Los Dispositivos de La Enunciacin Menemista y La Tradicin Peronista Un Anlisis Desde La Dimensin...

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© UNED. Revista Signa 18 (2009), págs. 251-283 251 LOS DISPOSITIVOS DE LA ENUNCIACIÓN MENEMISTA Y LA TRADICIÓN PERONISTA. UN ANÁLISIS DESDE LA DIMENSIÓN IDEOLÓGICA Hernán FAIR Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET / CEDIS-UNSAM / Universidad de Buenos Aires) [email protected] Resumen: El artículo analiza, desde un enfoque basado en la teoría semiótica de Eliseo Verón, los dispositivos de la enunciación menemista y su relación con el discurso peronista. Enfocando en la dimensión ideológica, pretende dar cuenta de sus diferentes estrategias y modalidades enunciativas en su ín- tima relación con la enunciación peronista. Abstract: The article analyses, by a semiotic theory of Eliseo Verón, the discursive strategies from the menemist enunciation and his relation with the peronist tradi- tion. Focusing on the ideological dimension the study pretends investigate the different strategies and enunciation modalities related with the peronist enunciation. Palabras clave: Discurso. Dimensión ideológica. Enunciación. Menemismo. Peronismo.

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Edición digital a partir de Signa: revista de la Asociación Española de Semiótica, núm. 18 (2009), Madrid, Centro de Investigación de Semiótica Literaria, Teatral y Nuevas Tecnologías. Departamentos de Literatura Española y Teoría de la Literatura y Filología Francesa ; Universidad Nacional de Educación a Distancia, pp.251-282. Edición digital de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes por cortesía del editor

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  • UNED. Revista Signa 18 (2009), pgs. 251-283 251

    LOS DISPOSITIVOS DE LA ENUNCIACIN MENEMISTAY LA TRADICIN PERONISTA. UN ANLISIS DESDE

    LA DIMENSIN IDEOLGICA

    Hernn FAIR

    Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas(CONICET /CEDIS-UNSAM/Universidad de Buenos Aires)

    [email protected]

    Resumen: El artculo analiza, desde un enfoque basado en la teora semiticade Eliseo Vern, los dispositivos de la enunciacin menemista y su relacincon el discurso peronista. Enfocando en la dimensin ideolgica, pretendedar cuenta de sus diferentes estrategias y modalidades enunciativas en su n-tima relacin con la enunciacin peronista.

    Abstract: The article analyses, by a semiotic theory of Eliseo Vern, the discursivestrategies from the menemist enunciation and his relation with the peronist tradi-tion. Focusing on the ideological dimension the study pretends investigate thedifferent strategies and enunciation modalities related with the peronist enunciation.

    Palabras clave: Discurso. Dimensin ideolgica. Enunciacin. Menemismo.Peronismo.

  • Key Words: Discourse. Ideological Dimension. Enunciation. Menemism.Peronism.

    1. INTRODUCCINEl tema de la identidad menemista y su relacin con la tradicin peronista

    ha sido abordado por una inmensa cantidad de trabajos. Mientras algunosdestacan las notables diferencias entre ambos, particularmente en lo que serefiere a sus polticas econmicas neoliberales, que contrastaran con elfuerte intervencionismo que caracterizara al peronismo (Born, 1991, 1995;Portantiero, 1995), y que permitiran hablar de la desactivacin de su di-mensin populista (Martucelli y Svampa, 1997; Aboy Carls, 2001, 2003),otros destacan sus semejanzas, principalmente en relacin a su estilo de li-derazgo personalista (Waisbord, 1995), decisionista (Torre, 1991) y conser-vador (Giussani, 1990). Menem se habra visto beneficiado, sin embargo, porla nostalgia y el recuerdo en la memoria colectiva de los sectores popularesde las polticas del peronismo (Sidicaro, 1995) y por la desactivacin de lasantinomias del pasado, constituyendo un neo-populismo que terminaracon las identidades por alteridad, reemplazadas por identidades por es-cenificacin (Novaro, 1994; Palermo y Novaro, 1996).

    Diferencindose de los enfoques predominantes, este trabajo colocar eleje en la dimensin ideolgica del discurso menemista y su relacin conlos dispositivos de la enunciacin peronista. En efecto, no se ha analizadoan, con la excepcin del trabajo de Paula Canelo (2002), la relacin entrelas estrategias de la enunciacin menemista y las modalidades adoptadas porla enunciacin peronista. Esta ausencia de anlisis en profundidad del dis-curso menemista en particular, y de los discursos polticos en general, se con-dice con la escasa importancia que la Ciencia Poltica, centrada en el anlisisinstitucionalista y cuantitativista, y en menor medida la Sociologa, con sufuerte impronta marxista economicista, le otorgan en general al lenguaje1. Sepuede sugerir tambin que la dificultad terica y conceptual que presentanmuchos de los anlisis ligados a esta corriente, principalmente en el campodel psicoanlisis y la lingstica de origen saussuriana, han contribuido a su

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    1 En relacin al enfoque cuantitativista-institucionalista, vase particularmente Sartori (1992). Encuanto a la sociologa poltica marxista-economicista, consltese, entre otros, el clsico trabajo de Pou-lantzas (1971).

  • modo a alejar el inters en el objeto. Sin embargo, debemos reconocer que enlos ltimos aos ha resurgido el inters por estudiar la importancia que ad-quiere el discurso en la construccin e institucin de eso que llamamos lo so-cial. En efecto, como seala Eliseo Vern, hay niveles de funcionamiento delos procesos polticos a los que slo podemos acceder a travs del anlisis deldiscurso (Vern, 1987a: 14).

    Sabemos que a partir de Saussure (1961), el lenguaje comienza a perdersu falsa transparencia. El llamado modelo topolgico, que crea, desde Pla-tn, que el lenguaje expresa de manera fiel, objetiva y neutral el pensamien-to del que habla, deja, entonces, de tener sentido (Mannoni, 1994: 20-21). Apartir de este giro semitico (Fabbri, 2000), tal como lo expresarn ml-tiples autores, deja de creerse (al menos, en la teora) en la unicidad del su-jeto hablante. En realidad, lo que existe es lo que Bajtn denomina una po-lifona de la enunciacin, es decir, una pluralidad de voces que hablan(Ducrot, 1986: 175). A partir de ah, como seala Ducrot, no existe un suje-to autor que habla, sino un acto de producir un enunciado (Ducrot, 1986:183 y ss.). En efecto, dice Ducrot (1986: 213), el que emite la enunciacin(locutor o narrador) lo hace como responsable de l, pero el discurso puedeser atribuido a enunciadores de los que l se distancia. Tenemos, entonces,que es el acto de producir un enunciado y no el texto del enunciado lo que esel objeto de la semitica. Esto es lo que Benveniste denomina el acto deenunciacin (Benveniste, 1980: 86) y Steimberg, en una definicin ms ela-borada, define como el efecto de sentido de los procesos de semiotiza-cin, por lo que en un texto se construye una situacin comunicacional, a tra-vs de dispositivos que podrn ser o no de carcter lingstico2 (Steimberg,1998: 44). Llegamos, entonces, al campo especfico de la semitica, enten-dida como el estudio de los sistemas y procesos de significacin (Steimberg,1998: 36).

    La semitica, desde Saussure en adelante, tiene como objeto de estudiolos signos comprendidos como un todo social. En efecto, para Saussure(1961), la lengua debe ser entendida como un sistema de signos diferencialesen los que la relacin de cada uno da significado al conjunto. De este modo,no se estudia el signo aislado, sino en su relacin con otros signos. De ah, sucondicin de significancia (Benveniste, 1980: 49). En este sentido, sealaSaussure, todo signo no slo es diferencial, sino que tambin es relacional.

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    2 Esto ltimo se relaciona con lo que Vern (1987a) denomina cuerpo significante. En este trabajo,sin embargo, dejaremos de lado este aspecto del anlisis discursivo para centrarnos especficamente en eldispositivo lingstico.

  • Ahora bien, la hiptesis central de lo que llama semiologa consiste en se-alar que el signo se caracteriza por su arbitrariedad, esto es, que un sig-nificante (palabra o imagen acstica) puede estar asociado a mltiples sig-nificados (conceptos concretos) y viceversa (Saussure, 1961)3. Con estadefinicin, el lingista sent las bases para el anlisis de los sistemas de sig-nos o, mejor an, de smbolos (Todorov, 1982: 56), que constituye el objetode estudio de la disciplina denominada comnmente como semitica, peroque tambin ha ejercido gran influencia en el desarrollo de la corriente pos-testructuralista en su vertiente de psicoanlisis lacaniano y todos sus desa-rrollos posteriores (Derrida, Badiou, Zizek, etc.).

    Existen, sin embargo, mltiples teoras semiolgicas, y no todas compartencada uno de los presupuestos mencionados (vase Fabbri, 2000). En ese sen-tido, entre las distintas teoras de anlisis del discurso existentes4, este trabajopartir desde un marco conceptual basado en el anlisis en trminos de la di-mensin ideolgica de Eliseo Vern (1987a, 1987b, 1995). Segn este autor,todo enunciado se encuentra relacionado con lo que denomina los dispositi-vos de enunciacin. Esto corresponde a la relacin que se establece entre loque se enuncia y su enunciacin. Es precisamente en este mbito de la enun-ciacin en donde el lder construye la relacin de lo que dice con aquello quedice. As, analizar la dimensin ideolgica implica analizar la relacin estra-tgica entre el discurso del sujeto de enunciacin y sus condiciones socia-les de produccin5 (Vern, 1987a; Vern y Sigal, 2003: 19-24).Desde la perspectiva sociosemitica de Vern, todo enunciador o, mejor

    dicho, todo sujeto de enunciacin6, construye una relacin discursiva con

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    3 En realidad, como bien dice Todorov, ms que arbitraria, la relacin entre un significante y un sig-nificado es inmotivada. De todas maneras, aunque todo signo es inmotivado, su unidad simblica, esto es,la relacin que representa o simboliza, slo puede ser motivada (Todorov, 1982: 54-55).

    4 Entre otras, se destaca en la actualidad la teora del discurso de Ernesto Laclau (1987, 1993, 1996,2005), quien se ha centrado, incorporando elementos del psicoanlisis lacaniano y la deconstruccin de-rridiana, adems de un marco terico basado en la nocin de hegemona de Antonio Gramsci, en la cons-truccin discursiva de las identidades sociopolticas a partir de lo que ha denominado la teora de la he-gemona. Este autor, sin embargo, parecen alejarse parcialmente de la perspectiva de Vern, ya que, si biencomparte la dimensin polmica que caracteriza a todo discurso, no analiza estrategias discursivas, sinoprcticas articulatorias.

    5 De este modo, esta perspectiva se aleja del anlisis de las ideologas burguesas que se encon-traran detrs de los discursos, como es el caso del anlisis de los mitos de Roland Barthes (1991), lue-go remedado en S/Z (1970). Por el contrario, se trata de interpretaciones que son siempre provisorias ycontingentes (Laclau y Mouffe, 1987; Fabbri, 2000: 41).

    6 En efecto, dado que el lenguaje es polifnico, la enunciacin es, en realidad, la instancia de la ins-tauracin del sujeto de la enunciacin (el sujeto productor del discurso, quien no debe ser confundido conlos sujetos de estado y de hacer actualizados en la sintaxis narrativa) que abarca dos posiciones actan-ciales: la del enunciador y la del enunciatario (Greimas y Courts, 1990: 79).

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    tres tipos de destinatarios: los adherentes o prodestinatarios, los indecisoso paradestinatarios y los adversarios o contradestinatarios. Al tiempoque el enunciador intenta reforzar la creencia presupuesta con los prodes-tinatarios, ejerce una estrategia de persuasin con los paradestinatarios y, almismo tiempo, una lectura destructiva con sus contradestinatarios (Vern,1987a: 17-18). A partir de ah, el anlisis ideolgico consiste en examinarlas distintas posiciones del sujeto en relacin a cada uno de estos desti-natarios, dando cuenta de las diferentes estrategias polticas a las que ape-la el enunciador para legitimar sus posiciones (Vern, 1987a, 1987b, 2003).De lo que se trata, a continuacin, es de recolectar y analizar un corpus dis-cursivo para dar cuenta de las estrategias del enunciador, a partir del n-cleo invariante y el sistema de variaciones diacrnico del campo dis-cursivo (Vern, 1987a: 14, 1987b, 1995). En pocas palabras, se trata deexaminar al menos dos discursos para dar cuenta de sus aspectos inmodi-ficables, los que son modificados y las estrategias que explican esas trans-formaciones histricas. Para ello, se analiza desde dnde se sita y cmo le-gitima el enunciador lo que expresa frente a sus seguidores, cmo persuadea los indecisos que se encuentran por afuera de su propia creencia y, almismo tiempo, cmo deslegitima el discurso de sus adversarios poltico-discursivos.

    Ahora bien, creemos que el anlisis del dispositivo de enunciacin mene-mista debe ser acompaado, al mismo tiempo, por lo que algunos autoresdenominan el anlisis de la semitica narratolgica (Parret, 1995; Genette,1998). En efecto, entendemos que toda enunciacin lleva implcito un relatomtico que la condiciona y legitima. El anlisis semitico de estos relatos re-sulta particularmente til, en ese sentido, ya que nos permite revelar, en con-traposicin a aquellos que creen ingenuamente que la comunicacin se basa enla cooperacin racional intersubjetiva (Rawls, 1972; Habermas, 1994), quetodo discurso, incluso el de la ciencia, implica siempre argumentacin y luchapoltica con otras teoras y otros destinatarios (Parret, 1995; Genette, 1998:66). En efecto, como han sealado mltiples autores, todo discurso o relato, yasea el de la ciencia (Vern, 1985; Lyotard, 1992) o el mito (Laclau, 1993), sebasa inexorablemente en la polmica y el conflicto con un Otro (Parret, 1995:64-65; Aboy Carls, 2001). De este modo, pese a que las huellas de su enun-ciacin son ocultadas, siempre hay en los relatos un autor que es responsablede lo que se enuncia y que intenta imponer implcitamente sus ideas (Segre,1985: 355; White, 1992; Genette, 1998: 68-70 y ss.).

    Este tipo de anlisis, al tiempo que nos permite alejarnos de la ilusinreferencial del liberalismo acerca de la existencia de una supuesta neutrali-

  • dad u objetividad independiente de la interpretacin (Vern, 1987b; Parret,1995), resulta particularmente til para indagar en las estrategias de la enun-ciacin menemista, ya que nos permite dar cuenta de los relatos subyacentesa su identidad poltica. Especficamente, nos permite investigar la importan-cia que ejerci el relato de la cientificidad de las reformas en la legitima-cin de su discurso. En efecto, segn sostenemos, la enunciacin menemis-ta se caracteriza por un tipo de enunciacin que se legitima en lacientificidad de sus enunciados. Sin embargo, como intentaremos demos-trar, no se trata de un discurso de tipo tecnocrtico, sino de un tipo de enun-ciado basado en la legitimacin por los hechos.

    2. LA ENUNCIACIN MENEMISTA FRENTEAL DISCURSO PERONISTA

    Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen ar-bitrariamente, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos,sino bajo circunstancias directamente dadas y heredadas delpasado. La tradicin de todas las generaciones muertas oprimecomo una pesadilla el cerebro de los vivos.

    Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte

    Eliseo Vern y Silvia Sigal han indagado en su libro Pern o muerte. Losfundamentos discursivos del discurso peronista (2003), acerca de la dimen-sin ideolgica del peronismo. Segn estos autores, el fenmeno peronistadebe ser comprendido como un fenmeno discursivo. Este fenmeno tieneun dispositivo particular de enunciacin que se caracteriza por lo queellos denominan el vaciamiento del campo poltico (Vern y Sigal, 2003).Veamos ahora cmo se estructur este discurso y cul ha sido su relacin conla modalidad de la enunciacin menemista.

    Segn Vern y Sigal, el discurso de Pern se constituy en base al obje-tivo ltimo del establecimiento de la unidad nacional (Vern y Sigal, 2003:48 y ss.). Para ello, principalmente en su ltima presidencia, apelar al co-lectivo de identificacin7 ms amplio: los argentinos:

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    7 Desde la perspectiva de Vern, los colectivos de identificacin corresponden a un Nosotros in-clusivo, enumerable y fragmentable (por ejemplo, peronistas), mientras que los metacolectivos singularescorresponden a colectivos que no admiten cuantificacin o son difcilmente fragmentables (por ejemplo,Repblica) (Vern, 1987a: 18, 1987b, 1995).

  • Uno de los postulados ms fundamentales de nuestra revolucin se ha fijadoen la frase que dice: propugnamos la unidad de todos los argentinos (JuanD. Pern, 05/08/44. Citado en Vern y Sigal, 2003: 49).

    Si analizamos el discurso de Menem, ya desde su asuncin como Presi-dente, notamos la apelacin a la necesidad de unidad nacional ms all de lasdiferencias partidarias. As, en su discurso ante la Asamblea expresar:

    A los jvenes que no conocieron a nuestro lder y a quienes peinan canas, ques lo conocieron, yo les quiero expresar que lo que estoy haciendo con la co-operacin de todo el pueblo es seguir el mensaje de Eva Pern y de Juan Do-mingo Pern: la unidad del pueblo argentino por sobre todas las cosas [...].Ha llegado el momento del reencuentro de todos los argentinos y de todos loshabitantes de esta bendita tierra. Ha llegado el momento en que los argenti-nos nos dejemos de mirar como enemigos para empezar a mirarnos comoverdaderos hermanos ante Dios, ante la Patria y ante este glorioso Pueblo.(08/07/89: 25)8.

    Adems, al igual que su antecesor, utilizar tambin el metacolectivoargentinos para incluir a la comunidad en su totalidad:

    Llevo en mis palabras, en mis pensamientos, el nico mensaje que nos ha deposibilitar una Argentina grande con un pueblo feliz: la unidad nacional. Poreso convoco [...] para que ms all de nuestras ideologas, de nuestras ban-deras partidarias, de nuestras pasiones, levantemos a fuego esta unidad na-cional [...] (11/09/91).

    Les pido que sigamos trabajando juntos, que no dejemos a un lado elafecto y el amor que tiene que existir entre los argentinos [...]. Hoy tenemosen marcha una nueva etapa en la Repblica Argentina, la etapa de la con-cordia, de la paz y de la felicidad que debemos construir entre todos(15/11/93: 132-133).

    Durante su gobierno, Pern insista en que su nico inters era el bien dela Patria (Vern y Sigal, 2003). As, expresar:

    No soy ms que un argentino: que no tengo otra ideologa que el pueblo demi Patria, ni otro partido poltico que mi Patria; y que he de seguir bregandopor lo que yo buenamente creo: que es el bien de este pueblo (...) (Juan D. Pe-rn, 10/08/44. Citado en Vern y Sigal, 2003: 62).

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    8 Las alocuciones citadas a partir de ahora, salvo expresa aclaracin, corresponden a discursosoficiales emitidos por el presidente Menem.

  • Del mismo modo, Menem, sin dejar de ser peronista, se situar tambincomo un representante que acta por los intereses de la Patria en su conjunto:

    Este Presidente se mueve a partir de los intereses del conjunto, a partir de losintereses de la Repblica Argentina; no tiene en cuenta los intereses sectoria-les en forma absoluta; no tiene en cuenta los intereses de grupos, no tiene encuenta los intereses de personas [...]. Siempre estuve pensando, y lo reitero, enlas futuras generaciones de mi Patria, no en las futuras elecciones [...]. Yo hesido elegido para regir los destinos de la Patria, para conducir a 35 millones deargentinos, y no a los argentinos que integran mi partido o cualquier otropartido de la Repblica Argentina. Soy peronista, sera absurdo tratar deocultar esta realidad (...) pero procuro, desde mis conocimientos, compren-derlos a todos, y en ese sentido me muevo en este momento (25/04/91: 86).

    Este gobierno y este Presidente saben muy bien que no hace cuestionesen el campo de lo ideolgico, en el campo de las ideas; no hace referencia ala cuestin de los intereses. Los intereses que estamos defendiendo son los in-tereses supremos de la Repblica Argentina [...] (09/12/91: 160).

    Esto justificar, a su vez, el pragmatismo que, por otro lado, se encuentrainserto tambin dentro de la tradicin peronista:

    Tenemos la obligacin [...] de seguir incorporando al mayor nmero posiblede argentinos a nuestra causa [...]. No se juega el destino de un partido po-ltico, se juega el destino y el futuro de la Repblica Argentina, y la Repbli-ca Argentina nos convoca a todos, absolutamente a todos (12/10/93: 31-32).

    Hoy estamos, reitero, reconstruyendo nuestro pas y cuando yo necesitede gente que colabore en esta tarea no le voy a preguntar a qu partido pol-tico pertenece, sino simplemente le voy a pedir que se comporte como un ver-dadero argentino y que me ayude a terminar con el desempleo, con la co-rrupcin, con el delito y con aquello que nos ha llevado a una situacinharto comprometida a los argentinos (08/07/91: 34).

    Cada uno pone su idea, sea de extrema derecha o sea de extrema iz-quierda, no interesa de dnde, siempre que sea una idea que pueda ponerse alservicio del destino de la grandeza del pas (Juan D. Pern, citado en Vern ySigal, 2003: 90).

    Y en ello en razn de que, como deca el General, Para un argentino nohay nada mejor que otro argentino9:

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    9 Para un argentino no debe haber nada mejor que otro argentino. Y lo dems son pamplinas. Enrealidad, esta frase corresponde a su tercera presidencia. En sus primeros dos mandatos deca, en cambio,

  • En ningn momento hemos sido soberbios y les abrimos las puertas a todoslos argentinos. No les preguntamos a qu partido poltico pertenecan. Sim-plemente hemos convocado a todos para hacer una realidad que deca Pern:para un argentino no debe haber nada mejor que otro argentino. Y esta ver-dad sigue teniendo vigencia (12/10/93: 30).

    Hoy vuelvo como presidente de los argentinos a cumplir un mandatoque l (Pern) nos legara: Para un argentino no tiene que haber nada mejorque otro argentino (25/09/91: 224).

    Este pragmatismo, que buscaba incorporar a todos los que coincidierancon el proyecto de Menem, terminar legitimando, as, sin contradiccin apa-rente, la integracin al Gobierno de figuras que, como los miembros del par-tido de derecha UCeD, siempre haban sido acrrimos antiperonistas. Pero,ms importante an, es que velar, al mismo tiempo, la existencia de anta-gonismos constitutivos:

    Ser pragmticos en la tarea de conducir y gobernar significa subordinar lapoltica a la nocin de bien comn de la sociedad. Implica liberar a susmiembros del chaleco de fuerza de los compromisos ideolgicos al que la ha-ban sometido largas dcadas de estril antagonismo (23/08/91: 136-137).

    La estrategia de la enunciacin menemista consista, entonces, en ocultarlos antagonismos de manera tal que los diferentes sectores sociales tendan aestar reconciliados entre s:

    Mi Gobierno ha mostrado su voluntad de cambio, de ajustarse a la realidad,de acercar a los empresarios al trabajador, de terminar con los conflictos,para encarar definitivamente un futuro prspero (13/02/92: 38).

    El desafo de construir una Argentina integrada. Sin falsas opciones.Sin intiles enfrentamientos. Sin torpes divisiones [...] Integrar la Argentinaes integrar el capital con el trabajo (24/09/91).

    Si tenemos en cuenta, con De pola (1983), que la primera palabra detodo discurso poltico asume la forma de una interpelacin, resulta intere-sante notar, en ese sentido, la categora interpelativa que utilizar Menem enprcticamente todos sus discursos: Hermanos y hermanas. Esta metforadespolitizada, de fuerte impronta religiosa, al tiempo que ocultaba las dife-

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    que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista (vase Vern y Sigal, 2003). Menem, sinembargo, ignorar esta primera frase, concentrndose, en consonancia con su estrategia de unidad na-cional, en la ms reciente.

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    rencias socioeconmicas, llevaba implcita una concepcin basada en la ne-cesidad de vivir en armona y eliminar todo tipo de conflicto que alte-rara la hermandad comunitaria:

    Ha llegado el momento de la integracin, ha llegado el momento de haceruna realidad esto que siempre retricamente expresamos: el hombre no tieneque ser el lobo del hombre, debe ser el hermano del hombre y, de esta forma,evitaremos males mayores, enfrentamientos, guerras, hambre y miseria(07/10/92: 39).

    No se dejen engaar, cada uno de ustedes se tiene que convertir en pre-dicador permanente, a partir del justicialismo, de esta propuesta del Go-bierno Nacional y del Gobierno provincial que tiende fundamentalmente aconvertir al argentino en hermano de todos los argentinos (22/01/93: 34).

    El conflicto, para el enunciador, slo poda llevar a la disolucin social y,por lo tanto, no poda ser aceptado como legtimo. De este modo, se aseme-jaba nuevamente a Pern, para quien la poltica slo haba logrado que la Pa-tria se deteriorase (De pola, 1983):

    Desde lo ms profundo de nuestra historia vivimos enfrentados: unitarios yfederales, conservadores y radicales, peronistas y radicales, nacionalistas yantinacionalistas, peronistas y antiperonistas. A dnde bamos con estapropuesta? A nuestra dispersin, a nuestra dispora, a nuestra pulverizacin(...). Terminemos de una vez por todas con la prdica disolvente (01/07/92:28-29).

    Deseo hacer un llamado a nuestros partidarios y simpatizantes a fin deque, deponiendo intiles banderas, estrechen la solidaridad con las demsfuerzas polticas y orgnicamente constituidas (Juan D. Pern, 20/06/73. Ci-tado en Vern y Sigal, 2003: 231).

    En ese contexto, el enfrentamiento, y por lo tanto, lo poltico, slo po-da ser para Menem, al igual que lo era para Pern (Vern y Sigal, 2003),signo de un absurdo, de anteojeras mentales o ideologismos sinsentido10:

    Abandonando enfrentamientos absurdos, reveladores siempre de anteojeraspolticas, mentales y econmicas (02/09/91: 168).

    10 En su libro La Revolucin Productiva, Menem ya afirmaba: Hay un conjunto de temas que la so-ciedad ha consensuado. Slo es cuestin de desarmar nuestros espritus de prejuicios, y de sacarnos in-tiles anteojeras ideolgicas, que deforman los problemas y la realidad (Menem y Duhalde, 1989: 21).

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    Sin falsos enfrentamientos, pero fundamentalmente, recalco esto, sin ab-surdas pujas ideolgicas, que siempre conducen a callejones sin salida(14/10/91: 30).

    Sin odios, sin divisiones intiles, inoperantes e intrascendentes (Juan D.Pern, 20/06/73. Citado en Vern y Sigal, 2003: 231).

    Para el enunciador, los que protestan son infiltrados en las filas de pa-cficos militantes, unos cobardes totales, enemigos facinerosos que nosaben ejercer la democracia, gente de ultraizquierda, marxistas, de-lincuentes, activistas de la violencia (Pgina 12, 02/01/94 y 04/03/94). Setrata de Detractores, eternos derrotistas, agoreros del pasado y el fracasoque van perdiendo su lugar en nuestro suelo (Discurso del 28/08/91). As,frente a las amenazas de paro sindical, el Presidente afirmar que se trata deun paro sin motivos, sin propuestas, con fines polticos subalternos, resueltoslo para satisfacer las demandas de su propio sistema de intereses y deconduccin (Pgina 12, 05/11/92). El Otro del discurso de Menem tiene, enese sentido, intereses polticos, hace poltica, lo que implica una actitud pe-yorativa ligada a la persecucin de intereses particulares (Yannuzzi, 1995):

    Ms all de las futuras elecciones, nuestra obligacin es pensar en las futurasgeneraciones. Es decir, fomentar acuerdos sinceros. Constructivos. Que supe-ren las rmoras absurdas, producto de mentalidades sub-desarrolladas, inca-paces de mirar ms all de un rdito poltico siempre efmero (25/07/91: 66).

    Aqu hay muchos intereses en juego, pero alguien tena que tomar eltoro por las astas. No es que esto venga del gobierno anterior, esto viene demuchos aos atrs. Pero alguien tena que dar la cara, poner la cara y reci-bir las bofetadas, y es necesario recibirlas porque por sobre los intereses degrupos de sectores o intereses particulares, estn los sagrados intereses de laRepblica Argentina y los vamos a defender hasta las ltimas consecuencias(26/04/91: 95).

    Mientras los acontecimientos nos impulsan cada da ms hacia el desas-tre, los argentinos ms se aferran a la defensa de sus intereses personales ode crculo [...] ninguno se acuerda de que lo que hay que salvar es el pas porsobre todo otro inters mezquino o parcial (Juan D. Pern, 17/10/72. Citadoen Vern y Sigal, 2003: 60).

    Si el conflicto es un absurdo que no tiene razn de ser, lo nico quequeda es eliminarlo para poder volver a la situacin previa de normalidad:

    A partir de Dios, todos, absolutamente todos los habitantes de este planeta,somos hermanos, y debemos hacer lo imposible para que esa hermandad lle-

  • ve a los hombres a vivir en armona, a eliminar todo tipo de conflicto que im-posibilite la realizacin de las comunidades, y en este mbito, la realizacindel hombre, principio y fin de todas las cosas (30/10/91: 57).

    Es realmente un absurdo, una arbitrariedad, desde el sector pblico,desde un sector desde donde se presta un servicio pblico, declarar unahuelga por tiempo indeterminado. Por eso dije que si hay una huelga portiempo indeterminado, las medidas que tomar el gobierno con los respon-sables o en contra de los responsables, tambin sern en tiempo indetermi-nado. Por eso, vuelvo a llamar a la reflexin a los huelguistas, sean compa-eros o no, para que levanten el paro y entraremos a dialogar. Casocontrario, lamentablemente, con mucho dolor, seguirn saliendo los tele-gramas de despido hasta que normalicemos esta situacin (25/03/91: 48-49).

    De este modo, al igual que Pern, que situaba su accin como un servi-cio, como un simple soldado que no quiere nada para s mismo y que sloest movido por el inters de la Patria y llega para servir al Pueblo (Vern ySigal, 2003: 33 y ss.), el discurso menemista tambin negar la presencia deintereses polticos. Ahora bien, como sealan Vern y Sigal, Pern lograbalegitimar su posicin anti-poltica situndose por afuera de la misma en tan-to enunciador abstracto que llegaba en una hora grave proveniente de unmbito apoltico como era el cuartel con el nico propsito de servir a laPatria. As, lograba constituirse discursivamente como encarnacin del Pue-blo y, al mismo tiempo, excluir a sus adversarios por ser el Anti-Pueblo o laAnti-Patria. En su tercera presidencia, el modelo general de la llegada eraahora proveniente de un exterior geogrfico, representado por el exilio. Pernya no representaba al Pueblo, sino a la Nacin. El dispositivo de enunciacin,sin embargo, se mantendr vigente (Vern y Sigal, 2003)11.

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    11 El funcionamiento del modelo de la llegada estaba asociado a la estrategia de Pern, quien sa-la del cuartel movido por el sentido del deber ineludible de reestablecer la justicia en la sociedad. Su lle-gada a la poltica era el encuentro de los valores inmutables de la institucin militar, ntimamente ligadosal servicio y defensa de la Patria y el Pueblo, con los valores degradados de la sociedad civil. Pern se si-tuaba como enunciador abstracto de la Patria a travs de la unin de los colectivos singulares: Ejrci-to, en tanto humilde soldado, y Pueblo, como Primer Trabajador. Como ser peronista era igual a serargentino, los contradestinatarios eran excluidos del campo poltico y situados, irremediablemente, en elplano de la Antipatria. Durante su ltima presidencia, el modelo de llegada era desde el exilio y mar-caba un cambio en la estrategia discursiva. Ahora el lder aceptaba la idea de que haba diferentes formasde entender y de servir a la Patria. Puesto que las diferencias entre peronistas y no peronistas eran de gra-do y de opinin, pero no de oposicin, los diferentes partidos deban colaborar en la tarea de Unidad Na-cional. De este modo, los paradestinatarios no peronistas lograban ingresar en el nosotros argentinos.Sin embargo, las divisiones antipatriticas no desaparecieron, sino que se trasladaron desde fuera del pe-ronismo hacia el interior del movimiento. En este sentido, Vern y Sigal concluyen que el vaciamientodel campo poltico continuar presente, en tanto seguir vigente el enfrentamiento con un otro Antipa-tria que es vaciado de toda legitimidad (vase Vern y Sigal, 2003: 29-97).

  • Si Pern construy un modelo de la llegada que se mantuvo inaltera-ble, y esto lo legitimaba para negar que haca poltica, Menem tambin lle-gar en lo que Vern y Sigal denominan un momento fuerte (Vern y Si-gal, 2003: 42), en este caso, representado por el caos del alfonsinismo:

    No existe otra manera de decirlo: el pas est quebrado, devastado, destrui-do, arrasado. El legado que estamos recibiendo es el de una brasa ardiendoentre las manos. El de una realidad que quema, que lacera, que mortifica, queacosa, que urge solucionar. La inflacin llega a lmites escalofriantes [...]. Elhambre, moneda corriente para millones de compatriotas. El desempleo,una enfermedad que se cierne sobre cada vez ms amplios sectores de nues-tra comunidad. El dolor, la violencia, el analfabetismo y la marginalidad, gol-pean a la puerta de nueve millones de argentinos.

    Estamos viviendo una crisis dolorosa y larga. La peor. La ms profunda.La ms terminal. La ms terrible de todas las crisis de las cuales tengamosmemoria.

    Estamos en una autntica situacin de emergencia econmica y social(08/07/89: 11-13 y 17).

    En efecto, el presidente Menem asumir el poder seis meses antes de quefinalice el mandato de su antecesor, el radical Ral Alfonsn (1983-1989), enmedio de una hiperinflacin indita en la historia del pas, con ndices quellegarn a 114,5% en junio, sumando un total de 613% en slo 6 meses y sa-queos de alimentos a supermercados y comercios en cientos de barrios po-bres del pas12.

    Su discurso, sin embargo, no se constituir, como algunos sostienen, enuna nueva versin del modelo de llegada (Canelo, 2002: 12) o en unoutsider de la clase poltica (Novaro, 1994; Palermo y Novaro, 1996:207), rol que difcilmente poda compatibilizar con su pasado de dirigentepoltico. En efecto, el sujeto de enunciacin se haba incorporado al pero-nismo en 1958, siendo electo por primera vez como gobernador de La Riojaen 1973 (Nun, 1994: 84). Adems, como no dejar de recordar, su propio pa-sado como poltico lo haba llevado a estar 5 aos en prisin durante la dic-tadura del 76. De todos modos, y al igual que Pern, se situar por fuera delas ideologas e intereses sectoriales o partidistas13:

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    12 Para un anlisis ms detallado del particular, vanse Fair (2007 y 2008).13 Este hecho se encuentra ntimamente ligado a la crisis de los partidos polticos (al respecto,

    vase, entre otros, Cheresky y Blanquer, 2003) y de la propia actividad poltica (vase Cavarozzi, 1997:127-128).

  • Hemos resuelto dejar a un lado los ideologismos. Yo vengo sostenindolo des-de hace mucho tiempo. La patria no tiene ideologas, los partidos y los mo-vimientos, s; la patria tiene intereses, y por sobre los intereses de la patria,de esta querida Repblica Argentina, nada superior, nada de ideologa(01/09/89: 54-55).

    Deseo dirigirme hoy a cada uno de los argentinos, para formular unaconvocatoria sincera. Amplia. Generosa. Despojada de todo tipo de interssectario o de especulacin mezquina (07/01/93: 15).

    Soy un austero soldado que no tengo ambiciones ni las tendr nunca(Juan D. Pern, 15/10/44. Citado en Vern y Sigal, 2003: 31).

    Para ello, apelar en reiteradas ocasiones a las metforas organicistas14,inscriptas dentro de la tradicin peronista, afirmando que era necesario hacerciruga mayor sin anestesia con el objeto de sanar al cuerpo social:

    Sera un hipcrita si lo negara. Esta economa de emergencia va a vivir unaprimera instancia de ajuste. De ajuste duro. De ajuste costoso. De ajuste se-vero [...]. Una ciruga mayor que va a extirpar de raz males que son ances-trales e intolerables (08/07/89: 17-18).

    Cuando yo me hice cargo del Gobierno, quiero refrescar la memoria a to-dos los argentinos, dije en el Parlamento argentino que reciba una Argenti-na arrasada por la corrupcin y que bamos a hacer ciruga mayor sin anes-tesia. Los hechos me estn dando la razn, pero nada ni nadie nos va aparar hasta que no sanemos definitivamente el cuerpo de la Repblica(25/04/91: 90).

    El mismo microbio que entra, el germen patolgico que invade el orga-nismo fisiolgico, genera sus propios anticuerpos, y esos anticuerpos son losque actan en la autodefensa. En el organismo institucional sucede lo mismo.Cuando se dejan actuar los grmenes patgenos, que tambin los hay, al en-trar en el cuerpo orgnico institucional, generan tambin sus anticuerpos(Juan D. Pern, 08/11/73. Citado en De pola, 1983: 144).

    Como deca Walter Benjamin, la idea de sacrificio no puede imponersesin la idea de redencin (Benjamin, 2004: 33). En este caso, el sacrificiovena de la mano de los ajustes estructurales de la economa y la redencin

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    14 Como seala Born, Menem, al igual que Pern, entiende a la sociedad como un organismo na-tural en el que sus partes deben convivir armnicamente, pues de lo contrario se corre el riesgo de laanarqua y la disolucin nacional. En este sentido, el conflicto social expresa las ocasionales desinte-ligencias producidas por el choque de intereses personales, pero no existen contradicciones estructuralesni antagonismos irresolubles (Born, 1991: 62).

  • era un futuro de bienestar social. Su eficacia, sin embargo, resida en que losajustes eran reemplazados por la metfora de la ciruga mayor sin aneste-sia. Esta necesidad de operar simbolizaba desde el sentido comn elsacrificio conjunto que, pese al dolor que causaba, era inevitable que lle-vara a cabo la sociedad para lograr un futuro venturoso o, desde la metforaorganicista del discurso menemista, para salvar al cuerpo social de laRepblica que se hallaba en terapia intensiva. En palabras de Menem:

    Cuando yo me encontr con este estado de cosas dije: Seores, se acab. Ci-ruga mayor sin anestesia, para hacer saltar la materia que estaba enquista-da en el cuerpo de la Repblica Argentina. Aqu estn los resultados; con mu-cho dolor, pero una Argentina que crece. Con mucho sacrificio, pero unaArgentina ordenada (21/08/93: 201).

    Queda claro, entonces, que el enunciador, al igual que siempre lo habahecho el peronismo, intentar excluir desde su discurso a sus adversarios po-lticos. Pero, cmo legitimar la exclusin discursiva de sus contradesti-natarios? (Vern, 1987a, 1987b). Si Pern exclua a sus enemigos por ser ellegtimo representante del Pueblo, un primer anlisis puede sealarnos queMenem lo haca del mismo modo15. No obstante, ello no nos conduce a ex-plicar cul era su dispositivo especfico. Una explicacin ms elaborada po-dra ser que el lder apelar a un discurso cientfico que excluir a sus ad-versarios por estar fuera del sentido comn16. En efecto, el sujeto deenunciacin justificar su discurso afirmando que las polticas econmicasque l implementaba se efectuaban por el bien del pas. As, expresar:

    Todas estas transformaciones estn marcando a sangre y fuego el cambio que noshemos impuesto desde el principio. Yo dije ciruga mayor sin anestesia; lo es-tamos haciendo y no vamos a cesar en nuestro empeo hasta que demos cumpli-miento al objetivo que nos hemos trazado [...]. No nos interesan las futuras elec-ciones, sino las futuras generaciones y el futuro de la Repblica Argentina. Por esoestamos trabajando de esta forma, sin ningn tipo de claudicaciones, sin bajar losbrazos, sin desfallecer, firmes, seguros, reflexivos, serenos. De lo que hagamos de-pende la suerte y el futuro de la Repblica Argentina (14/01/91: 18-19).

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    15 As, Palermo y Novaro (1996: 132) consideran que, mientras que Alfonsn firm un pacto, el pe-ronismo, y Menem se inscribe en esa lgica, no lo requiere, ya que l mismo es el pueblo.

    16 Como sealan Vern y Sigal (2003), el discurso cientfico se estructura de modo diferente al dis-curso poltico. En lugar de decir creo en, afirma verdades eternas. Es decir, que se ubica afuera dela creencia, situndose como una verdad objetiva e indiscutible. As, estoy indicando a mi interlo-cutor que no puede rechazar mi afirmacin sin correr el riesgo de quedar fuera del sentido comn(2003: 23). Este tipo de discurso que formula una verdad universal e intemporal tambin ha sido de-nominado por Vern como discurso didctico (Vern, 1987a: 21).

  • Este Presidente ha puesto la cara y va a seguir poniendo la cara, pese atodo y contra todo, con tal de resguardar los intereses de la Repblica Ar-gentina (05/08/91: 96).

    De este modo, el Presidente se mostraba ante la sociedad con interesespropios que se ponan fuera de toda discusin y como garanta de que las co-sas se hacan por necesidad y no por razones doctrinarias:

    Si nosotros hubiramos estado obrando ahora con un criterio meramenteelectoralista pensando en las elecciones de este ao, no hubiramos tomadouna serie de medidas que son dolorosas pero necesarias, ciruga mayor sinanestesia, porque lo que importa es el pas y no las elecciones (31/01/91: 34).

    Los argentinos debemos sufrir de una sola vez para dejar de sufrir toda lavida, para ser felices y hacer una Patria grande, con un pueblo feliz [...] Nadiequiere la Argentina del ajuste por el ajuste mismo. Yo me quiero sincerar: esteajuste es para terminar con la Argentina de la decadencia, con la Argentina delestancamiento, con la Argentina de la corrupcin (08/07/91: 35).

    Al mismo tiempo, colocaba toda intencionalidad, connotacin siempre deuna fuerte carga negativa, en la persona del adversario (Yannuzzi, 1995:168-169):

    Yo les pido desde lo ms profundo de mi corazn [...] que no hagamos de estouna cuestin ideolgica; que dejemos los ideologismos de lado y pensemosfundamentalmente en nuestra patria (28/05/91: 144).

    Sin preconceptos ideologizados. Sin ataduras dogmticas. Sin frivolida-des intelectuales, ignorantes, en el fondo, de la actual realidad mundial(19/07/91: 54).

    Podemos decir, entonces, que el enunciador lograr relegitimarse ape-lando a un discurso tecnocrtico17, que prometa el reemplazo de la poltica,que slo hacan sus adversarios, por la pura administracin razonable(Hilb, 1994). As, despolitizando el mbito pblico, lograba legitimar las re-formas y a su propio discurso, al tiempo que exclua el disconformismocomo expresin de intereses particulares o partidistas. Ahora bien, si anali-zamos con ms cuidado, podemos observar que la hiptesis del discursotecnocrtico resulta inadecuada. En efecto, el discurso de Menem no cum-

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    17 Segn Vern (1985), la estrategia a la que apela el discurso tecnocrtico consiste en jugar el jue-go de la poltica mientras parece jugar a otro juego. No obstante, si bien parece excluir los antagonismosque caracterizan a toda identidad poltica, es con los propios polticos con quienes antagoniza.

  • plir las condiciones de felicidad (Austin, 1998) que requiere todo discursoque se precie de tal, esto es, la eliminacin de todo rasgo de presencia de loscolectivos de identificacin (Vern, 1985, 1995). En el caso de Menem,hay un intento de traspasar ese vnculo. Sin embargo, la constante apelacindiscursiva a la tradicin peronista y la reivindicacin de su pasado como mi-litante y luego dirigente poltico, nos obliga a rechazar esta presuncin. Porotra parte, en el discurso de Menem no existir la indispensable separacinentre la esfera de la economa y la esfera de la poltica, propias de este tipode discurso antipoltico. As, el enunciador definir a la poltica, en el sen-tido aristotlico, como la ciencia de las ciencias que tiende al bien co-mn (Discursos del 08/07/92: 45 y 15/09/92: 236) y, al mismo tiempo,expresar: Lo poltico con lo econmico, lo poltico conduciendo al pas ya la economa (Discurso del 07/07/93: 43). Y tambin: No se puede con-siderar la poltica y la economa como compartimentos estancos. Cuandofunciona la poltica, funciona la economa (Clarn, 24/01/93).

    Plantearemos, entonces, una tercera hiptesis: sostenemos que el ele-mento clave que estructurar el discurso menemista ser el Plan de Conver-tibilidad, que se transformar en una Promesa Plena. Para entender estacuestin, sin embargo, debemos ubicarnos previamente en el contexto deemergencia de su liderazgo.

    3. CONTEXTO DE EMERGENCIA DEL LIDERAZGOMENEMISTA

    Como dijimos, el presidente Menem asumir en medio de un caos pol-tico, econmico y social, la herencia del gobierno de Alfonsn (Martnez,1991). En ese contexto, y mientras muchos de sus votantes esperaban elSalariazo y la Revolucin Productiva prometidas durante la campaaelectoral18, el Presidente emprendi el rumbo contrario. Con el respaldo delos grandes empresarios y tambin de los Estados Unidos, con cuya polticaexterior se aline al punto tal de constituir relaciones carnales, se dedic aaplicar el recetario neoliberal. Como consecuencia, se asistir en esos aos auna verdadera reestructuracin econmica y social que terminar por des-componer la antigua matriz estadocntrica (Cavarozzi, 1997). Esta matriz,

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    18 Durante la campaa presidencial, Menem afirmaba que iba a implementar una Revolucin Pro-ductiva que terminara con la especulacin y un salariazo que iba a consolidar el mercado interno(vase Clarn, 25/02/89 y 26/02/89 y la Solicitada del 12/05/89). Al respecto, cfr. tambin Menem yDuhalde (1989).

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    que se remontaba a la posguerra, se caracterizaba por la presencia de un Es-tado que intervena fuertemente en el mercado para regularlo y asignar bie-nes y servicios a travs de una poltica industrializadora basada en la susti-tucin de importaciones (Torrado, 1994). En su reemplazo, se consolidar unnuevo modelo de acumulacin, un programa que vena implementndose demanera creciente desde mediados de la dcada del setenta (Basualdo, 2006).

    A pesar de esta metamorfosis en relacin a las banderas tradicionalmen-te asociadas al peronismo, el Presidente lograr evitar una ruptura inmedia-ta e incluso mantendr el respaldo en gran parte de los principales afectados,los sectores populares. Qu es lo que permiti este apoyo popular? Algunosautores sostienen que la clave residi en el contexto de fuerte prdida de le-gitimacin del gobierno anterior, producto del caos hiperinflacionario, lo quehabra posibilitado un estado de disponibilidad social. En esa situacin, de-finida como consenso de fuga hacia adelante, Menem habra obtenido elrespaldo de una heterognea coalicin social a partir de constituirse en un li-derazgo decisionista que garantizara orden, seguridad y certidumbre (Pa-lermo y Torre, 1992; Novaro, 1994; Palermo y Novaro, 1996). Para otros, encambio, se trat ms bien de un discurso hobbesiano de superacin delcaos, que transform al menemismo en el Partido del Orden (Aboy Car-ls, 2001, 2003).

    Ahora bien, sin dejar de reconocer la importancia que tuvo el temor al re-greso a la hiperinflacin para legitimar el discurso menemista, debemos re-cordar, en primer lugar, los vaivenes con los que tendr que lidiar su lide-razgo hasta lograr la estabilizacin efectiva de la economa. En efecto,durante los primeros 18 meses los diferentes ministros de economa tratarnsucesivamente de controlar la inflacin con diferentes medidas (Lozano y Fe-letti, 1991). El Gobierno, sin embargo, no lograr dominar del todo la infla-cin, e incluso experimentar dos nuevos episodios hiperinflacionarios, a fi-nes de 1989 y de 1990, que terminarn de hacer ineficaces muchos de lostradicionales instrumentos de poltica econmica (Fair, 2007, 2008). En esecontexto, podemos decir, con Canelo, que el consenso de fuga hacia ade-lante en realidad durar poco (Canelo, 2002: 18).

    Por otra parte, a diferencia de esta perspectiva, creemos que el control de-finitivo de la hiperinflacin, si bien necesario para constituir su liderazgo, re-sultar insuficiente para consolidarlo. Para alcanzar ese objetivo, sostenemos,en cambio, que el elemento crucial ser el xito en la implementacin delPlan de Convertibilidad. Este Plan, como veremos, le permitir al Presi-dente satisfacer otras demandas que trascendern el puro orden hobbesiano odecisionista.

  • 4. LA CONSOLIDACIN DEL NUEVO ORDEN.EL PLAN DE CONVERTIBILIDAD

    Hacia fines de enero de 1991, el malestar social generado por la imposi-bilidad de controlar la creciente tasa de inflacin, llevarn al Gobierno a im-plementar una paridad cambiaria 1 a 1 de la moneda nacional con el dlar.Luego de la aprobacin en ambas Cmaras, el 1 de abril de 1991 entrar envigencia la llamada Ley de Convertibilidad (Ley 23.928). Esta ley obligaba alGobierno a que hubiere una equivalencia entre la base monetaria y las re-servas de oro y divisas del Banco Central. Al mismo tiempo, impeda emitirmoneda que superara el respaldo en reservas. Dado que el tipo de cambio es-taba sobrevaluado, el Estado se vio en la obligacin de buscar fuentes de fi-nanciamiento externo que permitieran el ingreso de divisas. Esto lo resolvimediante la apertura y desregulacin econmica y la privatizacin compul-siva de las empresas pblicas y, luego, mediante el endeudamiento externo(Basualdo, 2006). El rgimen cambiario no era, por lo tanto, como algunoscreen, una simple ley (Barros, 2002: 170), sino que implicaba una verda-dera reforma estructural, ntimamente ligada a una multiplicidad de polticasque permitan su sostenimiento (Azpiazu, 1995; Kulfas, 2001: 181). En estesentido, resulta ms adecuado denominarlo, y as lo haremos desde ahora,Plan de Convertibilidad19.

    Con los recursos provenientes de las privatizaciones y la apertura co-mercial y financiera, el Plan de Convertibilidad comenz a dar paulatina-mente sus primeros frutos: se produjo una importante desaceleracin infla-cionaria, las firmas cesaron las remarcaciones preventivas de precios, losdepsitos comenzaron a retornar a los bancos y reapareci el crdito. De estemodo, se lograr satisfacer lo que en los hechos era la principal demanda so-cial: la desaparicin del impuesto inflacionario y la estabilizacin efectivade la economa20:

    Este Presidente [...] nos ha llevado a la conquista de algo que pareca casiimposible para esta Argentina: la estabilidad econmica. En este pas apa-rentemente agotado en marchas y contramarchas, de ineptitud funcionarial,de inmoralidad administrativa, la estabilidad constituye un logro histrico.

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    19 En otras palabras, si bien el 1 a 1 significar literalmente una ley, simbolizar muchos ms sig-nificantes (vase Todorov, 1982). Esto, por otra parte, se contradice con la supremaca que adquieren lossignificantes sobre el significado o concepto concreto. Al respecto, vase especialmente Laclau (2005).

    20 En efecto, encuestas realizadas poco despus de las elecciones del 89 muestran que un 64,7% delos votantes de Menem lo haban elegido para que solucionara la crisis econmica (Pgina 12, 28/05/89).

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    As, derrotamos la hiperinflacin y tomamos por las astas un Estado he-rrumboso para transformarlo eficientemente. Las arcas vacas comenzaron allenarse con la recaudacin fiscal. La moneda empez a tener valor real, lue-go de aos de haber sido papel de colores. En definitiva, resucitamos un pasque pareca condenado al olvido de los que viven dentro y fuera de l(29/08/91: 159).

    La Ley de Convertibilidad ha otorgado estabilidad a la economa argentina,manteniendo una paridad cambiaria que no sufre alteraciones, y registrando losndices de inflacin ms bajos de hace muchsimos aos (18/11/91: 126).

    En ese contexto, creemos que el Plan de Convertibilidad representar loque denominaremos una Promesa Plena.

    5. LA PROMESA PLENA

    En un excelente artculo, escrito a comienzos de 1990 y publicado unosaos despus, Claudia Hilb (1994) se sita en el levantamiento militar de Se-mana Santa de abril de 1987. En ese momento, el por entonces presidente,Ral Alfonsn, haba afirmado que La casa est en orden al tiempo quepactaba con los militares la ley del perdn o Ley de Obediencia Debida.Es a partir de dicho suceso, y la consecuente ruptura del pacto democrticoque haba prometido defender (Acua y Smulovitz, 1995), en el que sereinstala un tipo de interpretacin en trminos de pantalla: la realidad noest nunca all donde parece estar, lo visible es una pantalla, sus guardianes,los polticos (Hilb, 1994: 11). Segn Hilb, la consecuencia de esto ser elvaciamiento de la promesa y el consiguiente descreimiento en la palabra po-ltica (Hilb, 1994: 9). Ello se debe a que, como ya lo haba analizado Austin(1998), prometer no es slo enunciar una promesa, sino que, dado su carc-ter performativo, implica necesariamente realizarla. As, cuando las prome-sas ya no son cumplidas, dejan de tener sentido (Hilb, 1994). En ese con-texto, Menem no har ms que algunas promesas vagas durante la campaadel 89. Poco antes de las elecciones, dir: Expreso un compromiso, que noes una promesa (Pgina 12, 04/05/89).

    Frente a esta situacin de descreimiento general, la autora adverta que lapromesa corra el riesgo de desvirtuarse hacia dos formas diferentes. Por unlado, poda terminar convirtindose en una palabra hueca, es decir, el des-creimiento en un espacio de aparicin pblico, en un mundo en comn, lapromesa entendida nicamente como un engao encubridor. Por otrolado, poda derivar en una palabra plena, esto es, una palabra que se

  • eleva contra la imprevisibilidad, que instaura la certeza absoluta. Mientrasque la promesa hueca ya no cree en la promesa, la promesa plena pre-tende cubrir todo el espacio del futuro [...] subordinando en forma absoluta loimpredecible a lo dicho hoy (Hilb, 1994: 9).

    Creemos que la crisis de la palabra poltica dej como consecuencia laexistencia de una palabra hueca. En ese contexto, ya desde el primer da deasumir, el discurso de Menem contrapona la supremaca de los hechos fren-te a la retrica de las palabras:

    Como dira Eduardo Mallea, uno de los grandes pensadores, la Argentina fuehasta ayer un desierto de palabras. Yo les aseguro que a partir de este ins-tante, la Argentina inicia la independencia de la retrica [...]. Vamos a hablarcon los hechos, y no tan slo con los discursos (08/07/89: 20).

    No quiero detenerlos o entretenerlos ms, he dicho una y mil veces que laArgentina est cansada de palabras y Argentina y este gobierno nacional haoptado por la contundencia de los hechos y no por el halago de las palabras,que muchas veces terminan en promesas totalmente incumplidas y en gestosde hipocresa y demagogia que no se compadecen con lo que quiere Argenti-na y pretende el mundo (13/07/92: 56).

    Es por eso que ms vale siempre predicar con el ejemplo, predicar conlas obras, con los hechos, y terminar con la retrica, que puede ser muy lin-da, muy bonita, llena de palabras hermosas, pero totalmente vaca, sin con-tenido, sin afecto, sin amor, sin fe, sin esperanza (20/08/93: 194).

    En contraposicin a la retrica vaca, el xito del Plan de Convertibilidad ac-tuar como una Promesa Plena, la instauracin del reinado de una realidad,un Grado cero, que se mostraba de forma inmediata21 (Hilb, 1994: 16):

    Todos sabemos que las palabras no alcanzan. No alcanzan si no van acom-paadas de hechos concretos. Concretsimos. Porque es en los hechos desdedonde, entre todos, hemos empezado a probar la ms irreversible vocacin decambio. Es en los hechos donde se est dando la transformacin argentina(25/07/91: 65).

    Evidentemente hay un cambio en la historia, hemos dado un giro coper-nicano en nuestras cosas; pero no tan slo a partir de las palabras, porque deretrica y de palabras la gente est cansada, sino a travs de la contundenciade los hechos (12/05/93: 254).

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    21 La nocin de Grado cero, originariamente propuesta por el Grupo U, hace referencia a un discursounvoco, no figurado y, por lo tanto, no retorizado (vase Soto, 2005: 30-31).

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    Porque, como deca Pern, Mejor que decir es hacer y mejor que pro-meter es realizar:

    Llego a este encuentro con la voluntad de expresar mi conviccin en los he-chos antes que en las simples palabras. Llego para hablar con definicionesque se respaldan en hechos concretos y no solamente en buenas frases, por-que ste es el tiempo del hacer primero y del decir despus (25/09/91: 221).

    Lo importante es esto, es la obra que admiramos, tocamos, palpamos yvivimos. Esto es lo importante, no las palabras del Gobernador, del Presi-dente. No, lo importante son los hechos. Por eso siempre, parafraseando algeneral Pern, mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar(22/08/93: 217).

    Esto se relacionaba, al mismo tiempo, con el otro gran latiguillo de la tra-dicin peronista: La nica verdad es la realidad:

    Yo voy a ser muy breve hoy porque, como dijo el General Pern, la elo-cuencia poltica no es sino la expresin de la verdad en el menor nmero depalabras. Y, en efecto, la verdad debe hablar sin artificios. Con esa elo-cuencia irrebatible de los hechos [...]. Tal como lo estamos viendo: en lams real de las realidades y la ms esperanzada de las esperanzas(26/08/91: 143-144).

    Quiero ser breve a partir de hechos concretos porque, como todos ustedessaben, se han dado realizaciones ciertas durante estos ltimos tiempos, rea-lizaciones que hemos encarado con energa, equilibrio y audacia. Realiza-ciones que trascienden la oratoria, que superan los simples proyectos y queson verdaderas realidades (06/11/91: 79).

    Esta real-realidad de las cosas se objetivaba, a su vez, mediante laevidencia de los indicadores macroeconmicos favorables:

    Cuando llegamos al Gobierno, siempre es bueno repetirlo, tenamos unainflacin de ms del 200%. El mes pasado tuvimos una inflacin del 0,8%y en los tres primeros meses del ao no superamos el 2,5% de inflacin.Estos son hechos, son realidades. sta es la verdad, y la nica verdad es larealidad. Alguien deca esto con profundo conocimiento de las cosas(06/04/93: 147).

    Hay una cifra que yo no he citado: la disminucin, por ejemplo, de los n-dices de pobreza. Muchos polticos y muchos hombres no polticos de otrossectores de la comunidad, han hecho referencia permanentemente a estetema de la pobreza en la Repblica Argentina. La estamos combatiendo,pero no en base a la demagogia, sino con hechos ciertos, reales. Cuando no-

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    sotros llegamos al gobierno, el ndice de pobreza estaba cerca del 30 porciento; pobreza estructural y el ndice de pobreza marginal, que ya prctica-mente es la miseria, en un 9 por ciento; actualmente el ndice de pobreza es-tructural [...] (est) en un 12 por ciento y el ndice de pobreza marginal, enun 2,5 por ciento (22/12/93: 255).

    En efecto, la sobrevaluacin de la moneda, producto del Plan de Con-vertibilidad, lograr un fuerte incremento del consumo. En ese contexto,se reducir la pobreza y se incrementarn los salarios, fuertemente de-primidos en el perodo anterior (Gerchunoff y Torre, 1996). De esta ma-nera, el xito del Plan trascender el logro de la estabilidad, para incluirtambin a los significantes crecimiento, desarrollo y una monedafuerte:

    Qu es lo que hemos conseguido? [...]. Nada ms ni nada menos que la es-tabilidad, el desarrollo, el crecimiento, que han llevado a nuestro pas a serconsiderado como uno de los ejemplos en el mundo entero (10/12/93: 225-226).

    Estamos cambiando el rumbo de la historia en la Repblica Argentina,porque se acab la Argentina de la especulacin, del desorden, del caos[...]. Ustedes recordarn que antes vivamos pendientes del dlar; ahora, gra-cias a Dios, tenemos una moneda fuerte y una economa sana, y vivimos pen-dientes de lo nuestro, de nuestra economa, de nuestra estabilidad y de nues-tra Convertibilidad (29/04/93: 202).

    Y ser nuevamente en la evidencia de los hechos donde se objetivar estarealidad:

    En slo cuatro aos y medio de gobierno, hemos conseguido esta transfor-macin que, por ejemplo, ha llevado a la Repblica Argentina a colocarse en-tre los cuatro pases que ms crecieron en estos ltimos tres aos, en lo quehace a su Producto Bruto Interno. Ha subido la produccin, reitero, ha cre-cido en forma significativa el consumo, han disminuido los ndices de pobrezay se acrecienta la demanda laboral. Estos son los logros que hemos conse-guido (24/11/93: 176).

    Los ndices de produccin y de consumo que hacen al comercio, han au-mentado. Esto nadie lo puede negar. El PBI ha crecido desde 1990 a la fechacasi un 26% y hemos marginado definitivamente esos verdaderos flagelos queeran la inflacin y la hiperinflacin en la Repblica Argentina (10/11/93:104-105).

  • En efecto, la contundencia de los hechos no haca ms que hablar pors mismos22:

    El resultado de este plan econmico habla por s mismo. Nadie puede decirque no estamos mucho mejor que el ao pasado. La industria est empezan-do a crecer, impulsada por un panorama prometedor en todo sentido. La Bol-sa ha alcanzado, como todos ustedes bien saben, niveles histricos. Han co-menzado a ingresar capitales extranjeros, convocados no por las buenaspalabras, sino por una realidad fctica que se hace cada da ms visible a lacomunidad internacional (29/08/91: 160).

    Aqu los nmeros hablan ms que mil palabras. No mienten. No engaan.En los precios al consumidor, durante el semestre abril-septiembre, el promediomensual de la tasa de inflacin ha sido del 2,9%. En octubre fue del 1,4%. Y ennoviembre, el histrico 0,4% que ustedes ya conocen (10/12/91: 162).

    Se trataba, por lo tanto, de un discurso legitimado en la performatividadde los hechos: Nosotros no nos vamos en promesas, lo que decimos locumplimos (Discurso del 29/04/93: 202). De este modo, frente a la inevi-table brecha entre el enunciado y la enunciacin, la pregunta sobre el Chevoui? (qu quiere?) del discurso del Otro (Zizek, 1992), la performatividadde su palabra plena actuaba como una respuesta que le permita referirse alas cosas en un Grado cero23, como una realidad que, eludiendo la im-posibilidad del metalenguaje, se mostraba de forma transparente, sin deseosni intereses ocultos. As, podr decir: mis palabras son sinceras. Aqu nohay ningn tipo de trampa ni expresin fuera de lugar (Discurso del27/09/93: 461-462).

    Al tiempo que la performatividad de su discurso igualaba, del mismomodo que lo haca Pern, la promesa al hecho, sus adversarios se quedabanmeramente en las promesas vacas:

    Nuestros adversarios prometen, nosotros realizamos, cumpliendo con el man-dato histrico de Pern y Evita (citado en pgina 12, 12/05/95).

    De esta manera, apelando al relato objetivo y transparente de los he-chos, el discurso de Menem lograba transformar el Plan en una realidad incon-

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    22 No obstante este tipo de descripcin narrativa de la realidad, que parece hablar por s misma,resulta interesante notar tambin los acontecimientos que son excluidos o dejados fuera. En este caso, elenunciador no se referir al incremento de la desocupacin, la precarizacin laboral y la desigualdad quesu Plan econmico estaba generando. Sobre el particular, vase White (1992: 19-25).

    23 Cf. lo sealado en la nota 21.

  • trastable de sentido comn24. Pero, ms importante an, es que esta contunden-cia desplegada en la evidencia, en una fuerza en la que, en palabras de Me-nem, los nmeros hablan (mbito Financiero, 10/07/91), le permita al enun-ciador desenmascarar (Windisch et al., 1993: 112) a sus adversarios, aquellosdemagogos y agoreros de siempre que slo pretenden hacer poltica:

    Cuando se nos habla de este modelo y se nos dice de la falta de sensibilidaddel mismo, evidentemente se trata de interpretaciones de mala fe, o se trata dequienes, desde la demagogia, pretenden hacer poltica. Los nmeros dicen to-talmente lo contrario a lo que aseveran estos pocos hombres de la poltica na-cional o de otros sectores de la comunidad organizada (22/12/93: 252).

    Pueden continuar agravindonos, pueden continuar difamndonos. Acada agravio, a cada difamacin, a cada insulto, una obra, una realizacin,un hecho. Mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar. A eso va-mos y se es nuestro futuro, nuestro destino (03/10/93: 134).

    sa ha sido nuestra respuesta de siempre [...] Una realidad por cadamentira! (Juan D. Pern, 01/05/50. Citado en Vern y Sigal, 2003: 78).

    Al mismo tiempo, el enunciador evitaba el surgimiento de posibles disi-dencias, ya que si alguien expresaba en pleno auge del consumo, el creci-miento y la estabilidad econmica que los beneficios del Plan eran imagina-rios, resultaba irremediablemente excluido de la sociedad por estarescindido de la realidad25:

    Hay algn argentino en su sano juicio que quiera volver a 1989, con esta es-tabilidad econmica, con este cambio que estamos produciendo y con la ca-pacidad del salario que va en aumento? (citado en Clarn, 01/08/91).

    Los resultados estn a la vista, ahora, quin en su sano juicio puedecambiar un modelo que ha sacado a la Argentina de una crisis prcticamen-te letal de dcadas para colocarla como uno de los pases de mayor creci-miento en nuestro planeta? (22/12/93: 259).

    La apelacin a una supuesta realidad objetiva marcaba, as, una conti-nuidad y, a la vez, un punto de inflexin con el peronismo tradicional. La

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    24 En efecto, como seala Barthes (1991: 239) acerca del mito, cuando se comprueba algo sin ex-plicarlo, se est a un paso de encontrarlo natural, que cae por su propio peso y ello en razn de que unmundo desplegado en la evidencia, funda una claridad feliz: las cosas parecen significar por s mismas.

    25 En este sentido, podemos decir que quedaba establecido una especie de principio de exclusinque separaba lo que se consideraba razn, apoyar las reformas, de lo que se vea como locura, re-chazarlas (al respecto, vase Foucault, 1973: 12-13).

  • continuidad resida en el hecho que, al igual que afirmaba Pern, La nicaverdad es la realidad. La inflexin, por su parte, se deba a que mientras queen el peronismo tradicional el enemigo era la vieja oligarqua y los inte-reses extranjeros opuestos a la Repblica (Vern y Sigal, 2003: 78), en elcaso de Menem el Otro ya no era un enemigo de la nacin, sino aquellos re-zagados que no lograron comprender la realidad de lo real (Hilb, 1994):

    Los acontecimientos que nos han preocupado no son producto de lo que sedenomina ajuste o reajuste, son producto de la falta de capacidad y de com-prensin de lo que ocurre actualmente en el mundo y en la Repblica Argen-tina, por algunos sectores de nuestra comunidad (22/12/93: 255).

    Concepciones de esta naturaleza, en el fondo ocultan un profundo pre-juicio poltico y cultural, aferrado a concepciones del pasado. En algunos ca-sos, aferrado incluso a mentalidades exclusivamente ideologizadas, incapacesde comprender los inmensos cambios que se registran actualmente en todo elmundo (24/10/89: 132).

    Como consecuencia de esta visin, prevalecer un pensamiento nico,transformado en sentido comn, que, incentivado, adems, por la inevita-bilidad de los cambios tecnolgicos que caracterizan a la modernidad, y por lametfora equivalencial 1 = 1 que simbolizar el Plan26 generar un mecanismopsicolgico, una especie de Grado 1 no reflexionado27, que impedir ver lasconsecuencias polticas, econmicas y sociales que estaba produciendo elnuevo orden e incapacitar pensar en proyectos alternativos, al tiempo que pro-mover la apata poltica y el conformismo (Garca Delgado, 1994).

    6. CONCLUSIONES

    En el transcurso de este trabajo nos hemos propuesto analizar las estra-tegias discursivas de la enunciacin menemista. Para ello, abordamos su re-

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    26 En efecto, la Convertibilidad de la moneda nacional con el dlar estadounidense se simbolizarmediante una metfora que representar una equivalencia 1=1 entre ambas monedas. Sobre la nocin demetfora y su funcionamiento conceptual, vanse Le Guern (1976: 18) y Lakoff y Johnson (1998).

    27 El Grado 1 hace referencia, segn Steimberg, a aquella retorizacin, consolidada socialmente,que pasa a incorporarse a las previsibilidades de un intercambio discursivo y queda circunscripta a una de-terminada rea de desempeo. La eficacia de estas metforas reside en su alto grado de convenciona-lidad (resultado de su repeticin) que hace que se asuma, sin reflexionar siquiera, la presuposicin quela habilita (citado en Soto, 2005: 32-33). En este caso, la Convertibilidad, al estar establecida medianteun marco legal, borrar en su repeticin diaria las huellas de su institucin contingente y, de esta manera,se la asumir sin reflexionarla.

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    lacin con los dispositivos de enunciacin del discurso peronista. De estemodo, hemos pretendido trascender las limitaciones que encontramos en lamayora de los enfoques que investigaron el tema. Partiendo desde un anli-sis en trminos de la dimensin ideolgica, pudimos observar que Menem sesitu, al igual que Pern, como aquel que vena a unificar a todos los argen-tinos trascendiendo los intereses particulares. De este modo, y apelando a losclsicos latiguillos peronistas, justificaba su pragmatismo. El conflicto erapara el Presidente, al igual que lo era para Pern, signo de un absurdo, de in-tereses mezquinos e ideologismos particulares o partidistas que llevaban a ladisolucin del cuerpo social. Por lo tanto, no poda ser aceptado como leg-timo. Al mismo tiempo, el enunciador se ubicaba, del mismo modo que Pe-rn, por fuera de esos intereses mezquinos, como un representante de los in-tereses de la Patria que vena a hacer ciruga mayor sin anestesia parasanar al organismo social. Este mecanismo, que pretenda despolitizarlas decisiones tomadas y, al mismo tiempo, deslegitimar a sus adversarios, nose estructur, sin embargo, como un discurso tecnocrtico. Tampoco lo hizocomo un modelo de llegada o como un outsider de la poltica. Se trata-ba, en cambio, de un dispositivo basado en la legitimacin mediante lacontundencia de los hechos. Para el xito de esta estrategia, que slopudo ser consolidada a partir de la instauracin del Plan de Convertibilidad,resultara crucial la mostracin como evidente de los hechos, ya sea mediantela incorporacin de los indicadores econmicos, ya sea mediante el detalle delos xitos logrados. En efecto, el Plan de Convertibilidad, a partir de la pari-dad del peso con el dlar, permiti alcanzar el logro de una moneda slida,un fuerte crecimiento de la economa, que lo ubicaba entre los pases quems crecan en todo el planeta, la presencia de un sostenido desarrollo, ma-terializado a travs del incremento del consumo, de la inversin y de una im-portante reduccin de la pobreza, y una extendida estabilizacin econmicay poltica, que haban permitido terminar con el cncer de la hiperinflaciny consolidar un orden social, en contraposicin al caos y los saqueos del al-fonsinismo. A travs de esta nica verdad que era la realidad tangible eincontrastable de los hechos, y apelando adems a la eficacia de la simboli-zacin metafrica que representaba la equivalencia 1 a 1 entre ambas mo-nedas, el Presidente lograba dos cometidos. Por un lado, objetivaba al Plande Convertibilidad como una Promesa Plena, como una real realidadque, frente a la crisis de la palabra poltica, se mostraba de forma inmediata.Por el otro, lograba la exclusin de sus adversarios, a quienes acusaba, yasea de tener intereses particulares o partidistas, ya sea de tener ideologismosde un pasado inexistente o de ser rezagados que no lograron comprender larealidad.

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