Ludwig Erhardt - Estado de Bienestar

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LA ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO DE LUDWIG ERHARDT Y EL FUTURO DEL ESTADO DE BIENESTAR IGNACIO MIRALBELL C U A D E R N O S EMPRESA Y HUMANISMO I N S T I T U T O 62

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LA ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO DE LUDWIG ERHARDTY EL FUTURO DEL ESTADO DE BIENESTAR

IGNACIOMIRALBELL

C U A D E R N O S

EMPRESA Y HUMANISMOI N S T I T U T O

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INDICE

ECONOMIA DE MERCADO SINLIBERALISMO

A ECONOMIA SOCIAL DE MERCADO DELUDWIG ERHARD

LAS RAICES INTELECTUALES DE ERHARD

EL CONCEPTO DE “ORDEN” EN ERHARDY EN EL ORDO-LIBERALISMO DEEUCKEN

UNA PECULIARIDAD DE LAPERSPECTIVA DE ERHARD

LA ECONOMIA SOCIAL DE MERCADO YLA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

EL HUMANISMO CONCEPCIONAL DEERHARD

NOTA BIOGRAFICA

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ECONOMIA DE MERCADO SINLIBERALISMO

Economía de mercado ha existido desdemuy antiguo en la historia de la humanidad, apartir del momento en que comenzó a circularalgún tipo de moneda. Productores y comer-ciantes ha habido desde etapas muy antiguasde la prehistoria. Sin embargo, la interpre-tación que se hace desde el pensamiento eco-nómico liberal de este hecho ancestral y pro-fundamente antropológico es fruto de una“ideología” muy determinada que hunde susraíces -por cierto- en ese peculiar modo depensamiento que constituye lo que se ha dadoen llamar la “mente moderna” (modern mind).

La vida y la actividad económica de loshombres es susceptible de ser afrontada desdemuy diversas perspectivas y con muy variadasactitudes. Depende de las personas y de susfines e intenciones, de sus mentalidades yvalores. Lo que para uno es una operaciónfinanciera de “alto nivel” para otro puede sercaer en la usura de la más baja calaña. Lo queunos pueden valorar como aprovechamientode oportunidades de negocio de alta rentabi-lidad, para otros puede significar pura especu-lación. La idea de buscar un modelo deter-minado de agente económico racional, típica

de la teoría económica moderna, hace yaalgunos años que se ha revelado inviable. La“Economía positiva” ha idolatrado el“modelo” de la competencia perfecta y haexaltado la competitividad empresarial comoun valor supremo. Este reduccionismo ideo-lógico heredado de A. Smith, D. Ricardo y -engeneral- de la teoría económica inspirada en elliberalismo ilustrado, constituye, para usar untérmino de J. K Galbraith, una forma demística o devotio moderna, a saber, la “místicadel mercado”. “La retórica de los paises capita-listas ricos -dice J. K. Galbraith- alaba con entu-siasmo el mercado libre de trabas y restric-ciones; se le hacen reverencias en todo elmundo industrial y, en verdad, no ha muerto;pero la realidad moderna es una huida enmasa de su impredecibilidad. Detrás de lasactuales angustias de los países industriali-zados están los problemas -no resueltos y engran medida ni siquiera encarados- de unmundo de grandes organizaciones. Ladevoción extrema a la mística del mercadolleva a negar que las grandes organizacioneslo han cambiado todo. Y, por lo tanto, lapolítica gubernamental se mantiene adecuadaa una etapa anterior del proceso histórico”1.

Es un error pensar que el modelo de Estadode bienestar ha terminado. Lo que ha ter-

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minado es el socialismo puro, al igual que elliberalismo puro, pero las fórmulas más omenos equilibradas de conjugar la libertadeconómica y una cobertura social segura -fór-mulas que han caracterizado, con diferentesvariantes, a las economías europeas de la post-guerrano sólo no han terminado, sino queparecen mostrarse ante las grandes mayoríascomo la única concepción razonable del ordeneconómico. Pruebas de ello las tenemos en lacrisis de la era Reagan-Thacher, en la políticaeconómica de Clinton, en el avance del labo-rismo británico, en el nuevo vuelco hacia lasocial-democracia en Suecia, en el éxito sos-tenido de popularidad de la política eco-nómica socialista en España, en las fórmulaspolíticoeconómicas que se están aplicando encasi todos los países latino-americanos, y másrecientemente, en el triunfo del centro-izquierda en Italia.

Otra prueba evidente de lo desacertado decreer tan ciegamente en las leyes del mercadolo constituyen los procesos de transformaciónde los países del Este. La idea liberal que pro-pugnaba unas medidas drásticas y fuertes de“inmersión” rápida en la economía demercado, se ha visto desmentida por la propiafuerza de los acontecimientos, y de hecho estátriunfando la idea moderada -que ya pro-

pugnara Gorbachov, aunque no se le entendióen su momento- de los pequeños pasos, lasmedidas paulatinas y la necesaria custodiapolítico-económica del proceso de animaciónde la vida comercial. Quizás si se le hubieradejado a Gorbachov continuar con su lentapero segura “Perestroika” no estaríamos hoycontemplando el nuevo auge del comunismoen Rusia.

Así pues, a mi entender, la idea de una eco-nomía de mercado regulada y arbitrada en unmarco político de defensa del bienestar y laseguridad social, no sólo no está en retirada,sino que nunca había alcanzado un grado deconsenso y aceptación como el actual. Noestamos asistiendo al final del Estado de Bie-nestar, sino a su modesto pero consolidadotriunfo. Es a lo que se tiende y se aspira no sóloen las economías fuertes sino también en losprocesos de transformación de los países delEste, en los países en vías de desarrollo de Lati-noamérica -por ejemplo- e incluso, por la víade los hechos, en la evolución de la economíachina. En la práctica, por lo tanto, la fórmulaintermedia del estado de bienestar se con-solida, pero en el plano teórico y culturalencuentra problemas para ser justificada yaceptada por las mentalidades inercialmenteimperantes tanto en los países del Este como

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en los del Oeste. Y es que ha calado muyhondo en nuestras mentes la cultura de lapugna entre liberalismo y socialismo, entre losvalores de la libertad y la seguridad, entre los“intereses” del capital y del trabajo. Pero esnecesario superar el pensamiento “dialéctico”de antítesis, para buscar un pensamiento dia-lógico y de síntesis. Abandonar el excesivocientificismo analítico y buscar un pensa-miento humanístico integrador y compatibili-zador.

Pues bien, a mi entender el esfuerzo másserio que se ha realizado hasta nuestros díasen este sentido de intentar llegar a una con-cepción coherente del orden político-eco-nómico, equilibrada y madura, garantizadoradel Estado de Bienestar, y alejada tanto de losradicalismos ideológicos extremos como delpuro oportunismo miope del “regate encorto”, lo encontramos en el ordo-liberalismocentroeuropeo y en la Economía Social deMercado de Ludwig Erhard. Así pues, cabríaafirmar que la Economía Social de Mercado deErhard -vigente aún hoy en Alemania comomarco constitucional de su política económica-quizás sea la respuesta teórico-práctica másacertada y más sólidamente fundamentadaque se ha producido en el siglo XX ante el

vacío de concepción provocado por el antago-nismo errático entre liberalismo y socialismo.

Por todo ello considero que puede resultarútil hacer un poco de memoria histórica sobrequien fue uno de los grandes artífices delEstado de Bienestar -Ludwig Erhard-, autor deaquella famosa obra titulada Bienestar paratodos en que su autor explicaba los principiosde actuación político-económica que habíanhecho posible que Alemania, en sólo undecenio, surgiera de las ruinas de la posguerray se convirtiera de nuevo en una de las princi-pales potencias económicas europeas (elllamado “milagro alemán”). Me propongo,pues, en estas líneas, reflexionar brevementeacerca de los principios de la concepción delorden económico de Ludwig Erhard eintentaré mostrar que dicha concepción res-ponde a unos presupuestos filosóficos y antro-pológicos mucho más profundos y amplios quelos de las “ideologías” modernas de uno u otrocariz.

LA ECONOMIA SOCIAL DE MERCADODE LUDWIG ERHARD

La inspiración de fondo de esta política eco-nómica llamada “Economía Social deMercado” resulta hoy día con mucha fre-

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cuencia malinterpretada2. Parece habersegeneralizado cierta desinformación e inclusocierta deformación interpretativa acerca de laEconomía Social de Mercado. No es infre-cuente, por ejemplo, la opinión de que la Eco-nomía Social de Mercado es algo así comocapitalismo con cierto control estatal; o quizásuna economía de mercado completada por unsistema centralizado de seguridad social y deredistribución de ingresos; algo así como unapolítica en la que el Estado sería el taller dereparaciones de los daños sociales provocadospor el caos del capitalismo comercial. Otrasveces se interpreta la Economía Social deMercado como la política económica de tiponeo-liberal que Ludwig Erhard puso enpráctica en la Alemania de la postguerra, peroque no respondía a una concepción peculiar ypropia. Ciertamente, Ludwig Erhard -ministrode economía en Alemania desde 1948 hasta1963- fue mundialmente conocido y reco-nocido, ya desde su decisiva reforma mone-taria y económica de 1948. El mundo enteroquedó sorprendido del rápido proceso dereconstrucción y rehabilitación económica delpaís, que se produjo durante los años 50 bajoel arbitraje y el estímulo de la política eco-nómica de Erhard; y se acuñó la célebreexpresión del “milagro económico alemán”;

expresión que no era del agrado de Erhard,porque según él mismo afirmaba:

“En Alemania no sucedió ningún milagro,sino una política económica basada en prin-cipios liberales, que permitió recobrar el valory el sentido del trabajo humano, y que hizoque el esfuerzo y la entrega de un pueblo vol-vieran a ser útiles para la prosperidadhumana”3.

Sin embargo, el éxito político-económico deErhard fue fruto de algo más que la habilidadpolítica y el acierto práctico en la dirección dela dramática coyuntura alemana de aquelmomento, pues sus decisiones políticas res-pondían a toda una concepción del orden eco-nómico que Erhard había madurado durantesus años de investigación y docencia enmateria de teoría económica -pues fue cate-drático de Ciencias Económicas antes de serministro-. Erhard insistió mucho en que suéxito político-económico hubiera sido impo-sible sin los principios concepcionales en quese había inspirado:

“En Alemania, después del derrumba-miento, hemos construido este orden eco-nómico, que nos ha ganado el reconocimientomundial. Y, sin embargo, los que hoy seguimospensando en estas categorías (de ‘orden’) fácil-mente somos tachados de anticuados y retró-

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grados. Es progresista, en cambio, el que ya nopiensa en una concepción del orden eco-nómico, sino sólo en la acción. También en elmundo libre un pragmatismo superficial o unconformismo pernicioso impregnan cada vezmás la conciencia política”4.

La Economía Social de Mercado de Erhardera una concepción nueva. No sólo rechazó deraíz el colectivismo y la planificación estatal noconforme con el mercado libre; sino quetambién partió de un rechazo igualmentefirme del laissez faire del liberalismo clásico,que había dado cabida a los métodos inacep-tables del capitalismo temprano, mancheste-riano o “revolucionario”5. La distancia res-pecto al liberalismo clásico es marcada porErhard con fuertes rasgos:

“El planteamiento según el cual la eco-nomía de mercado sería equivalente a unorden liberal de la economía y de la vida engeneral, carece de validez (...). Cuando hoy sehabla de economía de mercado nadie piensaya en las formas ultra-liberales del siglopasado, salvo cuando se pretende utilizar estointencionadamente como arma para la críticapolítico-social (...). Hay un elemento adicionalque marca la diferencia entre aquel pensa-miento liberal originario y el espíritu modernode la economía de mercado -en especial de la

Economía Social de Mercado-; tal elementodiferenciador consiste en que, para esteúltimo, no sólo es determinante el automa-tismo técnico del equilibrio en el mercado, sinotambién -y en primer lugar- unos principiosintelectuales y morales. Si tal orden económicoconsistiera tan sólo en el equilibrio entreoferta y demanda producido mediante unalibre formación de precios en el mercado;entonces no sería con-ceptualmente válidopara constituir una base de todo un ordensocial”6.

Como es sabido, Erhard y otros científicos yacadémicos intelectualmente cercanos a suconcepción, como fueron Franz Böhm, AlfredMüller-Armack, Friedrich Lutz, Wilhelm Röpkey Alexander Rüstow, denominaban “EconomíaSocial de Mercado” a esta concepción nuevadel orden económico. Con palabras del mismoErhard:

“La política de la Economía Social deMercado viene inspirándose, desde la reformamonetaria del año 48, en la idea de armonizar,sobre la base de una economía de libre compe-tencia, la libertad personal con un crecientebienestar y seguridad social, reconciliando alos pueblos mediante una política de apertu-rismo mundial”7.

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LAS RAICES INTELECTUALES DEERHARD

Las raíces intelectuales de esta nueva con-cepción hay que situarlas en la carrera investi-gadora y docente de Erhard como economista,en los años anteriores a la asunción de respon-sabilidades

políticas. El Maestro en cuyo círculo deinvestigación se formó y bajo cuya direcciónrealizó su tesis doctoral fue Franz Oppen-heimer, profesor de sociología en la Escuela deFrankfurt, a cuya teoría socio-económica deno-minaba “socialismo liberal”. El propio Erhardlo puso de manifiesto con ocasión del 100 ani-versario de Oppenheimer; donde reconocióque éste había dejado una profunda huella ensu mente, y que en muchas ocasiones se habíasentido identificado con sus orientaciones yenseñanzas al tomar decisiones políticas:

“Hubo algo en él que me impresionó tanto,que no podré jamás olvidarlo; a saber, suintenso y profundo debatirse con las cues-tiones políticosociales de nuestro tiempo. Eldetectó en el ‘capitalismo’ el principio queconduce a la desigualdad, es más, que seinstala en la desigualdad; pero nada estabamás lejos de él que cantar una oda al igualita-rismo. Por otro lado abominó del comunismo,

porque conduce forzosamente a la pérdida dela libertad. Tenía que haber un camino -untercer camino-, que significara una síntesisfeliz, una salida. Con la Economía Social deMercado yo he intentado señalar un caminomuy cercano a esta orientación suya, pero node forma sentimental sino realista.(.....) En misvivencias de estos últimos veinte años he expe-rimentado yo mismo de modo directo estedebate. Oppenheimer llamó a su doctrina“socialismo liberal”. Pero cuando uno par-ticipa activamente -como es mi caso- en la vidapolítica, se le plantea con toda crudeza la duda¿sigues tú ahora sosteniendo u orientando tuacción en el sentido del socialismo liberal? Yentonces lo que he hecho es cambiar el sus-tantivo por el adjetivo -cosa que, por cierto,también ha hecho mi amigo W. Röpke- y heaclarado que un “liberalismo social” cambiaun poco el acento, pero en cuanto a los prin-cipios últimos de orientación se mantiene fiela su origen”8.

Es cierto que Erhard se sintió siempre vin-culado a toda una serie de economistas de sumisma generación, que coincidían con él enintentar aprender las lecciones históricas desociedades industrializadas; y que promovíande uno u otro modo un nuevo espíritu delibertad económica, de apertura comercial

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internacional y de búsqueda de un equilibrioen la interdependencia de los órdenes sociales.Hubo un resurgir del impulso liberal tras elfracaso de la “era de los experimentos inter-vencionistas”; pero un impulso liberal nuevo,distinto, auto-crítico respecto al liberalismoclásico, que había conducido inevitablementeal convulsivo “problema social”. Es lo que sellamó luego “neoliberalismo” y que en elámbito centro-europeo adoptó la forma delllamado ordo-liberalismo de la Escuela de Fri-burgo, fundada por Eucken. A este respectoErhard comenta:

“Se me incluye bajo la categoría general delos ‘neo-liberales’. No hay inconveniente, notengo nada en contra; porque este grupo dehombres entendidos (que comienza porWalter Eucken y que cuenta entre sus filas aWilhelm Röpke, Alexander Rüstow, Hayek yFranz Böhm, por nombrar sólo a algunos) hanhecho propia la provechosa enseñanza deOppen-haimer, desde sus más profundos fun-damentos; y la han traducido a nuestra proble-mática actual, en la que estos autores han sos-tenido una lucha muy decidida contra las limi-taciones de la competencia, y sobre todocontra los monopolios. Al igual que Oppen-heimer, ellos también destruyeron el opti-mismo tanto de la doctrina clásica como del

liberalismo al uso, según el cual el desarrolloeconómico conduciría a la armonía preesta-blecida por generación espontánea”9.

De manera que hay una estrecha relaciónentre la Economía Social de Mercado deErhard y el ordoliberalismo de Eucken. No haymás que leer los escritos de ambos autorespara advertir la mutua influencia, la comple-mentariedad entre ellos; cada uno desde supropio terreno: Erhard desde la praxis político-económica, y Eucken desde la teoría de unadoctrina y unos principios fundamentales depolíticaeconómica10.

Así pues, el maestro de Erhard fue funda-mental-mente Franz Oppenheimer, y los ordo-liberales fueron para él algo así como condiscí-pulos y miembros de una misma generación ygrupo. Otro importante punto de referenciapara Erhard lo constituyó el economista W.Vershofen, fundador de la Escuela deNurenberg (Nürnberger Schule); cuya teoría dela “formación” socio-económica (Gestaltlehre)está en la base de la idea de la “sociedadformada” o “integrada”, que Erhard desa-rrolló en varias ocasiones 11.

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EL CONCEPTO DE “ORDEN” EN ERHARDY EN EL ORDO-LIBERALISMO DEEUCKEN

Un concepto central del pensamiento deErhard es el concepto de “orden económico”como uno más entre los diversos órdenessociales. Erhard toma el término “orden” en sumáxima riqueza y amplitud semántica:

“’Orden’ no ha de entenderse aquí -señalaErhardni exclusiva ni predominantementecomo orden jurídico en un sentido esque-mático; sino como orden vital de una comu-nidad en su más honda significación. Tal ordenpuede ser tomado en sentido estricto, perotambién en sentido amplio, de modo que sualcance se extienda desde la familia hasta elEstado; y aunque cambie en cada caso suforma, sin embargo, no cambia su esencia y sucontenido. Esto significa que cualquier formade asociación humana requiere el reconoci-miento de reglas del juego vinculantes paratodos” 12.

Se trata pues de un concepto a la vez estruc-tural y dinámico, de carácter no unívoco sinoanalógico, y que permite una comprensión delorden “interno” de la realidad social, a lo queErhard denominaba con frecuencia sociedad“formada” o “integrada” (formierte Gesells-

chaft). Este “orden” no se refiere sólo aórdenes que haya que “construir” o “crear”.No se trata simplemente de “organizaciones”;ni tampoco de órdenes convencionalmenteinstaurados, o constituidos a partir de una pre-suntamente ilimitada espontaneidad inventivade los sujetos, y de sus respectivos intereses yproyectos. Erhard está justo en las antípodasde ese romanticismo construccionista13, quetiene sus raíces en el voluntarismo y en unaespecie de “metafísica del artista” de tiponietzscheano, en que se pretende que el juegoy el equilibrio de las voluntades “espontáneas”cree un orden a partir de la nada; lo “cons-truya” a partir de un presunto caos originario.

Esta idea de la creatividad constitutiva yconstituyente, lejos de ser un optimismo antro-pocéntrico, como a primera vista pudieraparecer, es en realidad una forma de conducirla vida social por el derrotero de la angustiaexistencial y del más agudo nihilismo des-tructivo, porque pretender partir del comienzoabsoluto es tanto como pretender partir de lanegación absoluta de lo previo -de cualquierorden previamente dado- es decir, constituyeun pernicioso rechazo de cualquier orden“natural”, una renuncia a distinguir entre elorden “verdadero” y el falso, entre el orden“real” y el ficticio; al tiempo que se absolutiza

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la acción humana como medida y fundamentode sí misma. Frente a esto, el pensamiento enórdenes establece el reconocimiento y acep-tación de los órdenes dados (es decir, el desve-lamiento de la inteligibilidad interna de loreal, el conocimiento de su “verdad”) comocondición de posibilidad para el recto desa-rrollo de la instauración práctica de órdenesconvenidos, convenientes y convencionales, ypara la dirección de la acción. En palabras deErhard:

“Fue mérito de la Escuela de Friburgo -esdecir, de Walter Eucken y sus colaboradores- elhaber reconducido la economía política a unriguroso “pensamiento en órdenes”; no sólopara conjurar el fantasma de la economía deplanificación estatal o para colocar la naciente“econometría” en su lugar adecuado, sino mástodavía para enfrentarse al aburrido e insípidopragmatismo con un orden intelectual. Por miparte, no tengo reparos en tachar al compor-tamiento pragmatista -hoy tan alabado- decapitulación ante la verdad y de cobardía antela realidad. Muchas veces es hoy día consi-derado ‘prudente’ quien ya no sabe por dóndeva el camino, el que rehuye tomar decisiones; ypara colmo, es considerado político “hábil”quien actúa “pragmáticamente”, es decir,subordinando sus proyectos a los azares del

momento. Los pragmáticos son relevados porlos oportunistas y, al final, éstos son a su vezrelevados por los conformistas sinescrúpulos”14.

La tarea teórica de Eucken como historiador dela economía política, y su monumental obra inte-lectual fueron un humus concepcional propiciopara este nuevo pensamiento en órdenes, queErhard desarrolló de una forma más práctica 1 5.Este nuevo “pensamiento en órdenes” tiene comotrasfondo la conciencia histórica de un pensadorcomo Eucken, que huyó tanto de la creencia enun fatal curso forzoso del devenir histórico, comode la fe ingenua en el progreso continuo o en laarmonía preestablecida; y que intentó abrirsepaso hacia un pensamiento político-económicomás realista, y más adecuado a las posibilidadesde la acción libre de los hombres dentro de suscondiciones históricas. Por eso nos interesa dete-nernos ahora, aunque sea someramente, enalgunas observaciones de Eucken acerca de lanoción de “orden”, tan esencial en su escuelaordo-liberal, que dan la pista de su genealogíafilosófica.

Eucken mismo señala en su obra de madurez(Los principios fundamentales de política eco-nómica) que el concepto de “orden” que élmaneja hunde sus raíces en la filosofía clásica -griega y medieval-, porque no sólo significa el

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conjunto interdependiente de las formas con-cretas en que se desarrollan los eventossociales sino que :

“tiene aquí también otro sentido, a saber,el orden que corresponde a la esencia delhombre y de las cosas, es decir el orden en elque consiste la medida y el equilibrio. Ya laantigua Filosofía desarrolló esta acepción delconcepto de orden. Ella buscó en la multipli-cidad de las cosas el oculto plan arquitectónicosegún el cual está formado el mundo. Esta con-cepción del “orden” fue asimilada tambiénpor la Edad Media, y fue decisiva para el soste-nimiento de todo el edificio de la culturamedieval. Significaba la conjunción acertadade lo plural en un todo unitario. Por logeneral, en los períodos en que los órdenes“positivos” fracasan o resultan injustos, estaidea de orden, es decir, del orden esencial o delorden natural, recobra gran fuerza. En talescasos, la absurdidad de la situación concretaotorga el empuje para este redescubrimiento.Se busca, entonces, “el” orden que -a dife-rencia de los órdenes dados- corresponde a larazón o a la naturaleza del hombre y de lascosas”16.

El hecho de que los órdenes “positivos” oinstaurados por el hombre no sean auto-sufi-cientes, y deban adecuarse a este nivel más

profundo de órdenes esenciales o naturales,no implica que para Eucken los ordenamientos“positivos” carecieran de valor; sino queabogó por una armonización y una interde-pendencia de ambos tipos de órdenes. De ahíque, desde un punto de vista práctico, distin-guiera también entre dos tipos de órdenes: los“órdenes surgidos” (gewachsene Ordnungen)y los órdenes instaurados” (gesetzte Ord-nungen) 17. Los primeros son aquellos que seconfiguran en el devenir histórico sin lamediación de decisiones conscientes, mientrasque los segundos se forman a partir de unadecisión común, que se expresa en los prin-cipios de un ordenamiento constituido.

Eucken considera que su propuesta de ordeneconómico libre y competitivo es, por unaparte, un “orden instaurado” mediante prin-cipios constitucionales políticamente defi-nidos; pero por otra parte, no contradice ennada a los órdenes surgidos en el devenir his-tórico, sino que se pliega y se acomoda a ellos.Donde se “instaura” un orden competitivo demercados abiertos a la libre formación deprecios, allí precisamente se hace posible ynecesario el “surgimiento” y formación espon-tánea de múltiples órdenes -reconversiones,readaptaciones, asociaciones, fórmulas coope-rativas, etc.- que provienen de “abajo”. En la

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propuesta de Eucken, pues, ambos tipos deórdenes tienden a converger y a complemen-tarse recíprocamente. Probablemente estacomplementariedad es uno de los pilares de laconcepción de Eucken, y de la de Erhard, y estáen estrecha consonancia con el llamado “prin-cipio de subsidiariedad”, que desde sus orí-genes ha propuesto la Doctrina Social de laIglesia. Tanto Eucken como Erhard 18 defen-dieron este principio, y coincidieron en señalarque su realización práctica requería precisa-mente un orden de libre competencia. Estacoincidencia no tiene, por cierto, nada de par-ticular; pues el propio “pensamiento enórdenes” en su conjunto había impregnado talDoctrina Social de la Iglesia, desde sus pri-meros documentos de finales del siglo pasado.Como el propio Eucken señaló:

“El pensamiento en órdenes está muy pre-sente en la gran tradición de la Iglesia Católica,ya desde Tomás de Aquino. La toma deposición de la Iglesia Católica ante los pro-blemas sociales del presente se define en lasdos grandes encíclicas papales Rerum Novarum(1891) y Quadragesimo Anno (1931). Segúnellas, el principio fundamental para la configu-ración de la vida social es el principio de subsi-diariedad: la formación de la sociedad debealcanzarse desde abajo hacia arriba. Lo que las

personas individuales o los grupos pueden rea-lizar por iniciativa propia, lo deben hacer ellosbajo su libre responsabilidad, empleando losrecursos más adecuados. Y el Estado debeintervenir únicamente allí donde no hay másremedio.

La concordancia entre el principio de subsi-diariedad y el orden de competencia es mani-fiesta. También en el orden de competencia sepone el acento en el desarrollo de las fuerzasindividuales, mediante la limitación del Estadoa aquellas tareas que el libre juego de lasfuerzas no está en condiciones de llevar acabo. En cualquier caso, el orden de compe-tencia es el único orden económico en que elprincipio de subsidiariedad puede llegar atener plena aplicación” 19.

Ahora bien, todo orden es respectivo a finespues, como ya señalara Aristóteles, la finalidad esel principio supremo de todo ordenamiento 20 .Donde hay fin y orden, ahí se está manifestandola obra propia del pensamiento, de la inteligencia2 1. El pensamiento en órdenes, en tanto quetrasciende el plano de las meras formas o “for-malizaciones” es un pensamiento teleológico 2 2.De manera que la rehabilitación del “pensa-miento en órdenes” tiene bastante que ver con larehabilitación del pensamiento teleológico. Y a suvez la rehabilitación del pensamiento teleológico

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implica una rehabilitación del pensamientoantiguo y medieval, frente a las distintascorrientes de pensamiento moderno, en que lanoción predominante no es ni la de orden ni la defin; sino la de poder, la de fuerza, o esponta-neidad autónoma (auto-determinación) y el con-siguiente choque o “juego” dialéctico entre esospoderes o fuerzas 23.

Pero como decía Tomás de Aquino, la inteli-gencia a su vez tiene su propio fin, a saber, elde abrirse cognitiva e intencionalmentesiempre más amplia y profundamente a laverdad real; es decir, el de adecuarse y confor-marse intelectivamente con lo real, con su ser-real mismo y con su modo de ser-real. Demanera que un pensamiento en órdenesrequiere necesariamente un orden del pensa-miento mismo; y ese “orden” del pensamientomismo en su intrínseca respectividad a lo reales su auto-trascenderse para abrirse a la inteli-gibilidad de lo ontológicamente dado; es enúltimo término, la “verdad”. Solamente unpensamiento así ordenado, puede ser un pen-samiento que no sólo configure órdenes sinoque lo haga en sintonía con los órdenes dados,con los ordenes naturales, como es el caso -porejemplo- del orden ecológico o del ordenético.

Sólo un pensamiento receptivo se abre y seadecúa a esos órdenes dados, aceptándolos,conservándolos, custodiándolos. La obra de lainteligencia no es sólo la racionalidad prácticasino también la teórica; no sólo la acción sinotambién la contemplación; no sólo instaurar eingeniar órdenes sino “descubrir”, “hallar” ypenetrar los órdenes “ya” vigentes en el“mundo de la vida” y de la naturaleza. Sólo unpensamiento realista es capaz de asumir lo que“es” tal como es, y de comprender el carácterderivado y secundario de la acción humana.Sólamente un pensamiento realista es capazde no absolutizar la acción humana de formaindebida; de reconocer “ordenes” originarios,previos a la acción del hombre, y desvelar losfines en que dichos órdenes se fundamentan.

En el pensamiento teleológico, los “fines”no son sólo los “objetivos”, “propósitos”,“motivos” libremente elegidos y consciente-mente perseguidos de la razón o de un sujetoconsciente, sino que ahí el término “fin” tieneun sentido mucho más amplio y se extiende,por ejemplo, a las relaciones órgano-funcióndel reino biológico, y a las relaciones estímulo-respuesta del orden zoológico. En la teleologíade la filosofía griega, especialmente en la aris-totélica, Telos y Kosmos (Orden) son sobretodo algo que “es”, algo “dado”, son principio

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(causa de todas las causas) y no efecto; sonfundamento (el Fin es para Aristóteles elmismo fundamento de todo lo real) y no algofundado. Todo lo real se desarrolla y se sos-tiene según sus fines, su orden, su naturaleza.Tanto el eco-sistema (kosmos), como la admi-nistración de los recursos humanos (Oeko-nomía), como el orden ético y civil (ethos),tienen sus propios fines y constituyen diversosórdenes, que están entrañados en la mismanaturaleza de los hombres y de las cosas, demanera que no están totalmente a disposiciónde un arbitrio incondicionado o de una pre-sunta creatividad ilimitada de los hombres.

UNA PECULIARIDAD DE LAPERSPECTIVA DE ERHARD

De todos modos, la noción de “orden” engeneral, y de “orden económico de compe-tencia” en particular, no tienen -a mi juicio- elmismo sentido en Eucken y en Erhard. Se tratade una diferencia concepcional que quizá sedeba sólo a la diferencia de perspectiva entreun teórico de la economía y un ministro deeconomía; pero probablemente es tambiénuna diferencia de contenido. Básicamente, ladiferencia puede expresarse diciendo que enEucken el término “orden” aún es excesiva-

mente “formal”; es, sobre todo, un ordenformal cuyo trasfondo es científico-teórico,metodológico, analítico, lógico-formal; encambio en Erhard, el concepto de “orden”parece adquirir más bien un sentido neta-mente teleológico; es un orden de fines queimplica una jerarquía de valores, es decir, es unconcepto con un trasfondo más bien científico-práctico, ético, antropológico.

Eucken tiene la pretensión teórica de esta-blecer una diferenciación de los “tipos” o“formas” de órdenes y procesos económicos;una “morfología” de los mismos; algo asícomo un análisis lógico de los órdenes econó-micos, y de sus inter-dependencias con otrosórdenes sociales. Estas pretensiones teóricaspresuponen, en Eucken, un cierto modelo deracionalidad y de cientificidad del tipo de laciencia moderna, que condiciona bastante supunto de vista global. Este condicionamiento,a mi modo de ver, está ausente en la con-cepción de Ludwig Erhard, cuyo realismopráctico -que no pragmático- le hace más sen-sible a los aspectos humanos, y especialmentea los aspectos teleológicos, de la economía.Más que en análisis morfológicos, Erhard secentra en la jerarquía de los fines y de losvalores, en las personas, en sus motivos y en elsentido de sus actividades 24.

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Por otra parte la idea de la competencia enErhard no tiene el sentido lógico-formal quetiene en Eucken. En Eucken la competencia sig-nifica aquella forma de regulación del procesoeconómico global mediante el mecanismo deequilibrio espontáneo entre oferta y demandaen la formación de los precios, con ausencia deuna planificación y control centralizada. Lacompetencia, para Eucken, es, digamos, lo queregula y equilibra el mercado global, cuandonadie lo regula ni controla globalmente. Es unprincipio de “atomización” del control y delpoder económico. En cambio en Erhard -y enla Economía Social de Mercado- la compe-tencia no tiene este sentido tan estricto, sinoque es usado más bien en un sentido amplio, asaber, como el modo natural de comporta-miento económico humano en el mercado sinmás; es decir, como “el” orden económicopropio de la vida económica en libertad.

Este trasfondo antropológico y ético de lavida y de la actividad económica es lo quecaracteriza la perspectiva concepcional deErhard y, por tanto, a la “Economía Social deMercado”, respecto a esta tradición liberal enla que se inspira. El propio Erhard -comohemos visto- señala que lo característico de laEconomía Social de Mercado respecto al libe-ralismo es que para ésta última nosólo es fun-

damental el automatismo técnico del equi-librio (de la oferta y la demanda) en elmercado, sino también, y en primer lugar,unosprincipios intelectuales y morales.

Si el orden de libre competencia y la libreformación de precios no es más que una mani-festación de la libertad de las personas en cual-quiera de sus iniciativas y actividades; entoncesaparece el hecho de que tal economía demercado es por sí misma “social”, en la mismamedida en que no es estatal-central; es decir,en cuanto su dinámica -en el marco del orde-namiento político-económico- sirve al “bie-nestar para todos”. No se trata de que el indi-vidualismo económico conduzca indirecta-mente al bien común, sino de que la economíade mercado puede perseguir directamente -siel ordenamiento estatal la preserva de supropia corrupción- el bien común, o mejordicho, ella misma “es” ya parte esencial de esebien común y por tanto, su realización y cus-todia debe constituir un “fin” de la políticaeconómica.

Que cada persona trabaje, produzca yofrezca servicios en función de las demandas ynecesidades sociales, con iniciativa y responsa-bilidad personal, sin que nadie se lo impida, yrecibiendo las contra- prestaciones correspon-dientes a la calidad del propio trabajo; que las

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personas desarrollen sus iniciativas empresa-riales, y ejerzan el derecho de asociaciónmediante sistemas de cooperación; que elEstado respete la libertad de los ciudadanos yse limite -que no es poco- a su función subsi-diaria y de arbitraje; todo ello no sólo es laforma mejor de alcanzar “directamente” el finde la justicia social, sino que “es” parte de esamisma justicia social 25.

Por tanto en Erhard hay mucho más que unaaplicación del “orden de competencia” como“forma” económica. Erhard redefine el signi-ficado de la expresión “orden de compe-tencia” en clave ético-antropológica y práctica:simplemente es “la” economía libre; “la” eco-nomía que corresponde a la naturalezahumana y al destino recibido de Dios; “la”misma vida económica con sus iniciativas, sudinámica de interacciones, sus formas de admi-nistración, su empleo de recursos, su actividadlaboral, etc.

Y precisamente porque Erhard traduce el“orden de competencia” en clave práctico-antropológica es por lo que es capaz deapreciar también sus aspectos más oscuros, esdecir, su posible degeneración en fenómenoscomo el aislamiento individualista, el consu-mismo, la lucha por el reparto de los recursosdel Estado, la competitividad arruinante, el

afán de poder y dominación económica, laoposición y contraposición de intereses, lapresión e invasión publicitaria, la insolida-ridad, los daños a la moralidad pública porintereses comerciales, etc. De ahí la impor-tancia decisiva de la autoridad estatal, de lalegislación y de una política económica infle-xible, que no ceda el bien común ni la igualdadfundamental de los ciudadanos ante las pre-siones o intereses particulares; y que arbitrecon justicia; de ahí también la política deprohibición de cárteles .

LA ECONOMIA SOCIAL DE MERCADO YLA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

El principio -ya formulado por Eucken 26, ybastante antes que él ya propuesto por la Doc-trina Social de la Iglesia 27- de que el siempreasfixiante “problema social” de las sociedadesindustriales no debía considerarse como algoaislado, como un problema adicional o mar-ginal, sino que era consecuencia esencial ynecesaria de la concepción políticoeconómicaglobal; es vertido por Erhard en el plantea-miento práctico de que la economía demercado debe servir al objetivo del bienestarpara todos; es decir, debe ser ella misma unmedio para afrontar el problema social. La

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libertad responsable de las personas en susactividades, cuando se gobierna adecuada-mente, es la fuente principal de riqueza y debienestar, es más, es ella misma un aspectoesencial de esa riqueza y de ese bienestar.

A mi modo de ver, este fondo antropológicorealista y personalista de la Economía Social deMercado, ofrece grandes virtualidades en orden auna contrastación enriquecedora con los prin-cipios de la Doctrina Social de la Iglesia, cosa quepor lo demás ha sido puesta de manifiesto porexpertos en la materia desde años atrás 28 . Estaconvergencia vino dada, en parte, por circuns-tancias históricas, como fue el hecho de queErhard en su etapa de ministro de economía tuvoque dialogar y negociar con frecuencia con el alamás “social” del Partido Democratacristiano(C.D.U), entre los que había no pocos católicospartidarios de la Doctrina Social de la Iglesia 29.Pero no se trata sólo de una coincidencia his-tórica circunstancial; sino que puede hablarsede una auténtica convergencia concepcional,de una inspiración común entre la DoctrinaSocial de la Iglesia y la Economía Social deMercado, aunque naturalmente, cada unadesde su plano -la primera como una orien-tación teológica y magisterial sobre los prin-cipios y directrices éticas fundamentales, y lasegunda como una forma de acción políticoe-

conómica muy concreta. Ese humus común es,a mi entender, de tipo filosófico y consiste fun-damentalmente en el realismo del pensa-miento en órdenes, y en el humanismo cris-tiano y personalista.

Un aspecto clave de este humanismo de fondoaparece en la concepción del trabajo. Creo queen Erhard está implícita una nueva “cultura deltrabajo” 3 1. El “nuevo espíritu de economía demercado” de Erhard, en la medida en que secaracteriza precisamente por su talante moral yhumanista, supera por completo la estrecha con-cepción fisicista del trabajo, en la que se entendíacomo uno de los “factores de producción”, coinci-diendo en esto con la visión del trabajo humanoque desarrolla, por ejemplo, Juan Pablo II en suEncíclica Laborem exercens 3 2, según la cual, laconcepción reduccionista del trabajo es común almaterialismo marxista y a los economicismos clá-sicos dominantes -al menos desde el punto devista teórico- desde el siglo XVIII.

En la Laborem Exercens se reivindica la nece-sidad de superar esta visión estrecha deltrabajo, y se aboga no sólo por reconsiderar laescisión entre capital y trabajo, sino incluso porla supremacía del trabajo sobre el capital 33.Se denuncia también el peligro de considerarel trabajo como una “mercancía sui generis “ yde ver al hombre como un instrumento de pro-

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ducción 34, lo cual atenta contra el rectoorden de valores y constituye un obstáculopara que los hombres puedan comprender yexperimentar la alta dignidad del trabajohumano en cuanto aspecto esencial del plandivino sobre el hombre y en cuanto colabo-ración del hombre con la obra creadora de 35.El trabajo humano no sólo es irreductible a unfactor de producción sino que es irreductible asu “dimensión” económica, como pretende el“economicismo” 36; porque es una realidadrica, diferenciada, profunda, y compleja elhombre mismo Dios 37.

Pues bien, a mi modo de ver, la EconomíaSocial de Mercado de Erhard apunta, de unmodo práctico, hacia esta revalorización de latrascendencia del trabajo humano, en relaciónal destino de los hombres y de los pueblos 38.La concepción del trabajo, en Erhard, es huma-nista y tiene un trasfondo moral, por lo quesupera de raíz todo fisicismo materialista omecanicista. Esa vieja cotraposición disyuntivo-excluyente entre “trabajo” y “capital”, entreminoría propietaria y mayoría trabajadora, escombatida por Erhard desde su misma raíz.Como él mismo señala:

“Se ha caracterizado a nuestra forma desociedad, en sentido figurado, como “sociedadsin clases”. Este concepto, que ha sufrido trans-

formaciones en la historia, no debe considerarsesólo como síntoma de que el ascenso del nivelde vida de los trabajadores haya conducido aun proceso de desproletarización, que siguedesarrollándose; sino también de que, dehecho, han desaparecido las divisiones porcapitales y profesiones; y de que se hanextendido a amplias capas sociales las posibili-dades de consumo de modernos bienes comoel automóvil, el televisor y todos los aparatosque facilitan el trabajo doméstico. (...) En esta“sociedad sin clases” el problema ya no es elestamento y la clase, sino el individuo; es elhombre el que se siente inferior e insegurofrente al todo. El problema de cómo y dóndeencuentra éste, en la vida profesional y social,el lugar adecuado a su forma de ser, es -sinduda- más difícil de solucionar aquí que en losregímenes de planificación central o dirigistas.A ello hay que añadir que las coyunturas, losmovimientos en el mercado y las transforma-ciones de las formas de explotación parecensujetar a la persona a mecanismos anónimos,que le quitan la satisfacción; porque no con-sigue comprender esas fuerzas. (...) Un procesocomo el que acabo de describir no sólo tieneconsecuencias que conllevan tanto el peligrode la atomización individualista, como el de lacolectivización de la vida social; sino quetambién despierta el deseo del hombre de una

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integración armónica en vínculos abarcables;en los que busca y puede encontrar confianzay seguridad. Entonces las comunidades másprofundas, como son la familia y la Iglesia, secomplementan con ese otro tipo de forma-ciones sociales de personas que comparten lasmismas ideas, fines o aficiones -como son losclubs, las tertulias o las asociaciones devecinos-. Casi me gustaría decir que la natu-raleza humana necesita ese equilibrio interior;el equilibrio psíquico; la reconciliación entrelas formas de vida profesional en la sociedadde masas, y la exigencia de confianza y segu-ridad en agrupaciones cultural-espirituales. Seexigiría demasiado de la Economía Social deMercado si se le impusiera la responsabilidadde superar las formas de vida de nuestro pre-sente, conformándolas según un modelo.Ahora bien, sí que está obligada a adecuarse alos imperativos de una política social cristiana,y a entrar en armonía con ella, formando conella una unidad. Desde el punto de vista de lapolítica económica, el problema debería plan-tearse como la necesidad de conseguir unahumanización del entorno en todos losámbitos vitales, y especialmente dentro de lavida económica” 39.

La Economía Social de Mercado, lejos de“instalarse en la desigualdad”, se instala en la

lucha política contra ella; combatiéndola conlas mismas armas del mercado, y utilizando elinstrumentario de la política económica paraconfigurar, arbitrar y custodiar un orden eco-nómico que refleje y sirva a la igualdad funda-mental de todos los ciudadanos, como per-sonas libres y responsables; y que al mismotiempo respete sus diferencias en las cuali-dades, en la formación, en la experiencia, enlas ocupaciones y en las relaciones económicasy de propiedad, frente a toda pretensión igua-litarista. Con ello Erhard está redescubriendo,en la praxis político-económica, un valorintrínseco de toda actividad laboral, que escentro y núcleo de todos los procesos econó-micos; expresión de la noble y legítima libertadde la persona; y fruto de su espíritu de servicioy de su eficacia profesional.

Esto se aprecia, en la práctica, cuandoErhard rechaza toda política de fomento de“la producción por la producción”; cuandoestablece el pleno empleo como uno de losfines últimos de toda la economía; cuandolucha persistentemente contra las concentra-ciones de capital o poder económico quecoarten la libertad de las personas (políticaanti-cárteles); cuando defiende una políticamonetaria estable, que permita retribuir y con-traprestar de acuerdo con la calidad real de los

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servicios y de los productos, evitando las espe-culaciones y los procesos inflacionarios;cuando aboga por una sociedad “interna-mente integrada”, basada más en la confianzaque en el control, en la que predominen losprofesionales autónomos y el nivel de vidamedio; y cuando apela continuamente a laconciencia de los ciudadanos, a valoresmorales, y a los fines “trans-económicos” de loeconómico.

EL HUMANISMO CONCEPCIONAL DEERHARD

Este es un aspecto que deseo recalcar, asaber, que en la Economía Social de Mercadohay humanismo; un humanismo que tienemucho en común con el “humanismo empre-sarial” al que hemos aludido más arriba, sóloque en Erhard está visto desde un observatoriodistinto; desde la perspectiva político-eco-nómica, que brinda un complemento impres-cindible a la perspectiva empresarial. De modoque podemos hablar -a mi entender- de unhumanismo político-económico en Erhard. Yeste es, seguramente, parte del secreto de suéxito, y de su grandeza de espíritu. No fuenunca sólo un “experto”, un “especialista” enlos “mecanismos” económicos. No perdió

jamás de vista que todos los sucesos y procesoseconómicos tienen como núcleo y como fin alos hombres, cuya existencia no puede divi-dirse, cuya libertad no puede fragmentarse. Deahí que en la actividad económica, y en su ade-cuado ordenamiento político, Erhard veimplicado nada menos que el destino de laspersonas y de los pueblos, e incluso el de lacomunidad mundial en su conjunto. Por eso,en el ámbito de la política exterior, Erhard secaracterizó por ser un incansable promotor deuna comunidad mundial de mercados lo másabiertos posible; y abogó por unas relacioneseconómicas internacionales multilaterales ycoordinadas; por una mayor internacionali-zación de la división del trabajo; y por lamáxima convertibilidad y unidad de los sis-temas monetarios a nivel mundial. Todo estotambién debe ser puesto en relación con elprincipio de la Doctrina Social de la Iglesiasegún el cual, el hombre fue puesto en la tierrapara multiplicarse y llenarla, de modo que elcrecimiento demográfico y sus consecuenciaseconómicas forman parte de los planes deDios; y debe ser puesto también en relacióncon el principio de que la propiedad privadade los bienes económicos es un derecho de lapersona, pero no un derecho absoluto; porqueestá subordinado al empleo de dichos bienes y

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recursos en orden al bien común, es decir, aldestino universal de los bienes y recursos 40.

Es también el humanismo concepcional loque explica que el discurso económico deErhard no haga nunca “abstracción” del valorético que tienen los acontecimientos yacciones económicas. He ahí otra de lasrazones de su actualidad: su calidad de pre-cursor de esa ética económica o Business-ethics, que hoy parece abrirse camino concierto impulso entre los intereses y anhelos delos espíritus. Erhard no moraliza desde fuera,sino que simplemente hace política económicasin “silenciar” la dimensión ética y humana dela realidad con que ésta se topa -a veces com-pleja y ambigua desde fuera, pero bastanteclara desde el punto de vista de cada persona yde su conciencia ante su acción responsable-.Por eso su discurso económico traspasa lasfronteras de un tiempo concreto o de un paísconcreto, porque si bien los valores éticos y lasverdades antropológicas se encarnan y se vivensiempre en determinadas circunstancias ysituaciones históricas; sin embargo, no seagotan ni se ahogan en ellas, sino que dealguna manera las transcienden. Pero el huma-nismo de Erhard no es “cualquier” huma-nismo. No se deja meter en el mismo saco queel presunto humanismo de Marx o el huma-

nismo ateo de Sartre. Su discurso en laSinagoga judía de Worms lo muestra patente-mente cuando afirma que:

“Siempre que el hombre intenta romper lasleyes y las limitaciones que Dios le haimpuesto, comienzan las desgracias. Siempreque la materia se impone al espíritu, la vidacomienza a perder el sentido y los valores (...).Los hombres, y lo mismo los pueblos, nopueden convivir, no pueden desarrollarse almargen de las leyes de la civilización y de lamoral. Hasta dónde puede llevar la inobser-vancia de estos valores en la vida de lospueblos y en la política, lo hemos experi-mentado con suficiente sufrimiento, y precisa-mente este lugar es un testimonio en piedra dedicha depravación. ¡No desoigamos estaadvertencia! (...). No debe suceder de nuevoque lo que se considera natural y honesto enla vida del ciudadano, lo que no puede lesio-narse sin que ello suponga una pérdida de lafama y del honor personal, no deba o nopueda tener validez en el ámbito de la vidapública o política. Es nuestra obligación des-truir dichos gérmenes nocivos, donde y cuandose reconozcan. Aquí se puede aplicar el viejoproverbio: !extirpad el mal en su raíz!” 41.

Se trata pues de un humanismo cristiano,consciente de que cuando se pretende edificar

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un orden socio-económico al margen de “la”ley moral o divina, se entra por el camino de laesclavitud respecto a las más arbitrarias con-venciones humanas, y se desemboca en formasmás o menos sofisticadas de abuso de poder yde opresión sin escrúpulos.

La impronta dejada por Erhard en la eco-nomía alemana fue tan fuerte y su éxitopolítico-económico tan claro, que hay que con-siderarlo como una de las causas decisivas deque el Partido Socialdemócrata alemán (S.P.D.)-y con él la Internacional Socialistaabandonasedefinitivamente modelos económicos colecti-vistas y adaptase sus programas al marco con-cepcional de la Economía Social de Mercado, apartir del Congreso de Godesberg de 1959. Fueel socialdemócrata Schiller -que había apoyadoya anteriormente la política económica deErhard en algunos puntos, sobre todo en su leyde prohibición de cárteles-, quien en el Con-greso de Godesberg propuso la nueva inspi-ración políticoeconómica para el partido; en lalínea de una interpretación socialista de la Eco-nomía Social de Mercado. Su Slogan era “com-petencia en lo posible, planificación en lonecesario”. Pero a la larga, la política eco-nómica de Schiller y de los ministros socialde-mócratas que le sucedieron, basada en una ins-piración keynesiana de “programación

global”, y en un continuo engrosamiento delcontrol público “democráticamente legi-timado”, condujo al país a una recesión quecomenzó en los años 1974/75, en los que sellegó a un millón de parados, a un aumento dela deuda pública hasta alcanzar cifras muy con-siderables y a una inflación que no se conocíaen Alemania desde los años 50 42. Esto sedebió, en parte, a la recesión general de losaños 70 y a la crisis del petróleo, pero también-sin duda- al enorme aumento de las cargassociales (tarifas, seguridad social, pensiones,subsidios, etc.) y al excesivo aumento del nivelde salarios, que eran consecuencias de lapolítica económica social-demócrata, y que lle-varon al país a una situación insostenible acomienzos de los años 80.

Pero el período socialista no sólo creó déficitpúblico, recesión, inflación y paro, sino quetambién condujo a una cierta confusión acercade qué significaba el término “Economía Socialde Mercado” a la que el S.P.D. seguía “decla-rándose” fiel. El período socialista condujo auna tecnificación de la política económica, auna mentalidad pragmatista a la hora de laplanificación estatal, a unas prácticas keyne-sianas de dirección centralizada, que acabaronpor diluir y desdibujar ese fondo intelectual,moral y humanista que había inspirado la

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política económica de Erhard. Y esta pérdidade memoria histórica fue la más grave de todaslas pérdidas, y se puede decir que aún no hasido plenamente subsanada.

NOTA BIOGRAFICA

Ignacio Miralbell es doctor en Filosofía ymiembro asociado del Instituto Empresa yHumanismo. Ha sido profesor de Historia de laFilosofía y de Teoría del conocimiento en laUniversidad de Navarra, y actualmente desa-rrolla sus actividades docentes en Barcelona -Centro Universitario Fert y Centro de EstudiosMireia de Mongat-. Es autor de numerosaspublicaciones filosóficas, así como del cua-derno 24 de esta misma colección.

En estrecha colaboración con la FundaciónLudwig Erhard (Bonn), ha llevado a cabo laedición castellana de algunos escritos de teoríasocio-económica de este autor alemán -LudwigErhard-, que tanta importancia ha tenido en laconstrucción teórica y práctica de la actual Eco-nomía Social de Mercado alemana y en la cons-trucción del Mercado Unico Europeo. Miralbellha intentado mostrar la plena actualidad delas tesis de este autor, a pesar de ser frecuente-mente malinterpretadas o desvirtuadas. (Con-fróntese la presentación del libro de LudwigErhard titulado Economía Social de Mercado -su valor permanente-, Colección Empresa yHumanimo, ed. Rialp, Madrid, 1994; así comoel cuaderno nº 38 de esta misma colección:Ludwig Erhard, Hacia una Economía Políticahumanista).

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1. J. K. Galbraith, Naciones ricas, nacionespobres, ensayos sobre la persuasión política yeconómica, Ariel, Barcelona, 1986, p. 75.

2. H. F. Wünsche, “Verlorene Masstäbe inder Ordnungspolitik”, Hamburger Jahrbuchfür Wirtschafts- und Gesellschaftspolitik, 35,1990, pp. 53-74.

3. L. Erhard, Gedanken aus fünf Jahr-zehnten, ECON Verlag, Düsseldorf,1988, p.549.

4. Ludwig Erhard, Economía Social deMercado. Su valor permanente, ed. Rialp,Madrid, 1994, p. 129

5. Erhard distingue entre “procesos” deindustrialización y “revoluciones industriales”.Es el espíritu revolucionario como elementodesintegrador de todo orden y de toda estabi-lidad social lo que no acepta porque, entreotras cosas, tal espíritu responde al principiode la primacía de la acción, que Erhardrechaza. Ludwig Erhard, Economía Social deMercado. Su valor permanente, cit., pp. 43 y ss;pp. 121 y ss.

6. Ibidem, p. 121.

7. Ibidem, p. 40

8. L. Erhard, Gedanken aus fünf Jahr-zehnten, ECON Verlag, Düsseldorf,1988, p.861.

9. Ibidem.

10. Cfr. referencias de Erhard al “pensa-miento en órdenes” de Eucken en el que él seinspira, Ibidem. p. 861,p.1046, etc. Por parte deW. Eucken, cfr. frecuentes referencias a lapolítica económica alemana a partir de 1948en Grundsätze der Wirtschaftspolitik UTB (PaulSiebeck, Tübingen,1990, por ejemplo, p. 218.

11. Cfr. Ludwig Erhard, Economía Social deMercado. Su valor permanente, cit., pp. 40 y63.

12. Ibidem, pp. 130-131.

13. Ibidem, p. 85.

14. p. 129.

15. Téngase en cuenta que W. Eucken fuehijo del filósofo Rudolph Eucken, lo cualexplica en parte la amplia y profunda for-mación filosófica que demuestra en sus obras -especialmente en los Grundsätze der Wirts-chaftspolitik.

16. W. Eucken, Grundsätze der Wirtschafts-politik, cit. p. 372.

17. Ibidem. pp. 372-374.

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18. Cfr. Ludwig Erhard, Economía Social deMercado. Su valor permanente, cit., pp. 126 yss. donde Erhard señala la necesidad de con-jugar el principio de subsidiariedad y el prin-cipio de solidaridad, lo cual forma partetambién de la Doctrina Social de la Iglesia.

19. W. Eucken, Grundsätze der Wirtschafts-politik, cit, p. 348.

20. Cfr. Aristóteles, Metafísica, libros XI y XII.

21. Cfr. la quinta vía tomista de demos-tración de la existencia de Dios, Suma Teo-lógica, I, p. I, q. 2, a. 3, respondeo.

22. Algunas implicaciones del pensamientoteleológico de Aristóteles, y especialmentesobre su modo de superar el plano hile-mórfico en orden a un modelo causal morfoe-nergo-télico, cfr L. Polo, Curso de Teoría delConocimiento (Tomo I), Eunsa, Pamplona,1985.

23. Sobre la rehabilitación actual del pensa-miento teleológico, cfr. R. Spaemann, “Lanaturaleza como instancia de apelaciónmoral” en El hombre, Inmanencia y Trascen-dencia (Volumen I), Servicio de Publicacionesde la Universidad de Navarra, Pamplona, 1991,pp. 49-72. También: R. Spaemann y R. Low, DieFrage Wozu: Geschichte und Wiederent-deckung des teleologischen Denkens, Piper

and Co. Münschen, 1981. En cuanto a la reha-bilitación del pensamiento político antiguofrente al moderno iniciado por Maquiavelo yHobbes, cfr. L. Strauss, Natural Right andHistory, University of Chicago Press, 1971; yQué es Filosofía Política, Madrid, Guadarrama,1970.

24 . Sobre el “sistema de fines” que subyaceen el pensamiento político-económico deErhard, cfr. F. H. Wünsche, Ludwig ErhardsGesellschafts und Wirtschaftskonzeption,Verlag Bonn-aktuell, Stuttgart, 1986, pp. 36-41.

25. En el fondo esta idea es la versiónmacro-económica de algo que en el ámbito dela economía de empresa es cada vez más mani-fiesto, a saber, que la actividad empresarialtiene de suyo un rendimiento social. Sobre estetema hay una abundante bibliografía en laspublicaciones de “Empresa y Humanismo”. Porejemplo, cfr. Jose María Basagoiti, El rendi-miento social de la empresa, Cuaderno nº 18.

26. W. Eucken, Grundsätze der Wirtschafts-politik, cit. pp. 11-13 y 185-193.

27. Leon XIII, Carta Encíclica Rerum novarum(1891), Pio XI, Carta Encíclica QuadragesimoAnno (1931), y Juan XXIII, Carta Encíclica Materet Magistra (1961).

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28. Cfr. los escritos del Cardenal Höffner, deE. Nawsroth, B. Streithofen, Eberhart Belty, O.V. Nell-Breuning, y otros autores alemanes deesa época, expertos en Doctrina Social de laIglesia.

29. Otra circunstancia fue el hecho de queen la época de Erhard hubo algunos represen-tantes sindicales inspirados por la DoctrinaSocial Católica, como por ejemplo, Nell-Breuning. También hubo iniciativas de for-mación para trabajadores y organizaciones dela pastoral obrera de la Iglesia que difundieronsu Doctrina Social, como por ejemplo la deAdolf Kolping, que desplegó su actividadtambién en los años de Erhard.

30. Sobre esta convergencia, cfr Ernest. F.Enzelsberger, “Ein Sozialhirtenbrief alsBekenntnis zur Sozialen Marktwirtschaft” enOrientirungen zur Wirtschafts und Gesells-chaftspolitik, nº 47 (Marzo de 1991).

31. Sobre esta cuestión, cfr. Hans Thomas(Hg), Chancen einer Kultur der Arbeit. Abs-chied von der Entrfemdung, Lindenthal-Ins-titut, Verlag Busse, Herford, 1990.

32. Juan Pablo II, Carta Encíclica LaboremExercens, cap. III. artículo 3.

33. Ibidem, cap. III, a. 11 y 12.

34. Ibidem, cap. II, a. 7.

35. Ibidem. cap. II, a. 4 y 9. Una recopilaciónde estudios sobre esta Encíclica se halla en F.Fernández Rodríguez (coordinador), Estudiossobre la Encíclica Laborem exercens, B.A.C.Madrid, 1987.

36. Ibidem.

37. Piénsese, por ejemplo, en fenómenoscomo las tareas domésticas, las labores asisten-ciales, y otras formas de ayuda al prójimo y deauto-ayuda, que pueden tener un carácterprofesional, a pesar de su marginalidad desdeun punto de vista “macro”-económico.

38. Cfr. Manfred Glombik, “100 Jahre Rerumnovarum. Uber die Arbeiterfrage”, en Orienti-rungen zur Wirtschafts und Gesellschaftspo-litik, nº 47 (Marzo de 1991).

39. Cfr. Ludwig Erhard, Economía Social deMercado. Su valor permanente, cit., pp. 43-44.

40. Juan Pablo II. Carta Encíclica LaboremExercens, cap. III, a. 14 y 15.

41. Cfr. Ludwig Erhard, Economía Social deMercado. Su valor permanente, cit., p. 92.

42. Cfr. F. U. Fack, Economía social demercado, una introducción, Frankfurt & Mein,p. 58.

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