Manuel Acuna, Ensayo de Quetzali Garcia

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Las tres víctimas de Manuel Acuña Por: Quetzali García Querido Manuel, me gustaría decirte que la primera vez que escuché de ti, supuse que eras un imbécil. “¿Quién carajo se mata por amor?”. No me culpes, no te conocía. Además pensé eso cuando cursaba tercero de primaria y una maestra muy cursi y exagerada narró con lujo de detalles- tu suicidio y tu fracaso con Rosario. La señorita en cuestión se acababa de divorciar y creo, que tomó tu nocturno como el lema, larguísimo, por cierto, de Rogones Internacionalesac de sv. Confieso que para mis compañeros fue espeluznante imaginarte con el poema en la mano y lágrimas de sangre. Yo no pude evitar la risa con el fragmento de “Y mi Madre en medio como un Dios”. Me regañaron. Casi tanto como me regañarían si digo en voz alta que no me gusta tanto tu poema célebre “Nocturno a Rosario”(Acuña, 1891)y que encima, me parece una mala broma comparado con “Dos Víctimas”(Acuña, 1891). Por eso, para callarle la boca a la maestra de la primaria escribí este ensayo, porque sé que la tristeza nunca ha estado de moda, pero es terriblemente hermosa. Te persigue y te enfrenta a lo que eres y a lo que no eres, su belleza produce sensaciones profundas, físicas y emocionales. Tenemos tanto derecho a estar tristes como lo tenemos a reír. El dolor es diferente; suele ser una amenaza de que algo anda mal y si lo escuchamos a tiempo podemos corregir. El dolor, Manuel, es un recordatorio inmediato de que estamos vivos, porque la carne podrida ya no duele.

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Las tres víctimas de Manuel Acuña

Por: Quetzali García

Querido Manuel, me gustaría decirte que la primera vez que escuché de ti, supuse que

eras un imbécil. “¿Quién carajo se mata por amor?”. No me culpes, no te conocía.

Además pensé eso cuando cursaba tercero de primaria y una maestra muy cursi y

exagerada narró –con lujo de detalles- tu suicidio y tu fracaso con Rosario. La señorita

en cuestión se acababa de divorciar y creo, que tomó tu nocturno como el lema,

larguísimo, por cierto, de “Rogones Internacionales” ac de sv.

Confieso que para mis compañeros fue espeluznante imaginarte con el poema en la

mano y lágrimas de sangre. Yo no pude evitar la risa con el fragmento de “Y mi Madre

en medio como un Dios”. Me regañaron. Casi tanto como me regañarían si digo en voz

alta que no me gusta tanto tu poema célebre “Nocturno a Rosario”(Acuña, 1891)y que

encima, me parece una mala broma comparado con “Dos Víctimas”(Acuña, 1891).

Por eso, para callarle la boca a la maestra de la primaria escribí este ensayo, porque sé

que la tristeza nunca ha estado de moda, pero es terriblemente hermosa. Te persigue y

te enfrenta a lo que eres y a lo que no eres, su belleza produce sensaciones profundas,

físicas y emocionales. Tenemos tanto derecho a estar tristes como lo tenemos a reír.

El dolor es diferente; suele ser una amenaza de que algo anda mal y si lo escuchamos

a tiempo podemos corregir. El dolor, Manuel, es un recordatorio inmediato de que

estamos vivos, porque la carne podrida ya no duele.

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Creo que no supiste entender tu dolor como una alerta, antes lo contemplaste

horrorizado-enamorado y te dejaste caer en el abismo. Espero que no te moleste mi

decisión de dedicarle este trabajo a David, un poeta saltillense, estudiante de ciencias

de la salud que murió a tu edadel día de tu nacimiento, con más de un siglo de

diferencia.

David y tú tenían mucho en común, hasta el mismo veneno eligieron: cianuro. Saltillo ya

no quiere poetas muertos, los necesita vivos. Al menos revivirlos y exorcizarlos con

ejercicios como este ensayo, en el que se le puede “hablar de tú” a esas personas que

te cambian la vida con sus letras.

El último verso de David fue: “Existen pequeños destellos en donde la vida continúa”. Y

uno de esos momentos ocurre al leer tus obras. Gracias y… una pregunta ¿por qué no

se aferraron a esos destellos,si nos regalaron tantos?

¿Dos Víctimas? Tres, conmigo

“Dos Víctimas” es un poema olvidado y la versión más honesta de tu suicidio, la más

ácida, la más intensa. En esta obra de arte tu “yo poético” se multiplica y confunde para

desmenuzar a fondo el drama de Juan, un gordito güero y colorado que decidió matarse

por culpa de Sinforiana.

¿Te suena conocido, querido? Seguramente sí. Escogiste a un narrador chismoso

“marca diablo” para que te hiciera justicia. Esa, sí, esa que te han negado los doctos de

las letras, los eruditos, los adolescentes cursis y hasta la Rondalla de Saltillo. Creíste

que te saldrías con la tuya y cuentas tu verdad como se te da la gana.

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En los primeros párrafos seduces al lector. Más que poema, construyes tu ficción a

manera de chisme de barrio.Casi puedo imaginar a los intelectuales de la época

despreciando los primeros versos, ocultando la urgencia terrible por saciar su antojo

vulgar, un absurdo en los círculos literarios románticos que formaste. Y es que con esas

líneas cualquiera –hasta Ignacio Manuel Altamirano o F. Cuenca- está en riesgo de caer

cual lector asiduo de nota roja en las mieles del rumor, el morbo y por supuesto del

dolor ajeno.

Una vez que estamos en tu trama-trampa, leemos con ternura caníbal las siguientes

líneas: “Dicen que estaba el pobre, hecho pedazos desde el cuello hasta los pies/ con la

lengua de fuera y los ojos volteados al revés/ que el pavimento estaba ensangrentado,

manchada la pared/ y que además del pecho, en que tenía dos heridas o tres, se rasgó

la garganta/y según dicen , la barriga también”.

Pintaste la escena con un rojo grotesco, pero la reconsideraste un año después cuando

cambiaste las letras por la carne y el tranchete leonés por cianuro de potasio, el

“método más efectivo para la autodestrucción”.

Y sigue el poema: “El caso es que en la bolsa del chaleco le hallaron un papel/ que

sobre poco más o menos dice, lo que va usté a ver”. La metamorfosis en la mitad del

poema sacude al lector. Se trata de un anzuelo más. Queremos, ne-ce-si-ta-mos saber

qué contiene ese papel.

“Que no se culpe a nadie de mi muerte, don Tiburcio Montiel”. Lo hiciste de nuevo

Manuel, jugaste con las palabras y los guiños para ocultar tu profecía. Pero nadie puede

cerrar los ojos para siempre. Don Tiburcio Montiel, el personaje que mencionaste era

tan real como tus problemas económicos de ese entonces. Él fue un controvertido

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gobernador del Distrito Federal que era conocido por acusar a desconocidos de los

crímenes sin respuesta.

Aunque quizá esperabas que te ayudara a resolver tu caso, lo ocultaste tan bien que el

pobre Tiburcio no tomó a mal el fragmento del poema, según el historiador Pedro

Caffarell Peralta (1999), “Tibu”, se río en su momento y sólo se dio cuenta de que

necesitabas ser culpable, hasta que daba un emotivo discurso fúnebre por tu partida.

Con el cambio de voz dentro del poema dejas una sensación agria, apagas la comicidad

del rumor y del morbo para darnos un puñetazo en la moral. El futuro suicida habla de

pronto: “Sépase que me mato porque quiero dejar de padecer/porque ya estoy cansado

de esta vida que tan odiosa me es/ y porque ya he bebido hasta las heces del caliz de la

hiel/ Mi novia Sinforiana se ha casado/ y esto no puede ser”.

¿Estremecedor? Aún más terrible fueron estas líneas “Lo de menos será entrar en

detalles sobre la causa de mi muerte, pero no creo que le importe a ninguno; basta con

saber que nadie más que yo mismo es el culpable.” Con ellas esperabas a Juan de Dios

Peza aquel fatídico 6 de diciembre de 1873 en que tu cuerpo yacía rígido, todavía

llorando, por el efecto secundario del cianuro y por los hubiera que mataste contigo.

No te hagas, ni te creas que eres la única víctima. ¿Recuerdas por qué titulaste el

poema “Dos Víctimas”? Porque en tu cabecita loca le creaste un final alternativo a tu

Sinforiana, no iba a salir limpia de tu juego. “La pobrecita es tan desgraciada que ya no

halla qué hacer/ y según yo la he visto, apostaría 200 contra 100/ a que si dura, durará

a lo mucho a final de mes”.

Y cierras con una conclusión épica ,que te sirvió de ”jaque mate” o “touché”.

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“Conclusión: Sinforiana se ha matado/ ¿No se lo dije a usted?” No te ibas a quedar de

dedos cruzados, no en vano eras la promesa de las letras mexicanas. Si tan solo en

lugar de cianuro hubieras seguido escribiendo quizá ahora tendríamos un premio Nobel

saltillense.

Construiste este himno al dolor; con lenguaje del vulgo, silogismos y una métrica

apenas usual. Todos y nadie veían tu obsesión con la muerte. La envolviste

perfectamente para no tener que preocuparte porque a alguien le diera por ayudarte,

salvarte o meterse en asuntos sólo tuyos.

Tu poema fue un retrato de tu vértigo, que según Milán Kundera (La Insoportable

Levedad del Ser, 2008)no es el miedo a caer, sino el pánico que produce querer caer.

El vértigo es –para variar- uno de los primeros síntomas del envenenamiento por

cianuro, según señala el artículo "Human Health & Environmental Effects of

Cyanide"(Cyanide Management Institute, 2013). Lo acompañan: dolores de cabeza,

ritmo cardíaco rápido y débil, respiración acelerada, enrojecimiento facial y náusea.

El tiempo promedio que tarda el corazón en detenerse es de una hora. Así que Manuel

Acuña, viviste tu última hora con los síntomas que hoy, en tu CXL aniversario luctuoso,

sigues provocando en el inmenso abanico de tus lectores. Triste pero cierto: Fue justicia

poética.

Tu vida: Ese largo cansancio…

Se equivocaron en la fecha de tu nacimiento. Te apresurabas cada que podías en

corregirlo, incluso tu poema “Entonces y hoy” está firmado con la fecha del 27 de

agosto, no con la que aparece en tu acta de bautizo. No entiendo aún el porqué hiciste

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tanto lío con tu fecha de nacimiento y no con la de tu muerte, ¿por qué no se

equivocaron con algunos veinte años de más o por qué no te reclamaste ni hiciste

ninguna aclaración con esa fecha?

Ojalá hubiera sido una broma de Juan De Dios Peza, una novatada de tus compañeros

de medicina. Y no, lo único que fue; “un error”. La muerte te perseguía, te acechaba,

intentaba que cayeras con ella. Durmió contigo cuando niño y te acompañó en tus

juegos, silenciosa y hostil. No tuvo piedad. Tuviste quince hermanos, tres de ellos

murieron cuando no sabías francés ni métrica, pero sabías amar. ¿Dónde están los 12

que sobrevivieron? Acaso pudieron tolerar esas pérdidas tempranas.

¿Quién con un ápice de corazón puede superar la muerte de tres hermanos

rápidamente? Son heridas que lo ahogan a uno, que desgracian esa etapa de alegría.

Por otro lado ¿quince hermanos?, vaya que han cambiado los tiempos, vaya que

necesitabas atención.

Según (Caffarel, 1999) tu primera calificación en el colegio público, a los once años de

edad fue un “Muy bien con particularidad”, merecida “por su no vulgar capacidad”.

Obtuviste “supremacía” en latín, metafísica y ética antes de irte a probar suerte a la

capital. Aunque tus maestros confiaran en ti; no dudo que te sintieras solo.

Hoy en día, la globali ación nos condena a vivir en un mundo donde las distancias no

se miden en ilómetros, sino en calidad de vida, tecnología. A pesar del progreso

científico, el analfabetismo es sinónimo de servidumbre y la amena a de una tercera

guerra mundial es minimi ada en los medios de comunicación, opacada por los

anuncios para ser más delgado o tal sho s que resuelven los problemas.

Pero no son los retos económicos ni el futuro lo que nos provoca tanto malestar, es algo

muy humano lo que nos impide ser de algun modo felices. Guy de Maupassant

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(Cuentos Esenciales, 2011) dio en el clavo con este diagnóstico : “El grande, el cruel

tormento de nuestra existencia, proviene de que estamos eternamente solos, y todos

nuestros esfuerzos, todos nuestros actos no tienden sino a huir esa soledad en que

vivimos.”

A pesar de esa soledad acumulada nunca fuiste egoísta, el 3 de febrero de 1867

(Caffarel, 1999), escribiste a tu padre lo siguiente “Respecto a la beca les diré a ustedes

que nada he podido conseguir, pero espero conseguirla con el favor de Dios. Sin

embargo, si no la consigo, pueden ustedes disponer de mí como mejor les parezca,

porque aunque es verdad que tengo positivos deseos de estudiar, no quiero hacerlo,

como se los he manifestado con la ruina de mi familia que es lo más querido que tengo

sobre la tierra”.

En esas cartas comenzaste a mandar versos y fabulillas muy divertidos a Lupita y otros

familiares. Soy maestra y cuando leí tus cartas hace varios años, supe que el género

epistolar es un campo muy olvidado en la literatura y en la enseñanza y al mismo

tiempo es una parte muy bella de la literatura donde la función emotiva nos supera.

Te agradezco porque gracias a tu ejemplo, empecé a trasladar este género a mis

planeaciones didácticas. Mis alumnos del contexto rural le escriben a los chicos de la

ciudad al menos una vez por semana. En estas cartas he encontrado varios versos de

contrabando, líneas hermosas que sería o casi imposible encontrarlas en ejercicios

realizados en clase.

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Es difícil decir que me gusta intentar ser maestra, porque todos los días salgo de clases

con un nudo en la garganta, porque hicieron más ellos por mí que mi plan de estudios

por ellos y yo por ellos.

Entiendo cómo te sentías con tus papás. Estabas entre la espada y la pared, estudiar o

la deuda, estudiar o la ruina. Mis niños están en el mismo dilema. Por eso todos los días

que los atiendo intento enseñarles el alfabeto del silencio quitarles la venda de los ojos

para que encuentren a su interlocutor…ponerles una venda en los ojos con la lectura

para que con fantasía puedan olvidar la violencia de la que son víctimas.

Eso no es nada: quisiera abra arlos para que nadie los lastime jamás...ni siquiera ellos

mismos La única arma que puedo darles es que escuchen su propia vo , que vean la

injusticia y que sepan que otro mundo es posible.

Hay una carta que hace polvo lo que llamamos corazón. Esa en la que te enteras que tu

papá muere, me gustaría leerla contigo y darte mi opinión sobre algunas cosas.

“Yo nunca pensé que ya para ese día (que te avisaron que estaba enfermo) mi padre

estuviera muerto; mi cariño no dejaba de sospechar que me faltaba el que me había

dado ser creía firmemente en que no podía morir aquel a quien adoraba tanto …”.

Nadie cree que pueda morir su papá. Lo sé.

El día que mi papá muera, me voy a derrumbar, no quedará nada de mí mas que sus

enseñanzas y un hondo vacío que de sólo pensarlo me duele. Algo tan obvio como la

edad, el desgaste y el cansancio de quien te trajo al mundo se va olvidando conforme

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amas, peleas y convives con las personas. Nuestra inmortalidad ficticia nos parece tan

segura que cuando se despedaza nos arrastra.

Te enteraste, triste contradicción, por una publicación escrita de la muerte de tu padre.

“Yo no podría decir a ustedes lo que sentí al leer anunciada la muerte de papá. Ustedes

comprenderán lo que habré sufrido al considerar que hace seis años que lo vi y que ya

no volveré a verle, al considerar que me falta un pedazo de mi corazón, el ser más

querido de mi alma”.

Tu experiencia Manuel me hizo interrumpir la escritura y saltar a los brazos de mi padre,

decirle cuánto lo amo. Supongo que piensa que estoy loca, que ya me está haciendo

mal pasar tanto tiempo frente a la computadora. Pero lo necesitaba. Esta carta me

produce una incomodidad terrible. Y me imagino que formó parte de tu fin, quizá aquí

comenzó la debacle.

“Qué caro se paga el tener padres. Tener dos seres que nos aman con todo su cora ón,

que cifran su felicidad en la nuestra, que no viven sino por nosotros y perderlos de

repente cuando el alma aún no ha cumplido con su deuda de gratitud y de cariño”.

Amor con dolor se paga, es inevitable en este transcurso que se llama vida. El dolor de

esta pérdida lo describes así: “preferiría morir mil veces a volver a sentir lo que he

sentido al enterarme”.

¿Pero de qué sirve morir mil veces? Y no sólo yo te lo digo ahora Manuel. Te lo dijo tu

papá a través de tu hermano en la respuesta a tu carta anterior: “Las últimas palabras

que papá me dijo fueron éstas: valor y esperanza. Trabaja que yo trabajaré también.

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Sufre que yo sufriré contigo”. ¿Por qué las olvidaste Manuel? ¿Por qué fueron una

carga tan pesada?.

El amor, mi querido Manuel es como dijo Paulo Freire “un acto de valentía, nunca de

temor: el amor es compromiso con los hombres”. ¿Pero quién soy yo para ju garte? Lo

digo porque mi padre duerme tranquilo, porque tengo la seguridad de que mañana me

despediré con un beso. No llores Manuel. Aún donde estés aprópiate de las palabras de

tu papá: “esperanza, esperanza, esperanza.”

Los engranajes de la vida y del amor

Ahora quiero analizar ese poema tuyo que me vuelve loca, que me pongo a escribir en

la primera página de cuanto libro regalo o encuentro. “Mañana que ya no puedan

encontrarse nuestros ojos, y que vivamos ausentes, muy lejos uno del otro, que te hable

de mí este libro como de ti me habla todo.” En Hojas Secas, Manuel ¿a quién le

escribes, a quién amas así?

En la segunda estrofa: “Cada hoja es un recuerdo tan triste como tierno de que hubo

sobre ese árbol un cielo y un amor; reunidas forman todas el canto del invierno, la

estrofa de las nieves y el himno del dolor.” Siento cómo vives cada estación del alma en

una sola, aquí la representación del dolor y del curso natural de la vida se hace casi tan

presente como en “Resignación”. Esos amores que laceran y que te arrastran hasta

donde se les antoje, sabías, ¿se parecen tanto a tus poemas?

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“Mañana a la misma hora en que el sol te besó por ve primera, sobre tu frente pura y

hechicera caerá otra vez el beso de la aurora; pero ese beso que en aquel oriente cayó

sobre tu frente solo y frío, mañana bajará dulce y ardiente, porque el beso del sol sobre

tu frente bajará acompañado con el mío.” ¿Y a dónde bajará?,

Manuel nos empie as a seducir de una manera muy sutil, como en “2 víctimas”, tienes

al lector a tu antojo, en este periodo se empieza a percibir un erotismo que poco a poco

se fue menguando. Quizá tus manías y un complejo de Edipo, para solucionar de

alguna forma la muerte de tu padre, te orillaron a alejarte de este tipo de escritura que

nace en este poema.

“En Dios le exiges a mi fe que crea, y que le alce un altar dentro de mí. ¡Ah! ¡Si basta no

más con que te vea para que yo ame a Dios, creyendo en ti!” La religión estuvo

presente en tu vida desde joven. Pero aquí, hay un tono de rebeldía, igual de escondido

que el erotismo. Su naturaleza te hace creer en Dios porque crees en alguien más

primero. Romper los dogmas tan feroces que te impusieron desde niño fue quizá el

primer paso para acercarte a una creción literaria más audaz, que te valiera el

reconocimiento de “Ante un Cadáver”.

“Yo quiero oír latiendo tu pecho junto al mío, yo quiero oír qué dicen los dos en su latir, y

luego darte un beso de ardiente desvarío, y luego... arrodillarme mirándote dormir.”

Figúrate que bellas horas, en esta estrofa hablas también de las flores y del césped en

el que te quiers convertir para amar a Rosario , a quien para variar, le dedicaste el

poema “A una Flor”.

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“Lo que siente el árbol seco por el pájaro que cruza cuando plegando las alas baja

hasta sus ramas mustias, y con sus cantos alegra las horas de su amargura; lo que

siente por el día la desolación nocturna que en medio de sus angustias, ve asomar con

la mañana de sus esperanzas una; lo que sienten los sepulcros por la mano buena y

pura que solamente obligada por la piedad que la impulsa, riega de flores y de hojas la

blanca lápida muda, eso es al amarte mi alma lo que siente por la tuya, que has bajado

hasta mi invierno, que has surgido entre mi angustia y que has regado de flores la

soledad de mi tumba.”

Me imagino que tu amor fue tan grande que se sintió como una ducha fresca en el

infierno, ¿qué más puede regalar un beso a una persona que se ha olvidado de sí?

¿Por qué te objetivas como un sepulcro? Vuelve la muerte a susurrarte, no, no la

escuches. No somos invierno querido Manuel, que te quede claro.

Somos todo el siglo y todo el año y toas las transiciones y cada vuelta del planeta las

vivimos y tienen eco en nosotros, en tu cuerpo y en el mío. Nadie va a completar un

calendario de hojas pasadas. Tus hojas secas son tus días y esos no nacen con cinta

nacen con amor, con dedicación. Pero eres terco, terquísimo y pareciera que ni la

poesía te pude tranquilizar.

La Patria según Acuña

Hace algunos meses escuché el Himno Nacional Mexicano en voz del Coro y de la

Orquesta Sinfónica de la Secretaría de Defensa Nacional. Ese día le tomé sentido a las

palabras de Benedetti: “Patria es la urgencia de decir nosotros”. Mientras veía a más de

dos mil personas al grito de guerra, al borde de las lágrimas y recordando las

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obligaciones de ser mexicanos pensé en ti, en tu poema que me devuelve la confianza

en que ganaremos la guerra. Tu poema se titula: “Patria, poema leído el 5 de mayo”

Ya no venceremos a Francia, sino a nosotros mismos. En esta guerra de conciencias

que atravesamos, no nos podemos dar el lujo de ignorar nuestro pasado, de no atender

el llamado de nuestras raíces. Tengo entendido que la composición que creaste fue

leída por una niña Tacubaya de los Mártires, el 11 de septiembre de 1873 y me imagino

que los ánimos patrióticos se parecían mucho al éxito que logró el otro ejército, el de la

música aquí en Saltillo.

“Yo te amo... y al acercarme/ ante este altar de Victoria/ donde la patria y la historia/

contemplan nuestro placer/yo vengo a unir al tributo/que en darte el pueblo se afana/ mi

canto de mexicana,mi cora ón de mujer.” Estas palabras son dinamita pura, que

encienden y dan un motivo para luchar todos los días para sufrir y besar esta tierra que

tanto nos ha costado.

Al leer la última estrofa de este poema pienso en las niñas de Oaxaca que valen lo

mismo que dos cervezas de a litro, pienso en el calvario de las madres de las

desaparecidas de Ciudad Juárez y de todo el país.

Pienso en la mujer embarazada que voltea a su alrededor y sólo ve incertidumbre.

Pienso en las madres solteras, en las indígenas rarámuris que cargan varios litros de

agua por kilómetros de la sierra, por las mujeres solas porque sus esposos y sus hijos

se fueron a buscar el sueño americano, pienso en las que hemos sido o son víctimas de

cualquier tipo de violencia. Las siento, me pienso y al tiempo brotan unas ganas

incontrolables de salir por ahí diciendo, gritando, re escribiendo esa estrofa que.bien

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podría traducirse así: Patria, patria tus hijas te juran: una guerrera en cada hija te dio.

Manuel Acuña para Saltillo

Naciste en la calle de Landín muy cerca del templo de San Juan Nepomuceno. Hoy en

día la calle se llama Acuña en honor tuyo. ¿En serio no me crees que eres tan famoso?

Si te hubieras esperado tantito y en lugar de cianuro te hubieras tomado una buena

purga te hubieras enterado de lo que dijo José Martí sobre ti.

Sí, sí el José Martí que estás pensando: "¡Lo hubiera querido tanto, si hubiese él

vivido!... Hoy lamento su muerte: no escribo su vida; hoy leo su nocturno a Rosario,

página última de su existencia verdadera, y lloro sobre él, y no leo nada. Se rompió

aquella alma cuando estalló en aquel quejido de dolor".

Seguro te has de estar retorciendo de coraje por no aguantarte a conocerlo, a dejar que

él te quisiera como tú nunca pudiste. Pero tranquilo y con cuidado porque a tus

compañeros de camposanto, a los vecinos de tumbas del Panteón de Santiago no les

gustan los escándalos. ¿Pero cómo? Ya no te acuerdas que estás en Saltillo? Te

trajeron en 1917 de Campo Florido.

Es que, acá entre nos tu cruz nos pertenecía a todos los saltillenses, si te tranquilizas te

voy a traer una foto de la estatua que realizó Jesús F. Contreras en un celestial mármol

de Carrara que te favorece bastante, digo si es del mismo con el que hizo Miguel Ángel

a su David, pero tú siempre fuiste muy flaco y tampoco se pueden hacer milagros.

No te enojes, amorcito, me encanta la cara que pones cuando algo no te parece.

Además en Saltillo está la sociedad Manuel Acuña, la primaria Manuel Acuña y hasta

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hacen Premio Internacional de Poesía Manuel Acuña. Imagínate nada más que el

premio al primer lugar será de 10,000 dólares. ¿Qué emoción verdad? Anda todo el

pueblo escribe y escribe, borre y borre, rime y rime.

Bueno, casi todos, Catón, Armando Fuentes Aguirre, el cronista de esta ciudad afirma

que “En Saltillo el que no es poeta, hace cajeta” y tiene ra ón, si supieras a cuánto

muchachito enamorado has inspirado para que deje de hacer maldades y le fluya

sangre por la tinta /y viceversa. No tienes ni idea. Es que el hecho de que hayas nacido

aquí nos conmueve todavía.

Eso nos vuelve íntimos. Los muchacho sienten que pisan la Alameda igual que tú, que

se pierden en el centro y que estudiar medicina no es lo mismo que tener un témpano

en el lugar del corazón.

Y es que el saltillense además de terco, terquísimo tiene una debilidad por la muerte

insospechada. Somos harto vulnerables y nos encantan el drama y la mala vida, si no

me crees, pregunta quiénes son los tres saltillenses más famoso y no es ninguna

sorpresa encontrarnos con Rosita Álvirez y tú.

Nos dejaste otra forma de ver la vida, la patria y el amor. Dicen los que saben que

desde siempre tuviste una obsesión por la muerte, que la tristeza era como un lunar,

como un cabello que nunca faltaba en ti.

Según la neurociencia (Kandel, 2001) el dolor es una submodalidad somática y tiene

una función protectora. Sí, Manuel, protectora. Además “tiene una cualidad urgente y

primitiva que es la responsable del aspecto afectivo y emocional de su percepción”. Tu

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cerebro te jugó malas pasadas que afectaron tu vida cotidiana.

Tu talón de Aquiles fue también el epicentro de tu talento, de tu magia y del dolor que

podías provocar en otros con el simple hecho de leerte. Conocerte al menos por la vía

de las letras fue sinónimo de reto para cualquier adicto a la tristeza. Pero fue la causa

de tu partida, Manuel.

El triste caso de Rosario

Rosario te conoció en una tertulia, la pobre no tenía ni idea de que te afanaras tanto

dibujándola como tu musa para que tu muerte pudiera tener un pretexto. Eso no se

hace Manuel, uno no se mata y deja un poema como Nocturno a Rosario. Simplemente

no se hace, por civilidad.

Tres meses antes le dijiste a la pobre: “Amor de mis amores/ la lu de mis tinieblas/ la

esencia de mis flores/ mi lira de poeta/ mi juventud”. La hiciste cargar con una cruz

demasiado pesada.

Lo tuyo fue la ignominia del suicida, del peor egoísta que no pensó en que la vida de

cualquiera iba a quedar marcada por tu poema. Así pudiste poner “Nocturno a Juana” o

“Nocturno a Lupita” y era una garantía de eternidad y de condena para una pobre

desdichada cuyo único crimen fue rechazarte, o que tú imaginaras su rechazo.

Por egoísmo o por compromiso mortal con tu siglo, con el movimiento romántico

mexicano al que tanto te entregaste encontraste en Rosario de la Peña a la musa ideal,

tan hermosa como culta. Pero fallaste porque Mujer que sabe latín, tiene marido y si no,

encuentra buen fin.

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"Si fuese una de tantas vanidosas mujeres, me empeñaría por el contrario, con fingidas

muestras de pena, en dar pábulo a esa novela de la que resulto heroína. Yo sé que

para los corazones románticos no existe mayor atractivo que una pasión de trágicos

efectos cual la que atribuyen muchos a Acuña; yo sé que renuncio, incondicionalmente,

con mi franqueza, a la admiración de los tontos, pero no puedo ser cómplice de un

engaño que lleva trazas de perpetuarse en México y otros puntos.

“Es verdad que Acuña me dedicó su Nocturno antes de matarse [...] pero es verdad

también, que ese Nocturno ha sido un pretexto nada más de Acuña para justificar su

muerte uno de tantos caprichos que tienen al final de su vida algunos artistas [...]” Este

fragmento lo encontré en el libro de José Lópe Portillo “Rosario la de Acuña” (Rosario

la de Acuña, 1920) en la que se incluye este fragmento de entrevista de Carlos Germán

Amézaga.

¿Sería yo en su última noche una fantasía de poeta, una de esas idealidades que en

algo participan de lo cierto, pero que más tienen del sueño arrebatado y de los vagos

humores de aquel delirio? ¡Tal vez esa Rosario de Acuña, no tanga nada mío fuera del

nombre! [...] Pero, Acuña ese poema lo tiene todo de ella. Le robaste la fragancia y el

dolor, le robaste una parte del futuro. La inmortalidad tiene un costo, el de ella fue vivir

con las creaciones de los románticos que la tomaron para ella.

Este testimonio es la única huella que hemos encontrado de su voz, de su ser real

siempre entrevisto a través de la mirada de los otros. No obstante, la objetividad que

trasciende aún de estas palabras -dichas hace más de 100 años- y la prolongación

hasta nuestros días de esa imagen suya fraudulenta, nos dicen que la historia de

Rosario de la Peña no está terminada, y que la tarea de iluminar su verdadero rostro

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tras el espejo sigue siendo mucho más que un mero ejercicio contra el olvido.

Conclusión: Acuña ha resucitado

En este trabajo logré revivir a una de mis obsesiones frecuentes: Manuel Acuña y mi

poesía. Empecé a amarlo desde tercero de primaria, declamé sus poemas en la

secundaria y me perturbaba la idea de que tanto talento estuviera perturbado. Todos los

días deberíamos leerlo, cuando no encontremos salida, cuando tengamos la certeza de

la muerte que nos atrapa.

La vida no tuvo excusas con él, le fue dejando migajitas de pan para su trágico destino.

Manuel Acuña no debió haber muerto. Nació en Saltillo para quedarse. A los veinte

años de edad escribiste con un deseo culpable la elegía a la muerte de tu amigo

Eduardo Alzúa. ¿Querías estar en su lugar? Eso se lee entre líneas. Fundó en

compañía de varios intelectuales la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl, en el seno de

la cual dio a conocer sus primeros versos.

Manuel Acuña debe trascender no como ejemplo del dolor acumulado. Sino como la

muestra de que debemos leer poesía para desvincularnos del mundo, para entender

esta vida desde otra perspectiva métrica. La raí etimológica de “Consolación” es

soledad compartida, esa consolación es la única que nos queda a este pueblo tan

dramático.

Soy etnocentrista hasta la médula y mi ciudad es un retrato de mi vida, de lo que soy y

de lo que quiero ser. Amar a Saltillo a través de sus poetas muertos es amar también a

los vivos, a los que se esfuerzan por jugar con el vocabulario y volcarnos en los

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horizontes que esta vida no nos ofrece.

Marco Antonio Campos desmiente el rumor del frenesí romántico de Acuña: “Quienes

han investigado sobre Acuña saben que se suicidó porque su pobre a era tan grande

que no tenía ni siquiera para comer, por las turbaciones mentales y el deterioro físico

que fueron acentuándosele, por el hijo que tuvo con Laura Ménde y no podía

alimentar, y aun, lo que me parece exagerado (lo decían Pe a y Lópe Portillo y Rojas),

por tomar abusivamente café. Pero la leyenda popular no ha dejado durante ciento

treinta años de propagar que Acuña se suicidó por Rosario y que antes de beberse el

cianuro funesto redactó el Nocturno .” Así lo describe Campos en (Los Falsos

Rumores, 2010).

Dicen que uno nunca sabe para quien trabaja

La herencia directa de Manuel Acuña fue para los saltillenses, pero también para su

sobrino nieto: Javier Padilla Moreira. Desde pequeño cultivó su fascinación por su

antepasado el hombre que habitaba las estatuas, el tío que le provocaba orgullo.

“Padilla Moreira produjo un disco con 25 poemas de Acuña, quien vuelve a cobrar vida

en las voces de Victor Antero Flores, Nistela Villaseñor Cárdenas, Francisco Javier

López Ruiz, Juan Manuel Rodríguez Salazar y Luis Arturo Gatica. El CD incluye

poemas como el famoso “Nocturno”, “Ya Verás”, “Dos Víctimas”, “A La Patria”, entre

otros, todos musicalizados con temas originales, compuestos para esta poesía en

específico.” Especifica la noticia redactada por Carlos Díaz en Vanguardia.

“Nació como un homenaje para el poeta más grande que ha tenido el Estado y la

ciudad”, agrega. El disco fue lan ado entonces como parte de un proyecto para

discapacitados visuales y para grupos vulnerables.Fue esta la razón por la que se

Page 20: Manuel Acuna, Ensayo de Quetzali Garcia

seleccionaron esos poemas en específico. “Es muy basto, pero no podemos resumirlo

todo en un disco de 25 tracks.

Digamos que no son las más representativas, como el CD fue para ese grupo (de

discapacitados visuales), no pudimos meter estas poesías más densas de Manuel. Hay

poesías muy dolientes, porque él hablaba sin tapujos de la muerte, pero quise utilizar

algo un poco más alegre en esta ocasión”, aclara Javier.

Y vaya que lo logró este joven que construye un paraíso diferente para su tío, un

paraíso que se degusta a través de los oídos.

Y ésta, va por ti, mi rey

La primera vez que viajé a otro país me pregunté cómo era posible que los mexicanos

toleráramos una vida así. No me refiero a la cuestión económica, ni a la infraestructura.

No pienses que hay algún dejo de malinchismo en mis palabras, a mí me duele pensar

en la cultura de flojera y egoísmo que entre más nos aqueja, menos vemos .

Este país es un milagro. Sí un milagro grande que parece que se puede venir abajo en

cualquier momento. Me imagino que sensible como eras, no podías dejar de ver esto.

Menos después de vivir un tiempo en el corazón del país.

Las cosas han cambiado Manuel. Y me duele pensar que si resucitas con las mismas

ansias de cambiar el mundo, no vuelvas a escribir. Basta decirte que en Chiapas las

mujeres son moneda de cambio para pagar “caguamas”. Que no es muy buena idea

pasar un fin de semana en Tamaulipas, Sinaloa o Tijuana ciudades donde reinan las

élites del crimen organizado, espacios donde la sangre y la droga se confunden.

El tour ciertamente terminaría en Ciudad Juáre … no hay cifras ni descripciones

posibles para esta frontera, quizá la única palabra que puede ser un boceto del lugar es

“muerte”.

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¿Cómo es posible que ante un panorama tan devastador en todos los sentidos las cifras

de suicidios no se hayan disparado a niveles de China, Etiopía o Finlandia? ¿Cómo

podemos rescatar a los que sientan titubeos en nuestro milagro? ¿En qué fallamos y

qué podemos ofrecer como sociedad?

¿Qué nos hará salir a las calles este 15 de septiembre? Supongo que la “resiliencia”,

una cualidad psíquica de los seres humanos para sobreponerse a traumas y dolores

emocionales e incluso salir fortalecidos de los mismos. Esa que quizá perdiste con la

muerte de tus hermanitos, de tu padre o en el que todos tus esfuerzos parecían afectar

a los que más querías.

Supongo, Manuel que para que a nadie le pase tu desgracia hay que fomentar la

lectura. ¿Qué si estoy loca?, sólo un poco. Hay que fomentar la lectura del mundo y de

nosotros mismos. La comunicación es todo, todo es susceptible de significar y es

imposible no comunicar. Todo es comunicación: el hacer reír, el llorar hasta el

propio silencio es un grito profundo.

Hay que leer tu vida Manuel, para entender la nuestra y aunque nadie escarmienta en

cabe a ajena, qui á sí “Ante un cadáver”, un cadáver que todavía tiene mucho que

contar.

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Bibliografía

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Caffarel, P. (1999). El Verdadero Manuel Acuña. DF: Ida y Regreso.

Campos, M. A. (2010, Marzo 10). Los Falsos Rumores. Retrieved Mayo 10, 2013, de Club Literatura: http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/juanrulfo/marcoantoniocampos.pdf

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Kundera, M. (2008). La Insoportable Levedad del Ser. México: Tusquets Editores.

López-Portillo, J. (1920). Rosario la de Acuña. DF: Librería Española.

Sitios de interés:

http://www.vanguardia.com.mx/noticia-1217303.html?intId=1217303

http://www.cyanidecode.org/cyanide-facts/environmental-health-effects

http://es.wikipedia.org/wiki/Tiburcio_Montiel

http://www.amor.com.mx/biografia_de_manuel_acuna.html