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Los desperdicios sólidos (la basura) del metabolismo urbano de las ciudades y los pueblos, y
que en casi todos los países se trata y se resuelve a nivel de los gobiernos locales o
municipalidades (que es el caso de Cajamarca), es un grave y cotidiano problema en todo el
mundo.
A lo largo de la historia, la primera dificultad de estos residuos ha sido su eliminación, pues su
presencia es más evidente que otro tipo de materiales y su proximidad resulta molesta. La
sociedad solucionó este inconveniente quitándolos de la vista, arrojándolos a las afueras de las
ciudades, cauces de los ríos o en el mar, o quemándolos u ocultándolos mediante
enterramiento.
El manejo de residuos sólidos en América Latina y en los países en vías de desarrollo enfrenta
problemas comunes: explosión demográfica, cantidad cada vez mayor de residuos, crisis
económica que ha obligado a reducir el gasto público y a mantener tarifas bajas para su
eliminación, morosidad en el pago por el servicio municipal, debilidad institucionalidad, y
carencia de educación y participación vecinal sanitaria, entre otros.
Esta realidad es aplicable a la ciudad de Cajamarca, que produce un poco más de 100
toneladas diarias de basura, con un estimado per capita de aproximadamente 500 gramos por
cada ciudadano. El botadero de Shudal colmató y superó largamente su capacidad de
instalación, y ya era una amenaza y un riesgo para la salud humana y para el ambiente. En
algunos casos los residuos sólidos no recolectados, terminan en el río San Lucas, en los
sistemas de alcantarillado obstruyendo los desagües y tirados en las calles o en botaderos
informales, con acumulaciones de agua, malos olores y proliferación de moscas. Otros queman
su basura en sus casas o en las calles con la consiguiente contaminación del aire.
Por ello, la inauguración de la primera fase de la nueva planta de tratamiento de residuos
sólidos en el caserío de San José de Canay (Jesús) merece felicitación y reconocimiento para
los gestores de la propuesta y para los que han financiado su construcción. Este relleno -
también llamado vertedero, técnica y científicamente formulado para que sirva en el largo
plazo, con propuestas de segregación de desechos orgánicos e inorgánicos, reúso y reciclaje,
tratamiento especial de la basura peligrosa (por ejemplo la que viene de los hospitales, clínicas,
centros médicos, consultorios, laboratorios, algunas industrias), tratamiento de lixiviados y
educación y responsabilidad ciudadana a este respecto-, se enmarca en el Plan Integral de
Gestión Ambiental de Residuos Sólidos (PIGARS), que se hizo con el apoyo de especialistas
multidisciplinarios.
Siendo así, la invocación va en el sentido de no arrojar basura a las calles, a los desagües, al
río San Lucas; no generar botaderos ilícitos que no tienen control de nadie; aprender y cumplir
con la práctica de segregar (separar) la basura cuando menos en orgánica e inorgánica;
esperar los carros recolectores para sacar la basura a la calle (sino los recicladores informales
y los perros la riegan en el entorno inmediato, especialmente en las esquinas); y tomar
conciencia de que solo con nuestra responsabilidad y compromiso, como habitantes de la
todavía desaseada ciudad de Cajamarca, la podemos trasmutar en una urbe limpia y saludable.