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    ANALES DE HISTORIA ANTIGUA, MEDIEVAL Y MODERNA

    Volumen 44 2012

    ISSN 1853-1555 (en lnea)ISSN 1514-9927 (impreso)

    Instituto de Historia Antigua y MedievalFacultad de Filosofa y LetrasUniversidad de Buenos Aires

    http://www.filo.uba.ar/contenidos/investigacion/institutos/historiaantiguaymedieval/index.htm________________________________________________________________________________________

    LUCHAS BURGUESAS EN EL SIGLO XII. REALIDADES YPROYECCIONES HISTRICASBourgeois struggles in the XII century. Realities and historical projections

    Carlos Astarita

    1

    Universidad de Buenos AiresUniversidad Nacional de La Plata, CONICET

    Fecha de Recepcin: Mayo 2011Fecha de Aceptacin: Agosto 2011

    RESUMENCon diferentes cambios de interpretacin, las rebeliones urbanas del siglo XII fueron consideradas como unaprueba de que la conciencia social de los burgueses se manifest entonces de manera difana. Este conceptoque se adue de los historiadores liberales clsicos, fue mantenido por sus crticos marxistas y reaparece hoy

    en el anlisis neoclsico. En todas estas versiones, esa forma de situarse en el mundo medieval fue consideradaun anticipo de la constitucin del mundo moderno, en tanto los burgueses actuaron haciendo o controlando elmercado. Este punto de vista se impugna en el presente artculo. Para ello se procede a: 1) mostrar elformalismo de las elaboraciones clsicas, heterodoxas y neoclsicas; 2) se propone que esos movimientos segeneraron por pequeas cuestiones concretas y sus protagonistas fueron descubriendo poco a poco susobjetivos; 3) que su meta lleg a ser la organizacin institucional, es decir, la comuna o el concejo que loseclesisticos impedan organizar; 4) se termina alegando que sin un gran proyecto, es decir, sin una idea generalfinalista, esas prcticas urbanas (revolucionarias o no) contribuyeron a la gnesis del sistema poltico moderno yde su sociedad civil.

    PALABRAS CLAVE:Rebeliones burguesas del siglo XIIObjetivos - Gnesis de la sociedad civil

    ABSTRACT

    With different changes of interpretation, the Bourgeois struggles in the XII century were considered proof that thesocial consciousness of the bourgeoisie was manifested them clearly. This concept taken by the liberal historiansclassics, was maintained by his marxist critics and reappears today in the neoclassic analysis. In all theseversions, that way of being in the medieval world was considered an advance of the modern world constitution, ifthe bourgeoisie acted making or controlling the market. This view is challenged in the present article. To do thiswe proceed to: 1) show formalism in the classics, unorthodox and neoclsicas elaborations; 2) it is proposed that

    1Universidad de Buenos Aires - Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales, UniversidadNacional de La Plata, Conicet.

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    these movements were generated by small specific issues and its protagonists were discovered slowly itsobjectives; 3) that his objective was the institutional organization, this is, the comuna or the consejo that theecclesiastical not want organize; 4) ends considering that without a great project, this is, without a final generalidea, these urban practices (revolutionary or not) contributed to the genesis of modern politic system and its civilsociety.

    KEY WORDS: Bourgeois struggles in the XII centuryobjectives - genesis civil society

    Introduccin.El festejo del Bicentenario, con su predecible enfoque nacional, ocult que en la clebre

    semana de mayo intervinieron cuestiones ms amplias que las que incumban al Virreinato delRio de La Plata. Esto fue as no slo por la coyuntura de Espaa, sino tambin por laspremisas del acontecimiento: el legendario cabildo fue una creacin tan medieval como losoccamianos argumentos revolucionarios, y ello remite a un largo proceso que saludablemente

    modera la petulancia patriotera.Efectivamente, el desenvolvimiento de la sociedad civil, sus imposiciones al Estado, y

    la posibilidad efectiva de que el ciudadano se rebele, son determinaciones de la Edad Mediaque se expresaron en 1810 y custodian nuestra vida cvica, con abstraccin de la vigencia ono del rgimen constitucional.

    Decir esto no es una novedad: en Maquiavelo, Montesquieu, Hegel y Marx ya estabaeste criterio, que se continu en historiadores o en cultores de la sociologa histrica2. Con la

    2 La referencia atae a El Prncipe; El espritu de las leyes; Lecciones sobre la filosofa de la historia universalymuchas indicaciones dispersas en los escritos de Marx. Tambin en los trabajos de Weber pueden encontrarsemuchas reflexiones, lo mismo que en Gramsci cuando se refiere a la complejidad del Estado occidental. Algunos

    estudios tomaron en cuenta esto. Por ejemplo, Roger BARTRA, El modo de produccin asitico. Problemas de lahistoria de los pases coloniales, pp. 21 y s., da un panorama de cmo se trat la singularidad occidental enrelacin con el Oriente, desde Aristteles en adelante, y comenta a los autores citados, adems de economistasclsicos. Ver tambin, desde otra ptica, CARY, J NEDERMAN., Sovereignity, war and the corporation: Hegeland the medieval foundations of the Modern State, The Journal of Politics, Vol. 49, N 2, 1987, pp. 500-520.Entre los autores modernos que estudiaron el tema recogiendo criterios weberianos y/o materialistas histricos,se destaca, en primer trmino, Otto HINTZE, Historia de las formas polticas, Madrid, 1968, que se remont a losorgenes de la peculiaridad poltica que aport el sistema feudal. En el mismo sentido, Brian M. DOWNING,Medieval Origins of Constitutional Government in the West,Theory and Society,Vol. 18, N 2, 1989, pp. 213-247. El problema fue tratado en el medievalismo norteamericano; ver, Paul FREEDMAN y Gabrielle M. SPIEGEL,Medievalisms old and new: The rediscovery of alterity in North American medieval s tudies, The AmericanHistorical Review, Vol. 103, N 3, 1998, pp. 677-704. De esta escuela puede leerse el excelente ensayo deFrancis OAKLEY, Los siglos decisivos. La experiencia medieval, Madrid, 1980. Ver tambin, Juan Carlos

    RUBINSTEIN, Viva el comn! La construccin de la protosociedad civil y la estructura poltica castellana en elbajo medioevo, Buenos Aires, 2005. La mencin de este ltimo e importante estudio surgido de la historiografaargentina es una buena oportunidad para mencionar a Jos Luis ROMERO, cuyos grandes trabajos sobre lapoca medieval (La revolucin burguesa en el mundo feudal, Buenos Aires, 1967 y Crisis y orden en el mundofeudo burgus, Madrid, 1980) se incluan en una problemtica de larga duracin que haba elaborado sobre laconstitucin de la sociedad civil burguesa. Ese esquema global se ve en, dem, Estudio de la mentalidadburguesa, Buenos Aires, 1987. Por ltimo, en el terreno de la sociologa histrica, concentrado en la pocaModerna, aunque sin descuidar los antecedentes medievales, est el anlisis de BARRINGTON MOORE Jr.,Losorgenes sociales de la dictadura y de la democracia. El seor y el campesino en la formacin del mundo moderno ,Barcelona, 2002; con mayor profundidad temporal, Perry ANDERSON, Transiciones de la Antigedad al feudalismo,

    http://www.jstor.org/action/showPublication?journalCode=theorysocietyhttp://www.jstor.org/action/showPublication?journalCode=theorysocietyhttp://www.jstor.org/action/showPublication?journalCode=theorysociety
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    presente contribucin, situada en esta lnea reflexiva, se pretende indicar un aspecto acercade ese origen feudal del mundo poltico burgus, cuestin que implica dejar de lado ahora otroproceso no menos trascendental como es el de gnesis del sistema capitalista3.

    Muchos estudios sobre el primer desenvolvimiento de la burguesa muestran unamisma raz terica: habra sido la consecuencia de un planteo general lcido elaborado por los

    actores, y con ste se formara un programa que llevara, finalmente, a la plena economa dellucro. El nuevo individuo, nacido con una percepcin acabada sobre su papel en una sociedada la que se propona transformar, era, en el siglo XII, el sujeto anticipado de 1789.

    En este trabajo se ver esa matriz en historiadores de distintas escuelas y lugares. Secomenzar con hispanistas que analizaron a la burguesa de acuerdo a Pirenne, y con ellosse accede al modelo smithiano tratado a partir de proposiciones positivistas de la escuela

    jurdica institucional. A continuacin la mirada recaer en los crticos del factormercadoparamostrar que en ellos pervive ese actor que planifica con clculos de beneficio. Se termina laprimera parte del estudio con una revisin del individualismo metodolgico en lengua inglesa,lo que permite asistir al ltimo regreso de los clsicos a travs de los neoclsicos.

    En la segunda parte se discute esta teora general con la historia concreta. Se tratar

    de ver, a partir de un caso, que el primer burgus enfrent dificultades cotidianas que leabrieron el camino a una accin progresivamente ms compleja y amplia. El caso elegido serefiere a la rebelin de Sahagn del siglo XII, aunque no se desdea alguna alusin a lossucesos de Santiago de Compostela. Por ltimo se terminar alegando que esos antiguosburgueses han contribuido al establecimiento de las instituciones modernas y a laconfiguracin estatal del capitalismo, pero no lo hicieron ejecutando un gran proyecto. Suspropsitos originarios fueron mucho ms modestos, simplemente porque descubran paso apaso qu deban hacer ante las circunstancias en las que se encontraban. En este itinerariopor una pequea historia que desafa a la especulacin abstracta, nos acompaan, como sever despus, distinguidos precursores historiogrficos.

    Anlisis De La Historiografa HispnicaLa comprensin liberal positivista espaola est contenida por la elaboracin de Luis

    Garca de Valdeavellano. En un trabajo de 1960, que condensaba criterios conocidos de lasdos dcadas previas, abord el comienzo de la burguesa a travs del conflicto con el queesta clase enfrentaba las condiciones existentes4. Slo una descripcin de la totalidad en suaspecto sustancial da cuenta de este sistema interpretativo.

    El dominio seorial, con su tendencia autrquica y su economa natural, fue concebido,en esta direccin de pensamiento, como la anttesis del intercambio monetario y mercantil quedefinira al burgus. Esa prctica necesitaba lo que el seor le negaba, independencia paracomprar y vender, y ese juego de oferta y demanda socavara inercialmente la economa desubsistencia. Esa prerrogativa se debi ejercer en un ambiente particular al que no llegaban

    Madrid 1980, e, dem, El Estado Absolutista, Madrid, 1979. En todos estos autores prima la comparacin entregrandes espacios temporales y geogrficos.

    3La gnesis del modo de produccin capitalista a partir del sistema feudal fue postulada por Guy BOIS,Crise dufodalisme. Recherches sur l'conomie rurale et la dmographie au dbut du XIVe au milieu du XVIe sicle enNormandie orientale, Paris 1976. Con esto replante crtica y saludablemente la imagen tradicional del surgimientodel capitalismo a partir de la crisis del feudalismo, es decir, de su no funcionamiento. Sobre esto, Carlos

    ASTARITA,Del feudalismo al capitalismo. Cambio social y poltico en Castilla y Europa Occidental, 1250-1520,Valencia y Granada, 2005.4Luis, Garca de VALDEAVELLANO, Orgenes de la burguesa en la Espaa medieval, Madrid, 1969.

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    las restricciones que pesaban sobre los siervos: la ciudad. Sera sta el reducto de loshombres libres.Ese burgus de la primera instalacin se dedic a fabricar manufacturas para vender, y poreso fue ante todo artesano, y slo por derivacin comerciante. Empezaba entonces su largaepopeya como clase social respirando un aire ciudadano que lo inmunizaba de la servidumbre

    y lo habilitaba para la operacin que concretaba su ser social, y por ello, su definicininaugural fue jurdica e institucional. Estos nuevos personajes, que en calles y barrios seconsagraban a sus oficios, crearon el burgo crendose a s mismos, aunque fue unalumbramiento no deseado por el seor territorial que pretendi ser el Herodes del nio.

    El esquema es fcilmente reconocible para cualquiera que est al tanto de las clavesdel medievalismo. Garca de Valdeavellano adaptaba a Henri Pirenne a la historia castellanoleonesa5, explicacin que coincida (prestigindose) con las dos edades medievales de MarcBloch6. Hasta comienzos del siglo VIII, afirm Pirenne, hubo capitalismo en Europa porquecircularon mercancas y dinero. Entonces ese rgimen se desvaneci con la expansinmusulmana, lo que habra originado una economa natural que fue tpica del perodocarolingio. Desde el ltimo cuarto del siglo XI los mercaderes lograron que reapareciera el

    intercambio mercantil, cuando comenzaron a transportar nuevamente bienes para vender, enel momento en que la organizacin poltica de los rabes declinaba. El modelo dual de unprincipio activo (el comercio) disolviendo a otro sin auto movimiento (la economa natural) fuela llave explicativa de Pirenne para el perodo posterior al ao 1050.

    La compraventa erosionaba la economa esttica natural pero no suprimaautomticamente a las fuerzas tradicionales, y los mercaderes debieron enfrentarlas. Muypronto, a fines del siglo XI y en la centuria siguiente, esos burgueses abordaron la lucha porsu libertad (por su esencia), que era la forma de luchar por la libertad en s misma, unconcepto que en realidad creaba indirectamente el seor cuando absorba ganancias concensos y portazgos sobre bienes producidos y puestos en venta7. Por todos lados trataron deinstituir sus agrupamientos horizontales, corporaciones de oficios, comunas o concejos, y conellos dispusieron de un medio de lucha. La resistencia de muchos seores eclesisticos aesas instancias fue un estmulo para la insurreccin, y as, la bsqueda de un gobierno localfue parte de la lucha por la libertad de mercado.Con ese paradigma podan demarcarse los perodos, y un historiador como Jan Dhondtpostul que los movimientos del siglo XII inauguraban los tiempos modernos 8, interpretacinque se mantuvo durante mucho tiempo, aun cuando no lo fuera en esa modalidad tanexagerada. Jean Gautier Dalch, por ejemplo, plante que los burgueses espaoles, al igualque sus congneres de Francia, buscaban el dominio de la villa suprimiendo el poder delseor eclesistico para transferirlo al cuerpo de habitantes y lograr que esos derechosobtenidos por violencia fueran consignados en una carta jurdica9. Deseaban la plena

    5

    Henri PIRENNE, Las ciudades de la Edad Media, Madrid, 1971; idem, Historia econmica y social de la EdadMedia, Buenos Aires, 1981, primera edicin en francs, 1933.6 Marc BLOCH, La sociedad feudal. La formacin de los vnculos de dependencia , Mxico, 1979; idem, Lasociedad feudal. Las clases y el gobierno de los hombres, Mxico, 1979.

    7Garca de VALDEAVELLANO, Orgenes de la burguesa, p. 58.

    8Expone esta concepcin, Jan DHONDT, ""Solidarits" mdivales. Une socit en transition: la Flandre, 1127-1128",Annales. Economies. Socits. Civilisations, N 4, 1957, pp. 529-560.9 Jean GAUTIER DALCH, Les mouvements urbains dans le nord-ouest de lEspagne au XIIme sicle.Influences trangres ou phnomnes originaux?, Cuadernos de Historia, anexos de la revista Hispania , N 2,1968, pp. 54-56. Otros autores se dejarn de lado en este anlisis. Por ejemplo, H. SALVADOR MARTNEZ, La

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    autonoma. La tesis de una burguesa que en la Edad Media adelantaba el calendario delliberalismo fue tan aceptada que algunos historiadores la repitieron aun contra lasevidencias10.

    Interpretaciones Desde El Marxismo

    Esa visin aparentemente tan difana se nublara con pruebas que aportaba lainvestigacin. Como sucede a menudo en una disciplina de base emprica, el paradigmasobrevive precariamente ante el registro de hechos. De manera gradual algunos historiadoresacorralaron a la tesis de Pirenne mostrando que en los siglos IX y X haba ms mercados delos que se crea, y desde la teora se explicaron cuestiones del marxismo que muchosmarxistas ignoraban. Algunas eran tan elementales como que el capitalismo se fundamentaen una relacin social de produccin que se desarroll en un perodo determinado, y como tal,no se confunda con el antiguo capitalismo comercial. El iniciador de este criterio (por lomenos en la historiografa espaola y latino americana), cuya novedad se deba al olvido deMarx, fue Maurice Dobb11.

    Con esa influencia, la problemtica sobre los levantamientos ibricos gir de manera

    antes impensada cuando en 1964 Reyna Pastor asever que no hubo una revolucinburguesa en el siglo XII sino slo rebeliones que no alteraron en profundidad el sistema12.Afirm, repitiendo lo que Dobb haba dicho sobre el mercader, que el burgus de Sahagn ySantiago de Compostela se rebelaba para lograr el control del mercado. La premisa era quelos artesanos de esas villas eran capitalistas comerciales, pero que tambin aspiraban a serlo,lo que constituye un contrasentido: si se haban enriquecido con el comercio ya tenanderechos de monopolio para volcar a su favor los trminos de intercambio; si luchaban paraconseguir el monopolio no se explica cmo se haban enriquecido con el comercio. A estefallo se agregaba otro: la aceptacin de que el artesano era un capitalista.

    Pero ahora interesa menos revelar deficiencias de la demostracin que indicar doscuestiones relacionadas. La primera es que ese burgus que deseaba controlar los trminosde intercambio dispona de un perspicaz panorama para la accin total. La segunda es que el

    rebelin de los burgos: crisis de Estado y coyuntura social, Madrid, 1992: si bien le da importancia al problemamozrabe, ante el cual adopta un extrao punto de vista nacionalista, no se aparta mucho de las tesistradicionales sobre el desarrollo de la burguesa. Tampoco se considerarn obras con un empirismo extremo queanula toda sistematizacin, como, Richard A. FLETCHER, The episcopate in the kingdom of Len in the twelfthcentury, Oxford, 1978; DEM, Saint Jamess catapult: the life and times of Diego Gelmrez of Santiago deCompostela, Oxford, 1984 y Bernard, F. REILLY, , The kingdom of Len-Castilla under queen Urraca, 1109-1126,Princeton, 1982.

    10 Juan Ignacio GUTIERREZ NIETO, Tipologa de los movimientos sociales del siglo XII en Len y Castilla,Hispania, Vol. 39, N 141, 1979, pp. 27-50; en p. 30 indica que los burgueses no podan tener propiedadesrsticas, que el abad conservaba el monopolio del corte de lea y del horno, exiga tributos y negaba laautonoma. Esto nos sita ante demandas de campesinos dependientes. Sin embargo, las conclusiones que

    anota en la pgina siguiente reproducen la matriz tradicional: afirma que los burgueses en su lucha contra elrgimen seorial persiguieron dos objetivos fundamentales: garantas de la mxima libertad en su actividadeconmica, y secundariamente, libertad poltica.11Maurice DOBB, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, Buenos Aires, 1971

    12 Reyna PASTOR de TOGNERI, Las primeras rebeliones burguesas en Castilla y Len (siglo XII). An lisishistrico social de una coyuntura, en, DEM, Conflictos sociales y estancamiento econmico en la Espaamedieval, Barcelona, 1973, pp. 13-101. Cita de los Estudios de Dobb por la edicin italiana de Editori Riuniti, en,p. 27, n. 17. Este artculo, una de las contribuciones ms significativas en la historiografa del tema, se publicoriginariamente en, Estudios de Historia Social, ao 1, N 1, 1964, Centro de Estudios de Historia Social de laFacultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires.

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    tema comenzaba a perder la importancia que en otro tiempo haba tenido, y de hecho, desdeesta perspectiva sobre una burguesa que busc participar del mercado sin cuestionar elsistema, se realizaron otras aproximaciones.

    Planteos Paralelos

    Entre los pocos medievalistas de tema hispano que se ocuparon del asunto en losltimos aos figuran Mara del Carmen Pallares y Ermelindo Portela13. Afirman que lasrevueltas de Santiago de Compostela y de Sahagn fueron parte de las tensiones conflictivasque originaba el sistema de poder del feudalismo, y las elites urbanas que aspiraban aparticipar en la direccin de la sociedad se enfrentaron al obispo o al abad, y buscaron aliarsecon la monarqua. Por consiguiente, consideran que esas rebeliones constituyeron unadisputa en lo alto de la jerarqua social por el derecho de mando, y en esa trama, losburgueses, entendidos como los poderosos" de las ciudades, ...buscaron de manera muyactiva su espacio poltico"14. Su aspiracin fue desplazar al seor mediante un juego dealianzas y enfrentamientos que conceptan como oposicin de concurrencia". Esto significaque los grupos sociales dominantes del burgo aspiraban a participar en la direccin de la

    sociedad, y para ello buscaron el apoyo del rey. Estas revueltas fueron entonces unamanifestacin de las tensiones conflictivas a las que dio lugar el establecimiento delfeudalismo; no se trat de revueltas antifeudales sino, precisamente, de revueltas feudales.

    Estos dos ltimos autores acuerdan con historiadores sociales preocupados pordeterminar el momento inaugural del feudalismo en cada regin. En este tema, y conreferencia al aspecto que nos preocupa, los intrpretes fueron Pierre Bonnassie y ReynaPastor, autora que ahora nos sorprende con un cambio de su interpretacin original sobre elencuadre de las rebeliones burguesas15. El contexto de su reformulacin fue la dcada 1980-1990, cuando se asista al pinculo del patrn mutacionista, en especial para la gnesis delfeudalismo mediterrneo o meridional, y en consecuencia, los seguidores del modelo sepronunciaban por un tardo advenimiento del sistema que vean surgir de una crisis profunda.

    Ms all de tonos menores, el esquema16para el noroeste espaol sera el siguiente:desde el siglo XI se desarrollaba la dependencia personal del campesinado; en la centuriasiguiente esa evolucin se complement con las relaciones feudales de vasallaje,desencadenadas a partir de una crisis intensa que sobrevino luego de la derrota cristiana deUcls (1108) por los almorvides, y de la muerte de Alfonso VI (1109). En ese marco deanarqua, los conflictos de los aos 1110-1117, en los que se inscriban las rebeliones de losburgos, seran el paralelo de los aos 1020-1060 en los que Bonnassie, el padre de la

    13Mara del Carmen PALLARES y Ermelindo PORTELA, La reina Urraca, San Sebastin, 2006.

    14PALLARES y PORTELA, La reina Urraca, pp. 183 y s; p. 188; DEM, Revueltas feudales en el camino deSantiago. Compostela y Sahagn, en, J. I. RUZ DE LA PEA SOLAR, Las peregrinaciones a Santiago deCompostela y San Salvador de Oviedo en la Edad Media: Actas del Congreso Internacional celebrado en Oviedo

    del 3 al 7 de diciembre de 1990,Oviedo, 1993, pp. 313-334.

    15Pierre BONNASSIE, Du Rhne la Galice: gense et modalits du rgime fodal, en, Structures fodales etfodalisme dans loccident mditerranen (Xe-XIIIe sicles). Bilan et perspectives de recherches.cole franaisede Rome, 10-13 octubre 1978, Paris, 1980, pp. 17-56. Reyna PASTOR de TOGNERI, Sobre la construccin y laconsolidacin del sistema feudal castellano-leons de los siglos XI-XII, Estudi General: Revista de la Facultat deLletres de la Univesitat de Girona, N 5-6, 1985-1986, pp, 199-214.16 La palabra esquema se usa en su ms plena acepcin porque no hubo una demostracin del desarrolloentrevisto, limitndose los mentores del modelo a dar algunas indicaciones fragmentarias. Por ejemplo, ReynaPastor aludi a colecciones monsticas con escrituras sobre absorcin de propiedades, indicacin a todas lucesinsuficiente para sustentar el enunciado general que propiciaba.

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    interpretacin, haba visto el prolegmeno anrquico del feudalismo en el rea oriental de lapennsula. Una tercera fase castellano leonesa vendra con Alfonso VII (1126-1157).

    Comparando estos modelos se observa una reubicacin de estas revueltas. Si para loshistoriadores tradicionales constituan el momento inicial del mundo moderno, para suscrticos fueron un episodio ms de la formacin o del primer despegue del feudalismo, y sera

    incluso marginal, ya que se concentraron en la dinmica agraria. Sin embargo, trascendiendoeste cambio de nfasis, y aun de enfoque, el marco conceptual de la accin racionalpermaneci inalterable. Es lo que se manifiesta en los tres momentos de una dialcticamecanicista (de lejansima inspiracin hegeliana) que se perfila con claridad en el modelo deBonnassie, y por derivacin en su aplicacin al caso espaol: (1) un sereno control estatal quefue (2) disuelto en la irracionalidad anrquica del conflicto, ante el cual se intentaronsoluciones precarias (sacrariae, Treguas de Dios, etc.), hasta que (3) se organiz finalmenteel rgimen de pactos feudo vasallticos que fijaran un nuevo funcionamiento regular. Sededuce que el proyecto de totalidad implic reducir, con el imperio de la razn, el despropsitoinconducente del caos. Esa lgica organizadora administrada por sujetos omnisapientesreaparece pues en distintos anlisis.

    RecapitulandoPara Garca de Valdeavellano la burguesa deseaba reformular el marco poltico legal

    de su entorno para obtener la libertad que le permitiera desplegar su comercio. Reyna Pastor(en su primera tesis) acordaba parcialmente con esa caracterizacin, porque su mercaderdeseaba tambin el privilegio poltico. En este punto nos sorprende una coincidencia de fondoentre esquemas con diferentes sustentos doctrinales: las dos interpretaciones destacan quelos insurrectos planeaban controlar el comercio, ya fuera para coparticipar de la explotacinseorial, ya para suprimirla. Ambos historiadores hallaron en el sector analizado una ntidacomprensin de lo que se deba hacer a partir de comprender la importancia del control delmercado gracias a una espontnea aprehensin mental de la estructura, ya que la clasenacera con conciencia de clase. Expresado de otro modo, la conciencia de clase es, en esteesquema, la conciencia de todos y de cada uno de sus miembros porque es concienciauniversal de lo que debe ser la accin del individuo y de la clase, y en esa correspondenciaradica el secreto del desarrollo, ya que ste, es decir, el proceso histrico, no sera ms que laobjetivacin de esa conciencia. Por lo tanto, no slo brotaba en estas exposiciones elmovimiento social sino el movimiento de la estructura, o para ser ms precisos, esa accin sepona en pleno funcionamiento en determinadas condiciones no favorables, como las que tuvola burguesa en perodos cruciales de su existencia, y esto daba a su vez un crecimiento nolineal. Es una visin que siempre revive de una nueva manera en un medievalismo que sloen apariencia vuelve sobre algunos pasos porque nunca abandon la centralidad del sujetoomnisciente que tuvo en el factor mercado y en su hombre econmico una expresinacabada.

    La marcha historiogrfica se nos presenta, efectivamente, como un recorrido conoscilaciones, y si entre 1920 y 1930 comenz a imponerse la tesis de Pirenne para alcanzarsu brillo en las dcadas subsiguientes, esa tesis retrocedi posteriormente ante la visin sincomercio, maltusiana o marxista, concentrada en las estructuras agrarias, que alcanz sumxima expresin hacia 1980 con el conocido Debate Brenner17. Sin embargo ese retroceso

    17Sobre estos vaivenes, Mark BAILEY, "The comercialisation of the English economy, 1086-1500", Journal ofMedieval History, Vol. 24, N 3,1988, pp. 297-311.

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    de Pirenne y de sus individuos calculadores fue en verdad muy relativo. El mismo artculocomentado de Reyna Pastor, que expresa el principio del giro en el medievalismo de temahispnico, dejaba indemnes fundamentos de la tesis explcitamente rechazada18.

    Reyna Pastor no representa el nico embate del que Pirenne emergi ms o menoscuestionado sin extinguirse. A pesar de las crticas fcticas y tericas vertidas, a pesar de la

    antropologa poniendo en evidencia racionalidades premodernas no mercantiles, y auncuando en algunos momentos se parecan saldar todas las cuentas con el historiador belga,ste volva con regularidad a la literatura acadmica, y no faltaron los que nunca dejaron dereivindicarlo en su integridad. Otros, como Immanuel Wallerstein y Fernand Braudel hacia1980 retomaron con alguna distancia su interpretacin para edificar un borde cismtico delpanel de historiadores econmicos clsicos, al permutar las ventajas comparativas por lasdesventajas comparativas en el comercio entre pases, aunque en verdad, en el fondo de todosu andamiaje estaba la eleccin de los actores19. Las interpretaciones haban cambiado sloexternamente para mantener invariable una matriz que unificaba: todos los que elaboraron entorno al paradigma smithiano de Pirenne colocaron al mercado en el puesto del demiurgo deun capitalismo que siempre resurge, y ese mercado no era otra cosa que el resultado de la

    accin del agente que actuaba calculadoramente de acuerdo a determinados estmulos. Si laocasin del beneficio era propicia, el sujeto organizaba el adecuado modo de produccin conorientacin comercial, ya fuera el esclavismo romano, el taller artesanal del camino deSantiago o el trabajo obligado en cultivos de Europa Oriental en poca moderna. Comercio,economa capitalista del beneficio y accin racional plena son asociadas.

    Homo EconomicusPremisa Del Hombre PolticoCon ese nfasis lleg a nuestra disciplina el individualismo metodolgico ms explcito,

    que es el molde que configura el entendimiento historiogrfico neoclsico sobre el acto socialy sus expresiones en campos concretos como la produccin, el comercio o la protesta.Esta inclinacin terica est muy bien representada por Richard Britnell en la historiaeconmica del perodo que ahora tratamos20. Al compararlo con Garca de Valdeavellano nocuesta reconocer que en este ltimo se anticipaba la historia de los comienzos del tercermilenio, con lo cual, el largo transcurrir de los estudios medievales muestra una estabilidad

    18Como todo objeto de investigacin, la historiografa presenta un movimiento aparente ostensible y otro real noinmediatamente visible que slo descubre la investigacin. sta permite captar el tipo de concordancias enprofundidad que ahora examinamos (lo que implica confesar el carcter post factumde estas consideraciones),concordancias que se establecen objetivamente y desde afuera, ms all de los propsitos declamados por losautores. Dicho de otra manera, no se puede saber lo que alguien es por lo que declara ser, ni tampoco captar sucontribucin por sus palmarias intenciones. Por todo esto el anlisis historiogrfico es opuesto al trajn delglosador, del rumiante de ideas.

    19Inmanuel WALLERSTEIN, El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista y los orgenes de la economa -mundo en el siglo XVI, Mxico, 1979; DEM, The capitalist world economy, (essays), Cambridge, 1979; Fernand

    BRAUDEL, Civilizacin material, economa y capitalismo. Siglos XV-XVIII, 2, Los juegos del intercambio, Madrid,1984. El anlisis en, Carlos ASTARITA, Desarrollo desigual en los orgenes del capitalismo. Castilla siglos XIII a

    XVI, Buenos Aires, 1992, ahora on line(http://filo.uba.ar/contenidos/investigacion/institutos/historiaantiguaymedieval/libros.htm),en especial, pp. 165 y s.Esa eleccin se daba en un mundo multiestratificado regido por la divisin del trabajo de acuerdo a lasoportunidades del mercado. Por ejemplo, se adoptaba un determinado modo de produccin.

    20Richard H BRITNELL, The Commercialisation of English Society, 1000-1500, Manchester y Nueva York, 1996;idem, Les marchs hebdomadaries dans les Iles Britanniques avant 1200, Actes des XIVes JournesInternationales dHistoire de lAbbaye de Flaran, Septiembre 1992, Toulouse, 1996, pp. 27-46; DEM,Specialization of work in England, 1100-1300, The Economic History Review, Vol. LIV, N 1, 2001, pp. 1-16.

    http://filo.uba.ar/contenidos/investigacion/institutos/historiaantiguaymedieval/libros.htmhttp://filo.uba.ar/contenidos/investigacion/institutos/historiaantiguaymedieval/libros.htmhttp://filo.uba.ar/contenidos/investigacion/institutos/historiaantiguaymedieval/libros.htmhttp://filo.uba.ar/contenidos/investigacion/institutos/historiaantiguaymedieval/libros.htm
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    sustancial. En consecuencia, los neoclsicos al estilo Britnell no son tan originales comoparecen, porque esa visin de las cosas tan finamente sagaz que otorgan a los agenteseconmicos del pasado, historiadores precedentes ya se la haban atribuido a los burguesesmedievales.Su resolucin, basada en estudios sobre Inglaterra, nos lleva, como antes nos llevaba Pirenne

    a travs de la teora preformada, por una va que trasciende el plano de la accin razonablepara dar paso a la razn absorbente del protagonista; una razn sin desviaciones ehistricamente no condicionada, que lo ilumina dirigiendo astutamente su energa social. Laargumentacin une dos representaciones.

    Por la primera Britnell nos hace saber que los mercados y las ferias que surgieron entrelos aos 1050 y 1180 respondan a un nmero importante de artesanos y comerciantes quese originaron en familias sin tierras constreidas a vivir donde encontraran una provisininstitucional. En el siglo XII afloraron as muchos lugares para trabajos subsidiarios que seiban especializando, y el comercio emanaba como una consecuencia de la dinmicaeconmica parcialmente independiente de la voluntad de la persona, como imposicin desituaciones no deliberadamente buscadas. Otras incursiones refuerzan esa imagen, como la

    que nos proporciona de las aldeas en un perodo posterior recibiendo inyecciones de monedagracias al comercio urbano o a la exportacin de la lana. De todos modos, corrige esaobjetividad devenida un matiz que pareciera otorgado por el Nuevo InstitucionalismoEconmico. Britnell, como otros medievalistas de la misma orientacin, no se revela deentrada excesivamente abstracto.

    La segunda representacin es una franca primaca de la subjetividad racional. Elnfasis en la accin racional es evidente si se lo compara con la tesis de Pirenne, ya quesegn esta ltima concepcin, si bien la burguesa parecera obtener pronto una visin delargo plazo gracias a su choque con las condiciones jurdicas e institucionales en las que seencontraba, sus objetivos haban comenzado por la smithiana mano invisible del provechoindividual que llevaba a fines no plenamente programados. Para Britnell, por el contrario, elmercado fue el resultado de decisiones tomadas por gobernantes, seores, mercaderes,campesinos, artesanos y trabajadores. Con ese nfasis en la interaccin social surgida de ungran nmero de resoluciones por parte de diferentes personas en diferentes contextos,pareciera sentirse el contacto con hombres y mujeres haciendo la historia despus de haberpensado agudamente, y en consecuencia, con toda la dimensin creadora que puede tener lapalabra hacer. El clculo del beneficio atravesaba metafsicamente esa invencin comoestmulo real activo, y ello explica el hecho tan curioso de que las conductas hayan sidosimultneamente anlogas. Era un requisito para aminorar costos disponer de un lugar deencuentro conocido, y por lo tanto, haba que convenir los das y el mbito en que el comerciopoda hacerse21. Si esto significaba una reduccin de costos para vendedores y compradores,tambin era un beneficio para el seor. Influido por la importancia de los costes detransaccin, es decir, por los factores necesarios para conducirse en el mercado, Britnell nostransmite el razonamiento del dueo del dominio no muy distinto del que se lee en cualquier

    21BRITNELL, The Commercialisation of English Society, p. 10: "Commercialisation is presented...not as a unitaryprocess but as the complex outcome of decisions taken by governments, landlords, merchants, peasants,artisans and labourers (...) This emphasis on large numbers of decisions, in different contexts retains lively senseof the importance of men and women as the makers of history" (p. XV). Estos principios bsicos que anuncia enel prlogo de su libro se complementan con la explicacin de la lgica subyacente en esos comportamientos:"The market order [...] has [...] been created piecemeal over many centuries by buyers and sellers seeking toreduce the costs of trading" .

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    tratado de gestin empresarial, y se conecta con el canon marginalista sobre que el procesoproductivo surge de necesidades y deseos que los sujetos econmicos resuelvenadecuadamente. Como declara Britnell, para el seor el control de mercados y ferias tenaobviamente costes de los que era consciente, pero con un nmero grande de transaccionesera posible que obtuviera beneficios, o ms bien, poda concebir expectativas de beneficios

    que superaran a las expectativas de costos del emprendimiento o de cualquier innovacinconstitucionalLa proposicin establece la exigencia medular que la simbiosis neoclsica y neo

    institucionalista en historia postula para que un agente econmico d comienzo a una nuevaorganizacin. En efecto, en esta representacin de la historia no podemos dejar de ver ellaureado programa del establishmentque ofrecieron Douglass North y Robert Paul Thomas22.Las personas, con abstraccin de su ubicacin o de sus actividades, buscaron su provecho, yla suma de sus comportamientos guiados por el apetito de dinero produjo el mercado; lahistoria march con el horizonte de las ganancias ilimitadas como meta.

    Nos encontramos ante ejemplos aplicados al devenir de lo que en teora econmicamoderna se conoce como individualismo metodolgico, que es aprehender toda actividad o

    institucin econmica como un resultado de subjetividades particulares, que aqu proceden encondicionamiento recproco. Basta acomodar el argumento a las rebeliones medievales paraapreciarlas como una bsqueda racionalmente deliberada de riquezas en el largo plazoproduciendo la dinmica social, con lo cual el paseo neoclsico nos devuelve a una historiaconvencionalmente clsica. Henry Pirenne es honrado hoy como padre fundador23, aunque enel panten de esta historiografa figuran otros nombres ilustres24.

    Una Teora CompartidaSin embargo, la equivalencia de las nuevas frmulas con la tradicin no es absoluta,

    porque para el smithiano tradicional, o para el que ha sido influido aun colateralmente por esatendencia, el conflicto era inherente al devenir, y el burgus se abra paso luchando 25. En laversin neoclsica ese combate est lgicamente cancelado, porque para la persona que

    22Douglass C. NORTH y Robert Paul THOMAS, An economic theory of the growth of the western world, TheEconomic History Review, Vol. XXIII, N 1, 1970, pp. 1-17; p. 5: The essential requirement for initiating aninstitution (or a product) is that the discounted expected gains exceed the expected costs of te undertaking; onlywhen this condition is met would we expect to find attemps being made to alter the existing structure ofinstitutions and property rights within a society.. Ver, David RINGROSE, European Economic growth: commentson the North-Thomas theory,Economic History Review, second series, Vol. 26, 1973, pp. 285-292.

    23Tanto o ms significativo que el argumento escrito es que la fotografa del patriarca del medievalismo ilustre laapertura de una recopilacin de historia econmica temprano medieval en la coleccin de una editorial muyprestigiosa.

    24Esta forma de pensar la historia econmica tiene sus reconocidos patriarcas. Max WEBER, Die protestantischeEthik und der Geist des Kapitalismus, en, idem, Gesammelte Aufstze Religionssoziologie, Vol. 1, Tbingen,

    1986, pp. 17-206, por ejemplo, cuando se preguntaba por las condiciones que llevaban a un agente social atransformar el comportamiento natural en burgus, o sea, guiado por la bsqueda sistemtica y honesta delbeneficio, consideraba a los trabajadores asalariados imbuidos del valor del mercado. En la cabeza de Weber elcapital y el trabajo compartan el mismo objetivo. Sera largo enunciar otros nombres ; slo recordemos que enSchumpeter y Sombart pueden encontrarse parecido parmetros de anlisis.

    25 Ronald G. WITT, The Landlord and the Economic Revival of the Middle Ages in Northern Europe, 1000-1250, The American Historical Review, Vol. 76, N 4, 1971, pp. 965 y s. afirma, no sin cierta exageracin, quePirenne es el que presenta de manera ms sistemtica la tesis del conflicto de clase para la Edad Media,esquema que fue seguido en gran parte por Marc Bloch, y con algunas contradicciones por Georges Duby. Debeincluirse en la lista a Jos Luis Romero.

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    evalu bien los percances disfuncionales no tienen razn de ser. En ese maravilloso relato elagente econmico expuso muchas veces el don de la oportunidad para obtener un buencrecimiento, una armoniosa estratificacin social o un cambio en el modo de produccin26. Eneste punto tendra su ubicacin terica otro concepto actual sobre el conflicto que lodesnaturaliza como factor de transformacin, y al cual slo aludimos ahora27. Es el que lo

    incluye en la tecnologa de poder con funciones de regulacin homeosttica: los actoressociales, con plena lucidez del alcance de sus actos, desencadenan luchas para restablecer elequilibrio social. El movimiento es inalterablemente circular, y si esa regulacin estabilizadorase quiebra por algn rumbo revolucionario de la lucha de clases, la circunstancia deber serconsiderada una anomala.

    Esas simetras de fondo entre distintos historiadores traducen una misma imposibilidadde conocer la transformacin del sistema fuera del triunfante accionar deliberado del hombre.En la base de sus elaboraciones hay un funcionamiento tipo repeticin, sencillamente porqueexpulsaron de la teora toda contradiccin perturbadora, y en esto coinciden con el axiomaestructuralista: una estructura que se reproduce nunca genera su no reproduccin, einesperadamente, el pensamiento sobre la accin nos enlaza con su anttesis. Las sociedades

    precapitalistas, dicen estos historiadores, eran sistemas cerrados sin posibilidades de autotransformacin. Esa clausura puede deberse a la economa natural, como se planteaba enotros tiempos, o a una economa de consumo sin presupuesto de reinversin, como diceRobert Brenner28. Por consiguiente, deba aparecer algn factor que conmoviera esemontono equilibrio, y ste poda llegar con la irrupcin del comercio exterior (Pirenne), con elcrecimiento demogrfico (North y Thomas), con determinado resultado de la lucha de clases(Brenner), con trabajos subsidiarios que se iban especializando (Britnell), o con unacombinacin de factores a su vez determinados por la organizacin institucional (a menorcoercin del Estado, mayor iniciativa econmica privada (Stephen Epstein))29. El nuevocuadro proporcionaba, con una alteracin de costos de mano de obra o de transaccin, o conespecficas presiones desfavorables que agudizaban el ingenio, el marco que obligaba acalcular precios y beneficios, y a seleccionar el camino de la transformacin. Esa eleccinracional en algn momento sera complementada con un rgimen constitucional que dara lasolidez jurdica indispensable para toda actividad lucrativa, es decir, para que funcionen a

    26Mark BAILEY, The comercialisation of the English Economy, 1086-1500, Journal of Medieval History, Vol. 24,N 3, 1998, pp. 297-311; BRITNELL, The commercialisation of English Society, 1000-1500; James AmbroseRaftis, peasant economic development within the English manorial system, Montreal, 1997; Steve H. RIGBY,English society in the Later Middle Ages. Class, status and gender, Basingstoke, 1995; Guy BOIS, La mutation delan mil. Lournand, village mconnais de lAntiquit au fodalisme, Pars, 1989, valoracin smithiana del mercado enla formacin del nuevo modo de produccin.

    27, Patrick J. GEARY, Vivre en conflit dans une France sans tat : typologie des mcanismes de rglementdesconflits (1050-1200),Annales. conomies, Socits, Civilisations, Vol. 41, N 5, 1986, pp. 11071133.

    28

    Rober BRENNER, Agrarian class structure and economic development in pre-industrial Europe, Past andPresent, N 70, 1976, pp. 30-74; idem, Agrarian rootes of European capitalism, Past and Present, N 97, 1982,pp. 16-113. Esa adhesin terica que se ocultaba en esos artculos detrs de un lxico marxista muy ortodoxo,se declara sin inhibiciones en el marxismo analtico que ostenta en, Robert BRENNER, "La base social deldesarrollo econmico", en, J. E, REMER (compilador), El marxismo: una perspectiva analtica, Mxico 1985. Lasimilitud con el anlisis neoclsico se confirma en aclaraciones de los marxistas analticos desligndose de losneoclsicos. Esta ltima contribucin citada de Brenner es la clave que permite descifrar lo anterior.

    29Stephen R. EPSTEIN, "Regions and the late medieval crisis: Sicily and the Tuscany compared, Past and Present130, 1991, pp. 2-50; DEM, An Island for itself. Economic development and social change in Late Medieval Sicily,Cambridge, 1992.

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    pleno los mecanismos de mercado. La dinmica objetivista o plenamente subjetiva son doscaras de la misma moneda: un movimiento auto regulado con causalidad mecnica esreemplazado, a partir de algn episodio, por la razn del agente, tambin sometido a unadefinida regularidad dada por el estmulo de mercado30.

    Quiebra Innovadora de la TeoraNavegar sin cronologa desilusiona, porque con la historia transmutada en unaespeculacin que multiplica el mismo principio, se omite que el origen de ciertas prcticasestuvo en la prctica misma, o sea, en la accin razonable no sujeta a razn, salvo que leotorguemos al agente una posicin de sabelotodo; pero ahora no jugamos al Economista quese entretiene con unpaperde variables, ni al socilogo que opera con la marioneta asocialde la doctrina; tratamos de cuestiones ms serias, de la realidad del pasado.

    Si salimos de esa luz racionalista que enceguece, nos est dado acceder a la parteoscura del principio cronolgico, en tanto se hunde en tiempos en que los registros sondefectuosos, y que se relaciona (y se resuelve) con los principios lgicos del problema. Enesto, la recatada solucin emprica de Marx (explicndose el nacimiento del equivalente

    general del intercambio, es decir, de una parte medular del mercado) supera a un historiadorcomo Britnell y sus rebuscadas concordancias temporales de racionalidades burguesas: losposeedores de mercancas antes de pensar ya han actuado; al principio fue la accin (Im

    Anfang war die Tat)31. La actividad productiva social, en determinadas condiciones, llevabalentamente, por tanteos y ajustes progresivos, al mercado. Es un programa recomendable:volver sobre esta diferencia que establece Marx con respecto a la concepcin de la economaclsica y neoclsica para recorrerla en su estado prctico a travs del estudio documental.Pero advirtamos que los historiadores no han dejado de reconocer esa realidad.

    El horizonte no estuvo, en efecto, totalmente clausurado por modelos. En primer lugarla alternativa emerge de las filtraciones empricas que el dogma no sella. Las reglas de ladisciplina, con su carga documental, inundaron cada cuadro objetivista estructural concampesinos que roturaban tierras, seores que conquistaban lugares o mercaderes quenegociaban. La historiografa no es mera aplicacin de paradigmas, simplemente porque elgremio preserva una identidad que estaba en las premisas positivistas de su natalicio. Esabase tambin contamin cualquier modelo de accin racional absoluta presentando a los quese desenvolvan socialmente sin ser ilustres sujetos trascendentales sino personas comunescon reflexividad baja, concepto de Anthony Giddens que virtuosamente nos aleja de lamarioneta del estructuralista Parsons tanto como del existencialismo sartreano32. Esa

    30Esto se presenta en figuras clsicas de la historia socioeconmica como Michael M. POSTAN , Cronologa delas prestaciones de trabajo, en, DEM, Ensayos sobre agricultura y problemas generales de la economamedieval, Madrid, 1981, pp. 113- 135, que combina el factor demogrfico con los costos de mano de obra, lo quedara oscilaciones en las formas de renta: por ejemplo, la prestacin personal de trabajo en el siglo XIII ingls era

    una respuesta de los seores ante la abundante oferta de mano de obra en el mercado debida al crecimiento depoblacin. Incluso en un autor que deliberadamente se concentra en el movimiento de variables econmicas ydemogrficas (rentas, precios, crecimiento de poblacin) para explicar la transicin, como Guy Bois, el factorpoltico contingente no falta, aun cuando sea como alusin secundaria evocando la acumulacin originaria segnMarx. Ver, BOIS, Crise du fodalisme, citado.

    31 Karl MARX, Das Kapital. Kritik der politischen konomie, 3 Vols, 1, Frankfurt, 1976, 1, p. 101: "In ihrerVerlegenheit denken unsre Warenbesitzer wie Faust. Im Anfang war die Tat. Sie haben daher schon gehandelt,bevor sie gedacht haben."32Anthony GIDDENS, La constitucin de la sociedad. Bases para la teora de la estructuracin , Buenos Aires,1995.

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    recurrencia de la accin ordinaria no inhibe concebir momentos del sujeto trascendiendo laestructura.

    En segundo lugar, dentro de esta generalidad del oficio, algunos historiadoresdeliberadamente trataron de captar el encadenamiento entre contexto situacional y accionesdel que surga el proceso. En este procedimiento, que es la primera barrera contra la

    intromisin especulativa, se han destacado, ante todo, los historiadores marxistas ingleses(Rodney Hilton, Christopher Hill, Eric Hobsbawm, George Rud y Edward Palmer Thompson),y en nuestro tema es notable el tratamiento que Jos Luis Romero dio a la burguesamedieval33. En ellos la accin no es un perfecto acto racional absorbente sino unendiabladamente difcil e impuro proceso constructivo; por ello la cuestin clave de estahistoriografa no est tanto en el contenido como en la disposicin metodolgica que ofrece.Consiste en examinar el cuadro de situacin en el que se encontraban los grupos sociales yrastrear sus pequeas propuestas con aciertos y errores hasta llegar a los grandesprogramas, que son puntos de llegada que al aplicarse como plataformas de nuevas partidasno cambian todo pero s cambian algo o bastante de lo que exista. En estos historiadoresencontramos a la historia y no una regulada experimentacin de laboratorio.

    Inicio del ConflictoSi nos sumergimos en ese seguimiento de lo real a travs de las Crnicas Annimas de

    Sahagn, complementadas por la Coleccin Diplomtica del monasterio, se constata, antetodo, que el conflicto existi: no hubo un clculo integral sobre la oportunidad de fundacin deactividades que eludiera el enfrentamiento34. En segundo lugar, se constata que ste sedesarroll por intereses inmediatos contrapuestos, y se jugaron ajedrecistas partidas coneliminacin de figuras, treguas, algn jaque mate y reinicios. Todo lo hicieron los burgueses a

    33 Rodney HILTON, Siervos liberados. Los movimientos campesinos medievales y el levantamiento ingls de1381, Madrid, 1978; Christopher Hill, El mundo trastornado. El ideario popular extremista en la Revolucininglesa del siglo XVII, Madrid, 1983; Eric J. HOBSBAWM y George RUD, Revolucin industrial y revuelta

    agraria. El capitn Swing, Madrid, 1985; E. P. THOMPSON, La formacin de la clase obrera en Inglaterra, 2 v.Barcelona, 1989; ROMERO, La revolucin burguesa en el mundo feudal. Es necesario aclarar que Romero leatribuye al burgus de 1789 la misma cualidad sociolgica que tena el burgus medieval, con lo cual subestimael proceso por el cual se formaba una clase consagrada a la obtencin de valores de cambio. Pero al mismotiempo se rescata la representacin que brinda sobre el desarrollo de la mentalidad burguesa en la relacin entrepraxis y circunstancias.

    34 Julio PUYOL y ALONSO, Crnicas Annimas de Sahagn, Boletn de la Real Academia de la Historia,Primera Crnica: Vol. 76, 1920, pp. 7-26; 111-126; 242-257; 339-356; 395-419; 512-519; Vol. 77, pp. 51-59; 161;Segunda Crnica, pp. 162-192. Se citar como Crnicas de Sahagnde acuerdo al nmero de captulo; se citala Primera Crnica. Jos Mara MNGUEZ FERNNDEZ, Coleccin diplomtica del monasterio de Sahagn(siglos IX-X), Vol. I, Len 1976; Marta HERRERO DE LA FUENTE, Coleccin diplomtica del monasterio deSahagn (857-1230), Vol. II, (1000-1073), Coleccin de Fuentes y Estudios de Historia Leonesa, Len, 1988;Marta HERRERO DE LA FUENTE, Coleccin diplomtica del monasterio de Sahagn (857-1230), Vol. III, (1074-

    1109), Coleccin de Fuentes y Estudios de Historia Leonesa , Len, 1988; Jos Antonio FERNNDEZ FLOREZ,Coleccin diplomtica del monasterio de Sahagn (857-1230), Vol. IV, (1110-1199), Coleccin de Fuentes yEstudios de Historia Leonesa, Len, 1991; Jos Antonio FERNNDEZ FLOREZ, Coleccin diplomtica delmonasterio de Sahagn (857-1230), Vol. V, (1200-1300), Coleccin de Fuentes y Estudios de Historia Leonesa,Len, 1994; Jos Mara FERNNDEZ CATN; Jos Antonio FERNNDEZ FLOREZ; Marta HERRERO DE LAFUENTE, Coleccin diplomtica del monasterio de Sahagn, Vol. VI, ndices: antropnimos, topnimos, cargos,oficios e instituciones, fuentes y bibliografa citadas, innovaciones monogramticas y verbales, citas bblicas y

    jurdicas de los tomos 1 y de la Coleccin diplomtica del monasterio de Sahagn (857-1230), Coleccin deFuentes y Estudios de Historia Leonesa, Len, 1999. En adelante, esta Coleccin diplomtica se abreviarSahagn

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    partir de clculos concretos sobre sus posibilidades de enfrentar al abad alindose con loscaballeros aragoneses o con la reina. En ocasiones, incluso, aprovecharon para obtenertierras del campesinado, lo cual revela un inters prosaico e inmediato; tampoco tuvieron laastucia de participar en la renta feudal como si se hubieran instruido en la Crtica de laEconoma Poltica y mucho menos apostaron al combate para volver al inicio sin afectar

    intereses, porque al parecer no haban asimilado nada sobre el conflicto como reguladorsocial. Su lucha surga de una situacin dada, era guiada por intereses cercanos y visionesrecortadas, por lo tanto por tanteos, equivocaciones, acuerdos limitados, algo que derivaforzosamente de la sumersin en la praxis rpida, y ello se tradujo en una marcha no lineal.En ese entramado, por el cual descubran gradualmente situaciones, los burguesesterminaban por conquistar su propia organizacin. Este cuadro induce a detenerse en la luchamnima inicial de Sahagn, cuando la exigencia de usar el horno del monasterio despert unaconciencia popular emprica e inmediata. Seguir esa demanda es una explicacin.

    Esa cocina colectiva, que los seores habran ordenado construir cuando se agrupabancasas alrededor del cenobio, respondera, en una primera etapa, a la necesidad social 35. Si lainstalacin consuma fuerzas e implicaba un esfuerzo relativamente elevado para la unidad

    productiva, el horno debi representar un medio de subsistencia necesario para la sociedadprimitiva del burgo inscribindose en la racionalidad de la unidad domstica36. Pero hacia1085, cuando Alfonso VI dictamin que ese uso era una obligacin inexcusable, los vasallosya no perciban en qu los beneficiaba37. Esa apreciacin estara ligada al abandono de laantigua funcionalidad positiva del gravamen servicio que ahora, perdida esta ltimaconnotacin (la de servicio), entraaba una dificultad para lo que deba hacerse in omnibusdiebus, y los residentes no disimularon, en consecuencia, su contrariedad. Vean lo que lespasaba, lo experimentaron, y por ello no dejaron de reflexionar; pero lejos de excelsasinterrogaciones abstractas, su cavilacin era sobre lo que les suceda cotidianamente, y enese plano estuvo su respuesta. Veamos la naturaleza de esto.

    Superadas las dificultades del emplazamiento, los vecinos prefirieron sus propiosrecursos, lo que era una forma de defender su economa, y el monarca debi amenazar porfuero contra todo horno o cocina que se hiciera sin control del abad. En caso de ser halladosdeban destruirse esos objetos prohibidos, y el culpable pagara una multa de quincesueldos38, gabela que se impona bajo tensin, y se torn en un asunto "muy grave eenojoso"39. Surga as la primera resistencia conocida, que debi ser difcil de refrenar por

    35Sahagn, doc. 974, ao 1096, ..furno quem ab initio edificationis villae in nostro habuimus iure". Cocer en elhorno del monasterio era entonces una costumbre que vena dndose desde tiempos anteriores: idem, "in quoomnes burgenses soliti erant panes suos quoque"

    36Liberar de cargas para facilitar la instalacin era una constante que exhibe a ese gasto como ineludible queslo se poda satisfacer por una concentracin de energas en la tarea. Ver, Luciano SERRANO, Fuentes parala historia de Castilla por los PP benedictinos de Silos, t. 1, Coleccin diplomtica de San Salvador de El Moral,

    Valladolid, 1906, Fuero de Palenzuela, pp. 19-20: Homnis homo qui adventicius fuerit in Palenciola, non dabitefforcionem nec faciet sernam in primo anno . Otra clusula de este fuero da cuenta de los costos deconstitucin de familia nuclear: Homo de Palenciola in primo anno quo duxerit uxorem, non faciat sernam nequefacenderam aliquam. Justiniano RODRGUEZ FERNNDEZ, Los fueros del reino de Len, t. 2, Madrid, 1984,ao 1165, doc. 28, fuero de Santa Eugenia dado por el abad del monasterio de San Isidoro, t tulo 3: Et si quibusad populandum ibi uenerit in uno anno non faciat forum.

    37Sahagn, doc. 823, Fuero de 1085, "Nullus habeat ibi furno uel patella, set ubi fuerit inuebnto frangitur et detabbati quinque solidos"

    38Ver nota precedente.

    39Crnicas de Sahagn, captulo 13

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    apoyarse molecularmente en cada hogar, y es posible que el derecho preferencial delconvento a la compra de lea para sus hornos estuviera destinado a impedir emplazamientossubrepticios del pueblo40.

    Esto permite comparar la lucha por imponer el horno del seor con la lucha que se dioen el feudalismo por imponer el molino seorial anulando los molinos domsticos o

    comunitarios de los dependientes. Era el problema que enfrentaba el monasterio de SanMiguel de Escalada, cuando estableca, en la segunda mitad del siglo XII, que el seor, podaconstruir el molino donde quisiera y los vasallos slo podan tener molienda propia donde nohubiera una seorial41.

    Estamos ante un tipo de gabela que era difcil de imponer, como muestra esa guerratan particular de los seores que describi Marc Bloch, dedicada a desmantelar los molinosmanuales del campesinado42. Las dificultades para imponer el derecho banal a la molienda sedieron en lugares tan diversos como Francia, Alemania, Inglaterra y los pases eslavos; en fin,en todas las regiones de feudalismo y durante siglos (hasta las puertas de la pocacontempornea), los seores afrontaron una desobediencia que nunca pudieron realmentevencer. Ese muy largo combate pudo ejercerse porque el recurso alternativo al monopolio se

    mantena protegido en el interior de la casa, como lo haba estado desde tiemposinmemoriales, y en consecuencia era una tradicin difcil o imposible de desterrar43. Esa formade lucha de clases, emplazada en fundamentos individualistas, no significa que el campesinorenunciara a los medios colectivos de produccin o subsistencia, y se sabe que hubo muchosmolinos comunitarios en las aldeas. Pero s pone de relieve, en cambio, que era un rechazoselectivo, dirigido a la imposicin que significaba explotar el trabajo, y por consiguiente, sloen momentos excepcionales, tal vez en la instalacin, puede concebirse que el campesinohaya sentido la necesidad de que ese recurso fuera transitoriamente aportado de modocentral por el seor.

    Esa dificultad para vencer una resistencia domstica explica la victoria de los vecinosde Sahagn cuando el abad se vio obligado a pactar, y a cambio de un sueldo por hogarabonable en Pascua concedi el horno particular44.

    Al descontento por el horno se agreg otro en Sahagn cuando los monjes privaron alos vecinos del bosque. La tirantez que origin la medida se reflej en un minucioso cuidado:una rama del saltus justificaba inspeccionar una casa, medida que nos muestra el uso delmonte para la actividad habitual en unidades consagradas, al igual que las del entorno rural, a

    40Sahagn, doc. 823, fuero de 1085, privilegio citado; se daba junto al de compra de paos y pescado fresco:"Pannos, pisces reentes et ligna ad furnos necessaria nullus emat, quandiu monachi emere uoluerint".

    41Fidel FITA, San Miguel de Escalada. Antiguos fueros y nuevas ilustraciones,Boletn de la Real Academia dela Historia, tomo 32, 1898, Doc. 103, fuero, ao 1173: 3. [] Ubicunque voluerit senior, facial molendinum.

    Homines ponant molendinos ubi senior non posuerit.

    42Marc BLOCH, Avnement et conqute du moulin a eau, en, M. BLOCH, Mlanges historiques, 2, Pars, 1963,pp. 801-821

    43BLOCH, Avnement et conqute du moulin a eau, al respecto reflexiona muy oportunamente: Sopposer, surle territoire banal la construction dautres moulins eau, vent, voire chevaux, ntait pas le plus difficile.Une bonne police, des accords opportunment conclus pouvaient suffire empcher les paysans de porter leurbl aux concurrents dalentour. Mais un obstacle autrement grave naissait de la multiplicit des meulesdomestiques, obstines au travail, despuis des sicles, presque dans chaque chaumire. Les seigneurs leurdclarrent la guerre (p. 814).

    44Sahagn, doc. 974, ut unusquisque suum furnum faciat et ubicunque voluerit quoquat

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    la subsistencia45. Para cualquier entidad productiva de tipo domstica, una economacomplementaria de recoleccin era de una gran importancia46.

    Esto revela un formato del conflicto y de sus protagonistas mucho ms artesanal yrelacionado con la subsistencia que burgus moderno, caracterizacin que coincide con lasmenciones del cronista47. Como en otras ciudades, esos burgueses no lo eran en el sentido

    de los modernos agentes de la economa lucrativa

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    , sino que eran, en principio, moradoresdel burgo que al solicitar un cambio en el medio de subsistencia cambiaban tambin unaforma de renta central (el derecho de fornage) por otra que, autorizando la propiedadparticular, no perturbara la autonoma familiar. Ese fue el arreglo que regul, tras un ao ymedio de conflicto, Alfonso VI en 1087, y ese pequeo triunfo debi alentar a los vecinos paraque desplegaran otros enfrentamientos..

    Debe aclararse tambin que con esa denominacin de burgus se pas luego adesignar al segmento econmica y socialmente mejor situado de la villa. Hacia comienzos delsiglo XII, los burgueses ya eran la elite del burgo, es decir, artesanos prsperos, muchos deellos con tierras en los alrededores del burgo, prosperidad que no indica que necesariamenteprevaleciera una lgica del beneficio. Como indic la reivindicacin del horno, y como tambin

    pondrn de manifiesto episodios de la gran insurreccin, aun cuando en algunos comenzarana existir perspectivas de lucro monetario (cuestin que se alcanza a ver en ciertosdocumentos), la lgica que prevaleca era la del consumo y no la del valor de cambio .

    Inicio Y EncadenamientosAntes de proseguir, hagamos una rpida aclaracin. Reyna Pastor recurre a la historia

    poltica para descubrir en la correspondencia de sucesos la causa inmediata de lainsurgencia49. En 1110 Alfonso el Batallador realizaba una expedicin por Castilla, Len yGalicia, con la cual la rebelin se iniciaba en Lugo, y cuando las tropas se instalaron enSahagn se desencaden la insurreccin en este centro para prolongarse varios aos. Lasituacin poltica, signada por la rivalidad entre la reina de Castilla y Alfonso de Aragn,adems de las contradicciones entre el poder secular y la iglesia, favoreci el alzamiento delos burgueses que se apoyaron en los aragoneses.

    Observemos de inmediato que esos acontecimientos no fueron causa de la disputa sinoel contexto que posibilit el despliegue de una oposicin. Se expres desde los ltimos aosdel siglo XI, y comenz por cuestiones pequeas pero significativas para toda economadomstica. En esto, los artesanos de la villa compartan las demandas de los campesinos delentorno, y en realidad, como ya se dijo, muchos de ellos lo eran.

    45Sahagn, doc. 823, fuero de 1085, "Si in manu alicuius uel in domo inuenerint ramum de saltu, det quinquesolidos; si ad radicem succiderit, capiant eum et faciat abbas quod uult de eo".

    46Emilio SEZ y Carlos SEZ, Coleccin documental del Archivo de la Catedral de Len (775-1230), 2, (953-

    985). Fuentes y estudios de historia leonesa, N 42, Len, 1990, doc. 285, ao 955, es un testimonio elocuentede esa necesidad. Un matrimonio donaba al monasterio de los Santos Justo y Pastor una tierras, reservndoseen una de ellas el derecho a recoger lea mientras vivieran: ut in vita uixerimus colligamus ibidem ligna, et postobitum nostrum sit post parte monasterii

    47Crnicas de Sahagncaptulo 13, a continuacin de advertir con la expresin "muchos e diversos ofiios" queel enunciado no es exhaustivo, menciona herreros, carpinteros, sastres, peleteros, zapateros y escutarios

    48 GARCIA DE VALDEAVELLANO, Orgenes de la burguesa en la Espaa medieval, cita en pp. 154-155,documento de 1092, de Jaca, donacin del rey Sancho Ramrez, cuando expresaba que poda vender lapropiedad ad merkadante aut ad burzes; es decir, el burgus se distingua del comerciante.

    49PASTOR DE TOGNERI, Las primeras rebeliones burguesas, pp. 31 y s.

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    Aqu no hubo entonces ningn gran proyecto inicial para el mercado o para controlartrminos de intercambio. La misma reivindicacin del horno propio no se dio en los inicios delasentamiento, sino en una fase relativamente avanzada de su evolucin (el fuero de AlfonsoVI de 1085 daba carcter legal a lo que ya exista)50, y lo mismo puede decirse sobre elpedido de concejo. Esta ltima necesidad tambin se debi descubrir con el tiempo y la

    experiencia, constatando lo que haba en otros lugares y percibiendo lo que se necesitaba. Laterca oposicin del abad a esa reivindicacin de sus vasallos elev las demandas, hasta quese lleg a dar una alta intervencin de los burgueses en el juego poltico del reino comoresultado de sus luchas y sus alianzas. Al igual que la negativa de los obispos de otrasciudades europeas a la comuna, la dialctica entre demandas y rechazos llev a nuevasluchas, a nuevos niveles de participacin y conciencia, y a nuevas enseanzas.

    Cuando la protesta se generaliz, las peticiones se mezclaban. Los burguesesimpusieron, con su control de la villa, normas para los molinos, negndose incluso a dar elcenso del horno, medida que posiblemente haya surgido por la presin de todo el pueblo 51.Era una presin comprensible cuando los nimos estaban exaltados, y en ese contexto losartesanos comenzaron a tomar del monte lo que necesitaban para sus oficios, sin siquiera

    comunicrselo a los monjes, y si alguien objetaba su conducta, respondan que de parte deldiablo fue e vino quien don a los monjes poseer tal heredad52. En el desenvolvimiento de laprotesta sus intereses econmicos se combinaron a veces con la impugnacin al seoro, y enconsecuencia, complementaron esa actuacin insurgente estableciendo su organizacin yredactando un fuero hacia fines de 1111 o principios de 111253. Fue una seal de autonomarelativa y organizacin propia que contradeca los fundamentos del seoro de la iglesia,institucin cuyos objetivos eran ejercer un estrecho control no slo poltico sino tambinreligioso e ideolgico sobre la sociedad. Esta cuestin, que aqu no puede desarrollarse,explica que esa autonoma relativa de los burgueses fuera un asunto muy sensible para elpoder. Por ello, cuando fueron derrotados, la reina Urraca "busc con gran diligencia la carta yescritura de las maldichas costumbres", y una vez halladas las quem restableciendo lanormativa de su padre (el fuero de 1085); la independencia demostrada en la redaccinasombr al cronista54. La voluntad que los burgueses expresaban en reuniones y acuerdos laafianzaban en un escrito, y fue resistida duramente por la autoridad. El mismo concejo quesurgi en la lucha tuvo muchas dificultades para mantenerse, y perdi entidad a medida quese normalizaban las relaciones. Lo muestra el hecho de que Alfonso VII no se apoy, duranteel agitadsimo reinado de su madre, en esa organizacin de base sino que puso un agentepropio (uille prefectum...imposui), y cuando lo retir, el abad y los monjes tomaron el controldirecto del burgo55.

    50Es imposible en los lmites de este artculo justificar la afirmacin, pero ella se extrae de la investigacin encurso

    51Crnicas de Sahagn, captulo 24

    52Idem, captulo 35.

    53 Crnicas de Sahagn, captulos 51; 67; Ana Mara BARRERO GARCA, Los fueros de Sahagn,Anuario deHistoria del Derecho Espaol, N XLII, 1972, pp. 385-597; ver, p. 410.54Crnicas de Sahagn, captulo 67.

    55Sahagn, doc. 1226, ao 1126, ...prefectum a uil la tali tenore excludam ut deinceps ulla occasione in ella necin aliis omnibus nullum alium dominum, nisi abbatem et monachos preferam....

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    Sin embargo, el concejo y la norma ya se haban transformado en una necesidadineludible para los burgueses56. Las causas que llevaron a que se impusiera esa necesidadson de diverso tipo, entre ellas econmicas y sociales, en tanto se haban constituido en unaelite social57. Pero ahora importa remarcar que esa nueva situacin llev a formular unademanda que adquiri el carcter de irrenunciable: la organizacin del concejo, con lo cual se

    pona en el centro de la lucha una reivindicacin que superaba a la del horno que habainiciado la protesta. Esa obstinacin de los burgueses llev a que prolongaran el desafopermutando la fase insurreccional de inicios del siglo XII por resistencias cotidianas. Esadiscordia constante, en buena medida motivada por la demanda de otro fuero, debi serintolerable, y Alfonso VII, respondiendo al requerimiento seorial (expresin del apremiopopular), otorg un nuevo ordenamiento legal en 1152 con el objetivo de conciliar entre laspartes58. En ste aparece reconocido el concejo.

    El proceso fue, como se observa, muy dilatado, con avances y retrocesos (incluso en elsiglo XIII hubo cierto menoscabo a los derechos de los burgueses, como se trasluce en unnuevo fuero dado por Alfonso X), rasgo que se inscribe en la lentsima secuencia dedescubrimiento de nuevos horizontes por parte del sujeto social, y no se descarta que se

    hayan ensayado formas embrionarias e inacabadas antes de la formulacin programticamnima que surgi en la revuelta. Por ejemplo, es muy posible que los burgueses no hayanestrenado en esa circunstancia su propia comuna sino que retomaran una organizacin yaadoptada cuando la villa pasaba por un desarrollo ascendente. As lo sugiere un texto del ao1047 en el que se mencionan alii plures concilio de concilio Sancti Facundi testes etconfirmant59. Esa alusin muestra que alguna forma de comunidad haba antecedido a lainsurgencia, y es muy posible que se hubiera generado desde abajo, lo que suele confundirsecon modos ms o menos espontneos de actuar.

    Con independencia de las maneras concretas de gnesis y funcionamiento, el recuerdode esa primitiva organizacin comunitaria sera un estmulo y una gua para el combate. Peroal mismo tiempo, la mencin aislada del concejo en el tejido de la coleccin documental,plantea que esa primera organizacin debi ser suprimida apenas los seores tuvieron lasuficiente fuerza como para imponer su voluntad. Si as fueron efectivamente los hechos, ytodo parece confirmarlo, la insurreccin sera tambin una contienda por rescatar del pasadomediato una tradicin para que integrara el pequeo programa del futuro que tenan ante susojos. De la misma manera, los burgueses habran descubierto la utilidad de tener un fueropropio, y en ese reconocimiento de la importancia del texto legal no debi resultar indiferentela experimentacin que sufrieron con los monopolios seoriales. Como indica ese momentode la victoria seorial que fue la destruccin del fuero, ste no era un simple reflejo de las

    56 Sahagn, doc. 1193, es lo que denuncia el Papa escandalizado: "...consuetudines ab Adefonso rege uel

    abbatibus instituta fregerunt et nouas sibi iuxta suum uelle iurificauerint"

    57Crnicas de Sahagn, captulo 51. No es posible ahora justificar esa necesidad econmica. Basta decir que lasactividades productivas necesitaron de una creciente regulacin local. Es as como, por ejemplo, en un acuerdodel concejo del siglo XIII, contenido en Sahagn, doc. 1687, de 1238-1239, se convena limitar los salarios de losobreros que se contrataban, lo cual era de inters para los burgueses.

    58 Sahagn, doc. 1314, ao 1152, dice el rey en su introduccin del fuero que, "...uidens inter dominumDominicum, monasterii Sancti Facundi abbatem, et eiusdem uille burgenses maximam discordiam exagitari, procarta de foros quam eidem abbati suisque monachis requirebant, ut pacem inter eos facerem ad SanctumFacundi".

    59Sahagn, doc. 501, ao 1047

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    relaciones sociales sino un instrumento para oponer a los que impedan la autonoma urbana,y sobre el particular, los burgueses adoptaban un criterio extendido en esa sociedad.

    La perspectiva en el largo plazoEs indudable que la consolidacin de los burgueses en los siglos XII y XIII, ya se tratara

    de artesanos o de comerciantes, no signific un cambio en el modo de produccin. Sinembargo, si terminamos la observacin con esa frase se clausuran otras derivaciones quepermiten pensar la dialctica entre pasado y presente, en la medida en que la actividad de losburgueses se reflej en el rgimen poltico derivado del feudalismo. Es una consecuencia queslo se mide con observaciones comparativas en el largo plazo. Para poner un ejemplo: elanticlericalismo de las protestas medievales no cambi el sistema, pero tampoco dej lascosas como eran en el largo plazo. Indudablemente, junto a la constitucin de una sociedadcivil premoderna, ese tono de hereja (como expres Gramsci, in un certo senso puchiamarsi eretica quella civilt comunale del Duoecento60) tuvo su peso para la constitucindel moderno Estado secular del occidente, tan opuesto al rgimen teocrtico que surgi de laformacin rabe islmica. De la misma manera, debera evaluarse en el largo plazo qu

    signific la voluntad burguesa de cambiar lo que exista, negando el ordenamiento querido porDios, o qu signific que la multitud incendiara el palacio episcopal de Santiago deCompostela y agrediera a la reina, en el mismo acto en que el obispo escapaba disfrazado61.

    All se mezclaba la demanda perentoria, la ira, el clculo, la bsqueda de alianzas, la voluntadde realizar un designio, y un sinfn de acciones que no encapsula ningn modelo puro dequehacer racional. Esa nocin que se cree muy actual de que todo lo slido poda disolverseen el aire se relaciona a su vez con las victorias parciales de los burgueses cuando lograbansus organizaciones de base.

    El problema consiste entonces en ver en esas revoluciones medievales, y en generalen las actividades de ese nuevo sector urbano, lo que aportaron a la praxis poltica moderna ya su objetivacin institucional, es decir, su aporte para la formacin del Estado moderno con elconjunto de sus atributos asociados. Esto significa retomar la lnea de reflexin que se hamencionado en el prembulo de este artculo, recordando que esa contribucin se hizo sin ungran programa inicial; fue slo un resultado de desafos concretos y respuestas inmediatasdando lugar a un proceso sin diseos previos. Esto es vlido, incluso, para explicar formasms complejas que el concejo de una villa, como fue el sistema de mediacin institucional quese interpondra entre ente el monarca y sus vasallos de los burgos.

    En las revueltas del siglo XII los burgueses hispnicos surgan como protagonistaspolticos actuando entre las facciones de la nobleza. En esa trama la reina celebr un concilioen Oviedo en 1115 con nobles y representantes de las villas en respuesta a los movimientos,estableciendo as un hito del nacimiento del rgimen parlamentario62. Con esto no se afirmaque esos movimientos urbanos fueran la causa del parlamentarismo, pero s se sugiere queincidieron para que se realizara una primera modificacin sustancial de la antigua curia plena,suceso que a su vez se inscribe en un largo devenir histrico, y corrobora la tesis que se hamostrado en el presente artculo.

    60Antonio GRAMSI, Gli intellettuali e lorganizzazione della cultura, Torino, 1955, p. 3661J-P MIGNE,Patrologia Latina, Vol. 170, Pars, 1854, col. 1018.

    62Manuel COLMEIRO, De la constitucin y del gobierno de los reinos de Len y Castilla, Madrid, 1855, t. 1, p.302

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    ConclusionesEl comienzo de la burguesa medieval, en sus variadas formas, es un tema que recobra

    su vigencia a la luz de la formacin de las estructuras polticas modernas, porque significa elfundamento de la actual sociedad civil en su relacin con el Estado. Con esto en mente, esposible ver el nexo entre inicios muy modestos, posteriores asonadas locales violentas y la

    accin revolucionaria que se extendi durante la Edad Moderna.Regresamos al tema que nos ha convocado: nuestra semana de mayo no puedecomprenderse fuera de una tradicin poltica anterior a la poltica que se iniciaba en elmedioevo europeo. En esa plaza que est tan cerca de nosotros tampoco se cambiaba en1810 el modo de produccin, pero s se instauraban, a partir de reivindicaciones concretas, losprolegmenos de una nueva organizacin estatal. Los revolucionarios recogan una tradicinmuy antigua, aun cuando no lo supieran. Esa conexin de la historia argentina con la EdadMedia nos devuelve, adems, a los principios fundadores de nuestra historia social. Es unagramtica redimida de nacionalismo que nos ofrece una clave para descifrar nuestro presente.