Lyotard - La Condicion Portmoderna

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www.artnovela.com.ar Jean-François Lyotard La condición postmoderna Informe sobre el saber Traducción de Mariano Antolín Rato

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Inevitable

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    Jean-Franois Lyotard

    La condicinpostmoderna

    Informe sobre el saber

    Traduccin deMariano Antoln Rato

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    Diseo de la cubierta: Diego LaraIlustracin de cubierta: Alberto Solsona

    Editions de MinuitEdiciones Ctedra S.A. 1987Josefa Valcarce 27, MadridDepsito legal: M. 41.455-1987I.S.B.N.; 84-376-0466-4Derechos de edicin en IberoamricaRed Editorial Iberoamericana S.A. (R.E.I.)Derechos de edicin en ArgentinaEditorial R.E.I. Argentina S.A.V. Virasora-1739/47 - (1414)Bs. Aires - R. ArgentinaSegunda edicin: junio 1991I.S.B.N. 950-495-030-X

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    Introduccin

    Este estudio tiente por objeto la condicin del saber enlas sociedades ms desarrolladas. Se ha decidido llamar aesta condicin postmoderna. El trmino est en uso en elcontinente americano, en pluma de socilogos y crticos.Designa el estado de la cultura despus de las transformacionesque han afectado a las reglas de juego de la ciencia, de laliteratura y de las artes a partir del siglo XIX. Aqu se situarnesas transformaciones con relacin a la crisis de los relatos.

    En origen, la ciencia est en conflicto con los relatos.Medidos por sus propios criterios, la mayor parte de los relatosse revelan fbulas. Pero, en tanto que la ciencia no se reduce aenunciar regularidades tiles y busca lo verdadero, debelegitimar sus reglas de juego. Es entonces cuando mantienesobre su propio estatuto un discurso de legitimacin, y se lallama filosofa. Cuando ese metadiscurso recurreexplcitamente a tal o tal otro gran relato, como la dialcticadel Espritu, la hermenutica del sentido, la emancipacin delsujeto razonante o trabajador, se decide llamar moderna ala ciencia que se refiere a ellos para legitimarse. As, porejemplo, la regla del consenso entre el destinador y eldestinatario de un enunciado con valor de verdad ser

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    considerada aceptable si se inscribe en la perspectiva de unaunanimidad posible de los espritus razonantes: ese era el relatode las Luces, donde el hroe del saber trabaja para un buen finpico-poltico, la paz universal. En este caso se ve que, allegitimar el saber por medio de un metarrelato que implicauna filosofa de la historia, se est cuestionando la validez delas instituciones que rigen el lazo social: tambin ellas exigenser legitimadas. De ese modo, la justicia se encuentra referidaal gran relato, al mismo ttulo que la verdad.

    Simplificando al mximo, se tiene por postmodernala incredulidad con respecto a los metarrelatos. sta es, sinduda, un efecto del progreso de las ciencias; pero ese progreso,a su vez, la presupone. Al desuso del dispositivo metanarrativode legitimacin corresponde especialmente la crisis de lafilosofa metafsica, y la de la institucin universitaria quedependa de ella. La funcin narrativa pierde sus functores, elgran hroe, los grandes peligros, los grandes periplos y el granpropsito. Se dispersa en nubes de elementos lingsticosnarrativos, etc., cada uno de ellos vehiculando consigovalencias pragmticas sui generis. Cada uno de nosotros viveen la encrucijada de muchas de ellas. No formamoscombinaciones lingsticas necesariamente estables, y laspropiedades de las que formamos no son necesariamentecomunicables.

    As, la sociedad que viene parte menos de unaantropologa newtoniana (como el estructuralismo o la teorade sistemas) y ms de una pragmtica de las partculaslingsticas. Hay muchos juegos de lenguaje diferentes, es laheterogeneidad de los elementos. Slo dan lugar a unainstitucin por capas, es el determinismo local.

    Los decididores intentan, sin embargo, adecuar esasnubes de sociabilidad a matrices de input/output, segn unalgica que implica la conmensurabilidad de los elementos y la

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    determinabilidad del todo. Nuestra vida se encuentra volcadapor ellos hacia el incremento del poder. Su legitimacin, tantoen materia de justicia social como de verdad cientfica, seraoptimizar las actuaciones del sistema, la eficacia. La aplicacinde ese criterio a todos nuestros juegos no se produce sin ciertoterror, blando o duro: Sed operativos, es decir, conmensurables,o desapareced.

    Esta lgica del ms eficaz es, sin duda, inconsistente amuchas consideraciones, especialmente a la de contradiccinen el campo socio-econmico: quiere a la vez menos trabajo(para abaratar los costes de produccin), y ms trabajo (para,aliviar la carga social de la poblacin inactiva). Pero laincredulidad es tal, que no se espera de esas inconsistenciasuna salida salvadora, como haca Marx.

    La condicin postmoderna es, sin embargo, tan extraaal desencanto, como a la positividad ciega de ladeslegitimacin. Dnde puede residir la legitimacin despusde los metarrelatos? El criterio de operatividad es tecnolgico,no es pertinente para juzgar lo verdadero y lo justo. Elconsenso obtenido por discusin, como piensa Habermas?Violenta la heterogeneidad de los juegos de lenguaje. Y lainvencin siempre se hace en el disentimiento. El saberpostmoderno no es solamente el instrumento de los poderes.Hace ms til nuestra sensibilidad ante las diferencias, yfortalece nuestra capacidad de soportar lo inconmensurable.No encuentra su razn en la homologa de los expertos, sino enla paraloga de los inventores.

    La cuestin abierta es sta: es practicable unalegitimacin del lazo social, una sociedad justa, segn unaparadoja anloga a la de la actividad cientfica? En quconsistira?

    El texto que sigue es un escrito de circunstancias. Setrata de un informe sobre el saber en las sociedades ms

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    desarrolladas que ha sido propuesto al Conseil des Universitsdel gobierno de Quebec, a demanda de su presidente. Esteltimo ha autorizado amablemente su publicacin en Francia:gracias le sean dadas.

    Queda aadir que el informador es un filsofo, no unexperto. ste sabe lo que sabe y lo que no sabe, aqul no. Unoconcluye, el otro interroga, ah estn dos juegos de lenguaje.Aqu se encuentran entremezclados, de modo que ni el uno niel otro llevan a buen trmino.

    El filsofo, por lo menos, puede consolarse dicindoseque el anlisis formal y pragmtico de ciertos discursos delegitimacin, filosficos y tico-polticos, que subtiende laRelacin, ver el da despus de l: lo habr introducido,mediante un rodeo un tanto sociologizante, que lo acorta peroque lo sita.

    Tal y como est lo dedicamos al Instituto politcnicode filosofa de la Universidad de Pars VIII (Vincennes), en elmomento muy postmoderno en que esta universidad se exponea desaparecer y ese instituto a nacer.

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    1 El campo:El saber en lassociedades informatizadas

    Nuestra hiptesis es que el saber cambia de estatuto almismo tiempo que las sociedades entran en la edad llamadapostindustrial y las culturas en la edad llamada postmoderna 1.Este paso ha comenzado cuando menos desde fines de los aos50, que para Europa sealan el fin de su reconstruccin. Esms o menos rpido segn los pases, y en los pases segn lossectores de actividad: de ah una discrona general que nopermite fcilmente la visin de conjunto 2. Una parte de lasdescripciones no puede dejar de ser conjetural. Y se sabe quees imprudente otorgar un crdito excesivo a la futurologa 3.

    Ms que de trazar un cuadro que no puede ser completo,se partir de una caracterstica que determina inmediatamentenuestro objeto. El saber cientfico es una clase de discurso.Pues se puede decir que desde hace cuarenta aos las cienciasy las tcnicas llamadas de punta se apoyan en el lenguaje: lafonologa y las teoras lingsticas 4, los problemas de lacomunicacin y la ciberntica 5, las lgebras modernas y lainformtica 6, los ordenadores y sus lenguajes 7, los problemasde traduccin de los lenguajes y la bsqueda de

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    compatibilidades entre lenguajes mquinas 8, los problemasde la memorizacin y los bancos de datos 9, la telemtica y lapuesta a punto de terminales inteligentes 10, laparadojologa 11: he ah testimonios evidentes, y la lista no esexhaustiva.

    La incidencia de esas transformaciones tecnolgicassobre el saber parece que debe de ser considerable. El saberse encuentra o se encontrar afectado en dos principalesfunciones: la investigacin y la transmisin de conocimientos.Para la primera, un ejemplo accesible al profano nos loproporciona la gentica, que debe su paradigma terico a laciberntica. Hay otros cientos. Para la segunda, se sabe que alnormalizar, miniaturizar y comercializar los aparatos, semodifican ya hoy en da las operaciones de adquisicin,clasificacin, posibilidad de disposicin y de explotacin delos conocimientos 12. Es razonable pensar que lamultiplicacin de las mquinas de informacin afecta y afectara la circulacin de los conocimientos tanto como lo ha hechoel desarrollo de los medios de circulacin de hombres primero(transporte), de sonidos e imgenes despus (media) 13.

    En esta transformacin general, la naturaleza del saberno queda intacta. No puede pasar por los nuevos canales, yconvertirse en operativa, a no ser que el conocimiento puedaser traducido en cantidades de informacin 14. Se puede, pues,establecer la previsin de que todo lo que en el saber constituidono es traducible de ese modo ser dejado de lado, y que laorientacin de las nuevas investigaciones se subordinar a lacondicin de traducibilidad de los eventuales resultados a unlenguaje de mquina. Los productores del saber, lo mismoque sus utilizadores, deben y debern poseer los medios detraducir a esos lenguajes lo que buscan, los unos al inventar,los otros al aprender. Sin embargo, las investigaciones referidasa esas mquinas intrpretes ya estn avanzadas 15. Con la

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    hegemona de la informtica, se impone una cierta lgica, y,por tanto, un conjunto de prescripciones que se refieran a losenunciados aceptados como de saber.

    Se puede, por consiguiente, esperar una potenteexteriorizacin del saber con respecto al sabiente, encualquier punto en que ste se encuentre en el proceso deconocimiento. El antiguo principio de que la adquisicin delsaber es indisociable de la formacin (Bildung) del espritu, eincluso de la persona, cae y caer todava ms en desuso. Esarelacin de los proveedores y de los usuarios del conocimientocon el saber tiende y tender cada vez ms a revestir la formaque los productores y los consumidores de mercancasmantienen con estas ltimas, es decir, la forma valor. El saberes y ser producido para ser vendido, y es y ser consumidopara ser valorado en una nueva produccin: en los dos casos,para ser cambiado. Deja de ser en s mismo su propio fin,pierde su valor de uso 16.

    Se sabe que el saber se ha convertido en los ltimosdecenios en la principal fuerza de produccin 17, lo que ya hamodificado notablemente la composicin de las poblacionesactivas de los pases ms desarrollados 18, y que es lo queconstituye el principal embudo para los pases en vas dedesarrollo. En la edad postindustrial y postmoderna, la cienciaconservar y, sin duda, reforzar ms an su importancia en labatera de las capacidades productivas de los Estados-naciones.Esta situacin es una de las razones que lleva a pensar que laseparacin con respecto a los pases en vas de desarrollo nodejar de aumentar en el porvenir 19.

    Pero este aspecto no debe hacer olvidar el otro, que escomplementario. En su forma de mercanca informacionalindispensable para la potencia productiva, el saber ya es, y loser an ms, un envite mayor, quiz el ms importante, en lacompeticin mundial por el poder. Igual que los Estados

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    naciones se han peleado para dominar territorios, despus paradominar la disposicin y explotacin de materias primas y demano de obra barata, es pensable que se peleen en el porvenirpara dominar las informaciones. As se abre un nuevo campopara las estrategias industriales y comerciales y para lasestrategias militares y polticas 20.

    Con todo, la perspectiva as aislada no es tan simplecomo se acaba de expresar. Pues la mercantilizacin del saberno podr dejar intacto el privilegio que los Estados-nacionesmodernos detentaban y detentan an en lo que concierne a laproduccin y difusin de conocimientos. La idea de que stosparten de ese cerebro o de esa mente de la sociedad quees el Estado se volver ms y ms caduca a medida que sevaya reforzando el principio inverso segn el cual la sociedadno existe y no progresa ms que si los mensajes que circulanson ricos en informaciones y fciles de descodificar. El Estadoempezara a aparecer como un factor de opacidad y de ruidopara una ideologa de la transparencia comunicacional, lacual va a la par con la comercializacion de los saberes. Esdesde este ngulo desde el que se corre el riesgo de plantearcon una nueva intensidad el problema de las relaciones entrelas exigencias econmicas y las exigencias estatales.

    Ya en los decenios precedentes, las primeras han podidoponer en peligro la estabilidad de las segundas gracias a formasnuevas de circulacin de capitales, a las que se ha dado elnombre genrico de empresas multinacionales. Estas formasimplican que las decisiones relativas a la inversin escapan,al menos en parte, al control de los Estados naciones 21. Conla tecnologa informacional y telemtica, esta cuestin amenazacon convertirse en ms espinosa an. Admitamos, por ejemplo,que una firma como IBM sea autorizada a ocupar una bandadel campo orbital de la Tierra para colocar en ella satlites decomunicaciones y/o de banco de datos. Quin tendr acceso a

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    ellos? Quin definir los canales o los datos prohibidos? Serel Estado? O bien ste ser un usuario entre otros? Se planteanas nuevos problemas de derecho y a travs de ellos la cuestin:quin sabr?

    La transformacin de la naturaleza del saber puede, portanto, tener sobre los poderes pblicos establecidos un efectode reciprocidad tal que los obligue a reconsiderar sus relacionesde hecho y de derecho con respecto a las grandes empresas yms en general con la sociedad civil. La reapertura del mercadomundial, la reanudacin de una competencia econmica muyviva, la desaparicin de la hegemona exclusiva del capitalismoamericano, el declive de la alternativa socialista, la aperturaprobable del mercado chino al comercio, y bastantes otrosfactores, ya han venido, en los ltimos aos de los 70, apreparar a los Estados para una seria revisin del papel quehaban adquirido la costumbre de interpretar a partir de losaos 30, y que era de proteccin y de conduccin, e incluso deplanificacin de las inversiones 22. En ese contexto, las nuevastecnologas, dado que hacen que los datos tiles para lasdecisiones (y por tanto, los medios del control) sean todavams mviles y sujetos a la piratera no vienen sino a agravar laurgencia de ese reexamen.

    En lugar de ser difundidos en virtud de su valorformativo o de su importancia poltica (administrativa,diplomtica, militar), puede imaginarse que los conocimientossean puestos en circulacin segn las mismas redes que lamoneda, y que la separacin pertinente a ellos deje de sersaber/ignorancia para convertirse, como para la moneda enconocimientos de pago / conocimientos de inversin, es decirconocimientos intercambiados en el marco del mantenimientode la vida cotidiana (reconstitucin de la fuerza de trabajo,supervivencia), versus crditos de conocimientos con vistasa optimizar las actuaciones de un programa.

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    En ese caso, ste tendra la transparencia del liberalismo.Lo que no impide que en los flujos de dinero, unos sirvan paradecidir mientras que los otros slo sirvan para adquirir. Seimaginan paralelamente flujos de conocimientos que pasan porlos mismos canales y de la misma naturaleza, pero de los queunos estaran reservados a los decididores, mientras quelos otros serviran para pagar la deuda perpetua de cada unocon respecto al lazo social.

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    2El problema: La legitimacin

    Tal es, pues, la hiptesis de trabajo que determina elcampo en el que pretendemos plantear la cuestin del estatutodel saber. Este planteamiento, pariente de aquel llamadoinformatizacin de la sociedad, aunque propuesto con unespritu totalmente distinto, no tiene la pretensin de seroriginal, ni siquiera de ser verdadero. Lo que se le exige a unahiptesis de trabajo es una gran capacidad discriminadora. Elplanteamiento de la informacin de las sociedades msdesarrolladas permite sacar a plena luz, incluso arriesgndosea exagerarlos excesivamente, ciertos aspectos de latransformacin del saber y sus efectos sobre los poderespblicos y sobre las instituciones civiles, efectos queresultaran poco perceptibles desde otras perspectivas. No espreciso, por tanto, concederle un valor provisional con respectoa la realidad, sino estratgico con respecto a la cuestinplanteada.

    Con todo, su credibilidad es considerable, y en esesentido la eleccin de esta hiptesis no es arbitraria. Sudescripcin ya ha sido ampliamente elaborada por los

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    expertos 23, y dirige ya ciertas decisiones de la administracinpblica y de las empresas ms directamente implicadas, comolas que controlan las telecomunicaciones. Ya forma parte delorden de las realidades observables. En fin, si al menos seexcluye el caso de un estancamiento o de una recesin generaldebida, por ejemplo, a una ausencia persistente de solucin alproblema mundial de la energa, ese planteamiento tienebastantes oportunidades de imponerse: pues no se ve qu otraorientacin podran seguir las tecnologas contemporneas quepueda ofrecerse como alternativa a la informatizacin de lasociedad.

    Y lo mismo decir que la hiptesis es banal. Pues lo esslo en la medida en que no pone en tela de juicio el paradigmageneral del progreso de las ciencias y de las tcnicas, al cualparecen servir de eco totalmente natural el crecimientoeconmico y el desarrollo del poder sociopoltico. Se admitecomo evidente que el saber cientfico y tcnico se acumula,todo lo ms que se discute es la forma de esta acumulacin;unos la imaginan regular, continua y unnime, otros peridica,discontinua y conflictiva. 24

    Esas evidencias son engaosas. En principio, el sabercientfico no es todo el saber, siempre ha estado en excedencia,en competencia, en conflicto con otro tipo de saber, que parasimplificar llamaremos narrativo y que ser caracterizado msadelante. Lo que no quiere decir que ste pueda imponerse,aunque su modelo est ligado a ideas de equilibrio interior yde convivialidad 25, en comparacin con las cuales el sabercientfico contemporneo queda descolorido, sobre todo si debesometerse a una exteriorizacin con relacin al sabiente yuna alienacin en sus usuarios todava ms fuerte que ayer. Ladesmoralizacin de los investigadores y de los enseantes queresulta es tan poco despreciable que ha estallado como se sabeentre los que se destinaban a ejercer esas profesiones, los

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    estudiantes, durante los aos 60, en todas las sociedades msdesarrolladas, y ha podido frenar sensiblemente durante eseperiodo el rendimiento de los laboratorios y de lasuniversidades que no haban sido preservadas de sucontaminacin 26. No se trata, ni se trataba, de esperar unarevolucin, tanto si se la desea como si se la teme, como fuefrecuentemente el caso; el curso de las cosas de la civilizacinpostindustrial no ser cambiando de un da para otro. Pero esimposible no tomar en consideracin este componente mayor,la duda de los cientficos, cuando se trata de valorar el estatutopresente y futuro del saber cientfico.

    Tanto ms, cuanto que en segundo lugar interfiere con elproblema esencial, que es el de la legitimacin. Tomamos aqula palabra en un sentido ms amplio que el que se le confiereen la discusin de la cuestin de la autoridad por parte de lostericos alemanes contemporneos 27. Sea una ley civil: sedicta: tal categora de ciudadanos debe realizar tal tipo deaccin. La legitimacin es el proceso por el cual un legisladorse encuentra autorizado a promulgar esa ley como una norma.Sea un enunciado cientfico; est sometido a la regla: unenunciado debe presentar tal conjunto de condiciones para seraceptado como cientfico. Aqu, la legitimacin es el procesopor el cual un legislador que se ocupa del discurso cientficoest autorizado a prescribir las condiciones convenidas (engeneral, condiciones de consistencia interna y de verificacinexperimental) para que un enunciado forme parte de esediscurso, y pueda ser tenido en cuenta por la comunidadcientfica.

    La comparacin puede parecer forzada. Se ver que nolo es. Desde Platn la cuestin de la legitimacin de la cienciase encuentra indisolublemente relacionada con la de lalegitimacin del legislador. Desde esta perspectiva, el derechoa decidir lo que es verdadero no es independiente del derecho

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    a decidir lo que es justo, incluso si los enunciados sometidosrespectivamente a una u otra autoridad son de naturalezadiferente. Hay un hermanamiento entre el tipo de lenguaje quese llama ciencia y ese otro que se llama tica y poltica: uno yotro proceden de una misma perspectiva o si se prefiere deuna misma eleccin, y sta se llama Occidente.

    Examinando el actual estatuto del saber cientfico, seconstata que incluso cuando este ltimo pareca mssubordinado que nunca a las potencias, y con las nuevastecnologas se expone a convertirse en uno de los principaleselementos de sus conflictos, la cuestin de la doblelegitimacin, lejos de difuminarse, no puede dejar de plantearsecon mayor intensidad. Pues se plantea en su forma mscompleta, la de la reversin, que hace aparecer que saber ypoder son las dos caras de una misma cuestin: quin decidelo que es saber, y quin sabe lo que conviene decidir? Lacuestin del saber en la edad de la informtica es ms quenunca la cuestin del gobierno.

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    3El mtodo: Los juegos de lenguaje

    Ya se habr apreciado por lo que procede que, al analizarese problema en el marco que hemos determinado, hemospreferido un procedimiento: el de poner el acento sobre losactos de habla, y dentro de esos actos, sobre su aspectopragmtico 28. Con objeto de facilitar la continuacin de lalectura, es til realizar un resumen, incluso sumario, de lo queentendemos por ese trmino.

    Un enunciado denotativo 29 como: La universidad estenferma, pronunciado en el marco de una conversacin o deuna entrevista sita a su destinador (el que lo enuncia), a sudestinatario (el que lo recibe) y a su referente (aquello de loque el enunciado trata) de una manera especfica: el destinadorqueda situado y expuesto por este enunciado en la posicin desabiente (sabe lo que pasa en la universidad), el destinatarioqueda en posicin de tener que dar o negar su asentimiento, yel referente tambin queda comprendido en una de las maneraspropias de los donativos, como algo que exige sercorrectamente identificado y expresado en el enunciado al quese refiere.

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    Si se considera una declaracin como: La universidadqueda abierta, pronunciada por un decano o un rector durantela apertura de curso anual, se ve que las especificacionesprecedentes desaparecen. Es preciso, evidentemente, que lasignificacin del enunciado se comprenda, pero sa es unacondicin general de la comunicacin que no permite distinguirlos enunciados o sus efectos inmediatos. El segundo enunciado,llamado performativo 30, tiene la particularidad de que suefecto sobre el referente coincide con su enunciacin: launiversidad queda abierta puesto que se la declara tal en esascondiciones. No es, pues, tema de discusin ni de verificacinpara el destinatario, que se encuentra inmediatamente situadoen el nuevo contexto as creado. En cuanto al destinador, debeestar dotado de la autoridad de pronunciarlo; pero se puededescribir esta condicin al revs: es decano o rector, es decir,alguien dotado de autoridad para pronunciar ese tipo deenunciados, de modo que, al pronunciarlos, obtiene el efectoinmediato que hemos dicho, tanto sobre su referente, laUniversidad, como sobre su destinatario, el cuerpo deprofesores.

    Un caso diferente es el de los enunciados del tipo: Hayque proporcionar medios a la universidad, que sonprescriptivos. Pueden ser modulados en rdenes,mandamientos, instrucciones, recomendaciones, peticiones,splicas, ruegos, etc. Se ve que el destinador est aqu situadoen posicin de autoridad, en el amplio sentido del trmino(incluyendo la autoridad que detenta el pecador sobre un diosque se declara misericordioso), es decir, que espera deldestinatario la efectividad de la accin referida. Estas dosltimas situaciones, a su vez, experimentan, en la pragmticaprescriptiva, efectos concomitantes 31.

    Diferente es la eficacia de una interrogacin, de unapromesa, de una descripcin literaria, de una narracin, etc.

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    Resumimos. Cuando Wittgenstein, retomando desde cero elestudio del lenguaje, centra su atencin en los efectos de losdiscursos, nombra los diferentes tipos de enunciados quelocaliza, y por tanto, enumera algunos de los juegos delenguaje 32. Significa con este ltimo trmino que cada una deesas diversas categoras de enunciados debe poder serdeterminada por reglas que especifiquen sus propiedades y eluso que de ellas se pueda hacer, exactamente como el juego deajedrez se define por un grupo de reglas que determinan laspropiedades de las piezas y el modo adecuado de moverlas.

    Tres observaciones deben hacerse a propsito de losjuegos de lenguaje. La primera es que sus reglas no tienen sulegitimacin en ellas mismas, sino que forman parte de uncontrato explcito o no entre los jugadores (lo que no quieredecir que stos las inventen). La segunda es que a falta dereglas no hay juego 33, que una modificacin incluso mnimade una regla modifica la naturaleza del juego, y que una jugadao un enunciado que no satisfaga las reglas no pertenece al juegodefinido por stas. La tercera observacin acaba de sersugerida: todo enunciado debe ser considerado como unajugada hecha en un juego.

    Esta ltima observacin lleva a admitir un primerprincipio que subtiende todo nuestro mtodo: que hablar escombatir, en el sentido de jugar, y que los actos de lenguaje 34se derivan de una agonstica general 35. Eso no significanecesariamente que se juegue para ganar. Se puede hacer unajugada por el placer de inventarla: qu otra cosa existe en eltrabajo de hostigamiento de la lengua que llevan a cabo elhabla popular o la literatura? La invencin continua de giros,de palabras y de sentidos que, en el plano del habla, es lo quehace evolucionar la lengua, procura grandes alegras. Pero,sin duda, hasta ese placer no es independiente de un sentimientode triunfo, conseguido al menos sobre un adversario, pero de

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    talla, la lengua establecida, la connotacin 36.Esta idea de una agonstica del lenguaje no debe ocultar

    el segundo principio que es complemento suyo y que rige nuestroanlisis: que el lazo social est hecho de jugadas de lenguaje.Elucidando esta proposicin, entramos de lleno en el tema.

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    4La naturaleza del lazo socialLa alternativa moderna

    Si se quiere tratar del saber en la sociedad contemporneams desarrollada, una cuestin previa es decidir larepresentacin metdica que se hace de esta ltima.Simplificando al extremo, se puede decir que durante losltimos cincuenta aos por lo menos, esta representacin se hadividido en principio entre dos modelos: la sociedad forma untodo funcional, la sociedad est dividida en dos. Se puedeilustrar el primer modelo con el nombre de Talcott Parsons (almenos, el de la postguerra) y de su escuela; el otro con lacorriente marxista (todas las escuelas que la componen, pordiferentes que sean entre s, admiten el principio de la luchade clases, y de la dialctica como dualidad que produce launidad social) 37.

    Este corte metodolgico que determina dos grandes tiposde discursos sobre la sociedad proviene del siglo XIX. Laidea de que la sociedad forma un todo orgnico, a falta delcual deja de ser sociedad (y la sociologa ya no tiene objeto),

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    dominaba el espritu de los fundadores de la escuela francesa;se precisa con el funcionalismo; toma otra direccin cuandoParsons en los aos 50 asimila la sociedad a un sistema auto-regulado. El modelo terico e incluso material ya no es elorganismo vivo, lo proporciona la ciberntica que multiplicasus aplicaciones durante y al final de la segunda guerra mundial.

    En Parsons, el principio del sistema todava es, digmosloas, optimista: corresponde a la estabilizacin de las economasde crecimiento y de las sociedades de la abundancia bajo lagida de un welfare state moderado 38. En los tericosalemanes de hoy, la Systemtheorie es tecnocrtica, es decir,cnica, por no decir desesperada: la armona de las necesidadesy las esperanzas de individuos o grupos con las funciones queasegura el sistema slo es un componente adjunto de sufuncionamiento; la verdadera fiabilidad del sistema, eso paralo que l mismo se programa como una mquina inteligente, esla optimizacin de la relacin global de sus input con susoutput, es decir, su performatividad. Incluso cuando cambiansus reglas y se producen innovaciones, incluso cuando susdisfunciones, coma las huelgas o las crisis o el paro o lasrevoluciones polticas pueden hacer creer en una alternativa ylevantar esperanzas, no se trata ms que de reajustes internos ysu resultado slo puede ser la mejora de la vida del sistema,la nica alternativa a ese perfeccionamiento de las actuacioneses la entropa, es decir, la decadencia 39.

    Aqu, sin caer en el simplismo de una sociologa de lateora social, resulta difcil no establecer al menos unparalelismo entre esta versin tecnocrtica dura de lasociedad y el esfuerzo asctico que se exige; aparecera bajoel nombre de liberalismo avanzado en las sociedadesindustriales ms desarrolladas en su esfuerzo para hacersecompetitivas (y, por tanto, optimizar su racionalidad) en elcontexto del relanzamiento de la guerra econmica mundial a

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    partir de los aos 60.Ms all del inmenso cambio que lleva del pensamiento

    de un Comte al de un Luhman, se adivina una misma idea de losocial: que la sociedad es una totalidad unida, una unicidad.Lo que Parsons formula claramente: La condicin ms decisivapara que un anlisis dinmico sea vlido, es que cada problemase refiera continua y sistemticamente al estado del sistemaconsiderado como un todo (...). Un proceso o un conjunto decondiciones o bien contribuye al mantenimiento (o aldesarrollo) del sistema, o bien es disfuncional en lo que serefiere a la integridad y eficacia del sistema 40. Esta idea estambin la de los tecncratas 41. De ah su credibilidad: alcontar con los medios para hacerse realidad, esa credibilidadcuenta con los de administrar sus pruebas. Lo que Horkheimerllamaba la paranoia de la razn 42.

    Con todo, no se pueden considerar paranoicos el realismode la auto-regulacin sistemtica y el crculo perfectamentecerrado de los hechos y las interpretaciones, ms que acondicin de disponer o de pretender disponer de unobservatorio que por principio escape a su atraccin. Tal es lafuncin del principio de la lucha de clases en la teora de lasociedad a partir de Marx.

    Si la teora tradicional siempre est bajo la amenazade ser incorporada a la programacin del todo social como unsimple til de optimizacin de las actuaciones de ese ltimo,es porque su deseo de ua verdad unitaria y totalizadora sepresta a la prctica unitaria y totalizante de los gerentes delsistema. La teora crtica 43, dado que se apoya en undualismo de principio y desconfa de sntesis yreconciliaciones, debe de estar en disposicin de escapar aese destino.

    Pero es un modelo diferente de la sociedad (y otra ideade la funcin del saber que se puede producir en ella y que se

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    puede adquirir) el que gua al marxismo. Ese modelo nace conlas luchas que acompaan al asedio de las sociedades civilestradicionales por el capitalismo. Aqu no se podran seguir susperipecias, que ocupan la historia social, poltica e ideolgicade ms de un siglo. Nos contentaremos con referirnos al balanceque se puede hacer hoy, pues el destino que le ha correspondidoes conocido: en los pases de gestin liberal o liberal avanzada,la transformacin de esas luchas y sus rganos en reguladoresdel sistema; en los pases comunistas, el retorno, bajo el nombrede marxismo, del modelo totalizador y de sus efectostotalitarios, con lo que las luchas en cuestin quedansencillamente privadas del derecho a la existencia 44. Y entodas partes, con diferentes nombres, la Crtica de la economapoltica (era el subttulo del Capital de Marx) y la crtica dela sociedad alienada que era su correlato se utilizan comoelementos de la programacin del sistema 45.

    Sin duda el modelo crtico se ha mantenido y se harefinado de cara a ese proceso, en minoras como la Escuelade Frankfurt o como el grupo Socialisme ou Babarie 46. Perono se puede ocultar que la base social del principio de ladivisin, la lucha de clases, se difumin hasta el punto de perdertoda radicalidad, encontrndose finalmente expuesto al peligrode perder su estabilidad terica y reducirse a una utopa, auna esperanza 47, a una protesta en favor del honor alzadoen nombre del hombre, o de la razn, o de la creatividad, oincluso de la categora social afectada in extremis por lasfunciones ya bastante improbables de sujeto crtico, como eltercer mundo o la juventud estudiantil 48.

    Esta esquemtica (o esqueltica) llamada de atencin notena otra funcin que precisar la problemtica en la queintentamos situar la cuestin del saber en las sociedadesindustriales avanzadas. Pues no se puede saber lo que es elsaber, es decir, qu problemas encaran hoy su desarrollo y su

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    difusin, si no se sabe nada de la sociedad donde aparece. Y,hoy ms que nunca, saber algo de esta ltima, es en principioelegir la manera de interrogar, que es tambin la manera de laque ella puede proporcionar respuestas. No se puede decidirque el papel fundamental del saber es ser un elementoindispensable del funcionamiento de la sociedad y obrar enconsecuencia adecuadamente, ms que si se ha decidido quese trata de una mquina enorme 49.

    A la inversa, no se puede contar con su funcin crtica yproponerse orientar su desarrollo y difusin en ese sentidoms que si se ha decidido que no forma un todo integrado yque sigue sujeta a un principio de contestacin 50. La alternativaparece clara, homogeneidad o dualidad intrnsecas de lo social,funcionalismo o criticismo del saber, pero la decisin parecedifcil de tomar, o arbitraria.

    Uno est tentado a escapar a esa alternativa distinguiendodos tipos de saber, uno positivista que encuentra fcilmente suexplicacin en las tcnicas relativas a los hombres y a losmateriales y que se dispone a convertirse en una fuerzaproductiva indispensable al sistema, otro crtico o reflexivo ohermenutico que, al interrogarse directamente o indirectamentesobre los valores o los objetivos, obstaculiza todarecuperacin 51.

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    5La naturaleza del lazo social:La perspectiva postmoderna

    Nosotros no seguimos esta solucin dual. Planteamos quela alternativa que trata de resolver, pero que no hace sinoreproducir, ha dejado de ser pertinente en lo que se refiere alas sociedades que nos interesan, y todava pertenece a unpensamiento por oposiciones que no corresponde a los modosms vivos del saber postmoderno. El redespliegueeconmico en la fase actual del capitalismo, ayudado por lamutacin de tcnicas y tecnologas, marcha a la par, ya se hadicho, con un cambio de funcin de los Estados: a partir deese sndrome se forma una imagen de la sociedad que obliga arevisar seriamente los intentos presentados como alternativa.Digamos, para ser breves, que las funciones de regulacin y,por tanto, de reproduccin, se les quitan y se les quitarn msy ms a los administradores y sern confiadas a autmatas. Lacuestin principal se convierte y se convertir ms an en poderdisponer de las informaciones que estos ltimos debern tenermemorizadas con objeto de que se tomen las decisiones

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    adecuadas. La disposicin de las informaciones es y ser mscompetencia de expertos de todos los tipos. La clase dirigentees y ser cada vez ms la de los decididores. Deja de estarconstituida por la clase poltica tradicional, para pasar a seruna base formada por jefes de empresa, altos funcionarios,dirigentes de los grandes organismos profesionales, sindicales,polticos, confesionales 52.

    La novedad es que en ese contexto los antiguos polos deatraccin constituidos por los Estados-naciones, los partidos,las profesiones, las instituciones y las tradiciones histricaspierden su atraccin. Y no parece que deban ser reemplazados,al menos a la escala que les es propia. La ComisinTricontinental no es un polo de atraccin popular. Lasidentificaciones con los grandes nombres, los hroes de lahistoria actual, se hacen ms difciles 53. No provocaentusiasmo dedicarse a la recuperacin de Alemania, comoel presidente francs parece ofrecer como objetivo vital a suscompatriotas. Adems, no se trata de un autntico objetivo vital.ste queda confiado a la diligencia de cada uno. Cada uno seve remitido a s mismo. Y cada uno sabe que ese s mismo espoco 54. De esta descomposicin de los grandes Relatos, queanalizamos ms adelante, se sigue eso que algunos analizancomo la disolucin del lazo social y el paso de lascolectividades sociales al estado de una masa compuesta detomos individuales lanzados a un absurdo movimientobrowniano 55. Lo que no es ms que una visin que nos pareceobnubilada por la representacin paradisaca de una sociedadorgnica perdida..

    El s mismo es poco, pero no est aislado, est atrapadoen un caamazo de relaciones ms complejas y ms mvilesque nunca. Joven o viejo, hombre o mujer, rico o pobre, siempreest situado sobre nudos de circuitos de comunicacin, pornfimos que stos sean 56. Es preferible decir situado en puntos

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    por los que pasan mensajes de naturaleza diversa. Nunca est,ni siquiera el ms desfavorecido, desprovisto de poder sobreesos mensajes que le atraviesan al situarlo, sea en la posicinde destinador, o de destinatario, o de referente. Pues sudesplazamiento con respecto a esos efectos de los juegos delenguaje (se ha comprendido que es de ellos de lo que se trata)es tolerable dentro de ciertos lmites (incluso cuando stosson borrosos) y hasta es suscitado por las reglas y sobre todopor los reajustes con los que el sistema se provee con el fin demejorar sus actuaciones. Incluso se puede decir que el sistemapuede y debe estimular esos desplazamientos en tanto que luchacontra su propia entropa, y que una novedad correspondientea una jugada inesperada y al correlativo desplazamiento detal compaero de juego o de tal grupo de compaeros a losque implique, puede proporcionar al sistema ese suplementode performatividad que no deja de exigir y de consumir 57.

    Se comprende ahora desde qu perspectiva se hapropuesto ms arriba como mtodo general de acercamientoel de los juegos de lenguaje. No pretendemos que toda relacinsocial sea de este orden, eso quedar aqu como cuestinpendiente; sino que los juegos de lenguaje son, por una parte,el mnimo de relacin exigido para que haya sociedad, y no espreciso recurrir a una robinsonada para hacer que esto seadmita: desde antes de su nacimiento, el ser humano est yasituado con referencia a la historia que cuenta su ambiente 58y con respecto a la cual tendr posteriormente que conducirse.O ms sencillamente an: la cuestin del lazo social, en tantoque cuestin, es un juego del lenguaje, el de la interrogacin,que sita inmediatamente a aqul que la plantea, a aqul aquien se dirige, y al referente que interroga: esta cuestin yaes, pues, el lazo social.

    Por otra parte, en una sociedad donde el componentecomunicacional se hace cada da ms evidente a la vez como

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    realidad y como problema 59, es seguro que el aspectolingstico adquiere nueva importancia, y sera superficialreducirlo a la alternativa tradicional de la palabra manipuladorao de la transmisin unilateral de mensajes por un lado, o biende la libre expresin o del dilogo por el otro.

    Unas palabras sobre este ltimo asunto. Traduciendo eseproblema a simples trminos de la teora de la comunicacin,se olvidaran dos cosas: los mensajes estn dotados de formasy de efectos muy diferentes, segn sean, por ejemplo,denotativos, prescriptivos, valorativos, performativos, etc. Esseguro que no slo funcionan en tanto que comunicaninformacin. Reducirlos a esa funcin, es adoptar unaperspectiva que privilegia indebidamente el punto de vista delsistema y su slo inters. Pues es la mquina ciberntica laque funciona con informacin, pero por ejemplo los objetivosque se le han propuesto al programarla proceden de enunciadosprescriptivos y valorativos que la mquina no corregir en elcurso de su funcionamiento, por ejemplo, la maximalizacinde sus actuaciones. Pero, cmo garantizar que lamaximalizacin de sus actuaciones constituya siempre el mejorobjetivo para el sistema social? Los tomos que forman lamateria son en cualquier caso competentes con respecto a esosenunciados, y especialmente en esta cuestin.

    Y por otra parte, la teora de la informacin en su versinciberntica trivial deja de lado un aspecto decisivo yasubrayado, el aspecto agonstico. Los tomos estn situadosen cruces de relaciones pragmticas, pero tambin sondesplazados por los mensajes que los atraviesan, en unmovimiento perpetuo. Cada compaero de lenguaje sufreentonces jugadas que le atribuyen un desplazamiento, unaalteracin, sean del tipo que sean, y eso no solamente en calidadde destinatario y de referente, tambin como destinador. Esasjugadas no pueden dejar de suscitar contra-jugadas; pues

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    todo el mundo sabe por experiencia que estas ltimas no sonbuenas si slo son reactivas. Porque entonces no son msque efectos programados en la estrategia del adversario,perfeccionan a ste y, por tanto, van a rastras de unamodificacin de la relacin de las fuerzas respectivas. De ahla importancia que tiene el intensificar el desplazamiento, eincluso el desorientarlo, de modo que se pueda hacer unajugada (un nuevo enunciado) que sea inesperada.

    Lo que se precisa para comprender de esta manera lasrelaciones sociales, a cualquier escala que se las tome, no esnicamente una teora de la comunicacin, sino una teora delos juegos, que incluya a la agonstica en sus presupuestos. Yya se adivina que, en ese contexto, la novedad requerida no esla simple innovacin. Se encontrar en bastantes socilogosde la generacin contempornea con qu sostener esteacercamiento 60, sin hablar de los lingistas a los filsofosdel lenguaje.

    Esta atomizacin de lo social en redes flexibles dejuegos de lenguaje puede parecer bien alejada de la realidadmoderna que aparece antes que nada bloqueada por la artrosisburocrtica 61. Incluso se puede invocar el peso de lasinstituciones que imponen lmites a los juegos, y por tantoreducen la inventiva de los compaeros en cuestin de jugadas.Lo que no nos parece que ofrezca ninguna dificultad especial.

    En el uso ordinario del discurso, en una discusin entredos amigos por ejemplo, los interlocutores recurren a lo quesea, cambian de juego de un enunciado a otro: la interrogacin,el ruego, la afirmacin, la narracin se lanzan en desordendurante la batalla. sta no carece de reglas 62, pero sus reglasautorizan y alientan la mayor flexibilidad de los enunciados.

    Pues, desde ese punto de vista, una institucin siempredifiere de una discusin en que requiere limitacionessuplementarias para que los enunciados sean declarados

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    admisibles en su seno. Esas limitaciones operan como filtrossobre la autoridad del discurso, interrumpen conexionesposibles en las redes de comunicacin: hay cosas que no sepueden decir. Y privilegian, adems, determinadas clases deenunciados, a veces uno solo, de ah que el predominiocaracterice el discurso de la institucin: hay cosas que se puedendecir y maneras de decirlas. As, los enunciados de mando enlos ejrcitos, de oracin en las iglesias, de denotacin en lasescuelas, de narracin en las familias, de interrogacin en lasfilosofas, de performatividad en las empresas... Laburocratizacin es el lmite extremo de esta tendencia.

    Sin embargo, esta hiptesis acerca de la institucintodava es demasiado pesada: parte de una visin cosistade lo instituido. Hoy, sabemos que el lmite que la institucinopone al potencial del lenguaje en jugadas nunca estestablecido (incluso cuando formalmente lo est) 63. Es msbien ella misma el resultado provisional y el objeto deestrategias de lenguaje que tienen lugar dentro y fuera de lainstitucin. Ejemplos: el juego de experimentacin con lalengua (la potica) tiene un puesto en la universidad? Se puedencontar relatos en un consejo de ministros? Hacerreivindicaciones en un cuartel? Las respuestas son claras: s sila universidad abre sus talleres de creacin; s si el consejotrabaja con esquemas prospectivos; s si los superiores aceptandiscutir con los soldados. Dicho de otro modo: s si los lmitesde la antigua institucin se desplazan 64. Recprocamente, sedir que las instituciones no se estabilizan mientras no dejande ser un envite.

    Con este espritu es como conviene, creemos, abordarlas instituciones contemporneas del saber.

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    6Pragmtica del saber narrativo

    A la aceptacin sin examen de una concepcininstrumental del saber en las sociedades ms desarrolladas,hemos hecho anteriormente (seccin 1) dos objeciones. Elsaber no es la ciencia, sobre todo en su forma contempornea;y est ltima, lejos de poder ocultar el problema de sulegitimidad, no puede dejar de plantearlo en toda su amplitud,que no es menos socio-poltica que epistemolgica. Precisemosen primer lugar la naturaleza del saber narrativo; este examenpermitir por comparacin distinguir mejor al menos ciertascaractersticas de la forma que reviste el saber cientfico en lasociedad contempornea; tambin ayudar a comprender cmose plantea hoy, y cmo no se plantea, la cuestin de lalegitimidad.

    El saber en general no se reduce a la ciencia, ni siquieraal conocimiento. El conocimiento sera el conjunto de losenunciados que denotan o describen objetos 65, con exclusinde todos los dems enunciados, y susceptibles de ser declarados

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    verdaderos o falsos. La ciencia sera un subconjunto deconocimientos. Tambin ella hecha de enunciados denotativos,impondra dos condiciones suplementarias para suaceptabilidad: que los objetos a los que se refieren seanaccesibles de modo recurrente y, por tanto, en las condicionesde observacin explcitas; que se pueda decidir si cada uno deesos enunciados pertenece o no pertenece al lenguajeconsiderado como pertinente por los expertos 66.

    Pero con el trmino saber no se comprende solamente,ni mucho menos, un conjunto de enunciados denotativos, semezclan en l las ideas de saber-hacer, de saber-vivir, de saberor, etc. Se trata entonces de unas competencias que exceden ladeterminacin y la aplicacin del nico criterio de verdad, yque comprenden a los criterios de eficiencia (cualificacintcnica), de justicia y/o de dicha (sabidura tica), de bellezasonora, cromtica (sensibilidad auditiva, visual), etc. Tomadoas; el saber es lo que hace a cada uno capaz de emitir buenosenunciados denotativos, y tambin buenos enunciadosprescriptivos, buenos enunciados valorativos... No consisteen una competencia que se refiera a tal tipo de enunciados,por ejemplo cognitivos, con exclusin de los otros. Permite alcontrario buenas actuaciones con respecto a varios objetosdel discurso: conocer, decidir, valorar, transformar De ahresulta uno de sus rasgos principales: coincide con unaformacin amplia de las competencias, es la forma nicaencarnada en un asunto compuesto por los diversos tipos decompetencia que lo contribuyen.

    Otra caracterstica a subrayar es la afinidad de tal sabercon la costumbre. Qu es, en efecto, un buen enunciadoprescriptivo o valorativo, qu una buena actuacin en materiadenotativa o tcnica? Unos y las otras se conceptan buenosporque son conformes a los criterios pertinentes(respectivamente, de justicia, de belleza, de verdad y de

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    eficiencia) admitidos en el medio constituido por losinterlocutores del sabiente. Los primeros filsofos 67 hanllamado opinin a ese modo de legitimacin de enunciados. Elconsenso que permite circusncribir tal saber y diferenciar alque sabe del que no sabe (el extrao, el nio) es lo queconstituye la cultura de un pueblo 68.

    Ese breve toque de atencin de lo que el saber puede sercomo formacin y como cultura lo autorizan descripcionesetnolgicas 69. Pero una antropologa y una literatura vueltashacia sociedades en rpido desarrollo detectan en l supersistencia al menos en ciertos sectores 70. La misma ideade desarrollo presupone el horizonte de un no desarrollo, dondelas diversas competencias se suponen envueltas en la unidadde una tradicin y no se disocian en cualificaciones que sonobjeto de innovaciones, de debates y de exmenes especficos.Esta oposicin no implica necesariamente la de un cambio denaturaleza en el estado del saber entre primitivos ycivilizados 71, es compatible con la tesis de la identidadformal entre pensamiento salvaje y pensamiento cientfico 72,e incluso con la, aparentemente contraria a la precedente, deuna superioridad del saber consuetudinario sobre la dispersincontempornea de las competencias 73.

    Se puede decir que todos los observadores, sea cual seael argumento que proponen para dramatizar y comprender laseparacin entre este estado consuetudinario del saber y elque le es propio en la edad de las ciencias, se armonizan en unhecho, la preeminencia de la forma narrativa en la formulacindel saber tradicional. Unos se ocupan de esta forma en smisma 74, otros ven en ella la vestimenta diacrnica deoperadores estructurales que segn ellos constituyenpropiamente el saber que est en juego 75, otros anproporcionan una interpretacin econmica en el sentidofreudiano 76. Aqu no es preciso retener ms que el hecho de

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    la forma narrativa. El relato es la forma por excelencia de esesaber, y esto en varios sentidos.

    En primer lugar, esos relatos populares cuentan lo quese pueden llamar formaciones (Bildungen) positivas onegativas, es decir, los xitos o fracasos que coronan lastentativas del hroe, y esos xitos o fracasos, o bien dan sulegitimidad a instituciones de la sociedad (funcin de los mitos)o bien representan modelos positivos o negativos (hroes feliceso desgraciados) de integracin en las instituciones establecidas(leyendas, cuentos). Esos relatos permiten, en consecuencia,por una parte definir los criterios de competencia que son losde la sociedad donde se cuentan, y por otra valorar gracias aesos criterios las actuaciones que se realizan o pueden realizarsecon ellos.

    En segundo lugar, la forma narrativa, a diferencia de lasformas desarrolladas del discurso del saber, admite unapluralidad de juegos de lenguaje: encuentran fcilmente sitioen el relato enunciados denotativos, referidos por ejemplo alo que se conozca del cielo, las estaciones, la flora y la fauna;enunciados denticos que prescriben lo que se debe hacer encuanto a esos mismos referentes o en cuanto a los parientes, ala diferencia de sexos, a los nios, a los vecinos, a los extraos,etc.; enunciados interrogativos que estn implicados, porejemplo, en los episodios de reto (responder a una pregunta,elegir un elemento de un grupo); enunciados valorativos, etc.Las competencias de las que el relato proporciona o aplica loscriterios se encuentran, pues, mezcladas unas con otras en untejido apretado, el del relato, y ordenadas en una perspectivade conjunto, que caracteriza este tipo de saber.

    Se examinar un poco ms extensamente una tercerapropiedad, que es relativa a la transmisin de esos relatos. Sunarracin obedece muy a menudo a reglas que fijan lapragmtica. Lo que no quiere decir que debido a la institucin,

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    tal sociedad asigne el papel de narrador a tal categora deedad, de sexo, de grupo familiar o profesional. Queremos hablarde una pragmtica de los relatos populares que les es, pordecirlo as, intrnseca. Por ejemplo, un narrador cashinahua 77comienza siempre su narracin con una frmula fija: He aqula historia de..., tal y como siempre la he odo. Yo, a mi vez, osla voy a contar, escuchadla. Y la finaliza con otra frmulaigualmente invariable: Aqu se acaba la historia de... El queos la ha contado es... [nombre cashinahua], para los blancos...[nombre espaol o portugus] 78.

    Un anlisis sumario de esta doble instruccin pragmticahace aparecer esto: el narrador no pretende adquirir sucompetencia al contar la historia porque haya sido su auditor.El narratario actual, al escucharla, accede potencialmente ala misma autoridad. El relato se declara repetido (incluso si laactuacin narrativa es intensamente inventada), y repetidodesde siempre: un hroe que es cashinahua, por tanto tambinha sido narratario y quiz narrador del mismo relato.Establecida esta semejanza de condicin, el narrador actualpuede ser el propio hroe de un relato, como lo ha sido elantiguo. De hecho lo es, y necesariamente, puesto que lleva unnombre, rechazado al final de su narracin, que le ha sidoatribuido de acuerdo con el relato cannico que legitima ladistribucin cashinahua de los patronmicos.

    La regla pragmtica ilustrada por este ejemplo no es,evidentemente, universalizable 79. Pero proporciona indiciosde una propiedad atribuida de modo general al saber tradicional:los puestos narrativos (destinador, destinatario, hroe) sedistribuyen de modo que el derecho a ocupar uno, el dedestinador, se funda sobre el doble hecho de haber ocupado elotro, el de destinatario, y el de haber sido, por el nombre quese lleva, ya contado por un relato, es decir, situado en posicinde referente diegtico de otras ocurrencias narrativas 80. El

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    saber que vehiculan esas narraciones, lejos de vincularse sloa las funciones de enunciacin, tambin determina de golpe loque hay que decir para ser escuchado, y lo que hay que escucharpara poder hablar, y lo que hay que jugar (en el escenario de larealidad diegtica) para poder ser el objeto de un relato.

    Los actos de habla 81 que son pertinentes a ese saber nolos lleva a cabo nicamente el locutor, sino tambin elinterpelado y, adems, el tercero del que se ha hablado. Elsaber que se desprende de tal dispositivo puede parecercompacto por oposicin al que llamamos desarrollado.Deja percibir con claridad el modo en que la tradicin de losrelatos es al mismo tiempo la le los criterios que defiende unatriple competencia, saber-decir, saber escuchar, saber hacer,donde se ponen en juego las relaciones de la comunidad consigomisma y con su entorno. Lo que se transmite con los relatos esel grupo de reglas pragmticas que constituye el lazo social.

    Un cuarto aspecto de ese saber narrativo merecera serexaminado con atencin: su incidencia sobre el tiempo. Laforma narrativa obedece a un ritmo, es la sntesis de un metroque hace latir el tiempo en periodos regulares y de un acentoque modifica la longitud o la amplitud de algunos de ellos 82.Esta propiedad vibratoria y musical aparece con evidencia enla realizacin ritual de ciertos cuentos cashinahua: transmitidosen condiciones iniciticas, con una forma absolutamente fija,en un lenguaje que oscurece los desrdenes lxicos y sintcticosque se les infligen, son cantados en interminables melopeas 83.Extrao saber, se dir, ni siquiera se deja comprender por losjvenes a quienes se dirige!

    Es, sin embargo, un saber muy comn, el de los cuentosinfantiles, se que las msicas repetitivas de nuestro tiempohan intentado recuperar o al menos imitar aproximadamente.Presenta una propiedad sorprendente: a medida que el metrose impone al acento en las locuciones sonoras, habladas o no,

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    el tiempo deja de ser el soporte de la memorizacin y seconvierte en un batir inmemorial que, en ausencia dediferencias notables entre los perodos, prohibe enumerarlosy los despacha al olvido 84. Interrogando la forma de losrefranes, proverbios, mximas que son como pequeos trozosde relatos posibles o las matrices de antiguos relatos y quetodava continan en circulacin en determinados pisos deledificio social contemporneo, se reconocer en su prosodiala marca de esta extraa temporalizacin que alcanza de llenola regla de oro de nuestro saber: no se olvide.

    Pues debe haber una congruencia entre esta funcin deolvido del saber narrativo por una parte, y por otra las funcionesde formacin de criterios, de unificacin de competencias, yde regulacin social, que hemos citado ms arriba.Simplificando imaginariamente, se puede suponer que unacolectividad que hace del relato la forma-clave de lacompetencia no tiene necesidad, en contra de lo que se pudieraesperar, de apoyarse en su pasado. Encuentra la materia de sulazo social, no slo en la significacin de los relatos que cuenta,sino tambin en el acto de contarlos. La referencia de los relatospuede parecer perteneciente al mismo pasado, y en realidadsiempre es contemporneo a este acto. Es el acto presente elque cada vez despliega la temporalidad efmera que se extiendeentre el He odo decir y el Vais a or.

    Lo importante en los protocolos pragmticos de este tipode narracin es que sealan la identidad de principio de todaslas ocurrencias del relato. Puede no ser nada, como es el casofrecuente, y no necesita ocultarse lo que hay de humor o deangustia en el respeto por esa etiqueta. Queda que la importanciase confiere al batir mtrico de las ocurrencias del relato y no ala diferencia de acento de cada actuacin. Por eso se puededecir que esta temporalidad es a la vez evanescente einmemorial 85.

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    En fin, lo mismo que no tiene necesidad de acordarse desu pasado, una cultura que conceda preeminencia a la formanarrativa es indudable que ya no tiene necesidad deprocedimientos especiales para autorizar sus relatos. Es difcilimaginar, primero, que aisle la instancia narrativa de entre otraspara concederle un privilegio en la pragmtica de los relatos,despus, que se interrogue acerca del derecho que el narrador,desconectado as del narratario y la digesis, tendra decontar lo que cuenta, con el fin de que la cultura emprenda elanlisis o la anamnesis de su propia legitimidad. Todava seimagina menos que pueda atribuir a un incomprensible motivode la narracin la autoridad de los relatos. stos tienen por smismos esa autoridad. El pueblo es, en un sentido, quien losactualiza, y lo hace no slo al contarlos, sino tambin alescucharlos y al hacerse contar por ellos, es decir, alinterpretarlos en sus instituciones: por tanto, presentndosetanto en el puesto del narratario y de la digesis, como en elde narrador.

    Hay, pues, una inconmensurabilidad entre la pragmticanarrativa popular, que es desde luego legitimante, y ese juegode lenguaje conocido en Occidente que es la cuestin de lalegitimidad, o mejor an, la legitimidad como referente deljuego interrogativo. Los relatos, se ha visto, determinancriterios de competencia y/o ilustran la aplicacin. Definenas lo que tiene derecho a decirse y a hacerse en la cultura, y,como son tambin una parte de sta, se encuentran por esomismo legitimados.

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    7Pragmtica del saber cientfico

    Intentemos caracterizar, siquiera sumariamente, lapragmtica del saber cientfico tal y como se desprende de laconcepcin clsica del saber. Se distinguirn en ella el juegode la investigacin y el de la enseanza.

    Coprnico declara que la trayectoria de los planetas escircular 86. Sea verdadera o falsa, la proposicin comportaun grupo de tensiones, cada una de las cuales se ejerce sobrecada uno de los puestos pragmticos que ella misma pone enjuego: destinador, destinatario y referente. Esas tensionesson una especie de prescripciones que regulan la aceptabilidaddel enunciado en tanto que de ciencia.

    Primero, el destinador se supone que dice la verdad apropsito del referente, la trayectoria de los planetas. Qusignifica eso? Que se supone capaz, por una parte deproporcionar pruebas de lo que dice, y por otra, de refutartodo enunciado contrario o contradictorio a propsito delmismo referente.

    Despus, el destinatario se supone que puede darvlidamente su acuerdo (o negarlo) al enunciado del que se

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    ocupa. Eso implica que l mismo es un destinador potencial,puesto que cuando formule su asentimiento o discrepancia, sersometido a la misma doble exigencia de demostrar o refutarque el destinador actual, Coprnico. Se supone, pues, que reneen potencia las mismas cualidades que ste: es su igual. Perono se sabr ms qu cuando hable, y en esas condiciones. Antes,no podra ser llamado savant (el que sabe).

    En tercer lugar, el referente, la trayectoria de los planetasde la que habla Coprnico, se supone expresado por elenunciado de una manera conforme a lo que es. Pero, como nose puede saber lo que es ms que por enunciados de la mismaclase que el de Coprnico, la regla de adecuacin presenta unproblema: lo que yo digo es verdadero porque yo lo demuestro;pero, qu demuestra que mi demostracin es verdadera?

    La solucin cientfica a esta dificultad consiste en laobservancia de una doble regla. La primera es dialctica oincluso retrica de tipo judicial 87: es referente lo que puedeser materia a probar, elemento de conviccin, en el debate.Eso no lo es: puedo demostrar que la realidad es como yodigo, pero: en tanto que puedo demostrarlo, est permitidopensar que la realidad es como yo digo 88. La segunda esmetafsica: el mismo referente no puede proporcionar unapluralidad de pruebas contradictorias o inconsistentes; otambin: Dios no engaa 89.

    Esta doble regla sustenta lo que la ciencia del siglo XIXllama verificacin y la del siglo XX falsificacin 90. Permiteproporcionar al debate de los compaeros de juego, destinadory destinatario, el horizonte del consenso. Todo consenso no esindicio de verdad; pero se supone que la verdad de un enunciadono puede dejar de suscitar el consenso.

    Esto para la investigacin. Se ve que sta apela a laenseanza como a su complemento necesario. Pues el cientficonecesita un destinatario que pueda ser a su vez un destinador, o

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    sea un compaero. Si no, la verificacin de su enunciado esimposible por falta de un debate contradictorio, que la no-renovacin de las competencias terminara por hacer imposible.Y no es slo la verdad de su enunciado sino su propiacompetencia lo que est en juego en ese debate; pues lacompetencia nunca es adquirida, depende de que el enunciadopropuesto sea o no considerado a discutir en una secuencia deargumentaciones y refutaciones entre iguales. La verdad delenunciado y la competencia del que lo enuncia estn, pues,sometidas al asentimiento de la colectividad de iguales encompetencia. Es preciso, por tanto, formar iguales.

    La didctica asegura esta reproduccin. Es diferente deljuego dialctico de la investigacin. Para resumir, su primerpresupuesto es que el destinatario, el estudiante, no sabe loque sabe el destinador, es, en efecto, por esta razn por lo quetiene algo que aprender. Su segundo presupuesto es que puedeaprender y convertirse en un experto con idntica competenciaque su maestro 91. Esta doble exigencia presupone una tercera:que hay enunciados a propsito de los cuales el intercambiode argumentaciones y la administracin de pruebas, queconstituyen la pragmtica de la investigacin, se considerancomo suficientes y por ese hecho pueden ser transmitidos talcual son a ttulo de verdades indiscutibles de la enseanza.

    Dicho de otro modo, se ensea lo que se sabe: as es elexperto. Pero, a medida que el estudiante (el destinatario de ladidctica) mejora su competencia, el experto puede hacerlepartcipe de lo que no sabe y trata de saber (si el experto es,adems, investigador). El estudiante es introducido as en ladialctica de los investigadores, es decir, en el juego de laformacin del saber cientfico.

    Si se compara esta pragmtica con la del saber narrativose apreciarn las siguientes propiedades:

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    1. El saber cientfico exige el aislamiento de un juego delenguaje, el denotativo; y la exclusin de los dems. El criteriode aceptabilidad de un enunciado es su valor de verdad. Seencuentran aqu otros tipos de enunciados, como la interrogacin(Cmo explicar que...?) y la prescripcin (Sea una seriedeterminada de elementos...); pero slo son bisagras de laargumentacin dialctica; sta debe llevar a un enunciadodenotativo 92. Se es, pues, savant (en ese sentido) si se puedepronunciar un enunciado verdadero a propsito de un referente;y cientfico si se pueden pronunciar enunciados verificablescon respecto a referentes accesibles a los expertos.

    2. Ese saber se encuentra as aislado de los dems juegosde lenguaje cuya combinacin forma el lazo social. Ya no esun componente inmediato y compartido como lo es el sabernarrativo. Es un componente indirecto, por lo que se convierteen una profesin y da lugar a instituciones, ya que en lassociedades modernas los juegos de lenguaje se reagrupan enforma de instituciones animadas por compaeroscualificados, los profesionales. La relacin entre el saber y lasociedad (es decir, el conjunto de compaeros en laagonstica general, en tanto que no son profesionales de laciencia) se exterioriza. Aparece un nuevo problema, el de larelacin de la institucin cientfica con la sociedad. Elproblema, puede ser resuelto por la didctica, por ejemplo,segn el presupuesto de que todo tomo social puede adquirirla competencia cientfica?

    3. En el seno del juego de la investigacin, lacompetencia requerida se refiere slo al puesto del enunciador.ste no tiene competencia particular en cuanto destinatario (nose exige ms que en la didctica: el estudiante debe serinteligente). Y tampoco tiene competencia como referente:Incluso cuando se trata de ciencias humanas, el referente, quees entonces un determinado aspecto de la conducta humana,

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    est en principio situado exteriormente con relacin a loscompaeros de la dialctica cientfica. No hay aqu, comoocurre en la narrativa, un saber ser lo que el saber dice que sees.

    4. Un enunciado de ciencia no consigue ninguna validezde lo que informa. Incluso en materia de pedagoga, no seensea ms que si es verificable por medio de la argumentaciny el experimento. En s, nunca est a salvo de unafalsificacin 93. De este modo, el saber acumulado enenunciados aceptados anteriormente siempre puede serdesechado. Y, a la inversa, todo nuevo enunciado, si est encontradiccin con un enunciado anteriormente admitido apropsito del mismo referente, no podr ser aceptado comovlido ms que si refuta el enunciado precedente por medio deargumentos y pruebas.

    5. El juego de la ciencia implica, pues, una temporalidaddiacrnica, es decir, una memoria y un proyecto. El destinadoractual de un enunciado cientfico se supone que tieneconocimiento de los enunciados precedentes a propsito de sureferente (bibliografa) y slo propone un enunciado sobre esemismo tema si difiere de los enunciados precedentes. Lo quese ha llamado el acento de cada actuacin est aquprivilegiado con respecto al metro, y por lo mismo la funcinpolmica de ese juego. Esta diacrona que supone lamemorizacin, y la investigacin del nuevo enunciado designaen principio un proceso acumulativo. El ritmo de ste, quees la relacin del acento con el metro, es variable 94.

    Estas propiedades son conocidas. Merecen, sin embargo,que se las recuerde por dos razones. En principio, elparalelismo de ciencia y saber no cientfico (narrativo) haceque se comprenda, o al menos se sienta, que la existencia de laprimera ya no tiene necesidad del segundo, y nada menos. Unay otro estn constituidos por conjuntos de enunciados; stos

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    son jugadas realizadas por los jugadores en el marco de lasreglas generales; esas reglas son especficas a cada saber, ylas jugadas consideradas buenas en una y en el otro no puedenser del mismo tipo, salvo por accidente.

    No se puede, pues, considerar la existencia ni el valorde lo narrativo a partir de lo cientfico, ni tampoco a la inversa:los criterios pertinentes no son los mismos en lo uno que en lootro. Bastara, en definitiva, con maravillarse ante esta variedadde clases discursivas como se hace ante la de las especiesvegetales o animales. Lamentarse de la prdida del sentidoen la postmodernidad consiste en dolerse porque el saber yano sea principalmente narrativo. Se trata de una inconsecuencia.Hay otra que no es menor, la de querer derivar o engendrar(por medio de operadores tales como el desarrollo, etc.) elsaber cientfico a partir del saber narrativo, como si stecontuviera a aqul en estado embrionario.

    Con todo, lo mismo que las especies vivas, las dellenguaje mantienen entre ellas relaciones, y stas estn lejosde ser armoniosas. La otra razn que puede justificar el recuerdosumario de las propiedades del juego de lenguaje de la cienciaafecta precisamente a su relacin con el saber narrativo. Hemosdicho que ste ltimo no valora la cuestin de su propialegitimacin, se acredita a s mismo por la pragmtica de sutransmisin sin recurrir a la argumentacin y a la administracinde pruebas. Por eso une a su incomprensin de los problemasdel discurso cientfico una determinada tolerancia con respectoa l: en principio lo acepta como una verdad dentro de lafamilia de las culturas narrativas 95. La inversa no es verdadera.El cientfico se interroga sobre la validez de los enunciadosnarrativos y constata que stos nunca estn sometidos a laargumentacin y a la prueba 96. Los clasifica en otramentalidad: salvaje, primitiva, sub-desarrollada, atrasada,alienada, formada por opiniones, costumbres, autoridad,

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    prejuicios, ignorancias, ideologas. Los relatos son fbulas,mitos, leyendas, buenas para las mujeres y los nios. En elmejor de los casos, se intentar hacer que la luz penetre en eseoscurantismo, civilizar, educar, desarrollar.

    Esta relacin desigual es un efecto intrnseco de las reglaspropias a cada juego. Se conocen los sntomas. Constituyentoda la historia del imperialismo cultural desde los comienzosde Occidente. Es importante reconocer al garante, que sedistingue de todos los dems: est dominado por la exigenciade legitimacin.

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    8La funcin narrativay la legitimacin del saber

    Ese problema de la legitimacin hoy ya no es consideradoun fallo del juego de lenguaje de la ciencia. Sera ms exactodecir que est legitimado en s mismo como problema, es decir,como competencia heurstica. Pero esta manera de tratarlo,por inversin, es reciente. Antes de llegar a ella (es decir, aeso que algunos llaman positivismo), el saber cientfico habuscado otras soluciones. Es de sealar que durante largotiempo stas no han podido evitar el tener que recurrir aprocedimientos que, abiertamente o no, se refieren al sabernarrativo.

    Esa reiteracin de lo narrativo en lo no-narrativo, conuna forma u otra, no debe considerarse como superada de unavez por todas. Una prueba bastante grosera: qu hacen loscientficos en la televisin, entrevistados en los peridicos,despus de algn descubrimiento? Cuentan una epopeya deun saber perfectamente no-pico. Satisfacen as las reglas deljuego narrativo, cuya presin, no slo sobre los usuarios de

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    los media, sino adems sobre su fuero interno, sigue siendoconsiderable. Pues un hecho como ste no es ni trivial niaadido: se refiere a la relacin del saber cientfico con elsaber popular, o lo que queda de ste. El Estado puede gastarmucho para que la ciencia pueda presentarse como epopeya: atravs de ella, se hace creble, crea el asentimiento pblicodel que sus propios decididores tienen necesidad 97.

    No queda, pues, excluido que el recurso a lo narrativosea inevitable; al menos cuando el juego del lenguaje de laciencia busque la verdad de sus enunciados y no puedalegitimarla por sus propios medios. En ese caso, sera precisoreconocer una necesidad de historia irreductible, debiendo staincluirse, del modo que la hemos bosquejado, no como un deseode recordar y de proyectar (necesidad de historicidad,necesidad de acento), sino, por el contrario, como unanecesidad de olvido (necesidad de metrum) (seccin 6).

    En cualquier caso, es prematuro llegar a esto. Pero semantendr viva en la mente, en el curso de las siguientesconsideraciones, la idea de que las soluciones aparentementeen desuso que han podido ser dadas al problema de lalegitimacin no lo son en principio, sino slo en las expresionesque adquieren, y por eso no hay que extraarse de verlaspersistir hoy en da bajo otras formas. No necesitamosnosotros mismos, en este instante, preparar un relato del sabercientfico occidental para precisar su estatuto?

    Desde sus comienzos, el nuevo juego del lenguaje planteael problema de su propia legitimidad: caso de Platn. Este noes el lugar adecuado para hacer las exgesis de los pasajes delos Dilogos donde la pragmtica de la ciencia apareceexplcitamente como tema o implcitamente como presupuesto.El juego del dilogo, con sus exigencias especficas, la resume,incluyendo en s mismo las dos funciones de investigacin yde enseanza. Se retoman aqu ciertas reglas anteriormente

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    enumeradas: la argumentacin con el nico fin del consenso(homologa), la unicidad del referente como garanta de laposibilidad de ponerse de acuerdo, la paridad entre loscompaeros, e incluso el reconocimiento indirecto de quese trata de un juego y no de un destino, puesto que de l seencuentran excluidos todos los que no aceptan las reglas, pordebilidad o torpeza 98.

    Queda que la cuestin de la legitimidad del mismo juego,dada su naturaleza cientfica, tambin debe formar parte de lascuestiones que se plantean en el dilogo. Un ejemplo conocido,y ciertamente importante porque une de golpe esta cuestin ala de la autoridad socio-poltica, nos lo proporcionan los librosVI y VII de La Repblica. Se sabe que la respuesta procede, almenos en parte, de un relato, la alegora de la caverna, quecuenta por qu y cmo los hombres quieren relatos y noreconocen el saber. ste se encuentra as cimentado en el relatode su suplicio.

    Pero hay ms: es en su forma misma, los Dilogos escritospor Platn, como el esfuerzo de legitimacin proporciona lasarmas a la narracin; pues cada uno de ellos adquiere siemprela forma del relato de una discusin cientfica. Que la historiadel debate sea ms bien mostrada que relatada, puesta en escenams que narrada 99, y por ello proceda ms de lo trgico quede lo pico, importa poco aqu. El hecho es que el discursoplatnico que inaugura la ciencia no es cientfico, y eso aunqueintente legitimarla. El saber cientfico no puede saber y hacersaber lo que es el verdadero saber sin recurrir al otro saber, elrelato, que para l es el no-saber, a falta del cual est obligadoa presuponer por s mismo y cae as en lo que condena, lapeticin de principio, el prejuicio. Pero, no cae tambin alautorizarse como relato?

    No es ste el lugar adecuado para seguir esa recurrenciade lo narrativo en lo cientfico a travs de los discursos de

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    legitimacin de este ltimo que son, en parte al menos, lasgrandes filosofas antiguas, medievales y clsicas. Es unesfuerzo continuado. Un pensamiento tan resuelto como el deDescartes no puede exponer la legitimidad de la ciencia msque en lo que Valery llamaba la historia de un espritu 100, osino en esa especie de novela de formacin (Bildungsroman)que es el Discurso del mtodo. Aristteles ha sido sin dudauno de los ms modernos al aislar la descripcin de las reglasa las que hay que someter los enunciados que se declarancientficos (el rgano), de la bsqueda de su legitimidad en undiscurso sobre el Ser (la Metafsica). Y ms an, al sugerirque el lenguaje cientfico, incluida su pretensin de decir elser del referente, no est hecho ms que de argumentaciones ypruebas, es decir, de dialctica 101.

    Con la ciencia moderna aparecen dos nuevos componentesen la problemtica de la legitimacin. Primero, para respondera la pregunta: cmo probar la prueba?, o, ms generalmente:quin decide las condiciones de lo verdadero?, se abandonala bsqueda metafsica de una prueba primera o de unaautoridad trascendente, se reconoce que las condiciones de loverdadero, es decir, las reglas de juego de la ciencia soninmanentes a ese juego, no pueden ser establecidas ms que enel seno de un debate ya en s mismo cientfico, y adems, queno existe otra prueba de que las reglas sean buenas como nosea el consenso de los expertos.

    Esta disposicin general de la modernidad a definir lascondiciones de un discurso en un discurso sobre esascondiciones se combina con el restablecimiento de la dignidadde las culturas narrativas (populares), ya en el Humanismorenacentista, y de modo distinto en el siglo de las Luces, elSturm und Drang, la filosofa idealista alemana, la escuelahistrica francesa. La narracin deja de ser un lapsus de lalegitimacin. Este recurso explcito al relato en la problemtica

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    del saber es concomitante a la emancipacin de las burguesascon respecto a las autoridades tradicionales. El saber de losrelatos retorna a Occidente para aportar una solucin a lalegitimacin de las nuevas autoridades. Es natural que, en unaproblemtica narrativa, esta cuestin espere la respuesta de unhroe: quin tienen derecho a decidir por la sociedad? cules el sujeto cuyas prescripciones son normas para aquellos aquienes obligan?

    Este modo de interrogar la legitimidad socio-poltica secombina con la nueva actitud cientfica: el hroes es el pueblo,el signo de la legitimidad su consenso, su modo denormativizacin la deliberacin. La idea de progreso resultaindefectiblemente de esto: no representa ms que el movimientopor el cual el saber se supone que se acumula, pero esemovimiento se extiende al nuevo sujeto socio-poltico. Elpueblo est en debate consigo mismo acerca de lo que es justoe injusto de la misma manera que la comunidad de ilustradossobre lo que es verdadero y falso; acumula las leyes civilescomo acumula las leyes cientficas; perfecciona las reglas desu consenso por disposiciones constitucionales cuando lasrevisa a la luz de sus conocimientos produciendo nuevosparadigmas 102.

    Se ve que ese pueblo difiere totalmente del que estimplicado en los saberes narrativos tradicionales, los cuales,se ha dicho, no requieren ninguna deliberacin instituyente,ninguna progresin acumulativa, ninguna pretensin deuniversalidad: se trata de los operadores del saber cientfico.No hay, pues, que asombrarse de que los representantes de lanueva legitimacin por medio del pueblo sean tambin losdestructores activos de los saberes tradicionales de los pueblos,percibidos de ahora en adelante como minoras o separatismospotenciales cuyo destino no puede ser ms queoscurantista 103.

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    Se concibe igualmente que la existencia real de ese sujetoforzosamente abstracto (modelado sobre el paradigma del nicosujeto que conoce, es decir, del destinador destinatario deenunciados denotativos con valor de verdad, con exclusin deotros juegos de lenguaje) dependa de las instituciones en lasque se supone debe deliberar y decidir, y que comprende todoo parte del Estado. De este modo la cuestin del Estado seencuentra estrechamente imbricada con la del saber cientfico.

    Pero se ve tambin que esta imbricacin no puede sersimple. Pues el pueblo, que es la nacin o incluso lahumanidad, no se contenta, sobre todo en sus institucionespolticas, con conocer; legisla, es decir, formula prescripcionesque tienen valor de normas 104. Ejerce, pues, su competenciano slo en cuestiones de enunciados prescriptivos que tenganpretensin de justicia. Tal es, se ha sealado, la propiedad delsaber narrativo, de donde su concepto nace: contener reunidasuna y otra competencia, sin hablar del resto.

    El modo de legitimacin del que hablamos, quereintroduce el relato como validez del saber, puede tomar asdos direcciones, segn represente al sujeto del relato comocognitivo o como prctico: como un hroe del conocimiento ocomo un hroe de la libertad. Y, en razn de esta alternativa,no slo la legitimacin no tiene siempre el mismo sentido,sino que el propio relato aparece ya como insuficiente paradar una versin completa.

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    9Los relatos de la legitimacindel saber

    Examinaremos dos grandes versiones del relato delegitimacin, una ms poltica, otra ms filosfica, ambas degran importancia en la historia moderna, en particular en ladel saber y sus instituciones.

    Una es aquella que tiene por sujeto a la humanidad comohroe de la libertad. Todos los pueblos tienen derecho a laciencia. Si el sujeto social ya no es el sujeto del saber cientfico,es que lo impiden los sacerdotes y los tiranos. El derecho a laciencia debe ser reconquistado. Es comprensible que ese relatoimponga ms una poltica de la enseanza primaria que de laUniversidad y las Escuelas 105. La poltica escolar de la IIRepblica francesa ilustra claramente estos presupuestos.

    En cuanto a la enseanza superior, ese relato parece quedebe limitar el alcance. De este modo se consideran en generallas disposiciones tomadas al respecto por Napolen conintencin de producir las competencias administrativas yprofesionales necesarias para la estabilidad del Estado 106.

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    Es descuidar que este ltimo, en la perspectiva del relato delas libertades, no recibe su legitimidad de s mismo, sino delpueblo. Si las instituciones de la enseanza superior estndedicadas por parte de la poltica imperial a ser viveros delos cuadros del Estado y accesoriamente de la sociedad civil,es que a travs de las administraciones y las profesiones escomo ejercer su actividad la nacin que, a su vez, estdestinada a conquistar sus libertades gracias a la difusin denuevos saberes entre la poblacin. El mismo razonamiento valecon mayor motivo para el establecimiento de institucionespropiamente cientficas. Se reencuentra el recurso al relato delas libertades cada vez que el Estado toma directamente a sucargo la formacin del pueblo bajo el nombre de nacin ysu encaminamiento por la va del progreso 107.

    Con el otro relato de legitimacin, la relacin entre laciencia, la nacin y el Estado da lugar a una elaboracincompletamente diferente. Es lo que aparece cuando se funda laUniversidad de Berln entre 1807 y 1810 108. Su influenciaser considerable en la organizacin de la enseanza superioren los pases jvenes de los siglos XIX y XX.

    Con ocasin de esta creacin, el ministerio prusianoaprovech un proyecto de Fichte y unas consideracionesopuestas presentadas por Schleiermacher. Wilhelm vonHumboldt terci en el dilema; se decidi en favor de la opininms liberal del segundo.

    Al leer la memoria de Humboldt, uno puede estar tentadoa reducir toda su poltica de la institucin cientfica al clebreprincipio: Buscar la ciencia en cuanto tal. Eso seriaengaarse acerca de la finalidad de esta poltica, muy prximaa la que expone de modo ms completo Schleiermacher, y quedomina el principio de legitimacin que nos interesa.

    Humboldt declara., por supuesto, que la ciencia obedecea sus propias reglas, que la institucin cientfica vive y se

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    renueva sin cesar por s misma, sin ninguna limitacin nifinalidad determinada. Pero aade que la Universidad debedirigir su material, la ciencia, a la formacin espiritual y moralde la nacin 109. Cmo puede resultar este efecto de Bildungde una bsqueda desinteresada del conocimiento? Acaso elEstado, la nacin, la humanidad entera no son indiferentes alsaber considerado en s mismo? Lo que les interesa, en efecto,de la propuesta de Humboldt, no es el conocimiento, sino elcarcter y la accin.

    El consejero del ministro se encuentra as ante un conflictomayor, que no deja de recordar la ruptura introducida por lacrtica kantiana entre conocer y querer, el conflicto entre unjuego de lenguaje hecho de denotaciones que slo se refierenal criterio de la verdad, y un juego de lenguaje que dirige laprctica tica, social, poltica, y que comporta necesariamentedecisiones y obligaciones, es decir, enunciados de los que nose espera que sean verdaderos, sino justos, y que no dependenms que en ltimo anlisis del saber cientfico.

    La unificacin de esos dos conjuntos de discursos es,sin embargo, indispensable para la Bildung a la que aspira elproyecto de Humboldt y que consiste, no solamente en laadquisicin de conocimientos por los individuos, sino en laformacin de un sujeto plenamente legitimado del saber y dela sociedad. Humboldt invoca, pues, un Espritu que Fichtellamaba tambin la vida, provisto de una triple aspiracin o,mejor, de una aspiracin triplemente unitaria: la de derivarlotodo de un principio original, a la que responde la actividadcientfica; la de referirlo todo a un ideal, que gobierna laprctica tica; la de reunir ese principio y este ideal en unanica Idea, que asegura que la bsqueda de causas verdaderasen la ciencia no puede dejar de coincidir con la persecucinde fines justos en la vida moral y poltica. El sujeto legtimose constituye a partir de esta ltima sntesis.

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    Humboldt aade de paso que esta triple aspiracinpertenece de modo natural al carcter intelectual de la nacinalemana 110. Es una concesin, pero prudente, al otro relato,es decir, a la idea de que el sujeto del saber es el pueblo. Enrealidad, esta idea est lejos de ser conforme con respecto alrelato de legitimacin del saber propuesto por el idealismoalemn. La desconfianza de un Schleiermacher, de un Humboldt,e incluso de un Hegel, con respecto al Estado es su signo. SiSchleiermacher teme el nacionalismo estrecho, elproteccionismo, el utilitarismo, el positivismo que gua a lospoderes pblicos en materia de ciencia, es que el principio desta no reside, ni indirectamente en stos ltimos. El sujetodel saber no es el pueblo, es el espritu especulativo. No seencarna, como en Francia despus de la Revolucin, en unestado, sino en un Sistema. El juego del lenguaje de legitimacinno es poltico-estatal, sino filosfico.

    La gran funcin que las universidades tienen que realizar,es exponer el conjunto de conocimientos y hacer que aparezcanlos principios al mismo tiempo que los fundamentos de todosaber pues no existe capacidad cientfica creadora sin esprituespeculativo 111. La especulacin es el nombre que aqu llevael discurso sobre la legitimacin del saber cientfico. LasEscuelas son funcionales; la universidad es especulativa, esdecir, filosfica 112. Esta filosofa debe restituir la unidad delos conocimientos dispersos en ciencias particulares en loslaboratorios y en las enseanzas pre-universitarias; slo lopuede hacer en un juego de lenguaje que los enlaza unos aotros como momentos en el devenir del espritu y, por tanto, enuna narracin o ms bien en una metanarracin racional. LaEnciclopedia de Hegel (1817-27) tratar de satisfacer eseproyecto de totalizacin, ya presente en Fichte y en Schellingcomo idea del Sistema.

    En eso, en el dispositivo de desarrollo de una Vida que

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    es al mismo tiempo Sujeto, se advierte el recurso del sabernarrativo. Hay una historia universal del espritu, el espritues vida, y esa vida es la presentacin y la formulacin delo que es en s misma, y tiene por medio el conocimientoordenado de todas esas formas en las ciencias empricas. Laenciclopedia del idealismo alemn es la narracin de lahistoria de ese-sujeto-vida. Pero lo que sta produce es unmetarrelato, pues lo que narra ese relato no debe ser un puebloenvarado en el positivismo particular de esos saberestradicionales, ni tampoco el conjunto de savants que estnlimitados por los profesionalismos correspondientes a susespecialidades.

    Lo que no puede ser sino un metasujeto en disposicinde formular y la legitimidad de los discursos de las cienciasempricas y la de las instituciones inmediatas de las culturaspopulares. Ese metasujeto, al decir su base comn, realiza sufin implcito. El lugar que habita es la Universidad especulativa.La ciencia positiva y el pueblo slo son formas brutas. ElEstado-nacin en s mismo slo puede expresar vlidamenteal pueblo por medio del saber especulativo.

    Era necesario despejar a la filosofa que a la vez legitimalos cimientos de la universidad berlinesa y debera ser el motorde su desarrollo y el del saber contemporneo. Se ha dicho,esta organizacin universitaria ha servido de modelo a laconstitucin o la reforma de la enseanza superior en los siglosXIX y XX en muchos pases, empezando por los Estados Unidos113. Pero, sobre todo, esta filosofa, que est lejos de haberdesaparecido, especialmente en el medio