Los Profetas Anteriores

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LOS PROFETAS ANTERIORES Tenemos la costumbre de distinguir en la Biblia los libros históricos y los libros proféticos, fácilmente se podría pensar que los primeros están orientados hacia el pasado y los segundos hacia el porvenir. Los libros de los profetas por una parte, conceden un lugar importante al marco histórico de su predicación, y no solo esto, sino que sus oráculos parten a menudo de la historia pasada o contemporánea para juzgarla o interpretarla. Por otra parte los libros de Josué, de los Jueces, de Samuel y de los Reyes, a los que calificamos de históricos, están clasificados entre los profetas en el canon judía de las escrituras. Este hecho se explica en parte por la creencia de que tuvieron por autores a profetas: a Josué, para el libro que lleva su nombre, Samuel, para Jueces y Samuel a Jeremías para reyes. Pero, más profundamente todavía, los judíos sintieron el parentesco real de estos libros con los mensajes de los profetas. Sus escritos eran objetos de meditaciones asiduas después del regreso de la cautividad: La parte de sus declaraciones inspiradas que habían sido ya confirmada por los hechos, era prenda del cumplimiento de todas las promesas de Dios. En cuanto a la gran colección de tradiciones nacionales que describían además en no pocas de sus páginas presentaba a los profetas actuando en medio del pueblo de Dios. Así se comprende que fuese asociado a las colecciones proféticas, con la apelación genérica de Nebiím (Profetas) que designa la segunda parte de la biblia hebrea. Los judíos distinguirán “los profetas anteriores” (Josué - Reyes) y “Los profetas posteriores” (Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce menores), únicamente, a lo que parece según su orden en el canon. Los cuatro profetas anteriores ofrecen cierta unidad. La recibieron al final de la época monárquica o a comienzos de la cautividad, de redactores que a luz del Deuteronomio reelaboraron escritos anteriores. Estos libros son históricos por su objeto. Ofrecen gran interés para el historiador y constituyen sus fuentes indispensables. Traducen una meditación sobre el pasado, nutrida de la enseñanza de los profetas, en busca de luz para el presente. Y, todavía más profundamente, muestran en acción al Dios que hace la historia.

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LOS PROFETAS ANTERIORES

Tenemos la costumbre de distinguir en la Biblia los libros históricos y los libros proféticos, fácilmente se podría pensar que los primeros están orientados hacia el pasado y los segundos hacia el porvenir. Los libros de los profetas por una parte, conceden un lugar importante al marco histórico de su predicación, y no solo esto, sino que sus oráculos parten a menudo de la historia pasada o contemporánea para juzgarla o interpretarla. Por otra parte los libros de Josué, de los Jueces, de Samuel y de los Reyes, a los que calificamos de históricos, están clasificados entre los profetas en el canon judía de las escrituras. Este hecho se explica en parte por la creencia de que tuvieron por autores a profetas: a Josué, para el libro que lleva su nombre, Samuel, para Jueces y Samuel a Jeremías para reyes. Pero, más profundamente todavía, los judíos sintieron el parentesco real de estos libros con los mensajes de los profetas. Sus escritos eran objetos de meditaciones asiduas después del regreso de la cautividad: La parte de sus declaraciones inspiradas que habían sido ya confirmada por los hechos, era prenda del cumplimiento de todas las promesas de Dios.

En cuanto a la gran colección de tradiciones nacionales que describían además en no pocas de sus páginas presentaba a los profetas actuando en medio del pueblo de Dios. Así se comprende que fuese asociado a las colecciones proféticas, con la apelación genérica de Nebiím (Profetas) que designa la segunda parte de la biblia hebrea. Los judíos distinguirán “los profetas anteriores” (Josué - Reyes) y “Los profetas posteriores” (Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce menores), únicamente, a lo que parece según su orden en el canon.

Los cuatro profetas anteriores ofrecen cierta unidad. La recibieron al final de la época monárquica o a comienzos de la cautividad, de redactores que a luz del Deuteronomio reelaboraron escritos anteriores.

Estos libros son históricos por su objeto. Ofrecen gran interés para el historiador y constituyen sus fuentes indispensables. Traducen una meditación sobre el pasado, nutrida de la enseñanza de los profetas, en busca de luz para el presente. Y, todavía más profundamente, muestran en acción al Dios que hace la historia. Esta revelación de un Dios histórico da su sentido a los acontecimientos, los arranca del pasado y les confiere una orientación hacia el porvenir que ellos mismos preparan y hasta cierto punto prefiguran.

El libro de Josué: en el capítulo uno del libro de Josué que es como un prólogo empalmada con la obra de Moisés, la etapa que comienza y enuncia algunos temas mayores. Dios da el país a su pueblo. Pero este don exige esfuerzo y perseverancia en la fidelidad a la ley divina, reclama también la adhesión afectiva de todo el pueblo. Es una historia con rasgos épicos y un designio religioso.

Historia épica: basta leer el relato de la toma de Jericó, de Hay, de la batalla de Gabaón, para percibir la grandeza épica de los relatos del libro de Josué, estas victorias hicieron época en los recuerdos populares. En el relato todo quiere expresar su importancia y sobre todo atribuir la gloria de ello a Yahvé.

Designio Religioso:

LOS LIBROS HISTORICOS

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LA HISTORIA DEUTERONOMISTA