la insula I (Ter-mas del Foro y Edificio del atrio) (dibujo: S. Pérez-Cuadrado Martínez).

Figura 13. Molinete, Cartagena. Edificio del atrio. Fase I. Pozo decisterna con brocal compuesto por dos cilindros superpuestos decaliza (foto: J. Gómez Carrasco).

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13 Noguera, 2002, 67-69, figs. 4-6; Noguera, Soler, Madrid y Viz-caíno, 2009, 267.14 Donde está bien constatado desde el siglo II a.C. hasta los ini-cios del I, debiendo ponerse en relación con la llegada de colonosy talleres itálicos (Madrid, 1997-1998, 174).15 El tipo IV de Krencker (1929, 177-181, figs. 234-240) corres-ponde a los edificios de plano lineal axial e itinerarios simétricosde Rebuffat (1970, 179-180), al axial simmetrical row type de Nielsen(1990, I, 69-70) o al tipo 4 dotado de itinerario simétrico de Bouet(2003, 179-181). Fernández Ochoa, Morillo y Zarzalejos, 2000, 60(con dudas). Para esta organización en las ciudades hispanas: Fer-nández Ochoa, Morillo y Zarzalejos, 2000, 60 y 63-64.16 Krencker, 1929, 177-181, fig. 234; el tipo es asimilable al axialrow type de Nielsen (1990, I, 69), y a alguno de los subtipos deltipo 1 de Bouet (2003, 163-176, lám. 150).

piosa. En Carthago Noua, se constata también en laporticus duplex ubicada junto alAugusteum, con una da-tación de finales del siglo I a.C. o inicios del I13. Porotro lado, el hallazgo de estos materiales arquitectó-nicos bien contextualizados incide en la importanciadel orden toscano en la colonia14, pudiendo apre-ciarse en los elementos que componen este ordentoscano provincial una interesante evolución formal,caracterizada por la sustitución de la basa toscana deplinto circular vitruviana por los más arriba analiza-dos perfiles; esta combinación de basas áticas y ca-piteles toscanos en la arquitectura propia del siglo Ia.C. apenas se había podido confirmar hasta ahora,puesto que en la mayoría de los casos los materialescarecían de contexto al proceder de hallazgos casua-les o de excavaciones antiguas desprovistas de estra-tigrafías asociadas.

La palestra de las Termas del Foro: mate-riales y marmorización selectiva

Las denominadas Termas del Foro (fig. 14), empla-zadas en el sector occidental de la insula I, junto al re-

ferido Edificio del atrio, son una construcción cuyadistribución y organización de espacios para el baño(Madrid, Noguera y Velasco, 2009, 90-114) permitencalificarla como un complejo de esquema lineal-sim-ple o lineal-axial y recorrido retrógrado, asimilable alos tipos I o IV de Krencker15, aunque la disposiciónde una palestra en uno de los lados del recorrido y dela sudatio en el opuesto podría evidenciar su mejorasignación al tipo I16. Uno de los elementos más ca-racterísticos del conjunto termal es su palestra, casi

Figura 14. Molinete, Cartagena. Termas del Foro. Vista aérea de la palestra y parte de las salas de baño (foto: M.ª J. Madrid Balanza).

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17 Tipo de pavimento semejante, por ejemplo, al constatado en lastermas alto imperiales de Coriouallum (Herleen, Holanda) (Bröd-ner, 1983, 52, fig. Z20; Nielsen, 1990, II, 21, C154).

íntegramente excavada entre los años 2008 y 2009, ala cual debió accederse desde el decumanus II y desde laque se ingresaría al conjunto de salas frías y calefacta-das propiamente dichas, concretamente al apodyterium-frigidarium, como se constata en otros muchoscomplejos termales (Nielsen, 1990, I, 163).De planta rectangular y unas dimensiones de 33,18m de longitud por 17,51 m de anchura, su superficiede aproximadamente 580 m2 es prácticamente equi-valente a la del resto del conjunto, hecho este que ca-racteriza a las termas de tipo campano comoconsecuencia de un proceso de progresiva reduccióndel tamaño de las palestras acaecido en el curso delsiglo I (Lenoir, 1986, 216-221; Bouet, 2003, 144). Lapalestra se configura como un cuadripórico que de-limita un espacio central al aire libre que, de planta li-geramente trapezoidal, tiene unas dimensiones de18,17 m de longitud por 9,34-9,83 m de anchura yuna superficie de unos 174 m2; aunque es habitual eneste tipo de instalaciones que los suelos sean de al-bero (Nielsen, 1990, I, 163) y, menos frecuente-mente, de mortero (Bouet, 2003, 144), dicho espaciose pavimentó con ladrillos formando una espina depez (opus spicatum)17. Carece de natatio, lo cual permite

adscribirla, desde la óptica de la tipología, al tipo 1 deBouet (2003, 139-141).Al igual que el Edificio del atrio, las termas experi-mentaron hacia mediados-tercer cuarto del siglo III unincendio que provocó la ruina de buena parte de su es-tructura arquitectónica (fig. 15). La pronta colmatacióndel conjunto y, sobre todo, de la palestra ha permitidorecuperar en el proceso de excavación diversos ele-mentos arquitectónicos, básicamente capiteles y tam-bores de fustes, algunos de los cuales permanecían ensu posición original, en tanto que otros estaban caídosmuy cerca, y los menos reutilizados en estructuras decronología sensiblemente posterior. El análisis de estosmateriales consiente pergeñar hipótesis concernientesno solo a la tipología, materiales y cronología del edi-ficio termal, sino también a la restitución de los alza-dos del cuadripórtico de la palestra (fig. 16).Los porticados que delimitan el espacio central aldescubierto por el sur, este y oeste eran de una solanave, quedando pavimentados con suelos de mortero

Figura 15. Molinete, Cartagena. Termas del Foro. Derrumbe de la perístasis occidental y del porticado septentrional de la palestra, acae-cido hacia mediados del siglo III (foto: Equipo del Molinete).

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18 Sobre el uso de la arenisca en la ciudad: Soler y Antolinos, 2007,109-146.

y cubiertos con tejados a una sola vertiente. El pórticonorte, por el contrario, tenía una doble columnata, unaexterior y otra interior, posiblemente al objeto de sos-tener el peso de la planta superior, solada con una po-tente capa de mortero y quizá cubierta con un tejadoa dos aguas. En uno y otro caso, las columnas del cua-dripórtico están cimentadas sobre bloques calizoscuadrangulares que actúan a modo de zapatas y, ade-más, permiten salvar la diferencia de cota de los sue-los, que están inclinados hacia el sur, lo que genera undesnivel de 0,50 m entre el porticado norte y el sur. Laperístasis de columnas de los pórticos son ligeramentedisimétricas como consecuencia del diseño ligera-mente trapezoidal del espacio central al descubierto(Madrid, Noguera y Velasco, 2009, 93-94).Integran las perístasis oriental y occidental un totalde siete columnas, de 0,44 m de diámetro y un interejede ca. 3,13 m, lo que determinaba un intercolumnio de2,69 m; la meridional consta de cuatro columnas deigual módulo que las anteriores, aunque el interco-lumnio varía pues oscilando entre 3,10 y 2,96 m. Enunas y otras, las basas áticas sin plinto y los fustes es-

taban construidos con secciones de cerámica en cuñaunidas entre ellas formando una sucesión de planos(fig. 17) (sobre esta técnica: Adam, 1996, 168-169), entanto que los capiteles, de orden jónico canónico, es-taban labrados en piedra arenisca18 (figs. 18-19); tantolos ladrillos de las basas y fustes como la arenisca de loscapiteles se enlució, conservándose todavía restos depintura roja en la zona del tambor y negro y rojo en elcapitel. La perístasis del pórtico norte, constituido poruna doble nave, estaba integrada por dos columnasiguales a las ya descritas en los extremos y otras doscentrales de 0,43 m de diámetro, constituidas por basasno conservadas, aunque seguramente áticas, fustes detravertino y capiteles corintios de mármol lunense(figs. 20-23). Además de los restos de la perístasis ex-terior del pórtico, se ha documentado parte de una se-gunda columnata interior, compuesta por cincocolumnas de las que permanecen in situ parte de dos de

Figura 16. Molinete, Cartagena. Termas del Foro. Recreación virtual de la palestra desde el sur, con detalle de la perístasis exterior delpórtico norte. Fase I (época julio-claudia) (realización: Balawat.com; dirección científica: J. M. Noguera Celdrán y M.ª J. Madrid Balanza).

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ellas: las basas y el fuste eran de ladrillo (fig. 24), entanto que los capiteles –no preservados– pudieron serjónicos y estar labrados en arenisca local estucada, si-guiendo el modelo constatado en el resto del pórticoy en otras galerías porticadas de la colonia, como la delperistilo del teatro (fig. 12) (Ramallo, 2000, 100, 108,111-113, 114-115, 116; id., 2004, 183-188, figs. 28, 31-

32). En todo caso, estas columnas muestran un mó-dulo mayor, 0,50 m de diámetro, carecen del antedi-cho basamento de bloques de caliza y su posición varíarespecto a las de la perístasis exterior: en las angulares,el intereje es de 3,99 m (siendo el intercolumnio de3,49 m), por lo que se sitúan en una posición descen-trada respecto al pórtico delantero; las tres centralesdebían tener un intereje –hipotético, pues ninguna se

Figura 17. Molinete, Cartagena. Termas del Foro. Basa de perfilático sin plinto y fuste de ladrillos cerámicos estucado y pintadode la perístasis oriental de la palestra (foto: Equipo del Molinete).

Figura 18. Molinete, Cartagena. Termas del Foro. Capitel jónicocanónico caído en el derrumbe de la perístasis occidental y delporticado septentrional de la palestra (foto: Equipo del Molinete).

Figura 19. Molinete, Cartagena. Termas del Foro, palestra. Capi-tel jónico canónico en piedra arenisca, estucado y pintado con co-lores rojo, negro y ocre (foto: J. F. González).

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19 Martínez, 1998, 319-325, n.º 1-7, figs. 1-2; Ramallo, 2004, 156-170, 183-186 y 203-207.

conserva– de unos 3,54 m (intercolumnio de 3,04 m),de forma que coincidirían con el eje de simetría de lasde la columnata exterior.Como hemos referido, en el mencionado derrumbede la palestra se hallaron dos capiteles jónicos canó-nicos, que incrementan la nómina de los hallados enla ciudad19, labrados en piedra arenisca, algunos de sus

fustes derruidos y un capitel corintio de mármol deLuni-Carrara asociado a un tambor de fuste, en este

Figura 20. Molinete, Cartagena. Termas del Foro. Tambor de tra-vertino caído en el derrumbe del porticado septentrional de la pa-lestra (foto: Equipo del Molinete).

Figura 21. Molinete, Cartagena. Termas del Foro. Tambor defuste, labrado en travertino rojo, procedente de la palestra (foto:J. F. González).

Figura 22. Molinete, Cartagena. Termas del Foro. Capitel corintiocaído en el derrumbe de la perístasis occidental y del porticadoseptentrional de la palestra (foto: Equipo del Molinete).

Figura 23. Molinete, Cartagena. Termas del Foro. Capitel corintiode tipo canónico en mármol blanco de Luni-Carrara, procedentede la palestra (foto: J. F. González).

Figura 24. Molinete, Cartagena. Termas del Foro. Basa (muy de-teriorada) y fuste de ladrillos cerámicos estucado y pintado de lacolumnata interior del porticado septentrional de doble nave de lapalestra (foto: Equipo del Molinete).

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20 Noguera y Madrid, 2009b, 171-173, láms. 126-127; Noguera yMadrid (eds.), 2009a, 289, n.º 39 (M.ª J. Madrid).

caso de travertino. Unos y otros fueron halladosambos en el nivel de incendio asociado al derrumbe yruina de la nave y perístasis norte de la palestra, in-cluido el muro de separación del patio al aire libreconstruido en un momento impreciso de finales delsiglo I o las primeras décadas del II. Los materialescerámicos asociados a la estratigrafía avalan una data-ción hacia finales del siglo III o inicios del IV. El aná-lisis tipológico, iconográfico y estilístico de estosmateriales permite establecer observaciones útiles aefectos de los órdenes presentes en el cuadripórtico ysu cronología.De las columnas de las perístasis este, oeste y surquedan in situ varios elementos, fundamentalmentebasas áticas y fustes lisos realizados con ladrillos ce-rámicos en forma de cuña, en los que todavía restanevidencias de sus enlucidos policromos (fig. 17); losfustes estaban rematados por los referidos capitelesjónicos labrados en arenisca local, de los que dos sehan recuperado en los derrumbes del edificio. Lasbasas, a pesar de estar hechas con piezas de cerámica,reproducen un perfil ático carente de plinto y estánintegradas por sendos toros disimétricos separadospor una estrecha escocia plana delineada por un listelen la parte inferior; sobre el toro superior se aprecia elarranque correspondiente al fuste de la columna, li-geramente retrasado quizá para indicar, con el estu-cado, un caveto o una apófisis de transición entreambos. Las características de este perfil remiten a unacronología temprana, hacia época augustea, dada laausencia de plinto, las reducidas dimensiones de la es-cocia –limitada a un simple rehundimiento– y la simi-litud de diámetro de ambos toros (Márquez, 1998, 116ss.; Noguera y Madrid, 2009b, 171). Los fustes lisosestán construidos con el mismo material y quedan re-cubiertos por una gruesa capa de mortero en la queno se han conservado restos de pigmentación. Coro-naba el conjunto un capitel jónico canónico, labradoen piedra arenisca y con restos del estucado originalpintado con colores rojo, negro y ocre, del cual se hanrecuperado un ejemplar, al que cabe sumar un se-gundo que fue reutilizado como basamento de unpilar de sustentación de la cubierta del pórtico sep-tentrional con ocasión de su remodelación acaecidaen un momento impreciso entre finales del siglo I y laprimera mitad del II, lo que marca una fecha ante quempara la elaboración y diseño de la pieza.De los capiteles jónicos recuperados, uno se con-serva en óptimas condiciones (figs. 18-19). Realizadoen un solo bloque de piedra arenisca de los aflora-mientos de Canteras (Ramallo y Arana, 1987, 124-128;

Soler y Antolinos, 2007, 109-146), tiene unas dimen-siones de 48,2 cm de altura (más 1 cm del encaje delábaco), 45,8 por 54,7 cm en lados del ábaco y 41,4 cmde diámetro en el sumoscapo.Se trata de un capitel jónico canónico, carente decanal y correspondiente al tipo 3c de Gutiérrez Behe-merid (1992, 44). El ábaco está compuesto por un fi-lete liso apoyado sobre una gola recta inversa. Acontinuación, se desarrolla el equino y las volutas, for-madas por una estrecha cinta plana que forma una es-piral de tres vueltas hasta configurar su óculo,correspondiente al extremo de la cinta. Las semipal-metas invaden parcialmente el equino, en concreto, lasovas laterales; surgen de la espiral de las volutas yestán formadas por tres lóbulos ligeramente inclina-dos hacia abajo y rematados por una pequeña gemavuelta hacia arriba, de forma que una de ellas alcanzala base de ábaco. El equino muestra un perfil encuarto de círculo y está presidido en el eje por una se-miova apuntada en la zona inferior y envuelta por unesgucio de sección convexa; a ambos lados, se apre-cian sendas lancetas y el inicio de la concha que en-volvería las ovas laterales apenas insinuadas, puesquedan ocultas por las semipalmetas. Integra el colla-rino un hilo de perlas de tendencia esférica, separadaspor sendos discos planos, no tangentes con las ante-riores. Seguidamente, una banda lisa con restos de en-lucido negro sobre blanco; astrágalo en cuarto decírculo sobre listel y apófisis muy angulosa que enlazacon el fuste liso de la columna.El balteus está integrado por una cuerda de secciónconvexa, en la que apenas se conservan una serie deincisiones desde las que surgen las decoraciones delos cojinetes laterales, integrados por una sucesión dehojas de agua recorridas por una fina nervadura cen-tral. Conserva restos de enlucido rojo sobre blanco enla gola recta inversa del ábaco, la cinta de las volutas,el esgucio que envuelve las semiovas del equino, el as-trágalo y el filete del sumoscapo; negro sobre blancoen el interior del canal de las volutas, el equino y labanda bajo el astrágalo; y ocre en las hojas de agua delos cojinetes laterales y el fuste.Este capitel puede fecharse en el siglo I, probable-mente en sus décadas iniciales, en función de sus me-jores paralelos iconográficos y estilísticos y, también,de su contexto arqueológico y estratigráfico20, siendoal respecto de gran interés las acotaciones que esta-

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21 Ramallo y Arana, 1987, 98-100; Soler, 2005a, 141-164; Noguera,Soler, Antolinos y Arana, e. p.22 Ramallo y Ruiz, 1998, 83-99; Soler, 2004, 472-473; id., 2005b,33-35; id., 2009, 131-132, fig. 1, 10.23 Soler, 2005a, 145-151; id., 2005b, 34-37; id., 2009b, 146-154, figs.12-15.

blece el capitel corintio, que analizaremos más abajo,al cual estaba asociado. Uno y otro, al igual que los delEdificio del atrio, adquieren un notable valor al habersido hallados en contextos arqueológicos cerrados, loque posibilita valoraciones cronológicas no solo ba-sadas en criterios tipológicos y estilísticos, sino tam-bién estratigráficos. Obra de artesanos locales, elcapitel pertenece a la columna noroeste de la perísta-sis exterior del pórtico norte de la palestra de las Ter-mas del Foro, integrada por fustes de material latericioestucado y apoyados sobre basas áticas sin plinto, detoros disimétricos y estrecha escocia, que tambiénapuntan a una cronología temprana.Este tipo de capitel es sensiblemente diferente alresto de ejemplares jónicos constatados hasta la fechaen Cartagena, si bien ciertas trazas de su diseño y fac-tura permiten calificarlo como obra de artesanos lo-cales y, por tanto, próximo a los esquemas decorativosimperantes en la colonia. Así, por ejemplo, el tipo delas volutas es similar al de uno de los capiteles de laporticus post scaenam del teatro, fechable a inicios delsiglo I, si bien se ha sugerido un abanico cronológicomás amplio (Ramallo, 2004, 183, fig. 28).En todo caso, la constatación del orden jónico en laconstrucción de la palestra de las Termas del Foro seencuadra en el contexto de su amplia y temprana uti-lización, al igual que el toscano, en la primera arqui-tectura pública colonial (ibidem, 210). Y al igual queotros capiteles jónicos, esta pieza debe tenerse comoobra de artesanos locales que, mediante la adopción yreelaboración en arenisca de elementos decorativospropios de los modelos itálicos, ejecutaron con ciertogrado de libertad creaciones novedosas y no exentasde singularidades interpretativas.A partir del análisis de los referidos elementos ar-quitectónicos y de las improntas recuperadas asocia-das al pórtico, puede plantearse una propuesta derestitución de la altura de su alzado. Así, a partir delas prescripciones vitruvianas concernientes al ordenjónico (III, 5), puede proponerse un alzado de 3,74 mque corresponde a ocho módulos y medio del diáme-tro del imoscapo del fuste (fig. 12).Por otro lado, las dos columnas centrales de la pe-rístasis septentrional eran, por el contrario, de ordencorintio. Constatan este orden un tambor de fuste yun capitel de columna, recuperados en el nivel del in-cendio que precedió al derrumbe y ruina hacia me-diados del siglo III de, al menos, el doble pórticoseptentrional de la palestra de las Termas del Foro ysu perístasis exterior, así como del muro que, cons-truido en un momento impreciso entre finales del

siglo I y las primeras décadas del II separó la navenorte del resto del patio al aire libre.El tambor de fuste (figs. 20-21) mide 81,3 cm de al-tura, 40,7 cm de diámetro en el sumoscapo y 42,33 cmen el imoscapo. Se trata de un tambor de columna pu-limentado y con sumoscapo moldurado, compuestopor un listel sobre apófisis inversa, de donde su posi-ción en la parte superior del fuste. Muestra en el su-moscapo una entalladura rectangular, de 19,5 x 21,2 x7,3 cm, que no es original y quizá corresponda a unareparación (Noguera y Madrid (eds)., 2009a, 292, n.º41 [J. M. Noguera]). Está labrado en travertino rojizode las canteras de Mula, distantes unos 70 km de Car-thago Noua21. Roca de color rosado-rojizo, su marcadocarácter ornamental la convirtió en el marmor local porexcelencia, empleado junto al más emblemático de losmarmora importados, el de Luni-Carrara, en los pro-gramas edilicios planificados y acometidos en la colo-nia desde época augustea temprana y media22. En elteatro, fue ampliamente utilizado en los fustes y reves-timientos de la frons scaenae, su espacio más emblemá-tico y representativo, siempre en combinación con elmármol lunense reservado a las basas y capiteles de lascolumnas, y a los revestimientos parietales de las exe-dras del pulpitum y de las gradas de la proedria y el bal-teus23. El tambor incrementa la nómina de fustes detravertino hallados en la ciudad, muchos de ellos pro-cedentes del teatro y caracterizados por su producciónestandarizada, pudiéndose incluir por su diámetro de42,33 cm en el imoscapo en el grupo caracterizado pordiámetros de 30 a 45 cm (Soler, 2005a, 146-147, nota23, láms. 11-12). El contexto de uso y explotación deltravertino y su combinación con el capitel corintio –yareferido y estudiado más en detalle a continuación–avala su fechación en época augustea tardía o en la pri-mera edad julio-claudia.El tambor apareció asociado, en el referido de-rrumbe arquitectónico, a un capitel corintio de tipocanónico, modulación precisa y ejecución cuidada.Trabajado en un solo bloque de mármol blanco deLuni-Carrara y de 60,01 cm de altura total (figs. 22-23), la altura del kalathos es de 51,5 cm, la de la doblecorona de hojas de acanto 29,12 cm y la del ábaco 7cm; el diámetro del imoscapo es de 40 cm; el ábaco

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24 Noguera y Madrid, 2009b, 174-182; Noguera y Madrid (eds.),2009a, 290, n.º 40 (J. M. Noguera).25 Heilmeyer, 1970, 126-128, lám. 44, 3; Bitterer, Ertel, Freybergery Lipps, 2007, 525-534, figs. 28-46 (J. Lipps).26 Un detallado análisis iconográfico y estilístico en: Noguera yMadrid, 2009b, 174-182.27 Sobre los capiteles del teatro: Ramallo, 1996, 221-234; Martí-nez, 1998, 327-331, n.º 10-15, fig. 2, 8-10; Ramallo, 2004, 172-176,186-188 y 190-193; Domingo, 2005, 30, figs. 14-15; 35.

mide 75,66 por 75,66 cm de lado (diagonal 1 m); suanchura en los extremos del ábaco es de 6-4 cm24. Lamitad inferior del kalathos liso está revestida por doscoronas con ocho hojas de acanto cada una. Las hojasde la ima folia –de 18,3 cm de altura– tienen cinco ló-bulos articulados en hojitas carnosas, ligeramente cón-cavas, forma lanceolada y con las puntas redondeadas:hay seis en el par inferior, tres en el superior y cincoen el borde despegado del kalathos y proyectado haciael exterior. El contacto entre los distintos lóbulos ge-nera zonas de sombra con orificios alargados y apun-tados en forma de gotas. Los lóbulos no llegan asolaparse, quedando separados por un costillar cen-tral o nervio axial atravesado longitudinalmente poruna estría en forma de Y invertida delimitada por dossurcos de trépano. Las hojas de la secunda folia –de19,51 cm de altura– reproducen los caracteres de lasinferiores, y de ellas brotan los caulículos, ligeramenteoblicuos al exterior, formados por tallos no excesiva-mente gruesos y recorridos longitudinalmente portres lengüetas alargadas, muy erosionadas y apenasperceptibles, y collarinos lisos de sección convexa; deestos emergen las volutas externas y las hélices, sos-tenidas por cálices hojiformes de dobles hojas deacanto cuya unión genera zonas de sombra en formade un triángulo superpuesto a un orificio en forma degota de agua. Las hojas bajo las volutas –las más gran-des– tienen 3 lóbulos carnosos con digitaciones re-dondeadas en sus bordes: tres en el par inferior ycuatro en las zonas media y superior; las que susten-tan las hélices tienen dos lóbulos articulados en ho-juelas: tres en la zona inferior y cuatro en la superior.Las espirales de las hélices, desarrolladas hacia el cen-tro, se tocan directamente, no están trabadas entre síy tienen un canal de sección cóncava con listeles en re-salte, al igual que las volutas, proyectadas hacia los án-gulos y rematadas también en espirales. Del bordesuperior de las hojas centrales de la secunda folia brotaun cáliz formado por dos hojitas lisas, de perfil y muyabiertas, del que nace el tallo liso y de sección circular–muy erosionado– de la flor del ábaco. El kalathos re-mata en un filete sobre el que descansa el ábaco, queestá moldurado por un ancho caveto inverso de per-fil cóncavo y un óvolo. Decoran el caveto lengüetassencillas y, en sus ángulos, lóbulos de acanto de seishojitas apuntadas; se le superpone el óvolo ornadocon un kyma jónico de ovas envueltas en un esgucioliso y lancetas apuntadas con nervadura central. En elcentro de cada cara, integra el florón o “flor de ara-cea” una rica corola de cinco sépalos, de cinco hojitasel superior y el medio y de tres los inferiores, que ro-

dean el bulbo central cuyo pistilo se sustituyó por uncaulículo y una piña.El capitel perteneció a la columna occidental de lasdos centrales de la perístasis exterior del pórtico nortede la palestra. A pesar de su deteriorado estado deconservación, un atento análisis de sus cuatro caras –que no parecen mostrar diferencias de labra entre sí,posiblemente al estar todas ellas vistas en el contextodel pórtico de la palestra– permite una aproximacióna sus caracteres estilísticos y tipológicos, que repro-ducen casi la totalidad de los elementos del capiteldescrito por Vitruvio (IV, 1, 11-12), a la par que con-siente apreciar que, a pesar del cuidado diseño de losnervios y de los pliegues de cada uno de los lóbulos delas hojas de acanto de ambas coronas, su labra es fríay estereotipada, carente de frescura y movimiento.Los referentes formales y tipológicos de este capi-tel se hallan en los ejemplares que siguen la tradicióndel denominado estilo del Segundo Triunvirato (Käh-ler, 1939, 77 ss.; Heilmeyer, 1970, 36-42), así como enlas décadas posteriores de los pórticos del Foro deAugusto (ibidem, 25-30) y de la perístasis de su temploconsagrado a Mars Ultor (ibidem, 27-29, lám. 2, 1),construido en el último decenio del siglo I a.C., cuyatradición fue seguida por un nutrido grupo de edifi-cios de Roma construidos entre la media edad augus-tea y la primera época julio-claudia, como el templo delos Dióscuros (ibidem, 123-125, lám. 44, 2) y la BasílicaEmilia25, en estos dos casos con capiteles muy posi-blemente augusteos tardíos o tiberianos. Su iconogra-fía, estilo y detalles ornamentales consienten datarloen las primeras décadas del siglo I26, posiblemente enedad augustea tardía o en la primera época julio-clau-dia. En efecto, muchos de los detalles iconográficos yestilísticos acotan cronología y permiten ubicar en sutiempo correcto el nuevo capitel. Así, a diferencia delos del teatro27 y como sucede en el de la plaza de SanSebastián, el capitel no tiene la pequeña roseta cua-dripétala que, dispuesta entre las volutas y las hélicese inspirada en ejemplares del estilo del Segundo Triun-virato e, incluso, de anterior época cesariana, se des-arrolló ampliamente entre las décadas de los años 40

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28 Sobre las distintas categorías de los talleres: Pensabene, 2002,181-324; sobre la organización del trabajo en los proyectos pú-blicos: Mar, 2008, 175-190.29 Ramallo, 2004, 190-191; sobre los talleres mauritanos en épocade Juba y Ptolomeo: Pensabene, 1982, 69-74.

y 20 a.C. y perduró hasta el cambio de era (Heilmeyer,1970, 39), lo que sin duda impone otro terminus postquem para la datación del capitel. Además, la doble co-rona de hojas de acanto con hojas articuladas en cincolóbulos, cuya parte central muestra un costillar flan-queado por sendas acanaladuras que llegan hasta el ló-bulo superior; las hojas derivadas de modelosaugusteos más vivos y plásticos, aunque rígidas y bienrecortadas; las digitaciones de los lóbulos que simple-mente se tocan, pero sin llegar a superponerse; la di-solución del motivo del orificio y del triángulo entrelos lóbulos de las hojas de la corona y su sustituciónpor una sombra en forma de gota de agua; la presen-cia del motivo del circulito y del triángulo en las doshojas de acanto del cáliz de los caulículos; el diseñode estos ligeramente oblicuos hacia el exterior y su re-mate en un collarino liso de sección convexa; las hé-lices y volutas en forma de cinta ligeramente cóncavay rematada en espirales enrolladas; el diseño del tallovertical de la flor del ábaco y el cáliz del que nace, conlos extremos finos y muy abiertos; son todo ellos ele-mentos propios de los capiteles augusteos y de los co-mienzos de época julio-claudia; y algunos de ellos,como el orificio y el triángulo en los caulículos y elcollarino liso convexo, son exclusivos de los primerosdecenios del siglo I (Pensabene, 1973, 207-210). Asípues, el capitel corintio de la palestra puede datarseen los primeros decenios de la primera centuria, enépoca augustea tardía o en los comienzos del reinadode Tiberio. Esta fecha encajaría bien con la hipótesisde que los capiteles del teatro actuasen como “mode-los” en el contexto urbano de la colonia.Respecto a su taller de procedencia, el capitel notiene marcas de cantera. Sólo restan en la parte supe-rior del ábaco, cuya zona central está pulimentada, im-prontas del uso del punzón y de la gradina de cincodientes. En la línea de las consideraciones expuestasrecientemente por P. Gros respecto al programa de laMaison Carrée (Gros, 2001, 480-481), la normalizacióndel modelo deMars Ultor no impidió la supervivencia–como bien hemos reseñado– de tradiciones orna-mentales precedentes y no “urbanas”, como es el casode la profusa decoración del ábaco, la cual autorizapor sí misma a descartar la posibilidad de un taller ve-nido de Roma para la elaboración de este capitel y delresto de la serie a la que perteneció. Entonces, esta re-elaboración fue realizada, seguramente, por un tallerregional de canteros28, que de forma excepcional tra-bajó con mármol de las canteras imperiales de Luni-Carrara y estuvo profundamente influenciado por lostipos aplicados a los proyectos de prestigio de la

época, cuyos modelos se esforzaron por reproducirsin obviar otras maestranzas y reminiscencias; cabríapreguntarse si este taller no fue el mismo que, décadasantes, elaboró en mármol local los capiteles toscanosdel Edificio del atrio. En este sentido, sin duda los ca-piteles de la frons scaenae del teatro de la colonia, losprimeros en introducir el mármol de Luni en la pe-nínsula Ibérica (Pensabene, 2004, 180; id., 2006, 107)y posiblemente elaborados por una officina itálica (Ra-mallo, 1996, 226) o acaso venida de Cherchel, capitalde la Mauritania, cuyo rey Iuba II fue patrono de lacolonia29, pudieron tener un papel de “modelo” en elcual se inspirarían los maestros locales. En este sen-tido, los orificios alargados en forma de gotas en elcontacto entre los lóbulos de las hojas de acanto deambas coronas y las zonas de sombra en forma detriángulo superpuesto a una hoja de agua son moti-vos que intentan reproducir detalles caracterizadoresy presentes en los capiteles del edificio de espectácu-los (ibidem, 222 y 226, figs. 1 y 4). Es posible que el ca-pitel fuese ejecutado por la misma officina que elaboróel capitel de la plaza de San Sebastián o, con más pre-venciones, el hallado en la plataforma aterrazada de-trás de la cauea teatral. Con ambos muestra afinidadesevidentes y todos son obras que, respecto a las del te-atro, evidencian manufacturas menos refinadas.En cualquier caso, el capitel evidencia bien a claras larelativa libertad de este taller local a la hora de inter-pretar los esquemas oficiales a la moda, acogiendo ele-mentos iconográficos y estilísticos que –como hemosreseñado– beben en diversidad de estilos, lo que enmodo alguno es una excepción (Gros, 2001, 478).El capitel corintio y el antedicho tambor de fusteformaron parte de una misma columna, posiblementela más occidental de las dos centrales de la perístasisexterior del pórtico doble septentrional de la palestraa juzgar por el contexto de derrumbe en que fueronhallados, lo cual está probado por el hecho de que eldiámetro del sumoscapo de aquél y el del imoscapode este mide ca. 40 cm (fig. 12). Para restituir la alturade dicha columna puede tomarse como base el análi-sis del orden corintio realizado por Wilson a partir delestudio de las proporciones de varias construccionestemplares de la propia Roma (Wilson, 1989, 41); en lamayoría de casos estudiados, entre los que se encuen-

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30 Ramallo y Ruiz, 1998, 83-99; Soler, 2004, 472-473; id., 2005b,33-35; id., 2009, 136-137.31 Noguera y Madrid (eds.), 2009a, 254-256, n.º 1 [J. M. Noguera]y 2 [J. M. Abascal]; Noguera y Madrid, 2009c, 75-95.32 Para el caso del teatro de Mérida: Trillmich, 2004, 325.33 Murcia y Madrid, 2003, 260.34 Noguera, 1991, 114-115, n.º 27, lám. 27, 3; id., 1992, 267-268,lám. III; Noguera y Madrid, 2009c, 75-95.

tra el templo deMars Ultor, la altura de la columna esdiez veces el diámetro del imoscapo del fuste. Consi-derando, de esta forma, los elementos conservados,podría calcularse que el diámetro del imoscapo de lacolumna sería de 0,43 m, pudiéndose restituir el al-zado en torno a los 4,30 m. En tal caso, la diferenciade la referida altura de las columnas jónicas de las pe-rístasis sur, este y oeste de la palestra, y las corintias dela septentrional debió salvarse con el añadido de unático construido sobre las primeras, lo que permitiríaque los arquitrabes que unían las cuatro perístasis en-lazasen al mismo nivel (Madrid, Noguera y Velasco,2009, 94; Noguera y Madrid, 2009b, 182-183).El recurso a los marmora de prestigio de la época, enparticular del mármol de Luni como soporte materialde los modelos oficiales vinculados a la propaganda im-perial –como debió ser el caso de las termas públicas dela colonia–, en combinación con las piedras locales, evi-dencia la importancia dada a cada zona de la palestra,así como su concepción arquitectónica y ornamental.Al igual que en el frente escénico del teatro, la fachadaexterior de la nave norte de doble pórtico fue monu-mentalizada con el recurso a la combinación cromáticade marmora prestigiosos de la época: el marmor local porexcelencia, rosado-rojizo y de marcado carácter orna-mental, procedente de las canteras de Mula y utilizadoen los fustes, y el más emblemático de los marmora im-portados, el lunense, utilizado en los programas edili-cios planificados y acometidos en la colonia desde épocaaugustea media30, empleado para labrar los capiteles co-rintios. Todo ello acredita el interés focalizado en estaparte del edificio, cuyo interior –donde se han halladosignificativos restos escultóricos y epigráficos31– acasopudo concebirse como espacio de prestigio y represen-tación (Madrid, Noguera y Velasco, 2009, 109-111), yen cuya fachada las columnas con capiteles profusa-mente decorados de acantos marmóreos que, con unmarcado valor triunfal, debían contribuir a exaltar la pazde Augusto y a reforzar la idea de la riqueza y bienestarderivados del nuevo orden político y social implantadopor el princeps (Giuliano, 1994, 35-36). Por el contrario,las perístasis sur, este y oeste se construyeron con el re-curso a basas y fustes de ladrillo y coronadas por capi-teles jónicos canónicos de arenisca, convenientementeestucados y pintados, repitiéndose en cierto modo unesquema similar al del teatro, en cuya frons scaenae se con-centró el recurso a los mismosmarmora, en tanto que enlas naves de doble pórtico de la porticus post scaenam seempleó material local. Hay, por consiguiente, un mani-fiesto interés por concentrar en determinadas zonas deledificio, las de mayor tránsito y visibilidad, los elemen-

tos arquitectónicos y ornamentales ligados al nuevo len-guaje augusteo, traducidos al mármol; en efecto, las co-lumnas aquí dispuestas y sus capiteles profusamenteornados con acantos marmóreos y detalles alusivos alos grandes programas arquitectónicos de la metrópoli(Noguera y Madrid, 2009b, 174-181) debían contribuira ensalzar la paz del Princeps y a reforzar la idea de laabundancia y bienestar derivados del nuevo orden polí-tico y social (Giuliano, 1994, 35-36).Por otro lado, la constatación del recurso a distintosmateriales podría evidenciar la existencia de, al menos,dos equipos de operarios trabajando en la decoraciónarquitectónica de la palestra. Los capiteles corintiosde mármol de la “fachada principal” del pórtico nortepudieron ser labrados por un taller regional, posible-mente itinerante, que se inspiraba en los cánones de lanueva arquitectura normalizada de la época, en tantoque los capiteles jónicos de las estructuras secunda-rias, es decir, del resto de fachadas y, al igual que unasdécadas antes, los toscanos del Edificio del atrio la-brados en mármol blanco local, pudieron haber que-dado reservados a maestros locales acostumbrados atrabajar con areniscas locales, más baratas y disponi-bles en abundancia. Una situación similar a la consta-tada en las diferentes zonas del teatro, a la que habríaque sumar ulteriores equipos de maestros de obra yalbañiles dedicados a la construcción del edificio pro-piamente dicho (Pensabene, 1973, 187). Esta hipoté-tica coexistencia de talleres foráneos y locales en laejecución de un mismo proyecto está bien atestiguadaen la propia Roma (Ungaro, 2004, 17-35), como asímismo los influjos de aquéllos sobre estos32.Todo lo referido es útil a efectos de acotar la crono-logía del conjunto termal. Aunque no se han documen-tado niveles constructivos asociados a la fundación deledificio y el material latericio usado en concamerationes ehypocausta se fecha genéricamente entre los siglos I-II(los tipos de los ladrillos empleados en las diferentes sus-pensurae, fundamentalmente pedalis y sesquipedalis, se acer-can amodelos del siglo I)33, la decoración arquitectónicade la palestra, así como los restos escultóricos asocia-bles al complejo34, permiten postular su construcciónen el transcurso de las dos primeras décadas del siglo I.

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