LOS PROCESOS FORMATIVOS DEL ESPACIO … · El espacio regional, de acuerdo con Olivier Dollfus, no...

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1 1er Foro de Arqueología, Antropología e Historia de Colima Juan Carlos Reyes G. (ed.) D.R. © 2005 Gobierno del Estado de Colima, Secretaría de Cultura LOS PROCESOS FORMATIVOS DEL ESPACIO REGIONAL EN COLIMA De la conquista al siglo XVIII Héctor Porfirio Ochoa Rodríguez 1. Enfoques en el estudio de las regiones Cuando intentamos aprehender y definir a las regiones, parece que están y no están allí, las vemos pero no las miramos, las sentimos pero no las podemos describir, son como escurridizos anfibios que se nos resbalan de las manos cuando creemos tenerlos sólidamente atrapados. Si las estudiamos con las herramientas que nos aporta la geografía, las perspectivas parecen más claras, los horizontes más alcanzables; pero luego, la testaruda realidad nos desmiente. El caso es que se lidia con cuestiones complejas, multidimensionales. No obstante, se debe acometer la tarea de intentar un ligero orden en el aparente caos de formas de abordar las realidades regionales. La ecología humana puede ayudar a la interpretación de los procesos de interacción sociedad-naturaleza, a

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1er Foro de Arqueología, Antropología e Historia de Colima

Juan Carlos Reyes G. (ed.)

D.R. © 2005

Gobierno del Estado de Colima, Secretaría de Cultura

LOS PROCESOS FORMATIVOS DEL ESPACIO REGIONAL EN COLIMA

De la conquista al siglo XVIII

Héctor Porfirio Ochoa Rodríguez

1. Enfoques en el estudio de las regiones

Cuando intentamos aprehender y definir a las

regiones, parece que están y no están allí, las vemos pero

no las miramos, las sentimos pero no las podemos

describir, son como escurridizos anfibios que se nos

resbalan de las manos cuando creemos tenerlos

sólidamente atrapados. Si las estudiamos con las

herramientas que nos aporta la geografía, las perspectivas

parecen más claras, los horizontes más alcanzables; pero

luego, la testaruda realidad nos desmiente. El caso es que

se lidia con cuestiones complejas, multidimensionales. No

obstante, se debe acometer la tarea de intentar un ligero

orden en el aparente caos de formas de abordar las

realidades regionales.

La ecología humana puede ayudar a la interpretación

de los procesos de interacción sociedad-naturaleza, a

2

1. Enrique J. Jardel P.

"Diversidad ecológica y transformaciones del pai-saje en el Occidente de

México", en Ricardo Ávila Palafox (coord.). Transfor-maciones mayores en el

Occidente de México.

Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1994, p.

14-15.

2. Ibid., p. 15. Cfr. María de Bolós (dir.). Manual de

ciencia del paisaje. Teo-ría, métodos y aplicacio-nes. Barcelona, Masson,

1992.

3. María de Bolós i Capdevila. "Anteceden-

tes", en María de Bolós (dir.). Op. cit., p. 5.

través de cuatro grandes líneas de investigación: 1) el

efecto de las condiciones ambientales sobre las

sociedades, y los procesos de adaptación de los grupos

humanos a las condiciones y restricciones que les impone

el medio; 2) el efecto de los seres humanos sobre su

entorno ecológico, a través de la modificación de las

condiciones ambientales, la transformación de los paisajes,

la explotación de los recursos naturales y la producción de

desechos; 3) las interacciones ecológicas entre

poblaciones o grupos humanos, que incluyen competencia

por recursos, la desviación de energía y materiales de una

población a otra a través de procesos exploratorios, la

distribución de grupos humanos en el espacio, las formas

de uso y manejo de los recursos naturales, y el

conocimiento y la percepción del ambiente; 4) los

procesos, las políticas y los métodos de gestión del

ambiente y los recursos naturales.1

En el estudio de las interacciones entre los sistemas

humanos y naturales, un enfoque metodológico es el de la

ecología del paisaje, campo de investigación originado en

la geografía del siglo XIX, pero con un importante

desarrollo en las últimas décadas del XX.2 El término

"paisaje", procedente del lenguaje común, tiene el

significado de espacio territorial más o menos bien

definido. Otra acepción, se la dieron los pintores, para

referirse a los cuadros en donde se representaba una

porción de la superficie de la tierra firme (en inglés,

landscape), mas no del mar, cuyas pinturas eran conocidas

como "marinas". De cualquier manera, estas concepciones

estaban cargadas de un sentido más bien estético.3 El

barón Alexander Von Humboldt introdujo el paisaje como

3

4. Enrique J. Jardel P. Art. cit., pp. 15-16.

5. Ibid., p. 16.

6. Olivier Dollfus. El análisis geográfico. Bar-

celona, Oikos-tau, 1978, pp. 13-14.

concepto científico en la geografía, con el significado de

"carácter total de una región de la tierra".4 En la actualidad,

tanto en la geografía como en la ecología, dicho vocablo

"constituye una imagen del territorio que manifiesta de

forma sintética las condiciones físico-geográficas,

ecológicas y sociales en el espacio y sus cambios en el

tiempo," constituido por los componentes perceptibles en

forma de panorama o escena (fenosistema) y de

componentes de más difícil observación (criptosistema),

que permiten interpretar la estructura, funcionamiento e

historia de los complejos sistemas ecológicos en el espacio

geográfico.5

Resulta, pues, que todos los paisajes están

compuestos por diversos elementos geográficos que se

articulan unos en relación con otros. Algunos son de tipo

físico o natural (abióticos), como el sustrato geológico, el

clima, las aguas. Otros constituyen el ámbito vivo, la

biosfera formada por el conjunto de comunidades

vegetales y animales. Los protagonistas decisivos, empero,

son los grupos humanos, que alteran el medio viviente. El

ámbito abiótico constituye el potencial ecológico; las

comunidades vivas, la explotación biológica; en tanto que

la utilización antrópica se refiere a un determinado tipo de

ordenación del espacio.6 Como se verá más adelante,

estos elementos pueden servir para realizar ciertos tipos

de aproximación a las regiones geográficas.

El espacio regional, de acuerdo con Olivier Dollfus, no es

una porción cualquiera de la superficie terrestre, sino una

porción organizada por un sistema y que se inscribe en un

conjunto más vasto. Esto evidencia la ambigüedad de la

idea de región. Así, se habla de una diversidad de

4

7. Ibid., pp. 101-103.

8. Pierre George. "La

región en cuanto objeto de estudio de la geo-grafía", en Geografía ac-

tiva. Barcelona, Ariel,

1980, pp. 326-327.

9. Ibid., p. 324.

regiones: "natural", "histórica", "geográfica", "económica",

"urbana", "homogénea", "polarizada", etcétera. Por

ejemplo, la región natural es una de las más viejas

nociones geográficas, "basada en el papel determinante de

los elementos físicos en la organización del espacio".

Mientras que la región histórica "nace de un [amplio]

pasado vivido en común por una colectividad que ocupa un

territorio, […] de una voluntad de vivir colectiva que da su

identidad al grupo de personas que viven en dicho

territorio", donde "el pasado aspecto político prevalece

sobre el territorio".7 Profundizando en la definición, Pierre

George nos dirá que:

Una región constituye sobre la tierra un espacio

preciso pero no inmutable, inscrito en un marco natural

dado y que responde a tres características esenciales:

los vínculos existentes entre sus habitantes, su

organización en torno a un centro dotado de cierta

autonomía y su integración funcional en torno a una

economía global.

Es el resultado de una asociación de factores activos y

pasivos de intensidades variables, cuya dinámica

propia se encuentra en el origen de los equilibrios

internos y de la proyección espacial.8

Un rasgo muy importante de la definición de

George es considerar que, ante todo, deben afirmarse el

carácter concreto y la relatividad histórica de la región,

entendiéndola como una "situación", como "resultado de un

equilibrio de fuerzas en el que el pasado juega un papel

considerable".9

Para George, las regiones son "organismos

complejos y vivientes", que nacen, se desarrollan y,

5

10. Pierre George. "Métodos para el estudio de lo regional", en Geo-grafía activa. Barcelona,

Ariel, 1980, p. 352.

11. Ángel Bassols Bata-

lla. "Cuestiones funda-mentales de la teoría re-gional", en México. For-

mación de regiones eco-nómicas. México, UNAM,

1979, pp. 39-51.

eventualmente, pueden desaparecer. Además, su

formación puede ser de dos tipos principales: libre y

voluntaria. Con relación a la primera, nos dice que en ese

proceso deben considerarse los factores naturales e

históricos, la polarización (la organización creciente en

torno a un centro o "polo" urbano), el desarrollo de las

comunicaciones y la administración (organización de los

servicios administrativos del Estado y de las firmas y

sociedades). Asimismo, las regiones se pueden analizar

tomando en cuenta la población (en sus aspectos

demográficos y sociales), los recursos y su utilización, el

consumo, los intercambios exteriores y, como se ha dicho,

la estructura geográfica. 10

En el estudio y delimitación de regiones en México, Ángel

Bassols Batalla señalaba en 1979 algunos factores o

criterios, así como variables, a ser tomados en cuenta. En

tal virtud, mencionaba: a) la naturaleza, haciendo hincapié

en los factores y recursos; b) la historia de carácter

socioeconómico; c) la población en sus diversos caracteres

de importancia espacial; d) factores y variables de la época

actual, de índole física, económica y demográfica. A todo

ello, se debía agregar siempre: 1) un riguroso estudio

histórico de la génesis regional y problemas de división

político-administrativa; 2) migración interna y externa,

colonización; 3) análisis del hinterland urbano; 4) papel de

las compañías transnacionales; 5) el sistema natural-social

de la región como un todo, y de la producción en particular;

6) problemas de tenencia de la tierra y, en general, el uso

del suelo; 7) políticas regionales del desarrollo, y 8)

impacto de la lucha de clases en la región.11

La antropología social en México, desde hace décadas, ha

6

12. Véase Guillermo de la

Peña. "Los estudios regionales y la antro-pología social en México", en Relaciones, El Colegio

de Michoacán, núm. 8, otoño de 1981, pp. 43-86.

utilizado también enfoques regionales. Al respecto,

Guillermo de la Peña presentó en 1981 un interesante

balance de estudios realizados por Manuel Gamio,

Gonzalo Aguirre Beltrán, Robert Redfield, Julian Steward,

Eric Wolf, Angel Palerm, Arturo Warman y Andrés

Fábregas. Los temas trabajados por estos investigadores

iban desde la integración cultural de los grupos étnicos

hasta el estudio de "mentalidades" regionales específicas,

pasando por la relación entre tradición y modernidad, así

como la heterogeneidad de culturas en áreas específicas.12

En el ámbito de la historia regional mexicana, las

ideas de Eric Van Young resultaron muy estimulantes para

el manejo del concepto de región. Después de señalar que

las regiones son como el amor, difíciles de describir pero

reconocibles al mirarlas, este autor dejó en claro que existe

una confusión derivada también de la falta de rigor en el

manejo de los conceptos. Pero Van Young ha ido más allá.

Plantea que una región es una hipótesis por demostrar, un

recurso para pensar la realidad social, que requiere ser

definido para saber qué espacio le integra, qué variables

deben considerarse en su análisis y qué información es

necesario recopilar. Se requiere ubicar las convergencias

del espacio físico con el social, o de la generalización con

la particularización. Este análisis debe tomar en cuenta la

integración o no de los mercados internos y externos. Eso

debe hacerse al realizar historia regional, antes que

describir presuntas entidades con existencia previa.

También considera que la forma más útil del concepto de

región es considerarlo como la "espacialización" de una

relación económica. Además, una definición funcional muy

simple sería la de un espacio geográfico con una frontera

7

13. Eric Van Young. "Haciendo historia regio-

nal: consideraciones metodológicas y teóricas", en Pedro Pérez Herrero (comp.). Región e historia en México (1700-1850): métodos de análisis re-

gional, México, Instituto

de investigaciones José María Luis Mora, Univer-

sidad Autónoma Metropo-litana, 1991, pp. 99-101.

14. Carol A. Smith. "El estudio económico de los

sistemas de mercadeo: modelos de la geografía económica", en Nueva

Antropología, México, año

VI, núm. 19, 1982, pp. 29-80.

15. Eric Van Young. Art. cit., pp. 102-104.

que lo delimita, determinada por el alcance efectivo de

algún sistema cuyas partes interactúan más entre sí que

con los sistemas externos. La frontera no necesitaría ser

impermeable ni congruente con las divisiones políticas y

administrativas más familiares. Van Young llama también

la atención sobre dos aspectos que a menudo se

confunden y son fuente de incertidumbre: la regionalidad

(la cualidad de ser de una región) y el regionalismo (la

identificación consciente, cultural, política y sentimental,

que grandes grupos de personas desarrollan con ciertos

espacios a través del tiempo).13

Las economías y sociedades regionales en general,

y las mexicanas en particular, resultan bastante diferentes

entre sí, según estén ligadas a mercados internos o

externos, como plantea Carol A. Smith,14 retomado en

parte por Van Young, para dilucidar si el emplazamiento

central de una región está dentro o fuera de ella. Así,

algunas regiones se centran en ciudades con una jerarquía

urbana más o menos estructurada y una división interna

del trabajo. Otras pueden ser descritas como

agrupamientos de unidades productivas o de empresas

vinculadas con un mercado externo en una forma

cualitativamente semejante. Las dos son formas

metafóricas bien diferentes de región, y se les puede

designar como de "olla de presión", en un caso, y de

"embudo" en el otro.15

El modelo de "olla de presión", que otros teóricos

llaman de tipo "solar", se caracteriza por un espacio interno

relativamente complejo y polarizado jerárquicamente,

donde se vería una proliferación y complicación de las

estructuras internas a través del tiempo. El modelo de

8

16. Ibid., pp. 106-108.

17. Ibid., pp. 109-111.

18. Eric Van Young (ed.). "Are Regions Good to Think?”, en Mexico's

Regions. Comparative History and Development.

San Diego, University of

California, Center for U.S.-Mexican Studies., pp. 1-36.

"embudo", en cambio, se caracteriza por un grado de

polarización espacial interna muy bajo, así como una

simplificación y homogeneización de las relaciones

económicas y sociales internas, al mismo tiempo que una

diferenciación más aguda entre las clases sociales. La

orientación hacia el exterior es con el propósito de

comerciar un solo bien exportable.16

En la historia mexicana no han existido, según Van

Young, muchos ejemplos de región de embudo o

dendrítica, salvo los casos de la economía azucarera de

Morelos y el desarrollo de la industria henequenera de

Yucatán, en el siglo XIX; en cambio, ha sido más frecuente

el tipo regional de "olla de presión", como las regiones de

Guadalajara y el obispado de Michoacán en la época

colonial.17

Van Young también ha señalado la importancia de

incorporar al análisis regional las perspectivas teórico-

metodológicas de diversas disciplinas, en el entendido de

que las regiones históricas no son espacios físicos sino

sociales y de que no existe una definición universal de

región, pues depende de la perspectiva de quien la defina.

El análisis regional tiene sobre todo posibilidades

heurísticas, pues las regiones sirven para pensar

históricamente el cambio socio-cultural y para comprender

las mediaciones entre lo local, lo nacional y lo global.18

Un autor clave para entender la compleja dinámica

que se articula entre región, cultura e identidad es Gilberto

Giménez. Consciente de que la noción de región es de las

más confusas y ambiguas que maneja la geografía

humana, propone el abordaje de la región sociocultural a

partir de la definición que de la misma hiciera Guillermo

9

19. Gilberto Giménez. "Apuntes para una teoría

de la región y de la identidad regional", en Es-tudios sobre las culturas

contemporáneas. Colima,

Universidad de Colima, vol. VI, núm. 18, 1994, p.

166.

20. Gilberto Giménez.

"Territorio y cultura", en Estudios sobre las culturas contemporáneas.

Colima, Universidad de Colima, época II, vol. II, núm. 4, diciembre de

1996, p. 10.

21. Ibid., p. 14.

Bonfil Batalla:

Una región sociocultural sería la expresión espacial

de un proceso histórico particular, que ha

determinado que la población del área esté

organizada en un sistema de relaciones sociales que

la sitúan en el contexto de la sociedad global en

términos de relaciones características particulares

con el todo y con las demás regiones.19

Giménez plantea el estudio de la región

sociocultural, afirmando que ésta no se reduce a sus

dimensiones ecológica, demográfica, económica o política,

sino que va revestida por un ropaje simbólico que la dota

de "voluntad y representación", cuyos significantes

primarios están ligados a la territorialidad. Se hace

necesario, entonces, definir al territorio, vocablo

proveniente del latín "terra", que "remite a cualquier

extensión de la superficie terrestre habitada por grupos

humanos y delimitada (o delimitable) en diferentes escalas:

local, regional, nacional o supranacional", representada (o

representable) cartográficamente, pero que está lejos de

ser "neutral", pues siempre es un espacio valorizado, sea

instrumentalmente (ecológico, económico, geopolítico), sea

culturalmente (simbólico-expresivo).20

El territorio es, pues, un "espacio de inscripción" de

la cultura, asociado al cual está el concepto de

"geosímbolo", definido como "un lugar, un itinerario, una

extensión o un accidente geográfico que por razones

políticas, religiosas o culturales reviste a los ojos de ciertos

pueblos o grupos sociales una dimensión simbólica que

alimenta y conforta su identidad".21 Según esta

10

22. Gilberto Giménez.

"Territorio, cultura e iden-tidades. La región socio-cultural". Colima, Univer-

sidad de Colima, época II, vol. V, núm. 9, junio de 1999, p. 27. Cfr., Gilberto

Giménez. "Cultura, terri-torio y migraciones. Apro-ximaciones teóricas", en Alteridades, 2001, pp. 5-

14.

23. Ibid., p. 167.

24. Luis González. Pue-blo en vilo. México, SEP,

1984.

consideración, la "desterritorialización" sería muy difícil,

pues por más que los sujetos sociales se movilicen

(migraciones, por ejemplo), siempre cargan con ellos los

elementos territoriales componentes de su idiosincrasia.

Además, el espacio sería anterior al territorio y se

caracterizaría por su valor de uso, en tanto que éste lo

haría por su valor de cambio ("la prisión que nos hemos

fabricado para nosotros mismos"). Tres serían los

ingredientes primordiales de todo territorio: la apropiación

de un espacio, el poder y la frontera, y tres sus formas de

representación: a través de mallas, nudos y redes.22 Lo

que más quisiera rescatar de lo anterior, es la utilización

del concepto de territorio, que hace Giménez, como

"espacio simbolizado o valorado".

Además, retomando el concepto de matria de Luis

González, para designar a microrregiones culturales con

fuerte sabor localista, Giménez nos dice que "el área de

una región o de una microrregión cultural carece, por lo

general, de límites precisos, y no coincide necesariamente

con las delimitaciones político-administrativas". Sus límites

serían "franjas" de transición donde lo regional o lo

microrregional se va diluyendo gradualmente, pero que

tiende a ser polarizada por un centro urbano, que

generalmente suele ser una ciudad mercado.23

Resulta ineludible referirse ahora, al menos

sucintamente, a la obra Pueblo en vilo,24 de Luis González.

En este libro, estructurado con un marco nacional al inicio

de cada capítulo y un resumen conclusivo al final de cada

parte, nada queda fuera del inventario de su autor:

demografía, economía, política, cultura. Dicho de manera

más precisa: nacimientos, defunciones, enfermedades

11

25. Mary Kay Vaughan.

"Cultural Approaches to Peasant Politics in the Mexican Revolution", en Hispanic American Histo-rical Review, 79, May, pp.

269-305.

(endémicas y epidémicas, viejas y nuevas); técnicas de

producción agrícola y ganadera; formas de

comercialización, de financiamiento; patrones de consumo

alimentario y hábitos en el vestir; condiciones de la

morada, vínculos con la tierra, relaciones entre hombres,

mujeres, adultos y jóvenes; gobiernos espiritual y temporal,

en un pueblo azotado por la revolución y el bandolerismo,

tres veces quemado, tres veces reconstruido.

González hizo una historia aderezada con licencias

literarias, ya por presentarnos personajes humanos,

concretos, visibles, en cuya psique pareciera querer

introducirse (no oscuras fuerzas del mercado, estructuras

sociales de carácter impersonal, procesos sin agentes), ya

por recuperar auténticos giros del habla popular, y escribir

en un estilo desenfadado, con gracia, que invita a la

lectura, que no intimida, sino que intima, en cuyo propósito

reconstructor de la historia se vale de todo, como ya se

dijo: estadísticas oficiales, registros parroquiales,

entrevistas, diarios, archivos, bibliotecas, memorias propias

y ajenas, cartografías; sometiéndolas, por supuesto, a la

imprescindible revisión crítica.

Aquí resulta necesario referirnos a los planteamientos de

Mary Kay Vaughan,25 para quien el espacio debe

entenderse, sin ignorar sus dimensiones políticas y

económicas, como socialmente constituido y socialmente

constituyente. Las maneras en que percibimos, valoramos

y ocupamos el espacio físico están en sí mismas

moldeadas por nuestras comunidades organizadas

espacialmente (desde los poblados locales hasta los

estados nación) y los sitios dentro de ellas (instituciones:

escuelas, iglesias, lugares de trabajo, ayuntamientos,

12

26. Gilberto Giménez. "Territorio, cultura e iden-tidades…", art cit.

27. Mary Kay Vaughan. Art. cit.

28. Gilberto Giménez, "Territorio, cultura e iden-tidades…", art cit.

cárceles; u otros lugares de interacción social: la casa, la

calle, la fuente, la cocina, la milpa, el mercado, el

cementerio, el confesionario, la corte) que nos socializan,

crean significado simbólico y articulan formas desiguales

de poder. Gilberto Giménez,26 como vimos, prefiere utilizar

el concepto de territorio para lo que llama "el espacio

simbolizado o valorado".

Claudio Lomnitz27 señala, por su parte, que la noción de

espacio social está cercanamente relacionada al concepto

de identidad, la cual es moldeada en los sitios de

socialización, y no puede ser reducida a nociones de

interés económico o de la posición en las relaciones de

producción. También es más profunda, íntima y específica

que las nociones genéricas de la economía moral,

construida alrededor de la ética de subsistencia. Está

históricamente clavada en la experiencia local y construida

a través de la memoria y la práctica. No se forma en

aislamiento, sino en relación con formaciones sociales más

amplias, sistemas de información, acontecimientos e

interacción con el Estado.28

2. Conformación histórica y cultural del Occidente de

México.

Al pretender caracterizar un vasto territorio que

presenta, en todos los niveles, diversos grados de

heterogeneidad, como es el Occidente de la actual

república mexicana, la geografía y la ecología pueden ser

un punto de partida, pues ayudan a tener una mejor

comprensión de las regiones a través del estudio del

paisaje (como ya se ha dicho anteriormente), el cual

13

29. Enrique J. Jardel P., "Diversidad ecológica y transformaciones del pai-

saje en el Occidente de México", en Ricardo Ávila Palafox (coord.), Transfor-

maciones mayores en el Occidente de México.

Guadalajara, Jal., Univer-

sidad de Guadalajara, 1994, p. 16.

30 Rodolfo Fernández

Jiménez, "El Occidente de México en la perspectiva regional", en Ricardo Ávila Palafox (coord.). Op. cit., p. 292.

31. Enrique J. Jardel P., art. cit. p. 18.

constituye una imagen del territorio que manifiesta de

forma sintética las condiciones físico-geográficas,

ecológicas y sociales en el espacio, y sus cambios en el

tiempo, donde el ser humano es uno de sus componentes

más importantes, pues ha contribuido de manera dramática

a su transformación, tanto en el pasado remoto como en la

más cercana actualidad.29

Al intentar, pues, definir lo que se ha llamado el

Occidente de Mesoamérica (y con posterioridad Occidente

de México) como una gran región arqueológica, social y

cultural, distintas disciplinas e investigadores se han

enfrentado al hecho de su gran diversidad.30 Por ejemplo,

con base en criterios físicos y biológicos, ese gran espacio

es casi imposible de delimitar, pues se trata de una zona

de contacto y transición entre, al menos, cinco regiones

fisiográficas: la Planicie Costera Noroccidental, la Sierra

Madre Occidental, el Eje Neovolcánico, el Altiplano Central,

la Sierra Madre del Sur y la Depresión del Balsas; y cuatro

provincias biogeográficas: Sinaloense, Sierra Madre

Occidental, Volcánica Transversal y Nayarit-Guerrero

(véase mapa 1). Además, si bien desde el punto de vista

histórico y de la división territorial político-administrativa, se

pueden encontrar rasgos comunes, la mutación de sus

fronteras ha sido también una constante. Por ello, algunos

se atreven a señalar que el Occidente, en buena medida,

puede ser una "invención" de los arqueólogos, para

nombrar aquello que no encaja con lo que se ha definido

culturalmente como Mesoamérica, pero tampoco con

Aridoamérica, de tal suerte que tanto en lo físico, lo

biológico y lo cultural su característica principal sea la

diversidad y la transición.31

14

Mapa 1

Tomado de Enrique J. Jardel P., "Diversidad ecológica y transformación…", art. cit., p. 19.

De acuerdo con la división política actual, el

Occidente comprende los estados de Aguascalientes,

Colima, Jalisco y Nayarit, y partes del sur de Sinaloa,

Durango y Zacatecas, y el oeste y sur de Michoacán. El

actual estado de Colima se divide en dos de las regiones

fisiográficas enumeradas con anterioridad: el Eje

Neovolcánico y la Sierra Madre del Sur. El primero corta

como una cuña toda la gran región occidental, dividiéndola

15

32. Ibid., pp.20-22.

en dos porciones (al norte la planicie costera, la Sierra

Madre Occidental y el Altiplano Central, y al sur la Sierra

Madre del Sur), y su paisaje está compuesto de sierras y

complejos volcánicos, mesetas, valles intermontanos y

cuencas lacustres. El clima predominante es templado

subhúmedo y todavía persisten algunos bosques de pino,

encino y oyamel, así como bosque tropical caducifolio en

las partes más bajas. La segunda, es la zona de mayor

complejidad geomorfológica y litológica. Corresponde a

una franja montañosa de unos 100 km de anchura en

promedio, que corre desde Puerto Vallarta hasta la

desembocadura del río Balsas y presenta una altitud de

200 a 2900 m. La planicie costera que ahí se encuentra es

muy estrecha y está formada por llanuras y lomeríos. Los

sistemas lagunares-estuarinos son de pequeña extensión.

Desde el pasado, los principales centros de población se

ubicaron en la costa y en los valles que penetran hasta las

estribaciones de la sierra.32

Dado lo abrupto de la topografía y la amplitud

altitudinal, es común en la zona la sucesión brusca de

climas y tipos de vegetación, y pasar en pocos kilómetros

de áreas cálidas cubiertas por bosques tropicales a

montañas con bosques de coníferas. Además, el paisaje

actual del Occidente es el resultado de una larga cadena

de factores tanto naturales como humanos. Por ejemplo,

hay quienes opinan que a la llegada de los españoles, la

zona transtarasca "tenía una población considerable, y un

importante nivel de desarrollo cultural, con centros

urbanos, sistemas extensos de agricultura irrigada […] y

formas de organización política" sólidas, lo cual, en mi

opinión, debería investigarse más. No obstante, a causa de

16

33. Ibid., pp. 24-30.

34. Ibid., p. 30.

35. Ibid., p. 31.

la conquista "ocurrieron cambios muy marcados en los

sistemas productivos", debido al "despoblamiento, la

organización social de la producción, la adopción de

nuevas técnicas agrícolas, como el uso del arado y la

introducción de la ganadería y la minería." De hecho, el

proceso de caída de la población y el repoblamiento del

territorio no fueron homogéneos en la región. La zona sur

de Jalisco y el oeste de Colima, alrededor de la Sierra de

Manantlán, resultaron particularmente afectados. Por

ejemplo, la densidad poblacional existente al momento de

la conquista sólo se recuperó hasta la cuarta década del

siglo XX.33

Los principales centros de población colonial, sin

embargo, siguieron estando en los valles, costas y cuencas

lacustres, aunque la minería propició la aparición de

nuevos asentamientos. De hecho, la ganadería y la minería

se convirtieron en dos de las principales actividades

económicas con efectos ambientales considerables. La

primera se expandió rápidamente por una gran variedad de

hábitats de toda la región y contribuyó a un mayor deterioro

ecológico en ciertas áreas donde se concentró.34

Distintos autores señalan que ambas actividades se

convirtieron también en factores muy importantes en la

conformación de la sociedad, la cultura y las tradiciones de

la región, así como en los nuevos patrones de

asentamiento en los siglos XVII, XVIII y XIX. Hacia fines

del siglo XVIII, por ejemplo, Guadalajara se había

convertido ya en la segunda ciudad en importancia del

país, y concentraba una gran actividad agropecuaria y

comercial, y una incipiente industria.35

Rodolfo Fernández, al hablar de lo que llama "el

17

36. Rodolfo Fernández Jiménez. Art. cit., pp. 293-

295.

37. Ibid., p. 302.

proceso regional", nos dice que éste se construye

inicialmente a partir del ejercicio del dominio sobre la tierra

por los grupos humanos, en función de los recursos

naturales y sus posibilidades de ser transformados, y cobra

sentido a partir de las actividades productivas

predominantes, las cuales condicionan fuertemente la

identidad y la cultura regionales. De ahí su insistencia en

que el Occidente de México experimentó "un proceso

supraregional [sic] que fue organizado en torno a una

actividad productiva predominante, la ganadería, a partir

del tard[í]o siglo XVI." Pero va más allá, y afirma: "La

actividad ganadera construyó historia, cultura e identidad a

niveles que desbordaron a las regiones prístinas que

comprendió."36 Y aunque reconoce que "cada actor,

individual o colectivo, posee un universo conceptual

basado sobre todo en lo simbólico", a mí me parece,

francamente, que bajo esta concepción subyace un

determinismo económico mal disimulado. Fernández

retoma a Heriberto Moreno para rematar con que

la estancia ganadera fue el principal instrumento en

la ordenación y distribución de los espacios, la

aplicadora de los derechos sobre el suelo, el agua y

los demás recursos naturales. Que fue la escuela de

trabajo para el elemento indígena implicado en la

ganadería y la difusora de técnicas para la

construcción, la herrería, la carpintería y la

curtiduría.37

Ricardo Ávila Palafox, por su parte, señala que al

menos se debe de hablar de cuatro "Occidentes de

México". El prehispánico, que presenta mayor coherencia y

18

38. Ricardo Ávila Pala-

fox. "Élites, región e iden-tidad en el Occidente de México", en Ricardo Ávila

Palafox y Tomás Calvo Buezas (comps.). Identi-dades, nacionalismos y

regiones. Guadalajara,

Jal., Universidad de Guadalajara, Universidad

Complutense de Madrid, 1993, p. 21.

continuidad desde el siglo XII hasta la llegada de los

españoles. El colonial —ahora se diría virreinal—, "muy

dilatado y cambiante", en el que a mediados del siglo XVIII

Guadalajara había impuesto su hegemonía comercial a la

región. El del periodo independiente, que según él se

prolonga hasta la década de los cuarenta del siglo XX. El

del México contemporáneo, donde la ciudad de

Guadalajara, por sí sola, limita, si no es que anula, la vida

regional.38

Ávila Palafox cree que se puede hallar un "hilo

conductor" que le dé unidad a las "definiciones

fragmentadas" del Occidente. La clave estaría en

identificar "el nacimiento, desarrollo y consolidación de una

cultura regional propia". Y agrega:

el área donde aparece y más se desarrolla esta

cultura —que se esparcería [sic] en el tiempo, hasta

nuestros días, a una amplia región—, es el que

comprende, por un lado, el centro-sur del estado de

Jalisco, donde, desde la época prehispánica, los

grupos sociales se han enfrentado por el control de

los importantes recursos naturales de la zona, y por

otro, alcanzaría el centro-norte del mismo Jalisco,

incluyendo, por supuesto, el sur del estado de

Zacatecas.

[…] Es ahí donde se pueden observar las primeras

manifestaciones de lo que a la postre sería llamada

cultura ranchera, muy propia de la región. Es en

estos lugares donde se inicia y más se desarrolla el

mestizaje y donde aparece el hombre a caballo,

representante típico de la cultura regional campirana.

Planteado como supuesto de trabajo, esta zona es

19

39. Ibid., p. 22. Negritas

en el original.

40. Ibid.

donde probablemente se encuentre el núcleo

histórico y cultural, de nuestra región, así como su

territorio inicial y principal.39

Desde mi punto de vista, la caracterización hecha

por Ávila Palafox contiene varios problemas. En primer

lugar parte de una noción bastante estrecha de identidad,

que no reconoce las distintas dimensiones y la mutabilidad

de la misma. Es, como se verá, una concepción muy

estática:

La identidad puede ser entendida como un conjunto

de "productos culturales" —tangibles e intangibles—, así

como representaciones públicas, que identifican, que

hacen "idénticos" —así, entrecomillado— a un grupo

determinado de individuos que comparten un territorio, una

historia, y una cultura específicos. Para mí la identidad es

una especie de "argamasa invisible" que aglutina

puntualmente y da coherencia a la vida de los pueblos: les

provoca el sentimiento de pertenencia, de identidad; de

diferencia respecto a los otros, para que éstos les

reconozcan diferentes.40

Buscar un elemento que "haga idénticos" (aun con

el entrecomillado) a los habitantes de un territorio, me

parece que debe tomarse con cuidado y ser planteado, al

menos, con mayores matices; de lo contrario, supondría

una selección epistemológica y metodológica que privilegia

la "coherencia" por sobre las múltiples inconsistencias en

que los actores, individuales y colectivos, se mueven en

sus vidas cotidianas. Si esto se generaliza en la larga

duración, lo percibo incluso más delicado, porque no toma

en cuenta las necesarias transformaciones que los

componentes identitarios van sufriendo con el tiempo.

20

41. Ibid. Las negritas son

del original; las cursivas son mías.

Además, significa despreciar y subvalorar las

heterogeneidades, los procesos de resistencia y

negociación entre las élites y las clases subordinadas, o

ha señalado atinadamente

de lo que creía la historia de las mentalidades; la identidad,

tampoco.

Percatado, en parte, de estos problemas, Ávila

Palafox suaviza sus consideraciones anteriores:

he utilizado indiscriminadamente el término región

para referirme al Occidente de México, lo he hecho

pensando en que cierta entidad cultural, económica y

política —es decir Guadalajara y sus instituciones—

ha regido y proporcionado coherencia relativa,

durante mucho tiempo, a un territorio tan vasto como

su influencia se lo ha permitido: la historia del

Occidente de México se tamiza necesariamente con

el cedazo de la historia de Guadalajara y esta ciudad

ha impuesto de alguna manera su fisonomía al resto

de la región. Todo lo anterior ha impedido, hasta

ahora, ver con mayor objetividad el conjunto de

fenómenos de esta parte del país.41

Y más adelante agrega:

hoy en día se puede observar que, en términos

generales, allende del territorio que ocupan los

estados [del Occidente], hay diferencias culturales

significativas: fisonomías, ideodialectos, formas de

vida, estilos étnicos, maneras de pensar, formas de

concebir el mundo, que son significativamente

diferentes a los de nuestra provincia cultural […].

No está de más decir que esta diversidad ha existido,

21

42. Juan Carlos Reyes Garza. La antigua pro-

vincia de Colima, siglos XVI al XVIII. Colima,

Universidad de Colima-

Gobierno del Estado de Colima, Consejo Nacional para la Cultura y las

Artes, 1995, 346 pp. (Col. Historia General de Colima, 2).

por supuesto, también aquende de ese complejo territorio

llamado el Occidente, como se verá más adelante.

La critica a Ávila Palafox y la alusión a Giménez no

son gratuitas. En las páginas que siguen pretendo

reconstruir, de manera ciertamente sucinta e

intencionadamente narrativa, algunos de los rasgos más

destacables de la construcción identitaria en la antigua

provincia de Colima y exponer las diferencias

subregionales respecto al presunto modelo de

homogeneidad palafoxiana.

3. Particularidades identitarias de la antigua provincia de

Colima.

Entre la mar —que los españoles denominarían del

Sur— y los volcanes, surcado por ríos de variable caudal y

profundas barrancas, existió un señorío que se llamó de

Coliman (o Colliman), cuyos habitantes mantenían su

autonomía, frente a purépechas y mexicas.

Cuando llegaron los conquistadores españoles, les

hicieron conocer el sabor de la derrota, pero finalmente

sucumbieron ante su embate y el de los purépechas, que

actuaron como aliados de los europeos. Los naturales

conocieron, por consecuencia, yugo y opresión, trabajos

forzados en minas y huertas de cacao, enfermedades

desconocidas y muerte masiva.42

Los hijos de España fundaron una villa en las

inmediaciones del pueblo indio de Caxitlan y establecieron

un ayuntamiento en 1523. Al año siguiente, el mismísimo

don Hernán Cortés envió a su pariente, Francisco Cortés,

con el nombramiento de alcalde mayor e instrucciones de

22

43. José Miguel Romero de Solís. El conquistador

Francisco Cortés. Reivin-dicación de un cobarde.

Colima, Archivo Histórico

del Municipio de Colima, 1994, 61 pp. (Serie Pretextos, textos y

contextos, 10). Véase Ernesto Terríquez Sáma-no. Sobre las fundaciones

de Colima. Colima, Archi-

vo Histórico del Municipio de Colima, 2001, 34 pp. (Serie Archivarios, 7). Cfr.

José Miguel Romero de Solís. El señuelo de la

imaginación. Conquista y fundación de la Villa de Colima (1522-1523). Coli-

ma, Archivo Histórico del Municipio de Colima, 1995, 42 pp. (Serie Pre-

textos, textos y contextos, 11).

44. Juan Carlos Reyes Garza. Op. cit., pp. 42-48.

organizar a los vecinos españoles, formalizar el

repartimiento indígena, entregar encomiendas, localizar a

unas "míticas" amazonas —supuestas pobladoras

exclusivas de una misteriosa isla—, evitar posibles

levantamientos y conquistar nuevas tierras. Años más

tarde —esta afirmación es motivo de debate entre

historiadores locales que no logran ponerse de acuerdo al

respecto—, la primitiva villa hubo de moverse hacia su

actual asiento, por ser más sano el lugar. Siguiendo esta

versión, el 20 de enero de l527 la nueva puebla fue

bautizada con el nombre de Villa de San Sebastián de

Colima.43

Una vez pasado el enfrentamiento, los principales

conquistadores recibieron cédulas de encomienda de

pueblos, los cuales quedaron sometidos al pago de tributos

y a la realización de extenuantes tareas en minas y

campos, mientras que la instrucción religiosa —pretexto

para el repartimiento— era exigua o nula.

Ante tal panorama, la población indígena disminuyó

dramáticamente: de más de cien mil habitantes a

comienzos del siglo XVI, pasó a poco menos de dieciocho

mil, en 1548. Entre 1551 y 1554, el licenciado Lorenzo

Lebrón de Quiñones, oidor del reino de la Nueva Galicia,

fue comisionado por el virrey, don Luis de Velasco, para

hacer una visita a los pueblos de Colima. El documento

que elaboró, la Relación Breve y Sumaria, da cuenta de las

terribles injusticias que sufrían los indios y del desorden

reinante entre los españoles, ante lo cual giró instrucciones

precisas para revertir esos males, no sin antes enfrentar la

animadversión de los vecinos de la Villa de Colima.44

Hasta aquí, nuestra historia parece ajustarse al

23

45. José Miguel Romero de Solís. Colima marinera en el siglo XVI. Colima,

Archivo Histórico del Municipio de Colima, 1994, 43 pp. (Serie Pre-

textos, textos y contextos, 9). La información si-guiente, relativa a este

subtema, está tomada de aquí.

guión general palafoxiano reseñado anteriormente, pero al

mismo tiempo, durante la primera mitad del siglo XVI, la

costa de la Mar del Sur fue objeto de un gran interés por

los conquistadores. En 1522 Francisco Álvarez Chico

descubrió, sobre la margen izquierda de los bajos del río

Zacatula, un puerto al que se conoció con el mismo

nombre. Ahí fundó una villa y estableció el primer astillero

del Pacífico, con el fin de facilitar la exploración costera y el

aprovisionamiento de buques para los viajes

transpacíficos, así como para la exploración de nuevas

rutas.45

Hacia 1524, como ya se dijo, el capitán general don

Hernán Cortés envió a su pariente, Francisco Cortés, con

diversas misiones, entre ellas: acelerar los trabajos del

astillero de Zacatula, reprimir a los naturales rebeldes de

los alrededores y repartir pueblos a los españoles allá

avecindados. Un amplio territorio, que abarcaba Zacatula,

Michoacán y Colima, quedó bajo el cuidado de don

Francisco (véase mapa 2), quien al poco tiempo propuso a

Cortés trasladar la villa y las instalaciones zacatulanas a

Acapulco, por considerar que ello resultaba más ventajoso,

pero don Hernán pensó que tal acción no podría realizarse

sino hasta que zarparan de Zacatula los navíos en

construcción.

En 1527 salió de Zacatula Álvaro Saavedra Cerón,

para explorar la costa con rumbo noroeste. Se detuvo en

Zihuatanejo y continuó hasta llegar a una bahía ubicada en

la provincia de Coliman —descubierta años atrás por

Gonzalo de Sandoval— a la que llamó Santiago de la

Buena Esperanza, conocida también como Salagua,

Xucutlan y Puerto de Colima, entre otras denominaciones,

24

hasta la actual de Manzanillo. Ahí se avitualló Cortés para

salir a la exploración de las Californias.

Mapa 2

Tomado de Carl Sauer, Colima de la Nueva España en el siglo XVI.

En 1535 Juan Fernández de Híjar descubrió un

puerto —ubicado en el actual estado de Jalisco, pero

entonces perteneciente a la provincia de Colima— que,

desde esa fecha y hasta 1540, fue conocido como La

Purísima, Cihuatlán, Juan Gallegos, La Purificación y

Xalisco. El 25 de diciembre de 1540, con el arribo de la

armada dirigida por el virrey Antonio de Mendoza, se le

25

comenzó a llamar puerto de La Navidad.

Enclavado entre los límites de la Nueva España y la

Nueva Galicia, La Navidad recibió la promoción de los

virreyes Antonio de Mendoza y Luis de Velasco. De ahí

partieron importantes expediciones como las siguientes: la

de Francisco de Bolaños, quien el 8 de septiembre de 1541

zarpó con rumbo al noroeste, y la de Juan Rodríguez

Cabrillo, quien se hizo a la mar el 27 de junio de 1542, para

explorar el norte del litoral del Pacífico. El 1 de noviembre

de ese año salió, con rumbo a las islas asiáticas de la

especiería, la primera expedición compuesta por seis

navíos, dirigida por Ruy López de Villalobos, quien en

honor del emperador Felipe II las bautizó como islas

Filipinas.

La Navidad vinculó a la Nueva España y la Nueva

Galicia con California, y ahí se organizaron las primeras

empresas interesadas en la explotación de bancos de

perlas. Del mismo modo, fue el punto de partida del viaje

de Miguel López de Legazpi y fray Andrés de Urdaneta

para la conquista de las Filipinas. A mediados de 1557

comenzó la construcción de los navíos para tal fin. Esto

causó un severo daño ecológico, al derribarse numerosos

árboles de los bosques aledaños al puerto. Finalmente, la

expedición se hizo a la mar el 21 de noviembre de 1564, y

regresó el 9 de agosto de 1565, iniciándose un amplio y

lucrativo comercio en el océano Pacífico.

No obstante, desde antes que partiera Legazpi, la

Audiencia de la Nueva España ordenó la destrucción del

astillero de La Navidad, fundamentalmente por la presión

de los mercaderes de la ciudad de México, quienes

preferían que el comercio con las islas asiáticas se

26

46. Juan Carlos Reyes Garza. Op. cit., pp. 50-58.

47. Ibid.

realizara a través de un puerto ubicado más al sur y

cercano a la capital del virreinato. Tal sitio fue Acapulco.

A partir de 1565, La Navidad se limitó a una función

complementaria del comercio principal, y a servir,

eventualmente, como lugar de abastecimiento para las

naves que cubrían el eje comercial Asia-Acapulco-Ciudad

de México. Desde entonces, y durante el resto de la época

colonial, la provincia de Colima, obligada desde la Ciudad

de México, poco a poco le dio la espalda al mar.

La debacle poblacional indígena hizo necesaria la

importación masiva de mano de obra esclava de origen

africano, cuyas condiciones de vida fueron relativamente

mejores que las de los aborígenes, pues por su alto precio

recibían un trato preferente al de éstos. A lo largo de la

Colonia, este grupo fue mezclándose con el resto de los

pobladores y diluyéndose entre ellos, no sin antes dejar su

huella cultural y étnica.46

En la Nueva España, durante la época colonial,

hubo tres componentes étnicos fundamentales: indígenas,

blancos y negros. Pero en la costa del Pacífico —y en

especial en la provincia de Colima— fue importante

asimismo la inmigración procedente del Asia, debido al

intenso intercambio comercial por la ruta Manila-Acapulco,

que devino también en flujo demográfico y cultural. Así

llegaron, con cada viaje de los galeones, grupos de

filipinos, malayos y molucos, identificados popularmente

como "indios chinos", que poco a poco se fueron

internando al territorio novohispano.47

Además, en 1569, Álvaro de Mendaña, procedente

de las islas Salomón, llevó a Santiago la palma de coco.

Con la introducción de su cultivo, gracias a los "indios

27

48. Ibid, pp. 155-162.

49. David Oseguera Parra. Herederos diversos y conversos. La formación de la cultura alimentaria

colimense. Colima, Con-

sejo Nacional para la Cul-tura y las Artes, Gobierno

del Estado de Colima, Universidad Autónoma Chapingo, 415 pp.

50. Ernesto Terríquez

Sámano. "Colima, la anti-gua puerta del Pacífico", en Blanca E. Gutiérrez Grageda (comp.). Colima al final del segundo milenio. Colima, Gobierno

del Estado de Colima, Universidad de Colima, pp. 1-27.

chinos", comenzó la producción de "vino de cocos", que

empezó a competir con el vino de Castilla. A mediados de

1612, la Real Audiencia de México expidió un

mandamiento para la tala total de los palmares. Sin

embargo, el Ayuntamiento de Colima elevó una provanza

para oponerse a tal disposición, la cual se pudo evitar por

mucho tiempo, hasta que a fines del siglo XVIII la ratificó el

duque de Albuquerque, virrey de la Nueva España.48

La influencia filipina, empero, fue más allá de lo anterior, y

se expresó en diversas esferas de la vida cotidiana

colimense: objetos de cocina, muebles, ropa, adornos,

aromas y sabores.49

Si lo anterior no bastara para dar cuenta de las

"extravagancias" colimenses respecto a la "cultura

ranchera" —presuntamente "homogénea"— del Occidente

durante el virreinato, propalada por Ávila Palafox, es

menester decir que diversos puertos del Pacífico —La

Navidad, Salagua, Chacala, Matanchén—, con un papel

comercial secundario, tuvieron, sin embargo, la importante

misión de conformar pequeñas guarniciones para la

vigilancia de las costas y evitar el desembarco de piratas.50

Durante los dos siglos y medio que duró la ruta

comercial Manila-Acapulco, los corsarios ingleses u

holandeses —cuya práctica de la piratería entrañaba la

exigencia de libertad de comercio entre Inglaterra y las

posesiones españolas de ultramar— sólo se pudieron

apoderar de cuatro galeones, lo cual nos habla de que se

mantuvo una buena custodia de los litorales —si bien con

altibajos—, mediante el encargo de tal misión a individuos

experimentados.

No obstante, varios puertos fueron atacados por piratas.

28

51. Ibid.

52. Abelardo Ahumada.

"La Iglesia: breve repaso desde la conquista hasta nuestros días", en Blanca E. Grageda (comp.). Op. cit., pp. 267-292. Las

referencias siguientes

provienen de esta fuente.

Por ejemplo, el 4 de septiembre de 1587 desembarcó en

La Navidad Thomas Cavendish, quien saqueó el lugar,

destruyó embarcaciones y se abasteció de provisiones. Ahí

tuvo lugar, también, la lucha entre las fuerzas del almirante

holandés Speilbergen y las españolas de Sebastián

Vizcaíno. Los piratas Cavendish (1587) y Dampier (1704)

desembarcaron, asimismo, en sus costas.51

En el ámbito religioso, las cosas también estuvieron un

poco complicadas. De hecho, los celestiales dominios

fueron objeto de disputas bastante terrenales. Así, desde el

siglo XVI, apenas pasada la conquista de Colima, la Iglesia

Católica se comenzó a establecer en la provincia y a

desplegar su labor evangelizadora. El padre Juan de

Villadiego fue el primer sacerdote en llegar con la gente del

capitán Francisco Cortés y, al poco tiempo, arribaron

algunos misioneros franciscanos.52

En 1533 la capellanía de Colima ascendió a

parroquia y, al crearse la diócesis de Michoacán, en 1535,

pasó a depender de ella. Los frailes, en tanto, se

supeditaron a la custodia franciscana de San Pedro y San

Pablo de Michoacán, y en 1554 consiguieron autorización

del visitador Lorenzo Lebrón de Quiñones para construir el

convento de San Francisco de Coliman, llamado más tarde

de Almoloyan, con el objeto de atender a la población

indígena. Todo ello acrecentó añejas rivalidades entre el

clero religioso y el secular (diocesano), que se agudizaron

con el tiempo. En 1606 el convento pasó a formar parte de

la provincia franciscana de Xalisco, pero en la segunda

mitad del siglo XVIII, a consecuencia de las pugnas

señaladas, fue entregado al obispado de Michoacán y

convertido en parroquia. Otras órdenes religiosas que

29

53. Mucho tiempo des-pués, tras varios intentos frustrados, se logró la

consolidación del primer seminario, en el lapso de 1863 a 1875, y la erec-

ción de la diócesis en 1881, bajo el pontificado del papa León XIII. Sólo

hasta entonces comenzó un periodo de crecimiento notable de la Iglesia

Católica en Colima. De manera que la religio-sidad de estas tierras

tampoco pudo compa-rarse, al menos durante la época colonial y buena

parte del siglo XIX, con la "devoción" tapatía. Ade-más, las disputas por el

dominio de la jurisdicción eclesiástica colimense son una muestra de los

desacuerdos territoriales entre las élites de Guada-lajara y Valladolid, herma-

nas rivales, aunque repre-sentantes conspicuas, de esa ficción llamada Occi-

dente novohispano y mexicano.

actuaron en Colima fueron los padres juaninos, quienes

administraron un hospital, y los mercedarios, que tuvieron

un convento y un templo.

Los misioneros llegados a tierras americanas en el

siglo XVI emprendieron la tarea evangelizadora mediante

la fundación de misiones y hospitales. Don Vasco de

Quiroga, obispo de Michoacán, puso especial ahínco en la

obra hospitalaria, entendida como la fundación de

comunidades de indios para el servicio mutuo y la

superación material y espiritual, agrupadas en varios

edificios donde había casa de cuna, escuela, enfermería,

talleres, iglesia y habitaciones para sus moradores,

peregrinos y desamparados.

En la provincia de Colima se fundaron los

hospitales de Caxitlan, Comala, Ixtlahuacan, Suchitlan,

Juluapan, Quizalapa, Almoloyan, Tecoman y Zacualpan,

establecidos bajo la advocación de la "Inmaculada

Concepción de María", con sus respectivas asociaciones

piadosas o cofradías y su gobierno interno exclusivo de los

indios. Sin embargo, cuando las cofradías comenzaron a

funcionar más como negocios para el incremento de los

bienes hospitalarios que como instituciones de caridad,

empezó la decadencia de estas agrupaciones.

A fines de siglo XVIII, hacia 1795, la parroquia de

Colima pasó a depender del obispado de Guadalajara, y

atravesó las luchas independentistas con miembros del

clero luchando en ambos bandos.53

Las anteriores páginas sólo son un atisbo a una

historia más densa y con mayores aristas, pero han

pretendido mostrar que, incluso para un espacio como

Colima, que muchas veces se ha visto como un mero

30

apéndice de Guadalajara o de Valladolid-Morelia, las

realidades históricas intrarregionales son más complicadas

de lo que a simple vista parecen. De ahí que resulte

absurdo buscar elementos identitarios únicos o

"representativos" de una vasta región heterogénea como lo

es el llamado Occidente mexicano. Si procediéramos de

esa manera, llegaríamos al ridículo de afirmar que, si "de

Cocula es el mariachi", los sones son de Colima, porque

en 1772, el alcalde mayor de esta provincia, el capitán

Miguel José Pérez Ponce de León, fundó el corregimiento

de San Miguel Xilotlán, con cabecera en el pueblo de

Nuestra Señora de Guadalupe de Tecalitlán, y trasladó allí

la capital de la provincia de Colima. Espero haber

demostrado que tal despropósito sería mayúsculo.