Los sujetos sociales en el debate tcbricop · Los sujetos sociales en el debate tcbricop moc En los...

38
Los sujetos sociales en el debate tcbricop moc En los paises desarrollados y también en Ainérica Latina en la década de los oclieilta, Iia renacido el debate acerca de los sujetos sociales; en los paises del norte, vinculado al surgimiento de los nuevos n~ovimientos sociales y a la cri- sis del marxismo; en América Latina, también relacionado con la crisis del marxismo en esta región y en particular con el paso de las teorías de la dependencia a las de la transi- ción democrática. Este tránsito no es un simple cambio de temática, sino del paradigma dominante (del inarxisino en las teorías de la dependencia, al pluralismo en teoría politi- ca, e incluso a la posmodernidad). Aunque no haya un solo paradigma alternativo al iilarxista en estos iiloilientos en América Latina, hay consenso entre los teóricos de la tran- +ión democrática, acerca de la inexistencia de un factor ntral articulador de los cailibios de América Latina; tam- 511 eil la negación de la pertiilencia teórica del concepto ,, clase social; y, en particular, con respecto a sujetos socia- les en su caracter fragmentario y su incapacidad liegeiiióni- ca, e incluso transformadora, niás allá de sus localisinos. T-T~V en estas perspectivas una "sociología del no futuro", de rsesperanza que ha encontrado apoyo teóiico en la pos- iernidad, pero -sobre todo- en la realidad de una déca- derdida en América Latina. En el debate internacional hay un conjuilto de concep- ; en cuestión: clase social, sujeto, il~ovimiento social. No * Doctor en sociología, investigador de la LJAM-Iztapaliipa. [ 151

Transcript of Los sujetos sociales en el debate tcbricop · Los sujetos sociales en el debate tcbricop moc En los...

Los sujetos sociales en el debate t cb r i cop

moc

En los paises desarrollados y también en Ainérica Latina en la década de los oclieilta, Iia renacido el debate acerca de los sujetos sociales; en los paises del norte, vinculado al surgimiento de los nuevos n~ovimientos sociales y a la cri- sis del marxismo; en América Latina, también relacionado con la crisis del marxismo en esta región y en particular con el paso de las teorías de la dependencia a las de la transi- ción democrática. Este tránsito no es un simple cambio de temática, sino del paradigma dominante (del inarxisino en las teorías de la dependencia, al pluralismo en teoría politi- ca, e incluso a la posmodernidad). Aunque no haya un solo paradigma alternativo al iilarxista en estos iiloilientos en América Latina, hay consenso entre los teóricos de la tran- +ión democrática, acerca de la inexistencia de un factor

ntral articulador de los cailibios de América Latina; tam- 511 eil la negación de la pertiilencia teórica del concepto ,, clase social; y, en particular, con respecto a sujetos socia- les en su caracter fragmentario y su incapacidad liegeiiióni- ca, e incluso transformadora, niás allá de sus localisinos. T-T~V en estas perspectivas una "sociología del no futuro", de

rsesperanza que ha encontrado apoyo teóiico en la pos- iernidad, pero -sobre todo- en la realidad de una déca-

derdida en América Latina. En el debate internacional hay un conjuilto de concep- ; en cuestión: clase social, sujeto, il~ovimiento social. No

* Doctor en sociología, investigador de la LJAM-Iztapaliipa.

[ 151

JGC
Resaltado
JGC
Resaltado
JGC
Resaltado
JGC
Resaltado
JGC
Resaltado
JGC
Cuadro de texto
De la Garza, E. (1992) “Los Sujetos Sociales en el Debate Teórico” en Crisis y Sujetos Sociales en México. México: Ed. Miguel A. Porrúa.

16 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

pueden ser equivaleiites, y las posiciones se dividen entre quienes los independizan y aquellos que tratan de viiicu- larlos. ¿A qué reinite el coilcepto de sujeto? Eii última ins- tancia, a la acción colectiva real o potencial, pero no a cual- quier tipo de acción colectiva. Tanipoco es fácil atribuir a los sujetos sociales solamente acciones colectivas racioiia- les con respecto a fines o valores. Algunos incluso creen que la accióii colectiva no es racional. Asiinisino, es fácil coiliundir sujeto social con iiioviiniento social. Depende del puiito de vista metodológico; si lo concreto es lo empíi-ico, luego sólo existe el moviniiento social y es igual al sujeto; si lo/noSoncreto es síntesis de múltiples determinaciones, de

/f as '-' más abstractas liasta las inás concretas, lucgo, no nece- sariamente el concepto de sujeto se debe coiifuiidir coi1 el de movinliento y ser aquél, posiblemente, un nivel de abs- tracción de lo real que se puede concretar en moviinieiito gracias a otras deteriilinaiites.

Por otra parte, niuclios aceptan que el coiicepto de suje- to dcbe iinplicar la coiistitucióii de una identidad colectiva. Sin eiiibargo, identidad puedc no ser suficiciite para abar- car el complejo concepto de subjetividad colectiva. Puede destacarse no sólo la identidad eii general, sino -en particu- lar- la ideiitidad de proyccto y de idea de futuro, de iinagi- nario colectivo?

Parte inipoi-tante de la polémica es la relación entre sub- jctividad (ideiitidad para algunos) y estructura. Las respucs- tas lineales que asocia11 una estructura con una subjetividad son insatisfactorias; cabe probleiiiatizar la relacióii, ailtcs de iiidepciidizar totalineilte identidad, dc estructura. ¿Que se eiltieiide por estructura? E\~identemei~te, para las ciencias sociales dcl siglo xx, el coilccpto de estructura iio puede enteiidcrse solameiite coi110 la iilfraestructura ecoilóniica del viejo nlarxisnlo (relacioiics de producción y de propie- dad). La iiifraestructura ecoiióiiiica lia revelado niveles iiue-

1 Coriieliiis Castoriadis, La ii~stitucii>ii iinagiiiaria rfc la sociedad. Barceloiia, Tiisqiiets, 1983.

JGC
Resaltado
JGC
Resaltado
JGC
Resaltado
JGC
Resaltado
JGC
Resaltado
JGC
Resaltado
JGC
Resaltado
JGC
Resaltado

CRISIS Y SUJETOS SOCIALES EN MÉXICO 17

vos, como las situaciones en los procesos de trabajo, que analizan las sociologías del trabajo. Otro tanto podríanlos decir dc las situaciones en los mercados de trabajo, en la esfera del consumo o de la reproduccióil de la fuerza de trabajo. Adeinás, es pertinente hablar de una estructura cultural, o bien del discurso, o de la personalidad, coiilo al- go que se sobrepone al sujeto iildividual y lo eninarca en ciertos parametros que 110 dependen de su voluiltad. Ante esta posible problematización del concepto de estructura, cabe replantearse si esas estructuras con~plejas, no reduci- das a las situacioiles en la infraestructura económica, nada tendrían que ver coi1 la coilstitución de sujetos, en particu- lar, con su subjetividad.

Incluso, cabe problematizar el propio concepto de sub- jetividad. Ésta no puede reducirse a lo arbitrario frente a lo estructurado. La subjetividad puede poseer estructuras parciales; junto a cierta lieterogeilcidad, además de una plas- ticidad y un fiincionan~iei~to posiblenlente a:gorítinico, lo que engarza con la idea de subjetividad como construcción de seiitido.

Todo esto se vincula con la relación entre clase social y sujeto. Hubo quienes llegaron a icientiíicarles; el concepto de clase social se volvió iiifra y superestructura1 y era tan con- creto, que se les igualaba. Este cailiiilo, rico en lo abstracto, en lo práctico se volvió reductivo: la clase obrera era de in- mediato un sujeto. De esta manera, no era posible explicar sus coiiipoi-tamiei~tos colectivos diferenciados (los flujos y reflujos del movinlieilto obrero, su adhesión a ideologías -

contradictorias, etcétera). ¿Por qué no dejar al concepto d e 4 '1 f ----

clase social en un nivel de abstracción: como coiice~to de me- diación entre ésta y el iiloviiíiiento concreto al propio con- cepto de sujeto?

Asimisn~o, la problemática de los sujetos izo siempre pasa por la discusión acerca de las clases sociales (en el caso de los sujetos obreros es pertinente la pregunta de la relación Fo%rXo$J, es la situacióil de los llamados nuevos movimien- z-' *

JGC
Resaltado
JGC
Resaltado

18 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

tos sociales. ¿Hay. por tanto, sujetos clasistas y otros que no lo son? Cuando hablainos de sujetos no clasistas, con ello no anulamos de inmediato toda referencia a estructuras, puesto que, como explicában~os, estructura no necesaria- niente tiene que remitir a relaciones de producción.

Fiilaliiieiite, el concepto de liegeiiionía lia sido muy cues- tioilado por la posniodernidad del norte (adveniiiliento de la sociedad posindustrial, sociedad de la fragmentación) y los posmodernos de la pobreza, los del sur (fragmentación de la miseria y de la marginalidad). El enemigo de estas po- siciones es el marxismo, que identificó en muchos momen- tos sujeto coi1 clase obrera y le adjudicó una hegemonía con respecto a otros sujetos a priori. Ciertamente, el panorama empírico internacional es de no hegeinonías de sujetos (los bloques liistói-icos de Gramsci), con visiones liegeinónicas del mundo, clasistas o no (el cartisino en Inglaterra que con- formó un iiioviiiiiento 11.egemóilico en uii coiitexto de pobre- za y margiilalidad de parte iniportaiite de la población; eii los inicios de la sociedad posiildustrial, los estudiaiites pa- recieron tener esta capacidad de aglutinaniiento de sujetos en torno a su proyecto cultural). Aunque eii los países des- arrollados lio todos se liail refugiado en su individualidad y en el hedonisino, liay iiuevos nioviniieiltos sociales. En otras palabras, el concepto de liegemonía, despojado de conno- taciones metafísicas, inás que desechado, debería ser pro- bleniatizado a la luz de las nuevas realidades del Priiiier y Tercer Mundos.

Los orígenes del problerna: el sujeto histórico en el marxisnio

En el marxisiiio clásico la clase obrera aparece coiilo privi- legiada para encabezar en el futuro la luclia ailticapitalista y construir una nueva sociedad. Esta consideracióii se des- prende de la propia concepción del iiiarxisiiio sobre la rea- lidad:

JGC
Resaltado

CRISIS Y SUJETOS SOCIALES EN MÉXICO 19

a) Realidad articulada en su totalidad con centro en los procesos de la infraestructura ecoiióniica. b) La ceiitralidad de la categoría trabajo en la sociedad capitalista. Según Marx, a través del trabajo, el hombre trailsfornia la realidad y se transforma a sí mismo. La centralidad de la clase obrera se deriva por estar en el foco de las coiltradiccioiles del capitalisino, por un lado: sujeto por exceleilcia de la explotación capitalista en sen- tido estricto y de la alienación del trabajo. Por otro lado, al ser la Única clase en el capitalismo, con capacidades para construir una nueva sociedad por su ubicación en los procesos productivos. Estas ideas se complementan con la de que la historia es de la luclia de clases.

obr ciói Eur org; "CU

bric des ent

soc: de :

con tr al nen

En el siglo XIX el problema de la centralidad de la clase era no era sólo un problema teórico, tenía una constata- I sociológica: proceso acelerado de proletarización en :opa y Estados Unidos. E I ~ torno a la clase obrera se anizaban grandes movin~ientos sociales y políticos; la estión social" se caracterizaba por miseria matei-ial y de .dicioiies de trabajo, exclusióil cultural y política de los >ajadores, revoluciotles periódicas ("los trabajadores tie- L otras relaciones faiiiiliares, lo iiacional iio tiene sentido, :iitendiiniento de la moral, de las leyes y la religión es :rentev, decía Marx acerca del proletariado europeo). Las condiciones han cambiado siil duda alguna. La fk- :a ya no es el uilico ceiitro de la vida obrera, como en las cripciones de Eilgels en las que había una coiltiiluidad re tugurio obrero y fabrica. Los espacios de la experien-

cia obrera se han dcscoiiceiitrado y alguilos de ellos descla- sado.2Ya no hay un consumo propio, un ocio o una vivienda exclusivainente de los obreros. Sin embargo, el "trabajo",

iológicanleilte hablando, 110 queda elimiiiado como uno 10s espacios iiilportailtes de experiencia y por tanto, de

Clause Offe, "Lavoro come categoría sociologica centrale", Slato e inercato. , 11 MLI~~LIO, dicielllbre 1987, pp. 17-46. .

JGC
Resaltado

20 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

socialidad y de co~~strucción de subjetividades. Ahora la existencia obrera se desenvuelve en espacios no integrados.

De la clase en sí a l a para sí. Eii torno a estos conceptos está el problema de la constitución de una clase, en sujeto histórico. Del salto de la situación estructural al moviniieil- to-obrero revolucionario; éste l-ia sido una de las grandes

/traimp& del inarxisnio.3 Priinero el determinisnio, que se ' "presenta eii el mismo Marx (no intentaiilos ningún juicio

suniario sobre Marx, pensador complejo que admite diver- sas lecturas, simplemente señalar que puede dar origen a una lectura estructuralista):

No se trata de lo que este o aquel proletario, o incluso el proletariado en su conjunto, pueda representarse de vez eil cuando como nieta, se trata de lo que el proletariado es y de lo que está obligado liistóricameiite a hacer con an-eglo a ese ser suyo: su meta y su acción histórica se llalla11 llana e irrevocablemeiite prcdeteriiliilados por su propia situación de vida y por toda la situaciói~ burgue- sa actual."

Este pasaje filosófico es liegeliailo: el proletariado ha sus- tituido a la idea absoluta. Es de u11 gran deteriiliilismo es- tructural; el proletaiiado, lo quiera o 110, tendrá que cumplir uiia iiiisióil histórica determinada por su situaciói~ estruc- tural. Sin embargo, el coiicepto ambiguo de "situacióil de vida" puede aceptar dos iilterpretaciones: una economicis- ta, en tanto la esencia de uila situacióil de vida es la ubica- cióil eil relacioiies de producción; la otra, inás rica, eil donde la situación de vida implica a la propia subjetividad de los trabajadores. Esta subjetividad, si se le ve como epifenóme- no de la estiuctura, se cae eil la priiilcra posición; si no es así, no se comprende cómo afiriliar que el proletariado teii-

Carlos Marx, E1 inaiiiíicslo co~nunista. Msxico, Roca, 1972. Carlos Marx y Federico Engels, La sagrada familia. La Habana, Editora

Politica, 1965, p. 348.

CRISIS Y SUJETOS SOCIALES EN MÉXICO 21

uva

terr

U G L G I

L nista -..lr\...h, L l V l

fue1 cier P l n

drá que asumir esta tarca históricamente necesaria. Cuando se pasa del liegelianismo a la sociología de una clase, apare- ,-,

cen conceptos como heterogeneidad y sujeto, y sobre la gene- -- - - ----- -.--. ración de este sujeto. Creer que se genera sólo por la situa- -- - ción de explotación o de alienación es insostenible, aunque también podría contradecirse a quien afirme que esto no tie- ne que ver con los sujetos obreros.

La respuesta marxista del tránsito de la clase e n sí a la clase para sí, por medio de la adquisición de una conciencia de clase, cuando se añade a la idea metafísica de misión his- tórica, se completa con la tesis leninista de la conciencia de clase que llega desde hera. El problema, como vimos, co- inienza con la idea de misión histórica necesaria, pero se continúa con la de conciencia de clase. Ésta es entendida co- mo una correspondencia entre situación estructural y con- ciencia. ¿Qué significa que se correspondan? ¿Cuáles son los criterios de correspondencia? Si éstos los fija la teoría, a priori de la acción obrera, luego se deduce el papel de los intelectuales leninistas encargados de llevar la conciencia desde fuera; pero si conciencia de clase es identidad colec- +:-.-, identificación de un enemigo concreto, proyecto de al-

lancia en la dominación, entonces se le quita el carácter :afisico y se vuelve u11 concepto l~istórico variable pero --minado por factores que van más allá de los partidos.

a conciencia que llega desde fuera. El coilcepto leni- de partido encuentra fundamento teórico e11 las ante-

GS consideraciones de Marxs La conciencia llega dcsde ra al proletariado, busca que coincidan estructura y con- icia. Sociológicainente, el proletariado era incapaz de al-

zar niveles de abstracción coi110 los que suponen el do- minio de la teoría marxista a profundidad, los encargados de sisteniatizar esta conciencia son los intelectuales parti- d ~ & ~ ~ . Un supuesto adicional es que el inarxismo es la cien-

%tos juicios na coinciden con aquellos que creen que el marxismo teórico onjunto ha muerto, sino con la idea de ciertas lecturas de Marx que sí se otado.

22 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

cia de la historia, capaz de predecir los grandes canlbios liistóricos o caracterizar toda una etapa pre~ente .~

Las concepciones que exudan ilumiilisnio; son el trasfon- do dc la iiiisión liistórica y el papel de los intelectuales. Su- ponen que el proceso liistórico puede ser racional y predeci- ble, como en las ciencias iiaturales, a través de las "leyes de la historia". Taiiibién implican una reducción de la subjeti- vidad a la "conciencia de clase" conlo correspondencia, o en todo caso, a la otra subjetividad se le ve coino falsa con- ciencia. En esto liay una profunda ignorancia de la relacióii entre ideología (con10 conciencia dc clase sistemática), con los otros estratos de la subjetividad: los fenómenos de asi- riiilación, de heterogeneidad, de plasticidad, de acoinoda- iilieilto; los cainpos de la subjetividad culturales, discursivos, de la personalidad, etcétera; de cóino esta subjetividad se transforma en el propio inovirniento práctico no sólo por gl iiiflujo de las ideologías que llegan desde fuera;d&l% fenó- menos de reseinailtización de los nuevos discursos en fun-

r, - \

ción de lo viejo en transformació~~, etcétera. < A . . A este cientificisino iluminista y determiilismo estructu-

ral, se puede oponcr otra concepción del propio Marx, la del sujeto-objeto, la de clase obrera coino sujeto-objeto e intelectuales con determiilaciories de sus iilterpretaciones en una sociología del conocimiento. Esto es, ver al objeto como tal y no como actividad sensoiial liumaila es un error del antiguo niaterialisino, el 110 verlo como prictica, no de un modo subjetivo, pues liay una relación dialéctica entre circunstarlcias y actividad.' Pero no fue esta coiicepcióil la que predoniiiló en el siglo xx.

Eil síntesis, el conccpto de sujeto liistóiico eil el rnarxis- ino sc ha visto apuntalado durante inás de 100 aiios por la existeilcia de los niovimientos obreros, que suinados, cons- tituycil el más iniportaiite y pcrsistcnte inoviriiicnto social

V é a s e V. J. Leniii, "i.Qii6 hacer?", Ohras e.ccogidas (12 tomos), t. 11, p. 112 y Un paso acldnilte. dos pasos alric. Moscú, Progreso, 1968, p. 59.

7 Carlos Marx. 'Tssis sobrc FeiierI>sch", Obras esco_m'cl~s, toriios 1 y 11, Mos- cú. Lenguas Extrai~jeras, p. 426.

CRISIS Y SUJETOS SOCIALES EN MÉXICO 23

de este siglo. Ningún otro moviniiento ha tenido sus capa- cidades de transformación de la sociedad, aunque los re- sultados liayan desbordado las posibilidades de predicción de la teoría marxista: por un lado, la constitución de los Es- tados sociales; por otro, los socialismos reales, ambos en desinantelamiento.

El capitalismo de la tercera revoluciói1 tecnológica y los derrumbes del socialismo real, obligan a un alto en la refle- xión sobre s~ljetos: el análisis marxista de la explotación eco- nómica iio lia sido rcfutado, y las traiisforniaciones econó- micas del capitalisnio no lo cuestionan. El problema desde el punto de vista de los sujetos obreros es si puede liaber centralidades o no en sentido sociológico y la constitucióii de sujetos del trabajo; si la traiisformación ocupacioiial de la clase obrera mueve a su identificación o a su separación y fraginentación; y finalmente, aunque se reconozca que los n~oviiiiieiltos obreros no liaii llegado a su fin. sí tienen ca- n-cidades liegemónicas quc cn otros tiempos demostraroii,

te los nuevos iiioviiiiieiitos sociales. Para cl inarxisiiio se abre uiia pregunta fundaniental: ¿si

,,scyó alguna vez uiia teoría de la acción, de cómo la clase obrera se convierte eii movimientos obreros? Cabría diidarlo. si tolllanios en cuenta el predominio a travks del "niarxismo- 1-tliilis~iio" de las versiones positivistas y estructuralistas

do lo explicado anterioniieiite coi1 respecto a la coiicien- 1 de clase y a la clase en sí).

El obrel-ismo italiano y la crítica al positivisnlo mar,uista

S críticas al positivismo del "iiiarxisilio-leniiiisi~~o" se :ron tenlpraiiailieilte por parte de Rosa Luxemburgo, ,aiiisci, Korsch más tarde por la Escuela de Francfort."

:special Gramsci acufió una serie de conceptos coi1 los

A. Grarnsci, "L'ordine Nuo\-o", 25 de septienibre de 1921.

24 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

que buscó ir muclio más allá de la idea de conciencia de clase: "voluntad objetiva" no es igual a conciencia de clase. Gramsci desglosa dentro del campo primitivo de la con- ciencia marxista, el de la voluntad, no como simple conoci- niieilto, siiio coino disposición a la acción. Por otra parte, la voluiitad es objetiva no porque se corresponda a una es- tructura o a un verdadero ser, sino porque es viable en el contexto económico y de relacióii de fuerzas de la coyuntu- ra. La función del partido no desaparece, pero queda tam- bién determinado liistórica y culturalmeiite inilierso en un posible bloque llistórico que apunta a un rico concepto de ilegemonia, no como simple predoniinio inaquiavélico, siiio como capacidad intelectual y ilioral de dirección reconoci- da, y no autoadjudicada por los marxistas a través de una supuesta superioridad tcórica.

Korsch también critica al inarxismo ilaturalista de la ter- cera internacional, y plantea el error de considerar al iilar- wsmo simp1emeiite como u11 sisteriia científico y no como una concepción del mundo (que iiicluye valores, conceptos iiietateóiicos) en relación iilinediata coi1 la lucha de clases; ciitica el papel del partido por tratar de llevar ese saber a la masa y hacer coincidir la coiicieilcia como saber, coi1 la si- tuación iilaterial del proletariado. Coiidella esta escisión positivista entre conciencia y ser, y coiisidera que la praxis iio sólo depende de la coiiciencia de clase, ili mucllo menos de una concieiicia separada de los sujetos-objet~.~

Eii el obrerisiiio italiano de la década de los sesenta se recogen algunas de estas inquietudes. En especial dos: la re- lacióii entre clase y sujeto, y el papel de la ciencia y los inte- lectuales en la geileracióii de la acción colectiva.1°

Mallet es el primero eii poner el dedo en la llaga. La cla- se obrera para él no puede ser considerada simple y llana- mente hoinogénea, sólo por ser explotada por el capital. El

Karl Korsch, Mai.r;ismo y lilosolia. Mkxico, Era, 1970. lo Enrique de la Garza, "La herencia de Raniero Panzieri". Uu ~~aradig~iia

para el análisis de la clase obrera. México, IJAM-I, 1989. pp. 51-78.

CRISIS Y SUJETOS SOCULES EN MÉXICO 25

I L U W *

nicos Ll

al i-7-

movimieilto obrero había sufrido un gran cisma y se divi- dió eiltre socialdeniocracia y comunismo. Interpretar las leal- tades obreras diferenciadas coi110 uii problema de falsas y verdaderas concieilcias, era insostenible a la luz de las in- vestigaciones dc la época sobre la conciencia obrera. La heterogeneidad de la clase obrera, para Mallet, se inicia en los procesos de trabajo, lo que abre para el iilarxismo, la pnirplejidad de la noción de estructura económica.

Los coiltiiluadores de Mallet en los Quaderni Rossi fiaii finalmente el concepto de conlposición de clase y

,, ;?gura o sujeto-obrero; éstos son conceptos de iliediación eiitrc clase obrera y movimieilto obrero concreto. La preten- sióil es descubrir el secreto de las orientaciones colectivas diferenciadas, sin reducirlas a tériiiinos de falsas o verda- deras concieilcias, ni iiluclio menos a la actividad partida- ria. La coiiiposición de clase fue concebida eiz una dimcil- si611 en técnica (referida a los procesos de trabajo), social (lo que el obrero ti-ailsporta de la sociedad a la fábrica), y política (viilculada a foriilas de liicl-ia, de organización, a las demaildas). Asimisiilo, se trató dc profundizar eii el coil- cepto de sujeto-obrero liegeiiióiiico (diferciite a clase obrc- ra liegemóilica a priol-13, culiiiiilaiido eii uila pei-iodización llllmTra del capitalisiilo a partir de sujetos-obreros I~egemó-

-- --.. inme ceptc DIUSX

os iilteiltos de esta corrieiite de revisar y profundizar mismo domiilailte, abortaron al volver al leiliilismo y

en particular, coi1 el concepto de obrero social de Negri. es- te, con una preseiltación apareilteiiieiite sociológica es hege- liailo: en el capitalisn~o actual la lógica del capital abarca prácticaiiiente todos los espacios, no sólo los inmediatameii- te productivos, por tanto, la conti-adiccióii capital/trabajo se ha uiiiversalizado eií la practica y es sufrida de manera

diata por casi toda la población. Por coiisiguieiite, coii- propios a la clase obrera como los de geilcracióii de

.alía, sol1 allora uiliversales. La clase obrera uiiiversal la realidad coiicreta.

26 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

Desaparece la idea rica y original obrerista de hetcro- geileidad (coi110 intento de pasar el niarxisnlo de filosofía social a sociología) y el obi-ero-masa encarna al sujeto uili- versal; es la clase obrera universal de manera inmediata. Esta fornia de razonar ha sido infmctuosa para explicar los nuevos inovimientos sociales, las diferencias y distancias que guardan eil relación con el movimiento obrero."

Las iilsuficieilcias y tentaciones del concepto de com- posición de clase son ahora evidentes. En primer lugar, iio pasaron de ser dimensiones sugerentes a considerar entre los espacios que determinan la constitución de sujetos. Ex- cepto la de composición técnica, con su coiicepto central de descalificación (control sobre el proceso de trabajo), las otras no frieron desan-olladas conceptualiiiente. La tenta- ción vino por la apresurada creación de un modelo a través de una periodización de tipos sujetos liegen~óilicos (oficio, iilasa, social) y adjudicarlos a uii periodo capitalista coi1 todos sus atributos. Por ejemplo, eii una fase de procesos tayloristas debería existir y predonlinar el obrero-iliasa, y su forma de luclia dcberia ser el paro loco, su forma de orgaiiizacióii el sindicato de empi-esa, y sus demandas no estar diferenciadas por oficios. En este iiiodelo se trastocó al obrerisnio como teoría en el Tercer Muiido.

Por otro lado, la liesniciléutica marxista, coiltenida eil los Ultimos trabajos de Paiizieri y sobre todo en el mode- lo obrero para el estudio de la salud de Oddone, no se lle- vó (cxcepto en este últiino caso) liasta sus úlliinas conse- cuencias.

El método de coinvestigacióii implica principios dife- rentes a las concepcioiles iluiiii~listas:~~ la accióii no es totalmente predecible, y la coii~vcstigación iio es el des- cubriinieilto de lo que deben liacer los trabajadores, sino

l1 A. Nrgri, Del obieia-masa a l obrero social. Madrid, Anagrama, 19R9. l2 Movi~itieiilo obrero. siiidicata partidos: el obren.sino italialio. SelecciOn y

ti-ad~icci6n en Iritrod~icciOn de Eririqiie de la Garza y Horacio Vhzquez, próxi- mos a piiblicarse por la Urii\.ersidad Veracnizrina.

CRISIS Y SUJETOS SOCIALES EN M~XICO 27

un parámctro más de esa acción. El sujeto-objeto quiso renacer, pero abortó entre el leiliiiisilio, el n~axiiiialisi~io y -1 voluntarisino de los sucesores de los primeros obreris-

1s. La posibilidad de una exploración del complejo cam- o de la subjetividad desde el marxisn~o, quedó interruili- ida.13

Sujetos y regulacionismo

,as actuales teorías regulacioilistas han intentado, más que na teoría del sujeto, la explicación de la ciisis actual del apitalismo y una nueva periodización dcl mismo. Todo es- ) a través de conceptos coi110 los de régimen de acuniula- ióll (relación estable entre consumo y acumulación a través e formas iilstitucionales), y modo de regulacióii (procedi- lientos sociales e instancias que aseguren las modificacio- .es coyunturales de las iiorinas dc regulacióii).14 Una de las

~eorías iinportailtes eil el origen del regulacioilisiiio es cl iilarxisillo. Varios autores se ha11 encargado también de se- fialar concepciones estructural-fiiilcioi~alistas implícitas en el modelo,l5 aunque la lucha de clases es aceptada explici- taineilte. Los regulacioilistas teóricos no han buscado vincu- lar sus conceptos con la idea de si~jeto. Sin embargo, en el plano nacional, algunos han pretendido uil acoplamieiito entre la periodización de modos de regulacióil y las ideas de Negri acerca de sujctos sociales (del obrcro-iiiasa al obrero social).16 Para ello, se parte de supuestos coilzo los siguientes:

l3 N o desconocemos los aporta de otro miiixismo en este campo: Escoel;~ de rnncfort. Freudo marxismo, etcktzr:~. pero éstos en general heron despreciados combatidos por el marxisino lcniiiismo colno idealismos.

" Mario Luis Pozos, "O proyecto tenrico da escol:ida regiilacüo" hrovos $tudios. Sfio Paulo, Nori, jiilio 1988. '' Sirnón Darcke, "Ovrracuniiilation, d í ~ ~ s Strugple an the Regiilatiori

pproacli", Capital aiid class, enero-marzo 1088, pp. 59-92. '' Estela Gutihrcz, Tesfiinoiiios de la ciisis, toitioi 1 y 11, Mtxico, Siglo XXI,

85.

28 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

a) A cada régimeil de acun~ulación corresponde un su- jeto-obrero hegemónico. Esto porque a partir de las con- diciones materiales que tipiíican el proceso de acumu- lación del capital "se constituye la base objetiva de estructura obrera.. . " (p. 30). b) Desde esas coildiciones inateriales, es posible expli- car por qué un sector se moviliza, entender sus reivindi- cacioiles políticas sindicales, que son "expresión direc- ta de las contradiccioiles que se dan en el seno de la acumulación capitalista" (p. 30). c) Un sujeto-obrero implica tres dimeilsiones:

- Un perfil obrero hoinogéneo desde el punto de vista del proceso de reproducciói~ del capital; -- una estructura de reiviildicaciones, y - métodos de lucha.

Este iiltcnto de retomar las propuestas obreristas eii cuan- to al análisis de los s~ijetos sociales, ha quedado abortado ante la estrechez n~etodológica que en lugar de profuildizar en esas tres diilieilsioiles, las utiliza como si fuese un ino- delo (obrero-masa por ejemplo), con determiilados atribu- tos para verificar siinpleiiieilte si éstos se encoiltrabail eil la clase obrera de u n periodo eii Mexico. Nunca se demostró que a cada régimen de acun~ulación corresponde un sujeto hegeinónico. Se retoinó lo que otros han dicho del obrero tayloi-izado, con atributos de su relación salarial según el regulacioilisilio y se le llanló obrero-masa.

Las oscuridades obreristas sobre las composicioi~es so- ciales, políticas e incluso técilicas, ;lo se intentaron esclarecer o, al ineilos, proponer nuevos conceptos. Sigue1' sin resol- verse la génesis de la subjetividad y es inaceptable que ésta quede reducida a iildicadores como reivindicaciones y iilé-

l7 Véase Enriq~ie de la Garza, "El regulacionismo en Mixico", Estudios Sociológicos. n. 19, El Colegio de México, eriero-abril de 1989.

CRISIS Y SUJETOS SOCIALES EN M ~ X C O 29

todos de lucha (por qué iio incluir idcologia, forina de cog- nición, valores, carácter, etcétera). En esta tipología rudi- mentaria, por supuesto que quedan claras las relaciones entre rasgos de la composicióil de clase. Taiiibién su "situa- cionismo" es suniamente grosero con respecto al proceso de trabajo. Su aplicación al caso de México es forzada.

No intentaremos un balance global de la obra de Touraiiie. Sólo destacaremos algunos eleiiieiitos de la contradictoria relación de Touraine en su primera época, con el maB;is- iiio, como critico y reconstructor de algunos de sus supues- tos y categorías.

Una constante en la critica de Touraiilc al marxisiiio clásico, aunque también al funcioi~alisino, es la relación entre situación y acción; desde el iilicio de su obi-a plantea la pregunta de cóiiio el actor interioriza su situación acer- ca del sentido subjetivo de la ac~iÓn.~"i~ las primeras obras de Touraine (hasta la sociedad posindustrial) es evi- dente la centralidad de la categoría de trabajo. Ésta es el punto de partida "por ser la actividad donde los hombres toman coiicieilcia histórica de sus obras y orientan sus con- ductas".lY

Otro coilcepto retornado dcl marxismo es el de aliena- ción. El concepto de sujeto histórico aparcce en Tourainc eil este peiiodo, en oposición a clase obrera conio sujeto. Aquel siijeto se caracteriza por uiia conciencia liistóiica (no por concieiicia de clase), que actúa sobre la totalidad social con un proyecto, iniplica uiia identidad y el descu- briiiliento del opositor.

En oposici8i1 al coiicepto marxista de conciencia de clase, acuña el de conciencia obrera, que no es una coii-

l8 Alain Tourainr, Socinlog'a de la acciciii. Barcelona, Ariel, 1969. l9 Posteriorineiite roniperi coii esta idea.

30 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

ciencia empírica (en esto coincide con la coilciencia de clasc según Lultacs) y es la mailifestación de uil sujeto liistóri- co. Aunque niega las periodizaciones y dice seguir el méto- do de tipos ideales, es difícil resistir la tentación de peiisar con Touraine sin periodizaciones. Así pasa con sus tipos de conciencia obrera: antigua, de oficio, pi-ofesional, econó- mica y la nueva concieilcia obrera. Las diferencias entre conciencias obreras son con base en su relacióil coi1 el tra- bajo, aunque ligadas a un sistema liistórico de accióil y a uil sistema de proyectos (no tanto de imágenes y represeil- tacioiles). Pareciera que las tres últimas fonnas de coilcien- cia obrera guardan relación con las fases de la evolución profesional: la fase A (predomiiia en el trabajo profesional y la habilidad obrera); la fase B (trabaja en serie y cadenas, ti-abajo directo parcelado, repetitivo); y la fase C (autoniati- zacióil, reagrupailiieilto de operac io i le~) .~~

A partir de la sociedad posiildustrial hay un caiiibio cn TouraiileF1 la alieilación y ya no la explotación, es aliora la categoría central de la sociedad posiildustrial; aparece un interés muy nlarcado por negar que la clase obrera pudiera ser sujeto l ~ e g e i i i Ó i ~ i c ~ . ~ ~ i i ~ eiiibargo, eil Touraiiie la rup- tura entre clase social y actor, no es total. Cuaildo define iiioviiiiiento social como la acción coilflictual de agentes de clase que luclian por el control del sistenia de acción liistórico, hay un lugar para las clases.

No queda claro si Touraine quiere romper coi1 el situa- cionisino y la iiietafisica de los sujetos en el marxismo-leiii- nismo, y si lo logra cabaliiieilte con su idea dc conciencia obrera y de siljeto histórico o de historicidad. Además, tam- poco cxplica con sus conceptos clarameilte la emergeilcia de una conciencia histórica, iiiás bien nos ofrcce una rica tipologia de coilceptos, que permiten describir a los sujetos,

Alain Tociraine, La coiiceilza opera. Roma, Franco Angcli, 1976. 21 Aiain Touraine, La sociedad posi~idusti-iaL Barcelona, Ariel, 1988. 2z Aiain Toliraine, M. Wieworka y F. Dubet, II movunir.nto operaio, Milano,

Franco Angeli, 19SS.

CRISIS Y SUJETOS SOCIALES EN MEXICO 31

sus coiiciencias y sus acercamientos a sujetos liistóricos o 110, sin conforinar una teoría propianlente, entendiendo coiiio teoría un sistema conceptual con capacidad explica- tiva. Esto sucede cuando, por ejcmplo, distingue acertada- mente y con una riqueza quc el iiiarxismo no lia tenido, los niveles de satisfacción en el trabajo, el societal de interac- cióii y actitudes en las rclacioiles sociales, y el de la liisto- ricidad. Son niveles que se aiitojan importantes a iiicluir eii el análisis de constitucióii de sujetos históricos, pero no queda claro cómo se transita de uno a otro, cómo el Últiiiio llega a opacar a los otros, o cómo los priineros iiifluyeii sobre el tercero.

El lector se queda con tipos y rasgos que a lo suiiio le periiiiten decir si es t i uno frente a un s ~ ~ j e t o liistórico (si cuiiiple con los atributos de totalidad, identidad y oposi- ción), iiiás que como éstos se generan. Además de los pro- bleilias de la separación tajante entre conciencia liistóiica y ciiipirica.

Sujetos y movimientos sociales

Los movimientos estudiantiles de las décadas de los seseii- ta y los setenta, con su capacidad de cuestionar al "sistenia de acción liistórico"; los nuevos iiioviiiiientos sociales de la década de los oclieilta, sin estas capacidades y, finaliiiente, la iiistitucionalización del ii~oviiiiiento obrero y su dcca- dcncia en esta década ante la reestructuración productiva y de los pactos socíalcs, f ~ ~ e r o i l la base de investigación y de una nueva reflexión sobre iiloviiiiientos sociales. Más allá dcl niarxisnio en dificultades, la sociología volvió a pre- guntarse si liabia teorías de los inovimientos socialcs, o al iiieiios de la acción colectiva y liubo que volver a los orige- iies, a la accióii social.23

s e eiicoiitraron dos posicioiies, la individualista, para la cual el honibre persigue su beneficio individual y actúa mi-

"Varios ai~tores, 1 I I U O V ~ movrlnriiii sociali. Roma, Franco Angeli, 1988.

32 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

niiiiizaiido costos y niaximizaiido beneficio^;'^ y la dualis- ta, para la cual en lo colcctivo no entra el cálculo racional (Sighele, Le Bon, Escuela de Cliicago, Moscovici, Smelser). Para Sinelser la acción colectiva no está guiada por noriiias existentes, sino que surge para afroiitar a lo indefinido o no estructurado; nace de la crisis de los órganos de colitrol social o del desfase entre integración normativa y estructu- ra. Sin embargo, algunas de estas perspectivas funcionalis- tas se desacreditar011 con los movimientos de las dScadas de los sesenta y los setenta y el advenin~ie~ito de la iiucva izquierda.

La nueva izquierda y sus movimientos, sirvieron de base rcal a las dos principales corrientes en la actualidad sobre iiioviiiiieiltos sociales. Una dc origcii estadouilidense y la otra europea.

En la primera perspectiva, llamada de n~ovilizocion de recursos, el grado de conflictividad varia cuaiido caiiibian los recursos (tiempo, dinero y otros). Eii los inoviiiiieiltos colectivos se conibiila la acción irracional del "sosteiledor de concieilcia" (irracional desde el puilto de vista dcl cálcu- lo de sus intereses) y la del "sosteiiedor por beileficio". Aun- que se pretcncle una sucr-te de combiriación dc acción racional e irracioiial en los niovi~iiientos, el iiiodelo es racionalista, puesto que a la solidaridad u objctivos solidarios se les lila- neja ~01110 recursos y resultados: la solidaridad es un recur- so y se i~iaxiiiliza. No obstaiitc, queda poco claro en estc iiiodelo el concepto de escasez de solidaridad, si liay una solidaridad suiiia cero, o si es posible comparar grados dc so- lidaridad en escala de iiieiios a 1115s.

El scpndo paradigiiia, el de la idciltidad, rechaza el pri- ~i iado de las coiltradiccioiies estructurales (o la escascz de recursos dcl priiiier paradigma), coiiio detcrmiiiantes de las identidades colectivas. Está en contra del neototalitarisilio

Olson Manar, Tlie logic o f collective acrioil. Carnlxidge, Can~bridge Uiii- versity Press, 1965.

CRISIS Y SUJETOS SOCIALES EN MÉXICO 33

del actor racional. Considera que en las acciones colectivas hay otra lógica. La formación de identidades puede ser el fin del inovimiento colectivo; en él los individuos se c m - vierten en otros. Un problema importante dentro de esta perspectiva es el de la coilstruccion de la iiltencionalidad del acto colectiv0.~5

El avance analítico de esta perspectiva al interior de los moviiiiientos cs notable, aunque siga el dualismo entre es- tructura y accióil. i N o hay reconciliación posible?

Melucci lia intentado seriamente salir del dualismo en- tre estructura y voluntad.26 Critica a Touraine por no expli- car cl paso dei conflicto sistémico a la historicidad, y a la sociología de las organizaciones que no dan cuenta del sentido del moviiliiento. Afirina que sin un análisis de las relaciones de clase, las conductas colectivas se convierten eil fenómenos emocioilales, derivados dcl mal fuilcioila- mieilto de los mecai~ismos de ii i tegraciói~.~~ Es ilecesario, por tanto, combiiiar relaciones sistémicas con orientacioiies voluntarias y verlos coiilo sistemas de acción operaiido en un campo sistémieo de posibilidades y límite^.'^

La identidad 110 tiene que esperar al movimiento; la socie- dad altamente diferenciada produce y distribuye fuentes cre- cientes de iildividiialización (capacidad de reconocer la acción propia corno cainpo de identificacióil) y este proceso es sis- téinico. Hay que reconocer eil este punto, que los sistemas complejos aseguran su iiitegi-ación coiltrolando la capacidad de producir sentido; sin eii~bargo, el movimieilto de creacióil del actor colectivo no es simple consecuencia de teilsioiles estructurales, de disfunciones o dc privaciones relativas. Los moviinientos sociales tienen su raíz en la cotidiaiaidad de la vida social y eil las redes asociativas coinuilitarias y or-

25 Tati;iiia P i p ~ n , Scioppero coiilro I'utei~Le. Roma, Roll:iti Boriiigliieni, 1968. A Mel~icci, Olfre codici. Roma, Feltrinelli. 1982.

27 A Mclricci, Sistema j~olitico. partiiri e mor;iinei~lí rociali. Roma, Feltriiie- 114 1982.

A Melucci, "El desafio sinlbhlico de los niitos sociales", Roma, 19Sh (iiii- nieo).

34 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

ganizativas, donde se forma la identidad social colectiva. En este proceso, la acción iliisnia es una condición.

Viejas verdades, poco recoilocidas; insatisfacciones ante los paradigmas racionalistas y de identidad. Estructura y sub- jetividad jucgan de manera compleja para constituir identi- dxdes. El movimiento misiiio es una condición; negación del nuevo estructuralismo pero tanibiéil del voluntarisino, a la vez, largo camino conceptual y metodológico por recorrer.

LOS SUJETOS EN LA TRADICIÓN MEXICANA

Lo más cercano a la problemática de sujetos que estamos tratando, hati sido los estudios de movimientos obreros, can~pesinos, estudiantiles. urbano-populares, politicos y re- cieilteiilente de eiiipresarios, mujeres, ecolo~istas y homo- sexuales.

Los estudios tradicionales de moviiilientos obrcros in- fluyeron en u11 priiiler nioi-iieilto a la forina de estudiar otros moviniientos. El estilo que lia predoiiiinado, allora eii de- cadencia, lia sido el estilo de c r ó i ~ i c a ; ~ ~ éste consiste eil lia- ccr el recuento de la dinámica del iliovimiento por perio- dos, describiendo básicamente las accioiles colectivas y las posiciones de los dirigentes obreros, empresariales, parti- darios y estatales. La pobreza teórica de estos estudios es nluy grande, pues es difícil analizar cuál es el conccpto de sujcto iniplicito en estas crónicas. En ellas nunca se cues- tiona acerca de la relación entre estructura y movimiento, esto aparece diáfano: los conflictos en la estructura causan al moviniieiito (la explotación, la caída del salario real, cl desempleo, principaln~ente).

Hay estudios que pretenden asociar al ciclo del movi- iiiiento obrero con puras variables estructurales: algunos han coilcluido que a mayor creciiniento ecoilóii~ico niayor propensión a la liuclga. aunque eii periodos diferentes a los

" Enrique de la Gana, "Los estilos de investigación sobre la clase obrera en MCxíco", Rn-ista Mesicai~a de Sociologia. n. 4/88, oct~ihre-diciembre de 1989.

tos dirc la f

estudiados sucediese lo contrario. Finalmente, quiencs in- troducen más variablcs estructurales han coilcluido lioilesta- nlente que iiltervieilen de otras de tipo no cuailtitativo. que deteriliinail en gran nicdida la eficiencia de las estructura- les. Eii la mayoría de estos estudios ni siquiera se profundi- za en estas variables estructurales, simplenicilte, se prescn- ta a la clase obrera explotada y dispuesta a tomar el cielo por asalto, si es que no intcrvicneil "charros", Estado y dii-i- ceiites portadores de falsas concieiicias. Para ellos. la clase obrera es depositaria de u11 destino l-iistórico y liay uli ca- mino a seguir en la adquisición de la coilciencia de clasc. El1 esta coilcepcióil, la clase se iguala al sujeto y los mo- vimientos concretos no son sillo iilcidentcs en su devenir ilecesai-io. Por ello, su problema principal es la relación cn- tre siildicatos y Estado; sus casos prefcridos, los dc rebclióil obrera contra direcciones sindicales oficiales, casi sieiiiprc derrotados; su periodo prefcrido, la década dc los scteilta con su iilsurgencia sindical, aunque por regresión, se haga tambiéii la Iiistoria de movimieiltos obreros. dei~otados o 110,

de periodos aiitcriorcs. E n estas Iiistoi-ias sc ti-ata cie delnos- Ir iilsistciltcmcilte la no rcprcseiltatividad dc los cliarros los ejcmplos qiie se escoge11 tautológicamcillc lo dcmucs- sn) y una suerte de vocación dcnlocratica de los trabaja-

es. Sus fuentes prefciidas so11 los periódicos. En realidad, no hay una problematizacióii acerca de l o surgcn los movimientos obreros. No se explica cl

itagonismo. como nivel supucstameiite profuiido, junto a circuiistancial o anecdótico (una mala coiltratacióil, un

lilieilto salarial iiisatisfactorio o un asravio personal); 110

hay iliilguna reflexi0il que pretcncia geiicralizar. No piicdc llabcr generalizacióii si no hay coilccptos y teoría, y ésta cs la falla priilcipal dc estos estudios: la ausencia de conccp-

teóiicos coi1 excepción del cliarrisiilo, eiitcildido coriio :cción espuria, externa a la clase obrera. sosteilida por uerza. No hay iilvestigacioncs de la vida iiltcriia de los

sindicatos, de las relacioiles (cuaildo no l-iay iilsurgeilcia)

36 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

entre charros y base de trabajadores. Ni una palabra acer- ca de las formas de la subjetividad obrera. Conceptos como los de creación de identidad, intencionalidad, estructura valorativa y resemantización, 110 pasan por el horizonte de esta pobre perspectiva. Su visión de liistoria es igualmente raquítica: reducida al accionar de los maquinistas de la lo- conlotora de la historia, dirigentes y partidos. Afortunada- mente, liemos reconocido la decadencia cuantitativa y cua- litativa de esta perspectiva a lo largo de la década de los ochenta.

La influencia del accionalismo se ha sentido en el país, como una perspectiva diferente. Su presencia en una socio- logía del trabajo en Latinoamérica fixstrada en la década de los sesenta, es bien reconocida en Sudamérica. Touraiile llegó a México por dos vías. Por el análisis de Zermeño3O sobre el inovirniento estudiantil, el cual no ha tenido real- incilte continuadores, y por la antropología del trabajo en la década de los setenta. En ésta son ya clásicos los estudios que se aproximan a los tipos de organizacióil profesional de Touraine, y a sus tipos de obreros." Sin eiilbargo, habría que aclarar que eil este caso no se adoptó el accionalismo (a diferencia de la investigación mencioiiada sobre nov vi mi en- to estudiantil), sino sólo los tipos obreros ideales y no su cosaplejo cuerpo de conceptos, para ubicarlos i~ iás bien en un marco marxista de lucha de clases o bien funcionalista.

En las investigaciones de otros movimientos sociales la situación a veces es mejor. Los i~~ovin~ientos canipesinos en la década anterior tambikn sufrieroil la iiflueilcia mar- xista. pero a difercilcia de los movimieiltos obreros los lle- vó a coinplejas discusiones teóricas; por ejemplo, acerca de

Sergio Zermeiío, Mkxico uria democracia utbpica. México, Siglo XXI, 1976.

'' I l~in Bizherg y L. Barreza, "La accibn obrera en Las Truclias", Revista Mesicaiia de Sociologia. v. XLII, n. 4, octubre-dicieinhre de 1980, y Juan L. Síirie- go y R. Santara, "Transicidn tecnoldgica y resistencia obrera en la minería mexi- cana", Cuadenios Politicos. n. 3, enero-niiirzo de 1982.

CRISIS Y SUJETOS SOCIALES EN MÉXICO 37

si había un proceso de campenizacióii o descampenizacion, Q sobre el potencial revolucionario de los can~pesinos. Es- tos problenias contribuyeroil, en algunos casos, a combinar estudios de estructura rural con los de inovimiento (situa- ción poco común en los de moviniiento obrero). Además, la tradición antropológica indigenista, trasladada al ámbito canipesino, ayudó a enriquecer conceptual y empíricameii- te los estudios. Apareció nuevamente como problema, a diferencia de los de movimiento obrero, la relación entre líder tradicional campesino y base, se aprovecharon con- ceptos como los de patronazgo y otros poco ortodoxos para el marxismo.

Los trabajos sobre moviiilientos urbano-populares y elec- torales son más recientes y taiiibiéil están influidos por las mismas perspectivas que lieinos sefíalado. Los campesiiios, poqno estar claramente llamados a nlisiones liistóricas por,

i* loi,pobladores, han obligado a preguntarse acerca de'& \

Zlcaiices de estos inoviniientos, de su relación con los pro- blemas urbanos (uso del suelo, servicios públicos, etcétera) y con las autoridades guberiiainentales (el trámite, la ges- tión y sus potencialidades transforinadoras). Sin embargo:

. . . el análisis de los procesos urbanos no resulta sufi- cieiite para explicar el origen y desarrollo de los movi- mientos sociales urbanos. No puede dar cuenta de la es- tmctura orgánica, ni de las orientaciones políticas que presentan esos movimientos, ni alcailza a explicar por qué aparecen en determinadas ciudades y no en otras; por qué sufren apogeos y retrocesos en distintas coyun- t u r a ~ . ~ ~

Méx nn 1

En conclusión, los estudios sobre movimientos sociales México (salvo excepciones coiilo las seiialadas) han es-

'2 Maniiel Pevio y Martha Scliteingiisf "Movimientos sociales urbanos en ice". Revista Mexicaiia de Sociologia. v. LVt, n. 4, octubre-diciembre de 1984, 05-126.

38 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

tado sumamente atrasados de las discusiones y teorías en Latii~oainéi-ica33 y en el resto del mundo; sobre todo aque- llos sobre iiiovimientos obreros. Recientemente, empieza a aparecer una nueva generación de estudiosos de los movi- mientos sociales; algunos viilculados a las corrientes teóricas internacionales sobre nuevos moviiilientos sociales; otros son estudiosos de viejos movimientos, insatisfechos con el análisis croilológico. Esperemos que esta llueva generación ayude a entender lo que la anterior no pudo hacer debido a sus linlitaciones teóricas, metodológicas y valorativas.

HACIA UNA ALTEFWATIVA

Eil América Latina, coino seiiala Zerineiío, principalmente en el Cono Sur existe ya una sociología latinoamericana de la pérdida de sentido y de idca de futuro.34 Al inicio pareció ser el traslado de la discusión posmoderila a un contexto nluy poco il~oderno, después se volvió la sociología de la desesperanza. 110 ante la sociedad posindustrial que sólo algiiil dcspistado puede entrever en América Latina, sino de la pobreza extrema como barbarie y desarticulación. Pa- reciera que en poco tiempo se transitó, el1 la década perdi- da de América Latina y ante la iilcei-tidumbre de cómo se podría recuperar el crccimieiito, de una sociología de la lu- clia de clases, a otra de actores con identidades restriilgi- das, y fiilalmeiite a una simple pérdida de sentido. Si Amé- rica Latina recuerda allora a la Europa del siglo XIX, con sus masas de "luinpcn-proletarios marginados", se abren ante ella dos alteriiativas: la pesimista (los pobres no pue-

En la dicada de los ochenta en América del Siir siirgi6 tina shlida corriente de anilisis de los movimientos sociales. Algunas tle siis características piiederi verse en el capítiilo el;ihorado por Victor Moniiel Diiiand en este mismo libro.

3* Sergio Zermeiío, "El regreso del litler: crisis nsoliberalisnio y desor- den", Revista Mcricaiia de Sociologia. v. LI, 11. 4, octiibre-diciembre de 1989, pp. 115-168.

IRISIS Y SUJETOS SOCIALES EN MÉXICO 39

den proponerse un proyecto de sociedücl inás silla clc sus particularismos), y la menos pesimista, la cual recoi-daría que en los inoviniieiitos sociales taiiibiCi1 intcrviciieii las :uestioncs estructurales; la pobrcza extreiiia en nuestros ~a íses es una de ellas. De estos pobres extrcnios no es posi- le extraer un proyecto, pero otros grupos sociales sí pue- den, su viabilidad pasara por las capacidaclcs para que lo hacan suyo estas mayorías iiiarginadas. La niarginacióii del siglo xx en Europa o en Estados Unidos no creó un vacío de futuro, sino que alinieiitó la lucha de clases. La impor- tancia dc discutir con sericdad estos problemas, niás allá AP estados de ániilio y de iiiodas iiitelectuales, inspira las

guientes reflexiones.

Los sujetos dan sigilificación a los coiiflictos en la cstructu- ra a través de una visión del niundo. Por tanto, la iliedia- ción entre estructura y accióii colectiva es subjetiva. No basta entender esta subjetividad como identidad (Melucci dice: "los hombres pueden sentirse ideiltificados sistéiiiica- mente y no por ello generar n~ovimieiitos sociales"), sino que debe implicar una idciltidad de futuro y de proyccto. Tampoco esto basta si no se transita liacia una voluiitad colectiva autóiloma.

En esta discusión, los conceptos estructura, subjclivi- dad, identidad y voluntad debeii ser problematizados. Pri- mero habría que 1-ecoiiocer que cs posible hablar de estruc- turas en inuclios niveles: las relaciones sociales, la cultura y la personalidad. Las relaciones sociales estructiiradas, que son pertinentes para el aiiilisis de un sijcto social, tienen que ser descubiertas y pueden ser difercntcs para cada uiio. Ejcmplos de estos espacios parcialmente estruct~irados se- rían las de las relaciones dc produccióii (con sus ámbitos de valoración, trabajo, dist~ibución, c o u w 1 o y reprocl~ic- ción de la fuerza dc trabajo), los de la<necesidad%cultura- --

40 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

les, los de las relaciones interpersonales, los de la persoila- lidad, los del discurso, los de las representaciones (conio órdenes epistemológ,icos del sentido común), los del espa- cio urbano, los de las relaciones de género, los ec.ológicos, los sexuales propiamente diclios, etcétera.

La pertenencia estructural puede reconocer también ni- veles espacio teinporales y de abstracción diferenciados.

El concepto de subjetividad no puede desvincularse de los movimientos sociales (puede hablarse de otros concep- tos de subjetividad relacionados con fenómenos diferentes a los movimientos colectivos). Asimismo, lo que nos intere- sa destacar es la subjetividad como fenómeno colectivo, sus vínculos con las subjetividades individuales, sin ser la pri- mera simple agregado estadístico de la segunda, sino un nivel diferente de pensar lo social, de acuerdo coi1 la mejor tradición de la sociología que viene de Marx, Durltheiii~, Weber, etcétera.

Una subjetividad acotada tiene relacióii con el antiguo problema íilosófico de la relación entre sujeto y objeto. Su coilversión en problcma sociológico implica cambiar la pre- gunta acerca de qué es nlis deteiilliiiailte, si el sujeto o el objeto, por la de cómo y por cuál proceso el objeto adquiere signiíicado para el sujeto y cómo ese sigilificado puede oricii- tar la accióil del seguildo; cómo la acción impacta al proce- so de sigiiificacióil. En esta problematizacióii el ailtiguo concepto de coilcieilcia (falsa o verdadera) y dcl ser, resul- tan pdn~itivos o, en el mejor de los casos, situados en uii ni- vel poco adecuado para nuestros propósitos.

El proceso de creación de significado pone en juego estructuras diversas que están nias allá de lo individual, o mejor dicho "traspasan" a los individuos sin agotarlos, es- tructuras valorativas, estéticas, de razoilaniieilto y discursi- vas anteriores al hombre singular eii determiliada época y espacio. La subjetividad no es la suma de estas estructuras que entran en juego para dar significado.

El proceso de creacióii de significado posee un carácter plástico, alejado de cotiibinatorias estructuralistas o rela- cioiies sistémicas, aunque estructuras parciales, no necesa- riamente homogéneas entre sí puedan crearse para dar sig- nificado a las situaciones; puede ir desde las percepciones hasta las llamadas concepciones del niundo. Todo esto no es reducible a un problema psicológico individual, porque las estructuras puestas en juego rebasan al individuo, sin ser necesarianielite conscieiltes.

En este punto es conveiiieilte hablar de posibles cam- pos, parcialmente estructurados, que se movilizan en el pro- ceso subjetivo. El1 particular para aquel proceso subjetivo que más directamente pudiera relacionarse con la confor- mación de una identidad, una voluntad, y una decisión co- lectivas para la acción previa a u11 inoviiniento social (en el que se reconoce a un misino opoiiente, una situación de conflicto, y se esboza un proyecto alternativo al del opo- nente). E n todo esto el reconociiilieiito de oponentes, con- flictos y proyectos puede darse en dilerentes niveles de es- pecificidad y de totalidad. La diferencia de niveles niás que hablar como Touraiiie de existencia o iiiexisteilcia de un movimiento social, 110s remite a su trasceildencia.

Algunos de los caiiipos parcialilieiite estructurados que pueden ponerse en juego en el proceso subjetivo son los siguientes:

-El ca111po del conocimiento. En su iiiterior aparecen preguntas relevantes conio: ¿Qué determina exteriia- iilente la posesióii de la información pertinente? iCóino adquiere sigiiificado la iiiforiiiación para el sujeto? iCó- 1110 los significados dc la información pueden tomar un carácter colectivo? -El campo de los valores. Al respecto ¿es posible hablar de valores difusos y específicos? ¿Cuáles son sus rela- cioiles? Estos valores puedeii iio tener un carácter sisté- mico, sin estar totalmente desarticulados. ¿Es posible

42 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

pensar eil relaciones entre valores coiilo en "rejilla", también con la iloción de coilglomerado? ¿Los valores reconocen uiia i~iutación? ¿En qué circunstailcias? Asi- mismo ¿los conglomerados valorativos pueden sufrir entre ellos y a su interior nuevas jerarquizaciones? ¿Qué significaría una función polivalente de un valor o de un coilgloinerado? ¿Cuáles son los limites de esta poliva- lencia? ¿Hay valores con funcioiies 110 conscientes? ¿Las estructuras valorativas, además de la relación entre lo ambiguo y lo especifico, pueden analizarse por estra- tos? ¿Estratos fosilizados y niemorias históricas como en Gramsci? -El campo de la personalidad. Si queremos difereilciar- lo de los anteriores, habría que enfocarlo hacia los sen- tidos enlotivos, relacionados coi1 las estructuras estética y de sentiiiiientos. Preguntas semejantes al campo de los valores podrían hacerse para el de la personalidad. -El can~po del razonaniiento cotidiano o de la epis- temología del sentido común. Este campo es el de las formas de conlo los sujetos liacen infereiicias, n~oiiieil- to previo a la decisión a la accióii o a la pasividad. Ante él ¿cuáles son las "preiiiisas" de las iiiiplicacioiles del razonaiilicnto cotidiano? ¿Cuál es el vínculo entrc "con- clusióii", decisión para la acción y la accióii misma? ¿Hay estructuras cie razonamiento cotidiaiio liistórica y socialmente deteriiiinadas, que diferencian a las cla- ses, grupos sociales, etcétera, por épocas y espacios es- pecíficos? -E1 campo del discurso. ¿Es este campo uii sintctizador de los anteriores, que no los reduce a él iiiisnio, en cuanto a estructurador dcl sentido?

Finalniente, el proceso de lo subjetivo no sólo puede movilizar cainpos parcialniente estructurados como los an- teriores, sino que puede poseer un carácter algorítmico re- lativamente abierto; en el sentido de capacidad para crear

CRISIS Y SUJETOS SOCIALES EN MÉSICO 43

a partir de campos coino los anteriores y especificidades no estructuradas, "configuraciones" para cada situación.

Estas coiifiguracioiles presuponen que entre los "ele- meiitos" inovilizados de las estructuras puedan romperse conexiones previas, crcarse otras, especificarse los ambi- guos, relegarse los específicos, haber rejerarquizaciones o sólo ciertas polivaleilcias en determinadas circuilstancias. Lo anterior 110 sigaifica que la capaciclaci subjetiva de crea- ción de coilíiguracioiles admita cualquier posibilidad. No hay sujetos fuera de estructuras. Aunque también es cierto que las estructuras no agotan al siljeto y que su "experien- cia", cotidiana o en movin~iento social, es fuente iinportan- te de reproducción o creación de subjetividad.

Los anteriores campos para la subjetividad y las nocio- nes propuestas para el ailálisis del proceso de creación de scntido no constituyeil una teoría, sólo so11 posibles con- ceptos ordenadores (especificados a través de preguntas y 110 de relacioiles hipotéticas entre ellos). Una versióil recoilstiuctiva y no hipotética y deductiva del proceso de siibjetivizacióil implicaría descubrir los clementos de los campos parcialmente estructurados (anteriores al i~iovi- miento social) pertiiieiltes para cada sujeto (los campos pro- puestos deben ser criticados en cada caso); implicaría rela- ciones con otras cstructuras a través de las experieilcias y con los i~~ovimic i~ tos sociales, cuando éstos se han desen- cadenado. No todas las coi~figuracioaes subjetivas son posi- bles en toda coyuntura, de tal mancra que también se puede hablar de cuál es el espacio de configuracioiles subjetivas posibles para determiaado sujeto eil cierta coyuntura como problema.

Un sujeto, quc conlo eil Touraine, se apropia de la l-iis- toricidad, requiere de una coi~crecion especial de su identi- dad. E n csta medida es posiblc hablar de diversos niveles dc la identidad, de la más ambigua a la mi s comunitaria. Tain- poco la identidad, como la subjetividad, podría manejarse en térmiiios fijos. Depeildiendo dc las circuilstancias, un

44 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

elemento de identidad puede jugar funciones diversas, inclu- so opuestas; habría que rescatar la idea de identidad como capacidad de formación de ciertas configuraciones. Una identidad es una configuración específica. La constitución del sujeto práctico puede tener dos efectos sobre dicha iden- tidad: primero su aiiipliacióil al extenderse la "rejilla" de identidad, y segundo la rejerarquización (qué rejilla de iden- tidad tiende a ocupar el lugar ceiitral). Cabe preguntarse también, la relación entre una configuración central de identidad y las otras; puede liaber una relación de asimila- ción de la rejilla marginal sin desaparecer propiamente, mientras se mantenga la ceiltralidad de la otra rejilla. La configuración de una rejilla consta de elementos antiguos, unos refuncionalizados y otros en creación.

Hay que distinguir entre el aspecto fornial de un ele- mento de identidad, que puede perilianecer en la nueva iden- tidad, en su contenido o significación. En cuanto a la signi- ficación, se trata de cómo un elenlento adquiere un nuevo contenido en función de la nueva rejilla de identidad en creación. Ello inlplica que la creación de identidad es un proceso contradictorio, pues se enipieza a interpretar a los eleiileiltos a partir de un "sistenla" que depende de éstos y que obviamente no está bien fornlado. No todas las cone- xiones y resignificaciones existen previas a la acción colec- tiva. Las iinpresiones derivadas de la práctica del niovi- miento y las racioiializacioiies derivadas de las ideologías sisteiilaticas, no liacen el papel de vaciado y llenado de ideii- tidad, sino el de proporcionar puntos de aglutinamieilto de elementos de identidad anibiguos que existían previamen- te; es decir, establecer jerarquías, y resaltar puntos de uiiión entre los elementos.

La identidad no se forma a secas en el movimiento, aun- que el movimiento sea indispensable para una identidad asociada al movimiento colectivo mismo. Aspectos forma- les o ambiguos de identidad previos existían derivados de prácticas cotidianas y eii relación con aspectos estructur3-

CRISIS Y SUJETOS SOCIALES EN M~XICO 45

que mito, n1ico

esp ver' tos

ést: cifi mit

ton SOC

res

prá ció mu Y 9 la c ció:

les diversos, dependiendo del sujeto en cuestión. Ni la estruc- tura determina linealmente la identidad, ni el movimiento actúa en un vacío. Además, las coiltribuciones de la estruc- tura y del movimiento a la identidad no son como simples vuxtaposiciones o suma de elementos, sino una relación de

ecificación (de lo ambiguo a lo específico) y de recrea- n de la identidad. . No basta con poseer una identidad especifica para que

se vuelva acción colectiva, inclusive, la identidad espe- ca es función del mismo movimiento, aunque el niovi- :nto inicial tiene también sus requisitos. Un movimiento necesita de uii punto de ignición, un

agravio sentido colectivamente, una injusticia evidente, una accióii del otro, "flagrantemente ilegítima". El otro puede

iar la forma de un sujeto concreto o ser una situación ial niás ambigua, que permita encontrar con facilidad ponsables. Agravios, iiljusticias socialmente sentidas, ilc-

gitimidad que causa indignacióii social, adquieren signifi- cacióii inicialmente en fuiición de identidades ambiguas, no derivadas todavía del movimielito, sino de situaciones y

.cticas cotidianas. El segundo requisito es la comunica- n: si un puilto de ignición no cuenta con caiiales de co- nicación ágiles, la accioii colectiva puede no producirse uedar en la iildignación individual. El tercer requisito es )rganizacióil, 110 necesariamente previa, sino la orgaiiiza- 11 como canal de interacción grupal, de los feiiómenos

empiezan a encadenarse de influencias, creación de S, maniqueísmos, que llevail a la identificación de eiie- , 1s y al proceso propiamente dicho, de impacto del mo- ~iento sobre la identidad. El proyecto no aparece de inmediato, el chispazo inicial

es de reacción al otro. La identidad tendrá no sólo que ecificarse para pensar en un sujeto constituido, sino con- tirse en proyecto "idéntico". En este sentido, los proyec- de los sujetos así coiiio sus identidades, pueden ser de eles diversos, social, teiiiporal y espacialmente. Los ha-

46 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

brá de tipo revolucionario (que no significa csencialincnte violencia física), coino Touraine, que traten de apoderarse del sentido del cambio histórico como totalidad (totalidad 110 coino el todo sino aspectos centrales de éste, tales como el patrón de desarrollo econon~ico, político o cultural). Es- tos sujetos sólo aparecen en circunstancias inuy especiales y no son frecuentes en la historia. Pero de esta situación extrcma a los pequeños sujetos de identidades limitadas puede haber toda una escala, segun las preteilsioiles del proyecto o de su viabilidad. Vinculado coi1 la pretensión y la viabilidad de los proyectos, tainbién se puede hablar de una escala de los sujetos y proyectos de lo subordinado a lo autónomo. De la rnisnia forma, cabría preguntarse si en ocasiones los sujetas no pueden entrar en alianzas y éstas, implicar hegemonías de unos sujetos sobi-e otros.

Profundiceinos el concepto de hegenlonia de un sujeto. Para sujetos concretos, esta hegemonía no puede derivarse solainente de situaciones estructurales, porque las identi- dades autónomas no depende11 sólo de ellas, sino que se construyen. La capacidad de hegemonía, es la de influir en la reconfiguración de las identidades de los otros a partir de una confib~racióil que parece más fuerte y atractiva. iiiás viable. Es capacidad de identidad de los ainigos, del eiieinigo y del proyecto. Coino en los siijetos aislados, esta iiltcrpre- tación de subjetividades no logra sólo las ideologías ili las organizaciones, también juegan uil papo1 las impresiones que se dcrivail de las accioiies de los individuos comunes, como parte de los sujetos, y las comunicaciones difusas, pa- ralelas a las oficiales organizativas. La hegeinonía no es simple subordinación de un proyecto y una identidad con otro, es sobre todo iilterpenetración con dominancia. Así con10 una identidad ilo se forja en el vacío, sino que depen- de de estructuras anteriores y de prhcticas cotidiaiias, las posibilidades de hegeinonía tainpoco son totalrilente libres. Las condiciones de los "presujetos" (previos a los movi- mientos) influyen sobre las posibilidades de su acoplainieii-

CRISIS Y SUJETOS S O C N E S EN MÉXICO 47

to. Mejor diclio, las condiciones anteriores dan uil espacio iilicial de posibilidades para la coilstitucióil de identidades y hegeiiioilias; pero este espacio es variable, en función del propio inoviiilieiito y en esta iiledida, las liegeiiionias 110

pueden deíinirsc a prioli, a lo suiiio, coiiio potencialidades que podrán o no cuiiipliise en la coyuiitura.

Todo esto conduce a los sujetos con potencial viablc y a la hegemonía. Si condiciones previas a la conforiliacióil de iiio.irimiei~tos colectivos poteiiciail el surgiiiiiento de un sujeto, si ellas están difereilciadas eiitrc los posibles sujetos, y si la viabilidad 110 sólo depende de la voluiltad, luego, no todos los "cortes sociales" tienen las iiiismas posibilidades de transforniarse eii sujetos en cualquier coyuntura.

Asiniisiiio, no todos posee11 las iilismas posibilidades hegeiiionicas coi1 respecto a otros s~~jetos . Si la coiistruc- ción de un espacio dc posibilidades de constitución de un sujeto y de liegeiiioilias supoiie la interveilcióil de niveles de abstracción de la realidad, en esta inedida tambiCn se puede hablar de potencialidades, abstractas o coilcretas, pa- ra el surgiiiiiento de un sujeto o de liegeiilonias. Las poteil- cialidades concretas evideiltemente, no pueden ser dcduci- das de siinples ubicacioiles eil estructuras, en particular de las econóinicas, pcro tampoco se puede descartar a priori : éstas no intervengan, junto a otras, en la coiiforiiiacióil dichos espacios de posibilidades. El problema de la viabilidad de uii s ~ ~ j e t o y su pi-oyccto

no depende sólo de la fortaleza de la identidad, iii sicluicra de la iiltcilsidad de la voluiltad colectiva autónoma, pues sobre la generación de ésta iilfluyen tres grandes espacios: el de las experiencias iiimcdiatas dc los posibles sujetos (variables, dcpendieiido del sujeto), los futuros espaci-QS-del movimieiito colectivo y una serie de espacios ext';aexpe)-)

LCC ~ r n e ~ t a l e ~ , ~ ~ u e acotan taiiibiéii la viabilidad de 'Ios sqetos YSU-S proyectos, y "presioliaii", coi1 mediaciones diversas, sobre los espacios de experiencia directa. Por lo tanto, coi1 respecto a los sujetos eii una coyuntura, cabe preguntarse

48 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO

sobre la viabilidad, del surgiinieilto de esa voluntad colecti- va autonoma, en cuanto a sus objetivos posibles.

Un concepto que juega eiitre subjetividad-identidad y acción es e1 de voluntad colectiva. No necesariamente se da en forma consecutiva, sino una junto a otra, con desfa- ses y sincroilizaciones diversas. De cualquier manera, la voluntad colectiva, como el siljeto y la identidad, también puede reconocer niveles de decisión para la acción colec- tiva. Requiere en sus inicios un umbral de identidad eii combinacióii con un puizto de ignición y posiblemente un catalizador (un elemento que sin ser central, contribuya a acelerar la reacción para decidir actuar colectivamente).

Un problema en la construccióil de esa voluiitad co- lectiva es el de la decisión. El escape del situacionismo no debería implicar la negación de que las estructuras con- dicionan y presiona11 de maiiera ambigua, n i conducir a pensar que las construcciones de identidades y voluizta- des colectivas, parteii de cero con el inicio del movimien- to. La construccióii de una decisión da inicio al movimieiito, al mismo tiempo que coiiiicilza u11 proceso complejo de reconfiguraciói~, como heinos explicado, para la identidad; pero este proceso puede ser analizado a partir de un co- nocimiento y sobre todo una forma de razonamieiito de elementos valorativos (cultura e ideologías) y eiliotivos (es- tructuras de personalidad), que puedan traiisformarse durante el inoviniieilto, pero que parteii de estructuras pi-e- existentes. Sobre estas estructuras preexisteiltes del coiloci- miento, de los valores y de la persoiialidad, cabe subrayar su carácter de "rejilla de e~pecificacióii"~~ con lieterogeilei- dades, coi1 contradiccioiles y relacioiies de reconfigura- cióii, inimetisn~o y plasticidad. Creer que el iiioviniieilto hace de ellos un "borrón y cuenta nueva", es la reedición de la teoría dcl partido de Lenin y de la elimiiiacióil dc falsas conciencias.

'%n el sentido de Foucault.

CRISIS Y SUJETOS SOCIALES EN MÉXICO

Cl V.

los to, ' n P C

sino trnrl:

accic fines

S

pued las d' -..,.A

La construcción de la subjetividad y, con ello, la cons- +,-,~~ción del sujeto, es posible porque las significaciones dc

elementos de esa subjetividad (clcmetltos del conocimieil- valorativos o de la personalidad) no tienen conexioiles

aL,:esarias, ni foriiian entre todos un sistema pcrfectameilte integrado; éstos admiten las reconfiguracioiies coi1 fuilcioiies diferentes a las del prograina específico. Es decir, eii sentido algoritini~o y de ci-eacióil de la configuracióil, que permite dar significación a cada situación concreta, aunque para si- tuaciones muy alejadas de las prácticas y el conociniieiito, no siempre se pueden generar estas configuraciones o tomar la forma de configuraciones con fuerte dosis de incei-tiduin- bre para el sujeto.

En periodos de prácticas rutiiiaiias, las recoilfiguracioiles len moverse dentro de patrones generales que orientan ecisioiies, pero durante los inoviiilientos, estos patrones

uu~clen romperse, coi1 sus respectivas asimilacioiies y reaco- os. No puede llegarse a u11 solo sisteina de subjetividad, a "sistemas" pai-cialcs, discoiitinuos, heterogi.neos y con-

Lluulctorios. El proceso de constitución de la decisióii no iinplica solameiite poiler en juego "estructuras subjetivas" preexistentes para nuevas situaciones, sino su recoiistrucción y en particular (junto a uila idea de futuro), la coiivicció~i dcl sujeto de que en la relación medios-fines, los fiiies 110 son 10s que se le imponían desde la sociedad, ni los inedios le- gítimos so11 los mismos y sobre todo, que en esta relación la

511 colectiva es el inedio priiicipal para coilseguir los b.

)in duda, el problema central es inetodológico. Una al- ternativa consiste en proponer un iiiodelo teórico (coiicep-

en proposicioiles foriliando un sistema deductivo) de cómo se coiistituyeii los sujetos; o bien como Touraiiie, una tipologia de sujetos y sus atributos con el parámetro dc la liistoricidad. El problema taiilbiéii puede definirse de otra "anera, no por coino se constituycil los sujetos en general

7eZ en gciieral habría poco qué decir), sino cuál es el es-

50 ENRIQLTE DE 1.A GARZA TOLEDO

pacio de posibilidades para que u11 sujeto determiiiado emer- ja (esto sin meiloscabo del aililisis coi~creto del proceso de iormación de u n sujeto ya coilstituido). El cambio en el problema implica una primera acotación espacial y tenipo- ral y en coilsecuencia, la adopcióil del concepto "espacio de posibilidades" (esta pregunta puede ser establecida en cual- quier momento de la constitución del sujcto en cuanto a sus posibilidades dc apropiarse de l i is tor i~idadcs) .~~

Como seiíalábainos antes, la respuesta puede seguii- el camino del nlodelo teórico (ante la diversidad de sujetos y sus determinantes, es posible qiie sólo pudiera toinar la forina de un modelo inuy general incapaz de explicar lo concreto), o bien, tratar de i-ecoilstniir ese espacio de po- sibilidades. Sobre este espacio piicdeil influir subespacios de experieizcia dirccta (sobre todo las subjetividades pre- cxisteiltes), junto a otros no directamente de experieilcia y los que se dcrivail del propio movimiei~to. Todos estos es- pacios no pueden tener a priori una defiilicióil para todos los sujetos; su especificacióil y los coilceplos pei-tii~enles para cada subespacio. dependerail del s~ijeto a considerar, de su tienlpo y espacio. Cuando al problema se le imprime dinamismo y además se quiere captar cómo el si-jeto se lia ido coi~stituyendo, adquiere especial iniportailcia el cam- po de reconfiguración de la subjetividad, con categorías ordeiladoras como identidad, campos de la subjelividad, rcsignificacióil, asimilación, rcjei-arq~iización, idea cl- G f utu- ro, aiiiigos, eilen~igos, proyecto, relacióii niedios-fines en el proyecto y el proceso de significación de estas categorías aiites del movimiento y durante cl movimieilto. Adquicre relcvailcin la rclacióil de estos coilteilidos, piiinero coi1 es- tructuras y posteriorilicilte con su iildepeiideilcia relativa, no en cl sentido de abaildoi~o total sino dc transforiilacióil

Hiipo Zemelman, Uso cricico de la trolfa. Mexico. El Colegio de Mexico. 19S4. Enrique de l a Gurza, El inérodo del coiicreto abstracto coricr-eto. ~ I A L I - 1 , 1984: Hacia iina iiietodolopía de la recoi~srruccióii. i~~nhi-Porríla, 1987.

CRISIS Y SUJETOS SOCiALES EN M ~ X I C O 51

y resigniíicación, hasta la recreación en función del propio moviinieilto. Este proceso puede periodizarse sin rcducirlo a los cortes en función de los grandes acontecimientos colectivos o las relaciones de fuerzas, sino también de las transformaciones del sujeto, de su subjetividad (identidad, voluntad colectiva por niveles), que pucde o no coincidir con aquéllas.

Todos los sujetos sociales ponen en juego estructuras; no hay hombres singulares al illargeli dc las estructuras, és- tas no determinan sino que presionan, acotan espacios y pueden ser modificadas a través de la acci0il. En una es- tratecia de reconstrucci0n, el concepto de sujeto no pue- de tener un conteilido tebrico predefinido antes de la inves- tigación; será, por el contrario, un concepto heurístico, en tanto guía para descubrir articulacioilcs entre niveles de la realidad, niveles de abstracción, en campos diversos depcii- diendo del espacio y del tieinpo. Un concepto heurístico de sujeto no puede ser, por tanto, un inodelo, ni una tipologia; es la búsqueda de relaciones concretas entre estructuras dc experiencias dcl inovimieiito, junto al proceso de subje- tivización. En el proceso de reconstrucción de las articu- laciones pcrtirieiltes, el concepto concreto de sujeto se Ile- nará de conteilido, pero este contenido deberá ser criticado y refoimulado en investigaciones sucesivas. En esta pers- pectiva, lo general no se anula en aras de lo particular, pe- ro aquél deberá ser sometido U la crilica reconstructiva pcrinanente en cada iiivcstigación, privilcgiáildose el aspec- to lieurístico dcl concepto de sujcto sobre el teórico sustan- tivo .

La coilstrucción dcl sujeto eií la realidad obliga a la re- construcciói~ coilceptual al interior de su subjetividad; a la recoilstruccióii de conceptos y de sus relaciones en una es- trategia no de prueba de liipótesis a prior% sino de rclacióil rccoilstructiva entre lo abstracto y lo concreto en cl pensa- miento. En una perspectiva así, situacionismo o voluiltad pueden combinarse sin reduccionisinos estructuralistas ni

52 ENRIQUE DE LA GARZA TOLEDO 1

voluntaristas, en una nueva perspectiva de análisis de los sujetos sociales.

Los anilisis de sujetos concretos en México durante la década de los ochenta que se presentan en este libro, con perspectivas de análisis iiiuy diversas, esperan coi~tribuir a este debate.