Los Judíos son hijos del Diablo

¿Qué hay entre Satanás y los judíos?, ¿trabajan por un mismo fin?, ¿son cosas diferentes, distanciadas o son padre e hijos?...

A primera vista parece que Satanás está en el fondo de los infiernos padeciendo y los judíos trabajando en la tierra por enriquecerse, pareciera que aunque son malos los dos, cada quien trabaja en su lugar.

PRIMER LUGAR, Satanás era el ángel más hermoso, Luzbel, el mejor de todos, que por su soberbia se convirtió en el peor de todos; Satanás padre de la mentira, cayo de lo más alto del cielo.

“porque hinchado de soberbia, no caiga en la misma condenación del diablo cuando cayó del cielo” (1)

“Yo estaba viendo desde el principio del mundo a Satanás caer del cielo

a manera de relámpago” (2)

En el cielo se presentó una tremenda lucha entre los ángeles buenos y los rebeldes, al fin unos quedaron en el cielo, confirmados en la gracia de Dios para la eternidad y los rebeldes se precipitaron en los infiernos con su caudillo Satanás:

Quien como Dios, nadie como Dios

“Entretanto se trabó una batalla grande en el cielo: Miguel y sus ángeles peleaban contra el dragón…” (3)

“Apartaos de mí, malditos: id al fuego eterno, que fue destinado para el diablo y sus ángeles” (4)

El demonio se dedica a condenar a los hombres, a precipitarlos en el infierno mediante una mala vida y una muerte en pecado mortal, claramente lo define San Bernardo: “Ningún otro deseo tiene el demonio, ningún otro negocio, ningún otro empeño que perder nuestra alma” (5)

SEGUNDO LUGAR, los judíos eran el pueblo escogido, los mejores de toda la creación, porque eran los escogidos de Dios:

Abraham

“Y dijo el Señor a Abraham… Y yo te haré cabeza de una nación grande, y bendecirte he, y ensalzaré tu nombre, y tú serás bendito o serás una bendición. (6)

“Pero si oyeres la voz del Señor tu Dios, practicando y guardando todos sus mandamientos que yo te intimo hoy, el Señor Dios tuyo te ensalzará sobre todas las naciones que pueblen la tierra… El Señor te constituirá por pueblo santo suyo, conforme te lo ha jurado; con tal que observes los mandamientos de tu Señor Dios, y sigas sus caminos...” (7)

Al igual que Satanás, de benditos pasaron a ser malditos:

“Pero si no quisieres escuchar la voz de tu Señor Dios, observando y practicando todos tus mandamientos y las ceremonias que hoy te prescribo. Vendrán sobre ti, y te alcanzarán todas estas maldiciones. Maldito serás en la ciudad, y maldito en el campo…” (8)

“¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo será posible que evitéis el ser condenado al fuego del infierno? (9)

El peor delito de los judíos fue el dar muerte al Hijo de Dios y pedir que su sangre caiga sobre ellos y sobre su descendencia.

“Mas por esto mismo, con mayor empeño andaban tramando los judíos el quitarle la vida; porque no solamente violaba el sábado, sino que decía que Dios era Padre propio suyo, haciéndose igual a Dios,” (10)

Judas Iscariote

“Entretanto Satanás se apoderó de Judas, por sobrenombre Iscariote, uno de los doce apóstoles. El cual se fue a tratar con los príncipes de los sacerdotes y con los prefectos de las guardias del templo, de la manera de ponerle en sus manos. Ellos se holgaron, y concertáronse con él en cierta suma de dinero.” (11)

“Recaiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.” (12)

Los judíos de ser el pueblo escogido paso a ser el pueblo maldito, exactamente igual que Satanás, en esto son muy parecidos.

Aún más los judíos son los hijos del diablo:

Vosotros sois hijos del diablo, y así queréis satisfacer los deseos de vuestro padre; él fue homicida desde el principio; y, criado justo, no permaneció en la verdad; y así no hay verdad en él, cuando dice mentira, habla como quien es, por ser de suyo mentiroso y padre de la mentira… A lo que respondieron los judíos diciéndole: ¿No decimos bien nosotros que tú eres un samaritano, y que estas endemoniado?” (13)

Por tal motivo Satanás y los judíos de ser benditos pasaron a ser malditos por el mismo Dios, de ser los mejores ahora son los peores.

Los judíos son hijos del diablo y su misión en la tierra es la perdición eterna de las almas.

(1) Epístola de San Pablo a Timoteo III, 6 (2) Evangelio de San Lucas X, 18 (3) Apocalipsis XII, 7 (4) Evangelio de San Mateo XXV, 41 (5) De Medit. C XIII (6) Génesis XII, 1-3 (7) Deuteronomio XXVIII, 1-9 (8) Deuteronomio XXVIII, 15 (9) Evangelio de San Mateo XXIII, 33 (10) Evangelio de San Juan, V, 18 (11) Evangelio de San Lucas, XXII, 3-5 (12) Evangelio de San Mateo, XXVII, 25 (13) Evangelio de San Juan, VIII, 44