Los Milagros Si Existen

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 BRIEGE McKENNA Los milagros  existen El testimonio de la sanadora

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Para aumentar tu fe en nuestro Señor

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  • BRIEGE McKENNA

    Los milagross existenEl test imonio de la sanadora

    Otros ttulos publicados

    Raimundo Lulio, 20 - 1 Dcha.28010 Madrid

    Tlfno.: 91 594 09 22 Fax: 91 594 36 44

    [email protected]

    Crees en los milagros?

    La hermana Briege McKenna, OSC, naci en el condado

    de Armagh, Irlanda. A los 15 aos ingres

    en la Hermandad de las Hermanas Clarisas.

    Recibi muy joven el don de la sanacin, gracias alcual es conocida por todo

    el mundo: su ministerio mundial de sanacin y evangelizacinse extiende a Europa, Amrica,

    frica, Asia y Oceana, y este libro ha sido traducido

    a mltiples idiomas.

    La hermana Briege McKenna s. Hace ms de treinta aos, fue curada milagrosa einstantneamente de una artritis deformante.Desde entonces ha llevado esperanza y sanacin aincontables personas en el mundo entero, desdecongresos multitudinarios en Amrica Latinahasta retiros en Corea.Los milagros s existen cuenta la historia delencuentro de la hermana Briege con el podersanador de Dios. Tambin comparte sus enseanzassobre la fe, el poder de la eucarista, la importanciade la sanacin y el ministerio de la vocacinsacerdotal. Pero ms que nada seala el caminohacia una relacin ms estrecha con Jess, unmayor conocimiento de su amor y una fe msprofunda en su poder para hacer lo imposible.

    Su fe y su esperanza aumentarn cuando lea Los milagros s existen. As me sucedi a m

    Ann Shields (autora de Yielding to the Power of God)

    Desde los primeros captulos, me sent desafiado por la hermanaBriege a vivir el mensaje radical del Evangelio.

    Los milagros s existen me ense una vez ms que el Seor concede grandes dones a su pueblo

    John Michael Talbot (msico cristiano)

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  • Los milagros s existen

  • Los milagros s existen

    Briege McKenna yHenry Libersat

    Traduccin deMargarita de Larrauri

  • Ttulo original: Miracles do happen

    2004, Briege M. McKenna 2004, Margarita de Larrauri, por la traduccin 2004, de la edicin en castellano para todo el mundo:

    SPIRITUS MEDIARaimundo Lulio, 20, 1 Dcha. 28010 Madrid (Espaa)

    Directora editorial: Lidia Gonzlez

    Primera edicin: junio de 2004

    Impreso en Espaa - Printed in Spain

    Este libro no podr ser reproducido, ni parcialni totalmente, sin el previo permiso por escritode los titulares del copyright.Todos los derechos reservados.

    Impresin: Publidisa

    Depsito Legal: SE-2991-2004ISBN: 84-931796-8-X

  • Jess realiz en presencia de los discpulos otras muchas seales que no estn escritas en este libro.

    stas han sido escritas para que creis que Jess es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo

    tengis vida en su nombre.(Jn 20, 30-31)

  • ndice

    Prlogo (Francis A. Sullivan) . . . . . . . . . . . . 11Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

    1 Sanada y llamada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172 El Seor vive en una tienda rada . . . . . . . . . 373 El Seor es quien sana . . . . . . . . . . . . . . . . . . 534 El poder sanador de la eucarista . . . . . . . . . . 715 Elegidos entre los hombres . . . . . . . . . . . . . . 876 Mara, una mujer para todos los tiempos . . . 1197 Vayamos! En nombre del Seor! . . . . . . . . 1318 Celebrar la fe con fidelidad . . . . . . . . . . . . . . 141

    Eplogo (Henry Libersat) . . . . . . . . . . . . . . . . 159

  • Prlogo

    STE ES UN LIBRO sobre el ministerio que una mujerpuede desarrollar hoy en la Iglesia catlica. No se pare-ce a ningn otro libro que se haya escrito sobre este tema, porla sencilla razn de que ninguna otra mujer ha realizado jamsel tipo de ministerio que la hermana Briege McKenna ha reali-zado en los ltimos diez aos aproximadamente. En una pocaen que una buena cantidad de mujeres catlicas ha estado bus-cando el derecho de ser ordenadas y compartir el ministeriosacerdotal, la hermana Briege ha efectuado un ministerio consacerdotes y por los sacerdotes, a tantos, y en tantos lugares delmundo, que no dudo en afirmar que ninguna mujer ha conmo-vido y cambiado la vida de tantos, como ella. Estoy agradecidopor poder decir que yo soy uno de ellos.

    Conoc a la hermana Briege har unos diez aos cuandocoincidimos como miembros de un equipo que imparta unretiro a sacerdotes en Escocia. Al ao siguiente volvimos acoincidir en un equipo que daba un retiro a sacerdotes en Esta-dos Unidos. Uno o dos aos despus recib una invitacin paradar un retiro a sacerdotes que trabajaban en Japn, durante elmes de noviembre. El hombre que me escribi me pidi que leindicara el nombre de otros directores de retiro que pudierancolaborar en el mismo, ya que esperaban la asistencia de almenos un centenar de sacerdotes. Suger el nombre de tres que

  • conozco, y como me haba impresionado tanto el ministerio deBriege en los otros retiros, tambin di el suyo, aadiendo queno saba si lo iban a aceptar bien en Japn.

    Ocurri que ninguno de los sacerdotes que haba sugeridoestaba disponible, as que intentaron ponerse en contacto conBriege. Pero hubo una confusin en la comunicacin y pasaronvarios meses antes de que ella recibiera la invitacin. Entretanto su madre general le haba pedido que no aceptara ningncompromiso durante el mes de noviembre. El mismo da en quesu madre general le dijo que se haban cambiado los planes yque ya no la necesitara para esa fecha, recibi la peticin deayudar en el retiro de Japn. No dudo que esto ocurri porqueel Seor saba que en Japn haba sacerdotes que necesitaban laclase de ministerio que ella realiza, pero tambin creo que lohizo para mi beneficio.

    Es una experiencia maravillosa y a la vez muy humillantepara un sacerdote trabajar tan ntimamente con la hermana Brie-ge McKenna en su ministerio para sacerdotes que es nico.Haba cosas que slo yo poda hacer, como celebrar la misa ydar la absolucin en el sacramento de la reconciliacin. Perohaba cosas que los dos podamos hacer igualmente bien, comodar las charlas del retiro. Pero ah estaba su propio ministerioespecial usando los dones que el Seor le ha dado, algo que yoslo pude atestiguar y maravillarme.

    Me refiero a ese don que tiene de escuchar a los sacerdotes,la mayora misioneros, y casi todos mayores que ella, que lepresentaban sus necesidades tan personales, tanto fsicas comoespirituales, para que orara con ellos. Y me refiero a su don parapresentar esas necesidades al Seor, con esa sencillez, esa formatan directa que tiene para hablar con Jess; en muchos casosrecibiendo una respuesta de l en forma de una imagen o de unapalabra para compartirla con ellos y despedirlos habiendo sidoconsolados, renovados y en muchos casos sanados tanto fsicacomo espiritualmente.

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  • A menudo he dicho a mis amigos, medio en broma medio enserio, que es fcil dar un retiro con Briege, porque ella escuchala mayora de las confesiones. Es cierto que no puede dar laabsolucin, pero tambin es cierto que si ora por alguien que deverdad la necesita, vendr para celebrar el sacramento de recon-ciliacin ya profundamente reconciliado con el Seor.

    Cualquiera que lea este libro podr darse cuenta de que lahermana Briege es una persona que pone a Jess en primer lugaren su vida, y su don mayor es la habilidad que tiene para que losdems quieran hacerlo tambin. Ella es autnticamente unaseal que indica a otros cmo llegar a Jess. Como dice eneste libro: El Seor es el que hace maravillas. Estoy convenci-da de que nadie puede hacer otra cosa que convertirse en unaseal para indicar el camino hacia Jess, para ayudar a otros adescubrirle en sus corazones y as permitirle que les concedagrandes bendiciones. Es cierto, nadie puede hacer nada msque esto. Pero no conozco a nadie que lo haga tan bien comoBriege McKenna.

    FRANCIS A. SULLIVAN, SJ

    Prlogo 13

  • Agradecimientos

    ME HAN ESTADO PIDIENDO que escribiera este libro duran-te muchos aos. Siempre pens que lo hara en elmomento del Seor. Ahora ha llegado el momento oportuno,como dice san Pablo. Mucha gente ha orado por m, me ha apo-yado con sus oraciones y me ha animado. Sin embargo, hay unaspersonas que merecen una mencin especial de mi gratitud.

    Estoy muy agradecida a la hermana Margaret McGill,madre general de la Congregacin de las Hermanas Clarisas, ya la hermana Helen Conway, la anterior madre general, por sualiento y apoyo constantes. Un agradecimiento especial a miobispo, W. Thomas Larken de San Petersburgo, y monseor Lau-rence Higgins, mi pastor en Tampa, por su comprensin y gua.

    El cardenal Leon Joseph Suenens de Blgica ha sido estupen-do conmigo dndome una orientacin clara y una perspectiva fieldel crecimiento de los movimientos espirituales dentro de laIglesia universal. Tambin Vernica OBrien de Blgica me hainspirado con su visin y entrega para difundir la fe catlica.Ella me ha animado con su amistad y sus oraciones.

    Mis hermanas religiosas del Convento de San Lorenzo,Tampa, merecen mucha gratitud por su respuesta gozosa a lasexigencias de vivir con una persona cuyo telfono nunca cesa desonar. Toda mi comunidad religiosa en el mundo entero ha sidogenerosa en sus oraciones y apoyo.

  • El padre Kevin Scallon, mi colaborador en la evangelizacin yen los retiros para sacerdotes, me ha enseado muchsimo acercadel sacerdocio y me ha inspirado con su gran amor por la Iglesiay su fidelidad a su compromiso como sacerdote.

    El padre Frank Sullivan, SJ, quien escribi el prlogo de estelibro, que por muchos aos ha sido una gran inspiracin para m,ayudndome a obtener una perspectiva teolgica equilibrada. lha abierto muchas puertas a mi ministerio, en especial en Japn,que quiz nunca se hubieran abierto de no ser por l.

    Ingrid Orglmeister de Sao Paolo, Brasil, mi intrprete, y sumarido, Peter, han sido mis amigos durante muchos aos. Ingridha sido de gran ayuda dando a conocer mi ministerio en Brasil.

    Peter y Margie Grace de Manhasset me han prestado granayuda en mis viajes y me han abierto su casa y su corazn. Mar-gie ha sido como una madre para m, brindndome su consejo yamistad de muchas maneras.

    Piet y Trude Derksen, de los Pases Bajos, han apoyado fir-memente el ministerio catlico en los pases del Tercer Mundo.

    Un agradecimiento especial a Doris y a Francis Meagher deClearwater, Florida, cuya casa se ha convertido en mi casa y cuyoamor y amistad han sido para m una gran bendicin y alegra.

    Linda y Joe Rooney de Florida amablemente nos prestaronsu casa de la playa para escribir Los milagros s existen. Les doylas gracias por su hospitalidad.

    Los milagros s existen no hubiera visto la luz sin el apoyode Henry y Peg Libersat y estoy agradecida por el talento, laoracin y el tiempo que me dedicaron.

    Mi agradecimiento a tantos amigos y conocidos que hacenque mi ministerio sea posible a travs de su amor y apoyo.Finalmente, Ann Spangler y su equipo de Servant Books mos-traron una flexibilidad realmente admirable, ayudndonos a tra-bajar en horarios difciles y aportando sus ideas y entusiasmopara la publicacin de este libro.

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  • 1Sanada y llamada

    PENTECOSTS SIEMPRE HA SIDO un da especial para m.Antes de nacer, mi madre or por tener una nia; nac elda de Pentecosts.

    El da de Navidad de 1959, cuando slo tena 13 aos, mimadre muri de repente. Mientras lloraba esa noche, o una vozque deca: No te preocupes, Yo cuidar de ti. No comprendverdaderamente que era el Seor, pero sent paz. A la maanasiguiente saba que quera ser monja.

    Como un ao y medio despus de la muerte de mi madre, fuia la casa general de la Congregacin de las Hermanas Clarisasen Newry, mi ciudad natal en Irlanda. La hermana que abri lapuerta pregunt: Qu puedo hacer por ti?. Quiero ver a lamadre abadesa general, dije. As que me llev a ver a la madreAgnes OBrien. Hija, de qu se trata?, me pregunt; Quie-ro ser monja, le dije; Qu edad tienes, pequea?; y yo, Unpoco ms de 14 aos. La madre Agnes, una religiosa muy santa,me contest: No podemos aceptarte ahora. La Ley Cannica nolo permite. Regresa ms adelante.

    Despus de un tiempo, la madre Agnes me pidi que mequedara con la mujer que trabajaba en la casa general, puestodava no poda entrar en el noviciado. Mi padre tuvo que darsu permiso para que me mudara al convento. Sin embargo, toda-va no le haba dicho nada al respecto.

  • Fui a pedirle permiso un da a principios de junio, mientrasaraba el campo. l se acerc a la orilla del campo para sentarsea mi lado. Charlamos un rato y le dije: Pap, quiero sermonja. l dijo: Bueno, si eso es lo que quieres, adelante, perosi no lo es, tambin lo sabrs.

    Dos das antes de cumplir los 15 aos, la maestra de novi-cias se me acerc y me dijo que entrara en el convento el da demi cumpleaos. Tambin me pidi que se lo notificara a mipadre para que l pudiera venir. Mi pobre padre, como no sabanada sobre monjas, le envi un telegrama a mi hermano enInglaterra: Ven pronto. Briege va a entrar en el convento.Quiz nunca ms vuelvas a verla.

    Fui postulante durante seis meses y luego me hice novicia.Mi padre asisti a ambas ceremonias. La primera vez que lo villorar fue en el momento en que me cortaron el pelo y todos misrizos cayeron al suelo.

    Cuando hice mis primeros votos, el 4 de diciembre de 1962,tuve mi primera experiencia espiritual real. Mientras estabaarrodillada en la capilla esperando a que me llamaran, vi a Jessvestido como el Buen Pastor que se acercaba a m, me tomabade la mano y me deca: Ven conmigo.

    Despus de destinarme a varios conventos, la madre Agnes,gravemente enferma, me pidi que fuera a cuidarla. Ella ejerciuna gran influencia en mi vida. Senta un gran respeto por elsacerdocio y rezaba cada da por los sacerdotes. Aunque nuncavino a Amrica, ella fund nuestras casas aqu. Me dijo muchascosas acerca del Sagrado Corazn y siempre me apremi a seruna religiosa buena, santa y fervorosa.

    Sanada por el poder del Espritu Santo

    En 1964 empec a tener fuertes dolores en mis pies. Unmdico me dijo que la causa era que tena los pies planos y por

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  • eso los dolores iban en aumento, pero en 1965 un cirujano orto-pdico diagnostic artritis reumatoide. Pas muchos meses en unhospital en Belfast. Todas las noches las hermanas me tenan queponer los pies en unas botas de yeso, para intentar evitar que sedeformaran. Esto era muy doloroso.

    Un da, la madre Agnes me llam junto a su lecho. La lle-vaban al hospital. Me dijo que iba a morir, pero que siemprerezara por m; y una vez ms me record: Mantente cerca deJess siempre.

    El 22 de agosto de 1967 hice mis votos perpetuos en la casageneral en Newry. Fue entonces cuando me ofrec voluntariapara venir a los Estados Unidos. Aunque la decisin parti dem, me pas llorando las dos semanas anteriores a mi partida.

    Llegu a Tampa, Florida, donde empec a ensear a prvu-los aquel septiembre. El clima me sent muy mal y mi artritisempeor. Haba un mdico que dijo que poda hacer muy pocopor m, pero que quera probar distintas medicinas para ver sime ayudaban. Me dio todo tipo de medicamentos. En 1968 esta-ba tomando cortisona y a dosis tan altas que ya no me hacaefecto. El dolor era constante. Como secuela de la cortisona,comenc a sufrir prdidas de memoria. Lloraba de dolor. Elmdico me dijo que no haba esperanza para m: acabara en unasilla de ruedas. Por aquel entonces an poda andar, pero despa-cio y con mucho dolor.

    Empec a sentir gran aridez en mi vida espiritual. Hastaempec a preguntarme si realmente crea en Jess. No estabaconvencida del poder del Evangelio. No crea que Jess mefuera a sanar. Crea que si hubiera ido a Lourdes o a algn otrositio tal vez pudiera recibir una curacin, pero no crea quepudiera suceder en la vida diaria.

    Mi alma estaba sedienta del Dios vivo, pero en verdad no loconoca. Fue con este deseo de conocer mejor al Seor que asista mi primera reunin de oracin. Aunque senta cierto miedo porla dimensin carismtica, me senta atrada hacia ella, porque vi

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  • que la gente oraba a Jess como si l estuviera realmente presen-te all. El Seor se sirvi de mi hambre espiritual para atraermehacia l, y es que yo me deca: Tiene que haber algo ms en lavida religiosa y debe haber algo ms en el catolicismo.

    Haba hecho bien mis oraciones, como un deber. Pero nosenta gozo al hablar con el Seor, ni tampoco senta entusias-mo en dar testimonio del poder de Cristo. Sin embargo, un daante el Santsimo dije: Jess, te voy a encontrar, cueste lo quecueste. se fue el principio de mi bsqueda espiritual.

    En el proceso de bsqueda de un significado ms profundode mi vida religiosa, y un compromiso mayor y ms radical conel Seor, creo que Jess me regal una sanacin espiritual. Endiciembre de 1970 fui a un retiro ecumnico en Orlando. Escu-ch las enseanzas sobre el poder de la oracin y el poder delEspritu Santo. Recuerdo que tena una lista de todas las cosasque quera pedir a Dios; con mis condiciones.

    Haba un sacerdote en este encuentro de oracin. Con milista de peticiones en mente, pens: Si este sacerdote orara porm, conseguira todas estas cosas. Pero la sanacin fsica noestaba en mi lista.

    Como si el Seor hubiera ledo mi mente, me dijo: No lemires a l, mrame a m. Recuerdo haber mirado el reloj antes decerrar los ojos. Eran las 9:15 de la maana del 9 de diciembre de1970. La nica oracin que hice fue: Por favor, Jess, ayda-me. En ese instante sent que una mano tocaba mi cabeza ypens que era el sacerdote que se haba acercado a m. Abr losojos y no haba nadie, pero sent que una fuerza poderosa recorrami cuerpo. Es difcil describir lo que sent, pero a menudo lo des-cribo como si fuera un pltano que estaba siendo pelado.

    Mir hacia abajo. Los dedos de mis manos haban estadorgidos, pero no deformados como los de mis pies. Mis codostenan llagas, mis dedos estaban algo entumecidos, las llagashaban desaparecido, y poda ver que mis pies, calzados consandalias, ya no estaban deformados. Me puse de pie gritando

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  • de alegra: Jess, ests aqu!. Cuando Jess se present aToms, lo nico que pudo decir fue: Seor mo y Dios mo!.Cuando Jess se me manifest ese da, slo poda decir: Diosmo, T ests aqu!. Fue un acto de fe en l.

    Desde ese da no he vuelto a tener artritis, ni he vuelto a tenerdolor. sa fue la sanacin milagrosa, pero tambin hubo un cam-bio mayor en mi vida interior. Experiment la efusin del Espri-tu Santo a travs de la renovacin carismtica. Tuve una nuevavisin de la Iglesia, como si viera la eucarista y el sacramento dela reconciliacin con una nueva visin. Vea con ms claridad elgran amor que Dios nos tiene, y lo que nos ha dado. Sin embargosegua teniendo un miedo: la sanacin. Tena miedo al sensacio-nalismo. Cuando fui sanada me dije: No voy a decir a nadie quehe sido sanada, porque automticamente lo relacionarn con elpoder de sanacin. Pensarn que ahora yo puedo sanar a otros.Adems, a quin le importa?, por qu contarlo?.

    En realidad me estaba protegiendo. Me dije: No puedoinvolucrarme en algo as. Soy un miembro respetable de unacongregacin severa.

    Desde diciembre de 1970 a junio de 1971 viv una maravi-llosa experiencia de Pentecosts. Sola decir: Jess, T no pue-des esperar nada ms de m. Heme aqu enseando a cuarenta ysiete nios de primer grado, acudiendo a reuniones de oracin,dirigiendo un grupo de jvenes, y yendo a una crcel a visitar alos presos como apostolado. Pero en el fondo lo que en reali-dad estaba diciendo al Seor era que prefera permanecer en loseguro. Quera el respeto y la aprobacin de las personas.

    En el mes de junio, la vspera del domingo de Pentecosts,en nuestro convento en Tampa, entr en la capilla para hacer laHora Santa. Me sent en nuestro pequeo oratorio diciendo:Jess, aqu estoy. Apenas llevaba en la capilla unos cincominutos cuando de pronto una extraordinaria quietud descendisobre el lugar; era como una nube, como niebla. Una voz dijo:Briege. Me volv para mirar hacia la puerta, porque la voz era

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  • tan clara que pareca que alguien haba entrado en la sala. Nohaba nadie, pero era consciente de que no estaba sola. La vozme dijo al volverme de nuevo hacia el sagrario: Tienes mi donde sanacin. Ve y salo.

    En cuanto o esto, una sensacin ardiente recorri todo micuerpo. Recuerdo haber mirado mis manos. Tuve la sensacinde una descarga elctrica. Esta sensacin ardiente recorri mismanos y sali de ellas; entonces se disip la quietud.

    Me encontr de rodillas ante el sagrario diciendo: Jess, yono quiero ningn don de sanacin. Gurdalo para ti. Entonceshice un acto de contricin, no por lo que haba dicho a Jess, noporque me pesara haber dicho esto a Jess, sino por habermeatrevido a pensar que Jess pudiera hablarme. Entonces le dije:Jess, te har una promesa: no dir nada a nadie sobre esto.

    Para m se fue un Pentecosts muy especial ya que habaexperimentado al Espritu Santo y haba aprendido a orarpidiendo todos esos dones prometidos en la Escritura y que reci-bimos en la confirmacin. Todo esto era ms importante para mahora. Me despert la maana de Pentecosts y la voz resonabaen mi cabeza: Tienes mi don de sanacin. Ve y salo.

    Ese da, en una reunin de oracin en el Hospital de SanJos en Tampa, sent la tentacin de contar a una hermana lo queme haba pasado la noche anterior. Pero cuando empec ahablarle me qued en blanco. Aunque nadie saba lo ocurrido,me invitaron a orar por un nio. Aos ms tarde me enter deque se haba curado gracias a esa oracin.

    En julio y agosto de 1971, fui a estudiar a Los ngeles,California. Acud a una reunin de oracin, pero no comentcon nadie mi don de sanacin. El Seor mismo me lo confirma travs de dos experiencias profticas.

    Una noche en una reunin de oracin en la Parroquia deSanta ngela de Merici me encontr sentada junto a un sacer-dote episcopaliano, un hombre mayor. Al final de la reunintodos nos tomamos de la mano para orar. Despus de la oracin,

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  • se volvi hacia m y dijo: Hermana, nunca antes haba habla-do con una monja catlica, pero tengo que darle un mensaje.Mientras orbamos, tuve una fuerte sensacin de que usted tieneel don de sanacin; y usted sabe que lo tiene porque el Seor selo dijo en su capilla en Florida.

    Respond al pastor: La verdad, no puedo aceptarlo. Perte-nezco a una orden religiosa muy severa, y segu enumerndolelas razones para mi negativa.

    Me mir y dijo: Cunteme lo que le pas en la capilla.Me pregunt cmo poda saberlo si no se lo haba dicho a

    nadie, pero aun as le cont lo ocurrido, aadiendo que no podaaceptarlo. l me mir y me dijo: Jess nunca la forzar. l nosrevela su voluntad, pero usted es libre de elegir seguirle o no.Entonces se dio la vuelta y se alej.

    Unos das ms tarde, en la iglesia despus de la misa, mien-tras hablaba con unas personas, se me acerc una mujer y medijo: Hermana, no la conozco, pero cuando fui a comulgar, elSeor me dio una imagen de usted de pie delante de una fila depersonas que se le acercaban. El Seor me pidi que le dijeraque usted ha sido llamada a un gran ministerio de sanacin.

    A pesar de que tantas personas me confirmaran lo que elSeor me dijo en nuestra capilla de Tampa, segua rechazandosu invitacin al ministerio de sanacin.

    La visita al profeta

    En aquel tiempo un grupo de seoras dijeron que iban a vera un profeta. Pens que quiz l pudiera ayudarme. Tal veztuviera una palabra proftica para mi futuro.

    El profeta me caus una terrible sensacin de desasosiego.Me mir y pregunt: Est usted casada?. No debe de sabermucho de monjas, pens. Me hizo unas preguntas muy extra-as, pero yo lo rechac. No me dijo nada que yo no supiera.

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  • Dos semanas despus, una hermana que conoca vino a laciudad y le cont lo de mi visita al profeta. Me gustara verle,me dijo. Debera haber tenido la suficiente sensatez para no vol-ver y desanimar a mi amiga a que fuera. Sin embargo pens queaunque a m no me haba beneficiado, quiz pudiera ayudarla aella, as que la acompa.

    Al verme, me pregunt de nuevo: Est usted casada?. Lerespond que no deba de ser un buen profeta, si desconoca lasreglas de las monjas catlicas: yo haba dado mi vida a Jess. lme dijo: Lo que usted necesita es que le corten la cabeza, ytraz una lnea imaginaria alrededor de mi cuello. Yo me re yle dije bromeando: Bueno, no hay gran cosa en mi cabeza, perotendra menos si me la cortaran. Sigui dicindome que nodebera ser monja, que debera hacer otra cosa con mi vida y mijuventud. Lo rebat, pero l segua mirndome con fijeza a losojos. Al cabo de media hora me hizo trizas, dejndome total-mente confundida. Estaba convencida de que la gente no erabuena, que yo no poda ayudarla. Dudaba de mi vocacin eincluso de la existencia de Dios, jams haba dudado de elloantes. Estaba convencida de que en breve abandonara la vidareligiosa. Sal de all llorando, sintiendo una gran desolacin.Lo que no saba entonces era que haba tenido una confronta-cin con Satans.

    Cuando volv al convento, la hermana que estaba conmigome dijo que eso no poda ser de Dios, que estaba demasiadoalterada. Me dijo que si fuera de Dios, yo estara sintiendo unaprofunda paz. No coment nada a las hermanas acerca de miperturbacin y el deseo de abandonar la vida religiosa, porquepens que eso les iba a afectar demasiado. Estaba sola, sin nadieque me ayudara.

    Esa noche en la cama tuve una terrible confrontacin conSatans. No me poda dormir. Sent que algo me asfixiabadonde el profeta haba tocado mi cuello. No pude gritar pidien-do auxilio. Era como una fuerza que quera hacerme renunciar

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  • a Cristo y dejar de servirlo. No pude orar. Fue una experienciaterrible. Por fin, parece que pude llamar a Jess, porque la sen-sacin de asfixia desapareci. Al da siguiente, las hermanasnotaron que tena muy mal color. Les dije que no me senta bien.

    Ese da fuimos a San Francisco para unas vacaciones cortas.En el camino le supliqu a Jess: Dios mo, aydame. Por finllamaba a Jess, pero en el fondo de mi mente tena la sensacinde que deba abandonar la vida religiosa.

    Cuando llegu a San Francisco, me qued en mi habitacin.Tom la Biblia y dije: Jess, yo s que sta es tu Palabra viva.Por favor, te lo suplico, hblame. Hblame especialmente de mivocacin. Es aqu donde se supone que debo estar?. Abr lasEscrituras y las palabras parecan ampliadas, como si alguienhubiera puesto una lupa sobre ellas. Era el pasaje de san Pablo,1 Corintios 7, 32-35, que habla acerca del compromiso de viviruna vida de soltera por el Seor: Yo os quisiera libres de preo-cupaciones. El no casado se preocupar de las cosas del Seor,de cmo agradar al Seor. El casado se preocupa de las cosasdel mundo, de cmo agradar a su mujer: est por tanto dividido.La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa delas cosas del Seor, de ser santa en el cuerpo y en el espritu.Mas la casada se preocupa de las cosas del mundo, de cmoagradar a su marido. Os digo esto para vuestro provecho, nopara tenderos un lazo, sino para moveros a lo ms digno y altrato asiduo con el Seor, sin divisin.

    Al leer esas hermosas palabras en la Escritura, me invadiuna gran paz y un gran gozo. Desde ese momento supe que loque haba vivido era un engao y un ataque de Satans. Me dicuenta, sin embargo, de que haba algo ms que me quera ense-ar el Seor.

    Fui a una conferencia carismtica en Anaheim, dondehabl Ralph Wilkerson, un evangelizador muy popular. Meacerqu a conocerle y me dio una profeca. Me dijo: Herma-na, sus manos estn ungidas para la obra de Dios. Yo le dije

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  • que no quera saber nada de profecas pero l me interrumpiy me dijo: Hermana, usted fue al falso profeta. Me dijo queel profeta haba destruido a muchos hombres y mujeres deDios, y que haba conseguido que mucha gente se apartara dela Iglesia. sa fue la primera vez que alguien me deca queaquel hombre era un falso profeta. En la misma conferenciahabl con un sacerdote catlico y le cont mi historia. Me dijo:Hermana Briege, no necesito decirle nada ms. Ya ha recibi-do la respuesta en su Palabra viva.

    El Seor me volvi a llevar al sacerdote episcopaliano queme haba dicho que tena el don de sanacin. En una reuninde oracin en su hogar esa noche, le cont mi terrible expe-riencia. Me cont que alguien le haba dicho que haba ido aver al falso profeta. l haba querido detenerme para prote-germe, pero el Seor le dijo que no interviniera, que yo tenaque aprender tres lecciones de ello, y que el Seor mismo meprotegera. El sacerdote estuvo orando por m mientras yo ibaall y probablemente fueron sus oraciones las que me salva-ron del ataque.

    Mientras l me hablaba, me di cuenta de que, en efecto,haba aprendido tres lecciones.

    Primero, nunca deb ir a consultar a un profeta. Haba trata-do de conocer el futuro. Era como acudir a la adivinacin, comosi buscara un falso dios. Estaba haciendo lo que Dios dijo queno hiciramos en el primer mandamiento: No tendrs otrosdioses fuera de m. Mi vida tiene que estar centrada en Dios;tengo que dejar el futuro enteramente en sus manos. l es elCamino y me debo abandonar en l.

    Segundo, tena que aprender la diferencia entre juzgar y dis-cernir. La primera vez que fui al profeta, saba que algo no esta-ba bien, pero pens que no deba juzgarle. Sent la presencia delMal, pero no saba lo que era, pens que era mi actitud hacia l.De esta experiencia aprend que debo orar pidiendo el don deldiscernimiento.

    Briege McKenna Los milagros s existen26

  • Tercero, aprend que mi vocacin no era un regalo mo paraDios, sino que era un don de Dios para m. Me haba dado estavocacin a fin de liberarme para su Evangelio, no para atarme.Aprend que tengo que ponerme de rodillas diariamente y dargracias al Seor por este don.

    Hacer el ridculo por Jess

    En el avin de regreso a Florida, empec a pensar que nopoda ser una coincidencia que tantas personas no relacionadasentre s pensaran que yo tena el don de sanacin. Estaba rezan-do en mi breviario y le el pasaje sobre la tempestad calmada,(Lc 8, 22-25). Es como si el Seor me dijera: Sabes que tengoel control absoluto sobre los elementos. Me obedecen. Pero ttienes libre albedro. Puedes elegir. El Seor me mostr quejams me forzara. Entonces me dio una imagen de una casa. Yotengo una gran imaginacin, y creo que Dios la usa para hablar-me. En esta imagen de la casa, yo estaba dentro y un hombrellam a la puerta. Yo abr la puerta, y como pareca una personamuy amable le invit a que entrara.

    Le dije: Vea todas estas habitaciones, pngase cmodo,vaya donde quiera dentro de mi casa. Segu al hombre mien-tras recorra todas las habitaciones, haba muchas y eran muybonitas. De repente, lleg a una puerta cerrada con llave. Lapuerta tena un letrero pintado en negro que deca: propiedadprivada, prohibido entrar. Se volvi hacia m, y al volverse,reconoc a Jess. l me pregunt: Briege, por qu no puedoentrar en esta habitacin?. Le repliqu: Vamos, Jess, miratodo lo que te he dado. Quiero guardarme algo para m. Le odecirme en esa imagen: Sabes Briege?, si no abres esa puertanunca sabrs lo que significa ser realmente libre. Recuerdomirar la imagen y decirme: Pero, qu habr en esa habita-cin?, y el Seor dijo: Te lo mostrar.

    Sanada y llamada 27

  • Dentro de la habitacin estaba mi reputacin, lo que otrospensaban de m. No quera que Jess entrara en ese cuarto, por-que pretenda preservar mi buen nombre y mi reputacin. Yoquera seguir a Jess, pero quera tener el control de mi vida. Noiba a ser tan tonta. Cualquier cosa que tuviera que ver con lacruz, con tomar mi cruz, estaba fuera de lugar.

    O que Jess me deca: Pens que me habas entregado tuvida. Record con toda claridad las palabras de mis votos.Haba prometido entregar mi vida al Seor, para cualquier cosaque l quisiera de m en la Congregacin de las Hermanas Cla-risas; me vi arrodillada ante la madre superiora y el obispo, y ocmo pronunciaba mis votos. Al mismo tiempo o a Jess queme deca, mientras sealaba la puerta cerrada: Bajo las con-diciones de quin hiciste ese compromiso?.

    Me di cuenta de que haba dicho: Jess, te amo y te entre-go mi vida, pero bajo mis propias condiciones. Sin embargo,mi vida religiosa jams conocera plenamente el gozo, la paz, lafortaleza y el valor, todo lo que l quera darme, hasta que yo leentregara toda mi existencia, e incluso estuviera dispuesta ahacer el ridculo por l.

    Ese da en el avin le dije: Jess, sabes que no puedo vol-ver a Florida y decirle a la gente que tengo el don de sanacin.Yo me har cargo de orar y T encrgate de decirlo.

    Llegu a casa a Florida, reanud mis clases, volv a las reunio-nes de oracin y continu con mis obligaciones diarias. Despus dedos semanas fui a una reunin de oracin en la que me pidieronque compartiera lo ocurrido en mi viaje a California. No iba ahablar sobre sanacin, pero al levantarme, una seora salt y medijo: Perdone hermana, quiero decir algo. Usted tiene el don de

    y la aprobacin de la gente que por hacer la voluntad de Dios.Mir a la mujer y le dije: No la he visto nunca. Quin es usted?.

    Era una periodista independiente de Canad. Dijo que cuan-do se despert una maana, una imagen de mi rostro apareci en

    Briege McKenna Los milagros s existen28

    sanacin. Usted lo sabe, pero est ms preocupada por el qu dirn

  • la pared de su cuarto y tuvo una revelacin de que Dios mehaba dado el don de sanacin pero que yo le tena miedo.

    No saba dnde encontrarme, pero el Espritu Santo la habaconducido al Centro Franciscano de Tampa, donde justamentese estaba efectuando esta reunin de oracin. Le dijo a una delas hermanas del Centro: He venido buscando a una hermanajoven, irlandesa, que tiene el don de sanacin. La monja le dijoque no haba ninguna hermana irlandesa, pero la mujer insisti:Estar aqu.

    Yo no recordaba haber visto jams a aquella mujer. La mir yle dije: Cmo sabe que soy irlandesa? Se lo ha dicho el Esp-ritu Santo?. Trataba de bromear sobre este asunto. Entonces loexplic todo: ella estaba en Orlando en el mismo retiro que yo ypresenci mi sanacin. Adems me dijo: Sabe que Dios quiereutilizarla en un ministerio de sanacin. Despus de esto siguihablando, pero yo ya no escuch nada ms. Me llen de pnico yme preguntaba: Oh, Seor! Qu va a ocurrir con mis alumnosde primer grado? Qu voy a hacer?. Y justo cuando todos esospensamientos venan a mi mente, una maravillosa calma me inva-di y una voz interior me dijo: Briege, por qu ests tan preo-cupada? Crees en tu voto de obediencia? Sabes?, no te doy eldon de esos votos para atarte, sino que te di ese don de los votospara hacerte libre para mi Evangelio. Yo fui obediente a Mara yJos. Fui obediente a mi Padre. Lo que te pido es que t seas obe-diente a tus superiores y a aqullos que tienen autoridad en laIglesia, ya que voy a obrar a travs de ellos. Inmediatamentepens: Gracias a Dios, ahora el problema es de mi superiora!.Eso demuestra cmo podemos usar el voto de obediencia paranuestra propia conveniencia. Me deca: Bueno, lo arreglar deforma que mi superiora y la directora de la escuela tengan querechazar el que me involucre en el ministerio de sanacin.

    Un da, le dije a mi directora: Hermana, hay una mujer quequiere escribir un artculo sobre m en una revista, sobre el don

    Sanada y llamada 29

  • de sanacin. Me mir y dijo: Por Dios, Briege! No tengasnada que ver con sanacin, es demasiado sensacionalista. Esoera precisamente lo que quera or. No se preocupe, hermana.No dir una palabra de ello a nadie. Pens que si alguien mepreguntaba algo sobre el don de sanacin, poda decir que esta-ba bajo el voto de obediencia y mi superiora no quera quehablara de ello.

    Pasaron tres semanas y todo iba de maravilla. Yo finga estarpreocupada por el bienestar de la congregacin y de la Iglesia,pero lo que de verdad me preocupaba era Briege McKenna, quefuera a hacer el ridculo por Jess, que me llamaran una sana-dora. No consider que Jess era un sanador

    Dos semanas ms tarde recib una invitacin para hablar sobrela oracin a un grupo de seoras en una parroquia. Me pareci quehice un buen trabajo: habl una hora entera sobre la oracin, peroen ningn momento mencion la sanacin. Dos das despus reci-b una llamada telefnica de una mujer que haba asistido a estareunin y quera hablarme sobre sanacin. Me sorprendi porqueyo no haba mencionado aquello, pero de todos modos fui a verla.La mujer me cont su vida. Era muy trgica. Haba decidido sui-cidarse, pero las circunstancias no se lo permitan. Entonces oyhablar de mi charla y sinti curiosidad. Cuando me vio y me oy,no le gust nada. Pens que era demasiado joven, as que se levan-t y se fue. No crey una palabra de lo que deca. Al llegar a sucasa, volvi a pensar en el suicidio. Esa noche, me vio entrar ensu habitacin y quedarme de pie ante su cama. Mi reaccin fueinmediata: No vine a verla, yo estaba en casa en la cama; Oh,no! dijo, estuvo aqu en mi habitacin anoche, y no me podalibrar de usted. Aparentemente el Seor us una imagen ma paraacercarse a esta pobre mujer.

    Afirm que yo le deca: Por qu no cree en Jess?. Medijo tambin que daba igual que tuviera los ojos abiertos ocerrados, siempre me vea y que si se giraba en la cama paradarme la espalda, yo apareca al otro lado. Mientras me deca

    Briege McKenna Los milagros s existen30

  • esto, yo pensaba: Oh Jess, same todo lo que quieras duran-te el da, pero no me pongas a vagar por las casas durante lanoche!, y o cmo Jess me deca: Pero pens que dijiste quesi Yo me haca cargo de decirlo, t te encargaras de orar.

    La cara de esta mujer, que haba mostrado una desespera-cin completa, se ilumin y dijo: Cree que es posible queDios me ayude?.

    Poco despus cog la gripe. La misma mujer me telefone.Me dijo que confiara en Dios, que l se ocupara de m. Slodos semanas antes, ella haba estado pensando en suicidarse, yahora estaba ayudndome a m! El Seor realmente haba toca-do su vida! Se convirti por completo y volvi a la Iglesia cat-lica. Fue entonces cuando me dije: Briege, con madresuperiora o sin ella, lo que tienes que hacer es buscar al Seor yhacer su voluntad.

    As pues, fui a ver a un sacerdote, un intelectual y estudiosode las Escrituras. No quera ir con alguien de la renovacincarismtica por temor a que fuera demasiado entusiasta y dijeraalgo as como: Bueno, djate llevar por el Espritu.

    Cuando le cont mi historia a este sacerdote, me dijo:Sabe?, si fuera Dios, le dira que desapareciera de mi vista.Cuntas veces ms quiere usted que Jess le revele su volun-tad? Lo nico que el Seor necesita y le pide es que le diga scomo Mara. Dios respeta a sus hijos y slo le pedir que hagasu voluntad. Usted no tiene poder, as que no tiene nada que vercon lo que pueda hacer. Lo que Dios le est pidiendo es si estdispuesta a darle el s y permitirle usarla como instrumentosuyo. Yo le respond: Pero padre, cmo puedo saber cundodebo orar? No puedo acercarme sin ms a alguien que estenfermo y decirle que puedo orar por l para que sane fsica-mente. Sonri y dijo: Hermana, usted no tiene que decir nadaa la gente. Si Jess le ha llamado al ministerio de sanacin, enton-ces l conducir a la gente hacia usted. Pero vamos a aclarar esto.La sanacin fsica slo es una faceta de la sanacin. Tambin est

    Sanada y llamada 31

  • la sanacin de las emociones y recuerdos. Pero la sanacin mayores la sanacin espiritual. Entonces tom mi mano y dijo: Her-mana, vaya a casa, a su comunidad y viva su vida comunitaria.Haga lo que est llamada a hacer como hermana clarisa y si estallamada es de Jess, l abrir el camino.

    Sanacin espiritual

    Durante los siguientes seis meses fui muy escptica. Lagente se sanaba, pero an no crea que Jess obrara a travs dem. Pensaba que yo tena que cambiar totalmente y ser perfectaantes de que l me usara. Pero el Seor todava me tena queensear muchas cosas. Tena que aprender acerca de lo que lconsideraba la enfermedad ms grave de todas.

    Cierta tarde, una seora se levant en una reunin de oraciny pidi que rezase por una mujer que estaba ciega y paraltica. Mireaccin inmediata fue: Ciega y paraltica? Eso es demasiadopara m, Seor. Apenas estaba empezando y an no me dabacuenta de que yo era un mero instrumento. Sent que Jess medeca que deba ir a orar por la seora enferma. Lo hice.

    Cuando fui a ver a esta mujer, me di cuenta de que la enfer-medad puede hacer dos cosas: puede hacer que seamos santos,o puede amargarnos, dependiendo de la actitud y disposicinhacia la oracin.

    Cuando entr, esta mujer estaba furiosa y haba renunciadoa Dios. Cuando le impuse las manos, dije una breve oracin conella y sent un hormigueo, exactamente lo mismo que sent en lacapilla cuando recib el don de sanacin. Mientras oraba, medije: Briege, no le digas a esta mujer que va a sanar. Sabes quetodo esto es psicolgico y se va a decepcionar. Este hormigueoen tus manos viene de tu imaginacin. Hice una oracin conella. En aquel entonces pens que era una oracin inofensiva yque no tendra consecuencias.

    Briege McKenna Los milagros s existen32

  • Algunos das despus, ella envi a buscarme. Me dijo quehaba sido muy escptica en cuanto a m. Ninguna monja habaorado con ella de esa manera y cuando le impuse las manossobre su brazo paraltico pens que le haba clavado alfilerespara causarle una buena impresin. Haba sentido algo querecorra sus brazos. A medianoche recuper la fuerza en ellos.Unos das despus, recuper la vista.

    La actitud espiritual de la mujer cambi por completo. ElSeor me ense que la sanacin interior y la sanacin espiri-tual eran ms importantes. Si una persona se acerca a Jess y suespritu no est sanado, de qu sirve todo eso? Es como elhombre que fue bajado a travs del techo para que Jess lo sana-ra (Mc 2, 1-12). Primero le dijo Jess: Tus pecados te son per-donados, despus lo cur fsicamente. Es ms importante sersanados del pecado. sa es la mayor enfermedad de todas.

    En casa en Irlanda

    Al verano siguiente, en 1972, fui a Irlanda. Las noticiasacerca del ministerio haban llegado all, aunque yo nuncahablaba del don de sanacin porque senta que lo que haca eralo importante, no lo que deca. El padre de un amigo me dijo:No creo en todo ese asunto de la sanacin, pero una amiga maest en el hospital y una oracin no le har dao.

    As que fui al hospital y or por una mujer que se estabamuriendo de cncer. Los mdicos dijeron que no haba esperanza.Al salir, me di cuenta de que haba un pobre hombre que sufra deherpes y or por l. Unos das despus la mujer volvi a su casatotalmente curada. Cuando volvieron a examinarla, no encontra-ron nada malo en ella; y el hombre del herpes tambin se cur.

    La ciudad estaba totalmente alterada buscando a la monja quepoda curar. La gente telefoneaba y me vena a ver. Cada vez quevean a una monja con hbito marrn, corran detrs de ella.

    Sanada y llamada 33

  • Mi padre dijo: Sabes?, ya rezas bastante en Amrica.Crea que estabas aqu de vacaciones. La gente le gritaba y sil-baba mientras trabajaba en el campo, para preguntarle dndepodan encontrar a la hermana Briege. l me deca: Vaya, Brie-ge, tienes muchos amigos.

    Pas mucho tiempo con mi ta Lizzie, y hubo veces en quehaba hasta sesenta coches aparcados delante de su casa. Cuandoyo estaba all, ella no poda hacer nada con toda esa gente quevena buscndome y contndole todos sus males. A menudo measeguraba que le reventaba la cabeza con tantas enfermedades.

    Poco tiempo despus de la sanacin de la mujer con el cncery del hombre con herpes, y mientras oraba en la catedral deNewry, pensaba en mis muchas preocupaciones: estara yo lla-mando la atencin sobre m, con toda esa gente que hablaba de midon y que me buscaba? Me decan: Ten cuidado, porque te pue-des meter en los. Sabes que el obispo no sabe nada de todo esto.Qu vas a hacer?. Y all, sentada en un banco de la catedral, medije: Seor, mira, estoy en casa de vacaciones, es tu voluntadque yo haga esto? No quiero hacer nada contra tu voluntad.Entonces le ped que me enseara a orar por las personas.

    Mientras estaba orando, entr un anciano en la iglesia. Searrodill en el lado opuesto y despus de un rato, me grit: her-mana, podra orar por m?; levant el brazo y dijo: Me ca dela bicicleta y me hice dao en la mueca.

    Le dije que viniera y le pregunt: Ha odo hablar de m?.No respondi, simplemente me di cuenta de que era

    una monja y pens que poda pedirle una oracin.Or por l y me prometi que rezara un misterio del rosario

    por m. Volvi a su sitio ante la estatua de Nuestra Seora y le orezar el rosario. A mitad de la decena me mir y dijo: Dios mo,sa fue una oracin poderosa. Podra escribrmela? El dolor y lahinchazn han desaparecido. O al Seor decirme: Ves?, trajea un hombre de la calle. Por eso te he trado a casa, para que toquesa mi pueblo. sa era la respuesta a mi primera pregunta.

    Briege McKenna Los milagros s existen34

  • Despus el Seor me mostr una imagen de un telfono rosaenorme que estaba sobre el sagrario. Cre que era una distraccine intent apartarla de mi mente. Pero haba estas palabras escritasbajo el aparato: El telfono es un medio de comunicacin. Laspersonas hablan entre s a travs de l. Yo tambin lo puedo usar.Usa t el telfono. La gente te oir a ti pero me sentir a m. Fueentonces cuando me dijo que orara por telfono con la gente, queno era necesario que los viera, que lo nico que tena que hacerera unirme con ellos ante Jess. l no est limitado por el tiemponi el espacio. Eso responda a mi segunda pregunta.

    Cuando volv a la casa general, una hermana me dijo que unhombre haba llamado desde Inglaterra y que quera verme paraque orara por l. Tena un problema grave de piel. Le dije a lahermana: No hace falta que venga, orar por l por telfono;me mir y dijo: Tambin funciona as?; le respond: No los, pero probaremos. Cuando el hombre me llam y or por l,san totalmente.

    Mientras estuve en Irlanda, una de las hermanas del colegiome dijo que una seora que trabajaba all tena una hija en elhospital con un problema de piel grave. No poda ir all, pero leped que la madre me viniera a ver. Or con la madre y en unosdas la nia san por completo y su piel pareca la de un beb.

    Creo que el Seor me permiti que viera y tuviera la experien-cia de estas sanaciones fsicas, no ya por la gente sino por m.

    Jess es el Maestro

    La madre Anglica de Birmingham, Alabama, la monjafranciscana que fund la primera red de televisin catlica porsatlite, es ampliamente conocida por su inteligencia y sabidu-ra. Haba dado un retiro para sacerdotes en Birmingham con elpadre Harold Cohen de Nueva Orleans. La madre haba odohablar de m, y me invit a su monasterio para hacer un retiro.

    Sanada y llamada 35

  • Pens que sera una buena oportunidad para aprender mssobre sanacin, as que llegu con todo tipo de libros sobre eltema escritos por expertos reconocidos. Pens que aprendera deellos por qu la gente no sana, y as cuando me preguntaran,podra dar una respuesta rpidamente.

    En el primer da, le el primer captulo de un libro, pero a lamaana siguiente no recordaba nada. Durante varios das nopude recordar nada de lo que lea. La madre Anglica me tomde la mano y me llev a la capilla. Seal la custodia dondeestaba expuesto el Santsimo y me dijo: Si Jess quisiera quefueras otra persona, te hubiera hecho otra persona. l te hizopara que t fueras Briege McKenna; y dijo todava sealandoal Seor: Ah est el Maestro. No intentes copiar el estilo deotras personas. Ven a Jess y deja que l te ensee.

    Ese da me compromet a pasar dos o tres horas diarias enoracin personal. Entonces el Seor empez a ensearme queyo no tena que dar respuesta a todas las preguntas. No todosseran sanados fsicamente, pero eso no era asunto mo. Micometido no era defender a Jess, sino proclamarlo.

    Briege McKenna Los milagros s existen36

  • 2El Seor vive en una tienda rada

    SIGUIENDO EL CONSEJO DE la madre Anglica, hice micompromiso de pasar diariamente dos o tres horas anteel Santsimo. Santa Clara, la fundadora de nuestra congregacinreligiosa, siempre es representada en estatuas y pinturas soste-niendo el Santsimo Sacramento en una custodia. La historiacuenta que cuando los enemigos atacaron Ass, donde ella viva,Clara les hizo frente sosteniendo la custodia en alto y el poderde su fe en el Seor los hizo retroceder. La eucarista est hist-ricamente en el centro de nuestra vida en la Congregacin de lasHermanas Clarisas.

    Me compromet a que donde quiera que fuera, en cualquierpas, pasara tres horas delante de Jess Sacramentado. sta esla nica peticin que siempre he hecho a los obispos y sacer-dotes en todo el mundo: que me alojen en una casa o conven-to o en algn lugar donde el Santsimo est expuesto y queorganicen mi programa de tal modo que yo pueda tener mitiempo de oracin.

    Es asombroso cmo, cuando no he podido ir a un convento,el Seor se ha asegurado de que donde quiera que estuvierahubiese un lugar donde yo pudiera adorar el Santsimo Sacra-mento a pocas manzanas de distancia. Si nos comprometemos ahacer oracin, Jess no se deja ganar en generosidad.

  • Sin embargo, a veces he encontrado difcil que la gentecomprenda que verdaderamente necesito esas tres horas enterasde oracin. A algunas personas les resulta muy fcil encontrarmotivos para que yo renuncie a ese tiempo. Les basta tan slocon indicarme la gente que tiene necesidad de mi ministerio.

    Por mi parte he tenido que recordarme continuamente quenecesito a Jess ms de lo que la gente me necesita. Si yo nofuera a Jess en la oracin, no tendra nada que ofrecerles. Nooro porque sea santa, sino porque quiero serlo y necesito queJess me ensee.

    La disciplina de estar ante el Seor es muy importante. Slocuando tu espritu est en calma y cuando los sentidos estnabiertos, puedes escuchar al Seor y experimentar la sabiduray visiones internas que vienen del Espritu Santo. Al principio,me resultaba difcil que Jess me fuera a hablar y ensear enesas horas de oracin, pero hay muchas lecciones que aprenddel Seor a travs de ella que han cambiado mi vida tanto comola vida de otros a quienes he podido servir.

    Manteniendo el compromiso de orar

    Ya tarde una noche, durante la intercesin para sacerdotesen Dubln, Irlanda, el padre Kevin Scallon me pidi que ejer-ciera mi ministerio mientras los sacerdotes hacan su oracin,tiempo que yo haba establecido como una de mis horas de ora-cin. De hecho, mi ministerio de intercesin haca mucha faltaah. No quera rechazar esta peticin, que pareca bastanterazonable, pero al mismo tiempo me sent muy mal al tener querenunciar a esta hora de oracin.

    Le dije que contase conmigo. Antes de irme a la cama, yatarde esa noche, puse una nota en el tabln de anuncios avisandoa los sacerdotes de que estara disponible, previa cita, para aten-derles mientras los dems oraban ante el Santsimo Sacramento.

    Briege McKenna Los milagros s existen38

  • Slo el padre Kevin y yo sabamos que haba decidido renunciara esa hora de oracin para servirles. Pero justamente por lamaana, un sacerdote mayor se me acerc y me dijo en el pasi-llo: Hermana Briege, s que usted ora, pero tengo algo quedecirle y no s cmo hacerlo. Le cost trabajo ir al grano y mepregunt qu ira a decirme. Finalmente me cont que la nocheanterior no se poda dormir porque al ir a la cama oy una vozinterior que le deca: Vete a la hermana Briege y dile que lahora que regal es mi tiempo y que quiero esa hora para m.

    Despus de decrmelo, me mir, sonri y me dijo: No tienemucho sentido, verdad?. Poco saba l cunto sentido tenapara m. Le di las gracias. Fue en ese momento cuando me dicuenta de lo mucho que Jess quera que mantuviera mi com-promiso, no porque l me necesitara, sino porque l queraamarme e instruirme. A veces olvidamos que Jess es una per-sona viva, que nos espera. Ah esta l, esperndome. sta fueuna gran leccin para m. No estoy comprometiendo esas treshoras para dedicarlas a un proyecto, sino a una persona viva, y esapersona viva es Jess, que siempre est ah. Est ah, no por loque yo pueda darle, sino por lo que l me pueda dar a m.

    Fui al padre Kevin y le cont lo del anciano sacerdote. Inme-diatamente me pidi que cancelara los planes y que volviera ami programa original. Entonces entr en la capilla donde todoslos dems estaban adorando el Santsimo Sacramento y orando.Me sent, sintindome un poco culpable de que el Seor mehubiera tenido que recordar mi compromiso. Cuando cerr losojos, el Seor me dio una imagen de un monasterio que estabarodeado por un muro con una puerta. Atraves la puerta y llegua otra puerta que tena un cartel que deca: clausura. Mir estapuerta y el Seor me dijo: Ves Briege?, en esa puerta diceclausura. No puedes entrar ah. La gente que est ah no sale,porque han hecho un compromiso para vivir su vida apartadadel mundo. Es nicamente para recordarte continu elSeor que stas son slo murallas materiales y que eso no es

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  • lo que hace a un contemplativo. Lo que hace a alguien contem-plativo es la clausura del corazn.

    Entonces el Seor me revel que aunque no sea una monjade clausura, debo tener un espritu contemplativo. Tengo que seruna mujer que en momentos especiales pueda cerrar el claustrode mi corazn y no permitir a nadie ms entrar en l, que esostiempos especiales son slo para el Seor. Antes de comprome-terme con alguien, debo preguntarme si he mantenido mi com-promiso con Jess.

    Me volv ms consciente de la necesidad de ser fiel en laoracin porque sta es un don de Dios. Para cooperar con estedon, debo tener la disciplina de dedicarle tiempo, y as Dios medar la gracia y me ensear a orar. l me transformar a travsde la oracin.

    Qu sucede en la oracin

    No es fcil estar ante el Seor. A veces podemos sentirnos abu-rridos o sin nada que decir; o podemos distraernos con asuntosmuy serios. Es fcil decir: Para qu sirve lo que hago? o Deveras me estar haciendo bien? No siento nada!. Puede parecer-nos que nada sucede mientras estamos orando, pero la prueba delpoder de la oracin se ver ms adelante, cuando trabajamos o ser-vimos en nuestro ministerio. Nos damos cuenta de la fuerza inte-rior que recibimos de la oracin, as como la visin interior y lasabidura que el Seor nos da cuando las necesitamos.

    Cuando menciono que paso tres horas diarias en oracin, aveces me dicen: De dnde saca el tiempo? o Qu dice entres horas? Yo me aburrira. Algunos me dicen: Yo ni siquie-ra puedo orar durante media hora.

    El Seor me pidi tres horas; pero no se lo pide a todo elmundo. Para un laico o un sacerdote o una religiosa que traba-jan a tiempo completo, tres horas pueden parecer algo imposi-

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  • ble o incluso no ser aconsejables. Pero ya seas sacerdote, reli-giosa, laico o dicono, tienes que encontrar un tiempo para orar.Creo que aqullos de nosotros que estamos comprometidos enla Iglesia deberamos dedicar al Seor al menos una hora diariade oracin. Pero cada persona tiene que encontrar el tiempo quesea conveniente segn su propia vocacin.

    Siendo religiosa y viviendo en un convento, me siento muyprivilegiada de tener el Santsimo Sacramento en mi propia casa.Puedo acudir al Seor en cualquier momento. Pero animo a todoel mundo a tener un lugar especial, un rincn, o una habitacinreservada para la oracin Este lugar especial, con un icono oimagen de Jess, os ayudar a dejar de lado por un momento laspreocupaciones del mundo y os ayudar a tener una relacin pro-funda con el Seor. A travs de esta disciplina en la oracin, Jessme ha enseado mucho sobre la sanacin. Me ha mostrado cmodiferentes pasajes de las Escrituras estn relacionados con lo queestaba enseando; porque siempre estaba enseando cuandosanaba. Me ha mostrado cmo su enseanza y las Escrituras estnrelacionadas con mi propio ministerio en la poca actual.

    Me gustara compartir una enseanza que recib un da,estando ante el Seor. Slo miraba y adoraba el SantsimoSacramento y deca al Seor que no tena mucho que decirleexcepto que lo amaba. Sent como si el Seor me dijera:Bueno, sabes que no me tienes que decir nada? Simplementequdate conmigo, entra en mi presencia. No es lo que t hagaspor m, es lo que Yo quiero hacer por ti. Entonces vi la imagende un hombre que sala de su casa y se sentaba al sol. Mientrasestuvo sentado al sol, no haca nada, pero empez a cambiar decolor. Los que le vieron saban que haba estado tomando el solporque su piel lo mostraba. El hombre tambin lo saba, porquesinti los efectos del sol: el calor y la luz. O que el Seor medeca: Lo mismo ocurre cuando ests en mi presencia. Sentirslos efectos del tiempo que pasaste conmigo y la gente lo ver entu forma de actuar.

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  • Fue una gran enseanza para m saber que no siempre tenaque estar dicindole cosas a Jess, sino que lo nico que tenaque hacer era estar ah con l.

    Oracin y santidad

    La oracin nos mantiene en contacto con Jess. Nos haceconscientes de lo que es santo. La oracin nos ayuda a discernirlo que viene de Dios. Tambin nos hace sentir lo que no es santode lo que viene de Dios.

    Mi propio tiempo de oracin personal me dio una nueva per-cepcin de cmo est creciendo el pecado en el mundo. Tam-bin me ha hecho darme cuenta de que puedo estar pasando poralto los pecados e imperfecciones de mi propia vida, mientrasveo todo el pecado del mundo.

    Fui a Nueva Orleans para un retiro de cinco das. Una nocheme despert sobresaltada. Cuando me incorpor mir al techo yah, como si estuviera viendo en una pantalla, haba un jardn pre-cioso. El jardn tena muchas flores y entre estas flores habapequeas hierbas. El Seor me dijo: Briege, sta es tu alma.Las flores representan las virtudes que intentaba cultivar en miesfuerzo por ser santa. Pero a la vez, al caminar por el jardnadmirando las flores, miraba las hierbas y deca: Bah, son muypequeas y no causarn ningn dao. Me vi dando unas palma-ditas a las hierbas dicindoles: No me voy a ocupar de vosotrasporque sois slo unas hierbas muy pequeas. Entonces el Seorme dijo: Esas hierbas representan el pecado. Te ests comparan-do con el mundo, con todo el mal que hay en el mundo. Sabiscmo es esto. Omos las cosas terribles que ocurren en el mundoy entonces decimos: Oh, pero no mato, ni robo, ni trafico condrogas. Tampoco vendo mi cuerpo en prostitucin.

    El Seor me dijo: No has sido llamada para compararte conel mundo. T ests llamada a compararte conmigo. Yo soy tu

    Briege McKenna Los milagros s existen42

  • modelo, no el mundo. No debes aceptar el pecado jams. Me dicuenta de que estaba cayendo en la misma trampa que yo predica-ba. No estaba vigilando el pecado en mi propia vida. Al seguirmirando la imagen, vi entrar al jardinero. Me mir y me dijo: Sime lo permites, Yo erradicar esas hierbas por ti. Entonces las flo-res tendrn un color ms brillante y tu jardn crecer mejor.

    La mayor enfermedad de hoy no es la enfermedad del cuer-po, sino la del alma. La enfermedad del alma slo puede sersanada por el mdico divino. El Seor me mostr que el sacra-mento de reconciliacin era el medio que l usaba para erradi-car el pecado, que ste es un gran sacramento que nos ayuda acrecer en santidad. En este sacramento, Jess vivo viene a com-batir al enemigo de nuestra alma.

    El Seor me mostr otras dos cosas a travs de esta imagen:Primero, no puedo salvarme por m misma. No puedo embe-

    llecer mi jardn por m misma. No puedo llegar a ser santa porm misma, tengo que reconocer que soy pecadora. Si no lo hago,ser engreda y soberbia.

    Segundo, aprend el valor del arrepentimiento y la bellezade la confesin. La confesin es acudir a Jess que me ama, yquiere que refleje su amor y su belleza. Quiere que comprendaque su amor por m le llev a sufrir su pasin y su muerte.

    El padre Frank Sullivan, un profesor de Teologa en la Uni-versidad Gregoriana de Roma, dijo una vez: Si quiere saber loque Dios piensa del pecado, lea la pasin de Jess. La pasinde Jess nos muestra lo que Dios piensa del pecado, cun des-preciable lo encuentra. En ella tambin vemos el gran amor deJess a su Padre y a cada uno de nosotros. Vemos que nos amatanto que est dispuesto a sufrir y morir en nuestro lugar.

    Como resultado de esta visin que tuve del Seor, meencontr arrodillada al lado de mi cama. Hice un compromisocon el Seor: intentara confesarme cada dos semanas.

    Cuando comparto esto con las personas, a veces me pregun-tan: Qu le dice al sacerdote? Yo no sabra qu decirle.

    El Seor vive en una tienda rada 43

  • Siempre les respondo: Pregunta a cualquiera que viva contigoy ellos te dirn tus pecados.

    La belleza de la confesin

    Acudir a la confesin con regularidad me ha hecho apre-ciar ms este sacramento. A menudo pregunto por qu lagente no va a confesarse hoy ms a menudo. No puede ser queestemos pecando menos, o acaso habremos perdido el apre-cio por el sacramento de la reconciliacin porque ya no nosdamos cuenta de lo terrible que es el pecado? O es que ya noapreciamos el sufrimiento y muerte de Jess, que muri pornosotros? Es que ya no nos damos cuenta de que todo lo quetenemos que hacer es reclamar los beneficios de sus sufri-mientos a travs de la confesin de nuestros pecados y aco-gernos a su misericordia?

    Es mucho ms fcil luchar por la santidad cuando acudi-mos regularmente a Jess a travs de este sacramento. Es ungran consuelo espiritual y un recordatorio del gran amor deJess poder acercarnos al sacerdote y escuchar esas hermosaspalabras: Tus pecados te son perdonados. Mientras nosesforzamos por evitar el pecado, sabemos que en el sacramen-to de la reconciliacin somos purificados y podemos comen-zar de nuevo otra vez.

    A menudo recuerdo, pensando en cmo luchamos contra elpecado, a Jess en su camino al Calvario. l cay varias veces,pero siempre se volvi a levantar. Somos llamados a luchar con-tinuamente para alcanzar la santidad.

    Luchar por la santidad significa admitir que, aunque soydbil y voy a volver a pecar de nuevo, tengo que levantarme yseguir adelante. Como catlica, no hay mejor forma de mostrarmi deseo de santidad que acudir a Jess pidindole que me per-done y que me d la gracia para seguir adelante.

    Briege McKenna Los milagros s existen44

  • Gracias a que acudo con frecuencia al sacramento de lareconciliacin, el Seor ha dirigido a la gente hacia m. Vienena hablarme de su vida interior, de sus problemas morales.

    En una ocasin, cuando viajaba en avin, el sobrecargo seme acerc y me pregunt si poda hablar conmigo. Lo llamarArturo, aunque ste no es su verdadero nombre. Arturo me dijoque era catlico e iba a misa todos los domingos, pero que tenaun problema moral muy grave. Le daba miedo ir a confesarse.No se haba confesado en diez aos. Le asustaba hablar con unsacerdote porque diez aos atrs tuvo una mala experiencia enla confesin. Me explic su problema ampliamente, estaba llo-rando. Dijo: Hermana, no s qu hacer, estoy aterrado. S queir al infierno. Hago todo lo que puedo para reparar el mal quehago, pero parece que no puedo superarlo.

    Le mir y le dije: Sabes, Arturo?, no hace falta que te metasen un confesionario para confesarte. Le habl del nuevo rito dereconciliacin y cmo entenda yo este sacramento. Me dijo queno saba cmo confesarse; no lo haba hecho en aos. Le dije:Bueno, te acabas de confesar conmigo, pero yo no soy sacerdotey no te puedo dar la absolucin. Lo que me has dicho a m, debe-ras ir a decrselo a un sacerdote. Es as cmo se confiesauno?, me dijo. Esto me hizo darme cuenta de que mucha genteno va a confesarse porque ha olvidado cmo hacerlo, y no porqueno quiera ir. Ha habido muchos cambios en la Iglesia catlica y lagente siente que el sacerdote va a pensar mal de ellos si acuden al en busca de reconciliacin, y adems no saben cmo empezar.

    Tom la mano de Arturo y le dije: Voy a hacer una oracinpor ti y le voy a pedir a Jess que te d el valor. Y hablar conun sacerdote para que te vea.

    Al empezar a orar por l, el Seor me dio dos imgenes que,tanto para mi vida como para la de Arturo, fueron muy revela-doras. En la primera imagen, vi a Arturo atrapado en una red,como si alguien la hubiera lanzado sobre l y estuviera inmovi-lizado. Entonces vi cmo un hombre se acercaba a l, abra la

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  • red y le sacaba de ella. La red representaba el pecado; el hom-bre que abri la red era el sacerdote que Dios usa para darnosuna prueba tangible de perdn y sanacin.

    En la segunda imagen, vi a un hombre cerca de un iceberg.Tena un pequeo pincho. Con l estaba pinchando el iceberghasta conseguir derribarlo por debajo del nivel del agua, yqued muy satisfecho. Por lo menos haba logrado eso. Se fue,pero cuando se dio la vuelta y mir hacia atrs el iceberg habavuelto a emerger. El Seor me mostr que Arturo estabahaciendo actos de reparacin a Dios por el pecado. Estabaintentando probar a Dios que le amaba y que realmente erasincero al hacer toda clase de buenas obras. Arturo estabaintentando santificarse y superar su naturaleza pecadora sin laayuda de Dios.

    A Arturo le resultaba difcil aceptar que Jess fuera a perdo-narle. No llegaba a comprender que Jess haba venido a salvara los pecadores, no a los justos. Le expliqu que el sacramentode reconciliacin no es slo para limpiar los pecados ya come-tidos, sino que la gracia del sacramento nos permite erradicarlos hbitos pecaminosos de nuestras vidas.

    Mientras hablaba con Arturo me di cuenta de que cuantoms frecuento el sacramento de la reconciliacin, menos caigoen mis propios pecados. El sacramento me da esperanza en lamisericordia del Seor y fortaleza ante la tentacin.

    Arturo hizo un compromiso en el avin. Dijo: Hermana,encuntreme un sacerdote e ir a confesarme. Se confes despusde diez aos. El sacerdote fue compasivo y pudo llevarle a un arre-pentimiento sincero y a vivir una experiencia real de conversin.

    Tres meses despus tuve ocasin de hablar otra vez con esejoven. Me dijo que se confesaba casi todas las semanas y aa-di: Sabe?, todava sigo teniendo tentaciones, pero no hevuelto a caer en ese pecado. Dios me ha enseado que la tenta-cin no es un pecado y que puedo volver a l y me da la fuerzapara superar el pecado. Le doy las gracias por haberme ensea-

    Briege McKenna Los milagros s existen46

  • do que Jess no es un juez despiadado, sino compasivo y quedesea abrazarme y recibirme como al hijo prdigo.

    Hablando del pecado, arrepentimiento y crecimiento espiri-tual, tenemos que darnos cuenta de que el Maligno tiene unarma muy sutil que usa para desanimar a las almas en su bs-queda de Dios. Esta arma es la culpa.

    Ciertamente existe una culpa saludable. Cuando hemoshecho algo mal y nos sentimos culpables, eso es que nuestraconciencia nos habla. As sabemos que tenemos que confesar-nos y arrepentirnos. Pero hay personas que tienen un terriblesentimiento de culpa aun despus de haberse confesado. Estoles despoja del gozo que da el recibir el perdn de Dios en unaforma personal y consciente. No ser capaz de perdonarse a smismo es soberbia.

    Cuando vamos a confesarnos, nos damos cuenta de quehemos cado, pero Jess nos perdona. sa es la belleza de nues-tro Dios, que es bueno y compasivo. Como dice san Pablo:Mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo

    Eso significa que aun estando en pecado, nos ama.Uno de mis pasajes favoritos del Evangelio es cuando Pedro

    le dice a Jess: Aunque todos te abandonen, yo no, y Jess ledice: Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el gallocante dos veces, t me habrs negado tres (Mc 14, 29-30).

    Es cierto que Pedro neg al Seor, pero cuando el Seor lomir, l se arrepinti y llor amargamente su pecado (Mc 14,72). Pedro se perdon a s mismo. Si no lo hubiera hecho, nohubiera podido asumir la tarea que el Seor le asign: guiar asus hermanos y confirmarlos en la fe. La diferencia entre Pedroy Judas fue la habilidad de Pedro para decir: Bueno, he peca-do y he negado a mi Seor, pero l me ha perdonado. Judas nopudo perdonarse a s mismo y tampoco fue capaz de aceptar elperdn de Dios.

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    nosotros todava pecadores, muri por nosotros (Rom 5, 8).

  • No debemos permitir que la culpa nos derrumbe. No debellevarnos al desaliento ni a la depresin. Debemos humillarnosuna y otra vez y decir: Jess, lo he vuelto a hacer; por favorperdname. Y volvernos a levantar y seguir adelante.

    Qu hacer en la oracin

    Una parte de vuestro compromiso con la oracin es levan-tarse y seguir adelante. La oracin es disciplinada. No es algofortuito. Est organizada hasta cierto punto. Me gustara com-partir cmo paso mis tres horas de oracin, y cmo el Seor meha ayudado a crecer en mi vida de oracin.

    Cuando entro en la capilla, primero paso un rato alabando aDios. Oro en lenguas y alabo al Seor. Doy gracias a Dios porser el Seor. Jess dijo: Si mi pueblo no me alaba, gritarn laspiedras (Lc 19, 40). Si alguna vez te resulta difcil alabar alSeor, coge los Salmos, porque estn llenos de alabanzas.

    Encuentro que en mi propio tiempo de oracin la alabanzame saca de las distracciones de la vida diaria y me ayuda a abrir-me al Espritu. No somos como una radio. No podemos desco-nectar de lo que estbamos haciendo y de golpe quedar absortosen Dios. Uno arrastra consigo lo que ha estado haciendo a lolargo del da, y los acontecimientos que le preocupan. Cuandolos llevamos con nosotros a la oracin, la nica forma de evitarque se conviertan en distraccin es someterlos al Seor en unespritu de alabanza.

    Tambin leo la Sagrada Escritura. Creo que todo lo escritoen la Palabra de Dios contiene un mensaje para cada uno denosotros, especialmente las lecturas de la misa diaria. Da igualla hora que sea, en algn lugar del mundo en ese da, esas Escri-turas estn siendo proclamadas. A menudo pienso que en algnlugar, alguna persona se est convirtiendo por ese Evangelio.Creo que no hay mejor camino para llegar a estar en unin con

    Briege McKenna Los milagros s existen48

  • la mente y el espritu de la Iglesia que leer esas lecturas diarias.Yo las leo y releo muchas veces e intento meterme en esos pasa-jes, para descubrir qu me quieren decir a m en particular.

    Tambin rezo el rosario. Se me conoce por la rapidez conque lo rezo en grupo, pero durante mi tiempo de oracin lo hagolentamente meditando los Misterios.

    Luego, tan slo me quedo ah y hablo con Jess. Lo prime-ro que hace una persona cuando habla con otra es mirarla a losojos. Si alguien dice: Hola, t miras a esa persona. Si la per-sona sigue hablndote, t seguirs mirndola.

    Cuando santa Teresa habl de reconocer la presencia delSeor, dijo: La incapacidad de darse cuenta de que alguien estah, de que Dios est ah, es la raz de todos nuestros problemasen la oracin. No hacemos con l lo que esperamos que otroshagan con nosotros cuando nos hablan; que es mirarlo.

    Tenemos dificultades para imaginarnos a Jess realmentepresente delante de nosotros. sta es la razn por la cual santaTeresa habla del valor de las imgenes sagradas, de los iconos.Para nosotros, catlicos, la eucarista nos ayuda a centrarnos enla presencia real, tangible de Jess.

    Tengo una preciosa imagen de la Santa Faz de Jess y amenudo la uso para hablarle. Lo interesante del caso es quesi empezamos a hablarle y aprendemos a escuchar, entoncesl empieza a responder y a hablarnos. ste es el magnficocamino de santa Teresa en la oracin: Slo mralo.

    Dijo: Antes de empezar a orar y mientras oras, deja que tumirada interior descanse en Aqul que est ah, y si te distraes,renueva tu mirada. Recordemos que Jess nos est mirando yque nosotros lo estamos mirando a l.

    Finalmente, nadie te puede ensear a orar, sino Jess. Lafalta de instruccin no es problema. Hay muchos libros que nosayudan y nos guan en la oracin. Pero el problema es dedicartiempo para la oracin, estar dispuestos a ir a sentarnos delantede Jess. Fijaos en Jess con los apstoles. No slo los instru-

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  • Briege McKenna Los milagros s existen50

    y; l los llev consigo, pas tiempo con ellos. La oracin real-mente comienza cuando pasamos tiempo con Jess.

    La tienda rada

    Como joven religiosa, a menudo oigo charlas sobre vivir enla presencia de Dios. En la sociedad actual, a causa de tantoruido y la dificultad de encontrar lugares en silencio, la gentedice que le resulta difcil sentir a Jess.

    Hace algunos aos, en mi retiro anual, me vi sometida aterribles tentaciones y al desaliento. Esa noche tuve todas lastentaciones que se te pueden ocurrir. Cuando iba a misa a lamaana siguiente, me senta abatida y desanimada por los ata-ques y tentaciones de la noche anterior.

    Cuando iba a comulgar, hice un acto de fe. Dije: Jess, sque te estoy recibiendo, pero me siento tan desanimada, tandeprimida y tan indigna de recibirte.

    As fue como me senta al comulgar. Al recibir la SagradaForma, me di la vuelta para volver a mi sitio y recib una ima-gen clara de una tienda. Recuerdo que al mirarla pens: Vaya,esa pobre tienda est muy estropeada, y al examinarla me dije:Ha debido de pasar por una terrible tormenta. Al llegar a mibanco y arrodillarme, vi que un hombre entraba en la tienda.Me vi en la imagen diciendo al hombre: Oh, no puede entraraqu, est todo desordenado. Est estropeada, tiene agujerosmuy grandes. El hombre me mir y sonriendo me dijo: Ququieres decir? Yo vivo aqu.

    En ese momento me di cuenta de que la tienda rada era yo,que haba sido estropeada por las tentaciones y por el desalien-to y todas esas cosas que me haban atormentado durante lanoche. Ahora, Jess me estaba mostrando que, estropeada ytodo, l segua haciendo su morada en m; y que acababa devenir a m bajo la forma de la Sagrada Hostia.

  • Fue algo muy humillante: nunca haba pensado en mmisma como en una tienda rada! Entonces sent como si Jessme llevara a la tienda. Le vi sentado a la mesa y yo estaba sen-tada enfrente de l. Me cogi ambas manos y me habl desdeel otro lado de la mesa. Mientras me hablaba, yo miraba la tien-da y deca: Oh, Dios mo, mira esta tienda! Qu pensar lagente? En qu desorden est la tienda!. Me disculp y apartmis manos de las de Jess, empuj la silla y me levant. Pensa-ba: Qu dirn de m si ven estos agujeros?. Me puse inme-diatamente a arreglar la tienda para que se viera bien ante losdems. Fue entonces cuando sent que Jess me sentaba denuevo con mucha delicadeza. Me mir, con mucho amor y medijo: Briege, si te preocupas por estos agujeros y trabajas arre-glndolos, entonces te olvidars de m. Pero si te preocupas porm, yo reparar tu tienda.

    Me di cuenta de que estaba pasando demasiado tiempo preo-cupndome de las tentaciones y de mis pecados, de cmo les ibaa hacer frente y de lo que las dems personas pensaban. El Seorme mostr que la conversin y el arrepentimiento ocurren cuan-do slo nos preocupamos de Jess y nos volvemos hacia l.Cuando te vuelves hacia Jess, automticamente te apartas delpecado. No puedes prestar toda tu atencin a Jess y al mismotiempo pecar.

    Eso es lo que les ocurri a todos los grandes santos de laIglesia: ellos se volvieron hacia Jess, y se apartaron del peca-do. Mirad a san Francisco de Ass. Estaba slo preocupado porJess, y se olvid de todas las cosas que quera hacer en su vida,y Dios se hizo cargo de ellas. Lo mismo se puede aplicar a sanPablo, san Pedro, san Ignacio, santa Mara Magdalena, y santoToms de Aquino, por nombrar unos pocos.

    Todos tenemos que recordar que cuando pecamos, no tene-mos que preocuparnos por el pecado y seguir pensando en l,sino volvernos a Jess. Cuando empieces a intentar complacer-le y vivir por l, entonces l cambiar tu vida.

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  • El Seor me mostr esta segunda leccin usando la tiendade campaa. Una vez ms estaba sentada a la mesa con l. Measom fuera de la tienda y vi gente con muchos problemas,enfermedades y dificultades viniendo hacia la tienda. Dije:Oh, tengo que irme, porque toda esa gente me necesita.. Melevant de un salto y dije: Oh, Dios mo, cmo voy a mane-jar todos esos problemas, tanta gente y tantos disgustos?.Mientras estaba de pie en la puerta de la tienda, intentandopensar cmo iba a ayudarles, volv a sentir que la mano deJess me llevaba de nuevo hacia dentro. Sacudiendo su dedocon una sonrisa me dijo: Ellos no vienen a ti para que lesresuelvas sus problemas. Slo vienen a ti porque Yo vivo en ti.Si te levantas y dices Tengo que hacerlo entonces te olvida-rs de que Yo soy quien sana y quien da la paz. Yo soy el quesana a los enfermos. Lo nico que necesito de ti es que seas elinstrumento. As que sintate y deja que Yo vaya a la puerta.Me vi sonriendo mientras deca a Jess: S, ahora s por qudijiste que cuando alguien confa en ti no fracasa. Si yo inten-to hacer las cosas por m misma, fracasar.

    A partir de esa experiencia, fui ms consciente de que esJess quien tiene el poder y quien realiza toda la obra. Comodice san Pablo: No soy yo quien vive, es Cristo que vive enm (Gl 2, 20).

    Frecuentemente, cuando recibo invitaciones para ir portodo el mundo a hablar a todo tipo de personas (obispos, sacer-dotes, mdicos), suelo pensar: No puedo hacerlo. Y oigocmo Jess me dice: T no puedes, djame hacerlo a travsde ti. Es cierto, yo no puedo hacerlo. El da que crea quepuedo, ser porque me he escapado y lo he dejado a l sentadosolo a la mesa, en esa tienta rada.

    El da que intente hacerlo por m misma, quedar frustraday cometer muchos errores. Ser el da en que Briege empiecea querer edificar su propio reino en vez del Reino de Dios.

    Briege McKenna Los milagros s existen52

  • 3El Seor es quien sana

    JESS ES QUIEN SANA. l tiene una forma de sanar, que seencuentra en la Sagrada Escritura. Cada sanacin que Jessrealiz estuvo unida a una enseanza. l no sanaba y dejaba lacosa as, sino que con cada oportunidad instrua a sus discpulos.

    Al caminar diariamente con el Seor en la oracin, l empe-z a ensearme ms y ms sobre su ministerio de sanacin. Mecapacit para que fuera ms efectiva dejando que l obrara atravs de m.

    Al principio del ministerio de sanacin, haba muchas cosasque no comprenda. Una de las preguntas que me haca muchagente, y yo tambin me haca, era: Qu ocurre cuando oraspor personas y no mejoran, cuando se mueren, cuando el Seorresponde llevndoselas con l? Cmo consuelas a sus seresqueridos en esa dolorosa experiencia, cuando ellos haban oradoesperando una sanacin?. A travs de una experiencia as, yoaprend una definicin de sanacin. Hoy empleo esta definicincuando me preguntan en qu consiste el ministerio de sanacin.

    Decirle s a Dios

    Hace algunos aos, el padre de una nia de 9 aos vino averme. Estaba destrozado. Era su nica hija y se estaba murien-

  • do de leucemia. Haba odo que el Seor me haba usado comoinstrumento suyo para llevar la sanacin a personas con leuce-mia, especialmente a nios. Desesperado me dijo: Lo he pro-bado todo, y nada ha funcionado, incluso he probado con Jess.Pero l no ha hecho nada, as que ahora depende de usted. Lerespond: Si olvida que yo slo trabajo para Jess, que yo slosoy su instrumento, se va a volver a decepcionar.

    Fui al hospital con l, esperando al menos poder consolarle.La nia estaba en la cama moribunda, con grandes dolores.Cuando me arrodill y tom su manita, era como si a travs deella me transmitiera el siguiente mensaje: No necesito sana-cin, es mi padre el que la necesita. Yo estoy feliz de irme.

    Decid que tena que hablar con el padre, porque estabaintentando presionarme diciendo que su hija se iba a sanar, por-que eso era lo que quera or. Si la hermana Briege dijera eso, lehara sentirse bien.

    Mientras estaba arrodillada al lado de la nia, me hubieragustado poder decir: Se va a sanar como ustedes desean,pero entonces yo estara tomando el lugar de Dios; estara asu-miendo una postura en la que permitira que la compasinhablara en mi lugar. La compasin es buena, pero no debe usur-par el puesto de Dios ni hablar por l. El padre y yo abandona-mos el pabelln y salimos a la sala de espera. All habl con ly con su esposa. Tom las manos de ambos y les dije: Meencantara decirles que Mary se va a sanar del modo que uste-des desean, pero yo no s cmo va a ser curada. Lo que s esque Jess no va a defraudarlos, porque l los quiere, y a supequea Mary, mucho ms de lo que nadie pueda amarla. l lesdar la fortaleza que necesitan y sanar a Mary del modo quel considere mejor.

    Los padres de la nia no podan aceptar lo que les acababade decir. Estaban destrozados. Cuando sal del hospital, hubieraquerido poder curar a Mary, pero saba que no poda hacerlo.Esta revelacin de que no podemos hacer lo que queremos,

    Briege McKenna Los milagros s existen54

  • demuestra que somos tan slo instrumentos, que no tenemoscontrol sobre lo que Dios hace.

    La gente a menudo acta como si pudiera manipular a Diospara que hiciese lo que ellos quieren que haga. Si crees suficien-temente o dices lo correcto y si tienes suficiente fe, Dios tieneque actuar. Pero a travs de esta experiencia, Dios me enseque l no cambia para favorecernos. Mientras oramos, y a tra-vs de la oracin, nosotros cambiamos para adaptarnos a lavoluntad de Dios. Cuando entendemos esto, aceptamos lassituaciones difciles, porque Dios nos da la fuerza, gracia yvisin. Nos muestra su voluntad con mayor claridad.

    Unos tres das despus de mi visita al hospital, me telefo-nearon los padres para decirme que la pequea Mary habamuerto. Inmediatamente pens: Ser mejor que vaya a ver-les porque deben de estar destrozados. Nunca olvidar a estania en el atad en la funeraria, sus padres estaban de pie a sulado. El padre se acerc a m, me abraz y me dijo: Herma-na Briege, quiero darle las gracias. Se volvi, extendi sumano sealando a la nia y dijo: Sabe?, ahora me doy cuen-ta de que la sanacin no consiste en conseguir que las cosassalgan como uno quiere, sino en recibir la fortaleza y la gra-cia de decir s a lo que Dios quiere. Ahora me doy cuenta deque Mary no era ma. Me fue entregada para que la nutriera,la amara y la cuidara, pero ella era del Seor. Y quin soy yopara decirle a Dios lo que debe hacer? Pero quiero decirle quehace dos das no lo hubiera aceptado. Una hora antes de quemuriera, no lo aceptaba. Ahora comprendo que Dios no nosda la fortaleza para algo a lo que vamos a tener que enfrentar-nos dentro de un mes o dentro de dos semanas. l nos da lafortaleza cuando la necesitamos. Simplemente quiero darlelas gracias. Mary fue sanada y se fue al cielo, pero yo, supadre, me qued aqu para hablarle a los dems de la bellezade la fortaleza que nos da el Seor y que l siempre respon-de a nuestras oraciones.

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  • Lo que ese padre dijo nos muestra algo de lo que realmentees la sanacin. La sanacin es decir s a Dios. Cuando nosotros,como hijos de Dios, podamos decirle que s, nunca seremosheridos. El Seor nunca hara nada en nuestra vida que pudie-ra lastimarnos. l es un Dios de amor. Cuando nos resistimosy no queremos enfrentarnos a las cosas y decimos no, es cuan-do nosotros mismos nos daamos.

    Veo que mi misin en este ministerio de sanacin es ayudara la gente en cualquier estado de vida para decirle s a Dios, talcomo yo misma debo decirle s en mi propia vida diaria.

    Veamos algunos pasajes del Evangelio para ver cmo Jesssan durante su ministerio en la tierra, y cmo la gente le seguacuando la sanaba. Esta reflexin nos ayudar a entender mejorcmo nos sana Jess hoy. Dios sigue siendo el mismo hoy comoentonces y nosotros no somos tan diferentes de las personas quevivieron en tiempos del Nuevo Testamento.

    El paraltico

    Jess estaba hablando en una casa llena de gente. Haba tan-tas personas, que llegaban hasta el patio. Haban ido a escuchara Jess que ya era famoso como un gran taumaturgo.

    Unos hombres tenan un amigo que era paraltico, y porsupuesto, como suelen hacer los buenos amigos, decidieron lle-varlo a Jess. Como no poda andar, lo llevaron en una camilla.Si realmente amas a alguien, lo llevas a Jess.

    Al llegar all, nos cuenta el Evangelio, haba tanta gente queno podan entrar. Pero perseveraron, treparon hasta el tejado, qui-taron unas tejas, y por ah bajaron al hombre hasta dejarlo a lospies de Jess. El Seor vio que el hombre estaba paraltico, suspiernas estaban inertes, y por eso sus amigos le haban llevado, nole haban llevado por ninguna otra razn, sino para que sus pier-nas se curaran. Pero cuando Jess lo mir, vio ms all de las

    Briege McKenna Los milagros s existen56

  • piernas paralticas. Vio lo que era ms importante. La peor par-lisis de todas es la del alma, que es causada por el pecado. Jessvio su alma y le dijo: Tus pecados te son perdonados. La genteempez a murmurar diciendo: Qu autoridad tiene ste paraperdonar los pecados?, quin es l para hablar as?.

    Al reflexionar sobre este pasaje del Evangelio, el Seor memostr que nuestras vidas necesitan tener orden y prioridades.Qu es ms importante: la sanacin fsica de piernas inmvileso la sanacin espiritual?

    Es mucho ms importante para nosotros buscar la sanacindel alma. Sabis los millones de dlares que se emplean eninvestigacin para curar el cuerpo. Eso es bueno. El Seor quie-re que usemos recursos para encontrar curas. Sin embargo, pare-ce que no tenemos el mismo celo para deshacernos del pecadoque causa la enfermedad del alma.

    Mucha gente viene a verme para sanarse fsicamente, y notiene ningn inters en la sanacin espiritual. En una ocasin unhombre me llam por telfono y me dijo que tena una piernamuy mal. Le respond: Orar con usted para que reciba unasanacin espiritual y tambin fsica. l me respondi: No sepreocupe, no se moleste por la sanacin espiritual, lo nico quenecesita sanacin es mi pierna. Le respond: No va a necesitarsu pierna para entrar en el cielo, pero s necesitar un alma sana.

    No siempre se da cuenta la gente de la necesidad que tienede una sanacin espiritual. Esto representa un peligro para quie-nes estamos en el ministerio de sanacin. Podemos llegar a estardemasiado preocupados con las sanaciones fsicas y entusias-marnos con ellas, cuando deberan ser un signo que lleve a lasanacin espiritual y a una relacin ms profunda con Jess.

    En una ocasin, cuando imparta clases en la escuela, uncaballero entr en mi clase. Me dijo: Hermana, mi esposaest persiguindome todo el rato: Ve a ver a la hermana Brie-ge y haz que ore por ti, porque ella tiene el don de sanacin ypodra ayudarte. Pero, hermana Briege, yo no creo en usted.

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  • Le dije a mi esposa: No creo que la hermana Briege tenga eldon de sanacin, creo que es un fraude. No creo en ella enabsoluto. Su esposa le dijo que fuese de todos modos, queyo le ayudara. l repiti que no crea en m. Recuerdo quepens: Hay que tener valor para ser tan sincero! y le dije:Usted no tiene que creer en m. En la Biblia no est escritoque tiene que creer en Briege McKenna. Pero, cree enJess?. Me mir sorprendido y dijo: Pues claro que creo enJess!. Eso es lo nico que necesita. Yo puedo orar porusted, y usted no tiene que creer en m, sino en que Jess lepuede curar. A continuacin le pregunt: De qu quiere sersanado?. Dijo: Eso es otra cosa, le dije a mi esposa que esbastante raro pedirle a una monja que ore por m; pero mi tra-bajo es al aire libre y aqu en Florida hace demasiado calorpara trabajar al aire libre. Me gustara poder beber una cerve-za para refrescarme. Me encanta la cerveza, pero tengo mal elestmago y no me sienta bien. Me gustara que orara para quepudiera tomarme un par de cervezas para refrescarme. Cuan-do me dijo esto, pens: Qu necesidad tan trivial! Sinembargo, para l es importante.

    As que or por l, y mientras lo haca me hizo gracia pen-sar que haba orado tantas veces por alcohlicos para que deja-sen de beber, y heme aqu rezando por este hombre para quepudiera empezar a hacerlo!

    Pude ver, mientras oraba por l, que la oracin lo conmovi.Poco tiempo despus, me enter por su esposa y por l mismo,que haba tenido un problema moral grave, aunque no me dijolo que era. La necesidad que haba tenido en su vida en realidadera mucho mayor que ese asunto trivial de poder beber cerveza.

    El hombre se convirti totalmente al Seor y recibi unamaravillosa sanacin interior en su vida espiritual. Se volvi unhombre comprometido por completo con el Seor. Tal comoJess hizo con el paraltico, el hombre fue sanado tanto fsicacomo espiritualmente.

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  • En mi caso personal, acud al Seor buscando ayuda espiri-tual porque eso era lo que realmente peda a gritos. Mis piernas,como las del paraltico, estaban deformadas, pero lo que ms mepreocupaba era mi alma. Ah tambin el Seor me ense unahermosa leccin. No hay que separar lo fsico de lo espiritual.

    Yo no ped una sanacin fsica porque pens que el alma eramucho ms importante. El Seor me mostr que le puedo pedirtodo. Tambin aprend que muchas de nuestras enfermedadespueden originarse en la enfermedad de nuestra alma.

    El criado del centurin

    Un centurin fue a Jess para suplicarle que curara a su cria-do. Jess le dijo: Ir inmediatamente, pero el centurin le res-pondi: Oh no, no hace falta que vengas. No soy digno de queentres en mi casa. Di una sola palabra y mi criado quedar sano.

    En este pasaje encuentro dos enseanzas. Una es la sanacina distancia. A veces,