Los Periódicos en El 23-F
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LUIS SANTOS SERRA / PILAR DE MIGUEL HUÉLAMO 23 FEB 2015 - 00:00 CET
‘Abc’ de Sevilla jugó a la
“desmovilización” en la
marcha a favor de la
democracia
OPINIÓN
TRIBUNA
Los periódicos en el 23-FEl archivo de Ignacio Aguirre arroja luz sobre los medios y el golpe de Estado
Archivado en: 23-F Democracia Diario ABC Opinión Golpes estado Periódicos Conflictos políticos Prensa Política Medios comunicación
Comunicación
La trama civil del 23-F nunca se investigó suficientemente y todavía quedan muchos interrogantes.
Dejar en paz a los civiles que le apoyaron en la sombra, era una de las condiciones de Tejero para
deponer su actitud y liberar a los diputados secuestrados en el Congreso, a pesar de que el Abc de
Sevilla lo negaba y decía en su editorial del 24-F que ¡solo estuvieron retenidos!
Mucho se ha escrito sobre ese día de febrero de 1981, pero pocas novedades se han incorporado a la
investigación de los apoyos civiles a la intentona que pudo frustrar el desarrollo democrático en
nuestro país. Muchos interrogantes quedaron enterrados y, aunque ha pasado tanto tiempo que
cualquier responsabilidad ha prescrito y nuestra democracia está consolidada, sería importante
averiguar todo lo que pasó porque la historia lo demanda.
Otro debate, aún pendiente, es el del comportamiento de los medios de comunicación en los días
previos y posteriores. Un debate, siempre permanente, sobre la defensa de la libertad de expresión.
Porque es evidente que, de haber triunfado el golpe de Estado, la libertad de expresión, uno de los
derechos con los que hoy convivimos de forma natural, habría sido suprimida.
La prensa que se vendió es el título del libro, de próxima aparición, que analiza cómo se comportaron
los medios de comunicación que protagonizaron la Transición. Recoge el periodo de los Gobiernos de
UCD, con Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo. El texto está centrado en el archivo reservado del
último portavoz del Gobierno, Ignacio Aguirre, tío y mentor de Esperanza Aguirre. Una de las
revelaciones más espectaculares de este libro es el papel del diario Abc, en su edición de Sevilla, al que
el Gobierno calificó de golpista.
Por eso resulta más sorprendente que un medio de comunicación, que reparte hoy en día moralina
democrática, como es Abc, apoyase a los militares golpistas. ¿Quién le ayudó a Abc de Sevilla a tapar y
ocultar su vergonzante papel hasta ahora? Pues nada menos que el propio portavoz del Gobierno,
Ignacio Aguirre. Pese a los requerimientos de algunos ministros como García Añoveros y de los
informes de la propia Secretaría de Estado para la Información, Aguirre, el portavoz del presidente
Calvo Sotelo, decidió que había que hacer de Abc el referente mediático frente a la prensa más
progresista y que nadie supiese lo que había hecho el diario. Con documentos confidenciales vemos
cómo se impide la reaparición del diario Madrid, se aplica la eutanasia a Informaciones y Pueblo y se
pretende perjudicar a EL PAÍS y beneficiar a Abc. Los documentos que desvela el libro demuestran,
además, la persecución de los periodistas progresistas y de izquierda.
El 16 de marzo de 1981, el secretario de Estado Ignacio Aguirre le escribe al presidente Calvo-Sotelo:
“Después de haber apoyado el golpe en la forma que tú has visto en el dossier de que dispones…”. Se
refiere a Nicolás Salas, director de Abc de Sevilla, de quien se dice en la nota que se fue a Capitanía y
no al Gobierno Civil en la noche del golpe, prohibiendo salir a la calle a todos los redactores de Abc.
Cuatro días después el ministro de Hacienda, Jaime García Añoveros, en
un mensaje lacónico y con expresivo lenguaje analiza el editorial de Abc:
“Verás que se trata del más puro fascismo, en la línea de la actuación del
periódico con motivo del golpe de Estado”. El editorial de Abc de dicha
fecha calificaba de hipocresía que los políticos pidieran una acción policial
seria y eficaz, después de un lustro sangriento y cuidadosamente
soslayado en las Cortes. Posteriormente, se da a conocer el dossier del Gobierno en el que se analiza
el “golpismo” de Abc de Sevilla, una de cuyas afirmaciones, refiriéndose a los demócratas, era “la mala
hierba que hay que erradicar”.
En el dossier citado, de la Secretaría de Estado para la Información, comparativo de las ediciones de
Abc de Sevilla y Madrid, se dice del director de Sevilla, Nicolás Salas, que de su pluma no sale una sola
palabra de condena del golpe. Por el contrario, insiste en el paralelo entre las situaciones de 1931-
1936 y 1975-1981, “cargando demagógicamente las tintas y preparando psicológicamente a la opinión
ante la inevitabilidad y oportunidad del golpe militar; ya no se trata de mensajes subliminales sino de
incitaciones directas al golpe y a la subsiguiente represión, señalando incluso con el dedo a las futuras
víctimas, a la mala hierba que hay que erradicar”.
El informe desglosa distintos aspectos, como el mayor número de páginas dedicadas a la información
del golpe en el Abc de Madrid, que en el de Sevilla. El editorial del día posterior al golpe, titulado
Respeto a la Constitución y calma nacional, en la edición sevillana se compone en un cuerpo de letra
pequeño, lo mismo pasa con las fotografías. Abc de Sevilla sale con el titular: España, confusión e
incertidumbre, que el informe de la Secretaría de Estado califica de ambiguo y contemporizador.
También muestra su extrañeza de que solo hable de “retenidos” cuando titula la edición sevillana de
Abc, Gobierno y diputados, retenidos por miembros de la Guardia Civil. Luego se señala que Abc de
Sevilla juega la “carta desmovilizadora” señalando el peligro de acudir a la manifestación por la
libertad, la democracia y la Constitución. A continuación daba datos distintos a los de Abc de Madrid
que habló de 100.000 asistentes a la manifestación en Sevilla, mientras que la edición de la capital
andaluza la cifró en 20.000. Esta edición sevillana de Abc dedicó un “despliegue tan espectacular
como sin precedente” al terrorismo etarra.
El libro desvela también cómo Ignacio Aguirre tampoco hará caso de la carta de Marcelino Oreja,
delegado del Gobierno en el País Vasco, que pedía acciones contra el diario Egin. Y dejará sin efecto la
“sugerencia” hecha en el mismo sentido por el propio rey Juan Carlos. Ignacio Aguirre fue, además, el
mentor del liberalismo de su sobrina. Esperanza sacó su plaza en Turismo cuando su tío Ignacio era
secretario de Estado. La bandera de intransigencia con el terrorismo levantada por Esperanza Aguirre
se enfrenta a la verdad de sus orígenes político-familiares, en los que se aportan más documentos que
demuestran cómo se hizo lo contrario a lo que ahora pregona la presidenta del PP de Madrid, incluso
para afearle a Mariano Rajoy su papel al respecto.
Luis Santos Serra y Pilar de Miguel Huélamo son periodistas.
© EDICIONES EL PAÍS S.L.