Maltrato Psicológico de Profesores Hacia Alumnos

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Artículo de investigación sobre el acoso docente, una modalidad de bullying en la que el alumno se vuelve la victima de un profesor violento.

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Acoso docente: maltrato psicológico de profesores hacia alumnos en contextos universitarios tóxicos

Dra. Florencia Peña Saint Martin Posgrado en Antropología Física

Escuela Nacional de Antropología e Historia [email protected]

Dr. Juan López Molina Facultad de Estudios Profesionales “Zaragoza”, UNAM

Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco [email protected]

Introducción

En un trabajo previo definimos al acoso docente como:1

… el maltrato psicológico ejercido por profesores en contra de los alumnos, ya sea directamente o por omisión… en esto último [incurren] los profesores y las autoridades que son testigos pasivos y que se ‘hacen de la vista gorda’, a pesar de saber que los hechos violentos están sucediendo o han sucedido… (Peña, 2010: 94)

El acoso docente es una expresión más de maltrato psicológico que, a la vez,

es una forma de violencia debido a su intencionalidad de hacer daño al blanco al que

se le dirige (Hirigoyen, 1999). Cuando el maltrato psicológico hacia un mismo blanco

es recurrente y prolongado en el tiempo se puede hablar de acoso psicológico,2 con

el potencial de convertirse en mobbing si el agresor logra que se sumen a dicho

acoso varios individuos. El maltrato psicológico en cualesquiera de sus expresiones

se basa en comunicación hostil y en la mayoría de los casos también deshonesta

porque manipula dolosamente la información, por ejemplo: inventando mentiras,

exagerando intencionalmente errores menores cometidos por el blanco, haciendo

invisibles sus logros importantes, tergiversando la narración de hechos, culpándolo

de todo lo que salga mal, calumniándolo abiertamente, etc. (Peña, s/f).

En contextos universitarios3 los hechos públicos, tales como los insultos

abiertos o velados; las descalificaciones sistemáticas; el tono de voz implacable y

duro al rebatir los argumentos del blanco a denostar; el patrón de rebatirlos

sistemáticamente, prácticamente sin excepción; el lenguaje corporal amenazante y

1 Fenómeno que, afortunadamente, ha comenzado a ser discutido en congresos y foros (Bojórquez, 2008; Sarran, 2008; Westhues, 2004). 2 En este caso, no se trata de mobbing, dado que en éste último “… la agresión hacia el

blanco elegido es grupal… la violencia… es perpetrada por un grupo organizado… (http://congresomobbing.wordpress.com, 10 de enero, 2011). 3 Y seguramente también en otros espacios a los que no nos referiremos aquí.

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agresivo; las intervenciones que siempre tienen como fin boicotear sus propuestas,

oponiéndose a ellas por el simple hecho de que fue él quien las planteó; el afectar

deliberadamente sus intereses, boicoteándolo siempre que se puede, etc., son

visibles y aprehensibles.

Aunque no es el objetivo de este trabajo, resulta necesario señalar que en

una gran cantidad de ocasiones los colectivos universitarios son conscientes de que

se están llevando a cabo estas prácticas, pero simplemente no saben qué hacer, ni

cómo actuar frente a ellas. Estos colectivos también perciben que las agresiones son

fuente de malestar generalizado y que impregnan negativamente todas las

relaciones personales, académicas y laborales, afectando seriamente el desarrollo

de los programas, dado que en este proceso el odio se convierte en el motor central

y con tal de perjudicar al blanco se afectan o se pierden por completo los objetivos

institucionales, pero los testigos de los hechos muchas veces tampoco encuentran

como cambiar la situación.

Sin embargo, el maltrato psicológico incluye también comunicación hostil no

verbal que es sutil y encubierta, aún más difícil de probar, de rastrear y de oponerse

a ella. Las muecas y/o miradas continuas de desaprobación, lanzadas al blanco en

privado, pero cada vez que se le encuentra; las muestras obvias y constantes de

desagrado; los desdenes, como huir de su presencia o ignorarlo en una

conversación; las actitudes de rechazo, como darse la vuelta o callarse en cuanto el

blanco aparece, etc.; son casi imposibles de aprehender y, por ello, muy difíciles de

denunciar, pero no menos agresivas y lesivas para quiénes las reciben de manera

persistente (Hirigoyen, 1999)… y para los contextos en los que ocurren. Además, los

acosadores son hábiles para realizar dramatizaciones deshonestas frente a las

protestas del blanco, en su caso, por lo que, así, los agresores terminan por

aparecer como las víctimas, proceso de inversión que en los contextos laborales se

ha denominado falso mobbing (Parés, 2005).

El maltrato psicológico, el acoso psicológico y el mobbing en espacios

universitarios son fenómenos complejos porque se traslapan entre sí, coexisten, se

usan unos a otros, potenciándose, e implican relaciones personales, académicas y

laborales múltiples, intrincadas y diversas que conforman un abanico de jerarquías,

afinidades, desagrados, coaliciones, equipos de trabajo, funciones y

responsabilidades. También involucran condiciones y relaciones contractuales

disímiles, tales como contratos temporales para las autoridades en turno;

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permanentes para los profesores de tiempo completo de base; temporales y/o

permanentes para los profesores de asignatura, según su estatus; permanentes y/o

temporales para el personal administrativo de base, a contrato y de confianza, entre

muchas otras posibles modalidades.

Además, en el contexto universitario el maltrato psicológico de cualquier tipo

puede devenir en mobbing cuando las agresiones son llevadas a cabo por grupos

organizados y éstas son recurrentes y prolongadas en el tiempo hacia un mismo

blanco. Pero, mobbing, en su acepción angloparlante, es decir, acoso grupal, porque

en estricto sentido, si se le traduce solamente como acoso laboral, las agresiones

tendrían que ser perpetradas por y en contra de alguno o algunos de sus

trabajadores, en cualesquiera de sus modalidades de contratación.

Sin embargo, en estos contextos educativos este tipo de prácticas no siempre

se da entre y hacia trabajadores, puede involucrar también a alumnos, ya sea como

perpetradores o como blancos,4 por lo que hemos propuesto hablar también de

acoso institucional, extendiendo así el panorama de análisis hacia todos los

integrantes de las universidades, las asociaciones de la sociedad civil, las

organizaciones no gubernamentales, entre miembros de sindicatos, dentro de los

partidos políticos, etc., dónde si bien no hay estrictamente relaciones y contextos

laborales, sí se ha reportado la existencia de acoso grupal (Alonzo, 2009; Olivares,

2009; Peña, 2009; entre otros).

En las universidades, la formación académica de los alumnos (que no son

asalariados), debería ser el centro y el eje de toda la vida institucional. Incluso en

función de este objetivo es que se justifican los contratos laborales de todo tipo en

estos espacios. Pero, en la vida universitaria, los alumnos participan ampliamente de

su dinámica cotidiana en prácticamente todos sus niveles, lo cual es positivo dado

que es parte de su formación. Adicionalmente, en el contexto mexicano actual las

relaciones internas en las universidades se hacen aún más complejas dado que

tanto los alumnos de licenciatura (por ejemplo, a través del Programa Nacionales de

Becas, PRONABES), como los de posgrado (por la vía del Consejo Nacional de

Ciencia y Tecnología, CONACyT), pueden tener becas, que si bien no son un

salario, sí constituyen percepciones económicas fundamentales para ellos, hecho

que los hace muy vulnerables frente a contextos de acoso docente.

4 Si es practicado por profesores de manera recurrente hacia un solo alumno o hacia un

grupo de ellos, lo hemos denominado acoso docente.

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Así, con frecuencia, parte de las estrategias de acoso docente es reprobarlos

arbitrariamente, ponerles sin fundamento académico calificaciones bajas o

amenazarlos con hacerlo para que pierdan las becas. Esto los afecta muy

seriamente. En el caso de los posgrados, incluso pueden ocasionar su baja del

programa y dañarlos en su futuro profesional, por el estigma social que muchas

veces significa no haber concluido sus estudios por “incompetencia” o

“irresponsabilidad”. La constatación de que este tipo de sucesos sí ha ocurrido en

diversas licenciaturas, pero, sobre todo, en posgrados, nos ha hecho proponer en

distintos foros la necesidad de que existan defensorías de derechos universitarios

autónomas en todas las universidades.5 Sin ellas, los alumnos se han encontrado

inermes de cara a profundas injusticias, a merced de verdaderos psicópatas

organizacionales (Piñuel, 2005), dado que, desgraciadamente, las autoridades no

siempre han jugado el papel de vigilar y comprometerse con que se actúe con

justicia y probidad, ya sea por alianzas con o por miedo a los acosadores.

En este intrincado panorama de relaciones personales, académicas y

laborales, el maltrato psicológico, el acoso psicológico y el mobbing (todos, formas

de violencia que usan la comunicación como “arma”), pueden darse aislados y

combinados, de los alumnos hacia los profesores, de los profesores hacia los

alumnos (aquí denominado acoso docente), entre alumnos,6 hacia las autoridades,

de éstas a alumnos y „subalternos‟,7 incluso puede ocurrir entre autoridades, entre

pares del personal administrativo, de éste hacia las autoridades, alumnos y/o

profesores, etc.

En este complejo contexto de infinitas posibilidades, sólo mediante técnicas

cualitativas de investigación es posible dar cuenta etnográficamente de las

características que adquieren los casos, sus dinámicas y los actores involucrados,

paso necesario previo para demostrar fehacientemente que estas prácticas existen,

para luego poner en marcha estrategias que las erradiquen.

Como hemos dicho en otro trabajo, la violencia psicológica en cualquiera de

sus formas en los espacios universitarios:

5 No referimos los casos específicos aquí que nos constan, dado que los involucrados

nos pidieron guardar el anonimato. 6 En la literatura norteamericana a este tipo de agresiones entre compañeros de

escuelas primarias y secundarias se le denomina bullying, mismo que suele incorporar también agresiones físicas (Peña, 2010:94). 7 Llamado en la misma literatura como bossing, de boss = jefe (Peña, 2010:94).

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… [es] un problema que atenta directamente en contra de que las instituciones cumplan con sus objetivos institucionales, esto es, la formación de alumnos y académicos,8 la realización de investigación de alto nivel y la difusión de los resultados de la disciplina de que se trate y también de sus experiencias y resultados en docencia e investigación. Por tanto, nuestro propósito es contribuir a erradicar de los espacios académicos a este flagelo, todavía poco visible y aprehensible (Peña, 2010:94).

Acoso docente en un programa de posgrado de ciencias sociales9

Este trabajo demuestra que, por lo menos con cierta frecuencia, el acoso docente,

de forma casi imperceptible para los alumnos que injustamente lo sufren, y de

manera altamente reprobable por poco profesional, parcial y deshonesta, “usa” a los

estudiantes como “daño colateral” para, a manera de “carambola de tres bandas”,

agredirlos como parte de las estrategias de acoso psicológico e, incluso, mobbing

(acoso grupal) hacia sus profesores y/o directores de tesis, que son los verdaderos

blancos de las agresiones perpetradas a ellos, dado que están situados, sin saberlo,

“en el lugar incorrecto, en el momento incorrecto”.

En el caso que analizaremos, el acoso docente hacia un alumno de doctorado

en un espacio universitario tóxico tenía, entre otros, los fines expuestos líneas arriba.

Fue orquestado principalmente por la jefa del programa, quien, como se verá, utilizó

políticamente la situación del alumno para su propio juego de poder. Sus agresiones

personales constantes hacia el alumno y su permisividad para que otra profesora lo

denostara académicamente sin pruebas, constituían parte de su política interna para

manejar de acuerdo a sus intereses la dinámica interna del programa.

Desgraciadamente, este afán de control por parte de ella no giraba alrededor de

instrumentar las mejores formas para la consecución de los objetivos institucionales,

como su puesto ejercido responsablemente hubiera demandado (de hecho, nunca

se preocupó por elaborar un Plan de Desarrollo o asegurarse del correcto llenado en

línea de los indicadores oficiales del programa). Por lo que su actuar como jefa

2004-2006, a mediano plazo dañó muy seriamente al programa, así como a los

8 Considerando también a la educación no formal, que es la que se transmite a partir de

construir colectivamente una subcultura, misma que desarrolla actitudes y conductas posibles o no de ser llevadas a cabo. 9 La información presentada se obtuvo a partir de entrevistas al alumno y a su directora

de tesis, así como en documentos que nos fueron proporcionados por ellos mismos.

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futuros alumnos de doctorado, ya que no pudieron obtener becas por la evaluación

negativa basada principalmente en la falta de alumnos graduados.10

El contexto general de la institución y del programa puede ser consultado en

Peña (2010), dado que este caso fue paralelo al que allí se narra y perpetrado por

las dos mismas “actrices sociales” principales. Analizados en conjunto, los dos casos

de acoso docente dan cuenta muy bien del panorama de toxicidad11, 12 existente en

la institución y en el posgrado de referencia.13 El contexto tóxico previamente

existente en la institución y en el programa, sin duda, fue funcional a las agresiones

a los alumnos y a la profesora-investigadora que aquí y en el texto anterior se

señalan (Peña, 2010), pero, a la vez, dichas agresiones fueron también causa de

mayor toxicidad, llegando ésta a ser realmente extrema por momentos, haciendo en

muchas ocasiones el ambiente “irrespirable” para tod@s.

10

En el momento de la evaluación 2008 del posgrado, no había un solo alumno recibido en el nivel doctorado. Por ello, su solicitud de ingreso al Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) del CONACyT fue rechazada. Los asesores, en las consultas realizadas a ellos para una posible réplica, fueron muy claros y explícitos: “… con un solo alumno graduado podría reconsiderarse el ingreso del doctorado en la réplica, pero no apelen, no se puede hacer nada porque no tienen un solo titulado…” Ese titulado bien pudo haber sido el alumno agredido, por supuesto, si se la jefa del programa hubiera apoyado el desarrollo académico de este espacio y se hubiera tomado la molestia de escuchar sus razones, en lugar de utilizar políticamente su situación para favorecer a sus aliados y agredir a sus enemigos. 11

La toxicidad se usa como metáfora para describir ciertos espacios laborales, dado que un tóxico es aquélla sustancia química capaz de causar daño e incluso la muerte con su presencia en algún organismo. El veneno es definido como cualquier sustancia que introducida al organismo, inclusive en poca cantidad, actúa químicamente en los tejidos, produciendo daño o muerte (http://content.monster.ca/8414_en-CA_p1.asp) (Peña, 2010:94). 12

Robert Bacal, afirma que una organización tóxica es como una familia disfuncional y tiene dos características principales: una historia de pobre desempeño y pobre toma de decisiones y muy altos niveles de insatisfacción y estrés. Características adicionales de los espacios laborales tóxicos son: cultura de miedo; falta o inadecuada comunicación; contexto de mucho conflicto; inhabilidad para cumplir con metas; disparidad entre la misión y las funciones reales; mobbing, chismes, rumores maliciosas y comportamiento irrespetuoso; problemas de salud y accidentes, renuncias, rotación de personal y pérdida de personal talentoso; sentimientos de indiferencia y vulnerabilidad; baja productividad (http://content.monster.ca/8414_en-CA_p1.asp, 15 de julio, 2008) 13

Hubo un tercer caso de acoso docente por parte de esta misma jefa hacia otro alumno de Azucena en la misma cohorte, paralelo a los dos a los que ya se ha hecho referencia. En este tercer caso pretendió dar al estudiante de baja definitiva sin tener facultades para ello (Azucena era la responsable de calificar el desempeño en la línea, ella firmaba el acata), forzando su reprobación en dicha línea, ciertamente, con argumentos académicos, pero aplicados discrecionalmente (en iguales o peores circunstancias, nunca había solicitado la reprobación de ningún otro alumno). Este otro caso será objeto de análisis en el futuro.

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7

Debido a que ambos casos se refieren al mismo contexto educativo, para

facilitar la lectura se mantienen los nombres ficticios usados anteriormente, por

tanto, la jefa en cuestión es llamada aquí también Elsa, la directora de tesis que el

alumno eligió libremente Azucena, y la directora que le fue asignada arbitrariamente,

desde el punto de vista del alumno y por las formas de dicha designación, Teresa

(Peña, 2010). Asimismo, aclaramos que la narración se realiza principalmente desde

la perspectiva del estudiante, agregando sólo el doble discurso que como ritual de

agresión y exclusión existió todo el tiempo en contra de Azucena también de forma

paralela, del que él, en su momento, era completamente ajeno.

Primer maltrato perpetrado hacia el alumno

En la cohorte 2004 de alumnos de maestría y doctorado del posgrado que nos

ocupa se estrenaba el nuevo Plan de Estudios, se recibía por primera vez en el

programa a estudiantes de doctorado y se contaba con financiamientos

extraordinarios para las actividades académicas del posgrado, vía la figura de los

cuerpos académicos que Azucena había logrado gestionar exitosamente para la

Escuela con anterioridad, pero la negatividad prácticamente crónica promovida por

Esla y sus muchos odios hacia una enrome cantidad de sus colegas14 permeaba el

ambiente interno de este programa y no hubo espacio alguno para congratularse

colectivamente por todo ello. Parecía que allí estaba prohibido reconocer méritos

ajenos, principalmente, pero no sólo, los de Azucena, era impensable sentirse bien,

reírse, interactuar positivamente, compartir logros, pensar proyectos colectivos, y

demás.

La entrevista inicial que es parte del proceso de admisión de alumnos

conllevaba la presentación del anteproyecto de investigación, desde allí surgió una

identificación entre el estudiante al que se refiere este trabajo y Azucena, por su

concordancia con su línea de investigación. El estudiante, desde la entrevista,

percibió la distancia que Azucena guardaba con Elsa y su equipo, al que él asumió

como grupo hegemónico. Posteriormente, ya como alumno, también le era muy

obvia la diferencia de trato frío que la jefa prodigaba a los alumnos de Azucena, en

comparación con el cálido dado a los estudiantes de su equipo de compañeras.

14

Azucena no tiene la exclusiva en los muchos odios de la lista de Teresa, aunque sí es su “enemiga” laboralmente más cercana.

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8

Después de terminado el proceso de inscripción de alumnos aceptados, se

hizo evidente que en la cohorte 2004 nadie se había inscrito en la línea de Teresa.

En reunión colegiada de los profesores de tiempo completo (denominada en esta

institución Academia), Azucena, que tenía inscritos en su línea a más de la mitad de

toda la cohorte, después de una discusión colectiva al respecto, con gusto le cedió

dos a Teresa: una estudiante de maestría (el caso analizado en Peña, 2010) y otro

de doctorado, cuyos avatares como blanco de múltiples agresiones son motivo de

esta comunicación. Ello con el fin de sentar las bases para que el programa fuera

bien evaluado en el futuro y pudiera ser aceptado en el Programa Nacional de

Posgrados de Calidad (PNPC).

Elsa, como jefa del programa, debía haber explicado a los involucrados

respetuosamente la necesidad del cambio de dirección de tesis y las razones

académico-administrativas del mismo, solicitando su apoyo para consolidar el

programa, pero no lo hizo, así que esta decisión apareció ante los afectados como

una arbitrariedad, una falta de respeto a su elección libre de línea y de dirección,

porque eso se les había informado oficialmente.

A la luz de los acontecimientos posteriores y los dobles discursos en que Elsa

se mueve,15 hipotetizamos que probablemente lo manejó de esta manera para dejar

en mal a Azucena con los estudiantes que la habían elegido como su directora. Lo

real es que en cierto momento del semestre que ya se había iniciado, el estudiante

recibió con sorpresa una carta indicándole el “reacomodo” de los alumnos por

asesor. Así, sin más, fue reasignado a Teresa, cuyo tema guardaba muy poca

relación con su interés de investigación. Ante estos acontecimientos, con justa

razón, los alumnos afectados se sintieron maltratados, lo que es innegable es que,

por lo menos, fueron tratados muy irrespetuosamente por Elsa.

Con posterioridad, Elsa jamás se acercó a ellos para preguntarles por el

contexto de sus líneas y la dinámica de sus avances, sus dificultades o sus logros.

Aún ahora, su indiferencia hacia los alumnos es de verdadera antología, nunca

considera necesario consultarlos, da a entender que sabe interpretarlos muy bien

por sí sola (a pesar de que el más joven de los alumnos del posgrado rebasa los 30

15

En efecto, Elsa tiene mucha práctica en manejar en el discurso motivos aparentemente lógicos e institucionales, aunque muchas veces aún en este nivel se perciben forzados, mientras que en realidad la norma es que quiera favorecer sus intereses personales o los de sus aliados, así como boicotear y afectar los intereses de sus muchos “enemigos”.

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años) y, por tanto, pretende siempre decidir por ellos unilateralmente lo que les

conviene o no en todos los contextos.

El Reglamento Académico de esta institución señala que por los menos una

vez al semestre la Academia debe reunirse con los alumnos representantes de

grupo, pero no lo ha hecho una sola vez en los 16 años que lleva el programa.

Asimismo, apenas en el 2010, y a insistencia de Azucena, que incluso diseñó el

instrumento, se evaluó por primera vez el desempeño docente por parte de los

estudiantes, ello ocurrió al finalizar el segundo semestre de 2010 (diciembre).

La nueva directora de tesis como fraude académico: una forma más de maltrato

Teresa, escudándose en que la dinámica de su línea de investigación era tutoral por

tratarse del nivel posgrado, no impartió clases, ni organizó un seminario o programó

asesorías periódicas y sistemáticas para “sus alumnos”,16 sino que pretendió que

ellos trabajaran solos, asumiendo que su responsabilidad era nada más revisarles

sus propios avances de investigación. Elsa, como jefa del programa, fue cómplice de

esta dinámica inédita y fuera de lugar, discordante con el funcionamiento general del

programa, en el que se conformaban seminarios temáticos semestrales para todos

los alumnos de una misma línea, pero le convenía no cuestionar nada de lo que

hiciera Teresa para tenerla de su lado. Sin embargo, como ya ha sido documentado

para el caso de la alumna de maestría (Peña, 2010), Teresa no cumplió ni siquiera

con la mínima obligación de revisar los trabajos que le entregaban, nunca les hizo en

tiempo y forma comentarios oportunos, ni les dio bibliografía específica para la

consecución de los objetivos de sus proyectos (Peña, 2010).

Con su posición de tutora, según ella, quedaba exonerada de orientarlos

sobre sus investigaciones, la metodología congruente con éste, la bibliografía a

consultar, etc. Cuando veía a los alumnos, generalmente a insistencia de ellos

mismos, les platicaba interminablemente cosas de su vida personal; si le inquirían

sobre la pregunta de investigación, les contestaba: “… ve al campo, en el trabajo de

campo es dónde te surgirán todas las preguntas…”; y si le insistían sobre la

metodología, su respuesta era: “… lee a Edgar Morin…”, a veces, desesperados, le

16

En realidad, los alumnos seguían inscritos en la línea de Azucena, lo cual muy convenientemente Teresa, y Elsa como jefa, pasaban por alto.

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insistían: “… bueno, ¿pero qué de Morin..?” a lo que ella les respondía: “… lo que

quieras, todo te será muy útil…”.

Esta dinámica ocasionó que el estudiante por año y medio sobrellevara a una

directora que él no había elegido, que sentía que le había sido impuesta

arbitrariamente y que realmente ni lo asesoraba, ni lo atendía. Pero también todo el

tiempo percibió que había grupos antagónicos entre los profesores del posgrado y

que el grupo liderado por Elsa protegía a Teresa, por lo que nunca encontró el

contexto, la instancia o la persona con la cual pudiera tratar de resolver esta

situación sin generar conflictos adicionales. Se trataba de un caso claro de fraude

académico que, de hecho, se constituyó en una nueva forma de maltrato psicológico

hacia él, dado que vivía angustiado y desesperado porque estaba consciente de que

el tiempo pasaba y él no avanzaba en su tesis, sin que al posgrado le importara este

hecho o le ofreciera salida alguna a una situación en la que él “había sido puesto”, ni

siquiera se encontraba allí por elección propia.17

Sin embargo, Teresa, portándose políticamente como incondicional de Elsa

como jefa, se sentía protegida en todas sus omisiones e irresponsabilidades

académicas para con los alumnos (lo estaba). En realidad se había formado una

alianza estratégica entre ambas, Elsa la apoyaba en todo para tenerla de su lado y

contar con ella para acosar a Azucena, cosa que hacía siempre que le era posible,

Teresa no tenía sino que cumplir con ese papel, con secundarla era suficiente, sus

responsabilidades académicas eran completamente secundarias.

Maltrato psicológico de Teresa hacia el estudiante como estrategia de ocultamiento del fraude; tercera agresión

Cuando el alumno, junto con sus compañeros de cohorte, se decidió a buscar cómo

avanzar, colectivamente le pidieron a Azucena que reinstalara el Seminario de su

línea, con todos ellos como participantes. Ella aceptó, sabiendo que era una

irregularidad grave que los alumnos no se formaran en los contenidos teórico-

metodológicos del tema que habían elegido, como era tradicional en los diez años

que para entonces ya tenía este posgrado. Pero, al informarle a Teresa que el

Seminario iba a ocurrir a solicitud de los seis alumnos, invitándola a participar en el

17

El caso de la alumna de maestría demuestra que su balance era correcto, tratando de defender sus derechos, ni siquiera frente a omisiones académicas demostrables, logró que Elsa o el programa le hicieran justicia (Peña, 2010).

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mismo, ésta, o se sintió cuestionada o temió ser descubierta en su falta total de

cumplimiento de sus responsabilidades como directora de tesis; lo real es que se

negó a que el espacio se abriera, por tanto, Azucena, que ya se había comprometido

a ponerlo en marcha con los alumnos, lo organizó sin ella. Teresa incluso trató de

impedir que “sus alumnos” asistieran al Seminario, pero como estaban realmente

desesperados, hicieron a un lado su “recomendación” y continuaron acudiendo al

mismo. Allí, con la discusión colectiva y la lectura pormenorizada de sus avances por

parte de Azucena, avanzaron en sus proyectos, definieron sus objetivos, la

metodología a usar, y reencausaron con entusiasmo sus investigaciones.

En la siguiente reunión del alumno con Teresa éste le planteó con gran gusto

sus avances y sus nuevas perspectivas de investigación, pero ella se puso furiosa,

prácticamente le gritó: “… Esto te lo sugirió Azucena ¿verdad?, en este mismo

momento renuncio a tu tesis…”, entre otras cosas profundamente desagradables,

agrediéndolo así simbólica y verbalmente. Por supuesto, a partir de este momento

se dio un conflicto que a largo plazo resultó muy conveniente para él, ya que lo llevó

a ser asesorado otra vez por la directora que había elegido: Azucena. Fue así como

pudo concluir la tesis, aunque en una situación tensa, injusta y extremadamente

difícil e incómoda para él, entre otras denostaciones simbólicas, Elsa se había

encargado también de hacerle la fama de “estudiante problemático”.

Así que todo el contexto de la ruptura fue de gran agresión psicológica directa

hacia el alumno, adicionalmente, Teresa, poniendo en marcho otro doble discurso,

agredió psicológicamente también a Azucena, haciéndola pasar como irrespetuosa y

entrometida con “su línea” y con el avance de “sus alumnos” frente a la Academia de

profesores. Por supuesto, Elsa avaló esta perspectiva en su calidad de jefa, jamás

habló con el alumno, simplemente se encargó de denostarlo, creándole mala fama;

ni con Azucena. A ambos los hizo invisibles, pero le dio la razón a Teresa en los

hechos, lo que, sin duda, también fue una forma de profundo maltrato psicológico

hacia el alumno (y Azucena).

En realidad, tanto el exabrupto grosero de Teresa con el alumno, como su

protesta en la Academia por la “intromisión” de Azucena en “su línea”18 fueron

18

Y seguramente, también repitiendo esta postura en los pasillos y los cubículos personales de los profesores, muy a la usanza de la toxicidad que caracteriza a esta institución y al programa.

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estrategias de “ocultamiento del fraude”;19 era incuestionable que en 1.5 años

ninguno de los dos alumnos que le habían sido asignados mostraba avances bajo su

[falta de] “dirección”. Todo ello era muy fácil de constatar, de haber habido voluntad

y responsabilidad en el ejercicio de su cargo por parte de Elsa, así como si la

costumbre en la Academia fuera tomar en cuenta el punto de vista de los

estudiantes, particularmente importante por la disciplina que en esta institución se

imparte, pero a Elsa le urgía que fuera Teresa quien tuviera públicamente la razón,

por supuesto, para perjudicar a Azucena, quien así aparecería como entrometida,

irrespetuosa y agresora.

Maltrato psicológico al alumno por parte de la jefa del posgrado como castigo a su “disidencia”

Desde el momento de la ruptura de Teresa con el alumno, de manera muy poco

profesional, le retiró completamente la palabra, incluso el saludo, no se dignaba ni

siquiera mirarlo. Como parte de sus estrategias de “ocultamiento del fraude”,

asimismo, se encargaba de decir que dicho estudiante era limitado y que no tenía

madera como investigador.20

Adicionalmente, Elsa, que como jefa del programa no sólo no había cumplido

con su obligación de mostrar imparcialidad y vigilar su buen desarrollo académico

tratando de poner las cosas en su justa dimensión cuando surgió el problema, tomó

el asunto como una ofensa personal hacia ella por parte del estudiante y, desde

entonces, también lo maltrató psicológicamente directa e indirectamente siempre

que pudo mostrándole abiertamente desagrado, haciéndole muecas, desdenes,

sumándose a crearle la imagen de alumno “limitado y problemático” con la que

Teresa pretendía ocultar sus propias limitaciones como directora de tesis (lenguaje

paradójico).

De base también estaba que desde un principio el alumno había elegido

voluntariamente como su directora a Azucena y que recurrió a ella pidiéndole el

19 “El doble vínculo en las interacciones cotidianas”.

http://www.acosomoral.org/comu6.htm, 10 de enero, 2011. 20

Por fortuna, este alumno demostró en los hechos muy claramente que el problema académico no era él, terminando una buena tesis doctoral y graduándose con los máximos reconocimientos institucionales. Asimismo, dentro de este programa las cosas cayeron por su propio peso, Teresa siguió teniendo dificultades serias en futuras direcciones de tesis, hasta que finalmente abandonó el posgrado, muy a su estilo, en el año 2010.

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Seminario cuando se dio cuenta que no avanzaba con Teresa, así como que solicitó

nuevamente ser dirigido por ella cuando se dio la ruptura. Los intensos odios de Elsa

hacia Azucena se recrudecieron a partir de este evento y también a la maltrataba y

boicoteaba desde su puesto de jefa de manera ininterrumpida, a la vez que también

le dirigía desplantes obvios cada vez que se la encontraba.

Suponemos que los castigaba a los dos también como lección colectiva sobre

las consecuencias de desafiarla en sus intereses ¿Qué no estaban el alumno y

Azucena solamente defendiendo los objetivos académicos del programa y los más

mínimos derechos de los estudiantes, cómo es ser atendidos por su directora de

tesis? De manera paralela, Elsa estrechaba sus lazos de complicidad / amistad con

Teresa, a quien en su momento recibió gustosa como compañera de cubículo

después de estos acontecimientos (antes, Teresa compartía la oficina con Azucena,

por lo que el cambio, a dónde fuera, era absolutamente necesario).

Esta agresión sistemática hacia Azucena y al alumno era parte del juego de

“carambola de tres bandas” de Elsa para perjudicar directa o indirectamente los

intereses de Azucena también, así como proteger los de Teresa. Como ya se dijo,

en la cohorte de este alumno Elsa maltrató también a otros dos de los alumnos

inscritos en su línea; a una le negó en los hechos el cambio de dirección solicitado

con base en el Reglamento y basado en pruebas fehacientes de falta de

responsabilidad académica por parte de Teresa como su directora (Peña, 2010); al

otro trató de darlo de baja definitiva del programa exigiendo su “muerte civil” en un

contexto en el que las mismas fallas que esgrimía para reprobarlo eran aplicables

también a los alumnos de otra profesora, pero que fungía como su incondicional, sin

que en este segundo caso importaran las faltas, mostrando así parcialidad, lo que

era una característica muy de ella y de los acosadores, en general.

Maltrato psicológico al alumno en los Coloquios Internos, supuesto espacio de formación académica

En el posgrado, y como una experiencia de aprendizaje fundamental para la

formación de los alumnos, durante la cohorte 2004 se realizaban Coloquios Internos

(CI) al final de cada semestre (ahora son anuales), dónde los alumnos exponían

públicamente sus avances de investigación, sometiéndolos a discusión.

Como en cualquier evento de este tipo, después de las presentaciones

respectivas había una ronda de observaciones y preguntas cuyo fin era,

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14

teóricamente, ayudar a los estudiantes con comentarios enriquecedores a consolidar

sus trabajos terminales para coadyuvar a su formación y consecuente titulación en

tiempo y forma.

Los objetivos explícitos de los CI aún son:

. Que los alumnos aprendan a organizar y presentar por escrito y oralmente

sus avances académicos

. Evaluar colegiadamente su trayectoria académica

. Permitir la socialización de los temas de investigación para recibir

retroalimentación por parte de los participantes en el Coloquio (todos los

profesores del programa, los alumnos de los dos niveles y los miembros

de los Comités Tutorales).

Posteriormente, la participación de cada uno de los alumnos en el CI era

evaluada por la Academia en su conjunto en sesión específica, en teoría, tomando

en consideración la calidad del escrito presentado, la presentación oral y el manejo

del tema, demostrado en las respuestas a las preguntas y observaciones realizadas

durante el evento (fue en este contexto donde Elsa pretendió forzar la baja de otro

de los estudiantes de doctorado de Azucena).

Sin embargo, la riqueza potencial de esta importante experiencia de

aprendizaje bajo la dirección de Elsa era trastocada en otra cosa, convirtiéndose en

un espacio más para la expresión de los interminables juegos de poder que

impulsaba entre los docentes del programa desde su posición de jefa. Por tanto,

más allá de la calidad académica de los trabajos, en realidad, se conformaban tres

grupos de estudiantes:

. Aquéllos que eran asesorados por algún miembro del grupo con el que Elsa

no deseaba conflictos y cultivaba amistad. Dentro de este grupo, los alumnos

que gozaban de su beneplácito, recibían de su parte y de su colaboradora

más cercana comentarios elogiosos a sus avances, sinceramente, a veces

bastante cuestionables.

. Aquéllos asesorados por el mismo grupo de profesores que Elsa cuidaba

celosamente no afectar, pero que no gozaban de su aceptación total, por

tanto, eran objeto de miradas escrutadoras y recibían cuestionamientos a sus

exposiciones, acompañados del silencio de los asesores que, se suponía,

compartían los errores o aciertos de los trabajos asesorados.

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. Aquéllos que no eran asesorados por integrantes de ese grupo, mismos que

recibían el apabullamiento inmisericorde por parte de Elsa y sus

colaboradores cercanos, aún cuando no tuvieran elementos académicos para

ello.

El estudiante de referencia, durante su asesoramiento por parte de Teresa

recibió críticas fuertes en sus presentaciones en los CI. En esos tiempos, quizás

justificadas debido a la falta de orientación por parte de su “directora” para presentar

los avances de su trabajo. Pero las denostaciones más agudas y muchas veces

completamente fuera de lugar las recibió cuando volvió a ser asesorado por

Azucena, que ya venía siendo acosada sistemáticamente por el Elsa y Teresa en la

Academia también, así que los CI no podían ser la excepción.

Es de hacer notar que jamás hubo palabras de elogio para él o Azucena

sobre los notables avances presentados en CI alguno. Esto, en un contexto en

dónde prácticamente habían partido de cero después de año y medio de

estancamiento desesperante para él. La literatura especializada claramente

establece que la falta de reconocimiento a los logros alcanzados, de hecho, es

también una forma de maltrato psicológico.21

Además, de manera obvia, algunos de los docentes más duros asistían a los

CI sin haber leído previamente todos los trabajos, en este contexto, sus comentarios

devastadores eran en realidad ocurrencias del momento, dado que estaban basados

solamente en las presentaciones. Por tanto, cuando estos profesores

“desenvainaban su espada” para atacar a los estudiantes que no eran de su agrado,

sin otro argumento más que su investidura de doctores y profesores de tiempo

completo del programa, las observaciones de manera obvia para todos los presentes

muchas veces estaban fuera de lugar (por supuesto, con enorme frecuencia, Elsa,

agredía a los estudiantes de Azucena). Sin embargo, nadie de los testigos y

afectados supo nunca cómo intervenir positivamente para cambiar esta dinámica.

Como ejemplo de la denostación como fin en sí mismo, puede relatarse la

ocasión en que Elsa le dijo al alumno22 que su trabajo “… no tenía ni pies ni cabeza

porque había por lo menos cuatro objetos de estudio, es decir, que existía una

21

“Mandamientos asertivos para evitar ser una persona víctima de maltrato”, 11.- Tienes derecho a recibir reconocimiento por un trabajo bien hecho, http://ccabogadas.blogspot.com/2009/04/mandamientos-asertivos-para-evitar-ser.html, 10 de enero, 2011. 22

Después del cambio en la dirección de tesis.

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confusión total, muy preocupante…” Éste, de buena fe, le pidió que le precisara por

favor cuáles eran los cuatro objetos de estudio, para que procediera a corregirlos. En

ese momento Elsa exhibió públicamente que el odio personal era el único

fundamento de sus aseveraciones, hechas sin otro objetivo que agredirlo. Con claras

expresiones de sorpresa ante la petición del estudiante, se confundió, se trabó y sólo

atinó a decir: “… eh, eh… luego te los digo…”.

Para remarcar los errores, atrasos o naufragios de los estudiantes que no

eran de su simpatía, otra estrategia utilizada en los CI por Elsa era sobre halagar a

ciertos alumnos y/o sobre alabar sus trabajos, por supuesto, ello ocurría sólo hacia

casos focalizados que gozaban de su predilección. Dicha estratagema tenía como

fin establecer distancias claras entre aquellos trabajos considerados “excelentes” y

“muy bien hechos”, de los pésimos, es decir, los de los “náufragos”.

Sobra decir que los CI perdían en esta dinámica perversa de dobles discursos

y mensajes subliminales paradójicos, así como de agresiones abiertas y veladas,

toda su enorme riqueza como espacios de formación para los estudiantes,

convirtiéndose en una tortura prácticamente colectiva, en una “arena” más para

agredir, pero bien enmascarada como discusión académica, espacio que resultaba

extremadamente desagradable para todos. Es innegable que estas estrategias

negativas se basaban casi exclusivamente en ejercer impune y abiertamente

maltrato psicológico para demostrar la “incompetencia” del estudiante, lo cual en

nada contribuía a su superación, más bien quedaban destrozados paralizados y si

muchas veces pudieron seguir adelante fue exclusivamente por el apoyo de la

misma Azucena.

Reflexiones finales

Por lo narrado, es posible afirmar que este programa era, sin duda, un espacio

tóxico, maltratador y arbitrario, mientras Elsa fungió como jefa del mismo. La

trayectoria de este alumno estuvo signada por agresiones psicológicas continuas por

parte de Teresa y Elsa, pero toleradas y, por tanto, permitidas por omisión por la

Academia de profesores y las autoridades de la institución. A largo plazo, por la

constancia de las agresiones y el lapso en que ocurrieron (más de un año), se trató

sin duda, de un caso de acoso docente grupal (mobbing).

Como ya dijimos antes, los colectivos muchas veces se paralizan porque

simplemente no tienen idea de cómo actuar frente a las acciones siempre negativas

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y las audacias de los maltratadores y/o acosadores. Por ello, reiteramos la

necesidad de crear las defensorías autónomas de derechos universitarios en todas

las instituciones.

A este alumno:

. Lo cambiaron de dirección de tesis unilateralmente a través de un oficio, sin

consideración a su punto de vista, atención a su persona o alguna explicación

personal de las razones.

. Su directora asignada por el programa era completamente indiferente hacia él

como individuo y en sus intereses y avances académicos. Caso aparte de lo

difícil que es valorar la calidad de su formación, no cumplía ni con los

compromisos mínimos obvios de un director de tesis, como es leer y comentar

críticamente los trabajos que los alumnos les entregan.

. Esta nueva directora lo agredió verbalmente y renunció a través de un

exabrupto irrespetuoso a seguirlo dirigiendo en el momento en que se dio

cuenta de que había avanzado en su tesis, pero sin ella.

. A partir de entonces, de manera muy poco profesional, le retiró la palabra, lo

invisibilizó y lo desprestigió en todos los espacios que pudo.

. La jefa del posgrado lo responsabilizó a él por el conflicto surgido y lo

denostó, contribuyendo a hacerlo aparecer como culpable de su propio atraso

académico, sin siquiera pedirle nunca su opinión con respecto al “conflicto”, o

a Azucena (ello sin considerar que de haberse esforzado por poner en

marcha una buena gestión, Teresa no habría podido ignorar a dos alumnos

por año y medio).

. A partir del “conflicto”, Elsa lo agredió siempre que pudo con invisibilizaciones,

palabras y lenguaje corporal, así como descalificando su persona y su trabajo

de manera sistemática.

. Nunca recibió comentario alguno de aliento por parte de la jefa o de la

Academia (seguramente por el trabajo denostador de Elsa) cuando, al fin,

después de año y medio de estancamiento por una situación creada

colegiadamente para él, progresó de manera obvia en el desarrollo de su

proyecto.

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. Sus presentaciones en los CI eran duramente cuestionadas por la jefa del

Posgrado, prácticamente de manera sistemática y en una gran cantidad de

ocasiones, sin fundamento.

Obviamente, esta cadena de hechos de gran violencia psicológica hacia él,

sólo pudo ocurrir en un contexto tóxico en donde se combinaron: una institución de

educación superior que pretendía que sus programas ingresaran al PNPC, por lo

que tenía que cumplir con los indicadores de desempeño respectivos y se

encontraba bajo presión; un cuerpo de docentes sometido a la dinámica de la

obtención de estímulos diversos mediante el logro de puntajes a través de diferentes

tipos de actividades, de manera importante, la asesoría de trabajos de tesis, que así

se convirtió en un campo más de batalla campal; una distinción tajante entre los

docentes y los alumnos a partir de posiciones de poder, expresadas en este caso en

humillación, desvalorización e invisibilización de los estudiantes; cada vez mayor

cantidad de aspirantes para el ingreso al posgrado, lo que ocasionó que quienes sí

ingresaron aparecieran como privilegiados y en deuda con la institución y, en

algunos casos, también con los docentes que los aceptaron.

Este alumno se tituló con los máximos reconocimientos a su trabajo doctoral

(mención honorífica y recomendación de publicación), pero en un contexto negativo

y extremadamente problemático para él, mismo que nunca debió de haber ocurrido.

Paradójicamente, como ya dijimos, él pudo haber logrado que el nivel doctorado de

este posgrado entrara al PNPC en el 2008. Muy probablemente, dicho alumno, ya

titulado cuando sucedió la evaluación (por supuesto, de haber sido correctamente

asesorado desde un inicio, sin hacerlo perder año y medio sin avanzar), hubiera sido

“ese” graduado que exigían firmemente los evaluadores. Así que este contexto

tóxico, además de ocasionar múltiples sinsabores al alumno y a su directora, que,

por fortuna, sortearon exitosamente sin perder el ánimo dado que estaban muy

conscientes de la verdadera dinámica, atentó directamente contra que los futuros

alumnos de doctorado contaran con becas.

Elsa, de manera muy especial, debiera reflexionar sobre los resultados en el

programa a corto, mediano y largo plazo de sus acciones persecutorias en contra de

sus “enemigos”… y a todos los integrantes del posgrado les es necesario evaluar

detenidamente que este ejemplo ilustra muy bien que en estas dinámicas negativas,

al final, no hay quien se salve, como en el juego de la perinola: “todos pierden”.

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